“Octavia, la noble matrona de la domus de Augusto”, en Rosalía Rodríguez López y María José Bravo Bosch, Mujeres en tiempos de Augusto: realidad social e imposición legal. Tirant Humanidades, Valencia, 2016, pp. 307-330.

May 24, 2017 | Autor: Rosa María Cid López | Categoría: History of Women's Studies, History of Rome, Women`s History and Gender History
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Descripción

OCTAVIA La noble matrona de la domus de Augusto* Rosa María Cid López Universidad de Oviedo1

RESUMEN En el círculo femenino de Augusto, Octavia representó muy eficazmente a la ciudadana ejemplar, por su actitud sumisa ante la voluntad de sus parientes masculinos y su dedicación abnegada a la familia. Esta mujer vivió en un momento crucial de la sociedad romana, adjudicándosele el difícil papel de conciliadora entre los dirigentes políticos de la Roma de su tiempo, rivales y parientes. Como esposa de Marco Antonio fracasó en su papel de mediadora, porque no fue capaz de evitar la última de las guerras civiles que condujo al final de la Republica. Sin embargo, como hermana de Augusto resulta incuestionable su influencia y protagonismo en la etapa inicial del Principado. Por ello, la biografía de quien fue la hermana del príncipe, identificada con la más noble matrona, sirvió de inspiración a las mujeres de la dinastía julio-claudia, según evidencia el propio comportamiento de Livia, la mujer que la sustituyó como pilar del nuevo régimen, tras su muerte en el año 11 a.C. PALABRAS CLAVE Octavia, Marco Antonio, Augusto, Principado, matrona, domus Augusta. ABSTRACT Within the women’s circle of Augustus, Octavia embodied efficiently the role of the exemplary citizen, due to her submissive attitude towards her male relatives’ wishes and her self-sacrificing dedication to her family. This woman witnessed a crucial moment in Roman society, in which she had a difficult task as a conciliator between the political leaders of the time, both rivals and relatives. As the wife of Mark Antony she failed in her role as a mediator, for she was unable to prevent the last of the civil wars that led to the end of the Republic. However, as the sister of Augustus her influence and prominence in the initial stage of the Principate is unquestionable. Therefore, the sister of the Princeps, identified as the noblest matron, was an inspiration for women of the Julio-Claudian dinasty. This is confirmed by Livia’s own behavior, the woman who replaced Octavia as the pillar of the new regime after her death in the year 11 B.C.



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Este texto se inscribe en el proyecto de I + D, “Maternidades y familias. Permanencias, cambios y rupturas en la historia. Entre las sociedades antiguas y la sociedad contemporánea”, concedido por el Ministerio de Economía y Competitividad, ref. HAR201342371R. Grupo de Investigación Deméter. Maternidad, familia y género.

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KEYWORDS Octavia, Mark Antony, Augustus, Principate, matron, domus Augusta.

I La conmemoración del bimilenario de la muerte de Augusto es una buena ocasión para recordar las implicaciones de la obras del fundador del Principado en la historia del Mediterráneo antiguo, pero también para comprender cómo la instauración de un nuevo sistema político, que claramente se concebía de tipo dinástico, iba a repercutir claramente en las mujeres de su familia, destinadas a disfrutar de un protagonismo, nunca reconocido públicamente a una romana. De ahí la importancias de personajes como Octavia, su hermana, que ejerció un notable influencia en los orígenes del Principado, el nuevo régimen que sin duda ayudó a construir; pero aún más en la etapa previa, donde las luchas por el poder entre los triunviros condujeron a otra guerra civil, la última de las que jalonaron el final de la República. Su labor de mediadora resultó un fracaso ante los proyectos irreconciliables entre Marco Antonio, su esposo, y Octavio, su hermano. Por sus estrechas relaciones con ambos dirigentes romanos, no es exagerado afirmar que Octavia fue un personaje crucial en los convulsos tiempos del final de la república y comienzos del Imperio, ayudando a imponer los cambios que marcaron la sociedad romana del momento. Lo hizo como las viejas romanas de antaño, que se pliegan a la voluntad de sus parientes masculinos, al menos en apariencia. Pero, si bien intentó comportarse según las normas del mos maiorum y procuraba presentarse como matrona recluida en los ambientes domésticos, también es cierto que nunca rechazó los honores que la presentaban como mujer notable en escenarios públicos; de alguna manera, aceptaba las nuevas circunstancias y se acomodaba bien los cambios en el reconocimiento del papel atribuido a las mujeres de la domus que regía los asuntos del Imperio. Tales honores otorgados muy tempranamente por sus parientes masculinos, sólo se explican por la importancia que se adjudicó a esta mujer, que como domiseda parece haber ejercido una gran influencia en la obra de Octavio, sirviendo de manera fiel y eficaz a los interés de su hermano, antes y después del episodio de Actium.

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A pesar de su destacado e incuestionable papel en la Roma de su tiempo, los datos sobre su biografía no abundan en la literatura grecolatina. Y, como suele suceder con otras mujeres de la antigüedad, el personaje femenino no interesa por si solo, sino por su utilidad para construir determinada imagen del varón notable como político o militar. En este sentido, la escasa información sobre la vida de Octavia se encuentra ocasionalmente en los textos de Tácito, Suetonio, Apiano, Dión Casio o Veleyo Patérculo cuando hablan de líderes republicanos o del propio Augusto2; frente a todos ellos, destacan las noticias que proporciona Plutarco en su narración de la vida de Marco Antonio3. Sí se observa coincidencia evidente en los autores grecolatinos a la hora de mostrarnos a una mujer de moral intachable, dedicada a su familia y sumisa ante la autoridad masculina, lo que no dejaba de ser motivo de alabanza y admiración hacia una noble matrona, contemplada como la excelsa y modélica imagen de la feminidad tradicional4. Pero en la construcción de la encomiable biografía de la hermana del príncipe, no puede despreciarse la labor de la propia Octavia, como perso-



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Para los textos de los autores grecolatinos se han utilizado las ediciones de la Biblioteca Clásica Gredos, salvo para el caso de la obra de Dión Casio, que se recurrió a la edición de Loeb Classical Library. Para el caso específico de Tácito y su construcción de las biografías femeninas de la dinastía julio-claudia, incluida Octavia, véanse especialmente SYME, R., “Princesses and Others in Tacitus”, Greece and Rome 28 (1981) pp. 40-52, y CID LÓPEZ, R.M., “Imágenes femeninas en Tácito: las mujeres de la familia de Augusto según los Annales”, Corona Spicea. In Memoriam Crístobal Rodríguez Alonso, Oviedo 1999, pp. 69-79. Sobre la percepción de las mujeres de la familia imperial en la literatura grecolatina, véase, sobre todo, FISCHLER, S., “Social Stereotypes and Historical Analysis. The Case of the Imperial Women at Rome”, Women in ancient Societies: an Illusion of the Night, Houndmills-Basingstoke-Hampshire 1994, pp. 115-133. Se trata, sin duda, de una auténtica construcción de la biografía de Octavia en función de los intereses políticos del momento, como sucedió con otras mujeres de la domus imperial, aunque lo habitual es que no fueran tratadas en tono tan amable, como se resalta en CID LÓPEZ, R.M., “Mujeres poderosas del Imperio romano en la historiografía moderna. Algunas notas críticas a las visiones de la Ilustración y su influencia”, Dialéctica histórica y compromiso social. Homenaje a Domingo Plácido, II, Madrid, 2010, pp. 684-701. En este sentido, conviene tener muy en cuenta las reflexiones apuntadas por DIXON, S., Reading Roman Women. Sources, Genres and Real Life, London 2001, sobre la subjetividad que preside la literatura grecolatina a la hora de escribir sobre las mujeres, y aún más cuándo se trata de personajes poderosos.

