OTRA CIVILIZACIÓN DE LA MIEL: UTILIZACIÓN DE MIEL EN GRUPOS INDÍGENAS GUAYCURÚES A PARTIR DE LA EVIDENCIA DE FUENTES JESUITAS (Siglo XVIII)1
MARÍA CELESTE MEDRANO2 UBA/CONICET CINTIA NATALIA ROSSO3 UNSAM/CONICET
RESUMEN: Los grupos guaycurúes que habitaban la región del Gran Chaco durante el siglo XVIII realizaban un extenso aprovechamiento de mieles procedentes de abejas nativas sin aguijón (Tribu Meliponini). Estas prácticas fueron extensamente documentadas por los jesuitas que misionaron en el área. El presente trabajo se basa en el análisis de las evidencias obtenidas en estas fuentes y datos etnográficos actuales relacionados al aprovechamiento de miel. El objetivo es examinar los usos y saberes tradicionales e identificar las especies de meliponas mencionadas en dichas fuentes a partir de la colecta de ejemplares y los discursos de indígenas y criollos elaborados sobre las mismas aportando a un corpus que incluya la diversidad de conocimientos existentes en la zona sobre estas prácticas. PALABRAS CLAVE: guaycurúes; jesuitas; miel de meliponas; Gran Chaco. ABSTRACT: Guaycurus groups inhabiting the Gran Chaco region in the 18th century made extensive use of honey produced by native stingless bees (Tribe Meliponini). These practices were extensively registered by the Jesuits who tried to evangelize in the area. This paper is based on the analysis of the evidences obtained from these sources and current ethnographic data related to the use of honey. The aim is to discuss the uses and traditional knowledge and identify meliponas species mentioned in these sources from the collection of individuals and reports of Indian and creole people about them, contributing to a corpus that includes the diversity of expertise in the area regarding these practices. KEYWORDS: guaycurus; Jesuits; honey of the meliponas; Gran Chaco.
1
Las investigaciones que dan origen a este trabajo fueron financiadas por CONICET. 2 María Celeste Medrano se graduó como Licenciada en Biodiversidad en la Universidad Nacional del Litoral dedicándose a estudios zoológicos. Actualmente es becaria del CONICET y se encuentra cursando el Doctorado en Antropología en la Universidad de Buenos Aires. Su tesis doctoral posee un enfoque etnobiológico. E-mail:
[email protected] . 3 Cintia Natalia Rosso se graduó como Profesora en Antropología en la Universidad de Buenos Aires. Actualmente es becaria del CONICET y se encuentra cursando estudios de Doctorado en Antropología en la misma universidad. Su tesis doctoral posee un enfoque etnobotánico. E-mail:
[email protected] .
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Presentación4 Revisando las fuentes jesuíticas con el objeto de realizar una
investigación que incluya todas las menciones a los usos de flora y
fauna que hacían los indígenas que vivían en el sector meridional del Gran Chaco surgió como relevante el empleo que estos hacían de la
miel. La referencia de este último recurso pasó de ser un dato aislado a repetirse
con
asiduidad
lo
que
nos
condujo
a
preguntarnos
específicamente por su importancia.
Como ejemplo aportamos la siguiente cita escrita a raíz de la
necesidad de decidir un nuevo asentamiento: “los Guaycurúes tenían otras conveniencias, que le hacían muy acomodado; porque estaba
cercado de ríos abundantes de pesca, de palmares y bosques llenos de miel” (LOZANO, 1733, p. 148).
Ya en el año 1536 Ulrico Schmidl, soldado que viajaba con el
adelantado Don Pedro de Mendoza, describe cómo las tribus indígenas que habitaban en la región del Chaco conocían y aprovechaban mieles nativas con fines alimenticios y para la fabricación de bebidas alcohólicas:
(también) en posesión de estos Macasíes hay una tierra fértil en granos y en frutas, también en miel, que en otros países no he visto la tierra tan fértil. (también) un indio toma un hacha y va al bosque y al árbol más próximo que él halla, el indio hacha sencillamente un agujero en el árbol, entonces se derrama de ahí cinco hasta seis jarras de miel tan pura como el agua miel. (también) las abejas no pican y son muy chicas, uno puede comer de esta miel con pan o con otra comida; también se hace buen vino con ella, tan bueno como aquí en esta tierra lo es el aguamiel y a esto mejor y más agradable para tomar que el aguamiel (SCHMIDL, 1948, 405-407).
Las abejas que menciona Schmidl no se defendían mediante
picaduras lo que nos hace pensar que pertenecían al grupo de las 4
Agradecimientos: a Mónica Ferraro por su permanente colaboración bibliográfica; a Gustavo Scarpa, Lía Quarleri, Florencia Tola y Ezequiel Ruiz Moras por guiarnos en nuestro trabajo diario; a Arturo Roing Alsina y Milagros Dalmazzo por la ayuda en materia entomológica; Seminario Permanente de Estudios Chaqueños (SPECH).
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meliponas, un taxón en el que ubicamos a abejas productoras de miel originarias del continente americano que no poseen aguijón. La mayoría
de las etnias que vivían en el continente consumían estas mieles. Sin embargo, la miel consumida actualmente es elaborada por un insecto de
origen europeo denominado Apis mellifera que fue introducido en el
nuevo mundo dando origen a extensos procesos de producción y consumo.
