Ni calamidad ni panacea Una reflexión en torno a la historiografía de la ganadería colombiana

September 10, 2017 | Autor: Shawn Van Ausdal | Categoría: Latin American Studies, Animal Studies, Agrarian Studies
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Descripción

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Ni calamidad ni panacea Una reflexión en torno a la historiografía de la ganadería colombiana*

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Traducción de Margarita Fajardo, Alberto Flórez-Malagón, Margarita López y Claudia Leal.

Shawn Van Ausdal1

I. Introducción Puede sonar extraño y hasta sorprendente, pero de todos los actores históricos que han ayudado a construir a Colombia uno de los más importantes fue la vaca. Es innegable que el café fue el motor del desarrollo económico del país desde finales del siglo XIX, pero la gran atención puesta en Juan Valdez ha opacado el papel crucial del ganado en la construcción de la Colombia moderna. El pasto, por ejemplo, ha sido el principal cultivo del país por mucho tiempo. Su dominancia espacial es clara: la mayor parte de la tierra explotable en el país ha sido destinada para pasto y cría de ganado2. La importancia del ganado también es impactante en términos económicos. En la primera parte del siglo XX, numerosos analistas sugerían que la ganadería era el componente desagregado más grande del producto interno bruto (PIB)3. En 1960,

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Candidato a doctor, Universidad de California, Berkeley, Departamento de Geografía.

DANE (Departamento Administrativo Nacional de Estadística), “Cuadro 3.10: Cambio de uso del suelo a nivel nacional, 1995-2001”, en línea: http://www.dane.gov.co/files/investigaciones/ pib/ambientales/ Ctas_Amb_C3-10.xls; Directorio Nacional de Explotaciones Agropecuarias (Censo Agropecuario) 1960: Resumen Nacional (Bogotá: DANE, 1962), 16; “Muestra Agropecuaria Nacional 1954” (Bogotá: Multilith Estadinal, 1954), 13; Ministerio de Agricultura y Ganadería, Economía Agropecuaria de Colombia, 1948 (Bogotá: Ministerio de Agricultura y Ganadería, División de Economía Rural, 1949), 8 y 44 bis. Sólo se dispone de estadísticas confiables a partir de 1950, pero es probable que esta predominancia espacial venga de tiempo atrás en el país. José Manuel Restrepo, por ejemplo, estimó que cerca del 80% de la tierra ocupada en Antioquia a comienzos del siglo XIX estaba dedicada a la cría de ganado, en “Ensayo sobre la geografía”, en Semanario del Nuevo Reino de Granada, Francisco José de Caldas (ed.) (Bogotá: Minerva, 1942), 253.

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Henrique Arboleda C., Estadística General de la República de Colombia (Bogotá: Imprenta Nacional, 1905), 96.; P. L. Bell, Colombia: A Commercial and Industrial Handbook (Washington, D.C.: Government Printing Office, 1921), 139; José J. Cañón, Aspectos económicos de la ganadería en Colombia (Bogotá: Ministerio de Agricultura, 1952), iii. En términos sectoriales amplios, en 1950 la producción ganadera estaba en cuarto lugar (11,5%) después de la agricultura no ganadera (24,4%), la industria manufacturera (17,8%) y el comercio (13,4%). Véase Departamento Nacional de Planeación (DPN), Estadísticas históricas de Colombia, t. I (Bogotá: Tercer Mundo y DPN, 1988), 6.

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los colombianos gastaron per cápita más en carne que en trigo, maíz, papa, yuca y plátano combinados4. Pero el ganado ha proveído mucho más que comida, especialmente en el siglo XIX y a comienzos del XX. Los comerciantes a menudo empacaban y distribuían los productos envueltos en cuero, los arrieros amarraban las cargas de sus mulas con cuerdas de cuero, las velas de sebo alumbraban las noches y el país dormía en camas de cuero5. Más aún, el despeje de vastas áreas de bosque para crear nuevos pastizales afectó profundamente el paisaje colombiano6. La expansión de los pastos estuvo también atada a la apropiación de muchos de los baldíos del país. El ganado, por lo tanto, jugó un papel en la consolidación de la desigual estructura de propiedad de la tierra en Colombia. Dada su importancia, es curioso que haya tan poca investigación histórica sobre la ganadería7. Esto es especialmente cierto para el período previo a 1950. A pesar de la escasez de producción académica sobre el tema, existe un consenso general acerca del carácter y el legado de la ganadería en Colombia. Una de las personas que ayudó a consolidar esta visión fue Alejandro López, quien, en 1927, publicó un libro en el que contrastó el café con el ganado. López argumentó que la producción campesina promocionaba el desarrollo, la industrialización, la democracia política y una mayor

CEPAL (Comisión Económica para América Latina), El desarrollo económico de Colombia, anexo estadístico (Bogotá: DANE, s.f. [¿1956?]), 83-86.

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5 Frank Safford, Commerce and Enterprise in Central Colombia, 1821-1870 (Tesis de doctorado, Departamento de Historia, Columbia University, 1966), 262; José Antonio Ocampo, Colombia y la economía mundial, 1830-1910 (México: Siglo XXI, 1984), 372; Isaac F. Holton, New Granada; Twenty Months in the Andes (Carbondale: Southern Illinois University Press, 1967), 6, 8, 9, 15, 18, 66, 72, 87, 88, 127, 133 y 174. Para el siglo XVIII, véase Fray Juan de Santa Gertrudis Serra, Maravillas de la naturaleza (Bogotá: Biblioteca V Centenario Colcultura, 1994).

Shawn Van Ausdal ‘Pasture, Profit, and Power: An Environmental History of Cattle Ranching in Colombia, 1850-1950’, Geoforum (en prensa); Fabio Yepes, “Ganadería y transformación de ecosistemas: Un análisis ambiental de la política de apropiación territorial”, en Naturaleza en disputa (Bogotá: Universidad Nacional de Colombia e Instituto Colombiano de Antropología e Historia, 2001).

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Algunas posibles explicaciones para esta falta de atención vienen a la mente. La historiografía agraria colombiana no está muy desarrollada y tiene sentido haberla comenzado con los estudios sobre el café. Los estudios agrarios tienden además a dividir el país entre las zonas cafeteras y el resto (el latifundio), dentro del cual la ganadería es un subconjunto. Así, el ganado es parte indirecta de muchos estudios, pero rara vez se especifica su análisis. Es también posible que los académicos que durante los años 70 y 80 esbozaron las principales líneas del desarrollo económico colombiano asumieran que conocían el carácter de la ganadería y, por lo tanto, no se sintieran obligados a explorar el tema con mucho detalle. Más aún, se observa cierta fijación sobre el estudio de las exportaciones en esta literatura, por ello encontramos más estudios sobre minas, bananos, tabaco, quina y petróleo que sobre ganado, principalmente orientado al mercado doméstico. Y, finalmente, es posible que las dispersas y taciturnas fuentes para una historia de la ganadería desestimularan estudios más profundos.

