Notas sobre existencialismo.

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Descripción

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De los temas que resuenan de forma sugerente, y dan pie a una larga exposición sobre el quehacer filosófico de la modernidad, es la impronta del existencialismo que firma y da lugar a una exclusiva tensión con respecto a los modos de ser y conocer. En gran medida no hay un conocimiento que no esté ya soterrado o enmarcado en una pre-comprensión ontológica. Sin embargo, hay por debajo del devenir de la filosofía, un sentimiento difuso, reprimido, como una imposibilidad de acceso a la actualidad. Cito la “tesis de la inactualidad”, planteada por el profesor Sergio Rojas, que llevó este curso por diversos trazos, todos atractivos desde el punto de vista de la discusión, y que estaban a mi parecer, conectados con una temporalidad compleja, en torno a

la idea apocalíptica

nietzscheana de la devastación de toda norma secular. Sin duda, por debajo de estos procesos se esconde una sensación de desolación, en donde todo parece ser hoy en día, el resultado de este proceso nihilista que ha asolado desde la antigüedad, tomando formas diversas y amparándose como una ruptura del sentido. La pregunta que asoma es ¿Qué o Quién provoca esa ruptura? Por qué le va a la filosofía tener que lidiar con esta realidad de desolación y angustia sostenible? Importante destacar el curso del profesor Sergio Rojas “El fin. El tiempo en los límites de la representación”. Ahí se mostró una tensión que establecía la imposibilidad filosófica, en su condición de inactual, de estar desfasada en ciertos aspectos, no, sin embargo, en sus principios, que aun operan en lo factico, sino en tanto modo de conocer y legitimar ese conocimiento como espejo de lo real. En la hipermodernidad, se construye una sala de espera, relegada a lo inútil del saber teórico y su (in)posible acción. Por consiguiente, la inquietud crece, sobre todo cuando los profesionales de la filosofía empiezan a quedar compelidos a un campo reducido de acción- lo que constituiría un problema político de legitimidad y valoración de una profesión- el problema cruza por un pasado constituido de señales y sólidos tratados en esas materias. El tema del tiempo, de las condiciones de posibilidad del conocer, las epistemologías en general, todos estos programas del saber, llegan a la misma tensión, a una cierta sensación de fracaso en la aproximación a lo real. Aquí ya no se trata del concepto de realidad, sino de “lo real”. ¿Qué sería entonces fracasar? ¿En qué se fracasa o con respecto a cuál objetivo? Particularmente la filosofía se ve constreñida a un límite, a un cierto margen que la apresa en una aporía radical, no solo desde el interior de sus presupuestos, sino también en el modo de entrar en relación con las cosas. Por tanto, este punto sobre la relación de la filosofía con lo real, se 2

traza como un rodeo necesario y eje articulador de la noción de devastación, de crisis insostenible, y por consiguiente de la idea de inactualidad.

Entre las firmas destacadas para este informe :

