Nuevos datos sobre el poblamiento en la Cataluña meridional entre el siglo VII ane y época romana: el Coll del Moro de Gandesa / New data on the occupation of territory in southern Catalonia between the seventh century BC and Roman times: the site of Coll del Moro (Gandesa, Terra Alta, Catalonia)

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Descripción

Nuevos datos sobre el poblamiento en la Cataluña meridional entre el siglo VII ane y época romana: el Coll del Moro de Gandesa Versión actualizada del artículo: Rafel, N., García i Rubert, D. y Jornet i Niella, R, 2013-14, “ Nuevos datos sobre la evolución del poblamiento en la Cataluña meridional entre el siglo VII ane y época romana: el Coll del Moro de Gandesa, Revista Kalathos 26-27, Teruel, pp. 113-171.

Núria Rafel Fontanals, David García i Rubert y Rafael Jornet i Niella

SEMINARIO DE ARQUEOLOGÍA Y ETNOLOGÍA TUROLENSE TERUEL, 2015

ISBN: 978-84-88549-39-6 Depósito Legal: TE-111-2015 Edita: Seminario de Arqueología y Etnología Turolense

Nuevos datos sobre el poblamiento en la Cataluña meridional entre el siglo VII ane y época romana: el Coll del Moro de Gandesa NúRIA RAfEL fONTANALS*, DAvID GARcÍA I RUbERT** Y RAfAEL JORNET I NIELLA*** * Universitat de Lleida, [email protected] ** Universitat de barcelona, GRAP, [email protected] *** Universitat de barcelona / Món Iber ROcS S.L. [email protected]

ResuMeN: Se presentan los resultados de la excavación en el interior de la torre principal de coll del Moro, así como la revisión de un corte estratigráfico realizado en el exterior de la misma en los años 80 y la publicación de otro corte, también exterior, realizado en los 90 y que había permanecido inédito. Todo ello proporciona una secuencia que va desde el siglo vI ane, momento de la construcción del programa arquitectónico torre-cisterna, hasta época romana, permitiendo aproximarse a la evolución del poblamiento en la zona. Se hace un énfasis especial en el horizonte antiguo que presenta un registro que pone de manifiesto la presencia de materiales sudpeninsulares de carácter fenicio e ibérico precediendo a las primeras cerámicas torneadas ibéricas. Juntamente con el hecho singular de la presencia de escultura fechable en el siglo vI ane, es reseñable la aportación que todo ello supone para el conocimiento del horizonte que ha dado en llamarse de las casas-torre y, en líneas generales, para la evolución del poblamiento. Palabras clave: residencias protohistóricas aisladas, primeras cerámicas a torno, escultura ibérica, poblamiento ibero-romano

AbsTRACT: We present the results of the excavation inside the main tower at coll del Moro, as well as the re-examination of a stratigraphic section made outside the tower in the 1980s, and the report on another exterior section from the 1990s that has remained unpublished until now. All this provides a sequence starting in the 6th century bcE, when the towercistern architectural programme was built, and ending in the Roman period, thus allowing the evolution of the settlement to be seen. Special emphasis is placed on the early horizon presented by a record revealing finds from the south of the Iberian Peninsula with

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Phoenician and Iberian features, which precede the first wheel made Iberian ware. All this, and the presence of a sculpture datable to the 6th century bcE, make a significant contribution to our knowledge of the historical horizon known as houses-tower. Keywords: Isolated protohistoric residences, first wheel made ware, Iberian sculpture, Ibero-Roman settlement.

INTRoDuCCIóN El conjunto arqueológico del coll del Moro de Gandesa está integrado por una necrópolis de incineración, que comprende tres áreas bien diferenciadas y que se encuadra entre finales del siglo IX ane y el siglo v-Iv ane (ferrer 1982b, ferrer 1986, Rafel 1989, 1991, 1992, 1993, 1994-1995; Rafel, Hernández 1992; Rafel, Armada 2008), y un hábitat que, como veremos más adelante, va desde la época preibérica hasta el siglo III dne. En éste último se han llevado a cabo hasta la fecha 14 campañas de excavación (berges, ferrer 1976; ferrer 1982a; Rafel, blasco 1994; Rafel, blasco, Sales 1994; blasco, Miró 2007). Se emplaza en una altiplano ligeramente inclinado hacia el norte flanqueado por el valle de les cendroses al sur y el del Aubà al norte. Siguiendo la cuenca del río

fig. 1.- Situación del coll del Moro y plano del conjunto arqueológico con indicación de la torre y el hábitat (1) y las distintas áreas de necrópolis (2. Sector calars; 3. Sector Teuler; 4. Sector Maries). cartografía de base: Institut cartogràfic de catalunya.

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fig. 2.- Perfil litológico del cerro del coll del Moro, según carulla. En su parte superior, a una cota más alta que la torre, se sitúan los campos (que no aparecen en este perfil) donde se documentan materiales del siglo Iv ane (ver fig. 6).

canaleta que atraviesa las montañas de la Serralada costero-catalana se llega al río Ebro, distante por este lado unos 12 Km., mientras que al norte el Ebro dista unos 20 Km. por corbera. El altiplano del coll del Moro se sitúa en una importante vía de comunicación natural que une la Depresión de Mora y los valles del Algars y el Matarraña. Es sin duda esta característica la que da sentido al emplazamiento del conjunto, pues el área de captación del mismo no cuenta con recursos relevantes desde el punto de vista hídrico, agrícola o minero. El sustrato geológico está compuesto por estratificaciones de arcillas, lutitas, areniscas y calcáreas que fueron utilizadas para erigir las construcciones del poblado y la necrópolis. Una gran torre señorea el hábitat. Parcialmente desmontada en gran parte de su sector sudoriental en época moderna para recuperar piedra para la construcción, tiene planta elipsoide, con uno de sus lados rectos. Asienta directamente sobre la roca calcárea, que en su lado sur-suroeste está excavada artificialmente (contra Moret 2006: 189), de modo que la base de la torre presenta un desnivel de 2,30 m. en sentido NW-SW (figs. 2 y 3). Mide 14 x 18 m., siendo su altura conservada de 6,35 m. en su lado noroeste y de 8,65 m. por el suroeste y presenta unos muros de considerable grosor, cuyos paramentos externos tienen un pronunciado talud. Toda la terraza del yacimiento donde se asienta esta torre presenta una densa superposición de estructuras que en el lado sur de la torre amortizan y reutilizan la gran cisterna que se adosa a ésta y la flanquea por este lado. Todas las estructuras de habitación que se han podido excavar hasta la fecha se datan entre la segunda mitad del siglo III y el siglo I ane, excepto una habitación adosada a la torre que excavaron berges y ferrer y que fecharon en época romano-imperial. El asentamiento está rodeado por una muralla de paramentos múltiples de la que solo se ha podido excavar una torre, de planta semicircular, cuyos materiales más antiguos se sitúan en la segunda mitad o último cuarto del siglo III ane (fig. 4).

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fig. 3.- Sección esquemática de la torre y la cisterna en el llamado corte A, antes de levantar la gran estructura elíptica UE 152.

La datación y conocimiento de la torre principal, aún no completamente excavada, han resultado un reto. Las campañas de excavación de los años 80 permitieron una primera aproximación que nos indujo a fechar su construcción “como mínimo a principios del siglo v”, aunque ya sugeríamos una datación de los materiales de los niveles más antiguos de la cisterna aneja en el siglo vI ane (Rafel, blasco 1994: 34-35). Durante ésas campañas identificamos la gran estructura, que interpretamos inicialmente como foso y que hoy vemos sin lugar a dudas como una cisterna, constituida por una gran excavación del terreno (figs. 2 y 3) que se forra con muros de piedra ataludados de una sola cara vista. A pesar de las diversas campañas de excavación dedicadas a ella, aún no ha sido exhumada en su totalidad, si bien en el estado actual es posible conocer sus dimensiones aproximadas: 19 x 9 m. en su parte superior, (aunque hay que tener en cuenta que su base ha de ser menor debido al pronunciado talud de los muros que la conforman) y una profundidad media de unos 3,5 m. La cisterna (o, hablando con más propiedad el lacus o balsa) se adosa a la torre, de modo que el paramento del lado suroccidental de esta última constituye su límite por el lado nororiental. En el extremo sur del paramento de la torre, en su unión con la cisterna, un pequeño pasadizo da acceso a un nivel más bajo desde donde es de suponer que se accedería al agua (fig. 7). ciframos, con extrema prudencia, la capacidad de la cisterna en unos 300 m3 (300.000 litros), lo que la aleja extraordinariamente de los volúmenes propios de su época e, incluso, de épocas muy posteriores, que suelen moverse en una franja de entre una decena y 100 m3. La superficie de la paleocuenca de la que captaba el agua, poco permeable por su composición arcillosolutítica, tiene unos 15.780 m2 (fig. 6); en el sentido de su capacidad solo puede paralelizarse, en horizontes cronológicos parecidos, con la del Tossal de les Tenalles en Sidamon (193 m3) y, sobre todo, con la cisterna-pozo dels vilars de Arbeca (290 m3) (Olliach, 2010), ambas en Lleida. La pluviometría de la zona se puede valorar en unos 460 mm., distribuidos irregularmente. Si se considera, también de forma muy conservadora, un índice de flujo del 6% de la pluviometría anual, resulta que los volúmenes mínimos que se podrían alcanzar estarían entorno a los 435 m3 anuales. En síntesis, la paleocuenca de

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la cisterna garantizaba su llenado, aunque, por supuesto, las oscilaciones estacionales requerirían una gestión adecuada de sus recursos. Los cortes estratigráficos realizados en el interior de la cisterna y adosados al paramento de la torre, ponen de manifiesto la contemporaneidad de ambas, aunque, constructivamente hablando, la unión de cisterna y torre se produce mediante un adosamiento de la primera a la segunda. Durante los años 2006 y 2007 se emprendió la excavación del recinto interior de la torre principal del yacimiento (patrocinada por el Institut català del Sòl y el Museu d’Arqueologia de catalunya), intervención que ha aportado nuevos y relevantes datos sobre el programa constructivo original del conjunto torre-cisterna, a los que se viene a sumar el estudio de un corte estratigráfico inédito realizado en los años 90 y la revisión del realizado en los años 80 y ya publicado (Rafel, blasco 1994). Así pues, el objetivo de las líneas que siguen es poner al día los conocimientos sobre el hábitat del coll del Moro de Gandesa y situarlos en el contexto del propio conjunto arqueológico y del poblamiento protohistórico de la cataluña meridional.

fig. 4.- Planta simplificada del hábitat del coll del Moro. 1. Torre principal, 2. cisterna; 3. Estructura de época romanorepublicana; 4. Muralla y torre semicircular; 5. Habitacion de época romano-imperial; 6. Situación de los dos sondeos estratigráficos presentados en este artículo.

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fig. 5.- foto aérea de la torre (2006) en la que se aprecia el segundo Horizonte de ocupación. con trazo discontinuo de color blanco se indican los límites de la cisterna.

