NUEVAS TENDENCIAS EN LA HISTORIOGRAFÍA DE LAS CIENCIAS MEDICAS

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Descripción

Instituto Internacional Xavier María de Munibe de Estudios del siglo XVIII Ciencia y Pensamiento en el siglo XVIII

Homenaje al Profesor Dr. Juan Bautista Riera Palmero Palacio de Insausti, 27 y 28 Marzo de 2009.

Nuevas tendencias en la Historiografía de las ciencias médicas José Luis Valverde Cátedra de Historia de la Farmacia y Legislación Farmacéutica Universidad de Granada

Mi primer contacto con la historiografía médica vino de la mano de las obras del Prof. Luis S. Granjel. Su Estudio Histórico de la Medicina, fue la guía metodológica y bibliográfica de los inicios del Seminario de Historia de la Farmacia de la Universidad de Granada, iniciado por el Prof. José María Suñé. Tuve el privilegio, años después, gracias a la generosidad del Prof. Granjel, de poder tener una estancia de estudio en el Seminario de la Cátedra de Historia de la Medicina de la Universidad de Salamanca, en el magnífico marco del Colegio de Fonseca, en el verano de 1970. Allí conocí al Prof. Juan Riera que me ayudó, con la eficacia y desprendimiento que le caracteriza, a formar un archivo de separatas de trabajos metodológicos, que constituyeron una ayuda inapreciable. Por eso hoy, aquí y ahora, me ha parecido que ocuparme en hacer una lectura sobre las nuevas tendencias de la historiografía de las ciencias médicas, era el mejor homenaje de reconocimiento personal y profesional que podía hacer, en el marco de estas Jornadas de trabajo en homenaje al Prof. Juan Riera. Para hablar de nuevas tendencias en la historiografía de las ciencias médicas hay que referirse primero a lo que algunos denominan como historia “tradicional de la medicina”, de forma peyorativa. En la nueva historia social de la medicina que se conformó en la década de los setenta se desplegó una fácil caricatura sobre los historiadores tradicionales para definir el nuevo programa y dar un cierto sentido de misión para consolidar su identidad diferencial. Para identificarse se situaban contra los que llamaban el viejo “establishment” de historiadores de la medicina. La identificaban, genéricamente, como aquella historia de la medicina escrita por médicos para profesionales de la medicina, consagrados a una exposición triunfalista y apologética de carácter internalista, e ingenuamente positivista. A principios de la siguiente década, de 1980, esta imagen de la “Historia tradicional” degeneró desde un llamamiento por una revolución historiográfica a la asunción acrítica de una falsa representación del pasado. 1

Esta tendencia ha justificado la publicación de una pléyade de trabajos poco sólidos intelectualmente e irreflexivos bajo el punto de vista teórico. Pero, en el fondo, esta pretendida “nueva historia social”, con un mínimo de análisis histórico se visualiza que no fue nueva durante la generación anterior; y lo mismo se puede decir de la llamada “nueva historia cultural”. Estas recientes generaciones, principalmente en Estados Unidos, han asumido, sin mucha base, que la llamada “Historia médica tradicional” es un conjunto unificado en métodos y objetivos. Pero, perpetuando una falsa representación del pasado conduce a una visión errónea del presente. La realidad, ayer como hoy, es la misma. Los cultivadores de la Historia de las ciencias médicas tuvieron y tienen muy diversas formaciones de base, objetivos, aspiraciones y audiencias. Polémicas sobre quién posee las mejores credenciales para afrontar los trabajos en el ámbito de la historia de las ciencias médicas, es un debate maniqueo y sin sentido. Lo que cuenta son los resultados, las aportaciones. Las bases de la historiografía de las ciencias médicas Desde principios del siglo XIX y la conformación de la historiografía de las ciencias médicas, como un campo coherente y con aspiraciones de constituirse en disciplina académica, no se puede identificar como una única historia médica, sino varias, diferenciadas. No es posible identificar una historia de la medicina con una clara y precisa identidad y con límites definidos. Más bien lo que encontramos es un campo de trabajo abierto, al que se van dando contenidos diversos, en distintos lugares, en tiempos diferentes y en circunstancias históricas diferenciadas. Antes del 1800 el conocimiento histórico fue un componente para ser médico. Por eso, los estudiantes necesitaban estudiar griego, latín, filología, lógica y retórica, de cara a poder leer y entender los conocimientos de sus predecesores. El buen medico debía ser un poco filósofo e historiador, como lo fue Galeno. Sin embargo, a finales del siglo XIX, la unidad básica entre medicina histórica y contemporánea empezó a ponerse en cuestión. Fue precisamente el médico y Profesor de Botánica Kurt Sprengel (17661833), el que se le considera como el fundador de la historia médica moderna, el que puso de relieve este cambio en la conciencia histórica, entre el pasado y el presente. Su historia de la Botánica, Geschichte der Botanik (1817), es también de un gran interés para la Historia de la Farmacia y editó y comentó a Dioscórides. Antonio Hernández Morejón en su Historia bibliográfica de la Medicina Española (Madrid 1842), caracteriza bien, las aportaciones de la historiografía médica hasta su tiempo. Aunque, no siempre tiene palabras laudatorias para Sprengel, sobre todo en sus referencias a las aportaciones españolas. Sí en cambio a lo que se refiere a las aportaciones del periodo árabe. Testimonio similar, aunque diferenciado, podemos decir respecto a las contribuciones de Anastasio Chinchilla en sus Anales históricos de la Medicina en general, y biográficos de la española en particular (1841-1846). La aproximación de Sprengel se califica de “pragmática”, en el sentido de instrucción práctica. La historia contiene lecciones para el presente y puede servir para fines prácticos. En su obra en cinco volúmenes Versuch einer