Nietzsche, Heidegger, Benjamin, Sartre, Derrida. Por qué estos autores, porque se acercan con mayor precisión al problema del tiempo, a una noción de alteridad que afecta toda disposición a conocer. Todo principio, categoría o ley cumple su objetivo en la medida en que lo que enuncia no se modifica en el tiempo (por lo menos es lo que persigue), es decir, se sostiene argumentativamente, así es el caso de la teoría gravitacional, por ejemplo, que aunque pasen los años seguirá dictando una modalidad física de los objetos en el espacio. Pero hay otros casos, como la ley de causalidad, que queda en entredicho. Nietzsche es uno de los pensadores más radicales en dejar este principio en tela de juicio. El efecto de esa crítica no solo afecta a la física sino a la propia filosofía arrojándola a la devastación y fractura. La filosofía se fractura con Nietzsche, queda presa de su nihilismo, eso es lo paradojal, que el nihilismo le va a la filosofía como modo constitutivo de ser. Tanto reactivo como progresivo, el pensar filosófico se entrampa a la aporía y en el círculo hermenéutico que la lleva indefectiblemente a su diseminación. Los textos de filosofía hablan de Nietzsche como el pensador responsable de ese giro, sin duda es así, él es el quiebre, el extremo de Platón, aunque personalmente no estoy tan de acuerdo con lo que Heidegger menciona del pensador alemán. Éste último lo inscribe en una directa polaridad platónica; personalmente creo que no, contrariamente pienso que Nietzsche es el punto final del proceso metafísico, desde Platón a Hegel. Es el momento final del desarrollo del pensamiento occidental, en su relación con la técnica, la religión, el arte y los métodos científicos. La idea de técnica ( techne) en su sentido heideggeriano, esboza claramente el peligro que comporta para la especie humana, en la relación estrecha con la producción y la respuesta frente a la misma por un sentir apocalíptico. Como las piezas de un collage, de un mapa anímico que no solo afecta a lo colectivo, sino transversalmente a lo individual. El fundamento ya no alcanzaría a asegurar que el sentimiento de devastación pueda decrecer con mayor notoriedad. Desde lo colectivo a lo particular desfonda de manera radical, tanto en los gestos, las prácticas, como en los modos de vida, una cotidianeidad aceptada, consensuada, que provoca la sensación vacía de solipsismo que afecta directamente a la especie humana, quizá desde el comienzo de su evolución o desde el momento en que tecnificó su razón como una subjetividad insaciable, egoica, narcisista, íntimamente con el poder.

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relacionada

El utilitarismo negativo de la subjetividad, que encontró en Descartes, el efecto palanca que abrió el espacio de desarrollo de las formas de conocer, de un pre-método propicio a la metafísica, llega a su radicalización en Kant. En éste último se expresa como una elaboración sistemática inimitable. Nadie podría haber llegado como Kant a elaborar una conceptualidad sistémica de esa envergadura. Sin embargo, para efectos del desarrollo humano, las formas de pensamiento van dirigiendo las normas de vida, los credos, las opiniones, las percepciones extra académicas, incluso participan aun, en un cierto grado, del sentido común de una población. Este ejercicio transversal de la filosofía le pasó la cuenta a la modernidad convirtiéndola en un acopio de información que en variadas ocasiones resulta perfectamente prescindible a la vida diaria. Pero eso lleva radicalmente a experimentar un descontento, una angustia, una sensación de fracaso, es una sensación de no saber, un sentimiento de lo insaciable, es decir, lo que nunca se puede gratificar. Una sociedad del apetito que no calma en deglutir, de hacer digestión y en dar un paso al lado con lo que correspondería hacerse cargo. Aquello que corresponde a la propia especie humana, su relación con las cosas, con el tiempo, con la posibilidad de liberarse de esa sensación apocalíptica, nos lleva como civilización a una experiencia de la nada. Un nadear, conjugación sospechosa por lo demás, pero en fin, heideggeriana, que se hace eco y cabo de la confusión y el dolor.

1.Experimentar esa nada/ las formas de un por qué

“Por qué el ente y no más bien la nada”, interpela Heidegger, abriendo esa inquietud radical a la totalidad de la concepción del ser del ente, y ya no del Dasein, como existente singular. Interroga por lo originario, por el estatuto inamovible de lo propiamente originario, y sin embargo, inmediatamente, contempla la posibilidad de su escisión, su corte, lo otro que asecha al ente y a su ser o “lo atraviesa como una lanza”. Resuena en esta doble pregunta, un temblor visible, traducido a la complejidad de la existencia. A veces ésta, la existencia nos es extraña, nos sorprende, nos deja con “un signo de interrogación que sube por la garganta”, dirá Mistral, en cierto sentido nos confunde y aqueja. Cómo luchar con esa sensación, desde lo particular de todo ente existente. Sólo mediante la sensibilidad frente a las cosas, o la capacidad de afectar-se ante lo que nos rodea, un pathos inevitable. Podemos una vez más dimensionar la resonancia de esta pregunta: Por qué el ente y no más bien la nada? De las diversas formas de devastación de principios, esta sería la más arrolladora porque remueve las bases de toda certeza y “fe” en la vida. La pregunta que interroga por la posibilidad de la nada, dibuja una incertidumbre, nos enseña que el compromiso con lo existente, lo que esta sostenido y constituido por un ser-fundamento, corre padecer la amenaza 4

