\'No podía dejar de ir\'. El Mundial 1978 en la perspectiva de los hinchas

July 25, 2017 | Autor: Daniel Sazbón | Categoría: Football (soccer), Sports History, Futbol, Memoria, Historia del Deporte, Dictadura Militar Argentina
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Descripción

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“No podía dejar de ir” El Mundial ’78 en la perspectiva de los hinchas 1 Daniel Sazbón Santiago Uliana Publicado en Julio Frydenberg y Rodrigo Daskal (comps.), Fútbol, historia y política, Buenos Aires, Aurelia Rivera, 2010 A partir de los años que siguieron al final de la dictadura militar que gobernó Argentina entre 1976 y 1983 se empezaron a producir una serie de lecturas sobre la organización y celebración del campeonato mundial de fútbol de 1978, en particular desde el campo del periodismo y desde los organismos de derechos humanos. 2 En general, en estos casos el objeto “Mundial ’78” apareció siempre en referencia al tema mayor del Golpe de Estado de 1976. Desde estas aproximaciones el Mundial de Fútbol Argentina ’78 aparece asociado discursivamente a la caracterización del gobierno militar, y fundamentalmente a la funcionalidad que habría tenido, hacia el interior del país para lograr una mayor adhesión a las premisas dictatoriales, y fronteras afuera, como también demostración de la “verdadera” situación vigente en nuestro país. De esta forma, los abordajes del Campeonato Mundial se inscriben en dos grandes modos de ver la sociedad durante los años de la dictadura militar: o bien como sociedad “victimaria”, es decir, cómplice, por acción u omisión de los actos del gobierno, o bien como “víctima” de tales actividades, sometida al ejercicio de la brutalidad y la violencia del régimen. Cualquiera de estas posturas oscurece y minimiza la densidad y complejidad que implica cualquier acercamiento hacia ese fenómeno deportivo; ya que, o bien lo aísla totalmente del contexto, o bien se lo reduce a mero dispositivo ideológico del Estado. Sin desechar en absoluto estos aportes, y sin pretender poner en discusión la evidente relación entre el certamen realizado y los objetivos de la dictadura militar argentina, nuestro trabajo parte del supuesto de que un fenómeno de las características del Mundial ’78 merece un abordaje que dé cuenta de la multiplicidad de factores que intervinieron y formaron parte en el mismo. Es por ello que hemos optado por ubicarnos desde el punto de vista de los protagonistas, entendiendo por ellos no a los jugadores ni a las autoridades de organización del evento, sino fundamentalmente al público en general, a quienes vivieron el acontecimiento en calidad de espectadores, “hinchas”, observadores distantes o apasionados. 3 1

El presente trabajo es el resultado de una investigación realizada por los autores en el marco del proyecto realizado durante 2007 en el Centro de Estudios del Deporte dependiente de la Escuela de Política y Gobierno de la Universidad Nacional de San Martín (UNSAM), gracias al apoyo financiero de la Beca João Havelange (FIFA-CIES), otorgada a Daniel Sazbón y Lía Ferrero (CEDUNSAM). 2

Los mismos nombres de los textos organizan la lectura que se ha hecho sobre tal evento; algunos ejemplos: ¿La fiesta de quiénes?, Ezequiel Fernández Moores; Los militares y el mundial, J. R. Cernadas Lamadrid; El fútbol como política, Ariel Scher; El Director Técnico del Proceso, Roberto Gasparini y José Luis Ponsico; La vergüenza de todos, Pablo Llonto; Los usos del fútbol en dictadura, Roberto Di Giano. 3

Como parte de esta investigación se realizaron quince entrevistas en profundidad a hombres y mujeres que presenciaron partidos del campeonato de fútbol Argentina ’78. Los nombres de los entrevistados han sido modificados.

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1. El Mundial y yo Uno de los primeros elementos que se destaca en el análisis de los relatos es el que corresponde al grado en el que los sucesos rememorados en las entrevistas se imbrican en la vida personal de los protagonistas; la importancia que otorgan los hinchas a la posibilidad de haber podido presenciar algún partido del certamen mundial no se limita a la magnitud del hecho futbolístico en sí, sino que en muchos casos su evocación supone una aproximación a sí mismos tal y como se recuerdan en la actualidad. En acontecimientos que marcan hasta tal punto la experiencia de sus participantes, como parece haber sido el caso para muchos entrevistados, la profunda conexión que se establece entre estas situaciones y su propia identidad genera la posibilidad de que el acercamiento a los hechos a través de los recuerdos evocados implique en cierta medida un proceso de autorreflexión, en el cual la propia vida de los actores aparece en escena, a través de los relatos en los que se refieren a aquellos; al hablar del Mundial ‘78, los protagonistas hablan de sí mismos, explícitamente en muchos casos. 1.1 Autobiográficas En muchos de los relatos de los hinchas el campeonato del mundo funciona como un elemento fuertemente imbricado en la experiencia de vida de los actores, al punto de constituirse en un hecho ordenador de su historia de vida, combinándose con sucesos ligados a él por simple coincidencia temporal. Enrique, por ejemplo, ubica al certamen en un momento de cambios en su vida: “Yo en la época del Mundial justo me estaba mudando, porque antes vivía en la casa que está ahí enfrente”; Alberto, por su parte, hace referencia a su actividad económica como pequeño industrial: “En ese entonces yo todavía tenía la fábrica... después quebró”. Para Roberto, el Mundial también significa una referencia a su propia historia de vida, cuando recuerda “...yo en ese momento del Mundial era médico de PAMI, vivía en Berazategui”. En otros casos, las remembranzas asocian el torneo con episodios de la vida familiar; cuando se le preguntó a Carlos qué recuerdos tenía del Mundial, comenzó a hablar en tono nostálgico de su padre, refiriéndose a hechos sucedidos en su vida privada durante el transcurso del Campeonato: “Mi viejo había tenido un infarto y estaba internado. Resulta que me pide la chata, ese fue el día que Argentina había ganado el mundial. Mi viejo llama a alguien para que le saquen la chata, y como nadie venía se enojó y se sacó la sonda y tiró todo, ahí aparecieron los tipos, los tipos estaban mirando el partido y se podían morir todos”. Similar es el caso de Rubén, para quien los recuerdos remiten del mismo modo a sucesos familiares: “Mi padre se había enfermado... era médico, tenía 72 años cuando ocurre lo del Mundial, y se encontraba ya disminuido intelectualmente, su centro de conversación giraba en torno a lo del Mundial, todo lo que hablaba giraba en torno a lo que iba a suceder durante el Mundial. Me vincula el recuerdo del Mundial con la última etapa de la vida de mi padre.”

Esto se reitera en muchos casos, como el recuerdo de Marina sobre su madre al evocar los preparativos con los que se aprontaba antes del partido final de Argentina y Holanda; o el de Gladys, referido a sus años escolares en Mar del Plata; o el de Roberto, ligando la época de su relato con sus años de militancia política. En ciertos casos la marca que deja el acontecimiento rememora-

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do es duradera: Rubén proporciona un buen ejemplo en este sentido, cuando comenta: “Mi hija nace en el ’78 y mi mujer la apoda ‘Mundialito’”; también lo hace Marina, cuando comenta la particular relación que la une a la final del certamen: “Yo, en el año anterior, el 25 de junio, día de mi cumpleaños, había reunión familiar, estábamos comiendo, y yo les dije: ‘Yo aclaro una cosa: el año que viene, no vengo’. ‘¿A dónde te pensás ir?’. ‘Y, el año que viene, 25 de junio, si dios quiere, voy a estar festejando el Mundial. Yo les aviso, con un año de anticipación’. Después, la semana de mi cumpleaños, me llaman para arreglar, y yo les digo: ‘Yo les dije el año pasado, yo no voy, me voy a festejar el Mundial’.”

Todos estos testimonios convergen en la misma dirección: para estos hinchas, el Mundial de Fútbol constituye un eslabón relevante en la concatenación de hechos que conforman su recorrido biográfico; por tal motivo, su recuperación a través del relato oral, mediado por la entrevista, supone al mismo tiempo rememor otros elementos de importancia dentro de su trayectoria de vida. En otras palabras, lo que se desprende de este tipo de asociaciones es que en la sensibilidad de estos espectadores el episodio mundialista está recubierto de una serie de capas que le otorgan una particular densidad, mucho mayor a la que corresponde a su mera significación como hecho deportivo. 1.2. Autodistanciamiento “Yo me acuerdo de los goles, son las imágenes que uno va viendo, que te las repiten y te las repiten, no sabés si te acordás porque te las acordás, o te las acordás porque... te las repitieron tanto...”

En este comentario de uno de los hinchas entrevistados se aprecia una toma de distancia respecto a los sucesos rememorados que supone un alejamiento crítico respecto a sí mismos. Los protagonistas, en parte estimulados por la situación de la entrevista, intentan comprender mejor de este modo su propia vinculación con los hechos de los que hablan. Esta suerte de “teorización” de los propios actores sobre los acontecimientos de los que forman parte es producto del necesario proceso de autodistanciamiento al que se ven llevados a través de la rememoración. En algunos casos, como el de Néstor, este tipo de situaciones puede observarse a través de la conciencia que muestra en el relato sobre la transformación que en él se operaba, llevado por la excitación vivida en ocasión del certamen: “El nerviosismo de ver cómo la gente se transformaba, y ver cómo me transformaba yo también... era algo medio mágico lo que uno vivía”. Aquí la distancia entre el entrevistado y el personaje de quien está hablando le permite detenerse y reflexionar sobre la “magia” que caracterizaba el momento del Mundial. En otro tramo del diálogo, su alejamiento respecto al que era en la época rememorada es aún más elocuente, ahora refiriéndose a las posibilidades de éxito que tendría la Selección Nacional en el torneo: “...en el sentido de la edad que yo tenía, veía todo más fácil. Yo decía ‘vamos a llegar’... yo digo, dentro de la inconsciencia mía, por ahí otros, los que eran más grandes, lo veían de otra manera. Por ahí ahora lo analizás un poco más y en ese momento no”. Este tipo de desdoblamiento de la persona, entre quien está hablando en el momento de la entrevista y quien aparece asociado al recuerdo del acontecimiento relatado, implica una separación autorreflexiva que les permite colocarse a sí mismos en perspectiva. El mecanismo es gráfico cuando Marina se aparta del relato memorístico para colocarse en tiempo presente y decirnos: “Yo lo disfruté tanto que a veces me pongo a pensar y me digo: ¡pensar que estuve en ese festejo!”. La par-

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ticipación en la celebración por el triunfo alcanzado en el Mundial se convierte en una huella que marca de tal forma que obliga a pensarse a sí mismos para captar la magnitud del fenómeno del que fueron parte. 2. El “momento” Mundial “Todo lo que envolvía al Mundial, el hecho de la gente, del estadio con todas las luces, prender la radio y todo el mundo hablando del Mundial, y por ahí decir ‘soy partícipe de estar yendo a la cancha, de estar ahí’, todo era distinto.... Aparte, a sabiendas de que era algo que no ibas a poder vivir en poco tiempo de nuevo, vos decías ‘¿cuándo se va a volver a hacer acá un Mundial de nuevo?’. Vos veías la emoción de la gente grande, decir ‘¡Vi el Mundial!’. Por ahí vos tenías un viejito al lado llorando, y un pibe que por ahí estaba al lado le decía: ‘¿Qué te pasa?’. ‘No’, decía, ‘nunca más voy a volver a ver un Mundial en mi país’. A mí una vez me pasó lo mismo con Maradona en la cancha de Boca, en un partido contra Argentinos Juniors, que Maradona hizo un gol de tiro libre, yo estaba en la platea, y al lado mío había un hombre y un muchacho, y el hombre se largó a llorar, y el pibe le preguntó: ‘¿Qué te pasa, te sentís mal?’. ‘No, nunca más lo voy a volver a ver a éste’.”

