\"Nacionalismo, modernización y tradición en Mario Briceño Iragorry y Mariano Picón Salas\" (Capítulo 3)

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Descripción

Capítulo III: ciudades, escenarios del conflicto Desde la Conquista la ciudad fue el pilar de penetración y enclave del mundo hispano en Venezuela, el espacio central de la lucha contra la otredad indiana. Luego fue el núcleo de inserción más importante de todas las corrientes ideológicas que llegaron al continente desde el siglo XVIII. A través de los puertos y las ciudades entraron las mercancías importadas, las maquinarias y los libros. Los centros urbanos fungieron como portales de entrada, los primeros y más importantes receptores de las corrientes modernas. En el contexto latinoamericano la ciudad jugó siempre un papel protagónico, José Luis Romero señala que: “La historia de Latinoamérica (…) es urbana y rural. Pero si se persiguen las claves para la comprensión del desarrollo que conduce hasta su presente, parecería que es en sus ciudades, en el papel que cumplieron sus sociedades urbanas y las culturas que crearon, donde hay que buscarlas (…) las ciudades fueron las que desencadenaron los cambios partiendo tanto de los impactos externos que recibieron como de las ideologías que elaboraron con elementos propios y extraños”…1

Las ciudades son “multiplicadores capaces de adaptarse al cambio”2, se convierten en catalizadores sociales capaces de fortalecer y torcer las transformaciones, núcleos de la expansión de la modernización y la modernidad, son además el centro de la vida política y administrativa de Venezuela desde la conquista y durante toda colonia. Durante el siglo XIX, de caudillos regionales y grandes terratenientes, la vida política giraba en torno a los liderazgos rurales y grandes propiedades agrícolas, pero la vida republicana seguía centrándose en las instituciones que se encontraban en la ciudad capital. En Latinoamérica, a partir de 1930, ocurrió una expansión urbana de gran magnitud que obedeció a una multiplicidad de factores, desde la industrialización que convirtió a 1 2

José Luis Romero, Latinoamérica: las ciudades y las ideas, p. 10. Fernand Braudel, La dinámica del capitalismo, p. 21.

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las ciudades principales en polos de atracción para la población rural en búsqueda de nuevas oportunidades, hasta una transformación de las condiciones sanitarias y de acceso a los servicios que estimuló una importante explosión demográfica. Esta tendencia se vio reforzada en la quinta década del siglo XX con el fin de la Segunda Guerra Mundial y con nuevas oleadas migratorias internas, provenientes del mundo rural, y externas, provenientes de la devastada Europa, provocando una importante distorsión de los paisajes humanos internos3. Los espacios urbanos se convierten en el escenario fundamental donde la dinámica entre la modernización y la tradición se presentará con mayor fuerza. La ciudad es el espacio de recepción de lo nuevo y a la vez aquel donde se realiza la síntesis entre lo viejo y lo nuevo. En Venezuela, con la industrialización y la explotación petrolera las migraciones internas llenaron las ciudades de campesinos ávidos de oportunidades, mientras el “progreso” inundaba desde los puertos a las ciudades de “maravillas” tecnológicas y nuevas ideologías. Esta transformación de los espacios urbanos tendrá una importante repercusión política. Luego de la muerte de Juan Vicente Gómez la política rural y caudillista ha desaparecido y cedido paso a una nueva política de masas, grandes aglomeraciones urbanas que se movilizan en torno a nuevas organizaciones y novedosas consignas pueblan las viejas calles y plazas. La nueva realidad de la política urbana hizo imposible la revitalización de los denominados partidos históricos, nunca más el escenario político se separaría de las ciudades.

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“El rápido crecimiento que se observa desde la década de los cincuenta en numerosas ciudades latinoamericanas las convirtió en fuertes polos de atracción por sus efectivos demográficos y recursos económicos, distorsionando los paisajes humanos internos de sus respectivos países”… Pedro Cunill Grau, Las transformaciones del espacio geohistórico latinoamericano, 1930–1990, p. 168.

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Como en gran parte del contexto latinoamericano la urbanización de Venezuela en el siglo XX no fue un simple fenómeno cuantitativo, implicó un conflicto entre, por lo menos, tres lógicas: la penetración de las masas rurales, con sus tiempos y modos, la llegada de una importante población proveniente de un continente destruido por la guerra, algunos de los cuales ni siquiera hablaban castellano, finalmente trajo, con fuerza desde mediados de la cuarta década del siglo XX, un choque frontal con los patrones y redes sociales que definían la cotidianidad y las conductas de la ciudad tradicional. Estas oleadas humanas llevaban en su seno la destrucción de la ciudad hidalga heredera de la tradición hispana, a través de la transformación de la ciudad burguesa de fines del siglo XIX y la construcción de ciudades modernas industriales y de servicios. Las cifras evidencian el rápido crecimiento de la población urbana venezolana, “del 15% en 1926, se pasó al 53,3% en 1950”…4, lo cual trajo una mutación profunda de los patrones sociales de conducta en las ciudades más importantes. El crecimiento de las ciudades no fue, de ninguna manera, un fenómeno uniforme, frente a la expansión de las nuevas ciudades petroleras, y de centros administrativos y políticos como Caracas, se encontraba también el despoblamiento de las tradicionales ciudades agrícolas que habían alcanzado un desarrollo durante gran parte del siglo XIX y durante los primeros años del siglo XX. Esta transformación afectaría los principales escenarios vitales de Mario Briceño Iragorry y Mariano Picón Salas: las ciudades andinas, Trujillo y Mérida, y la ciudad capital, Caracas.

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Arturo Almandoz, “Tres momentos en el pensamiento de Uslar Pietri sobre la ciudad” en Los rostros de la identidad, p. 113.

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La expresión más certera del conflicto entre la tradición y los procesos de modernización las encontramos en la percepción que Mario Briceño Iragorry y Mariano Picón Salas tienen de los cambios que se producen en las ciudades. En toda Latinoamérica las ciudades fundadas por los conquistadores habían pasado por un amplio conjunto de mutaciones desde que la conquista y el poblamiento las estableció durante los siglos XVI al XVIII. La criollización de la ciudad y la emergencia de una burguesía comercial habían dejado huella en la arquitectura y el trazado urbano, pero la explosión poblacional que se desarrolla a partir de 1930 y, con más fuerza, desde la década de 1950, alteró más profundamente los patrones de conducta y organización social, ya que ocurrió junto con una expansión de los servicios y la construcción de nuevas identidades que van de la mano de los nuevos medios de comunicación y de las diferentas banderas políticas. Aquello que es importante destacar para explicar la manera en que Mario Briceño Iragorry y Mariano Picón Salas abordan las transformaciones urbanas del siglo XX es que nacieron y pasaron su infancia en tradicionales ciudades de los Andes venezolanos, pero desarrollaron la mayor parte de su vida pública en ciudades modernas, de las cuales Caracas fue el centro de sus preocupaciones e intereses.

