MURILLO, J.F. et alii (2010): “La transición de la civitas clásica cristianizada a la madina islámica a través de las transformaciones operadas en las áreas suburbiales” El anfiteatro romano de córdoba y su entorno urbano. Análisis arqueológico (ss. I-XIII d.C.), MgAC, nº 19 vol. II, 503-546

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Descripción

Edita: Grupo de Investigación Sísifo (P.A.I., HUM-236)

19

19. VAQUERIZO, D.; MURILLO, J. F. (Eds.) 2010: El Anfiteatro Romano de Córdoba y su entorno urbano. Análisis Arqueológico (ss. I-XIII d.C.), Monografías de Arqueología Cordobesa 19 (2 vols.), Córdoba. 18. VAQUERIZO, D. (Ed.) 2010: Las Áreas Suburbanas en la ciudad histórica. Topografía, usos, función, Monografías de Arqueología Cordobesa 18, Córdoba. 17. RUIZ OSUNA, A. B. 2010: Colonia Patricia, centro difusor de modelos. Topografía y monumentalización funeraria en Baetica, Monografías de Arqueología Cordobesa 17, Córdoba. 16. RUIZ OSUNA, A. B. 2007: La monumentalización de los espacios funerarios en Colonia Patricia Corduba (ss. I a. C. - II d. C. ), Arqueología Cordobesa 16, Córdoba. 15. MORENO ROMERO, E. 2007: “Santa Rosa”. Un sector de la Necrópolis Septentrional de Colonia Patricia, Arqueología Cordobesa 15, Córdoba. 14. GUTIÉRREZ DEZA, M. I. 2007, Los opera sectilla cordobeses, Arqueología Cordobesa 14, Córdoba. 13. LEÓN PASTOR, E. 2007: La secuencia cultural de la Corduba prerromana a través de sus complejos cerámicos, Arqueología Cordobesa 13, Córdoba. 12. CASTRO DEL RÍO, E. 2005: El arrabal de época califal de la zona arqueológica de Cercadilla. La arquitectura doméstica, Arqueología Cordobesa 12, Córdoba. 11. VAQUERIZO, D.; GARRIGUET, J. A.; VARGAS, S. 2005: “La Constancia”. Una contribución al conocimiento de la topografía y los usos funerarios en la Colonia Patricia de los siglos iniciales del Imperio, Arqueología Cordobesa 11, Córdoba. 10. MONTERROSO, A. 2005: Ex teatro cordubensi. La vida del monumento y la producción de cerámicas africanas en el Valle del Baetis, Arqueología Cordobesa 10, Córdoba. 9. CASAL, M. T. 2003: Los cementerios musulmanes de Qurtuba, Arqueología Cordobesa 9, Córdoba. 8. SALINAS, E. 2003: El vidrio romano de Córdoba, Arqueología Cordobesa 8, Córdoba. 7. SÁNCHEZ RAMOS, M. I. 2003: Un sector tardorromano de la necrópolis septentrional de Corduba, Arqueología Cordobesa 7, Córdoba. 6. MARTÍN URDIROZ, I. 2002: Sarcófagos de plomo de Córdoba y provincia, Arqueología Cordobesa 6, Córdoba. 5. CÁNOVAS, A. 2002: La decoración pictórica de la villa de El Ruedo (Almedinilla, Córdoba), Arqueología Cordobesa 5, Córdoba. 4. SÁNCHEZ MADRID, S. 2002: Arqueología y Humanismo. Ambrosio de Morales, Arqueología Cordobesa 4, Córdoba. 3. VAQUERIZO, D.; MURILLO, J. F.; CARRILLO, J. R.; MORENO, M. F.; LEÓN, A.; LUNA, M. D.; ZAMORANO, A. M.ª 1994: El Valle Alto del Guadiato (Fuenteobejuna, Córdoba), Arqueología Cordobesa 3

Con la colaboración de

2. VAQUERIZO, D.; MURILLO, J. F.; QUESADA, F. 1994: Fuente Tójar, Arqueología Cordobesa 2 1. QUESADA, F.; MURILLO, J. F.; CARRILLO, J. R.; CARMONA, S.; QUESADA, F. 1994: Almedinilla, Arqueología Cordobesa 1

MINISTERIO DE Ciencia e Innovación

Monografías de Arqueología Cordobesa (MgAC), que vieron la luz por primera vez en 1994, es una serie de carácter temático publicada por el Grupo de Investigación Sísifo (P.A.I., HUM-236), de la Universidad de Córdoba, y la Gerencia Municipal de Urbanismo de

cordobesa

esta misma ciudad, en el marco de su convenio de colaboración para la realización de actividades arqueo-

Vaquerizo, D.; Murillo, J. F. (Eds.)

El Anfiteatro Romano de Córdoba y su entorno urbano. Análisis Arqueológico (ss. I-XIII d.C.)

19 Vol. II

lógicas, que dirigen el Prof. Dr. Desiderio Vaquerizo Gil y el Dr. Juan Fco. Murillo Redondo. MgAC surgen como instrumento para dar a conocer de forma monográfica propuestas de interpretación arqueológica desarrolladas por Investigadores de dicho Convenio, que someten así de manera periódica su trabajo al juicio crítico de la comunidad científica internacional, y también temas de especial relevancia para el avance de la investigación arqueológica internacional, española y cordobesa.

Vaquerizo, D.; Murillo, J. F. (Eds.) El Anfiteatro Romano de Córdoba

[ monografías de arqueología cordobesa ] 2010

Vol. II

monografías de arqueología

[ 2010 ]

Monografías de Arqueología Cordobesa

Imagen de portada: Vista aérea del Rectorado de la Universidad de Córdoba, con la superposición de las diversas fases documentadas arqueológicamente. Destaca entre todas ellas la inmensa mole del anfiteatro patriciense (Elaboración: R. Ortiz; © Convenio GMU-UCO).

NÚM.

19 (VOL. II)  2010

[ NUEVA ÉPOCA ]

El Anfiteatro Romano de Córdoba y su entorno urbano. Análisis Arqueológico (ss. I-XIII d.C.) (Vol. II)

Vaquerizo, D.; Murillo, J. F. (Eds.)

Córdoba, 2010

NÚM.

19 (vol. II)  2010

[ NUEVA ÉPOCA ] Serie monográfica publicada por el Grupo de Investigación Sísifo (P.A.I., HUM-236), de la Universidad de Córdoba, y la Gerencia Municipal de Urbanismo del Ayuntamiento de esta misma ciudad, en el marco de su convenio de colaboración para la realización de actividades arqueológicas en Córdoba, entendida como yacimiento único.

Directores

Desiderio VAQUERIZO GIL Juan F. MURILLO REDONDO Secretarios

José A. Garriguet Mata Alberto León Muñoz

Foto de portada: Vista aérea del Rectorado de la Universidad de Córdoba, con la superposición de las diversas fases documentadas arqueológicamente en su parte trasera. Destaca, entre todas ellas, la inmensa mole del anfiteatro patriciense (Elaboración: Raimundo Ortiz; © Convenio GMU-UCO).

Correspondencia y pedidos Área de Arqueología, Facultad de Filosofía y Letras Plaza de Cardenal Salazar, 3. 14003 CÓRDOBA Tel.: 957 218 804 - Fax: 957 218 366 E-mail: [email protected] www.arqueocordoba.com D. L. CO: 1.224/2010 I.S.B.N.: 978-84-932591-8-1 Confección e impresión:

Imprenta San Pablo, S. L. - Córdoba www.imprentasanpablo.com

La dirección de MgAC no se hace responsable de las opiniones o contenidos recogidos en los textos, que competen en todo caso a sus autores

Relación de autores Editores científicos y coordinadores: D. Vaquerizo  /  J. F. Murillo Autores: BLANCO GUZMÁN, Rafael ✉✉ [email protected]

CANO SANCHIZ, Juan Manuel ✉✉ [email protected]

CÁNOVAS UBERA, Álvaro ✉✉ [email protected]

CARMONA BERENGUER, Silvia ✉✉ [email protected]

CASAL GARCÍA, María Teresa ✉✉ [email protected]

CASTILLO PÉREZ DE SILES, Fátima ✉✉ [email protected]

CASTRO DEL RÍO, Elena ✉✉ [email protected]

DORTEZ CÁCERES, Teresa ✉✉ [email protected]

GARCÍA MATAMALA, Begoña ✉✉ [email protected]

LEÓN MUÑOZ, Alberto ✉✉ [email protected]

LEÓN PASTOR, Enrique ✉✉ [email protected]

MARTAGÓN MAESA, María ✉✉ [email protected]

MURILLO REDONDO, Juan Francisco ✉✉ [email protected]

ORTIZ URBANO, Raimundo ✉✉ [email protected]

PIZARRO BERENGENA, Guadalupe ✉✉ [email protected]

RODRÍGUEZ SÁNCHEZ, María del Carmen ✉✉ [email protected]

RUIZ LARA, Dolores ✉✉ [email protected]

RUIZ OSUNA, Ana ✉✉ [email protected]

SALINAS PLEGUEZUELO, María Elena ✉✉ [email protected]

GARRIGUET MATA, José Antonio ✉✉ [email protected]

González ruiz, Antonio José ✉✉ [email protected]

GUTIÉRREZ DEZA, María Isabel ✉✉ [email protected]

HERNÁNDEZ LOZANO, Liliana ✉✉ [email protected]

SÁNCHEZ MADRID, Sebastián ✉✉ [email protected]

SORIANO CASTRO, Patricio José ✉✉ [email protected]

VAQUERIZO GIL, Desiderio ✉✉ [email protected]

VARGAS CANTOS, Sonia ✉✉ [email protected]

JURADO PÉREZ, Saray

VÁZQUEZ NAVAJAS, Belén

✉✉ [email protected]

✉✉ [email protected]

[ 357 ]

ÍNDICE

(VOL. I)

INTRODUCCIÓN (D. Vaquerizo y J. F. Murillo) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

15

EL PROYECTO AMPHITHEATRO . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

19

IN AMPHITHEATRO. MUNERA ET FUNUS. EL ANFITEATRO ROMANO DE CÓRDOBA Y SU ENTORNO URBANO (ss. I-XIII d.C.). FUNDAMENTACIÓN CONCEPTUAL Y PLANTEAMIENTOS METODOLÓGICOS (D. Vaquerizo) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

21

EL MEDIO FÍSICO Y LAS INFRAESTRUCTURAS: RED VIARIA, ABASTECIMIENTO DE AGUA Y GESTIÓN DE RESIDUOS . . . . . . . . . . . . . . .

31

El medio físico (D. Ruiz Lara, R. Ortiz, S. Carmona, P. J. Soriano) . . . . . . . . . . . . . . . .

33

Geomorfología . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Hidrología . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Edafología . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Vegetación . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Otros recursos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

33 38 38 41 42

El Baetis (E. León Pastor) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

45

Morfología fluvial del Guadalquivir . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . El Baetis . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Infraestructuras hidráulicas en el Baetis . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

45 46 47

El poblamiento prerromano de Corduba (E. León Pastor) . . . . . . . . . . . . . . . .

51

Corduba y la secuencia cultural de sus estratigrafías . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Síntesis de la investigación de Colina de los Quemados, Corduba . . . . . . . . . . . . . . . . Del poblado prerromano de Corduba a la fundación de Claudio Marcelo . . . . . . . . . . . .

51 52 52

Territorio y vías de comunicación en época romana (M. C. Rodríguez) . . . . .

55

Territorio y vías de comunicación EN ÉPOCA islámica (M. Martagón) . . . . . .

66

Introducción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Tipología viaria . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Jerarquización de los ejes viarios: características estructurales y funcionalidad . . . . . . . Evolución diacrónica de los ejes viarios . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

66 72 77 80

La infraestructura de abastecimiento. Acueductos y qanawat– al occidente de Córdoba (G. Pizarro) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

82

Introducción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Los acueductos romanos de Colonia Patricia. Agua, territorio y urbanismo a Occidente de Córdoba . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

82 83 [ 359 ]

La continuidad de los sistemas hidráulicos. Los qanawa–t de época islámica . . . . . . . . . Recopilación . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

92 98

EL ÁREA SUBURBANA OCCIDENTAL DE CÓRDOBA A TRAVÉS DE LAS EXCAVACIONES EN EL ANFITEATRO. UNA VISIÓN DIACRÓNICA (J. F. Murillo, M. I. Gutiérrez, M. C. Rodríguez, D. Ruiz Lara) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

99

La identificación del anfiteatro de Colonia Patricia . . . . . . . . . . . . . . . . . . 101 Las excavaciones en la antigua Facultad de Veterinaria . . . . . . . . . . . . . . . 107 Primera Campaña (2002-2004) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 107 Segunda Campaña (2006-2008) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 134 La secuencia histórica del anfiteatro . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 248 La construcción del anfiteatro . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . El abandono y expolio del anfiteatro . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Reutilización del anfiteatro durante la Tardoantigüedad . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Ocupación del área del anfiteatro en época islámica . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Transformaciones entre los siglos XIV y XX . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

250 277 285 295 309

Anexo 1 Los complejos cerámicos del anfiteatro de Colonia Patricia Corduba (L. Hernández, S. Vargas) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 311 Introducción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Campaña 2002-2004 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Campaña 2006-2008 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Conclusiones . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

311 311 318 324

Anexo 2 El sector noroccidental del anfiteatro de Córdoba: laS intervenciones arqueológicas en C/ Albéniz, 2 y Avda. Medina Azahara, 9 (R. Ortiz) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 329 Introducción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Encuadre histórico y antecedentes . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Desarrollo de los trabajos y metodología de intervención . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Presentación e interpretación de los hallazgos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

ÍNDICE

329 329 331 333

(VOL. II)

SUBURBIUM OCCIDENTALE CORDUBENSE . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 363 El concepto de suburbium en la ciudad romana (J. A. Garriguet) . . . . . . . . . . Introducción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Un problema terminológico . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Arqueología de las áreas suburbanas en las ciudades romanas de las provincias occidentales: una visión sintética . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Los suburbios de la Córdoba romana . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . [ 360 ]

365 365 366 369 374

VIAE SEPULCHRALES Y PAISAJE FUNERARIO (A. Ruiz Osuna) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Introducción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Topografía funeraria . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Evolución cronológico-tipológica . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Conclusiones . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

380 380 384 388 401

Aproximación a la infraestructura viaria del barrio del anfiteatro (F. Castillo, M. I. Gutiérrez, J. F. Murillo) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 406 La arquitectura doméstica de la zona occidental de Colonia Patricia Corduba (A. Cánovas) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 415 Introducción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 415 Vicus occidentalis . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 419 Domus del Sátiro . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 427 Instalaciones industriales y comerciales en el Suburbium Occidentale (B. García) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 439 Talleres artesanales o industriales . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Tabernae . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Estructuras de almacenamiento . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Vertederos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Conclusiones . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

441 444 445 448 449

El vicus del Suburbium Occidental de Colonia Patricia visto a través de sus conjuntos cerámicos (S. Vargas) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 450 Introducción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . El vicus occidental del Paseo de la Victoria . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . La domus del Parque Infantil de Tráfico . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Conclusiones . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

450 451 459 465

El anfiteatro de Colonia Patricia Corduba en el marco de la ideología imperial (J. A. Garriguet) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 466 El factor espacial: emplazamiento del anfiteatro . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 467 El factor temporal: la cronología del anfiteatro . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 474 Epigrafía gladiatoria cordubense (S. Sánchez, D. Vaquerizo) . . . . . . . . . . . . . . 480 El contexto . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 480 Anfiteatros y gladiadores . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 483 La familia gladiatoria cordubense . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 485

LA ETAPA TARDOANTIGUA: NUEVO PAISAJE SUBURBANO . . . . . . . . . . . . 501 La transición de la civitas clásica cristianizada a la madina islámica a través de las transformaciones operadas en las áreas suburbiales (J. F. Murillo, A. León Muñoz, E. Castro, M. T. Casal, R. Ortiz, A. J. González) . . . . . . . . . . 503 Los primeros indicios de cambio en la ciudad y el suburbio . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . De la cristianización del suburbium… . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . … A la nueva civitas cristiana . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . La conquista islámica y el inicio del proceso de islamización . . . . . . . . . . . . . . . . . . . ‘Abd al-Rahman II y la consolidación de la imagen urbana de Madinat Qurtuba . . . . . . De Madinat Qurtuba a la aglomeración urbana Madinat Qurtuba - Madinat al-Zahra Madinat al-Zahira . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

504 510 518 525 535 540 [ 361 ]

LA CRISTIANIZACIÓN DE LA TOPOGRAFÍA FUNERARIA EN EL SUBURBIUM OCCIDENTAL (A. León Muñoz, S. Jurado) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 547 Los primeros indicios cristianos en las necrópolis paganas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 549 La configuración de una topografía funeraria cristiana . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 553

LA ISLAMIZACIÓN DE QURTUBA Y LA APARICIÓN DE UN NUEVO CONCEPTO DE ÁREA SUBURBANA . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 563 LOS ARRABALES DEL SECTOR SEPTENTRIONAL DEL YANIB AL-GARBI . . . . . . . . . . . . 565 La almunia y el arrabal de al-Rusafa, en el Yanib al-Garbi de Madinat Qurtuba (J. F. Murillo, F. Castillo, E. Castro, M. T. Casal, T. Dortez) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 565 El arrabal de Cercadilla (E. Castro) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 615 Urbanismo islámico en el sector central del Yanib al-Garbi (T. Dortez) . . . 621 El sector central de los arrabales de Poniente . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 621 El sector meridional del Yanib al-Garbi (D. Ruiz Lara, E. Castro, A. León Muñoz, S. Sánchez) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 629 Ocupación Emiral . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 631 Ocupación Califal . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 636 La gestión del agua en los arrabales occidentales de Madinat Qurtuba (B. Vázquez) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 643 El abastecimiento y almacenamiento de agua . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 643 Los sistemas de evacuación . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 648 Los cementerios de Madinat Qurtuba (A. León Muñoz, M. T. Casal) . . . . . . . . . . 651 Introducción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . El proceso de islamización a través de paisaje funerario . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Las áreas funerarias de las comunidades dimmíes . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Conclusiones . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

651 656 674 684

La industria medieval de Córdoba: el sector occidental en época islámica (J. M. Cano, E. León Pastor, M. E. Salinas) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 685 La industria medieval . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 685 Los complejos alfareros del Yanib al-Garbi . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 692 La fitna y sus consecuencias. La revitalización urbana de Córdoba en época almohade (A. León Muñoz, R. Blanco) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 699 El convulso siglo XI . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . La etapa almorávide . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . La revitalización almohade . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Conclusiones . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

700 703 705 723

Reflexión final (D. Vaquerizo) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 727 Bibliografía . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 733

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La etapa tardoantigua: nuevo paisaje suburbano

La etapa tardoantigua: nuevo paisaje suburbano

LA TRANSICIÓN DE LA CIVITAS CLÁSICA CRISTIANIZADA A LA MADINA ISLÁMICA A TRAVÉS DE LAS TRANSFORMACIONES OPERADAS EN LAS ÁREAS SUBURBIALES La Antigüedad Tardía es una etapa crucial en la configuración de la imagen de las ciudades medievales europeas. Su interés no radica sólo en una cuestión de continuidad o cambio de la fisonomía urbana, sino sobre todo en las importantes transformaciones sociales que se producen durante este amplio periodo y que se traducen en un nuevo concepto de ciudad, distinto del existente en la época clásica y que condicionará, en buena parte de España, la evolución de las posteriores mudun islámicas en al-Andalus. En Córdoba, el proceso de transición desde la civitas tardoantigua a la madina islámica sólo ha comenzado a ser objeto de investigación arqueológica en la última década, razón por la que no debe sorprender que nuestro nivel de conocimiento del mismo se encuentre muy por debajo del de aquel otro que llevó a la configuración, a lo largo de los dos primeros siglos del Imperio, de la ciudad clásica que la precedió288. Esta precaria situación no es exclusiva de Córdoba, pues ha resultado un problema generalizado en la mayoría de las capitales hispanas hasta hace apenas dos décadas. Sin embargo, a diferencia de algunas ciudades que sí han experimentado un considerable impulso en los últimos años (Barcelona, Tarragona, Valencia, Mérida, Cartagena y Alcalá de Henares, principalmente), en Córdoba no se ha alcanzado el mismo nivel de conocimientos sobre esta etapa. No obstante, la nueva evidencia material acumulada por la arqueología urbana desarrollada en los últimos veinte años abre nuevas perspectivas a la investigación, augurando, también para nuestra ciudad, un rápido cambio en la situación. Las excavaciones en Cercadilla, muy activas en la primera mitad de los años noventa289, pueden considerarse pioneras y un revulsivo para la redefinición del período que aquí nos ocupa, todo ello desde el prisma de un impresionante complejo arquitectónico suburbano que jugaría un destacado papel en la historia de la ciudad desde el s. IV hasta comienzos del s. VIII290. A ellas siguieron, al final de esa misma década, las investigaciones realizadas en el seno del Convenio GMU-UCO en la Puerta

288  Una visión bastante ajustada y progresiva del estado de la cuestión sobre la topografía y evolución urbana de la Córdoba romana la proporcionan los trabajos de VENTURA et alii, 1996, CARRILLO et alii, 1999; LEÓN ALONSO, 1999; MURILLO, 2004; 2010. 289  De entre la amplia bibliografía generada en la última década por las excavaciones en Cercadilla debemos destacar: HIDALGO, 1996a; 2002; HIDALGO et alii, 1996; MORENO ALMENARA, 1997; HIDALGO y FUERTES, 2001; CASTRO, 2005. 290  Las particulares condiciones de su hallazgo y las evidentes limitaciones en la investigación (condicionada por el desarrollo de las obras de instalación de las líneas del AVE y de construcción de la nueva Estación) han dejado abiertas muchas incógnitas sobre su interpretación. Hoy en día existen tres hipótesis interpretativas: La más extendida (HIDALGO, 1996 a y b), que lo considera como un palatium tetrárquico, erigido en época de Maximiano Hercúleo, a finales del siglo III.

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del Puente (CARRASCO et alii, 2003), continuadas pocos años después en el Centro de Recepción de Visitantes (CASAL y SALINAS, 2009) y en el sector de la muralla de la Huerta del Alcázar (MURILLO et alii, 2010), junto a las del propio Alcázar Cristiano y omeya (LEÓN MUÑOZ y MURILLO, 2009; (MONTEJO, GARRIGUET y ZAMORANO, 1999). Por los mismos años, las excavaciones en el emplazamiento del antiguo arrabal de Saqunda (CASAL, 2008; CASAL, MARTÍN y CASTRO, 2008; CASAL, MARTÍNEZ y ARAQUE, 2010; CASAL et alii, 2006a), nos proporcionaron una valiosa información sobre la génesis y desarrollo de uno de los más antiguos e importantes arrabales de Qurtuba hasta su destrucción en 818, permitiendo definir tanto las características de su urbanismo (CASAL, 2008) como las de sus contextos cerámicos (CASAL et alii, 2006), definitorios de las más antiguas producciones andalusíes, de la segunda mitad del s. VIII y primeras décadas del s. IX. En paralelo, numerosas excavaciones realizadas tanto en el suburbio occidental, como en el oriental, donde siglos después encontraría su ámbito de expansión por excelencia la capital omeya, han proporcionado hallazgos tan espectaculares como el complejo arquitectónico construido sobre las ruinas del anfiteatro tras su abandono y desmantelamiento a comienzos del s. IV (MURILLO et alii, 2009a), o la pléyade de grandes propiedades suburbanas de la aristocracia cordobesa (MURILLO, 2009) que servirían de germen para el ulterior desarrollo de varios arrabales islámicos (MURILLO et alii, 1999b; 2004b). Igualmente, varias intervenciones arqueológicas realizadas intramuros comienzan a detectar contextos tardoantiguos y emirales que, poco a poco, arrojan alguna luz sobre una etapa hasta ahora prácticamente “invisible” en el registro arqueológico de la ciudad. Así, las ya permanentes investigaciones en la Mezquita Aljama (MARFIL, 1999; 2000b; 2006), junto a las realizadas en Santa Clara (MARFIL, 1996 a y b) y las ya reseñadas del Convenio GMU-UCO en la fachada urbana hacia el río, están proporcionando nuevas evidencias para comprender la génesis del complejo episcopal de San Vicente, de la primera mezquita de al-Andalus y del centro neurálgico del poder omeya cordobés.