La emoción del recuerdo de Néstor permite captar un elemento repetido en el discurso de los entrevistados: la conciencia de que lo que estaban viviendo un hecho totalmente separado de la cotidianeidad anterior y posterior a ese momento. Más allá de la valoración que se hiciera del Mundial o de la relevancia que tuviera la competencia para el fútbol argentino, el campeonato de 1978 es recordado por muchos de quienes lo vivieron desde las tribunas como un gran acontecimiento, y como tal es rescatado en sus relatos. Al destacarlo de esta forma y distinguirlo respecto al conjunto regular de hechos y situaciones cotidianas, los entrevistados elaboran una temporalidad particular alrededor de ciertos momentos puntuales experimentados a lo largo de su trayectoria biográfica, recortándolos de la serialidad con la que conviven rutinariamente, convirtiéndolos en instancias de ruptura dentro del flujo de su vida. Las situaciones excepcionales, los acontecimientos fuera de lo común, son puestos en el relato autobiográfico como hitos aislados que resaltan sobre el fondo de lo que se ve como mera repetición, y de esta forma estructuran un recorrido particular que remite a la conformación de su identidad, en el marco de un horizonte de experiencias compartidas con el conjunto social del que forman parte. 2.1 El Mundial como excepcionalidad En varios de los relatos se destacan los rasgos del momento enfatizando su carácter excepcional y pasajero, que resalta justamente por su condición de excepción. Un testimonio como el de Alberto hace mención de “la euforia de ser campeones mundiales, que duró muy poco”; también Carlos singulariza el momento al circunscribirlo en la categoría de “momento”, y caracteriza la excitación mundialista como “algo efímero y pasajero”. Como dijo Jorge: “era un acontecimiento extraordinario, fuera de lo común”. El testimonio de Julio resulta elocuente del grado de conciencia de los propios protagonistas del momento de excepción que estaban viviendo: “Nos dábamos cuenta que estábamos viendo algo extraordinario... éramos conscientes de que no lo íbamos a ver nunca más”; Marina, al relatar los

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preparativos previos al partido de la final del campeonato, señala el mismo aspecto: “Otra vez eso no lo íbamos a poder hacer”; y el recuerdo de la emoción vivida en los festejos por la obtención del título vuelve a señalar esta singularidad: “Qué lindo sería que fuésemos así siempre... pero no pasa eso”. En algunos hinchas la referencia al carácter excepcional del evento es también explícita, a partir de la categoría de experiencia: “Fui a ver Argentina-Italia, fue una experiencia única para mí. Yo tenía 18 años, era de ir a la cancha, pero nunca un evento de tal magnitud como un Mundial. Me llevó un amigo más grande que yo. Apasionante...”; en otro tramo de su entrevista Néstor volverá a usar el mismo término: “Fue una experiencia que yo me la acuerdo, entramos una hora y media antes del partido y se disfrutaba a pleno”. El término no es casual, ya que remite a una dimensión del recuerdo histórico presente en varios relatos recogidos: el carácter intransferible de la memoria del hecho vivido para el registro oral, producto justamente de su carácter excepcional. Las dificultades que encontraban los entrevistados para hallar palabras apropiadas para expresar las sensaciones y emociones que buscaban recuperar en el recuerdo son un buen testimonio en este sentido. Uno de los ámbitos en los que se manifestaba esta alteración de la cotidianeidad es el laboral; la interrupción de ciertas actividades, la modificación en los horarios de trabajo, en suma, una adecuación forzada de las prácticas profesionales a la temporalidad propia del certamen. El relato de Julio es gráfico cuando recuerda el impacto del Mundial sobre sus ocupaciones: “...empezó el Mundial y era ‘vamos a ver a qué hora voy a comer, a qué hora voy a ver el partido, a qué hora voy a trabajar’. Yo tenía una autorización para ver el Mundial, entonces ¿qué hacía?, compensaba, a la mañana o a la noche, a lo mejor en vez de empezar a trabajar a las 9 me iba a trabajar a las 8, para compensar el horario. Y así todo, eso era habitual, pero no solamente para los que íbamos a la cancha, sino también para el resto de la gente, ya no estoy hablando de lugares de atención al público masivo del gobierno, sino de negocios particulares que cerraban a la hora del partido, terminó de jugar Argentina y se abría... cuando jugaba Argentina, se paralizaba todo, no había nadie...”

Desde luego, el fenómeno del Mundial fue aún más relevante para quienes se ven a sí mismos como formando parte del universo “futbolero”, más allá de las circunstancias de 1978. Quique puntualiza en este sentido que: “...hay que separar la importancia que tiene un campeonato para el que es hincha de fútbol del que no lo es. Un mundial es lo máximo para el que le gusta el fútbol, porque es poder ver a las máximas figuras”. La excepcionalidad del “momento Mundial” aparecerá duplicada para quienes el fútbol constituye una pasión regular, no reducible al fervor mundialista. Para éstos, el campeonato del mundo se distingue de la cotidianeidad del fútbol “doméstico”. Néstor, por ejemplo, apunta a estas diferencias: “Yo era de ir mucho a la cancha, fui a ver salir campeón a Boca, pero yo te digo, esa noche era distinta”. Para estos hinchas lo fundamental es destacar que, por sobre todas las cosas, “estamos hablando de un Mundial”; la pertenencia de un encuentro deportivo a la categoría Mundial le otorga, en su relato, un excedente de sentido intransferible al lenguaje oral, y al que sólo puede referirse a través de la reiteración de su carácter extraordinario. Esta distinción es clara para Néstor: “En la época del Mundial, el estadio lucía diferente, algún brillo especial había. Yo creo que era la magia del Mundial. Yo, que era la primera vez que lo tenía, que era en mi país, creo que era algo diferente”. Quizá sea un aura similar lo que haya percibido Quique, permitiéndole disfrutar un encuentro

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que, sustraído del marco de excepción que le brindaba el rótulo “Mundial”, no hubiera pasado de ser un mediocre partido de fútbol: “El primer partido que vi fue un empate, un cero a cero horroroso, pero era ver un Mundial...”. Como toda situación excepcional, el campeonato mundial tendría su final. El cierre del paréntesis, la vuelta a la regularidad habitual, el contraste entre la excitación vivida durante ese corto intervalo de tiempo y la monotonía de la vida, todo ello es registrado por los entrevistados: “Después, se terminó, y vino la historia de siempre... pero qué lindo que fue...”. Quizá una buena síntesis de esta sensación sea el relato de Enzo de los festejos por la obtención del campeonato: “...todo el mundo salió con el auto, los chicos... fue esa tarde-noche del partido, y después se volvió a la normalidad”. Para muchos de sus participantes, el Mundial significó esta ruptura: una ocasión para salir de la “normalidad” de la que habla Enzo. Una normalidad, desde luego, referida a las condiciones imperantes en la Argentina de 1978. 2.2 Caras extrañas En el recuerdo de muchos hinchas que se reconocen como “futboleros de ley”, es decir, hinchas que normalmente se hacen presentes en los estadios durante los encuentros correspondientes al torneo argentino regular, el Campeonato Mundial de 1978 implicó una apertura a un nuevo público, poco acostumbrado a concurrir a las canchas: las mujeres, los grupos familiares, personas pertenecientes a “clases sociales más acomodadas”, “gente de otro poder adquisitivo”, o simplemente gente que “no era un público habitual”. Alberto, asiduo seguidor del club Boca Juniors, recordó que “en el Mundial se veía otro tipo de gente, que por lo menos yo en la popular de mi club, Boca, no veía”; similar es el recuerdo de Néstor: “Se veían muchas familias, muchos chicos, muchas mujeres también. Se veía otro tipo de gente”. Los testimonios son claros en la percepción de esta frontera por parte de algunos hinchas: una discriminación entre un grupo habituado a participar de la experiencia de cancha, y un conjunto ajeno con el que se demarcan espacios y se contrastan pertenencias a colectivos con especificidades precisas. Algunos entrevistados, como Julio, teorizan sobre esta alteridad: “Tenés dos tipos de gente, el que va a ver los partidos porque es un Mundial, y a lo mejor nunca más en su vida va a ver un partido, y los futboleros”. La misma reflexión aparece en otro “futbolero” como Quique: “Yo estaba en la tribuna, pero en la platea había gente que iba porque era un Mundial, gente que normalmente no va a la cancha”. Laura es más visceral en su relato: “A la cancha iban los de la oficina que en su puta vida habían ido a la cancha a ver un partido. La gente que denigraba al fútbol, iba… A las mujeres de golpe las vi envueltas en las banderas yendo a los partidos, cuando antes se quejaban de los maridos que estaban con el fútbol”. Se advierte claramente en este tipo de recuerdos la superposición de dos ejes distintos en las referencias al Mundial: al “antes”/“ahora” que delimita el acontecimiento sobre el horizonte de la regularidad temporal, se le agrega ahora la polaridad “nosotros”/“ellos” que duplica la excepcionalidad del momento. Un “futbolero” como Quique será gráfico en su relato: “Había gente que lo miraba por TV y después salía festejar como si el Mundial se jugara en Laponia, era lo mismo, porque un Mundial es mucho más mediático que el campeonato, estaba presente en toda la población el fenómeno del Mundial”. Otro, Roberto, parece despegarse de este entusiasmo advenedizo, desplegando credenciales de futbolista de ley: “Yo ya había ido a la cancha de River cuando fui a ver a Estudiantes ganarle a Racing por la Copa Libertadores; una alegría, eso sí que fue distinto…”.

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La autoconciencia de los protagonistas en cuanto a su pertenencia a un grupo delimitado es evidente: en cuanto “futboleros”, estos hinchas se consideran dotados de cierta autoridad al referirse al acontecimiento Mundial ’78, frente a quienes son vistos como ajenos al mismo. Esta apropiación del fenómeno nunca es completa, ya que se acepta que el Mundial de Fútbol trasciende las fronteras entre los apasionados por este deporte y quienes tienen un interés más efímero. No obstante, la distinción se filtra en varias ocasiones, como cuando Julio señala como, a pesar de que algunos partidos “eran una lágrima”, considerados desde un punto de vista “neutral”, de todos modos “a los que nos gustaba el fútbol íbamos a verlos”. Aunque no se discute la legitimidad de la ocupación del territorio “fútbol” por estos sectores antes ajenos, existe un esfuerzo por dejar en claro la prelación que los asiste para hablar del evento. Como dirá Quique: “hay que separar la importancia que tiene un campeonato para el que es hincha de fútbol del que no lo es”. 3. El Mundial como posibilidad de modernización Uno de los elementos más destacados por la prensa de la época es el que hace a la radical transformación en las principales ciudades del país con motivo de la realización del certamen mundialista: la remodelación o construcción de nuevos estadios, las obras en infraestructura hotelera, la modernización en las telecomunicaciones y el mejoramiento de la red terrestre de comunicaciones interurbanas constituyen instancias destacadas dentro de las transformaciones “modernizadoras” llevadas a cabo por las autoridades. La copa del mundo sirvió para que el Estado encarara iniciativas dotadas de gran visibilidad, buscando reforzar la imagen renovadora con las que se presentaba ante la sociedad. 4 La pretendida superación de una Argentina atrasada, estancada y anclada en el pasado de los conflictos internos, la “demagogia” política y la falta de eficiencia económica, y el pasaje hacia un país moderno, pacificado, emprendedor y eficiente tuvieron su correspondencia en estas tareas, que contribuirán a fortalecer el juego de equivalencias que se quiso fijar entre los términos Gobierno Militar, Mundial ’78 y Modernidad. Dentro de esta asociación entre la época en que se organizó el campeonato de fútbol y la incorporación de elementos novedosos que alteraron los hábitos cotidianos de la población, una de las innovaciones más recordadas es la que se refiere a la aparición de la televisión en colores. Cuando Rubén recuerda la época en la que se jugaba el campeonato, la innovación no tarda en aparecer: “otro recuerdo del Mundial es que fue el año de aparición de la TV en colores”. La recreación de la emisora televisiva estatal, que ya desde su nuevo nombre apela a este rasgo de modernidad (“Argentina Televisora Color”), contribuyó a fijar en el recuerdo de muchos de los contemporáneos este rasgo de “progreso” tecnológico. Sin embargo, tampoco deja de mencionarse el carácter incompleto de esta renovación tecnológica; Enrique recuerda bien la distancia entre esta innovación asociada al Mundial y su generalización en la vida cotidiana habitual: “Aparte fue un fenómeno experimental, por el tema de la TV a colores, porque la TV a colores se puso en marcha para difundir el Mundial, terminó el Mundial y recién apareció cinco o seis meses después”. El mismo rasgo es rescatado en el recuerdo de Julio: 4

Sobre la arquitectura durante el período 1976-83, véase Graciela Silvestri, “Apariencia y verdad. Reflexiones sobre obras, testimonios y documentos de arquitectura producidos durante la dictadura militar en la Argentina”, en Block 5, Universidad Torcuato di Tella, diciembre 2000.

