Para cerrar el Álbum: Los periódicos y la inseguridad, 1872-1873

June 15, 2017 | Autor: Laura Benítez Barba | Categoría: Criminal Justice History, Social History, Historia Social, Historia de México
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Descripción

INTRODUCCIÓN

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THOMAS CALVO I.

LA FOTOGRAFÍA DE PRESOS EN GUADALAJARA,

1872-1873

THOMAS CALVO

Introducción de la fotografía en Guadalajara Fotógrafos en la penitenciaría de Guadalajara en los años 1869-1873 Nuestro corpus: ¿negación del retrato tarjeta de visita? Qué nos dice el spectrum… “La foto: el peor de los signos” (Roland Barthes) Delito, apariencia y sociedad Conclusión: una apertura sobre la eternidad II.

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ADMINISTRACIÓN DE JUSTICIA, PROCEDIMIENTO Y LEGISLACIÓN PENAL EN JALISCO,

1822-1873

LAURA BENÍTEZ BARBA

MIGUEL Á. ISAIS CONTRERAS

Introducción La revaloración del delito y sus penas El sistema judicial en México La ciencia criminal y el orden penitenciario La tradición y el vacío legal Ignacio Vallarta y la justicia penal Conclusiones

63 63 64 67 75 79 81 88

III.

UNA VIOLENCIA ORDINARIA THOMAS CALVO

Fragmentos de huellas Un sábado de noche en Mezquitán José Campos, o cuando el Leviatán pierde de sus escamas… Episodios locales de la guerra de los dos sexos Damián Hernández: “un tipo de cuidado” Gavillas reales y fantasmas ¿Regreso a las fotografías? IV.

95 95 100 105 107 112 116 123

LA HOLGANZA, EL CRIMEN Y LA FAMA PÚBLICA. LA LÓGICA DEL DELITO EN JALISCO DURANTE LA REPÚBLICA RESTAURADA MIGUEL ÁNGEL ISAIS CONTRERAS

Introducción Lo inicuo de la pobreza El esparcimiento reservado La fama pública Conclusiones V.

DESAVENENCIAS CON LA AUTORIDAD: CASOS DE RESISTENCIA A LA POLICÍA Y GRITOS SEDICIOSOS EN GUADALAJARA XÓCHITL DONAJÍ PADILLA MIRELES

El problema de la falta de legislación Rencillas disfrazadas de autoridad: la resistencia a la policía Un estudiante aplicado en un campo fecundo: fricciones políticas en Jalisco Conclusiones VI.

125 125 126 132 136 147

151 154 157 167 176

DELITOS CONTRA LA HONESTIDAD, RAPTO, ESTUPRO, VIOLACIÓN Y FUERZA EN JALISCO,

1872-1873

LAURA BENÍTEZ BARBA

Introducción La sexualidad en el siglo XIX El delito de estupro El delito de violación El delito de fuerza

183 183 184 188 191 195

El delito de rapto Conclusiones VII. LAS ARMAS DEL DELITO

ADRIÁN ALEJANDRO MONTIEL GONZÁLEZ Una vieja práctica Los autores de los dibujos El contexto de las armas Reglamento sobre portación ¿Cómo las dibujaron? Tipología de las armas Lugares y circunstancias Los gestos Conclusiones

197 204 207 208 209 211 213 216 217 228 232 242

VIII. PARA CERRAR AL ÁLBUM:

LOS PERIÓDICOS Y LA INSEGURIDAD,

1872-1873 LAURA BENÍTEZ BARBA, THOMAS CALVO, ADRIÁN ALEJANDRO MONTIEL, XÓCHITL DONAJÍ PADILLA MIRELES La responsabilidad de la autoridad en la inseguridad tapatía El robo y la inseguridad en Jalisco Heridas, homicidios, riñas

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VIII. PARA CERRAR AL ÁLBUM: LOS PERIÓDICOS Y LA INSEGURIDAD,

1872-1873

LAURA BENÍTEZ BARBA, THOMAS CALVO, ADRIÁN ALEJANDRO MONTIEL, XÓCHITL DONAJÍ PADILLA MIRELES

No podemos olvidar la opinión pública en todo esto. Es la manera más directa de acercarnos a la percepción que “la gente” –término cómodo y sin gran realidad– tenía de esa sociedad violenta dentro de la cual vivió. La manera más directa, pero no la más fiel o exacta: la opinión pública la hacen los políticos y con ellos los periódicos. Por supuesto orientan conforme sus intereses, amplificando o subestimando los hechos, es decir deformando. Los particulares se inspiran parcialmente de esas cajas de resonancia, pero tienen su propia autonomía, su vivencia dentro de una violencia casi permanente. ¿Dónde y cómo se expresan? En las cartas que escriben a los periódicos veremos uno que otro ejemplo, en su correspondencia privada, sin duda, en su propia forma de actuar. Los fondos judiciales sobre este último punto nos pueden ayudar: el sello de la brutalidad domina, revela la adecuación de toda una parte de los grupos sociales entre su propia actuación y la violencia de su entorno: poca o ninguna palabra de remordimiento hemos leído; en el mejor de los casos se han encontrado estrategias de resistencia, en particular por parte de las mujeres, las más afectadas por los hechos. Los periódicos son por lo tanto una forma de expresión que tiene su utilidad, pero también sus límites: la voz de las mujeres entonces está mucho más apagada aun que en los registros de la justicia, salvo tal vez en uno de los periódicos, con más sensibilidad social Juan Panadero; fuera de éste, los pobres

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pocas veces se toman en cuenta. Entre los fondos de la rica hemeroteca de la Biblioteca Pública del Estado de Jalisco (BPEJ) se han escogido las publicaciones más representativas e interesantes para los temas que estamos desarrollando desde un principio, a saber, las formas de violencia y las reacciones de ciertos sectores de la sociedad. Por supuesto hemos decidido dejar expresarse lo más posible esas voces, con largas citas. A pesar de ello, no está de más hacer algunas notas previas sobre sus tendencias partidistas, pues también caeríamos en un error al escuchar lo que dicen sin saber de quién viene. Si bien todas las publicaciones citadas en este artículo pueden comprenderse entre los “oposicionistas” al gobierno de Vallarta, se pueden hacer algunas precisiones en cuanto a sus redactores y la filiación de sus colaboradores. La publicación más utilizada por la variedad de temas que aborda y la gran difusión que tuvo entre la sociedad tapatía es Juan Panadero, uno de los periódicos de más larga vida entre los publicados en la Guadalajara del siglo XIX, pues inició su circulación en 1871 y terminó definitivamente en 1907. Su primera época había terminado en enero de 1872 por la prisión de su director (Remigio Carrillo) y el editor en jefe (Rafael Arroyo de Anda), resurgiendo siete meses después (Iguíniz, 1955: 138), a tiempo para coincidir en fechas con el Álbum de declarados bien presos. Gefatura política del Primer Cantón que da motivo a esta investigación. En el periodo que nos ocupa corría la segunda época, con el lema “Por la razón o por la fuerza. Periódico bisemanal, político, burlón y de actualidades”. En sus inicios, su editor fue Remigio Carrillo, y sus intenciones “propagar la candidatura del Gral. D. Porfirio Díaz a la Presidencia de la República, oponerse a la reelección de D. Benito Juárez y combatir al Gobernador del Estado Lic. D. Ignacio Luis Vallarta y al Jefe de la Cuarta División Militar Gral. D. Ramón Corona” (ibid.: 135-136), si bien moderó sus ataques a este último a raíz de su triunfo definitivo contra Lozada en 1873. Sus simpatías más conocidas eran con Lerdo de Tejada cuando asumió la presidencia, a la muerte de Juárez, y en Jalisco, con el gobernador anterior a Vallarta, Antonio Gómez Cuervo. Sin embargo continuaba siendo un periódico independiente

