Otomíes, nahuas y españoles. Arqueología en sitios históricos de la sierra de Tezontlalpan

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Descripción

Guevara, Miguel (2006). “Otomíes, nahuas y españoles. Arqueología en sitios históricos de la sierra de Tezontlalpan”, Ponencia presentada en II Congreso Nacional de Arqueología Histórica, MNA. INAH, México.

OTOMÍES, NAHUAS Y ESPAÑOLES. ARQUEOLOGÍA HISTÓRICOS DE LA SIERRA DE TEZONTLALPAN

EN

SITIOS

Miguel Guevara Chumacero : El estudio de unidades domésticas de grupos subordinados que se encontraban bajo el sistema tributario de la Triple Alianza son relativamente escasas. Recientes investigaciones en la sierra de Tezontlalpan, ubicada entre los límites de los estados de México e Hidalgo, nos han dado la oportunidad de acercarnos al estudio de la organización doméstica en una región que estuvo poblada mayoritariamente por grupos otomíes. Para obtener un panorama del modo de vida que imperaba en estas tierras se recurrió a la información arqueológica en conjunción con los datos históricos contenidos en diversas fuentes coloniales, lo cual empieza a ofrecernos sugestivas perspectivas sobre el papel que estas comunidades tuvieron frente al imperio tenochca y en los primeros años de la Colonia. : Arqueología histórica, Triple Alianza, otomíes, unidad doméstica.

La zona en la cual emprendimos nuestra investigación es conocida como norte de la cuenca de México (Figura 1) y está comprendida por cuatro regiones entre los actuales Estados de México e Hidalgo. La primera de ellas, Temascalapa, constituye una zona baja que colinda con el valle de Teotihuacan y se caracteriza por sectores de pie de monte bajo y zonas aluviales. La segunda región es Zumpango que está formada de suelos aluviales con amplias planicies en el noroeste y noreste. Las mayores corrientes permanentes son el río Salado de Hueypoxtla y el río de Tequixquiac. La tercera región es la de Pachuca, aunque fisiográficamente no esta comprendida dentro de la cuenca, sino en la región de los llanos de Pachuca, se caracteriza por ser una zona de extensas planicies atravesada por el río de Las Avenidas.

Al norte de esta última se ubica la cuarta región denominada la sierra de Tezontlalpan, que se localiza cercana a la población de Tezontlalpan y al norte de Tezontepec; es un territorio de difícil acceso compuesto de vegetación de semidesierto tal como yucas, magueyes, biznagas, lechuguilla y escasos pirules. El suelo esta sometido a una fuerte erosión por la pendiente, pero el principal agente erosivo es el viento y la lluvia, dejando expuestas zonas de caliche, o suelos pobres y delgados de 40 a 60cm de profundidad. No hay corrientes de agua intermitentes ni permanentes. En esta última región es en donde se enfocaron con mayor intensidad nuestras exploraciones arqueológicas. Hasta esta investigación no había trabajos arqueológicos previos. Los únicos antecedentes en la Sierra de Tezontlalpan se encuentran en los reconocimientos de área llevados a cabo por el Proyecto cuenca de México; no obstante, esta zona quedó fuera de los límites considerados por dicho proyecto. Teniendo en consideración tales precedentes, hemos visto la posibilidad de integrar la información que hemos documentado al patrón de asentamiento general que se ofreció hace más de 20 años sobre esta región de la cuenca (Sanders et al., 1979). El colapso de Tula como centro supra regional trajo como consecuencia la reorganización política y territorial de esta zona de la cuenca con la formación de una serie de nuevas unidades políticas, relativamente autónomas, de un territorio restringido sin que se aprecie en el área la existencia de un centro mayor, pero con una base demográfica y la organización política que dieron lugar a la creación de altepeme sobre los cuales se impuso finalmente la Triple Alianza. La etimología de la palabra deriva de atl “agua”, tepetl, “cerro”, en plural altepeme, y alude a una ciudad, un poblado de importancia. Los diccionarios de náhuatl del siglo XVI refieren la connotación central del término altepetl. El vocabulario de Molina de 1571, define altepetl como pueblo o rey. La palabra española rey es registrada como sinónimo de huey tlatoani, así que el término altepetl en Molina hace pensar que el término esta estrechamente asociado con la presencia de un gobernante (Hodge 1997: 209).

