“‘No hay negro bueno ni tamarindo dulce’: El blanqueamiento racial en Santa lujuria de Marta Rojas,\" Romance Quarterly 58.2 (2011): 126-143. Sponsoring Organization: University of Kentucky.

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Romance Quarterly, 58: 126–143, 2011 C Taylor & Francis Group, LLC Copyright  ISSN: 0883-1157 DOI: 10.1080/08831157.2011.550521

“No hay negro bueno ni tamarindo dulce” El blanqueamiento en Santa Lujuria de Marta Rojas Patricia Valladares-Ruiz Abstract: This article studies the intersections of racial, gender, and national subjectivities in Marta Rojas’s novel, Santa Lujuria o Papeles de blanco (1998). I examine the entanglement of fiction and historical memory as well as the (re)appropriation and (re)construction of the slave experience as a vindication of anti-imperialist discourses. By focusing on the depictions of conflicts of race and class set in the colonial period, I also analyze the racialized discourse of blanqueamiento (racial and cultural whitening) and the myth of the eroticized mulatta. Furthermore, I maintain that this novel contributes to the intellectual articulation of new forms of racialization in the Cuban context, while confronting the traditional rhetoric of White supremacy. Keywords: neo-slave narratives, passing, Marta Rojas, twentieth century Cuban fiction, whitening

El racismo est´a y no est´a, pues los negros son racistas, los blancos son racistas, los perros son racistas, y hasta las hormigas negras discriminan a las hormigas rojas y a las albinas, pero todo el mundo: negros, blancos, perros y hormigas, juran ante el mism´ısimo Dios y las once mil v´ırgenes putas que el racismo es una cosa del pasado, especialmente cuando una c´amara o un micr´ofono de la prensa oficial se digna bajar hasta ellos. (Valle 49)

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a narrativa abolicionista cubana del siglo XIX respondi´o, entre otros aspectos, a la necesidad de articular una identidad nacional sobre los cimientos de las din´amicas relacionales impuestas por las tensiones raciales y sociales de ese per´ıodo. En este corpus, los procesos de mestizajes desvelaban una serie de contradicciones que pon´ıan de manifiesto la inestabilidad del proceso colonial. Cl´asicos como Autobiograf´ıa de un esclavo (Juan Francisco Manzano, 1839), Cecilia Vald´es (Cirilo Villaverde, 1839), Sab (Gertrudis G´omez de Avellaneda, 1841) y Romualdo, uno de tantos (Francisco Calcagno, 1891) se erigieron como discursos contra-hegem´onicos, al denunciar los efectos perniciosos de una sociedad que se apuntalaba en la supremac´ıa blanca.1 Para William Luis, una de las contribuciones fundamentales de la novela antiesclavista consisti´o, justamente, en la incorporaci´on sistem´atica del sujeto afrodescendiente como parte integral de la cultura cubana (2). Otro aspecto no menos importante fue la contribuci´on de estos textos a la construcci´on de una ret´orica nacional sustentada en el mestizaje. Al respecto, bien conocido es el an´alisis que propone Doris Sommer acerca de novelas fundacionales que, como Sab, atacan el aparato ret´orico del racismo y su consecuente sistema de jerarqu´ıas del color (121). El principal motivo de atenci´on de este estudio gira en torno a la inscripci´on del pasado colonial en la nueva novela hist´orica caribe˜na.2 Estos textos incorporan referencias a la experiencia esclavista que, le´ıdas hoy, pueden ser interpretadas como un eco de las a´un existentes tensiones raciales de sociedades poscoloniales y neocoloniales como Cuba, Puerto Rico, Rep´ublica Dominicana, Martinica, Jamaica, etc´etera. Si bien estas nuevas narrativas antiesclavistas comparten un buen n´umero de rasgos comunes con los textos de G´omez de Avellaneda, Manzano y Villaverde, etc´etera, me propongo analizar, principalmente, su car´acter anti-fundacional. Esto se opondr´ıa, en principio, al esp´ıritu de estas novelas del XIX, desde la perspectiva de Doris Sommer. En este sentido, el objetivo de los textos decimon´onicos era, por una parte, corregir el desequilibrio social impuesto por la empresa esclavista y, por la otra, establecer una red de alianzas interraciales que contribuyeran a la construcci´on de la naci´on. En contrapartida, en la nueva novela anti-esclavista podemos identificar el af´an de denunciar el car´acter quebradizo del mito de la convivencia armoniosa de blancos, negros y mestizos. En otras palabras, estos textos cuestionar´ıan la estructura de la identidad proto-nacional. Este discurso se construir´ıa desde el surgimiento mismo de las iniciativas independentistas, cuando blancos y negros deb´ıan enfrentarse por igual contra el Imperio espa˜nol hasta alcanzar el objetivo com´un: la construcci´on del proyecto nacional. C´elebre es la negaci´on de Jos´e Mart´ı de las posibles distinciones raciales: “No hay odio de razas, porque no hay razas” (Nuestra America 38). El an´alisis que aqu´ı propongo pretende explorar c´omo la nueva novela hist´orica se presenta como un espacio propicio y, en apariencia, menos conflictivo para la inscripci´on de tem´aticas relacionadas con el “problema racial”.

