Nosotros que nos queremos tanto: saberes en movimiento y comunicación que transforma

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Descripción

Nosotros que nos queremos tanto: saberes en movimiento y comunicación que transforma Diego Alejandro Díez, Facultad de Comunicaciones, Universidad de Antioquia [email protected] ,

Paula

Restrepo,

Facultad

de

Comunicaciones,

Universidad

de

Antioquia,

[email protected] [email protected]

Introducción En este relato contamos nuestra experiencia transformadora en el marco de dos procesos de investigación, ambos unidos por la comunicación, los movimientos sociales, la interculturalidad, el saber y el poder. No sólo daremos cuenta de nuestros aprendizajes, sino que también hablaremos de la manera como han ocurrido, qué cuestionamientos epistemológicos y políticos nos han producido. Narraremos una transformación personal, ocurrida en la convivencia entre nosotros, en un ambiente amoroso de diálogo, algunas veces de reconocimiento y aceptación, otras de conflicto y controversia. Estas transformaciones han ocurrido también en los procedimientos que implica la investigación. Sin ignorar sus constricciones estructurales, hemos hecho del mismo un proceso abierto, en el cual hemos tratado de seguir a los movimientos, escuchar sus múltiples voces, aprender de sus saberes, entender sus contradicciones, y asumir sus planteamientos epistemológicos. Todo esto en un constante e irregular diálogo con la teoría y con las experiencias de algunos miembros de los movimientos; a la par que con fuentes de la literatura de ficción y el cine intercultural, gay y lesbiano. ¿Por qué una narración en lugar de una abstracción? Nosotros estamos trabajando a través del entrelazamiento de procesos que hacen parte de diseños mayores y que están dirigidos hacia nuestra transformación y la de nuestro entorno cercano, en un “proceso de crecimiento colectivo” (Gumusio, 2011, p.32). Dado que buscamos entender estos procesos, tratando de dar cuenta de las contradicciones y las transformaciones, la narración es la mejor manera de hacerlo. Como afirma Mario Mendoza en Paranormal Colombia: “una estática no puede dar cuenta de una dinámica”. Todo este proceso lo narramos desde la ubicación particular que hemos construido como sujetos implicados personalmente con los temas que investigamos, es decir, reconocemos que la construcción del conocimiento es también subjetiva, asumiendo una postura política y ética frente al saber y a nuestra situación ante el mundo. Reconocemos que nuestras transformaciones han sido el resultado de cuestionamientos de raíz, estando inmersos en procesos de construcción de saber mediante las dinámicas transformadoras que posibilita la comunicación.

El relato

Paula: la primera vez que nos vimos fue en una clase en la Universidad de Antioquia. Alejandro tenía un chaleco de flores que, según me explicó luego, había hecho con un mantel de su madre tomado a escondidas. En ese curso trabajamos acerca de movimientos sociales, yo era la profesora y Alejandro era uno de mis estudiantes. Alejandro: más por accidente que por gusto terminé trabajando con el movimiento feminista. Estaba próximo a cumplir 18 años, y en mi cabeza ya había crecido un pequeño postmodernillo que, influenciado por la teoría queer europea, desdeñaba a las mujeres cansonas que se identificaban a sí mismas como víctimas de una opresión, representantes legítimas del feminismo. Donde ellas veían feminidad como sinónimo de mujer, yo veía discursos que determinan nuestra comprensión de la realidad. Fue así como nos conocimos, en un aula de clase y llevando una relación profesora rara/estudiante engreído. Rara, puesto que para mí las concepciones sobre la investigación, el conocimiento y la academia que Paula ya traía consigo resultaban un tanto absurdas y descabelladas. Yo me estaba formando en una academia obsesionada con la teoría y la abstracción; ideas como “la teoría es un proceso que se crea con el trabajo de campo”, “los movimientos sociales producen conocimiento”, o “el conocimiento no sólo está en las publicaciones”, me parecían desconcertantes. Sin embargo permanecí callado y me dediqué a dar la mejor imagen de estudiante académico, no obstante, sentía, como luego Paula lo diría, una gran pasión por el conocimiento, que para ese momento veía en las publicaciones y elaboraciones teóricas de vanguardia. ¿Cómo fue, entonces, que llegué a cambiar hasta el punto de que las absurdas afirmaciones de la profesora me parecían las más acertadas? Pues bien, ocurrieron dos cosas para eso, en primer lugar, vivía la angustia de no encajar en mi familia por mi orientación sexual, al tiempo que experimentaba un período de rebelión en mi apariencia como una forma de desahogarme. Y en segundo lugar, fue Paula quien me condujo por otros caminos del conocimiento y otras formas de relación, experimentando con ella un aprendizaje que empezaba a surgir en interacciones de aceptación y cuidado. Fue este el comienzo de cómo empezamos a trabajar juntos en investigación, aprendiendo de un movimiento con el cual no simpatizaba, mientras pulía y mejoraba mis habilidades académicas, que luego fueron transformadas radicalmente. Paula: cuando conocí a Alejandro acababa de terminar mi doctorado, en donde me había enfrentado con una de las vivencias más transformadoras de mi vida. A raíz de mi tesis doctoral pasé algunos meses en Chiapas, México. Allí tuve la posibilidad de ser aprendiz de la Universidad de la Tierra y de estar cerca de comunidades zapatistas de base. Este