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naje que toma sus propias decisiones y con capacidad de iniciativa. Bastantes episodios de su vida evidencian hasta qué punto intentó controlar las riendas de su propia existencia y veló por los intereses de su familia más directa, sobre todo de su descendencia, lo que tuvo claras repercusiones en la sociedad de su tiempo.

II. OCTAVIA, UNA ARISTÓCRATA REPUBLICANA. ORÍGENES FAMILIARES Y PRIMER MATRIMONIO A propósito de la familia de Octavia, es conocida su relación de parentesco con César, su tío-abuelo, un vínculo familiar que sirvió para promocionar la carrera de su hermano, elegido como heredero político del dictador; un privilegio que aprovechó para convertirse con el tiempo en el dueño de Roma instaurando el Principado. Sin embargo, conviene hacer algunas aclaraciones y puntualizaciones sobre sus antepasados, antes de que ella y su hermano divulgaran su pertenencia a la Gens Iulia, que tanto exhibió César y que le hacía descender de Venus. En Suetonio (Aug. 1), a propósito de los orígenes de Octavio, encontramos datos de notable interés sobre las familias paterna y materna, que obviamente incluyen también a su hermana. Se sabe que su padre, Gayo Octavio, era un hombre muy rico, que procedía de la ciudad latina de Velitras, situada al Sur de los Montes Albanos, conquistada por Roma en el año 338 a.C.; es decir, no pertenecían a familias romanas de abolengo o antigüedad en la gestión de la república. De hecho, Gayo Octavio fue el primer senador de la familia y ejerció el cargo de gobernador en Macedonia; su muerte, que se produjo cuando regresaba de esta provincia, impidió que llegara a ser cónsul, ya que ni siquiera se pudo presentar a las elecciones. La madre era Atia, hija de Julia, a su vez hermana de Julio César5. Es decir, Octavia y Oc

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En Suetonio (Aug. p. 148, nota 299), se dice que el padre de Atia (o Acia) se llamaba Balbo, al que se descalificaba por sus orígenes humildes. Se enfatizaba su origen africano y se decía que uno de sus antepasados había regentado una tienda de perfumes o una tahona. Gayo Octavio había tenido una esposa anterior, de nombre Ancaria, de quien había nacido otra hija, también conocida como Octavia. Véanse, entre otros, GARCÍA VIVAS, G.A., Octavia contra Cleopatra. El papel de la mujer en la propaganda política del Triunvirato (44-30 a. C.), Madrid 2013, pp. 24-28 y 58, y GARCÍA VIVAS, G.A., “Apiano, BC, 4, 32: Octavia como exemplum del papel de la mujer en

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tavio eran sobrinos-nietos del dictador, quien los protegió ante la ausencia de descendientes que le sobrevivieran; la primera nació en el 64 a.C., y el segundo en el 63 a.C. Al igual que otras mujeres de su posición social, Octavia recibió una exquisita educación como puella docta, aunque no sabemos si tan esmerada como otras aristócratas de su época6. No cabe duda de que muy pronto se convirtió en una mujer casada, como era lo propio de la sociedad romana del momento, dónde por intereses políticos, entre otros, las hijas de las familias notables eran entregadas tempranamente en matrimonio. Se sabe que su primer marido fue Gayo Claudio Marcelo, un aristócrata que desarrolló una notable carrera política, al haber desempeñado los cargos de edil curul, pretor y cónsul, entre los años 56 y 53 a.C. Se da la circunstancia de que destacó como oponente a César, si bien luego fue un ardiente cesariano justamente a partir del año 49 a.C., cuándo aquél se proclamó dictador. Se mantuvo fiel a las consignas del nuevo dueño de Roma, hasta que se produjo su muerte en el año 40 a.C., un tanto temprana e inesperada. Es muy posible que el matrimonio entre Octavia y Marcelo obedeciese a los intereses políticos del propio César, que mediante esta unión se granjeó el apoyo de otro miembro destacado de la élite senatorial. Sin embargo, es curioso que cuándo murió su hija Julia, casada con Pompeyo, el futuro dictador no dudó en ofrecer a Octavia como nueva esposa al que antes había sido su yerno. Tal propuesta fue rechazada por su colega en el triunvirato, entre otras cosas, porque las desavenencias entre ambos empezaban a ser cada vez más notables. De haberse producido esta unión, Octavia tendría que haberse divorciado de Marcelo, lo que evidencia cómo las mujeres de las familias aristocráticas eran instrumentalizadas en las estrategias políticas, en función de los pactos que interesaban en cada momento. Al margen de estas anécdotas, es importante señalar que de este primer matrimonio nacieron tres hijos: dos mujeres, ambas con el nombre de



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la propaganda política del segundo triunvirato (44-30 a. C.)”, Fortunatae 15 (2004) p. 34. Como muestra de sus inquietudes intelectuales, en la edad adulta y ya viuda, promovió la construcción de una biblioteca para su hijo Marcelo (Dión Casio, 51, 15, 5-7). Sobre la educación característica de las mujeres de la élite social en la antigua Roma, véase sobre todo la conocida obra de HEMELRIJK, E.A., Matrona Docta. Educated women in the Roman Elite from Cornelia to Julia Domna, London 1999.

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Marcela, y el varón Marcelo, que vino al mundo en el 42 a.C.; a éste último, Octavia lo protegerá especialmente. Llegado el momento, pensó incluso en que su único descendiente masculino podía ser el sucesor de Octavio, su hermano, a la cabeza del Imperio. Su unión, en cualquier caso, había sido breve, ya que su primer esposo, Marcelo, falleció en el año 40 a.C., cuándo los destinos de Roma estaban en manos de su hermano, Octavio, junto a Marco Antonio y Lépido, que habían constituido el segundo triunvirato7.

III. OCTAVIA, ESPOSA DE MARCO ANTONIO. LA MEDIACIÓN FEMENINA EN LA RIVALIDADES DE LOS TRIUNVIROS Ciertamente, la viudedad de Octavia se produce en un momento providencial, ya que la situaba en condiciones de volver a casarse y ese nuevo matrimonio podía servir para intentar superar problemas y disensiones de la clase política que regía la República. Cuando muere su esposo, las relaciones entre los triunviros, especialmente entre Marco Antonio y Octavio, estaban a punto de resquebrajarse. En apariencia, la falta de entendimiento se debía sobre todo a las iniciativas que había promovido Fulvia, la tercera esposa de Marco Antonio. Junto al hermano de su marido, se había enfrentado a Octavio, iniciando incluso un nuevo conflicto armado, de breve duración y conocido como la Guerra de Perusa, lo que le valió la recriminación de su marido8. Curiosamente, este personaje femenino murió también en el año 40 a.C., en el enclave griego de Sunión del Golfo de Corinto,



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Como esposa de Marcelo, ya se resalta su labor de intercesora a favor de algunos personajes incluidos en las listas de los proscritos y perseguidos por los triunviros. En concreto, se menciona el caso de Titus Vinius, absuelto por Octavio gracias a la mediación de Octavia, según narra Dión Casio, 47, 7, 4-5. Clodia, una hija de Fulvia, era en ese momento la esposa de Octavio, pero la guerra proporcionó el pretexto perfecto para que la repudiara. La ruptura del matrimonio implicaba también el alejamiento político y afectaba a las relaciones entre los colegas del triunvirato. En relación a este episodio y, en general, la biografía de Fulvia, presentada como una terrible mujer, véanse, entre otros, CLUETT, R.G., “Roman Women and Triunviral Politics. 43-37 B.C.”, Echos du Monde Classique. Classical Views XII.17 (1998) pp. 17-84, y VIRLOUVET, C., “Fulvia, the Woman of Passion”, Roman Women, Chicago 2001 (1ª ed. en italiano, Roma-Bari, 1994) pp. 66-81. Véase también Plutarco, Ant. 20,1 y 30, 1-5.

