MURILLO, J. F.; RUIZ, D.; CARMONA, S.; LEÓN, A.; RODRÍGUEZ, Mª, C. y LEÓN, E. (2009-2010): “Investigaciones Arqueológicas en la muralla de la Huerta del Alcázar (Córdoba)”, AnAAC, nº 2, 183-230.

November 22, 2017 | Autor: G. Universidad de... | Categoría: Medieval Fortifications, Al-andalus fortificaciones
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Descripción

anejos de anales de

arqueología

cordobesa AnAAC [ 2 ] 2009-2010

Córdoba, 2010

Revista publicada por el Grupo de Investigación Sísifo (P.A.I., HUM-236), de la Universidad de Córdoba, y la Gerencia Municipal de Urbanismo de Córdoba, en el marco de su convenio de colaboración para la realización de actividades arqueológicas en Córdoba, entendida como yacimiento único. www.arqueocordoba.com

comité de redacción Directores

Desiderio VAQUERIZO GIL (Universidad de Córdoba) Juan Fco. MURILLO REDONDO (GMU, Ayto. de Córdoba) Secretarios

José A. Garriguet Mata (Universidad de Córdoba) Alberto León Muñoz (Universidad de Córdoba) Vocales

Alicia ARÉVALO JIMÉNEZ (Universidad de Cádiz) Silvia CARMONA BERENGUER (Convenio GMU-UCO) Isabel FERNÁNDEZ GARCÍA (Universidad de Granada) Eduardo FERRER ALBELDA (Universidad de Sevilla) Bartolomé MORA SERRANO (Universidad de Málaga) Dolores RUIZ LARA (GMU, Ayto. de Córdoba) Nuria de la O VIDAL TERUEL (Universidad de Huelva)

Evaluadores Externos Agustín AZKÁRATE GARAI-OLAÚN (Universidad del País Vasco) Julia BELTRÁN DE HEREDIA BERCERO (Museu d'Historia de la Ciutat, Barcelona) Gian Pietro BROGIOLO (Università di Padova) Juan M. CAMPOS CARRASCO (Universidad de Huelva) Teresa CHAPA BRUNET (Universidad Complutense de Madrid) Patrice CRESSIER (CRNS, Université Lyon 2) Simon KEAY (University of Southampton) Paolo LIVERANI (Università di Firenze) Francisco REYES TÉLLEZ (Universidad Rey Juan Carlos, Madrid) Joaquín RUIZ DE ARBULO BAYONA (Universitat de Lleida)

Correspondencia e intercambios Área de Arqueología, Facultad de Filosofía y Letras Plaza de Cardenal Salazar, 3. 14003 CÓRDOBA Tel.: 957 218 804 - Fax: 957 218 366 E-mail: [email protected] www.arqueocordoba.com

Foto de portada: Triclinio, zona media de la pared de la domus del parque infantil de tráfico de Córdoba, decoración figurada, sátiro (Fotog. Á. Cánovas, © Convenio GMU-UCO). D. L. CO: 857/2010 I.S.S.N.: 1888-7449 Confección e impresión:

Imprenta San Pablo, S. L. - Córdoba www.imprentasanpablo.com

La dirección de AnAAC no se hace responsable de las opiniones o contenidos recogidos en los textos, que competen en todo caso a sus autores

AnAAC

N.º 2

Córdoba

2009-2010

issn 1888-7449

ÍNDICE Pág. 11 / 18 Garriguet Mata, José Antonio: “Samuel de los Santos Gener y los inicios de la Arqueología Urbana en Córdoba”.

Arqueología Clásica Pág. 21 / 44 Rodríguez, M.ª Carmen: “El poblamiento rural del Ager Cordubensis: Patrones de asentamiento y evolución diacrónica”. Pág. 45 / 72 León Pastor, Enrique: “Portus Cordubensis”. Pág. 73 / 86 Cánovas Ubera, Álvaro; Castro del Río, Elena; Vargas Cantos, Sonia: “Intervención arqueológica preventiva en la nueva sede de EMACSA (Avda. Llanos del Pretorio, Córdoba)”. Pág. 87 / 102 Gutiérrez, M.ª Isabel; Mañas Romera, Irene: “Los pavimentos del Convento de Jesús Crucificado, Córdoba”. Pág. 103 / 120 García, Begoña; Pizarro, Guadalupe; Vargas, Sonia: “Evolución del trazado urbanístico de Córdoba en torno al Eje Tendillas-Mezquita. Hallazgo de una cisterna romana de abastecimiento de agua”. Pág. 121 / 140 Castro, Elena; Cánovas, Álvaro: “La domus del Parque infantil de Tráfico (Córdoba)”.

Arqueología Medieval Pág. 143 / 182 Casal, M.ª Teresa; Martínez, Rafael; Araque, M.ª del Mar: “Estudio de los vertederos domésticos del arrabal de Šaqunda: Ganadería, alimentación y usos derivados” (750 - 818 d.C.) (Córdoba). Pág. 183 / 230 Murillo, Juan F.; Ruiz, Dolores; Carmona, Silvia; León, Alberto; Rodríguez, M.ª Carmen; León, Enrique; Pizarro, Guadalupe: “Investigaciones Arqueológicas en la Muralla de la Huerta del Alcázar (Córdoba)”. Pág. 231 / 246 Pizarro, Guadalupe: “El alcantarillado árabe de Córdoba II. Evidencia arqueológica del testimonio historiográfico”. Pág. 247 / 274 Arnold, Felix: “El edificio singular del Vial Norte del Plan Parcial RENFE. Estudio arquitectónico”. Pág. 275 / 288 León Pastor, Enrique; Dortez, Teresa; Salinas, Elena: “Las áreas industriales en los arrabales de al-Yanib al Garbi de Qurtuba. El alfar del Cortijo del Cura”. [ 9 ]

Pág. 289 / 302 Salinas, Elena; Vargas, Sonia: “Un pozo tardoalmohade en el Hospital de Santa María de los Huérfanos de Córdoba”. Pág. 303 / 326 Martagón, María: “Qurtuba y su territorio: una aproximación al entorno rural de la ciudad islámica”. Pág. 327 / 342 Larrea Castillo, Isabel; Hiedra Rodríguez, Enrique: “La lápida hebrea de época emiral del Zumbacón. Apuntes sobre arqueología funeraria judía en Córdoba”. Pág. 343 / 362 Cánovas, Álvaro; Salinas, Elena: “Excavaciones Arqueológicas en el entorno de la Iglesia de Santa Marina de Córdoba”.

Publicaciones Pág. 365 / 382 Convenio GMU-UCO. Publicaciones y actividades 2008-2010.

Normas de redacción y presentación de originales Pág. 383 / 386 Normas de redacción y presentación de originales.

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N.º 2

Córdoba

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INVESTIGACIONES ARQUEOLÓGICAS EN LA MURALLA DE LA HUERTA DEL ALCÁZAR (CÓRDOBA)1

Juan F. MURILLO REDONDO2

Dolores RUIZ LARA2



GMU Córdoba ✉ [email protected]

GMU Córdoba ✉ [email protected]

Silvia CARMONA BERENGUER

Alberto LEÓN MUÑOZ2



Escuela Taller Murallas de Córdoba ✉ [email protected]

Área de Arqueología. Universidad de Córdoba ✉ [email protected]

M.ª Carmen RODRÍGUEZ SÁNCHEZ

Enrique LEÓN PASTOR



Convenio UCO-GMU ✉ [email protected]



Convenio UCO-GMU ✉ [email protected]

RESUMEN Presentamos en este trabajo los resultados de las Intervenciones Arqueológicas realizadas a lo largo de los últimos años en un sector de la denominada Muralla de la Huerta del Alcázar, en el ángulo suroccidental del Conjunto Histórico de Córdoba. Como aportación más interesante destaca la documentación de una importante secuencia constructiva caracterizada por la constante reutilización de las estructuras preexistentes, que se inicia en época emiral con la construcción del arrecife, sobre el que se asientan las nuevas defensas de época almohade y que culmina con la construcción de la muralla cristiana, objeto de continuas reparaciones y reformas en los siglos sucesivos. Palabras clave: arquitectura defensiva, secuencia constructiva, Rasif, emiral, almohade, época bajomedieval cristiana.

ABSTRACT In this paper, we present the results of the Archaeological Interventions developed through the last years on a specific area of the named Muralla de la Huerta del Alcázar sited on the southwestern angle of the Historic City Center of Cordoba. Our most significant contribution has been the documentation of an important constructive sequence characterized for the constant reutilization of pre-existent structures, which starts on emiral ages by the construction of the reef. New almohade defenses were settled on this reef, which was finally culminated by the building of Christian walls. These walls would also be object of continuous reforms and reparations over the following centuries. Keywords: defensive architecture, constructive sequence, rasif, emiral, almohad, late medieval ages. Este trabajo se ha realizado en el marco del proyecto de investigación “In Amphitheatro. Munera et funus. Análisis arqueológico del anfiteatro romano de Córdoba y su entorno urbano (ss. I-XIII d.C.)”, financiado por la Secretaría de Estado de Política Científica y Tecnológica (Dirección General de Investigación, Ministerio de Educación y Ciencia), en su convocatoria de 2006, con apoyo de la Unión Europea a través de sus Fondos Feder (Ref. HUM2007-60850/HIST). También se inscribe en el Convenio de Colaboración que el Grupo de Investigación del P.A.I. HUM 236 mantiene con la Gerencia Municipal de Urbanismo del Ayuntamiento de Córdoba para el estudio de Córdoba, ciudad histórica, entendida como yacimiento único (www.arqueocordoba.com). 1 

2 

Grupo de Investigación Sísifo (P.A.I., HUM 236).

issn 1888-7449

anejos de anales de arqueología cordobesa

AnAAC

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Juan F. Murillo / Dolores Ruiz / Silvia Carmona / Alberto León / M.ª Carmen Rodríguez / Enrique León

Fig. 1. Localización de los Cortes excavados. © Convenio GMU-UCO.

1. Introducción El presente trabajo sintetiza el resultado de las actuaciones arqueológicas desarrolladas por la Gerencia Municipal de Urbanismo en paralelo a la restauración de varios tramos de la denominada Muralla de la Huerta del Alcázar. Tanto los trabajos propiamente arqueológicos (excavación y análisis paramental) como los de restauración, estuvieron enmarcados en los Proyectos de Escuela Taller “Murallas de Córdoba” (1998-2000), “Murallas de Córdoba II” (2001-2003) y “Murallas de Córdoba III” (2003-2005), promovidas por la Gerencia Municipal de Urbanismo con la colaboración del INEM y del Fondo Social Europeo. Aunque las actuaciones arqueológicas en la Muralla de la Huerta del Alcázar respondieron a unos objetivos previamente determinados y coordinados con los que simultáneamente se han desarrollado en el Alcázar Cristiano y en las Caballerizas Reales, desde el punto de vista administrativo han englobado varios Proyectos de Intervención Arqueológica que se han desarrollado en función de las necesidades impuestas por los Proyectos de Escuela-Taller y por la redacción y ejecución de los correspondientes Proyectos de Restauración, todo lo cual ha determinado tanto la ubicación de los sondeos efectuados en ambos tramos de la cerca, occidental y meridional, como los ritmos impuestos a las propias investigaciones3. 3  “Informe de la I.A.U. en apoyo de la restauración y puesta en valor de las murallas de Córdoba. Primera fase: Lienzo meridional del recinto de la Huerta del Alcázar (2002)”; “Informe-Memoria

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INVESTIGACIONES ARQUEOLÓGICAS EN LA MURALLA DE LA HUERTA DEL ALCÁZAR (CÓRDOBA)

Los primeros Cortes (Fig. 1), excavados entre Julio y Diciembre de 2000, se localizaron junto al paramento externo del lienzo meridional de la muralla (Cortes 2, 3, 4 y 12), excepto el Corte 1 que se trazó intramuros, teniendo todos ellos el objetivo común de documentar la potencia y las características de la cimentación de la cerca defensiva, así como tratar de determinar las diferentes fases constructivas y su seriación cronológica. Ante los resultados obtenidos, en una segunda fase, desarrollada entre Octubre de 2002 y Junio de 2004, se excavaron los Cortes 13, 14, 16 y 17, localizados intramuros, junto a la cara norte de la muralla. Durante la tercera fase (Octubre de 2004 a Abril de 2006) se procedió a la excavación de los Cortes 18, 19 y 20, así como al control arqueológico de las obras de restauración de la Torre octogonal (erróneamente denominada de Guadacabrillas), donde se trazaron otros dos cortes (Sondeos 1 y 2).

2. Secuencia Histórica Las excavaciones arqueológicas efectuadas con motivo de los trabajos de restauración de la Muralla de la Huerta del Alcázar nos han permitido no sólo obtener una visión más aquilatada de su proceso constructivo, sino también importantes datos para la reconstrucción de la dinámica histórica de la ciudad de Córdoba durante un dilatado período de tiempo (Tabla 1). C-1

Omeya Emiral Omeya Emiral (‘Abd al-Rahman II) Omeya Califal (segunda 1/2 s. X) Fitna (primera mitad s. XI) Tardoislámico (tránsito s. XI a XII) Tardoislámico (último 1/3 s. XII) Tardoislámico (primer 1/3 s. XIII) Bajomedieval cristiano (1236-1369) Bajomedieval cristiano (1369-1385) Bajomedieval cristiano (s. XV) Moderno (primera 1/2 s. XVI) Moderno (segunda 1/2 s. XVI) Moderno (ss. XVII y XVIII) Contemporáneo (inicios s. XIX) Contemporáneo (s. XIX) Contemporáneo (primer 1/3 s. XX) Contemporáneo (mediados s. XX) Contemporáneo (tercer 1/4 s. XX) Contemporáneo (último 1/4 s. XX)

C-2

C-3

C4

F. 7 F. 8

F. 9

C-13

C-14

F. 1 F. 2

F. 1 F. 2

F. 3 F. 4 F. 5 F. 6

C-12

F. 3

F. 1

F. 1 F. 2

F. 2 F. 3 F. 4

F. 3

F. 5 y 6 F. 7 F. 8

F. 5 F. 6 F. 7

F. 1

F. 2 F. 3

F. 4

F. 4 F. 5

F. 4 F. 5 F. 6 F. 7 F. 8 F. 9

C-16

C-17

C-18

C-19

F. 1 F. 2

F. 1 F. 2 y 3 F. 4 y 5 F. 6 F. 7 F. 8

F. 1

F. 1 F. 2

F. 2

F. 3

F. 3 F. 4

F. 4 F. 5

F. 5 F. 6

F. 6

F. 7 y 8 F. 9

F. 7 F. 8

F. 3

F. 4

F. 10 F. 11

F. 9

F. 4

F. 5

F. 1

F. 3

F. 1b

F. 4 F. 5

F. 2

F. 1 F. 2

F. 6 F. 7

F. 3

F. 8

F. 3 F. 4 F. 5

F. 4

F. 9 F. 10 F. 11

F. 9

F. 12 F. 13 F. 14

F. 10

F. 15

C-20

S-1

S-2

F. 1

F. 1

F. 2

F. 1

F. 2

F. 2 y 3

F. 4

2.1. Período Islámico Emiral La ocupación más antigua documentada corresponde a época islámica emiral (Fase 1 del Corte 12), identificada a partir de una estructura localizada en la parte más occidental del corte, formada

de la I.A.U. en apoyo a la restauración y puesta en valor de las murallas de Córdoba en el sector de la Puerta de Almodóvar II. Córdoba (2005)”; “Informe–Memoria de resultados de la I.A.U. en apoyo de la restauración y puesta en valor de las murallas de Córdoba III. Puerta de Sevilla y lienzo meridional de la muralla de la Huerta del Alcázar (2005)”; “Informe-Memoria de resultados del Control de movimientos de tierra en la restauración de la muralla de la Huerta del Alcázar de Córdoba. Segunda Fase (2006)”.

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Fig. 2. Corte 12, Fase 1. Estructura de sillería (U.E. 33) previa a la construcción del Rasif de ‘Abd al-Rahman II. © Convenio GMU-UCO.

por tres losas o sillares de calcarenita (U.E. 33) orientados en sentido N-S, con una longitud de 1,45 m. y 40 cm. de potencia excavada (Fig. 2). Desconocemos su funcionalidad, ya que sólo pudo ser exhumada parcialmente debido al afloramiento de agua por la profundidad a la que se encontraba y la proximidad del río, lo que impidió la continuación de los trabajos. Esta misma circunstancia determinó la finalización de la excavación en todo el Corte 12, lo que condicionó la parcial documentación de un estrato formado por arenas y limos (U.E. 31) y abundantes fragmentos de cerámica de clara adscripción emiral, siendo significativas las ollas Tipo T.6.5., fechadas en el siglo VIII, y las T.6.1., datadas en el siglo IX, además de un candil T.33.2, fechado entre los siglos VIII y IX (GUTIÉRREZ, 1986), y una tapadera tipo 4 de Cercadilla, correspondiente a los siglos VIII y IX (FUERTESGONZÁLEZ, 1996). Puesto que en el proceso de excavación de este nivel sólo se pudo extraer barro, no podemos precisar la relación contextual con la estructura anterior.

