Mujeres Notables: las barinesas y su amor a la Patria

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Descripción

Barinas en la IndependenciaH

Mujeres notables: las barinesas y su amor a la Patria

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Mujeres blancas-Ocaña (detalle), siglo XIX de Carmelo Fernández. Fuente: José Nucete Sardo. “Carmelo Fernández”. En: Pintores Venezolanos, n° 9. España: Edime, 1968, p. 245. Reproducción: © Samuel L. Hurtado C.

HACIENDO MEMORIA. Nº 7. BARINAS, ENE-FEB. 2013. ISSN: 2343-6026

Autor Virgilio Tosta

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Si bien es verdad que la antigua provincia de Barinas fue unja tierra generosa, pródiga en ilustres varones, que todo lo sacrificaron –vida y hacienda– en aras de la libertad de los pueblos de América, no es menos cierto que también fue cuna de extraordinarias mujeres, verdaderas heroínas que, al lado de sus padres, esposos o hermanos compartieron con ellos las horas difíciles de las conspiraciones, de la lucha, del martirio y de la gloria. Principales damas barinesas abrazaron con entusiasmo, desde los días aurorales de la república, la noble causa de la libertad. Impulsadas por ese entusiasmo y por el vehemente deseo de tener una patria libre y soberana, estuvieron siempre dispuestas a dar su mejor y decidido apoyo a la empresa de dignificar estos pueblos. Listas permanecieron en todo instante no solo para desprenderse de sus más caras joyas y bienes materiales para entregarlos a la causa emancipadora; sino también para asistir personalmente a los propios campos de batallas y morir en defensa de los más puros ideales. De esta patriótica y definida actitud es cabal testimonio la representación que, el 18 de octubre de 1811, envió un grupo de damas barinesas al Gobierno Superior de la Provincia. Se trata de un sublime documento en el cual un puñado de extraordinarias mujeres, llenas de dignidad y de valor, manifiesta sus quejas por no haber sido tomadas en consideración durante las graves horas que entonces vivía la naciente república. Dan comienzo a su representación de esta manera: “Exmo. Señor: Las Ciudadanas abaxo subscriptas, en nombre de las demás de su sexo, a V. E. representan: que noticiosas de la invasión que intentan los Guayaneses en el punto de S. Fernando, y de que ha sido forzoso dirigir toda la fuerza que había de guarnición en esta plaza á aquel apostadero, no han podido la representantes menos que extrañar no se haya contado con ellas para proteger su seguridad, cuando esta incomodando a las tropas de los Pueblos suburbios que podían reemplazar”. Después de tan patrióticas frases, aquellas dignas “esposas, madres y amantes de venezolanos” agregan con singular delicadeza: “No ignoramos que V. E., atendida la debilidad de su sexo, acaso

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Teresa Mixares de Solórzano y Tovar, primera condesa de San Javier,1722. Óleo sobre tela (194,5 x 111,5 cm) de Bartolomé Alonzo de Cazales. Colección: ©Galería de Arte Nacional, Caracas.

ha procurado eximirnos de las fatigas militares; pero sabe muy bien V. E. que el amor á la patria vivifica á entes más desnaturalizados y no hay obstáculos por insuperables que no venza”. Pero no se satisfacen aquellas extraordinarios mujeres de Barinas con escribir palabras llenas de delicadeza, inspiradas en un inflamado amor a la patria. Una actitud resuelta y valiente las impulsa a agregar: “Nosotras, revestidas de un carácter firme y apartando á un lado la flaqueza que se nos atribuye, conocemos en el día los peligros á que está expuesto el país: él nos llama á su socorro, y sería una ingratitud negarle unas vidas que sostiene. El sexo femenino, Señor, no teme los horrores de la guerra: el estallido del cañón no hará más que alentarle: su fuego encenderá el deseo de su libertad, que sostendrá á toda costa en obsequio del suelo patrio”. Aquellas altivas barinesas ponen fin a su representación con esta categoría solicitud: “En esta virtud y deseando alistarse en el servicio, para suplir el defecto de los Militares que han partido á S. Fernando, suplican á V.E. se sirva tenerlas