En el vocabulario de Siméon, altepetl también está acompañado de conceptos como poblado, ciudad, estado, rey, soberano. Los españoles denominaron a esta institución pueblo de indios, o simplemente pueblo. Pero los españoles también se refirieron a estas entidades políticas como señoríos. Resulta muy relevante la aportación de García Castro (1999: 41) quien encuentra que el concepto nahua de altepetl también tiene sus equivalentes en varias lenguas otomianas. Localizó en un vocabulario español-otomí (ca. 1750) la palabra andehe antae hae, ligada a las formas andehe (agua) y noltae hae (cerro). En el idioma matlazinca la palabra inpuhetzi significa “pueblo de vecinos” y es muy seguro que su etimología provenga de inthahui (agua) y de inihetzi (cerro). En la zona de estudio no hemos identificado en la documentación histórica términos otomíes para referirse a estas categorías, solamente en Tizayuca el Códice Kaska utiliza el término altepetl, pero debemos recordar que ésta fue la unidad política con el mayor componente nahua de la región. En los estudios actuales sobre el altepetl, la definición más usual es una comunidad con tierras en común, límites y un asentamiento central que gobierna sobre poblados sujetos (Licate 1980). Así, el término se emplea para hacer referencia a un grupo de gente que tenía control sobre un espacio territorial dado y que estaba unido, esencialmente, por lazos políticos. La importancia de la organización del altepetl en la cuenca de México era tal que al momento de la Conquista se han estimado entre 40 y 50 altepeme en el valle de México, cuyas poblaciones variaban entre 12000 y 50000 habitantes. García Castro (1999) precisa los cuatro principales rasgos que definen el altepetl. En primer lugar está su capacidad política de entreveramiento poblacional o étnico. La diversidad identitaria de grupo fue un elemento constante en la composición de este nivel organizativo. Un documento que proporciona información acerca de las poblaciones del norte de la cuenca es la Descripción del Arzobispado (1897), publicada por García Pimentel y escrita hacia 1570, respondiendo al mandato del Arzobispo de México. Así, este

documento registra que a la llegada de los españoles se reconocían dos categorías de poblaciones, aquellas en las que se hablaba otomí y aquellas en las que se hablaba principalmente náhuatl (Soustelle 1993: 475). Pero la configuración lingüística de esta zona observada a la llegada de los españoles y reportada en documentos como la Descripción del Arzobispado, fue el resultado del impacto tardío de la Triple Alianza en esta región a través de estrategias como la colonización y la aculturación, lo cual contribuyó a que las poblaciones locales comenzaran a asimilar la lengua náhuatl. No obstante, para el momento pre-mexica que estamos estudiando debió prevalecer un poblamiento indígena dominado por los grupos otomianos. El segundo rasgo es la naturaleza local del ámbito señorial del altepetl que indica el ámbito territorial que ocupaban estas unidades políticas las cuales se mostraban una jurisdicción separadas de otros altepeme. Pero el altepetl no fue necesariamente una unidad territorial compacta y continua. Hubo casos de una intermitencia de dependencias con numerosos ejemplos de enclaves o incluso ejemplos de un complejo entreveramiento territorial entre distintos altepeme (Licate 1980: 38).

El último rasgo es la estructura piramidal del poder, que se caracterizaba por la existencia de una organización jerárquica en cuya cúspide se encontraba la figura del gobernante, denominado tlatoani, que era la autoridad suprema. Hay que señalar que cada altepetl además estaba compuesto de un número variable de entidades sujetas llamados calpulli o tlaxilacalli, según distintas fuentes o regiones de referencia. En la región, el término empleado para estas entidades sujetas a la cabecera fue el de tlaxilacalli (Palma 2000). Por su ubicación, estos tlaxillacalli se consideran cercanos o internos así como externos o distantes.

Algunos autores consideran que cada una de estas entidades sujetas pudieron retener cierto grado de independencia, y poseían un gobernante que ostentaba un título menor al tlatoani. Dicho de manera simple, el altepetl fue un espacio constituido por un asentamiento central o cabecera y área sujetas, constituidas por los capultin o tlaxilacalli. Uno de los principales retos que enfrentamos en esta investigación es la dificultad de reconstruir la estructura política que prevaleció en la región antes del impacto imperial de la Triple Alianza. Ante esta interrogante García (1999: 44) en su estudio acerca de los Matlazincas del valle de Toluca, nos dice que la conquista mexica no provocó cambios radicales entre los grupos locales, lo que hace posible que aún a principios del siglo XVI se logre advertir cuál fue la organización política preexistente al imperio tenochca. Incluso entre los primeros españoles se percibió esta organización local que fue empleada para montar sobre ella las nuevas instituciones