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“Vos pensá que recién tuvimos TV a colores en el ’79, los partidos que vimos en el ’78 eran blanco y negro, era en colores pero para afuera, el sistema estaba instalado para el exterior, no para adentro”. Esta disparidad entre “afuera” y “adentro” es elocuente acerca de las características de este proceso transformador, así como de la percepción de los contemporáneos de vivir en un país muy alejado de la modernidad imperante fuera de sus fronteras. Más allá de la televisión a color, en los recuerdos de los hinchas aparecen otros indicadores de cambios encarados por las autoridades en ocasión del campeonato de fútbol. Enrique rememora el Mundial como ocasión para encarar transformaciones de infraestructura: “La ruta 11 la construyeron para el Mundial... en general, a Buenos Aires la emprolijaron mucho, la ordenaron, la limpiaron, le pusieron luz, no te digo en todos los lugares pero sí donde había tráfico de extranjeros... ya te digo, emprolijar en general”; otros testimonios coinciden en cuanto a este aspecto renovador que acompañó al certamen. Desde luego, las obras de renovación que experimentaron algunos estadios para albergar partidos mundialistas dejaron su impacto en la memoria de los espectadores que pudieron apreciarlas. 5 También aquí los relatos coinciden en enfatizar el aspecto modernizador de estos cambios, como recuerda Roberto: “Otra cosa que me llamó la atención fue que se inauguraron las pantallas electrónicas, que yo nunca había visto”. La asociación entre el acontecimiento que significaba la realización del campeonato y la necesidad de transformar características tradicionales de comportamiento en las canchas aparece también en el relato de Rubén: “Había todo un fenómeno de turismo en torno al Mundial, y el estadio estaba preparado para eso... se instalaron plateas móviles en las gradas y luego se sacaron, yo creo que todo el estadio estaba sentado, lo que es impensado en el fútbol nuestro”. Mayor aún fue el impacto producido en una ciudad como Mar del Plata ante la inauguración de un estadio completamente nuevo, construido especialmente para el certamen. El hecho se asocia, acá también, a la necesaria renovación y modificación de pautas anteriores, como lo señala Gladys, contrastando su novedad con el uso previo de ese espacio urbano: “El estadio es algo importante que le dejó [el Mundial] a la ciudad, porque antes eso era todo campo”. Así como el “campo” simboliza el abandono y atraso imperantes en la zona, el nuevo estadio es descrito apelando simétricamente a sus elementos más ostensiblemente modernos: “Todo muy cuidado, todo de cemento y fierro, todo muy modernoso para la época...”. No es Gladys la única marplatense que asocia las transformaciones que acompañaron la realización del campeonato con un necesario pasaje a otra etapa en la vida de su ciudad; Enzo también menciona el Estadio Mundialista, al recordar el impacto modernizador del certamen: “Lo que dejó de bueno es que encauzó toda la zona donde esta el Estadio y que se hizo el polideportivo, que es una gran cosa para Mar del Plata”. Pocho coincide en destacar este carácter “oportuno” que representó la Copa del Mundo de 1978 para la realización de transformaciones valiosas para el desarrollo urbano: “Nos dejó muchos arreglos en la ciudad, la zona costanera... se reformó Constitución, se hizo, que en ese momento ya era decadente, el Aeropuerto, se hizo todo el acceso por Constitución, y la doble mano. Los hoteles que también tuvieron su importancia, el Sheraton, la villa de Kimberley, la del 5

Se trata de los estadios de Vélez Sarsfield y River Plate, en Buenos Aires, y de Rosario Central, en Rosario.

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Banco Provincia, se arreglaron para que los equipos pudieran entrenar, se dio la oportunidad, unos dineros y los clubes lo aprovecharon... o sea, le dejó cosas positivas a la ciudad, que las necesitaba, que por ahí no se hacían porque no había eventos tan importantes.”

De vuelta a la ciudad de Buenos Aires, los entrevistados señalaron la ausencia de hoteles de categoría como otra de las áreas en las que el certamen funcionó como instancia de adaptación a los requerimientos internacionales. Como relata Julio: “La cantidad de hoteles que se inauguraron para el Mundial fue impresionante, había que presentar dos años antes los planos, los pedidos de autorización y demás, completar la obra con el control y demás y treinta días antes tener los hoteles en condiciones para habilitarlos, y que estén en condiciones para poder trabajar durante el Mundial”. Más allá de ese costado positivo de las transformaciones que acompañaron la organización del campeonato de fútbol, otros recuerdos refieren a un costado ciertamente menos luminoso del mismo proceso, recuperando aspectos menos conocidos de los emprendimientos transformadores. En su relato, Enrique enfatiza el reverso de la “modernización” encarada por los organizadores del certamen: “Una villa que había en Núñez cuando faltaban pocos días para el Mundial, fueron los milicos con las topadoras, sacaron a la gente y pasaron por arriba. Así se terminó con la villa, la sacaban a la gente a la fuerza, le cargaban las cosas en un camión y le pasaban las topadoras por arriba, yo lo vi a eso”. Este deslizamiento del testimonio a la revelación opera también para Pocho, que desde Mar del Plata revela la cara escondida de la modernidad del Estadio Mundialista de esa ciudad: “El Estadio está ahora en muy malas condiciones, porque no se ha mantenido bien, pero además hay otra peculiaridad, este estadio que está acá era el de Mendoza y el de Mendoza era el de acá, porque el de Mendoza no tiene nada de fierros, por el óxido, no tiene un tornillo, ese era el estadio de Mar del Plata y lo llevaron mal, trajeron el de Mendoza acá, y este que es el de Mendoza lo llevaron acá. ¿Qué pasa? Este es un estadio que el 80% es de fierro, la estructura, y al hierro el aire de mar se lo come.”

El moderno emprendimiento marplatense, “todo de cemento y fierro”, muestra acá un reverso de óxido e inoperancia. Anécdotas similares aparecieron en diversos testimonios, como los panes de césped que se levantaron en Vélez, ante una barrida de un defensor español, o el apuro de los organizadores por terminar contrarreloj las obras del estadio marplatense antes de la presentación del equipo brasileño. En estos casos, las iniciativas modernizadoras encaradas para la celebración del campeonato de fútbol son desmontadas e interpretadas como mera “cosmética”, destinada al consumo exterior. En palabras de Julio, el Mundial fue una ocasión propicia: “...para un montón de cosas, que uno no se daba cuenta en el momento, arreglar calles, hacer la ruta a Ezeiza, la Richieri, tapiar la villa miseria de los costados para que no se viera, tapiar la villa miseria de Belgrano, pintar, arreglar calles, veredas, era como que estábamos pintándole la cara para la visita, también en el interior, en Córdoba, en Rosario, en Mendoza... pero en San Juan no pasó nada, en La Rioja no pasó nada, en Catamarca no pasó nada, es decir que toda la pintada de cara fue acá, únicamente para el objetivo.”

4. Mucho más que fútbol Quisiéramos detenernos brevemente ahora en un resultado de la investigación realizada que, si bien no se refiere exclusivamente al Mundial de 1978, constituye un aporte a los estudios sobre

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sociología del deporte. En diversos casos, la reflexión de los entrevistados sobre el desarrollo de las actividades referidas a la competencia futbolística les brinda la oportunidad para referirse en sus respuestas a problemáticas que las exceden ampliamente, asociadas generalmente a las coordenadas políticas, ideológicas o simplemente valorativas con las que analizan el contexto en el que viven. Algunos autores han destacado la importancia del fútbol como elemento simbólico en el funcionamiento de las prácticas sociales, a partir de la posibilidad que brinda para producir reflexiones éticas, políticas, morales, sobre el tiempo que les toca vivir a sus protagonistas, su lugar en el entramado social, su relación con los otros, etc. 6 En nuestro caso, en parte por esta facultad del fútbol para funcionar como “metáfora” para discurrir sobre la justicia, la igualdad de oportunidades o la influencia del azar en la vida de las personas, en parte por los rasgos culturales propios del país, y en parte también por las particulares características del objeto “Mundial ’78”, que de por sí supone una presencia marcada de elementos extra-futbolísticos, en diversos tramos del diálogo se percibieron instancias en las que la rememoración sobre la competencia deportiva daba paso a una reflexión más amplia sobre la realidad nacional. 4.1 Todo tiempo pasado fue mejor Un aspecto particularmente presente en las entrevistas fue el referido a los cambios experimentados entre la época relatada y la actualidad. Los recuerdos sobre la Argentina de 1978 se deslizan hacia un relato general sobre la evolución del país, en el que la polaridad “antes” vs. “ahora” opera como un contraste que excede lo deportivo, y que habla de un recorrido histórico y sobre todo moral. Un factor relevante en este deslizamiento, más allá de las características particulares del fenómeno estudiado, tiene que ver con la edad de los entrevistados: el lapso de treinta años que media entre los momentos recuperados en la narración y la época actual supone una maduración y transformación en la vida de sus protagonistas que no puede dejar de marcar su huella en el relato oral. Guillermo, a partir de la experiencia de haber vivido el Mundial como un hincha entusiasta, compara aquellos tiempos con los actuales: “Ahora es más difícil ir al fútbol, te roban a la noche, te aprietan entre cuatro o cinco”; muy parecido es el comentario de Néstor cuando recuerda la asiduidad con la que asistía a los eventos deportivos: “Tampoco te daba miedo ir, porque no había los despelotes que hay ahora”. En Gladys se puede encontrar también una representación del orden moral de la sociedad: “Yo lo que me acuerdo es que era familiar, hablábamos con la gente... Todo muy familiar, como era antes”. En estos casos, los recuerdos sobre el pasado son un instrumento con el que se intenta comprender el “ahora”, poniéndolo a contraluz de los rasgos destacados del tiempo perdido. Idéntico mecanismo se advierte en una referencia de Enzo, en las que explícitamente el pasado aparece iluminando las falencias de la época actual: “No te olvidés que son distintas épocas, no había la agresividad de ahora, uno era mucho más tranquilo, era otra forma de vida, con menos estrés, no andabas enloquecido. Hoy se vive alterado mal por todos los problemas de inseguridad. Entonces vivís alterado constantemente. La gente era más tranquila, se podía hablar más tranquilamente. Uno mismo reaccionaba distinto.”

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Christian Bromberger: Significaciones de la pasión popular por los clubes de fútbol, Buenos Aires, Libros del Rojas, 2001

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Recuerdos como estos ilustran una idea bastante difundida en los entrevistados: el espectáculo deportivo futbolístico de aquellos tiempos se vivía como una experiencia compartida en familia, relativamente ordenada, pacífica; rasgos que contrastan fuertemente con los de la actualidad, en la que el fútbol es visto como un mundo de situaciones violentas. Más allá de la justeza objetiva de lo relatado, 7 es interesante observar cómo los recuerdos de los protagonistas constituyen construcciones que idealizan un pasado siempre mejor, que exceden el marco de las prácticas deportivas y se refieren a un país que se habría perdido en algún momento del recorrido histórico. Esta distancia entre el tiempo rememorado y la actualidad puede apreciarse en el relato de Julio sobre los festejos por el triunfo argentino: “Pudimos festejar, tranquilamente, sin ningún tipo de problemas, sin ningún tipo de inconvenientes, yo fui a buscar a mi señora y fuimos al Obelisco, hasta las dos de la mañana, sin ningún tipo de inconvenientes... nadie se hizo el vivo, nadie te robó, nadie te manoteó, nadie te llevó nada. Muy distinto al del ’86, que ya directamente ni pude llegar al Obelisco, por los balazos, los afanos, todo lo demás. No pude llegar al Obelisco en el ’86, producto de los robos, de todo ese tipo de cosas, en el ’78 no pasaba nada, la gente festejó hasta cualquier hora sin ningún tipo de problemas, nada...”

4.2 Así somos En distintas oportunidades las referencias al campeonato mundial dieron pie para que los narradores pasaran a elaborar reflexiones sobre las características peculiares de lo que, a falta de mejor término, podíamos llamar la “identidad nacional”. Enzo, refiriéndose a los preparativos previos del equipo nacional en vistas al campeonato, reflexionará sobre ciertas características inherentes a nuestro comportamiento: “Siempre habíamos estado en un buen nivel, lo que pasa es que desde esa época empezamos a aprender que no éramos los mejores sin jugar”. Más adelante, a partir de las polémicas de la época sobre la convocatoria de determinados jugadores para el Seleccionado, señalará otros rasgos negativos de nuestra identidad: “Eso es normal nuestro, es normal del latino, siempre va a haber algo de lo que va a estar en contra, normalmente todos los latinos somos así, discutidores…”. También se hizo presentes una oposición recurrente en la historia argentina, la polaridad entre la capital nacional y el resto del país. La problemática sobre el federalismo y la relación entre las provincias y la autoridad central, espacio privilegiado de conflictividad política en el pasado, cobra ahora una forma novedosa en la esfera deportiva, ocupando la Selección Nacional de fútbol el lugar simbólico de la Nación. Así, cuando entrevistados como Néstor recuerdan la modalidad de convocatoria de jugadores con vistas a la realización del campeonato del mundo, su relato refiere la importancia relativa que se le pasa a brindar a los jugadores provenientes de equipos de un interior antes postergado: “Menotti trajo a muchos jugadores del interior del país y los puso a la altura de los de acá de Buenos Aires”. La misma tensión aparece al recordar la importancia que se le dio a las ciudades del interior por el hecho de ser elegidas como sedes para la celebración del certamen, como se aprecia en el testimonio de Julio: “El Mundial fue armado y organizado para que [la Selección] Argentina no saliera de Capital Federal, como que el resto de Argentina no existe; le tocó en suerte ir a Rosario porque era la subsede, y 7

Las situaciones que pueden caracterizarse como “violentas” han estado presente en el fútbol de forma casi ininterrumpida desde al menos la década del ’50 del pasado siglo, con un relativo descenso en la década del ’70 y hasta 1982. Véase, entre otros, Amílcar Romero, Deporte, violencia y política (crónica negra 1958-83), Buenos Aires, Centro Editor de América Latina, 1985.

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estoy seguro de que si le tocaba ir a Córdoba, Mendoza o Mar del Plata hubiera sido lo mismo, porque la gente del interior tomó conciencia de que se decía: ‘viene la Selección Argentina a jugar’.”

