Paradeisos, estudio social de la jardinería en época antigua.

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Descripción





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Fariello también se refiere a las adversidades climatológicas: "lo que sucede, más bien, es que cuanto más nos alejamos de los objetos y de los espectáculos naturales (se refiere a las expresiones naturales, como las plantas, las rocas y el juego del agua) debido a las condiciones de nuestra existencia, más fuertemente advertimos su llamada" (Fariello, 2008; 11); Si bien, también Rubió apoya esta afirmación: "la verdad es que la noción y emoción jardinera han nacido prehistóricamente en las regiones en que el paraíso no se producía con facilidad, por exceso de frio o sequía, miseria vegetal y aridez del terreno" (Rubió y Tudurí, 2000 ; 27).
Rubió y Tudurí demuestra que las raíces indo-germánicas también emplean la palabra jardín por el contenido sagrado asociado a las plantas que se les ofrece culto. En lengua persa, gard-geard-gairde equivalen a "cierre"; en griego se refiere a ello como a chortos espejo del que será el posterior hortus romano. (Rubio, 2000; 51).
En época sumeria se nos presentan como los predilectos de la diosa del amor Inanna (Ishtar), e aquí su categoría sobrenatural con la que se consagran los sacerdotes/jardineros( Klima, 2007; 127).
Jenofonte en su obra Económico (IV, 20-23) nos habla del parádeisos de Ciro en Sardes en la visita del general espartano Lisando. La perfecta simetría de los arboles plantados, por el mismo príncipe Ciro, ocupando aquellos ángulos junto al uso de plantas perfumadas, maravilla al propio invitado. En Anábasis (I; 2, 7) Jenofonte habla del palacio real que posee el propio príncipe en la ciudad frigia de Celenas y que cuyo parque de fieras salvajes a las que daba caza el mismo llamaron la atención de griegos y romanos, como Quinto Curcio en Historia de Alejandro Magno, VII (Martínez, 2008; 285).
La fundación de Babilonia por Semíramis, descrita por Ctesias y reeditada por Heródoto habla de una ciudad que se construye su morfología urbana en paralelo al Éufrates mostrando trazos regulares acompañados por palmeras datileras (con las cuales hacen vino, aceite y pan según los griegos). Fuera del tramado urbano encontramos plantaciones en extensión de datileras (Blázquez Martínez, 2003; 50)
Hay cierta discusión sobre adjudicación de esta obra maestra, ya que recientemente la arqueóloga Stephanie Dalley (2013) ha asociado su localización a las proximidades de Nínive y sobre la figura de Senaquerib, no al monarca Nabucodonosor II en Babilonia. También se atribuyeron a Semíramis (Diodoro de Sicilia, II; 10; Münster, 1550) o a Ciro. Las descripciones del arqueólogo Koldewey (1913) confirmadas por Coupé, y A. Fonte (1986; 16) aportan ese carácter científico de la ciudad de Babilonia, aunque equivocadas en su localización. También quedaran atrás, otras tantas aportaciones como las de Pietro Della Vella (1616), empleada por Atanasio Kircher (1679), o las hipótesis de James Rich (1811), Robert Keer Porter (1818). Hay que decir, que en la posición de Stephanie Dalley no fue única, provisto que Theodor Dombart (1967) ya habla de ese erróneo emplazamiento y las dimensiones del mismo recinto, como también lo harán Wolfram Nagel (1978), Muyard Said (1982) y Wiseman (1983).
Con tal de solucionar posibles problemas de filtración se fabrico una serie de capas sucesivas de ladrillo cocido junto a asfalto y planchas de plomo o bronce (Rubió, 2000; 81).
Estaban también, junto a la acrópolis, los llamados Jardines Colgantes, obre no de Semíramis, sino de un rey sirio posterior que los construyó para dar gusto a una concubina; dicen que ésta, en efecto era de raza persa, y sentía nostalgia de los prados de sus montañas, por lo que pidió al rey que imitara, mediante la diestra practica de la jardinería, el paisaje característico de Persia (Blázquez Martínez, 2003; 41)
Esta hipergeometrización puede conducir al error de concebir el jardín asiático fuera de la idea paraíso o paisaje natural. Lucien Corpechot apoya esta teoría del espíritu de geometría que domina en los jardines egipcios a través de los relieves y murales pictóricos que nos llegan a la actualidad. Si bien, Rubio se encarga de responder esta hipótesis aduciendo a pensar que estas obras se encuentran a servicio de los escribas y no los jardineros. (Rubió, 2000; 72)
"Jasminum Sambae, chrysanthemum coronarium, acacia nilotica, centaurea depressa, delphinium orientalis, rapaver rosas, myrtus, nymphaes lotus y caerula, cyperus papyrus, hedera hélix, ficus sycomorus" acompañan el listado de plantas encabezado por sicomoro, palmeras y lotos blancos, azules y rojos (Rubió, 2000; 74)
