Notas sobre la evolución de los modelos de armamento adoptados en Al-Andalus (Siglos X-XV) (1993)

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IV Congreso

de Arqueología Medieval Española. IvCongrés d~rqueologia Medieval Espanyola.

Congreso de Arqueología Medieval Española (4,· 1993. Alicante) IV Congreso de Arqueología Medieval Española sociedades en transición ac tas Alican te , 4-9 de octubre 1993 = IV Congrés d 'Arqueologia Medieval Espan yo la : s oc ielat s en tran s ic ió : actes Alacant, 4 -9 d 'oc tubre 1993 I [coordinación, Rafael Azuar y Javier Martí Ol1ra). - [S.1.) : Asociac ión Española de Arqueología Medie val; Alicante: Diputación Provincial , D.L. 1993v. < 1> ( 169 p.); 00 cm Conliene : 1. Ponencias D .L. A-8 12-1993. - ISBN 84-604-7511-5 1. Yacimien tos arqueológi cos - España - S. V-XV - Congresos y Asambleas 2. España - Ant igüedades - S. V-XV - Congresos y Asamb leas 1. Azuar, Rafael, coord. 11 . Martí Oltra. Javier, coord. 1lI. Asociación Española de Arqueología Medieval, ed. IV. Alicante (Prov incia). Diputación Pro vincial, ed. 904(460 )"04/ 14" (063)

o

Edición: Asociación Española de Arqueo logía Medie val. Diputación Provincia de Alican te

Edició: Asociación Espaliola de Arqueología Medieval. Diputación Provincia de Alicante

Coordinación : Rafael Azuar y Javier Martí OItra

Coordinarió: Rafael Azuar i Ja via Marti Oltra

Colaborac ión : M· Teresa Llopi s Gard a, Feo. J. Lozano O li vares y José Lui s Menéndez Fueyo

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IV CAME, TOMO I • 1993

Notas sobre la evolución de los modelos de armamento adoptados en AI-Andalus (siglos X-XV) ¡" memoriam Ada Bm/lll de Hoffmeyer

Alvaro Soler de l Campo Real Armerfll. Madrid

INTRODUCCION El eSlUdio del armamento utilizado en Al·Andalus está condicionado por no haber llegado hasta nosotros un número sufi cientemente elevado de objetos que permita apreciar una vis ión global del conjunto. Esta situación obliga a recurrir a las fuentes iconográficas y literarias con todas sus limitaciones y problemas. La información di sponible es muy restringida por la ausencia de datos anteriores al siglo X y la dispersión e imprecisión de las nolicias posteriores a este siglo. A estas circunstancias debemos añadir que si el desfase de la investi gaci ón española en lo referente al armamento cristiano respecto a Europa es ya importante, aún lo es más en el caso de Al·Andalus, sobre todo teniendo en cuenta que carecemos de datos para conocer los territorios cultural mente afines, lo cual no sucede en el caso de los reinos cristi anos.

Ante esta situación una revisión de la bibliografía permite apreciar que la literatura existente se centra en el estudio de las annas de lujo nazanes conservadas, relegando a un segundo término los trabajos globales ( 1). Es mucho lo que queda por hacer y muchas son las posibili dades que brinda el estudi o del armamento (2). Las limitaci o nes de las fuente s y la difi c ultad actual de responder a los numerosos interroga ntes que se pueden pla ntear, sólo permiten apuntar algunas hipó· tesis y co nclusiones parciales avanzadas ya en otros trabajos (3). Por todo ello aqu í sólo serán si nteti zados aq uellos resultados que permitan plantear y orientar la disc usión sobre los principales interrogantes abiertos en el estado actual de la cuestión. El armamento anda lusí puede ser encuadrado en tres grandes líneas directrices a partir del análisis de las fuentes iconográficas y literarias, con todos los co ndicionantes debidos a la ausencia de un material arqueológico y los matices que éste pudiera aponar en un ruturo. En sus grandes rasgos es importante señalar la coi ncidencia con la periodización clásica de AI-Andalus, ya que ésta podría explicarlos en cierta manera como procesos generales.

J. PRIMERA FASE: SIGLOS X-XI. LA EPOCA OMEYA 1.1. Armamento ofensivo Aunque la información disponible es muy escasa, permite si n embargo conocer la procedencia de algunos tipos de armas y constatar influjos culturales aquí breve mente resumidos (4). En el armamento ofensivo se confirma la utili zación de armas continen tales y orientales por medio de las llamadas es padas fran cas con hojas de doble filo y canal ce ntral, las cali fi cadas como indias (5), un tipo de pomo tril obulado de origen oriental , presente desde la Biblia del año 960 de la Real Colegiata de San Isidoro de León hasta finales de l siglo XIV (Fig. 3), Y de tipos uni versales con pomos esféri· cos y arriaces rectos como muestra el bote de Ziyad ibn Aflal) del año 970 (6) La iconografía altomedieval es muy imprecisa a la hora de recoger el tipo de lanzas utilizadas. Úni camente ha sido propuesta la identificación de un lollrpin Daylamj (7), caracterizado por sus dos puntas, en el Beato de Gerona del año 975 (8). Por su parte las fuentes litera· rias sólo especifican el uso de lanzas fr(Ul cas de anchas puntas y ciertos modelos específicos para la infa ntería. el primero arrojad izo y un segundo empuñable que puede ser utilizado como barrera contra caballería (9). Los arcos muestran mayor di versidad y tienen gran importancia como identificadores culturales. Junto con los modelos simples universales tiene lugar la ut ilización generali zada de arcos compuestos por influencia oriental Carabiyya y qaws IUrkiyya). Caracterizados por su forma recurvada, resistencia y potencia ( 10) están presentes en las arquetas cali fales y en los Beatos mozárabes. Junto con ellos es im portante reseñar la ut ilización de arcos francos o crislitmos ( 11 ). Aunque no es posible asegurarlo con certeza en este perfodo, si sabemos que estos calificativos designan en épocas posteriores a las ballestas. ya recogidas por la documentación eu ropea en el siglo X. Por ello es muy probable que fue· ran conoc idas al menos en es te sig lo. aunq u'e es de suponer que su uso debió estar muy restrin gido en com-

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paración con épocas posteriores ( 12). La primera representació n en Es paña tiene lu gar en e l Beato del Burgo

de Osma de 1086, mientras que la primera cita literaria sobre su uso por musulmanes se encuentra en la Crónica Najerense para una noticia del año 1028 ( 13).

