PALOMEQUE, Silvia, 2013. \"Casabindos, Cochinocas y Chichas en el siglo XVI. Avances de investigación” en M.E.Albeck, M.Ruiz y B.Cremonte (ed). Las Tierras Altas del Área Centro Sur Andina entre el 1000 y el 1600 D.C. TANOA II, EDIUNJU, Jujuy. 2013, pp. 233 a 263

September 27, 2017 | Autor: Silvia Palomeque | Categoría: Sociedades Indígenas, Sociedades Andinas, AUTORIDADES ETNICAS, INVASION ESPAÑOLA
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PALOMEQUE, Silvia. "Casabindos, Cochinocas y Chichas en el siglo XVI. Avances de investigación” en M.E.Albeck, M.Ruiz y B.Cremonte (ed). Las Tierras Altas del Área Centro Sur Andina entre el 1000 y el 1600 D.C. TANOA II, EDIUNJU, Jujuy. 2013, pp. 233 a 263

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Casabindos, cochinocas y chichas en el siglo XVI. Avances de investigación Silvia Palomeque * RESUMEN Se presenta una apretada reseña de nuestros principales avances en la investigación sobre la historia de casabindos, cochinocas y chichas durante el período de su invasión y conquista por parte de los españoles. En primer lugar recuperamos las causas académicas y personales que nos fueron acercando al estudio del tema y los aportes previos que mayor incidencia tuvieron al inicio de nuestro trabajo. Asimismo, nos identificamos como parte del movimiento de renovación historiográfico que - en las décadas del ´80 y ´90 - modificó no sólo las preguntas y los espacios sino también las fuentes de información consultadas. Luego señalaremos los avances sobre los diferentes ambientes y recursos, las distintas sociedades indígenas durante el período prehispánico, para culminar refiriéndonos a la historia de estos pueblos durante el período colonial temprano donde, debido al tipo de fuentes consultadas, también tuvimos que analizar los conflictos jurisdiccionales. Estos nuevos avances provienen principalmente de algunos documentos que logramos localizar luego de romper con el límite del siglo XVI y de haber pasado a buscar documentos y referencias en cualquier archivo, repositorio, período y serie, incluyendo no sólo documentos civiles sino también eclesiásticos. En este escrito1 nos proponemos exponer nuestros principales avances en la investigación sobre la historia de casabindos, cochinocas y chichas durante el período de su invasión y conquista por parte de los españoles. Revisaremos primero las causas académicas y personales que nos fueron acercando al estudio del tema y los aportes previos que mayor incidencia tuvieron al inicio de nuestro trabajo, mientras nos identificamos como parte del movimiento de renovación histo-

riográfico que - en las décadas del 80 y 90 - modificó no sólo las preguntas y los espacios sino también las fuentes de información consultadas. Luego pasaremos a señalar los avances sobre los distintos ambientes y recursos, las distintas sociedades indígenas durante el período prehispánico, para culminar refiriéndonos a la historia de estos pueblos durante el período colonial temprano donde, debido al tipo de fuentes consultadas, también tuvimos que analizar los conflictos jurisdiccionales.

* CONICET y Universidad Nacional de Córdoba, Argentina

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El inicio de las investigaciones En una primera investigación, de historia económica y social sobre los circuitos mercantiles y formas de producción de todas las provincias del “interior argentino”2 en las últimas décadas coloniales, nos sorprendió la existencia del Partido de la Puna, densamente poblado, altamente mercantilizado, sin ciudad española, con un mercado con características claramente andinas, muy diferente de los otros espacios mercantiles de la antigua Gobernación del Tucumán (Palomeque 1989)3. Las intensas relaciones mercantiles en el ámbito puneño no podían explicarse ni integrarse con los resultados de las importantes investigaciones previas de G. Madrazo sobre el marquesado de Valle Tojo (Madrazo 1982). También incidieron en nuestro interés los continuos contactos e intercambios que manteníamos con V. Conti, G. Sica y M. A. Zaburlin, al igual que una temprana lectura de los aportes e inquietudes planteadas por T. Platt en su artículo sobre Lipes (1987) cuyo modelo de análisis sobre los calendarios ya habíamos consultado al investigar las sociedades campesinas de Santiago del Estero (Palomeque 1992)4. Pocos años después, cuando desarrollamos nuestra primera investigación específica sobre la población, tributos, circuitos e intercambios en la Puna para fines del período colonial (Palomeque 1994), recuperamos la propuesta de Martínez (1992:35) sobre la necesidad de estudiar en conjunto a los atacamas, casabindos, cochinocas, chichas, omaguacas, lipes, etc., debido a su comportamiento político, al asentamiento interdigitado y por estar

relacionados entre sí a través del sistema de caravanas. También nos fue muy importante poder contar con el artículo de Albeck (1992) sobre ambiente, recursos e intercambios prehispánicos, que nos posibilitó una mirada de larga duración sobre las especializaciones productivas y las orientaciones de los intercambios, enriqueciendo notablemente nuestra perspectiva de análisis, mientras comenzábamos a construir una relación de trabajo conjunto que nos ha resultado muy fructífera y agradable. A lo largo de esta investigación fuimos percibiendo que la misma era parte de un conjunto de nuevos trabajos sobre las sociedades indígenas en Argentina, que se insertaba en una etapa de franca transformación en relación con los trabajos anteriores. No sólo se trataba de nuevas preguntas planteadas desde la experiencia de la etnohistoria andina, sino también de toda una renovación sobre las fuentes consultadas. De la lectura de los estudios previos, desprendemos que hasta la década del ´70, tanto los historiadores como los arqueólogos habían consultado principalmente crónicas y documentos conocidos desde la primera mitad del siglo XX: documentos emanados de los cabildos urbanos de Salta y Jujuy, los depositados en el Archivo General de Indias (AGI) que habían sido publicados por Levillier y otros similares a más de los que estaban transcriptos e inéditos en el Museo Etnográfico y, ocasionalmente, con mucha menos frecuencia, otros como los de la Colección García Viñas de la Biblioteca

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Nacional y los publicados por Toribio Medina (1888-1901) y Víctor Maurtúa (1906). Para nosotros fue muy importante recuperar parte de la mencionada propuesta de Martínez sobre la necesidad de estudiar todos los diferentes pueblos en conjunto, ya que ella terminaba rompiendo con las unidades de análisis acotadas a determinados espacios provinciales y nacionales que limitaron los aportes de importantes investigaciones anteriores como las de Vergara (1961 [1934]), Carrizo (1934) y Salas (1993 [1945]), que se destacaron por su amplia consulta bibliográfica y la búsqueda de nuevas fuentes. También nos permitió romper con la tradición iniciada por Levillier (1926-1932, I:83) quien comenzaba el análisis histórico “del Tucumán” con la “expedición” de 1543 dirigida por Diego de Rojas (éste, frente a la resistencia indígena de las “tierras altas”, termina realizando un reconocimiento de las “tierras bajas”). Sin embargo, la primera “expedición” que afectó a las poblaciones de la futura Gobernación del Tucumán fue la de 1535/6, cuando Almagro y Paullo Inca (o viceversa) bajaron desde el Cuzco hacia Chile cruzando por el noroeste del actual territorio argentino. Entendemos que omitir esta temprana e importante información coadyuva a postergar o soslayar el estudio de las complejas sociedades indígenas andinas de las “tierras altas”, que durante muchas décadas resistieron y/o negociaron con los españoles desde posiciones de fuerza. Indirectamente, se terminaba centrando el análisis en el estudio de la invasión española en las “tierras bajas”, donde primero se

consolidaron, para culminar enfatizando la historia de la construcción de la sociedad española colonial a través del dificultoso proceso de fundación de sus ciudades5. Se trata de una selección documental recortada que es la adecuada o necesaria para justificar las futuras delimitaciones administrativas, base de los derechos jurisdiccionales de las provincias y de Argentina6. A nuestro entender, todo ello derivó en una mayor consulta de la documentación que generaban los invasores españoles asentados en las ciudades del Tucumán mientras consolidaban sus derechos, cuyos relatos tendían a coincidir con la documentación édita o transcripta proveniente del AGI, y en base a ambas se construyeron historias de cada provincia y la de Argentina, en consonancia con ellas. Es posible que, en muchos casos, no se estuviera percibiendo que la documentación édita proveniente del AGI sobre Argentina era mayormente la que había sido localizada y catalogada por el Ministerio de Relaciones Exteriores de Argentina (Molina 1955: 37-38), en períodos de conflictos limítrofes con los países vecinos, y que quizá por esa causa era tan coincidente con la información proveniente de los cabildos de las ciudades. En la zona de nuestro interés, a fines de los 70 estas tendencias comenzaron a ser modificadas por G. Madrazo quien consultó y se preocupó de la preservación de otro tipo de materiales como la documentación privada del Marquesado del Valle de Tojo, mientras iniciaba el análisis de los expedientes judiciales de los archivos provinciales argentinos, proceso que luego (desde

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las décadas del ´80 y ´90) fueron profundizando los colegas de su equipo y los de A. M. Lorandi y M. Tarragó y también por G. Doucet. El cambio en las fuentes se relaciona con la modificación de los actores estudiados y las preguntas planteadas, provenientes de la etnohistoria andina, lo que también posibilitó un trabajo más integrado con los importantes aportes previos provenientes de la arqueología. Este nuevo grupo ya lee todos los cronistas, dejando de lado los preconceptos “nacionales” o “provinciales”, y no solo consulta los expedientes judiciales y protocolos provinciales sino que comienza a revisar documentos inéditos del AGI, del Archivo Nacional de Bolivia en Sucre, profundiza la búsqueda en la Colección García Viñas y, desde 1992, cuenta con los importantes expedientes publicados en el número 10 de Estudios Atacameños. Es decir que, tal como plantea J. L. Martínez, se estudian las sociedades andinas como parte de un conjunto de pueblos relacionados, respetando lógicas e interrelaciones espaciales previas a la invasión española y a su secuela de nuevas jurisdicciones políticas y administrativas. Nuestra primera investigación participa de estos cambios en la documentación consultada en tanto, para conocer sobre ambiente, población, intercambios y circuitos de la Puna a fines del período colonial, no sólo revisamos los documentos éditos del cabildo urbano y las series de gobierno y hacienda del archivo provincial de Jujuy como era habitual, sino también los documentos de Real Hacienda del