5. La Dictadura Militar Como hemos dicho, las aproximaciones historiográficas al campeonato de fútbol disputado en Argentina en 1978 han apuntado a elaborar un conjunto de reflexiones que se asientan en la relación entre el torneo disputado y la dictadura militar instalada luego del golpe de 1976. La intención de este trabajo no es, desde luego, negar los postulados básicos respecto a la funcionalidad que puede haber tenido el certamen mundialista para los objetivos de las autoridades; por el contrario, se entiende que estas interpretaciones de carácter histórico de nuestro pasado reciente han sido fuertemente validadas y documentadas. Sin embargo, más allá de esta situación “objetiva”, nos ha interesado recuperar las vivencias y experiencias asociadas al Mundial, dando cuenta sobre todo de la manera en que fue vivido ese acontecimiento por los diferentes actores del momento. La sedimentación de la interpretación del Mundial ’78 como instancia de manipulación de la opinión pública por parte del gobierno militar motivó que nuestra aproximación al tema fuera indirecta, intentando evitar que los interlocutores se sintieran incriminados por su participación en el evento. En los casos que siguen, las referencias de los entrevistados surgieron libremente, a lo largo de conversaciones que abordaban al campeonato de fútbol desde su costado deportivo. 5.1 Sólo fútbol: la pelota no se mancha “Yo no lo viví a ese Mundial como un fenómeno que se hiciera para tapar las bestialidades que se hicieran acá, eso fue después. Además el Mundial ya estaba programado. Yo no hago una asociación directa del Mundial en relación a la dictadura, yo lo veía como un mundial de fútbol.”

Las palabras de Enrique resaltan un aspecto que se nos hizo presente en diversas ocasiones: en la memoria de muchos de los involucrados el Campeonato Mundial de 1978 es recuperado como acontecimiento esencialmente futbolístico. Al mismo tiempo, revelan cómo la asociación entre el certamen y la situación del país es entendida como algo posterior al momento de los hechos. Esta separación entre el Mundial y su relación con la dictadura opera en otros casos de forma menos consciente; Marina, recordando la época en que se jugó el torneo y su imagen del Buenos Aires de ese entonces, cometerá un significativo lapsus: “...en esos años, ir al centro era otra cosa, ahora después, claro, ya vinieron los militares, ya fue otra cosa”; un mecanismo similar puede operar en Roberto, cuando señala que en la final del campeonato “...no me había dado cuenta de la presencia de Videla hasta después, cuando lo vi por televisión”. La disociación que se opera en estos casos entre ambas dimensiones, la del campeonato como evento dotado de claras proyecciones políticas, vinculadas de algún modo a su funcionalidad para los objetivos del gobierno militar, y la del Mundial como hecho puramente deportivo, referido a una práctica de indudable centralidad en la sensibilidad nacional, es manifiesta en varios de los entrevistados. En otros, como en Carlos, la operación es inversa, y las referencias aludirán de algún modo a la conexión entre ambos planos; no obstante, resulta llamativo el hecho de que en los entrevista-

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dos no se planteara frecuentemente esta vinculación, sino que por el contrario hubiera un marcado cuidado en muchos de ellos por enfatizar en el recuerdo el aspecto más directamente referido al hecho deportivo: “yo lo veía como un mundial de fútbol”, como decía Enrique más arriba. Esta desvinculación entre el campeonato de fútbol y los intereses del gobierno militar adopta en ocasiones la forma de una firme defensa del logro deportivo ante lo que pueda percibirse como una disminución de su relevancia. Pocho, por ejemplo, es enfático: “Que Argentina haya salido campeón.... hay gente que lo ha querido manchar, pero yo creo que esto no tiene mancha ninguna, esto para nosotros tiene que ser un orgullo, que Argentina saliera campeón no creo que se repita”; si bien el sentido del comentario es amplio, ya que la “mancha” puede referirse tanto a la justicia deportiva del triunfo, motivado por las sospechas de arreglos espurios en algún partido, como a sus posibles beneficios para las autoridades de turno, es claro que el rescate del logro alcanzado es un propósito bien definido en este tipo de intervenciones. En distintos comentarios realizados por los entrevistados más “futboleros” al dialogar sobre algunas alternativas que fueron marcando el desarrollo de la competición, las conversaciones sobre temas futbolísticos remiten a aspectos que de una u otra forma corresponden al entorno particular en el cual se desarrolló la competencia. Por ejemplo, cuando Julio recuerda la expectativa generada alrededor de las posibilidades del equipo argentino en el campeonato, se ve llevado a referirse a la situación de la prensa deportiva de la época, en lo que indirectamente supone un comentario sobre su relación con el gobierno militar: “Mirá, el periodismo en ese momento tenía un solo periodista fundamental, que era Muñoz, y era el que manejaba ese tipo de cosas, tipo tiren papelitos, no tiren papelitos... no había mucha contra, era Muñoz y muy poquito del resto. Muñoz, lógicamente, te elevaba [al equipo argentino] a la enésima potencia, diciendo que íbamos a ser campeones.”

Este deslizamiento evidenciado entre el plano deportivo, en cuanto a la evaluación de las reales posibilidades del equipo nacional, y el político, bajo la forma de una implícita manipulación de la opinión pública desde los medios de comunicación, vuelve a hacerse presente cuando el recuerdo se detiene en dos situaciones eminentemente futbolísticas. La primera corresponde al recordado partido frente a Perú; si bien en algunos casos, como el de Carlos, o Alberto, los comentarios deslizaron ciertas sospechas sobre la legitimidad del 6-0 obtenido, en muchos otros es la postura contraria la que se evidencia, reafirmando la justicia de la clasificación. 8 Quique, por ejemplo, destaca las características futbolísticas del rival: “Perú en su idiosincrasia era un equipo sin garra”; Néstor volverá a apelar a la misma distinción que Enrique, señalando: “A Perú el equipo le hizo los goles que le tenía que hacer, me parece que hubo mucho folklore de si hubo arreglo o no hubo arreglo... Eso no se decía [en ese momento], eso fue después”. La segunda situación corresponde a la ausencia de uno de los más importantes jugadores de fútbol de esos años, el holandés Johann Cruyff, fundada supuestamente en la situación imperante en nuestro país al momento de la celebración del certamen. 9 Las referencias recogidas aparecen te8

El 21 de junio la Selección argentina enfrentó a su par peruana, obligada a vencer por cuatro o más goles de diferencia para asegurarse el pasaje a la final del campeonato; el resultado final del partido fue 6-0 a favor de Argentina. Este hecho ha sido desde entonces fuente de suspicacias, a partir de supuestas presiones que habría recibido su rival. 9

Al día de hoy no están claros los motivos por los cuales Cruyff decidió no participar de Argentina ’78; si bien en algunos casos se menciona la reprobación al gobierno militar y sus prácticas, otras fuentes ponen el acento en los numerosos conflictos del jugador con

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ñidas de la lógica propia de las explicaciones “futboleras”; uno de los hinchas recuerda que “cuando se dio la lista y no estaba Cruyff todos estábamos contentos porque no venía el mejor de ellos”; del mismo modo Quique, luego de opinar respecto de Holanda que “tienta a decir que son unos amargos”, por haber perdido dos finales del mundo consecutivas, se refiere a la ausencia de su estrella principal con una categoría similar: “Como hincha, era: ‘¡Arrugó! ¡A Passarella no le va a hacer la de Beckenbauer!’”. La lectura de Julio utiliza el mismo término, encadenándolo con referencias de la historia futbolística local: “Una decepción para los argentinos, fue la no venida de Cruyff, por problemas políticos o lo que sea, bué... problema de él, su conciencia le dirá si estuvo bien o mal. Nunca dijo los argumentos para no venir, tampoco los dijo dos años antes, cuando tuvo que venir a jugar [con el Ajax] la final contra Independiente. Es más, yo como hincha de Independiente sigo diciendo que arrugó... En ese momento era el mejor jugador del Mundo. Fue una frustración que no viniera, pero lo tomamos como que arrugó.”

Si bien Julio señala la ausencia de justificativos para la ausencia del astro holandés, más adelante en el mismo diálogo sí hará referencia a la fundamentación política de dicha actitud, colocándola en espejo con la falta de comprensión que generaba en quienes, como él, “nada sabían” sobre lo que ocurría en esos momentos en el país: “...hoy estamos en el 2007, en el ’78 nadie sabía nada de lo que pasaba, entonces si el de afuera iba a decir: ‘no voy porque pasa esto y esto’, los que estábamos acá íbamos a decir ‘este está loco’. Él decía que no venía porque era un país que no estaba en democracia y que por lo tanto él a un país que no estaba en democracia no iba, eso sí lo dijo, hasta ahí llegó nomás”. En estas reflexiones se cruzan varios de los planos que hemos visto desplegarse en oposición en la lectura de los relatos de los entrevistados: el “antes” de la época rememorada se opone al “ahora” de la entrevista por el desconocimiento o conocimiento de los hechos que tenían lugar en ese entonces; el “afuera” desde el que habla Cruyff opera en el mismo sentido frente al “adentro” de los argentinos, carentes de la información disponible más allá de nuestras fronteras. En forma similar, Quique explicita de modo elocuente esta separación en la precisión cronológica respecto a los plazos seguidos para la asignación de Argentina como sede del campeonato. “El Mundial se designó mucho tiempo antes, como sede se designó antes de haberse jugado el campeonato de Alemania ’74... La circunstancias de aquel momento de haber un gobierno dictatorial, o uno democrático como podría haber habido, no varía para el hincha de fútbol esa cuestión, varía como humano, en el caso de estar involucrado.”

Quizá en esta tajante distinción entre el Mundial ’78 en cuanto hecho deportivo, que apela a aquellos involucrados desde su lugar de hinchas de fútbol, y por otro en su dimensión política relativa a las formas de ejercicio del poder de los gobernantes, que lo solicitaría en cuanto “humano”, más allá de su condición de hincha, podamos encontrar una buena síntesis respecto a la forma en la cual muchos participantes percibían su condición en esos momentos: 5.2 Un espacio de apertura las autoridades de la Federación Holandesa de Fútbol. En declaraciones recientes, el propio Cruyff ha señalado que su motivación se refería fundamentalmente a la seguridad de su familia, que había sido víctima pocos meses antes de un intento de secuestro en Barcelona.

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Otra forma en la que en el relato de los entrevistados se hicieron presentes referencias a la dictadura militar corresponde a una percepción del campeonato de fútbol como una brecha dentro del marco opresivo vigente. Si bien no son numerosas, en cierto sentido ofrecen una posibilidad de sutura respecto a la separación entre los dos aspectos en tensión en este punto, es decir, las consideraciones deportivas sobre el certamen y las vinculadas a su relación que pudiera haber tenido con los intereses del gobierno. Esta concepción del Mundial de Fútbol como momento de disminución de los controles y posibilidad de apertura, aparece en el recuerdo de Laura: “Yo vivía en Paseo Colón e Independencia y veía a todas las hordas que venían a festejar, también desde Avellaneda. Venían con las banderas, era gente que necesitaba festejar, expresarse por cualquier cosa”. La necesidad de expresión a la que se refiere explícitamente Laura, y los festejos posibilitados por el logro deportivo, permiten colocar la dimensión futbolística del campeonato en conexión directa con la política, en un sentido inverso a las miradas “instrumentalistas” que antes referidas. Posiblemente en este aspecto pensara Marina cuando al referirse a los festejos tras la final ganada por Argentina recordara: “Qué país feliz que fuimos ese día”. En la reflexión de Néstor también se destacará este exceso de sentido del acontecimiento futbolístico, producto de las características del contexto en el que tuvo lugar: “Lo que el Mundial le dio a la gente, no sé si el país por lo que estaba viviendo estaba necesitando algo deportivo, pero lo que cuentan los jugadores cuando iban con los micros, de las viejitas dándoles estampitas, esas son cosas que nadie obligó a la gente”. Nuevamente el fútbol aparece posibilitando una oportunidad de calmar, aunque sea momentáneamente, una necesidad extra-futbolística. La objeción con la que Néstor enfatiza que “nadie obligó a la gente” va dirigida precisamente contra las perspectivas mencionadas: antes de ver al certamen como mecanismo manipulador de conciencias, aparece ahora resignificado en forma invertida, como espacio de resistencia. En un recuerdo de Marina referido a los festejos que coronaron el Mundial de Fútbol, nuevamente la referencia al hecho deportivo da paso a una reflexión que corresponde a la naturaleza trágicamente excepcional del período vivido, bajo la forma de una alusión implícita a la práctica de desaparición de personas llevada adelante por el gobierno militar: “...pasamos por delante de la Catedral, eso es una cosa que a mí hoy todavía me emociona, porque estaban todos los granaderos ahí, con los galones y todo, hombres grandes, grandes, y gritaban, ¡cómo gritaban! ‘¡Griten, viva la Patria! ¡Viva la Patria! Hay que gritar!’, el hombre ese, ¡cómo gritaba!, claro, porque él sabía lo que estaba pasando, nosotros creíamos que era otra cosa, pero era el momento en que se estaban matando chicos.”