El objetivo del presente trabajo es examinar los usos y saberes
tradicionales relacionados a la utilización de miel de los grupos guaycurúes del Gran Chaco en el siglo XVIII. Nos detendremos puntualmente en informaciones procedentes de las distintas fuentes jesuitas ya que estas poseen valiosa información elaborada a partir de la convivencia entre sacerdotes y distintos grupos indígenas. El fin es identificar las especies de meliponas mencionadas en las fuentes a partir de datos etnobiológicos actuales para realizar un aporte a un
corpus que incluya la diversidad de conocimientos existentes en la zona sobre estas prácticas.
Para lograr la meta propuesta, en primer lugar analizaremos las obras de los jesuitas Pedro Lozano, Florian Paucke, Martín Dobrizhoffer, José Jolís y José Sánchez Labrador quienes estuvieron en el Chaco durante el siglo XVIII y aportaron evidencias donde se destaca el conocimiento que tenían los indígenas chaquenses sobre las especies de
abejas nativas sin aguijón. Anteriormente elaboramos un corpus de datos que fue publicado en su totalidad en Medrano y Rosso (2010). En este trabajo nos centraremos en el análisis de dicho corpus. En segundo
lugar realizaremos la identificación biológica a partir de trabajos de campo etnobiológico realizado en las provincias de Chaco y Formosa entre 2008 a 2010. Durante los mismos se realizaron entrevistas y
recorridas por el monte con personas pertenecientes a comunidades guaycurúes (tobas y mocovíes). Por otro lado se trabajó con un reconocido meliponicultor formoseño quien cría y maneja diversas
especies de meliponas. Finalmente el material biológico colectado fue enviado al gabinete del especialista Arturo Roing Alsina (Museo
Argentino de Ciencias Naturales “Bernardino Rivadavia”, Buenos Aires) para su identificación.
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El lugar, la gente El Gran Chaco se presenta como una de las grandes unidades
biogeográficas de Sudamérica, la segunda región natural por su extensión luego de la Amazónica. Ocupa alrededor de 1.000.000 km2 en el sector centro-norte de Argentina, oeste de Paraguay y sureste de Bolivia (BUCHER, 1982).
La zona presenta gran variedad de ambientes que van desde extensas llanuras, sabanas secas e inundables, esteros, bañados, salitrales,
sierras
ocupando
la
porción
sudoeste
hasta
grandes
extensiónes de bosques y arbustales. Esto permite la prosperidad de una oferta floral que posibilita el desarrollo de una riqueza importante de meliponas las que muestran ciclos biológicos íntimamente ligados a las condiciones ecológicas de la región.
La planicie del Chaco, no solo se caracteriza por su gran riqueza
biológica sino también por su riqueza cultural. En la actualidad, la región cuenta con diecisiete etnias pertenecientes a seis familias
lingüísticas (zamuco, mataco-maká, guaycurú, tupí-guaraní, maskoy y arawak) (ARENAS, 1997).
Para las etnias pertenecientes a la familia lingüística tupí-guaraní se han escrito varias obras relacionadas al aprovechamiento que estos indígenas hacían y hacen del recurso apícola (CEBOLLA BADIE, 2005;
MARTÍNEZ-CROVETO, 1968; WINKELRIED BERTONI, 1911; etc.). Estos trabajos reflejan el conocimiento que dichos grupos poseen sobre la
biología de las diferentes especies y los distintos usos de la miel. Sin embargo, no existen textos tan exhaustivos para la familia lingüística guaycurú, que hagan referencia a su uso pasado y presente, a pesar de
que las fuentes históricas evidencian el aprovechamiento de miel en estas etnias como una actividad habitual. La excepción es la obra de Arenas (2003) que describe los usos actuales en poblaciones tobas. En este
trabajo nos centraremos en los grupos guaycurú quienes
desarrollan su vida en la franja Sudeste de la región del Gran Chaco.
Los guaycurúes eran etnias cazadoras-recolectoras y pescadoras,
entre los que estaban abipones, tobas, mocovíes, payaguáes y mbayás (en la actualidad se agregan los grupos pilagá y caduveo) (Figura 1). Según Espaço Ameríndio, Porto Alegre, v. 4, n. 2, p. 147-171, jul./dez. 2010.
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Susnik (1972): el término “Guaycurú” es un simple apelativo guaraní para el grupo étnico que vivía en los comienzos de la conquista hispana en la región chaqueña, desde el Río Pilcomayo hasta el Río Verde; en la época colonial se aplicaba este término a diferentes tribus de carácter belicoso5 y ecuestre; en la moderna etnología el mismo término se introdujo para designar tribus de estrecha filiación lingüística (SUSNIK, 1972, p. 12).
En la actualidad la familia lingüística guaycurú es una de las más
extensas del Gran Chaco.
Las meliponas Dentro del orden de los insectos, los himenópteros constituyen un grupo en el que se encuentran abejas, avispas y hormigas entre los más conocidos. En el Cuadro 1 se aporta una lista de los géneros citados
para el área chaqueña de la República Argentina incluyendo solamente aquellos grupos que tienen interés melero. Esta lista fue confeccionada a partir del trabajo de Camargo y Pedro (2008) y el de Fernández y Sharkey (2006).
