NUEVAS CREENCIAS DE HOY: UNA PEQUEÑA GUÍA PARA NO PERDERSE

October 6, 2017 | Autor: Jesús Rojano | Categoría: Cristianismo, Creencias, Nuevas Religiosidades
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Descripción

NUEVAS CREENCIAS DE HOY: UNA PEQUEÑA GUÍA PARA NO PERDERSE

Jesús Rojano Martínez
Misión Joven, abril 2007

INTRODUCCIÓN

Al hablar de nuevas creencias nos referimos normalmente a un fenómeno
esencialmente occidental, que consiste en la proliferación en Europa y en
América de un conjunto muy difuso (y difícilmente clasificable) de
manifestaciones religiosas o pararreligiosas desvinculadas de las iglesias
o religiones tradicionales. Estas nuevas creencias cuajaron en los años 60,
y se extendieron y popularizaron especialmente a partir de la década de los
80 del pasado siglo. Los estudiosos se refieren a ellos con nombres como
"religiosidad salvaje" o "nebulosa esotérica" (Françoise Champion), o con
metáforas sugerentes, como la del cardenal alemán Kart Lehmann, que hablaba
de "teoplasma" para describir esta "especie de plastilina religiosa a
partir de la cual cada uno se fabrica sus dioses a su propio gusto,
adaptándolos a las necesidades propias".

Sin embargo, aunque sólo los eruditos utilicen términos como nebulosa
esotérica o teoplasma, el fenómeno al que se refieren ha ido creando un
clima que invade todas las esferas de nuestra sociedad, y que respiran los
occidentales de cultura media –el hombre y la mujer "normales", no sólo
filósofos, sociólogos o teólogos, para entendernos- de hoy, también los
jóvenes (quizá especialmente ellos, porque les falta término de comparación
con otras épocas de religiosidad no salvaje o institucionalizada). Para
intentar mostrarlo, partiremos de anécdotas cotidianas o de hechos que
están en los medios de comunicación al alcance de todos.

Ya hace unos años, la película La Ciudad de la Alegría (Roland Joffé,
1992) presentaba un diálogo muy significativo de sus dos protagonistas. La
enfermera voluntaria en aquel famoso barrio pobre de Calcuta preguntaba al
joven médico estadounidense que estaba en crisis permanente de autoestima:
"Pero tú, ¿en qué crees?" Y el médico respondía: "Yo sólo creo en los
Dallas Cow Boys, únicos héroes de la era moderna". Para los no informados,
hay que aclarar que los Dallas Cow Boys son un equipo de fútbol americano.
Es muy significativa, por cierto, la transformación que sufre el joven
sacerdote francés, que era el verdadero protagonista de la novela original
de Dominique Lapierre, que en la película se convierte en una enfermera
laica con motivaciones filantrópicas, más que religiosas. Volviendo a la
respuesta del médico, ¿cuánta gente diría hoy que sólo cree en Beckham, en
Ronaldinho, en Fernando Alonso…? Pues quizá más de los que creemos.

Y una segunda anécdota más reciente: un sábado de diciembre de 2006
asistí a la proyección de la película Natividad, entonces recién estrenada,
en una sala de cine que da casi pared con pared al estadio de fútbol del
Sevilla. En la sala de cine éramos 12 personas, y en el estadio había más
de 40.000. Justamente en el momento culminante de la película (el
nacimiento de Jesús) se oyó un gran clamor que venía del estadio. No era
para menos, pues en ese momento el equipo local metía el gol que servía
para vencer nada menos que al Real Madrid. ¿Nuevas creencias…? Ya sé que no
es justo sacar conclusiones excesivas de las anécdotas, pero creo que nos
podemos hacer una idea de por dónde van las nuevas creencias si comparamos
la respuesta al elegir entre una película sobre la Navidad y un partido de
fútbol en la cumbre: 12 frente a 40.000… En cualquier caso, más allá de
las anécdotas puntuales, es evidente que en Europa se ha ido creando poco a
poco cierto clima social que ha favorecido esta situación.