Simbólicamente cargada por el contexto espacial del relato, por figuras y consignas que remiten a un sentido de mucha mayor densidad que el que corresponde a un evento deportivo (la Catedral, los granaderos, la Patria), la escena sirve de adecuado colofón para este apartado. En ella se dan cita, a un tiempo, detrás de la oposición entre quienes “sabían” y quienes desconocían la situación vigente, la alegría por el triunfo alcanzado y el desgarramiento por los asesinatos cometidos, el saludo a la Patria y el festejo por el fútbol, el deporte y la Nación.

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6. Mar del Plata Entre las sedes en las que se jugó el Mundial ’78, Buenos Aires, Córdoba, Mendoza, Rosario y Mar del Plata, esta última ciudad tiene características peculiares que motivaron que fuera seleccionada con especial interés. Por un lado, presenta rasgos que la distinguen claramente de las otras ciudades-sedes: sin ser un importante núcleo urbano por población o como centro administrativo, se trata de una ciudad balnearia, que pasó en relativamente poco tiempo de ser el lugar tradicional de descanso y recreación para la población de los sectores acomodados a convertirse en el destino por excelencia de los miembros de las clases medias y bajas a partir de mediados de siglo, como parte de las transformaciones sociales operadas en Argentina durante el primer peronismo (1946-1955). El crecimiento explosivo experimentado por la ciudad en este proceso se evidencia hasta hoy en la centralidad de la actividad hotelera en la economía urbana, fundamentalmente la de procedencia sindical. Por este mismo motivo, para 1978 una gran parte de la población marplatense, que se incrementó paralelamente al crecimiento de la ciudad, provenía de migrantes internos procedentes de diversas regiones del país. Aún más significativa para este trabajo es la relación entre Mar del Plata y el fútbol, actividad que opera como mecanismo privilegiado en la realización de los procesos identitarios colectivos, ya sea locales, regionales o nacionales. En una representación imaginaria de la historia futbolística argentina se podría establecer una disposición espacial, con un centro conformado por los equipos de Buenos Aires y sus alrededores, y en menor medida Rosario y Córdoba, y en la cual Mar del Plata ocuparía claramente una plaza periférica (al igual que Mendoza). Como esta última ciudad, Mar del Plata carece de la importancia futbolística del resto de los grandes núcleos urbanos, y sus principales equipos raramente la han representado en los torneos nacionales de relevancia. Este escaso éxito en las competencias nacionales va de la mano de un interés limitado por parte de los habitantes de la ciudad por el espectáculo futbolístico, el cual compite en condiciones más parejas que en otros centros urbanos con otras actividades como el básquet o el tenis. Por lo tanto, la elección de la ciudad de Mar del Plata como parte del privilegiado grupo de cinco ciudades sedes del Campeonato Mundial de 1978 tuvo implicaciones de peso en la historia urbana, y paralelamente en las representaciones de los marplatenses sobre su ciudad. Transformaciones edilicias de envergadura, comenzando por la construcción de un estadio de fútbol en condiciones de albergar los seis partidos mundialistas que allí se jugaron, dejaron una huella notable en la geografía urbana. Del mismo modo, las referencias de los protagonistas reflejan otras marcas, quizá más profundas, dejadas por el acontecimiento Mundial ’78 en la forma en la cual la ciudad se reconoce a sí misma. 6.1. El Mundial como hecho local La señalada particularidad de la identidad marplatense respecto a su interés relativamente escaso por el desarrollo las actividades futbolísticas es asumido casi como marca identitaria por los habitantes de la ciudad, como lo reflejan comentarios como el de Enzo, cuando asegura que “Mar del Plata nunca va a ser una ciudad futbolera”; o también el de Guillermo, para quien “acá no van a la cancha, salvo determinado partido”. Rogelio reflexiona de modo similar, aunque utilizando expresiones típicamente “futboleras”: “Mar del Plata nunca tuvo un equipo como la gente, a pesar de que acá vino Independiente y se comió cinco con Kimberley”.

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Estas referencias que contrastan la “pasión” futbolística del resto del país con su ausencia en el escenario marplatense se complementan con otras en las que dicha característica supone rasgos positivos, en lo que hace a la ausencia de fanatismos y de episodios de violencia asociados el fenómeno futbolístico. Por ejemplo, Gladys recuerda su experiencia como espectadora mundialista remarcando la ausencia de las situaciones típicas del enfervorizamiento característico del fútbol “grande”: “Si jugaba bien Brasil, se festejaba a Brasil. En la gente no estaba ese Boca-River”. Situaciones inimaginables desde la perspectiva típica del hincha parcializado son rescatadas en su testimonio como características propias: “Hinchábamos por Brasil cuando atacaba Brasil, y cuando atacaba Austria hinchábamos por Austria”. Enzo generaliza esta misma situación, aunque distanciándose de la primera persona: “[acá] es distinto de ese fanatismo que hay en Buenos Aires... les gusta el deporte y punto”. Sin embargo, no obstante estas peculiaridades, la centralidad del fútbol en Argentina es de tal magnitud que no podía dejar de alcanzar a los habitantes de Mar del Plata. Por esta razón, que fuera designada sede de la competencia fue para los marplatenses la ocasión para demostrar que podían estar a la altura del máximo evento futbolístico que vivía el país. De este modo, el rasgo más pronunciado en las reflexiones de los hinchas marplatenses sobre el Mundial ’78 refiere a la sensación de orgullo que les habría producido la forma en que se desarrolló la competencia en su ciudad. Es así que cuando se le pregunta a Rogelio acerca de la repercusión del Mundial en su ciudad, no duda: “Acá el apoyo fue total, nunca fue una media cancha, siempre lleno... Se jugó a cancha llena todos los partidos”. Un recuerdo similar aporta Guillermo: “Hubo mucho entusiasmo en la gente, si ustedes ven las filmaciones, [están] los estadios llenos”. Al margen de la veracidad de estas afirmaciones, 10 resulta significativo el acento que colocan los hinchas en rescatar la buena respuesta del público local ante el evento. La preocupación acerca de la actitud de los habitantes frente a la competencia queda de manifiesto en las reflexiones del mismo Guillermo: “[los marplatenses] no solamente vivieron el Mundial, sino que concurrieron masivamente a la cancha, porque acá no van a la cancha, salvo determinado partido”. Idea similar tiene Rogelio, cuando afirma que “el marplatense está muy orgulloso [del Mundial], le tocó la fibra y de yapa salió bien”. Asimismo, y en relación a los aspectos extrafutbolísticos, los recuerdos de los hinchas exaltan la participación de los habitantes de la ciudad en la organización del evento. Instituciones típicas de la vida marplatense tomaron parte de las actividades ceremoniales, como en el caso del desfile inaugural el día del primer partido en la ciudad: “En ese partido desfiló la Guardia del Mar, que es una coreografía marplatense de chicas, con carruajes, y desfilaron antes de largar para ir a entretener, parecido a lo que se hizo en la final y en la inauguración en River, no a tanto volumen de cantidad de gente porque, si ahora somos quinientos mil, en esa época éramos muchos menos”. La comparación con lo sucedido en circunstancias semejantes en la Capital, manifiesta una vez más, en el discurso de los entrevistados, esta preocupación por cumplir cabalmente con lo que entendían se esperaba de ellos en la ocasión.

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El estadio mundialista de Mar del Plata contaba en esa fecha con capacidad para 42.373 espectadores, hoy reducida por las nuevas disposiciones internacionales. De acuerdo a los datos oficiales, las entradas se agotaron en el partido inaugural de la sede (ItaliaFrancia), y se bordearon los cuarenta mil espectadores en otros tres partidos (los 3 jugados por la selección brasileña). Sin embargo, se vendieron 32 mil entradas para el partido Italia-Hungría y 28 mil para Francia-Hungría (fuente: El libro de oro del Mundial, Buenos Aires, Clarín, 1998).

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Un párrafo destacable en este sentido le cabe a la figura de los voluntarios, rescatados en muchos de los relatos de los entrevistados. Por ejemplo Rogelio destaca que “si Mar del Plata necesitaba cien, hubo doscientos voluntarios, todos con su uniforme, te entregaban folletos, te orientaban... eran todos pibes de la universidad, no le daban el puesto a cualquiera”; también en este recuerdo vemos operando un mecanismo de apropiación del Mundial por parte de la población local, al igual que en la rememoración de Gladys sobre los preparativos escolares de los que formó parte: “Yo me acuerdo de que en la escuela hicimos un montón de cosas, hicimos una exhibición de gimnasia...”. En el mismo sentido funciona el cuidado con el que Enzo resalta el papel destacado de la comunidad marplatense en lo que hace a la recepción de delegaciones extranjeras, y correlativamente la ausencia estatal en estas actividades: “Toda la parte de agasajos, tanto a Italia como a España, lo organizaron las colectividades, el gobierno en sí no intervino en nada”. Como se observa, en la perspectiva de los entrevistados el Mundial ’78 aparece imbricado profundamente en la historia de la ciudad, y por lo tanto en su historia personal, pero desde su lugar de marplatenses. A diferencia de lo que se percibe en el relato de quienes vieron sus partidos en los estadios de la ciudad de Buenos Aires, en los cuales la rememoración del evento despertaba recuerdos referidos principalmente a su biografía propia, para los marplatenses la memoria del campeonato de 1978 apela sobre todo a su condición local; las constantes menciones al “acá” y al “nosotros” son reveladoras. 6.2 Forza Italia! Como en muchos otros grandes centros urbanos argentinos, en Mar del Plata reside una numerosa colectividad de origen italiano, agrupada en instituciones organizadas por criterios regionales. Según el relato de varios de los entrevistados, esta presencia habría influido en la determinación de alojar a la delegación de Italia en esta ciudad. Enzo, por ejemplo, recuerda que “se había elegido a Mar del Plata por el turismo y por la gran colectividad italiana que había”. En la visión de los hinchas, al compromiso del marplatense con la organización del evento se añade una vinculación específica originada en raíces familiares y culturales: en los partidos disputados por la azzurra, la importante colectividad italiana de la ciudad se volcó masivamente a acompañar a su equipo. Así, según Guillermo: “El Mundial en su momento era especial para la colectividad italiana. Después para los demás no, no se hicieron núcleos fuertes entusiastas, para los italianos si”. También para Rogelio, “los italianos y los franceses eran considerados casi locales, por sus centros”. En el imaginario de los habitantes de la ciudad, la colectividad italiana está fuertemente vinculada a un espacio geográfico delimitado: el puerto, y dentro de él el desarrollo de una actividad específica: la pesca. La conexión que se establece en las representaciones de los marplatenses entre la colectividad italiana, el puerto y la pesca, aparece trasladada al hecho futbolístico del Mundial. Así queda de manifiesto en el recuerdo de Rogelio, cuando afirma: “acá hay una gran colonia italiana, española también, porque jugaron los dos, España e Italia, entonces la cancha (estaba) a reventar. La colonia grande de italianos está en el puerto, fueron sabés cómo, te diría que ese día ni salieron a pescar para ir a ver el partido”. La hipérbole utilizada en el relato indica la fuerza que une a los términos referidos en las representaciones recuperadas a través de las entrevistas. La relevancia otorgada a la presencia italiana por parte de los entrevistados es notable cuando se compara con las menciones sobre Brasil, no sólo por la importancia futbolística del equipo brasileño y la tradicional rivalidad con el combinado argentino, sino además porque también la

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delegación del Brasil se instaló en esta ciudad, donde de hecho jugó más partidos que el combinado italiano (los 3 de la primera fase, contra 2 de Italia), e inclusive con mayor asistencia de espectadores. Cuando se le pregunta a Rogelio sobre la presencia de extranjeros en la ciudad con motivo del Campeonato Mundial, su respuesta es clara: “Brasileros, porque Brasil jugo dos o tres partidos, lo único que movió. Después, acá hay una gran colonia italiana”. Como se observa, a la mención sobre Brasil le sigue inmediatamente el deslizamiento hacia el lugar destacado de la colectividad italiana. 6.3 Kimberley jugó un mundial “La gente la reconoció enseguida, la voz se fue corriendo, primero en los pasillos, después pasó al palco, a la platea y de ahí nomás a las tribunas. Los periodistas lo comentaban por la radio y ahí la gente empezó a gritar ‘¡Kimberley, Kimberley!’.”

