Papalote, Museo del Niño

May 30, 2017 | Autor: Karina García | Categoría: Negocios
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Descripción

A la mercadotecnia no le faltan detractores y sus críticos arrecian con todo tipo de argumentos que hacen ver a sus especialistas como ingeniosos creadores de necesidades, vendedores de humo o promotores de cualquier producto que revierta en ingresos y utilidades, sean o no nocivos para las personas. Sin embargo, la mercadotecnia crea cada día productos útiles, mejora otros y promueve ideas que ayudan al progreso de la sociedad. Ejemplo de ello es Papalote, Museo del Niño. Es recinto dedicado a la infancia, que tantos niños ha logrado acercar al conocimiento y para quienes ha endulzado el aprendizaje de las ciencias, no existiría sin el sustento de la mercadotecnia y de alguna de sus técnicas. Papalote nació diferente: no gozo del privilegio de subvenciones estables y desde el inicio, como tristemente ocurre con los llamados niños de la calle, tuvo que esforzarse para salir adelante, crecer y abrir sus puertas cada día. Como relata quien durante años fuera su directora, Marinela Servitje, desde el principio se alimentó de ideas, entusiasmo y creatividad. Surgió de un patronato fundado para generar un espacio para los menores que, ya con la idea clara de a quien se dirigiría y que necesidad debían cubrir, se aboco a buscar los recursos necesarios, ya fuera en dinero, terreno o especie. La promoción de la idea se hizo de forma tan atractiva que pronto se sumaron entes de gobierno, empresas y donantes individuales. El museo se convirtió en un producto nuevo, y con las estrategias y tácticas oportunas, comenzó a atraer a millones de visitantes. Uno de sus primeros retos fue establecer el precio del boleto; lógicamente tenia que se accesible al gran público, pero debía generar también recursos para que el proyecto fuera autosustentable. Aunque los ingresos por vía de la venta de boletos llegaron a representar un 82% del gasto operativo, hubo que recurrir a otras fórmulas para obtener el resto. Se amplió así el producto principal para incluir tienda de recuerdos, renta de local, concesiones de cafetería y máquinas expendedoras (cubriendo respectivamente con cada rubro el 4% de los gastos), así como servicios de asesorías y venta de exhibiciones (con 2% respectivamente en cada uno de los dos casos. Papalote se convirtió de esa forma en un laboratorio de mercadotecnia para poder llevar cotidianamente su alegría a los niños. Entraron los patrocinadores, las membresías, noches especiales, visitas de empresas, pared de donantes, exhibiciones temporales, fijas o itinerantes, o placas de reconocimiento al apoyo de grupos empresariales. En fin, Papalote ha desbordado incluso la fantasía de los pequeños para dirigirse a ellos con su magia de formas, objetos y colores. Visitar el museo es toda una experiencia que se recomienda empezar con un recorrido a su página web, un compendio de lo que pueda hacer la mercadotecnia bien dirigida. El museo parece vislumbrar también un futuro optimista y colorido, resistente incluso a las crisis, pero va a tener que competir con alternativas similares dirigidas a los más pequeños. Papalote tendrá que reinventarse cada día si quiere seguir teniendo la preferencia de ese público tan exigente. FUENTE: Creatividad e imaginación, las alas del Museo del Papalote, Patricia Montelongo, http://istmo.mx/ Edicion:220 PREGUNTAS DEL CASO PRÁCTICO
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