1. CIERTO CLIMA SOCIAL DE VACÍO Y PURA INMANENCIA

No hace mucho, en enero de 2007, era entrevistado en una cadena de
televisión un conocido político y activista social. La entrevistadora le
preguntó si creía en Dios, y él contestó que "sólo creía en la en la razón
humana, y con eso ya bastaba para manejar la vida…" El argumento no deja de
ser curioso, y lo traigo aquí porque refleja el modo de pensar de muchos de
nuestros contemporáneos. Evidentemente, con aprender a sumar, restar,
multiplicar, dividir, leer y escribir ya vale "para manejar la vida…" Pero
hay un Shakespeare, un Cervantes, un Velázquez o un Rembrandt… Basta con
escuchar cualquier musiquilla comercial para manejar la vida; pero también
está Mozart… Esta mentalidad de que basta con ceñirse a lo que vemos y a
los mínimos "para manejarse en la vida" ciega las posibilidades de
trascendencia, no sólo la religiosa, sino también las expresadas en las
mejores manifestaciones humanas artísticas y culturales. Sin embargo, esta
mentalidad es la que predomina hoy y, como decía hace tiempo alguien no
sospechoso de beatería, Jürgen Habermas, es la que "ciega los manantiales
del sentido y la profundidad". Su predecesor en la Escuela de Frankfurt,
Theodor W. Adorno, ya afirmaba que "un pensamiento que no desemboca en la
trascendencia, se decapita así mismo". Pues bien, hoy da la sensación de
que muchos están tan felices de decapitarlo y además presumen de lo bonita
y reluciente que es el hacha[1]… Este clima caracteriza hoy a muchas
personas occidentales, predomina en los medios de comunicación, y en
nuestra opinión es la causa -y no tanto el efecto- de algunas
manifestaciones exóticas y curiosas que vamos a describir después.

Vivimos en una época en que los cineastas y novelistas describen más
intuitivamente que filósofos o sociólogos lo que está pasando. Por ejemplo,
uno de los novelistas de moda, el francés Michel Houllebecq, describe así
lo que es un ser humano para muchos de nuestros contemporáneos:

"Dos ayudantes llevaron a la mesa del conferenciante, con cierto
esfuerzo, un contenedor que tendría más o menos el tamaño de un saco
de cemento, formado por bolsas de plástico, transparentes, de tamaño
desigual, que contenían diversos productos químicos; la más grande,
con diferencia, estaba llena de agua.
- ¡Esto es un ser humano!- exclamó el Sabio […]- El contenedor que
tienen sobre la mesa tiene exactamente la misma composición que un ser
humano adulto de sesenta kilos […] Por supuesto hay grandes
diferencias. Estas diferencias, por importantes que sean, pueden
resumirse en una palabra: información. El ser humano es materia más
información"[2].


Naturalmente, si eso es el ser humano, ¿qué tipo de esperanzas y
creencias profundas puede albergar este saco de materia con información?
Hoy los agentes de pastoral tendrán que dedicar mucho más tiempo que antes
a suscitar experiencias profundas de sentido y trascendencia, y hacer caer
en la cuenta de ellas. Se trata de volver a recuperar esa profundidad
simbólica que ya se manifiesta en el pintor o pintores de las cuevas de
Altamira, por poner un ejemplo lejano en el tiempo, y que muchos han dejado
olvidada en la cuneta de alguna carretera o esquina del siglo XX…
Precisamente en los 90, en un ambiente de fin de siglo (recordemos el
famoso efecto 2000 que luego se quedó en nada), Joaquín Sabina describía
muy bien este clima en una canción que titulaba "Ganas de…":


Hierven los clubs y los adolescentes
comen pastillas de colores.
Harto de mal vivir el siglo veinte
muere de mal de amores.
Los hechiceros de la tribu resucitan
para invertir en mis pecados,
y hacen los traficantes de estampitas
su agosto en el supermercado.
Y la mentira vale más la verdad,
y la verdad es un castillo de arena,
y por las autopistas de la libertad
nadie se atreve a conducir sin cadenas.


Y yo me muero de ganas
de decirte que me muero
de ganas de decirte que te quiero.
Y que no quiero que venga el destino a vengarse de mí,
y que prefiero la guerra contigo al invierno sin ti.


