No explique la gracia, arruina el chiste

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Descripción



Ver apéndice.
La traducción es mía. "I claim, then, that the concept of intersubjective truth suffices as a basis for belief and hence for thoughts generally. And perhaps it is plausible enough that having the concept of intersubjective truth depends on communication in the full linguistic sense."
Llamaremos receptor al que observa, escucha o lee el suceso gracioso. Distinto del agente racional sobre quien caen las risas.
Cuando son chistes trasmitidos por escrito, las expectativas se fijan en lo que se espera que haya escrito el autor. No obstante se habla del texto como si fuera racional: Espero que este texto diga cosas interesantes, muestre lo que prometía el título, etc.
La similitud estructural con las expectativas que tenemos sobre cualquier cosa es evidente. Ver sección 2.
La forma en que nos describimos la acción, al igual que las expectativas, no necesita estar verbalizada. De ser así, tendríamos que verbalizar todo lo que observamos en orden de entender lo que sucede. Para ver un partido de futbol y entender las acciones de los individuos necesitaríamos narrarlo enteramente.
Aunque claro, pensar esto sería realmente optimista.
La traducción es mía: "…The radical-interpretation model must be understood as a model of a process, not as a model of a static state of semantic competence."


Pontificia Universidad Javeriana
Facultad de Filosofía
Cátedra de autor: Donald Davidson
Profesor: Miguel Ángel Pérez
Estudiante: Marcelino Hudgson Steele

No explique el chiste, arruina la gracia
Una explicación de la gracia y el chiste desde la teoría de la acción

Introducción
Este texto pretende brindar una explicación de los chistes y los sucesos graciosos desde la teoría de la acción de Donald Davidson. La exposición se realiza del siguiente modo: primero se parte de la premisa de que los chistes son un tipo de sorpresa, por lo que se explican los componentes de una sorpresa y se distingue a esta del sobresalto; luego, se da el rasgo que diferencia a los sucesos graciosos de otros tipos de sorpresa; dado que el rasgo distintivo de las sorpresas graciosas es que las expectativas siempre son sobre acciones, se introduce la teoría de la acción; se utilizan las nociones básicas de la teoría de la acción para definir la gracia; y por último se muestra cómo funcionan los chistes.

Sobre las expectativas
Para que un chiste haga reír tiene que sorprender. Por ello, un chiste rara vez mueve a risa una vez se ha conocido previamente o cuando el final es justamente lo esperado. Dado que el chiste es un tipo de sorpresa, es conveniente en primer lugar ver la estructura de una sorpresa. Una sorpresa, a grandes rasgos, involucra expectativas de lo que ocurrirá y la comprobación de que las expectativas fueron erróneas.
Las expectativas son las creencias que tiene un agente sobre lo que ocurrirá en el futuro. Cuando esas creencias muestran ser falsas, se da la sorpresa. Teniendo en cuenta lo anterior, diremos que un agente ha sido sorprendido si y solamente si
El agente tenía la creencia de que ocurriría x en el futuro.
El agente descubre que x no ocurrió.
Es importante hacer notar que la sorpresa no se da si x no ocurre: se da cuando el agente descubre que x no ocurre. Esto se debe a que la sorpresa se presenta como resultado de haber falseado las creencias de que ocurriría x, y para ello es necesaria la formación de una nueva creencia: la de que x no ocurrió.
Por ejemplo: si Enrique cree que encontrará a su mujer en casa leyendo, pero ella en realidad está con el amante, Enrique no estará sorprendido cuando el lechero entre a la casa ni cuando se bese con su mujer: enrique se sorprenderá cuando los encuentre. Esto es debido a que solo cuando los encuentre, podrá falsear las expectativas que tenía.
