Obscenidad y legislación: pornografía, enero 2016

June 12, 2017 | Autor: Juan Soto | Categoría: Social Psychology, Pornography, Psicología Social, Pornografia
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Descripción

Los trabajadores buscan defenderse Gustavo Leal Fernández

Año 5 • Número 22 • Enero - Febrero 2016

Desmantelamiento de la Seguridad Social

Méx $60.00

ISSN 2007-5812

¿Qué pasa con Pensionissste? Odilia Ulloa Padilla

ENERO - FEBRERO Año 5, número 22, 2016

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EDITORIAL Crimen Social

Jesús Ortega Martínez

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TU PUNTO DE VISTA ¿Cuáles son las necesidades que una jubilación digna debe cubrir? SEMBLANZA Rafael Calzada EL PUNTO ES Desmantelamiento de la Seguridad Social ¿Qué pasa con Pensionissste? La importancia de una afore del Estado Odilia Ulloa Padilla

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Pensiones: ¿éxito o gangrena?

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Pensionissste: desmantelamiento de las instituciones de la seguridad social

Pedro Vásquez Colmenares

Los trabajadores buscan defenderse Gustavo Leal Fernández

Análisis y perspectivas de las pensiones en México Miguel Ángel Jiménez Vázquez Rodrígo Fernández Calvillo

José Alberto García Ponce

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PUNTO INTERNACIONAL China: los problemas del Gran Dragón y sus reformas Alejandro Toledo Patiño

Transnacionalización agroindustrial y seguridad alimentaria en México Jorge Alfonso Calderón Salazar

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¿Descalabro progresista o restauración conservadora? El triunfo de Mauricio Macri en Argentina Luis Ángel Bellota

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OTROS PUNTOS Resolución sobre la mariguana, por el derecho de las personas a decidir Alejandro Robles

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Mariguana: la absurda e inconstitucional prohibición

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Obscenidad y legislación: pornografía

Fernando Belaunzarán

Los derechos son para todos, no solo algunos Zara Snapp

Juan Soto Ramírez

El embarazo adolescente en México: un problema de salud pública y social Fredi Everardo Correa Romero Alicia Saldívar Garduño

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NOVEDADES EDITORIALES PUNTO POÉTICO Voz y poesía Miguel Soto

Fe de erratas: En la edición 21 de El punto sobre la i, página 24, párrafo segundo de la columna derecha, la articulista omitió citar al autor de la idea: Marcial, Rogelio, “Juventud y expresiones juveniles. Un acercamiento al fenómeno juvenil en México”, Relaciones. Estudios de Historia y Sociedad, número 50, 1992, p. 122. El Punto sobre la i, año 5, número 22, enero – febrero 2016, es una publicación bimestral editada por Demócratas de Izquierda A.C. Tehuantepec N°. 117, Primer Piso, Col. Roma Sur, Del. Cuauhtémoc, C.P. 06760, México, D.F. Tel. 5212-2111, www.puntosobrelai.net, Editor responsable: Alejandra Tello Mondragón. Reservas de Derechos al uso Exclusivo No. 04-2012-080612071600-102, ISSN 2007-5812, ambos otorgado por el Instituto Nacional del Derecho del Autor, Licitud de Titulo y contenido No. 15777, otorgado por la Comisión Calificadora de Publicaciones y Revistas Ilustradas de la Secretaria de Gobernación. Registró Postal de Publicaciones Periódicas PP09-01907, autorizado por SEPOMEX. Correo Electrónico: [email protected] Proceso e Impresión: Grupo Ajusco, S.A. de C.V. José Ma. Agreda y Sánchez 223, Colonia Transito, 06820, México D.F. Tel. 51321100 Fax5132-1129. Distribución: Comercializadora GBN, S.A. de C.V., Federico Dávalos # 35 entre Manuel Salazar y Puente de Guerra, Col. San Juan Tlihuaca, Del. Azcapotzalco. México D.F. Este número se terminó de imprimir el mes de diciembre de 2015, con tiraje de 8,000 ejemplares. Las opiniones expresadas por los autores no necesariamente reflejan la postura del editor de la publicación. Queda estrictamente prohibida la reproducción total o parcial de los contenidos e imágenes de la publicación sin previa autorización de El Punto sobre la i. Incluido en el directorio de Latindex (www.latindex.org)

Certificado de circulación, cobertura y perfil del lector folio 00472-RHY emitido por Romay Hermida y Cia. SC y registrado en el Padrón Nacional de Medios Impresos de la SEGOB.

