NACIONALISMO Y LIBERALISMO EN LA EUROPA DEL SIGLO XIX

May 23, 2017 | Autor: Guillermo Gil Orduña | Categoría: Historia política y social siglos XIX y XX, Siglo XIX, Liberalismo, Nacionalismo, Liberalismo econômico
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NACIONALISMO Y LIBERALISMO EN LA EUROPA DEL SIGLO XIX

GUILLERMO GIL ORDUÑA UNIVERSIDAD DE ALMERÍA

Introducción El nacionalismo y el liberalismo serán dos doctrinas e ideas muy presentes y relevantes durante el siglo XIX en el mundo occidental. De hecho, ambas serán las que desde la Revolución francesa vayan definiendo la política y economía fundamental de Europa. Las dos ideologías se van poniendo de manifiesto pues en las oleadas revolucionarias (1820,1830 y 1848) que suceden a las guerras napoleónicas, ambas con un origen revolucionario. Sin embargo, en sus respectivos marcos ideológicos, al margen de su común contexto, no persiguen ni luchan por una misma causa, y en algunos aspectos siguen intereses contrapuestos. Por lo tanto, es preciso estudiar primero su común origen, el desarrollo que irán siguiendo y los intereses que las impulsaron en los diversos campos, y su separación ideológica, así como su progresiva implantación. Para ello, por partes analizaremos primero ambas ideologías mediante su definición, el estudio de sus características particulares, así como su diferente evolución. Para terminar, analizar diferentes fenómenos históricos relevantes en el desarrollo de estas doctrinas, como las revoluciones liberales de la primera mitad de siglo, y las unificaciones de Alemania e Italia.

Definiciones de Nacionalismo y Liberalismo Definición de nacionalismo Doctrina política que defiende el derecho de los pueblos a constituir estados políticos independientes, mediante la autodeterminación política. Serán identificados con características propias, acaparando aquellos territorios que las cumpliesen, como un idioma, religión, pasado, tradiciones y economía comunes. En lo más básico, que Estado y Nación fuesen la misma cosa. La nación es considerada el fin último de la comunidad, sagrado y de obligado sacrificio para todos los individuos que lo componen. Durante el siglo XIX tendrá una presencia y definición como nunca antes, debido a la llegada de nuevas ideas y formas de pensar, como la creación de los estados-nación, el romanticismo, la lucha contra la dominación extranjera, el interés de uniones aduaneras, etc.

Definición de liberalismo El Liberalismo es una corriente ideológica, una doctrina que surge a finales del siglo XVIII y que se desarrolla en la vida política durante el siglo XIX, especialmente durante su primera mitad. El ideal que defiende se basa principalmente en la defensa de la “libertad” del individuo (misma raíz semántica), de todos los miembros de la sociedad o bien de cualquier grupo según el período. También, depende del campo, existía un liberalismo político, económico, religioso, etc., no siempre unidos ni presentes en un mismo colectivo o individuo. Esta doctrina ideológica será la que respaldó las revoluciones políticas que van desde la Revolución francesa hasta la de 1848, para ser la norma general de los sistemas políticos establecidos en la Europa occidental a partir de entonces.

Origen y caracteres del nacionalismo y del liberalismo El origen de ambas ideas se produce más o menos en el mismo período, con indicios en el siglo XVIII a través de las ideas ilustradas, pero no será hasta finales de este siglo y principios del XIX cuando el liberalismo toma forma a través de los intereses políticos y económicos de la burguesía, y conforme se da este fenómeno surge el nacionalismo como una idea romántica ligada a las ideas liberales (la libertad de los pueblos). De la misma forma, el nacionalismo se convierte en un cuerpo teórico que legitima el poder del pueblo ciudadano frente al Antiguo Régimen, más legitimado en las ideas religiosas y universalistas. Por lo tanto, en principio liberalismo y nacionalismo irán juntos de la mano. Gestación y naturaleza del liberalismo Como idea comienza a surgir durante plena Edad Moderna, en el siglo XVII. Casos puntuales que se pueden interpretar acompañados de un ideal liberal son la guerra del Parlamento inglés contra Carlos I, por ejemplo. Estas ideas serían definidas durante el siglo XVIII (antecedentes culturales), contando con el apoyo de una clase ilustrada e importantes intelectuales, como Montesquieu (1689-1755), Rousseau (1712-1778), o economistas como Adam Smith (1723-1790). Históricamente se considera que el liberalismo como fenómeno político se inicia con la Revolución francesa, pues es cuando

la burguesía comienza a entrar directamente en el poder y a aprobar leyes que aseguren su mantenimiento en él, tanto para ir en contra de la nobleza, como contra los jacobinos. De hecho, pronto establecerá cuerpos legales para combatir a ambos sectores. Para asegurarse el derecho a la libertad frente a los privilegios del Antiguo Régimen (nobleza y clero), aprobarían constituciones políticas, cuerpos legales que aseguran los derechos ciudadanos y políticos frente a la autoridad del Estado y del soberano. Y frente a las temidas masas, tanto campesinos como la cada vez mayor presencia de la clase obrera, y de sus reclamaciones de reparto de riqueza, apoyarían el sufragio censitario, basado en la riqueza, de forma que este sector social mayoritario no acceda a los beneficios políticos, y tanto el gobierno como las leyes sean dirigidos exclusivamente por la burguesía. Por lo tanto, el sistema político perfecto para esta burguesía liberal será en general una monarquía constitucional basada en el sufragio censitario. En lo más básico será un movimiento que defiende la libertad individual, y la igualdad de derechos del hombre frente a ella, legitimado en la Razón y la Naturaleza. Dicho principio se querrá aplicar a todos los campos, principalmente al económico y al político, que no siempre iban unidos de la mano. Políticamente reclamarían una participación en la redacción de leyes por medio de asambleas legislativas, que vayan acordes con sus intereses en la economía, ya sean comerciales o industriales. Por tanto, aunque inicialmente el liberalismo, al no estar tan definido, tenía mayor unidad y cohesión en sus campos, con el tiempo el liberalismo político y económico se separarían y sufrirían contradicciones. El liberalismo político El liberalismo político seguirá unos principios muy concretos, definidos a lo largo de su desarrollo: 1. Libertad individual (libertad de expresión, religiosa, etc.). 2. Ley suprema en una Constitución que limite los poderes del rey y garantice derechos políticos. 3. Soberanía nacional y no monárquica. 4. División de poderes: legislativo, ejecutivo y judicial independiente.

No obstante, estos principios tan generales irán siguiendo un desarrollo que los matizarán a lo largo del siglo. El constitucionalismo es un pilar fundamental del liberalismo político. Abajo: Constitución de Cádiz, 1812.

Una vez que la Francia de Napoleón es derrotada y el Antiguo Régimen recupera el control político de Europa en 1815, las clases liberales fomentarán la rebelión política y el establecimiento de Constituciones en los diferentes estados que garanticen su libertad política. Estas revoluciones las vemos en 1820 y 1830, fundamentalmente. En 1830, sin embargo, es cuando se pone de manifiesto que el liberalismo no es una masa ni cuerpo ideal homogéneo, sino que puede ser muy diferente dependiendo de los intereses de una clase social o un colectivo. Conforme se va avanzando más en el tiempo, y las conquistas de derechos como el sufragio universal, o la libertad de expresión amenazan con llegar, sectores de la clase liberal se irán moderando más por las dificultades políticas que esto conllevaría para su ejercicio del poder. Por lo tanto, surgen dos tipos de liberalismo, fundamentalmente: Se diferencia en Liberalismo doctrinario o moderado (sufragio censitario, soberanía nacional, superioridad del rey al Parlamento…), y Liberalismo democrático o progresista (sufragio universal masculino, soberanía popular, superioridad del Parlamento o República…). Con la Revolución de 1830 se establecerá mayoritariamente el liberalismo moderado en países como Francia, y poco después en España. En general, hasta las revoluciones de 1848 prevalecen políticamente liberales moderados, partidarios de un sufragio censitario muy restringido, para que sólo voten aquellos grandes propietarios estables que ganen lo suficiente como para pagar impuestos, así como mayor poder político del Rey ante las cortes. Posteriormente se acordará una soberanía compartida, el llamado cuarto poder basado en la doble representación. De esta forma, el monarca se encargaba de mediar entre los representantes de la nación en el parlamento, y con el gobierno, y era la autoridad para sustituir a un gobierno por otro contando con el apoyo de las cortes.