LA seCueNCIA CoNsTRuCTIVA y oCuPACIoNAL DeL ReCINTo INTeRIoR De LA ToRRe Durante los trabajos llevados a cabo por M. berges y M. ferrer en los años 70 la torre fue desescombrada por su parte norte y noroeste y se excavaron los niveles superficiales del interior de la misma procediendo al desmontaje de un tramo de muro que la compartimentaba longitudinalmente en dos partes (ferrer, 1982a, 236-237) y se hizo un sondeo en la rampa de acceso a la misma. Respecto a la actuación en el interior de la torre, berges y ferrer indican que el muro central es de época romana y que en sus proximidades se localizó una lucerna Loeschke vIII de finales del siglo II dne; en cuanto al sondeo de la rampa, los excavadores señalan que la misma estaba trabada con el paramento exterior de la torre y que en su relleno se recuperaron un fragmento de borde de un vaso a mano con cordón decorado, un fragmento de plato de cerámica ibérica, una pesa de telar y un pequeño fragmento de cerámica campaniense (berges, ferrer, 1976: 398). como veremos, el estado de conservación de algunas de las unidades estratigráficas que integran los horizontes que hemos excavado en el interior de la torre es deficitario, por razones diversas. Ello explica, al menos en parte, que determinados elementos, como por ejemplo los restos faunísticos, tengan una presencia extremadamente escasa en el registro, hecho que posiblemente se ve acrecentado por las circunstancias de formación de estos niveles, la fenomenología post-deposicional asociada a ellos y la respectiva composición sedimentaria. Por otra parte, se dispone de un notable volumen de muestras sedimentarias de todas las unidades estratigráficas, destinadas a la realización de

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diversos análisis (carpológicos, antracológicos, palinológicos, etc.), dinámica que por razones presupuestarias no ha sido posible desarrollar hasta ahora. Durante las intervenciones llevadas a cabo por nosotros se documentaron varios horizontes (fig. 8). El más reciente estaba representado por una serie de trincheras practicadas en los extremos noroeste y sudeste de la torre cuya finalidad no hemos podido determinar y en cuyos rellenos se exhumaron materiales fechables en el siglo II ane. Inmediatamente por debajo de éste un potente horizonte de derrumbe integrado por varias unidades estratigráficas que proporcionaron restos de vasos a mano de perfil en ese de dimensiones medianas, a veces con cordones decorados, fragmentos de boles, tapaderas y una gran fuente y un conjunto de fragmentos de vasos a torno pertenecientes a boles, jarros pithoides, entre los cuales algunos de labio de ánade, morteros, grandes contenedores de almacenaje (dolia tipo Ilduratin), tapaderas de cierre hermético y, finalmente, algunas importaciones. Éstas últimas corresponden a un pequeño fragmento de labio de un bol de barniz negro ático Outturned Rim- Lamb. 22/Morel 2681 (400-375 ane) (fig. 9, 2) y otro fragmento, también ático, perteneciente a un bol o pátera indeterminada, datable entre 430-420 ane. Los niveles constitutivos de este horizonte presentan abundancia de piedra y material de derrumbe, siendo reseñable la presencia de adobes, algunos de ellos aún con restos de revestimiento. Las evidencias cerámicas y estratigráficas inducen a situar este horizonte de derrumbe y obliteración del interior de la torre a finales del primer tercio o, a lo sumo, de la primera mitad del siglo Iv ane. fig. 6.- Área aproximada donde se documentan restos de estructuras y materiales datables en el siglo Iv ane (en trazo continuo), límite de la paleocuenca de alimentación de la cisterna (en trazo discontínuo) y situación de la torre (círculo blanco). cartografía de base: Institut cartogràfic de catalunya.

el horizonte de hábitat reciente (siglo V-c. 375 ane) bajo el derrumbe aparece un paquete estratigráfico que corresponde a un nuevo horizonte que representa una fase durante la cual el interior de la torre tiene función habitativa. El espacio interior de la misma está compartimentado en dos ámbitos aproximadamente iguales, resultado de la construcción de un muro de piedra (UE. 506) que divide longitudinalmente el interior de la torre (figs. 5, 7 y 8). El espacio resultante situado al este del muro central está compartimentado por un tabique de adobe (UE. 543) en dos habitaciones comunicadas entre sí. En la habitación situada en la parte septentrional una construcción de adobe (IND 6) se adosa al tabique 543 y al muro de la torre: consiste en un espacio aproximadamente cuadrado (1,20 m.) delimitado por un murete bajo construido con una única hilada de adobes y fragmentos cerámicos, entre los cuales una pieza ibé-

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fig. 7.- Perspectiva de la torre (segundo nivel habitacional) en su estado actual y la cisterna (Dibujo N. Rafel)

rica a torno (fig. 9, 4). Podría interpretarse esta estructura como una artesa o bien como un compartimento destinado al almacenaje de alimentos u objetos. Las evidencias de pavimento de esta habitación nororiental de la torre, juntamente con las del ámbito occidental a que nos referiremos más tarde, ponen de manifiesto que inicialmente se reutilizó el mismo pavimento del horizonte de hábitat anterior. Poco después, el nivel de deterioro del mismo conduce a hacer una serie de reparaciones con un mortero de cal que regulariza las numerosas depresiones que se habían producido en el pavimento original. De la habitación emplazada en el lado meridional del tabique (UE. 543) solo se conserva una pequeña parte pues resultó afectada por el desmonte de la parte sudoriental de la torre. En la parte conservada, se documentaron dos estructuras, muy deterioradas por fenómenos postdeposicionales, una de ellas, IND7, de función indeterminada, se adosa al tabique 543 y al muro 506 y consiste en una serie de adobes colocados horizontalmente sobre lo que queda de lo que parece el pavimento original de la habitación, de arcillas lutíticas rojas. La otra, fOR 5, parece corresponder a los restos, también muy deteriorados, de un horno formado por una solera de arcilla endurecida y rojiza que cubre un nivel de fragmentos cerámicos puestos planos y a restos de arcilla de lo que parece parte de la bóveda. Los fragmentos cerámicos corresponden a una olla casi entera, a mano, de cuerpo ovoide, labio exvasado y cuello marcado decorado con trazos incisos y a un considerable número de fragmentos de una tinaja tipo Ilduratin (fig. 9, 5 y 6). Esta última estructura reposa sobre un pavimento de arcilla amarillenta que corresponde a un segundo nivel de utilización de esta habitación sudoriental de la torre. A diferencia del oriental, el ámbito situado al oeste del muro 506 no presenta ninguna división interna, constituyendo, pues, una única habitación. En ésta el pavimento de la fase anterior se conserva en mejor estado y resulta evidente la reutilización del mismo

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como pavimento del horizonte de habitación de que estamos tratando. Para ello se colmata con arcilla el resto de una concavidad del piso que en la fase anterior estaba destinada a contener y fijar una gran tinaja de almacenamiento. Disponemos pues de pocos elementos de datación para este horizonte: tanto la tinaja como la olla tienen cronologías muy amplias. El bol en cerámica común oxidada ibérica que formaba parte de la construcción de la estructura IND 6 es una pieza muy singular (fig. 9, 4): el labio y el perfil del cuerpo corresponden a una pieza inspirada en la Lamb 21/26-Morel 2762/2770; sin embargo, el pie presenta en su parte central un abombamiento u omphalos que nada tiene que ver con el tipo antes citado. El único paralelo claro para esta pieza lo constituye la forma 3.1 del barniz rojo ilergeta, atribuida a una “originalidad bárbara”, encuadrable ya en el siglo III ane (Junyent, Alastuey 1991: 16), una cronología impracticable para nuestro contexto. Las formas áticas que pueden relacionarse con la pieza se fechan a partir de inicios del siglo Iv, aunque su flourit se sitúa en torno al 300 ane (Py, Sabattini 2000; Arcelin, Rouillard 2000). El fondo interno y externo recuerda vivamente a las fialas mesómfalas, con una cronología a partir del siglo vI ane en adelante, y a los boles metálicos etrusco-itálicos con ómfalos, si bien la presencia del pie aleja nuestro vaso completamente del concepto funcional de dichas piezas. Aunque no faltan en contextos del siglo v ane platos ibéricos con pie y fondo realzado en el interior y rehundido en su parte externa (p. e., Oliver, Gusi 1995: 156, fig. 110), no presentan umbo tan marcado como nuestro ejemplar. En suma, nos encontramos ante un tipo que se inspira en piezas griegas pero que, a la postre, constituye un perfil ibérico completamente original. El perfil del cuerpo no autoriza a datarla con anterioridad al siglo Iv ane. La pieza se situaría en un momento reciente del horizonte al cual pertenece la estructura IND 6 de la que formaba parte, correspondiente a una reforma del ámbito. Por todo ello, creemos que hay que fechar el final de este horizonte de habitación entorno al 375 ane, cronología que no desdice de la del horizonte de derrumbe posterior. Queda, sin embargo, en el aire, la cronología del inicio del horizonte habitacional que, a juzgar por las reformas constructivas que sufrió, debió tener una vida media-larga cuyo inicio cabe situar en el siglo v ane. el primer horizonte de hábitat (finales del siglo VI-siglo V ane) El horizonte que se infrapone al que acabamos de tratar tiene también una funcionalidad de habitación. En éste, no obstante, todo el espacio interior de la torre constituye un ámbito único. Está pavimentado con un nivel de arcilla amarillenta de unos 10 cm. de grosor, que se conserva en estado deficitario, pasa por debajo del muro de compartimentación 506 del horizonte de habitación posterior y presenta como único elemento estructural conservado un recorte de forma pseudocircular y perfil cóncavo en el cual se vertió una lechada de cal de entre 3 y 4 cm. de grosor en la que se fijó una gran orza de almacenaje (fig. 8, IND 3), quizás del tipo llamado Ilduratin, de la cual se nos ha conservado in situ la base y, dispersos, algunos fragmentos. A parte de ésta, el único material mueble localizado en el pavimento consiste en algunos fragmentos informes de cerámica ibérica pintada con motivos geométricos de franjas. bajo el nivel de pavimento, un estrato de piedra y margas lutíticas, en muy mal estado de conservación, parece ser el

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fig. 8.- Planta de la excavación del interior de la torre en la que se refleja el segundo horizonte de habitación documentado y sección transversal.

resultado de una nivelación para adecuar el pavimento que se le superpone. El único material mueble localizado en el mismo consiste en dos fragmentos de cerámica ibérica. En el extremo noroccidental de este ámbito habitacional, en un espacio donde el sedimento está muy dislocado a causa del vencimiento del extremo noroeste de la torre, se documentó un enterramiento perinatal (fig. 8, ENT 4) con un colgante esferoidal de bronce que estuvo suspendido a nivel de la cintura escapular. Se trata de una inhumación primaria, en buen estado de conservación, en decúbito lateral izquierdo, de un individuo infantil, con toda probabilidad neonato (entre 36 y 40 semanas de edad) y de sexo probablemente femenino. Presentaba las extremidades inferiores semi-flexionadas, el brazo izquierdo también semi-flexionado y el derecho en aducción, con la mano derecha al

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nivel de la rodilla izquierda. La cabeza reposaba sobre el lado izquierdo, mirando al suroeste. El deterioro de la sedimentación arqueológica en este sector impidió determinar con seguridad la relación de este enterramiento con el pavimento del ámbito, aun cuando todo parece apuntar a que se practicó en relación con el nivel de dicho pavimento. Los colgantes esferoidales de bronce del tipo del documentado en asociación a esta inhumación infantil (fig. 9, 1) se fechan, cuando se presentan en contextos intactos, desde finales del siglo vII, tienen un claro flourit en la segunda mitad del siglo vI ane y, en casos contados, se asocian a contextos de primera mitad del siglo v ane; aunque escasos, no faltan ejemplos de cronologías más tardías, pero siempre en calidad de material residual en con-

fig. 9.- Materiales más significativos exhumados en la excavación del recinto interior de la torre: 1. colgante de bronce (dibujo: R. Álvarez); 2. borde de cerámica ática; 3. fondo de tinaja; 4. bol de cerámica oxidada ibérica inspirada en tipos griegos; 5. vaso a mano con decoración incisa; 6. Tinaja.