Mariano Picón Salas: de la Mérida idealizada a la Caracas problematizada El recorrido urbano de Mariano Picón Salas lo llevó desde la fresca región andina hasta las tradicionales ciudades europeas, su recorrido vital también lleva aparejada una reflexión diversa sobre las múltiples caras de las ciudades: “nacido en Mérida, en los Andes venezolanos, terminé mis estudios universitarios en Chile; volví a mi tierra con las primeras canas treintañeras, a la muerte de Juan Vicente Gómez, moviéndome después

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por Europa, Estados Unidos, México y Sur-América”5. Pero tres ciudades marcarán una parte importante de su vida, y se reflejarán en su reflexión. Mérida, Caracas y Santiago de Chile, las dos primeras serán el objeto preferente de sus reflexiones urbanas, y la tercera será el recuerdo equilibrado de una ciudad…“a la vez solariega y moderna, donde tradición y novedad parecen ajustarse en armoniosa mesura”…6. También encontramos páginas dedicadas a modernas ciudades mexicanas, como Monterrey, y a algunas ciudades peruanas. Mérida es la ciudad referencia de la infancia de Mariano Picón Salas, paisaje tradicional cercano a lo bucólico, donde la nostalgia frente al tiempo perdido se mezcla con los recuerdos de un tiempo previo a la aparición del petróleo, con sus paradojas y contradicciones, en el escenario venezolano. El carácter sosegado y tranquilo que Picón Salas percibe, y expresa de Mérida, parece encontrarse relacionado con el clima, algo de determinismo ambiental positivista podemos encontrar en estas consideraciones. Mérida era, desde la lejana época de la conquista hasta las primeras décadas del siglo XX: …“uno de los lugares en que valía la pena vivir. La vida se educa en las más variadas gamas del verde; las flores despuntan hasta en los tejados de las casas; al Albarregas siempre está sonando y puliendo en el molino de sus aguas torrentosas los graníticos rodados que arrastra, y las campanitas de las diez iglesias, quebrándose en la blanda diafanidad del aire, a cualquier hora del día tienen novena o ejercicio religioso”…7.

El ambiente idílico de la frescura andina parece enviar un mensaje que influye poderosamente en las actitudes de aquellos que se asientan en sus valles y montañas.

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Mariano Picón Salas, “Pequeña confesión a la sordina” (1953) en Autobiografías, p. 3. Mariano Picón Salas, “Regreso de tres mundos” (1959) en Autobiografías, p. 202. 7 Mariano Picón Salas, “Viaje al amanecer” (1943) en Autobiografías, p. 18. 6

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Ante este paisaje que invita a la tranquilidad y a la vida aplacada, el conquistador español devino en colonizador y campesino: …“Explícase por ello (…) que aquellos soldados de la Conquista que aquí llegaron después de tragarse tantas leguas cuadradas de arisco trópico, quisieran arraigar y quedarse. No importaba la enorme distancia, ni las tremendas cuestas, ni los páramos que aislaban aquel lugar de las costas y los caminos marítimos. El sitio era hermoso y fácil y prosperaban las familias. No se venía a buscar El Dorado sino la paz. Era tierra para quedarse y no para continuar errando.”…8

Hasta la llegada del petróleo la ciudad de Mérida parece funcionar bajo una dinámica absolutamente particular. Los tiempos de la ciudad andina son lentos, obedecen a los dilatados ritmos de la vida rural, a los meses con lluvias y sequía, el mundo parece detenerse en el mundo colonial previo a los esténtores de la República. La percepción del tiempo es determinante en el ritmo que Picón Salas recuerda en su adultez de su infancia andina: …“El tiempo para el que nace en Mérida es como un tiempo denso y estratificado (tan diverso de ese tiempo nervioso y olvidadizo que se vive en lugares más modernos); el pasado se confundía con el presente y personajes que vivieron hace tres siglos, o no vivieron sino en la medrosa fantasía de algunos merideños, eran los testigos obstinados, los fantasmas de nuestra existencia cotidiana.”9

Esta evidencia señalada en su primer texto autobiográfico, escrito con objetivos catárticos y de superación, de desgarramiento y desarraigo, refleja que la relación de la sociedad con el pasado es mucho más cercana en la Mérida de principios del siglo XX, que en los lugares sometidos de manera más poderosa a la modernización. En esta ciudad andina de la infancia de Picón Salas la historia se mezcla activa con el presente e impregna con su personalidad las líneas generales de un devenir con pocos cambios. La permanencia prevalece sobre las transformaciones. El tiempo está profundamente relacionado asimismo con las regularidades de la liturgia católica, ya que…“para contar 8 9

Ibídem. Ibídem.

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el tiempo y dar color a los meses –que sin ellas serían monótonos– se levantaban las fiestas de la Iglesia”…10. Los rasgos determinantes de la vida merideña eran compartidos por un conjunto de ciudades andinas, que contrastaban con otras villas más nuevas y próximas a los caminos de salida, ya que mientras en estas últimas…“se albergó una sociedad más cambiante y dinámica”…11, en Mérida, así como en La Grita y en Trujillo…“se siguió viviendo una existencia más formalista y jerárquica que prolongaba en nuestra serranía el mundo ceremonioso y cerrado de la España de los Austrias” 12. Estas ciudades se convertían en…“centros de vieja cultura eclesiástica y conventual, la iglesia frecuentemente configuraba y absorbía allí –a pesar de todas las formas republicanas– instituciones que eran más del orden civil que del religioso”13. Durante toda su vida la ciudad de Mérida será para Mariano Picón Salas…“mi vieja ciudad de arriscados aleros y campanarios, donde en el tiempo de mi infancia aún se vivía en un sosiego como el de nuestro colonial siglo XVIII” 14. Lo que iba a llevar consigo durante todo su peregrinaje por el mundo era el conflicto que este idilio implicaba:…“Esto –lo confieso– siempre produjo en mi espíritu un pequeño conflicto entre mis ideas y mis emociones, porque si la inteligencia aspiraba a ser libérrima, el corazón permanecía atado a esa como añoranza de un paraíso perdido”…15

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Ibídem. Mariano Picón Salas, “Los Andes pacíficos” (1953) en Suma de Venezuela, p. 282. 12 Ibídem. 13 Ibídem. 14 Mariano Picón Salas, “Pequeña confesión a la sordina” (1953) en Autobiografías, pp. 3–4. 15 Ídem, pp. 3–4. 11

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El reconocimiento que Mariano Picón Salas realizó en las líneas precedentes tiene un carácter fundamental para entender la complejidad con que asume, ya personalmente, ya como intelectual, las consecuencias paradójicas del proceso de modernización. Durante toda su vida, y esto se expresa en una parte importante de su obra, conviven esas dos tendencias, las cuales también pueden entenderse como expresión de un fenómeno compartido por toda sociedad en transformación, y expresado asimismo por las elites que viven, y asumen, estos cambios: una supuesta inteligencia, un proyecto racionalista que parece impulsar los diversos caminos de modernización, y una pretendida “emocionalidad” que parece permanecer “anclada” a una nostalgia de un pasado idealizado. De manera paradójica, el ideal racional de modernización está también invadido de una “emocionalidad” que le otorga fuerza e impulso, se relaciona también con un imaginario construido alrededor de la máquina y del “progreso”; mientras algunas actitudes “tradicionalistas” pueden estar construidas alrededor de percepciones y reflexiones racionales. Para Mariano Picón Salas la tendencia intelectual propende a la libertad mientras las emociones y nostalgias lo llevan en continua reminiscencia de infancia edénica a la “tradicional” provincia andina. Ambas tendencias y actitudes se mezclan en el escenario conflictivo de la ciudad sometida a las corrientes y a los procesos modernizadores. Pero el ambiente de la colonial Mérida, y de los Andes en general, no escapó de ninguna manera de la vorágine que la industria petrolera trajo. El tradicional tiempo de la ciudad colonial y del paisaje agrario que lo rodeaba se trastocaría, con lo cual un nuevo ritmo comenzaría a invadir las antiguas calles y los, ahora desolados, campos. La industria petrolera no crecerá sin alterar los patrones andinos, ya que el petróleo requiere:

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…“abogados que lo denuncien, técnicos que lo perforen y muevan sus máquinas, dibujantes y oficinistas que marquen, con buen pulso y mejor letra, la curva de sus millones. Varios muchachos de la apacible Mérida se dirigen, también, al vértigo de la explotación petrolera. Hasta en las que fueron nuestras silenciosas montañas la época parece más veloz, más audaz, menos bien educada.”16

No sólo es la transformación cuantitativa de la población merideña. Nuevas conductas alteraron definitivamente la cotidianidad y la personalidad del merideño. La modernización de Venezuela implicó para las ciudades andinas una unificación de profundas consecuencias. Existían en los Andes, previos a la expansión de los caminos y a la extensión del uso del automóvil, un conjunto de personalidades definidas ligadas la geografía humana, a la relación entre el hombre, las montañas y los valles. Mariano Picón Salas llama la atención sobre el acercamiento, también especie de homogeneización cultural, que los Andes sufrieron: “En los últimos años el automóvil y el avión, acercando las gentes, han disminuido los contrastes psicológicos que se advertían entre los pueblos andinos, y entre éstos y el resto de la República” 17. A medida que el caminante ascendía las montañas, se alejaba del bullicio de los valles, de las cálidas ciudades más cercanas a un ritmo moderno de vida, y se encontraba con un alma montañesa “más conservadora y tradicionalista; regresábamos a estilos de vida, ética, recato y cortesía que se escenificaron en el siglo XVII español” 18. Este contraste entre la tierra caliente de las costas que abrían paso al Lago de Maracaibo, y las frías montañas que anunciaban una vida tradicional, Mariano Picón Salas lo señala repetidamente: “a la llamada tierra fría o templada de la zona andina se asoció un estilo histórico más patinado y venerable que el de las poblaciones de tierra baja, surgidas y desarrolladas en el siglo XIX como centros de tráfico hacia el Lago o 16

Mariano Picón Salas, “Viaje al amanecer” (1943) en Autobiografías, p. 127. Mariano Picón Salas, “Los Andes pacíficos” (1953) en Suma de Venezuela, p. 281. 18 Ibídem. 17

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sitios de acceso a las tres únicas y pobres vías férreas”…19. Estas diferencias geopsíquicas entre los habitantes andinos serán superadas por la expansión de un nuevo paisaje: la Venezuela petrolera. Con la modernización también en las ciudades andinas:…“la población crece en progresión más alta que los recursos técnicos y económicos [provocando que] la que era existencia sosegada, patriarcal y casi autónoma, con los cánones del siglo XVIII y aun con las formas económicas que prevalecieron en Venezuela hasta 1920, resulta ya dificultosa y problemática ante las exigencias de hoy”…

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. La necesidad de que las

ciudades andinas se integraran con los nuevos modelos y conductas de un país industrializado es perentoria expresión en Picón Salas, ya que los Andes…“ven en crisis su antigua y sosegada economía natural y requieren adaptarse a nuevos imperativos técnicos y capitalistas”… 21. Pero la modernización, y las transformaciones que Mérida protagonizó no parecen arrastrar la personalidad profunda de la ciudad. En 1957, con motivo del IV Centenario de la ciudad, Mariano Picón Salas dirige unas palabras a los habitantes de Mérida, sin enfrentarse personalmente con el núcleo urbano que fue escenario de su infancia, en la que intenta recuperar los rasgos que determinan la personalidad de la ciudad a través de la actitud de sus habitantes. La ciudad tradicional de…“Mérida es eglógica, mirada desde aquellas pequeñas heredades agrícolas”…22. Considerada una ciudad estudiantil y labradora, Mariano Picón Salas establece una analogía histórica de la ciudad con la 19

Ídem, pp. 281–282. Ídem, p. 290. 21 Ídem, p. 288–289. 22 Mariano Picón Salas, “Mensaje a los merideños [en el IV centenario de la ciudad]” (1958) en Suma de Venezuela, p. 303. 20

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arquetípica actitud de un personaje literario, Penélope, para reforzar la percepción de la ciudad tranquila, de la villa que invita a la meditación y rechaza el espíritu de aventura de otras latitudes: “se quedó administrando su casa, sembrando sus barbechos, cosiendo sus vestidos, mientras tantos Ulises aventureros se perdieron en las sirtes del mundo”. Lugar que, a pesar del proceso de transformación que el país entero sufrió…“parece esperarnos con su cortesía y su recato hospitalario (…) con su sosiego y su parsimonia”…23. La percepción que Mariano Picón Salas tiene de la ciudad capital se construye desde una perspectiva muy distinta a la relación que existe con el paisaje urbano de su natal Mérida. Picón Salas llega a Caracas en la segunda década del siglo XX como un joven de provincia que se asoma a una nueva realidad, tanto en patrones urbanos como en conductas cotidianas. El impacto que Caracas produce en Picón Salas se percibe claramente en su segunda autobiografía, la capital de la República es más semejante al “desengaño venezolano”. La tradicional parsimonia del andino choca directamente con las conductas de la cosmopolita ciudad: “Gritos y voces que resultan precipitados y altos para mi comedimiento montañés; tuteo igualitario que no sabemos si es cordial o insolente, y la marcha por la galería con mi empolvada maleta a tomar posesión del cuarto”…24. Ésta será la primera impresión que Mariano Picón Salas tuvo de Caracas. Así como el pensamiento nostálgico sobre Mérida invade toda la obra de Picón Salas su reflexión sobre la ciudad capital se encuentra evidentemente extendida. Cuatro imágenes humanas de la ciudad, de sus costumbres y sus gentes, son escritas por Picón

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Ídem, p. 305. Mariano Picón Salas, “Regreso de tres mundos” (1959) en Autobiografías, p. 177.