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En este sentido, mi lectura de la novela Santa Lujuria o Papeles de blanco (1998) de la escritora cubana Marta Rojas persigue explorar los mecanismos de representaci´on de los sujetos afrodescendientes y de las tensiones sociales asociadas al sistema de jerarqu´ıas raciales. Santa Lujuria o Papeles de blanco es la segunda de una trilog´ıa que Rojas ha etiquetado como “novelas de e´poca”.3 La primera de estas novelas es El columpio de Rey Spencer (1993) y la u´ ltima, El har´en de Oviedo (2003).4 El argumento central de Santa Lujuria se desarrolla entre finales del siglo XVIII y principios del XIX en Cuba y el territorio de Florida, a´un bajo el dominio espa˜nol. La historia gira en torno a la figura de Lucila M´endes,5 una mulata que concentra todos su esfuerzos en ascender en una escala social estrictamente determinada por la raza y el g´enero, donde el modelo dominante era, claro est´a, el hombre blanco. El personaje de Lucila M´endes (tambi´en llamada Isabel de Flandes) se construye en oposici´on al de don Antonio Ponce de Le´on y Morato, marqu´es de Aguas Claras. Este u´ ltimo personaje es caracterizado como un hombre cruel, ambicioso, mis´ogino, violento y obseso sexual. El marqu´es es amante de Lucila y de esa relaci´on nace Filomeno, “por muchos conocido como el marquesito de color quebrado” (81). La incorporaci´on de los sujetos afrodescendientes en el discurso nacionalista cubano est´a fuertemente vinculada a la participaci´on de estos colectivos en las guerras independentistas. En este contexto destacan los nombres de Antonio Maceo y Quint´ın Banderas como combatientes y estrategas militares. El hero´ısmo de estos afrocubanos (que representaron un 75 por ciento de los miembros de la armada de liberaci´on) hicieron reconsiderar las nociones dominantes y excluyentes del “nacionalismo blanco” como principales impulsores del movimiento independentista (Moore 22). A´un en la actualidad, las identidades nacionales del Caribe se articulan a partir de la noci´on de mestizaje cultural y, en este sentido, las representaciones del componente africano de este “crisol de culturas” se afilian a estereotipos asociados a lo ex´otico, a lo primigenio, a la resistencia y, tambi´en, a la sensualidad. M´as particularmente, en la literatura cubana de finales del siglo XX es posible apreciar un creciente inter´es por las tensiones raciales y de g´enero tanto en la sociedad colonial como en la contempor´anea. No obstante, la inscripci´on de sujetos subalternos ha sido, cuando menos, problem´atica. Algunos de estos grupos (afrodescendientes y mujeres, por ejemplo) fueron incluidos en el concierto nacional como estandarte del discurso integracionista. Otros colectivos menos afortunados fueron condenados a la invisibilidad (cristianos, homosexuales, prostitutas, etc.). En el caso del primer grupo, las referencias a su car´acter subalterno tendieron a ser inscritas en contextos anteriores al proceso revolucionario. De esta forma quedaban suspendidas en el silencio las representaciones de desigualdades sociales. En este sentido, resultan oportunas las reflexiones del ensayista cubano Roberto Zurbano:

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El debate nacional estuvo centrado en la supervivencia del nuevo proyecto pol´ıtico-social y uno de sus fundamentos ser´ıa la unidad nacional. . . . El sujeto de las transformaciones sociales es supraindividual y se concibe m´as all´a de su condici´on sexual, racial o social. Enfatizar alguna de estas subjetividades ser´ıa fragmentar –dividir era la palabra al uso– al protagonista de tales transformaciones. (114)

No es casual, por tanto, que en la extensa producci´on cultural de la Revoluci´on la participaci´on de las afrocubanas sea marginal. A manera de ejemplo, en los cincuenta a˜nos del proceso revolucionario apenas descuellan los nombres de una novelista (la misma Marta Rojas) y de una directora de largometrajes (Sara G´omez) de ancestros africanos.6 Lo que, en buena medida, s´ı consigui´o la Revoluci´on fue amalgamar todos los sectores sociales, raciales, hombres y mujeres en un discurso unificador, mientras el debate nacional se concentraba en la lucha antiimperialista. Sin embargo, el mito de la convivencia armoniosa de todos los sectores sociales comienza a tambalearse a ra´ız del desarrollo de la cr´ıtica afrocubana y feminista. En el caso de las identidades afrodescendientes, estas gozaron de un protagonismo excepcional en las producciones culturales revolucionarias. Estas referencias se reduc´ıan al pasado esclavista, a las luchas independentistas, a la colaboraci´on en el triunfo de la Revoluci´on y, posteriormente, a la integraci´on social de estos grupos. De esta manera, se eliminar´ıa la posibilidad de denunciar las deficiencias del proyecto de integraci´on revolucionario: mujeres y afrodescendientes siguen ocupando los u´ ltimos esca˜nos de la escala social. Una reflexi´on sobre la evoluci´on del silenciamiento del “problema racial” en el periodo revolucionario explicar´ıa las estrategias de representaci´on de sujetos afrocubanos en las pr´acticas culturales. Para Gillian Cowlishaw este fen´omeno responder´ıa, en primera instancia, a un pretendido af´an de proteger el elemento subalterno en la escala racial (61). Sin embargo, esta estrategia permitir´ıa mantener encubierto que los privilegios de la clase dominante se apoyan precisamente en su blancura: The fact that whites are raced, just as men are gendered, came as a discomforting surprise to many innocent and well-meaning whitefellas who saw themselves trying to protect others from racism by not mentioning anyone’s race. Denying the significance of a black person’s race was taken to be equivalent to denying their inferiority. (Cowlishaw 61)

Al velar las trazas del racismo como factor determinante en la jerarquizaci´on social se impulsar´ıa una identidad nacional sustentada en la concordia interracial. En esta naci´on de vocaci´on pluralista no habr´ıa lugar para la confrontaci´on ni, mucho menos, para la denuncia de la injusticia social. Al respecto, Nadine Fern´andez advierte que durante el primer a˜no de gobierno, los portavoces de 2011, VOL. 58, NO. 2

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la Revoluci´on suprimieron de sus discursos las referencias a la discriminaci´on racial y se prohibieron las investigaciones acad´emicas sobre el tema (119). No obstante, la racializaci´on no s´olo no desapareci´o sino que se erigi´o como un elemento constitutivo en la construcci´on de una cuban´ıa que reclamaba el mestizaje racial y cultural como uno de los s´ımbolos nacionales m´as valiosos. Este discurso integrador se afinc´o en la invisibilidad de las fricciones latentes entre los diferentes grupos raciales. En un acertado ensayo sobre el racismo en Cuba, Alejandro de la Fuente reflexiona acerca del reciclaje de “lo afrocubano” y del silenciamiento del “problema racial” en las producciones culturales revolucionarias: “The revolutionary government imposed its own brand of official silence on race. . . . Race was treated as a divisive issue, its open discussion as a threat to national unity. The government has ‘solved’ the racial problem: to speak about it was to address a nonissue” (4). Pese a todo, en los u´ ltimos a˜nos, la incorporaci´on de temas relacionados con el racismo en la sociedad cubana contempor´anea ha encontrado asidero en autores como Pedro Juan Guti´errez (Trilog´ıa sucia de La Habana, El Rey de La Habana, etc.), Amir Valle (Santuario de sombras) y en otras pr´acticas culturales a´un marginales como el movimiento de hip-hop (Krudas Cubensi, Magia MC, etc.) y el teatro alternativo. Es necesario acotar que la mayor´ıa de estas pr´acticas se han producido a partir del llamado “per´ıodo especial” que ha desencadenado un lento proceso de aperturismo; una de sus m´as importantes consecuencias en materia cultural ha sido una mayor tolerancia en el tratamiento de tem´aticas previamente consideradas “problem´aticas”.7 FILOMENO Y LA CICATRIZ NEGRA Dentro del marco de la nueva novela hist´orica y volviendo al texto que nos ocupa, Filomeno y Lucila son los dos personajes que m´as elementos aportan al estudio tanto de la representaci´on de subjetividades afrocubanas como de las din´amicas raciales y sociales en las que estas se inscriben. Comencemos por Filomeno, un personaje cargado de contradicciones y en el que, como se ver´a, se aglutinan los esfuerzos de blanqueamiento de la sociedad criolla. El siguiente pasaje apuntar´ıa directamente a este objetivo: “Como dec´ıa o dice aquel recitador santiaguero que conocimos, Luis Carbonell, el acuarelista de la poes´ıa antillana: ‘¿Y tu abuela d´onde est´a?’, o mejor como le cont´o su informante T´a Serapio a nuestra nunca bien ponderada Lydia Cabrera en su refranero: ‘A los nietos de la negra el dinero los blanquea”’ (121). Una de las interpretaciones m´as c´elebres de Carbonell fue, precisamente, el poema “¿Y tu abuela d´onde est´a?” del puertorrique˜no Fortunato Vizcarrondo. Esta muestra de la poes´ıa negroide denuncia la verg¨uenza racial que arrastran los descendientes de negros, ya bastante blanqueados a trav´es del proceso de mestizaje. La b´usqueda del blanqueamiento de la poblaci´on cubana, que tan insistentemente recomendara Jos´e Antonio Saco,8 es uno de los ejes fundamentales en mi lectura de esta novela. El blanqueamiento de Filomeno se describe como 130

