OBESIDAD Y PRACTICAS ALIMENTARIAS: IMPACTOS A LA SALUD DESDE UNA VISIÒN MULTIDISCIPLINARIA

September 11, 2017 | Autor: M. Cabello | Categoría: Obesity
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Descripción

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OBESIDAD Y PRÁCTICAS ALIMENTARIAS: IMPACTOS A LA SALUD DESDE UNA VISIÓN MULTIDISCIPLINARIA MARTHA LETICIA CABELLO GARZA SAGRARIO GARAY VILLEGAS Coordinadoras

UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DE NUEVO LEÓN

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Jesús Áncer Rodríguez Rector Rogelio G. Garza Rivera Secretario General Rogelio Villarreal Elizondo Secretario de Extensión y Cultura Celso José Garza Acuña Director de Publicaciones Graciela Jaime Rodríguez Directora de la Facultad de Trabajo Social y Desarrollo Humano Biblioteca Universitaria Raúl Rangel Frías Alfonso Reyes 4000 norte, Planta principal Monterrey, Nuevo León, México, C.P. 64440 Teléfono: (5281) 8329 4111 / Fax: (5281) 8329 4095 e-mail: [email protected] Página web: www.uanl.mx/publicaciones Primera edición, 2010 © Universidad Autónoma de Nuevo León © Martha Leticia Cabello Garza y Sagrario Garay Villegas ISBN: 999-999-999-999-9 Impreso en Monterrey, México Printed in Monterrey, Mexico

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PRÓLOGO*

Un enfoque multidisciplinario sobre los problemas de sobrepeso y obesidad en nuestro país

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l libro que ahora prologamos se inserta en el contexto de la política social de salud, sin embargo, si bien el marco de referencia es la política de salud, la obra se centra en uno de los más graves flagelos actuales de nuestro país, la obesidad y el sobrepeso. En este contexto y considerando que tanto la obesidad como el sobrepeso se han convertido en un problema epidemiológico serio en nuestro país, es que la obra que se prologa adquiere su verdadera dimensión e importancia. La guarda y cuidado de la salud como obligación del Estado mexicano, hoy se enfrenta a un problema mayor, la obesidad y el sobrepeso, que afecta no solo las finanzas del estado, sino también a miles de familias, quienes por ignorancia o desdén, han logrado poner al sistema de salud mexicano al borde de la quiebra. La salud es uno de los valores más preciados del ser humano, sin embargo, a lo largo del presente trabajo podremos apreciar cómo, en materia de sobrepeso y obesidad, nuestra sociedad ha

*. Prologo del Dr. Héctor A. Mendoza Cárdenas. Investigador y docente del posgrado de la Facultad de Trabajo Social de la Universidad Autónoma de Nuevo León.

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cambiado radicalmente en unas cuantas décadas, lo que ha generado la multiplicación de afecciones relacionadas con dichos fenómenos. El texto que se prologa se divide en tres grandes rubros a saber: a) Salud, nutrición y políticas alimentarias, b) Experiencias, emociones y percepciones de la obesidad y c) Riesgos epidemiológicos relacionados con la obesidad. En la primera parte encontramos tres interesantes artículos, coherentes y bien estructurados escritos por De Jesús Reyes, Martell Muñoz y Rangel Esquivel. El primero de ellos, De Jesús Reyes, nos presenta una panorámica del estado nutricio de tres estados del noreste de México, Nuevo León, Coahuila y Tamaulipas. Por sus características particulares, el estudio es de carácter comparativo y parte de los datos ofrecidos por la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición del 2006, el trabajo de este autor se centra en la prevalencia –en los estados mencionados- de fenómenos como la desnutrición, la anemia y el exceso de peso. Se destaca que en esta región del país se puede apreciar –irónicamente- por un lado problemas de desnutrición y por el otro de sobrepeso. Mención especial merece la aparición de enfermedades crónicas que no derivan de factores hereditarios sino de factores socioculturales como lo es la diabetes tipo 2. El autor, acertadamente hace notar que históricamente la obesidad como problema, se asociaba a las clases económicas superiores de la sociedad y que sin embargo, en la actualidad, este problema se ha trasladado a los sectores de menores recursos económicos de la sociedad. De lo anterior destaca que una deficiente nutrición en las primeras etapas de la vida de los seres humanos, afecta el crecimiento y desarrollo mental lo que deriva en un pobre desempeño escolar e intelectual a lo largo de la vida de las personas (Peña y Bacallao, 2000; Shamah, Villalpando y Rivera, 2007). La investigación se apoya en la información contenida la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición del 2006, misma que nos proporciona información del estado de salud de la población y la

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prevalencia de padecimientos crónicos e infecciosos, lesiones y discapacidades, incluyendo además información sobre la percepción respecto a la calidad y respuesta de los servicios de salud, así como la medición de prevalencias de desnutrición, anemia y exceso de peso. A partir de una detallada interpretación de los elementos ofrecidos por dicha encuesta, se puede apreciar que a nivel nacional se ha dado una reducción importante de la desnutrición crónica. No obstante ese dato, persiste un grave rezago en la población rural indígena de la parte sur de la región, donde se aprecian serios problemas de anemia en niños, mujeres y personas de la tercera edad, problemas de salud a los que se les agregan otros como el sobrepeso y la obesidad. El autor nos muestra cómo, México se encuentra actualmente entre los primeros lugares del mundo con estos problemas ya que comparando los datos de 1999 y de 2006, se observa un incremento a nivel nacional de 7.8 por ciento en la prevalencia de sobrepeso y de 33.3 por ciento en la prevalencia de obesidad (Rivera y Shama, 2007). Si bien México al igual que muchos otros países en el mundo, ha padecido deficiencias alimentarias a lo largo de su historia, con el tiempo y a la par del proceso de urbanización de nuestro país, los problemas de sobrepeso y obesidad se han acentuado en las grandes urbes, impactando sobre todo a grupos en edad escolar y en adultos. Esta transición epidemiológica relacionada con la obesidad y el sobrepeso, es lo que da sustento a la investigación propuesta para el Noreste del País, ya que esta región se caracteriza por ser un lugar de grandes desigualdades y además una zona en donde se tienen antecedentes -desde las primeras encuestas nacionales- en el sentido de que el sobrepeso y la obesidad son mayores, comparados con el centro y sur del País. Esta investigación demuestra que el desequilibrio nutricional derivado del sobrepeso y la obesidad, son los problemas de salud más graves que presenta la población del noreste de México. Problemas que se presentan desde edades tempranas y se agravan