La madera tratada servirá para tejer puentes o mástiles de los pilonos de los templos, fabricar ataúdes así como muebles y otros artículos de significado simbólico para la culminación de actos rituales o mágicos. Comúnmente, se empleará para este propósito arboles autóctonos como la acacia (Horus), sauces (Osiris) sicomoro (Harthor y Nut) espino y persea junto otras maderas notables como el cedro del Líbano (SEGURA, 2005; 28).
Un des paradis de leurs premiers navigateurs (Rubió 2000; 94)
"Se limito el uso de jardín con fines ornamentales en las proximidades de edificios públicos como templos, palestras o gimnasios, y consistían como mucho en árboles dispuestos con una sencillez rústica, rodeados de arriates con flores y a veces animados con estanques y fuentes" (Fariello, 2008; 20). Los templos griegos a menudo tenían en su dependencia un bosquecillo o un jardín consagrado para la divinidad del lugar (Segura, 2005; 59)
Esta sencillez muestra como en los recintos públicos, como el Ágora ateniense, solo llegan a albergar arboles sombra. Incluso, dentro de los patios de las viviendas solo vemos cisternas y el altar familiar. Todo ello hay que inducirlo a ese sistema democrático que favorece más un jardín productivo más que de recreo (Segura Munguía, 2005; 60)
Se trata del jardín homérico más destacable por la serie de plantas que aparecen y la descripción que hace de ello en conjunto al tipo de disposición estacional. (Homero: VI, 291-294; VII, 112-132)
Las residencias llevaron a introducir la fastuosidad y el exotismo en los jardines romanos de época imperial (Segura, 2005; 56). El cultivo floral predomina hacía el 479 a.C., fecha por la cual ya encontramos en Macedonia dicho interés algo que los poemas homéricos debieron ignorar.
Para Rubió, el jardín romano no altero esa genealogía de la que iba precedida: Siguió desarrollándose con normalidad y lo hizo más poderosamente que nadie sin que hubiera esa ruptura tradicional con la hegemonía política en Mare Nostrum (Rubió, 2000; 95).
Teóricos agricultores, Marcus Terrentius Varro (116-27 a.C.) y Lucius Junious Moderatus Columella (s. I d.C.), ofrecen manuales de jardinería tradicional (Kluckert, 2011; 15).
La villa rústica permanece en los suburbios y en el campo, mientras que por su lado la villa señorial encaja más en el escenario urbanístico de la ciudad a lo que lleva a hablar de horti por las gran dimensiones que adquiere y la forma compleja arquitectónica establecida en el jardín (Fariello, 2008; 21)
La higuera Ruminal y las Lupercales; las ceremonias de los hermanos Arvales; Dea Dia y el de Vesta –al pie del Palatino, Regia-; el bosque de encinas o Caelius; Pórtico de Pompeyo (Segura Munguía, 2005; 78-79).
En Herculano tenemos conocimiento de la "Casa de los ciervos" y "del atrio con mosaico". En ellas, Fariello habla del empleo de amplios huecos que se abren al jardín desde los espacios interiores, generando un juego vivaz y variado de perspectiva y vistas (2008; 23). Con respecto a las casas pompeyanas, en Herculano se muestra más clara esa preponderancia del jardín intermediario entre las vistas externas y la casa. La villa se desarrolla en media ladera, sobre una pendiente que desciende hacia el mar y buscando la máxima disponibilidad de luz del día, algo que los Jardines del Laurentino (Ostia) se hicieron, propiedad de Plinio el joven, representan con exactitud.
Rubió cree que la inexistencia de pruebas escritas o graficas entre el siglo II a V d.C. que nos demuestre esa generalización del recorte de plantas. Al contrario, se daban pruebas de la continuidad paradisíaca en la Jardinería enriquecida dentro de sus murales (Rubió, 1981; 101)
Sigue presente esa imagen paradisíaca: Este bosque, estas fuentes, esta sombra entretejida de los pámpanos vueltos hacia arriba, esta corriente guiada de agua de riego, estos prados y rosales, que no ceden al Pesto de las dos cosechas, y todas las hortalizas que verdean y no se hielan ni en el mes de Jano, y la angula doméstica, que nada en un estanque cerrad, y esta torre de un blanco resplandeciente, que cría palomas de su mismo color, obsequios son de mi dueña. A mi vuelta, después del séptimo lustro, Marcela me ha dado estas casas y estos pequeños reinos. Nausícaa me concediera los huertos de su padre, podría decirle yo a Alcíno: "Prefiero los míos".(Marcial, Epigramas; Libro XII).
El espíritu del Jardín latino solo sobrevivirá en aquellos hortus romanos de las villas rústicas (agricultores provinciales), puesto que las villas señoriales o horti (clase senatorial, alta administración, fortunas de Roma y alrededores) recurren con acusada actitud a la fuerza decorativista, de lujo y delicadeza (Rubió, 1981; 106-107). Aún así, el orden y encanto no se ve alterado solo afectará en su arquitectura, haciendo que la cruz de cristo o una fuente substituya a la divinidad menor. Ello dará más beneficio "al jardín popular".
Trabajo especifico de la asignatura Urbanismo y Arquitectura del Mundo Antiguo, docencia impartida por Mariló Madrid







