Paisajes presentes y futuros de la Amazonía colombiana. La lectura de Miguel Triana en 1907

June 15, 2017 | Autor: A. Santoyo | Categoría: Cultural Landscapes, Amazonia, Nation-State, Subalternity, Latin American Social Thought
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Descripción

Paisajes presentes y futuros de la amazonía colombiana La lectura de Miguel Triana en 1907 Alvaro Andrés Santoyo Antropólogo

Resumen

E

l objetivo de este artículo es analizar la forma en que a comienzos del siglo XX y en el contexto de la creación de la nación, la élite colombiana pensó la

amazonía. El análisis parte de la antropología histórica del paisaje y se centra en el estudio de las representaciones del paisaje y de los habitantes de la región producidas por Miguel Triana en su libro Por el Sur de Colombia. Expedición Pinto-

resca y Científica al Putum ayo (1907). De esta manera, la re-lectura ofrecida del texto resalta las imágenes, los argumentos y la estructura de pensamiento que sirvieron para moldear la conciencia nacional frente a la región a comienzos del siglo. Igualmente, se propone una lectura que cuestione los órdenes sociales que se creaban a través de los relatos de viaje, supuestos portadores de verdad y que en definitiva lo que hicieron fue promover la creación de subalternidad. PA L A B R A S C L AV E paisaje, amazonía, subalternidad, pensamiento colombiano, nación.

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Introducción

¿Cómo representó la élite colombiana a la amazonía en los comienzos del siglo x x ? ¿De qué términos y campos enunciativos se valió para crear esas representaciones, específicamente las relacionadas con sus habitantes y naturaleza? ¿Cómo pensó vincularlos a la sociedad y a la cultura de un país en proceso de modernización? ¿Qué rol les otorgó en ese proceso? Son las preguntas que guían este artículo y que esperamos responder mediante el análisis de la forma como Miguel Triana, a través de su libro Por el Sur de Colombia. Expedición pintoresca y científica al Putumayo (1907), describió y propuso paisajes de la región. Este libro de viajes, uno de los más importantes que vio la luz en la década de 1910 y cuya aparición en el escenario nacional fue ampliamente celebrada y objeto de múltiples elogios por parte de quienes se dedicaban a reseñar las novedades bibliográficas en la prensa del país (Varios, 1909),1 puede ser considerado como uno de los relatos fundacionales, míticos, por qué no, del pensamiento colombiano en torno a la región.2 No en vano, investigadores actuales dedicados a la historia lo han utilizado como fuente en el momento de hacer sus trabajos (Alzate, 1993; Ramírez, 1994 y 1996). La importancia que se le ha dado al libro de Triana hace que quién se esté planteando las preguntas expuestas, se vea en la necesidad de acercarse al relato y tomarlo, esta vez, no como simple fuente de datos sino como un producto cultural y un espacio de 1 Por «el contenido de sus descripciones, el interés patriótico y la elegancia del estilo» algunos lo compararon con la Peregrinación del Alpha de Manuel Ancízar. Otros, lo consideraron «digno de figurar al lado de los más estimados esfuerzos que el cerebro colombiano haya llevado a cabo durante el siglo de la independencia» como se escribió en El Nuevo Tiempo del 19 de septiembre de 1908. 2 El otro gran libro sobre la región, también fundacional, La Amazonía Colombiana. Estudio geográfico, histórico y jurídico en defensa del derecho territorial de Colombia, escrito por Demetrio Salamanca fue publicado en 1917.

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poder a través del cual se creó y moldeó el pensamiento nacional en torno a la amazonía. Esta aseveración cobra valor al tener en cuenta que durante la mayor parte de la historia latinoamericana, y Colombia no es la excepción, la escritura, con su grupo asociado de letrados como los denominara Ángel Rama, ha jugado un papel capital en el proceso de ordenación y clasificación que esa élite, con ideales económicos de corte liberal y señoriales, cuando se trataba de lo social, hizo tanto de las personas como de la naturaleza existentes en las repúblicas que comenzaban a gobernar. Ella fue la encargada, mediante códigos morales, leyes y saberes filosóficoliterarios de legalizar y normativizar la conducta de las personas. Los letrados, y Miguel Triana fue uno de ellos, tuvieron como función en los procesos de creación de sociedades y culturas nacionales “trazar las fronteras que separaban lo normal de lo patológico, lo legal de lo ilegal, la civilización de la barbarie” (CastroGómez, 1997:125). En síntesis, crearon una cartografía o anatomía, la metáfora no importa a pesar de pertenecer a épocas distintas, de los “males” que aquejaban a los grupos sociales que habitaban el país a comienzos del x x . Finalmente y usando términos totalmente actuales, podemos entender esa preocupación por clasificar y ordenar, como el inicio del proceso de creación de subalternidad en los albores de la nación, de la república supuestamente libre e igualitaria. Hablamos de subalternidad (Klor de Alva, 1995: 245) porque los pueblos y territorios descritos por los exploradores/letrados en sus relatos, son segregados y subordinados, a partir de una mirada que mediante el uso de diferentes estrategias retóricas o la invocación de principios éticos y económicos de lo que el viajero, partiendo de su experiencia personal, consideraba el “deber ser” de una sociedad; generalmente, asociado éste con la instauración de la civilización masculina e ilustrada europea y con el progreso constante, valga la redundancia, de la economía capitalista. Para esta mirada, todo lo que se alejaba de ese tipo ideal debía ser objeto de un

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disciplinamiento que condujera al debido encauzamiento de las potencialidades que los nuevos sujetos ofrecían, principalmente, al sistema económico. De otra forma, hoy en día encontramos que esos grupos de personas que en el siglo x i x y la mayor parte del x x fueron dispuestos en los márgenes de la sociedades nacionales o del sistema económico e intelectual global, han adquirido la fuerza política necesaria para cuestionar esa serie de representaciones, por mucho tiempo sacro santas, con las cuales la sociedad hegemónica trató de dominarlos. En este nuevo contexto las preguntas propuestas adquieren un sentido adicional, consistente en evidenciar el impacto político que tuvieron esas representaciones, tanto de la subjetividad como del territorio, en la condición social en que han vivido esas personas. Con este objetivo en mente, el análisis que ofrecemos tiene como punto de partida la antropología histórica del paisaje, la cual no se preocupa únicamente por analizar las representaciones, lecturas o formas en que diferentes sujetos describen el paisaje y le dan diversos significados, sino también por indagar la relación que estos establecen con él, su posicionamiento y el papel que le otorgan a otros sujetos en el paisaje, al igual que las razones de tal ubicación. Se diferencia de la geografía cultural porque no pretende establecer contrastes entre las formas de ver, describir o narrar el paisaje, utilizando las lecturas que pueda tener la gente que habita un lugar y los extranjeros (Duncan, 1989 y 1990), sino que se preocupa por ver cómo son comprendidos esos “nativos” por personas ajenas, extrañas a ellos, por el papel que le otorgan estas últimas a los primeros en procesos sociales como la creación de una nación, y por el intento de develar los mecanismos de percepción y estructuras de pensamiento propias de cada una de ellos en un momento histórico particular (Santoyo, 1999). Teniendo en cuenta que nuestras preguntas son por el presente y pasado de la región desde el punto de vista nacional, vale la pena aclarar que el análisis del texto de Triana se elaboró siguiendo el concepto de paisaje esbozado por el

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antropólogo británico Eric Hirsch, quien lo concibe como un proceso cultural en el que constantemente interactúan dos factores, la experiencia de vida en un espacio que se torna en lugar gracias a su narración y el horizonte de existencia posible (Hirsch, 1994), términos que implican, respectivamente, la vivencia cotidiana y la representación hacia el futuro que hace quien realiza el relato. De otra forma, este concepto es relevante no sólo porque permite analizar de cerca el desenvolvimiento narrativo a través del cual se va constituyendo el pensamiento nacional sobre la amazonía, sino porque nos capacita para estudiar y entender las reflexiones de los intelectuales colombianos sobre qué es lo natural y qué lo cultural y cómo convertir lo primero en lo segundo. Adicionalmente, como plantea Graciela Montaldo: En Latinoamérica, el espacio natural… se vuelve centro de la construcción de la escritura y de la reflexión política pues sobre él se asentaban los proyectos de organización de las repúblicas recién independizadas. El pasado, el presente y el futuro de los países de América encuentran en la tierra aspectos que condensan los problemas, identidades y planes futuros; por ello están cargados de ‘significados’, sentidos desde los cuales se hará el diagnóstico de un estado de cosas o se proyectará el porvenir. (M o n t a l d o, 1995:104)

Re-lectura del texto de Miguel de Triana

En lo que sigue de este artículo, nos dedicaremos a hacer una lectura exhaustiva de la forma en que Miguel Triana pensó y representó la región del Piedemonte amazónico en particular y la amazonía en general. Teniendo, como ya quedó consignado, los términos de experiencia de vida cotidiana y horizonte de existencia posible como derroteros en el análisis del texto del ingeniero civil e intelectual colombiano.

