Participar en la vida

June 30, 2017 | Autor: Gustavo Daniel Conde | Categoría: Participación Social
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Descripción

La Participación y la entrada en la vida1 Gustavo Daniel Conde2

Los otros son parte de mí Lo propio del ser humano es la dependencia y la incompletud. En el plano psicológico esta precariedad constituye la vulnerabilidad de cada ser humano y provoca el hecho de que nadie puede hacer su vida solo. En el mejor de los casos, la vulnerabilidad constitucional del ser humano funciona bien y produce vínculos de solidaridad y de reconocimiento. Para aprender a hablar, a caminar, a relacionarse y desarrollar todas las cualidades de lo humano es imprescindible la relación con otros. La fragilidad de la naturaleza humana hace vulnerables a las personas ante la posibilidad del no reconocimiento, es decir ante la amenaza de la exclusión social o incluso de no sobrevivir por la ausencia de cuidados. Pero cuando se generan vínculos estables y seguros, la precariedad constitutiva culmina en una triple confianza: Confianza en el otro que está allí cuando se lo precisa, confianza en un sí mismo que tiene valor ya que el otro se preocupa durante situaciones de desamparo, y confianza en el futuro ya que otras situaciones de desamparo podrán producir el mismo vínculo de sostén y ayuda. (Furtos, J. 2007) 3 En la sociedad actual el lazo social por diversas razones se encuentra debilitado y la precariedad normal se transforma fácilmente en precariedad exacerbada, susceptible entonces de producir una triple pérdida de confianza: la confianza en el otro, la confianza en sí mismo y la confianza en el futuro. Construir esa seguridad básica es condición para transformarse en una persona.

La adolescencia como proyecto inacabado Los adolescentes, las adolescentes y los jóvenes uruguayos en general, encuentran dificultades significativas para sostener la confianza en sí mismos, en los otros y en el futuro. En efecto, en el informe final de la investigación Cohesión Social en Uruguay: claves para el diseño y la gestión de políticas públicas (Carrizo, L; Rivera, M. 2012:47), con relación a los jóvenes y la cohesión social se señala: “Lo primero que salta a la vista en el debate público uruguayo es la invisibilidad de la juventud como protagonista o como sujeto de discusión. Salvo en los noticieros (donde los 1

Artículo escrito con motivo de la celebración del 30 aniversario de la restauración democrática. Proyecto +Juventudes, + Democracia. Setiembre. 2015. Poder Legislativo/MIDES/PNUD 2 Psicólogo, Socioanalista, Especialista en Derechos de la Infancia y Políticas Públicas. Profesor Adjunto del Programa Psicología y Derechos Humanos del Instituto de Psicología de la Salud en la Facultad de Psicología. Asistente Técnico de la Cámara de Representantes 3 Les effets cliniques de la souffrance psychique d’origine sociale. Rev. Mental’idées n°11 - 09/2007, pp. 24 a 33 1

‘menores infractores’ parecen representar al conjunto de los jóvenes uruguayos, las y los jóvenes no conforman un sector fácilmente identificable en la dinámica de una sociedad compuesta en buena medida por adultos y adultos mayores” Existe una concepción del mundo adulto como culminación de un recorrido, como cúspide y meta final. El adulto como ciudadano, desde la Revolución Francesa ha sido concebido como el hombre blanco y propietario; el sujeto de la historia y de la civilización occidental. Las luchas por la conquista de los derechos humanos han dado lugar a la inclusión de las mujeres, las etnias, los niños, las niñas y también los adolescentes. Es un proceso socio histórico complejo y lleno de fuerzas que se contraponen. Los diversos colectivos sociales constituyen movimientos instituyentes que van modificando las instituciones y la organización de la sociedad. La adolescencia y los jóvenes no constituyen un sector homogéneo, son categorías sociales construidas que deben ser consideradas en plural. Existen inscripciones relativas a la clase social, al género, al lugar de residencia en el territorio, al color de la piel, a la orientación sexual (por lo menos), que deben ser visibles para las políticas sociales.