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textos habitacionales (Rafel 1997: 104108; Rafel 2005). Son escasos los ejemplos de enterramientos perinatales con ajuar, si bien en un contexto cercano al nuestro, el poblado de la Serra del calvari (La Granja d’Escarp, Lleida), se ha documentado uno, aún inédito, con un colgante discoidal de bronce, datable en la primera mitad del siglo vI ane. De nuevo nos encontramos para fechar este horizonte con la dificultad de la extrema pobreza de los materiales arqueológicos recuperados, entre los cuales la única forma con la que contamos es el fondo de gran vaso de almacenaje encajado y fijado en la concavidad del pavimento (fig. 9, 3). Podría tratarse, como ya hemos comentado, de un dolium u orza de tipo Ilduratin, tipo que tiene una cronología amplísima, fechándose los ejemplares más antiguos documentados hasta la fecha en el bajo Aragón a partir del segundo cuarto del siglo v ane (Moret et al. 2006: 188-189), mientras que en el valle del Huerva (castillo de cuarte) aparecen asociados a una cílica ática del tipo c (burillo, Royo 1994-1996: 390, fig. 3). En el caso que nos ocupa, su posición estratigráfica nos sugiere proponer una fecha entre los últimos momentos del siglo vI y la primera mitad del v ane. De entre las diverfig. 10.- Piedras labradas. 1: Localizada en los nivesas teorías y contextos, no siempre para- les de relleno interno dela cisterna; 2: Localizada en el relleno interior de la torre. Dibujo: R. Álvarez. lelizables, de los enterramientos infantiles en hábitat protohistóricos peninsulares (para un panorama exhaustivo del fenómeno y una completa bibliografía, véase Gusi, Muriel 2008), nos inclinamos en este caso por un ritual fundacional, ateniéndonos a su asociación a un pavimento relacionado con una importante fase de actividad constructiva en el recinto torreado. La base de la torre Al levantar el nivel de preparación del pavimento de la fase de habitación de que acabamos de tratar apareció el último de los horizontes que se pudieron documentar en el curso de la intervención. El muro occidental interior de la torre se interrumpe y queda col-

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gado bajo el pavimento y aparece un nivel de relleno de la torre que se documenta en toda la extensión de su recinto interior, revelando, pues, que a c. 1,40 metros del coronamiento del muro de la torre en su parte mejor conservada, el interior de la estructura está completamente macizada. En la parte superior del relleno se exhumó una piedra calcárea local de 20 X 17 X 9 cm. con una decoración esculpida (fig. 10, 2) que representa una serie de acanaladuras divergentes que podrían formar parte de un ala o bien de los pliegues de una túnica y que viene a sumarse a indicios anteriores que sugieren la presencia de decoraciones arquitectónicas en las primeras construcciones del asentamiento (fig. 10, 1) y a las estelas esculpidas de la necrópolis (fig. 19, 7). Ello representa un hecho inusual en el panorama geográfico y cultural próximo, donde la escultura es escasa y tardía. En el valle del Ebro y el nordeste peninsular los datos relativos a hallazgos escultóricos, que han sido interpretados en su mayoría como pertenecientes a conjuntos funerarios, son escasos y, sobre todo, mucho más tardíos: los dos équidos del Palao de Alcañiz en Teruel (Marco 19761978), la cabeza con gorro cónico de la necrópolis de la avda. Martínez de velasco de Huesca (Juste, Palacín 1989), las estatuas sedentes de Albelda (Marco 1990) y el monumento de binéfar (Marco, baldellou 1976), ambos en Huesca, los monumentos de Malla (Rodà 1993) y Sant Martí Sarroca (Guitart 1975) (barcelona) y el felino de TolousMonzón en Zaragoza (Marco, floría 1986) se datan entre los siglos III-I ane. A ellos hay que sumar el reciente hallazgo, aún inédito, de otro león en fabara (Teruel). cabe destacar, por otra parte, que nuestro fragmento nada tiene que ver estilísticamente con el elenco escultórico que acabamos de reseñar. El potente nivel de relleno de la parte inferior de la torre es de mala calidad, contrastando con la factura cuidada de los muros que la constituyen: se trata de un nivel de piedra mediana y grande mezclada con arcillas lutitas verdes y rojas, muy mal compactado, de modo que al sedimentarse, se fueron generando huecos entre piedras, que creemos que están en la base de la explicación de los problemas de compactación y del deterioro de los pavimentos de las fases de habitación posteriores. La intervención no pudo abordar el sondeo de este relleno, lo que impide un mejor conocimiento del mismo y, sobre todo, de su relación con las estructuras portantes de la torre. En cualquier caso, las evidencias con que contamos hasta la fecha, tanto de los niveles del recinto interior de la torre como de los del exterior, ponen de manifiesto que hay que fechar el fragmento escultórico en el siglo vI ane, formándose el relleno en el que se integra a finales de dicha centuria. LA seCueNCIA esTRATIGRáFICA DeL exTeRIoR De LA ToRRe En los años 1982-1983 y 1991-1992 se realizaron dos sondeos estratigráficos, contiguos, adosados al paramento suroeste de la torre (fig. 11). El primero de ellos se publicó en su momento (Rafel, blasco 1994), mientras que el segundo, que debía formar parte de una tesis de licenciatura, permaneció inédito. En el área geográfica en la que se inserta el coll del Moro no hay secuencias de larga duración. Por ello, aun cuando el carácter de la estratigrafía de la plataforma superior del yacimiento es problemático al tratarse de niveles de colmatación, constituye por ahora la única secuencia de referencia

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fig. 11.- Situación y secciones de los cortes estratigráficos practicados en el exterior de la torre.

que permite la observación de fenómenos de larga duración, en un período que va desde el siglo vII ane hasta época romana. Los cortes se sitúan adosados a la torre y dentro de la cisterna aneja a la misma, por lo que todas sus unidades estratigráficas son posteriores a la construcción de ambas. Los niveles más modernos del corte de los años 80 habían sido ya levantados antes de nuestra intervención en el curso de los trabajos realizados por berges y ferrer en los años 70. El paquete sedimentario está constituido por unos primeros niveles de colmatación, los más antiguos de los cuales contienen material arqueológico escasísimo, están constituidos por arcillas lutíticas (UEs. 25, 320 y 325) y se asocian al uso de la cisterna; sobre éstos se documentan niveles de derrubio integrados mayoritariamente por arcillas, piedra calcárea de pequeño tamaño y escasísimos carbones dipersos (UEs. 24, 295, 305 y 312), a los que, a su vez, cubren niveles que incluyen, además de abundantes piedras calcáreas pequeñas, otras de tamaño mediano que invitan a aventurar que pueda tratarse de niveles de derrumbe (UEs. 22, 23 y 304). Todos ellos presentan, en mayor o menor medida, superficies en pendiente en sentido nordeste-suroeste, sugiriendo una caída desde la torre contigua (UE. 50). En la parte superior de ambos cortes se documentan estructuras que forman parte de un horizonte en el que se compartimenta el espacio otrora ocupado por

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la gran cisterna (UEs. 44=223 y 232) y se construye un pequeño ámbito habitacional cuadrangular adosado a la torre y contiguo al corte de los años 80. el Horizonte I (600/575- c. 500 ane) Las UEs. 22 a 25 del corte de los años 80 y las UEs. 295, 304, 305, 312, 320 y 325 del de los años 90 constituyen un paquete estratigráfico fechable entre inicios o el segundo cuarto del siglo vI ane y el final del mismo, que en adelante llamaremos Horizonte I. Los materiales a torno de este horizonte han sido ya publicados en detalle (Ramon et al. 2011) por lo que vamos a presentar a continuación un resumen del conjunto recuperado. En el mismo destacan por su mayor presencia cuantitativa las ánforas fenicias y, sobre todo, ibéricas arcaicas (fig. 12, 1 a 15). con carácter general está hoy bien establecida la relación de estas primeras ánforas ibéricas con prototipos fenicios y su antigüedad, que remonta al siglo vII ane (contreras et al. 1983; florido 1985; Mata y bonet 1992: 124; Mancebo 1997; Díaz et al. 2005; Álvarez et al., 2000; Oliver, Gusi, 1995: 150; Mata, 1991: 59-69, 190-193; Abad, Sala, 1993: 206-207). En cataluña este tipo de ánforas arcaicas, que años atrás eran objeto de cronologías bajas (Miró, 19831984: 188) se fechan hoy desde el segundo cuarto del siglo vI ane. Así, a los pocos ejemplares antiguos elencados por Sanmartí et al. (1998: 268) se suman hoy los nuevos hallazgos de Sant Martí d’Empúries (Aquilué 2004: 276-277, 369-370), además del cargamento del barco griego de cala Sant vicenç (Pollença, Mallorca), cuyo hundimiento se fecha entre 520-510/500 ane (Nieto, Santos 2008). Por lo que respecta a la cerámica fina a torno (figs. 12 y 13) hay que destacar la presencia de ejemplares locales, junto a algunas piezas que presentan características técnicas y formales que parecen asimilables a producciones ibéricas sudpeninsulares (fig. 13, 18 a 20), así como algunos vasos que podrían asimilarse a tipos fenicios tardíos (fig. 12, 17 a 19). Las producciones locales corresponden mayoritariamente a jarras y platos, documentándose junto a éstos un jarro de boca trilobulada inspirado en prototipos de enócoes fenicios y el borde de una urna de cierre hermético que, en su conjunto, fechamos entre el segundo cuarto del siglo vI ane y el final del mismo. Además del contexto, las formas documentadas encajan en esta cronología, bien fijada en yacimientos afines. El abundante conjunto de cerámicas a mano del horizonte (fig. 14) está representado principalmente por grandes urnas y tapaderas. Las primeras, con perfiles de bordes exvasados, labio redondeado, cuello muy marcado –y en algunos casos desarrollado– y perfil ovoide-globular, constituyen vasos de tamaño bastante grande, probablemente destinados a procesamiento de alimentos y pequeño almacenaje. Las tapaderas están, excepto en un caso, decoradas con grandes acanaladuras. La perduración hasta época tardía de los acanalados muy profundos, especialmente en tapaderas, es un rasgo característico del territorio de la cataluña meridional lindante con el bajo Aragón y de éste último. baste recordar la presencia de una tapadera de este tipo en el sepulcro de Mas de flandí (calaceite), en una cista que se fecha entorno a mediados del siglo vI ane (Sanmartí, Padró 1976-1978: fig. 2, c; Rafel 2003: 60-62). No faltan en el conjunto arqueológico del coll del Moro otros ejemplares, uno en el sector calars de la necrópolis (Rafel 1991: 315) y dos piezas más con barrocas decoraciones acanaladas encuadrables en este con-

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fig. 12.- Horizonte I. Producciones torneadas.

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fig. 13.- Horizonte I. Producciones ibéricas torneadas.