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que daba voz, a su modo burlón y un poco ácido, a las clases populares, considerándose como uno más de sus “valecitos”. En su larga vida contó entre sus jefes de redacción con el padre Felipe de Jesús Pedroza, Joaquín Gómez Vergara, Rafael Arroyo de Anda, Remigio Carrillo, Miguel I. Pérez, Antonio Zaragoza, Alberto Santoscoy, Victoriano Salado Álvarez, entre otros. Así mismo, entre sus colaboradores (aunque las notas rara vez aparecen firmadas a título personal) podemos enumerar a Emeterio Robles Gil, Juan Zelayeta, Clemente Villaseñor, Francisco O’Reilly, José López Portillo y Rojas, Luis Pérez Verdía, Manuel Puga y Acal, Ricardo Partearroyo, Ignacio Matute,1 Manuel Álvarez del Castillo, y otros (ibid.: 140). Otra publicación, que nació antes que Juan Panadero, en 1868, pero de la cual tuvimos acceso a menos números, fue La Civilización, dedicada a defender los intereses católicos y órgano del Partido Conservador, bajo la dirección de Luis Gutiérrez Otero, y contando entre sus miembros fundadores con Rafael Arroyo de Anda –de cuyas ideas y conflictos con los gobiernos ya podemos formarnos una imagen–, y entre sus colaboradores a varios canónigos, presbíteros, abogados y políticos de la élite tapatía, destacando Jesús López Portillo, Hilarión Romero Gil, José López Portillo y Rojas, Francisco Escudero y Cano, entre otros. Sin embargo el interés del periódico no era sólo político, sino también cultural, como lo demostró con la inclusión constante de material literario, pretendiendo el desarrollo intelectual de la sociedad (Iguíniz, 1955: 125-130; Palacio, 2006: 15). El último título consultado, también en un número reducido de ejemplares, fue El Judío Errante. Periódico político y literario, que vio la luz en 1872 y se consideró órgano de varios candidatos y partidos según las elecciones que se presentaran en el horizonte: estuvo a favor de José María Iglesias para la Suprema Corte de Justicia (Palacio, 2006: 15); para las elecciones presidenciales de 1872 postulaba al “eminente liberal D. Sebastián L. de Tejada” (El Judío Errante, 18/ X /1872, núm. 17: 1), y en 1873, en vísperas de elecciones para diputados al Congreso del Estado, se 1

Sobre este personaje ver p. 137.

VIII. Para cerrar el álbum:...

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constituyó en “Órgano del Club Concordia”, recién fundado (4/ X /1873, núm. 64: 1; 5/ XII /1873, núm. 68: 1). En varios de sus números incluía versos en contra de Vallarta en la primera página, y a continuación una larga editorial sobre política. Entre sus redactores estaban Antonio Gil Ochoa, Antonio Zaragoza, Francisco O’Reilly y Clemente Villaseñor (Iguíniz, 1955: 127), y entre sus redactores Andrés Arroyo de Anda y Antonio Zaragoza (Palacio, 2006: 15). Finalmente, cabe hacer una pequeña nota más, y es que a pesar de que no se ha citado el periódico oficial, dirigido por Silverio García, “don Silverito”, éste también fue constantemente criticado por sus opositores, al grado de mantener discusiones durante varios números en unas y otras publicaciones. De igual modo, la gubernatura de Vallarta no fue la única vituperada por la prensa, pues varios de los gobernadores en sus respectivos informes de gobierno ante el Congreso del Estado dedicaban un apartado especialmente a desmentir las acusaciones que en su contra se hacían sobre su falta de apego y respeto a las leyes y las libertades de imprenta (Iguíniz, 1955: 145-148; Urzúa y Hernández, 1987). Con toda la información presentada, se ha tratado en un primer momento sobre un problema esencial, que es sin duda uno de los hilos rojos del libro, pero que pocas veces aparece con plena visibilidad: la carencia, la incapacidad –y a veces la complicidad– de las autoridades frente al problema tan grave de la inseguridad; el nombre de Lozada es aquí una mención obligada.2 El tema del robo se sigue con la misma tonalidad, con el apoyo del periódico Juan Panadero.3 El robo tiene una implicación esencial en ese mundo todavía dominado por la ruralidad: las gavillas son como un elemento de identidad en el Occidente desde tiempos coloniales. El tercer apartado se dedica más precisamente a la descripción, hecha en los periódicos, de lo que está en el centro de la “nota roja”:4 2

Este apartado es responsabilidad de Xóchitl Donají Padilla Mireles.

3

Este apartado se debe a Laura Benítez Barba.

4

Hemos conservado este término por su capacidad descriptiva, aunque somos cons-

cientes de que para nuestra temporalidad aún predominaba la prensa política y que el

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el homicidio, asociado finalmente a todas las otras formas de delincuencia. El es la flor roja dentro del ramillete de la delincuencia, es decir del robo, del estupro, de la riña más o menos alcoholizada.5

La responsabilidad de la autoridad en la inseguridad tapatía Policía, leva En la prensa tapatía es sensible una constante inconformidad con el comportamiento de las autoridades judiciales, desde los jefes políticos hasta los policías y gendarmes, pasando también por los jefes de seguridad. Respecto a los primeros, existen quejas del tipo de la publicada contra el jefe político de San Pedro, quien se embriagaba frecuentemente, cometiendo abusos tales como aprehender personas en alguna tienda o detener pasajeros sin motivo; posiblemente existiera una averiguación en su contra, que en palabras de Juan Panadero, no se había despachado “por espíritu de compadrazgo” (11/ VIII/1872, núm. 2: 4). Algo similar ocurría con los gendarmes, pues se denunció a una escolta por haber faltado a la defensa de una diligencia que venía a la capital, rezagándose aquéllos para tomar vino; el resultado fue que a los pasajeros los despojaron hasta de sus ropas (9/III/1873, núm. 63: 6). Por otra parte, criticando al mismo tiempo al gobierno del estado y a sus jefes de seguridad, tachados de criminales, la misma publicación comenta, en tono algo burlón, que algunos de ellos se encontraban ya retratados en el Álbum de la penitenciaría, y que habían “sido sacados a que extingan sus condenas defendiendo al gobierno” (5/IX/1872, núm. 9: 5); ¿puede haber acaso una acusación más directa sobre el comportamiento criminal de los funcionarios responsables del orden? periodismo policíaco que buscaba las notas sensacionalistas y la explotación del morbo se desarrolló en la década de 1880, consolidándose en la última década del siglo, favorecido por las concesiones porfirianas. Al respecto véase Castillo (1997: 15-73) y Suárez (2006: 113-119). 5

Redactado por Adrián Alejandro Montiel González.

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Sin embargo, aunque también critica al cuerpo policiaco, esta publicación es un poco más indulgente con ellos, pues su mal desempeño lo atribuye principalmente a que los policías no reciben el sueldo que les corresponde a cambio de sus desvelos y los riesgos corridos en aras del bien de su comunidad. De manera que, Juan Panadero critica que el dinero se gaste en obras como el Palacio de Gobierno en vez de pagarles lo adeudado, provocando que inclusive los policías más honrados llegaran a considerar la posibilidad de convertirse ellos mismos en delincuentes o aceptar sobornos con tal de obtener mejores ingresos. Por ejemplo, el 22 de septiembre de 1872 apareció entre sus páginas la nota siguiente: LA POLICIA. Se le siguen debiendo sus sueldos, pero esto por sabi-

do se calla. Hay multitud de aparceritos que servían en la policía y al darse de baja, no se les han querido expedir en liquidación con pretestos frívolos, muchos las han dejado perder y cuyo fondo no se quien pueda tenerlo. A los que están sirviendo actualmente, se les ha estado bajando medio diario, dizque para un vestido, lo que hace que reciban de haber cada dos días real y cuartilla. ¿Qué clase de vestido será ese que cuesta tanto? Suplico al señor Carabantes, que es hombre honrado, procure remediar la situación de los agentes de policía en bien de estos y de la seguridad publica; pues no estando pagados, con esos descuentos tan injustificables como sospechosos, puede haber menos voluntad para el servicio. Además ya se sabe que el hombre no habla de buche y es muy posible que un pobre policía que tiene una familia desnuda y sin que comer, al aprehender a un ladrón, este podrá seducirlo con un peso; no todos están obligados a ser héroes y santos. Espero muy pronto remedio en este ramo, por parte de la autoridad que corresponde (27/IV/1873, núm, 76: 4).