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conforme aumenta la edad. Igualmente el estudio nos demuestra que si bien las diferencias entre los Estados no son muy grandes, cuando se desagrega el análisis por edad, sexo o lugar de residencia, las diferencias resultan ser más obvias. Por último el autor nos muestra cómo, si bien existe una predisposición genética al sobrepeso y a la obesidad, los hábitos alimenticios así como la interacción con el contexto, son fundamentales para entender su origen y prevalencia. En este sentido se sugiere una mayor profundización en el tema mediante diversas investigaciones ya sean cuantitativas o cualitativas, que permitan entender el fenómeno del sobrepeso y la obesidad a partir de la familia así como del contexto social y económico de los individuos. Por su parte, el segundo capítulo del libro presentado por Juan Martell destaca cómo es que la desnutrición coarta y limita las capacidades de las personas y como el consumo excesivo de alimentos se traduce en enfermedades que sin tener su origen en factores hereditarios son impactantes para la salud de los individuos. En este contexto el autor nos muestra cómo es que los problemas alimentarios de nuestro país han transitado de la desnutrición severa hacia el sobrepeso y la obesidad (González, Rivera, López y Rubio, 2008), destacando que en la década de los noventa el principal problema alimentario de México era la desnutrición, y ahora lo son tanto el sobrepeso como la obesidad. El autor nos hace ver cómo es que los datos actuales son desalentadores ya que la obesidad como problema de salud se encuentra presente en casi todos los rangos y grupos de edad. A partir de los datos ofrecidos por la Encuesta Nacional de Nutrición (INSP-1999) se destaca la dimensión del problema, y se demuestra que los problemas relacionados con la obesidad no son nuevos ya que sus orígenes se remontan al final de la década de los noventas, época en la que ya se consideraba este problema como una verdadera epidemia nacional. Igualmente gracias a los datos ofrecidos por la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición (ENSANUT) 2006, el autor hace notar que si bien existe una clara e incidencia de la obesidad y el

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sobrepeso en todos los grupos económicos, regiones y edades, su incidencia es mayor entre las mujeres. De lo anterior se advierte que los costos de esta epidemia –además de los económicos- son los problemas humanos, sociales y culturales que inciden directamente en la vida familiar y comunitaria de quienes la padecen. Lo anterior limita la participación de las personas hacia el interior de sus comunidades, restándoles posibilidades para el ejercicio de una vida plena. El autor destaca como es que adicionalmente existen otras consecuencias dañinas para la salud mental de las personas obesas como la baja autoestima, una percepción del cuerpo como algo impuro, hiperfagia y depresión (Esnaola Etxaniz, 2008; Blain, 2008; Villaseñor, Ontiveros y Cárdenas, 2006; Jiménez-Cruz y Silva-Gutiérrez, 2010). En su aspecto económico el autor nos explica que los costos derivados del sobrepeso y la obesidad en nuestra población se han incrementado de 35,429 millones de pesos en el 2000 a 67,345 millones de pesos en el 2008, estimándose que para el 2017 esta cantidad llegará a los 150,860 millones de pesos lo que nos da una clara idea del impacto en las finanzas del estado. Aunado a lo anterior, la investigación demuestra una estrecha relación entre desnutrición, obesidad y sobrepeso. En ese orden de ideas, al autor destaca la estrecha relación que existe entre desnutrición y sobrepeso, pues los niños que han nacido y crecido con desnutrición, tienden a almacenar más grasas que proteínas, lo que en el futuro les acarrea otros problemas de salud. Se hace notar que lo anterior representa un gran reto para nuestra nación, particularmente para quienes son los encargados del diseño de las políticas sociales (Sánchez, Pichardo y López, 2004). Así pues, de acuerdo con Martell, la problemática relacionada con la obesidad en nuestro país se articula con un cambio de visión y misión de las políticas sociales, así como con diversos acontecimientos de carácter social y económico. El cambio de modelo económico de nuestro país es ejemplo fiel de cómo las decisiones que se toman desde el aparato burocrático inciden directamente en las condiciones de salud de la población.

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Bajo este entorno el autor destaca la necesidad de asumir aquellas decisiones políticas necesarias para combatir este nuevo flagelo, afirma el autor que al diseñar políticas sociales, es necesario considerar la factibilidad económica de las mismas. Es decir que desde su perspectiva económica, la política social debe considerar la efectividad y la eficiencia de las mismas considerando la multifactorialidad del fenómeno, sin separar los factores culturales de los económicos. Dicho en términos claros, el autor propone priorizar la salud anteponiéndola por encima de los mercados, reducir la presencia de los alimentos no nutritivos y promover la transformación de la industria mediante apropiados estímulos fiscales. Por último se señala la necesidad de promover la investigación sociológica, antropológica, económica y psicosocial relacionada con la problemática del sobrepeso y la obesidad en México, esto en la medida en que las políticas alimentarias de México han tenido resultados no solo negativos, sino francamente regresivos, al momento de la promoción y distribución de oportunidades. En este capítulo de la primera parte del libro que se prologa, destaca cómo la alimentación y la nutrición son factores indispensables para el desarrollo de una vida plena y satisfactoria. En el tercer capítulo, Rangel Esquivel nos presenta un estudio que, apoyándose en la narrativa, interpreta las experiencias ofrecidas por un grupo de mujeres con diversos padecimientos, mediante el cual se analiza la forma en que cada una de ellas resolvió, o intentó hacerlo, su propio proceso de salud, enfermedad y atención (SEA). Para este trabajo se utilizó el análisis narrativo, análisis que logra interpretar los relatos sin separarlos de su propio contexto. La pretensión, bien lograda, es reconstruir las trayectorias de las personas entrevistadas, trayectorias que constituyen la historicidad de cada uno de los procesos de SEA que se analizan ya que como bien lo señala Labov (citado por Riessman, 1993) “todas las narrativas son historias acerca de eventos pasados específicos”. La intención del estudio es entretejer las distintas trayectorias que se imbrican dentro del proceso SEA de cada una de las mujeres