El ejemplo anterior sirve para hacer dos observaciones adicionales: la primera es que la creencia no necesita ser verbalizada para ser una expectativa; la segunda es que en realidad las expectativas no se expresan correctamente como "ocurrirá x" sino como una disyunción entre varias posibilidades: "ocurrirá x, y o z"
Primero, dentro de la sorpresa las expectativas pueden estar sin verbalizar. Si tuviéramos que verbalizar todas nuestras creencias para ser sorprendidos, entonces muchas cosas inesperadas no nos sorprenderían. Alguien que descubre que su casa se incendia (si no lo ocasionó él) seguramente se sorprenderá. Pero esto no implica que haya formulado verbalmente el hecho de que esperaba ver su casa tal como la dejó antes de partir. Si tuviéramos que verbalizar para ser sorprendidos, solo las personas que verbalizan todas sus creencias todo el tiempo serían sorprendidas. Realmente muy poco.
La segunda observación consiste en lo siguiente. En la mayoría de los casos en vez de tener una expectativa lo que tenemos es un rango de expectativas. De no ser así, entonces nos sorprenderíamos con una ridícula frecuencia. Por ejemplo, Enrique creía que encontraría a su mujer leyendo pero bien pudo encontrarla escribiendo sin sentirse sorprendido. Hay por lo general un espectro de cosas que aceptamos como normales, y esas mismas cosas son las que esperamos que sucedan.
Este espectro es lo que permite que la sorpresa tenga gradación. Si deslizara del borde de la mesa un vaso, lo normal sería que cayera y se rompiera. Podría este caer y no romperse, lo cual podría sorprenderme ligeramente: sigue siendo normal pero no pasa a menudo. Pero si lo deslizara y el vaso quedara levitando, mi sorpresa sería mucha. Así pues, entre más se aleje algo del espectro esperado, más sorprendente será.
Pero ¿A qué se debe que unas cosas caigan dentro del espectro y otras no? Se debe principalmente a que cuando esperamos que suceda algo, lo esperamos porque hay motivos para esperarlo. Los motivos para esperar que suceda algo puedan ir desde experiencias pasadas hasta lo que se nos dijo de pequeño. En este sentido los motivos para creer algo son las causas de que tengamos dicha creencia.
Hay, claramente, motivos más apropiados que otros. Por ejemplo, haber visto x de primera mano es mejor motivo para creer que x, que haber escuchado que el loco del pueblo decía que x. Determinar qué motivos son mejores que otros a la hora de creer, es tarea propia de la epistemología. Los motivos además pueden adicionarse unos a otros haciendo que algo nos parezca más probable de ocurrir que otras cosas. De este modo, la posición de una expectativa dentro del rango de expectativas está determinada por la cantidad y calidad de motivos que la respaldan.

La sorpresa y el sobresalto
Las expectativas son creencias, lo que implica que los agentes no verbales son incapaces de sorprenderse: dado que carecen de creencias. Davidson expone este hecho, el de que los animales no humanos carecen de creencias, en su artículo Rational animals de 1982. Según este autor, solo se tiene creencias cuando se tiene el concepto de verdad intersubjetiva; y solo se tiene el concepto de verdad intersubjetiva cuando se puede establecer comunicación lingüística. Y dado que los animales no humanos no poseen esa capacidad lingüística, concluimos que los animales carecen de creencias. En palabras del propio Davidson:
Concluyo, entonces, que el concepto de verdad intersubjetiva sirve de base para la creencia y por tanto, del pensamiento en general. Y quizás es lo suficientemente plausible que tener el concepto de verdad intersubjetiva dependa de la comunicación en el sentido pleno del término (Donald, 1982).
Todo ello nos lleva a concluir que sorprenderse es un acto propiamente humano. No obstante, parece contra-intuitivo decir que los animales no se sorprenden. Si arrojo una piedra cerca de donde está un perro, este sale inmediatamente a la huida. Quisiéramos decir en este caso que el perro se sorprendió. Propongo que lo llamemos de otro modo: sobresalto. Un sobresalto es la reacción de un organismo frente a un cambio brusco en el ambiente, es un acto reflejo.
Ahora bien, desde la anterior definición el sobresalto se distingue de la sorpresa en que no involucra creencias. Pero desde el ámbito empírico ¿cómo se diferencian? Es decir, ¿qué cambios en el estado físico del agente nos permiten distinguir un sobresalto de una sorpresa? Considero que físicamente hablando, tanto el sobresalto como la sorpresa se manifiestan de la misma forma. Así, desde una sola observación no parece posible distinguir la una de la otra.