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entre 1945 y 1957. Estos retratos actúan como evidencia de una transformación trascendental. Caracas será quizás, en Venezuela, el escenario más dramático y contradictorio del choque que este proceso de modernización provocará en la sociedad toda, y que las elites protagonizarán y atestiguarán con una mezcla de emoción vertiginosa y temor. Mariano Picón Salas evidenció las paradojas de ese proceso en percepciones como las siguientes: …“Vivo en una ciudad como Caracas, que si en algunas viejas calles, balcones y patios puede recordar algo de Cádiz y de la bisabuela provincia andaluza, en otras es un remedo banal de Houston, Texas y Los Ángeles, California. Muchos artistas y escritores no quisiéramos que sucediese así; aún defendemos el ancestro de lo nuestro, pero nosotros no pertenecemos al mundo de los negocios, que ahora determina el rostro de las ciudades.”25

El primer retrato, publicado por primera vez en 1953 como “Litografía del Septenio”, corresponde a la afrancesada ciudad del guzmancismo. Una ciudad que Mariano Picón Salas percibe como un fenómeno de…“superposición arquitectónica”…26. La personalidad de la capital, la tradicional, ha mutado poderosamente desde que el terremoto de 1812 removió las estructuras arquitectónicas. Todavía durante el inicio del gobierno de Guzmán Blanco los escombros de la tragedia seguían llenando las calles y los rincones de la capital. El afrancesamiento que el guzmancismo impone sobre la ciudad colonial forma parte del discurso del progreso y la modernidad típico del positivismo decimonónico. Pero para Mariano Picón Salas esta imagen del progreso corresponde más a una tarjeta postal que a una propuesta coherente, y encuentra en esta imagen urbana mucho de falso progreso y poco de conciencia histórica:

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Mariano Picón Salas, “Pequeña confesión a la sordina” (1953) en Autobiografías, p. 5. Mariano Picón Salas, “Litografía del Septenio” (1953) en “Caracas en cuatro tiempos” en Suma de Venezuela, p. 232. 26

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“civilización traída por ‘linterna mágica’, en esa Caracas que desde el adobe aborigen pretende ascender hasta el afiligranado gótico de relojería de la portada de la Universidad o el neoclásico partenón del Palacio Legislativo. Hay carencia de sentido histórico en sustituir aquel gracioso retablo de imaginería barroca a la española que servía de frontis a San Francisco por otro más liso y geométrico donde los santos policromados se cambian por los de la helada marmolería industrial francesa”…27

Para Mariano Picón Salas el imaginario barroco español parece encontrarse mucho más cercano a la identidad histórica de Caracas que el estilo imperial francés preferido por el Ilustre Americano. El rechazo que Picón Salas expresa hacia la falsa imagen de progreso que el guzmancismo pretendió imponer sobre Caracas se compagina con una reflexión sobre la necesaria continuidad histórica que la ciudad ha de conservar en su desarrollo. Esta crítica será repetida con mayor fuerza cuando confronte a esa Caracas guzmancista con la capital que le tocó vivir. La transformación urbana de los años cincuenta vino a destruir una parte importante de los edificios construidos durante el siglo XIX, y los patrones de la nueva urbanización no parecían coincidir tampoco con la conciencia histórica de la capital, no sólo en las nuevas estilos que enseñoreaban la ciudad sino en los nuevos patrones capitalistas que le daban forma. Ante esta nueva ciudad, la Caracas de Guzmán Blanco: …“a ochenta años de distancia asoma sus últimos capiteles corintios, sus hierros forjados a la francesa, sus cornisas de estuco y sus mascarones de ópera, dentro del polvo de las demoliciones. Nuestros nuevos modelos de vivir ya no se buscan en Roma y en París, sino en Houston, Texas. Al arquitecto individual al que el Dictador daba sus órdenes (…) lo sustituye el anonimato capitalista de la empresa constructora. Contra esos pequeños dijes afiligranados de la época de Guzmán se levantan unos edificios enormes, de estilo impersonal, semejantes a grandes acordeones de cemento, que dentro de ochenta años, acaso, nos parezcan mucho más feos que los que estamos demoliendo”…28

El segundo retrato, publicado en 1955, nos lleva a la imagen primera que Picón Salas tuvo de Caracas, a aquella capital del “desengaño venezolano” que encontró en su venida

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Ibídem. Ídem, p. 233.

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desde Mérida. Reflexionando en torno a la ciudad que le tocó vivir como joven estudiante, inmigrante de una lejana provincia, Picón emplea otra imagen literaria, la Caracas de la década de los veinte será semejante a…“aquellas ciudades italianas de las novelas de Stendhal que se detuvieron con su tirano sombrío, sus medievales mazmorras y sus bellas y apasionadas mujeres”…29. Reflejo de una ciudad estancada, enclaustrada dentro del silencio oficial del gomecismo, pero que aún preservaba aquellos rasgos que le otorgaban una personalidad particular. Los modelos que la ciudad seguía eran externos,…“eran todavía franceses y españoles, lo que quiere decir que la villa tenía menos prisa y más gracia”…30. Pero, ya para 1925, la ciudad empezaría una transformación urbana que arrastraría el cosmopolitismo hispano y francés que se había mantenido desde finales del siglo XIX, en una nueva dinámica con nuevos protagonistas, para Picón Salas, ya no serían las personalidades de los líderes políticos, caudillos o dictadores, las que llevarían la batuta de la nueva ciudad: “una Caracas plutocrática remplazó ya (…) a la Caracas afrancesada y andaluza de comienzos de siglo. La antigua economía agrariopastoril era sustituida por la vertiginosa e imperialista economía del petróleo”…31. La modernización de la ciudad comenzaba de la mano de una nueva elite económica ligada a la industria petrolera que, dado el régimen de concesiones del gomecismo, también tenía lazos muy fuertes con el gobierno. De acuerdo a la visión de Mariano Picón Salas esa gran plutocracia levantaría una honda brecha social que se reflejaría en las nuevas urbanizaciones caraqueñas del período 1925–1936. En ese momento la ciudad que creció en torno a los modelos

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Mariano Picón Salas, “1920” (1955) en “Caracas en cuatro tiempos” en Suma de Venezuela, p. 234. Ibídem. 31 Mariano Picón Salas, “1945” (1945) en “Caracas en cuatro tiempos” en Suma de Venezuela, p. 244. 30

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franceses, París, y españoles, Andalucía, representaba aún a la tradición caraqueña, insertándose en el seno de la misma personalidad de la ciudad. El cuerpo de rupturas que la muerte de Juan Vicente Gómez trajo a la sociedad venezolana también tuvo su expresión en la arquitectura de la ciudad capital. Caracas había sido despreciada por el dictador, más apegado a la ciudad de Maracay. Mariano Picón Salas reconoce, en su tercer retrato, publicado en 1945, la profundidad de esas transformaciones, la modernización de la ciudad mostró una faz más integradora e inclusiva, a la vez que los nuevos capitales seguían profundizando una nueva división urbana. La tendencia progresista e incluyente se evidenció en la construcción de hospitales, escuelas, comedores escolares, y la expansión de los servicios públicos que son aplaudidas por el autor merideño. Las facilidades que se le otorgan a la clase media para la adquisición de viviendas se compaginan con la construcción de nuevas urbanizaciones para los trabajadores y modestos empleados. Durante el gobierno de Isaías Medina Angarita la construcción de la nueva urbanización de El Silencio, es un anuncio de una nueva sensibilidad para la ciudad, es la…“maqueta y prefiguración de una nueva Caracas, más aséptica, justiciera y luminosa que la que desapareció con la Dictadura”…32, una ciudad más cónsona con un desarrollo armónico con su propia historia. En este caso la modernización y progreso de la ciudad no parece enfrentarse de ninguna manera con una tradición urbana, lo disvalioso no es parte de la tradición, sino simplemente se convierte en rémora del pasado. Este progreso que se convierte en una mejora material real del grueso de la población no se presenta

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Ídem, pp. 247–248.

