Pandillas y repertorios conductuales. Una revisión de las conductas de agresión de pandillas de México, Estados Unidos y Centroamerica

June 6, 2017 | Autor: F Ruvalcaba | Categoría: Antisocial Behaviour, Gangs, Youth Unemployment
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Descripción

BERENICE GUEVARA SÁNCHEZ

¿Logra reinsertarse en sus barrios de origen el homie de retorno? En general, la respuesta es que sí se logra; sin embargo, hay algunos individuos que ejecutan una violencia en una escala menor que la que estaban acostumbrados en Estados Unidos, o de la que se presenta en Centroamérica y Sudamérica. La gran mayoría logra “readaptarse” pacíficamente a su realidad en Morelia, pocos son los que aún siguen con la venta de drogas al menudeo o en el consumo; en su conjunto, los lazos y los deberes con su familia son más importantes que cualquier otra cosa. El tejido social es una fuente importante y exitosa para controlar los excesos violentos de los pandilleros, pese a que en las colonias que fueron analizadas se muestran como asentamientos vecinales con participación a conveniencia y con lazos frágiles y distantes, pero que cuentan con acciones en común en momentos particulares, como espacios pluridimensionales en el que coexisten identidades diferenciadas. “De tal manera que lo que aquí se enfatiza es que la pertenencia a un barrio no se manifiesta de manera homogénea, sino que este barrio habrá de ser trasformado por los diferentes colectivos que lo habitan”.

DEBATES

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Pandillas y repertorios conductuales. Una revisión de las conductas de agresión de pandillas de México, Estados Unidos y Centroamerica

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Jacobo Herrera Rodríguez, José Alberto Portillo Escalante y Francisco Javier Ruvalcaba Coyaso*

Entrevista a Viernes, Morelia, 10 de febrero de 2013.

n este artículo se muestran los resultados de un estudio donde se abordaron miembros de pandillas activas dentro de México, Estados Unidos y Centroamérica. La intención del trabajo fue explorar a través de una derivación de la entrevista conductual los repertorios de agresión y violencia de las pandillas, para que permitieran analizar las diferencias que prevalecen entre ellas en contingencias donde se emiten comportamientos de agresión y violencia. Como se menciona, los datos se recabaron por medio de la aplicación de entrevistas conductuales a un grupo de ocho pandilleros, dos de los cuales tenían pertenencia a pandillas de la ciudad de Aguascalientes, México, dos más a pandillas centroamericanas, dos más a pandillas del norte de México y dos más a pandillas de Estados Unidos. Los hallazgos muestran que a pesar de que los elementos en que se justifican los momentos de actuación violenta son similares, existen en los repertorios de conducta de agresión y violencia diferencias, tanto morfológicas como instrumentales.

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El caso de las pandillas es un tema que desde hace varias décadas guarda un sitio de importancia en las agendas de *

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seguridad pública del continente americano, prácticamente desde Sudamérica hasta el sur de Canadá existen datos de la presencia de pandillas, algunas incluso con el carácter de trasnacionales o con una fuerte actividad migrante. Asimismo, para naciones como Brasil, Colombia, El Salvador, Honduras, Nicaragua, México y Estados Unidos, las pandillas se han convertido en un motivo de alerta y, en consecuencia, en una temática que se discute con frecuencia en foros sociales, políticos, académicos y de las instancias que procuran seguridad y justicia. En cuanto a cifras, los datos son contundentes. Por ejemplo, en el Salvador a finales de la década de los noventa, la policía estimó la existencia entre 10 mil a 20 mil jóvenes pandilleros, con presencia en la mayor parte de las zonas urbanas y rurales del territorio de El Salvador (Cruz, 2001). Para el caso de México, según cifras de la Organización de los Estados Americanos (OEA), se refiere que ciudades como Tijuana reportan que en 27 barrios se congregan 3196 pandilleros; en Morelia, 12 bandas agrupan 427 y en el Distrito Federal, 30 agrupaciones convocan 2058 miembros (OEA, 2007), aunque se estima que el dato se incrementa de forma constante.