No obstante, si se realizan varias observaciones se logrará distinguir un fenómeno del otro basándose en el siguiente criterio: si un individuo esperaba que ocurriera x, entonces es imposible que se sorprenda cuando ocurra x; no obstante, el individuo puede ser sobresaltado cuando ocurra x aún esperando que ocurriera x. Así, cuando se presenten hechos que harían que cualquier agente racional que los percibiera esperara un subsiguiente suceso x, y el sujeto parece que se sorprende o sobresalta, podremos inferir que se sobresalta. Esto dado que por definición una sorpresa es siempre inesperada, mientras que un sobresalto puede ser esperado.
Por ejemplo. Supongamos que un hombre entra de golpe dentro de un salón de clase, dice que le disparará al tablero, saca un arma y apunta al tablero. Todos quedan sorprendidos, puesto que no esperaban que sucediese algo así; y sobresaltados, puesto que hubo un cambio brusco en el entorno. Cuando el hombre le dispara al tablero, todos quedan sobresaltados (sus cuerpos se tensan con el sonido del disparo, segregan adrenalina, etc.) pero se puede dudar que se sorprendan, es decir, es difícil afirmar que no se lo esperaban. Y con cada disparo, las probabilidades de sobresaltarse permanecen igual mientras que las de sorprenderse disminuyen.
Siempre nos estamos riendo de alguien
Todo chiste o suceso gracioso involucra a un agente racional. Siendo más específico: solo nos reímos de cosas que hacen agentes racionales o que le suceden a agentes racionales. Este hecho parece explicar por qué es probable que la caída de una persona sea más graciosa que la caída de un edificio u otro objeto inanimado. También parece explicar por qué los dibujos animados (que tienen pretensiones humorísticas) utilizan personajes con comportamientos humanos o humanos mismos, nunca cosas inertes.
No obstante, si la intención de este trabajo es explicar cualquier suceso gracioso, será necesario distinguir entre dos tipos de agentes racionales involucrados en lo gracioso. La distinción se basará en la pregunta ¿sobre quién caen las expectativas del receptor? Hay dos posibles respuestas: las expectativas o caen sobre lo que dice el narrador del chiste, o sobre la acción de uno de los personajes del chiste. En el primer caso diremos que el agente racional sobre el que caen las expectativas es el narrador, en el segundo diremos que se trata de un personaje. Al agente del cual nos reímos lo llamaremos agente G (por gracioso).
Cuando alguien nos está contando un chiste, se convierte en el narrador del chiste. Si lo que nos cuenta no involucra a terceros, nuestras expectativas se fijan en lo que el narrador hace (dice). Si el narrador habla en segunda persona, muy probablemente nuestras expectativas se fijen en él. Por ejemplo, en chistes que tienen la forma de una adivinanza las expectativas recaen sobre lo que dirá el narrador dado que no hay personajes. Al igual que los juegos de palabras (curiosamente casi todos los chistes de adivinanzas son juegos de palabras) lo que se anticipa es lo que posiblemente dirá el narrador.
Diremos que las expectativas del receptor recaen sobre un personaje cuando el narrador nos habla de terceros. Sobre esos terceros pondremos las expectativas. Los chistes de la forma de una historia pertenecen a esta clase. Podemos añadir a esta lista las situaciones graciosas, como ver a una persona caer o al presidente en falda.
Pero, si un chiste siempre nos llega mediante un narrador ¿por qué hablar de los personajes cuando todo puede ser dicho en términos de expectativas del narrador? Es decir, al final del día lo que siempre estamos anticipando es lo que dirá el que nos cuenta el chiste. Esto es cierto, pero hacerlo de esta manera no permitiría ver los matices que se dan entre los distintos tipos de chistes y abarcar además a las situaciones graciosas.
Chistes y teoría de la acción
Hasta el momento tenemos lo siguiente: los chistes son un tipo de sorpresa en las que el rango de expectativas se aplica sobre un agente racional. Dado que es una sorpresa, la acción del agente G debe estar por fuera del rango de lo esperado. Este agente racional puede ser, o el narrador o un personaje del que nos habla el narrador. Dependiendo de sobre cuál recaen las expectativas del receptor, se tendrá un tipo distinto de chistes.
