Nuevos estudios sobre las sociedades precerámicas de Chiapas

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Descripción

Colección

arqueología

Perspectivas de los estudios de prehistoria en México

Los textos aquí editados surgieron como parte de un Simposio que se organizó con dos intenciones, por un lado ofrecer una panorámica global sobre lo que se ha hecho en las últimas décadas sobre el tema de Prehistoria en México. La segunda, y no menos importante, era ofrecer un homenaje al amigo, profesor, colega y sobre todo al académico: “El Inge” Joaquín García Bárcena, que además era profundo conocedor y referencia clave en este tema. Si bien se recogen textos con rigor académico, tampoco quisimos dejar de lado los acercamientos o aquellas partes de los textos que daban un tinte más personal, que dialogan con el homenajeado, porque así fue el Simposio, un diálogo continuo y amistoso entre todos los presentes. En el libro se registran nuevas localidades y el reestudio de otras que nos dan nuevos datos sobre los pobladores tempranos y los paleoambientes asociados, a ello se añade la aplicación de nuevas técnicas y enfoques: como las de ADN antiguo, los isotopos estables, las dataciones radiométricas y los estudios de fauna, que al combinarse con las, no menos efectivas, practicas arqueológicas tradicionales, integran una perspectiva interdisciplinaria que ofrece mayores potenciales de explicación científica a estos procesos. Este libro, y una serie de eventos recientes, muestran que la Prehistoria, como una de las tradiciones académicas más antiguas de la antropología mexicana, sigue vigente, se mantiene viva y actual.

Eduardo Corona Martínez y Joaquín Arroyo Cabrales • Coordinadores

SERIE Logos

Perspectivas de los estudios de prehistoria en México

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Código

Eduardo Corona Martínez Joaquín Arroyo Cabrales Coordinadores

Perspectivas de los estudios de prehistoria en México Un homenaje a la trayectoria del ingeniero Joaquín García-Bárcena •

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Colección Arqueología • serie logos

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Perspectivas de los estudios de prehistoria en México Un homenaje a la trayectoria del ingeniero Joaquín García-Bárcena •

Eduardo Corona Martínez y Joaquín Arroyo Cabrales Coordinadores

INSTITUTO NACIONAL DE ANTROPOLOGÍA E HISTORIA

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Corona Martínez, Eduardo Perspectivas de los estudios de prehistoria en México : un homenaje a la trayectoria del ingeniero Joaquín García-Bárcena / coordinadores Eduardo Corona Martínez y Joaquín Arroyo Cabrales. – México : Instituto Nacional de Antropología e Historia, 2014. 224 p. : fotos, graficas, mapas, il. ; 23 x 16.5 cm. – (Colección Arqueología. Serie Logos)

ISBN: 978-607-484-482-5

1. Prehistoria – Alocuciones, ensayos, conferencias – México. 2. García-Bárcena, Joaquín, 1935-2010. – Homenajes. 3. Arqueólogos mexicanos – Homenajes. I. Corona Martínez, Eduardo, coord. II. Arroyo Cabrales, Joaquín, coord. III. Serie.

LC: GN722 / M6 / P47

Primera edición: 2014 Diseño de portada: Jorge García Patiño D.R. © Instituto Nacional de Antropología e Historia Córdoba 45, Col. Roma, C.P. 06700, México, D.F. [email protected] ISBN: 978-607-484-482-5 Todos los derechos reservados. Queda prohibida la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático, la fotocopia o la grabación, sin la previa autorización por escrito de los titulares de los derechos de esta edición. Impreso y hecho en México.

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Índice •

Agradecimientos 9 Un pequeño homenaje. A modo de prólogo Eduardo Corona Martínez y Joaquín Arroyo Cabrales 11 Buscando al ingeniero. Intento de semblanza del ingeniero y arqueólogo Joaquín García-Bárcena González Luis Alberto López Wario 17 Los sitios precerámicos de Chiapas: 1974-1984 Diana Santamaría Estévez

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La cadena operativa y la industria lítica arqueológica Lorena Mirambell

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Un modelo de observación del ritual mortuorio entre los cazadores-recolectores del desierto del norte de México y la aplicación del concepto rito de paso Leticia González Arratia 79 Poblamiento de la península de Baja California Harumi Fujita y Antonio Porcayo Michelini

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La prehistoria en Oaxaca: avances recientes Marcus Winter

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Nuevos estudios sobre las sociedades precerámicas de Chiapas Guillermo Acosta Ochoa 143

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Primeras evidencias humanas en la cuenca de México José Concepción Jiménez López, Gloria Martínez Sosa y Rocío Hernández Flores

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El futuro de la arqueobotánica en México Fernando Sánchez Martínez, Ma. Susana Xelhuantzi López y José Luis Alvarado

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Algunas consideraciones sobre las relaciones entre el hombre y la fauna en los estudios de prehistoria en México Eduardo Corona Matínez

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Agradecimientos •

A los amigos y colegas del Laboratorio de Arqueozoología que nos apoyaron de diversas formas para la realización del homenaje en diciembre­del 2008, como parte de las actividades del Seminario Relaciones Hombre-Fauna: María Teresa Olivera, Diana Santamaría, Norma Valentín, Aurelio Ocaña, Felisa Aguilar y Guadalupe Sánchez Miranda, en aquel momento subdirectora de Laboratorios y Apoyo Académico. A la profesora Lorena Mirambell, por colaborar también en el evento mediante la Cátedra José Luis Lorenzo, que

