Nuestro Norte: Revista del Museo Regional de Iquique N°1

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Descripción

Nuestro Norte: Revista de Historia y Ciencias Sociales del Museo Regional de Iquique N°1 Iquique Primer Semestre de 2015 Museo Regional de Iquique Corporación Municipal de Desarrollo Social de Iquique I. Municipalidad de Iquique Editor responsable: Damián Lo Chávez Comité Editorial: Sergio Grez Toso Pablo Artaza Barrios Karelia Cerda Castro Victor Bugueño García Francisco Telléz Cancino

Diseño y Diagramación: Francisco Téllez Pizarro

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INDICE

1. Editorial........................................................................................................................................ 2. Hacer historia en los bordes del Estado-Nación. Las regiones extremas y el Partido Obrero Socialista de Chile: Tarapacá, Antofagasta y Magallanes…………........................... 3. Morir en el antiguo Iquique: cementerios, salud pública y sectores populares durante la epidemia de peste bubónica de 1903………………….............................................................. 4. Las mujeres y la construcción social del género en la historia regional: perspectivas teóricas y metodológicas……………………................................................................................... 5. El Cementerio “Casa Parroquial”; Un rescate afortunado. San pedro de Atacama, Chile……………………………………............................................................................................ 6. El rol de los museos…………………………………..................................................................

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REVISTA NUESTRO NORTE

EDITORIAL

Hoy vemos el nacimiento de la primera revista de difusión científica del Museo Regional de Iquique después de 55 años de existencia. Nuestro Norte ha sido concebido como el órgano de difusión masiva de esta institución, haciendo uso principalmente de un medio que se extiende por un espacio virtual sin límites y, el cual esperamos ampliar en el tiempo.

Si bien los museos, por definición, tienen en su exhibición museográfica el objetivo principal de su quehacer en la difusión de sus contenidos, este es más bien sesgado de alguna manera ya que se circunscribe a las personas que pueden acceder a sus instalaciones. En este caso, el apoyo comunicacio nal de un órgano de difusión masiva, más allá de los límites del espacio que ocupa el inmueble, será de primerísima importancia en el apoyo de su objetivo comunicacional.

Con esta propuesta, esperamos entregar, con una frecuencia anual, los avances en las investigaciones desarrolladas tanto al interior como al exterior de la institución, en temáticas específicas tratadas y expuestas museográficamente de manera general en los espacios interiores del museo.

En este primer paso, debemos agradecer el apoyo y confianza de quienes han colaborado entusias tamente en esta empresa, cuyo único afán es el de difundir el conocimiento generado a través de la investigación en temas vinculados a la arqueología, historia y museología, como los que se presentan en esta oportunidad.

En el detalle podremos adentrarnos en temas tales como;

“Hacer historia en los bordes del Estado-Nación. Las regiones extremas y el Partido Obrero Socialista de Chile: Tarapacá, Antofagasta y Magallanes”

“Morir en el antiguo Iquique: cementerios, salud pública y sectores populares durante la epidemia de peste bubónica de 1903”

“Las mujeres y la construcción social del género en la historia regional: perspectivas teóricas y metodológicas”

“El Cementerio “Casa Parroquial”; Un rescate afortunado. San pedro de Atacama, Chile”

“El rol de los museos”

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En lo futuro, esperamos seguir contando con el apoyo de quienes se esfuerzan en generar conocimiento en las más diversas disciplinas científicas y que privilegien esta ventana para darlas a conocer y compartirlas con la comunidad local, nacional e internacional.

Para la edición del presente número, debemos agradecer y destacar el apoyo de la I. Municipalidad de Iquique y a la Corporación Municipal de Desarrollo Social de Iquique a través de su Dirección de Cultura.

El Editor

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Amigas y amigos; Para este Alcalde es un profundo agrado presentarles la primera edición de Nuestro Norte: Revista del Museo Regional de Iquique, la cual nace de la creatividad y esfuerzo de un grupo de profesionales del Museo Regional, administrado por la Corporación Municipal de Desarrollo Social de Iquique, han llevado a cabo este proyecto que busca rescatar y recuperar el patrimonio histórico cultural del norte grande en general y de Iquique, capital re gional, en particular. En este sentido podemos establecer que este grupo de investigadores productores de conocimiento científico acerca de nuestro acervo cultural histórico, se encuentra en un plan de actividades que paralelamente busca establecer las metodologías a fin de trasmitir ese conocimiento y volcarlo en el imaginario de la población. De aquí surgirá la proyección para la creación de nuevos museos interactivos, que resalten patrimo nialmente nuestro pasado pre-colombino, y la industria salitrera y pesquera durante el siglo XX, entre otros. Es así como surge el proyecto de museo en la ex Ballenera, la cual se encuentra destinada a constituirse en un santuario de la Naturaleza, vinculada expresamente a la preservación de especies marinas. Esto merece ser reconocido por nuestros jóvenes y la comunidad en su conjunto. De ahí los esfuerzos para alcanzar nuevos y mayores niveles de identidad en nuestro patrimonio. Sabemos que los pueblos que no conocen su historia, no podrán reconocer las oportunidades y amenazas que deparan su propio devenir. Es por cuanto, que este esfuerzo investigativo se inicia con este primer número. Finalmente, decirles que si bien estos trabajos se encuentran dirigidos especialmente a la población estudiantil, no menos cierto es que podremos compartirlos también con los miles de visitantes que llegan a nuestra ciudad y reconocen en ella, una tierra plena de identidad histórica, política, económica y cultural; es decir, nuestro querido Iquique.

Con aprecio y cariño JORGE SORIA QUIROGA ALCALDE

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A la memoria de Francisco Téllez Cancino (1952-2015) La Ilustre Municipalidad de Iquique, la Corporación Municipal de Desarrollo Social de Iquique y el Museo Regional de Iquique quieren dedicar este primer número a la memoria de Francisco Téllez Cancino, quien fuera por dos fructíferos periodos director de nuestro Museo Regional de Iquique. Desde un punto de vista científico y académico sabemos que dejó una huella en las instituciones en las que trabajó, en sus trabajos de campo e investigaciones, así como en los alumnos que se formaron bajo su tutela. Conectando lo científico con lo humano, sabemos que habrá un eterno agradecimiento por parte muchas personas que conocieron la activa colaboración de Francisco Téllez con la causa de los Derechos Humanos, la justicia y la verdad, causa aun plenamente vigente en el Chile actual. Desde un punto de vista netamente personal, nunca olvidaremos la alegría, amabilidad y entusiasmo con que asumía el día a día en su quehacer y con quienes tuvieron el gusto de trabajar por él. Como homenaje a su memoria, CORMUDESI e Ilustre Municipalidad comprometen todo el apoyo y recursos posibles a desarrollar los proyectos dejados por Francisco Téllez en beneficio de la comunidad de Iquique, la difusión de la historia y la promoción del patrimonio histórico. Iquique, agosto de 1015.

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Hacer historia en los bordes del Estado-Nación. Las regiones extremas y el Partido Obrero Socialista de Chile: Tarapacá, Antofagasta y Magallanes

Sergio Grez Toso1

Resumen

Este articulo trata sobre el desarrollo de las ideas de redención social, principalmente el socialismo, durante la época de “la cuestión social” en las regiones (provincias en la época) extremas del norte y sur de Chile. Este texto repasa los factores regionales que facilitaron el desarrollo del Partido Obrero Socialista y la transformación de este en un proyecto político centralizado y de alcance nacional.

Palabras claves: socialismo, política, movimiento obrero, regiones, fronteras.

Abstract

This article is about the development of the ideas of social redemption during the “Social Issue” (Cuestión Social) in the borderline regions (provinces in that time) of the south and north of Chile. This text reviews the regional factors that eased the development of the Socialist Worker Party and the transformation of this party in centralized political project of national significance.

Key words: socialism, politics, working class movement, regions, borderlines.

Es ampliamente sabido que el Partido Obrero Socialista (POS) fue fundado en 1912 en Tarapacá. No a comienzos de junio en Iquique como señala al unísono toda la tradición historiográfica, sino el 21 de mayo en la oficina salitrera de La Cholita, según ha quedado demostrado con abundantes evidencias en un libro que publicamos hace algunos años2 .

Más allá de lo expuesto y del hecho muy significativo que ese mismo 21 de mayo, en el otro extremo del Estado nación, en Punta Arenas, se fundó de manera absolutamente independiente de lo que estaba ocurriendo en Tarapacá, un “Partido Socialista Chileno” que posteriormente terminaría siendo parte del POS, quisiera hacer una breve reflexión sobre la historia de este partido “en los bordes” del Estado nación. 1 Dr. en Historia, académico de la Universidad de Chile. Correo electrónico: [email protected] 2 Sergio Grez Toso, Historia del comunismo en Chile. La era de Recabarren (1912-1924), Santiago, Lom Ediciones, 2011. 8

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Aunque a fines del siglo XIX habían aparecido algunos efímeros grupos socialistas en Santiago y Punta Arenas, fue recién a partir de 1912 que surgieron los primeros núcleos socialistas que consiguieron afianzarse y desarrollarse a escala importante en el norte salitrero y en Magallanes. Este no fue un hecho casual.

A comienzos del siglo XX, Tarapacá, Antofagasta y Magallanes eran regiones (“provincias”, según el concepto de la época) de reciente incorporación al Estado nación chileno. Si bien Magallanes había sido declarada “oficialmente” como parte del territorio nacional en 1843, el ejercicio efectivo de soberanía en la mayor parte de su territorio recién se consumó a fines de ese siglo aunque de manera más o menos precaria debido a su lejanía del centro, además de la contestación de Argentina sobre la soberanía chilena en numerosos puntos de la Patagonia occidental.

Recordemos que durante mucho tiempo Magallanes fue solo un “territorio” y que recién durante la tercera década del siglo XX accedió a la categoría de provincia, gozando, entonces, sus habitantes de la plenitud de derechos políticos. La presencia del Estado chileno era, pues, frágil en esa región (al igual que en la vecina Aysén), y gran parte del trabajo de mantención del orden social quedaba directamente en manos de los grandes estancieros. Una población en la que abundaban numerosos extranjeros (especialmente europeos) o chilenos provenientes de otras zonas del país (como Chiloé), hacía más difícil el asentamiento de la hegemonía de la clase dominante basándose en un discurso nacionalista. La inexistencia de campesinado -ya que en las zonas rurales solo habían obreros agrícolas que vendían su fuerza de trabajo- hacía más simple la estratificación social y más directo el enfrentamiento entre burguesía y proletariado. Por otra parte, el cosmopolitismo reinante facilitaba la circulación de ideas, especialmente los postulados de redención social del anarquismo y del socialismo.

Si bien es cierto que en Tarapacá y Antofagasta la presencia de los poderes del Estado nación era más evidente, el proceso de “chilenización” no había culminado a comienzos de la segunda década del siglo, y existía una heterogénea población multinacional (especialmente de origen peruano y boliviano). El recurso del patriotismo chileno era, por ende, claramente insuficiente como instrumento de control social. La presencia de otros “aparatos ideológicos de Estado”, 3 como la Iglesia, que podía servir de contrapeso a las ideologías “disolventes” del anarquismo y del socialismo, también era más tenue y laxa en las regiones extremas del país, especialmente en la pampa salitrera.

Tarapacá y Antofagasta detentaban el monopolio mundial de la producción de salitre, generando así el grueso de la riqueza nacional y de los recursos fiscales. Su posición estratégica fue prontamente percibida por los anarquistas y socialistas, quienes desde los primeros años del siglo XX iniciaron sendos movimientos de migración política de algunos de sus más destacados cuadros hacia esas regiones, donde el proletariado minero y portuario crecía rápidamente al compás del desarrollo de la economía exportadora salitrera. En los primeros años del siglo XX se dirigieron hacia las tierras del salitre, a sembrar su semilla redentora, anarquistas como Luis Olea, Alejandro Escobar y Carvallo, Julio E. Valiente, Ignacio Mora y Luis A. Pardo. Lo mismo hicieron algunos demócratas de orientación socialista como Luis Emilio Recabarren4 . El movimiento obrero del centro del país (Santiago y Valparaíso) “sacrificó” a varios de sus más destacados cuadros para levantar un 3 Louis Althusser, Ideología y aparatos ideológicos de Estado, Buenos Aires, 1988. 4 Sergio Grez Toso, Los anarquistas y el movimiento obrero. La alborada de “la Idea” en Chile (1893-1915), Santiago, Lom Ediciones, 2007.

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movimiento obrero clasista y combativo en la región salitrera.

En el caso de los demócratas de tendencia socialista (Recabarren), la migración hacia el Norte Grande (su segunda emigración, esta vez hacia Tarapacá en 1911) también estuvo motivada por la imposibilidad de encontrar espacio suficiente para desarrollar la corriente socialista en el seno del Partido Democrático, férreamente controlado en el “Chile histórico” o Chile Central por los dirigentes reformistas “reglamentarios”, encabezados por Malaquías Concha. En las regiones extremas del país, las discusiones, puntos de tensión y corrientes que dividían a “la Democracia”, tendían a desdibujarse un poco en aras de los temas y contradicciones provinciales o locales, aunque no desaparecieron por completo.

Por estas razones, la región salitrera -de manera más o menos similar a Magallanes- ofrecía un terreno muy fértil para la siembra de las ideas de redención social anarquistas y socialistas.

Pero la concentración de grandes contingentes proletarios en la región del salitre no tenía un correlato equivalente en el plano político. Las grandes decisiones se adoptaban en el centro, más precisamente en Santiago. Aunque en el Norte Grande también se desarrollaba la industria, especialmente fundidora y metalmecánica, los principales núcleos fabriles se concentraban crecientemente en Santiago, la conurbación de Valparaíso-Viña del Mar y Concepción.

Los grupos proletarios de las industrias del centro y del centro-sur, por separado, eran probablemente más pequeños que los de la región del salitre, pero mucho más estables. Los vaivenes característicos de la explotación del nitrato se convirtieron en cíclicos, generando crisis cada vez más frecuentes que, a partir de 1914, afectaron de manera inmediata a los trabajadores y su movimiento. Aunque el movimiento obrero nortino seguiría protagonizando grandes luchas, llegando a ser una columna esencial de la influencia socialista y comunista, desde mediados de la segunda década del siglo, empezaría a sufrir la inestabilidad que producían las crisis salitreras con sus secuelas de miles de desempleados y la emigración de muchos de ellos al centro del país.

Recabarren debió comprender nítidamente estos fenómenos y la necesidad de construir un partido que no fuera puramente nortino. El destino de la revolución se jugaría en el corazón de la República. Las regiones extremas harían un aporte esencial, pero insuficiente por sí solas. Por ello abandonó Tarapacá en 1915 y no volvería a pisar su suelo, sino para realizar breves giras de propaganda, como una que efectuó en 1923 ya siendo diputado de la República.

De este modo, el eje de gravedad del POS se fue moviendo poco a poco hacia el centro del país. La dirección nacional del partido, asentada en esa época en Valparaíso, empezó a unificar a los grupos que nominalmente componían la organización, pero cuyos lazos eran aún muy laxos. La agrupación socialista de Magallanes, que hasta entonces había cultivado un perfil marcadamente autónomo y contestatario respecto de la directiva central del POS, entró en vereda luego de la estadía de casi cuatro meses de Recabarren y Teresa Flores en Punta Arenas en 1916, durante su paso para una nueva residencia en Buenos Aires.

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El impetuoso crecimiento de la influencia del POS en la FOCH entre 1917 y 1919 sumado al gigantesco movimiento social contra el hambre y la carestía de la vida aglutinado en 1918 y 1919 en la Asamblea Obrera de Alimentación Nacional (AOAN) bajo la influencia del mismo partido tuvieron como epicentro la zona central del país, especialmente Santiago y Valparaíso. El POS mantenía sus principales bastiones electorales en Tarapacá y Antofagasta, pero comenzaba a conquistar posiciones muy importantes en otras zonas del país, en la cuenca carbonífera del Golfo de Arauco y en las tres ciudades principales del país: Santiago, Valparaíso y Concepción. La política socialista giraba hacia un nuevo centro de gravedad, desplazándose desde los bordes hacia el centro del Estado Nación.

Así lo entendían los activistas del POS de Norte Grande, quienes a comienzos de la década de 1920 consentían gustosos en hacer su aporte a la construcción de un partido nacional, convirtiendo un hecho doloroso –una nueva crisis salitrera que arrojaba a miles de pampinos de vuelta hacia las fértiles tierras del centro y del sur- en una magnífica oportunidad para sembrar en el corazón de la República la semilla de la revolución social. Uno de estos militantes, en una contribución publicada el 1 de mayo de 1921 en el periódico El Socialista de Antofagasta bajo el título de “Párrafos de una carta de un pampino en viaje al sur”, señalaba:

“Las víctimas del capital salitrero hambrientas y desnudas, después de haber producido torrentes de millones; somos arrojados hacia el sur, porque dicen que aquí somos un peligro, pues bien VAMOS A LOS CAMPOS A SEMBRAR LA REBELION, a decirles a los trabajadores de la agricultura QUE DEBEN REBELARSE contra los explotadores y opresores, y haciendo causa común con los obreros organizados del salitre y del carbón derroquemos el régimen de la tiranía burguesa. Unidos los trabajadores de los campos, del salitre, del carbón, del transporte por mar y tierra, de las industrias del capital, no habrán [sic] ametralladoras suficientes para retener la huelga general que establezca un nuevo sistema de gobierno basado en los trabajadores organizados. Bienvenida la crisis del salitre que nos empuja para que llevemos a los campos las hermosas ideas de la Revolución Social. En los campos sembrados de flores de nuestro Chile haremos resonar con ecos formidables nuestros cantos revolucionarios cantados por nuestras mujeres y nuestros hijos escuálidos y hambrientos, pero vigorosos y entusiastas para ayudar a derribar la barbarie capitalista”5 .

Epílogo

El POS surgió y se desarrolló en la fase final de la consolidación del Estado nación chileno que había alcanzado su máxima expansión territorial a fines del siglo XIX. Su nacimiento fue el resultado de procesos de radicalización política de sectores del mundo obrero y popular en el contexto de la plena maduración de la “cuestión social”.

Su dispar desarrollo geográfico inicial -muy potente en las zonas extremas del país, débil e inconsistente en el centro- se explica por los factores ya expuestos, relacionados principalmente 5

El Socialista, Antofagasta, 1 de mayo de 1921.

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con la débil presencia estatal en Tarapacá, Antofagasta y Magallanes, especialmente en las zonas de mayor desarrollo del movimiento obrero, amén de ciertas particularidades de su estructura social.

Sin embargo, el fuerte centralismo estatal más el carácter “unitario” que este le imponía a la política chilena, empujó a los socialistas de Recabarren a dar el salto hacia lo nacional, desplazando el eje de la formulación de su política desde los bordes al centro del Estado nación. La tradición jacobina y el leninismo confluyeron en este movimiento que implicó, entre otras cuestiones, la pérdida gradual del carácter federativo que inicialmente tuvo el POS en beneficio de un partido cada vez más centralizado. La transformación del POS en Partido Comunista de Chile (PCCh) a comienzos de los años 20 y su “bolchevización” estalinista a fines de la misma década, consumó su proceso de centralización.

Los “bordes” del partido seguirían siendo durante mucho tiempo sólidos bastiones electorales y semilleros de cuadros, pero la política sería definida en el centro. La evolución del partido coincidía con la consolidación centralista del Estado nación.

Bibliografía Althuser, Louis, Ideología y aparatos ideológicos de Estado, Buenos Aires, 1988. Grez Toso, Sergio: Historia del Comunismo en Chile. La era de Recabarren, Santiago, Lom Ediciones, 2011. Los anarquistas y el movimiento obrero. La alborada de “la Idea” en Chile (1893-1915), Santiago, Lom Ediciones, 2007. Prensa El Socialista, Antofagasta, 1921.

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Morir en el antiguo Iquique: cementerios, salud pública y sectores populares durante la epidemia de peste bubónica de 19036 Damián Lo Chávez7 Resumen Este articulo trata sobre la epidemia de peste bubónica en Iquique entre mayo y septiembre de 1903. Nos enfocamos en la salud pública de la época, las medidas para combatir la peste y la reacción a estas medidas en los sectores populares. Hacemos énfasis en la relación entre la miseria, la “cuestión social” y la enfermedad. Es una contribución a la historia de la muerte en los sectores populares y su vínculo con el sistema de salud y cementerios de la época. Palabras clave: salud pública, mortalidad, epidemia, peste bubónica, Iquique, Tarapacá. Abstract This article is about the outbreak of bubonic plague in Iquique between May and September of 1903. We focus in the public health system of that time, the measures to deal with the plague and the reaction of popular classes to those measures. We put emphasis on the relationship between misery, “cuestión social” (social issue) and the disease. This article is a contribution to the history of death in popular classes and its link with the public health system and the graveyards during that time. Key words: public health, mortality, outbreak, bubonic plague, Iquique, Tarapacá.

“[…] Cuando el pobre muere pasa de una muerte a otra [...]”8 Este artículo pretende dar cuenta de las diversas características que tiene la muerte en la sociedad popular tarapaqueña de la época señalada. Analizaremos una coyuntura en particular: la epidemia de peste bubónica de mayo de 1903 a septiembre de ese mismo año. Varios elementos relevantes para comprender la mortalidad popular son propios de toda la década de 1900 a 1910, e incluso de finales del siglo XIX. Entre estos destacan las políticas públicas de higiene, salud, las infraestructuras hospitalarias, las medidas para controlar las epidemias y la habitación obrera en el marco de la llamada “cuestión social”. Esta historia de la muerte es, también, la historia urbana de Iquique, en su condición de puerto, la historia de sus cementerios y en particular del ex Cementerio Nº2, que fue el lugar de entierro de víctimas de la epidemia de 1903. La historia de este camposanto se vincula a su vez con la historia del fin del Ciclo del Salitre, el despoblamiento de Iquique y la emergencia de las poblaciones en Chile, extendiéndose hasta la década de 1960. El lazareto, habilitado para aislar a los enfermos de peste, también fue depósito de cadáveres tras los llamados “Sucesos de la Plaza Montt”, cadáveres indeseables, “amotinados” que fueron llevados al mismo cementerio que los “apestosos”. El presente artículo es un acercamiento a una historia social de la muerte en el antiguo Iquique. Queremos enfocarnos en las actitudes colectivas hacia la muerte, en particular a la muerte por peste y miseria, tema, parafraseando a Vovelle lleno de silencios y a la vez9 . Las conductas e imaginarios son de particular interés para nosotros ya que estudios con 6 Artículo preparado para el primer número de la revista Nuestro Norte: Revista del Museo Regional de Iquique en el transcurso del año 2014. 7 Licenciado en Historia de la Universidad de Chile, funcionario e investigador del Museo Regional de Iquique y la Corporación Municipal de Desarrollo Social de Iquique. 8 Pablo Hasel y Marc Hijo de Sam, “Bastardos de la niebla”, Escribiendo con Ulrike de Meinhoff, 2012. Pablo Hasel es un compositor, poeta y cantante de rap del Estado Español. 9 Michel Vovelle, “Historia de la muerte” en Cuadernos de Historia N°18, Universidad de Chile-Departamento de Ciencias Históricas, diciembre de 1998. P.39. 13 13

énfasis en lo técnico ya existen10 . Afortunadamente existen numerosos documentos, algunas obras, testimonios y periódicos que nos permitieron reconstruir este aspecto, la muerte, casi un tabú, de la sociedad iquiqueña del auge del salitre. Los estudios de mortalidad 11 requieren de estudiar factores cualitativos y cuantitativos que quedan registrados, por razones de seguridad pública, en documentos y prensa de la época. Otros estudios nos ayudan a comprender el escenario que rodea la muerte por enfermedad en el mundo popular de principios del siglo xx: el conventillo, la falta de alcantarillados, el conocimiento insuficiente de las enfermedades y de costumbres higiénicas, permanente fuente de tensiones entre los sectores populares y las autoridades premunidas del discurso científico y moralizante de gran parte de las clases dominantes de la época12 . Por ultimo este trabajo constituye un pequeño aporte a la historia regional al aproximarnos a una dimensión de la vida del pueblo iquiqueño de hace un siglo. La pobreza urbana en el Ciclo de Expansión del Salitre, trasfondo de la peste, ha sido poco estudiada, dado que el énfasis de la gran cantidad de estudios sobre el norte salitrero se ha hecho en las faenas y poblados de la pampa. Para mucho de esos pobres urbanos la muerte fue una llave de acceso a la historia, un acceso trágico a la historicidad13 . En todos los documentos citados hemos respetado la ortografía de la época.

La muerte negra y la beneficencia pública en la capital del salitre: una mirada global

Las epidemias fueron un flagelo constante en la historia de Iquique a medida que transcurrió el siglo XIX y que la pequeña aldea fue convirtiéndose en una pujante ciudad portuaria. Las condiciones de vida de los sectores populares y los servicios públicos con los que contó la ciudad, no fueron, en general, los adecuados para una población en constante expansión. Tampoco estos servicios públicos y condiciones de vida correspondieron con la importancia económica que tuvo la ciudad-puerto para los dos Estados, el peruano y el chileno, de los cuales ha formado parte en su larga historia. Iquique peruano conoció varias epidemias, registrándose la más antigua a mediados del siglo XVIII y destacando la de fiebre amarilla en 1868 que se produjo tras el terremoto de agosto de aquel año. El año anterior, el vecino puerto de Pisagua, ya había perdido la mitad de su población debido a este flagelo. Iquique, como hemos insistido más de una vez, era una ciudad propensa a ser visitada por las epidemias debido a “la ausencia de mecanismos efectivos de fiscalización de productos a internar, a migrantes y pasajeros en tránsito, sumado a la inexistencia de servicios asistenciales y de normas que regulasen el aseo público”14 . Con el inicio del Ciclo de Expansión 10 Véase el artículo escrito por Josefina Cabrera, “La epidemia de peste bubónica en Iquique, 1903: un acercamiento global”, en revista online Pensamiento Crítico N°4, noviembre de 2004. http://www.pensamientocritico.cl/ 11 Han servido de referencia, en tanto historiografía moderna, dos trabajos: Eduardo Cavieres Figueroa, “Ser infante en el pasado. Triunfo de la vida o persistencia de las estructuras sociales. La mortalidad infantil en Valparaíso 1880-1950” en Revista de historia social y de las mentalidades Nº5, Santiago, USACH, 2001. PP. 31-58. y “La mortalidad en Viña del Mar a fines del siglo XIX” en Archivum. Revista del Archivo Histórico Patrimonial de Viña del mar, año X-Nº11, Viña del Mar, Ilustre Municipalidad de Viña del Mar, 2003. PP. 103-114. Existen también numerosos trabajos e informes de instituciones del estado, médicos de la época, en el marco de congresos de medicina, y publicaciones de la primera mitad del siglo XX que abordan el tema de la mortalidad y las epidemias, enfermedades y el estado de conocimiento de su época para combatirlas. Entre estas destaca el trabajo del doctor Enrique Laval Manrique, pionero de la historia de la medicina en Chile. 12 Una obra muy completa que nos ha sido de mucha utilidad para comprender el contexto social de las políticas de salud en Chile, es de María Angélica Illanes, En el nombre del pueblo, del estado y la ciencia: Historia social de la salud pública. 1870-1973, Santiago, Ministerio de Salud, 2010. 13 Idea tomada de uno de los pocos estudios de mortalidad en Tarapacá, en este caso centrado en el fenómeno del suicidio, Marcos Fernandez Labbe, “Ansias de tumba y de la nada: Practicas sociales del suicidio en el mundo pampino, Chile, 1874.1948”, en, Colectivo de Ofi cios Varios, Arriba quemando el sol. Estudios de Historia Social Chilena: Experiencias populares de trabajo, revuelta y autonomía. (1830-1940), Santiago, LOM, 2004. P.195. 14 Carlos Donoso Rojas, “1868: annus horribilis en la historia de Iquique”, en Revista de Ciencias Sociales Nº20, Iquique, Universidad Arturo Prat, 2008. P.46. 14

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del Salitre15 , la ciudad creció rápidamente, pero sus condiciones sanitarias no tendrán una mejora sustancial en largo tiempo, de modo que la fiebre amarilla sería una de las primeras, de varias, visitantes del puerto. Fue esta enfermedad la que dio inicio en 1868 al uso de los terrenos del que fue el Cementerio Nº2, alejado de la ciudad, y cercano al primer pequeño y precario hospital. Este improvisado cementerio fue habilitado para inhumar cadáveres víctimas de la fiebre amarilla, según consta en este mapa de la ciudad con fecha de 1882:

Detalle del mapa de Iquique de 1882 que muestra el cementerio N°2. Cerca de la playa de El Colorado, debajo de la rosa de los vientos, se lee “Antiguo panteón destinado a las víctimas de fiebre amarilla”16 .

