Nuevas aproximaciones a la novela

July 7, 2017 | Autor: Raymond L. Williams | Categoría: Novel
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Descripción

Invited Lecture at EAFIT University in Medellín, Colombia

July 2, 2015

Celebrating Issue No. 22 of Co-herencia

In Honor of Darío Jaramillo

Raymond L. Williams

University of California, Riverside

[Revised and translated version of previous lecture at U of Tennessee, "New
Approaches to the Novel"]





Nuevas aproximaciones a la novela desde Terra Nostra y La voz interior
hasta los microrelatos de Alberto Chimal y Maria Paz Ruiz Gil



La idea de las "nuevas aproximaciones" al texto literario tiene una
larga historia en sí y no sería una exageración afirmar que en el campo de
la novela, buscar "nuevas aproximaciones" fue la gran obsesión de la
segunda mitad del siglo XX. No he vuelto al tema en muchos años, pero con
una invitación de la Universidad de Tennessee, en marzo de 2015, ya bien
entrados en el siglo XXI, tuve la oportunidad de reconsiderar ese gran
asunto del siglo XX, las nuevas aproximaciones a la novela. La presente
conferencia es una continuación de la presentación en Tennessee, con
algunos cambios de énfasis y enfoque (1).

En mi propio itinerario con las aproximaciones, todo comenzó en la
Universidad de Concepción, Chile, como alumno de pregrado, donde los
profesores con títulos europeos nos introdujeron a nosotros, ignorantes
lectores de pregrado, a los escritos del gran teórico de la novela
decimonónica, Georg Lukács, cuyo libro titulado Teoría de la novela nos
enseñó que el género de la novela era un producto de la burguesía europea
del siglo XIX. Leído hoy, en el siglo XXI, el libro de Lukács debe ser
titulado, más correctamente, no Teoría de la novela, sino Breve
introducción a la sociología de la novela europea del siglo XIX. Por lo
tanto, es un libro de más interés histórico que muy pertinente a nuestro
asunto de nuevas aproximaciones a la novela. Casi lo único que recuerdo de
ese año, además de Lukács, fueron lecturas y discusiones de Cortázar, pero
había una distancia enorme entre las teorías de Lukács y la tarea difícil
de leer a Cortázar. Sin darme cuenta, aprendí con Cortázar más acerca de
cómo enfrentar un texto que leyendo a Lukács o asistiendo clases de
literatura. (Incluso, de mayor posible interés que esta conferencia aún en
el siglo XXI sería la lectura Rayuela de Julio Cortázar….)

Volviendo a mi itinerario personal delante del problema de hoy, a mi
regreso de Chile a los Estado Unidos después de mi año introductorio a l
literatura latinoamericana en el continente sudamericano, tuve la suerte de
estudiar en la Universidad Estatal de Washington (Washington State
University) con un alemán bien metódico, Wolfgang Luchting (traductor al
alemán de Mario Vargas Llosa) y con un francés, de apellido Hartman, que
manejaba avec finesse, las maniobras del analyse de text, análisis de
texto. Fue un año instructivo porque tanto el alemán como el francés
abrieron el texto literario, incluyendo textos complejos de Vargas Llosa,
Cortázar y Flaubert, al escrutinio detalladísimo del texto literario.
Nuestro ideal era reproducir, en las letras hispánicas y francofonas, el
libro S/Z de Roland Barthes, estudio en el cual, al analizar cada línea de
un cuento de sesenta páginas, Barthes produjo un libro de aproximadamente
250 páginas.