encuentro había cambiado radicalmente mi relación con el conocimiento y, por tanto, mi relación con mis estudiantes y con la gente en general. Alejandro tenía un comportamiento que yo apreciaba mucho, porque; por un lado, me parecía una persona extremadamente honesta, con los demás y consigo mismo; y por otro lado, veía que, como yo y como algunos de los movimientos sociales más interesantes que estaba conociendo, estaba buscando transformar toda la información que recibía en saber. Después de muchas búsquedas hemos llegado a una idea de saber que nos gusta mucho y que proviene de Unitierra Oaxaca y de Gustavo Esteva. Estos nombres son garantía de que toda reflexión proviene del hacer. Transformar el saber implica desde ellos, transformar “las relaciones con los demás, con el mundo” (Esteva & UTO) y con uno mismo. Como parte de este proceso, no solo hemos celebrado, sino que también hemos cuestionado los elementos que vamos encontrando valiosos y dignos de ser discutidos. En esta medida, hemos realizado un proceso reflexivo de nuestro hacer como investigadores en tanto hemos descubierto otras realidades, otras propuestas de vida y formas de resistencia. Alejandro: por ejemplo, en el campo de la comunicación, tanto Paula como yo nos hemos resistido ante la preponderancia de estudiar la comunicación en relación única con los medios, al igual que al tomarla como un esquema de transmisión de productos comunicativos. En cambio, he aprendido, por parte de Paula, a mirar la comunicación en relación con los procesos sociales y el conocimiento, pues fue ella quien me introdujo en esta perspectiva a través de los movimientos sociales. Me identifiqué con dicho enfoque puesto que también pensaba que la comunicación revela en sus distintas expresiones formas de entender el mundo. De ahí que Paula y yo nos uniéramos mediante nuestros intereses académicos, y empezáramos a construir desde ahí una perspectiva de la comunicación, en la cual hemos tomado a diferentes autores en los que hemos visto la misma intuición aunque no de forma tan explícita. Así hemos leído, traducido y mezclado a autores como Barbero, Orozco, Foucault, Maturana, Preciado, Zibechi, Esteva, Mohanty... Pero entre toda esta invocación de autores, quiero resaltar un aprendizaje valioso, en el cual Paula me ha insistido mucho para que incorporara, y es la relación con la teoría y los autores responsables de la misma. Ante mi testarudez con la visión de la teoría que constriñe la realidad en sólidas categorías, Paula me ha guiado ¡pacientemente! en una relación abierta con ésta. Dejándola de tomar como un glosario de términos que capturan la realidad; y por el contrario, me ha mostrado que la teoría es algo móvil, relacional, descartable, que no tiene por qué sobreponerse a la realidad. Es por eso que nos importa convertir el conocimiento en saber, es decir, dejar de tomarlo únicamente como información que se almacena y procesa; y en cambio, incorporarlos en nuestras vidas, intentándonos transformar con aquello que conocemos, como un ejercicio crítico y responsable con el conocimiento, la investigación y el mundo. De ahí que podamos redescubrir nuestras historias de vida, en una lectura abierta y contaminante de los saberes con los cuales hemos aprendido, y de los nuevos que hemos bebido. Como bien lo ejemplifica Beatriz Preciado a través de la figura del vampiro, al hablar del conocimiento situado y la transformación de sí.