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un proceso f´ısico (a trav´es del uso de cremas blanqueadoras), familiar (borrando la relaci´on materno-filial con Lucila, quien se convierte a la vista de todos en su aya), cultural (educaci´on europeizante), social (la blancura determina la situaci´on privilegiada de un individuo en la escala social) e institucional (por medio de la compra de los llamados “papeles de blanco”).9 Si bien el blanqueamiento es representado principalmente en la figura de Filomeno, otros personajes tambi´en contribuyen a recrear los discursos hist´oricos, pol´ıticos, religiosos y morales que motivan y censuran el af´an de abandonar definitivamente la condici´on negra.10 La obsesi´on de Filomeno por remediar los caprichos de la gen´etica nos permite revelar las contradicciones de una sociedad que se jacta de su condici´on multirracial, pero que, al mismo tiempo, no puede sobreponerse al racismo heredado del pasado colonial. A juicio de la propia Marta Rojas, la Revoluci´on no ha logrado acabar con el anhelo de blancura, pero lo que s´ı ha hecho es facilitar el acceso a los “papeles de blanco”: “Por ejemplo, en la Cuba revolucionaria, cuando se realiza el censo o se elabora el carnet de identidad, el enumerador te mira . . . y si dices ‘blanco’, e´l o ella pone ‘blanco’, y no averigua si la madre es una negra o una mulata. Ahora los papeles de blanco no hay que comprarlos, es a gusto del consumidor” (P´erez-Sarduy n.p.). Desde su adolescencia, el personaje de Filomeno reconoce que el color de su piel puede entorpecer sus planes de ascender en la escala social. Para ello, conf´ıa ciegamente en el poder que le atribuye a las cremas blanqueadoras que sus esclavas untan en todo su cuerpo. Para asegurarse del e´xito de esta tarea, Filomeno se protege celosamente de los rayos del sol que puedan oscurecer a´un m´as su piel. Con el paso de los a˜nos, Filomeno constata las limitaciones del tratamiento paliativo de su herencia africana. Con cierta amargura, Filomeno reflexiona acerca de un destino que ni la belleza f´ısica, los t´ıtulos nobiliarios o las riquezas materiales podr´an prevenir, pues es consciente que la mayor limitaci´on de su vida est´a marcada por el color de su piel: Lamento que no me frotaran las unturas desde que nac´ı; de hab´erseme hecho quiz´as yo fuera igual de blanco que mi padre el marqu´es. Empero, seguro estoy que mis riquezas me favorecen, y si son m´as esas riquezas, abochornar´e menos el gusto de mi sociedad. Yo creo que mi color quebrado ofende m´as por mi oscuro origen. Vean si es como digo, que conozco a espa˜noles de Castilla la Vieja (no hablo aqu´ı de andaluces tan cetrinos como yo y catalanes con facciones toscas, que las m´ıas no lo son y las de mi aya m´as finas no pueden serlo), que ya quisieran parecerse a m´ı. (83)

Si bien Lucila, su madre, reconoce el impacto que podr´ıa tener en Filomeno la compra de los papeles de blanco, tambi´en lamenta el rechazo sistem´atico de un legado cultural, religioso, ling¨u´ıstico y racial que ella, sin embargo, atesora. Tambi´en es motivo de censura para otros personajes blancos, negros y mulatos la actitud de Filomeno. Incluso a la mulata Mar´ıa Luz, su iniciadora sexual, “le molestaban los remilgos de Filomeno, su delirio de blanquearse toda la piel 2011, VOL. 58, NO. 2

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hasta el culo frot´andose unturas y tomando brebajes” (138).11 Lo cierto es que a lo largo de la narraci´on es posible advertir varios pasajes donde se ridiculizan la apariencia y ademanes del marquesito. No resultan, pues, infundados los temores de Filomeno, pues su mayor c´arcel, m´as que el color de su piel, es la sociedad cubana. A pesar de sus esfuerzos, los blancos lo rechazan por su origen, mientras que los negros lo rechazan por representar la pantomima de aquello que nunca ser´a. Habr´a que mencionar que el personaje de Filomeno se construye en oposici´on al de su madre. Sus atributos y limitaciones pueden ser entendidos como una reacci´on en contra del sistema de creencias y valores culturales asociados al personaje de Lucila. A manera de ejemplo, don Antonio, consciente de la precaria situaci´on de su u´ nico heredero, apuesta por la educaci´on de Filomeno. Como consecuencia de este proceso, Filomeno muestra un gran inter´es por las lenguas y culturas europeas. En contrapartida, el joven rechaza la lengua de sus antepasados: No hab´ıa escuchado antes como aquella ma˜nana de enero, rezos dichos de forma m´as extra˜na y a la vez m´as emotiva, porque result´o una susurrante letan´ıa de los muchos negros y mulatos en su jerigonza. “Makio Mar´ıa” (Salve Mar´ıa), “Ok´un fun are” (llena eres de gracia) . . . . La traducci´on la hice yo, pues el trato obligado con ellos me permiti´o entender ese lenguaje salvaje de tan mal gusto. (89)