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texto cronológico, como el vaso 304 del sector Maries de la necrópolis o bien la tapadera hallada fuera de contexto en el propio poblado (Rafel 1993: 29-30; Rafel, blasco 1991: fig. 4). Un pie anular alto con superficie de reposo biselada (fig. 14, 20), de superficie externa beige e interna gris, presenta ambas superficies recubiertas por un engobe amarronado, que invita a sugerir una posible relación con piezas inspiradas en los engobes fenicios, como sucede en el caso de los enócoes del calvari de vilalba dels Arcs (Sardà 2008). Ollitas de borde exvasado y cuello marcado con cordón decorado, una escudilla, una copa con paralelos en el horizonte preibérico de Tossal Montañés (Moret et al. 2006: 176-177) y un fragmento informe con un botón circular aplicado –un tipo de decoración documentada en el bajo Aragón en un sepulcro del fossanet dels Moros de calaceite (Rafel 2003: 43, fig. 21, 1)– completan la nómina de los ítems a mano más representativos del horizonte. En el capítulo de materiales metálicos cabe reseñar la presencia en la UE. 30 de dos colgantes de bronce, uno de ellos cónico con orificio y restos de la anilla de suspensión y el otro de hilo de bronce arrollado alrededor de un vástago que presenta orificios de engarce en ambos lados (fig. 14). Ambas piezas corresponden a una producción bien caracterizada, con un centro productor situado en el bajo Ebro y una distribución marítima, que, como ya se ha comentado a propósito del colgante globular del enterramiento perinatal, se fecha entre fines del siglo vII y el vI ane. La fauna, escasa, documentada en este horizonte comprende ovicaprinos (entre los cuales un Ovis Aries), buey, cerdo y caballo, siendo dominantes los primeros. Horizonte II (450/425-375/350 ane) Lo integran los estratos 11 y 21 del corte estratigráfico de los años 80 y las UEs 292, 263, 294 y 289 excavados en los años 90. Todos los datos inducen a creer que los potentes niveles de derrumbe y nivelación que integran este horizonte, suponen ya la pérdida de funcionalidad de la cisterna o, cuando menos, una subutilización de la misma. Los enterramientos tumulares en la necrópolis cesan en este período (Rafel 1994-1996), la torre continua ocupada, aunque el momento final de su uso como hábitat coincide con el final de este Horizonte II. Al final de esta fase corresponden los materiales hallados en superficie al otro lado de la carretera, donde parece que se habita durante el siglo Iv ane (fig. 6). La datación para este paquete de sedimentación lo proporciona un fragmento de vajilla ática de barniz negro perteneciente a un borde de cílica de pie bajo forma Lamboglia 42A/Morel 4271 (castulo cup) tipo inset-lip. Las UEs 7 y 9 del corte b de la cisterna, asociables a la 11 y 21, aportan dos bordes y una base moldurada más de cílicas del mismo tipo (Rafel, blasco 1994: 19-20), uno de los que cuenta con más presencia y difusión en el Mediterráneo occidental y que llega en grandes cantidades a la Península Ibérica (Shefton 1981; Gracia 1994). Estas formas alcanzan su mayor índice de distribución comercial durante la segunda mitad del s. v ane (Rouillard 1991: 160, carte 5) a pesar de que se encuentran ejemplares en contextos más tardíos de mediados del s. Iv ane (fernandez Jurado 1984) como los aparecidos en la necrópolis de Punta d’Orleil (Sánchez 1992) o en el yacimento de Alorda Park (Sanmartí 1996). El grupo de material de talleres afines que engloba producciones masaliotas, emporitanas y quizás también del oppidum ibérico de Ullastret y que conocemos como

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fig. 14.- Horizonte I. cerámicas a mano y colgantes de bronce.

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gris monocroma de Occidente (Pradell et al. 1995) constituye un tipo muy escaso en el yacimiento. Solamente contamos con un fragmento de bol de lekane en las UEs contemporáneas del colindante corte b, que tiene similitud con una pieza aparecida en la Penya del Moro fechada entre 425 y 300 ane (barberà, Sanmartí 1982). Este tipo de material tiene poca distribución fuera de la órbita emporitana; contamos con toda seguridad con ejemplares en font de la canya (Asensio et al. 2005), y debemos apuntar en este sentido que algunos autores indican que dentro de este grupo muchas tendrían que considerarse cerámica ibérica de cocción reductora (Sanmartí et al. 2002) También en la UE 9 se ha clasificado un fragmento de cerámica pseudo-jonia, cuyas características morfológicas y decorativas permite su aproximación a los ejemplares aparecidos en Ullastret (Rafel, blasco 1994: 23, 35). Se trata de una cílica que se asimila a la forma 2 de Py (1979-80), inspirada en el tipo b2 de vallet y villard, producida entre 550 y 475. La línea ondulada que la decora es característica de estas producciones pseudo-jonias, que encontramos sobre diferentes formas en Empúries (Rouillard 1978). En la categoría de cerámica común importada hemos distinguido un borde exvasado y horizontal perteneciente a un mortero de tipo púnico-ebusitano del tipo AE-20/I167 de J.Ramon (Ramon 1990-1991). Los contextos en los que aparecen se fechan entrado el s. Iv ane. En cataluña podemos encontrar cerámica de cocina de este tipo en los yacimientos de la Penya del Moro (barberà, Sanmartí, 1982), l’Argilera (Sanmartí, Santacana, Serra 1984), les Sitges de bellaterra (Granados, Sanmartí 1988), Mas castellar (Pons 2002) y en la calle caputxins de la ciudad de Tarragona (Asensio, Otiña, 2002), entre otros (Asensio 2011). Dentro del conjunto de cerámica indígena destaca la manufacturada a torno con un 62 % de los individuos frente el 38 % de las fabricadas a mano. La cerámica común a torno presenta las características pastas anaranjadas fruto de la cocción oxidante, a pesar de que hay ejemplares de pasta bicolor óxido-reducida. La factura es en general buena, con arcillas compactas, duras y bien depuradas. Destacamos la total ausencia de pastas de cocción reductora. Desde un punto de vista funcional los materiales con mayor presencia son los recipientes destinados a la reserva y almacenaje de alimentos que representan más de la mitad de los individuos exhumados (52 %). Las formas más frecuentes son los vasos de almacenaje (tinajas bitroncocónicas, pithoi, jarrones, ollas de borde exvasado y ollas de cierre hermético). Las más representadas en esta categoría son las tinajas bitroncocónicas sin hombro de borde moldurado tipo “pico de ánade” (fig. 15, 1 y 12 y 13). cuando presentan motivos pintados, son generalmente sencillos. Este grupo alberga una gran variedad formal y tipológica lo cual indica una producción diversificada, pero con un rango claro de distribución básicamente regional y de gran éxito entre el repertorio de almacenaje doméstico (supone entre el 30-50 % de las formas a torno de los yacimientos ibéricos cuantificados, cela 2006). Las tinajas de perfil globular u ovoide, sin cuello y con un característico borde de labio muy ancho y plano en la parte superior reentrante (Ilduratin) están representadas por cuatro individuos (fig. 15, 2, 3, 6 y 8). Se trata de un tipo de orza de uso generalizado en el bajo Aragón, la Terra Alta, el llano occidental de cataluña (Alonso 1999) y el Medio Ebro (burillo, Royo 1994-96) cuya utilización parece sustituir gradualmente a las ánforas ibéricas en este amplio territorio

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(Rafel, blasco 1994). Las ánforas tienen una presencia de tres individuos, todos de borde vertical (fig. 15, 7 y 9). Dentro del grupo de los grandes recipientes aparecen otros tipos de tinajas de menor rango presencial, como las tinajas con hombro y borde divergente (fig. 15, 4 y 5). Los jarrones con asas en el cuello de borde recto divergente están representados por tres individuos (fig. 15, 10 y 13); se trata de recipientes de cuerpo bitroncocónico que se desarrolla y generaliza rápidamente en la primera mitad-mediados del siglo v ane (cela 2006). Las tinajas de cierre hermético están representadas por cuatro individuos, dos a torno del tipo Iv.A y Iv.b de López bravo (2001), y dos a mano, y un borde de tapadera de cierre hermético a torno (fig. 15, 19 a 21).

fig. 15.- Horizonte II. Producciones ibéricas torneadas, importaciones y producciones a mano.

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En la categoría de cerámicas destinadas al servicio de mesa agrupamos aquellas piezas de vajilla cuya función es principalmente la de continente de los alimentos cocinados o de un uso mayoritario y principal en la comensalidad. Representan el 26% del conjunto: jarras de borde exvasado representadas por un individuo (fig. 15, 14), dos individuos de platos de perfil convexo (fig. 15, 15, 16), y tres individuos pertenecientes a copas de borde exvasado con cuerpo carenado fabricadas a mano (fig. 15, 22, 23 y 28) y a torno (fig. 15, 17). Los platos de perfil convexo y pie anular tienen una gran difusión durante los siglos III y II ane adaptándose a nuevas variaciones de los prototipos de barniz negro que inundan los mercados exógenos, pero encontramos ejemplos desde finales del s. v ane en la zona cesetana (cela 1994: 168). Los tres individuos de platos carenados a mano recuerdan a los aparecidos en las fases preibéricas de la necrópolis de coll del Moro y Turó del calvari calificados como orientalizantes (Rafel 1992; 2003; Diloli, bea 2005; Graells, Sardà 2005). Se documentan otros casos donde platos a mano perduran en fases avanzadas como la fase IIIa de Tossal Montañés y el cerrao (475-400 ane), donde conviven con los platos a torno (Moret et al. 2006: 189, figs. 173 y 174). Dos individuos de pie acampanado o alto podrían pertenecer a estos platos carenados (fig. 15, 35 y 36). El resto de cerámica la podemos adscribir al grupo de cocina, es decir, aquellos recipientes aptos para ser utilizados para la preparación, cocción o aliño de los alimentos, que representa un 22% del total de artefactos cerámicos. Todos los individuos están fabricados a mano (fig. 14, 22 a 40), a excepción de un mortero indígena a torno de cocción oxidante que imita los prototipos púnico-ebusitanos (fig. 15, 18). Horizonte III (375/350-220/180 ane) Durante este periodo de tiempo se culmina la obliteración de la cisterna. Una serie de estratos de derrumbe y relleno de gran potencia colmatan parcialmente la cisterna especialmente en su extremo oeste. Esta sedimentación yuxtapone estratos heterogéneos formados mayoritariamente por tierra arcillosa suelta, guijarros, carbones y piedras calcáreas, éstas últimas probablemente caídas del edificio turriforme. Se han asociado a él las UEs 10 y 20 del sondeo practicado en los años 80 y las UEs 256, 242-253, 244, 237, 231, 228, y 218 de la excavación del año 92. cabe decir que, además de los datos que aquí se exponen, en las excavaciones llevadas a cabo en el relleno de la cisterna en los años 90 se pudo comprobar que los niveles atribuibles al final de este horizonte presentaban grosores muy destacables y pronunciada inclinación hacia el centro de la estructura, originando una estratigrafía en embudo (Rafel, blasco 1994: fig. 4). Hay que recordar, por otra parte, que los niveles de derrumbe de la última fase de habitación de la torre corresponden a la primera mitad del siglo Iv ane, es decir, al final del horizonte anterior. Los materiales de este horizonte incluyen una cantidad apreciable de ítems fechables en los siglos anteriores; no obstante, desde sus primeros niveles aparecen piezas del último cuarto del siglo III ane, constituyendo una sedimentación característica de escombros. Los niveles de segunda mitad del siglo Iv y la mayor parte del III ane no aparecen claramente representados en la secuencia. Ya en el primer estrato de este paquete (UE 256) aparece un fragmento informe de kalathos con decoración compleja de metopas de círculos concéntricos y motivos