Paula: desde que conocí el trabajo de los zapatistas más de cerca, el mundo académico me empezó a parecer un mundo pedante y muchas veces vacío, lleno de información más que de saber. Ver cómo en la academia hacemos alarde de información, muchas veces irrelevante, me ha producido mucha indignación porque siempre me hace pensar que hay gente que en realidad necesita el conocimiento para vivir. La mejor imagen que se me ocurre de un académico es la de alguien desperdiciando aire, un elemento imprescindible para vivir, sin el que no podríamos permanecer con vida ni cinco minutos. También me veo a mí misma haciendo lo mismo, y lucho con mis contradicciones, haciéndole el juego a Colciencias, a las revistas Q1 y a toda la parafernalia del neoliberalismo académico. Aunque esto no es tan sencillo, porque muchas veces los mismos movimientos sociales se nutren de la visibilidad que les dan los académicos progresistas que ponen a circular su conocimiento en las corrientes del capitalismo cognitivo. Por todo esto, vampirizarme con Alejo en este hermoso proceso, en el que lo veo transformarse como persona; usar el conocimiento como recurso vital; empujarme a pensarme y a transformarme a mí misma, al mundo, a la gente que me rodea, me ha generado una dicha maravillosa, un amor y una alegría por tener la suerte de estar en este camino con él, un camino que espero que nos dure muchos años. Alejandro: todos estos aprendizajes son muy valiosos para mí, puesto que han sido resultado del saber que Paula ha construido, y que solidariamente ha compartido conmigo, haciéndome sentir como alguien igual a ella. Aun cuando yo la veía como alguien superior, por sus conocimientos y títulos académicos, ella nunca me ha hecho sentir como un “simple estudiante”, sino como alguien digno de conocer tanto sus fortalezas como inseguridades, con la dulce humildad que la caracteriza. Paula: Alejandro me sorprende permanentemente porque me hace entender muchas veces que tengo prejuicios machistas de los que ni siquiera me había dado cuenta. Como cuando me dijo que su personaje favorito de Sex and the City era Samanta, porque era la más abierta de todas. Confieso, y ahora que lo escribo sé que es nuevo para Alejandro, que ella me parecía bastante vulgar. El comentario de Alejo me hizo comprender que muy en el fondo yo sentía que era muy puta y eso me escandalizaba. Extrañamente el comentario también hizo que me empezara a gustar mucho esa mujer y ahora, como Alejo, siento que es el mejor personaje de la serie y que mis impresiones provenían de un machismo encubierto. Estas transformaciones a partir de nuestro acercamiento a personas, libros, series, películas y novelas han sido constantes. Personajes como Luis en “el beso de la mujer araña”, Chure, la sufriente y angustiada, pero hermosa y alegre protagonista afro del documental “este pueblo necesita un muerto”; Bambi, la maravillosa chica trans retratada en el documental de Sébastien Lifshitz o Kitten del “desayuno en plutón” de Neil Jordan fueron motivo de una conversación que nos hizo querernos más. Mientras nos comíamos una pizza en un local pequeñito en el Barrio Suramericana, Alejandro me dijo:

Alejandro: los personajes que hemos visto en estas películas, en especial Kitten, me han vuelto a conectar con esa forma de ser femenina que años atrás veía en mí y de la cual trataba de alejarme, siempre temeroso de manifestar los signos de un maricón en potencia, gracias a las sanciones que constantemente soportaba y me infundían mucho miedo. En ese momento, recordé el proceso que comenzaba cuando conocí a Paula, era la rebelión contra todas las constricciones de mi familia y de los discursos masculinistas que había aceptado pasivamente. Me encontraba entusiasmado por las lecturas de Foucault y la teoría del performance de género; me había dejado crecer el pelo y me vestía con atuendos que mi madre tildaba de extravagantes. Fue ese un período en el cual trataba de desprenderme de todas las certezas que me habían constituido y a las cuales estaba sujeto, por lo cual fue también un tiempo de angustia e inseguridad. Arrojado a una experimentación conmigo mismo, en la cual, armado con un chaleco de flores, una cabellera crespa, y unos shorts, me enfrentaba a mi familia y a las personas que alguna vez me conocieron con otra imagen y se encontraban entonces desconcertadas frente a mí. Paula: cada conversación sobre lo que vamos conociendo la hemos convertido, no en una sesión de juegos pirotécnicos intelectuales, sino en una forma de aprender de lo que estamos haciendo. Porque hay una diferencia entre aprender sobre y aprender de. Nosotros estamos tratando de orientar nuestros procesos investigativos hacia aprender de los otros, no sobre los otros. Esta es una distinción que hemos aprendido de Esteva (2014, p.7), que es una manera diferente de relacionarse con el mundo y con el conocimiento, y que implica, entre otras cosas, “aprender realizando las actividades que constituyen lo que se quiere aprender, como aprendices”, “aprender a aprender con otros”. Si Alejo ha ido construyendo su femenino, yo he ido recordando la construcción del mío, que sigue produciéndose, pero que tuvo su punto más álgido hace ya bastantes años. Le he contado a Alejo que de pequeña tenía una vecina que me insultaba diciéndome marimacho y que en el colegio, sobre todo en mis primeros años de bachillerato, era común que le dijeran a mi mejor amiga de entonces, que yo era como un niño. Lástima porque yo me sentía muy cool y de hecho ahora, cuando salgo con mis atuendos más masculinos, lo sigo sintiendo. No sé muy bien si lo que pasó en mi vida es que no tuve la fuerza para resistir o que fui construyendo un femenino con el que me siento a gusto. Pero Alejo sí ha tenido un proceso de resistencia y al mismo tiempo de formación. Es decir, no es que él resista tercamente en lo que es, porque de hecho hemos aprendido con Butler y Preciado a rechazar esos esencialismos del ser, por eso nos declaramos como seres en proceso. Alejandro: para mí el retorno a lo femenino implica una fuerte carga política, y dicho retorno no hubiera sido posible sólo con los conocimientos leídos en Foucault y Preciado, especialmente. Necesité el apoyo de mis amigos más cercanos, con quienes, en colectivo, hemos construido nuestras identidades, cultivando un saber situado, del cual no era del todo consciente, hasta que pude leer dichas experiencias en la investigación que realizaba con Paula. Descubrí un autor que ella me presentó, Satya Mohanty, quien me mostraba teóricamente que las transformaciones personales son políticas y epistemológicas no porque ocurran en un individuo, sino en un sujeto en relación con otros, quienes entre sí construyen

y soportan sus identidades. En esta medida, empecé a ser más observador de mi situación en el mundo, de la relación con mis amigos, y de una nueva forma de entender la investigación, que empezaba a gestarse en mí, pues sentía que de alguna manera, aquello que investigábamos en el movimiento feminista también me sucedía. Luego de la investigación sobre el movimiento feminista, en una de nuestras conversaciones, acompañadas de deliciosa comida, decidimos explorar un poco más la relación entre comunicación, movimientos sociales y conocimiento, este último concepto, que luego cambiaríamos por saber. Partimos entonces con un proyecto de investigación que Paula había formulado acerca del audiovisual intercultural en Colombia, el cual con mi participación en el mismo se ramificó hacia el movimiento Lgbt, gestándose desde los conceptos de saber, interculturalidad, cultura material, poder y resistencia, de este proyecto, hacia uno que posteriormente empezaría a formular, partiendo de estos conceptos e integrándolos con otros provenientes de la teoría queer y el movimiento Lgbt. Alejandro: a partir de este momento Paula y yo comenzamos a tener una relación más crítica en nuestro hacer como investigadores; ya que las nuevas lecturas realizadas, el contacto con miembros y líderes de los movimientos sociales, nos cuestionaban sobre nuestra responsabilidad como investigadores en tanto que legitimadores o productores de conocimiento, al tiempo que, personalmente, sentía que no podía estar separadamente como investigador y como sujeto atravesado por lo que investigaba. Paula: he estado insistiendo mucho en la importancia que tiene ver el mundo desde una perspectiva de contemplación activa de las resistencias, más que de la crítica al sistema opresor. Acercarnos a gente, organizaciones y movimientos sociales, que están resistiendo de manera creativa los embates de la homofobia, el racismo, el sexismo, el clasismo, el capitalismo, nos ha dado esperanza, nos revela caminos sociales y espirituales llenos de riqueza y creatividad que nosotros también podemos seguir. En esto se resume para mí la idea de aprender de los otros, de entender sus existencias como productoras de saberes y acercarse a ellas de eso modo. Muchos “otros” en el mundo están produciendo formas creativas para salvarnos de la crisis civilizatoria. Alejandro: yo por ejemplo, he conocido a Doncella, líder Lgbt de la ciudad de Medellín, quien al compartirme sus experiencias, ha hecho darme cuenta de que ella ha generado un saber en su resistencia, desde la traducción, contaminación e hibridez (categorías de la teoría queer, y del feminismo postestructuralista) que ha vivido en sus circunstancias particulares como alguien pobre, mestizo, colonial, nómade, cuya historia de resistencia ha respondido al impulso de la defensa ante la vulnerabilidad y el reconocimiento propio de ser marica.