constante de un abismo, de una ausencia de fundamento, o si se quiere de una fantasmagoría obtusa que lejos de donar sentido a la existencia nos arroja a la incertidumbre y a la caída a lo informe, a la nada, a lo que está muy lejos de tomar forma entitativa para la vida. La pregunta heideggeriana nos pone de paso en ese abismo, nos hace señas, indicando que la pérdida de sentido, propio de una sociedad tecnificada, llega a su radicalidad, instalándose como ruta de peligro. ¿Por qué el ente y no más bien la nada?, en tanto pregunta, traza dos líneas para el Dasein. Son dos ámbitos que le atañen al ser de lo existente y con ello al fenómeno de la vida, en su conjunto, en su complejo sistema de relaciones, que vistos y sentidos desde la fe o desde el paternalismo del fundamento, “deben”( con un acento de obligatoriedad y norma) tener sentido. Aquí la filosofía nos advierte el problema, bajo formas académicas, conceptuales, sin duda sofisticadas, por el rigor semántico, y que por lo demás acotan y donan de sentido el nivel de discusión en que están situadas. Pero por otro lado, y motivado por el curso de este segundo semestre, impartido por el profesor Sergio Rojas, el tema de la imposibilidad y de la inactualidad me parecen claves para adentrarse en los problemas filosóficos, bajo un tono apocalíptico, acento cuya tilde indica un desasosiego, angustia y extravío de una cultura basada en la consumación obsesiva de su intención (voluntad/ querer). Hay mucho de eso fuera de la academia, en lo que constituye la vida inmediata, un movimiento de emociones, sensaciones, estímulos, temores en el individuo, que reflejan de manera descarnada, lo que la filosofía enuncia y anuncia como problema. La pérdida de sentido, la sensación de que en verdad nada importa, menos los grandes temas( gigantomaquía), la relación económica y mísera con la temporalidad, el vivir bajo la forma del “ a contra tiempo”, siempre alcanzados, siempre con la soga al cuello, pero nefastamente sin rumbo, esperando ni siquiera lo inesperable, sino que nada ,esperando la nada . O tal vez esperando en la nada, con el sin a la mano, lo sin sentido, la ausencia de proyecto humano. Con proyecto humano me refiero a establecer una visión crítica integral de la vida o de la existencia en su complejidad, no de proyecto de cosas adquiribles, objetuales etc. La carencia de proyecto es algo que viene rotando desde el mundo griego, una especie de nihilismo, donde la metafísica ha anidado, desarrollando una política de la ausencia del cuerpo, la condenación del mundo sensible, y la supra-valoración de lo inteligible, de aquello que habita a des-tiempo, en forma a- histórica, en el fondo como pura conciencia de- sí.

Los griegos, para Nietzsche, son los que dan el punta pie al movimiento nihilista de la vida. Cultura que instala las bases de la metafísica, de la conceptualidad y la dialéctica. Los modos de argumentación son los instrumentos de legitimación de una intelectualidad que pretendía estructurar 5

la polis, asignándole al filosofo Rey (en el caso de Platón), el papel de conductor de ese sistema piramidal. Luego la condenación de las artes, en tanto miméticas, habitables solo en el eidolon (imagen) de su existencia, por tanto copias imperfectas y falsas, pasa a demarcar el carácter diferencial y denotativo del pensamiento platónico. Un pensamiento temprano que arribaba violencia, jerarquización y racismo.

La sensación que queda en el aire, es que si el nihilismo comporta una forma cultural, inherente a occidente, que parte con éste de la mano, cómo entonces poder hacernos a un lado de esta negación, de esta ausencia, cómo reducir el carácter existencial de la nada, si ella misma es parte de la existencia, parte de los contenidos de una cultura que permanentemente primó lo inteligle a lo sensible, el alma al cuerpo, lo eterno a lo temporal y así sucesivamente? En el pensamiento medieval se consolida el carácter casi fundacional del nihilismo, ligada a los componentes de la creación originaria, divina. La nada aparece como anterior a la creación y al despliegue temporal de la propia vida.