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A grandes rasgos, podemos decir que Triana, a lo largo de su lectura del paisaje del Piedemonte, identifica claramente la existencia de tres lugares: la meseta del Guamués, la región comprendida entre el Limón y el Guineo y, por último, el valle de Sibundoy, existiendo en éste último dos más, los poblados de Sibundoy y Santiago. Cada uno de ellos es percibido de forma particular, con similitudes pero conservando grandes diferencias, como es el caso de los dos últimos pueblos mencionados. Los puntos de encuentro por lo general están relacionados con la posibilidades que brindan a nivel agrícola, mientras las divergencias radican en las costumbres de las personas que los habitan. En cuanto a los grupos humanos, encontramos que los sionas, ubicados en el extremo de la planicie del Guamués, son representados de forma similar a los santiagueños, en cuanto a sus posibilidades para ser partícipes de la civilización, pero diferentes en su forma de vivir. El único grupo que Triana presenta totalmente diferente es el de los sibundoyes. De esta manera, podemos afirmar que la percepción del ingeniero civil se caracteriza por presentar un paisaje poseedor de diferentes lugares con un mismo horizonte de existencia posible, pero en el cual no todos los habitantes tienen la misma tarea que efectuar. Veamos. I . LA CORD I LLERA : FRONTERA DE LA C I V I L I ZAC I ÓN

La cordillera de nevados perpetuos y volcanes que iluminan las noches ecuatoriales, es la barrera formidable que á los colombianos, como á las demás nacionalidades del Pacífico, nos separa de la posesión y disfrute de nuestra posesión oriental, ubérrima en riquezas. Todos los pueblos fronterizos con esa raya dentellada y fría, ya sean colombianos, como Santander, Boyacá y Cundinamarca, ya sean hermanos como las repúblicas allende el circulo equinoccial, más o menos han procurado vencer la barrera con ferrocarriles, caminos o senderos practicables. ( T r i a n a, 1907:102)

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Miguel Triana nos presenta a la cordillera de los Andes como una frontera por excelencia, lo es natural y culturalmente porque separa el mundo andino del selvático e impide a las naciones ubicadas en el primero “disfrutar” los beneficios o “riquezas” del segundo. Doblega los esfuerzos de los “pueblos fronterizos” por traspasarla y llegar a sus posesiones orientales, por lo tanto estas últimas se tornan desconocidas para ellos. Ella, más que una línea divisoria es una zona de transición, en sus páramos, pantanos, picos y lagunas se van desvaneciendo las características principales de la civilización. Pocos individuos se atreverían a habitar en ella, y quienes lo hacen son seres marginados que no comparten las normas de la sociedad. Esto último se puede observar en la respuesta que da Triana cuando se pregunta: ¿Qué especie de hombre sería el propietario de gustos excéntricos que, como centinela avanzado de la civilización, colindaba en el silencio y soledad del páramo con las ilimitadas tierras de Oriente? Y contesta: Es, seguramente, un hombre arisco, cuyas energías en lucha con la organización social y los tributos de trabajo personal, fiscalías rurales y demás cargas que la falaz vida social mestiza hace pagar únicamente a los infelices, lo han conducido á buscar la verdadera y única libertad que ofrece el desierto. Aquí no llega el cobrador de impuestos improductivos ni el polizonte altanero, primo hermano del malhechor, que se disfraza con la librea de la autoridad para perseguir al ciudadano, ni el parásito que con el título de pordiosero llama tenazmente al corazón con la patente de la caridad; aquí no alcanza la fastidiosa opinión de los vecinos, con la categoría de sanción social, ni el reglamento antojadizo, hecho ley por ministerio de la fuerza, ni las ritualidades de un culto aparente con el prestigio imponente de una religión de amor. ( T r i a n a, 1907: 99)

Aunque en primera instancia caracterice al individuo que se atreve a vivir en la soledad y el silencio del páramo como “arisco”,

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pues se rehusa a ser atrapado por la sociedad “mestiza” que lo rodea, al describir la constitución y funcionamiento de esta última lo convierte en un ser ideal que ha dejado todo en busca de “la verdadera y única libertad”. En esta breve descripción, Triana realiza una dura crítica al comportamiento del pueblo mestizo ubicado en el valle de Atris, Pasto en particular y al andino en general, según él, aquí conviven la autoridad y el crimen, las sanciones sociales las hacen los vecinos con su intromisión intrigante, la Ley no existe, tan sólo un “reglamento antojadizo” que tiende al gobierno despótico y, por último, el culto religioso es sólo apariencia. Ser “arisco” en este medio se convierte en una virtud, implica, en cierta medida, una actitud crítica frente a la situación social reinante, la cual no está relacionada con un comportamiento civilizado ya que no existe una la Ley inmutable, un culto religioso sincero y una vida respetuosa en comunidad. Entonces, la calificación de “centinela de la civilización” se torna ambigua, no significa ser el último representante de la sociedad de la meseta andina, porque para Triana los términos civilización y sociedad mestiza parecen no ser equiparables, las características de la segunda hacen que no se la pueda considerar como civilizada, por lo tanto no puede ser un modelo a seguir y tampoco es necesario cuidarlo, todo lo contrario, hay que transformarlo. De otra forma, cuando el autor plantea: aquí [en el páramo] la conciencia se vuelve solamente á Dios, oye su ley en la sublime armonía de la Creación y vive tranquila. La inefable paz del alma, por la cual anhelan en su lucha constante todos los humanos, sólo bate sus alas blancas en la soledad, tras la cordillera y el pantano (Triana, 1907:99), definitivamente está dando a quien vive en los confines de la cordillera un estatus moral superior al que poseen quienes actúan bajo el régimen social antes descrito, uno que sí puede tomarse como modelo a seguir porque surge del contacto con la ley de Dios que se manifiesta gracias a “la sublime armonía de la Creación”. Por lo tanto, podemos decir que para Triana, cuando

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el Hombre se encuentra con la naturaleza lo hace con Dios y, de este, el primero aprenderá como puede llegar a ser civilizado, condición que hasta ahora es equiparable con lograr la paz del alma y la comunicación directa con Dios, sin necesidad de “ritualidades” rimbombantes y aparentes. Otro aspecto interesante en cuanto al proceso civilizatorio encontrado en Triana, es la correspondencia que establece entre un lugar y un estadio de ese proceso y que encontramos en el enunciado, “la inefable paz del alma…sólo bate sus alas en la soledad, tras la cordillera y el pantano”, porque está dotando a la anterior “posesión oriental, ubérrima en riquezas” materiales para las naciones, de otra cualidad igualmente importante para ellas, la paz. En lo anterior podemos observar la forma en que Triana conceptualiza el paisaje de la amazonía antes de traspasar la cordillera y enfrentarse con ella, en su percepción predominan los elementos de juicio económico y religioso. I I . EL PIEDEMONTE AMAZÓN ICO: PA I S A J E S D E A B U N D A N C I A , COLON I AS, HAC I ENDAS Y CAMB I O

Fertilidad, armonía y colonias agrícolas: la planicie del Guamués

Si antes de empezar a descender desde el páramo hacia el oriente, Triana concebía a la amazonía como un paisaje con gran cantidad de tierras cultivables y cuya actual soledad permitiría al ser humano lograr la paz del alma, la entrada al Piedemonte amazónico fue la ratificación de sus pensamientos. Superar la cordillera y toparse por primera vez con la vegetación y el clima de la amazonía significó la llegada a una tierra de promisión, fue, en palabras de Triana, el fin del silencio tétrico y del frío aflictivo de los páramos…la sonrisa de la naturaleza, hasta entonces agresiva, la vivificación del ser y del ánimo. De igual forma, la naturaleza de la región se convirtió en mar y en casa de alguna divinidad

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dependiendo del punto de vista utilizado, exterior o interior. Así, cuando se logra situar afuera, en un punto desde el cual contemplar en conjunto la vegetación que lo rodea, el director de la Expedición científica al Putumayo escribe: …nosotros, no hallando comparación más verdadera y hermosa para medir el espectáculo de mil leguas de verdura que teníamos ante los ojos, en el sitio de “El Panorama”, repetíamos conmovidos: —¡¡¡El mar!!! ( T r i a n a, 1907:149)

