Mucha tela que cortar. Memorias e historias desde los barrios de Robledo

July 21, 2017 | Autor: E. Hernández Ciro | Categoría: Historia Urbana, Patrimonio Cultural, Memoria barrial, Robledo, comuna, Noroccidente de Medellín
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Descripción

El Picacho San Cristóbal

América

Quebrada Q La Corcovada

Q Quebrada La Iguaná

Q Quebrada La Gómez Mal Paso

Quebrada La Hueso

San Ciro de Aná

Créditos r réditos Aníbal Gaviria Correa Alcalde

Fredy Orlando Orrego Representante Legal Corporación Construyendo

Alexandra Peláez Botero Vicealcaldesa de Educación, Cultura, Participación, Recreación y Deporte

Eulalia Hernández Ciro Coordinadora Investigadora principal

María del Rosario Escobar Pareja Secretaria de Cultura Ciudadana

Nataly Moreno Restrepo Jose Daniel Segura Muñoz Investigadores

Luis Fernando Hoyos Estrada Director Técnico y Administrativo Jorge Mario Zapata Chavarría Coordinador Programa de Planeación Local y Presupuesto Participativo Secretaría de Cultura Ciudadana Alejandra Múnera Benthan Jorge William Torres Zapata Raquel Sierra Varela (Interventora) Equipo de Memoria, Patrimonio y Fortalecimiento del Sector Cultural Programa de Planeación Local y Presupuesto Participativo Secretaría de Cultura Ciudadana

Jose Daniel Segura Muñoz Promotor Cultural David Gonzalo Henao Alcaraz Curador de la Exposición G.A.P. Estrategia y Comunicaciones Diseño gráfico Ángela Patricia Linares Ramírez Correctora de Estilo

ISBN Obra Independiente: 978-958-57819-4-8

Agradecimientos El equipo de investigación de la Corporación Construyendo y la Secretaría de Cultura Ciudadana de la Alcaldía de Medellín, agradece a los habitantes de la Comuna 7 - Robledo que nos acompañaron en los conversatorios, recorridos y entrevistas; que con cariño nos abrieron la puerta, no sólo del baúl de sus recuerdos, sino de su casa. Así mismo, al Parque Biblioteca La Quintana – en especial a su Sala Mi Barrio-, a la Biblioteca Público Barrial Fernando Gómez Martínez, a la Escuela Mayor del Tango, al Liceo Rodrigo Arenas Betancur, a Vigías del Patrimonio de Robledo y el Grupo Raíces, a la Casa Museo Pedro Nel Gómez; y en general, a todas las instituciones y grupos que creen, apoyan y contribuyen en la construcción colectiva de la memoria.

El El Pi cho Pica Picacho

Barrio 15 Un lote en Robledo

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Los convites

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Comadres y vecinas 27 Urbanizaciones

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91 Bibliografía 92 Entrevistados

La colcha de los recuerdos

Costuras, el proceso de investigación Telas Formas e hilos

Rutas, calles y caminos 37 “El traguito de agua” 40

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Morros, mangas y cerros 47 Moteles

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Quebr Quebrad Que rad da da La a Ig Igua gua aná a an ná á

Robledo, síntesis de ciudad

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Paso Paso a P al Ma M Patrimonios que 61 tejen memoria La Iguaná 62 Huellas del Pasado 66

Sa an a n C Ciro ro o de e Aná An ná

Lugares de encuentro, 71 referentes en la memoria Pedro Nel Gómez y Robledo 77 Tiendas 86 Epílogo

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Conten Cont C Co o ontenid nten n te t en nid ni id i do o

Presentación

Memoria colectiva 36

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Mucha M ucha cha a t tela e a q que ue c cortar co corta cort o a Me emorias e historias storias desde los ba barrios rrio de Robledo

Mucha tela que cortar

Presentación. La colcha de los recuerdos Las colchas de retazos acompañaron muchas mañanas, atardeceres y noches de las familias antioqueñas. Fueron edredones, sábanas, manteles, cortinas y puertas y, en ocasiones, hasta delantales, faldas y pantalones. Uniendo sus pedazos, muchas mujeres aprendieron a coser. Unas, siguiendo con el pulso de sus manos la aguja y el hilo y otras, asegurándose de que el traqueteo de las máquinas de coser siguiera la línea recta requerida. Pedazos de telas a cuadros, rayas, flores, rombos o de fondo entero; grandes y pequeños; de colores cálidos y fríos; de diversas texturas y -por lo general- sobrantes de costuras anteriores, eran recogidas con las vecinas o modistas del barrio, o rebuscadas en los mismos cajones de ropa vieja y telas. Se trataba de ir pegando pedazos sueltos, cuidando la combinación de colores con el material disponible y de ir tejiendo hasta formar una colcha “que sirviera de adorno, pero, sobre todo, de abrigo”. Fabricadas con esmero y afecto, acompañaron las charlas, risas y tristezas de vecinas, amigas, hermanas e hijas. Al preguntar por su relación con las colchas de retazos, muchas anécdotas son evocadas por los habitantes de Robledo, quienes recuerdan 10

