Nueva Constitución, DD.HH. Civismo y Filosofía. El Mostrador, 27 de agosto de 2016

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Descripción

Aunque el impacto del neoliberalismo en la sociedad chilena es más visible y palpable que nunca — movilizaciones sociales mediante, desigualdad en todos los niveles y exacerbada concentración de la riqueza en el 0,1% más rico, corrupción de políticos, cooptación (?) del Estado por parte de los grandes grupos económicos, y cuestionamiento generalizado a las estructuras económicas centrales del modelo de desarrollo socioeconómico como las AFP's, las isapres, la educación mercantilizada, entre otros— no deja de ser sorprendente el nivel de violencia social y política que padecen impor-tantes sectores de la sociedad chilena. Es posible percibir una atmósfera de odio profundo, que se siente en el aire, en ambos ban-dos del espectro político, que se expresan en un anticomunismo y antiderechismo feroz, muy simila-res a la alta polarización de la sociedad chilena en la década de los 60' y 70', pero claramente, sin las condiciones objetivas para dicha polarización que en ese momento se producía por la disputa ideológica entre el socialismo y el capitalismo. De modo semejante, existe una brutal disposición a la violencia en parte significativa de la población, orientada por una pulsión de castigo hacia un " otro " , desconociendo causas, motivos, razones y fundamentos, los que quedan suspendidos para realizar un ejercicio foucaultiano de casti-go en el " cuerpo " , por ejemplo, a través de las detenciones ciudadanas donde se somete a la humi-llación y a la violencia a personas que delinquen sin ningún ápice de misericordia; castigos que gra-fican décadas de frustración, de violencia social aprendida por las injusticias del modelo, y por sobre todo, por la impunidad de los autores intelectuales y materiales del Chile actual, dentro los cuales algunos emergen hoy como " fantasmas " de los tiempos traumáticos para nuestro país, con actitudes políticas propias del régimen autoritario, menospreciando la capacidad de entendimiento de la po-blación, bajo una actitud mesiánica que bordea el populismo. A modo de ejemplo, en el Chile actual se celebra en las redes sociales la muerte de menores de edad que han delinquido, tratándolos de " lacras de la sociedad " sin ningún sentido humano; na-die se pregunta por causas, por familia, por trayectorias, ni se hace el más mínimo esfuerzo de em-patizar con el otro. Se establece una relación cómplice entre una acción y reacción, entre el acto de delinquir y la muerte, en un mismo momento, como si un acto obligara moralmente al otro, aun siendo estos pequeños menores de edad. Evidentemente, esta lógica antagónica de amigo y enemigo está consagrada en la Constitu-ción dictatorial de 1980; los pocos casos de violencia que citamos están absolutamente legitimados en la Carta Magna que promueve el odio entre los compatriotas chilenos, pero no sólo se incita sen-timientos negativos hacia el otro, sino también la posibilidad de violar los derechos humanos contra aquellos que piensan y actúan distinto a la ideología movilizada por dicha carta. La sociedad chilena lleva casi 37 años orientada por los principios básicos de la desigualdad política pero además por el odio institucionalizado, internalizado como cultura política, que se naturaliza entre los actores de la sociedad y que entrona directamente con un malestar social que se viene gestando desde la dictadu-ra y la transición hasta nuestros días. Un volcán social muy cerca de erupcionar, cuya lava y nube piroplástica tiene paradero ideológico, por cuanto ha estado (des) educado en un " Estado de natura-leza " y un individualismo economicista radical también consagrado en la Constitución. A tal punto que sus defendores, extremadamente ideologizados en el dogma neoliberal, llegan a sostener incluso contra todo sentido común que el lucro va contra la naturaleza del hombre… Uno de los pactos de la transición política a la democracia tuvo que ver con promover aspec-tos de exclusión de fuerzas políticas para establecer gobernabilidad democrática (promovidas por el mismo Boeninger), pero en el mismo movimiento, estrategias de desmovilización social y política de la ciudadanía que hoy tienen a nuestra sociedad como una suerte de " Frankestein " : han creado un
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