Ni Robín de los bosques, ni vengador a sangre. Bandolerismo rural en Antioquia, 1953-1965

July 15, 2017 | Autor: Diana Henao | Categoría: Violencia Social, Historia De La Violencia
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Descripción

“NI ROBÍN DE LOS BOSQUES, NI VENGADOR A SANGRE” BANDOLERISMO RURAL EN ANTIOQUIA, 1953-1965 Diana Henao Holguín* En el siglo XX la sociedad colombiana fue testigo de uno de los periodos más cruentos de su historia. La Violencia, como fue denominado, es quizá el hecho sociopolítico e histórico más impactante del siglo XX, puesto que, desestabilizó de diversas maneras el orden político y social. La Violencia se instauró durante veinte años en los campos colombianos, trayendo consigo una época de terror, durante la cual se produjo un éxodo masivo hacia las ciudades, que paulatinamente pasaron a ser refugio de los campesinos. Este fenómeno se presentó en un contexto en donde se venía consolidando un proceso de industrialización, que empezó a desarrollarse durante las primeras tres décadas del siglo XX. Dicho proceso vino acompañado de la aparición de nuevos aspectos a nivel económico, político y social, lo que implicó una mayor complejidad de la realidad colombiana. La expansión económica vino acompañada de una fuerte diferenciación social, reflejada en la aparición de distintos movimientos de clase, que empezaron a irrumpir en el escenario socio-político. En este sentido, la figura de Jorge Eliecer Gaitán adquiere importancia, en torno a él, el pueblo se empezó a unificar en contra de la oligarquía, lo que convirtió al líder liberal en el heredero de las tareas democráticas aplazadas y frustradas en casi un siglo de modelo bipartidista. La estrategia gaitanista supuso una lucha reivindicativa contra la clase oligárquica, y a su vez una redefinición de los antagonismos tradicionales entre ambos partidos. Tanto liberales como conservadores, empezaron a perfilar la idea de una coalición bipartidista en contra del gaitanismo, proyectando una convocatoria hacia el reagrupamiento como estrategia de contención. A pesar, de esta coalición, representada en el gobierno de la “Unión Nacional” de Mariano Ospina Pérez, los antagonismos entre ambos partidos afloraron, el partido conservador se inclinaba a actuar por medio de la represión a “sangre y fuego” como forma de estabilización del sistema. Por su parte los liberales, suponían que la crisis social sólo era remediable, incorporando de “manera subalterna a las masas populares al proyecto económico dominante, o neutralizándolas”1 Tras el asesinato de Gaitán estalló una protesta urbana de grandes magnitudes, que tuvo su inició en el centro de Bogotá. El “bogotazo”, como se le conoce, marca el inicio de una nueva fase de la Violencia, que dará como resultado la constitución de guerrillas liberales. El movimiento guerrillero irrumpió en diferentes regiones del país, como símbolo de resistencia y como una alternativa democrática, en medio del *

Universidad de Santiago de Chile. Magíster en Historia. Mención América. [email protected] Sánchez, Gonzalo y Meertens, Donny, Bandoleros gamonales y campesinos. El caso de la Violencia en Colombia, Bogotá, Punto de lectura, 2006, p. 67. 1

modelo bipartidista. Estos primeros movimientos se caracterizaron por la fragmentación a nivel nacional, dada la expresión de diversas manifestaciones políticas en su interior, las cuales variaban de una región a otra, además, el componente social guerrillero era muy variado. A pesar de la fragmentación de estos movimientos y la dificultad para darle una proyección social, los mismos causaron preocupación en las clases dominantes, quienes vieron en estas guerrillas una voz de alerta. De ahí surgió una primera solución: que las fuerzas armadas en cabeza de Rojas Pinilla, asumieran el poder del Estado, lo cual efectivamente ocurrió en junio de 1953. Esta solución, que se consideró transitoria, se propuso frente a la imposibilidad de un pacto entre ambos partidos, dadas sus contradicciones, tanto en lo económico como en lo referente a la dirección política del país. El gobierno militar duró hasta 1958, cuando ambos partidos políticos llegaron a un acuerdo, sellado por medio del pacto de Benidorm, en España. Se instauró entonces el Frente Nacional, que buscaba establecer un ambiente de paz y estabilidad económica por medio de la alternancia del poder entre ambos partidos. Sin embargo, el Frente no pudo acabar el conflicto, al contrario, la Violencia siguió extendiéndose en los campos, desembocado en el fenómeno del bandolerismo rural, el cual se expresó de diversas maneras de acuerdo a la zona en que se desarrolló. El bandolerismo surge como expresión de los poderes locales y regionales, que para el caso colombiano, son claves para comprender el desarrollo del conflicto armado en los últimos sesenta años. Tanto la Violencia como el fenómeno bandolero, deben ser estudiados de acuerdo a la región en que se dieron. Si bien las explicaciones de tipo más general son importantes, es justamente en los espacios regionales en donde se pueden comprender mejor los matices que adquirió la Violencia, de ahí que se hable de las “violencias”, dada la multiplicidad de formas, organizaciones y escenarios que ha adquirido el conflicto armado en Colombia. Si bien pueden establecerse unas líneas generales, el conflicto se expresó de diversas maneras. Dentro del desarrollo de la Violencia pueden distinguirse diversas fases, las cuales se expresan de manera desigual de acuerdo a la región en que se dan. Estas fases no se suceden una a la otra de manera cronológica, las temporalidades varían de acuerdo a la región, sin embargo, las mismas permiten identificar algunas tendencias. Estas fases son: 1) 1946-1949: Se da la etapa del “sectarismo tradicional”, como la llama Marco Palacios, él mismo señala que acá se da una violencia urbana. Según sus planteamientos puede caracterizarse como una “ofensiva sistemática de las clases dominantes contra sectores populares urbanos” (sindicatos principalmente). Esta violencia fue intensa en las regiones gaitanistas y en algunas zonas rurales que los liberales habían homogenizado durante la hegemonía de ese partido. Ahora bien, el punto de discusión es hasta qué punto se trata de “una ofensiva de las clases dominantes”, pues lo que

encuentran autores, como Mary Roldán es que en esta etapa, también se da una violencia burocrática que enfrenta a los miembros de ambos partidos, puesto que, las posiciones de poder en las regiones, empiezan a ser amenazadas. Esta violencia burocrática se da principalmente en las zonas de asentamiento tradicional en Antioquia, es decir las zonas fuertemente centralizadas cercanas a Medellín, la capital del departamento. A su vez, las disputas se dan entre las diferentes facciones de los partidos y principalmente entre Laureanistas y Ospinistas facciones propias del partido conservador. 2) 1949-1953: Esta fase comienza con la elección de Laureano Gómez, una figura relativamente nueva dentro del partido conservador, a su alrededor se irá consolidando una facción conservadora extremista, en la que no había espacio para los liberales, ni los conservadores más moderados que simpatizaban con el gobierno de Mariano Ospina Pérez, conocido como la “Unión Nacional”. Esta fase llega a su fin con el establecimiento del gobierno militar de Gustavo Rojas Pinilla en 1953. Acá la Violencia se extiende a las zonas rurales donde los partidos están más arraigados, lo que da paso a la conformación de guerrillas liberales, en donde cabe resaltar la de Guadalupe Salcedo en los Llanos Orientales y en Antioquia la del Suroeste, comandada por el Juan de Jesús Franco. 3) 1954-1958: Ahora hay un creciente papel del ejército que buscaba la pacificación de las zonas azotadas por la Violencia. Según Gonzalo Sánchez en esta fase se da el “desmoronamiento y la fragmentación de la acción campesina”, en parte por la dificultad de establecer un enemigo. Esta fase se da de manera mucho más diferenciada en el Departamento del Valle del Cauca, cuando irrumpen de manera más visible grupos paraestatales y ultraconservadores denominados “pájaros”, los cuales pretendían “conservatizar” a los liberales más radicales, comprar conciencias, perseguir a comunistas y homogeneizar pueblos. Estos grupos armados ilegales estaban amparados por políticos conservadores. Recibieron el nombre de “pájaros” debido a su forma de actuar, este calificativo en la sabiduría popular servía para designar “al individuo que actuaba de manera escurridiza y veloz, que se nucleaba con otros para hacer ciertos “trabajitos”, se iba “volando” y después se reincorporaban a la vida cotidiana” 2. 4) 1958-1964: esta última fase es caracterizada por Marco Palacios como una etapa residual de la Violencia, en la que se da un cuadro de descomposición de las guerrillas liberales que no se acogieron a la amnistía de Rojas Pinilla, e intentos de reinserción de las bandas a la vida civil. Sin embargo, acá consideramos que esta última etapa de la Violencia, no puede ser pensada como residual. Esto, porque una expresión importante de que el Frente 2