Fig. 3. Corte 1, Fase 1. Cara interna del muro de contención del Rasif de ‘Abd al-Rahman II (UU.EE. 80, 81, 94 y 110). © Convenio GMU-UCO.

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Con posterioridad, se procede a la construcción de una potente infraestructura documentada en diferentes cortes (Fase 1 de los Cortes 1, 16, 17, 18 y 19 y Fase 2 del Corte 12). La estructura exhumada en el Corte 1 (UU.EE. 110, 80 y 94) está orientada en sentido Este-Oeste y construida mediante un sistema escalonado de cajas en las que se alternan pilares de sillería de gran módulo que van trabando una fábrica de mampostería, todo ello aglutinado con abundante mortero de cal. La altura total documentada de esta estructura es de 2,43 m., sin que se pudiera alcanzar la base, pues los trabajos debieron ser suspendidos, como consecuencia de las filtraciones del nivel freático, a la cota 90,48 m. (Fig. 3). La primera caja está definida por sendos pilares de grandes sillares de calcarenita unidos con un mortero de cal, a ambos lados de los cuales se dispone un “relleno” de mampostería, igualmente trabada con cal. A partir de la cota 91,76 m., se dispone una segunda caja, retranqueada 0,54 m. al Sur respecto de la anterior, y en la que se mantiene la misma estructura de pilares de sillería y de fábrica de mampostería, documentándose la parte superior de un tercer pilar en el extremo occidental del área excavada (Fig. 4). Esta potente estructura actúa a modo de muro de contención de una serie de rellenos localizados al norte de la misma, entre los que se han diferenciado varias UU.EE. (77, 78, 79, 75, 108, 111 y 112), a pesar de que su composición resulta muy similar, con un elevado porcentaje de gravas y arenas (Fig. 5). Los artefactos recuperados remiten a un contexto emiral, según se deduce de la presencia en la U.E. 77 de cerámica pintada con digitaciones, jarra tipo 1b Cer-

Fig. 4. Corte 1, Fase 1. Detalles de la cara interna del muro de contención del Rasif de ‘Abd al-Rahman II. © Convenio GMU-UCO.

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Fig. 5. Corte 1, Fase 1. Vista del muro de contención del Rasif y rellenos constructivos de época emiral (UU.EE. 75, 77, 78, 79, 108, 111 y 112). © Convenio GMU-UCO.

Fig. 6. Corte 12, Fase 2. Cimentación del muro de contención o malecón del Rasif de ‘Abd al-Rahman II (U.E. 27). La filtración de agua procedente del nivel freático del río impidió alcanzar su base, interrumpiéndose la excavación a la cota 88,05 m. © Convenio GMU-UCO.

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cadilla, fechada entre los siglos VIII-IX (FUERTES-GONZÁLEZ, 1996). También la U.E. 78 ha aportado un importante conjunto cerámico de cronología similar, que incluye ollas tipo 2 Cercadilla, jarros tipo 1b, un plato de la forma 13 y jarros tipo 2 Cercadilla de borde exvasado y cuello carenado (FUERTES-GONZÁLEZ, 1996, 171 fig. 98), similares a los documentados en Alicante (T.14.2) en el siglo IX (GUTIÉRREZ, 1996, 105). Abunda en esta propuesta cronológica el lote recuperado en la U.E. 79 que, aunque no contiene material especialmente significativo, destaca por la ausencia de cerámica vidriada, mientras la U.E. 75 ha proporcionado una olla tipo 2 Cercadilla fechada en el siglo IX (FUERTESGONZÁLEZ, 1996) y otra T 6.5 (GUTIÉRREZ, 1996). La Fase 2 del Corte 12 está representada por una estructura (U.E. 27) construida con grandes sillares de calcarenita colocados a tizón y unidos con mortero de cal, de la que se han documentado tres hiladas, disponiéndose la superior a una cota de 89,30 m. Su interfacies de excavación (U.E. 43) corta a la estructura de la Fase 1 de este Corte 12 (U.E. 33), y presumiblemente también al estrato perteneciente a esta misma Fase (U.E. 31), si bien este extremo no se pudo precisar debido al afloramiento de agua más arriba comentado, lo que obligó a interrumpir la excavación a la cota 88,05 m. (Fig. 6). Esta construcción funcionaría como la base de una especie de “forro” o paramento exterior de la estructura ya vista en el Corte 1, formada por recios pilares de sillería entre los que se intercalan casetones de mampostería, con una anchura mayor en la base que va disminuyendo de forma progresiva y escalonada en sentido ascendente. De esta estructura hemos podido identificar una pequeña muestra aún visible en el lienzo de muralla actualmente conservado, formada por una fábrica de mampostería (U.E. 34) delimitada en su extremo occidental por unos bloques de calcarenita que podrían corresponder a los restos de los pilares descritos (Fig. 7). En conjunto, esta poderosa estructura conservaría una altura de casi 5 m. Su base documentada se sitúa a 88,05 m., en tanto que la interfacies de arrasamiento en el Corte 1 se dispone a 92,91 m. La anchura de esta “muralla” sería de 2,20 m. en su parte superior (a partir de la cota 91,80 m), de 2,60 m. a la mitad de su altura (cota 90,48 m.) y de c. 3 m. en su base. La Fase 1 del Corte 16 está definida por esta misma infraestructura (UU. EE. 54 y 60), orientada en sentido Noreste-Suroeste, y que sólo ha sido excavada en una potencia máxima de 1,42 m. (Fig. 8). Presenta las mismas características edilicias descritas, con alternancia de pilares de sillares de calcarenita de gran módulo con cajones de mampostería unidos con mortero de cal. Se documentaron dos pilares de unos 0,92 m. de altura por 0,85 m. de anchura, que presentan un sillar colocado a soga bajo el cual asoman dos tizones. Estos tizones apenas se pudieron identificar, ya que los trabajos se debieron interrumpir, por razones de seguridad, a una cota de 91,55 m. Los pilares separan tres cajones de mampostería, trabada con abundante mortero

Fig. 7. Corte 12, Fase 2. En primer plano, cimentación del forro externo del muro de contención del Rasif (U.E. 27). Al fondo, núcleo de mampostería (U.E. 34). © Convenio GMU-UCO.

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Fig. 8. Corte 16, Fase 1. Paramento interno del muro de contención del Rasif, y rellenos constructivos del mismo. © Convenio GMU-UCO.

Fig. 9. Corte 17, Fase 1. Paramento interno del muro de contención del Rasif. © Convenio GMU-UCO.

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de cal que en muchos puntos forma una auténtica lechada. Sus dimensiones son de 0,93 m. de alto por 1,22 m. de ancho para el cajón situado más al Este, de 0,74 m. de alto por 1,14 m. de ancho para el cajón documentado entre los pilares, y de 0,92 m. de alto por 0,64 m. de ancho para el cajón de mampostería situado en el extremo Oeste. Esta gran estructura se nos vuelve a presentar como un sistema escalonado al que se le entregan sucesivos aportes de gravas de origen antrópico, llegando a constituir una terraza artificial dispuesta entre los límites del recinto amurallado y el río. Su parte superior (a una cota de 93,07 m.) presenta un retranqueo hacia el Norte, sobresaliendo de la vertical marcada por la U.E. 60, como en el Corte 1. De esta hilada (U.E. 54) se conservan siete sillares colocados a tizón, careciendo en este caso de los cajones de mampostería presentes en la parte baja. Esta potente estructura se erige como muro de contención para una serie de rellenos, localizados al norte de la misma, entre los que se ha diferenciado dentro de esta fase las UU.EE. 49 y 51, la primera de matriz limosa, de 0,20 m de potencia y de color grisáceo, sin apenas material cerámico asociado (tan sólo un fragmento de cerámica pintada), y la segunda con un elevado porcentaje de gravas y arenas. Entre una y otra debemos destacar la presencia de la capa de mortero de cal U.E. 53, que conforma una auténtica lechada, cubriendo al estrato U.E. 51. Entre el material cerámico destaca la práctica ausencia de fragmentos diagnosticables, como es frecuente en estos sondeos junto al recinto amurallado. Tan sólo se han recuperado dos fragmentos de terra sigillata hispánica en la U.E. 51 como material residual. En el Corte 17 (Fase 1) también se ha documentado la misma estructura (UU.EE. 102, 111 y 115), con cuatro pilares de sillería que enmarcan cajas de mampostería, trabado todo ello con abundante mortero de cal (Fig. 9). Al Norte de esta estructura se dispone una serie de rellenos, entre los que se han diferenciado las UU. EE. 96, 97, 104, 109 y 154, a pesar de que en general su composición resulta muy similar, con un elevado porcentaje de gravas y arenas (Fig. 10). Hay que destacar la presencia de la capa de mortero de cal (U.E. 108), que conforma una auténtica lechada, cubriendo al estrato U.E. 109, así como de una fina capa de limos de color grisáceo (UU.EE. 97 y 153), en la que no se registra ningún tipo de artefacto y que cubre a uno de los potentes estratos de gravas compactadas (UU.EE. 104 y 154). Sobre este estrato de limos, entregándose a la estructura U.E. 102, se dispone un posible pavimento compuesto por gravas, arenas y abundante cal, que podría haber constituido el nivel de suelo de este espacio aterrazado, a una cota de 93 m. (Fig. 11). Entre el material cerámico destaca la práctica ausencia de fragmentos diagnosticables: tan sólo algunos fragmentos de terra sigillata itálica, hispánica y africana recuperados en las UU.EE. 109 y 154 como material residual, así como

Fig. 10. Corte 17, Fase 1. Paramento interno del muro de contención del Rasif, y rellenos constructivos del mismo. © Convenio GMU-UCO.

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Fig. 11. Corte 10, Fase 1. Posible pavimento, de gravas compactadas, relacionado con el Rasif o malecón (Muro U.E. 102111-115). Cota 93 m. s.n.m. © Convenio GMU-UCO.

Fig. 12. Corte 19, Fase 1. U.E. 74. Parte superior del muro de contención del Rasif. © Convenio GMU-UCO.

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algunos fragmentos de cerámica pintada con digitaciones, de cronología emiral, en la U.E. 154. La primera fase constructiva del Corte 19 también está representada por una serie de unidades relacionadas con esta infraestructura emiral, destacando la presencia, en la mitad occidental del lienzo, de una hilada (U.E. 74) constituida por grandes sillares de calcarenita trabados con un mortero rico en cal (Fig. 12). La Fase 1 del Corte 18 corresponde al momento de construcción de esta misma estructura (U.E. 28), constituida igualmente por grandes sillares de calcarenita trabados con mortero de cal y arena que presentan una fábrica irregular, en parte también oculta por el alto nivel de deterioro del lienzo en su alzado Sur, que en fases históricas posteriores habría de recibir algunas reformas como la superposición de un forro (U.E. 29). Las características edilicias de esta construcción, así como los resultados obtenidos en la excavación de los diferentes Cortes descritos, situados a lo largo de un eje de 120 m. de longitud, permiten su interpretación como un gran muro de contención cuyo paramento externo, el único visible, estaba constituido en su cimentación por una fábrica de sillares colocados a tizón, de la que se ha documentado un pequeño tramo en el Corte 1 (U.E. 27), mientas al interior se utilizó una técnica constructiva distinta, con pilares de sillares de calcarenita alternando con casetones de mampostería, que servían de contención a unos potentes rellenos de gravas, nivelados y compactados. De esta estructura interna ha quedado evidencia en el Corte 12 (U.E. 34) debido a la desaparición de buena parte del paramento externo de sillares, que además de dar un aspecto “noble” al conjunto debió actuar como encofrado para el citado núcleo interno. La cronología aportada por los conjuntos cerámicos, que están asociados a los momentos de su construcción y uso, así como las ya reseñadas características edilicias y su ubicación topográfica, nos han permitido interpretar las estructuras documentadas en la Fase 1 de los Cortes 1, 12, 16, 17, 18 y 19 como el arrecife o malecón (rasif) que, según las fuentes árabes, fue mandado construir por el emir ‘Abd al-Rahman II. Ibn Idari nos transmite (Bayan II, 91) la siguiente noticia relativa a dicho emir: “(...) Levantó los alcázares, llevó a ellos el agua. Construyó el arrecife y levantó sobre él las galerías (Saqa’if)...” Mucho más explícita es la siguiente noticia, procedente de al-Razi y transmitida por Ibn Hayyan en su Muqtabis II: “él [‘Abd al-Rahman II] fue quien construyó el malecón en la orilla del Guadalquivir

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ocupada por la muralla, el Alcázar y la ciudad, en prevención de los embates de las inundaciones, colocando este malecón contra sus crecidas, mediante una perfecta disposición que trataba las piedras asentadas con mortero, y allanando encima el camino que quedó expedito a los viandantes y convertido en defensa contra las avenidas del río, obra de cuya supervisión se encargó su hombre de confianza, Ahmad Al’utbi, en el año 212”4. De nuevo Ibn Idari (Bayan II, 353) vuelve a referirse al arrecife a propósito de las inundaciones del 945-946: “En este año, 334, hubo una gran avenida o inundación en Córdoba, llegando el agua hasta la (...) Torre del León (bury al-Asad), y destruyó el final del puente; una brecha fue hecha en el malecón...”. También Ibn Hayyan nos vuelve a informar del arrecife a propósito de las inundaciones: “El río de Córdoba tuvo una gran crecida el día 8 de Marzo [de 975] y, por la tarde se salió de madre y se desbordó por el Arrecife, que está por el lado del puente y de la Puerta de Hierro (Bab al-yadid), quedando interrumpido el paso de la gente por la Puerta de la Calzada (Bab al-Mahayya)...”5. Por su parte, Ibn Hawkal (Kitab al-Masalik6) nos proporciona el siguiente dato al referirse a los arrabales que rodeaban Córdoba: “al Sur [la Madina] da sobre el río, a lo largo del cual se desarrolla la ruta llamada al-Rasif. Es en el barrio donde se encuentran los mercados, las tabernas, caravasares, baños...”. Para la disposición y aspecto “exterior” de este malecón es de sumo interés el siguiente texto de al-Himyari:7 “(...) Bajo y a cada lado del Puente hay un malecón (rasif) que tiene por misión impedir que el río estropee la orilla; está construido con piedras de talla con gruesos pilares de mármol. El muelle (sudda) que se destaca de este rasif, soporta tres molinos, provisto cada uno de cuatro piedras de molino”. Lévi Provençal, máximo conocedor de los textos árabes, dice sobre el rasif:8 “(...) era el nombre que se daba a la calzada que bordeaba la orilla derecha del Guadalquivir, a Oriente de la Puerta del Puente, y se prolongaba hasta la al-Musara, la explanada en la que ‘Abd al-Rahman I había obtenido su definitiva victoria contra Yusuf al-Fihri, y en la que se encontraba el oratorio al aire libre (musalla)”. De estos textos se deduce, con meridiana claridad, lo siguiente: • El arrecife / malecón se extendía desde el ángulo suroriental de la Madina, donde se emplazaba la Puerta de Hierro (Ibn Hayyan) hasta el extremo suroccidental (Lévi Provençal), en contacto con la Musara. • Se disponía a ambos lados del Puente, ante la muralla y a un nivel inferior al de aquél (alHimyari). Menos incontrovertible parece el hecho de su origen en época de ‘Abd al-Rahman II, por cuanto contamos con textos y evidencias arqueológicas que indican la existencia de una estructura preexistente de idéntica funcionalidad. Las excavaciones arqueológicas realizadas en 1999 junto a la Puerta del Puente (CARRASCO et alii, 2002) permitieron documentar estructuras pertenecientes a la pri-

4  Cfr. Ibn Hayyan, Crónica de los emires... [Almuqtabis II-1], traducción, notas e índices de M. ‘Ali Makki y F. Corriente, Zaragoza, 2001, p. 172. 5  Cfr. E. García Gómez, El Califato de Córdoba en el Muqtabis de Ibn Hayyan. Anales palatinos del califa de Córdoba al-Hakam II, por ‘Isa Ibn Ahmad al-Razi, Madrid, 1967, p. 249. En cuanto a la Puerta de la Calzada, García Gómez (1965: 374) apunta: “ha de ser, por fuerza, una puertecilla secundaria que daría paso a este tramo del arrecife por el extremo de la Puerta del Puente”. Coincidimos plenamente con la interpretación de D. Emilio, por cuanto una refectio de esta puerta, datada en el siglo XIV en el curso de las excavaciones por nosotros realizadas en la Puerta del Puente, (cfr. Carrasco et alii, 2002) aún se encontraba en pie en 1567, momento en el que aparece en la vista de la ciudad realizada por A. van de Wyngaerde.