LOS PRIMEROS INDICIOS DE CAMBIO EN LA CIUDAD Y EL SUBURBIO En conjunto, la Corduba conquistada por Mugit en 711 se caracterizaba por un espacio físico que, en una primera instancia, venía determinado por el perímetro amurallado de la antigua ciudad romana tal y como había quedado configurado desde época augustea, que ceñía un tejido urbano vivo y en transformación como consecuencia de una dinámica histórica secular que conllevaría la disolución de la trama viaria291, el abandono y/o transformación de espacios y edificios públicos292 e incluso la La formulada por Arce (1997), que interpreta el conjunto como una gran villa suburbana perteneciente al gobernador (praeses) o a un alto dignatario de la autoridad imperial en la provincia. Sería, pues, un praetorium, una “villa” con funciones de residencia y oficiales. Finalmente, la planteada por Marfil (2000a; 2006), que considera el conjunto como un complejo episcopal, construido a instancias de Osio, obispo de Corduba y asesor personal del emperador Constantino. 291  Bien documentada, por ejemplo, en el caso del decumano exhumado en la intervención arqueológica realizada en el n.º 13 de la C/ Ramírez de las Casas Deza, cuya cloaca deja de mantenerse en el s. IV, lo que conllevaría su progresiva colmatación e inutilización, en tanto que el pavimento de losas de pudinga de la vía pública es saqueado a finales de esa centuria, formándose sobre el espacio de tránsito un vertedero. Paralelamente, el pórtico que flanqueaba la calle por su lado meridional es ocupado en la primera mitad del s. V por una vivienda (HIDALGO, 1993). 292  Puede resultar paradigmático de este proceso la amortización y ocupación con casas, en el tránsito del s. III al IV, de los pórticos que rodeaban el templo de la C/ Claudio Marcelo, que había presidido la terraza superior del complejo de culto imperial o foro provincial de Colonia Patricia (cfr. MURILLO et alii, 2003a). En un momento impreciso del s. IV parece fecharse el inicio del progresivo abandono del foro colonial, caracterizado por la acumulación de vertidos y la ocupación del sector septentrional de la primitiva plaza con edificaciones que reaprovechan en sus muros cornisas y otros elementos arquitectónicos (cfr. CARRASCO, 2001). Tal vez una mayor concreción de esta data genérica del s. IV, nos la proporcione, como fecha post quem para este proceso, el pedestal de estatua dedicado por la provincia Bética al emperador Constancio II, fechable entre el 353 y el 360 y que sin duda debió erigirse en este espacio forense.

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deposición funeraria dentro del antiguo pomerium293, cuestiones todas ellas tratadas in extenso en los apartados precedentes de esta misma monografía. El primer cambio operado en la configuración urbana de Colonia Patricia, tal y como había quedado fijada a comienzos de época flavia (MURILLO, 2010), se producirá, significativamente, en la zona extramuros, en el extremo oriental del gran eje monumental definido por el doble decumano máximo (MURILLO, 2004). Aquí, en el último cuarto del s. II, y por razones aún no suficientemente aclaradas294, se produce el abandono del circo y su transformación en cantera, habiendo desaparecido toda huella del mismo pocas décadas después, expoliado hasta la base de sus cimentaciones. En paralelo, se desmantela el pavimento de la terraza intermedia del complejo de culto imperial de la prouincia Baetica y se cierra con un muro el lado oriental, hasta entonces abierto, de la plaza de la terraza superior (MURILLO et alii, 2003a; 2009b). En la zona de la antigua fachada septentrional del circo encontramos una corta ocupación marginal a comienzos del s. III, relacionable tal vez con el propio proceso de reutilización de los materiales constructivos del edificio. Sobre ella, tanto en este sector del graderío, como en el de la arena adyacente se depositarán basureros y escombreras, permaneciendo despoblados hasta el s. IX. Por el contrario, en la parte meridional de la arena, a la altura de la C/ Huerto de San Pablo y en el contacto con la C/ Pedro López (MURILLO et alii, 2009b), se han documentado evidencias de construcciones residenciales, con algún mosaico fechable en la primera mitad del s. III, demostrando que el desmantelamiento de la espectacular fachada Sur del circo (MURILLO et alii, 2001a) fue acompañado de un terraplenado hasta enlazar con la zona residencial configurada, desde época augustea, en torno a la Plaza de la Corredera, cuyos mosaicos demuestran una continuidad hasta un momento avanzado del s. III (MURILLO et alii, 2009b).

293  Enterramientos “paleocristianos” o “tardoantiguos” han sido documentados intramuros de la ciudad en Ronda de los Tejares (Edificio Riyad), en Ramírez de las Casas Deza 13, en la C/ Ambrosio de Morales, en Santa Clara, en el emplazamiento del Museo Arqueológico (cfr. CARRILLO et alii, 1999, 58, nota 39) y, recientemente, en la C/ María Cristina. 294  Aunque los contextos excavados en el circo no son lo suficientemente precisos como para poder aquilatar la cronología genérica del último cuarto del s. II d.C. que proporciona el análisis de los materiales cerámicos, consideramos que un proceso tan radical como el que supuso el abandono y rápida “fagocitación” no sólo del circo, sino también la remodelación de todo el complejo de culto imperial de la Prouincia Baetica y la ulterior reconsagración del templo, sólo puede encontrar respuesta en un hecho de gran calado que debió afectar no sólo a la ciudad, sino también al conjunto de Baetica y de Hispania. Hemos analizado durante años posibles problemas “estructurales” en la construcción del circo que hubieran podido provocar su ruina por causas hasta cierto punto “naturales”. Si bien es cierto que los más de 400 m de longitud del circo debieron interceptar varios arroyos que discurrían por la ladera cuaternaria hacia el río, no contamos con ninguna evidencia que abunde en un posible colapso de las infraestructuras de canalización de aguas. Al contrario, las grandes cloacas documentadas tanto bajo el “ambulacrum” del graderío Norte como en la arena del circo se encontraban en perfecto estado en el momento en el que el circo fue abandonado (al menos en el sector excavado). Lo mismo cabe decir en relación con la gran cloaca que discurría bajo la via Augusta en el sector más próximo a la ciudad, aún hoy día en funcionamiento en algunos tramos. Además, estos hipotéticos problemas en las infraestructuras podrían haber sido subsanados, y en modo alguno explicarían el coetáneo abandono y desmantelamiento de la terraza intermedia y el cierre con un muro del lado oriental de la plaza de la terraza superior. Hemos considerado también la inestabilidad política y las razzias protagonizadas por los mauri en el último cuarto de siglo, que aunque bien atestiguadas (cfr. ARCE, 1982), no parecen haber tenido en ningún momento la intensidad suficiente como para provocar una transformación que afectó de un modo radical al extremo oriental del eje monumental de Colonia Patricia, sin que se adviertan transformaciones semejantes en ningún otro punto de la ciudad y, además, en un momento en el que las áreas suburbanas de la colonia están experimentando su máxima expansión y desarrollo, lo que contradice cualquier atisbo de preocupación defensiva. Sí nos parece, en cambio, relevante la inestabilidad política derivada tanto de las incursiones de los mauri en 170/171 y 177/178 como de las rebeliones e intentos de usurpación de Cornelius Priscianus (145) y Maternus (187) y, fundamentalmente, la guerra civil que asoló Gallia e Hispania como consecuencia del conflicto de 195-197 entre Clodio Albino y Septimio Severo tras el asesinato de Cómodo en 192. El apoyo hispano a Clodio Albino y la ulterior represión de sus partidarios por parte de Septimio Severo, con numerosas ejecuciones y sistemáticas confiscaciones (PÉREZ CENTENO, 1990) tendría una profunda repercusión en las provincias hispanas, como comienza a reflejar la documentación epigráfica en Tarraco y la arqueológica en Colonia Patricia.

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Un panorama similar al del graderío septentrional, lo encontramos en la antigua terraza intermedia y en la zona de contacto con la cabecera del circo, donde además de los consabidos basureros se ha localizado una ocupación tardía a la que corresponderían un depósito hidráulico y una sepultura de inhumación en cista que reutiliza un capitel de pilastra, posible indicio de una zona funeraria más amplia que se extendería hasta la aledaña C/ Diario de Córdoba, de donde procede un conjunto de sarcófagos de plomo (SANTOS, 1940-1941; MARTÍN URDIROZ, 2002 a y b). Igualmente significativa es la transformación operada en la terraza superior del complejo, donde un potente muro, para cuya construcción se empleó material reutilizado, sirvió de soporte al cierre del lado oriental de la plaza que rodeaba al templo de culto imperial, tal vez con un cuarto pórtico. Gran importancia tuvo la construcción, en los primeros años del s. III, de dos nuevas arae (probablemente tres en origen) ante la escalinata de acceso al templo, lo que evidencia la profundidad de la remodelación, que probablemente implicó la restauración del edificio cultual y su nueva consagración. Aunque de menor calado, por los mismos años encontramos diversas transformaciones en otros puntos de la ciudad. Así, el pórtico oriental de la plaza de la Puerta del Puente es ocupado con tabernae, y en unas posibles termas excavadas en el Colegio de Santa Victoria, inmediatamente al Norte del teatro, se documenta una refectio con la construcción de una fuente en la que se reutilizan grandes placas de cipollino originariamente pertenecientes a un pórtico monumental295. El siguiente momento en el proceso de transformación de la vieja Colonia Patricia nos lleva al tercer cuarto del s. III, cuando un hipotético terremoto (VENTURA, 2004b) provoca el derrumbe de uno de los muros de contención que salvaban el desnivel entre la vetus y la nova urbs existente junto al teatro. Lejos de procederse a la reparación de los desperfectos, algo perfectamente lógico de tratarse de un seísmo, la única actuación se limita a habilitar una rampa terriza sobre los escombros (VENTURA et alii, 2002). En nuestra opinión, tal proceder sólo encuentra lógica si consideramos que el uso del teatro era, en ese momento, esporádico o se encontraba en franco abandono, como parecen reconocer los propios excavadores al admitir que a comienzos del s. IV el edificio estaba ya siendo saqueado (VENTURA, 2004b)296. Un proceso de saqueo que, a diferencia de lo visto para el circo, será muy dilatado, centrándose en primera instancia en los materiales más nobles del interior, mientras se mantiene el edificio en ruinas, como lo prueba el desplome de la fachada a comienzos del s. V297. Indudablemente, en estos momentos la ciudad no tenía necesidad de materiales de construcción, circunstancia que contrasta con la observada, de nuevo a propósito del circo, a comienzos del s. III298. Abundando en lo que decimos, conviene contextualizar el abandono e inicio del expolio del teatro, ya en el tránsito del s. III al IV, con lo que está sucediendo en otros puntos de la ciudad. En primer lugar, y como ya adelantamos, a escasos metros al Noroeste, en el supuesto “Templo de Diana”299, se constata la ocupación de parte de su espacio con una construcción cuyo pavimento estaba confor-

295  Vid infra. El hecho de que a finales del s. III, a escasa distancia, en el mal llamado “foro de Altos de Santa Ana”, se esté ocupando parte del cardo máximo de la colonia con una edificación cuyo pavimento se realiza con losas de cipollino obtenidas de fustes de columna, permite plantear la hipótesis de que tanto las placas labradas con canales y contracanales como las columnas pertenecieran al pórtico de esta vía monumental, de 22 m de anchura, cuyo proceso de transformación se habría iniciado en el tránsito del s. II al III con una refectio que eliminó parte de la decoración, continuando a finales de esta última centuria con la ocupación del propio espacio viario con una edificación que reutiliza las columnas del pórtico. 296  Debemos recordar al respecto que el teatro de otra capital provincial, Tarraco, pierde su función original a finales del s. II, experimentando un proceso de abandono a lo largo del s. III (DUPRÉ, 2004). También el teatro de Acinipo fue abandonado en el último cuarto del s. II, en relación, según algunos autores, con la inestabilidad supuestamente provocada por las razzias de los mauri (AMO, 1982). 297  A lo largo de esta centuria seguirá funcionando un horno de cal dispuesto sobre la antigua cavea, hasta la total amortización de los restos del edificio bajo un barrio de casas en el s. VI (VENTURA et alii, 2002, 155-158). 298  A falta de un programa edilicio de carácter público conocido para estos momentos de tránsito del s. II al III, es muy probable que los miles de metros cúbicos de piedra obtenidos del expolio del circo se destinaran a la edilicia privada. 299  En el también supuesto “Foro de Altos de Santa Ana”, que en realidad es el kardo maximus de la colonia (MURILLO, 2004).

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mado por losas de cipollino obtenidas de fustes de columnas. Muy poco después, ya en el siglo IV, el edificio se abandona y su espacio es ocupado por humildes estructuras domésticas. En paralelo, desde finales del s. III, y ya más claramente en el s. IV, se constata la falta de mantenimiento en algunas calles, en las que desaparecen los pavimentos de losas de pudinga bajo depósitos procedentes del derrumbe de los edificios públicos. Quizás sería más correcto hablar de falta de utilidad de las mismas, ante el abandono de las edificaciones vecinas y su conversión en solares. Es lo que acontece con el kardo minor documentado en el antiguo Convento del Corpus Christi (SORIANO, 2003), inmediatamente al Noreste del teatro, donde entre finales del s. III e inicios del s. IV asistimos al derrumbe de la casa colindante sobre la calle. No se retiraron los escombros y, de nuevo, se mantuvo el tránsito sobre la superficie irregular de los escombros. En el momento de su caída el edificio se encontraba muy degradado, con parches en la fachada, lo que abunda en la idea de un proceso de abandono y falta de mantenimiento de edificios y espacios públicos, más que de un terremoto. Similar es el panorama que nos proporciona la excavación practicada en el patio del colegio Santa Victoria (CASTRO y CARRILLO, 2005), también en las proximidades del teatro, donde en un momento avanzado del s. III se produce el derrumbe de las edificaciones vecinas sobre el trazado de otro kardo minor. El espacio, convertido en solar, quedará abandonado sin volver a ocuparse durante siglos. Por último, y también en el tránsito del s. III al IV se desmontan el pavimento y parte de las columnas del pórtico que rodeaba la plaza ocupada por el templo de la C/ Claudio Marcelo y hacia la segunda mitad del s. IV el área ha sido ocupada por estructuras domésticas para cuya construcción se reutilizan materiales del propio templo (JIMÉNEZ SALVADOR y RUIZ, 1999). La ya constatada falta de atención a determinadas vías públicas se incrementará a lo largo del s. IV. Así se observa en el decumano documentado en las excavaciones realizadas en el n.º 13 de la C/ Ramírez de las Casas Deza, donde se comprueba el saqueo de las losas de pudinga que pavimentaban la calle romana, al tiempo que los pórticos se ocupan poco después con construcciones privadas que invaden el espacio público (HIDALGO, 1993). Como reflejo de lo que está pasando en la superficie, algunas cloacas comienzan a colmatarse, y los lacus que distribuían el agua limpia en los cruces de las calles de Colonia Patricia también dejan de funcionar, como se comprueba en la citada excavación de C/ Ramírez de las Casas Deza y en el Colegio de Santa Victoria (HIDALGO, 1993; CASTRO y CARRILLO, 2005)300. También el gran colector conformado por el arroyo que sirvió como foso occidental de la ciudad, al que vertían varias cloacas situadas bajo los decumani de la franja más occidental de la “vetus urbs”, experimentó un proceso masivo de relleno y colmatación a lo largo del s. IV, como se ha puesto de manifiesto en las excavaciones realizadas para la construcción del aparcamiento bajo el Paseo de la Victoria. Evidentemente, muchas calles romanas continuaron utilizándose, pero se aprecia una tendencia generalizada a descuidar el mantenimiento de los pavimentos, reparados con gravilla e incluso con elementos de decoración arquitectónica reaprovechados, como es el caso de la via Augusta a la altura de la iglesia de San Andrés. Frente a esta situación de transformación en toda la mitad de la “vetus urbs” situada al Este del kardo maximus, en el sector del Foro Colonial disponemos de documentación epigráfica que constata el mantenimiento de sus funciones de representación hasta mediados del s. IV, con pedestales honoríficos de estatuas dedicadas por Octavius Rufus, praeses de la Bética, a Constancio Cloro (CIL II2/7, 261) y a Constantino (CIL II2/7, 2204), por Egnatius Faustinus, también praeses de la Bética, a Constantino I o Constantino II (CIL II2/7, 264), y por Decimus Germanicus, consularis de la

300  Tal situación no parece deberse, en principio, a un colapso en las traídas de aguas a la ciudad, pues de los tres acueductos altoimperiales hasta ahora documentados, al menos dos (Aqua Vetus y Santa Ana de la Albaida, o Estación de Autobuses) continuaron en uso hasta época medieval islámica. Lo probable es que ahora se proceda simplemente a una redistribución de los caudales de acuerdo con las nuevas necesidades y, tal vez, con un cambio en los criterios de redistribución, a los que no debían ser ajenos el colapso de las finanzas municipales y el desinterés de los evergetas.

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Bética, a Constancio II (CIL II2/7, 265). Tales documentos epigráficos tienen el valor de documentar tanto la continuidad en el uso de tan privilegiado espacio de la ciudad, como la más que probable permanencia de la capitalidad provincial en Corduba301. Habrá que esperar al tránsito del s. IV al V para constatar la colmatación del pavimento de la plaza bajo vertidos, sobre los que poco después se disponen edificaciones para las que se emplea material arquitectónico reutilizado (APARICIO y VENTURA, 1996; CARRASCO, 2001). Algo similar acontece por los mismos años en la plaza de la Puerta del Puente, donde tras la remodelación de finales del s. II con la que el pórtico oriental había sido ocupado por tabernae, se documenta ahora su amortización, con un derrumbe en el que se constata la presencia de fragmentos del propio pavimento de la plaza, constituido por grandes losas de caliza micrítica gris similares a las empleadas para pavimentar el foro de la colonia (CARRASCO et alii, 2003). Todo ello acontece en un momento impreciso del tránsito del siglo IV al V, con anterioridad a que un enorme edificio, en cuya construcción se emplea material reutilizado, ocupe todo el espacio situado entre el lado oriental de la puerta y el kardo minor existente a la altura de la actual C/ Caño Quebrado302. En paralelo al proceso de transformación de la ciudad clásica intramuros, ya patente desde mediados del s. III, observamos idéntico fenómeno en las áreas suburbanas, y especialmente en el suburbium occidental. Los dos espectaculares monumentos funerarios que flanqueaban el primer tramo de la vía Corduba-Hispalis (MURILLO y CARRILLO, 1999), frente a la puerta conocida en época islámica como Bab ‘Amir (Puerta de Gallegos tras la conquista cristiana), habían quedado englobados, desde mediados del s. I d.C., en un barrio residencial cuyo desarrollo continuaría a lo largo del s. II (MURILLO et alii, 1999a; VARGAS, 2000; CASTRO, PIZARRO y SÁNCHEZ, 2009). Este vicus occidental de Colonia Patricia se extendía al otro lado del arroyo que sirvió de foso a la muralla fundacional romana por este flanco y que fue utilizado como colector de aguas residuales, tanto del sector intramuros vecino como del suburbium (MURILLO et alii, 2002; MURILLO, 2004). Un camino pavimentado con losas de pudinga corría paralelo al cauce del arroyo, definiendo la línea de fachada del vicus, afrontada a la muralla úrbica, mientras por el Norte debía extenderse hasta quizás conectar con el vicus septentrional, documentado desde la Avenida de Cervantes hasta las inmediaciones de la Plaza de Colón. El límite meridional estaría a la altura de la Puerta de Almodóvar, y hacia occidente se prolongaba hasta la vecindad del anfiteatro. Más allá, y siguiendo los ejes marcados por las vías, se extendían las necrópolis (Fig. 114, vol. I). En la segunda mitad del s. II comenzamos a advertir cambios. El primero, consistirá en la instalación de una cloaca bajo el tramo de la vía Corduba-Hispalis situado junto a los monumentos funerarios gemelos de Puerta de Gallegos, lo que está confirmando el desarrollo del área residencial, en detrimento de la antigua necrópolis303, y la conversión de este primer sector de la vía en una calle urbana304. En paralelo, se produce la repavimentación de aquélla con las habituales losas de pudinga y la instalación de un acerado, así como el desmantelamiento hasta los cimientos del “Mausoleo Sur”, que es incorporado a una edificación de funcionalidad probablemente residencial (MURILLO et alii,

301  El traslado de la capital de Baetica a Hispalis en el s. IV no está constatado por ninguna evidencia arqueológica o epigráfica. Al contrario, todo apunta a su permanencia en Corduba (ARCE, 1982 y 1999) hasta un momento muy avanzado, cuando ya la administración provincial romana era sólo un recuerdo. En última instancia, la preeminencia de Hispalis sobre Corduba sólo está atestiguada, de un modo vago, por Isidoro de Sevilla y por la subordinación del episcopado cordubense a la sede metropolitana hispalense, también en una fecha incierta pero nunca anterior a mediados del s. VI (PRIETO, 1994). 302  Esta singular edificación, actualmente en estudio, ha sido documentada en el curso de las sucesivas excavaciones realizadas por el Convenio GMU-UCO con motivo de la remodelación de la Puerta del Puente y de la construcción del Centro de Recepción de Visitantes (vid. Fig. 243). Su extremo oriental fue ya exhumado por P. Marfil en el curso de las excavaciones por él realizadas en un solar de C/ Caño Quebrado esquina con Paseo de la Ribera. 303  Y también de determinadas instalaciones productivas, ya constatadas desde las primeras décadas del s. I d.C. frente al foso (cfr. MURILLO et alii, 1999). 304  También en el otro extremo de la ciudad, bajo la via Augusta, está documentada una gran cloaca, lo que demuestra que incluso las viae interurbanas recibieron un “tratamiento urbano” al atravesar las áreas suburbanas de Colonia Patricia.

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Fig. 243. Edificio perteneciente al Complejo Episcopal de San Vicente, excavado junto a la Puerta del Puente. © Convenio GMU-UCO.

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2002). En cuanto al “Mausoleo Norte”, se respeta su volumen arquitectónico, pero es sometido a una profunda transformación, al igual que los recintos funerarios de su trasera, parte de los cuales son demolidos para abrir una calle también dotada de su correspondiente cloaca. Es posible que esta remodelación, que incluyó el abastecimiento de agua al suburbium mediante fistulae plumbeae dispuestas bajo la calle, marcara el orto en el desarrollo del suburbium occidental de Colonia Patricia305, en un momento previo al abandono del circo y a la reestructuración del sector extramuros oriental. En efecto, pocos años después, a lo largo del primer tercio del s. III, se opera el abandono de una de las domus del extremo meridional del vicus, ya en las proximidades de la Puerta de Almodóvar. Es la denominada “domus del Sátiro”, excavada en el Parque Infantil de Tráfico (vid. supra; CASTRO, PIZARRO y SÁNCHEZ, 2009). Unas cronologías ligeramente posteriores muestran las casas excavadas en el borde oriental del vicus (MURILLO et alii, 1999a). Es el caso de la “domus de Thalassius”, abandonada hacia mediados del s. III (VARGAS, 2000), en tanto que el núcleo dispuesto frente a la Puerta de Gallegos, sobre los monumentos funerarios gemelos, se mantuvo en uso hasta finales del s. III (MURILLO et alii, 2002). En cuanto al sector del vicus más próximo al anfiteatro, los resultados de las excavaciones realizadas en la C/ Antonio Maura tienden a fechar su abandono a lo largo de la segunda mitad del s. III. Se advierte de este modo un gradual proceso de abandono del vicus occidental a lo largo del s. III, más temprano en su periferia meridional y más tardío a medida que nos aproximamos a la via Corduba-Hispalis y a la Puerta de Gallegos. Aun cuando falta mucho por aquilatar en cuanto a sus ritmos de desarrollo y transformación, la información actualmente disponible apunta al decisivo papel del anfiteatro como elemento catalizador del desarrollo de este sector suburbano. Su construcción, a finales de la etapa julio-claudia, coincide con la edificación de las primeras domus, como la del Sátiro, en el marco de un proceso bien planificado que pivota sobre la base de una red viaria a partir de la que se procede a la “urbanización” de la zona, a expensas de las áreas funerarias y productivas preexistentes en determinados sectores. Buena prueba de ello es la calle porticada de quince metros de anchura documentada frente al extremo suroriental del anfiteatro, que comunicaría el edificio de espectáculos con el sector meridional del vicus y con la Puerta de Almodóvar (cfr. supra). Si la génesis y el desarrollo del suburbio están claramente ligados al anfiteatro, no parece tan evidente la influencia de este último en el declive y despoblamiento de la zona, por cuanto este proceso parece ya concluido algunos años antes de la documentación, arqueológica e histórica, del abandono del anfiteatro, que hemos situado (vid. supra) en las primeras décadas del s. IV, con posterioridad a la ejecución en el mismo de Acisclo, en 303-304. Advertimos, por tanto, un proceso hasta cierto punto similar, en sus formas y ritmos, al ya descrito para el interior de la ciudad.