Betancourt, Darío y García, Martha Matones y cuadrilleros, Origen y evolución de la violencia en el occidente colombiano, 1946-1965, Bogotá, Tercer mundo editores, 1990, p. 105.

Nacional no pudo acabar con la Violencia es el fenómeno particular del bandolerismo, que fue apoyado por gamonales y campesinos. El bandolerismo es un fenómeno poco estudiado dentro de las temáticas sobre la Violencia, a pesar de ser uno de los rasgos sustanciales de esta fase, puesto que este es el momento de fortalecimiento del bandolerismo. Bajo el Frente Nacional el actor principal en el departamento del Tolima será el bandolero, que irrumpe de la mano de los políticos locales, como resistencia frente a un nuevo proyecto político que buscaba la centralización política. Este aspecto es importante, puesto que, en la zona tolimense la violencia evolucionó hasta convertirse en un proyecto revolucionario. El caso tolimense constituye el principal antecedente del conflicto actual, allí se fundaron las FARC, y varios de sus fundadores, como Manuel Marulanda, “Tirofijo”, hicieron su carrera en las guerrillas liberales y comunistas del sur del Tolima.

Cada una de estas fases ocupó un ámbito geográfico más o menos dominante, por lo que no necesariamente hay una ruptura completa entre cada una de ellas3. La Violencia no puede pensarse como un fenómeno homogéneo, la misma posee diferentes temporalidades y espacialidades, de ahí la importancia de los estudios regionales, que ponen de manifiesto la complejidad del proceso. Para el caso antioqueño, que es el que acá interesa, es claro que hay unos procesos diferenciables en el desarrollo de la Violencia de acuerdo a la subregión, esto por la magnitud y diversidad del departamento, que posee cinco zonas geográficas diferenciables con diversas vocaciones económicas. Aquí interesa abordar el fenómeno del bandolerismo en Antioquia, en el contexto de la Violencia, centrándonos principalmente en la zona del Suroeste antioqueño en donde hubo un particular proceso en reconfiguración de las antiguas guerrillas liberales en grupos de bandidos. Hacia 1953 se da un proceso de desmovilización de algunas de las guerrillas liberales constituidas hacia 1949, dentro de ellas se encuentra la que fue comandada por Juan de Jesús Franco, quien junto a sus compañeros, se acogió a la amnistía e indulto decretados por Rojas Pinilla en 1953. Sin embargo, como se observará más adelante, algunos de los antiguos guerrilleros nuevamente harán su aparición, aunque ahora bajo nuevas lógicas. El interrogante que se abre tiene que ver con el paso que dan estos grupos, que de ser guerrilleros, con un proyecto político más o menos claro (aunque cabe advertir bajo el alero del partido liberal) se convertirán en cuatreros en busca del lucro personal. En el periodo que va de 1953 a 1965, los bandidos se convertirán en un actor importante dentro de la dinámica de la Violencia en Colombia, esto porque van a desestabilizar de diversas maneras el orden público departamental. 3

Para ampliar el tema de la periodización de la Violencia ver: Bolívar, Ingrid Johana Violencia Política y formación del Estado. Ensayo historiográfico sobre la dinámica regional de la Violencia de los Cincuenta en Colombia, Bogotá, Universidad de los Andes, Facultad de Ciencias Sociales, 2003, p. 46-54.

De guerrilleros a cuatreros. El Comando Guerrillero del Suroeste y el Capitán Franco El capítulo de la Violencia en Antioquia adquiere ciertos matices de acuerdo a la subregión en que se desarrolla. La primera advertencia que debemos hacer es que el departamento antioqueño tiene características geográficas que hacen que sea diverso, de ahí que cada subregión posea unas características económicas y culturales diferenciadas. Antioquia está ubicado en medio de las ramificaciones occidental y central de la cordillera de los Andes, las cuales lo atraviesan de sur a norte, produciendo en consecuencia, una geografía quebrada y diversa. Esta diversidad a su vez, sugiere la presencia de múltiples recursos naturales y de amplias tierras para la ocupación y el poblamiento, las cuales empezaron a ser colonizadas a finales del siglo XVIII. Sin embargo, no será hasta mediados del siglo XIX, cuando empiece un proceso de colonización organizado principalmente hacia el sur, a los actuales departamentos de Quindío, Caldas, Risaralda y la zona norte del Valle del Cauca, proceso que se vio fortalecido por la adjudicación de grandes extensiones de tierras a gente prestante de la provincia quienes facilitaron su colonización y posterior explotación económica4. A la par de este movimiento poblacional hacia el sur, también hubo movimientos demográficos dentro de la provincia, principalmente hacia el Suroeste, en donde se configuró una de las regiones más importantes de Antioquia, puesto que allí, lograron establecerse de manera efectiva los valores hegemónicos de la cultura antioqueña, gracias a la regulación social por medio de instituciones sociales fuertes, como la Iglesia, que ha funcionado como institución integradora de importancia no solo a nivel departamental, sino nacional. El Suroeste antioqueño representa el ideal de la “identidad antioqueña” emanado desde las zonas fuertemente centralizadas como Medellín y los municipios aledaños. Este ideal otorgaba al antioqueño características como la pujanza, valentía, honradez, una estructura familiar sólida y una filiación política conservadora. La zona del Suroeste adquirió importancia para la economía y la política regional, no solo por representar la raza antioqueña, sino también por el esplendor que allí tuvo la economía cafetera5.

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Lenis Ballesteros, César “Las otras colonizaciones en Antioquia. El caso del nordeste antioqueño, 1824-1886”, Historia y Sociedad, 16, Medellín, Departamento de Historia, Universidad Nacional de Colombia, Sede Medellín, enero- junio de 2009, p. 25. 5 Ver Vélez Rendón, Juan Carlos, Los pueblos allende el Río Cauca: La formación del Suroeste y la cohesión del espacio en Antioquia, 1830-1877, Medellín, Editorial Universidad de Antioquia, 2002, 393p.

Mapa N° 3: División política actual del Suroeste Antioqueño

Fuente: “Mapa actual del Suroeste Antioqueño”, Gobernación de Antioquia. http://www.betuliaantioquia.gov.co/apc-aa-iles/66386339653538643436323566346132/Subregi_n_Suroeste.bmp. Consultado el 13 de junio de 2012.