Comparar la selva con el mar es interesante, ya que introduce en el discurso sobre el paisaje amazónico un elemento de juicio diferente a los hasta ahora utilizados, el estético, esto, porque el mar para Triana es “la suprema belleza, la suma de todas las potencias del orbe, el guardador en su seno de todas las riquezas que hay bajo el sol”. Este juicio estético se puede observar claramente cuando dice, “la vista de la llanura amazónica es un espectáculo sublime”, y entiende por este término la preponderancia de la idea grandiosa expresada en forma simple que apenas puede contenerla y explicarla en breve espacio para conmover profundamente el ánimo de modo casi instantáneo (Triana, 1907: 149). Al tiempo que la selva y el mar comparten la capacidad de conmover el ánimo, son ejemplos de la suprema belleza y guardan en su interior todas las riquezas, la primera se diferencia del segundo porque puede ser explorada, el ser humano puede incursionar en ella y tener acceso a lo que guarda en su interior, cosa que no sucede con el mar, pues, este no era accesible fácilmente en la época de Triana. De esta forma, en la medida en que puede llegar a ser comprobada la “grandiosidad” contenida en la selva, vemos como el juicio estético enunciado por el viajero empieza a revestirse de una materialidad. Contiene ahora una parte emocional y otra material, económica, que va saliendo a la luz a medida que el viajero

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se interna y vive en la selva, es decir, que cambia el punto de vista desde el cual la estaba caracterizando. De lo anterior surge un paisaje simple y armónico, representado en la igualdad de “mil leguas de verdura”, pero portador de un sin fin de posibilidades para la sociedad nacional. Estando en el interior de la floresta el ingeniero se deleita describiendo los árboles, el suelo y el aire, elementos que sirven para hacer un diagnóstico de las condiciones que brinda el lugar a la sociedad y a los diferentes seres humanos que habitan y podrían habitar en él. Así, Triana escribe en su Diario de viaje, que termina siendo su libro, lo siguiente: El suelo seco y plano, la selva capuda y tibia, el perfume de la arboleda tropical y el ozono que satura el aire bajo la fronda verde, vivificaban nuestro ser y levantaban nuestro ánimo. El sol, ya casi olvidado en nuestros recuerdos, dejaba caer sus rayos por entre los claros del boscaje, y movía brillanteces de vida bajo las alamedas. Los troncos rectos y erguidos de los árboles, entre los cuales no crece arbusto pequeño, ni se arrastran las zarzas trepadoras, permiten espaciar la vista en todas las direcciones, simulando lejanas perspectivas. La selva grande es una especie de templo de naves indefinidas, donde se siente el hálito de una divinidad fugitiva. ( T r i a n a, 1907:145-146)

Esta apología a la naturaleza, fruto del reencuentro del viajero con un “lugar” poseedor de una vegetación exuberante, olvidada en las paramunas cumbres de la cordillera y que permite “espaciar la vista en todas las direcciones”, hace que la llegada a la amazonía sea vista como la posibilidad que tiene el Hombre de renacer, de hacer una vida civilizada gracias a la construcción de unos cimientos sólidos que van a tener su base en el trabajo de la tierra. El suelo seco y plano, el ozono que satura el aire, el sol que movía brillanteces de vida y los troncos rectos y erguidos…simulando lejanas perspectivas que los expedicionarios encuentran en el paso de Juntas sobre el río Guamués, a doce leguas de Pasto, son las características que Triana

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hizo extensivas a toda la meseta del Guamués, comprendida desde el paso mencionado hasta el pequeño puerto del Alpichaque, donde el río se vuelve navegable. En esta planicie ubicada a 1000 m.s.n.m. aproximadamente, el suelo, además de seco y plano empieza a ser descrito como “fecundo”, tal cual lo demuestra, según el autor, “la vegetación robusta de que está cubierto”; la temperatura es suave debido a las brisas, cálidas y frías del Atlántico y la cordillera respectivamente, y se encuentran “pequeñas y frecuentes aguas” que la riegan. La conjunción de estos elementos, lleva a Triana a proponer como horizonte de posibilidad la creación de colonias agrícolas, formadas por labriegos de la cordillera y la altiplanicie…[donde]…pueden fundarse cultivos de café, cacao, caña de azúcar, yuca, maíz, pastos artificiales, y cuanto el agricultor de las tierras medias recoge a manos llenas de la próvida labranza (Triana, 1907: 150 y 176). La presencia de “labriegos de la cordillera y la altiplanicie” implica el establecimiento de un tipo de ser humano específico en la colonias, poseedor de unas características físicas y sociales que harían de ellas centros estables y duraderos, basados en el trabajo de la tierra y donde no habría lugar “á los amantes del oro engañoso” o la riqueza fácil. Las cualidades que el autor atribuye a los pobladores de la sierra, las podemos observar cuando escribe lo siguiente: …ellos son los poderosos, son ellos los conquistadores, ellos son los sabios; porque la lucha fisiológica les dio corazón fuerte, músculo recio y voluntad de acero. Bajo la apariencia sufrida y humilde del indio de la altiplanicie, se oculta la energía paciente, señora del mundo, la que esclaviza la tierra y funda la industria, para mediante ella convertir en sus tributarios á los amantes del oro engañoso. ( T r i a n a, 1907:58)

De esta forma el indígena de la sierra es representado como un ser humano excepcional para el trabajo, físicamente tiene “corazón

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fuerte y músculo recio”, espiritualmente es poseedor de una “voluntad de acero” y de la “energía…que esclaviza la tierra y funda la industria”, elementos que lo hacen el sujeto ideal para depositar en él el futuro de las “colonias” y, por medio de ellas, instaurar la “industria” y la civilización en la planicie del Guamués en particular, y el Piedemonte amazónico en general. Esta representación del indígena es interesante, ya que deja ver el elemento de juicio a través del cual el autor establece una clasificación de los seres humanos, así, la fisiología es la encargada de decir quién es apto para qué, al establecer relaciones entre las características físicas de los individuos, la altitud geográfica, la capacidad para el trabajo y la creación de una sociedad civilizada, de esta forma se explica el deseo de llevar gente de la cordillera y el altiplano. El papel de los enunciados fisiológicos en la definición de los seres humanos es más evidente cuando el explorador escribe: Si en la tierra fría la vida es más lenta, más selectos los productos y el pensamiento es más profundo, aunque más laborioso y tardío, también el proceso de la civilización es perezoso, pero firme…[porque]… no se edifica el palacio de la industria sobre arenas de oro, sino sobre el pedernal que mella la pica de acero…Por esta antítesis irónica, no hay pueblos poderosos que pisen sobre tesoros gratuitos. La expresión austera, el paso lerdo, el pensamiento frío de los hijos de la sierra, corresponden con el trabajo fisiológico gastado á cada instante en producir un aliento de vida; porque en las grandes alturas el simple fenómeno de llevar sangre al cerebro representa un esfuerzo del corazón, tributo á la mera existencia, que al nivel del mar no se apaga… ( T r i a n a, 1907:58)

Queda claramente demostrada la relación que el explorador establece entre los habitantes de tierra fría, la cordillera y el altiplano con el proceso de civilización, sinónimo de la industria. Según él, estos sujetos son los indicados para instaurar unas bases

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sólidas, firmes, que permitan el desarrollo de la región a largo plazo, ya que fisiológicamente están acostumbrados al trabajo duro y constante para existir. En el pensamiento del autor, ellos son los únicos que podrían explotar todas las riquezas de la amazonía sin dejarse llevar por el deseo de enriquecerse fácilmente, aprovecharían al máximo la fecundidad del suelo al esclavizar la tierra; no se deslumbrarían ante el primer indicio de obtener fácilmente algún tipo de beneficio. En síntesis, son las personas indicadas para transformar el paisaje del Piedemonte, creando en el horizonte de posibilidad el ordenamiento deseado y superando la vacuidad humana que Triana ha creado durante su viaje. Las “colonias agrícolas” planteadas por el explorador, además de ser un medio de apropiación, incorporación de la frontera por parte de la nación, también representaban la posibilidad de incrementar el valor de las exportaciones del país, al querer aprovechar al máximo la fertilidad del suelo mediante la instauración de cultivos de capital importancia para la economía como el café, el cacao, la caña de azúcar y los pastos artificiales para ganado. Hay que tener en cuenta que para 1905 el primero representó el 39.5% de las exportaciones, mientras los demás, incluidos bajo el renglón de “otros agropecuarios” el 34.9% y, durante el período 1906-1910 el 37.2% y el 23.9% respectivamente, los dos porcentajes más altos de ambos períodos (Palacios, 1983: 43).3 Recapitulando, observamos que a medida que Triana efectúa su viaje, va emergiendo un paisaje específico del lugar que recorre y del Piedemonte en general. Sin embargo, en ningún momento establece grandes generalizaciones para esta región, mucho menos para toda la cuenca amazónica. En síntesis, no utiliza su experiencia de vida para proponer que toda la amazonía es igual, por el contrario, el autor parece estar interesado en destacar las diferencias que encuentra. 3 Las cifras fueron tomadas del cuadro no 1, titulado, Composición porcentual del valor de las exportaciones colombianas, 1834/5-1910 elaborado por Marco Palacios (1983).