coloniales. Dicha continuidad se debe al tipo de imperio que tuvo la Triple Alianza; nos referimos a una organización hegemónica. Esta clase de imperios posee varios atributos. Su forma de expansión es mediante la conquista militar, aunque su característica más sobresaliente es que no hay un control directo en las regiones sometidas por la imposición de un gobierno; por lo común ocurre simplemente un mecanismo de manipulación del sistema político local para servir a las necesidades imperiales (Schreiber 1992: 3). Así, esta forma de imperio centra su atención en los intereses económicos y controlan la producción y la distribución de los recursos que les resultan necesarios. Mediante estas estrategias se mantiene un control en las provincias con poco costo para el imperio. Resumiendo, podemos decir que una organización imperial hegemónica se caracteriza por (siguiendo a Hassig 1985: 93): 1) la expansión del dominio político sin el control territorial directo; 2) un foco de seguridad interna del imperio para ejercitar su influencia sobre un rango limitado de actividades dentro de las provincias sujetas; 3) por lo común se conservan intactos os gobiernos provinciales, más que sustituir a los señores o gobernantes locales. Es decir que esta clase de imperios tuvieron un control político más que territorial. Estos son los motivos por lo cual las diversas unidades políticas que son sojuzgadas por un imperio hegemónico retienen cierto grado de autonomía y algunas dimensiones de toma de decisión en aspectos de control político(Schreiber 1992: 14). La mayoría de los imperios mesoamericanos fueron de carácter hegemónico y el caso tenochca no fue la excepción, por lo cual no es de extrañar que la administración imperial de la Triple Alianza en sus provincias fuera laxo. Al respecto varios autores sostienen que los mexicas conservaron a los tlatoque locales, siempre cuando éstos reconocieran el poder imperial y mantuvieran lo que parece fue el principal objetivo imperial, el pago de tributo. De esta forma podemos plantear que pese a los cambios propiciados por el sometimiento de la Triple Alianza ejercido en el norte de la cuenca de México, la estructura interna de las

poblaciones asentadas en esta región no se afectó de manera sustancial por lo que conservó su organización, incluso hasta el momento de la conquista española. Y justamente la organización de estas comunidades del norte de la cuenca fue a través del altepetl.

La territorialidad de los altepeme del área de estudio puede ser reconstruida a partir de su referencia en topónimos de distintas fuentes coloniales. Tal como lo señala García Martínez (1999:38): “Los topónimos nativos reflejan el alcance y limitación de las relaciones señoriales que se establecían al interior de un señorío. Los topónimos indican que se trataba de señoríos o unidades políticas separadas que ocupaban un terreno más o menos diferenciado”. Lo anterior se justifica debido a que los topónimos de poblados tributarios a la Triple Alianza registran la conquista de lugares que tenían el rango de altepetl con la presencia de un señor o tlatoani (García 1999: 57). Una fuente importante donde se registran los

topónimos de los poblados conquistados por la Triple Alianza en la zona que estamos estudiando es la Matricula de Tributos. Siguiendo este documento y partiendo de la suposición de que hay un alto grado de continuidad entre la organización política del periodo azteca temprano con lo registrado al momento del contacto colonial, lo cual nos permitiría percibir la organización política premexica en la zona bajo estudio, estimamos la presencia de cuando menos cinco de los altepeme que darían forma a la nueva organización política y territorial de la región. Estos son Apaxco, Tequixquiac, Hueypoxtla, Xilotzingo y Tetlapanaloya (Figura 2), los cuales como hemos planteado fueron poblados cabecera de altepetl bajo el imperio tenochca pero que debieron haberse originado con anterioridad. Estas cabeceras se ubican en la parte central del área, especialmente en el valle aluvial y el pie de monte bajo de los ríos Tequixquiac, el Salado y el de las Avenidas. Uno de los problemas que enfrentaron Sanders y Parsons para la reconstrucción de la cuenca es que varios pueblos modernos se ubican directamente sobre las comunidades del periodo Tardío, por lo cual se consideró su identificación a partir de documentos del siglo XVI (Sanders et al. 1979: 150). Lo anterior ocurrió con la cabeceras provinciales de esta región y la misma consideración la hemos planteado para el periodo azteca temprano, ya que durante este periodo y a raíz del colapso de Tula, aconteció una reorganización de las cabeceras políticas, asentándose en el área central del área de estudio, y es muy posible que en fuese en este momento cuando se definió la configuración que apreciamos en el periodo Tardío. No obstante hay que hacer algunas precisiones con respecto a estas cabeceras. Hemos visto que debido al reciente proceso de urbanización no se pudo hacer la identificación de los principales asentamientos de la región y su caracterización se realizó con documentos históricos. Así en el mapa del periodo Tardío apreciamos los seis centros provinciales en los cuales se considera una población extensa y nucleada de entre 1000 y 10000 habitantes. Sin embargo, con base en el escrutinio de documentos históricos y la evidencia del patrón de distribución de los sitios