Las abejas se agrupan en una Familia denominada Apidae, la
mayoría
de
las
especies
tiene
la
característica
de
presentar
comportamiento altamente social, es decir, la capacidad de formar colonias donde existen roles bien definidos y donde las hembras
trabajan cooperativamente en la cría de la descendencia. Como puede observarse en el cuadro encontramos a A. mellifera dentro de la Tribu
Apini, esta es la abeja productora de la miel que consumimos habitualmente. Ha sido introducida en nuestro país con el fin de desarrollar actividades apícolas (BIERZYCHUDEK, 1979).
5
Consideramos que esta idea de belicosidad tiene que ver con tácticas de resistencia que los grupos indígenas realizaban contra el avance de la sociedad hispano-criolla sobre sus territorios y no tiene que ver con el “ethos guerrero” que Susnik (1972) le asigna a estos pueblos.
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152 MEDRANO E ROSSO - Otra civilización de la miel... Figura 1: Grupos guaycurúes en el siglo XVIII
Fuente: Santamaría (2007).
Dentro de la misma familia se encuentra la Tribu Meliponini, las
abejas que la conforman, propias de las zonas tropicales y subtropicales
(MICHENER, 1974 y 2000), son comúnmente denominadas meliponas. Se diferencian de A. mellifera por poseer el aguijón evolutivamente
atrofiado, lo que les impide picar; al mismo tiempo, respecto al
almacenamiento de la miel, la primera utiliza panales de cera y las
abejas sin aguijón utilizan botijas de cerumen. Finalmente, se ha Espaço Ameríndio, Porto Alegre, v. 4, n. 2, p. 147-171, jul./dez. 2010.
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documentado que A. mellifera es una competidora fuerte por el recurso
floral lo que pone en riesgo a las poblaciones de abejas nativas (NATES-
PARRA, 2005). De los 33 géneros citados para el Neotrópico por Camargo y Pedro (2008), 12 se encuentran en Argentina citándose 10 para la Selva Paranaense y 7 para el Chaco Argentino. No obstante es
importante aclarar que la sistemática de estos insectos aún se encuentra en proceso de elaboración y a diario se suman nuevos aportes producto de las investigaciones de campo de biólogos y naturalistas.
Cuadro 1: Himenópteros de interés melero para el área chaqueña Argentina
Fuente: Camargo y Pedro (2008); Fernández y Sharkey (2006).
Si bien en el presente trabajo el foco está puesto en el grupo de
las meliponas, el Cuadro 1 también reúne a la Familia Vespidae. Esta Espaço Ameríndio, Porto Alegre, v. 4, n. 2, p. 147-171, jul./dez. 2010.
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abarca a las comúnmente denominadas “avispas”, hemos decidido incluirla aquí porque se encuentran especies autóctonas productoras de
miel dentro de las Tribus, Epiponini y Polistini. En nuestro país, las más conocidas son tres: la avispa colorada (Polistes sp.); el camuatí (Polybia
scutellaris) y la lechiguana (Brachygastra lecheguana). Estos véspidos, que al igual que A. mellifera, tienen la capacidad de picar, presentan comportamiento social para lo que construyen nidos de distintos materiales, donde criarán a la descendencia aprovisionándola con miel. Antes de la llegada del europeo al continente americano, las meliponas eran las únicas abejas que producían miel, la que era aprovechada por muchas culturas indígenas de América del Sur y Central, quienes consumían además cera, polen y larvas. En la actualidad, los grupos campesinos e indígenas que pueblan las áreas de distribución de estas abejas nativas hacen uso de dicho recurso (Figura 2). Figura 2: Área de distribución de la tribu Meliponini, en gris oscuro
Fuente: Crane (1992).
Con respecto a los antecedentes sobre estudios relacionados al
tema, un trabajo inestimable es el de Bierzychudek (1979). Este autor,
pionero en la compilación de material referente a la apicultura, resume
fuentes que fueron escritas desde el 1500 como la de Schmídel hasta contemporáneos documentos del siglo XX. El objetivo de su obra fue demostrar que A. mellifera no se encontraba en Argentina hasta la fecha
en que Rivadavia la introdujo. Por esta razón, si bien nombra a las meliponas, no se focaliza en el tema. Desde otra perspectiva, se encuentra el trabajo de Lévi-Strauss
(1978) “De la miel a las cenizas” - la segunda parte de las Mitológicas Espaço Ameríndio, Porto Alegre, v. 4, n. 2, p. 147-171, jul./dez. 2010.
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donde el autor hace un análisis estructural de los distintos mitos de
diversas sociedades americanas que hablan tanto de la miel como del tabaco. Entre ellos se encuentran algunos provenientes de grupos tobas y mocovíes junto a la mención sobre el uso de “la técnica de señalamiento a simple vista” por parte de los abipones.
En la Argentina, los trabajos sobre las abejas sin aguijón se
encuentran en una etapa inicial, el principal objetivo de los mismos es definir la sistemática de las especies, describir su distribución y los aspectos ecológicos y biológicos relacionados. Por un lado, se encuentran los estudios de corte biológico como el
de Vossler, Tellería y Cunningham (2010) que analizan la relación entre la oferta floral del Chaco seco y el aprovechamiento polínico de las meliponas.