A pesar de representar el modelo cultural hegemónico emanado desde el centro, en el Suroeste la Violencia evolucionó hasta convertirse en una confrontación entre grupos armados organizados y en el periodo posterior a 1953 y hasta la década del sesenta, derivó en grupos de bandoleros que se dedicaron al robo de café y ganado. Siguiendo a Mary Roldán, la Violencia en esta zona representa la versión idealizada del fenómeno, la cual defiende la tesis del conflicto como producto del sectarismo conservador que reducía los espacios de participación política del partido liberal. En consecuencia, los últimos se alzaron en armas para defender su partido conformando guerrillas liberales. Posteriormente, cuando Gustavo Rojas Pinilla asumió el poder el 13 de junio de 1953, los guerrilleros depusieron las armas, aceptaron la amnistía, el indulto y la Violencia llegó a su fin 6. Sin embargo, como veremos, tras la amnistía, la 6

Roldán, Mary, A sangre y fuego: la Violencia en Antioquia, Colombia, Bogotá, Instituto Colombiano de Antropología e Historia, 2003, p. 287.

violencia continuará, transitando por otros municipios principalmente, Salgar, Bolívar, Concordia, Fredonia y Támesis. Como ya mencionamos, el Suroeste fue el espacio en donde se configuró el comando Guerrillero, encabezado por Juan de Jesús Franco. Sin embargo, la Violencia en su fase de conformación de guerrillas liberales, no hizo presencia en toda la región, en los años que van de 1949 a 1953 el conflicto se instaló en el municipio de Urrao, en donde había algunas pequeñas fincas cafeteras y la economía giraba en torno a la ganadería, el cultivo de caña de azúcar, la agricultura de subsistencia y la manufactura y venta de licor artesanal7. Este municipio a su vez, tenía una gran extensión de tierras baldías, cubiertas por bosques y selva, lo que lo convirtió, en el segundo municipio más extenso de Antioquia. La guerrilla del Suroeste nació en una vereda de Urrao, llamada Pabón, sitio estratégico para la conformación de una guerrilla dada la geografía quebrada y el difícil acceso a la zona8. Juan de Jesús Franco llegó a la zona proveniente de Medellín, convencido de que la única forma de defender su partido, el liberal, era tomando las armas. Pero, ¿Quién era Juan de Jesús Franco? ¿Por qué decide optar por la vía armada? En carta fechada el 1° de julio de 1953, Juan de Jesús cuenta al entonces gobernador militar de Antioquia, Coronel Pioquinto Rengifo, acerca de su pasado como soldado del ejército y luego como agente de la policía. En ambas instituciones asegura haber aprendido que las fuerzas armadas solo debían estar consagradas al servicio de la patria. Aunque su paso por la Policía y Ejército fue efímero, Franco decidió trabajar por su cuenta, y como el mismo afirma siempre tuvo presente las enseñanzas que recibió en dichas instituciones, gracias a ello continuó su vida como un hombre de paz. A pesar, de no tener nunca mucha participación dentro de su partido, a lo sumo como un votante regular a los candidatos liberales, un día decidió tomar la vía armada para defender su partido, ¿por qué? Parece ser que dos fueron las razones que lo impulsaron. Por un lado, según esta carta, pareciera ser que durante su servicio al ejército y a la policía, le tocó presenciar la crueldad de los primeros años de la violencia, la cual derivaba principalmente de las temibles comisiones de orden público en las zonas rurales: “Me tocó presenciar como a las ciudades llegaban hombres mutilados, mujeres violadas, niños flagelados y heridos… sobre todo las gentes humildes del liberalismo eran víctimas de la sevicia y de las depredaciones de esos agentes uniformados”. Sin embargo, el detonante principal en su opción por las armas, fue el ataque a la casa sede del directorio liberal en Medellín, en donde se encontraba escuchando los discursos de los jefes liberales regionales. Así describe el ataque:

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Roldán, Mary, Op. Cit., p. 287. La vereda es una sección administrativa en que se divide la parte rural de los pueblos y municipios en Colombia. 8

“De improviso penetró al recinto el detectivismo departamental, comandado por el señor Jorge Salazar, y sin parar mientes en nada, la emprendieron contra todos los circunstantes, sin respetar ni siquiera a las dignísimas damas que allí estaban. Los detectives quebraron todo el mobiliario. Hicieron alarde de puntería y valor, disparando sus armas contra los retratos de los jefes liberales que adornaban esas paredes… aporrearon e hirieron a mucha gente. Entre los heridos me cuento yo. Fui brutalmente aporreado y tirado contra el pavimento… sentí angustia infinita y tomé la determinación de irme a defender mis ideales armas en mano, sin importarme las contingencias que pudiera correr sin importarme el abandono de los míos, sin volver la mirada atrás, siempre fija hacia adelante, sin vacilaciones, sin temores”9.

Después de este episodio Franco decide partir hacía Urrao, una zona que visitó siendo soldado, por lo que sabía de su difícil acceso y su estratégica ubicación: cercana a las selvas chocoanas constituía una zona ideal para formar un ejército. Cuando llegó, se encontró con “hombres valientes que como (él), no comulgaban con los sistemas y las prácticas de ese régimen y que (con él) empuñaron las armas en defensa de sus vidas, terriblemente amenazadas”10 A pesar de no formar parte de la comunidad campesina urraeña, Franco logró establecer fuertes vínculos con las comunidades en las que operaba, las cuales le otorgaron legitimidad. Allí se generó una red de informantes y una base importante de apoyo logístico a las guerrillas, que proporcionaba víveres y dinero para su sostenimiento. Además, de esta red, se sumaron a la lucha los campesinos liberales, quienes habían sufrido todo el peso de la violencia derivada no sólo de los grupos de civiles armados o de “aplanchadores” como se les llamaba, sino también, de las comisiones de orden público, a cargo de agentes de la policía, por medio de las cuales se intentaba “conservatizar”, a “sangre y fuego” las zonas rurales de frontera, como era el caso de Urrao. El comando guerrillero del Suroeste antioqueño, llegó a ser una de las guerrillas liberales más grandes del país, según algunas cifras alrededor de novecientos guerrilleros11 formaban parte de ella, al estar constituida por varias “Juntas Revolucionarias”, de la región de Urabá, del Norte Antioqueño, y algunas zonas del departamento del Chocó, su número de efectivos aumentó. La guerrilla de Urrao, junto con las otras que estaban operando en el país, principalmente las del Llano, Boyacá y Tolima (más numerosas que las de Antioquia), significaban una amenaza 9

AHA, “Carta dirigida al gobernador de Antioquia”, Pabón, Urrao, 1 de julio de 1953, Medellín Despacho del gobernador, DG 030. 10 Ibíd. 11 AHA, “Informe sobre captura bandolero Franco”, Medellín, Despacho del Gobernador, DG 030, f. 386-389. En este documento se lanza la cifra de 945 guerrilleros pertenecientes a la guerrilla de Franco. Sin embargo, se debe tener en cuenta que estas cifras pueden ser agrandadas por las Fuerzas Armadas, dada la dificultad que tuvieron para terminar con estas guerrillas.

