Notas para pensar la producción pornográfica de la subjetividad

July 6, 2017 | Autor: Paula Faure | Categoría: Feminist Theory, Gender and Sexuality, Subjectivity
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Descripción

Paula García Faure Universidad de los Andes Aportes para pensar “la producción pornográfica de la subjetividad” y sus derivas a partir de las lecturas de Rosi Braidotti: Metamorfosis: devenir mujer/animal/insecto (2005); Judith Butler: Cuerpos que importan (2002) y Mecanismos psíquicos del poder (1997); y como extra, Beatriz Preciado: Manifiesto contra-sexual (2002). Nota a la lectora: En este breve ensayo, se mostrarán cómo los textos anteriormente nombrados, sirven para pensar ciertos aspectos de la producción pornográfica de la subjetividad y cómo analizar ciertos aspectos de las prácticas contra-sexuales, fundamentales para el desarrollo teórico de mi tesis. El relato consistirá en un “triálogo” constante a tres bandas que se arriesgará en conformar un fluir propio entre aproximaciones tan variadas como las que presentan estas autoras. Si bien Preciado no se ha trabajado en clase, considero fundamental incluirla para hacer mi devenir teórico más comprensible. Espero haberlo logrado. En un primer momento, respecto al enunciado de la “producción pornográfica de la subjetividad” es clara la influencia de Butler (1997) (y por ende de Foucault) al considerar la subjetividad, mediante la cual el sujeto se reconoce a sí mismo, no como un receptáculo último de donde emana el ser del sujeto, sino como un espacio, superficie, entidad que es atravesada por fuerzas y discursos que al tiempo que lo forman y materializan, también lo dotan y envisten de poder. Este proceso de emergencia y sujeción, se da gracias a la reiteración de las prácticas reguladoras que rodean al sujeto y le dan la potestad de actuar al tiempo. Actuar que sin embargo no puede considerarse nunca como voluntario o en algún tipo de relación de oposición que se sitúe en un afuera absoluto de lo producido por el discurso. El poder desde esta perspectiva, no es por lo tanto sólo lo que oprime, sino lo que forma al sujeto. Le da “condición de su existencia y la trayectoria de su deseo” (Butler, 1997: 12). Sin embargo el concepto de deseo en Butler no aparece tan desarrollado y en este sentido, me resulta más interesante la aproximación de Braidotti (2005). Siguiendo con Butler, ella explica que en una primera instancia de emergencia del sujeto, se produce un sometimiento al poder que consiste en la aceptación de un discurso que no hemos elegido, que es impuesto, pero que al mismo tiempo sustenta nuestra potencia. En esta idea se percibe una conexión entre esta potencia del sujeto, con el deseo como potencia del ser para Braidotti. La pregunta quizás sea, ¿pero ser cómo? Y aquí entra a jugar un papel importante el devenir nómada que Braidotti toma prestado de Deleuze.

Paula García Faure Universidad de los Andes En esa lógica paradójica (poder/potencia) de la emergencia del sujeto, se ve claramente una tensión entre un devenir subordinado y una producción del sujeto. A este respecto, cuando propongo hablar de la producción pornográfica de la subjetividad, me estoy refiriendo a que la subjetividad moderna sexual, al contrario que en el siglo XIX, ya no está construida a partir de un dispositivo sexual conformado por discursos médicos y científicos, como bien nos ilustró Foucault a la luz de la Historia de la sexualidad; sino que se encuentra atravesada por discursos y prácticas ligadas al ámbito de lo mediático y de lo mercantil, donde la articulación de lo pornográfico, como verdad sobre el sexo ha demarcado fuertemente las maneras de vivir y experimentar la sexualidad y sus representaciones. En palabras de Beatriz Preciado, se ha conformado un régimen político farmacopornográfico1 que configura la producción moderna de la verdad sobre el sexo. Este término se relaciona directamente con el consumo, tanto de fármacos como de sustancias químicas gracias a la industria farmacéutica (y también la alimentaria), como también de imágenes y representaciones que han llegado a conformar lo que pensamos y actuamos como sexo, placer y deseo; trascendiendo claramente los ámbitos de la práctica “privada” sexual, la cual en cierto modo puede exceder en mucho los discursos hegemónicos sobre sexo y sexualidad. En este sentido, el consumo pornográfico y sus extensiones han producido la manera en que el sujeto se siente y figura más allá de sus intercambios sexuales; de tal modo que ciertos códigos pornográficos se han situado también como hegemónicos a la hora de performar el género. Pero antes de indagar más fuertemente en el campo de la performatividad y cómo la relaciono con lo pornográfico. Adentrémonos todavía un poco más en cómo podemos entender esa producción de la subjetividad de la mano de Butler ya que resulta realmente interesante e ilustradora para entender que esta producción que ejerce el poder no es una fuerza que proviene desde fuera, sino que constituye la propia materialidad del sujeto. Como ya hemos elucidado, el sujeto emerge en una tensión entre el poder y su propia potencia. Si bien el sujeto está sujetado, no puede negarse la posibilidad de cambio, pero Butler la contempla como un desplazamiento en la reiteración que del poder hacer la potencia del sujeto, más nunca como una resistencia ajena, la resistencia formaría parte de los efectos mismos del poder. Esta visión puede parecer algo pesimista y oscura, por lo que la aproximación al deseo en Braidotti puede abrir una vía interesante para intentar pensar desbordes a estos efectos. No obstante, es esencial, al menos desde mi punto de vista, entender cómo opera esta