Derechos humanos y emancipación El desafío de la participación para la sociedad consiste en alcanzar una vida buena y digna para todos y todas reconociendo la diversidad de colectivos y de ciudadanías. Sin embargo, se percibe la existencia de una tensión entre: construcción de ciudadanía, participación, apropiación del poder para cambiar y modificar el entorno por un lado; y cierta producción de subjetividad que se instala en las instituciones que habitan las personas. Se trata de discursos que reproducen la cultura del individualismo como modelo, del éxito como conquista personal y de autonomía como soledad frente al camino de la vida. Esto es, la inseguridad de ser responsable de su propio porvenir. En este caso, la mayor independencia se convierte en mayor vulnerabilidad. Charles Taylor (1998) señala: “el individualismo tiene grandeza y tiene miseria: grandeza del lado de la persona y de los derechos humanos, que sin embargo no son suficientes para ser considerados una política, y miseria del lado del riesgo comprobado de atomización de los individuos, que significa el centrarse en sí mismo, ruptura de las solidaridades y aislamiento.”4 La perspectiva de derechos humanos que ha nacido de una concepción liberal puede convertirse en un ideal emancipatorio si se incorporan los aspectos sociales y ecológicos en diálogo entre ciudadanos. En este sentido, Boaventura De Sousa Santos (2002), considerando una dimensión planetaria propone el reconocimiento de la naturaleza incompleta de cada cultura. Sostiene que, mientras la globalización tiende a anular las diferencias, los derechos humanos pueden propiciar un diálogo entre culturas al que denomina “hermenéutica diatópica”5. Este diálogo entre pueblos y culturas con concepciones diversas de una vida digna sería el modo de crear un discurso y una práctica de derechos humanos cosmopolitas.

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C. Taylor. (1998) Las fuentes del individuo, la formación de la identidad moderna. Paris, Le Seuil, coll. «La couleur des idées». 5 De Sousa Santos, Boaventura (2002) 2

A dónde van los adolescentes En la psicología se observa que muchos autores han definido imágenes de adulto a las que luego se quieren convertir en punto de llegada de los adolescentes. Ellas son: ver la realidad tal como es, lejos del simbolismo infantil. Mostrar en su conducta una conciencia de lo que hay que hacer o de lo que no hay que hacer. Ejercer una profesión que guste y resulte satisfactoria. Tener tolerancia a la frustración, lograr independencia económica y un ajuste heterosexual. El no adulto por el contrario será el incapaz de controlar sus emociones, será dependiente y egocéntrico, mal adaptado a la realidad. A mediados del siglo XX, algunos investigadores perciben que se configura una visión en la que pretender cambiar la realidad equivale a estar anclado en la adolescencia. Sin embargo, otros proponen que no existe un adulto patrón y se incorpora la incertidumbre sobre el punto de llegada, asumiendo la diversidad y la condición social histórica, incluso en el desarrollo biológico y psicológico del ser humano. Los y las adolescentes se encuentran en tránsito pero no tienen entonces un punto de llegada prescripto. (Lapassade, 1963) Las instituciones que habitamos las personas se encuentran también en un proceso de transformación inacabada. La democracia es una forma de gobierno pero también una forma de vida. En este sentido, las esferas de la vida familiar, social y comunitaria son espacios que requieren gestionar las diferencias y que las personas, cualquiera sea su condición, puedan involucrarse en la solución de problemas comunes que afectan sus vidas y a las comunidades. Esto es: opinar, decidir y actuar organizadamente En general los adolescentes y las adolescentes no constituyen un colectivo social que demande por sus derechos, somos los adultos quienes hablamos por ellos, pensamos por ellos y construimos un saber por ellos y sobre ellos.

La vida de la participación Heller nos dice: “Al contrario que las necesidades, los deseos no pueden ser completamente verbalizados, a veces ni siquiera aproximadamente. Si alguien me pregunta qué es lo que necesito, se lo puedo decir; si alguien me pregunta qué es lo que deseo, normalmente, sólo puedo sugerirlo aproximadamente” (Heller, 1996: 85). El deseo es difuso pero no deja de ser la potencia que promueve el encuentro entre las personas para la transformación del entorno. La participación convierte al deseo en una acción sobre uno mismo, sobre los demás y sobre el entorno, desde el inicio de la vida. La no participación es por lo tanto, una ilusión social construida en el universo simbólico de los que excluyen. Participar es la entrada en la vida propia del ser humano; es una capacidad que puede ser desarrollada y en tanto accionar sobre la realidad puede ser estimulada, obstaculizada o cercenada.