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Pragmatischen Geschichte der Arzneikunde ( Ensayos de una Historia pragmática de la Medicina,1792-1803) ,Sprengel usa la historia médica para mostrar el gradual desarrollo del conocimiento y para promover un mejor entendimiento de los conocimientos médicos contemporáneos. Sprengel, de forma abierta, rompe con el método doxográfico y con la presentación del pasado a través de la biografía de los grandes médicos. Usaba la historia como un instrumento para socializar los estudiantes dentro de la medicina. También para instilar en ellos modestia y tolerancia. Por todo esto siempre se ha considerado a Sprengel como una referencia para legitimar la institucionalización de la historia de la medicina en las Facultades. Fue un apasionado estudioso de la obra hipocrática. Durante el romanticismo, historiadores como Heinrich Damerow y Emil Ícense abrazaron una metafísica idealista. Consideraban que los médicos que no conocen la historia de la medicina eran como extraños en su propia casa. Sin perspectiva histórica puede parecer todo como nuevo, cometiendo innecesarios errores en el proceso. Por su parte Justus Hecker (1795-1850), profesor en Berlin, es considerado como el fundador de la patología histórica. Para Hecker la historia de la medicina constituía una herramienta epistemológica, una estrategia de investigación para avanzar en el conocimiento de un problema médico, en concreto la etiología de las enfermedades epidémicas. Publicó su Geschichte der Heilkunde, en 1822. Sin embargo, a partir de 1840, una nueva generación de médicos intentan introducir métodos experimentales en la medicina. Esta nueva corriente podemos identificarla en la obra de August Hirsch, que publicó su obra básica en 1860, en donde expresaba claramente que su libro se basaba, estrictamente, en los principios asentados para la moderna patología por Rudolf Virchow. Con estos avances experimentales la patología histórica deja de ser una disciplina clínica para pasar a ser una rama de una historia de la medicina autónoma. A mediados de la centuria, las reacciones contra la historia de la medicina se extendieron incluso contra sus pretendidos valores en la conformación intelectual y moral de los futuros profesionales. Fue devaluada a un indulgente ejercicio de recopilación de antigüedades. La Biblioteca era cambiada por el Laboratorio como institución central del conocimiento. Las Universidades empezaron a dudar de la necesidad de nombrar profesores de historia de la medicina. Autores como Haeser, que publicó en 1845 su magno Tratado de historia de la medicina y las enfermedades epidémicas, fue el blanco fundamental de las críticas. A pesar del valor de su obra, bajo el punto de vista metodológico e historiográfico, ya que siguió el modelo de investigación histórica configurado por Leopold von Ranke (1795-1886) Este ambiente adverso explica la poca viabilidad que tuvo la revista Janus, fundada en 1846, como primera revista especializada en Historia de la medicina, que dejó de publicarse en 1853. Sus promotores concebían la historia de las ciencias médicas como una disciplina autónoma de investigación, con un profundo énfasis en investigaciones filológicas y archivísticas y sin ningún objetivo didáctico ni pragmático.