PARÁDEISOS, ESTUDIO HISTÓRICO DE LA JARDINERIA EN EL MUNDO ANTIGUO
Realizado por, Aitor Ruiz Delgado





















NIUB: 16107556
Fecha de entrega: 29 de enero, 2016

ÍNDICE DEL CONTENIDO



JARDÍN MESOPOTÁMICO Y LA IDEA DE PARADEISOS.

EGIPTO, GRANDES GEÓMETRAS DE LA CIVILIZACIÓN

JARDINES PRE-HELÉNICOS Y HELÉNICOS

ROMA Y EL JARDÍN LATINO

BIBLIOGRAFÍA Y ARCHIVOS MULTIMEDIA EMPLEADOS





























Para Rubió y Tudurí, la idea del jardín se ha de entender como un espacio que nace motivado de la "sequedad del paisaje" a una escena paradisiaca. En este sentido es, la aridez del terreno creadora de jardines, la medida en la que el hombre puede hallar manera de remediarla junto a principios de arquitectura y geometría (teclas de la armonía del jardín), llevando al mismo ser primitivo del neolítico al sedentarismo agrícola e urbano de las primeras civilizaciones en el Mundo Antiguo.
Esta Arquitectura, vemos que nace hermanada con la Jardinería. Es fruto artificial, con connotación utilitaria en la creación de puntos de cierre. Este arte tiene la virtud de perdurar en comparación a los elementos orgánicos que lo conforman. Mientras que la Geometría, principio figurativo, se emplea para definir el paisaje. Para dar cuenta de ello, veremos como Demócrito habla en relación a un cuerpo de geómetras egipcios en la Valle del Nilo, a los cuales se les atribuye el nombre de jardineros/sacerdotes o "anudadores de cuerdas" en virtud de controlar el agua de las crecidas anuales.
La facilidad por cotejar números tiene sus primeros síntomas en las escenas rupestres que podríamos extrapolar, por ejemplo, en el arte levantino, donde aparecen imágenes zoomorfas y antropomorfas en repetición constante con trazados de forma irregular acompañados por cruces, puntos y líneas idealizadas por reglas abstractas con la que conciben sus sentidos extrasensoriales (carácter cósmico-mágico), aún sin una simetría clara pero con un cierto orden, como decimos, numérico.
Estas primeras comunidades prehistóricas, basan sobre todo en conceder cierto grado de magia o sobrenatural al escenario natural, nacido del bosque. Esta idea corresponde al libre albedrio entre valles, ríos y arboleas de diferentes especies y familias, junto a su determinado zoológico geográfico (fauna autóctona). Se trata pues, de la imagen que nos aparece en la Biblia, el Paraíso del Edén. Otras culturas como los asirios lo llaman Eridu, o el Ida Varsha de los hindúes. Todo ello, nos remite a una mente inactiva en esta jardinería sensiblemente estética o artística, si bien porque limita esta esencia a aquello sobrenatural que recibe del bosque.

Hablamos pues de una conquista espiritual del hombre, no tanto por este determinismo sobrenatural, sino por el gusto de esas flores primaverales o plantas aromáticas que druidas y sacerdotes (de genero femenino, según Rubio) se encargan de recoger para experimentar cierto dominio y ejercer sobre ellos usos medicinales (recetas curativas). Este dominio del que hablamos hace relación a la domesticación de la planta, no como una cualidad económica, más bien por razones espirituales o sobrenaturales. En este aspecto, queremos hacer énfasis a Barón Ernouf quien afirma la categoría que adquiere la Jardinería como arte refinado o lujo de la Agricultura, a lo que Rubió respondió sobre que el dominio corresponde meramente al fin de ser un arte esterilizado antes que adquirir una categoría maternal, en sentido del resultado que queremos obtener. A ello bien, dicho autor, apoya la hipótesis que fue antes "la magia del jardinero" que la explotación agrícola de los vegetales económicos.
En relación a la sequedad, a la que nos referimos al abrir este documento, proviene de escenarios semejantes de Mesopotamia y Egipto. Conocida como la media luna fértil –termino acuñado en 1916 por el arqueólogo norteamericano James H. Breasted-, donde se produjo la revolución neolítica que dio paso a la concreción de los primeros núcleos poblacionales con la especialización de trabajos, así como órganos administradores que controlan un abasto territorio bajo elites en su jurisdicción. En este ambiente, vemos como el jardín surgirá como elemento más dentro de la morfología apoderada de la ciudad, heredando ese carácter extrasensorial inspirado en cierto concilio del hombre con lo exterior.
Constantemente, observamos que esta conciliación depara en el oasis paradisiaco. El concepto pairidaeza viene a referirse "espacio cercado" , donde esos sacerdotes/jardineros emplean el dominio y culto sobre aquellas plantas sagradas, como el laurel o el rosal. Veremos como este "cercado", no siempre adquiere las mismas connotaciones visto que en Mesopotamia las astronomía depara un estudio geométrico para proyectar los jardines aunque también se diera el caso que se respetara la idea de jardín paisajista –más natural, no tan intervenido por la acción humana-. En el Nilo, veremos como hay una preponderancia del factor geométrico a la hora de idealizar este oasis (Paraíso) producto de las elites, y, ya con los jardines pre-helénicos se tiende a reducir en humildad, por no hablar de pobreza. Y Finalmente, el jardín romano en su perfección, fruto simple y llanamente de una premeditación estética.
En ellos veremos como ciertos principios de composición e ordenación se repiten en su analogía general, facilitando así una interpretación del grado de aplicación a lo que generara el concepto del "Jardín latino". Antes de todo sigamos esta evolución de la Jardinería en su contexto exacto y los agentes que interfieren en él.