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participantes, por lo que la heterogeneidad presente en el estudio denota la complejidad con que se vivencian los padecimientos derivados de enfermedades crónico degenerativas (Tuirán, 2001; Gutiérrez y Valladares, 2006). El estudio se ubica en tres comunidades sub-urbanas del Salto Jalisco, comunidades que se caracterizan por su bajo nivel económico y social y en las que existen serios problemas de contaminación, derivado del recurrente desbordamiento de un canal de aguas negras, situación esta última, que incide de manera directa con los procesos de SEA de las mujeres objeto del estudio. La aproximación del autor es por medio de entrevistas a profundidad llevadas a cabo con cada una de las mujeres, quienes con su narrativa van enriqueciendo el estudio. Así pues, el autor a través de estos relatos da cuenta de las condiciones de precariedad en que habitan las mujeres participantes en programas sociales como oportunidades y seguro popular. Esta perspectiva, nos ofrece un esquema flexible que nos permite comprender la interacción social en personas con graves afecciones de salud Tuirán (2001). Así pues, el estudio da cuenta de cómo la mujer reconstruye su proceso de salud/enfermedad/atención a partir de los distintos contextos. Por otro lado el autor hace notar que no obstante que las personas cuenten con ciertos apoyos en materia de salud como el programa oportunidades, el hecho de vivir en una periferia metropolitana complica de manera substancial la atención médica de los individuos. Derivado de lo anterior, se aprecia cómo es que el solo hecho de vivir en las periferias, incide negativamente en el proceso de SEA. Igualmente, queda en evidencia la necesidad de las personas de adoptar diversas alternativas para atender su problemática, incluyendo entre otras, la homeopatía y la herbolaria. Cabe decir además, que este estudio es enriquecedor en la medida en que nos muestra un mosaico heterogéneo en el que sin embargo, confluyen como elementos característicos, la pobreza, la ignorancia y una franca disociación y eventual deshumanización de la política social en relación con la realidad concreta de la zona.

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En este sentido se destaca que, tanto el diseño como la implementación de la política social, en lugar de prevenir futuros problemas similares terminan por reproducir la problemática que se pretende atacar, lo que hace del proceso SEA un proceso penoso y difícil para quienes por sus propias condiciones sociales y económicas, no disponen de otra alternativa que atenderse en el sector público de salud. La segunda parte del libro se centra en las experiencias, emociones y percepciones de los individuos en relación con la obesidad. Esta parte del libro, se caracteriza por la profusión de contenidos y fuentes bibliográficas, el primer artículo relacionado con la concepción cultural de la obesidad es elaborado por tres co-autoras encabezadas por la Doctora Silvia Vázquez González,1 en él se aborda el fenómeno de la obesidad infantil como una cuestión que es mucho más que un problema de alimentación. Para tales efectos las autoras hicieron revisión de los aportes que asocian la obesidad infantil con aspectos sociales como el contexto socioeconómico y político así como el desempeño de los grupos domésticos. Las autoras constatan cómo es que en México, la obesidad infantil se encuentra asociada a múltiples factores tanto endógenos como exógenos que sumados a características somáticas, psicológicas y sociales se unen para definir el fenómeno en su totalidad. En ese orden de ideas, se subraya la importancia de identificar por una parte los agentes sociales involucrados y por otra, la dinámica de los procesos sociales vinculados a la alimentación y sus efectos, ya que ello nos permitirá entender la incidencia de la obesidad infantil por región y grupo social. El estudio demuestra que si bien hace años se pensaba que los niños con sobrepeso eran niños sanos y hermosos, la percepción actual es diferente. Esto tiene que ver por ejemplo con los informes dados por la Organización Mundial de la Salud que asegura que 1 Participan también la Doctora Martha Leticia Cabello Garza, y la Dra. Elena Montemayor Rodríguez

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en el mundo hay más de 42 millones de menores de cinco años con sobrepeso, menores con más probabilidades de convertirse en adultos obesos y de sufrir a edades más tempranas enfermedades asociadas a muertes prematuras y discapacidad (OMS, 2010). Las autoras hacen notar que tanto sobrepeso como obesidad infantil son problemas que atañen a una de las necesidades básicas, la alimentación. Sin embargo, la satisfacción de esta necesidad involucra a estructuras políticas, prácticas sociales, condiciones subjetivas, valores, normas, espacios, contextos, comportamientos y actitudes (Barquera, Tolentino y Rivera, 200;Max-Neef, Elizalde y Hopenhayn, 1985). Así pues abordar este tipo de fenómenos implica analizar el todo para poder identificar las partes; ya que el sistemismo es una de las pocas teorías que concibe a la sociedad como una estructura relacional, como un sistema concreto compuesto de individuos relacionados entre sí y con su medio natural y social (Bunge,2002). En este caso el “todo”, es decir la estructura social, está formada por acuerdos organizativos humanos en relación con la producción, el consumo, la reproducción, la experiencia y el poder, expresados mediante una comunicación significativa y codificada por la cultura (Castells, 2004). Aunado a lo anterior, se destaca el hecho de que la globalización ha dado pauta a un libre comercio mundial y ha propiciado la difusión de aspectos culturales de toda índole, lo cual amenaza las culturas nacionales, estereotipando actitudes y comportamientos (Valero, 2000). Este trabajo nos muestra además, como es que más allá de la modificación de la dieta, una de las causas principales de la obesidad es la tendencia a la disminución de la actividad física debido a la naturaleza cada vez más sedentaria de muchos trabajos, así como a los cambios en los medios de transporte y a la creciente urbanización (OMS, 2006). Es por ello que las autoras demuestran que el incremento de la obesidad, particularmente infantil, está relacionado con el sistema en su totalidad, con agentes y procesos diversos, que van desde la globalización, hasta aspectos de cultura local y hábitos familiares

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relacionados con la alimentación y el ejercicio. Queda claro que en el caso de México, la obesidad infantil no se puede relacionar únicamente con la limitación de recursos del Estado. En nuestro caso, el espectro de las enfermedades relacionadas con la abundancia, ha cobrado fuerza en los estratos de la sociedad que tiene mayor capacidad adquisitiva, sin embargo y paradójicamente estos problemas también se presentan en los estratos menos favorecidos, por lo que las autoras concluyen que el problema de los excesos en materia de alimentación y nutrición, ha rebasado con creces al de las carencias. (Kaufer – Horwitz y Garnica – Correa , 2008). Así pues, queda en evidencia que los cambios en los estilos de vida y hábitos nutricionales, producto de la globalización y sus correspondientes influencias sociales y culturales, han dado lugar a una homogenización alimenticia que carece de los valores nutricionales adecuados, lo que deriva en los alarmantes datos relacionados con la obesidad y sobrepeso de la población infantil de nuestro País. En torno al tema de la obesidad en el libro que se prologa, encontramos un interesante capítulo en el que el análisis se efectúa desde una concepción cultural del fenómeno. Las autoras de este capítulo2 centran sus esfuerzos en analizar la obesidad desde una perspectiva cultural muy particular, los hombres jóvenes. Para tales efectos utilizan un estudio descriptivo de la antropología cognitiva con 41 adolescentes estudiantes de nivel bachillerato, seleccionados por muestreo propositivo de la ciudad de Guadalajara Jalisco. El estudio demuestra que más allá de una insatisfacción física, los jóvenes manifiestan una molestia ya sea por estar gordos o bien por encontrarse en el otro extremo, es decir por poseer un cuerpo muy delgado. Queda en evidencia que para los jóvenes varones, la gordura es algo no deseable que causa además, problemas psicológicos y de salud que impactan negativamente en su propis calidad de vida. El punto de partida de las autoras de este capítulo, es que la obesidad es una enfermedad crónica y que tal y como lo ha sos2 Berenice López Coutiño, Claudia Unikel Santoncini, Teresa M. Torres López