Esto me ha hecho preguntar sobre las implicaciones éticas de la investigación, de generar conocimiento. Ante las palabras con las cuales Doncella describe su experiencia de forma natural, yo impongo una serie de categorías teóricas para interpretar su experiencia y generar conocimiento. ¿Es esto justo con Doncella y el movimiento Lgbt?, ¿de qué manera puedo compartirles mi saber “teórico” no sólo a través de un artículo, sino de otras maneras más enriquecedoras que la abstracción teórica y la sistematización de la investigación? Siento que estas preguntas son necesarias, ya que de manera natural Doncella compartió su saber conmigo, lo cual es muy útil para mi investigación, pero ¿mi artículo también lo será para ella?

Paula: con la investigación en la que aún continuamos sobre el audiovisual intercultural he querido, desde el principio, buscar una manera de entender el audiovisual que vaya más allá de la representación. Mi fobia con las representaciones viene de las propuestas de interculturalidad con las que he trabajado. Desde ellas se insiste en que las transformaciones interculturales tienen que venir atadas a transformaciones que persigan justicia social, epistémica y epistemológica. Eso se ha traducido, últimamente, en buscar en los procesos, no en los productos, las mediaciones que hacen posibles los cambios sociales y subjetivos. Alejandro: soy gay e investigaba el movimiento Lgbt, no me reconocía parte del mismo, pero tampoco consideraba justo, como Paula y algunos líderes de los movimientos me hicieron ver, que despreciara las formas de lucha y resistencia del movimiento, sólo porque tuviera una visión crítica frente al mismo, la cual, más que crítica, considero ahora un poco pedante, pues testarudamente seguía anteponiendo la teoría a la realidad, y las acciones del movimiento Lgbt no me resultaban teóricamente correctas. Gracias a este enfrentamiento, todos los conocimientos que había acumulado al respecto empezaron a perder su estatus, a la vez que me cuestionaba profundamente sobre mi existencia e identidad hasta el momento llevada, pues; por una parte, no me sentía bien conmigo mismo, conociendo las experiencias de las personas involucradas en los movimientos sociales, y tomarlas sólo como datos para una investigación, y por la otra, también me preguntaba por qué debía tomar una posición política al respecto. La respuesta a esta confrontación personal vino también por problemas personales, pues la creciente hostilidad en mi familia por mi orientación sexual me condujo a una relectura de los conocimientos y experiencias de los movimientos, haciéndome ver que más que una postura política frente a ellos, debía tener una frente a mi propia vida, reconociéndome, al igual que Doncella, Zunga o Andrés, como alguien sujeto a unos dominios de opresión, pero también que, como ellos, tenía la posibilidad de resistir, y de hacerlo no sólo en el discurso, sino mediante una transformación radical de mi lugar en el mundo y, en consecuencia, de mis acciones. De esta manera, en un ejercicio de ontología del presente y cuidado de sí, por decirlo con Foucault, o de amor y autorespeto, como lo diría Maturana, me di cuenta de, como aprendí

una vez en una conferencia sobre la universidad de la tierra, que después de todo, la vida la hace uno mismo, y era esto, aparentemente algo tan sencillo, lo que había olvidado. Esta epifanía me trajo en aquel momento la calma para mi angustia, al tiempo que me permitió una visión más clara de las condiciones, contextos, relieves, intersticios y entramados que era aquella relación teórica con la cual había empezado todo: comunicación, movimientos sociales y saber. Ahora podía entender aquello que los marcos teóricos me habían permitido dimensionar, pero que la relación que tenía conmigo mismo y el mundo no me permitían ver. Fue entonces la nueva determinación estructural que sucedía en mí lo que hizo cambiar mi acoplamiento y relación radical conmigo mismo y el mundo. Junto con esta visión renovada, asumía no sólo los cambios que esto implicaba para mi manera de investigar, sino un nuevo lugar en el mundo, habiendo incorporado las experiencias necesarias para tomar la responsabilidad de un conocimiento situado. Al tiempo que me daba cuenta de que la teoría también conlleva un potencial transformador, pues me había alimentado de varios autores que me ayudaron a resistir, dejándome el reto de convertir toda esa información en saber. Desde aquel encuentro con Paula, y los cambios que en nuestro proceso y relación se han dado, he tratado de hacer mi vida de una forma distinta, en coherencia con una forma identitaria, epistemológica y política particular, atravesada por el amor vivido con mis amigos maricas y straight más cercanos.

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