No hay forma de liberarse de aquello que pende de la constatación de que hay también la nada en la existencia. Ésta (la existencia) se presenta como vasija, como escenario de múltiples elementos que nos motivan a valorar su condición visible, palpable, experimentable. Pero al lado de ella, como venida de la mano, la nada, a veces pensada como punto de partida de la existencia, otras como carencia de sentido, y en gran parte como lo informe, lo que produce angustia, confusión y retiro de la vida, comienzan a dominar nuestra inquietud reflexiva. En el arte, particularmente, se nota este voto por el deceso, el suicidio, a pesar de ser artistas poseedores de un talento y sensibilidad impecables, aun así desertan de la vida, sea porque han llevado una existencia tormentosa o porque asolados por la abulia prefieren hacerse a un lado del curso natural de las cosas. Para qué citar nombres, sabemos quiénes son estos perfiles repartidos en diversas disciplinas artísticas. La sensación de la nada se da en los temperamentos dotados de una sensibilidad irritada. Los artistas marcan esa pauta. Sin embargo en los individuos que no participan de estos oficios, también se da esa emoción nefasta, y quizá con mayor aridez, al no dejar huella de obra en vida. Por tanto este sentir la nada nos atraviesa como diría Heidegger, produciendo los primeros indicios de catástrofe y tintes de dolor.

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Sartre se presenta como un autor idóneo para zanjar estos puntos. Continuador en parte del proyecto heideggeriano, las materias referidas a la existencia cobran rigor, en un texto fundamental del autor, rotulado: “El Ser y La Nada”. Aquí podríamos yuxtaponer la pregunta heideggeriana, ¿Por qué el ente y no más bien la nada? El ente y la nada ahora en el titulo del texto, relucen juntos, en el entre de una Y que los separa paradojalmente unidos. Avanzan de la mano como emoción y percepción, se configuran mutuamente, pasando a ser la doble faz de la existencia. Y es la pregunta que gatilla toda sensación de duda e incertidumbre, la que ahora se despliega como permanente posibilidad de desfondamiento y atentado al carácter normativo de la representación y de todo intento de substancialización de lo real. Afortunadamente en Sartre su existencialismo se inscribe en la confianza de que el propio proceso de incertidumbre en el individuo, conforma una idea de humanismo, de un afrontar con un blasón en frente el devenir y la alteridad. Aun cuando la nada aseche la constitución mental del sujeto, éste tiene también la certeza que la existencia, en tanto anterior a la esencia, nos mantiene arrojados, en el ahí del tiempo, haciéndose innecesaria la pregunta por un fundamento originario que nos ampare de forma paternalista. La libertad del programa sartreano plantea una especie de libertad incondicional, un humanismo que trabaja por la participación en el devenir, sin cobros ni deudas con el fundamento. Por tanto, si sentimos de improviso la sensación de la nada, es porque nos va en nuestra existencia, nos hace oscilar como un péndulo entre el desamparo y el hallazgo de sentido.

2. Creer que se cree, es un trazo en G.Vattimo

Definitivamente el texto de G. Vattimo, “Creer que se cree” paidos, ed., merece ser atendido tanto por la claridad, y efectividad de sus anotaciones. Toca una fibra esencial con respecto a la pérdida de sentido.” Justo ahí, en el límite de lo insalvable, es donde el individuo intenta aferrarse a un verdad o a un fundamento”. Llama la atención ese límite insalvable, que fuerza al individuo a decidir por amparase bajo un árbol que le de sombra. El mismo Vattimo confiesa en este texto, su antigua fe cristiana, y cómo a lo largo de su vida, comienza a desertar de esa fe, cuando descubre la eficacia de la filosofía para desmontar estos credos y dogmas anclados en la tradición. Sin embargo, el autor determina también el grado de susceptibilidad de la especie humana, no sólo en el límite de lo insalvable sino cuando ésta recurre a un poder superior que lo proteja, en una situación incontrolable. Decimos situaciones límites, donde el aprieto es sensación de no poder solucionar nada con la voluntad humana. Cuando esa voluntad no puede actuar, es cancelada, y reemplazada por lo apuesto supraterrenal. 7

