Nihilismo: la puesta en esencia del pensar metafísico occidental

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Nihilismo: la puesta en esencia del pensar metafísico occidental Por Alex Eduardo Ruiz Valencia

¿Nihilismo como una actitud activa ante el conocimiento de la muerte de Dios?, ¿un proceso ineludible del desarrollo occidental?, ¿un puente definitivo para la tan comentada transvalorización de todos los valores?, quizás todo esto y por supuesto más. El nihilismo no es una corriente, ni un determinado concepto inventado o un simple neologismo, sino el resultado de una profunda reflexión, experiencia y vislumbramiento del sentido, o mejor dicho, de la falta de sentido. En efecto, si hay algo en que muchos concuerdan con respecto a tan polémico termino, es que nihilismo en su esencia significa la experiencia de “la nada”, ¿la nada de que?, de los valores o el sentido. El nihilismo es el resultado de un largo proceso, en el cual se involucra la metafísica, la ficción, la totalidad, la verdad, el devenir, la voluntad: en definitiva, la síntesis de una serie de fuerzas históricas que pugnan con una esencia, que las contrae y hace estallar como una supernova. Su existencia puede ponerse en duda, sin embargo su fantasma pervive en innumerables de objetos y actos cotidianos, tal y como uno de los núcleos desde donde nace: la frase “Dios ha muerto”. ¿Qué consecuencias trae tamaña experiencia?, podríamos decir: 1._ El nihilismo es ese proceso histórico por el que el dominio de lo suprasensible caduca y se vuelve nulo (Heidegger, 34). 2._ Todos los valores supremos se desvalorizan. Falta la meta; falta la respuesta al ¿Por qué? (Heidegger, 44). 3._ Se vive una falta de sentido: la vida se hunde en una nada (Jaspers, 358). A su vez al mismo nihilismo se le han anexado una serie de apellidos, que explican sus fases y su propia voluntad: nihilismo clásico (Heidegger, 42), nihilismo negativo, reactivo (Deleuze, 209), nihilismo pasivo (Deleuze, 217). ¿Qué quiere decir esto?, ¿no se asume al nihilismo como una experiencia única y totalitaria?, ¿es el nihilismo un

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fenómeno que se manifiesta en diversos aspectos que nublan su propia esencia? Lo que si es cierto es que el nihilismo debido a su propio carácter determinante, se lo vive e interpreta de acuerdo a como se comprenden otros fenómenos esenciales unidos a este, no en vano Heidegger nos dice: Que sea “nihilismo” en el sentido de Nietzsche solo puede saberse, por lo tanto, si comprendemos al mismo tiempo y en su conexión, qué es la “transvalorización de todos los valores válidos hasta el momento”, que es la “voluntad de poder”, qué es el eterno retorno de lo mismo”, qué es el “superhombre (y viceversa) (40).

Por otra parte Deleuze divide al nihilismo en una serie de fases: nihilismo negativo, reactivo y pasivo, en función de sus cualidades históricas decisivas, pero esto no es más que un reflejo de lo que se dijo anteriormente: conceptos como voluntad de nada o vida reactiva (Deleuze, 214), no son más que una reflexión a posteriori de los mismos conceptos mencionados por Heidegger (voluntad de poder, eterno retorno de lo mismo, etc.), por tanto es central reflexionar los conceptos capitales de Nietzsche para posteriormente someter a análisis sus variantes. Según se ha visto el nihilismo es una manifestación del ser occidental, pero ni siquiera del sujeto occidental moderno, sino del ser occidental en sus orígenes. En efecto podría remontarse desde los mismos griegos, quienes ya de alguna manera lo habían encontrado en el momento que se decidió buscar la verdad y oponerla a la vida. Deleuze lo había encarnado en el ascético, quien soporta la vida bajo su forma reactiva (137). Se podría argumentar que la frase “Dios ha muerto” no es más que el conocimiento del acabamiento metafísico ya predestinado hace siglos, pero por otra parte se dice que el nihilismo “en sí” es solo el momento de la “caducidad de todos los valores”. No se puede desligar nihilismo de verdad, valor o conocimiento, es por tanto, el acabamiento de la metafísica y su posibilidad de existencia. ¿Qué quiere decir nihilismo clásico?, es el nihilismo en su forma positiva, el próximo paso después de la negación de todos los valores: la transvalorización. Entendido de esa manera, el proceso en que los valores anteriores se desvaloricen “Se lo saludará como una liberación y un acabamiento” (Heidegger, 35). De esta forma el nihilismo ya no se asume como un pathos simplemente, sino también como una meta y, paradójicamente,