No obstante, se puede diferenciar que las luchas por el liberalismo político se producen más en la Europa occidental continental (Francia principalmente), mientras que Gran Bretaña se centrará más en luchas por cuestiones económicas, puesto que su revolución de 1688 estaba más que asimilada, y debía hacer frente a cambios económicos iniciados desde el siglo XVIII con la maquinaria y la industrialización económica. El liberalismo económico Adam Smith (1723-1790), considerado padre del liberalismo económico.

El liberalismo económico será uno de los campos más importantes de la doctrina liberal, por no decir el más relevante. Su origen teórico se debía principalmente a la obra La riqueza de las naciones de A. Smith, así como a la fisiocracia francesa, destacando el autor François Quesnay. Esta teoría se resumía muy brevemente en que la economía era un fenómeno “natural”, se rige por “leyes

naturales”,

y

por

lo

tanto

debía

desarrollarse en la máxima libertad, sin la más mínima intervención por parte del Estado. El lema de la fisiocracia sería el laissez faire, laissez passer, que resumía muy bien sus principios (dejar hacer, dejar pasar). De esta forma, la iniciativa individual y la libre competencia se desarrollarían sin problema, los precios se basarían estrictamente en la ley de la oferta y la demanda, y el Estado se limitará exclusivamente a proteger la propiedad privada, así como el libre desarrollo de la economía y los intereses que defiende la burguesía (poseía el monopolio de la violencia, se consideraba el gendarme económico, quien impone el orden en el interior y protege del exterior). Defendían la libre empresa, el libre comercio (libre entrada y salida de mercancías), etc. También se defendía el libre contrato, basado en el libre acuerdo que establecen patrón y obrero. Obviamente, aunque dos hombres libres, no son iguales: el interés estaba en que el parón tiene detrás suya un capital, mientras que el obrero lo único que tenía para subsistir era su fuerza de trabajo, y si se negaba a trabajar podía morir de hambre, aparte de que había miles de obreros esperando ese puesto como consecuencia

del éxodo rural hacia las ciudades. A parte, también defendían la libre asociación, de forma que los empresarios de distintos sectores pudiesen fundar instituciones que defiendan sus intereses, aunque se luchará por todos los medios para impedir asociaciones obreras, fomentando incluso la participación estatal para su aplastamiento. Esta teoría se asimilaba con las teorías del liberalismo político, pues la burguesía liberal, clase que apoyaría incondicionalmente ambas posturas, sería el sector más beneficiado con la libertad económica, ya que poseía previamente el control de la economía, al menos en Inglaterra. Y será aquí precisamente donde más coincidan ambas doctrinas, la política y la económica, y no tanto en los países donde las revoluciones liberales y la industrialización aún estaban tomando forma. Los liberales ingleses, contando con la ventaja de una previa mayor industrialización, serían los que más fomentasen el liberalismo económico (no político) en el resto de Europa, aboliendo las aduanas, pues estaban en condiciones de inundar el mercado con sus productos y manufacturas. De hecho, los principales economistas liberales serán en su mayoría británicos (A. Smith, D. Ricardo, T. R. Malthus, J. Stuart Mill…), y la defensa de estos intereses vendrán seguidos con el apogeo y dominio británico mundial durante todo el siglo XIX. Sin embargo, países como Francia o Prusia no se dejarían convencer, y apostaron más por un proteccionismo que impulsó su industria interna a fin de que no sean aplastadas por una competencia más industrializada. Concluyendo, se evidencia que el liberalismo económico será una teoría económica que garantizaba los intereses y el beneficio de una clase social determinada, que era la burguesía liberal. Mediante el establecimiento de esta libertad económica, y mediante el sistema político liberal, se aseguraban el absoluto control político y económico, tanto para derrotar a las fuerzas del Antiguo Régimen de la Restauración, así como para contener a la nueva clase social que estaba surgiendo como consecuencia del cambio económico y social, el proletariado. Gestación y naturaleza del nacionalismo El nacionalismo como sentimiento e idea, dentro de su abstracción se puede remontar indefinidamente atrás en el pasado, pero el que actualmente se conoce va ligado a las revoluciones liberales de finales del XVIII y del siglo XIX, con antecedentes en la creación de estados fuertes en contraposición al feudalismo durante la Edad Moderna.

El nacionalismo será una de las ideas fomentadas durante la Revolución francesa, dentro de las ideas liberales, que reclamaban la independencia de la nación, la soberanía nacional y el derecho de los pueblos a disponer de sí mismos frente al absolutismo real. Una vez los franceses derrocan el Antiguo Régimen, y las potencias absolutistas así como su propia realeza y nobleza le declaran la guerra, los franceses sufren un impulso nacionalista que afecta tanto a la conciencia popular como a su forma política y militar de organizarse.1 Este sentimiento se expandirá por el resto de Europa, sobre todo gracias a las conquistas del ejército de Napoleón, que a la vez provocaron un sentimiento independentista en diferentes estados contra él (no necesariamente nacionalistas2). Para colmo, con la división del mapa europeo de 1815 y el establecimiento arbitrario de fronteras dependiendo de los intereses de las fuerzas de la Restauración, provocaron que muchos países donde estaban calando las nuevas ideas liberales y nacionalistas, reclamasen una independencia frente a la dominación extranjera. En el mapa europeo de 1815 podemos ver que Polonia sería repartida por Prusia y Rusia, que Finlandia, Estonia, Letonia y Lituania serán anexionados por Rusia, Noruega por Suecia, Bélgica por Holanda, más los dominios multinacionales del imperio austríaco, del imperio turco, etc. Si se toma en consideración esta imposición política, junto al inicio del desarrollo de ideas románticas en las cuales toma mucha fuerza el nacionalismo (no deja de ser una idea de naturaleza romántica), en estos países florecerá un nacionalismo muy fuerte, dependiendo de la fuerza de su burguesía, pues hay que decir que el nacionalismo también iba a favor de los intereses de esta. Como se evidencia, una vez se restaura el control del Antiguo Régimen en 1815, y se hace el reparto de fronteras, comienza una lucha y sucesivas revoluciones por toda Europa de naturaleza tanto liberal como nacional, de forma que ambas luchan contra el orden político establecido. No obstante esas revoluciones nacionales dependerán del país para venir acompañado de un

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Por ejemplo, no habrá ejército mercenario, como tradicionalmente había sido la realidad militar de la Europa el Antiguo Régimen. El ejército era un conglomerado de mercenarios, que podían ser tanto nativos como extranjeros (los mercenarios suizos y alemanes eran muy solicitados), y combatían únicamente por el “”rey”, no por un “país”. En la Francia revolucionaria se creará un ejército nacional, compuesto únicamente por aquellos nacidos en suelo francés, para ahora defender Francia y la Revolución de las otras potencias. 2 Estas sublevaciones respondían de momento sólo a un interés independentista por parte de una élite o bien burguesa, o bien también conservadora, como eclesiástica, que en este caso nada tendría que ver con el liberalismo y el nacionalismo. Este caso se podía dar en España, donde esa élite eclesiástica sería la encargada de promover la alteración de las masas, alteración que no se promovió en 1823 con los Cien Mil Hijos de San Luis, pues esa invasión respondía a sus intereses anti-liberales, y por tanto totalmente desvinculado de la idea “nacionalista”. Esta pertenecía de momento sólo a la clase liberal, y aún no tenía una madurez definida como idea-concepto.