En la hipermodernidad que habitamos, los niveles del Deseo aumentan en demandas, en gratificaciones urgentes donde la eroticidad de los objetos, y el sobre estímulo de consumo y de consumación lideran la subjetividad de mercado. Podríamos denominar un sujeto de mercado que traslada la fe desde un dios a los valores económicos. Pone los énfasis en la producción y en la apropiación de cosas, fija su meta en el reconocimiento de los demás, denominando su campo de acción como estatus. Esa enajenación o locura peculiar, revoluciona su amor por la vida, su apego a la vida en tanto placeres como trofeos, condecoraciones triviales que le son huella de la aceptación y acceso a la vida. Por tanto la vida se presenta como una tienda, los sentimientos, las personas, hombres y mujeres, pasan a ser objetos posibles de consumo, cuantificables, de la misma forma en que entramos a un supermercado, encontrando marcas distintas de un mismo producto, así los individuos se transforman entre sí ,en objetos posibles de consumo, desechables, intercambiables, prescindibles. Tantas marcas como diseños hayan detrás de las vitrinas, y el mundo como una vitrina esférica, exhibe, rotativamente, los exponentes a adquirir. El tema de un valor, que no sea cifrado poco importa, menos un cuestionamiento de fe, y más lejano una paradoja filosófica. Cierto, es un paisaje apocalíptico para los que les fue dotada una sensibilidad irritable. Aquellos que aun navegan contra corriente dedicados al oficio de pensar y escribir, más aun si se ejercita el arte de la crítica tanto académicamente como en la vida diaria. Vuelvo a la frase que lleva por título el texto de Vattimo: “Creer que se cree”. Se antepone la creencia de un credo. Tenemos la ilusión de que realmente creemos en algo. Nuestro nihilismo llega a tal punto que creemos, no a ciencia cierta, que creemos en algo o alguien…Pero ¿creemos realmente? Esa es la metáfora abismal que a mi parecer, plantea Vattimo. “Creer que se cree”, es una formula terrible que desmonta la fe, es decir hay fe si hay restitución, si acude ese poder salvador a resguardarnos. Esperamos la atención de ese poder, pero cuando estamos fallidos, débiles, sin fuerzas, en problemas serios, se nos desvanece en partículas. Es un creer cuyo fin es la vuelta de la moneda. Hay un doble desamparo: la ineficacia de creer sin certeza y por otro lado, el grado de inestabilidad de una creencia, puesto que si el ruego no es compensado, deja de haber fe en la creencia. Un círculo vicioso, propio de la hipermodernidad que sacude sus escamas para quedar al desnudo sin armazón ni escudo. Otra vez queda el sujeto a la intemperie, sin suelo ni cabo donde aferrarse, sondeando o investigando el antídoto que podría liberarlo del sentimiento nihilista de forma consciente o inconsciente. Cómo hacer para salir del fango?, En la actualidad han brotado un centenar de 8

terapias, métodos espirituales, tácticas, etc., que vienen a llenar el espacio que dejo la fe tradicional. Todas las preguntas sin respuesta que dejaron las teologías dominantes hoy se ven depotenciadas, llevadas al más bajo nivel de credibilidad e inoperancia para casos y problemas que afecten la psique en tanto espíritu. Es una característica notoria de la hipermodernidad la búsqueda de lo alternativo, el refugio en lo espiritual, sin duda son validas todas las búsquedas que aspiren a sanar o a desatar lo reprimido, los complejos, o los problemas graves de personalidad. El problema es que la sensación que dejan esas búsquedas se despliegan por el sentimiento de ausencia, esa nada, que despista, que desborda todo hallazgo de sentido. Esa nada es capaz de cruzar como una aguja fina el telar de la vida humana, rompiendo las junturas y nudos de la malla. Desde la nada, desde la carencia, desde lo informe, se gatilla la acción de sanación, como una paradoja y causa de la toma de decisiones. Puede que no sea la sensación de nada la que gatille una toma de decisión, muchas veces el conflicto es reconocido, es decir hay algo y no nada que produce el problema. Lo relevante es admitir que detrás de una crisis se encuentra lo informe diseñando un vacío, próximo a traducirse como trazo de nihilismo exacerbado.