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como contradictorio con la personalidad de la ciudad, sino como ennoblecedor de la ciudadanía. Pero este “progreso”, esta “modernidad”, conduce a una transformación de los patrones de conducta de los caraqueños que es criticado por Mariano Picón Salas, como consecuencia de las diversas corrientes externas, económicas y culturales, y de los procesos de transformación internos de la ciudad la sociedad perdió espiritualidad, ingenio y buenas maneras, las cuales son sustituidas por…“por inagotables rondas de whisky y de cocktails”…, como efecto de este cambio conductual…“lo más necesario para el éxito caraqueño no es la imaginación diabólica o el razonamiento calculador de los personajes balzacianos, sino el hígado a prueba de ‘bombas’ y de trasnochos”…33. El último cuadro pretende reflejar la realidad urbana de 1957, y se convierte en una reflexión general sobre las transformaciones que la ciudad sufrió desde doce años antes. A partir de 1945 la transformación urbana de Caracas se acelera dramáticamente, la ciudad colonial de los techos rojos es arrasada por las palas mecánicas y una nueva ciudad, más moderna y menos amable, se abre paso por entre las ruinas de una ciudad que se pierde. Como repite frecuentemente Picón Salas, se presenta una traslación ideal en el modelo que la nueva ciudad sigue, ya no será París y las ciudades españolas el norte de la urbanidad caraqueña, sino Houston y Los Ángeles, la influencia estadounidense también impacta sobre el paisaje: “La nueva Caracas que comenzó a edificarse a partir de 1945 es hija –no sabemos todavía si amorosa o cruel– de las palas mecánicas. El llamado “movimiento de tierras” no solo emparejaba niveles de nuevas calles, derribaba árboles en distantes urbanizaciones, sino parecía operar a fondo entre las colinas cruzadas de quebradas y barrancos que forman el estrecho valle natal de los caraqueños. Se aplanaban cerros, 33

Ídem, p. 248.

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se les sometía a una especie de peluquería tecnológica para alisarlos y abrirles caminos; se perforaban y se abrían túneles y pulverizaban muros para los ambiciosos ensanches. En estos años –de 1945 a 1957– los caraqueños sepultaron, con los áticos de yeso y el papel de tapicería de sus antiguas casas, todos los recuerdos de un pasado remoto o inmediato; enviaron al olvido las añoranzas simples o sentimentales de un viejo estilo de existencia que apenas había evolucionado, sin mudanza radical, desde el tiempo de nuestros padres. Se fue haciendo de la ciudad una especie de vasto –a veces caótico– resumen de las más variadas ciudades del mundo (…) Hay una especial, violenta y discutida policromía que reviste de los colores más cálidos los bloques de apartamentos. Se identifica la mano de obra y el estilo peculiar de cada grupo de inmigrantes en ciertos detalles ornamentales”…34

Varias reflexiones pueden realizarse en torno al fragmento anterior, con el derribo de los árboles y la perforación de los túneles ocurría una profunda ruptura histórica de los caraqueños con su propio pasado. La ciudad colonial, que poco había cambiado bajo el ornamental guzmancismo, es definitivamente arrasada, fenómeno que no es sólo la superación de formas arquitectónicas previas, sino que se convierte en una traslación sentimental y espiritual del habitante de Caracas. La inmigración europea genera un conjunto de resistencias de los antiguos pobladores quienes…“denigran de esas gentes nuevas que ya nadie conoce y que, según su primario nacionalismo emocional, les arrebatan el derecho al sol, a la sombra de los árboles, a sus intraducibles anécdotas”…35. Pero esta inmigración también parece darle nueva forma a la ciudad capital. “Hay dentro de la ciudad pequeñas ciudades italianas como Los Chaguaramos y el novísimo barrio de La Carlota; hay calles que se aportuguesaron con sus pequeños hoteles, fondas y bodegas de lusitanos, y hay trozos muy yanquis con ‘supermercados’ y bombas de gasolina que recuerdan a Houston, Texas, Denver, Colorado, Wichita, Kansas.”…36

No parece existir en la nueva Caracas un concepto arquitectónico unificador, de allí la percepción crítica que Picón Salas endilga a una especie de “colcha de retazos” urbana en que se convirtió la ciudad, trozos de otras ciudades agrupadas en un gran espacio. Encontramos también un rechazo hacia una tendencia individualista que viene de la mano 34

Mariano Picón Salas, “1957” en “Caracas en cuatro tiempos” en Suma de Venezuela, p. 249. Ídem, p. 260. 36 Ídem, p. 250. 35

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de los nuevos capitales y de las nuevas industrias, este individualismo ha colocado su firma en el caótico urbanismo de la Caracas petrolera. Igualmente la percepción de la ciudad está cambiando, la nueva ola de inmigrantes europeos tiene consecuencias paradójicas en Caracas: el temor ante la posible transformación de la ciudad hacia modelos como Houston y Los Ángeles, modelos urbanos rechazados por el autor no sólo por su carácter externo respecto a las tradiciones venezolanas, sino por lo impersonales y fríos, es superada en 1957. Picón Salas reconoce que una década antes el temor estaba presente, pero la inmigración proveniente de la Europa latina, italiana y española, le otorgó a la capital una nueva faz más coherente, una nueva latinidad parece tomar forma en algunas urbanizaciones37. Una nueva latinidad que parece ser más coherente con las tradiciones urbanas caraqueñas. Con la modernización de la ciudad se genera una expansión que implica la absorción de los pueblos adyacentes, un inestable desplazamiento del centro y la construcción de una ciudad que asume en su seno una diversidad de climas. Para Mariano Picón Salas la falta de un eje central estable en Caracas se convierte en un problema urbano a destacar, ya que refleja una superación de la planificación urbana por parte de la misma dinámica social de la ciudad; los diversos intentos de construir un centro o un eje fundamental han sido infructuosos, ya que la inmigración, externa e interna, ha desbordado cualquier tipo 37

“Hace diez años [1947] pensábamos que aquí, ineludiblemente, se prolongaría todos los estilos y formas económicas del Estado de Texas. Si el impacto norteamericano no iba a consumir nuestra pequeña civilización mestiza. Si no terminaríamos por ser demasiado sanos y demasiado optimistas. Si el viejo ideal de señorío y sosiego a la manera hispánica, ‘el sentimiento trágico de la vida’, no sería reemplazado por el dinamismo del ranchero o del millonario texano. O el individualismo criollo –para tener una norma colectiva– adoptaría la de los clubs de hombres de negocios de los Estados Unidos. Si domesticarían con agua helada, de portes, comida sin especias, tiras cómicas y confort absoluto nuestro orgullo y casi nuestro menosprecio hispanocaribe; esa mezcla de senequismo español y de rudeza a lo Guaicaipuro que fuera tan frecuente en algunos viejos venezolanos. Quizá la inmigración europea –principalmente de Italia y de España– esté modificando aquel esquema y acentuará más bien –como en la Argentina– una nueva latinidad” en Ídem, p. 254.

