Nebrija y los modelos de los misioneros lingüistas del náhuatl

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NEBRIJA Y LOS MODELOS DE LOS MISIONEROS LINGÜISTAS DEL NÁHUATL MIGUEL ÁNGEL ESPARZA TORRES Universidad Rey Juan Carlos ABSTRACT The aim of this paper is to reconsider Nebrija’s influence on the missionary linguistics task, especially on grammar. First part deals with the influence of the Introductiones, and the discussed presence of the Gramática Castellana in America. Once Nebrija’s influential aspects are delineated, with different degrees of certainty, we then face a definite field: that of Nahuatl linguistics. Second part of this paper presents an analysis of first linguistic works within such tradition in order to approach certain steady conclusions. 1. Introducción El objetivo de estas páginas es volver sobre un tema aún hoy controvertido en el contexto de la lingüística misionera española: el de los modelos que siguieron los misioneros en su trabajo gramatical. Llamaba la atención Lope Blanch (1999b:97), en unas páginas que dedicó a la propagación de la lengua española entre los indígenas americanos, acerca de la prudente respuesta de Felipe II cuando le fue presentado un memorándum en pro de la castellanización forzosa de los indios: “esto se me consulte con todo lo que hay en ello”. Y es que, ciertamente, hay asuntos que son extraordinariamente complejos precisamente por las implicaciones que tienen con otros. El de la investigación en los modelos o, si se quiere más concretamente, el de la influencia de Nebrija (1441/1444?-1522) en la labor lingüística de los misioneros es un claro ejemplo, ya que ha dado lugar a una serie de

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planteamientos de carácter negativo, más bien apriorísticos, pero que, quizá por eso mismo, han proyectado una sombra de sospecha sobre las obras de los misioneros. En definitiva, lo que trataré de hacer aquí es replantear la cuestión de los modelos en términos más ajustados a los progresos que la historiografía lingüística española ha hecho en los últimos años, aunque con la necesaria modestia que corresponde a quien no es un especialista en las lenguas que codificaron los misioneros. Para ello, en primer lugar, comentaré algunos aspectos relacionados con la influencia de las Introductiones y con la espinosa cuestión de la presencia de la Gramática castellana en América; de esta manera, siempre en relación con la lingüística misionera, expondré brevemente qué es lo que hizo Nebrija y cómo debe entenderse su obra, con el fin de especificar los elementos en los que será posible, con distinto grado de certeza, determinar su influencia. A continuación, muy esquemáticamente, situaré un campo concreto, el de los misioneros lingüistas del náhuatl; podremos así analizar algunos aspectos de la producción lingüística de los primeros autores de esta tradición y aproximarnos a unas conclusiones firmes. 2. La sombra de las Introductiones 2.1 Dos etiquetas: precientífico y latinizante Se lee, de vez en cuando, que el hecho de que los misioneros pudieran haber seguido las doctrinas de las gramáticas latinas al uso habría de privar de todo valor científico su trabajo, aunque, es cierto, se concede a veces graciosamente que no es necesario a priori dar por hecho que los misioneros estén siempre equivocados. Llamaba la atención Zimmermann en un trabajo reciente, acerca de esta afirmación, que él considera una ruptura del consenso generalizado entre los investigadores de este campo: una de las críticas más frecuentes afirma que el análisis lingüístico debía mostrarse erróneo porque su instrumento de análisis era la concepción de la gramática latina como modelo de análisis y de presentación, de forma concreta la de Antonio de Nebrija (1487) en las colonias españolas. Además, por obligación de las instancias superiores de la Iglesia, funcionando así como una ‘horma’… Zimmermann (2004:16)

En ese conflictivo juicio que Zimmermann crítica con dureza, encontramos cuestiones que podemos agrupar en dos esferas

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diferentes: el menosprecio que merece aquello que se tilda de precientífico y latinizante, por un lado, y la acusación de adaptar la gramática nebrisense, por otro. Según Zimmermann (2004:21), la descalificación de la lingüística misionera por ‘precientífica’ “no obedece a los lineamientos incuestionables de la historiografía de describir y de explicar los hechos en términos históricos, sino a una definición ideológica preestablecida”. El acertado diagnóstico de Zimmermann pone de manifiesto un hecho grave, pero quizá lo es más que rebrote a estas alturas aquella suerte de soberbia esterilizadora que consiste en considerar científico sólo lo contemporáneo. Los que gustan de esta denominación suelen caracterizarse por entender como científico sólo lo que ellos o su entorno hace, menospreciando no sólo el estudio del desarrollo histórico de problemas y métodos, sino también aquello que pueda interesar a otros y, lógicamente, los procedimientos que puedan utilizar. En realidad, a nadie se le escapa que tales etiquetas, eso de lo precientífico y aquello de lo latinizante, son exactamente las mismas que pesaban sobre la historia de la lingüística, en general, y que desplazaban el punto de vista historiográfico al estatus de la arqueología. Es tanta la bibliografía al respecto, tan accesible y archiconocida, que no voy a detenerme más en ello. Sólo quería hacer un breve comentario. En una publicación aparecida ya hace algunos años, Ignacio Bosque, después de referirse a las limitaciones del concepto ‘gramática tradicional’, afirmaba la existencia de dos actitudes extremas —menosprecio o autosuficiencia de la tradición. Dice acerca de la primera: De hecho, yo diría que existen dos actitudes extremas, no infrecuentes, sobre la gramática tradicional española, y creo que ambas son equivocadas. La primera es ignorarla, voluntaria o involuntariamente. Su grado extremo, si es que efectivamente se da, consiste en despreciarla, y el grado menor, mucho más frecuente, en actuar como si no existiera, con el consiguiente peligro de pasar por alto —cuando no redescubrir— algunas aportaciones fundamentales de los clásicos. Creo que esta actitud es, con todo, minoritaria, pero se ha señalado muchas veces su existencia, y no sin justificación […]. (Bosque 1997:11-12)

Traigo a colación la cita sólo para señalar que tiene gracia —o, más bien, que no tiene ninguna— que, cuando ya los más señalados investigadores en la lingüística sincrónica advierten sobre las

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consecuencias de menospreciar el legado de la tradición, se encuentre uno con estudios, supuestamente historiográficos, que tildan su propio objeto de estudio de ‘precientífico’. En otro lugar (cf. Esparza 2004) he probado con una variada selección de citas de distintas épocas de la tradición gramatical española la inconsistencia, por reiterativa, de la etiqueta ‘precientífico’, transformada con frecuencia a través de calificativos del tipo antiguo, tradicional y latinizante, a partir incluso de las primeras gramáticas del Siglo de Oro posteriores a Nebrija.1 Según Gómez Asencio (2001:52), el proceso de deslatinización es un complejo mecanismo que presenta, al menos, estas tres facetas: a) Borrado de categorías y parámetros latinos que resultan inaplicables. b) Remodelación de categorías y parámetros latinos que se pueden adaptar. c) Creación de categorías y parámetros nuevos y específicos inexistentes en latín. Desde un punto de vista más textual que estrictamente teórico o gramatical, tiene también su importancia el modo en que se presentan y estructuran formalmente los contenidos gramaticales. Las gramáticas son manifestaciones específicas de un tipo de discurso, a través del cual se transmiten ese conjunto de categorías y parámetros. De ahí el interés de revisar los cambios estructurales de los textos. En defnitiva, adaptando la conclusión de Gómez Asencio, podríamos afirmar que las gramáticas de los misioneros empezaron siendo a la vez latinizantes y deslatinizantes, como sucedió y sucede en la gramática española, por ejemplo.

El latín y la cuestión del metalenguaje En la caracterización de las obras de los misioneros ocupa un lugar importante la cuestión de la metalengua utilizada. Podría 2.2

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Hay que advertir también con Gómez Asencio (2001:50) que “ni la perspectiva histórica ni el punto de vista epistemológico autorizan a sostener que la persistencia de lo latino en la gramática vaya necesariamente ligada a actitudes conservadoras o rutinarias de especial afecto a la tradición o —su correlato— que la deslatinización esté siempre vinculada a la innovación, al desapego o a la creación”.

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uno pensar, al leer ciertos comentarios sobre la lingüística misionera, que el hecho de que los autores de gramáticas comiencen su trabajo a patir de los métodos, conceptos, términos o categorías acuñados en la tradición grecolatina supone que, en realidad, la metalengua es el latín o que el latín es uno de los metalenguajes, junto con el castellano, en nuestro caso. Por ejemplo, leo en un reciente estudio sobre las gramáticas del quechua, interesante, sin duda, por lo demás: The languages analyzed in colonial grammars are those spoken by the colonized, the metalanguage being the one of the colonizers, or some language used by them. With European colonizers, the metalanguage may be Latin, though this is not often the case. Further, the colonizers bring in resources of grammatical description, coined in terms of their metalanguage. They try to make use of these resources within the colonial setting, and this is what the article is about: how to describe the nominal case system of Quechua in the sixteenth and early seventeenth century, starting from categories worked out for Latin within the Western grammatical tradition? (Schmidt-Riese 2005:84).

Pero, cuando examinamos las obras de tradición hispánica, observamos que la metalengua, la lengua a través de la cual se intenta explicar la lengua objeto, es el castellano y que esta lengua objeto es alguna de las distintas lenguas que intentan describir los misioneros en sus gramáticas. El latín no es metalengua. En latín está esculpida lo que podríamos llamar la teoría general de la gramática del momento, que es la que facilita el andamiaje descriptivo. Ciertamente, que la teoría gramatical disponible haya sido construida a partir de lenguas muy diferentes supone un problema objetivo, pero ofrece, a cambio, la posibilidad del contraste como método de investigación y de descripción. La orientación contrastiva contaba con el precedente de una tradición gramatical escolar muy difundida en la Península y con el ejemplo más reciente de Nebrija, de manera que los misioneros actúan de una manera no muy diferente de como lo hace éste en la primera gramática castellana. El método contrastivo implica, a partir de la comparación llevada a todos los niveles de la lengua, con frecuencia, la introducción de otras lenguas en el proceso de descripción y la identificación de particularidades específicas, a la que acompañan nuevas acuñaciones terminológicas. Esas lenguas no son metalengua ni lengua objeto; su papel podría quedar relativamente bien definido

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como lenguas de referencia y son, con el mismo latín, el castellano y, ocasionalmente, también el hebreo o el griego.2 2.3 El latín y Nebrija 2.3.1 Revisión de imputaciones y comentario de algunas inexactitudes Vayamos ahora al asunto de Nebrija. En relación con las imputaciones contra la lingüística misionera que son objeto de la crítica de Zimmermann a la que antes me he referido, tuve ya ocasión, en una publicación reciente (cf. Esparza 2005b:403-405), de hacer algunas puntualizaciones: a) Precisamente en 1487 —y ya es casualidad— no se imprimió ninguna edición de las Introductiones Latinae nebrisenses —si no es la versión bilingüe, que hoy se data en c.1488. b) Por aquellas fechas no habían sido las Introductiones aún impresas en la forma que el autor consideró definitiva —cosa que no sucedió hasta 1495, fecha a partir de la cual, con diversas variantes editoriales, se difundirá por toda Europa y también, después, por América. c) No fueron instancias superiores de la Iglesia las que impusieron el manual nebrisense. 2

Aunque me referiré después a estas cuestiones con más detalle, quisiera llamar la atención acerca de un hecho que puede ilustrar la certidumbre que debían sentir aquellos que se habían implicado en la evangelización de América acerca del uso del castellano como metalengua. La gramática hebrea se enseñaba en Europa en latín. A nadie que yo sepa, en los siglos XVI y XVII, se le había ocurrido emplear como metalengua el castellano. La única excepción que conozco es Martín del Castillo (16??-1680) del que sólo he llegado a saber lo que se dice en la portada de sus gramáticas: que fue “naturál de Búrgos: del Orden de N. P. S. Francisco, Lector Jubilado en Sánta Theología; y Provinciál que à sido, en la Provínçia del S. Evangélio de México”. Martín del Castillo es autor de un Arte Hebraispano o Grammatica de la lengua santa en idioma castellano, “Con todo lo necessario y preciso, pára por si sólo, qualquiér afficionádo, podés leér, escribir, entendér, y hablár la léngua santa Hebréa.” Esta obra única se publicó en Lyon en 1676. Allí mismo, dos años más tarde, apareció su Grammatica de la lengua Griega en Idioma Español, “con tódo lo necessario, pára podèr por si solo qualquièr afficionádo, leèr, escribir, pronunciár, y sabèr la generàl y muy noble Lengua Griéga”. Estas obras son tan insólitas en la tradición lingüística española, que me resulta difícil encontrarles una explicación que no tenga que ver con la estancia de nuestro autor en tierras americanas.

