Objetividad - Subjetividad periodística. Aportes a un debate inconcluso

June 15, 2017 | Autor: Alejandro Giuffrida | Categoría: Periodismo, Comunicacion, Objetividad, Medios de Comunicación
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Objetividad - Subjetividad periodística Aportes a un debate inconcluso

Por Alejandro Giuffrida

“Robespierristas, antirrobespierristas, ¡os pedimos, por piedad, que nos digáis sencillamente cómo fue Robespierre” Marc Bloch

El presente artículo intentará poner en discusión la dicotomía objetividad-subjetividad que frecuentemente encuadra los debates sobre el periodismo y sobre el oficio periodístico, a partir de una serie de herramientas: Se buscará ampliar los horizontes de esas categorías, complejizando el análisis a través de nuevas dimensiones; se recogerán voces de investigadores y académicos que se han manifestado al respecto; y se tomarán casos testigos para dar juego a esa dicotomía en relación con datos de la realidad. Actualmente, en líneas generales, al menos en América Latina existe cierto consenso en torno a la idea de que un periodismo objetivo es prácticamente un oxímoron. Básicamente, quien escribe o quien habla frente a un micrófono para transmitir un hecho de la realidad, es un sujeto en diálogo con un cuerpo social, dotado de debates y problemáticas frente a ese cuerpo social, y por lo tanto atravesado por dimensiones políticas, culturales, geográficas, etcétera, lo cual en su conjunto condiciona a la emisión de un discurso eminentemente subjetivo. Esta mirada de la profesión, que en niveles académicos o gremiales parece ser la más aceptada, no siempre es reconocida por las empresas periodísticas, sino que no son pocos los casos en que

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canales televisivos, periódicos o, incluso, periodistas se presentan como “objetivos” frente a los hechos. Y lo realzan haciendo de ello un valor superior de la profesión, en contraposición a un tipo de periodismo que resultaría tendencioso o parcial. El profundo debate político que se extendió en la Argentina a partir de la sanción de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual (o, en rigor, desde el anuncio en su potencialidad) puso en evidencia para buena parte de la sociedad que durante años la objetividad del periodismo funcionó como un escudo utilizado por algunos medios de comunicación para esconder posiciones políticas o económicas concretas o directamente intereses. Es decir, frente a determinado acontecimiento, la posición periodística adoptada no aparecía motivada por criterios de selección, intereses empresariales, miradas políticas del contexto, sino simplemente como la única posición posible. Porque la objetividad en cierto sentido propone ese juego: Si este relato es objetivo, pues entonces es el único pasible de ser presentado en esta clave, dado que subjetividades puede haber tantas como sujetos existentes, pero objetividad tiene que haber una para ser tal. Ahí es donde radica la homogeneización del discurso, incluso mucho más que en la posición dominante en términos de mercado de una empresa periodística. Aunque, claro que es necesario una posición aventajada en la disputa económica para poder hegemonizar la producción de sentido de tal forma que esa mirada represente la posición objetiva frente a los hechos, y todo el resto constituya un análisis paralelo o alternativo. Esa hegemonía del discurso, motorizada por la hegemonía económica, en la Argentina se consolidó durante el período neoliberal de las últimas décadas del siglo veinte, que coincide con el auge del periodismo objetivo como axioma extendido en la sociedad para comprender la realidad de los medios de comunicación. No casualmente las experiencias comunicativas que propusieron una agenda diferente a la de las principales empresas periodísticas se autodenominaron “alternativos”, porque el dato predominante no era siquiera que podían constituir una formación comunitaria, sino que tenían una propuesta de temas para informar diferentes a los que dominaban casi homogéneamente la agenda mediática. Es a partir de esa construcción social de sentido que este artículo intenta estudiar lo que representa la dicotomía objetividad/subjetividad y, especialmente, propone extender esa frontera de análisis a otras categorías, atravesadas por dimensiones más complejas (y más actuales).