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de proyección estatal. Estos son los límites de la modernización planificada, una corriente de transformación urbana que avanza por encima de cualquier tipo de planificación estatal. La tensión entre la transformación contemporánea y la tradición urbanística también la encontramos en su percepción de las nuevas urbanizaciones construidas en las nuevas periferias de Caracas. Nuevamente es 1936 el punto de ruptura de una a otra ciudad:…“una estratificada división de estilos, castas y fortunas comenzó a romperse y abigarrarse con el desarrollo económico y urbano después de 1936. Y como emancipándose de la tradición, otra Caracas se aleja y embellece hacia las faldas del Ávila, las Colinas de Bello Monte o Las Mercedes o la Avenida Miranda, que cada día recuerda más a Los Ángeles, en California.”38. Las nuevas fortunas al seguir los modelos norteamericanos generan un proceso de ruptura con la tradición propia de la ciudad, una ruptura en la continuidad histórica, una emancipación frente a una conciencia común. Esa transición de la ciudad tradicional a la ciudad moderna, con la destrucción implícita de la primera, es una preocupación recurrente en las reflexiones que Mariano Picón Salas hace en torno a los distintos tiempos de la ciudad capital. La imagen de la modernización urbana es la construcción de una nueva urbanidad sin coherencia, la destrucción de la ciudad tradicional le abre paso a una diversidad de modelos urbanos provenientes de todo el mundo, donde “hay pedazos de Los Angeles, de San Pablo, de

38

Ídem, p. 256. Subrayado de Ysrrael Camero.

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Casablanca, de Johannesburgo, de Jakarta”39, reflejando la ausencia de una reflexión en torno al hecho urbano y en torno a la relación entre la sociedad y su ciudad. Dos ciudades parecen convivir en la nueva Caracas. Frente a la caótica calle plena de dinamismo automovilístico, se encuentra una ciudad que…“gesticula, negocia o actúa”…40, donde el inversionista refugiado en estructuras como el Hotel Tamanaco decidirá las nuevas transformaciones urbanas en acuerdo con el ingeniero. Esta percepción también refleja que la Caracas antigua era concebida unificada, con un nivel de homogeneidad y de convivencia que era común a todos sus habitantes, relacionado evidentemente con las reducidas dimensiones de una ciudad colonial hispana previa a las contradicciones de la industrialización. A pesar de la ruptura industrial de la modernización existen espacios destinados por naturaleza y costumbre a ser democráticos. El igualitarismo caraqueño se vive y se reúne después de la medianoche “en las ventas de tostadas y criollísimas ‘arepas’, donde nuestro viejo pan cumanagoto adobado con queso y chicharrón acerca en su fragancia conciliadora a todas las clases”…41. Aún quedan espacios donde la ciudad se muestra reconciliada consigo misma y donde la ciudad parece presentarse, no obstante las contradicciones de la modernidad, como igualitaria y plena, la tradición vuelve a reunir, y se convierte en espacio de convivencia armoniosa. Pero la actitud con que Mariano Picón Salas asume la nueva geografía urbana aún puede mover al optimismo que había expresado en 1945. Los caraqueños que son testigos de los cambios son…“caballeros condecorados por el escombro, para que comience a 39

Ídem, p. 249. Ídem, p. 258. 41 Ídem, p. 261. 40

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levantarse –acaso más feliz– la Caracas del siglo XXI.”42. Esta ciudad parece alcanzar una coherencia sólo en un futuro proyectado a partir de la desestructuración y reestructuración de la ciudad presente, heredera de la antigua capital colonial, para Picón Salas el espíritu de Caracas aún se encuentra en formación, y la ciudad…“nunca lució tan terriblemente adolescente”… 43. La reflexión sobre la modernización de la ciudad capital no se coloca aislada de una transformación más general y profunda de toda la sociedad venezolana, más aún adquiere sentido y proyección en la medida en que se explican mutuamente, porque Caracas “resume en su dinamismo y perplejidad la esencia de una patria en ebullición que todavía gira sobre el futuro”44. Ante los peligros que esta modernización implica para el orden social la tradición espiritual viene nuevamente como tabla salvadora de la colectividad, ya que “sólo el espíritu habrá de salvarla [a Caracas] de la excesiva tensión de la aventura y aun las demasías de dinero.”45.

Briceño Iragorry: de la hispanidad idealizada a la modernidad temida En Mario Briceño Iragorry encontramos dos reflexiones distintas en torno a las ciudades, por un lado, una idealización de la ciudad hispana heredera de la colonia, ligada a la vida rural y agrícola, que refleja una jerarquización especial de las clases sociales de la Venezuela de cuño español. Mientras, por otro lado, encontramos que la ciudad moderna, o en proceso de modernización, es percibida críticamente, como escenario principal de la penetración de la cultura estadounidense, teatro dinámico y cambiante que arrastra en su desarrollo a la tradicional ciudad hispana idealizada, conflicto que se

42

Ídem, p. 251. Ídem, p. 263. 44 Ibídem. 45 Ibídem. 43

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establece entre la antigua ciudad de Trujillo, con sus calles y estructuras tradicionales, escenario de la infancia y adolescencia de Briceño, y Caracas, sometida a los fuertes procesos de modernización, a la destrucción del núcleo urbano tradicional. Dicha destrucción es percibida como una negación de la propia historia, representada en calles, casas y solares del período colonial e independentista. La ciudad se convierte de esta manera en una representación de las relaciones de la sociedad con su propia historia, así como en el cruce de influencias desnacionalizadotas, y el afán de modernidad de las elites parece implicar la negación y destrucción de la tradición. Una interpretación interesante de la percepción que de la ciudad tiene Briceño Iragorry la hace Luis Javier Hernández Carmona cuando señala que dos ciudades se encuentran unidas en su pensamiento, la una, “ciudad ensoñada, cósmica que le dio nutrimento al ser espiritual” y, la segunda, “ciudad colectiva representada por la noción de patria y nación”46. Pero estas dos percepciones se unifican cuando Briceño Iragorry califica a la ciudad como una realidad inmaterial, que supera el problema arquitectónico, para incorporarse a los hombres como símbolo y esperanza; una ciudad espiritual que es llevada por sus habitantes en acción y pensamiento, y que también se convierte históricamente en la raíz última y más profunda de la nación, la colectividad fundamental encima de la cual se coloca todo su entramado institucional y su derecho. Pero, lo que es más importante, en la conciencia histórica común de la ciudad, evidenciada en la tradición intergeneracional de sus habitantes… En esto se basa todo el resto de la tradición, y por ende, de la identidad misma de la nación venezolana.

46

Luis Javier Hernández Carmona, Mario Briceño Iragorry, la palabra en el tiempo, el tiempo en la palabra, p. 194.