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tenido la Organización Mundial de la Salud, la obesidad se ha convertido en una epidemia global, cuyos efectos negativos afectan tanto a países desarrollados como a aquellos que se encuentran en vías desarrollo (Gracia, 2009). Del capítulo que se prologa, queda claro que los niños, los adolescentes, los adultos y los profesionales muestran dos tipos de actitudes -ambas negativas- hacia las personas con problemas de obesidad. Por un lado se les estigmatiza y por el otro se cuestiona su falta de responsabilidad respecto de sus hábitos alimenticios. En cuanto a la estigmatización, ésta se manifiesta mediante acciones que denigran y excluyen a los obesos y en cuanto a la falta de responsabilidad respecto de sus hábitos alimenticios, se alude a la presencia de problemas en su forma de ser como pereza, glotonería o carencia de autocontrol (Martínez-Aguilar, Flores-Peña, RizoBaeza, Aguilar-Hernández, Vázquez-Galindo y Gutiérres-Sánchez, 2010; Jáuregui, López, Montaña y Morales, 2008). El estudio que se nos ofrece, encuentra su riqueza en base al modelo de consenso cultural utilizado, lo que implica la búsqueda de una noción compartida sobre las prácticas, su conceptualización y sus atributos, así como la jerarquización de creencias y las dimensiones más significativas en torno a un concepto: la gordura. A partir de lo anterior, es posible apreciar cómo, desde un punto de vista antropológico, el concepto de gordura enfatiza la estigmatización y exclusión social de los jóvenes varones obesos. Llama la atención no obstante, que en el estudio la causalidad de la obesidad aparece poco mencionada sin embargo, su origen se asocia a la presencia de los malos hábitos alimenticios y la baja autoestima como los principales predisponentes (Toro, 2004). Igualmente es revelador y sugestivo que la herencia, la dinámica familiar, la inseguridad alimentaria (Gracia, 2009) y las situaciones estresantes, resultan, para los varones objeto del estudio, insignificantes (Toro, 2004). El siguiente capítulo del libro3 nos muestra cómo es que la obesidad responde a factores socioeconómicos, culturales, genéticos, 3 Escrito por María Concepción Arrollo Rueda y Martha Leticia Cabello Garza.

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físicos y psicológicos que se traducen en serias repercusiones en la vida adulta de las personas. Se hace notar que un tercio o la mitad de los obesos adultos iniciaron su problema en etapas infantiles o juveniles, destacándose de ello que una de las consecuencias más importantes son los negativos efectos sobre la salud. Así pues, queda en evidencia que entre más temprano se inicien los problemas de obesidad, ésta tiene mayores consecuencias para la salud ya que el riesgo de muerte en su vida adulta, aumenta substancialmente respecto de aquellos que se consideran de peso normal (Judge y Jahns, 2007). Queda claro en este capítulo que la obesidad, como fenómeno social, es el resultado de una nueva forma de vida propia de los tiempos que corren, lo que incluye por ejemplo la ingesta de comida rápida y de suplementos alimentarios. Esto es lo que podríamos denominar como una “la nueva cultura de la alimentación”, y nada de esto es accidental ya que esta nueva cultura está cargada de significados (Walder, 2004). Así pues, queda en evidencia que el significado simbólico, en el caso de los alimentos, varía según el contexto cultural del que se trate y que tal significado es, necesariamente, el resultado de un complejo proceso social que para intentar comprenderlo, es necesario escudriñar en la historia de cada sociedad. (Contreras 2002) Consecuentemente, y como bien lo hacen notar las autoras, ser obeso implica construirse a partir de diversos discursos: familiares, de amistades o bien a partir de figuras cercanas; y esto es así, porque lo que se piensa y se dice de la obesidad en un contexto de relaciones, tiene un efecto directo en la identidad de las personas y en la subjetividad de sus propias emociones. En ese orden de ideas, los factores psicológicos, las emociones y las relaciones interpersonales, inciden directamente en la conducta alimentaria, volviéndose una característica adictiva en la personalidad de los individuos con obesidad (Cabello y Ávila, 2009). El capítulo que se glosa, nos permite alcanzar una mejor comprensión de la obesidad a partir de las imágenes sociales y subjetivas, imágenes que como se mencionó, construyen la identidad y aún la dimensión emocional en las personas obesas. En ese senti-

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do, se rescatan valiosos aspectos teóricos de las representaciones sociales y el construccionismo, como teorías que enfatizan tanto el componente subjetivo-emocional, como el cultural-social del fenómeno. Este enfoque, permite identificar otras dimensiones distintas a las que tradicionalmente se han utilizado por lo que en ese sentido, el hecho de que las autoras se adentren en la dimensión subjetiva y emocional de los participantes, deviene en una amena y enriquecedora lectura. En ese sentido se constata que el aprendizaje que se obtiene a partir de acercamientos cualitativos es valioso per se, por lo que tal y como atinadamente lo proponen las autoras, este tipo de enfoques debe promoverse, particularmente, en futuras investigaciones relacionadas con la obesidad. Otro de los capítulos de este libro relacionado con la concepción cultural de la obesidad es elaborado por tres co-autoras encabezadas por Cabello Garza,4 este capítulo, según nos lo hacen saber sus autoras, se deriva de una investigación más amplia sobre estilos de vida saludable, aplicada en escuelas públicas del área metropolitana de Monterrey. Se destaca cómo es que, en la formación de los hábitos alimenticios, las madres de los menores juegan un relevante papel ya que son ellas quienes representan el principal agente de cuidado y crianza de los hijos; las madres, señalan las autoras, son las modeladoras de los patrones de la dieta y ejercicio (Hirschler et al., 2006). Las autoras hacen notar cómo es que el papel de las mujeres en la preparación de alimentos no sólo implica la realización de la actividad en sí misma, atrás de dicha actividad se encuentra un complejo proceso que tiene que ver por ejemplo, con quién administra el gasto familiar, qué comida se ha de preparar, etc. Pareciera que la elaboración de los alimentos no tiene mayores complicaciones, sin embargo, queda demostrado que cuando se piensa en términos del proceso anterior, las decisiones sobre lo que se ingiere en los hogares tiene serias implicaciones sobre la 4 Participan también la Doctora Ma. Natividad Ávila Ortiz así como la Dra. Sagrario Garay Villegas