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La discusión sobre objetividad/subjetividad parece referir a una imagen arquetípica, compuesta por un periodista solitario, en una redacción vertiginosa, metido en su discusión interna. Se muestra, así, como una dicotomía que queda encerrada en los márgenes de un artículo periodístico que lleva nombre y apellido. Y, en verdad, es un debate que necesita dotarse de una densidad aún mucho mayor, porque el armado político-económico de las empresas de comunicación hoy excede y atraviesa por mucho la singularidad de un periodista y su artículo. La tensión interna sobre subjetividades podía encajar a la perfección en Roberto Arlt, discutiendo desde su columna con un editor modélico, cuestionando la cobertura clásica de un evento deportivo o manifestando su hastío por tener que escribir aguafuertes. Pero esa imagen de un periodista que llega a una redacción con una hoja mecanografiada, dispuesto a pelear por su noticia, hoy es imaginaria, no tiene relación con una redacción real. Actualmente, una redacción parece estar más próxima a ser “un tribunal en primera instancia sin apelación”; en palabras de Horacio González1. Se trata, dice, de redacciones “ya sin humo, asépticas de santidad militante, con una definición sobre la corrupción salida de manuales escritos por quienes pueden conocerla mejor que los eventuales corruptos que combaten… y no es que no existan”. González escribe esta sentencia en su libro Historia conjetural del periodismo. Es un trabajo que emula cierta metodología historiográfica, pero que además se atreve a formular algunas observaciones sobre el oficio del periodista, a quien no le niega la capacidad de alcanzar cierta “objetividad” (en sus propias palabras); pero, con algún idealismo propio de su pensamiento, plantea que “como un acto político colectivo, de carácter intelectual y moral, debe ser elaborada una objetividad que se constituya en pacto profundo entre el acontecimiento y su capacidad de transformase en un lenguaje de conocimiento”. La propuesta es tan audaz como compleja. El ex director de la Biblioteca Nacional reconoce que el concepto actual, manoseado y “ruinoso”, de objetividad “se está cayendo en pedazos ante nuestros ojos”. Sin embargo, quizás sin lograr alcanzar un término superador, sostiene que lo que está en juego en estos momentos “es la supervivencia del oficio periodístico como tutor de una nueva objetividad”. No es el término lo más atractivo de su enunciado, sino el concepto de fondo: “No es tan cierto que al desnudarse una neutralidad fallida en la gran prensa y su ramificado sistema audiovisual, deba imperar un

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González, H. Historia Conjetural del periodismo, Colihue, Buenos Aires, 2013.

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periodismo que se atenga solamente a declarar los particularismos culturales y económicos que expresa”. Obvio, “no está mal enunciarlos”, dice González, pero en todo caso “no es posible forjar un nuevo trato entre el lenguaje comunicacional y las éticas colectivas sin restituir una nueva manera de la objetividad, más rica, autoconsciente y capaz de evidenciar sus autocríticas”. El intento de González por rescatar, pese a todo, el término objetividad se empalma de alguna manera con las visiones más liberales que estudian el asunto, no en Latinoamérica, sino en España. Posiblemente al sociólogo argentino no le agrade la comparación, y para ser justos, no hay demasiada justicia en ella, pero lo cierto es que las miradas más ortodoxas ya no se atreven a plantear que la objetividad es la característica inherente del buen periodismo o la obligación de cualquier práctica periodística de calidad; sino que en estos últimos tiempos pasaron a interpretar a la objetividad como un fin posterior al proceso de subjetivación que dotó la mirada de un sujeto. Es decir, la aplicación de un método riguroso es la que volvería a dotar a un texto periodístico de una objetividad necesaria para que el oficio continúe siendo leal. Ese es el caso por ejemplo del español Enrique Arroyas Langa2, para quien la idea de un periodismo invariablemente subjetivo en realidad es propia de un “relativismo-escepticismo epistemológico posmoderno”; posición a la que denosta. Dice Arroyas: “Es precisamente la consciencia de esta inevitable manipulación subjetiva de los hechos que se produce en el proceso periodístico lo que lleva a introducir el concepto de objetividad en el periodismo como una forma de mitigar esa deformación de lo real. Es decir, la objetividad es una reacción contra la ingenuidad de creer que se puede construir un relato realista y pretender que no hay intervención subjetiva en su construcción. La objetividad como método se asume en el periodismo como una garantía de calidad precisamente cuando es consciente de la influencia de los propios prejuicios, como una forma de desactivarlos en alguna medida o para que empañen lo menos posible nuestra observación”. “Lo objetivo, por lo tanto, es el método”, sostiene el español. Se trataría, según esta mirada, de “una serie de procedimientos, actitudes personales y principios intelectuales como la renuncia a la ficción, la transparencia de métodos y motivos, la humildad, la claridad en la expresión de opiniones, la prudencia en las interpretaciones, la consulta de fuentes variadas y equilibradas, la 2

Ver por ejemplo: Arroyas Langa, E. La objetividad y la función democrática del periodismo. https://www.academia.edu/2035998/La_objetividad_y_la_funci%C3%B3n_democr%C3%A1tica_del_periodi smo