Cada mañana salto de la cama
pisando arenas movedizas,
cuesta vivir cuando lo que se ama
se llena de ceniza.
Y por las calles va solo el corazón
sin un mal beso que llevarse a la boca,
y sopla el viento frío de la humillación
envileciendo cada cuerpo que toca[3].


Tenía mucha razón el cantante en que es muy dura la sensación de pisar
continuamente arenas movedizas y que es difícil vivir cuando todo lo que se
ama se llena de cenizas. Quizá por eso muchos han elegido, casi sin darse
cuenta, vivir en la exterioridad, en el consumismo, en el agobio del
trabajo diario, intentando no plantearse preguntas profundas y "manejarse"
con pequeñas creencias de andar por casa.


Para ser justos, hay que decir que hay también unas versiones más
refinadas e intelectualmente más respetables de este vivir en la
inmanencia. El filósofo francés Luc Ferry escribía en 1996 un libro en que
da carta de ciudadanía a este deseo de vivir en la inmanencia y conformarse
con ella[4]. En ese libro se describe (pero también se defiende) "una
trascendencia sin Dios, una trascendencia en la inmanencia" (p. 42ss), "una
trascendencia dentro de los límites del humanismo" (p. 47); se valora el
desencantamiento del mundo como un "vasto movimiento de humanización de lo
divino" (p. 50), que se da en paralelo a "una divinización de lo humano"
(p. 51). Se apoyan también una auténtica sacralización de lo humano (pp.
97ss) y el "paso de una trascendencia vertical a una horizontal" (p.
101).Se afirma que "el largo proceso por el cual lo divino se va retirando
de nuestro universo social y político está unido a una divinización del
hombre que nos lleva hacia nuevas formas de espiritualidad (p. 103), ya que
se da hoy "una humanización de la trascendencia y, por ende, no la
erradicación sino más bien un desplazamiento de las figuras tradicionales
de lo sagrado" (p. 104). A la vista de esto, podemos sacar algunas
conclusiones sobre el futuro de la evangelización. Por ejemplo, muchos
agentes de pastoral se preguntan sincera, pero algo ingenuamente, en
nuestra modesta opinión, cómo puede ser que tantos (y más tantas) jóvenes
sean voluntarios y solidarios y no se planten hacerse religiosos/as o
sacerdotes, o al menos ser cristianos convencidos… La respuesta está en
estas afirmaciones de Ferry: para muchos hoy, la solidaridad y el
voluntariado no deben basarse en motivaciones de religiosidad trascendente,
sino en la sacralización de lo humano sin trascendencia, porque, concluye
Ferry, "si lo divino no es de orden material, si su existencia no es del
espacio ni del tiempo, donde hay que situarlo en adelante es en el corazón
de los hombres y en estas trascendencias que, según perciben en sí mismos,
eternamente les pertenecen y se le escapan" (p. 195).

En esta misma línea, otro filósofo francés, Comte-Sponville, ha
escrito recientemente una obra parecida, El alma del ateísmo, en la que
afirma: "Me las arreglo muy bien sin religión. Desde que soy ateo tengo la
sensación de que vivo mejor: más lúcidamente, más libremente, más
intensamente"[5]. Eso sí, Comte-Sponville, al igual que Ferry, hablan con
un respeto por la tradición cristiana que no se percibe en personajes como
el político antes citado: "Fui educado en el cristianismo. De él, no guardo
ni amargura ni resentimiento, sino todo lo contrario. Debo a esta religión,
y por tanto también a esta Iglesia (en mi caso, la católica) una parte
importante de lo que soy, o de lo que intento ser (…) Se trata de mi
historia, o más bien de la nuestra. ¿Qué sería Occidente sin el
cristianismo?"[6].

Algunas de estas ideas pueden parecer demasiado eruditas o
rebuscadas, pero creo que es el ambiente que respiramos, el "espíritu de la
época" (Zeitsgeist), que decía Hegel… Al final, el verdadero problema es la
desecación de los manantiales de sentido a que nos está llevando la vida
moderna consumista y funcionalista. En ello coincidían, con sus matices
diferentes, el Papa Benedicto XVI (entonces todavía cardenal Ratzinger) y
Jürgen Habermas, en su conocido diálogo de Munich de 2004, últimamente tan
citado.


