\"Otro desarrollo\" en el marco de la relación China-África

June 30, 2017 | Autor: A. Huitrón Morales | Categoría: Desarrollo, Cooperación Internacional Para El Desarrollo
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Descripción

Universidad Autónoma de Madrid Máster en Relaciones Internacionales y Estudios Africanos

“Otro desarrollo” en el marco de la relación China-África

Analilia Huitrón Morales

Tutor: Mbuyi Kabunda Badi

Septiembre 2010

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INDICE Introducción

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CAP. I Alternativas al desarrollo. Marco teórico conceptual

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1.1 Redefinir el desarrollo 1.2 Decrecimiento 1.3 Postdesarrollo 1.4 Enfoque de las capacidades

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CAP. II Relación sino-africana

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2.1 Relación comercial sino-africana

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2.2 Intereses y beneficios para China en la relación comercial con África

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2.2.1 Materias primas y recursos energéticos

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2.2.2 Apoyo diplomático

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2.2.3 Inversión. Apertura a nuevos mercados

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2.3 Intereses y perspectiva de África en la relación con China

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CAP. III Los nuevos enfoques de desarrollo en la relación China-África

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3.1 El decrecimiento en la relación China-África

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3.2 El Postdesarrollo en la relación sino-africana

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3.3 La relación China-África desde el enfoque de las capacidades

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Conclusiones

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Bibliografía

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INTRODUCCION

El desarrollo no es sólo un concepto, representa toda una ideología y unas prácticas determinadas, y es por esto que ha sido objeto de debate tanto en las ciencias sociales como en la economía, cuestionando su origen y viabilidad. Desde su nacimiento como una idea esperanzadora que traería el bienestar a todo el mundo y terminaría con las desigualdades sociales, económicas y políticas, el desarrollo fue acogido como estandarte de los países occidentales para liderar al resto del mundo hacia ese proceso de bienestar, mientras que las élites políticas y los responsables de los nuevos países independientes, una vez concluidas las descolonización en casi todo el mundo, fue adoptado cómo solución para insertarse en la modernidad. Décadas después, la sociedad mundial ha reconocido que el desarrollo, como empresa paternalista y transitiva (Latouche; 2004: 12) no ha cumplido con las expectativas deseadas y ha llegado a fracasar. El modelo de desarrollo que se ha propuesto desde Occidente para el resto del mundo sólo ha traído un mayor empobrecimiento, un incremento en la deuda, y una explotación de los recursos naturales que tiene un impacto negativo en el planeta en términos socio-económicos y medioambientales. Es evidente que ha llegado el momento de redefinir el desarrollo en tanto que el concepto adquiera una visión pluridimensional, y con ello erradicar el enfoque economicista y simplista al que se ha reducido, para así entender el desarrollo como un proceso de transformaciones políticas, sociales, económicas y ambientales. A partir de la década de los noventa surge un nuevo debate sobre cómo tratar de deconstruir el concepto de desarrollo desde una perspectiva más amplia, desmitificando 1 el desarrollismo y con ello la occidentalización y globalización, contribuyendo a luchar contra la “mercantilización de la vida” y la 1

El concepto de desarrollo ha llegado a mitificarse como el “camino” a la realización de los deseos y aspiraciones de toda la humanidad a partir de una serie de condicionalidades impuestas por los valores occidentales y la globalización, sin tener en cuenta el contexto histórico, geográfico, económico, social y cultural, de cada sociedad. El mito del desarrollo, como lo llama Latouche (2004: 20), ha significado, en la opinión de este autor, un aumento de la heteronomía en detrimento de la autonomía de las sociedades en el mundo.

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imposición del “pensamiento único” (Latouche; 2004: 17), que por mucho tiempo ha invisibilizado el resto de los contextos culturales de otras experiencias y realidades. Así en el presente trabajo se exponen tres marcos teóricos que pretenden aportar otros enfoques al intento por “deconstuir el desarrollo”. Tales son el decrecimiento, el postdesarrollo y el enfoque de las capacidades basado en los argumentos de Amartya Sen. El decrecimiento aborda el desarrollo desde la perspectiva de que el modelo propuesto por Occidente impacta negativamente al medio ambiente y genera mayores desigualdades socioeconómicas.es un enfoque que se concentra en el ámbito económico y medioambientalista del concepto de desarrollo. Por su parte el postdesarrollo más que proponer un nuevo desarrollo, se fundamenta en criticar el cómo se ha aplicado el modelo desarrollista occidental sumergiendo al subdesarrollo a los países del Sur, y cómo se ha desvalorizado el ámbito cultural y social en el proceso por alcanzar el desarrollo, negando en ello la pluralidad en las formas por lograr un desarrollo desde otras latitudes. En cuanto al enfoque de las capacidades de Sen, si bien es el marco teórico menos novedoso por el año en el que surge en 1979 y más debatido que los otros dos anteriores, su aportación enriquece el concepto ampliando la perspectiva del desarrollo hacia las libertades y capacidades que deben llegar a tener los individuos en el proceso, transformando el sentido económico sobre el que descansa el desarrollo hacia uno más social, cultural y político. Cabria mencionar que este enfoque puede tener coincidencias con la teoría de las necesidades básicas 2, pues ambas surgen en un periodo similar y colocan al individuo en el centro del desarrollo dotándolo de una serie de necesidades básicas que deben ser cubiertas determinadas por sus intereses y aspiraciones, sin embargo podríamos decir que se

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En 1978, bajo el mandato de Robert S. McNamara, el Banco Mundial dedicó varios estudios para tratar de lograr el cumplimiento de una serie de necesidades básicas, que se dividían en cuatro grupos: a) Los mínimos necesarios para el consumo familiar y personal: alimento, vivienda, etc. b) El acceso a servicios esenciales: salud, transporte, educación o agua potable. c) Las referidas a un puesto de trabajo debidamente remunerado. d) Necesidades cualitativas referidas a un entorno saludable y humano, participación en la toma de decisiones, libertades individuales, etc. Entre los autores de tales estudios figuraron Paul Streeten, Shahid Javed Burki, Norman Hicks o Frances Stewart. Es aquí que surge la Teoría de las necesidades humanas o básicas (Hegoa, 2005). La satisfacción de las necesidades básicas de todo individuo, en cualquier cultura y en cualquier tiempo permiten la supervivencia física y la autonomía personal. Ambas, son instrumentos, no un fin en sí mismas. ¿El fin? La participación social, el desarrollo de la libertad y para que puedan desarrollarse necesitan condiciones favorables: formas organizadas de producción y reproducción, sistemas de comunicación y autoridad (existen precondiciones sociales necesidades intermedias e indicadores de satisfacción- que se consideran comunes a toda cultura, religión y forma de vida). Son universales y cognoscibles... pero su conocimiento y su satisfacción es dinámico y abierto. (Doyal y Gough, 1994: 1415)

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diferencian en el alcance de las capacidades del individuo, pues la teoría de la satisfacción de las necesidades enfatiza en unas condiciones mínimas previas para desarrollas las capacidades de las que habla Sen, siendo mínimos, mientras que Sen se refiere a libertades más complejas que en su conjunto pueden llegar a desarrollar las capacidades del individuo. Ahora bien, en este interés por identificar qué y desde dónde el desarrollo a través de los marcos teóricos expuestos y rescatando esos otros contextos, realidades y dinámicas existentes en las relaciones internacionales, es que se pretende analizar cómo se insertan estos nuevos enfoques de desarrollo en la relación entre China y África. La creciente presencia de China en África, derivada de una serie de mecanismos y estrategias diseñadas por las autoridades chinas para lograr intereses económicos y de seguridad energética, plantea innumerables retos en el marco de la cooperación sino-africana, pero sobre todo en el desarrollo de los países africanos. Siendo esto último el interés central de la investigación. En definitiva, el objetivo general de la investigación es identificar qué desarrollo en la relación sino-africana a partir de conceptos y teorías novedosas, yendo más allá del enfoque economicista tradicional que ha fracasado en los países del Sur. Por eso y para ello, es indispensable hacer un breve recorrido por la evolución de dicha dinámica identificando cuáles son los ejes direccionales de la penetración del gigante asiático en el continente, y al mismo tiempo, conocer los intereses y la perspectiva de los países africanos en torno a la permanencia china, para así tener una visión lo más amplia posible del qué y el cómo de la relación. Los objetivos específicos de la investigación son tres. El primero consiste en identificar los argumentos de los más recientes enfoques sobre el desarrollo: decrecimiento, postdesarrollo y enfoque de capacidades de Sen. El segundo objetivo es conocer la relación entre China y África y sus alcances económicos, políticos, sociales y medioambientales. El tercero es analizar el impacto de la relación sobre el desarrollo a partir de los marcos teóricos propuestos. Esta investigación surgió por el interés de conocer qué desarrollo está brindando China en África a partir de marcos teóricos-conceptuales más amplios que el enfoque reduccionista del desarrollo económico. Se optó por recoger el decrecimiento, el postedesarrollo (en su opción del postcapitalismo) y el enfoque de capacidades como marcos teóricos que intentaran explicar el desarrollo en la relación sino-africana por dos razones principales.

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La primera,

porque actualmente son los debates teóricos más novedosos que han surgido

después del desarrollo humano, y aunque cada uno aporta un enfoque distinto sobre el desarrollo, a la vez son complementarios. El decrecimiento discute sobre el desarrollo desde una perspectiva económica y medioambiental; el postdesarrollo tiene una lectura más social y cultural; mientras que el enfoque de capacidades gira en torno al ámbito más político y social del desarrollo. Cabe mencionar que sus perspectivas no son tajantes, entre ellos hay coincidencias y algunas veces los argumentos se entremezclan. La segunda razón es que la relación entre China y África cada vez es más compleja y no se reduce al sector comercial, sino que los lazos entre ambas partes son más estrechos incluyendo en su relación temas económicos, medioambientales, sociales, políticos, culturales y financieros. Por lo que cada marco teórico propuesto en el presente trabajo permitiría tener una visión sobre cada uno de los ámbitos en lo que se desenvuelve la relación sino-africana, lo que no se podría hacer considerando sólo el enfoque tradicional del desarrollo económico. El presente estudio tiene dos aportaciones, una a la disciplina de Relaciones Internacionales, en general, y otra a los Estudios Africanos, en particular. La primera es conocer las premisas de los debates que están surgiendo en la academia sobre el desarrollo y aunque aún están en construcción, y en palabras de Carlos Taibo “ningún gobierno los reconozca”, su discusión genera una posibilidad de construir otros modelos y con ello intentar construir “otro mundo” más justo y menos desigual. La segunda es continuar el debate sobre la relación sino-africana desde otros enfoques que, igualmente, está en construcción y aún es difícil dar respuestas definitivas a todas las preguntas que surgen de esta dinámica. Ahora bien, el trabajo se estructura en tres capítulos. El primero presenta el marco teóricoconceptual, estudiando los argumentos de los autores que sustentan cada uno de los marcos propuestos. En el segundo capítulo se analiza la relación sino-africana en un periodo del 2000-2008, sus avances, alcances y evolución, así como los intereses y objetivos de ambas partes en dicha relación. Finalmente, el tercer capítulo se centra en el análisis de cómo los enfoques sobre desarrollo explican la relación entre China y África y qué desarrollo se está gestando en dicha dinámica desde los argumentos de los marcos teórico-conceptuales. En las conclusiones se propone una pincelada de propuestas,

reformas y actuaciones, ─a

desarrollar en análisis posteriores─, que ambos protagonistas han de llevar a cabo, para adentrase en los paradigmas de estas nuevas teorías del desarrollo. 6

I. Alternativas al desarrollo. Marco teórico conceptual

Otro Mundo es Posible entonces, otro desarrollo debería ser posible…Repensar la globalización y el desarrollo. Arturo Escobar 1.1 Redefinir el desarrollo En el contexto de la realidad euro-norteamericana surgió el término desarrollo en su sentido etnocéntrico, simplista y económico, destinado a la mejora económica de las áreas subdesarrolladas del Tercer Mundo. Pero la historia ha demostrado que el sueño europeo del progreso de la humanidad no se logra aún, su estrategia de desarrollo no ha producido las consecuencias deseadas, y por el contrario se han creado efectos opuestos como el masivo subdesarrollo y la pobreza traducida en hambrunas, desnutrición y violencia, signos del fracaso de “modelos ideales de desarrollo”. Tal situación negativa en el alcance del desarrollo para la humanidad radica en dos premisas: la incapacidad para entender el concepto de desarrollo en conjunto con la cultura 3, y en la terquedad de adaptar métodos o modelos a problemas cuyas características los diferencian unos de otros. De erradicarse esto se les brindaría a los modelos de desarrollo mayor libertad y autonomía. La misma Organización de Naciones Unidas (ONU) por medio de la UNESCO reconoció que el fracaso de las políticas de desarrollo impuestas tanto por los países europeos como por Estados Unidos y las organizaciones financieras internacionales, se debe precisamente al hecho de no tomar en cuenta los diferentes planos culturales de los países en los que se han tratado de aplicar. La ONU ha declarado que los modelos aceptados de desarrollo no han dado la importancia suficiente a la diversidad cultural. Es por ello que es necesario promover el principio de pluralismo, tanto en las relaciones entre países como en las relaciones entre diferentes grupos étnicos dentro de una misma nación (Pérez de Cuellar; 1997: 3). Así pues, el desarrollo debe plantearse desde la distinción entre desarrollar y desarrollarse, ya que en su entendimiento radica la posibilidad de permitir y lograr la consolidación de un desarrollo endógeno. Por eso, Joseph Ki-Zerbo manifestaba que no se desarrolla a uno, sino que uno se desarrolla.

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Un conjunto de investigadores reunidos por la UNESCO para la creación del Informe de la Comisión Mundial de Cultura y Desarrollo “Nuestra Diversidad Creativa” define desarrollo como “el proceso que aumenta la libertad afectiva de quienes se benefician de él para llevar a cabo aquello que, por una razón u otra, tienen motivos para valorar”, así mismo el informe confiere que el desarrollo es parte esencial de la cultura y viceversa, por lo que define a la cultura como “un fin en sí mismo y no un medio, y que todo aquello a lo que le otorgamos valor forma parte de la cultura” (Pérez de Cuellar; 1997: 3).

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“Desarrollar”, es un verbo transitivo, es decir, conduce de manera directa del sujeto al complemento, por lo cual no define claramente lo que desarrolla, ni la finalidad para la cual lo desarrolla; no existe un sujeto activo; en cambio,

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“Desarrollarse” al no ser una forma verbal transitiva, implica hacerse cargo y la auto-posición de un sujeto creador y no solamente beneficiario de su propio desarrollo.

Desarrollarse, entonces, se dirige a una concepción endógena del término desarrollo. Endógeno es un enfoque del desarrollo que enfatiza contemplar los modos y estilos de vida, los valores, las formas de organización social, los rasgos simbólicos, entre otros factores, para satisfacer las necesidades y aspiraciones reales del pueblo en cuestión (Claxton, 1994: 5). Asimismo, Mervyn Claxton afirma que no existen reglas establecidas que permitan el logro del desarrollo, por lo que “las políticas y estrategias que deberán adoptarse serán necesariamente diferentes de un país a otro y de una situación a otra” (Claxton, 1994: 6). Un desarrollo endógeno no limita los vínculos con lo exógeno, ya que es indispensable la apertura a otras sociedades que permita un auto-conocimiento y un conocimiento de las realidades que se forjan paralelamente. Joseph Ki-Zerbo precisa que “[…] no hay organismo sin intercambio con el exterior. Todos los sistemas vivos son abiertos y no autárticos” (Ki-Zerbo, 2003: 202). Las sociedades deben ser complementarias, no reductibles. Los valores sobre los que reposa el desarrollo y particularmente el progreso, no corresponden en su totalidad con aspiraciones universales, aunque cabe mencionar que derechos fundamentales como la vida, salud, educación y trabajo, poseen un encuentro en común entre las distintas culturas y sociedades en el mundo. Tales valores que exalta el desarrollo se encuentran más acorde con la historia y la cultura de Occidente, teniendo poco eco en otras sociedades. Por ejemplo, las sociedades animistas4 no comparten la creencia del dominio del hombre sobre la naturaleza, como tampoco los budistas o los hinduistas. Actualmente, esos valores occidentales son los que hay que frenar para encontrar soluciones a los problemas del mundo contemporáneo donde se ha llegado a entender que las sociedades son diversas cultural, social, económica y políticamente, y así evitar una catástrofe hacia la que nos lleva el sistema de la economía capitalista (Latouche, 2004: 21).