Días más tarde, la “Gaceta de Caracas” reproduce en sus páginas el sublime testimonio del patriotismo de las mujeres de Barinas, con un elogioso epígrafe donde pueden leerse estas hermosas frases: “Las Ciudadanas Barinesas, dignas Esposas, Madres y Amantes de los Venezolanos de Barinas, no podían ser indiferentes á la suerte de su país; y renovando en realidad los fabulosos exemplos de las Menalipes y Atalantas, han hecho ver á los tiranos lo que puede un pueblo que, para reunirse a favor de su libertad, sabe hacerse superior á las preocupaciones del sexo, la clase, la edad, y la condición”. Las damas que aparecen al pie del sublime documento llevan los más importantes apellidos de la colonial provincia barinesa: Briceño, Villafañe, Méndez, Bragado, Coeto. Nicolasa Briceño era hija del coronel Pedro Briceño Pumar, figura representativa de Barinas y futuro prócer de la Independencia. Estaba casada

L Cocina al aire libre de Camile Pissarro,1854.Colección: ©Banco Central de Venezuela, Caracas. Reproducción: ©Samuel L. Hurtado C.

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presente y destinarlas á donde le parezca conveniente, baxo el supuesto de que no omitirán sacrificios que conciernan á la seguridad y defensa. Barinas, octubre 18 de 1811. Nicolasa Briceño, María Miyares, Manuela Méndez, Concepción Villafañe, Josefa Camejo, Joaquina Graciet, María del Rosario Iribarren, Juana María Norsagaray, Ana Josefa Bragado, Concepción Briceño, Concepción Coeto, Francisca Coeto, Rita Josefa Briceño, Candelaria Coeto, Nicolasa Pumar, Josefa Villafañe, Rita García, Josefa Porras, Josefa Montes de Oca, Josefa Linares, Concepción Arevolasa”. Recibida la representación, el doctor Nicolás Pumar, Secretario de Gobierno de la provincia, estampó al margen la siguiente nota: “Dénsele al Bello Sexo las más expresivas gracias, insinuándosele el agrado con que el Gobierno ve sus sentimientos nacidos de un verdadero amor á la Patria, á cuyo servicio se destinará con oportunidad, ocupándosele en los negocios en que se le considere más útil”.

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Señora N. A., 1834. Óleo sobre tela (82,5 x 59,5 cm) de A. F. Colección: ©Galería de Arte Nacional, Caracas.

con don José Francisco Villafañe. Era hermana de los Briceño Méndez, que fueron casi todos próceres de nuestra emancipación y entre los cuales descolló el doctor y general Pedro Briceño Méndez, quien casó en 1825 con doña Benigna Palacios y Bolívar, sobrina del Libertador. María Miyares, aunque hija del brigadier don Fernando Miyares González, primer gobernador que tuvo en la colonia la Provincia de Barinas, manteniéndose realista hasta su muerte, abrazo, sin embargo, la causa americana; a lo que sin duda contribuyó el matrimonio que en 1809 contrajo con don Miguel María del Pumar, el mayor de los hijos de José Ignacio, poderoso Marqués de la Riberas de Boconó y Masparro, Miguel María presidió la primera junta de Gobierno que tubo Barinas, surgida del cabildo abierto celebrado el 5 de mayo de 1810, día auroral de la Independencia barinesa. Manuela Méndez era hermana del sacerdote Ramón Ignacio Méndez, héroe de la emancipación, compañero del General Páez en las campañas