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vegetales que fechamos no más allá de 225 ane (conde 1993). Diversas unidades estratigráficas han proporcionado fragmentos de barniz negro ático y de talleres occidentales de los siglos Iv y III ane (fig. 16, 1 y 2). En resumen, tenemos que fijar la cronología de obliteración definitiva de la cisterna c. 200 ane y plantear la posibilidad de un uso parcial de la misma durante el siglo Iv y primera mitad del III ane, a pesar de que la torre que flanquea la cisterna se amortiza como espacio habitacional hacia 375 o en el curso de la primera mitad del siglo Iv ane. Las cerámicas indígenas, las más abundantes que ha proporcionado el corte estratigráfico, muestran una diversificación del repertorio formal así como la paulatina equiparación del porcentaje del uso de las mismas. La cerámica común a torno es de pastas calcáreas, duras, compactas, bien depuradas y generalmente de cocción oxidante. Es la más representada de todo el conjunto con un 75 % del total, seguida de la cerámica a mano con un 23% y la aparición testimonial de la cerámica de cocina a torno con un 1% y de la cerámica reducida con un 1%. En contraposición a la facies anterior, la utilización de estas formas presenta unas rationes más equilibradas. En este sentido, las vasijas utilizadas para la reserva de alimentos bajan a un 41%, mientras que las vasijas utilizadas para el consumo de alimentos suben a un 36%. La cerámica utilizada para la cocina, principalmente hecha a mano, cierra este capítulo con un 23% del total. Los recipientes utilizados para la reserva y almacenaje de alimentos continúan capitalizados por las formas de grandes dimensiones que ya habían aparecido en el horizonte I. Los pithoi de tipo Ilduratin (fig. 16, 4 a 8), sin decoración, y las tinajas bitroncocónicas sin hombro de borde moldurado tipo “pico de ánade” con decoraciones pintadas de bandas (fig. 16, 9 a 13) son las formas más representadas con 10 individuos cada grupo. La proliferación del uso de estos dolia ha dado pie a algunos autores a proponer límites de territorialidad político-étnica basándose en criterios de ausencia/presencia y yuxtaponiéndolo con las ánforas en determinadas zonas de la Ilercavonia (Moret 2002b). En este sentido destacamos la presencia casi residual de las ánforas, pues solamente contamos con dos individuos. No obstante, observamos un cambio formal determinado por la evolución del labio vertical característico de los individuos de los horizontes anteriores (fig. 16, 3). Dentro del grupo de los grandes recipientes aparecen otros tipos de tinajas de menor rango presencial: las tinajas con hombro y borde divergente (fig. 16, 14, 15), bien conocidas en las estratigrafías de Levante valenciano y sur de cataluña durante el período Ibérico Pleno, que evolucionan de las tinajas anfóricas de base cóncava derivadas del repertorio colonial; el jarrón con asas en el cuello de borde recto divergente representado por tres individuos sin decoración (fig. 16, 16), las urnas u ollas de cierre hermético mantienen su presencia con tres bordes y seis tapaderas (fig. 16, 17 a 22). La decoración va diversificándose. Un borde perteneciente a una urna de cuello alto divergente (fig. 16, 26) recuerda a las aparecidas en Tossal Montañes II (Moret et al. 200:, fig. 167) y en la torre de El Palao, fechada a inicios del siglo Iv ane (Moret et al. 2006: 164). Nuestro ejemplar no tiene decoración sobrepintada como la mayoría de ejemplares aparecidos en Alorda Park (cela 1994: 172), donde se documenta su evolución formal hacia las jarras caliciformes documentadas a finales del siglo III ane y principios de siglo II ane en el mismo yaci-

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miento. Por último, el ya citado fragmento informe de pared de kalathos (fig. 16, 23). En la categoría de vasijas utilizadas para el consumo es donde encontramos una mayor diversificación formal, dando lugar a la presencia de variedades evolucionadas de los primeros platos, cuencos y jarras a torno. Encontrábamos en las fases anteriores vajillas caracterizadas por tener una clara similitud con prototipos propios del mundo colonial fenicio e incluso adopciones formales de éstos (cela 2006; Graells, Sardà 2008). A partir del siglo Iv ane los vasos y cuencos desarrollarán un repertorio formal propio así como la adopción e interpretación de los prototipos exógenos de más éxito comercial del momento, la vajilla de barniz negro producida en el Ática y en sus colonias más occidentales (cela 1994: 176). Individualizamos nueve tipos de cuencos/platos: de borde reentrante, de paredes divergentes con moldura interna y labio biselado, de paredes verticales sin labio resaltado, platos de perfil convexo, de labio moldurado, labio redondeado y cuerpo carenado, fuentes y platos/tapadera. Los platos y cuencos de borde reentrante son los más representados con siete individuos, seis de cocción oxidante (fig. 16, 34 y 17, 1 a 4) y uno de cocción reducida (fig. 17, 5). Las fuentes o páteras representan tres individuos, la mayoría de borde reentrante o de perfil convexo. Su valor métrico viene determinado por la proporción del diámetro de la boca con respecto a la altura (cela 1994: 161), así las diferenciamos de los platos por su mayor diámetro que oscila entre los 30 y los 38 cm. Todos ellos presentan decoración. Entre estas nuevas producciones aparece un raro ejemplar que podríamos describir como plato con moldura interna y labio biselado de paredes divergentes (fig. 16, 29) paralelizable a un ejemplar posiblemente exógeno aparecido en el yacimiento de Alorda Park (cela 199: 172) fechado a finales de siglo III ane e inicios del siglo II ane. El tipo de cuencos de paredes verticales sin labio resaltado lo representan tres individuos. No presentan un diámetro mayor de 145 mm. (fig. 17, 6 y 7). Este tipo de cuencos podría fecharse hacia 300 ane (cela 1994: 172). Otro tipo complejo por la gran variabilidad de sus bordes son los cuencos de perfil convexo, de cuya existencia se conoce a partir del siglo Iv ane (Sanmartí, Santacana 1992: fig. 106.5), representados por seis individuos pertenecientes a bordes entre 215 mm y 240 mm de diámetro (fig. 16, 34 y 17, 1 a 5). El tipo decorativo, cuando existe, es de franjas horizontales, siempre en el exterior. Entre los platos de borde vuelto al exterior diferenciamos dos subtipos, de labio moldurado y de labio redondeado y carena. Los tres ejemplares de que disponemos de platos de labio moldurado presentan decoración pintada (fig. 17, 30 y 32). El ejemplar de plato carenado (fig. 17, 33), con toda probabilidad no es coetáneo al resto de vajilla de este horizonte ya que su producción no iría más allá de inicios del s Iv ane. Agrupamos un tipo genérico de tapaderas o platos/tapadera formado por tres individuos de los cuales distinguimos tres bordes y un pomo. Por último destacar un cuenco de paredes gruesas con el borde reentrante, ligeramente engrosado y labio caído al exterior con una pequeña franja horizontal sobrepintada (fig. 16, 25). El análisis macroscópico de la pieza no la aleja de las producciones ibéricas a pesar de que recuerda a los tipos de cerámicas comunes, especialmente morteros, del mundo púnico centro-mediterráneo que llegan a las costas de Tarragona durante los siglos Iv-III ane (Asensio, Otiña 2002: 121, fig. 10.3).

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En el grupo de jarras diferenciamos cinco tipos: jarras de borde exvasado, jarritas de perfil bitroncocónico, jarritas elipsoidales, jarras de boca trilobulada u énocoes y jarras con asa de cesto. Solo una de las jarras de borde exvasado simple (cuatro individuos), presenta decoración (fig. 17, 8). Estos ejemplares pueden fecharse entre finales de siglo III y el siglo II ane. (cela 1994). Probablemente un fragmento de asa de cinta con decoración pintada con líneas horizontales (fig. 17, 11) pueda adscribirse al mismo tipo.

fig. 16.- Horizonte III. Importaciones y producciones ibéricas torneadas.

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Las jarritas de perfil bitroncocónico están representadas por dos individuos. Por regla general, este tipo de ejemplares, como el nuestro, no presentan todavía ninguna decoración. Las jarritas elipsoidales, representadas por un perfil completo (fig. 17, 14), sin decoración y diámetro igual (46 mm) a dos ejemplares encontrados en el yacimiento cosetano de Alorda Park están fechadas a finales del siglo III e inicios del siglo II ane (cela 1994). Disponemos de dos enócoes de boca trilobulada. Ambas presentan decoración pintada en el labio interior con una banda horizontal (fig. 17, 12) y en la parte exterior del cuello con círculos (fig. 17, 13), además de un fragmento (fig. 17, 10) correspondiente a parte del cuello y cuerpo globular separados por una nervadura. Este fragmento tiene una decoración pintada compleja de banda horizontal con círculos concéntricos en la parte inferior, rombos en damero, líneas curvas verticales y lo que parece ser la parte inferior de un ojo estilizado justo en el pico vertedor, semejante a los aparecidos en la fase Iv de Tossal Montañés (Moret et al. 2006), en San Antonio de calaceite (Pallarés 1965) y en castellet de banyoles (Asensio, cela, ferrer 1996; Jornet 2006). Las jarrasenócoe que encontramos en este momento, a diferencia de las del Horizonte I que se inspiran en las formas fenicias arcaicas, se aproximan más a prototipos del modelo griego difundidos a través de la cerámica gris monocroma del área emporitana (cela 2006: 228). finalmente, contamos con un individuo, que conserva parte del borde y asa (fig. 17, 18), perteneciente a una jarra de asa de cesto, una de las formas más extendidas entre las vasijas ibéricas; se trata de un tipo reconocible desde mediados del siglo Iv ane hasta el cambio de era. Se caracteriza por tener un asa de sección circular sobreelevada por el centro que pellizca los bordes cuyo paralelo más cercano se encuentra en los niveles de la torre de El Palao fechados en el siglo Iv ane (Moret et al. 2006: 169). El conjunto de cerámica a mano de este horizonte está representado por contenedores intermedios, sobre todo ollas y tapaderas, destinadas al ámbito culinario. Entre las ollas distinguimos dos tipos básicos: diez individuos de ollas de borde exvasado (fig. 17, 27, 38, 40, 43, 46 a 50) y un individuo de olla de cierre hermético. Las ollas de borde exvasado que ya documentamos, con menor presencia, en el horizonte I mantienen sus características morfológicas. A parte del borde exvasado que las caracteriza, destacamos su labio redondeado, cuerpo globular o piriforme y fondo plano. Algunas de ellas presentan decoración plástica de cordón digitado, ungulado e inciso entre el cuerpo y el cuello (fig. 17, 34, 36, 37, 47 y 49). Así como asas macizas verticales con perforación ante coctionem (fig. 17, 38). La olla de cierre hermético, cuya presencia documentamos ya en el horizonte II, se caracteriza por tener el labio biselado y cuerpo de tendencia globular. Las tapaderas asociadas a estas ollas están representadas en el conjunto por cinco individuos de cierre hermético (fig. 17, 19, 20, 22, 41, 42) y cinco individuos de labio redondeado (fig. 17, 21, 23, 24, 28 y 44), todas ellas sin decoración de ningún tipo o con algún cordón aplicado liso. Los pomos de las respectivas tapaderas pueden ser abiertos o cerrados (fig. 17, 35 y 33). Una última pieza, que no pertenece al grupo de ollas/tapaderas de cocina, es un borde exvasado de copa carenada (fig. 17, 29), un tipo característico de los horizontes preibéricos que encontramos en Tossal Montañés (Moret et al. 2006: 176-177) y en el mismo coll del Moro. finalmente, un borde exvasado con el labio engrosado perteneciente a una jarra (fig. 17, 25), es el único y más antiguo testimonio de la categoría de cerámicas de cocina a torno recuperadas en el yacimiento.