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salud física de los miembros de una familia (López-Alvarenga y otros, 2008). El estudio demuestra que frente a la obesidad y el sobrepeso, si la madre reconoce el problema de sus hijos, existe una mayor disponibilidad de implementar los cambios necesarios para revertir los hábitos alimenticios de los menores. Así pues, las autoras señalan que se podría esperar que cuando una madre reconoce el problema que supone la obesidad y conoce las consecuencias que pueda tener para la salud de sus hijos, inculcará en estos hábitos alimenticios saludables (Ortiz y Posa, 2007). No obstante lo anterior, de las entrevistas realizadas se pudo observar que si bien las madres entrevistadas aparentemente se consideran responsables de lo que su hijo ingiere en la escuela, frente a problemas de sobrepeso y obesidad un grupo considerable se justifica argumentando que en virtud de que tienen diversas actividades por las mañanas, optan por dar dinero a sus hijos para gastar en la cooperativa o tienda escolar. Las autoras, frente a estos resultados, consideran que lo que sucede es que los contenidos de las tareas del hogar se han transformado en las últimas décadas, delegando ciertos roles femeninos a terceros. Así, resulta evidente que la incorporación de las mujeres al mercado de trabajo, así como la introducción de nuevas tecnologías, ha contribuido a definir los nuevos comportamientos alimentarios (Contreras y Gracia, 2005). Es importante destacar que a través de los relatos de las madres con niños obesos, se aprecia una diaria batalla, ya que se argumenta que existen muchos alimentos que no son del agrado de los menores. Las autoras destacan que por momentos, parecería que las madres atribuyen la responsabilidad de los hábitos alimenticios a sus hijos, así como las consecuencias de su mala alimentación. En este sentido, el estudio demuestra que en ciertas ocasiones se llega al absurdo, pues las madres hacen señalamientos relacionados con la conciencia que deberían de tener sus hijos sobre los daños que les causan ciertos alimentos, excluyendo sin embargo, su propia responsabilidad al respecto.

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Las autoras llegan a la convicción de que estudios como el que proponen, con un enfoque sociocultural, permite conocer con mayor profundidad las concepciones de una población determinada (madres de niños con obesidad), y las prácticas alimenticias que derivan en la construcción de hábitos, creencias y patrones de alimentación que no siempre son saludables. Igualmente, analizar las percepciones que sobre la alimentación tienen las madres de hijos con obesidad, permite conocer cómo se desarrollan diversas posturas alimentarias, los roles y vínculos domésticos, como el placer y el gusto, o bien el rechazo o la aceptación de ciertos alimentos. Por último en este capítulo, queda en evidencia que no obstante la prevalencia creciente de la obesidad en México, su visibilidad parlamentaria es apenas incipiente y aún no ha sido posible lograr una verdadera vinculación con la agenda política y legislativa en nuestro País. La tercera parte del libro –escrita básicamente por profesionales de la enfermería- se centra en los riesgos epidemiológicos relacionados con la obesidad, uno de ellos abordado en el primer capítulo es el síndrome metabólico. Este capítulo escrito por cinco co-autores,5 se enfoca a determinar la relación entre la obesidad y la presencia de factores de riesgo del Síndrome Metabólico en adolescentes universitarios de la ciudad de Monterrey N. L. El trabajo parte de la premisa de que en México, se ha reportado que entre los adolescentes de 12 a 19 años de edad existen serios problemas de sobrepeso y obesidad, en el caso del sobrepeso este problema se encuentra en un 26% de la población antes mencionada y en cuanto a la obesidad la cifra ascienda a un 31% (Olaiz-Fernández et al., 2006). Los autores señalan que en la obesidad en adolescentes, destacan: la obesidad abdominal, la dislipidemia, la intolerancia a la glucosa y la hipertensión arterial. Hacen notar además que la coexistencia 5 Velia Margarita Cárdenas Villarreal, Bertha Mayela Dueñas García, Yolanda Flores peña, Esther Carlota Gallego Cabriales y Ricardo Cerda Flores.

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de tres o más de estos factores aumenta notablemente el riesgo de desarrollar enfermedades cardiovasculares y diabetes tipo 2 (Alberti, Zimmet & Shaw, 2006). Los resultados del estudio demuestran que la obesidad en adolescentes está alcanzando proporciones alarmantes, convirtiéndose en un problema de salud pública alarmante ya que de continuar con esta tendencia se proyecta que en 10 años más, el 90 % de la población mexicana tendrá problemas de sobrepeso y obesidad (Barquera, 2007). En consecuencia, los autores demuestran que de no mejorarse la alimentación y la nutrición de la población mexicana los efectos serán devastadores, pudiendo inclusive afectar el desarrollo mismo de la nación. Consecuentemente, de no corregir nuestros hábitos y cultura alimenticia los mexicanos corremos el riesgo de ver afectadas nuestras capacidades –inclusive- intelectivas (Puska, 2002). El último de los capítulos de este libro, perteneciente a la tercera parte del mismo está escrito por ocho6 investigadores de diferentes universidades, que abordan la percepción materna relacionándola con el peso de sus hijos y los riesgos derivados del sobrepeso y la obesidad infantil. Los autores definen la obesidad como una enfermedad crónica caracterizada por el almacenamiento en exceso de grasa en el organismo, destacando que desde 1998 la Organización Mundial de la Salud la considera una epidemia a nivel mundial que afecta tanto a la población adulta como infantil (Braguinsky, 2002). Se destaca que tanto el sobrepeso como la obesidad provocan diversos problemas de salud así como sentimientos de inferioridad, depresión e inclusive aislamiento, además de incrementar los riesgos de adquirir en la etapa adulta enfermedades crónicas tales como hipertensión y diabetes (Chueca, Azcona & Oyarzabal, 2002). El estudio demuestra que la etiología del sobrepeso está dada por la interrelación de múltiples factores, entre los que se encuentran la predisposición genética, los hábitos alimenticios y 6 Yolanda Flores Peña, Perla María Trejo Ortíz, Rosario Edith Ortíz Feliz, Hermelinda Ávila Alpirez, Josefina Gallegos Martínes, Alicia Ugarte Esquivel, Velia Margaría Cárdenas Villarreal y Ricardo Cerda Flores.