Trad. de María José Romaní, Textos Medievales, nº 26, Valencia, 1971, pp. 63-66. Kitab al-Rawd al-Mi’tar fijbar al-Aqtqr; edición y traducción de E. Lévi Provençal, La Penínsule Ibérique..., pp. 153158 del texto árabe y 182-190 de la traducción francesa. La traducción castellana se debe a M. P. Maestro, Textos Medievales, Valencia, 1963, pp. 305-319. 8  Cfr. HEMP, IV, p. 107. 6  7 

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mitiva puerta romana, que en su disposición original, mantenida con ciertas transformaciones hasta 1.5679, constaba de un triple vano. El central daba acceso al puente, cuyo último arco –cegado ya a mediados del s. XVI– se encuentra soterrado bajo el actual Paseo de la Ribera. En cuanto a los dos laterales, el occidental aún aparece reflejado por Wyngaerde, en tanto que el oriental, excavado en 1999, fue tapiado en la tardoantigüedad. Estas puertas laterales, que se abrían en los ángulos de una plaza existente ante la puerta y en la que desembocaba el cardo máximo de la ampliación augustea de la ciudad, daban acceso, mediante unas gradas documentadas en el curso de la citada excavación arqueológica, a un dique dispuesto a un nivel inferior y que reproducía un esquema muy próximo al que conocemos para Augusta Emerita en el sector frontero con la Alcazaba. Por otro lado, el rasif aparece ya citado en época de al-Hakam I, quien en el año 805 ordenó crucificar a 72 conspiradores cordobeses en troncos colocados “desde el principio del puente hasta el Rasif”10. Por todo ello, entendemos que, lejos de construir ex novo el rasif, ‘Abd al-Rahman II, dentro del vasto programa edilicio que llevó a cabo (vid infra), debió proceder a la restauración del viejo malecón romano que discurría al pie de la muralla, por entonces indudablemente muy deteriorado por siglos de erosión fluvial y abandono y, en el sector que nos ocupa, aguas abajo del puente y ante el Alcázar, a la rectificación de su trazado, mediante la construcción, ahora sí ex novo, de un gran muro de contención para el arrecife. Esta rectificación en la traza, que probablemente llevó el arrecife más al Sur de lo que estaba en época romana, permitió establecer una protección para la explanada (al-Hassá) documentada en la Fase 2 del Corte 17 (cfr. infra) que, ya desde los primeros momentos del emirato, se disponía entre la muralla del Alcázar y el río11. Las características edilicias de este dique, ya descritas anteriormente con una hoja interior en la que se alternan gruesos pilares de sillería con cajas de mampostería trabada con mortero de cal,12 y una hoja exterior consistente en un forro de sillería cuyas hiladas inferiores (documentadas en el Corte 12) se disponen a tizón, pero que, de creer a al-Himyari (cfr. supra), en su alzado pudo alternar esta fábrica de “piedras de talla” con “gruesos pilares de mármol”, cuadran bastante bien con la época de ‘Abd al-Rahman II, datación que viene corroborada por los conjuntos cerámicos relacionados con su construcción.

2.2. Período Islámico Califal Esta nueva etapa la hemos definido en la Fase 2 del Corte 1 (Fig. 3), donde se ha constatado un reforzamiento, o más probablemente reparación, de la construcción preexistente, a la que se le superponen dos pilares (UU.EE. 104 y 71) coronados por una estructura de sillares unidos con mortero de cal (UU.EE. 63 y 49), que podría interpretarse como un posible pavimento dispuesto a una cota de 93,68 m. Aunque la información disponible resulta bastante parcial debido a las reducidas dimensiones de la superficie excavada, nos inclinamos por considerar esta estructura como parte de la explanada que se extendía entre el alcázar y el río, lo que las fuentes denominan al-Hassá desde el inicio de la presencia islámica en Córdoba y que en este momento posiblemente acabó formando una única realidad con el Rasif, al incorporarlo en el tramo que discurría ante los muros del Alcázar.

Fecha de la que data la imagen que de esta puerta nos proporciona Wyngaerde en su célebre vista de Córdoba. Crónica Anónima 110, 98. Ibn Hayyan, Muqtabis II-1, op. cit. pp. 41-42: “los postes fueron plantados desde el principio del Puente hasta el final de la calzada”. En la p. 43, Ibn Hayyan no deja dudas sobre la localización de este rasif “(...) los hizo crucificar en la calzada delante de su Alcázar, en fila, a orillas del río...” Cfr. igualmente LÉVI PROVENÇAL (HEMP, vol. IV, p.109). 9 

10 

11  La denominada al-Hassá es otra construcción muy mencionada en los textos árabes, siempre en directa relación con el Alcázar y con el Arrecife. Sobre su localización y características, cfr. infra. 12  Una edilicia muy similar a la exhumada en nuestro Corte 1 está documentada en varias construcciones emeritenses también datadas en época de ‘Abd al-Rahman II (cfr. MATEOS-ALBA, 2000: 156 ss.).

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El conjunto de estratos pertenecientes a este momento ha proporcionado un interesante registro material que permite fecharlo en la segunda mitad del siglo X. La Fase 2 del Corte 16 está representada por la formación de nuevos rellenos en la cara norte del arrecife emiral, constituidos por arenas y gravas de tonalidad grisácea (UU.EE. 43, 46 y 48=50), así como un estrato (U.E. 44) conformado por picadura de sillar, que han proporcionado material cerámico que remite a una cronología califal: cerámica vidriada, con decoración verde y manganeso, y vidriada con decoración en manganeso. A la Fase 2 del Corte 17 se adscribe una estructura (UU.EE. 101 y 166) que aprovecha como soporte la preexistente del arrecife. Está constituida por dos hiladas, una de tizones de módulo irregular, y una segunda hilada de tizones de calcarenita de módulo pequeño, que hacia la mitad de su altura muestran un ligero resalte. Aunque no existe una relación directa, debido a la apertura de una zanja de cimentación posterior, consideramos que este pequeño resalte fue tallado para recibir las losas de calcarenita y de caliza del pavimento (U.E. 139), como hemos podido comprobar por el material recuperado en la U.E. 150 y el análisis de la secuencia estratigráfica que fija dichas construcciones en un momento posterior a la infraestructura del arrecife emiral y previo a la reforma almohade del lienzo. Este pavimento (dispuesto a una cota de 93,65 m.) se ve parcialmente amortizado como espacio público por una estructura posterior, del siglo XI, coincidente con la fitna según la cronología aportada por el material cerámico de tales unidades (Fig. 13). Se puede establecer una correspondencia de la U.E. 101 con la estructura U.E. 63 (a una cota de 93,71 m.), que presenta sillares de módulo regular de

Fig. 13. Corte 17, Fase 2. Reparación califal de la coronación del Rasif (UU. 166-101) y repavimentación del mismo (U.E. 139). © Convenio GMU-UCO.

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Fig. 14. Corte 19, Fase 2. U.E. 66. Reparación califal del muro de contención del Rasif. © Convenio GMUUCO.

unos 30 cm de potencia unidos con mortero de cal, y con la U.E. 49 del mismo Corte 1. El análisis de las características constructivas de esta estructura (U.E. 101) permite interpretarla como parte del mismo proyecto constructivo de la estructura UU.EE. 63/49. De este modo, el resalte constituiría el punto de apoyo para las losas de calcarenita, de 30 cm. de potencia, que debían entregarse a la muralla y que definían el pavimento del Arrecife y de su prolongación en la explanada, o al-Hassá, en época califal. A este mismo momento corresponde la Fase 2 del Corte 19, donde se ha documentado una nueva estructura que difiere morfológicamente de las anteriores (UE 66), construida con sillares de calcarenita trabados con mortero, de la que se conservan dos hiladas, donde alternan una soga con dos tizones (Fig. 14). La disposición de su aparejo a soga y tizón, típico y característico de época omeya, nos permite situarla cronológicamente en un momento califal, coincidiendo con la realización de algunas obras de rehabilitación del arrecife o malecón de época emiral, entre las que destaca la pavimentación del mismo con losas de caliza (U.E. 139 del Corte 17) y quizás el refuerzo de algunas zonas más deterioradas por medio de contrafuertes o nuevos forros que podríamos asociar con ésta13. En cuanto a su posible interpretación como contrafuerte o torre de pequeñas dimensiones, destacamos el paralelismo con algunas construcciones del mismo momento como las conocidas de la Alcazaba de Mérida, el Castillo de Marbella (GOZALBES, C.; 2002, 409 y 415-418), o la muralla de la propia Medina de Córdoba, donde podemos observar una de estas torres de pequeñas dimensiones (3,30 m de frente por 1,48/1,88 m de profundidad) en la C/ Cairuán, o las murallas califales de Ceuta, donde se han documentado torres cuadradas14. No se nos escaparía, de admitir esta hipótesis, el paralelismo formal de esta cerca de la Medina con el aspecto que tendría este lienzo meridional de la Huerta del Alcázar en época califal, momento en el que, como se ha visto, es posible que se alzaran algunos contrafuertes o pequeñas torres cada tramo y que se dispusiera un forro en las zonas más deterioradas, al exterior, de la infraestructura del arrecife emiral. En este sentido, habría que citar el precedente del paramento de tizones (U.E. 27) documentado en el Corte 12, que reviste al exterior la estructura de pilares de sillares que alternan con cajas de mampostería documentada en el Corte 1 y en los Cortes 16 (UE 60) y 17 (UUEE 111, 115), así como el paramento a soga y tizón también documentado en el Corte 12.

13  Recuérdese al respecto las inundaciones producidas en 945-946 y 975 como consecuencia de las brechas abiertas en el Rasif (cfr. supra). 14  En la ciudad de Ceuta se observa un proceso de ordenación del espacio urbano que culmina cuando los omeyas de Córdoba deciden conquistar la franja litoral norteafricana como puesto de observación de los territorios norteafricanos y para contención de futuras invasiones, construyéndose en este marco el recinto amurallado descrito como núcleo de la ciudad islámica, mandado construir por al-Nasir (HITA-VILLADA, 2002: 496-498).

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2.3. Período Tardoislámico Una de las aportaciones más interesantes de esta excavación ha sido la identificación de una importante remodelación de este sector operada en época almohade. Está representada por la Fase 3 de los Cortes 1 (U.E. 56) y 12 (UU. EE. 21, 30 y 35), y por la Fase 1 del Corte 13 (U.E. 51), y se materializa en la construcción de unas estructuras, parcialmente documentadas debido a las superposiciones posteriores, que definen un baluarte cuyo objetivo sería reforzar el carácter defensivo de este emplazamiento, de enorme valor estratégico por su cercanía al alcázar y al puente. Esta remodelación tardoislámica se observa también en la Fase 1 del Sondeo 1, realizado en el interior de la Torre octogonal (Fig. 15), donde bajo el pavimento de hormigón que cubría la superficie de la cámara se documentó una estructura de grandes tizones de calcarenita trabados con mortero de cal y arena, formada por cuatro lados, orientados en sentido Suroeste (U.E. 4), Sureste (U.E. 5), Noreste (U.E. 13) y Noroeste (U.E. 10), que delimitan un espacio de 4,10 m., en sentido NW-SW, por 3,60 m. en sentido NW-SE. La U.E. 23, identificada en la entrada en recodo a la cámara tras eliminar el pavimento de hormigón, se articula igualmente como una estructura de grandes sillares de calcarenita unidos con mortero de cal y arena que se traba con el lado Noroeste de la estructura cuadrangular (U.E. 10). Las dimensiones de este núcleo de sillería que ocupa toda la superficie de la entrada de la torre (espacio que articula el acceso a la cámara, en recodo, y a la terraza a través de un cuerpo de escaleras), son 1,70 m. de longitud por 1,40 m. de anchura. Con el objeto de documentar la unión de las estructuras cuadrangular y octogonal, se planteó un sondeo que permitió localizar la retalla de la hilada superior de sillares del cuerpo

Fig. 15. Sondeo 1 (Fase 1) y Corte 13 (Fase 1). Torre cuadrangular (UU. EE. 4, 5, 10 y 13) previa a la octogonal. © Convenio GMUUCO.

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cuadrangular en su unión con el octógono exterior. La imposibilidad de desmontar esta estructura, puesto que forma parte del alzado del monumento, no ha permitido constatar la unión entre ambas estructuras ni concretar su cronología. Entregándose a esta estructura cuadrangular se han documentado varios horizontes constructivos (UU.EE. 9, 17, 18, 19, 20, 21, 22, 29 y 31 a 52), que presentan una composición semejante de matriz arenosa con abundante cal, algunas gravas, fauna y, sobre todo, abundante picadura de sillar. En el ángulo Sur de la estructura se ha realizado un pequeño sondeo de 1,00 x 1,00 m., exhumándose una sucesión de horizontes constructivos y de estratos de colmatación asociados al momento de la edificación de la torre de sillería (UU.EE. 31 a 52). El análisis de los fragmentos de cerámica recuperados en estos estratos ha permitido establecer una cronología almohade (Fig. 16).

Fig. 16. Sondeo 1, Fase 1. Torre cuadrangular, tardoislámica, previa a la octogonal bajomedieval. Se observan los rellenos constructivos del núcleo interno, macizo, así como el detalle de la edilicia de sillería. © Convenio GMU-UCO.

Fig. 17. Corte 13, Fase 1. Cimentación del lado Noroeste (U.E. 51) de la torre cuadrangular tardoislámica. © Convenio GMU-UCO.

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Fig. 18. Corte 18. Fase 2. Tapia de cal, tardoislámica, dispuesta sobre la estructura del Rasif (U.E. 30. © Convenio GMU-UCO.

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Fig. 19. Corte 19, Fase 3 (U.E. 16-42). Tapia de cal, tardoislámica, dispuesta sobre la estructura del Rasif (UU. EE. 16-42). © Convenio GMU-UCO.

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Estos estratos de relleno, de matriz arenosa y abundante cal cuyas superficies fueron compactadas, no parecen conformar una torre de hormigón de cal encofrado, puesto que no ha sido documentada huella alguna de tapialeras, correspondiendo más bien a un relleno interior de la torre cuadrangular de sillería. La cimentación del lado Noroeste de esta gran torre cuadrangular (de c. 8 x 7,5 m) ha sido documentada en la Fase 1 del Corte 13 (U.E. 51), consistiendo en una fábrica heterogénea de sillarejo trabado con tierra y pequeños ripios (Fig. 17). Sobre ella apoyan las UU.EE. 50 y 6, pertenecientes a la estructura de sillería aparejada a soga y tizón de la torre octogonal (Fase 1 bis). La construcción de esta torre cuadrangular la encuadramos en un momento previo a la conquista cristiana de la ciudad en 1.236, en una fase tardoislámica, muy probablemente almohade del último tercio del s.XII, si bien nos encontramos con el problema de que apenas se conocen en la Península torres almohades con alzados completos de sillería, utilizada en cambio para reforzar las esquinas de torres erigidas con tapiales. En nuestro caso, el empleo de sillería frente al tapial probablemente estuvo motivado tanto por la búsqueda de una mayor solidez frente al inmediato río, como, por el deseo de adaptarse a una construcción previa ejecutada en sillería (el arrecife o malecón de ‘Abd al-Rahman II). Corresponde también a esta etapa la Fase 2 del Corte 18 (U.E. 30) y la Fase 3 del Corte 19 (UU.EE. 16 y 42), representadas por la construcción de una tapia de hormigón de cal encofrado (Fig. 18), que se asienta sobre la interfacies de arrasamiento de las estructuras de las fases precedentes. Presenta una altura máxima de tres cajones de tapial, siendo el superior de menor altura que los dos primeros (Fig. 19). Una característica importante de la técnica constructiva del tapial es la que se refiere a los materiales utilizados, que en este caso consisten en arenas, arcillas, gravas y cal como material conglomerante. Los tres primeros resultan fáciles de conseguir dada la cercanía del río, lo que imprime a la obra ese carácter autóctono y de rápida ejecución, ya que no se hacía necesario un tratamiento previo del material o una especialización de los ejecutantes. En cuanto al empleo de dicho material, hemos documentado las marcas dejadas por su proceso de vertido en el interior de los tapiales, realizándose por tongadas sucesivas de material aproximadamente de diez centímetros de espesor que con posterioridad se compactaban con un pisón. En este sentido, se aprecia la huella de ocho tongadas en el alzado Sur de los cajones del tramo conservado al Este de la torre semicircular peraltada correspondiente al Corte 18. Como es frecuente en este tipo de construcciones, ha perdurado la huella de las “agujas” o “cárceles” utilizadas en la construcción de la tapia de hormigón de cal destacando, en este caso, la presencia en su cara exterior de tres ladrillos macizos, “cobijas”, que fueron colocados horizontalmente en cada una de ellas dejando uno de sus lados menores hacia el exterior (Fig. 20). Estas “cobijas” suelen proteger las “agujas” bien sólo en sus extremos, bien en su recorrido a lo ancho del cajón, y son interpretadas en dos sentidos: uno, como protección de los tablones de madera ante la presión de los primeros apisonados, y otro, como elementos que facilitan la recuperación de las agujas tras el fraguado de la mezcla para su uso en un nuevo cajón de tapial. Una atención especial merece uno de los elementos conservados en el cajón superior de la cara Norte de esta estructura (U.E. 84). Se trata de una especie de forro, conformado por ladrillos macizos colocados en vertical sobre uno de sus lados mayores y por dos pequeñas lajas de calcarenita, que queda inserto en la construcción tapando un pequeño canal que recorre longitudinalmente la estructura (Fig. 21). Este canal se puede interpretar como la huella de un arriostramiento interno con elementos de madera, bastante conocido en construcciones de este tipo –algunos lienzos almohades del Castillo de Montemolín, Badajoz; torre de qarya en Bufilla, Valencia; tapias nazaríes de la Puerta de Elvira, Granada; cerca del siglo XIV de la Ronda del Marrubial, Córdoba (GURRIARÁN-SÁEZ, 2002: 568)–, tales como vigas colocadas en horizontal, quizás unidas por travesaños de menor tamaño. Este esqueleto interior de madera, que debía formar parte del encofrado, asegura una mayor estabilidad ante la presión de la tierra.