La peste bubónica o peste negra17 asoló Europa durante la baja edad media y distintos puntos del globo a lo largo de los siglos. Los grandes viajes y desplazamientos de personas y mercaderías eran el trasfondo de su propagación, dado que la rata fue una compañera inseparable de las aglomeraciones humanas. La peste se consideraba marginada de occidente y en vías de desaparecer en todo el mundo, salvo en aislados poblados “semi-civilizados”, en el lenguaje racista de la época. Sin embargo, la década de 1890 conoció un rebrote de la peste que recorrió todo el globo debido a que el terrible flagelo aprovechó “las grandes facilidades que le prestan las comunicaciones tan rápi15 Adherimos a la periodización hecha por Sergio González Miranda, quien plantea que existe un Ciclo del Salitre que va desde los primeros embarques de salitre en la década del 20 del siglo XIX hasta el cierre de Victoria en 1978. Dentro de este ciclo hay, según González, un Ciclo de Expansión que va desde la década de 1870, con la aparición del sistema shanks, hasta 1930 con dos sub periodos en su interior. Este marco teórico es fundamental para comprender los procesos explicados en este artículo. Véase Sergio González Miranda, Hombres y mujeres de la pampa salitrera. Tarapacá en el ciclo de expansión del salitre, Santiago, UNAP-LOM-Centro de Investigaciones Diego Barros Arana, 2002. P.66. 16 Mapa presente en Hrjov Stojic, Diccionario de Iquique. Siglo XIX, Iquique, Pino Oregón, 2012. P.179 y propiedad de dicho autor. Agradecemos la gentileza del señor Stojic quien nos autorizó a fotografiar el mapa. 17 Se produce por una bacteria llamada Yersinia Pestis, que infecta a las pulgas de los roedores. Al morir su huésped, la pulga puede picar a humanos contagiando así la bacteria, que produce hemorragias sub cutaneas que se ven como manchones negros en la piel y septicemia, infección general del torrente sanguíneo que causa la muerte. No profundizaremos en este tipo de datos técnicos dado que el objetivo es el impacto de la peste y la mortalidad en la vida del pueblo iquiqueño de la época. 15

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das i frecuentes que le prestan el comercio i la industria para estender sus tentáculos, sin reparo de climas, altitudes i distancias hasta envolver todo el Globo Terrestre como en las mallas de una red”18 . Fue así que la peste recorrió desde China, en 1893, a la India, de Europa a las costas occidentales de América del Sur y de la costa oeste de Norteamérica a Perú en abril de 1903. Su último destino fueron los puertos chilenos de Iquique y Valparaíso en ese mismo año. Para cerrar el siglo XIX, la peste visitó el continente sudamericano por primera vez en 1899, y se prolongó hasta el año 1900 en Argentina y Brasil. El Consejo Superior de Hijiene Pública, designó al doctor Alejandro del Rio para colaborar con las autoridades argentinas, con miras a estudiar la peste y determinar métodos que pudiesen contenerla en caso de aparecer en Chile. Este médico también prestaría servicios en Iquique durante la epidemia de 1903 19 . Para comprender el conjunto de las políticas públicas asociadas a la peste es necesario conocer la institucionalidad sanitaria de aquel tiempo. En este caso, la ley que crea el Consejo Superior de Hijiene se promulgó el 15 de septiembre de 1892. Este organismo dependía del Ministerio del Interior y su función era asesorar a las autoridades en el mejoramiento de la salud pública y de la higiene en la población. Para tomar sus decisiones contaba con un instituto de investigaciones anexo20 . Como veremos, los organismos públicos encargados de velar por la higiene y la salud pública fueron naciendo a medida que la realidad generó la necesidad, y que un racionalismo higienista fue ganándole terreno a la caridad cristiana en el desarrollo de políticas públicas. La peste llegó por una característica propia de la ciudad: su condición de puerto principal del ciclo de expansión del salitre. El mismo año de la peste, 1903, fue un año de cuantiosas ganancias y grandes volúmenes de exportación para la industria salitrera. Siendo los más beneficiados, en primer lugar, los empresarios del salitre y en segundo el fisco, debido a los impuestos y derechos de exportación. Ese año, a pesar de la peste, los impuestos y aranceles vinculados al salitre y al yodo, producto secundario de la industria salitrera, representaron un 25% de las entradas fiscales a nivel nacional21 . Las autoridades locales del puerto de Iquique siempre debieron lidiar con la posibilidad de que llegasen barcos con enfermedades infecto-contagiosas abordo. En los archivos de la Intendencia de Tarapacá es muy común encontrar informes sobre barcos con infectados a bordo y las disposiciones dadas para prevenir el posible contagio en tierra de las enfermedades viajeras. Para 1903 el caso fue el mismo, solo que no existió la suficiente precaución para evitar el arribo de un barco procedente del puerto peruano de El Callao, donde había ya brotado la peste el mes de abril de ese año. Iquique contaba con una infraestructura básica para atender la salud de la población, más no para lidiar con un brote epidémico. Los empresarios del salitre, mediante sus organizaciones de clase y caridad, siempre tuvieron presente que debían asegurarse una infraestructura mínima de sanidad publica para asegurar condiciones estables al desenvolvimiento de la industria salitrera. De este modo la Asociación Salitrera se convirtió en un financista permanente del antiguo Hospital de Beneficencia de Iquique, fundado en 1897. El hospital, emplazado en el mismo lugar del actual hospital de Iquique pero de menores dimensiones, contaba con un lazareto que dio útiles servicios durante toda su existencia, pero que se vio desbordado por la epidemia de 1903. Este hospital se había inaugurado el 17 de enero de 188722 , era atendido por monjas y administrado por la Junta de Beneficencia. El concepto “beneficencia” colocaba al sujeto popular como un objeto de la caridad cristiana privada. La beneficencia era la asistencia sanitaria elemental para el funcionamiento nor18 Alejandro del Rio y otros, Informe sobre la peste bubónica en Iquique en 1903, presentado al supremo gobierno por la comisión encargada de reconocer la naturaleza de la enfermedad i de organizar su profilaxia, Santiago, Imprenta Cervantes, 1903. PP.5-10. 19 Enrique Laval, “La peste bubónica en Chile” en Revista Chilena de Infectología. Edición Aniversario, Santiago, Sociedad Chilena de Infectología, 2003. PP.96-97. 20 F. Puga Morne (recopilador), La administración sanitaria en Chile. Disposiciones vijentes en 1895, Santiago, Imprenta Cervantes, 1895. PP.27-28. 21 Véase Sergio Gonzalez Miranda, “El Ciclo de Expansión del Salitre” en Camanchacha. Salitre: reencuentro, añoranza, realidad, Iquique, Taller de Estudios Regionales, 1987. P.12. 22 “Memoria de la tesorería i secretaria de la H. Junta de Beneficencia correspondiente a 1917” en Archivo de la Intendencia de Tarapacá, ITAR 1075-N°53. 16

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mal del orden social y económico. Este esquema es antagónico a la concepción de un sujeto de derechos sociales. El Estado, a medida que terminaba el siglo XIX, debió intervenir progresivamente la beneficencia pública debido a que esta se mostraba ineficaz frente a la emergencia de la cuestión social, la movilización obrera y las epidemias que azotaban el país23 .La beneficencia, mezcla de caridad paternalista, privada, a medias regulada, y ciencia rudimentaria no contemplaba políticas públicas de salud a largo plazo. Ni podía contemplarlas. Se vio continuamente desbordada por la creciente miseria urbana y las coyunturas epidémicas24 . A partir de 1886 las Juntas de Beneficencia son oficialmente reglamentadas por el Estado25 , marcando la progresiva entrada de este en la materia, que culminaría con el Estado de Compromiso a partir de 1925. En el caso de Tarapacá el principal financista de la Junta eran las combinaciones o asociaciones de salitreros, y la Municipalidad y el fisco en mucha menor medida. Los salitreros, interesados en evitar pestes en el puerto, financiaban directamente operaciones como la quema de casas y enseres de “apestados”. La peste bubónica en Iquique no adquirió características catastróficas con el resultado de miles de muertos gracias a la acción permanente de las autoridades, interesadas en controlar la peste en la ciudad y puerto claves de la exportación salitrera. Sin embargo, sus víctimas y su duración se extendieron debido a dos factores, uno objetivo y otro subjetivo. El primer factor, objetivo, es la existencia de los conventillos en este periodo, el periodo de la llamada “cuestión social”, caracterizado por la sobreexplotación de los trabajadores, la carencia de derechos laborales y la inexistencia de políticas públicas de salud y vivienda. A nivel habitacional, el hacinamiento, la carencia de alcantarillados y suministros de agua adecuados y otros problemas, hacían de los conventillos un foco perfecto de enfermedades infecciosas. En Iquique hubo numerosos conventillos con estas características. El año 1903 se enmarca, de hecho, en el periodo en que: “La “cuestión social” se hallaba bien instalada en Chile y cobró nuevos desarrollos, que hacia el cambio de siglo y la época del Centenario alcanzaron expresiones particularmente dramáticas, especialmente en el plano sanitario y en las represiones sangrientas de las protestas y petitorios populares. La opulencia de la sociedad oligárquica coexistía con durísimas condiciones de vida y de trabajo de las clases laboriosas, tal vez sin parangón en la historia del Chile republicano”26 . El otro factor es subjetivo y dice relación con la esfera de los imaginarios, los miedos y las actitudes con que se reaccionaba a la presencia de la peste. La quema de la casa, ropas y muebles, la muerte en aislamiento absoluto, sin funeral y probablemente en fosa común o tumba no señalada, eran las causas de que mucha gente se escondiera al sentirse enferma y ocultara sus familiares contagiados de los inspectores sanitarios y las autoridades. Incluso habrá resistencia violenta a los traslados obligatorios al lazareto. Existe un debate hipotético entre el doctor del Rio, quien plantea que las medidas profilácticas combatieron la peste y un médico que escribe décadas después, Atilio Macchiavello, quien señala que la peste desapareció por un hecho climático y estacional, circunscribiéndose al invierno27 . Este debate no es de nuestro interés, dado que lo que nos interesa no son las medidas contra la peste desde un punto de vista técnico si no que más bien desde su impacto social y las reacciones a estas en el mundo popular. Las medidas profilácticas se inspiraban en la corriente higienista, de origen europeo y propagada por médicos liberales y positivistas de la época que preconizaban medidas de limpieza personal y domestica como principal barrera contra las enfermedades y epidemias en general. Los médicos higienistas intentaron moralizar a la sociedad de su época en pro del aseo y en contra de los vicios, principalmente alcoholismo y prostitución, 23 María Angélica Illanes, op.cit. PP. 125-130. A este sistema dominante, los sectores populares, le opusieron la práctica horizontal y solidaria de las Sociedades de Socorros Mutuos ampliamente estudiadas por la autora. 24 Rene Salinas, “Salud ideología y desarrollo social en Chile 1830-1050”, en Cuadernos de Historia N°3, Santiago, Departamento de Ciencias Históricas, julio de 1983. P.105. 25 F. Puga Morne (recopilador), op.cit, P.226. 26 Sergio Grez Toso, “Transiciones en las formas de lucha: motines peónales y huelgas obreras en Chile”, (1891-1907), P. 1. véase también, del mismo autor, La “cuestión social” en Chile. Ideas y debates precursores (18041902), Santiago, DIBAM, 1995. 27 Atilio Machiavello Varas, Historia de la peste en Chile, Santiago, Imprenta Cisneros, 1932. Pág. 62. 17

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para evitar la degeneración de la “raza” y “la nación”, dándole un fuerte enfoque eugenésico a su pensamiento y acción. Escenarios de la peste Tanto los testigos directos de época, como quienes han escrito posteriormente, concluyen que los casi 5 meses de peste bubónica en Iquique no dejaron un saldo alarmante de muertes. No fueron pocas, como en los brotes epidémicos posteriores que vivió la ciudad, ni tampoco se contaron por miles como en otros puntos del globo visitados por la ola de peste de fines del siglo XIX y comienzos del XX. Un balance publicado en septiembre por el diario La Patria, entregó una cuenta de 213 casos comprobados de peste, de los cuales fallecieron 138, basada en los informes oficiales que cada día emitía el medico jefe de los lazaretos y de la Oficina de Servicios Sanitarios de la provincia 28 . Esta oficina era un organismo de emergencia creado por decreto del intendente de Tarapacá el 2 de junio del 1903 y lo presidió el doctor del Rio. Se dividía en las siguientes secciones: Lazareto, Desinfección Publica e Inspección Sanitaria29 . Según el balance final de la peste publicado en el informe del doctor del Rio, los casos comprobados fueron 214, de los cuales murieron 135 personas. ¿A qué se debe esta leve disparidad en ambas cuentas? Es probable que a la actitud de los sectores populares que dificultaban la pronta y segura detección de la totalidad de los casos. También es posible que sea a raíz de errores de los mismos médicos en la detección de casos e inseguridad en los diagnósticos. En términos generales, tenemos 213 o 214 casos de un total de una población de 33.031, casos de los cuales fallecieron más de la mitad. Los médicos la calificaron de “benigna” en comparación con otros episodios de peste en Chile, como la del cólera en 1886 y 1887, que dejó en la zona central del país cerca de 28.000 muertos30 . La epidemia de peste bubónica en Iquique se caracterizó por encerrarse en focos, principalmente en las viviendas obreras, precarias e insalubres. Los conventillos de Iquique fueron la fuente de la mayoría de los casos de peste. Este problema, la condición de clase asociada a una vivienda precaria y anti-higiénica fue una de las principales características del estado de cosas que la elite llamó “cuestión social”. Existen estudios sobre los conventillos en Santiago y Valparaíso que nos facilitan un panorama general de este problema social de época que es aplicable al conventillo iquiqueño y que, a su vez, plantean el desafío pendiente de estudiar en su contexto geográfico y socio-económico específico el conventillo en Iquique. Por ejemplo, los conventillos en Santiago provienen de la erradicación de ranchos en las periferias de la ciudad y los de Valparaíso diversifican sus fisonomías de acuerdo a la geografía compleja de la ciudad 31 . Sin embargo todos los conventillos de Chile se enmarcan en la transición del peón al proletario urbano moderno y su integración en la miseria urbana: “Si bien sus características arquitectónicas variaron de un país a otro y de una ciudad a otra, lo común es que sus habitantes eran familias pobres, obreras o sin oficio y atrapados en la especulación habitacional de sus dueños. También la precariedad de sus servicios higiénicos, su patio central, así como la precariedad de sus cocinas y sus lavabos comunes, entre otras características fueron inspiración de un discurso higienista y moral en torno a sus habitantes y a su modo de vida sumamente excluyente y clasista, dando la impresión de que los y las conventilleros/as eran verdaderas aberraciones sub-humanas que el Estado debía corregir o reformar”32 . 28 La Patria, Iquique, 6 de octubre de 1903. 29 “Decreto del Intendente que organiza los Servicios Sanitarios” en Alejandro del Rio y otros, op.cit. P.145. 30 María Angélica Illanes, op.cit. P.70. 31 María Ximena Urbina Carrasco, Los conventillos de Valparaíso 1880-1920: fisonomía y percepción de una vivienda popular urbana, Valparaíso, Ediciones Universitarias de Valparaíso de la Universidad Católica de Valparaíso, 2002. 32 Paula Calquín Donoso, De conventillos y conventilleras: género y poder en las viviendas populares colectivas en los inicios del siglo XX, www.encrucijadas.org, 2011. 18

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Estos espacios se convirtieron en varias ciudades de Chile en “el hábitat de la modernidad, en la materialidad representativa de un particular modo de integrar a los pobres (…) Integración no igualitaria, alienante, a un proyecto particular que necesitaba de los pobres, pero que se esforzaba por esconderlos o disciplinarlos”33 . En la dura crítica que hace el doctor Canje Valdés a la institucionalidad oligárquico-parlamentaria en 1910, describe un “hotel”(sic) de Iquique que entrega una imagen de lo que era un conventillo en la ciudad, que, según Canje, debería ser la hija mimada de la república por las enormes entradas fiscales de su aduana. Ante la denuncia de casos de peste bubónica, llegó al lugar un inspector sanitario que hizo un par de preguntas y se retiró: “(…) Sin ver los dormitorios, que eran estrechos, sin ventilación i desaseados; sin ver las letrinas que eran inmundas i particularmente en esa ocasión, por haber estado tres días sin agua; sin subir a1 piso principal donde no hai sistema alguno para el aseo de las habitaciones, de tal modo que las aguas sucias i el contenido de los vasos escretorios, se echan en un gran valde que cuando está lleno es bajado a pulso hasta el lugar común por un muchacho que se deja la mitad en el camino; sin haber subido a las azoteas, que estaban llenas de desperdicios; sin haber visto que el único i estrecho patio de la casa estaba ocupado casi totalmente por una pajarera, que en su parte inferior servía de gallinero, todo descuidado i mal oliente”34 . Podemos percatarnos de la conexión entre esta clase de edificios y la peste bubónica en 1910. Veamos cómo fue esta relación en la epidemia de 1903. El 28 de mayo de 1903, al día siguiente de que el Consejo de Hijiene declarará oficialmente la ciudad infestada, el diario El Tarapacá recomendaba implementar y reforzar las medidas sanitarias particularmente en “los barrios alejados”, porque: “Es allí donde debe concentrarse la atención. Habitado por lo general por jente pobre de recursos escasos i, no pocas veces poco conocedoras de la higiene, conviene allí improvisar las defensas para alejar el peligro que nos amenaza”35 . Junto a lo anterior, el comentarista señalaba la deficiencia del servicio de las carretas hijienicas. Hasta muy avanzado el siglo XX, Iquique no contó con un servicio de alcantarillado adecuado, particularmente para los sectores populares que en, 1903, simplemente carecían de él. Como alternativa se usaron los abrómicos, contenedores de deposiciones humanas, retirados periódicamente por carretas municipales a bajo costo, pero con regularidad intermitente. El diario La Patria, de línea conservadora, señalaba lo siguiente como preámbulo a algunas orientaciones para prevenir la peste: “La peste bubónica es una de las enfermedades inmundas por cuanto tiene su orijen donde existen grandes aglomeraciones de jentes que viven apiñadas en estrechas viviendas, faltas de luz y aire, en medio de la pobreza, el desaseo, la suciedad y la mugre. En las casas bien asoleadas y bien ventiladas, donde se mantiene el aseo esmerado de las habitaciones y donde se tiene el cuidado de alejar a diario las basuras, no existen las ratas los ratones y las pulgas. En habiendo en ellas desagües y agua potable, agregando a los factores anteriores, es casi imposible que aparezca la peste bubónica en dichas viviendas. En cambio, en las habitaciones que tiene el piso a un nivel inferior al de la calle, que son húmedas, oscuras, mal ventiladas y sucias donde no hay desagüe ni llaves de la Empresa de Agua Potable, todas las condiciones se reúnen para que aparezca en esas viviendas la peste bubónica. Esta enfermedad ataca de preferencia a personas de hábitos desaseados, los mugrientos, los trasnochadores, los intemperantes36 , los glotones; y respeta a las personas de costumbres puras; templadas en el comer y en el beber que guardan la decencia y el asco personal”37 . Nótese el discurso discriminador, marcado por el moralismo y el higienismo que las autoridades 33 Alejandra Brito P., “Del rancho al conventillo: transformaciones en la identidad popular femenina, Santiago de Chile. 1850-1920”, en Disciplina y desacato: construcción de identidad en Chile, siglos XIX y XX, Elizabeth Hutchinson y otras (editoras), Santiago, SUR/CEDEM, 1995. P. 34 Dr. J. Canje Valdés, Sinceridad. Chile Intimo en 1910, Santiago, Imprenta Universitaria, 1910. P.184. Ortografía original de época. 35 El Tarapacá, Iquique, 29 de mayo de 1903. 36 Ebrios. 37 La Patria, Iquique, 28 de junio de 1903. 19

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de la época luchaban por inculcar en las clases subalternas de Chile. Las primeras líneas describen una vivienda burguesa, probablemente con servidumbre que mantuviese el aseo, a cuyos moradores se les pre determina virtuosos. A continuación se describe un conventillo, asociado a la suciedad y al vicio. Las conductas inmorales, impúdicas y pecaminosas son imputadas a quien cae víctima de la peste, reflejando los vicios que reinaban en la clase obrera de la época y los resabios de un imaginario de origen medieval, que asocia la peste al castigo del pecado38 . Hubo, en Iquique, varios conventillos señalados por la prensa como focos de peste. El primero en ser nombrado es el conventillo de Barros Arana 319, con 4 casos39 . Otro, “ya famoso” ubicado en calle La Torre 183, “del cual han sido sacados ya varios enfermos”40 . Este conventillo arrojó numerosas víctimas fatales, adultos y niños, especialmente los segundos. Otro conventillo con víctimas fatales fue el ubicado en el 127 de calle Sotomayor41 . Normalmente las cuadras con conventillos se volvían áreas de peste, debido que los nombres de las calles suelen repetirse en las informaciones de procedencias de cadáveres y enfermos. Todas estas direcciones corresponden al centro y casco antiguo de Iquique, barrios populares hacia el norte y este de la ciudad. Todas estas direcciones existen en la actualidad, algunas con sus fachadas originales aún en pie. Otra casa de muerte fue el conventillo llamado “Las camaradas”. Este nombre, que nos hace pensar en la sociabilidad popular femenina, común en el movimiento mutualista de la época, fue escenario de numerosos casos 42 . Se ubicaba en calle Tacna 188. A raíz de la progresiva, y muchas veces violenta, chilenización de Tarapacá esa calle se llama hoy Libertad. El día 28 de julio este conventillo debió ser desalojado y “desinfectado”43 . Una prostituta enferma, trasladada al lazareto desde el burdel “Casa Rosada”, en calle San Martin, vivía en el mencionado conventillo44 . Ramírez 94, fue sacado “el cadáver de un hombre de 35 años de edad”45 . En la mayoría de las informaciones diarias se daban los nombres de los fallecidos. Otras veces son “individuos”, como dos cadáveres sacados del conventillo de La Torre 183 en el 5 de julio y La Torre 92, Conventillo de “El Mono”46 . El Conventillo “propiedad de Devescovi”, empresario salitrero de origen yugoslavo47 , ubicado en Tarapacá 125, de donde sacaron el cadáver de un niño de 2 años el día 20 de julio. Otro cadáver de párvulo en el conventillo de “Sarjento Aldea 118” el 23 de julio48 . De este conventillo también salieron varias víctimas fatales. Conventillos en Amunategui 170 y en calle Tarapacá “al lado de la ex chanchería catalana”, en el Morro, conventillo “Jerman Tapia”, en Tarapacá “Al lado de la botica Santiago”49 . El 22 de agosto son trasladados enfermos de los conventillos ubicados en Thompson 279 y de Amunategui 284 50 . Vivar 14651 , Bulnes 15252 y Gorostiaga 14653 . En resumen 1os conventillos nombrados, 17, fueron los principales, más no los únicos, focos de la peste. El nexo entre ambos factores, el habitacional y el sanitario, queda demostrado en una circular enviada por el intendente Agustín Gana Urzúa a médicos y dueños de conventillos: “Iquique, 25 de agosto de 1903. (…) A si mismo se permite indicar a los señores dueños de conven38 Agustin Rubio Vela, Peste Negra, crisis y comportamientos sociales en la España del siglo XIV. La ciudad de Valencia (1348-1401), Granada, Universidad de Granada, 1979. P.82. Este imaginario pervivió incluso durante la pri mera mitad del siglo XX, manifestándose en opiniones conservadoras que predecían enfermedades pulmonares a las mujeres que comenzaban a utilizar escotes y faldas más cortas, Glaneur D’Epis, Algo sobre indumentaria femenina y otros tópicos curiosos, Santiago, 1922. P.37. 39 El Tarapacá, Iquique, 28 de mayo de 1903. 40 La Patria, Iquique, 28 de julio de 1903. 41 La Patria, Iquique, 16 de julio de 1903. 42 La Patria, Iquique, 29 de julio de 1903. 43 Ibíd. 44 La Patria, Iquique, 30 de julio de 1903. 45 La Patria, Iquique, 29 de julio de 1903. 46 La Patria, Iquique, 1 de agosto de 1903. 47 Hrjov Stojic, op.cit, P.172. 48 La Patria, Iquique, 30 de julio de 1903. 49 La Patria, Iquique, 31 de julio de 1903. 50 La Patria, Iquique, 24 de agosto de 1903. 51 La Patria, Iquique, 2 de agosto de 1903. 52 La Patria, Iquique, 1 de agosto de 1903. 53 La Patria, Iquique, 27 de julio de 1903.

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tillos que sus habitaciones son desgraciadamente casi los únicos focos que han estado sosteniendo la epidemia en plena actividad, porque muchos de sus atacados han provenido de dichos recintos, cuyo aseo deja que desear. Mucho agradeceríamos que hicieran visitas personales para ordenar su perfecta y esmerada desinfección, manteniendo una constante y diaria limpieza en cada departamento. Seguramente concurrirán por este medio a prestar un eficaz servicio a la población”54 Esta circular no vislumbra ningún cuestionamiento de fondo al problema social que representan los conventillos. Tampoco hay una condena moral a sus dueños, tan solo un amable apremio que dista mucho del lenguaje utilizado para estigmatizar a los habitantes de dichas viviendas en el discurso dominante de la época. Tampoco se procede o se amenaza con incendiar los conventillos, como si se hace con modestas viviendas particulares, dado que son propiedades de la elite de la provincia: los empresarios que hacen de la necesidad habitacional del sujeto popular un lucrativo negocio. Ahora bien, ¿las elites iquiqueñas tuvieron contacto con la peste negra? Josefina Cabrera especula que algunos reportes sin nombres completos o con iniciales podrían corresponder a sujetos provenientes de las clases acomodadas, que ocultan sus nombres por vergüenza55 . Nosotros adherimos a esta posibilidad, a la que agregamos los prejuicios negativos contra los afectados de peste ya revisados. Sin embargo, tenemos algún testimonio de este contacto mediante la única posibilidad de convergencia interclasista en la época: la servidumbre doméstica. El destacado político y empresario tarapaqueño-peruano, residente en Iquique en 1903, Guillermo Billinghurst56 , mantenía negocios al interior de la provincia con su amigo Juan Dassori, quien se encontraba en el pueblo de Pica. Se conservan dos cartas interesantes al respecto: “Iquique, julio 27 de 1903 Señor Don Juan Dassori Pica No sabemos todavía, cuando podremos salir. Lo acertado es que yo le dé a ud, aviso con dos o tres días de anticipación. La pobre Nicolasa ha estado de malas. Se le murió un nietecito de la peste; y era ella una de las incrédulas. No tengo tiempo para más Suyo GMO. BILLINGHURST Don Emeterio que hacía propaganda diciendo: “No hay vuvónica” se fue a la oficina”57 . Nótese una de las primeras reacciones a la peste comentadas por Billinghurts: su negación. Respetando la numeración de las cartas en el volumen citado, tenemos otra, del mismo autor, de dos días antes, que señala: “(…) Ya aquí no se puede soportar la situación. La peste hace su labor; y recién comienzan los sabios a maliciar que es la peste bubónica. Hay cinco a seis casos diariamente. La mujer de Francisco, el cuidante de nuestra casa, murió hace tres días. Ayer falleció un nietecito de la Nicolasa. Hemos tenido varios casos cerca nuestra. Estoy aguardando carta de Don Pedro Zamudio, para saber que día debemos salir de acá”58 . Esta carta refleja el impacto de la peste más allá de sus números concretos. La servidumbre en con54 La Patria, Iquique, 25 de agosto de 1903. 55 Josefina Cabrera, op.cit. P.12. 56 Hrjov Ostojic, op.cit. P. 72-72. 57 Guillermo Billinghurst, “Carta N°421”, en Fuentes para la historia de la Republica, Volumen XXVI: Pampa escrita. Cartas y fragmentos del desierto salitrero, Sergio González Miranda (Selección y estudio), Santiago, DI BAM-UNAP-CIHDE-Centro de Investigaciones Diego Barros Arana, 2006. P.633. 58 Guillermo Billinghurst, “Carta N°422”, op.cit, P. 634. 21

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tacto con la muerte, producto del flagelo, generaba una situación “insoportable” y Billinghurst esconde su apuro por abandonar Iquique en la comunicación epistolar con su socio.

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Medidas contra la peste: el disciplinamiento higienista de la enfermedad y la muerte en los sectores populares.