Pero la corruptibilidad de los policías no era el único problema, sino también las atribuciones excesivas que llegaron a otorgárseles, como lo refleja en una de sus notas El Judío Errante, donde se critican las disposiciones gubernamentales que les permitieron llevar a vacunar por la fuerza y sin escuchar razones a los niños que encontraran por la calle:

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Casa de udes. Setiembre 16 de 1873.- Señores redactores del “Judio Errante”.- Presentes.- Muy apreciables señores: Hace tres días, a las 11 de la mañana, hallándose á la puerta de mi casa la nodriza de un hijo mio, teniendo á este en los brazos, se le presentaron cuatro policías intimándole orden de que los siguiera, sin decirle adonde ni porqué motivo. La nodriza, como era natural, se resistió á hacerlo, y entonces fue arrebatada á empellones, sin que se le permitiera entrar como queria, a entregar el niño á mi señora y darle parte de lo que pasaba. Un mozo conocido sin embargo, pudo apercibirse de todo, y se encargó oficiosamente de lo último. Por no encontrarme yo en casa y estar mi esposa enferma, otra persona de mi familia salió en el acto para ver si le era posible libertar a la nodriza, ó recoger al niño cuando menos; así es que tardó poco en alcanzar á los insolentes esbirros, que luchaban aún por hacer andar á la nodriza, amenazándola repetidas veces con los bastones que empuñaban. Interpelados sobre lo que aquella mujer habia hecho para que la tratasen de semejante manera, contestaron que: á quien llevaban preso era al chiquito, á fin de que se le administrara la vacuna. Mi hermana política les manifestó, entiendo que con sobrada razon, que en ningun caso tendrian derecho para ello; y que además, el chiquito hacia tiempo que habia sido vacunado. Esta sóla observacion bastó para que la insultaran con las expresiones más soeces, y como hubiese tomado desde luego al niño de los brazos de la criada, fueron obligadas ambas á caminar en cuerpo de patrulla hasta la inspeccion del cuartel núm. 3, de donde despues de esperar una hora al facultativo, que no llegó a comparecer, se les permitió retirarse, merced á las generosas instancias de un individuo, cuyo nombre ignoro, que fue allí por casualidad, y á quien protesto ahora mi reconocimiento. Uds., Sres. redactores, consecuentes con el laudable propósito que han tenido desde que empezaron sus tareas periodísticas, harán, estoy seguro, los comentarios á que indudablemente se presta el hecho que acabo de referir, y si lo creen oportuno, excitarán á la autoridad correspondiente para que derogue ó modifique la absurda disposición que á

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sus agentes subalternos tiene dada, de llevar á vacunar por la fuerza á cuántos niños se encuentren al paso, sin exámen ni taxativa de ninguna especie, pues como á vds. no debe ocultarse, dicha disposicion, á más de ser contraproducente y escandalosamente arbitraria, abre la puerta a las más peligrosas suplantaciones, puesto que los policias en la actualidad no usan uniforme alguno que los distinga de los bandidos, que pudieran usurpar su nombre y cometer impunemente con el pretexto indicado, el horrible crimen de plagio. Por lo que á mí toca, no obstante mi profunda indignacion, estoy muy léjos de pretender que la gefatura política me dé la satisfaccion merecida, castigando severamene [sic] á los autores del atentado de que me quejo; pues desgraciadamente me es notorio que en la presente administracion, se acostumbra, con mengua de la vindicta pública, disimular y ver con la más punible indiferencia, no sólo los atropellos, sino aún los delitos más atroces, con tal que sean perpetrados por sus leales y dignos sevidores, andando siempre la justicia entre compadres. Mi único objeto es denunciar ese atentado por la prensa, para que la sociedad sepa de una vez á qué atenerse, haciéndole ver, que si no tenemos garantías en los caminos, debemos también desesperar de disfrutarlas en las calles y en el interior de nuestras casas; supuesto que la policía á quien incumbe velar por la seguridad de los ciudadanos, es la primera en quebrantarlas cuando mejor le cuadra, allanando como una banda de foragidos el hogar doméstico; y que si bien nunca ha sabido perseguir á los malhechores, sí sabe arrebatar con violencia á los niños del lado de sus padres, y maltratar cobardemente á las mujeres. Por esto es que me tomo la libertad de molestar á udes. señores redactores, suplicándoles inserten este remitido en las columnas de su acreditado periódico. Soy de udes. afmo. S. S. Q. B. S. M. –Pedro Zubieta (19/ IX/1873, núm. 63: 3).

Como puede apreciarse, las malas condiciones de trabajo, la falta de uniformes y las facultades excesivas otorgadas al cuerpo policíaco eran temas que preocupaban a la prensa y

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a la sociedad, llegando a temerles tal vez más que a los propios criminales, pero no eran los únicos recelos. Un motivo de constante inseguridad era la leva –es decir destinar a los reos, generalmente presos por ladrones o vagos y en ocasiones siendo inocentes y trabajadores, al servicio de las armas–, pues con el fin de obtener reclutas se hacían estas operaciones por la noche e incluso en días festivos como la Nochebuena (Juan Panadero, 29/XII/1872, núm. 42: 5). Tales procedimientos hacen que el periódico Juan Panadero excite al gobierno federal a tomar cartas en el asunto, preguntando al presidente Lerdo: “¿Hay razón para que se agarre a un hombre a la fuerza, se le tenga hambriado, y luego se le fusile porque trata de buscar pan y libertad? ¡Por amor de Dios! Remedie ud. esas sinvergüenzadas…” (13/X/1872, núm. 42: 5). Lo anterior suscita varios problemas: uno de ellos son los abusos de las autoridades, tales como los cometidos por un jefe político, un tal Garibay, quien había condenado a la leva a muchos ladrones y vagos; en su número 76, Juan Panadero se alegró de que hubieran terminado sus facultades extraordinarias para juzgarlos, pues así los jurados pudieron devolver su libertad a muchos de los reos antes de que pasaran a ser “voluntarios en las fuerzas del Estado”(27/IV/1873, núm. 76: 4). Relacionado con esto, la prensa llamaba continuamente la atención del gobierno del estado para que detuviera una medida por demás anticonstitucional, obteniendo como respuesta una disposición que haría depender de la voluntad del reo su incorporación a las filas, como muestran las siguientes notas: LOS DE LA LEVA.

Atención y lean despacito lo que dice el periódico oficial al respecto a los enganches voluntarios, para que después no digan que yo les pongo de mi cabeza; Otros presos dice, que se ponen en la cárcel por faltas de policía, se remiten al ciudadano general Corona, no destinándose al servicio de las armas, sino con la precisa condición de que dichos reos se enganchen voluntariamente. Ya ven uds., los remiten con condición de que se enganchen voluntariamente y en este caso no puede forzarse la voluntad de los ciudadanos. ¡Vaya que esta manera de defenderse si que es candorosa!

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DOY LAS GRACIAS. A D.

Nacho, porque según dice en su periódico oficial, a más de cien individuos ha puesto en libertad, porque habían sido de leva en el 3° Batallón. Luego siempre hubo leva, y si no la ordenó el gobernador ¿por qué hizo lo que se antojó el jefe de dicho cuerpo? ¿Este ha sufrido algún castigo por tal arbitrariedad? Contésteme pronto (Juan Panadero, 16/ II/1873, núm. 56: 7).

Así, estos hombres eran forzados a ser soldados, separándose de la familia a la que sostenían; aún más: la familia se veía, en casos extremos, forzada a mendigar para llevarle los alimentos a los reclutas pues, al igual que las quejas sobre la policía, hubo constantes denuncias en la prensa sobre la falta de alimentos que padecían por parte del gobierno que los había enlistado (19/XII/1872, núm. 39: 6). Dadas todas estas circunstancias, también eran frecuentes las noticias sobre batallones enteros que huían en desbandada, aunque con terribles consecuencias: durante mucho tiempo se ejecutó de inmediato a los desertores. En opinión de Juan Panadero, huir era su derecho, “pero para los militares cometieron un crimen digno de la pena de muerte, sin considerar los bárbaros, que conforme a la constitución, a nadie le pueden exigir servicios contra su voluntad” (24/ IX/1872, núm. 32: 4). Por ello el redactor de dicho periódico se dio a la tarea de ayudar a las víctimas de estos “plagios oficiales” a solicitar amparos, y se congratulaba de su apoyo a “los que por usar calzón blanco iban a la cárcel”: LOS SOLDADOS FORZADOS.