I. Jardín Mesopotámico y la idea de Parádeisos

Los griegos designan Asia Menor como primer asentamiento de nuestro paridaeza, nacido entre los ríos de la "creación", donde se constituye a imagen del Génesis nuestro Jardín del Edén o Paraíso Terrenal. Existen paralelismos con el mito sumerio de Enki en Dilmun. Enki –boca de ríos y elemento que permite el desarrollo de la vida– dios del agua, obtiene el permiso del dios sola Utu para entrar en el jardín de los dioses el cual se nos presenta en Mesopotamia como la representación de un "bosquecillo sagrado" dentro de la cumbre del zigurat y donde se conserva la "planta de la vida", haciendo posible alusión al manzano del Génesis, y, que el cual no ha sido capaz de conservar Gilgamesh. Otro punto de vista que se nos ofrece en sentido a ese ideal paradisíaco viene dado de un locus amoenus: Campos Elíseos de Virgilio (Eneida, VI; 637 ss), de Homero (Odisea, VI; 565) y Hesíodo (Trabajos y Días, 111; 170); Islas Afortunadas de Horacio (Epodo XVI), Pínardo (Olimp. II); y de la Edad de Oro de Teócrito (315-250 a.C.).
Dejando a parte la literatura observamos que a hechos prácticos de la geografía de Mesopotamia los ríos de la "creación", Tigris y Éufrates, nutren de minerales toda la vegetación existente y experimentan mayor ampliación a través de redes octogonales que transportan el agua por canales rectilíneos hasta poner en función sistemas de riego por inmersión. Cabe añadir también, que esta atracción del paisajismo griego dentro de los jardines mesopotámicos no se encuentra solamente en esos recintos "artificiales" donde el hombre ejerce su control, puesto que también se describe un gusto por los "parques de caza" recogido por Jenofonte (IV, 20-35) sobre el rey persa Cirio y descritos por el espartano Lisandro.
Como vemos, se tratan de asentamientos proto-jardín –recreos de reyes- que ponen en marcha la introducción de sistemas regulares con el uso de depósitos y pozuelos de cruce que conducen a distribuir el agua en la horizontalidad del terreno activo. Rubió plantea, en este sentido, las cualidades mágicas antes que cualidades físicas en la particularidad del terreno, fruto del nacimiento de esa geometría espiritual que tiene en referencia a puntos solares o del movimientos perenne. Sin embargo, podríamos pensar que fue la geometrización agrícola la que dio ese paso técnico en la constitución de sistemas de irrigación por canales y por inmersión.
Por lo que vemos, es un tema muy debatido hoy día, puesto que el acceso popular a los misterios de la vegetación traslado o privo al sacerdote/jardinero del monopolio del cultivo de ciertas plantas "sobrenaturales". Se conoce la exponencial ocupación por el arte de la jardinería en personajes sumerios como el rey Sargón de Akkad o Enlilbani quienes bautizaran el estudio artístico, y que posteriormente se explotará con los asirios dentro del uso de terrazas.
Algunos autores apuntan que esta horizontalidad sumeria huye de la virtud natural del que entendemos como Paraíso bruto, perturbando toda tentativa de trazar paisajes absolutamente irregulares como también se observa en Egipto. Ello no esquiva la categoría mágica que lleva asociada.
Esta tradición persa introduce el juego de cuatro brazos de agua –la versión del Génesis del gran huerto del Edén se forja por cuatro ríos: Pisón-Guijón-Éufrates-Tigris– , con tal de cometer dicha totalidad del perímetro o superficie ocupada. Esta escena que presentamos esta acompañada por arboles de sombra (datileras seguramente, entre otros frutales como la higuera) que se disponen simétricamente sobre el paisaje. Encontramos relieves que expresan esa idea de maternidad paisajística. No obstante, en lo que nos atañe al mundo sumerio vemos predominar el jardín como cabecera de la casa/palacio (recordemos que es un arte elitista), tradición que prosigue con la llegada de comunidades semíticas del norte hacía la Baja Mesopotamia y en la contribución a crear el primer Imperio Babilónico.
La máxima representación exponencial son los Jardines Colgantes de Babilonia (c. 2700 BP), donde se demuestran esa hermandad que tiene la jardinería con la arquitectura antigua en un solo organismo. Ello nos permite afirmar, con consentimiento de Rubió y Tudurí, el origen astronómica y sobrenatural del cual nace esta estructura siguiendo el patrón de construcción del conocido zigurat.
Las descripciones de Diodoro Sículo (II, X), entre otros autores como Filón de Bizancio (Siete maravillas de la Antigüedad: reeditada por K.Brodersen, 1992), Estrabón (Geografia: XVI; 1, 5) y Quinto Curcio (V., 34-35) hablan de un Paraíso cuadrado –recordemos en persa gard significa "cierre"- de unos 120 metros de lado, con 22 pies de espesor en la base y los 10 de coronación, el cual es levantado por unas enormes columnas huecas rellenas de tierra por donde las raíces de los arboles se asientan y, según Estrabón, fijaban la estructura a la tierra. Estas columnas de piedra sujetan los 25 metros escalonados que hay hasta la cima de la estructura. Cada uno de los escalones, cuenta con una terraza vegetal donde un, supuesto, sistema de cadenas cigüeñales arroja aproximadamente 300 toneladas de agua al día en cada uno de los depósitos de cada una de esas terrazas. La arqueóloga Stephanie Dalley descifro una serie de caracteres cuneiformes que hablan de otro sistema de irrigación frente al Éufrates. Este se trata, apoyándose en los relieves asirios, de un cilindro hueco y una espiral –asociada a la palmera de "alamitu" que aparece en los mismos relieves, e incluso fabricado por moldes de bronce- la cual, dentro de ella, transporta el agua hacía las cisternas existentes.
También se ha conocido que la estructura se orienta en forma de "U" con el lado abierto hacía el Éufrates, lo que podría interpretarse como requisito a la disponibilidad de luz y condiciones ambientales para albergar una gama de plantas regionales distintas. Constituye un símbolo sobre la naturaleza o es meramente un paraíso residencial? Por lo que conocemos fue una idea caprichosa. No sería la primera vez, pues los jardines babilónicos inundan, ya desde el II milenio, patios de los palacios soberanos de la valle del Éufrates, con arboles, flores, estanques y pérgolas-kiosco sirviendo de pabellón de reposo real. Incluso los templos están rodeados de vergeles.