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De otra manera, encontramos en la lectura a través de la cual Triana va creando el paisaje, una percepción del lugar en la que se mezclan juicios estéticos y económicos, que terminan calificándolo como “sublime, grandioso y fuente de todas las riquezas”, al tiempo que en él no habita ser humano alguno. El horizonte de posibilidad es dominado por los enunciados económicos y fisiológicos, y se caracterizaría por la instauración de las llamadas “colonias agrícolas” como medio de apropiación, por parte de la sociedad nacional, de la planicie. Haciendas, educación indígena y patriotismo: entre los puertos de Guineo y el Limón

Con algunas variaciones en su composición, las colonias agrícolas propuestas para la planicie del Guamués, se presentan en el pensamiento de Triana como el principal medio para incorporar el Piedemonte amazónico a la nación o vistas desde la otra cara de la moneda, definen la posición que el gobierno central le otorga a esta región dentro del sistema social, político, económico y cultural que implicaba crear una nación moderna, este rol se puede apreciar más claramente al analizar los cambios introducidos en el modelo de las colonias y sus motivos. Las reformas planteadas se refieren ante todo al tipo de individuos que trabajarían en ellas. La fisiología de los indígenas del altiplano y la cordillera deja de ser una razón suficiente para confiarles la construcción de “colonias” sólidas y prósperas, es necesario que quienes laboren en ellas posean un verdadero interés en el bienestar de la “patria”. Este cambio en la conceptualización del ser humano futuro, se debe a la “experiencia cotidiana” que tiene el explorador durante el resto de su viaje con diferentes comunidades indígenas y blancas existentes en la región, ubicadas en poblados como La Sofía, San José, Guineo, Sibundoy y Santiago, que lo llevan a replantear su pensamiento en torno a los pobladores de la sierra, y a ver en algunos habitantes del Piedemonte, la posibilidad

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de hacerlos participes de las colonias, previa instrucción o “educación de indígenas”. Su “experiencia de vida” en el Piedemonte también presenta algunos cambios. Ahora lo ve como poseedor de una gran cantidad de riquezas a nivel agrícola, gracias a las cualidades del suelo y el “clima sano y apropiado á una gran variedad de cultivos remuneradores”. El explorador introduce dos elementos que no aparecieron cuando pasó por la planicie del Guamués, estos son: la “comunicabilidad” de la región con otras del país y del continente a través de los diferentes ríos y caminos, y la existencia de “indígenas inteligentes y robustos” en el Piedemonte. Una descripción en la que aparecen tanto los nuevos rasgos, como los mencionados anteriormente, la encontramos cuando Triana se dirige hacia Mocoa después de abandonar los pueblos de San José y Guineo. En estos momentos escribe lo siguiente: Los senderos del Guineo y el Limón, sendos puertos fluviales, los más avanzados de las dos grandes aortas de la llanura oriental, hacen su cruzamiento en las primeras faldas de la cordillera, á cuatro leguas próximamente de uno y otro embarcadero. !Qué situación la de esta planicie tan propicia para una colonia agrícola! Distante tres leguas de Mocoa, centro de recursos, los cuales hoy han desaparecido por la decadencia consiguiente al sosiego industrial del territorio; de terreno bajo, plano y seco, aunque rico en corrientes; rodeada de una numerosa parcialidad de indígenas inteligentes y robustos; de clima sano y apropiado á una gran variedad de cultivos remuneradores; en comunicación inmediata con Nariño por el sendero ya colonizado de Mocoa y Sibundoy, con el Tolima por el río Caquetá, el Orteguaza y el camino de Florencia, y con el Grande Amazonas por sus dos robustos brazos, el Caquetá y el Putumayo, con los cuales este “Padre de las naciones americanas” impone su poderosa providencia sobre la patria colombiana. ( T r i a n a, 1907:304)

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Como ya se mencionó, las cualidades de los habitantes del Piedemonte reseñadas por el autor, son producto del interés que este ve en ellos por la patria, las cuales se definen en el pensamiento del explorador por dos características. La primera, la preocupación o curiosidad que demuestran ante proyectos económicos como la construcción del camino que los comunicaría con Pasto, del cual Triana es el encargado de proponer el trazado y la segunda, el deseo por conocer cómo es y dónde queda ubicada la capital de la república, al igual que el tamaño del territorio gobernado en ese entonces por Rafael Reyes. Estos elementos van a ser así mismo una crítica a los pobladores de algunas ciudades, Pasto específicamente, que muestran poco conocimiento e interés por el pabellón nacional y los proyectos del gobierno central. Ese comportamiento “patriótico” es presentado por el autor en su texto al referirse, entre otros, a los indígenas sionas del Putumayo, de quienes escribe: Los indios de San José, por ejemplo, se han dado mejor cuenta de nuestra misión que los del valle de Atris y han procedido, en consecuencia, más patrióticamente que muchos señores de categoría en Pasto. Manifiestan también una curiosidad muy racional, en cuanto á las circunstancias del camino… Se consideran más colombianos en su deseo de conocer cómo es la capital de la República y en el lujo del pabellón nacional, que muchos hijos de ciudades que ignoran dónde queda Bogotá y á quienes es preciso conminar para que adornen los frentes de sus casas el día del natalicio de la patria. ( T r i a n a, 1907:274)

La introducción de enunciados relacionados con la patria es interesante porque deja ver otra función de las “colonias” como un medio de integración de la región a la nación, son una forma de construirla al querer implantar un modelo de ordenamiento territorial y de relaciones sociales consideradas peculiares del carácter nacional; por último, este deseo puede ser relacionado o definido

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como el ejercicio de la soberanía. Ahora no es suficiente traer labriegos de la zona andina para lograr una productividad agrícola alta, sino que es indispensable que quienes trabajen en ellas tengan un sentimiento de pertenencia con la amazonía y la república, sin embargo, esta cualidad no basta para empezar a hacerlos participes de las “colonias”, primero hay que “nacionalizarlos” mediante la educación, la cual depende del estadio de civilización en que se encuentren, “salvajes o bárbaros” según Triana, y que los llevaría a ejercer determinados roles dentro del proceso de colonización. Vale la pena resaltar que según Triana sólo existen tribus bárbaras en la región del Piedemonte, las salvajes se encuentran ubicadas en la planicie amazónica perteneciente a la república. La diferencia entre las categorías de salvaje y bárbaro en el pensamiento de Miguel Triana, radica en que quienes pertenecen a la primera se encuentran “fuera de todo conocimiento y de toda noción, yacen por debajo del nivel del suelo social”, es decir, que pertenecen al orden de la naturaleza, que aún no son seres sociales, mientras que los miembros de la segunda tienen un “nivel moral apreciable, con desintegración de derechos” al tiempo que son amantes de ellos y los defienden de quienes los atacan, con”perseverancia, energía y astucia”. Estas definiciones, hacen que el objetivo de la educación de las tribus salvajes sea una simple nivelación por lo bajo, vincularlos a la sociedad inculcándoles, por lo menos, la noción de la vida de que gozan en el mundo hasta los imbéciles y la sanción moral primaria de los criminales natos (Triana, 1907: 230-231). De otra manera, la educación dirigida a quienes eran considerados como bárbaros difería substancialmente de la anterior, ya que en estos se veía la posibilidad de llegar a aprender el comportamiento y el saber de la civilización. Ante esto, el explorador propone la fundación de escuelas con textos muy elementales en idioma bárbaro, para enseñar a leer, las cuatro operaciones de aritmética y la Geografía general de Colombia, como el primer paso para “nacionalizar” a los