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d) Cuando éste se impuso “oficialmente”, fue en la versión de Luis de la Cerda, publicada por primera vez en 1598, en Madrid, por Mateo Juan Flandro (en 16˚, 4 hh. + 360 págs.), donde se inserta la Real Cédula de Madrid, del 22 de octubre de 1598 “que manda que por esta sóla gramática se enseñe en las Universidades de Castilla y León”. El hecho de que sea necesario hacer esas puntualizaciones significa que no se conoce bien el proceso de elaboración de la obra de Nebrija y que esto puede llegar a distorsionar la investigación en la lingüística misionera española. He revisado, entre los títulos de los que dispongo en mi bibliografía, muchos estudios que, cuando citan las Introductiones, remiten invariablemente a la primera edición de 1481, texto que los misioneros difícilmente pudieron llegar a conocer. Hay, además, muy buenos trabajos de carácter contrastivo que, al examinar las coincidencias y divergencias estructurales entre gramáticas misioneras y las Introductiones, comparan con el texto de 1481, que todavía no es el texto definitivo ni ofrece la estructura con la que se difundirá en sus variadas versiones. Por otra parte, veo en algunos lugares que aquella imputación que tiene como base el hecho de que el manual nebrisense fuera declarado texto oficial se convierte en un argumento positivo. Es decir, se afirma que algo tendría aquel manual como para que gente con autoridad lo oficializara y declarara texto único. De esta manera se quiere justificar el buen sentido gramatical de los misioneros. Finalmente, he de citar un estudio sobre la presencia de la gramática latina como texto de enseñanza en Nueva España, magnífico por lo demás, que culmina con la presentación de una rarísima edición del De Institutione hecha en México en 1709. Cabría, en fin, plantear hasta qué punto no es abusivo identificar “gramática latina” sólo con Nebrija y si no deberíamos hacernos preguntas como éstas: ¿No hubo acaso otros autores? Los primeros misioneros, ¿sólo habían sido formados en la lengua latina con los textos nebrisenses? ¿Es aquella joya de la bibliografía mexicana un testimonio de la presencia de Nebrija en América? ¿Marca realmente aquella fecha de 1598 la hegemonía absoluta de la gramática nebrisense o, por el contrario, su final? A estas cuestiones me referiré a continuación más detenidamente,

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empezando por aclarar los hitos fundamentales del desarrollo de la gramática nebrisense. 2.3.2 El desarrollo de la obra gramatical nebrisense El 4 de julio de 1475, Nebrija firma un contrato por cinco años que le liga a la Universidad de Salamanca como lector. El 9 de enero de 1476, oposita a la Cátedra de Prima de Gramática y el 22 de enero del mismo año toma posesión de ella. El ejercicio de la docencia lleva a nuestro autor a convertir el problema de la renovación del método de enseñanza de la lengua latina en su máxima preocupación. El primer paso hacia ese nuevo método fueron las Introductiones latinae, que se publicaron en Salamanca en 1481. Se caracteriza esta primera edición, entre otras cosas, por la falta de división en libros. La obra fue un verdadero éxito y conoció nuevas impresiones en 1482 y 1483, sólo con algunas diferencias. La segunda edición de las Introductiones se cree que pudo aparecer hacia 1485, dedicada al Rector de la Universidad de Salamanca, Gutierre de Toledo. De la primera impresión no se conocen ejemplares, pero sí se conservan de otras tres: de la de Venecia de 1491 y de las de Burgos de 1493 y 1494. La segunda edición se caracteriza porque el texto adopta la definitiva división en cinco libros, es decir, la estructura del manual y el texto elemental quedan prácticamente fijados. Durante el invierno de 1486, fray Hernando de Talavera (14281507), aprovechando la estancia en Salamanca de los Reyes Católicos, quienes regresaban de una peregrinación a Santiago de Compostela, pidió a Nebrija que compusiera algún poema relativo al asunto. Es lo más probable que entonces presentara a la Reina también las muestras de la Gramática Castellana amparado en la protección de fray Hernando (cf. Gramática Castellana, fol. 3 r). Desde 1487 hasta 1504, Nebrija pasa a trabajar bajo el mecenazgo de Zúñiga y liberado del ajetreo de las clases, puede dedicarse con mayor tranquilidad y reposo a la labor de la publicación. La primera obra que verá la luz en aquellos años es precisamente fruto de aquella entrevista con la Reina, pero no el que nuestro gramático había propuesto, ya que ésta, que no debió de quedar muy convencida, sí parece que se mostró de acuerdo en que se hiciera una versión bilingüe de las Introductiones Latinae.

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Este encargo se lo transmitió el propio fray Hernando por carta hacia 1488. La versión bilingüe de las Introductiones salió de la imprenta hacia ese mismo año. Nebrija posiblemente pensaría que más valía eso que nada y que, al fin y al cabo, esa versión traducida de las Introductiones podía servir para preparar una buena acogida a la Gramática Castellana, que era su proyecto original. El texto latino de esta versión traducida de las Introductiones pertenece a la segunda edición. Además de la primera impresión de c.1488, se volvió a imprimir en Zamora hacia 1492 ó 1494. Bajo el mecenazgo de Zúñiga, publica también Nebrija aquel proyecto que no encontró el apoyo de la Reina y que ahora sí es posible: la Gramática Castellana, que podría considerarse como su mayor fracaso profesional, si el único criterio de valoración es el de la cantidad de ediciones. En 1495, aparece publicada la tercera edición de las Introductiones, conocida con el nombre de Recognitio, que ofrece la redacción definitiva de la gramática latina. Esta tercera edición se caracteriza por el hecho de que a los cinco libros de la gramática latina se les añaden las glosas o largos y precisos comentarios al texto gramatical. La tercera redacción de las Introductiones, que es la redacción definitiva, comprende, sin embargo, distintos tipos de impresiones. Por una parte, encontramos las ediciones extensas, en folio, que contienen todos los elementos y que son las que presentan un texto más fiel al corregido por el autor: ediciones salmantinas, sevillanas, cantábricas, alcalaínas y granadinas. Por otra parte, habría que considerar las ediciones abreviadas. Antonio Odriozola (1946:12-13) trazó un esquema provisional que reúne las restantes ediciones en distintos grupos: ediciones del tipo lionés Opera de re litteraria, ediciones del tipo Escobar —el prestigioso discípulo y editor de Nebrija—, textos del grupo levantino y, finalmente, ediciones que no se ajustan a las características de los otros grupos (París, Amberes, Tolosa y Colonia). No disponemos de una edición moderna de la tertia editio. Es decir, para consultar las glosas, que es el texto fundamental que permite conocer a fondo la doctrina gramatical nebrisense, es preciso ir directamente a los ejemplares que las contienen. En

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cuanto al texto elemental, puesto que éste y la estructura del texto ya están fijados en la versión bilingüe de las Introductiones, puede consultarse en la antes citada edición moderna (Nebrija 1996[c. 1488]). 2.3.3 De las Introductiones al De Institutione, pasando por la Institutio En lo que respecta a la historia posterior de la Gramática latina: a partir de 1565 las ediciones son muy abreviadas, en 8º o 16º, e inician una decadencia del texto, que va perdiendo las numerosas anotaciones y glosas de aquellas hermosas ediciones en folio de la primera mitad del siglo para convertirse en unos rudimentos mal impresos en un pésimo papel, con feos tipos y chata presentación. (cf. Odriozola 1946:12-13)

En 1598 se publica por primera vez un manual titulado Aelii Antonii Nebrissensis Institutio Grammatica Philippi III Hispaniarum Regis Catholici iussu restituta (Madrid, Juan Flandro) del que se reconoce como autor a Juan Luis de La Cerda (1560-1643), de la Compañía de Jesús. En esa gramática se inserta el texto de una Real Cédula de ese mismo año que convierte esa obra en texto único para la enseñanza del latín; además, otorgaba los derechos editoriales por diez años a partir de 1603, al bisnieto de Nebrija, Agustín Antonio de Nebrija, y al Hospital General de Madrid, por partes iguales. Esta decisión desató una sucesión de pleitos basada en la originalidad del texto de De la Cerda. Los responsables del Hospital negaban que el texto fuera el de Nebrija. Este texto de la Institutio se reeditó en dos ocasiones más hasta 1601, pero ese año se transforma la obra, que pasa a titularse Aelii Antonii Nebrissensis de Institutione Grammaticæ Libri Quinque (Antequera). Esta segunda versión es la que se reeditará innumerables veces hasta finales de siglo XIX, con intervención de distintos editores.3 3

Según Ramajo Caño (1991), las diferencias entre la Institutio y el De Institutione no son sustanciales y en ambas se nota la influencia de Sánchez de las Brozas. Por el contrario, Sánchez Salor (2000) considera que las diferencias son tantas y tan sustanciales que pueden considerarse incluso obras de distintos autores. Ponce de León (2003) concreta la principal diferencia en la presencia de unos escolios en forma de notas que precisan y corrigen la doctrina gramatical expuesta en la obra. Particularmente llamativas son las 48

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El texto que pasará a la historia de la gramática española es el De Institutione, que ya no es el texto de Nebrija, en absoluto, a pesar de los cinco libros de los que está compuesto. Su autor sigue, en general, el índice de las Introductiones de Nebrija, excepto en el caso del libro III, que queda reducido, en siete páginas, a diez “Notas acerca de estos rudimentos, ò libro tercero de la gramática”; suprime las glosas originales de Nebrija, añade otras, y escribe gran parte del texto en romance. De la Cerda tiene en cuenta la breve historia de las partes de la oración que introduce Sánchez de las Brozas (1523-1600) en la Minerva (1587) y comparte con él su concepción del pronombre, participios e interjección como elementos que no forman partes autónomas de la oración. Como Sánchez de las Brozas, niega la existencia de verbos impersonales y se apoya en él expresamente para negar la existencia de verbos neutros. A pesar del Aelii Antonii Nebrissensis que precede al título, ya no estamos ante la gramática de Nebrija, que, en realidad, queda expresamente prohibida en la Real Cédula: “Ni impressor alguno le pueda imprimir ni librero, ni otra persona, vender Arte alguno de Gramatica, assi el de Antonio de Lebrixa, como los demás…” bajo pena de ¡destierro de cuatro años y de una multa de cincuenta mil maravedís! Lo grandioso del asunto, más que la multa, es que el nuevo Antonio —así se le llamaba— supone la prohibición del verdadero Antonio, de manera que los estudiantes de cualquier escuela o Universidad, desde esa fecha, ya no se formaron con las Introductiones. En definitiva, a partir de un determinado momento, es necesario dar mayor protagonismo al libro oficial o, en todo caso, a los autores alternativos, como Manuel Álvares (1526-1583) o Bartolomé Bravo (1540-1607), con cuyas obras dejan de imprimirse en Castilla las de aquél.4 Acerca de la influencia de notas agregadas al Liber IV, dedicado a la sintaxis, en forma de notas finales. Es allí donde más se nota la influencia del Brocense. 4 Bravo es autor de un Liber de octo partium orationis constructione (1606) que obedece a la necesidad de ofrecer, entre los docentes jesuitas, una alternativa a la sintaxis de cariz filosófico —al menos en lo que se refiere a las notas— de la segunda recognitio de Juan Luis de la Cerda. En este sentido, la sintaxis de Bravo se erige en continuadora de la corriente gramatical pedagógica, cuyo objetivo último es hablar latín conforme al uso de los autores clásicos; para ello se sirve de obras señeras peninsulares, como las

