Pastoral de vínculo: reflexión a la luz de Amoris Laetitia

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Descripción

Pastoral de vínculo: reflexión a la luz de Amoris Laetitia Otilio Ramón Herrera Ruiz Fruto del Sínodo por la Familia, de los años 2014-2015, la exhortación apostólica Amoris Laetitia arroja nuevas luces respecto a la pastoral familiar, y habla sobre algunas situaciones que existen en el contexto actual de cara al matrimonio. Este trabajo seguirá algunas afirmaciones de la exhortación, tomando en cuenta algunas de las situaciones que me ha tocado atestiguar en los tres años que he podido servir a la comunidad de mi parroquia en la catequesis infantil.

El documento habla sobre el matrimonio en términos de un proyecto de vida dinámico, que poco a poco va alcanzando la madurez en la medida en que los cónyuges son capaces de una mayor libertad y capacidad de abrirse al amor oblativo. Así, el matrimonio es un «don para la santificación y la salvación de los esposos […] es una vocación»1. Como tal, ha de ser acompañada e invitada al continuo discernimiento para ir avanzando en la respuesta a la voluntad de Dios para la vida de los cónyuges, y de la familia entera. Ahí está la función de los pastores, a los que se insiste en ser misericordiosos y atentos, que puedan escuchar y conectar con el drama de las familias que caminan entre la gracia de Dios y sus propias fragilidades. No obstante, también se enfatiza que los matrimonios más experimentados de la comunidad pueden ejercer la caridad tanto con los más jóvenes, como con aquellos que experimentan momentos de prueba. El análisis de la realidad que leemos en la exhortación trata sobre todo de la crisis axiológica que experimenta nuestro mundo. «hoy es fácil confundir la genuina libertad con la idea de que cada uno juzga como le parece, como si más allá de los individuos no hubiera verdades, valores, principios que nos orienten, como si todo fuera igual y cualquier cosa debiera permitirse»2. “Con que yo esté bien, es suficiente”, es una de las frases más comunes en la cultura actual. El estado de bienestar es tan importante, que toda experiencia desagradable, dolorosa, o que exija un sacrificio quiere evitarse a toda costa. Así, ante las primeras dificultades, parece que la solución es «pensar rápida e irresponsablemente en la separación»3 . Pero cuando reflexionamos sobre los valores del matrimonio, nos damos cuenta de que éstos pueden apelar a las personas que viven en esta cultura frenética y líquida. La generosidad, el compromiso, la fidelidad, la paciencia, la ternura, el perdón recíproco, «corresponden a la búsqueda que impregna la existencia humana»4.

1

Francisco, Exhortación Apostólica Amoris Laetitia, 72

2

Íbid, 34

3

Íbid, 221

4

Íbid, 57

Esta búsqueda puede ser una ventana de oportunidad pastoral para que la Iglesia pueda servir a las parejas. Hoy –y siempre, me atrevo a decir– el ser humano teme la soledad, reconoce la necesidad de un lugar donde sentirse acogido, escuchado, tomado en cuenta, en una palabra: amado. No obstante, existe también un temor «a ser atrapado por una relación que pueda postergar el logro de sus aspiraciones personales»5 o bien, a no estar a la altura del compromiso que se asume en el matrimonio, pensado como un estado de perfección en el que los errores no pueden tolerarse, ni mucho menos perdonarse. El reto pastoral está, pues, «un esfuerzo más responsable y generoso, que consiste en presentar las razones y las motivaciones para optar por el matrimonio y la familia»6. Francisco llama a la Iglesia a «presentar al matrimonio más como un camino dinámico de desarrollo y realización que como un peso a soportar toda la vida»7 . Si nos dejamos guiar por esta óptica, que va más allá de los vericuetos de la ley o de las exigencias inhumanas a veces impuestas sobre los matrimonios cristianos, caemos en cuenta que el acompañamiento es crucial para lograr lo que invita el papa, citando a su vez la familiaris consortio de s. Juan Pablo II, «el matrimonio como signo implica “un proceso dinámico, que avanza gradualmente con la progresiva integración de los dones de Dios”»8. En esta labor se implican tanto los pastores, como los matrimonios que hay en la comunidad. Se recomienda, además, que el acompañamiento comience desde el proceso de noviazgo, y prosiga con especial cuidado en los primeros años de casados. Francisco lo llama «pastoral del vínculo»9. En el mismo número llama a unir fuerzas: por un lado, la ayuda práctica que puede aportar un profesional a través de la ciencia; por otro lado, los consejos, orientaciones y vivencias que aportan los matrimonios que ya han pasado por las tormentas y van más avanzados; y la escucha atenta, a la vez que el auxilio sacramental que aportan los pastores. Así se podrá «asumir el matrimonio como un camino de maduración, donde cada uno de los cónyuges es un instrumento de Dios para hacer crecer al otro»10. Sin esta ayuda, la fragilidad humana inmersa en una cultura tan narcisista como la nuestra difícilmente encontraría el andamiaje para seguir en el camino descubriendo «un plan que sobrepasa los propios proyectos, que nos sostiene y nos permite entregar totalmente nuestro futuro a la persona amada»11 . Gracias a esto, puede esperarse que los matrimonios encuentren en su comunidad un sitio de reflexión, reencuentro, oración y ánimo. 5