de Barinas y Apure, y más tarde arzobispo de Caracas. Doña Manuela era la esposa del coronel Pedro Briceño del Pumar, ya nombrado, y por tanto, la madre de los Briceño Méndez. Era, en consecuencia, la progenitora de Nicolasa, la valiente barinesa que encabezo las firmas de la carta enviada por el bello sexo al gobierno revolucionario. Tanto doña Manuela como su hija Nicolasa iban entre las muchas familias que, en noviembre de 1813, abandonaron a Barinas y se dirigieron hacia el centro huyendo de la acción criminal de los realistas Puy, Yáñez y otros. En San Carlos se unieron al Libertador. Cuando el coronel Briceño Pumar recibió en esta ciudad la dolorosa noticia de que su hijo el comandante Nicolás Briceño Méndez, que servía a las órdenes del general Urdaneta, había caído peleando contra el enemigo, reunió a la familia para pronunciar estas conmovedoras palabras: “Nicolás ha muerto en Barquisimeto heroicamente, en defensa de la Patria, y este debe ser nuestro mejor consuelo”. Nicolasa Pumar venía a ser nieta del capitán don Plácido del Pumar y Villegas, fundador del apellido Pumar en Venezuela y Barinas. Nicolasa era hija de don Juan Francisco del Pumar y de doña María de La Barta, y sobrina del rico Marqués de Boconó. No sólo las damas que firmaron la representación para el gobierno revolucionario merecen el título de Heroínas. Numerosas barinesas son acreedoras a él, por haber sido sometidas a muy duras pruebas durante la cruenta y larga gesta emancipadora. Por ejemplo, María Ignacia Méndez, hermana del futuro arzobispo de Caracas, pasó por el martirio de ver fusilar, el 22 de mayo de 1813, a su esposo don Juan José Briceño Angulo, a la edad de 39 años, después de un juicio militar promovido por el jefe español Antonio Tízcar. Su hermana Ana María Méndez, esposa del prócer barinés Pablo María Pulido, huyó en 1812 con su marido hacia la Nueva Granada. En Bogotá entregó sus valiosas alhajas de oro a Bolívar cuando éste hacia los preparativos de la célebre campaña admirable, llevada a efecto en 1813. Por cierto que junto con el prócer Briceño Angulo fueron fusiladas otras 7 personas, entre la cuales se encontraban el teniente Juan Agustín Montes de Oca, deudo quizás de la Josefa

La guerra de Independencia trastocó los diversos sectores de la sociedad colonial. En imagen: El bautizo,1889. Óleo sobre tela (200 x 250 cm) de Cristóbal Rojas Colección: ©Galería de Arte Nacional, Caracas.

Montes de Oca, una de las damas que firmaron el patriótico documento de las barinesas. Los procesados oyeron de rodillas, el 21de mayo en la mañana, la lectura de la sentencia de muerte, y un día después fueron ajusticiados en la cercanía del cementerio de la ciudad. Llanto derramaron las pupilas de los habitantes de Barinas y de luto se cubrió el corazón de la provincia. María Ignacia del Pumar, hija del acaudalado Marqués de Boconó, vio a sus 3 hermanos abrazar la causa de la Independencia, y pasó por el terrible dolor de perder a su anciano padre, quien murió en 1814 en la cárcel de Guanare donde había sido encerrado por los españoles. Acompañado a su esposo Nicolás Pulido a través de un largo peregrinaje. Debido a la guerra, perdió sus alhajas de valor y los demás bienes de hacienda que poseía. En 1821, escribirá desde Trujillo al Libertador, para implorar una pensión del sueldo de sus hijos, los próceres José María y José Ignacio Pulido. En uno de los párrafos de su patética carta, dice textualmente: “Después de una larga emigración de 7 años por países remotos y desconocidos para

mí, sin recursos ni auxilios de que sostenerme, mi esposo emigrado también entonces por lugares extranjeros y mis dos hijos haciendo la guerra a los españoles; no me ha quedado otro socorro ni otro subsidio para mis alimentos que la protección en nuestro benignísimo Gobierno, la cual espero me dispense V.E. en la gracia que impetro”. Sin duda, Concepción Arevolasa, cuya firma aparece al pie de la heroica representación de las barinesas, estaba emparentada con don Domingo Arevolasa, quien estuvo preso en Barinas por orden del gobierno español. Joaquina Graciet era quizás hija de don Luis Antonio Graciet, figura de relieve en la Barinas de los últimos decenios del siglo XVIII. También aparece en la carta de 1811 la firma de una singular mujer, con justicia considerada entre las más extraordinarias heroínas venezolanas. Nos referimos a Josefa Camejo, oriunda de la antigua provincia de Coro, pero ligada a Barinas por nexos muy profundos. Nació Josefa Camejo en los aledaños de Pueblo Nuevo en la península de Paraguaná. Era hija de don Miguel Camejo y de doña Ignacia Talavera y