3. Clausura es apertura/ modos de abrir la norma de pensar

Como tercera parte y final de este artículo, comento el ya conocido problema de los márgenes de la filosofía, cuyo texto “Los márgenes de la filosofía” de J.Derrida iluminan mediante el análisis y el rodeo temporal, el tema de la escritura (metáfora) como apertura, frente a la clausura del concepto. Ahora, cómo esto se conecta con el tema del nihilismo? Qué tiene que hacer aquí la nada como definición en esta trama? Hay un nudo, que tal vez no lo tengo tan claro, pero creo que puede hilarse al problema del pensar. Pienso que está en intima relación con la sensación de ausencia de fundamento tanto en la modernidad como en la hipermodernidad. Lenguaje y pensamiento configuran la trama del tiempo y del espacio. Sin estos instrumentos humanos no podríamos figurarnos “nada”. Mediante el pensamiento, el habla, y la escritura podemos expresar un mundo de cosas para la conciencia. Creo, y espero no sea esto una relación forzada, que la forma de pensar el mundo o lo real determina directamente un modo de sentir y experimentar. También determina la forma de percibir, el lugar que designamos y decidimos habitar en un mundo. Toda la historia de occidente ha sido y se ha configurado como una manera particular de representarnos lo real. Mediante el habla y el lenguaje, hemos nominado, definido lo 9

que nos parece correcto o incorrecto, lo bueno y lo malo, lo inteligible y lo sensible, en fin, nos hemos servido de los conceptos binarios con los cuales nos referimos al mundo. Pensamos y hablamos, exteriorizamos las ideas en conceptos, ideas, y las llevamos al proceso de escritura, así fijamos en el tiempo lo que percibimos en el aquí y ahora de ese presente. Sin embargo ya todos sabemos la profunda crisis que depositó la metafísica en la búsqueda de un saber de lo real. Elaboró un conocimiento como poder, instrumentalizó la tejne como arte de producción de saber, en tanto subordinación, explotación y sobre agotamiento de los recursos a –la- mano. La metafísica ponderó el mundo como un cofre disponible, opero con sustituciones e hipostatizaciones, que a lo largo del camino era simplemente la operación de sublimar la idea por sobre el objeto. Es el gesto de poder clásico de la ontología que destrabajó una política afable con lo sensible. Por el contario llenó las enciclopedias de contenido y elaboró tratados de la naturaleza del conocimiento, del alma, el ser, el tiempo, el espacio, usando la especulación lingüística, sin ningún eje de experimentación. Al margen, no es mi intención legitimar a la ciencia y sobrestimar a la filosofía. Pero creo que el grave error del pensamiento filosófico fue entramparse mediante argumentaciones de acomodada realidad semántica. La aporía por ejemplo, los problemas sin solución que quedaban sueltos, sin conectividad ni representatividad con la experiencia. La reflexión filosófica se sustrajo mirándose a si misma durante siglos. Sin embargo, su belleza, a mi parecer, reside en la capacidad de enajenarse en la construcción de formulas y matices, al borde los tropos y metáforas poéticas. Se da en muchos autores, sin desconocer el inmenso aporte a la especulación critica que dejaron a- la- mano y que hoy nos ayudan a abrir las interpretaciones que la tradición dejo del mundo. No es la intención de este artículo el componer un informe bibliográfico, más allá de mencionar a Kant, Hegel, Husserl, Heidegger, en fin, la idea es abrir, si es posible, los temas neurálgicos que reflexioné en el seminario del profesor Sergio Rojas. El nihilismo del pensar. Los conceptos de la filosofía, su orden de razones, todo el entramado de su sistema comportan el germen nihilista que si no fuese por la apertura de las letras, del ejercicio de escribir, no se hubiera generado la apertura y el deslizamiento de la metáfora, como operación destructora de la representación. Podríamos usar la metáfora del poeta Paul Celan, cuando escribe “Las rejas del lenguaje”. Extiendo esa metáfora y quizá de manera más pertinente, a las rejas del pensar, a los barrotes, los márgenes de la representación que limita no solo la apertura de un pensar otro, sino también a la psique, al ánimo, a la emocionalidad, que ya es tipificada y positivada en los cánones de la conceptualidad. Si nos ponemos a imaginar la historia de occidente como la historia de la psique, ésta se ha llenado de contenidos intelectuales y de formas estratégicas de aproximarse a lo real; no es más difícil deducir que el elemento nihilista, devastador, en los modos de definir lo real, traduce una emocionalidad adjunta a esa conciencia de occidente, distinta por lo demás a la de oriente. Por 10