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Animismo. Referente a las que los objetos así como cualquier elemento del mundo natural posee alma y gobiernan su existencia.

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El paradigma del desarrollo planteado por las sociedades occidentales parece que ha llegado a su fin como un modelo exportable. En la teoría y en la práctica, se exigen nuevos conceptos que impliquen una visión integral, que nieguen el universalismo y obliguen a la co-responsabilidad para alcanzar el desarrollo. A su vez es imperante atraer el diálogo entre la teoría y lo empírico en el debate intelectual sobre el desarrollo. Esto es lo que se intenta plasmar en el presente capitulo, proponer el fin del desarrollo como concepto universal y dar paso a otras alternativas. Algunas de esas otras alternativas que aquí proponemos son el decrecimiento y el postdesarrollo, como conceptos alternos, así como el enfoque teórico de Amartya Sen, que vincula el desarrollo con la libertad y la capacidad. Todo ello con la intención de contar con un marco conceptual que nos permita identificar si alguno de estos teoremas se inserta en la relación sino-africana. Finalmente, a modo de resumen y con fines didácticos, al termino del capítulo se presenta un cuadro donde se sintetizan los principales argumentos y críticas a los marcos teóricos expuestos, lo que facilitará su comprensión identificando sus semejanzas y diferencias.

1.2 Decrecimiento El desarrollo es un concepto, una práctica y, al mismo tiempo, un discurso, con el cual se ha intentado universalizar el paradigma dominante de que el crecimiento económico es la solución que resuelve todos los problemas socioeconómicos y políticos de las sociedades en el mundo. Esta visión hegemónica ha colocado al crecimiento económico como la panacea que traerá el bienestar en función del incremento de las ganancias económicas, y supone que en cuanto más dinero se obtenga y mayor capacidad de consumo tenga una persona, las sociedades alcanzarán la felicidad. Así el crecimiento económico, será el fin que resuelva los conflictos sociales, la pobreza, la tristeza, y todos los males que aqueja al individuo y a los colectivos. Sin embargo, la realidad de las sociedades que han implementado el desarrollo bajo el paradigma del crecimiento económico como el medio y el fin, nos demuestra que está visión dominante provoca agresiones medioambientales, propicia el agotamiento de recursos escasos, no genera cohesión social – en forma contraria fomenta el individualismo y la indiferencia- y reduce la esperanza de vida ocasionada por la obesidad, el estrés, la contaminación y enfermedades físicas y psicológicas5. 5

Hervé René Martin (Citado por Latouche, 2004: 71) afirma que una persona feliz no consume antidepresivos, no consulta psiquiatras, no intenta suicidarse, no pasa el día comprando objetos costosos inútiles, en resumen no tiene una participación mayoritariamente activa en la vida económica. Coincidiendo con Ferrán Iniesta y Mbuyi Kabunda, el modelo de desarrollo

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Uno de los principales políticos apologista del crecimiento económico, Geroge Bush, declaró que el crecimiento era la solución, no el problema, porque sería la clave del progreso medioambiental, puesto que prevé recursos que permiten invertir en tecnologías limpias. Al contrario, autores como Latouche, afirman que lejos de ser el remedio a los problemas sociales y ecológicos, el desarrollo económico capitalista constituye el origen del mal, puesto que el sobrecrecimiento económico actual sobrepasa la capacidad de producción del planeta. Reflexionando un poco, si todos en el mundo consumiéramos como la sociedad europea o norteamericana, los límites físicos de la tierra, asegura Latouche (2004: 68), se habrían rebasado. Por tanto, las teorías y prácticas del desarrollo prevalecientes hasta ahora se encuentran en crisis, y requieren de una renovación para frenar un proceso económico que tiene implicaciones negativas en las sociedades y el planeta. Es entonces, el momento de aprovechar tal crisis para proponer nuevos paradigmas que propongan otro camino hacia el bienestar social. Una de las propuestas, es apostar por un descenso ordenado compatible con un estado de bienestar generalizado y sin excesos, denominándose: decrecimiento. El término decrecimiento es relativamente nuevo, teniendo su auge en Francia en los años 90, en el cual diversos autores trabajan en su desarrollo teórico. La idea del decrecimiento nace, principalmente, de la crítica al sistema de consumo y al fracaso del desarrollo en el Tercer Mundo. Entre sus principales autores encontramos Serge Latouche, Vincent Cheynet y Carlos Taibo. Lo que intentan estos autores es encontrar una alternativa teórica al desarrollo, proponiendo al decrecimiento, no como una vuelta atrás o un retroceso, sino consumir un menos para alcanzar un más, insistiendo en el ser que en el tener, en la calidad de vida que en la cantidad. Así, impedir la reproducción de un modelo único insostenible que plantea un sistema depredador. Latouche afirma que, fomentar el decrecimiento significa renunciar al imaginario económico, es decir, desistir de la creencia de que en cuanto más se tenga mejor se estará. La propuesta es redescubrir la verdadera riqueza de las relaciones sociales, desarrolladas en un mundo armónico y sano, que pueden llevarse a cabo con serenidad e incluso con cierta austeridad en el consumo material (Latouche, 2004; económico occidental está poniendo al límite la capacidad social y mental de las personas, puesto que en sociedades europeas y norteamericanas los índices de suicidio y de trastornos psicológicos van en aumento. La falta de contacto personal – individualismo- y el asilamiento social se torna cada vez más común en estas sociedades que fomentan el enriquecimiento económico como primordial. Agregando y complementado, las sociedades africanas se fundamentan en la solidaridad, reciprocidad y hospitalidad, acciones que promueven las relaciones interpersonales negando el individualismo, por lo que se asegura que si se tuvieran en cuenta estos valores como indicadores de desarrollo, las sociedades africanas no se encontrarían en los últimos lugares del IDH (Kabunda e Iniesta, 2010).

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Taibo, 2009). La idea es construir otra sociedad entorno a priorizar la convivencia social y promoviendo un consumo más limitado cuantitativamente y más exigente cualitativamente. Cabe mencionar, que los autores que apuestan por el decrecimiento aseguran que es fundamental construir otra sociedad, una sociedad de decreciente. Tanto Taibo como Latouche reclaman que es preciso reorganizar nuestras sociedades sobre la base de otros valores que reclaman una vida social menos consumista, un fomento del altruismo y una redistribución de los recursos. Asimismo es imprescindible, aseguran, reorganizar la sociedad en función de replantear el lugar central del trabajo de nuestras vidas, en priorizar las relaciones sociales en detrimento de la producción y del consumo, con la finalidad de obtener ganancias en el nivel de vida desde el enfoque de trabajar menos ─ aunque se entiende que esto ocasionaría una reducción salarial, pero que no se aprueba que ésta sea en provecho de los beneficios empresariales ─ y de disfrutar la vida contemplativa y desinteresada (Latouche, 2004: 72; Taibo, 2009). Un autor más que sugiere el decrecimiento como propuesta alternativa al desarrollo económico es Vincent Cheynet, quien concuerda con los autores antes mencionados, en que no se puede crecer indefinidamente en un mundo finito, donde el crecimiento económico se refiere a un crecimiento sin límites bajo la mentira de un mundo infinito. Cheynet (2009), no sólo ve el decrecimiento desde un enfoque medioambiental, sugiere también que la dinámica del crecimiento sin fin tiene implicaciones socio-políticas, ya que sumerge a los dirigentes políticos en una lógica de guerra con otros estados por recursos. El autor asegura que de continuar así la sociedad llegará a un punto de caos, sino es que ya ha llegado. Por tanto, el discurso del decrecimiento no supone un status de castigo, sino se refiere a un “cambiar la lógica”, “consumir menos” “consumir mejor y compartir para permitirnos vivir socialmente mejor”. Cheynet, concuerda en que el decrecimiento no significa ir contra la economía o destruir la economía, lo que hace falta es otro tipo de economía (Cheynet, 2009). La propuesta final de estos autores, que en un futuro seguirán reflexionando sobre otras formas posibles de alcanzar un bienestar integral, se concentra, también, en los roles que deben tomar tanto el Norte como el Sur en esta dinámica del decrecimiento. Latouche y Taibo, como autores que continuamente coinciden en sus afirmaciones, aseguran que el Norte debe reducir la producción y el consumo, para con ello buscar una condición de la justicia social y ecológica para el mundo. En cuanto 11

al Sur, quienes son los países que reciben en mayor medida los impactos negativos del crecimiento de los países del Norte, se trata de decrecer y más de-crecer, renovando el hilo de su historia y de su cultura roto por el proceso de colonización, el imperialismo y el neocolonialismo militar, económico y político, para retomar su propio papel de dueño de su identidad (Latouche, 2004: 74; Taibo, 2009). Coincidiendo que es importante que el Sur asuma sus realidades para poder aportar soluciones apropiadas a sus problemáticas. Sin embargo, como todo, el decrecimiento afronta algunas críticas. La primera, a la cual existe respuesta y se liga con lo antes mencionado, es que el decrecimiento al ser una idea construida en el Norte tiene un contenido de imposición y de deber ser hacia el resto de los habitantes del mundo en relación a que todos debemos decrecer. Pepa Gisbert (2007: 22), al respecto menciona que la propuesta decrecentista es que los países del Sur sigan su propio camino y que no imiten el modelo occidental de desarrollo que se ha mostrado poco válido para proporcionar bienestar y mientras tanto el papel del Norte deberá ser decrecer en sus dinámicas sociales permitiendo que las sociedades del Sur continúe enriqueciendo su funcionamiento paralelo basado en sus propios modelos de desarrollo. La crítica que puede surgir de manera casi inmediata es la que Joan Martínez Alier (2008:56-58) enuncia al afirmar que el decrecimiento económico causará dificultades sociales, puesto para que la economía no continúe creciendo al mismo ritmo se requiere una baja en la productividad, lo que llevará a un aumento del desempleo, una baja en los salarios (si es que se redujeran las horas laborales) y, por tanto, una baja per cápita, lo cual implicaría una reducción en el consumo, siendo este el objetivo, sin embargo para que se logre es prioritario el cambio en los sistemas financieros, económicos y sociales. Otra crítica sobre la misma línea, es que al referirse de que el decrecimiento debe darse en mayor medida en el bloque Norte que en el Sur, y que de esta manera se le “ayudara” al Sur, supone que en algún punto tal decrecimiento puede perjudicar a los movimientos sociales que se están desarrollando en el Sur. Esto es, que al producirse una “anticooperación”6 o cooperación positiva aquellos que formen parte de los movimientos sociales por justicia social o ambiental, terminaran enfrentándose a los mecanismos y actores de dicho proceso y, puede o no, frustrar tales proyectos que producen un bienestar en el Sur.

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“Anticooperación” deriva de “cooperación al desarrollo”, un concepto que el saber popular asocia a todas aquellas acciones del Norte que ayudan al Sur de un modo u otro. La anticooperación surge de preguntarse cómo y cuánta injerencia negativa reciben los pueblos del Sur Global por parte del Norte, cuál es la lógica que comparten tales interferencia, y cuánto del “vivir bien” y de la autodeterminación del Sur quedan determinadas desde y por el Norte (Llistar, 2008: 17)

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Cabe agregar, que para entender el decrecimiento hay que salir del paradigma económico dominante y comprender que este modelo de producción capitalista ha sobrepasado los límites del planeta, por lo que el sistema económico en el que estamos sumergidos debe decrecer físicamente en términos de las toneladas de los flujos de materiales (recursos naturales), de la energía, de la Apropiación Humana de la producción Primaria Neta de Biomasa (HAPP), y también del uso del agua. Por tanto el decrecimiento sugiere la disminución del uso de dichos recursos, así como una reducción de la anticooperación, sin que esto sea en detrimento de la cooperación positiva (intercambio tecnológico, cultural, académico, comercial, social y político) que sin duda sabemos que con base a ella, en mucha o poca medida, es que los países del mundo pueden alcanzar un bienestar.

1.3 Postdesarrollo Los críticos del desarrollo veían en la última década del siglo XX, el fin del modelo desarrollista occidental. Las críticas hacia el término y sus prácticas culminaban tras cuarenta años de su intervención en el llamado Tercer Mundo. Una de las ideas más fatalistas sobre el desarrollo es la de Rist quien enuncia que el “desarrollo” es como una estrella muerta de la que se percibe todavía luz, aunque está apagada desde hace mucho tiempo y para siempre (Rist, 2002: 10). Otros autores, como Arturo Escobar y Wolfgang Sachs, coinciden que el desarrollo ha muerto y es necesario hablar de algo más (Escobar, 2005: 17). Así surge entonces el postdesarrollo, como respuesta al vacio que dejaba la era desarrollista. Arturo Escobar, en 1991, introduce el término postdesarrollo bajo el marco teórico posestructuralista, con la idea no de proponer otra versión del desarrollo, sino con la finalidad de cuestionar los modos en que Asia, África y Latinoamérica llegaron a ser definidas como “subdesarrolladas” y orilladas a ser agentes receptores del desarrollo (Escobar, 2005: 18). Por tanto, este enfoque del cual emana el concepto de postdesarrollo no pretende encontrar o lograr un concepto que finalmente sea verdadero, eficaz y universalizable, pues esto decantaría en la critica esencial del modelo de desarrollo occidental, sin embargo, lo que se intenta es fomentar la crítica al modelo desarrollista e identificar el por qué de su fracaso, para con ello, medianamente, proponer un concepto más integral, particular y menos generalizado. Se intenta, pues, criticar el concepto y sus prácticas para entender y demostrar que África, Asia y Latinoamérica no pueden ser desarrolladas desde los mismos parámetros de Occidente. Es menester

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comprender que otras sociedades requieren otras formas, otros conceptos y otras prácticas conforme a sus realidades. El análisis estructuralista del desarrollo exalta la exclusión de las voces y preocupaciones de aquellos que en deberían ser los realmente beneficiados del desarrollo. Es a partir de aquí que el postdesarrollo surge como una alternativa al ya insuficiente término del desarrollo; al final, es otra visión del desarrollo que intenta explicar el fracaso de su discurso y práctica. La era del postdesarrollo añade una revalorización de las culturas vernáculas, la necesidad de recurrir en menor medida a los “expertos” economicistas y más a la gente común que participa en las actividades socioeconómicas en esto que se ha insistido en denominar “lo informal”, para así construir un mundo más humano, más cultural y ecológicamente sostenible (Escobar, 2005; Traoré, 2004, Latouche, 2004, Kabunda, 2010). Teóricamente desde el enfoque posestructuralista, que es donde surge el término en cuestión, la idea central, de acuerdo a Escobar, es:  Crear diferentes discursos y representaciones que no se encuentren tan mediados por la construcción del desarrollo (ideologías, metáforas, lenguaje, premisas, etc.);  Por lo tanto, la necesidad de cambiar las prácticas de saber y hacer y la “economía política de la verdad” que defiende al régimen del desarrollo;  Por consiguiente, la necesidad de multiplicar centros y agentes de producción de conocimientos, particularmente, hacer visibles las formas de conocimiento producidas por aquéllos quienes supuestamente son los “objetivos” del desarrollo para que puedan transformarse en sujetos y agentes;  Dos maneras de lograrlos son: enfocarse en las estrategias alternas producidas por movimientos sociales que efectúan en relación con las intervenciones del desarrollo; y promover lo que algunos autores llaman como “contra-labor”, que se refiere a las transformaciones que los grupos sociales llevan a cabo en cualquier intervención del desarrollo reposicionándola en su universo cultural dándole un sentido propio y real a sus necesidades (Escobar, 2005: 20-25).