sentimiento liberal o no, y aparte irán cambiando su naturaleza a lo largo del siglo, desde la “independencia” de Grecia (1830) y las colonias hispanas, hasta las “unificaciones” italiana y alemana. Por lo tanto, en un principio tendremos un nacionalismo más liberal y disgregador, para en la segunda mitad del siglo XIX aparecer un nacionalismo aglutinador, como el caso de Italia (1861) y Alemania (1871). A parte, este segundo nacionalismo tendrá un matiz mucho más conservador, y será un pilar ideológico fundamental para el “imperialismo” de la segunda mitad del s. XIX. Hay que destacar que el nacionalismo como doctrina no sería tan clara y definida como el liberalismo, sino que sería un concepto más confuso y abstracto, y por tanto durante el siglo XIX se trataría de definir dependiendo de los intereses de los autores y las respectivas clases. Una clase más liberal y progresista argumentaría en él la idea de la libertad de los pueblos, la soberanía nacional, etc., mientras que los conservadores lo centrarían más en las tradiciones inviolables de los respectivos países. Sin embargo, ambos coinciden en que la nación se constituye en un territorio en el que viven hombres con unas tradiciones, lengua, etnia y pasado comunes. En esta búsqueda de legitimidad influyó mucho el Romanticismo, el cual trata de buscar en el pasado medieval (extremadamente idealizado) las tradiciones nacionales y la supuesta libertad de los pueblos, así como la grandeza espiritual. Es decir, libertad y grandeza ahora perdidas, ya sea por la desunión o la dominación extranjera. Fue a causa de esto por lo que el Estado, ahora a cargo de la burguesía, tendrá un interés como nunca en la Historia y en manipular el pasado para crear conciencia nacional y ciudadana en sus habitantes, principalmente por medio de la escuela y la enseñanza. Gracias a toda la actividad pública que fomentaba el nacionalismo3, terminó siendo adquirido por el pueblo como un sentimiento profundo, pues se identificaba con su suelo, su hogar, su familia, etc.

Evolución del nacionalismo y del liberalismo Evolución del nacionalismo

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En unos países más que en otros, dependiendo de la fuerza de la burguesía. Para que las masas adquirieran el sentimiento nacional era necesaria mucha actividad pública y propagandística, por lo que el nacionalismo no tenía la misma intensidad en países donde la burguesía era débil, como España o Grecia, que en Francia o Bélgica.

Atendiendo a las bases culturales y sociales en las que surge el nacionalismo, entendemos que en su origen iría ligado muy estrechamente a las clases de ideología liberal. Por tanto, este primer nacionalismo que precedería a las grandes unificaciones, y que tenía un carácter más revolucionario contra el orden existente, se vería identificado con el liberalismo, y menos con el conservadurismo, el cual pretendía mantener los privilegios del Antiguo Régimen. Con su desarrollo, para su establecimiento y apoyo popular había que crear “conciencia nacional”, conciencia ciudadana. Esta se haría por medio de instituciones públicas, principalmente la “enseñanza”. Se fomenta la creación de escuelas donde se darán dos asignaturas muy importantes, la Geografía y la Historia, destinadas a crear esa conciencia nacional (tergiversar el pasado, establecer puntos de vista culturales y liberales a episodios del pasado, relacionándolos con el nacionalismo). A parte, se establecerían fechas de festividad “nacional”, y se crearían monumentos que recordasen fenómenos promovidos por un “espíritu nacionalista”. Todos los estados burgueses que fomentaron el nacionalismo, recurrirían a este método, y cuanto más fuerte era la burguesía, y las redes de comunicación y urbanización se desarrollaban más, mayor era el efecto.

Página anterior: representación artística de la Revolución belga de 1830, nacionalismo segregacionista y liberal, ejemplo del primer nacionalismo.

El primer nacionalismo sería más fomentado por la burguesía liberal con el interés en crear conciencia ciudadana, por medio de la actividad pública y del cambio de régimen. En cambio, no era raro que en un principio, las monarquías y los poderes eclesiásticos combatiesen cualquier idea que se fundamentase en un nacionalismo liberal, pues de hecho en eso consistía la Santa Alianza. Esta unión de los grandes estados absolutistas pretendía aplastar cualquier movimiento liberal o nacional-independentista que pretendiese cambiar el orden establecido en cualquier país, de forma que no se cambie el equilibrio europeo que se había querido imponer. Ejemplos de actuación lo podemos ver en 1823, aplastando los intentos de establecer un régimen constitucional con soberanía nacional en países como España. A parte, este nacionalismo de la primera mitad de siglo vino acompañado en algunos países y regiones de un nacionalismo “económico”. Este consistiría en realizar una unión aduanera, y esta protegerla frente a la competencia extranjera rodeando todas las regiones conjuntamente con una fuerte barrera aduanera, de forma que florezca la industria interior y la economía de consumo. Una vez fortalecida la economía, internar a la nación en el libre cambio. El ejemplo más destacado de esta teoría lo podemos ver en el PENSADOR Federico List, y su teoría Zollverein.4 Y el ejemplo más práctico serían los estados alemanes, formando la base económica que impulsaría luego la unión política. Adentrándonos ya en la segunda mitad del siglo XIX, cuando el liberalismo empieza a hacerse más complejo y a separarse en diversas formas de interpretarlo y ponerlo en práctica, la clase burguesa se irá moderando, por diversas causas y dependiendo del país. El nacionalismo como ideología y base indispensable del nuevo régimen liberal, también sufrirá un cambio doctrinal. A partir de 1848 aproximadamente, los regímenes liberales estaban imponiéndose en Europa, y sus redes comerciales estaban más que establecidas. De esta forma, las nuevas revoluciones y luchas contra el orden imperante ya no eran liberales, sino que pertenecían más a la nueva clase proletaria, al menos en los países donde la industria había tomado fuerza. Ante esto, el liberalismo se vio ante una moderación muy aguda, así como el nacionalismo. En general, el nacionalismo se fue identificando cada vez más con un conservadurismo anti-solidario, muy belicista y dominante, muy lejos de la idea de la libertad política de los pueblos que fomentó el primer nacionalismo. Ahora de lo que se trata es de dominar a los pueblos del 4

NAHUM, Benjamin (1979): El pensamiento político y social en el siglo XIX, Serie: Historia Universal, Editorial Cincel, Madrid, pp. 26-27.

exterior, aunque con matices diferentes dependiendo del país, cada uno con su forma de legitimarlo. A esto se suma una cuestión importante, que es el gran impulso del colonialismo, y del imperialismo que lo legitimaba. Los antecedentes serían sobre todo económicos. Debido al desarrollo de la nueva economía capitalista y de la industria, y para poder atender a su crecimiento y a la mayor demanda del mercado de consumo, las industrias necesitaban cada vez mayor cantidad de materias primas, así como la adquisición de otras que no estuviesen en el mercado europeo. Por lo tanto, esta burguesía fomentó la búsqueda de estas materias primas (y de mano de obra muy barata5). Para ello, la burguesía recurrió a quien tenía el monopolio de la fuerza, el estado, y para legitimarlo apeló a todo tipo de argumentos que justificasen el dominio de los pueblos. Estas, irían influidas por nuevas ideas en la biología por las teorías de Darwin, surgiendo el “darwinismo social”, que daba explicación a la “superioridad racial” del hombre blanco. Este argumento daba vía libre para colonizar los diferentes continentes y llevar a la civilización y la razón (integrar en el sistema capitalista) a los pueblos colonizados. No obstante esto vino acompañado de la competencia de las diferentes potencias europeas por hacerse con estas colonias. Aunque en la Conferencia de Berlín de 1885 se estableció el reparto de África, esto no frenó la carrera colonial, armamentística (Paz Armada) ni industrial, que desembocará en la Gran Guerra (19141918). En Alemania se pueden ver antecedentes culturales racistas muy lejanos, como en J. G. Fichte, y si lo ligamos al nacionalismo, esto se fomentará más. Tanto en la cultura de los intelectuales, como en la masa popular, fue primando la idea de que Alemania tenía una “misión universal”, que no bastaba con la unificación alemana. También estaba fundamentada en el pangermanismo (ocupación de todo territorio donde haya población alemana), espacio vital (dominación económica y política de territorios vecinos), y su superioridad racial (legitimar ese dominio). Estas serían las bases más violentas de ese