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La guerra de Independencia dejó marcadas secuelas de pobreza en el territorio venezolano. En la imagen: Orfandad,1885. Óleo sobre tela (120 x 87 cm) de Cristóbal Rojas. Colección: ©Sucesión Manuel Díaz Rodríguez.

de la representación de 1811, quien no solo fue la mujer legitima del teniente coronel Francisco Olmedilla, ilustre prócer de la Independencia, sino también la madre de otro héroe del mismo nombre, fallecido trágicamente en plena juventud. Candelaria Coeto, después de sufrir innumerables contratiempos, llego a la ancianidad en la mayor miseria. En carta fechada en Barinas el 25 de agosto de 1845, doña Candelaria expresa al ciudadano presidente de la República que “se considera acreedora a la pensión de montepío militar”, conforme a la ley del 27 de mayo, por ser esposa legítima del “primer comandante Francisco Olmedilla”, quien en los campos de las provincias de Barinas y Casanare, al frente de las caballerías patriotas, “dio muchos días de gloria a las armas republicana”; y por ser, igualmente la madre del teniente coronel del mismo nombre, Francisco Olmedilla, quien hizo bajo las órdenes del general Páez la campaña de Apure, y fue uno de los 150 héroes de la temeraria acción de las Queseras del Medio. Sirvió desde su infancia a la naciente república, hasta el año de 1822 en que fue muerto en Guasdualito, victimado por un asesino. En el expediente que acompañaba a esta solicitud, levantado en Barinas, había declaraciones escritas formuladas por los próceres de la Independencia José Félix Blanco, Ramón Escobar y Rafael Mora, y por el sacerdote Agustín Palacio, cura interino de Barinas y teniente del vicario de dicha ciudad. En uno de los párrafos de la petición de doña Candelaria, pueden leerse las palabras siguientes: “…y si todavía el gobierno requiriese algún comprobante más, puede pedir informes al Exmo. Sr. Gral. Páez, que sirvió por algún tiempo a las órdenes de mi esposo en Guasdualito y Casanare”. El clérigo y general José Félix Blanco afirma haber conocido a fines de 1815, en Bogotá, al teniente coronel Francisco Olmedilla, comandante de las caballerías de Casanare. Luego lo encontró enfermo de calenturas en una de las misiones del Meta. “Allí me dio a conocer –dice el padre Blanco– a la señora doña Candelaria Coeto, que hoy existe viuda y pobre en esta ciudad”. “Hallándome en Achaguas, después de la batalla del Yagual – agrega el sacerdote y militar – oí la fatal noticia de que el teniente coronel Olmedilla había sido fusilado por los españoles en la ciudad de Pore, capital de Casanare”. “Cuando en 1827,

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Garcés. Josefa inició su educación en el colegio de monjas que entonces funcionaba en Coro. Pasó parte de su adolescencia en la ciudad de Mérida. Aquí permaneció un tiempo su deudo el futuro obispo doctor Mariano de Talavera y Garcés, quien había sido en los primeros años del siglo XIX vicario de la iglesia de Barinas. Quizás en esta época conoció Josefa Camejo al joven barinés con quien se unió en matrimonio. Lo cierto fue que esta distinguida dama se desposó con el doctor y coronel Juan Nepomuceno Briceño Méndez, hijo del coronel Pedro Briceño Pumar, y hermano del general Pedro Briceño Méndez, todos ilustres próceres de nuestra Independencia. El citado matrimonio explica la presencia de Josefa Camejo en Barinas en los albores de la república. La acompañaba doña Ignacia quien pereció de trágica manera en las corrientes del Santo Domingo. El año de 1813 fue una época terrible para las familias barinesas. La presencia en la región de las sanguinarias huestes de aterradores jefes realistas, como Yáñez, Puy y Tízcar, significaba muerte, ruina y llanto para los patriotas de Barinas. Para escapar de una muerte segura, los coroneles Manuel Antonio Pulido y Pedro Briceño Pumar, que habían sido nombrados por Bolívar gobernador de la provincia y comandante general de la misma, respectivamente, resolvieron ambos jefes en las postrimerías del año 13 evacuar a Barinas para reunirse en San Carlos con el Libertador. Formaron aquella emigración cerca de 1.000 hombres de infantería y caballería, 2.000 caballos de silla y numerosas familias de la capital. Iniciaron el peregrinaje en los primeros días de noviembre. Apenas comenzó la emigración, sus integrantes fueron sometidos a constantes ataques por parte de las guerrillas realistas. En el paso del río Santo Domingo, abundante en agua por obra de la llamada creciente “de los muertos”, se ahogaron varias damas, entre ellas la señora Talavera y Garcés, madre de Josefa Camejo. Pero a pesar de tan difíciles contingencias, los republicanos de Barinas vencieron al enemigo en varios combates y lograron su propósito de unirse al Libertador. Contribuyo enormemente al éxito feliz de aquella desesperada empresa la persona del valiente comandante Olmedilla, esposo de doña Candelaria Coeto, otra de las damas firmantes