Prometí en uno de mis números anteriores pedir amparo en favor de todos los ciudadanos que han sido agarrados de leva, y lo he cumplido, logrando que se pongan muchos en libertad, ya por sentencia del juez de distrito, o por la condescendencia de los jefes de los cuerpos. Pronto se publicara el amparo concedido a unos ciudadanos, para los que se encuentren en igual caso ocurran solicitando protección de la justicia federal. Este empeño en defender los derechos de los pobres solo yo lo he tenido, y me cabe la satisfacción de haber cumplido con un deber sagrado. Que algún periodista del gobierno diga otro tanto, y me lo clavo en la frente. Todos halagan

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al pueblo con bonitas palabras, pero en los hechos aparece que no son más que frijoleros, Juan Panadero, sí ha demostrado con hechos su amor a esos ciudadanos, que porque no traen pantalón y levita, los tiraniza todo el mundo. Afortunadamente ha llegado la época en que la ley se cumpla, y enseñaremos a los militares y a las autoridades, que ante la misma ley todos somos iguales. Chicos, al que se le obligue a servir forzosamente, no tiene más que pedir amparo a la justicia federal, que es el valuarte de las garantías individuales. Yo tengo una misión y la cumpliré, aunque me eche encima el odio de los tiranos (19/ XII/1872, núm. 39: 6).

Estas notas ponen de manifiesto que el delito era ser pobre, condición inevitable para la mayoría de la población, pero que los hacía sujetos de estigmatizaciones, al grado de ser más perseguidos los mendigos que los ladrones. Finalmente otra observación hecha en ese periódico, era que la leva también se convirtió en una forma de obtener municiones y recursos económicos para completar los sueldos de la policía, pues al siguiente día de la aprehensión se les dejaba en libertad a cambio de fusiles (25/VIII/1872, núm. 6: 8) o mediante multas (29/ XII/1872, núm. 42: 5). Por tales razones, la misma publicación llegó a considerar la tiranía del gobierno vallartista aún peor que las invasiones y destrucciones de Lozada (2/II/1873, núm. 26: 4), tema que se abordará a continuación.

El Tigre de Álica El conflicto territorial con los indios del cantón de Tepic, quienes pretendían defender sus tierras comunales contra la voracidad de los hacendados, fue un motivo de constante preocupación para la sociedad jalisciense por la cantidad de asaltos, homicidios, quemazones y demás desórdenes provocados por estos “bandidos”. Fueron comandados desde mediados de la década de 1850 por Manuel Lozada, también llamado el Tigre de Álica, quien consiguió mantener viva la lucha hasta los años que nos ocupan. Lozada fue derrotado hacia mediados de 1873, y hasta entonces difícilmente hay un día en que los periódicos no incluyan alguna noticia al respecto. En el periódico Juan

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Panadero se hace referencia a estos grupos indígenas armados con términos como bandidos de Álica, horda de lobos y tribu de bárbaros, mientras que se hace nombra al cabecilla como jefe de salvajes y hasta monstruo. Los aspectos que mantenían más ocupada a la prensa eran los asaltos a las diligencias y a los pueblos, los numerosos asesinatos tanto de gente común y corriente como de personajes importantes (3/IX/1872, núm. 26: 4) y la posible incursión de las huestes lozadeñas en la capital del estado, pues habían asaltado y tomado pueblos cercanos como Tequila, Etzatlán, Amatitán y Ameca (23/I/1873, núm. 49: 4)6. Por otra parte se encontraban las críticas tanto hacia los lozadeños como al gobierno de Vallarta también en los periódicos conservadores como La Civilización, que lamenta y critica moderadamente la situación, como se percibe en el siguiente artículo: HECHOS ESCANDALOSOS

–Con este título dice el periódico

oficial: Hechos escandalosos.–El día 22 del pasado fueron invadidas por fuerzas de Lozada las poblaciones de San Sebastián de Mezquitic, pertenecientes al Estado. En ellas los lozadeños han cometido exaciones [sic] de todo género. En San Sebastián impusieron un préstamo de cinco mil pesos, amenazando a sus habitantes con que incendiarían aquel pueblo si no entregaba dicha suma. Los soldados de Lozada se retiraron despues de haber llenado de terror a los referidos pueblos y aplazando para mas tarde su completo esterminio. El ciudadano gobernador del Estado ha tomado ya las disposiciones necesarias para ebitar se repitan hechos tan escandalosos, y para que se hagan efectivas las garantías que hoy vulneran con tanto descaro las tropas de Lozada. ¿Querrá nuestra mala suerte que nos orillemos á una nueva complicacion armada, que corone la série de sufrimientos que experimentamos de tiempo atrás? (8/VIII/1872: 3) 6

En esta nota se refiere que las fuerzas de Lozada se encontraban en Amatitán, a doce

leguas de la capital.

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Además el mismo periódico señala el apoyo de Lozada al general Porfirio Díaz con rifles, parque y dinero para su revolución en Sinaloa (5/IX/1872: 3). Aunque en otras publicaciones no consta tal alianza, en Juan Panadero se habla de que Lozada llegó a incursionar en ese estado, pero sus fuerzas fueron derrotadas (2/II/1873, núm. 52: 5-6). En muy buena medida los soldados reclutados mediante la leva iban a parar a esta guerra, a la cual también se destinaron los recursos económicos obtenidos mediante contribuciones extraordinarias (30/III/1873, núm. 68: 7).7 Estas medidas, ordenadas por el gobernador Vallarta, fueron posibles gracias a las facultades extraordinarias que le concedió el Congreso del Estado, a lo cual también se publicaron críticas como la siguiente: TEPIC. Ni quien entienda lo que pasa con la cuestión de Alica. Unos dicen que habrá guerra en Tepic, y otros que habrá tratados con Lozada; el caso es que los indios se preparan a combatir a los vecinos de aquella ciudad se han salido para diferentes poblaciones para librarse de la rapiña de los lozadeños. El amigo D. Nacho que tiene un oculto interés en que haya pelotazos, tal vez para pedir facultades extraordinarias y lo que sigue, hizo lo que la legislatura dirigiera al congreso general una nota incendiaria y últimamente exagerando los hechos, pedía fuerzas federales y cañones para ir a combatir a Lozada, que dizque ya estaba en Zapopan; pero Lerdo ya tiene el colmillo duro y que esta bien informado de lo que pasa, se rió de la ocurrencia de D. Nacho y le contestó, que puesto que este le echa de bravo y de que tiene arcenales de guerra, la emprenda por su propia cuenta con la guardia nacional, y le aconseja que no tenga miedo y que tome en ayunas agua de azahar. Por supuesto que ahora D. Nacho suspira y se acuerda mucho de D. Benito. ¡Pobre Vallarta, que bien lo conocen! (Juan Panadero, 26/XII/1872, núm. 41: 4)

7

Véase también el apartado “Ignacio Vallarta y la justicia penal” en el capítulo II

“Administración de justicia, procedimiento y legislación penal en Jalisco, 1822-1873”, en esta misma publicación.

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Por otra parte, la ambivalencia en las opiniones que el mismo periódico expresaba respecto de la crueldad de Lozada, y las felicitaciones al ejército federal por las batallas ganadas, por un lado, y por el otro la crítica hacia el gobierno por su disimulo, al grado de tacharlo de cómplice, es palpable en notas como la que se presenta a continuación: TEPIC.