Cabe mencionar que el postdesarrollo ha tenido diversas críticas debido a su enfoque un tanto generalizada, esencialista del desarrollo y romántico del localismo y los movimientos sociales omitiendo que lo local también se encuentra configurado por relaciones de poder. Asimismo, se le agrega otra 14

crítica, que es el pasar por alto la pobreza y el capitalismo en sus discursos, siendo éstos inherentes al término de desarrollo. Pero, es importante aclarar que el objetivo de los teóricos del postdesarollo no es, como ya se había mencionado, lograr encontrar un término verdadero y eficaz, sino más bien es poner sobre la mesa las críticas al desarrollo desde nuevos enfoques para fomentar el debate académico y político en torno a encontrar otros teoremas, otras formas y otras visiones para repensar el desarrollo (Escobar, 2005: 23). Así pues, el objetivo central de los teóricos de tal concepto, es sentar las bases teóricas que están surgiendo de la desconstrucción del desarrollo y la modernidad, con la intención de crear otros imaginarios más allá de los clásicos que propone los conceptos del modelo desarrollista, conceptos que están obsoletos en su concepción original. Algunos otros autores como Latouche (2004:76), refuerza la idea del activismo de los movimientos sociales quienes emprenden el trabajo de reconstrucción, de regeneración y recreación entorno a un ambiente armónico. Promueve, así, la reacción de grupos capaces de asociar con imaginación propia los elementos de la modernidad con los elementos supervivientes de la tradición. Asimismo le apuesta al reconocimiento radical del pluralismo del mundo y al compromiso que tenemos todos de emprender un proceso regenerativo en función de la cultura bajo el lema de que no pueden existir criterios universales que definan totalitariamente dicho proceso. La movilización de los grupos sociales más marginados que, paradójicamente, deberían ser los beneficiarios del desarrollo, lleva a estos grupos a inventar otro sistema, otra vida, otras alternativas. Son estos los “náufragos del desarrollo”7, quienes están condenados a desaparecer en la lógica dominante, los que no tienen más opción que organizarse según otra lógica. Deben inventar otro sistema, otra vida (Latouche, 1993: 17), idea que retomamos en el tercer capítulo. Se insiste en que el postdesarrollo debe ser plural. Se trata de buscar modelos de plenitud colectiva en la que no se favorezca un bienestar material destructor del medio ambiente y del bien social, sino una restructuración de las sociedades a partir de enfoques locales centrando el objetivo de la buena

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“Los náufragos del desarrollo”, es la figura a la que hace referencia Latouche respecto a los que están marginados en el desarrollo. Estos grupos, de acuerdo al autor, han creado un llamado Cuarto Mundo, pues el Tercer Mundo ha dejado de existir puesto que ciertos países pertenecientes a esta zona han entrado en la dinámica del crecimiento económico alcanzando estándares de potencias emergentes, tal es el caso de China, Singapur, Brasil, etc. La figura de “los náufragos del desarrollo” se refiere a los grupos tales como internado y refugiados, indígenas/grupos autóctonos, campesinos, sectores más pobres, y países menos avanzados (Latouche, 1993: 7-12).

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vida según los contextos en que se inscribe. En otras palabras, se trata de reconstruir nuevas culturas, siendo inaceptable un único modelo y una misma lógica (Latouche, 2004, 65-66). Para finalizar, cabe mencionar que existen diferencias entre el postdesarrollo y el decrecimiento. Para identificarlas, en primer instancia, es importante tener en cuenta las bases teóricas sobre las que se fundamenta cada concepto. El decrecimiento por su parte se sustenta en la crítica al sistema económico y al impacto negativo que éste tiene sobre el medio ambiente. Esto es, el decrecimiento parte de la economía y su modelo desarrollista para proponer una alternativa de reducción del uso de los recursos en detrimento de una menor productividad, un menor consumo y un mayor respeto por el medio ambiente y la reutilización de los recursos. Por su parte el postdesarrollo, es una idea que surge desde la base estructuralista, lo cual implica una visión en términos sociológicos y culturales. El postdesarrollo particularmente se plasma en la necesidad de una teoría crítica sobre el desarrollo y en el bosquejo de otros escenarios más allá del desarrollo (hegemónico). Tal concepto es reflejo de la crítica al término “subdesarrollo”, que ha provocado una crítica cultural y que desemboca, particular aunque no exclusivamente, en teorías y estrategias de postdesarrollo. Desde esta perspectiva, para García, Francés y Lucas (2005:15), el subdesarrollo es una invención occidental que perpetúa su propia percepción pretendidamente homogénea del progreso social lineal, sobre unas realidades muy diversas, y que convierte a los etiquetados como subdesarrollados en “malditos” incurables, en estigmatizados fagocitados e inmovilizados por la etiqueta. La necesidad de una teoría crítica de desarrollo, responde a una concepción crítica de la teoría del desarrollo y a la crítica cultural que origina el postdesarrollo, pero no es anti-desarrollo, es algo distinto al desarrollo como proceso histórico y construcción ideológica, no lo contrario al desarrollo. Por tanto, considero que ambos son conceptos que se complementan y que su análisis en paralelo así como trasversal puede suponernos una visión más real y complementaria de una alternativa a lo que entendemos por desarrollo, y más así poder proponer otro modelo económico, social, cultural y ambiental que nos permita desarrollarnos como sociedades, siempre y cuando se comprenda que ningún modelo está capacitado para desarrollar al otro.

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1.4 Enfoque de las capacidades El cómo se entiende el desarrollo y desde qué perspectiva se analiza, forma parte de las consideraciones fundamentales que se deben tomar en cuenta para poder elaborar políticas adecuadas que permitan alcanzar el desarrollo. Exponer las distintas visiones de lo que ha dejado de ser y de lo que se propone como alternativa al desarrollo, ha sido el objetivo de este primer capítulo, por lo que en el análisis de las nuevas propuestas teóricas-conceptuales, expongo ahora, no una reciente alternativa, pero sí una valiosa aportación a la visión amplia de lo que implica entender el desarrollo, la cual sugiere Amartya Sen. Partiendo de la idea de que el desarrollo es un proceso de transformaciones multidimensionales, ahora propongo insertar en el debate la perspectiva de Sen desde su vinculación del desarrollo con las libertades (o capacidades). Para Sen (2000: 16-18), el desarrollo es un proceso integral de expansión de las libertades que tiene el individuo, relacionadas entre sí. La premisa del autor es que las oportunidades sociales, políticas y económicas a las que se tiene acceso limitan o restringen, en poca o mucha medida, la capacidad de agencia (acción) que tiene el individuo. Las libertades a las que acceda el individuo o el colectivo en cuestión, es el eje central de la propuesta de Sen (2000: 19-20). La gran aportación del autor al debate de las críticas al desarrollo, es que coloca a la libertad como el fin y el medio del desarrollo, eliminando con ello la premisa de que el crecimiento económico es la panacea que permitirá un bienestar total, y a su vez contrasta con las visiones más estrictas del desarrollo, como su identificación con el crecimiento del PIB, con el aumento de las rentas per cápitas, con la industrialización, con los avances tecnológicos o con la modernización social. Por tanto, aquellos factores dejan de ser centrales en el proceso de desarrollo, para ahora posicionarse, desde la perspectiva de Sen, como algunos medios (elementos secundarios) para la expansión de las libertades fundamentales. Por tanto, el objetivo del análisis de la política económica y social deja de ser el marco económico para darle prioridad a la identificación de la libertad como perspectiva que guía el proceso de desarrollo. Cabe aclarar, que si bien en los marcos conceptuales presentados se niega el papel central del sector económico en el proceso de desarrollo, ninguno de ellos pretende ir en contra del mercado como uno de los elementos que benefician el desarrollo. Sin embargo, hay que dejar claro que se debe criticar 17

fuertemente los mecanismos del mercado en función de los efectos negativos que generan, tales como la exclusión y marginación que impiden que, tanto los individuos como las sociedades en su conjunto, puedan participar libremente en él y beneficiarse. Siendo ésta una libertad más a la que debe tener acceso el individuo en el proceso de desarrollo (Sen, 2000; Latouche, 1999, 2004; Escobar, 2005). Retomando el papel de la libertad en el desarrollo como medio y fin, Sen (2000: 55-57) en este enfoque considera que la expansión de la libertad es a su vez el fin primordial y el medio principal. El papel constitutivo de la libertad está relacionado, explica el autor, con la importancia de las libertades fundamentales para el enriquecimiento de la vida humana. Entre las libertades fundamentales se encuentran poder evitar la inanición, la desnutrición, la movilidad evitable y la mortalidad prematura, así como las libertades relacionadas con la capacidad de leer, escribir, participar políticamente, la libertad de expresión, etc. Estas libertades son parte constitutiva del propio desarrollo. En cuanto a su papel instrumental de la libertad está relacionada con la expansión de cada tipo de libertad. La eficacia de la libertad como instrumento reside en el hecho de que los diferentes tipos de libertad están interrelacionados y una libertad puede contribuir a aumentar otra. Por tanto es importante tener claro que las libertades son complementarias, y tanto la función constitutiva como instrumental están estrechamente ligadas. Es importante mencionar que estas libertades interconectadas deben ir acompañadas de la creación y el apoyo de instituciones que permitan el desarrollo y expansión de las libertades. Tales instituciones son, entre otras, sistemas democráticos, mecanismos jurídicos, estructuras de mercado, sistema de educación y sanidad, medios de comunicación, sistemas de prevención, etc. Estás instituciones deben ser construidas y guiadas en un papel conjunto entre el Estado y la sociedad, pues el esfuerzo de ambos permitirá el reforzamiento y la salvaguardia de las capacidades humanas (Sen, 2000, 74-75). Aquí hay que puntualizar una aportación más que proporciona el enfoque de Amartya Sen, la cual recae en la capacidad que tiene el individuo como agente de cambio. Sen (2000: 21 y 28), coloca a la persona como agente de acción y no como un simple receptor pasivo del desarrollo. Tal afirmación permite percibir al individuo como persona capaz de modificar su realidad, lo que es contrario en el enfoque desarrollista de Occidente, el cual posiciona al receptor como un ente incapaz de lograr cambios por sí mismo. Está aportación teórica pone fin al paradigma de desarrollar como verbo

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transitivo para reivindicar el desarrollo endógeno, reconociéndole al individuo y a sus sociedades la capacidad de desarrollarse.

A continuación observamos un cuadro resumen, que intenta sintetizar las principales premisas de los marcos conceptuales analizados anteriormente, para su mayor comprensión.

Cuadro 1. Alternativas conceptuales al desarrollo

Marco teórico

Autores

Enfoque

Argumentos base

Principales críticas

Decrecimiento

Serge Latouche, Vincent Cheynet Carlos Taibo

Económico y medioambietal

Promover un consumo limitado cuantitativamente y más exigente cualitativamente.

Al ser una idea construida en el Norte tiene un contenido de imposición y de deber ser, en relación a que todos debemos decrecer.

Reorganizar la sociedad sobre la base de valores menos consumista, fomento del altruismo y una redistribución de los recursos. “Cambiar la lógica”, “consumir menos”, consumir mejor”. El sistema económico capitalista debe decrecer físicamente en términos de las toneladas de los flujos de recursos naturales. El Norte debe reducir la producción y el consumo, para con ello buscar una condición de la justicia social y ecológica para el mundo.

El decrecimiento económico causará dificultades sociales, puesto que propone una baja en la productividad, lo que llevará a un aumento del desempleo, una baja en los salarios (si es que se redujeran las horas laborales) y, por tanto, una baja per cápita, lo cual implicaría una reducción en el consumo.

El Sur debe de-crecer renovando el hilo de su historia y de su cultura roto por el proceso de colonización, el imperialismo y el neocolonialismo militar, económico y político, para retomar su propio papel de dueño de su identidad.

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Postdesarrollo

Arturo Escobar, Serge Latouche, Eduardo Gudynas

Estructuralista Socio-cultural

Surge con la finalidad no de proponer otra versión del desarrollo, sino de cuestionar los modos en que Asia, África y Latinoamérica llegaron a ser definidas como “subdesarrolladas” y orilladas a ser agentes receptores del desarrollo. El subdesarrollo es una invención occidental que perpetúa su propia percepción pretendidamente homogénea del progreso social lineal, sobre unas realidades muy diversas, y que convierte a los etiquetados como subdesarrollados en “malditos” incurables.

No hay una propuesta concreta. Sus argumentos son muy amplios, que resultan ambiguos. Crítica sin proponer una alternativa contundente.

Cuestiona la preeminencia del concepto de crecimiento económico y este como meta; propone desarticular paulatinamente en la práctica el modelo de desarrollo basado en la premisa de la modernización y la explotación de la naturaleza; y pretende hacer visible la matriz cultural de donde proviene el desarrollo y su historicidad. No existe un solo modelo, los caminos son múltiples, ya que es necesario respetar la pluralidad de valores y culturas. Por lo tanto la aspiración de una sola “receta” se desvanece. Enfoque de las capacidades

Amartya Sen

Socio-político

Las oportunidades sociales, políticas y económicas a las que se tiene acceso limitan o restringen, en poca o mucha medida, la capacidad de agencia (acción) que tiene el individuo. Se coloca a la libertad como el fin y el medio del desarrollo, eliminando crecimiento económico como facto único del bienestar total. Entre las libertades fundamentales se encuentran poder evitar la inanición, la desnutrición, la movilidad evitable y la mortalidad prematura, así como las libertades relacionadas con la capacidad de leer, escribir, participar políticamente, la libertad de

El enfoque de las capacidades se muestra en un contexto de sociedades democráticas, iguales y libres. Lo que puede excluir a sociedades con otras características socio-políticas. No se enuncia una lista fija y canónica de las capacidades básicas, lo que permite caer en un relativismo y niega la existencia de valores universales. El enfoque puede ser

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expresión, etc. Estas libertades son parte constitutiva del propio desarrollo. Estas libertades interconectadas deben ir acompañadas de la creación y el apoyo de instituciones que permitan el desarrollo y expansión de las capacidades. El alcance del enfoque permite redimensionar una sociedad libre e igualitaria, ya que lo significativo para este enfoque no son los derechos con los que cuenta una persona, sus bienes, sus recursos, sus necesidades básicas, sino lo que consigue realizar con lo que tiene.

ambiguo en el intento de ser un espacio abierto y plural que pueda utilizarse en distintos contextos socioculturales. Pues al no existir un listado de capacidades o libertades al momento de hacerlo viable resulta poco medible y parcial.

Fuente: Elaboración propia a partir de las obras de Cheynet (2009), Escobar (2005.2009), Gudynas (2009), Latouche (2004), Sen (2000), Taibo (2009).