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El proletariado europeo había tenido una madurez política y social suficiente como para realizar una presión considerable, así como un apoyo intelectual formidable por grandes autores como Marx y Engels. Es por eso que, habiendo ya leyes que protegían a la mano de obra “europea” (pese a la inmigración de mano de obra más barata de países como Turquía o España), también se buscaba explotar una mano de obra perteneciente a una sociedad virgen en las ideas de la conciencia obrera, como en Asia oÁfrica.

ultranacionalismo alemán, que desembocaría, ya en el siglo XX, en las ideas nacionalsocialistas. En Francia, un nacionalismo más violento se podrá ver sobre todo a partir de la derrota en la Guerra franco-prusiana de 1870. Este nacionalismo estará influido por un sentimiento revanchista, militarista, patriotero y vengativo. Por lo tanto, este nacionalismo tomará un matiz mucho más conservador, ligado al odio y miedo tanto a los socialistas y pacifistas, así como a los judíos, quienes eran considerados extranjeros. Esto fomentó una política más contrarrevolucionaria y conservadora, centrándose en el proteccionismo económico, el impulso de un nacionalismo más cargado de tradicionalismos y rasgos “del pasado”, la adquisición de nuevas colonias, etc. En el Reino Unido, sin embargo, el nacionalismo no iría tan centrado como en los otros por las luchas políticas o por la lucha de fronteras, pues las suyas estaban más que establecidas desde hacía siglos. Su papel se había centrado en fomentar el liberalismo económico por el resto del mundo, e intentar en lo posible que nadie le haga la competencia industrial. Sin embargo, conforme sus posesiones coloniales empiezan a ser cada vez más extensas, y cuando en la segunda mitad empieza a competir con Francia y Alemania por el control de estas, se verá inmersa en una carrera colonialista, que habría que justificar ideológicamente de cualquier forma. A partir de aquí el nacionalismo inglés vendrá acompañado de un imperialismo muy fuerte, con connotaciones darwinistas, racistas y belicistas ya descritas al principio del apartado. Evolución del liberalismo El liberalismo clásico de la primera mitad del siglo XIX El liberalismo que se manifestaba durante la primera mitad del siglo XIX se denominaría, de una forma muy general, liberalismo clásico. Era la época en la que, en la Europa continental y occidental, los liberales debían establecer un régimen político que sustituyese de una vez por todas al Antiguo Régimen, manifestado en las sucesivas revoluciones de 1820, 1830 y 1848, principalmente. No obstante, a partir de la Restauración de 1815, este liberalismo clásico vendría acompañado de una cierta moderación política, debido al fracaso militar de la Francia napoleónica, y de todos los regímenes liberales. Por otra parte, algunos sectores radicales

seguirán otro camino más radical, por lo que desde entonces se puede decir que el liberalismo se acomplejaría, y formaría ideologías políticas en ocasiones contradictorias6.

Una era la de combatir las estructuras del Antiguo Régimen en los distintos estados, proclamar constituciones que establezcan una soberanía popular, etc. Se suele llamar liberalismo radical, temido y combatido por los moderados. Esta vertiente ideológica estaba más nutrida por el jacobinismo de la Revolución francesa. Apoyaban un régimen basado en el sufragio universal, gobierno de la mayoría, y conectarán directamente con las posteriores ideas democráticas. Otra vertiente era la del liberalismo moderado, tratando de buscar el equilibrio político mediante acuerdos con las élites del Antiguo Régimen, y así establecer regímenes casi constitucionales (Estatuto Real en España, 1834), o bien un régimen constitucional muy moderado, donde la soberanía no sea exclusiva del pueblo sino compartida con el rey, y a veces el rey tener más peso soberano. Denominado liberalismo restrictivo, 6

Realmente, desde sus inicios en la Revolución francesa ya habían posturas tan diferentes, desde girondinos, a jacobinos.

liberalismo burgués o doctrinario, negaban la universalización de los derechos, y apoyaban un sufragio censitario. Esta vertiente estará muy ligada con el ideal girondino de la Revolución francesa, y será la que forme en definitiva el liberalismo clásico que imperará en general en la Europa occidental y que irá imponiéndose en las sucesivas revoluciones de 1830 y 1848. No obstante podemos ver países donde esta separación del liberalismo no se dará, como en el Reino Unido. Aquí, debido a que la clase liberal estaba muy ligada a la nobleza y los sectores conservadores, pudiendo decirse que eran los mismos y poseían similares intereses, no vemos un conflicto político encaminado a ese sentido. Desde el siglo XVII, los grandes propietarios del mundo rural fomentarían el éxodo hacia las ciudades, puesto que les iba siendo más rentable dedicar las tierras a la ganadería, y usar la mecanización para la producción agrícola. Y en muchas ocasiones, esos mismos propietarios eran los que, en las mismas ciudades, formaban una empresa que se dedique a contratar, de la forma más barata posible, a toda esa masa hambrienta que empezaba a llenar las ciudades sin ninguna oportunidad de plantearse si trabajar o no. Por lo tanto, aquí habría un mayor entendimiento entre nobleza (en su mayoría grandes propietarios de tierras) y burguesía. Es por eso que en las oleadas revolucionarias de 1820 o 1830, no afectaron en nada al Reino Unido, pues la burguesía no tenía nada que reclamar aquí. La ruptura del liberalismo clásico Entrando ya en la segunda mitad del siglo XIX, hacia 1848, ya se podía hacer una diferencia de los sectores ideológicos liberales tan profunda que desembocaban en posturas por así decir irreconciliables. A parte de la existencia de un liberalismo doctrinario y uno radical, ahora vemos que las reclamaciones y las luchas contra el poder ya no serán de naturaleza liberal. A partir de 1848, la nueva clase proletaria cobrará tanta fuerza y presencia que en los países industriales será una amenaza que considerar frente al liberalismo. Esta clase social, aparte de ir adquiriendo cada vez mayor conciencia de clase, organización y apoyo intelectual bajo figuras como Marx, Engels (Manifiesto comunista, 1848), Bakunin (la formación de la Primera Internacional en 1864), etc., influirá en la política y en la economía de tal forma que la clase liberal se verá amenazada, y por lo tanto algunos de sus principios liberales los sacrificaron a fin de no arriesgar su poder político mediante un sufragio universal. Por lo tanto, las revoluciones y luchas desde “abajo” ahora tendrán

una naturaleza más socialista, y no liberal.7 Este hecho aportará su influencia para que el liberalismo se modere más aún, y se separe aún más del liberalismo clásico. A parte, el nuevo papel conservador y militarista que iría cobrando el nacionalismo, promovió una ideología imperialista y chauvinista que afectaría a todos los campos, tanto el político como el económico. El nuevo panorama político fomentó un nacionalismo más proteccionista e intervencionista, y por lo tanto más opuesto al laissez faire. En el campo político veremos la presencia y liderazgo de personas como Bismarck en Alemania, o Disraeli en Inglaterra. De este modo, se fomentará aún más el proteccionismo económico de las diferentes potencias, para potenciar la industria interna. Para dar base económica a ese crecimiento industrial y satisfacer la demanda de nuevos productos, había que buscar estos en nuevos mercados, y colonizarlos. El hecho de que las potencias industriales compitan entre ellas por la mayor adquisición de colonias provocó un panorama tan imperialista que desembocó en un nacionalismo y diplomacia belicista, militarista y armamentista. De hecho, se sucederían continuos conflictos coloniales desde el último cuarto del siglo XIX, hasta la Primera Guerra Mundial. Concluyendo, la nueva sociedad industrial chocaba contra los dogmas del liberalismo clásico, tanto en el caso burgués como proletario. Sus contradicciones ante los intereses de ambos sectores de la sociedad provocó la quiebra de ese liberalismo clásico, y eso se dejó ver en las reclamaciones y luchas obreras, contrarias especialmente al libre contrato, así como en la carrera industrial y colonial que fomentaría la burguesía, y el impulso de ese chauvinismo y proteccionismo. Esta perdería también, en muchos de sus sectores, valores demócratas del liberalismo clásico. Se haría más reaccionaria, a fin de combatir el movimiento obrero. Este choque de intereses e ideológicos serán los que definan la política internacional básica entrando en el siglo XX.