Archivo General de la Nación (AGN) en Buenos Aires, donde están las series de sisa de Salta y Jujuy antes revisadas por Sánchez Albornoz (1978 [1973]) y otras que nunca antes habían sido consultadas como las series de Alcabalas y sus Receptorías y el padrón de toda la población indígena de Jujuy de 1806. También en el AGN, en una insólita serie Documentos Diversos (que buscamos por recomendación de G. Doucet), localizamos el padrón de 1786, un documento excepcional que nos permitió superar los límites impuestos por los datos aportados por los censos de 1778 y 1779 y por el padrón de 1806, en tanto allí se diferencia a la población indígena entre forasteros y originarios, incluyendo su lugar de residencia. Es decir, todo un conjunto de información básica muy completa, semejante a la de varias zonas americanas para el período borbónico. Pero todos estos cambios y arduas búsquedas de archivos no condujeron a mayores hallazgos de documentos importantes para el análisis de las sociedades indígenas de Puna ni para las de Quebrada de Humahuaca ni las de valles orientales para los períodos previos a fines del siglo XVIII, entendemos que debido a los escasos controles del poder central colonial sobre el sector privado español o a la falta de conservación de documentos. Esto implicó que Sica, Sánchez y Zanolli y otros colegas tuvieran que basar sus trabajos en líneas de documentos, logrados tras largas horas de búsqueda, donde se destaca la minuciosa y completa revisión realizada por Sica y Sánchez de los documentos judiciales tempranos de Jujuy7. Problemas similares enfrentamos

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en nuestras investigaciones posteriores sobre la historia de las sociedades indígenas de Casabindo y Cochinoca y sus pueblos vecinos, sobre todo en el período colonial temprano. Los nuevos avances que aquí presentamos provienen de algunos documentos que logramos localizar luego de romper con el límite del siglo XVI y de haber pasado a buscar documentos y referencias en cualquier archivo, repositorio, período y serie, incluyendo no sólo documentos civiles sino también eclesiásticos y los referidos a conflictos jurisdiccionales de todo tipo. Debo reconocer que los avances también han sido posibles por el aporte que desde la arqueología y la etnografía nos brindó M. Albeck y por poder contar ambas con el generoso apoyo de A. Presta, con larga experiencia de investigación sobre la historia de Charcas en el siglo XVI.

Ambiente, recursos y zonas de asentamiento de los pueblos prehispánicos Según Martínez (1992), la zona de nuestro interés es parte de un espacio más amplio, la “puna árida”, vasta planicie altiplánica de 4.200 metros de altura promedio, salpicada de salares, que se extiende desde el salar de Uyuni hasta los 25°S8, flanqueada hacia el oriente primero por las quebradas semiáridas con valles fértiles y luego por la llanura chaqueña, y hacia el occidente por el desierto de Atacama y luego la costa pacífica. Efectuando un recorte jurisdiccional de esta puna árida, desde la arqueología y el estudio ambiental, M. Albeck (1992) caracteriza a la “puna de Jujuy”

como un espacio especializado en la producción ganadera pero que puede subdividirse en distintas zonas o subzonas ambientales, a las que relaciona con los principales núcleos de asentamiento de las poblaciones prehispánicas (recuperando a Krapovickas, 1978). Estos pueblos mantenían relaciones de intercambio a larga distancia con múltiples grupos y en un amplio espacio, que iba del mar a la selva, y presentaban dos tendencias: los habitantes del norte de la Puna se relacionaban con los valles agrícolas actualmente ubicados en Bolivia y los asentados hacia el sur lo hacían con aquellos localizados hacia la Quebrada de Humahuaca. A nuestro entender, de las grandes tendencias que se plantean a lo largo del trabajo de Albeck, se puede desprender que la Puna de Jujuy tendía a subdividirse en dos grandes zonas, una norte y otra sur. La zona norte estaba habitada por los chichas prehispánicos, que en el período tardo colonial incluía los curatos de Yavi, Rinconada y Santa Catalina. Dentro de esta zona, hacia el oriente se encontraba Yavi, más húmeda que el resto, con valles profundos y abrigados que facilitaban la agricultura. Hacia el centro estaban Rinconada y Santa Catalina, en la cuenca endorreica de la laguna de Pozuelos, donde la cota mínima 3650 msnm permitía una escasa agricultura en tiempos prehispánicos, actualmente inexistente, mientras que se daban y se dan excelentes forrajes naturales para el ganado cerca de laguna. La otra parte de la Puna, la ubicada hacia el sur, que se correspondía con los curatos tardo-coloniales de Cochinoca

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y Casabindo, abarcaba el extremo sur de la cuenca de la laguna Pozuelos, con sus excelentes pasturas ya mencionadas, más la parte norte de la cuenca de Guayatayoc-Miraflores también con pastos que permitían una importante ganadería. Una cota mínima de 3450 msnm y precipitaciones menores que las de Yavi, que al norte posibilitaban el desarrollo de una agricultura en pequeñas quebradas de las sierras cercanas, que fue importante en periodos prehispánicos. Ya más hacia el sur, pero dentro de los mismos curatos coloniales, la porción meridional de la cuenca de Guayatayoc y los salares era y es una zona más seca, con las partes bajas ocupadas por salares, con un desarrollo regular o escaso de la ganadería y ya sin agricultura. Todo el espacio sur de la Puna era la zona de asentamiento de los casabindos y cochinocas prehispánicos dentro de la cual se encontraba el terreno más acotado al cual fueron reducidos por los españoles a principios del siglo XVII (Sánchez y Sica 1994)9. Esta síntesis apretada de los aportes de Albeck nos permite relacionar sus zonas con las ya señaladas por C. Troll, asociación necesaria para poder pensar este ambiente y sus recursos como parte del conjunto más amplio de las sociedades andinas. Para Troll el área de nuestro interés estaba dentro de “la región cerrada de las culturas andinas”, por donde pasaba una línea divisoria imaginaria (de Arica a Humahuaca) que en la Puna pasaba justo al sur de la laguna de Pozuelos, separando con una línea oblicua a las dos zonas antes mencionadas (figuras 1 y 2). En la Figura 1, sobre las “áreas culturales” andinas de C.Troll, puede

observarse que hasta el norte (o noreste) de la Puna de Jujuy se extendía la amplia zona de los “andes de puna” o “altas culturas andinas, agrícolas a base de azada y crianza de grandes animales (con irrigación artificial)”. Zona que, para Murra, fue la decisiva en el desarrollo de la civilización andina en tanto la población se concentra y concentraba en el sector donde se interprenetran e interprenetaban la “puna o altiplano y la quishua o sierra”, porque se puede practicar la agricultura de tubérculos a distancias relativamente cortas de los pastos para el ganado (Murra 1978[1955]:30-31). En la Figura 1 de Troll, los “andes de puna” donde se practicaba la actividad agrícola bajo riego en valles secos y hacia donde se trasladaba el “centro de gravedad cultural”, se vuelven más angostos desde Humahuaca hacia el sur, quedando desplazados hacia el oeste, y por su extensión este-oeste parecieran abarcar no sólo los valles con sus ríos sino también sus nacientes en el altiplano. Hacia el oeste de esta zona se ubicaba la zona de “las culturas andinas a base de la crianza de animales y cultivos muy reducidos”, un cambio que explicaba debido al decrecimiento de la humedad que derivaba en la falta de oasis en la costa y la casi imposibilidad de agricultura en un altiplano más seco, que se volvía predominantemente ganadero (Troll 1987 [1931]: 7, 9, 11). En consecuencia, si bien recordamos que la “Puna de Jujuy” es un espacio que corresponde a delimitaciones jurisdiccionales que no responden a cortes ambientales ni respetan los asentamientos prehispánicos y que, para su mejor comprensión, tenemos

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que considerar espacios más amplios; también tenemos que concluir que no podemos considerar a toda la Puna de Jujuy como parte de un ambiente relativamente homogéneo. Los estudios específicos de Albeck nos señalan que está segmentada en diversas zonas, donde las principales se asemejan a las señaladas por el antiguo corte de C. Troll quien, junto a Murra, también nos recuerdan la relación existente entre agricultura bajo riego y complejidad social, mientras nos alertan sobre la importancia de aquellos espacios donde se puede practicar la agricultura a corta distancia de los pastos del ganado. Respecto a ambientes y recursos, para concluir, corresponde recordar que la zona que menos conocemos es la ubicada en el extremo nor-oeste de la Puna, aquella donde Krapovickas ubicaba asentamientos multiétnicos de chichas, casabindos, cochinocas y uros en el período prehispánico y de atacameños en el colonial temprano. Cabe señalar que en esa zona, al igual que en Cochinoca, Rinconada y Santa Catalina, durante el período colonial se desarrollaba una importante actividad minera cuya explotación no está incluida en el análisis sobre ambiente y recursos que acabamos de

Figura 1: Recorte de C.Troll

presentar. Queda pendiente el análisis de los recursos mineros y las actividades extractivas y no sólo de metales preciosos como el oro y la plata, que tan preciados fueron a partir de la invasión española, sino también de las minas de cobre y estaño10. Esta actividad minera, considerada “pobre” por los españoles y que durante la colonia pierde importancia, era central durante el Tawantinsuyu11 y debe haber sido importante en la zona en tanto el bronce clásico era una aleación de cobre con estaño o bronce estañífero, y justo en el

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Figura 2: Detalle de la línea de Arica a Humahuaca de C. Troll.

extremo noroeste de la Puna se localiza parte de los indispensables depósitos de estaño12.