1.2, Armamento defensivo La ico nografía alto me di e val, tant o los có di ce s mozárabes como la eboraria andalusí, recogen un modelo único de escudo, de forma circular y carácter uni ver-

sal (Fig. 2) . Por su parte las fuentes diferencian entre turs y daraqa sin que supongan una identificac ión explícita de estos modelos. El principal problema radica

Las sillas de montar eran firmemente fij adas medi ante petrales. cinchas y ataharres seg ún muestran los

botes del Lou vre (año 968), del Victoria y Alberto (año 970) y la arqueta de Pamplona (año 1005) (21 ). Ti pológic ame nte pue de n di v idir se e n dos g randes g rupo s caracteri zados genéri camente por arzones altos o bajos. Entre los prime ros des tacan lo s mo de los avolutado s

(Fi g. 1), mientras que los seg und os aparecen en la Biblia del año 960 con unos leves resaltes. Un modelo s imilar po dría co rrespo nder a las silla s be reberes de

arzones bajos prohibidas por al-l:Iakam II y luego aceptadas por su maniobrabilidad según recoge al-R.z' (22).

sin embargo en la inte rpretac ió n de la palabra adarga en las fuentes cri sti anas o en las traduccio nes de las fuentes

Complementos de la silla de montar y elementos fundamentales en el desarrollo de la caballería son los es tribos. En el siglo X peninsul ar su difusión estaba

islámicas ( 14). El análisis de las fuentes pennite pensar

avan zada como mue stra su presen cia constante e n lji

en la utili zación del término en re ferenc ia a su elaboración en cuero con independenci a de su forma, rasgo di s-

iconografía mozárabe y andalusí (Figs. 1-2), contradiciendo por tanto el testimonio de lbn 1:1 awqal que ha

tintivo también señalado lbn Hudayl. Por ello debemos

podido servir para pensar en su escaso uso en AI-Anda~

pensar que fo rmalmente la palabra adarga designa a un escudo circular de cuero con anterioridad al siglo XIII, mientras que a partir de esta época se aplica a un modelo bivalvo de gran di fusión doc umentado por vez primera

lus (23). En este período se aprecian tres tipos fundamentales: tri angul ares , circulares y con extremos superiores semicirculares co mbinados con ho ndones planos. En cualquier caso no sería de extrañar que ya fueran uti -

hacia 1281-1 284 (Fig. 4).

lizados desde el siglo VIII , pero no sabemos en qué med ida. De es ta fec ha datan los estrib os del tercer

Las notici as acerca de l arm ame nto corpo ral son igualmente muy limitadas. Desde época visigoda care-

modelo presentes en los frescos del palacio sirio -omeya

cemos de datos para conocer cuál fue la utili zación de

talizantes como las colas anudadas y los arcos compuestos tambié n presentes en AI-Andalu s en los marfil es o meyas. Su temprana introducci ó n de sde Occidente

las lori gas hasta el siglo X, cuando aparecen en los Aflales Palatinos de al-ijakam 11 asociadas a cuerpos pro fesionales del ejército ( 15). Su ausencia en la iconografía co ntempo ránea podría ser debida a que se ll evaran bajo la indumentaria, según una costumbre oriental que pervive como muestran las Camigas, o que no estu vieran

de Qasr al-Hayr al-Sarq, (24), asociados a rasgos orien-

estimo que no está sufi cientemente probada (25), sobre todo teniendo en cuenta su presencia en diferente s fuentes mu sulmana s de l momento , por ell o c reo qu e su introducción vía Oriente no debe ser desdeñada.

muy ex tendidas. Sobre las defensas de la cabeza sólo se ha doc umentado en la islamizada Biblia del año 960 un tipo cónico que responde a los spagen-helm visigodos (1 6) . La pervi vencia de este mode lo no es de extrañar, como

tampoco su posible utili zac ión en Al-Andalus. Junto con ellos al-R.z' recoge un modelo ll amado bay¡ja, pos iblemente semiesféri co, que era utili zado po r contin-

gentes armados a la manera cristiana (1 7). Un conocido fragmento de plato representando un jinete, procedente

de Medina Zahara ( 18), parece haber reflej ado uno de estos modelos. Complemento de los cascos son los almó fare s, que debieron ser utili zados tanto po r cri sti anos

como por musulmanes ( 19)

1.3. Arreos La miniatura mozárabe y la ebo raria o meya muestran c abeza das co mpletas co n front aleras, quij e ras ,

El estribo combinado con aciones cortas es de gran impo rtancia al ser condición indi spensable para el desarrollo de la monta a la jineta, documentada suficientemente en los marfiles omeyas andalu síes que demuestran su introducci ón con anterioridad a la llegada de los destacamentos zenetas en el siglo XlIJ. Esta monta responde a una clara trad ic ió n o ri e ntal, qu e pe rmit e e l desarro llo de una característica caballería ligera de gran importan ci a en los ejércitos califales y que está prese nte igualme nte en la iconografía mozárabe. No so rprendería tampoco su utili zaci ó n e n los reinos c ri st ianos , como

parece indicar la Historia Silense (26), donde al hablar de la educación de los hijos de Fernando 1 se especifica que han de observar la more Ispallorwn equos cursa re representada igualmente en el Beato por é l encargado . La ornamentación de los petrales y ataharres se realiza medi ante pinjantes de procedencia o riental en fonna de medi as lunas, como muestran los botes del Victoria y

riend as y mu serolas (Fig. 2). Los Anales Palatin os

Alberto, Louvre y la arqueta de Pamplona (Fig. 2). Estos

citan bridas calificadas como mu ~ rragas y muflarraq, referenc ia a su elabo ración en c uero al fuego. asociadas o no a s ill as que pueden rec ibir los mi smos calificati vos . Independi entemente del material utili zado los arreos podían estar guarnec ido s con piezas de plata seg ún

tipos son n erencia del mundo romano que probablemen-

al-R.z' (20).

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te llegan a Al-Andal us después de haber pasado al Islam v ía Bi za ncio. Junto co n e ll os otra cos tumbre ori e ntal consistía en anudar el ataharre de manera que uno de sus cabos cayera por el fl anco. Este adorno no está presente en la iconografía mo zárabe. pero sí en la arque ta de

.-

Pamplona y en el bote del Louvre. Los nudos también se realizan en las colas de los caballos (Fig. 1), como es posible ver desde época sasánida, y en las banderas durante las ceremonias que se realizaban en 'Córdoba durante el califato antes de las campañas militares, como recogen los Anales Palatinos de al-flakam 1I (27) .

1.4. Equipos Las fuentes dejan entrever cuáles fueron los equipamientos utilizados en esta fase . En primer lugar la caballerla responde a dos tipos, con especial referencia

a la importancia de una caballería ligera, montada en muchas ocasiones a la jineta y equipada con espadas. escudos y lanzas. Junto a ella es imponante la utilización de los arcos compuestos, bajo un apuntado uso del tiro pano (28) recogido en los Beatos de Gerona (fol. l26v), Urgel (fol. 103v) y Femando I (Fig. 3), o bien en sistemas más naturales presentes igualmente en la iconografía sasánida y sirio-omeya (29). En los Anales Palatinos de al-flakam 1I (30) se citan en varias ocasiones jinetes enlorigados con lanzas. Entre ellos encontramos a los jamsiyyñz , escuadrones enlorigados con cascos que posiblemenente fueron mercenarios. Junto a ellos estaban los (anyiyyfn, también enlorigados, que habían entrado al servicio de 'Abd al-Ral)man III, o los fabid con arcos, lorigas y cascos. En cualquier caso las fuentes parecen indicar que la caballería pesada no debió estar muy extendida. Posiblemente por su relación con el palacio, encuadrada dentro del ejército regular, fuera considerada como un cuerpo de élite dotado con un costoso equipo.

