Nietzsche tainizado en el Magny_Abc_final.doc

May 20, 2017 | Autor: Cristino Bogado | Categoría: Nietzsche
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Descripción

Nietzsche tainizado

Cristino Bogado
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LES DINERS CHEZ MAGNY

El título acuña ad hoc el neologismo tainizado a partir del apellido del
autor francés Taine, una de las plumas estrella de las revistas de punta,
circa 1880, Journal des Debats y Revue des Deux Mondes, a las cuales estaba
suscrito Nietzsche. Un alemán y un francés enlazados en un título o, mejor
aún, un alemán y los escritos de un francés oscurecido en su fama después
de 1930. Unas décadas antes de que ciertos autores franceses empezaran a
exhumar la obra de Nietzsche, y mucho antes del resurgir, hoy, oh sorpresas
y vueltas de la vida, de este franchute decimonónico gracias al alemán más
popular del siglo XX. ¿Y cómo? Pues desde que menudean monografías y
seminarios que enfatizan la relación intrínseca entre la obra de Nietzsche
y sus lecturas de autores franceses. Un Nietzsche latino, afrancesado,
incluso antialemán. Este afrancesamiento ya se puede rastrear en su foto de
primera comunión, a los 16 años; vaya, señor lector, cliquee en google o en
Wikipedia, y allí lo verá en la clásica pose napoleónica, con la mano en el
corazón, imitando al corso, acaso parodiándolo.
Ok, avancemos. ¿Quién diablos es Taine? «Desde 1871 nadie ejerció más
influencia en la difusión de las ideas "antimodernas" que Taine y Renan,
invitados de Flaubert y de los Goncourt en las cenas con Magny», nos dice
Antoine Compagnon en su libro Los antimodernos, de 2005. ¿Y qué era Magny?
Fue el pintor Gavarni quien fundó los diners chez Magny, encuentro
convivial del que participaban regularmente los hermanos Goncourt, Sainte-
Beuve, Gautier, Flaubert, Renan y Taine.
Otra fuente que corrobora esta relación es la propia correspondencia de
Friedrich: Bourdeau: «redactor del Journal des Débat y de la Revue des Deux
Mondes, es un espíritu muy cultivado, muy libre, al corriente de toda la
literatura contemporánea; ha viajado a Alemania, allí ha estudiado
cuidadosamente la historia y la literatura desde 1815 y posee tanto buen
gusto como instrucción»; en estos términos recomendaba Taine a su amigo
Bourdeau como posible traductor de El crepúsculo de los ídolos a un
Nietzsche eufórico poco antes de la catástrofe de Turín.
¿Cómo y dónde se llega a confirmar la deuda, apego, influencia, intimidad,
de Nietzsche y Taine?


NIETZSCHE Y TAINE

Una cita del libro Nietzsche y el espíritu latino (2004) de Giuliano
Campioni nos pondrá en la dirección correcta: «Ya no es más posible seguir
considerando si bien sucede que todavía se hace pasajes extraídos de
Tolstoi, de Baudelaire o amplios excerpta de Brunetière sobre Descartes y
el siglo XVII, como "aforismos" escritos por Nietzsche (lo que sólo han
llegado a ser merced a la arbitraria compilación del Hauptwerk: Wille zur
Macht [Voluntad de poder] realizada por la hermana Elizabeth)».
El Nietzsche afrancesado, latino, sobre todo, emerge y nos interpela en la
obra, popular, editada durante mucho tiempo por EDAF con el título Voluntad
de poder, que las ediciones más serias, críticas, y hoy en día ya
oficiales, de Colli-Montinari, han restituido a su lugar auténtico,
remitiéndola a la bolsa de gatos llamada «los fragmentos póstumos». Pero
los fragmentos de Voluntad de poder son básicamente fragmentos de su última
época, y entre ellos hay transcripciones de lecturas de ensayistas
franceses que leía fascinado en sus últimos años nuestro filósofo,
obsesionado con la temática de la disección de la decadencia, o, en su
jerga, del nihilismo, del mundo moderno.
(Ustedes, amables prójimos, lectores impacientes, se preguntarán cuál es la
pertinencia de este texto. Pues cuando se cumplían exactamente 100 años de
estos acontecimientos, que sucedieron circa 1880-90, yo frecuentaba la
biblioteca del CNC de Asunción, en plena era de las botas estronistas, pues
la única posición comprometida, de forma inconsciente, para un teen
paraguayo era en ese entonces el autoexilio en la biblioteca, donde pasaba
mis tediosos días leyendo a Xavier de Maistre encerrado en su cuarto por
un mes por contrarrevolucionario, escribió su amenísimo y moralístico Viaje
alrededor de mi cuarto , a Chateaubriand Memorias de ultratumba y a un
autor caro a Nietzsche, Taine. Recuerdo sobre todo que posaba mucho en
clase con el tomo de El tedio, en una traducción española hoy
inencontrable… Y me refugiaba con obstinación de ñandú del blablablá
estronista las charlas y conferencias de los bufones del cuatrinomio de
oro en sus páginas de celulosa de amarillo ámbar de primera calidad de
comienzos del siglo XX que diagnosticaban la decadencia del mundo moderno…)