1

Término tomado de su conferencia “¿La muerte de la clínica?” (2013) disponible en https://www.youtube.com/watch?v=4aRrZZbFmBs

Paula García Faure Universidad de los Andes internalización de la norma para comprender por qué efectivamente se da una performatividad hegemónica de ciertos códigos. A este respecto, pienso que ciertos códigos pornográficos han traspasado su ámbito “original” (como máquina masturbatoria) y de la mano de los medios de masas, han pasado a formar parte de las tecnologías que forman el cuerpo y sus deseos. Ejemplos claros son las industrias culturales y sus representaciones de la mujer, el campo de la depilación, de la moda y sus prescripciones, y de manera evidente, el tema de las cirugías plásticas. No es casualidad que la gran mayoría de las cirugías estéticas consistan en el aumento de senos, de nalgas y actualmente en la reducción de los labios menores vaginales; todo muy acorde a una estética claramente permeada por lo pornográfico. En este punto hablo de tecnologías en el sentido en que Foucault las explicó como micro-poderes artificiales y productivos que operan a cada nivel de la sociedad (Preciado, 2002). Volveré más adelante sobre este concepto de tecnologías y sus potenciales de resignificación. Ahora sí, es necesario entender cómo la internalización de estas normas sexuales pornográficas, se convierten en las prácticas reguladoras para entender ciertas manifestaciones de la subjetividad moderna, más ostensiblemente percibidas en la configuración moderna de la feminidad. A este respecto me es infinitamente útil la performatividad de Butler en dos sentidos bien diferenciados. Por un lado, como práctica reiterativa mediante la cual el discurso produce los efectos que nombra, es decir, mediante la que se cumple el imperativo que regula la materialidad del sexo. Si en Butler esto re refiere a un nivel muy profundo de la constitución del sujeto, igualmente creo que es válido para mirar cómo se performan un sinfín de normas establecidas como hegemónicas. Concretamente hablando, las relativas a la gestión farmacopornográfica como aparato ideológico cuyas lógicas y alcances trabajan por la normativización de los cuerpos, los deseos y los placeres. Centrándome en la pornografía como industria y como aparato ideológico que opera sobre la verdad del sexo, me atrevo a afirmar que efectivamente sí existe ese “algo pornográfico” que nos ha constituido como sujetos de deseo; de tal modo que los imaginarios, discursos y representaciones de lo pornográfico han generado una normativización que marca las fronteras entre lo deseable y no innoble como objetos de deseo y prácticas sexualizadas. Pero por otro lado, y desde el punto de vista del objeto de mi tesis, es decir de las prácticas contrasexuales, me gustaría entender también la performatividad como lo que permite performar por fuera, o performar mal, de los imperativos reguladores del sexo, dando lugar así