Reunión en homenaje al ingeniero, García-Bárcena (al centro), diciembre de 2008. De izquierda a derecha, fila trasera: José Concepción Jiménez, Óscar J. Polaco, Ana Fabiola Guzmán, Virginia Matus, Susana Xelhuantzi López, Guillermo Acosta, Guadalupe Sánchez, Marcus Winter, Aurelio Ocaña, Luis Alberto López Wario y Eduardo Corona Martínez; fila delantera: Miriam Espino, Joaquín Arroyo, el “inge”, Luis Espinoza y Susana Xelhuantzi. 9

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Agradecimientos

ella dirige. El arqueólogo Luis Alberto López Wario también fue un im­por­tan­te cómplice en este trabajo, además de que generosamente com­par­tió el archivo fotográfico que se integra en este volumen. También manifestamos nuestro reconocimiento total a la colaboración del profesor Óscar J. Polaco (1952-2009), de quien sentimos todavía ecos de su ausencia y lamentamos no compartir este trabajo, y muchos más, con él. Post-Scriptum El 26 de septiembre del 2010 murió el ingeniero Joaquín García-Bárcena. Dejó atrás una huella de 41 años de investigador del inah y una labor editorial cercana a las 100 publicaciones de su autoría. El 2 de diciembre del mismo año (figura 1), gracias a la convocatoria de Salvador Guilliem, coordinador nacional de Arqueología, de Lorena Mirambell, Rosalba Nieto Calleja y Luis Alberto López Wario, entre otros, nos reunimos nuevamente para celebrar y recordar al ingeniero, cerrando así un ciclo… y continuar el siguiente.

Figura 1. Cartel del homenaje efectuado en diciembre de 2010. 10

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Guillermo Acosta Ochoa*

Los pioneros de la “prehistoria” de Chiapas Las diversas sociedades precolombinas que habitaron el actual territorio chiapaneco lo hacen, posiblemente, uno de los más investigados en la arqueología mexicana. Aunque su importancia es reconocida para el desarrollo de las primeras sociedades aldeanas en la América Media (Clark y Blake, 2000), se conoce poco sobre las sociedades precedentes, las cuales, sin duda, debieron tener un papel preponderante en la formación de los desarrollos subsecuentes, llámense olmecas, zoques, mayas o chiapanecas. Con autores como Philip Drucker (1948) se dio inicio a este tipo de estudios, con el recorrido y la excavación de sitios concheros de la costa de Chiapas, los cuales dieron cuenta de las primeras ocupaciones precerámicas en el estado. A estos trabajos les siguieron los de Lorenzo (1955) y Voorhies (1976), interesados en el llamado “Arcaico” y el desarrollo de las primeras comunidades sedentarias. El estudio pionero de Richard MacNeish (MacNeish y Peterson, 1962) inicia con base en las investigaciones de Frederick Peterson, de la Fundación Arqueológica Nuevo Mundo, quien localizó niveles precerámicos en sus excavaciones para ubicar la cerámica más temprana en Santa Marta. En esta época, el interés de MacNeish era localizar restos de los primeros cultivos mesoamericanos (MacNeish, 1961). No obstante, MacNeish no le dio mayor importancia a Santa * Instituto de Investigaciones Antropológicas, unam.

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Marta para este tema, pues consideró que el periodo de su interés estaba poco representado en el sitio. Es, sin embargo, con el inicio de los estudios del extinto Departamento de Prehistoria del inah, y en particular los trabajos encabezados por Joaquín García-Bárcena, que se inicia un periodo intenso de investigación en distintas regiones de Chiapas, de las cuales sólo mencionaré una síntesis por cuestión de espacio. En 1978 inició el Proyecto Altos de Chiapas, centrado en las áreas de Teopisca-Aguacatenango y el valle de San Cristóbal. En las terrazas lacustres de Aguacatenango se localizaron diversos materiales líticos, incluidas puntas Lerma, Abasolo y Garyto (Guevara, 1981; García-Bárcena, 1982). En Teopisca se localizaron 13 sitios con ocu­ pa­cio­nes sin cerámica, cinco de ellos anteriores a 5000 a. P., y se excavaron dos (Teopisca I y X), y aunque los resultados no han sido publicados in extenso, diversas tesis de grado se realizaron como re­ sul­ta­do de las investigaciones (García-Bárcena y Santamaría, 1982: 152-154). En el valle de San Cristóbal fueron localizados 25 sitios arqueológicos, la mayor parte de ellos concentraciones de lítica y cerámica. Entre 1978 y 1979 se excavó la cueva 1 de Corral de Piedra, pero las ocupaciones abarcaban sólo periodos cerámicos. Fogótico, un sitio abierto localizado en las terrazas fluviales del río del mismo nombre, es el sitio con mejor secuencia estudiada en San Cristóbal y comprende diversos periodos de ocupación, el más temprano de ellos anterior­ a 8000 a. P. (García-Bárcena y Santamaría, 1982: 160-163). Fue, sin embargo, en el área de Ocozocoautla donde se llevaron a cabo las excavaciones de los estudios más conocidos, entre 1974 y 1977 (Gar­cía-Bárcena y Santamaría, 1982; Santamaría y García-Bárcena, 1984a, 1984b, 1989), principalmente en las cuevas de Santa Marta y Los Grifos. Estas investigaciones tuvieron como finalidad ubicar sitios prehistóricos y ocupaciones anteriores a las investigadas por Mac­Neish y Peterson en Santa Marta y conocer las características tec­no­ló­gi­cas y económicas de las poblaciones precerámicas del área (García-Bárcena y Santamaría, 1982: 7). En este proceso se excavaron tres sitios, uno de ellos abierto (sa-1) y dos cuevas: Santa Marta 144