Ahora bien, tenemos expectativas sobre lo que hará un agente racional y esas anticipaciones muestran ser falsas cuando el agente realiza una acción distinta a las esperadas. En ambos casos, sobre lo que estamos hablando es respecto a acciones: creemos que un agente G hará esto o aquello, y si el agente G realiza una acción distinta a la esperada (o a las esperadas) nos sorprendemos. Visto esto, si queremos entender los chistes ¿a qué recurso teórico podemos apelar? La respuesta parece casi evidente: a la teoría de la acción dado a que de lo que se habla son acciones.
En este trabajo recurriré a la teoría planteada por Donald Davidson en su artículo Acciones, razones y causas (Davidson, Acciones, razones y causas, 1995) para explicar el funcionamiento de los chistes y de casi todos los eventos graciosos. Con miras a esto, expondré la teoría de la acción presentada en el artículo arriba citado. Luego mostraré la forma en que dicha teoría es capaz de explicar los chistes y sucesos graciosos. Y finalmente traeré a discusión la teoría de la interpretación para explicar los chistes en los que nuestra atención se fija en las acciones del narrador y no en las de un tercero.
Para Davidson, las acciones intencionales son efectos de una dupla conformada por creencias y deseos. Definamos de modo más claro a las acciones intencionales. Una acción ha sido realizada de forma intencional si y solamente si:
El sujeto tenía una actitud favorable frente a acciones de una clase determinada.
El sujeto consideraba que la acción que realizó, era de ese tipo de acciones.
La primera condición, es decir, las actitudes favorables, incluye desde deseos e impulsos hasta códigos de deber.
La palabra vale aquí para todo, porque debe abarcar no sólo los rasgos permanentes de carácter que se muestran en la conducta de alguien a lo largo de toda su vida, como el amor a los niños o la afición a compañeros escandalosos, sino también el capricho más efímero que impulsa una acción única, como el deseo de tocar el hombro de una mujer. (Davidson, Acciones, razones y causas, 1995)
Pero para efecto de brevedad, llamaré a todas estas actitudes favorables como "deseos". La segunda condición hace referencia a las creencias del sujeto. Las creencias que le hacen considerar al sujeto que una acción pertenece al grupo de acciones favorables.
Ambas condiciones son causas de la acción y juntas se vuelven lo que Davidson llama una "razón primaria":
A menudo dar la razón por la cual un agente hizo algo consiste en nombrar la actitud favorable (a) o la creencia relacionada (b), o ambas; permítaseme llamar a este par la razón primaria por la que el agente realizó la acción (Davidson, Acciones, razones y causas, 1995)
Las causas de una acción intencional son razones y por ende "…las racionalizaciones son explicaciones causales…" (Davidson, Acciones, razones y causas, 1995). Por lo tanto explicar una acción, es decir, dar las causas por las que se realizó, es racionalizarla. No obstante, para explicar una acción no cualquier forma de dar las razones funciona. La racionalización de una acción depende de la forma en que se describa la acción. Dicho en Términos de Davidson:

R es una razón primaria por la que un agente realizó la acción A en la descripción d, solo si R consiste en una actitud favorable del agente hacia las acciones que poseen cierta propiedad y en una creencia suya de que A en la descripción d tiene esa propiedad. (Davidson, Acciones, razones y causas, 1995)
Tomemos como ejemplo el caso de Enrique. Enrique llega a casa, entra al dormitorio de su mujer y al entrar la encuentra acostada con el lechero. Hay varias formas de describir esta acción. Se puede decir que Enrique entró al cuarto, o que encontró a su pareja siéndole infiel o que le alertó al lechero que debía irse. Pero solo una de estas descripciones permite una posterior racionalización de la acción que realizó Enrique. La única descripción que muestra una acción intencional es la primera: "Enrique entró al cuarto". Las otras dos no pueden mostrar intencionalidad de ningún modo debido a que Enrique no tenía idea de lo que ocurría en el cuarto. Es decir, en las otras dos descripciones falta la condición "ii.", la de la creencia.