Jacobo Herrera Rodríguez y José Alberto Portillo Escalante son profesores en la Universidad Autónoma de Guanajuato. Francisco Javier Ruvalcaba Coyaso es profesor en la Universidad Autónoma de Aguascalientes.

 

 

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Para el año 2000, las estadísticas referían que Honduras tenía alrededor de 31000 mareros diseminados en 475 pandillas que además tenían unos 70500 simpatizantes; Nicaragua contabilizó unos 8250 mareros pertenecientes a 110 pandillas (La prensa en Pirker, 2004). En el caso de Honduras, Mejía (2007) revela que es uno de los tres países de la región latinoamericana con mayores índices de criminalidad y violencia junto con Colombia y El Salvador, violencia que es en buena parte atribuible a los grupos pandilleriles o similares.

identitarias: las MS y Barrio 18, son consideradas desde hace algún tiempo como redes transnacionales que han transitado hacia un claro proceso de formalización que incluye la participación en el crimen de tipo organizado que teje redes en varios países (Cruz, 2005). Los problemas generados por las pandillas o donde al menos éstas se involucran como actores sociales se han diversificado tanto que se ha sugerido se deben reconceptualizar los términos pandillas así como sus áreas de influencia (Savenije, 2007).

Asimismo, algunas ciudades cosmopolitas, como Los Ángeles, California, Ciudad Juárez, Tijuana o Chicago, manejan cifras de violencia que se presuponen han sido potenciadas por la presencia de pandillas locales más la acción influyente de pandillas transnacionales y de las mafias de las drogas (Killebrew y Bernal, 2010).

Ahora bien, como se ha venido revisando, la zona de influencia de las pandillas ha crecido hasta el grado que es un problema que atañe a toda Centroamérica y ya no exclusivamente a un país o región (Portillo, 2003; POLJUVE, s/f). En ese sentido y de acuerdo con datos de la Policía Nacional de Nicaragua del año 20031, la violencia de las denominadas pandillas y/o maras, se manifiesta en toda la región en situaciones que se enfrentan bajo consideraciones estadísticas como poco graves, graves y muy graves. Así pues, Belice ubica el problema de las pandillas y/o maras en octavo lugar; Guatemala, en tercero; El Salvador y Honduras, en primero y segundo lugar; Nicaragua, en séptimo; y Costa Rica y Panamá en cuarto y quinto lugar respectivamente.

En ese sentido, la influencia transnacional de las pandillas resulta trascendente si consideramos que una de las consideradas entre las pandillas más temidas del mundo, la Mara Salvatrucha 13 se origina en Estados Unidos, ayudada por la gran cantidad de migrantes allí radicados, específicamente en Los Ángeles, California (Aguilar, Carranza e IUDOP, 2008), a pesar de que su origen etario se encuentra en Centroamérica, particularmente en el Salvador y Honduras (Cruz, 2005). Algunos señalan que un proceso cambiante que se puede relacionar con el problema de las pandillas es la migración (ya sea voluntaria o forzada), la que opera como promotor para la evolución y expansión de estos grupos (Valenzuela, Nateras y Reguillo, 2013). La migración nos permite entender lo que sucede con las pandillas transnacionales y su relación con la violencia, pues un factor para que estos grupos se manifiesten es relacionable bajo los contextos socioculturales y políticos en los que vive y emigra. Actualmente, algunos documentos consideran que la Mara Salvatrucha 13 y la pandilla Barrio 18 constituyen las dos agrupaciones pandilleriles más conocidas por riesgosas, violentas, organizadas y con más espectro de influencia territorial dentro de Centroamérica y los Estados Unidos de Norteamérica (Aguilar, Carranza e IUDOP, 2008). La historia de la MS y el barrio 18 denota la influencia de las pandillas de emigrantes a la Unión Americana, por lo que no son tan endogámicas como se creería y sus escalas de valores y criterios de ajuste social son más complejos debido a este origen transcultural. A causa de su origen transnacional y a la presencia de grupos afiliados en diferentes ciudades de Centroamérica y Estados Unidos, estas dos grandes pandillas operan como franquicias