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equidad. Esto presentaba un agudo contraste con el legado de haciendas ganaderas, en particular en el valle del río Cauca antioqueño. Allí, la predominancia de latifundios ganaderos generaba poco empleo, sofocaba la producción agrícola, desalentaba las mejoras en el transporte y aumentaba la inequidad económica8. Este autor no fue el primero en criticar el latifundio o en abogar por el desarrollo de una clase de campesinos independientes como columna vertebral de la sociedad colombiana. No obstante, el contrapunteo que señaló entre el café y el ganado llamó mucho la atención en las décadas de 1970 y 1980, cuando los académicos exploraban las dinámicas y tensiones básicas del desarrollo del capitalismo en Colombia. Por ende, López ayudó a consolidar una visión generalizada en Colombia, según la cual gran parte del progreso del país proviene del legado de la producción cafetera campesina, mientras que la mayoría de los problemas surgen de la ganadería extensiva9. Así, en 1999 la Ministra de Agricultura escribió lo siguiente: “Para nadie es un secreto en Colombia que la ganadería bovina ha sido vinculada […] con los problemas de concentración de la propiedad, asociada a la manifestación de diferentes formas de violencia, como factor explicativo de la pobreza rural, amén de las acusaciones que le endilgan el mal uso de los recursos naturales y el deterioro de importantes recursos como el agua y la biodiversidad genética”10. En las últimas dos décadas, sin embargo, unos pocos estudiosos han comenzado a criticar esta interpretación negativa. Se han cuestionado las grandes generalizaciones y la visión monolítica de la ganadería, buscando responder preguntas tales como: ¿Hasta qué punto era una actividad exclusiva de grandes ganaderos? ¿Cuál era el grado de coerción extraeconómica? ¿Era en realidad tan irracional? ¿Fue su legado tan negativo para el desarrollo económico? Hay, entonces, dos maneras importantes en que se ha mirado la historia de la ganadería en Colombia: una que llamaré tradicional y una, crítica revisionista11. La

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Alejandro López, Problemas colombianos (París: Editorial París-América, 1927).

Eduardo Posada Carbó, El Caribe colombiano: Una historia regional, 1870-1950 (Bogotá: Banco de la República, El Áncora, 1998), 196-200. 9

10 Cecilia López Montaño, “Presentación”, en Jairo Hernando Arias Puerta, La ganadería en la formación social colombiana: Entre el atraso y la competitividad (Bogotá: Ministerio de Agricultura y Desarrollo, 1999), 5.

También hay una tercera forma en la que los representantes de la industria, los funcionarios del gobierno, las agencias de desarrollo y otros resaltan el potencial económico de la ganadería. Esta perspectiva tiene una larga historia de promotores, que data, al menos, de comienzos del siglo XX. Ella también encierra visiones más pragmáticas. Por ejemplo, el reporte de las Naciones Unidas sobre la industria ganadera en Colombia reconoció que la ganadería necesariamente permanecería como parte importante de la economía, pues, aunque la producción agrícola fuera a crecer rápidamente, sólo ocuparía una pequeña 11

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representación tradicional es, de lejos, la posición dominante y la que resuena fuerte entre los estudiantes de la historia agraria colombiana y a menudo entre el público general. El grupo revisionista es más pequeño y tiene un origen más reciente, aunque con raíces profundas. Si bien hay algunas diferencias dentro de cada perspectiva y ocasionalmente cierta coincidencia entre ellas, ambas son bastante coherentes. En este capítulo, revisaré con algún detalle las dos interpretaciones de la historia de la ganadería en Colombia, subrayando sus fortalezas pero también sus limitaciones. ¿Fue la ganadería una “calamidad”, como lo señala Kalmanovitz, uno de los historiadores principales de la ganadería? O, dadas las condiciones ambientales y económicas, ¿fue uno de los mejores y más lógicos usos de la tierra, y una actividad que sirvió como forma significativa de acumulación de capital e integración económica? Una respuesta clara es todavía prematura, y depende de avances en la investigación empírica sobre la historia de la hacienda ganadera en Colombia, como se ha hecho en los siguientes capítulos de este libro. Aunque estas dos interpretaciones surgen en parte de diferencias ideológicas y teóricas, muchas de las discrepancias se presentan debido al poco conocimiento que hay de la historia de la ganadería. Quienes vieron la ganadería de manera negativa se basaron en hechos irrefutables, como la alta concentración de la propiedad y la predilección de la ganadería por ocupar mucho territorio. Sin embargo, su uso de fuentes primarias es bastante pobre. Los revisionistas, por el contrario, han tendido a prestar más atención a los detalles de la historia regional. Han construido argumentos fuertes presentando evidencia sugerente, aunque todavía no sabemos suficiente para obtener conclusiones definitivas. Pero también, hasta cierto punto, los revisionistas han llegado a conclusiones apresuradas y corren el riesgo de invertir la narrativa dominante. Argumentaré que la verdad reposa en algún punto medio entre estas dos posiciones: el legado no es tan negativo como a menudo se ha imaginado, pero es también un error pasar por alto las formas en que la historia de la ganadería está atada al poder y a la inequidad.

parte de los terrenos colombianos: Food and Agricultural Organization y Economic Commission for Latin America, Livestock in Latin America: Status, Problems, Prospects (New York: United Nations, 1962). Los autores más relacionados con los aspectos técnicos y económicos de la hacienda ganadera también comparten esta perspectiva de respaldo, no exento de crítica. Véase Luis Llorente, “La ganadería bovina en Colombia”, en Absalón Machado (ed.), Problemas agrarios colombianos (Bogotá: Siglo XXI, 1986); Libardo Rivas R., Aspectos económicos del sector ganadero de Colombia (Cali: CIAT, 1981); Arias Puertas, Formación; Alirio Gómez Picón, La ganadería en América Latina (Bogotá: Tercer Mundo, 1976).

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II. La perspectiva tradicional El historiador económico Salomón Kalmanovitz capturó el postulado principal de la visión dominante cuando aseguró que “la ganadería y los pocos terratenientes que la manejan han constituido grandes calamidades históricas para el campesinado y el desarrollo de las fuerzas productivas del país”12. Esta visión vincula a la ganadería con la alta concentración de tierra en Colombia, con una clase terrateniente poderosa y represiva y con un crecimiento económico atrofiado e irracional13. Como se mencionó anteriormente, esta perspectiva tiene una larga historia que se remonta a las primeras décadas del siglo XX. Sin embargo, se consolidó entre las décadas de los sesenta y ochenta, un período particularmente fructífero para la historiografía agraria colombiana. Influenciados por los debates marxistas en boga durante esa época, sus preocupaciones eran de carácter nacional y a menudo tenían motivaciones políticas. También tendían a estar de acuerdo en que los orígenes de los problemas del país, así como sus soluciones, estaban en el campo. Según los proponentes de esta perspectiva tradicional, el ganado jugó un papel clave en la conquista de las tierras bajas por parte de los terratenientes, especialmente desde mediados del siglo XIX. Esta conquista, por supuesto, también dependió de otros factores, como la generosa distribución de tierras baldías, un gobierno dependiente de los ingresos generados por bonos territoriales, el bajo precio de la tierra y un Estado no siempre capaz de controlar el curso de la colonización. Pero dentro de este

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Salomón Kalmanovitz, Desarrollo, 103.