Explicación de los chistes
Con estos rudimentos es posible pasar a explicar los chistes. Lo primero que podemos observar es lo siguiente: dado que los chistes son expectativas frustradas sobre un agente, el final del chiste siempre nos parece en un primer momento una acción arracional (ejecutada sin razones). ¿A qué se debe esto? Se debe principalmente a que cuando esperamos que alguien haga algo, lo esperamos porque tenemos creencias y deseos que pueden explicar lo que hará. Si viéramos razones para que alguien realizara una acción antes de que la realizara, entonces no nos sorprendería que se hiciera la acción.
Dicho en otros términos: dadas unas circunstancias, se esperaría que el agente G realizara una acción del rango A, B, C por las razones R. La primera persona (el receptor) tiene razones para esperar que el agente G haga una de las acciones incluidas en el rango. De hecho, el criterio para determinar qué acciones se incluyen en el rango de expectativas, es el de si el que observa puede vincular la acción observada con alguna creencia o deseo. Si la primera persona no ve motivos para que alguien haga la acción x, entonces no va a esperar que alguien realice esa acción. Por estas razones, cuando una acción nos sorprende en un primer momento juzgamos de arracional el acto: no vemos motivos que pudieran causar la acción.
Si la forma en que describimos una acción no nos permite entenderla, entonces debemos hacer una de dos cosas: la primera opción es acceder a las creencias y actitudes que intervinieron en la realización de una acción (preguntándole al agente por sus razones); y la segunda opción es modificar la descripción que hacemos de la acción (buscar una nueva descripción usando inferencias o asociaciones).
Si Enrique no logra pensar en una razón primaria que explique lo que hace su esposa, le puede preguntar por qué se acostó con el lechero. O bien, puede describir lo que hace su esposa de otro modo, de un modo en el que él (Enrique) sí halle las razones: puede describir la acción (la de que su mujer se acueste con el lechero) no como un acto de infidelidad sino como la invitación a un trío, asociando de este modo a dos personas en una cama como un tipo de invitación. Tal vez viendo las cosas de ese modo, logre comprender lo que hace su esposa.
Y es ahí, en ese cambio de descripción, cuando se da el efecto gracioso. Dado que el chiste es una sorpresa, habrá una acción al final que no nos podamos explicar en un primer momento, pero para la que es fácil encontrar una descripción que la haga parecer racional. Entender un chiste es hallar esa nueva descripción. El receptor obtiene el placer tras haberse brindado por sus propios medios y de forma rápida, la explicación de algo aparentemente arracional. La risa es el premio por haber racionalizado.
Chistes y teoría de la interpretación
Habíamos distinguido dos tipos de chistes: los que se basan en la anticipación que hacemos de terceros y los que se basan en la anticipación que hacemos del narrador. Mediante la teoría de la acción Donald Davidson se ha explicado el primer tipo, corresponde ahora dar cuenta del segundo tipo de chistes utilizando la teoría de la interpretación del mismo autor.
Para el filósofo noruego Bjørn Torgrim Ramberg, lo que hace el intérprete Davidsoniano frente a un hablante es la creación constante de teorías. Cada nueva teoría interpretativa busca relacionar de manera más óptima que la anterior, la conducta del hablante con las creencias e intenciones que más probablemente tendría. Para Bjørn buen motivo para dudar de una teoría en particular es cuando se presenta un enunciado que no concuerda con el resto de la teoría.
Ante uno de estos enunciados extraños lo que hace el intérprete es modificar la teoría, cambiarla por otro sistema que relacione creencias, intensiones y comportamientos de un modo distinto. Esto muestra que "…el modelo de la interpretación radical debe ser entendido como un proceso, no como un modelo de la competencia semántica de estado estático" (Ramberg, 1989). Es decir, desde la lectura de Ramberg, interpretar es un ejercicio continuo en el que la asignación de creencias e intenciones es regulada constantemente por la observación del comportamiento del hablante y sus nuevas afirmaciones.