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Al mismo tiempo que Haeser y otros, sufrían los ataques de los que consideraban ya irrelevante la historia de la medicina, surgió un potente nuevo impulso del estudio de la medicina antigua, proveniente del campo de la filología, en un esfuerzo de crear ideales deontológicos y reconstruir el pasado en base a nuevas traducciones e interpretaciones de los textos clásicos. Con figuras como el filólogo francés Charles Daremberg (1817-1872), que representa junto con el lexicógrafo Emile Littré, la orientación positivista de la Historia de la medicina . Littré fue un apóstol divulgador del pensamiento positivista. Nos transmitió la imagen de Hipócrates como padre del pensamiento médico occidental y un maestro de la observación científica..Su Diccionario histórico de la medicina, la farmacia y la veterinaria, sigue siendo un instrumento precioso para los historiadores. Daremberg tenía claro el papel de la nueva medicina científica y la historia de su pasado, por eso exigía “para la historia, textos; para la ciencia, hechos”. Al final de su vida publicó su Histoire des sciences médicales, donde queda patente su fe en la superioridad de la observación y la experiencia. Como bibliotecario de la Biblioteca Mazarine de París, fue un apasionado bibliófilo. Compraba para la biblioteca cuantos manuscritos se ponían a su alcance y los que no era posible, hacía copias. En 1845 publica el primer volumen de Oeuvres médicales et philosophiques de Galien. Por parte alemana hay que recordar a Theodor Mommsen y H. Diels que, con sus aportaciones, la historia de la medicina se convierte en un campo privilegiado de la filología clásica, trabajos que culminaron, a principios del siglo veinte, con la edición del magno Corpus Medicorum Graecorum y el Corpus Medicorum Latinorum Más tarde, en la década de finales del siglo XIX y la primera del siglo XX, algunos historiadores de la medicina reaccionan frente a la devaluación de la Historia de la medicina, ligada a la paulatina transformación de la medicina en ciencia y la asunción de los avances técnicos de las nuevas ciencias. Lanzan una llamada a la rehumanización de la formación de los médicos en una era de ideales científicos. Historiadores como Theodor Puschmann, profesor de historia de la medicina en Viena, considera que la historia de la medicina, como parte de la historia de la civilización, puede jugar un papel esencial en la educación médica. Se estaban perfilando dos culturas, las del laboratorio y la de la clínica. Puschmann veía en la historia de la medicina el enlace entre estas dos divergentes orientaciones. Esta posición era coherente con la reorientación cultural que se estaba produciendo entre la sociedad alemana para combatir lo que se consideraban los excesos del materialismo científico. La corriente pragmática no desaparece sino que toma nuevos derroteros de la mano de historiadores como Julios Pagel y Max Neuburger, que la historiografía, los engloba en la orientación filosófica de la historia de la medicina. Pagel aboga por la historia cultural de la medicina, en su Medizinische Kulturgeschichte, de 1904. De ahí que resulte por lo menos sorprendente que los postmodernos hablen de la Historia cultural de la medicina como una nueva orientación. El cambio de rumbo se enmarca en los trabajos y las orientaciones de Karl Sudhoff (1853-1938). Abandona, claramente, toda preocupación pragmática y