Las revoluciones liberales Las revoluciones de 1820

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En este caso, Inglaterra sí sería campo de revoluciones y grandes huelgas obreras, y aquí antes que en ningún sitio, debido al mayor desarrollo de una sociedad industrial muy anteriormente que en los demás países europeos. Un ejemplo se podrá ver en la cada vez mayor presencia en el Parlamento del Partido laborista, y conforme más se vaya ampliando el sufragio universal, mayor será su presencia.

Las oleadas revolucionarias de 1820 se sucederán en algunos países, e incluso fuera de Europa, pero tomando algunos matices diferentes dependiendo del país, así como intereses distintos. No obstante, en general se puede decir que será un movimiento impulsado por una burguesía liberal que no acepta lo acordado en el Congreso de Viena de 1815, y serán revoluciones por tanto contra la Restauración del Antiguo Régimen. Por otro lado, también obedecerían a procesos independentistas, ya sea en Grecia o América. En 1815 se establecerá una alianza entre las principales potencias europeas y las dinastías restauradas, para cuando hubiese algún intento de establecer un régimen liberal, ser contundentemente aplastado. En un principio no hubo nada que temer, pero el cambio de una economía de guerra a una de paz, y el freno a las aspiraciones de una economía de libre mercado de una burguesía liberal, provocó una crisis económica basada en inflación de los precios en productos de primera necesidad (agrícolas), y en el estancamiento industrial, por lo que se partía de base de un descontento social general de las masas, que la burguesía aprovecharía para incitar a la revolución. No obstante, casi en su totalidad esos intentos fueron aplastados gracias a la coordinación de la Santa Alianza, ya sea por parte de Austria, Rusia o Francia. La matanza de Quíos (1822), cuadro romántico que representa un episodio cruel por parte de los turcos hacia la población griega, para promover el apoyo a su causa independentista.

Podemos verlo en el intento de restaurar las Cortes de Cádiz en España, en 1820 y dando inicio al Trienio liberal (1820-1823), aplastado por los Cien Mil Hijos de San Luis, mandados por Francia, para restaurar

el

absolutismo

fernandino. Lo mismo ocurriría en los intentos constitucionales de Piamonte o del Reino de las Dos Sicilias, aplastados ambos por

Austria.

podemos

ver

Sin

embargo,

que

otras

revoluciones serían más de

carácter independentista, y que tendrían éxito. La Guerra de independencia de Grecia (1821-1829), impulsada por el interés de una clase comerciante a la que no le interesaban las trabas al comercio que le imponía el Imperio otomano, es un ejemplo. Lo mismo ocurriría con las colonias americanas de España y Portugal, todas independizadas casi sin excepción. En otros países, se producirán ecos revolucionarios, como el movimiento decembrista de 1825 en Rusia. Las revoluciones de 1830 Estas revoluciones, también de carácter liberal y nacionalista, tendrán un mayor éxito que las anteriores, y establecerán antecedentes políticos para el desarrollo de otros fenómenos, ya sean revolucionarios o unificadores. Será la derrota casi total de la Restauración, y el inicio del dominio efectivo de la política por parte de la burguesía liberal. Como se diría en Francia en 1830, ahora empieza el gobierno de los banqueros. El liberalismo que triunfa en esta revolución, sin embargo, será el de corte muy moderado. En Francia, debido a la política absolutista extremista de Carlos X (18241830), con el cierre de periódicos y alta represión, impulsó la rebelión de los sectores populares, en los que se apoyará la burguesía para cambiar de régimen y poner uno más adaptado a sus intereses. Se establece una monarquía constitucional, con sufragio censitario (el censo no superaba los 300 mil franceses), y un Senado que se elige a dedo por el rey. Será el régimen perfecto para la alta clase burguesa comercial y de negocios, que excluye a la burguesía de clase media (la industrial, en Francia), a las masas populares y al campesinado, quienes hicieron posible la revolución. En 1830 también destaca la independencia de Bélgica. Se había creado, por parte de la Santa Alianza, un gran estado formado por Holanda y Bélgica, como etado tapón al norte de Francia. Sin embargo, la burguesía belga será distinta en intereses a la holandesa. Los holandeses eran tradicionalmente más comerciantes, por lo que les interesaba el librecambio, mientras que los belgas eran más agricultores e industriales, por lo que les interesaba el proteccionismo. La rebelión belga sería apoyada por Francia, y se creará un régimen político monárquico similar al francés de 1830. Al poco de estas revoluciones, vemos el inicio de un desarrollo político liberal en otros países, como España (tras la muerte de Fernando VII en 1833, tenemos la creación del Estatuto Real, la vuelta a la constitución de 1812 en 1836, la Constitución de 1837, etc.), y el Piamonte-Cerdeña, donde se inicia un período liberal, y donde se empiezan a

ver aspiraciones unificadoras de Italia como una nación, por parte de diversos sectores culturales, intelectuales y políticos. Inglaterra también iniciará un período de reformas políticas, como el acta de reformas de 1832; se modifica el sistema electoral, y se permitirá el asociacionismo obrero. Sin embargo, tendremos otras revoluciones pertenecientes a esta oleada, como en Polonia, que nuevamente fracasará por la intervención de Rusia, y el mantenimiento por la fuerza de posiciones absolutistas de Austria, Prusia, Rusia, etc. El liberalismo doctrinario ha triunfado plenamente en la Europa occidental. Las revoluciones de 1848 Esta oleada revolucionaria será la más amplia y definitiva de las revoluciones liberales, y establecerá de facto el control por parte de la burguesía, tanto alta como mediana, de la política nacional. Se podrán ver ejemplos por todos los estados de Europa, especialmente en los occidentales, salvando algunas excepciones como España o Dinamarca. Barricada en París, febrero de 1848. Fueron más comunes que en las anteriores, el apoyo de las masas populares fue más decisivo.