para el orden laureanista instaurado tras el asesinato de Gaitán. Estas guerrillas, consideraban al presidente Laureano Gómez un gobernante ilegitimo, tiránico, y cuya figura se acercaba más a la de un dictador que a la de un presidente democráticamente elegido. De esta manera, los guerrilleros más que disputar el control del Estado, lo que buscaban era proteger las estructuras del liberalismo de la arremetida del conservatismo laureanista, poniendo sobre el escenario la violencia sistemática ejercida por dicha facción hacia los campesinos liberales. En las cartas que dirigía Franco al gobernador se ve claramente, que su objetivo no era la disputa del poder, su lucha, más que revolucionaria, buscaba generar un ambiente de paz en el monte: “nosotros por ningún motivo queremos disturbios con las autoridades legalmente constituidas siendo que estas siempre nos den las garantías a que tenemos derecho de acuerdo con nuestra Constitución Nacional y las leyes que rigen la materia sobre orden público”12. Así, lo que buscaban era restablecer el orden liberal y buscar las garantías para generar un ambiente de paz en el mundo rural. Las autoridades departamentales buscaban la pacificación de la zona, pero ésta no sería posible hasta que los guerrilleros no encontraran las garantías y no se abonara el terreno apropiado para poder entregar las armas: “Sabe Ud. Señor gobernador que por estas tierras sagradas donde el campesino que está sufriendo los rigores del invierno y los ardores de un sol canicular, se sacrifica en sus labores sacándole a la tierra de sus entrañas el jugo principal que es base primordial para nuestra vida. Porque motivo los encargados de velar por la tranquilidad material y moral del pueblo están llenando esas tierras de sangre, tumbas y dejando a madres e hijos sin hogares y sin amparo de ninguna naturaleza… Mientras las autoridades no repriman los actos de salvajismo en contra de nuestros humildes trabajadores no habrá concordia”13 Sin embargo, tras la caída del gobierno de Laureano Gómez, las guerrillas empezaron su proceso de desarme. Esto por la amnistía e indulto que se dio con la llegada de Rojas Pinilla al poder. Hacia septiembre de 1953 en Antioquia se entregaron alrededor de 1.600 guerrilleros14, que operaban no solamente en el Suroeste, sino también en la región del Magdalena Medio, en donde las guerrillas, no tan numerosas como las de Pabón, estaban al mando del “Capitán Corneta”, el “Capitán Santander”, el “Dormido” y “Pielroja”. Los guerrilleros se entregaron de manera masiva dado el ambiente de paz que intentaba establecer el gobierno militar de Rojas Pinilla, quien buscaba poner fin al sectarismo instalado por el laureanismo, en los cuatro años anteriores. 12

Franco, Juan de Jesús, “Carta dirigida al gobernador de Antioquia”, Pabón, Urrao, 1 de agosto de 1951. AHA, Medellín, Despacho del Gobernador, DG 030, f. 57 13 Ibíd. 14 AHA, “Relación de los bandoleros que se han entregado hasta la fecha”, Medellín, 1 de septiembre de 1953, Despacho del Gobernador, DG 030, f. 701-705.

Por medio del decreto del 26 de junio de 1953, a los pocos días de la llegada de Rojas Pinilla al poder, Franco ordenó a todos los “presidentes de las Juntas Revolucionarias Asesoras” poner un alto al fuego. Pero esto no significaba una rendición total, por medio de este decreto, se dio la orden a los grupos armados de permanecer en sus puntos de manera defensiva, sin atacar a las fuerzas del gobierno, pero si llegaran a ser atacados su deber era defenderse. También debían arrestar a todo individuo que intentara cometer actos de hostilidad en contra de sus vidas. Todo esto debía cumplirse hasta que se llegara a un acuerdo con el presidente. Por tanto, los guerrilleros de Franco no depusieron las armas de manera tan dócil como lo expresa la prensa, al contrario, buscaban garantías por parte del Estado para entregar las armas y reintegrarse a las labores del campo. En este proceso de desarme se empezaron a emitir salvoconductos a la mayoría de los campesinos alzados en armas, a su vez a los jefes guerrilleros se les abrieron sumarios y se les dieron condenas por actividades subversivas. Pero Franco antes de entregarse a las autoridades, fue capturado por un grupo de militares enviados por el gobernador Pioquinto Rengifo. El Mayor Franco fue detenido en una cantina de Urrao, mientras discutía con el alcalde militar del municipio las condiciones de su rendición y la manera en que iba a pactarse su entrega. De Urrao fue llevado a Medellín a la cárcel de la Ladera y posteriormente a La Picota en Bogotá. Estando allí habría de cambiar su discurso en donde las armas ya no eran una opción. El excapitán Franco hacía un llamado a la reorganización del partido liberal, en donde su campo de batalla fuera el mundo de las ideas, esto por el contexto de violencia que para 1956 se seguía viviendo en los campos colombianos. Ahora la vía armada no era la solución, ya que las víctimas siempre son los campesinos. En carta que escribe desde la Picota el 29 de febrero de ese año se expresa así: “El pueblo sabe, por experiencia propia, que no puede luchar inerme contra un gobierno poderosamente armado y sabe también nuestro pueblo que los que van a parar a los cementerios, a los hospitales y a las cárceles, como víctimas propiciatorias del sangriento holocausto, son los pobres trabajadores, los campesinos analfabetas, los sufridos guerrilleros. [por ello los jefes liberales] pueden y deben buscar otros frentes de influencia que nos acerquen más al triunfo que se busca. Precisamente porque están muy bien preparados intelectualmente y poseen magnífico arraigo en la opinión pública, están capacitados para influir directamente sobre personas, funcionarios y jefes también de notable preparación intelectual, y es allí, en ese abierto y extenso campo, donde deben concentrar todas sus baterías”15.

15

Franco, Juan de Jesús, “Carta dirigida a los miembros de la comisión de Acción Política Liberal”, Bogotá, 29 de febrero de 1956, AHA, Despacho del Gobernador, DG 093, f. 399.

Después de su salida de la Picota en 1957, Franco fue propuesto como presidente del Directorio Liberal en Urrao, sin embargo, estos cargos no llegaron a ser desempeñados por él. Finalmente, apareció muerto en el rio San Jorge a finales de junio de 1959, mientras completaba una “misión de paz”, por medio de la cual buscaba reducir unos grupos de bandoleros “a base de consejos”, sin embargo, la embarcación en la que iba naufragó cerca del corregimiento de San José, el cuerpo fue encontrado en el río y trasladado al municipio de Caucasia 16. La muerte de Franco parece no estar esclarecida, según sus hijos, el exguerrillero fue asesinado a machete y bala y su cuerpo fue arrojado al río, las condiciones de su muerte, parecieran hacer parte del mito, que es construido alrededor de estas figuras, tendríamos que indagar si su cuerpo se encuentra enterrado en Medellín o en algún otro municipio del departamento y de ser así si constituye un lugar de peregrinaje, en donde se recuerda al héroe. Juan de Jesús Franco quedó en la memoria de los urraeños, quienes a más de cinco décadas de su desaparición, lo consideran un personaje destacado dentro de la historia de la localidad. Para el cincuentenario de su muerte en 2009, se le rindió un homenaje en Urrao, poniendo una placa conmemorativa en la misma calle que lleva su nombre. En la memoria del pueblo se le recuerda como un personaje defensor de la democracia y del partido liberal, quien a pesar de su escasa educación dio la pelea en la lucha en contra de la política laureanista 17. La figura de Franco además de interesante, es sin duda, clave para comprender la Violencia en Antioquia en su primera fase, además, el análisis de él y de la guerrilla que formó permite comprender de manera más amplia el conflicto, en tanto, existen continuidades de esta primera fase, con las violencias que se expresaran posteriormente. Queda la pregunta con respecto a su consideración como bandolero y si es así de qué tipo de bandolero estamos hablando. Para las autoridades departamentales y locales, Juan de Jesús y sus compañeros guerrilleros eran simples bandidos criminales. Por supuesto, este apelativo no era aceptado por los guerrilleros, en tanto poseía una connotación criminal. Sin embargo, podemos abrir la discusión en torno a la figura de Franco y de los otros guerrilleros que operaron en la época como Eduardo Franco y Guadalupe Salcedo en los Llanos. Si eran bandoleros, no eran cualquier tipo de bandolero puesto que su lucha política era de importancia, dado el contexto sectario propiciado por el conservadurismo y el afán por visibilizar no sólo la miseria del campo colombiano, sino también el problema de la tierra y poner de manifiesto la necesidad de una reforma agraria. 16

“El antiguo bandolero Juan de Jesús Franco pereció ahogado”, El Colombiano, Medellín, 1 de julio de 1959, p. 1 y 8 17 Ver Celis Arroyave, Jaime, “Juan de Jesús Franco. Homenaje al cumplirse cincuenta años de su muerte”, Toné, 3, octubre de 2009: http://urrao-antioquia.gov.co/apc-aafiles/31343064333064313937623634376161/Tone3_dise_o_para_enviar.pdf

Se abre el interrogante: ¿puede considerarse el fenómeno bandolero en Colombia como uno de tipo pre-político? Esta experiencia, junto con las de otras regiones, deja claro que no puede ser considerado de esta manera, lo que no significa que todos los bandoleros que empiezan a operar después de la amnistía del 53, tengan un proyecto político claro. Sin embargo, muchos de ellos perfilarán su lucha hasta convertirla en una de tipo revolucionario hacia la década del sesenta. Franco es el personaje destacado en esta historia, sin embargo, tras él están los otros campesinos alzados en armas, que hacia mediados del año de 1953 depusieron las armas y se entregaron. ¿Qué pasa con ellos? ¿Qué proceso comienza después de la amnistía? ¿Qué tipo de bandolerismo vivirá el suroeste tras esta fase de la violencia?