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su ambición personal es transformarse en el Ranke de la historia de la medicina. Como historicista huye de las teorías especulativas y deja que las fuentes hablen por sí mismas. Una labor similar a los trabajos de Sudhoff realiza, en el ámbito de la Historia de la Farmacia, Georg Urdang (1882-1960), en su obra básica Wesen und Bedeutung der Geschichte der pharmazie (1927). Conceptúa y delimita el campo específico de la historia de la farmacia, diferenciándolo de las ciencias farmacéuticas de base. Desde luego aprovecha la rica herencia de sus antecesores, a los que estudió y caracterizó. Resumía su evaluación diciendo que J .Berendes, en su Geschite der Pharmazie (1898), escribió hechos históricos acerca de la farmacia; H. Peters ,en su Aus Pharmazeutischer Vorzeit (1888-1891), escribió historias sobre Farmacia y Schelenz, con su Geschichte der Pharmazie (1904) escribió, siendo el primero en Alemania, la Historia de la Farmacia. En España el Ensayo de Historia de la Farmacia (1847), de Quintín Chiarlone y Carlos Mallaina, representa una aportación de calidad y significativa. Para estos autores la Historia de la farmacia era “una pequeña rama de la historia general”. Se inspiraron en el historiador francés P. A. Cap. De Europa a los Estados Unidos: Osler, Sarton y Singer Si nos trasladamos de escenario y pasamos de Alemania a los Estados Unidos, también se encuentra un ambiente de desazón por la incidencia de la nueva medicina científica que minusvalora el arte de curar. Médicos historiadores como William Osler (1849-1919) ven en la historia de la medicina como un antídoto parcial al excesivo reduccionismo, especialización y desintegración cultural. La situación en Estados Unidos se ve como una simple corriente de amateurismo y se aspira a crear un ambiente académico para la historia de la medicina, siguiendo los patrones de Alemania. Esta aspiración se vio favorecida por el deterioro creciente de la vida social e intelectual vivida en Alemania con el advenimiento del hitlerismo, que hizo que figuras como Henry Sigerist, O. Temkin y Ludwig Edelstein, abandonaran Europa para instalarse a los EEUU. Osler y sus amigos del Johns Hopking Hospital Historical Club e historiadores como F. H.Garrison, seguidor de Sudhoff, prepararon el ambiente para que arraigaran los historiadores europeos emigrados. El más beneficiado fue el discípulo formal de Sudhoff, Sigerist ,al que se le ofreció la dirección del Johns Hopking Institute of the History of Medicine. Sigerist, aunque trabajó con Sudhoff en recopilación y estudio de manuscritos medievales, pronto dejó esta orientación para dejarse llevar de sus tesis ideológicas socialistas y entrar en un área de estudios de cuestiones éticas y filosóficas, sentando las bases de una perspectiva sociológica de la historia de la medicina. Su Introducción a la medicina, publicada en alemán en 1931, abandona la exposición tradicional cronológica, para desarrollar capítulos específicos de la historia de la medicina, con una clara orientación sociológica. Sitúa a finales del siglo XIX el inicio de la “crisis del historicismo clásico” que se ha pretendido reemplazar por una “historia científico social”, basada en el uso de la cuantificación en busca de una nueva objetividad.

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Los trabajos de Sir W. Osler, G. Sarton y Singer, son significativos de una época y su obras han sido bien analizadas y en profundidad 1. En su conjunto ejemplifican valores y exigencias esenciales en cualquier estudio de historia. Hacia 1911, Osler había promovido la creación de la sección de Historia de la Medicina en la Royal Society of Medicine. Osler pertenece a la generación de historiadores idealistas de finales del siglo XIX que consideraban el progreso científico como parte del destino humano. Hacia 1912, Charles Singer, toma contacto con Osler que le acoge, protege y apoya. En 1919, Singer contacta con Sarton, convirtiéndose en co- editor de Isis 2. Para Osler, la Historia era simplemente la biografía del pensamiento humano y su interés por la historia y su valor educativo, es directamente proporcional al conocimiento profundo que consigamos de los individuos que nos han proporcionado dichos pensamientos y conocimientos. Por su parte, George Sarton, se puede considerar el iniciador profesional de la Historia de la Ciencia. Para Sarton la Historia de la ciencia constituía un nuevo humanismo 3. La revista Isis apareció, en 1913, con una vocación enciclopédica sobre la Historia de la ciencia, Su visión se extendía a la organización de la ciencia y otras áreas como Tecnología y Medicina. El objetivo era integrar la historia de la ciencia con los métodos y dimensión filosófica y sociológica. Después de la segunda guerra mundial los estudios de historia de la medicina fueron recuperándose, paulatinamente, hasta alcanzar cotas muy considerables tanto bajo el punto de vista cuantitativo como cualitativo. Se produjeron excelentes estudios críticos sobre casi todas las épocas y se analizaron, con rigor, las aportaciones de las obras de los autores médicos que habían configurado el contenido científico profesional de la medicina occidental, incluida la influencia de la medicina árabe. Sin olvidar excelentes estudios sobre las medicinas antiguas. La nueva historia social de la medicina Autores como Robert Merton y Joseph Ben-David han sido líderes de la sociología contemporánea de la ciencia. De forma similar, los sociólogos constructivistas que les siguieron centraron su atención en el estudio de micro casos, e insistieron en el conocimiento local. Polemizaron sobre conceptos básicos como la credibilidad, la verdad y la autoridad que son elementos universales de toda ciencia 4.

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Lewis Pyenson, What is the Good of History of Science?, History of Science, 27: 353-389 (1989).