Historia de las sociedades indígenas durante la invasión española Con una formación en historia económica y social, y experiencia en el estudio de los intercambios y participación mercantil indígena y campesina, al iniciar las investigaciones sobre el siglo XVI tuvimos que enfrentar el estudio de temas nuevos como el análisis de la historia política y militar de la invasión española sobre esta zona, que además presentó una seria dificultad inicial debido a la existencia de relatos contradictorios sobre los mismos hechos, donde las mismas situaciones se relataban de diversa manera según

los intereses de los actores. Nos llevó algún tiempo comprender que, en la construcción de la historia de esta zona se estaban confrontando intereses jurisdiccionales contrapuestos, y que los mismos no eran sólo los conflictos ya conocidos entre los vecinos españoles de Salta y Jujuy sino, principalmente, entre los de la Audiencia de Charcas y de la Gobernación del Tucumán y también entre sus Obispados. Sintéticamente, sus primeros encomenderos, vecinos de Charcas (Presta 2000, 2001)13, luego de largos años de negociaciones y lucha contra sus indios insumisos, terminaron siendo desplazados del control de sus antiguos pueblos por los vecinos de otra jurisdicción, la de la Gobernación del Tucumán, a través de un proceso militar y de corrimiento permanente de la frontera. Esto nos llevó a revisar y ampliar

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el planteo inicial (Martínez 1992) sobre la necesidad de trabajar Casabindo y Cochinoca tomando en consideración las sociedades indígenas vecinas, en tanto también teníamos que incluir los varios y conflictivos grupos de españoles y las autoridades de diversas vecindades dispersas entre la Gobernación del Tucumán y Charcas, a más de sus autoridades eclesiásticas. En un primer momento nos abocamos al estudio de la historia política de los casabindos y cochinocas recuperando y contrastando la versión de sus autoridades étnicas en 1662, trabajo que nos permitió conocer el largo proceso de acuerdos, sublevaciones y rebeliones que culminó en el sometimiento a los españoles recién a fines de la década de 1580, cuando a pesar de encontrarse en plenas negociaciones con Charcas, fueron invadidos militarmente desde la Gobernación del Tucumán (Palomeque 2006a). Al haber observado la importante relación que mantenían casabindos y cochinocas con los chichas hasta la década de 1570, nos llevó a iniciar una nueva investigación sobre las relaciones entre estos pueblos. En esta investigación culminamos revisando la particular historia política de los chichas durante el Tawantinsuyu y su importancia en el control de la frontera chiriguana, su resistencia y posterior derrota militar por parte de los españoles en las batallas de Cochabamba, las sucesivas tasas y tributos y mitas, para finalmente analizar con más detalle la “parcialidad” ubicada hacia el sur, la reducida en Talina, los ayllus que la conformaban y el amojonamiento de sus tierras en la reducción toledana, a más de sus estrategias para defenderlas de

las expropiaciones de los vecinos de Charcas y del Tucumán (Palomeque 2010). En este trabajo, si bien originalmente nos planteamos trabajar la relación entre cochinocas, casabindos y chichas, la importancia y complejidad del tema nos llevó a centrarnos en los pueblos chichas. Algo similar sucedió con la siguiente investigación, donde queriendo abordar sólo el análisis de las antiguas tierras de los chichas del norte de la Puna de Jujuy que fueron expropiadas tanto por los españoles de Charcas como por los de la Gobernación del Tucumán (Palomeque 2007), derivamos en un complejo trabajo conjunto con M. Albeck sobre el estudio de toda la ocupación de las tierras de los grupos indígenas de la Puna de Jujuy por parte de los españoles (hasta 1660), con puntuales relaciones hacia la historia de la territorialidad de los chichas (Albeck y Palomeque 2009). Debido a estos recorridos de investigación que fueron cubriendo diversos aspectos y espacios, en este texto nos proponemos ir integrando los distintos procesos antes estudiados, mientras vamos incorporando los nuevos avances realizados. A continuación presentaremos una síntesis sobre las características de las sociedades prehispánicas de casabindos, cochinocas y chichas, la invasión española en el periodo colonial temprano, los conflictos jurisdiccionales y el proceso de ocupación española de las tierras indígenas, en tanto a través del estudio de estos últimos procesos hemos podido ir reconstruyendo parcialmente cuales habrían sido las relaciones mantenidas entre chichas, casabindos y cochinocas prehispánicos y cómo las mismas

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fueron afectadas durante el proceso de invasión y el de la posterior reducción colonial. Si bien no contamos con un trabajo específico sobre la historia de los chichas prehispánicos, nos fue sumamente importante poder consultar trabajos previos de Saignes (1985b, 1990 [1984]), Renard-Casevitz y Saignes (1988), Presta (1995 [1992], 2008), Oliveto (2004), Oliveto y Ventura (2009) y análisis y anexos documentales publicados por Tristan Platt, Therese Bouysse-Cassagne y Olivia Harris (2006), más el estudio sobre los chichas de Calcha de Frías Mendoza (2002). Al comenzar a revisar los cronistas, encontramos que Garcilaso consideraba que los chichas eran una “provincia” importante, de cuantiosa y belicosa población, que fueron conquistados por los incas después de los Charcas, pero sin incluirlos dentro de ellos. Casi nunca los menciona de forma independiente: en dos ocasiones se refiere a ellos junto con otras “grandes provincias” a ganar por los incas en el Collasuyu “…Caranca, Ullaca, Llipi, Chicha, Ampara, grandes, pobladas de gente belicosa…”, y en otro texto asocia a “dos provincias”, Chicha y Ampara, porque ambas compartían la adoración a la gran cordillera “Sierra Nevada” (Garcilaso 1985 [1609] II, 219, 205, 262). Según Betanzos (1987 [1551]:164) y el Memorial de Charcas (en Platt et al. 2006:828-846), los chichas opusieron fuerte resistencia a la dominación inca pero al ser derrotados pasaron luego a colaborar con ellos, convirtiéndose en valiosos soldados, junto a otros pueblos.

En la Memoria de los nietos de Topa Inga Yupanqui se diferencia la conquista de la provincia de los charcas (uilacharca y hancocharca) de la de los chichas, remarcando su importancia en el control de la frontera chiriguana14 mientras nos brinda una sugerente agrupación donde los chichas encabezaban un conjunto de pueblos, todos los de la zona de nuestro interés. Allí se dice “…Y entró en la provincia de los chichas y moyosmoyos y amparais yaguitas copoyapo churomatas y caracos y luego hasta los chiriguanas hasta Tucumán y allí hizo una fortaleza y puso muchos indios mitimaes…” (Capac Ayllu 2004 [1569]: 95,96). De las investigaciones previas desprendemos que la colaboración de los “belicosos” chichas con los incas se dio principalmente en la importante red de pucaras de la frontera oriental, los destinados a controlar la ofensiva chiriguana que se venía dando desde 1526 (Renard-Casevitz y Saignes 1988:160), que eran una pieza clave en el control de esta frontera que incluía la presencia de mitimaes y orejones (Presta 1995 [1992]; Zanolli 1995, 1998/9, 2005; Oliveto 2004), lo que condice con la reconocida habilidad de los chichas para el manejo del arco y la flecha (Lizárraga 1916). El ordenamiento del texto del Capac Ayllu sugiere la existencia de una cierta preeminencia o influencia de los chichas sobre un grupo de pueblos como los moyosmoyos, amparais, yaguitas [diaguitas], copoyapo [copiapóes] churomatas y caracos [?], ubicados en un arco que va desde la frontera oriental de los andes hacia Copiapó, pasando por los valles calchaquíes15, aunque cabe señalar que en dicho

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texto no se menciona a casabindos y cochinocas y a otros pueblos cuyos núcleos poblacionales se encontraban dentro de ese arco territorial. Es decir que si bien se ha avanzado en el estudio de los chichas y su lucha contra los chiriguanos primero y contra los incas después, además de su posterior e importante inclusión en el sistema defensivo incaico de la frontera oriental, sólo encontramos estas referencias sobre sus relaciones con otros pueblos. Tampoco hemos localizado documentos sobre su relación con los incas en otros importantes aspectos como la construcción y funcionamiento del camino incaico y su red de tambos y depósitos, a pesar de que estamos ante una zona muy importante dentro de esta estructura vial ya que, al pasar por los valles de los chichas, el camino se bifurcaba en las distintas direcciones que iban hacia la zona sur del Tawantinsuyu. Desde sus pueblos, un tramo pasaba por Suipacha y luego bajaba por la actual Quebrada de Humahuaca, y otro ramal partía desde Talina hacia Casabindo donde a su vez se bifurcaba, siguiendo a Atacama por un lado y por el otro hacia valles Calchaquíes16. Sobre casabindos y cochinocas en el periodo prehispánico no tenemos mayores referencias documentales directas, excepto la mención de Betanzos sobre que una parte del ejército de Topa Inca que venía desde Atacama siguió por “Caxavindo” para llegar a los chichas, cita que nos indica que existía un conocimiento previo de la zona, sobre todo si consideramos que en el mismo relato se ve que desconocían la

zona de Lipez hasta ese momento (Betanzos 1987 [1551]: 164). Luego de la invasión española, los cronistas de la expedición de Almagro y del Inca Paullo hacia Chile en 1535 describieron la “provincia de los chichas” debido a que se asentaron un tiempo en “Topiza”, poblado al cual identificaron como “cabecera de los chichas” o “cabecera de esta tierra”17 y, aunque ninguna información posterior lo confirme, intuimos que esas referencias podrían corresponderse con la de un asentamiento inca vinculado a la red vial que fue tempranamente desestructurado18. Los relatos de las mismas fuentes sobre que allí Almagro se abasteció de herraduras de cobre, también nos permiten suponer la existencia de un centro de fundición de metales, actividad que podría haber continuado por lo menos hasta el siglo XVII en tanto en 1645 había un “ingenio” en Tupiza (AGN 9-20-4-4) y una “fundición” (Saignes1985a, mapa19). Los cronistas de esta expedición no aportaron mayores detalles sobre la Puna de Jujuy, en tanto se preocuparon más de las zonas conflictivas ubicadas hacia el valle de Jujuy y Chicoana (Ruiz 2004), que estaban asolados por las incursiones de pueblos selváticos, posiblemente frente a una temprana desestructuración del sistema defensivo incaico de la frontera oriental. Donde se encuentran las informaciones tempranas más complejas tanto sobre chichas como sobre casabindos y cochinocas es en las primeras cédulas de encomienda que ya fueron analizadas por Salas (1993 [1945]), Zanolli (1995, 1988/9, 2005), Platt et al. (2006)