Jesús Ortega Martínez Director General Alejandra Tello Mondragón Directora Ejecutiva Raúl Carbajal Cortés Asesor editorial Federico Valdovinos Tapia Producción editorial Lydiette Carrión Rivera Corrección de estilo Francisco Javier Ortega de la Peña Gerardo Ponce Sánchez Diseño editorial Isaac Misael Carreño Nájera Álvaro Villegas Soto Redes sociales Mary Telma Guajardo Villarreal Gerente administrativa J. Gerardo Castañeda Figueroa Distribución

Imagen de portada: La creación, acrílico s/tela, 115 x 125 cm, 2005.

Agradecemos el apoyo para ilustrar esta edición al artista:

Rafael Calzada y al fotógrafo: Camilo Garza Colaboradores Acle Tomasini Guadalupe, Acosta Naranjo Guadalupe, Aguilar Valenzuela Rubén, Aguilar Zinser Gonzálo, Agustín Carlos, Almaguer Pardo Ma. Guadalupe, Alonso Raya Miguel, Álvarez Arredondo Ricardo, Arce Ortiz Miguel Ángel, Arroyo M. Sotomayor Alejandra, Bahena Juventina, Baltierra Jasso Gabriel, Barra Aram, Basave Agustín, Becerra Laguna Ricardo, Belaunzarán Méndez Fernando, Blancarte Roberto, Bustamante José Luis, Bustamante Nicte, Caballero Urdiales Emilio (†), Calderón Salazar Jorge Alfonso, Calleja Aleida, Camacho Solís Manuel (†), Camarena Luhrs Margarita, Campos Rivera Nora Hemi, Canto Chac Manuel, Carbajal Cortés Raúl, Cárdenas Solórzano Cuauhtémoc, Castillo Hernández José Miguel, Cavazos Arozqueta Humberto, Ceniceros Ruiz Araceli, Cervera García René, Chicoma José Luis, Cordera Campos Rolando, Cruz Nieva Luis, Dardón Velázquez Mauricio, De la Cruz Gallegos José Luis, De la Peña Gómez Angélica, Del Alizal Arriaga Laura, Delgadillo Gabriel, Dresser Denise, Escobar Toledo Saúl, García Medina Amalia, García Miroslava, García Ponce José Alberto, García Reyes Miguel, Gómez Álvarez Pablo, Gómez Mont Landerreche Felipe, González Navarro Manuel, Gordillo Gustavo, Gracia Rodríguez Aidée, Granados Atlaco Miguel Ángel, Gutiérrez Angulo Carlos, Gutiérrez del Cid Ana Tere, Heredia Zubieta Carlos, Hernández Estrada Rafael, Hernández Soriano Rafael, Huerta Durán Carlos, Ibarra Antonio, Klapes Rocío, Klimek Alcaraz Octavio, León Manriquez José Luis, León Mendívil José Antonio, López Orozco Leticia, Lozada Santeliz Mireya, Lujan Lilia, Luna Albino, Luna Hernández Juan Carlos, Luna Leticia, Luna Sandino, Maldonado Mercado Mario, Manz Thomas, Mendoza García Jorge, Meschoulam Mauricio, Mojica Morga Teresa de Jesús, Montoya Vélez Martha Helena, Moreno Santos Irán, Murayama Ciro, Nathalia Orozco, Ordaz Villegas Gabriela, Ortega Martínez Jesús, Padilla Ríos Carlos, Palomares Oviedo Germán, Pedroza Reyes Iván, Pérez García Nancy, Pohlenz Ricardo, Ramírez Miguel Ángel, Rascón Marco, Rebolledo Santiago, Reyes Pérez Verónica, Ríos Badillo Armando, Ríos Piter Armando, Robledo Zoe, Rojas Chávez Luis, Ruiz Alarcón Fluvio, Ruiz Arias Sergio, Ruiz Carmen, Ruiz Parra Emiliano, Saldívar Garduño Alicia, Sánchez Luis, Santiago María, Schutte Ricaud Javier, Sierra Eduardo, Sierra Susana, Sigala Gómez Miguel Ángel, Silva Mara, Snapp Sara, Solís Martínez Juan Carlos, Tapia Fonllem Elena, Tapia Mejía Daniel, Unzueta Reyes Victoria Livia, Varela Rico Gamaliel, Vázquez López Eloi, Vidal Gregorio, Vilchis Huitrón Raúl, Villa González Isaías, Villamar Zirahuén, Villanueva Mukul Eric, Volpi Jorge, Woldenberg José, Zambrano Grijalva Jesús.