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fig. 17.- Horizonte III. Producciones ibéricas torneadas y a mano

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Entre el material no vascular destacamos una fusayola de pasta oxidada, arcilla muy depurada y superficie pulida (fig. 17, 39) que está decorada con seis círculos impresos sobre la parte media de la superficie lateral y cuatro surcos concéntricos en la cara superior. Por último dos piezas discoidales recortadas en cerámica ibérica oxidante, una de ellas con decoración pintada a bandas de color vinoso (fig. 17, 16 y 17). Los restos faunísticos recuperados en los horizontes II y III corresponden a ovicaprinos, los más abundantes, con cuatro individuos, cerdo, con dos individuos, y buey, ciervo y gallina, todos representados por un individuo. Horizonte IV (220/180 – 100/50 ane) corresponde a un momento de nueva actividad constructiva que se desarrolla sobre nuevos niveles de derrumbe y colmatación y que supone la ocupación del espacio antes ocupado por la gran cisterna. Entre las nuevas edificaciones que se erigen destaca una pequeña habitación adosada al paramento sudoeste de la torre (Rafel, blasco 1994: fig. 57) y un muro (UE. 44=223) que discurre paralelamente al citado paramento; a tenor de los estratos asociados ambos deben fecharse entre la segunda mitad del siglo II y la primera del I ane. La actividad constructiva de este momento parece afectar a toda la plataforma superior del asentamiento: en la campaña realizada en 1993 se documentaron dos habitaciones del mismo momento edificadas sobre y a caballo del muro en talud que limita la cisterna por el sudoeste. A este momento pudiera también corresponder una profunda remodelación de los accesos a la torre, que suponen la construcción de una escalera de acceso a la rampa y de lo que a tenor de los datos conocidos parece una reconstrucción de ésta última, aun cuando –como más adelante comentaremos– no pueda excluirse la propia construcción de la misma (fig. 4). Las UEs 210, 212 y 216 del corte del año 1992 y la UE 19 del corte estratigráfico del año 1982 pertenecen a este horizonte. En el corte b de la cisterna, las UEs contemporáneas a la 19 (UE 6, 18 y 27) presentan hasta siete individuos de vajilla campaniense de tipo A (Rafel, blasco 1994: 19-20, fig. 54). En concreto, un fragmento informe de campaniense A de la forma Lamb. 48/Morel 68, cuatro bordes de Lamb. 27, un fragmento de Lamb. 28 y, el más significativo, un borde de Lamb. 5 fechable entre 175-50 ane. Los materiales recuperados en esta fase del corte estratigráfico son escasos y por consiguiente resulta poco significativa su cuantificación. En términos generales observamos que se mantiene el uso de grandes recipientes de almacenaje como las tinajas bitroncocónicas de borde moldurado (fig. 18, 6), las orzas tipo Ilduratin (fig. 18, 1 a 4), las tinajas de tendencia cilíndrica con reborde vertical en la boca (fig. 18, 5 y 8), las tinajas de borde exvasado (fig. 18, 7) y los jarrones con asas en el cuello de borde recto divergente (fig. 18, 19). Destaca la proliferación de recipientes tipo kalathoi (fig. 18, 9 a 11). Las cerámicas utilizadas en el servicio de mesa se reducen a cuencos de paredes verticales sin labio destacado (fig. 19, 18), cuencos de borde exvasado (fig. 18, 14), reentrante (fig. 18, 15) y divergente (fig. 18, 16 y 17). completan el servicio de mesa dos jarritas bitroncocónicas, una de ellas con pintura vinosa aplicada en forma de “dientes de lobo” en el labio y en la pared exterior (fig. 18, 20). Aparece un nuevo tipo de vaso, imitación de prototipos griegos e itálicos. Se trata de un vaso skiphoide decorado con pintu-

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ra vinosa de semicírculos concéntricos en el exterior (fig. 18, 12), uno de los recipientes de más éxito entre el repertorio cerámico autóctono a partir del tercer cuarto del siglo III ane y con más variedad formal. Encontramos imitaciones similares de vasos tipo copaskiphoi en los cercanos yacimientos de castellet de banyoles en el s. III ac (Asensio, cela, ferrer 1996), Sant Antoni (Pallarés 1965) y Els castellans. Por último destacamos la aparición de un phitiskoi (fig. 18, 13), una forma de ánfora miniaturizada a torno de cocción oxidante, forma frecuente en el Levante (Mata, bonet 1992) que aparece en el curso inferior del Ebro en el yacimiento de Les Planetes (Diloli, bea, vilaseca 2003) y en el área cosetana en los yacimientos de Alorda Park y Mas d’en Gual. Dos tapaderas,

fig. 18.- Horizonte Iv. Producciones ibéricas torneades y manufacturadas.

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ambas de cierre hermético (fig. 18, 21 y 23) y un fragmento informe de jarra con decoración sobrepintada de semicírculos concéntricos rellenos de líneas radiales (fig. 18, 22) completan el conjunto de cerámica a torno. La cerámica a mano está representada tan sólo por cinco individuos pertenecientes a ollas de borde exvasado, una de ellas con decoración plástica de cordón inciso en el cuello (fig. 18 , 24 a 28) y un borde de tinaja de cierre hermético con asa vertical (fig. 18, 29). El escaso material faunístico recuperado en este horizonte corresponde a ovicaprinos (dos individuos), buey y cerdo (un individuo de cada). CoNCLusIoNes el poblamiento preibérico, la eclosión de procesos de diferenciación y la materialización del programa constructivo torre-cisterna La necrópolis del coll del Moro pone de manifiesto que a partir del siglo IX ane hay un poblamiento consolidado en la zona, representado, a juzgar por los enterramientos conocidos, por una pequeña comunidad cuyo peso demográfico no empezará a ser verdaderamente significativo hasta mediados del siglo vII ane. Hasta ése momento la necrópolis cuenta solo con el área de enterramiento conformada por los sectores llamados calars y Teuler; a partir de esta fecha, no obstante, los pobladores del coll del Moro abren una nueva área funeraria, la conocida como Maries. Se documenta en ésta una concentración importante de materiales mediterráneos: importaciones fenicias, piezas de imitación y formas vasculares inspiradas en modelos mediterráneos así como la aparición de estelas de piedra en algunos enterramientos (fig. 19). Un 53% de los enterramientos de los sectores calars y Teuler corresponden a la segunda mitad del siglo vII e inicios el vI, un momento de importante crecimiento poblacional, a juzgar por los datos globales de número de enterramientos por fases de la necrópolis. En este mismo período los enterramientos del sector Maries suponen un 31% del total de enterramientos de dicha área funeraria de nueva creación. En la fase siguiente (575-500 ane) se abandona progresivamente la tradición tumular característica de las fases anteriores, que es substituida por los enterramientos en loculi o fosas simples, y continua el incremento global en el número de enterramientos, pero mientras en los sectores calarsTeuler el porcentaje para esta fase es del 20%, en el sector Maries es del 68% (Rafel 1993: 67). La ejecución del programa constructivo torre-cisterna está claramente relacionada con la instauración de un área de enterramiento segregada de la tradicionalmente utilizada hasta entonces, con el crecimiento poblacional y con la incardinación en los circuitos comerciales mediterráneos. No sabemos cómo sería la primitiva torre, lo impiden las fuertes reformas que sufrió posteriormente, así como el insuficiente nivel de excavación del conjunto. Dan fe de las dificultades en este sentido los diversos tanteos realizados por Moret, que inicialmente, y al parecer por error, la publicó como una torre maciza y posteriormente realizó, como hipótesis de trabajo, una reconstrucción de torre exenta, hueca y de al menos cuatro pisos de altura (Moret 1996: 414; Moret 2006: 188-190, fig. 3).

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Sin embargo, sí podemos sugerir que el elemento escultórico recuperado en su relleno formaría parte de esta primitiva edificación que situamos a mediados o segunda mitad del siglo vI ane. La torre se inscribe en lo que en su momento y a raíz de su excavación en Tossal Montañés Moret llamó “residencias aristocráticas o casas-torre del ibérico antiguo” (Moret 2002a) y que han sido calificadas de hábitats segregados ocupados por jefes de linaje. Hoy, las nuevas intervenciones practicadas en yacimientos como calvari de vilalba dels Arcs (Diloli, bea 2005), el Assut de Tivenys (Diloli 2009), ambos en Tarragona, y en balaguer 1 (Portell de Morella, castellón) (barrachina et al. 2011 y la reinterpretación de la secuencia estratigráfica de Aldovesta (Noguera 2006: 117-121) ponen de manifiesto que el fenómeno se inicia en época preibérica. En cuanto a la segregación del hábitat, los datos de la necrópolis del coll del Moro y los del hábitat que aquí presentamos sugieren que el concepto requiere ser matizado. De entre los sepulcros de la necrópolis que se han podido fechar, son 57 los que corresponde al período entre 650 y 575/500 ane. Aunque no es posible realizar cálculos de población sobre los efectivos de la necrópolis, puesto que sabemos con seguridad que en las necrópolis tumulares de tipo bajoaragonés (de las cuales el coll del Moro constituye su ejemplo más oriental) solo se

fig. 19.- Piezas de la necrópolis (Sector Maries) representativas del factor mediterráneo: 1. vaso fenicio con decoración bícroma; 2. vaso con hombro de cerámica oxidada a torno; 3. copa con pie alto calado de pasta fenicia; 4. cerámica oxidada a torno imitación de una urna pithoide tipo cruz del Negro; 5. vaso torneado inspirado en el mismo tipo que la pieza anterior; 6. Plato a mano inspirado en tipos fenicios; 7. cipo sepulcral.