Cuatreros en el Suroeste: 1953-1958

La entrega de guerrilleros en 1953 fue masiva, según las noticias de la época se hablaba de 17.000 guerrilleros entregados a lo largo del territorio nacional18. Seguramente esta cifra fue elevada por la prensa, sin embargo, da cuenta de la magnitud del fenómeno, poniendo de manifiesto un elevado número de campesinos alzados en armas, quienes representaban una amenaza para la desestabilización del orden. Los primeros guerrilleros que se empezaron a entregar en Antioquia fueron justamente los del comando del Suroeste. Las primeras entregas ocurrieron en Salgar, Urrao y por supuesto en Medellín, lugar al que llegaron alrededor de 1.900 guerrilleros19. La entrega de los guerrilleros tenía tres etapas. La primera en donde se brindaba apoyo y protección a todas las personas que deponían las armas. Aquí se facilitaba su viaje a Medellín y recibían atenciones hasta que se definiera su situación. Después se les expedía el correspondiente salvoconducto firmado por el comandante de la IV Brigada del Ejército y por el gobernador20. La tercera etapa consistía en radicar a los exguerrilleros en lugares distintos a los sitios en donde operaron, y en estas nuevas zonas los amnistiados estaban obligados a presentarse cada quince días frente a las autoridades más cercanas.

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“17000 guerrilleros habían depuesto las armas ante el ejército, hasta ayer”, El Correo, Medellín, Noviembre 1 de 1953, p. 1. 19 “Guerrilleros se han entregado en Antioquia; han sido liberados 714 “, El Correo, Medellín, Agosto 27 de 1953, p. 1 20 La IV Brigada para ese momento hacía parte de la II División del Ejército, tenía a su cargo el Departamento de Antioquia y los municipios que limitaban con los departamentos de Caldas al sur y de Chocó al occidente. La sede del comando de la Brigada aún funciona en Medellín.

Para septiembre de 1953 la mayoría de los guerrilleros del occidente se había entregado a las autoridades y varios de ellos ya habían sido puestos en libertad. La amnistía entonces supuso un repliegue del movimiento guerrillero. Las autoridades departamentales aseguraban que la “pacificación” que prometía el gobierno militar estaba siendo exitosa. Los guerrilleros se estaban reintegrando a sus actividades habituales, cambiando las armas por las herramientas de labranza, los partidos políticos parecían estar generando un ambiente de concordia y los exiliados de la violencia estaban regresando a sus lugares de origen a rehacer sus vidas. Cuando a Pioquinto Rengifo se le preguntaba acerca del orden público en el departamento afirmaba “pacificación marcha al galope… Antioquia marcha hacía la pacificación integral”21. Parecía reinar en el departamento un ambiente de concordia. Sin embargo, para finales de 1954 aparecen nuevos brotes de violencia en varios lugares del departamento, especialmente en el Magdalena Medio, el Bajo Cauca y el Suroeste, en este escenario los bandoleros habrían de ser actores relevantes dentro de la dinámica del conflicto. En este primer momento la configuración del bandolerismo para la zona estudiada no es tan clara, operan algunas bandas dedicadas principalmente al robo de ganado, a su vez, la fuerza pública realiza algunas capturas y algunos nombres de bandidos se hacen famosos en la prensa, como el “Capitán Gordo”, exguerrilero de Urrao y “Gorila” un prófugo de varias cárceles del Suroeste. Estos brotes de bandolerismo pueden ser explicados en parte, por las medidas que el gobierno departamental tomó, referentes no solo al control que sobre los amnistiados se pretendía ejercer, por medio de los salvoconductos y la presentación periódica a las autoridades locales, sino también a la reubicación de los antiguos guerrilleros en nuevos municipios, por lo que la reconfiguración del pasado movimiento guerrillero va a tomar un tiempo, aunque no muy largo. Sin embargo, las guerrillas liberales no podrán ser lo que fueron en la fase inmediatamente anterior de la Violencia, al contrario, lo que va a ocurrir es la atomización de éstas y la conformación de nuevos y diversos tipos de bandas, lo que va a dar cabida a nuevas alianzas y modos de operar. A esto se suma, que varios guerrilleros no se acogieron a la amnistía. Si bien las entregas fueron masivas, no hay que suponer que todos los guerrilleros se acogieron a ella, por tanto, algunos van a seguir operando en el departamento, pero como veremos, bajo nuevas lógicas. En consecuencia, los brotes de bandolerismo, van a ser difíciles de aplacar, esto por el ambiente de inestabilidad social reinante en la fase anterior, donde no sólo operaban las bandas de guerrilleros, sino también las de civiles armados o contrachusmeros. Para el caso antioqueño estos grupos van a hacer presencia principalmente en la zona occidental, en los municipios cercanos a Urabá, en donde grupos armados de laureanistas seguían propagando el terror. Sin embargo, las fuerzas militares también 21

7.

“Por medio de la pacificación, Antioquia marcha al progreso”, El Correo, 15 de agosto de 1953, p.

tenían especial interés por descomponer estos grupos de civiles contrarios al gobierno de las Fuerzas Armadas que en la etapa inmediatamente anterior había armado el gobernador Arango Ferrer, con la idea de conservatizar las zonas rurales. A pesar de las medidas que los militares tomaron para la recuperación del orden público en el departamento, entre las que cabe resaltar la formación del Servicio de Inteligencia Colombiano (SIC) y la figura de los visitadores administrativos, quienes informaban acerca de la situación de orden público en los municipios por medio de informes periódicos al gobernador, el ambiente tras la primera fase de la violencia era frágil y permitía que se diera lugar a la configuración de bandas que en muchas ocasiones generaban terror en el campesinado. Empieza, entonces una ola de cuatrerismo en varios departamentos, entre los que figura Antioquia en donde también hubo crímenes de abigeato. El Magdalena Medio, el Bajo Cauca, el Oriente cercano e incluso Medellín y sus zonas aledañas, registraron casos de robo de ganado. En el Suroeste antioqueño, las primeras noticias que se tienen al respecto corresponden a los municipios de Támesis, Venecia y Amagá, zonas relativamente cercanas a Medellín, en donde venían operando este tipo de bandas. Dado el número de casos tanto los ganaderos como los agricultores hacían un llamado a las autoridades locales y departamentales para que se les proporcionaran seguridad en sus fincas y de esta forma prevenir el robo de semovientes. Ellos exigían la presencia de una policía rural montada (creada efectivamente en el año de 1956) que pudiera contrarrestar estos crímenes y que pudiera recorrer las regiones perjudicadas. Se pedía esta medida porque las autoridades establecidas en los cascos urbanos no conocían bien las fincas ganaderas, ni los senderos, por lo que se les dificultaba establecer pistas que permitieran realizar una investigación adecuada. A pesar de que estos crímenes eran detectados, para el año de 1955 no se tiene aún muy clara cómo es la composición de estas bandas de cuatreros. Se sabe que actuaban en bandas pequeñas, entre cinco y diez bandidos, conformadas por campesinos. Algunos de ellos se hacían pasar por agentes de la policía, usando uniformes robados y otros llegaban enmascarados o con las caras teñidas a las fincas para cometer los asaltos. Generalmente cortaban los cercos de las fincas, degollaban los animales y los sacaban arrastrados para ubicarlos en vehículos que tenían a su disposición. Al otro día los dueños de las fincas encontraban las huellas que los bandidos habían dejado y las patas y cabezas de las reses, que era lo único que desechaban. Además de abigeato, también los bandidos de esta zona se dedicaron al robo de café, esto porque, como mencionamos al principio, el Suroeste es una zona tradicionalmente cafetera. Por ello, la Federación de Cafeteros, al igual que la Asociación de Ganaderos, pidió apoyo a las autoridades departamentales y a la IV Brigada para detener estos robos. A su vez, para el gobierno central había una real preocupación por terminar el robo y contrabando de café, esto por la importancia que el grano representaba para la economía colombiana, ocupando para estos años el