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Fig. 20. Corte 18, Fase 2. Detalle de las cobijas para la protección de las agujas de las cajas de tapial. © Convenio GMU-UCO.

Fig. 21. Corte 18 (Fase 2). U.E. 84. Forro en ladrillo de una viga de arriostramiento interno, perdida, de la caja de tapial. © Convenio GMU-UCO.

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La cronología de esta fase viene justificada por el análisis de la secuencia estratigráfica, muy alterada por la gran cantidad de reparaciones sufridas por este tramo de muralla a lo largo de los diez últimos siglos, de modo que la estratigrafía originaria de cada fase constructiva se vio al poco tiempo modificada, por lo que tan sólo se ha podido documentar la última zanja de construcción abierta para las obras de recrecido de la muralla en época moderna. No obstante, se ha podido determinar una cronología relativa deducida tanto del análisis de los conjuntos cerámicos hallados en los estratos que se entregan a este recinto almohade, para los que se establece una cronología bajomedieval, como por la posterior construcción sobre su interfacies de arrasamiento del recinto de la Huerta del Alcázar, fechado por la documentación conservada entre los años 1.369 y 1.385. Por todo ello, habría que situar cronológicamente este recinto con anterioridad a 1.369 y, siendo más precisos, en un momento previo a la toma cristiana de la ciudad, acaecida en 1.236. El objetivo de estas nuevas construcciones era configurar un baluarte para reforzar el carácter defensivo de este emplazamiento, de enorme valor estratégico por su cercanía al Alcázar. En este sentido, resulta interesante resaltar su ubicación en la orilla derecha del río y aguas abajo del puente, lo que unido a la reestructuración de la Torre de la Calahorra (cfr. LEÓN et alii, 2001) y su entorno completa una operación encaminada a proteger con nuevos elementos defensivos una de las zonas más vulnerables de la ciudad. El registro material proporcionado

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por los estratos asociados a estas estructuras ha permitido fechar esta etapa en el último cuarto del siglo XII. El final de la ocupación musulmana viene marcado por la Fase 4 del Corte 1, representada por la realización de una fosa que altera los depósitos de la Fase anterior y la formación de un paquete de estratos que contienen restos de materiales de construcción y un interesante conjunto cerámico que aporta una cronología en torno al primer tercio del siglo XIII.

2.4. Período Bajomedieval Cristiano Entre el momento de la conquista de la ciudad en 1.236 y el inicio de la construcción del nuevo recinto amurallado de la Huerta del Alcázar (1.369-1.385), se documenta un periodo caracterizado por derrumbamientos parciales de las estructuras que permanecieron emergentes tras la toma de la ciudad por Fernando III. Este estado de ruina se documenta en la Fase 3 del Corte 18 y en la Fase 4 del Corte 19, donde los estratos adscritos a esta etapa se caracterizan por la abundancia de materiales de construcción, lo que podría justificarse por la destrucción de las estructuras musulmanas que se alzarían previamente en este lugar. Así se ha documentado también en la Fase 4 del Corte 16, en la Fase 1 del Corte 3 y en la Fase 5 del Corte 1, donde se han excavado varios paquetes estratigráficos que contenían algunos merlones y bloques de tapial, así como elementos de decoración arquitectónica y material de construcción interpretados como producto de la destrucción de estructuras musulmanas preexistentes. No estamos en condiciones de establecer la procedencia de estos elementos, ni siquiera su adscripción cronológica, pero la identificación de un baluarte almohade resulta muy sugerente para plantear la hipótesis de que estos restos sean la consecuencia de su destrucción. Con respecto al Corte 1, los estratos representativos de este momento se caracterizan por la abundancia de materiales de construcción, de manera especial elementos de decoración arquitectónica, lo que permite establecer su vinculación con la destrucción de las estructuras musulmanas existentes en este lugar. Ya en el siglo XIV, el sector suroccidental de la ciudad, más vulnerable por su cercanía al puente y el deficiente estado de sus fortificaciones, se sometió a una profunda remodelación encaminada a reforzar su sistema defensivo. Este programa contemplaba la construcción del Alcázar, levantado sobre una parte del antiguo solar ocupado por el alcázar andalusí, y rodeándolo se erige una muralla que partía del molino de la Albolafia hacia el oeste, siguiendo la orilla del Guadalquivir y las defensas islámicas ya analizadas, para dirigirse al Norte frente a las denominadas Paredes Gordas hasta llegar a la Puerta de Sevilla y, desde allí, enlazar con el lienzo occidental de la muralla de la Villa (ESCOBAR CAMACHO, 1989, 59). El inicio de esta muralla de la Huerta del Alcázar, como informan las fuentes, coincide con el del mandato del alcalde mayor Lope Gutiérrez, en 1.369, y su final queda establecido por la fecha del testamento de Ruy Fernández de Córdoba el Viejo, en 1.385, en el que lega 1.000 maravedises para las obras de los puentes de Córdoba y del Guadalbarbo y para “que entallen el adarve del Alcázar Viejo que había construido el alcalde mayor Lope Gutiérrez” (NIETO, LUCA DE TENA, 1980, 239; ESCOBAR, 1989, 59). La documentación histórica nos informa sobre las diversas obras realizadas en las murallas para repararlas, hecho que refleja la preocupación por su conservación dado su carácter defensivo, por parte de los estamentos concejil, monárquico y eclesiástico: “Durante el reinado de otros reyes, como Enrique II y Enrique III, no solo se arreglan las murallas sino que se acrecientan con nuevas defensas [...] autorizándose también al concejo de la ciudad a imponer arbitrios sobre las carnes, vinos y tahurerías para poder realizar con ello las obras de conservación en las murallas, si bien a veces hay que recordar que el dinero recaudado se gaste en reparar los adarves de los lugares más necesitados. Incluso el monarca Enrique III autoriza a realizar un repartimiento entre los vecinos con destino a la conservación de sus murallas y castillos” (ESCOBAR CAMACHO, 1989, 57). La construcción de la muralla de la Huerta del Alcázar, se identifica en la Fase 1 de los Cortes 2 y 4, Fase 1bis del Corte 13, Fase 2 del Corte 3, Fase 5 del Corte 16, Fase 6 del Corte 1 y Fase 9 del

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Fig. 22. Corte 3, Fase 2. Zampeado de la cimentación bajomedieval de la muralla. © Convenio GMU-UCO.

Fig. 23. Corte 4, Fase 1. Zampeado de la muralla bajomedieval, trabada con la fábrica de la torre octogonal. © Convenio GMU-UCO.

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Corte 17. La edificación de la cerca conlleva la reutilización de las estructuras preexistentes en el sector más oriental (Corte 1), lo que debió condicionar su trazado, que respeta el marcado por el antiguo arrecife emiral y las posteriores fortificaciones almohades. Como consecuencia, en este Corte las fábricas pertenecientes a este momento son muy escasas, quedando limitadas a la U.E. 48, que parece corresponder al arranque de la nueva línea de amurallamiento. En el Corte 2, el alzado se encuentra alterado por obras de infraestructura y reparaciones realizadas con posterioridad, confirmado durante la excavación de los Cortes 18 y 19. No obstante, se ha localizado un aparejo de sillares (U.E. 24) en la base de la torre semicircular perfectamente trabado con el lienzo de muralla (U.E. 39), lo que permite abrir un debate acerca de la configuración interna de este elemento, su proceso de construcción y su posible secuencia cronológica. Lo que sí queda claro es que ya en 1.567, fecha del grabado de Wyngaerde, estas torres tenían planta semicircular peraltada. El estado de conservación de las estructuras era bastante mejor en los Cortes localizados hacia occidente (Cortes 3 y 4), lo que ha permitido obtener información sobre el tipo de cimentación utilizado. Se trata de un zampeado formado por dos hiladas de sillarejos unidos con mortero y retranqueadas con respecto al eje de la muralla, sobre el que se levanta un lienzo de sillares de calcarenita aglutinados con mortero de cal y calzados con chino plano a partir de una cota aproximada de 91,00 m.s.n.m. (Fig. 22). En el Corte 4, aunque no se ha podido llegar a la base de las estructuras por el afloramiento de agua, se ha comprobado la trabazón de los cimientos de la fábrica de sillería de la torre octogonal (U.E. 5) y el lienzo de muralla (U.E. 9), quedando demostrada la contemporaneidad entre ambas fábricas (Fig. 23). En el Corte 13 se encuadrarían en este momento tanto la construcción de la Torre Octogonal que envuelve a la primitiva torre tardoislámica (Fig. 15), como el lienzo de muralla que unía ésta con la Torre de las Vírgenes. Este último muro está conformado por un zócalo de sillería mal aparejada a soga y tizón, con gruesas llagas de cal en las uniones. Sobre la sillería, una hilada de ladrillos sirve de nivelación para el alzado de tapial. Esta estructura es aún perfectamente observable en la cara interna (paramento oriental), en tanto que en la cara externa (paramento occidental), el tapial permanece oculto tras un forro de sillarejo y ladrillo (Fig. 24)15. 15  La interpretación de esta estructura resulta complicada a causa de las transformaciones operadas como consecuencia de la transformación de la primitiva torre cuadrangular tardoislámica en la octogonal

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En el Corte 16 el lienzo de muralla bajomedieval (U.E.17) presenta aparejo de sillares de mediano tamaño y módulo regular unidos con mortero de cal, calzado al exterior con ripios. El núcleo queda conformado por mampuestos y cantos rodados trabados con mortero de cal, destacando la presencia de marcas de cantero (Fig. 25). En el Corte 17, se levanta la U.E.36, que constituye la hoja interna de esta nueva línea de defensa, con aparejo de sillares de mediano tamaño y módulo regular unido con mortero de cal. Similares características presentan el lienzo exterior. Rellenando el espacio entre ambos lienzos se ha documentado una serie de unidades –estructuras, lechada de cal– cubiertas por un relleno de cantos rodados trabados con mortero de cal. A este momento pertenece la construcción de la tercera torre de tapial (U.E. 22), de planta circular peraltada (Fig. 26). Los estratos asociados a esta etapa en los distintos Cortes corroboran la cronología recogida en la documentación histórica para la construcción de la muralla, que se sitúa en el último tercio del siglo XIV. Pertenecen también a este momento las estructuras documentadas en la Torre octogonal (Fase 2 del Sondeo 1 y Fase 1 del Sondeo 2) y en los Cortes 18 (Fase 4), 19 (Fase 5) y 20 (Fase 1). También es estos tramos, el levantamiento de la cerca, como se aprecia principalmente en el Corte 20, conllevó el reapro-

Fig. 24. Corte 13, Fase 1b. Paramentos intramuros y extramuros del lienzo de muralla que une la Torre Octogonal denominada de Guadacabrillas con la Torre de las Vírgenes. © Convenio GMU-UCO.

bajomedieval cristiana. Así, en el Corte 13 se ha podido comprobar la data bajomedieval del forro de sillería trabada con mortero de cal y que se traba con el paramento de la Torre Octogonal. Sin embargo, la cara opuesta (intramuros) muestra una fábrica de sillería mucho más tosca y con evidentes paralelismos con la fábrica de la torre cuadrangular tardoislámica.

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Fig. 25. Corte 16, Fase 5. Lienzo bajomedieval de la Muralla de la Huerta del Alcázar y detalle de varias marcas de cantero. © Convenio GMU-UCO.

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vechamiento de las estructuras preexistentes como parte de la cimentación de los nuevos lienzos, lo cual debió condicionar su trazado, que mantiene el establecido por el antiguo arrecife emiral y las fortificaciones tardoislámicas que se le superponen. Idéntico proceso de reutilización se repitió con la construcción de la Torre octogonal, de planta poligonal con aparejo regular de sillares de calcarenita, que forró a la estructura cuadrangular tardoislámica documentada en el interior de la cámara (Fase 1 del Corte 1). Como se ha mencionado más arriba, los resultados de la excavación del Corte 4, trazado extramuros, en la unión de la cara oeste de la Torre con el lienzo meridional de la muralla de la Huerta del Alcázar, ha permitido fechar la construcción de ambas estructuras en un mismo momento, entre 1.369 y 1.385. Este lienzo de muralla bajomedieval cristiana fue erigido con aparejo de sillares de mediano tamaño y módulo regular unidos con mortero de cal, al exterior calzados con ripios. El núcleo queda conformado por mampuestos y cantos rodados trabados con abundante mortero de cal. En los lienzos interiores destaca la presencia de numerosas marcas de cantero, documentadas en los Cortes 16 y 17, que mostraban cuatro tipologías: flecha, ene invertida, asterisco y hacha doble.

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Fig. 26. Corte 17, Fase 9. Paramento externo e interno (U.E. 36) de la refectio bajomedieval de la Muralla de la Huerta del Alcázar. La tercera torre de tapial de planta circular peraltada corresponde a este momento. © Convenio GMU-UCO.

Fig. 27. Corte 2 (Fase 2), canalización y pavimento del Camino de la Alameda del Obispo. Corte 12 (Fase4), pavimento del camino de la Alameda del Obispo. © Convenio GMU-UCO.