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Álvares en tierras americanas, nos ha ofrecido Zwartjes (2002) un reciente trabajo. También Ponce de León (2004:284) aporta información precisa sobre una edición del De constructione de Álvares aparecida en México, en 1579. Alguna de las consecuencias en América, como también en Castilla, de esta situación es que no encontramos gramáticas latinas íntegras, al margen del texto de De la Cerda, durante bastante tiempo, aunque sí, “Explicaciones” de los libros cuarto o quinto, o de ambos a un tiempo. Antes, en el periodo de declive del texto nebrisense —desde la década de los 60 del siglo XVI—, es preciso estar atento a la posible influencia de gramáticos que quizá hoy pueden resultar desconocidos. Veamos un ejemplo: en un reciente estudio se pondera la originalidad de González Holguín (1552-1617) al disponer su gramática en forma de diálogo (1607): “This literary fiction creates a virtual rhetorical frame for the author's arguments” (Schmidt-Riese 2005:84). Es preciso aquí considerar las gramáticas que en la Península habían renovado este método tradicional de exposición de la gramática en forma de preguntas y respuestas —empleado, como es bien sabido, por Nebrija en el Libro III de sus Introductiones. Concretamente me refiero a los Principios de gramática en romance castellano (Madrid, 1583) de Luis de Pastrana (c.1540-?), que se dice estar basada en el Arte de gramatica latina en lengua latina y española / compuesta por fray Diego de Caruajal, de la órden de Nuestra Señora de la Merced (Valladolid, 1582) de Diego de Carvajal —de la que no he podido consultar ejemplar alguno.5 González Holguín, en este aspecto, no ha inventado nada. 3. El problema de la Gramática castellana de Nebrija 3.1 La Gramática castellana, ¿instrumento de castellanización?

Introductiones latinae de Nebrija, de las que mantiene por regla general, la estructura, y los De institutione grammatica libri tres de Manuel Álvares, de la que Bravo toma la descripción teórica. Entre 1573 y 1597 se imprime en Castilla al menos ocho veces la obra de Manuel Álvares De constructione octo partium orationis, que es el libro segundo del De Institutione grammatica libri tres (Lisboa, 1572) de este autor (cf. Ponce de León 2003). 5 Pastrana trabaja a partir del libro III de las Introductiones, pero especifica las secuencias dialogales que corresponden a discípulo y maestro.

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Escribe Irving A. Leonard (1953[1896]) que “un estudio de todos los documentos de embarque, pólizas marítimas e inventarios probaría seguramente que llegaron a las Indias Españolas más ejemplares de esta obra que de ninguna otra”. Y Leonard es, efectivamente, uno de los autores responsables de la creencia, al parecer bastante generalizada, de la gran influencia de la Gramática castellana de Nebrija en América. La Gramática castellana habría sido, entonces, un instrumento de castellanización. Después de él, otros autores han mantenido esta afirmación. Lope Blanch (1999a:49-74) que se ocupó de revisar los cuatro documentos aducidos por Leonard en que se registran libros que pudieron haber llegado a América hace notar que (1) Leonard nunca transcribe los documentos que cita y llama la atención sobre el hecho de que “referencias hechas a “el Arte de Antonio” en aquella época se refieren siempre a las Introductiones”. Advierte que Niederehe (1995) cuenta setenta y seis ediciones de las Introductiones por la única de la Gramática castellana. Además, argumenta (2) que no es fácil suponer que, de una obra publicada en 1492, pudieran quedar ejemplares un siglo después. Recuerda (3) que la lengua estudiada en los ambientes eclesiásticos y universitarios era el latín. Y, por último, (4) que en las relaciones de los documentos esgrimidos por Leonard, el Arte de Nebrija aparece siempre en compañía de otros textos gramaticales latinos, como los de Lorenzo Valla (1407-1457), y de diccionarios asimismo latinos. Lope Blanch se apoya también en las opiniones de Quiñones Melgoza (1997) y de Koerner (1994:1736).6 Su argumentación es muy seria y difícilmente discutible. Se puede, no obstante, completar con algún otro argumento. Por ejemplo, en relación con la segunda de las objeciones de Lope Blanch, conviene advertir que los documentos que aduce Leonard, fechados entre 1576 y 1600, corresponden a las fechas en que está en vigor el privilegio a favor de los herederos de Antonio de Nebrija —de sus hijos Sancho y Sebastián y, tras la oportuna prórroga, de su nieto Elio Antonio— en virtud del cual a ellos o a 6

Manuel Galeote, en su estudio introductorio al Vocabulario de Molina (2001), repasa los argumentos de Leonard, señalando los motivos de la disconformidad de Lope y añadiendo el juicio de Antonio Quilis (cf. 1998:405-413).

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quienes ellos dieran poderes correspondía la impresión y venta de las obras que el gramático “hizo, glosó y enmendó”. El privilegio era válido para Castilla y después se amplió a las Indias: “yslas y tierra firme del mar oceano”. El texto de la Cédula Real en la que se establece la tasa para los distintos territorios de las Indias puede consultarse en Bermúdez Plata (1946). Hay que tener en cuenta que los herederos de Nebrija se ocuparon de reimprimir prácticamente todas sus obras.7 Pues bien, si tanta era la demanda en los nuevos territorios, ¿por qué ni Sancho, ni Elio Antonio, ni Agustín Antonio —el bisnieto, con quien comienzan los pleitos entre los herederos y el Hospital General de Madrid— publicaron jamás reedición alguna de la Gramática castellana? Por otra parte, las fechas de los documentos aportados por Leonard no son las que mejor encajan con su idea de la Gramática castellana como instrumento de castellanización, puesto que vienen a coincidir prácticamente con las de las cédulas de Felipe II —2 de diciembre de 1578, 19 y 23 de septiembre de 1580 y 26 de febrero de 1582, expedidas respectivamente en El Pardo, Badajoz y Lisboa— que imponían a los clérigos y religiosos el conocimiento de la lengua general del territorio donde hubieran de administrar (cf. Guerra 1900 [1692]:VI). El examen de las informaciones que nos facilita Torre Revello (1960) en un interesante estudio sobre “Las cartillas para enseñar a leer a los niños en América española” puede ayudarnos a poner de manifiesto la confusión entre las gramáticas latina y castellana de Nebrija.8 Al año siguiente —1513— se entregan al bachiller Suárez, que se trasladaba a la isla Española “a mostrar gramática a los hijos de los caciques”, veinte ejemplares del Arte de la lengua castellana, sin comento, de Antonio de Nebrixa, encuadernados en marca menor, que costaron sesenta reales. (Torre Revello 1960:215)

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Incluso, a la iniciativa editorial de Sancho se debe la primera edición de las Rerum a Fernando et Elisabe… gestarum decades duae, el De bello Navariense y el Vergilii ab commentario. 8 Nos dice Torre Revello que se trata de un dato facilitado por fray Luis de Sarasola. “Señalaremos que en un envío de libros hecho con destino a México se embarcaron en distintas cajas 347 ejemplares de la obra de Antonio de Nebrixa, Arte de la lengua castellana y sólo cinco ejemplares del Vocabulario de romance en latín” (Fernández del Castillo 1914:263-281).

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No hubo distintas encuadernaciones ni formatos de la única impresión salmantina de la Gramática castellana y la distinción entre gramáticas “con comento” y “sin comento” —o sea, con o sin las glosas— se refiere a la gramática latina. Creo, en definitiva, que es posible afirmar que hoy no merece ningún crédito la posibilidad de que la Gramática castellana fuera utilizada como instrumento de castellanización, como suponía Leonard. 3.2 La Gramática castellana y los misioneros lingüistas: el juicio de los investigadores Otra cuestión es la del conocimiento que los misioneros lingüistas tuvieron de la Gramática Castellana de Antonio de Nebrija y el uso que de ella pudieron efectivamente hacer. En otro lugar (cf. Esparza 2005a:71-77) he revisado algunas opiniones relevantes al respecto. Afirmaba entonces que, en lo que atañe a la metodología y a la cuestión de las fuentes gramaticales, parecen coincidir los estudiosos en que la obra que sirvió de modelo a los misioneros lingüistas fueron las Introductiones latinae. Esta afirmación, con todo, debe hacerse con matices. Niederehe (2001) lo afirma taxativamente, pero no niega explícitamente que se pudiera haber conocido la Gramática castellana. Hernández de León Portilla (1993 y 1998) parece poner el énfasis en el conjunto de la obra de Nebrija, aunque señala como modelo “particularmente” las Introductiones y el Vocabulario de romance en latín. Lope Blanch (1999a) no considera imposible que hubiera llegado a ser conocida la Gramática castellana y, en este punto, disiente de Quiñones Melgoza (1997:135-143). Koerner (1994) piensa que pudo suceder que la Gramática castellana no se entendiera como algo distinto de la obra gramatical latina. Manuel Alvar (1992:337) concluye que “probablemente, Introductiones y Arte se encontraron en la mesa de alguna celda y en unión conformaron la nueva cultura que estaba naciendo”. Concluía yo aquel trabajo afirmando que el análisis de los prólogos de Molina y Nebrija, podía ser una prueba concreta de que Alvar no estaba desencaminado, pero dejando abierta la cuestión del estudio puramente gramaticográfico de las huellas específicas que esa gramática pudiera haber dejado en las obras de los misioneros

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lingüistas. Para ello, creo que es absolutamente necesario, primero, recordar algunas ideas esenciales de la nova ratio Nebrissensis.