primer renglón como producto de exportación. Por tanto prevenir su contrabando era una tarea fundamental. Algunas de las medidas que se tomaron en el Suroeste para controlar el robo y posterior contrabando de café, suponían la actividad conjunta de varias instituciones, entre ellas el SIC, las Fuerzas Armadas, que debían intervenir directamente para reprimir el contrabando, la Policía Nacional división Antioquia, la Aduana Interior de Medellín, el resguardo de Rentas Departamentales y los alcaldes de los municipios de Fredonia, Andes, Bolívar, Salgar, Jardín, Venecia y Jericó. Las medidas incluían la prohibición de transportar café pilado hacia lugares costeros o fronterizos no habilitados para la exportación, para ello se ejercía un fuerte control sobre las vías de comunicación. El café desde el Suroeste era llevado al río Magdalena y desde Puerto Berrio, era transportado por vía fluvial hacia Cartagena o Barranquilla, principales puertos. Los vehículos que transportaban el café debían estar provistos de una guía. Además, el grano sólo podía almacenarse en las bodegas de la aduana y bodegas particulares previamente autorizadas por la Dirección General de Aduanas. Por último, había un fuerte control a las trilladoras ubicadas en Medellín y en los municipios cafeteros22. A estas medidas se sumaba la intensificación de la vigilancia por parte de policías y en algunas ocasiones por soldados de la IV Brigada, durante la época de cosecha, cuando se intensificaban los robos. En estos primeros años los registros documentales referentes a esta zona arrojan, datos referentes a bandas de cuatreros y ladrones de café, pero pareciera que las autoridades no tienen muy claro los modos de operar de estas bandas en las zonas del Suroeste. Sin embargo, para 1957 empieza a distinguirse una organización más clara de las mismas, y las autoridades comienzan a desentrañar sus formas de operar y a reconocer a los cabecillas de las mismas. La batalla contra el abigeato empezó de manera más visible hacia este año, quedando a cargo de la policía montada, cuya cabeza visible era el teniente Walter Hutter. Esta campaña se llevó a cabo principalmente en Valparaíso, Caramanta, Támesis, Jericó, Tarso y Fredonia, dio como resultado la detención de 77 cuatreros, que estaban generando el terror en los municipios de Tarso, Pueblorrico y Salgar. Sin embargo, dados los controles de vigilancia que se iniciaron en estos municipios, empezaron a desplazarse hacia Concordia, Betulia y Venecia. Para mediados de 1957 ya las autoridades tenían más información y lograron establecer, junto con el SIC cuál era el procedimiento adoptado por los bandidos para legalizar el robo de ganado, lo cual puede ser indicativo de algún nivel de organización de las bandas. El procedimiento para legalizar el ganado robado iniciaba en las mismas oficinas a las que les correspondía el control del movimiento 22

AHA, “Orden de operaciones para represión del contrabando en general y en especial de café”, Despacho del Gobernador, DG 032, 21 de diciembre de 1956, f. 140-144.

de semovientes, allí era donde se proporcionan las guías de degüello. Los funcionarios de estas oficinas suministraban filiaciones y marcas diferentes a las que verdaderamente correspondían al animal que se iba a sacrificar, esta situación no era controlada por los encargados en los mataderos públicos y por ello, las reses eran sacrificadas sin obstáculos23. En Fredonia por ejemplo, logró identificarse que varias de las bandas que allí robaban ganado entre la carretera que de allí va hasta la Pintada, llevaban las reses en pequeños números a las poblaciones vecinas, en donde eran sacrificados por carniceros que tenían conexiones con los cuatreros. Estos carniceros con una misma guía sacrificaban muchas veces hasta 6 novillos y luego al llevar la carne a los lugares de expendio, engañaban a las autoridades mostrándoles la misa guía varias veces 24. En este momento hay un proceso de reconfiguración de las bandas, que se van alejando de lo que fueron las guerrillas liberales de la primera fase. No es muy clara la composición de las bandas y en este momento y no hay cabecillas muy sobresalientes, sin embargo, sí logran establecer una red más o menos organizada para el robo de café y especialmente de ganado. Las bandas van a operar en pequeños grupos de campesinos, algunos de ellos desplazados por la violencia de la primera fase, y otros serán ex guerrilleros de Urrao, que empiezan a delinquir en esta región, como es el caso de “El Gordo”, quien hacia 1960, va a estar dirigiendo una banda en Frontino al Norte del Departamento. A su vez, hay un movimiento en el conflicto, que del municipio de Urrao se va a desplazar a zonas más adheridas al modelo “paisa” como lo son estas zonas cafeteras. De ahí el interés por aplacar estos brotes de violencia. Los móviles en este momento parecen más de carácter económico, puesto, que, a diferencia de la región del Magdalena Medio y Bajo Cauca, no parece haber una conexión directa entre exguerrilleros y nuevos bandoleros, además, tampoco aparece en los documentos el registro de muertes violentas adscritas a alguno de los dos partidos, como es el caso de las otras dos zonas.

“Completa normalidad en Ant ioquia”: La banda de “El Pálido” y “Mocho Gaviria”.

La instauración del Frente Nacional supuso una estrategia de las clases dominantes para terminar definitivamente con la Violencia. Por ello, una de las primeras medidas tomadas por el presidente liberal Alberto Lleras Camargo en 1958, fue decretar una nueva amnistía, dirigida especialmente a los departamentos con mayores problemas 23 24

“Varios detenidos por abigeato en el S.I.C”, El Colombiano, Medellín, 24 de julio de 1957, p. 4. AHA, “Robo de ganado”, Despacho del Gobernador, DG 032, 9 de enero de 1957, f. 151-152.