DE LA CRISTIANIZACIÓN DEL SUBURBIUM… Frente a lo observado para la ciudad intramuros, donde no se constata proceso edilicio alguno de carácter público en todo el s. IV, en el suburbium occidental sí que documentamos para estos años una intensa y trascendental actividad constructiva. Tras su abandono, el anfiteatro es objeto de un rápido proceso de desmantelamiento, muy diferente al del teatro, que indica, de un modo similar a lo acontecido un siglo antes con el circo, una importante demanda de materiales de construcción en Córdoba, reflejo a su vez de una importante actividad edilicia. Pero, ¿qué programa constructivo pudo generar tal demanda? En el estado actual de la investigación, y tomando en consideración el contexto arqueológico e histórico general de la ciudad a lo largo del siglo IV, sólo cabrían tres opciones.

305  Creemos significativo el hecho de que a mediados del s. II se feche la Fase 3 de la villa de Cercadilla, en la que una instalación para la producción de aceite en uso desde un siglo antes es sustituida por una residencia suburbana (MORENO ALMENARA, 1997). Una cronología ligeramente anterior (en época de Adriano) ha sido supuesta para la compleja “villa” suburbana de Santa Rosa.

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La primera pasaría por una reconstrucción quasi completa del puente, hipótesis posible aunque harto improbable y, hoy por hoy, arqueológicamente indemostrable. La segunda exigiría una refectio generalizada y extensiva de las murallas, cuestión que trataremos más adelante a propósito del castellum recientemente documentado junto a la Puerta del Puente, bastándonos aquí con indicar que al ser uno de los pocos elementos urbanos objeto de atención y mantenimiento constante, no es candidata válida para requerir gran cantidad de piedra en una coyuntura muy concreta, como es el desmantelamiento del anfiteatro en las primeras décadas del s. IV. La tercera opción sería la construcción del complejo monumental de Cercadilla (Fig. 244), a nuestro juicio la hipótesis más probable dada la proximidad entre ambos edificios y el hecho, certificado arqueológicamente, de la existencia de escombreras con materiales procedentes del anfiteatro (vid. supra) destinados a la construcción del complejo de Cercadilla, localizados entre uno y otro edificio (FUERTES, RODERO y ARIZA, 2007). Dejando a un lado el material de acarreo más noble (v. gr. fustes y capiteles), que procedería del expolio de varios edificios cordobeses, el grueso de la piedra necesaria se extraería de una cantera muy próxima y bien accesible como era el anfiteatro, apenas abandonado y desafectado. Contrariamente, el teatro, cuya fachada se mantendría en pie hasta su desplome a comienzos del s. V (vid. supra), no fue tomado en consideración dada su mayor distancia y menor accesibilidad. Consecuentemente con lo expuesto, sólo cabe considerar el complejo arquitectónico de Cercadilla como destino de los miles de metros cúbicos de piedra reciclados del anfiteatro tras su abandono a lo largo de las primeras décadas del s. IV, en un momento posterior a la fecha que proporciona la ejecución en su arena del mártir Acisclo durante la persecución de 303-304, lo cual choca de

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Fig. 244. Planta general de Cercadilla con la localización del edificio de cabecera triconque y necrópolis (HIDALGO, 1996a).

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plano con la cronología atribuida por Hidalgo (1996a), quien al considerarlo un palatium imperial erigido por Maximiano Hercúleo fecha su construcción en 296, haciéndola coincidir con el paso del emperador por Hispania camino de su campaña norteafricana de 297-299. En un reciente trabajo (VAQUERIZO y MURILLO, 2010) se han analizado y rechazado los argumentos esgrimidos en apoyo a la hipótesis de vincular Cercadilla con Maximiano Hercúleo, proponiéndose, en la línea abierta por Arce (1997), considerar este excepcional complejo arquitectónico como un praetorium construido por orden de Constantino (a partir de 307/308) para el vicarius Hispaniarum y la administración de las provincias hispanas, en el contexto de la reorganización que realiza de sus territorios con el fin de movilizar los recursos que, a la postre, le permitieron imponerse a sus rivales por el dominio del Imperium. En un segundo momento, tras la victoria de Constantino sobre Majencio en 312 y el desplazamiento del centro de atención de éste hacia Oriente, en el marco de su ya evidente enfrentamiento con Licinio, Corduba perdió atractivo como sede del vicarius Hispaniarum, cuyo centro de actuación basculó de modo paulatino hacia Emerita (VAQUERIZO y MURILLO, 2010). Falto de buena parte de sus funciones, el praetorium de Cercadilla pasaría, de acuerdo con la hipótesis en su día sugerida por el propio Hidalgo (2002, 344 ss.), a manos de Osio, en su condición de episcopus de Corduba, consejero del emperador y personalidad de indudable prestigio en amplios círculos del Imperio. De este modo, Constantino no haría sino repetir el proceso ya seguido en Roma con el complejo de San Juan de Letrán, convertido en sede del obispo de Roma. Por su parte, Osio, testigo en primera persona de la persecución de Maximiano que había conducido a la muerte a los cinco mártires cordobeses, y que para el momento en el que nos encontramos (segundo cuarto del s. IV) era conocedor de los primeros signos de culto martirial surgidos en Roma, Jerusalén y otras ciudades del Imperio, en muchos casos auspiciados por Constantino y su círculo más íntimo, debió recibir el donativum imperial con la evidente intención de convertir su sede episcopal en símbolo de la Iglesia triunfante (VAQUERIZO y MURILLO, 2010), incrementando su discurso propagandístico con la edificación sobre los restos del vecino anfiteatro de un nuevo complejo arquitectónico, probablemente de carácter martirial (vid. supra), cuyas características concretas deberán definir futuros trabajos arqueológicos. La conformación en el suburbium de Corduba de un complejo cristiano integrado por la sede episcopal y todas sus dependencias anexas (cfr. MARFIL, 2006), un posible complejo martirial y varias áreas cementeriales sería notable por dos razones. En primer lugar, por la situación extramuros del complejo episcopal, ciertamente no frecuente pero en absoluto excepcional, como han puesto de relieve la reciente revisión de Arbeiter (2010) y en segundo lugar por su extensión y alta cronología. De este modo, ya en los comedios del s. IV, el suburbium occidentale cordubense se encontraría en pleno proceso de cristianización sobre la base de los siguientes elementos:

El complejo episcopal de Osio en Cercadilla Tanto las hipótesis de Marfil (2000 a y b), como las de Hidalgo (2002) y Vaquerizo y Murillo (2010), coinciden en vincular el complejo de Cercadilla con Osio, bien desde un primer momento (Marfil), bien ya en una segunda fase (Hidalgo, Vaquerizo y Murillo). En nuestra opinión, la hipótesis que mejor se adapta a la evidencia arqueológica y al contexto histórico es la de Vaquerizo y Murillo, que plantean la transferencia a Osio, por donación imperial, del praetorium construido en época constantiniana temprana como sede del Vicarius Hispaniarum. Sus características restan totalmente por definir al no haberse abordado aún el análisis global del complejo arquitectónico, aunque la adaptación de sus dependencias al nuevo uso permitiría sin duda satisfacer todas las necesidades episcopales306, comenzando por la gran aula basilical de recepción dispuesta en posición axial, prácticamente gemela a la también constantiniana de Augusta Treverorum, y continuando por los pórticos, baños, horrea y el resto de edificaciones documentadas 306 

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cfr. al respecto los trabajos de C. Godoy (1995) y F. Tuset y C. Godoy (1994).

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en las excavaciones de comienzos de los años noventa y aún faltas de que se le atribuya una funcionalidad específica. Por el momento, existen grandes lagunas en la secuencia estratigráfica de Cercadilla, si bien los trabajos arqueológicos aún no han dicho su última palabra. Está comprobada una ocupación del gran criptopórtico en una primera fase que va desde finales del s. IV a mediados del V307, y en una segunda desde el s. VI al VIII. Del mismo modo, y al menos desde mediados del s. VI, un sector del complejo palatino se reutilizó como centro de culto y necrópolis cristianos, como demuestran la lápida de Lampadio, obispo de Córdoba entre el 532 y el 549 (HIDALGO, 2002, 355-356), procedente del edificio triconque Norte (readaptado a su nueva función cultual cristiana), y los numerosos enterramientos ad santos en él excavados308 (Fig. 245).

Incluyendo una reconstrucción de la bóveda del criptopórtico en el s. V, para la que aún se intenta mantener la apariencia del edificio reproduciendo el opus vitatum mixtum de la edilicia original (cfr. HIDALGO et alii, 1996, 27; HIDALGO, 2002, 349). 308  Desgraciadamente, la excavación de la necrópolis existente alrededor del edificio triconque Norte con anterioridad al inicio de los trabajos científicos dirigidos por Hidalgo y Marfil, le resta buena parte de su valor. No obstante, esta datación inicial probablemente deba retrotraerse, en opinión de R. Hidalgo, al segundo cuarto del s. IV, tras el concilio de Nicea (325) o inmediatamente después de la muerte de Constantino (337), coincidiendo con las más dilatadas estancias de Osio en su sede episcopal cordobesa (HIDALGO, 2002, 344). Esta hipótesis, que explicaría convincentemente, por iniciativa de un personaje como Osio, el tránsito desde el praetorium a un centro de culto cristiano, está pendiente de una más extensa comprobación, si bien el hallazgo de un fragmento de sarcófago paleocristiano, fechado por Sotomayor (2000) entre el 340 y el 350, supone una primera, y crucial, corroboración arqueológica de la misma. 307 

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Fig. 245. Cercadilla. Edificio de cabecera triconque reutilizado como espacio de culto cristiano (HIDALGO, 2002).

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Situado a menos de 500 m de la ciudad, este centro de culto, identificado por Hidalgo (2002, 358 ss.) con la basílica martirial de San Acisclo, generaría un importante complejo cristiano que acabaría acogiendo, en opinión de este mismo investigador, a una congregación de clérigos y las dependencias necesarias para el servicio tanto de la basílica como del extenso cementerio surgido a su alrededor309.

El complejo cultual del anfiteatro Como ya hemos indicado, el anfiteatro patriciense, construido a mediados del s. I d.C., mantuvo su funcionalidad hasta los primeros años del s. IV, con una fecha post quem para su abandono proporcionada, además de por los contextos cerámicos, por el seguro martirio en su arena, en 303-304, de San Acisclo y, probablemente también, de los santos mártires Zoilo, Fausto, Genaro y Marcial. A partir de este momento se iniciaría un rápido proceso de desmantelamiento, usándose como cantera para la construcción del praetorium de Cercadilla (VAQUERIZO y MURILLO, 2010). En un momento posterior del siglo IV, que las excavaciones actualmente en curso están precisando, se procedió a la construcción sobre la ima cavea y la arena del ya desmantelado anfiteatro de un nuevo complejo arquitectónico que, por sus características y situación reflejan un marcado peso ideológico y cultual al vincularse con el lugar de martirio de estos padres de las primeras comunidades cristianas cordobesas. Las excavaciones de la Primera y Segunda Campañas (vid. supra) han permitido documentar tres estructuras absidales construidas en la arena, adosadas al podium del anfiteatro, realizadas con un depurado aparejo de opus vittatum trabado con mortero y reforzado con pilares de sillería que recuerda determinados tipos de opus africanum. Estos grandes ábsides tienen relación directa con unos espacios cuadrangulares dispuestos sobre la ima cavea (Fig. 118, vol. I). Además, en la última campaña se han detectado nuevas edificaciones sobre la arena, con idéntica técnica edilicia y provistas de unas potentes cimentaciones, lo que confirmaría la importancia de este conjunto. Aunque por el momento –debido a la superposición de un arrabal tardoislámico, a lo reducido del espacio excavado y a que aún no se hayan alcanzado los niveles de suelo y, especialmente, la superficie de la arena del antiguo anfiteatro– no se han detectado enterramientos relacionados directamente con estas edificaciones, sí contamos con dos tumbas seguras bajo el edificio de la antigua Facultad de Veterinaria, posteriores al abandono y desmantelamiento del anfiteatro, así como con referencias al hallazgo de sepulturas en las inmediaciones, asociadas a elementos de clara adscripción cultual.

El Cortijo de Chinales Distintos hallazgos recuperados a mediados del siglo pasado durante las obras de urbanización y construcción de varios edificios en el denominado Cortijo de Chinales, entre las actuales calles Damasco, Maestro Priego López, Alcalde Velazco Navarro y Previsión, apuntarían a la existencia aquí de una necrópolis tardoantigua y, tal vez, de un edificio de carácter cultual (SANTOS, 1955). La revisión efectuada por Sánchez Ramos (2002) permite circunscribir la evidencia arqueológica a los siguientes elementos: – Varios muros pertenecientes a un supuesto edificio de grandes dimensiones y orientación Noroeste-Sureste (SANTOS, 1955, 32-33, Fig. 12 y Lám. IX). De acuerdo con lo reflejado por Santos Gener, este edificio tendría unos 78 m de longitud y 56 m de anchura, y muros construidos con grandes sillares reaprovechados. En su ángulo Noroeste presentaría una doble hilada de sillería bastante regular, en tanto que en el resto del paramento la fábrica sería más irregular. Es reseñable que el lienzo de muro perpendicular al anterior y que definiría el cierre Norte, coinci-

309  (MARFIL, 2000a) no se muestra de acuerdo con esta identificación, prefiriendo situar San Acisclo más al Sur, en la zona del Cortijo de Chinales, e identificando Cercadilla con la basílica de San Félix y San Zoilo.

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dente con la intersección de la actual calle Don Lope de Sosa con la calle Damasco, presentara siete grandes contrafuertes al interior. El muro del lado oriental también estaba construido con grandes sillares, si bien se encontraba más espoliado que el occidental. – Al interior del recinto así configurado, y en su ángulo noroccidental, se localizaron dos sepulturas de inhumación, practicadas en cistas rectangulares de sillería reutilizada. – Al Este del recinto, y fuera de él se localizaron numerosos elementos arquitectónicos, de los que sólo se conservaron una parte. Dicho esto, debemos señalar que resulta en exceso complicado atribuir una cronología y funcionalidad a los grandes muros de sillería que parecen definir un gran recinto cuadrangular, siendo incluso admisible que formaran parte de un conjunto mayor, como parece sugerir la existencia de un muro transversal al que define el supuesto límite occidental. En este sentido, la propuesta de restitución de una basílica de tres naves planteada por Sánchez Velasco (2006, Fig. 106), a partir de un boceto de Santos Gener (1958), sólo puede ser calificada de atrevida y fundada en una errónea percepción de la escala del croquis con la localización de los hallazgos realizado por Santos Gener (1955, Fig. 12)310. No obstante, la presencia de un conjunto de elementos de decoración arquitectónica, de las dos sepulturas y de varios epígrafes funerarios cristianos fechados entre los siglos VI y VIII, hacen plausible la existencia aquí de un área cementerial focalizada por un centro de culto, si bien, como indica Sánchez Ramos (2002, 338), podría “tratarse en primer lugar de una basílica o de un conjunto monástico cristiano construido in situ asociado a una necrópolis tardoantigua, (…) [o] podría ser una estructura indeterminada restablecida como edificio cristiano para el cual se habrían realizado estos elementos decorativos ex profeso, (…) [o] podría darse el caso de que todas las piezas recuperadas estén descontextualizadas y fueran traídas como material de acarreo a este lugar”.

La cristianización de los espacios funerarios Como hemos tenido ocasión de verificar a propósito de los centros cultuales que desde el siglo IV, y en un proceso similar al constatado de un modo paradigmático en Tarraco, comienzan a jalonar la topografía del suburbium occidental de Corduba, la cristianización de estas áreas suburbanas está directamente relacionada con la distribución de los nuevos espacios funerarios de las ciudades tardoantiguas hispanas. La introducción de este importante factor de cambio se tradujo en la concentración de enterramientos en determinadas zonas de la ciudad; aquéllas que por diversas razones estaban dotadas de una especial carga simbólica o ideológica en el proceso de cristianización de la población. El resultado de estos trabajos sobre las características de la topografía funeraria de época tardoantigua en Córdoba (cfr. SÁNCHEZ RAMOS, 2002; 2003; 2005; 2006 a, b y c; 2007) no hace sino confirmar las pautas ya conocidas en otras ciudades hispanas. En líneas generales, y dentro de un esquema un tanto simplista y en parte superado por lo que a ciudades como Tarraco respecta, se aprecia cómo durante una primera fase (entre los siglos IV y V) se mantienen o reocupan las antiguas necrópolis paganas de época altoimperial situadas extramuros. Sin embargo, durante los siglos VI y VII se produce un cambio significativo en los lugares de enterramiento con respecto a las necrópolis de la ciudad imperial. A partir de este momento se aprecia la desaparición o abandono de ciertas áreas funerarias de tradición romana frente a la concentración de enterramientos en torno a centros con especial significación religiosa, convertidos por lo general en basílicas martiriales distribuidas por los suburbia de la ciudad (Fig. 127, vol. I). Ejemplos de ello serían los espacios funerarios antes comentados, en torno a Cercadilla, con enterramientos seguros desde la primera mitad del s. VI, y probables ya desde la segunda mitad del

310  Buena prueba de la dificultad de interpretar los croquis de Santos Gener la sufrimos en carnes propias a propósito de las estructuras por él identificadas como un estadio bajo la antigua Facultad de Veterinaria. Estas del Cortijo de Chinales han sido recientemente atribuidas al hipotético segundo circo de Colonia Patricia (MORENO ALMENARA, 2004).

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s. IV, y los presumibles alrededor del complejo cultual del anfiteatro, de los que sólo conocemos un par adscribibles, de un modo muy genérico, al s. IV. Al Sur del anfiteatro, en el Parque Infantil de Tráfico, se localizaron dos niveles de enterramientos de clara adscripción cristiana (a partir del hallazgo de un fragmento de pátera de vidrio decorado con temas cristianos), fechados desde finales del siglo IV a la primera mitad del siglo V d.C. Aunque sus excavadoras no se deciden a plantear con rotundidad la presencia de un centro cultual extramuros en este emplazamiento, sí apuntan la posibilidad de que tenga una funcionalidad religiosa (CASTRO, PIZARRO y SÁNCHEZ, 2006). Este conjunto del Parque Infantil de Tráfico reviste un enorme interés, pues aparte de ser uno de los pocos excavados con criterios estratigráficos, se integra en una secuencia ocupacional en la que se constata la construcción de un edificio funerario en el solar en el que previamente se había ubicado una domus ocupada entre mediados del s. I d.C. y el primer tercio del s. III (CASTRO, PIZARRO y SÁNCHEZ, 2009). Tras un siglo y medio de abandono, la nueva edificación, que mantiene la orientación de los muros de la casa previa y se dispone junto a un camino que fosilizó el trazado de una calle del vicus, en su día pavimentada con losas de pudinga, albergó un conjunto de enterramientos en el interior de un recinto con otro espacio anexo, excavado en una mínima superficie, en el que no se documenta la presencia de inhumaciones. La perduración del parcelario más de un siglo después del abandono del área residencia altoimperial, lo reducido del conjunto, el escaso número de enterramientos, el limitado espectro cronológico (apenas tres generaciones) y la proximidad a otros centros cultuales y funerarios de mayor rango, podrían apuntar a su consideración como un pequeño cementerio familiar, de carácter privado, posiblemente provisto de su propia iglesia, que más tarde, ante el desarrollo de los grandes cementerios surgidos alrededor de los centros martiriales, sería finalmente abandonado. Otro ejemplo similar podría plantearse en relación con un posible mausoleo cuadrangular del s. IV documentado en una excavación realizada en las proximidades del posterior camino oriental de al-Rusafa, junto al Arroyo del Moro, en terrenos pertenecientes al Plan Parcial MA-1.1, al Norte de la ciudad. Esta construcción, sin duda relacionados con un fundus romano cuya villa fue destruida a mediados de los años ochenta del siglo pasado, con motivo de la construcción de la nueva barriada de Las Moreras311, habría sido reemplazada “en época visigoda” (APARICIO, 2010) por una “estructura basilical” dotada de un ábside. Con ella se relacionarían numerosos enterramientos “visigodos” documentados en las inmediaciones durante las obras de urbanización acometidas en los años noventa. Surgida también como posible “necrópolis privada” vinculada a una de las grandes propiedades periurbanas de Corduba312, en este caso se constataría una continuidad en el uso funerario hasta al menos el s. VII, posiblemente por su mayor alejamiento respecto a otros núcleos cementeriales. Aún podríamos rastrear pequeñas áreas cementeriales similares en el Plan Parcial P-1 (MORENA, 1994) y en el Plan Parcial O-7313, ambas flanqueando el Camino Viejo de Almodóvar (antigua via Corduba-Hispalis) a 1.200 y 1.700 m respectivamente de la puerta urbana más próxima. Y a mayor distancia (tres millas y media), poco antes de llegar a Madinat al-Zahra, encontramos un posible mausoleo cristiano, también vinculado con un fundus, que presenta ladrillos decorados embutidos en su fábrica (HIDALGO, 1996a). Sin embargo, estos ejemplos, aunque ilustrativos, corresponden ya a un ámbito periurbano más que suburbano, por lo que debemos obviarlos, aunque ilustran la gradual imposición del modelo de cristianización desde el suburbium al territorium.

311  De esta villa sólo ha subsistido una gran estructura semicircular que se conserva en el Jardín de las Moreras, junto a la Avda. Tenor Pedro Lavirgen. 312  Es significativo que esta gran propiedad hispano-romana y visigoda fuera el germen, ya en época omeya, de una almunia que, de acuerdo con el esquema ya conocido para Qurtuba (MURILLO et alii, 1999b y 2004b), generaría un arrabal y una maqbara en el s. X (excavaciones del Convenio GMU-UCO en la parcela dotacional deportiva del Plan Parcial MA-1.1, dirigidas por nuestro compañero A. Cánovas). 313  Excavaciones de R. Clapés y F. Castillo en la manzana 14 de este Plan Parcial.