Por otro lado, se encuentran los estudios etnobiológicos donde
podemos destara el trabajo llevado a cabo por un grupo de
investigadores que radican sus estudios en el Centro de Investigaciones del Bosque Atlántico (CeIBA), y se encuentran realizando importantes aportes relacionadas a la etnozoología de estas abejas nativas (ZAMUDIO, KUJAWSKA y HILGERT, 2010).
Un destacable tratamiento del tema es el que realizó Cebolla Badie
(2005) en un trabajo orientado a conocer el lugar que ocupan las meliponas dentro de la cultura mbya. Particularmente, se centró en la
relación de las especies melíferas con el ámbito religioso, con los medios de subsistencia tradicionales y con el manejo de los recursos naturales. También estudió el rol de los productos elaborados por las meliponas en la dieta de los indígenas, la medicina tradicional, la vida ritual y los sistemas etnoclasificatorios. Finalmente es Arenas (2003) quien, si bien no se focalizó en el
tema de las meliponas, realizó estudios etnobiológicos pioneros para el área del Gran Chaco argentino en los que el tema de las abejas nativas sin aguijón está extensamente desarrollado.
La evidencia jesuítica Para el área del Gran Chaco los testimonios más destacados sobre Espaço Ameríndio, Porto Alegre, v. 4, n. 2, p. 147-171, jul./dez. 2010.
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el aprovechamiento de la miel son los aportados por los sacerdotes
jesuitas que misionaron en la región y vivieron en las reducciones con diversos grupos indígenas. La mayoría de estos relatos fueron escritos en Europa luego de que la Orden fuera expulsada de América en 1767.
Como nuestro objetivo es centrarnos en el uso y aprovechamiento
que hicieron los grupos guaycurúes tomaremos los escritos de Pedro
Lozano6, Martín Dobrizhoffer, Florián Paucke, José Sánchez Labrador y
José Jolís.
Como se señaló anteriormente, se construyó un corpus de 48 citas que comprende la totalidad de las menciones sobre meliponas
halladas en las fuentes consultadas. Esta información de organizó en categorías con las que se construyó el Cuadro 2 que se analizará a continuación. Cuadro 2: Número de citas halladas en las fuentes jesuitas del S XVIII para el Gran Chaco Argentino, ordenadas por ítem
Fuente: elaboración propia.
El ítem “Diversidad y comportamiento de las abejas” es el que
mayor número de citas contiene. De la lectura de las mismas se puede deducir que los indígenas poseían un profundo conocimiento de la
biología y diversidad de estos insectos, distinguiendo a aquellos que nidifican bajo tierra de los que lo hacen dentro de troncos de árboles y
proporcionándoles a cada grupo nombres exclusivos e incluyéndolos 6
Este sacerdote no se dedicó a misionar sino a redactar la crónica de la Compañía de Jesús en el sur de América y falleció años antes de la expulsión de la Orden. No obstante su testimonio es igualmente valioso por la información que proporciona.
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dentro de una completa taxonomía. Esto podría tener relación con la importancia que la miel ha tenido para estos pueblos.
Otra de las evidencias que conducen a pensar en el alto grado de conocimiento que los guaycurúes poseían sobre las abejas nativas es la
descripción que los jesuitas documentaron sobre la fenología de las especies utilizadas:
Según la diferencia de los lugares, estaciones7 y abejas, la miel se diferencia también en su denominación y sabor. Los Abipones la llaman Nahérek, la escondida debajo de la tierra. En algunos lugares es agria, pero en otros es completamente dulce. De una sola de tales cuevas terrestres se extrae frecuentemente una porción ingente para la cual no alcanza a veces una cantidad mayor de jarras. La miel juntada al comienzo de la primavera en las plantas o sobre la alta hierba se denomina entre los habitantes españoles Lechiguana, entre los Abipones Naátek o Naáhurek (DOBRIZHOFFER, 1967, p. 521).
En las citas también se identificó la utilización de los nombres de
estos insectos en la producción de hidrónimos elaborados por los
Leghigusna (DOBRIZHOFFER, 1967) denominación que pone en evidencia la importancia que le daban a las lechiguanas, productoras de miel en panales colgantes. El segundo ítem de importancia se refiere a “Otros productos obtenidos”. Si bien, según la información proporcionada por los cronistas, la miel se utilizaba básicamente como alimento es notable la profusa información que estos escribieron sobre la obtención de bebidas alcohólicas a partir de miel. Creemos que esto se debe a la preocupación que tenían los jesuitas relacionada al consumo de este tipo de bebidas, práctica a la que además le asociaban comportamientos de desacato a los mandatos que correspondían a la “civilización”8. Otro de los productos aprovechados era las ceras con la que estaban fabricados los panales. Los guaycurúes parecen no haberla hispano-criollos.
Un
ejemplo
de
esto
es
el
río
7
El subrayado es nuestro. Las “bebidas embriagantes” eran utilizadas en ocasiones festivas realizadas en momentos específicos del ciclo anual. Según los jesuitas constituyó un obstáculo para la evangelización por lo que se tomaron diversas estrategias para erradicar estas festividades, entre ellas, el reemplazo de las bebidas alcohólicas por la yerba mate (ROSSO, 2007).