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II Relación sino-africana Los chinos nos ofrecen cosas concretas y Occidente, valores intangibles. Pero, ¿para qué sirve la transparencia, el gobierno, si la gente no tiene electricidad ni trabajo? La democracia no se come. Serge Mombouli

La creciente presencia de China en África, derivada de una serie de mecanismos y estrategias diseñadas por las autoridades chinas para lograr intereses económicos y de seguridad energética, plantea innumerables retos en el marco de la cooperación sino-africana, pero sobre todo en el desarrollo de los países africanos. Así pues, una vez concluido nuestro marco teórico, el presente capitulo se centrará en describir la relación, y al mismo tiempo analizar las ventajas y desventajas que supone la presencia china en el continente para las sociedades africanas. Como parte de esta introducción se presenta las características del continente exhibiendo sus riquezas en recursos, así como algunos antecedentes de la relación entre África y la potencia emergente: China. La llamamos potencia emergente debido a que en las últimas tres décadas su economía se ha modificado hasta alcanzar un crecimiento constante del 10% anual beneficiando a la tan deseada industrialización y modernización de la sociedad china, así como colocarse como la segunda economía más dinámica a nivel mundial. Como lo explica John Mearsheimer “…si China sigue creciendo al ritmo reciente, en unos cuantos decenios rebasaría a la economía de Estados Unidos en tamaño e importancia…, en este contexto (China) es la amenaza potencial más peligrosa para Estados Unidos a principios del siglo XXI.” (Petras y Veltmeyer, 2006: 253). Además, China se ha convertido en un mercado ideal para la inversión extranjera con la apertura hacia el exterior y sus 1.400 millones de habitantes con posibilidades en aumento de consumo, sin descuidar su propio mercado interno protegiéndolo de la competencia foránea, pues el gobierno aún conserva el control sobre cuatro sectores esenciales: el sector de armamento y seguridad nacional; los monopolios naturales (tabaco, acuñación de moneadas); el sector de infraestructura y del agua, energéticos, los ferrocarriles, la asistencia médica y al enseñanza y; las industrias básicas como la

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metalurgia, al extracción de carbón, la alta tecnología y las nuevas tecnologías (Petras y Veltmeyer, 2006 :258). Lo anterior, de manera un tanto parcial, demuestra que China tiene en mente su modelo de desarrollo, conservando bajo el control del Estado los sectores de mayor importancia y a la vez permitiendo la inversión extranjera en sectores menos potenciales al mismo tiempo que conserva una relación comercial con el resto de los países. La economía china es inusual, pues se trata de una economía capitalista floreciente controlada por un partido comunista que aún se guía por su centralismo. Asimismo, las relaciones de China con el mundo son cada vez más insistentes, por ejemplo con América Latina, con base en el discurso antiimperialista, ha logrado afianzar sus relaciones; tal es el caso de Venezuela y Bolivia cuyos gobiernos están dispuestos a establecer nuevas alianzas con China dentro de su programa socialista. Citando algunas cifras: China prometió invertir más de 100 000 millones de dólares en los próximos diez años, mientras que el comercio del país asiático con dicha región ha pasado de los 200 millones de dólares en 1975 a más de 40 000 millones a finales del 2004 (Manji y Marks, 2007:128). Particularmente en la región asiática, China reemplaza a Japón como el actor económico principal en Asia. Junto con las economías más dinámicas de la región, que son Malasia, Singapur y Corea del Sur, las cuales contribuyeron con más del 33% de la producción global a finales de 2005 (Manji y Marks, 2007:12). Por todo lo anterior, China está buscando colocarse en la dinámica mundial como una potencia regional y mundial; sin embargo aún está en vías de lograrlo pues cuenta aún es considerado como un país en desarrollo. Por lo que podemos denominar a este país una potencia emergente. Por su parte, el continente africano tiene una extensión territorial de 30 millones de kilómetros cuadrados y está constituido por 53 países que albergan en su conjunto a 1.200 millones de habitantes (2010), lo que representa el 16% del total de la población mundial. En cuanto a recursos naturales, África alberga los bosques ecuatoriales más extensos y conservados del planeta, así como 200 millones de hectáreas cultivables. Nigeria y Argelia son los países con mayor producción petrolera: 2.1 y 1.8 millones de barriles de petróleo al día (British Petroleum, 2010: 8) respectivamente; Gabón cuenta con agua de alta calidad y en gran cantidad; Angola es el cuarto a nivel continental en explotación petrolera con una producción de 1.4 millones de barriles al día. Mientras que es el principal en diamantes, al producir 7 millones de quilates en 2009 (Afrol 23

News, 2009); la República Democrática del Congo posee un tercio de las reservas mundiales de cobalto, un cuarto de las de diamantes, oro en cantidades respetables y sobre todo tres cuartas partes de las reservas mundiales de coltán (Michel, Beuret, 2009: 249); Sudán, por su parte, posee petróleo, pequeñas reservas de mineral de hierro, cobre, pirita de cromo, cinc, tungsteno, mica, plata, oro. Los productos agrícolas con los que cuenta son: algodón, aceite de semillas, sorgo, trigo, goma arábica, corderos. Entre sus principales industrias se encuentran: textiles, cemento, aceites comestibles, azúcar, jabón, calzado, refino de petróleo; en general África posee la mayoría de los minerales conocidos, muchos de los cuales se encuentran en cantidades importantes, aunque su distribución geográfica es irregular. Hay grandes yacimientos de combustibles fósiles como el carbón, petróleo y gas natural. África tiene algunas de las más grandes reservas mundiales de oro, diamantes, cobre, bauxita, manganeso, níquel, platino, cobalto, radio, germanio, litio, titanio y fosfatos. Otros importantes recursos naturales son el mineral de hierro, el cromo, el estaño, el cinc, el plomo, el torio, el circonio, el vanadio, el antimonio y el berilio. También hay cantidades explotables de arcillas, mica, azufre, sal, natrón, grafito, piedra, caliza y yeso. Por todo lo anterior y más, el continente africano es una región que reúne intereses estratégicos diversos, lo que condiciona peligrosamente la voluntad de las grandes potencias en el sentido de asegurar su influencia (Zoctizoum, 1992: 107). Particularmente, China ha logrado consolidarse como un socio comercial importante para algunos países africanos. La necesidad del país asiático por consolidar un proceso de industrialización y modernización, que dio inicio a finales de la década de los setenta ha contribuido a transformar y estrechar las relaciones con los países africanos. Sin embargo, cabe referirnos brevemente al contexto histórico de la relación entre China y África, con la finalidad de identificar los cambios a lo largo del tiempo respecto a las coyunturas internacionales y los intereses chinos. La relación puede remontarse a tiempos muy antiguos, pero los lazos se estrechan, podría decirse, desde la independencia de China en 1949, cuando ésta estaba fuertemente influenciada por el debate ideológico de la Guerra Fría. Mao inició un programa de asistencia para el desarrollo enfocado en los países no alineados, mientras que para África esto se convirtió en una especie de “cruzada filantrópica”. La idea era predicar una cooperación Sur-Sur y una colaboración beneficiosa, en oposición al comportamiento de las potencias antagonistas de la Guerra Fría. El proyecto chino de la colaboración

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en la construcción del Ferrocaril Tazara (o Tanzam), es uno de los ejemplo emblemáticos de dicho contexto. Pero, tras la sucesión de Deng Xiaoping, la cooperación de China estuvo menos conducida por la ideología y más dirigida por las consideraciones económica, las relaciones se convirtieron en un modelo más racional (Naidu y Burke, 2008: 76-77). La cooperación entre China y África podría resumirse en cuatro fases:  El primer periodo, que abarca de 1949 a 1967, estuvo política e ideológicamente condicionado. China esencialmente buscaba expandir la revolución socialista en el mundo en vías de desarrollo, para contener la hegemonía norteamericana.  El segundo período que va de 1968 a 1978 estuvo influido por el distanciamiento sino-soviética y la política de “una sola China”. El apoyo recibido por el bloque americano en el G77 remplazó a Taipei como miembro permanente del Consejo de Seguridad en 1971, este hecho histórico permanece como una piedra angular en los actuales acuerdos diplomáticos de China con África.  La tercera fase, que se inició en 1979 y terminó en el año 2000, conllevó el programa de reforma de la economía doméstica de la propia China, donde la ayuda internacional fue interpretada como un mecanismo capaz de contribuir al nuevo modelo de crecimiento económico.  La cuarta fase abarca desde el año 2000 y se caracteriza por la institucionalización de las relaciones sino-africanas a través del establecimiento del Foro de Cooperación China-África (Forum on China-Africa Cooperation - FOCAC) y del lanzamiento del Libro Blanco de la política exterior de China en África en enero de 2006 (Naidu y Burke, 2008: 86-87). China, actualmente, ha asumido un papel mucho más activo en África que va desde la relación comercial hasta proveedor de ayuda y créditos sin interés, pasando por las condonaciones parciales de la deuda, operaciones de pacificación, ayuda a desastres, intercambios en ciencia y tecnología, cooperación sanitaria y educativa, así como, en materia de asuntos internacionales, cultura y deporte, dentro de las múltiples formas de cooperación. La relación entre China y África se ha modificado súbitamente, de ser una relación ideológica y de apoyo político se ha convertido en una relación integral basada en intereses económicos y geoestratégicos, y es que es de llamar la atención el acelerado aumento que registra el comercio entre los socios a partir del año 2000. En 2006, el comercio entre China y los países de África registró un incremento del 39% respecto al 2005, lo que equivale a 55.500 millones de dólares de intercambios 25

comerciales en ese año, cifra que se ha quintuplicado entre el 2000 y el 2006 (Michel y Beuret, 2009: 12). En 2007, aproximadamente, el comercio sino-africano alcanzó la cifra de 74.000 millones de dólares y en 2008 el intercambio comercial superó los 100.000 millones que se tenían previstos para el 2010, pues se alcanzaron los 107.000 millones de dólares en valores absolutos (Relea, 2010).

2.1 Relación comercial sino-africana El acelerado incremento en el comercio bilateral comienza en el 2000. Mientras que las exportaciones de África hacia China aumentaron de 4. 800 a 28. 800 millones de dólares en un lapso de seis años, las importaciones de África provenientes de China, de acuerdo a información oficial del gobierno chino, se quintuplicaron para alcanzar la cifra de 26. 700 millones de dólares en el mismo periodo, como se muestra en la siguiente tabla: Incremento del comercio 2000-2008 (Miles de millones de dólares US) 2000 2001 2002 2003 2004 2005 2006 2007 2008 Exp. de África a China Naciones Unidas

6.2

5.4

6.0

9.0

16.4

21.8

29.4

36.3

55.8

China Customs Statistics 5.6

4.8

5.4

8.4

15.6

21.1

28.8

s/d

56.0

6.4

7.1

7.7

10.9

14.5

19.0

26.8

37.1

51.3

China Customs Statistics 5.0

6.0

7.0

10.2

13.8

18.7

26.7

s/d

50.8

12.8 12.5

13.7

19.9

30.9

40.8

56.0

73.4

107.1

China Customs Statistics 10.6 10.8

12.4

18.6

29.3

39.8

55.5

s/d

106.8

Exp. de China a África Naciones Unidas

Comercio Total Naciones Unidas

Fuente: UNCOMTARDE http://comtrade.un.org/pb/Default.aspx National Bureau of Statistics of China www.stats.gov.cn/english

Para China la relación comercial con los países africanos resulta todavía más importante en términos cualitativos que cuantitativos, pues los flujos comerciales entre ambas partes representan el 3% del comercio exterior de China (Iranzo y Herrero, 2007: 16); sin embargo, su crecimiento nos alerta para conocer el impacto que tiene en las economías africanas y cómo se colocan éstas en el escenario internacional. 26

Entre los principales países proveedores de materias primas que demanda China se encuentran: Gabón (madera), Marruecos (fosfato), Benín (algodón), Sudáfrica (aluminio y diamantes), Zambia (cobre), República Democrática del Congo (cobalto y uranio), Zimbabue (oro) y Etiopía (carbón). El petróleo es otro recurso esencial en el comercio entre China y los países africanos, por lo que el 30% de las importaciones chinas de este energético se divide entre Angola, República del Congo y Sudán principalmente, seguidos de Nigeria, Guinea Ecuatorial, Gabón, Chad, Libia y Argelia (Rico, 2007). Entre los principales productos que importó China de África en el 2008, fueron minerales (82%), piedras preciosas y metales (3%), partes de vehículos motorizados (3%), madera (2%). Estos productos representan el total de las exportaciones africanas, mientras que los productos que importa África de China son esencialmente maquinaria, textiles y ropa, productos plastificados, y calzado (TRALAC, 2009: 1) que ahora inundan los mercados africanos y compiten con los productos locales. Dicha situación plantea una importante cuestión sobre el impacto de la relación comercial sobre el desarrollo de algunos países africanos, sobre todo en los que su economía está basada en sectores como el textil y que ven amenazada su producción frente a la competencia china que sí cuenta con el apoyo del gobierno, mientras que los esfuerzos por industrializarse de las sociedades africanas no encuentran soporte en sus gobiernos para proteger la industria local. Una más de las preocupaciones que se presentan en la relación comercial sino-africana es el intercambio desigual y sus implicaciones socioeconómicas para la población africana. Al respecto, los gráficos siguientes muestran los porcentajes de los productos que se comercializan entre ambas partes y podemos observar que la importación africana se enfoca en productos manufacturados, mientras que las exportaciones dirigidas hacia China son en su mayoría materias primas, siendo el combustible el principal producto, pues supone el 82% (2007-2008) del total.

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Principales productos importados por China de África

Fuente: África-China trading relationship- Update 2009

Principales productos exportados de China a África

Fuente: África-China trading relationship- Update 2009

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Tal situación puede desembocar en una dependencia económica hacia China por parte de los países africanos, sin embargo aún es pronto para hacer un balance final de las consecuencias pues estamos ante una relación de cooperación con miras a mantenerse por varios años y en continuo crecimiento. De acuerdo con el informe del Banco Mundial, Regional Economic Outlook: Subsaharna África 2008, el crecimiento de los países de dicha región para ese mismo año fue del 6%, que si bien se registró una desaceleración frente al 6.5% del 2007, 20 países del África subsahariana crecieron más del 5% registrado en 2004 (FMI, 2008, 1). Al respecto, habrá que mencionar que dicho incremento en las economías africanas se ha visto favorecido, en combinación con otros factores como las reformas macroeconómicas, el fin de las guerras, las remesas, etc., por el reciente auge de las exportaciones de petróleo que impulsaron el avance de países productores, como Angola, Chad, Nigeria y Sudán, sin embargo África sigue siendo la región que concentra mayor pobreza y, según algunas proyecciones, en 2015 la tasa de pobreza continuará siendo superior al 38%, muy por encima del 22.3% fijado como uno de los objetivos del milenio (BM, 2006). Si bien es cierto que, el comercio con China ha favorecido un incremento en las economías africanas, no existe aún un resultado real cualitativo, lo que alerta a la necesidad de implementar nuevas políticas públicas de distribución de la riqueza obtenida por la comercialización de los recursos locales. La cautela por parte de los gobiernos africanos para determinar sus intereses y objetivos es indispensable en la toma de decisiones en su política exterior respecto a China. Aunque, cabe mencionar que la cooperación de China en África se ha visto minada por otros factores, tanto internos como externos, los cuales es preciso recalcar, como la persistencia de economías rentistas, la crisis económica, la incertidumbre de las transiciones políticas, los desequilibrios económicos y sociales, la proliferación de Estados frágiles, el debilitamiento de las instituciones, etc.

2.2 Intereses y beneficios para China en la relación comercial con África El gobierno chino reconoce la importancia geopolítica y geoestratégica del continente africano, por lo que le apuesta a entablar relaciones políticas, comerciales, culturales y militares con los gobiernos africanos sin poner especial atención a los conflictos internos que merman el desarrollo continental. Por lo tanto, ha intentado estrechar su relación política con los países africanos y proponer una relación más integral donde lo económico, lo social, lo comercial, lo político y lo cultural estén presentes. 29

Es imposible enumerar todas las acciones que se han puesto en marcha en torno a la relación sino-africana, sin embargo cabria mencionar algunas a modo de ejemplo. En cuanto a lo económico se puede hablar de la IED traducida en las más de 900 empresas chinas en África; del 44% del total de la ayuda oficial al desarrollo de China va dirigido al continente; de la cancelación de la deuda contraída por 31 países africanos que ascendía a más de 1.270 millones de dólares; y de los miles de millones de dólares ofrecido como créditos por el China Export-Import Bank (Eximbank) y el China Development Bank a distintos gobiernos africanos (Alden, 2008, 31-39). Socialmente, la cooperación china se ha traducido en: inversión para la construcción y reconstrucción de infraestructura en muchos países; proporcionar un equipo de 100 expertos agrícolas y educar a 1.500 profesionales; construir 100 escuelas, 10 centros de enseñanza agrícola, 100 hospitales y 30 clínicas contra la malaria; y hacer posible el aumento en la capacidad de consumo de la población africana al tener acceso a bienes de consumo nuevos a precios asequibles. Todo esto, y mucho más, ha supuesto un impacto social importante para la sociedad africana. En cuanto a lo cultural, China ha puesto en marcha un diplomacia cultural que consiste en hacer que la sociedad china se familiarice con África a través de innumerables acciones, entre ellas podemos identificar la exportación de más de 300 voluntariados jóvenes que se encuentran en el continente actuando en los campos de la educación, de la tecnología industrial, de la medicina, de la agricultura y de la promoción de empleo; la transmisión de reportajes sobre el continente a través de las cadenas de televisión más populares del país asiático; y la organización de exposiciones sobre arte africano en China mediante la Galería Nacional de Arte, que en 1999 exhibió por primera vez un centenar de obras africanas a si como pinturas de 11 países que viajaron por todo el país durante un año, y desde entonces se han expuesto diversas piezas africanas para conseguir el conocimiento del continente. Asimismo, el gobierno chino intenta que los africanos conozcan la cultura china a través de programas culturales donde estudiantes o funcionarios africanos pueden acceder a estancias en aquel país o a intercambios con sus homólogos chinos, siendo cubiertos todos los gastos por el gobierno chino. También ha inaugurado 12 centros culturales del Instituto Confucio en 8 países del continente: Egipto (2), Sudáfrica (2), Zimbabwe (1), Nigeria (1), Kenia (2), Madagascar (1), Ruanda (1) y Camerún (1), a través de los cuales facilita la influencia de la cultura china (Liu, 2008, 99-110). Todas estas acciones puntuales son algunas pinceladas de lo que ha supuesto la presencia de China en África, y de las cuales podemos reconocer que la relación no sólo se limita a intercambios 30

comerciales, sino que va más allá de una mera cooperación económica. Sin embargo, es cierto que lo anterior es resultado de tres objetivos primordiales que China busca concretar en el continente africano, que son: 1. Asegurar un acceso a materias primas y recursos energéticos 2. Obtener un apoyo diplomático en el escenario internacional 3. Abrir nuevos mercados para colocar sus productos manufacturados