Esta síntesis es, en gran parte, una composición del trabajo de Kalmanovitz, El régimen; Gómez, Introducción; Yepes, Ganadería; Alejandro Reyes Posada, Latifundio y poder político: La hacienda ganadera en Sucre (Bogotá: CINEP, 1978); Orlando Fals Borda, Capitalismo, hacienda y poblamiento: su desarrollo en la Costa Atlántica (Bogotá: Punta de Lanza, 1976); Historia doble de la costa 1: Mompox y Loba (Bogotá: Carlos Valencia, 1979); Historia doble de la costa 3: Resistencia en el San Jorge, y 4: Retorno a la tierra (Bogotá: Universidad Nacional de Colombia; Banco de la República; El Áncora, 2002); Víctor Negrete, Origen de las luchas agrarias en Córdoba (Montería: Fundación del Caribe, 1981). Estas personas han estudiado explícitamente la ganadería. Muchos otros también lo han hecho, pero en su mayoría de manera implícita, tendiendo a agruparlos en una categoría general de élites terratenientes. Incluso los historiadores de la ganadería han tenido una tendencia a confundir estas dos categorías: véase Kalmanovitz, El régimen, 131. Para un ejemplo de la difusión de este punto de vista más allá de los historiadores de la ganadería, véase Óscar Almario G., La configuración moderna del Valle del Cauca, Colombia, 1850-1940: Espacio, poblamiento, poder y cultura (Cali: Cecan, 1994), 18: “El ganado fue [...] una prolongación y afirmación del poder señorial, sobre un vasto espacio que debía conservarse, a toda costa, en pocos manos. Lo que no garantizaban los títulos, reales o supuestos, o los linderos, imprecisos las más de las veces, lo aseguraba el ganado criado en extensión. Esta fue la función social de la ganadería [...] el control espacial”. Para el nexo entre ganadería y violencia, véase también Alfredo Molano, “Algunas consideraciones sobre colonizacion y violencia”, en Absalón Machado (ed.), El agro y la cuestión social (Bogotá: Tercer Mundo, 1994).

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proceso, el ganado fue fundamental. El historiador Luis Jair Gómez, de hecho, cree que el uso del ganado para apropiarse de la tierra y controlarla era “la función principal de la ganadería bovina”14. Aunque la estrategia de desplegar ganado para usurpar y reclamar la tierra existe desde poco después de la conquista, estos autores enfatizan su persistencia hasta bien entrado el siglo XX: por ejemplo, para la privatización de vastas áreas de baldíos en la zona bananera del Magdalena a principios del siglo; para la expropiación de tierras comunales por parte de los ganaderos en las sabanas de Bolívar en la década de 1950; o para la usurpación de resguardos costeños y tierras campesinas desde mediados del siglo XIX hasta mediados del siglo XX15. Gómez señala que la ocupación de la tierra por el ganado fue inclusive consagrada en una ley como una forma legítima para reclamar baldíos16. Y el politólogo Alejandro Reyes considera que la historia de la hacienda (ganadera) costeña está basada en la continua expropiación del campesinado, una forma de “acumulación primitiva permanente”17. No obstante, este proceso no sólo se dio en tierras bajas. Aparentemente, el ganado también desplazó a comunidades y arrendatarios en el altiplano, sobre todo después de la disolución de los resguardos desde mediados del siglo XIX18. Así, en formas viles y cuasi legítimas, el ganado ayudó a la clase terrateniente a consolidar su control sobre vastas áreas del territorio colombiano. Tal control territorial reforzó el poder económico y político de la hacienda. Pero la fuente de este poder no estuvo siempre ligada a la capacidad productiva de la tierra apropiada. Aunque la hacienda ganadera es por naturaleza extensiva, las enormes áreas reclamadas por los ganaderos eran más grandes de lo que podían utilizar. Tal era supuestamente el caso, por ejemplo, de los ganaderos-comerciantes de Medellín que abrieron potreros de engorde en el cañón del Cauca a partir de la mitad del siglo XIX19. Gómez insinúa que gran parte del impulso para esta gran privatización de tierras 14

Gómez, Introducción, 63.

Gómez, Introducción, 63; Reyes, Latifundio, 72-75; Fals Borda, Capitalismo, 56, Resistencia, 97-131, 136B-141B, Retorno, 17A-27A, 95, 114B, 141A-161A, 162-168. Véase también a Nina S. de Friedemann, Ma Ngombe: Guerreros y ganaderos en Palenque (Bogotá: Carlos Valencia, 1987), 89-92.

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Gómez, Introducción, 63. Su sorpresa e indignación, sin embargo, surgen del hecho de que él no ve la hacienda como una actividad productiva y, por ende, como una forma legítima de explotar y reclamar tierras baldías.

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Reyes, Latifundio, 97.

Kalmanovitz, El régimen, 131; Gómez, Introducción, 57; William Paul McGreevey, An Economic History of Colombia, 1845-1930 (Cambridge: Cambridge University Press, 1971), 123-124, 126-127. Gómez, Introducción, 57-58, no obstante, piensa que otro de los papeles principales del ganado, al menos en las tierras altas, era “liberar” la mano de obra para apoyo en la colonización de las pendientes moderadas y las tierras bajas por parte de los terratenientes.

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Gómez, Introducción, 56 y 62-63

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está relacionado con el estatus cultural de la posesión de tierras20. Sin embargo, otros ven motivaciones más materiales detrás del acaparamiento de tierras. Algunos señalan la importancia de la especulación. Otros argumentan que “el monopolio de la tierra disponible era la única manera de tener sujeta la mano de obra”21. La monopolización territorial fue, por ende, un esfuerzo consciente para ganar ventaja estratégica sobre el campesinado en un país con población dispersa. La escasez artificial generada no sólo contribuyó a formar una fuerza laboral dependiente (de la mano del endeudamiento y la coerción) sino que también limitó los salarios, incrementó los arriendos y en general valorizó la tierra22. Kalmanovitz también resalta la importancia de la tierra en relación con el poder político: siguiendo a López, dice que los peones de las haciendas sirvieron como “carne de las urnas en las contiendas electorales, o carne de cañón en las guerras civiles, invistiendo a los terratenientes del poder político local y nacional”23. Y Reyes enfatiza la naturaleza interrelacionada de la tierra, el poder y la riqueza: “El desarrollo de la hacienda ganadera en Sucre no hubiera sido posible si los hacendados no hubieran tenido el control del poder político real, que a su vez surge de la concentración del poder económico que resulta de todo el proceso de desarrollo de la hacienda”24. Este grupo también describe la hacienda ganadera como una institución primitiva. Kalmanovitz, por ejemplo, cita a un observador norteamericano de la década de 1880, quien se refirió al ganado de tierras bajas como medio salvaje, que sólo se reunía para marcar o contar una o dos veces al año25. Con un cuidado tan limitado, la productividad era mínima: las tasas de mortalidad eran altas, las tasas de natalidad bajas y el tiempo requerido para producir una res gorda era excesivamente largo. Parte del atraso de la industria ganadera es atribuido al ausentismo26. Pero los proponentes de la visión tradicional también resaltan el carácter rentista de la ganadería. Los ganaderos vivían de la renta natural de la tierra y el pasto, y del crecimiento vegetativo de sus rebaños (y de la expropiación de tierras a los campesinos y, hacia los años 50, de la valorización de la

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Gómez, Introducción, 51.