Cuando dentro de ese proceso llegamos a una afirmación conflictiva del hablante, no calificamos al hablante inmediatamente de irracional, sino que reasignamos creencias o intenciones de tal forma que la afirmación encaje en la teoría que se construye. Un juego de palabras a primera vista siempre parece un absurdo, un enunciado que entra en conflicto con otros o que simplemente parece mostrar que el hablante no usa correctamente el lenguaje. Juzgamos en un primer momento de arracional (dicho sin razones) ese enunciado conflictivo.
No obstante, cuando logramos integrar de forma sencilla (mediante una asociación) la afirmación con la teoría construida; y cuando además reconocemos que la afirmación que habíamos tomado como absurda podría ser verdadera, se da la gracia. Si utilizando nuestro razonamiento logramos pasar rápidamente de decir que el enunciado "no tiene sentido" a decir que el enunciado "es verdadero si se toma de este modo", entonces reímos.
Tomemos el siguiente ejemplo:
¿cuál es la montaña que es más aseada?
El volcán. Porque echa cenizas y después lava.
En un primer momento, cuando asociamos la palabra "lava" con "rocas derretidas", parece carecer de sentido la respuesta del narrador a su propia pregunta: si bien es cierto que los volcanes arrojan cenizas y lava, eso no parece mostrar que sean aseados. Pero luego, si se asocia "lava" con "la acción de lavar", la relación entre el volcán y el aseo que antes parecía inexistente, surge con evidencia.
La similitud entre la forma en que se da la gracia del primer y segundo tipo de chistes no es accidental: el segundo tipo que se explica mediante una teoría de la interpretación es solo un caso especial del primer tipo de chistes que se explica en la teoría de la acción. Esto se debe a que la acción incluye a la comunicación, a la acción lingüística. Es por ello que mientras para entender lo que hizo un agente hay que relacionar la acción con creencias y deseos, para entender lo que dijo un agente hay que relacionar sus oraciones con creencias, intenciones y comportamiento. El parecido estructural se debe a la relación de contenencia entre la acción y la interpretación.
Definición de la gracia
En el diccionario de la Real Academia Española la palabra "gracia" tiene catorce entradas, pero la que se relaciona con el asunto de este trabajo dice lo siguiente: "capacidad de algo o de alguien para hacer reír" (Real Academia Española, 2001). En lo personal considero que esta es una definición demasiada amplia del fenómeno de la gracia, puesto que las cosquillas pueden hacer reír y no obstante, nadie sostiene que son graciosas. Incluso el miedo puede hacer reír a algunas personas que muy probablemente negarán que lo que les asusta les parece al mismo tiempo gracioso.
Partiendo de las conclusiones a las que ha llegado este trabajo, se puede decir que x es gracioso si y solamente si:
x es una sorpresa donde la expectativa es referente a una acción.
Hay al menos una descripción en la que la acción inesperada muestra ser racional.
Esta descripción se obtiene mediante procesos cortos de asociación o inferencia.
Si algo produce risa y no obstante no cumple con las tres condiciones, diremos entonces que es "risible". La condición "a" explica por qué la gracia de algo se pierde al vérsele repetir. La condición "c" explica por qué un chiste deja de ser gracioso cuando se tiene que explicitar la asociación o inferencia que vincula el final con el resto de la chanza.
Hace falta desarrollar un poco más esta tercera condición de los sucesos graciosos. Es parte del sentido común decir que si se tiene que pensar mucho un chiste, entonces deja de ser gracioso. Tomemos nuevamente el caso de Enrique. Llega a casa y su mujer está acostada con el lechero. Enrique, buscando racionalizar la acción de su mujer, le pregunta qué está haciendo. Ella contesta "¡Malditos hechiceros! ¡Siguen trastocando las caras! …Pensé que eras tú, amor". La situación es absurda y no obstante, no es graciosa. Hay sorpresa y hay una posterior explicación, pero no hay gracia. Para evitar estos casos postulé la tercera condición. La excusa de esa mujer solo se lo creería Alfonso Quijana.
Situaciones graciosas
Tomemos un ejemplo para mostrar cómo la definición de arriba, da cuenta de cosas distintas a los chistes. Videos de gatos hay millones en internet y superan con creces los de cualquier otro animal no humano. ¿Por qué los gatos son más propensos a estar involucrados en situaciones graciosas que cualquier otra bestia? La respuesta está en la forma en que describimos al sujeto de la acción, que a fin de cuentas, es la forma en que describimos la acción (es importante recordar que la descripción no necesita ser verbalizada).