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como un destino. Deleuze lo asume como un “cambio de ideales” a partir del desenmascaramiento del ideal ascético por la voluntad de verdad (140), el último peldaño descendiente en el cual el ascético no tiene más disfraces, y por tanto la posibilidad del ascenso, es decir, la transvalorización de todos los valores. Heidegger a su vez lo explica en términos fenomenológicos: la voluntad de verdad como el progresivo desprendimiento de la propia esencia del nihilismo, de la nada, el desvelamiento del ser, la aletheia (42). Hemos hablado de “ascético”, ¿Qué quiere decir plenamente este termino?, fundamentalmente es aquel que “quiere que la vida se reniegue de sí misma y se vuelva contra sí misma: tentativa de usar la fuerza para agotar la fuerza” (Deleuze, 136). ¿Cuál es el origen de tamaño individuo?, pues la voluntad de verdad que busca un mundo no en nombre de lo que es, sino de lo que no es (Deleuze, 136). La conexión entre nihilismo y voluntad ascética u hombre verídico es para Deleuze, y esta postura es contraria a la de Heidegger, un refuerzo a los valores superiores a la vida, es decir, nihilismo es en esencia “voluntad de nada” (137). Cabe decir que esta diferencia con Heidegger puede ser puramente superficial, después de todo Deleuze hace una diferencia entre nihilismo según su disposición moral e histórica. Sin embargo aparentemente para Deleuze, nihilismo no significaría necesariamente una abolición a los valores validos hasta el momento, sino por el contrario, el refuerzo de estos valores, pues “es la voluntad de la nada la que sólo soporta la vida bajo su forma reactiva” (137). El tercer punto anteriormente señalado (la falta de sentido), se deriva del derrumbamiento de las categorías verídicas cristiano-platónicas, lo que Deleuze llama “la moral en reemplazo de la religión” (138). La búsqueda de la verdad instaurado por el mismo ascético-religioso, se vuelve en su contra, desvelando lo falso de su mundo ficticio. La experiencia de totalidad cristiana y su posterior invalidez, deja un sentimiento de vacío inabarcable, en palabras de Jaspers: “… la situación en que tal nihilismo ha nacido se puede caracterizar, según Nietzsche, lógicamente, mediante el error de haberse pretendido hacer valer, de modo absoluto y para el mundo, categorías tales como la del sentido y la de la totalidad” (358). ¿Qué hay con este sentido?, es otra de las facetas del ascético: la condena a la vida en definitiva es una condena al devenir, pues de aquel “nada se alcanza y nada fue alcanzado” (Jaspers, 358). Devenir y vida

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pueden ser entendidos aquí, en unidad con lo que es la voluntad de poder, en efecto, tal como nos dice Heidegger: “… todo ente en cuanto voluntad de poder, es decir en cuanto sobrepotenciarse que nunca cesa, es un constante “devenir”, y este “devenir”, sin embargo, no puede nunca en su movimiento salir hacia un fin que esté fuera de sí sino que, por el contrario, encerrado en el acrecentamiento del poder, sólo vuelve constantemente a este, también el ente en su totalidad, en cuanto es este devenir del carácter del poder, tiene siempre que volver a retornar y traer lo mismo” (38).