2. REACCIONES ANTE ESTA SITUACIÓN


Decía la canción mencionada de Sabina que cuesta vivir pisando sobre
arenas movedizas y cuando lo que se ama se llena de cenizas... Pues bien,
esto es lo que explica –entre otras causas, pues no debemos ser simplistas,
claro- una serie de reacciones que se han dado de unos años para acá y que
muchos han resumido como un retorno de lo religioso. Según Peter Berger, en
situaciones de pluralismo como la actual, en que el sujeto comprueba que
otros defienden con convicción cosmovisiones diferentes a las suyas, se da
una disonancia cognitiva, como la experimentada por los primeros cristianos
corintios al captar la fuerte tensión y contradicción entre el evangelio
recibido y su cultura griega[7]. Se dice, siempre según Berger, que hay
contaminación cognoscitiva cuando "la cosmovisión que hasta ahora se había
dado por sentada se abre –al principio muy levemente- al resquicio de la
duda"[8]. El nerviosismo, la angustia e inseguridad que provocan esta
contaminación –inevitables, porque hoy aunque no queramos estamos obligados
a elegir entre varias cosmovisiones y religiones alternativas[9]- están muy
bien descritas en esta frase de Berger: "Se necesita una cuchara muy larga
si hay que comer al lado del demonio de la duda; si no se dispone de ella,
uno puede acabar convirtiéndose en el postre"[10].


Pues bien, según Berger, en este caso hay tres tipos de reacciones,
que él llama atrincheramiento cognoscitivo (con dos variedades: defensivo y
ofensivo), rendición cognoscitiva y negociación cognoscitiva[11]. Las dos
primeras son más fáciles porque son más simples: cerrarse a todo diálogo
cultural y hacerse fuerte en las propias convicciones (fundamentalismos,
integrismos o neotradicionalismos), o bien su extremo contrario: eliminar
la tensión rindiéndose a las nuevas modas culturales y renunciando a la
propia identidad. Ambas reacciones son inapropiadas y muy peligrosas, y
penden como una espada de Damocles sobre todas las religiones hoy día.
Comencemos por describir la segunda, que responde más de lleno a la génesis
de esas nuevas creencias que buscamos describir.


2.1 Creer en cualquier cosa

El gran escritor católico inglés G. K. Chesterton decía que cuando se
deja de creer en Dios no es que no se crea en nada, sino que se empieza a
creer en cualquier cosa. Comentando dicha frase, el escritor Juan Manuel de
Prada afirmaba que "los hombres de nuestra época han querido prescindir del
Misterio; pero, al sentirse extirpados de una parte de sí mismos que los
hacía inteligibles, han tenido que llenar el hueco con una morralla de
supersticiones: han dejado de creer en un Dios que se encarna para terminar
creyendo en un batiburrillo de creencias turulatas, encarnadas en
templarios de guardarropía, cultos mistéricos y otras cochambres
esotéricas"[12]. Lo que describe este escritor es una de las principales
causas de esta multitud de creencias que han venido a sustituir en el
corazón de muchos europeos y americanos a un cristianismo en el que han
sido iniciados en la infancia, y que han ido dejando por diversas razones.
Como bien decía el teólogo C. Geffré, "Dios vuelve a aparecer donde menos
se esperaba, fuera de las Iglesias oficiales"[13]. 

Así, aparte de las múltiples versiones que proliferan de un
cristianismo light o confeccionado a la carta (algunas degeneradas en
secta), entre nosotros se dan un montón de nuevas creencias:


- Ya hace años que conocemos la religión (o pseudoreligión) de la Nueva Era
(New Age): mezcla de astrología, psicología transpersonal, zen y profecías
sobre la llegada de la Era de Acuario, con su armonía y paz.
- Siguen de moda las religiones orientales, acomodadas al paladar
occidental: versiones descafeinadas del budismo, los Hare Krishna, algunas
ramas del neohinduismo… Pero claro, dado que Richad Gere y otros famosos de
Hollywood dicen en serio que son budistas, pues que venga el Dalai Lama y
lo vea…
- También hay tiendas de santería milagrosa, procedente del Caribe, en
algunas grandes ciudades españolas (señal de que tienen clientes,
evidentemente).
- Hay jóvenes y no tan jóvenes aficionados a la Uoija.
- La astrología, los adivinos y chamanes proliferan por todas partes. Basta
darse una vuelta por el madrileño Parque del Retiro un domingo por la
mañana para ver un montón de brujos y magos.
- Reviven, por si fuera esto poco, supersticiones de las nuestras, de las
de toda la vida: hace unos meses dos chicas de 17 años (y de un grupo
supuestamente ilustrado, como es el bachillerato) se negaron a entrar en mi
despacho porque sobre la mesa había unas tijeras abiertas…
- Y luego están las creencias "selectas" de los famosos: Tom Cruise y John
Travolta creen en la Iglesia de la Cienciología (que, por cierto, desde
hace dos años ocupa una manzana de precio multimillonario justo en frente
del Congreso español) e intentan "evangelizar" para su causa a Victoria
Beckham; Madonna cambia de creencias con regularidad estudiable (ahora cree
en una curiosa versión de la antigua Cábala de origen judío, y últimamente
hasta hace un amago de dejarse crucificar en su show para escandalizar al
personal y ganar más dinero).
- En fin, por haber creencias curiosas, hay quien cree en Elvis Presley
(eso sí, en Estados Unidos, en España aún parece que no); incluso Maradona
tiene un grupo de creyentes en él (lo que tiene más mérito, pues ni
siquiera han esperado a que estuviera muerto). ¿Qué diría si resucitara hoy
Jenófanes, que hace ya cerca de 2.500 años se reía de los dioses
antropomórficos en que creían sus contemporáneos?

Con razón el libro antes citado de Peter Berger considera la nuestra
una época de credulidad. Si se nos permite volver a los ejemplos
cinematográficos, comparemos cómo tratan a los muertos y los fantasmas unos
y otros. En 1960 Alfred Hitchcock nos asustaba con su Psicosis.
Aparentemente una anciana volvía de su tumba para asesinar a alguna
incauta. Pero luego todo tenía una explicación racional (retorcida y
psicoanalítica, sí, pero racional): la doble personalidad de Norman Bates.
En cambio, en 1999 veíamos en El sexto sentido que el desenlace elegido por
el director era justamente el más fantasioso posible: no sólo los muertos
pululaban por aquí y por allá, sino que hasta el mismo protagonista era uno
de ellos sin saberlo (véase una versión hispana de lo mismo en Los Otros).
¿Qué cambió de 1960 a 1999? Pues que la segunda película se situaba ya en
un tiempo de credulidades. Y eso por no hablar del éxito de Harry Potter,
que también está relacionado con este fenómeno.

Con todo, estas creencias enumeradas siguen siendo minoritarias y
anecdóticas, especialmente en España. En realidad, la creencia que gana más
adeptos es la indiferencia ante lo sagrado trascendente y la sustitución de
la religión tradicional por formas seculares de culto. Lo que se adora es
el propio equipo de fútbol o del deporte que sea; a los ídolos de la
música, de la moda o del cine; a la propia nación o nacionalidad o a los
grupos de identidad fuerte étnica o local; al Estado como tal (hecho ya
descrito en el caso de movimientos totalitarios como el comunismo como el
nazismo, pero que también se da en la idea moderna de democracia
occidental, según Marcel Gauchet y otros estudiosos); a las bandas
juveniles que ofrecen a sus miembros una identidad aparentemente fuerte… En
todas estas manifestaciones se dan ritos y sacralización de objetos,
ceremonias y personas. Se trata de la religión transformada en lo que
Luckmann llamó religiones civiles e invisibles[14]. Y es que, como dice
John Gray, "en las sociedades occidentales contemporáneas, la religión
reprimida reaparece en forma de cultos seculares"[15].