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E. Fee and T. M. Brown, Using Medical History to Shape a profession. The Ideals of William Osler and H. E. Sigerist in F. Huisman and J. H. Warner (Edithors), Locating Medical History. The Stories and Their Meaning. The Johns Hopkins University Press. Baltimore and London (2006),139-164.

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George Sarton, The History of Science and the New Humanism (New York: Braziller, 1956), p. 10. L. J. Jordanova, The social sciences and history of science and medicine, in P. Corsi and P. Weindling, Information sources in History of Science and Medicine. London, 1983, 81-98 4

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Hacia mediados de los años 70 del siglo XX, la práctica de escribir historia sufrió cambios. Jóvenes investigadores buscaron nuevos campos y centraron su atención en el estudio de la mujer, la familia, las clases trabajadoras, las personas de color y la dinámica del cambio histórico social, cultural y medioambiental. Bajo la influencia de la nueva historia social, la sociología de la ciencia emergió como un nuevo modo de investigación. Intentaron demostrar que los sistemas tecnológicos son construidos socialmente por grupos particulares. A esto se le denominó constructivismo social. En definitiva, lo esencial sería analizar las vías por las que los sistemas sociales y tecnológicos interaccionan 5. Las interrelaciones de la teoría y la práctica no en todas las disciplinas la diferenciación es simple, como es el caso de la Medicina 6. Historiadores como H. Sigerist, había adoptado una postura bastante radical negando que la Medicina sea una Ciencia. Se convirtió como punto de referencia de las nuevas orientaciones. La historiografía médica reciente señala el ensayo publicado por Susan Reverby y David Rosner, titulado ”Beyond the Great doctors” 7 como el manifiesto de la nueva historia social de la Medicina. El propio movimiento identifica como una obra representativa de sus trabajos y orientaciones el libro Health Care in America: Essays in Social History (1979). Pretendían seguir la línea y orientaciones de Henry Sigerist, para el que “la historia de la medicina es algo infinitamente más que la historia de los grandes médicos y sus libros”. Pensaban poder introducir el impulso intelectual de la historia social en la historia de la medicina. También querían mantener viva la denuncia de Sigerist que consideraba a la Escuela de Osler como los representantes de la Historia amabilis. Mientras que, Sigerist, promovía un espíritu agresivo para conducir al pueblo a la acción, en el sentido marxiano de la revolución o por lo menos de la protesta social. Por eso, este grupo de la pretendida nueva historia social de la medicina, se sentían inmersos en el espíritu de los movimientos políticos de los sesenta y setenta, contra la discriminación racial , la guerra del Vietnam y el feminismo. Seguían la corriente abierta en los años sesenta por cultivadores de la historia de la medicina que se interesaron en los aspectos de la historia social para mostrar cómo la medicina había sido recibida por el público y cómo había afectado actitudes y valores. Pero, el cambio más pronunciado se produce a finales de los años setenta en los que aumentó, de una forma exponencial, los estudiantes de doctorado, que necesitaban, imperiosamente, preparar sus tesis. En paralelo a la corriente general que estaba ocupando a los cultivadores de la historia social, se 5

Wiebe E. Bijker ; Thomas P. Hughes ; Trevor Pinch (editors).The Social Construction of Technological Systems: New Directions in the Sociology and History of Technology. Cambridge, Mass. London. MIT Press,1987. 6 Charles Webster, The historiography of medicine, in Pietro Corsi and P. Weindling, Information sources in History of Science and Medicine. London, 1983, 29-43. 7

S. M. Reverby y D. Rosner, Beyons the Great Doctors” Revisited, in Locating Medical History.Editors: F. Huisman y J.H.Warner. The Johns Hopking University Press, Baltimore, 2006,pag. 167