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2.5. Período Moderno Con la conquista castellana de Córdoba, las murallas adquirieron una importante función militar como consecuencia de la inestabilidad de la frontera en el Valle del Guadalquivir primero y en la frontera con el reino nazarí de Granada después. La situación no experimentaría un cambio sustancial hasta la conquista de Granada en 1492, momento a partir del cual las necesidades militares pasaron a un segundo plano y estas defensas se convirtieron en un elemento de presión fiscal y una constante fuente de gastos para el municipio, lo que conllevaba la animadversión de los vecinos. Según J. M. Escobar, la muralla bajomedieval de la ciudad de Córdoba era almenada, tenía camino de ronda y un adarve que la rodeaba en su interior desde donde se accedía al muro por escaleras móviles. Estaba defendida por un gran número de torres –según Ortí Belmonte, treinta–, algunas cristianas que solían presentar planta cuadrada. La altura de la muralla oscilaba entre cuatro y quince o más metros. El aspecto externo se completaba con la presencia de puertas guardadas por los jurados, retiradas de los vértices de la muralla y defendidas por torres cercanas (ESCOBAR, 1989: 59) En los últimos decenios del siglo XVI las murallas han perdido ya su carácter defensivo y el sector de la ciudad que nos ocupa, gracias a su cercanía al río, se convierte en un lugar de expansión y ocio para los ciudadanos de Córdoba. La transformación en el uso de este espacio lleva aparejada una importante remodelación ordenada por el entonces corregidor Francisco Zapata de Cisneros, bajo cuyo gobierno (1.567-1.571) se limpia y allana toda la zona que se extiende desde el molino de la Albolafia, junto a la Puerta del Puente, hasta la denominada fuente de las Arcas, plantándose una Alameda (llamada del Corregidor) que servía de paseo. Esta operación periurbana conlleva la reparación de los lienzos de muralla que se encontraban en mal estado, originando una serie de intervenciones que se han podido identificar en la Fase 4 del Corte 12 y en la Fase 2 del Corte 2. En ambos casos se ha exhumado un pavimento de cantos rodados (Fig. 27) que podría corresponderse con el construido por el mencionado corregidor (a una cota de 89,16 m. s.n.m. en el Corte 2 y de 89,18 m. en el Corte 4). En el Corte 2 se procede previamente a la canalización de las aguas de los manantiales mediante la construcción de una atarjea, que se podría identificar con alguna de las citadas en la documentación del Archivo Histórico Municipal para evitar el deterioro de la cerca. No tenemos información para establecer la longitud de este pavimento, salvo el dato derivado de su ausencia en los Cortes situados en la parte occidental (Fase 3 del Corte 3 y Fase 2 del Corte 4), en los cuales se ha documentado un gavión, construido con guijarros y delimitado en su extremo sur por sillarejos de calcarenita, que discurre paralelo a la muralla, a una cota de 89,71 y 89,94 m. s.n.m. (Fig. 28). Tanto su anchura (1,32 m) como sus características edilicias permiten interpretarlo como un elemento destinado a proteger la base de la muralla de la erosión provocada por las crecidas del río. No se ha encontrado ningún documento que haga referencia a la construcción de este gavión, que fechamos en la primera mitad del siglo XVII. En el Corte 1 esta etapa está representada por la Fase 7 y manifiesta unas peculiaridades derivadas de su ubicación intramuros. Para acometer las obras de reparación de la muralla se realiza una zanja (U.E. 113) y se procede a reponer el lienzo con un aparejo de sillares unidos con gran cantidad de mortero de cal, que llega a formar una especie de plataforma (U.E. 39). Se han documentado también dos pavimentos, uno de losas de caliza (U.E. 3) y otro de mortero de cal (U.E. 4) que relacionamos con la ocupación de este espacio por las Casas de la Inquisición. Las intervenciones sobre la cerca continúan a lo largo del siglo XVII, como ponen de manifiesto los documentos conservados en el Archivo Histórico Municipal, corroborados ahora por los resultados obtenidos en la excavación. En el Corte 1 (Fase 8) se sigue el mismo procedimiento de la Fase anterior, practicando una zanja (U.E. 20) que permite reconstruir el lienzo arruinado con aparejo de sillares unidos con abundante mortero de cal, mientras en el Corte 2 (Fase 3) la reparación se ejecuta con ladrillos y piedras (U.E. 14). También en el Corte 12 (Fase 5) se interviene sobre el lienzo de muralla con ladrillos y mampuestos (U.E. 14) enfoscados con mortero (U.E. 16) y se reconstruye la zona más dañada con bloques de calcarenita unidos con mortero (U.E. 32). Esta etapa está representada [ 208 ]

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en el Corte 4 (Fase 3) por la construcción de una estructura de sillares y mortero de cal (U.E. 4) que se apoya sobre el gavión. Esta dinámica de reconstrucciones y reparaciones de los desperfectos sufridos por la muralla queda perfectamente reflejada en la documentación conservada en el Archivo Histórico Municipal, en la cual se detalla el proceso a seguir, los materiales que se debían utilizar y los tramos a intervenir. Uno de los documentos más elocuentes, fechado en 1604, se refiere a la reparación de dos tramos de muralla “... junto a la Inquisición...”, para lo que se ordena “... acabar de derribar los cimientos hasta llegar al fundamento..., comprobar que dicho fundamento tiene fortaleza para cargar encima...”, y levantar la parte baja con “pisón de cal, arena, cascajo y piedra grande...” y sobre ella “una buena cantería a soga y tizón hasta la mitad del alto y luego ladrillos y buena tapiería de hormigón de cal y arena...” (Archivo Histórico Municipal, Sección: Arqueología; Subsección: Murallas de Córdoba; Serie: Disposiciones, Normativas y Expedientes; Signatura: C 0100 007). También se recogen en numerosos expedientes las reparaciones llevadas a cabo en la muralla desde el molino de la Albolafia hasta la torre de las Arcas, con especial hincapié en la conducción de las aguas de los manantiales (Documentos del Archivo Histórico Municipal con Signatura: C0100 020, año 1621; 100/38, años 1636-1646; C 100, Expte. 39, año 1638), y haciendo referencia a las crecidas del río como causa fundamental del deterioro constante de este sector “... reparo que de presente neçesita las murallas del Alameda y fuente de las Arcas y los daños que el río a hecho con las muchas creçientes...” (Sección: Arqueología; Subsección: Murallas de Córdoba; Serie: Disposiciones, Normativas y Expedientes; Signatura: C 0100 043, año 1665).

Fig. 28. Corte 3 (Fase 3) y Corte 4 (Fase 2). Gavión para la protección de la base de la muralla. © Convenio GMUUCO.

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Fig. 29. Corte 18, Fase 5. Refectio moderna de la Muralla de la Huerta del Alcázar. © Convenio GMU-UCO.

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En este contexto, situamos la Fase 5 del Corte 18 y la Fase 6 del Corte 19, donde hemos podido corroborar arqueológicamente la documentación expuesta. En la Fase 5 del Corte 18 se procede a la reparación de la muralla, levantando un nuevo lienzo sobre las interfacies de arrasamiento, construido mediante cajones de tapial, de los que se conservan tres, articulados mediante tres pilares de ladrillo, en los que se alternan hiladas de ladrillo macizo –en número indeterminado– con una hilada de mampostería de piedra calcarenita. En la base de cada uno de los cajones se dispusieron tres hiladas de ladrillo macizo, la primera y tercera siguiendo el eje longitudinal del cajón y la segunda transversalmente, de manera que las “agujas” de los tapiales eran colocadas en la tercera hilada ocupando un pequeño espacio rectangular; por encima de estas “agujas” se documentan ladrillos dispuestos de manera longitudinal al cajón. Esta técnica fue bastante empleada y podía utilizarse tanto medias “agujas”, que eran colocadas tan sólo en los extremos y calzadas con cuñas, como “agujas” completas que atravesaban toda la anchura del cajón de tapial. La disposición de hiladas completas de ladrillo tenía como objetivo el no deteriorar ni deformar la cara superior de los hormigones inferiores, así los ladrillos y el mortero de cal que los trababa actuarían como elementos amortiguadores de los golpes del pisón. Esta técnica permitía la recuperación de las “agujas” que no quedaban atrapadas en la mezcla, y aún se hacía más conveniente en el caso de que las “agujas” atravesaran por completo los cajones ya que, de este modo, se creaban unos agujeros en cada tapia que actuaban como drenajes de la propia fábrica. No obstante, debemos destacar la presencia en el nuevo lienzo de drenajes de mayor tamaño abiertos en la segunda hilada de ladrillos transversales mediante la supresión de uno de ellos (Fig. 29). Cada tapia de hormigón de cal, que queda enmarcada en altura por los pilares de mampostería y ladrillo y por las tres hiladas de ladrillo, fue levantada por medio de cuatro cajones de tapial que presentan distintas dimensiones según su disposición en los lienzos y, en la parte baja, debido a motivos estructurales, se alzó un lienzo de mayor anchura. Se ha podido documentar también la zanja de cimentación de esta estructura (U.E. 91), así como los estratos de relleno que la colmataban. Siguiendo la secuencia estratigráfica, nos encontramos con unos primeros rellenos en la base de la zanja que se articulan como las denominadas “capas de limpieza”, esto es, auténticas tortas de argamasa rica en cal vertidas en la fosa de cimentación de

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manera previa al inicio de la construcción y a lo largo de toda su base, con el objeto de dotar a la obra de mayor estabilidad, resistencia, dureza e impermeabilidad. Estos primeros estratos (UU.EE. 49, 52, 53 y 59) ofrecen un repertorio cerámico de fragmentos de loza blanca con decoración en azul, loza decorada con tonos amarillos y trazos verdes, un fragmento de cazuela con borde de visera, fragmentos de escudillas vidriadas en tonos verdes oscuros, algunos vidriados melados y lozas blancas sin decoración (U.E. 52); un fragmento de loza blanca sin decorar, uno de jarro de borde triangular y algunos vidriados verdes y melados (U.E. 53); y varios fragmentos de cuencos de loza blanca con asas de orejeta, platos melados con decoración de manganeso y vidriados oscuros y melados (U.E. 59). Cubriendo a la U.E. 49 se localizó un estrato de matriz arcillosa compuesto por grandes bloques de tapia de hormigón de cal, mampuestos de calcarenita, ladrillos y cantos rodados (U.E. 44), con seguridad procedentes del arrasamiento de estructuras anteriores, que igualmente rellenaba la zanja de cimentación (U.E. 91). Entre el material cerámico recuperado destaca la presencia de fragmentos de loza blanca con decoración en azul, fragmentos de platos melados con decoración vegetal en manganeso, un fragmento de escudilla en loza blanca, varios fragmentos de platos con umbo vidriados en verde al interior y platos con perfil carenado vidriados al interior en color melado tipo CD Ray (RAY, 2000). Finalmente, el estrato que colmata la zanja (U.E. 41) estaba constituido por un sedimento de matriz arcillosa y color grisáceo en el que se hallaron varios fragmentos de platos: tres de loza blanca –el primero con decoración en azul, naranja y verde (serie tricolor de Talavera), el segundo con decoración vegetal y de trazos en amarillo y azul al exterior y el tercero con decoración en azul–, uno vidriado en verde con decoración de manganeso tipo C Ray (RAY, 2000) y varios platos con vedrío melado y decoración vegetal en manganeso. También se ha documentado un fragmento de tapadera de loza blanca con decoración en azul de líneas concéntricas; algunos fragmentos de loza blanca, sin decorar, con decoración de trazos verdes (una base), y con decoración en azul; fragmentos de jarros con bordes triangulares sin vidriar; varios fragmentos de cazuelas con borde de visera; un bacín vidriado con decoración a peine; dos fragmentos de escudilla, una sin vidriar y otra con carena marcada vidriada en verde; varios fragmentos de escudillas con vedrío melado al interior, poco cubriente; una base con vedrío verde poco cubriente al interior y decoración de manganeso; algunos fragmentos vidriados melados, verdes oscuros, negros y también con decoración de manganeso. Cubriendo tanto a estos rellenos como a la zanja de cimentación de la nueva estructura (UU. EE. 5, 7, 21, 22, 40) fueron documentados unos rellenos de matriz arenosa (U.E. 42) y de matriz arcillosa (U.E. 38) con abundantes nódulos de cal y de carbón, que se entregaban a la estructura U.E. 40 y que habrían sido vertidos con carácter estructural hasta alcanzar la cota de arranque del lienzo de tapial (U.E. 22). El material cerámico recogido en estas unidades es muy poco representativo: dos fragmentos de platos vidriados en color melado con decoración vegetal en manganeso, un azulejo vidriado en color negro, un fragmento con vedrío verde y un lebrillo de pasta clara (U.E. 38) y un fragmento de plato de loza blanca y uno vidriado melado (U.E. 42). En el corte 19 se construye en este momento un nuevo lienzo (U.E. 29), del que se ha documentado parte de su alzado, que se entregaba a la torre semicircular U.E. 19 (Fig. 30). Esta nueva estructura se erigió con una orientación distinta a la mantenida por las precedentes, de modo que partiendo de la alineación trazada por la muralla bajomedieval (U.E. 89), la nueva construcción se desarrolla hacia el Este, separándose progresivamente de las estructuras documentadas en las fases anteriores (Fig. 30). Esta estructura se alza con una alternancia, más o menos regular, de ladrillo macizo (cuatro hiladas), mampostería de calcarenita y algunos sillarejos (dos hiladas) trabados con mortero de cal y arena. Se observa la presencia de drenajes en la tercera hilada de ladrillos en altura. El espacio dejado por estas dos alineaciones de muralla fue rellenado con sedimentos, en su mayoría de matriz arenosa, que presentan en su composición abundante picadura de sillar y que se entregan tanto a la nueva estructura (U.E. 29) en su cara Norte como a la interfacies de arrasamiento vertical de las estructuras precedentes (UU.EE. 51 y 63). Siguiendo la secuencia estratigráfica, debemos destacar en primer lugar la U.E. 41, que se entregaba tanto a la nueva estructura (U.E. 29) en su

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cara Norte, como a la interfacies de arrasamiento vertical de las estructuras precedentes (UU.EE. 51 y 63). Se trata de un estrato de matriz arcillosa con abundantes gravas y picadura de sillar. Cubriendo a la U.E. 41 se halla un estrato de similares características (U.E. 40), con cerámica vidriada en colores verdes y melados. Sobre él ha sido documentado un estrato de relleno de matriz arenosa en el que abundan los nódulos de cal y cuya superficie fue compactada (U.E. 39); entre el material cerámico que ha aportado destaca un fragmento de loza blanca con decoración en azul. Cubriendo a esta unidad, fue excavado un estrato de relleno arenoso (U.E. 38) que presentaba varios mampuestos de calcarenita en su composición, así como cantos rodados y gravas. Por encima de él se hallaba un nuevo estrato de relleno compuesto por arenas y gravas (U.E. 37), cuyo material cerámico tan sólo ha aportado un fragmento de jarro vidriado en verde. A continuación, cubriendo a la U.E. 37, fueron vertidos y compactados varios estratos de relleno que tienen una composición similar y que enumeramos siguiendo la secuencia estratigráfica: UU.EE. 36, 35, 33, 32 y 31. Todos ellos, de color castaño-anaranjado y consistencia alta al haber sido compactados, presentan una matriz arenosa con abundante picadura de sillar y nódulos de cal y carbón, así como algunos vestigios de material constructivo; tejas, ladrillos y cantos rodados. Entre el material cerámico recuperado destaca la presencia en la U.E. 36 de un fragmento de bacín o maceta vidriado al interior; algunos fragmentos de loza blanca y vidriados oscuros (U.E. 35); varios fragmentos de platos de loza blanca con umbo en su base, escudillas con vedrío oscuro o negro, un fragmento de cazuela de costillas sin borde de visera y abundantes fragmentos vidriados melados y oscuros (U.E. 33); un fragmento de loza blanca con decoración vidriada en negro (U.E. 32) y, finalmente, varios fragmentos de loza blanca, algunos fragmentos de platos vidriados en color melado con decoración reticulada en manganeso y abundantes fragmentos vidriados melados y verdes (U.E. 31). El último estrato de relleno documentado (U.E. 27) está asociado a la construcción de este nuevo lienzo de muralla (U.E. 29) y se entrega a su cara Norte y a las interfacies (UU.EE. 51 y 63). Está compuesto por un sedimento arenoso con abundante picadura de sillar, nódulos de cal y carbón y algunos ladrillos, presenta consistencia media y superficie sin compactar. Entre los restos cerámicos recuperados destacan dos fragmentos de loza blanca, uno con decoración en azul y otro sin decorar, y varios vidriados en colores verdes y melados. En el corte 20 corresponde a este momento la interfacies de arrasamiento (U.E. 20) del lienzo de muralla de la fase anterior, a la que se entregará el lienzo de muralla (U.E. 29) perteneciente a la Fase 6 del Corte 19. Se encuadra también en este momento la Fase 6 del corte 18, a la que se adscribe un estrato de relleno (UU.EE. 35=37) de matriz arenosa que presenta abundantes mampuestos de calcarenita y cantos rodados, que se entrega al lienzo de muralla de tapial con pilares de mampuestos y ladrillos (UU.EE. 7 y 22), y cubre al lienzo de hormigón de cal, de mayor grosor (U.E. 40). Entre el material cerámico destaca la presencia de un borde de cuenco o plato de la serie tricolor de Talavera en azul, amarillo y negro, un fragmento de plato con decoración reticulada al interior, posiblemente zoomorfa, en verde y manganeso y exterior sin vidriar que podríamos poner en paralelo al tipo Amores-Chisvert 152 A L (AMORES-CHISVERT, 1993, 290 y 320), varios fragmentos de loza blanca sin decorar y con decoración en azul, un fragmento de cazuela de visera, un borde de lebrillo y algunos vidriados oscuros. La U.E. 35=37 se encontraba cubierta por un estrato arenoso de color anaranjado (U.E. 33) que, igualmente, se entregaba al lienzo de tapial (U.E. 22). Los materiales cerámicos recuperados son varios fragmentos de macetas con decoración de cadenetas en su borde, desarrollado, mediante digitaciones que podemos poner en paralelo con los tipos 119 A B (s. XV) y 120 L (s. XVI) establecidos por Amores-Chisvert (AMORES-CHISVERT, 1993: 289 y 316), un fragmento de plato similar al tipo C de Ray (RAY, 2000) melado con decoración de manganeso, varios fragmentos de loza blanca sin decorar y con decoración en azul, algunos fragmentos vidriados, melados y verdes. También pertenecientes a esta fase se han documentado dos estratos (UU.EE. 60 y 61) de matriz arcillosa con abundantes cantos rodados, nódulos de cal y de carbón, que han proporcionado tres fragmentos de loza blanca, uno de lebrillo y varios vidriados melados y verdes. [ 212 ]

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Finalmente, cubriendo a la U.E. 33, encontramos un estrato de relleno de matriz arcillosa de color grisáceo y abundantes nódulos de carbón (U.E. 32), en el que se han recuperado un fragmento perteneciente a la serie tricolor de Talavera, un fragmento de loza blanca con decoración de líneas concéntricas en azul y negro y otro sin decorar, un fragmento de maceta con decoración de cadenetas en su borde, desarrollado mediante digitaciones, vidriado en verde oscuro al exterior y melado al interior que podemos poner en paralelo con los tipos 119 A B (s. XV) y 120 L (s. XVI) establecidos por AmoresChisvert (AMORES, F; CHISVERT, N; 1993; 289 y 316); un fragmento de tapadera en loza dorada, un fragmento de cazuela de visera vidriada al interior, varios fragmentos de escudillas sin vidriar y con vedrío poco cubriente al interior, en color verde y sin cubrir al exterior; varios fragmentos de platos: con vedrío poco cubriente y decoración de manganeso paralelos al tipo C de Ray (RAY, 2000), vidriados en color melado con decoración de manganeso, uno vidriado oscuro al interior y con chorreones al exterior, y otro con vedrío verde claro.

