Para alumbrar el presente. Familias, madres y ausencias.

July 5, 2017 | Autor: R. Reyes Sánchez | Categoría: Familia, Desaparición Forzada De Personas, Memória social
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Descripción

Para alumbrar el presente. Familias, madres y ausencias.
Rigoberto Reyes Sánchez
Días de guardar.
Mayo es un mes importante para reflexionar en torno a las configuraciones familiares y su papel en las sociedades contemporáneas, pues se celebran dos días que pueden servir como motivo o pretexto para pensar, cuestionar y abonar a los debates en torno a una institución social tan naturalizada y cargada de significados duros como lo es la familia. Quisiera tomar como punto de partida estas celebraciones para abordar una problemática sensible que cruza toda la geografía latinoamericana y que en este momento ha estallado masivamente en este país, pero primero pienso pertinente hacer un posicionamiento inicial con respecto a la definición de familia; a contracorriente con ciertos discursos conservadores ampliamente difundidos por poderes hegemónicos como son la élite católica y el Estado-nación moderno occidental, las ciencias sociales han demostrado convincentemente (y desde hace bastantes años) que las familias no son una suerte de base dura de la organización social cuyo contenido se presupone único, sino que se trata de formas de organización y reproducción social moduladas por pautas culturales, políticas y económicas específicas e históricamente ubicables. Asimismo al interior de un mismo entramado social suele encontrarse una multiplicidad de expresiones y valoraciones de lo familiar que coexisten a pesar de los conflictos, las disputas o incluso los recurrentes estallidos de violencia disciplinaria. Por ello se puede decir que toda familia es diversa, pues no parece existir un núcleo inicial a partir del cual se despliegan, como apéndices, otras expresiones o configuraciones familiares "tolerables" mientras no minen la supuesta naturaleza central de la familia nuclear heterosexual.
Hechas estas breves puntualizaciones, vale mencionar las efemérides; la más reciente fue el "Día internacional de las familias", celebrado cada 15 de mayo desde que en 1993 la Asamblea General de las Naciones Unidas lo instituyó con el objetivo de "promover la concienciación y un mejor conocimiento de los procesos sociales, económicos y demográficos que afectan a este importante núcleo de la sociedad". Cada año está consagrado a distintas temáticas, el 2015 se consagró al tema de masculinidad e infancia, otros años se dedicó a temas tan vitales como el envejecimiento (2002) o la situación de las familias en contextos de guerra y conflictos armados (1997). No se trata de una celebración, esta fecha instaurada desde la perspectiva de los Derechos Humanos ha servido como plataforma para visibilizar distintas dinámicas familiares y cómo en ellas se reflejan las virtudes y carencias de las sociedades que las generan, las mantienen o las destrozan. A contramano se encuentra la segunda conmemoración de mayo vinculada con la familia, me refiero al Día de la madre que en México se festeja el 10 de mayo desde 1922, debido a una iniciativa del periódico Excélsior apoyada por el gobierno mexicano y diversos sectores conservadores de la sociedad. Históricamente este día ha funcionado para legitimar nociones hegemónicas de maternidad, tradicionalmente vinculadas a roles de género bastante rígidos, sin embargo ha sido reapropiado reiteradamente por diversas organizaciones de mujeres y feministas. Impugnar los discursos de poder que operan en torno a la maternidad como valor supremo de lo femenino no implica, sin embargo, poner en cuestión las admirables luchas que se han librado históricamente desde este rol (así haya sido un posicionamiento estratégico). Una de estas batallas ha marcado dolorosamente la región latinoamericana desde mediados del siglo pasado; la lucha de las madres que buscan a sus hijos e hijas desaparecidos y desaparecidas por poderes políticos o fácticos como han sido las dictadoras militares, los regímenes autoritarios y las distintas organizaciones armadas que actúan al margen de la ley, ya sean de tipo político o eminentemente económico.
Como sugirió recientemente el artista Félix Luna, las efemérides se pueden habitar. Quizá recordar en estos días las batallas de esas madres pueda ayudar a habitar estas fechas también como días de guardar. Días de guardar en su más profundo sentido etimológico, días para el recogimiento y la observación. Días para proteger y preservar la memoria de estas madres y sus ausentes. No sólo para dolerse, sino para alumbrar el presente, para iluminar también el rostro de los destructores, si es que esta máquina aún posee rostros.
Una cartografía de dolor y dignidad.