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y otros investigadores. Los chichas fueron entregados en encomienda muy temprano (1539) junto a varios e importantes pueblos que se le otorgaron nada menos que a Hernando Pizarro, y su explotación se vinculó tempranamente al trabajo en la mina de Porco recientemente entregada a los españoles (Platt et al. 2006:315). En el listado de señores que consta en la primera cédula de encomienda podemos observar la existencia de nombres de señores que luego se mantendrán como tales al frente de los distintos pueblos de reducción, y también que en uno de los segmentos se incluyó un conjunto muy amplio de mitimaes de distinta y lejana procedencia, que suponemos vinculados al control de la frontera chiriguana. Como Hernando Pizarro se vio obligado a viajar a España para ser enjuiciado, el manejo de su encomienda quedó en manos de sus administradores hasta que sus indios encomendados pasaron a la real corona, es decir, con sus señores tributando directamente a las Reales Cajas, lo cual nos ha permitido conocer sus sucesivas tasas y retasas (Palomeque 2010). Un año después que los chichas, en 1540, los casabindos y cochinocas fueron entregados en depósitos de encomienda a dos españoles vecinos de Charcas de menor prestigio y poder que Hernando Pizarro, un pueblo a Juan Villanueva y el otro a Martín Monje, los que durante años pleitearon aduciendo derechos superpuestos. Las dos cédulas que incluían la lista de sus jefes y la de sus pueblos, ya han sido estudiadas por Zanolli (1995) que sostiene que ambas se referían a territorialidades diferentes, los cochinoca

más al norte que los casabindos, y que ambas se referían a un amplio espacio salpicado que iba desde sus actuales lugares de asentamiento en la Puna hacia los valles orientales. Si bien todas las referencias anteriores tienden a señalar diferencias entre chichas, casabindos y cochinocas, no por ello estos pueblos dejaron de tener fuertes relaciones. Por los documentos publicados por Platt et al. (2006) pudimos conocer que los chichas dirigidos por su señor Curotare fueron uno de los grupos étnicos que se enfrentaron militarmente a los españoles durante su derrota definitiva en las batallas de Cochabamba en 1538, luego de las cuales quedaron sometidos al sistema colonial. Esta mención a Curotare [Corotare] nos fue muy valiosa en tanto ese era el nombre del padre de la esposa principal del curaca del “valle de Casabindo” en 1557, referencia que indica la existencia de vínculos de parentesco entre las jefaturas, relación que se confirma al observar que en las negociaciones de paz con los españoles de 1557 participa o auspicia el señor principal de los chichas (Martínez 1992; Palomeque 2006a). Estas negociaciones de paz con los españoles en la década del ´50 fueron necesarias porque sus primeros encomenderos, Monje y Villanueva, nunca fueron plenamente reconocidos como tales por sus indios, en tanto hay referencias (que habría que volver a revisar) sobre que hacia 1540 se rebelaron los chichas y arrastraron tras ellos a sus vecinos, a más de los atacamas. Recién en la década del ´50 con las autoridades coloniales centrales aliadas con los

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religiosos, comenzó en toda la zona el período de paz auspiciado por el señor de los chichas y es en estos años cuando se fundó la primera ciudad en el valle de Jujuy (Nieva, 1561) por parte de los encomenderos vecinos de Charcas cuyos indios encomendados estaban en la Puna, Quebrada y valles orientales (Presta 2001; Palomeque 2006a). En el corto período de paz que corre desde 1557 a 1563 todos estos pueblos quedaron sometidos a los encomenderos y autoridades de Charcas, pero la situación se modificó totalmente a partir de la gran sublevación iniciada en 1563 en los valles Calchaquíes (Lorandi 2000). Durante la misma, la ciudad de Nieva fue arrasada en medio de la sublevación de una parcialidad chicha (la ubicada más hacia el sur), casabindos, cochinocas, apatamas, omaguacas, etc., en consonancia con la sublevación de Juan Calchaquí, en los mismos años del Taqui Oncoy y en medio de un avance chiriguano que en estos años llegó hasta cerca de Potosí. Los sublevados no sólo destruyeron Nieva sino también todas las ciudades de las tierras altas del Tucumán, dejando en pie sólo a Santiago del Estero, ubicado en las tierras bajas, donde quedaron cercados los pocos españoles que se habían salvado, con todas las rutas interrumpidas hasta que lograron romper el cerco y fundar Ibatín con apoyo militar enviado desde Charcas, mientras seguía sublevada toda la población indígena de las tierras altas (Lorandi 2000; Palomeque 2000, 2006a, 2009). Pocos años después, el 2 de febrero de 1566, el Licenciado Matienzo interesado en abrir una ruta para co-

municar Charcas con el atlántico (“la mar del norte”) a través de la Gobernación del Tucumán, informaba al Rey sobre la factibilidad de esta ruta y sus características, y en ella fue anotando los pueblos por donde pasaba el camino, cuáles atendían los tambos, cuáles estaban rebelados pero podrían volver a atenderlos luego de pacificarlos y cuáles estaban francamente sublevados (Matienzo 1967 [1567] y Levillier 1918-1922, I:168-179). Escrito en fecha cercana, en su capítulo “De la Provincia de Tucumán, pueblos que en ella ha de haber y lo que ha de tener por destrito y términos su gobernación”, Matienzo propone que “…su destrito y términos debe ser desde Jujuy… Ha de tener por términos, desde el dicho Jujuy, todo lo que hay entre los dos rios: de Pilcomayo y río de Salta, que llaman Bermexo, hasta juntar con el Rio de la Plata… Desde dicho rio Bermexo, que nace de Casabindo, hasta otro río, que llaman Salado, y hasta llegar al Rio de la Plata, ha de ser también términos de Tucumán…” A más de mostrarnos el escaso conocimiento de este espacio por Matienzo, el texto nos indica que pensando en controlar las poblaciones sublevadas para facilitar el camino entre Charcas y el Mar del Norte, propone una nueva fundación de Jujuy y, por primera vez, la piensa incluida dentro de una muy amplia Gobernación del Tucumán cuyos límites alcanzaban hasta la costa oriental del río Paraná. Dentro de esta futura gobernación del Tucumán, la proyectada ciudad de Jujuy tendría una jurisdicción que debería incluir parte de la Puna, la Quebrada y Salta, ya que decía que “...Hanle de servir los indios de Omahuaca, y apatomas [apatamas]20 y casabindos y los diagui-

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tas de Calchaquí y los de Salta…”. (Matienzo (1967 [1567]):288,290) La propuesta de Matienzo no fue recuperada totalmente por el virrey Toledo quien optó por priorizar la seguridad de la zona minera controlando los chiriguanos mientras trataba de mantener abierta la ruta entre Charcas y el Tucumán, y para ello fue tomando un conjunto de medidas. En 1572 envió al visitador Ahumada para negociar la reducción de los pueblos chichas mientras optaba por no molestar a los atacamas y lipes, a los que no redujo ni les fijó nuevos tributos ni mitas para evitar su sublevación22. En 1573 ordenó al Gobernador del Tucumán Gerónimo Luis de Cabrera que fundara una ciudad-fuerte en Jujuy o Salta, aclarando que en ese último valle se asentaban los chiriguanos, fundación que no se concretó porque Cabrera optó por seguir rumbo al sur y fundar Córdoba en 1573 (Palomeque 2000). En 1574 el virrey avanzó militarmente contra los chiriguanos (con apoyo de los chichas y de otros pueblos andinos) pero fue derrotado (AGI Patronato, 235, 8.4)23, mientras lograba que Luis de Fuentes fundara Tarija entre 1573 y 1575 y comenzara a debilitar a los chiriguanos desde ese frente militar. El visitador Ahumada, entre 1572 y 1574, redujo a los chichas en tres pueblos de indios (en Calcha y Cotagaita, con Calcha de cabecera, y en Talina). La parcialidad ubicada más al sur (la que hemos ve-

nido identificando como la que se rebelaba junto a casabindos, cochinocas y omaguacas) y la que los documentos de la reducción identificaron como de “hatun chichas” quedó reducida en el pueblo de Talina. Allí se colocaron mojones en el curso del rio de San Juan, mojones que separaban los derechos a las tierras de cultivo de los distintos ayllus reducidos25 (Escaya, Yoscaba, Cimsima, Esmoraca, Yurcuma, Mana, Espicaya y Sococha26) y los de las tierras de comunidad y las de pobres y viejos, mientras mencionaban específicamente que uno de esos ayllus atendían el tambo de Moreta. Los cronistas de la expedición de 1535/6, los nombres de los ayllus y las exposiciones judiciales del siglo XVII nos permitieron conocer que, antes de la reducción, estas tierras agrícolas del curso del río ya estaban habitadas y que también ocupaban otras tierras de puna con pasturas, las que hacia el sur alcanzaban la lejana y

Figura 3: Recorte del mapa del Padre Diego de Torres en 160921

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amplia zona de Yoscaba, Escaya y un lugar denominado Cimsima que correspondería al actual Cerrillos, al noroeste de Cangrejos, en la parte norte de la Puna de Jujuy, las que dentro del proceso de negociaciones, terminaron siendo otorgadas como merced real de tierras a su curaca Don Diego Espeloca. También en el proceso de reducción negociaron un tributo más reducido -de 6 pesos corrientes en lugar de los 8 pesos que pagaban en Calcha y Cotagaita-, que documentos posteriores sostienen que fue debido a su colaboración en la batalla de “Quera” (lugar ubicado en la Puna) donde derrotaron a los chiriguanos (Palomeque 2010); mientras Lizárraga menciona que también acordaron quedar en la real corona y atender los tambos del camino respetando los precios arancelados. (Lizárraga 1916 [1609], II, 225).

