Museo y Transformación
Descripción
MUSEO Y TRANSFORMACIÓN Nicolás Vizcaíno Sánchez
El Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH), tiene como tarea diseñar, crear y administrar el Museo Nacional de la Memoria (MNM) como medida para la reparación integral de las víctimas del conflicto armado en Colombia. Es un lugar para “lograr el fortalecimiento de la memoria colectiva acerca de los hechos desarrollados en la historia de la violencia reciente” y “realizar las acciones tendientes a restablecer la dignidad de las víctimas y difundir la verdad sobre lo sucedido”1. Proyectos como el de Voces de la Memoria a la cabeza del CINEP/PPP2, además de otros, desde ya se preguntan sobre el alcance, la función social, la pertinencia, el papel de cara a las negociaciones de paz, y la vinculación de este Museo con las comunidades y dinámicas de memoria ya existentes. Por mi lado, la pregunta está sobre el potencial de transformación democrática del formato museo. Más exactamente trato de averiguar ¿De que forma el proyecto del Museo Nacional de la Memoria puede ser más que solo un mecanismo jurídico de reparación restitutiva, y contribuir a un proyecto político más amplio de transformación del statuo quo en Colombia? Esta pregunta, así planteada, permite más que detenerse sobre los aspectos de reparación simbólica y entender la tipología del proyecto del MNM en un sentido ampliado. A partir de los conceptos de placemaking, museología participativa y Working Memorial, el MNM puede ser examinado a la luz de la propuesta de “reparación con vocación transformadora” de Rodrigo Uprimny y María Paula Saffon, para mostrar que el proyecto tiene la capacidad de ser un 1 No. 1, art. 5, Decreto 4803 de la ley 1448 de 2011. 2 El Centro de Investigaciones y Educación Popular/Programa por la Paz ejecuta este proyecto, financiado por Colciencias, como una estrategia de participación Nacional dentro de la estrategia de construcción social del Museo por parte Centro Nacional de Memoria Histórica. Mas información en www.vocesdelamemoria.org
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espacio, más allá de lo siliente y simbólico, que siente la base para subvertir las relaciones de poder y las condiciones de dominación que han hecho posible y alimentan el horror de la guerra que nos toca. El presente ensayo se desarrolla en tres secciones y cierra en unas breves conclusiones. La primera sección (Sobre el Mandato del Museo Nacional de la Memoria) se detiene en el marco legal en el que está inscrito el Museo Nacional de la Memoria, el deber de Memoria por parte del Estado, las obligaciones que recaen sobre el Centro Nacional de Memoria Histórica, y finalmente pasa a describir someramente el marco conceptual y de obligaciones sobre las que se fundamenta el MNM. La segunda sección (Museo no convencional) se dedica a la revisión de la tipología propuesta para el MNM con el propósito de ver sus apuestas formales y simbólicas, y asociarla los conceptos de: Placemaking y Museología participativa sugeridos por María Wills, y el de Working Memorial elaborado por Krzysztof Wodiczko y Julian Bonder. La tercera y última sección, (De la restitución a la transformación), a partir de una revisión del concepto de reparación integral, pasa a entender el MNM como un mecanismo de reparación con vocación transformadora más que restitutiva, a partir de la propuesta conceptual de Rodrigo Uprimny y María Paula Saffon. Sobre el Mandato Del Museo Nacional de la Memoria Es el decreto 4803 que reglamenta la Ley 1448 de 2011, el que le otorga al Centro Nacional de Memoria Histórica la función de: “Diseñar, crear y administrar un Museo Nacional de la Memoria, destinado a lograr el fortalecimiento de la memoria colectiva acerca de los hechos desarrollados en la historia reciente de la violencia en Colombia, procurando conjugar esfuerzos del sector privado, la sociedad civil, la cooperación internacional y el Estado”. Este Museo, además, “deberá realizar las acciones tendientes a restablecer la dignidad de las víctimas y difundir la verdad sobre lo sucedido” en un ejercicio verdaderamente intercultural (con inclusión de los pueblos indígenas, comunidades negras, afrodescendientes, raizales y