Con estas lecciones iniciales de aproximaciones al texto literario,
llegué al posgrado para hacerme nada menos que especialista en la novela
latinoamericana moderna en el único sitio en los Estados Unidos en que esto
fuera posible en aquel entonces, la Universidad de Kansas, donde enseñaba
el gran maestro de la novela mexicana e hispanoamericana, John S.
Brushwood, entre otros profesores muy capaces. Otra vez, sin darme cuenta
de su importancia posterior, estaba entrando en una genealogía que nacía en
Salamanca, España, donde se doctoró el gran maestro don Federico de Onís,
el mentor, a su vez, de Brushwood en Columbia University en Nueva York.
Cuando pienso en la genealogía académica de don Federico de Onís/John S.
Brushwood, lo que resalta no es el minucioso análisis de texto de Roland
Barthes sino los grandes y amplios estudios panorámicos, aquella antología
de las letras hispanoamericanas de don Federico y aquel libro México en su
novela (1968) de Brushwood. Tengo que admitir que aunque en mi juventud
tal vez quisiera ser Roland Barthes, en mis primeros quince libros he sido
un heredado de ese linaje con títulos panorámicos como Novela y poder en
Colombia, 1844-1987 (1991) y The 20th Century Spanish American Novel
(2003).

Además de ese linaje académico, por casualidad también me tocó en el
posgrado seguir cursos con dos profesores más cercanos al análisis
minucioso del texto, Andrew P. Debicki y Robert Spires. Antes de su
muerte, Debicki fue uno de los máximos expertos en el poesía española del
siglo XX y, en particular, de la poesía de la tan consagrada (en Colombia)
Generación del 27. La aproximación de Debicki fue una combinación de la
vieja estilística del gran académico español Dámaso Alonso y lo que fue la
Nueva Crítica (New Criticism) norteamericana de los años cincuenta y
sesenta. Después de doctorarse en Yale, y después de publicar dos libros
en la Editorial Gredos en España sobre la poesía española, Debicki nos
enseñó en Kansas no solo a apreciar la poesía española (cosa tal vez no tan
fácil para anglo-parlantes como tal vez es para colombianos), sino a
descubrir, analizando palabra por palabra, la inevitable harmonía perfecta
de todo buen poema, como descubrimos, todavía recuerdo, en poemas tan
elegantes como "Perfección" de Jorge Guillén.

Por otra parte, el profesor Robert Spires, especialista en la novela
española, completó lo que fue, en esa época, mi modesta preparación para
aproximarse a la novela. El profesor Spires, uno de los tres expertos en
la novela española del siglo XX, había estudiado en la Universidad de Iowa,
con el teórico chileno de la novela Félix Martinez-Bonati, quien, a su vez,
había aprendido aproximaciones estructuralistas en Alemania. Martinez-
Bonati había impartido a Spires una finísima capacidad para analizar el uso
de narradores en la narrativa. Hoy en día este asunto de narradores puede
sonar algo anticuado, pero siempre estamos evaluando narradores y
situaciones narrativas en todo discurso. Gérard Genette, en los años
setenta, adelantó bastante exactamente qué hacer con los narradores en los
textos, en sus Figures III. Varios críticos y teóricos posteriores nos
enseñaron cómo no caer en un mero formalismo en el estudio de narradores.

Ahora bien, todo esto, el linaje académico de Federico de
Onís/Brushwood, el análisis de texto francés, las enseñanzas de la Nueva
Crítica, y la fijación obsesiva en los narradores fueron mis herramientas
iniciales que llevé del pregrado y del posgrado a mis primeras
aproximaciones a la novela como académico, investigador, profesor y
escritor de libros.

Años después de terminar aquellos estudios, quedé pensando en una
conversación con mi maestro Brushwood acerca de su segundo libro panorámico
del linaje De Onís/Brushwood, es decir, su historia de la novela
hispanoamericana del siglo XX, que salió en español en 1981 con el Fondo de
Cultura Económica bajo el título de La novela hispanoamericana del siglo
XX: una vista panorámica. Lo importante y recordable de aquella
conversación fue la siguiente explicación por parte de Brushwood de su
interés en sintetizar, en ese libro, la visión panorámica junto con el
análisis minucioso del texto. ¿Cómo lograr eso? Brushwood armó una
estructura doble del libro, como si fuera una novela de Vargas Llosa o La
historia doble de la costa de Orlando Fals Borda. Su idea fue ofrecer la
visión panorámica en los capítulos impares y entrar en el análisis de
textos específicos en los capítulos pares.