2006a). En 1575, en parte siguiendo el consejo de Matienzo, finalmente logró que el Capitán Pedro de Zárate27 fundara la segunda ciudad de Jujuy (Alava 1575) con el apoyo de los ya antiguos encomenderos vecinos de Charcas que nunca o poco habían disfrutado sus encomiendas (Presta 2001, Palomeque 2006a), pero la ciudad y sus encomenderos pronto serán destruidos por los pueblos sublevados28, quedando nuevamente interrumpido el camino entre Charcas y el Tucumán. Toledo no respeta el proyecto de Matienzo en lo referido a la jurisdicción de Alava ni de Salta, en tanto estos territorios quedan dentro de la jurisdicción de Tarija29 (y no de la Gobernación del Tucumán), y entendemos que lo hace para respetar

Territorios de puna y valles de la parcialidad sur de los Chichas A pesar de la mentada batalla de “Quera” donde esta parcialidad de “atun chichas” se enfrentó exitosamente a los chiriguanos, Toledo no logró o no buscó pacificar los pueblos andinos aliados de los chichas que se asentaban hacia el sur y, por lo tanto, tampoco consiguió mantener abierta la ruta hacia el Tucumán (Palomeque

Figura 4: Territorios de puna y valles de la parcialidad sur de los Chichas26

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su propio proyecto antichiriguano donde los vecinos de Tarija eran una pieza clave. Es así como en estos años Luis de Fuentes y su hueste colaboraron en esta fundación y en el control de las sublevaciones indígenas de esta zona (Palomeque 2006a). Toledo sí sigue a Matienzo en lo referido a la jurisdicción al asignarle a Jujuy (que incluye todas las zonas con pueblos sublevados), en tanto su límite norte se ubica al sur de los chichas, hacia el sur en Choromoros (de Tucumán) y hacia el este en las tierras de Esteco (es decir, incluyendo Salta, Puna y Quebrada30) y donde el hecho de fijar “en los chichas” el límite sur de Charcas, termina trayendo un conjunto de conflictos que son los que, indirectamente, nos permitieron conocer la territorialidad prehispánica de la parcialidad sur de estos pueblos. Luego de la destrucción de Alava, fue Hernando de Lerma, gobernador del Tucumán, quien en 1581 recuperó el proyecto de Matienzo proponiendo que la gobernación del Tucumán incluyera Santa Fe y la margen izquierda del río Paraná31. Al año siguiente, 1582, logra fundar Salta con mucha dificultad debido a la resistencia indígena; aunque esta ciudad muy lentamente se irá convirtiendo en un centro desde el cual irán controlando militarmente el camino con indios sublevados, pero lo harán con huestes provenientes de la Gobernación del Tucumán y no de Charcas. En las actas levantadas durante la fundación de la nueva ciudad de Salta mencionaban que venían “a la conquista de los naturales” que estaban “de guerra o rebelados” en los valles de Salta, Jujuy y Calchaquí, y Pulares, Tafíes, Chicuana, Casabindo,

Cochinoca, Omaguaca y Choromoros (Quesada 1865:85,90,91), mientras fijaban una jurisdicción más amplia que la de Alava hacia el norte, en tanto comenzaba “en el asiento de Calahoyo”, mientras hacia el sur incluía a los Choromoros, exceptuando sólo a aquellos pueblos que estaban “de paz” y sirviendo a Tucumán. Este proceso de conquista del Tucumán que continúa desde Salta pareciera preocupar a las sociedades indígenas cuya rebeldía los iba dejando en manos de “los tucumanos”, ya conocidos por sus actitudes poco negociadoras. Si bien pasaron largos años donde el mantenimiento de Salta fue muy dificultoso debido al asedio indígena, los españoles lograron avanzar militarmente desde el gobierno de Ramírez de Velasco (1586-1593) (Palomeque 2000). Según referencias documentales provenientes de colegas que ya analizaron la historia temprana de la Puna (Sánchez y Sica 1994) y de los atacamas (Documentos, Estudios Atacameños, 10), a más de una relectura cuidadosa de Lizárraga (Lizárraga 1916 [1609] II:225) con la necesaria ubicación del período al que se refieren sus textos32, concluimos que justo en 1586, Viltipoco, el jefe militar indígena de la Quebrada de Humahuaca (pareciera que muy relacionado con atacamas, omaguacas, tilcaras y casabindos y cochinocas), con apoyo de los atacamas y de su encomendero Altamirano, logró acordar la paz con las autoridades de la Audiencia de Charcas para ser tratado igual que los chichas de Talina (la parcialidad del sur, la que acuerda con Toledo reducirse, recibir religiosos, tributar 6$ a la real corona y, según Lizárraga, tam-

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bién atender los tambos del camino). Este acuerdo no impidió el avance de las huestes del Tucumán, que seguían sin poder controlar las tierras altas del antiguo Tawantinsuyu donde suponían que encontrarían las riquezas mineras necesarias en sus pocas y pobres ciudades asentadas en la zona llana o en el piedemonte. Haciendo caso omiso de los acuerdos de Viltipoco con Charcas, avanzaron militarmente hacia Casabindo y Cochinoca y los conquistaron por la fuerza de las armas en 1588 o 1589 (Palomeque 2006a). Este largo relato de irrespeto a pactos y acuerdos, sublevaciones, rebeliones, enfrentamientos militares y avance jurisdiccional tucumano logramos conocerlo debido a su relación con conflictos posteriores. Años después, en 1592, los vecinos de la ciudad de Salta, frente a la exitosa política fundadora de Ramírez de Velasco (1591 La Rioja, 1592 Villa de la Nueva Madrid y el proyecto de fundar la tercera ciudad en Jujuy) y sintiéndose temerosos del recorte de los amplios linderos jurisdiccionales otorgados por Lerma a su ciudad, solicitaron y lograron que el virrey del Perú “Garzía de Mendoza” reconozca a la ciudad de Salta como heredera de los derechos jurisdiccionales acordados en 1575 por el virrey Toledo a la ciudad de Alava, durante el segundo intento de fundación de Jujuy por parte de sus encomenderos vecinos de Charcas y dentro de la jurisdicción de Tarija. A pesar de que la jurisdicción de Alava se iniciaba “... desde los límites de los Chichas, adelante el camino de Tucumán...”, en enero de 1593 el

Teniente del pueblo de Talina otorgó dicha posesión a Salta en Calahoyo (lugar mencionado por Lerma en la jurisdicción de Salta de 1582), un antiguo tambo real atendido por los chichas, ubicado en las tierras altas de la Puna, haciendo caso omiso de que al sur de Calahoyo se ubicaban las tierras privadas obtenidas por merced real del señor principal de los chichas de Talina (ABNB, 1674, EC n°25, f.17-24) (Palomeque 2006a, 2010), Don Diego Espeloca, cacique de Talina, que mientras tanto seguía colaborando con Luis de Fuentes en el control de los chiriguanos a través de la población de la villa de Tarija donde tenía adjudicado un solar de prestigiosa localización33. En 1593, en los cinco meses que corren de enero a mayo, desde que los vecinos de Salta tomaron posesión de la jurisdicción norte en el punto de Calahoyo hasta que asumió el cargo un nuevo gobernador del Tucumán (un vecino de Charcas, Don Fernando de Zárate), se fundó la ciudad de Jujuy dentro de un territorio que antes estaba en la jurisdicción de Salta y con la oposición de gran parte de sus vecinos y los de otras ciudades34. El 19 de abril de 1593 fundó la ciudad el Capitán Don Francisco de Argañaraz y Murguía, vecino de Santiago del Estero, acatando órdenes de Ramírez de Velasco gobernador del Tucumán, y su consolidación se la asocia al apresamiento de Viltipoco mientras preparaba una sublevación general. Realmente la fundación se hizo en un territorio donde Viltipoco y otros pueblos de Puna y Quebrada ya habían acordado la paz con la Audiencia de Charcas, estando el camino abierto, los tambos funcio-

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nando y las encomiendas de indios y tierras ya repartidas35, y entendemos que con dicha fundación se buscaba consolidar derechos jurisdiccionales tucumanos ante la cercana presencia del nuevo gobernador del Tucumán que podría favorecer a los vecinos de Charcas. Es importante remarcar que, a diferencia de los vecinos de Salta y quizá tratando de no enemistarse con el futuro gobernador, en la jurisdicción asignada a Jujuy por el gobernador del Tucumán Ramírez de Velasco se respetaron los límites otorgados a Alava (mientras pasaba a ser del Tucumán un territorio que antes era de Tarija ), en tanto por el norte la jurisdicción alcanzaba hasta los chichas, es decir, hasta las estancias del señor chicha Don Diego de Espeloca, cacique de Talina36, hasta el sur de la cuenca de la Laguna de Pozuelos (Palomeque 2006a, 2010), justo en el límite entre las zonas norte y sur de la Puna que mencionábamos en el primer punto. La trasmisión de la jurisdicción de Alava desde Tarija a Salta que el cabildo salteño logró del virrey en 1592 al igual que la fundación de Jujuy en la gobernación del Tucumán en 1593, afectó directamente a los intereses de los vecinos de Charcas - antiguos encomenderos de la zona37-, a los vecinos de la villa de Tarija en general y en particular a los descendientes de Pedro de Zárate38, con claros intereses en la Puna y Quebrada. En un primer período que fijamos entre 1594 y 1614, las autoridades tucumanas iniciaron la consolidación de este proceso con el otorgamiento de mercedes de tierras localizadas alrededor del camino que pasaba por el

centro de la Puna y que llegaban hasta la zona de Cangrejos inclusive, en adjudicaciones muy vinculadas a los intereses generados alrededor del camino, el abastecimiento de los viajeros y el movimientos de huestes. Mientras tanto, hacia el norte de Cangrejos, en la zona de lo chichas, sólo seguía establecido “el tambo de Juan Ochoa de Zárate” ubicado en tierras de los chichas y cuyos primeros títulos deben haber sido otorgados desde Charcas en un período anterior (Albeck y Palomeque 2009)39. Como los cambios jurisdiccionales no sólo afectaban las atribuciones del gobierno político sino también del religioso, en 1600 continuaron los conflictos pero ahora entre el arzobispado de Charcas y el obispado del Tucumán, que se disputaban el control de las parroquias de Casabindo y Cochinoca. Este enfrentamiento se menciona en las Actas del Cabildo Eclesiástico del Obispado del Tucumán (Palomeque et al. 2005), cuando el Obispo Trejo del Tucumán presentó una furibunda queja a la Audiencia de Charcas denunciando que su religioso en los pueblos de Casabindo y Cochinoca había sido arrojado de su parroquia por clérigos de Charcas, con violencia y uso de armas (1600, BANB, CAch, 310). La inclusión de Casabindo y Cochinoca en la jurisdicción tucumana recién lograrán consolidarla luego del fallecimiento de Lorenzo de Aldana en un asiento de minas de la Puna (1601) ya que con su muerte concluía la segunda vida de la encomienda de su padre Martín Monje, vecino de Charcas. El gobernador del Tucumán, ahora alia-