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palenqueras y comunidades Rom) del derecho y el deber de la memoria histórica Nacional. En este ejercicio de contribución a la reparación integral y el derecho a la verdad, del que son titulares las víctimas y toda la sociedad, el Estado avanza en su deber de memoria con respecto a las violaciones ocurridas en el marco del conflicto armado colombiano. Lo hace a través del Centro Nacional de Memoria Histórica, que precisamente trabaja en investigaciones, proyectos pedagógicos, experiencias expositivas, etc. desde el material documental relativo a dichas violaciones, buscando respuestas al ¿Qué ha pasado? ¿Por qué ha pasado? ¿Quiénes son las víctimas? ¿Cómo han sido afectadas? ¿Cómo han hecho resistencia? y ¿Cómo hacer memoria para el presente? en nuestro país. El trabajo analítico e interpretativo más exhaustivo adelantado por el CNMH, para superar una comprensión simplista de la guerra de más de medio siglo en Colombia, está consignado en el informe general ¡Basta Ya! Colombia: Memorias de Guerra y Dignidad. En este estudio se ahonda sobre las dimensiones y modalidades de la violencia; los orígenes, las dinámicas y el crecimiento del conflicto armado; La relación entre justicia y guerra; Los impactos y daños del conflicto; las memorias de las víctimas, a quienes ahora se reconoce como protagonistas importantes de la historia, y antes eran un “efecto residual de la guerra y no el núcleo de las regulaciones de esta” (CNMH, 2013, p. 14). Según cifras del antes Grupo de Memoria Histórica (GMH) entre 1958 y 2012 murieron en Colombia por causa de la guerra aproximadamente 220.0003 personas (equivalente al número de pobladores de Popayán), mientras otros cientos de miles fueron y han sido víctimas de desaparición forzada, violencia sexual, mutilación, tortura, minas antipersona, destierro, secuestro: producto de las estrategias y repertorios indiscriminados que 3 Sin embargo, estudios adelantados por varias organizaciones de derechos humanos e instituciones de investigación del conflicto, entre las que destacan el Centro de recursos para el análisis del conflicto (CERAC), Centro de investigación y educación popular (CINEP) y el Instituto de Estudios políticos y Relaciones internacionales (IEPRI), estiman esta cifra insuficiente al concluir que tres de cada cuatro muertes como consecuencia de la guerra se han quedado por fuera de las estadísticas (CNMH, 2013, p. 33).
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los actores armados (Guerrilla, Paramilitares y Fuerza Pública) han empleado para “el control de territorios, el despojo de tierras, el dominio político electoral y la apropiación de recursos legales e ilegales” (CNMH, 2013, p. 15). La magnitud, duración, extensión geográfica y complejidad de esta guerra no se puede perder en una evasión de las responsabilidades concretas y en el no reconocimiento de unas víctimas puntuales. Por eso, la construcción de una memoria legítima del conflicto armado pasa por “el esclarecimiento de lo que ha ocurrido durante la guerra como un requerimiento político y ético que nos compete a todos” (CNMH, 2013, p. 16). El Museo Nacional de la Memoria se concibe como “un lugar para visibilizar la magnitud de la tragedia, reconocer, reflexionar y debatir sobre las causas y condiciones que desencadenaron esta guerra, degradaron los términos de la confrontación, y la prolongaron por varias décadas. Un lugar para que el país pueda encontrar algunas de las claves para leer críticamente su pasado, y construya mancomunadamente las condiciones de un nuevo porvenir”4. El proyecto parte de reconocer que esta memoria histórica legítima, debe acudir a la importante trayectoria de organizaciones de víctimas, organizaciones defensoras de DDHH, Ong’s, sectores académicos, entre otros, que desde hace mucho tiempo han “impulsado la creación de senderos, monumentos, museos comunitarios, parques, archivos, así como ceremonias, peregrinaciones y acciones en el espacio público”5: procesos e iniciativas de memoria comunitarios para la resignificación de sus pasados, la elaboración de sus duelos, el esclarecimiento y la reconstrucción de la verdad sobre los hechos sucedidos. El museo como tal es entonces una respuesta institucional a los reclamos civiles por un lugar donde ejercer el derecho a recordar, el derecho a la verdad, a la justicia y a la reparación. Un lugar donde se reconozcan y se valoren la pluralidad, la diferencia y la alteridad de voces de las víctimas de la violencia en Colombia. Precisamente en el contexto de estas luchas, con el objetivo de cumplir con medidas de reparación en términos de satisfacción y garantías de no repetición, se le asigna al MNM puntualmente una función reparadora, una 4 Tomado de http://centrodememoriahistorica.gov.co/museo/museo/sobre-‐la-‐direccion 5 Tomado de http://centrodememoriahistorica.gov.co/museo/museo/creacion-‐social