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y Los Grifos. Ambas cuevas se hallan prácticamente adyacentes, separadas por una corriente sobre la base del acantilado que forma la meseta de Ocuilapa. El sitio sa-1 proporcionó información escasa sobre la ocupación precerámica de la región, sin embargo, tanto Santa Marta como Los Grifos proporcionaron evidencias relevantes en el estudio de las sociedades recolectoras a finales del Pleistoceno. La cueva de Santa Marta fue excavada entre 1974-1976, con el fin de incrementar los datos y localizar ocupaciones anteriores a las identificadas con los trabajos de MacNeish y Peterson (García-Bárcena et al., 1979). Allí se excavaron un total de 58 m2 en tres unidades de excavación (Pozo A-11, Cala A/B y Cala HH/KK), identificando 21 estratos con 11 fases u ocupaciones importantes, desde el 9330 ± 290 a. P. y hasta el periodo colonial (García-Bárcena y Santamaría, 1982: 38-40). En la Cueva de Los Grifos fue excavada entre 1976 y 1977 un área de 22 m2. Las ocupaciones identificadas formaron dos series, separadas por una discordancia erosional de varios milenios. Las ocupaciones­ más tardías fueron fechadas para el Clásico medio y el Posclásico, mien­tras que las ocupaciones más tempranas aparecen en diez uni­ dades estratigráficas (14 a 23) con fechas de radiocarbono entre 8930 ± 150 y 9540 ± 150 a. P. (Santamaría y García-Bárcena, 1984a: 7-20; García-Bárcena y Santamaría, 1982: 15-17. Los modelos de poblamiento y las alternativas de investigación

El presente ensayo intentará retomar algunas de las ideas originales del ingeniero García-Bárcena, y las evaluará a la luz de nuestras pro­pias investigaciones, las cuales, más que negar las conclusiones a las que llegó el ingeniero García-Bárcena y su equipo de trabajo, las com­ple­men­tan. En tanto, algunas de sus propuestas iniciales han servido como hipótesis guía que nos han permitido plantear alternativas explicativas a la estructura económica de los primeros pobladores del sureste mexicano, y hacen revalorar el trabajo de uno de los pioneros de la prehistoria de Chiapas. Estas dos ideas originales son: a) la vinculación de las puntas­acanaladas del sur de México con aquellas 145

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localizadas en América Central y Sudamérica, lo que indica dos probables procedencias, y b) la posibilidad de que una población basada en materiales expeditivos­y una subsistencia de amplio espectro coexista para la transición Pleis­to­ce­no-Holoceno en Chiapas, junto a los típicos cazadores de puntas acanaladas. Para ello, tendré que exponer, con base en nuestras investigaciones, las alternativas explicativas para los anteriores fenómenos, lo que me permitirá esbozar un modelo mejor definido para el poblamiento de las regiones tropicales de la América Media. Si comparamos los intereses que guiaban las investigaciones sobre las sociedades precerámicas hace treinta años, en realidad podemos ver que la agenda ha cambiado poco en una gran parte de los colegas interesados en la “Etapa Lítica”. Los temas centrales siguen siendo el po­bla­mien­to inicial y el “origen” de la agricultura, lo cual se comprende, pues son momentos coyunturales del desarrollo histórico en el Nuevo Mundo. No obstante, las metodologías específicas tampoco parecen haber cambiado mucho a pesar de los avances técnicos de nuestra disciplina en las últimas tres décadas, pero particularmente se han observado escasas contribuciones a nivel teórico a pesar del amplio desarrollo de la teoría sobre cazadores-recolectores (Bettinger, 1987; Panter-Brick et al., 2001; Bate y Terrazas, 2006). Una precisión conceptual debe señalarse: estoy de acuerdo con Felipe Bate y Alejandro Terrazas (2006) cuando mencionan que el término Prehistoria es prehistórico en sí mismo, y su uso es más del orden utilitario que con algún significado teórico preciso. En el texto se usa el entrecomillado para denotar este carácter utilitario, refiriendo de manera general a las sociedades con ausencia de cerámica (“precerámicas”) anteriores al 1800 años a. P. En el cuadro 1 se presenta un cuadro comparativo que intenta exponer las diferentes alternativas del estudio de la “prehistoria” en nuestro país, aunque esto podría hacerse extensivo hacia otros periodos y a nuestros vecinos al norte y sur del continente. La columna izquierda del cuadro 1 expone la manera “tradicional” en que se ha abordado el estudio de las sociedades precerámicas, mientras que la derecha muestra las alternativas metodológicas, las cuales son, más 146

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Nuevos estudios sobre las sociedades precerámicas de Chiapas Cuadro 1 ALTERNATIVAS A LOS ESTUDIOS DE CAZADORES-RECOLECTORES Estudios de sitio

Estudios regionales, con el fin de evaluar la variabilidad de sitios y componentes de las ocupaciones precerámicas de un área.

Excavaciones intensivas (calas, pozos)

Excavaciones extensivas mediante el análisis detallado de áreas de actividad.

Estudio de restos macrobotánicos (cribado o flotación)

Recuperación sistemática de microfósiles, con el fin de complementar la escasa conservación de los restos macrobotánicos en las regiones tropicales (polen, almidón, fitolitos, antracología).

Tipología morfológica, análisis de huellas de uso

Tipología basada en aspectos tecnológicos. Análisis de residuos de las áreas funcionales.

Fechamiento relativo, 14C estándar

Fechamiento 14C-ams, paleomagnetismo.