Consejo Editorial Acosta Naranjo Guadalupe, Alonso Raya Miguel, Álvarez Arredondo Ricardo, Barbosa Huerta Luis Miguel, Basave Agustín, Belaunzarán Méndez Fernando, Betanzo Alejandra, Bolaños Bernardo, Buendía José, Carbajal Cortés Raúl, Castellón Fonseca Javier, Cepeda de León Elena, Chapa Martha, Cruz Marcos Carlos, Curi Francisco, De la Peña Gómez Angélica, García Medina Amalia, Guillaumín Margarita, Guajardo Villarreal Mary Telma, Klimek Alcaraz Octavio, Mendoza de la Lama Acroy, Ordorica Alejandro, Ortega Martínez Antonio, Ortega Martínez Jesús, Ortiz Ortega Adriana, Priani Ernesto, Ramírez Garrido Abreu Graco, Razú Aznar David, Sánchez Rocío, Tapia Fonllem Elena, Tello Mondragón Alejandra, Vázquez López Eloi, Villa González Isaías, Villanueva Mukul Eric.

EDITORIAL

CRIMEN SOCIAL Cuando termine su encargo, cada uno de los ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación recibirá, como parte de su pensión vitalicia, 258 mil 796 pesos al mes. Podrá, con ese ingreso, gozar de un retiro y de una vejez con dignidad. Opino que nadie debiera regatear a los ministros de la SCJN, o a cualquier otra persona servidora del Estado o trabajando en la economía privada, que al final de su vida laboral puedan disfrutar de una generosa pensión de retiro. Esto es lo justo, pues toda persona tiene derecho a una pensión que le garantice bienestar, dignidad en el último tramo de su vida. Negar ese derecho, como sucede en México, se ha convertido en una gran injusticia y en un factor de empobrecimiento para amplios sectores de la población. La gran mayoría de las y los adultos mayores que viven en México, y que durante 30, 40, 50 años han aportado su fuerza de trabajo al país o a una empresa privada, lamentablemente no tienen posibilidad alguna de acceder al derecho —que debiera ser inalienable— de contar con una pensión digna. Este, el de la imposibilidad de una pensión digna para la gran mayoría de las y los mexicanos, es uno de los grandes problemas que conforman la realidad de la sociedad mexicana, caracterizada principalmente, por una terrible desigualdad social y económica y por un crecimiento de la pobreza que pareciera irresoluble. Parte del drama que vive nuestra nación es que más de la mitad de las y los mexicanos viven en la pobreza. Pero quizás lo más angustiante es que los más pobres entre los pobres son los niños, las niñas y las y los adultos mayores. Estos son los sectores de la población que tienen mayores carencias de lo elemental para la vida; son estos quienes más dificultades tienen para acceder a los derechos humanos fundamentales, como la alimentación, la vivienda, la salud; son quienes se encuentran más desprotegidos por el Estado y a quienes más se les imposibilita una vida de dignidad.

Y esto sucede, entre otras causas, porque el Estado ha renunciado a su responsabilidad de garantizar para todas y todos la elemental e indispensable seguridad social, que incluye, necesariamente, el derecho humano a una pensión en la vejez. La visión dogmática neoliberal de quienes dirigen las principales instituciones del Estado mexicano, empezando por la presidencia de la República, está terminando con la concepción solidaria sobre la seguridad social, la misma que fue ejemplo para el mundo durante varias décadas, especialmente durante el proceso de fundación y consolidación del Instituto Mexicano del Seguro Social. En lugar de ello, los neoliberales se encuentran inmersos en una “cruzada ideológica” para debilitar al Estado y generar entre la población un sistemático repudio y un consistente rechazo hacia todo aquello que signifique lo público y lo societario. Lo que fomentan es el individualismo y con ello lo único que han logrado es ahondar en la desigualdad y en mayor pobreza para las y los mexicanos. No han querido asumirlo, pero la estrategia de privatizar, desde las afores, el sistema de pensiones, ha resultado en el gran fracaso de los economistas neoliberales. Han acabado con los recursos del IMSS, con los del ISSSTE, con otros de las grandes empresas paraestatales, han dilapidado sus reservas y, de manera más trágica, han terminado con los ahorros de los millones de trabajadores mexicanos que se encontraban destinados para asegurar sus pensiones. Esos recursos ahora están en las cuentas bancarias de los dueños y directivos de las afores o en inciertos movimientos de especulación financiera. Por ello mismo, lo que debiera de ser un derecho para todos, como lo es el de contar con una pensión que garantice dignidad y elemental bienestar para los últimos años de la vida, se convierte en un privilegio al que tienen acceso apenas unos cuantos. Convertir los ahorros de los millones de trabajadores mexicanos en un negocio privado se convirtió en un grave error de los gobiernos neoliberales que ha alcanzado la dimensión de un crimen social.