Paula García Faure Universidad de los Andes a prácticas y cuerpos que resignifiquen la actual asociación reducionista entre lo genital y lo orgánico en cuanto al placer sexual por ejemplo (asociación metonímica dirá Preciado). Entonces, una vez establecido sucintamente cómo opera el poder en la conformación y regulación de los cuerpos y sus funciones en cuanto a sexualidad se refiere, cómo entender estas contra-sexualidades requiere quizás de una apertura inestable para la cual Braidotti me parece en parte, muy interesante. En la compleja relación entre poder y potencia, surge un deseo que en el caso de Braidotti es abierto, múltiple y positivo. El sujeto en su deseo de ser, es capaz de devenir en formas y materias no anticipadas. Pero puede resultar difícil saber cuándo podemos hablar del deseo que puede emerger de la normativización, como por ejemplo la que genera la pornografía, y cuándo del deseo como fuerza irreductible que excede los marcos que lo forman y bombea cual torrente imparable. En este sentido Braidotti (2005) parece pensar que es posible un escape del poder al concebir un “sujeto encarnado, complejo y multiestratificado” (pág. 26) Confesaré desde ya que la propuesta de Braidotti si provocadora, también me parece difícilmente asible por ciertas contradicciones que presenta. En inicio, Braidotti se sitúa cercana a la corriente feminista de la segunda ola al pensar que la única manera de subvertir el poder falogocéntrico dicotómico es la resignificación y apertura de la diferencia sexual, lo cual sin embargo pone en una situación problemática la cuestión de la materialidad del sexo como apuntaré un poco más adelante. Braidotti en aras de romper ese sistema, concibe a una mujer, que no Mujer, como posmujer que transmuta su morfología en una especie de morfología virtual. Y para evitar cualquier asociación peligrosa con cierto esencialismo femenino, puntualiza que no puede considerarse la posibilidad de un devenir abierto y desplegado sin considerar la “política de las localizaciones” concretas. Este punto resulta interesante para pensar las prácticas contra-sexuales, como prácticas que deben entenderse desde los contextos inmediatos y desde una lógica de la intervención colectiva: en el aquí y ahora con los cuerpos que tenemos y con los cuerpos y placeres que queremos tener (cómo queremos pensarlos como modo de implosión de las posibilidades establecidas). Políticas de las localizaciones y economía libidinal (que implica práctica política) se presentan por lo tanto como aportes fundamentales para tener en cuenta a través del análisis de estas prácticas contra-sexuales. Estudiar el cuerpo transformador, el cuerpo como superficie de intensidades, como texturas diría yo. Las prácticas contra-sexuales en esta línea vendrían a denunciar, a explicitar las cartografías materialmente inscritas en el sujeto y en el cuerpo (Braidotti, 2005: 27) como ente inmerso en

Paula García Faure Universidad de los Andes una red de efectos de poder sobre el que actúan una serie de tecnologías. Es este reagenciamiento, diseminación y explosión de esas tecnologías las que evidencian su hacer en nuestra construcción y conmensuración. Así también, el signo del cyborg se presenta como figura enigmática que rompe la irreductibilidad del cuerpo como último refugio del sujeto. Como denota Preciado, hasta el consumo insospechado de hormonas nos conduce inconscientemente a la falacia del cuerpo como elemento puro y producto de libres voluntades. Al utilizar el cyborg de Haraway, Braidotti apuesta por las identidades desplazadas por múltiples vectores (pág. 173) al considerar la transmutación de lo femenino hacia lo material femenino como sujeto poshumano protésico; palabra que también usa Preciado (2002), para hablar del sexo como una prótesis que puede desvincularse de su significación reducionista ligada a unos órganos concretos (pág. 20). El dildo vendrá a ser la metáfora material perfecta para la generación de unas prácticas contra-productivas que destierren las prácticas hegemónicas como depositarias del centro del placer (Preciado habla de dildotectónica y muy curiosamente, aunque sin tanta profundidad, Braidotti utiliza el término teledildónica). Sin embargo, hay algo conflictivo de cara a pensar el potencial subversivo de la posición de Braidotti. Si bien la reconfiguración de la diferencia como un devenir nómada abierto que excede a lo que se entiende por diferencia como el Otro del Mismo, apostando por el otro del Otro, es claramente una propuesta a considerar en términos ontológicos; ¿cómo pensarla en los términos de práctica política que ella misma anuncia? El problema quizás radique en cómo entiende ella, basada en Irigaray, el materialismo del sexo, el cual se relaciona con la diferencia sexual que en última instancia, alude a un cuerpo femenino sexuado. Aunque Braidotti aclara que es un sexuado por fuera del sexuado heteropatriarcal, sigue siendo muy problemático al ligarse a lo maternal…. Si se trata de una propuesta antiesencialista, ¿cómo entender lo maternal? Cuando Braidotti retoma a Irigaray diciendo que se es madre y se entienden más cosas, ¿no sería eso una universalización que rompería ese ideal de ser rizomático? Creo que anclar lo femenino, como un otro transmutado pero unido a lo maternal, así no se defina, tiene grandes riesgos… Diría yo que sería mejor deshacerse de los significantes fijos y a este punto Beatriz Preciado es bien interesante ya que entre el constructivismo discursivo de Butler (que a pesar de los efectos performáticos sobre el cuerpo, otorga el énfasis a la significación) y el materialismo/sexuado de Braidotti; Preciado se acomoda entre ambos para incomodar aquello que sabemos que no es pero que no podemos eludir: el sexo. Una vez en teoría, superada la cuestión de que el género no es sólo lo deconstruible, el sexo, como materia y como símbolo del que se derivan los placeres, es susceptible de reapropiación.