Sin embargo ¿Qué significa aquí la palabra sentido? “Nietzsche entiende por “sentido” lo mismo que “fin”. Y con esto nos referimos al para qué y al por lo cual de todo actuar, comportarse y acontecer” (Heidegger, 59). En última instancia el nihilismo también es una meta, y esta es la nada, entendida como la desvalorización de los valores supremos. Cuando se dice “Falta la meta; falta la respuesta al ¿por qué?”, no se quiere decir que el nihilismo es una “falta de meta” sino mas bien que la meta es esa: una no-meta, una destrucción de todo mundo puesto como “verdadero” y “único”. Y esta voluntad de nada nace efectivamente, cuando el devenir es condenado bajo el papel del resentimiento y la compasión. Vamos a explicar en breve que significan estos conceptos. Heidegger citando a Nietzsche explica que el nihilismo como estado psicológico (entendida la psicología como “el preguntar por lo “psíquico” es decir por lo viviente en el sentido de esa vida que determina todo devenir en el sentido de voluntad de poder” (56)) se presenta bajo tres formas: primero “nada se alcanza con el devenir”, segundo, “debajo de todo devenir no impera ninguna gran unidad en la que el individuo pudiera sumergirse entero como en un elemento de supremo valor” y tercero, condenar como engaño todo este mundo del devenir e inventar un mundo que esté más allá de él como mundo verdadero” el cual se derrumba cuando “el hombre se da cuenta de que este mundo solo se ha construido por razones psicológicas” (53). Esta condena al devenir, el cual Nietzsche explica su genealogía a través del desarrollo histórico de las ideas platónico-cristianas, hace nacer la voluntad bajo su forma reactiva (Deleuze, 103), la cual niega la vida, es decir, niega el ser. En sí esta meta, este destino, encierra desde su origen la voluntad de nada, puesto que su fundamento esta basado en la nulidad del

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ente, en la carencia de valor, de ser: es por ello que el desarrollo de la metafísica debe y quiere el nihilismo, ya que esta ya no comprende al ente que de verdad es. Aún queda pendiente una pregunta fundamental: ¿Qué significa la nada?, ¿Es posible que la nada sea algo?, ¿Existe una experiencia de la nada? Y en caso negativo, ¿Qué significa el nihilismo si en el fondo la nada no es? Es clara aquí la afirmación de Heidegger que “en la medida que la nada es nada, el nihilismo es una ilusión” (50). Esto nos lleva a pensar que la nada en relación al ser, debe actuar, aunque sea en negativo, en su manifestación histórica y fenomenológica. En efecto, “quizás la esencia del nihilismo esté en que no se tome en serio la pregunta por la nada” (Heidegger, 50), y Heidegger es categórico al pensar que el destino de la metafísica esta determinada por esta manera histórica de pensar la nada de forma trivial, dado que incluso Nietzsche no puede pensar la nada en la medida que el mismo es “nihilista”, es decir, anclado en la metafísica occidental (Heidegger, 51). Aun así cabe pensar la nada como “negación” de algo, es decir un ente que se valora como negación (Heidegger, 48), que su valor esta en un noser (y aquí entra en juego el devenir bajo su forma reactiva), entendido el ser como aquél que afirma la vida, que la valora, donde el ser en cuanto vida es en esencia devenir, y por tanto, voluntad de poder y retorno de lo mismo. Ya habíamos dicho que para comprender a cabalidad lo que Nietzsche nos quiere decir con nihilismo, debemos reflexionar sobre lo que aquel nos quiere decir con los conceptos “voluntad de poder”, “eterno retorno de lo mismo” y “superhombre”. No pretendo aquí agotar este amplio y complejo tema, sin embargo haré un breve esbozo a partir de cómo son entendidos estos conceptos en relación a lo que significa la experiencia del “devenir”. Devenir es para Nietzsche la esencia determinante del ser del hombre, su única realidad y destino, es por tanto el terreno donde actúa y se mueve la voluntad de poder, puesto que “el impreciso y hace tiempo desgastado titulo de “devenir” quiere decir: sobrepotenciamiento del poder como esencia del poder que, en su carácter de tal, vuelve sobre sí y retorna constantemente en su modo” (Heidegger, 39). Poniendo atención al párrafo anteriormente señalado, podemos darnos cuenta que en él se encuentran ya los dos conceptos mencionados “voluntad de poder” y “eterno retorno de lo mismo”, ya que si queremos entender a cabalidad uno, no podemos desentendernos del otro. Por otra parte la voluntad de poder es meramente acrecentamiento del poder, pero en la medida que nace del ente, este vuelve al ente, 5