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encontró todo un campo muy fructífero para intentar desarrollar la dimensión sanitaria de temas genéricos como raza, género, cuerpo, sexualidad, clase, demografía, política e historia cultural. Estos enfoques unidimensionales, pronto encontrarían una nueva expansión en el tratamiento intersectorial, llegando a construcciones complejas. Por regla general, la mayoría de los cultivadores de estos temas, no tenían formación médica y trabajaban normalmente en Departamentos de Historia, en organizaciones sanitarias, en escuela de enfermeras, programas de política sanitaria o de estudios de la mujer y los temas de la igualdad de sexos. El propio grupo, en los años noventa del siglo pasado, no se sentían a gusto en el seno de la Asociación americana de historia de la Medicina, y crearon el “Sigerist Cercle” como una sección separada. La actividad en estas áreas ha seguido creciendo hasta el punto que el Bulletin, a finales de la centuria, ya contenía en sus páginas casi un 15 por ciento con este tipo de temas, aunque el grueso de los trabajos se dirigen a revistas de Historia social de la medicina. Poco a poco se ha ido visualizando que lo que empezó como algo periférico se va transformando en una preocupación central en la historia de la medicina de estas últimas décadas. Otros historiadores han sido más influenciados por los movimientos post modernistas y post estructuralistas, y se han movido hacia consideraciones teóricas de las identidades múltiples y los discursos culturales de cuerpo y salud. Confiesan que pretenden escribir historias que entiendan e interesen a amplios grupos de público y cómo ligar la historia para explicar los temas éticos. Poco a poco, los historiadores médicos de profesión empezaron a alarmarse de la preponderancia que estaban tomando este tipo de estudios, que se presentaban a sí mismos como la alternativa y como renovación del campo de la historia de la medicina, considerando caducos los temas, métodos y finalidades de lo que, de forma peyorativa, llamaban la historias tradicionales de la Medicina. La reacción tardó en llegar pero se manifestó, con crudeza, en una editorial de Leonar Wilson, editor del Journal of the History of Medicine, en enero de 1980. El título lo decía todo ”Medical History without Medicine”. La etiqueta lanzada contra los cultivadores de la nueva historia social de la medicina, ha sido después ampliamente utilizada, para identificar las tendencias de este tipo de trabajos. Trabajos que pretenden entrar bajo el paraguas de la Historia de la medicina, sin afrontar los temas básicos de la medicina. En los diferentes países europeos se han mostrado tendencias similares pero diferenciadas. En Gran Bretaña es significativo el auge que ha ido alcanzando la revista Social History of Medicine. Los estudios de antropometría, relacionados con el estudio del peso y la salud, han tenido buena aceptación; la historia política de la consideración de los cadáveres, la disección y el cuerpo

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humano en el Renacimiento, y estudios sobre la locura, han sido algunos de los temas estrella. En Alemania y en Francia han adquirido relevancia los temas de los aspectos económicos de la medicina y la idea que la historia de la medicina es una cuestión de poder y de desigualdad de oportunidades. Los estudios de la construcción social de las enfermedades están teniendo infinidad de seguidores. En definitiva, pretenden identificar las consideraciones de la dimensión social y política de la medicina como la diferencia esencial entre la nueva historia social de la medicina y la tradicional historia de la medicina. Pero, las cosas son mucho más complicadas. Los problemas de base de la historiografía y las influencias ideológicas Independientemente de las orientaciones y finalidades que los diversos autores ponen en su obra, lo esencial es la metodología que han seguido en sus investigaciones y en sus relatos. Si no se intenta configurar el método histórico, con las exigencias fundamentales del método científico, la interpretación de los hechos quedan sujetas a las interpretaciones individuales de la realidad, impregnadas de todo tipo de falacias y prejuicios. El pensamiento filosófico ha condicionado durante siglos al pensamiento científico, en su vertiente teórica, aunque siempre ha coexistido con conocimientos empíricos prácticos de relevancia científica. La utilización del método científico condujo en el ámbito de la Filosofía y de la Historia, a la corriente del positivismo, con sus apóstoles y detractores. Después vendría la consolidación del historicismo que marcó toda una época. El historicismo concluía que toda realidad es historia y todo conocimiento es conocimiento histórico. Le siguieron otros como el método dialéctico o Hegeliano, el materialismo histórico, la historia cuantitativa, el constructivismo, y todos los postmodernismos. Los enfoques neo-positivistas y lógicos de las teorías científicas y su historia permanecieron en la primera mitad de este siglo XX. En las últimas décadas se ha abandonado mucho el estudio de la Historia interna de la medicina, y han proliferado los estudios de historia externa, que se han presentado a sí mismos, como una interpretación auténtica de la globalidad. Son lo que se ha designado como “los estudios de Historia de la Medicina sin medicina”8.

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T. M. Porter y D. Ross. Introduction. Writing History of Social Science, en Theodore M. Porter y Dorothy Ross (Edit.) (2003),. The Cambridge History of Science, Early Modern Science. Vol. 7. The Modern Social Sciences.