Jesús Ortega Martínez Director General

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OBSCENIDAD Y LEGISLACIÓN: PORNOGRAFÍA En las sociedades contemporáneas hablar de transparencia se ha conProfesor de la UAM-Iztapalapa. vertido en algo común. A la http://juansotoram.es.tl transparencia, desde años mail: [email protected] twitter: /juansotoram recientes, se le ha asociado con ‘honestidad’. Se asume que ser transparente es ser honesto. Pero “una sociedad que profesa semejante culto a la transparencia sexual, la vigilancia y la abolición de su parte maldita es una sociedad perversa” (Roudinescou, 2007: 211). Resulta paradójico que una sociedad que apele a la transparencia, que busque la transparencia, que haya hecho de la transparencia un valor moral, termine escandalizándose con la pornografía que es, en todo caso, el icono emblemático de lo que podríamos denominar transparencia sexual. Podríamos preguntarnos entonces, ¿por qué escandaliza?, ¿por qué horroriza a la moral conservadora? La respuesta no es sencilla. Pero todo parece apuntar a que el horror moral que genera es por la forma en que la actividad sexual está representada. Y no solo eso sino por el hecho de suponer que lo que está ahí representado es real. Es decir, si a los actores se les mira no como personajes sino como personas; si a la actividad sexual se le mira no como parte de lo que ocurre en una escena sino como una situación social; y si al guion o a la trama no se les mira como parte de un film sino como ‘historias de la vida real’, entonces se puede entender por qué horroriza. Por qué produce pánico moral. Cuando las personas miran a Johnny Depp por la calle, por ejemplo, suelen correr a pedir su autógrafo o a hacerse una fotografía con él para presumirla después. Pero no suelen abalanzarse a puñetazos sobre él como resultado de su actuación en alguna de sus películas. Y aquí radica la diferencia entre realidad y ficción. ¿Por qué se habría de tomar como ‘real’ lo que ocurre en un film pornográfico y como ficción lo que ocurre en otro? ¿Por qué atribuir el origen del odio hacia las mujeres y la desigualdad a los filmes pornográficos y no a los de Johnny Depp? Queda claro que la discusión sobre la pornografía tiene tintes morales más que filosóficos. Juan Soto Ramírez

En torno a la pornografía es posible ubicar dos tipos de discursos. Los que la construyen como una acción y los que la construyen como una expresión. Los discursos centrados en la acción son los que precisamente insisten una y otra vez en afirmar que no sólo hay desigualdad, abuso y violencia en las fórmulas de representación a las que recurren los pornógrafos sino que dichas representaciones promueven, en la vida real (fuera de la pantalla), lo mismo que hay en el film. Los otros discursos la conciben como “una expresión de los creadores y productores de la obra y [asumen que] forma parte del discurso a través del cual el público se comprende a sí mismo y comprende al mundo al que enfrenta (Fiss, 1996: 25). Sin embargo (y resulta

difícil aceptarlo para muchos), con o sin pornografía las desigualdades, la violencia y las formas de dominación entre los géneros habrían existido en la historia y, muy a su pesar, seguirán existiendo. Erradicar la producción, circulación y consumo de pornografía no acabaría con las tensiones existentes entre los géneros. Sin embargo, valdría la pena hacer una aclaración necesaria ya que, en contraparte “algunas feministas radicales continúan engañándose acerca del potencial revolucionario de la pornografía” (Kaplan, 1991: 181). Si asumimos que no promueve la sumisión, tampoco podríamos decir que resulta ser una forma cultural liberadora del mismo yugo que promueve el control y el poder. Es claro que “los guiones eróticos femeninos de tipo suave o vago, propuestos como antídotos para la pornografía masculina, no han logrado alterar las estructuras de dominio-sometimiento. El desdibujamiento inocente sólo sirve para oscurecer el grado de lavado de cerebro que sufrieron las mujeres y que las lleva a consentir sus esclavitudes sexuales y emocionales. De hecho, la mayoría de intentos por crear una pornografía específicamente femenina demuestran el profundo interés de la mayoría de las mujeres en perpetuar las categorías sociales de lo masculino y lo femenino que mantienen a las mujeres (y a los hombres) en un estado de sometimiento” (Kaplan, 1991: 174).