En el recuerdo emocionado de Pocho aparece uno de los acontecimientos más presentes en la memoria del hincha marplatense respecto del Mundial ’78. El día 10 de junio, al momento de comenzar el encuentro entre Francia y Hungría, se suscitó un notorio inconveniente, cuando, por error, ambos seleccionados salieron a la cancha con su vestimenta alternativa, que en los dos casos 11 era de color blanco. Así, el equipo galo debió jugar con la camiseta del modesto Club Atlético Kimberley, de inconfundibles bastones verticales blancos y verdes. Este hecho perdura en la memoria de muchos hinchas de Mar del Plata, para quienes el campeonato de fútbol está indisolublemente ligado a este suceso. Así ocurre, por ejemplo, con Gladys, para quien “...lo de las camisetas de Kimberley, para nosotros es lo más importante”. También para Enzo la anécdota resulta relevante, y funciona como mecanismo clasificador de sus recuerdos sobre el Mundial: al rememorar su participación en el evento como espectador, ordena los partidos a los que asistió tomando en consideración este caso: “...después vi el partido de Francia, que creo que fue con Suecia, que fue el de la curiosidad de las camisetas”. Es notable que el episodio haya cobrado tal importancia en el recuerdo, que llega al punto de absorber al partido mismo, como queda manifiesto en la imprecisión acerca de los países que lo jugaron. Como suele suceder en el contexto deportivo, esta anécdota permite observar las formas en las que pasado y presente se articulan, y un acontecimiento del pasado es utilizado como argumento en las discusiones futbolísticas para dirimir rivalidades locales. En tal sentido, Pocho cuenta cómo lo sucedido con la selección francesa le otorga a su equipo un plus frente a los otros clubes de la ciudad: “Siempre cuando sale alguna conversación de fútbol sale el tema, eso está en varios libros de acá de Mar del Plata sobre fútbol. Muy linda anécdota para Kimberley. En las discusiones con los hinchas de Mar del Plata acá la usamos siempre: ‘papito, nosotros jugamos un mundial’. Antes usábamos lo de las piletas, que Kimberley fue el primero en tener tres piletas, y ahora después de esto cuando te atacan un poquito y ves que estás perdiendo, sacamos esto... ‘querido, nosotros jugamos un mundial’.” 11

El error se debió a una exigencia de la FIFA que buscaba evitar la confusión de los colores de las camisetas de los dos equipos, ya que en gran parte del mundo (incluyendo Argentina) la transmisión televisiva era todavía en blanco y negro, y por ello no se distinguirían correctamente el rojo de Hungría del azul francés. Evidentemente, motivó este episodio el que cada una de estas selecciones entendiera que el pedido de jugar con indumentaria alternativa iba dirigido a ella y no a su rival.

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Al margen de la referencia específica al Club Kimberley, la última frase de Pocho, “nosotros jugamos un mundial”, refleja adecuadamente la forma en que la Copa del Mundo de 1978 aparece en el recuerdo de los habitantes de Mar del Plata como un momento relevante no sólo de la historia deportiva nacional, sino del pasado inmediato de su propia ciudad, y por lo tanto, del suyo propio. 7. Fútbol, fútbol, fútbol... Como hemos visto, muchos de los recuerdos de los hinchas sobre Argentina ’78 se concentran en aspectos como “la fiesta de la final”, o “lo bien organizado que salió todo”, o en las novedades que trajo aparejadas el certamen, por ejemplo, “ver cómo quedó el estadio nuevo”; en estos casos, quizá la mayoría de los registrados, los testimonios no se refieren principalmente al torneo desde su costado de hecho futbolístico, sino que más bien resaltan su condición de hecho extraordinario, de momento de excepción. El relato de estos entrevistados muestra así que para ellos la potencia del campeonato del mundo como acontecimiento novedoso y fuera de lo cotidiano ha sido mucho más relevante que su aspecto propiamente deportivo, y de allí que no se hayan detenido en rememorar situaciones típicas de este tipo de competencias, tales como goles espectaculares, infortunados lances del juego, figuras destacadas, fallos arbitrales polémicos, etc.; en muchos de estos espectadores ni siquiera parecen haber quedado asentadas con firmeza las alternativas del desarrollo de la competencia, como los resultados de los principales partidos, o el orden de los encuentros que tuvo que jugar la Selección Nacional. No obstante, para otro grupo de hinchas, a diferencia del anterior, el mecanismo es inverso: prima en sus relatos justamente el costado más deportivo del Mundial, que es recordado entonces por los partidos, los equipos, los jugadores, el fixture, etc.; por sobre todas las cosas, es el fútbol como juego el que está presente en el recuerdo de estas personas. Este subgrupo de entrevistados se corresponde, a grandes rasgos, con el de los hinchas que líneas arriba hemos denominado “futboleros”, definición que –como se ha visto– se atribuyen ellos mismos, en una clara muestra de la percepción que tienen sobre su relación con el fenómeno futbolístico. Sus testimonios se han analizado en las diversas secciones del presente artículo, pero este apartado, si bien no exclusivamente, está dedicado en gran parte al análisis de sus recuerdos; hemos ubicado en él los relatos más propiamente futbolísticos sobre los recuerdos del Mundial ’78. 7.1 El Mundial antes del Mundial “Las entradas se sacaban en el Banco Nación, y se pagaban mes a mes, porque era un plan de facilidades de seis cuotas y entregaban las entradas ya definitivas, veinte días, treinta días antes del Mundial... se pagaban oro en la reventa. Si vos te enterabas de que había una entrada, volaba... en Rosario [pedían por] una entrada algo así como 1.500 dólares, 1.800 dólares, una entrada popular para Rosario, una barbaridad, una cosa de locos... no, no se podía pagar eso.”

Un punto recurrente en el recuerdo de muchos espectadores es la emoción con la que se preparaban para presenciar un encuentro mundialista. No es de extrañar la excitación con la que estos hinchas veían acercarse el 1 de junio de 1978, fecha de la inauguración del torneo. Como recuerda Quique: “A la gente que nos gustaba el fútbol siempre lo estábamos esperando, decíamos ‘algún día será el mundial de Argentina’”. En este sentido, en estos relatos el “momento Mundial” antecede a

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su realización efectiva, la preexiste como expectativas proyectadas fuera de sus fronteras cronológicas. Esta antelación de la copa del mundo se evidencia en la cuenta regresiva que precedió su puesta en marcha, a partir del conocimiento de la asignación de la sede a nuestro país: “El Mundial se designó mucho tiempo antes, como sede se designó antes de haberse jugado el campeonato de Alemania ’74... mucho antes se sabe la sede... y ya a partir del ’71 o ’72 estábamos todos esperando”. Esta espera a la que se refiere Quique se matizó en algunos casos, como el de Julio, con la asistencia a la serie de encuentros amistosos que jugó el combinado nacional como preparación previa al torneo: 12 “A la Selección ya la veníamos siguiendo desde un año y pico antes, con los partidos que se venían haciendo en cancha de Boca, teníamos un abono, en esa oportunidad éramos cuatro o cinco”. Finalmente, tras varios años de espera, pero todavía bastante antes de la inauguración del campeonato, llegaría otro acto central en el ritual que precedió al puntapié inicial: la adquisición de las entradas. Ceremonia habitual para quienes regularmente asisten a los torneos domésticos, en este caso aparece revestida de un peso particular, correspondiente a la magnitud del evento. La búsqueda de las entradas para los partidos de la copa del mundo fue un punto en el que se detuvieron muchos de los entrevistados, en algunos casos, como Julio, para recordar el formato colectivo y exhaustivo con el que fue desarrollado: “...para el Mundial éramos nueve personas que sacamos los abonos de todos los partidos que fueran, ya sea cancha de River o de Vélez, jugase el que jugase era la serie completa”. Otros, como Quique, recuerdan cómo decidieron quien debía hacerse cargo de la tarea: “Para comprar las entradas había que ir desde la madrugada, prácticamente desde la una o dos de la mañana a la AFA para hacer la cola. Entonces hicimos un partido de truco porque éramos ocho y los cuatro que perdían tenían que ir a sacar las entradas... Eso fue más de un mes antes, y se agotaron enseguida”. Otro caso será el de Roberto, quien recuerda el momento de la compra de las entradas para señalar la selectividad con la que fue encarada, puesto que decidió privilegiar el presenciar la final, independientemente de quiénes fueran sus participantes, antes que los partidos que jugaba la Selección Argentina en primera ronda: “Yo tenía absolutamente claro por qué se compraron esas entradas, dijimos, ‘¿una final de mundial...?’, lo hablamos con mi amigo, ‘no vamos a ver otra’”. Esta decisión de optar por el formato “final del Mundial” antes que por la certeza de observar al equipo nacional es bastante elocuente sobre el conjunto de significados asociados a la figura del campeonato del mundo que opera en este tipo de espectadores. 7.2 Salir a la cancha “Estamos hablando de un mundial... el primer partido que vi fue Alemania con Italia, un empate, un cero a cero horroroso, pero es ver un mundial. El segundo fue otro partido bastante flojo, fue Italia con Austria, que ganó Italia con gol de Paolo Rossi, y fue el primer gol mundialista que vi en ese entonces, y nada menos que de ese tipo, que era muy ídolo.”

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Se trató de una serie de partidos internacionales jugados entre 1977 y 1978, contra las selecciones de Polonia, Escocia, Francia, Inglaterra, Yugoslavia, Alemania Democrática, Alemania Federal, Paraguay, Perú, Bulgaria, Rumania, Irlanda y Uruguay.

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Superada la prueba de la compra de las entradas, luego de tanta expectativa y ansiedad, da comienzo formal la Copa del Mundo Argentina ’78. Los recuerdos de los hinchas que con más interés seguían regularmente el fútbol cotidiano en nuestro país coinciden con el de Quique: “Estamos hablando de un mundial”; es decir, es “lo máximo” para el aficionado al deporte, por lo que todo análisis sobre las características precisas de lo que pudo verse en la cancha tiene que estar supeditado al reconocimiento previo a su pertenencia a esta categoría. Es así que, al margen de que se haya tratado de “un cero a cero horroroso” o de un partido “bastante flojo”, lo relevante del testimonio radica en que “es ver un mundial”. Julio, otro “futbolero” consumado, parece coincidir con esta lectura: “Hubo muchos partidos que fueron un bodrio... yo diría que técnicamente [el Mundial] fue malo”. En el relato de esos espectadores lo relevante de estos episodios radica en la capacidad para dotar de contenido concreto su referencia respecto de “haber estado en un Mundial”; más que un conjunto de partidos, el Campeonato del Mundo parece tener un aura que no es reducible a sus partes componentes. Un regular espectador de cancha como Néstor, acostumbrado a la rutina que se vive en los campeonatos argentinos, no puede dejar de percibir esta aureola “mágica” que acompaña los encuentros mundialistas: “A Boca iba todos los domingos a verlo, pero el hecho de estar jugando un mundial, algo que se hacía en el país, toda la cancha gritaba por Argentina... Acá lo que vos notabas es que todo el mundo hinchaba por el mismo equipo, Italia tenía su gente, pero el ochenta y cinco, noventa por ciento hinchaba por Argentina”. Desde luego, no faltan en los relatos recogidos referencias de índole estrictamente “futbolera”, asociadas no tanto a los elementos contextuales sino a los lances característicos de un partido de fútbol, como las de Rogelio, quien recuerda “los goles perdidos por Holanda sobre el final”; o la de Quique, al rememorar “el gol de Paolo Rossi, fue el primer gol mundialista que vi”; también Julio comentó en su relato una situación “de cancha” que revela su estirpe de fanático del fútbol: “Alonso entró contra Francia, se lesionó... entro él, jugó cinco minutos y se hizo el lesionado y salió, arrugó, demostró la calaña que era...”. Estas situaciones, sin embargo, son siempre colocadas por los entrevistados bajo la luz que arroja el acontecimiento significativo por excelencia: “es un mundial...”. 7.3 Rosariazo “Los que conocemos de fútbol sabemos muy bien que el visitante, en ciertos momentos, si escucha el grito en la nuca, lo está sintiendo, está percibiendo que le están gritando. En la cancha de River nadie es visitante, ahí son todos locales, no hay vuelta que darle, y si no sos local, estás ahí, parejito. En la cancha de Rosario Central no, sos visitante y te hacen sentir visitante, desde el mismo momento que llegás hasta que te vas sos visitante, y te lo hacen notar, ya desde el túnel por el que entra el visitante, vos salís y estás mirando para el frente y tenés toda la gente, cincuenta o sesenta mil personas que te están gritando.”