(Palma 2003: 68) se ha visto que en realidad estas importantes comunidades fueron núcleos de población más bien pequeños, de entre 500 y 1000 habitantes, y que el grueso de la población se distribuyó alrededor a través de un patrón de asentamiento disperso. Algo equivalente se documenta a partir del único asentamiento que no se ubica debajo de un poblado moderno. Nos referimos a Jilotzingo, población que fue congregada en el siglo XVI y cuyo emplazamiento original se ubica en la cima del cerro del mismo nombre y estuvo definido no por un centro provincial, sino por una aldea dispersa grande. Otro caso similar ocurre con Tizayuca, en donde el proyecto cuenca de México identificó solamente un caserío, pero donde se tienen referencias históricas de que fue la cabecera del altepetl (Palma 2000). Así, podemos decir que los centros regionales del periodo azteca temprano solo llegaron a alcanzar la categoría de una aldea dispersa grande, pero le otorgamos la categoría de centro regional ya que durante éste y el siguiente periodo fueron la cede del poder político. El principal indicador que se ha discutido para identificar los asentamientos que fungieron como sede de gobierno y cabecera del altepetl es la presencia de la residencia del gobernante. El palacio (que en náhuatl recibió el término de tecpan) fue el punto central de la organización territorial del altepetl y estuvo localizado en un lugar central de la cabecera. Hay ejemplos documentados en los cuales si la residencia del señor supremo era reubicada, la capital del altepetl podía ser movida a un nuevo lugar (Licate 1980: 39). La importancia del palacio no solo como residencia de los principales, sino también como sede del gobierno político, otorgaba al altepetl un firme sentido de identidad comunal, en donde el conjunto de tlaxilacalli sujetos mantenían una dependencia enfocada en el asentamiento que contenía el palacio del gobernante (Licate 1980: 39). En las Relaciones Geográficas, encontramos importantes descripciones sobre las casa de los principales para los poblados de Tequixquiac y Xilotzingo en la que se resalta la calidad de la construcción así como el empleo de altos y bajos en su construcción, y en donde además se expresa que existía una diferencia muy marcada entre las características arquitectónicas

de las casas de los gobernantes y del resto de la población. Podemos señalar que la identificación de la cabecera del altepetl no siempre corresponde a sitios que cuenten con una importante jerarquía regional, como ocurre en las poblaciones de esta zona, donde pequeñas aldeas adquirieron la categoría de centro regional porque ahí estaba contenido el palacio como la expresión del poder político de la clase gobernante que ahí vivió. Ahora bien, otra de las preguntas claves que debemos hacernos es acerca del grado en que los señores otomíes de la zona de estudio mantuvieron su gobierno o vieron truncado su posición de poder al ser sometidos bajo el nuevo estado dominante. Nuestro planteamiento es que la formación de estas nuevas unidades políticas estuvieron a cargo de señores provinciales quienes pudieron ser linajes otomíes nobles vinculados originariamente con Tula y Jilotepec, que perduraron en la región a la caída de Tollan. Por la documentación histórica también sabemos que con la caída de Tula hubo movilizaciones de linajes nobles otomíes hacia esta zona provenientes de Chiapa y Jilotepec, reclamando derechos en la zona (Palma 2004). Esta idea la expresamos ya que de acuerdo con los amplios estudios documentales que se han hecho para la región (Palma 2003), hacia el siglo XVI Hueypoxtla y Xilotzingo contaban con un señor propio, con mucha seguridad otomí. Hemos mencionado que la Triple Alianza en la mayor parte de los casos aplicó un control hegemónico indirecto, en donde se mantienen los niveles de gobierno de las elites locales y en el cual la jerarquía administrativa local es dejada intacta. En el caso de estas dos poblaciones, la estrategia imperial de consolidación que pudo tomar lugar fue que el sistema local se haya dejado intacto bajo el control del señor local, pero un supervisor imperial pudo ser incluido en el sistema (Schreiber 1992: 19). En este caso se mantiene a los gobernantes locales con una supervisión directa del imperio. Pero un caso muy distinto esta documentado para Tequixquiac y Tetlapanaloya. Según la información de las Relaciones Geográficas que se presentan en la Relación del pueblo de Atitalaquia, ésta es