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do con el obispo Trejo, aprovechó esta situación para otorgar una nueva encomienda por dos vidas a Cristóbal de Sanabria, un medio hermano del obispo que residía en Córdoba y que velozmente pasó a avecindarse en Salta para hacerse cargo de la encomienda40. Esta situación volvió a desestabilizarse una década después, cuando el Oidor Alfaro pasó por la zona, de cuyas Ordenanzas se desprende que visitó Casabindo y Cochinoca y que, al igual que en los otros pueblos del Tucumán, les adjudicó sus tierras de reducción para luego fijarles una tasa en especie en productos específicos de esa zona (carneros de la tierra, chuño, papas, etc.) (Alfaro [1612] 1918). También contamos con referencias acerca de que dicho Oidor se opuso al avance de la jurisdicción del Tucumán sobre Charcas en la parte correspondiente a las antiguas tierras de los chichas, destruyendo los mojones que los vecinos de Salta habían colocado en Calahoyo y reinstalándolos en unos paredones localizados en Cangrejos (ABNB, 1674, EC n° 25). En estos años se inició un largo proceso, donde las autoridades tucumanas permanentemente corrían los mojones hasta Calahoyo o el arroyo de la Quiaca, y las de Charcas, con menos frecuencia e interés, reivindicaban su derecho al límite en Cangrejos. Siempre buscando consolidar sus derechos, entre 1615 y 1616, el gobernador del Tucumán por primera vez otorgó mercedes de tierras en el extremo sector centro-norte de la Puna, claramente en antiguas tierras de los chichas, y las adjudicó a Francisco de Aguirre “…

uno de los primeros conquistadores y pobladores de la ciudad de Salta..” y a su yerno Antonio de Fonseca, a los que las normativas coloniales exceptuaban de la obligación de poblamiento. En la década de 1630 dichas tierras fueron compradas por Tapia Montalvo mientras en 1639 las del sector norte-este fueron logradas en merced por Pablo Bernárdez de Ovando, afectando así todas las tierras que antes conocíamos como parte de la estancia de Don Diego Espeloca. Luego, entre las décadas de 1640 y 1650 se inició y entró en crisis la actividad minera en la zona noroeste de la Puna, que dejó de localizarse sólo en la cercanía de Cochinoca y, al final de este proceso, todas las tierras del sector norte de la Puna quedaron en manos de Luis de Alfaro y de Pablo Bernárdez de Ovando, cuyos orígenes familiares estaban en Suipacha y Tarija (Albeck y Palomeque 2009).

Reflexiones finales A nuestro entender, el interés de los tucumanos por este corrimiento de fronteras no sólo se debe a la presencia de pueblos indígenas numerosos y a sus importantes recursos alimenticios, sino también a la existencia de minas en este territorio, en tanto es por todos conocido que el Tucumán será una zona pobre y sin acceso a minas hasta que logren invadir definitivamente los valles calchaquíes en la década de 166041. Las referencias más importantes de este trabajo provienen del juicio entablado por la jurisdicción de los diezmos que se dirimirá en las décadas

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de 1650 y 1660, debido a que los estancieros asentados en la zona que comenzaron a denominar “la Raya” entre Tucumán y Charcas (Alfaro y Bernárdez de Ovando, principalmente) decidieron no pagar más los diezmos a Charcas y abonarlos en el Tucumán. Tras estos diezmos fue que se enfrentaron nuevamente el arzobispado de Charcas y el obispado del Tucumán, presentando ambos una importante documentación probatoria sobre sus derechos jurisdiccionales. En la contienda judicial y en las exposiciones de los testigos se ventilaron dos tipos de derechos. Por un lado el obispado del Tucumán, con Don Pablo Bernárdez de Ovando42 a la cabeza de las presentaciones, sostenía que los límites de la jurisdicción política coincidían con los de la jurisdicción eclesiástica, y que los primeros eran los que consiguió la ciudad de Salta en 1592 (cuando lograron que su jurisdicción norte sea la de Alava, que llegaba “hasta los chichas” y que luego, de hecho, corrieron hasta Calahoyo). Por parte del arzobispado de Charcas, activado por el diezmero Gregorio Corzo, se aducían varios derechos, pero en esta ocasión cabe mencionar lo que más nos interesa. Su tercer argumento consistía en que la mayor parte de los indios que estaban reducidos en el pueblo Talina habían provenido de Yoscaba, Escaya y Simsima (ubicados al sur de Calahoyo, de la Quiaca y de Yavi), que en un principio también los indios de Sococha estaban en la reducción de Talina pero que luego retornaron a su natural que antiguamente incluía a la estancia de Yavi y que, en consecuencia, la jurisdicción de los diezmos de Charcas coincidía con la del territorio chicha pre-reducción, es decir que al-

canzaba hasta Cangrejos en tanto por las normas toledanas debían respetarse las tierras de los antiguos pueblos, antes de su reducción. Su documentación probatoria incluía la exposición de varios testigos españoles y también de autoridades indígenas, incluso la de un bisnieto de Diego Espeloca, el señor chicha que acordó la reducción toledana. Ellos confirmaron que esas tierras eran efectivamente sus tierras de origen y, algo muy importante, fue que adujeron que si bien ellos se redujeron al pueblo, esto no significó que abandonaran sus antiguas tierras donde siguieron criando sus ganados y que, frente al otorgamiento de mercedes a los españoles sobre sus tierras, no las pudieron defender por falta de apoyo de las autoridades coloniales dirán unos, por pusilanimidad de los caciques dirán otros. En síntesis, en conjunto, todos estos avances nos permitieron confirmar los planteos de Krapovickas y Albeck sobre la existencia del asentamiento chicha prehispánico en las zonas de la Puna de Jujuy que en el siglo XVIII correspondían a los curatos de Santa Catalina, Rinconada y Yavi, por lo menos hasta la altura de la laguna de Pozuelos, en la parte de los “andes de puna” de C.Troll, mientras nada podemos aportar sobre el espacio noroeste de la misma franja territorial. También hemos podido conocer que los pueblos más afectados por las reducciones fueron estos grupos chichas que - en un período de gran baja demográfica (Livi Bacci 2006) - teniendo que elegir entre estar sometidos a los chiriguanos o a los españoles, optaron por los españoles a cambio de consolidar sus derechos

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en tierras con acceso a valles agrícolas y alrededor del camino. Las antiguas tierras ganaderas, las que según las normas toledanas tenían que ser respetadas, las fueron perdiendo mientras las autoridades tucumanas las iban otorgando como merced a vecinos del Tucumán, Chichas y Tarija. Este proceso será consolidado por el virrey Mansera cuando en la década de 1640 busque y logre más ingresos para la corona a través de las composiciones de tierras. En esta ocasión, los españoles con tierras al norte de la Puna, viendo que la composición sólo afectaría las tierras de Charcas, obtuvieron una autorización especial del virrey y compusieron las suyas, aduciendo que las mismas cruzaban desde Charcas hacia el Tucumán y que se localizaban en esta zona especial que bautizaron como “la Raya del Tucumán”. Pero también, en la misma ocasión, los pueblos chichas lograron pagar una composición y consolidar sus derechos a las tierras comunales que habían logrado conservar luego de la anterior composición de la década de 1590, donde ya habían perdido muchas pasturas en manos de los españoles. De dichas composiciones proviene gran parte de los documentos que hemos estado analizando (Palomeque 2010). Todos estos documentos nada nos dicen de los pueblos de casabindo y cochinoca, ubicados justo al sur de la zona teóricamente “desocupada” por las reducciones de los chichas hacia el pueblo de Talina. Conocemos que ellos siguieron en su “tiempo del inca” hasta 1588/9 cuando, mientras estaban negociando con Charcas y

recibiendo los primeros religiosos, fueron derrotados por las huestes del Tucumán en una importante batalla, para ser luego reducidos hacia 1603 en tierras que seguramente serán parte de las confirmadas luego por el visitador Alfaro cuando quedaron reconocidos como “indios originarios”, con una territorialidad que logramos definir en un trabajo reciente (Albeck y Palomeque 2009). Pero de sus intensas relaciones con los pueblos chichas ya dejaron de aparecer referencias similares a las anteriores, cuando se mencionaba que la hija del señor chicha Curotare estaba casada con el hijo del señor del valle de Casabindo, que los chichas negociaban las relaciones de los casabindos con los españoles, o sobre la participación de omaguacas, chichas, casabindos, cochinocas (incluso chiriguanos) en rebeliones conjuntas hasta principios de la década de 1570. El hecho de que la parcialidad sur de los chichas haya sido reducida en Talina en la década del ´70 (como tributarios de la real corona y en una jurisdicción diferente, con el traslado del poder político y de la mayor parte de la población hacia los valles) mientras los pueblos del sur seguían sublevados, también debe haber debilitado parte de las antiguas relaciones. Podemos suponer que esta especie de decadencia de la influencia de los chichas sobre el conjunto de los pueblos de la región, puede haberse dado en paralelo a una mayor presencia de los atacamas (pertenencia étnica que suele adjudicársele a Viltipoco) quienes, junto a su encomendero, en la década de 1580 aparecen como mediadores entre los funcionarios de la Audiencia de Charcas y los casabindos y cochinocas y otros pueblos cercanos.