Un punto común en las ciudades que alojan a pandillas es la violencia que éstas ejercen y las consecuencias que de ello derivan (Santacruz y Concha-Eastman, 2001). Al respecto también las cifras son contundentes pues, por ejemplo, en México la Secretaría de Salud (SSA) ha informado que las consecuencias a eventos violentos como por ejemplo las riñas (Celis-De la Rosa, 2003; SSA, 2006) están entre los tres primeros lugares de solicitudes de atención médica para adolescentes. En el marco de Centroamérica, El Salvador presentó una tasa de homicidios de 55 por cada cien mil habitantes en 2008, a razón de 10 y 12 homicidios diarios (POLJUVE, s/f). De hecho, se señala que una distinción entre las pandillas juveniles que son agrupaciones propias en etapas del desarrollo y las maras o sus similares es la violencia que ejercen así como el nivel de daños que causan a sus entornos sociales (Pirker, 2004). En cuanto a las actividades de las maras y pandillas, los gobiernos de la región las señalan de cometer conductas criminales y ejercer violencia a través de hechos como extorsiones, robos, asesinatos, tráfico y consumo de drogas, entre otros. Incluso, algunos informes vinculan a la Mara Salvatrucha y a la Pandilla 18 con crímenes internacionales como el tráfico de humanos en las fronteras de Estados Unidos y Centroamérica (USAID, 2006). En el mismo sentido, algunos autores señalan que existen redes que entrelazan la criminalidad desde Colombia hasta el norte de Estados Unidos (Fernández y Ronquillo, 2006) donde las pandillas son comúnmente un vehículo clave para que estas redes logren sus cometidos ligados a la actividad criminal.

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Datos aportados por la Policía Nacional Ministerio de Gobernación Dirección de Asuntos Juveniles de Nicaragua durante la XIII Reunión Extraordinaria de la Comisión de Jefes y Jefas de Policía de Centroamérica y El Caribe llevada a cabo en el Departamento de Islas de la Bahía, Roatán, Honduras en 2003.

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Asimismo, Briceño-León (2002) ha señalado que el crecimiento de la violencia en las ciudades latinoamericanas descansa en variables sociales como la exclusión laboral y educativa de los jóvenes, pero a pesar de ello las estrategias de control del pandillerismo, mayoritariamente se enfocan a la represión, sin abordar el entramado funcional-causal que existe detrás del fenómeno, lo que relaciona con la poca eficacia de dichas estrategias.

La agresión como fenómeno y concepto social

otros. Para este autor, la agresión está determinada por tres condiciones que son: a) la variabilidad situacional; b) las diferencias individuales; y c) la variación transcultural. De una manera diferente, Berkowitz (1989) estableció, a partir de protocolos experimentales, la existencia de una relación funcional significativa entre la frustración y la emisión de conductas de agresión, lo que socialmente podría vincularse a que las pandillas aglutinan entre sus filas mayormente a jóvenes que viven frustraciones de tipo social ligadas al bajo o nulo acceso a servicios sociales.

Algunos como Fromm (1989), consideran que la amplitud dada al concepto de agresividad es una vulnerabilidad dentro de la teoría freudiana, pues incluye al sadismo, la destructividad, los deseos de dominio y de poder, y todo ello lo concibe como parte del instinto destructivo (tanatos); es decir, como innato y natural, por lo que Fromm considera críticamente que en esos argumentos se mezclan los instintos con las pasiones.

Ahora bien, en el caso especial de la agresión entre pandillas, Valenzuela, Nateras y Reguillo (2013), han registrado en un estudio factores como el tiempo que duran las trifulcas campales refiriendo que es variado, en entrevistas con los sujetos se registró información sobre tiempos oscilantes desde 15 minutos hasta una hora de pelea. La forma en que concluyen estas peleas es de 2 maneras: 1) la presencia de la policía (al llegar los elementos de seguridad pública se disuelven las bandas y comienzan a correr en distintas direcciones para evitar ser atrapados por los policías); y 2) cuando alguno de los miembros de cualquier pandilla resulta herido de gravedad y esto hace que se repliegue la pandilla del sujeto agredido2.