Algunas ideas fundamentales de la nova ratio Nebrissensis Encauzar el asunto hacia la nova ratio nos permitiría reformular las opiniones de la mayoría de los investigadores antes citados y plantearla en otros términos: ¿Y si los primeros misioneros entendieron bien que las obras de Nebrija formaban, en su diversidad, un método único de aprendizaje que incorporaba todas y cada una de sus obras? En realidad, esto es lo que pretendía Nebrija y lo afirmó con gran claridad. Efectivamente, cuando Nebrija, en el prólogo a su Vocabulario de romance en latín (fol. 3v), hace la cuenta de las obras que ha podido llevar a cabo gracias al sosiego que le facilitó Juan de Zúñiga comienza diciendo: “I por que toda la cuenta destos siete años despues que comence a ser vuestro vos sea manifiesta hezimos cuatro obras diversas en una mesma obra”. Y continúa: “Añadimos tan bien la quinta obra en que apretamos debaxo de reglas i preceptos la lengua castellana que andava suelta delas leies del arte”. Después de una referencia “al arte dela grammatica que me mando hazer su alteza contraponiendo renglon por renglon el romance al latin”, Nebrija alude a la tercera edición de las Introductiones Latinae: “I si añadiere a estas obras los commentos dela grammatica que por vuestro mandado tengo començados todo el negocio de la grammatica sera acabado”. La idea de la diversidad en la unidad de obra nebrisense volverá a aparecer en la poesía que abre la Recognitio. La Gramática Castellana era, para Nebrija, fundamental en el conjunto de su obra y, de ninguna manera, algo accidental. ¿Qué es lo que aportaba a esa obra unitaria destinada a rescatar el buen latín? La respuesta la encontramos en el Prólogo en glosa de la Recognitio (fol. 9, trad. nuestra). Allí, el autor se detiene en la explicación de la característica fundamental de las Introductiones Latinae contrapuesto el romance al latín: 3.3

Y dije hispanienses, no hispanas, porque aquellas Introductiones, no pudieron cambiar hasta tal punto en lengua hispana como para que no conservaran en su mayor parte el carácter latino. Porque hispano es aquello que nace en España o desde España, mientras que hispaniense es

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aquello que o no es hispano hasta lo más profundo, o se hace en España por los que son de fuera. (Recognitio fol. 9, trad. nuestra)

La Gramática castellana constituía un hito en su nova ratio, en el nuevo método que perseguía desde que en 1481 publicó por vez primera las Introductiones latinae, porque ofrecía la posibilidad de transmitir los conceptos teórico-gramaticales necesarios para el aprendizaje del latín del modo más asimilable por los alumnos: no sólo referidos o aplicados a su propia lengua y ni siquiera en su propia lengua, sino nacidos de su propia lengua. Un superficial cotejo de los índices de los cuatro primeros libros de la Gramática Castellana y de las Introductiones Latinae o el Libro V de la Gramática Castellana revela interesantes diferencias en lo que se refiere al orden de la exposición. Tales diferencias son advertidas por el mismo Nebrija en el Prólogo que abre el citado Libro V de la Gramática Castellana: Como diximos enel prologo desta obra: para tres generos de ombres se compuso el arte del castellano. Primera mente para los que quieren reduzir en artificio i razon la lengua que por luengo uso desde niños deprendieron. Después para aquellos que por la lengua castellana querrán venir al conocimiento de la latina: lo cual pueden mas ligera mente hazer: si una vez supieren el artificio sobre la lengua que ellos sienten. I para estos tales se escrivieron los cuatro libros passados. en lo cuales siguiendo la orden natural de la gramatica: tratamos primero de la letra i la silaba: despues de las diciones i orden de las partes de la oracion. Agora en este libro quinto siguiendo la orden de la doctrina daremos introduciones de la lengua castellana para el tercero genero de ombres: los cuales de alguna lengua peregrina querran venir al conocimiento de la nuestra. (Nebrija 1992[1492]: fols. 54r y v)

Nebrija pues considera que existen dos distintos métodos para la enseñanza de la gramática de una lengua. El método natural es un sistema de exposición ascendente que conduce desde el estudio de las unidades menores a la mayor, desde la letra hasta la oración, deteniéndose en el estudio de cada uno de los accidentes de la letra, de la sílaba y de la dicción. Este método sólo es posible en el caso de que la lengua que va a ser “sujeta a reglas” haya sido aprendida por el uso: en el caso de la lengua materna. La denominación hace innecesario precisar que para Nebrija este método ofrece considerables ventajas. El procedimiento descriptivo que emplea Nebrija está basado en el contraste del castellano con el latín, con alusiones ocasionales al griego, al hebreo y al árabe. Por este medio se van señalando las

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coincidencias y las divergencias que dan lugar a nuevas acuñaciones terminológicas. Por el contrario, el orden de la doctrina o artificial, que resulta de seguir “el exemplo de los que escrivieron los primeros rudimentos i principios de la gramática griega i latina” es aquel que basándose en un “breve i confuso conocimiento de las letras i silabas i partes de la oración, presenta ciertos nombres i verbos por proporción i semejança de los cuales, todos los otros que caen debaxo de regla se pueden declinar” (Gramática Castellana, fol. 54v). 4. La tradición de los misioneros lingüistas del náhuatl Acabo de exponer el núcleo de la nova ratio Nebrissensis. Ciertamente, el nuevo método incorpora muchas otras ideas lingüísticas y gramaticales que tienen que ver con cuestiones de principio, como puedan ser las fuentes de la autoridad, o con detalles más concretos de teoría gramatical. Indagar en qué medida influyeron realmente los postulados metodológicos de Nebrija y sus ideas gramaticales en la labor de los misioneros no es tarea fácil. Interesa mucho determinar cómo reorientaron el método en función de los problemas concretos a los que habían de hacer frente. A las dificultades propias del examen de este punto se añade otra no menos importante: las extraordinarias dimensiones de la lingüística misionera española, con la variedad de ámbitos geográficos y la diversidad de las lenguas objeto de estudio. Por otra parte, puesto que el trabajo lingüístico de los misioneros no es labor de un momento, sino un esfuerzo continuado de siglos, es de suponer que, poco a poco, los modelos metodológicos de descripción irían cambiando, tanto por el progreso interno como por la adaptación de nuevos planteamientos desarrollados en el Viejo Continente. Además, es necesario considerar la influencia que el trabajo de los misioneros lingüistas en un ámbito geográfico determinado haya podido ejercer sobre la obra de otros en espacios geográficos distintos.9 En consecuencia, una

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Hay varios casos documentados de misioneros que han estudiado lenguas amerindias y, después, una filipina. Entre esos espacios tan distantes había intercambios regulares. (cf. Niederehe 2000 o Ridruejo 2003)

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investigación que aborde todos los puntos anteriormente señalados debe avanzar mediante pequeños pasos, pero seguros. Además de los modelos metodológicos, también cambiaría la teoría gramatical. Nos consta que cambiaron porque sabemos que se introdujo —como en Castilla— la gramática de De la Cerda como texto para la enseñanza del latín y, como consecuencia, se imprimieron también otras obras de carácter gramatical. Pensar que los misioneros utilizaron sólo y constantemente la gramática de Nebrija es hacer un planteamiento demasiado sencillo. Aunque he señalado ejemplos concretos, presentaré uno más, bastante significativo: Ridruejo (2003: 192-193) documenta que Álvaro de Benavente cita la Grammatica Audax (1651) de Caramuel (16061682) y recurre a ella. Sabemos también que algunos misioneros citan a otros gramáticos y, sobre todo, veremos, en seguida, cómo, desde el principio, los misioneros desarrollan términos, conceptos y distinciones ajenos a la tradición gramatical latina. Al constituirse la investigación gramatical en cada lengua concreta en una auténtica tradición en la que los autores posteriores tienen siempre presente a los que les precedieron, se consolidan modelos particulares y cuestiones gramaticales específicas. En el caso concreto del náhuatl, en otro lugar creo haber demostrado (Esparza 2003) que los misioneros lingüistas elaboraron un programa lingüístico particular, con motivaciones, argumentos y enunciados de carácter normativo específicos. Del análisis de los textos que conservamos se deduce, al menos en lo que atañe a la descripción del náhuatl, que es posible establecer tres fases en la configuración de ese programa: una primera etapa de formación, hasta aproximadamente 1580, en la que destacan tres figuras fundamentales —Olmos (1480-1568), Molina (c.15141585) y Rincón (1556-1601); otra etapa de pleno desarrollo, que se extiende hasta bien entrado el siglo XVIII, caracterizada por el mayor énfasis en los aspectos puramente lingüísticos y metodológicos y por el abandono de las preocupaciones justificativas del programa, básicas en el periodo anterior; por último, hacia el tramo final del siglo XVIII, se abre otra etapa en la que apreciamos el retorno de las argumentaciones en favor de las nuevas obras que continuarán apareciendo. Hechas estas observaciones, me voy a ceñir a las obras dedicadas a la lengua náhuatl e intentaré señalar algunos aspectos

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que me parecen relevantes en cuanto a las cuestiones metodológicas y gramaticales en el periodo de formación de esa concreta parcela de la lingüística misionera. Las conclusiones a las que pueda llegarse quedarán, ciertamente, limitadas sólo a una pequeña parte de la lingüística misionera española, aunque muy relevante debido a su reconocido carácter pionero y a su influencia posterior, probada en otros aspectos. 5. Fray Andrés de Olmos y la nova ratio Nebrissensis 5.1 El recurso a los gramáticos de la lengua latina Fray Andrés de Olmos es autor de la primera gramática que ha llegado hasta nosotros de una lengua indígena. Esta gramática, que no fue impresa en su tiempo, aunque de ella se conservan seis manuscritos en diferentes bibliotecas, ha sido objeto de una esmerada edición de Ascensión Hernández de León-Portilla y Miguel León-Portilla (2002). Mendieta (1870:550), aunque nos informa de otros dos franciscanos autores de gramáticas y vocabularios —fray Francisco Ximénez (?-1534/1537) y fray Alonso Rengel (?-15??-?)—, afirma que fue Olmos “la fuente de donde todos los arroyos que de esta materia han tratado, emanaban”. Olmos aduce la autoridad y el ejemplo de San Pablo para avalar el haber acudido a gramáticos de otras lenguas con el fin orientarse en la elaboración de la suya. Así como Pablo acudió a Pedro y Santiago, que habían dirigido fundamentalmente su predicación a los judíos, para comprobar que la suya era correcta, así también Olmos recurre a las gramáticas dedicadas a otras lenguas para verificar que “técnicamente” está actuando de un modo correcto. Esto tiene que ver con la interrelación entre el cuerpo doctrinal de principios e ideas lingüísticas inspiradas en los textos sagrados, que dan soporte teórico a las obras, y la necesidad de acudir a fuentes gramaticales específicas que ayuden a modelar del mejor modo posible la descripción gramatical de las lenguas indígenas: Lo qual nos da bien a entender San Pablo, que con auer sido transportado al cielo siendole cometida la predicacion por i.x.n. Señor y confirmada con miraglos; despues de los catorze años de su predicacion sancta, fue a Ierusalen (según la reuelacion) con Barnaba y Tito a comunicar y conferir con los sanctos apostoles el diuino euangelio que predicaua entre los gentiles: en lo qual no menos da a entender lo del sabio que dize: nil facias

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sine consilio. Mayormente en cosa tan ardua como esta, ques querer poner cimiento, sin cimiento de escriptura, en una tan estraña lengua y tan abundosa en su manera y intrincada. Pues si el sancto apostol diuinamente alumbrado y lleno de gracia acudio a los biuos y diuinos libros, que son sus sanctos compañeros, quanto mas deue acudir do quier que aprouechar se pudiere, el que tal obra, aunque pequeñita parezca, quiere fundar sin el dicho cimiento de escriptura y libros de que estos carecian. De lo qual abundan otros escriptores mayor mente en el latin, donde aun cada dia no dexan de hallar, añadir y descobrir cosas. (Olmos (2002[1547]:9)

La referencia a la gramática latina se concreta en la cita directa de un solo autor: Antonio de Nebrija, a quien remite Olmos en cuatro ocasiones. Las dos primeras citas se encuentran en el capítulo I (“De las partes de la oración”) de la primera parte: En esta lengua se hallan todas las partes de la oracion como en la lengua latina, conuiene a saber nombre, pronombre, verbo, participio, preposicion, , ynterjection y conjunction, como se vera en el discurso del arte quando de cada una dellas se tratare. En el arte de la lengua latina creo que la mejor manera y orden que se ha tenido es la que Antonio de Lebrixa sigue en la suya; pero porque en esta lengua no se guardara la orden que el lleua por faltar muchas cosas de las que en el arte de gramatica se haze gran caudal como son declinationes, supinos y las especies de los verbos para denotar diuersidad dellos, y lo que en el quinto libro se trata de acentos y otras materias que en esta lengua no se tocan, por tanto no sere reprehensible si en todo no siguiere la orden de la Arte de Antonio (Olmos 2002[1547]:15).