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de actividad física. Se destaca además que en la formación de estos hábitos, la madre juega un papel sumamente importante, pues es ella quien representa el principal agente de cuidado y crianza de los hijos y, por tanto, ejerce una fuerte influencia en los hábitos alimenticios y en la actividad física de su descendencia (Baughcum et al., 2000). Finalmente los autores de este capítulo concluyen que los progenitores, pero muy particularmente la madre, ejercen una notable influencia en el desarrollo de los hábitos de salud de sus hijos. Lo anterior se deriva del hecho de que respecto a la alimentación los padres actúan como proveedores, pero son al mismo tiempo modeladores conductuales que establecen patrones a seguir por los hijos. No obstante lo anterior, se demuestra que en ciertos casos las madres no perciben el sobrepeso o la obesidad de sus hijos, subestimando las consecuencias que esto representa en términos de salud. Lo anterior conlleva a que, si las madres no reconocen que su hijo tiene un problema de sobrepeso u obesidad, éstas no están dispuestas a recibir educación para la salud o implementar estrategias para prevenir y tratar dichos problemas. En fin, el libro en su totalidad, presenta una panorámica amplia del problema de la obesidad en nuestro país, los enfoques como ha quedado prologado, son múltiples y variados lo que enriquece la experiencia respecto de la lectura de la obra.

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SALUD, NUTRICIÓN

Y POLÍTCA ALIMENTARIA

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ESTADO NUTRICIO DE LA POBLACIÓN DEL NORESTE DE MÉXICO: DIAGNÓSTICO A PARTIR DE LA ENSANUT 2006

David De Jesús Reyes

U

Introducción no de los determinantes básicos de la salud lo representa el estado nutricio que guarda la persona, el cual es motor principal para el desempeño físico y mental. Si el estado nutricio de la persona presenta desequilibrios entre la ingestión de energía y el gasto energético, se puede tener como resultado desnutrición, sobrepeso o en su caso, obesidad, provocando con ello alteraciones negativas para la salud en las distintas etapas de vida o en su caso, incrementando el riesgo de morbilidad y mortalidad por enfermedades infecciosas. En los primeros años de vida, una deficiente nutrición afecta el crecimiento y desarrollo mental el cual se ve relejado en un pobre desempeño escolar e intelectual no sólo en edades escolares, sino en el transcurso de toda la vida (Peña y Bacallao, 2000; Shamah, Villalpando y Rivera, 2007). México al igual que muchos otros países en el mundo, ha padecido deficiencias alimentarias a lo largo de su historia, las cuales son determinadas por múltiples factores sociales y económicos, reflejándose en una amplia desigualdad entre los diferentes grupos de la población. Con el tiempo y a la par del proceso de urbanización por el que pasa el país, estas desigualdades se han reducido, empero las zonas rurales, los grupos indígenas y en general los

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estratos socioeconómicos más pobres del país, han quedado rezagados de este avance. No obstante hace poco tiempo, se ha visto que estas deficiencias nutricionales han impactado no sólo a zonas rurales o a grupos socioeconómicos más desfavorecidos, sino que los problemas de sobrepeso y obesidad se están acentuando en las grandes urbes, impactando sobre todo a grupos en edad escolar y a los adultos. Y es precisamente este incremento acelerado y constante en los índices de sobrepeso y obesidad, lo que hace que ello se convierta en un grave problema de salud pública, pues se ha demostrado que existe una estrecha relación entre el estado nutricio de la población y el riesgo de desarrollar enfermedades crónicas no transmisibles, tales como la diabetes mellitus, la hipertensión arterial, infartos al miocardio, dislipidemias y alteraciones osteoarticulares, entre otras más (Barquera, 2007). En México ya desde mediados del siglo anterior ha existido una larga tradición en investigación sobre nutrición, realizada sobre todo por el entonces Instituto Nacional de Nutrición (INN). Entre sus investigaciones destacan las primeras encuestas de alimentación y los estudios cartográficos y de regionalización del estado nutricio en el país. Las encuestas realizadas por el INN, en ese tiempo permitieron conocer los problemas nutricionales y sus consecuencias para la salud y el bienestar de la población, sin embargo las primeras encuestas que se realizaron fueron regionales (1967, 1974, 1979 y 1989), atendiendo zonas criticas de nutrición (INCMyN, 2003). Fue en 1988, cuando se realizó la primera Encuesta de Nutrición en México, para ese entonces ya se sabía que existían altas prevalencias de desnutrición aguda en niños como en mujeres y una alta prevalencia de desnutrición crónica específicamente en niños, poniendo en evidencia con ello, una gran inequidad en el estado nutricio entre regiones y grupos sociales. Posteriormente en el año de 1999, se realizó la segunda encuesta a nivel nacional. La Encuesta Nacional de Nutrición la cual mostró un grave aumento en la obesidad, muy por encima de otros países en el mundo y casi a la par de los Estados Unidos. Los datos de esa encuesta revelaban que el grave problema de obesidad por el que la población