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La etapa tardoantigua: nuevo paisaje suburbano

Por ello, y volviendo de nuevo al suburbium occidental finalizaremos este escueto recorrido por la cristianización de su topografía funeraria314 con el conjunto situado en torno al Cementerio de la Salud (ROMERO DE TORRES, 1909), si bien los diversos enterramientos documentados en la zona, aunque de época tardoantigua, no muestran ningún signo inequívoco de corresponder a una población cristiana315. En conjunto, comienza a dibujarse un panorama que por el momento es más claro en el suburbium occidental, pero que sin duda es igualmente extrapolable al septentrional, donde contamos con el conjunto focalizado en el antiguo Convento de la Merced316, en el oriental, con el núcleo funerario conformado por las calles Diario de Córdoba, Maese Luis y Lucano, y por la basílica de los Tres Santos, que posiblemente debamos localizar en la actual Iglesia de San Pedro,317 e, incluso, al suburbium meridional, localizado al otro lado del río318. Pese a que aún resta una ingente labor de investigación y de sistematización de la documentación existente, todas las evidencias apuntarían a un enorme vigor del suburbio que, hasta cierto punto, contrastaría con el aparente marasmo que se observaría en la ciudad intramuros. Todo ello en plena coincidencia con el panorama que comienza a arrojar la otra capital histórica de Hispania: Tarraco (cfr. MACIAS, 2000; MACIAS y REMOLÁ, 2004; LÓPEZ VILAR, 2006). En efecto, la comparación con Tarraco puede resultar especialmente esclarecedora319: un conjunto urbano que para el s. IV ha sido definido como “bipolar”, con un acusado proceso de abandono y transformación de la “ciudad baja” desde el tránsito del s. III al IV, que coexiste desde 313 con el desarrollo del suburbium del Francolí, focalizado por la edificación de una memoria a los mártires locales (Fructuoso, Augurio y Eulogio), en torno a la que se desarrollaría una tumulatio ad sanctos y el primer episcopio (MACIAS, 2000). Frente a ella, en la zona alta, el área ocupada por el complejo provincial formalizado en época flavia permanecerá indemne hasta inicios del s. V, albergando los últimos y agónicos signos de la administración provincial romana hasta su definitiva desintegración en 409 (ARCE, 1999), cuando encontramos un proceso de transformación reflejado en la ocupación del circo con viviendas y espacios artesanales, la instalación de cisternas en los criptopórticos de la 314  Otra necrópolis, al igual que determinados elementos de decoración arquitectónica y estructuras que podrían denotar la presencia de un centro de culto cristiano, fueron localizadas al Oeste del anfiteatro, en la confluencia de las calles Palma Carpio y Diego Serrano (SANTOS, 1955, 11, Fig. 44). 315  Salvo quizá el enterramiento en cista del teatro de la Axerquía, cuyo ajuar podría apuntar a una cronología del s. VI avanzado o incluso VII. Las referencias en la bibliografía a la posible existencia aquí de la denominada Iglesia de los Cautivos, en relación con el episodio de la conquista de Córdoba por Mugit en 711 parte de una errónea interpretación de las fuentes que situaría la basílica de San Acisclo frente a la conocida, a partir de época bajomedieval, como Puerta de Sevilla. Este error, debido sin duda a Rafael Castejón y seguido por Juan Bernier, llevó a Luzón y Ruiz Mata a denominar como Colina de los Quemados al emplazamiento de la Corduba prerromana (actual Parque Cruz Conde). 316  Donde una peculiar estructura hidráulica, localizada hacia 1970, ha sido interpretada como un posible baptisterio (MARCOS, 1977; HIDALGO y VENTURA, 2001). 317  Los Tres Santos, o Tres Coronas como también se les conoce, serían Fausto, Genaro y Marcial, que habrían recibido martirio en Córdoba durante la persecución de Diocleciano y Maximiano de 303-304 (GARCÍA RODRÍGUEZ, 1966, 219228). La identificación de este enclave con la actual iglesia de San Pedro se fundamenta en el hallazgo de varios fragmentos de decoración arquitectónica de época visigoda, la localización de una necrópolis tardoantigua (MARCOS et alii, 1977), la conservación de algunos epígrafes cristianos (en especial la inscripción CIL II2/7, 638, fechada por Stylow en los siglos V-VI ex litterarum formis y que menciona un traslado de reliquias; Marfil, 2000a, 135, notas 81 y 84, sin argumentar su opinión, considera que es mozárabe) y, en especial, la excavación en la actual iglesia de San Pedro de varios enterramientos de rito cristiano fechables, según su excavador, en el siglo XI. Todos estos indicios permiten pensar en la localización en este enclave de un cementerio cristiano vinculado a la mencionada basílica martirial suburbana, que se mantuvo en funcionamiento tras la ocupación islámica de la ciudad (MARFIL, 2000a). Según la versión árabe del Calendario de Córdoba (DOZY y PELLAT, 1961), la sepultura de los mártires estaba en el rabad al-Bury, y según la latina (SIMONET, 1871) en el vicus Turris. 318  Como documenta el conjunto de piezas de decoración arquitectónica, fechables en el s. VI y VII, conservadas en el Museo Arqueológico de Córdoba (cfr. SÁNCHEZ VELASCO, 2006, 227 ss.). 319  En Augusta Emerita no existe aún una visión tan extensa del comportamiento del suburbium como las que comienzan a ofrecer Tarraco y Corduba. Para un estado actualizado de la cuestión, cfr. MATEOS, 2005.

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plaza de representación, la disposición de vertederos que reflejan la ocupación doméstica, e, incluso, la eliminación de grandes estructuras altoimperiales para abrir nuevas calles. En suma, una completa reestructuración urbanística que culminará en un momento indefinido con la instalación de un nuevo complejo episcopal en esta zona alta, la única realmente urbana de Tarraco, y la construcción, en el s. VI, de un santuario martirial en la arena del anfiteatro (MACIAS y REMOLÁ, 2004). Sin pretender entrar en la discusión sobre si la basílica y el baptisterio anexo excavados por Serra Vilaró en el emplazamiento de Tabacalera deben ser considerados o no el primitivo complejo episcopal tarraconense (MACIAS, 2000), lo que sí parece incuestionable en el estado actual de la investigación es la imposibilidad de que éste se ubicara en la parte alta de la ciudad, que mantendrá unas funciones estrictamente civiles y administrativas hasta comienzos del s. V, lo que obliga a relativizar el principal argumento esgrimido por López Vilar (2006, 259 ss.) para negar que nos encontremos ante la basílica y la residencia episcopal: su carácter extramuros frente al carácter supuestamente intramuros que concede a los complejos episcopales en consonancia con el cambio historiográfico que al respecto se operó en las últimas décadas del siglo pasado320.

… A LA NUEVA CIVITAS CRISTIANA Si dirigimos ahora nuestra atención desde las áreas suburbanas de Corduba a la ciudad intramuros, advertimos que los últimos trabajos desarrollados por Marfil (2006) en la Mezquita-Catedral y por nosotros mismos en el sector meridional frontero con el río (LEON MUÑOZ y MURILLO, 2009; MURILLO et alii, 2010), comienzan a ofrecernos también una nueva visión del gradual proceso de transición desde la Colonia Patricia clásica a la Corduba tardoantigua. Esa transición se basa en un nuevo modelo de ocupación del espacio intramuros, aunque por el momento no está claro si se debe a un descenso generalizado de población urbana como consecuencia de un “proceso de ruralización”, a factores de otra índole (políticos, religiosos, económicos…), o a una interacción de todos ellos. En todo caso, la desarticulación de la retícula urbana de Colonia Patricia se traduce en la constitución de una nueva realidad urbana: por un lado, queda escasamente poblada la mitad septentrional de la ciudad (precisamente aquella en la que se habían localizado los principales centros monumentales y de poder), con amplias superficies sin edificar, propias de un urbanismo poco cohesionado, posiblemente destinadas a huertas o vertederos, e incluso ocupadas de forma esporádica por algo tan radicalmente nuevo como enterramientos aislados intramuros a partir del siglo VI (vid. supra). Por otro lado, nos encontramos en el ámbito de la “vetus urbs” ante fenómenos de ocupación en precario de antiguos edificios y espacios, tanto públicos como privados, en algunos casos con evidentes connotaciones lumpénicas que están evidenciando cambios en las relaciones sociales y económicas de la población urbana. Por el contrario, en el sector meridional, en la “nova urbs” altoimperial, nos encontramos con una concentración de los edificios y espacios públicos, los centros de poder y las residencias de la aristocracia local, en clara búsqueda de los nuevos factores estratégicos: el río, con su puerto fluvial, y el puente. A diferencia de lo observado en el suburbium, tras las transformaciones de los siglos III y IV, aquí no encontraremos programas edilicios de envergadura hasta el s. V, lo que sin duda está dejan-

320  Volvemos a insistir en la necesidad de no incurrir en viejos errores y analizar a la luz de las nuevas evidencias arqueológicas los diversos comportamientos regionales y las circunstancias excepcionales de muchas ciudades. El hecho de que lo habitual sea que el conjunto episcopal se instale en el interior del recinto amurallado no excluye necesariamente la existencia de excepciones, o, como en el caso de Tarraco o Corduba, una primera implantación extramuros, en el suburbium, y un ulterior traslado intramuros, todo ello como consecuencia de factores locales, primero, y de un progresivo proceso de inseguridad, después, que aconsejó su ubicación al amparo de las defensas urbanas, en un momento en el que, además, los órganos de gobierno de la ciudad habían experimentado una sustancial modificación.

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do clara una tendencia: el mayor dinamismo del suburbio frente a la propia ciudad amurallada, aun cuando ambas realidades continúan siendo partes indisolubles de un mismo conjunto. Es cierto que las excavaciones en el Alcázar Cristiano han demostrado la existencia, a lo largo de los siglos III y IV, de reiteradas actuaciones de refortificación que acabaron convirtiendo la muralla pomerial de época julio-claudia (MURILLO, 2010, con la última bibliografía) en una poderosa fortificación de más de 8 m de anchura321, proceso que es posible extrapolar a otros lienzos de la ciudad, como el Noreste frontero con la Plaza de Colón, donde se constata la disposición de un forro externo que amortiza una domus, con pavimentos del s. III, que se había adosado a la muralla322.

El castellum Pese a todo, se trata de operaciones que mantienen los recintos existentes, destinadas por tanto a dar respuesta a la creciente inestabilidad, más que a una sustancial remodelación de los sistemas defensivos de la ciudad, hecho que no se operará hasta el siglo V, con la construcción de un apéndice fortificado de 45 x 95 m adosado al ángulo suroccidental de la muralla por su lado meridional, con el objetivo evidente de proteger el puerto fluvial y de garantizar el control y acceso a la cabecera del puente por el lado de la ciudad (LEÓN MUÑOZ y MURILLO, 2009). Aun cuando las dificultades para fechar estas estructuras son grandes, dada la escasa precisión cronológica que aportan todavía los contextos cerámicos, y la superposición de dependencias pertenecientes al posterior Alcázar Omeya, a la Alcazaba almohade y al castillo cristiano (LEÓN MUÑOZ y MURILLO, 2009; MURILLO et alii, 2010), los datos existentes apuntan a su construcción entre mediados del s. V y la segunda mitad del s. VI. Este castellum (Fig. 246), muy similar al constatado en Barcino junto al puerto, se convertiría en el germen del complejo civil (vid. infra) de gobierno de la ciudad durante los siglos VI y VII (y posteriormente durante toda la etapa medieval, hasta su desplazamiento al entorno de la Plaza de la Corredera en los siglos XVI-XVII). De este recinto, que encerraría una superficie de unos 4.000 m2, conocemos fundamentalmente el límite oriental, definido por un potente muro construido con una depurada técnica edilicia, en sillería de calcarenita, del que sólo hemos podido documentar su paramento interno, conformando la cimentación del actual Alcázar Cristiano. En su interior se dispusieron varias hileras de fustes de columnas reutilizados, piezas de acarreo (spolia) procedentes de distintos edificios. Se conservan dos filas paralelas de columnas alineadas en sentido SO-NE. Además, encontramos una tercera hilera de columnas situadas bajo el lienzo occidental del Alcázar Cristiano, reaprovechadas como parte de su cimentación. Esta última alineación se dispone en sentido transversal a las anteriores y queda definida por cinco columnas, de similares características a las descritas; esto es, fustes de distintos materiales y dimensiones muy variables. No podemos asegurar que pertenezcan al mismo edificio, pero su disposición responde a un diseño bastante coherente con las estructuras registradas en la excavación del patio oriental. Además, en su interior se disponen varios muros en los que se abren diversos vanos de ingreso y compartimentación. La entidad de los vestigios (alineaciones de columnas reutilizadas y la recuperación de varias piezas de decoración arquitectónica en la zona) confiere a este espacio una monumentalidad que 321  En este sector de la “nova urbs”, la construcción de la muralla pomerial ha sido datada en época neroniana. A lo largo del siglo III d.C. se reforzará el primigenio tramo de muralla con un potente forro interior y una torre de flanqueo que amplían considerablemente la anchura del muro. Finalmente, a lo largo del siglo IV se acomete un nuevo refuerzo, adosando al paramento exterior del lienzo preexistente una poderosa estructura de sillería. El resultado de estos sucesivos forros y refuerzos es, a finales de dicha centuria, una muralla de más de 8 metros de anchura. Poco después, esta fortificación perdió su carácter de fachada meridional de la ciudad, al quedar integrada en el nuevo recinto defensivo de época tardoantigua que hemos denominado “castellum” (LEÓN MUÑOZ y MURILLO, 2009). 322  También el último refuerzo aplicado al lienzo del ángulo suroccidental supuso la amortización de un pavimento musivo perteneciente a dependencias posiblemente relacionadas con el puerto fluvial.

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Fig. 246. Castellum. © Convenio GMU-UCO.

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permite su interpretación como un edificio público, probablemente con una pluralidad funcional – defensiva, política y económica–, pero en todo caso como representación del poder de la autoridad civil responsable del gobierno de la ciudad. Es lógico pensar, al menos a modo de hipótesis, que un edificio tan amplio como éste, con elementos de cierto lujo y monumentalidad, cuya construcción supone la anulación de la muralla y, por tanto, con el consentimiento de la autoridad pública urbana, no podría ser otra cosa que una de las dependencias del complejo civil tardoantiguo. Asimismo, la continuidad en el uso palatino de las dependencias de este recinto, del que se reutilizan sus estructuras (en especial el muro oriental que marcará el diseño de todas las construcciones posteriores), y el mantenimiento sobre el mismo solar de la residencia de los gobernadores y emires omeyas, del gobernador almohade y posteriormente en el castillo bajomedieval cristiano, es asimismo un indicio concluyente del destacado papel áulico del edificio levantado en este enclave. Nosotros lo hemos denominado “castellum”, por sus similitudes con las fortificaciones bizantinas en las que encontramos soluciones similares a la documentada en Córdoba: la erección de un recinto defensivo en un extremo de la ciudad, e incluso ampliando parcialmente el espacio amurallado (LEÓN MUÑOZ y MURILLO, 2009).

El complejo episcopal de San Vicente Con el castellum constatamos, por primera vez intramuros, un programa edilicio autónomo que no es único, por cuanto las excavaciones que venimos realizando desde 2003 en el Centro de Recepción de Visitantes nos han permitido documentar un amplísimo edificio adosado a la muralla meridional de la ciudad, articulado por una gran estancia o corredor central al que abren varias alas laterales, y que se extiende desde el lado oriental de la plaza construida en época julio-claudia junto a la Plaza del Puente (MURILLO, 2004), hasta el kardo existente a la altura de la C/ Caño Quebrado323, a lo largo de un frente de 100 m (Fig. 243). Este monumental edificio, que se mantuvo en uso hasta época almohade, transformado durante la etapa omeya en una gran residencia áulica vinculada al control de la Puerta del Puente (cfr. MURILLO et alii, 2010), presenta una particular edilicia definida por grandes cimientos de mampostería abiertos hasta alcanzar el terreno geológico, sobre los que se dispondría un alzado de sillería de calcarenita que reutiliza material procedente de edificios romanos próximos. Actualmente en estudio, presenta, a partir de los primeros contextos excavados y estudiados en 2003-2004 (CASAL y SALINAS, 2009), una cronología de finales del s. V o inicios del s. VI, y ha sido recientemente identificado como perteneciente al complejo episcopal de Corduba en su sede, ya históricamente constatada, de San Vicente (LEÓN MUÑOZ y MURILLO, 2009). En Córdoba se conoce la existencia de la basílica episcopal de San Vicente gracias a las crónicas islámicas que la mencionaban al hablar de la construcción de la Mezquita Aljama de ‘Abd al-Rahman I en el mismo lugar ocupado previamente por el edificio cristiano (OCAÑA, 1942). En los años treinta del siglo XX, F. Hernández acometió una excavación para comprobar el estado de las cimentaciones de las columnas del oratorio islámico. Movido por las noticias de las fuentes islámicas, intentó documentar las estructuras pertenecientes al edificio previo, a la basílica tardoantigua de San Vicente (MARFIL, 2006). La total ausencia de un planteamiento estratigráfico, propio de la época, impide poder afrontar hoy con garantías un estudio diacrónico de aquellas estructuras, entre las que destacan una estancia absidal, unas dependencias pavimentadas con mosaicos de motivos cristianos y algunos pavimentos hidráulicos (opus signinum).

323  Donde su extremo oriental fue excavado hace una década por P. Marfil, a quien agradecemos los datos que nos ha proporcionado sobre el mismo. Las últimas intervenciones en este singular edificio, parte del cual se ha integrado en los sótanos del Centro de Recepción de Visitantes, están siendo realizadas mediante un Convenio entre el Ayuntamiento de Córdoba y la Consejería de Obras Públicas de la Junta de Andalucía bajo la dirección de nuestros compañeros S. Sánchez y E. León.

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Algo más tarde se excavó en el patio de los naranjos y se documentó la planta de un edificio del que hasta hace muy poco sólo se conocía un croquis poco preciso (SANTOS, 1955; MARFIL, 2006). Recientemente se ha publicado un plano inédito de F. Hernández (FERNÁNDEZ PUERTAS, 2009, 145) que reproduce la planta del edificio documentado en el patio y muestra un aspecto bien distinto al conocido hasta ahora y que complica su interpretación (pórtico y orientación de los ábsides al Norte y no al Este). De estas excavaciones se recuperó un rico conjunto de piezas de decoración arquitectónica que actualmente se exponen en el interior de la mezquita, en el museo de San Vicente. Sea como fuese, la interpretación que venimos haciendo sobre este complejo episcopal pretende superar la tendencia historiográfica tradicional que ha venido considerando este ámbito urbano focalizado casi exclusivamente en torno a la basílica de San Vicente. La entidad y extensión de las estructuras documentadas inducen a pensar que el conjunto episcopal cordobés resultaba mucho más extenso y complejo que la simple basílica episcopal. Debía contar, al menos, con los siguientes espacios consustanciales a estos centros religiosos: la propia basílica, de cierta monumentalidad, el baptisterio (aún no documentado), el palacio episcopal (donde se desarrollaban las funciones públicas del obispo), las residencias privadas del propio obispo y de los miembros destacados del clero. Debió incluir también otro tipo de edificios como iglesias menores, dependencias con funciones administrativas y de servicios (v. gr. archivo y almacenes), además de un más que probable cementerio privilegiado para los propios obispos y los principales representantes del clero local. Todo ello haría del Complejo Episcopal cordubense una extensa superficie urbanizada en cuyo interior se distribuiría un amplio repertorio de edificios, con distintas orientaciones, que cubrirían las más diversas exigencias funcionales. Dada la dispersión espacial de los vestigios arqueológicos documentados, cabría pensar que tanto el límite occidental como el oriental de dicho complejo vendrían definidos por sendos kardines romanos, de acuerdo con la hipótesis de fosilización de los mismos en la nave central de la primitiva mezquita y en su fachada occidental en su día planteada por Ventura et alii, (1996, Fig. 27), y desarrollada por Carrillo et alii, (1999, Fig. 4). Según la propuesta de reconstrucción de León Muñoz y Murillo (2009, Figs. 2 y 5), el Complejo Episcopal cordubense se habría dispuesto a ambos lados del antiguo kardo maximus en su trazado por la nova urbs correspondiente a la refundación augustea de la ciudad (MURILLO, 2010, Fig. 4), delimitado al Este y al Oeste por sendos kardines que conformarían tanto la fachada occidental como la oriental de la Mezquita Aljama omeya (anterior a la ampliación amirí hacia el Este de finales del s. X), al Sur por la propia muralla y al Norte, probablemente, por un decumanus (Fig. 247). La ausencia de excavaciones estratigráficas en el interior de la Mezquita-Catedral nos impide saber si la configuración del complejo supuso la amortización o no del kardo máximo, aunque es probable que así fuera, quedando establecida la circulación desde la parte alta de la ciudad hasta la Puerta del Puente a través de los dos kardines laterales, que circunvalarían el recinto episcopal conduciendo hasta la antigua plaza romana allí existente, ya muy transformada, con los pórticos desmantelados en el s. V, el vano occidental de la original puerta trifora tapiado desde probablemente el s. VI, y la fachada del gran edificio tardoantiguo, que interpretamos como perteneciente al complejo episcopal, presidiendo su lado oriental (cfr. CARRASCO et alii, 2003; LEÓN MUÑOZ y MURILLO, 2009; CASAL y SALINAS, 2009; MURILLO et alii, 2010). Definiría la imagen urbana que plasmaría el ámbito de poder del obispo, auténtico señor de la ciudad en los dos siglos que van desde el desplome de la administración provincial romana en la Bética a la conquista definitiva de Corduba por Leovigildo en 585. Marfil (2006) ha planteado un traslado de la residencia episcopal y de los restantes edificios a ella vinculados desde Cercadilla, donde, según su hipótesis, habrían sido fundados por Osio, al interior de la ciudad a mediados del s. VI, tras el episodio que rodeó la profanación por Agila del templo consagrado a San Acisclo y la posterior derrota sufrida por el monarca visigodo a manos de los cordobeses (cfr. GARCÍA MORENO, 1995). [ 522 ]

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La ya reseñada falta de excavaciones en el interior del recinto sagrado impide contextualizar y aquilatar la cronología de los, sin duda, importantísimos vestigios cristianos existentes bajo el patio y el oratorio de la mezquita omeya, lo que explica las divergencias interpretativas, como la plasmada en la reciente publicación de Sánchez Ramos (2009) a propósito del complejo episcopal de Corduba, donde la investigadora, apoyándose de nuevo en la supuesta imposibilidad de que existan sedes episcopales fuera de las murallas urbanas, sostiene que la misma estaría emplazada en este punto ya desde un primer momento, que sitúa en el s. IV324. Evidentemente, en tanto y en cuanto no contemos con nuevas excavaciones en la propia Basílica-Mezquita-Catedral, o al menos con una revisión en profundidad de los edificios, sin duda cultuales, ya conocidos a través de las excavaciones de F. Hernández, la cuestión continuará siendo opinable, pero ello no es óbice para poder rechazar la propuesta de restitución que hace Sánchez Ramos (2009) para la basílica, por cuanto la sitúa con un desarrollo hacia el Oeste que ocupa e intercepta el trazado de un kardo romano que se ha mantenido hasta la fecha como límite occidental del complejo religioso, separando la Mezquita Aljama del Alcázar Omeya, y que, además, no ha sido nunca ocupado por edificaciones, como demuestran los trabajos arqueológicos desarrollados con motivo de la reciente remodelación de la calle Torrijos, que por el contrario han permitido documentar la traza del sabat o pasadizo cubierto construido sobre ella por al-Hakam II, y evidencias de su antecesor, construido por el emir ‘Abd Allah. En cualquier caso, estimamos que, como han sostenido antes que nosotros otros investigadores (MARFIL, 2000 a y b; HIDALGO, 2002), es muy difícil en-

Fig. 247. Hipótesis de ubicación de los principales espacios de poder en el sector suroccidental de Corduba entre los siglos V y VII. © Convenio GMU-UCO.

324  Aquí esta investigadora se desdice de su opinión inicial, que también localizaba el primer complejo episcopal en Cercadilla a iniciativa del obispo Osio (cfr. SÁNCHEZ RAMOS, 2002, 337).