II. Egipto, grandes geómetras de la civilización.

El jardín egipcio, el más antiguo, denotan una acusada perseverancia creacional por el dominio del orden arquitectónico y muy geométrico. No obstante, no escapa a esta idea del jardín horizontal mesopotámico, con el uso de hileras datileras y de sicomoros para dibujar las rectas urbanísticas de sus ciudades. No solo hay una idea mágica asociada sino también una idea de "arquitectura natural" al uso de arboles en forma de muros para contrarrestar las rachas de viento.
Autores como Herodoto (II, 109) atribuyen este nivel de geometrización a la necesidad de medir los campos tras las inundaciones en el Delta del Nilo. Esta clase de jardineros/escribanos, que trazan cuerdas marcadas con nudos miden sobre el terreno figuras matemáticas. El papiro Rhind o Ahmes apoya esta afirmación sustentada también por Demócrito (frg. 209 D), y Aristóteles (Met. A. 1981 b. 23) que hablan sobre una clase sacerdotal antes que labradora.
Que conocemos de este jardín? El grabado en una tumba de un alto funcionario del faraón Amenofis II (1400 a.C.) en Tebas, es una de las representaciones funerarias que dan cuenta de la transcendencia del jardín egipcio. Cabe mencionar que es este arte, de la Jardinería, el que se encuentra sólo al alcance de clases dirigentes dentro del espacio exterior de la vivienda (SEGURA, 2005; 27) y que empleará en su función privada no solo el plano horizontal del paisaje, si no también la irregularidad de la mismo terreno para crear terrazas ajardinadas en pendiente (PLINIO el Viejo, N.H., XXXI; 94), combinando diferentes plantas con su atribución religiosa. Ello obedece, a esos monumentos funerarios que podemos dar cuenta con Ramsés II y Ramsés III (SEGURA, 2005; 36).
Por definición comuna, la casa tebana, el recinto ajardinado adopta una forma cuadrada o rectangular dividida por cuatro zonas rectangulares, de mayor a menor proporción según su uso particular. Su zona central muestra un estanque –en ocasión llega a tener forma de "T"– poblado por peces, aves acuáticas y flores de loto; justamente en el cierre encontramos árboles, palmeras datileras y sicomoros que cercan el jardín de lo exterior; y en sus parte más interior se da juego a la plantación libre albedrio, que parecen repetirse a través de higueras, granados, acacias, sauces y tamarindos con objeto de contrarrestar la fuerza del viento y dotar espacio de estas zonas ajardinadas de naturaleza, es decir, buscar el oasis o refugio bajo la vegetación.
Vemos fases de evolución diferentes dentro de las existencias naturales, a consecuencia de las expediciones faraónicas contra asirios y etíopes, llevando a cabo una importación interesante de arboles frutales como almendros, melocotoneros, cerezos, álamos, robles y plátanos. Parte de estos arboles representaran bajo el Imperio Nuevo (1550-1069 a.C.) una separación entre la vida y la muerte. Este listado de plantas, a las que se añadirán, entre otras, el mirto, jazmín, laurel, rosal y la hiedra, junto a los tradicionales lotos blancos, azules y rojos que inundaran los estanques, caracterizarán la principal zonas ajardinada. Muchas de las plantas, hayan en esa asociación a las principales deidades de la cosmología egipcia una función especifica de su uso, hecho en virtud que acompaña a las mismas. Herodoto se hará eco de esta tradición simbólica, como también aquel sequito "cortesano" que acompañará a Alejandro Magno (332 a.C.) al santuario de Delfos en su consagración mística hacía la figura de Apolo. Donde, tendrá ritual ceremonial el uso del laurel para su oráculo, Pythia, así como a los suplicantes y los consultores que se acercan al templo. El templo será, como estas grandes mansiones egipcias ajardinadas, aglutinador de esas ofrendas diarias y hogar representativo de la Naturaleza ordenada. Ejemplo de ello, es el Templo de Athribi
En definitiva, nuestro recinto cuadrangular egipcio viene sumado a una distribución de canales regulares que pasan justo por la banda derecha a la casa, la cual se apoya en ese sistema de provisión hídrico que va alternando con depósitos y estanquillos, o diques, con tal de almacenar esas crecidas anuales necesarias para el cultivo del huerto y del jardín (GRANERO MARTÍN, 1992). Vemos como el agua es el elemento principal de fecundación de la tierra, algo que se puede asociar a la misma unión de Osiris (agua) con Isis (tierra), consentida por Atón (dios del sol). Por supuesto es el Nilo, el generador de vida, y, a su vez, purificador por su aparición en escenas funerarias donde florecerá la flor de loto, símbolo de renacimiento como aparece en la tumba de Sennefer.
Al lado opuesto del canal hídrico se encuentra la casa, tebana por antonomasia como decimos, por la cual accedemos a través de una pérgola central cubierta por emparrado de vides. Estas casas ofrecidas en las fuentes literarias, bajorrelieves y las pinturas, demuestran el punto de vista exclusivamente de la vida cotidiana de faraones, clases sacerdotales y adineradas, clases que Rubió cataloga como "preponderancia geométrica" al resto de población. Los faraones hicieron del uso rectilíneo constituidos por hileras de arboles, como hiciera el faraón Ramsés III al traer cerca de doscientos ejemplares de persea etíopes para adornar los jardines de su residencia de Memphis (FISHER, 1916). También se emplearán en la finalidad de aquellos caminos donde se celebran festividades, procesiones religiosas y concentraciones del pueblo (SEGURA, 2005; 28). El templo de Burial de Osiris, en Karnak, es un ejemplo.
El control hídrico tiene su significado, en parte, a las agrupaciones democrático-militar que surgen en la propugna por el dominio del Nilo entre el Alto y Bajo Egipto. La fertilidad del rio es la principal estructura del país y constituye una de las transformaciones sociales (GRANERO MARTÍN, 1992) siendo disputa continua. Las crecidas aportaban el limo fertilizante a la zona cultivable donde se constituye las acequias, lo que genera un control administrativo de los gobernadores sobre las unidades provinciales de regadío en base al volumen de producción y la misma agua que circula. Se llegarán a crear diques y canales para garantizar tal abastecimiento, tantos para estos campos como los propios jardines de estas empresas burocráticas. Este comportamiento de pugna se observa más en zonas desérticas que no en el propio Delta del Nilo, donde sauces crecen por la misma espontaneidad debido a sus tierras húmedas y la facilidad por ordenar. Sin duda, es la zona arenisca la que representa ese desafío real.