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esclarecedora y una pedagógica. Esto es respectivamente: sacar a las víctimas de la exclusión y la invisibilización a la que históricamente han sido condenadas, dar a conocer distintas versiones para la comprensión de lo sucedido, y promover debates crítico que contribuyan a la construcción de garantías de no repetición. Museo no convencional Por consiguiente, para cumplir a cabalidad con las funciones de reparación antes mencionadas, el formato de museo se expande a un espacio de múltiples segmentos que, no solo se limitan a “exponer y transmitir patrimonio material e inmaterial con fines de educación y deleite” (ICOM, 2010, p. 52), sino a estructurar un complejo que ofrezca a los visitantes un mayor nivel de participación y acceso a los contenidos. Así el Museo Nacional de la Memoria es un lugar de duelo, un lugar de información y consulta, un lugar de encuentro, un lugar de investigación y pedagogía, un lugar de creación artística, y un lugar de archivo. Todos espacios diseñados para “dar respuesta a actividades y dinámicas que hagan de este un lugar vivo y activo”6. Esto supone un diseño funcional ideado a partir de las referencias de otros lugares de memoria (en Colombia y en el mundo) y de las necesidades identificadas en las estrategias de construcción social adelantadas entre el CNMH, diversos sectores y comunidades en el territorio nacional. El formato de este museo no convencional dedicado a la memoria, trae consigo también cuestiones, fuera de los asunto funcionales, que no son solo arquitectónicas o de diseño, sino éticas, políticas y filosóficas, entre las que destaca la pregunta que Julian Bonder hace, hablando de lugares de memoria, sobre “la forma en la que la historia, la memoria y el trauma son apropiados, re-‐presentados y habitados” (Bonder, 2009, p. 65), y, que más adelante parece complementar él mismo diciendo “¿Cómo podemos nosotros [como arquitectos] hacerle espacio a las voces de aquellos otros para que “aparezcan” en público sin tratar de hablar por ellos?” (Bonder, 2009, p. 65).
6 Tomado de http://centrodememoriahistorica.gov.co/museo/museo/sobre-‐la-‐direccion
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Estas preguntas instigan por un lado, la consideración sobre la dimensión simbólica del proyecto del MNM, es decir, la capacidad para hacernos recordar, evocar y pensar en algo más allá del edificio mismo, y por otro lado, sugieren la preocupación por la capacidad de transformación del MNM. Retomando el hecho del museo como reparación, es pertinente lo que Rodrigo
Uprimny y María Paula Saffon dicen: “aunque las políticas de reparación integral deben tener un contenido material significativo para enfrentar los efectos materiales de la violencia, igualmente deben poseer una inevitable dimensión simbólica, ya que los daños ocasionados suelen ser irreparables” (Saffon & Uprimny, 2009, p. 46). Conviene definir que la reparación es simbólica en tanto que no es aquello que se ha perdido, sino algo que lo representa. En ese sentido nos dice Graciela Guilis: “No se repara simbólicamente restableciendo el statuo quo ex ante, sino que se reconstruye otra cosa, algo nuevo” (Guilis, 2001). Y en ese sentido este “algo nuevo” que es el Museo Nacional de la Memoria tiene la responsabilidad de, en efecto, representar, ser un referente histórico, dirigir la atención a la magnitud del problema, pero sobre todo, tiene la responsabilidad de ser consentido, llenado de sentido y comprendido por las víctimas, para evitar unas “nuevas formas de dominación transformadas en representaciones simbólicas, a través de la estandarización o la imposición” (Sierra, 2014, p. 87), o peor aún “unas metáforas instantáneas de sentidos artificiales” (Bonder, 2009, p. 65). Este museo-‐monumento, no necesariamente por su escala, sino por su habilidad de “ayudarnos a considerar el trauma, y a repensar y actualizar el pasado” (Bonder, 2009, p. 62), tiene una capacidad de transformación que reside en su creación de lugar urbano (Placemaking), y en su alternativa de estructurar lo museológico. En primer lugar el MNM tiene “la necesidad de convertirse en un catalizador de relaciones, en un posibilitador de experiencias” (Wills, 2014, p. 15) esto significa crear un espacio que permita ser habitado y apropiado no solo por las víctimas del