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indígenas, e incluso llegar a enseñarles de forma fácil y apropiada el conocimiento de otras lenguas y todo lo que con éstas se ha logrado expresar, en orden á ideas trascendentales: la filosofía de las ciencias, los preceptos de la moral, las autos (Triana, 1907:238). Estas asignaturas y temas, sugieren una de las formas en que el gobierno nacional pretende o debe ejercer la soberanía y crear una conciencia nacional en los pobladores de regiones de frontera como la amazonía. Mediante el estudio de la geografía se impartiría una noción del territorio de la república y de las características de cada región; la lectura era el instrumento a través del cual se podían enseñar “la filosofía de la ciencia, los preceptos de la moral, etc.” que pretendían ser iguales en todo el país; y la aritmética era la base para ingresar en el mundo de la economía monetizada que implicaban las “colonias agrícolas”. Los dos primero rasgos son aún más importantes, porque sirven para empezar a crear o introducir en la mente de los indígenas, la conciencia necesaria para hacerlos partícipes de lo que Benedict Anderson denomina Comunidad Imaginada (Anderson, 1993) ya que la enseñanza de la geografía tiene la capacidad de mostrar y dar a conocer a un grupo humano determinado, otros grupos a los cuales no va a conocer, pero con los que comparte unas creencias culturales comunes, que, en el caso indígena, van a ser impartidas por la lectura. Es así como estos elementos pueden provocar un sentimiento de comunidad entre los diferentes pueblos que conforman la república. Como corolario podemos decir que la educación propuesta por Triana era un medio de colonizar la imaginación, o el imaginario, al tratar de cambiar la cosmovisión indígena por otra en la cual el mundo se amplía hasta los límites de la nación, y las pautas de comportamiento van a ser redefinidas en función de las que creen pertinentes los encargados de efectuar la enseñanza. En síntesis, las “tribus bárbaras” serían objeto de un cambio a nivel ontológico, en cuanto se pretende modificar su subjetividad y su condición existencial.

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Los dos tipos de educación expuestos pueden ser entendidos como el deseo por integrar al sistema social, moral y jurídico de la nación a los indígenas, ya que esto facilitaría al Estado el ejercicio de su soberanía sobre los individuos, al ajustarlos a un modelo cultural hegemónico que de ahora en adelante los situaba en el mismo estatus de los habitantes de las ciudades, pueblos y zonas rurales de la región andina, y por lo tanto los convertía en objeto de las mismas leyes y sanciones. En este momento el tipo de ser humano que estaría vinculado con el proceso de colonización del Piedemonte, es social y culturalmente portador de pautas de comportamiento “occidentales”, debido a los conocimientos que se le impartirían mediante el modelo educativo propuesto por el director de la Expedición científica al Putumayo, al tiempo que las diferencias raciales parecen no tener importancia. Así, en el horizonte de existencia las “colonias” absorben al indígena, convirtiéndolo en jornalero, peón, o en el mejor de los casos, en campesino si lograba ser propietario de un pedazo de tierra, ya que la repartición de esta en las “colonias” no pretendía promover los minifundios, ni mucho menos dar a cada indígena una finca, todo lo contrario, Triana ve en las “haciendas” y en el trabajo de los “colonos”, ex-campesinos en los Andes, los mejores sistemas para usufructuar la región, tal como lo deja ver cuando escribe: Aquella región convida á que se la colonice: allí cabrían numerosas haciendas de ganado, el cual ofrece generosa remuneración en los mercados del Marañón, donde vale una cabeza quinientos soles; allí los cacaotales, cañaverales, tabacales, los cultivos de caucho y kola y las mil industrias agrícolas del Trópico, tapizarían de variados matices de verdura la pampa fecunda. Los capitales grandes y los pequeños recursos encontrarían allí la centuplicación como premio, y el esfuerzo del colono, portador de habilidad y perseverancia, sería recompensado con rápida riqueza. ( T r i a n a, 1907:304)

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Observamos aquí un nuevo rasgo del horizonte de posibilidad. Ahora, se añade al modelo de colonización presentado la figura la hacienda ganadera, que encuentra su justificación en la posibilidad de lograr beneficios económicos importantes por medio de la exportación de su producción hacia el corazón de la cuenca amazónica y que en los años posteriores va a marcar el desarrollo de la amazonía.4 Este nuevo elemento nos ayuda a discernir mejor la forma de tenencia de la tierra, ordenamiento espacial que propone Triana, la cual podemos resumir como la implantación del mismo paisaje existente en la región andina, donde predominan los latifundios con sus respectivas relaciones sociales entre el señor latifundista, los jornaleros, aparceros, etc., esto, independientemente de que el autor plantee la posibilidad de “rápida riqueza” para “los capitales grandes y pequeños”, pues, ¿quiénes tenían ese capital? Los indígenas no, tampoco el campesino convertido en colono, estos sólo tenían su trabajo. De esta manera, y como se mencionó anteriormente, la igualdad en las “colonias y haciendas” no es social ni económica; tiende al comportamiento, a las maneras de conducción de los individuos, a la adopción de la norma legal y cultural. El horizonte de existencia posible visualizado por el explorador para la región comprendida entre los embarcaderos de el Limón y Guineo, se caracteriza por la reproducción del sistema productivo agrícola existente en los Andes, y por la necesidad de crear una conciencia nacional que sirva para facilitar al Estado el ejercicio de la soberanía, no sólo sobre el territorio amazónico, también sobre los individuos que allí habitaban. De esta forma, el tipo de educación pro-

4 Sobre la importancia del modelo de la hacienda ganadera en el desarrollo de la Amazonía durante el siglo x x , se recomienda ver los trabajos: Jaramillo J., Mora, L. y Cubides, F. (1986) y Serrano, E. (1994). Al respecto, como señala Bernardo Tovar (1991) hacia 1920, según estadísticas del Segundo congreso de mejoras públicas, ya existían 88 haciendas ganaderas, 11.926 cabezas de ganado vacuno y 15.900 hectáreas de pastos cultivados solamente en la parte del Caquetá.

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puesto, sus asignaturas, temas y pedagogía tenía como objetivo transformar la subjetividad del indígena, en quien se han reconocido aptitudes para la “civilización”, para hacer de él un colombiano, es decir, un individuo conocedor y poseedor de unas normas determinadas de comportamiento para la vida social, económica, política y cultural que son las de una sociedad en proceso de expansión y modernización, situada al comienzo del camino que la llevaría del predominio de lo rural a lo urbano, de las relaciones jerárquicas y recíprocas, a unas supuestamente “igualitarias” entre ciudadanos. En comparación con el horizonte de posibilidad propuesto al escribir sobre la planicie del Guamués, encontramos en este momento junto a los enunciados económicos y fisiológicos, los patrióticos, comerciales, educativos y los relacionados con la soberanía, como los elementos que poco a poco tejen el discurso por medio del cual Triana va creando el paisaje de la región y le otorga a esta una posición determinada dentro de la sociedad nacional.

Geoestrategia, costumbres y cambio: el Valle del Sibundoy

Al dejar Mocoa y seguir el camino de regreso hacia Pasto, la Expedición llega al valle del Sibundoy localizado a ocho leguas de esta última ciudad. Este, se presenta a los ojos del explorador de igual forma que los lugares anteriores, lo deslumbra por una riqueza inimaginada que al parecer, sólo quien posea un “criterio económico” puede apreciar. Sin embargo, su incursión en el valle lo sorprende ya que lo que había escuchado sobre él era poco frente a lo que observa. Triana escribe lo siguiente: Al salir de los desmontes, se ofrece á la vista del viajero un extenso y hermoso valle, tan plano y festivo como la sabana de Bogotá: es el valle de Sibundoy. Aunque habíamos oído hablar de él; no teníamos cabal idea ni de su formación, ni de su amplitud, ni de su importancia, ni de

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su riqueza: se goza de una sorpresa gratísima al contemplarlo y se maravilla el hombre de algún criterio económico al considerar inmediatamente, cómo ha podido conservarse esta riqueza ignorada y como desdeñada por la industria, á ocho leguas distante de una ciudad, de tan laboriosos habitantes, como Pasto. ( T r i a n a, 1907:320-321) .