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entierra a una parte de la población (Rafel 2003: 79-80), sí podemos afirmar basándonos en la comparación con los binomios poblado-necrópolis conocidos en esta zona que se trataría de una comunidad que superaría la capacidad de hábitat de la torre del poblado, pues, si bien la evidencia funeraria por si sola no puede informarnos sobre el peso demográfico total a causa de sus rasgos rituales, ya comentados, sí puede hacerlo sobre los contingentes mínimos de población. Los habitantes de la primitiva torre señoreaban sobre una comunidad suprafamiliar que habitaría en lo que hoy es el poblado de épocas posteriores o bien en sus inmediaciones. A la evidencia de la necrópolis debemos aunar la de la cisterna que forma parte del mismo programa constructivo que la torre y que tiene una capacidad de entre 270.000 y 360.000 litros, un volumen que, aun considerando que durante buena parte del año no estaría llena, supera con mucho las necesidades del pequeño grupo familiar que podía habitar en la torre, hasta tal punto, que induce a proponer que el control del agua, junto con el de una arteria de comunicación de primer orden, constituirían los pilares que darían sentido a los pequeños aristócratas locales que habitaban en el edificio turriforme. cabe reseñar, por otra parte, que la ejecución del programa constructivo debió requerir una apreciable contribución de mano de obra. A finales del siglo vI ó inicios del v ane se produce una profunda reestructuración que comporta una remodelación arquitectónica y la amortización de fragmentos. Solo podemos aventurar a nivel de hipótesis las causas de tal cambio. Durante el siglo vII ane se consolidan nuevos poderes que se desvinculan de las relaciones de parentesco que vertebraban las comunidades locales hasta entonces para establecer su primacía; no obstante, a pesar de los intentos de acaparar recursos necesarios para la subsistencia y la producción (cisterna), sus bases productivas y culturales sufren pocos cambios, de modo que muy pronto el sistema que intentan controlar estas aristocracias emergentes colapsa. En la cataluña meridional y el bajo Aragón algunas pocas sepulturas con armas anuncian el nuevo universo que emergerá con fuerza en el siglo v ane (Graells 2010). El abandono de los edificios singulares (como la torre de Tossal Montañés y el edificio del calvari de vilalba dels Arcs) y la destrucción o abandono de poblados entre el segundo y el último cuarto del siglo vI ane son los síntomas de esta crisis que acabará con los grupos aristocráticos de inspiración orientalizante (entendido este término en el sentido propuesto por Asensio 2005) que habían liderado un ensayo de cambio que fracasa y, como consecuencia, los hábitats torreados donde residían estos grupos desaparecen o bien sufren modificaciones sustanciales de sus funciones ideológicas e, incluso, como es el caso del coll del Moro de su morfología constructiva. Probablemente debamos relacionar con esta crisis los profundos cambios observados en la secuencia del horizonte antiguo de coll del Moro (fig. 20,1). La evolución del asentamiento desde el siglo V ane hasta época romanoimperial Una de las primeras evidencias arqueológicas de este nuevo periodo es el abandono de los enterramientos de tradición tumular. El hecho de que en los niveles superficiales de los sectores de calars y Maries se hayan recuperado abundantes ítems cerámicos y metálicos que sugieren su procedencia de ajuares funerarios ha llevado a definir una última fase de la necrópolis en los siglos v-Iv, en cuyo transcurso se enterraría en fosas

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y se produciría una relevante disminución de los enterramientos (Rafel 1994-1996), momento que debe correlacionarse con el Horizonte II y con la última fase de habitación del interior de la torre documentada en el curso de las excavaciones que aquí presentamos. Paralelamente, en el siglo Iv, empezamos a tener datos a través de prospección, de ocupación en las fincas colindantes de la torre. En el interior del poblado empiezan a producirse una serie de reformas constructivas que darán lugar a una original reestructuración arquitectónica del sitio, concluyendo, en momentos avanzados del Ibérico Pleno, en una nueva planificación urbanística del mismo “ex novo”. El sentido funcional primitivo del binomio torre-cisterna desaparece

fig. 20.- El poblamiento en el curso inferior del Ebro: 1. Hierro I e Ibérico Antiguo (siglos vII-vI ane). Elaboración R. Jornet.

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entrando al siglo v ane, debido a la obliteración parcial de cisterna, pero no es hasta finales del siglo III ane cuando se produce su colmatación total y se proyectan edificios en este espacio. No obstante, la torre parece seguir en funcionamiento, lejos de su función original, hasta mucho después del abandono de las habitaciones de su interior en el segundo cuarto del siglo Iv ane. Es más, durante este período, se articula el nuevo poblado respetando la torre, incluso se la dotará de una apariencia monumental al reformar el acceso ya en los siglos II-I ane. Sin duda, la significación de la torre para los habitantes de coll del Moro sobrepasa la funcionalidad defensiva y de atalaya. Adquirió y conservó, a pesar de todos los profundos cambios sociales e ideológicos, una dimensión de identidad y prestigio, incluso con capacidad de vertebrar las diferentes reformas urbanísticas que sufrirá el poblado. La más importante fue la creación de una nueva línea de muralla tras la torre y la cisterna. Se trata de un frente amurallado con una torre semicircular (y dos más posibles) donde se adosan los ámbitos de habitación y un taller de lino. Esta reestructuración del asentamiento podemos fecharla a raíz de un sondeo practicado en el interior de la torre y de la excavación del taller de enriado de lino y tintorería anejo antes de la segunda mitad/finales del siglo III ane. (Rafel, blasco, Sales 1994). Tras el colapso del modelo aristocrático que caracteriza el periodo Ibérico Antiguo, el siglo v ane inaugura un nuevo horizonte, que a largo plazo, parece alumbrar una nueva organización del territorio, jerarquizado, donde los patrones de asentamiento indican otras complejidades en sus relaciones de intercambio. Poco podemos decir sobre la causa de tales cambios estructurales en el seno de las sociedades ibéricas en la catalunya Meridional y el bajo Aragón. Probablemente un sistema clientelar basado en los desequilibrios sociales y económicos, incapaz de abastecer las necesidades de una población en aumento se volvió inestable y fracasó. A partir de ahora observamos un sistema de intercambios completamente diferente, de más alcance y quizás más fluido. La proliferación de la cerámica ática entorno a los yacimientos de esta área geográfica a partir del siglo v es una evidencia, incluso su penetración hacia el valle medio del Ebro. Los recientes trabajos realizados en las áreas vecinas del interfluvio Algars-Matarranya, el Guadalope y el bajo Regallo (Moret et al. 2006: 252), muestran que los patrones de asentamiento en el Ibérico Pleno responden a una red organizada, jerarquizada y extensa por todo el territorio, que podemos resumir en varios niveles: poblados de tamaño medio-grande; poblados pequeños/caseríos y granjas. Las dimensiones estimadas de coll del Moro tras las reformas del siglo Iv ane le señalan como núcleo principal y eje vertebrador de su territorio circundante. Es en este momento cuando el análisis del territorio muestra su rol catalizador y documentamos indicios de hábitat disperso en sus alrededores como son Les cendroses (Gandesa), El Grau (Gandesa) y la atalaya de Puig cavaller (Gandesa). A éstos debemos sumarles los ya conocidos coll del Moro del borrasquer (batea), el Turó de Sorio (caseres), Ermita de Sant Josep (bot), els vilassos Nord (bot) y Tossal del Moro (bot) (Puch 1996), esta última con una posible estela anepigráfica (Puch 1996: 51; Marco 1976-78). Este sistema de organización jerárquica de asentamientos parece vehicularse en torno a las principales vías de comunicación terrestres (Rafel, blasco 1991), enlazando la zona costera con el interior, es decir desde el Ebro hacia los ríos Guadalope y Regallo. Así los asentamientos principales, de

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características similares en cuanto a su mayor extensión, fortificados y con niveles nada despreciables de importaciones se situarían a través de este eje de comunicación (Moret 2002b; 2006). Asentamientos como San Antonio (calaceite), Torre Gachero (valderrobles), Miralblanc (valjunquera) o El Palao (Alcañiz) desempeñarían junto a coll del Moro este papel preponderante (fig. 21). Ya en el tercer cuarto del siglo III ane, el castellet de banyoles (Tivissa), situado en el margen izquierdo del Ebro, se sitúa en un nivel superior, ya claramente urbano; parece razonable pensar que dentro de este hipotético statu quo de equilibrio de poder entre núcleos de primer orden podría haber roto

fig. 21- El poblamiento en el curso inferior del Ebro: Ibérico Pleno (siglos v-III). Elaboración R. Jornet con datos de Moret, benavente, Gorgues 2006.

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esta dinámica y situarse un rango por encima, probablemente debido a su situación estratégica en los albores del conflicto bélico de la II Guerra Púnica. Es en este yacimiento dónde se produce el único caso conocido en el territorio que nos ocupa de una clara segregación demográfica de una parte de la población hacia el asentamiento, cuyas características urbanas, dimensiones y hallazgos parecen definirlo como un auténtico centro de poder (Álvarez, Asensio, Jornet, Miró, Sanmartí 2008; Sanmartí, Asensio, Jornet, Miró 2012; Asensio, Sanmartí, Jornet, Miró 2013). A partir de finales del siglo III ane, en el contexto de las contiendas originadas por la Segunda Guerra Púnica y la posterior conquista romana, el coll del Moro atraviesa otro momento de cambios estructurales y reformas urbanísticas. El más importante de todos son los niveles de ruina generalizados y fechables ya en la primera mitad del siglo I ane, que afectan a la torre semicircular y a los ámbitos 6, 7 y 8, que muy probablemente pueda hacerse extensible a todo el poblado (Rafel, blasco 1991), sin que por el momento tengamos indicios de la reconstrucción de este sector interior. Sin embargo, la zona de acceso sufre una absoluta remodelación que culmina con la reconstrucción del sector de la torre: se construyen unas escaleras que dan acceso a la rampa que asciende a la cima de la torre y se reordena el espacio construyendo un pavimento de guijarros. Pudiera ser que estas reformas fueran de gran calado y supusieran la construcción o remodelación de la rampa helicoidal que daba acceso a la parte superior de la torre. como ya hemos comentado, el sondeo llevado a cabo por berges y ferrer en la rampa proporcionó cerámica campaniense y permitió observar que su fábrica estaba trabada con el paramento externo de la torre. Este último hecho podría indicar una remodelación en profundidad de la propia torre; sin embargo, el aún insuficiente nivel de conocimiento del conjunto impide aventurar afirmaciones taxativas en este sentido, de modo que habrá que esperar a que futuros trabajos arrojen luz sobre éste y otros aspectos aún oscuros. A su vez, se culmina la obliteración de la cisterna y se construyen nuevas edificaciones encima, adosándose a la pared de la torre. A tenor de los pocos datos que tenemos, parece ser que en los siglos II–I ane hay una voluntad de reocupación de la torre y su inmediatez reedificando parte del área que fue la cisterna como hábitat y mejorando el acceso a la torre dándole una apariencia más monumental. Quizás pueda corresponder a este momento, la nueva partición del espacio interior de la torre en dos mediante un muro longitudinal asentado sobre el derrumbe de las fases anteriores, que fue excavado y levantado en el curso de los trabajos de berges y ferrer. En la zona que nos ocupa los torreones de época tardía no son extraños; de hecho encontramos paralelos de la misma cronología en los yacimientos vecinos de San Antonio (calaceite), castellans (cretas), Mas de Madalenes (cretas) y Torre cremada (valdeltormo), además de la Tallada y Palermo (caspe). No hemos de olvidar, sin embargo, que en muchos casos son fundaciones ex novo de época republicana, mientras que en nuestro caso se trata de una reforma de una torre preexistente en este mismo contexto. De lo que no cabe duda es de que de una forma u otra, está erigida bajo la administración romana, pudiéndose considerar, al igual que los otros ejemplos, como un fortín o baluarte romano (Melguizo, Moret 2007). Estos fortines probablemente protegerían alguna población cercana ibero-romana o más aún, la misma vía de comunicación terrestre, cuyo

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control todavía sería necesario pero que progresivamente dejará de tener importancia al imponerse una única ruta principal que une el eje Tarraco-Ilerda-celsaSalduie/caesaraugusta (beltrán, Martín y Pina 2000: 62-64) (fig. 22). En resumen, durante este momento el coll del Moro deja de tener un papel preponderante en la jerarquía de asentamientos de la zona, quizás a la sombra del vecino coll del Moro del borrasquer (Puch 1996), más cercano al ramal de la citada vía romana y cuya perduración llega hasta el siglo III dne. Los testimonios de ocupación posteriores, de época imperial, se reducen a algún material en niveles revueltos, a una habitación adosada a la torre que fue excava-

fig. 23.- El poblamiento en el curso inferior del Ebro: Tardoiberismo. Elaboración R. Jornet