2.6. Período Contemporáneo Tras la invasión napoleónica, las ciudades burguesas, siguiendo las pautas higienistas anticipadas por la Ilustración, comenzaron a derribar puertas, torres y lienzos de muralla, considerados como un “molesto cinturón” que impedía el “progreso”. En aquel momento tan sólo se opusieron algunos ciudadanos, precursores de las corrientes proteccionistas del Patrimonio que empezarán a tener peso a partir del siglo XX (cfr. MARTÍN LÓPEZ, 1999). En el siglo XIX se asiste a un progresivo abandono del espacio urbano objeto de estudio, según se deduce de la amortización del pavimento de la Alameda del Obispo (Fase 6 del Corte 12 y Fase 4 del Corte 2), que queda cubierto por una densa capa de arenas y limos formada como consecuencia de una crecida del Guadalquivir. Este mismo proceso se documenta en los Cortes 2 y 3 (Fase 4), donde el gavión acaba sepultado bajo un depósito de sedimentos fluviales. A lo largo de esta centuria se constata en el Corte 12 (Fase 7) la construcción de una canalización y de pequeños muros cuya funcionalidad desconocemos. Asimismo, se observa el arrasamiento de algunos lienzos murarios o la reutilización como muros maestros de estructuras pertenecientes a las conocidas como “Casas de la Inquisición”, documentados en la Fase 8 del Corte 18 y Fase 7 del Corte 19.

Fig. 30. Corte 19, Fase 6. Lienzo de época Moderna (U.E. 29) dispuesto ante la muralla de las fases previas (U.E. 16-42) y que se entrega a la torre de tapial de planta semicircular peraltada. Se observa cómo el enlucido original de la torre quedó protegido por este nuevo lienzo. © Convenio GMU-UCO.

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Fig. 31. Corte 2, Fase 6. © Convenio GMU-UCO.

A esta etapa corresponden también los pretiles alzados en la terraza de la Torre octogonal (Fases 2 y 3 del Sondeo 2), probablemente sustituyendo a un parapeto amatacanado y almenado que coronaría la torre en época moderna, como parece deducirse del grabado de Wyngaerde. El siglo XX contempla nuevas reparaciones de la muralla (Fase 5 del Corte 2) realizadas con ladrillos y sillares revestidos con mortero (U.E. 15), pero quizá el episodio más significativo sea la ocupación marginal de este espacio con chabolas (Fig. 31), documentadas en los Cortes 2 (Fase 6) y 3 (Fase 5). Se trata de estructuras muy ligeras, realizadas con ladrillo y mortero, y pavimentos construidos con fragmentos de ladrillo y losas reutilizadas, o de simple tierra apisonada (Fig. 31). Hacia la mitad del siglo, estas estructuras acaban arrasadas, presumiblemente como consecuencia de una nueva crecida del río, ya que aparecen sepultadas por depósitos de arenas y limos (Fase 7 del Corte 2 y Fase 6 del Corte 3). Esta misma suerte corren las estructuras del Corte 12 pertenecientes a la Fase anterior, que quedan asimismo cubiertas por un estrato de similares características (Fase 8).

Fig. 32. Las murallas de la Huerta del Alcázar según el dibujo de Anton Van der Wyngaerde (1567). © Convenio GMU-UCO.

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A partir de 1.967, el arquitecto D. José Rebollo Dicenta proyecta y lleva a cabo las obras de Restauración de las Murallas de Córdoba que en este sector se centran en la remodelación de todo el entorno y la reparación de algunos lienzos, que incluye la construcción de un pretil sobre la línea de muralla, así como los cuerpos de escaleras de acceso a las torres semicirculares y a la torre octogonal, en la que se instalan también los pavimentos de hormigón que cubren la cámara y la terraza: Fase 5 del Sondeo 1, Fase 4 del Sondeo 2, Fase 10 del Corte 18, Fase 9 del Corte 19 y Fase 4 del Corte 20. Finalmente, la construcción de un pavimento de losas de hormigón a lo largo del paseo bajo del río y su posterior amortización definen la última etapa de ocupación (Fase 8 del Corte 2, Fase 7 del Corte 3, Fase 5 del Corte 4 y Fase 9 del Corte 12), que en el caso del Corte 1 (Fase 8) está protagonizada por las intervenciones sobre los jardines.

3. Conclusión. La aportación de las excavaciones en la “Muralla de la Huerta del Alcázar” al conocimiento de la topografía urbana del ángulo suroccidental del Conjunto Histórico de Córdoba. Como hemos tenido ocasión de explicitar en las páginas precedentes, las excavaciones realizadas en la última década con motivo de los trabajos de restauración de varios lienzos de la conocida como muralla de la Huerta del Alcázar han marcado un punto de inflexión en nuestro conocimiento de este elemento constitutivo de las fortificaciones de Córdoba en particular y en la comprensión del proceso de configuración de este sector de la ciudad en general, brindándonos sólidas evidencias para plantear una reconstrucción de su evolución histórico-urbanística, y para fijar hipótesis que orienten los futuros trabajos, algunos de ellos ya en curso en el momento de redactar estas páginas. En efecto, hasta el inicio de nuestras investigaciones, la muralla de la Huerta del Alcázar era considerada como uno de los últimos elementos añadidos a las fortificaciones urbanas de Córdoba, en un momento ya avanzado del s. XIV, englobándose en su conjunto bajo el impulso edilicio acometido por el alcalde mayor Lope Gutiérrez entre los años 1369 y 1385 (cfr. v. gr. ESCUDERO et alii, 1999: 214). Hoy estamos en disposición de plantear una historia muy diferente para la fortificación del extremo suroccidental de Córdoba (Fig. 32). Aún cuando en ninguno de los cortes o sondeos practicados se han documentado estructuras o depósitos de época romana, en intervenciones muy próximas sí que se constatan, permitiéndonos completar nuestra secuencia (CARRASCO et alii, 2003). De estos antecedentes, nos interesan muy especialmente los relativos a la infraestructura romana con la que estaría relacionada la escalinata documentada en las excavaciones de 1999 en la Puerta del Puente. En efecto, estas gradas descendían, al exterior de la muralla y a ambos lados del último arco del Puente, hasta una construcción que, aunque por el momento no haya sido constatada arqueológicamente, sólo puede corresponderse con un dique o malecón que al mismo tiempo protegía los cimientos de la muralla y servía como embarcadero para las naves fluviales que alcanzaban el puerto de Colonia Patricia Corduba (Fig. 33). Dicho malecón debía situarse forzosamente por debajo del último arco del puente, extendiéndose de un extremo a otro ante la muralla meridional de la ciudad, de un modo muy similar al modelo que encontramos en Emerita Augusta, donde aún se conserva el muelle o malecón en el sector de la posterior Alcazaba omeya, que se le superpuso en el s. IX. La información disponible para el sector de la ciudad frontero con el río, tanto intramuros como en el espacio suburbano inmediato por el Sureste, apunta indefectiblemente a la concentración de áreas fabriles, vinculadas fundamentalmente con la producción y almacenamiento de aceite. Junto a la propia Puerta del Puente, se ha documentado una plaza porticada (cfr. CARRASCO et alii, 2003) que además de su implícita función urbanística pudo desempeñar otra de carácter comercial y administrativo, dada la presencia de grandes estancias con acceso desde el pórtico y de áreas anejas de almacenamiento y de producción (almazara de aceite). En una segunda fase incluso asistimos a la ocupación del ángulo sureste del pórtico con tabernae. La posible ubicación en este sector de las oficinas del portorium tampoco puede ser descartada.

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Fig. 33. Restitución del entorno de la Puerta del Puente hacia mediados del s. I d.C. A: Puente; B: Puerta; C: Escalinatas; D: Dique-embarcadero; E: Plaza; F: Pórticos; G: Cardo máximo; H: Decumano; I: La primitiva Puerta del Puente en la Vista de Córdoba de A. Van den Wyngaerde (1567), con anterioridad a su sustitución por la actual; J: Hipótesis reconstructiva de la puerta romana original. © Convenio GMU-UCO.

Fig. 34. Corduba en el s. VI. Los órganos de decisión política y los principales conjuntos monumentales se disponen ya en el entorno de la puerta del puente, culminando el proceso de transición desde la ciudad clásica a la ciudad cristianizada. Junto al apéndice fortificado que hemos denominado “Castellum”, destinado al control del acceso a la Puerta del Puente, se conformará un “complejo civil” que a su vez servirá de germen para el posterior Alcázar Omeya. Como contrapeso, el complejo episcopal, con su centro en la basílica-catedral de San Vicente, sobre el que, desde el s. VIII, se implantará la Mezquita aljama. © Convenio GMU-UCO.

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Incluso en el sector extramuros existente entre la muralla y el río, aguas abajo del puente, han sido documentadas varias fases edilicias datadas entre el s. I y el s. III (cfr. LEÓN-MURILLO, 2009), previas a la construcción de una fortificación tardoantigua que se proyecta de la muralla urbana a modo de apéndice para defender el acceso al puente desde el suroeste y, probablemente, el embarcadero y puerto fluvial (cfr. RODRÍGUEZ NEILA, 1988: 357). La erección de este singular elemento, que inicia un proceso de fortificación de este ángulo de la ciudad que sería retomado con especial empuje siglos después, es indicativa del papel clave que va adquiriendo esta zona de Corduba a partir del s. IV, incrementada y con plena carta de naturaleza en el s. VI con la implantación en todo el sector suroccidental de la ciudad de los centros de poder político y religioso (Fig. 34). La fortificación de este espacio tiene su punto de partida a mediados del s. I d.C. con una ligera muralla pomerial que será reforzada, a lo largo del s. III d.C., con un forro de sillería y una torre de flanqueo. Por último, a lo largo del s. IV, se acomete un nuevo refuerzo adosando al paramento exterior una potente estructura de sillería, lo que dota al conjunto de una anchura de más de 8,25 m. (cfr. LEÓN-MURILLO, 2009). Sin embargo, y pese a los recursos invertidos en el refuerzo de este tramo de la muralla cordubense, años después perdería su función al quedar subsumido en un nuevo recinto que se proyectará sobre una porción del espacio extramuros existente junto al ángulo suroeste de la ciudad, adosándose a la muralla urbana para constituir un “castellum”, todo ello con una clara intención de controlar y defender el acceso a la puerta del Puente en el punto hasta entonces más expuesto. Aunque por el momento no ha sido posible fechar con precisión este recinto, cuya datación provisional ofrece un intervalo demasiado amplio, entre mediados del s. V y el s. VII16, es necesario resaltar cómo encerraba un complejo edificio hipóstilo, de grandes dimensiones, cuya función “oficial” y de representación nos parece evidente, sumándose a la propiamente defensiva del castellum, todo ello con patentes paralelos en Toulouse, Barcino, Sirmium o Sura (LEÓN-MURILLO, 2009: 414). Con la conquista islámica, y fundamentalmente tras la configuración del emirato independiente andalusí con ‘Abd al-Rahman I, este sector continuó jugando un decisivo papel en la configuración urbanística de Madinat Qurtuba, albergando, sobre la base del modelo damasceno, dos de sus principales edificios, convertidos en símbolos de la dinastía omeya: la Mezquita aljama y el Alcázar. Será la presencia de estos dos grandes complejos arquitectónicos, sumados al río y al Puente, los que convertirán a nuestra área de estudio en protagonista de profundas y longevas transformaciones urbanísticas. No contamos con ninguna evidencia que sugiera grandes transformaciones hasta finales del s. VIII. Las actuaciones edilicias de ‘Abd al-Rahman I se centran bien en la fundación de la Mezquita aljama, bien en la de residencias suburbanas, como la paradigmática al-Rusafa (MURILLO, 2009). En cuanto a la “reconstrucción” del Alcázar, acometida por el Emigrado en los últimos años de su reinado –a partir de 785– sobre la base del “Complejo Civil” tardoantiguo y de la Dar al-Imara de los gobernadores dependientes, tanto la documentación textual como la evidencia arqueológica apuntan, más que a la erección de un amplio recinto fortificado, a la reparación y adaptación de edificios preexistentes con el fin de centralizar junto a su residencia oficial los principales órganos de la administración, incluyendo la Casa de Correos y la Ceca, de acuerdo todo ello con un modelo de origen bizantino (cfr. LEÓN-MURILLO, 2009: 418). Tampoco su hijo y sucesor, Hisham I, parece haber desarrollado transformaciones de calado en este ámbito, circunscribiendo su actividad a la reparación del Puente y a diversas obras menores en la Mezquita, incluyendo el primer alminar y una sala de abluciones, así como a la enigmática construcción de dos oratorios en la explanada (al-Hassá) existente entre el Alcázar y el río. Tras Hisham I, resulta difícil aquilatar la actuación de al-Hakam I, pues carecemos de evidencia arqueológica directa. Sí disponemos, en cambio, de textos suficientemente explícitos que

16  Puede resultar atractivo relacionar este castellum con las amenazas militares que sufrío la ciudad, desde mediados del s. VI, como consecuencia de la ofensiva del reino visigodo de Toledo para controlar las principales ciudades de la cuenca del Guadalquivir, y con la configuración del complejo episcopal en torno a la basílica catedralicia de San Vicente.