La infantería aparece en la iconografía mozárabe portando lanzas, ya sean aisladas o con escudos. Esta agrupación se configura como la más lógica, al dar lugar a cuerpos ligeros armados con equipos baratos. Sabemos que éste debió ser el tipo de infantería más extendido en Al-Andalus, tanto por la facilidad de armar voluntarios en los arsenales palatinos, como por condicionar sistemas de combate como los señalados por al-Tur!im. La infanterla también podía ir armada con espadas según las fuentes , pero sería más lógico pensar en algún tipo de arma blanca a medio camino entre un cuchillo y una espada, arma que no estaría al alcance de todos. Estas podían estar acompañadas por escudos y lanzas. Por su parte los arcos se configuran como armas de gran importancia dando lugar a cuerpos específicos presentes constantemente en las fuentes. Además, también se citan tropas de infantería que podrían ser consideradas como cuerpos de élite por el uso de defensas corporales. Su número sería reducido y parecen haber estado destinadas a servicios palatinos.

Aunque no debió existir gran diferencia entre el armamento cristiano y musulmán altomedieval, culturalmente sí es posible constatar algunos influjos. Los códices mozárabes parecen reflejar la importancia o un posible predominio de las armas, equipos y costumbres andalusíes, que no sería de extrañar teniendo en cuenta que las fuentes disponibles son contemporáneas al poderoso aparato militar del califato omeya. Tienen esta

filiación las espadas de pomo trilobulado, un zurpin daylami, los arcos compuestos, la monta a la jineta, adornos de caballería como pinjantes, guarniciones o colas anudadas y ciertos estandartes. Junto con ellos. los vínculos inevitables con el mundo cristiano están presentes en el uso de armas francas de posible origen otóni da y nórdico, como señala la presencia en los códices mozárabes de espadas con pomos trilobulados vikingos, en forma de nuez con arriaces rectos o posibles ballestas. todo ello avalado por numerosas referencias literarias a distintas armas con ese origen que no es posible identificar en la miniatura.

2. SEGUNDA FASE: SIGLOS XlI-XIII. LAS DINASTIAS BEREBERES: ACULTURACION y TRADICION Esta fase destaca porque durante su desarrollo permite documentar un cambio en los modelos de armamento utilizados en Al-Andalus, por influencia del armamento continental adoptado en los reinos cristianos. que convive con el ~ntenimiento de la tradición musulmana y su revalorización gracias a la entrada de nuevos contingentes africanos. 2.1. Armamento ofensivo

En. 10 referente a las espadas no debió existir gran diferencia respecto al armamento cristiano, donde perviven las espadas con hojas provistas de canales centrales que a panir del último tercio del siglo XIII combinarán secciones romboidales en el tercio débil. Como se ha señalado anteriormente se siguen documentando los pomos trilobulados altomedievales (31). Junto con ellos es de suponer la pervivencia de pomos esféricos y arriaces rectos o curvos dado su carácter universal y su presencia en la iconografía cristiana. Aunque desde un punto de vista tipológico la información sea muy limitada. sí es preciso apuntar la influencia de las decoraciones de inspiración islámica en las armas de lujo conservadas procedentes de los reinos cristianos. La espada de Sancho IV hallada en la catedral de Toledo decora su arriaz con epigrafía cúfica, la espada de ceremonia de la Real Armerla (n° Cal. G22) muestra una decoración inspirada tanto en la tradición como en patrones almohades, al igual, en cierto modo. que la llamada espada de Fernando III de la Catedral de Sevilla, y posteriormente la espada llamada de Santa CasiIda del Instituto Valencia de Don Juan de Madrid, que muestra el lema nazarí seguido de la invocación mariana. La ausencia de un mínimo repertorio de paralelos andalusíes impide por el momento ver posibles analogías en la distribución de la decoración, patrones comunes, etc. La importancia de la lanza en esta fase radica más en el uso que de ella se hace que en nuestros reducidos conocimientos sobre las armas de asta en AI-Andalus. En este momento es posible documentar la adopción del uso continental de la lanza bajo la axila, o lance cou-

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cheé, sistema que permite una fijación mayor y precisión en su dirección. Puede ser documentado en la iconografía mozárabe y románica sin interrupción desde el Beato de San Sever (1060-1070). Su introducci6n desde mediados del Xl vino a cambiar los sistemas de combate y a obligar a un progresivo perfeccionamiento de las defensas corporales (32). El sistema y sus consecuencias deben ser enmarcados dentro del cambio de contexto que en la vida peninsular supuso la voluntad innovadora de Sancho el Mayor de Navarra, continuada por su hijo Fernando 1 de Castilla y sus sucesores. La introducción de instituciones tfpicas del feudalismo europeo, el apoyo a Cluny y el desarrollo del Camino de Santiago vinieron acompañadas por nuevos usos e instrumentos. Al mismo tiempo es importante recordar que a partir de entonces el conflicto con los musulmanes ya no se va a tratar de una lucha casi de subsistencia, si no de algo más elaborado apoyado por monarquías más perfeccionadas. A partir de finales del siglo XI es posible apreciar un cambio significativo en el armamento cristiano gracias al desarrollo de la caballería pesada de corte continental. Este factor es de gran interés porque en la dialéctica entre armamento ofensivo y defensivo el territorio andalusí no podía ser ajeno a estas innovaciones. La caballería pesada cristiana combinaba el nuevo sistema con la monta a la brida, altos arzones en las sillas y defensas corporales, permitiendo aprovechar mejor la fuerza del caballo y convirtiéndolo en una magnífica arma de choque. La caballería disponía por tanto de una fuerza hasta el momento desconocida, haciendo del binomio hombre-caballo un conjunto acorazado de gran trascendencia. El encuentro entre caballeros no permitía una diferenciación radical en los equipamientos, lo que propiciará un proceso de aculturación en AI-Andalus. Las fuentes literarias muestran su uso por los musulmanes con esta funcion y especifican que tenían astas largas y gruesas. En el siglo XlV, cuando los equipos nazarÍes so n más ligeros, lbn Hudayl narra brevemente el sistema y señala su complejidad (33). Las fuentes iconográficas y el material arqueológico permiten apreciar la existencia de modelos puramente islámicos en las Cantigas por su asociación constante con musulmanes. Son lanzas provistas de topes esféricos-en el enmangue asociados a distintos tipos de punta (Fig. 6). Estos elementos están documentados en el Islam desde el altomedievo, por lo que la miniatura alfonsí viene a confirmar su pervivencia. Relacionadas con caballería ligera se encuentran puntas de gran tamaño que pueden ser: elípticas alargadas con uno o dos topes esféricos, triangulares con hombros rodondeados y dos o más topes esféricos, estas últimas con paralelos en las Maqíimiit de al-Hariri fechadas en 1237, o romboidales o triangulares con tres topes esféricos (34). La veracidad de estos tipos ha podido ser cotejada por una pieza hallada en Calatrava la Vieja (35), fechada hacia 1195- t 212, que aunque no presenta paralelos exactos en la iconografía sí muestra como elemento característico