Trate de imaginar la trama de un film donde la denominada ‘objetualización’ de los cuerpos femeninos y de las mujeres quedara eliminada. ¿Cómo sería? ¿Cómo tendría que ser? Por principio de cuentas tendría que eliminarse del guion y, de toda escena, el icono de la pornografía moderna que es el cum shot1. Tendrían que invertirse las posiciones sexuales que incentivan y favorecen la ‘dominación masculina’ (los hombres arriba, las mujeres abajo). El cumshot o el bukake2 podrían ser sustituidos por fulgurantes escenas de lluvia dorada sobre un hombre de rodillas que traga gustosamente los líquidos amarillentos. Incluso, en un arrebato, para evitar cualquier viso de dominación y promoción de la violencia hacia las mujeres, podría promoverse una

Entiéndase por éste, al ‘disparo de semen’ por demás prominente (dirigido generalmente al rostro o a la boca no de las mujeres sino de las actrices). A la eyaculación masculina espectacularizada (que se vuelve visible no para los actores sino para los espectadores del film), y que tiene como objetivo ocurrir en cualquier lugar menos dentro de la vagina (su ‘depósito natural’ –se dice esto último con toda la dosis de ironía posible–). 1

Se trata de una versión del sexo en grupo donde varios hombres eyaculan, generalmente, sobre el rostro o la boca de una o varias mujeres y estas tragan, gustosamente, los líquidos seminales. No se trata de una expresión cultural de Occidente sino que, en realidad, es una herencia cultural japonesa asimilada ahora por la industria pornográfica y, dicho sea de paso, no existe una historia precisa sobre la forma en cómo surgió sino que, muy por el contrario, a su alrededor existen leyendas urbanas simpáticas como el hecho de pensar que se ejercía como un ‘castigo sexual’ que se les aplicaba a las mujeres infieles. Una variación de este subgénero del porno es el gokkun que consiste en que las participantes traguen el semen ‘ordeñado’ que, previamente, ha sido vaciado en un recipiente como un vaso, una copa o algo parecido.

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Resulta paradójico que una sociedad que apele a la transparencia, que busque la transparencia, que haya hecho de la transparencia un valor moral, termine escandalizándose con la pornografía que es, en todo caso, el icono emblemático de lo que podríamos denominar transparencia sexual.

iniciativa donde la pornografía prohibiese la participación de hombres en los filmes. Y así sucesivamente. Películas pornográficas que promovieran la igualdad entre los géneros, ¿considerarían el compromiso moral de presentar escenas donde los protagonistas, antes de tener sexo, pusieran de manifiesto que éste será de forma consensuada, mediante pequeños diálogos que sirvan como preludio a la actividad sexual?; ¿y el director cuidaría que, en ninguna de sus escenas, actor alguno quedara arriba del otro o que, en caso de que así fuese, porque el guion lo exigiera, entonces podría contabilizar los minutos de cada uno mientras está arriba del otro para garantizar la igualdad de género en posiciones sexuales dominantes? “Una pornografía femenina destinada a expresar las preferencias eróticas de la mujer, ¿podría socavar las categorías sociales abajo-arriba y sometimiento-dominio o simplemente terminaría reflejando los mismos estereotipos genéricos tan trillados?” (Kaplan, 1991: 174). Desafortunadamente, la respuesta es no. Ya se había dicho que la pornografía horroriza, entre otras cosas, por las formas que adopta el sexo en su representación (lo cual es distinto de la acción), pero también porque su literalidad (excesivamente genitalizada), no suele dejar nada a la imaginación. En ese sentido la pornografía es promesa cumplida. En cierto sentido anula la imaginación y la fantasía del espectador. Es demasiado literal y explícita. Es un ejemplo de ‘transparencia sexual’. La pornografía es una representación donde los límites entre realidad y fantasía pueden perderse fácilmente. Es decir, donde la representación puede quedar asimilada en la acción. Donde el personaje puede ser pensado como persona. Y donde la escena puede concebirse como una situación social total. Por ello es tan sencillo perderse en las maneras de analizarla y discutirla. La excitación sexual, que no está garantizada con la exposición a materiales pornográficos, es lo opuesto a la indignación (actitud cultural propia de nuestros tiempos). No es posible excitarse e indignarse al mismo tiempo. La pornografía, como industria, podría ser el fenómeno emblemático de una sociedad sobreexpuesta a sí misma que se regodea en

Círculo de poder, acrílico s/tela, 150 x 120 cm, 2005.

