Para la libertad de pensamiento

September 11, 2017 | Autor: R. Salazar Medina | Categoría: Political Science
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Descripción

PARA LA LIBERTAD1… DE PENSAMIENTO Discurso pronunciado en el acto de presentación pública de la Asociación Ecuatoriana de Libre Pensamiento. Quito, Museo Mindalae, 24 de noviembre de 2011

Richard Salazar Medina Presidente del Centro Cultural Eugenio Espejo Quito, Ecuador … La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones… con ella no pueden igualarse los tesoros que encierran la tierra y el mar: por la libertad, así como por la honra, se puede y debe aventurar la vida (Miguel de Cervantes, Don Quijote de la Mancha)

Según la Real Academia de la Lengua Española, la libertad es el estado o condición de quien no es esclavo. Si bien dicho así resulta un concepto anclado en paradigmas del pasado, sirvámonos de la acepción para analizar las servidumbres y esclavitudes que coartan el libre ejercicio de las ideas en el siglo XXI, alimentando la tendencia homogeneizante del pensamiento único.

Vale la pena hacer alguna precisión conceptual e histórica. Por pensar libremente, frase que aparentemente se explica sola, se entiende la libertad de conciencia, que incluye, entre tantas otras, la libertad de culto y el derecho a la expresión y comunicación sin coacción alguna; el paraguas conceptual que cobija este extenso conjunto de libertades es el laicismo.

No obstante, al

laicismo suele entendérsele únicamente como sinónimo de la separación entre la Iglesia Católica y las diferentes instituciones del Estado, relegando a la vida privada las cuestiones de la fe. Lamentablemente esta generalización elude otras dimensiones de su real connotación. 1

Apología de la poesía de Miguel Hernández en versos del Hombre Acecha (inmortalizada también por Joan Manuel Serrat en la canción del mismo nombre), de la cual vale la pena recordar un fragmento: Para la libertad me desprendo a balazos de los que han revolcado su estatua por el lodo. Y me desprendo a golpes de mis pies, de mis brazos, de mi casa, de todo.

El laicismo -que conlleva un proceso histórico con no pocos episodios tormentosos y complejos- contrario a todo dogma, lleva implícita la evolución y adaptación a los escenarios de la realidad en cada tiempo; y sólo sus principios de base son inmutables: el racionalismo, la libertad y el inmanentismo; es decir, la no creencia en lo trascendente más allá del ser humano; en una palabra, humanismo en su más pura expresión. Originalmente el término griego laikos2 se utilizaba para diferenciar al grueso de la población de quienes les gobernaban. La palabra derivó en un sentido religioso en alguna de las traducciones de la Biblia hebraica, caracterizando a los laikoi como aquellos “no consagrados” o “profanos”, de naturaleza distinta a los clérigos3.

El nacimiento del Estado moderno en Europa, amparado en el nuevo derecho romano y la intelectualidad humanista de los siglos XIII y XIV, propiciaron una progresiva secularización en los campos del derecho, la política, la cultura y el arte (el Renacimiento), así como en el conocimiento científico.

Con la

Revolución Francesa y la Ilustración, este desarrollo del humanismo alcanza sus hitos máximos en la Declaración de los Derechos del Hombre de 1791. Posteriormente, en el XIX, autores como Hegel, Marx y Nietzsche, avivarán la suprema autonomía del hombre hasta la misma negación de Dios. Ya en el siglo XX, se consagrará la Declaración Universal de los Derechos Humanos ratificada por la Organización de las Naciones Unidas, haciendo énfasis en las libertades del individuo.

Pero pese a los magníficos resultados de este proceso, también es cierto que es hora de dar el siguiente paso; por el compromiso con la misma causa, hemos de 2 3

La palabra “laico” viene del griego laos (pueblo): el sufijo ikos (laikos) indica el hecho de pertenecer a un grupo. Laicos, laicidad y laicismos, en HUMANITAS Nro.34 Revista de Antropología y Cultura Cristiana,

http://humanitas.cl/html/portada/

asumir la responsabilidad de revisar y reinventar hoy, el proceso y el concepto, acorde con las vicisitudes del presente, con criterios mucho

menos

antropocéntricos y etnocéntricos que antaño. Y es que como decía Tagore, “para que una revolución tenga éxito debe redescubrir valores ya olvidados y adaptarlos a las exigencias de la época”.