Paula García Faure Universidad de los Andes No obstante, las inquietudes sobre la posición de Braidotti continúan ya que ella, en respuesta al excesivo énfasis deconstructivista de Butler, enfatiza que los lazos corporales están sexualizados; pero a mi parecer, este punto no queda del todo definido y lo sexualizado sigue apareciendo como un concepto resbaladizo. A pesar de esto, Braidotti es consciente de los problemas de este materialismo/maternal de Irigaray, e indica que ese feminismo sexuado, que ha de ser sexuado como estrategia de representación ante la producción de significados excluyentes del falogocentrismo y como reconocimiento simbólico al modo de ser de las mujeres (pág. 40); debe cruzarse no obstante con esas políticas de la localización, a fin de evitar los peligrosos esencialismos (a los que de todos modos parece indicar el mundo simbólico de esas mujeres). Estas políticas de localización, tal y como ella lo explica, es lo único que permitiría entender la diferencia como algo que podría separarla de las feministas de la segunda ola, a pesar de su declarada afinidad a esta corriente y sus énfasis específicos sobre el cuerpo femenino, así lo llame “virtual”. Estas políticas de la localización supondrían abrir el campo a otras formas de entender las luchas feministas de las negras, chicanas, lesbianas y demás… y Braidotti en su devenir del sujeto nómada metamórfico, parece querer abrirse todavía más, por lo que esta manifiesta adscripción resulta cuanto menos desconcertante. Cabe resaltar nuevamente que el concepto de devenir nómada, tomado de Delueze, me plantea posibilidades de análisis muy productivas, al considerar el deseo como un anhelo nómada que olvida la jaula normativa psicoanalítica, la cual entendería la génesis del deseo como falta, carencia, represión y fetiche; siendo el deseo entonces potencia y posibilidad. La aproximación a la nomadología de Deleuze ayuda a expandir los deseos de diferencia más allá de

la

desterritorialización

de

lo

femenino

ya

que

en

su

devenir

mujer/insecto/imperceptible/molar se deconstruyen las fronteras hacia una inmanencia radical. En este sentido Braidotti amplía el reducionismo de devenir mujer otra de Irigaray, para inscribir este devenir abierto en los devenires minoritarios y múltiples pero nunca sucesivos o teleológicos. Aunque igualmente puntualiza que ese proceso de devenir sí está ligado a cierta diferenciación sexual ya que afirma que el devenir mujer/insecto ha de llegar con la práctica de la diferencia sexual como proyecto político y conceptual (pág. 43), cuyo núcleo serían las metamorfosis. Cabe preguntarse entonces si estas metamorfosis dejarían como una forma más a lo femenino, sin considerarlo como fórmula esencial de transformación. Al parecer lo más difícil de discernir a través de estos debates, también para mí, será lo que Butler (2002) llama la problemática “indisolubilidad de la materialidad y la significación” (pág.