Refiriéndose a la juventud en concreto, Marcel Gauchet afirma que "los
jóvenes actuales buscan otro orden de realidad mediante la búsqueda del
vértigo, el éxtasis, el trance a través de la droga, de la música, del
deporte. Es una religiosidad ignorada"[16]. Algunos estudios como Jóvenes
2000 y Religión, o un capítulo entero del libro de Javier Elzo Los jóvenes
y la felicidad han contribuido a empezar a estudiar sistemáticamente esa
"ignorada" religiosidad juvenil[17].

Para resumir todas estas nuevas creencias que dan contenido concreto
hoy a este "creer en cualquier cosa" de Chesterton, uno de los más famosos
analistas sociales actuales, Zygmunt Bauman, dice muy lúcidamente que quizá
el exceso de ofertas de estas nuevas creencias se da para compensar la baja
calidad de cada una por separado[18]. Según él, en vez de fe en la
resurrección, la gente trata de vivir muy de prisa muchas vidas en esta…


2.2 Fundamentalismo

El fundamentalismo pone el peso en el lado contrario de la balanza.
Como recuerda Moltmann, "el fundamentalismo surgió en el protestantismo
americano del siglo XIX como reacción contra el protestantismo
liberal"[19]. Es la típica manifestación de atrincheramiento cognoscitivo,
y es que "el espíritu humano aborrece la incertidumbre"[20]. Juan Martín
Velasco, en un gran estudio sintético del fundamentalismo, lo describe así:
"El fenómeno fundamentalista es un movimiento de reacción a una situación
que pone en peligro el mantenimiento de la propia identidad religiosa y la
perduración de su vigencia e influencia social", y se caracteriza por su
"miedo a la disolución de la propia identidad; la resistencia a aceptar la
duda; el rechazo frontal de todo pluralismo, identificado inmediatamente
como relativismo; la negación del diálogo en el que se descubre una especie
de peligroso plano inclinado hacia el sincretismo religioso"[21]. Para este
autor "el fundamentalismo es ciertamente una zona de sombra, un peligro que
acompaña a toda religión, pero no como su desarrollo necesario, sino como
una extorsión a la que siempre está expuesta"[22], y es que el error
fundamental del fundamentalismo desde el punto de vista religioso consiste
en tomar las mediaciones religiosas, convertirlas en "objeto" de la
relación religiosa y ponerlas en lugar del Misterio, absolutizándolas como
si se confundieran con él.

Urs von Balthasar, que no era precisamente un teólogo progresista,
escribió en 1988 una crítica durísima a las versiones católicas
neointegristas. Entre otras cosas decía: "Ellos tienen razón y sólo ellos.
¿Por qué? Porque la tradición está a su favor. ¿Y qué es para ellos la
tradición? Aquello que fue. Lo que ha regido hasta ahora. Trazan una línea
divisoria con el presente. ¿Se recuerda que todos los cismas de la historia
de la Iglesia son de origen tradicionalista? [...] Todo gran concilio
produce un residuo. Esto significa que la tradición se apoya en la letra. Y
no se advierte que la letra sin espíritu mata; que la tradición es algo
vivo que pugna por avanzar, una búsqueda orante y meditativa de la palabra
de Dios. Se traza la línea divisoria allí donde yo aprendí algo de niño, y
que por eso tiene que valer como dogma. ¡Es tan cómodo descansar en eso sin
esforzarse más! Generaciones conservadoras financian con preferencia
revistas tradicionalistas de este tipo. Esos grupos saben ya a qué
atenerse, por eso se cierran a cualquier diálogo sincero"[23].

Las formas religiosas fundamentalistas tienden a chocar con otras
religiones, tradicionales o modernas. Así, según John Gray, "el conflicto
entre Al Qaeda y Occidente es una guerra de religión"[24]. En esta polémica
obra, Gray mantiene que el enfrentamiento entre Al Qaeda y Estados Unidos
es en realidad una lucha de dos formas modernas de religión (la versión
capitalista norteamericana y el fundamentalismo islámico como fenómeno
típico de la tardo-modernidad). Siempre según este autor, tanto el
presidente Bush como Bin Laden desean destruir a su adversario porque Dios
lo quiere… Con todo, más que fijarnos en los demás, debemos estar atentos a
que no entre en cada uno de nosotros el virus de las posturas
fundamentalistas, que se alimenta con el caldo de cultivo de la duda y la
inseguridad.