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conflicto armado, si no por los ciudadanos y ciudadanas en general7. En segundo lugar, la capacidad de transformación del MNM también está en como este puede desarrollar una museología participativa, “una corriente que plantea la necesidad de que los museos no sean hechos desde afuera, sino que partan del interés, la participación, el trabajo de la propia comunidad” y “en oposición a los discursos estatistas y hasta folclorizantes” (Wills, 2014). De esta forma el Museo Nacional de la Memoria en Colombia puede efectivamente ser un “espacio de aparición”8, una esfera pública que transforme el sitio siliente y simbólico de memoria en un Working Memorial que “invite al compromiso colectivo y al diálogo vital con las memorias traumáticas del ayer y del hoy” (Bonder, 2009, p. 68)
De la restitución a la transformación Retomando al asunto que motiva la pregunta de este ensayo sobre el potencial para la transformación democrática del museo como formato institucional, es preciso volver sobre la lógica restitutiva que lo ordena como una medida de reparación simbólica. Por lo general las reparaciones para las víctimas de crímenes atroces son afrontadas desde una perspectiva restitutiva, lo que quiere decir que “su objetivo es devolver a las víctimas a la situación en la que se encontraba antes de la violación de sus derechos humanos” (Saffon & Uprimny, 2009, p. 31). Esta lógica para Uprimny y Saffon no tiene mucho sentido en sociedades, como la colombiana, en las que antes de cometerse las violaciones masivas a los derechos humanos ya existían contextos convulsionados, excluyentes y desiguales, y donde la mayoría de las víctimas provienen de sectores marginados/discriminados. En ese caso, la reparación significaría restablecer las condiciones estructurales que explican la victimización y por tanto el retorno a una situación de vulnerabilidad (Saffon & Uprimny, 2009, p. 33). Ante este panorama, Los autores proponen “las reparaciones 7 Es pertinente la forma en que Giorgio Agamben sugiere la presencia de estas ciudadanías como “testigos” en el sentido de que son aquellos que responden al sufrimiento de los otros sin usurpar su lugar. Atestiguar es una manera de ver y escuchar que requiere la aceptación de la vulnerabilidad, (Bonder, 2009, p. 65). 8 Según el concepto de Esfera pública de Hannah Arendt invocado por (Bonder, 2009, p. 65)
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con vocación transformadora” (Saffon & Uprimny, 2009, p. 34) para no solamente asumir el daño ocasionado sino para enfrentar las condiciones de dominación y las relaciones de poder que han hecho posible y alimentan los hechos victimizantes. Para el caso del MNM en tanto reparación simbólica, conviene pensar en el sentido de su perspectiva restitutiva y transformadora según esto que ya nos dijo Graciela Guilis antes: “No se repara simbólicamente restableciendo el statuo quo ex ante, sino que se reconstruye otra cosa, algo nuevo”. Entonces ¿qué significa por ejemplo restablecer la dignidad de las comunidades víctimas en términos restitutivos y en términos transformadores? ¿Hay alguna diferencia? En el caso del Museo Nacional de la Memoria el primer momento reparador, con el fin de restablecer la dignidad, está dirigido a saldar la deuda histórica con las víctimas de devolverles su palabra. En términos reductivos y con fines ilustrativos, la versión restitutiva de esta acción de devolver la palabra, por ejemplo, mediante una valla en el espacio público, puede que pretenda impugnar pero precisamente no tenga influencia sobre las condiciones (el lenguaje de dominación, por ejemplo) que originalmente hicieron posible el arrebato de la autonomía de las comunidades, y las deje a merced de una re-‐victimización. Por otra parte, la versión con vocación transformadora de esta acción, por ejemplo, al interior de un Working Memorial, le permite a las comunidades la autodefinición por sus propios medios culturales (Wills Obregón, 2015, p. 1) y le da el espacio para reconstruir su agencia en un escenario amplificado en el que el reconocimiento social además de darle legitimidad le permite aspirar a unas garantías de no repetición, claro, que han de ser respaldadas por el reclamo de otras medidas de reparación. En el seno de esta cuestión existe el riesgo de que la dignidad se folclorice, que en palabras de María Emma Wills, “ocurre cuando la alteridad desplegada de las comunidades con voz se transforma en mera estética y la mirada del centro desvincula la "cultura" de una agenda de reclamos económicos y políticos. Es por eso que lo que está en juego en el MNM no es sólo el reconocimiento de la diferencia [en clave restitutiva] de las