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Si nos centramos alrededor de las jurisdicciones y sus relaciones con los espacios étnicos prehispánicos y los espacios coloniales, por el momento es poco lo que podemos concluir, sólo podemos plantear algunas ideas muy generales, donde la central es que en todo este proceso tan disruptivo de las relaciones entre diversos grupos étnicos prehispánicos que hemos venido relatando, hay que considerar que en toda esta zona se dio una larga duración de enfrentamientos militares tanto contra los chiriguanos como contra los españoles, los cuales a su vez no presentaban un frente único, sino con fragmentaciones internas. Estamos ante una zona en conflicto desde el período prehispánico cuando comienza la presión chiriguana sobre los señoríos andinos, presión que indirectamente incide en todo el movimiento de pueblos tras el sistema defensivo incaico

de la frontera este y, por qué no, donde también deben haber pesado lo que parecen ser las particulares habilidades de todos estos pueblos en el manejo del arco y la flecha, tan necesarias para enfrentarse a los chiriguanos y que no eran compartidas por la mayoría de los pueblos andinos. Este alto nivel de conflictividad continúa durante la invasión española la cual recién logró consolidarse tres décadas después para los chichas de Talina y cinco décadas después los pueblos de Puna y Quebrada (mientras que los valles calchaquíes continuaron sublevados hasta 1660). Según los españoles del Tucumán, todos estos pueblos estaban asentados en tierras con minas, lo cual a su vez terminó incidiendo negativamente sobre las sociedades indígenas que tuvieron que soportar las ofensivas de huestes españolas cuya pobreza las volvía más aguerridas.

NOTAS 1.

Versión revisada de la ponencia presentada en TANOA II. Taller Internacional de Arqueología del Noroeste Argentino y Andes Centro Sur. CREA y FHyCS UNJu. Jujuy, 27 y 28 de abril de 2009. Agradezco los comentarios de A.M. Lorandi y la generosa colaboración de M.E.Albeck y de G.Sica en la revisión del texto.

2.

Bajo este nombre nos referimos a las ciudades y sus jurisdicciones que hasta el último cuarto del siglo XVIII conformaban la Gobernación del Tucumán (Jujuy, Salta, Tucumán, Santiago del Estero, Córdoba, La Rioja y Catamarca).

3.

La Puna estaba gobernada por autoridades coloniales (primero un Teniente de Gobernador y luego un Subdelegado) con atribuciones de justicia en primera instancia pero sin ninguna ciudad colonial ni un cabildo de españoles en su territorio. Tampoco tenía Reales Cajas propias; sólo había Receptorías Subalternas y el destino de la recaudación de sus alcabalas y tributos no era estable sino que en un período los rendía ante las Cajas de Jujuy y hacia 1800 a las Cajas de Salta. Estaba habitado por una población importante para esa época: 8.925 personas en 1778 (eran el 65% de la población total de Jujuy y el 7% de la población de la antigua Gobernación del Tucumán) de las cuales el 92% era considerada indígena (Larrouy 1927:382,383). Los indios “originarios” de Casabindo y Cochinoca encomendados al marquesado de Valle Tojo (que antes de este trabajo eran los únicos considerados) constituían un tercio del total, mientras hacia en norte encontramos que se concentraba una abundante población indígena “forastera” dedicada a la ganadería y a la minería en

Las Tierras Altas del Área Centro Sur Andina, entre el 1000 y el 1600 d.C. • 255

Rinconada y en Santa Catalina y que, en Yavi, trabajaban en el núcleo de la compleja e importante hacienda del marquesado, cuyos territorios cruzaban las jurisdicciones de la Gobernación de Tucumán y la Audiencia de Charcas. 4.

Agradecemos a Tristan Platt el acceso a su ponencia sobre los Lipes (1983?), años antes de su publicación (Platt 1987).

5.

Historias actuales aún recuperan esa posición. Por ejemplo, Berberian (1987) en su publicación de las crónicas tempranas del Tucumán, y también en un reciente artículo (B. Bixio y E.Berberian 2007) plantea que “el espacio del Tucumán fue inicialmente conocido y narrado” por las expediciones de Francisco César (1528) y de Diego de Rojas (1543-46), y que “en esta oportunidad”, van a omitir el análisis del “paso de Diego de Almagro por el NOA”. Uno de los argumentos esgrimidos para la exclusión consiste en que antes de consultarlo sería necesario un estudio específico de las fuentes sobre el paso de Almagro, donde habría que indagar sobre “… la fuerza de estas fuentes documentales en su carácter de fundadoras de una nacionalidad, la chilena”.

6.

Entendemos que Levillier diluye, le quita énfasis, a la información que puede debilitar los derechos jurisdiccionales argentinos. Por ejemplo, no encontramos referencias importantes de Levillier en su Nueva Crónica de la conquista de Tucuman (19261932) sobre la fundación de Nieva, a la que sólo menciona en datos puntuales citados en Probanzas... (1919) y en Biografías... (1928:234). Nieva, la primera ciudad de Jujuy, fue fundada por encomenderos de esa zona que eran vecinos de Charcas y no de la Gobernación del Tucumán (Presta 2001, Palomeque 2006a, nota 36).

7.

Esperamos que alguna vez pueda concretarse el proyecto de una publicación conjunta del catálogo de dicha documentación, a pesar del lamentable fallecimiento de S.Sanchez.

8.

Paralelo que pasa cerca de la ciudad de Salta.

9.

Albeck también considera la existencia de otra gran zona, la occidental, zona alta cercana a la cordillera con la cota mínima por encima de los 4000, que no tiene ni ha tenido asentamientos y se la considera como una posible zona de tránsito para contactos con Chile.

10. Sobre

el tema sólo realizamos un primer avance que aún está en revisión (Palomeque 2006b, ms.)

11. “Del

cobre que ellos llaman anta, se servian en lugar del hierro, del cual hacian los herros para las armas, los cuchillos para cortar y los pocos instrumentos que tenian para la carpintería, los alfileres grandes que las mujeres tenian para prender la ropa, los espejos en que se miraban, las azadillas con que escardaban las sementeras y los martillos de los plateros, por lo cual estimaban mucho este metal, porque para todos era de mas provecho que no la plata ni el oro, y así sacaban mas cantidad de él que de estos otros” (Garcilaso 1985 [1609], I:242)

12. Los

depósitos de estaño sólo se los encuentra “en el extremo sur del Perú - en la orilla oriental del lago Titicaca-, en el norte de Bolivia y en el noroeste de Argentina” (Lechtman, H y Macfarlane, A. 2006: 509,510).

13. Agradecemos

a A. M. Presta por habernos alertado sobre este tema y por permitirnos acceder a su manuscrito de 2001.

14. En

la Tasa de la visita general de Francisco Toledo localizamos pequeños grupos chichas residiendo en Arequipa y Cochabamba (Cook 1975:242-4), a más de aquellos que estaban asentados en la frontera oriental antes del avance chiriguano (AGI, Justicia 1125). De dichas localizaciones puede desprenderse que accedían a tierras lejanas de maíz, posiblemente adjudicadas o consolidadas durante el Tawantinsuyu.

15. Una

mirada similar encontramos en un manuscrito de T. Saignes citado por Wachtel (Saignes 1990 [1984]

256 • Silvia Palomeque - Casabindos, cochinocas y chichas en el siglo XVI, PP. 233-263 16. El

recorrido del camino del inca al sur de los chichas lo reconstruimos en base a Betanzos (1987 [1551]) y a las cartas al rey del Licenciado Matienzo del 2 de enero de 1666 (Matienzo 1967 [1567] y Levillier 1918-1922, I: 168-179). 17. Fernández de Oviedo (1959,V:133), Herrera (1615, Década V, L.10: 283) y Cristóbal de Molina (1968 [1553]: 84). 18. Muy cerca de la actual Tupiza está Turqui y Palquiza y, según Matienzo escribe en 1566, el camino del inca pasaba por estos pueblos chichas. Por una referencia posterior, la del amojonamiento de las tierras de los ayllus chichas de Talina en la visita toledana de la década de 1570, sabemos que al ayllu de Palquiza se le asignaron tierras en su localización actual, hacia el noroeste del río de San Juan y que al ayllu de Tupiza le asignaron otras hacia el noreste del río, bastante más abajo de la localización de la actual localidad de Tupiza. Al respecto habría que recordar la temprana apropiación que los españoles hicieron de las tierras del inca y del sol (Assadourian 1991). 19. Agradecemos esta generosa referencia a Beatriz Ventura 20. Boman y Canals Frau supusieron que los apatamas eran atacamas y Boman [1908] usó este argumento para probar que los habitante de la puna eran atacamas (Salas 1993[1945]:72) A pesar de que muchos colegas aceptan esta confusión, hace años están publicados los documentos que demuestran lo contrario. Por ejemplo, en 1570, el Licenciado Polo de Ondegarlo los diferencia claramente en varias ocasiones (AGI, Charcas, 80, f.43r. publicado en Documentos de Estudios Atacameños 10, 1992). También Herrera, para el período posterior a la fundación de Córdoba (1573) y cuando plantea la necesidad de fundar Salta, dice que esta ciudad tendría que estar servida por sus indios cercanos más los del “…valle de Calchaquí y de los valles de Jujuy, Omaguaca y todos los que hay hasta el pasaje del río Esteco (?) y Casabindo, Sococha, Cochinoca, y Moreta y los indios Apatamas..” (Herrera 1615, Dec.8, Libro V, Cap. IX) ), diferenciando bien los apatamas, pero incluyendo a la parcialidad sur de los chichas, que eran aquellos que atendían el tambo de Moreta (Palomeque 2010:17,39,44). Trabajos recientes como los de Albeck ya han planteado las diferencias entre ambos pueblos (Albeck 2005) y la indudable existencia de los apatamas, como un pueblo de la Puna relacionado con los chichas, quedó claramente establecida en una de las ponencias del TANOA II (Presta 2009). 21. Analizado en Furlong, 1937, I: 21 y publicado en Furlong 1937,II. Puede observarse que, a más de las dificultades para ubicarse en el espacio, medio siglo después que escribiera Matienzo, el Padre Torres seguía denominando Bermejo al río Salado, con nacientes cerca de Salta y Jujuy y, además, que ubicaba a los chichas al norte del valle de Jujuy. 22. El 30 de noviembre de 1573 el Virrey Toledo informa al rey que “... las visitas de los Andes están acabadas, la de Atacama -frontera de Chile- hasta asentar estos indios de guerra chiriguanas no se ha podido hacer, porque con la visita no se me huyesen los indios de paz con los chiriguanas y dexasen de pagar el tributo los Lipes y de Atacama....” (Levillier 1921-1926, V:240). Por lo menos hasta 1583 las relaciones entre los atacamas y su encomendero siguieron siendo muy flexibles, en tanto Lizárraga dice que “…, no dan mas tributo de lo que quieren y cuando quieren,… y a su encomendero… a quien han tenido mucho amor, dos o tres veces le han enviado a llamar para descubrirse, los mas en llegando allá se arrepienten, y no se les puede apremiar: esto el mismo encomendero me lo dijo” (Lizárraga 1916, I,LXVIII). 23. Agradecemos esto documento a Tristan Platt 24. Es