una de las poblaciones en que se describen que no contaban con señores propios ya que se les había impuesto un “recaudador mexicano” Otras fuentes documentales apoyan esta información en donde se señala que la gente principal hablaban lengua mexicana (Palma 2003). El caso de Tequixquiac aún no es muy claro, pero es posible que los señores de Tetlapanaloya fuesen otomíes que con la conquista tenochca hubiesen sido remplazados por recaudadores o calpixques, o por señores nahuas. En estos casos una segunda estrategia imperial es empleada, en la cual el sistema local es dejado intacto, pero el señor de este nivel jerárquico es remplazado por un representante imperial. Esto puede ser apreciado como un gobierno directo, pero el sistema local es dejado ampliamente intacto. El sistema ha sido decapitado, y una nueva cabeza es colocada. Los jefes locales de los niveles inferiores de la jerarquía, en caso de que los haya, operan como antes. Lo que podemos considerar de esta discusión es nuestra suposición de que previo al impacto imperial por parte de la Triple Alianza, en la región predominaba una forma de gobierno otomí. La organización del altepetl en tiempos pre-aztecas en el norte de la cuenca muestra características jerárquicas interesantes entre estas diversas poblaciones. En el Códice Osuna se expresa por medio de pictogramas y caracteres latinos la organización política prevaleciente al momento de la Conquista. En este documento se representan tres categorías de gobernantes, el tlatoani que se representa por medio de una diadema azul o xiuhitzolli unidas a vírgulas de palabra; la segunda categoría esta representada por la cabeza del señor local también con una diadema pero sin la voluta, lo que podría corresponder a un teuctli o un tlatoani de menor jerarquía; y finalmente a los señores locales sin insignia alguna. Hay cinco lugares con la presencia de un tlatoani, uno de los cuales es Apaxco (Carrasco 1986: 280). De acuerdo con los Anales de Cuauhtitlan, Apaxco era la cabecera de 20 pueblos, entre los cuales el Códice Osuna cita a Hueypoxtla, Tetlapanaloya, Tequixquiac y Xilotzingo que aparecen con una jerarquía menor y con una dependencia política hacia Apaxco.

Parece ser que hacia finales del periodo Tardío, Apaxco poseía una jerarquía política mayor que el resto de las poblaciones de la región de estudio, habiendo funcionado como cabecera política de un extenso territorio que abarcaba veinte poblaciones, que incluían a varias de las comunidades estudiadas. De esta manera podemos señalar que hacia este momento existían tres niveles jerárquicos por encima de las pequeñas aldeas dependientes: en la cima de la jerarquía se encontraba Apaxco con la presencia de un tlatoani, inmediatamente y dependiendo de esta cabecera se localizaban Hueypoxtla, Tequixquiac, Tetlapanaloya y Xilotzingo, con la figura de un teuctli o un tlatoani de jerarquía menor, e incluso hay la posibilidad de la presencia que un tequitlato que sustituyera en algún momento al gobernante local; el tercer nivel en la jerarquía estaba formado por señores dependientes de estos últimos que gobernaban en los poblados sujetos o tlaxilacalli.

Vemos que entre los altepeme de la región existía una jerarquía y relaciones de dominio y sujeción política, pero ¿esta situación podríamos remontarla al momento mismo de la creación de los altepeme? Parece ser que no. Hay indicios documentales que señalan que esta dependencia se gestó tardíamente. Rosaura Hernández a aventurado una interesante hipótesis histórica. Bajo el dominio tenochca, sobrevino el sistema de alianzas matrimoniales entre mujeres de la región de Apaxco con personas tenochcas de alto rango lo cual estaba encaminado a la creación de una red para reforzar el dominio de la región. Un ejemplo es el matrimonio entre Aztatzotzin, el rey de Cuauhtitlan, con “una niña

de Apaxco” (Hernández y Martínez 2002: 67). También sabemos que en 1503 se entroniza en Cuauhtitlan un señor de Apaxco llamado Aztatzon, que era hijo de Quinatzin de Cuauhtitlan. A partir de este planteamiento se sugiere que tal vez la posición de Apaxco como cabecera política fue implantado en fechas cercanas a la llegada de los conquistadores españoles, quizás a partir de la época de la muerte de Ahuizotl. Dicha posición de privilegio pudo haberla obtenido justamente a partir de los acaecimientos de reorganización de los señores de esta región, en especial a partir de la relación que mantuvo con Cuauhtitlan. Es probable que sus relaciones con los poderes de centrales Cuauhtitlan y con la propia Tenochtitlan le resultaran favorables para alcanzar la categoría de cabecera y tener tantos sujetos, a través de lo cual Apaxco creció en importancia, logrando convertirse en cabecera de una extensa región y en una de las cinco poblaciones que contaron con un tlatoani. La tardía dependencia que tuvieron las poblaciones del norte de la cuenca hacia Apaxco, nos hace pensar en la organización política de la región en tiempos pre-aztecas. El patrón de asentamiento sugiere la ausencia de sitios dominantes. Es importante notar que el patrón de distribución no se concentra en un solo sitio, ya que no se aprecia un sitio que actúe como asentamiento central por su rango. Se trata más bien de un patrón de asentamiento no jerárquico que está inserto en un esquema de múltiples cabeceras de una jerarquía similar, con territorios restringidos. Efectivamente, la reorganización de la población, la configuración interna en las agrupaciones de asentamientos, y su separación espacial, puede ser visto como resultado de la emergencia de unidades políticas independientes.