Marcusse (1970), al igual que Fromm, señala que Freud no hace una diferencia adecuada entre lo biológico y lo socio-histórico. Sin embargo, encuentra útil el concepto sobre la represión como elemento social causal de la agresión, postulando dos tipos de ésta: 1) represión sobrante para referirse a la represión provocada por la dominación social; y 2) represión básica para referirse a la necesaria para la supervivencia.

Así, podemos encontrar en que en estas “campales” se transita por una serie de pasos, además de que los motivos principales por los que ocurren las peleas contienen una carga simbólica; pues el transgredir el territorio puede representar una agresión al barrio, al lugar donde se desenvuelven los actores y que marca altamente la identidad de las pandillas (Valenzuela, Nateras y Reguillo, 2013).

Partiendo de la etología, Lorenz (1971) conceptualiza la agresión de la siguiente manera: “la agresión cuyos efectos suelen equipararse a los del instinto de muerte, es un instinto como cualquier otro y en condiciones naturales igualmente apto para la conservación de la vida y de la especie” (Lorenz, 1971: 4). Desde una posición sociológica, Wieviorka (1988, 1993 y 1999) habla de tres dimensiones explicativas de la agresión: 1) la funcionalista; 2) la utilitarista; y 3) la culturalista. La primera explica los fenómenos agresores como producto de la anomia, citando su estrecha vinculación con la marginación y la desorganización social. El segundo término se refiere a la agresión como un medio racional que posibilita el alcance de un fin. Y la postura culturalista refiere la existencia de una cultura de la agresión, desde donde se ve a ésta y a su manifestación, como un componente que es básico de las redes sociales (Wieviorka, 1988).

El análisis de la conducta y el estudio de las conductas de agresión pandilleril

Para Freud (1981) el individuo es un Homo lupus, es decir, una figura humana capaz de convertirse en un lobo para el propio hombre. Para el psicoanálisis, fenómenos como el racismo, la discriminación, las guerras, son ejemplos que evidencian la referida concepción.

Por su parte, Wallman (2007) se refiere a la agresión humana como una conducta cuyo propósito es ocasionar daños a

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Dentro del paradigma conductista de la psicología se encuentran dos grandes rutas de generación y aplicación del conocimiento estrechamente vinculadas entre sí. Por una parte, el Análisis Experimental de la Conducta (AEC); por la otra parte, el Análisis Conductual Aplicado (ACA). Al hablar del ACA nos referimos a una herramienta de aplicaciones derivadas de descubrimientos del AEC y que se emplean en beneficio de la sociedad, principalmente en el ámbito clínico de la psicología. A través del ACA es posible establecer aproximaciones que hacen identificables a las variables controladoras de determinadas conductas, por lo que en este caso se eligió la entrevista conductual como un instrumento para recolectar los datos empíricos de trabajo.

Estas dos formas de concluir la pelea campal son las que hasta al momento han sido registradas.

 

 

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Repertorios conductuales

La entrevista conductual

El repertorio conductual hace referencia a las capacidades que en términos de comportamiento y conducta posee un organismo (Cooper, Heron y Hevard, 2007). De cierta manera, un repertorio conductual es equiparable a un menú de opciones comportamentales que posee un organismo.

Para la intención de este trabajo se tomó como instrumento de recolección de datos una derivación de la entrevista conductual (Fernández-Ballesteros y Staats, 1992; Fernández-Ballesteros, 1994), específicamente una versión diseñada ex profeso para este estudio (ver tabla 1).

Una de las definiciones consideradas clásicas de repertorio conductual es la acuñada por Catania y Reynolds (1968) en el sentido de que el repertorio conductual es el comportamiento que una persona ha emitido en el pasado. En lo que ha sido formado, o bien, si ha sido condicionado para ser extinguido, de alguna forma puede ser rápidamente reacondicionado.