Una teorización más clara y menos implícita en la reconstrucción de la economía, organización social.

que opciones, estudios complementarios necesarios para evaluar la dificultad a nivel temporal y de escala que presentan los sitios de más de 4 000 años de antigüedad. Debe destacarse que los trabajos de “prehistoria” o de sociedades de cazadores-recolectores, en particular las del centro y norte del país, siguen teniendo un marcado énfasis en la tipología lítica, pero menor en la definición cronométrica de estos materiales. Este interés cen­tra­ do más en el objeto y menos en el contexto parece favorecer poco al desarrollo de nuevos modelos y propuestas de desarrollo regio­nal, limitándose en muchas ocasiones a ubicar en grandes cajones clasifi­ca­ to­rios ya preestablecidos la secuencia de un sitio o una región. Ante esto, pareciera que la arqueología de cazadores-recolectores en Mé­xi­ co es ignorante del desarrollo no sólo teórico, sino también metodológico que se ha observado para el Viejo Mundo, aun con el auge en México de los laboratorios institucionales. Dado que el buen juez empieza por su propia casa, en el presente en­sa­yo intentaré exponer de manera breve y concisa la aplicación de algunas alternativas metodológicas y explicativas que nuestro proyecto de investigación ha llevado a cabo en la Depresión Central de Chia­pas. 147

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Nuestro estudio regional, ubicado el noroeste de la Depresión Central de Chiapas, incluyó una temporada para registro sistemático de sitios durante la temporada 2004 (Acosta, 2005; Acosta y Bate, 2006). Los resultados indicaron una amplia presencia de cavidades naturales con materiales arqueológicos que incluían cuevas con depósitos masivos de cerámica, pintura rupestre y abrigos y cuevas secas con posibilidad de ocupación precerámica, además de talleres y yacimientos líticos en superficie (Acosta y Méndez, 2006; Acosta, 2007; Acosta 2008, II). La presencia de dos yacimientos de pedernal en el área, a menos de 2 km de Santa Marta y Los Grifos, indica que esta zona fue atractiva para los cazadores del Pleistoceno por los recursos minerales, así como por una amplia riqueza vegetal y faunística asociada con un diverso mosaico biológico presente hace 10 000 años, que es una época más fresca y húmeda que la actual. Entre 2005 y 2008 nuestro proyecto de investigación ha excavado de manera sistemática tres abrigos o cuevas con ocupación precerámica; dos de ellas ya estudiadas previamente, como Santa Marta y Los Grifos (MacNeish y Peterson, 1962; García-Bárcena et al., 1979; Gar­ cía-Bárcena y Santamaría, 1982, 1984; Santamaría y García-Bárce­na, 1984a, 1984b y 1989). Una tercera, La Encañada, sólo fue sondeada de manera inicial y los resultados indicaron tres ocupaciones precerámicas, la más temprana posiblemente asociada con la transición Pleistoceno-Holoceno de acuerdo con los resultados sedimentarios y palinológicos, así como materiales líticos que se asemejan a los de Los Grifos (Acosta, 2008, I: 112-116). Empero, aún se está a la espera de los resultados de radiocarbono de La Encañada para definir mejor su posición cronológica. De las dos restantes, nuestras excavaciones intentan recuperar datos no reportados previamente, como nuevos fechamientos de las ocupaciones iniciales y, en particular, datos paleoetnobotánicos y arqueozoológicos que permitan complementar la información lítica disponible para el periodo de la transición Pleistoceno-Holoceno. Es en estos dos sitios que centraremos nuestra atención para evaluar los modelos sobre colonización y estrategias de subsistencia para este periodo. 148

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Cuevas

Los Grifos



Santa Marta

Sistema en coordenadas utm Datum: Nad 1927.

0 125 250 500 metros

Digitalización: G. Acosta y E. Méndez

Figura 1. Ortofoto y curvas de nivel del sur de la meseta de Ocuilapa, donde se localizan Santa Marta y Los Grifos.

Santa Marta y Los Grifos: sitios ejemplares en el estudio de los primeros pobladores

Chiapas En este momento, los sitios de Santa Marta y Los Grifos no son sólo los más famosos de la “prehistoria” de Chiapas, sino también los mejor investigados. La cercanía entre ambos sitios, localizados sobre la base del acantilado que forma la meseta de Ocuilapa, a escasos 150 m de distancia entre sí, aunado a que ambos presentan una ocupación des­de al menos inicios del Holoceno, los convierten en un caso par­ ticu­lar para comparar materiales y fechas de este periodo (figura 1). de

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Uno de nuestros intereses particulares al reexcavar estos sitios era obtener datos sobre la paleosubsistencia de los primeros pobladores en la región. También era un objetivo del proyecto evaluar la varia­ bi­li­dad cultural presente hacia fines del Pleistoceno, pues cabía la posibilidad de que ambos sitios hubiesen sido ocupados por dos grupos no sólo con una estrategia distinta de subsistencia, sino también con ma­te­ria­les culturales diferenciados entre sí: puntas acanaladas para las ocupaciones iniciales de Los Grifos y materiales poco especializados­y con piedras de molienda para la fase inicial de Santa Marta (Acosta, 2005). Esta posibilidad, no obstante, ya había sido advertida por Joa­ quín García-Bárcena, quien sugiere la posibilidad de distinguir dos po­si­bles poblaciones conforme a sus características tecno-económicas: Sólo futuros estudios permitirán aclarar si las diferencias entre las poblaciones representadas en la fase I de Santa Marta, y aquellas que entre su instrumental tenían puntas de proyectil del grupo Clovis y/o “colas de pescado” se reducen únicamente a la tecnología de manufactura de ciertos artefactos, o si para estas fechas tenemos grupos humanos más o menos especializados en la caza, y otros con economía mixta de caza-recolección, que comienzan ya a emplear instrumentos de molienda (García-Bárcena, 1982: 71).