La tercera cita se encuentra en el capítulo segundo (“De la formación de los verbos regulares”), de la segunda parte, concretamente en relación con el subjuntivo: El subjunctiuo en la formacion no tiene dificultad porque son los mismos tiempos del optativo. Pero difieren en las particulas que toman antes del verbo, porque el subjunctiuo toma esta particula intla, que quere dezir si para todos los tiempos y no puede tomar otra particula, saluo en el un romance que damos al futuro, el qual se puede dezir con este aduerbio in ihquac, que significa quando. Exemplo: quando yo amare a Dios, sere bueno, in ihquac nictlaçotlaz in Dios, niqualli niez. Y para sacar esto mas de rayz y que se declare y de la causa porque en el subjuntiuo no damos todos los romances que pone Antonio de Lebrixa en su arte, es de notar que en la lengua latina ay estos aduerbios: quando que significa quando, y cum que quiere dezir como. Y otros, con los quales todos los romances que en el subjuntiuo se ponen, se pueden hazer por aquellos tiempos donde se señalan los tales romancess, y por

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eso quadran muy bien todos los romances que por el tal modo se pueden dezir. (Olmos 2002[1547]:75)

La cuarta cita puede verse en el capítulo sexto (“De la orthographia”) de la tercera parte: Tambien quanto a la s ay dificultad, porque algunos paresce que la pronuncian quando escriuen x, y no la pronuncian mucho la x sino como s. Pero si bien miramos en ello, las tales dictiones se an de escriuir con x, y aunque algunas vezes parezca tener pronunciacion de s, no lo es sino c y s, y este es el valor de la x que dize Antonio de Librixa que vale por c y s. Y esta pronunciacion paresce mas claro en el latin que algunos, donde esta escrito dixi, pronuncian dicsi, etcetera. (Olmos 2002[1547]:167-168)

Esta cita resulta un poco singular, en el sentido de que no se hace referencia explícita a las Introductiones, sino en general a Nebrija. Puede suponerse que Olmos cita la gramática latina, pero merece la pena considerar que en las Introductiones este comentario se encuentra en las glosas, no en el texto elemental: .x. non esse litteram: sed ut supra memorauimus duarum litterarum compendium: quarum altera hoc est .c. uel .g. ad mutas: altera hoc est .s. ad semiuocales referenda est (Nebrija 1495: fol. 145).

Se encuentra la misma opinión en la Gramática castellana en dos ocasiones: t que la .x. no es necessaria: por que no es otra cosa sino breuiatura de .cs. (Nebrija 1992[1492]:123) La .x. ia diximos que son tiene enel latin: t que no es otra cosa sino breviatura de .cs. (Nebrija 1992[1492]:135)

Y, por supuesto, también se encuentran referencias en el De vi ac potestate litterarum (Nebrija 1987[1503]:67-68), donde aparece, entre los ejemplos de la explicación, dixi y en las Reglas de Ortografía castellana (cf. Nebrija 1977 [1517]:130).

Nebrija, ¿modelo de Olmos?: análisis de la estructura La estructura de la obra de Olmos ha sido objeto de un minucioso estudio de Manrique Castañeda (1997), en el que se compara el texto del franciscano con la primera edición de las Introductiones de 1481. También se refiere Ridruejo (2003:123) a la estructura de la obra de Olmos, en comparación con la de Molina (1571), cotejando ambas con la versión bilingüe de las Introductiones. 5.2

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Ya hemos visto que Olmos afirma que el orden más adecuado para el estudio de la gramática latina es el que ha seguido Nebrija. Si se lee bien lo que, en la cita antes reproducida, dice Olmos (2002[1547]:167-168), queda bien claro que no tiene la más mínima intención de seguir en absoluto el orden de Nebrija —cosa que ya había hecho notar Manrique Castañeda (1997:98). En realidad, ya lo había avisado en el prólogo al lector: parecio darle la orden y traça que lleua, considerando y mirando sobre la mesma materia algo de lo que otros hombres auian escripto por guardar la costumbre de los escriptores, añadiendo y quitando, según que mejor parecio conuenir, y Dios fue seruido alumbrar. (Olmos (2002[1547]:9)

En lo relativo a la eliminación de la materia sobre prosodia y acento, Olmos ya se había justificado en ese mismo prólogo, señalando el camino a los gramáticos posteriores: No hablo en el acento por ser muy vario y no estar ni dexar siempre las dictiones enteras sino compuestas, y porque algunos vocablos parecen tener algunas vezes dos acentos; por lo qual lo dexo a quien Dios fuere seruido darle mas animo para ello, o al uso que lo descubra. (Olmos 2002[1547]:10)

De esta manera, resulta que, en comparación con las Introductiones de Nebrija, entre otras cosas, faltarán dos libros enteros, el quinto, que trata sobre el acento y la prosodia, y buena parte de los contenidos del cuarto. La estructura del Arte de Olmos se detalla al principio: Diuidese pues esta arte en tres partes: la primera trata de los nombres y pronombres y de lo que a ellos pertenesce. La segunda contiene la conjugacion, formacion y preteritos y diuersidad de los verbos. En la tercera se ponen las partes indeclinables y algo de la orthographia, con una platica por los naturales compuesta, provechosa y de buena doctrina, con otras maneras de hablar; ansi para que vean los nueuos como han de escriuir y distinguir las partes, como para saber mas en breue hablar al natural. (Olmos 2002[1547]:10)

El capítulo I de la parte I puede llevar a engaño y hacer pensar que nos vamos a encontrar ante una prolija explicación “De las partes de la oracion en general”, pero sólo el primer párrafo se dedica a afirmar que “en esta lengua se hallan todas las partes de la oración como en la lengua latina” (Olmos 2002 [1547]:15). El resto son más bien indicaciones de carácter contrastivo: ausencia de declinación, ausencia de artículo, algunas observaciones sobre ortografía.

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En definitiva, cuando se compara la estructura de las dos artes, se ve claramente que Olmos aísla la materia de acuerdo con las partes de la oración: agrupa pronombre y nombre en la primera parte y la formación del verbo y de sus diferencias en la segunda. Los contenidos que en las Introductiones se distribuyen en los libros I, II y IV se redistribuyen en las dos mencionadas partes. La tercera parte es más heterogénea, pues recoge lo relativo a preposición, adverbio, conjunción e interjección —o sea, las partes indeclinables—, añade un capítulo sobre ortografía y dos sobre maneras de hablar, a los que me referiré más adelante. El examen de la estructura nos demuestra que Olmos modifica sustancialmente la estructura de las Introductiones. Su propuesta no tiene nada que ver con la de Nebrija y, en realidad, se puede afirmar que poco tiene que ver tampoco con ninguna otra gramática latina al uso por entonces. En todo caso es más fácil explicarla con la vista puesta en el libro III de la Gramática castellana, con la incorporación en su lugar de los paradigmas, que allí aparecen en el libro V, más los dos apéndices. El motivo es claro: para Olmos prima la “lengua objeto” sobre lo que denomina la “gramática”. Así lo afirma explícitamente en más de una ocasión, por ejemplo en el comienzo de la segunda parte de la obra: Primeramente se porna la conjugacion, no como en la gramatica, sino como la lengua lo pide y demanda, porque algunas maneras de dezir que nosotros tenemos en nuestra lengua, o en la latina, esta no las tiene. Y pareceme que sera confusion, por no salir de la conjugacion del latin, poner algunos romances en tiempos que no les pueden quadrar, como parecera en la conjugacion de los verbos, por tanto a ninguno le parezca nouedad sin prouecho, pues se dara en la formación causa dello. (Olmos 2002[1547]:59)

Más allá de la estructura Más allá de las divergencias en la estructura, importa que la descripción lingüística se lleva a cabo a través, fundamentalmente, del contraste y de la búsqueda de la particularidad de la lengua náhuatl en comparación con el latín y con el castellano. Es en este punto donde en el Arte de Olmos afloran observaciones que guardan un cierto “aire de familia” con otras 5.3

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que se encuentran en la Gramática castellana de Nebrija. Así, la afirmación que hace sobre la ausencia de declinación, Quanto a lo primero es de notar que en esta lengua no ay declinaciones de manera que aya variacion de todos los casos. Ay empero diferencia entre el singular y el plural porque para el plural toman una destas sílabas o letras ti, me. que, h, de lo qual se dira mas largamente quando se tratare de los nombres. (Olmos 2002[1547]:59-60)

recuerda inevitablemente aquella otra de Nebrija: Declinacion del nombre no tiene la lengua castellana salvo del numero de uno al numero de muchos, pero la significacion delos casos distingue por preposiciones. (Nebrija (1992[1492]:123)

Olmos no propone paradigmas, aunque hace, a renglón seguido, una breve disquisición sobre el vocativo.10 Señala Olmos, además, que Tampoco se hallan en esta lengua articulos distinctos para denotar masculino o femenino, etcetera, como los ay en la gramática, ni los adjectivos tienen terminaciones diuersas. (Olmos (2002[1547]:16)

lo cual recuerda aquel comentario de Nebrija: Todas las lenguas cuantas he oido tienen una parte de la oracion: la cual no siente ni conoce la lengua latina, los griegos llaman la arteon, los que bolvieron de griego en latin llamaron le articulo: que en nuestra lengua quiere dezir artejo […] Los cuales son uno pequeños miembros a semejança delos cuales se llamaron aquellos articulos que añadimos al nombre para demostrar de que genero es. (Nebrija 1992[1492]: 123)

Algo parecido sucede con la afirmación de Olmos sobre el verbo: En todas la lenguas, assi latina como las demas, lo que tiene mayor dificultad es la materia de los verbos, porque en ellos consiste principalmente toda la armadura del bien hablar. (Olmos 2002[1547]:59)

Resulta difícil que no vengan a la memoria las palabras de Nebrija acerca del particular: La maior dificultad dela gramatica, no sola mente castellana mas aun griega t latina, t de otro cualquier lenguaje que se oviesse de reduzir en artificio esta en la conjugación del verbo: t en como se podra traer por todos los modos, tiempos, numeros t personas. (Nebrija 1992[1492]:341)

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Para entender adecuadamente la cuestión de declinaciones y casos, tanto en Nebrija como en estas gramáticas, conviene tener en cuenta la explicación de Gómez Asencio (2001:46-47)

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Aunque es verdad que en las Introductiones se denomina artículos a hic, haec y hoc, cuando se explican los géneros, lo cierto es que es en la Gramática castellana, donde se introduce una amplia disquisición sobre el artículo. En realidad, más que citas concretas, me resultan interesantes cuestiones como la terminología descriptiva. Olmos distingue, como Nebrija en su Gramática castellana, ‘tiempos propios’ y ‘circunloquios’, lo que supone que lo que no es ‘propio’, se ‘suple’, en una u otra ‘manera’ y que las excepciones ‘sácanse’: El infinitivo no le tienen propio, pero suplenle en dos maneras... (Olmos 2002[1547]:76). Para el futuro perfecto usan de circunloquio diziendo... (Olmos 2002[1547]:94).