lOO

la presencia de un tope esférico. Se trata de una punta de sección cuadrada maciza provista de un enmangue tubular y tope esférico. Ibn Hugayl documenta también estos modelos tanto en la disposición de los topes corno en su elaboración (36). En AI-Andalus también fueron muy utilizadas unas lanzas de carácter arrojadizo que en la actualidad no podemos identificar. Las fuentes cristianas recogen repetidamente su uso como algo propio de los musulmanes, mientras que lbn Hudayl deja claras sus características de lanza con asta de escaso diámetro para que sea ligera, y punta de sección cuadrada para mayor penetrabilidad (37). En cuanto a la arquería, su utilización sigue siendo importante a pesar del auge que experimenta la ballestería desde el siglo XI. Referencias a arcos compuestos se encuentran en diversas fuentes, bien sea en lo relativo a su elaboración en madera de tejo, encina o fresno, o a su estructura reforzada con tendones (38). Se recogen también arcos turcos, muy probablemente compuestos, que no deben ser ajenos a los contingentes mercenarios al servicio de los almohades (39). Las referencias al uso de arcos por la caballería podrían estar implícitamente reflejadas en algunas fuentes, corno los combates a la tártara en la batalla de Alarcos según la Crónica Latina de los Reyes de Castilla, referencia no exenta de connotaciones culturales (40). Por otra parte es importante señalar la constatación desde la segunda mitad del siglo XII de la adopci6n del estribo en las ballestas, documentado en el claustro de Santo Domingo de Silos (Burgos). Este elemento supone un estado avanzado de su evolución ya que responde a un aumento de la potencia del arma. Aunque no tenemos datos para documentar un uso tan temprano en AlAndalus, es de suponer que así fue, a juzgar por la documentación de cuerpos especializados de ballesteros musulmanes en las fuentes fonnando parte fundamental de la infantería. En este contexto podría enmarcarse el hallazgo de nueces de ballesta en yacimientos almohades muy distantes entre sí, fechados a finales del siglo XII y principios del XIII. Su aparición en los castillos de Torre Grossa en Jijona y el Castellar de Alcoy, ambos en Alicante, y de Calatrava la Vieja, en Ciudad Real, suponen un adelanto importante en la cronología de estos materiales respecto a otros yacimientos europeos como señalaba Azuar, ratificando la difusión del arma en este momento posiblemente gracias a su introducción en época temprana (41). Las Cantigas permiten documentar dos tipos de cureñas. En el primero las quijeras constituyen el punto de máxima altura de la cureña, cuyo tamaño disminuye hasta el alojamiento de la caja de la nuez donde se vuelve a ensanchar (42). A partir de este punto decrece progresivamente a lo largo de la rabera. Según el segundo modelo la cureña se estrecha progresivamente desde las quijeras hasta la rabera sin variación alguna en su perfil. Este tipo de cureña caracteri za a la única ballesta andalusí conservada, arma compuesta de lujo para caza de cronología nazarí (43). Según las Cantigas las vergas

podían estar guarnecidas con estribos semicirculares,

que alcanzan ahora su mayor desarrollo. basados en la

trapezoidales, circulares y en forma de U.

utili zación de yelmos cerrados, capacetes, almófares, lorigas, manoplas y escudos cuadrangulares.

La iconografía alfonsí limita su uso por los musul-

manes al ataque de fortalezas, finalidad también señalada posteriormente por lbn Huc;!ayl, quien comentaba su superioridad frente a los arcos en ciertas operaciones como cercos o combates navales, señalando además que

éste era el fin más extendido (44). La importancia de las ballestas en las campañas andalusíes está corroborada por las fuentes literarias, con especial mención a la presencia de cuerpos especializados de ballesteros o de su uso por la marina (45). 2.2. Armamento defensivo

La caballería pesada occloental eVOlUCiono a partIr de l nuevo uso de la lanza en combinación con la monta a la brida usando altos arzones, lo cual propició el desarrollo de las defensas corporales. La ausencia de fuentes no permite documentar cambios importantes hasta c. 1150. por 10 que en territorio cristiano no parece haber tenido lugar grandes innovaciones respecto a la fase

anterior. En el caso de Al-Andalus es difícil evaluar el proceso de generalización de las defensas de mallas, por lo que sólo se pueden enunc iar tendencias a partir de noticias dispersas. Por el momento no es posible extra-

polar con seguridad el proceso castellano a Al-Andalus, por lo menos hasta bien entrado el siglo XIII. Con todo, no sería de extrañar un desarrollo más o menos parejo. Algunos indicios parecen indicar el posible comienzo de

El testimonio de la miniatura alfonSÍ se ve confir-

mado por diversas fuentes literarias (49), incluidos famosos pasajes ampliamente citados pero en ocasiones

no interpretados con mesura. Ibn Sa'ld (m. hacia 12741286) lamentaba la adopcion por los andalusíes de equipos pesados a la manera cristiana. Su célebre pasaje es esclarecedor. especificando claramente que en AI Andalus se tomaba el armamento cristiano como mode-

lo (50). Tiempo después Ibn al-JalTh ratifica este proceso al apuntar que usaban en lo antiguo las armas que estaban también en uso entre los Rumies sus vecinos y adversarios (51). Señalar a este respecto que el armamento castellano se encontraba al nivel de los modelos continentales más avanzados, por lo que algunos contin-

gentes andalusíes estaban por tanto en la misma órbita tecnológica. La entrada en AI-Andalus en el siglo XIII de nuevas milicias a través del Norte de Africa parece revitalizar la tradición asegurando su transmisión en el futuro. Con todo, no supone la introducción de usos desconocidos en los sistemas de combate, como se ha querido ver con la monta a la jineta, pero sí pennite documentar por vez primera algunos tipos de annas. Los más sobresa-

lientes son las adargas bivalvas y la documentación de arreos relacionados con la monta a la jineta.

un proceso de aculturación. En este período (1150-1200)

Las adargas constituyen la gran novedad del perío-

tiene lugar en el armamento cristiano la generalización

do. Su procedencia y el momento de introducción en la Península son aspectos todavía por dilucidar con seguri-

de los almófares, la aparición de las manoplas de malla, brafoneras. los primeros pasos en la evolución hacia los yelmos cerrados y los inicios de un proceso evolutivo desde los comúnmente llamados escudos de cometa

hacia modelos rectangulares. Uno de estos escudos de transición aparece en un candil almohade depositado en el Museo Arqueológico Provincial de Córdoba (46). Por su parte Ibn Sal¡ib señala en el AI-Mann bil-lmifm¡;¡ (47)

dad aunque sí es muy posible un origen magrebí (52). Las primeras representaciones se encuentran en los

códices de las Cantigas hacia 128 1- 1284 y poco después en la Gran Conquista de Ultramar. En ellos ya es posible documentar dos modelos. El primero muestra una mitad superior acorazonada en combinación con un

extremo inferior curvo (Fig. 6). El segundo responde ya

la utili zación de yelmos y lorigas en diversas ocasiones, incluyendo referencias a equipos de estilo cristiano. Una s ituación similar parece haber tenido lugar en Oriente a raíz de las cruzadas como se desprende del

es todavía incipiente en esta época (Fig. 4) (53), lo cual podría indicar que la génesis del tipo se encuentra en el primer modelo y que las formas bivalvas plenas se van

testimonio de Usamah ibn Munqidh (48).