Reyes, Latifundio, 4. Catherine LeGrand, Frontier Expansion and Peasant Protest in Colombia, 1850-1936 (Albuquerque: University of New Mexico Press, 1986), 38-39; McGreevey, Economic History, 133.

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Kalmanovitz, El régimen, 131.

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Kalmanovitz, El régimen, 131.

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Reyes, Latifundio, 7.

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Kalmanovitz, El régimen, 128.

También véase T. Lynn Smith, Colombia: Social Structure and the Process of Development (Gainesville: University of Florida Press, 1967), 48-62, quien consideró que el absentismo era la raíz de muchos de los problemas de Colombia. 26

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tierra causada por el desarrollo de la agricultura capitalista en ciertas áreas). La única inversión en capital real era la compra inicial de la tierra o el gasto para limpiarla y para sembrar pastos. A pesar de la introducción de algunas innovaciones tecnológicas en la ganadería colombiana a partir de mediados del siglo XIX –como nuevos pastos, cercas de alambre de púas y razas extranjeras–, la industria del ganado creció por expansión más que por intensificación. De hecho, algunos observadores afirman que, incluso a finales del siglo XX, la hacienda no había cambiado fundamentalmente27. Cuando la tierra comenzó a valorizarse, muchos hacendados aprovecharon las ganancias del capital para mover sus operaciones a las áreas de frontera donde podían mantener “la inmaculada tradición improductiva de la ganadería”28. Según esta perspectiva, los hacendados fueron ricos, poderosos y represivos. La imagen predominante de la hacienda ganadera es la de un gran territorio con miles de animales. Fabio Yepes, por ejemplo, cree que tales latifundios, algunos de los cuales contaban con más de sesenta mil cabezas de ganado, caracterizaron la industria en la costa Caribe durante la primera mitad del siglo XX29. Estos estudiosos consideran que la ganadería es una actividad generalmente limitada a los acaudalados30. Reyes asume que los ganaderos no tenían que preocuparse de que los campesinos usaran el ganado para reclamar tierras, pues, “por lo general, carecían de ganado con el cual ocuparlas”31. El sociólogo rural T. Lynn Smith considera que, social, económica y políticamente, los hacendados “eran, sin duda alguna, el grupo más importante en Colombia”32. Ellos mantuvieron su posición (al menos regionalmente) por medio de un fuerte control sobre el poder local y estatal, limitando la movilidad social, conservando relaciones sociales coercitivas y con la violencia. La fortaleza del latifundio ganadero en Sucre, argumenta Reyes, está basada en “una larga historia de dominio de clase, de concentración del poder y de creación de castas cerradas de terratenientes, siempre

Reyes, Latifundio, 93; Yepes, Ganadería, 153. Por el contrario, Fals Borda, Capitalismo, 35-38, resalta la importancia del cambio tecnológico en la ganadería; sin embargo, más tarde se distancia de esta caracterización revolucionaria (Resistencia, 144B). Kalmanovitz, El régimen, 129-130, reconoce dichos cambios pero es más ambivalente acerca de su relevancia. 27

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Gómez, Introducción, 70.

Yepes, Ganadería, 151; véase también Jesús Antonio Bejerano, “El despegue cafetero (1900-1928)”, en José Antonio Ocampo (ed), Historia económica de Colombia (Bogotá: Siglo XXI, 1987), 185. 29

Véase también la difusión de esta idea en Arango, Desarrollo, 238: “[La ganadería] ha sido una actividad casi exclusiva de gente adinerada”; Roger Brew, El desarrollo económico, de Antioquia desde la Independencia hasta 1920 (Medellín: Clío, Universidad de Antioquia, 2000), 190; Jorge Orlando Melo, “Las vicisitudes del modelo liberal (1850-1899), en J. A. Ocampo (ed.), Historia económica, 169. 30

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Reyes, Latifundio, 65.

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Smith, Colombia, 132.

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usufructuarias del poder estatal, con las leyes, los jueces y la fuerza del gobierno a su favor”33. No obstante, a esto se añade la fragmentación del campesinado, mantenida con diferentes formas de clientelismo y una “alta dosis de paternalismo”34. La predominancia de la hacienda ganadera, por ende, creó barreras al desarrollo económico. Kalmanovitz señala que los “métodos de sujeción violenta de los productores directos [por ganaderos y terratenientes] hacían difícil y hasta indeseable la adopción de mejoras técnicas en la producción; su manejo de la tierra ausentista, la barbarie social y política que reproducían constantemente, fue y sigue siendo una barrera objetiva al desarrollo de las fuerzas productivas en el campo”35. La concentración de la tierra, especialmente en haciendas ganaderas improductivas, impidió un mejor uso de gran parte de ellas. Una crítica común de finales del siglo XIX fue que el desplazamiento de los agricultores por el ganado causó escasez de alimentos e inflación36. La monopolización de los valles ribereños más fértiles y de las tierras cercanas a las ciudades y las carreteras con ganado forzó a los campesinos productores de comida a retirarse a laderas marginales o a tierras de frontera. Lauchlin Currie, el economista del desarrollo que arribó a Colombia alrededor de 1950, quedó aterrado al encontrar un uso tan irracional de los recursos37. Él y otros reconocen que esta situación aumentó los costos de la producción de alimentos a través de la disminución de la productividad y el aumento de los costos de transporte38. La concentración de la propiedad de la tierra

33 Reyes, Latifundio, 112; Fals Borda, Capitalismo, 39-40; Resistencia, 45B, 79B, 97, 141B, también subraya los fuertes vínculos entre los hacendados (y los comerciantes) y el Estado. 34

Reyes, Latifundio, 112.

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Kalmanovitz, El régimen, 131.

Véase Kalmanovitz, El régimen, 127; McGreevey, Economic History, 123-124 y 126-127; Gómez, Introducción, 70. 36

37 World Bank, The Basis of a Development Program for Colombia (Baltimore: Johns Hopkins University Press, 1950). Currie es un caso interesante, porque él fue bastante crítico con la ganadería cuando llegó a Colombia por primera vez, pero, después de vivir en el país varios años, sus apreciaciones cambiaron considerablemente. En 1962 dijo: “El atraso técnico de la ganadería colombiana no es culpa de los ganaderos, sino consecuencia económica natural de una combinación de factores, como la muy limitada demanda, especialmente para la carne de alta calidad, y la superabundancia de tierras de pastoreo.” Lauchlin B. Currie, Política agraria y desarrollo económico: la industria ganadera y la nación (Bogotá: Banco de Colombia, Almacenes Generales de Deposito Mercantil, 1962), 47.