“El pueblo le temía. El hospital, con sus cruces y monjas, era la antesala del sacrifico”59 . Los médicos implementaron una serie de medidas encaminadas a combatir la peste. No profundizaremos en los aspectos técnicos de cada una de estas medidas, nuestro interés radica en las respuestas, a nivel popular, de algunas de las más traumáticas de ellas. En resumen, los pasos fueron los siguientes. Primero se procedió a un intento, con resultados a medias, de limpieza en la ciudad, prohibición de escarbar en la basura, de acumular basura, mejoras en el servicio de “carretas hijienicas” etc. Una guerra sin cuartel a las ratas, cuyas pulgas son los vectores de la enfermedad. Prevenir las condiciones donde estas aparecían. Incluso las autoridades llegaron a pagar por el exterminio y destrucción de ratas. Los cuyes también debieron ser eliminados, medida impopular ya que constituían parte del menú de los sectores populares dado el alto precio de la carne de vaca. Las casas donde se reportaban casos de pestes podían ser “desinfectadas”, introduciendo maquinas que vaporizaban diversos químicos o quemadas, junto con ropas y muebles, según la gravedad del caso, operación controlada por el cuerpo de bomberos para evitar la propagación del fuego. Los casos de peste, confirmados o sospechosos, debían ser avisados obligatoriamente y con la mayor rapidez posible. En ese caso, su aislamiento y/o traslado al lazareto era realizado por personal de la Oficina Sanitaria con apoyo policial. De morir el afectado, se le inhumaba en el cementerio más lejano de la ciudad, el N°2, de forma inmediata, sin velorio ni funeral. Todas estas medidas eran dictadas por el supremo gobierno, vía intendente, y respaldadas activamente por la Junta de Beneficencia, la Municipalidad, la policía y los cuerpos de bomberos de la ciudad. Las medidas preventivas fueron distribuidas en una cartilla a la población, cartilla que fue reproducida, a su vez, en los periódicos que circulaban en la ciudad60 . Las medidas de limpieza en las calles y viviendas eran fuente de diversas tensiones entre la realidad de su cumplimiento y lo esperado por las autoridades. Provocaron diversas formas de rechazo. La tendencia en numerosos casos fue ocultar la enfermedad del conocimiento de la autoridad. Esta tendencia se vio precedida de una negativa general hacia la presencia de la enfermedad. Numerosas voces se alzaron contra la existencia de la peste, poniéndola en tela de juicio. Esta duda vino en un comienzo de dos actores sociales, curiosamente enemigos de clase acérrimos durante el ciclo de expansión del salitre: la clase obrera y el empresariado salitrero. Los primeros veían con muy malos ojos el acantonamiento de tropas, el encarecimiento de la vida producto de la disminución del tráfico marítimo y la cesantía que produjo la incertidumbre respecto del alcance real de la epidemia y del funcionamiento irregular del puerto. Los segundos se opusieron al cierre del puerto y a un estado de cosas que pudiese perturbar el orden normal de la producción en las oficinas y del embarque del nitrato en la ciudad-puerto. Los sectores obreros rechazaron la peste, mediante su prensa El Defensor y El Trabajo, considerándola un invento de las clases dominantes para reprimir al pueblo y especular con los precios de los víveres de primera necesidad61 . En una reseña histórica de la provincia, escrita en 1936, se cita una huelga por parte de las organizaciones obreras de la ciudad contra la declaración de la epidemia, sin embargo no pudimos constatar el alcance y desarrollo 59 60 61

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María Angélica Illanes, op.cit. P.125. La Patria, Iquique, 24 de junio de 1903. Citados en Josefina Cabrera, op.cit. PP. 9 y 10.

de dicha movilización62 . El puerto no fue cerrado oficialmente, dado que era uno los que más entradas generaban al fisco y al empresariado salitrero. Al declararse la ciudad infestada, muchas compañías navieras comenzaron a evitar el puerto de Iquique hasta nuevo aviso, lo que efectivamente redundo en el encarecimiento de la vida y un aumento de la cesantía en la provincia por la reducción de los embarques de nitrato. Por otra parte, El Tarapacá, diario vinculado a intereses salitreros y que toda su historia (circuló hasta 1978) sostuvo posiciones ultra conservadores y hostiles al movimiento obrero, tuvo actitudes ambiguas. En un comienzo, respaldó las medidas generales dictadas por las autoridades, pero, tras el primer mes de peste, comenzó a poner en tela de juicio esta y a dar tribuna a diversas personalidades que impugnaban la existencia de la epidemia. Esto provocó una disputa entre el periódico La Patria, auto considerado defensor de la higiene, cuya línea editorial consideró a El Tarapacá, y a otros, cómplice de la epidemia por negarla. En su informe, el doctor del Rio, agradeció al director de La Patria, del Orden y de La Democracia su apoyo en el combate a la epidemia, señalando que el resto de la prensa se empecinó en oponerse a su trabajo. El ocultamiento de casos y el hallazgo de cadáveres en diversos puntos de la ciudad fue otra realidad con la que tuvieron que lidiar las autoridades. Al comenzar la epidemia, los primeros contagiados y sus familias fueron trasladados a la Isla Serrano, hoy puerto de Iquique, a un improvisado lazareto de emergencia, dado que el pequeño lazareto del Hospital de Beneficencia no tenía la capacidad para un brote epidémico superior a un puñado de casos. La isla quedo custodiada por soldados para evitar salidas y entradas sin autorización. Las casas de los afectados fueron quemadas, al igual que los cadáveres resultantes, algunos de los cuales también fueron sumergidos en alta mar63 . Medidas todas de un profundo impacto negativo en la vida cotidiana de las familias visitadas por la peste. Posteriormente, resultando dicho lazareto también insuficiente, se habilitó un polvorín como lazareto, ubicado lejos del radio urbano, al noreste de la ciudad, relativamente cerca del cementerio N°2. Sin embargo, mucha gente afectada prefirió esconderse. Al practicarse las autopsias en el Cementerio N°1, salían a la luz los casos deliberadamente ocultos de peste. En total 66 cadáveres hallados en domicilios contra 68 fallecidos en el lazareto. Casi la mitad 64 . Ahora bien, ¿Por qué no acudir a las autoridades sanitarias y exponerse a morir en su vivienda, posibilitando el contagio a sus familiares? Existió un centro de aislamiento en la Peninsula Cavancha, en ese entonces lugar habitado por unos pocos pescadores y alejado del radio urbano, para casos sospechosos pero no confirmados aún. De ser casi seguro el diagnostico de peste bubónica, el traslado al lazareto era obligatorio y hecho con fuerza pública de ser necesario. No tenemos ningún relato de un traslado al lazareto para el caso de Iquique en particular, pero nos permitimos afirmar que no debe haber sido diferente de un traslado en el marco de la epidemia de cólera que azotó la zona central del país de 1886 a 1888: “los cocheros o funcionarios encargados del servicio de carretones que trasladaban a enfermos y fallecidos por la ciudad (…) desempeñaban sumisión de una manera brutal: llegan gritando con gran estrépito preguntando por el enfermo o fallecido (…) lo agarran como si se agarrara un fardo, lo montan violentamente, sin precaución y delicadeza y después de un empujón lo embuten en un carro”65 . 62 Carlos A. Alfaro Calderón, Reseña Histórica de la provincia de Tarapacá, sin datos de publicación, 1936. P.30. 63 Alejandro del Rio y otros, op.cit. P. 16. 64 La Patria, Iquique, 6 de octubre de 1903. Paréntesis necesario: en un comienzo no entendíamos por que las autopsias se realizaban en el cementerio hasta que un documento de la dirección del hospital, de 1895, nos dio la respuesta: las autopsias tenían lugar en el cementerio debido a que la administración del hospital negó suministrar personal auxiliar al médico legista y l as dependencias del hospital para realizar el proceso. Esta última negativa se debe a que los cadáveres a veces eran sometidos a autopsia tras “6 y más días”, ya comenzado el proceso de des composición y despidiendo olores que eran perjudiciales para los enfermos convalecientes. Véase “carta del director del hospital al intendente de la provincia”, en Intendencia de Tarapacá 204-N°19, Archivo Histórico Nacional. 65 Álvaro Góngora, “La epidemia del cólera en Santiago, 1886-1888”. Revista Dimensión Histórica de Chile N°10, Santiago Universidad Metropolitana de Ciencias de la Educación, 1995. P.125. 23

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Dada la alta mortalidad que generaba la enfermedad en los afectados, es posible que haya existido la percepción de que el traslado al lazareto era un viaje sin retorno. No existen registros de cómo se comunicaba a los familiares el lugar exacto del Cementerio N°2 donde iban a dar sus familiares fallecidos, posiblemente en fosas comunes o tumbas precarias, excavadas apresuradamente, cuyos nombres se borraban rápidamente al erosionarse la madera de la cruz. De modo que el traslado obligatorio al lazareto, era probablemente, el último adiós, dado que en dicho lugar la norma impuesta por las autoridades era la incomunicación y el aislamiento absoluto. A su vez, el rito del velorio y del funeral estaba prohibido 66 . En todas las culturas, tanto orientales como occidentales judeo-cristianas, el funeral es un rito cultural profundamente arraigado. Es la idea de comunicación y vinculo de los vivos con los muertos y el paso tranquilo del fallecido a un más allá. En la identidad religiosa y el sistema de creencias desarrollados por una comunidad determinada, se hace inconcebible la muerte de un ser querido sin el rito fúnebre adecuado. En nuestro sujeto de estudio, el sujeto popular iquiqueño expuesto a la peste, el rito fúnebre también era una necesidad espiritual y espacio de sociabilidad que merecen un estudio aparte. Un completo estudio sobre el rito mortuorio y los cementerios en Chile es el de Marco Antonio León León67 , que aporta elementos teóricos y una breve aproximación a la muerte en los sectores populares que son aplicables al caso estudiado. El rito fúnebre se llevaba a cabo en los sectores populares de formas distintas a las de la elite, dado que son sectores que conviven mucho más de cerca con la muerte y que difícilmente pueden aspirar al boato y al recuerdo del mausoleo pétreo de las clases dominantes. Sin embargo, se las ingeniaban para montar velorios en los barrios y conventillos, con las colaboraciones de los vecinos y de las familias que habitaban el mismo espacio. Los niños eran el centro del rito del angelito, adornados con alas y despedidos en medio de una parentela consternada, pero acostumbrada a que no sobrevivieran todos sus hijos68 . Estos ritos tienen un origen sureño, pero recordemos que la pampa y los puertos salitreros fueron poblados por el incipiente proletariado de origen campesino que se desplazaba sur-norte, trayendo sus tradiciones con ellos y configurando otras nuevas al calor del nuevo entorno geográfico del que se apropiaban69 . A su vez, el rito fúnebre tenía también su espacio en la cultura obrera ilustrada de la época. Las sociedades obreras mutualistas compraban sus mausoleos y nichos para sus socios como parte de una política de recuerdo y memoria para con el camarada de luchas fenecido, siendo estas tumbas las pocas sepulturas populares que han resistido bien el paso del tiempo y que aún pueden admirarse en el Cementerio N°1 o General de Iquique70 . Por otra parte, la quema de casas era otra medida impopular y que afectó las viviendas populares individuales y jamás a los conventillos de la ciudad, propiedad de la burguesía tarapaqueña. Esta medida en particular provocó un malestar que se refleja en una declaración de los cuerpos de bomberos de la ciudad recalcando que ellos solo se encargan de ejecutar una orden y que no son responsables de los incendios. Un relato aparecido en El Tarapacá describe así la escena: “En cumplimiento del acuerdo tomado por el Consejo de Higiene, ayer a las 5 i 40 minutos, se procedió por el cuerpo de bomberos a incendiar la casa de la familia Cueto, O’Higgins N°138 . La familia compuesta por Carmen y Leonor Cueto, y algunas niñitas habían sido enviadas a la Isla Serrano. El incendio duro como 20 minutos, defendiendo los bomberos los edificios contiguos para que el fuego no cobrara mayores proporciones. Un gran jentío acudió a contemplar el siniestro espectáculo, costándole a la policía mucho trabajo despejar la calle para facilitar el trabajo de las bombas”71 . 66 Alejandro del Rio y otros, op.cit. P. 147. 67 Marco Antonio León León, Sepultura sagrada, tumba profana. Los espacios de la muerte en Santiago de Chile, 1883-1933, Santiago, LOM-DIBAM-Centro de estudios Diego Barros Arana, 1997. 68 Ibíd. PP. 134-137. 69 Entre los cuerpos desenterrados de la fosa común del ex Cementerio N°2 por el equipo dirigido por el arqueólogo Francisco Téllez, hay varios infantes y párvulos vestidos con cuidado, e incluso dos niñas con alas de angelito. 70 Eduardo Devés, Los que van a morir te saludad. Historia de una masacre: Escuela Santa María de Iquique 1907, Santiago, LOM, 1997. P.193. 71 La Patria, Iquique, 14 de julio de 1903.

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A las medidas tomadas por las autoridades les siguió la resistencia de los afectados. En una familia, de apellido Gangas, ya habían aparecido dos casos, niños, siendo llevados al lazareto, junto con la hermana menor de los niños y su madre. Acto seguido fue encontrado muerto otro niño de la familia, cuyo cadáver fue recogido de su casa y cuya enfermedad había sido ocultada a las autoridades sanitarias para evitar el traslado al lazareto 72 . Otro niño enfermo fue sacado escondido del conventillo “Las Camaradas”, para ser encontrado muerto en otro punto de la ciudad 73 . Otro caso fue el de un doctor apellidado Neuhaus, quien hizo un certificado de defunción de una mujer de apellido Santander, señalado un problema cardiaco como causa de muerte. Una autopsia realizada por el médico del Servicio Sanitario, doctor Dávila Boza, determino la causa real: la peste. La familia en un comienzo se opuso a la autopsia con la intención de dar un funeral normal a la fallecida. Para el 24 de agosto, ya eran varios los casos de médicos negligentes, lo que motivo a la Oficina del Servicio Sanitario a enviar una carta al intendente exigiendo el cumplimiento de la ley que sancionaba con multas el ocultamiento de enfermedades contagiosas por parte de los galenos 74 . Solo en junio fueron retirados 29 cadáveres de diversos puntos de la ciudad, cuyos casos no fueron avisados previamente75 . En otras ocasiones, ante una denuncia, no se permitía entrar a los inspectores sanitarios, obligando a actuar a la fuerza pública. En el conventillo “Las Camaradas”, ocurrió así: “Una mujer enferma. Fue examinada por el doctor González Muñoz, quien declaro el caso como positivo y dispuso la remisión de la enferma al lazareto. Debemos hacer constar que a la presentación del médico a la entrada de este conventillo un grupo de individuos ebrios trató de impedirle la entrada amenazándole uno de ellos con un cuchillo. Hubo de llamarse a la policía la que logró dominar la situación”76 . Esta tendencia a ocultar la enfermedad, con la complicidad de algunos médicos de la ciudad, provocó que al lazareto llegasen numerosos individuos “atacados de peste en tal estado de gravedad que solo llegan a morir a este establecimiento, lo que significa han permanecido varios días ocultos en sus domicilios exponiendo al contagio a sus propias familias y al vecindario”77 . También detectamos un caso de una mujer acusada de haber huido a la pampa, donde tenía familiares en una oficina salitrera llevándose a su hijo enfermo consigo. Nunca pudo ser encontrada. Esta fue, en general, la compleja relación entre el sistema de salud de la época, los médicos y las autoridades, con los sectores populares de Iquique, las victimas por excelencia de la peste. En agosto del año 2007, con motivo del centenario de la Masacre de Santa María de Iquique, el arqueólogo Francisco Telléz78 , excavó el lugar donde fueron llevados los restos no reclamados del ex Cementerio N°2, cuando este fue erradicado del plano de la ciudad. El objetivo era buscar a los caídos de Santa María. Estos no aparecieron, sin embargo los restos sacados son un testimonio de la mortalidad en el Iquique de principios del siglo XX, años en los que más actividad tuvo dicho cementerio. La fosa arrojó numerosos cuerpos envueltos en sábanas, característica del entierro producto de una enfermedad infectocontagiosa.

72 La Patria, Iquique, 15 de julio de 1903. 73 La Patria, Iquique, 29 de julio de 1903. 74 La Patria, Iquique, 24 de agosto de 1903. 75 La Patria, Iquique, 20 de julio de 1903. 76 La Patria, Iquique, 7 de agosto de 1903. 77 La Patria, Iquique, 26 de agosto de 1903. 78 Francisco Telléz Cancino: arqueólogo y director del Museo Regional de Iquique. Aparte de la fosa del ex Cementerio N°2 de Iquique, ha trabajo en el Patio 29 del Cementerio General y en las fosas de la dictadura militar cercanas a Calama, entre otros. 25

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Fosa del ex Cementerio N°2: Cadáver de víctima de enfermedad contagiosa, envuelto en sabana79 .

Fosa del ex Cementerio N°2: cadáver de niño amortajado. La peste bubónica provocó numerosas víctimas entre los niños 80 .

79 Las fotos de esta excavación son propiedad del arqueólogo Francisco Telléz, quien amablemente nos las facilitó. 80 Ibíd.

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El Cementerio N°2 en la historia social y urbana de Iquique

Varias fuentes históricas nos señalan que los cadáveres de las víctimas de peste iban a parar a este camposanto, hoy erradicado del plano de la ciudad. El doctor del Rio es el primero, quien nos plantea que, de los dos cementerios de la ciudad, los cuerpos eran enterrados, sin velorio ni funeral, en el más alejado de los dos81 . Históricamente, Iquique tuvo varios cementerios, particularmente durante el periodo peruano. Hubo un cementerio protestante o ingles en la Isla Serrano, hoy puerto de Iquique, un cementerio colonial en el barrio El Morro82 , en calle Pedro Lagos, donde actualmente está el Ministerio de Obras Públicas. Hubo también un cementerio católico sobre el cual se construyó la estación del ferrocarril, actualmente sede del registro civil en calle Sotomayor 83 . La construcción de esta última también arrojó osamentas de los antiguos católicos peruanos. Los motivos que justifican el uso y desuso de terrenos con estos fines dice relación con la expansión de la ciudad en tamaño y población a lo largo de su historia, más las coyunturas en que la mortandad aumenta y la infraestructura original deja de dar abasto. Idealmente, un cementerio debe estar a cierta distancia del radio urbano, cosa que en Iquique fue cambiando constantemente. Otro factor dice relación con los cambios demográficos. Cuando hay una migración fuerte por razones económicas o políticas puede un panteón quedar en desuso y considerarse sus terrenos útiles para otros fines. Otras reseñas históricas sobre la ciudad de Iquique refuerzan el rol del desaparecido cementerio como punto de inhumación de cadáveres de “apestosos”. Por ejemplo, Carlos Alfaro, en su Reseña Histórica de la provincia de Tarapacá, señala que el clausurado Cementerio N°2 tenía un espacio limitado que se llenó en tiempos de continuas y mortíferas epidemias. En un año no especificado de la década del 20, la Junta de Beneficencia decidió dejar de inhumar en sus terrenos, permitiendo solo el entierro en las tumbas familiares o “mausoleos” de madera pagados previamente 84 . Francisco Javier Ovalle relata en su libro La Ciudad de Iquique, escrito en 1908 que el Cementerio N°2 era “el osario común, donde por lo general se entierra a los variolosos y bubonicos 85 ”. Tras el fin del ciclo de expansión del salitre el Cementerio N°2 cayó pronto víctima del olvido más absoluto. Para el 1 de noviembre ni siquiera había algún tipo de locomoción que llevara a los escasos visitantes: “Durante el día de ayer, en que la “piedad popular” cubrió de flores algunas de las escasas tumbas que se encuentran en regular estado de conservación. No huno agua para depositar las flores ni locomoción. Los deudos tuvieron que llevar agua, en un largo recorrido por un camino polvoriento y bajo un sol que brilló como en la mejor época de verano. (…) Yacen esparcidos restos humanos, ataúdes destruidos por la acción del tiempo que dejan ver su tétrico contenido”86 . Su memoria estuvo siempre vinculada a las pestes y a los pobres de solemnidad, es decir gente de situación tan precaria que pagaba un pequeño precio simbólico por enterrar a sus familiares en él. Algunos documentos y testimonios lo colocan como el único punto reconocible de inhumación de cuerpos de la masacre de Santa María Iquique. En una fosa fueron arrojados 267 cadáveres de pampinos masacrados, sin nada que señalara el lugar, debiendo las propias organizaciones obreras de la ciudad financiar un mausoleo de materiales ligeros, inaugurado en 1911, que con el tiempo fue saqueado y finalmente destruido en 1967 con la remoción definitiva del cementerio87 . 81 Alejandro del Rio y otros, op.cit. P.44. 82 Cuando se instalaron cañerías en dicho sector, en la década de 1920, y se construyó el actual edificio del Ministerio de Obras Publicas en la década de 1980, aparecieron huesos y momias de origen colonial. Véase “Una cañería que se tiende sobre un cementerio olvidado”, El Tarapacá, Iquique, 22 de noviembre de 1926. 83 Este panteón católico y el panteón protestante de la Isla Serrano se aprecian en mapas de 1861 y 1880 que pueden consultarse en Hrjov Ostojic, op.cit. pp. 351-352. 84 Carlos A. Alfaro, op.cit. P.354. 85 Francisco Javier Ovalle, La Ciudad de Iquique, Iquique, Imprenta Mercantil, 1908. P.309. 86 El Tarapacá, Iquique, 2 de noviembre de 1951. 87 Para 1961 el mausoleo había sido también saqueado. La estatua del pampino con el martillo en su portal había sido robada. Datos aportados por Don Guillermo Muñoz. En lo personal, sostengo la hipótesis de que la fosa fue olvidada por que el recuerdo de las masacres obreras orquestadas desde el Estado y las clases dominantes era27

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La izquierda iquiqueña, históricamente fuerte en una provincia obrera, no lo impidió ni nadie se esforzó en disponer de un lugar donde dichos restos pudiesen recibir homenajes en fechas como los 1 de mayo o los 21 de diciembre. Si uno revisa los balances de la Junta de Beneficencia en el Archivo Regional de Tarapacá, siempre era el cementerio que daba menos ingresos a la institución, debido a su relación con pestes y pobreza. Su aspecto precario era más similar a un cementerio pampino que a la idea de camposanto urbano. Su lejanía de la ciudad y la dificultad de su terreno en pendiente lo hacían poco atractivo como alternativa al copado y más caro Cementerio N°1. Este último, tiene el año 1898 en su portal, pero su tumba más antigua es de 1864 y aparece en mapas previos a 1900. De tener algunos recursos, o pertenecer a un gremio o colonia extranjera con cierto poder adquisitivo, era mejor un mausoleo mutualista en el N°1 o un nicho en el Cementerio N°3. Este último fue construido precisamente por eso, para cubrir la necesidad de un cementerio asequible a los sectores populares pero sin las características negativas del N°2. Fue construido en 1908 e inaugurado en 1910. Desde 1893 la Junta de Beneficencia venia solicitando dinero a la intendencia para construir el Cementerio Nº388 . La historia también se perdió en el tiempo, siendo estas líneas la primera vez que se hace un relato documentado de ella. En la década del 50 y comienzos de los 60, el crecimiento de la ciudad, que poco a poco comenzaba atraer a las masas de pampinos cesantes a la incipiente industria pesquera y otros intentos de reactivación económica post ciclo de expansión salitrero, comenzó a acercar el limite urbano y el cementerio abandonado. Este último sufrió las consecuencias del fuerte decrecimiento demográfico y emigración de iquiqueños fuera de la provincia. Entre 1930 y 1940, Iquique perdió el 34% de su población89 . En 1955, siendo senador por Tarapacá, Salvador Allende denunció el abandono económico de la provincia y señaló como argumento que 20.000 iquiqueños vivían en otras ciudades de Chile90 . Esta situación es el corolario de un problema estructural en la provincia: Tarapacá, durante el Ciclo de Expansión del Salitre, no fue un polo de desarrollo con una economía diversificada, si no que un enclave económico, donde toda actividad económica giraba exclusivamente en torno al salitre. Durante la década del 30, en cada uno de noviembre, se le omitió. Se mencionan solo dos cementerios con la ilógica numeración de 1 y 3. Volvió a aparecer a partir de 1940 para denunciar su abandono, fecha en que la dirección del hospital decidió retirar al último cuidador diurno por lo improductiva de su labor, quedando el cementerio cerrado con un cierre de planchas de zinc que irá desapareciendo parcialmente producto de la oxidación y el robo. El abandono había atraído a perros salvajes, saqueadores de tumbas y ladrones de carbón de la maestranza del ferrocarril longitudinal, que quedaba en sus cercanías, que usaban los ataúdes para esconder los sacos de carbón robados. Esto configuró un espectáculo macabro que fue denunciado en varias ocasiones por el diario conservador El Tarapacá, único diario que sobrevivió al fin del ciclo de expansión del salitre. Así pudimos constatar en un reportaje, escrito en junio de 1952, el total olvido entorno al cementerio. Fantasmas, “cosas raras” y fechas erradas91 . El articulo planteaba algunos elementos reales: el estado del cementerio, su situación geográfica complicada, es decir en una elevación, lo que ponía gran parte de sus tumbas en pendiente, expuestas a la brisa marina, la cual las desenterra- ba una y otra vez; y el hecho de que los deudos eran gente que vivió en Iquique durante el auge del salitre. Sin embargo, señalaba como fecha de creación el año 1902, dato errado, y propone que quizá gente rica fue enterrada ahí, otro elemento irreal. Por último señala que ni por todo el oro del mun- do los trabajadores de los cementerios harían de cuidadores ahí dado que pasan “cosas raras”92 . La imposibilidad de expandir el camposanto, ubicado en el accidentado extremo norte de la ciudad, es contraproducente para una izquierda tradicional que apostaba a la “vía pacífica al socialismo”. 88 Archivo Nacional, Intendencia de Tarapacá, “Instituciones de beneficencia”–204-Nº32. 89 PLADECO 2006-2008, Iquique, Ilustre Municipalidad de Iquique, 2006. P.8. 90 El Tarapacá, Iquique, 25 de noviembre de 1956. 91 “Después de medio siglo descansaran en paz restos de personas sepultadas en el cementerio 2. Construi rán cierre de cemento alrededor de camposanto abandonado-restos humanos yacen esparcidos y abandonados en la intemperie-su historia y el porqué de su abandono”, en El Tarapacá, Iquique, 2 de junio de 1952. 92 Ibíd.

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el argumento dado para construir en 1908 el Cementerio N°3. Este argumento es parcial para nosotros, dado que no considera el posible rechazo social de un cementerio vinculado en el imaginario a la miseria y la peste. El Cementerio no tuvo realmente su origen en 1902. Se construyó en 1868, bajo la administración peruana, junto con un hospital y lazareto, ambos ubicados al norte de la ciudad y cercanos entre sí. Para marzo de 1869, habían fallecido de fiebre amarilla y habían sido sepultadas en dicho cementerio, al menos 450 personas, afectando a un quinto de la población de la ciudad 93 . Tanto el hospital como el lazareto dejaron de funcionar como tales, pero los terrenos de este cementerio de emergencia siguieron usándose como tal hasta la década del 50 del siglo XX, específicamente hasta 1958, año que registra los últimos entierros94 . Estando en uso, así lo describen documentos oficiales de la Junta de Beneficencia: “Mide 13.000 metros cuadrados. Está situado al norte de la línea del ferrocarril salitrero, en terrenos fiscales. Limita al norte con terrenos fiscales; al sur con prolongación de la calle del cerro de la cruz i línea del ferrocarril salitrero; al este con prolongación de la calle 8ª oriente; i con prolongación de la calle 7ª oriente”95 . Tuvo su fugaz aparición en la literatura provincial de la pluma del destacado, e infravalorado a nuestro juicio, escritor Luis González Centenos. En su novela de ficción histórica, Calicheros, el joven anarquista Enrique Peñarrubia se encontraba con su camarada Floridor Sanchez en la maestranza del ferrocarril longitudinal cuando llegó la policía a buscarlo. Vecino a dicha maestranza estaba el cementerio, sin cuidador nocturno, lo que le permite intentar huir de sus captores por esa ruta. En el cementerio es capturado, y en los cuarteles torturado y maltratado, muriendo poco después de que le soltasen. Dado que su madre, Josefina, se negó a encerrarlo en un nicho, ella prefirió un entierro en tierra, cosa que solo ocurría en el N°296 . El escritor Nicomedes Guzmán, en su novela, La luz viene del mar, coloca a sus personajes de visita al mausoleo de Santa María, en el Cementerio N°2, entregando una descripción del mismo, más sin detenerse mucho en el cementerio propiamente tal97 . En febrero de 1961 se comunica al público que la dirección del hospital entregará nichos a precios convenientes en el Cementerio N°3 a los escasos deudos del N°2 que quieran trasladar a sus seres queridos. Curiosamente, durante la década de 1950, hubo familias populares iquiqueñas que siguieron haciendo uso de los “mausoleos” o tumbas familiares, pagadas hace largo tiempo, y cada año se registró un puñado de entierros. Por eso le hemos llamado parcialmente abandonado98 . La redacción del Tarapacá, calificó estos entierros como peores que arrojar los fallecidos a un basurero. El motivo de la remoción era la cercanía del cementerio con las emergentes poblaciones de la ciudad, en sintonía con el movimiento de pobladores que expandía los límites urbanos en todo Chile. La población Kennedy (hoy Jorge Inostroza), la Villa Navidad y la Villa Progreso comenzaban a tener como macabro epicentro el cementerio y, según cuenta la leyenda urbana, a utilizar partes de este último en la construcción de las precarias viviendas. Los primeros años de la década de 1960 también corresponden al auge de las industrias pesqueras, ubicadas al extremo norte de la ciudad y cuyos trabajadores debían cruzar el cementerio para llegar a sus faenas. Estas circunstancias motivaron una preocupación de carácter sanitario y moral en las autoridades que tomaron la determina93 Carlos Donoso Rojas, op.cit. PP.55-56. 94 Registro de sepultaciones de los cementerios de Iquique. Libro 1952-1960. Estos registros son propiedad de la Corporación Municipal de Desarrollo Social de Iquique y en la actualidad no se encuentran abiertos al público. Quien escribe es el primer investigador en tener acceso a dichos registros. Se espera que, mediante un proyecto de conservación programado para este año 2015, mejore su estado y se permita el adecuado rescate patrimonial de dicho registro. 95 “Memoria de la tesorería i secretaria de la H. Junta de Beneficencia correspondiente a 1917”, en Archivo de la Intendencia de Tarapacá, ITAR-1075-N°66. 96 Véase Luis González Centeno, Calicheros, Santiago, Nascimento, 191954. P.199-200 y PP.273 y 274. 97 Nicomedes Guzmán, La luz viene del mar, Santiago, Aconcagua, 1951. P. 192. 98 Registro de sepultaciones de los cementerios de Iquique. Libro 1952-1960, op.cit. 29