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vine a esta de Barinas –concluye el padre Blanco– con el carácter de Intendente, encontré a la señora Coeto viviendo honestamente con su hija, permaneciendo entonces y hasta hoy en su estado de viudedad”. Tanto el coronel Ramón Escobar como el sacerdote Agustín Palacio, fueron testigo del fusilamiento de Olmedilla, llevado a cabo el 25 de octubre de 1816 en la plaza de Pote. Por servir a la causa republicana, Escobar y Palacio fueron llevados prisioneros con otros patriotas a la capital de Casanare, y fueron sacados de la cárcel para que presenciaran la muerte del guerrero barinés. En documento firmado en Barinas el 23 de agosto de 1845, Ramón Escobar refiere el final del comandante Olmedilla. Dice que fue sacado de los calabozos donde se encontraba con varios prisioneros, “para presenciar, como presenciaron, la ejecución del referido primer comandante Francisco Olmedilla”, quien fue decapitado. Su cabeza fue colocada “en una jaula sobre un palo en la plaza” de la referida capital.

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En 1845 era gobernador de la provincia barinesa, el notable prócer José Ignacio Pulido. Al remitir este magistrado el expediente de la señora Coeto al Secretario de Guerra y Marina, no se limita al simple trámite del envió oficial; sino que corrobora con su autorizada opinión los planteamientos formulados por la honorable dama de Barinas. Después de manifestar su acuerdo con el testimonio rendido por los señores Blanco, Escobar, Mora y Palacio, el gobernador Pulido agrega lo siguiente: “Además, debo añadir que la señora Coeto ha padecido infinitos trabajos y toda clase de persecuciones del gobierno español desde el momento en que fue prisionero su esposo: que después de haber perdido a este, y a su hijo en defensa de la patria, y una fortuna regular que poseía antes de la revolución se ha encontrado y se encuentra en una situación lamentable y digna de lastima, sin más amparo ni apoyo que la caridad de algunos; por lo que es de admirar que sobreviva a la edad de setenta años que puede tener, de los cuales la mayor parte los ha pasado en suma miseria, habiéndose encontrado antes de la guerra de Independencia con una regular comodidad; por todo lo cual se hace más acreedora al goce que solicita”. El gobierno de Venezuela concedió a la anciana heroína barinesa una pensión, como correspondía a su cualidad de madre y viuda de “ilustres próceres”, a los cuales acompaño no solo en las horas de los hermosos triunfos militares; sino también en los momentos difíciles de las derrotas, de las enfermedades y de la muerte.

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NOTA Este articulo fue tomado de: TOSTA, Virgilio. Mujeres notables. Caracas: Editorial Sucre, 1963,

Tipo africano y mestizo-Provincia de Santander, Colombia (detalle), siglo XIX de Carmelo Fernández. Fuente: José Nucete Sardo. “Carmelo Fernández”. En: Pintores Venezolanos, n° 9. España: Edime, 1968, p. 238. Reproducción: © Samuel L. Hurtado C.

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