Este modo de proceder hace que, por ejemplo, la explicación de la formación de las conjugaciones recuerde más a la Gramática castellana (concretamente a la explicación del libro V) que a las Introductiones. Hay, por lo demás, muchas coincidencias terminológicas en el metalenguaje castellano: ‘hieren’, ‘buelven’, ‘toman’, ‘mudan’, ‘doblan’. Pero es cierto que otras expresiones recuerdan los modos de exposición propios de las gramáticas modistas, perpetuados por los gramáticos proverbiandi, por ejemplo, los típicos “nota quod” de comienzo de párrafo o los “scilicet” introductores de los ejemplos. En el capítulo séptimo de la parte tercera (“De algunas maneras de hablar comunes”) encontramos la aplicación de un elemento fundamental de la tradición escolar ligada a la grammatica proverbiandi, los ‘romances’, que no es desconocida por Nebrija, pero que es lo que precisamente el gramático andaluz intentaba definitivamente superar por medio de la Gramática castellana. En la enseñanza del latín, la lengua romance cumplía una doble finalidad, derivada de la distinción entre la traducción directa (sobre todo, aunque no exclusivamente, listas de verbos latinos con su significado romance) y la traducción inversa (frases en romance desde las que el maestro explica la construcción latina). Tanto esas traducciones directas como las oraciones que después se pondrían en latín se llamaron ‘romances’. Con el tiempo, la enseñanza se basó en la elaboración de ‘romances’ que ayudaran a ‘componer’, es decir, a poner en latín una frase que está en

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romance y se hicieron clasificaciones de ‘romances’ que hacían la función de “gramáticas mínimas”. Frente a ‘componer proverbios o romances’ se distinguía ‘construir’, cuando se trabajaba sin relación a otra lengua. Pues bien, Olmos se hace amplio eco de esta práctica. El término ‘romance’ se emplea en las dos acepciones antes señaladas. Al comienzo del capítulo anteriormente mencionado afirma: Cosa prolixa seria poner todas las oraciones en las quales discrepa nuestro romance de la manera de dezir desta lengua; quiero dezir que lo indio no corresponde al castellano. Pondremos algunas que son comunes, y poner se han por la orden de los aduerbios principales que en las tales oraciones se ponen, para que mejor se halle la oracion que queremos conuertir en la lengua. Despues pondremos algunos otros romances extrauagantes, y destos que aquí se pusieren, ansi de los unos como de los otros, podremos tomar tino para por ellos hazer otras oraciones semejantes. (Olmos 2002[1547]:171)

En este texto, cobra todo su sentido aquella afirmación de Olmos (cf. 2002 [1547]:75) acerca del subjuntivo, que supone una certificación de que en este “juego a tres lenguas” —latín, romance castellano y lengua indígena—, la que manda es la lengua indígena, ya que claramente rehusa incorporar las posibles formas romances para no forzar la lengua objeto. Si nos fijamos en alguno de esos “romances del como o del quando”, veremos que el romance adecuado en castellano se transforma en otro —“se reduce”, dice Olmos— que es con el que verdaderamente se procede a ‘componer’: Este romance: como yo predicase una vez en Mexico, acaescio una marauilla, se reduze a este: quando yo predicaua, etcetera, y hazese en esta manera: yn iquac ompa Mexico nitemachtiaya, omochiuh yn tlamauiçolli. (Olmos 2002[1547]:173)

Aquí se percibe también claramente hasta qué punto es errado considerar que la metalengua es el latín. La metalengua es el castellano y de una manera mucho más profunda de lo que se podría suponer sólo por el hecho de que la gramática esté escrita en castellano. Es decir, hasta el punto de forzar la construcción castellana para así llegar al que le parece el uso adecuado en náhuatl. Por lo demás, una última referencia concreta al Arte de Olmos puede afianzar la idea de que nos encontramos ante un gramático

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con un notable conocimiento de la tradición escolar. Me refiero al apartado que dedica a la explicación de los verbos neutros: En esta lengua de otra manera tomamos los verbos neutros que en la latina. Aquellos se llaman en la gramatica verbos neutros que tienen la actiua en o y no tienen passiua en or, como seruio, seruis, por seruir. Pero en esta lengua aquel se llama verbo neutro que despues de si no puede regir caso. Esto es que la action del verbo no passa en otra cosa,11 y quando el verbo no tiene persona que padesce expressa o sub intelecto ni la puede tener, se llamara neutro en esta lengua. Exemplo: niuetzca, riome... Y ansi algunos verbos aura en la lengua latina neutros, que en esta serán actiuos y regiran despues de si caso (Olmos 2002[1547]:120)

Y más adelante señala: Esto esta claro a los que tienen algunos principios de gramatica, pero para los que no lo saben es menester declararlo. Y ansi van tambien otras cosas en este Arte, que no se pueden bien sacar de los terminos latinos, y ponerlo en terminos inteligibles a todos no se puede bien hazer. Y ansi en muchas cosas lleua la traça de la gramatica latina assi porque se vea el artificio de la lengua no ser tan barbara como algunos dizen, como porque con gran dificultad y prolixidad, no se pudiera dar todo a entender por solo nuestro romance, sin mezclar algo del latin, etcetera. (Olmos 2002[1547]:120)

En este pasaje no me parece que esté sólo presente la doctrina de las Introductiones. La definición y el ejemplo de verbo neutro son, ciertamente, los mismos que los de las Introductiones, pero el resto tiene poco que ver. A Olmos se le plantea el mismo problema que a Nebrija en el apartado de la construcción de la Gramática castellana, cuando reorganiza los géneros del verbo, y resuelve de manera semejante, en el sentido de que el verbo neutro del náhuatl se acaba asimilando al verbo absoluto, pero muchos verbos neutros de la gramática latina pasan a considerarse como activos, entre ellos el que sirve de ejemplo: servir. La expresión “passar en otra cosa” es la que se utiliza literalmente en la Gramática castellana (1992[1492]:341).12 La explicación por medio de los 11

En otro caso escribe erróneamente el copista. En la traducción castellana del texto latino de las Introductiones (1996[c1488]:123) se lee: “En dos. Transitiua, enla qual el hazer & padecer del uerbo se muestra passar o ser passado de vna persona en otra, como yo amo a Dios, yo so amado de Dios. Intransitiua, en la qual ni el hazer ni padezer del uerbo se muestra passar o ser passado de vna persona en otra, como yo corro, todos corren”. Esta cita corresponde al Libro III; en el IV, que trata de la construcción, no se registra. La explicación de las “claves sintácticas” que 12

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pronombre me, te, se es la que se emplea en la Gramática castellana. Podría haber pues aquí huellas de esta gramática, pero parece bastante claro también que hay, además, huellas de la gramática modista —así, distinciones del tipo acción intrínseca y acción extrínseca— que puede haber conocido Olmos a través de los textos de la tradición escolar latina (cf. Codoñer 2000:63). En realidad, quizá esta sea la razón por la que se intenta mantener el problemático concepto de verbo neutro. A modo de conclusión: Olmos distingue claramente el orden o método y la “gramática” —lo que hoy podríamos llamar “teoría general de la gramática”. En cuanto al método, escoge el que le parece más oportuno desde el punto de vista pedagógico y, con la intención de respetar la propiedad de la lengua objeto, intenta describir ésta en comparación con el latín y el castellano, que actúan de lenguas de referencia. La teoría gramatical está basada fundamentalmente en la doctrina nebrisense, pero hemos visto que conoce las doctrinas de los modistas, quizá gracias a los textos y las prácticas de la tradición gramátical escolar. Yo no tengo competencia en la lengua náhuatl como para poder confirmar que Olmos consigue su objetivo de facilitar el acceso a la lengua náhuatl sin desvirtuarla, pero sí creo haber podido demostrar que ésa era exactamente su intención. 6. Molina y Nebrija 6.1 Algunas huellas de la nova ratio Nebrissensis en las obras de Molina Las obras de Molina revelan en seguida la influencia de Nebrija. Ciertamente, las abundantes citas directas no dejan lugar a dudas. Ridruejo (2003:122-124) lleva a cabo una comparación entre los índices de Nebrija, Olmos y Molina, y afina los criterios a partir de los cuales la realiza. Así, por ejemplo, el texto nebrisense que escoge es el de las Introductiones latinas contrapuesto el romance al latín (c. 1488) que, como vimos, presenta ya la estructuración definitiva del Arte de Nebrija. Esto permite que resalten más las diferencias. El análisis de Ridruejo me libera de detenerme en este punto. Sólo he de hacer notar que Molina elimina la mención a Nebrija introduce en el prólogo al Lexicon se hace exclusivamente en términos de orden (cf. fols. 6-7) y tampoco se registra tal expresión.

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Nebrija en lo relativo al método que sigue y que sólo declara imitarle en el recorte del componente lexicográfico de la gramática, que era extraordinariamente fuerte en las gramáticas escolares anteriores a Nebrija. Cuando Molina detalla la estructura de la obra, declara al mismo tiempo que el procedimiento que se va a emplear es el del contraste, al señalar las lenguas de referencia: Este arte de la lengua mexicana, se diuidira en dos partes. En la primera se tratara copiosa y claramente de todas las ocho partes dela oracion que esta lengua tiene, conforme a la lengua latina y castellana. Y enla segunda parte, se trataran y declararan algunas cosas dificultosas y delicadas dela misma lengua. (Molina 1571:I, 6)

Y utiliza en la obra el mismo verbo que Nebrija en la Gramática Castellana, ‘cotejar’ para la comparación de lenguas: Y dado que esta digresion parezca a algunos prolixa, es empero muy prouechosa, para entender mas facilmente esta lengua, cotejandola conla latina como emos dicho. (Molina 1571:II, 31)

En este sentido, las ideas fundamentales son las mismas que en Olmos y las mismas que el propio Molina había aplicado en su Vocabulario, donde afirma: Algunos destos auisos no entenderan los que no saben latin, porque van fundados sobre el arte dela gramatica: pero ponense, por que alos que la entienden les sea luz para saber bien vsar delos verbos, y delo que dellos se deriua y sale. (Molina 2001[1555]14)

Pero Molina (1571:I, 4) declara que su interés radica en la lengua mexicana, lo que queda claro en su explicitación del título, ligeramente diferente del que aparece en la portada: “Arte de la lengua Mexicana, ympressa en dos lenguas (conuiene a saber) en lengua castellana y Mexicana”. Esta singularización del náhuatl implica una valoración de la lengua que la hace digna de ser objeto de una descripción gramatical, de ser sujeta a reglas. La lengua náhuatl es para Molina una lengua vulgar más, como el castellano, no una lengua ‘bárbara’ o ‘peregrina’, como diría Nebrija (1992[1492]:3v). Así lo expresa Molina en su Arte: Es de aduertir, que assi como en todas las lenguas vulgares ay dos maneras de pronunciacion, la vna perfecta y verdadera, y la otra imperfecta y mal pronunciada, que es lo mismo enesta lengua mexicana. (Molina 1571:I, 6v).

