Orientación Familiar: una revolución saludable Dr. Javier Vidal-Quadras

June 24, 2017 | Autor: Gaby Pacheco | Categoría: Educational Psychology
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Descripción

Family Enrichment: una revolución amable Javier Vidal-Quadras Hace casi cincuenta años, cuando nada hacía presagiar las turbulencias que habían de zarandear a la familia, unos visionarios, preocupados por la educación de sus hijos, decidieron aplicar a la familia la metodología que seguían las escuelas de negocio y de derecho, a la estela de Harvard: el método del caso. La idea podía parecer extraña, en especial en aquel momento histórico y geográfico, pues en la España de los años sesenta, donde nació esta iniciativa, la sociedad presentaba rasgos bastante uniformes en materia de moral y costumbres, cuando menos en el aspecto más aparente y superficial. Pretender, en un contexto político tutelado y proteccionista, que fueran los padres, cada padre y cada madre, quienes tomaran las riendas de la educación de sus hijos, era una indudable novedad, y, por desgracia, aún lo es hoy en día en tantos países, cuyos dirigentes se arrogan el derecho de decidir acerca del futuro de los hijos de sus conciudadanos. Esa Orientación Familiar ha ido extendiéndose y, gracias a esos pioneros, hoy, cuando más falta hace una familia fuerte en que puedan crecer personas libres, felices e independientes, nos encontramos con una institución, la IFFD, preparada para protagonizar el gran cambio cultural que reclama el auténtico humanismo, aquel que contempla al hombre en todas sus dimensiones. Pero, no se alarmen, no voy a teorizar sobre la metodología de la Orientación Familiar. En el Encuentro Mundial de Líderes que ha tenido lugar los días previos a este congreso, hemos podido profundizar suficientemente en los aspectos más relevantes de nuestra actividad, y las conclusiones que se han alcanzado se implementarán en todos los países, por lo que difícilmente podré yo añadir algo en estos 45 minutos de ponencia. No, no teorizaré. Tampoco les aburriré con números de cursos y actividades que pueden encontrar en la página web de la IFFD. Me limitaré a hacer un breve recorrido por nuestros cursos y, fiel al método del caso, lo adaptaré al formato conferencia para intentar explicar en qué consiste esta revolución amable que estamos impulsando desde la IFFD. Y como el único caso que conozco de verdad, con sus luces y sus sombras, es el mío propio, me disculparán que ilustre algunos aspectos con anécdotas vividas por mí, porque mi trayectoria en la Orientación Familiar es tan ordinaria que estoy seguro de que muchos de ustedes se sentirán identificados en uno u otro ámbito.

Primeros Pasos El primer curso de Orientación Familiar, Primeros Pasos, suele llegar como el primer hijo: de improviso. Pero, por si el nacimiento del primer hijo no supusiera suficiente alteración y novedad en la vida de uno, alguien próximo (normalmente la mujer) insinúa la conveniencia de hacer un curso de orientación familiar. “¡¿Un qué?!”, es la respuesta atónita que viene a los labios, pero tras las primeras semanas de insomnio y después de buscar denodadamente el manual de instrucciones para la educación que nunca aparece, uno se deja convencer y acude, arrastrado y con cierto escepticismo, como fue mi caso, al primer curso de orientación familiar. © IFFD 2015

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En él descubre una verdad de Perogrullo que la sociedad, más interesada en modelar ciudadanos clonados que en despertar la libertad personal, había ocultado arteramente: que los primeros educadores de los hijos son sus padres y que no hay hijos sin educar, de modo que lo que no hagamos nosotros, alguien lo hará por nosotros. O sea, que mis hijos son mi principal negocio, y si fracaso en este, de poco servirán mis éxitos en el resto de actividades que pueda emprender. En ese primer curso se descubre algo más: un matrimonio jefe de equipo que, si hace bien su papel, se transformarán ya en amigos para toda la vida. Así fue, José Miguel Reig y Vickie Teetor fueron el mejor cicerone para nuestra introducción en la orientación familiar y, terminado el curso, nos organizaron unas sesiones de continuidad para seguir viéndonos, que acabaron de inocular en nosotros el virus de la Orientación Familiar.