En el siguiente momento, llamado Periodo Tardío, 1350-1521, ocurre un considerable incremento en el número de asentamientos arqueológicos; la mayor parte de la población se localizó al este

concentrándose en la parte central del área, predominantemente en el valle aluvial de los ríos que cruzan estas regiones, así como en el pie de monte bajo cercano a estas áreas, todos centrados alrededor de los seis altepeme que desde el periodo anterior continúan dominando el panorama político de la zona, Hueypoxtla, Tequixquiac, Xilotzingo, Tetlapanaloya, Apaxco y Tizayuca (Figura 3). De igual forma hacia la sierra de Tezontlalpan, en el pie de monte alto y en cimas de esta formación, se apreció una considerable concentración de asentamientos con un patrón disperso, seguramente ligados a otros dos altepeme, Acayucan y el desaparecido Tezcatepec. Como una pequeña muestra de esta situación, los asentamientos arqueológicos del Periodo Tardío que identificamos en la sierra de Tezontlalapan son básicamente de dos clases. Los primeros corresponden a caseríos menores a 1 ha de extensión que generalmente se caracterizan por montículos residenciales aislados asociados al cultivo mediante sistemas de terrazas sin mostrar arquitectura cívico ceremonial. El segundo tipo de sitio en la región son las aldeas dispersas pequeñas, con extensiones de entre 2 y 8ha, que se reconocen por presentar una serie de montículos habitacionales aislados localizados sobre terrazas, sin evidencia de arquitectura cívico-religiosa. Un ejemplo de este último es el sitio de Tezontlalpan, un pequeño asentamiento disperso, situado en la cima de una elevación a 2400 msnm. Se compone de dos plataformas bajas, de alrededor de 50cm de altura cuyas características nos hacen pensar que se trataron de estructuras de carácter residencial. Contigua a una de las plataformas domésticas se identificó una terraza la cual fue excavada definiendo toda su extensión que consistió de un cimiento doble formado por piedras de basalto y tepetate de tamaño regular que funcionaron para la retención de suelo y evitar la erosión del terreno (Figura 4). En general hemos podido apreciar que los sitios de esta época en la región de la sierra se componen de pequeñas plataformas bajas de alrededor de 50cm de altura cuyas características definen estructuras domésticas,. Estas plataformas domésticas estuvieron organizadas como estructuras aisladas, o conjuntos de

plataformas situadas entre sí a distancias de entre 15 y 20m. Si consideramos la información reportada para las unidades habitacionales aisladas (Flannery y Marcus 1994) podemos decir que las construcciones arquitectónicas de las casas tenían un área de alrededor de 45m2, con un área total 400m2 ocupado por la unidad doméstica, que consistía de la propia casa y de un área de trabajo situada a su alrededor.

Ciertamente, la cantidad de espacio disponible en las unidades domésticas permite definir diferentes tipos dependiendo de su organización espacial. En el caso de la zona estudiada los pequeños caseríos y aldeas poseen el tipo de unidad doméstica conocido como "casa de solar" (Santley y Hirth 1993). La casa de solar tiene cuatro elementos de relevancia para el estudio arqueológico: 1) En primer lugar, el centro contiene las

construcciones principales, es decir, la casa, la cocina y en ocasiones los almacenes. 2) Alrededor del centro hay una zona donde se realizan actividades domésticas, por lo cual es mantenida despejada de desechos. 3) Rodeando el centro y el área de actividades se encuentra un área intermedia donde hay desechos y basureros, aunque en áreas de baja densidad. 4) La siguiente área está ocupada por el solar, que abarca mas del 80% del espacio total del lote. Por esta razón, y como consecuencia de la organización espacial interna de esta unidad doméstica, el patrón de asentamiento en los sitios de esta región tienden a ser dispersos, ya que dominan las residencias de casa de solar. Hemos observado que alrededor de las plataformas, y como parte del área de solar de las casas, se edificaron sistemas de terrazas seguramente para el cultivo de maguey; de igual forma, amplios sistemas de terrazas dominaron las cimas y las pendiente de los cerros ocupados por los asentamientos de este periodo. La constante asociación de terrazas con plataformas habitacionales es debido al acentuado proceso de destrucción que presentan estas obras de cultivo a causa de la erosión, lo que hace necesario que las casas se sitúan cerca de ellas para su mantenimiento continuo (Evans 1980: 200). Ambas clases de asentamientos son comunes en la región de Teotihuacan, el área de Tizayuca, el norte de Temascalapa y el sur de Texcoco (Evans 1980; Palma 2000: 84; Sanders et al. 1979). Resulta notoria la expansión de caseríos y aldeas dispersas pequeñas dedicadas a la producción agrícola en esta zona, en parte respondiendo a la necesidad de la creación de nuevas áreas productivas por la creciente población y también debido de las obligaciones tributarias que esta región debía a la Triple Alianza.