III. Jardines pre-helénicos y helénicos

Rubió habla de la sencillez a la que llegan los jardines Mediterráneo occidentales, afirma que la falta de un cuerpo político-social estable que dificulta establecer una nítida imagen de nuestro jardín tradicional por estas zonas. Sí, encontramos esta vertebración en Creta y las ciudades-emporio que llegan a continuación empujadas por la búsqueda de metales como el estaño y el cobre dentro de las poblaciones indígenas que encuentran en el litoral Mediterráneo Occidental. Alejandría, será el foco de estas "culturas del mar" que extrapolaran las influencias del gusto por el jardín egipcio.
Estos enclaves portuarios adoptan los gustos y ordenes arquitectónicos del Paraíso mesopotámico e egipcio, por la transmisión de los pueblos del mar orientales que comercian con estas nuevas unidades políticas. Así también, tendrá el mismo efecto sobre la Jardinería, la cual se nutrirán de esa idea de oasis con la llegada de la base rectangular cercada por arbustos u arboles frutales junto al sistema de irrigación por canales y inmersión.
Ello dará a hablar del Jardín de las Hespérides, fruto de esa frontera mitológica por la cual los poemas homéricos limitaban su conocimiento geográfico. Este paradigmático lugar ha sido relacionado a una isla hundida, la Atlántida (cerca de Canarias), en la Mauritania (Atlas) o a medida que sus expediciones coloniales avanzaban por el litoral del continente. Shulten, en cambio, lo relaciona con las tierras tartésico-andaluzas. Al tener fragmentaros de época helénica dentro la literatura griega no podemos afinar la reconstrucción del chortos griego –jardín cercado- hecho que ha dado a pensar a Fariello sobre la poca transcendencia de este verdadero arte consolidado en la elite griega. Obviamente no se refiere a que no hubiera jardines, pues este mismo autor tiene noticias de algunos jardines privados -Licurgo; Epicuro; el conocido Jardín de Academia de Platón; y el Liceo de Aristóteles el cual heredo el mismo Teofrasto a la muerte del primero- aunque no se aprecia, como decimos, ese aspecto exacto de la geometría heredada por los pueblos del mar.
Como se explica esa sencillez? Segura Munguía explica que la geografía de Grecia padece un déficit de agua importante, hecho que hace constatar por la existencia únicamente de los ríos Peneo (Tesalia), el Alfeo, el Cladeo (Olimpia) y el Aquello (Acarnania). No obstante, no podemos comparar el caudal de los mismos con los ríos de "la Creación", los cuales crean su propio oasis paradisiaco en ese clima desértico. Además, el ciudadano griego encuentra en la naturaleza del bosque aquello que es prescindible en la ciudad. Incluso las razones políticas privan el cultivo de plantas cerca de las viviendas de adobe pero no dejaban de evidenciar un sistema de canales en los mismas, el oikia kai kepos, más presentes en la periferia de la ciudad y en el campo (PLATÓN, Nomoi; VI).
No acusaremos en este documento la abundancia literaria griega sobre estos jardines catalogados, pero si haremos relación a los cantos de la Iliada y Odisea que nos acercan a ese jardín homérico. Como bien sabemos los poemas de Homero ayudaron a arqueólogos como Heinrich Schelimann ha descubrir Troya. La "fantasiosa" visión de esos escenarios históricos nos puede llegar a inducir el gusto de los griegos por las flores decorativas, prados salvajes y cultivados de arboles frutales, así como fuentes y ríos irregulares, como los que se describen en el Jardín de Alcínoo: "perales, granados, hermosas manzanas, dulces higos y verdes olivas…en el fondo del huerto crecen regados por dos fuentes, una que atraviesa por completo el cercado arbustivo y la otra que mana justo al patio bajo la fachada del palacio (Homero, Odisea, VII; 112-132).
Según Rubio, este "gran huerto" fuera del patio nos demuestra como sigue reinando la geometría dentro de la jerarquía real. Homero vio en este jardín del rey fenicio Alcínoo una división entre arboles frutales, viñedos y hortalizas junto a legumbres. Todos ellos se disponen en simetría perfecta, órkatos, rodeado por un perímetro cercado, hérkos.
También conocemos el jardín de Laertes (hijo de Ulises), el cual Homero lo hace menos fantasioso y más utilitario. Sus dimensiones son relativamente pequeñas a las de Alcínoo, siendo un jardín puramente agrícola y explotado por esclavos (Odisea, I; 187-193). Vemos como los primeros jardines de Grecia no mantienen esa idea de recreo y ocio como si lo harían las residencias de los atenienses griegos que buscaban inhibirse del albedrio de la ciudad y su agitación. Caso de Academia, que fuera desubicado de la ciudad de Atenas para instalarse en un antiguo gimnasio rodeado de arboles (olmos, álamos y plátanos) como hicieron tantos otras escuelas filosóficas en busca del campo y de la naturaleza bruta.