El instrumento empleado explora a detalle aspectos del ejercicio de la agresión en personas pertenecientes a pandillas, específicamente haciendo una recopilación de morfologías, contingencias elicitadoras, intensidades, frecuencias de eventos agresores entre pandillas, consecuencias post agresiones y reforzamiento social también post agresión.

En este caso, fue de interés de los autores explorar los repertorios conductuales de elementos de diferentes pandillas para que a partir de ello se pudieran encontrar conductas consistentes en las emisiones de agresión y violencia de estos grupos, así como aspectos que son divergentes y conformaciones morfológicas.

Método

Tabla 1.- Se muestra el esquema base de la entrevista empleada para recolección de datos conductuales relativos a la agresión ejercida por pandillas Identificación (Nick)

Pandilla

Morfología de Contingencias las conductas de elicitadoras de agresión agresión Contingencias

Armada Tipo de arma: Fuego Gris Blanca

Reforzamiento Social -status -ascenso social -poder -autoridad -otros (describir)

Edad

Lugar de residencia

Escolaridad

Intensidad

frecuencias

Lesiones

Abierto a Abierto a explicación del explicación del entrevistado entrevistado

a) Disputa territorial b) Rencillas c) Encuentro d) Disputa de espacio -Incapacitantes criminal -Incapacitantes e) Otra (s) permanentes -letales Justificación de la -superficiales agresión: versión -otras del entrevistado, que se buscará operacionalizar conductualmente

consecuencias

Participantes. En este estudio se contó con la participación de ocho miembros de pandillas, dos de ellos representantes de pandillas del norte de México, dos más de pandillas de la ciudad de Aguascalientes, México, dos más de pandillas Centroamericanas, en específico de grupos afines a la mara Hondureña y dos más de pandillas de centroamericanos radicados en la Unión Americana en el estado de Texas, uno de ellos originario de México y otro originario de El Salvador que fueron contactados a través de estudiantes universitarios de Chihuahua, México, y que eran en el momento de la recolección de datos colaboradores de servicio social. Para fines de control investigativo los participantes fueron identificados con sobrenombres o “nicks”. Respecto a la edad de los participantes, éstos tuvieron un promedio de 27 años, así como una media de 7 años de formación escolar, equivalente a acreditar hasta el primer año de secundaria en el esquema educativo mexicano. Escenario. Por las características de los entrevistados, en este trabajo no hubo un escenario fijo y las entrevistas se realizaban en espacios dentro del campo como salones comunitarios de usos múltiples, canchas u oficinas de proximidad social de policías locales. Los datos recabados se plasmaron en un formato de captura y asimismo en algunos casos eran audiograbados con la previa autorización vía consentimiento informado de los participantes, lo cual no ocurrió en 4 de los casos que únicamente aceptaron la entrevista sin grabación. Materiales y aparatos. Se empleó una versión de la entrevista conductual diseñada para la revisión de conductas de agresión entre grupos pandilleriles. Aunado a ella se utilizaron bolígrafos, tablas de escritura, grabadoras de audio digital, y equipos de cómputo portátil.

emisiones de agresión, morfologías, contingencias elicitadoras, intensidades, frecuencias de eventos agresores entre pandillas, consecuencias post agresiones y reforzamiento social también post agresión. La entrevista se aplicó en escenarios de campo afines a los participantes para facilitar su colaboración. Procedimiento. El procedimiento de trabajo consistió de los siguientes pasos: 1) Conformación de un grupo de trabajo, plan de acción, metas y objetivos. 2) Establecimiento de contacto con instituciones y actores comunitarios para acceder al grupo de participantes 3) Diseño de instrumento y Recolección de datos 4) Sistematización de datos 5) Obtención de resultados