Primeras Conversaciones Después de Primeros Pasos viene Primeras Conversaciones (no en mi caso, que aún no existía este reciente programa) y uno, ya con la experiencia acumulada de tantas sesiones de orientación familiar, descubre la importancia de la perspectiva del hijo. Una vez, en un restaurante, un niño de cuatro años de una familia con cinco hijos, después de que la madre pidiera arroz para todos, le dijo al camarero que él prefería carne. El camarero decidió, por su cuenta y riesgo, traer al mocoso un plato de carne en lugar del arroz que había pedido la madre. El niño miró a su madre y dijo: “¿Has visto, mamá? se piensa que soy una persona”. Pues, sí, son personas, y su interés, que no su capricho, es, en la familia, el más necesitado de protección. Por eso, cuando nos preguntamos por los contornos de la familia ideal, es muy útil, de vez en cuando, contemplar a la familia desde la perspectiva del niño: ¿qué quiere un niño de cuatro años para ser feliz? No quiere cosas, ni dinero. Lo que de verdad desea es: (i) conocer a su padre y a su madre, (ii) que su padre y su madre le quieran, (iii) que su padre y su madre se quieran entre sí y (iv) poder compartir esta dicha con uno o más hermanos. Claro que, con el segundo curso, nos asalta una inevitable tentación: “Pero, con el escaso tiempo de que dispongo, con mis hijos pequeños, asentándome en la vida laboral y el ritmo frenético de esta sociedad de las prisas (como ha afirmado un pensador español: hoy el hombre corriente es el hombre corriendo), tantas horas dedicadas al curso de orientación familiar ¿no son horas robadas a mi familia? ¿No es un contrasentido irme de casa cuando más me necesitan mis hijos?” A mí me asaltó esta duda. Y me la resolvieron dos personas, además de mi mujer: uno de nuestros hijos y Rafael Pich. Un buen día, nuestro segundo hijo (tendría unos 7 u 8 años) nos comentó a mi mujer y a mí que a su amigo Juan le habían regalado un juguete. Nosotros le preguntamos si era el cumpleaños de su amigo, y él contestó que el suyo no, sino el de su hermana mayor, pero a sus padres les había dado lástima que él no tuviera ningún juguete y le habían comprado uno. Antes de que pudiéramos decirle nada, rubricó: “¿No creéis que a los padres de Juan les iría bien hacer un curso de orientación familiar?”

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Nuestro hijo, que sabía, porque se lo habíamos dicho, que su madre y yo no salíamos tantas noches por capricho, sino que íbamos a un curso para ser mejores padres, me hizo ver de la manera más natural que el tiempo dedicado a la orientación familiar revierte siempre en beneficio de la propia familia. No nos vaya a pasar como a aquel profesor que, de tantas clases que daba, no encontraba tiempo para prepararlas y actualizar conocimientos. Por esa época, Rafael Pich, uno de los pioneros de la OF, me pidió que fuera director del curso Primeros Pasos, recién lanzado. Al contestarle (¡qué excusa más original!) que no tenía tiempo y explicarle (¡no sabía con quién estaba hablando!) mis ‘múltiples’ y ‘exigentes’ ocupaciones como abogado joven y padre de familia recién estrenado, se limitó a sonreír y contestar, con una expresión muy catalana: “¡Ah, el negoci, la botigueta! (¡el business, la tiendecita!, podríamos traducir libremente) ¬–y añadió¬-: “¡Pero, hombre, Javier, ¿no te das cuenta?! Yo te estoy hablando de cambiar el mundo ¡y tú me sales con tu pequeño negocio de abogado!”