desarrollando progresivamente, como muestran ejem-

Durante la primera mitad del siglo XIII el armame nto cristiano mantiene básicamente las características del periodo anterior, pero tienen lugar innovaciones que durante su segunda mitad penniten apreciar claramente

la existencia en Al-Andalus de dos modelos de armamento claramente diferenciado, según un proceso que probablemente ya se venía produciendo desde principios

a un modelo bi val vo aunque el arriñonamiento inferior

plares posteriores, sin que suponga la desaparición del primero. Desde estos primeros momentos también se aprecian diversos motivos o e lementos decorativos. Las

adargas pueden llevar borlas suspendidas de guarniciones formadas por remaches o piezas muy posiblemente

turación basado en la completa adopción del armamento

metálicas, que podían ser dos en paralelo, tres formando un triángulo, dos grupos paralelos de cuatro remaches dispuestos en rombo (54) o posteriormente, como muestra la Sala de los Reyes de la Alhambra, cuatro remaches paralelos con sus respectivas borlas (Fig. 10). Jun-

de siglo pero que no había sido posible documentar con seguridad hasta su confirmación a partir de 1250. En primer lugar asistimos a un fenómeno de aculy equipos cristianos, documentado en las miniaturas de

to con las borlas la decoración podía incluir en e l ex te-

las Cantigas donde parte de la caballería musulmana tiene un marcado carácter pesado (Figs. 5 & 7). Utilizan

esquematizados motivos vegetales. por ejemplo palme-

modelos cristianos evolucionados a lo largo del siglo,

tas en la unión de sus óvalos (55).

rior elementos simbólicos como el Sello de Salomón o

101

Las fuentes literarias de los siglos XllI-X1V también señalan la existencia de guarniciones con materia-

les preciosos, o inscripciones en el cerco (56) al igual que las tardías adargas de Madrid y Viena (57). Aunque no . seóa de extrañar, no conocemos sin embargo testimonios que permitan documentar, en esta época tem-

prana, las ricas decoraciones bordadas en seda de colores que caracteriza el reverso de estos dos ejemplares.

2.3. Arreos Al igual que en el caso del armamento ofensivo, los arreos constatan, como se ha señalado, la existencia de un doble carácter en el armamento andalusl de la época. Por un lado hay elementos tomados del mundo cristiano y por otro, opuesto, usos y elementos musulmanes debidos a influjos africanos u orientales. Entre los primeros citar únicamente grandes frenos con camas unidas por barras (Fig. 5), sillas de altos arzones envolventes y monta a la brida. Éstos responden por tanto al proceso de aculturación señalado que no implicaba el abandono de los métodos tradicionales de origen oriental que venlan manteniéndose desde el alto medievo, entre los que destacan la caballería ligera y sus tácticas. La entrada en el siglo XIII de contingentes africanos conlleva la revalorización de la tradición y permite la documentación de nuevos elementos africanos u orientales en las Cantigas y posteriormente en la Sala de los Reyes de la Alhambra. Entre ellos se encuentra un modelo de freno caracterizado por largas camas ligeramente curvadas, no unidas mediante barras, asociado a frontaleras, quijeras y ahogaderos, pero no a muserolas a diferencia de otros territorios musulmanes. Este tipo no es característico de la iconografía europea, pero si cuenta con paralelos orientales como las Maqamat de

al-Harírí. Junto con los frenos, tanto las Cantigas como la Sala de los Reyes muestran una serie de elementos de clara raigambre oriental. Entre ellos destacan unos adornos constituidos por formas esféricas, generalmente tres, que cuelgan del cuello (Fig. 6). Este tipo de colgante aparece en la eboraria slculo-normanda y también está documentado en las Maqíimíit de al-Har!r!, perviviendo hasta el siglo XVII al ser utilizado por la nobleza española en los juegos de cañas, entre quienes eran conocidos con el signifiéativo nombre de barbas turcas (58). Entre las sillas de montar destaca como propio un tipo caracterizado por arzones delanteros y traseros bajos en contraposición con los modelos adoptados por influencia cristiana. No podemos precisar su forma con exactitud, pero si señalar que mientras la parte exterior de ambos arzones se dispone en vertical la interior lo hace en diagonal convergiendo hacia el fuste. Está documentado por vez primera en la Cantiga 187 asociado a petral es, cinchas y caballeros nazaríes montando a la jineta. Estas sillas perviven hasta el siglo XV como muestra el claustro de Santa María la Real de Nieva donde también se hace referencia a la caballería ligera nazarí.

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Relacionado con las sillas de montar se encuentra un característico tipo de manta no presente hasta ahora en la iconografía, caracterizado por cubrir la grupa del caballo (Fig. 6). Pueden albergar motivos geométricos en zig-zag, flocadura en el perímetro con veros en el campo, estrellas o el Sello de Salomón, como posteriormente en el Parta! (Fig. 9), o bien mostrar decoración a manera de escaques según un patrón de gran pervivencia (59). Entre los estribos perviven tipos universales y nuevos modelos utilizados exclusivamente por musulmanes, dotados de anchas paredes en las cajas. Un primer tipo se caracteriza por mostrar una caja cuadrada que en el tercio superior adopta forma de V invertida para propiciar la transición hacia un arricés circular (Fig. 7) (60). Este concepto también es documentado en el siglo XIV en el Parta! y en la Sala de los Reyes, aunque en esta ocasión la caja es semicircular (Fig. 10). Ambos debieron estar decorados en las caras externas con varios motivos, como indican las tramas reticulares o fondos lisos enmarcados por las fajas que recorren su contorno. Recapitulando podemos señalar como concepto clave de esta época la coexistencia en AI-Andalus de dos modelos claramente diferenciados. Por un lado asistimos a una fuerte aculturación en lo militar, basada en la utilización de annamento cristiano y tácticas continentales. En contraposición tiene lugar una revalorización de la tradición, ya que siguen usándose arreos y tácticas conocidos en época omeya. Este fenómeno puede ser en gran parte explicado por las sucesivas entradas de contingentes africanos. Éstos, en tanto no usuarios de los métodos cristianos, suponen una revalorización de los sistemas clásicos islámicos. El uso de armamento cristiano podría ser posiblemente explicado por las propias necesidades de la guerra. Este es el momento de la conquista de la Mancha y de Andalucía hasta el cerco al reino nazarí, propiciatoria de encuentros en campo abierto donde la caballerla pesada cristiana puede moverse libremente. Los equipos ligeros musulmanes son de gran valor en combinación con tácticas como el tornafuye, pero no en encuentros cuerpo a cuerpo entre equipos tan dispares. 3. TERCERA FASE: SIGLOS XIV-XV. ISLAMIZACION DURANTE EL SULTANATO NAZARI Las tendencias hacia la utilización de un armamento propiamente islámico iniciadas en el siglo XIII parecen ser confIrmadas hasta la caída de Granada en 1492. Los escasos testimonios aportados por las fuentes no muestran la fuerte influencia cristiana que caracterizó a los equipos musulmanes hasta los inicios del siglo XIV. Por contra, Granada parece volver la vista a su ámbito cultural, ignorando la evolución de los reinos cristianos hacia los avanzados equipos continentales.