También causó una cantidad significativa de erosión. Smith, Colombia, 62-63: “Durante cuatrocientos años, este proceso ha continuado, con pocas, si es que han existido, interrupciones importantes, hasta el día de hoy, cuando la gran mayoría de la tierra más apropiada para la agricultura ha sido cedida para pastar, mientras el intento de cientos de miles de familias indígenas y mestizas por conseguir un sustento a través del cultivo de las altas pendientes de las laderas, es en su mayoría ganadería de la inmensa cantidad de erosión por tierra que azota al país”. La historiografía tradicional de la hacienda en Colombia 38

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también impidió en muchas áreas el desarrollo de un campesinado independiente o exacerbó los problemas del minifundio. En la hacienda, la tenencia incierta de la tierra, las limitaciones contractuales, las relaciones sociales coercitivas y la ineficiente distribución del trabajo entre la hacienda y los cultivos campesinos evitaron la adopción de mejoras técnicas. Con el retraso del desarrollo de los mercados de tierra y trabajo, y el aumento de los costos de producción de alimentos, los ganaderos (y los terratenientes en general) aumentaron los costos de la naciente burguesía industrial y retrasaron el progreso de la economía39. Además, una masa empobrecida de trabajadores rurales, generalmente desconectada del mercado, hizo poco por estimular el mercado doméstico de bienes manufacturados. Y aunque esta burguesía emergente comenzaría a desafiar el poder los terratenientes en los años 20, Absalón Machado y otros afirman que Colombia nunca realmente ha tenido una revolución burguesa (únicamente en los años cincuenta, el país comenzó a adoptar el llamado camino junker del desarrollo agrario capitalista desde arriba)40. En los años 30, apunta Gómez, el latifundio ganadero estaba al frente de la lucha contra las reformas sociales y agrarias. Y Kalmanovitz dice que a pesar de los cambios importantes desde los años 50, poco ha cambiado: el viejo barbarismo, las violentas disputas por la tierra y la alianza entre los terratenientes y el Estado siguen iguales41.

ha tratado sólo periféricamente con los procesos y las consecuencias de la deforestación causados por la ganadería. Para una perspectiva amplia del tema, véase James J. Parsons, “The Scourge of Cows”, Whole Earth Review 58 (1988), 40-48. 39 Absalón Machado, “Políticas agrarias en Colombia”, en Darío Fajardo (ed.), Campesinado y capitalismo en Colombia (Bogotá: CINEP, 1981), 60; Jesús A. Bejerano, “El fin de la economía exportadora y los orígenes del problema agrario II”, Cuadernos Colombianos 2, núm. 7 (1975), 390-402; Víctor Manuel Moncayo, “Política agraria y desarrollo capitalista”, en A. Machado (ed.), Problemas agrarios colombianos (Bogota: CEGA, Siglo XXI), 87-88 y 96-97.

Machado, Políticas; Moncayo, Política agraria, 91-92 y 96-97; Alain de Janvry, The Agrarian Question and Reformism in Latin America (Baltimore: Johns Hopkins University Press, 1981), 108. Para mayor información sobre el desarrollo agrario, véase Barrington Moore, Social Origins of Dictatorship and Democracy (Boston: Beacon Press, 1966); T. Aston y C. Philpin (eds.), The Brenner Debate: Agrarian Class Structure and Economic Development in Preindustrial Europe (Cambridge: Cambridge University Press, 1985); Terrance J. Byres, Capitalism From Above and Capitalism From Below: An Essay in Comparative Political Economy (New York: Macmillan Press, 1996); y Evelyne Huber y Frank Safford (eds.), Agrarian Structure & Political Power: Landlord & Peasant in the Making of Latin America (Pittsburgh: University of Pittsburgh Press, 1995).

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Kalmanovitz, Desarrollo, 105.

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III. La crítica revisionista Los revisionistas cuestionan algunas de las principales aseveraciones de esta caracterización negativa de la ganadería y los ganaderos. Dos académicos en particular han sido responsables desde finales de los años 80 de allanar el camino para este reexamen: el historiador Eduardo Posada Carbó y la antropóloga Gloria Isabel Ocampo. Otras figuras clave que han seguido este camino son Adolfo Meisel, Joaquín Viloria y María Teresa Ripoll42. Esta línea de pensamiento tiene como antecedentes el libro Industria y comercio, de Luis Ospina Vásquez, y la historia regional de Antioquia de Roger Brew. En general, los revisionistas critican las grandes generalizaciones hechas sobre la ganadería, la falta de atención a las variaciones interregionales y a las diferentes etapas de producción, y la visión de que las haciendas ganaderas y los ganaderos son irracionales y un lastre para la economía. Esta perspectiva surge en parte de formas alternativas de interpretar la información histórica. Pero gran parte nace de haber encontrado nuevas fuentes primarias. Este grupo ha tendido a hacer una investigación histórica más sistemática. Además, está generalmente más enfocado en una región y período de tiempo particulares, lo cual le permite ser más detallado (la costa Caribe, con lazos con Antioquia, durante la primera parte del siglo XX)43. Los revisionistas, en especial Posada Carbó, cuestionan la idea de que la ganadería era de dominio exclusivo de los ricos y poderosos. Este historiador, por ejemplo, dice que “la cría de ganados fue una actividad muy difundida en manos colombianas, en la que participaban un número considerable de personas”44. Él argumenta que la visión tradicional considera que el sector es homogéneo, ocultando así la participación de pequeños y medianos ganaderos, la importancia del ganado para las economías campesinas y el papel de los intermediarios y otros actores en la economía ganadera45.

42 Debe reiterarse que este grupo revisionista es incipiente. Viloria y Ripoll, por ejemplo, estudiaron la ganadería en sus investigaciones sobre la historia económica en la costa. Su compromiso con la manera de interpretar la historia y el carácter de la ganadería es limitado, pero su visión de la ganadería y los ganaderos claramente los coloca en el campo revisionista. Algunas tesis siguen también este cambio en la manera de comprender la ganadería: Liliana González Cardona, “El desarrollo ganadero de Antioquia entre 1870 y 1920” (Tesis de grado, Departamento de Historia, Universidad de Antioquia, 2003); y Luz Elena Echeverri Posada, “Los trabajadores de Marta Magdalena: Una hacienda ganadera al suroeste del Departamento de Bolívar, 1912-1956” (Tesis de grado, Departamento de Historia, Universidad Nacional de Colombia, Medellín, 1993).Véase también Arias Puerta, Formación, sobre la división de los estudios de la ganadería en tradicionales y revisionistas. 43

La principal excepción a esto es la Historia doble de la costa de Fals Borda.