Referencias similares permiten dar cuenta del aparente rechazo de Filomeno a las pr´acticas religiosas africanas. Por otra parte, su abuela materna Aborboleta, su t´ıo Jos´e y Lucila adem´as de venerar las deidades (orishas) del pante´on yoruba, tambi´en gozan del respeto de los otros miembros de esta comunidad religiosa. Siendo as´ı, sus familiares acuden a la religi´on para intentar salvaguardar el ascenso social de Filomeno. Muestra de ello es el resguardo que le impusiera Aborboleta a un Filomeno reci´en nacido. Este amuleto lo acompa˜na a lo largo de su vida, aunque se encargue de disimularlo para que los blancos nunca sean capaces de reconocerlo. Ese esfuerzo por ocultar sus or´ıgenes africanos evidencia, desde luego, la contradicci´on de renegar de una lengua, una religi´on y, en definitiva, una cultura ancestral tan suya como esa otra cultura de adopci´on. Filomeno nunca logra ausentarse plenamente de un espacio subalterno (el afrocubano), pero tampoco logra conquistar y permanecer en el espacio dominante del blanco criollo. Su personaje fluye constantemente entre ambas aguas, en una zona liminal que no se nutre del mestizaje, sino que lo padece. El concepto de “undecidability” de Jacques Derrida podr´ıa contribuir a una mejor comprensi´on de los factores que determinan la representaci´on de la inmovilidad en el personaje de Filomeno: “[U]ndecidability is always a determinate oscillation between possibilities (for example, of meaning, but also of acts). These possibilities are themselves highly determined in strictly defined situations (for example, discursive—syntactical or rhetorical—but also 132

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political, ethical, etc.)” (148). Desde esta lectura, aunque Filomeno acceda a la blancura institucional a trav´es de la compra de los papeles de blanco, la imposibilidad de materializar la blancura social y f´ısica supondr´ıa un fen´omeno de “indecidibilidad” que cuestiona la solidez de ciertas categor´ıas raciales y sociales. Este personaje sugerir´ıa tambi´en el ataque al mito de la convivencia armoniosa y la resistencia a reconocer la hibridez cultural como un espacio de regocijo y celebraci´on de la diferencia: [D]ir´e que nunca Aya me hab´ıa dado verg¨uenza, pero para mi mejor conveniencia ella es y ser´a aya y no madre. De esa manera, ¿se me abrir´an un d´ıa los salones imperiales de la corte de Espa˜na?; todav´ıa no s´e c´omo ha de ser posible sin limpieza de sangre, pues para tanta hidalgu´ıa la compra de mis papeles de blanco y el prefijo de don no bastar´ıan. Blanco de papeles no da fe de limpieza, por lo que sigue siendo roja y no azul mi sangre. (87)

El blanqueamiento de Filomeno pretender´ıa revelar la actitud hip´ocrita de una sociedad donde los bienes materiales logran imponerse a las diferencias raciales. Sin embargo, como lo sugiere este pasaje, Filomeno es consciente de la necesidad de parecer y actuar como “blanco”, tambi´en reconoce que es imposible comprar su pureza de sangre. Desde luego, Filomeno sabe que su color de piel “ofende el gusto de la sociedad” a la que pertenece (82), pero si acaso albergara alguna duda, otros personajes tambi´en se encargan de record´arselo. En una conversaci´on con su mentor, este le comenta a Filomeno: “Es fastidioso sentirse disminuido. Me imagino lo que significa para ti, un joven tan inteligente y capaz” (156). Para Filomeno, m´as que una sensaci´on, se trata de una certeza: “Sentirse no, estarlo” (156). En esta l´ınea, Frantz Fanon nos advert´ıa sobre el malestar del sujeto negro, cuestionando, adem´as, su capacidad de sobreponerse al rechazo social del que es objeto: Se trata de saber si es posible que el negro supere su sentimiento de disminuci´on, de expulsar de su vida el car´acter compulsivo que tanto le emparenta con el del f´obico. Hay en el negro una exacerbaci´on afectiva, una rabia de sentirse peque˜no, una resistencia a toda comuni´on humana que le confinan a una insularidad intolerable. (40, la traducci´on es m´ıa)

Si bien, Filomeno no es precisamente negro, sino tercer´on, la frustraci´on que le provoca no recibir la aprobaci´on social no parece diluirse por la relativa palidez de su piel. El dinero hace de e´l, a lo sumo, un blanco bajo sospecha de no serlo, un objeto del escrutinio de la clase dominante y un traidor de la causa negra. Con respecto a esto u´ ltimo, Filomeno no s´olo renuncia a cualquier gesto que pueda asociarlo a los afrodescendientes, sino que tambi´en es un defensor ac´errimo de la esclavitud y de todos los privilegios que su condici´on de amo le proporcionan. En este sentido, el derecho de bragueta12 es una de las prerrogativas m´as apreciadas por el marquesito de color quebrado. 2011, VOL. 58, NO. 2

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La discreci´on que caracteriza su relaci´on con Lucila no es suficiente para aplacar el recelo de quienes lo perciben como un usurpador. El insistente intento de Filomeno por penetrar en el grupo dominante indicar´ıa, m´as que un proceso de asimilaci´on, un esfuerzo por pasar desapercibido o, mejor a´un, “pasar por blanco”. Esta idea se acercar´ıa al proceso conocido como “passing”.13 Este tema ha sido objeto de inter´es tanto en la literatura como en el cine anglosaj´on y, sin embargo, abordado en menor medida en el contexto hispanoamericano.14 Este concepto destaca dos aspectos fundamentales del sujeto de este proceso. Por una parte, este ser´ıa se˜nalado como transgresor, por asumir una identidad que no corresponde a sus or´ıgenes raciales y, por la otra, este gesto ser´ıa entendido como una traici´on a sus or´ıgenes y a los suyos. De acuerdo con Maureen Perkins: “People who deny their ancestral links to communities of colour and pretend to be white are said to be trying to ‘pass’, and white culture has long claimed that such people can be unmasked, as not really belonging, by various ‘non-white’ behaviours which will ‘out’ at moments of stress” (165). Aunque no pudi´eramos afirmar que Filomeno demuestre actitudes “negras”, s´ı ser´ıa posible identificar en este personaje una bagaje de conocimientos, particularmente ling¨u´ısticos y religiosos, afiliados a la comunidad negra. Este proceso de aprendizaje, quiz´a el m´as involuntario de todos, llega de la mano de su aya y de otros familiares maternos. Para Filomeno, su fisionom´ıa y ese otro saber son el mayor impedimento para conservar su m´ascara blanca. Si algo enorgullece y legitima como blanco a Filomeno es su manejo del castellano, su conocimiento de lenguas extranjeras y su inter´es por la producci´on intelectual. Sin embargo, varios pasajes de la novela ridiculizan tanto su af´an por convertirse en un prominente traductor, como su estilo abigarrado (120). A manera de ejemplo, un Filomeno emocionado le comenta a su padre: —Soy joven de lenguas, ¡mi primer t´ıtulo! . . . Traducir´e el famoso almanaque del negro Banneker, a quien, por cierto, los cu´aqueros ense˜naron muy bien. No tanto como usted a m´ı . . . —En realidad, y te soy sincero, Filomeno, no puedo imaginarme c´omo habr´as de traducir un almanaque, pues los n´umeros son id´enticos en ingl´es, en espa˜nol, en franc´es o de lo contrario se usan los romanos. . . . Adem´as, en cuanto a los nombres que aparecer´ıan en el santoral, por lo que s´e los cu´aqueros no son cat´olicos, y as´ı las cosas, el almanaque las omitir´ıa –argument´o don Antonio. (162)