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Los aspectos meta científicos del pasado como la historia política, social, económica, etc. complementan la realidad histórica. Pero el conocimiento histórico de la medicina, tiene su propia problemática. La postmodernidad en la Historia de la medicina La post modernidad surge tras la crisis del estructuralismo de los años sesenta del siglo XX. S e apoya en el desarrollo del multiculturalismo y los feminismos de la diferencia. Lo novedoso y preocupante del autodenominado postmodernismo es que pretende que la excepción, lo diferente, sea la norma general, de ahí que se privilegien las microhistorias. Se privilegia lo cotidiano, el particularismo. Son factores que se cultivan en busca de la ruptura para crear la propia identidad. Hay pérdidas de fe en la razón y la ciencia, pero en contrapartida se rinde culto a la tecnología, al cuerpo y la liberación personal. Lo importante no son los hechos sino sus interpretaciones. Todas estas heterogéneas ideas y creencias también han afectado a la historiografía. Niegan la posibilidad de reconstruir el pasado, ya que los documentos no son pruebas reales de lo sucedido sino discurso y representaciones. La nueva historia ha acabado por interesarse por casi cualquier actividad humana 9 . Una de las más significativas es la creación de la historia de las mujeres como materia académica, lo que implica una evolución desde el feminismo a las mujeres, al género, Se ha utilizado el término “género” para teorizar la cuestión de la diferencia sexual. El movimiento no ha quedado en Estados Unidos sino que ha invadido el mundo entero. Incluso en las tradicionales Facultades de Medicina de España ya están dotadas de “Cátedras de Historia de la Medicina de Género”. No alejada de estas finalidades se encuentra también las ideologías del uso libre del cuerpo 10 y los temas clásicos de la anatomía y sus historias, que han encontrado un campo abonado entre historiadores de la medicina. En otros ámbitos hay también cambios significativos. La historia de los imperialismos, colonialismos y de la descolonización ha sido transformada en historias de ultramar, que trata no sólo de los encuentros entre europeos y no europeos sino también de los sistemas económicos, sociales, políticos y culturales de los no europeos.

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Peter Burke, Obertura: La nueva Historia, su pasado y su futuro. En Peter Burke, Ed. Formas de hacer Historia. Alianza Ensayo. Madrid, 1993, pág.16 10 Roy Porter, Historia del cuerpo revisada, en Peter Burke, Ed. Formas de hacer Historia. Alianza Ensayo. Madrid, 1993, pág, 271-299

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Lo que antes se consideraba inmutable se ve ahora como una “construcción cultural” sometida a variaciones en el tiempo y en el espacio . Se propugnan las narraciones con múltiples puntos de vista. Pululan los psicohistoriadores. Para Michel Foucault la ciencia llega a dominar al individuo, en vez de liberarlo 11. Las “Disciplinas” las considera como controladoras de sistemas de poder. Para Faucault la historiografía es una especie de ficción , que los historiadores, a semejanza con los científicos, “construyen” los hechos objeto de su estudio. De ahí que, en las últimas décadas, se escriban y se publiquen todo tipo de “historias”, sin necesidad de someterse a ninguna metodología ni a las tediosas revisiones bibliográficas. Tampoco es necesario referirse a lo que ya está publicado. Todas estas contradictorias interpretaciones dejan un poco perplejo al historiador de la ciencia con formación científica. Pero, al mismo tiempo, no puede olvidarlas, pues muchas de estas propuestas ya han sido puestas en marcha y aplicadas a los estudios de Historia de la Ciencia y de la Medicina y se han institucionalizado, formando parte de los nuevos Tratados de Historia de la Ciencia. Así The Cambridge History of Science engloba, en sus distintos estudios y épocas, estos temas. Desde luego los capítulos de “Mujer y Ciencia” ocupan un lugar destacado, incluso con el colorido de la vertiente colonial. Lógicamente, no podía faltar la orientación cultural de la Historia de la ciencia y la medicina. Como contraste, esta enciclopedia postmoderna de Historia de la Ciencia, le dedica menos de cincuenta páginas para exponer la Historia de la Medicina y de las Ciencias naturales , para el periodo de los comienzos de la ciencia moderna. Muchas de las referencias que se han hecho en este artículo, pueden encontrar una amplia bibliografía y argumentación en dicho volumen.

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Mark Poster, Foucault, Marxism, and History: Mode of Production versus Mode of Information. 173 pp., index.

Cambridge: Polity Press in association with Basil Blackwell, 1984

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