8
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utilizados para el consumo propio sino para el intercambio con los españoles y otros grupos indígenas:
Los Guaycurús [los mbayas] se aprovechan con bastante frecuencia de la miel, más para hacer el brebaje con que se embriagan que para comerla. Recogen la cera y la venden ahora a los españoles, y antes a los Payagúas infieles, que la llevaban a la ciudad de la Asunción (SÁNCHEZ LABRADOR, 1910, p. 239).
No obstante, según registros etnográficos propios y de otros
autores, la cera es utilizada por algunos grupos guaycurúes (tobas)
como pegamento para las flechas así como para alargar la vida útil de
las mismas, para tapones de botijos y para refaccionar objetos de
cerámica (Arenas, 2003; Terán, 2003). Por esta razón, es posible que fuera
utilizada
en
el
período
jesuita aunque
su
uso
no
este
extensamente documentado en las fuentes.
Finalmente, si nos remitimos a la cita arriba mencionada y a otras
que figuran en el corpus, encontramos la evidencia de un importante intercambio que los guaycurúes realizaban con la cera obtenida de los
panales silvestres. Según parece los españoles la apreciaban mucho al punto de registrarse un comercio organizado que incluía no solo a población indígena sino a criollos que recorrían el territorio acopiando el producto9.
La principal ocupación y negocio de los santiagueños es buscar miel y cera en los montes, purificarla, cocinarla o venderla. Los más ricos envían con este fin a sus esclavos a los montes más apartados, – donde se encuentran las colmenas en los árboles en putrefacción. Dado el número de operarios, en los lugares en que hay aguada, se construyen chozas con palos y ramas de árboles; y se ocupan en alimentar a una cantidad de mulas y caballos. Usan a éstos para hacer el camino y para cazar; y a aquéllas para cargarlas con sacos de provisiones, de cera y de miel (DOBRIZHOFFER, 1970, p. 52-53).
El tercer ítem de importancia es el referido a “Obtención y 9
Vitar (1991, p. 253) menciona que “´los meleros´ españoles que buscaban la cera y la miel –recolectadas por los indios- para su comercialización en las colonias, practicándose un intercambio regular en el marco de la vida fronteriza”.
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aprovechamiento de la miel”. Las fuentes explican la forma en que se
realizaba la obtención y los instrumentos (hachas, recipientes de cuero, etc.) utilizados. Es claro que la principal forma de extracción consistía en descubrir el nido de los insectos y luego realizar aberturas en los árboles valiéndose de hachas, hasta llegar al recurso:
A los Abipones no les cuesta el menor trabajo buscar y retirar los panales ocultos en las selvas. Cuando hay buen tiempo y el sol brilla con claridad, cabalgan hacia el campo. Como ellos tienen una vista increíblemente fina, observan las abejas en su vuelo de acá para allá, dejan a la entrada del bosque sus caballos y les siguen de a pie hasta descubrir el árbol donde las abejas tienen su depósito. Ellos trepan por el árbol tan ágilmente como los monos, ensanchan con el hacha la abertura por donde entran y salen las abejas diligentes, retiran la miel y la cera y las llevan en un recipiente de cuero a casa donde sus amigos, hijos, esposas se deleitan ya lamiéndolas cual ambrosía, y sorbiéndolas cual néctar en cordial alegría de este plato de dioses (DOBRIZHOFFER, 1967, p. 523).
Cabe preguntarse como se obtenía este producto antes de la
introducción del mencionado instrumento, como una pista podría utilizarse la siguiente cita: Según los tobas, como en el pasado se carecía de instrumental adecuado (hachas) para la extracción de colmenas situadas en los troncos de árboles, sólo era posible cavarlas cuando se hallaban en el tronco blando del “yuchán” (Chorisia insignis). De él lo extraían con pala de madera. Con el contacto se obtuvieron las hachitas metálicas (ARENAS, 2003, p. 290).
Una de las iconografías de Paucke (1943) demuestra el empleo de
cuerdas que realizaban los mocovíes para la extracción de miel de los troncos (Figura 1). Arenas (2003) también describe esta práctica aunque
enuncia que en la actualidad los árboles son derribados para la extracción de los panales, hecho que nosotros también hemos
observado en el campo. La excepción es cuando el nido se encuentra cercano al piso y superficial respecto a la corteza vegetal situación en la que se opta por practicar un agujero en la madera.
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Figura 3: esta imagen se llama “En busca de la miel” y la leyenda expresa: “De cómo los Indios sacan a hacha y retiran de los árboles la miel”
Fuente: Paucke (1943, lámina LXXXVII).
Por otro lado, luego de la introducción de A. mellifera se produjo
un proceso de asilvestramiento y según nuestros datos de campo, los indígenas prefieren aprovechar la miel de monte que proviene de la abeja
europea
debido
al
gran
volumen
que
esta
comparación con los volúmenes de las abejas nativas.
produce
en
Otra de las cuestiones que surge del análisis de la cita precedente
son la técnicas de avistamiento que desarrollaban los abipones para localizar los nidos con miel. En la actualidad, según nuestros datos,
estas técnicas son compartidas por indígenas y criollos, quienes enuncian, por ejemplo, que cuando las abejas vuelan bajo, el nido está cerca y cuando vuelan alto, está lejos. Arenas (2003) también describe
métodos para “huellear” especialmente desarrolladas para B. lecheguana
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y para A. mellifera y otras técnicas de búsqueda para meliponas.