En esta referencia realizada por Julio podemos ver la importancia que algunos de los hinchas más caracterizados dieron en sus relatos a un hecho en apariencia poco significativo: los partidos que el equipo argentino debió jugar en la ciudad de Rosario, en la segunda fase del torneo, y que terminarían por clasificarlo para disputar la final del mundo, esta vez, nuevamente, en la Capital

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Federal. 13 El traslado forzoso del combinado nacional, obligado a salir de la capital del país para disputar tres encuentros cruciales en otra ciudad, fue efectivamente vivido en su momento por los hinchas como una seria amenaza a sus posibilidades en el certamen. Así lo relata Néstor, por ejemplo: “Yo lo que me acuerdo es que cuando salí de ahí todo el mundo decía que era un problema tener que ir a jugar a Rosario. Todo el mundo pensaba que salir de Buenos Aires no era bueno, lo que todos decían es que se había perdido la localía de jugar en la Capital”. Desde luego, esta “pérdida de localía” que supondría el alejamiento de la ciudad de Buenos Aires es claramente reveladora del peso que tiene en un gran sector de la opinión pública argentina la equivalencia que se realiza entre la capital de la nación y el conjunto del país como un todo. Significativamente, la preocupación inicial se convierte en el relato en una tranquilizadora constatación de una situación inversa a la temida: en lugar de perderse la condición de local, ésta se incrementa por sobre la que podía proporcionar la sede porteña. En esta evaluación pesan, como indica Quique, elementos de la idiosincrasia regional: “cuando el equipo se fue a Rosario se sacó de encima una gran presión, y encontró tranquilidad, en Buenos Aires había apoyo, pero los comentarios eran más críticos; en Rosario no, los mimaron mucho, la gente iba a verlos, les llevaba cosas... creo que en ese aspecto tuvo la suerte de que fue más local...”. El pasaje al interior, quizá por tratarse justamente de un espacio cruzado por representaciones que lo ubican como postergado frente al predominio porteño, genera esta sensación de identificación aún mayor con el símbolo nacional que representa, en esta coyuntura, el combinado futbolístico. A esto debe agregarse una diferencia sustantiva, referida a las características peculiares de los estadios que albergaron los partidos que debió disputar el Seleccionado Nacional, tanto en Buenos Aires como en Rosario, y que es presentada por los entrevistados como una indudable ventaja: “...quizás influyó mucho el espíritu de Rosario y demás, llamémoslo así: la cancha muy cerrada de Rosario Central contra la cancha muy abierta de River”. Lo significativo en este tipo de referencias es que para este subgrupo, presentado en primera persona por Julio como “los que conocemos de fútbol”, el Mundial no se juega realmente en Argentina si los fanáticos no le hacen sentir, tanto a su equipo como sobre todo a sus rivales, que se está jugando en este país. Dicho de otro modo, el carácter de “local” no es geográfico, sino fundamentalmente humano; son los hinchas los que hacen que el Argentina ’78 se juegue, efectivamente, en Argentina. 7.4 25 millones de técnicos “Todos estábamos convencidos de que Argentina podía llegar a la final, en el sentido de la edad que yo tenía, veía todo más fácil. Yo decía ‘vamos a llegar’. Creo que todos teníamos la sensación de que íbamos a ser campeones, pero yo digo, dentro de la inconsciencia mía, por ahí otros que eran más grandes lo veían de otra manera. Por ahí ahora lo analizás un poco más y en ese momento no.” “Tenés dos tipos de gente: el que va a ver los partidos porque es un mundial, y a lo mejor nunca más en su vida va a ver un partido, o ve un mundial por televisión, y los futboleros. Los futboleros nos dábamos cuenta de que el equipo era del 2 al 4, del 4 al 2, del 2 al 6, y era el fulbito, lo que nosotros llamábamos el fulbito, y decíamos: ‘No, con este equipo llegamos a semifinal o final y punto’, no creíamos ni siquiera llegar a la final... se dio, bueno... se dio.”

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El equipo nacional finalizó en el segundo lugar de su grupo, luego de caer derrotado ante Italia.

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Estos testimonios muestran las distintas opiniones recabadas en las entrevistas cuando la conversación giraba en torno al análisis de las posibilidades del equipo nacional que se hacía antes y durante el desarrollo del torneo mundial. Una vez más los relatos se desdoblan en una dimensión rememorativa que trata de recuperar los recuerdos sobre los acontecimientos y situaciones vividas, y una vertiente analítica desde la cual los entrevistados se ubican en una postura de crítico deportivo, munidos de un arsenal teórico con el cual se sienten habilitados para producir discursos que suponen de validez universal. Más allá de la valoración que se hiciera, en el pasado o en el momento de producirse los relatos que hemos recopilado, acerca de la forma de juego que desarrollaba el equipo argentino, y concomitantemente sobre sus posibilidades de éxito en el certamen, un elemento que aparece repetido en diversos testimonios es el referido a la centralidad que tenía la figura del director técnico nacional, César Luis Menotti. Quique, por ejemplo, es taxativo: “Fue fundamental el manejo psicológico que Menotti hizo de ese grupo de personas, más allá de lo futbolístico”; al preguntársele a Rubén sobre las figuras más relevantes del plantel argentino, la respuesta no admite dudas: “Menotti era una figura un poco paradigmática de ese equipo”. Inclusive Julio, poco predispuesto a reconocerle virtudes futbolísticas al planteo que le imponía el técnico al Seleccionado, reconoce no obstante que: “En relación al técnico no había discusión, porque era la primera vez que se habían hecho las cosas organizadamente y bien, por lo menos organizadamente”. De todos modos, como señala Rubén, lo central era que “...el hincha estaba interesado en que Argentina ganara, lo demás no le importaba. No importaba si Menotti era académico o no”; y este pragmatismo es el que, según los testimonios, parece conspirar con el respeto con el que, según acabamos de ver, se consideraba al técnico argentino. Lo que Julio más arriba refería como el fulbito, es decir, un estilo de juego vistoso pero poco productivo, con el que “no se iba a ningún lado”, lo expresa también Quique, aunque no ya en primera persona, cuando recuerda: “La gente dudaba del ‘estilo Menotti’ del fútbol ofensivo, descuidado atrás, sobre todo en los partidos previos al Mundial, que no fueron muy buenos. Había muchas dudas en relación al equipo”. Más allá de las discusiones tácticas, el resultado final obtenido, es decir, el título de Campeón del Mundo, alcanzado por primera vez, tiene un peso propio lo suficientemente importante como para que se disuelvan en él las polémicas previas o la falta de confianza que acompañó a las primeras presentaciones de la escuadra nacional. Así, Néstor es claro en su lectura sobre el rendimiento del equipo: “Por ahí no fue un equipo que deslumbró ni nada por el estilo, pero ganó los partidos que tenía que ganar, y cuando pudo intentó jugar... creo que fue un justo campeón”. Del mismo modo, Julio señala el contraste entre las dudas con las que analizaba el desempeño argentino y la realidad del éxito alcanzado. “No teníamos las expectativas de que Argentina pudiese salir campeón... que pudiésemos estar entre los tres o cuatro primeros puestos, seguro... pero llegar a ser campeón, no le veíamos pasta al equipo como para poder llegar a ser campeón, después se dieron las circunstancias, los cruces... y llegamos a la final. Punto”. 7.5 El equipo de todos “Yo era de Huracán, y en el equipo argentino había jugadores que habían salido campeones con Huracán, y además el director técnico era Menotti, que había salido campeón con Huracán, había un lazo de los hinchas de Huracán hacia el DT. Ojo, pero no por eso los hinchas de San Lorenzo no lo querían, había jugadores como Olguín que era de San Lorenzo... El único equipo que no tenía jugadores

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era Boca y no por eso dejaban de alentar al equipo. Los hinchas de Boca querían a Lorenzo, aborrecían a Menotti, pero alentaban con las mismas ganas que un hincha de River.”

Cuando un hincha fanático del club Huracán como Quique relata de este modo la especial significación que tenía la Selección Nacional, deja de manifiesto un problema típico del fútbol: la compleja relación que se establece entre la representación de un Seleccionado que supone expresar la totalidad nacional, y los distintos equipos particulares en los que se desempeñan los jugadores que lo conformarán. En este tipo de casos, en la perspectiva del hincha la fidelidad a los colores que simbolizan a su club muchas veces entra en contradicción con la sensación de pertenencia que pueda ofrecer el combinado nacional. Esta particular situación entre la representación de la totalidad, bajo la forma de la Selección Nacional, y la expresión de las identidades parciales, tiene una notable relevancia en el caso del fútbol argentino, estructurado originalmente alrededor de clubes que en sus orígenes estaban fuertemente arraigados en un espacio geográfico bien delimitado, el barrio, y luego, al menos en algunos casos, dilataron su área de influencia hasta abarcar dimensiones nacionales. 14 Para muchos aficionados la referencia primordial con la que se identifican desde el punto de vista deportivo está proporcionada por su vinculación con el equipo del que se es hincha, y sólo en forma subordinada y transitoria por el Seleccionado Nacional. La manifestación más visible de esta difícil relación entre la fidelidad al club y el apego al equipo argentino la proporcionan las discusiones generadas alrededor de la convocatoria de jugadores para formar parte del combinado nacional; este eje estructura, de acuerdo a lo registrado en las entrevistas, gran parte de las polémicas que existieron en el ambiente futbolero antes y durante el desarrollo de la competencia mundialista; así lo relata por ejemplo Alberto: “La rivalidad principal en ese momento era que Menotti no llevó jugadores de Boca.... Entonces todos decían si Fillol era mejor que Gatti, si el 4 tenía que ser Olguín o si el 2 tenía que ser Luis Galván... eran todas conjeturas, quién era mejor que quién”. Néstor señala el mismo problema, indicando la primacía que a su juicio debe caberle a la nacionalidad, por encima de las identidades parciales: “La polémica previa era que no había jugadores de Boca, podía haber un pensamiento de los fanáticos que decían ‘no hay jugadores de Boca, no es Argentina’, pero yo creo que debía ser minoritario... la camiseta me parece que tiene que estar por encima de todo”. Otra manifestación más de la prioridad que tiene para muchos hinchas la identificación parcial por sobre la relación con el equipo nacional la brinda un recuerdo como el siguiente, donde aún en el momento de mayor comunión posible entre los simpatizantes de los distintos equipos, en la ocasión de presenciar un partido del Seleccionado Nacional, la frontera que separa a algunos hinchas de sus tradicionales rivales no dejaba de manifestarse para el ojo avezado de los aficionados regulares al deporte: “Se decía que estaba bastante delimitada la circunstancia, porque la tribuna popular [del Monumental] que da hacia el Río de la Plata, se suponía que era la hinchada de River, con dos o tres hinchadas amigas, y la popular visitante, la que da contra Figueroa Alcorta, creo que es, era donde iba la hin-

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Pueden verse en este sentido los trabajos de Julio Frydenberg sobre la importancia de la dimensión territorial en el desarrollo de los clubes de fútbol porteños a comienzos del siglo XX; Julio Frydenberg, “Prácticas y valores en el proceso de popularización del fútbol, Buenos Aires 1900-1912”, en Entrepasados. Revista de Historia, 12, Buenos Aires, julio 1997.

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chada de Boca... eso se palpaba, a mí me tocó ir algunos partidos a una y otros a otra, y se palpaba, la diferencia estaba.”

En todos estos casos, los relatos recogidos evidencian la centralidad del problema que supone la relación entre la totalidad del conjunto respecto a las partes que lo conforman; cuestión política por excelencia, ya que supone el problema de la representación; se manifiesta en nuestro caso alrededor del equipo nacional de fútbol, cuestión no menor en un país en que el fútbol tiene la centralidad que conocemos, pero todavía con mayor fuerza debido a la responsabilidad de representar al país en la ocasión de un campeonato mundial, y todavía más a partir del hecho de ser el anfitrión del certamen. 8. La alegría no es sólo brasilera “El día que salió campeón Argentina era un loquero, recuerdo que ese día habíamos ido en un Fiat 600, entramos como seis, todos compañeros del secundario... salimos de Quilmes, y lo dejamos en Constitución porque no se podía llegar, y seguimos caminando... anduvimos juntos hasta que en un momento era tal la locura de gente que te arrastraba... yo terminé agarrado de la mano con uno, que íbamos adonde nos arrastraba la gente. Eso te producía un poco de miedo, porque era tal la avalancha de gente... terminamos volviendo en colectivo a cualquier hora. El centro era una locura total.”

Como no es de extrañar, en todas las entrevistas realizadas se aprecia la importancia que los hinchas le otorgaron a un momento particular del desarrollo de la Copa del Mundo, cuya centralidad parecía absorber la totalidad del certamen: la final del campeonato mundial, el triunfo argentino y, sobre todo, los festejos posteriores a su consagración. En muchos de los casos analizados se aprecia el impacto que supuso la magnitud de la celebración, expresada en una cantidad de gente pocas veces vista anteriormente manifestando por la vía pública su alegría por el logro obtenido. Como lo muestra el testimonio de Rubén, la masa humana que desbordó las calles dejó una marca duradera en la memoria: “...recuerdo el haber salido a festejar por la calle con el auto con mi familia. Un rato, porque la calle era un río de gente”; Alberto también recuerda vívidamente “la locura que era todo”, al igual que Néstor, que habla de “la avalancha de gente”. La celebración por el título mundial se constituye en un acontecimiento colectivo, al mismo tiempo que en suma de rememoraciones individuales. Es así que en las entrevistas, junto con los elementos propios del registro social, recibidos por los protagonistas a través de relatos de terceros, se filtran sus propias vivencias, suerte de apropiación personal del hecho colectivo. En muchos casos más que recuperarse un acontecimiento del pasado, el relato evidencia hasta qué punto se trata de una situación presente, viva aún para sus protagonistas. Por ejemplo, en el relato de Marina se evidencia claramente la emoción con que todavía recuerda los festejos por la consagración del equipo argentino: “Qué fiesta hermosa, qué lindo cómo se pueden vivir esas cosas, lindas, lindas, lindas... muy lindo lo pasamos, todo el día con los festejos, si querías salirte del Obelisco no podías, porque era una masa de gente, había que dar vueltas, vueltas y vueltas... cuando entramos a una pizzería de Corrientes, era una cosa de gente, ¡qué locura! El mozo que nos atendió se reía porque veía que llevábamos la bandera... Bárbaro cómo lo pasamos.”