IV. Roma y el Jardín Latino

El hortus primitivo romano va análogamente al jardín tartesio. En él, vemos como prioriza una función utilitaria en relación al cultivo de plantas comestibles (CATÓN, De agricultura; VIII). Se cree que hacía las guerras contra Mitrídates VI –época de Sila (138-78 aC)- hubo una revolución manifiesta por la ordenación de la casa y del jardín, rechazando el hortus tradicional y adaptando nuevos gustos ornamentales y florísticos.
La influencia helena acabó convirtiendo este huerto anexionado a la vivienda, sujeto a una tapia y un pórtico de columnas perimetrales al estilo corintio. Así mismo, tambi n se llevo una transformación, y, separación, entre la villa rústica y la villa señorial.
Cabe señalar que el bosque, era concebido por esta civilización como un lugar sacralizado donde tenían lugar ritos más oscuros y arcaicos de la religión. No obstante, a finales de la República no quedan muchos de estos lugares consagrados a las divinidades primitivas, itálicas o etruscas romanizadas.
Por lo que concierne al jardinero, este mantiene el nombre griego kēpeús-kēpourós hasta el siglo II d.C. No había un termino para designar al jardinero puesto que el hortus era parte de la vivienda. No obstante, su cuidado –el vergel y el huerto- correspondía al víllicus un administrador de la villa o granja. Durante el Imperio el termino viene un tanto asociado a la esclavitud: víllicus supra hortos (Séneca, Epist. Ad Luc., XII, 1-2). Cuando Roma se extendió ese oficio bien adopto subvíllicus (ayudante) o por general, se asigno a diferentes funciones al cargo: olitor (cultivadores del huerto); alborator (arboles frutales); vinitor (viñedos); aquarius (servicio de riego). Finalmente se alcanzará un termino para designar al jardinero, topiarius, el cual hará las pertinentes formas geométricas en esos arbustos.
La villa se ve caracterizada por este jardín rodeado por un pórtico de columnas, de arriates o parterres pequeños, a la adopción de peristilos sumados a más atrios y amplios huecos que se abren al jardín desde espacios interiores que responden a esa búsqueda de efectos escenográficos en la disposición del jardín (FARIELLO, 2008; 21). El margen en los intercolumnios del peristilo era dedicado para albergar estatuillas de bronce/mármol, incluso para jarrones o asientos.
Se trata de definir aquella perfecta armonía paradisiaca dando poder al jardín como principal elemento de atención, cubierto por pórticos totales o parciales. Jugando, a su vez, con figuras geométricas y regulares siguiendo un eje de simetría para alcanzar un gusto estético, junto con paseos rectilíneos cercados por setos de mirto y romero, además del uso de hermas o los elementos anteriormente mencionados: estatuas, asientos o jarrones. De ello conocemos parajes tan vivos como los que haremos especial referencia hacia final del periodo republicano: domus pompeyanas de "los Vettii", de "Loreio Tiburtino" y "de los amorcillos dorados".
Dentro del aspecto natural, los murales pictóricos como la Villa de Livia en Prima Porta y el auditorio de Mecenas en el monte Esquilino en Roma, nos dan una aproximación a la realidad de nuestro hortus romano y a la vez reproducen imágenes de jardines cuando el espacio es reducido. La Villa de Livia en Prima Porta (Pompeya), nos cataloga una serie de especies: violetas salvajes, escolopendria común, madroño, ciprés común, helecho, granado, adelfa, flor de lis, boj, laurel, amapola adormidera, crisantemo coronario, palma datilera, pino doméstico, rosal, manzanilla y encinas. Deberíamos añadir viñas e higueras por uso general pero esto pertenece a un ámbito más utilitario que refinamiento paisajístico. Incluso la visible presencia de pájaros –aparentemente en estado salvaje, aunque también hubo jaulas (20 metros de largo por 14 de anchura) como las que describe Varron en el jardín de Casinum-.
Vemos como nuestro hortus romano huye de toda concepción únicamente utilitaria, rechazando la naturalidad paisajística lo que se describiría como exceso geométrico, seco y casi sin imaginación dado a recorte de plantas (RUBIÓ, 2000; 100-101), resultado que a llevado a designar generalmente el jardín latino de topiaria. Se llevo en parte dominante entre los siglos II-V d.C. aunque nunca se huyo de connotaciones naturalistas el paisaje. Es decir, Roma no fue rupturista sino que fruto de esa confluencia de tradiciones, fue impulsora del espíritu mediterráneo por aquellos nuevos parajes nórdicos y su flora-fauna. Un punto dosificador para el "genio jardinero" latino que perdurará hasta que su unidad sentimental e ideal se vean alteradas
Longo, en su Dafnis y Cloe (Libro IV, II; 1-6) nos ofrece el esplendor de la naturaleza sacralizado por la presencia céntrica del templo y altar de la deidad menor, Dionisos. En su interior (del templo) se encuentra frescos murales que representan el culto a la imagen como un homenaje a las divinidades de la tierra y la fertilidad, como encontramos anteriormente en los murales funerarios de las tumbas egipcias haciendo relación a Osiris y Isis.
Cabe destacar en esta composición decorativa el uso de la fuente, la cual emana al estilo del palacio de Alcínoo –situada al fondo del jardín- recorriendo la extensión cercada, alimenta por canales (euripii) de antiguas conducciones de plomo (fistulae) llevan a esos estanques o otros correderos rectilíneos perpetuando una suave musicalidad para alegrar de vida al recinto, algo que escenifica bien la "Casa de los Vettii".
Otro testimonio de la literatura es Leucipa y Clitofón, del cual el autor Aquiles Tacio nos da una perspectiva del jardín alejandrino que por entonces Roma acogería en su idea de paridaeza. Este consiste en un muro de cierre que sostenía un emparrado apoyado por columnas formando cuatro costados del jardín. En su centro, la fuente llena el estanque poblado del vergel griego y pájaros en jaula o libertad. Hay que decir que la geometría adquiere rigor suave mezclándose en la libre distribución de plantación pero siempre buscando ese espíritu humano y impulso creacional de la naturaleza (RUBIÓ, 2000; 99).
Me gustaría resaltar la "Casa di Loreio Triburtino" por las dimensiones que concibe el jardín y a lo que autores como Fariello otorgan un grado más completo por la cantidad de elementos arquitectónicos que se encuentran en él. Para acceder a él, primero hemos de pasar por un pequeño peristilo que lleva a dos correderos cubiertos por un emparrado (para que la viña crezca en ellos). En paralelo a ellos, encontramos un canal o euripus bajo una fina capa de hierba donde se colocan estatuillas de mármol y elementos escultóricos. Hacía el centro, eje del jardín, donde se levanta un templete tetrástilo que surge un pequeño ninfeo. Del templete pasa por surtidores –juego musical, recrea la vida- y a su vez vuelve a caer al ninfeo para alimentar un canal más largo que recorre el jardín inferior (FARRIELLO, 2008; 26).
Vemos como hay elementos de repetición, desde los estanques y el uso de elementos arquitectónicos para dar orden al paisaje. Otro aspecto es la presencia de arboles de sombra por las condiciones del ambiente. Y Finalmente, el muro que cierra el recinto ajardinado se ve muy bien gestionado por elementos arbustivos ganando sensación de naturaleza e huyendo de aquel sentido contrahecho –casi imaginario- que se le asocia al jardín latino.
Para el siglo II d.C. empezamos a conocer el "paraíso humanístico" latino definido en gran medida por la excelencia de la Villa Adriana (118-138 d.C.). Esta obra monumental recuerda hasta cierto punto a los Jardines Colgantes de Senaquerib por el uso de terrazas y rampas escalonadas entre pequeñas cordilleras de moderada longitud, las cuales se abren hacía Roma y el mar. Estas rampas se encuentran adornadas con obras escultóricas, de aquí su magnificencia humanística. Vertebra toda las experiencias, llevando a idealizar la pasión por los cánones estéticos griegos sumados a la naturalidad del paisaje mesopotámico (zoológico-reserva de caza). El hombre utiliza la geometría como plataforma hacía la pureza y armonía del paisaje.
El emperador Adriano quiso reunir en este nuevo palacio de verano a las afueras de Roma, cerca de Tívoli, aquellos monumentos y paisajes más celebres que habían impresionado al mismo en sus viajes a Pecile, el Liceo y la Academia de Atenas, al valle de Tempe en Tesalia, del templo y canal de Canope (Alejandría). Se busca esa excelencia simbológica pasando por reproducir en una "pequeña ciudad" tan reputado espíritu mediterráneo: con sus pórtico adornado con pinturas artísticas, con la imitación escultórica y edificios monumentales como termas, teatros o templos convirtiendo el lugar de prestigio para la conversación aristocrática donde el debate se levanta en un ambiente que ofrece sensaciones placenteras alejadas de la densidad arquitectónica y humana.