de orden público y en estado de sitio (Caldas, Huila, Tolima y Valle del Cauca). Sin embargo, esta fue suspendida a mediados de 1959, porque quienes se acogían a ella, según las autoridades, volvían a delinquir. Antioquia no era uno de los departamentos en estado de sitio, sin embargo, en esta última fase de la Violencia el orden público se agravó y el conflicto se disparó. En la zona del Suroeste, el municipio de Salgar se configuró como un foco de violencia importante dentro del departamento, por tanto, las autoridades locales y departamentales y a su vez, el gobierno nacional, generaron medidas y decretos para salvaguardar el orden en este municipio. Para 1958, los crímenes de abigeato continuaban en la región. Si bien, la policía rural había ejercido un importante control en la zona, paralelamente hubo un desplazamiento de los bandoleros hacía otros municipios de la región, no tan fuertemente vigilados, Venecia sería uno de estos municipios. A pesar de esta situación, las autoridades departamentales hablaban de los éxitos en materia de orden público, pero nada más alejado de la realidad que se vivía en las zonas rurales. Las autoridades reconocían que había asaltos a fincas en el Suroeste, sin embargo, no parecían otorgarle su justa dimensión y continuaban hablando de “la normalidad de Antioquia”. Las medidas contra el abigeato, no parecían ser efectivas para erradicarlo, bandoleros estaban atacando en Venecia, Támesis, Salgar, Concordia, Pueblorrico, Bolívar, Betulia y Urrao. Los socios de la Federación Antioqueña de Ganaderos, una vez más, solicitaban a las autoridades policiales tomar medidas para salvaguardar el desarrollo de la industria ganadera. Entre las medidas que se tomaron se incluía la elaboración de talonarios que portarían los ganaderos en donde se certificara las operaciones que realizaran, estableciendo un recibo para cada animal. También, se debían registrar las firmas de los ganaderos en la alcaldía correspondiente, además de demostrar la legítima propiedad de los semovientes. Por último, se prohibía terminantemente el tránsito nocturno de ganados y debía generarse un salvoconducto en donde se especificara el sexo, color, marca, raza y edad aproximada de los animales25. A pesar, de la preocupación de los ganaderos por evitar estos robos en sus haciendas, los administradores y mayordomos no hacían iguales esfuerzos por terminarlos. La Federación prestaba informaciones a las autoridades, principalmente denunciando los robos, sin embargo, los mayordomos los hacían después de uno o varios días. Este parece ser un actor relevante en la dinámica del conflicto en esta zona, en tanto aprovechaban la situación a su favor. Es posible que no denunciaran las actividades de los bandoleros, por el terror que estos últimos generaban, sobre todo en la región del Suroeste, pero en no pocas ocasiones, los mayordomos a cargo de las fincas, también podían manipular la situación, ya fuera tomando parte en el “botín” o 25

“Intensa campaña contra el abigeato inició el alcalde” El Colombiano, Medellín, 26 de febrero de 1959, p. 7.

aprovechando el ambiente que generaba el conflicto, para extender sus pequeñas propiedades. Este aspecto debe ser mejor estudiado en relación con el fenómeno del bandolerismo. Los brotes de abigeato si bien, como hemos mencionado, se dan en varias zonas del Suroeste, para el año de 1959, Salgar se convirtió en un municipio con fuertes problemas de orden público. Además del robo de ganado, se incluían intentos de homicidio y asesinato, por lo que ya los crímenes tomaban nuevos tintes. Cabe mencionar que Salgar es un municipio cuya economía gira en torno al café, pero también posee un importante número de cabezas de ganado. Las autoridades locales pedían a las departamentales que se atendieran estos casos, pero las ultimas miraban de soslayo la situación del municipio. Este parecía ser un clamor general de las autoridades civiles de varios de los pueblos del Sureste, como Pueblorrico o Urrao en donde también se presentaban estos casos, pero también eran ignorados. Los robos y las muertes en el municipio de Salgar se atribuían a varios asuntos. En primer lugar se hablaba del beneficio personal, ya hemos hablado del bandolerismo en esta zona como uno de tipo económico. En segundo lugar, se atribuía la violencia a intereses partidistas y por último, a los odios personales o heredados que han dejado tantos muertos a nivel nacional. Sin embargo, no se tenía mucha certeza con respecto a los móviles que generaban el conflicto en la localidad. Ya para finales de 1959 se tenían plenamente identificados a los bandidos del municipio de Salgar. Estaban al mando de Juan Ángel Flórez conocido como “El Pálido” y Esteban Gaviria: el “Mocho Gaviria”, quienes actuaban junto a ocho o diez hombres más, entre los que estaban Luis Norberto Acevedo Durango, alias “El Colorado”, José Julián Flórez, hermano de “El Pálido” y “El Valluno”, de quien no se registra nombre26. Posteriormente se unió “El Gordo”, Gildardo Gómez Posada. Este último no hay que confundirlo con el “Gordo”, exguerrillero de Urrao, que para este momento estaba actuando en el municipio de Frontino. El “Pálido” y el “Mocho” aterrorizaban a los campesinos para que abandonaran sus tierras, y de este modo robar fácilmente las cosechas. Es notorio que esta banda haya tenido fuertes actuaciones a mitad año cuando se daba la cosecha de café. La manera en que generaban terror era por medio del “boleteo”, que se hizo famoso en Colombia en este periodo. Este consiste en entregar notas, algunas de ellas anónimas, en las que se obliga a los campesinos a retirarse de sus tierras y de lo contrario podrían perder la vida. Esta práctica hasta el día de hoy funciona como estrategia de terror por parte de distintos actores del conflicto armado en el país. 26

Esta no era la única banda que actuaba en la zona, sin embargo, es la más notoria, por ello nos referiremos particularmente a esta. Sobre la banda de “El Pálido” y El “Mocho Gaviria” se encontró importante documentación no sólo en la prensa, sino también en los informes de inteligencia, emitidos por el F-2, una división de la Policía Nacional que para este momento se encargaba de algunas labores de inteligencia.

Salgar, junto con Bolívar, Concordia y Betulia, fue declarado como una sola zona, en donde tenía presencia el Batallón Girardot de la IV Brigada y agentes de la policía. Se reforzaron los puestos de vigilancia y se cambiaron los alcaldes de estos municipios. Como la cosecha de café se acercaba, se solicitaron al gobierno nacional trescientas unidades de la policía para vigilar la recolección de café 27. También, se fijaron precios para capturar a los cabecillas, por la cabeza del “Mocho Gaviria” se daba de recompensa la suma de 1.500 pesos, suma establecida por la Gobernación de Antioquia. Las medidas empezaron a dar resultados, el “Mocho Gaviria” fue abatido en octubre de 1960. Este hecho generó una crisis dentro de las autoridades civiles, por el modo de proceder de las fuerzas armadas en la “pacificación” del municipio. La muerte de Esteban Gaviria puso de manifiesto, las conexiones entre los bandidos del municipio y las personas prestantes de Salgar que encabezaban el comité pro-paz, constituido por militantes de ambos partidos, con la finalidad de generar un ambiente de paz en el municipio 28. Entre los objetos que traía el bandolero y que fueron confiscados por la policía, tenía consigo un listado con nombres de campesinos e integrantes del comité en donde se referenciaban los aportes económicos que cada uno les había proporcionado. Este aspecto pues, da cuenta de las relaciones “hacia arriba” que tenían las bandoleros y la manera de financiar la banda, que además de los robos a las haciendas, incluía las contribuciones forzosas o de carácter voluntario. La muerte de un integrante de la banda, no supuso su desintegración, al contrario, la violencia ascendía. Sin embargo, el detonante que hizo cambiar radicalmente la estrategia de las autoridades civiles y las fuerzas armadas, fue el asesinato de cuatro agentes de la policía, emboscados cuando cumplían una misión de orden público, en donde se buscaba al “Pálido” y sus compañeros. El sargento Ángel María Aragón y los agentes Esteban Velandia, José Martínez y Víctor Eduardo Jímenez, fueron llevados a Medellín en donde se hizo el sepelio. Los agentes fueron masacrados, después de asesinados fueron macheteados y sus cabezas fueron cortadas. Esta práctica, es recurrente en el conflicto armado colombiano, el uso del machete ha sido extendido desde el siglo XIX, cuando se enfrentaban guerrillas de liberales y conservadores. Para el momento que estamos estudiando también el uso de este elemento de labranza fue recurrente. Además de generar terror, se buscaba a toda costa matar y “rematar” al opositor. En medio de la violencia bipartidista se quería

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“No existe violencia, sino cuatrerismo en Antioquia”, El Colombiano, Medellín, 22 de julio de 1960, p. 1. En este artículo el secretario de gobierno, afirmaba que la violencia en el Departamento siempre había sido estacional. Por tanto, con la cosecha de café se disparaba. 28 Estos comités pro-paz, se conformaron en varios municipios como Urrao o Puerto Berrio, y estaban constituidos por personas prestantes tanto del partido liberal como del conservador, de cada uno de los pueblos. Estos comités, se hacían con el ánimo de generar concordia, ya que una de las causas a las que se atribuía la violencia era esta lucha entre ambos partidos y sus facciones.