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ción, a comienzos de 1961, de remover el cementerio: “El tétrico espectáculo que ofrece a los cada vez más poblados barrios de emergencia el cementerio Nº2, tocará a su fin con el traslado en común de todas las osamentas de seres fallecidos hace ya muchos lustros y cuyos deudos, si es que existen, no lo hagan particularmente y los sepulten en nichos adquiridos en los demás cementerios”99 . Los viejos habitantes de Iquique, que dejaron la ciudad tras el fin del Ciclo de Expansión del Salitre, abandonaron a sus muertos, y los nuevos, que venían del cierre de las ultimas oficinas salitreras y atraídos por el “olor a dólar” de la incipiente industria pesquera, fueron los últimos vecinos del viejo cementerio. En un lapso de tiempo que va desde 1961 hasta abril de 1963, fueron retirados por sus familiares solo 43 cuerpos. Finalmente tras una larga espera, la dirección del hospital, el municipio y la intendencia, en un esfuerzo mancomunado, procedieron a remover el cementerio, que ya había perdido parte importante de su superficie original. De tener 13.000 metros cuadrados según la memoria de la Junta de beneficencia de 1915, pasó a tener cerca de 7000 al momento de su remoción final100 . Este trabajo se realizó rápidamente, en el año 1967, coordinado por el Servicio Nacional de Salud, la Intendencia y la Municipalidad. Un ex trabajador pesquero y pampino, que en aquella época participó con un camión de su propiedad en las labores de erradicación del cementerio, don Guillermo Muñoz101 , nos aportó algunos datos. El trabajo de remoción del cementerio fue rápido y muy poco prolijo, incluso nos cuenta que tiene un conocido de la población Jorge Inostroza que tiene una tumba, vacía, en su patio. En tanto, la arqueóloga Cora Moragas, pudo hablar en 1997 con funcionarios del Servicio Nacional de Salud de la época, hoy fallecidos, quienes le relataron que los cuerpos fueron trasladados en un camión a una fosa sólida, es decir con paredes de cemento a un costado sur oeste del Cementerio N°3, en calle O’Higgins, llegando a calle Pedro Prado, en lo que hoy es el antejardín del Servicio Médico Legal. Sin embargo, no los de Santa María. Por algún motivo, los 267 esqueletos fueron trasladados a otra fosa sólida, en el mismo Cementerio N°2 y quedaron ahí, en el terreno que fue nivelado y ocupado por las poblaciones102 . Esto lo confirma el trabajo de exhumación dirigido por Francisco Telléz, quien no encontró señales de una masacre en los cadáveres revisados. Encontrarlos sería difícil a estas alturas, en una zona de la ciudad densamente poblada y de alta conflictividad. “Lo más triste es que sobre ese cementerio hoy vive la pobreza. Las casas de cartón reemplazaron al monolito de madera y los niños juegan hoy en medio de huesos y recuerdos”103 . Muchas tumbas y osamentas antiguas también quedaron debajo del terreno, nivelado apresuradamente dado el problema social que constituía. Los muertos de las diversas hecatombes que vivió la ciudad de Iquique, desde 1868 hasta principios del siglo xx, ya sean de orden epidemiológico o de “razones” humanas, fueron depositados en este cementerio no para ser recordados, si no que para ser olvidados, lo que sucedió tarde o temprano. Todos tenían en común su pobreza material, y ser víctimas de las profundas desigualdades que marcaron la sociedad oligárquica durante la “cuestión social”. Las masacres y la no-vida infrahumana en conventillos cortada abruptamente por la peste. El abandono y el olvido convierten al ex Cementerio N°2 en un cementerio a medias. Un cementerio es un lugar para los vivos, donde los vivos se reencuentran con su pasado, lo re significan y le dan sentido a su presente y futuro. A medias es también un punto de inhumación, un depósito de cuerpos sin valor ni significado para nadie. Dos conceptos distintos, pero que se entrelazan en un mismo lugar histórico, perdido en el tiempo y la leyenda urbana iquiqueña: el ex Cementerio N°2 de Iquique104 . 99 El Tarapacá, Iquique, 2 de abril de 1961. 100 Sergio González Miranda, Ofrenda a una masacre. Claves e indicios históricos de la emancipación pampina de 1907, Santiago, LOM-UNAP-CIHDE, 2007. P.281. 101 Datos aportados por Guillermo Muñoz, en febrero de 2015. 102 Datos aportados por Cora Moragas vía e-mail en diciembre de 2014. Agradecemos su buena disposición para con nuestra investigación. 103 Sergio González Miranda, “Hombres y mujeres de la pampa salitrera. Tarapacá en el ciclo de expansión del salitre”, op.cit. P.46. 104 El concepto de Punto de Inhumación, lo tomamos de las fosas de inhumación que constituyen el “cemen-

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Conclusiones La epidemia de peste bubónica de 1903 en Iquique tuvo un fuerte impacto social con alcances económicos, pero no alcanzó a ser un desastre humanitario en términos cuantitativos. Los más duro de la peste fue la puesta en evidencia de las crudas desigualdades de la sociedad oligárquica de la época de la cuestión social. Estas desigualdades se expresaban en la vivienda popular, escenario principal de la peste, y el sentimiento de persecución que generó está en los sectores populares expuestos a ella. Este sentimiento de persecución se mezclaba con un terror al aislamiento del lazareto, a la muerte anónima propia y de los seres queridos. Por su parte las autoridades sanitarias, representantes de lo más avanzado ideológicamente de las clases dominantes de la época, implementaron medidas que encontraron resistencias a veces pasivas, y otras veces violentas en los sectores populares. Esto se explica primero, por las contradicciones de clase, al rechazar la existencia de la epidemia la clase obrera organizada, como artimaña de las clases dominantes, y luego en el conjunto del pueblo en general que se veía amenazado, perseguido y privado de rituales esenciales como son el velorio y el funeral. La peste bubónica de Iquique fue uno de las coyunturas del largo camino hacia la creación de lo que hoy entendemos por salud pública, camino que partió con la ausencia total de la salud en los sectores populares y pasó, acto seguido, al disciplinamiento compulsivo de las clases subalternas en materias de higiene por parte del Estado. La epidemia de 1903 fue a su vez parte de una larga historia de epidemias que dieron forma a la ciudad, estableciendo, a partir de 1868 un cementerio en su extremo norte. Este cementerio fue copado y creció hasta los límites que su peculiar ubicación geográfica le permitió. La historia de este cementerio es, a su vez, un reflejo de la historia de la sociedad iquiqueña desde el comienzo del ciclo de expansión del salitre hasta la configuración del moderno Iquique. Sus ciclos de auge económico, su crisis a partir de 1930, su lenta reactivación y los últimos años de la economía salitrera están marcados en la historia de dicho camposanto, a su vez punto de inhumación. Los iquiqueños pobres fueron a dar ahí durante su funcionamiento, esos mismos iquiqueños emigraron, dejando sus recuerdos atrás, con el fin del auge del salitre. Los últimos pampinos que bajaron del cierre de las últimas oficinas en la década de 1950 y principios de 1960 crearon la necesidad de su remoción, compartiendo la discriminación, miseria y marginación de los que allí fueron sepultados. Más de una vez, arreglos en cañerías y calles en el sector de Villa Progreso, Villa Navidad y Población Jorge Inostroza han arrojado esqueletos de pobres, “apestosos” o no, para recordarnos que las desigualdades sociales en materias de vivienda y salud siguen siendo un desafío pendiente que la sociedad neoliberal ha sido incapaz encarar.

terio” de coléricos de Renca, olvidado y parcialmente bajo la carretera costanera-norte. Este aporte teórico en torno a la memoria y el olvido de los fallecidos en coyunturas complejas lo tomamos de la investigación de Catherine Westfall e Iván Cáceres, Vidas mínimas y muertes anónimas. Arqueología de la salud pública de Chile. La ep idemia de cólera en Santiago, siglo diecinueve, en Canto Rodado Nº6, Centro de Investigaciones Patrimoniales del Panamá Viejo, 2011. 31

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Anexo Fotográfico

Interior del lazareto, originalmente un polvorín ubicado al noreste de la ciudad 105 .

Renato Acevedo, 5 años, falleció el mismo día de su entrada al lazareto el 8 de julio de 1903106 .

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Alejandro del Rio y otros, op.cit. P.195. Ibid. P.204.

Plano de Iquique de 1895. Al norte de la ciudad, debajo del cuadro de la leyenda y de la palabra “Escala” se ubica el “Cementerio Nuevo”, nombre que tuvo el Cementerio Nº2 en los primeros mapas de la ciudad 107 .

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www.memoriachilena.cl

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Iquique hoy: el cuadrado negro representa una ubicación aproximada del ex camposanto 108 .

Una de las pocas fotos que se conservan del Cementerio N°2 es la de la inauguración del mausoleo de Sa nta María. El resto son fotografías de prensa de muy mala calidad 109 .

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Imagen tomada de google earth.

www.urbatorium.blogspot.com

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Las mujeres y la construcción social del género en la historia regional: perspectivas teóricas y metodológicas.

Karelia Cerda Castro110

Resumen Las mujeres constituyen un grupo social tradicionalmente excluido por la historiografía, las escazas referencias que de ellas se han hecho en torno a la historia regional dan cuenta de esto. El presente artículo busca proponer aproximaciones teóricas y metodológicas que permitan abordar la historia de la región de Tarapacá en un sentido crítico e inclusivo, especialmente en el contexto de expansión de la economía salitrera, a partir del enfoque de la Historia de las Mujeres y los Estudios de Género. Se expone un balance de las principales corrientes de la historiografía nacional para dar cuenta de las formas de omisión, exclusión e incorporación de las mujeres en los constructos discursivos del pasado, posteriormente se presentan algunas orientaciones teóricas a partir del género como elemento de análisis para problematizar al sujeto mujer en la historia regional, posibilitando una crítica global a la epistemología y los discursos de poder dominantes en la producción historiográfica.

Palabras clave: Mujeres, historia de las mujeres, género, androcentris mo, historia regional. Abstract Women are a social group who has been excluded from the traditional historiography, the few ref erences about them in the regional history are proof of that. These article would like to expound theorical and methodological proposes to approach the history of Tarapacá in a critical and inclusive way, especially in the nitrate expansion cycle context, with the Gender Studies and Women´s History as starting points. It exposes a balance of the main currents national historiography to explain the forms of omission, exclusion and inclusion of women in the discursive constructs of the past, subsequent to that it shows some theorical orientations from gender as an element of analysis to problematize the woman subject in the regional history, enabling a global critical to epistemology and dominant discourses of power in the historiographical production.

Key words: women, history of women, gender, male-centredness, regional history. Introducción Pensar a las mujeres en la historia no ha sido tarea fácil, hemos sido escritas en los márgenes de los relatos oficiales por plumas que no eran las nuestras. Formamos parte de un gran grupo de actrices y actores que no calificaban como sujetos históricos ni nuestros pasados eran dignos de ser estudiados por la Historia Oficial. Los estudios sobre la historia de las mujeres que comienzan a desarrollarse a mediados del siglo XX -primeramente en Estados Unidos y Europa, posteriormente en América Latina – tuvieron como objetivo visibilizar la participación y las experiencias de las mujeres en los diversos procesos sociales. Ya en las décadas de 1960-1970 comienzan a aparecer los Estudios de Género de la mano de una nueva oleada de movimientos feministas, los que con110

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Licenciada en Historia, Universidad de Chile.

tribuyeron a problematizar las causas de aquella histórica exclusión profundizando en el análisis de las relaciones sociales que la sustentaban y cuestionando los discursos hegemónicos de poder presentes en la producción de conocimiento y ciencia. Las mujeres en la historia nacional han sido representadas de diversas formas, sin embargo muchos imaginarios cruzan las distintas corrientes de la historiografía para instalarse como representaciones inmóviles. El desarrollo de los primeros estudios sobre las mujeres en las Ciencias Sociales han permitido dar cuenta de la existencia de un entramado de relaciones de poder que dificulta la instalación de una nueva perspectiva del pasado a partir del análisis de las relaciones sociales basadas en el género por cuanto implica cuestionar las formas de construir conocimiento en la ciencia en general.

La epistemología androcéntrica en la producción historiográfica La Ilustración y los discursos científicos dominantes durante el siglo XIX se elaboraron en base al racionalismo y la confianza en el progreso humano, la razón constituía el triunfo del hombre sobre la naturaleza y fue considerada como un atributo propio de la masculinidad lo cual se vinculó con una concepción de la realidad dicotómica y jerarquizadora en donde lo masculino y lo femenino aparecen representados en esferas distintas y separadas entre sí (público/privado, razón/emoción, cultura/naturaleza, etc.). La historiografía positivista buscaba realizar reproducciones fieles del pasado, centrando su atención en los grandes sucesos políticos, económicos, institucionales y bélicos, entre otros, cuyos protagonistas fundamentales fueron hombres: la historia universal, por tanto, se constituye como una narrativa de hechos considerados importantes realizados por determinados hombres111 como colectivo representante de la humanidad. El trabajo historiográfico se inscribe entonces en una lógica androcéntrica en donde la superioridad del ejercicio de la razón implicó la reducción de las mujeres y sus prácticas en el ámbito simbólico de lo privado vinculado a la familia, espacio que fue representado a partir de la primacía de la irracionalidad, la naturaleza, la corporalidad, las afectividades: la racionalidad, como garantía del progreso humano, define al espacio público como centro de las relaciones sociales y a los hombres como protagonistas del devenir histórico.

No obstante, el positivismo daba reconocimiento a algunas mujeres mediante figuras de heroínas y mujeres ilustres, como lo señala Magdalena Valdivieso “En la historiografía tradicional encontraron lugar “las excepcionales” aquellas que accedieron a alguna cuota de poder político, económico o religioso, y que son reconocidas como casos extraordinarios, y algunas mujeres por sus vínculos con hombres notables, así cada nación cuenta con unas pocas referencias femeninas, que alimentan un imaginario colectivo que reafirma “la excepcionalidad” de que las mujeres realicen acciones trascendentes y sean reconocidas”112 , es decir apariciones casuales que serían representativas de todas las mujeres. Esta relación casual y fragmentada de las mujeres con la historia reproduce relaciones de dominación patriarcal en el plano del pensamiento abstracto dado que el conocimiento científico establece verdades universales y objetivas a partir de la experiencia masculina, desechando la posibilidad de generación de saberes desde cualquier alteridad o territorio simbólico distinto. Por tanto, los discursos de poder que se entretejen en la historiografía positivista definen el pensamiento crítico y la objetividad bajo una supuesta neutralidad que corresponde a la homologación o sustitución del concepto “hombre” por el de “humanidad”. En este orden de cosas, las mujeres habitan en un lugar estático, inmóvil y silente, fuera de la historia.

111 Debe tenerse presente que no habl amos del conjunto de la población masculina, sino que de un grupo determinado por características económicas y ciudadanas que los situaban en situación de dominio de poder frente a otros hombres: aristócratas, burgueses, étnicamente blancos, etc. 112 Magdalena Valdivieso, Invisibilidad y visibilidad histórica de las mujeres, Caracas, Venezuela. CEM.P 2.

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El cambio de paradigma científico que vino de mano de la Escuela de los Annales permitió la incorporación de aquellos sujetos marginados por la historiografía positivista. El giro teórico en el campo de la historia respondió a la necesidad de dar respuestas a nuevas interrogantes y a complejizar el conocimiento del pasado, trasladando el foco de interés desde los macro-sucesos hacia las estructuras sociales y sus dinámicas, permitiendo así desmontar los sentidos de verdad universales del positivismo aproximando concepciones integrales de realidades relativas mediante la interpretación de los hechos en base a problemas de investigación más que a su mera reproducción. La incorporación de nuevas teorías y metodologías provenientes de las ciencias sociales, así como la utilización de nuevas fuentes permitieron acercar a esos mundos representados como silenciosos y atemporales a las dinámicas del tiempo histórico, contribuyendo a otorgar al sujeto “mujer”la categoría de actor histórico y visibilizar su presencia en los procesos sociales, principalmente gracias al desarrollo de la Historia Social.

La influencia de este nuevo paradigma en la trayectoria historiográfica chilena en el siglo XX es significativa. Las autoras María Soledad Zárate y Lorena Godoy113 realizan un extenso balance crítico sobre las formas en que se ha representado a las mujeres en las narrativas de distintas corrientes y autores, de las cuales me interesa destacar la Marxista y la Nueva Historia Social y Económica dado el énfasis puesto en el desarrollo de la clase obrera y los sectores populares. En el caso de la corriente Marxista, ésta tuvo como principal sujeto de estudio a los trabajadores -especialmente de los sectores industrial y minero- y el género no aparece como una variable histórica de relevancia para el análisis de las relaciones sociales de producción y la formación de la clase obrera chilena, las autoras afirman que “(...) esta corriente historiográfica se inclina a una concepción eminentemente masculina del trabajo como actividad humana y de los trabajadores, el cual ignora el lugar de las mujeres en los estudios sobre el trabajo y las organizaciones laborales”114 ; por su parte, la Nueva Historia Social y Económica que comenzó a desarrollarse a partir de la segunda mitad del siglo XX, extendió sus estudios hacia otros sujetos marginados por la historiografía–niños, esclavos,mestizos, indígenas, etc.- e incorporó a las mujeres como parte de los procesos sociales y productivos pero a partir de estereotipos femeninos tradicionales y esencialistas, sin extender un examen más acabado de las implicancias de dicha presencia.Una segunda etapa de esta corriente historiográfica se desarrolló a partir de 1973, con mayor fuerza en la década de 1980 mediante la evaluación de las tesis del marxismo clásico para buscar nuevas interpretaciones del pasado reciente, fuertemente marcado por el golpe de Estado y los primeros años de la dictadura. Se incorporaron otras dimensiones de lo social en donde se otorga mayor importancia al desarrollo de las identidades subjetivas y colectivas que al de conciencia de clase en sujetos subalternos (cobra importancia la noción de “historia desde abajo”), Godoy y Zárate destacan que esto se tradujo en la incorporación de nuevas temáticas referentes a las mujeres en la historia, incluyendo la vida cotidiana, el acceso a la educación, la inserción laboral, el movimiento por el sufragio femenino, entre otros. Sin embargo, uno de los principales temas abordados por estas corrientes es la historia de las relaciones laborales -cuyos protagonistas han sido los hombres- en donde se concibe la mano de obra femenina en un plano secundario, naturalizando la división sexual del trabajo, como lo explica Elizabeth Hutchison “En la historiografía laboral chilena, por ejemplo, la continua tendencia de los historiadores de ver a las mujeres obreras primero como esposas y madres, y solo secundariamente como trabajadoras, ha limitado un escrutinio más profundo sobre su participación en la fuerza laboral, así como el significado de su presencia para los movimientos políticos de la clase trabajadora”115 . Esto resulta significativo en las diversas narrativas sobre el pasado salitrero en Tarapacá, en donde las mujeres populares aparecen vinculadas a la vida doméstica cuya importancia para la reprodu113 María Soledad Zárate, Lorena Godoy. “Análisis crítico de los estudios históricos del trabajo femenino en Chile”. En Cuadernos de Investigación N°2. Santiago, Centro Estudios de la Mujer (CEM), julio de 2005. 114 Ibid. P. 11. 115 Elizabeth Q. Hutchison, “Labores propias de su sexo: Género, políticas y trabajo en Chile urbano “19001930”, Santiago, LOM Ediciones, 2006. P. 18 40

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ción de la mano de obra fue fundamental en la economía salitrera,también en ocupaciones laborales definidas como “propias”de la feminidad –lavanderas, costureras, servicio doméstico, etc.- las cuales son consideradas como actividadescomplementarias al ingreso familiar; respecto de la “cuestión social” se mencionan las problemáticas femeninas en relación directa con las de la familia obrera, por otra parte en las organizaciones obreras la mujer es representada como acompañante de un hombre desde un lugar pasivo y rara vez pensadas como actores políticos. Sobre estos constructos de lo femenino se volverá más adelante.

La Historia de las Mujeres y los Estudios de Género como posibilidad de renovación de la ciencia histórica

La influencia y desarrollo de la historia social ha proporcionado herramientas para superar la invisibilidad de las mujeres en distintos procesos sociales pero de un modo parcial y segregado que no problematizó las categorías de género ni las interrelaciones de aquello considerado femenino respecto del resto del devenir histórico escrito en clave masculina. Frente a la concepción androcéntrica de la historia y la ciencia en general es que aparecen tanto la Historia de las Mujeres como los Estudios de Género.

La escritura de la historia en tanto práctica social no puede comprenderse ajena a su contexto de producción y a los factores que la impulsan. Plantea Margarita Iglesias que el cuestionamiento de las feministas anglosajonas respecto de si existía o era posible una historia de las mujeres fue gatillado por el hecho de que a pesar que las mujeres a nivel internacional participaran en los distintos movimientos sociales a lo largo del siglo XX éstos carecieron de propuestas respecto de sus problemáticas específicas “Esta presencia de las mujeres en las luchas sociales desde distintos lugares, plantea la pregunta en diversos ámbitos de las Ciencias Sociales primero y luego en las Humanidades. Es desde la Antropología y la Sociología que emergen en el mundo anglosajón las preguntas respecto a lo cultural y las prácticas sociales, para incorporarse a los ámbitos de la Historia y de la Filosofía”116 . Estos cuestionamientos se cruzan con la relevancia de la memoria histórica como precedente capaz de generar lazos identitarios, un pasado que otorgue continuidad y pertenencia a un determinado grupo social, de modo que la historia de las mujeres como corriente de investigación está íntimamente relacionada con las necesidades de legitimación de los movimientos femeninos y feministas del siglo XX, específicamente en la década de 1960 y 1970, en palabras del español Paco Roda “Será el movimiento feminista de los años sesenta el eje catalizador de esta potencial historia de las mujeres. Sin duda la política feminista va estrechamente ligada a los primeros estudios sobre todo porque en ese momento se exigía una historia plagada de mujeres heroínas o explotadas que sirviese como banderín de enganche justificador de futuras luchas políticas (…) Las mujeres quieren conocer su propia historia y las condiciones de su vida para abordar los problemas del presente. A partir de ahí se desarrolla un importante movimiento reivindicativo que reclama investigación y enseñanza sobre las mujeres y su historia”117 . La emergencia de esta corriente y de los estudios de género en América Latina se produce en la década de 1980 y pese a seguir los lineamientos teórico-metodológicos de las escuelas anglosajonas guarda diferencias relacionadas al contexto latinoamericano, el cual define distintos factores que impulsan su desarrollo y las temáticas que se abordan, por ejemplo las condiciones socioeconómicas propias 116 Margarita Iglesias, “Genealogía de una Historia. Historia de las Mujeres, Historia de Género: problemáticas y perspectivas”, en Revista Espacio Regional, Revista de Ciencias Sociales. Vol. 5, n°1. Osorno, Universidad de los Lagos, 2008. P.123. 2008 117 Paco Roda. La historia de las mujeres: “la mitad desconocida”, en Revista Gerónimo de Uztariz n°11. Pamplona, Instituto Gerónimo de Uztariz. P. 51-52. 1995 41

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del subdesarrollo y los efectos de las crisis económicas, las identidades étnicas frente a la globalización, la creciente feminización de la pobreza y el empleo informal, la instauración de regímenes militares, por mencionar algunos118 .

Ahora bien, para comprender la pertinencia de este enfoque en la historia regional es necesario especificar sus propuestas y las posibilidades discursivas que otorga para construir una historiografía local más democrática. Para Margarita Iglesias: “Una definición posible de Historia de las Mujeres, que es la que yo he seguido y recreado en mis trabajos, es aquella que busca comprender los procesos sociales e históricos poniendo el sujeto mujer en el centro de los análisis.”119 , este protagonismo implica una transformación epistemológica dado que cuestiona la lógica tradicional de concebir al sujeto histórico como masculino y gran parte de las metodologías utilizadas por la disciplina histórica.

Los discursos históricos escritos en clave masculina/universal han definido temáticas y actores determinados en donde las mujeres han sido incorporadas a modo de compensación a partir de sus apariciones fortuitas en ámbitos públicos y mediante los imaginarios que rodean las figuras de mujeres destacadas, profundizando la división y jerarquización de lo público y lo privado. A partir de los planteamientos de Verena Radkau120 se propone como posibilidad para construir una historiografía de mujeres la redefinición de los valores mismos de la ciencia histórica, por ejemplo ya no buscando al sujeto mujer únicamente en los espacios en que ha sido marginada, sino incorporando y revalorizando aquellos en donde se ha desenvuelto dado que allí se expresan saberes y prácticas acumuladas durante siglos de silencio, “(…) es preciso invertir la jerarquía de datos relevantes en la historiografía, revisar el bagaje metodológico tradicional y ampliar los campos de investigación histórica. De esta manera se cuestiona también la jerarquía de valores dominantes en la sociedad analizada y en la propia del investigador, donde a menudo sobreviven estos valores.”121 En ese sentido, la historia de las mujeres o con perspectiva de género propone una crítica que desmantela la noción misma de “Historia” que ha cruzado todas las corrientes historiográficas: el carácter masculino como hegemonía discursiva, en tanto que no sólo se había excluido al sujeto femenino y otras alteridades sino también las interacciones y dinámicas sociales existentes entre sí; interpela la representación simbólica de lo histórico como neutralidad pero que sin embargo ha sido una historia sin mujeres, como afirma Radkau, por lo que la incorporación de la esfera de lo femenino a los relatos históricos no significa simplemente la sumatoria de una temática “especial” sino asumir que la historia está generizada como un saber masculino y por tanto es necesaria una reelaboración teórica y metodológica. La historia narrada en torno a la experiencia masculina requiere por lo tanto la búsqueda de vías de acceso a una interpretación inclusiva que visibilice e incorpore las experiencias históricas femeninas como lógica explicativa de los procesos sociales.

Es importante comprender que la historia de las mujeres si bien tiene un carácter diferenciado no es posible aislarla de la historia tal cual la hemos concebido –esta historia “de hombres”, por llamarla de algún modo-. No se trata únicamente de construir una historia de la mitad marginada de la humanidad, una “otra historia”, sino un relato global basado en las interrelaciones que posibiliten 118 Ver a Virginia Mora Carvajal, “Construyendo la historia de la mujer en América Latina. Hacia la consolida ción de una historia integral de género”, en Revista de Ciencias Sociales n°65. Universidad de Costa Rica. P. 109-119. Septiembre de 1994. 119 Margarita Iglesias. op.cit. P. 121 120 Verena Radkau. “Hacia una historiografía de la mujer”. En Revista Nueva Antropología Vol. 8 n°30. México. Asociación Nueva Antropología A.C. Noviembre de 1986. P 77-94. 121 Ibid. 78

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resignificar la valoración dicotómica de lo público y lo privado “La investigación histórica sobre mujeres tiene que tomar en cuenta la diferenciación según géneros de estas esferas, su asimetría y su segregación, pero también las relaciones entre ellas: las paralelas, las complementarias, las jerárquicas y las de subordinación, lo que implica a su vez la pregunta por la relación de poder entre los géneros”122 . Complejizar la comprensión del pasado a partir de la perspectiva de la historia de las mujeres requiere responder a cómo se produjo –y reproduce- su exclusión de los relatos historiográficos y, por otra parte, a cómo ambas esferas interactúan y expresan relaciones de poder. En ese sentido la vida privada, el cotidiano, la transmisión del lenguaje y la cultura en la crianza de los hijos, la sexualidad, las relaciones con otras mujeres, y todo el largo “etc.” que ha sido signado como femenino es posible estudiarlo no sólo como objetos en sí mismos o ámbitos aislados, sino que en su relación con otras dimensiones históricas, sociales, culturales, políticas, económicas, etc., en las cuales están insertas múltiples relaciones de poder entre sujetos además de las de género.

Los Estudios de Género se configuran en torno a la necesidad de contar con herramientas teórico metodológicas que permitiesen explicar las dinámicas de poder que se suscitan a partir de la diferencia sexual y se expresan en la construcción de conocimiento en las Ciencias Sociales y por supuesto en la historia. El género ha tendido a confundirse con “mujeres” sin problematizar el entramado de relaciones sociales en que éste se origina, funciona y reproduce. Para su empleo como categoría analítica es importante entender que el género alude a los procesos mediante los que una sociedad determinada otorga significados, espacios, roles, funciones y atribuciones a los sujetos basados en las diferencias sexuales biológicas de macho y hembra, los que operan mediante la relación de representaciones simbólicas, concepciones normativas, instituciones y construcciones subjetivas y colectivas del sujeto, según la propuesta de Joan Scott123 , de modo que el género no es un hecho natural sino más bien sociocultural y por tanto sujeto a la variabilidad histórica, el cual además actúa como campo primario de relaciones de poder que organiza la vida social a partir de la diferencia biológica como también en sus símbolos y conceptos. En este sentido, en torno a la vida privada como espacio simbólico emerge la posibilidad de analizar no sólo un lugar de desenvolvimiento femenino, sino de relaciones entre los variados sujetos que lo habitan, la distribución de roles y atribuciones entre éstos, las jerarquías y, por supuesto, visibilizar cómo se cruzan y entretejen vínculos con aquello considerado el espacio público. De este modo es viable cuestionar las rígidas fronteras que han separado discursivamente ambas esferas en la historiografía y comprender el cotidiano como un territorio político, de relaciones y articulaciones de poder.

Otra característica desestructurante de esta forma de construir saber es la utilización de múltiples fuentes, dado que la apertura de nuevas interrogantes requiere de nuevos medios para encontrar respuestas e interpretaciones. La escasez de fuentes significó tener que recurrir a novedosos registros que dieran cuenta del sujeto mujer en la historia, ya que para reconstruir su pasado muchas veces no era posible usar fuentes tradicionales como la documentación oficial e incluso algunas de aquellas que fueron incorporadas por la renovación historiográfica de los Annales. Se comenzó a recurrir por ejemplo a la escritura de mujeres plasmada en diarios de vida y en cartas, a testamentos, a vestigios materiales del entorno cotidiano, además de analizar fuentes habituales bajo otras perspectivas acordes a los objetivos de visibilizar a las mujeres y relaciones de género. La colaboración interdisciplinaria es también una importante herramienta para la investigación en esta perspectiva. En cuanto a algunas premisas epistemológicas es esencial la transformación de la relación entre el investigador y su objeto de estudio como se ha asumido en la práctica de las ciencias sociales y las humanidades, se plantea que dado que nuestra área de análisis es lo social, como tal no podemos 122 Ibid. 83 123 Ver Joan Scott. “El Género: una categoría útil para el análisis histórico”, en El Género: la construcción cultural de la diferencia sexual, Marta Lamas (comp.). México. PUEG-UNAM. P. 265-302. 1996. 43

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concebir a los sujetos como objetos de estudios inmóviles a los cuales podemos observar objetivamente, sino más bien como sujetos activos en la generación de conocimiento mediante un diálogo recíproco, por tanto la relación investigador/investigado se basa en el diálogo horizontal entre sujetos cognoscentes; en consonancia, el sujeto investigador también moviliza cuestionamientos sobre sus propios supuestos y premisas epistemológicas desde las que se sitúa, asumiendo que el conocimiento producido estará mediado por ellas y por tanto más que objetivo debe ser veraz.

Conclusiones: una nueva mirada de la historia regional desde la perspectiva de género La aplicación de estas propuestas teórico metodológicas a la historiografía de la región de Tarapacá me parece de suma importancia en varios sentidos. Primero, porque permiten la puesta en valor del quehacer de miles de mujeres a lo largo de su historia pero ya no desde su inclusión compensatoria como objeto de estudio irrelevante para el desarrollo social sino desde la problematización de dicha presencia y la reinterpretación de los procesos históricos. Por otra parte, enriquecer la comprensión del pasado incorporando las voces de nuevos sujetos posibilita revitalizar la producción historiográfica local y la capacidad de generar nuevos estudios críticos en torno a la historia regional en cualquier contexto como puede ser el pasado indígena, e incluso en aquellos que tienden a cristalizarse como verdades ajenas a nuevos cuestionamientos e interpretaciones como la Guerra del Pacífico y otros hitos que configuran el entramado narrativo tradicional de la historia de la región.