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contrar una respuesta satisfactoria al uso del praetorium de Cercadilla una vez operado el desplazamiento de los intereses estratégicos constantinianos hacia Oriente y el traslado del vicarius Hispaniarum a Mérida (VAQUERIZO y MURILLO, 2010), si no es mediante la vinculación del mismo a Osio, único comitente en nuestra opinión capaz a su vez de desarrollar un programa constructivo como el documentado tras el desmantelamiento del anfiteatro, dotado de una muy probable connotación martirial y que imita la arquitectura de Cercadilla en un intento de dotar a todo el suburbium de una unidad que simbolizara el triunfo de la Iglesia y el ascenso de su obispo. Por otra parte, la continuidad de las funciones de representación en el foro colonial hasta al menos los comedios del s. IV, desarrollada por los gobernadores provinciales como evidencia la epigrafía (vid. supra), y la notable extensión del complejo episcopal, perfectamente adaptado además a la trama urbana de la parte meridional de la ciudad, hacen improbable, a nuestro juicio, su configuración en un momento temprano del s. IV. Además, de aceptarse esta cronología temprana, y en este contexto, el único candidato plausible para haber promovido tan vasta área episcopal sería el mismo Osio, su trayectoria y quehacer parecen encajar más con nuestra hipótesis. En este sentido, conviene traer a colación otro argumento, y es el olvido (prácticamente una dannatio memoriae) al que el centenario obispo cordubense fue sometido en toda la Cristiandad occidental, incluida su propia diócesis (NIETO, 2003, 20 ss.), tras los confusos acontecimientos que rodearon su llamada a Mediolanum y retención por el emperador Constancio II en 356, la pérdida de sus facultades y presumible caída en la herejía arriana (a la que había combatido durante media vida), y su ulterior muerte en Sirmium, probablemente a finales de 357 (cfr. CLERQ, 1954). Indudablemente, estos acontecimientos debieron influir en la pérdida de prestigio de la sede episcopal de Osio en Cercadilla, por lo que no es descabellado plantear la hipótesis de que sus inmediatos sucesores promovieran el traslado de la misma al emplazamiento de San Vicente, tal vez ya a finales del s. IV o a inicios del s. V, en un momento aún lo suficientemente temprano como para que la trama urbana heredada de época romana no se hubiera fragmentado en exceso. Esto permitiría una implantación unitaria y extensa como la que hemos defendido en otro lugar (LEÓN MUÑOZ y MURILLO, 2009), coincidente también con la definitiva desintegración de la administración provincial romana y la configuración del obispo y de una reducida oligarquía urbana como nuevos rectores de la ciudad, en las vísperas del reparto de Hispania en 409 por suevos, alanos y vándalos, llamados por el propio emperador Honorio en el contexto de la enésima usurpación y consiguiente guerra civil (ARCE, 1982). Desde este momento, el suburbium occidental se convertirá en un espacio eminentemente martirial y funerario325, estrechamente vinculado a su mártir por antonomasia, San Acisclo, con el que se relacionan muchos de los sucesos que en él acontecen, como los de 550 o 711 (cfr. HIDALGO, 2002, 358 ss.).

El “complejo civil” tardoantiguo Al igual que se aprecia en otras ciudades hispanas, junto al complejo episcopal (centro del poder religioso) solía situarse el centro del poder político, el que nosotros hemos denominado “complejo civil” (LEÓN MUÑOZ y MURILLO, 2009). De modo similar a lo expresado en relación con el complejo episcopal, consideramos necesario superar la imagen de un conjunto palatino identificado exclusivamente con un único edificio, esto es, el “palacio visigodo”. A este respecto resulta muy ilustrativa la caracterización que realiza Olmo (1987, 352) del concepto de palacio, “al que no hay que ver ya como una mera residencia, sino como el conjunto definitorio de la estructura de poder perfectamente representada en sus aspectos político-ideológicos: existencia de la residencia real-sede administrativa, de la basílica, de la ceca y de los talleres áulicos...”.

325  Sin que podamos excluir la posible localización en él de algún conjunto monástico e, incluso, de población extramuros, como el de Secunda, denominado vicus en el contexto de la conquista islámica de 711 y posteriormente transformado en el más antiguo arrabal islámico.

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Un buen ejemplo de ello es la descripción que realiza Sidonio Apolinar, a mediados del siglo V d.C., de las dependencias del área palatina de Tolosa, compuesta por varios edificios: un gran palacio, con salas de audiencia y de recepción, un espacio para el tesoro, un espacio residencial, cuadras y hasta una capilla (GUYON, 2000, 236). Pese a la pobreza de testimonios materiales relacionados con este ámbito en Corduba, contamos con algunos indicios que apuntan en esta línea. Entre las construcciones documentadas arqueológicamente en el ángulo suroccidental podemos destacar las detectadas en la Plaza de Maimónides, interpretadas como pertenecientes a un posible edificio público (MORENO y GONZÁLEZ, 2001, 167). La tradición historiográfica ha venido situando el “palacio visigodo” en el interior del recinto amurallado, en el sector septentrional del solar ocupado posteriormente por el Alcázar islámico, a distancia de la línea de muralla meridional. La ubicación intramuros de dicho edificio resultaría de todo punto contraproducente, ya que anularía o, al menos, restaría notablemente la efectividad necesaria en el control directo de los elementos que fueron los que determinaron una de las transformaciones más sustanciales en la imagen de la Corduba tardoantigua. Por el contrario, la posición del recinto amurallado o castellum tardoantiguo al que más arriba hemos hecho referencia, conformando un espacio fortificado avanzado hacia el río por delante de la línea de muralla, respondería plenamente a este crucial factor estratégico, al permitir un directo control visual –y, llegado el caso, militar– sobre los tres elementos reseñados: el río, el puerto fluvial y el puente. De este modo, y tomando al castellum como foco original, se iría conformando una extensa área “reservada” en el ángulo suroccidental de la ciudad, separada del complejo episcopal por un kardo que se ha mantenido como calle hasta la actualidad (C/ Torrijos), y que tendría como límites meridional y occidental la muralla urbana, en tanto que su límite septentrional es el que se presenta por el momento más difuso. En su interior se ubicarían diversas residencias aristocráticas, además de áreas de almacenamiento y dependencias administrativas y fabriles (como la ceca), alcanzando su fisonomía definitiva tras la doble conquista de Corduba por Leovigildo. De este modo, la mutación de los espacios de representación y poder se habría completado ya en la segunda mitad del s. VI (MURILLO et alii, 1997). En este sector meridional, en torno a la sede episcopal, a la basílica de San Vicente y a la residencia del gobernador visigodo, se concentrarían también la mayor parte de las casas pertenecientes a las elites cordobesas. Por contraste, para la parte septentrional, la información es más precaria, con extensos sectores en estado de semiabandono y transformados en vertederos, canteras de materiales de construcción, y espacios productivos y domésticos marginales.

LA CONQUISTA ISLÁMICA Y EL INICIO DEL PROCESO DE ISLAMIZACIÓN En conjunto, entre los siglos IV y VII asistimos a un gradual proceso de transformación de la ciudad de Córdoba dentro de unos parámetros que, tanto si los analizamos desde la perspectiva de la ciudad clásica como desde la de la islámica, podrían traducir una cierta degradación e incluso crisis, pero que no son sino el reflejo de unas profundas transformaciones económicas, sociales y políticas de las que surge una ciudad diferente pero que mantiene idénticas funciones a las de su antecesora. Se ha discutido mucho sobre la “crisis” y “decadencia” de las ciudades hispanas tardoantiguas, enmarcándolas en un proceso general de ruralización que ofrecería un claro contraste con los siglos precedentes. Aunque los argumentos aducidos son en algunos casos concluyentes (cfr. LACARRA, 1971), el sentido general de esta crisis de las ciudades habría que matizarlo, encuadrándolo en el contexto general de una nueva realidad socio-económica y política, cuando no cuestionarlo de la mano de nuevos estudios que inciden en la continuidad y diversidad del “fenómeno urbano” más allá del agotamiento del modelo clásico (cfr. BARRAL, 1982; GUTIÉRREZ LLORET, 1996). De este modo, más que de crisis, cabría hablar de mutación, aparición de una ciudad diferente a la clásica dentro de un proceso que, con las peculiaridades regionales, e incluso locales conduciría, a lo largo y ancho del antiguo Imperio a la ciudad “cristianizada” (RANSBORG, 1990), preludiando un proceso

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Fig. 248. Restitución de la trama viaria de la Medina islámica a partir del “Plano de los Franceses” de 1811 (MURILLO et alii, 2009). © Convenio GMU-UCO.

histórico similar al que algunos siglos después conducirá a la madina islámica (KENNEDY, 1986; CHRISTIE LOSEBY, 1996). Desde este planteamiento, la imagen calamitosa que a menudo se ha querido inferir del episodio de la conquista de Corduba por Mugit, con el puente inutilizable y las murallas arruinadas, debe ser matizada. Sobre el puente, no cabe hacer comentarios más allá de señalar que nos encontramos ante una situación que fue frecuente a lo largo de su milenaria vida, respondiendo a una destrucción coyuntural que no sabemos con cuanta anterioridad a los hechos se había producido y que sería subsanada, entre el 719 y 721, con la reparación efectuada por el gobernador al-Samh. En cuanto a las murallas, tanto el papel desempeñado por Córdoba en los conflictos bélicos del s. VI, como la más reciente evidencia arqueológica (vid. supra), demuestran el especial cuidado que la ciudad procuró en todo momento a sus fortificaciones, y que está explícito en el propio Ajbar Machmuâ cuando se las califica de “bastante fuertes”326. A partir de la situación existente en el momento de la conquista y circunscribiéndonos al recinto amurallado heredado que acabó configurando la Medina de Qurtuba, nos encontraríamos a mitad de un proceso de transformación cuyo punto inicial sería el trazado viario de la ciudad romana augustea, y el final la situación reflejada por el primer “callejero” de que disponemos para Córdoba, el llamado “Plano de los Franceses” (1811), por cuanto, como ha demostrado Escobar (1989), las transformaciones en la red viaria de la Villa no fueron, salvo en aspectos muy puntuales, significativas en toda la etapa bajomedieval. Y puesto que tampoco entre los siglos XVI y XVIII se operan cambios importantes en este sector de la ciudad (cfr. PUCHOL, 1992; CUESTA, 1985; MARTÍN LÓPEZ, 1992), cabe extrapolar, con un aceptable nivel de verosimilitud, la situación reflejada por el Plano de los Franceses al menos para las últimas fases de la etapa islámica. De este modo se establecería una primera jerarquización del viario urbano que vendría determinada por los ejes que unían entre sí las diferentes puertas de la Medina (cfr. OCAÑA, 1935; ZANÓN, 1989). Estas calles principales que parten de las puertas aún conservan cierto recuerdo de la traza viaria romana, configurando ejes articuladores del espacio urbano desde unos extremos a otros (Fig. 248). La principal de ellas según Ibn Hawqal, la Surat alArd, unía la Bab al-Yahud con la Bab al-Qantara, pasando entre el Alcázar y la Mezquita Aljama, siguiendo en buena

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parte de su trazado el viejo kardo maximus de Colonia Patricia. Estas calles, además de constituir las principales arterias de la Medina sirvieron, tras la conquista cristiana, para vertebrar las collaciones (ESCOBAR, 1989). Por otro lado, es significativo el hecho de que tres de las mezquitas llegadas hasta nuestros días se localicen en estas calles (Fig. 249), al igual que las posteriores parroquias cristianas (MURILLO et alii, 2009b, Fig. 57). A partir de estos ejes viarios principales se dispondría un dédalo de calles secundarias destinadas tanto a unirlos entre sí como a delimitar las manzanas del caserío. De longitud y anchuras variables, muestran por lo general un trazado mucho menos rectilíneo que las calles que unían las puertas, con frecuentes cambios de dirección, estrechamientos y ensanches. De ellas parten a su vez numerosos callejones que penetran en el corazón de las manzanas con la exclusiva finalidad de articular el acceso a las unidades domésticas. Son los conocidos adarves (TORRES BALBÁS, 1947), abiertos a una calle, de la cual se podían aislar por la noche mediante una puerta, y cuya anchura se reduce con frecuencia a medida que penetran en el interior de la manzana. El Plano de los Franceses muestra que en la Medina cordobesa, los adarves fueron especialmente frecuentes en su parte meridional, en el entorno de la Mezquita Aljama, donde aún se contabilizaban más de una treintena. Es, en cambio, significativa su escasez en el sector más septentrional, precisamente en la zona donde tras la conquista cristiana se registrará una escasa población y la presencia de huertos, corrales y otros espacios no edificados hasta momentos avanzados (ESCOBAR, 1989). Esta anómala situación podría indicar unas especiales características en la ocupación de este sector, precisamente el más alejado del núcleo político-administrativo, religioso, judicial y económico asentado en la fachada meridional de la ciudad, y en cuyo origen pudo estar la confluencia del virtual despoblamiento de algunos sectores, con la presencia de viviendas de escasa calidad en otros, fenómenos observables desde la etapa tardoantigua, lo que la haría poco atractiva para el asentamiento de los primeros musulmanes llegados con Mugit, que obtendrían inicialmente casas más aptas en otros sectores más poblados. Poco después, los agitados avatares que marcaron las primeras décadas de la implantación islámica en Córdoba (LÉVI-PROVENÇAL, 1950; MANZANO, 2006), junto al desplazamiento de la mayor parte de la población cristiana extramuros de la Medina, llevarían a una posible instalación en esta zona septentrional de grupos gentilicios cuya huella podemos rastrear en la toponimia urbana, todo ello en la línea de un proceso similar al que es de sobra conocido en las primeras ciudades musulmanas, ya fueran creaciones ex novo o superposiciones sobre núcleos preexistentes327. Así se desprende de una posible interpretación de la constatación hecha por Acién y Vallejo (1998, 112) sobre el nombre de sendos personajes árabes del primer tercio del s. VIII, ‘Abd al-Yabbar b. Al Jattab y ‘Amir b. Umar al-Qurasi, que tomaron un cementerio (Maqbara ‘Amir al-Qurasi) y las dos puertas más septentrionales de los lienzos oriental y occidental de la Medina, las conocidas como Bab Ibn ‘Abd al-Yabbar y Bab ‘Amir, así como del hecho de que el barrio comprendido entre esta última puerta y la Bab al-Yahud recibiera el nombre del grupo beréber de los Banu Zayyali. Ya para un momento ulterior, del s. IX, habría que destacar también la ubicación en esta parte alta de la Medina de grandes residencias urbanas, alejadas del bullicioso entorno de la Bab alQantara y de la Mezquita Aljama, y pertenecientes a las elites cordobesas. A este respecto, debemos recordar los textos de Ibn Hayyan (VIGUERA y CORRIENTE, 1981, 21-25) en los que se mencionan los “alcázares” que ‘Abd al-Rahman III iba asignando a sus hijos a medida que alcanzaban la mayoría de edad. Aunque la inmensa mayoría de estas residencias son imposibles de localizar, al referirse a la de Abu l-Walid ‘Abdalyabbar, Ibn Mas’ud (la fuente de Ibn Hayyan) señala que se encontraba

327  La fuerte impregnación tribal de las primeras ciudades musulmanas ha sido destacada por numerosos investigadores, sirviendo a Garcin (1991) para definir el primer estadio en su análisis de la evolución urbana del mundo musulmán, dentro de lo que este investigador denomina “ciudad gentilicia”. Este esquema ha sido con posterioridad aplicado por Guichard a las ciudades de al-Andalus, que en su opinión presentarían un aspecto altamente tribalizado durante el s. VIII, lo que no dejaría de tener incidencia sobre su estructuración inicial (GUICHARD, 1998, 41).

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junto a la Bab ‘Amir y que había sido construida por el emir ‘Abd al-Rahman II para su primogénito Sulayman. Por otro lado, en los Anales Palatinos de al-Hakam II (cfr. GARCÍA GÓMEZ, 1967) encontramos frecuentes referencias a casas de la Medina adquiridas por el califa y destinadas a alojar a distinguidos visitantes o a rehenes de alto rango. Así, las denominadas casas de ‘Umar Ibn Ganim, la de Ibn Umayya, la de Muhammad ibn Walid ibn Ganim, la de los banu Ganim o la de los banu Hasim. De este modo, hallamos la confirmación de la existencia, también en este sector, de residencias palaciegas vinculadas tanto a la propia familia del emir y construidas desde al menos el segundo cuarto del s. IX, como a altos dignatarios. Por tanto, podríamos definir un proceso inicial de ocupación y transformación del espacio urbano caracterizado por la apropiación de casas preexistentes por parte de los conquistadores musulmanes de acuerdo con las condiciones de los correspondientes pactos o por simple derecho de conquista328, iniciándose una etapa de readaptación que posiblemente no desembocaría en nuevas edificaciones hasta al menos la segunda mitad del s. VIII329. En todo este proceso se advierten signos de una posible incidencia del factor tribal330 en relación con la configuración de determinados sectores de la ciudad, aun cuando todo parece apuntar a que ésta fue efímera y muy limitada, sin que en ningún caso supusiera una aparente segregación entre elementos árabes y bereberes, tal vez por lo que parece escasa incidencia de este último grupo en Qurtuba. Tras la etapa de los gobernadores dependientes del califa, caracterizada por la ausencia de un programa urbanístico y de directrices claras en la articulación de la ciudad y de su territorio, un cambio sustancial en la configuración de la nueva ciudad musulmana vendrá marcado por el acceso al poder, en 756, de ‘Abd al-Rahman I, quien dejará de un modo indeleble su impronta sobre el futuro de Qurtuba mediante un programa que, como han subrayado Acién y Vallejo (1998, 113), se desarrollará sobre una triple vertiente: creación de la infraestructura básica del Estado, fundación de la Mezquita Aljama y articulación del espacio periurbano. Con el inicio de la construcción de la Mezquita Aljama en el 786331 y la reconstrucción, un año antes, del Alcázar332, el emir dará a Qurtuba una imagen urbana que ya será una característica de su ulterior evolución, configurándose un conjunto “central” en el que, de acuerdo con la explicitación

328  Junto a los conocidos casos de apropiación por parte de Mugit del Balat Mugit y de al-Hurr del Balat Rudriq (identificado por Acién y Vallejo [1998, 110, nota 23] con el Alcázar) y, probablemente, del Balat al-Hurr, encontramos el reparto, en un momento muy temprano, de propiedades entre los conquistadores (¿tal vez algunos de los 400 notables de Ifriqiya que acompañaron a al-Hurr?) en Sabular (MOLINA, 1989, 65-66). 329  Esta afirmación, fundamentada en el argumento ex silentio de la falta de hallazgos arqueológicos, tal vez habría que matizarla a tenor de la indicación del Ajbar Machmuâ (p. 90 de la traducción de Lafuente) y del Fath al-Andalus (p. 23 del texto árabe, traducido por Arjona, 1982, 16) sobre un Balat al-Hurr, situado al Este de la ciudad y que recibió su nombre del gobernador al-Hurr (716-719). Aun cuando tanto Arjona (1982, 16) como Acién y Vallejo (1998, 111) admiten que habría sido construido por este personaje, lo cierto es que ninguno de los textos mencionados expresa implícitamente tal circunstancia, por lo que podríamos encontrarnos ante una edificación preexistente que, al igual que Balat Mugit, recibiera el nombre de su nuevo dueño. Esta posibilidad tiene mejor acomodo en el contexto general de estos primeros años de presencia islámica en Córdoba, pues si es cierto que la instalación de la capital en Córdoba por el mismo al-Hurr podría haber propiciado una obra de este tipo, no lo es menos que no sería hasta el gobierno de su inmediato sucesor, al-Samh, cuando se acometieron las muy necesarias y hasta entonces pendientes obras de reconstrucción del puente, para lo que debió emplear, según testimonio de Ibn al-Qutiyya, piedra obtenida de la propia muralla de la ciudad, al no estar entonces en explotación ninguna cantera (Historia de la conquista de España, traducido por J. Ribera, Madrid, 1926, 178). 330  Indudablemente, más que de “tribal” en el sentido de la división en tribus constitutiva del ejército, habría que hablar de “gentilicio” como resultado de la segmentación de la vieja estructura tribal en grandes familias y sus clientes, de acuerdo con el proceso ya documentado un siglo antes en Damasco (cfr. GARCIN, 1991, 293). 331  Sobre la Mezquita Aljama siguen siendo fundamentales los trabajos de Ocaña (1942 y 1979), complementados por los resultados de las nuevas excavaciones de Marfil (1999 y 2000 a y b). 332  A falta de evidencias arqueológicas directas sobre el Alcázar, una de las principales tareas pendientes de la investigación arqueológica cordobesa, siguen siendo imprescindibles los análisis de Torres Balbás (1957a, 590-594) y García Cómez (1965), complementados por la reciente revisión de Montejo, Garriguet y Zamorano (1999).

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Fig. 249. Topografía urbana de Qurtuba a mediados del s. IX. © Convenio GMU-UCO.

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ideológica vigente en esos momentos, política y religión se encarnan en la figura del emir. En paralelo, los incipientes aparatos del Estado (formalizados en este momento en la Casa de Correos y en la Ceca) y el papel reservado a la Oración del Viernes en la Mezquita Aljama servirán de contrapunto, como factores de integración, a la patente segmentación urbana. En la articulación de ese espacio periurbano (Fig. 249), sobre el que como veremos se desarrolló la labor islamizadora prioritaria de los emires omeyas, jugaron un papel primordial, junto a almunias y cementerios, los arrabales, áreas extramuros especialmente destinadas al uso residencial y doméstico. En estos últimos habitaría inicialmente población mozárabe333 y con posterioridad la creciente masa de musulmanes de la ciudad. Ibn Baskuwal e Ibn al-Jatib, que nos han transmitido una lista de veintiún arrabales de la capital de al-Andalus anteriores a la desintegración del Califato, sitúan nueve arrabales en el sector occidental, tres en el septentrional, siete en el oriental y dos en el meridional (cfr. CASTEJÓN, 1929; LÉVI-PROVENÇAL, 1957; CASTELLÓ, 1976; ZANÓN, 1989). El más antiguo fue el cementerio y arrabal de Saqunda, localizado al otro lado del río, en el interior de un meandro. El cementerio y una musalla anexa fueron acondicionados por el gobernador al-Samh en 720, en tanto que el arrabal, probablemente constituido con posterioridad al 747-748 y con anterioridad al 756334, habría experimentado un notable desarrollo tras la reconstrucción del puente por Hisam I (788-796) y la edificación de una almunia en sus proximidades335, todo ello antes de que, en el 818, el denominado motín del arrabal desencadenara su destrucción a manos de las tropas del emir al-Hakam I, con numerosas muertes, deportación de sus habitantes y la célebre prohibición de que en el futuro volviera a ser poblado. Las recientes excavaciones de la Gerencia Municipal de Urbanismo han permitido documentar más de 8.000 m2 de un arrabal que apenas contó con seis décadas de vida (Fig. 250). Dentro de una notable homogeneidad edilicia y de una perduración del parcelario y de los ejes viarios más allá de las periódicas reconstrucciones motivadas por las avenidas del río336, han podido diferenciarse hasta cuatro fases constructivas337. De ellas, la primera y la segunda no se documentan en la totalidad de la superficie excavada, correspondiendo a la fundación y a una primera reconstrucción del sector de arrabal excavado, tras una inundación fechable en un momento impreciso de la segunda mitad del s. VIII. La tercera está definida por una nueva reconstrucción, posiblemente tras la gran avenida del

333  Este tránsito, paralelo al proceso de islamización desde un núcleo suburbano habitado por población cristiana a otro de población musulmana ha podido ser recientemente comprobado mediante las excavaciones realizadas en el solar de la antigua Residencia Noreña. Sobre un arrabal y un cementerio anexo, de rito mozárabe, que estaban en uso durante el s. IX, se desarrollará, desde el tránsito del s. IX al s. X, un arrabal islámico que alcanzará su máximo desarrollo en época califal, provocando la amortización de la necrópolis (cfr. MURILLO, 2009). Un proceso similar ha sido constatado en una excavación efectuada en la Ronda del Marrubial, frente al lienzo nororiental de la muralla de la Axerquía (vid. supra). Sobre una necrópolis romana y tardoantigua situada junto a una villa romana se desarrollará un cementerio mozárabe y un pequeño arrabal que se mantendría en uso al menos hasta comienzos del s. XI. En una de las losas del pavimento del andén de una casa se encontró una cruz grabada, lo que podría hacer pensar que nos encontramos ante un núcleo de población cristiana que, significativamente, quedó excluido de la fortificación de los arrabales orientales que darían forma a la Axerquía durante la fitna de comienzos del s. XI. 334  Tal propuesta cronológica se basa en su mención como qarya en 711, a propósito de la toma de Córdoba por Mugit, y en 747-748, a propósito de la batalla de Saqunda, lo que estaría indicando su poblamiento cristiano, continuidad del suburbium ya constatado desde al menos el s. V-VI. Sin embargo, poco después, en 756, ya cuenta con un grupo de población musulmana a tenor de la mención por al-Qutiyya (Ifitah, 22) del saqueo de la casa de un tal Sumayl. 335  Situada al otro lado del río, frente al Qasr al-Umara, esta almunia, cuya zona residencial recibía el significativo título de Dar al-Mulk, constituyó una especie de anexo del propio Alcázar, sirviendo de residencia a varios príncipes herederos antes de su ascenso al trono. 336  Perfectamente constatables en los depósitos de inundación que separan las distintas fases de ocupación del arrabal. 337  La ingente documentación arqueológica obtenida a lo largo de las tres campañas de excavación intensiva desarrolladas en Saqunda están siendo objeto de publicaciones parciales: (CASAL, 2008; CASAL, MARTÍN y CASTRO, 2008; CASAL, MARTÍNEZ y ARAQUE, 2010; CASAL et alii, 2006a).