3. ALGUNAS VÍAS DE RESPUESTA

Tenemos que reconocer que no es tarea fácil encontrar un punto de
equilibrio sensato entre las dos posturas anteriores (creer en cualquier
cosa o fundamentalismo). El famoso discurso de Benedicto XVI en Ratisbona
de agosto de 2006 nos pone en la pista: debemos vivir y transmitir una fe
que cuide la razón y no enfrente ambas dimensiones de la personas.
Necesitamos, según una expresión muy afortunada de José Mª Mardones, una fe
que cuide y cultive a la vez la cabeza (dimensión intelectual), el corazón
(dimensión afectiva y experiencial) y las manos (dimensión práctica y socio-
política)[25]. El propio Mardones describe los cinco rasgos básicos que ha
de cuidar un cristianismo con futuro que se abra camino en medio de la
incertidumbre actual: que tenga una profunda y rica experiencia de Dios;
que tenga una presencia solidaria en la realidad actual; que se realice en
comunidades fraternas; que potencie una fe formada y crítica; que favorezca
la celebración festiva de la fe[26]. Por eso, la dimensión educativa de la
acción pastoral (especialmente con las generaciones jóvenes) es
imprescindible hoy.

Por otro lado, no hemos de olvidar la advertencia de Zygmunt Bauman
que antes mencionábamos: quizá la sobreabundancia de nuevas creencias
indique una baja calidad en la oferta. Por eso debemos recuperar y cuidar
una fe cristiana de calidad, que vuelva a ser atractiva a los ojos de
nuestros contemporáneos, que, en medio de este mar de creencias variopintas
y a veces extravagantes, siguen mostrando un deseo de búsqueda de
autenticidad, aunque a veces esté muy enterrado en el fondo del corazón. La
gente hoy –especialmente los jóvenes- necesita de nuevos ambrosios que
sepan orientar a los agustines que, también hoy, a ratos buscan inquietos y
a ratos se establecen en el consumismo y la superficialidad. Desde hace
años, se suele citar mucho a Bonhoeffer. Pues no olvidemos que él insistió
mucho, especialmente en su obra El precio de la gracia[27], en la necesidad
de una fe auténtica y lejos de posturas cómodas. Una fe basada en la
respuesta a lo que él llamaba gracia cara, contrapuesta a la gracia
barata… Por aquí debe venir la respuesta auténtica a nuestra complicada
situación religiosa.

Por fin, hemos de afrontar el desafío que nos lanza la situación
descrita por el libro que hemos citado de Luc Ferry. Ante esa clamorosa
falta de trascendencia vertical de nuestros contemporáneos, no hemos de
volver a formas sacrales medievales, sino recordar que "el gran desafío
católico procede de su misma entraña evangélica. Proviene de la innovación
de lo sagrado introducida por la tradición bíblica y que encuentra su
culminación en el evangelio de Jesús de Nazaret: lo sagrado, lo divino, se
encarna dentro de la realidad misma. No hay que marcharse fuera de la
realidad para encontrar el misterio de Dios. En el mismo centro de lo
humano habita la divinidad, encontrando un asiento especial en lo humano
pobre y desvalido […] De esta comprensión encarnacionista e historizada de
lo sagrado brota una actitud espiritual: laica, profana, al mismo tiempo
que muy mística. Una suerte de vivir lo sagrado en el corazón de lo secular
[...] La divinidad late en todo lo verdaderamente humano"[28]. Las
comunidades pastorales que logren hacer esta síntesis y transmitirla
estarán en el camino correcto para que haya un futuro cristiano que se abra
camino en esta época de credulidades, incertidumbres y superficialidad.