Paula García Faure Universidad de los Andes 57). Como ya hemos visto, aunque para ella existen unos efectos materiales del discurso, éste se erige como el combustible que crea la matriz y sus exclusiones. A este respecto, al ser centro de mi interés lo que se hace con el cuerpo, me resulta muy apropiada la elaboración que presenta Preciado (2002) respecto a la contra-productividad residente en otras maneras de tratar el cuerpo y los placeres. En ella, que también sigue a Foucault, el cuerpo es una construcción biopolítica pero al tiempo es donde puede erigirse la contra-producción del placer, ya que puede usarse para crear formas de saber-placer alternativas que generen una contra-disciplina sexual y así una arquitectura corporal política diferente (pág. 19). Esta aproximación es crucial para el abordaje de las prácticas que buscan revolver los cuerpos, los fluidos y sus percepciones. En este sentido, Preciado realiza una condensación interesante, situando al dildo como una tecnología de resistencia que deforma el sistema sexo/género. El dildo adquiere este potencial al desplazar el poder del falo como último significante del poder y del deseo, evidenciando que tanto la masculinidad y la feminidad se hallan sujetas a tecnologías sociales y políticas de construcción y control. Llegados a este punto, resulta esencial explicar por qué este énfasis en las tecnologías y qué pueden tener que ver con la contra-sexualidad. A este respecto, incorporo los aportes teóricos de Preciado (2002) porque, si bien toma prestado de Butler en el Género en disputa (1999) el concepto de contra-sexualidad como “un análisis crítico de la diferencia de género y de sexo, producto del contrato social heterocentrado, cuyas performatividades normativas han sido inscritas en los cuerpos como verdades biológicas” (pág. 18), desarrolla una perspectiva crucial para romper lo que ella llama como la falsa contradicción entre esencialismo y constructivismo, posturas

que

parecen

en

parte

representar

Braidotti

y

Butler

respectivamente. Preciado reflexiona sobre la ruptura epistémica que supuso que en los años 70’s las feministas decidieran escribir la historia política del cuerpo femenino como producto de técnicas de dominación y control, y cómo por desgracia esto derivó en un énfasis en las tecnologías reproductivas, estigmatizando la noción de tecnología y acrecentando la dicotomía mujer/naturaleza versus hombre/tecnología. De este modo, se produjo un rechazo a las tecnologías como lugares de resistencia, otorgando al cuerpo igualmente un status de grado cero. Sin embargo Preciado prefiere entender que más bien, todo el sistema sexo/género está sustentado por tecnologías socio-históricas, ya que si se sigue la genealogía de los usos y términos de “órgano” y “tecnología” es fácil darse cuenta que los límites entre los cuerpos naturales y las tecnologías artificiales se difuminan y pierden su sentido. Mediante su propuesta contra-sexual, central para mi tesis, intenta abordar la relación promiscua entre las tecnologías y los cuerpos. De qué modos la tecnología “incorpora” o directamente se “hace

Paula García Faure Universidad de los Andes cuerpo”. Y es que Preciado aclara que quizás el mayor éxito de las tecnologías de género no haya sido la construcción de mujeres, sino la fijación orgánica de ciertas diferencias; y esa fijación es la que Preciado llama “producción prostética del género” (pág. 124). Aquí sin duda, se presenta un punto interesante de cara a las prácticas contrasexuales que analizaré: ¿se halla presente esta metáfora del dildo? ¿Desplaza la cadena de significantes asociadas al falo y por extensión al poder simbólico heterocentrado que lo acompaña? Será muy interesante abordar desde esta óptica el tipo de resignificaciones que estas performances contra-productivas realizan, qué tipos de ficciones crean y si realmente apuestan por una horizontalidad de los cuerpos, negando centros de placer privilegiados, característica fundamental de la pornografía hegemónica. Esta propuesta es realmente transgresora y me abre un sinfín de puertas analíticas y reflexivas respecto a mi objeto de estudio, ya que como he podido observar (todavía muy superficialmente) la incorporación de todo tipo de tecnologías en las performances contra-productivas como elementos significativos y corporales es notoria.

Paula García Faure Universidad de los Andes Bibliografía Butler, Judith. Mecanismos psíquicos del poder. Teorías de la sujeción. Ediciones cátedra. Madrid. 1997 Butler, Judith. Cuerpos que importan. Sobre los límites materiales y discursivos del sexo. Paidós Ibérica. Barcelona. 2002. Braidotti, Rossi. Metamorfosis. Hacia una teoría materialista del devenir. Ediciones Akal. Madrid. 2005 Preciado, Beatriz. Manifiesto contrasexual. Ópera prima. Madrid. 2002.

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