encerrando así el círculo esencial. Cabe señalar que con el eterno retorno de lo mismo se esta eliminando toda realidad aparte del devenir, y define lo que significa ser un “nihilista clásico” que anhela la transvaloración de todos los valores: “Para este nihilismo, la sentencia “Dios ha muerto” expresa no solo la impotencia del Dios cristiano sino la impotencia de todo suprasensible a lo que el hombre debiera o quisiera subordinarse” (Heidegger, 39). En conexión con lo últimamente señalado, es que podemos entender lo que se quiere decir con “superhombre”, es decir, aquel que instaura valores por encima del hombre, disponiéndose a “dominar incondicionadamente el puro poder” (Heidegger, 40). Por lo tanto el superhombre no trabaja para “realidades” abstractas, ni tampoco para el hombre encadenado a su voluntad impotente, y es en esta medida que Nietzsche citado por Heidegger dice “No la “humanidad” sino el superhombre es la meta” (40), en efecto, el superhombre es la encarnación y confirmación de la existencia efectiva de una “voluntad de poder” y un “eterno retorno de lo mismo”, es el pleno sentido del nihilismo clásico. El superhombre nace de la necesidad de “un mundo que haga posible un hombre que despliegue su esencia a partir de su propia plenitud de valor” (Heidegger, 71). Es decir, el devenir como única realidad efectiva es la que confirma y establece el hombre como “voluntad de poder”, por tanto, la génesis de la psicología nihilista parte de un estremecimiento ante esta afirmación, que empieza a corroer el antiguo sentido que movía al “hombre verídico”, es decir, la creencia en un mundo verdadero fuera de este. Sin embargo el nihilismo no es mera afección por esta carencia de sentido, es una actitud histórica activa que esta en pleno curso, y esto expresa muy bien el carácter de Nietzsche como aquel que lleva la metafísica a su acabamiento siendo el mismo metafísico. Esto es lo que quiere decir Heidegger cuando señala: “El nihilismo no es, evidentemente, una mera decadencia furtiva de valores que estuvieran en si en alguna parte. Es una destitución de valores realizada por nosotros, que disponemos sobre su posición” (71) y en complemento con esto “Ya introducir esos valores (supremos) es nihilismo…el nihilismo llega a su acabamiento en la retirada de los valores, en su eliminación activa” (72). En ese sentido, Nietzsche da un nuevo comienzo como critica de los valores, que sin embargo, se sustenta y recibe su fuerza a partir de la subsistencia de la moral, entendida esta como la expresión del antiguo falseamiento de la realidad. 6

Por este cauce es como Jaspers dice que Nietzsche no pretende borrar la historia occidental de la moral, sino que pretende superarla, es decir, transvalorizarla, así Jaspers citando a Nietzche dice: “queremos ser herederos de toda la moralidad precedente, y no tener que comenzar de nuevo. La totalidad de nuestro hacer solo es moralidad aplicada contra sus formas anteriores” (233). De ahí el significado del quehacer Nietzscheano como “hacer filosofía a martillazos”, que moldea construye y destruye nuevos valores. El nihilismo es pues expresión y manifestación de toda la psicología humana del hombre occidental, que es de alguna forma el origen y consecuencia de su aprehensión histórica, es decir, su genealogía. En la medida que podemos entender el nihilismo como un “origen” es que podemos entenderla como “fin”, ¿Pero no es nihilismo en cierta medida carencia de sentido?, no y sí: es negativo en cuanto su “origen” fue resultado de una profunda negación, del síntoma más enfermo y finito de una clase de sujetos que pretendieron falsear el devenir, y es afirmativo en cuanto su acabamiento confirma una nueva posición de valores, que en sí no es más que la creación de un nuevo habitar humano. Decir que el nihilismo es “origen” no quiere decir que en la manifestación histórica y moral del ser humano, es decir, que en su constitución fenomenológica esta afirme al nihilismo (lo que seria una contradicción, pues lo único real y verdadero es la supervivencia de lo “bueno” entendido como “lo noble”, en contraposición a lo “falso” o lo “bajo”, es decir, los nihilistas no clásicos). Cuando hablamos de “origen” queremos decir: principio, fuerza creadora y destino histórico, por tanto el nihilismo es una comprensión metafísica que en sí es inacabada, por tanto, su principio es “inacabado”. Aun así tampoco podemos decir que nihilismo es en sí un mero “medio” o “transición”, pues en la medida que el nihilismo es una fuerza creadora “inacabada” o “vacía”, es también una voluntad con conciencia de finitud, que paradójicamente, llevará al hombre a un próximo paso: el acabamiento metafísico a partir del propio pensar de su principio inacabado, es de alguna manera, una decepción afirmativa. Por otro lado, el posicionamiento del nihilismo en la metafísica occidental, por tanto la muerte de Dios, no es ni llegara a ser la “muerte de la moral”. Quizás sí la muerte de una moral incondicionada, tal como nos señalaba Jaspers, pues esta es incognoscible en cuanto que el enjuiciamiento pretende fijar una moral abstracta y alejada de la vida. En sí misma, la moral comprende su valor creado, por tanto, se afirma y autoafirma a partir 7