Primeras Letras Cuando llega el tercer curso, las Primeras Letras, se ha descubierto ya que cada hijo es distinto, y lo que sirve con uno no funciona con otro. A lo largo de nuestra biografía de padres, cada nuevo gurú de la educación pretende imponer una teoría: la estimulación precoz, los períodos sensitivos, el apego, el asombro…, todas parecen la definitiva. Son teorías, pero nosotros no somos una teoría: ¡somos padres! Bien está todo conocimiento que ayude a educar mejor, pero la última palabra la tiene cada padre y cada madre. Por eso, en la IFFD, hemos huido siempre de las recetas, de la imposición de un estilo educativo desde fuera. Es la tentación del experto: imponer su modo de educar. Nosotros tenemos cerca de 25.000 expertos cada año: los padres y madres de familia que acuden a los cursos, y nuestros moderadores son también padres y madres de familia con sus profesiones variadas. Nos dirigimos a la familia desde la familia porque queremos que cada persona descubra y elabore su propio proyecto personal, matrimonial y familiar. Lo que se admira no se imita, se contempla, dijo un pensador español, y nosotros no queremos admiradores, ni siquiera imitadores, sino amigos bien cercanos, con quienes recorrer juntos el camino de la educación de nuestros hijos y de nuestro desarrollo personal, matrimonial y familiar. Cuando uno renuncia a ser artífice de su propia trayectoria personal y se refugia acríticamente en lo transmitido por especialistas, dejando de pensar por sí mismo, se lleva auténticas sorpresas, como me sucedió a mí al intentar explicar a otro de mis hijos cómo venían los hijos al mundo, siguiendo la explicación que tan soberbiamente nos había dado Tomás Malmierca (gran moderador y mejor amigo) en una sesión de un COF. Tras lograr que mi hijo venciera la natural resistencia a hablar de estos temas con su padre y tratar de explicarle yo de la manera más romántica (tal como había oído a Tomás) la belleza del parto: cómo el ginecólogo o la comadrona extraía primero la cabecita del bebé, después los hombros, luego los brazos, y la barriguita, las piernas y, finalmente, los pies, debí de olvidarme de aclarar algo y mi hijo, con expresión de haberlo entendido por fin, me dijo: ¡Ah, ya lo entiendo, y luego recoge los trozos y lo arma todo!

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Naturalmente, lo anterior no supone que descuidemos la formación de los moderadores. Tenemos a su disposición tres insustituibles herramientas de formación: (i) el Pimof, para aprenderlas técnicas de moderación y de aprendizaje de adultos, (ii) el FM 40, un curso presencial para profundizar algo más en los rudimentos de la educación familiar, y (iii) el postgrado en Matrimonio y Educación Familiar de la UIC, en su doble edición, española e inglesa, que fue diseñado expresamente para dotar a los moderadores de un bagaje antropológico y pedagógico hondo y contrastado, que les permita abordar las cuestiones más complejas en torno a la familia, al matrimonio y a la pedagogía familiar (en la librería podrán encontrar los folletos de este curso, que se imparte íntegramente online.

Primeras Decisiones Los cursos de orientación familiar nos habrán permitido alcanzar la edad de las Primeras Decisiones de nuestros hijos habiendo desarrollado una biografía familiar de fuertes rasgos, preparada para afrontar la presión e invasión del ambiente. Habremos educado sentimentalmente a nuestro hijo para que tome sus decisiones no con la cabeza, que tantas veces se equivoca en lo propiamente humano, ni con el corazón, que tantas veces acaba conduciéndonos a nosotros mismos, sino con todo lo que es, con su condición personal (inteligencia, voluntad, sentimientos, cuerpo, memoria, imaginación…). El ser humano es un ser familiar, y solo en la familia es capaz de descubrir su propia verdad. Por eso, no nos ha de extrañar que la familia sea el campo de batalla de las ideologías, porque todos los ‘ismos’ (materialismo, consumismo, relativismo, capitalismo…) son muy conscientes de que el hombre sin familia está solo y desamparado. Sin filiación familiar, el hombre busca cualquier afiliación, y ahí están las ideologías, dispuestas a recibirle en adopción. La IFFD está empeñada en fomentar la perspectiva de familia no solo en cada familia, sino en todos los Estados del mundo. Las Naciones Unidas encontrarán siempre en nosotros un aliado leal en esta batalla de la libertad, que ayude a descubrir, a través del informe de impacto familiar que estamos promoviendo, las consecuencias para la familia que cualquier política, ley o iniciativa pública pueda tener. Las primeras decisiones de nuestros hijos pueden coincidir con las nuestras en relación con este ámbito de nuestra actividad vital denominado Orientación Familiar. Acaso ya hemos barruntado la conveniencia de dedicarnos con un poco más de profesionalidad a la tarea de educar a nuestros hijos. O de ayudar a las familias de los demás. Acaso alguien nos ha sugerido que asumamos alguna responsabilidad en el centro de orientación familiar de nuestra ciudad, y quizás nos haya parecido una labor poco importante, con poco relieve. O, al contrario, puede asaltarnos la tentación de pensar que no servimos, que tenemos pocos talentos, como me sucedió a mí cuando me propusieron la dirección del Fert, el centro de orientación familiar de Cataluña, en Barcelona, España. Os daré la respuesta que he ido aprendiendo a lo largo de los años: en una empresa tan descomunal como esta que tenemos entre manos nadie es imprescindible; pero, déjenme que les diga que, del mismo modo y aunque parezca contradictorio, nadie es prescindible. El proyecto es tan grande que nos supera a todos. Lo único que hay que hacer es aceptar con humildad que alguien haya visto en ti un ‘no sé qué’ que tú desconocías y que parece que puede servir para algo y procurar estorbar lo menos