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Posada Carbó, Caribe, 203.

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Posada Carbó, Ganadería, 148.

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Cita a varios agentes consulares y funcionarios de los Estados Unidos (de 1920 a 1950) quienes enfatizan la prevalencia de los ganaderos pequeños y minimizan la importancia y la riqueza relativa de los grandes. También sugiere que había una variada geografía de la ganadería en la que los grandes y los pequeños ganaderos estaban divididos en diferentes regiones. Esto contrasta con el planteamiento de Reyes, por ejemplo, quien insinúa que el latifundio ganadero dominaba todo Sucre (aunque sus propios datos contradicen parcialmente esta conclusión). Posada Carbó ve un vínculo entre los pequeños hacendados y una división (regional) del trabajo en la ganadería. Los grandes ganaderos, dice él, se concentraban en el engorde, dejando la cría y el levante a los pequeños46. También describe una industria más compleja en la que una variedad de intermediarios (que compraban pequeñas cantidades de ganado para vender a grandes operadores o llevar al mercado), comisionistas, transportadores y dueños de potreros –que alquilaban pastos y agua a lo largo de los caminos de ganado– jugaron un papel destacado47. Más aún, Posada Carbó considera que había más movilidad social en la costa de lo que suele reconocerse. Cita a Fals Borda, quien caracteriza el nuevo grupo de grandes hacendados que consolidaron sus posiciones en las primeras décadas del siglo XX como aquellos “viejos corronchos de pies en abarcas y arrugados sombreros” que surgieron de la tradición costeña de ahorro y trabajo duro48. Piensa él que a través de formas de aparcería (tener ganado en compañía) y la existencia de tierras comunales y baldíos era posible que los pobres acumularan algo de capital y algunos pocos lograran cierto ascenso social49. Además, afirma la posibilidad real de decadencia económica y social50. Por ende, aunque Posada Carbó reconoce la importancia de los grandes ganaderos, resalta la probable existencia de una geografía y estructura social más variadas de la hacienda costeña. Hasta cierto punto, los revisionistas también cuestionan la primacía de la tierra. Aunque ponen poca atención a las luchas sobre la tierra y la expropiación de baldíos

46

Posada Carbó, Ganadería, 149-150.

47

Posada Carbó, Ganadería, 150-151.

En Posada Carbó, Ganadería, 149; Caribe, 154. También, véase Gloria Isabel Ocampo, “Hacienda, parentesco y mentalidad: La colonización antioqueña en el Sinú”, Revista Colombiana de Antropología 26, (1986-1988), 33-34; y Joaquín Berrrocal Hoyos, La colonización antioqueña en el Departamento de Córdoba (Montería: Gráficas Corsa, 1980), 128 y 134; Fals Borda, Resistencia, 151-163A, 143-144B; Retorno, 78-89).

48

También, véase Antolín Díaz, Sinú, pasión y vida del trópico (Bogotá: Ed. Santafé, 1937), 151-157; y Viloria, Ganaderos, 9, 41 y 53.

49

50 También, véase la descripción de las varias ramas de la familia Patrón, en Gabriel Moré Sierra, Rancho Grande, el Packing House de Coveñas: Empresa del pasado para construir el futuro (manuscrito sin publicar); Fals Borda, Resistencia, 136-164; y Berrocal, Colonización, 205-207.

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por parte de los ganaderos, no niegan la importancia de esta parte de la historia de la ganadería. Pero insinúan que la expansión del cercado y la expropiación por parte de los terratenientes fueron procesos más lentos y más desiguales que lo que suele pensarse. Posada también propone que ser dueño de ganado puede ser más importante que poseer tierra, especialmente donde esta última era barata y abundante. Además, Ocampo argumenta que el control territorial no siempre aseguró el dominio de la hacienda sobre la fuerza laboral. A partir de un examen de la correspondencia de la hacienda Marta Magdalena en el valle del Sinú, ella concluye que las relaciones de endeude, supuesta evidencia del poder coercitivo de los terratenientes, fueron exigencias hechas a la hacienda por los mismos trabajadores: “la escasez de mano de obra [....] permitió a los campesinos ejercer una cierta presión sobre el salario y mantener las formas de trabajo basadas en anticipos de dinero que les permitían conservar sus parcelas o sus propios cultivos y su autonomía de trabajo y vida”51. A pesar de los persistentes esfuerzos de la administración de la hacienda por terminar con esta práctica, durante la primera mitad del siglo XX, no lograron contratar suficientes trabajadores sin el avance de salarios. Ocampo encontró, en una carta del administrador de la hacienda a la gerencia de la compañía, una explicación de su esfuerzo fallido por eliminar la práctica de dar avances: He pretendido prescindir de los anticipos porque se pierde en ellos mucho dinero y especialmente porque los individuos así avanzados trabajan muy poco. Pero mucho me temo que para completar el número que va a necesitarse habrá que dar dinero adelantado. He pagado a 0,25 centavos sin avance (0,05 más que el jornal avanzado) y la gente no viene, tan inveterada está esta costumbre de empeñarse antes de trabajar52.

Estos autores también cuestionan la supuesta irracionalidad de la ganadería costeña y los ganaderos. Una de las principales propuestas de esta nueva perspectiva es que, dadas las condiciones ambientales y económicas de la costa, la ganadería era con

Gloria Isabel Ocampo, “Hacienda y campesinos en el Sinú: Formas de vida y formas de trabajo en Marta Magdalena (1912-1954)”, Museo del Oro 20 (1988), 121. 51

Ocampo, Campesinos, 121-122. Sin embargo, resalta (119) también la manera en que las concepciones de los avances y del peonaje por endeudamiento dependían en parte de la raza y de la etnicidad. Al parecer, los indígenas de los resguardos de San Andrés y de Sotavento eran una fuerza laboral más cautiva. Mientras que los campesinos mestizos vecinos de la hacienda veían a estos indios como “avanzados” (en el sentido negativo), ellos no se percibían de esta manera, aunque también recibían avances por su trabajo (probablemente por las diferentes condiciones por medio de las cuales la deuda debía ser pagada).

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frecuencia la forma más apropiada de uso de la tierra53. Contrario al supuesto según el cual la predominancia del pasto denota un uso ineficiente de los recursos, Posada Carbó argumenta que “las preferencias por la ganadería deben entenderse más bien como la respuesta racional a las frustrantes experiencias en la agricultura” –plagas, inundaciones, sequías, transporte difícil y escasez de trabajadores–54. También se pregunta si el ganado realmente ocupaba las mejores tierras agrícolas de la costa y reconoce que muchas áreas requerían de inversión a gran escala en drenaje, irrigación y transporte para hacerlas aptas para la agricultura (inversiones que sólo comenzarían en la mitad del siglo XX)55. El ganado, por el contrario, tenía la ventaja de la movilidad –las reses podían caminar hasta el agua, la tierra seca, los nuevos pastos y el mercado–, la resiliencia y una demanda relativamente fuerte. Además, los revisionistas sugieren que las razones para la lenta modernización de la ganadería no se encuentran en la estructura social o en la mentalidad retrógrada de los ganaderos, sino en el medio ambiente: “muchas de las características de la ganadería costeña […] están dadas en gran medida por las limitaciones ecológicas […] y no por la mentalidad ‘poco empresarial’ que se les atribuye a los ganaderos de la región”56. Otro argumento clave es que, lejos de ser atrasados, muchos de los ganaderos costeños eran calculadores, hombres de negocios modernos con visión, dedicación y un agudo interés por acumular capital57.