2.2.1 Materias primas y recursos energéticos A partir de las reformas instituidas por Deng Xiaoping en 19788 (la instauración de la propiedad privada, la conversión a la economía de mercado, el fomento de la producción de bienes de equipo destinado al mercado internacional y la apertura controlada de las fronteras), China se ha insertado en el comercio internacional con gran velocidad a tal grado que actualmente es el exportador número uno y el comprador más activo de muchos productos de diversos países. El acelerado crecimiento económico de China, y su elevada demanda de materias primas, ha tenido un impacto significante en la dinámica del comercio internacional de bienes primarios tanto en los precios como en las regiones productoras de dichos recursos, particularmente África y América Latina. Entre las principales materias primas que importa el país asiático se encuentra el petróleo, los minerales –China es el principal importado de manganeso y cromo, y segundo consumidor de acero después de Estados Unidos-, plásticos, hierro, maderas, gas y productos agrícolas –soya, algodón y maderas (en 2010 el país asiático solo podrá producir la mitad de la demanda total de madera). Tales productos básicos representan el 40% de las importaciones chinas. De acuerdo a algunas proyecciones, el crecimiento anual de la demanda china de materias primas, es de 10 y 20% desde el 2006 y continuará con esa elevación hasta el 2020 (Trinh, Voss y Dyck, 2006: 3-5). 8

China inició el proceso de apertura y reforma en su sistema económico con la finalidad de aumentar la modernización de la economía. Los cambios económicos y sociales realizados a finales de la década de los setenta derivaron en el surgimiento de nuevas formas de actividad económica y en la integración a la economía mundial a través del Estado centralizado. El modelo de desarrollo económico de China desde el triunfo de la Revolución en 1949 hasta 1978 se basó en “la planificación estatal; el comercio exterior era objeto de control central por parte del gobierno y el desarrollo industrial también era sujeto de su participación mediante la creación de empresas estatales. [...] En el tercer pleno del Comité Central del partido Comunista, realizado en diciembre de 1978, se aprobaron las reformas que orientarían la economía de acuerdo con las leyes del mercado” (Fregoso y Hernández, 2005: 42). El gobierno de China ha apostado por una economía mixta, demostrando la continuidad del comunismo como ideología a pesar de su apertura a la dinámica económica internacional y negando las condiciones del modelo occidental como única vía para lograr un desarrollo económico.

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China es el segundo consumidor de petróleo a nivel mundial, su consumo de energía ha registrado un crecimiento elevado en los últimos años, entre el 2000 y el 2004 el consumo pasó del 8.4% al 13.6%. Mientras que su producción es del 4.7% a nivel global (BP, 2006: 30), lo que le impide tener una abastecimiento de la demanda petrolera nacional. En 2008 el incremento del consumo chino se desaceleró de 360.000 a 260.000 barriles diarios, aunque a pesar de ello en China se dio el incremento más acusado del consumo mundial de petróleo (BP, 2009: 5). El aumento de la demanda de energía en China, se debe principalmente al logro del objetivo de industrializar y modernizar al país, por lo que la proliferación de fábricas, viviendas y edificios de oficina, así como el fuerte aumento del transporte y la creciente urbanización, han causado el enorme incremento en el consumo de energía. China ante una demanda de recursos en aumento ha optado por mirar hacia África, cuyos recursos de mano de obra, así como energéticos alientan a un futuro prometedor9, por lo que apostarle a una inversión en proyectos para su explotación, implica un beneficio inmediato para China, y se corre el riesgo de que a largo plazo no resulte favorecedor para el desarrollo de las sociedades africanos, es preciso aclarar que tal supuesto se analizará más adelante. Así pues, China ha reforzado en los últimos años su estrategia política respecto a la relación que mantiene con los países de África con el fin de cubrir la demanda de recursos que requiere su proceso de industrialización y modernización, haciéndolo evidente con el auge de las visitas al continente africano de los funcionarios de alto nivel del gobierno chino, como es el caso del presidente Hu Jintao, que desde que tomó posesión de la presidencia de China en 2003 ha realizado anualmente visitas oficiales al continente. Es el abastecimiento de petróleo el principal objetivo de la política china, pero el sector de alimentos es una preocupación más del gobierno chino, y es que en África ha encontrado una solución a la extensa demanda alimentaria de los 1.400 habitantes del país. El campo es de vital importancia para toda aquella nación que pretende una industrialización y un crecimiento en su economía, pues es la base del desarrollo capitalista. Así, el proceso de industrialización de China no fue la excepción y en el momento que se iniciaron las reformas, el campo fue uno de los pioneros en recibir un desarrollo, pues en él se encontraba el 80% de la población china. El nuevo sistema convirtió la agricultura china en una de las más productivas del mundo, así la 9

África cuenta con el 9.7% y 7.8% de la reserva mundial de petróleo y gas, respectivamente. Datos tomados de BP, 2009.

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prosperidad rural repercutió inmediatamente en el auge de sectores como el de la construcción o los servicios pero también ha evidenciado el elevado excedente de trabajadores en el campo que, masivamente, han comenzado a emigrar a las ciudades desde mediados de los ochenta, aproximadamente, sesenta millones de personas se desplazan a las grandes urbes (Rios, 1997: 24). No obstante y a pesar del vasto territorio que posee el país asiático, solo el 10% es aprovechable para los agricultores, lo que se suma a los factores de riesgo para el abastecimiento de alimentos para la población china, y partir de 1990 se ha reducido la superficie cultivable, perdiéndose 500. 000 hectáreas anuales. De acuerdo a las previsiones de crecimiento de la población (14 millones de nuevos seres anualmente), la cosecha de grano debe aumentar en 6.2 millones cada año, de no ser así los 1. 400 millones de chinos requerirán más de 500 millones de toneladas métricas de cereales en el 2010 y más de 600 en el 2020 (Rios, 1997: 72). El campo en África es uno de los sectores productivo clave del cual se sostienen esas economías, por lo que China inició ya la inversión para la masificación de la producción agrícola. Además de las ventajas directas de la producción agrícola en África por sus bajos costes, casi la mitad que en la propia China, dos elementos adicionales se deben tener en cuenta y que importan mucho a las autoridades orientales: la posibilidad de controlar todo el ciclo productivo y la falta de restricciones en cuanto al traslado de su propia mano de obra, que le facilita complementar la floja capacitación del personal local y contribuye a mejorar su formación. En Nanking, capital de Jiangsu, se ha creado recientemente el Centro de Investigación de la Agricultura Africana con el objeto de estimular la cooperación con los países de dicho continente y asesorar al gobierno en esta materia (Rios, 2007: 1). Así, el país asiático está logrando satisfacer su demanda de alimento, siendo una prioridad de su política en África.

2.2.2 Apoyo diplomático China emerge con gran contundencia en el nuevo orden internacional y aunque ha sido en el sector económico en el que ha alcanzado su auge, es en lo político donde está intentado colocarse en un papel central en la toma de decisiones sobre el curso de la política internacional. Aun siendo miembro permanente del Consejo de Seguridad, China considera esencial en su estrategia para alcanzar un status de potencia política y económica, crear alianzas con los países emergentes frente a la dominación del Norte.

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Por tanto, China se ha enfocado en construir alianzas con los países africanos, primordialmente, a través de la Unión Africana, órgano regional en el cual hace lobby para conseguir la aceptación continental, siendo en este foro en el que espera construir una relación política más fuerte que apoye la ofensiva diplomática de Beijing en su estrategia contra el unilateralismo occidental (Shelton, 2006: 344). China sabe que tener como aliados a 53 países en temas políticos internacionales es de suma importancia si se quiere llegar a ser una potencia integral a nivel mundial, por lo que promueve relaciones positivas con África. Actualmente lo hace con mayor ímpetu ya que los países del continente se encuentran presentes con mayor frecuencia en los foros de toma de decisiones a nivel internacional, si bien con más representatividad en foros del Sur que en las grandes organizaciones económicas y financieras internacionales, sí podríamos afirmar que han ido ganando terreno en los organismos políticos a nivel mundial, como se ha visto en los casos de: Sudáfrica (2006-2008) y Burkina Faso (2007-2009) en el Consejo de Seguridad como miembro no permanente; Nigeria y Angola como miembros de la Organización de Países Productores de Petróleo (OPEP); en la Asamblea General de Naciones Unidas en donde un tercio de los votos pertenece a los países africanos. Aunque cabe mencionar que sigue prevaleciendo un sistema en el que el 12% de la población mundial decide para el resto del planeta. Por tanto, China busca continuar con el apoyo político de los gobiernos africanos, como lo hicieron en 1971 cuando 26 países africanos votaron a favor del regreso de la República Popular China a la Organización de las Naciones Unidas, los países africanos sumaron más de un tercio de los votos totales (Shelton, 2006: 347). Al respecto, Mao mencionó que fueron los países africanos quienes devolvieron a la RPC a la ONU. Es pues una prioridad para China movilizar el apoyo africano en el campo internacional, especialmente en el marco de las Naciones Unidas. Asimismo, con respecto a su política interna, el país asiático insiste en promover el “principio de una sola China” entre los gobiernos africanos, en espera de aislar a Taiwán. Siendo la única condición para que los países de África puedan acceder a cooperación china, el posicionamiento en contra al reconocimiento político-diplomático hacia Taipei10. La estrategia política que ha utilizado el gobierno chino para estrechar su relación con África tiene distintas vertientes: un discurso de cooperación Sur-Sur, encuentros de alto nivel con los

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Actualmente cuatro del total de países africanos mantiene relaciones político-diplomáticas con Taiwán, ellos son: Suazilandia, Burkina Faso, Santo Tomé y Príncipe y Gambia.

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homólogos políticos africanos, la creación del FOCAC instaurado desde el 2000, año en el que se realizó el mayor aumento del comercio entre ambas partes. El gobierno chino ha encontrado en los países africanos un socio harto de las condicionalidades y del fracaso del modelo de desarrollo que les propone Occidente, permitiéndole que su discurso político basado en la compatibilidad de ideologías antiimperialistas y de similitudes históricas permee en los países africanos. De igual forma, sostiene que ambas partes deben realizar esfuerzos conjuntos para enfrentar los desafíos resultantes de la globalización, salvaguardar derechos e interés legítimos de países en desarrollo y batallar por un nuevo orden político y económico internacional justo y legítimo (Shelton, 2006: 348).

2.2.3 Inversión. Apertura a nuevos mercados El crecimiento económico que tiene China se desborda hacia su zona de influencia: los países subdesarrollados y África particularmente. Después de una gran apertura, China tiene la necesidad de colocar su capital en el exterior e invertir en proyectos rentables a largo plazo. El incremento de las relaciones comerciales con los principales centros económicos de África, de acuerdo a Garth Shelton (2006), podría ser uno de los objetivos esenciales de la diplomacia china, cuya estrategia consiste en posicionarse en sectores claves, tales como la telefonía rural, la agricultura o la renovación de refinería, para así, más tarde tener acceso a la explotación de valiosos recursos. La inversión en proyectos de infraestructura van desde la construcción de la Red Ferroviaria de Tazara o Tanzam entre Dar es Salaam (Tanzania) y Kapiri Mposhi (Zambia)11, como uno de los principales gestos de cooperación, hasta telecomunicaciones, pasando por inversión en carreteras, aeropuertos, complejos industriales, oficinas, estadios, escuelas y hospitales. Cambiando así, de alguna manera, la fisionomía del continente. En el sector de la salud, el gobierno chino invierte en personal capacitado para atención de la población africana. La asistencia médica tiene un volumen aproximado de 16. 000 personas entre doctores y personal médico de nacionalidad china que operan en 47 países de África, lo que se traduce en 180 millones de pacientes africanos atendidos por personal chino (Xinhuanet, 2007). 11

El Tanzania-Zambia Railway, conocido como Tazara o Tanzam, es una línea de tren de 1860 kilómetros de recorrido desde la capital de Tanzania, Dar es Salaam, en la costa este, a Kapiri Mposhi en Zambia. Construido por la China Railway Engineering Corporation en mayo de 1968, el proyecto estuvo financiado a través de un crédito libre de impuestos de 500 millones de dólares entregado por el gobierno chino. Beijing ha continuado entregando regularmente préstamos sin intereses y asistencia técnica para su mantenimiento (Naidu y Burke, 2008: 77).

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China ha invertido más 6. 000 millones de dólares comisionados para el desarrollo de construcción de carreteras y redes ferroviarias en la RDC, así como la red fibra óptica que atraviesa Uganda con un costo aproximado de 120. 000 millones (Burke, 2008: 44). En cuanto a la inversión extranjera directa (IDE), en el terreno se han colocado más de 900 empresas chinas que han invertido más de 20. 000 millones de dólares en distintos proyectos, especialmente en extracción de recursos naturales (Michel y Beuret, 2009: 11-12). Desde 2003, las compañías chinas están creciendo en Argelia, Nigeria, Chad, Túnez, y Mali. Particularmente, en 2004 la China National Petrolium Corporation (CNPC) invirtió un millón de dólares en proyectos de exploración de petróleo en Mauritania. En 2006 la China National Offshore Oil Corporation (CNOOC) firmó contrato de co-producción con el gobierno de Guinea Ecuatorial; en el mismo año la CNOOC compró el 45% de concesiones de gas y petróleo por 2. 300 millones de dólares en Nigeria (Trinh, Voss y Dyck, 2006: 11). La inversión china en el continente africano va en aumento y durante la Cumbre de Beijing del Foro sobre Cooperación China-África, celebrado en noviembre de 2006, el presidente Hu Jintao hizo énfasis en promover aún más la inversión en el continente y mencionó que uno de los objetivos por alcanzar en los próximos años sería establecer un fondo de desarrollo China-África que llegará a los 5. 000 millones de dólares para alentar a las compañías chinas a realizar inversiones en África. Por otro lado, la cancelación de la deuda por parte de China a más de 33 países africanos ha representado un móvil estratégico para estrechar lazos. En un periodo de dos años, 2000-2002, canceló obligaciones vencidas por un monto total de 1. 300 millones de dólares, y en 2006, el gobierno chino anunció la condonación de 1. 250 millones de dólares de la deuda de los países. También eliminó las tarifas para un total de 440 productos africanos a la hora de entrar en el mercado chino, y aumentó el número de becas ofrecidas a africanos para estudiar en China (Naidu y Burke, 2008: 78). Esto denominado como “soft power” ha servido de marco para aumentar la penetración china en el continente y reforzar las vías que permiten el abastecimiento y suministro de las necesidades del gigante asiático.

2.3 Intereses y perspectiva de África de la relación con China Ante este escenario de contrastes, cabe preguntarse sobre ¿cuál es el interés de los países africanos para estrechar relaciones con una de las economías más sobresaliente en la última década?