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posible, porque la meta es tan grande, tan apasionante y hay tanta gente implicada, que la generosidad y capacidad de los demás te arrastrará hacia ella sin que te des cuenta.

Preadolescencia Ese hijo diferente en el que ha ido calando el mismo estilo familiar de sus hermanos va desarrollando su propia personalidad, y la preadolescencia es un momento de especial sensibilidad, en que se anuncian y prefiguran las convulsiones fuertes de la adolescencia. Aquí se hace necesario combinar la fortaleza y el respeto. En la Orientación Familiar, el respeto a la familia procede del respeto a la persona. “Cual es la familia, tal es la nación porque tal es el hombre”, clamó Juan Pablo II al principio de su pontificado. La familia es, desde luego, la solución a todas las crisis modernas. Pero la manera en que mejor soluciona las crisis la familia es dejándole ser lo que ella es. La familia está, ha de estar por encima de las modas y de las políticas de distinto cuño; y, más allá de apoyar económicamente y de velar por las familias más vulnerables ¬-lo que con ser necesario no es, estrictamente, política familiar sino asistencial-, la mejor manera de promocionar a la familia es dejándola ser lo que es, sin forzar ni preferir con ayudas públicas ninguna tipología específica de convivencia familiar o humana, y ayudando a los padres a que reciban la formación adecuada para que ellos puedan decidir la familia en que quieren erigirse. En la IFFD, el profundo respeto que tenemos hacia la persona nos lleva a tratar ‘personalmente’ a la familia. En efecto, la familia es la sociedad humana más íntimamente ligada a la persona y merece ser tratada de manera personal, no en bloque o en masa. Si así no lo hiciéramos, la familia dejaría de ser el lugar del hombre, para convertirse en un producto de laboratorio, al albur de las modas sociológicas. Por eso, aunque queremos cambiar el mundo, no nos interesan todas las familias a la vez, sino cada una de todas, y de una en una. No nos interesa el número sino la persona: non multum, sed multa (no muchos, sino mucho). Queremos cambiar los corazones, cada corazón, para que estos corazones cambien después todo los demás como ellos crean que deben hacerlo. Desde esta perspectiva, diré, parafraseando a Tomás Melendo, que nuestra Orientación Familiar, si queremos que sea respetuosa con la persona, ha de cumplir dos condiciones: tener siempre como punto de partida nuestra propia familia, que no podemos descuidar ni instrumentalizar so pretexto de dedicarnos a las familias de los demás y estar siempre dirigida a crear las condiciones para que surja el trato personal, el trato que merece nuestra condición de persona y que permitirá, en un ámbito de libertad y acompañamiento, que cada uno descubra su propio camino hacia la felicidad. Más importante que el contenido de las sesiones de orientación familiar es que los matrimonios asistentes perciban que lo único que nos interesa son ellos mismos, su felicidad personal y familiar. Y casi siempre este mensaje les llega más a través del testimonio que de la predicación. Hace un par de años, al terminar una conferencia a la que, como es habitual, me acompañó Loles, mi mujer, a quien, como también es habitual -y casi inevitable-, hice alguna referencia, junto con otras personas que amablemente vinieron a felicitarme, se acercó una señora y me dijo: “la conferencia sobre el matrimonio

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ha estado bien, pero lo que más me ha gustado es el testimonio que dais al venir y estar los dos juntos, porque transmitís una coherencia de vida que no he encontrado en todos los oradores sobre la familia”. En la IFFD, cuando nos desplazamos por esos mundos de Dios, procuramos siempre que vaya el matrimonio, y no tanto por el testimonio en sí mismo como por fortalecer la unidad matrimonial. Como le gusta decir a José Antonio Sánchez, tantos años presidente de IFFD España: lo que Dios ha unido, ¡no lo separe la Orientación Familiar!