Jesús Rojano Martínez
Misión Joven, abril 2007






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[1] Para ver una presentación sistemática de esta mentalidad reinante y de
todo lo que seguirá en este artículo, cf. JOSÉ Mª MARDONES, La
transformación de la religión. Cambio en lo sagrado y cristianismo, Madrid,
PPC, 2005. Para ver una síntesis interesante del proceso de "las lluvias de
donde viene estos lodos", cf. CHARLES TAYLOR, Imaginarios sociales
modernos, Barcelona, Paidós, 2006.
[2] MICHEL HOULLEBECQ, La posibilidad de una isla, Madrid, Alfaguara, 2005,
pp. 216-217.
[3] JOAQUÍN SABINA, Ganas de…, L.P. Esta boca es mía, Ariola, 1994.
[4] LUC FERRY, El hombre-Dios o el sentido de la vida, Barcelona, Tusquets,
1997. Citamos en adelante esta obra en el cuerpo del texto de nuestro
artículo. Para ver otra versión de lo mismo en ambiente más español y algo
más alejado ya en el tiempo, cf. ENRIQUE TIERNO GALVÁN, ¿Qué es ser
agnóstico?, Madrid, Tecnos, 1985.
[5] ANDRÉ COMTE-SPONVILLE, El alma del ateísmo. Introducción a una
espiritualidad sin Dios, Barcelona, Paidós, 2006, p. 23.
[6] Ibidem, pp. 15-16.
[7] Cf. PETER BERGER, Una gloria lejana. La búsqueda de la fe en época de
credulidad, Barcelona, Herder, 1994, pp. 16-18.
[8] Ibidem, op. cit., p. 56.
[9] A esta obligación de elegir Berger la denomina "imperativo herético"
(op. cit., p. 134), basándose en la etimología original de "herejía".
[10] BERGER, op. cit., p. 59.
[11] Cf. Ibidem, pp. 53-64.
[12] JUAN MANUEL DE PRADA, Danbrowneando, en ABC, 25.10.2006.
[13] C. GEFFRÉ, Destino de la fe en un mundo de indiferencia en Concilium
185 (1983), pp. 244-245.

[14] Cf. THOMAS LUCKMANN, La religión invisible. El problema de la religión
en la sociedad moderna, Sígueme, Salamanca, 1973.
[15] JOHN GRAY, Al Qaeda y lo que significa ser moderno, Barcelona, Paidós,
2004, p. 160.
[16] MARCEL GAUCHET, La condition historique. Entretien avec F.Azouvi et.
S.Piron, París, Stock, 2003, p. 311.
[17] Cf. J. GONZÁLEZ-ANLEO, P. GONZÁLEZ BLASCO, J. ELZO y F. CARMONA ,
Jóvenes 2000 y Religión, Madrid, Fundación Santa María, 2004; cf. JAVIER
ELZO, Los jóvenes y la felicidad. ¿Dónde la buscan? ¿Dónde la encuentran?,
Madrid, 2006, pp. 79-136.
[18] Cf. KEITH TESTER - ZYGMUNT BAUMAN, La ambivalencia de la modernidad y
otras conversaciones, Barcelona, Paidós, 2002, p. 172.
[19] JÜRGEN MOLTMANN, Fundamentalismo y modernidad, en Concilium 241
(1992), p. 171.
[20] BERGER, op. cit., p. 30.
[21] JUAN MARTÍN VELASCO, El fundamentalismo religioso desde la
fenomenología de la religión, en Cristianismo y liberación del hombre.
Homenaje a Casiano Floristán, Madrid, Trotta, 1996, p. 280. Cf. una
explicación parecida en JOSÉ Mª MARDONES, ¿Adónde va la religión",
Santander, Sal Terrae, 1996, pp. 24-25; ID., En el umbral del mañana,
Madrid, PPC, 2000, pp. 82-42, 131-135, 193-194; MEDARD KEHL, Eclesiología
católica, Salamanca, Sígueme, 1996, pp. 173-180.
[22] MARTÍN VELASCO, op. cit., p. 288.
[23] Citado por KEHL, Eclesiología católica, p. 175.
[24] GRAY, op. cit., p. 160.
[25] Cf. MARDONES, En el umbral del mañana, pp. 217-218.
[26] Cf. MARDONES, En el umbral del mañana, pp. 212-215; ID., ¿Adónde va la
religión?, pp. 224-227.
[27] Cf. DIETRICH BONHOEFFER, El precio de la Gracia. El Seguimiento,
Salamanca, Sígueme, 1968; sexta edición, 1995.
[28] MARDONES, La transformación de la religión, pp. 161-162.
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