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cuándo iba a encontrarse con su esposo, quien le reprochó su actitud al iniciar una guerra que él no aprobaba; una crítica en la que le recriminaba el desencadenamiento de un conflicto que no tenía sentido y, a la vez, que hubiese tomado decisiones por su cuenta, es decir, al margen del esposo, lo que no era propio de una matrona romana tradicional9. De nuevo, un matrimonio podía servir para limar aspereza políticas y afianzar relaciones que eran cada vez más difíciles de mantener. Viudos Marco Antonio y Octavia, su unión sellaría el mantenimiento del triunvirato. En el caso de Marco Antonio, ha de añadirse que precisaba además demostrar su compromiso con Roma, cuestionado tras su estancia en Egipto, que se prolongó demasiado, y por sus relaciones con Cleopatra. Tales tendencias filo-orientalistas de Marco Antonio eran muy conocidas ya con anterioridad, fruto de la estancia en Atenas que le había marcado profundamente. Su vida en el país del Nilo, al margen de otras muchas razones — entre las que figuran su interés por la cultura oriental o su relación amorosa con la reina ptolemaica— obedeció inequívocamente a intereses políticos, ya que no renunció nunca a conquistar Oriente; sin duda, pretendía llevar a cabo la empresa inconclusa de César, del que había sido su lugarteniente y, por ello precisaba estar en Oriente y recabar ayudas, como la de la reina ptolemaica. En cualquier caso, casi al mismo tiempo que nacían los gemelos que había concebido con la lasciva y terrible reina egipcia, contraía matrimonio con la virtuosa y bella Octavia. A partir de ahora, la alianza política entre los triunviros se reforzaba al sellarse con lazos familiares, sobre todo entre Marco Antonio y Octavio, ya que Lépido, el tercero, contaba poco en esta excepcional coyuntura. Precisamente, fue en este mismo año 40 a.C., cuándo se firmó el famoso pacto de Brindisi, por el que los tres personajes se dividen la gestión de los asun-



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En realidad, el comportamiento de Fulvia no era tan extraño en ese momento en la sociedad romana, dónde otras mujeres de su entorno social participaron activamente en las luchas políticas de la República e intentaron imponer su criterio ante los parientes masculinos, aunque ninguna llegó tan lejos como para provocar una guerra. Sobre algunos de estos personajes y el alcance de sus acciones, véase especialmente. COREY BRENNAN, T., “Perceptions of Women´s Power in the Late Republic: Terentia, Fulvia and the Generation of 63 B.C.E.”, Women in the Ancient Word, Malden-Oxford-West Sussex 2012, pp. 354-366.

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tos de la res publica10. Hasta ahora a los dos grandes triunviros les había unido su lucha contra los cesaricidas, que había comenzado al poco tiempo de la muerte de César, en el año 44 a.C., y que les condujo a la persecución y muerte de los asesinos de César en el año 42 a.C., en la batalla de Filipos. Pero, al mismo tiempo, resultaba muy evidente que tanto Marco Antonio como Octavio, desde la muerte del dictador, tenían pretensiones de recoger su legado y eran claras sus aspiraciones a liderar en solitario la política romana. El triunvirato era simplemente el eslabón que les podía permitir ir ganando adeptos o intentar convencer al contrario de que le dejara expedito el camino. De ahí el difícil equilibrio de la posición de Octavia a quien de alguna manera se le pedía que hiciera de mediadora entre el esposo y el marido, lo que no resultaba tarea sencilla. Así lo expresa Plutarco, al margen de que confunda a Octavia con su hermana mayor del mismo nombre, para quién: “Estos acuerdos, que parecían beneficiosos necesitaban de una sólida garantía, que la fortuna dispuso. Octavia era la hermana mayor, aunque no de la misma madre, de César, porque había nacido ella primero de Ancaria y él, después, de Atia. Octavio amaba profundamente a su hermana, que, como se cuenta, era una portentosa mujer. Primero estuvo casada con Gayo Marcelo, pero este no tardó mucho en morir y se encontraba viuda. Antonio también podía considerarse viudo, tras la muerte de Fulvia” (Ant. 31,1)11.

De este matrimonio se esperaba entonces una alianza más firme entre los triunviros y que fuesen capaces de superar sus diferencias. Los partidarios de Marco Antonio vieron en esta unión la vía para hacer regresar a su líder a las costumbres romanas e intentar recuperar el prestigio ante los sectores senatoriales más conservadores, que no aceptaban la relación con Cleopatra y sus gustos por lo oriental12. En este sentido, la virtuosa y Para GARCÍA VIVAS, G.A., Apiano, BC, cit., p. 39, Octavia representaba “una de las garantías más fuertes del sistema político del triunvirato”. La obra de SYME, R., La revolución romana, Madrid 1989 (1ª ed. Inglesa, 1939), sigue siendo de gran utilidad para comprender la evolución política del último siglo de la república por la detallada y erudita información, al margen de sus juicios sobre hechos y personajes. 11 Plutarco confunde a Octavia, con su hermana mayor del mismo nombre, nacida del primer matrimonio de su padre. 12 En realidad, pasó más tiempo con Cleopatra que con Octavia, manteniendo una unión de tipo político y no sólo amorosa, a pesar de las leyendas y los mitos sobre esta célebre pareja, como se resalta en CID LÓPEZ, R.M., “Marco Antonio y Cleopatra. La leyenda y el fracaso de un sueño político”, Mitos femeninos de la cultura

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tradicional Octavia convenía como esposa, ya que ennoblecía la imagen de Marco Antonio, a quien había desprestigiado su relación con una oriental y, al parecer, supuestamente poco respetuosa con las normas morales imperantes en su época. De nuevo, las palabras de Plutarco reproducen bien lo que podían ser las actitudes de muchos miembros de la sociedad romana, cuando relata: “Todos aprobaban este matrimonio con la esperanza de que Octavia, que unía a su belleza la sensatez y la dignidad casada con Antonio, cuyo amor se ganaría como correspondería a tal mujer, sería la garantía de una armonía y una salvación general” (Plutarco, Ant. 31, 5).

Al parecer, en sus inicios, este matrimonio respondió a las expectativas de los partidarios de los triunviros, sobre todo en los primeros tiempos de su convivencia, que fue realmente breve, ya que compartieron techo menos de dos años de los casi nueve de su relación conyugal. En especial, Marco Antonio otorgó privilegios a Octavia, potenciando su protagonismo público como correspondía a la esposa de un triunviro. Los honores de que disfrutó son los mismos que se concedieron a Livia, esposa de Augusto desde el año 39 a.C., unión que se produjo casi al mismo tiempo que la su colega en el triunvirato. Por ello, la imagen de Octavia aparecerá en las monedas, hecho desconocido en la sociedad romana, ya que se consideraba que sólo los varones podían ser representados13. En este sentido, destacan especialmente las acuñaciones monetarias en las que figuran en el anverso las caras yugadas de los dos esposos a la manera de las monarquías helenísticas, como en el monetario de cobre de Pérgamo; en otras monedas tales como áureos, cistóforos de plata y sestercios, la efigie de Marco Antonio se graba en el anverso, mientras que ella destaca en el reverso. Se trata de piezas acuñadas en Mileto y Roma, al parecer antes del 35 a.C., y concretamente en una destaca la alegoría de Marco



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clásica. Creaciones y recreaciones en la historia y la literatura, Oviedo 2003, pp. 223246. Fulvia fue la primera mujer que figuró en una moneda romana, conociéndose algunas piezas que sirven de modelo para el caso de Marco Antonio y Octavia. Sobre la presencia de Marco Antonio y Octavia en la propaganda numismática y las piezas comentadas, véanse BARRETT, A.A., Livia: primera dama de la Roma imperial, Madrid 2004 (1ª ed., en inglés, 2002), p. 207, notas 69 y 70, y GARCÍA VIVAS, G.A., Apiano, BC, cit., pp. 35-36, 59 y 97.