del obrar estético que la produce, por tanto, solo puede ser y llega a ser en cuanto interpretación, en palabras de Nietzche citado por Jaspers “No hay hecho moral alguno: la moral sólo es la interpretación de ciertos fenómenos o, dicho con más precisión, una falsa interpretación” (219). Cuando aquí se habla de “falso” no se comprende sin embargo un juicio valorativo respecto a lo verdadero, pues en sí lo verdadero es mera imaginación, por tanto, una realidad imposible de comprender en forma absoluta: “En el todo de la filosofía de Nietzsche, sin embargo, cualquier realidad sólo es interpretación” (Jaspers, 221). Por tanto “crear es la suprema exigencia, el ser propiamente dicho, el fundamento de todo hacer esencial” (Jaspers, 231), en cierta medida solo el noble crea, pues solo él es real, por ello Nietzsche en “La genealogía de la moral” propone provisionalmente que el lenguaje es producto de “una exteriorización de poder de los que dominan: “dicen es esto y aquello”, imprimen a cada cosa y a cada acontecimiento el sello de un sonido y con esto se lo apropian, por así decirlo” (38), por tanto, ellos solamente proponen lo afirmativo, solo ellos crean valores para la vida, en contraposición a los valores del resentimiento y el ascetismo, que en sí son valores nulos. La creación es en sí misma “voluntad de poder” pues a partir del crear es como el hombre “se produce a si mismo” (Jaspers, 234), en ese sentido, la expresión de una voluntad creadora solo puede afirmar y autoafirmar si a través de su origen, se percibe la manera que somos en cada caso que seamos. Es por eso que la efectividad de una “transvalorización de todos los valores” no este puesto en un crear a partir del vacío, sino a partir de algo que ya se es, por tanto “cualquier fuerza se halla pues en una relación esencial con otra fuerza” (Deleuze, 14). Pongamos énfasis en este último punto, para Nietzsche todo ente es objetivamente “fuerza” en la medida que valora y constituye la expresión de su voluntad de poder, a partir de ahí es que Deluze dice que “la historia de una cosa es la sucesión de las fuerzas que se apoderan de ella, y la coexistencia de las fuerzas que luchan por conseguirla. Un mismo objeto, un mismo fenómeno cambia de sentido de acuerdo con la fuerza que se apropia de él” (10). La creación es de alguna manera, la adecuación de toda fuerza a otra fuerza que exige poner al ente en calidad de “dominador” y “dominado”, por tanto, “cualquier subyugación, cualquier dominación equivale a una nueva interpretación” (Deluze, 11). Esto no quiere decir, por otro lado, que la creación sea meramente un manipular a otro, en el sentido de un “uso instrumental e ingenuo sobre otro”. En cierta 8

medida como dice Deluze, nunca sabemos que tipo de fuerzas están dominando en una relación entre entes que se confrontan, por tanto, y aquí es donde la proposición de Jaspers adquiere valor, “La condición del acto de crear está en un gran dolor y en el no saber”… “Mirar a través del hilo vano y del ultimo velo: tal sería la gran fatiga y el fin de todo creador” (232). ¿Cuál es el valor de los valores que disponen la significación de lo creado?, en definitiva, ¿el origen del valor es una valoración más?, ¿Cómo podemos entonces referir un valor que no sea en esencia esto una valoración más?, para Nietzsche la esencia del valor radica en la constitución del devenir, entendida esta como psicología y naturaleza en la cual se desenvuelve el hombre. Todo lo que afirma el devenir, es decir, la naturaleza, es valor, pero en cierta medida este valor que constituye el devenir no se aprehende en forma univoca y directa, en cuanto constituye una interpretación del fenómeno. Por otro lado, esta experiencia de afirmación y autoafirmación del devenir es una experiencia “estética”, en tanto que manifiesta una estimación en el sentido de una adecuación de fuerzas, que en si mismas tienen “mascaras” y “modos de ser”. Por tanto dirá Deleuze: “Lo alto y lo bajo, lo noble y lo vil no son valores, sino representación del elemento diferencial del que deriva el valor de los propios valores” (8). Siguiendo este razonamiento, Nietzsche estratifica la relación entre amo y esclavo en cuanto que del primero, su propia estimación del mundo tiene una manifestación que es en sí “noble”, porque el despliegue de lo que es su ser tiene la fuerza de una afirmación que reproduce lo constitutivo de su origen (lo que representa su voluntad de poder, que trae “lo mismo”), por otro lado el esclavo retrotrae su condición en cuanto su adecuación al mundo es negativa, por tanto, reafirma su propio sentido, en palabras de Deleuze: “Esta es la razón por la que tenemos siempre las creencias, los sentimientos y los pensamientos que merecemos en función de nuestro modo de ser o nuestro estilo de vida. Hay cosas que no pueden decirse, sentir o concebirse, valores en los que solo puede creerse a condición de valorar “bajo” de vivir y de pensar “bajamente”. He aquí lo esencial: lo alto y lo bajo, lo noble y lo vil no son valores, sino representación del elemento diferencial del que deriva el valor de los propios valores” (8).