Esta vez los enunciados que sirven para dar cuenta de su experiencia de vida en la amazonía están relacionados con la disposición y características del terreno. Al pensar en su “formación, amplitud e importancia”, Triana está evaluando el lugar desde el campo de la geografía física, siendo esta la que determina la riqueza y relevancia del valle para el Piedemonte. De esta forma, podemos decir que esta conceptualización se genera al ser pensado como un punto estratégico para el proceso de colonización, aún más cuando el autor, ese “hombre de algún criterio económico” se maravilla y pregunta, ¿cómo ha podido conservarse esta riqueza ignorada y como desdeñada por la industria, si posee una extensión y un suelo plano que lo asemejan a la sabana de Bogotá, asiento de la capital de la república, y se encuentra tan cerca de la ciudad de Pasto? Esta condición que perturba y fascina al explorador, es importante porque hace del valle un posible punto de avance de la civilización hacia la “región Oriental”, por lo tanto, el centro de enlace entre los pobladores de la cordillera y las “colonias agrícolas y haciendas ganaderas” que existirían en la planicie del Guamués y en la zona comprendida entre los embarcaderos de el Limón y el Guineo, principalmente. Aunque en el horizonte de posibilidad el valle es visto como un punto de unión que, además de ser importante desde el punto de vista estratégico para promover la migración de campesinos provenientes de la región Andina hacia la amazonía, posee suelos ricos para el establecimiento de una industria estable y un poblado duradero, con una vida social propia independiente del flujo

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poblacional. En cuanto lugar, a medida que los miembros de la Expedición científica al Putumayo ingresan en él y visitan los poblados indígenas de Sibundoy y Santiago, encuentran en la concepción de la vida de los habitantes del primero, específicamente en el fuerte “apego á la costumbre”, quizás la causa principal del atraso que los impresionó al arribar al valle y en la actitud de los santiagueños, de supuesta filiación “quichua”, la posibilidad de un futuro para la amazonía ya que son “altivos, trabajadores, inteligentes y ambiciosos de mando” entre otras cualidades que les atribuye Triana. Visualizando un futuro partiendo del presente, el autor establece grandes diferencias entre los habitantes de los poblados. En sus planes no caben los sibundoyes, esta “parcialidad está próxima a desaparecer”, mientras los pobladores de Santiago podrían ser partícipes de sus propuestas. Sin embargo, veamos lo que escribe en su diario de viaje el explorador: Al llegar al valle precursor de Pasto y pasar por la colonia blanca de San Francisco, vestidos hombres y mujeres a la europea, cuando ya se espera pisar tierra de cristianos, choca al viajero tropezar otra vez con indios casi desnudos y sufre de pudor, porque piensa que estos vecinos de la civilización se presentan así por indecentes y no por causa de su salvaje sencillez y naturalidad. Esta esquivez á imitar los trajes civilizados, será suficiente indicativo de la paralización mental de estos indios y de su estado estacionario, si no militara en apoyo de esta tesis un cúmulo de datos característicos, por el mismo estilo. ( T r i a n a, 1907:325)

En este momento, el tipo de “vestido” utilizado por los habitantes de Sibundoy es el elemento que indigna a Triana. Para él es imperdonable que quienes tienen la oportunidad de residir cerca a centros como Pasto o San Francisco, no posean por lo menos la costumbre de vestir a la “europea”, lo cual dice mucho de ellos,

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tanto como para calificarlos de sufrir una “paralización mental”. Tal carencia significa una incapacidad para recibir y ser partícipes de la civilización o de las normas sociales, culturales y legales de la nación. Podemos decir que el explorador no encuentra en ellos el mínimo de potencial o aptitud para el cambio que está proponiendo con la fundación de “colonias agrícolas” y caminos de migración. Junto a su falta de receptividad, el autor señala otros rasgos que le sirven para vituperar la organización social y las costumbres de los sibundoyes, tal como lo son la falta de higiene, la supervivencia de hechiceros, médicos, brujos, envenenadores y la tendencia al suicidio, todo lo cual lo lleva a plantear su pronta desaparición. No obstante, estas características son el síntoma de un mal mayor relacionado con la actitud ante la vida, a saber, “el apego a la costumbre” que resume Triana al anotar, como están en este momento, así quieren seguir siendo indefinidamente. Para ellos el ideal es la quietud (Triana, 1907:325). A este se contrapone el deseo por el cambio de indígenas como los sionas y santiagueños especialmente. De esta forma, podemos plantear que el explorador atribuye a los pobladores de Sibundoy una forma de entender y actuar en el mundo de orden diferente a la de grupos como los sionas y los santiagueños, que niega toda posibilidad a la transformación de las costumbres y, por ende, tratar de introducirlos en un proceso educativo con el fin de “nacionalizarlos” sería simplemente una perdida de tiempo, tal como se puede deducir de las últimas palabras escritas sobre ellos: …los sibundoyes constituyen una tribu de bárbaros completamente distinta de las que la rodean… que seguramente se extinguirá antes de que la luz de una nueva idea la ilumine. (Triana, 1907:329). Con esta sentencia en mente Triana llega a Santiago, de su experiencia cotidiana aquí, recupera la confianza en los pobladores del Piedemonte y vuelve a ver en ellos aptitudes para la civilización. Esta vez, inspiradas en el deseo e inclinación que muestran los santiagueños por el cambio, representado por la existencia de una

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escuela y por los constantes viajes que hacen rumbo a Pasto. Al mismo tiempo, las actividades llevadas a cabo cotidianamente como ir a misa, su comportamiento en ella, y la preocupación de los niños por ir a la escuela con la “cusma limpia y muy peinados”, son las actitudes que el explorador destaca en ellos. La fascinación aparente de Miguel Triana con las costumbres de la sociedad existente en el último poblado del valle de Sibundoy, lo lleva a establecer una comparación entre sus habitantes y los sibundoyes, en la cual los primeros son objeto de una loa hasta ahora sin precedente en su relato de viaje, tal como lo deja ver cuando escribe lo siguiente: La diferencia [con los sibundoyes], en efecto, es inmensa: estos son altivos, trabajadores, inteligentes, ambiciosos de mando é intrigantes en las elecciones de gobernador. La pureza de sus costumbres hace también contraste con la relajación de los sibundoyes, entre quienes el adulterio es común. Son amigos de hacer largos viajes y aspiran al cruzamiento con los blancos. Las mujeres son fieles, laboriosas y fecundas; ellas les tejen las cusmas de lana azul y las zurcen en randa graciosa con hilo rojo, torcido también por sí mismas; modo de traje que junto con su aseo, sirve para distinguirlos fácilmente. La afición á la música es un rasgo característico de los santiagueños: todos tocan arpa, violín o flauta, instrumentos de un arte superior, construidos por ellos. ( T r i a n a, 1907:335)

En las trescientas treinta y ocho páginas que componen el texto de Triana, el explorador nunca había descrito de una forma similar a una comunidad, fuese blanca, negra, mestiza o indígena, de esta forma, la representación de los santiagueños resulta única. En conclusión, podemos decir que encuentra en ellos una sociedad ideal desde el punto de vista de las costumbres que poseen y practican, los hombres, las mujeres y los niños tienen cualidades que pueden ser definidas como excepcionales, a tal punto, que llega a escribir:

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sentimos tan tierna emoción, que pedimos al cielo conservara á este pueblo la simplicidad poética de sus costumbres. En esta última frase encontramos la razón de la admiración que lleva a Triana a pedir prácticamente la conjunción entre el horizonte de existencia y el lugar, para que éste no sea transformado con el tiempo. En este momento el enunciado estético, poético, es más fuerte en su pensamiento que los deseos de nacionalizar a todos los habitantes del Piedemonte, incorporándolos al sistema económico y social propuesto, es decir, las “colonias agrícolas”. Visualiza en el horizonte de posibilidad la convivencia entre dos tipos de sociedades; una, en proceso de modernización económica y social y otra que se presentaría como reducto de un estadio social inferior, pero que merece no sufrir el proceso avasallador de la primera, pues la “pureza y simplicidad de sus costumbres” y de su organización social se vería trastocada, generando que al incluirlas en el régimen individualista europeo, se trastornen sus nociones de la vida social, lo cual provocaría su embrutecimiento y degeneración moral (Triana, 1907:335). Encontramos en estos últimos planes del explorador una paradoja o ambivalencia, ya que por un momento son más importantes los enunciados estéticos, que hasta ahora venían siendo puestos en segundo plano dando prioridad a los fisiológicos, patrióticos, económicos y educativos. Parece ceder en su ideal de instaurar colonias con un sistema educativo que asegure la soberanía del Estado, la creación de una conciencia nacional y la modernización económica y social del Piedemonte. Sin embargo, esta “poética de las costumbres” de los santiagueños puede ser interpretada de otra forma, no como la preservación de una sociedad tradicional sino como el tipo ideal de sociedad indígena que quiere Triana, así, la “educación indígena” tendría como finalidad última hacer de las diferentes “tribus bárbaras” de la región portadoras de unas costumbres y un pensamiento similar al de los indígenas de Santiago, ya que estos son partidarios del cambio, “del cruzamiento con los blancos, inteligentes, trabajadores”, las mujeres “laboriosas, fieles