El pasado salitrero es un tema central para la historiografía regional y nacional dadas las implicancias económicas, políticas, geográficas y sociales que de éste se desprenden a lo largo del siglo XX, ha sido por tanto uno de los escenarios temporales más estudiados desde variadas perspectivas, sin embargo siempre es posible reevaluar sus contenidos. La historia de las mujeres en este contexto es una historia por escribir, como se ha enunciado a lo largo de este artículo, concordando además con lo expuesto por Isabel Núñez124 la mujer como sujeto histórico sólo ha sido visibilizada en una perspectiva fragmentaria, especialmente por parte de la Historia Social, pero no problematizada. Los datos arrojados por diversas fuentes –incluyendo fuentes oficiales- dan cuenta de una participación no menor de mujeres en espacios pensados como altamente masculinizados a partir de diversas expresiones y en la realización de múltiples actividades, por ejemplo en faenas mineras, según la investigación de Núñez “existían cerca de mil obreras trabajando en la pampa salitrera, entre calicheras, salitreras, toneleras, carboneras, mineras y gañanes que abandonaron la feminidad hegemónica para adentrarse en la extracción del nitrato”125 . La inserción laboral femenina tal cual la ha concebido la historiografía laboral está relacionada a su ingreso a las industrias textil y manufacturera y al sector de servicios, para el caso de Tarapacá se han indicado cifras respecto de la incorporación de las mujeres a dichas áreas en el centro urbano de Iquique que permiten pensar en la envergadura del fenómeno, sin embargo sus implicancias en las relaciones laborales, en la sindicalización femenina, en las luchas mancomunadas entre obreros y obreras se ha analizado escasamente, restándole importancia y protagonismo. Del mismo modo, esta perspectiva constante para definir a la mujer trabajadora ha eclipsado la trayectoria del trabajo femenino relacionado a labores culturalmente asociadas a las mujeres al reducirlo a la caracterización de mano de obra secundaria o trabajos complementarios para el ingreso familiar sin atender a factores como por ejemplo la cantidad de hogares cuyo jefe de hogar era una mujer, siendo su ingreso la primordial subsistencia de su familia; por otra parte la historia con perspectiva de género permite analizar las características de labores tales como empleadas domésticas, pensionistas, libreteras, parteras, etc. –tanto en la pampa como en la ciudad-, para dar cuenta de la acumulación de experiencias y saberes propios y diferenciados 124 Isabel Margarita Núñez. “El sujeto femenino en la pampa salitrera: una mirada desde los estudios de género”. En Espacio Regional, Revista de Ciencias Sociales Vol. 2 n°4. Osorno, Universidad de Los Lagos. P.131-138. 2007. 125 Ibid. P. 136.

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que se despliegan en la realización de dichos trabajos126 , desdibujando los límites entre la dicotomía femenino/privado - masculino/público: ser trabajadoras a partir de aprendizajes de la vida cotidiana de mujeres, sus saberes y sus prácticas. Ello conduce a repensar la categoría de “trabajo” que opera en la historiografía como un concepto generizado que puede –y debe- ser reelaborado si se pretende alcanzar un conocimiento histórico más democrático e integral en términos de género. Otra área de interés en el contexto de la expansión de la economía salitrera es el desarrollo del movimiento obrero entre los siglos XIX y XX, en el cual la mujer ha estado invisible o ha sido mencionada como acompañante pero no como protagonista127 , pese a la existencia de gran cantidad de sindicatos, sociedades de señoras, socorros mutuos, filarmónicas, entre otros, y de acciones directas tales como huelgas, mitines, intervenciones en la prensa obrera y la capacidad de generar demandas específicamente femeninas en torno a sus propias condiciones laborales. Este fenómeno de creación de organizaciones de mujeres y elaboración de sus demandas controvierte la historia del movimiento obrero tal cual se ha escrito por cuanto evidencia un protagonismo activo de un sujeto considerado secundario y pasivo, implica reconocer la existencia de lógicas diferenciadas para asumir la militancia política, la conciencia de clase, la identidad colectiva puesto que son experiencias históricas diferentes, por tanto la capacidad asociativa de las mujeres, ya sea mediante la utilización de las mismas instancias de participación que los hombres (sindicatos, mutuales, federaciones y partidos políticos) como en la creación de las suyas propias, tiene motivaciones y dinámicas particulares. Existe la posibilidad por tanto de reinterpretar la historia del movimiento obrero, comprendiendo que no existió una armonía y colaboración entre hombres y mujeres por su sola pertenencia de clase –como han establecido algunos historiadores-, sino un constante diálogo del cual es preciso analizar críticamente sus rupturas y acuerdos, surgiendo la posibilidad de evidenciar los procesos de cambios y/o continuidades que se producen en torno a las relaciones y representaciones del género en el contexto y cómo ello impactó en la trayectoria de las organizaciones y la formación de la clase obrera en su conjunto. Los historiadores sociales que han incorporado antecedentes lo han hecho de modo parcial y se reitera el planteamiento de que el género desestructura el conocimiento establecido y legitimado, por tanto existe reticencia a utilizarlo como categoría histórica: “La historia de género en la actualidad sigue marginada de los estudios históricos oficiales, si bien es cierto las mujeres como objeto de estudio han sido incluidas en este discurso construyendo un conocimiento más inclusivo en las representaciones sociales del pasado; el género como categoría de análisis aún es resistida por los discursos históricos actuales, no sólo por la crisis epistemológica que genera en el pensamiento, sino porque evidencia la existencia de las relaciones de poder entre los sujetos. Por lo tanto, integrar un conocimiento que desterritorialice el pensamiento hegemónico obliga imperiosamente a desestructurar los cimientos del poder”128 .

Finalmente, cabe agregar la importancia de generar una historia de la vida privada como parte constitutiva del pasado –y presente- regional que permita ampliar la comprensión de los procesos económicos, políticos y sociales y la construcción de los sujetos históricos en base a sus interrelaciones. Cabe destacar el aporte que a este respecto ha hecho Sergio González a través de su obra129 , quien ha recopilado relatos orales y otras fuentes de gran valor para visualizar y recons126 Esta perspectiva de análisis ha sido aplicada por algunas autoras en una amplia variedad de labores como el de las temporeras en zonas agrícolas, trabajadoras urbanas, la profesionalización del cuidado en el caso de trabajadoras de la educación y la salud especialmente en sectores medios, entre otros. 127 Esta crítica se ha extendido a autores como Sergio Grez, Peter DeShazo, Gabriel Salazar, entre otros, que han incluido en sus publicaciones datos sobre sindicatos y mutuales femeninas y participación en huelgas pero que carecen de problematización, por ejemplo conceptualizaciones teóricas sobre la asociación y organización de los obreros no son sistematizadas en el caso de las organizaciones femeninas. Al respecto ver obras citadas de Elizabeth Hutchison, María Soledad Zárate y Lorena Godoy. 128 Isabel Margarita Núñez, op.cit. P. 133 129 Ver: Sergio González Miranda, Hombres y Mujeres de la Pampa: Tarapacá en el ciclo de expansión del salitre, Santiago, LOM Ediciones, 2002; La Sociedad del Salitre (Comp.) Ril Editores, 2013.; “El mundo de las casas de45

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truir la vida privada en la pampa y la formación de la identidad colectiva de las y los pampinos, agregando elementos de análisis ausentes en otras investigaciones que dejan la puerta abierta para abordar la pampa en perspectiva de género, como por ejemplo la crítica que realiza al paradigma analítico basado en las relaciones de clase en el cual se prescinde de otros elementos como el género o la etnicidad en la constitución del sujeto y por tanto su influencia en los procesos de sociabilidad y organización de los obreros. Revalorizar los espacios en donde las mujeres han estado presentes no implica renunciar a buscarlas en aquellos que ha sido excluida, sino más bien dejar en evidencia las rupturas de la representación simbólica de esferas separadas. Así, la vida privada nos habla de cómo las mujeres habitaron lo público, de la multiplicidad de relaciones y sociabilidad entre sujetos históricos, de cómo lo que se ha considerado expresamente como el espacio público, escenario de la historia cuyo protagonista es masculino, está atravesado por las relaciones de poder entre géneros y no ha sido un espacio neutral: cómo el género se relaciona recíprocamente con la economía, la política, la guerra, la ciencia, la religión, etc., desdibujando las fronteras público/privado donde los roles de cada género parecieran estáticos, las pampinas son un ejemplo clave para este enfoque. Dentro de las temáticas para abordar la vida privada, reviste interés por ejemplo las transformaciones en la estructura familiar y sus consecuencias tanto sociales como políticas expresadas en procesos legislativos, entre otros; también se puede abordar la sociabilidad en los campamentos y oficinas salitreras, la formación de lazos, afinidades y afectos en un espacio en el cual resultaba difícil mantener redes extensas dada la movilidad constante de los obreros y sus familias. Estos son sólo 2 ejemplos de una vasta lista de fenómenos y temáticas que aparecen como posibilidades para las ciencias sociales y la historia en particular.

Se mencionó anteriormente que se tiende a confundir o utilizar la categoría de género para referirse exclusivamente a las mujeres, sin embargo las relaciones e interacciones que se perfilan a partir de dicha categoría nos lleva necesariamente a también preguntarnos por el hombre como un sujeto mediado por representaciones que constituyen subjetiva y colectivamente la masculinidad. De este modo, a partir del género como categoría histórica es posible analizar y comprender las diversas manifestaciones de lo masculino en sus implicancias con los procesos sociales y en su relación con otros sujetos, por ejemplo es interesante materia de análisis las masculinización del espacio minero, la sociabilidad entre hombres y las prácticas como el juego, el consumo de alcohol y prostitución, la violencia, etc. El cruce entre el espacio público y privado en este sentido no se define unidireccionalmente sino de forma recíproca, por tanto caben las interrogantes sobre cuánto de lo masculino habita y converge en la esfera simbólica privada, sobre su impacto en la participación política y social, en la creación y recreación de la cultura y, por supuesto, en la formación de las identidades regionales, es decir desnaturalizar la masculinidad universalizada por la historiografía y abordarla desde una perspectiva crítica y relacional.

Por lo tanto, queda expuesta la urgencia de evaluar el contenido de la disciplina histórica y la ciencia en general por cuanto se han erigido como universales a partir del pensamiento androcéntrico occidental, el cual excluye otras formas de conocimiento a partir del género, la clase, la raza, la etnia, la edad, etc. Dado que el androcentrismo ha guiado la epistemología en la historia atravesando diversas corrientes y teorías, la generación de un conocimiento crítico y complejo debe ir en busca de nuevas vías de análisis para los fenómenos sociales como la economía, la política, la cultura, etc., los enfoques de la Historia de las Mujeres y el Género son una propuesta para la democratización.

lata. La vida en la pampa salitrera“en Historia de la vida privada en Chile, Vol. II. Santiago, Ediciones Taurus. 2006. P. 187-213. 46

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La aparición de los estudios de la mujer y de género respondía al requerimiento de una memoria por parte de los movimientos feministas y femeninos del siglo XX. El lugar de la memoria es clave para la cohesión de todo grupo social, para dar sentido a sus presentes. Tiene además valor simbólico para la construcción identitaria tanto colectiva como subjetiva, por tanto la escritura de la historia con perspectiva de género permite recrear una identidad que no se muestra definida sino más bien interpretada, representada a partir “de lo que otros han dicho” sobre las mujeres. La reconstrucción de una memoria no significa edificar un relato oficial destacando sólo a las heroínas sino a todas las anónimas, develando la diversidad de experiencias y prácticas que dan sentido a un pasado compartido en que las mujeres pueden encontrarse ellas mismas para dar respuesta a las inquietudes del presente, mirando el espejo del pasado como ejercicio de memoria y de proyección como grupo social.

La ciencia histórica es un motor generador de efectos de verdad dado que selecciona cuáles son los elementos primordiales que constituyen un pasado. En ese sentido, los imaginarios sociales respecto de los sujetos encuentran fundamentos en los discursos históricos, así por ejemplo a lo largo del siglo XIX las representaciones de la mujer sustentados por las ciencias naturales y sociales, incluyendo a la historia, legitimaron la autoridad masculina mediante su exclusión de la ciudadanía dada su incapacidad relativa. Las luchas femeninas a lo largo del siglo XIX y XX por lo tanto no sólo se estructuran en torno a derechos ciudadanos sino también a la necesidad de derribar las estructuras simbólicas del poder que limitaban dichos derechos. El género tiene historicidad, está sujeto a la transformación, por tanto su análisis permite develar los discursos y prácticas de poder que se basan en las construcciones sociales de la diferencia sexual, evidenciando las disputas políticas de su control. Hoy en día la ciudadanía sigue siendo un problema en términos de acceso para las mujeres, considero por tanto que la historia como práctica social precisa renovarse epistemológicamente para cuestionar las exclusiones y democratizar el conocimiento para contribuir a la construcción de una sociedad más justa y equitativa en términos de género.

Repensar a las mujeres en la historia es reconocerles su derecho a voz y escritura.

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48Valdivieso, Magdalena, Invisibilidad y visibilidad histórica de las mujeres, Caracas, Venezuela. 48

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El Cementerio “Casa Parroquial”; Un rescate afortunado. San pedro de Atacama, Chile.

Francisco Téllez C. 130 Miguel Murphy131 RESUMEN

En la mayoría de los casos, los descubrimientos en la arqueología son producto del azar, y no siempre concitan el interés de la comunidad. La situación obviamente cambia cuando estos descubrimientos muestran objetos confeccionados en algún material precioso. Este es el caso de un cementerio descubierto en estas circunstancias, en el patio interior de la llamada Casa Parroquial de la localidad de San Pedro de Atacama (Norte de Chile). Trabajos domésticos descubren un valioso entierro de a lo menos 22 individuos en un restringido espacio, los cuales, en su gran mayoría presentan como ajuar, pese a su precario estado de conservación, un rico conjunto de objetos, tales como vasos, hachas y diademas, confeccionados en oro, plata, cobre y bronce. Todos estos objetos presentan una marcada influencia y vinculación estilística con la llamada cultura Tiwanaku, siendo esto corroborado posteriormente con dos dataciones RC14.

Palabras claves

Chile, desierto de Atacama, metalurgia precolombina, cultura tiwanaku

ABSTRACT In most cases, the discoveries in the archaeology are product of the random, and not always excite the interest of the community. The situation obviously changes when these discoveries show objects made in some precious material. This is the case of a cemetery discovered in these circumstances, in the interior courtyard of the call Parochial House of the locality of San Pedro of Atacama (North of Chile). Domestic projects discover a valuable burial of to it less 22 individual in a restricted space, those which, in their its great majority present as apparel, in spite their its precarious conservation state, a rich joint of objects, such as glasses, axes and diadems, made in gold, silver, copper and bronze. All these objects present a labeled influence and stylistic link with the culture call Tiwanaku, being this corroborated thereinafter with two date RC14.

Key Words

Chile, Atacama desert, metallurgy, culture tiwanaku 130 131

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ucn.cl)

Arqueólogo, Director del Museo Regional de Iquique, Región de Tarapacá, Chile ([email protected]) Académico, Doctor Director del Departamento de Física, Universidad Católica del Norte, Antofagasta, Chile (mmurphy@

INTRODUCCION

La ocurrencia de descubrimientos de vestigios arqueológicos en el norte de Chile, y en especial en el área de San Pedro de Atacama, no debiera llamar mayormente la atención, pero cuando estos hallazgos registran objetos confeccionados en metales preciosos tales como el oro, plata y otros, la situación es totalmente diferente y se convierte en un suceso que concita la atención de todos, más cuando con frecuencia se suele amalgamar y confundir el concepto “oro” con “tesoro”. Para la arqueología esta “ecuación” no necesariamente es así, y muy por el contrario, se podría decir que los más notables “tesoros”, están en objetos o artefactos construidos en los más diversos y modestos materiales e incluso deshechos y no precisamente sobre metales, maderas o piedras preciosas o semi - preciosas. Para la arqueología “son mucho más importantes los objetos pequeños y aún rotos de la vida diaria, que los grandes productos del arte, naturalmente ocasionales e individuales…” 132 . En el área de San Pedro de Atacama, ubicada en el extremo norte del país, y a 2.500 msnm, es poco frecuente el hallazgo de este tipo de evidencias, y su número en la colección del museo es más bien bajo. De unos 5.000 contextos funerarios, solo un pequeño porcentaje de estos presenta una asociación clara con objetos confeccionados en metales preciosos (oro), es así que de casi 350.000 objetos, se han registrado solo 200 que han sido fabricados en este metal, lo cual representa solo un 0,057 % del total de la colección. Ya Latcham (133 ), con las escasas evidencias con que contaba a la fecha, destacaba como algo característico en la arqueología de esta región, esa escasa presencia, describiendo solo algunas pequeñas “plaquitas circulares”, cintillos y un topu, reseñando, además, la existencia de dos tubos de madera con adornos repujados en una laminilla de oro, uno de ellos muy similar al caso registrado en el cementerio de Solcor 3, el que también presenta una delgadísima cinta de oro enrollada en espiral 134 . A la fecha los sitios más conocidos son: Callejón Larache, Quitor - 5, Solor - 3, Séquitor Alambrado, Solcor, etc. 135 , Larache - rescate 136 . Solcor - 3 137 y Tulán -54 138 , todos ellos, salvo el último, presentan una clara filiación a la cultura Tiwanaku.

132 F. Bernal, Introducción a la arqueología, Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 1952. P.19. 133 Ricardo, Latcham, Arqueología de la región Atacameña, Santiago, Prensas de la Universidad de Chile, 1938. P.308. 134 A. Llagostera, “El Complejo psicotrópico en Solcor - 3 (San Pedro de Atacama)” Revista Estudios Atacameños N°9. P. 78, lám II, Reg. 8.431. San Pedro de Atacama (Chile)l Universidad Católica del Norte, 1988. 135 Gustavo Le Paige, “Cultura Tiahuanaco en San Pedro de Atacama”. Anales. Universidad del Norte. Filial Universidad Católica de Valparaíso. Año I. No 1. Antofagasta – Chile,1961; y Gustavo, Le Paige. “El Precerámico en la Cordillera Atacameña y los Cementerios del período Agro - alfarero de San Pedro de Atacama”, Anales de la Universidad del Norte, No 3, Antofagasta, Universidad del Norte, 1964. 136 A. Barón y J. Tamblay, “Acta inventario Colección del Sitio Larache Rescate”, San Pedro de Atacama, Archivo IIAM. Ms, 1990. 137 Llagostera. A. et al. “El Complejo psicotrópico en Solcor - 3 (San Pedro de Atacama)” Revista Estudios Atacameños N0 9, San Pedro de Atacama (Chile). Universidad Católica del Norte, 1988. 138 Lautaro Núñez, “Emergencia de complejidad y arquitectura jerarquiza da en la Puna de Atacama: Las evi dencias del sitio Tulán – 54”. Separata Taller De Costa a Selva, Buenos Aires, Edit. M.E. Albeck, Instituto Interdisciplinario Tilcara. Universidad de Buenos Aires, 1992. PP.85 - 115.

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ANTECEDENTES GENERALES

Con fecha 20 de mayo del año 1994, y a raíz de faenas de construcción en el patio de la Casa Parroquial de la localidad de San Pedro de Atacama, fueron descubiertas algunas evidencias arqueológicas que nos ponían en evidencia un importante sitio-cementerio 139 . La oportuna intervención permitió el rescate y registro de algunas evidencias óseas y un tiesto cerámico de gran tamaño, cuerpo globular y base cónica. Presenta una superficie alisada y pintada de rojo, además de dos asas dispuestas verticalmente en la sección media del cuerpo. Esta vasija fue encontrada de manera invertida y sin ninguna relación aparente con los posteriores registros. Las características del suelo no permitieron una definición muy precisa de los perfiles de las respectivas fosas, dado que se trata de un terreno de relleno, compuesto principalmente por una arena fina de color gris y sedimentos gruesos no compactados, además de rodados de mayor tamaño. Es notoria la alta concentración de humedad y permeabilidad del sub-suelo, lo cual sería causa indudable de la mala conservación de todos los restos, especialmente orgánicos. La fragilidad del terreno provocó muchos derrumbes de los perfiles en varios sectores, lo que también influyó negativamente en el registro, y solo en un caso (perfil Sur) quedó más o menos clara su forma. Se trataría de sepulturas excavadas directamente en la matriz arenosa, de forma semi-cónica invertida. No existen evidencias de postes demarcatorios o grandes piedras asociadas como son frecuentes en otros sitio-cementerios de la localidad 140 , o como lo descrito como una manifestación típica de Tiwanaku para las evidencias registradas en Arica, en que destacan los cantos rodados para sellar las sepulturas 141 . El trabajo realizado consistió en recolectar todos aquellos restos, tanto óseos humano como restos culturales que hasta ese momento estaban a la vista. Esto se realizó tanto al interior como en sus alrededores. Al proceder a la limpieza y a unos 135 centímetros de profundidad se pusieron en evidencia los primeros 10 cráneos, todos ellos concentrados en el sector Norte y Suroeste de la fosa ya iniciada por los obreros. Esta situación obligó a tomar medidas de resguardo y mayor control. De un rutinario “rescate” se pasaba a una fase de neta excavación arqueológica (ver lámina 1, fig. 1). En general, el estado de conservación de los restos se puede definir como de muy malo, lo que hizo difícil la apreciación exacta de muchos de ellos. A esto se le debe sumar el hecho de que en algunos sectores se presentaban antiguas alteraciones, sin duda que con el fin de reocupar los mismos espacios de enterramiento, situación algo común y frecuente en esta región142 .

139 Francisco Téllez. “Informe Rescate del sitio Casa Parroquial.“ Manuscrito Consejo de Monumentos Nacionales, San Pedro de Atacama, Archivos del IIAM, 1994. 140 Gustavo Le Paige, op.cit., 1964; y Birgit Jacobs, Costumbres mortuorias de la Cultura San Pedro de Atacama, Chile, Tesis de Magister en Arte. Berlín, Facultad de Filosofía y ciencias Sociales de la Universidad de Berlín. Instituto de Etnología, Anfang. 1986. 141 Calogero Santoro, “Estratigrafía y secuencia cultural funeraria, fases :Azapa, Alto Ramírez y Tiwanaku (Arica - Chile)” Revista Chungara N°6, Antofagasta, Universidad del Norte, Departamento de Antropología, 1980. 142 Gustavo Le Paige, op.cit, 1964: y Gustavo Le Paige, “Tres cementerios indígenas en San Pedro de Atacama y Toconao”, Separata de Actas del VI Congreso de Arqueología Chilena, 1971.

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DESCRIPCION DE LOS CONTEXTOS FUNERARIOS Debido a las malas condiciones de conservación, además de la alteración del sitio a consecuencia de los trabajos ya descritos, la relación de los contextos funerarios debió realizarse tomando como unidad, cada uno de los cuerpos registrados, ya que las posibilidades de hacerlo por tumbas se hizo imposible, salvo en los casos de los Cuerpos 16a y 16b, además de los Cuerpos 12 y 17 respectivamente.

CUERPO 1: Este corresponde a un individuo adulto de sexo masculino, dispuesto en posición sentada y las piernas flectadas contra el tórax. Ambas rodillas se encuentran juntas y desplazadas hacia el costado izquierdo, mientras que los brazos caen paralelos al cuerpo y los antebrazos y manos se ubican descansando en la zona púbica. La columna vertebral se encuentra doblada hacia delante y sus vértebras cervicales totalmente comprimidas hacia abajo, dejando la cabeza caída con el mentón junto al pecho y que presenta una evidente deformación craneana intencional. Como en la mayoría de los casos observados en la colección del Museo (70% aproximadamente), el pie derecho descansa sobre el izquierdo. Este hecho ya fue destacado también por 143 )para los sitios de Solor 3 y Catarpe 2, en donde pudo revisar la colección de fardos funerarios y cuerpos completos (colección del Museo Arqueológico de San Pedro de Atacama), lo cual habría que investigar en detalle pues parece ser parte de un patrón local atacameño, y que los diferenciaría con los registrados en el sector de la cuenca del río Loa, ubicada a unos 100 kilómetros al norte. Esto mismo sucedería con la ubicación de los brazos y manos respectivamente. La disposición anatómica del esqueleto es completa y se registra envuelta en una concreción blanquecina muy débil, la que sin dudas originalmente correspondió al “fardo funerario”. Esto demostraría la inalteración del enterratorio original. El cuerpo en general esta orientado al Este, y su estado de conservación es precario, quedando como evidencias solo aquellos elementos más resistentes al deterioro tales como algunos objetos metálicos y líticos. Dentro del ajuar destaca una placa circular (disco) de unos 10 cms de diámetro, confeccionada en plata, la que se registra completamente destruida (sulfatada). Esta se encontró colocada sobre la cabeza, pero originalmente debió estar ubicada en la parte posterior de la misma (occipital). De este ornamento fueron retirados solo algunos pequeños fragmentos, uno de los cuales nos induce a sugerir su forma y diámetro. Apoyado al lado derecho de la cara (entre el mentón, cuello y clavícula) se encontró ubicado un vaso retrato repujado en oro (Registro N o 18.087) 144 . Sus dimensiones son; 10.85 cms. de alto 6,8 cms de diámetro de boca, 5,7 cms de diámetro de base y 2,5 mm de espesor en sus bordes, con un peso aproximado de 206,6 grs. (Ver lámina 2, fig. 2. Este fue dispuesto junto al individuo de manera horizontal, con la boca orientada hacia el frente (Este) y el rostro repujado hacia abajo. Este vaso representa la cabeza de un personaje ataviado con un vistoso sombrero compuesto, a la manera de los descritos o definidos como de “cintillo y casquete” ( 145 ), con orejeras o representación del pelo que le cubre ambas orejas y la parte posterior de la nuca. Su rostro esta 143 Jacobs Birgit, op.cit, 1986. 144 Los números anotados para cada uno de los objetos descritos en el texto, corresponden al Número de Registro de la Colección del Museo Arqueológico de San Pedro de Atacama. 145 Cornejo B., Luis. Estableciendo diferencias: la interpretación del orden social en los gorros del perío do Tiwanaku. Identidad y Prestigio en los Andes, Gorros, turbantes y diademas, Santiago, Museo Chileno de Arte Precolombino, 1993. PP. 27 - 39.

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tratado con un repujado que hace resaltar las facciones faciales en un estilo altamente naturalista. Destacan tanto los ojos como nariz, mejillas, boca, mentón y el “acuyico” o bolo que se produce por la masticación frecuente de hojas de coca. Sobre la zona del entrecejo, nariz y costado izquierdo del mentón, al parecer se aplicó una pintura color rojizo oscuro a manera de decoración facial. Tanto externa como internamente se ha registrado una pátina color ocre-rojizo, la cual se desprende con mucha facilidad, especialmente al contacto manual. Esto nos hace sugerir que se trata de la corrosión propia de la plata y cobre contenida en la aleación del oro 146 . Tal tratamiento se va a repetir sin excepción en todos aquellos objetos confeccionados en oro y es muy posible que con los otros artefactos confeccionados en cobre y plata sucediera lo mismo, pero debido al grado de corrosión mayor no es posible detectarlo por el momento. De las colecciones conocidas para la zona, tales como las de los cementerios de Larrache 147 , Callejón Larrache 148 , existirían las mismas evidencias, mientras que para las de Tulán 54 149 existirían algunas dudas al respecto. Este vaso, por su forma general, hace recordar a los vasos retratos descubiertos en una tumba disturbada en el Ayllo de Larrache 150 y especialmente a uno confeccionado en madera proveniente del cementerio Quitor 5 151 . Rodeando el cuello del individuo como al vaso mismo, se registra un finísimo collar de cientos de pequeñas cuentas confeccionadas en malaquita y turquesa. De este, solo se conservan las cuentas, aunque se mantuvieron en su lugar lo cual también apoyaría la observación de la inalteración de la tumba. Las cuentas más pequeñas tienen un diámetro aproximado de 2,5 mm y un espesor de 1,5 mm, mientras que las de mayor tamaño presentan un diámetro de 11,5 mm. y un espesor de 3,3 mm aproximadamente (en total pesan 58 grs.). De este cuerpo se ha obtenido una datación radiocarbónica de 370 d.C. (Beta Analytic Inc., 1996) y la misma proviene de fragmentos carbonizados de madera asociados al cuerpo en cuestión 152 , lo cual nos permite suponer una data algo anterior al individuo mismo. Además se han realizado una serie de análisis con el fin de estudiar su estructura interna y su composición química (Rx, Gixe).

CUERPO 2:

Inicialmente este individuo correspondería a un adulto de sexo masculino (?), aunque su estado general de conservación es muy precario y se hace muy difícil levantar las osamentas completas. Al momento de su inhumación fue dispuesto de manera sentada, con las piernas flectadas y el brazo izquierdo llevando la mano hacia el hombro del mismo lado. La cabeza esta orientada al Norte, aunque algo caído y cerca de ambas rodillas. El resto del cuerpo esta con una orientación Noroeste, totalmente flectado y comprimido hacia la base de la tumba. Aunque se ubica a escasos centímetros de los cuerpos 1 y 17, este no habría sido alterado en su disposición anatómica original. Presenta un ajuar muy destruido, en donde destaca un pequeño fragmento de cerámica del tipo café alisado que se ubicó muy cerca de la epífisis del húmero izquierdo (es muy probable que este corresponda a parte del relleno de la propia tumba). Además de esto, se podría consignar un pequeño fragmento de placa confeccionada en plata, muy destruido por el óxido, junto a otros numerosos fragmentos que al parecer conformarían a lo menos dos a tres 146 147 148 149 150 151 152

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L. Letchman, comunicación personal ,1998. Gustavo Le Paige, op.cit, 1964. A .Barón y J. Tamblay, ob.cit, 1990. Lautaro Núñez, op.cit, 1992. Gustavo Le Paige, op.cit, 1964. Gustavo Le Paige, op.cit, , Lám. 127, fig. 2,1964. Grey Graffam, comunicación personal,1995.

objetos distintos. Una pequeña placa de plata de forma rectangular de 10 x 12 mm con una perforación en uno de sus extremos. Del resto de los fragmentos, más gruesos pero muy mal conservado, no se pudo determinar su forma. Así mismo destaca una pequeña cuenta discoidal confeccionada en malaquita. Se registra además una veintena de fragmentos de cerámica del tipo café alisado y que corresponden a un tiesto tipo jarro con asa vertical que une el labio con el cuerpo, además de un plato café alisado exterior y café pulido interior. Se registran otros 30 fragmentos café - gris oscuro alisado ambas caras y que corresponderían a un tiesto de cuerpo globular, de paredes gruesas y cuello restringido y corto (olla).