En definitiva el peligro del cristianismo es que dignifica lo indignificable, lo enfermo y lo “castrado”: “El Dios de la decadencia, castrado de sus virtudes e instintos más viriles,

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se convierte necesariamente, desde ese instante, en el Dios de los que sufren retroceso fisiológico, en el Dios de los débiles” (Nietzsche, El anticristo, 31). Por tanto una crítica desde la genealogía no es nunca una “reacción” ni una valoración desde el resentimiento, pues “El elemento diferencial no es crítica del valor de los valores, sin ser también el elemento positivo de una creación” (Deleuze, 9). Habíamos dicho que la fuerza es también una manifestación compleja, de la cual no podemos pretender conocerla de forma “pura”. Esto, de acuerdo a Deleuze, es debido a que toda fuerza lleva consigo una “mascara” que le precede. En consecuencia “una nueva fuerza no puede aparecer y apropiarse de un objeto más que adoptando, en su momento inicial, la mascara de las fuerzas precedentes que la han ocupado” (12). Por eso podemos decir que existen fuerzas que son más afines a un objeto, en cuanto este objeto ya representa una fuerza dada, y por tanto, concibe una mascara que es propia de esa fuerza (y que sin embargo, obtuvo de la mascara de una fuerza precedente y así hasta el infinito). Esta manera de “pesar” o de “interpretar” el mundo, concibe y fundamenta el sentido, de manera que no podamos comprender del todo su ser completo, es en cierta forma el “velo” que oculta y desoculta al ente que cada uno es. Sin embargo Nietzsche es categórico en decir que este “ser” que cada quien es, no es más que una “ficción” o mejor dicho, es vacío, en cuanto que todo ente es mera apariencia, es decir, no puede dejar de ser una “mascara”. La experiencia de un origen absoluto del ser es vacuo, pues desde que esta se manifiesta como “experiencia” no deja de comprenderse metafóricamente; en sí, el propio estimulo no deja de ser más que otra interpretación, y la unidad que podamos relacionar entre este estimulo y una verdad no es más que una interpretación sobre otra interpretación. Por ello: “La misma filosofía no arroja su máscara ascética a medida que crece: en un cierto modo debe creer en ella, no puede más que conquistar su máscara, dándole un nuevo sentido en el que finalmente se exprese la verdadera naturaleza de su fuerza antireligiosa (Deleuze, 13). Por tanto aquí se aprecia la génesis y el encierro de un circulo, puesto que si desde un principio se obra moralmente a partir de una negación de todo lo “moral” (lo bueno, lo alto, lo bello y lo justo entendido este ultimo como la suprema afirmación de los mejores por sobre los peores), podemos decir, en palabras de Jaspers, que “se llega a ser moral…justamente, porque no se es moral. El sometimiento a la moral puede derivar de una actitud propia del esclavo, o de la vanidad, del egoísmo o de 10