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Algunos autores argumentan que los líderes africanos encuentran en el modelo chino una inspiración para lograr un desarrollo y que buscan en la relación comercial una alternativa a las políticas condicionantes de las potencias europeas y de Estados Unidos. Pero, ¿Qué sucede con la opinión de la comunidad africana ante la presencia de China?, ¿Tal acercamiento suscita esperanza o controversia en el continente africano? Son estas interrogantes que nos llevarán a descubrir una sociedad heterogénea bajo este contexto que complejiza una posible integración de intereses locales. Toyin Falola -profesor nigeriano en la Universidad de Texas- advierte que la relación entre China y los países de África podría minar los esfuerzos de las instituciones regionales y continentales para consolidar la integración regional y caer nuevamente en una división colonialista debido a que por separado cada país africano es débil para negociar con una potencia económica como lo es China (Quagliotti, 2006). Algunos intelectuales africanos coinciden que en el contexto de la Guerra Fría las relaciones entre los países africanos y China eran de apoyo mutuo en la defensa del Tercer Mundo, por lo que los africanos consideraban un aliado al país asiático en la lucha contra el colonialismo, el neo-imperialismo y la dominación europea y estadounidense. China en ese entonces representó una alternativa entre Occidente y el liderazgo de la Unión Soviética en el bloque socialista, en cuestiones de ayuda política, diplomática y militar en los movimientos de liberación nacional de los países africanos. Así, se fue involucrando más en proyectos de ayuda financiera con los gobiernos africanos, hasta consolidarse como un “país amigo”, y al término de la bipolaridad, surgió como una opción política y económica que cuestionaba el modelo establecido por los países europeos. En las relaciones internacionales de las últimas décadas y en el marco de la relación sinoafricana, la opinión de los intelectuales ha florecido ante la inminente fuerza que adquiere dicha relación, así como ante las modificaciones geopolíticas que se han dado en el mundo, enfocándose en reconocer a China como un poder económico importante que se mantiene al margen de los dictámenes de las instituciones financieras internacionales y es considerada para algunos como una opción alterna a los paradigmas occidentales. Ndubisi Obiorah (2008; 40-44) considera, que China es un eje importante de la dinámica internacional del que se espera el regreso a la multipolaridad del escenario internacional y en el cual los países en vías de desarrollo en general y los países africanos particularmente asuman un papel tanto 37

económico como políticamente activo. Asimismo, China resulta una esperanza después de la desilusión a la que se enfrentaron las sociedades africanas como resultado del fracaso de los ajustes estructurales que se llevaron a cabo con base en los modelos económicos y políticos que los organismos internacionales y las potencias político-económicas del mundo aplicaron a las realidades africanas, los cuales, solo produjeron más pobreza y marginación. Sin embargo, la relación sino-africana puede resultar problemática para las sociedades africanas en cuanto a la relación militar, ya que China sin tomar en cuenta la situación de crisis humanitaria que viven varios de los países receptores, es el principal proveedor de armas en el continente a muy bajo precio. Por lo tanto, se propone el incremento de participación de la sociedad civil en el marco de la relación China-África, y propone posibles estrategias que podrían contrarrestar las desventajas de la relación y maximizar sus beneficios:  La creación de un foro paralelo al Foro de Cooperación China-África con integrantes de la sociedad civil de ambas partes, para construir un diálogo y fomentar el intercambio de ideas y perspectivas para darle un enfoque social a la relación sino-africana.  La sociedad civil africana debe buscar un equilibrio para formar coaliciones entre los intereses propios y la presión que ejercen los países occidentales respecto a los abusos que comete el gobierno chino en las sociedades africanas, con el fin de limitar la intervención militar, política y económica de China.  Crear alianzas con las organizaciones no gubernamentales del mundo y denunciar los abusos del gobierno chino con relación a sus prácticas comerciales, políticas y militares que pueden afectar a las sociedades africanas.  Asimismo, la sociedad civil debe manifestar al gobierno chino que no se pueden realizar negociaciones económicas o políticas que pongan aún más en riesgo la estabilidad socio-política en los territorios africanos, porque esto perjudica a la población.  La investigación sobre la cultura y las características socio-económicas y políticas de China será un arma que le permita a la sociedad civil conocer los motivos que tiene el país asiático para construir una relación con los países africanos y con base en ello se podrá responder a los desafíos que trae consigo la relación sino-africana (Obiorah, 2008:50-52).

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Por otro lado, algunos autores expresan el peligro que representa China para la política interna de los países africanos. Por ejemplo Askouri (2008:73-74), respecto a la relación con Sudán, precisa que el discurso del gobierno chino sobre la no injerencia en los asuntos internos de los países del continente africano es falso e insulta y agrede a los africanos, incluso afirma que se entromete en los asuntos domésticos de sus socios, respondiendo a intereses particulares de grupos dominantes como es el caso de la élite política de dicho país. Al respecto el autor expresa que la relación con China mina indudablemente el diálogo entre las partes de la guerra civil sudanesa aumentando el número de muertes y desplazados a causa del conflicto. Los intelectuales africanos conforman el sector social que más debate pone sobre la mesa respecto a la presencia y acciones del gobierno chino en África, ya que algunos de ellos identifican la posibilidad de una dependencia económica y política de los países africanos al negociar con el país asiático, mientras que otros observan una dinámica favorable que podría consolidar una nueva forma de cooperación Sur-Sur que aportaría al progreso de la reforma del orden global existente (Shleton, 2006: 375). Por otro lado, se encuentran algunos líderes políticos que apoyan la relación, no sólo porque conlleva algunos beneficios económicos y “prosperidad” a las poblaciones africanas, sino también vislumbran la oportunidad de diversificar sus relaciones con otros actores además de Estados Unidos o los países europeos. Para comprender el porqué del entusiasmo africano hacia China, es necesario tomar en cuenta que el discurso de “no injerencia y no intervención en los asuntos internos” que ha manejado el gobierno chino reiteradamente, es de suma importancia en la interpretación de la estancia de China en el continente por parte de los gobiernos de los países de África, pues tal aseveración denota cierta confianza en que sus políticas internas no serán un impedimento para que el gobierno chino negocie con ellos, como ha sido para con los países de Occidente e instituciones internacionales. Es así como los líderes políticos de varios países africanos aprueban que China intervenga en el crecimiento económico mediante el comercio. Asimismo, la estancia de China repercute directamente en las cifras macroeconómicas de los países africanos; sin embargo, por un lado traen un crecimiento económico, pero por otro existe un déficit en su balanza comercial impulsando el sentimiento antichino en algunas sociedades africanas.

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En este sentido se dirigen las declaraciones del ex presidente del Instituto de Asuntos Exteriores de Sudáfrica, Moeletsi Mbeki, quien expresa que: “nosotros les vendemos materias primas y ellos [China] nos venden productos manufacturados con un resultado predecible: un balance desfavorable a Sudáfrica”. El gobierno sudafricano trata con cierta mesura la relación con China, pues está consciente del peligro que puede representar un acercamiento sin control con este país. En su momento el ex presidente Thabo Mbeki apuntaba que la relación sino-africana puede condenar al continente al subdesarrollo si África “se limita a exportar materias primas a China y a importar bienes manufacturados del mismo país” (Marks, 2006:4-5). El ex presidente no niega que se requiere de una inversión extranjera para poder alcanzar un crecimiento económico en el continente, pero guarda ciertas reservas en la relación con China, y asume que: “…necesitamos [los países de África] más afluencia de capital hacia el continente, necesitamos asegurarnos unos niveles altos de inversión en las economías africanas, para enfrentarnos a la pobreza y el subdesarrollo, y así podamos avanzar algunos pasos para reducirlos […] También necesitamos revisar los mecanismos que nos permitan fijar puntos de referencia con los que medir las actuaciones de los países” (Shezi, 2006). Por su parte el gobernador del Banco Central de Nigeria, Charles Sondero, explica que “África no es una sociedad homogénea” por lo que los inversores deberían mirar hacia los países del continente de manera individual y no asumir que lo que es bueno para un país será bueno para el resto del continente (Iranzo y Herrero, 2007: Anexo I). Finalmente podemos decir que, la sociedad africana no es un bloque homogéneo en cuanto a la perspectiva sobre la relación, generando diversas controversias.Así, tanto para políticos como para la sociedad civil es un reto encontrar puntos de encuentro y marcar las pautas necesarias para extraer beneficios reales y minimizar los daños colaterales que puede estar suponiendo la relación, sobre todo a algunas economías africanas que quizá corran el peligro de una repetición de antiguas prácticas de dependencia.

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III. Los nuevos enfoques del desarrollo en la relación China-África

Sólo se pondrá fin a los males de África si se procede a la deconstrucción del discurso dominante. Aminata Traoré

Las políticas o estrategias de desarrollo experimentadas o impuestas en África, junto a la cooperación al desarrollo en este continente, incoherentes, han conducido al fracaso, desde el socialismo (modelo social de tipo soviético) pasando por los regímenes militares (dictadura desarrollista o capitalismo de Estado) hasta el ultraliberalismo actual (modelo neoliberal). Partiendo de la idea según la cual Occidente no tiene el monopolio de la modernidad y que el desarrollo es un proceso a fin a las realidades de cada pueblo manteniendo sus valores fundamentales, se imponen nuevos proyectos de sociedad y nuevos modelos de desarrollo, que coloquen al ser humano en el centro del desarrollo (homocentrismo) y respetuoso del medio ambiente. Por lo tanto, surgen como alternativas al fracaso del desarrollo o al maldesarollo: el decremiento, el posdesarrollismo, el fortalecimiento de las capacidades e instituciones o el apoyo a la economía popular, enfoques que comparten más o menos las tesis del altermundialismo (“otro mundo” y “otro desarrollo” posibles). Todos estos planteamientos insisten en la idea del desarrollo a partir de modelos propios y en contra del ultraliberalismo, colocando, no sólo de manifiesto la crisis económica y financiera actual, sino también la debilidad del modelo de crecimiento extrovertido (deterioro de los términos de intercambio y del medio ambiente). Además, evidenciando que los mercados por sí solos no pueden conducir al desarrollo de los países, en este caso de África. Por lo tanto, el presente capítulo intenta averiguar la conformidad o no de la cooperación china con estos nuevos enfoques alternativos, -al exigir al caso africano la elaboración de una visión estratégica, para conseguir el desarrollo duradero o a largo plazo con preocupaciones para las generaciones futuras─, así como sus posibilidades y límites. La actuación de China en África tiene el lado positivo de replantear el debate sobre los modelos de desarrollo en este continente, tarea a la que se dedica el presente análisis.

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3.1 El decrecimiento en la relación China-África El gigante asiático ha emulado a los países desarrollados en capitalizarse de forma rápida, e intenta fomentar una industria a largo plazo mediante la captación de recursos. Sin embargo, esta estrategia que en su momento pusieron en marcha los países ricos, y que ahora tratan de imitar las potencias emergentes (China, India, Brasil, Sudáfrica, etc.) trae problemas sustanciales en el impacto medioambiental y social. Aunque para los países ahora desarrollados les funcionó gracias a la abundancia de recursos existentes, en la actualidad fomentar dichos modelos implica graves consecuencias (Ramos, 2008: 106-107). Con esto no queremos insinuar que los países emergentes no tienen el derecho soberano de desarrollarse mediante las pautas que ellos mismos estipulen, como lo hicieron en su momento las grandes potencias, pero sí se intenta criticar que el modelo desarrollista occidental no es viable para lograr un desarrollo sustentable, lo que se intenta proponer ahora es avanzar hacia el desarrollo a través de un modelo decreciente en lo material, de acuerdo al marco conceptual del decrecimiento, con la responsabilidad tanto de los países desarrollados como de los en vías de desarrollo. Como ya se ha analizado en el primer capítulo, el decrecimiento sugiere poner fin al sobrecrecimiento actual que rebasa la capacidad de producción del planeta, apostando por un descenso ordenado compatible con un estado de bienestar generalizado y sin excesos. Por tanto, el hecho de reproducir el modelo desarrollista propuesto por Occidente por parte de los países emergentes implica un grave peligro para la humanidad, pues sabemos que dicho sistema provoca agresiones medioambientales, propicia el agotamiento de recursos escasos y no genera cohesión social en forma contraria fomenta el individualismo y la indiferencia. Asimismo hemos reconocido que el crecimiento económico se oferta como un sistema que beneficia a todos, pero que en la realidad sólo es favorable para unos cuantos, y tal parece que este esquema dominante se repite no sólo en las formas sino en las consecuencias. Veamos el caso de la industrialización de China, y su impacto en la relación con países del continente africano. China pretende andar por la senda de los países modernos e industriales, lo que lleva a una explotación, posiblemente atroz, de recursos. Es el segundo consumidor a nivel mundial, su consumo de energía ha registrado un crecimiento elevado en los últimos años. Entre el 2000 y el 2004 el consumo pasó del 8.4% al 13.6%, mientras que su producción es del 4.7% a nivel global, lo que le impide tener un abastecimiento de la demanda petrolera nacional. Como hemos visto, el 40% de las importaciones 42

chinas de productos africanos, son materias primas (minerales, gas y productos agrícolas, soya, algodón y maderas [en 2010 el país asiático solo podrá producir la mitad de la demanda total de madera]), y el 60% de petróleo. La demanda china anual de tales recursos, se ha registrado del 10 al 20% desde el 2006 y continuará con esa elevación hasta el 2020. La extracción de recursos que ha hecho China en África parece una extracción ilimitada, y habría que preguntarse si este modelo de desarrollo económico es viable y sustentable. Por el momento parece que no lo es del todo y que este modelo de explotación no coincide con el enfoque de un crecimiento mesurado y respetuoso del medio ambiente y sus recursos, al contrario, supondría una destrucción de los sistemas ecológicos de lo que dependemos todos y principalmente los menos favorecidos. Se puede ver que este proceso de desarrollo tiene unos costes altísimos tanto dentro como fuera de las fronteras chinas, no solo en términos medioambientales, sino también de desigualdad social. Pues retomando la idea de que el modelo desarrollista de Occidente beneficia a unos pocos en detrimento de los demás, en el caso chino esto es aplicable, ya que entre 30 y 50 millones de chinos son ricos capaces de consumir productos de lujo; entre 200 a 300 millones de ciudadanos pertenecen a la clase media emergente con un promedio de ingreso mensual de 200 a 500 euros por adulto, y al menos mil millones de personas, de los 1.400 millones de habitantes, están en situación de pobreza y están muy lejos de disfrutar las bondades del actual impacto económico chino (Bello, 2009: 82). Es realmente interesante la evolución económica que ha tenido el país asiático, sin embargo habría que poner en la balanza los costes y beneficios de sus prácticas y con ello escoger bien los proyectos de cooperación para maximizar las ventajas. Por el momento podemos observar que la explotación ilimitada de recursos por el intento de consolidar una sociedad altamente capacitada para el consumo, sólo lleva a una degradación del medio ambiente y provoca desigualdad minando la cohesión social, que es justo lo que se intenta reducir con la propuesta del decrecimiento. En definitiva, el gran problema de China es su excesiva dependencia de recursos naturales y de tecnologías con el consiguiente deterioro ecológico que ello conlleva. En el caso concreto de la inversión china en África dirigida a la creación de infraestructuras, si bien, la construcción de hospitales, carreteras y escuelas pueden llegar a contribuir al desarrollo de las sociedades africanas siendo instrumentos básicos del proceso, también hay que considerar que, a su vez, el levantamiento de grandes complejos industriales, de edificios de gobierno realmente opulentos y construcción de estadios, contradice de alguna manera esa propuesta de austeridad del decrecimiento, ya 43

que su construcción absorbe grandes recursos económicos y causa impactos en el medio natural y posteriormente, una vez terminadas pueden generan más consumo de transporte, de agua o de energía. Y en cuanto a los grandes complejos industriales y las empresas chinas que se han instalado en territorio africano, de acuerdo al decrecimiento, esto sólo favorece a los mercados globales frente a los locales que a largo plazo son mucho más sostenibles pues generan trabajo, productos y riqueza la sociedad local. Con lo anterior, cabria preguntarse ¿qué hay de decrecimiento en el modelo de desarrollo chino cuando su espectacular crecimiento económico está basado en la explotación de recursos, en la degradación del medio ambiente, en la exportación de mercancías baratas, y en las desigualdades sociales? Pareciera que China no contradice las prácticas del desarrollismo occidental ni del capitalismo, por lo que podríamos considerar que el decrecimiento no es una alternativa en la realidad china, al menos no por ahora, esto a su vez tendría implicaciones contundentes en la relación con África, donde la extracción de los recursos naturales del continente es la base de la relación comercial con China. Por tanto, la preocupación está en que por ahora China no le apuesta al decrecimiento, y de manera seguida no pretende buscar la sustentabilidad en la relación con sus socios africanos, impactando de manera negativa en cuanto se repita el mecanismo de absorción de recursos sin desarrollo que siguieron las potencias europeas en el continente. El problema estriba aquí en el hecho de que África sólo cuenta con la explotación de materias primas (el 80% de sus exportaciones) para financiar su desarrollo, materias primas sometidas a la fluctuación de precios en los mercados internacionales y al deterioro de los términos de intercambio, con la consiguiente extrema vulnerabilidad a las crisis mundiales.