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y fecundas” y poseen aptitud para las “artes superiores”. Igualmente, los niños asisten a la escuela que se encuentra en manos de los misioneros, quienes son los encargados de dar misa, de esta forma aprenden a leer y algo de catecismo, este último como forma de enseñar “los preceptos de la moral, y las abstracciones sobre Dios y el alma” mencionadas anteriormente. Finalmente, podemos decir que la estructura social en que se encuentran los pobladores de Santiago, es el ideal para tener personas que puedan ser incorporadas en los trabajos que implicaban erigir “colonias agrícolas”, haciendas ganaderas y caminos que comunicaran la región con el resto del país, puesto que esos individuos tienen una educación básica y una forma de pensar que los hace aptos para esos menesteres. Por último, el desafío que entre líneas plantea Triana es, ¿cómo incorporar sociedades como la santiagueña, poseedoras de unas costumbres y “nociones de la vida social” dignas de salvaguardar y cuidar de la “degeneración”, a un régimen en el cual prima el interés individual, generalmente asociado con el económico?¿ Cómo hacerlos partícipes de los modelos de colonización sin destruir su relaciones sociales? ¿Cuál es el papel que debe asignárseles dentro del horizonte de existencia posible visualizado? Estos son interrogantes sin respuesta. I I I . LA LLANURA AMAZÓN ICA COLOMBIANA: U N A N U E VA F R O N T E R A

Al comienzo de este artículo, la cordillera de los Andes se presentó como la frontera de la civilización, el lugar hasta donde llegaba el influjo de la vida andina caracterizada por las instituciones legales de la república, el trabajo agrícola como medio de subsistencia y las costumbres de los habitantes de pequeñas ciudades como Pasto. De otra forma, a medida que la Expedición científica al Putumayo recorre el Piedemonte amazónico, su director empieza a dar cuenta de diferentes lugares, a darlos a conocer mediante su

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relato que, además, pretende ser un aporte a “la sociología colombiana”, al describir las costumbres de los habitantes de la región. Sin embargo, mediante el proceso de creación del paisaje expuesto en el apartado anterior, el autor instaura otra frontera, presente y futura, que se convierte en una referencia pero que no es traspasada por él, lugar del cual sólo se conoce lo que cuentan los habitantes de la región; al que no llegará rápidamente la influencia de la sociedad nacional, pues primero tendría que establecerse firmemente en el Piedemonte, así, la llanura amazónica colombiana aún no puede ser colonizada. El establecimiento de esta última como una nueva frontera de la civilización, puede ser deducido de las palabras que escribe Triana al iniciar su regreso a Pasto y dar la espalda a la extensa planicie que se abre hacia el oriente, todo esto, en el embarcadero de San José sobre el río Putumayo. En ellas encontramos los límites del pensamiento y de su construcción del paisaje, ya que el autor es incapaz de emitir juicios que provengan de su experiencia, y da por sentado lo que le dicen, por lo tanto perpetúa sin poner en duda algunos imaginarios. El único filtro que aplica parece ser lo que encontró en su viaje hasta el poblado siona y el auge que tuvieron las ciudades de la amazonía brasileña en la época de la explotación cauchera y quinera, que llevó a Manaos y a Belén del Pará a un período de florecimiento sin igual. De esta forma Triana escribió: El río tranquilo y majestuoso que en curvas elegantes se desarrolla llanura adentro, nos invitaba á seguir su curso y parecía prometernos muy hermosas aventuras. Con la imaginación y valiéndonos de los informes del joven Ortiz, hicimos un viaje ideal de salvajes en la incómoda canoa, comiendo plátano cogido al azar en las fecundas vegas, y durmiendo bajo las hojas de las palmeras en la arenosa playa, hasta donde las brisas civilizadoras del océano, con el buque de vapor, traen las comodidades para el viajero. Cerrábamos los ojos para ver la encantadora agitación de la industria que hoy invade el Marañón, para escu-

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char el bullicio de todas las lenguas europeas que allí se hablan y para comparar las inúmeras costumbres que allí se usan, con las que hemos venido describiendo de nuestros compatriotas los sionas y los guitotes, habitantes y señores del predio abandonado que nos toca de derecho en la participación que allí se hacen las naciones. ( T r i a n a, 1907: 286)

En el paisaje de la planicie amazónica presentada por el explorador existen dos lugares claramente diferenciados, el primero, correspondiente con la parte colombiana, caracterizado por la existencia de la vida indígena, cuyo medio de comunicación es la canoa, y en el cual la naturaleza es la encargada de proveer a los pobladores los alimentos y la habitación, aparentemente sin el menor esfuerzo de estos. El segundo, corresponde a la parte brasileña, lugar de la civilización, donde imperan la industria y las lenguas europeas, se presenta como un centro en cierta forma cosmopolita gracias al comercio que posibilita el encuentro de personas de diferentes partes del mundo. De lo anterior, la planicie amazónica colombiana surge como un punto límite a la civilización que la cerca por sus extremos, por lo tanto, reducto de costumbres indígenas que en un futuro deben ser transformadas para hacer estas tierras partícipes de la vida que plantea la sociedad nacional, como supuesta representante de un deber ser moderno. Sin embargo, su carácter fronterizo en el pensamiento de Triana viene dado por la posición desde la cual él cree que deben penetrar los cambios. No contempla en ningún momento la posibilidad de ejercer una acción desde el río Amazonas hacia el Putumayo, porque esto significaba el influjo de las particularidades de las sociedades brasileña, peruana o cualquier otra que pudiese llegar por esa vía, todo lo contrario, cree que deben ser la cordillera y el Piedemonte los lugares por donde la civilización tiene que llegar a la región. De esta forma, la república colombiana estaría en capacidad de ejercer su soberanía sobre ella al crear en los

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indígenas, mediante el sistema educativo, un sentimiento de pertenencia hacia Colombia; por otro lado, la promoción de la migración de habitantes de los Andes hacia la amazonía, al igual que la construcción de caminos y “colonias agrícolas” también pueden ser entendidas en el marco del ejercicio de la soberanía. Es por todo lo anterior que la planicie se presenta como una nueva frontera para la nación colombiana, en cuanto representa un problema de soberanía sobre la tierra y los habitantes de la región, aún más cuando las propuestas esbozadas por el autor, están relacionadas con la colonización del Piedemonte como una primera etapa de apropiación de la “región oriental”, dejando la llanura comprendida por los ríos Caqueta y Putumayo para una segunda etapa, es decir, a la espera, tal como lo deja ver al escribir: En último término está la pampa casi ilimitada, sobre la que el país no ejercerá posesión mientras no esté en capacidad de llevar á ella millones de colonos que la nacionalicen (Triana, 1907). I V. E L C A M I N O D E L S U R : EL GRAN PROYECTO COLON I ZADOR

Como se recordará, el objetivo principal de la Expedición al Putumayo consistía en buscar la mejor ruta posible para construir el camino que comunicaría a la ciudad de Pasto con el puerto de La Sofía, sobre el río Putumayo. Por lo tanto, su director, el Ingeniero Civil Miguel Triana, era el encargado de hacer el trazado de dicha obra, con la cual el Gobierno de la República pretendía promover la colonización de la ubérrima “región oriental” e instaurar el comercio entre Nariño y el Brasil. Los argumentos esgrimidos en favor del camino, están relacionados con la importancia que puede tener su construcción como medio de colonizar la “región oriental” y, en nuestro caso, con el proceso de creación del paisaje, está vez, haciendo referencia únicamente al horizonte de posibilidad. De este modo, el explorador escribe:

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El fomento del camino ó, mejor dicho, de tráfico local, es muy fácil. Consiste en adjudicar á uno y otro lado del trazo pequeños lotes a los millares de labriegos pobres que viven miserablemente en la altiplanicie y que mirarían tal adjudicación como un beneficio redentor. También hay en las ciudades y poblaciones de la Sierra un sinnúmero de personas sin oficio bastante lucrativo, más bien cobardes para la lucha de la vida, que propiamente vagos. Estos se enrolarían gustosos, con probabilidades de hacer una pequeña fortuna, el día de esta leva colonizadora. Las adjudicaciones de á 25 ó 50 hectáreas, con apariencia de remuneración ó premio á los peones y empleados subalternos de esta empresa, fue consultada por nosotros al Supremo Gobierno con el objeto de prevenir el evento de que este camino, por el alto costo que ha de representar, se quede en el simple trazo, borrable en poco tiempo por la maleza. La faja de desmontes consiguiente, de un kilómetro de anchura, en toda la extensión de la línea, y el cúmulo de habitantes de esta zona, determinará la construcción y conservación, á escote simulado ó por contribución indirecta, de un camino de capital importancia, sobre un trazo científico… ( T r i a n a, 1907:122)