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demuestran que las primeras actuaciones sistemáticas en esta zona datan del emirato de al-Hakam I, en el año 818, en el contexto del conocido como “motín del arrabal” de Saqunda: “Su osadía llegó a tal punto que, cierto día que [el emir] salió a holgarse cazando a la zona de la Campiña, al pasar por el Puente y cruzar el mercado del Arrabal, empezaron a decirle cosas y hacerle insinuaciones y le dieron palmas; él pasó de largo y fue a lo suyo, aunque lleno de enojo contra ellos en su interior, y con el corazón lleno de temor por una agresión. Viendo sus malas acciones, y que mostraban a sus principales su rebeldía y desafección, tomó precauciones, reparando la muralla de la ciudad de Córdoba y cerrando sus brechas, empedrando la calzada ante su Alcázar y más arriba, comenzando a comprar esclavos y a tomar a su servicio a hombres valerosos, disponer pertrechos, fortificar el Alcázar por todos lados, reparar sus puertas y cierres, reforzar puntos débiles y multiplicar chambelanes y guardianes” (IBN HAYYAN, 2001: 78). Será ‘Abd al-Rahman II quien acometa la más profunda remodelación de este sector, tanto intramuros como extramuros (Fig. 35). En primer lugar, destaca la ampliación de la Mezquita aljama haciendo uso de la amplia reserva de terreno prevista por los primeros gobernadores a expensas del antiguo complejo catedralicio y episcopal cristiano, complementada con una importante remodelación del Alcázar, especialmente en su fachada oriental (LEÓN-MURILLO, 2009: 419), a la que se dota de una orientación divergente a la de la fachada oriental de la Mezquita con el fin de dar una mayor amplitud a la calle existente entre ambos edificios. Entre la muralla meridional de la Medina y el río, el emir promoverá una profunda restauración y remodelación que dotará a este espacio del sesgo que exhibirá durante el resto de la etapa omeya, a lo largo de un siglo y medio. La anchura de este espacio era de treinta codos o menos (AJBAR MAYMU’A, 11 y MAQQARI, I, 614). De acuerdo con la información topográfico-arqueológica actualmente disponible, queda claro que esta distancia, de entre 15 y 20 m. según el patrón de equivalencia que empleemos para el codo, sólo puede referirse a una anchura media hasta poco más abajo del Puente, a la altura del Alcázar, desde donde la distancia entre la muralla de la Madina y el río se ensanchaba notablemente mediante una explanada denominada al-Hassá17. Esta al-Hassá, que etimológicamente se relaciona con “empedrado” fue erróneamente interpretada por CASTEJÓN (1929: 280) como una “azotea o explanada amplia que se extendía delante del Alcázar hasta la muralla, por lo que dominaba el río y el arrecife”. García Gómez (1965, 322) corrobora esta ubicación, mientras que Torres Balbás (1957, 593) abunda en su descripción, mencionando que los dos oratorios construidos por Hixam I se localizaban delante de la bab alChinan (Puerta de los Jardines) y que la explanada se cita ya en un relato referente al reinado de ‘Abd al-Rahman I en el que se narra la exposición en la misma de los cadáveres de varios conspiradores que habían intentado atentar contra la vida del emir en al-Rusafa. Esta cruenta costumbre fue mantenida por sus sucesores, como al-Hakam I, quien hizo crucificar a numerosos rebeldes “en la calzada delante de su Alcázar, en fila, a orillas del río...” (IBN HAYYAN, 2001: 43). La explanada estaba destinada a actos públicos de administración de justicia, arengas o paradas militares, contempladas por el emir desde el Alcázar18, por lo que es probable que a partir de un determinado momento, aún en época emiral, se dotase de un pavimento enlosado y de edificios públicos, tal y como ponen de manifiesto las fuentes musulmanas: “Delante de estas dos entradas [meridionales del Alcázar] se encuentra la calzada que se eleva sobre el Guadalquivir, en la que se encuentran dos mezquitas famosas por su santidad, donde el emir al-Hakam I administraba justicia

17  Debemos tener, no obstante en cuenta la fecha a la que circunscribir estas noticias, pues ya en el último tercio del s. XII las fortificaciones de la ciudad debían llegar, también en este sector aguas abajo del puente, hasta el mismísimo arrecife (vid infra). No obstante, para las fechas más tempranas a las que debe referirse el Ajbar Maymu’a la distancia en este sector debía ser considerablemente superior al extenderse entre ambos la explanada denominada al-Hassá. 18  Así, con ocasión de la revuelta del Arrabal, se nos dice que al-Hakam I “subió inmediatamente a la azotea de su Alcázar, sobre la Puerta de la Azuda, a darles ánimo, quitar importancia al caso y enardecerlos, mandando distribuir armas y caballos a sus tropas y lanzándolos a combatir a los levantiscos” (IBN HAYYAN, 2001: 61).

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a los oprimidos, esperando lograra la recompensa de Alá” (Ibn Baskuwal a través de al-Maqqari, tomado de MONTEJO-GARRIGUET, 1998: 306). Continuando con la cuestión de la exacta localización de al-Hassá, Torres Balbás (1957: 592-593) es muy claro cuando describe las puertas del Alcázar omeya siguiendo a MAQQARI (Analectes I, pp. 302-303 y pp. 252-256). Refiriéndose a la Bab al-Sudda, dice este investigador: “estaba situada en el muro meridional (del Alcázar), se abría en el arrecife y era la puerta principal y más citada, por la que se penetraba, dice el Bayan, para asistir a las audiencias. (…) Junto a la Bab al-Sudda, en la calzada o arrecife, se acostumbraba exhibir los trofeos de las victorias militares (…) y (…) los cadáveres de los ajusticiados y los restos y cabezas de los enemigos vencidos (…)”. Más adelante añade: “En el muro sur del Alcázar se abría también la Bab al-Chinan (Puerta de los Jardines). (…) Delante de la Bab al-Chinan construyó el emir Hisham I uno de los dos oratorios o mezquitas (…) existentes en la explanada junto a las que administraba justicia.” Como hemos visto, y según el AJBAR MACHMU’A (p. 105), esta explanada (al-Hassá), situada al pie del Alcázar y sobre el río, era ya uno de los lugares más concurridos de la ciudad en época de ‘Abd al-Rahman I. Confusa, y en ciertos detalles errónea, es la imagen que nos transmite García Gómez (1965: 377 ss.), quien tras analizar los diferentes espacios existentes en las inmediaciones del Puente y entre el Alcázar, la muralla y el río, concluye que el río, y por tanto el Arrecife, la explanada de delante del Alcázar y el Alcázar no se hallaban al mismo nivel. Para él, desde el Alcázar y desde la explanada se verían tanto el Arrecife como el río. La muralla del Alcázar tal vez sería un simple antepecho, por el adarve quizá discurrieran ramales de agua de

Fig. 35. Madinat Qurtuba a mediados del s. IX. La restauración del viejo dique romano permitió a ‘Abd alRahman II renovar el Rasif y proteger la explanada (alHassá) que se extendía entre éste y el Alcázar. También en este último, el emir desarrolló una intensa actividad edilicia, formalizando una nueva fachada fortificada con torres cuadrangulares, divergente respecto a la fachada de la Mezquita aljama con el fin de ensanchar la calle que separaba ambos edificios, en previsión de futuras ampliaciones del santuario dinástico de los omeyas cordobeses. © Convenio GMU-UCO.

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época de ‘Abd al-Rahman II, y sobre el Arrecife existirían unas hipotéticas “galerías” o “miradores cubiertos”. “La explanada del Alcázar sería probablemente, con el antepecho de la muralla, un enorme mirador en alto sobre el Arrecife y el río. Más aún: es posible que los trofeos, macabros o no, se colocasen en ese antepecho de la muralla para que fuesen bien visibles desde abajo, en el Arrecife, y desde la explanada”. Llegados a este punto, podemos advertir que la principal duda historiográfica en relación con alHassá radica en determinar si se encontraba al interior o al exterior del recinto amurallado, en íntima correspondencia con el debate sobre si el Alcázar omeya era frontero o no con el lienzo meridional de la muralla de la Medina (cfr. MONTEJO et alii, 1999). A este respecto, consideramos esencial el que una fuente tan bien informada y próxima a la topografía de la capital omeya como es Ibn Hayan nos informe, en relación con la sublevación del arrabal de Saqunda en el años 818, que el emir al-Hakam rechazó a los sublevados del Arrabal en la explanada del Alcázar (Muqtabis II-1, p. 73). De ello se deduce lo siguiente: • Resulta claro (y así lo confirman todas las fuentes que recogen el suceso) que los sublevados de Saqunda no llegaron a penetrar en la Medina, con lo que fueron rechazados antes de flanquear las murallas. • La constante preocupación del emir, en los años previos, por fortificar la Medina y, especialmente, el Alcázar, además de por concentrar en este último tropas y pertrechos (vid. supra), le habría proporcionado excelentes resultados en este crítico momento. • Además, la maniobra de la caballería del emir, que abandona la Medina por la denominada “Puerta Nueva”19 para atravesar el río por un vado situado aguas arriba y sorprender a los rebeldes por la espalda, no habría causado el efecto deseado si estos últimos hubieran forzado la muralla y la Puerta del Puente20. • Puesto que los sublevados de Saqunda atravesaron el puente e intentaron asaltar el Alcázar desde el río, siendo rechazados en primera instancia por el emir “en la explanada de su Alcázar” y posteriormente aniquilados por el movimiento envolvente de su caballería, no cabe la menor duda de que la “explanada” (al-Hassá) se encontraba situada extramuros, en el espacio comprendido entre el Alcázar (que lógicamente alcanzaba la muralla de la ciudad teniendo conexión directa con el exterior) y el arrecife que protegía este sector de las crecidas del río y que sería después restaurado por su hijo ‘Abd al-Rahman II. • Corroborando lo dicho, en el mismo pasaje del Muqtabis podemos leer que tras la derrota de los rebeldes, “fueron crucificados trescientos, en fila en la pradera a orillas del río, delante de la puerta del Alcázar, hasta alcanzar el extremo de la Almozara”. Queda meridianamente claro que el Alcázar se comunicaba con el exterior al menos por una puerta y que ante este se extendía un espacio en el que, como corroboran numerosas fuentes, se ejecutaba a los reos exponiendo sus despojos. El uso del término “pradera” (al-Mary) como prolongación de la Hassá es evidente solucionando las dudas que, al respecto, ya se le plantearon a GARCÍA GÓMEZ (1965: 374).

19  Sobre esta puerta y el camino que desde ella partía hacia el arrabal conocido como Shabular, cfr. OCAÑA (1935) y MURILLO et alii (2004). 20  El Muqtabis II-1 (p. 72) dice literalmente: “su primo Ubaydallah b. Abdallah, conocido como el de las aceifas, e Ishaq b. Almundir Alqurasi se pusieron en marcha desde dentro de Córdoba junto a quienes se le agregaron y, dirigiéndose a su puerta oriental, recientemente abierta y conocida como la “Puerta Nueva”, la abrieron y salieron por ella, sin ser advertidos por la población, atravesando la calle principal hasta el final y cruzando el río por un vado en el Arenal, de modo que puestos en la margen del Arrabal Grande, atacaron a los que ya estaban luchando allí duramente, viniéndoles por detrás, por la parte del Muladar de los Madereros, cuando aquellos se dirigían a combatir al ejército del emir que tenían delante. Cogidos entre dos ejércitos, sorprendidos y temerosos de la suerte de sus casas y familiares, mostraron signos de debilidad y ya no se les dio cuartel”.

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Por delante de la explanada y, aguas arriba de ésta, del lienzo meridional de la muralla –ocupando idéntica posición que el dique romano–, ‘Abd al-Rahman II construyó el conocido como al-Rasif (Arrecife) en el año 827-828 (212 H.). La propia etimología del término (y con independencia de otras funciones como la de fijar el cauce del río protegiendo los fundamentos de la muralla, o la de servir de ocasional embarcadero) nos demuestra el carácter esencial de esta infraestructura: camino bajo dispuesto a lo largo de la ribera derecha del Guadalquivir. Dicho de otro modo, con las palabras de GARCÍA GÓMEZ (1965: 374), este arrecife “se extendía a uno y otro lado de la Puerta del Puente y debía de llegar por lo menos a ambos extremos del muro meridional de la Medina, bajo el cual corría. Proporcionaba la manera de ir, a la orilla del río, de un lado a otro de ese frente meridional de la Medina, sin entrar en ésta”. También actuaría como un medio de frenar las crecidas del río. Hoy en día, y tras las excavaciones realizadas entre 1999 y 2002 por la Gerencia de Urbanismo en la Puerta del Puente y en la muralla denominada de la “Huerta del Alcázar”, sabemos que este arrecife es en realidad la restauración, cuando no reedificación, del viejo dique romano, habiendo sido documentado y comprobadas sus características edilicias en varios de los sondeos efectuados (cfr. supra). En este momento quedará fijada la imagen del “frente del río” de Madinat Qurtuba hasta, probablemente, la segunda mitad del s. XII, con una poderosa muralla en cuyo extremo occidental –coincidiendo con el ensanchamiento provocado por el puerto fluvial romano y la posterior al-Hassá– se disponía un gran baluarte que se proyectaba de su frente para flanquear el acceso al Puente desde el lado más expuesto. Ante este frente fortificado se disponía el refuerzo añadido que representaba el malecón21, sobre el que discurría una calzada dispuesta a una cota de c. 93,65 m. en su extremo occidental, y desde la que se debía acceder a la Puerta del Puente (situada en este momento a una cota de c. 96,30 m.) mediante sendas rampas, aguas arriba y aguas abajo del Puente. Durante toda la etapa califal, y a diferencia de lo que acontece intramuros (con la Mezquita aljama y el Alcázar fundamentalmente), esta zona no experimentará ningún cambio significativo (Fig. 36), registrándose únicamente reparaciones del malecón, motivadas por los desperfectos en él ocasionados por las periódicas crecidas del Guadalquivir (vid supra), y del arrecifado del camino. Con la fitna y la consiguiente desintegración del Califato omeya nos enfrentamos a una significativa laguna en la documentación arqueológica con la que venimos operando, circunstancia que es aplicable a otros sectores de la ciudad (Fig. 37). No obstante, sabemos que ya en estos momentos se están produciendo cambios, alguno de ellos sustancial como la primera fortificación de parte de los arrabales orientales (BERMÚDEZ, 2005), que pasarán a constituir un nuevo recinto amurallado conocido a partir de entonces como al-Sarqiyya. También en la Medina, y en concreto en las inmediaciones de la Puerta del Puente, asistimos a diversas actuaciones de refuerzo de las defensas, circunstancia que seguramente debió producirse en otros puntos ante el permanente estado de sitio al que la ciudad debió enfrentarse durante buena parte del s. XI22. Será en el último tercio del s. XII, con la reactivación de la vida urbana que en al-Andalus supuso el reformismo impuesto por el Califato almohade, cuando asistamos a una profunda transformación de la imagen urbana del sector suroccidental de Madinat Qurtuba, derivado tanto del secular papel estratégico de la ciudad (y especialmente de su puente) como del prestigio ideológico derivado del pasado esplendor de la capital omeya. Posiblemente una de las principales novedades que está deparando la arqueología islámica cordobesa en los últimos años la constituya la profunda, aunque efímera, renovación de la vieja Qurtuba

21  No nos cabe duda que éste se convertiría en un prestigioso modelo a imitar en otras ciudades andalusíes, como puede comprobarse aún hoy en la Alcazaba de Mérida, que avanza hacia el río apoyándose sobre el dique romano y para cuya construcción fue preciso demoler parte del lienzo de la muralla de la ciudad (cfr. LEÓN-MURILLO, 2009: 421). 22  Este refuerzo de las defensas ya había sido acometido, por lo que al Alcázar respecta, por al-Mansur con el fin de aislar completamente del exterior al legítimo califa, Hisham II.

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Fig. 36. Madinat Qurtuba a finales del s. X. Salvo las actuaciones desarrolladas en el Alcázar y en la Mezquita aljama, o la gran restauración del Puente acometida por al-Hakam II, la imagen urbana de este sector no ha experimentado ninguna transformación sustancial respecto a la ya existente en época de ‘Abd al-Rahman II. © Convenio GMU-UCO.

Fig. 37. Madinat Qurtuba a mediados del s. XI. © Convenio GMU-UCO.