Véase María Teresa Ripoll de Lemaitre, “La actividad empresarial de Diego Martinez Camargo, 18901937”, Cuadernos de Historia Económica y Empresarial 2 (1999), 8. Para ideas similares sobre la ganadería moderna en la costa, véase Joaquin Viloria de la Hoz, “La ganadería bovina en las llanuras del Caribe colombiano”, Documentos de Trabajo sobre Economía Regional 40 (2003), 3, 13-14, 45-56, 61.

53

Posada Carbó, Ganadería, 201. Para una interesante discusión sobre la racionalidad económica contemporánea de las haciendas ganaderas de doble propósito en el Valle del Cesar frente a la agricultura, véase Viloria, Ganadería, 45-49. Meisel, “Prólogo a la segunda edición”, en Remberto Burgos Puche, El general Burgos (Cartagena: Gobernación de Bolívar; Instituto Internacional de Estudios del Caribe, 2000), 15-16, también culpa a las políticas económicas nacionales que apoyaron el café como razón del fracaso en el desarrollo de exportaciones agrícolas en la costa.

54

Eduardo Posada Carbó, “Progreso y estancamiento 1850-1950”, en Adolfo Meisel (ed.), Historia económica y social del Caribe colombiano (Bogotá: Uninorte, 1994), 258.

55

Adolfo Meisel Roca y Joaquín Viloria de la Hoz, “Los alemanes en el Caribe colombiano: El caso de Adolfo Held, 1880-1927”, Cuadernos de Historia Económica y Empresarial 1 (1999), 82-83.

56

57 Esto es especialmente cierto en el enfoque de historia empresarial de Viloria, Ganaderos, y Ripoll, Actividad. Véase también Joaquín Viloria de la Hoz, “Empresarios de Santa Marta: El caso de Joaquín y Manuel Julian de Mier, 1800-1896”, Cuadernos de Historia Económica y Empresarial 7 (2000); y María Teresa Ripoll, “Redes familiares y el comercio en Cartagena: El caso de Rafael del Castillo & Co., 18611960”, Cuadernos de Historia Económica y Empresarial 5 (2000); Ocampo, Parentesco; Campesinos; y Posada Carbó, Ganadería; Caribe; Ganaderos.

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Por último, estos revisionistas enfatizan los aspectos positivos de la ganadería costeña para el desarrollo económico regional. Comentan la importancia de la ganadería y sus varios auges exportadores para la formación de capital y muestran cómo esta acumulación fue esencial para los tempranos desarrollos industriales (exploración petrolera, refinamiento de azúcar, montaje del frigorífico de Coveñas), de los bancos, de las manufacturas y del comercio. Como dice Ripoll, “La expansión de la frontera ganadera en la costa Caribe, ocurrida en la segunda mitad del siglo XIX, fue responsable de la generación de un capital significativo en el desarrollo regional”58. También subrayan el papel de la ganadería en la integración de la región y en la vinculación de la costa con el mercado nacional. Además, indican que el creciente comercio de ganado entre la costa y el interior a partir de finales del siglo XIX fue parte de una mayor reorganización y especialización económica regional59. Los revisionistas también cuestionan implícitamente la idea de que la ganadería era tan sólo una industria sin dinamismo propio60. Aunque el sector ganadero siguió el movimiento general de la economía, para ellos no es del todo secundario e inclusive se remiten a la tesis de Ospina Vásquez, quien sostiene que la expansión de la hacienda ganadera fue una de las fuerzas dinámicas clave durante gran parte del siglo XIX.

IV. Los límites del revisionismo Los revisionistas abren una puerta importante para reexaminar lo que ha sido la ganadería en Colombia. Para comenzar, identifican varios problemas de la visión tradicional: su base empírica débil, su tendencia a ver al sector como homogéneo y su falta de atención al proceso de producción (lo cual es sorprendente, teniendo en cuenta que muchos de los que contribuyeron a esta visión venían de una tradición marxista). Siguiendo a los revisionistas, también podemos ver el poder del modelo que sostiene gran parte de la historiografía agraria colombiana, la cual sustentó la visión predominante de la ganadería, aunque algunas veces las evidencias apuntan en dirección contraria61. Los revisionistas, por ende, señalan el camino hacia una visión más Ripoll, Actividad, 66. Véase también Viloria, Ganaderos, 37, 41 y 47; Posada Carbó, Caribe, 196 y 203-204; Ganaderos.

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Véase también Brew, El desarrollo económico, 174-190; y McGreevey, Economic History, 134-137.

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Para la ganadería como una industria sin dinamismo propio, véase Gómez, Introducción, 42.

Por ejemplo, Reyes, Latifundio, escribe sobre la monopolización territorial del latifundio ganadero de la costa, que data desde el período colonial. Por un lado, da la impresión que el latifundio mantuvo su 61

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matizada de la ganadería. Además, han hecho un trabajo admirable (dado su pequeño número) recorriendo la costa en búsqueda de evidencia sobre la cual reconstruir la historia. Sin embargo, este enfoque tiene algunas limitaciones que es precio señalar. Aunque los revisionistas presentan varios argumentos sugestivos, su evidencia está lejos de ser conclusiva. Posada Carbó sugiere que la ganadería era una actividad ampliamente distribuida entre las diferentes capas sociales de la costa durante la primera mitad del siglo XX. La base para esta afirmación proviene de varias observaciones lacónicas, como es el caso de Wylie, investigadora del Departamento de Agricultura de los Estados Unidos (USDA), quien dijo que “la mayoría de los productores (en Bolívar) tienen cien cabezas o menos”; o el alcalde de Turbaná, quien dijo en 1919 que la ganadería era todavía primitiva en su región pues seguía en manos de gente pobre62. Si bien considero que Posada Carbó tiene razón al enfatizar la existencia de pequeños ganaderos, e incluso de economías ganaderas campesinas, es atrevido afirmar que la ganadería era “muy difundida”63. ¿Qué tan amplia era su cobertura regional? ¿Qué tan importantes eran estos ganaderos dentro la industria en general? El primer censo agrícola confiable para el país, realizado en 1960, confirma hasta cierto punto la inequidad en la tenencia de tierra en la costa; y los censos ocupacionales enumeran relativamente pocas personas que se denominen ganaderos64. Es verdad que algunas áreas muestran una mayor proporción de pequeñas propiedades. Pero, incluso en tales lugares, es probable que la concentración de la tenencia de la tierra sea más alta que la sugerida, debido a la posesión de múltiples propiedades por un mismo dueño (algo que muestra el Directorio Ganadero de Córdoba de 1959)65. El mismo Posada Carbó reconoce que se necesita más investigación en esta área. Además, aunque él y otros muestran casos de movilidad social, no es claro qué tan frecuentes eran estas posibilidades ni quién podía aprovecharlas. A pesar de que la tesis de Posada Carbó respecto a la racionalidad de la hacienda costeña está bien argumentada, tampoco es control territorial a través de un proceso de reclamación de baldíos, de expropiación de tierras comunales y desplazamiento forzado de campesinos. Pero, por otro lado, las entrevistas a los campesinos locales que él proporciona sugieren que, al menos en algunas partes de las sabanas de Bolívar (la geografía está lejos de ser clara), gran parte del avance terrateniente sólo tuvo lugar al comenzar los años 40. El mismo Reyes reconoce esta ofensiva tardía, pero no la reconcilia con el relato en general. 62