Resultados y Conclusiones Derivado de esta investigación se encontró que existen patrones conductuales en la morfología de la agresión que son relacionables con el grupo pandilleril de pertenencia. Así, por ejemplo, se tiene que los participantes pertenecientes a pandillas del norte de México y los pertenecientes a pandillas de centroamericanos radicados en la Unión Americana guardan afinidades en cuanto a los tipos de agresión que emplean en sus conflictos, donde destacan las agresiones con armas blancas y de fuego, y como contingencias elicitadoras la custodia territorial, la disputa de un espacio criminal y las rencillas. A diferencia de ellos, los pandilleros de la ciudad de Aguascalientes comparten como contingencia elicitadora las rencillas y el encuentro fortuito en la zona urbana, o bien, a causa de invasión a “sus territorios”; el medio de ataque más consistentemente presentado por este grupo son las armas grises (piedras, escombros) refiriendo que el uso de armas blancas es más en casos donde hay una conflictiva personal uno a uno entre pandilleros rivales. Por su parte, los afines a grupos de maras emplean en sus conductas de agresión armas de fuego, armas blancas siendo la disputa por espacio territorial y por un espacio criminal su principal contingencia elicitadora. Respecto a la intensidad de las lesiones ocasionadas en las manifestaciones de agresión, los participantes pertenecientes a pandillas del norte de México refirieron como común la continua presencia de lesiones superficiales e incapacitantes temporales, y con una habitualidad menor a los eventos letales. En ese rubro, los participantes de pandillas de centroamericanos radicados en la unión americana refieren que las lesiones incapacitantes

permanentes, temporales y los eventos fatales son comunes en los encuentros o trifulcas. Por otro lado, en Aguascalientes la mayor presencia fue de lesiones superficiales e incapacitantes temporales. Mientras tanto, en los grupos de maras se refirió que las lesiones letales e incapacitantes de ambos tipos son comunes en sus eventos violentos. En lo que atañe a consecuencias de las agresiones, todos los participantes entrevistados refieren que la mayor parte de las veces estas son legales así como relacionadas con la intensificación de una rivalidad con otras pandillas; debe señalarse asimismo que dos participantes, uno de Aguascalientes y otro más de los radicados en Texas mencionan consecuencias sociofamiliares ligadas a afectos. En lo que toca a la frecuencia de agresiones en los grupos de maras se refieren como cotidianas y aunque mayormente son nocturnas pueden tener ocurrencia en cualquier horario del día. Los participantes centroamericanos radicados en Texas refirieron que los fines de semana por la tarde y noche es frecuente la presencia de agresiones, sin embargo, uno de ellos puntualizó que cualquier hora o día solo requerirá de una contingencia elicitadora para que se dispare la agresión. Los entrevistados de Aguascalientes discreparon entre sí, ya que uno mencionó que todos los días existen agresiones, mientras su par refería que los viernes y sábados por las noches eran los días de mayor riesgo. En el mismo sentido, los participantes del norte de México difirieron ya que uno señaló como cotidiana la presencia de agresiones mientras el par refería los fines de semana o de eventos masivos como exhibiciones o conciertos. Tiene sentido mencionar que los hallazgos expuestos mostraron coincidencia con lo referido por Valenzuela, Nateras y Reguillo (2013) que señalan que las campales tienen una temporalidad oscilante y que el fin de estas agresiones normalmente sobreviene cuando alguna consecuencia seria ha ocurrido. Igualmente, la detección de la agresión como un común denominador de las pandillas coincide con mucho conocimiento vertido en estado del arte (Aguilar, Carranza e IUDOP, 2008; Briceño-León, 2002; Cruz, 2001; Cruz, 2005) lo que soporta que estos grupos se atiendan en temas de prevención de agresión y violencia de forma sistemática y con el apoyo estructural. Finalmente, no debe pasar desapercibo considerar que la agresión es parte de lo que se ha denominado violencia ritual, la cual se liga no exclusivamente con manifestar confrontación hacia otros, sino también con la asunción de una identidad.

Como piloteo, la entrevista se aplicó antes a estudiantes universitarios para depurarla y llegar hasta la versión utilizada. La entrevista utilizada explora desde una perspectiva comportamental elementos como la justificación de las

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