CUERPO 3:

A unos 140 cms de profundidad y por debajo del gran tiesto cerámico descrito inicialmente, se ubican los restos óseos de este individuo, muy disturbados y en muy mal estado de conservación, aparentemente sin ninguna relación cronológica con la cerámica en cuestión. Pese a su estado, se advierte claramente que se trata de un individuo adulto, de sexo indeterminado y que fue colocado de manera sentada con ambas piernas flectadas e inclinadas a la derecha, mientras el cuerpo en general esta orientado al Noreste, y su espalda en contacto con el individuo No 7. Directamente asociados al cráneo y sobre el mismo, se encuentran los restos de a lo menos dos pequeñas campanitas confeccionadas en plata. Estas tienen forma de cono truncado, con una decoración de anillos repujados siguiendo el contorno del cuerpo y una pequeña perforación en el extremo superior. Ambas se registran totalmente oxidadas (sulfatadas) y en un acelerado proceso de desintegración lo que nos permite suponer que ya no queda evidencias de metal. Entre los restos de las extremidades inferiores y superiores (zona púbica) se descubre un anillo confeccionado en oro, de forma semi - tubular, y recubierto con una pátina de corrosión color ocre. Este tiene unos 15 mm de diámetro por 11 mm de ancho y 0.4 mm de espesor mientras que su peso se aproxima a los 2.0 grs. Este anillo en su punto de unión presenta algunas adherencias que hacen pensar que alguna vez tuvo una aplicación a modo de adorno de plata, aunque debió desprenderse con anterioridad al momento de la inhumación ya que presenta la pátina de corrosión en toda la superficie, incluso en aquel sector de unión señalado. Un caso de un anillo similar, fue registrado por le Paige en la tumba 1713-16 del sitio Larrache 153 . Inmediatamente en la base de la tumba, se registra una pequeña y delgadísima laminilla de oro, aunque pareciera estar más asociada al cuerpo de un infante que se registró a escasos centímetros al Noroeste (cuerpo No 7). Junto a estos objetos se encontraron además cientos de pequeñas cuentas de collar confeccionadas en malaquita y turquesa. Las de mayor tamaño miden unos 8.5 mm de diámetro y un espesor de hasta 6.5 mm (semi tubulares), mientras que las más pequeñas miden 2.0 mm de diámetro y solo 0.5 mm de espesor. En total pesan aproximadamente unos 70 grs. Se encuentran además cuatro fragmentos de un disco confeccionado en plata, en muy malas condiciones de conservación. El fragmento de mayor tamaño mide aproximadamente unos 32 mm y su borde ha permitido deducir su forma original. Sin una asociación directa y clara, se registran cinco grandes fragmentos de una cerámica café - alisada exterior y rojiza pulida interior. Estos corresponden a un tiesto en forma de plato extendido, aunque aparentemente sin asas. 153

Gustavo Le Paige. op.cit, 1964.

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CUERPO 4:

A escasos centímetros al Sureste del cuerpo No 1, se ubican los restos de este otro individuo, en muy mal estado de conservación. Su cráneo se presenta totalmente fracturado y el tejido óseo descompuesto. Se trata de un individuo adulto de sexo indeterminado. Dado lo deleznable de los huesos, es casi imposible determinar su posición original. Asociados a estos restos se registraron cientos de pequeñas cuentas de collar, confeccionadas en malaquita además de cinco fragmentos de cerámica café - rojiza alisada exteriormente y rojo pulido interior, correspondiendo a un tiesto en forma de puco de cuerpo semi - globular y boca restringida. Inmediatamente bajo este y a escasos centímetros al Oeste del mismo, se registraron los restos de otro individuo totalmente disturbado y en un muy mal estado de conservación (cuerpo No 19).

CUERPO 5:

Este individuo se ubicaría adosado al perfil Oeste de la excavación y presenta una alteración que afecta toda la sección superior, vale decir, cráneo y tórax, además de ambos brazos. Evidentemente se trataría de un individuo adulto de sexo indefinido por el momento. Tal como se señalara, estos restos se registran removidos y junto a otros restos correspondientes a lo menos a dos individuos más. El cráneo esta totalmente destrozado, aunque asociado a unos cientos de cuentas de un collar mayoritariamente confeccionadas con malaquita y algunas en turquesa. Las de mayor tamaño presentan un diámetro aproximado de 9.5 mm y un espesor de 5.5 mm, mientras que las más pequeñas miden unos 2.5 mm de diámetro y 1.5 mm de espesor, pesando aproximadamente en total unos 29 grs. Si bien es evidente el disturbio, se pudo registrar a los pies de este, un pequeño fragmento de placa de plata y un pequeño tubo de hueso sin decoración y fracturado en uno de sus extremos. En el extremo opuesto (más ancho) se advierten algunas adherencias que sugieren que originalmente estuvo formando parte de un objeto compuesto mayor (¿bolsa de piel?) tal como un “gotario” dosificador, similar a los descritos por Mostny para el área de Chiuchiu (154 ), y que han sido registrados también por le Paige en algunos cementerios de los oasis de San Pedro de Atacama ( 155 ). Junto a esta evidencias se registran unos 215 grs de mineral oxidado de cobre, con una granulometría que va desde 0.5 a 50.0 mm aproximadamente. Se acompaña de tres fragmentos de cerámica café alisada exterior y roja pulido interior, muy similar al que se ubica asociado al cuerpo Nº 4.

CUERPO 6

En el sector Suroeste de la excavación fue ubicado este individuo, adulto y de sexo indeterminado, el que también se conserva en precarias condiciones de conservación. Su cráneo se advier154 Grete Mostny, “Una tumba de Chiuchiu” Boletin del. Tomo XXVI, N° 1. Santiago de Chile, Museo Nacional de Historia Natural, 1952. PP. 13 - 15, fig.10 155 Notas Manuscritas (MS.) Biblioteca del I.I.A.M.

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te totalmente fragmentado y las primeras evidencias emergieron a unos 140 cms de profundidad. Dada la ubicación de las extremidades, se insinúa una orientación general de frente al Este. Pese a su delicado estado, mantiene una disposición anatómica más o menos completa. En el momento de la inhumación fue colocado de manera sentada y con las piernas flectadas contra el tórax. Ambos brazos se disponen en paralelo respecto del cuerpo, aunque no es posible definir la postura de antebrazos, manos y pies. A escasos centímetros de la pierna derecha se registró una cajita tubular confeccionada en hueso. Aparentemente no presenta decoración y esta fracturada en toda su extensión. Como es frecuente en un alto porcentaje de los casos, esta fue fabricada con la sección distal del fémur de un auquénido adulto. Tiene 134 mm. de largo y un promedio de 33 mm de diámetro. En su interior aun se conservan pequeños restos de madera (calabaza) correspondientes a la tapa inferior. Así mismo presenta algunas adherencias blanquecinas que bien pueden corresponder a un textil descompuesto (bolsa que lo contuvo). Junto a éste se ubicó un tubo de hueso aplastado en uno de sus extremos, y que podría corresponder a un implemento para inhalar alucinógenos. Tiene una longitud de 184 mm y 8.0 mm de diámetro aproximadamente. Se registra además un fragmento de cerámica café alisado exterior y rojo pulido interior. Se trata de un borde de una vasija en forma de puco de boca ancha y cuerpo semi - globular.

CUERPO 7:

Al describir el cuerpo No 3 se hacía referencia a este individuo, pues se registra en estrecho contacto con él. En este caso se trata de los restos de un infante, que si bien están en contacto con el cuerpo antes señalado, al parecer no correspondería a un mismo momento de inhumación. Entre la parte baja del individuo No 3 y este último, se registra una pequeña laminilla de oro partida en uno de sus extremos. Esta tiene unos 33 mm de largo por 4 mm de ancho y 0,2 mm de espesor, con un peso aproximado de 0,05 grs. (Registro N o 18.116). Cerca del cráneo, totalmente destrozado, se encontró otra pequeña placa de oro de unos 29 mm de largo, 26 mm de ancho y 0.05 mm de espesor y unos 3 grs aproximadamente de peso. Presenta una perforación en uno de sus extremos. (Registro No 18.114). Una segunda placa confeccionada en oro de similares dimensiones (26 mm de largo por 22 mm de ancho y 0,05 mm de espesor, con un peso aproximado de 3 grs) fue registrada muy cerca. En este caso presenta un repujado que le da una forma cóncava, además de una perforación más grande en una de sus esquinas, (Registro N o 18.113). A esta última se le asocia una tercera placa de unos 33 mm de largo por 19 mm de ancho y 0,05 mm de espesor, con un peso aproximado a los 3,5 grs, aunque fragmentada en uno de sus extremos. Al igual que la anterior también presenta una perforación, aunque en este caso no pareciera ser intencional (Registro No 18.115). Todos los objetos descritos presentan una pátina de oxido color ocre-rojizo. Aparte, se registran tres pequeños fragmentos de una placa confeccionada en plata la que se encuentra en muy malas condiciones de conservación, y que hace imposible su total identificación en términos de forma y cantidad. Aparentemente se trataría de un disco con una perforación central. Junto a las laminillas y placas de oro se ubicaron cientos de pequeñas cuentas confeccionadas en malaquita y turquesa. Aunque no se pudo determinar con exactitud su disposición, bien podrían estar asociadas a un ornamento compuesto en conjunto con las piezas metálicas de oro y

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plata antes descrita. Las mayores son de unos 10.0 mm de diámetro y 5.0 mm de espesor, mientras que las más pequeñas tienen unos 3.0 mm de diámetro y 2.0 mm de espesor aproximadamente, con un peso total de 58.0 grs. Mientras se revisaba el material de relleno de la tumba, se registraron tres nuevas laminillas confeccionadas en oro de unos 20.0 a 25.0 mm de longitud y 3.0 a 3.5 mm de ancho y 0.2 mm de espesor. Como el resto de la colección de objetos de este material, estas también se presentan oxidadas. Asociados a estos se registran dos grandes fragmentos de cerámica, correspondientes a un plato extendido o escudilla abierta, de paredes muy gruesas y con un tratamiento interior rojo pulido. También como parte del relleno, se encontraron otros dos fragmentos de cerámica café alisada, aunque sin clara y directa asociación.

CUERPO 8:

Este individuo se ubica en el extremo Suroeste del pozo, en una posición anatómica evidentemente sin alteración. Se dispuso de manera sentada, con ambas piernas flectadas, brazos paralelos al cuerpo y ambas manos dirigidas a la zona ventral, con una orientación general al Noreste. Corresponde sin dudas a un individuo adulto de sexo aun no determinado. Su estado de conservación es precario, lo que dificulta su rescate en buenas condiciones y limita su plena identificación. A los pies de este, se encontró un pequeño tiesto cerámico del tipo escudilla baja, con dos pequeñas asas protuberos en el borde (labio). Mide unos 9,5 cms de diámetro por 3,2 cms de altura y 0,4 cms de espesor promedio. Es de color gris, con un tratamiento alisado exterior y negro semi pulido al interior. Como contenido junto al sedimento de relleno, se registró una “tortera” confeccionada en un trozo de cerámica (reutilizado) de unos 3,2 cms de diámetro por 0,7 cms de espesor. Presenta una perforación central y una decoración incisa a modo de cruz de 5 puntas en líneas dobles paralelas, similar a un asterisco. Se registran, además, dos fragmentos, al parecer de una sola placa de oro de unos 92 mm de largo por 27 mm de ancho y 0,10 mm de espesor, con un peso aproximado de 3,35 grs. En uno de sus extremos presenta 4 pequeñas perforaciones en línea. El otro extremo presenta una perforación pequeña y una de mayor tamaño. En el sector aparentemente de quiebre, son evidentes otras dos pequeñas perforaciones, al parecer a modo de “reparación “. Ambos fragmentos se presentan con la pátina de óxido color ocre – rojizo, aunque en este caso es de un color más oscuro (marrón).

CUERPO 9:

Este individuo, adulto, de sexo indeterminado hasta ahora, aunque bien dispuesto anatómicamente, se registra completamente comprimido. Su cráneo esta totalmente fragmentado y se encuentra volcado hacia abajo junto a todos los demás huesos del cuello y columna vertebral. El omóplato y húmero izquierdo se encuentran desplazados mas hacia el Este junto a los huesos pelvianos, signo inequívoco de la total compresión del cuerpo. La conservación del resto del cuerpo es muy mala y es casi imposible removerlo sin que se destruya. Del ajuar solo se registra un fragmento de cerámica café oscura alisada exterior y negro pulido interior, correspondiente a una vasija o plato extendido. Una vez levantado los últimos restos (huesos pelvianos) se pudo comprobar que este individuo estaba depositado sobre las extremidades

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inferiores de otro individuo (Cuerpo No 10).

CUERPO 10:

Este cuerpo, bien dispuesto anatómicamente, corresponde a un individuo adulto de sexo indeterminado (posiblemente masculino), y que fuera inhumado de manera sentada, con ambas piernas flectadas y levemente inclinadas a su costado derecho. Ambos brazos se presentan algo abiertos y separados del cuerpo, flectando los antebrazos y manos hacia el centro del cuerpo (zona púbica o ventral). La cabeza, al igual que el resto del cuerpo, esta orientado al Este y levemente inclinado hacia adelante y abajo, dejando el mentón apegado al tórax. Su estado general de conservación es malo aunque se encuentra completo. Asociado a éste y junto a la cara, se registra una placa confeccionada en plata. Uno de los fragmentos presenta una pequeña perforación y se trataría de un disco de unos 100 mm de diámetro aproximadamente. Junto al cuerpo y a la altura del brazo (húmero izquierdo) se encuentran dos pequeñas puntas de proyectil confeccionadas en un cuarzo blanco amarillento y otra en cuarzo color gris - verdoso. Esta última mide 32.0 mm de largo, 12.5 mm de ancho máximo y 4.0 mm de espesor. Presentan forma triangular alargada, base pedunculada y aletas pronunciadas. Por la disposición debemos suponer que originalmente estuvieron formando parte de dos flechas dispuestas como ajuar. De los astiles de madera no queda evidencia alguna). En la base de la tumba se registraron cientos de cuentas confeccionadas en malaquita y algunas en turquesa. Las de mayor tamaño tienen un diámetro de 8.0 mm, con un espesor de 3.5 mm, mientras que las más pequeñas tienen un diámetro de 3.0 mm y 2.0 mm de espesor y en total presentan un peso aproximado de 128 grs.

CUERPO

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Este individuo esta totalmente destrozado y es difícil visualizar detalles de su disposición. El cráneo igualmente destruido, presenta una clara asociación con una placa (tipo pluma) de oro, de unos 73 mm de largo, 29,5 mm de ancho y 0,15 mm de espesor, con un peso aproximado de 3,6 grs. (Registro N o 18.107). Al igual que los otros objetos de oro, este se presenta con una pátina de oxidación. Junto a este ornamento se registraron además los fragmentos de a lo menos 2 discos de plata de unos 100 a 120 mm de diámetro, los que se encuentran en muy malas condiciones de conservación. Entre los restos óseos se registraron, además; una lasca de obsidiana negra, y una “caja” tubular realizada en hueso, la que fue colocada inmediatamente a los pies del individuo (se registra fragmentada en toda su extensión). Esta tiene un largo aproximado de 146 mm y un diámetro de unos 39 mm y fue fabricada, al igual que la registrada asociada al cuerpo No 6, a partir de la sección distal del fémur de un auquénido. Por la concreción blanquecina que le rodea, es muy posible que estuviese originalmente dispuesta al interior de alguna bolsa textil. Junto a esta se registraron cientos de pequeñas cuentas de un collar. Estas tienen unos 3.0 mm de diámetro y 1.5 mm de espe-

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sor como promedio. En total alcanzan un peso de 10 grs aproximadamente. CUERPO 12:

Individuo adulto, de sexo femenino que se encuentra totalmente disturbado y en muy malas condiciones de conservación. El cráneo se dispone boca abajo y la columna vertebral colocada en sentido contrario. Ambas extremidades superiores como los inferiores se encuentran alteradas y desarticuladas del resto del cuerpo. Estas fueron ubicadas en el fondo de la fosa de manera horizontal, aunque es observable su disposición original flectada. Tanto la columna como los demás huesos largos de las extremidades presentan una orientación de Este a Oeste. No se registra ajuar asociado salvo cuatro pequeñas cuentas confeccionadas en turquesa de 7.0 mm de diámetro y 3.3 mm de espesor. Junto están los restos de un individuo de corta edad también totalmente disturbado. (Cuerpo No 17).

CUERPO 13:

De este individuo solo se ubicaron las extremidades inferiores y el cráneo desplazado más hacia el Oeste, y correspondería a un individuo adulto de sexo aun indeterminado. A esto se le debe sumar el hecho de que los escasos resto se encuentran en muy males condiciones de conservación. Asociado a estos se registró una hoja de hacha confeccionada en cobre y totalmente destruida por el óxido, pero de la cual se conserva a lo menos parte del mango de madera. Este fragmento corresponde precisamente al segmento en donde va inserta y amarrada la hoja, que debió ser sin lugar a dudas en forma de “T”. Se registra además una placa de oro de gran tamaño en forma de “abanico” con bordes y terminaciones irregulares. Se trata de un objeto de forma semi triangular y que se presenta seccionada parcialmente en dos partes y a dos tercios del largo total de la pieza. Presenta numerosas perforaciones y al igual que los otros objetos de oro descritos anteriormente, presenta la pátina de corrosión rojiza. Mide unos 153 mm de largo con un ancho máximo de 113 mm y un ancho mínimo de 36,5 mm, 0,2 mm de espesor y unos 32,45 grs de peso aproximadamente (Registro N o 18.108). Se encontraron asociadas además unos cientos de pequeñas cuentas de un collar, confeccionados mayoritariamente en turquesa, y el resto en malaquita. Las mayores tienen un diámetro de 8.0 mm y 4.0 mm de espesor, mientras que las más pequeñas tienen unos 3.0 mm de diámetro y 1.5 mm de espesor respectivamente. Se registran ocho fragmentos de cerámica café alisada ambas caras y correspondiente a una pequeña olla de cuerpo globular y cuello restringido (similar a la forma VIII, Tarragó, 1976). Junto a estos se registraron otros siete fragmentos de una cerámica café semi - rojiza alisada, correspondiente a un plato o escudilla más bien profunda, además de un fragmento de cerámica negra alisada y perteneciente al cuello de una pequeña olla de cuerpo globular.

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CUERPO 14:

Se trata de un individuo adulto del que solo se registran fragmentos del cráneo y restos de la sección inferior del cuerpo las que, además, están disturbadas y en muy malas condiciones de conservación. Una de las extremidades inferiores se dispone de manera extendida y en dirección Oeste, aunque totalmente fuera de lugar. Asociada a esta extremidad y algo alejado del cráneo se registró un tiesto cerámico totalmente fragmentado, aunque al parecer se encontraría en todas sus partes. Se trata de un tiesto de cuerpo globular “tipo jarro” de 12.0 cms de altura, base convexa o redondeada, cuello corto y bordes evertidos, con un asa tipo cinta que une el tercio superior del cuerpo con el borde (labio) de la misma. Esta presenta un tratamiento de superficie alisado, más bien burdo. Junto a los restos óseos se encontraron algunas cuentas discoidales de collar confeccionadas en malaquita, cuatro cuentas de forma semi triangular y bordes irregulares y con una pequeña perforación en su extremo más agudo. Se le suman dos cuentas tubulares de 9.5 mm de largo y 4.8 mm de diámetro. Este enterratorio comparte el estado de remoción del cuerpo N o 5 y otros restos sin numeración.

CUERPO 15:

De este “individuo”, obviamente adulto, solo se conserva la extremidad inferior izquierda. Aunque es clara la disposición de ella en un plano horizontal, esta no es posible de asignar por el momento a otros restos óseos. Esta extremidad se ubica con el pie orientado al Noreste, atravesando en diagonal la mitad Sur de la excavación, y no advirtiéndose evidencias de ajuar asociado.

CUERPO 16:

En este caso, al parecer se trataría de dos cuerpos de párvulos (¿neonatos?) uno muy junto del otro, pero por su precario estado de conservación fue difícil su identificación en el propio terreno. Ambos cuerpos estarían envueltos en un textil ahora descompuesto, ya que se observa una concreción blanquecina, similar a una ceniza que rodea todo el conjunto. Las primeras evidencias registradas fueron dos placas de oro de forma rectangular (cintas largas) las que presentaban sus extremos doblados y colocados en forma de “X” una sobre la otra. Una de ellas mide 141 mm de largo por 27 mm de ancho, 0,15 mm de espesor y un peso aproximado de 5,5 grs (Registro N o 18.094). La segunda placa tiene una longitud de 134 mm por 29 mm de ancho, 0,15 mm de espesor y 6,9 grs de peso (Registro N o 18.095). En este caso, al igual que el resto de la colección de oro, se presenta la pátina ocre - rojiza por ambas caras. A modo de ajuar directo para cada uno de los individuos (aunque tal como se señalara, no se advierte claramente a ambos), les fue dispuesto un set de pequeñas laminillas de oro (miniaturas) en forma de “plumas” y pectorales compuestos. Una de estas mide 101,5 mm de largo, 18,5 mm de ancho máximo y un peso de 4,45 grs aproximadamente. (Registro N o 18.096). La segunda es casi idéntica a la anterior, registrando 101,5 mm. de largo, 18,0 mm de ancho máximo y un peso

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de 4,0 grs aproximadamente. (Registro N o 18.102). Se pudo registrar, además, una placa cuadrangular de 47,5 mm de largo por 28,5 mm de ancho, con cuatro perforaciones en las esquinas (Registro N o 18.097), en donde sin duda colgaban cuatro pequeñas plaquitas también cuadrangulares, de 16,5 mm por 10,3 mm como promedio; aunque todas ellas son de diferentes tamaños. (Registros N os 18.098, 18.099, 18.100 y 18.101). Como en el caso anterior, se registró otra placa cuadrangular de 48,0 mm por 29,0 mm y 1,8 grs de peso, la que también presenta cuatro horadaciones en las esquinas (Registro N o 18.103). En este caso se consignaron solo tres de las pequeñas plaquitas que se le asocian y que iban dispuestas a modo de “pectoral” (Registros N os 18.104, 18.105 y 18.105). Se encontraron tres pequeños fragmentos que pudiesen corresponder al cuarto “colgante” que se advierte faltante anteriormente, pero no se ha podido precisar con exactitud. Junto a estas placas se ubicaron cientos de pequeñas cuentas confeccionadas en malaquita y correspondientes a un collar. Las de mayor tamaño son de unos 2.8 mm de diámetro y 1.0 mm de espesor, alcanzando un peso de 134 grs en total. Un segundo collar, también realizado con cientos de cuentas de malaquita y turquesa, fue ubicado inmediatamente por debajo de este individuo. En este caso, las cuentas más grandes alcanzan los 11.0 mm de diámetro, mientras que las más pequeñas son solo de unos 2.5 mm aproximadamente. Curiosamente, también en este caso tienen un peso de 134 grs. Junto a este, se ubicó un objeto no identificado en forma de cincel, de hoja ancha. Aparentemente es de plata sólida, pues presenta un peso muy alto con relación a su tamaño. Toda su superficie presenta una concreción de color gris oscuro al interior y blanquecina externamente, aunque no se advierte el metal. Presenta una hoja de 31 mm de ancho, y un vástago de 13 mm de ancho, 12 mm de espesor y 62.0 mm de largo. Asociados a estos se registran a lo menos dos ornamentos similares a los de oro, pero esta vez confeccionados en delgadas laminillas de plata las que se encuentran en muy malas condiciones de conservación, y que hace difícil su análisis métrico y otros. En todos los casos descritos, las placas de oro se presentan con una capa de óxido ocre por ambas caras, no así las placas confeccionadas en plata, aunque es posible que por efectos de la severa corrosión, ésta haya desaparecido.

CUERPO 17:

Este individuo corresponde a un niño muy pequeño, el que se presenta totalmente disturbado y sus osamentas en muy malas condiciones de conservación. Se encuentra ubicado muy en contacto con el cuerpo N o 12, reconocido como de sexo femenino, a la altura del tórax de este último y hacia el costado derecho. Es difícil precisar su relación ya que se registra muy destruido. Pese a que todo el conjunto se presenta alterado, es probable que en algún momento conformaran una sola unidad (tumba) y que hubiesen sido inhumados en un mismo momento (¿madre e hijo?). No presenta ajuar asociado.

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CUERPO 18:

Este individuo se registra anatómicamente bien dispuesto, adosado al perfil Oeste del pozo y a una profundidad de 145 cms aproximadamente. Corresponde a un individuo adulto, de sexo masculino, con una orientación general al Este. El cuerpo se dispuso sentado con ambas piernas flectadas y separadas. Entre ambas rodillas se registro el cráneo, totalmente comprimido hacia abajo (zona ventral y tórax), dejando el cuello en posición totalmente horizontal respecto del resto del cuerpo. Los brazos caen paralelos al cuerpo y llevan ambos antebrazos y manos a la zona toráxica, con los codos levantados y abiertos. Bajo la cara, y un tanto desplazado al lado izquierdo de esta, se registraron dos placas de gran tamaño confeccionadas en oro, además de una tercera de forma cuadrangular que se ubica un poco mas abajo, a la altura del pecho. Estas se presentan cubiertas con la pátina de óxido color ocre. La primera placa (Registro N o 18.092) mide 194 mm de largo por 56 mm de ancho y 0,2 mm de espesor, con un peso aproximado de 36,2 grs. La segunda placa (Registro N o 18.091) mide 174 mm de largo por 58 mm de ancho y 0,2 mm de espesor, con un peso aproximado de 36,2 grs. Ambas presentan dos perforaciones en sus extremos. En los dos casos, uno de los extremos es más restringido y apuntado, mientras que el otro es recto. La tercera placa de forma cuadrangular (Registro N o 18.093) mide 51 mm de largo por 50,5 mm de ancho y 0,2 mm de espesor y un peso aproximado a los 4,1 grs. Presenta en este caso dos perforaciones en dos esquinas opuestas diagonalmente. Entre el fémur y tibia de la pierna izquierda se registró un gran vaso del tipo “kero” confeccionado en oro (Registro N o 18.088) (ver Lámina 2, fig. 4). Este es de paredes evertidas y base plana. Presenta el borde superior repujado con un diseño de varios cóndores (11 en total), en un juego alternado de unos orientados hacia arriba y los otros hacia abajo. Aparentemente se trata de una figura “mítica” compuesta y que representaría a un “ser” con cabeza de cóndor y cuerpo serpertiforme (156 ) (157 ) y alas de ave (158 ) (159 ), aunque este icono (“elemento ondulado tripartito”) algunos autores lo interpretan como correspondiente al fuego o llamas (flamas). Sí se reconoce que esta interpretación puede variar dependiendo de la posición que dicho elemento ocupe dentro del contexto general del diseño (160 ) (161 ) (162 ). El otro elemento presente sería un pié al cual se le destaca la terminación o pezuña (¿pata de auquénido?). La figura en general se representa en posición de descanso y/o echada sobre su vientre, con la pata estirada hacia delante, aunque no todas son exactamente iguales. Algunas presentan el cuerpo y la cola espiralada del serpe más enrocada o más 156 Wendell C. Bennett, “The Atacameño”, Handbook of South American Indians. Vol 2, Bulletin 143. Bureau of Amerinan Etnology. 1946. PP.599 – 618. “The Archeology of the Central Andes” Handbook of South American Indi- ans. Vol. 2. Bulletin 143. Bureau of American Etnology. 1946 P. 135 fig. 18 y lámina 39, fig.b. 157 Walter Ruben, “Tiahuanaco, Atacama und Araukaner”, Otto Harrassowilz, Leipzig, 1952, fig.11. 158 , Vicente Nadal M, Manual de Arte Ornamental Americano Autóctono, Bs. As. Argentina. Librería y Editorial “El Ateneo”, 1948, lám.170, figuras a, c y d. 159 G. Ibarra, E. Dick y L.Querejazu, 30.000 años de Prehistoria en Bolivia, Enciclopedia Boliviana, Bolivia, Editorial Los Amigos del Libro. 1986. P. 207. 160 , Constantino Torres, “Tabletas para alucinógenos de San Pedro de Atacama: Estilo e iconografía”. Tesoros de San Pedro de Atacama, Santiago, Museo Chileno de Arte Precolombino, 1984. 161 Constantino Torres, “Iconografía de las tabletas para inhalar sustancias psicoactivas de la zona de San Pedro de Atacama, Norte de Chile”, Revista Estudios Atacameños Nº 7, 1984. PP. 178 - 196 162 Constantino Torres, “The iconography of South American Snuff Trays and related paraphernalia”. Revista Etnologiska Studier Nº 37, Gotemburgo, Gôteborgs Etnografiska Museum. 1987. 63 63

grande. En general muestran un cuello corto y ancho y en su totalidad están repujadas sobrerelieve. Sus bordes están delineados con un objeto cortante (¿cincel?), del cual aún son observables numerosas huellas de su uso. El punteado que destaca detalles de las caras de estas figuras, como de las alas y torso, está aparentemente realizado con un objeto de punta pequeña pero filosa, de sección alargada y no precisamente apuntada, pues su impronta es de una línea segmentada más que de una secuencia de puntos. Complementando el diseño y por sobre el “lomo”, apegada inversamente a la cola, se observa un apéndice semi apuntado sin una clara identificación. (ver Lámina 2, fig. 6 y Lámina 4, fig.12). Este vaso presenta, además, una doble cinta, también repujada, que separa la sección decorada, con la parte baja del cuerpo. Muy cerca de la base se advierte otra cinta levemente insinuada (163 ). Tanto externa como internamente este vaso presenta la pátina de corrosión color ocre - rojizo, al igual que todos las demás piezas de oro descritas. Al parecer y como una forma de insertarlo entre las piernas (entre fémur y tibia-peroné izquierda), este fue aplastado y luego depositado como ofrenda. En este caso y al igual que el vaso encontrado junto al cuerpo No 1, presenta la boca orientada hacia adelante. Sus dimensiones son 167 mm de altura, 110 mm de diámetro de boca, 88 mm de diámetro de base, 0,5 mm de espesor y un peso aproximado de 274,7 grs. Junto a este vaso, y más cerca de los pies, se registra un tubo de madera (¿caña?) en muy mal estado de conservación, forrado por una delgadísima cinta de oro. No se advierten diseños y su estado es tan precario que es imposible dimensionarlo con exactitud. La cinta en cuestión tiene un ancho aproximado de 18 mm y estaría alternada con una similar confeccionada en plata, además de una tapa confeccionada en cuero. Junto al hombro izquierdo, y en posición vertical, se registra un hacha, con una hoja confeccionada en oro y con forma de “T”. El mango ha sido confeccionado en madera de chonta, de unos 40 cms de largo en muy mal estado de conservación (Registro N o 18.118). Las dimensiones de la hoja son 117,5 mm de largo, 48 mm de ancho máximo, 4,5 mm de espesor y unos 203 grs de peso. Se debe señalar que la hoja de esta hacha se encontró apuntando su filo hacia atrás (en dirección contraria al cuerpo). En el plano de la hoja y por ambas caras, se puede observar un diseño de dos líneas en cruz que separan dicha superficie en cuatro campos de colores alternados (gris claro y gris más oscuro) a modo de una pátina superpuesta al color original del metal que en algunos pequeños segmentos es apreciable por su brillo dorado. Los espacios de color gris-claro aparentemente fueron cubiertos por una capa más o menos gruesa de una sustancia grisácea en dos tonalidades, la cual de acuerdo a recientes análisis, ambos tonos se habrían preparado en base a lechadas compuestas por sulfatos de plata diluidos en mayor o menor cantidad (ver Lámina 3, fig. 10 y 11). Estas preparaciones habrían sido dispuestas a modo una de pintura muy espesa. En el sector ventral del cuerpo se registraron algunos pequeños fragmentos laminares correspondientes a algún objeto confeccionado en plata. Entre estas destaca una lámina muy pequeña de 33,5 x 27 mm la cual presenta dos grandes perforaciones en su centro. Inmediatamente a la espalda de este individuo (zona en donde originalmente estuvo el cuello) se registró un segundo vaso tipo “kero” confeccionado en oro (Registro N o 18.089). Al igual que en el caso anterior, este se encuentra totalmente cubierto por la pátina de corrosión (interna y externamente). Aunque aquí es evidente que fue total y sistemáticamente aplastado (“matado”), quedando de no más de 25 mm de espesor si se observa de perfil. Como única decoración presenta 163 Francisco Téllez, “Conservación e integridad del Patrimonio Cultural”, Revista Museos Nº 20, Santiago, Sub Dirección de Museos DIBAM, 1995.