Unos años después – unos quince años después – mi plan conceptual para
escribir mi historia de la novela colombiana fue, también, intentar ofrecer
la visión panorámica que ya había establecido Antonio Curcio Altamar y las
lecturas analíticas de Barthes, y Brushwood, y el resultado fue ese libro
de título Novela y poder en Colombia (en inglés: The Colombian Novel, 1844-
1987,The University of Texas Press, 1991).

Volvamos al asunto general de las "nuevas aproximaciones." Al final
de los años sesenta, la Editorial Universitaria en Chile nos ofreció una
maravillosa palabra para plantear una aproximación a una novela: asediar.
Partiendo del concepto de "asediar", publicaron una colección de volúmenes
con títulos como Asedios a Vargas Llosa y Asedios a Garcia Márquez que
contenían una variedad de aproximaciones de doce a quince críticos en cada
volumen. Asediar siempre me ha llamado la atención, ya que no es
exactamente "aproximar" o "to approach". Es una lectura un poco más activa
que simplemente leer o aproximar, y tal vez no sería tan apropiado para la
poesía, que más bien nos gusta "husmear" o tal vez "contemplar." Pero con
la gran novela moderna, como Cartas cruzadas de Darío Jaramillo,
Conversación en La Catedral de Vargas Llosa o Terra Nostra de Fuentes, esas
no son novelas para simplemente leer o husmear, sino para casi atacar, es
decir, "asediar".

En resumidas cuentas, lo que tenían en común todas las lecturas
después de la Segunda Guerra Mundial fue el análisis minucioso del texto
literario, desde los años cincuenta hasta los años setenta. Por lo tanto,
varias generaciones de críticos académicos, desde Angel Roma y José Miguel
Oiredo hasta los de hoy, como Roberto González Echevarría, Doris Sommer y
Walter Mignolo, fueron formados con el ejercicio de ese tipo de lectura,
fuera esa de procedencia francesa, española, o anglosajona. Así, las
primeras lecturas destacadas de grandes novelas -- como El otoño del
patriarca leído por Angel Rama, Terra Nostra leído por Roberto González
Echevarría o La voz anterior de Darío Jaramillo leído por el joven crítico
mexicano Enrique Salas-Durán-- fueron basados en close reading o análisis
de texto. Digo todo esto, tal vez, como background, fondo histórico, al
hecho que antes de ser la novela un mero fenómeno de la globalización
editorial y el nefasta neo- liberalismo, pues existían textos y lectores de
tales textos.

Ahora bien, lo que va en contra de cualquier aproximación a la novela
es un contra discurso, desde hace más de un siglo, año tras año, que
declara contundentemente que la novela está muerta. En 1914, por ejemplo,
el escritor mexicano Federico Gamboa declaró la muerte de la novela, y
aquella noticia funesta fue nota menor en comparación con las noticias
paralelas articuladas por Roland Barthes (la muerte del autor), la muerte
del Boom, y la muerte de cada uno de los autores del Boom, aunque García
Márquez ganó el Premio Nobel después de los anuncios funerales, y Vargas
Llosa, años después de su supuesta muerte, también ha ganado el Premio
Nobel de Literatura.

Pervade en nuestra cultura académica occidental una narrativa paralela
y se trata de la muerte de la novela larga o lo que en América Latina hemos
llamado la "novela total". Por ejemplo, Conversación en La Catedral, de
unas 600 páginas, fue considerada una de esas novelas "totales" y además el
apogeo del ya muerto Boom. Los críticos del momento declararon unánimente
la muerte del Boom y la entrada de novelas más breves, más entretenidas… el
Post-Boom. No obstante, cada vez que se declara la muerte de esa novela
larga, épica y total, aparece aún otra de tales novelas, y así fue el caso
cuando Carlos Fuentes, justo en pleno Posboom oficial, publicó su
enciclopedia de estrategias modernas y posmodernas en 1975, Terra Nostra.