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En este sentido, no debe extrañar que, en ese cotejo que alcanza todos los niveles de la lengua, tenga Molina el “atrevimiento” de señalar, como hacía Nebrija para el castellano, que el el náhuatl tiene una letra hebrea: Allende desto esta lengua tiene una letra Hebrayca, que es tsade. La qual se ha escreuir con .t. y .s. o con .t. y .z: y ase de pronunciar como .t. y .s. diziendo. nimitztlaçotla. Nitzatzi. niuetzi. (Molina 1571:I, 3r)

Recordemos que, cuando Nebrija habla de los oficios de la letra c, en su Gramática castellana, introduce esta explicación: Tiene también dos oficios prestados: uno cuando debaxo della acostumbramos poner una señal, que llaman cerilla, como en las primeras letras de estas diciones: çarça, çevada; la cual pronunciación es propia de judios y moros, de los cuales, cuanto io pienso, las recibió nuestra lengua, por que ni los griegos, ni latinos que bien pronuncian, la sienten ni conocen por suia. (Nebrija 1992[1492]:7r.)

Claro que, en el caso de Molina, parece tener esa alusión una interpretación distinta, de mayor valoración de la lengua indígena, al estilo de aquellos que en la Península se esforzaban en emparentar el romance con el hebreo, para garantizar así su dignidad. No es la única ocasión en la que Molina recurre al hebreo. Mientras Nebrija (1992[1492]:7r) pone como fundamento de la formación del verbo castellano al infinitivo y la primera persona del singular del presente del indicativo, a la que llama ‘primera posición del verbo’, Molina afirma al respecto lo siguiente: Es aquí de notar, que comunmente segun la costumbre de los hebreos, en todos los tiempos y modos se forman las otras personas de la tercera. (Molina 1571:I, 51v.)

Por lo demás, aquel cotejo al que antes me refería alcanza todos los niveles de la lengua, a partir de la especificación de las mismas partes de las oración. Yo no estoy muy de acuerdo en la afirmación de que Molina insista en la existencia de declinaciones, ya que afirma taxativamente que “en esta lengua ningun nombre se varía ni declina por casos, asi como la latina” (1571:I, 6v). De hecho llega a escribir la declinación para poder concluir “De manera que no ay mas de dos terminaciones, la vna del numero singular, para todos los casos y la otra en el numero plural, tambien para todos los casos”, (1571:I, 6v), que no es conclusión distinta a la que llega

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Nebrija en la Gramática castellana para el castellano. Molina, por lo demás, tiene problemas con el vocativo y con el genitivo posesivo, que es lo que parece que le fuerza a seguir aludiendo a casos, al mismo tiempo que a distintas terminaciones de las palabras —como Nebrija en la Gramática castellana (1992[1492]:55 r)—, para volver a afirmar (1571:I, 9v) que “es assi mismo de notar, según arriba diximos, que propriamente no tienen casos en esta lengua”. Y como Nebrija en su Gramática castellana, tiene problemas con la construcción del verbo, ya que los verbos rigen casos, pero luego estos son frecuentemente descritos, no como determinaciones formales, sino en virtud de lo que significan: daño o provecho, etc. En qué medida pueda afirmarse que Molina conocía la Gramática castellana es algo problemático, que exige un estudio muy detallado de los pequeños cambios en las definiciones y en los ejemplos de la descripción. Por ejemplo, si revisamos su doctrina sobre el adverbio, encontramos que la definición sigue más de cerca la de la Gramática castellana que la latina: Aduerbio quiere dezir, casi añadidura, o cosa añadida al verbo. Por quanto determina la significacion del dicho verbo, como parece en los exemplos que se siguen (1571:I, 71r). Adverbio es una delas diez partes dela oracion. La cual añadida al verbo hinche o mengua o muda la significacion de aquel […] I llama se adverbio porque comun mente se junta & arrima al verbo para determinar alguna qualidad enel (1992[1492]:42v), —Quid est aduerbium? Pars orationis indeclinabilis, quae addita uerbo significationem eius aut complet, aut mutat, aut minuit, ut iam faciam, non faciam, parum faciam. —Vnde dicitur aduerbium? Quasi “ad uerbum”, quia uerbo adingi quasi semper desiderat (1996[c1488]:122). —¿Que cosa es aduerbio? Parte dela oracion que no se declina & añadida al uerbo hinche su significacion, o la muda, o la amengua, como luego hare, no hare, poco hare. —¿De donde se llama aduerbio? Como “al uerbo”, por que quasi siempre dessea ayuntar se al verbo (1996[c1488]:123).

El orden de exposición de las significaciones es, después, el de las Introductiones, pero en el ejemplo de los adverbios para jurar, no aparece el de la gramática latina —por Hércules & Cástor—,

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sino, como en la Gramática castellana, por Dios, junto con las expresiones habituales “antiguamente” entre los indios. Del estudio de ejemplos aislados de este estilo no creo que se pueda llegar a una conclusión definitiva. Pero creo que sirven para llamar la atención acerca de que la investigación que nos llevará a salir de dudas sobre si los primeros misioneros conocieron o no la Gramática castellana ha de ser extraordinariamente minuciosa. Como en Olmos, la metodología contrastiva se plasma en una terminología específica semejante a la de Nebrija: ‘propio’, ‘suplido’, ‘circunloquios’, etc. Aunque encontramos sorpresas no atestiguadas en las obras nebrisenses. De manera que, frente a los testimonios claros de la doctrina nebrisense, debe medirse la capacidad descriptiva de Molina, sobre todo, por las modificaciones que lleva a cabo ocasionalmente, emulando también en esto al propio Nebrija. Ridruejo (2003:124-125) llama la atención hacia su procedimiento de análisis morfológico basado en la diferencia entre “sílabas serviles o servidoras frente a la raíz, no ya para el náhuatl, donde es imprescindible, sino incluso para el latín”. Así, la teoría gramatical se amplía para dar cabida a particularidades desconocidas que son objeto de una nueva terminología descriptiva. Me llama la atención, por ejemplo, el reconocimiento de “afixos” (1571:I, 25r; tb. en II, 12v), término que aplica Molina a los pronombres “que siempre se ayuntan a verbos”. Es verdad que es un término muy latino, pero está tomado de la tradición gramatical hebrea (cf. García-Jalón & Llliteras 2006:500), y no lo he podido documentar antes en textos gramaticales españoles. Por supuesto mantiene Molina otros hechos relevantes como, por ejemplo, esa nueva ‘forma’ del verbo derivativo que ya aparecía descrita en Olmos como un elemento fundamental: el verbo reverencial.13

Adaptación de un modelo y destrucción de una ideología En otro lugar (cf. Esparza 2005a) he intentado demostrar que el investigador que conozca bien la obra nebrisense puede advertir 6.2

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Nebrija distingue en sus Introductiones las siguientes formas de los verbos derivativos: incoativos, meditativos, desiderativos, frecuentativos, diminutivos, denominativos, adverbiales. No define Nebrija el concepto ‘forma’, de manera que se produce un cierto corte con la tradición medieval de la que procede el mencionado concepto. Rincón acuñará nuevas ‘formas’.

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que el Prólogo de Molina a su Arte de la lengua Mexicana y Castellana (1571) es una suerte de recreación profundamente cristiana del Prólogo que escribió Nebrija para su Vocabulario de romance en latín (c. 1494), que tan bien conocía nuestro franciscano. Aquí, Molina, recurriendo a la parábola de los talentos como eje central de su discurso, rehace el texto de Nebrija para llegar, como él, a hacer la cuenta de sus obras, escritas para el bien de “la nueva Iglesia indiana”, de la misma manera que las de Nebrija lo fueron “para que despues de muchos merecimientos en nuestra republica alcançasse gloria inmortal”. Quizá la huella más palpable de la nova ratio Nebrissensis en la obra de Molina sea precisamente la concepción de sus distintas obras como un todo. Esto queda absolutamente claro cuando, ya hacia el final de su Arte (cf. fol. p1 v), se refiere a la Doctrina cristiana: Allende desto, despues de leydas las cosas que se han dicho enlas dos partes deste libro, sera bueno, que el estudioso amador desta lengua, lea luego la doctrina christiana que enla dicha lengua Mexicana traduximos los años passados y agora de nuevo la tornamos a ymprimir consu romance, ocupandose en passarla y entenderla muy bien...

Así lo había hecho también en sus Vocabularios, declarándose, en su proceder metodológico, “imitador” de Nebrija:14 Y para entender las significaciones de las dichas dictiones, deuese recurrir alos dos vocabularios que agora acabamos de ymprimir: por quanto no pretendemos aquí escreuir vocabulario, sino arte de la lengua Mexicana. (Nebrija 2001[1555]:6)

En realidad, me atrevería a afirmar también que en el prólogo de Molina al Vocabulario de 1555 está presente el Prólogo nebrisense a la Gramática castellana, pero de una manera muy especial, pues si en el de 1571 hubo adaptación, aquí hay algo más. Molina destruye sistemáticamente la idea de que la lengua es compañera del imperio, con todas sus consecuencias. Primero, a los ejemplos históricos que esgrime Nebrija para fundamentar que el cambio y la disparidad de las lenguas se debe a la pérdida del poder, Molina opone los ejemplos de la Escritura que muestran cómo la disparidad lingüística es causada precisamente por la soberbia. Después, donde Nebrija argumenta ante la Reina que 14

Remite también, para que el lector amplíe información sobre la manera de contar, al “Vocabulario impresso, que comiença en romance” (II, 3).

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sólo queda con el vencimiento de los pueblos bárbaros, recibir las leyes que el vencedor pone al vencido “y con ellas nuestra lengua” (1992[1492]:3v), Molina aduce el ejemplo del rey Carlos, para que, quienes hayan de regir y gobernar, aprendan la lengua de sus súbditos. La cita de Nebrija sobre el valor de la lengua que nos aparta de todos los animales (1992[1492]:2v), es precisada por Molina con la de Aristóteles acerca de la naturaleza comunicativa del hombre, imposible si no se comparte la misma lengua. A los tres “provechos” de su obra que aduce Nebrija, Molina replica con otros tres mucho más espirituales. A la gloria que reclama Nebrija por ser el primero, opone Molina su humilde satisfacción de ser, como San Pablo, el que “plantó” la semilla con el favor divino. 7. Una nota sobre el Arte de Rincón La gramática de Rincón tiene un aire más académico que las de los autores que le preceden. No voy a hacer aquí un análisis del contenido de la gramática de Rincón ya que, por ligero que este fuera, me obligaría a extenderme demasiado. Querría detenerme sólo en la justificación que hace de su modo de proceder. En el “Prólogo al lector”, después de afirmar que No es posible guardarse en todo vn mismo methodo y arte, en enseñar todas las lenguas, siendo ellas (como lo son) tan distantes y diferentes entre si, antes la vniformidad en esto seria gran disformidad, y por consiguiente confussion y estoruo para quien las deprendiesse. (Rincón 1595:fol. B)

sostiene la conveniencia pedagógica de ajustarse al método seguido en la gramática latina, aunque concreta éste en una serie de elementos de carácter muy general: Mas con todo esso no se puede negar sino que el camino mas llano y breue para aprouechar en qualquiera de las lenguas, es, el que an hallado la latina, y griega, como se vee por el artificio con que se enseñan y aprenden: assi por hauer reduzido a cierto unmero todas las partes de la oracion poniendo los nombres conforme a sus officios y calidades como tambien por hauer mostrado la variacion de las partes, que entre ellas son variables, enseñando el artificio de juntar, o construir las vnas con las otras, y finalmente dando reglas dela propria y buena pronunciacion. (Rincón 1595:fol. B r-v)