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pasaba, se acentuaba sobretodo en mujeres adultas y en las zonas de residencia urbana (Shamah, Villalpando y Rivera, 2007). Tomando como antecedente estas dos encuestas de nutrición, en el año de 2006 se realizó la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición (ENSANUT 2006), la cual proporciona información del estado de salud de la población y la prevalencia de padecimientos crónicos e infecciosos, lesiones y discapacidades, incluyendo además información sobre la percepción respecto a la calidad y respuesta de los servicios de salud, así como la medición de prevalencias de desnutrición, anemia y exceso de peso. Los principales resultados de esta encuesta muestran que a nivel nacional se dio una reducción importante de la desnutrición crónica, pero sigue persistiendo un grave rezago en la población indígena en el sur rural, ya que aun se presenta anemia en niños, mujeres y en personas de la tercera edad. Aunado a ello, destaca que el sobrepeso y la obesidad siguen en aumento en todos los grupos de edad, regiones y grupos socioeconómicos, colocando a México en los primeros lugares del mundo con este problema de salud pública. Y es que comparando los datos de 1999 y de 2006, se observó un incremento a nivel nacional de 7.8 por ciento en la prevalencia de sobrepeso y de 33.3 por ciento en la prevalencia de obesidad, afectando a uno de cada tres niños y a 7 de cada 10 adultos (Rivera y Shama, 2007). El problema en el incremento de prevalencias de sobrepeso y obesidad, es que afectan directamente a la salud de la población, pues se han convertido en determinantes del desarrollo de enfermedades coronarias, de diabetes tipo 2 y de cáncer y apoplejía, las cuales se ubican entre las principales causas de mortalidad en el país. Ya algunas investigaciones (Hernández et al., 1996; Sánchez, Pichardo y López, 2004; Baptista, 2006), mencionan el incremento de padecimientos derivados del sobrepeso y la obesidad, tales como las enfermedades cardiovasculares, la hipertensión arterial y el síndrome metabólico, las cuales bien pueden ser identificadas como epidemias que avanzan a pasos agigantados. Estas transformaciones del perfil epidemiológico en México, se asocian con diversos factores, entre ellos los sociales, económicos

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y culturales en que viven y se desarrollan los individuos (Rivera y Sepúlveda, 2003). Hasta hace unas décadas, los obesos eran los ricos y la preocupación radicaba en cómo alimentar a los pobres y desnutridos, ahora la perspectiva cambia, pues en algunos casos los obesos son los pobres, pero toda la población se ve afectada, y lo que hoy preocupa entonces es cómo reducir la obesidad por las graves consecuencias que tiene en la salud del individuo. Ante esta transición en los cambios epidemiológicos y el grave problema de la obesidad y el sobrepeso, es necesario conocer los patrones del estado nutricio de la población, específicamente del Noreste de México, lugar de grandes desigualdades sociales y de donde se tienen antecedentes desde las primeras encuestas nacionales, que el sobrepeso y la obesidad son mayores comparados con el centro y sur de México. Ante ello, es necesario conocer el estado nutricio de la población y saber en base a ello, en que grupos de edad y sexo es que se presentan más problemas de desnutrición, baja talla, bajo peso o en su caso, sobrepeso y obesidad. Conocer esta información ampliaría el panorama que se tiene del desequilibrio nutrimental que se vive en el noreste del país, contribuyendo con ello, al análisis de sus problemáticas con el fin de estimular la implementación de acciones e intervenciones que logren cambios sustanciales para revertir la actual epidemia de obesidad. Ante esta situación el presente trabajo se plantea como objetivo, realizar un diagnóstico del estado nutricio de la población del Noreste de México, a partir de información que brinda la ENSANUT 2006. Metodología Para realizar el diagnóstico del estado nutricio en el Noreste de México, se utilizó la base de datos de la ENSANUT 2006.1 Cabe resaltar que esta encuesta tiene un diseño probabilístico, polietápico, estratificado y por conglomerados. Su principal riqueza 1 La base de datos generada a partir de estrato por hogar como individual. Para consultar la metodología general de la ENSANUT 2006, véase (Olaiz et al., 2006).

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es que tiene representatividad en el ámbito nacional, regional, por zona urbana-rural y de cada una de las entidades del país, proporcionando además, información para todos los grupos de edad y en ambos sexos. Sobre la base de datos ENSANUT 2006, se realizaron cálculos a nivel nacional y en los Estados de Coahuila, Nuevo León y Tamaulipas, con el fin de realizar comparaciones. La población de estudio fue dividida en cuatro grupos: Niños, divididos en lactantes y preescolares (0-4 años), así como en etapa escolar (5-11 años); Adolescentes (12-19 años); y adultos (mayores a 20 años). La metodología que utilizó la ENSANUT 2006, para evaluar el estado nutricio de la población, toma como referencia distintos parámetros internacionales, los cuales han sido propuestos por diversos organismos de salud2 y varían a partir del grupo de edad del que se hable. Ya más adelante en cada apartado se realizará la descripción de los indicadores que se utilizaron para dicho análisis, el cual implicó la realización previa de diversas pruebas estadísticas que permitieron su comparación con el ámbito nacional. Contexto socioeconómico del noreste de México El noreste de México está integrado por tres entidades de la federación: Coahuila, Nuevo León y Tamaulipas. Los tres Estados tienen diferencias sociales y económicas entre sí, las cuales se manifiestan tanto en el índice de marginación3 como en el índice de desarrollo humano,4 los cuales permiten conocer el nivel de avance 2 La Organización Mundial de la Salud (OMS), el National Center for Heath Statistics (NCHS) y el Centers for Disease Control (CDC). 3 Según el Conapo (2006:11), el índice de marginación “es una medida resumen que permite diferenciar entidades federativas según el impacto global de carencias que padece su población, como resultado de la falta de acceso a la educación, la residencia en viviendas inadecuadas, la percepción e ingreso monetarios y las relacionadas con la residencia en localidades pequeñas”. 4 Según el PNUD (2007:21), el índice de desarrollo humano “utiliza la esperanza de vida, la tasa de alfabetización, la tasa de matriculación escolar y el PIB per cápita como valores que ofrecen una medición aproximada de oportunidades esenciales de vivir una larga vida, obtener conocimientos y tener acceso a la generación de ingreso”.

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o rezago socioeconómico que presenten las entidades a partir de una serie de indicadores, tales como el ingreso económico, la falta de servicios públicos, la zona de residencia, el acceso a servicios de salud y la esperanza de vida, entre otros más. Tanto la clasificación del índice de marginación como el de desarrollo humano, posicionan a Nuevo León y Coahuila un poco a la delantera respecto a Tamaulipas, sin embargo esta diferencia es muy poca, por lo que sus niveles socioeconómicos son muy parecidos. Esto se puede observar cuando se hace un análisis de las características de la población entre estos Estados, pues las diferencias socioeconómicas entre estas entidades son muy reducidas, exceptuando algunas características específicas. Figura 1. Noreste de México

Datos del cuadro 1 (ver página 36), muestran que la distribución en porcentajes por grupo de edad es muy similar en los tres Estados. Llama la atención que en la distribución por sexo de la población, las mujeres rebasen el 50 por ciento en las tres entidades. Donde