Como parte de este mismo sistema de asentamientos se localiza San Pedro Huaquilpan (Guaquilpa, Cuauhquilpan, Vauquilpa, Nauquilpa) el cual se ubica en la zona de los llanos de Pachuca al norte del poblado de Acayucan y al sur de Tolcayuca, que en la actualidad forma parte del Municipio de Zapotlán de Juárez,

Hidalgo. Su ocupación se remonta cuando menos al Periodo Tardío, como lo indica la evidencia arqueológica de la región. Aún desconocemos la categoría política de esta comunidad, y si representaba o no un altepetl. Entre los pueblos tributarios de la Matrícula de Tributos el único poblado de la región mencionado es Acayocan, el cual debió ser la principal comunidad y seguramente contó con la categoría de un altepetl. Lo que sí es claro, por lo que se desprende de la documentación colonial, es que tanto Huaquilpan como Zapotlán eran pueblos autónomos e independientes a Acayocan.

Esta región formaba parte de la provincia tributaria de Hueypoxtla según el Códice Mendocino (f.29r), la cual se localizaba bajo el dominio de Tlacopan pero eran directamente tributarios de Tenochtitlan (Carrasco 1996:191-194). Así lo refiere en particular documentación existente que cita que Tolcayocan y Acayocan, y presumiblemente la zona entre estas poblaciones, eran sujetos de

Ecatepec, el cual siempre se define en las fuentes como perteneciente a Tenochtitlan (Carrasco 1996: 183). En el periodo colonial Huaquilpan fue inicialmente una encomienda junto con Tlaquilpa desde antes del año de 1547 (Gerhard 1986: 215). En la década de 1560 Huaquilpan se convirtió en corregimiento de la Provincia de las Minas de Pachuca aún cuando mantuvo un corregidor independiente por algunos años (Gerhard 1986: 216). Al parecer, Huaquilpan tenía una sola estancia, que funcionó como barrio o tlaxilacalli, San Martín, la cual es registrada para 1569 como un barrio grande y alejado de la cabecera, ubicado al noroeste (García Pimentel 1897: 56). La Relación del Arzobispado relata que se trataba de una estancia compuesta por hablantes de otomí. Indicios de la ubicación del tlaxilacalli de San Martín, puede rastrearse en la cartografía de la segunda mitad del siglo pasado donde aún en la toponimia sobrevivía una mesa denominada San Martín, la cual en la actualidad se designa como Cerro de La Chamusquina.

INFORMACIÓN SOBRE LA POBLACIÓN DE HUAQUILPAN EN LA DESCRIPCIÓN DEL ARZOBISPADO DE MÉXICO HECHA EN 1570. La descripción de Huaquilpan fue realizada por Pedro Felipe cura y vicario del mismo pueblo, fechada el 20 de octubre de 1569. POBLACIÓN

LOCALIZACIÓN DE LOS SUJETOS

Nauquilpan (Huaquilpan) (cabecera)

San Martin (Sujeto)

Está un trecho de su cabecera hacia el Norueste.

TRIBUTARIOS

VARONES > 14 AÑOS

MUJERES >12 AÑOS

GOBIERNO

146

148

160

204

220

226

Es gobernador un indio que se dice D. Cristobal de Morillo, y hay otros seis o siete principales que le ayudan a gobernar. En blanco

Lo anterior es de gran relevancia ya que en la cima de esa serranía identificamos un importante asentamiento arqueológico. Se ubica al noroeste del actual poblado de Huaquilpan, dirección en la cual la Relación del Arzobispado sitúa a San Martín. La prospección que realizamos nos deja apreciar, que como el resto de la distribución de asentamientos en la región, San Martín debió estar constituido por un conjunto de sitios que contaban con un patrón disperso, pero cuyo núcleo central se organizaba en una aldea de mayores dimensiones como lo fue el sitio de La Chamusquina. Se trata de una aldea dispersa grande que contrasta de los demás asentamientos de la región por su extensión y complejidad interna (Figura 5). Se localiza en el pie de monte alto y en la cima del cerro de La Chamusquina en donde apreciamos evidencias arqueológicas consistentes en alrededor de 12 plataformas habitacionales aisladas con rangos de altura entre los 10 y 70cm de altura. La cronología tentativa puede asignarse al Periodo Tardío, 1350-1521, según la temporalidad de Sanders para la cuenca de México. Los principales materiales constructivos observados en el sitio son recursos locales. Así se apreció una técnica de construcción muy particular, basada en el empleo de piedra arenisca que es la conformación geomorfológica de esta serranía. De igual forma se emplea, aunque de forma escasa, basalto y tepetate. La tierra apisonada comúnmente sirvió como base para la construcción de los pisos de los cuartos. El patrón de distribución al interior del sitio tiende a ser disperso, debido al uso del espacio de las distintas unidades domésticas. La distancia entre las unidades domésticas nos expresa un patrón similar al de casa de solar que identificamos en el resto de los sitios de la región. Además pudieron apreciarse importantes sistema de terrazas de cultivo en la pendiente sur del cerro, así como nivelaciones artificiales del terreno. En este caso tuvimos la oportunidad de excavar uno de esos sistemas de terrazas. Aunque el sitio puede definirse como habitacional, con funciones agrícolas, también identificamos un espacio dedicado a