Adolescencia Tiempo de convulsión, la temida Adolescencia, con mayor o menor fuerza, llega siempre. Los cimientos se estremecen y nuestros hijos parecen dar tumbos al impulso incontrolable de un vendaval repentino que amenaza con arraigar para siempre. La unidad familiar y matrimonial es el seguro refugio, que les ofrecerá, aunque se nieguen tozudamente a reconocerlo, un mínimo asidero al que acudir cuando la tempestad arrecie. Esta es la familia sostenible que hemos defendido a diestro y siniestro, la familia unida en torno a un matrimonio fuerte y proyectado a un futuro sin término. Esta es la familia que permite afrontar y superar las peores lacras sociales, que reduce el nivel de absentismo y fracaso escolar, de depresión infantil, de violencia juvenil, de drogadicción y dependencia; la familia que evita las rupturas, que siempre conducen a la feminización e infantilización de la pobreza. Aunque los políticos fuertemente ideologizados no quieran verlo, todas las estadísticas lo confirman. La IFFD está también interesada en generar cultura sobre la familia. No bastan la ayuda directa a los padres ni la influencia política, es preciso generar un caldo de cultivo favorable a la familia. The Family Watch, el think tank de la IFFD, está preparado para realizar estudios, emitir informes y formar cabezas que puedan transmitir, con realismo y datos, sin instrumentalización alguna, la realidad de la familia. Ante la subjetividad de la adolescencia, la cruda realidad de los datos y estudios científicos. Haber sido padre de adolescentes procura, además, una notable experiencia personal, y hasta puede constituir una actividad remarcable en el curriculum vitae, como aprendí del rector de una universidad española. Ya saben que las instituciones educativas tienen fama de ser las organizaciones humanas más difíciles de ser dirigidas, por estar integradas por expertos en distintas áreas del conocimiento, que aceptan con dificultad recibir órdenes. Este rector me comentaba que siempre que buscaba a alguien para un puesto de dirección prefería a una persona casada y con experiencia como padre porque, afirmaba, los padres están acostumbrados a dar órdenes… y que no les obedezcan.

Amor Matrimonial Como todos saben, la trayectoria de formación personal diseñada por la IFFD incluye el paso por dos o tres cursos de Amor Matrimonial; en los primeros años de casados, en la madurez y en la veteranía conyugal. Ante cualquier dificultad que pueda surgir con los hijos, la mirada se ha de dirigir no tanto a ellos como a nuestro cónyuge. Lo primero es la unidad matrimonial. Después, sí, vendrán las ayudas, las recetas, los criterios educativos, pero lo primero que necesitan ver nuestros hijos, el compromiso que hemos

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adquirido con ellos al traerlos al mundo es el amor y la unión con nuestro esposo. Nuestros hijos tienen derecho a nuestro amor mutuo. Nadie se casa para separarse, y nadie trae a un hijo al mundo para hacerlo infeliz. En la IFFD, tenemos clara esta prioridad y hacemos del matrimonio objeto preferente de nuestra atención. A veces, se nos ha criticado que nuestros cursos estén diseñados para matrimonios unidos y no para separados o divorciados, y nuestra respuesta ha sido siempre la misma: esta es nuestra área de especialización. La IFFD es una ONG con una actividad eminentemente preventiva, dirigida a reforzar la unión familiar, ayudando a evitar las rupturas. Esta es nuestra expertise. No sabemos hacer otra cosa, y no seríamos intelectualmente honestos si no lo advirtiéramos. No discriminamos a quienes se encuentran en una situación de ruptura familiar porque no es nuestra área de actuación. ¿Acaso Save the Children discrimina a los ancianos por no dedicarse a ellos? No, la sociedad reclama cada vez más la especialización, y nosotros sabemos por experiencia contrastada que la felicidad está en la unión y no en la separación. Así que, cuando Rafael Pich me pidió que asumiera la secretaría general de la IFFD y yo analicé mis competencias: no soy especialmente ejecutivo, siempre me ha aburrido la tarea administrativa y de gestión, no tengo especiales dotes para buscar financiación, tengo poco tiempo, no viajo mucho, mi inglés es más bien mediocre, etc., no se me ocurrió discutirle a Rafael la ocurrencia que acababa de tener. Me limité a decirle que lo pensaría e hice lo que debía: acudí al matrimonio. Consulté a Loles, mi mujer, y ella me convenció. Entre otras cosas, me dijo: “todo eso es cierto, pero -además de otros talentos que como buena esposa supo (o fingió) descubrir- tienes lo más importante para poder dirigir: eres dócil y obediente”. Se refería a ese concepto de obediencia que Andrew Mullins ha esbozado en su conferencia: si la obediencia a los padres es para el niño la garantía de que más adelante sabrá obedecer a su propia razón cuando esta se oponga a su capricho, también en las tareas de dirección de la Orientación Familiar la obediencia a los mayores, a quienes nos precedieron constituye la garantía de que después podremos y sabremos obedecer a nuestro propio criterio, bien formado y alzado sobre los hombros de los gigantes que nos precedieron y de aquellos que aún están a nuestro lado (parafraseando a Newton). Y me refiero, como se habrá sobreentendido, a una obediencia inteligente y creativa, que sepa prolongar la acción previa y adaptarla a las nuevas circunstancias. Como bien saben los organizadores de este congreso, en Orientación Familiar, los cargos son cargas (y, además, no retribuidas). Por lo que acepté el reto y descubrí que, en efecto, con estorbar poco ya es bastante. ¡Sobre todo si Leticia y Lorena están en el BackOffice!