Nada hay notable por allá. Las fuerzas federales han ocupado el corazón de la Sierra de Alica y no han vuelto a tener otro combate con Lozada, quien ha fraccionado de tal manera su fuerza, que el general Cevallos no sabe ya a punto fijo donde se encuentra el enemigo. Las piezas de artillería que se quitaron a los lozadeños, han marchado para San Francisco, por orden del ministerio. Esta disposición se ha visto con bastante desagrado, pues se ignora la razón para llevar a un país extranjero nuestros materiales de guerra. He visto una carta de Tepic, en que se refiere un hecho que no hay palabras, con que calificarle. En el pueblo de San Luis se encontró un subterráneo, construido especialmente para la perpetración de horribles crímenes, y en él estaba encerrado hacía catorce años un hombre, a quien Lozada se complacía atormentando diariamente, procurando a la vez que se le diera alimento para que se le prolongara la vida de aquel infeliz, y para que al monstruo se le alargara sus goces. El medico de la 4ª División se ha encargado de ir sacando prudentemente al aire libre, al hombre aquel enterrado vivo, y dizque se teme fallezca al volver otra vez a la vida común. Aquí tiene ud un hecho horroroso, pero que es uno de los más insignificantes del tigre de Álica, de esa fiera que por bastante tiempo contó con la prudencia del gobierno, y con el apoyo de comerciantes ricos, cuyos aliados pretenden aun conservar el cantón de Tepic, bajo la planta de los mismos que ayer fueron cómplices de aquel bandido. Que sigan pues, Payno y los diputados ministeriales insultando la moral y al buen sentido con sus inicuas transacciones con los bandidos (4/V/1873, núm. 78: 6).

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Tras el estigma del infortunio

En cuanto a las batallas se hizo también un seguimiento continuo en la prensa, pero dado que la historia es larga, nos limitaremos a decir que en este periodo continuamente se hablaba de las pequeñas y grandes derrotas de los lozadeños y se daba cuenta de los jefes indígenas que eran vencidos o heridos, así como de aquellos que entregaban sus armas y se ponían a las órdenes del gobierno. También se siguieron las últimas derrotas de Lozada y sus jefes más allegados, pero hay que señalar que se llegaban a dar noticias vagas e inclusive falsas, por ejemplo la nota del 21 de marzo de 1873 de El Judío Errante, en la que se anunció la “muerte natural” de Lozada (21/III/1873, núm. 84: 4), mientras que la noticia de la derrota definitiva del Tigre de Álica fue dada por Juan Panadero hasta el mes de mayo (25/V/1873, núm. 84: 4). Aun concluido el asunto de la guerrilla lozadeña, las críticas sobre el tema de la administración del séptimo cantón y su posible separación del estado de Jalisco, continuaron por mucho tiempo. Se acusaba tanto a los ayuntamientos locales, como al gobierno estatal y federal de imponer cada quien a sus propias autoridades, pero no pensando en el bien de ese territorio, sino en los intereses personales, ya fuesen políticos o económicos, que desembocaban en que los mismos que habían suscitado los problemas fueran nombrados como autoridades (Juan Panadero, 15/XII/1872, núm. 38; 20/III/1873, núm. 65; 30/III/1873, núm. 68; 3/IV/1873, núm. 72; 29/V/1873, núm. 85; El Judío Herrante, 4/I/1874, núm. 71:1-2). Todos esos problemas continuaron hasta años después de lo que abarca este tema sin tener a la vista el fin.

El robo y la inseguridad en Jalisco Otro tema sobresaliente del que los periódicos locales dieron cuenta fue el de los delitos a los que estaban expuestos los ciudadanos. Fue en la sección de gacetilla, donde en forma breve pero concisa se escribieron una serie de notas exponiendo las distintas transgresiones que se cometieron en contra de la población. En especial Juan Panadero hace una crónica diaria sobre los robos cometidos en el estado de Jalisco, la idea que nos deja este periódico es que la población está cansada de

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los continuos hurtos y que los ladrones son perseguidos con menos severidad que los mendigos. ROBO.

El jueves en la noche estuvieron robando desde las ochos hasta las nueve y cuarto en la cuadra que sigue a la plazuela de Mexicalzingo y a los ladrones no se les ha perseguido con todo el rigor con que se persigue a los mendigos. Bueno, siempre es necesario hacer diferencias (Juan Panadero, 25/VIII/1872, núm. 6: 7).

Tal parece que el gobierno estuviera más preocupado por las obras materiales que estaba emprendiendo, como el palacio de gobierno y la penitenciaría, que por la seguridad de los ciudadanos. LOS ROBOS ACABAN.

Todo está perfectamente. El palacio del gobierno no lo han llegado a robar gracias a una buena guardia que hay en la puerta y un batallón en el costado. El vestido de lujo de los soldados, no ha corrido peligro de ser robado y mucho menos el armamento, a pesar de que están solitos los soldados, pues los cuerpos de la federación están acampados a muchas cuadras de distancia. Pero para desgracia de nuestra situación, los caminos no gozan de la misma seguridad, y esto no debe afligirnos, pues no se ganó Zamora en un día y algo se ha conseguido con que el palacio este bien custodiado, que después con el tiempo y un ganchito, se empezara a cuidar los caminos. Para que mis lectores vean como disminuyen los robos, les voy a contar unos cuantos asaltos que bien mirados nada significan. El 9 del corriente estuvo robando una gavilla en la Cuesta de Zapotlán, y en el mismo día robaron a dos comerciantes en el rancho del Cuamecate. En Zacoalco el 12 del actual, cayó una gavilla a una casa que está en la plaza, se robaron de ahí una gran cantidad de rebozos y además se llevaron a un señor D. Ventura que después se encontró en la orilla de la población amarrado de pies y manos y degollado. ¿Qué tal? Pero al cabo el palacio no le ha sucedido nada. Bueno, pues allá va otra noticia por el estilo. El lunes 14 también de este mismo mes, una gavilla compuesta de los bandidos más famosos de Santa Ana Acatlán, cayó al alojamiento del Sr. D. Juan F. Magallanes, quien estaba

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en aquel pueblo de paso para esta ciudad, y sin mas le tiraron multitud de puñaladas, de las que solo fue herido levemente, debido a la habilidad, con que se defendió y a que luego corrió en busca de auxilio, los gendarmes lo prestaron, pero desgraciadamente ya habían huido los bandidos, robándose los equipajes del Sr. Magallanes y de su compañero de viaje. La autoridad política de aquel lugar no ha perseguido a los ladrones, tal vez porque todavía no se irrita. Voy a soltar resuello para soltar otra. El viernes último, asaltó una gavilla de cosa de treinta hombres al rancho que está en el paso de Arcerdiano, robo cuanto encontró, y a dos infelices ladrones, después de haberlos amarrado, los echó al rio, al día siguiente, ¡cosa estupenda! apareció en el paso de Ibarra uno de ellos todavía con vida. El otro tal vez se ahogo. Esto es el cuadro más patético de la situación en Jalisco. Bien, amigo don Nacho, el carácter pachorrudo de ud. me hace concebir grandes esperanzas. Los ladrones por fuerza tienen que cansarse de su oficio, de suerte que no se moleste (24/X/1872, núm. 23: 4-5).

Fue común también leer que el palacio era el lugar más custodiado del estado y que incluso los guardias eran de lo mejor vestidos, claro, en comparación de los gendarmes que rondaban los barrios. ROBOS Y ASESINATOS.

En la semana ha habido de bola, por todas partes. Por el camino de San Pedro a San Andrés robaron y mataron a unos burreros. Por la garita de la leña robaron a unos extranjeros, mataron a un francés y al otro lo dejaron gravemente herido. En la Venta del Astillero hubo un asalto por una gavilla de bandidos, y resulto herido el administrador de la hacienda que lo es el Sr. D. Juan Mijares. ¿Todavía nos dirá D. Silverito que el gobernador ha quedado bien con su palacio, con la Penitenciaria y con el puente de Atemajac? Hombre, no seas candoroso, nos importa más la seguridad que veinte palacios (1/ IX/1872, núm. 7: 4).

Por lo general los robos, tanto en la ciudad como en el campo, se cometían con violencia y las gavillas eran más numerosas que los policías, además de estar mejor equipadas.

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MÁS SOBRE LA PELEA.

También a Arroyo de en medio, cayó otra gavilla y robo la hacienda y a los pocos gendarmes que allí estaban, a quienes los dejo en pelotas y sin armas. Lo que es por falta de ladrones no nos hemos de morir (26/XII/1872, núm. 41: 4).

Por tal razón, eran los mismos vecinos quienes tuvieron que organizarse para hacerles frente: el periódico habla de que en el barrio de Belén fueron ellos quienes impidieron el robo. MÁS ROBOS.