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Es importante señalar aquello que representa la fundación de la ciudad colonial, de acuerdo a Mario Briceño Iragorry, como referencia central que marca su imagen de la urbanidad ideal. La fundación de una ciudad tiene, para Mario Briceño Iragorry, un profundo significado, donde se mezcla su hispanismo con algunas convicciones heredadas del positivismo. Con motivo de las fiestas de la ciudad de Trujillo en 1957 Mario Briceño Iragorry publica un texto fundamental para entender su concepto urbano: “Por la ciudad hacia el mundo”, subtitulado como “Pregón y sentido de las fiestas de Trujillo”, donde el autor teje un puente intergeneracional entre las fiestas presentes y los fundadores de la ciudad, ya que: …“no se reúnen los hombres y las mujeres de la tierra para cantar alabanzas al progreso de la cabilla y del cemento, ni para formar el inventario de la riqueza material (…) Ello se hará apenas como corolario feliz del tema principal. Para alabar la obra de los ingenieros modernos habrá que empezar por elogiar la obra de los constructores antiguos. Aquí venimos a festejar la ciudad en su integridad funcional. Para saber lo que vale, hemos de empezar por ahondar sus orígenes y por examinar su papel en el proceso que tuvo culminación en la unidad venezolana.”…47

No solo este texto enlaza al pasado con el presente, sino que lleva la reflexión a la “integridad funcional” de la ciudad. Briceño Iragorry intenta dar respuesta a las funciones que cumple lo urbano en la Conquista y en la Colonia. El primer contraste se presenta entre el campamento azaroso del conquistador y la fundación de la ciudad, ésta última es el asentamiento de un conjunto de nuevas instituciones, y se opone tanto al establecimiento provisional del conquistador como al “desierto salvaje”48 en que se inserta. Para Briceño Iragorry la ciudad le otorga “razón humana” al proceso conquistador, es aquí donde su hispanismo se mezcla con rastros del positivismo que pretendió 47

Mario Briceño Iragorry, “Sentido y función de la ciudad” (1952) en Obras Completas (Volumen 4: doctrina historiográfica), p. 287. 48 Ídem, p. 290.

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rechazar,…“cada ciudad es un nuevo jalón en el proceso de dar fisonomía a la virgen tierra”…49. La imagen del desierto y de la tierra virgen implica una negación de la realidad de la conquista, los pueblos indígenas que habitaban en estas tierras son negados o convertidos en la imagen de la otredad “bárbara” a combatir o a integrar en la “civilidad” del ordenamiento colonial hispano. El próximo fragmento puede ser revelador, en la ciudad…“empezaba la nueva vida de relación civil. Más allá de la Ciudad y de su ejido, quedaba la indiada que sería sometida al nuevo sistema de civilización.”50. La ciudad colonial, y las instituciones y el derecho del que es partícipe, representante y

promotora,

fue…“coronamiento

cultural

de

la

gran

aventura

de

los

conquistadores”…51. Funcionaba también como asiento del derecho indiano y, lo que es más importante y trascendental, como núcleo fundacional de la nacionalidad futura, de tal manera que la nación venezolana hunde sus raíces en la institucionalidad española transplantada al suelo de un nuevo continente. “Unidad política, unidad administrativa, unidad económica, la Ciudad colonial las posee como las raíces del árbol de la futura nacionalidad. En su fundación se han cumplido las fórmulas de un sacramentario que le da vida en el orden del derecho y la constituye primera estructura para el proceso de la integración del gobierno general. Tiene ella, junto con la autonomía de los doméstico, carácter de célula en el conjunto tegumental de la futura nación”…52

Pero la ciudad no sólo es la realidad material de la arquitectura, de la plaza y de sus iglesias, forma parte de un conjunto primordial de las realidades inmateriales, adquiere un carácter sagrado para la colectividad de la mano de las herencias culturales que una generación lega a la otra. Nuevamente el carácter de nexo intergeneracional le otorga 49

Ibídem. Ídem, p. 292. 51 Ídem, p. 295. 52 Ídem, pp. 291–292. 50

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sentido a la tradición…“a nuestra Ciudad le da carácter religioso la tradición que le formaron las generaciones pasadas, y la cual deben cuidar y perfeccionar las generaciones presentes”53. La construcción de la ciudadanía es el eje de la dinámica urbana, y ésta se transformó cuando el proyecto moderno de la Independencia rompió con la supuesta tranquilidad colonial, de aquí que el contraste entre la República y la Colonia se exprese también en la ciudad. El proceso republicano, gestado en el mismo seno de la institucionalidad con la que rompe la independencia, vino a convertirse en expansión de esa ciudadanía…“en la Ciudad colonial, la ciudadanía estaba restringida y el común del pueblo sólo beneficiaba de la paz del convivio. El proceso de la república es vivo e inconcluso testimonio de la lucha porque la ciudadanía convenga a todos los hombres y mujeres que forman la Ciudad”54. En conclusión, el valor inmaterial de la ciudad está anclado en su misma historia, en la continuidad histórica entre sus fundadores y el presente, continuidad que se expresa en la conciencia de la sociedad a través de una tradición urbana que se torna evidente en patrones de conducta y en espacios urbanos que contienen un valor para la sociedad y determinan una “personalidad” de la ciudad. La preservación de esta herencia cultural es la supervivencia de la verdadera identidad urbana, identidad que se encuentra en la conciencia histórica de continuidad de los mismos ciudadanos.

53 54

Ídem, p. 291. Ibídem.

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A causa de la necesidad que el autor reclama repetidamente de continuidad histórica es que reacciona con desconfianza y rechazo ante las formas y métodos que asume la transformación urbana de la ciudad capital durante el siglo XX. La reflexión específica dedicada a la ciudad capital por parte de Briceño Iragorry, junto con retazos sueltos y abandonados en sus obras, denotan una crítica, un desgano frente a la transformación de la Caracas antigua, hidalga y colonial, en la Caracas moderna, llena de autopistas y edificios modernos, ya que: “Con la pica que reduce a escombros los viejos edificios y con la laxitud moral que autoriza la ruptura de los valores antiguos se destruye igualmente la tradición que da carácter, tono, fisonomía, expresión y perspectiva a alma de los pueblos. No se trata, como en mofa dicen algunos capitanes del pseudo-progreso, de defender telarañas, moho y polilla antiguos. La basura no es tradición. A la basura, como a tal, se la barre. En cambio, hay necesidad de que sean respetadas las puertas, los zaguanes, los aleros, los altares, las calles, las piedras donde aún permanece enredado el espíritu de los hombres antiguos. Al lado de la civilización y del progreso que piden ancho espacio, deben quedar las antiguallas que dan fisonomía a las ciudades, del mismo modo como la poesía y los cantos populares tienen legítimo derecho a ser conservados junto con los cantos de los grandes poetas, como expresión fisonómica del pueblo. En la lucha que plantea la modernidad del tránsito frente a la ciudad que insiste en mantener sus antiguas líneas personales, precisa no sacrificar inútilmente los viejos valores arquitectónicos donde se recuestan los siglos.”55

No es la arquitectura, en Mario Briceño Iragorry, la que guarda un valor en sí mismo, sino la conciencia histórica de la ciudad, que se expresa a través de la relación que los ciudadanos, como habitantes de lo urbano, tienen con esas estructuras, que es una evidencia de la relación que guardan con su pasado, con las generaciones que le dieron forma a la ciudad. Estas estructuras merecen ser conservadas, siguiendo a Briceño, porque son “expresión fisonómica del pueblo”. Es allí donde la modernidad se enfrenta no a su limitación externa, sino a aquello que le permite ser apropiada y no impuesta en una sociedad, lo que se relaciona con un proceso de integración de esas nuevas formas y 55

Mario Briceño Iragorry, “El sentido de la tradición” (lectura en la casa del escritor el 15 de septiembre de 1951) en “Introducción y defensa de nuestra historia” (1952) en Mensaje sin destino y otros ensayos, p. 169.