“acabar con la semilla” que diera lugar a futuros manzanillos (o liberales) y a godos (o conservadores)29. Tras la muerte de estos agentes se cambió la estrategia, se dejó de lado la “persuasión” y se buscó reducir de cualquier forma a los bandoleros, que empiezaron a ser perseguidos por el Suroeste. Prácticamente se declara una guerra hacia los bandidos, el gobernador frente a los hechos de Salgar anunciaba: “La paciencia se nos está agotando minuto a minuto y hemos llegado a la conclusión de que el problema hay que tratarlo en forma diferente a la que se estaba aplicando. Ahora vamos a decretarles a los criminales y asesinos una verdadera guerra hasta colocarlos dentro de la ley sin contemplación alguna, porque no podemos continuar viviendo en permanente amenaza de los bárbaros que desde el monte nos acechan”30. El gobierno nacional propuso el nombramiento de un alcalde militar para Salgar, el envío de una unidad de lanceros, cuerpo preparado especialmente para la vigilancia rural, y que había sido muy eficaz en el departamento del Quindío en donde garantizaron la recolección de café, sin intervención de los bandoleros. Por último, envió un contingente adicional de carabineros para proteger a los campesinos durante la cosecha. Es así como en la zona hizo presencia el Ejército, la Policía Nacional, el F-2 y la unidad de lanceros que estaba a cargo de la IV Brigada. Esta estrategia de guerra fue efectiva, los lanceros hicieron contacto con los bandoleros y lograron reducirlos, primero cayeron “El colorado”, “El valluno” y el hermano de “El Pálido”. Posteriormente, el “Gordo” se entregó a las autoridades de Salgar, del “Pálido” no se tuvieron más noticias, sólo se sabe que fue herido en una de las emboscadas de los lanceros. Finalmente, la banda se desintegró, dada la estrategia de guerra por parte de las fuerzas armadas.

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Las masacres, un elemento recurrente en el conflicto armado colombiano, han merecido un análisis de tipo antropológico, ya que, también pertenecen al ámbito de la violencia simbólica. Según Elsa Blair, más que el hecho de la muerte de un grupo de personas, las masacres están asociadas a un sinnúmero de símbolos y significaciones culturales. “Más allá de la muerte el mensaje es el de la destrucción no sólo de las vidas, sino también de espacios de significación o de referentes comunitarios. Las masacres de la época de la Violencia, poseen diversos componentes simbólicos, esto no sólo por la sevicia en que se aniquilaba al “otro”, sino también, porque las matanzas ocurrían en espacios de intimidad y cercanía de las comunidades, por tanto están llenos de significaciones culturales, prácticas cotidianas y memorias compartidas. En consecuencia, esos espacios van a ser desmoronados en el momento en que ocurren las matanzas”. Ver: Blair, Elsa Muertes Violentas: La teatralización del exceso, Medellín, Universidad de Antioquia, 2005, p. 56-58. Uribe, María Victoria Matar, rematar y contramatar, Las masacres de la Violencia en el Tolima, Bogotá, Cinep, 1990. 30 “Sobre la muerte de cuatro agentes: medidas del gobernador”, El Colombiano, Medellín, 13 de noviembre de 1960, p. 1.

Conclusiones “La violencia en este departamento es una secuela de la pasada”, así se afirmaba en los documentos de orden público relativos a la situación de Antioquia. Tras el estudio del fenómeno bandolero en el Suroeste antioqueño, se pueden trazar algunas líneas que permiten comprender, la manera en que actuaron estos bandidos. Tenemos un primer momento de lucha armada por medio de guerrillas liberales, las cuales se conformaron en defensa del partido liberal. Como lo expusimos, estas guerrillas no eran de corte comunista y no poseían un proyecto político alternativo. Sin embargo, poseían un profundo contenido partidista y político, lo que da nos da pie para afirmar que el fenómeno bandolero en Colombia, no puede ser pensado como pre-político, dada esta experiencia previa. Hay pues un segundo momento, en donde la amnistía de Rojas Pinilla, va a atomizar la guerrilla que comandaba el capitán Franco. Si bien las muertes violentas en el departamento van en descenso en el periodo que va de 1953 a 1955, (se pasa de 602 muertes a 496 en todo el departamento durante estos años) nuevamente va a haber un momento de aumento de homicidios tras la instauración del Frente Nacional. En la fase que va de 1953 a 1958, hay un repliegue del movimiento y es en este momento en donde empiezan a configurarse bandas de cuatreros en el Suroeste. En este momento se sabe de la existencia de varias bandas pero no van a constituir el problema de orden social que significaron las que se configuraron con la instauración del Frente. El último momento, se refiere justamente al auge de estas bandas, que operan ya de manera más organizada, y no se dedican solamente al robo de ganado y café, sino que también generan terror en los campesinos. Acá se van a convertir en un problema de importantes magnitudes para las autoridades locales, departamentales y hasta nacionales, las cuales decretaron diversas medidas para acabar con la violencia que escalonaba rápidamente. Si bien, estos últimos bandoleros tendrán algunas relaciones con los gamonales de la zona y en ocasiones con los mayordomos de fincas, parece que actuaron de manera más independiente, a diferencia de los bandoleros de otras zonas del departamento, que operaron al alero de jefes políticos locales y que a su vez, tuvieron el apoyo de varios sectores del campesinado. Sus móviles, van a diferir mucho de los que en su época tuvo el capitán Franco. En este nuevo contexto, los bandoleros se convertirán más que en defensores de un partido político, en bandidos cuatreros en busca de beneficio económico personal. En una entrevista que hacen a “El Gordo” después de su entrega, se le pregunta que lo llevó a irse al monte a lo que él responde: “Yo era menor de edad y vendí un reloj. El comprador me lo pagó cumplidamente y yo con ese dinero compré algunos objetos. Pero uno de los billetes resultó falso y como todo el mundo me conocía en Salgar, me

dio miedo que me detuvieran y me metí al monte”31. Como vemos las motivaciones no resultan tan loables como las que tuvieron los guerrilleros liberales en su momento. ¿Por qué se da un cambio tan radical dentro de las lógicas del bandolerismo regional? Por un lado, parece ser que la estrategia de atomización de las bandas, por medio de la amnistía fue efectiva, además, la falta de un proyecto político claro por parte de los bandidos y la falta de apoyo desde abajo, va a hacer que estos bandoleros busquen principalmente el beneficio personal. Finalmente, las relaciones con el campesinado se basaron principalmente en el terror. Las autoridades se quejaban de la dificultad por encontrar a los bandidos, y esto se debía no solamente a la geografía quebrada, que poco o nada conocían los agentes y soldados, sino también a la “ley del silencio” que guardaban los campesinos por temor a ser asesinados.

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31

“No he peleado con “El Pálido”, manifiesta el “Capitán Gordo”, El Colombiano, Medellín, 7 de julio de 1961, p. 2.

Historia, Universidad Nacional de Colombia, Sede Medellín, enero- junio de 2009, pp. 23-48. Roldán, Mary, A sangre y fuego: la Violencia en Antioquia, Colombia 1946-1953, Bogotá, Instituto Colombiano de Antropología e Historia, 2003. Sánchez, Gonzalo y Meertens, Donny, Bandoleros gamonales y campesinos. El caso de la Violencia en Colombia, Bogotá, Punto de lectura, 2006. Uribe, María Victoria Matar, rematar y contramatar, Las masacres de la Violencia en el Tolima, Bogotá, Cinep, 1990. Vélez Rendón, Juan Carlos, Los pueblos allende el Río Cauca: La formación del Suroeste y la cohesión del espacio en Antioquia, 1830-1877, Medellín, Editorial Universidad de Antioquia, 2002.

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