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Antonio y Octavia como Neptuno y Anfitrite sobre un carro tirado por criaturas marinas. Ha de señalarse que la elaboración de algunas de estas piezas coincide con la estancia de Marco Antonio y Octavia en Atenas, en el invierno de los años 39-38 a.C. Se suele considerar que ésta fue una de las etapas más tranquilas de su matrimonio, lo que resaltan autores antiguos como Plutarco (Ant. 31, 2). En la ciudad griega, el triunviro y su mujer fueron agasajados por la población local, considerados como seres protectores o evergetai, al igual que las divinidades; aunque nada se dice de las actitudes de Octavia, sí parece que Marco Antonio mantuvo su predilección por Dioniso, divinidad con quien gustaba asociarse, y sin rechazar homenajes que presuntamente lo igualaban con los dioses, a la manera oriental, que tanto deploraban los romanos de la capital imperial14. En cualquier caso, la permanencia entre las gentes atenienses no se prolongó demasiado, ya que Marco Antonio parecía deseoso de emprender su aventura en Oriente y luchar contra los partos; una buena razón, según algunos más bien un convincente pretexto que le facilitaría un nuevo encuentro con Cleopatra, para aconsejar a su esposa que regresara a Roma, ya que la empresa oriental implicaba peligros a los que Octavia no podía arriesgarse, más aún con una hija recién nacida. De manera sumisa, Octavia vuelve a Roma y se instala en la casa de Marco Antonio, de donde apenas saldrá hasta el momento en que éste le solicite el divorcio. Tras esta primera y corta estancia en Atenas, el triunviro decide entonces preparar su irrupción en Oriente, no sin antes hacer una escala en Egipto, que justificó por la importancia de los recursos del país de Nilo en la financiación de la campaña contra los partos.

IV. OCTAVIA Y LA RUPTURA CON MARCO ANTONIO. EL PRETEXTO PARA UNA NUEVA GUERRA CIVIL Por estas razones, la estabilidad de este matrimonio duró poco tiempo. Muy pronto, los triunviros, una vez más Octavio y Marco Antonio, deci-

Como resaltan ALONSO TRONCOSO,V.-GARCÍA VIVAS, G.A., “Octavia versus Cleopatra. Imagine della donna e confronto culturale”, Roma e l ´Oriente nel I sec. A.C. (acculturaraziones o scontro culturale?). Atti del Convegno Humboldtiano Verona, 19-21 febbraio 2004, Verona 2009, pp. 18-23.

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den seguir compartiendo la dirección de la República, pero repartiéndose el control del imperio, de modo que uno lo haga desde Roma y el otro en Oriente, dónde parecía necesario continuar la expansión. Este reparto, en el fondo, estaba anunciando una inevitable ruptura y cómo cada uno buscaría sus propias alianzas para imponerse luego como único dirigente en la sociedad romana. De todos modos, las apariencias se mantenían y Marco Antonio seguía ligado a su esposa, con quien ya había tenido dos hijas, Antonia la Mayor, nacida en el año 39 a.C. antes del viaje a Atenas, y Antonia la Menor, venida al mundo en el año 36 a.C. Tiempo después, ambas ejercieron un enorme protagonismo en la sociedad romana, pero como integrantes de la familia de Augusto y no como hijas de Marco Antonio. En este contexto que anuncia otra inevitable guerra civil, se inscribe la firma del famoso tratado de Tarento en el año 37 a.C., en el que supuestamente Octavia ejerció un extraordinario papel de mediadora15. De hecho, consiguió reunir a su hermano y a su esposo en el sur de la península itálica y que acordasen la prolongación del triunvirato cinco años más. Marco Antonio se quedaría con Oriente y Octavio con Occidente, empezando entonces la política de expansión militar en la región parta que le condujo a un estrepitoso fracaso. Con ocasión de este encuentro, los dos triunviros se intercambiaron tropas, que algunos han llegado a ver como símbolo de la dote que Octavio ofrecía por su hermana Octavia y Marco Antonio entregaba como compensación por la recepción de una esposa al que era su cuñado. Precisamente estas tropas fueron las que luego quiso Octavia entregarle personalmente para que prosiguiese las campañas en Oriente, y se las llevó hasta Atenas; pero Marco Antonio de nuevo la mandó de regreso a casa y, según parece, ni siquiera llegó a visitarla cuando ella pretendía un nuevo encuentro en la ciudad dónde habían transcurrido los primeros tiempos de su matrimonio, quizá porque posiblemente el aún triunviro se encontraba en Armenia en ese momento16.

Su papel en el pacto de Tarento ya lo resaltó WHITE SINGER, M., “Octavia´s Mediation at Tarentum”, Classical Journal 43 (1947) pp. 172-177, una opinión también compartida por GARCÍA VIVAS, G.A., Apiano, BC, cit., pp. 80-90. Sobre este pacto, véanse Dión Casio, 48, 54, 3-4, y Apiano, Bell. Civ., 93 y 95. 16 Sobre la entrega de las tropas, además de regalos, dinero y bestias de carga, como símbolo de la dote no recibida en el momento de la boda y el encuentro fallido entre 15

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A modo de compensación por lo que sin duda fue una humillante ofensa a su hermana, en el año 35 a.C., Octavio concedió conjuntamente a la propia Octavia, que figuraba en primer lugar, y a su esposa Livia, una serie de privilegios que jamás se habían otorgado a una matrona romana17. De ello, informa Dión Casio, en un texto reiteradamente citado. Según los datos de este autor, ambas mujeres disfrutarían del honor de que se les erigiesen estatuas, de estar libres de la tutela masculina y de la inviolabilidad propia de los tribunos18. Del primer caso, la propia Livia dio ejemplos, siendo numerosas las estatuas que le dedicaron, destacando los homenajes de los provinciales, si bien no ocurrió lo mismo con Octavia, en lo que influyó sin duda la larga vida de la esposa de Augusto, que sobrevivió cuatro décadas a su cuñada; en el caso de la liberación de la tutela masculina, se las igualaba con las Vestales y se les permitía la gestión personal de sus asuntos económicos, por lo que no estaban obligadas a la obediencia masculina. De esta nueva situación, muy pronto se benefició Octavia, que tomó decisiones en contra de la voluntad del hermano. Para el resto de las mujeres romanas, se prolongó la tutela muliebris, que Augusto aún tardaría en cambiar y de la que sólo se liberarían las ciudadanas que hubieran alumbrado más de tres hijos, o cuatro si se trataba de libertas19. Mayor repercusión tuvo sin duda



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la pareja, véanse Plutarco, Ant. 53, 1-3, Dión Casio, 49, 33, 4 y Apiano, Bell. Civ., V, 138; también GARCÍA VIVAS, G.A., Apiano, BC, cit., p. 83. No se sabe si se plasmaron en una ley, en un senato consulto o en un edicto tribunicio, como apunta BARRETT, A.A., Livia: primera dama cit., p. 200. Según enfatiza GARCÍA VIVAS, G.A., Apiano, BC, cit., p. 98, este es el único autor de la antigüedad que mencionas tales privilegios. Sobre las mujeres romanas y la tutela muliebris, véanse, entre otras, CENERINI, F., La donna romana. modelli e realta, Bologna 2002, y BERRINO, N., Mulier Potens: Realtà Femminili nel mondo antico, Galatina 2006, pp. 20-25. Ha de señalarse que la primera mujer en merecer una estatua fue Cornelia, homenajeada como madre de los Graco por los seguidores de sus hijos, a fines del siglo II a.C. Respecto a los homenajes públicos, sobre todo de estatuas, recibidos por Livia, Octavia y otras mujeres de la élite de la sociedad romana, véanse, entre otras, WOOD, S.E., Imperial Women. A Study in public Images. B.C. 40-A.D. 68, Leiden 1999; KATSARI, C., “Public Images of Roman Imperial Women during the JulioClaudian Period: a Review Article”, Women´s Studies Review 8 (2002) pp. 1-12, y KELTANEN, M., “The Public Image of the Four Empresses”, Women, Wealth and Power in the Roman Empire, Roma 2002, pp. 105-145. En estas fechas, aún estamos lejos de la concesión del ius trium liberorum, que permitía a una ciudadana prescindir del tutor varón, si había alumbrado más de tres hijos,