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Otra forma de hacer más personal el recuerdo de un hecho colectivo de esta magnitud es la referencia a las precisiones geográficas o espaciales de los entrevistados que han participado en los festejos. Ya hemos visto cómo Néstor recuerda haber salido de Quilmes, en el sur del conurbano bonaerense, y verse forzado a abandonar su vehículo para seguir la caravana triunfal al centro porteño. Un poco más alejado, Enrique también destaca este componente regional en el festejo que presenció en la ciudad de La Plata: “...los fenómenos eufóricos que yo recuerdo fueron los extra partido, acá en La Plata por lo menos, las semifinales y finales, cuando le gana a Perú. Se hizo una manifestación espontánea, yo creo que no vi nunca tanta gente en el centro de La Plata. Todo el mundo loco gritando por Argentina. Era la gente loca con el fenómeno futbolero”. Aún más relevante es esta dimensión en el relato de Gladys, desde Mar del Plata: “Lo que me acuerdo es la cantidad de gente que salía a la calle... Yo vivía en el centro, y veía cómo la gente salía con gorros, banderas. Eso fue el día de la final... después me fui a una casa de ropa conocida que queda en el centro... había un montón de gente, estábamos todos apretados contra el vidrio. Creo que estaba todo Mar del Plata ahí. Yo el partido lo vi en mi casa. Vos mirabas de arriba a la calle Colón y no había un alma, y un silencio, estaban todos mirando el partido. Esa sensación nunca más la vi, ni siquiera en el Mundial ’86.”

Evidentemente, este tipo de situaciones evoca en cierta medida uno de los costados más “políticos” del campeonato, en su sentido más amplio; la ocupación del espacio público por muchedumbres anónimas, que ganan la calle para manifestarse en forma colectiva, no puede dejar de asociarse con esta dimensión de la vida social. Este punto queda aún más de manifiesto cuando se observa que las multitudes que salieron a exteriorizar su alegría por el triunfo se dirigieron, en gran número, a ocupar uno de los centros simbólicos de la ciudad de Buenos Aires, en lo que constituyó una novedad para la época según algunos entrevistados: “Antes no era masivo lo de ir al Obelisco, creo que surgió por Muñoz, que empezó a decir ‘hay que ir a dar el apoyo a los argentinos que se clasificaron campeones’... a partir de ahí fue el Obelisco, antes no era un punto tan importante”. Como ya se ha mencionado, algunos de los entrevistados hacen de estos festejos una lectura política inversa a la que supone el eje Manipulación-Complicidad; en efecto, al recordar la euforia desatada a partir de la victoria del Seleccionado argentino, Laura comenta que “la gente se expresaba con una alegría, había que ganar, había que festejar”, y en otro momento mencionaba cómo “la gente necesitaba festejar, expresarse por cualquier cosa”; también Néstor se preguntaba si “el país, por lo que estaba viviendo, estaba necesitando algo deportivo”. En estos relatos, las celebraciones son vistas no desde la perspectiva de la pasividad ante el estado de cosas, sino como mecanismos de resistencia, como instancias de excepción de una normalidad que suponía la opresión cotidiana a la que el gobierno militar sometía a la población. En otros testimonios, los festejos que marcaron el cierre del torneo son rememorados con una fuerte toma de distancia, como un fenómeno al que no se hubiera acompañado en ese entonces, o quizá como un apartarse del propio pasado evocado: “Una anécdota más fue que cuando terminó el partido la gente salió a festejar al Obelisco, pero a mí no me dieron ganas de eso. Una alegría la mía, pero tranquila, nada del otro mundo. En términos generales la gente estaba más contenta que yo, más enfervorizados que yo”. La algarabía y la euforia con que miles de compatriotas salieron a celebrar el triunfo se colocan en este caso bajo la lupa de un análisis crítico, al igual que ocurre con Carlos, en su caso través del recuerdo de una anécdota familiar que ha tenido, evidentemente, una huella duradera en su memoria:

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“Mi viejo había tenido un infarto y estaba internado... cuando terminó el Mundial, me acerco y le digo: ‘Viejo, salimos campeones’. Y él se quedó callado, me miró, y me dijo: ‘¿Y, estuvo bien?’. Para mí, el Mundial está marcado por la anécdota de mi viejo: ‘¿Estuvo bien?’.”

9. Lo que el Mundial nos dejó “En fútbol, hay un antes y un después del Mundial, lo mismo a partir de que asumió Menotti, la AFA se organizó. El fútbol estaba muy desorganizado. Yo creo que Menotti le dio seriedad, se volvió a ver que los jugadores querían jugar en la Selección. Se le dio importancia, se le dio valor a lo que eran los torneos internacionales. Fue muy importante, más allá de haber ganado el título, yo creo que Menotti en ese primer momento de haber agarrado la Selección le dio seriedad al fútbol argentino... no lo digo yo, que era un pibe en esos momentos, es lo que dice todo el mundo. Acá había mucha desorganización. Por ejemplo, el Mundial ’74 fue un papelón, la desorganización que había en ese momento, aunque había jugadores que eran figuras en Europa, hizo que no sirviera de nada... y vino Menotti y organizó.”

En el recuerdo de los hinchas que participaron del Mundial se evidencia en general la idea de un saldo positivo una vez concluido el evento. Argentina ’78 aparece así como un punto cero, un origen de la cuestión futbolística ligada a las selecciones nacionales, dado que permitió posicionar al equipo argentino dentro del contexto del fútbol internacional. Así, Rubén observa: “En el inconsciente colectivo después del Mundial quedó que Argentina había ganado un mundial y que tenía que seguir ganando mundiales”. La sensación en este sentido es que “el Mundial produjo una reivindicación histórica del fútbol argentino”, porque la obtención del campeonato otorgaba al fútbol argentino el lugar que históricamente se merecía. De modo similar, Quique comparte la sensación de que el Mundial nos dejó un legado futbolístico, confirmando lo que ya “todos [los argentinos] sabíamos”, pero que debía rubricarse con una copa del mundo para ser validado mundialmente, porque “Argentina, aunque no tenía título, sí estaba en una elite y era una necesidad ganar ese campeonato”. Esa especie de “necesidad” de ganar un mundial estaba enraizada en los fracasos deportivos previos, y la oportunidad que brindaba la localía de subir definitivamente al podio del fútbol mundial parecía única. Rubén es gráfico cuando rememora: “Creo que antes del ’78 la única Selección que había andado bien era la del ’66 en Inglaterra, que creo que llegó a cuartos de final”. En igual sentido aparecen otros recuerdos sobre los momentos previos: “No ganar sería algo frustrante, porque Argentina no había ganado nunca un título, y si no, después, ¿cuándo vas a tener una oportunidad así? Era como que... era ahora o nunca. Hasta ese momento Argentina no tenía ganado un prestigio internacional... después sí, nunca antes Argentina había sido candidata”. El recuerdo de Julio permite apreciar los factores involucrados para lograr el campeonato: “...era la primera vez que se habían hecho las cosas organizadamente y bien... un tiempo de trabajo, llamar a determinados jugadores... [Menotti] contaba con todo el respaldo, el respaldo político, el respaldo de la organización, el respaldo de la gente, todo el respaldo atrás suyo, cosa que en los mundiales anteriores no existió, y esa fue la base para los mundiales posteriores”. La unidad de todos en un objetivo común parece ser algo particular que aportó como experiencia la realización del Mundial, algo que en la memoria del entrevistado “nunca había sucedido”. Enrique apunta similarmente que: “…a nivel del deporte y del fútbol fue el puntapié inicial para hacer toda la organiza-

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ción que hay hoy en día. Se le dio seriedad; Menotti empezó a convocar jugadores del interior del país a la Selección, yo calculo que fue la primera vez que hubo tantos jugadores del interior del país”. 10. Conclusiones y perspectivas futuras Como queda en evidencia por la lectura de las páginas anteriores, el impacto que ha representado el Campeonato Mundial de 1978 en la memoria de los espectadores entrevistados es indudable; mucho más que un episodio futbolístico, se trata de una momento de sus vidas que los ha dejado marcados de modo duradero, constituyendo en muchos casos un acontecimiento singular que se destaca en sus recuerdos por sobre la monotonía rutinaria del pasado vivido. Es, en este sentido, un momento de excepcionalidad, una experiencia “única”. También resulta claro el grado en que el recuerdo del Mundial ’78 desborda los límites “naturales” de una competencia deportiva, desplegándose en rememoraciones relativas a las transformaciones urbanas llevadas a cabo en la ocasión, al esfuerzo organizativo que implicó su celebración, y en general a la modificación en la cotidianidad habitual que supuso el hecho de que el país tuviera a su cargo por primera vez la organización de un evento de tal importancia. Como se ha planteado, su exitosa implementación es percibida por los entrevistados como un relativo avance en dirección hacia una modernización necesaria para adecuar determinados aspectos de la sociedad argentina a los estándares internacionales. Por otro lado, y como era de esperar, los comentarios de los entrevistados no dejaron de vincular el campeonato de fútbol de 1978 con las autoridades militares que habían tomado el gobierno en el golpe de estado de 1976. Como hemos planteado en la Introducción, esta conexión era previsible, dado que forma parte del sentido común construido en los últimos años a partir del esfuerzo de organizaciones de derechos humanos por echar luz sobre las aberrantes políticas llevadas adelante por la última dictadura argentina. En los comentarios de nuestros informantes, estas alusiones, más o menos explícitas de acuerdo a las características particulares de cada uno de ellos, son claramente visibles. Dicho esto, sin embargo, debemos destacar por otra parte que en la gran mayoría de los casos las referencias más o menos abiertas a las condiciones de realización del certamen están dirigidas en gran medida a la discriminación entre dos ámbitos bien diferenciados, cuya contaminación mutua parecería constituir para muchos un error retrospectivo propio de quienes juzgan el pasado a partir de elementos sólo disponibles en el presente. En otras palabras, existe en muchos entrevistados un cuidado manifiesto por distinguir entre Mundial y dictadura, tanto enfatizando la preexistencia del primero (en cuanto compromiso asumido por el gobierno anterior) respecto de la segunda, cuanto señalando la ignorancia colectiva de las características más atroces de la dictadura militar. En general, entonces, la actitud de la mayor parte de los entrevistados con respecto al recuerdo del Mundial ’78 ha sido la de preservarlo, sea separándolo de las condiciones de su realización, sea incluso colocándolo como espacio de resistencia, un paréntesis de libertad, una oportunidad de manifestación colectiva en un contexto opresivo y asfixiante. Así, bajo cualquiera de estas dos opciones, lo que se evidencia es un fuerte rechazo a cualquier relativización del campeonato de

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fútbol, tanto en lo que hace a su organización por parte del país como en cuanto a la justicia del resultado obtenido. Como es evidente, una lectura de este tipo puede muy bien ser entendida como indicativa de la capacidad de penetración del discurso generado por las autoridades gubernamentales de 1978, no sólo acerca de la organización del evento futbolístico sino también en cuanto a su asociación con la necesidad de modificar profundamente estructuras de la sociedad argentina, donde se ubicaban componentes culturales profundos que necesariamente debían erradicarse para poder llevar adelante esas transformaciones. Desde esta perspectiva, el trabajo llevado adelante por los organismos de derechos humanos no habría logrado disolver algunos de los componentes más duros del sedimento que dejaron los años vividos bajo el gobierno militar entre 1976 y 1983. Sin discutir esta tesis, que suponemos válida en gran medida, creemos que los resultados de esta investigación pueden ser entendidos en otro sentido, que no contradice el precedente, sino que de algún modo lo complementa, haciéndolo más complejo. La importancia que tiene el fútbol para un muy extenso segmento de la sociedad argentina, al mismo tiempo que el peso de componentes nacionalistas que se vehiculizan en las competencias deportivas internacionales, son elementos propios de las “representaciones colectivas” que comparten un inmenso número de individuos. Por lo tanto constituyen el material sobre el que opera todo “discurso” con pretensiones de hegemonía, como el implementado por el Proceso militar, pero al mismo tiempo operan por fuera del mismo, adquiriendo formas autónomas y plásticas que pueden llevar incluso a cierta oposición con estos relatos. Desde luego, el material analizado es demasiado limitado como para permitir conclusiones más firmes; es evidentemente necesaria una continuación de esta tarea, que implique no sólo una mayor cantidad de informantes sino también una ampliación de las entrevistas a partir de los resultados obtenidos en esta primer serie. Elementos contextuales, como por ejemplo el peso de la dimensión local en la imagen del campeonato del mundo, evidente en nuestro caso a partir de los comentarios de los espectadores marplatenses, necesitan ser corroborados en futuros desarrollos. Ha sido esta una investigación que, por su propio carácter inaugural, se ubica en una dimensión fundamentalmente exploratoria; ulteriores prolongaciones podrán, eventualmente, permitir superar esta fase y contribuir a cimentar la solidez necesaria para todo avance del conocimiento.

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