Se me ha informado que el viernes en la noche, ataco una gavilla de ladrones, varias casas del barrio de Belén, pero que la resistencia de los vecinos impidieron el robo. He dicho que los escandalosos desordenes de que está siendo victima la ciudad, demanda un pronto remedio, y si se atiende a la opción pública debe D. Nacho desde luego cambiar el gefe político. El Sr. Garibay es excelente para la junta directiva de la obra de la penitenciaria en cuyo edificio ha realizado importantes mejoras dignas de todo elogio, es magnífico como juez de lo civil, por su inteligencia, su independencia y sus otros conocimientos como abogado, pero como gefe político, francamente, no puede estar nunca a la altura de las exigencias de la situación. No pretendo con esto herir sus susceptibilidades, pues es imposible que los hombres sean buenos para todo, y estoy seguro que el mismo señor Garibay convendrá conmigo y se convencerá de que hablo con la mayor sinceridad y a nombre de la sinceridad que quiere garantías a todo trance (1/ XII/1872, núm. 34: 4).

De igual forma, los vecinos del séptimo cuartel de Guadalajara dormían en las azoteas para que cuando llegaran los ladrones no los tomaran de sorpresa y tuvieran mayor visibilidad a la hora de defenderse. LA INSEGURIDAD.

La ciudad está en completa alarma. Anoche poco antes de las ocho una gavilla de ladrones bastante numerosa se acercó hasta la calle de San Felipe, con objeto de dar pelea; pero la policía en combinación con algunas patrullas de gendarmes hicieron una fuerte resistencia y obtuvieron un

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triunfo completo, logrando rechazar a los bandidos hasta fuera de la garita de la leña. Como hubo balazos y fuego graneado el movimiento de la ciudad se suspendió y la alarma cundió por todas partes. La noche del martes último varios vecinos del cuartel 7° durmieron en las azoteas de sus casas, resueltos a oponer una resistencia decidida a los bandidos, en resumidas cuentas, estamos peor que en los pueblos en tiempos de revolución. Y no se diga que mi deseo de la oposición me hace consignar estas noticias, porque el que lea el periódico oficial verá que me quede muy atrás del mismo gobierno, quien asegura en una comunicación que los robos escandalosos, que ha habido últimamente le han llamado la atención a D. Nacho y que se está resuelto a dar seguridad hasta donde sus fuerzas le alcancen. Ya ven uds, pues, como también el gobierno se hace la oposición y se presenta al público raquítico y pequeño desconfiado de sus propias fuerzas y limitaciones en sus deberes hasta donde se puede. Y un gobernante que no se considera capaz de dominar el poder de los bandidos, es muy torpe y muy pequeño para regir, los destinos de un pueblo como el de Jalisco, y por lo mismo no quedándose más salida que la de D. Valentín Amador, bien puede irse a donde se fue el padre Padilla y que otro loco cargue el saco. Pero esto debe ser pronto, porque ya nos están llevando los dientes con tanto robo y tanto asesinato, si dedico mi periódico para consignar los hechos de esa naturaleza que llegan a mi conocimiento, tendré que ponerlo triple y ni aún ajusto. ¿Qué tal estaremos? (28/XI/1872, núm. 33: 5-6)

Por otro lado, el problema de los caminos fue constante, lo que parece más peligroso que quedarse en la ciudad. SIGUEN LOS ROBOS.

Hace pocos días que fue robada la diligencia del Sr. Larraza en el camino a Zapotlan. A los comerciantes se les prometió completa seguridad para la feria de San Juan y más de dos veces ha habido robos en el camino de esta ciudad a aquella población ¡De esta manera se cumplen los compromisos! (8/XII/1872, núm. 36: 5)

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Los robos en las garitas, al correo y a las diligencias era noticia de todos los días, y hasta se sospechaba que algunos guardias se quedaran atrás para dejar sola a la diligencia o no intervenir. En la ciudad había barrios en que los gendarmes no pasaban ni por equivocación o llegaban demasiado tarde, sólo para dar fe del hecho o para recoger los cadáveres. ROBO POR MAYOR.

Ayer a las cinco de la tarde fue robada la diligencia que venía de Zapotlán, por una gavilla numerosísima, en la calera, dejando a los pasajeros enteramente encuerados, como su madre los parió. Las víctimas se quejan mucho del piquete de gendarmería que está en San Agustín, pues dizque venía custodiando el coche, y poco a poco se quedó atrás para tomar vino, no acudió con oportunidad en auxilio de dicha diligencia. ¡Qué muchachos tan guapos tiene D. Nacho! (21/ XI/1872, núm. 31: 4; 9/III/1873, núm. 63: 4)

Heridas, homicidios, riñas La prensa de la época que corre de los años de 1872 a 1873, parcela de tiempo de nuestro interés, cubrió ampliamente aquellas noticias relacionadas con heridas, riñas y homicidios, lo que hoy llamaríamos “la nota roja”. Ya fuera en la ciudad o en el campo, la prensa relataba con su peculiar estilo cronológico los sucesos escandalosos, las frecuentes muertes producidas por la inseguridad o aquellos crímenes pasionales que postraban a los periodistas a la reflexión sobre la naturaleza humana. En este breve texto introducimos a algunas notas periodísticas relacionadas a los delitos de sangre, y dejamos que nuevamente la prensa nos informe de viva voz lo que ocurrió en la ciudad. Los delitos son los asesinatos, los robos con asesinato, las riñas y a veces un suicidio.

Asesinatos Los asesinatos llamaron la atención no sólo de las autoridades, sino también la de ciudadanos que se enteraban de ellos por medio de la prensa local, noticias que cautivaban a la gente por una nueva muerte de la que ya se comentaba en

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los barrios. Los rotativos locales intentaron informar de estos delitos, aunque las notas llegaran inconclusas a la prensa: ASESINATO. No hace mucho fue asesinada una mujer en el cuar-

tel noveno de la ciudad: ignoramos los pormenores del suceso. Seguiremos llamando la atención de las autoridades, sobre cuántos crímenes y desórdenes llegaren a nuestra noticia (La Civilización, 3/IX/1872: 3).

La mayoría de estos homicidios sucedían en las calles por motivos que la prensa no dejó claros, de lo que puede advertirse un intento de robo o una venganza personal. INTENTO DE ASESINATO.-

El martes a las siete de la noche, estando un individuo en una esquina del barrio de Capuchinas, llegaron hacia el dos mascaras, y uno de ellos, sin más ni más le disparo un pistoletazo, infiriéndole tres heridas, dos en el brazo y una en el pecho. Se dice que fueron aprehendidos los asesinos (Juan Panadero, 27/II/1873, núm. 59: 5). PLAGIO Y ASESINATO.- Ya mis lectores tienen noticia del plagio de Don J. M. López Lozano por el mismo Ocotán, de que les di cuenta en una de mis anteriores números; parece que dicho señor logró por algunos momentos evadirse de sus plagiarios y ponerse a salvo; pero estos le aprehendieron después y le dieron muerte, sin que hasta ahora se sepa los pormenores del asesinato. El cadáver se encontró últimamente en una barranca lleno de heridas, desnudo y en estado de casi putrefacción. Parece que la policía a aprehendido a algunos individuos, de quienes sospecha hayan tomado parte en el atentado (27/IV/1873, núm. 76: 5). HORRIBLE.- Ayer, en el camino de Mezquitán, se encontró el cadáver de un hombre, con cuatro balazos en el cuerpo. Aún no sabemos ningunos pormenores de este hecho; pero creemos que este crimen se perpetró en la noche, y que ni la policía de esta ciudad ni la acordada de Mezquitán, supieron quienes fueron los culpables (El Judío Errante, 21/III/1873, núm. 37: 4).

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ASESINATO.-

El martes por la tarde fue encontrado por el rumbo de las higuerillas, el cadáver de un hombre desconocido, que fue acribillado a heridas de armas de fuego y blancas, y además ahorcado. Parece que han de haber sido horrorosos los tormentos en medio de los cuales se hizo perecer a este desgraciado, y que no se le mató por robarlo, puesto que no se notó que le faltase ninguna pieza del vestido que seguramente usaba de ordinario. El asesinado representa por su aspecto, cerca de cincuenta años de edad. La justicia ha tomado conocimiento del asunto, aunque según parece hasta ahora, no hay una huella que permita concebir esperanzas del descubrimiento de los criminales (La Civilización, 8/VIII/1873: 3).