3.1. Armamento ofensivo Durante toda la Edad Media se han venido constatando un uso común de ciertos tipos de armas que a buen seguro debió continuar parcialmente al inicio de

este período. A pesar de todo en esta fase es muy importante la aparición de un modelo propio de gran

trascendencia: las espadas jinetas. La primera documentación iconográfica tiene lugar desde mediados del siglo XIV en las pinturas del Partal (Fig. 9) Y en la Sala de los Reyes de la Alhambra (Fig. lO). En ellas ya muestra como caracteríticas principales la presencia de empuña-

duras tripartitas, asociadas a diversos tipos de pomos. y arriaces ultrasemicirculares con cabezas de animales, caracterizados por brazos curvos en su cara exterior y verticales en la interior según una forma que recuerda mucho, invertidas, a las asas de los llamados «jarrones

de la Alhambra» (61). Desde un punto de vista tipológico los arriaces perntiten establecer tres grupos formales que cronológicamente pueden traspasar el ámbito nazarí

(62). Algunos de sus elementos están tomados o son comunes al armamento cristiano, como los pomos redondos de caras relevadas o esféricos, mientras que los

pomos polilobulados enlazan con la tradición andalusí

Un dato a tener en cuenta es que estas espadas aparecen en las pinturas del Parlal totalmente formadas hacia mediados de siglo y que están ausentes en un códice tan preciso en sus representaciones como el de

las Cantigas hacia 1281-1284. Sería en este lapso de tiempo cuando se debe producir o bien la introducción

del tipo o su período de gestación. En cualquier caso parece responder a una creación andalusí muy característica , debida a la conjunción de diversas influencias, bien sean cristianas o de tradición andalusí en los

pomos, turquizantes en los perfiles trilobulados y polilobulados de los escudetes en los ejemplares tardíos, y orientales o africanas por su decoración, bien mediante

cabezas de animales o por la paleta de la policromía de los ejemplares de lujo. . Por último, es necesario señalar que los centros de producción de estas espadas y sus espaderos siguen siendo una incógnita, por lo que genéricamente se ha venido considerando como producción «granadina» , calificativo de ambiguo significado. Los únicos indicios al respecto son las marcas presentes en varios ejemplares conservados. Todas tienen en común que son circulares, pero con leves variaciones. La jineta del Museo

documentada durante todo el medievo. Sus arriaces ultrasemicirculares, genéricamente con precedentes en modelos curvos de gran difusión, no tienen paralelos conocidos en esta época ni en el armamento continental ni en el oriental, aunque este último sí presenta algunos rasgos comunes como la generalización en las espadas

llas de cuatro puntas acotando como marcas tres círculos concéntricos en ambas caras. El intermedio contiene quince crecientes y el central un pequeño triángulo. La

islámicas a partir del siglo XIII de cabezas de animales, leones o dragones, rematando los arriaces (63).

campo, esquema también presente en la jineta del Staa-

Un aspecto importante para el estudio de su origen y desarrollo en el que se debería profundizar es en su decoración esmaltada. La presencia en armas o guarniciones de lujo de una rica policromía no debería deslin-

darse de la importancia de la azulejería y de los alicata· dos, que instaurados desde época almohade por una apuntada procedencia turco-irania (64) tiene su apogeo en época nazarí y un desarrollo paralelo en el Norte de Africa. A este respecto parecen significativas las coincidencias entre las gamas cromáticas empleadas en dichas técnicas o materiales. Zozaya señala la presencia en

época almohade de una paleta compuesta por el malaquita, negro y blanco, enriquecida en el momento de

apogeo que marca el sultanato nazarí. Será a lo largo de todo el siglo XIV cuando encontremos una amplia presencia de los colores azul, verde, negro, amarillo o blan-

co y, en menor medida, del púrpura desde el primer tercio del siglo. Por ello, todo parece indicar que la gama

Arqueológico Nacional (Inv. 51056) muestra dos estre-

llamada espada de Aliatar del Museo de Ejército (Inv. 22904) tiene dos círculos concéntricos punteados en el tliche Kunstsammlungen de Kassel (Inv. BII608). Por último la llamada espada de Boabdil del Museo del Ejército (Inv. 24902) tiene un círculo inscribiendo un campo parcialmente punteado en el que predomina como motivo central una S. Por ello se ha considerado

cristiana (66), lo cual plantea como un segundo problema la pervivencia del modelo circular a través de su utilización por espaderos cristianos. En cuanto a la arquería se constata la pervivencia de una caballería ligera armada con arcos gracias a los

testimonios de Ibn Hugayl, a las pinturas del Partal (Fig. 9) Y a un sepulcro procedente de Vileña (Fig. 8). En él un arquero montado completa su equipo con una espada jineta que cuelga de la cintura mientras dispara por encima de la cabeza de su montura , al igual que

ocurría en la Biblia leonesa del año 960. En las ballestas perviven los dos modelos de cureñas documentados en las Cantigas como muestran las pintu-

ras del Partal y la ballesta del Museo Arqueológico Pro-

cromática de las jinetas y otras guarniciones debe relacionarse con este fenómeno, al presentar esmaltes verdes, rojos, blancos, negros y azules como colores dominantes, asociados al mismo tiempo con patrones geométricos de similar factura. En cuanto al amarillo es un color que no está presente, pero no debe olvidarse que podría resultar superfluo ante la importancia de las superficies doradas en todas estas piezas. En cualquier caso parece que la industria del esmalte andalusí deja de

estructura también parece apuntada en la Sala de los

ser una incógnita a partir del siglo Xlii con el sultanato nazarí (65).

como mínimo con dos fajas. lbn Hudayl señala cinco

vincial de Granada, única en su género y de gran valor para el estudio de la decoración de las annas nazaríes gracias a sus guarniciones de bronce y marfil. Aunque incompleta por faltarle la verga original, monta un arco

contemporáneo de doble empulguera, construido con dos piezas .de madera cortadas longitudinalmente, pegadas y reforzadas con tendón y cinco fajas de hilo (67). Esta Reyes de la Alhambra, donde una verga está reforzada