actividades cívico-religiosas. Al suroeste, en una de las pendientes cercanas a la cima fue localizado un pequeño templo que sorpresivamente tiene características muy similares a aquellos reportados en Tula (Stocker y Healan 1989:149-154). El templo explorado estuvo orientado hacia el norte, tenía una altura menor a 50cm y media 6.04m norte–sur y 6.02m este–oeste (Figura 6). El hecho de que las plataformas de los templos sean de tamaño pequeño, está en relación a sus funciones menores, ya que servían como templos locales de las unidades residenciales (Stocker y Healan 1989:158). Podemos sugerir que las unidades domésticas organizadas alrededor de un patio común pudieron haber tenido una agrupación que superaban el nivel de la unidad doméstica individual. En este sentido, el tipo de unidad doméstica en este asentamiento, probablemente estaba organizada mediante familias extensas. Ahora bien, debido a su emplazamiento central en el sitio, es muy probable que la plataforma del templo excavada sirviera para concentrar a todas estas unidades familiares y que funcionara como templo o altar de toda la comunidad, lo que nos hace pensar que los residentes participaron en rituales comunes. De esa manera las distintas unidades familiares que componían la comunidad se definen por desempeñar actividades y relaciones comunes en asociación a una institución local (Downs 1981), representada por el templo o altar. Las ceremonias públicas de los grupos locales, como el de los distintos grupos familiares que componían San Martín, tenían por función definir a estos grupos locales. Estas ceremonias públicas tienden a ser más elaboradas que las actividades rituales privadas del nivel del grupo familiar, ya que son usadas para formar un reestablecimiento de la pertenencia a la comunidad.

En estos primeros años de la Colonia, la población tuvo una participación importante, lo cual lo podemos evaluar ya que además de el acceso a la loza Azteca tardía, expresado muy seguramente por una continuidad en el consumo de Loza Anaranjada (Azteca III, principalmente monócroma) y por la presencia de ejemplares Azteca IV y Rojo pulido con decoración grafito, también se accedió a Loza vidriada. De igual forma pudimos documentar una moneda de plata acuñado seguramente en la primera Casa de Moneda. Esta dinámica en la participación colonial pudo adquirirla por su cercanía al camino a Tlahuelilpan o camino a Pachuca, importante por la riqueza de las minas descubiertas en 1552. Finalmente, el tipo de abandono que sufrió el sitio tuvo que ver con las políticas coloniales de movimiento de poblaciones. Efectivamente, el traslado de toda una comunidad y su reubicación por medio de congregaciones ha sido poco evaluado como un factor que propicio, en los primeros años de la Colonia, abandonos paulatinos en los sitios. En un abandono de este tipo los habitantes tienen tiempo de escoger las pertenencias que llevaran consigo, considerando la distancia al lugar al que serán reubicados, la portabilidad o el valor que se le asigne al objeto (Manzanilla 1993). El caso de San Martín hay indicios arqueológicos de un abandono gradual. Los patios y las habitaciones están limpios de artefactos y en las áreas de vivienda es mínima la presencia de basura secundaria. El hecho de que el inventario de artefactos este ampliamente reducido puede implicar que hubo actividades como la curaduría (Binford 1973), es decir, conductas mediante las cuales los habitantes llevaron consigo la mayor parte de sus bienes. No obstante, existen algunas áreas particulares en que tenemos presencia de contextos locus agendi, es decir conjuntos de artefactos que están en su lugar de uso y que representan un retrato de las últimas actividades que se estaban llevando a cabo

en el sitio al momento de su abandono. El ejemplo más claro es la presencia de una gran olla junto a un tlecuil o fogón al interior de una de las habitaciones. En este caso la dificultad de transporte pudo propiciar el abandono de la vasija en su área de uso al momento de desalojo de la vivienda. Es muy probable que este barrio dejará de existir junto con el importante decrecimiento demográfico ocurrido en toda la región debido a las epidemias de 1576-1581(Gerhard 1986: 217). San Martín ya no se menciona en documentación posterior a 1581, lo que indica que esta población ya había desaparecido para esa fecha.

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