Estas muertes posiblemente fueron venganzas ya que la prensa no informa si fue un robo o intento de rapto. Pero también es posible encontrar la nota de un crimen pasional de la que no se puede deducir si el motivo fueron celos o venganza, pero, sin duda, el asesino planeó toda la escena para escapar tranquilamente y no levantar sospechas hasta mucho tiempo después: OTRO ASESINATO.-

De buen origen se nos refiere lo siguiente: En la semana anterior se presentó al dueño de una casa deshabitada, un individuo que le pedía permiso para verla, y anunciaba que se mudaría quizás a ella. Se le facilitaron las llaves, como se hace en semejantes casos; pero habiendo transcurrido dos días sin que las volviese, el propietario quiso ocurrir a la misma casa para averiguar si estaba o no ocupada: encontrándola sin moradores, mandó forzar las cerraduras, para penetrar al interior y examinar lo que allí hubiese pasado. Una vez adentro, se percibió el mal olor, desagradable y penetrante que producen los cuerpos en putrefacción, y a poco andar en las piezas, se descubrió el cadáver de una mujer de aspecto decente y joven, muerta a puñaladas. Con el tiempo que había pasado estaban perdidas las huellas del delincuente, y hasta ahora no se sabe ni el nombre del asesino, ni las causas que lo impulsaron a cometer el crimen. Algunos vecinos han recordado después, haber visto entrar a la casa al verdugo y su víctima, y dicen que el aspecto

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de ambos no era para infundir sospechas, ni les llamó de ningún modo la atención. Habrá días sin embargo en que conozcamos los detalles de tan sangrienta historia, porque siempre hay con el tiempo alguna circunstancia inesperada y rara, que rasga el velo que encubre esos misteriosos crímenes (24/VIII/1872: 4).

Otra categoría merecen los homicidios “políticos”, por la peculiaridad de atacar a personas relacionadas con la impartición de justicia (jueces, policías) o con cargos políticos (jefes políticos). TEPATITLAN.-

El director político de aquel departamento, D. Manuel Aceves, fue asesinado infamemente, y según se cuenta, varios de sus enemigos llevaron al día siguiente de tal asesinato, un gallo a la casa del difunto director. Suplico a la autoridad judicial, obre con actividad para averiguar quiénes fueron los asesinos (Juan Panadero, 27/II/1873, núm. 59: 5).

EL GENDARME ASESINADO.-

Nuestros lectores recordarán que en el número anterior de La Civilización, dimos una noticia sobre el asesinato que cometieron varios malhechores en la persona de un individuo de la policía: he aquí los pormenores del suceso. Un renombrado bandido, que manda una fuerte gavilla de criminales, había asaltado la casa de un infeliz que seguramente tenía resuelto matar, y que en manos ya de su verdugo, encontrábase próximo a perecer ahorcado, cuando acudió en su auxilio el gendarme a que nos referimos, acompañado de otros cinco o seis individuos de la fuerza pública, que tuvieron oportuno aviso de aquel atentado. El asesino echó a correr en busca de su banda; y los perseguidores del criminal, que ni previeron esa circunstancia, ni sabían con cuantos enemigos tendrían que habérselas, se hallaron repentinamente envueltos, al seguir a aquel, por una fuerza superior; contra la cual se batieron inútilmente, mirándose reducidos al estrecho caso de huir, para lograr ponerse en salvo. El susodicho gendarme quedó prisionero en la desigual pelea, y después fue asesinado por sus infames aprehensores,

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en uno de los mismos lugares que les sirven de guardia (La Civilización, 6/VIII/1872: 3). ASESINATOS.-

Hace pocos días que más de cuarenta bandidos llegaron a la hacienda del Escalón, y allí asesinaron al juez de acordada. En seguida se fueron para la de Milpillas, en donde cometieron un crimen todavía más horrible, pues a D. Desiderio Pérez lo ahorcaron, y después de muerto violaron a la familia de este desgraciado (Juan Panadero, 25/VII/1873, núm. 100: 6).

De la anterior nota se advierte una sucesión de homicidios por parte de la gavilla de bandidos que en el segundo crimen encarnizan el ataque por razones que resultan desconocidas y sólo consideramos que la muerte del juez resulta más “lógica” por dedicarse a sentenciar criminales, pero el castigo a Desiderio Pérez y luego a su familia hacen suponer que hubo algo más ¿una posible acusación que los bandidos no perdonaron? Y la siguiente nota incluye la venganza por desempeñar oficios relacionados con la justicia, donde padre e hijo fueron asesinados. ASESINATOS.-

Padre e hijo asesinados, el primero juez letrado asesinado por enemigos encarnizados, que lo torturaron de una manera innarrable antes de darle la muerte; y dejaron después su cadáver horrorosamente desfigurado, como para dar muestras de que no se saciaba su rencor con el sacrificio de la víctima que inmolaron […] Hoy ha sido asesinado el hijo: ¿lo han hecho perecer las mismas iras? ¿Acaso ambos crímenes reconocen igual origen? (La Civilización, 18/VII/1872: 3).

El asesinato como consecuencia del robo El robo era una constante en la época, siendo su peculiaridad la violencia con que se ejecutaba, dando lugar a muertes. La mayoría de estos homicidios se dieron en las calles por la resistencia de la víctima o tal vez para evitar que el ofendido testificara en contra del agresor. Con poco o mucho qué robarles, las víctimas eran asesinadas por igual.

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ASESINATO.-No

ha muchas días fue asaltado y asesinado por robarlo, un joven que llevaba de Chapala a una hacienda inmediata, el encargo de entregar la miserable suma de veinte reales (18/VI/1872: 3)

En el pueblo de Tizapán el Alto, fue degollado un individuo que hacía algunas semanas había abierto allí un establecimiento mercantil. Los forajidos se apoderaron de él, cuando volvía por la noche, de la casa de su habitación a la tienda donde estaba situado su giro (idem). ROBOS.-

[…] Hace ocho días fueron robados y heridos, no lejos de la garita de Mexicaltzingo, dos pobres hombres que traían efectos de cortísimo interés a esta ciudad. Uno de ellos, murió a pocos minutos del asalto (idem). ROBO Y ASESINATO.-

El martes fue asaltado por una gavilla de malhechores, más acá de la barranca, un individuo que venía de Ixtlahuacán y que después de robado pereció a manos de los ladrones. Nos dicen que en la misma tarde hubo otros robos, perpetrados por esa gavilla, respecto de los cuales no tenemos pormenores. Estos crímenes se verificaban al Norte de la ciudad, a la vez que según dijimos en nuestro número anterior, eran robados por el Poniente, los viajeros que pasaban hacia el rumbo del Astillero. Quiere decir que estamos rodeados de malhechores, y que en semejante situación no hay esfuerzo que pueda calificarse de superfluo, por restituir en los caminos, la seguridad que falta absolutamente en ellos. La insolencia de los bandidos reclama más que nunca energía y actividad en su persecución. El comercio no puede vivir sufriendo… (24/ VIII/1872: 4) ROBO.- El sábado último en la noche, fue asaltado por un batallón de ladrones bien organizados, un tendajoncito que está en la calle de Placeres, más allá de la Parroquia. La gendarmería ocurrió a dar auxilio, pero llegó cuando la obra estaba concluida, y solo sirvió para dar fe de lo que había sucedido y del cadáver que habían dejado, pues mataron al dueño de dicho ten-

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dajoncito e hirieron a la esposa de aquel. ¡Quién sabe cuánto pa [ ] para no salvar sus intereses, ni su vida! (Juan Panadero, 27/III/1873, núm. 67: 4-5)

Riñas y enfrentamientos En la época, entre muchas cosas comunes, las riñas eran la válvula de escape de las tensiones personales y los enfrentamientos el correspondiente a las tensiones políticas. Ambas acciones contribuyeron al alto índice de remitidos a la cárcel por golpes, heridas y homicidios y al clima violento que se pudo respirar en la ciudad. ¡QUE DIABLO DE HOMBRE TAN BRAVO! El otro día hubo en la puerta de la casa del Sr. Puga, un agarrón guapo entre dos jóvenes, resultando herido uno de ellos. Porque el otro con la culata de la pistola le tupió recio al que no tenía arma. ¡Quién sabe que habrá hecho la autoridad para castigar el delito! (12/I/1873, núm. 46: 5). LA INSEGURIDAD.-

La ciudad está en completa alarma. Anoche poco antes de las ocho una gavilla de ladrones bastante numerosa se acercó hasta la calle de San Felipe, con objeto de dar pelea; pero la policía en combinación con algunas patrullas de gendarmes hicieron una fuerte resistencia y obtuvieron un triunfo completo, logrando rechazar a los bandidos hasta fuera de la garita de la leña. Como hubo balazos y fuego graneado el movimiento de la ciudad se suspendió y la alarma cundió por todas partes. La noche del martes último varios vecinos del cuartel 7° durmieron en las azoteas de sus casas, resueltos a oponer una resistencia decidida a los bandidos, en resumidas cuentas, estamos peor que en los pueblos en tiempos de revolución… (28/XI/1872, núm. 33: 5-6).