¡Hay que dar el salto! Y allí el laicismo debe trascender el tópico de separación de Iglesia y Estado y recuperar esos valores relegados en la sociedad hegemónica. La renovada libertad de conciencia y pensamiento de este milenio debe incluir a todas las diversidades humanas de nuestro planeta (sean éstas culturales, sociales, sexuales, etáreas, fenotípicas o de cualquier otra índole); propiciar el respeto a la naturaleza, que es ya sujeto de derechos en algunos países; y aprender de esas otras lógicas distintas del individualismo extremo al cual la propia idea liberal del Estado-nación y el mercado nos han transportado sin darnos cuenta; paradójicamente, en nombre de la libertad.

Los viejos

paradigmas decimonónicos limitan la práctica de un laicismo vivo, plural y sostenible para el mundo en el que vivimos.

Y es que la humanidad, más aun aquella que se enmarca en la categoría de Occidente, generalmente no valora la diferencia, pese a que, como dice una hilandera de la narrativa, “en la diferencia hay tanta honestidad como en la semejanza”4. El error histórico y aún vigente, es el haber querido unificar el pensamiento y las formas de vivir, en una sola línea, cual si la diferencia fuera un delito. Es bien cierto que la otredad a menudo ha sido y es no solo marginada sino combatida -seguramente por el miedo de ver algo distinto- incluso a muerte, por el solo hecho de ser diversa del establishment; haciendo entonces que muchos se conviertan en impostores con tal de no ser excluidos o ultrajados; es decir, perdiendo su autenticidad y su voz, y con ello, perdiendo incluso la dignidad. Es por eso que Galeano dice que la libertad es otro nombre de la dignidad5. 4

5

Soler, Cristina, http://hilandonarrativas.blogspot.com/2011/06/el-juicio-de-la-diferencia.html Cfr. Galeano, E., La Autonomía es otro nombre de la Dignidad, discurso pronunciado en la ceremonia de

El nuevo laicismo, fiel a su tradición adogmática, debe no solo reconocer a las alteridades -que no son sino la expresión de la libertad honesta y genuina- sino incluirlas; incluir aquellas diversidades de pensamiento y formas de ver la vida hasta hoy tratadas cuando menos como minorías (si no como anomalías), como si el refinado mundo de las ideas debiera subordinarse a la dictadura de las estadísticas.

Entonces, hay que atreverse a considerar y crear nuevas alternativas y mecanismos de expresión para el intercambio de las ideas en la diferencia, que redundará inevitablemente en el enriquecimiento del conocimiento. Cabe dar paso a la libertad corresponsable y al conocimiento horizontal entre las culturas, las sociedades, las personas y sus ideas; a las acciones que den visibilidad y voz a todos; a las ideas que promueven la equidad y la justicia social ante la desigualdad imperante.

Las palabras de los ideólogos de ayer fueron y son valiosas, pero también son ya obsoletas; ninguna ideología puede ser infalible o infinita en el tiempo; si no sería dogma. Necesitamos ponernos al día y éste es un proceso que no ha de quedarse en las élites sino recoger la sabiduría y la voz de una ciudadanía librepensante, crítica y plural, con vocación de participación, acción, solidaridad y complementariedad, más allá de la sola prosperidad individual. Y es que, ciertamente, todos nos necesitamos.

Por todo lo dicho, la creación de la Asociación de Libre Pensamiento, no deja de ser un evento trascendente que nos llena de expectativas y al cual no podemos sino sumarnos y apoyar decididamente, para tomar la posta del humanismo de nuestro tiempo y atrevernos a escribir la historia. MUCHAS GRACIAS… entrega de la Medalla 1808, que el jefe de Gobierno de la ciudad de México, Marcelo Ebrard, otorgó al escritor Eduardo Galeano, feb. 2011.

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