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una ancha banda repujada en el tercio superior del cuerpo

164

(ver Lámina 2, fig. 7).

Sus dimensiones son 165 mm de alto, 170 mm de diámetro de boca, 90 mm de diámetro de base, 1,5 mm de espesor y un peso aproximado de 284,6 grs. Todas estas dimensiones son aproximadas, especialmente aquellas referidas a los diámetros, y en este último caso también a su peso pues no se ha limpiado completamente en su interior, quedando la posibilidad de alguna adherencia (sedimentos). Frente al pecho fueron ubicados unos cientos de cuentas de un collar confeccionado mayoritariamente en turquesa y malaquita. Las cuentas de mayor tamaño miden unos 9.0 mm de diámetro y unos 4.5 mm de espesor, mientras que las más pequeñas solo tienen unos 2.5 mm de diámetro y 1.5 mm de espesor aproximadamente. Este ornamento tiene un peso aproximado a los 405 grs. De este individuo se ha obtenido un fechado radiocarbónico de 800 d.C, y el mismo procede de fragmentos de las propias osamentas (Beta Analytic Inc, 1995), (165 ).

CUERPO 19:

Se trata de un individuo adulto, de sexo indeterminado por ahora y que se encuentra inmediatamente bajo los restos del cuerpo No 4. Se presenta de cúbito dorsal derecho, con las piernas flectadas y la espalda curvada y orientada de Este a Oeste. Su estado de conservación es precario al igual que todos los anteriormente descritos, pero en este caso es evidente su remoción en algún momento cuando aun conservaba los textiles del fardo funerario. Esto explicaría el traslado sin alterar mayormente su disposición anatómica general (principalmente la columna vertebral y extremidades inferiores). El cráneo se encuentra totalmente destrozado, y asociado a éste, son registrados algunos pequeños fragmentos de laminillas de plata, además del hallazgo de tres puntas líticas. La punta 1 mide 12 mm de largo y fue confeccionada en un cuarzo gris lechoso. La punta 2 mide 21,5 mm de largo y fue realizada en un cuarzo transparente. La punta 3 mide 17,3 mm de largo y fue confeccionada en un cuarzo lechoso claro. Todas ellas son de forma triangular, pedunculadas y de aletas pronunciadas. Dado el estado de las osamentas, no es posible verificar con exactitud la ubicación de estas puntas, pero lo más seguro es que correspondieran a igual número de flechas depositadas como ajuar al momento de la inhumación, (similar al caso descrito para el cuerpo Nº 10)

CUERPO 20:

Este corresponde a un individuo de sexo femenino (?), y presenta el cráneo colocado al lado izquierdo, en un plano horizontal respecto de resto del cuerpo, el cual se registra totalmente disturbado y aparentemente aislado de los otros individuos (sector Sur Este del pozo). En el sedimento asociado a estas osamentas, se registraron unos cientos de cuentas correspondientes a un collar confeccionado en malaquita y turquesa. Las más grandes alcanzan los 10.0 164 165

Francisco Téllez, op.cit, 1995. Graffam Grey, Comunicación Personal, 1995

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mm de diámetro y 5.5 mm de espesor mientras que las más pequeñas tienen un diámetro de 2.0 mm y 1.0 mm de espesor aproximadamente.

CUERPO 21:

Individuo correspondiente a un adulto de sexo masculino, anatómicamente bien dispuesto y orientado al Oeste. Se presenta sentado, con las piernas flectadas contra el tórax y levemente inclinadas a la izquierda. Ambos brazos se disponen paralelos al cuerpo, llevando antebrazos y manos a la zona ventral. En la mano izquierda se registra un anillo confeccionado en una delgada lámina de oro, y que le da una forma “tubular” de gran tamaño. Ambos bordes de este ornamento están levemente levantados (Registro N o 18.090). Sus dimensiones son 17 mm de diámetro, 17.3 mm de ancho y 0.20 mm de espesor. Registra un peso aproximado de 4.7 grs. Al igual que todos los demás objetos del mismo metal, este también fue cubierto con una pátina de óxido color ocre-rojizo. De acuerdo a la técnica utilizada para la confección de este ornamento, presenta un diámetro ajustable, pues solo se trata de una cinta curvada, sin llegar a unir sus extremos. Asociado a este cuerpo, se registraron además unos cientos de cuentas de un collar confeccionado en malaquita y turquesa. Estas presentan los más diversos tamaños, siendo las más grandes de unos 12.0 mm de diámetro y 5.0 mm de espesor, y las más pequeñas de 2.5 mm de diámetro y solo 1.0 mm de espesor.

CUERPO 22:

Este cuerpo fue registrado en el perfil Oeste y anatómicamente bien dispuesto. Corresponde a un adulto de sexo masculino que fue inhumado de manera sentada, con ambas piernas flectadas y la cabeza caída hacia el frente. El brazo izquierdo se ubica paralelo al cuerpo, con la mano en la región ventral mientras que el brazo derecho se registró extendido (levemente flectado) en orientación Sur. Ambas piernas se presentan con las rodillas juntas y algo inclinadas a la izquierda del cuerpo. Dentro del ajuar destaca un hacha enmangada con hoja de cobre, totalmente oxidada y que fuera depositada por detrás del hombro derecho (Registro N o 18.117) (ver Lámina 3, fig. 9). La hoja mide 129 mm de largo, 51 mm de ancho y 5 mm de espesor promedio. La madera que servía de mango se encuentra totalmente destruida rescatándose solo algunos fragmentos. Se registra, además, una placa confeccionada en oro, de forma triangular de unos 121 mm de largo, 49.5 mm de ancho máximo, 19.0 mm de ancho mínimo, 0,2 mm de espesor promedio y un peso aproximado de 8,5 grs. Esta placa semeja la hoja de un hacha (Registro N o 18.111). La orientación de la hoja de esta hacha, al igual que la registrada junto al cuerpo N º 18, se dispone en dirección opuesta al cuerpo, vale decir, que el filo de la hoja apunta hacia atrás. Una segunda placa corresponde a un “topu” o “pluma” también confeccionada en oro cuyas dimensiones son: 134 mm de largo, 45,5 mm de ancho máximo, 0,2 mm de espesor y 14,3 grs

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de peso aproximado. (Registro N o 18.112). Ambas piezas se ubicaron muy cerca del hacha y del cráneo del individuo y al igual que todos los otros artefactos confeccionados en oro, estos también fueron cubiertos con una tenue pátina de corrosión. Se halló además un collar de aproximadamente 60 pequeñas cuentas confeccionadas en malaquita, de unos 3.0 a 11.0 mm. Se registraron además quince fragmentos de cerámica de color café rojizo de gran tamaño. El tratamiento de la superficie externa es de un rojo pulido, y al menos tres fragmentos inducen a pensar en un gran botellón de cuerpo globular, similar a la forma X descrita por Tarragó 166 .

ANALISIS REALIZADOS Y RESULTADOS OBTENIDOS Las técnicas aplicadas en esta oportunidad han sido EDAX, GIXE y PIXE. Se trata de técnicas esencialmente no destructivas, de gran sensibilidad a todos los elementos presentes en la muestra y con un amplio rango de concentraciones. Los análisis fueron realizados en los Laboratorios de Energía Nuclear del Departamento de Física de la Universidad de Chile, Santiago, a cargo de los profesores Dr. Roberto Morales y la Dra. María Inés Dinator.

MUESTRAS ANALIZADAS

Nº DE REGISTRO

TIPO DE OBJETO

18.087 18.088 18.089 18.092 18.117

Vaso Retrato Vaso Tipo Kero Vaso Tipo Kero Diadema Hoja de Hacha

18.118 CP.T13 18.119 18.090 18.102 18.103 18.104

Hoja de Hacha Hoja de Hacha Anillo Anillo Topu Lámina Lámina

PROCEDENCIA

TIPO DE ANALISIS

COMPONENTES QUÍM ICOS

1 18 18 18 22

GIXE GIXE PIXE PIXE GIXE

MAYORITARIOS Au, Ag Au, Ag Au, Ag, Cu, Fe Au, Fe, Ca Cu, Sn

Tumba 18

EDAX GIXE

Cu, Sn Au, Ag

Tumba Tumba Tumba Tumba Tumba Tumba

EDAX PIXE PIXE PIXE PIXE PIXE PIXE

Au, Cu, Au, Au, Au, Au, Au,

Tumba Tumba Tumba Tumba Tumba

13 21 21 16 16 16

Ag Fe, Sn Cu, Ag Cu, Ag Cu, Ag Ag Ag

166 Miryam Tarragó, “Alfarería tipica de San Pedro de Atacama “(Norte de Chile). Revista Estudios Atacameños N°4, Universidad del Norte, 1976. PP. 37 - 73.

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Nota: Estos datos registrados son solo un avance de una investigación en curso, y representan una lectura general de los resultados obtenidos. A la fecha no se cuenta con los informes y comentarios finales emitidos por los especialistas.

COMENTARIOS FINALES

Como en la mayoría de los rescates arqueológicos, el equipo de especialistas se hizo presente cuando la fosa ya estaba abierta en toda su extensión, y con las primeras evidencias expuestas a unos 135 cms de profundidad (fragmentos de cerámica, restos óseos menores, etc.). Es por esta razón que en el trabajo posterior fuera imposible definir la ubicación exacta de las tumbas, por lo que se optó por numerar correlativamente cada uno de los cuerpos de manera individual, y a medida que emergían en el proceso de limpieza y consecutiva excavación. En algunos casos es posible intuir una inhumación de dos individuos en un mismo momento, tal como lo registrado en los casos de los cuerpos Nº 12, 17 y 16 (16 a y 16 b). En todo caso, en una superficie de 6 mts2 se pudo registrar un total de 22 cuerpos plenamente identificados. Todos ellos fueron ubicados en un solo nivel de “tumbas” y que van entre los 140 cms a los 175 cms de profundidad como rango promedio. De este total, 18 de ellos se registraron en posicion sentada o de descanso, con las piernas flectadas hacia al cuerpo mientras que a lo menos 4 se ubicaron en una posicion decúbito dorsal (casos de los cuerpos 9, 15, 16 y 19), aunque aparentemente producto de una alteración post mortem muy tardía o por tratarse de individuos de corta edad. En lo que respecta a la conservación general del sitio, esta se podría calificar de mala a muy mala. De hecho, de los cuerpos solos se conservan en un estado precario las osamentas. En esta mala conservación interviene como factor fundamental la alta permeabilidad del terreno, la que además conserva mucha humedad de manera permanente pese a estar en una cota o nivel más alto que el resto del entorno inmediato. Del ajuar que les acompaña solo han sobrevivido también de manera precaria aquellos artefactos confeccionados en plata y cobre. Mejor suerte han tenido los objetos de piedra y oro, además de algunos tiestos cerámicos, los cuales en esta oportunidad destacan por su baja frecuencia, situación que también se observa en los sitios de Larrache Callejón ( 167 ) (le Paige, 1961), y Larrache - rescate (168 ) (Barón y Tamblay, 1990, Ms.), al menos en aquellas tumbas asociadas a objetos confeccionados en oro (p.ej. vasos, placas, discos, etc.). Ninguno de ellos se asocia a los tipos más característicos de la cerámica de funebria Negro Pulido (p.ej. tipo botellones antropomorfos). De este total de 22 individuos registrados, 18 son adultos (14 varones, 4 mujeres) y 4 niños o recién nacidos asociados a un ajuar más bien escaso, dada la minima sobrevivencia de estos. Están ausentes los textiles y fibras pelíferas en general, cestería, calabaza, caña, cuero, etc., elementos que han perecido totalmente a consecuencia del un ambiente altamente permeable por la humedad. Algunas maderas se conservan parcialmente, sobre todo aquellos casos que han estado en contacto con algún elemento u objeto de cobre (p.ej. mangos de hachas). Este fenómeno químico ya ha sido señalado con anterioridad por otros autores, cuando se indica la conservación de textiles, 167 Gustavo Le Paige, “Cultura Tiahuanaco en San Pedro de Atacama”, Anales, Antofagasta, Universidad del Norte, Filial Universidad Católica de Valparaíso., Año I. No 1. 1961. 168 Barón y Tamblay. op.cit, 1990, Ms.

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por ejemplo, que han estado en contacto con sales de cobre o hierro ( 169 ) (Childe, 1958: 19), o de otro tipo de materias orgánicas en un ambiente saturado por óxidos, los cuales son además efectivos fungicidas. Esto ha sido descrito para el caso del llamado “Hombre de Cobre” ( 170 ) (Bird, 1977-78: 77-106), en que se reconoce como mineral de cobre sulfurado que ha entrado en contacto sobre material orgánico, como lo es un individuo adulto sepultado al interior de un socavón minero (mina de atacamita) en la localidad de Chuquicamata (II Región - Chile). Del ajuar, las piezas más sobresalientes son aquellos objetos confeccionados en oro (vasos y ornamentos). En un examen primario se pudo anotar que todos ellos, sin excepción presentan en superficie una pátina de color ocre - rojizo muy frágil y que se desprende al tacto. Este fenómeno correspondería a la corrosión de la plata y/o cobre contenida en la eleación del oro. Curiosamente, Bernal (171 ) (1952: 77) refiriéndose de manera general a las cualidades de conservación de diversos materiales encontrados en excavaciones en mesoamérica, destaca el hecho de que los objetos de oro no son afectados por las sales de la tierra, y se conservan casi intactos o “cubiertos con una ligera película rojiza”. Este autor no deja claro si esto es producto del medio en el cual se encuentran (“pátina”), o bien si es el resultado de la aplicación de una solución a modo de pintura. Lo mismo se reconoce para las placas repujadas del sitio Tulán 54 (630 a. C.) cuando se señala una “leve penetración roja” 172 . Todos los objetos confeccionados en oro y plata, fueron realizados aparentemente mediante la técnica del “amartillado” (placas y láminas). En algunos casos este trabajo es poco prolijo y se advierte, quizás una celeridad en su preparación, pues presenta muchas irregularidades en el espesor y los bordes, además de pliegues y doble pliegues. Los vasos (3 en total) están fabricados con la técnica del repujado, por medio de un amartillado muy controlado que destaca frente a lo visto en los otros tipos de objetos, tales como placas, láminas, etc. Creemos compartir la tecnología aplicada en la confección de algunos vasos similares, ya sea de oro o plata registrados en diversos sitios costeros del Perú, desde el valle de Ica en el sur, hasta Chanchán en el valle de Moche en el norte, inclusive Pachacamac, Ancon y Chuquitanta en la costa central, los que fueron amartillados a partir de una sola “chapa” o lámina de metal, en forma de disco sin soldaduras173 . Radiografía realizadas a algunos de estos vasos (18.087 y 18.089), hacen evidentes algunos pliegues que se formaron antes de proceder a el repujado final (ver Lámina 1, fig. 3 y Lámina 2, fig. 8) Dada la tipología de los vasos aludidos, es indudable su filiación con la llamada cultura Tiwanaku, y que para la región atacameña tuvo su mayor influencia entre los años 500 al 800 d.C. 174 . Los contextos registrados en esta oportunidad confirmarían lo expresado por algunos autores respecto de que estaríamos en presencia de la “instalación directa de un grupo foráneo llagado a la región de San Pedro” 175 .Su singularidad, no solo en lo referente a la presencia de vasos confeccionados en oro, se ve reforzada por la ausencia absoluta de evidencias de cerámica negra bruñida 169 Gordon Childe, Reconstruyendo el pasado, México D.F., Universidad Autónoma de México, 1958.P.19. 170 Junius Bird, “El Hombre de Cobre, un minero prehistórico del Norte de Chile y sus herramientas”, Boletin 16. Museo Arqueológico de La Serena, Chile. 1977-1978: 77-106. 171 F. Bernal, Introducción a la arqueología, Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 1952. P.77. 172 Lautaro Núñez, op.cit, 1992. P. 111 173 Dudley Easby, “Los vasos retratos de metal del Perú, ¿Cómo fueron elaborados?” Revista del Museo Nacional. T. XXIV. Lima, 1955: PP. 137 – 153. 174 Lautaro Núñez, “Registro regional de fechas radiocarbónicas del Norte de Chile”, Revista Estudios Atacameños N°4, Universidad del Norte, 1976. PP. 74 - 123. Thomas, C. et al. “Algunos efectos de Tiwanaku en la cultura de San Pedro de Atacama”, Revista Diálogo Andino N°4, Departamento de Historia y Geografía, Uni versidad de Tarapacá, Arica - Chile, 1995. PP. 259 - 276. Benavente, M.A., Claudio Massone M., Carlos Thomas W. “Larrache “Evidencia atipicas ¿Tiahuanaco en San Pedro de Atacama?”, Santiago, Departamento de Antropología. Universidad de Chile, 1966. 175 Benavente, M.A., Claudio Massone M., Carlos Thomas W. op.cit, 1986.

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(pulida) atacameña, ofrenda destinada al parecer solo a los miembros de la población local. Si bien pueden estar compartiendo un espacio de inhumación durante un largo período de tiempo, se mantiene la segregación de las tumbas, encontrándose reunidas aquellas que comparten elementos comunes. Estos cementerios dentro de cementerios apoyan de alguna manera la idea de grupos exógenos conviviendo armónicamente al interior de poblaciones locales mayoritarias a modo de “colonias” 176 o como miembros de grupos de orden sacerdotal estratificado de origen extranjero, aunque está pendiente la ampliación de la excavación y la obtención de nuevas dataciones que establezcan este “poblamiento” sincrónico. El estatus evidenciado en la mayoría de estos individuos se complementa con la asociación de una gran variedad de objetos metálicos confeccionados en plata, cobre y bronce Ambos tipos, tanto los “keros” como los “vasos retratos” corresponden a esta filiación y presentan semejanza a otros tres encontrados en el año 1960 por el RP. Gustavo le Paige en el cementerio de Larrache177 . Los cuerpos 8 y 21 se registran asociados a objetos de oro solamente, mientras que los cuerpos 1, 3, 7, 11 16 y 18 aparecen asociados a objetos de oro y plata. El cuerpo 13 aparece asociado tanto a objetos de oro, plata y cobre, mientras que el cuerpo 22 registra un ajuar con objetos confeccionados en oro y cobre. Este tipo de evidencias, sin duda apoya la tesis de que estaríamos en presencia de grupos muy homogéneos y de origen aloctono 178 y que de alguna manera alternan en una convivencia pacífica con las comunidades locales, obviamente mayoritarias. Este marcado aislamiento étnico de estos grupos, pero que articulan esferas sociales locales, al parecer corresponden a actividades de un alto prestigio y notoriedad. La singularidad de los ajuares habla a favor de esto, además que comparten un patrón ya vislumbrado por otros autores 179 en donde es evidente la presencia de los vasos retratos y keros de oro, junto a la ausencia de las cerámicas locales de factura negra bruñida (pulida). La presencia de ofrendas funerarias propias de adultos se verá repetida en sepulturas de infantes, para lo cual se prepararán los ornamentos a la medida de sus portadores (p.ej. Tumbas 7 y 16). Este tipo de ajuares no guarda relación con lo registrado en ninguno de los demás cementerios del área de los oasis de San Pedro de Atacama, salvo la aparente similitud con el sitio Cementerio de Larache descubierto por Le Paige 180 . De los 22 individuos registrados, 10 de ellos están en directa asociación con objetos confeccionados en oro (45%), 11 casos se presentan asociados a objetos confeccionados en plata (50%) y solo dos individuos aparecen junto a objetos de cobre (hojas de hachas) (9.1%). A diferencia de lo registrado en el sitio de Larache181 , en esta oportunidad no se ha podido identificar a ningún individuo de sexo femenino portando utensilios u ornamentos confeccionados en oro, aunque el estudio antropofísico más preciso está pendiente. Ya en laboratorio y debido a las precarias condiciones de conservación, especialmente de la colección ósea (restos humanos) solo se optó por un trabajo de limpieza superficial, retirándose el polvo y sedimentos adheridos, pues muchos de ellos no soportarían un tratamiento más profundo. En los casos más destacados y necesarios, se pudo efectuar un “lavado” con agua destilada, para luego secar y consolidar con una solución de PVA al 10% (Paraloid / B-79). Esta solución aplicada por capas, en caso necesario, ha logrado sostener la integridad de muchos de los restos, los que permitirán a lo menos un análisis métrico de ellos. En este caso en especial, se ha optado por dicha con176 177 178 179 180 181

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Ponce, 1972. P. 36. Gustavo Le Paige, op.cit, 1961. Benavente, M.A., Claudio Massone M., Carl os Thomas W. Ob.cit, 1986. Benavente, M.A., Claudio Massone M., Carlos Thomas W, op.cit, 1986 y Gustavo Le Paige, op.cit, 1964. Gustavo Le Paige, op.cit, 1964. Gustavo Le Paige, op.cit, 1961.

solidación pues existen otras colecciones (p.ej. huesos, textiles, etc), que si bien han permanecido debidamente resguardadas, han continuado un lento pero inexorable deterioro y “descomposición” (deterioro producido por el propio peso de las osamentas) 182 . De un análisis superficial en cuanto al emplazamiento de los numerosos sitios - cementerios en los oasis de San Pedro de Atacama, se podría deducir una distribución y una relación diferencial, entre aquellos espacios privilegiados como zonas de inhumación - rituales y aquellas tierras destinadas a los cultivos, vivienda u otra manifestación ya sean de uso público o arquitectónico. Hoy son varios los cementerios que “comparten” un mismo espacio, ya sea con actuales áreas de asentamiento humano, campos de cultivo, etc. El reciclaje de estos espacios es evidente, al descubrirse áreas de cementerios bajo campos de labranza (Larache, Coyo Oriental, etc.), bajo áreas de viviendas (Casa Parroquial, Solcor 3, Hostería, Sede Social), u otras construcciones (Toconao Oriente, etc.). Hoy en día estas construcciones, al igual que ayer los cementerios, se ubican en espacios que reúnen algunas características compartidas, tales como su elevación por sobre el resto del terreno aledaño, lo que le da una jerarquía especial; un área periférica a los campos de cultivo, terreno apto para la construcción de las tumbas (generalmente terrenos blandos) y/o espacios protegidos naturalmente de fenómenos destructivos o catastróficos, tales como corridas de agua (aluviones, coluviones, etc.) desplazamientos de tierras, y otros. Si bien es cierto que hoy encontramos evidencias de cementerios y otros tipos de sitios bajo áreas de cultivo y otro tipo de construcciones, esto se debe al total olvido de los primeros y la constante presión expansiva de las tierras de labranza y de vivienda en épocas más recientes (siglo XVI en adelante preferentemente) y que se hace evidente en la actualidad. El uso de los suelos se fue modificando a medida que las poblaciones invertían en obras destinadas a modificar el curso de las aguas (p.ej. canales, defensas, etc.), y la nivelación de terrenos, como así mismo la aplicación de técnicas de cultivos más extensivos. Además es posible pensar que en un mismo período de tiempo estuviesen en “servicio” o uso más de un terreno destinados a inhumar a sus muertos, lo cual podría corresponder a la división territorial del oasis (parcialidades o ayllos) y a la población que la habitaba, más allá de las posiciones sociales diferenciales. Como ejemplos se podrían citar los sitios - cementerios de Quitor 5, Quitor 6, Solcor 3 y Toconao Oriente con fechados coherentes de 600 d.C. aproximadamente 183 o de Solor 4 y Quitor 9 con fechados de 1000 d.C. aproximadamente 184 entre otros. Algunos de estos espacios se reciclaban permanentemente a través de los milenios, siendo sin dudas reconocidos como tierras sagradas y de indudable jerarquía. Prueba de ellos son a lo menos 2 fechados RC14 de este mismo sitio y que ranguean entre el 370 y 800 d.C., lo que demuestra a lo menos un espacio y distancia temporal de 430 años. Para la mayoría de los sitios, las evidencias solo nos otorgan la posibilidad de suponer algunas de estas aseveraciones pues no se cuenta con un set acabado de dataciones absolutas que nos permitan asegurar estas hipótesis. El actual emplazamiento del casco central del pueblo de San Pedro de Atacama, lugar seleccionado por los conquistadores españoles, parece confirmar el hecho de que este lugar o espacio tenía en aquella época una significancia especial, la cual suponemos ahora que provenía de algunos cientos de años antes. En este espacio coinciden hasta donde sabemos a lo menos cuatro cementerios de data prehispana y correspondientes a diferentes épocas, por ejemplo de influencia Tiwua182 Francisco Téllez, 1996 - 97, Ms. 183 José Berenguer, et al. op.cit., 1986. 184 Lautaro Núñez, Registro regional de fechas radiocarbónicas del Norte de Chile, Revista Estudios Atacameños N°4, Antofagasta, Universidad del Norte, 1976. P. 74 - 123.

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naku (Casa Parroquial), Atacameño (Sede Social), Inca (Hostería), e histórico (Patio circundante de la Iglesia), además de la llamada “Capilla Velatoria” al interior del antiguo cementerio local y en uso hasta fines de la década de los años 40. Respecto del descubrimiento de vasos libatorios confeccionados en oro, estos son más bien escasos, no solo en Atacama, sino que en toda la región, y sus registros son esporádicos, siendo hasta ahora la región atacameña la más fructífera tanto cualitativa como cuantitativamente. El caso de un registro en la ciudad de Copiapó a fines del siglo pasado, se trataría de un vaso tipo kero de 13.5 cms de altura, 9.0 cms de diámetro de boca, 6.3 cms de diámetro de base y 5.9 cms de diámetro en la sección media del cuerpo. Este presenta un repujado de tres rostros humanos, además de un doble rodete cerca de la base y de la boca. Los rostros fueron tratados de manera sencilla, demarcando los ojos semi rectangulares, naríz ancha y chata, boca semi rectangular, abierta y mostrando una serie de seis dientes triangulares. Este fue encontrado en el centro de la ciudad mientras un trabajador cortaba adobes y a una profundidad de “cinco varas”, aunque se sospecha que pudo ser parte de un ajuar funerario ya que se menciona que en las cercanías de éste, se encontrarían los “restos pulverizados de un cadáver” 185 . Ahora, también es poco frecuente el hallazgo de vasos del tipo Kero en Atacama, realizados en cualquier tipo de material, siendo los más comunes los confeccionados en madera y cerámica, tales como los descritos para los cementerios de Quitor 5, Coyo Oriental.186 187 , Quitor 9, Quitor 1, Tchilimoya, Toconao Oriental 188 189 . Solo como un caso excepcional se habían considerado este tipo de vasos ceremoniales en los regis- tros de le Paige190 191 (1961, 1964) en el sitio - cementerio de Larache Callejón. Los tres vasos retratos (dos de Larache y uno de la Casa Parroquial) presentan un gorro compuesto o de “cintillo y casquete” 192 lo cual estaría concordando con la idea de algunos autores al respecto, y que lo harían diferencial respecto a lo que se conoce para la región de Arica y valles sur Peruanos193 . De los vasos de oro hasta ahora registrados en el área, solo los del cementerio de Larache y ahora los de la Casa Parroquial están directamente asociados como ofrenda funeraria. Se tiene noticia de dos vasos “efigies” similares, confeccionados en una aleación de plata y oro, y ubicados en el sitio Río Doncellas en el norte de la república de Argentina 194 además de otro registrado en la región de Copiapó, sin un contexto claro 195 .