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utilización honesta de las fuentes anónimas, el reparto equilibrado y justo de las voces que aparecen en un reportaje, la utilización de un lenguaje lo más transparente posible”. La de Arroyas es una mirada bastante extendida en España. Hay otros tantos investigadores que también giran sobre esta idea de objetividad recargada, que vendría a superar el estadio subjetivo frente a los acontecimientos. Comparte esta postura, por ejemplo, la investigadora coetánea Pilar Giménez Armentia3, para quien “la objetividad es un esfuerzo del periodista para conseguir una adecuación con la realidad”. Lo objetivo, dice, es una “cualidad de lo real”, pero además una “actitud cognitiva” del sujeto, apelando también a esta definición más próxima a lo metodológico o epistémico. Sin embargo, y tal como sucede en tantas otras áreas, la discusión en torno a la deontología periodística parece mucho más rica en América Latina que en Europa, quizás por la crudeza de sus relaciones internas, o por las disputas tan marcadas de intereses, que dejan al descubierto más velozmente otras capas del debate. Es decir; ¿acaso es posible hoy hablar de objetividad en el periodismo sin que las tensiones económicas y políticas de las cadenas de multimedios y de los medios estatales atraviesen ese término? ¿Es posible discutir la objetividad hoy con el mismo esquema con el que se discutía cuando el periodismo tenía un articulado sustancialmente diferente al actual? En el fondo: ¿es posible hablar de objetividad periodística desde las problemáticas que atraviesan únicamente al redactor de un artículo? En todo caso, es dable preguntarse si no es necesario distinguir la problematización sobre objetividad-subjetividad en dos dimensiones: la del periodista individual y la determinada por los orígenes y composiciones de las empresas de comunicación o los medios estatales. En este sentido, es indudable que el rol que determinados medios de comunicación han decidido jugar en Latinoamérica es sintomático. Es sabido que la entidad empresa como partícipe dentro del funcionamiento de los medios de comunicación masiva tiene un antecedente (al menos en la Argentina) de por lo menos 150 años. No obstante, no hay grandes puntos de coincidencia entre el proyecto político/económico/periodístico que organiza Mitre al fundar el diario La Nación en la segunda mitad del siglo XIX, con el proceso que los medios están viviendo en los últimos 40 o 50

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Giménez Armentia, P. La objetividad, un debate inacabado. Revista Comunicación y Hombre. Nº1. 2005. España.

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años a partir de los ciclos de extranjerización, de financiarización, de diversificación de mercados y de rubros económicos (mucho más allá del tradicional mercado de la comunicación). La sociedad debe preguntarse si al momento en que se diversifica la actividad de estas empresas periodísticas, ¿no se complejiza también su relación con la verdad de los hechos y con las noticias que encuentra en una realidad determinada? Es en ese sentido que el debate sobre la objetividad-subjetividad del periodista solitario obtura otras discusiones que también tienen que darse, y que también están vinculadas a la ética y deontología de la profesión, y que están jugando un papel central en muchos procesos políticos. Desde su área específica, y en asociación a las problemáticas que lo competen, esta discusión la encara perfectamente el jurista Raul Zaffaroni. En distintas apariciones se refirió al concepto de “criminología mediática”4, como un fenómeno identificable en todo Latinoamérica. El denominador común es la “creación mediática de una realidad caótica” tendiente a “desprestigiar a los gobiernos populares”5. En algún punto, su “criminología mediática” se toca conceptualmente con la idea de una redacción como un “tribunal en primera instancia sin apelación”, que había desplegado Horacio González. Zaffaroni sostiene que esta práctica hace que la política quede “presa de agencias policiales que se descontrolan y desorganizan y de la propia TV” sólo por dar respuestas y “plegarse a sus exigencias”. “Si bien pocas cosas son más irracionales que la criminología mediática, lo cierto es que las decisiones de poder se adoptan siguiendo sus incoherencias y su base de causalidad mágica”, dice el ex juez de la Corte Suprema y detalla: “Los políticos desconcertados no advierten que la criminología mediática es extorsiva y que frente a una extorsión nunca se debe ceder, porque cada vez el extorsionador exigirá más y las concesiones no harán otra cosa que fortalecer su método”. El proceso revista tal gravedad que “el riesgo de un neolombrosianismo no se halla neutralizado”, advierte Zaffaroni, quien define también la metodología del discurso periodístico: “se crea una

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Zaffaroni, E. La cuestión criminal, Fascículo 18, diario Página12, septiembre 2011. https://espectadores.files.wordpress.com/2011/09/lacuestioncriminal_f18.pdf 5 Ver además entrevista a E.Z. en diario Página/12 del 3/5/15. Fomentan la violencia letal http://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/subnotas/271885-72579-2015-05-03.html