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A participar se aprende a través de la experiencia y este es el desafío del mundo adulto con relación a los adolescentes. Favorecer la autonomía; que expresen sus ideas y puntos de vista para ser escuchados por otros ciudadanos con quienes puedan establecer lazos de solidaridad y asumir responsabilidad social. La promoción de la participación se relaciona con varios grados de incidencia: uno de ellos es el que ocurre a nivel de la conciencia individual, en el que el sujeto reconoce su derecho a participar y a ser tomado en cuenta; otro, el que se da a nivel grupal, que implica la conciencia de que se es parte de un grupo y se comparte la responsabilidad de lo que en él suceda, y otro más cuando existe la percepción de pertenencia a un ámbito más amplio, como puede ser la escuela, la comunidad y/o la sociedad (Linares, 2000). Si bien la adolescencia y la juventud pueden definirse en términos etarios, existen múltiples adolescencias y juventudes en cuanto a las formas de vivir. Estas circunstancias condicionan sus preferencias, su relacionamiento con otros, su cultura y sus formas de participación. En el discurso jurídico se consagra el derecho de los y las adolescentes a formarse un juicio propio y expresar su opinión libremente en los asuntos que les conciernen. El derecho a ser escuchados, a buscar, recibir y difundir información e ideas, a la libertad de pensamiento y de conciencia, a reunirse y agruparse en torno a temas de su interés. Sin embargo, en Uruguay persisten inequidades que hacen que estos preceptos sean metas a conquistar. No todas las propuestas de participación son tales. En efecto, siguiendo a Hart (1992), se pueden categorizar tres modalidades que representan un simulacro. Estas son: la manipulación o engaño, la participación decorativa y la participación simbólica. Las tres refieren a instancias iniciadas y sostenidas por adultos en las que se movilizan o convocan a adolescentes para el logro de fines ya acordados previamente. En estos casos, los adolescentes no son consultados, informados y mucho menos tenidos en cuenta para tomar decisiones. Son situaciones en que si se les otorga la oportunidad de expresarse puede ser una simple actuación; no hay oportunidad de elegir el tema, la forma de expresión ni el espacio para formar sus propias opiniones. La mejor manera de elaborar propuestas de participación es escuchando primero, dar la palabra y atender las demandas acompañando y promoviendo la autogestión de las acciones. Por último, en concordancia con lo expuesto, compartimos de las conclusiones del Foro de Querétaro (instancia de encuentro de niños y adolescentes del Continente), una de las exigencias a los Estados: “Promover la participación en el marco de una red social y de servicios integrales a partir de un enfoque de protección integral con carácter territorial y descentralizado, que fortalezca la organización de niños, niñas, adolescentes y jóvenes; y genere condiciones de movilización y actoría social”. 6

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Encuentro Interamericano sobre el Intercambio de Experiencias y Programas de Atención de niños, niñas y adolescentes. Querétaro, México. Abril de 2008 4

Dos consideraciones para un final La participación de adolescentes en las políticas públicas favorece la construcción de lazos sociales solidarios. Asimismo, se promueven instancias de encuentro donde la imaginación y el deseo colectivo construyen democracia social y política transformadora. La entrada en la vida de los adolescentes que se incorporan a propuestas de participación genuinas será entonces un camino de superación de posturas asistencialistas o de control social. El pasaje de la situación de riesgo o de amenaza a un escenario de confianza y de bienvenida a la militancia por un mundo sin exclusiones.

Referencias bibliográficas Baratta Alessandro. (1998) Infancia y Democracia. En: Infancia, Ley y Democracia en América Latina. García Méndez E, Bellof M, compiladores. (Ed. Depalma – Buenos Aires) Benedet, Leticia. Conde Gustavo Daniel. (2003) Entre voces. Experiencias de participación infantil. (Poder Legislativo – Cámara de Representantes – Montevideo) Carrizo Luis, Rivera Marcia (2012) Cohesión social en Uruguay: claves para el diseño y la gestión de políticas públicas (CLAEH – Uruguay) Conde, Gustavo Daniel (2007) Guía Legislativa para proyectos referidos a derechos de la infancia y la adolescencia. (PNUD/UNICEF. Parlamento del Uruguay. - Montevideo) De Sousa Santos, Boaventura (2002) Hacia una concepción multicultural de los Derechos Humanos. En Rev. El otro derecho. No. 28. Julio de 2002. pp 59-83 (ILSA – Bogotá D:C: Colombia) Giorgi, Víctor. (2010) A 20 años de la Convención sobre los Derechos del Niño. (IIN – OEA. Montevideo) Hart, Roger (1992) Children’s participation – From Tokenism to citizenship (Unicef – Inocenti Essays No. 4 – Florencia) Heller, Agnes. (1996). Una revisión de las teorías de las Necesidades. (Editorial Paidós - Barcelona) Lapassade, George (1963) La entrada en la vida. 1973 (Ed. Fundamentos – Madrid) Linares, Ma. Eugenia, Morfin, María y Miyar, Teresa. (2000) La promoción de la participación infantil y juvenil. Cosechando Nuestros Frutos: Conocimiento generado a partir de la práctica. Colectivo Mexicano de Apoyo a la Niñez, (Universidad Autónoma Metropolitana –México).

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