Un cuerpo sólido cayó en la bañera.
Un animal cayó en la bañera.
Un animal ágil, hábil y con aire de superioridad cayó en la bañera.
Las tres pueden ser descripciones del mismo hecho, de la misma acción. No obstante, la descripción "c" parece ser algo distinto a lo que se esperaba: si era ágil y con ese aire de superioridad, ¿por qué se cayó? Dada la descripción (las cualidades con las que asociamos el sujeto) no era de esperarse que cayera. En esta misma tónica se explica por qué entre mayor es el cargo de una persona, menos se espera que cometa errores. Por ejemplo, que un obrero tenga lapsus verbales no es tan gracioso como cuando los tiene un presidente.
Definición de los chistes y conclusión
Finalmente, definamos el chiste. Un chiste, podemos decirlo de forma simple, es un "dicho o historieta graciosa" (Real Academia Española, 2001). Es decir, es un conjunto de enunciados (al menos dos) cuyo propósito es hacernos reír y para esto: primero, busca que generemos expectativas sobre un agente (para esto muchas veces se recurren a repeticiones y estereotipos al principio del chiste); luego, que notemos que nuestras expectativas fueron erróneas y que juzguemos la acción del agente como arracional; y por último, que encontremos una descripción que racionalice la acción del agente.
El humor parece ser resultado de la necesidad de entender. Una forma en que nos premiamos a nosotros mismos por hacer encajar lo distinto, lo absurdo. Se puede inferir lo siguiente: entre más se pueda racionalizar, más se puede reír. En este sentido, hacer y entender chistes es un excelente indicador de qué tan buena es una persona para explicar y establecer relaciones entre cosas aparentemente aisladas.
Apéndice: las actitudes proposicionales como acciones
A lo largo de este ensayo se ha visto que tener expectativas sobre algo (creer que algo ocurrirá) puede comportarse como una acción del tipo Davidsoniano. Es decir, pueden ser causadas por razones primarias. Dado que las expectativas son creencias, me tomaré la libertad de plantear el asunto de otra manera: las creencias pueden ser causadas por razones primarias. Para Davidson, la razón primaria de una acción es una dupla de a) una creencia y b) una actitud favorable. No hay que ahondar mucho para ver hacía dónde se dirige este razonamiento: si se tienen razones para creer que x, eso quiere decir que se tiene una creencia que causa a otra creencia.
Ahora bien, si solo se pudiera creer cuando se tienen razones para creer, es evidente que se caería en una regresión al infinito. Por tanto, debe ser posible creer sin razones. Pero entonces surge el siguiente cuestionamiento ¿si no son razones cuáles pueden ser las causas de una creencia? Si no son razones lo que buscamos, la explicación probablemente deja de estar en las teorías que dan cuenta de la mente. De esto se concluye que las ciencias naturales serían las encargadas de explicar la formación de creencias arracionales (creencias que se tienen sin razones). Y por ende, sería propio de la ciencia entender la locura y la niñez puesto que son estados en los que se cree sin razones. La teoría de la mente parece que solo se puede ocupar de los adultos racionales.


Bibliografía
Davidson, D. (1991). La interpretación radical. En L. Váldes Villanueva, La búsqueda del significado (págs. 315-334). Madrid: Editorial Tecnos.
Davidson, D. (1995). Acciones, razones y causas. En D. Davidson, Ensayos sobre acciones y sucesos (O. Hasenberg, Trad., págs. 17-36). Barcelona: Crítica.
Davidson, D. (2003). La segunda persona. En D. Davidson, Subjetivo, intersubjetivo, objetivo (págs. 156-175). Madrid: Cátedra.
Donald, D. (1982). Rational animals. Dialectica, XXXVI(4), 317-327.
Ramberg, B. T. (1989). Donald Davidson´s Philosophy of language. An introduction. Oxford: Blackwell.
Real Academia Española. (2001). Diccionario RAE. Zaragoza: RAE.




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