Las ambiciones del marquesito responden a la necesidad de demostrar que sus talentos no s´olo pueden ser similares a los de otros j´ovenes blancos, sino superiores. No cabe duda que Filomeno avizora un futuro m´as brillante que sus capacidades. Para aumentar la frustraciones del marquesito, don Antonio, su primer modelo de “hombre blanco”, aprecia mucho m´as su propio vigor sexual que los esfuerzos acad´emicos de su hijo. En lo que s´ı coinciden ambos es en 134

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el peligro que supone la alfabetizaci´on de los negros libres y esclavos, para la perpetuaci´on de la hegemon´ıa blanca: Colijo que el marqu´es[,] mi padre[,] se alarma porque sabiendo de lecturas nuestros esclavos (en este caso son los pocos), y los libres de color junto a algunos emancipados, . . . entrar´an pronto en litigio y aciaga competencia de labores con nosotros los blancos. . . . Y como viene sucediendo por nuestra isla, tambi´en sabiendo ellos de lectura y escritura, nos roban las letras y aritm´etica, porque son los pardos libres de color quienes m´as la ense˜nan hasta a los ni˜nos blancos del estado llano, y esto debe tener un fin. (167–68)

El di´alogo insoslayable entre la novela hist´orica de Rojas y el contexto cubano actual (desde donde esta se escribe) apuntar´ıa, entre otros temas, a uno de los pilares fundamentales de la ret´orica revolucionaria: el reconocimiento del colectivo afrodescendiente como elemento activo de la nueva sociedad cubana. Como se sabe, el proceso educativo se convertir´ıa en una herramienta tan pr´actica como discursiva en el logro de este objetivo. La rebeli´on que anticipan los personajes de Filomeno y don Antonio se pospondr´ıa, en principio, hasta la llegada de la Revoluci´on. En rigor, no se tratar´ıa precisamente de una revuelta contra el poder castrista, sino contra sus antecesores y, sin duda, provocada por una deuda hist´orica que a´un est´a por saldarse. No hay que perder de vista que los levantamientos de esclavos en otras colonias americanas despertaron no pocas preocupaciones en el seno de la comunidad criolla.15 Al respecto, Santa Lujuria aporta numerosas referencias que incluyen, entre otras, las revueltas de Jos´e Leonardo Chirino en Venezuela y la de los esclavos del marqu´es de Iranda en La Espa˜nola (100). Hay que destacar, adem´as, la participaci´on del esclavo Jos´e, hermano de Lucila, en una fallida conspiraci´on que pretend´ıa acabar con el sistema esclavista.16 Estas an´ecdotas se suman a la tarea de cuestionar el ideal de una naci´on que se erige sobre la comuni´on entre europeos y africanos. Asimismo, la novela recoge varios episodios relacionados con la labor de los negros en la protecci´on de los intereses imperiales y, posteriormente, en las luchas independentistas. En efecto, el mismo marqu´es celebra la participaci´on de “pardos y morenos libres” y -haciendo referencia al “Serm´on de las banderas”- condena el silencio que rode´o la labor de los propios esclavos. Usando como ejemplo los or´ıgenes del contramaestre Salvador Hierro, un “moreno libre”, el marqu´es ensalza la valent´ıa y fidelidad de los negros de las colonias espa˜nolas: Para engrandecer el pabell´on espa˜nol, he de decirles, . . . que los ingleses compraron con gran apuro una partida grande de esclavos en la isla de Martinica y en la peque˜na de Antigua, enrol´andolos de inmediato en sus nav´ıos de asalto con el objeto de transportar las municiones de su cuerpo de Artiller´ıa, mientras los de ac´a se aplicaban en el combate defendiendo nuestra bandera . . . . La Historia tiene que ser escrita -dio un pu˜netazo en la mesa- tal cual es, sin omisiones sospechosas, ni trat´andose de infelices esclavos. (38–39)