Esta misma posibilidad fue el motivo central para orientar las excavaciones en Santa Marta en la búsqueda de datos que permitieran eva­luar aspectos como paleoetnobotánica (polen, granos de almidón, macrorrestos), arqueozoológica, áreas de actividad (análisis químicos­ y distribución espacial de artefactos), análisis tecnológico y de huellas­ de uso de los artefactos, entre otros (Acosta, 2008; Acosta et al., 2008; Eudave, 2008; Pérez, 2009). Un aspecto interesante de los nuevos estudios eran las fechas asociadas a las ocupaciones tempranas en el sitio, en particular las de las capas XVI y XVII. Éstas ubicaron claramente a Santa Marta entre los sitios del Pleistoceno tardío del Nuevo Mundo. Con la finalidad de comparar nuestros resultados con los fechamientos previos, hemos realizado la calibración de las fechas de Santa Marta junto con los fechamientos de McNeish y Peterson (1962), Santamaría y García-Bárcena (1989) y Acosta (2008), además de seis nuevos fechamientos por espectrometría de aceleración 150

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de masas (ams, por sus siglas en inglés), inéditos hasta el presente ensayo. La tabla 2 resume los resultados de la calibración, donde saltan a la vista algunas conclusiones preliminares. La primera: que Santa Marta es, hasta el momento, el sitio con la mejor secuencia cronométrica pa­ra el sureste de México, ya que abarca desde el doceavo milenio an­tes del presente en fechas calibradas hasta el siglo xix. Otro rasgo a des­ta­car es la necesidad de calibrar las fechas y que éstas sean procesadas sobre muestras singulares, preferentemente semillas o empleando ams, con la finalidad de que el nivel de error (sigma) disminuya y se ubique en un rango menor a ± 100 años. Esto es importante para fechas cercanas a la transición Pleistoceno-Holoceno (ca. 10 000 a. P.) pues éste es un periodo de gran variación en el carbono atmosféri­co disponible, lo cual puede hacer que dos fechas separadas por 400 años (10 050 y 10 440 a. P.) tengan en realidad un promedio de casi 800 años de diferencia. Es por ello que al hacer la calibración de aque­llas fechas anteriores a nuestro estudio, con sigmas de entre 300 y 400 años, se facilita la comparación con los fechamientos actuales, con sig­mas de 50 a 90 años, y con ello se define mejor una secuencia, pa­ra acotar los mínimos y los máximos de los periodos de ocupación (figura 2). Otro punto a destacar es que cuatro de las fechas obtenidas por nuestro estudio anteceden a las fechas más tempranas para Los Grifos en al menos un milenio. Este aspecto es importante, pues anteriormente se consideraban ambos sitios prácticamente contemporáneos, y se destacaba la presencia de dos puntas acanaladas (Clovis y “cola de pescado”), las cuales son consideradas aún, por algunos autores, los materiales característicos de los primeros colonizadores de la zona centroamericana (Morrow y Morrow, 1999; Ranere y Cooke, 1991; Ranere, 2006). En cambio, los materiales líticos de Santa Marta destacan por ser expeditivos, esencialmente lascas con retoque marginal o bien empleadas como filo vivo, siendo los materiales más diagnósticos raspadores cóncavos (spokeshave) y otros empleados predominantemente para el trabajo de fibras vegetales, como sugiere el estudio de las huellas de uso y micro residuos (Pérez, 2009). 151

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Guillermo Acosta Ochoa Beta-233470 AMS 10460±50BP UNAM-07-22 10055±90BP Beta-233476 AMS 9950±60BP Beta-233475 AMS 9800±50BP I-9260 9330±290BP I-9259 9280±290BP I-8955 8785±425BP Beta-233470 AMS 8740±50BP M-980 8730±400BP UNAM-07-24 7875±175BP Beta-233473 AMS 7710±50BP UNAM-07-26 7530±70BP M-979 7320±300BP UNAM-07-25 6925±70BP I-8954 6910±31BP UNAM-07-27 6800±97BP I-8618 6360±160BP I-8953 6325±125BP I-8620 6310±130BP UNAM-07-28 5740±65BP M-978 3270±300BP I-8619 1950±100BP M-977 1870±200BP UNAM-07-29 1100±70BP Beta-233472 AMS 110±40BP

15 000CalBP

10 000CalBP

5 000CalBP

0CalBP

Fecha calibrada Datos atmosféricos de Reimer et al. (2004); OxCal v3.10 Bronk Ramsey (2005); cub r:5 sd:12 prob usp[chron].

Figura 2. Fechas calibradas para Santa Marta (MacNeish y Peterson, 1962; GarcíaBárcena y Santamaría, 1989; Acosta, 2008, y Acosta, presente estudio).

Por otro lado, entre los materiales de Los Grifos se localizan instrumentos típicamente asociados con puntas acanaladas en otros sitios centroamericanos como raspadores aquillados (o “parabólicos”), raspadores con espuelas laterales, buriles y láminas con dorso rebajado. Un solo artefacto de este tipo, un fragmento de raspador “parabólico”, se localiza en el nivel con fecha 9 800 a. P. (no calibrada) en Santa Marta, mientras que en los niveles anteriores (ca. 9 800-10 500 a. P.) este tipo de materiales está ausente, lo cual parece confirmar el arribo 152