Con el surgimiento del internet y los nuevos medios sociales de
comunicación en los años noventa, la narrativa más común y repetida fue más
o menos la siguiente: "La nueva generación X está acostumbrada a leer la
narrativa breve: la narrativa larga y la novela total están muertas". Pero
a estas alturas, claro, esta historia no es nueva si recordamos las
palabras de Federico Gamboa en 1914. Al entrar el siglo XXI, no obstante,
aún yo, perene lector de novelas totales, estaba comenzando a dudar del
futuro de la narrativa larga y uno de mis más admirados creadores de
novelas mexicanas, Luis Arturo Ramos, declaró en California alrededor de
2001 que los escritores no encontraban su futuro en novelas sino en blogs.
Desde entonces, efectivamente, Ramos escribe principalmente en su blog.
Justo en ese momento, a un siglo de los primeros prognósticos funestas
sobre la novela, aparecen tres novelas de contra-corriente: La Fiesta del
Chivo (2000) de Mario Vargas Llosa, 2666 (2003) de Roberto Bolaño, y La voz
interior (2006) de Darío Jaramillo. Estas tres novelas largas pusieron en
duda, otra vez, la suposición dominante en la cultura occidental acerca de
la muerte de la novela larga y total. En el caso de Vargas Llosa, La
fiesta del Chivo anticipó la consagración del autor con su Premio Nobel en
2010 y la publicación el mismo año de otra novela aún más larga, El sueño
del celta. La novela de Bolaño, 2666, fue una monumental obra de 900
páginas que no tenía nada que ver con los medios masivos de comunicación,
pero mucho que ver con novelas como Rayuela y Cien años de soledad. Como
Rayuela de Cortázar y La muerte de Alec de Darío Jaramillo, 2666 es una
metaficción experimental que hace guiños a varios novelistas
norteamericanos, como Thomas Pynchon y David Foster Wallace. Como Garcia
Márquez, Bolaño recrea un acto histórico de genocidio con proporciones de
trauma nacional, es decir, el genocidio o mejor dicho femicidio en Juárez.
Así, 2666 anunció, aún otra vez, la sobrevivencia de la novela total y, a
su vez, aparentemente, la muerte de la novela. Parafraseando a Adorno,
¿cómo escribir una novela después de Juárez y de 2666?

Darío Jaramillo, los mexicanos Cristina Rivera Garza y Alberto Chimal,
y la colombiana María Paz Ruiz Gil han respondido a esta pregunta con
diferentes proyectos que nos afirman la vigencia de la narrativa y, a su
vez, la necesidad cada vez más urgente de buscar nuevas aproximaciones a
ellas. Aunque Darío Jaramillo ganó su primera fama de poeta y durante
muchos años en una oficina cerca del Banco de la República se declaraba
modestamente un mero administrador cultural y director de revista, pero con
todo respeto, yo discrepo; creo que es uno de los máximos exponentes de la
ficción narrativa para surgir en el siglo XX después de Garcia Márquez.
Desde que leí el manuscrito de su primera novela La muerte de Alec como
miembro del jurado del Premio Nacional de Novela Plaza y Janés en 1979,
Darío Jaramillo me ha parecido uno de los novelistas más innovadores en un
país que nunca ha abrazado la ficción más bien experimental o lo que alguno
de nosotros hemos llamado "posmoderna". En cuanto a su novela larga del
siglo XXI, La voz interior, Enrique Salas- Durazo ha señalado que es la
novela más embarcadora de su obra narrativa y ofrece al lector una entrada
a la vida literaria del autor al mismo tiempo que es un compendia de sus
más íntimos intereses, temas y descubrimientos estéticos (2). Como muchas
de esas grandes y largas novelas totales, La voz interior disfraza varios
de los intereses predilectos del autor en la forma de textos de diversos
géneros, como diarios, cuadernos, cartas, y gestos a escritores vivos.
Aunque todavía una novela menos reconocida que Terra Nostra y 2666, La voz
interior, como estas dos novelas, y a la par con ellas, es una amplia y
densa indagación acerca de lo que una obra narrativa puede ser.