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en torno a la pornografía. De tal manera que la pornografía se presenta como un mal de las sociedades o como el reflejo de sociedades enfermas, incluso se le presenta como el producto de mentes enfermas. Al internet, por ejemplo, se le asocia como un espacio en donde la pornografía fluye como el agua en los ríos, lo cual es una versión muy equivocada y amarillista de lo que en realidad representa internet en el mundo contemporáneo. “La cultura contemporánea no está saturada con pornografía sino con fantasía” (Kauffman, 1998: 1).

Sin título.

la autoexhibición y que ha hecho de esta última casi un derecho personal. El derecho a ver y ser visto cuyo fundamento individual es el derecho a exhibirse, a renunciar voluntariamente a la privacidad. Tal y como lo ha señalado U. Eco (2000: 102-103): “Creo que una de las grandes tragedias de la sociedad de masas, la sociedad de la prensa, de la televisión y de internet, es la renuncia voluntaria a la privacidad. La máxima renuncia a la privacidad (y, por tanto, a la discreción, incluso al pudor), es –en el límite de lo patológico– el exhibicionismo. Ahora bien, me parece paradójico que alguien tenga que luchar por la defensa de la privacidad en una sociedad de exhibicionistas”.

En la cima del exhibicionismo sexual está, sin lugar a dudas, el denominado porno casero que, a últimas fechas, se ha convertido en un subgénero bastante rentable. Es uno de los mejores ejemplos de la cultura de la exhibición sexual. De la transparencia, pues, J. Baudrillard (1977: 27-28) sostuvo que “la seducción es siempre y en todas partes lo que se opone a la producción, la seducción retira algo del orden de lo

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visible, va a la inversa de la producción, cuya empresa es hacer de todo una evidencia, sea la de un objeto, una cifra, un concepto. Que todo se produzca, que todo se lea, que todo resulte visible, y cifra eficaz, que todo se transcriba en relaciones de fuerzas, sistemas de conceptos o energía medible, que todo sea dicho, acumulado, catalogado, enumerado: así es el sexo en la porno, y más generalmente, esa es la empresa de toda nuestra cultura, cuya ‘obscenidad’ es su condición natural: cultura de la exhibición”.

Muchas veces la única diferencia entre un film erótico y uno pornográfico es que el primero se encuentra clasificado como cine de arte y el otro se encuentra escondido en la sección especial de los video clubes. Lo cual es una forma de separar lo decente de lo indecente, de trazar una línea material y simbólica (pero siempre arbitraria), de separación entre una y otra cosa. Corrientemente, se ha insistido en tratar de legislar la producción, circulación y consumo de materiales pornográficos. Y también se ha insistido en establecer políticas de prohibición que desembocan en la censura de determinados materiales considerados como pornográficos. Algunas estrategias de censura han insistido en provocar alarma en la población