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a la zona de grupos (o tecnologías) asociados a cazadores de puntas acanaladas hacia el límite del Pleistoceno, cuando ya existían grupos en el área. Estas fechas, en todo caso, parecen estar de acuerdo con las obtenidas para otros sitios con puntas acanaladas, desde el sureste de México hasta el Inga, en Ecuador, y parecen concentrarse hacia inicios del Holoceno (figura 3). Los sitios con fechas anteriores al 10 000, como Piedra del Coyote y Los Tapiales, presentan muchos problemas, ya sea con las fechas mismas o con la procedencia estratigráfica de los materiales. En el caso del primero, los materiales no son diagnósticos y con sigmas muy amplios, y para Los Tapiales no se especifica la procedencia de la base de punta acanalada que localizan los autores (Gruhn, Bryan y Nance, 1977), aunque asumen que la fecha 10 710±170 puede ser la correcta, no obstante que el sitio tenga otras tres fechas claramente asociadas con el Holoceno temprano. Algo para destacarse es que las puntas acanaladas desde el sur de Mé­xi­co hasta el norte de Sudamérica presentan rasgos particulares si son comparadas con las más típicas Clovis de Norteamérica o cola de pescado del cono sur. Las puntas Clovis de las regiones tropicales de América se distinguen notablemente de aquellas de regiones más tem­ pla­das hacia el norte, presentando dimensiones generalmente reducidas y ligeras concavidades laterales (Bray, 1978; Snarskis, 1979; San­ ta­maría y García-Bárcena, 1989) y han sido recuperadas en sitios de Centroamérica como Belice (Kelly, 1982; Lohse et al., 2006), los al­tos de Guatemala (Coe, 1960; Brown, 1980), Honduras (Bullen y Plowden, 1968) y Costa Rica (Snarskis, 1977, 1979; Pearson, 2004). Otros sitios con puntas que pueden caer claramente en este grupo se localizan en regiones tan al sur como El Cayude, Venezuela (Szabadics, 1997), mientras que hacia el norte se han recuperado en Chapala, Jalisco y la Sierra Gorda de Querétaro (Lorenzo, 1964; Martz et al., 2000). Se puede observar que algunas de estas puntas parecen constituir una variante, como aquellas que se estrechan marcadamente hacia su base, las cuales han sido denominadas “Clovis de cintura” por Ranere y Cooke (1991), y parecen ser un tipo intermedio entre las Clovis más “tradicionales” y las puntas cola de pescado. Estas últimas, en cambio, destacan de otras puntas acanaladas por presentar claramente­un pe153

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15 000CalBC 10 000CalBC Fecha calibrada

Sitios con puntas acanaladas

Datos atmosféricos de Reimer et al. (2004); OxCal v3.10 Bronk Ramsey (2005); cub r:5 sd:12 prob usp[chron].

20 000CalBC

I-10760 8930±150BP

I-10761 9460±150BP

I-10762 9540±150BP

Los Grifos

R-1073 7928±132BP

R-1070 9030±144BP

El Inga

GaK-4886 4790±100BP

GaK-4887 7150±130BP

GaK-2769 7550±150BP

GaK-4888 7820±140BP

Birm-703 7960±160BP

Tx-1630 8810±110BP

GaK-4890 9860±185BP

Tx-1631 10710±170BP

GaK-4889 11170±200BP

Los Tapiales

Tx-1633 5320±90BP

Tx-1635 9430±120BP

Tx-1634 10020±260BP

Tx-1632 10650±1350BP

Piedra del Coyote

Beta-5101 8560±650BP

Cueva Los Vampiros

5 000CalBC

?

Figura 3. Fechas calibradas asociadas a puntas acanaladas entre el sureste de México y Ecuador (Pearson y Cooke, 2002; Gruhn, Bryan y Nance, 1977; MayerOakes, 1986; Santamaría, 1981).

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dúnculo y hombros en una silueta que recuerda precisamente su nombre. Las puntas cola de pescado de América Central son simi­lares en dimensiones a sus homónimas de Sudamérica, pero con el pedúnculo recto en lugar de dos pequeñas “orejas” (Cooke, 1998). Algunos autores han considerado que las similitudes entre las puntas Clovis y cola de pescado son un rasgo diagnóstico de su vínculo ge­né­ti­co (Morrow y Morrow, 1999), no obstante el análisis más deta­ lla­do de estos artefactos a nivel tecnológico muestra diferencias im­ por­tan­tes que indican desarrollos independientes más que un origen co­mún (Bird, 1969; Politis, 1991; Pearson, 2004). Por ejemplo, las pun­tas Clovis son manufacturadas con base en nódulos de láminas o lascas grandes (Bradley, 1993), las cuales son reducidas mediante per­cu­sión y posteriormente retocadas mediante presión, donde las ex­trac­cio­nes suelen cubrir de borde a borde, ocasionalmente sobrepasadas (Ranere y Cooke, 1991). Mientras tanto, las puntas cola de pes­ca­do son manufacturadas mediante macrolascas cuyo espesor no fue mayor a las puntas ya terminadas (Bird, 1969), las cuales tienden a ser más anchas en su extremo distal y se traslapan al centro de la misma (Ranere y Cooke, 1991: 239). La particularidad del abrigo Los Grifos es la coexistencia, en el mis­ mo contexto, de una punta Clovis junto a dos fragmentos de cola de pes­ca­do, lo cual parece relacionarlas. Aquí es donde se tendría que con­ si­de­rar el planteamiento del ingeniero García-Bárcena, quien con­si­de­ra el sureste de México el área donde se habrían encontrado ambas tra­di­ cio­nes tecnológicas: la Clovis de América del Norte y la cola de pescado de Sudamérica (Santamaría y García-Bárcena, 1989: 101) (figura 4). Entre el 2007 y el 2009, se llevaron a cabo excavaciones en el abrigo Los Grifos, con el fin de obtener mayores datos sobre su cronología, subsistencia y tecnología lítica (Acosta, 2009). Aunque el estudio de los materiales aún está en proceso y estamos en espera para evaluar la posición de Los Grifos como un sitio Clovis-cola de pescado en el sureste de México, durante nuestro estudio no fueron recuperadas nuevas puntas. No obstante, se observa la aparición de otros materiales que suelen asociarse con los sitios típicamente Clovis,­como buriles, raspadores terminales y láminas de dorso rebajado. 155

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Figura 4. Puntas cola de pescado (izquierda) y Clovis (derecha) de Los Grifos, Chiapas.