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que se les reconociera la sacrosanctitas propia de los tribunos de la plebe, lo que implicaba que no se les podía insultar o maltratar, y se había impuesto para salvaguardar la dignidad de los antiguos magistrados. Por ello, resulta extraña tal concesión, puesto que era propia de ciertos cargos públicos, que ellas nunca iban a ejercer: en este sentido, sólo cabe entender que tal distinción sólo pretendía encumbrar su posición de superioridad en la sociedad romana, reforzando el papel de Augusto, que promovía a mujeres de su familia, la hermana y la esposa. Octavia ascendía por decisión del hermano, no del esposo. De igual modo, tales privilegios son una muestra del reconocimiento de estos personajes, síntoma quizá de la posición relevante que estaban adquiriendo las aristócratas en la sociedad romana del momento, que seguía siendo un estado republicano, identificado con un orden político excluyente con la población femenina en la gestión de la res publica. En estos años, Marco Antonio prosigue sus campañas en Oriente contando con la ayuda de Egipto. Ciertamente, la reina egipcia no dudó en colaborar con Marco Antonio en su política oriental, pero las expediciones resultaron un rotundo fracaso para Roma y con terribles consecuencias para el futuro político de este triunviro. Paradójicamente, el triunviro no sólo no reconoció su derrota, sino que celebró una solemne ceremonia en la que pretendía conmemorar su supuesto éxito en el control de Oriente, como revelan las famosas Donaciones de Alejandría del año 34 a.C.20. Al margen de otras cuestiones, no cabe duda de que las consecuencias del desastre parto influyeron decisivamente a la hora de acentuar las tendencias pro-orientalistas de Marco Antonio, su alianza con Egipto y su progresivo alejamiento de Roma y las costumbres de Occidente21; en estas circunstancias, el matrimonio con Octavia igualmente se resquebrajaba y estaba abocado a un inevitable divorcio. Marco Antonio había perdido la guerra



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lo que recogen la famosa Lex Julia et Papia-Poppaea, promulgada por Augusto en el año 9 a.C. y que ampliaba la legislación matrimonial del año 18. Sobre esta cuestión, muy conocida por los especialistas en Derecho romano, véanse los comentarios de EVANS GRUBBS, J., Women and the Law in the Roman Empire, London 2002, pp. 23-46 y 83-85. Véase CID LÓPEZ, R.M., “Cleopatra: Mitos literarios e historiográficos en torno a una reina”, Studia Histórica. Historia Antigua 18 (2000) pp. 137-138. Sobre la orientalización de Marco Antonio y su peculiar relación con Cleopatra, que claramente ha de entenderse en el contexto de los acontecimientos de la época, véase sobre todo CID LÓPEZ, R.M., Marco Antonio y Cleopatra, cit., pp. 223-246.

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contra los orientales, pero si quería gobernar en solitario los destinos de Roma, sólo podía hacerlo desde Egipto y con la ayuda de Cleopatra. Lamentablemente, en el nuevo contexto político que él mismo había generado, se imponía romper los lazos con Octavia, como así ocurrió, aunque retrasó su decisión. Fue necesario que su imagen se deteriorase en Roma, mientras que iba en aumento la popularidad de Augusto, que incrementaba sus adeptos en el conjunto de la sociedad romana. Es decir, el progresivo acercamiento de Marco Antonio a Egipto implicó un alejamiento de Roma, y aún más de Octavia, a la que acabó solicitando el divorcio en el año 32 a.C., como relata Plutarco (Ant. 57, 4). Los autores grecolatinos insisten en ese retrato de esposa sufridora, que está dispuesto a tolerar los devaneos de Marco Antonio con la reina egipcia, con quien concibió un nuevo hijo, por cierto, y con la que acabó casándose. La resistencia de Octavia a admitir la ruptura del matrimonio, pero sobre todo el rechazo al abandono del hogar conyugal en Roma a pesar de la relación explícita y que exhibía su esposo con la reina oriental, aparentemente son más la muestra de una matrona a la antigua usanza y menos las de una aristócrata implicada en los asuntos de la res publica. Haciendo uso del privilegio que su hermano le había concedido, es decir estar libre de la tutela muliebris, Octavia empecinadamente le desobedeció, cuándo éste de forma reiterada le ordenaba salir de la casa del marido. Sobre tal actitud, algunos historiadores han intentado ver a Octavia en su papel de esposa que sitúa por encima de su rol fraternal. En realidad, estaba construyendo una perfecta imagen de la matrona que sigue a su marido, ya que los asuntos con Cleopatra supuestamente eran meros devaneos, es decir, posiblemente pretendía defender su posición de esposa romana y legítima frente a la oriental, concubina. A la vez, sabe granjearse una extraordinaria y creciente popularidad en la sociedad romana, provocando la compasión y un imagen amable de su biografía. Las palabras de Plutarco muestran hasta qué punto complacía su actitud a sus conciudadanos, ya que su actuación supuestamente se debía a que: “no sería agradable el tener que escuchar que de los más grandes generales, uno había provocado la guerra civil entre los romanos por el amor de una mujer y el otro por el excesivo celo en defensa de la otra” (Ant. 58, 6-8).

El personaje de Octavia era realmente el que se fortalecía con tales comportamientos, tanto si Marco Antonio regresaba a Roma como si era

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derrotado y se imponía el bando de Augusto; en cualquier caso, ella había sabido desempeñar un papel ejemplar y en su propio beneficio. Al final, cuando Marco Antonio solicitó el divorcio, la ruptura de su matrimonio favoreció claramente los intereses políticos de su hermano y los propios, ya que Marco Antonio había perdido prestigio, poder y popularidad en Roma, no tanto por casarse con una egipcia, sino por el hecho de que pretendía imponer un modelo oriental que suplantaría las viejas formas republicanas. Augusto manejó hábilmente este divorcio, que presentó como una humillación a una ciudadana romana, de gran nobleza en la plena acepción del término. Por ello, la disolución del matrimonio entre Marco Antonio y Octavia tiende a presentarse como una de las principales razones que aceleró el desencadenamiento de una nueva guerra civil, la última de la república. En este sentido, hay que añadir que el antiguo triunviro había manifestado su intención de ser enterrado en Alejandría, con lo que enfatizaba aún más sus veleidades orientales, ya que rechazaba el suelo romano para su tumba. Estos episodios fueron más que suficientes para que Octavio, exhibiendo la ofensa a una romana, su hermana, le declarase la guerra, aunque formalmente no sería contra Marco Antonio, sino contra Cleopatra (Plutarco, Ant. 60,1). Ambos fueron derrotados el 2 de septiembre del año 31 a.C. en la emblemática batalla de Actium, gracias a las estrategias de Agripa, pero también por los inexplicables errores del antiguo lugarteniente de César. Tras el éxito octaviano en Actium, al año siguiente se suicidaron Marco Antonio y Cleopatra; también murieron Antilo y Cesarión, inmediatamente después del fallecimiento de sus progenitores y por mandato de Octavio22. Pero el nuevo dueño de Roma dejó vivir a los otros hijos de Antonio, los que había tenido con Fulvia y Cleopatra. Como gran paradoja, aunque no mantenía ningún lazo de parentesco con esta descendencia, Octavia los tomó bajo su cuidado, ya que representaban la que había sido de su esposo. Sobre los hijos e hijas de Marco Antonio, se dio la circunstancia de que Antonio, —el superviviente de su matrimonio con Fulvia—, junto a Cleopatra Selene, Alejandro Helios y Ptolomeo Filadelfo, cuya ma-



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Sobre la descendencia de Marco Antonio y su destino, véase, entre otros, Plutarco (Ant. 81, 1-5) quien destaca que Octavia cuidó a los supervivientes (Ant. 81, 1-5; 87, 1-2 y 6-9).