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estilos con un sentido que la supera y que es consustancial con la personalidad histórica de la colectividad. La defensa de la Caracas antigua no es tanto la defensa de los valores pasados, sino una reflexión activa sobre la conciencia histórica que parece desvanecerse con su destrucción, la disolución de la tradición, nexo intergeneracional y conciencia de continuidad histórica se convierte en una posible disolución de la misma colectividad, por eso Briceño Iragorry coloca el peso en el argumento moral. La destrucción de la antigua Caracas: “que si no poseía rica y fastosa arquitectura, tenía, en cambio, derecho para permanecer en pie, bajo sus techos rojos, junto a la opulenta Caracas de los rascacielos. Pero de esa vieja Caracas podemos y debemos salvar la tradición moral que la hacen inmensa y le transfieren la misma resistencia y granítica del Ávila sagrado.”56.

Esa tradición moral le otorga coherencia ciudadana al comportamiento de los caraqueños, y se convierte en muro de resistencia ante, nuevamente, corrientes disgregadoras. No es un problema de simple nostalgia, es una angustia existencial ante la disolución posible de una colectividad que percibe frágil en su conciencia histórica. El discurso moral se mezcla también con la concepción de la ciudad como raíz fundacional de la nacionalidad, ya que…“para entender a Venezuela como unidad moral y como cuadro de realidades económicas, precisa remontar el tiempo en que se formaron los antiguos grupos donde la tropa conquistadora adquirió forma y densidad cívica…”57. Pero la ciudad idealizada y concebida como núcleo fundador se enfrenta con la

56

Mario Briceño Iragorry, “Raúl Santana, cronista plástico de Caracas” (1952) en Obras Completas (Volumen 19: Textos inéditos y ensayos dispersos III (cultura, hombres y lugares, textos autobiográficos, prólogos y reseñas, miscelánea)), p. 520. 57 Mario Briceño Iragorry, “Por la ciudad hacia el mundo (Pregón y sentido de las fiestas de Trujillo)” (1957), en Obras Completas (Volumen 1: Textos autobiográficos y de la patria chica), p. 357.

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percepción práctica de la ciudad real como centro donde lo nacional se diluye frente a la industrialización, es la síntesis compleja entre lo nuevo y lo viejo. En Mario Briceño Iragorry existe el rechazo ante la extensión de aquello que concibe como una evidencia de un falso progreso, de una modernización que se expresa a través del ornamento y niega la continuidad y la coherencia interna de la colectividad. El contraste entre la realidad arquitectónica de la ciudad, externa, sin significado histórico, y una ciudad interna, espiritual y plena de sentido comunitario, es reiterada, porque durante la transformación arquitectónica de la década de los cincuenta mientras “la ciudad de fuera crece y brilla y luce (…) la ciudad de dentro, es decir, el reducto donde se recogen los hombres para medir su verdadero tamaño y para soñar sus sueños mejores, ya ni es ciudad, ni es abrigo seguro donde la persona halla el precio de su esfuerzo y la recompensa de su angustia salvadora”58. La crítica a las transformaciones que ocurren en la ciudad tiene una profunda carga política en la década de los cincuenta. Contra la transformación del medio físico que la dictadura militar adelanta reacciona Briceño Iragorry. Nuevamente los términos de civilización y barbarie vuelven a aparecer. Durante la dictadura de Pérez Jiménez la defensa de la ciudad es un momento más en la…“lucha entre la barbarie demoledora del régimen y el sentido defensivo de quienes aspirábamos a que permaneciese en pie algo que sirviera de sostén a la memoria desahuciada de la ciudad antigua.”59. Pero la conciliación entre el proceso de modernización y la tradición es posible en caso de que la conciencia histórica de la población sea lo suficientemente sólida para 58

Ídem, pp. 367-368. Mario Briceño Iragorry, “La ciudad sin alma” en El Nacional, 4 de mayo de 1958, p. 4, tomado de Obras Completas (Volumen 19: textos inéditos y dispersos III), p. 219. 59

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apropiarse de las ventajas de la modernidad sin perder con ello las características que la particularizan como colectividad única, la necesidad de consolidar la personalidad de la nación se compaginaría con el crecimiento y bienestar de la misma60. También en 1951 Mario Briceño Iragorry reflexiona sobre esta posibilidad mientras comenta la edición de un libro dedicado a la ciudad capital, en este texto puede percibirse una visión más optimista:…“el progreso acelerado que está transformando la vieja ‘ciudad de los techos rojos’ en masa imponente de edificios de moderna y empinada arquitectura, con anchas y vistosas avenidas y verdes y lucidas plazas”61. Pero alerta nuevamente sobre los peligros que corre la ciudad interior en la modificación estructural de la ciudad exterior: “crezca, pues, Caracas en su vestidura de piedra y de cemento, pero que las nuevas líneas arquitectónicas no destruyan la Caracas interior, llamada a vivir vida perdurable en el espíritu del pueblo”62. Sólo la preservación del nexo intergeneracional63 salvaría la “ciudad moral” de la peligrosa disolución, reiterativo temor con rasgos conservadores, angustia siempre presente.

60

…“Para que el tableteo de las máquinas que edifican la nueva ciudad no falsee los muros de la ciudad antigua, urge, antes de comenzar la edificación moderna, calar la fuerza y la resistencia de las bases viejas. No se trata de defender las paredes de adobe y las rojas tejas de los techos que dieron tipicidad al pueblo antiguo. Se trata de defender la estructura concencial del hombre venezolano. Cuando hablo de la ciudad antigua no expreso, tampoco, un mero concepto arquitectónico. Me refiero a la ciudad moral (…) No pido aldabas ni cerrojos para puerta alguna, apenas reclamo suficiente agua lustral para el bautizo del forastero que va a sumar al nuestro su esfuerzo creador. Sin resistencia en el territorio de los valores que definen la particularidad de lo venezolano, nos exponemos, como ya acontece, a que el sentido de lo nuestro se diluya en una mezcla inválida, por donde nos hacemos semejantes a la población pululante en los muelles de los grandes puertos internacionales. Dejaremos de ser unidad propicia a la recia relación internacional, para ser mera provincia donde prospera la aventura disolvente y agresiva de los imperios.” Mario Briceño Iragorry, “Por la ciudad hacia el mundo (Pregón y sentido de las fiestas de Trujillo)” (1957), en Obras Completas (Volumen 1: Textos autobiográficos y de la patria chica), pp. 362-363. 61 Mario Briceño Iragorry, “Libro sobre Caracas y su gente Así es Caracas” en Obras Completas (Volumen 19: textos inéditos y dispersos III), p. 345. 62 Ídem, pp. 346–347. 63 …“Crezca y brille la nueva Caracas, pero que dure en los rincones de los nuevos hogares, tibia sombra donde pueden detenerse, como en familia, los pasos inmortales de nuestros Padres…” en Ídem, pp. 346– 347.

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La dinámica de la ciudad es un microcosmos histórico de la dialéctica entre la modernización, asumida por las elites y expresada en la transformación urbana, y la tradición, que se concibe como densidad histórica que le otorga a la colectividad el rasgo diferenciador que permite particularizarla frente a la otredad. La modernización impuesta y ajena se contrapone, por incoherente con la misma historia de la ciudad, con una transformación modernizadora que se integra con la tradición urbana que pretende completar y desarrollar.

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