3.2 Postdesarrollo en la relación sino-africana El postdesarrollo intenta concebir otros modelos postcapitalistas en los que las sociedades dejen de priorizar el ámbito económico como la panacea del desarrollo y se trate de colocar en el centro de la vida humana otras significaciones y otras razones de ser –que están en la reapropiación de los valores de cada sociedad- más allá de la producción y el consumo. La propuesta es, en palabras de Aminata Traoré, “…predisponer a los seres humanos como actores y actrices de una globalización verdaderamente feliz en cuanto provechosa para todos, debido no ya a la abundancia de los bienes y servicios sino a la diversidad de los pueblos y de las culturas” (Traoré, 2004: 15).

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Si bien, la fortaleza del enfoque del postdesarrollo está en la legitimidad que se otorga tanto en el Norte como en el Sur, cuyo objeto es hacer crítica a las nociones de crecimiento, pobreza y ayuda para deconstruir el pensamiento económico, su acción no es la misma en ambos bloques pero si se complementan. En el Norte se propone la disminución de la explotación excesiva en función del aumento del consumo, se trata de concientizar para que se actúe a favor de la justicia ecológica y social. En el Sur, quienes, posiblemente adquieren en mayor medida las consecuencias negativas del crecimiento en el Norte, es preciso de-crecer de otras formas, teniendo como prerrequisito la reapropiación de su identidad para así aportar las soluciones adecuadas a sus problemas. En suma, la lectura del postdesarrollo en el Sur se torna más compleja, puesto que es este conjunto de países los que deben liderar la construcción de alternativas, precisar qué orientación habrá que tomar para lograr consolidar otros enfoques de desarrollo. Así pues, partiendo del enfoque del postdesarrollo es en el Sur donde se deben tejer los hilos de los nuevos enfoques de desarrollo e insertarlos en sus agendas de política interna y externa, para con ello otorgar un beneficio real a los grupos sociales más marginados que deberían ser los beneficiarios del desarrollo. En este orden de ideas, se inserta el caso práctico que se está analizando, ya que China que promueve en su discurso una dimensión Sur-Sur en la relación con los países africanos, podría liderar esta alternativa y potencializar nuevos enfoques de desarrollo que no son contrarios al crecimiento económico sino que son alternativos y sugieren otras vías para lograr un bienestar global más justo e igualitario. Cabe mencionar, que también es una responsabilidad de los países africanos marcar las pautas de un plan propio de acción para impulsar una contundente agenda de cooperación, no sólo con China sino también con los distintos actores internacionales, que maximice los beneficios y reduzca las amenazas para los propios intereses del continente, dirigidos en una lógica de co-responsabilidad y ayuda mutua. De aquí que resulta de interés analizar en qué medida la relación entre China y África responde a una lógica de desarrollo distinta a la que se construyó en el Consenso de Washington y que proponga una renovación de la retórica de la Conferencia de Bandung. Se trata entonces de reestructurar el modelo para que no favorezca un bienestar material destructor del medio ambiente y del vínculo social (decrecimiento), y reconstruir, según el postdesarrollo, las sociedades a partir de enfoques propios (endógenos, locales) centrando como objetivo

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el tener una buena vida teniendo en cuenta los contextos culturales en lo que se inscriba (Latouche, 2004b: 3). Así pues, la visión clave del postdesarrollo es dar prioridad a lo local, es decir, a las alternativas que surgen de los movimientos sociales y de los propios marginados del desarrollo, con base al elemento fundamental de que el desarrollo debe ser plural (pluriformal) valorando el surgimiento de nuevas formas socio-económicas creadas por los “náufragos del desarrollo” como alternativas a la globalización y profundización de la exclusión social. Un caso que surge en esta dinámica es el de la economía popular, también llamada solidaria, informal, comunitaria o del trabajo. Está alternativa es una práctica que sí está otorga resultados inmediatos a los excluidos del sistema dominante. Estas organizaciones colectivas abren la esperanza para un desarrollo multiforme (postdesarrollo). Se trata de una economía que no se puede obviar, según recuerda Kabunda, al representar el 80% de la economía de algunos países africanos y entre el 40 al 50% del PIB del continente. Sin embargo, es preciso subraya que más que una alternativa, es una estrategia popular de supervivencia (o dinamismo social interno) que nace de las insuficiencias o incumplimientos del Estado, el derrumbamiento del sector formal, la corrupción, las trabas administrativas o la burocracia pesada, que se han convertido en los verdaderos motores de dicha economía. En relación a la cooperación sino-africana la economía informal adquiere ciertos matices, los cuales intentaremos ver a continuación. Partamos de que esta otra economía surge de la marginalidad y exclusión, lo que conlleva una lectura negativa del porqué de su existencia, pero a la vez emerge de la participación colectiva y de los vínculos sociales inherentes en la realidad de los marginados, que dota a este suceso de un positivismo respecto a la revalorización de la solidaridad y el ingenio africano, particularmente. Por tanto, resulta complejo definir tajantemente el impacto que puede llegar a tener dicha dinámica en el marco de la relación entre China y África. Sin embargo, trataremos de presentar dos ideas. La primera sería reflexionar sobre qué tanto puede perpetuar la permanencia china la marginalidad y exclusión. Analizando en el capitulo dos el cómo China se ha colocado en territorio africano mediante, por un lado, las más de 900 empresas cuya mano de obra es en su totalidad asiática mermando la posibilidad de creación de empleos locales, y que a su vez tiene un apoyo gubernamental impidiendo la competencia con las empresas nacionales; y por otro, la penetración de productos básicos y manufacturados que eliminan espacios para los locales. Esto supondría, haciendo una lectura tajante, 46

una mayor marginalidad y exclusión, lo que llevaría una constante búsqueda de otras formas de supervivencia. La segunda idea estaría en relación a la responsabilidad de los gobiernos africanos para rescatar a los artesanos, las mujeres, a la mano de obra poco calificada y los colectivos marginados de los que surgen estas iniciativas, mediante políticas de apoyo a sus sectores productivos brindándoles el espacio correspondiente limitando la injerencia externa. Por tanto, habría que enfocar la relación hacia un beneficio mutuo real a través tanto de la autolimitación del gobierno chino por alcanzar niveles de industrialización y modernización siguiendo el modelo de crecimiento económico occidental en detrimento de los más pobres, como fomentando la responsabilidad de los gobiernos africanos que tienen frente a su población dejando de ser meros receptores para ser agentes de los cambios adecuados a sus realidades. Considero que una vez que los países africanos se asuman como dueños de su propio presente y futuro y se reapropien de sus valores, recursos, ingenio y capacidades, podrán luchar por otros modelos de desarrollo endógenos o internamente orientados. Al final, esto nos llevaría al postdesarrollo, entendiéndolo desde la pluralidad apelando a construir distintos pensamientos propios cuestionando si es posible sustituir el concepto de desarrollo. La presencia china, y sin caer en la vigente “sinofobia” primaria, va a contracorriente del postdesarrollo al colaborar con los gobiernos africanos que, en sus proyectos de desarrollo, suelen descuidar los intereses de los consumidores o de la mayoría de la población, para sólo favorecer los de la minoría allegada al poder. De ahí el carácter elitista de esta cooperación, que privilegia a las élites y a las ciudades excluyendo el mundo rural y las sociedades civiles. Y ello, pese a aprovecharse la mayoría de la población de los productos a bajo precio made in China, que le permite luchar contra la extrema pobreza, con los inconvenientes expuestos más adelante.

3.3 La relación China-África desde el enfoque de las capacidades China está siendo un gran aliado para los países africanos en términos económicos, además de brindarles la oportunidad de diversificar el espacio y los actores con quienes establecer sus relaciones comerciales y al mismo tiempo tener un mayor margen de negociación frente a los intereses de las potencias extranjeras.

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Asimismo, como ya se ha visto a lo largo del trabajo, la inversión en infraestructura del gigante asiático en territorio africano ha permitido modificar la fisionomía del continente impactando en el bienestar de los ciudadanos al poder contar con carreteras, escuelas, hospitales, personal capacitado, medios de transporte, centros de capacitación, etc.; es decir, infraestructuras económicas y sociales que constituyen las bases del futuro desarrollo de África, máxime cuando Occidente procedió a la desindustrialización de este continente en décadas anteriores con los programas de ajuste estructural, con consecuencias sociales dramáticas. De igual forma la penetración china ha conseguido un aumento en la capacidad adquisitiva de la población al tener la posibilidad de consumir productos textiles y de uso doméstico accesibles, a pesar de las implicaciones que esto tiene12; y, finalmente en términos financieros, la IED y la condonación de deuda suman elementos positivos a la cooperación china hacia África y que de distintas formas benefician las economías africanas. El ámbito económico es, entonces, lo que podría surgir de manera inmediata al empezar a analizar la relación sino-africana, pero como ya se ha podido observar lo social y medioambiental también están presentes en la relación. Pero teniendo en cuenta que la relación va más allá, cabria preguntarse ¿qué impacto tiene la relación sino-africana en cuanto a lo político a nivel de los derechos y capacidades de las personas en la construcción de la democracia? La respuesta a esto se intenta dar aportando el enfoque de las capacidades que propone Amartya Sen. Si bien China actúa conforme a la no injerencia en los asuntos internos de los países, uno de sus principios rectores de política exterior en relación con el continente africano, su penetración económica ha desdibujado la línea divisoria con el ámbito político por ejemplo, como es el caso de la relación con Sudán donde tiene una de las mayores inversiones en los campos de petróleo y presta apoyos muy importantes al régimen sudanés que es una de las partes responsables del conflicto interno que ha causado millones de muertos y desplazados, sobre todo desde la esfera de la ciudadanía, quienes perciben que las cuestiones relacionadas con derechos humanos, democracia y justicia social se cuelan en el marco de la cooperación sino-africana y que la colaboración en esta materia entre ambas partes aún deja mucho que desear y ha de fortalecerse para que la relación entre China y África aseguré un beneficio social, político y económico verdaderamente mutuo (Taylor, 2008: 126).

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De acuerdo a Charles Mutasa (2008:121), el influjo de los bienes chinos baratos está sacando del mercado a los productores africanos. Uno de tantos caso de cómo el influjo de los bienes chinos baratos en África puede diezmar a la débil industria local, es Sudáfrica donde las figuras oficiales muestran que los textiles chinos baratos han llevado a la perdida de al menos 67.000 puestos de trabajo en los últimos 4 años.

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Respecto a esto parece que el gobierno chino deja sólo en la retorica el principio de no injerencia y entremezcla prácticas económicas con políticas, teniendo un impacto sustancial en las políticas gubernamentales de los países africanos frente a sus sociedades, ¿pero cómo? Esto lo analizaremos brevemente contemplando la perspectiva china sobre los derechos humanos y como está se va penetrando en las realidades africanas a través de la relación económica y la inconsistencia del principio de no injerencia. Con base al modelo de desarrollo chino y de acuerdo al Consenso de Pekín13, los cambios en la sociedad china se ha ido dando de manera gradual uno de los elementos base del modelo de desarrollo chino, desde las reformas económicas hasta las libertades políticas de sus ciudadanos, primando la apertura económica nacional frente a las libertades individuales. Los líderes políticos chinos han argumentado que en una sociedad socialista lo que prima es garantizar la estabilidad del Estado más que proteger al individuo, por lo que en las reformas económicas chinas se ha buscado reforzarlo controlando a la población, negándolos desde el enfoque occidental de sus libertades y capacidades (Osorio, 2004: 141). Hay que tener en cuenta la visión sobre las libertades y derechos humanos que cada país asume haciendo uso de su soberanía y del derecho a la autodeterminación, por lo que en el caso chino no es que no le interesen los derechos humanos, sino que su visión del bienestar individual no coincide con la perspectiva occidental del cómo brindar ese derecho ni con el enfoque individualista 14. En palabras del gobierno chino su argumento es que “… los intereses individuales se obtienen a través de la consecución de los intereses colectivos... Esto es distinto de lo que sucede en los países occidentales, donde la mayor parte del énfasis reside en los derechos individuales mientras que los derechos humanos colectivos son olvidados” (Taylor, 2008: 128). Sin embargo, hoy se puede hablar de que, a pesar del “autoritarismo político” que caracteriza al gobierno chino, los ciudadanos disfrutan de un grado de libertades personales incomparablemente mayor que al que tenían hace 30 años (Fanjul, 2009: 3), actualmente la 13

El Consenso de Pekín tiene cinco componentes clave: capitalismo de Estado, gradualismo, apertura al exterior, autoritarismo político y capacidad de innovación y flexibilidad. En primer lugar el poder político no se limita a un papel subsidiario, supervisor, sino que ejerce un papel de liderazgo, el mercado no tiene el papel central. En segundo lugar, los cambios y las reformas se realizan gradualmente. En tercer lugar, el modelo chino es un modelo abierto al exterior, hacia el comercio internacional y las inversiones extranjeras. En cuarto lugar, el poder del Partido Comunista Chino sigue siendo dominante e incuestionable. En último lugar, el modelo tiene una gran capacidad de flexibilidad y adaptación ante las circunstancias (Fanjul, 2009: 1-4). Véase Cuadro 2. 14 La cultura china se ha desarrollado con base a los principios de la filosofía del confucianismo. Una de las ideas centrales del confucianismo, y que ha permanecido vigente en la República Popular, es la de preeminencia del grupo frente al individuo. En la filosofía confuciana, el ser humano se debe a la sociedad y sus intereses particulares deben estar supeditados a los intereses de ésta (Osorio, 2004: 119-121).

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población no sólo ha aumentado su calidad de vida sino que ha podido acceder a libertades en el campo de la cultura, el ocio, el consumo y las costumbres (Osorio, 2004: 146-147). Desde el enfoque de Sen, se podría decir que las libertades de la sociedad china quedan subyugadas a los intereses del sistema económico impidiendo de manera casi total el propio desarrollo. Sin embargo, en otra lectura, se pueden analizar dos ideas. En primer lugar, Sen argumenta que las capacidades están interrelacionadas y una libertad puede contribuir a aumentar otra, por lo que en el caso chino teniendo en cuenta que las condiciones de vida de aquella sociedad se han elevado brindándoles con ello libertades que en un futuro pueden contribuir a la construcción de otras libertades que culminen en el desarrollo. En segundo lugar, estas libertades interconectadas, explica Sen, deben ir acompañadas de la creación y el apoyo de instituciones que permitan el desarrollo y expansión de las mismas, por lo que en el modelo chino se puede observar que las estructuras económicas y políticas se están construyendo para intentar dotar de ciertas capacidades (libertades) tanto a los colectivos como a los individuos con las que anteriormente no se contaban. Ahora bien, en el contexto de la relación sino-africana, China no coincide con el enfoque de derechos humanos occidental y al contrario critica dicha práctica argumentando que “…la politización de los derechos humanos y la imposición de condicionantes en derechos humanos para obtener asistencia económica deberían ser fuertemente criticados puesto que constituyen en sí mismos una violación de los derechos humanos” (Taylor, 2008: 129). Esto puede entenderse, por una parte, como un escudo político que trata de frenar las críticas internacionales tratando de invisibilizar la injerencia política de China en los asuntos internos de algunos países africanos que tiene repercusiones negativas en cuanto a los derechos humanos, la corrupción y la perpetuidad de conflictos armados, que a su vez merman todo intento por alcanzar esas instituciones y libertades de las que habla Sen en las sociedades africanas. China a través de su penetración económica determina algunas acciones de política interna de los países africanos, un ejemplo es la venta de armas que realiza en países en conflicto, como es el caso Sudanés, donde esto ha impactado no sólo en la continuidad del conflicto que existen en el Darfur, sino también en las innumerables violaciones a los derechos económicos, sociales políticos y culturales que sufre esa población por parte del gobierno de

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Jartum15, impidiendo en todo momento una estabilidad social y política, inminentes en la construcción de una sociedad en desarrollo. Pero por otra, el argumento que presente China entorno a los derechos humanos, podría ser un intento de denunciar la violación a sus derechos como pueblos soberanos de conseguir modelos y alternativas propias que han sido mermadas por los países desarrollados a través de sus condicionalidades y la imposición de modelos ajenos. En palabras de Sen lo que se ha impedido es tener las capacidades para elegir la vida que cada sociedad quiera de acuerdo a sus propias razones para valorarla (Conill, 2004: 41). Con base en esto, el aporte que el modelo chino puede hacer a las sociedades africanas en el marco de la cooperación sino-africana, sería su enfoque de reapropiación de su idiosincrasia aplicada a un plan de desarrollo, que no precisamente motiva a una imposición de visión y valores universales sino a una revalorización de las bases identitarias encaminada a la libertad como el fin primordial, eliminando las fuentes de privación como lo son la pobreza y la tiranía. Así a partir de la relación entre China y África podrían tejerse nuevos modelos que permitan alcanzar ese bienestar del cual nos habla Sen, sobre todo si tenemos en consideración que tanto la sociedad china como las africanas comparten una mayor valorización de lo colectivo frente a lo individual, y en suma, teniendo en cuenta que, de acuerdo a Sen, el desarrollo de las capacidades es un valor intercultural. Con ello, ambas partes podrían dirigir la relación hacia una mejora en la calidad de vida de sus poblaciones. Finalmente, a continuación se presenta un cuadro comparativo entre el Consenso de Washington y el Consenso de Pekín, pues en la línea de fomentar la crítica al pensamiento hegemónico sobre el desarrollo en torno a la relación entre China y África, dando lugar a nuevos modelos prácticos como lo puede ser el modelo chino, resulta interesante tratar de identificar si China realmente resulta una alternativa o no a las recetas ortodoxas de estabilización y ajuste estructural planteados por Occidente.

