Mujeres y poder: promesas, esperanzas y dudas

June 13, 2017 | Autor: Andrés Monares | Categoría: Columnas de Opinión
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http://www.elmostrador.cl/opinion/2006/02/10/mujeres-y-poder-promesasesperanzas-y-dudas/ 16.02.06 Andrés Monares

Mujeres y poder: promesas, esperanzas y dudas En base a los mensajes de la campaña presidencial de la Concertación, la elección de Michelle Bachelet ha dado lugar a la esperanza de no pocas mujeres de un inminente advenimiento de su género al poder. Lo cual, a su vez, hace despertar las dudas sobre el grado de realidad de tales expectativas. Pocos días atrás fui testigo de una discusión al respecto en una reunión social. Discutían, ¡cómo no!, una mujer que votó por Bachelet y un hombre que anuló su voto. Nuestra anónima fémina afirmaba que se producirá una decisiva, sino definitiva, ruptura en el imaginario simbólico machista acerca de los roles de los géneros. Agregaba que la presidenta electa estaría conciente de la necesidad de avanzar en cuanto a la posición de la mujer en la sociedad y tendría la voluntad política para hacerlo. Por su parte, el también aquí anónimo varón negaba una masiva ascensión femenina al poder al asumirlo como una realidad que rebasa el sexo y el género de quien lo ejerce. Además, señaló que el actual modelo de desarrollo impuesto en Chile, políticamente establecido y defendido por la propia Concertación, perjudica a hombres y mujeres por igual; de donde no habrá mejorías de fondo (tampoco) en la condición de la mujer. Sin la intención de quedar bien con dios y con el diablo, debo decir que concuerdo con gran parte del análisis de ambos. Es más, no creo que sean antagónicos sino complementarios. Con Bachelet, ese grupo que cabe bajo la denominación de “mujeres” — más allá que se haya expresado o no una visión política femenina trasversal a los partidos— han llegado encabezar el ejecutivo del país. Cargo que, fuera del protagonismo que le es propio, conlleva una nada despreciable cuota de poder por el sistema presidencialista vigente. Así, en un acontecimiento histórico para Chile, una mujer dirigirá por los siguientes cuatro años el espacio público por excelencia. Algo nada despreciable en una nación donde hasta fines del siglo XX las mujeres tenían un estatus legal similar al de los niños. Estoy plenamente de acuerdo en la importancia simbólica que para las mujeres tiene el que una representante de su sexo encabece el gobierno de la nación; y, asimismo, creo que ello traerá cambios de mentalidad tanto en mujeres como en hombres. De ahora en adelante, las niñas y jóvenes chilenas crecerán asumiendo como posible que el rol de presidente de la República está dentro de los que una mujer desempeña. Podrán dejar de entrenarse jugando con tacitas y muñecas para el servil mundo del hogar.