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798-799 (Bayan II, 70) y marca la máxima extensión del arrabal antes de su definitiva destrucción y abandono en 818, distinguiéndose aún una cuarta fase consistente en diversas reformas y adaptaciones observables en varios de los espacios de la fase anterior. En la ordenación de este sector del arrabal, que posiblemente no se corresponda con el núcleo más antiguo del mismo, destacan un conjunto de calles, con una anchura comprendida entre los 3 y los 6 m, que en dos puntos se ensanchan en una especie de plazas en las que se disponen sendos pozos de agua, los únicos documentados en todo el sector excavado. Estas calles, que carecen de cualquier sistema de recogida de aguas residuales, mantuvieron su traza con independencia de las periódicas destrucciones y reconstrucciones del arrabal. No presentan una orientación uniforme y delimitan grandes manzanas a cuyo interior se accede a través de una serie de adarves transversales (CASAL, 2008). Si la destrucción de Saqunda truncó la formación de lo que parecía configurarse como el principal arrabal de Qurtuba, otros focos incipientes de suburbios tomaron el relevo convirtiéndose durante todo el siglo IX en receptores del incremento demográfico de la ciudad y en claros exponentes de su proceso de islamización. Al Este de la Medina se conocen seis arrabales, situados a lo largo del trazado de las antiguas vías romanas que penetraban en la ciudad por la Bab Rumiyya y la Bab al-Hadid. El de Sabular, uno de los más antiguos de este sector, se extendía desde la Bab al-Hadid a lo largo de un antiguo camino en uso desde época romana y flanqueado por una necrópolis romana, tardoantigua y mozárabe. Este cementerio ha sido documentado frente a la propia puerta, en los alrededores de la posterior parroquia de San Pedro (MARCOS, VICENT y COSTA, 1977; MARFIL, 2000a, 135), donde se tiende a situar la basílica de los Tres Monografías de Arqueología Cordobesa 19 (Vol. II)  Córdoba 2010  isbn 978-84-932591-8-1

Fig. 250. Fotografía aérea del arrabal de Saqunda. © Convenio GMU-UCO.

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Santos, y en las proximidades de la mezquita sobre la que tras la conquista cristiana se alzaría la parroquia de San Nicolás de la Axerquía (CASAL et alii, 2006). Otra mezquita de este arrabal, la del ‘Amir Hisam (cfr. HERNÁNDEZ, 1975; OCAÑA, 1979; ACIÉN y VALLEJO, 1998, 115), posiblemente identificable con aquella cuyo alminar se conservó en la posterior iglesia de Santiago (a 700 m de la Bab al-Hadid), muestra la notable extensión del rabad Sabular ya en la primera mitad del s. IX, articulado por una calle principal (al-Zaqaq al-Kabir) que no era sino la formalización suburbana del ya citado camino romano338. Este arrabal, ya documentado desde momentos muy tempranos, se conformaría de un modo paralelo al de Saqunda, beneficiándose de la destrucción y abandono de aquél y de su proximidad y accesibilidad a la parte meridional de la Medina. El resto de arrabales que las fuentes sitúan en la zona oriental posiblemente tuvieron un origen y desarrollo ligeramente más tardío, paralelo al que a continuación veremos en el sector septentrional y occidental. Para el arrabal del Horno de Borrel (Furn Burril), carecemos de cualquier indicación que pueda orientar sobre su ubicación. Tan sólo contamos con la noticia, transmitida por ‘Isa Razi, de que al-Hakam II lo atravesó para coger una estrecha calle, que ordenó ensanchar, situada al Norte del foso (GARCÍA GÓMEZ, 1965, 353). Es probable que el foso a que se hace referencia en este texto fuese el cauce de uno de los arroyos que atravesaban la Axerquía. El nombre cristiano (Burril) del arrabal vuelve a ponernos en la pista del origen mozárabe de estos barrios. En cuanto al de al-Bury (La Torre), se han propuesto dos localizaciones. La primera se debe a Castejón (1929, 291-292), quien lo identifica con el vico Turris mencionado en el Calendario de Recemundo, y en el que se ubicaba el sepulcro de los Tres Santos. Por su parte, Lévi-Provençal (1957, 241) y Torres Balbás (1957b, 165) lo sitúan a lo largo del trazado de la antigua via Augusta, muy probablemente en las inmediaciones de la Bab ‘Abbas (conocida como Puerta de Plasencia desde el s. XIV), al exterior de la cual se ubicaba el cementerio de Ibn Abbas, también denominado Maqbara al-Bury. Creemos que las dos localizaciones no son excluyentes, pues en ambos casos sitúan este arrabal en relación con dos hitos extremos: a Poniente, la Iglesia de los Tres Santos, cuya ubicación donde la posterior Parroquia de San Pedro parece aceptable (vid. supra), y a Levante el cementerio de Ibn Abbas o de al-Bury, localizable entre el Cuartel de Lepanto y el Cerro de la Golondrina. En consecuencia, el arrabal ocuparía la parte nororiental de la posterior collación de San Pedro y la meridional de La Magdalena, al Sur de la via Augusta y al Norte de la actual calle Alfonso XII. Respecto a los arrabales de Munyat ‘Abd Allah y Munyat al-Mugira, su localización está ligada a la de las almunias junto a las que se formaron. Lévi-Provençal (1957, 241) se inclinó, siguiendo a Castejón (1929), por localizarlas respectivamente en las huertas de los posteriores conventos de San Pablo y de San Agustín. La primera identificación es plausible, ubicándose la Munyat ‘Abd Allah frente a la Bab Ibn ‘Abd al-Yabbar, sobre el emplazamiento de un circo romano que formaba parte del complejo del foro provincial de Colonia Patricia (MURILLO et alii, 2001a; MURILLO et alii, 2003a)339, en tanto que para la Munyat al-Mugira está documentada la existencia de una masyid al-Mugira en el emplazamiento de la Iglesia de San Lorenzo (OCAÑA, 1963), al Sureste del antiguo Convento de San Agustín, por lo que es factible la ubicación del arrabal, de la almunia y de la mezquita en este sector próximo a la via Augusta340. 338  Acién y Vallejo (1998, 115) ven en la fundación de esta mezquita la introducción de un elemento de islamización en un sector extramuros donde un temprano poblamiento islámico coexistía con la proximidad de la basílica cristiana de los Tres Mártires y una mayoría de vecinos mozárabes asentados en el vico Turris. 339  Las excavaciones realizadas por la Gerencia Municipal de Urbanismo en el Huerto de Orive (MURILLO et alii, 1995; RUIZ LARA et alii, 2006), en el Callejón del Galápago (MORENO ALMENARA et alii, 2003) y en la C/ Capitulares (MURILLO et alii, 2009b) demuestran una escasa ocupación en época omeya, no procediéndose a la urbanización de la zona hasta la etapa almohade. La significativa ausencia de edificaciones domésticas en una zona tan próxima a una de las puertas de la Medina y adyacente a la antigua via Augusta, unida a la presencia de vertederos y muladares emirales y califales abundan en la probable identificación de la manzana de San Pablo con la citada Munyat ‘Abd Allah. 340  Recientes excavaciones de E. Ruiz en la C/ Abéjar, a escasos 250 m al Suroeste de la iglesia de San Lorenzo, han exhumado parte de un patio de enormes dimensiones que podría corresponder a dependencias de la almunia de al-Mugira.

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El anfiteatro romano de Córdoba y su entorno urbano. Análisis arqueológico (ss. I-XIII d.C.)

La etapa tardoantigua: nuevo paisaje suburbano

Estas almunias, junto a otras pertenecientes a las élites cordobesas se entremezclaban con las zonas urbanizadas de los arrabales para configurar un típico paisaje que será característico tanto de Qurtuba como de otras grandes ciudades islámicas (GARCÍA GÓMEZ, 1965; TORRES BALBÁS, 1985). Paisaje que sobrepasaba la Sarqiyya para extenderse al Norte (al-Yanib al-Yawfi) y al Oeste (al-Yanib al-Garbi) de la Medina. Aquí los núcleos más tempranos se articulan igualmente en función de elementos suburbanos especialmente significativos desde época tardoantigua. Así, en las proximidades de la munyat alRusafa341, fundada por ‘Abd al-Rahman I en el tercer cuarto del s. VIII, se constituiría, al menos desde el s. IX, la Maqbara al-Rusafa o Maqbara Furanik342 (TORRES BALBÁS, 1957b, 165; CASAL, 2003, 58-59) y el rabad al-Rusafa. Tanto del arrabal como del cementerio se han documentado vestigios en las últimas excavaciones arqueológicas realizadas en su sector oriental (cfr. MORENA, 1994), siendo especialmente reseñable la reutilización en algunas sepulturas de materiales de construcción tardoantiguos y visigodos, y especialmente en el occidental (vid. infra). Este sector, a caballo entre el glacis de la Sierra y la terraza cuaternaria, fue especialmente apreciado por la aristocracia cordobesa para fijar sus residencias de recreo. Así, el ejemplo del “emigrado” con su al-Rusafa fue seguido por una larga nómina de destacados personajes que, como Muhammad Ibn ‘Abi Amir343 en su etapa al servicio de al-Hakam II, eligieron este arrabal para fijar su residencia. La proliferación de palacios y almunias dieron un peculiar aspecto a este extenso suburbio en el que

341  Sobre al-Rusafa, cfr.: MARÍN, 2001; ARJONA et alii, 2000; ARJONA, 2001 y, especialmente, MURILLO, 2009. Debemos señalar que no compartimos la propuesta de Arjona de identificar la almunia de ‘Abd al-Rahman I con el yacimiento arqueológico de Turruñuelos. Al contrario, estimamos, en coincidencia con la mayor parte de los autores que han tratado la cuestión (v. gr. CASTEJÓN, 1929, 294), que su ubicación debe buscarse en la zona actualmente conocida como El Tablero y, más concretamente en el emplazamiento del antiguo Convento de San Francisco de la Arruzafa, que en 1835 fue desamortizado y dividido en varias propiedades. Esta zona está plagada de vestigios arqueológicos, entre los que destacan numerosas albercas y un acueducto que aún conduce sus aguas a la Huerta del Tablero, junto al Parador de Turismo. Por último, y como argumento decisivo a la hora de fijar su localización, debemos reseñar el reciente hallazgo, con motivo de las obras de construcción de una rotonda de conexión de la Ronda Oeste con la Avenida de la Arruzafilla y con la prolongación de la C/ Barón de Fuentequintos, de un gran muro con contrafuertes en su paramento oriental, construido con una particular técnica en la que se alterna la sillería con cajas de mampostería. Muestra una orientación Norte-Sur y se documentó en una longitud de varias decenas de metros. Aunque, por desgracia, desconocemos las circunstancias precisas del hallazgo y si fue objeto de una excavación formal, no nos cabe la menor duda de que una estructura de estas características sólo puede ponerse en relación con la tapia de cierre de una almunia, que en esta zona sólo puede ser la de al-Rusafa, como acreditan los recientes hallazgos del Plan Parcial O-1 estudiados y contextualizados por Murillo (2009) (vid. infra). 342  Las excavaciones realizadas bajo la dirección de M. Asensi en el Plan Parcial MA-1.2 han permitido documentar un sector de arrabal y de cementerio localizados inmediatamente al Sur del emplazamiento de al-Rusafa (cfr. RODERO y ASENSI, 2006; RODERO y MOLINA, 2006). De acuerdo con estos datos tal vez cabría plantear la necesidad de diferenciar ambos cementerios, hasta ahora considerados como dos denominaciones de una misma maqbara, e interpretarlos como dos áreas de deposición diferenciadas, aunque vinculados a un mismo arrabal y con una significación cronológica. Así, las tumbas excavadas desde la Glorieta de Trassierra hasta el Centro Comercial La Sierra pueden identificarse con el cementerio de al-Rusafa sensu stricto, pues muestran una cronología más antigua y una mayor proximidad a la zona nuclear en la que se situaba la almunia que le da nombre. Por el contrario, los enterramientos documentados en la excavación efectuada en la manzana de equipamiento deportivo junto a la C/ Teruel y Avenida del Brillante (cfr. CÁNOVAS, MURILLO y DORTEZ, (2008): Informe preliminar de resultados de la 1.ª Fase de la A.A. Pre. en la manzana M-A, Poligono 1 del P.P. MA-1, Córdoba), vienen a corroborar la existencia de otro sector cementerial ya documentado durante los seguimientos arqueológicos realizados en los años 1993-94 motivados por la urbanización y construcción de los viales del Plan Parcial MA-1, concretamente a lo largo de las calles Teruel y Tarrasa. En ella se hallaron 185 sepulturas todas ellas de similares características, con cubierta de tejas y orientación Noreste-Suroeste. Junto a estas tumbas se localizó un edificio identificado con una almunia y del cual quedaban separadas por una tapia tanto la necrópolis como el arrabal anexo. Dicha necrópolis podría identificarse con la denominada por las fuentes escritas como maqbara Furanik o maqbara al-Qibla, ambas localizadas al Este de al-Rusafa y desarrolladas en un momento avanzado, ya del s. X, junto a un sector previamente ocupado por una necrópolis tardoantigua y un posible centro de culto cristiano, surgidos a partir del s. IV en la vecindad de una villa romana. 343  De “incomparable magnificencia” es calificado el palacio construido por el futuro dictador en al-Rusafa, en el cual vivía con un lujo “fastuoso y casi regio” (cfr. DOZY, 1988, vol. III, 109).

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áreas de deposición funeraria y casas concentradas a lo largo de los caminos alternaban con extensos jardines y huertos regados por numerosos pozos y por las aguas de los arroyos que bajaban de la Sierra, en algunos casos canalizados al atravesar estas propiedades344. Al Sureste del rabad al-Rusafa, en la zona de Cercadilla, se configuraría otro arrabal, posiblemente mozárabe, en torno a una basílica cristiana (FUERTES y GONZÁLEZ, 1994 a y b; FUERTES, 1995 y 1997; HIDALGO y FUERTES, 2001; CASTRO, 2005). Al Este de los dos anteriores tenemos constancia de otro arrabal de origen mozárabe, el de Qut Rasah, también conocido como rabad Masyid Umm Salama345, de ubicación imprecisa aunque debía ser frontero con el extenso cementerio de Umm Salama (TORRES BALBÁS, 1957b; CASAL, 2003, 54-57), fundado por una esposa de Muhammad I y ampliado por al-Hakam II (GARCÍA GÓMEZ, 1967, 115), y que sabemos se ubicaba frente a la Bab al-Yahud. Esta última puerta dio igualmente nombre a un arrabal, el rabad Bab al-Yahud, situado inmediatamente al exterior de la misma y que debía extenderse en los terrenos comprendidos entre ésta y el cauce del Arroyo del Moro, frente al lienzo septentrional de la Medina346. Casas de este arrabal han sido excavadas en varios solares al Norte de la Ronda de los Tejares, siendo probable que pertenezcan a él las exhumadas con motivo del soterramiento del Ferrocarril, entre

344  Tal es el caso del arroyo que atravesaba una almunia califal excavada por E. Ruiz en la C/ Santa Rosa esquina con Almogávares (RUIZ NIETO, 2001), canalizado mediante dos muros paralelos de sillería y atravesado por pasarelas con tablero plano de sillería soportado por pilastras que disponían de una cimentación corrida en el mismo lecho del arroyo. A una solución similar respondería un muro de sillería localizado en una excavación realizada en la Avenida del Tenor Pedro Lavirgen (MURILLO, 1999), que delimitaba una de las márgenes de un arroyo y al que se adosó una gran alberca y, presumiblemente, una noria a juzgar por los canjilones recuperados. Un tercer caso, también fechable en época califal, fue documentado en el curso de las excavaciones realizadas por la Gerencia Municipal de Urbanismo en la Glorieta de Ibn Zaydun. 345  Tumbas supuestamente mozárabes han sido identificadas en las excavaciones realizadas junto a la Avenida Fuente de la Salud, las cuales, de confirmarse su vinculación con la población dimmi, podrían identificar el citado cementerio mozárabe (vid. infra), al Sur del que se desarrollaría la gran maqbara Umm Salama, con un núcleo inicial en torno a la masyid homónima y un desarrollo posterior que le confirió ser una de las más extensas de Qurtuba. A los enterramientos ya conocidos de la Plaza de Colon n.º 8 e interpretados como parte de esta necrópolis (BOTELLA, 1995) hay que sumarles las tumbas documentadas en la excavación realizada en la C/ Pintor Monserrat y en la C/ Pintor Torrado (BOTELLA, MORENA y MARTÍNEZ, 2005, 47). 346  La fundación de este cementerio al Norte de la Medina romperá con la que hasta ‘Abd al-Rahman II había sido área prioritaria de crecimiento de Qurtuba, en el Yanib al-Garbi. Acién y Vallejo (1998, 119) interpretan esta circunstancia como un deseo de Muhammad I de garantizar el poblamiento de este sector tras la fundación por su padre de la Dar al-Tiraz. Coincidimos parcialmente con esta opinión, pues aunque la localización del Tiraz en la zona extramuros de la Bab al Yahud nos parece la opción más plausible, consideramos igualmente importante el estímulo que suponía el desarrollo en esta zona de otras actividades industriales y artesanales, algunas de ellas como las alfareras de más raigambre y de mayor perduración, como demuestran los cada vez más numerosos hornos y vertederos documentados en la zona del Plan Parcial Renfe y Ollerías. Sin embargo, discrepamos totalmente de la identificación que Marfil (1996, 34 y 2000a, 122) establece entre éste y “un edificio islámico de grandes dimensiones, a todas luces de carácter público y que ha vuelto a ser excavado en 1998”. Este edificio fue objeto de una mínima excavación realizada bajo la dirección de A. Ibáñez en 1991 y nunca publicada, siendo excavado por nosotros mismos en extensión entre 1997 y 1998 (cfr. VENTURA et alii, 2003; MURILLO et alii, 2003c). De acuerdo con nuestro propio análisis directo, tanto del edificio como del contexto urbano y de la secuencia diacrónica completa de la ocupación de este sector de la ciudad (cfr. MURILLO et alii, 2003c, 365-369), debemos manifestar que en todo el sector intervenido, con una extensión de casi dos hectáreas, existe un vacío ocupacional entre la fase representada por una necrópolis en uso desde el s. III al VII (cfr. SÁNCHEZ RAMOS, 2003) y la construcción del gran edificio califal hacia mediados del s. X. Esto es, se manifiesta un desfase de más de un siglo respecto al momento de construcción de la Dar al-Tiraz por parte de ‘Abd al-Rahman II. No existe la más mínima evidencia sobre actividades industriales o productivas desarrolladas en este ámbito, faltando un circuito complejo de abastecimiento de agua y de evacuación de residuos del tipo del que cabría esperar en unas instalaciones como las del Tiraz. Por el contrario, todas las evidencias apuntan a considerarle una funcionalidad claramente residencial, formando parte de una propiedad más amplia, del tipo genéricamente denominado “almunia”, que incluía una imponente dar junto a huertas y jardines situados inmediatamente al Norte. En una segunda fase, ya en las últimas décadas del s. X, esta gran propiedad periurbana quedaría parcialmente englobada por el desarrollo de un arrabal. Esta suntuosa dar ha sido objeto de un análisis arquitectónico por parte de Arnold (2010), sobre la base del análisis interpretativo y cronológico efectuado previamente por nosotros (MURILLO et alii, 2003c).

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El Pretorio y Las Margaritas. Una parte de este arrabal fue reocupada en época almohade (VENTURA et alii, 2003; MURILLO et alii, 2003b), momento en el que contamos con referencias a un barrio situado en torno a la mezquita de Kawtar (cfr. ZANÓN, 1989, 35), frente a la Bab al-Yahud (vid. infra). En el Yanib al-Garbi, frente a la Bab ‘Amir, se configuró desde el s. VIII un importante cementerio, fundado por un tal ‘Amir b. ‘Umar al-Qurasi, que ha sido parcialmente excavado en el Paseo de la Victoria (MURILLO et alii, 1999b). En sus inmediaciones se perfilarán también varios núcleos residenciales, al exterior de la Puerta de Almodóvar y más allá, en los terrenos de la antigua Facultad de Veterinaria, donde con anterioridad se había emplazado el anfiteatro romano (MURILLO et alii, 2009a). Más al Suroeste, y en un amplio sector que va desde la Bab al-Chawz a la Bab Ishbiliya y hasta los pies de la colina en que se ubicó la ciudad prerromana, está documentada una importante necrópolis tardoantigua. En este sector, situado a escasa distancia frente al Alcázar, en una posición privilegiada respecto a la ciudad y al río, las excavaciones realizadas tanto en la parte superior de la colina como en la ladera meridional y en las inmediaciones occidentales (MURILLO, 1995; RUIZ, MURILLO y MORENO, 2001; RUIZ et alii, 2010) han puesto de manifiesto la existencia de una ocupación temprana de época emiral, que podría estar relacionada con un arrabal conformado alrededor de un palacio o almunia situado en la ladera meridional de la colina y en la llanura ocupada actualmente por el Zoológico Municipal (vid. infra). La primera ocupación constatada se retrotrae a época romana, con una villa en funcionamiento desde el s. III y con una importante necrópolis en uso desde época augustea hasta época tardoantigua347. Con posterioridad, y ya de época islámica, se documentan grandes estructuras hidráulicas y construcciones de sillería con amplios patios pavimentados con lajas de piedra.

‘ABD AL-RAHMAN II Y LA CONSOLIDACIÓN DE LA IMAGEN URBANA DE MADINAT QURTUBA La identificación de estas construcciones es complicada,348 aunque volvemos a encontrarnos con la ya observada continuidad que se aprecia entre época tardoantigua y emiral temprana en la configuración de estos primeros arrabales de Qurtuba. En efecto, tanto para el rabad al-Rusafa como para los arbad de Cercadilla, Balat Mugit, Saqunda, al-Bury y Sabular, encontramos como origen, a lo largo del s. VIII, una gran propiedad, ya sea munyat o balat, un antiguo vicus o un centro de culto cristiano. En una segunda etapa, ya a lo largo de la primera mitad del s. IX, a estos primitivos focos que actuaron como catalizadores para la aparición de arrabales, inicialmente de población mozárabe y después musulmana, debemos añadir la fundación de mezquitas, cementerios, baños y centros asistenciales por parte de personajes vinculados a la familia omeya reinante y a la aristocracia árabe. Todos ellos tienen en común la invariable localización en el amplio sector que se extiende a Poniente de la Medina349.