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realidad en base a pensamiento mágico y se la disfraza de científica mediante la opinión de expertos serios”. En este caso de la criminología mediática, si aceptamos su entidad como concepto y objeto de análisis, lo cierto es que no hay margen para discutir sobre subjetividades u objetividades, porque se trataría según el jurista de un mecanismo premeditado, común a todo el continente, y con un claro objetivo desestabilizador. Es decir, ¿qué papel puede jugar la metodología de la objetividad en el proceso individual de un cronista, frente a una maquinaria ideada para horadar los sistemas democráticos nacionales? Es una advertencia severa la de Zaffaroni, a la que posiblemente le falte aún ser dotada de una mirada más estrictamente comunicacional, pero de todas formas lo que sobrevive como idea central es que, más allá de las objetividades, es posible estudiar el asunto desde la óptica de la composición concreta de las empresas periodísticas y su efecto frente a la noticia o el juego de la verdad noticiosa. En el plano internacional, hay algunos pocos antecedentes, pero válidos, que pueden y deben encuadrarse en este debate. Específicamente podría citarse el Manifiesto por un Nuevo Periodismo, firmado por 21 organizaciones de 17 países de la región latinoamericana, en La Habana en 19996. Allí se declaraba: “Sabemos (…) que no habrá deontología periodística o código de ética alguno que, en la mera formalidad de leyes y normas, puedan sobreponerse a la fuerza de la violencia simbólica con la que lucran las grandes corporaciones mediáticas”. Fue aquel manifiesto un avance sustancial respecto de la Declaración de México que unos 15 años atrás, como resultado de un proceso enmarcado por la UNESCO, había dado lugar a lo que luego se difundiría como “códigos de ética periodística”7. En esa oportunidad, a comienzos de los ochenta, la idea de objetividad dominaba la discusión: “El pueblo y los individuos tienen derecho a recibir una imagen objetiva de la realidad mediante una información precisa y global”. “El deber supremo del periodista es servir la causa del derecho a una información verídica y auténtica, mediante una dedicación honesta a la realidad objetiva y una exposición responsable de

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VIII Congreso de la Federación Latinoamericana de Periodistas (FELAP). Ver Sólo para periodistas. Comunicadores sociales. Utpba, Buenos Aires, 2004.

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los hechos en su debido contenido, destacando sus vinculaciones esenciales y sin causar distorsiones”, sostiene aquella declaración. Estrictamente en el caso de la Argentina, el entrecruzamiento del debate íntimo del periodista con la composición económica de las empresas mediáticas es clave para comprender de manera más abarcadora la discusión que se desprendió a partir de la llamada Ley de Medios, ley que por cierto jamás logró implementarse en su totalidad, dado el juego judicial que el Grupo Clarín libró desde un comienzo, con complicidad de jueces, fiscales y hasta diputados nacionales. El Grupo es el entramado comunicativo más grande del país (y uno de los más importantes de Latinoamérica). Su caso es sintomático: Comenzó siendo un proyecto político de Roberto Noble, materializado en un diario generalista, y actualmente es un holding con participaciones accionarias varias, con movimientos financieros en paraísos fiscales, actividades diversificadas, cotización en el mercado local y norteamericano, etcétera. Más allá de las particularidades y opiniones diversas sobre la política editorial del multimedio, hay dos casos recientes vinculados a Clarín que pueden ayudar comprender más detalladamente algunos de los planteos esbozados en este artículo: En primer lugar se trata de una denuncia de carácter económica, proveniente de Francia. A comienzos de 2015, la Dirección General de Finanzas Públicas francesa suministró al Gobierno argentino -a partir de la filtración de datos de la sucursal suiza del banco HSBC- información sobre unas 4.040 cuentas de personas/empresas argentinas con fondos millonarios sin declarar ante el fisco local. Ese listado, según consta en una denuncia judicial protagonizada por la AFIP, está encabezado por la firma Cablevisión, del Grupo Clarín. Para su investigación, se creó una Comisión Bicameral Investigadora de Instrumentos Bancarios y Financieros en el Congreso de la Nación8, que fue objeto noticioso, dada su actividad casi semanal, a lo largo de todo el año. En concreto, una primera pregunta que la sociedad podría plantearse es ¿cómo es posible analizar los niveles de objetividad/subjetividad de un artículo publicado en el matutino Clarín referido a la actividad de esta Comisión Bicameral de la que, a su vez, es objeto de análisis y denuncia?

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Ver Ley 27.094 sancionada el 17 de diciembre de 2014.