El motivo de esta oleada viene, ya no tanto para combatir el “Antiguo Régimen”, sino el nuevo régimen impuesto por la gran burguesía

a

partir

de

las

revoluciones de 1830. Esta sería la aspiración de las revoluciones occidentales,

más

liberales

democráticas, mientras que en la Europa oriental serían más de carácter anti-señorial y de abolición de la servidumbre. A parte, en Francia principalmente, hace su aparición por primera vez con fuerza el movimiento obrero, pues la industrialización provocó la llegada de grandes masas obreras a las ciudades. Estas serían las tres ideologías conjuntas en la oleada revolucionaria: liberalismo democrático, socialismo y nacionalismo. No obstante, una vez finaliza el año, debido a buenas cosechas y buenas señales económicas, la oleada revolucionaria se frena. A parte, la burguesía sufrirá una consiguiente moderación, pues veía al proletariado como

una amenaza, y no podía consentir su presencia en la política. Se intenta establecer un sistema político, aunque más democrático al principio, más reaccionario, como se puede ver en la pronta conversión de Francia al II Imperio francés (1852-1870). La burguesía deja de promover revoluciones, se hace conservadora (ahora está en el poder), y plantea un giro económico y político reaccionario contra el proletariado. En Francia, debido a la mayor desigualdad y la crisis económica de 1845,8 las masas, sobre todo urbanas, manifestarán su descontento, junto a la pequeña burguesía y la burguesía industrial, haciendo caer la dinastía Orleans. Es una oleada de carácter más democrático, que apoya el sufragio universal masculino y la proclamación de una república. En cuanto a las exigencias obreras, se consigue por primera vez el establecimiento de un subsidio por desempleo público, la jornada de 10 horas y la prohibición del trabajo nocturno femenino e infantil. Sin embargo, la burguesía comenzará en julio de ese mismo año a crear un instrumento de choque. Se creará una guardia urbana, de 24 mil hombres. Una vez anulan el subsidio por desempleo, y los obreros se lanzan a la calle, la guardia urbana produce una masacre, con más de 3.000 obreros muertos en París. Vemos el inicio directo de la confrontación física entre burguesía y proletariado, y que éste va adquiriendo conciencia de clase. En Italia hay una lucha entre el reino de Piamonte, contra Austria, por la extensión del régimen constitucional liberal por el resto de Italia, pero militarmente se impondrá Austria. No obstante, las ideas liberales y unificadoras empiezan a calar más en las élites de los estados italianos. En Alemania, también se verá un avance liberal con las cartas otorgadas a los distintos estados, y un avance nacionalista con la Asamblea de Frankfurt, donde se reúnen representantes de los diferentes estados de la Confederación alemana. Se iniciará un debate sobre si hacer un estado federal, monarquía constitucional, república burguesa, etc. Sin embargo, termina con el temor de la aristocracia a las reformas liberales, y de la burguesía a las masas obreras, por lo que el proyecto se cancela y hay un giro conservador. Otros ejemplos de la oleada los vemos en Suiza, donde se forma un estado jurídicamente igualitario; Austria, donde las revoluciones aspiran a abolir la servidumbre y el régimen señorial, y de hecho consiguen establecer reformas al final del reinado de

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En París, más de 100.000 parados, cierre constante de fábricas e industrias, y consecuentemente la presencia de una gran masa hambrienta, sin ningún tipo de seguro de existencia.

Fernando I, pero con la llegada de Francisco José I (1848-1916), comienza una primera etapa de absolutismo reaccionario. Balance de las oleadas revolucionarias Finalmente, con el fin de la última oleada revolucionaria, podemos diferenciar un resultado distinto ya sea en Europa occidental u oriental. Por lo general, en la Europa occidental termina prevaleciendo el régimen liberal moderado, consistente en que la burguesía, la gran triunfadora del período, llega a un acuerdo de poder con la vieja aristocracia terrateniente, para repartirse entre ambas el poder y frenar el ascendente movimiento obrero. El modelo típico será un régimen constitucional en el que la soberanía la comparten el monarca y el parlamento, y se impulsará un liberalismo más conservador y reaccionario, como queda visto ya en los anteriores puntos. El liberalismo y nacionalismo conservador, serán los protagonistas ideológicos de la segunda mitad del siglo XX, y los que definirán la política internacional de Europa. En la Europa oriental, sin embargo, vemos una muy leve industrialización, y el mantenimiento de una sociedad señorial, aunque progresivamente irá teniendo más dificultades para mantenerse, ya sea por la rivalidad entre Prusia y Austria, o las rebeliones de las diferentes nacionalidades que componían el imperio austríaco. De hecho, en 1867 se reconocerá como independiente al Reino de Hungría, y se llega al Compromiso austrohúngaro, que crea el nuevo imperio austrohúngaro. Sin embargo, de aquí a la Primera Guerra Mundial, no habrá cambios drásticos en lo que sería Europa oriental, salvo una lenta pero progresiva industrialización.

Los nacionalismos de la segunda mitad del siglo XIX La unidad italiana

Italia, desde 1815 estaba fragmentado en más de 8 estados diferentes. Sin embargo, las ideas liberales irían desarrollando una conciencia cultural entre las élites intelectuales de la Península itálica. Así pues, la presencia de un gran estado liberal como era el reino piamontés, pugnaría con Austria primero para establecer un régimen liberal en su propio estado, y después el control de Italia.

1815 a 1860. El reino de Piamonte se anexiona Lombardía. Durante los años 30 y 40 vemos distintos proyectos de unificación italiana, como el de una república federal (Gioberti), una república unitaria (Mazzini o Garibaldi), o bien una monarquía liberal (la fomentada por la monarquía piamontesa, y su principal defensor Cavour). El reino de Piamonte-Cerdeña sería, debido a la presencia de una fuerte burguesía en crecimiento, el más interesado en ir estableciendo regímenes liberales por la península, y para ello era precisa la unificación, frente al modelo absolutista austríaco.

El primer gran conflicto lo vemos en 1848, cuando Piamonte interviene en la insurrección de Lombardía, y el establecimiento de un régimen constitucional, aunque militarmente fracasa. Tras este fracaso militar, el reino piamontés y su principal ministro, Cavour, plantean que para conseguir la unidad italiana deben derrotar a Austria, y para ello deben conseguir un ejército más potente, así como apoyo diplomático. Se impulsa la construcción de ferrocarril y la industria, y se busca apoyo diplomático en el Segundo

Imperio francés. A parte, se impulsará una propaganda y concienciación política italiana por todos los medios culturales posibles. Con la derrota militar de Austria en 1859, Piamonte se anexiona Lombardía por medio de un plebiscito, y en 1860 los ducados de Parma, Módena y Toscana, aunque el apoyo de Francia vino con la condición de cederle a esta Niza y Saboya. En ese mismo año de 1860, la burguesía apoyará una expedición de Garibaldi, con 1.000 hombres, al reino de las Dos Sicilias, puesto que había una rebelión contra el rey Francisco II. Esta expedición contaría con el apoyo de la mafia siciliana, y una vez llega a Nápoles, se realiza un plebiscito por el que se unen Nápoles y Sicilia al reino de Piamonte. La unión política se completa (a excepción de los estados pontificios9), y se ratifica con la reunión en Turín del primer parlamento italiano, con la presencia de representantes de todos los territorios y la declaración de Víctor Manuel II como Rey de Italia. Con motivo de la guerra austro-prusiana de 1866, Italia apoya a Prusia y consigue anexionarse en consecuencia el Véneto. Y en cuanto a los estados pontificios, recibían la protección del Imperio francés, por lo que Italia esperó a la guerra franco-prusiana de 1870-1871 para, una vez retirado el ejército francés de Roma, poder ocuparlo y, mediante un plebiscito, incorporar Roma al país y hacer de ella la capital. La unificación italiana quedaba completada. Sin embargo, había que atender a una población en su mayor parte campesina y analfabeta, desentendida de la industrialización y de ideas liberales como el nacionalismo (sobre todo en el centro y sur de Italia), por lo que sería una tarea dura, a cargo de la burguesía piamontesa, el crear una conciencia nacional por toda Italia. En el sur, sin embargo, destacaría más el dominio económico y social de una clase terrateniente y mafiosa, razón por la que el nacionalismo italiano tendrá un menor calado en las masas populares, especialmente en el centro-sur de la península.

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En noviembre de 1860 se les anexionaría los territorios de Marcas y Umbría.

1861

1871

La unidad alemana La idea de la unificación alemana responderá a unos antecedentes y episodios liberales, como en general en el resto de Europa, como será el período de la Francia revolucionaria, la era de Napoleón y las guerras europeas que hicieron conocer en todos los rincones de Europa las ideas liberales, sobre todo en los sectores burgueses. Los estados alemanes no serían la excepción, y el papel que tendrá Prusia será destacado tanto a lo largo como en el fin de la guerra, lo que dio un fuerte impulso nacionalista en sus sectores intelectuales y burgueses. Manifestaciones nacionalistas en Berlín, marzo de 1848.