347  De acuerdo con las excavaciones realizadas por la Gerencia Municipal de Urbanismo en 1996 junto a la C/ Pintor Espinosa (RUIZ, MURILLO y MORENO, 2001) y en 2003 en la Avenida del Corregidor (VARGAS, 2006). 348  La existencia de construcciones de entidad, así como la configuración en sus alrededores de un arrabal desde época emiral temprana nos llevó (MURILLO et alii, 1999b, 135) a plantear la hipótesis de situar en esta zona el Balat Mugit, es decir el palacio que el liberto Mugit recibió del gobernador Musa ben Nusayr en recompensa por los servicios prestados (cfr. CASTEJÓN, 1929, 297; LÉVI-PROVENÇAL, 1957, 242; CHALMETA, 1994, 188 y 197) y que, por Ibn Baskuwal, sabemos dio nombre a uno de los arrabales occidentales y a un cementerio (CASAL, 2003, 53-54) en uso ya desde época de al-Hakam I, según el testimonio de al-Jusani (1914, 74). Pinilla (1997, 206) cita también la atribución, hecha por Ibn al-Faradi, de la fundación por el alfaquí Hatim al-Zuhri, muerto hacia mediados del s. IX, de la “mezquita que se alzaba junto a la maqbara Balat Mugit sobre las casas colindantes.” Situado frente al Alcázar y a caballo sobre los dos principales caminos que llegaban al sector suroccidental de la Medina, el rabad Balat Mugit articuló el primer núcleo de población en este amplio sector extramuros. 349  A excepción, tal vez, de la Maqbara Mu’ammara (LÉVI-PROVENÇAL, 1950, 171; PINILLA, 1997, 212; CASAL, 2003, 64), cuya localización, siquiera aproximada, es imposible de precisar dada la parquedad de las fuentes.

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La nómina se inicia con la mezquita y cementerio de Mut’a350, y con la mezquita351 de ‘Ayab, esposas ambas de al-Hakam I. También a ‘Ayab atribuyen las fuentes la construcción de una almunia que llevó su nombre y que fue constituida como waqf destinado al mantenimiento de la leprosería (rabad al-Marda) existente en sus inmediaciones352. Ya en el reinado de ‘Abd al-Rahman II se construyen el cementerio y mezquita de Mu’ammara, y las mezquitas de Tarub, al-Sifa’ y Fajr esposas todas ellas del emir, a las que hay que añadir la masyid Masrur, edificada a instancias de este alto personaje de la Corte. Esta intensa actividad edilicia y asistencial vinculada al círculo más próximo al emir no es en absoluto casual, estando en relación directa con la profunda reorganización del Estado, de inspiración abbasí, afrontada por ‘Abd al-Rahman II (cfr. LÉVI-PROVENÇAL, 1950, 163 ss.) y con lo que Acién y Vallejo (1998, 117) han caracterizado como “afianzamiento del papel aglutinante de Córdoba como capital y (...) lugar de recepción de migraciones de corto radio con el consiguiente aumento demográfico”. En esa llegada a Córdoba de población procedente de un hinterland más o menos próximo, tuvo una singular incidencia, dentro de un proceso interrelacionado, tanto la desarticulación de la aristocracia mozárabe como la creciente conversión al Islam por parte de amplios sectores mozárabes, lo que a su vez generaría tanto la necesidad de desarrollar una nítida política de islamización por parte del emir, como la consiguiente reacción de las elites cristianas, plasmada en el movimiento de los mártires cordobeses y en las revueltas que caracterizarán el final de siglo (cfr. ACIÉN, 1994). Junto a las actuaciones ya reseñadas, la activa política edilicia del ‘Abd al-Rahman II se tradujo en tres frentes principales. En primer lugar, la mejora de las infraestructuras, de la que fue estandarte la reparación del malecón o rasif en el año 827, obra absolutamente necesaria como complemento de la reparación en profundidad del puente acometida varias décadas antes por su abuelo Hisam I353 y que, en palabras de Ibn Hayyan, tenía la función de prevenir “los embates de las inundaciones, colocando este malecón contra sus crecidas, mediante una perfecta disposición que trataba las piedras asentadas con mortero, y allanando encima el camino que quedó expedito a los viandantes y convertido en defensa contra las avenidas del río”354. La realidad arqueológica de este rasif ha podido ser contrastada recientemente con las excavaciones que la Gerencia Municipal de Urbanismo ha en la denominada Muralla de la Huerta del Alcázar, corroborando plenamente la descripción de Ibn Hayyan (MURILLO et alii, 2010).

350  Acién y Vallejo (1998, 116 y nota 56) sugieren la identificación de esta maqbara con la localizada en las excavaciones de L. Aparicio en la Avenida del Aeropuerto (cfr. CASAL, 2003, 109-116). 351  De esta mezquita sólo contamos con la referencia de Lévi-Provençal (1950, 121) relativa a su localización en el “arrabal occidental”, sin aportar mayores precisiones. 352  Existe consenso sobre la ubicación de la Munyat ‘Ayab en la margen izquierda del Guadalquivir aguas abajo de Córdoba (CASTEJÓN, 1929, 291; LÉVI-PROVENÇAL, 1957, 246-247 y 281-282; ZANÓN, 1989, 329-342). La identificación hecha tanto por Castejón (1929, 291) como por Lévi-Provençal (1957, 247, nota 126) de la Munyat ‘Ayab con el “Orto Mirabili” del Calendario de Córdoba, en el que se celebraba la festividad de San Cristóbal, podría apuntar a la existencia de un asentamiento mozárabe en la zona, tal vez el Tercios que Santos Gener (1955, 39 y Fig. 10) sitúa a la altura del Arroyo de la Miel. Recientes excavaciones realizadas en los accesos al Puente de Andalucía desde La Torrecilla han exhumado un cementerio islámico con más de 400 sepulturas (CAMACHO, 2002, 119-122). Más al Sur, en las inmediaciones del antiguo Cortijo de Amargacena y frente al vado de Casillas, las prospecciones arqueológicas que hemos realizado en el ámbito de afección de la futura Variante Oeste permiten localizar una amplia zona con materiales arqueológicos de época romana e islámica entre el Cerro del Viento y el Polígono Industrial de Amargacena, lugar este último donde al parecer se destruyeron muros de sillería durante las obras de urbanización de los años setenta del pasado siglo. Por otro lado, vestigios pertenecientes a un pequeño arrabal, ocupado en época califal, han sido recientemente localizados en el curso de un seguimiento de obras realizado con motivo de la rehabilitación de viviendas entre la C/ Carretera de Castro del Río y la C/ Torremolinos. 353  Tras la restauración emprendida en época del gobernador al-Samh, el puente sufrió graves destrozos en época de ‘Abd al-Rahman I, como consecuencia de las avenidas del 777/778, y en tiempos de Hisam I, emir que, empleando parte del botín obtenido en Narbona en 793, acometió la reparación reforzando los pilares con nuevos tajamares. 354  Ibn Hayyan, Almuqtabis II-1, traducción, notas e índices de M. A. Makki y F. Corriente, Zaragoza, 2001, 172.

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El dique está constituido por un imponente muro de más de tres metros de anchura en su base, que sirve de contención a unos potentes rellenos de gravas niveladas y compactadas sobre los que discurriría el camino que permitía el tránsito a lo largo de todo el frente meridional de la Medina. El muro presenta una técnica constructiva que, por el momento, parece característica de época de ‘Abd al-Rahman II: un sistema de gruesos pilares de sillería más anchos en su base, lo que les confiere una peculiar fisonomía de “T” invertida, que alternan con cajas de mampostería bien dispuesta y trabada con mortero de cal (LEÓN MUÑOZ, 2006). Esta fábrica constituía el “núcleo” interior de la estructura, que en su cara externa, esto es hacia el río, estaba revestida con un paramento de grandes sillares, trabados con gruesas lechadas de cal, que, al menos en sus primeras hiladas, se aparejaban a tizón. Los contextos cerámicos asociados a los rellenos constructivos interiores permiten fechar el conjunto en la primera mitad del s. IX. En la actualidad estamos en condiciones de afirmar que el rasif de ‘Abd al-Rahman II no es una construcción concebida por completo ex novo, sino que el emir restauró en parte un viejo malecón que discurría, desde el s. I d.C., al pie de la muralla y que por entonces debía hallarse muy deteriorado por siglos de erosión fluvial355. Sin embargo, el tramo que hemos documentado aguas abajo del puente y ante el Alcázar sí es completamente original islámico, correspondiendo probablemente a una rectificación en la traza que desplazaría el rasif más hacia el Sur de lo que era su ubicación en época romana, permitiendo establecer una protección para la explanada (al-hassa) que, ya desde los primeros momentos del emirato, se disponía entre la muralla del Alcázar y el río. En su segunda gran línea de actuación edilicia, ‘Abd al-Rahman II volvió sobre los pasos del fundador de la dinastía promoviendo una ampliación de la Mezquita Aljama356 que tenía un encaje perfecto tanto en el discurso ideológico dinástico de creciente islamización de la sociedad357, como en las necesidades reales derivadas del importante aumento demográfico experimentado por la población cordobesa. Por último, las profundas reformas operadas en el Qasr al-Umara no se encuadran tanto en la línea de actuaciones de menor calado acometidas por sus antecesores como en la ya citada profunda reorganización administrativa y en el incremento de las necesidades de representación (cfr. ACIÉN y VALLEJO, 1998, 123) que lleva a la segregación física respecto del Alcázar de determinadas dependencias estatales, como la Dar al-Sikka y la Dar al-Tiraz. A la muerte del emir en 852, Qurtuba había dado un decisivo paso para su configuración como metrópoli musulmana, concluyéndose buena parte de los procesos iniciados por su bisabuelo casi un siglo antes y tendentes al fortalecimiento del poder del emir, a la organización de un aparato administrativo eficaz y a la vertebración en su capital de un espacio islamizado. Su inmediato sucesor, Muhammad I, no hará sino mantener la herencia recibida y la profunda crisis a la que se verá abocado el Estado omeya en el tránsito del s. IX al X, bajo los reinados de al-Mundir y de ‘Abd Allah, sólo supondrá un retraso en un proceso que encontrará su principal catalizador en ‘Abd al-Rahman III. Por las fuentes arábigo-andalusíes conocíamos diversas actuaciones emprendidas ya desde la época del primer ‘Abd al-Rahman y continuadas por Hixam I y por al-Hakam I. Con la fundación,

355  En las excavaciones que en 1999 tuvimos la oportunidad de dirigir en la Puerta del Puente pudimos documentar tanto la puerta original romana de tres vanos como el dique que, a semejanza del que aún hoy se puede contemplar ante la Alcazaba de Mérida, discurría a un nivel inferior por delante de la muralla, protegiéndola de las crecidas del río. A este dique, que tenía continuidad bajo el último arco del puente, se accedía desde los vanos laterales de la puerta mediante sendas escalinatas (MURILLO et alii, 2010). Todo ello formaba parte de un vasto programa edilicio fechable en época tibero-claudia (CARRASCO et alii, 2003). 356  Correspondió a ‘Abd al-Rahman II tanto la primera ampliación de la Mezquita Aljama, como la formalización de la fachada occidental del Alcázar, a ambos lados de la Surat al-Ard, explicitando el carácter dinástico de sendos edificios (MANZANO, 2006), configurados sobre los antiguos espacios de poder de la ciudad tardoantigua (LEÓN MUÑOZ y MURILLO, 2009). 357  Observable tanto en las ya expuestas fundaciones de mezquitas en el Yanib al-Garbi, como en la construcción de otras en la propia Medina (Abu Harun, Surayf y Tarafa) o en la fundación de la primera Dar al-Sadaqa por intermedio de su fata Masrur.

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sobre un emplazamiento preexistente, de al-Rusafa (MURILLO, 2009), “el emigrado” inaugurará en Qurtuba un procedimiento que desde este momento será característico de toda la etapa omeya: una almunia situada a cierta distancia de la Medina actuará como foco para la formación, en sus proximidades y junto al camino de conexión con la ciudad, de un arrabal y su correspondiente cementerio. El modelo se repite con su nieto al-Hakam I cuando su concubina ‘Ayab funda una almunia en la orilla izquierda del río, aguas abajo de Córdoba, con el fin de dotar con sus rentas a una leprosería adyacente. Años después, el emir ‘Abd Allah fundará al-Naura, junto a la orilla derecha del río y también a Poniente de Córdoba, bien comunicada con ésta a través de varios caminos junto a los que pronto surgirán arrabales. Todas estas actuaciones parecen responder a un modelo premeditado mediante el que los emires cordobeses, por sí mismos o con el auxilio de su círculo familiar y gubernamental, comienzan a dotar a la periferia de Qurtuba de una incipiente ordenación urbanística capaz de responder tanto al crecimiento demográfico como a las necesidades de infraestructuras comunitarias que hicieran posible las formas de vida genuinamente musulmanas, garantizando al mismo tiempo la explotación agrícola y ganadera del territorio próximo a la ciudad con el fin de asegurar su propio abastecimiento. En el modo en que ‘Ayab vincula la almunia por ella fundada aguas abajo de Córdoba como “legado pío”358 para el sostenimiento de la leprosería contigua, repetido por otras princesas con cementerios y mezquitas, encontramos tanto un recurso ideológico y propagandístico como una comprobación del empleo de una parte de los bienes de la familia real para el sostenimiento de las principales instituciones asistenciales islámicas. Para tal fin se hará uso del Waqf359, institución conocida en Oriente desde los primeros tiempos del Islam y que comenzará a desarrollarse en al-Andalus a partir del s. IX como un síntoma más de la creciente islamización del país (GARCÍA SANJUÁN, 2002, 83-93). En paralelo con este modelo, hasta cierto punto planificado desde palacio, parece haber existido otro de carácter espontáneo localizado en las proximidades de las principales puertas de la ciudad y que originará los más antiguos arrabales (Saqunda, Sabular y Balat Mugit), junto a los específicamente mozárabes configurados en torno a las basílicas cristianas (Tres Santos, San Acisclo, San Zoilo...). Por el momento resulta imposible determinar la confesión religiosa de los habitantes de estos arrabales. Aunque las fuentes nos hablan de musulmanes residentes desde momentos más o menos tempranos del s. VIII fuera de las murallas, en Sabular o en Saqunda, parece lógico considerar que la mayor parte de los primeros musulmanes recibieran casa en la Medina, en tanto que la población cristiana se vería obligada a instalarse fuera del recinto amurallado, junto a los lugares de culto que se les permitió conservar y con una clara vinculación hacia la explotación agropecuaria de las tierras que circundaban la ciudad. Una de las mayores tareas pendientes para la investigación histórica y arqueológica en relación con estos primeros momentos de formación de al-Andalus radica en la definición de las estructuras sobre las que se basó la propiedad de la tierra y en acotar hasta qué punto éstas se vieron afectadas por la conquista islámica. Si, como parece, los grandes propietarios cristianos, incluyendo la misma Iglesia mozárabe, retuvieron una parte significativa de sus antiguas posesiones hasta momentos relativamente avanzados del s. IX (cfr. LÉVI-PROVENÇAL, 1957; VALLVÉ, 1992; ACIÉN, 1994; MANZANO, 2006), con ritmos que lógicamente variarían de unas zonas a otras y que debieron ser más cortos en la capital360, tal vez deberíamos reflexionar sobre hasta qué punto la conjunción entre

Ibn Hayyan, al-Muqtabis II-1, trad. de M. A. Makki y F. Corriente, Zaragoza, 2002, 93. O Hubs o habus, como será más conocido en el Islam occidental, término del que deriva la castellanización habis (plural habices). 360  Manzano (2006) ha sugerido que la definitiva instalación de la capital de al-Andalus en Córdoba y no en Sevilla pudo deberse a las condiciones del paso de una y otra a manos musulmanas: mediante pacto en el caso de la primera y mediante conquista y capitulación en el de la segunda. Este hecho habría tenido como consecuencia una mayor disponibilidad de inmuebles y tierras en Córdoba, lo que habría pesado en la decisión de al-Hurr de fijar en ella la capital en 716. Aunque 358  359 

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expansión urbana e islamización no son al mismo tiempo origen y resultado de la desintegración de esa vieja estructura de la propiedad y de la consiguiente desaparición de la aristocracia visigodo-mozárabe (ACIÉN, 1998). O dicho de otro modo, cómo la progresiva sustitución de la tributación directa de una masa de dimmies por otras fórmulas de transferencia de riqueza al Estado y a la aristocracia árabe en el momento en que se transformaban en muladíes está influyendo en paralelo en la transformación de un Estado cordobés de corte omeya basado en la obtención de rentas agrícolas de la población mozárabe a otro, de clara inspiración abbasí en sus formas, fundamentado en la generación de riqueza por parte de una población esencialmente musulmana y urbana. De todo este complejo proceso de transformación de la ciudad islámica a lo largo del s. IX comienzan a dar cumplida cuenta los recientes trabajos arqueológicos. Así, en el ámbito del trazado de la Ronda de Poniente, en la zona conocida como Naranjal de Almagro, las excavaciones realizadas bajo la dirección de Camacho (2002 y 2003) han exhumado varias hectáreas de arrabales y cementerios islámicos. Aunque la premura con la que fue necesario excavar este sector ha debido difuminar la indudable complejidad de la realidad material con la que se opera bajo una uniforme etiqueta de “califal”, sistemáticamente aplicada en los informes y en las publicaciones parciales, hay determinados elementos que, aun sin contar con los definitivos análisis estratigráficos y contextuales, permiten vislumbrar una realidad diferente. En este caso nos pone sobre la pista una mezquita de pequeñas dimensiones cuya peculiar técnica edilicia361 es idéntica, aunque a una escala menor, a la que hemos podido observar en el rasif de ‘Abd al-Rahman II y en otros contextos del s. IX. Esta mezquita, que fue objeto de una ampliación en un momento indeterminado, como se desprende de la diferente técnica edilicia que muestra la galería que se adosó al patio en el extremo opuesto a la sala de oración, debió construirse a mediados del s. IX en un arrabal posiblemente generado en las proximidades de una almunia y junto a un cementerio. A este respecto vuelve a ser significativo el hecho de que inmediatamente al Sur de la mezquita se localicen un complejo edificio con varios patios de grandes dimensiones y un baño cuya zona caliente poseía un espectacular hipocaustum. Lógicamente, estas construcciones se mantuvieron en uso al menos hasta la fitna, lo que explica la cronología califal que los excavadores dan al conjunto. Sin embargo, la observación directa de la excavación y el análisis crítico de los informes permite percibir una realidad diferente, advirtiéndose numerosas superposiciones en las casas del arrabal que indican una complejidad muy superior a la que se nos muestra. Si no bastara con estas sospechas, una extensa excavación realizada por la Gerencia Municipal de Urbanismo y la Universidad de Córdoba en una parcela destinada a equipamiento inmediatamente al Oeste de las instalaciones deportivas de El Fontanar362 permite constatar el mismo fenómeno, con un gran edificio tipo “almunia”363 estructurado por enormes patios que articulan los diferentes sectores de representación, residencial y de servicio, incluyendo un baño privado. El hecho de que aquí las excavaciones se realizaran con criterios estratigráficos permitió ir más allá de la consabida última fase de uso del edificio, en la que uno de sus grandes patios poseyó una magnífica decoración

efectivamente los musulmanes pudieron haber obtenido una mayor “rentabilidad” con la conquista de Córdoba que con la de Sevilla, creemos que tal factor no debió ser decisivo a la hora de trasladar la capital (inicialmente instalada en Sevilla) a Córdoba. Por el contrario, a favor de Córdoba jugaba su posición geoestratégica en la red de comunicaciones entre el Guadalquivir y la Meseta, así como su puente, el único capaz de asegurar el paso seguro de los ejércitos musulmanes hacia el Norte. De hecho, al-Hurr debía traer instrucciones muy claras del Califa de Damasco para instalar su capital en Qurtuba. Las mismas órdenes transmitidas cuatro años más tarde al gobernador al-Samh para que procediera a la inmediata restauración del puente. 361  Con pilares de sillería en forma de “T” invertida que alternan con fábrica de mampostería (cfr. LEÓN MUÑOZ, 2006). 362  Donde hace más de una década ya se había excavado un sector de arrabal con un gran zoco y una mezquita fechada por sus excavadoras en época califal (LUNA y ZAMORANO, 1999). 363  Empleamos esta denominación desde el convencimiento de que tal concepto engloba una cierta diversidad de contenidos que, aunque en lo esencial responden a una realidad unificadora en la línea de la definición clásica formulada por García Gómez (1965) y por Torres Balbás (1985), en su materialización y, sobre todo, en su devenir histórico, pudo manifestar diferentes formalizaciones (cfr. MURILLO, 2009, 455 ss.).

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de ataurique, proporcionando una primera aproximación a las transformaciones que experimentó y permitiendo fijar su fase fundacional en el s. IX. Como en otros casos ya analizados, este gran edificio, que en origen debió formar parte de una gran propiedad agropecuaria, acabó englobado en un espacio urbanizado, con un cementerio anexo en su frente Norte y con un arrabal que lo envuelve por el Sur y por el Oeste. Lo sorprendente es que estos incipientes arrabales surgidos al amparo de grandes almunias, que constituirían pequeños núcleos de población con un bajo nivel de urbanización y alternarían con cementerios en un paisaje aún dominado por huertas y tierras de labor, se localizan a más de 1.000 m de las puertas occidentales de la Medina. No contamos por el momento con información arqueológica que nos permita vislumbrar cómo afectó la primera gran crisis del estado omeya, a lo largo del último tercio del siglo IX y hasta el acceso al trono de ‘Abd al-Rahman III en 912, a la vida de estos arrabales y al desarrollo urbanístico de la periferia de Qurtuba. Nuestro aún incipiente conocimiento de los contextos cerámicos emirales impide, por el momento, precisar cronologías tan ajustadas y los estudios sobre el material numismático recuperado aún no se han acometido con la suficiente sistematicidad. No obstante, la documentación textual disponible nos muestra, salvo contadas excepciones, como las cabalgadas de Umar ibn Hafsun hasta Córdoba en 890-891, que la capital omeya se mantuvo generalmente a salvo de las revueltas y como baluarte principal del Estado andalusí.

DE MADINAT QURTUBA A LA AGLOMERACIÓN URBANA MADINAT QURTUBA MADINAT AL-ZAHRA - MADINAT AL ZAHIRA La gran mutación urbanística de Qurtuba corresponde al s. X, y fundamentalmente al reinado de ‘Abd al-Rahman III, primer califa de al-Andalus. En este momento, la mayor parte del entorno inmediato de Córdoba que venimos analizando quedará convertida en un espacio densamente urbanizado que rompe de un modo total con el concepto de ciudad que había imperado durante la Antigüedad (Fig. 251). La Medina, aun conservando sus funciones religiosas y políticas, y pese al simbolismo que mantienen las murallas, acaba convirtiéndose en una parte más de una aglomeración urbana en línea con las grandes ciudades del Oriente islámico. La transformación es total a partir de los primeros decenios del s. X, pudiéndose hablar ahora de un desarrollo urbanístico que, en parte planificado e impulsado por el propio Estado andalusí, cambia la fisonomía de Qurtuba. Aunque por el momento no estemos en condiciones de evaluar los ritmos y fases concretas de este proceso, sí podemos vislumbrar el resultado final, que no es otro que la conformación de un tejido, en parte urbano y en parte suburbano, en el que alternan extensas áreas domésticas con equipamientos comunitarios (zocos y mezquitas), amplios cementerios364, instalaciones estatales, etc. Y todo ello dentro de un territorio estructurado por una red de caminos, en buena parte de origen romano, que actúan como elementos integradores de los diferentes arrabales y de estos en su conjunto con la Medina. Los trabajos arqueológicos en curso están permitiendo tanto una aproximación de carácter macroespacial, que hacen posible aquilatar la imagen que anteriormente sólo podía extraerse de las fuentes escritas, como un análisis semimicro y microespacial de unos arrabales que presentan una depurada ordenación urbanística, con un trazado jerárquico de calles regulares (Fig. 252) que en algunos casos disponen de una infraestructura de evacuación de aguas residuales, grandes espacios abiertos y pavimentados que cabría interpretar como zocos o mercados de arrabal, casas de variada

Son varios los sectores excavados en los arrabales de Poniente de la Medina en los que alternan áreas funerarias con amplias extensiones de arrabal. Destacan, de Sur a Norte: los diferentes tramos excavados durante las obras del trazado de la Ronda Oeste de Córdoba (Yacimiento D “Casas del Naranjal” y el Yacimiento C); las Naves municipales de la finca el Fontanar; los viales y varias manzanas del Plan Parcial O-7; el entorno de la Glorieta Ibn Zaydun, etc. (cfr. infra). La coexistencia de espacios residenciales y ámbitos funerarios permite analizar la existencia de elementos de cierre y delimitación de los cementerios, la combinación con áreas productivas y domésticas, rastrear el crecimiento en extensión y la distribución espacial de las tumbas, en torno varios caminos interiores que van distribuyendo las sepulturas dentro de las maqabir. 364 

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Fig. 251. Topografía urbana de Qurtuba a finales del s. X. © Convenio GMU-UCO.