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Asimismo, la relación directa entre puntas acanaladas y caza de fauna pleistocena parece estar asociada en Los Grifos, pues fueron recuperados un incisivo y un molar de caballo extinto (Equus sp.), lo que guarda semejanzas con los sitios Clovis de las grandes llanuras de Norteamérica asociados con fauna extinta, aunque no caballo (Haynes, 2002); o los sitios con puntas cola de pescado de Argentina y Chile, asociados con caballo, gliptodonte y milodontes, además del guanaco (Borrero et al., 1998). Las anteriores particularidades de las puntas acanaladas del sur de México y Centroamérica parecen indicar la llegada de sociedades o tecnologías hacia el límite Pleistoceno-Holoceno sobre la base de poblaciones ya establecidas, como la que se observa en Santa Marta. No obstante, las diferencias ya citadas entre Clovis y cola de pescado,­ aunadas a las diferencias cronológicas, que van de cinco siglos a un mile­nio, que las hace más tardías a sus similares del norte y sur del continente, parecen darle la razón al ingeniero García-Bárcena, quien ya había sugerido que la América Media podría ser el lugar de encuentro de dos tradiciones tecnológicas: La información acerca de la distribución temporal de las puntas “cola de pescado” es, como habíamos visto, limitada, pero las fechas más tempranas, del extremo austral de Sudamérica, son de unos 11 000 años a. P., mientras que en el límite boreal de distribución, en Chiapas, son dos milenios más tardías. Por otra parte, puntas Clovis aparecen en Estados Unidos al mismo tiempo que se encuentran las “colas de pescado” más tempranas en el estrecho de Magallanes, lo que indica que los orígenes de unas y otras son independientes y que el uso de las puntas “cola de pescado” debe haberse 156

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extendido hacia el norte de modo semejante al que se proponía para la difusión de las puntas acanaladas hacia el sur (García-Bárcena, 1982: 70-71).

Al respecto, otros autores, como Mayer-Oakes (1986), llegaron a conclusiones similares al excavar los sitios cola de pescado de El Inga, en Ecuador, cuyas fechas más tempranas se remontan a 9 000 a. P., por lo que sugiere que las puntas cola de pescado de la región de Ilaló se difundieron desde el cono sur, mientras que la técnica de acanaladura llegaría de Norteamérica. Alternativas explicativas: el modelo de movilidad reducida y el desarrollo de la horticultura

La cueva de Santa Marta plantea, entonces, una cuestión interesante­ sobre la aparición inicial de grupos con tecnología expeditiva y am­plio espectro de subsistencia en el actual territorio chiapaneco. Las fe­chas más tempranas de Santa Marta ubican claramente a estos grupos­humanos hacia el 12 500 a. P. en fechas calibradas, muy probablemente al inicio del periodo conocido como Younger Dryas, ca­rac­te­ri­za­do en otros sitios de Norteamérica como un periodo marcadamente frío y seco (Morrow y Fiedel, 2006: 36). No obstante, San­ta Marta sugiere si bien un periodo más fresco, también más húmedo (Acosta, 2008), donde los macrorrestos botánicos y el polen atestiguan un variado mosaico vegetacional posiblemente dominado por sabana, alternada de bosque mesófilo, perennifolio y caducifolio. Este mosaico era ampliamente explotado por los pobladores iniciales de Chiapas, quienes poseían un profundo conocimiento sobre plantas y animales neotropicales, por lo que sería de esperarse que tuvieran varias generaciones experimentando y desarrollando un sistema cultural “adaptado” a este entorno cambiante. Los resultados paleoetnobotánicos de Santa Marta (Acosta, 2008) denotan la presencia de materiales de molienda con trazas de microfósiles (granos de almidón) de Zea en niveles fechados en ca. 9 800 a. P. en Santa Marta (figura 4), mientras que desde los niveles del Pleistoceno (entre 10 460 ± 50 y 10 050 ± 90 a. P.) está presente en el registro sedimentario polen de Zea (suponemos un teosinte alóctono) 157

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Figura 5. Polen de Zapotaceae (ca. 8 800 a. P.) y Zea mays (10 050 ± 90 a. P.) de Santa Marta.

y cacao (Theobroma sp.), además de semillas de tomate (Physalis sp.), nanche (Byrsonima crassifolia) e higo (Ficus cooki ; figura 5). El análisis de polen asociado con el estudio de los macro restos botánicos indica que, junto con especies de entornos alterados, se localizan especies de bosques diversos, como bosque de niebla (Alnus), bosque tropical (Theobroma) y bosque deciduo (Ficus, Byrsonima), por lo que se podría interpretar una alteración de áreas específicas de los bosques tropicales para la conformación de agrilocalidades en las que se pudieron propagar especies silvestres y semidomesticadas (horticultura), un proceso que ya ha sido sugerido para otras áreas tropicales de Colombia (Gnecco y Aceituno, 2004; Gnecco, 2006) y Ecuador (Piperno et al., 2000). La aparición de una especie introducida como es el polen de Zea refuerza la idea de que el cultivo aparece de manera temprana en el sureste de México (figura 5). Los materiales líticos localizados en los niveles pleistocenos de Santa Marta son prácticamente en su totalidad manufacturados con materias locales (pedernal, lutita y cuarcita) obtenidos de la cueva misma, del arroyo adyacente a la cueva y de los yacimientos de pedernal, a casi 1 km del sitio. Lo anterior, aunado a las características de los materiales botánicos, sugiere un patrón de movilidad reducida (Gnecco y Aceituno, 2004). Este patrón no es, de hecho, atípico. Si comparamos las fechas y los materiales de sitios con características­ similares,­podemos observar que en diversas localidades de Centroamérica y el norte de Sudamérica, particularmente en Panamá y Chia­ pas, se observa que hacia mediados del onceavo milenio antes de nuestra era en fechas calibradas aparecen ya artefactos de molienda y microrrestos de cultígenos (como se sintetiza en la figura 6). Es158