Lo estas novelas y otras parecidas nos invitan a enfrentar y entender
son diversos traumas individuales y racionales. De ahí plantearía yo que,
en cuanto a las nuevas aproximaciones, los nuevos estudios usando teoría de
trauma, desarrollados en el campo de la sicología desde los años setenta,
son de particular interés para nosotros lectores de novelas. Nuestra
comprensión de trauma en la experiencia humana, tal como se ha sufrido en
la violencia de la guerra y en la violencia sexual, ha ido adelantando, y
el trabajo de académicos-- como Cathy Caruth y David Aberbach--y ha ido
cambiando cómo leemos esas obras del siglo XXI como La fiesta del Chivo,
2666 y La voz interior.

Por otra parte, hay toda una nueva vertiente del estudio literario y
de estudios culturales que ha surgido a partir de los años noventa, con el
trabajo pionero de Lawrence Buell, The Enviromental Imagination (3). Estos
estudios proponen un cambio radical en la relación entre el ser humano y el
ambiente en la literatura, la eco-crítica. (Pueden consultar la
bibliografía en la revista Co-herencia, Número 22.)

Para terminar, quisiera volver a esas novelas largas y totalizantes
como respuesta al surgimiento de las narrativas breves-micro –relatos- en
el internet. El fenómeno del micro-relato, por supuesto, precede el
internet: en lengua española tenemos los micro-relatos de Monterroso desde
los años cincuenta, y escritores como Borges han publicado ejercicios cuya
brevedad es destacable. Además del estilo breve y preciso de Hemingway que
abrazó García Márquez de joven, fue Hemingway quién creó este cuento de
seis palabras en inglés: "For sale. Baby shoes. Never worn." El escritor
suizo Robert Walser (1858-1956) fue un pionero del micro-relato de los años
veinte, inventando su propia letra en miniatura para escribir cuentos en
pedacitos de papel del tamaño de una tarjeta de crédito.

Para los escritores innovadores, creo, hay dos polos extremos para
trabajar: o la novela total de abundancia extrema o el otro polo extremo,
como son los casos del escritor mexicano Alberto Chimal y la escritora
colombiana María Paz Ruiz Gil. Chimal, por ejemplo, ha publicado un libro
que consiste en 83 tuits. La crítica inglesa Claire Taylor ha destacado el
poder narrativo de Paz Ruiz Gil en su micro-relatos (4). En su volumen
reciente titulado Microscópicos, publicado en 2014, ofrece micro-relatos
clásicos y como es típico del género, muchos son humorísticos. Al final
del libro agrega setenta y cuatro "Cuentos aún más diminutivos" que, como
los 83 tuits de Chimal, tienen sólo 140 caracteres.

A pesar de ciertos límites obvios de la narrativa breve y el micro-
relato, creo que Twitter es para nosotros, los lectores de la novela, más
bien un aliado. Por un parte, Twitter puede ser un apoyo en el trabajo
crítico y una manera de plantear lecturas analíticas. Es más bien una
herramienta ante los eternos anuncios de la muerte de la novela. Lo que
tienen en común Twitter y la novela son tres cosas: primero, un aprecio por
la palabra escrita; segundo, una precisión en el uso de las palabras; y
tercero, una economía de las palabras. Por lo tanto, el Twitter es, menos
que otro inútil anuncio de la muerte de la novela, más bien un aliado al
género de la novela y a las nuevas aproximaciones a la novela. El
Twitter, como el analyse de texto, nos obliga a leer y escribir con
cuidado.


Raymond L. Williams


University of California, Riverside







Notas

1. Una versión anterior de este trabajo ha sido publicado en inglés en Co-
herencia, 2015.

2. Enrique Salas-Durazo, " The Intersections Between Poetry and Fiction in
Two Columbian Writers of the Twentieth Century: Alvaro Mutis and Darío
Jaramillo Agudelo en imprenta (in press), History of Colombian Literature,
Raymond L. Williams, Editor, Cambridge University Press.

3. Lawrence Buell, The Environmental Imagination Cambridge: Harvard
U.P., 1995.

4. Claire Taylor (in press) " The Colombian Novel of the Twenty-First
Century" con Raymond L. Williams (co-autor), en Raymond L. Williams,
Editor, History of Colombian Literature, Cambridge University Press.
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