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Como vemos, el texto de Rojas aborda una de las grandes paradojas que caracterizaron la situaci´on de los afrodescendientes en el contexto colonial. Los esclavos y negros libres deb´ıan ser sirvientes de la Corona o de la causa independentista, como lo hicieran -a˜nos m´as tarde- en las guerras mambisas (1868–98). En uno y otro caso, los negros habr´ıan de responder a los intereses de los blancos realistas o, en su defecto, de los blancos republicanos. Sin embargo, la emancipaci´on prometer´ıa a los negros el camino a la igualdad, aunque la organizaci´on social siguiera neg´andoselo. Las referencias al elemento negro como instrumento de desestabilizaci´on del orden colonial justificar´ıan la representaci´on del enemigo a vencer. En el caso del personaje de Filomeno, su blanqueamiento indicar´ıa la pugna interna por reprimir el car´acter subalterno que imponen sus or´ıgenes, es decir, impedir a toda costa que aflore el negro que lleva adentro. En este sentido, su intromisi´on en un mundo de blancos y su complejo racial anuncian una ruptura radical con la red de referentes asociados al legado cultural africano, el mismo que se convertir´ıa en uno de los ejes fundamentales de la ret´orica revolucionaria en materia cultural. Bastar´a recordar que en la narrativa posterior a 1959, el lamento negro empieza a transformarse en la r´ıtmica y sensual algarab´ıa de un colectivo que finalmente recib´ıa el abrazo de su amable benefactora: la Revoluci´on. Una larga lista de personajes de h´eroes de la independencia, guerrilleros, maestros, cantantes y, c´omo no, mulatas voluptuosas comenzaron a colarse entre las l´ıneas de la nueva literatura y cine cubanos. Si bien la representaci´on de personajes afrodescendientes segu´ıa reciclando la imagen de lo ancestral, ahora tambi´en se sumaba a la gran labor integradora de la Revoluci´on. ´ LUCILA MENDES Y LA REESCRITURA DE LA MULATA SENSUAL Una de las mayores contribuciones de Santa Lujuria al tratamiento de las subjetividades afrocubanas reside, precisamente, en la caracterizaci´on transgresora de su protagonista, Lucila M´endes. Como se ver´a, este personaje desaf´ıa muchas de las expectativas impuestas a una mujer negra en el per´ıodo colonial. Al inicio de la novela se la describe f´ısica y emocionalmente recurriendo a atributos celestiales que, en apariencia, la diferencian del resto de las afrodescendientes: Cualquiera que la observara ver´ıa en el conjunto de su humanidad una armon´ıa matem´atica que supondr´ıa la exacta correspondencia entre lo externo y lo interno de su ser, aunque, en realidad, hab´ıa que ir un poco m´as a fondo y entonces se sabr´ıa que su alma ten´ıa un env´es; era dada a establecer distancias incluso entre los de su misma condici´on como el pardo Miguel Villavicencio. Para ciertas personas parec´ıa un a´ ngel, pero ni lo era ni trataba de aparentarlo. (24, el e´nfasis es m´ıo)

Una primera Lectura de Santa Lujur´ıa permitir´ıa advertir f´acilmente la resistencia de Lucila M´endes a conformarse con el rol de v´ıctima y subordinada. Muy 136

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al contrario, la protagonista hace uso de sus atributos para revertir el orden social establecido. Para ello se vale, en primera instancia, de la hipersensualidad tradicionalmente asociada a la mulata. As´ı como la Cecilia Vald´es de Villaverde, la Lucila de Rojas utiliza su belleza, inteligencia, educaci´on, gracia y artes amatorias para subyugar al marqu´es y a otros blancos de su entorno. Para la mulata, estos rasgos facilitan no s´olo su ascenso en la sociedad colonial (convirti´endose en do˜na Isabel de Flandes), sino que tambi´en le permiten asegurar el bienestar de su hijo Filomeno. En el caso de Lucila, podr´ıamos hablar de un blanqueamiento social totalmente opuesto al que experimenta Filomeno. Si bien ambos procesos son deliberados, las acciones de Filomeno apuntan al cumplimiento de sus ambiciones personales y a preservar los intereses de la clase blanca y de la Corona. Lucila, en cambio, no s´olo obtiene favores asociados a su ascenso social, sino que utiliza esos r´editos para favorecer a la comunidad negra. No s´olo est´a motivada Lucila por la ambici´on; estamos ante un personaje cargado de matices. En esta l´ınea, Miriam DeCosta-Willis advierte: Like her historic prototypes, Mar´ıa de la Luz S´anchez and Graciana Grajales, Lucila is committed to social and political reform; she manumits slaves, teaches them to read and write, and harbours rebel leaders. Although she passes from one racial category to another, thus gaining social respectability, Lucila’s birth relegates her to an ambiguous status in colonial society: “era y no era una se˜nora seg´un el canon social” [278]. (107)

Cabe la posibilidad de que en esta renovada representaci´on de la mujer afrodescendiente en el contexto colonial se pretenda corregir la desigualdad social desde una perspectiva de g´enero. En este sentido, las producciones literarias y cr´ıticas sobre el tema de la esclavitud han abordado prolijamente aspectos relacionados con las identidades raciales, en detrimento de otros temas relacionados con los abusos sexuales de las afrodescendientes por parte de hombres blancos.17 Conviene recordar que la situaci´on precaria de las negras se inscribe a partir de un doble proceso de subordinaci´on. El primero establecido por la raza y el segundo, por el g´enero. Las din´amicas sociales, culturales, pol´ıticas y religiosas han permitido que estas pr´acticas discriminatorias sigan reproduci´endose hasta la fecha. M´as que reciclarlo, Rojas imprime un giro al discurso de la sensualidad de la mulata que encontramos muy arraigado tanto en la literatura anti-esclavista del XIX, como en la construcci´on ret´orica de la cuban´ıa. A diferencia de Filomeno, Lucila no esconde sus rasgos negroides, sino que les saca partido. La aparente contradicci´on entre su belleza “ex´otica” y su refinamiento se convierte en un reclamo para los blancos que caen rendidos ante sus encantos. En efecto, la voluptuosidad y atrevimiento sexual del personaje de Lucila se dibujan en oposici´on a la imagen puritana y recatada de la difunta esposa del marqu´es, una blanca criolla llamada Mercedes: 2011, VOL. 58, NO. 2

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No tendr´e que decirle[, padre,] que el recato, una indisposici´on pasajera y la verg¨uenza de mi esposa, favorecieron a su hermana de leche, con quien yo apagaba de continuo obstinados fuegos juveniles que ella me estimulaba. . . . Acostados o ba˜na´ndonos en el lecho del r´ıo, ella sent´ıa gusto por recorrerme la espalda, por ejemplo, y la habilidad de sus manos y la sensualidad de sus dedos imantados cuando rozaban cualquier parte sensible, . . . sin mostrar ella recato de ni˜na porque yo condujera esas manos a donde yo quisiera o ella las suyas hasta el conf´ın de la espalda. (46)