El abuso de la autoridad fue la otra cara de la moneda en la que se no se podía distinguir si las fuerzas de seguridad estaban colmadas de potenciales bandoleros. La nota que presentamos refleja la impotencia de la policía que de un ladrón caído deseaban ver terminada de una vez su desagradable y peligroso oficio; también vemos el odio que les producían sus

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antagonistas que en muchas ocasiones torturaban y asesinaban elementos de las fuerzas de seguridad. CRIMEN DE OTRA ESPECIE.-

Se nos informa que habiendo caído en poder de una fuerza de seguridad, un hombre a quien se acusaba de receptor de ladrones, sus aprehensores lo sujetaron a un bárbaro tormento, amenazándole con fusilarlo si no descubría a sus cómplices, y disparando sobre él, después de haberlo atado a un árbol, armas cargadas solamente con pólvora. Esta circunstancia la ignoraba aquel desgraciado, que sufrió todas las torturas morales de una muerte inevitable y próxima. Como los dispararos se hacían a cortísima distancia, el acusado quedó quemado de la cara, y fue preciso ante todo conducirlo para su curación a Belén, de donde últimamente se le traslado a la cárcel. Este hecho injustificable merece la atención de la autoridad, a la cual rogamos tome nota del abuso que denunciamos (La Civilización, 7/IX/1872: 3).

La siguiente nota da cuenta de un homicidio investigado por los policías. Sin embargo, no obstante que llegaron tarde –dos horas después– al lugar de los hechos, intentaron inculpar a un vecino sólo por vivir cerca de donde se perpetró el crimen. La nota periodística logró recoger información referente al mal desempeño de las funciones de los inspectores y de los policías. ASESINATO.- En la espalda de a la capilla vieja se dio muerte a un

individuo el lunes, cerca de las doce del día. No se supo quién fue el asesino, pues la policía ocurrió al lugar del suceso hasta cerca de las dos de la tarde. A esa hora quiso hacer todas la averiguaciones y aprehender al criminal, pues los inspectores trataron de poner preso, sin que hayamos sabido el resultado, a un Sr. D. Antonio N., dueño de la tienda del Sol, situada en ese barrio, por el sólo hecho de que este individuo vive enfrente de donde tuvo lugar el asesinato. ¡Vaya un indicio de culpabilidad! Se nos dice por los vecinos de la capilla vieja, que el agente de policía de esa línea, se separa de ella con la mayor frecuencia, y se va a las tapias de San Diego, descuidando enteramente su obligación (El Judio Errante, 3/IX/1873, núm. 61: 3).

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Un suicidio Este pequeño artículo es muy sintomático de una época y de la forma de periodismo de Juan Panadero. Es una época, todavía con resabio de romanticismo donde suicidio, amoríos y láudano van a la par. El láudano, derivado del opio, es la droga predilecta que grandes escritores como Charles Baudelaire o Thomas de Quincey usaron y glorificaron. Por lo demás la ironía del periódico es muy característica, así como sus ataques despiadados a Vallarta, su bestia negra. SE FUE A LA OTRA VIDA.

A causa de ciertos amoríos desgraciados otro jovencito de diez y ocho y diez y nueve años, que desesperado, se tomó dos onzas de láudano. Sentimos su muerte y deseamos que no encuentre imitadores, que tememos los haya, pues nos aseguran que D. Nacho, desesperado de que no lo quiera la sociedad de Jalisco, trata de tomar, no láudano, sino estrictina, que no tiene contraveneno y que es lo que dan a los perros en la estación de rabia. Damos cuenta de este suicidio por causa de amores, nota informativa que el audaz editor de Juan Panadero relaciona al escaso amor que la sociedad le profesa a Ignacio L. Vallarta quien no tomará láudano, sino estrictina, para la rabia (19/I/1873, núm. 48: 6).

¿El tiempo de una despedida a la violencia? Sentimos en este humor negro como un rechinar de dientes. Escribimos esto en 2010: alrededor de nosotros hay otros, muchos otros rechinares de dientes y hechos todavía más atroces, lo sabemos. Pero también sabemos que no es la misma violencia: la de ayer era más individual, más anárquica en cierta forma, más dura para los más miserables, agentes y víctimas a la vez del crimen y del sistema social. Las mujeres eran las primeras víctimas, por lo menos en la cotidianidad del hogar. Hoy, perdón por la palabra, la violencia está más industrializada, más masiva, más a sangre fría. Entonces era un tiempo en el que el Estado aprendía a ejercer su control dentro de las ciudades, con más dificultad aún en el campo. Entonces las élites todavía ejercían su

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Tras el estigma del infortunio

control, pero en el cual las revueltas, las gavillas, hasta las simples fraternidades de peones con alguno que otro cilindro eran ya capaces de influirles miedo, aun sin esperar la Gran Revolución de 1910. Hoy el Estado pierde pie enfrentando al crimen organizado, las élites se están acuartelando bajo la misma embestida. ¿Podemos escoger entre las dos pesadillas? Por supuesto, no. La nuestra es la de nuestro tiempo, y no la podemos cambiar. Pero nadie nos puede impedir que entre la peste y el cólera queramos escoger, y gritemos: ¡por favor, que se nos devuelva la delincuencia humanizada de los años 1872-1873!

Referencias Publicaciones periódicas El Judío Errante. Periódico político y literario (1872-1873). Tomo I y II. Guadalajara. Juan Panadero. Por la razón o por la fuerza. Periódico bisemanal, político, burlón y de actualidades (1872-1873). Segunda época. Tomo II. Guadalajara. La Civilización (1872-1873). Guadalajara. Libros Castillo, Alberto del (1997). Prensa, poder y criminalidad a finales del siglo XIX en la ciudad de México. Ricardo Pérez Montfort, coord. Hábitos, normas y escándalo. Prensa, criminalidad y drogas durante el porfiriato tardío. México: Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social/Plaza y Valdés, pp. 15-73. Iguíniz, Juan B. (1955). El periodismo en Guadalajara 18091915. Tomo I. Guadalajara: Universidad de Guadalajara. Palacio Montiel, Celia del (2006). Catálogo de la hemerografía de Jalisco, 1808-1950. Guadalajara: Universidad de Guadalajara/Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología. Suárez, Marcela (2006). La prensa y la construcción de las representaciones sobre el delito en la ciudad de México, 1876-1910. Celia del Palacio Montiel, coord. La prensa

VIII. Para cerrar el álbum:...

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como fuente para la historia. Guadalajara: Universidad de Guadalajara, pp. 113-119. Urzúa Orozco, Aída y Gilberto Hernández, investigación, compilación y notas (1987). Jalisco, testimonio de sus gobernantes, 1826-1879. Tomo I. Guadalajara: Unidad Editorial del Gobierno del Estado.

Repositorio consultado Álbum de declarados bien presos. Gefatura política del Primer Cantón. Fondos Especiales, sala del Tesoro. Biblioteca Pública del Estado de Jalisco (BPEJ) “Juan José Arreola”.

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