En una conocida declaración televisada en 1979, el dictador argentino Jorge Rafael Videla definió a los desaparecidos como una incógnita, un sujeto que "no tiene entidad, que no está ni muerto ni vivo, están desaparecidos". El dictador corrompió el lenguaje para situar en la esfera de lo no-humano a personas concretas, sin embargo los desaparecidos siempre están en algún lugar y su tiempo es el presente; quien sufre de desaparición forzada vuelve una y otra vez en la mirada de su retrato expuesto en público, en la lucha de quien les busca, en la certeza de que en algún lado se encuentra. Incluso en cada negativa del estado para dar con él o ella se hace evidente lo grande de su presencia. Contra la desaparición forzada se han organizado miles de personas en nuestros países, entre ellas destacan las madres que, tras reconocer su dolor en el rostro de su semejante, se han unido para poner en la esfera pública un sufrimiento que parecía privado. Ejemplos sobran para trazar una breve cartografía latinoamericana; en Argentina decenas de madres se ataron pañuelos blancos a sus cabezas y emprendieron silenciosas caminatas en la Plaza de Mayo para exigir la presentación con vida de sus familiares detenidos-desaparecidos por la dictadura; en el Chile sumido por la dictadura encabezada por Augusto Pinochet, importantes contingentes de madres se unieron a organizaciones como la Agrupación de Familiares de Detenidos Desaparecidos y Mujeres por la Vida; a comienzos de la década del 80 un grupo de mujeres ayacuchanas que buscaba desesperadamente a sus hijos se organizó para crear lo que más tarde se conocería como ANFASEP (Asociación Nacional de Familiares de Secuestrados, Detenidos y Desaparecidos de las zonas declaradas en estado de emergencia del Perú); en 1977, inspiradas por Monseñor Óscar Romero, se formó en El Salvador la organización Comadres (Comité de Madres de Reos y Desaparecidos Políticos de El Salvador Monseñor Romero); en México, a raíz de las desapariciones cometidas durante la llamada "guerra sucia" que emprendió el gobierno mexicano contra diversas organizaciones, se fundó el Comité ¡Eureka! Presidido por Rosario Ibarra de Piedra, madre de Jesús Piedra, secuestrado por el estado. La cartografía podría irse detallando largamente, pues la historia de América Latina y el Caribe está plena de horrores y ejemplares luchas encabezadas muchas veces precisamente por las personas afectadas más directamente; los familiares, en particular las madres quienes al reivindicar públicamente su rol familiar como estandarte de lucha, lo han resignificado y politizado. "Madre" ha devenido en categoría política en tiempos en los que se busca instaurar por la fuerza lo que el filósofo Marcelo Expósito ha denominado lo Impolítico.
Mirarnos, encontrarnos, familiarizarnos.
Las violencias predatorias no nos son ajenas. Desde hace casi una década México vive un despiadado conflicto armado que abarca cada vez regiones más extensas del país, así como múltiples frentes y niveles que van desde la corrupción generalizada hasta la desaparición masiva de sectores de la población considerados desechables. El horror se ha instalado en nosotros, pero también la solidaridad y sororidad expresada en organizaciones que buscan a sus descendientes desaparecidos. De nuevo las madres, como en una secreta herencia con generaciones pasadas, emprenden el infatigable camino en busca de sus familiares; caravanas de madres de migrantes centroamericanos buscan a sus hijos devorados por la maquinaria violenta que opera en el país, solitarias madres recorren el territorio siguiendo la pista de sus hijas secuestradas para la trata de personas. Probablemente miles más se enfrentan a la terrible realidad de la desaparición aún en silencio.
Las efemérides pueden habitarse. El pasado 10 de mayo se realizó en la ciudad de México la cuarta marcha por la Dignidad Nacional. Organizaciones y personas provenientes de varios estados marcharon del Monumento a la Madre al Ángel de la Independencia, en su mayoría eran madres, abuelas y esposas de personas desaparecidas. A pesar de la masiva presencia de organizaciones, colectivos y familiares, la marcha no fue multitudinaria, la indiferencia aún pesa, sin importar que se estime que hay alrededor de 26 mil personas en el país cuyo paradero es una incógnita para sus seres queridos. La filósofa Judith Butler ha escrito recientemente que en las guerras contemporáneas se construyen vidas no dignas de ser lloradas, por ello un acto ético y político esencial es hallar marcos de inteligibilidad que nos permitan reconocerlas en su dignidad y precariedad para así defender su valor. La violencia desbordada mutila los afectos, su triunfo en la subjetividad es alejarnos de quienes sufren, por ello reconocernos en las víctimas es urgente: hacerlo es encontrarnos en su dolor. De cierta forma se trata de familiarizarse, pero no en su sentido de habituarse, sino en el de identificarse y sentirse afectado pues, más allá de todo esencialismo, la idea de familia está profundamente ligada a aquello que sentimos como parte de nosotros.







Artículo publicado en La Jornada de Oriente, 21 de mayo de 2015.
Sociólogo/Latinoamericanista.
http://www.un.org/es/events/familyday/

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