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Datos atmosféricos de Reimer et al. (2004); OxCal v3.10 Bronk Ramsey (2005); cub r:5 sd:12 prob usp[chron].

16 000CalBC 14 000CalBC 12 000CalBC 10 000CalBC 8 000CalBC 6 000CalBC Fecha calibrada

I-9260 9330±290BP

Beta-233475 AMS 9800±50BP

Beta-233476 AMS 9950±60BP

UNAM-07-22 10055±90BP

Beta-233470 AMS 10460±50BP

Santa Marta XVII-XV

NZA-10930 10725±80BP

NZA-9262 10529±184BP

Aguadulce Rockshelter

B-65877 9530±100BP

B-65875 10030±60BP

B-65878 10050±100BP

San Isidro

ND6 9080±60BP

ND4 9550±120BP

ND5 9740±60BP

ND3 10100±130BP

ND2 10300±240BP

ND1 10840±410BP

Las Vegas

Figura 6. Fechas y materiales asociados con los sitios con horticultura temprana: Las Vegas, Ecuador (Stothert, 1985, 1988); San Isidro, Colombia (Gnecco y Mora, 1997; Gnecco, 2000); Aguadulce, Panamá (Piperno et al., 2000); y Santa Marta, Chiapas (Acosta, 2008; y presente estudio).

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tos materiales, localizados en sitios diversos, como Las Vegas, Ecuador (Stothert, 1985, 1998); San Isidro, Colombia (Gnecco, 2000); Aguadulce, Panamá (Piperno et al., 2000), y Santa Marta, Chiapas (Acosta, 2008), comparten rasgos, entre ellos una disminución de la movilidad —en comparación con los altamente móviles cazadores de puntas acanaladas—, un espectro amplio de subsistencia y el empleo de una lítica expeditiva que incluye piedras de molienda. Tales aspectos nos obligan a reconsiderar el papel que los cazadores de las regiones tropicales de América desempeñaron en el desarrollo de al­gu­nos de los cultivos americanos más importantes que proceden de plan­tas silvestres cuya fitogeografía es de tierras bajas tropicales,­co­ mo el maíz, el cacao y la mandioca. Entonces, tendrían que buscar­se­sus centros de domesticación en las áreas tropicales de México, Cen­tro­ amé­ri­ca y Brasil (Piperno y Pearsall, 1998). Vale recordar que al­gu­nas­ de las hipótesis sobre la domesticación de plantas en el Neotró­pi­co ya habían sido concebidas inicialmente por el geógrafo Carl Sauer (1952) y posteriormente por el antropólogo Donald Lathrap (1970), quienes describieron los bosques tropicales como una de las regiones de domesticación y origen de la agricultura en el Nuevo Mundo. Comentarios finales: Joaquín García-Bárcena y la Prehistoria de Chiapas Como se ha visto, la ciencia es un camino interminable, donde nuevas propuestas sustituyen parcialmente a las precedentes. Este proceso, necesario para establecer un conocimiento falible, perfectible y potencialmente falsable, suele ser injusto con las hipótesis expuestas por aquellos que nos antecedieron. La historia de nuestra disciplina suele ser implacable con conocimientos “erróneos” o “pasados de moda”, y en muchas ocasiones no nos permite dar precisamente la dimensión histórica al conocimiento científico previo. Consideremos que nuestras propias hipótesis tendrán que ser cuestionadas de manera rigurosa en un futuro próximo, pues es la única manera de mejorar el conocimiento sobre el pasado prehispánico. En este trabajo no queda, entonces, más que hacer un homenaje al ingeniero Joaquín García-Bárcena de la manera más académica160

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mente agradecida: reconocer el importante papel que ha desempeñado en el conocimiento de las sociedades precerámicas de Chiapas. Sus propuestas, por otro lado, son hipótesis que han guiado nuestro propio tra­ba­jo y estimulado el desarrollo de alternativas a las interrogantes ge­ne­ra­das por sus trabajos pioneros. Esto no significa, por supuesto, que nuestro trabajo haya resuelto las incógnitas del todo. Por cada res­pues­ta probable se generan muchas nuevas cuestiones sobre el pobla­mien­to inicial del sureste mexicano, como cuáles son los antecedentes inmediatos del grupo que habitó Santa Marta hace 12 500 años, cuán­to tiempo tenían ya estos grupos en las regiones tropicales antes de la llegada de los grupos Clovis —lo Clovis corresponde al ingreso de nuevas poblaciones a la región centroamericana—, o si fue simplemente una innovación tecnológica adoptada por estos pobladores iniciales. Y a éstas se podrían agregar muchas otras. Sólo queda, entonces, agradecer al ingeniero el permitir seguir sus pasos, y añadir algunos más en la investigación de los primeros pobladores del actual territorio chiapaneco.

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