Mientras ella es definida como apasionada, su amante, el marqu´es, es descrito como un obseso sexual, m´as motivado por el af´an de subyugar f´ısica y psicol´ogicamente a sus esclavas que por la misma b´usqueda del placer carnal. Esta descripci´on del personaje de don Antonio plantea un paralelismo con la novela abolicionista del XIX, m´as precisamente en lo que respecta a la inscripci´on de una serie de taras morales y desenfrenos en los personajes de amos esclavistas. Como lo advierte Enriqueta Morillas Ventura: “Los esclavos sumisos frente a la crueldad y el despotismo de los amos, instauran un manique´ısmo did´actico que exacerbar´a invariablemente los vicios de la clase esclavista criolla como de la espa˜nola que fue a Cuba a enriquecerse: son destacadas su inmoralidad, su codicia y culpabilidad junto a los beneficios obtenidos merced al trabajo esclavo” (59). Siguiendo esta tendencia, Santa Lujuria incorpora referencias a cada uno de los siete pecados capitales de don Antonio, entre los que se destaca, con insistencia, la lujuria. Asimismo, el inter´es del marqu´es por Lucila estar´ıa motivado por una pulsi´on perversa de dominaci´on de la amante m´as dif´ıcil de doblegar, debido a los atributos que ya se han mencionado: “Dec´ıan los de la cofrad´ıa que don Antonio trataba a Lucila como a una esclava aunque era una parda libre” (21). Las razones que motivan a Lucila a participar en esta din´amica de dominaci´on/sumisi´on responden a la necesidad de mantenerse cerca de su hijo (quien permanec´ıa bajo la custodia de su padre) y, como se ha dicho, para preservar su estatus social. Su relaci´on con don Antonio indicar´ıa cierta dualidad, pues si bien Lucila debe responder a las exigencias del marqu´es (que en ocasiones act´ua como su amo), tambi´en este es presa del arrebato sexual que la mulata provoca en e´l. Vemos c´omo el personaje de Lucila se desplaza con relativa facilidad a lo largo del espectro social y racial. Los blancos reconocen el poder que le otorga su relaci´on con el marqu´es y la influencia que tiene en su entorno. Por otra parte, Lucila goza de un gran liderazgo en la comunidad de esclavos, entre otras razones, por oficiar ceremonias religiosas lucum´ıes, por su trato compasivo con los otros/as esclavos/as y por su inusual educaci´on. El siguiente pasaje indica la autoridad que la mulata ejerce sobre las llamadas “cofrad´ıas amalgamadas”: Ahora, como nunca antes, Lucila M´endes ser´ıa la reina de las cofrad´ıas amalgamadas en la casona de la calle San Carlos, cuyo terreno ocupaba una casona. Su universo pod´ıa suponerse un cabildo sui generis de congos reales, aunque no 138

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ser´ıa el u´ nico semejante en Am´erica hisp´anica, integrado por gente de color, con blancos como invitados al baile. Presidir´ıa el concierto que sigui´o la cena criolla, mojada con aguardiente de ca˜na y con vinos de Madeira, una blanca autentificada por c´edula, cu˜no y sellos reales. (100)

Su blancura oficial no ser´ıa suficiente para ejercer tal encanto en estas fiestas que anunciar´ıan la celebraci´on de la diversidad racial, tan anclada en el discurso nacionalista de la revoluci´on. La influencia de Lucila trasciende su poder econ´omico para situarse en el a´mbito de la explotaci´on de la sensualidad. As´ı describir´ıa Filomeno la actitud de su madre en aquellos saraos: “De nuevo ocup´o el primer plano la reina Lucila, mi aya, con un baile de figuraci´on, er´otico, insinuante y vergonzoso, sacudi´endose las sayas, movi´endose con absoluto desenfado, y provocativa e incitante se acerc´o a los m´usicos, cada vez m´as expresiva, mientras la m´usica, sobre todo la de los tres tambores bat´a, la segu´ıa. . . . Mi aya, que ya era reina de ellos” (101). Lucila se sabe portadora no s´olo de una pericia sino de una vocaci´on al gozo sexual que atribuye a sus or´ıgenes africanos. Sin embargo, la apat´ıa sexual que muestra Filomeno durante su adolescencia es motivo de preocupaci´on para el marqu´es, quien fracasa en sus numerosos intentos por propiciar encuentros entre su hijo y varias de sus esclavas. De acuerdo con el siguiente pasaje, la falta de inter´es por el sexo estar´ıa asociada a su crianza y formaci´on europeas: “Lo cierto es que a Isabel de Flandes ni le iban ni le ven´ıan las preocupaciones del marqu´es respecto a la demostraci´on de hombr´ıa de su hijo, de la cual jam´as hab´ıa dudado. Pero si Filomeno debutaba en la fiesta de los suyos [negros y negras], mucho mejor. As´ı le tocaba al Filomeno que ella hab´ıa parido, la parte de jolgorio que por su sangre le correspond´ıa” (96, el e´nfasis es m´ıo). Cabe agregar que la inquietud de don Antonio por la orientaci´on sexual de su hijo resaltar´ıa tambi´en uno de los grandes temores de la sociedad criolla: la amenaza a la identidad nacional por medio del ataque a la figura criolla por excelencia, el hombre blanco heterosexual. Si bien Lucila no aplica criterios raciales en la selecci´on de sus parejas, los pasajes m´as apasionados de la novela ocurren entre ella y otros amantes mestizos y negros. Con unos y otros, Lucila lleva el control de la situaci´on. Si tradicionalmente la protagonista hab´ıa sido erotizada y convertida en objeto de goce, al liberarse del marqu´es de Aguas Claras, se transforma en art´ıfice de su sexualidad y, en consecuencia, en sujeto-amante. Buena parte de este placer le viene dado por el rol dominante que desempe˜na en la relaci´on, al ser ella la encargada de “dosificar” el placer del amante de turno. Su apasionada relaci´on con el teniente Arc´angel del Puerto18 es un ejemplo de esto: —La amo, do˜na Isabel, pru´ebeme, pru´ebeme de todas formas para que sepa que de todas formas la amo, mi soberana due˜na -replicaba e´l penetr´andola como le estaban ense˜nando a hacer, con palabras dichas al o´ıdo cada vez que ella alcanzaba el cl´ımax. “Sirviendo, el amor crece”, estaba pensando, y que ella era para e´l “due˜na de todo, due˜na y se˜nora, sosegada y queda, atesoraba el saber 2011, VOL. 58, NO. 2

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de una reina verdadera”. . . . Una sola indulgencia reclamo: no exija que mi vida pueda no depender de usted. (261)

Ni siquiera el sexo es lugar para la conciliaci´on. Al contrario, en Santa Lujuria, el sexo es un terreno propicio para acentuar y contrastar las rivalidades y tensiones raciales. Si bien se puede alabar la “desvictimizaci´on” de un buen n´umero de personajes afrodescendientes, no es menos cierto que la convivencia armoniosa entre blancos, negros y mestizos es un proyecto postergado. Si Rojas nos recordaba la facilidad con la que un individuo puede declarar oficialmente su (pretendida) blancura, ¿acaso esto no indicar´ıa tambi´en la necesidad del sujeto afrodescendiente de diluir su pasado? Desde esta perspectiva, Santa Lujuria tambi´en podr´ıa ser le´ıda tanto como una reescritura del pasado esclavista, as´ı como una denuncia de las jerarqu´ıas raciales a´un en vigor en la Cuba de hoy. La reinscripci´on de la esclavitud, como uno de los episodios m´as nefastos de la historia cubana, cuestionar´ıa ya no s´olo la identidad protonacional, sino tambi´en la identidad revolucionaria. En esta plataforma ideoest´etica se asienta la necesidad de reconstruir el pasado colonial para reivindicar los discursos antiimperialistas y anticolonizadores sobre los que se apuntala la naci´on -en tanto que producto de la maquinaria revolucionaria- como formaci´on discursiva hegem´onica. Sin embargo, me gustar´ıa sugerir que una de las mayores contribuciones de Santa Lujuria apunta a la articulaci´on intelectual de nuevas din´amicas de racializaci´on en el contexto cubano, al tiempo que confronta, me atrevo a decir que eficazmente, la ret´orica tradicional de la supremac´ıa blanca. University of Cincinnati