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La pregunta puede parecer algo naif, o inocente, pero en el fondo lo que se intenta exponer es que la extrema diversificación económica de los medios masivos de comunicación ha generado un atravesamiento múltiple de la realidad sobre sus intereses que corren el eje posible de un estudio sobre la objetividad-subjetividad en el periodismo. En este sentido, y siendo de público conocimiento la limitada cobertura sobre la actividad de esta Comisión parlamentaria que el Grupo Clarín a través de sus medios decidió brindarle, es interesante sumar la mirada de Beatriz Sarlo, difundida recientemente en un artículo periodístico. La intelectual sostiene: “Entiendo por objetividad no simplemente la verdad fáctica de lo que se afirma; también importa lo que no se dice y, sobre todo, el modo en que se dice lo que se dice. Afectan la objetividad tanto la omisión de lo que va en contra de lo que se quiere demostrar, como el escamoteo de datos que contrabalancean o equilibran los hechos que se presentan y el montaje tendencioso de lo que otros han dicho”9. El segundo de los casos asociados a la magnitud de la empresa Grupo Clarín, como caso testigo10, y sus derivaciones en el debate sobre la objetividad es una noticia de corte comercial: A comienzos de 2015 se conoció que FiberCorp (la unidad de negocios corporativos de Fibertel), una firma también del Grupo Clarín, ingresó formalmente al mercado de las cámaras de protección ciudadana, con una venta inicial a un municipio de Córdoba11, pero presumiblemente con la intención de extender la operación a otros distritos/provincias. Al margen de que la empresa pueda decir que ese material fílmico no se utiliza periodísticamente o que el acceso a esas imágenes corresponde al municipio contratante del servicio, eso no debería invalidar la obligación de analizarlo desde una óptica periodística: Se trata de una empresa de un grupo de comunicación masiva que también vende dispositivos de filmación para captar delitos callejeros. Si se cruza la advertencia sobre la criminología mediática del juez Zaffaroni, según la cual los grandes grupos mediáticos utilizan la inseguridad/seguridad como uno de los temas más recurridos a la hora de llenar sus noticieros o páginas de diario, con esta noticia del ingreso de una

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Sarlo, B. Decir o no decir. Diario Perfil: http://www.perfil.com/contenidos/2015/04/04/noticia_0016.html Es necesario insistir en que no es el objetivo de este artículo estudiar o juzgar las decisiones corporativas de un grupo de medios, sino tomar elementos concretos del mapa comunicacional de la Argentina para hacer dialogar esos datos con las categorías objetividad-subjetividad en el periodismo. 11 Ver: http://www.perfil.com/mobile/?nota=/contenidos/2015/04/11/noticia_0050.html 10

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de las principales empresas de comunicación masiva al mercado de cámaras de control ciudadano, el combo es explosivo. Los órganos regulatorios del sistema comunicacional deberían cuestionarse seriamente si es leal o razonable que un mismo grupo empresarial que a través de una de sus compañías vende cámaras de control ciudadano para combatir la inseguridad, luego informe u opine mediante otras de sus compañías sobre las políticas de seguridad o los casos policiales de un determinado conglomerado social. Nuevamente: ¿Las empresas encargadas de informar y entretener masivamente no deberían estar invalidadas, en términos de compatibilidad, para abrir su juego económico a cualquier otra actividad lucrativa que pueda interferir en sus procesos internos de objetividad y rigurosidad periodística? Como ha pasado en muchas otras ocasiones, algunos de los aportes más controversiales y a la vez influyentes en este debate de la comunicación y el periodismo no provienen específicamente de los ámbitos de la comunicación y el periodismo, sino de otras disciplinas de las ciencias sociales. Esto no desconoce la existencia de periodistas que estén dando este debate en sus entornos, pero parece difícil negar que este no es un tema que esté en discusión en los sindicatos de prensa o en las carreras universitarias de comunicación. Como sea, y aún a pesar del escaso volumen que estas discusiones tienen actualmente en los ámbitos correspondientes, es prácticamente ineludible que el mero estudio sobre la objetividad o la subjetividad de un cronista al momento de escribir su artículo es -cuanto menos- escaso y limitado. Los debates en torno al periodismo objetivo no pueden estar ajenos al proceso de concentración económica de los medios de comunicación y al rol que estos han jugado en los ciclos políticos latinoamericanos de estas últimas décadas. Eso no anula la posibilidad de analizar los niveles de subjetividad del periodismo o el compromiso ético del oficio con los sucesos narrados; al contrario, la enriquece. Ese ha sido el objetivo de este artículo: Dotar a esta discusión clásica del ámbito periodístico de otras dimensiones, habitualmente no presentes en los círculos académicos o gremiales, pero muy determinantes en la actividad concreta y diaria de los medios de comunicación masiva.

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