La identificación de estos componentes de carácter general permite dejar al margen las ‘reglas’, que es donde debe buscarse la identidad de la lengua objeto de la descripción:

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Por lo qual hauiendo yo de escriuir Arte para deprender y enseñar la lengua mexicana no me parecio apartarme del ordinario camino por donde procede la lengua latina, que es mas sabida entre nosotros, ni tampoco me he querido obligar a seguir del todo sus reglas, porque seria lleuar muy fuera de proposito (y como dizen) de los cabellos muchas cosas que aca piden muy diferentes preceptos. De manera que en aquello que me e podido aprouechar de la gramatica latina siempre me yre arrimando a ella pero en las otras cosas, en que esta lengua se diferencia de la latina por ser ellas nueuas a sido forçoso reducirlas a nueuas reglas, con el nueuo estilo que se requiere. (Rincón 1595:fol. B r-v)

Sin embargo, la asimilación entre gramática latina y método o arte gramatical se resuelve en adoptar la estructura de las Introductiones, con el reparto de la materia en cinco libros, aunque no se corresponden, con todo, con la distribución de los contenidos de la gramática de Nebrija: Va pues dividida esta gramatica en cinco libros. En el primero se trata de la declinación del nombre. En el II de la conjugacion del verbo. En el III se enseña el orden con que vnas partes de la oracion se deriuan de otras. En el quarto libro en lugar de sintaxis, o construccion, porque en esta lengua o ay essa variacion de casos se pone el arte que tienen en componer vnos vocablos con otros. El V y ultimo libro trata de la pronunciacion y accento, y aun es esto auiendonos aprouechado del latin en lo que el mexicano le es semejante: van juntamente puestas las reglas para la pronunciacion y accentos nueuos que a esta lengua le son propios, y no se hallan en las de mas(Rincón (1595:fol. B r-v)

Un estudio más a fondo de la gramática de Rincón revelaría con toda seguridad que hay algo más que la doctrina gramatical nebrisense, desde el punto de vista de la gramática latina, y que hay una huella profunda —ésta mucho más aparente—de los gramáticos del náhuatl que le han precedido. Habría que estudiar, además, los aspectos en que se nota la aportación personal de Rincón. El caso es que la gramática de Rincón, de carácter más institucionalizado y de menor sabor primitivo, si tal expresión se puede aplicar hablando de gramática, se convierte en modelo para Carochi (1645), que mantendrá la estructura en cinco libros, aunque disuelve parte de la materia sobre la sílaba en los libros anteriores y dedica el quinto “a los adverbios y a los vocablos, cuia significacion se mudan con sola la variacion del acento”, que ya se ve que es uno de los aspectos que desde el comienzo han preocupado a los misioneros gramáticos del náhuatl. Con Rincón,

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en definitiva, ya se ha creado un modelo de gramática propio que se reviste paratextualmente del prestigio de la gramática latina de Nebrija. 8. A modo de conclusión De todo lo dicho se desprende que el término “modelo”, por una parte, no parece muy adecuado desde el punto de vista historiográfico y, por otra, ofrece connotaciones que pueden dificultar la investigación o, en todo caso, oscurecer los logros de los misioneros. Si nos preguntamos por qué los misioneros deciden recurrir a la gramática latina la primera respuesta es bastante obvia: ¿qué iban a hacer si no? Una gramática no sale de la nada: es necesario un “marco teórico” y un “marco formal externo”, como los llama Gómez Asencio (2001:42). Además, es preciso considerar la autoridad de la gramática latina en todo lo concerniente a la gramática como disciplina y la conveniencia pedagógica, ya que se suponía en el lector, en general, un conocimiento de gramática, y la gramática era una disciplina construida y desarrollada fundamentalmente en latín. La mirada a las gramáticas latinas se veía como un medio de asegurar que se estaba trabajando adecuadamente y con provecho. La gramática latina por excelencia en el momento inicial de la lingüística misionera es la de Nebrija y, por ello, es del todo lógico que se acojan a su autoridad. Los primeros misioneros —esto se ve claramente en Molina— entienden las obras nebrisenses como un todo, como un método unitario, que era exactamente la idea de Nebrija. ¿Qué texto de las Introductiones conocieron los misioneros? Obviamente la edición que se difundirá por América es la tercera, sobre todo a través de las impresiones de los herederos de Nebrija. No tiene, por tanto, mucho sentido referirse a la primera edición de 1481. Ciertamente, es una dificultad objetiva para la investigación el que no exista una edición moderna de la tercera edición. La versión bilingüe de las Introductiones (c.1488) ofrece ya la estructura definitiva y se puede usar por tanto en la comparación de la estructura de las gramáticas y, por supuesto, para documentar las citas textuales del texto básico. Pero la bilingüe no contiene las glosas para los maestros que la tercera

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edición de las Introductiones presenta. Y no hay que olvidar que los misioneros lingüistas son maestros. Los primeros misioneros no sólo conocerían a Nebrija, sino que estarían muy familiarizados con la tradición gramatical escolar del uso del romance. Lo hemos visto en Olmos. Molina manifiesta un conocimiento muy detallado de la obra de Nebrija, pero cita también, por ejemplo, a Donato. A partir de una cierta fecha, es decir, con la decadencia de las Introductiones como texto básico indiscutible, es de suponer que se introducirían otras obras, métodos y autores entre los modelos de los misioneros. El parco análisis de las obras del náhuatl que aquí se ha realizado no sirve para demostrar esto, pero nos hemos referido a las observaciones que se hacen en sendos estudios de Zwartjes (2002) y Ridruejo (2003) sobre este particular. Someter la lengua al artificio de la gramática latina encierra, en los siglos XVI y XVII, algo más que, aunque no se dice explícitamente, es preciso comprender y valorar. Someter las lenguas indígenas al artificio de la gramática supone, por encima de todo, implícitamente, la declaración de la dignidad de las lenguas objeto de estudio. No conviene olvidar que estas gramáticas contienen también los necesarios comentarios apologéticos de la lengua vulgar, que se documentan en todos los autores, particularmente al comienzo. Hemos visto que Molina considera al náhuatl una lengua vulgar, exactamente igual que “nuestro romance”. Esto, evidentemente, no es huella de Nebrija. Desde el punto de vista de la concepción lingüística, los misioneros toman partido por una posición todavía discutida en la Península cuando escriben Olmos, Molina y Rincón: están a favor de la posibilidad de reducir al arte gramatical las lenguas vulgares. En este sentido, coinciden plenamente con Nebrija. Por otra parte, la cuestión de lo que hoy llamaríamos competencia comunicativa hacía conveniente la incorporación de la lengua vulgar, sobre la que también se hacen las oportunas observaciones de carácter gramatical en las artes de los misioneros. En realidad, no tanto por este motivo como por el supuesto empleo de la Gramática castellana de Nebrija como instrumento de castellanización, se han introducido en la investigación sobre lingüística misionera española abundantes referencias que no

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raramente conducen, como hemos visto, a conclusiones erradas acerca de esa cuestión. Hemos dicho, no obstante, que del estudio atento del Prólogo al Arte (1571) de Molina se desprende que éste conocía, a través del recuento de las obras que hace Nebrija en el Vocabulario de romance en latín, toda la obra nebrisense y que, en consecuencia, Molina debió conocer la existencia de la Gramática Castellana. Por otra parte, el análisis del Prologo al Vocabulario de Molina parece avalar la hipótesis de que no sólo llegó a saber de su existencia, sino que pudo haberla manejado. Otra cuestión es la de la investigación de las posibles huellas de la Gramática castellana de Nebrija. Es de suponer que éstas, de haberse producido, lo habrían hecho en las fases más tempranas de la actividad de los misioneros. En las Artes de Olmos y Molina, hemos intentado esbozar el camino a través del cual podría investigarse asunto tan complejo. El punto de partida ha sido la nova ratio Nebrissensis. En este marco, si lo que realmente sucedió es que la Gramática castellana de Nebrija no llegó a verse como algo sustancialmente diferente de la gramática latina, no habría que asombrarse en absoluto, pues la clave de la labor nebrisense es la unidad dentro de la diversidad de su obra. Lo que Nebrija hace es un nuevo método en el que cada obra no es más que una pieza perfectamente engarzada con las demás. Molina, a quien con razón se ha llamado el Nebrija indiano (Galeote 2001[1555]), acoge esta idea y concibe un gran proyecto lingüístico compuesto por diversas obras que persiguen un fin común.15 Un punto fundamental del método nebrisense es que el castellano, sin dejar de ser metalengua, alcanza el estatus de lengua objeto de la descripción gramatical. Antes de Nebrija, el uso del castellano como metalengua no había llegado a todos los aspectos de la gramática; los únicos testimonios con que contamos son los que nos ofrecen, fundamentalmente, la tradición proverbiandi y Juan de Pastrana (?-1387-?). La habilitación completa del castellano como metalengua se alcanza en Nebrija 15

Cuando ya estaban redactadas estas páginas, ha aparecido un estudio de Esther Hernández (2006) sobre “el Vocabulario de verbos nahuas de fray Andrés de Olmos (1547)” que pone de manifiesto la compementariedad entre léxico y gramática que se da también en este autor.

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con las Introductiones latinas contrapuesto el romance al latin (c. 1488) y, sobre todo, con la Gramática castellana, donde el español se convierte ya en medio y objeto de la descripción lingüística. En este punto, conviene no olvidar que las Artes de los misioneros no sólo emplean el castellano como metalengua, sino que, al convertirse en lengua de referencia, junto con el latín y otras, existe también una descripción del romance, aunque no siempre sea explícita. El punto de referencia para un trabajo de este tipo pudieron haberlo encontrado en la Gramática castellana nebrisense. En ciertos aspectos el modo de obrar de Olmos y Molina se asemeja al de Nebrija, ya que no tienen especiales problemas en, no sólo adaptar, sino también, cuando lo creen necesario, crear una nueva terminología descriptiva. Con ellos se inicia, en el ámbito de la lengua náhuatl, una tradición gramatical que cristaliza en un manual estructurado de acuerdo con las necesidades de la institucionalización, el de Rincón, que perpetúa como punto de referencia metodológico, con las oportunas variaciones, la organización de las Introductiones latinae nebrisenses, particularmente visible en la partición en cinco libros. REFERENCIAS Fuentes primarias Carochi. Horacio. 1645. Arte de la lengva Mexicana con la declaracion de los adverbios della. México: Juan Ruiz. Cerda, Juan Luis de la. 1598. Aelii Antonii Nebrissensis Institutio Grammatica Philippi III Hispaniarum Regis Catholici iussu restituta. Madrid: Juan Flandro. Cerda, Juan Luis de la. 1601. Aelii Antonii Nebrissensis de Institutione Grammaticæ Libri Quinque. Madrid:Tipografía Regia & Hospital General. Castillo, Martín del. 1676. Arte Hebraispano o Grammatica de la lengua santa en idioma castellano. Lyon: Florian Anisson. Castillo, Martín del. 1678. Grammatica de la lengua Griega en Idioma Español. Lyon: Florian Anisson. Guerra, Juan. 1900[1692]. Arte de la lengua mexicana según la acostumbran hablar los indios en todo el Obispado de Guadalaxara. Prólogo de Alberto Santoscoy. Guadalajara: A. Ochoa Imp. Mendieta, Jerónimo de. 1870. Historia eclesiástica indiana: obra escrita a fines del siglo XVI / la publica por primera vez Joaquín García Icazbalceta. México: [s.n.] (Imp. por F. Díaz de León y S. White. (Puede

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