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Fig. 252. Propuesta de restitución de la trama urbana de un sector de los arrabales de Madinat Qurtuba (Ronda de Poniente – Plan Parcial O7 – Plan Parcial P1). © Convenio GMU-UCO.

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planta, pero siempre articuladas en torno a un patio central, mezquitas y cementerios. Más allá de estos arrabales, y en algunos casos encerradas dentro de ellos como consecuencia del crecimiento urbano, encontramos un número cada vez mayor de almunias en las que se simultanea la producción agrícola, hortofrutícola y ganadera con la residencia campestre de sus propietarios. En algunos casos, como el de las almunias de al-Rusafa o al-Naura, se trata de auténticos “alcázares” periurbanos pertenecientes al soberano. En la estructuración de los diferentes arrabales tiene una singular incidencia el factor cronológico en cuanto elemento que determina tanto la propia fisonomía de los mismos como la interrelación, espacial y funcional, con el conjunto de la aglomeración urbana. Desde esta perspectiva, no es posible asimilar la problemática de arrabales de dilatada ocupación como los de al-Rusafa, al-Raqqaquin, Balat Mugit o Sabular, con la de otros que apenas fueron habitados durante varias décadas, como el de al-Zahira o varios de los situados a Poniente de la Medina. No en vano, Ibn Hazm tenía perfectamente clara la distinción entre sus “casas nuevas de la parte a saliente de Córdoba, en el arrabal de al-Zahira” y sus “casas viejas de la parte a poniente de Córdoba, en Balat Mugit”. Desde un momento temprano, esos incipientes arrabales que vemos surgir desde la segunda mitad del s. VIII comenzaron a dotarse de aquellos equipamientos comunitarios precisos para su desenvolvimiento. Y es aquí donde los emires cordobeses, a través de sus propias obras pías y de las de miembros de su familia y de otros altos personajes vinculados a ella, tuvieron campo para intervenir. Fueron fundamentalmente las mezquitas y los cementerios el objeto favorito de estas fundaciones, que si por un lado venían a dar respuesta a unas necesidades ya existentes, por otro actuaron como un importante factor de urbanización e islamización en el futuro desarrollo de los arrabales, a algunos de los cuales incluso llegaron a dar nombre. Progresivamente, y dentro de una dinámica cuyas fases sólo la investigación arqueológica podrá aquilatar, estos núcleos de población adquieren un aspecto más urbano y pierden sus anteriores connotaciones periurbanas. A un patrón inicial caracterizado por pequeños núcleos de unidades domésticas y productivas distribuidas en un medio dominado por huertas y tierras de labor (vid. Fig. 249) va sucediendo otro, impelido por el progresivo incremento demográfico de la ciudad, en el que el espacio edificado se hace más denso, especialmente a lo largo de los principales caminos, acabando por tejer una auténtica maraña que dará a la Qurtuba de la segunda mitad del s. X el aspecto de aglomeración urbana que nos transmiten las fuentes escritas (vid. Fig. 251). La red viaria, como ya hemos indicado parcialmente heredada de época romana, tuvo una especial relevancia tanto para la articulación de los arrabales como para su conexión con las tres medinas que durante el último cuarto del s. X conformaron un espacio urbano de más de 10 km de longitud (Fig. 251). Estos caminos, transformados en calles a medida que avanzaba la urbanización, constituyeron la espina dorsal de la aglomeración urbana cordobesa, confluyendo a las diversas puertas de Madinat Qurtuba y tejiendo una red jerárquica con el viario que, partiendo de ellos, estructuraba los diferentes barrios. Del mismo modo, en sus inmediaciones, cuando no junto a ellos, se ubicaron los principales equipamientos comunitarios necesarios para la vida de los arrabales: mezquitas, mercados y cementerios. En los últimos años, los trabajos arqueológicos nos han ido mostrando algunos de estos ejes viarios. Así, en las excavaciones realizadas en varias parcelas del Polígono 1 del Plan Parcial de Poniente y en la Avenida del Aeropuerto, se ha exhumado el trazado de dos de estos caminos, que conducían hasta la Bab ‘Amir y la Bab al-Yawz. A lo largo de ambos, posteriormente conocidos como Camino Viejo y Camino Nuevo de Almodóvar, se documenta una extensa necrópolis romana. Otro camino de origen romano que acaba conformando una importante calle de arrabal lo hemos documentado en las excavaciones realizadas en el solar de la Estación de Autobuses. Aquí, se trata del camino de servicio que discurría paralelo a un acueducto romano construido en el s. II y que posteriormente fue reutilizado por al-Hakam II para abastecer de agua a la Mezquita Aljama (cfr. MORENO ALMENARA et alii, 1996). Por último, en una reciente intervención arqueológica efectuada en el entorno de Colina de los Quemados, donde tal vez haya que localizar el arrabal de Balat Mugit, se ha exhumado un tramo de camino que coincide en su trazado con el históricamente conocido

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como Camino de las Abejorreras. Este camino ya existía en época romana, como lo demuestra la ubicación junto a él de una necrópolis tardoantigua, conduciendo directamente hasta la puerta más meridional del lienzo occidental de la muralla de la Medina (la posteriormente conocida como Bab Ishbiliya). Junto a estos caminos de raigambre romana, detectamos otros trazados en época islámica concebidos con la específica función de conectar la Medina con los nuevos centros surgidos en su periferia. Uno de los más antiguos es el que seguía el cauce del Arroyo del Moro, entonces conocido como de al-Rusafa, y que ha sido recientemente excavado frente a la Bab ‘Amir, donde discurría entre la muralla y el cementerio (MURILLO et alii, 1999b). Será, sin embargo, la fundación, en 936, de Madinat al-Zahra la que represente el impulso definitivo para la expansión de Qurtuba hacia Occidente, de modo que, como señalaba Ibn Hawqal, acabó por desarrollarse “en forma casi continua un barrio residencial entre la capital y la nueva morada de los califas” (cfr. LÉVI-PROVENÇAL, 1957, 233). En esta conurbación con la ciudad palatina de ‘Abd al-Rahman III jugaron un destacado papel los caminos, tanto los ya vistos de origen romano como los creados ex profeso para comunicarla con la vieja capital (BERMÚDEZ, 1993, VALLEJO, 1995), pavimentados y dotados de sus correspondientes puentes, como es el caso del denominado del “Cañito de María Ruiz” o el Puente de Los Nogales, recientemente recuperado por A. Vallejo y su equipo (SALADO, 2008; LEÓN y ZAMORANO, 2008, respectivamente). Es en la creación y mantenimiento de esta red de caminos donde, a nuestro juicio, se manifiesta de un modo más claro la intervención del califa y, consecuentemente, del Estado andalusí en la “planificación” urbanística de la ciudad. Frente a esta intervención estatal sobre la red viaria principal, el resto del entramado de calles y espacios de circulación de los arrabales, aunque nominalmente bajo la titularidad de la Comunidad de creyentes, quedó en la esfera de la iniciativa particular. A este respecto, tal vez sea conveniente recordar la extrema caracterización que Torres Balbás (1985, 249), siguiendo a Sauvaget, hizo de las calles islámicas: “son las casas las que al irse yuxtaponiendo determinan las calles, tanto de las que sirven de acceso a las viviendas, como de las de tránsito (…). La evolución de la ciudad en la sociedad islámica, era, pues, fruto de la iniciativa privada, con el sólo límite de no causar perjuicio a ningún otro vecino”. Como origen de esta situación se ha aducido con frecuencia la inexistencia de órganos de gobierno municipal y de normativa sobre edificación. Sin embargo, y frente a la radical definición que en su día hiciera Sauvaget (1949) de la ciudad islámica como la suma de iniciativas privadas que, al carecer de leyes, se transformaban en anarquía, recientes trabajos, como los de Van Staëvel (1995) y García-Bellido (1997), plantean una línea interpretativa diferente, para la cual la red arborescente y jerarquizada de las calles islámicas, en lugar de manifestar la incompetencia de las autoridades y la inestabilidad del parcelario, responde en mayor medida a “unas representaciones espaciales precisas y a preocupaciones sociales coherentes, que ordenan las calles y sobre todo su uso en un sistema lógico, propio de la civilización árabe musulmana” (VAN STAËVEL, 1995, 57). La imagen que de estos espacios nos ofrecen los trabajos arqueológicos en curso en los arrabales de Qurtuba es extremadamente significativa. En primer lugar, las calles, tanto las principales como las secundarias y los adarves, no responden a ninguna norma preestablecida en cuanto a su trazado, anchura, pavimentación o infraestructura. Incluso en un camino importante, como el que partiendo de la Bab Ishbiliya atravesaba el rabad Balat Mugit para dirigirse hacia las almunias occidentales y al-Zahra, se observa cómo los muros maestros de las casas se apoyan en el pavimento, no manteniendo una alineación estricta ni una disposición exactamente paralela a ambos lados del mismo. Es muy frecuente que las calles, y especialmente los adarves, no mantengan una anchura homogénea, mostrando numerosos entrantes y salientes que no sólo se deben a la apropiación de espacio público por parte de los particulares, sino también a que las calles deben adaptarse a la disposición, en muchos casos previa, de las fachadas de las casas o, incluso, de las parcelas sobre las que posteriormente se edificará. Por otro lado, las intromisiones sobre el espacio comunitario de las calles son especialmente frecuentes, con tenderetes, saledizos y pozos negros abiertos en las mismas y sobre los que vierten [ 544 ]

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sus residuos las casas vecinas. En última instancia, y como señala Van Staëvel (1995, 57-58), la razón de esta práctica se basa en la preeminencia absoluta dada por los juristas malikíes al derecho de uso, mediante el cual cada vecino es libre de usar como estime oportuno sus propios bienes, acondicionando su espacio doméstico incluso haciendo intrusión sobre la calle, con la única limitación de no perjudicar el derecho legítimo de los transeúntes. Y por si esto sólo no bastara, otro derecho asiste al propietario. Se trata del derivado de la fina’, “espacio libre virtual que rodea una propiedad construida al borde de sus muros, y sobre el cual el propietario de la casa posee un derecho de uso privilegiado para atar sus animales, cargar o descargar mercancías, ejercer una actividad comercial e, incluso, depositar sus basuras o ubicar sus letrinas…” (ibid.). En los arrabales occidentales de Qurtuba contamos con un amplísimo catálogo en el que se encuentran todos los niveles de génesis y transformación de estos espacios públicos, que en última instancia responden a dos modelos: calles originadas como resultado de la edificación de inmuebles cuyas fachadas configuran el espacio público residual, y calles creadas por un proceso de parcelación del espacio, con ulterior edificación de los inmuebles (cfr. MURILLO et alii, 1999b). Estas calles, de anchura variable, poco más de 1 m en algunos adarves y más de 10 m documentados en una excavada en el solar del centro comercial Zoco Córdoba, debieron acoger tanto el tránsito de personas, bestias de carga y mercancías, como actividades comerciales. Zocos más o menos extensos, dispuestos en determinadas calles y en pequeñas plazas conformadas por la intersección de éstas o un ensanchamiento puntual, permitirían a los habitantes de estos arrabales aprovisionarse de los productos de primera necesidad, como es el caso del edificio califal excavado en Cercadilla e interpretado como zoco (FUERTES, 2002). No obstante, es posible que existieran zocos de arrabal más amplios, dispuestos en plazas de mayores dimensiones como la excavada en 1992 en el emplazamiento de las pistas deportivas de El Fontanar (cfr. ZAMORANO y LUNA, 1995). Estos arrabales se estructuraban en torno a diferentes tipos de caminos y calles, organizados jerárquicamente en varios grupos, en función de su entidad, longitud y anchura, de su funcionalidad y de los elementos que ponían en comunicación (vid. infra). Así, se distinguen, en primer lugar, aquellos caminos que unían la Medina con los arrabales. A partir de ellos se desarrollaba un dédalo de calles, dispuestas ortogonalmente, que organizaban los distintos ámbitos de los barrios (hawma) que conformaban internamente dichos arrabales. Otra importante misión de las vías públicas es acoger los sistemas de evacuación de aguas residuales (vid. infra). Estos se inscriben en dos niveles. Por un lado el privado, consistente en una serie de canalizaciones que desde las letrinas desaguan a pozos negros situados tanto dentro de la casa (bajo la letrina o en un ángulo del patio) como en la calle, junto a la fachada. Estas fosas sépticas son, por lo general, exclusivas de cada casa, si bien en una intervención realizada por D. Ruiz en el Polígono 3 del Plan Parcial de Poniente se ha excavado un gran pozo negro al que parecen verter canalizaciones pertenecientes a más de una unidad doméstica (RUIZ, MURILLO y MORENO, 2001; RUIZ et alii, 2010). Junto a este primer nivel, encontramos otro de carácter comunitario, constituido por cloacas que discurren bajo la vía pública, en su centro o en un lateral. A estas cloacas vierten los desagües de las casas, formados por atarjeas de mampostería y cubiertas de lajas de piedra, ladrillos reutilizados o fragmentos de teja, en algunos casos con enlucido interior, o por atanores de cerámica de variado diámetro. En conjunto, nos encontramos con un sistema jerarquizado, en algunos casos de notable complejidad, que drena el agua de una o varias manzanas para desaguar en cloacas colectoras que vierten en arroyos y vaguadas. A estos sistemas de saneamiento se vierten fundamentalmente365 aguas residuales generadas en las letrinas. Por lo que respecta a los residuos sólidos, se utilizan 365  No obstante, encontramos también sectores de arrabal en los que se constata un sistema más complejo destinado a recoger las aguas pluviales de las cubiertas, en ocasiones en un estrecho espacio habilitado en el centro de las manzanas, entre las medianeras de fondo. Desde allí, una conducción recoge el agua llevándola, a través de las casas, y sin mezclarla con aguas residuales, hasta una atarjea construida en el centro de la calle. El circuito separativo de estas aguas podría estar

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bien los pozos negros, donde hallamos multitud de fragmentos de recipientes cerámicos, huesos de animales consumidos, etc., bien espacios y más amplios, ubicados en zonas no edificadas y que a modo de grandes fosas o muladares recogen los vertidos de las zonas circundantes. Estos muladares, en ocasiones engullidos por la construcción de nuevas casas, muestran periódicas “desinfecciones”, reflejadas en el registro arqueológico por capas de cal viva o, más frecuentemente, cenizas que los cubren. La génesis de buena parte de estos ensanches califales debió ser muy diferente a la ya vista para la etapa anterior. En primer lugar, esta auténtica urbanización parece afectar a grandes propiedades, por lo que lejos de encontrarnos con múltiples actuaciones individuales, más o menos dilatadas en el tiempo y en el espacio, nos hallamos ante un proceso dirigido por lo que, en términos actuales y asumiendo el riesgo del evidente anacronismo, calificaríamos como “promotores inmobiliarios” que proceden a la parcelación, apertura de viario, dotación de infraestructuras comunitarias e incluso a la construcción de los inmuebles. Aunque las fuentes literarias no hacen mención explícita a esta cuestión, sí que podemos interpretar en este sentido algunas referencias. De ellas la más significativa es la que nos transmite Ibn Hayyan en relación con la oposición de Hisam II al intento de su hayib, ‘Abd al-Malik al Muzaffar, de construir un nuevo barrio sobre el emplazamiento del destruido arrabal de Saqunda (cfr. LÉVI-PROVENÇAL, 1957, 254, nota 120). Aunque pudieran esgrimirse razones de Estado en dicho proyecto, lo cierto es que en él posiblemente sólo se escondían los intereses lucrativos de un puñado de altos dignatarios y grandes propietarios que, en el momento de máxima expansión de la urbe, veían un excelente negocio en la urbanización y edificación de unos terrenos magníficamente situados frente a la fachada meridional de la Medina. Este intento, aunque fallido, creemos que es ilustrativo de la participación de las elites cordobesas, incluyendo miembros de la propia familia real, en el floreciente negocio inmobiliario de una capital en la que la demanda de viviendas parece haber sido intensa durante la segunda mitad del s. X. Consecuentemente, es posible que parcelaciones y edificación de viviendas por parte de altos dignatarios se tradujeran en una mayor regularidad urbana y en una cierta estandarización de las viviendas, muchas de las cuales estarían destinadas al alquiler (cfr. CANO ÁVILA, 1993). Para finalizar, debemos recordar cómo numerosos investigadores han destacado el carácter autónomo de los arrabales, con prácticamente todas las funciones de la Medina, garantizadas por una serie de equipamientos urbanos característicos de la ciudad islámica. La función religiosa vendría desempeñada por las numerosas mezquitas a que hacen referencia las fuentes escritas. Algunas de estas mezquitas, edificadas a iniciativa de destacados miembros de la Corte, tuvieron un importante papel en el nacimiento y desarrollo de determinados arrabales. Una de ellas, excavada en 1994 junto a la C/ Pintor Espinosa, en el actual barrio del Parque Cruz Conde, ocupaba una manzana delimitada por cuatro calles, mostrando un esquema canónico con sala de oración dividida en tres naves, precedida de patio y alminar (LUNA y ZAMORANO, 1999). Otra mezquita de arrabal fue excavada en 1996, en el solar ocupado por la Estación de Autobuses (MORENO ALMENARA et alii, 1996). En aquel momento sólo se excavó la zona del muro de quibla, con el mihrab, al estar destruido el sector adyacente de la sala de oración por las construcciones de la fábrica de productos esmaltados, aquí instalada a comienzos del siglo XX. Con posterioridad, parte de la sala de oración fue documentada en el seguimiento de la infraestructura de saneamiento de la calle dispuesta inmediatamente al Norte de la Estación de Autobuses (MORENO et alii, 2003), en tanto que su extremo septentrional fue documentado en un solar ubicado al otro lado de esta misma calle. De dimensiones menores a la de Fontanar, muestra idéntica orientación Sureste366. En cuanto a las funciones comerciales, ya hemos hecho referencia más arriba a los zocos, que surtían de productos de primera necesidad a los habitantes de los diferentes arrabales, en tanto que indicando un cierto tipo de aprovechamiento comunitario, similar al documentado, a nivel privado, en la gran dar del Vial Norte del Plan Parcial Renfe (MURILLO et alii, 2003b). 366  Otras mezquitas de arrabal han sido documentadas en la zona de Poniente, en el Naranjal de Almagro (CAMACHO, 2004), en el Centro Regional de Transfusiones Sanguíneas (SÁNCHEZ MADRID, 2009), y en la Avda. de Menéndez Pidal.

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La etapa tardoantigua: nuevo paisaje suburbano

mercancías más especializadas serían adquiridas en el Gran Zoco situado al Oeste del Alcázar de Córdoba. Un último equipamiento comunitario lo constituían los baños, que según diversos autores árabes eran muy numerosos en la ciudad, si bien en las elevadas cifras que se dan debían estar comprendidos tanto los públicos como los privados. Por los conocidos en la Madina y en la Axerquía tras la conquista cristiana, podemos deducir que los baños públicos se situaban en las calles próximas a las mezquitas, como es el caso del documentado en el Naranjal de Almagro en el curso de las obras de la Ronda de Poniente, vecino de una pequeña mezquita. Otro hamman, en este caso de pequeñas dimensiones y posiblemente privado, ha sido excavado en las proximidades de la Estación de Autobuses, muy cerca de otra mezquita (MURILLO et alii, 2003c, 373-374)367. Juan F. Murillo Alberto León Muñoz Elena Castro M.ª Teresa Casal Raimundo Ortiz Antonio J. González

LA CRISTIANIZACIÓN DE LA TOPOGRAFÍA FUNERARIA EN EL SUBURBIUM OCCIDENTAL Es bien conocido el proceso de transformación generalizada que la cristianización de la sociedad tardorromana implicó en la distribución de los nuevos espacios funerarios de las ciudades tardoantiguas hispanas. La introducción de este importante factor de cambio se tradujo en la concentración de enterramientos en determinadas zonas de la ciudad; aquéllas que por diversas razones estaban dotadas de una especial carga simbólica o ideológica en el proceso de cristianización de la población. En este sentido, estaríamos ante la “superación del interés prioritario por la sepultura como monumento a favor de la priorización del espacio funerario como articulador del territorio” (AZKÁRATE, 2002, 122). No obstante, en otros sectores se continuaron utilizando algunas de las necrópolis existentes desde época romana. Estas circunstancias tendrán unas consecuencias significativas en la configuración del paisaje funerario en los siglos sucesivos por la continuidad de algunos de estos espacios y la coexistencia de varios rituales vinculados a las distintas creencias religiosas practicadas por la población cordobesa. Pese a la oscuridad que ha caracterizado tradicionalmente al registro arqueológico de época tardoantigua en Córdoba368, uno de los principales avances en la investigación ha consistido en la sistematización de la información arqueológica relacionada con la influencia decisiva del cristianismo

367  Para un análisis pormenorizado de los espacios domésticos, excluido de los objetivos del presente trabajo, remitimos a los artículos de J. F. Murillo et alii, (1999b) y de E. Castro (2001), así como el incluido en este mismo volumen correspondiente al arrabal de al-Rusafa. 368  Son muy escasos los trabajos centrados en esta etapa, en comparación con el avance en el nivel de conocimientos experimentado en ciudades como Barcelona, Valencia o Mérida. En Córdoba, las escasas aproximaciones a este período se han centrado en la interpretación del complejo arquitectónico de Cercadilla: (HIDALGO, 2002; HIDALGO y FUERTES, 2001) y del complejo episcopal situado en el sector suroccidental de la ciudad (MARFIL, 2000a; 2006). A este respecto, remitimos a las recientes interpretaciones que a la luz de importantes novedades arqueológicas, revisan las hipótesis tradicionales sobre este área suroccidental del espacio amurallado (LEON MUÑOZ y MURILLO, 2009).

Monografías de Arqueología Cordobesa 19 (Vol. II)  Córdoba 2010  isbn 978-84-932591-8-1

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Con la colaboración de MINISTERIO DE Ciencia e Innovación

vio la luz en 1994, es una serie de carácter temático publicada por el Grupo de Investigación Sísifo (P.A.I., HUM-236), de la Universidad de Córdoba, y la Gerencia Municipal de Urbanismo de esta misma ciudad,

cordobesa

en el marco de su convenio de colaboración para la realización de actividades arqueológicas, que dirigen

Vaquerizo, D.; Murillo, J. F. (Eds.)

El Anfiteatro Romano de Córdoba y su entorno urbano. Análisis Arqueológico (ss. I-XIII d.C.)

19 Vol. II

el Prof. Dr. Desiderio Vaquerizo Gil y el Dr. Juan Fco. Murillo Redondo. MgAC surge como instrumento para dar a conocer de forma monográfica propuestas de interpretación arqueológica desarrolladas por Investigadores de dicho Convenio, que someten así, de manera periódica, su trabajo al juicio crítico de la comunidad científica internacional, así como temas de especial relevancia para el avance de la investigación arqueológica española y cordobesa.

Vaquerizo, D.; Murillo, J. F. (Eds.) El Anfiteatro Romano de Córdoba

[ monografías de arqueología cordobesa ] 2010

Vol. II

Monografías de Arqueología Cordobesa (MgAC), que

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monografías de arqueología

Imagen de portada: Vista aérea del Rectorado de la Universidad de Córdoba, con la superposición de las diversas fases documentadas arqueológicamente. Destaca, entre todas ellas la inmensa mole del anfiteatro patriciense. (Elaboración: R. Ortiz; © Convenio GMU-UCO).

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