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da por berges y ferrer y en la cual documentaron fragmentos de terra sigillata clara (berges, ferrer 1976) y a la construcción en el siglo I dne (blasco, Miró 1999: 119-120) de una gran estructura maciza de planta elíptica (UE 152) que ocupó buena parte del espacio que había ocupado la cisterna, una estructura muy singular sin paralelos conocidos y cuya funcionalidad ignoramos (Rafel, blasco 1994: 14, figs.4 y 57). A modo de recapitulación En el paraje conocido como coll del Moro de Gandesa habita desde finales del siglo IX ane una comunidad, cuyo hábitat no ha sido localizado por el momento, que enterraba a sus muertos en un área de necrópolis integrada por dos partes separadas entre sí por una suave vaguada por la que hoy discurre (y probablemente también en la antigüedad) un importante camino que une la localidad de Gandesa con la de batea. En éste primer momento la densidad de enterramientos es baja, poco más de un 12% del total de sepulcros de la necrópolis se encuadra entre el siglo IX y mediados del vII ane. Los enterramientos, de incineración, se practicaban en túmulos circulares planos, pero también en loculi y en túmulos del tipo bajoaragonés de cista excéntrica. En dichas sepulturas se depositaban los osarios cerámicos, con pulimentos brillantes y acanalados y con perfiles del tipo Obagues y Molar 117 (vilaseca II) y más tarde del tipo can Missert Iv, con paralelos en el bajo Segre y la necrópolis prioratina del Molar (vilaseca III). Los ajuares metálicos consisten básicamente en brazaletes. Entre 675/650 ane se producen cambios de gran relevancia en la comunidad local: en primer lugar, se instaura una nueva área de necrópolis, situada a unos 500 metros del límite oeste de las anteriores, el llamado sector Maries. Desaparecen los túmulos circulares planos, persistiendo, no obstante, los loculi y los túmulos de tipo bajoaragonés y surgen los túmulos cuadrangulares planos y las estructuras de enterramiento adosadas y supeditadas formalmente a los grandes túmulos de cista excéntrica. Los perfiles vasculares son de tendencia en S, con pies altos diferenciados, a veces calados, aunque no faltan las cerámicas groseras de perfiles troncocónicos, ovoides o piriformes y con cordones. Aparecen ahora los cipos sepulcrales pétreos, la cerámica a torno de carácter fenicio y orientalizante (fig. 19), el hierro (cuchillos y brazalete), junto a una importante diversificación de los tipos metálicos broncíneos (cadenetas, colgantes, fíbulas) y a un aumento cuantitativo de los ítems que se depositan en las tumbas. Por otra parte, el número de enterramientos revela un significativo crecimiento poblacional. Es interesante resaltar que parece corresponder a este momento la práctica funeraria de los enterramientos en pequeñas estructuras pétreas adosadas a grandes túmulos, siempre del tipo bajoaragonés. Dicha práctica parece indicar unas agrupaciones sepulcrales por linajes, una mayor visibilidad de los mismos y una competencia entre éstos. La acumulación de ítems de prestigio mayoritariamente, aunque no exclusivamente, en el nuevo sector parece poner de manifiesto que la segregación de esta área funeraria sea el resultado de la emergencia de un o unos linajes por encima del resto en una clara sugerencia de la formación de una aristocracia. A partir de c. 550 ane empieza a documentarse en la necrópolis la cerámica ibérica, representada esencialmente por urnas de cierre hermético, entre las cuales algunas claramente procedentes del sur o sudeste peninsular (p.e. Rafel 1993: 65, fig. 115.7), aunque,

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en líneas generales, la cultura material mueble muestra una clara continuidad con el período anterior y se sostiene e incrementa el crecimiento poblacional. Hasta 550/525 se continúan construyendo estructuras tumulares circulares y cuadradas y, a partir de ése momento se enterrará exclusivamente el loculi. como ya se ha explicado, los enterramientos localizados hasta la fecha no van más allá de c. 525/500 ane; no obstante, la gran cantidad de material revuelto, de claro perfil funerario, documentado especialmente en el sector Maries, indica la existencia de sepulcros en loculi fechables en los siglos v y primera mitad del Iv, si bien ello parece corresponder ya a una fase de baja intensidad de enterramientos. corresponden precisamente a estas dos últimas fases con enterramientos documentados de la necrópolis los primeros materiales de los cortes practicados en la cisterna del poblado, adosados al paramento externo de la torre, por lo que su construcción debe situarse en éstas, probablemente a finales de la primera o inicios de la segunda. En definitiva, los acusados cambios que pone de manifiesto el registro arqueológico de la necrópolis corresponden cronológicamente y, en cierto modo podríamos decir que culminan, con el desarrollo de un potente programa constructivo constituido por una gran torre-hábitat-edificio representativo y una cisterna de gran capacidad. La primitiva torre del asentamiento, cuyas características exactas desconocemos aún, tuvo sin duda una función ideológica, de representación del poder, al mismo tiempo que de control y protección de un elemento de vital importancia para el desarrollo de la vida y la producción: el agua. Y a través de él de una población y un territorio. Esta primitiva construcción estaría poco tiempo en funcionamiento como revelan los horizontes de hábitat interior de la torre (el más antiguo de finales del siglo vI/inicios del v ane) que se han podido excavar hasta la fecha y que se superponen a una base maciza de la estructura en cuyo relleno hallamos un fragmento esculpido, que pone de manifiesto la existencia de estructuras anteriores ya obliteradas, amén de resaltar el carácter aristocrático de la sociedad local que podía permitirse el sostenimiento de artistas-artesanos (fig. 14). Por otra parte, es significativo el hecho de que se documente en el interior de la torre un potente estrato de derrumbe entorno al segundo cuarto del siglo Iv, coincidiendo con los últimos materiales conocidos de la necrópolis. De modo que, en síntesis –y como ya hemos sugerido anteriormente tanto para este territorio como para otros de la cataluña meridional (Rafel, Armada, 2009)–, una comunidad ya asentada en el territorio que constituye su nicho vital y productivo tienen la posibilidad, especialmente a partir de mediados del siglo vII ane, de obtener bienes de prestigio, ya sea bajo la forma de objetos o productos consumibles, hecho que contribuirá a una reorganización de sus bases socioeconómicas e ideológicas y unos primeros intentos de control de la producción para poder sostener los nuevos flujos de intercambio que darán como resultado desigualdades sociales y la aparición de formas de dominación ajenas a las estructuras de parentesco, aunque puedan continuar camuflándose en ellas. Hoy por hoy el registro conocido en el sur de cataluña y el bajo Aragón pone de manifiesto claramente que este experimento aristocrático fracasa, en una dinámica de procesos de jerarquización no culminados y de búsqueda de nuevas fórmulas de cambio y organización social. Ello no supone una ruptura cultural, sino una reorganización ide-

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ológica y política que da lugar a lo que podríamos llamar una época oscura en la que germina lo que más tarde será la sociedad propiamente ibérica. Efectivamente, el abandono o destrucción generalizada de asentamientos en torno al 575/525 ane y la escasez de enterramientos sumen al territorio en una “edad oscura” en lo que hace referencia a la visibilidad del registro. Los hábitats turriformes, como representación de un poder aristocrático de tipo orientalizante, desaparecen. Sólo algunas tumbas manifiestan lo engañoso de esta situación durante la que, en realidad, se está larvando la definitiva eclosión de nuevos grupos aristocráticos con un carácter distinto, menos focalizado en el antepasado común y más centrado en el elemento guerrero (Ruiz Rodríguez 1994: 148). No obstante, no será hasta el siglo v ane cuando se visibiliza una nueva organización territorial, política y económica. En el coll del Moro, no obstante, sabemos que la torre se reocupó y que se habitó hasta el segundo cuarto del siglo Iv, pero no conocemos nada del hábitat anejo a la torre del siglo v. A parte de los niveles de hábitat de la torre y los de relleno de la cisterna aneja, solo los supuestos enterramientos destruidos de la necrópolis ilustran arqueológicamente este momento. De ellos parece deducirse una aparente isonomía del mismo –al menos si lo comparamos con el período anterior–, cosa que no quiere necesariamente decir que se haya retornado a una organización de base familiar, sino, quizás, simplemente, a un horizonte donde el carácter y la ideología del poder y de sus símbolos han cambiado; en relación a todo ello es de resaltar que no se han documentado armas en la necrópolis. Por lo que respecta al hábitat, pues, a parte del conjunto torre-cisterna, hay que esperar al siglo Iv ane para apreciar indicios claros de un establecimiento significativo, situado en una terraza natural a un nivel superior al de la torre, y cuyas características, sin embargo, ignoramos puesto que es conocido solo por prospección. A pesar de todas estas deficiencias de conocimiento, sí podemos afirmar que la torre continua siempre siendo utilizada, aun cuando su significación y su propia estructura van cambiando profundamente y que, a juzgar por el análisis del territorio circundante y las dinámicas de territorios colindantes, el coll del Moro parece afirmarse como centro de un territorio ibérico ya jerarquizado. En la segunda mitad del siglo tercero se produce una actividad edilicia y de reorganización urbanística importante en la parte de poblado situada al sureste de la torre: se construye un recinto fortificado que deja fuera la torre, a modo de atalaya, y una serie de estancias, entre las cuales es de destacar la instauración de una tintorería y taller de enriado de lino. Dicha actividad constructiva continúa en el siglo II, momento en el que queda definitivamente ocupado por construcciones el espacio antes utilizado como cisterna apreciándose niveles de ruina de algunas de las construcciones de este horizonte ya en el siglo I ane. corresponde también a este momento la última remodelación de la torre con la monumentalización de su acceso y, probablemente, la última disposición conocida del espacio interior de la torre, casi completamente colmada, mediante la cual se reaprovecha este espacio compartimentándolo de nuevo en dos estancias. Todo ello da fe de la continuidad del espacio durante el período romano-republicano y de la utilización de la torre como atalaya-fortín. Los escasos datos que conocemos de época romano-imperial ponen de manifiesto que, a pesar de los profundos cambios sociales y políticos habidos a partir de la pre-

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sencia romana en la zona, que afectan también a la red viaria, el coll del Moro continua siendo ocupado, revelando que conserva algo de la importancia que su posición estratégica le proporcionó en sus momentos de mayor esplendor.

AGRADeCIMIeNTos Diversos colegas nos han aportado datos, estudios, opiniones y otros que nos han sido útiles para la elaboración del presente artículo. A todos ellos, nuestro agradecimiento: Andrés M. Adroher, Teresa chapa, Emilio Martín, fernando Molina, Isabel Moreno, Jordi Principal, Arturo Ruiz, Joaquín Ruiz de Arbulo, Marta Santos, Mª Pilar vázquez y, muy especialmente, a Núria Armentano (estudio perinatal), Narcís carulla (estudio geológico), L. font, J. Nadal, S. Albizuri (determinación fauna), Mónica blasco que nos ha facilitado la recuperación de la documentación y los materiales del corte estratigráfico de 1991-1992 y Maite Miró que ha tenido la amabilidad de clasificar el barniz negro exhumado en el recinto interior de la torre. A carme Alòs, directora del Museu comarcal de balaguer, y a todo el personal de dicho museo tenemos que agradecerle las facilidades que nos han dado para consultar los materiales de las excavaciones de los años 80 en el coll del Moro de Gandesa.

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