185 J.T. Medina, Los aborijenes de Chile, Santiago, Imprenta Gutenberg, 1882. 186 Gustavo Le Paige, “La antigüedad de una tumba comprobada por Carbono 14 y el ambiente que la rodea”, Apartado de la Revista Universitaria, Santiago, Universidad de Chile, Año XLVIII, 1963. PP. 167 - 176. 187 Gustavo Le Paige, “Tres cementerios indígenas en San Pedro de Atacama y Toconao”, Separata de Actas del VI Congreso de Arqueología Chilena, 1971. 188 Le Paige Gustavo, op.cit, 1964. 189 Orellana, Mario. 1984. 190 Gustavo Le Paige, op.cit, 1961. 191 Gustavo Le Paige, op.cit, 1964. 192 Luis Cornejo B. op.cit, 1993. 193 J. Berenguer,et al. “Reflexiones acerca de la presencia de Tiwanaku en el Norte de Chile”. Revista Estudios Arqueológicos N° 5, Antofagasta, Universidad de Chile - Sede Antofagasta 1980 y José Berenguer, “Gorros, identidad e interacción en el desierto Chileno antes y después del colapso de Tiwanaku”. Identidad y Prestigio en los Andes: Gorros, turbantes y diademas, Santiago, Museo Chileno de Arte Precolombino, Fundación Andes. 1993 y Luis Cornejo B., op.cit, 1993. 194 Diana S. Rolandi, Un hallazgo de objetos metálicos en el área del Río Doncellas, (Provincia de Jujuy). Revista Relaciones, Nueva Serie VIII, Argentina, 1974: 153 - 160. 195 J.T. Medina, op.cit 1882.

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Para el caso del sitio Río Doncellas, este se trataría de un entierro “ritual” o simplemente como una manera de ocultarlos, ya que ambas piezas fueron encontradas al interior de un tiesto cerámico común y sin una asociación directa con restos humanos, aunque se reconoce el sector como un área de tumbas (cementerio). En el caso de los dos cuerpos registrados en el sitio Casa Parroquial, en asociación de los vasos libatorios de oro, estos corresponden a individuos adultos de sexo masculino. Para el caso de dos de los tres entierros de cuerpos de infantes, estos son portadores de adornos confeccionados en oro y parecieran ser privilegiados de alguna manera pues es frecuente su asociación: objetos ornamentales de oro e infantes196 . El único caso que no los registra (cuerpo 17), se asocia sin embargo directamente al cuerpo de un individuo adulto de sexo femenino (cuerpo 12).

196 Gustavo Le Paige, op.cit, 1964.P78, A. Llagostera, “El Complejo psicotrópico en Solcor - 3 (San Pedro de Atacama)” Revista Estudios Atacameños N0 9, San Pedro de Atacama (Chile).Universidad Católica del Norte, 1988 y Lautaro Núñez, op.cit. 1992. P. 87.

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Fotografías y laminas

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X

Cerámica

X X

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Nº de Cuerpo

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X

X M F

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cajita de hueso X

X X

X

X X X X X

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X

X X X

cuentas de collar

X

X X

X

hacha de cobre

X

hacha de bronce X

X

rasgo presente sexo masculino sexo femenino infante adul- to

puntas de proyectil

vaso de oro

X

X

X

topu de oro (pluma) X X

X

X

X

X

placa de oro X

X

X

X

X

anillo de oro laminilla de oro X

X

X

placa de plata

X

X X

Laminilla de plata X

campanita de plata X

X X

discos de plata

X X

tubo de hueso

X

cuentas de ornato

X

Tortera

X

caja tubular madera o caña X

lasca de obsidiana X

mineral de cobre

X

objeto metalico no identifiM M ? ?

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A A A A A A I A A A A A A A ? I I A A A A A

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SEXO EDAD

El rol de los museos

Francisco Téllez C197

Resumen

Este artículo revisa de forma sucinta las diversas concepciones sobre la museografía y el rol de los museos en la sociedad. Esta síntesis sirve al autor para exponer los desafíos pendientes del Museo Regional de Iquique para transformarlo en una entidad en permanente contacto y participación con la comunidad que lo rodea.

Abstract

This article reviews briefly the different conceptions over museography and the role that museums play in society. This synthesis serves the author in order to expose the remaining challenges that Iquique’s Regional Museum faces to become an entity in permanent contact and participation with its surrounding community.

ANTECEDENTES

La Ley 18.695, Orgánica Constitucional de Municipalidades, promulgada en el año 1999, señala en su Titulo I, Párrafo 1°, Artículo 1°, como en su Párrafo 2°, Artículo 4°, letras a y e, su pertinencia en los temas educacionales y culturales, dentro de los cuales se inscribe, según su definición, la acción de los museos.

Hoy en día, la optimización de los recursos, en todo orden de actividades, está planteada como una fórmula de acción aceptada, deseada y necesaria, dado que los recursos, cualesquiera sean estos, son escasos o a lo menos difíciles de conseguir. De la misma manera, la concentración y/o agrupación de entidades pares es casi una necesidad a la hora de sumar esfuerzos en bien de desarrollar las actividades que les son propias, o a lo menos conservarlas en espera de momentos más benignos. De esta situación no escapan los museos, organismos más bien frágiles desde el punto de vista social y cultural, ya que no están destinados a la generación de recursos económicos de primera importancia, ni menos magnitud. Si quienes trabajamos en ellos estamos convencidos del aporte 197

Arqueólogo, Director del Museo Regional de Iquique

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social de este tipo de institución, no en todas las esferas se le reconoce su valía por cuanto el conocimiento a través de la educación informal no sería relevante en el desarrollo social, mal entendiendo por esto solo a lo que dice relación con lo económico y productivo. Es por ello sin dudas, que los resultados negativos que la evaluación internacional otorga a nuestro sistema educacional reflejan una deficiencia que nos es imperativo superar. Hoy estamos a la zaga de varios países del concierto sudamericano. En esta esfera, los museos tienen una labor de primerísima importancia que cumplir. Esta no solo dice relación con el traspaso de información de manera informal a la mayor cantidad de individuos, sino que el reforzar, a través del auto conocimiento, de la identidad propia como grupo social ya sea este la nación, la región, la provincia, la comuna, la población u organización social determinada.

En nuestra macro región (Arica Parinacota y Tarapacá) contamos con alrededor de 22 instituciones dedicadas al resguardo de bienes histórico patrimoniales, de los cuales 1 tiene el carácter de Museo Universitario (Museo San Miguel de Azapa de la Universidad de Tarapacá, Arica), 1 Museo con carácter de Regional perteneciente a la Corporación Municipal de Desarrollo Social de Iquique, 9 instituciones de dependencia administrativa Municipal (Museo de Sitio La Capilla-Arica; Museo Farmacia y Droguería Libertad-Huara; Museo Histórico Salitrero-Pozo Almonte; Museo de Sitio Oficina Santa Laura- Pozo Almonte; Museo de Sitio Oficina Humberston- Pozo Almonte; Museo de la Virgen de la Tirana-La Tirana; Museo de la Tirana-La Tirana; Museo de Sitio Lagar de Matilla-Matilla y Museo Municipal de Pica), además de 2 instituciones de carácter privado (Palacio Astoreca administrado por la Universidad Arturo Prat-Iquique), 4 museos de corte militar (Museo Regimiento Huamachuco de Arica, Museo Histórico y de armas de Arica, Museo Histórico Militar de Iquique, Museo Naval de Iquique, Museo Corbeta Esmeralda, Museo del Deporte y Museo del Box; además de 2 Salas de exposiciones temáticas (Casa de la Cultura – Cormudesi y Sala Fundación Minera Inés de Collahuasi).

Si bien muchas de ellas tienen una actividad mínima o irregular en el tiempo, mantienen la tuición de sus colecciones, aunque con el consecuente riesgo de deterior o perdida por otros factores (principalmente robo, negligencia, fenómenos naturales, etc).

La idea de reunir y establecer una instancia de coordinación de los museos no es nueva en estos territorios, y para ello basta recordar que en el año 1979 se realizó en Antofagasta el “Primer Encuentro Inter-sedes de los Museos de la Universidad del Norte”, que hasta ese entonces correspondía casi a la mayoría de los museos de la macro zona norte. Como corolario de ello se logra proponer un Plan de Coordinación y Perfeccionamiento, el que estaría destinado a optimizar los recursos y organizar de manera más racional, no solo la actividad museística, sino que además la investigación, que hasta ese tiempo se realizaba de manera disgregada y hasta a veces de forma paralela. Finalmente, en el año 2001 se constituirá la “Asociación de Museos de la Segunda Región, Antofagasta”, dejando postergada esta idea para las regiones de más al norte de nuestro país hasta el año 2012 (Red de Museos Tarapacá en la ciudad de Iquique).

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LA MUSEOLOGÍA

Es en este panorama regional en que la institucionalidad museística, se perfilará como un agente esencial y fundamentalmente educador, y que cobrará real importancia al constituirse en un espejo, en el cual la sociedad podrá ver reflejados y rememorados muchos de los conceptos y hechos del pasado que emergen de aquellos escasos objetos y enseres subsistentes, para muchos de los cuales ignoramos inclusive su uso, pues no cuentan en la actualidad con un referente de contrastación o equivalente. La información contenida en estos y que emana también de los objetos en su conjunto (contexto), en muchos casos no basta con solo verla para reconocerla, sino que se requiere haberla “vivido” de alguna manera. Es en estos casos que esa memoria colectiva contenida y resguardada en “el museo”, cobra real dimensión y su responsabilidad se hace insoslayable. Es aquí cuando la “declaración de principios” en este tipo de institución se debe materializar y “educar y entregar información al público”198 imponiéndose redimensionar el museo como un recurso de conocimiento y medio para la comunicación, “al servicio de una relación positiva y creadora entre los hombres y entre estos y su medio ambiente”199

Hoy sin embargo, y no escapamos a esa realidad, la gran mayoría aún mantiene una imagen del quehacer de un museo no muy diferente a la que se manejaba hacia finales del siglo pasado, siendo aquello quizás la más notoria de sus deficiencias, ya que ni siquiera habría logrado perfilar y dar a conocer su propio propósito con claridad. Así como la sociedad permanece en un continuo cambio, la gestión del museo también debería hacer lo propio, pero en la mayoría de los casos esto no ha sido así, haciendo de ellos, entidades enquistadas y absolutamente desfasadas del rol que por definición les compete, y por lo tanto genuinos representantes de esa imagen anacrónica del museo – mausoleo200 .

Se reconoce que la mayoría de las definiciones tradicionales de Museo, no satisfacen las necesidades y requerimientos de la sociedad. La visión estática de la cultura, como así mismo la relación que separa el objeto-documento de un observador pasivo, no son funcionales hoy en un mundo cada vez más interactivo. Es sí como esa visión de un museo-reservorio de lo antiguo y/o exótico es una idea arcaica, propia ya de ser ella misma un “objeto museográfico”.

Hoy en día, la nueva noción de museo va mucho más allá de la mera acumulación y/o colección de objetos, de su registro, documentación – investigación, conservación y exhibición. La interacción de estos y sus receptores debe traspasar la barrera del simple objeto – documento y el sujeto observador, para transformarse en un elemento dinámico y dialéctico de la historia; aquella contenida en su esencia e impuesta por el propio hombre al momento de crearla o ponerla a su servicio. La función educativa en los museos optimizaría su quehacer si se deshecha de alguna manera la idea del “puro – visualismo contemplativo” y se dinamizan las relaciones del público con los bienes patrimoniales. 198 C.G. SCREVE, “Estudios sobre visitantes”, Museum Internacional, Nº178, vol. XLV, Nº 2, UNESCO, 1993. P.9. 199 María J. TOLEDO, “Conocimiento y comunicación: un reto para los museos Latino Caribeños”, Revista Patrimonio Cultural, Año III, Nº 10, Santiago, DIBAM. 1998. P.22. 200 Joseph E. GOMEZ V, La museificación de procesos culturales, Revista Patrimonio Cultural , Año III Nº 10, DIBAM. 1998. P.22.

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Los bienes museables serán solo objetos sin sentido alguno, mientras a estos no se les considere como documentos dentro de una larga y compleja historia. El Museo moderno no es aquel que aplica lo último en tecnología o presenta una arquitectura “futurista”, sino más bien aquel que hace de su objetivo fundamental el transformarse en un centro de convergencia del quehacer del hombre y su medio, desde los primeros tiempos hasta la planificación y el vislumbre de su futuro. Así mismo, este debe ser la primera y más importante “publicación” del quehacer científico de la unidad, renovable periódicamente a la luz de los nuevos avances de la investigación y fundamentalmente al servicio del desarrollo integral de la sociedad. Por otra parte el avance tecnológico representa un gran reto para la museología moderna, a la vez que se transforma en un recurso de primera importancia en el proceso de conocer y comunicar201 .

La actual tendencia museológica nos provee de un nuevo desafío, ya que el escenario indudablemente difiere del que se nos presentaba tan solo hace algunas décadas. La circulación mundial de la información de manera casi instantánea, y la calidad y cantidad de esta misma, le dan una dinámica nueva al quehacer de todas aquellas instituciones generadores del conocimiento científico y la educación formal como informal. Los medios tecnológicos se van renovando a una velocidad muchísimo mayor si se la compara a la velocidad y evolución del pensamiento de la sociedad, la cual aparece altamente retrograda al momento de aplicar e implementar nuevas formas de intervención en su quehacer. La aplicación de ingenios tecnológicos y el pensamiento social, con frecuencia están disociados, lo cual se traduce frecuentemente en propuestas desacertadas y a veces hasta contradictorias.

Así entonces, el museo debe contener una propuesta educacional integral e interactiva, dinámica, y en donde no será este quién dictamine caminos a seguir sino que más bien propuestas y/o alternativas, para que el sujeto que se enfrenta e interactúa, el que construya su “propia visión de la historia” de acuerdo a las experiencias, capacidades nivel de instrucción educacional y deseos personales y/o comunitarios. Los contenidos transmitidos deberán ser solo los antecedentes con los cuales podrá ser leída la historia por cada uno de los sujetos de manera personal y “discutidos” en una síntesis que responda plenamente y sea coherente con los mensajes y objetivos planteados inicialmente.

Si aceptamos como definición de museo aquella que señala que este es una Institución en la que la meta es la conservación de los objetos que ilustran los fenómenos de la naturaleza y los trabajos del hombre, y la utilización de estos objetos para el desarrollo de los conocimientos humanos y la ilustración del pueblo, o bien aquella que nos dice que esta es una institución al servicio de la sociedad que adquiere, comunica y, por sobre todo, expone con la finalidad del estudio, del ahorro, de la educación y de la cultura, testimonios representativos de la evolución de la naturaleza y el hombre, vemos como los objetivos planteados desde comienzos de siglo no se han modificado sustancialmente, siendo siempre recurrente y destacada la tarea educativa como culmine de la investigación científica. Por lo tanto, para los actuales museos seguirán siendo válidas aquellas referencias que hacen mención a la documentación, conservación, investigación, exposición, y educación a través de los propios objetos creados por el hombre y la naturaleza que les rodea.

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María J. Toledo, op.cit. P.22.

En la actualidad la definición ha ampliado su visión y ámbito al considerarlos además como “depositarios de la memoria, forjadores de identidad, polos de construcción de una ciudadanía responsable, agentes para la democratización, lugares de reflexión y esparcimiento, de promoción cultural, de producción y socialización del conocimiento entre otros”202 . Hoy en día la teoría museológica reconoce en los museos, grandes contradicciones que como institución alberga en su interior. Una de ellas es la que hace mención a la razón fundamental de ser de este tipo de institución, y que tiene relación con la conservación de las obras del hombre y de la naturaleza, mientras que al mismo tiempo niega la actual tendencia del museo como un “centro abierto y público”. Esta contradicción es más evidente, y los conflictos suscitados mayores, en aquellos centros dedicados exclusiva y obsesivamente a la supervivencia de los objetos (conservación) y que no encuentran un adecuado complemento con aquellas ideas que quieren hacer del museo una instancia de búsqueda de la educación y participación pública (exhibición). Esta oposición que implica la conservación de los objetos y su exposición al público, es innata al ser del museo203 , y un justo equilibrio deberá ser la principal tarea a resolver por este. Frente a esta contradicción enunciada anteriormente, y que propicia una mínima exhibición de los objetos museísticos, contrapuesto al derecho del público a observarlas, tiene su explicación por en su deseo de protección y resguardo. Esto sería consecuencia y/o se debería fundamentalmente al reconocimiento que existe por la falta de conciencia colectiva, de identificación, ignorancia o simple desinterés por el estado y destino del patrimonio y su historia que le pertenece, y de la cual forma parte de una u otra forma.

Otro aspecto que no se debe obviar desde el punto de vista de la museología contemporánea, es el rol social que debe cumplir toda institución de estas características, al menos en sociedades que se definen más igualitarias y que reconoce como una de las metas más claras, la propuesta de la “abolición de las fronteras sociales, y el libre y voluntario acceso de toda la comunidad al museo”204 , siendo inobjetable el grado de responsabilidad ética que estos poseen205 . Sin embargo es frecuente en el ámbito nivel nacional como internacional, que en muchos museos se oferta una “exposición, educación y deleite” previo pago de una entrada, equivalente en algunos casos a otros espectáculos públicos (cine, teatro, eventos deportivos, etc.) (206 . Este doble estándar, que por un lado acepta y proclama estar al servicio de la sociedad, pero por otro, dicho servicio se oferta previo pago, haciendo en ese momento selectivo y discriminatorio su rol, no encaja con las tendencias y fin último de la institución museo. Este modelo mercantil, el que si bien en muchos casos se ha implementado para dar permanencia y desarrollo a la propia institución, no variará mientras los estados, a través de sus organismos especializados y dedicados a la educación no asuman su rol del traspaso del conocimiento científico al grueso de la sociedad vía una “publicación” abierta y popular, entre las que el museo destaca y tiene una importancia capital.

En cuanto a los contenidos impartidos y discusión teórica, en muchos de los casos no hemos quedado entrampado por el simple hecho de no emplear un lenguaje claro y por sobre todo, compartido con los miembros más directos del entorno social en el cual estamos insertos y nos desenvolvemos. 202 Hacia una Política Nacional de Museos Documento base para la construcción de una Política Nacional de Museos, DIBAM, Subdirección Nacional de Museos Bibliotecas, Archivos y Museos, Enero de 2015. P.15. 203 Aurora, LEON, “Reflexiones sobre la museología en España: Una carta abierta”, Museum Internacional, Nº 184, vol. 46, Nº 4. UNESCO, 1993. P.70. 204 Aurora León, op.cit. P.76. 205 María J. Toledo, op.cit. P.22. 206 Reg WILLIAMS, “Cuál es la finalidad de los museos, ¿educar o comerciar?”, Museum, Nº 170, vol. XLIII, Nº 2. UNESCO 1991.

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Tal como lo señalan algunos autores lo museográfico y lo museológico son los primeros conceptos causantes de los planteamientos erróneos de la “Ciencia del museo” ya que etimológicamente tienen significados distintos y por lo tanto funciones diferentes207 . Una afinidad entre uno y otro podría ser la meta que ambas comparten y que radica en “actuar sobre el museo en todos sus niveles”. Si bien es cierto que las diferencias son de tipo conceptual estos en la práctica son utilizados con un similar significado. La diferenciación radicaría en la “coordinación existente desde el punto de vista teórico Museología y por el contrario, en condiciones manifiestas en el plano práctico museografía”.

Entonces la museografía será la disciplina que operará sobre los datos museográficos; rectificándolos, ampliándolos y transformándolos, mientras que la museología actuaría como la instancia de teorización, planificación y definición de los objetivos y postulados que han de ser llevados a la práctica.

La museología en nuestro caso particular, es ciencia social no solo porque produce un “enfrentamiento dialéctico” público-museo sino porque el mismo contenido del museo (el objeto) es un elemento esencialmente humano y por ende socializado, incluida la propia naturaleza circundante la cual ha sido de una y otra manera “dominada” y puesta al servicio del hombre, en ocasiones sin mayor intervención (p.ej. paisaje, materias brutas, etc).

Como objeto de la museología, está la pieza u objeto museístico, al que se trata de resguardar a través del estudio científico, documentación, clasificación, registro y ordenamiento, vale decir, su conservación integral. Este trabajo, asistido por ciencias afines y técnicas especializadas, aplica normas y acciones de tipo preventivo, que tratan de minimizar los efectos a factores de deterioro que los amenazan, como así mismo aquellas medidas “activas” que tratarán de remediar en lo posible, los daños sufridos por ellos, además de detener y/o revertir los efectos nocivos (restauración)208 .

En resumen, la ciencia museológica tiende a una finalidad u objetivo muy específico y que nos es otro que la proyección didáctica al público del conocimiento científico de la naturaleza y del hombre y sus obras, como así mismo el surgimiento del museo como un centro ineludible de información y educación.

Frente a esto último debemos reconocer que en la planificación museológica nos enfrentamos a dos problemas didácticos y que deben ser resueltos de acuerdo a la naturaleza del museo y el público: la heterogeneidad en los niveles culturales de los visitantes, sus rangos etarios, la profundidad y densidad de los contenidos, etc. La tendencia educativa de hoy en los museos apunta a la enseñanza en diversos niveles, bajo discursos paralelos y haciendo uso de las gráficas y elementos e implementos interactivos tales como: salas virtuales con temas específicos, dioramas, salas de juego, incorporación de espacios exteriores, etc. Aunque estas ideas escapen a una noción más 207 Aurora León, op.cit. 208 Francisco TÉLLEZ, “El Museo Arqueológico de San Pedro de Atacama: a 30 años de su inauguración”, Revista Museos Nº 17, DIBAM. 1993. P.31.

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“clásica” y esencial del museo209 , la tarea educativa - pedagógica del museo es tan relevante en la actualidad, que la museología se la ha propuesto como objetivo principal210 . En muchos casos, es tan vasto su campo de acción que para responder a esos objetivos (educativos, culturales, recreativos, etc.), el museo se debe unir a otras instituciones de objetivos concordantes y así complementar tareas concernientes a la educación, formación y por sobre todo, la investigación. Es una necesidad que el museo incremente y fortalezca sus vínculos con aquellos ámbitos institucionales académicos, científicos y comunicacionales, que le permitan potenciar sus propias capacidades y así cumplir cabalmente con su misión (Toledo, 1998:22).

Desde el punto de vista de esta institución este no solo debe enseñar datos, mostrar objetos o imágenes, o la historia de una cultura determinada, sino que relacionar los “microcosmos” que el visitante o espectador tiene ante sí con los macrocosmos de la cultura en la que él está inmerso. Esta relación será el puente que permitirá comprender entre otras cosas, la profundidad temporal (cronología), la dispersión territorial (corología), las diferencias y similitud de esta con otras sociedades, el manejo del entorno social y natural, etc. La museología entonces debe ser dinámica, debe estar en constante y permanente renovación (teórica, metodológica), por lo tanto la museografía también debe ser dialéctica y permitir los cambios sin mayores dificultades ni traumas. Se ha dicho que la museografía “es el arte de ordenar el arte” y, si como agudamente también lo expresara Le Corbusier “el arte empieza donde acaba el cálculo”; entonces la museografía deberá ser espontánea, sorpresiva, visualmente agradable, creativa, e intuitiva etc.211 . Por último, el éxito de la gestión museológica radica en una rigurosa planificación de las llamadas “funciones museísticas” y la metódica ordenación y destinación de los recursos económicos, los cuales se deben regular hasta el más mínimo detalle, más aún cuando estos son escasos y difíciles de obtener. Todo esto implica y exige de una estructuración sistemática, clara, desburocratizada y participativa, para así poner en concordancia sus obligaciones institucionales con los requerimientos y derechos del público212 , siendo este entonces, el fin último de la acción museológica, y tal como lo señala Bernfeld una “democracia museística” requiere y supone un ajuste permanente entre los requerimientos del público y la misión educacional del museo213 .

209 Juan C. RODRIGUEZ; “Preludio de los mundos posibles”, Revista Museos Nº 19, Santiago, DIBAM, 1993. 210 Véase Donald Mc MICHAEL; “La educación social, los museos del Pacífico y el cambio de actitud”, Museum, Nº165, vol. XLII Nº 1, UNESCO, 1990; C.S. DRAKE; Los Museos de la comunidad, un recurso pedagógico, Museum, (UNESCO) Nº 174, vol. XLIV Nº 2. 1992; Dan BERNFELD, “El Museo participativo”, Museum Internacional Nº 179, vol. XLV, Nº 3. UNESCO, 1993; C.G. SCREVE, “Estudios sobre visitantes”, Museum Internacional, Nº178, vol. XLV, Nº 2, UNESCO, 1993. 211 Arurora León, op.cit. 110. 212 Cyril SIMARD; “Economuseología un neologísmo rentable”, Museum Nº 172, vol. XLIII, Nº 4, UNESCO, 1991. 213 Dan Bernfeld, op.cit. P.20. 91

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Hoy en día la relación entre el museo y su público ha sufrido transformaciones que van más allá de un simple ajuste o remozamiento, ya que esta pasa por aspectos de mayor contenido y profundidad. Los museos no son “parques de entretenimientos” y se espera que este entregue un cierto tipo de enriquecimiento educativo, ameno, claro y actualizado, además que sea evidente la organización lógica de la misma, su claridad y eficacia en los textos, la atención de su personal, la pulcritud en su presentación integral, etc.

Por otro lado, y en términos generales, nuestra realidad reconoce a lo menos tres tipos de público los que llamaremos: Público Especializado (investigadores, becarios, estudiantes, profesionales, etc.), el Público Turista (público en general), y el Público Local, perteneciente a la población en cuyo territorio se encuentra enclavado el museo. Frente a esta variedad y/o heterogeneidad, nuestro compromiso es tener una respuesta o discurso científico claro y preciso para cada uno de ellos.

Ahora bien, la participación de la comunidad en las diversas actividades programadas por el museo, es casi mínima, y más bien se circunscribe al personal local contratado. Estos solo se integran parcialmente, siendo que las experiencias aloctonas han tenido positivos e interesantes resultados en diversas partes del mundo. En este tipo de circunstancias influye mucho el grado de conciencia y formación del grupo o comunidad.

Hoy en día la participación comunitaria, el desarrollo de los museos y las políticas culturales nacionales deben ser coherentes y corresponderse con aquellas de carácter social tales como; actividades destinadas al desarrollo de áreas prioritarias (p.ej. educación, salud, previsión social y laboral, etc.) y de apoyo a la educación, además de responder a los requerimientos mínimos de la comunidad en términos de proporcionarles aquellos elementos que refuercen su identidad214 .

En este caso, el Museo Regional de Iquique, para enfrentar esta situación ha diseñado un programa a corto, mediano y largo plazo, el que considera, entre otras actividades, la restauración del inmueble que en la actualidad ocupa, siendo lo ideal la construcción de una infraestructura especialmente diseñada para las funciones museísticas, y así dar espacio de participación a la comunidad local en la gestión museológica, como así mismo reforzar y actualizar los contenidos del guion museográfico, acorde a los avances de la investigación en las diferentes disciplinas científicas que involucra.

Estamos ciertos que la identificación de los miembros de la comunidad con la institución, pasa necesariamente por el grado de participación que estos tengan con ella, o a lo menos, en el conocimiento de lo que en esta se realiza, su significado y su destino. Esta situación de indiferencia se agudiza, cuando el “saber” queda en manos de solo un segmento, mientras que el segundo y tercero se mantiene como un simple observador, pasivo, activado solamente por estímulos más bien intrascendentes para la gestión institucional. En muchos casos esta participación ha sido mal entendida o no lo suficientemente explicitada, llegándose a situaciones de real competencia y 214 Marta ARJONA, “Desarrollo de los museos y política cultural: objetivos, perspectivas y desafíos”, Museum vol. XXXIV, Nº2, UNESCO, 1982.

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hasta enfrentamiento de posiciones en problemas de interés común. No siempre los intereses de la ciencia se compadecen con aquellos intereses inmediatos de la comunidad, que espera en estos casos resolver sus falencias o bien insolvencias a costa de su propio patrimonio, sin tener en cuenta los riesgos a los cuales los exponen. Si bien la actividad turística es una excelente fuente de ingresos para una comunidad y/o un país, ésta, con un desarrollo sin planificación y un crecimiento desmedido, puede ser una de las mayores causas de su propia destrucción. La idea de proteger y valorar la herencia social, y a su vez, explotar su potencial económico-comercial (p.ej. actividades turísticas), no siempre conforma una buena asociación si los objetivos, actividades y tareas no han sido debidamente planificadas y pactadas. Para lograr un balance entre esta actividad, como fuente de recursos, y las necesidades requeridas para la conservación del patrimonio, se necesita por lo menos que una parte de estos recursos generados sean destinados a la protección, conservación y divulgación del mismo215 .

Por lo expuesto, podemos concluir que la función de nuestra institución es y será doblemente significativa, pues la concentración de los objetos patrimoniales, en una institución asentada en el propio territorio del cual provienen, responde hoy en día a las recomendaciones y exigencias impuestas por los organismos internacionales que velan por la conservación del patrimonio histórico – cultural (p.ej. UNESCO, ICCROM, etc.), como así mismo los tratados internacionales suscritos por la gran mayoría de los países (p.ej. La Convención de San Salvador, 1976), además que la educación que se imparta, debe proporcionar los elementos que refuercen la identidad de los individuos pertenecientes a la comunidad en la cual está inmerso el museo. Ahora bien, para “democratizar” el conocimiento se hace indispensable la participación de todos aquellos actores sociales involucrados directa o indirectamente en el desarrollo integral de la comunidad.

Por principio, el respeto y valoración de todas las “historias nacionales” permitirá una convivencia más igualitaria; sin “mayorías ni minorías”. Si estamos de acuerdo que el concepto de “minoría étnica” hace referencia solo a un aspecto cuantitativo, entonces podremos, como “mayoría” establecer una relación más armónica y que equidad en bien del desarrollo integral de la sociedad. En este aspecto, y como ya se ha señalado con anterioridad, el museo tiene una labor de indiscutible relevancia, al rescatar aquellos valores “ocultos” (la alétheia) de los objetos patrimoniales que resguarda y que proporcionan los antecedentes que permitirán comprender la realidad histórica de la comunidad y su entorno.

215 Elena CHAROLA, “Nuestro Patrimonio Arquitectónico”, Revista Patrimonio Cultural, Año III, Nº 10, DIBAM. 1982. P.33.

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