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puntos de refuerzo, uno central y cuatro en los extremos, y la utilización de dos cuerdas para armarla, características presentes en esta verga (68). En Castilla conocemos la existencia de ballesteros a caballo desde el segundo cuarto del siglo XIII, pero en el caso de AI-Andalus debemos esperar a las pinturas del Partal (Fig. 9) para confirmar su existencia, no documentada en las fuentes literarias pero sí en tratados de caballería orientales (69). Las aljabas recogidas en este período responden a dos modelos de desigual interés representadas en el Partal (Fig. 9). El primero, con forma de cestillo alargado, responde a un modelo documentado en territorio cristiano desde finales del siglo XII. El segundo, de mayor tamaño que el anterior al estar destinado a flechería, se caracteriza por una forma rectangular, con perfil semicircular en uno de sus lados ocupando casi toda su longitud. En el frente parece haber tenido decoración inscrita enmarcada por una banda que recorre su perímetro. Desconozco paralelos contemporáneos en la iconografía islámica, pero en su forma indica muy probablemente un tipo de procedencia oriental. Los difundidos modelos turcos del siglo XVI remiten, aunque más evolucionados, a esta tipología. 3.2. Armamento defensivo La iconografía continúa documentando adargas bajo los dos tipos iniciales como puede observarse en las pinturas del Partal o en el claustro de Santa María la Real de Nieva. En esta época sin embargo ya estaba muy avanzado el desarrollo de las formas marcadamente bivalvas como muestra claramente la Sala de los Reyes de la Alhambra (Fig. 10). Con todo, en su evolución se tiende hacia formas más estilizadas, casi elípticas, con óvalos no tan pronunciados como en la Sala de los Reyes. Las adargas nazaríes de Viena y Madrid, datadas con anterioridad a 1492, guardan estas características. En las pinturas del Partal la caballería ligera nazarí se protege con yelmos caracterizados por una forma cónica apuntada (Fig. 9), sin nasal u otras guarniciones, de color dorado o negro. Las Cantigas también mostraban formas cónicas asociadas a musulmanes, pero alcanzan un mayor desarrollo vertical y están guarnecidas con cimeras que impiden un análisis preci so (Fig. 7). Por ello no podemos establecer una relación entre ambos, aunque es posible que la iconografía alfonsí refleje un antecedente del tipo. Según Ibn Hugayllos yelmos son cóncavos y están elaborados en hierro, breve noticia que podía ser aplicada a estos modelos. Señala igualmente que podían estar guarnecidos con cimeras y cubrenucas, pero no sabemos si estas últimas eran de malJa, como parecen indicar las pinturas del Partal, o si se trataba de la prolongación de su extremo posterior. En este sentido recoge igualmente el uso de almófares cerrados, no presentes en la iconografía, y de posibles defensas de origen cristiano (70).

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La iconografía cristiana peninsular no recoge modelos parecidos, mientras que Mayer señala que desde finales del siglo XI hasta época otomana los yelmos del Cercano Oriente se caracterizaban por una forma cónica sin nasal evolucionando hacia formas más altas y apuntadas (71). Algunos ejemplares mamelucos tempranos (72) muestran la esencia del modelo si se prescinde de sus guarniciones. Por ello podría tratarse de un tipo de procedencia oriental, más ligero que los modelos cristianos usados hasta el momento como también recoge Ibn al-Ja¡Ib (73). En lo referente a las defensas corporales carecemos de representaciones a excepción de una cota de malla con mangas cortas en el Partal (Fig. 9). Únicamente Ibn Hugayl aporta datos fiables al respecto al constatar cierta diversidad formal según sus características, ya que pueden ser amplias, ceñidas, de mayor o menor fortaleza según el número de anillos entrelazados o cerradas en el cuello. Junto con ellas menciona la utilización del jawsan con o sin peto, modelo oriental caracterizado por combinar pequeñas launas con la malla anular no identificado en otras fuentes literarias o iconográficas peninsulares (74). 3.3. Arreos En el período anterior señalábamos cómo algunos elementos claramente islámicos pervivían sin interrupción a lo largo de los siglos XIV o XV. Las fuentes no permiten apreciar la adopción de nuevas variantes en este momento, a excepción de un modelo de silla de arzones bajos. Caracterizado por la inclinación que adquieren las caras exteriores de los arzones, está presente en un sepulcro procedente de Vileña (Fig. 8) y en la Sala de los Reyes de la Alhambra asociado a caballería ligera nazarí montando a la jineta. En el siglo XIV nazarí parece clara una separación de la trayectoria del sultanato respecto al reino de Castilla. dada la pérdida de importancia de los equipos cristianos adoptados paulatinamente durante todo el siglo Xlll. Tanto las fuentes cristianas como musulmanas así lo confirman. Desde un punto de vista militar se produce el predominio de la caballería ligera. cuyo nuevo auge puede explicarse en gran parte gracias a las nuevas condiciones y escenarios de la guerra y a las relaciones exteriores del sultanato. El infante Don Juan Manuel dejó un testimonio claro de su admiración por los sistemas ligeros en el Libro de los Estados, donde llama la atención so bre las tácticas nazaríes, que no debieron diferir mucho de las presenciadas por Amaldo de Narbona o Jiménez de Rada a principios del siglo anterior. El infante castellano comenta su movilidad y advierte del peligro de sus retiradas ficticias. A pesar de ello queda abierto el interrogante de saber hasta dónde se abandonaron los equipos pesados de corte cristiano o si éstos quedaron reducidos a cuerpos de élite. Es importante tener en cuenta que Ibn Jaldün muestra una visión distinta a la de Don Juan Manuel en su al-Muqaddimah ( 1374-1378). donde narra las ventajas de infantería y caballería cristiana al servicio de los gobernantes del

Norte de Africa, cuya principal cualidad era la de poder mantener la posición frente a las tácticas basadas en constantes acometidas (75). Esta nueva situación implica por tanto una clara diferenciación con el territorio cristiano, donde los modelos europeo~ de la época son los dominantes. A pesar de todo, el proceso visto hasta ahora se invierte de alguna manera, ya que a partir de este momento serán los cristianos fronterizos quienes parecen vivir una nueva fase de aculturación por sus luchas y contactos constantes con los nazaríes, que en otros aspectos dará lugar incluso a instituciones comunes como los jueces de la frontera (76). Los caballeros de la frontera adoptan las annas, tácticas e incluso indumentaria granadina, muy probablemete como consecuencia de los nuevos espacios en los que se desarrolla la guerra. La Gran Cr6nica de Alfonso XI narra diversos episodios ilustrando este fenómeno de aculturación que incluso llega a crear problemas de identificación (77). La necesidad de aplicar los sistemas nazaríes está claramente reflejada en una conocida disposición de las Cortes de Guadalajara de 1390, en la que el monarca castellano aconseja el uso del equipamiento a la jineta en la frontera porque cunple mucho a nuestro servicio e delos nuestros reynos. Es importante señalar que en ocasio-

nes se ha querido magnificar este proceso, que s610 afecta a una parte del reino, para negar una evolución de Castilla pareja al continente. En lo referente a la segunda mitad del siglo XIV parece que Granada no vive un período tan trascendental como Castilla en el perfeccionamiento de su armamento. mostrando su preferencia por el mantenimiento de usos y relaciones con su ámbito cultural. Las aportaciones orientales citadas, documentadas en la segunda mitad del siglo XIV, hacen imprescindible el estudio de las influencias derivadas del ascenso en Oriente del poder otomano desde principios de siglo. En cualquier caso parece claro que éstas conviven con los elementos de época almohade en uso y que en su día revalorizaron la tradición. El estudio del armamento granadino durante el siglo XV todavía no ha sido abordado en detalle a pesar de la trascendencia de los momentos previos a la conquista. En líneas generales los datos disponibles indican la continuidad de las características reseñadas para el siglo XIV. Los excepcionales documentos iconográficos de la sillería del coro de la catedral toledana, obra de Rodrigo Alemán (1489-1495), y de la Biblia de Alba de 1430 muestran la pervivencia de equipos y conceptos vigentes el siglo anterior (78). En esta última también se señala ocasionalmente la adopción parcial de elementos de arnés cubriendo algunas extremidades. Hernando del Pulgar (79) documenta la vigencia de las tácticas de torna/uye en el sitio de Loja de 1482 donde siguieron su manera antigua de pelear, y la presencia entre los castellanos de gentes armadas a la jineta en igual número que la caballería típicamente cristiana. Ello no impide la aparición de nuevos elementos y circunstancias necesitados de estudio que aquí sólo son