El cuarto ítem se refiere a la “Tipificación de la miel”. Lo aportado
por los jesuitas evidencia que existía una categorización de las mieles reflejada en la denominación y en el sabor de las mismas. Esta estaba basada en los distintos lugares donde se encontraba (las de los cardos y de algunos árboles eran muy bien ponderadas), las estaciones del año
en las que se cosechaba, las diversas abejas y el néctar y pólen con los
que éstas fabricaban el producto. Algunos autores, como Paucke, diferenciaban
las
mieles
de
abejas
de
las
de
avispas
con
denominaciones diferentes como “miel campestre” y “miel silvestre”: Para ello [hacer bebida embriagante] toman ora miel campestre ora silvestre. La miel campestre no es tan suave como la miel silvestre por lo cual también la bebida es más fuerte y más dañina (PAUCKE, 1943, p. 197-198).
El quinto ítem se refiere a “Restricciones, tabúes y usos rituales de la miel”. En esta sección se han agrupado diferentes cuestiones relacionadas con las creencias asociadas a la miel. Una de las
restricciones mencionada por Dobrizhoffer (1967) es que la miel no se consumía durante los períodos invernales ya que no era saludable, esto podría deberse a la regencia de un tabú o quizás a una observación empírica.
Entre los tabúes mencionados figuran: Así si un niño muere prematuramente, las mujeres atribuyen la muerte a la intemperancia del padre. Ya sea porque no se abstuvo de vino mezclado con miel, o porque llenó su estómago con carne de puerco acuático, o porque cruzó a nado algún río con viento fresco, o porque fue negligente en rasurarse las cejas, o porque comió miel subterránea pisoteando a las abejas (DOBRIZHOFFER, 1968, p. 212).
Al respecto ARENAS (2003) menciona la prohibición de consumir
miel en diversas etapas del ciclo vital femenino10. Según datos propios,
10
Son interesantes, los tabúes asociados a la miel de A. mellifera, cuando recién se conoció en la zona se temía que su ingestión provocara la muerte del no nato; además, cuando los jóvenes iban al bosque se les recomendaba que recolectaran la miel de las abejas nativas, ya que la miel “extranjera” provocaba dolores
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en el momento de la menstruación, existe una restricción al consumo y obtención de miel producida bajo tierra que, de no ser respetada pone en peligro la vida de toda la comunidad. A pesar de que en las fuentes jesuitas no hay registros sobre
muchos aspectos de la cosmología de los indígenas del Chaco, podemos inferir
que
existen
ciertas
características,
basadas
en
estudios
etnográficos11, que definen al universo como una superposición de
mundos conectados que se encuentran habitados por entidades capaces de desplazarse entre sus diferentes niveles (TOLA, 2010):
Les habitants de ces mondes sont les morts, les «esprits de bébé» (o’o lqui’i), les «autres races» de personnes, ainsi que les maîtres des espèces animales et végétales, du miel, des espaces géographiques et des conditions atmosphériques (TOLA, 2009, p. 75).
Como puede observarse, la miel posee un dueño particular lo que
demuestra la importancia de la misma12. Esta entidad participaría regulando la relación entre las especies de abejas nativas o avispas productoras de miel y los seres humanos.
En cuanto a los usos rituales destacamos que la miel era un
producto central debido a que con esta fabricaban bebidas alcohólicas,
elementos necesarios para el desarrollo de las festividades. Esto último no solo puede leerse en las fuentes jesuitas sino también es explorado por etnógrafos e historiadores como Citro (2008), Braunstein y Meichtry (2008), Paz (2008), entre muchos otros autores.
El sexto ítem se refiere a “Las propiedades de la miel”. Las
principales referencias relacionan al buen estado de salud y la longevidad de los indígenas con la ingesta de miel, lo que, según
Dobrizhoffer, la transforman en un alimento privilegiado: “Atribuyeron
su poderosa vejez en primer lugar al uso de la miel, que siempre habían de estómago y vómitos. Hoy, si los padres de una criatura recién nacida consumen miel de “extranjera”, el niño se enferma y debe someterse a una cura chamánica (ARENAS, 2003). 11 Algunos autores que pueden consultarse son: Métraux (1935), Miller (1979), Wright (2008), López (2009), entre otros que trabajaron la temática. 12 El siguiente relato ha sido documentado por Terán (2005, p. 54) y le fue referido por un informante toba, José Benítez: “Y un día le salió al encuentro una persona, que era el dueño de la miel. Estaba sacando una miel de tierra cuando se le presentó un hombre que tenía la cabeza llena de helechos le dijo así: “Si no te vas de aquí, la pasarás muy mal”. (…) Dapik Lta, el dueño de la miel, era el que se le había aparecido”. La mayoría de las especies animales y vegetales posee su propio padre (lta’a) o madre (late’e) que son los dueño de las mismas.
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comido” (DOBRIZHOFFER, 1967, p. 63).