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Fig. 38. Madinat Qurtuba a finales del s. XII. La edificación de dos nuevos recintos fortificados en el ángulo suroccidental de la Medina, unidos a los dos preexistentes, acabó por configurar una poderosa Alcazaba en época almohade, lo que supuso una importante transformación respecto a la previa configuración de este sector urbano. © Convenio GMU-UCO.

emprendida por los almohades en el último tercio del s. XII. Dentro de tal actividad edilicia, tuvo un destacado papel la refortificación del ángulo suroccidental de la Madina con una gran Alcazaba que renovó y amplió el antiguo Alcázar omeya. Esta Alcazaba estaba configurada por cuatro recintos (Fig. 38): Recinto I. Definimos como tal el constituido por el Castellum tardoantiguo, posteriormente incorporado al Alcázar omeya y finalmente transformado en el castillo actualmente conocido como Alcázar Cristiano. Las recientes excavaciones en el denominado “Patio de Mujeres” del Alcázar Cristiano han puesto de relieve cómo las edificaciones omeyas (cuyas puertas aún conservan los dinteles) fueron sepultadas bajo potentes rellenos, vertidos en el tercer cuarto del s. XII, que permitieron sobreelevar varios metros los niveles de suelo. Igualmente, se repararon los muros oriental, septentrional y occidental. Por último, en el lado meridional, se construyó una puerta, aún visible en 1567 antes de su destrucción con la actual “Puerta Barroca”. Recinto II, constituido por el viejo Alcázar omeya, que había experimentado numerosas vicisitudes tras la desintegración del Califato y para el que no contamos con documentación arqueológica encuadrable en esta etapa, excepción hecha de varias transformaciones documentadas en el sector de los denominados “Baños Califales”. Recinto III, configurado por el denominado “Castillo Viejo de la Judería”. Este conjunto amurallado de apariencia regular, realizado con la técnica de encofrado de tapial ha suscitado muy diversas interpretaciones en la historiografía local. Al margen de alguna infundada interpretación de los límites de este recinto (ARJONA, 1997: 49) y de la errónea atribución de este recinto de la Torre de Belén a época mudéjar “construido en el siglo XIV para Corral de Ballesteros del Rey” (CASTEJÓN, 1964: 375, nota 18), en la actualidad existe un amplio consenso en reconocerle el topónimo de Castillo Viejo de la Judería y en su identidad con el conocido como recinto de la torre de Belén (NIETO-LUCA, 1980: 240; ESCOBAR, 1989: 105). La noticia documental más antigua en la que se mencionaba este recinto del Castillo de la Judería se fecha en el año 1359 (NIETO-LUCA, 1980: 240), aunque atendiendo a sus características técnicas y formales es altamente probable que se pueda remontar a época islámica, concretamente

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al período almohade, atribución que se ve reforzada por su ya patente pertenencia a un conjunto fortificado de mayor tamaño y complejidad como es la Alcazaba almohade. Recientemente se han propuesto nuevos argumentos para la datación de estas murallas en época bajomedieval cristiana (LÓPEZ-RODRÍGUEZ, 2001), si bien las razones aducidas no nos parecen suficientes para descartar la cronología islámica defendida por nosotros y algún otro investigador, sino todo lo contrario, pues concuerda con nuestra hipótesis de trabajo según la cual sería obra almohade. Para plantear esta cronología, los citados arqueólogos se basan en la excavación del estrato de relleno de la zanja de cimentación de la muralla y torres, pues “si bien los materiales cerámicos recuperados en la fosa son todos islámicos, no pueden ser utilizados como referente para la datación de la torre pues evidentemente ésta será posterior a la fecha que aporten las cerámicas más antiguas, amortizadas como material constructivo de tapial” (LÓPEZ-RODRÍGUEZ, 2001: 27). En otro punto de su Informe referido a la excavación de la fosa de fundación de la “torre 3” excavada en el corte 3 apuntan que “los materiales cerámicos son todos de época bajomedieval con presencia de algunos fragmentos del siglo XII, aspecto que en principio choca con los resultados obtenidos en las catas efectuadas intramuros, pero que al igual que sucedía en estas catas la fecha que ofrecen al ser post quem permite replantear la hipótesis de su construcción en época cristiana” (LÓPEZRODRÍGUEZ, 2001: 38). De nuevo, al tratar la fecha de construcción de la torre de Belén afirman que “la cronología de esta fase es un tanto ambigua y no permite afirmar categóricamente una fecha para su fundación debido a que la excavación de la zanja de cimentación ha mostrado los restos constructivos que una vez terminado se utilizan para colmatar la zanja de modo que los materiales arqueológicos utilizados en la construcción del tapial –cuya cronología es de finales del siglo XII– sólo permite obtener una fecha post quem tal como hemos indicado” (LÓPEZ-RODRÍGUEZ, 2001: 28)23. No encontramos, por tanto, ningún argumento de peso que contradiga la posible erección de esta muralla y sus correspondientes torres en un momento avanzado de la época almohade. A esto debemos añadir los aspectos técnicos de su construcción, cuyos lienzos se levantan íntegramente con la técnica de encofrado de tapial sin zócalo de piedra, tan sólo con una pequeña plataforma o capa de limpieza realizada con el mismo tipo de mortero que los alzados, de unos 5-10 cm de grosor, sobre la que se montan directamente los cajones del encofrado, cuyo módulo medio oscila entre 80 y 82 cm. de altura (LÓPEZ-RODRÍGUEZ, 2001: 20). Las torres por su parte presentan una técnica similar entre ellas con el empleo de una hilada de sillares irregulares que conforman una plataforma de forma cuadrangular o rectangular, dependiendo de la disposición de la torre dentro del trazado de la muralla. Esos sillares están unidos con tapial y sirven de asiento a otra hilada de sillares perfectamente escuadrados y dispuestos a soga y tizón sin seguir un esquema concreto, por lo que como sus excavadores indican no puede constituir un indicador cronológico. Por nuestra parte, podemos aportar el inmediato paralelo del recinto amurallado excavado durante el verano de 2001 en el entorno de la Calahorra, en el que tuvimos la oportunidad de fechar con precisión y con un término ante quem en época almohade –a partir de las relaciones estratigráficas– varios tramos de muralla de idénticas características a las ahora comentadas (cfr. LEÓN et alii, 2003). A ello cabría añadir la noticia aportada por el cronista Ibn Saib al-Salat acerca de la instalación de sendas guarniciones en ambas orillas del río en 1171, durante la preparación de una expedición del califa almohade Abu Ya’qub Yusuf contra Toledo (HUICI MIRANDA, 1956: 250). Dejando a un lado el tema crucial de la cronología, para la reconstrucción del trazado de este recinto en su tramo meridional desde la torre de Belén, contamos con un valioso plano confeccionado

23  Debemos agradecer a Agustín López las facilidades dadas para la revisión de los resultados de esta intervención arqueológica, cuyos interesantes resultados se vieron limitados como consecuencia de la adecuación de sus objetivos al apoyo de las obras de restauración de este recinto fortificado, ejecutadas por la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía.

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en 1867 en el que aparecen representadas dos torres cuadrangulares, actualmente desaparecidas tras las reformas del picadero y las oficinas anexas a las Caballerizas Reales. Este documento gráfico indica, por una parte, el mantenimiento de la planta y el intervalo regular entre torres y, por otra, la continuación del trazado y su fosilización en los muros maestros del actual edificio de Caballerizas Reales, tal y como ya intuyera GRACIA BOIX (1970: 14). Desde el ángulo suroccidental de las actuales Caballerizas Reales, en el punto de contacto con el Recinto IV, perdemos la traza de esta muralla, muy posiblemente como consecuencia de la transformación experimentada en esta zona tras la conquista cristiana y, fundamentalmente con la ampliación de las “Casas del Rey” en el s. XV, momento en el que se configura el complejo de edificios (auténtico Alcázar Real) que en 1482 sería cedido por Isabel la Católica al Tribunal del Santo Oficio. En su lado meridional, este Recinto III, al igual que el Recinto IV, utilizará como fundamentos el malecón de ‘Abd al-Rahman II, como hemos podido demostrar en el curso de nuestras excavaciones, circunstancia ésta que nos sirve para apuntalar la cronología almohade que propugnamos para todo el recinto24. Recinto IV. La evidencia relativa a la existencia de este cuarto recinto de la Alcazaba almohade se apoya en argumentos topográficos y arqueológicos. Su traza aún se conserva en alzado en el tramo comprendido entre el ángulo suroeste de Caballerizas Reales y la Torre de las Vírgenes, en tanto que el lienzo meridional, frontero a la Torre de Guadacabrilla, está oculto por las posteriores reformas bajomedievales. Finalmente, el lienzo que unía la Torre de Guadacabrilla con la de Las Vírgenes debió ser demolido en un momento impreciso del s. XIX, si bien su traza aparece perfectamente reflejada en los planos de Karwinski (1811) y de Montis (1854). Por otro lado, las excavaciones efectuadas con motivo de la restauración de la Torre de Guadacabrillas, han demostrado que la actual torre octogonal, de la segunda mitad del s. XIV, encierra en su interior otra previa, cuadrada, con núcleo de tapial (cfr. supra). Esta acumulación de recintos fortificados dispuestos de un modo “concéntrico” es característica, en al-Andalus, de época almohade, configurando una extensa Alcazaba25 cuyos recintos “externos” (el III y el IV) tendrían una funcionalidad esencialmente militar, en tanto que los “recintos internos” (el II y fundamentalmente el I) combinarían su carácter defensivo con el administrativo y áulico. Este programa edilicio, que cambió la fisonomía de la zona marcando la topografía urbana de un modo indeleble hasta prácticamente la actualidad, estuvo complementado con la fortificación del acceso al puente desde el otro lado del río. Aquí, las excavaciones que desarrollamos en 2001 permitieron definir un amplio recinto con planta rectangular, de c. 109 x 83 m. de lado, que encerraba una superficie de casi una hectárea. Está construido con fábrica de tabiyya idéntica a la observada en la parte septentrional y central del Recinto III de la Alcazaba, disponiendo también de torres de refuerzo de planta cuadrangular. En este caso, los conjuntos cerámicos asociados a su construcción sí han permitido datarla en el último tercio del s. XII, acumulándose junto a ella vertederos fechados en los primeros años del s. XIII (LEÓN et alii, 2003). Aún mayor precisión cronológica nos ofrece el cronista Ibn Saib al-Salat, al narrar la expedición organizada por el califa almohade Abu Ya’qub Yusuf contra Toledo en el año 1171. Desde el día 5 de julio de aquel año el califa se encuentra en Córdoba, ciudad que serviría de plataforma desde la que lanzar su ofensiva contra territorio cristiano. Abu Ya’qub Yusuf partió de Córdoba de regreso a Sevilla en el mes de septiembre, dejando en la ciudad “una guarnición instalada en su interior y en su exterior, a las dos orillas del Guadalquivir” (HUICI MIRANDA, 1956: 250). Es muy probable, por tanto, que el recinto en el que se concentró la mencionada guarnición fuera de la ciudad, en la ribera izquierda del río (cfr. VIGUERA MOLINS, 1992: 273) sea precisamente

24  Con independencia, claro está, de ulteriores reparaciones y reformas efectuadas en los siglos bajomedievales, como hemos tenido ocasión de comprobar, para el lienzo frontero con el río. 25  El perímetro amurallado, de 1.525 m., encierra una superficie de más de 10 ha. (101.370 m2).

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el delimitado por las estructuras de tapial que hemos podido documentar durante la excavación, en tanto que el situado del lado de la ciudad era, sin duda alguna la ya descrita Alcazaba. La conjunción de los distintos argumentos expuestos permite encuadrar la construcción de este recinto cordobés en torno al último cuarto del siglo XII y plantear una interpretación del mismo. Este momento coincide con la etapa de mayor riesgo e inestabilidad militar, ya que la conquista cristiana de Calatrava la Vieja –en 1147– deja abierto el camino para la penetración hacia el Valle del Guadalquivir de las periódicas cabalgadas estivales. Por otra parte, la situación interna de al-Andalus ratifica la posibilidad de retrasar a los primeros años de la década de 1170 el inicio de un amplio proyecto de fortificación, del que forman parte los ejemplos anteriormente mencionados, una vez sofocadas las rebeliones levantinas encabezadas por Ibn Mardanis. Se aúnan, por tanto, las necesidades defensivas con las circunstancias políticas para afrontar ahora una empresa tan costosa. Parece producirse, por tanto, una generalización de los refuerzos defensivos en torno a la capital almohade de al-Andalus. Pero este refuerzo se centra en los puntos de especial valor estratégico por su proximidad al Guadalquivir y la existencia en ellos de puentes que permiten vadear el río. Estos son los casos de Andújar, Córdoba o Écija (en este caso sobre el río Genil), o el de otros puntos fortificados que rodeaban Sevilla, como Alcalá de Guadaira o Marchena (cfr. LEÓN et alii, 2003). En este sentido debemos poner en estrecha relación la construcción del recinto amurallado de época almohade con la protección de la cabecera del puente, alrededor del emplazamiento que ocupa en la actualidad la torre de la Calahorra. Por otro lado, junto a esta funcionalidad estrictamente defensiva, la segregación de este recinto amurallado al otro lado de la ciudad podríamos ponerla en relación con los problemas de coexistencia y los desórdenes ocasionados por la presencia en el núcleo urbano de las cuantiosas tropas almohades, circunstancia ésta a la que no sería ajena la construcción, por los mismos años, de un campamento fortificado en el actual Parque Cruz Conde, frente a la alcazaba y sobre el emplazamiento de la vieja ciudad prerromana (RUIZ LARA et alii, 2008). En el momento de la conquista de Córdoba por Fernando III, en 1236, el frente meridional de la ciudad se encontraba cerrado tanto por la muralla de la Medina como por la construida para la Axerquía en un momento indeterminado inmediatamente posterior a la gran fitna de comienzos del s. XI. Aguas abajo del puente, el espacio anteriormente ocupado por el arrecife y por la “gran explanada” se encontraba ya totalmente ocupado por el recinto de la Alcazaba almohade. La fortaleza de las defensas de este sector de la ciudad impediría al rey castellano la total ocupación de la ciudad tras haberse apoderado de la Axerquía en el invierno de 1235-1236, debiendo esperar varios meses hasta apoderarse de la Medina. Ya inmediatamente después de la conquista, Fernando III debió reparar algunas pilas y arcos del puente, pero la configuración e imagen urbana de este estratégico sector de la ciudad se mantendría incólume. Por lo que respecta al sector frontero con la Puerta del Puente, no se debió producir ninguna transformación importante hasta la construcción de la nueva Puerta de Felipe II, en 1572. Hasta este momento nos encontramos con un acceso único desde el Puente al interior de la ciudad, correspondiente al vano central de la primitiva puerta romana. El vano oriental había quedado cegado y amortizado desde el s. VI-VII, superponiéndosele un torreón aún visible en 1567, al igual que el vano occidental que, aunque tapiado desde un momento indeterminado, se mantuvo en pie hasta la construcción de la nueva puerta. Aguas arriba del Puente, ante la línea meridional de la muralla de la Villa discurría la que hemos denominado como “Muralla del Adarve del Río”, consistente en un antemuro de contención y pretil que fueron parcialmente documentados en las excavaciones de 1999 en la Puerta del Puente (CARRASCO et alii, 2003) y que se emplazaba sobre la misma traza que el malecón romano y el Rasif islámico. Aguas abajo del Puente, la Alcazaba almohade será objeto de repartimiento por parte del monarca castellano, que segregará de la misma la mayor parte del Recinto II (cedido al Obispo y origen del actual Palacio Episcopal), y, en un momento ya avanzado, el sector septentrional del Recinto III, utilizado durante algunos años como gueto judío (ESCOBAR, 1989). En cuanto al Recinto I, manten[ 226 ]

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Fig. 39. La ciudad de Cordoba a mediados del s. XV. © Convenio GMUUCO.

dría la configuración adquirida en época almohade, siendo ahora reconvertido en castillo y dotado de un área residencial y otra de servicio, destacando las adecuaciones en él realizadas en 1328, durante el reinado de Alfonso XI. En cuanto a la función militar de este espacio, continuó siendo cumplida sobre la base de los Recintos III y IV hasta la ampliación, con un quinto recinto, realizada entre 1369 y 1385 por el Alcalde Mayor Lope Gutiérrez, en el contexto de la inestabilidad interna del reino castellano y de la siempre presente amenaza nazarí (Fig. 39). En este momento se repara y refuerza con torres el lienzo frontero con el río de los Recintos III y IV, incluyendo la reconversión en poligonales de las primitivas torres cuadradas de los ángulos, y se amplía la superficie fortificada hasta el cauce del Arroyo del Moro, con un nuevo recinto dotado de muralla, torres poligonales y cuadradas, una robusta torre albarrana junto a la Puerta de Sevilla, antemuro y foso, constituido por el propio cauce del arroyo. Queda completa de este modo la fisonomía de la ciudad de Córdoba, ceñido por un poderoso cinturón de fortificaciones que determinará tanto su imagen como características urbanas hasta mediados del s. XIX, momento a partir del cual, perdidas tanto las funciones militares como fiscales de las murallas la ciudad comenzará a deshacerse de lienzos, torres y puertas.

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Gerencia Municipal de Urbanismo

Área de Arqueología

anejos de anales de

arqueología

cordobesa

del Convenio de Colaboración entre el Área de Arqueología de la Universidad de Córdoba y el Ayuntamiento de la ciudad, que coordinan desde 2001 el

2

Convenio GMU-UCO. Publicaciones y actividades 2008-2010.

Murillo (GMU), y sostiene el Grupo de Investigación del PAI HUM-236, dirigido también por D. Vaquerizo. AnAAC surge como instrumento para dar a conocer a la opinión pública, sometiéndolas de paso al juicio crítico de la comunidad científica internacional, las novedades que generan a diario nuestras intervenciones arqueológicas de carácter urbano o en el territorio, sin descartar colaboraciones de profesionales cordobeses o de otras procedencias que compartan el interés por la investigación arqueológica sobre Córdoba, entendida como ciudad histórica y yacimiento único.

Imagen de portada:

Publicaciones Pág. 365 / 382

Prof. Dr. Desiderio Vaquerizo (UCO) y el Dr. Juan Fco.

[ anejos de anales de arqueología cordobesa ]

Pág. 11 / 18

Anejos de Anales de Arqueología Cordobesa emana

[ 2009-2010 ]

ÍNDICE

Convenio de colaboración

UCO-GMU

Triclinio, zona media de la pared de la domus del parque infantil de tráfico de Córdoba, decoración figurada, sátiro (Fotog. Á. Cánovas, © Convenio GMU-UCO).

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