Abuelos Por último (me permitirán que me salte el curso para jóvenes profesionales Proyecto Personal), antes de que nos demos cuenta nos encontraremos asistiendo a un curso de Abuelos Jóvenes. Quizás les haya podido sorprender que en un congreso que lleva por título “La familia lugar de encuentro para las generaciones” no se haya dedicado ninguna conferencia específicamente a esta temática. Y, sin embargo, estoy seguro de que intuyen la razón: resultaría casi superfluo. No hace falta desarrollo alguno de esta certeza; basta con su enunciado. Lo que se ha dado en llamar la función diacrónica de

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la familia, es decir, el encuentro intergeneracional, la cumple y la ha cumplido siempre la familia de manera natural, sin necesidad de que nadie la estudie ni la programe. Me atrevería a decir que si alguien percibe, en algún grupo social, la necesidad de planificar ese encuentro en la familia es porque antes se ha desvirtuado de alguna manera su composición. En la familia, y solo en la familia, el encuentro generacional es estructural, forma parte de su esencia. Mientras que, en los entornos sociales en que la familia languidece o se desprecia, surge enseguida la necesidad de buscar sucedáneos que eviten la exclusión y alejamiento de los más mayores y procuren su contacto con todos los demás, hasta los más pequeños. La sociedad procura el encuentro de los iguales: mismas aficiones, misma profesión, misma edad… La familia, en cambio, también acerca a los más dispares. ¿Cuántas veces han visto a un niño jugando en el parque con un viejo que no sea su abuelo, o a un adolescente bailando con una anciana distinta de su abuela? ¿Cuántos jóvenes veinteañeros invitan a su equipo de fútbol a niños de doce años que no sean sus hermanos y cuántos ejecutivos llevan al parque a bebés que no sean suyos? Sin familia no hay relación intergeneracional. Quizás sea este el momento de hacer referencia al logo de la IFFD, las tres hojas de árbol diferentes superpuestas que tienden a unirse por el peciolo, de rico simbolismo: La tríada de la familia: hijo, padre y madre. Las edades de la vida: infancia, edad adulta y ancianidad. La diversidad en la unidad: las diferentes culturas unidas en un mismo tronco común y universal: la familia. Además de los significados enunciados, las hojas de árbol simbolizan la persona humana y su trayectoria vital, que es extrapolable a cuantos dedican generosamente su tiempo libre a esta tarea espléndida y universal que es la Orientación Familiar. Las hojas viven y desarrollan su labor en la periferia del árbol, protegen al fruto del sol abrasador, de los embates de los vientos y del impacto del agua en la tormenta, que recogen para verterla suavemente a su destino. También bailan y cantan con la brisa, y ofrecen sombra al caminante. Y cuando, después de una vida entregada a los demás, se acerca el momento de dejar paso a los renuevos que les sustituirán, no son arrancadas de su sitio; se dejan caer noblemente y permanecen allí, a los pies del árbol, el tiempo que haga falta, alfombrando el camino para que los demás puedan pisar blando, hasta transformarse en el humus que nutrirá las raíces del árbol que les vio nacer. En efecto, aquí nadie se retira, solo se hace a un lado para dejar paso a los demás. De nuevo, Rafael Pich nos dio ejemplo de cómo esto debía hacerse. A pesar de haberlo sido todo en la Orientación Familiar, se retiró oportunamente cuando llegó el momento de dejar paso a los que veníamos detrás, y no se aferró a su visión personal, sino que se puso totalmente a disposición de quienes hicieron cabeza detrás de él. Ahí estuvo, reuniéndose periódicamente conmigo para transmitirme su opinión de lo que iba viendo, al tiempo que respetaba y secundaba todo lo que Marina, nuestra presidenta, y yo decidíamos. Antes de cada viaje que se disponía a hacer me preguntaba: “Javier, me voy a tal sitio, ¿qué quieres que haga o diga a los de la OF de ese lugar?: Incluso antes del que él ya intuía sería su viaje definitivo, me llamó y me dijo: “Javier, mañana me ingresan en el hospital, ¿necesitas que haga