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víctimas sino también de la desigualdad que ellas han sufrido [en clave transformadora]” (Wills Obregón, 2015, p. 2). La perspectiva transformadora de las reparaciones entonces no solo le apuesta a resarcir sino a evitar futuras atrocidades. Representa también “la oportunidad de impulsar una transformación democrática de las sociedades, a fin de superar situaciones de exclusión y desigualdad que resultan contrarias a principios básicos de justicia distributiva.” (Saffon & Uprimny, 2009, p. 36). La apuesta del Museo Nacional de la Memoria está por supuesto alineada con el cometido de ser mas que “un mecanismo jurídico y pasar a formar parte de un proyecto político de transformación más amplio” (Saffon & Uprimny, 2009, p. 50) que propicie el surgimiento de ciudadanías críticas. Conclusiones A lo largo de tres secciones se contextualizó, describió e interpretó (y quizás se sobreinterpreto también) el proyecto del Museo Nacional de la Memoria (MNM) a cargo del Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH). La interpretación estaba destinada a encontrar en el vehículo del museo (como formato institucional) un potencial de transformación democrática más poderoso inclusive que el de su motivación como reparación simbólica de las víctimas del conflicto armado colombiano. La sospecha que condujo el desarrollo del ensayo fue que a la luz de conceptos y caminos, propuestos y sugeridos por autores de la arquitectura, la ciencia política, el derecho, el arte y la museología era posible acercarse más a la constatación de la pregunta central que exactamente fue ¿De que forma el proyecto del Museo Nacional de la Memoria puede ser más que solo un mecanismo jurídico de reparación restitutiva, y contribuir a un proyecto político más amplio de transformación del statuo quo en Colombia? Aunque no dictó la organización del ensayo, el horizonte de sentido que se estableció para su desarrollo provino de la propuesta radical de “reparación con
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vocación transformadora” de Rodrigo Uprimny y Maria Paulo Saffon. La posibilidad de incidencia sobre las condiciones y relaciones de poder que sustentan el statuo quo excluyente y desigual en Colombia, propició la oportunidad de indagar sobre el MNM y su origen como medio de reparación ordenado dentro del deber del Estado de hacer memoria con ocasión a las masivas y atroces violaciones de derechos humanos en Colombia. El Museo es de hecho una respuesta institucional a una larga trayectoria de sectores diversos que claman por el derecho a recordar, el derecho a la verdad, a la justicia y a la reparación. El Museo es una ganancia de los movimientos sociales y se inspira en las distintas experiencias y referencias de iniciativas-‐lugares de memoria subalterna. Su función aparte de la ya mencionada ordenada por ley, se extiende a un imperativo ético y político de esclarecer entender y subvertir las dinámicas, lógicas y repertorios de la guerra. Además este proyecto propicia un espacio para repensar y actualizar el pasado, un espacio que se permite ser habitado, apropiado e invita al compromiso colectivo y al diálogo. El espacio del Museo tiene la capacidad para hacernos recordar, evocar y pensar en algo más allá del edificio mismo, a la vez que en su apuesta sienta la base para permitir la
autodefinición de las víctimas por sus propios medios culturales y le da el espacio para reconstruir su agencia en un escenario amplificado, en el que finamente se le reconozca en sus semejanzas y por su puesto también en su alteridad. Bibliografía Bonder, J. (2009). On memory, Trauma, Publcic Space, Monumentos, and Memorials. Places , 21 (1), 65. CNMH. (2013). ¡Basta Ya! Colombia: Memorias de guerra y dignidad. Bogotá: Imprenta Nacional de Colombia. Guilis, G. (2001). El concepto de la Reparación Simbólica. Retrieved 05 12, 2015, from Equipo de Salud Mental –CELS-‐ Argentina: www.cels.org.ar/common/.../concepto_reparacion_simbolica.doc
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ICOM. (2010). Concepos claves de museología. Paris: Armand Colin. Saffon, M. p., & Uprimny, R. (2009). Reparaciones transformadoras, justicia distributiva y profundización democrática. In N. C. Catalina Díaz Gómez, Reparar en Colombia, los dilemas en contextos de conflicto, pobreza y exclusión. DeJuSticia. Sierra, Y. (2014). Relaciones entre el arte y los derechos humanos**. Revista Derecho del Estado , 77-‐100. Wills, M. (2014). Querencia: emplazamiento e identidad. Formas de entender el pasado y la historia desde una verdad abierta para un Museo de la memoria. CNMH, Dirección Museo. Bogotá: CNMH. Wills Obregón, M. E. (2015). Avances conceptuales MNM. Bogotá: CNMH. www.vocesdelamemoria.org
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