esbozados. Entre ellos cabe destacar las dagas de oreja, arma que alcanza una gran difusión traspasando el ámbito geográfico y cronológico del sultanato. A pesar de su importancia los interrogantes planteados en los trabajos clásicos existentes sobre ella siguen abiertos (80). Su origen todavía es tema a debatir, al igual que las relaciones entre las producciones nazaríes y del norte de Italia, o la génesis de sus distintivas características formales. Junto con ella, la artillería, documentada desde \342\344, necesita de un estudio en profundidad, ya que hasta el momento sólo se ha abordado desde el punto de vista de los reinos cristianos por su enorme trascendencia en la conquista del su\tanato (81). 4. EPILOGO. LA HUELLA DEL ARMAMENTO ANDALUSI EN LA ESPAÑA CRISTIANA DEL RENACIMIENTO La pervivencia del armamento, arreos y tácticas o usos nazaríes en la España renacentista ha sido evocada en numerosas ocasiones, con referencias constantes al gusto por objetos o actitudes y costumbres, como puedan ser las espadas jinetas, las dagas de orejas o los juegos de cañas, donde una cuadrilla debe ir vestida como los «moros», donde se monta a la jineta, se utilizan adargas o se engalanan las monturas con barbas turcas. Estos juegos, de gran aceptación en la corte, actúan por tanto como un elemento transmisor. En este sentido es importante señalar su carácter como fósiles de las tácticas de torna/uye practicadas durante el medievo, aunque, eso sí, reglamentadas y adornadas con nuevos movimientos. Las cuadrillas arrojaban armas de asta ligeras según la tradición musulmana y emprendían la retirada, en la que los jinetes se volvían sobre las sillas protegiéndose con las adargas en un movimiento ya representado en las Cantigas (Fig. 6). Este fenómeno, merece por sí solo toda la atención, tanto en lo referente a la producción de objetos como en las modas a las que responden, y reclama un estudio en profundidad. La población morisca mantiene la tradición artesanal y aunque sus producciones van perdiendo pureza con el tiempo, plantean el problema de su pervivencia y de la distinción entre productos anteriores y posteriores a 1492. El inicio del problema pudo haber sido contemporáneo al propio período nazarí, ya que para entonces el artesanado mudéjar o incluso cristiano de las ciudades conquistadas pudo iniciar una producción destinada a satisfacer los gustos y modas que miraban hacia Granada. En este sentido es necesario estudiar con atención la pureza de los patrones decorativos musulmanes o la presencia de motivos. inscripciones o marcas que no correspondan con este mundo. como sucede con algunos rasgos de las jinetas del Museo de San Telmo de San Sebastián, del Metropolitan Museum of Art de Nueva York, procedente de las colecciones del Marqués de Dos Aguas y del Duque de Dino, en la vaina del estoque nazarí del Museo del Ejército. o en la jineta llamada de la colección Campotejar (82). La identificación y catálogo de estas producciones, o la manera en que evolucionan es una línea de investigación

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de gran interés, aún por estudiar, que vendría a cubrir un vacío importante en la historiografía.

(16) Sobre estos cascos ver: REINHART. 1947. (17) GARCIA GOMEZ, 1967, p. 166.

La huella en este campo es por tanto indudable. El arzobispo Jimenez de Rada no habría podido imaginar cuando describió con cierto desasosiego la batalla de Alarcos (1195), donde vagabantur arabes (y) mauros mittit ad tarthnra, christianis transmillit ad eterna pala· tia, que esas prácticas acabarían convertidas con variatnes obvias, en juegos de corte que perdurarían durante el período de la Casa de Austria.

(18) RETUERCE-ZOZA YA. 1986, fig. 26.3 , p. 110 (19) AI-Razl, trad. Garcfa Gómez, 1967, pp. 65-69. (20) GARCIA GOMEZ, 1967, pp. 172-173. (21) Ver: KÜHNEL, 1971 (22) AI-Razl, trad. GarCÍa Gómez, 1967, pp. 229-231.

l:I awqal, 1971 , p. 66.

NOTAS

(23) lbn

(1) El primer trabajo global sobre armamento peninsular,

(24) SCHLUMBERGER, 1946.

incluyendo AI-Andalus, se debe a GONZALEZ SIMANCAS en 1925. Para una bibliografía sobre el Islam es imprescindible consultar: CRESWELL, 1960, pp. 547591; CRESWELL, 1973, pp. 191-195.

(2) Para un repertorio de líneas de investigación ver: GAIER, 1979. (3)GARCIA GOMEZ, 1967 ; BRUHN DE HOFFMEYER, 1972 & 1982; SOLER DEL CAMPO: 1990. La Plena y Baja Edad Media han sido contextualizadas «in extenso» con el mundo cristiano en: SOLER DEL CAMPO, La evolución ... , publicación en curso

(4) Para mayor información en todo lo referente a esta fase ver: SOLER DEL CAMPO, 1986 & 1990.

(5)Ibn Hayytin, trad. Viguera y Corriente, 1981, p.138; lbn Suhayd, trad. Dickie. 1975, p.174; lbn Sa'ld al-Magribi, trad. García Gómez, 1978, p.157; Garcfa Gómez, 1967, p. 163; PERES, 1983, pp. 355 & 358). (6) Para lo referente a la eboraria califal consultada ver: KÜH· NEL, 1971;AI-Andalus, 1992, n. 4 & 7, pp. 198-20 1 & 204-

206. (7) Beato de Gerona. Fol. 37°. Millán Crespo, inédito. (8) Para lo referente a los Beatos ver: Los Beatos, Europalia, 1985. (9) Embajada, Ed. Paz y Melia, 1931 , p. 178; al-TurIOS!, trad.

Alarcón, 1930, p. 332.

(25) GLICK, 1979, p. 253 (26) Ed. Pérez de Urbel, & Ruiz Zorrilla, 1959, p. 184. (27) AI-Razl, trad. GarCÍa Gómez, 1967, pp. 48-49 (28) Sobre estos sistemas ver: LATHAM & PATERSON. 1979. (29) WERCKMEISTER, 1958, pp. 948 y ss.

(30) Para lo relacionado con los equipos califales en general es muy elocuente la descripción del alburuz del año 97 t. Ver: AI-Razi, trad. GarCÍa Gomez, 1967, pp. 64-72. (31) El único ejemplar conservado se encuentra en una espada de ceremonia de la Real Armería de Madrid (n° cal. G· 22). Ver: Cantigas, 15, 46,50. (32) Para el estudio de este proceso ver: ROSS , 1963; BUTTIN, 1965 & 1972; NIC OLLE, 1980; CIRLOT, 1985 (33) Ver: LEVI-PROVEN
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