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algo antes?” ¡Y vaya si lo hizo! Llevó la Orientación Familiar consigo y, a la vista del incremento de cursos y de actividad, la está impulsando con más fuerza que antes.

Conclusión Pues bien, esto que he intentado esbozar en el escaso tiempo de una ponencia es la Orientación Familiar. Un método para encontrar la felicidad en la familia. No he dicho todavía que la primera condición de un curso de orientación familiar es la alegría, pasárselo bien. Y con derecho a equivocarse, porque si hemos hecho bien el curso, habremos ganado unos cuantos amigos de los de verdad, aquellos ante quienes no hace falta actuar, porque si ven que algo hacemos mal, nos lo dirán a nosotros, a la cara, y nos ayudarán a mejorar. Si cada uno de nosotros, a lo largo de nuestra vida, asistimos a una media de 10 cursos de orientación familiar, en los que hacemos amistad con tres o cuatro matrimonios, habremos podido influir y recibido influencia sobre felicidad matrimonial y familiar de unas 80 personas, las cuales, a su vez, al igual que nosotros, entre amigos y familiares, tendrán, cada una de ellas, un área de influencia de no menos de 100 personas. Saquen las cuentas: 80 (amigos de los cursos) x 100 (personas en que influyen) x 25.000 (asistentes a los cursos en 2013) = 200.000.000 de personas en disposición de encontrar la felicidad en sus vidas, sin hacer otro esfuerzo que asistir a los cursos. Y eso en una sola generación. Con un poco de esfuerzo de promoción, ¿qué cifra no podríamos alcanzar? Alguien estará pensando que todo esto requiere medios materiales. Y así es. La actividad de la IFFD ha crecido mucho en estos últimos años y es necesario sufragar la estructura de alguna manera, pues, la IFFD, como tal, no genera ningún ingreso directo. Con esta finalidad, además de las aportaciones de los países, que tanto agradecemos, estamos en proceso de constitución de un fondo dotacional (un endowment), a través de la fundación The Family Watch, con la meta de conseguir entre 10 y 15 millones de euros, que permitan sostener de manera estable toda la actividad. En los próximos meses cada país recibirá la petición de ayudarnos a encontrar las personas que estén dispuestas a colaborar financieramente en favor de la familia. Pero hoy no voy a hablar de dinero. Hoy quería hablarles solo de Family Enrichment, pues, como escribió Antoine de Saint-Exupéry: “Si quieres construir un barco, no reúnas con un pregón a la gente para que traiga madera, prepare las herramientas, se distribuyan las tareas y se ponga cada uno a hacer su trabajo, sino despierta en la gente el anhelo del infinito y dilatado mar”. Esta es nuestro infinito y dilatado mar, nuestra revolución amable y silenciosa de que habla el título de esta ponencia, asentada en el trato personal del que he venido hablando. A Renata K., que hoy nos honra con su presencia, se lo dije ya una vez en Madrid, y ahora lo hago extensivo a Dª Margarita Zavala y a todas las autoridades invitadas a este congreso: ¿saben cuál es la diferencia entre la IFFD y la mayoría de ONGs que ustedes conocen? Que cuando ustedes dejen de ocupar un puesto de responsabilidad política o de relevancia pública, dejarán de interesar a la mayoría de ONGs, pero la IFFD seguirá interesada en su felicidad personal y les seguirá proponiendo que hagan un curso de orientación familiar. Muchas gracias. © IFFD 2015

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