supuesto que el mundo oriental ya está completamente tecnificado, conservando quizá sus tradiciones en un grado de integridad. Aun así nos distinguimos de ellos, con el solo hecho de pensar que las técnicas físicas y mentales que desarrollamos como cultura durante siglos, nos ayudan a los occidentales a bajar los niveles ansiedad y tensión. Nunca occidente se intereso por elaborar una técnica de conservación al cuerpo. Sólo potenció y agenció los principios que fue hallando en sus investigaciones técnicas y científicas, constituyendo una subjetividad, una psique de comportamiento particular. Si los modos de definir el mundo, desde el platonismo hasta Hegel, proceso largo de consolidación de la ontoteología, fueron de extremada exclusión y jerarquización de elementos binarios, que nunca coexistieron de forma pacífica, ¿Qué cuenta podemos pasarle a la filosofía occidental y al propio sujeto que cargó con esos símiles mentales?. El sujeto se llenó de peso, el pensamiento del peso, de la gravedad, del cual Nietzsche confrontaría en la “Gaya Ciencia”, en un saber capaz de reírse de esa gravedad ontológica. Intento conectar la intima relación que existe entre pensamiento, psique y filosofía. De estas formas de saber se derivan las formas de comportamiento, las formas de emocionar-se en lo real. La emoción, el sentimiento de angustia, la sensación de nadear en la nada , de no tener fundamento, se desdice y deja de manifiesto que el pensar ontológico cavó su propio nicho y en él enterró al sujeto moderno. En cierto sentido lo clausuró y lo limitó durante dos mil años de filosofía, a una condición de cierre, de clausura, en los márgenes de la representación conceptual. Más atrás la razón, desde la cual Platón condena a los poetas porque en ellos se custodia una libertad de expresión sensible y plástica, reafirma el diagnostico del fin del pensamiento ontoteológico. Frente a lo anterior, como fuga y salida, el poema se muestra en tanto artesanía expresiva, nacido y conservado en la alteridad de su

polisemia, no se limita a normalizar el mundo sino a re-

significarlo. Le da interpretación al mundo y a los que lo pueblan. La poesía hace de la existencia un modo de emocionar y pensar no apropiativamente. La expulsión de los poetas en la polis, deja en claro el rechazo del filosofo ateniense a verse sobrepasado por la emocionalidad y la belleza sin norma. Tomando lo expuesto, difícil no desapegarse de una idea de violencia, de un pensamiento de la jerarquía institucional, de la arbitrariedad de la ley y las formas de control sistemático. Ha sido una práctica desde la antigüedad hasta nuestros días. Es el sello de occidente, un temple o temperamento anímico dirigido sin vuelta al sentir del pesimismo. La búsqueda de la apertura que llevo a la deconstrucción a afiliarse con el arte y propiamente con el lenguaje poético, dejó a la gramática las condiciones de apertura. Demostró que en la propia escritura se llevaba a cabo el diferimiento de los conceptos y la extensión de las operaciones 11

sustitutivas, que abrían por sí solas campos de sentido. Escribir es diferir, en tanto es movido por una interpretación que genera en la letra su carácter polisémico. Desmontar el discurso de la tradición, para ver al fondo de ésta las operaciones de poder, subsana al pensamiento y lo lleva a experimentar tensiones de significados distintos, abiertos, no normados por la institución intelectual. De esa forma quizá podamos enfrentarnos

al acento anímico del pensamiento

occidental, de mirar su fracaso no solo intelectual sino también emocional y moral. Al analizar su pulso nihilista que des-trabajó al individuo, sumiéndolo en la angustia y en la falta de apertura hacia otro modo de mirar y pensar lo real, nos conlleva a meditar sobre las fuentes represivas de la filosofía.