También, según nuestros datos actuales, la miel es utilizada en un
repertorio amplio de empleos que incluyen la prevención y cura de enfermedades y acciones que tienden a moldear la corporalidad de los niños. Por ejemplo en el caso de los mocovíes la miel de determinadas
especies de abejas sin aguijón (Scaptotrigona jujuyensis, “peluquera” y
Geotrigona argentina, “la de bajo tierra”) es usada para problemas digestivos, como purgante, en caso de tos convulsa y resfríos. Los tobas del este de Formosa salen especialmente a buscar miel de “tapezuá” (S. jujuyensis) la que, colocada en las encías de los niños, ayuda a tener una dentición sana y duradera. El último ítem versa sobre la “Cría y manejo” de las meliponas. En este apartado solo se encuentra una cita y se relaciona posiblemente con el hecho de que los indígenas no se ocupaban de la cría racional de estos insectos, sin embargo, la forma más sencilla de realizarlo podría haber sido dejar miel en el árbol hueco para incitar a que el enjambre retorne (LÉVI-STRAUSS, 1978): En el Chaco hay tal cantidad de abejas, que si se pudiesen prohibir a los Indígenas sacar la miel y perturbar las colmenas por espacio de dos o tres años, dejándolas multiplicarse, la América Española estaría entonces en estado de proveer cera y de miel a toda Europa. También sería necesario acercar estas especies a los lugares poblados y propicios, poniéndolas en colmenas preparadas a este fin13, en lugares adaptados a ellas, llenos de flores y de plantas, para domesticarlas (JOLÍS, 1972, p. 230).
Según la cita anterior estimamos que el padre José Jolís recomienda llevar adelante acciones de domesticación de las abejas nativas, tomando como ejemplo el manejo que en Europa se hacía de A.
mellifera. Esto demuestra por un lado, el asiduo aprovechamiento que los indígenas realizaban del recurso y por otro, la importancia que este tenía para los europeos. También se evidencia la tensión que existía entre el consumo de las poblaciones cazadoras recolectoras y las prácticas comerciales de la sociedad hispano-criolla.
13
El subrayado es nuestro.
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Comparando clasificaciones Como resultado del trabajo de campo etnobiológico realizado en
las provincias de Chaco y Formosa entre 2008 a 2010 pudimos colectar ejemplares biológicos que son objeto de manejo por parte de meliponicultores o que conforman nidos que son “meleados” por los
indígenas. Así, se procedió al análisis de las citas encontradas en las fuentes del Siglo XVIII a la luz de estos datos. Como ejemplo aportamos la siguiente cita donde puede leerse que existen tres sitios donde se hallaba miel: la miel del campo, la encontrada bajo tierra y la ubicada en los troncos de los árboles: Aunque tanto debajo de tierra como en el campo se encuentran diversas categorías de miel, los bosques, sin embargo, son las verdaderas fábricas de miel donde las abejas depositan en los troncos huecos de los árboles su existencia en cera y miel (DOBRIZHOFFER, 1967, p. 522).
Comparando las clasificaciones podemos asociar a la miel producida en los troncos huecos con cuatro géneros de abejas sin
aguijón: Tetragonisca sp., Scaptotrigona sp., Melipona sp. y Plebeya sp..
La especie más común del género Tetragonisca sp. es T. fiebrigi, la misma es denominada en la zona con el nombre vulgar de “rubito” y es
la especie principalmente manejada en cajones de cría racional con el objeto de obtener miel de meliponas para comercializar. Tanto los tobas como los mocovíes la buscan en el monte y, utilizando una hacha o un
machete, realizan la apertura de los troncos para obtener la miel que es muy apreciada por ellos.
Scaptotrigona jujuyensis, denominada vulgarmente en el sur del área chaqueña “peluquera”14 y en el área cercana a Paraguay “tapezuá”, es el segundo grupo de abejas utilizadas con fines de cría racional. Los indígenas buscan especialmente la miel producida por estas abejas ya que le atribuyen además de valores comestibles, propiedades 14 Esta denominación se debe al comportamiento defensivo de las abejas las que, al sentir su colmena vulnerada, responden atacando en masa los cabellos del agresor. Por su costumbre de aferrarse al pelo se cree que lo cortan con sus mandíbulas y algunos de nuestros informantes nos comentaron del “peligro de perder el pelo” cuando se melean los nidos de S. jujuyensis.
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medicinales que involucran principalmente afecciones odontológicas.