Las ideas liberales, constitucionalistas y nacionalistas irán cobrando fuerza en una burguesía y una clase intelectual universitaria, y será en las oleadas revolucionarias de 1820 y 1830 donde estas exigencias se manifiesten, especialmente en los sectores universitarios. Figuras intelectuales como Fichte, Kleist, etc., serán protagonistas de estas teorías. Se reclamaba la instauración de sistemas constitucionales y, al principio en menor medida, una mayor unidad alemana, al menos económica. El potente desarrollo industrial de Alemania, en especial de Prusia, explicará en gran parte el fenómeno. Será el estado prusiano el principal interesado en esta cuestión, pues a su burguesía industrial le era preciso, para su desarrollo económico, crear una unión aduanera entre todos los estados alemanes de la Confederación, y proteger a estos del exterior (Zollverein, 1834). Esto vendría acorde con los intereses de su burguesía, para que sus productos industriales sean consumidos en el atractivo mercado de consumo alemán (fuerte crecimiento demográfico), y que las superiores manufacturas inglesas no le puedan hacer la competencia. Prusia, como consecuencia de la presencia de una fuerte burguesía

industrial,10 adquirió un peso económico y, por lo tanto diplomático, que iría sustituyendo a Austria en el primer plano de las cuestiones alemanas11. Las oleadas revolucionarias de 1848 no pasarían desapercibidas en Alemania, y será este año cuando se reúnan en Frankfurt en un parlamento representantes de todos los estados para debatir la cuestión alemana. Se hablaba sobre si realizar una unificación política, de qué tipo sería, si una “Gran Alemania” (contando con Austria), o una “Pequeña Alemania” (sin contar con esta, principal interés de Prusia). A parte, se discutía qué tipo de estado sería, si Monarquía constitucional liberal, autoritaria, democrática, censitaria, etc. Sin embargo, con las oleadas revolucionarias de finales del año y de 1849, que tenían ya un carácter más popular y obrero, e influidas por Marx, en mayo de 1849 el parlamento sería disuelto por la presión extra de la nobleza, como los junkers prusianos, seguido de su violenta reacción a la revolución. En los siguientes años, aunque en 1851 se consolida completamente el zollverein, no se avanza hacia la unidad alemana, hasta la llegada de Guillermo I en el trono prusiano en 1861 y el nombramiento de Bismarck como su canciller.

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La burguesía prusiana pugnaría por el control nacional contra los junkers (la nobleza prusiana), y posteriormente contra el proletariado. De hecho, en las revoluciones de 1848 se vería obligada, durante la reunión en Frankfurt, de ponerse de lado de la nobleza prusiana y renunciar a algunas de sus aspiraciones políticas, a cambio de que esta aplastase violentamente a las masas obreras, pues temía verse desbordada por el proletariado si, como pudo pasar en Francia, se apoyaba en él para derrocar lo que quedaba del Antiguo Régimen. 11 También se lo facilitó el hecho de que Austria temía meters mucho en las cuestiones políticas de los estados alemanes, sobre todo los occidentales, por la fuerte presencia del liberalismo debido a la cercanía de Francia, y que este contagiase a determinados sectores sociales austríacos. (VV.AA. (1930): Tendencias políticas en Europa durante el siglo XIX, Colección Labor, Editorial Labor, S.A., Barcelona.).

Bismarck sería el político que representaría los intereses de esa burguesía prusiana de hacerse con el control definitivo de Alemania (si bien ya tenían el económico), así como de terminar de expulsar del mapa a la amenaza austríaca. Para ello, aparte de una fuerte actividad propagandística patriota, nacionalista y pangermanista, se buscará una neutralidad diplomática, de forma que las grandes potencias como Rusia, Francia y el Reino Unido no intervengan. Se impulsa, gracias a la potencia económica e industrial, la creación de un ejército potente y bien armado, pues se consideraba que la unificación se haría por medio de la guerra, y que había que derrotar a potencias fronterizas para ese cometido. En 1864 se sucede la Guerra de los ducados, aliándose con Austria contra Dinamarca, para anexionarse conjuntamente los ducados de Shleswig-Holstein. Sin embargo, Bismarck, asegurándose la neutralidad de las grandes potencias y aprovechando el conflicto en Italia, desafía a Austria proponiendo un Parlamento alemán elegido por sufragio universal. Austria muestra su inconformismo con el cese de las negociaciones de los ducados, y tras la ocupación prusiana del Holstein austríaco, le sigue una declaración de guerra que termina en un mes con la derrota austríaca en Sadowa (1866). A esto le sigue la retirada definitiva de Austria de los asuntos alemanes, y la creación de la Confederación alemana del norte (se unificaron todos los estados del norte, con el rey de Prusia como monarca, a excepción de los del sur)12. El turno de estos estados vendría con

12

Baviera, Wurtemberg, Baden y Hesse

la Guerra franco-prusiana de 1870-71. Debido a una disputa dinástica por adquirir el trono español, y una fácil provocación diplomática de Bismarck al Segundo imperio francés, se sucede la declaración de guerra, seguida de una humillante derrota francesa. La guerra trae como consecuencia el fin del Imperio francés, la unificación total de Alemania, la proclamación de su imperio y la adhesión de las ricas provincias mineras de Alsacia y Lorena. El control económico y político de Alemania en su conjunto, ya estaba hecho por parte de esa nobleza y burguesía industrial prusiana. A partir de ahí comenzará la aspiración de controlar los países exteriores. Su industria ya estaba lo suficientemente desarrollada para competir, e incluso para ganar a la inglesa en el mercado, y será entonces cuando se abra al libre-cambio. No obstante, necesitaba adquirir el control de tierras coloniales, por lo que se suma a la carrera colonial junto a la Tercera República francesa, lo que provoca una competencia colonial sin límite, que dará lugar a la Conferencia de Berlín para el reparto de África (1885). El desarrollo industrial alemán provocaría, ya lejos de la unificación, una situación internacional que significaba una amenaza comercial para Inglaterra, sobre todo cuando empieza adquirir colonias por África y Asia, y crear una marina mercante propia, tan desarrollada o más, y casi tan numerosa como la propia inglesa. Esto, unido al sentimiento de revanchismo y chauvinista de la Francia republicana, sería la condición diplomática que explica en gran parte la Paz Armada que precedió a la Primera Guerra Mundial. Los nacionalismos de la Europa oriental La Europa oriental, en especial la balcánica, no seguía un papel independiente a la transformación política, cultural y económica de la Europa occidental. Las ideas liberales, aunque tomaron fuerza en este siglo, no pudieron calar de la misma forma en estas tierras, pues las caracterizaría una economía agraria, una población rural y analfabeta, y un régimen político señorial y de servidumbre, muy anclado en el antiguo régimen, y por tanto faltaba una burguesía fuerte que reclamase un nacionalismo liberal. Sin embargo, se puede matizar en algunos ejemplos, sobre todo con Polonia y las diversas nacionalidades del imperio austrohúngaro. Pero el panorama general sería ese. Los Balcanes en 1816.