Citado en Posada Carbó, Caribe, 154 y 155.

63

Posada Carbó, Caribe, 155 y 203.

DANE, Directorio Nacional de Explotaciones Agropecuarias (Censo Agropecuario), 1960: Departamento de Bolívar (Bogotá: DANE, 1964), 13; Directorio Nacional de Explotaciones Agropecuarias (Censo Agropecuario), 1960: Departamento de Córdoba (Bogotá: DANE, 1964), 13; Directorio Nacional de Explotaciones Agropecuarias (Censo Agropecuario), 1960: Departamento del Magdalena (Bogotá: DANE, 1964), 14; Anuario Estadístico de Colombia (Bogotá: Imprenta de Medardo Rivas, 1875), 28.

64

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J. A. Sierra García y Víctor Montes Bertel, Directorio Ganadero de Córdoba (Montería: 1959).

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concluyente. Él mismo reconoce que su sospecha de que el ganado pudo no haber ocupado las mejores tierras agrícolas, especialmente dadas las mejoras en infraestructura que eran comúnmente necesarias, “requeriría de un argumento basado en fundamentos más técnicos”66. Los otros revisionistas, sin embargo, han tomado esta sospecha como un hecho. Mientras que hacen un gran trabajo siguiendo las carreras empresariales de varios ganaderos, que también tenían intereses comerciales e industriales, parecen confundir la racionalidad y las mentalidades individuales modernas con el carácter de las relaciones sociales de producción. (No hay nada necesariamente irracional en la esclavitud, pero su presencia tiene implicaciones profundas para el desarrollo económico y social de una sociedad.) Considero que algunos ganaderos, y la ganadería en general, propendieron mucho por el desarrollo económico de la costa. Pero todavía está en disputa si el camino que ellos trazaron era el más favorable. Además, un énfasis excesivo en actores racionales lleva a revivir el determinismo ambiental para explicar el fracaso de la industria ganadera de exportación. Aunque también pienso que las condiciones ambientales, y el nivel de desarrollo tecnológico en términos de razas de ganado criollas y de administración, jugaron un importante papel en la historia, ¿podemos excusar tan fácilmente a los hacendados, o a la estructura social en general, de tener alguna responsabilidad? Aunque los revisionistas hacen importantes contribuciones para comprender mejor a los ganaderos y a la ganadería, por momentos corren el riesgo de simplemente invertir el paradigma original. Por tanto, hay un riesgo en pasar de una historia de la ganadería, entendida como el dominio de los grandes y poderosos, a una en la que es una actividad socialmente variada y ampliamente distribuida; de irracional a racional; de un determinismo social a uno ambiental: de la hacienda como un lastre económico a ser el motor del desarrollo regional. En este sentido, los revisionistas pueden haberse dejado llevar por su crítica. Otra limitación potencial de la crítica revisionista es su énfasis en la historia empresarial. Este giro ha sido en buena medida muy productivo. Tanto Viloria como Ripoll han desenterrado una rica y valiosa información y han contribuido a temas tan importantes como los de los actores, las redes familiares, las estrategias de negocios y la historia económica general67. De cierta forma, esta es una dirección obvia: los actores más importantes y los negocios más diversificados tienden a dejar más rastros documentales (registros notariales, artículos de prensa, correspondencia, contabilidad). Encontrar tales registros es un reto en sí mismo; así que estamos en deuda por su recursividad. Pero esta clase de historia empresarial está limitada por una reticencia a tratar más directamente cuestiones de conflicto y poder. Imagino que esto es en parte dictado

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Posada Carbó, Caribe, 201.

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Véase también Ocampo, Parentesco; Campesinos.

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por la naturaleza misma de las fuentes. Pero pienso que también refleja un cambio fundamental de interés y un alejamiento de las preocupaciones que condujeron tantos estudios previos. No quiero insinuar que los revisionistas descartan estas cuestiones en su totalidad, pero claramente ellas están lejos de ser el centro de sus análisis68. Además, sin dichas temáticas mayores, o algunas nuevas que las reemplacen, sus historias son valiosas pero carecen de fuerza.

V. Conclusiones En este capítulo resumí las dos principales maneras de abordar la historia de la ganadería en Colombia y su impacto en el desarrollo social y económico del país. Según la visión predominante, el legado de la ganadería ha sido negativo y está relacionado con procesos de concentración de la tierra, represión y un limitado desarrollo económico. En años recientes, una corriente revisionista ha entrado a cuestionar muchos de los planteamientos de esta visión. Los proponentes de esta posición alternativa argumentan que la ganadería es mucho más racional, tanto en términos económicos como ambientales, de lo que se ha reconocido; que no está tan concentrada en unidades grandes, como suele pensarse; que el poder político y coercitivo de los ganaderos tiene límites; y que la ganadería ha sido una importante fuente de acumulación de capital, en la que algunos ganaderos han jugado un papel destacado como empresarios pioneros. Esta escuela revisionista ha abierto un camino necesario para mejorar nuestra comprensión de la historia de la ganadería en Colombia. Pero su crítica invierte la forma tradicional de interpretar la ganadería, al punto de dejar de lado aspectos relevantes asociados con el poder derivado de la tenencia de la tierra y el desarrollo económico. Resaltar las críticas de esta interpretación, así como señalar algunas de sus limitaciones, me permite concluir que la manera de avanzar en la construcción de la historia de la ganadería en Colombia, y en una evaluación de su legado, es seguir un camino intermedio sobre una base documental más sólida. Es esta la tarea que comienzo en el siguiente capítulo.

Viloria, Ganaderos, 28, llama la atención sobre la importancia de los conflictos por la tierra entre ganaderos y campesinos que se generaron con la expansión ganadera del tardío siglo XIX, y Meisel y Viloria, Alemanes, 61-65, dedican una considerable cantidad de espacio a los conflictos de tierra de Adolfo Held.

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