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dre era Cleopatra, tuvieron que vivir en la misma casa que Antonia Maior y Antonia Minor, ambas nacidas de su relación con Octavia. Esta prole se unió a la habida del primer esposo de Octavia, que incluía a las hijas de nombre Marcela y al varón, también llamado Marcelo. Ocurrió ahora que los primeros tuvieron que convivir con quien había preparado la guerra que acabó con el suicidio de su padre y/o madre, además de haber ordenado el asesinato de sus hermanos23. A todos ellos, se dice que Octavia se los llevó a la casa de su hermano, a donde trasladó su residencia y en la que permaneció hasta su muerte. Es ahora cuándo irrumpe con fuerza la propaganda augustea tan favorable a Octavia, que construye esa perfecta e intachable imagen de la noble matrona, como contrapunto de Cleopatra, la detestable reina oriental, causante de los males que habían provocado la última guerra civil y había llevado al desastre a Marco Antonio24. En los que serían los veinte años que sobrevivió a Actium, Octavia continuaría comportándose como las matronas tradicionales, que suelen anteponer los intereses de la familia paterna frente a la conyugal, aunque en el fondo esta forma de actuar ya había comenzado cuando se presentaba como esposa de triunviro.



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De estos descendientes, se sabe que Antonio tiempo después conspiró junto a Julia, la hija de Augusto, por lo que fue condenado a muerte en el año 2 a.C. Cleopatra Selene se casó con el rey de Mauritania, aliado de Roma y llamado Juba II. De los demás nada se sabe. Véase, entre otros, BARRETT, A.A., Livia: primera dama, cit., p. 71, y CID LÓPEZ, R.M., Cleopatra. Mitos literarios, cit., p. 139, además de Suetonio, Aug., 87, 1-2. Para el caso concreto de la creación del mito augusteo de Cleopatra, identificada con la reina oriental, véase sobre todo, CID LÓPEZ, R.M., Cleopatra. Mitos literarios, cit., pp. 139-141, y “Cleopatra. Entre Oriente y Occidente”, Impulsando la historia de las Mujeres. La estela de Cristina Segura, Huelva 2012, pp. 143-155. La contraposición entre las biografías de los dos personajes es resaltada por ALONSO TRONCOSO,V.GARCÍA VIVAS, G.A., Apiano, BC, cit., pp. 11-34. De manera notable, destacan las contribuciones en solitario de GARCÍA VIVAS,G.A. (Apiano, BC, cit., y “Una matrona romana y un escritor conciso: Octavia y Veleyo Patérculo (Vell. 2, 78, 1)”, Fortunatae 17 (2006) pp. 33-40), un autor más interesado por la Octavia esposa de Marco Antonio y menos por la hermana de Augusto, aunque reconoce que precisamente su imagen amable se construye en la etapa del Principado.

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V. OCTAVIA, HERMANA DE AUGUSTO. SU INFLUENCIA EN LOS ORÍGENES DEL PRINCIPADO En efecto, tras los sucesos de Actium en el 31 a.C. y la desaparición de Marco Antonio, junto con Cleopatra al año siguiente, Octavia nunca más volvió a casarse y se volcó en el proyecto político de su hermano, en lo que parece haber colaborado intensamente, coincidiendo con la etapa de los orígenes y difíciles comienzos del Principado. En la domus de Augusto, nombre que sustituirá al de Octavio, no sólo se dedicó al cuidado de una numerosa descendencia, la propia y la que había sobrevivido de Antonio de sus relaciones con Fulvia y Cleopatra, sino que se preocupó igualmente de Julia, la única hija de su hermano. A la vez, compartía techo con Livia y sus dos hijos, Tiberio y Druso, que había alumbrado antes de casarse con Augusto. Una extensa y compleja familia, sin duda. Todos ellos, aunque no mantuvieran lazos de sangre con Augusto, respetaban su autoridad, apareciendo públicamente como modelo de domus para la sociedad romana25. En el seno de la domus de Augusto, Octavia y las mujeres de la familia debían tener un comportamiento ejemplar, de ahí que se dijera que se dedicaban a la labor de tejer, confeccionando el atuendo de lana que solía exhibir Octavio, ya afianzado como Augusto, cuya elaboración adjudicaba a sus parientes femeninos, lo que resalta Suetonio (Aug. 73). A lo largo de su biografía, no se conoce ninguna anécdota que pudiera ensombrecer una vida respetable, que ahora reforzaba en su papel de cuidadora al promocionarse como figura maternal y protectora en sentido amplio. Su estilo de vida contrasta con lo ocurrido con Julia, cuyo comportamiento reprobable la condujo al exilio por mandato paterno26. Sin negar las virtudes que de-



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Destaca de manera notable la obra de MILNOR, K., Gender, Domesticity and the Age of Augustus. Inventing Private Life, Oxford 2005, sobre el papel de las mujeres y lo doméstico en la propaganda augustea, de lo que debían dar ejemplo los parientes del fundador del Principado. Sobre los adulterios atribuidos a Julia, que la obligaron al exilio en el año 2 por mandato paterno y a la muerte de sus amantes, y más que probables cómplices políticos, entre los que figuraba Iullus Antonius, hijo de Marco Antonio y Fulvia, véase sobre todo FANTHAM, E., Julia Augusti, the Emperor´s Daughter, London-New York 2006, pp. 85-91. Poco después, una de sus hijas, también llamada Julia, fue acusada del mismo delito y condenada igualmente al exilio, en el 8 d.C. En este oscuro episodio, las acusaciones de adulterio, en el fondo, podían estar disfrazando una auténtica

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bieron adornar la biografía de Octavia, no puede menospreciarse el afán de Augusto por seguir presentando a su hermana como modelo de matrona de vida ejemplar para todas las romanas. Sin duda, para la población romana pesaba el hecho de que había sido humillada por Marco Antonio, quien la sustituyó por una oriental, cuya belleza ni siquiera igualaba la atribuida a la matrona romana, al margen de sus itinerarios vitales cuya respetabilidad tanto las distanciaba. La actitud de Octavia beneficiaba sin duda la propaganda del Principado, en el sentido de difundir la importancia de recuperar el pasado, sobre todo las normas morales, que se habían debilitado y olvidado, dado el comportamiento de algunas matronas de la República. Como símbolo de su reconocimiento y de su papel en el nuevo régimen, en el mismo año 27 a.C., cuándo su hermano recibía el nuevo nombre de Augusto, se le dedicó un Pórtico, cercano al teatro que se erigió en honor de su hijo Marcelo27; se la honraba al igual que a Livia, a quien también se erigió otro en el Campo de Marte. A pesar de que Octavio tenía una esposa, Livia, da la impresión de que hasta su muerte fue su hermana Octavia la que ejerció la mayor influencia sobre el fundador del principado, lo que se revela en su participación en el juego sucesorio, que marcó la evolución del Principado, prácticamente desde sus orígenes28. Como es sabido, el régimen implantado por Augusto