El género Melipona sp. se distribuye más al oeste y es propio del
Chaco seco15. Durante el trabajo de campo pudimos colectar la especie
Melipona orbignyi. Sin embargo, no pudimos obtener datos etnográficos de la misma ya que las personas a las que entrevistamos se encuentran en la zona del Chaco húmedo que muestra una diversidad de especies visiblemente diferente a la parte seca. Entendemos que especies como la mencionada fueron descriptas en las fuentes ya que en las mismas se nombra una abeja sin aguijón de un tamaño similar a la abeja europea y es este último género de melipona el que presenta mayor porte siendo las demás muy diferentes en tamaño y forma a A. mellifera. Finalmente en el cuarto género donde se encuentran abejas que nidifican en troncos ubicamos a Plebeia molesta y Plebeia catamarsensis. Estas especies son las de menor porte dentro de las meliponas y son denominadas vulgarmente “apynguarei”. Según los datos etnobiológicos son objeto de cría racional, aunque producen un pequeño volumen de miel, y por esta razón los indígenas prefieren no “melear” los nidos en el monte y esforzarse más bien en un nido que provea mayor cantidad de miel. Finalmente, si nos remitimos a la cita del principio del apartado, podemos observar que se aprovechaba un tipo de miel que se obtenía debajo de la tierra. La siguiente referencia es ejemplo del mismo hecho: “La miel que hacen ciertas especies bajo tierra, en los cardos, en los Guayacanes y Palosantos” (JOLÍS, 1972, p. 230). Podemos encontrar en el Chaco dos especies que realizan nidos bajo tierra Geotrigona argentina y Paratrigona glabella. Sin embargo, estimamos que la especie utilizada es G. argentina ya que la otra es de muy pequeño porte y, por ende, produce escasas cantidades de miel. Esta especie no es objeto de prácticas de manejo ya que es muy difícil llevar adelante la cría por su característica de anidar bajo tierra. Según Vossler, Tellería y Cunningham (2010, p. 143) “there are only some 15
El Chaco puede dividirse, teniendo en cuenta sus características climáticas y ecológicas, en tres grandes ambientes o regiones naturales: el Chaco Oriental o Húmedo, el Chaco Central o de Transición y el Chaco Occidental o Seco. Esto está especialmente vinculado con la disminución hacia el oeste de las precipitaciones y, por ende, de la humedad ambiente, factor que incide en la distribución, acumulación y escurrimientos de las aguas. Asociado con la topografía de escasa pendiente y pequeñas variaciones locales, generan un mosaico de paisajes que reflejan diferentes fisonomías vegetales (MORELLO y ADÁMOLI, 1974).
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scattered reports from field observations on G. argentina (“alpamiski”), a
common stingless bee in the Dry Chaco forest (Chaco region),
Argentina”. Por otro lado, como ya mencionamos anteriormente, esta especie está relacionada para los tobas con prohibiciones que afectan a las mujeres en el momento de la menstruación por lo que la abeja es bien
reconocida
e
identificada.
En
el
área
formoseña
suele
denominársela también “tapezuá de bajo tierra” por las similitudes que guarda en tamaño y forma con S. jujuyensis.
Finalmente, resulta claro que los indígenas diferenciaban a los
insectos que nidificaban en estructuras colgantes denominándolos “lechiguanas”. En la actualidad se continúa utilizando este término
vulgar para distinguir a un tipo de avispas que realizan nidos globulares colgantes de fibras vegetales por lo que suele llamárselas avispas “papeleras” o “cartoneras” y que pertenecen a la especie B. lecheguana.
La miel campestre se junta por avispas amarillas y negras y no por abejas, tampoco tiene cera sino que todo el tejido en el cual está la miel, es de la misma materia de la cual es el tejido de las avispas, pero la miel silvestre se junta por abejas y el tejido es de cera” (PAUCKE, 1943, p. 197-198).
Si bien algunos de los cronistas hacen referencia a que esta especie
sería un tipo de abeja, se trata en realidad de avispas que poseen aguijón: “La lechigüana es de un género de colmena silvestre que rinde
miel con la misma abundancia, y la labran las abejas en unos globos grandes pendientes de las ramas de los árboles” (LOZANO, 1733, p. 36).
Consideraciónes finales La relación que los grupos humanos establecen con su entorno vegetal y animal es particular y característica de un tiempo y espacio determinados. En este trabajo nos hemos focalizado en los grupos indígenas pertenecientes a la familia lingüística guaycurú que habitaron en la región del Gran Chaco en el siglo XVIII, a partir de la información registrada en las obras que escribieron los jesuitas que misionaron en la
región. Debido a la importancia que parecía tener la miel nos dedicamos
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a analizar los usos y saberes tradicionales relacionados a la utilización de la misma.
Sumados estos datos a la información etnográfica actual pudimos ratificar la importancia que este recurso continúa teniendo para los
grupos indígenas. Vellard (1954) tituló a su etnografía sobre los grupos guayakis “Une civisation du miel” haciendo referencia a la importancia
que la misma tenía para estos grupos. Nosotras titulamos nuestro trabajo “Otra civilización de la miel” en base a los datos de nuestro
trabajo que demuestran lo extenso de los usos y saberes relacionados al tema. Por otro lado, consideramos que actualmente estos saberes están invisibilizados y solamente se realiza el manejo de A. mellifera. El
presente trabajo es un aporte a la construcción de otra civilización de la miel que incluya a las abejas nativas sin aguijón.
Asimismo, cabe destacar la importancia de cruzar los datos de
investigaciones etnobiológicas actuales para dar luz a los datos históricos
sobre
especies
utilizadas
para
comprender
cómo
las
sociedades del pasado se entramaban con los recursos naturales del
entorno. Consideramos que existen evidencias que demuestran que no hubo un cambio significativo en las especies de abejas sin aguijón utilizadas desde el siglo XVIII hasta la actualidad y por esa razón podemos hacer uso de los datos provenientes de trabajos actuales. Sin embargo,
debido
a
los
actuales
procesos
de
desmonte
y
agriculturización algunas de las prácticas mencionadas tanto en las fuentes como en los discursos actuales, están quedando en el plano del
relato ya que existe una obligada relación entre las especies arbóreas y la posibilidad que tienen las meliponas de construir nidos.
Al mismo tiempo, a pesar de estos procesos existe un auge de la meliponicultura
que
reclama
tanto
trabajos
biológicos
como
etnográficos sobre la temática que permitan ampliar la mirada sobre la
diversidad de recursos así como de conocimientos y prácticas existentes en la región.
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