Planteo nuevamente la pregunta heideggeriana: ¿ Por qué el ente y no más bien la nada” . La doble faz de la pregunta, irrumpe una y otra vez, en las formas de la incertidumbre y del peligro. La nada es amenaza constante al pensamiento en el modo de su estructura, y en los efectos que produce en el emocionar de ese particular individuo que lo experimenta en tanto ejercicio de pensar. La sensación de falta es el reflejo de lo que una civilización completa ha construido. Occidente formateó un sujeto reprimido desde sus orígenes. Lo normalizó mediante una lingüística subyugante. Aniquiló y rebajó los grados del valor emocional, relegándolo al ámbito nefasto y temporal del cuerpo y lo sensible. Para terminar, quiero repasar lo fundamental del comentario.: Si hay nihilismo, la sensación de ausencia de fundamento, el presentimiento de una nada, se debe al propio desarrollo del pensamiento occidental en su obsesión por el control normativo. Eso derivo a las conductas particulares, llenó los contenidos de la vida diaria, provocando devastación y

carencia de

significado para la misma existencia. La incertidumbre de que todos los ismos cayeron, las u-topías, los grandes relatos, hace que el sujeto quede sin horizonte, sin perspectiva más que la que dejó la economía política y sus slogans de consumo. Es una uniformidad disfrazada de diferencias, de tolerancia aparente, pero de fondo, de una obligatoriedad a ultranza. Pensar en opciones de cambio, no es responsabilidad de este artículo, lejos de suponer un concepto de revolución, sí me parece pertinente tomar en cuenta los grados de agotamiento del individuo en el siglo XXI. Su relación con las tecnologías, la virtualidad que viene a desplazar la presencialidad de los cuerpos, es un ejemplo. No es casual entonces que el mapa humano de occidente se vea en la incertidumbre, ni siquiera motivado por una búsqueda, sea del tipo que sea, sólo por encontrar un camino de resguardo y 12

custodia de lo que se pierde permanentemente. Eso que se pierde, que está muy lejos, a mi parecer, de presentarse como algo originario, reclama una atención inmediata, llama a poner oído, a escuchar las señas que pronuncia en la impotencia y desarraigo. Y aunque no tiene forma concreta y definida, eso, que de alguna manera asecha y convierte todo proyecto de cambio en imposible, lo que hace que el mundo des-trabaje un cuidado y una protección frente al peligro, hoy vuelve a asomarse tímidamente por los bordes del pensamiento, usando el borrador para eliminar todo intento de sanación de las intensiones de poder, los quistes de represión, dejando al individuo en ascuas, aun con todo el legado cultural sobre sí mismo. Eso lo confunde, lo hace flotar en lo informe, y vacía su vida de todo impulso creativo. Eso, al mismo tiempo es nada.

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Bibliografía Platón, “La Republica”, ed. renacimiento, 1985 Vattimo,G “Creer que se cree”, ed. paidos,1987 Foucault, M “La Arqueología del saber”, , ed. siglo XXI, 2002 Derrida,J “Los Márgenes de la Filosofía, ed. siglo XXI, 1987 Nietzsche, F “La Gaya Ciencia”, ed., alianza, 1996 Sartre, J.P “El Ser y la nada”, J, ed. F.C.E, 1989 Heidegger, M, “La doctrina de la verdad según Platón”, ed. U. católica, 1983 Heidegger, M “El Ser y el tiempo”, ed. F.C.E, 1986 Heidegger, M “Ciencia y técnica”, ed. universitaria, 2007 Benjamin,W “Discursos interrumpidos”, ed. taurus, 2012 Benjamin, W ,“Fragmentos de la historia: La dialéctica en Suspenso”, ed. Lom Foucault, M “Vigilar y castigar”, , ed. siglo XXI

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