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conspiración política, lo que defiende cierto sector de la historiografía, y se comenta en CID LÓPEZ, R.M., Imágenes femeninas en Tácito, cit., pp. 68-72. Este pórtico aún queda en pie y en su entorno surgió el barrio judío de Roma. Se construyó sobre otro en su momento dedicado a Metelo y no fue el único otorgado a Octavia. Se menciona un segundo ubicado cerca de los templos de Jupíter Stator y Juno Regina. Véanse las referencias de Suetonio, Aug. 29, 4; Dión Casio, 49, 43, 3 y 54, 26-1 y Tácito, Ann. 3, 64. Se suele afirmar que hasta que no murió Octavia, en realidad, Livia no tuvo apenas influencia sobre su esposo. Sobre el papel de las mujeres en la cuestión sucesoria, destacan sobre manera las aportaciones de HIDALGO DE LA VEGA, M.J., “Mujeres, familia y sucesión dinástica: Julia, Livia y Agripina”, Historia y Arqueología. Actas del IX congreso Español de Estudios Clásicos, Madrid 1998, pp. 131-140; “Esposas, hijas y madres imperiales: el poder de la legitimidad dinástica”, Latomus 62.1 (2003) pp. 47-72 y, especialmente, Las emperatrices romanas. Sueños de púrpura y poder oculto, Salamanca 2012. Para esta historiadora, los varones de la familia imperial “pasan de la relación cognaticia a la agnaticia”. Véase también CENERINI, F., Dive e Donne, cit.,

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era un sistema dinástico, desde el momento en que pretendió, y lo consiguió, transmitir el poder a un miembro de su familia, que tuviese su misma sangre y fuera elegido por él. Al carecer de descendiente varones, sus parientes femeninos adquirieron enorme importancia, como ocurrió con los hijos de Julia y Octavia, de ahí el papel de las princesas en la dinastía julio-claudia que él instauró. De la influencia de Octavia en la cuestión sucesoria es ilustrativa su indiscutible participación en la elección de los dos primeros maridos de Julia, su sobrina, de lo que informa Dión Casio (53,30,1-2), entre otros. Precisamente, el primer esposo fue Marcello, el mencionado hijo de Octavia, a quien Augusto había concedido prematuramente honores que mostraban cómo lo había elegido sucesor29. Dada la brevedad de la unión de estos jóvenes contrayentes por el temprano fallecimiento de Marcelo no hubo descendencia; por ello, se buscó otro nuevo esposo para la hija de Augusto30. Al parecer, Livia estaba muy interesada en que se eligiera a su primogénito Tiberio, con lo que se garantizaba la sucesión para su vástago. Pero por influencia de Octavia, el general Agripa, casi de la edad del propio Augusto, se convirtió en el nuevo marido de Julia. Se da la circunstancia de que éste estaba casado con Marcella, hija de la misma Octavia, y fue ella misma quien más se involucró en la imposición de este divorcio. La unión de Agripa y Julia fue prolífica, ya que tuvieron cinco hijos, de ellos tres varones, —con lo que parecía garantizarse la sucesión—, junto a la conocida Agripina; también luego madre de una numerosa prole. De nuevo viuda en



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p. 80, y BURNS, J., Great Women of Imperial Rome. Mothers and Wives of the Caesars, London 2007. Marcelo nació en el año 43 a.C., se casó en el 25 a.C. y murió en el 23 a.C. Augusto no confiaba plenamente en su sobrino, ni en la fidelidad a su persona, ni en sus dotes como gobernante, lo que parece deducirse del hecho de que prefiriese a Agripa como hombre de confianza e hipotético sucesor, como manifestó con ocasión de una enfermedad grave que padeció en el mismo año de la muerte de Marcelo. Se dice que éste podía haber participado en la Conjuración de Murena contra Augusto, hecho improbable. Véase GARCÍA VIVAS, G.A., Apiano, BC, cit., pp. 43-45, además de Suetonio, Aug. 63, 1. Se insiste en el dolor de Octavia por la pérdida de su único hijo varón, un sentimiento que nunca la abandonó, pero parece que no le influyó a la hora de involucrarse en la elección de Agripa como nuevo esposo para Julia. Su intensa pena es comentada por BARRETT, A.A., Livia: primera dama, cit., p. 164, entre otros.

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el año 12 a.C., Julia contraerá su tercer matrimonio y, sin la influencia de Octavia, esta vez sí que lo hará con el hijo de Livia, Tiberio, el que será su último esposo31. Ciertamente a partir de este momento, la figura de Livia no dejará de incrementar su protagonismo, que la condujo años después de su muerte a ser diva, o diosa, compartiendo el estatus divino con Augusto32. A la vez, configuró también la poderosa figura de la madre del príncipe, de clara inspiración para otras princesas julio-claudias y de otras dinastías imperiales, de modo que el personaje maternal acaba imponiéndose sobre la esposa33. Livia jugó a la perfección los roles conyugal y maternal34. En cualquier caso, a la vez que Octavia se preocupó de lo ocurrido a Julia, la política matrimonial de sus hijas fue controlada con notable habilidad, muy posiblemente por ella misma de acuerdo con Augusto. Antonia Maior se casó con L. Domicio Ahenobarbo, de una poderosa familia, con uno de cuyos miembros se casó Agripina Minor y alumbró a Nerón. Pero



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Para más información sobre este matrimonio y su descendencia, véanse BARRETT, A.A., Livia: primera dama cit., pp. 63 y 72, y HIDALGO DE LA VEGA, M.J., Mujeres, familia y sucesión dinástica, cit., pp. 26 y 25. Sobre la divinización de Livia por iniciativa del emperador Claudio, su nieto, y años después de su muerte, por razones eminentemente políticas relacionadas con la consolidación del poder del nuevo príncipe, véanse, entre otras, CID LÓPEZ, R.M., “Livia versus diva Augusta. La mujer del príncipe y el culto imperial”, Arys 1 (1998) pp. 139-155, y FREI-STOLBA, R., “Livie et aliae: le culte des divi et leurs prêtresses; le culte des divae”, Egypte-Grèce-Rome. Les differents visages des femmes antiques, Berne 2008, pp. 345-395. La poderosa influencia de las madres de los príncipes es una asunto bien conocido, como señala HIDALGO DE LA VEGA, M.J., “Maternidad y poder político: las princesas julio-claudias”, Madres y Maternidades. Construcciones culturales en la civilización clásica, Oviedo 2009, pp. 185-213. Véase también el trabajo de CORBIER, M., “Male Power and Legitimacy through Women: the domus Augusta under the Julio-Claudians”, Women in Antiquity. New Assesments, London 1995, pp. 178-193, y CENERINI, F., Dive e Donne. Mogli, madri, figlie e sorelle degli imperatori romani da Augusto a Commodo, Imola 2009. En la abundante bibliografía sobre Livia, destacan las aportaciones de FRASCHETTI, A., “Livia the Politician”, Roman Women, Chicago-London 2001 (1ª ed. en italiano, 1994) pp. 100-116, y la más reciente de BARRETT, A.A., Livia: primera dama, cit; CID LÓPEZ, R.M., “Imágenes del poder femenino en la Roma antigua. Entre Livia y Agripina”, Asparkía. Dossier Mujeres en la sociedad grecorromana. Discursos e imágenes 25 (2014) pp. 179-201, y DOMÍNGUEZ ARRANZ, A., Maternidad y poder femenino cit., p. 215.