la falta de reflexión; en sí misma, ella no es nada moral” (224). En consecuencia, la condena a la moral es en esencia moral, y su autosuperación entiende que debe guiarse tanto inmoralmente porque la moralidad es en sí ilusoria “una falsa interpretación” (Jaspers, 219), y moralmente porque la moralina de nuestro presente tuvo su origen en la “inmoralidad” de los que no soportan lo real del devenir: “, significa lo mismo que lo contrario ” (Jaspers, 226). Todo este recorrido a través de lo que podemos comprender por “moral”, “alto y bajo”, “creación”, “valor”, fuerza”, etc. pretende comprender transversalmente el nihilismo, a través de lo que significa en esencia el pensar Nietzscheano. Nihilismo no es solo una categoría de la que es consecuencia una determinada forma de pensar, sino que es fundamento de ese pensar: Nietzsche solo puede concebir su “filosofía a martillazos” en cuanto que le debe a esta interpretación, una experiencia donde sea percibida la formulación y agrupamiento de fuerzas en sí “nihilistas”, es decir, desde la pregunta por el “quien” se deriva una afirmación del “que”. Por tanto, que Nietzsche ataque a Kant o a Shopenhauer es el síntoma de su verdadera experiencia y comunicación con lo que es su “verdad” en cuanto histórica. Por otro lado, no podemos establecer al nihilismo en cuanto exigencia, pues bien seria esto traicionar al propio Nietzsche que establece que todo devenir es en esencia “inocente”, es decir, puro en cuanto que no podemos alcanzar ni comprender esa pureza. Bien podría existir la superación del nihilismo, a través de un alejamiento de lo que es su interpretación más exigente, y por otro lado su exigüidad confirmaría ya la superación, por tanto la idea de una pregunta por la existencia efectiva de “nietzscheanos” después de Nietzsche es contingente. Sin embargo y si es preciso creerle a pensadores como Heidegger, el nihilismo es ya la constitución metafísica del ser occidental, por tanto, su experiencia es ineludible. Habría que ver la subsistencia y exigencia del nihilismo en fenómenos aparentemente al borde de lo que es el dialogo filosófico más “duro”, es decir, en el arte o en el desarrollo tecnológico e industrializado (y he ahí una nueva revalorización de las interpretaciones heideggerianas sobre la época moderna). En cierta medida, una superación metafísica de los valores adquiere su pleno sentido cuando el habitar humano ya ha comprendido esta experiencia extrema, y de ahí el sentido de la frase previamente citada “Que los valores anteriores se desvaloricen se lo saludara como una liberación y acabamiento” 11

(Heidegger, 35), y a la forma de una revolución política como la francesa, no nos será posible determinar las consecuencias totales de esta caída y puesta de valores nuevos. Por tanto no debemos interpretar el nihilismo como una experiencia meramente intelectual, sino como una nueva puesta del ser en el mundo, y por tanto, una readecuación estética de lo que son los conceptos altos de la metafísica (sea Dios, mundo y alma). En cierto sentido, el ateismo propios del pensar nihilista no considera la negación de Dios como una convicción meramente pasiva y resolutoria, es, por otro lado, reafirmar la constante lucha de fuerzas que en sí mismas buscan la destrucción y la creación del mundo que nos circunda, por tanto, para un ateo la reflexión sobre la divinidad exige la constante superación del concepto, y por tanto, requiere de su cercanía a la manera de quien olvida solo para que en la libertad de su exigencia, recuerde si estaba equivocado o bien, por el contrario, acertado. En síntesis el concepto de nihilismo no puede dejar de ser un fenómeno multifacético y (a la manera de Deleuze) pluralista, puesto que encierra múltiples sentidos. Entender el nihilismo conlleva a tomar ciertos papeles en el asunto en cuanto que es crítica de los fundamentos. Ya sea si afirmemos o neguemos su existencia real, el nihilismo constituye ya una posición de lo que es el ente en general, por tanto, quizás, la aparición de superhombres que impongan los nuevos valores será en cierta forma, un fenómeno casual o sino la confirmación suprema de la victoria nietzscheana del pensar occidental.

Bibliografía 

Heidegger, Martín, Nietzsche II. Barcelona: Destino, 2000



Jaspers, Karl, Nietzsche. Buenos Aires: Sudamericana, 1963



Deleuze, Pilles, Nietzsche y la filosofía. Barcelona: Anagrama, 1971



Nietzsche, Friedrich, La genealogía de la moral. Madrid: Alianza Editorial, 2001



Nietzsche, Friedrich, El anticristo. Argentina: Letras Universales, 2005.

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