importante remarcar que en este proceso también designaron a las autoridades responsables de la colocación de los dos mojones laterales “conforme a los que antiguamente solían tener”, “el uno en medio como se les está señalado y los otros dos a los lados del valle”. Es decir, a cada ayllu se le adjudicaron tierras delimitadas en el cauce del río pero que alcanzaban a “los lados del valle”, lo que a nuestro entender alcanzaba hasta la parte más alta del valle del río de San Juan y afluentes, territorio que tenía que ser demarcado por las propias autoridades siguiendo los antiguo criterios andinos.

Las Tierras Altas del Área Centro Sur Andina, entre el 1000 y el 1600 d.C. • 257 25. Identificados

como indios de Fernando Estarcaya, su cacique, y encomendados en Pedro de Zárate.

26. Palomeque,

2010 de Charcas y encomendero de Omaguaca y Sococha. 28. Según Salas el gobernador del Tucumán Abreu “no pudo sufrir esta intromisión en su gobierno”, presionó y logró que Zárate bajara con parte de su hueste hasta Santiago (para colaborar en una acción militar conjunta contra los indios sublevados), todo lo cual devino en el desemparo y destrucción de Alava (Salas 1993[1945]:37,38) 27. Vecino

29. Antes

de la fundación, Luis de Fuentes dejaba constancia ante escribano, que efectivamente contribuiría con los 20 arcabuceros que le solicitaba Pedro de Zárate para fundar Salta, y que lo haría “... por estar el valle de Salta donde la dicha población se va a hacer, en comarca de esta Villa....” (pág. 70) AGI, Patronato, Leg. 142. Estamos consultando la transcripción del Museo Etnográfico de Bs.As. y, en consecuencia, citamos las páginas de dicha transcripción.

30. “...

al cual señalo de límites términos y jurisdicción desde los límites de los Chichas adelante el camino de Tucumán a una mano y a otra, los indios que ay de guerra que son los de Homaguaca, Pururmamarca, Apatamas, Jujuy, Casabindo, Salta, Calchaqui y Chicoana, hasta llegar a donde se pasa la cordillera que allí divide los términos del pueblo que ha de poblar con el de Esteco un pueblo que se llama Gualapogualampa (?), que este pueblo ha de quedar con Esteco, y de allí paracá quede para el pueblo que se ha de poblar de nuevo, y por la parte de San Miguel de Tucumán ha de llegar los términos del dicho pueblo nuebo hasta el pueblo de Choromoro el cual ha de quedar por término de San Miguel de Tucumán, y desde allí a Salta ha de ser términos y jurisdicción del pueblo que de nuevo se ha de poblar por vos el dicho Pedro de Zarate....” (Traslado en BANB, 1674, EC n° 25, fs. 20v,21)

31. Aduciendo

que estaba “…poblada de mestizos gente mal inclinada y de ningun conoscimiento de virtud.. y tienen necesidad de ser regidos y governados por el govierno desta tierra porque el suyo esta en la assumpcion que es muy lejos” (Levillier 1920,I:93) 32. Es conocido que los textos de Lizárraga se refieren a varios períodos, en tanto entrecruza notas que va haciendo en base a los conocimientos que adquiere en sus viajes y estadías. Las fechas y los lugares pueden desprenderse de una lectura cuidadosa de su propio escrito. Nuestra lectura concuerda con la de Salas (1993 [1945]:43) para la Puna y Quebrada y también con las más generales de Acevedo (1999). Las notas sobre Atacama, por ejemplo, corresponden a 1583, que es cuando viaja por mar desde el Callao a Copiapó. Sobre los chichas de Talina, la Quebrada, Puna y Jujuy, sus primeras notas son de 1589 cuando cruza por estas tierras luego de ser nombrado Provincial de los territorios de Chile y del Río de la Plata en 1588 (Acevedo 1999) 33. En

las probanzas de Luis de Fuentes puede observarse que siguió siendo su testigo de parte hasta el año 1598, cuando ya era anciano (AGI, Patronato 142,1, 3, f.27.)

34. Levillier

dice que los vecinos de las otras ciudades se oponían no sólo por lo temerario de la empresa sino también porque “tenían pretensiones sobre las tierras del valle de Jujuy” (1926-1932,III:218). Parecen no haber estado equivocados los vecinos de Salta al oponerse, porque Argañaráz –funador de Jujuy- obliga a avecindarse a aquellos que quieren conservar sus mercedes de tierras, caso contrario las declarará vacas y, desde el año 1594 a 1596 ejecuta dicha medida (Vergara 1961 [1934]:188). 35. Nos queda pendiente revisar las relaciones entre españoles e indígenas en el período 1593-1595 e integrar los avances recientes, porque todo indica que los españoles en esos años sí lograron pacificar las sociedades asentadas hacia el oriente de la Quebrada, y que lo hicieron con la colaboración de Viltipoco, mientras estaba “preso” por Argañaraz, aduciendo que había pretendido organizar una sublevación general cuya referencia documental sólo encontramos en su propia probanza de

258 • Silvia Palomeque - Casabindos, cochinocas y chichas en el siglo XVI, PP. 233-263 méritos y servicios. El Padre Lozano [1874 [1754?],IV:402) con sutileza informa que conquistaron “…Purumamarcas, Osas, Paypayas, Tilianes, Ocloyas y Fiscaras, y agregándose también a su jurisdicción los dos grandes pueblos de Casabindo y Cochinoca…” (subrayado nuestro). Salas, a pesar de leer bien a Lizárraga respecto al acuerdo entre Viltipoco y la Audiencia de Charcas previo a la fundación de Jujuy y también los documentos sobre la colaboración posterior de Viltipoco en la pacificación de otros pueblos, recupera la Probanza de Argañaraz y su afirmación sobre la responsabilidad de Viltipoco como organizador de una sublevación general. (Salas 1993 [1945]:40-43). 36. Ramirez

de Velasco señala los límites de la nueva ciudad a fundarse: “… Por la parle hacia á Salta por el camino que viene del Perú, hasta la quebrada que llaman de los Alisos, y por el camino antiguo del valle de Jujui hasta el rio de Perico y Valle abajo de Jujuí basta las tres puntas que llaman el rio de Siancas con el rio de Jujui, y por la parte hacia Humahaca hasta la estancia que llaman de don Diego Espeluca, cacique de Talina, y por la parte que corre hacia la banda de Tarija cuarenta leguas de tierras…” Santiago del Estero á 25 de enero de 1593. (Quesada 1866:230-23).

37. El

nieto de Cristóbal Barba (vecino de Charcas, encomendero de indios del valle de Jujuy, fundador de Nieva y Alava, quien muere junto a su hijo Diego en la defensa de Alava) se queja amargamente mientras dice que cuando los indios de su abuelo fueron finalmente conquistados, se terminaron asignando en encomienda a los vecinos de Salta (AGI, Patronato,143,N.1,R.4, 1604) .

38. Referencias

a los conflictos del cabildo de Jujuy y su relación con las familias de los sucesivos fundadores se encuentran en la Información de G.V.de Ovando (Levillier 1926-1932,III: 350-364), Gentile 1997 ; Presta 2000, 2001; Zanolli 2005; Sica, 2006.

39. Hijo

de Pedro de Zárate, encomendero de Omaguaca y Sococha desde 1593, y de Ocloyas desde 1601. Sobre la estancia de la Ciénega y Tambillo o Tambo de Juan Ochoa de Zárate, en 1696 sus herederos “dicen” que la recibió como merced del Gobernador Don Fernando de Zárate y que luego obtuvo un nuevo título con “más individuación” por parte del Gobernador Don Luis Quiñones de Osorio (1696, ABNB, Ad EC, 1697 n° 2), aunque es bien probable que la merced original haya sido otorgada desde Charcas y como tierras para Tambo.

40. Este

encomendero es el que pronto ordena iniciar la reducción de Casabindos y Cochinocas.

41. Si

bien encontramos referencias tempranas a la explotación de minas en Cochinoca en el periodo que son invadidos por los tucumanos y cuando se funda la tercera ciudad de Jujuy, estas referencias van perdiendo importancia, hasta que nuevamente en la década de 1640 comienze un nuevo proceso de descubrimientos y puestas en producción de varios centros mineros, en el extremo noroeste de la Puna.

42. Don

Pablo Bernárdez de Ovando, hijo de Gutierre Velazquez de Ovando uno de los primeros fundadores de Tarija, y de Doña Juana de Zárate y, en consecuencia, nieto del Capitán Pedro de Zárate fundador de Nieva y Alava, los dos primeros y frustrados intentos de fundación de la ciudad de Jujuy. Con muchas tierras en la jurisdicción de Tarija, con la casa central de su empresa en Yavi, logra acceder a la encomienda de Casabindo y Cochinoca en 1654 cuando culminaron las dos vidas de la otorgada a Sanabria.

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Las Tierras Altas del Área Centro Sur Andina, entre el 1000 y el 1600 d.C. • 259

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