El sensacionalismo no puede concebir a la pornografía más que como algo insano. Las campañas publicitarias que se echan a andar en numerosos países del mundo invitan a los padres a alejar a sus hijos de internet, que no puede ser concebida más que como un espacio en donde hay pornografía. Algunas investigaciones han llegado a afirmar que la supervisión continua por parte de los padres, de la información a la que se encuentran expuestos sus hijos, ofrece una poderosa herramienta de control en términos del acceso a la pornografía (Kennedy: 160 1996, 575-593). No obstante, en este sentido, los padres tendrían que alejar a sus hijos de incontables situaciones y tendrían que prohibirles que tuvieran acceso a una gran cantidad de materiales audiovisuales en los cuales se encuentran programas de radio, televisión, revistas, periódicos, libros e incluso algunos cuentos infantiles. Un buen número de cartoons tienen un alto contenido erótico e incluso podrían ser considerados pornográficos. Y a pesar de que los padres tuvieran éxito en su empresa, el consumo de pornografía no se eliminaría incentivando la distancia entre la población infantil y los materiales considerados pornográficos. Los problemas no se solucionan negándolos. Se entiende por qué las políticas de prohibición más radicales terminan tratando de censurar ciertos espectáculos artísticos y de entretenimiento en la medida de que su limitado y arcaico punto de vista sólo reconoce pornografía incluso donde no la hay. Estos limitados puntos de vista desconocen que para consumir pornografía se requiere de una actitud positiva hacia ella y que la promoción de su consumo, en buena medida, forma parte de la cultura. La pornografía se consume no por cuestiones psicológicas individuales asociadas a la desviación o a las parafilias sino porque el medio social y cultural promueve el consumo de los materiales pornográficos. En una cultura donde falta el concepto o la noción de pornografía, lo pornográfico no existe. Se entiende entonces que en una cultura donde las políticas de prohibición de la pornografía coadyuvan a la difusión de la misma, es muy fácil consumirla. El consumo de la pornografía, muchas veces, se incentiva prohibiéndola. La prohibición3, generalmente, surte un efecto contrario en el

3 Sabemos que el Estado y sus ‘sensores’ son los encargados de declarar cuándo algo resulta pornográfico. El Estado y sus ‘sensores’ trazan una línea divisoria entre lo que es pornográfico y lo que no lo es. Y esto tiene que ver con los community standards y la época en que se vive. No obstante, sabemos que el comercio de pornografía, al menos en nuestro país, está a la orden del día. Es muy fácil acceder a ella, pues en cualquier puesto de periódicos y revistas uno puede encontrar una

público al cual se le prohíbe acercarse a ella. Esto lo sabemos todos: la prohibición es una adorable tentación. Para discutir el tema de la relación entre obscenidad y legislación se necesita tomar en cuenta varias cuestiones: la primera es entender que el carácter pornográfico de los objetos no está en ellos mismos sino inserto en la moral de las sociedades que separan lo obsceno de lo que no lo es; la segunda es que una discusión sobre regulación de la vida sexual de las sociedades requiere algo más que una simple discusión moral sobre el tema, es decir, una discusión más filosófica y académica; la tercera, que los significados morales (y en consecuencia los objetos considerados pornográficos) cambian con el tiempo y no aplican para todas las sociedades; la cuarta, que la prohibición de la misma es más un ‘paliativo’ o un lavado de consciencia de las sociedades y los políticos que, por un lado la sancionan, pero por otro lado la permiten en tanto que resulta ser un gran negocio; y la quinta, que, sin la distinción entre acción y expresión, es demasiado sencillo confundir hacia donde orientar las leyes que regulan la relación entre obscenidad y moralidad. Vivimos en una sociedad que sanciona el consumo de pornografía, pero, es bien sabido por todos, por otro lado lo promueve y lo permite.

Baudrillard, J. (1977): Olvidar a Foucault, Valencia, PreTextos, 2001. Eco, U. (2002): “Ciencia, tecnología y magia” en A paso de cangrejo, México, Debate, 2007, 123-131. Fiss, O. (1996): La ironía de la libertad de expresión, Barcelona, Gedisa, 1999. Kaplan, L. J. (1991): Perversions femeninas. Las tentaciones de Emma Bovary, Argentina, Paidós, 1994. Kauffman, L. (1998): Malas y perversos. Fantasías en la cultura y el arte contemporáneos, Madrid, Frónesis, 2000. Kennedy, M (1996): “Superhighway: Regulation: The Best Alternative”,

Parental

University of Louisville Journal of Family Law, 35, 3, summer, 575-593. Roudinescou, E. (2009): Nuestro lado oscuro (una historia de los perversos), Barcelona, Anagrama, 2010.

buena cantidad de materiales pornográficos. Las denominadas sex shops, en donde no sólo se pueden adquirir materiales pornográficos sino juguetes eróticos y muchas curiosidades más, han comenzado a surgir en varios puntos de la ciudad. Pareciera ser entonces que las cruzadas antipornografía parecen responder sólo a un juego político para mitigar la incomodidad y las quejas de los sectores sociales más conservadores de nuestra sociedad. Adquirir pornografía es tan sencillo como ir a comprar dulces a la tienda de la esquina. Con internet, ni siquiera es necesario salir de casa para hacerlo, pero hay que decirlo en voz alta y resaltarlo, en internet hay mucho más que pornografía.

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