V. Bibliografía y archivos multimedia empleados

SEGURA MUNGUÍA, Santiago. Los jardines en la Antigüedad. Ed. Torres Ripa. Universidad de Deusto: Bilbao, 2005. ISBN: 84-7485-977-8
Mª RUBIÓ Y TUDURÍ, Nicolás. Del Paraíso al Jardín Latino. Ed. Tusquets: Barcelona, 1981.
FARRIELLO, Francesco. La arquitectura de los Jardines: De la Antigüedad al siglo XX. Ed. Reverté: Barcelona, 2008. ISBN: 978-84-291-2103-2
KLUCKERT, Ehrenfried; TOMAN, Rolf. Grandes jardines de Europa: Desde la Antigüedad hasta nuestros días. Ed. H.F. Ullmann: Postdam, 2011. ISBN: 978383316225.
GRANERO MARTÍN, Francisco. Arquitectura del agua en el territorio: Sistemas de abastecimiento y defensa. Tesis doctoral. Sevilla, 1992.

Sobre la reconstrucción de la villa Vettii, Pompeya: https://www.youtube.com/watch?v=nqJ73NgOWsw consultado el 2 de nov. de 2015.

Murales pictóricos de la Villa de Livia en Prima Porta, Pompeya: https://www.youtube.com/watch?v=q5uRab-sqDM consultado el 2 de nov. de 2015.

Visita por el recinto ajardinado de la "Casa de Loreio Tibutino", Pompeya: http://www.ifilmati.eu/pompei-casa-di-loreio-tiburtino.html consultado el 2 de nov. de 2015.

Teoría sobre el método de irrigación practicado en los Jardines Colgantes, Nínive: > consultado el 20 diciembre, 2015.
Reconstrucción en 3D de la Villa Adriana, Tívoli: consultado el 11 de enero, 2016





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