LAS FUENTES NO CANÓNICAS

Sigamos: una originalidad introducida por Nietzsche en la historia de la
filosofía es haber abierto y practicado un recorrido alternativo para
abrevar en fuentes no canónicas de la filosofía de esa que va de
Aristóteles a Hegel, de Grecia a Alemania , en una tradición de pensamiento
no oficial, dura, extrafilosófica incluso, pues la mayoría de estos
franceses, antes de imprimir sus ensayos en tomitos provocadores, los
diseminaban como artículos en revistas como Débats y Revue, citadas supra.
Allí escriben escritores, ensayistas y novelistas que empiezan con la letra
B: Bourget, Brunetiére… Es hora de recordar que Nietzsche y Bourget (autor
de Ensayos de psicología contemporánea, fundamental para el alemán y su
teoría del nihilismo) descubren a otro autor en B, Henri Beyle, vía Taine.
El francés usa como centro de su ensayo el epitafio Arrigo Beyle, Milanese,
mientras la famosa declaración del alemán: «Quizás ha tenido entre todos
los franceses de este siglo los ojos y los oídos más llenos de
inteligencia» lo muestra como rendido admirador desde que en 1879, tras
haber leído a Taine en el verano de 1878, Nietzsche lee apasionadamente a
Stendhal, a quien permanecerá fiel hasta el final.
Otros autores (en B) son Baudelaire, Barbey D'Aurevilly, Blanqui (cuyo
libro escrito en la cárcel La eternidad por los astros, 1871, fue
fundamental para la idea del eterno retorno nietzscheano), o, cómo no,
Renan, Gobineau, Georges Sand (sobre todo el epistolario de ésta con
Flaubert), etc.
Si hablamos de Francia, imposible saltarnos París. Pero si Humphrey Bogard
le susurró a la Bergman: «Siempre nos quedará París», Nietzsche podría
decir apenas: «Siempre el ménage, aunque sin París». Pues nuestro hombre,
que se nos ha revelado un admirador de la cultura francesa, créalo, nunca
pisó ni una hora suelo parisino. Y eso que casi llegó a afincarse allí,
pero el plan de vivir bajo la carpa de un ménage à trois (en París las
relaciones solo se susurran en francés) junto a la escritora y (luego)
psicoanalista rusa Lou Andreas-Salomé y el filósofo Paul Rée terminó en la
nada porque la rusa rechazó tal propuesta indecente.
Un Nietzsche feliz en París, ¿que nos hubiese deparado? Hum, acaso nos
hubiésemos privado de libros como Así habló Zarathustra (en el que exacerba
su misoginia hasta tomar el látigo). Su admirado poeta judío-alemán
Heinrich Heine vivió muchos años en París, desde donde columbraba mejor los
paisajes alemanes. Tal hubiera cenado en el Magny y colaborado asiduamente
en la Reveu des Deux Mondes; quizá, en la próxima vuelta del tiempo.


ORIGEN DEL AMOR A LA FRANCESA

Para ir concretando, podríamos explicar someramente el origen de la
inclinación amorosa por la cultura francesa.
Alemania invadió y ocupó París en 1871, año en que el Tagebuch (Diario) de
Cósima Wagner registra el comentario de su esposo (30 años mayor que ella,
hija de Franz Liszt) acerca de solicitar a Bismarck, entonces aún militar,
que incendie esa ciudad atestada de mercachifles. Desde Niza, nuestro
filósofo añoró hasta su fin ser comprendido en Francia antes que en
Alemania, la del Reich creado por el canciller de hierro Bismarck. Francia
era para Nietzsche antialemana, antiwagneriana, antiromántica. Es decir, no
estaba infectada por el virus del siglo XVIII, el sentimentalismo
rousseauniano, o, si lo estaba, sus pensadores lo diseccionaban a la
perfección.
El pecado de Alemania: no haber tenido el clasicismo francés, no haber
pasado por el siglo XVII de Descartes, Pascal, Molière, Racine, La
Rochefoucauld. Compara entre sí «los tres siglos» cuya diferente
sensibilidad caracteriza y resume emblemáticamente con los nombres de
Descartes («aristocratismo»), Rousseau («feminismo») y Schopenhauer
(«animalismo»).
«Así», leemos en el citado libro de Campioni, «la fuerza ordenadora de la
voluntad y de la raison dominante en el siglo XVII expresa la vitalidad
superior de esa época. Nietzsche es consciente de que el luminoso y
equilibrado clasicismo de este siglo, el proyecto de la "razón" señorial,
ha debido imponerse sobre instancias más oscuras y más fuertes: "El siglo
XVII sufre del hombre como de una suma de contradicciones, "l'amas de
contradictions" [en francés en el texto de Nietzsche, Cfr. Pascal] que
nosotros somos, busca descubrir, ordenar, sacar a luz al hombre; mientras
que el siglo XVIII busca olvidar lo que sabe de la naturaleza del hombre,
para adaptarlo a su utopía" (NF[1] 9 [183], otoño de 1887)».
Nunca podremos saberlo, pero, si no hubiera sucumbido en Turín ese enero
aciago de 1889, ¿acaso Nietzsche habría terminado saltando a París, y
escribiendo en francés, o en un mix de francés y alemán… un Zarathustra
latino?



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[1] NF: Fragmentos póstumos.
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