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se pueden observar diferencias amplias en los porcentajes de los tres Estados, es en la distribución de la población por lugar de residencia, por ejemplo en Tamaulipas el 15 por ciento de su población radica en zonas rurales, la diferencia respecto a Nuevo León que es el Estado con menor porcentaje de población que reside en zonas rurales, solo es de 7 puntos porcentuales. Sin duda, los datos en los porcentajes muestran que la mayor concentración de población se da en las áreas metropolitanas de las respectivas capitales en los tres Estados. Nuevo León por ejemplo, concentra el 82 por ciento de su población en el área metropolitana de Monterrey, la diferencia respecto a los otros Estados respecto a este lugar de residencia es de casi 20 puntos porcentuales, mucho de ello tiene que ver con que Monterrey es una de las tres ciudades más grandes en el país. Respecto a la población que sabe leer o escribir, se puede observar en el cuadro 1 que los porcentajes en las tres entidades son muy parecidos, sin embargo quienes afirman saber leer y escribir, son mayores en Coahuila con 93.8 por ciento, lo que se puede traducir que 9 de cada 10 personas no son analfabetas. Respecto a los que no saben leer o escribir, el porcentaje es más alto en Tamaulipas con casi el 10 por ciento, lo cual significa que una de cada 10 personas en este Estado es analfabeta. Una situación muy parecida se da en cuanto a la escolaridad, pues los porcentajes son muy similares en las tres entidades, sin embargo Tamaulipas aventaja con 5 de cada 100 personas sin ningún tipo de escolaridad, respecto a tres de Nuevo León. En cuanto a las personas con primaria completa e incompleta, Tamaulipas nuevamente toma la delantera con 37 de cada 100 personas a comparación de Nuevo León con 19 de cada 100 personas, lo que representa casi el doble de población con primaria completa e incompleta entre estos Estados.

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Cuadro 1. Características socioeconómicas de la población en el noreste de México, 2006.

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En cuanto a educación secundaria, el cuadro 1 permite ver que Nuevo León es el único Estado que rebasa el 40 por ciento de población con este nivel de educación, a diferencia de Tamaulipas que tiene el más bajo porcentaje, con sólo el 31 por ciento de personas con secundaria. En educación preparatoria, normal o comercial los porcentajes se vuelven a emparejar en los tres Estados, sin embargo es Coahuila quien tiene mayor porcentaje de población con este grado de educación con 16 por ciento. Lo mismo sucede en educación de licenciatura, maestría o doctorado, pues aunque los porcentajes son muy cerrados, Coahuila lleva la delantera con casi un punto porcentual respecto a los demás Estados, lo que significa que casi 11 de cada 100 personas en Coahuila tienen estudios superiores o de posgrado, contra 9 personas en Tamaulipas y Nuevo León. En cuanto al acceso de servicios de salud, la población con mayor porcentaje sin derechohabiencia se ubica en el Estado de Tamaulipas, sin embargo la diferencia respecto a Coahuila y Nuevo León, no es más de 2 puntos porcentuales. De cualquier forma se

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está hablando que tres de cada diez personas en los tres Estados, no tienen acceso a ningún tipo de seguridad social. Respecto a la condición de actividad en población mayor de 12 años, la población económicamente activa (PEA), rebasa el 50 por ciento en Nuevo León y Tamaulipas, mientras que en Coahuila es de 46 por ciento. En contraparte, el porcentaje de población económicamente inactiva (PEI), es más alta en Coahuila con 53 por ciento de la población, respecto al 48.4 y 47.8 por ciento de Nuevo León y Tamaulipas respectivamente. Si se desglosa esta PEI, no hay diferencias muy grandes entre las entidades, por ello se puede decir que en este grupo de Estados del noreste, tres de cada 10 personas es estudiante y 5 se dedican al hogar, mientras que los jubilados, pensionados y discapacitados son uno de cada 10 en las tres entidades, encontrándose que el mayor porcentaje de personas que no trabajan lo tiene el Estado de Tamaulipas con casi el 17 por ciento. Un dato que se relaciona mucho con la PEA y en el cual se presentan algunas diferencias en los tres Estados, tiene que ver con el ingreso en el hogar, el cual es medido a través del número total de salarios mínimos (SM) que se perciben en el hogar por mes. En el cuadro 1 se observa que en Coahuila el porcentaje de población que recibe menos de un SM al mes, es de 17 por ciento, el cual es mayor que en el resto de los Estados. En cuanto al mayor porcentaje de población que recibe de 1 a casi dos SM y de 2 a casi tres SM, se ubica en Tamaulipas con 16 y 19 por ciento respectivamente. Estas cifras contrastan con Nuevo León que es el Estado con menor porcentaje de población con estos niveles de ingreso con 10 y 6 por ciento respectivamente. Sin embargo, en los rangos que van de 3 a casi 5 SM, de 5 a menos de 10 SM y de 10 o más SM, Nuevo León tiene los más altos porcentajes de población con estos niveles de ingreso respecto a los otros Estados. Por ejemplo, la población que recibe de 5 a menos de 10 SM es 32 por ciento en Nuevo León, comparado con el 22 por ciento de Tamaulipas. Lo mismo sucede con la población que recibe más de 10 SM al mes, pues en Nuevo León es el 16 por ciento, en comparación con Coahuila con sólo 8 por ciento.

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Sin duda este breve panorama socioeconómico, fue importante para conocer la situación que guardan estos Estados, pues ya es muy conocido que las desigualdades sociales que se dan entre ellos pueden tener un impacto importante en los hábitos alimenticios de la población, la cual es una pieza importante para poder entender con mayor detenimiento la grave desnutrición que muchos menores de 5 años viven, o en contraparte, el sobrepeso y la obesidad que se presenta con mayores prevalencias en los demás grupos de edad. Estado nutricio de la población menor de cinco años Los índices antropométricos que utiliza la ENSANUT 2006, para conocer las deficiencias de una ingesta alimentaria en la población lactante y en edad preescolar, son la talla para la edad, el peso para la edad y el peso para la talla. Aunque estos índices se encuentran relacionados entre sí, cada uno tiene su especificidad en cuanto la medición de insuficientes nutricionales. La talla para la edad por ejemplo, manifiesta el crecimiento lineal alcanzado a determinada edad, su deficiencia es el resultado de insuficiencias en la salud o en la nutrición (OMS, 1995). Por ello es que la baja talla (baja longitud o estatura) es utilizada como el indicador que mide los efectos negativos acumulados de la desnutrición crónica o desmedro (mala alimentación). En este índice se clasifica con baja talla a aquellos niños que tienen una talla esperada para a la edad (según índices internacionales), por debajo de -2 desviaciones estándar (ZTE
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