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Podrán dejar de tener como gran expectativa ese estoico olvido de sí mismas llamado maternidad. Podrán dejar de buscar ser primorosas acompañantes de hombres “exitosos”. Parecieran indudables la relevancia simbólica de la elección de Bachelet, sus consecuencias respecto a la alteración de los estereotipos de género dominantes y las posibilidades que se abren en torno a lo que pudiera llevar a cabo en pro de las mujeres. Pero, el que éstas como grupo hayan accedido al poder me parece algo muy alejado de la realidad. La futura presidenta podrá tomar medidas administrativas. Mas, otro tema es si la élite masculina de la Concertación (esa que ha hecho del poder un fin que los beneficia) se lo permitirá si las consideran demasiado radicales o sospechen que les restarán votos. Pues, ellos la eligieron candidata para mantenerse en el poder y no por una súbita y especial preocupación por la condición de la mujer. Ese grupo apoyó la candidatura de Bachelet porque las encuestas indicaban era lo más seguro para seguir en el gobierno. (En todo caso, como para estar en política hay que tener el cuero duro, no me parece del todo creíble el cuadro de una sirena entre tiburones). De ese afán surgieron los contenidos (por supuesto que es un eufemismo) de campaña sobre la calidez, cercanía o comprensión de Bachelet por su condición femenina. Lo cual irónicamente —más si se piensa en el respaldo que tuvo de las propias mujeres y de mujeres que uno supone tienen conciencia de su situación como tales— no es otra cosa que mera publicidad (no da ni para propaganda) sexista. No es más ni menos que la tradicional caracterización estereotipada machista de esa mítica mujermadre: tierna-mediadora-dialogante-franca-etc.-etc.-etc... Incluso, a partir del enfoque de la campaña concertacionista, se dieron situaciones ridículas como la satanización de los “machistas” que osaban criticar a la candidata: ¡cómo olvidaban que a una mujer no se le toca ni con el pétalo de una rosa! El propio Lagos los retaba con ese “argumento” (si bien hay que comprender que lo que la naturaleza no da, La Moneda no lo presta). Veamos ahora el asunto del supuesto poder femenino y el modelo. Siguiendo el mensaje que en la campaña se les dio a los ciudadanos, puede uno preguntarse si Bachelet por el hecho de ser mujer introducirá cambios en el actual sistema socioeconómico. Parece innegable que la voluntad política no es resultado del sexo con que uno nació. No hay relación entre sexo o género e ideología: ¿es masculino el neoliberalismo y/o femenina su alternativa o contraparte? Nada tiene que ver con un sexo u otro el poder ejercido para establecer y reproducir las condiciones políticas y económicas que permiten acumular regalías a una minoría de mujeres y hombres; mientras ese mismo poder somete al trabajo precario,

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con sus consecuencias sociales y psicológicas, a una mayoría de mujeres y hombres. Y, peor aún, el período presidencial de cuatro años sin reelección es funcional a una mera administración de esas condiciones. Que ese poder preferentemente lo hayan ejercido hombres sí implica que se desarrollaron formas masculinas de materializarlo; pero, no que en esencia sea masculino. Que nos prometan que una mujer por el hecho de serlo tenga predisposición (¿natural?) para reformar un modelo injusto, es tan dudoso como que los Claro, los Angelini o los Luksic perseguirían de modo diferente el máximo de lucro de haber nacido “chancletas”. Aunque uno pueda identificar en Bachelet una actitud personal que pareciera más dialogante y menos autoritaria, el asunto central es qué hará: las formas son medios y no fines. Si no hay cambios al sistema, su nuevo tipo de liderazgo no pasará de ser un eslogan. Ahora bien, es claro que las mujeres se llevan la peor parte de la distribución del poder y los recursos en este modelo. Un sistema que precisa crear una gran masa de necesitados y mantenerlos así para que trabajen por bajos sueldos, obviamente tendrá en las mujeres al grupo más vulnerable de entre los vulnerables. Las mujeres pobres y de clase media no trabajan porque se han liberado e igualado a los hombres como cabezas de familia y proveedoras; sino porque un único sueldo por hogar —y muchas veces dos o tres— no alcanza para subsistir dignamente. De manera creciente en el contexto neoliberal, más que una conciencia feminista, ha sido la necesidad la que ha sacado a la mujer del espacio privado del hogar al público de lo laboral (visto así ese “logro” tiene sus bemoles). En todo caso, más allá de que Ud. esté o no de acuerdo conmigo, nuestra anónima protagonista con la cual empezamos esta columna y quien cree que la elección de Bachelet dará lugar a un cambio en el estereotipado imaginario machista, seguirá trabajando en el departamento de género de una “progresista” ONG. En ese ambiente laboral, “progresistas” mujeres celebran el cambio de estatus y condición de su sexo por su inminente acceso al poder. Sin embargo, tal como otras miles de mujerestrabajadoras en Chile, nuestra heroína deberá seguir cumpliendo las exigencias de productividad a la vez que sufriendo la precariedad e inseguridad laboral derivadas de no tener contrato. Y, algunas de sus compañeras subordinadas, seguirán sufriendo la prepotencia y el maltrato laboral por parte de esas “progresistas” mujeres tan preocupadas por el estatus y la condición de la mujer. Por eso es bueno ser realistas y recordar que las esperanzas pueden no estar acordes al contexto... que todos y todas construimos o dejamos

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construir por omisión. Esa esperanza se graficó aquel domingo 15 de enero en las calles, cuando cientos de mujeres celebraban luciendo una banda presidencial.

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