En un primer momento, el camino representa la posibilidad de reorganizar la población existente en la altiplanicie, al brindar a los “labriegos” más pobres la oportunidad de asirse a una porción de tierra, que en su lugar de habitación empieza a adquirir precios muy altos. Triana presenta la colonización del Piedemonte como el horizonte de posibilidad en la cual se daría solución al problema rural, condición que también se da a nivel urbano, porque el “fomento del camino” puede servir para atraer a una serie de personas que viven en la ciudades de la cordillera sin una ocupación fija, que, aunque no son propiamente “vagos” según el autor, si se empiezan a percibir como un problema en potencia, pues es necesario ocuparlos en algo productivo. En segundo lugar, el dar tierra a lado y lado del camino a los “labriegos” y vagos de la región andina, convertidos ahora en “peo-

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nes y empleados subalternos”, se convierte en la estrategia por medio de la cual se asegura el éxito de la obra a lo largo del tiempo, ya que estos serían los encargados de hacer el mantenimiento de la vía. Este trabajo constante y no remunerado deja ver otro aspecto del pensamiento de Triana, ya que el hecho de dar tierra a la gente proveniente de los Andes se convierte en un acto a través del cual se pretende amarrarlos al camino. Así, su trabajo en la conservación puede ser entendido como el valor o el impuesto que deben pagar por haber adquirido una parcela. Por lo tanto, esta no es el pago por su participación en la construcción inicial. En conclusión, Triana plantea dejar toda la responsabilidad sobre el camino en manos de sus vecinos, liberando al gobierno de cualquier gasto o inversión para mejorarlo. De esta manera podemos decir que él se acoge a una forma de pensamiento habitual en la historia del país, que cree que la implementación de mejoras técnicas o la elaboración de obras de infraestructura traen, o son sinónimas del progreso y la civilización, tal como se puede deducir de las esperanzadas palabras que escribe para decir: …el camino abriría el campo á la emigración voluntaria de empresas hacia el rico Caquetá y se establecería el éxodo paulatino y atemperado de la raza cordillerana, portadora de una civilización estable, hacia la llanura salvaje (Triana, 1907:123). Este proyecto es el más importante para lograr transformar el “paisaje” del Piedemonte, pues es él quien da pie a la instauración de las “colonias agrícolas”. Es el motor del proceso de apropiación de la amazonía por parte de la nación, posibilita la inmigración de habitantes de la zona andina y, en definitiva, es el elemento que podría hacer realidad, lugar el horizonte de existencia posible caracterizado anteriormente. Es una forma de construir en la amazonía un paisaje nacional. Sin embargo, en el Informe Oficial presentado al gobierno de la República, Triana deja de lado algunos de los argumentos presentados en favor de la construcción de un camino, especialmente los

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relacionados con la reorganización de la población de la zona andina, para dar paso a asuntos netamente económicos, de costos esta vez. El asunto de promover la migración de labriegos de la “raza cordillerana” también es abandonado en cierta medida, ahora empieza a tener en cuenta los beneficios que puede traer utilizar a los indígenas como mano de obra, con el fin de abaratar los costos del proyecto. Con estos problemas en mente Triana brinda dos posibles rutas para construir el camino. La primera partía de Pasto, seguía por los poblados de Funes y Puerres, luego rodeaba el Cerro del Alcalde por su costado sur hasta llegar al Ríosucio, por este se pasaba hacia el Guamués para así llegar a La Sofía. La segunda, a la cual se dio mayor importancia por diferentes motivos analizados a continuación, partía de Pasto, bordeaba la laguna de La Cocha por el norte hacia el lugar de San Andrés, en las inmediaciones del Valle de Sibundoy, y de este bajaba bordeando el río Putumayo hasta San Vicente, para finalmente ir a dar a La Sofía. Ante la ruta por Funes, el explorador parece no tener más argumentos que los expuestos en una serie de estadísticas en las que analiza el costo de la obra, el cual sería de $95.000 en total, con un promedio de $5.000 por legua de construcción, en contra de los $145.000 que valdría la ruta por San Andrés, y en la que el promedio por legua era de $6.000. Sin embargo, esta última presenta alguna ventajas ya que sólo tendría 1180 y 3480 metros de subidas y bajadas, contra 2220 y 4920 metros respectivamente, que tendría la primera. Por último, la distancia total a la que quedaría Pasto de La Sofía por Funes era de 44 leguas mientras por San Andrés era de 38 leguas. Como complemento a las estadísticas, Triana aduce otro tipo de razones por las cuales es mejor construir el camino por la vía San Andrés-San Vicente-La Sofía, algunas de ellas tomadas de las sugerencias que un misionero franciscano con quien se relacionó en Mocoa le dio, y que se resumen en el provecho que se puede sacar de las maderas del valle de La Cocha y del

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trabajo de los indígenas del Valle de Sibundoy, el cual es visto como brazos á precio ínfimo (Triana, 1907) 5 . Además de la mano de obra barata y la madera para utilizar en las obras, el camino por San Andrés del Putumayo presenta a los ojos del explorador varios beneficios, cuyo criterio de evaluación se da a partir de la conceptualización elaborada de los diferentes lugares que identificó en el Piedemonte. Es decir, por la existencia de suelos fértiles, de un clima apto para colonos procedentes de la zona andina, de la comunicabilidad del Piedemonte y, por último, de las características de algunos grupos humanos como los indígenas de Santiago y los habitantes de San Francisco Elementos que se encuentran superpuestos en las razones que utiliza en defensa de esta ruta, y que encontramos cuando escribe en el Informe oficial sobre el camino de “Nariño” al puerto de La Sofía, en el río Putumayo (1906): Transmontada la cordillera por su mayor depresión, en el Boquerón de La Cocha, se encuentran fértiles terrenos colonizables. En primer lugar está el amplio cuenco del lago, á cuatro leguas de la ciudad, de donde se podrá proveer ésta…de productos agrícolas, ya encarecidos; porque los resguardos indígenas de los contornos son insuficientes. En segundo lugar está á ocho leguas… el valle de Sibundoy, más amplio que el de Pasto, fértil, plano y de dulce clima, á 2.000 [m.s.n.m.], donde podrá duplicarse el fomento agrícola de esta capital, ocupado por unos centenares de indígenas, rebeldes al sentido moral. En tercer lugar… se encuentran la amplia meseta que demora á las faldas del Patascoy, circundada por el río Guamués, y los valles

5 Ver los cuadros titulados: Perfil deducido para la línea por Funes…; Perfil deducido para el proyecto por San Andrés de Putumayo y Cuadro comparativo de las cuatro vías. Los argumentos presentados por el misionero, de quien no se da el nombre, pueden encontrarse en: Triana, 1907: 314

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abiertos de los ríos Orito y San Juan, de clima benigno y fresco, á una altura entre 1.000 y 500 [m.s.n.m.], capaces para una gran colonia blanca de más de cuarenta mil familias. En último término está la pampa casi ilimitada, sobre la que el país no ejercerá posesión mientras no esté en capacidad de llevar á ella millones de colonos que la nacionalicen. ( T r i a n a, 1907:347)

Finalmente, podemos afirmar que en la ruta sugerida por Triana al gobierno central, las características de los lugares que identificó mediante su experiencia de vida en el Piedemonte, son las que determinaron en última instancia la vía escogida. Así, la presencia de grupos humanos en el valle de Sibundoy, en contraposición a la meseta del Guamués, independientemente de las diferencias entre sibundoyes y santiagueños, fue uno de los factores de más peso en su decisión, pues estos representaban la posibilidad de proveer alimentos y mano de obra durante el período de construcción del camino. De igual manera, la actitud de los habitantes de Santiago frente a Triana y la nación, encarnada en la enseñanza escolarizada y los sacerdotes misioneros, fue otro aspecto importante ya que significó encontrar en ellos una predisposición favorable para los intereses del gobierno. Por lo tanto, observamos que los elementos de juicio existentes en la elección de la ruta por la cual iría el camino, no sólo fueron de tipo económico y/o climático: costos, fertilidad del suelo y cualidades de los lugares desde un punto de vista occidental, respectivamente. También jugó un papel de primera importancia la representación que el explorador hizo de los habitantes que encontró durante su viaje en la región.

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ALVARO ANDRÉS SANTOYO Antropólogo. Investigador independiente. Actualmente adelanta la investigación sobre las representaciones nacionales de la amazonía colombiana desde 1850 gracias a una beca otorgada por el Ministerio de Cultura. Otras áreas de interés incluyen la ciudadanía, los estudios subalternos y los movimientos sociales. E-mail: aa_santoyod@ hotmail.com

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