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China ha comerciado con armas y ha invertido en recursos petroleros sin tener suficientemente en cuenta los derechos humanos de la población. En muchos aspectos, la relación económica de China con Sudán ha afectado negativamente a la situación de los derechos humanos en este país Los envíos de armas de China a Sudán desde la década de 1990 han incluido munición, tanques, helicópteros y aviones de combate. El gobierno de Sudán y las milicias a las que éste ha respaldado han utilizado ese tipo de armas para cometer violaciones masivas del derecho internacional humanitario y de los derechos humanos durante los conflictos armados del sur de Sudán y Darfur (Amnistía Internacional, 2006).

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Cuadro 2. Paradigmas dominantes. Consenso de Washington y Consenso de Pekín Consenso de Washington

Consenso de Pekín

Diferencias

Puntos en común

Listado de políticas económicas, presentados en 1990 como el mejor programa para alcanzar el desarrollo (crecimiento económico).

Cinco componentes fundamentales:

El modelo occidental que se aplicó en muchos países de Europa del Este tras la caída del comunismo supuso una liberación brusca de precios y privatizaciones masivas.

No se contempla el respeto al medio ambiente en las prácticas, dando prioridad a las grandes infraestructuras en detrimento de los ecosistemas.

1. Disciplina presupuestaria. 2. Reorientación del gasto público desde los subsidios indiscriminados a actividades ineficientes hacia la sanidad, la enseñanza primaria y las infraestructuras. 3. Reforma fiscal encaminada a ampliar la base imponible y a mantener tipos marginales moderados. 4. Liberalización financiera (sobre todo en lo relativo a los tipos de interés). 5. Tipo de cambio competitivo. 6. Apertura comercial. 7. Liberalización de la inversión directa extranjera. 8. Privatización de empresas públicas. 9. Eliminación de barreras a la entrada y salida en los mercados de trabajo y de productos). 10. Derechos de propiedad (privada, claro está) garantizados, especialmente en el sector informal.

1. Capitalismo de Estado. El poder político no se limita a un papel subsidiario, supervisor, en el que se supone que el mercado tiene el papel central, sino que ejerce un papel de liderazgo. 2. Gradualismo en la política de reformas. Los cambios, reformas se realizan gradualmente. Las reformas se iniciaron en el sector agrario aplicándose en todo el sistema económico hasta la apertura de las inversiones extranjeras. 3. Modelo abierto hacia el exterior, hacia el comercio internacional y las inversiones extranjeras. . 4. Autoritarismo político. El poder del Partido Comunista Chino sigue siendo, y lo seguirá, dominante e incuestionable. Los fundamentos del sistema político no han cambiado a pesar de las transformaciones económicas.

El Consenso de Washington promulga el mercado como la vía hacia el progreso (las privatizaciones, la economía de mercado y el libre comercio). El Consenso de Pekín dota al Estado un papel central en el proceso, mientras que el Consenso de Washington supone al mercado como líder. El comunismo político continua vigente en el modelo chino.

5. Flexibilidad y adaptación. El modelo chino tiene una gran capacidad de flexibilidad y adaptación ante las circunstancias. El pragmatismo chino.

Ambos comulgan con el capitalismo como modo de producción. Ambos reiteran la apertura hacia el comercio exterior y la inversión extranjera. Tanto el modelo de occidente como el chino tienen una gran capacidad de adaptación y flexibilidad a los cambios económicos y políticos internacionales, de ahí que ambos han podido colocarse como paradigmas dominantes. Su pragmatismo los ha llevado al éxito. Ninguno de los dos modelos apunta en su programa políticas en relación a la cultura o la reivindicación de valores. En ambos modelos no se considera el papel central del individuo en el proceso del desarrollo.

Fuente: Elaboración propia con base a Fanjul (2009) y Bustelo (2003).

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El analizar brevemente ambos modelos no lleva a concluir que el modelo chino puede ser una alternativa en tanto inserte políticas que conduzcan a un desarrollo integral, considerando algunas de las propuestas que los marcos teóricos del decrecimiento, postdesarrollo y el enfoque de las capacidades sugieren, y con ello evitar construir modelos enfrascados en el crecimiento económico, respetando, a su vez, la pluralidad de las distintas realidades sociales y terminar con la repetición de modelos que no son adecuados a otras sociedades.

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CONCLUSIONES

En los últimos años ha surgido una gran discusión sobre el activismo de China en el continente africano. La relación comercial entre ambas partes ha sido tema de debate, no sólo, de las clases políticas involucradas sino también de la comunidad internacional, de los académicos y la sociedad civil, abordándose en distintas perspectivas que van desde la esfera económica hasta lo cultural, analizando el impacto en el ámbito político, social, medioambiental y financiero. Las cifras en cuanto a los intercambios comerciales, en casi todos los análisis, sean de fuentes oficiales, académicas o no oficiales, son coincidentes, sin embargo cuando se trata de identificar el impacto, las discrepancias abundan en torno a la relación. Para algunos, la relación significa una verdadera cooperación entre iguales de la cual sólo se obtendrán beneficios mutuos; algunos otros expresan su inconformidad en cuanto el respeto y defensa de los derechos humanos, al apoyo entre gobiernos corruptos y regímenes autoritarios y la amenaza que supone para los intereses de otros actores internacionales; y algunos más cuestionan la viabilidad de la relación en función de la explotación de recursos, la venta de armas, la competencia desigual, el intercambio de productos primarios por manufacturados y la migración. Sin embargo, todos ellos vuelven a coincidir en que la relación se encuentra en proceso y seguramente continuará algunos años más, por lo que es difícil hacer una prospectiva contundente y dar conclusiones definitivas. A pesar de ello, y con base a lo analizado en el presente trabajo podemos hacer una aproximación del impacto que tiene la relación entre China y África en el desarrollo, partiendo del enfoque del desarrollo que propone la investigación y que coloca al ser humano, lo socio-cultural y medioambiental en el centro del proyecto, rechazando el ámbito macroeconómico como eje direccional del proceso, para lograr un desarrollo integral y no meramente económico. Partiendo de esto, concluiremos si China puede o no contribuir a eso con su cooperación en África. Las prácticas chinas pueden hacer de este país asiático un socio clave para el desarrollo del continente, pues es hasta ahora el que mejor responde a los intereses africanos y que tiene mayor flexibilidad respecto a sus políticas en África, lo que no sucede con Occidente que se ha enfrascado en un modelo rígido que predicar “el abrigo de los desprotegidos” impidiendo el cambio de perspectiva.

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Mucho de lo que ha hecho China en África ha resultado favorecedor, pero algunas cosas no. China es permeable a la situación de conflicto y la violación de los derechos humanos existente en algunos países con los que mantiene acuerdos comerciales, alterando, de alguna manera, el desarrollo como libertad que consiste en el derecho de las personas a desarrollar sus capacidades, trascendiendo el ámbito económico para entrar de lleno en los aspectos políticos y sociales. Entendiendo que la omisión, y en algunas ocasiones contribución, a que la situación de conflicto y violación de derechos humanos permanezca, impacta negativamente en la posibilidad de

alcanzar esas capacidades que en suma

permitan el desarrollo. Y a su vez, la situación de vulnerabilidad y represión en la que se encuentran estás sociedades imposibilita la instauración de instituciones políticas estables que sean capaces de organizar y proveer de esas libertades a sus poblaciones. De la misma forma el gobierno chino ha favorecido el incremento de empresas en territorio africano, y al mismo tiempo en sus proyectos de creación de infraestructura ha solicitado a sus propias empresas que sean las encargadas de desarrollarlos, lo que reduce las posibilidades de los locales a conseguir fuentes de empleo y el dominio de la tecnología. La migración china está en aumento y esto se debe a que la IED es cada vez más sustanciosa, pues la mayoría de esta población es mano de obra que exporta China y reduce las plazas a la mano de obra africana. Esto niega la libertad a las personas de poder erradicar el hambre, tener posiblemente una mejor salud, una mejor educación, en concreto, una mejor condición de vida. Así que, si bien el papel de China en África y en su propio modelo, ha sido favorecedor en términos económicos alcanzando tasas de crecimiento positivas constantes, hay que tener en mente que los cambios en el ámbito socio-político deben de ir de la mano para alcanzar sociedades capaces de desarrollarse en un proceso integral. Por otra parte, algo positivo en lo que China puede contribuir al contexto africano es transmitirle esa revalorización de la cultura e idiosincrasia que le ha permitido al país asiático proponer un modelo propio capaz de insertarse en la dinámica internacional pero a su vez defender su sistema político, social y cultural, proponiendo un modelo reforzado en su interior para poder competir en el voraz sistema económico internacional. Uno de los atractivos de este modelo chino es que ha podido hacer frente a la crisis económica actual obteniendo resultados positivos de su revolución económica, marcando un referente de gran valor ante los países en desarrollo que están cansados de recibir lecciones de las grandes potencias y las instituciones financieras internacionales. 55

En la misma línea, el modelo chino llamado “Consenso de Pekín” o “Consenso asiático”, ha propuesto una alternativa al modelo único, político y económico de Occidente que quiere imponer sus normas políticas, sociales y éticas al resto del mundo; y al contrario ha adoptado un modelo económico en el que se sigue manteniendo el papel dominante del Estado, ha buscado el mantenimiento del comunismo con la aplicación de las reglas del liberalismo (el uso de las armas de la globalización para controlar o dominar el comercio internacional), le ha apostado a la multipolaridad y el multilateralismo y a la aplicación simultánea de la cooperación bilateral con la multilateral. Al mismo tiempo promovido las inversiones en función de sus intereses políticos y de seguridad para con ello no depender de las IFI’s. Por tanto, la cooperación sino-africana puede contribuir a que los países africanos creen modelos propios contemplando la experiencia china y algunas de sus prácticas, pero al mismo tiempo el país asiático debe autolimitarse en su papel de explotador de recursos y acatar el rol que le establezcan los gobiernos africanos, para que entonces pueda considerarse un verdadero socio en una relación entre iguales. En el plano medioambiental, el impacto ecológico de China en África es cada vez mayor, pues la producción de madera pone en peligro los ecosistemas africanos. Por ejemplo, en Republica del Congo (Congo Brazzaville), la empresa Sicofor tala árboles en peligro de extinción como el moabi, una especie que tiene virtudes medicinales y tarda cien años en alcanzar su madurez; y el bilinga, considerada vulnerable en la lista de la International Union for Conservation of Nature and Natural Resources. Esta madera va directo a Zhangjiangan, primer puerto mundial para el comercio de maderas tropicales, que después se convertirá en muebles que serán vendidos en Occidente (Michel y Beuret, 2009: 169). Este sistema de tala no sólo pone en peligro la existencia de ciertas especies, sino es un ejemplo más de que el modelo de rápido industrialización que se intenta continuar amenaza nuestro propio bienestar. Por tanto, China debe introducir en sus mecanismos la propuesta del decrecimiento, considerando que la continuidad del modo de crecimiento de industrialización actual no es sustentable y resulta perjudicial no sólo para su propia población sino para el resto de países en vías de desarrollo. La aplicación de políticas que permitan una reducción en la demanda de recursos respetando los ecosistemas y permitiendo la regeneración natural del medio, requiere de un cambio de sociedades enfocadas a decrecer que a largo plazo permita un estado de bienestar durable, menos desigual y más justo. 56

Ahora bien, con base a lo analizado a lo largo del trabajo, identificamos que existe un desequilibrio de intercambio comercial en la relación sino-africana, sin embargo se percibe que esta dinámica puede dirigirse hacia la complementariedad. El hecho es que China necesita de África tanto como África necesita de China. La primera necesita las materias primas del continente africano para continuar con su crecimiento económico, mientras que el fortalecimiento de la relación permite, y permitiría, a África desprenderse de la subsistencia y dependencia de Occidente en la que ha estado sumergida. Pero, para conseguir esta complementariedad y maximizar los efectos positivos, genéricamente, África requiere establecer un plan de acción propio que defina el rol de China en su agenda, rediseñando las “reglas del juego” que termine con ese papel de mero receptor y lo coloque como un socio estratégico que tiene oferta algo que le interesa a China, para con ello no permitir que se repitan los modelos de explotación aplicados por Occidente. Particularmente, los gobiernos africanos deben aprovechar la alta demanda de materias primas que en los últimos años les ha permitido una ganancia contundente, invirtiendo en el desarrollo de industrias secundarias y terciarias, vitales para estimular la economía local, generar posibilidades de empleo, motivar un crecimiento económico y alzar las perspectivas de un desarrollo en el continente (Rocha, 2008: 68). Al mismo tiempo uno de los principales retos que deben hacer frente los países africanos es estar al tanto del patrón cíclico de las fluctuaciones de los precios de las materias primas y de las crisis mundiales, pues son ellos a los que mayormente pueden impactarles de manera negativa si continúan con economías dependientes y rentistas. Por tanto, África debe aplicar políticas sostenibles y efectivas que les permita potencializar los beneficios de los altos precios de las materias primas y al mismo tiempo puedan disminuir los riesgos de las crisis. Los países que no consiga esto permanecerán en la dependencia y serán los más afectados. Asimismo, África debe fortalece el ahorro interno mediante la recuperación de la economía popular y promover una visión africana del empresariado y de la inversión, fundada en el respeto humano y en la ética política. A su vez, comenta Aminata Traoré (2004: 103), se deben consolidar los lazos con la diáspora, no sólo en el plano económico y político, sino también en lo cultural y artístico, tales intercambios se inscribirán en el objetivo de relanzar la producción de bienes materiales pero también la de los valores morales, filosóficos y culturales.

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Mientras tanto ambos socios deben fortalecer la cooperación entre los países en vías de desarrollo considerando que cada vez surgen nuevos actores que se insertan en la dinámica internacional como agentes de cambio poniendo fin a la era donde las decisiones se tomaban entre Estados Unidos y Europa e impulsando la multipolaridad. Brasil, India y Rusia, que conjuntamente con China y África, representan los mercados más grandes de consumo, lo que estratégicamente puede contribuir hacer frente a las prácticas manipuladoras de los países desarrollados. Todo esto propone apostarle a una cooperación Sur-Sur que tenga como prerrequisito un plan propio de desarrollo y que verdaderamente permita un beneficio mutuo.

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