Íbid, 34

6

Íbid, 35

7

Íbid, 36

8

Íbid, 122

9

Íbid, 211

10

Íbid, 221

11

Íbid, 124 (citando la Lumen fidei, 52)

De este modo, poco a poco, comenzar a profundizar también en el misterio mismo que constituye su vínculo matrimonial. Por el sacramento, la realidad humana se hace mucho más rica, más honda: se establece una relación «más completa» entre el plan humano y el plan de Dios. «Cristo Señor “sale al encuentro de los esposos cristianos en el sacramento del matrimonio”, y permanece con ellos»12 . Al reconocerlo en sus vidas, al confiar en Él y hacerlo centro de sus vidas en la oración, la celebración de la Eucaristía, y el trato cotidiano según los valores antes citados, el matrimonio se convierte en una «ininterrumpida continuidad del lenguaje litúrgico» y «la vida conyugal viene a ser, en algún sentido, liturgia»13 porque «cada matrimonio es una historia de salvación: parte de una fragilidad que, gracias al don de Dios y a una respuesta creativa y generosa, va dando paso a una realidad cada vez más sólida y preciosa»14. Por último, el documento insiste también en que «más importante que una pastoral de los fracasos es el esfuerzo pastoral para consolidar los matrimonios y así prevenir las rupturas»15 . Estar convencidos que «la presencia del Señor habita en la familia real y concreta, con todos sus sufrimientos, luchas, alegrías e intentos cotidianos»16. Se advierte que «el matrimonio es una necesaria combinación de gozos y de esfuerzos, de tensiones y de descanso, de sufrimientos y de liberaciones, de satisfacciones y de búsquedas, de molestias y de placeres, siempre en el camino de la amistad, que mueve a los esposos a cuidarse»17 . Una pastoral así construida implica una visión renovada, que involucra a los laicos como agentes de pastoral, como expertos profesionales en sus diversos campos, como experimentados en el caminar matrimonial. ¿Es posible? Me queda claro que es necesaria. Dada la escasa experiencia en la comunidad parroquial donde sirvo, puedo decir que es posible. La presencia del grupo «Renovación matrimonial», por un lado, y la labor de una catequista entusiasta en la pastoral familiar, a través de la catequesis infantil, por el otro, me han mostrado que las personas suelen responder bien a un primer anuncio, se saben necesitadas de un acompañamiento que poco a poco les permita sanar sus relaciones y cumplir mejor la voluntad de Dios en sus vidas. Incluso aquellos que han llegado sin haber celebrado el sacramento lo han hecho después de plantearse un proceso de discernimiento. Más allá de las posibles cifras, que siguen siendo parcas, considerando la población parroquial promedio, la posibilidad de que ellos se encuentren con el Señor en medio de sus hogares es motivo de dicha y signo de ánimo en medio del erial en que a veces nos toca remover la tierra y sembrar. 12

Íbid, 67

13

Íbid, 215

14

Íbid, 221

15

Íbid, 307

16

Íbid, 315

17

Íbid, 126

BIBLIOGRAFÍA Francisco, 
 Exhortación apostólica post-sinodal Amoris Laetitia, Roma, 19 de marzo de 2016

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