NOTAS 1. Para un an´alisis exhaustivo de la novela abolicionista cubana pueden consultarse los trabajos de Luis y Williams. 2. En las u´ ltimas d´ecadas del siglo XIX y en la primera del XX aparecen novelas que abordan directa o indirectamente el tema de la esclavitud como La renuncia del h´eroe Baltasar (Rodr´ıguez Juli´a), El polvo y el oro (Travieso Serrano), Otro golpe de dados (Fern´andez), Viento negro, bosque del caim´an (Deive), Chronique de sept mis`eres (Chamoiseau) y, entre otras, Moi, Tituba sorci`ere (Cond´e). 3. Desde el punto de vista formal y tem´atico, Santa Lujuria recicla varios de los rasgos caracter´ısticos de la novela abolicionista del XIX y principios del XX. Esto puede observarse en el uso de un lenguaje rebuscado, la representaci´on del amo esclavista como antih´eroe (inmoral y cruel) y del negro heroico. 4. M´as recientemente Marta Rojas ha publicado otras dos novelas hist´oricas: Inglesa por un a˜no (2006), ganadora del Premio Alejo Carpentier, y Equipaje amarillo (2009). 5. M´endes (y no M´endez) es la graf´ıa que aparece el texto de Rojas. El apellido Mendes hace referencia al abuelo paterno de Lucila, Filho Mendes, de origen portugu´es (Santa Lujuria 101). 140

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6. No obstante, la presencia activa, aunque minoritaria, de otras mujeres afrodescendientes como Nancy Morej´on sigue abonando el terreno para una mayor representaci´on de estos sujetos en el concierto nacional. Para un estudio m´as detallado de la participaci´on de las mujeres en las producciones culturales cubanas pueden consultarse los ensayos de Kutzinsky y Campuzano. 7. Algunos de estas tem´aticas est´an relacionadas con el clasismo, el sexismo, la homofobia, el racismo y, entre otras, el exilio. 8. Bastante pol´emica sigue resultando la sentencia de Saco: “Ya en 1835 escrib´ıa Saco una carta desesperada por el ciego absolutismo de la Metr´opoli: ‘No nos queda m´as que un remedio: blanquear, blanquear y, entonces, hacernos respetar”’ (172). Para un an´alisis de las referencias al blanqueamiento compulsivo en la obra de Saco pueden consultarse los trabajos de Ortiz, Opartn´y y Jackson. Por su parte, Guevara propone un interesante estudio panor´amico sobre la representaci´on del blanqueamiento en la novela cubana del XIX. 9. Instrumento legal que acreditaba la condici´on de “blanco” de un criollo. 10. Algunos de los personajes de Santa Lujuria que enarbolan su condici´on negra son el esclavo Jos´e, Nicol´as (este poeta y maestro es una clara alegor´ıa a Nicol´as Guill´en), Miguel Villavicencio y, entre otros, Salvador Hierro. 11. Las cremas y p´ocimas blanqueadoras de Filomeno podr´ıan hacer referencia a las reflexiones de Fanon a prop´osito del blanqueamiento qu´ımico: “Desde hace algunos a˜nos, los laboratorios se han propuesto descubrir un suero de denegrificaci´on; los laboratorios m´as serios del mundo han lavado sus tubos de ensayo, arreglado sus cuentas y emprendido investigaciones que les permitir´an a los infelices negros blanquearse y, de esta forma, terminar con el lastre de esta maldici´on corporal” (89–90, la traducci´on es m´ıa). 12. Se refiere al derecho de los amos blancos de disponer sexualmente, y a su antojo, de las esclavas. 13. El grado de trasgresi´on de este fen´omeno ha supuesto condenas tanto sociales como legales. As´ı lo advierte Kennedy, desde el punto de vista jur´ıdico: Passing is a deception that enables a person to adopt certain roles or identities from which he would be barred by prevailing social standards in the absence of his misleading conduct. The classic racial passer in the United States has been the “white Negro”: the individual whose physical appearance allows him to present himself as “white” but whose “black” lineage (typically only a very partial black lineage) makes him a Negro according to dominant racial rules. (1145) 14. Algunas de las narrativas sobre el fen´omeno de “passing” son: Passing (1929) de Nella Larsen, The Human Stain de Philip Roth (posteriormente llevada al cine por Robert Benton [2003]) y el largometraje Pinky (1949) de Elia Kazan. Para un an´alisis de la representaci´on literaria del “passing”, puede consultarse el ensayo de Wald. 15. Sklodowska ofrece un an´alisis exhaustivo del impacto de la Revoluci´on haitiana en la literatura cubana. 16. DeCosta-Willis destaca la caracterizaci´on heroica y el liderazgo de Jos´e en la comunidad de esclavos: “[He is] an idealized and messianic figure, he is a revolutionary hero, an ogboni or religious leader, and a trickster who feigns madness to avoid execution. He is modeled after the historical Jos´e Antonio Aponte, member of a lucum´ı secret society and an Oni-Shang´o with secular and spiritual powers” (109). 17. El tema de los abusos sexuales y otros maltratos f´ısicos sufridos por esclavas es el tema central de la novela Fe en disfraz (2009) de Santos-Febres y El har´en de Oviedo (2003) de Rojas. 18. Se desconoce el color de piel del personaje de Arc´angel. En un pasaje de la novela, Lucila lo compara con un antiguo amante afrodescendiente, Villavicencio, organista de la catedral de Santiago de Cuba: “[M]e habr´ıa gustado que mi hijo, a tu 2011, VOL. 58, NO. 2

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edad, se hubiera parecido a ti -le dijo, mas lo cierto era que desde la primera vez que lo vio a quien le trajo a la memoria fue al m´usico Villavicencio, aunque f´ısicamente no se parecieran” (243).

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