No obstante, centrándonos en la región balcánica, el hecho de ser un territorio tan diverso en religión (católicos y ortodoxos dominados por un imperio musulmán), idioma (lenguas y escrituras cirílicas y latinas) y etnias, lo convertía, tras el largo siglo XIX y el lento desarrollo económico y cultural, y con la lenta llegada de perspectivas independentistas y nacionalistas, en una zona que la hacía más bien una bomba de relojería. A parte, el hecho de que distintas potencias tuviesen repartido su control (Turquía, Rusia y Austria), y que entre estas hiciesen juegos de alianza-provocación para provocar la independencia de territorios de la otra, dará como resultado la formación de rebeliones y sentimientos independentistas de esos países. A parte, el lento desarrollo económico de estos grandes imperios (puesto que sus élites pretendían relacionarse lo menos posible con las ideas liberales políticas y económicas, y con ello de la industrialización) provocará una cada vez mayor presencia de las potencias occidentales en los asuntos internos de estos imperios, así como episodios bélicos en la zona (Guerra de la independencia de Grecia de 1821-1829, Guerra de Crimea de 1853-1856, etc.). La debilidad del control político de los imperios orientales, y la amenaza de las potencias occidentales y la llegada de ideas independentistas de intelectuales balcánicos, sirvió para que la aristocracia apoyase una reacción violenta de los imperios ante cada señal sospechosa de no ser acorde con el sistema. En el caso del imperio turco, el sentimiento de humillación y dominación que esto provocaba, más la explotación de sentimientos paneslavos en la zona por parte de Rusia (con el interés de

su independencia), provocó precisamente el estallido de revueltas que dio lugar a la Guerra ruso-turca (1877-1878), y que terminó con la independencia de Rumanía, Bulgaria, Serbia, Montenegro y la adhesión de Bosnia-Herzegovina a Austria. A partir de entonces, vemos que los estados que se han creado responden realmente a intereses políticos de imperios circundantes, en este caso Austria y Rusia para el perjuicio de Turquía. Sin embargo, no tardaron estas dos potencias por liderar el proceso de creación, conquista y establecimiento de nuevos estados balcánicos, para que sean sus estados satélites y estén supeditados a sus intereses económicos y políticos, incluso si hacía establecer protectorados. Esta sería la principal característica de los nacionalismos de la Europa oriental, promovidos por una muy reducida clase intelectual, que reclamaba una independencia cargada de ideas románticas y nacionalistas basadas en un anterior pasado medieval, grandioso e independiente. Estas aspiraciones, y el descontento de una población rural sumida en la miseria y dominada por un régimen que profesaba una religión, cultura y lengua distinta, fue el acicate que permitió a los grandes imperios actuar y competir por el control de la zona. Resultado de la guerra ruso-turca (1879)

No obstante, no sólo los países pequeños balcánicos serían ejemplos de nacionalismo independentista. Los estados que componían el Imperio austríaco, por ejemplo, también realizarían una presión, incluso mayor que la balcánica, para su independencia. Esto era debido a su heterogénea composición geográfica, cultural,

religiosa, étnica e incluso política con la dualidad austrohúngara. De hecho, aquí las reclamaciones tendrán más éxito con las cesiones políticas del emperador, incluyendo el reconocer al estado húngaro. Esto podía responder también, a diferencia de la zona balcánica, a un mayor desarrollo económico, urbano e industrial, sobre todo en la parte occidental, que formó una clase media, burguesa e intelectual, aunque débil, sí más de hacerse notar que en Rumanía o Bulgaria. Situación en 1914, tras las Guerras de los Balcanes (1912-1913).

La cuestión de los Balcanes cambiaría drásticamente con las Guerras de los Balcanes de 1912-1913, las cuales agrandan las fronteras de Grecia, Serbia y Bulgaria para expulsar al régimen otomano casi completamente del territorio, así como la creación de Albania. Los estados balcánicos, en especial Serbia, empiezan una vez se hacen más grandes, a tener aspiraciones propias e incluso conflictos entre ellos, a veces independientes a los intereses de los grandes imperios. El estado serbio también aspiraba a agrupar dentro de sus fronteras a los diferentes estados, y crear una gran nación balcánica, incluyendo a la anexionada Bosnia-Herzegovina, por lo que sus intereses serán protegidos diplomáticamente por Rusia, la gran esperanza de la población ortodoxa. Esta situación creará una tensión diplomática con Austria que, debido a innumerables lazos diplomáticos y juegos de alianza, será de hecho la excusa que encenderá la mecha de la Primera Guerra Mundial. Tras ella, el proceso de independencia de nacionalidades que

estaban dentro de los mismos imperios, se verá completado. El desmembramiento del Imperio austrohúngaro en Checoslovaquia, Hungría, Austria y la cesión de territorios al nuevo estado placo, a Rumanía a Italia y a Serbia, cambiará el mapa de una forma drástica, más o menos estable desde 1815. También se independizarían de Rusia Polonia, Finlandia y Ucrania, si bien esta por poco tiempo.

Sería la explosión violenta tras la perduración de regímenes señoriales y de servidumbre, que iba contra las nuevas corrientes nacionalistas y liberales del siglo XIX, y que si tardaron más en llegar a oriente, terminarían haciéndolo trayendo sus consecuencias, a pesar del interés conservador de su élite señorial. Si bien es cierto que el proceso nacionalista no sería del mismo tipo exactamente que el de occidente, y menos aún su desarrollo, puesto que mientras el occidental tenía una característica al principio liberal, constitucional y después, unificadora, aquí sería simple y llanamente

independentista. Las movilizaciones y manifestaciones no serían de carácter liberal y “nacional”, sino que tendrán un carácter emancipador, por motivos de diferente cultura a la dominante, destacando el papel de los sacerdotes.13 Este vendría motivado, más que siguiendo el interés de una burguesía que apenas existía ni tenía fuerza, de grandes imperios señoriales que tenían la zona repartida, y que luego querrían jugar con espacios de influencia en los estados que se iban independizando. Por lo tanto, el nacionalismo de estos estados no tendrá la misma fuerza ni base popular que en Europa occidental, puesto que sirvió a un propósito diferente, y no había un desarrollo público lo bastante fuerte como para promoverlo. Adentrados ya en el siglo XX: la economía agraria y rural predominante, el escaso desarrollo económico, el ser escenario de las guerras mundiales y sufrir el reparto de la Guerra fría que coloca a Europa oriental en el bloque soviético, explica en gran parte la difícil situación que ha alejado a esta zona del desarrollo político, económico, social y cultural que permitieron el auge del liberalismo y del nacionalismo en Occidente. Es por eso que el desarrollo que aquí tomó es diferente, tanto en sus bases como en su tiempo, y merecía explicación a parte.

Bibliografía *Para la estructuración del tema, por puntos a tratar, utilicé la que se sigue aquí: https://oposinet.cvexpres.com/temario-de-geografia-e-historia/temario-5geografia-e-historia/tema-41-nacionalismo-y-liberalismo-en-la-europa-del-siglo-xix/

LARA FERNÁNDEZ, R. (2010): “Liberalismo y nacionalismo en la Europa del siglo XIX”, Proyecto CLÍO, 36. NAHUM, Benjamin (1979): El pensamiento político y social en el siglo XIX, Serie: Historia Universal, Editorial Cincel, Madrid.

En cierta forma, parecido a la Guerra de independencia de España, que más que “nacionalista”, las bases populares que la hicieron posible lo hacían bajo el interés de mantener una estructura y régimen absolutista, y promovido sobre todo por sacerdotes que veían peligrar sus privilegios con la llegada de las ideas revolucionarias y nacionalistas francesas. De hecho, la idea de un nacionalismo español sería considerado “afrancesado”, y combatido violentamente tanto por la Iglesia como por los sectores absolutistas. 13

VV.AA. (1930): Tendencias políticas en Europa durante el siglo XIX, Colección Labor, Editorial Labor, S.A., Barcelona. VV.AA. (1972): Liberalismo y nacionalismo (1848-1890), Historia Universal, Ed. Espasa-Calpe, Madrid. VILLARES, R., BAHAMONDE, A. (2009): El mundo contemporáneo: siglos XIX y XX, Taurus, Madrid. WEILL G. (1961): La Europa del siglo XIX y la idea de nacionalidad, La Evolución de la Humanidad, Síntesis colectiva, Sección cuarta: hacia el tiempo presente; UTEHA, México.

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