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sobre todo destacó la unión entre Antonia Minor y Druso, el hijo predilecto de Livia, entre cuya descendencia figuran Livila, Germánico y el futuro emperador Claudio35. Este afán por construir la domus Augusta, de donde surgiría el sucesor, cuya posición se legitimaba por su parentesco con Augusto o el inmediato antecesor empiezan a propagarla los poetas del entorno del príncipe, cuándo se dedican a exaltar la domus de Augusto. El primero que lo hace es Ovidio (Pont. 2. 274, “ceteraque Augustae membra valere domus Augustus)36. Su posición preeminente en la sociedad se deduce de los honores que se le dispensa, los cargos otorgados a los varones que definen su futuro al margen de las normas legales, o de los privilegios concedidos a las mujeres. No es extraño que su posición de superioridad conduzca en el año 33 d.C., ya fallecido Augusto, a la difusión del concepto de domus divina, para resaltar aún más su superioridad sobre cualquier otra familia de la sociedad romana. Pero no sólo el círculo de poetas de Augusto construye este ideal de familia que sirve para implantar un poder dinástico. La ciudad se dotará con monumentos que exhiben precisamente esa propaganda, como reflejan el Mausoleo de Augusto, que será el de su familia, y la novedad de la famosa Ara Pacis37. Inequívocamente, la lectura de la simbología de este extraordinario monumento no es otra que difundir la concepción de que Augusto gobernaba el Imperio como cabeza de una gran familia, la suya, conocida como domus Augusta; hasta ahora, como era propio del ambiente de la Roma republicana, los líderes se habían presentado en solitario y sin parientes femeninos a su lado. En el nuevo orden político, la presencia de las mujeres y los niños componen un cuadro de Augusto como pater familias,



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Fue precisamente esta Antonia Minor la hija de Octavia, la que alcanzó mayor protagonismo en el Principado y sobre ella se dispone de la interesante biografía de KOKKINOS, N., Antonia Augusta. Portrait of a Great Roman Lady, London 1992. Véase sobre todo HIDALGO DE LA VEGA, M.J., Mujeres, familia y sucesión dinástica, cit., p. 23 y sus reflexiones sobre la evolución de la domus Augusta hasta llegar a ser domus divina. Mantiene enorme interés el análisis ideológico de la iconografía del Ara Pacis realizado por ZANKER, P., Augusto y el poder de las imágenes, Madrid 1992 (1ª ed. en alemán, 1987), sobre todo véanse las pp. 202-213. Véase también HIDALGO DE LA VEGA, M.J., Mujeres, familia y sucesión dinástica cit., p. 21, nota 21.

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que incluye a sus descendientes, los de su hermana y también los de Livia. La permanencia de su régimen estaba asegurada, ya que entre una tan nutrida descendencia fácilmente podía emerger el sucesor. Octavia, sus hijos y sus nietos estaban fielmente representadas, un síntoma del papel que su hermano le había otorgado y que ella con habilidad había sabido ejercer, beneficiando los intereses de sus hijas. Ciertamente, Augusto no tuvo hijos varones, pero los príncipes que gobernaron el Impero estaban emparentados con él gracias a la descendencia de su hija y hermana, en concreto de Germánico (hijo de Antonia, la hija más pequeña de Octavia), y de su unión con Agripina (la nacida de la unión de Julia con Agripa) de dónde procedían su hermano Claudio, su hijo Calígula o su nieto Nerón. Ciertamente, ha de reconocerse que si estaban relacionados con el fundador del Principado, también con Marco Antonio, lo que nunca se comentará en los textos grecolatinos. Y si al final le sucedió Tiberio, lo que se atribuye a maniobras de Livia, fue también porque los más directos descendientes de Augusto aún eran demasiado jóvenes o habían muerto38. Ha de reconocerse que éste fue el único de los Julio-claudios que no estaba directamente emparentado con él, ya que debió recurrir a la ficción de la adopción para nombrarlo heredero del Imperio.

VI. OCTAVIA Y LA DOMUS DE AUGUSTO. LA EXCELSA MATRONA DE LAS PRINCESAS JULIO-CLAUDIAS De la biografía impecable de Octavia, para la posteridad se mantiene la imagen de matrona austera, casta, entregada a la familia, esposa sufridora, madre y hermana abnegada… que intenta defender por encima de todo los intereses de sus parientes masculinos, lo que parece llevó a situaciones extremas. En este sentido, destacan sus actitudes para intentar recuperar su relación con Marco Antonio, no se sabe si porque no quería ser suplantada por una nueva esposa, la reina de Egipto; o porque sinceramente temía que la ruptura de esta unión provocara una nueva guerra, como así fue.



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De los hijos de Julia y Agripa, Cayo murió en Lidia el 2 d.C.; Lucio en Marsella el 4 d.C. y Agripa en el 14 d.C. Julia fue enviada al destierro en el 2 a.C., al igual que su hija, también llamada Julia, quien fue acusadas de adulterio y castigada por ello en el 8 d.C. Véase sobre todo FANTHAM, E., Julia Augusti, cit., pp. 92-123

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Si hacemos caso a los textos de la época, parece que deseaba evitar a toda costa el desencuentro entre los triunviros, al enfrentarse dos personas muy queridas para ella, su esposo y su hermano. No es fácil conocer las razones de este comportamiento, que sí responden a lo exigido a una matrona tradicional, que debía soportar los escarceos amorosos del esposo. Ocurría que, en este caso, tenían enorme trascendencia pública. Si detrás de esta actitud, había un acuerdo tácito con Octavio, que presionó a su hermana hasta conseguir que Marco Antonio pidiera el divorcio en circunstancias menos ventajosas para acrecentar su descrédito en Roma no es fácil de demostrar. Pero no puede negarse que, en su papel de víctima, Octavia consiguió granjearse las simpatías de los sectores más diversos de la sociedad romana, lo que redundaba en el aumento de prestigio de su hermano. Esta esposa que soporta los desprecios del marido se convierte luego, siempre dentro del marco doméstico, en una persona que maniobra para que los sucesores de Augusto sean los que a ella más le convienen, como se ve en los casos de la elección de Marcelo y Agripa, los dos primeros maridos de Julia. En esta intervención, se comprueba su habilidad para involucrarse en asuntos políticos y preparar sus estrategias; también se revela el alcance de su influencia sobre las decisiones de su hermano y, lo que es más importante, su implicación en la construcción del nuevo régimen39. El Principado no es algo ajeno a ella, ya que, en la medida de sus posibilidades, participa de manera activa, como revela la intervención en la política matrimonial de su hijo, sus hijas, —sobre todo de Antonia Minor—, y su sobrina Julia. Tras una vida dedicada a la familia, pero también a los asuntos de la res publica, que ahora constituyen el Principado, Octavia murió en el año 11 a.C., contando sólo 54 años. Fue enterrada en el Mausoleo de Augusto, junto a su hijo, dándose la circunstancia de que aún hoy pueden contemplarse sus epitafios40. Su hermano la sobrevivió casi 25 años, en los que la influencia femenina se centró en el personaje de Livia, su esposa. También fue una noble matrona, pero de la que Tácito construyó su terrible imagen



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Sobre la relación con su hermano, para GARCÍA VIVAS, G.A., Apiano, BC, cit., p. 53, fue “el referente de consenso, equilibrio y persuasión”. Como recuerda BARRETT, A.A., Livia: primera dama, cit., p. 314.

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de mujer intrigante, conspiradora e incluso asesina; nada que ver con la hermosa, sumisa y complaciente Octavia. A su manera, la hermana de Augusto fue también un importante pilar en el nuevo régimen, tras haber proporcionado el pretexto que ocasionó la última guerra civil de la República, que dio paso al Principado. En la profunda reforma del Estado emprendida y culminada por Augusto, que supuso la implantación del poder dinástico, Octavia parece haber compartido el ideario político de su hermano, y no dudó en prestarle una ayuda inestimable y eficaz. La hermana del príncipe había sido la más estrecha colaboradora de Augusto, pero su temprana muerte hizo que pasase a la posteridad solo su figura de matrona excelsa, querida por su hermano. Se ensombreció, sin duda, su auténtico protagonismo político, que acabó adjudicándose a Livia y a otras mujeres de las familias de los Julios y de los Claudios.

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