que “crecieron envueltos en ellas”. Una de las anécdotas más curiosas, es cómo, ante el desgaste de las fibras de su interior, se recortaban estos pedazos a punto de romperse, pegándolos en las orillas, o descartándolos, para unir los nuevos bordes, reduciendo su tamaño y, por esta vía, diversificando su uso: pasaban de ser sábanas a manteles de mesas y de graneros de las cocinas. Aún hoy, muchas mujeres, en sus antejardines, patios, piezas, salas, cocinas y salones de costura, siguen ocupando sus días en tejer y unir pedazos de tela, ya sea para vender, regalar o para usar en sus hogares. Y se encargan de transmitir sus oficios con sus manos y ritmos, pero también, de transmitir sus historias, a través de la palabra. El punto, cadeneta y chisme, sigue siendo un espacio para avivar y recuperar la memoria colectiva; para hilar recuerdos y para afianzar lazos de sociabilidad y solidaridad barriales. Rememorando este bello oficio de coser colchas de retazos, pensamos que recuperar las memorias e historias de los barrios que hoy conforman la Comuna 7 - Robledo es como armar una de esas colchas. Buscamos pedazos sueltos de historias y recuerdos, en hombres y mujeres; en organizaciones y colectivos; en libros y edificios;

en fotografías y mapas. Cada uno de esos pedazos, representa los diversos colores, texturas, matices y voces que han construido nuestros barrios. Después de ponerlos en común en conversatorios y entrevistas, y avivarlos durante los recorridos, buscamos los mejores lados para unirlos, es decir, sus coincidencias y puntos de distancia. Porque, así como los hilos y tejidos unen cada pedazo de la colcha, las presentes historias están conectadas y esperando a ser apropiadas y modificadas. A la manera de las colchas de retazos que hicieron nuestras abuelas, esta cartilla presenta algunas de esas memorias de los barrios y sectores que hoy conforman la Comuna 7 Robledo, pero que también son comunes a otras zonas de la ciudad. Y por ello, será una abuela, la que nos acompañará en esta lectura: con ella, en diversos momentos, buscaremos las telas, hilos, formas y costuras de nuestra colcha. Las telas, serán nuestro punto de partida. Y por telas, entendemos los referentes conceptuales que le dan piso a esta investigación: la memoria colectiva, los patrimonios contextuales no monumentales y el barrio. Las formas, son el resultado que toman esas telas, según tiempos y espacios específicos. Y, al mismo tiempo, entre las telas y las formas, pasarán los hilos como aquellas vivencias comunes, entre barrio y barrio, entre hogar y hogar, que tejen lazos de identidad, sentido de pertencia y reconocimiento de

horizontes pasados y futuros entre los habitantes de la Comuna 7 - Robledo. Los recorridos, los conversatorios, las entrevistas, las charlas y las búsquedas documentales fueron nuestras costuras, es decir, las que nos ayudaron a atar y a relacionar nuestros materiales.

Costuras, el proceso de investigación Las memorias, historias, recuerdos y vivencias están inscritas en diversos soportes y formas, que pueden ser institucionales o cotidianos: los encontramos tanto en estantes de bibliotecas, entre líneas de historiadores, sociólogos, arquitectos y antropólogos, en los archivos fotográficos de la ciudad, en edificios monumentales, pero también, en armarios de los hogares, en las mentes y corazones de hombres y mujeres, en los álbumes familiares y en las arquitecturas populares. Pero, ¿qué pasa cuando juntamos estas formas, cuando mezclamos soportes académicos e institucionales con las memorias de hombres y mujeres, comunes y corrientes? ¿Qué pasa cuando sentamos en un mismo recinto a niños, jóvenes, adultos y adultos mayores y los interrogamos por sus recuerdos? ¿Qué ocurre cuando hacemos viajes en el tiempo recorriendo el territorio actual, cuando buscamos entre los

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Mucha tela que cortar

habitantes a aquellos que fueron fundadores y mantienen presentes sus recuerdos? Frente a estas cuestiones, esta investigación tiene una característica particular. Es realizada con recursos públicos que los habitantes de Robledo, a través de Mesas de trabajo y articulación, como la Comisión de Cultura, priorizan dentro del Programa de Planeación Local y Presupuesto Participativo –PPL y PP y que, además, se inscribe en el programa de Memoria y Patrimonio de la Secretaría de Cultura Ciudadana, de la Alcaldía de Medellín. Es una apuesta, entonces, por visibilizar las voces desde los territorios, desde lo micro, desde lo local, para aportar a la cultura, a la memoria, al tejido social y a los retos futuros de construcción de barrio y de ciudad. Durante esta investigación, que tuvo como objeto la recuperación de la memoria patrimonial de la Comuna 7 - Robledo, se llevaron a cabo dos procesos paralelos e interconectados: por una lado, se trataba de avivar la memoria a través de los encuentros, del contacto, del compartir, y, por el otro, de recolectar información, que permitiera tejer, coser, hilar esos pedazos de memoria, regados en barrios, archivos, instituciones y personas. Por ello, conversar, recorrer, preguntar, buscar, compartir, fueron las principales actividades de esta investigación.

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Con distintos énfasis y metodologías, según las características de cada territorio, entre los meses de septiembre y octubre de 2014, se realizaron cinco conversatorios para recordar y recuperar memorias. La Biblioteca Público Barrial Fernando Gómez Martínez; la Sede Social de El Diamante; el Liceo Rodrigo Arenas Betancur, del barrio Aures; la Sede Social de Ciudad Central, de Córdoba; y la Escuela Mayor del Tango, ubicada en Pilarica, fueron los lugares seleccionados para estos encuentros. En los recorridos por distintos sectores de la Comuna, relacionados con las temáticas abordadas en los conversatorios y dirigidos a públicos diversos, buscamos descubrir conjuntamente lugares y huellas de memoria. Transitamos por las aguas, quebradas y charcos de la Comuna 7, rescatando los lazos afectivos construidos y las historias producidas a su alrededor, y, al mismo tiempo, reflexionando sobre las condiciones ambientales actuales y las acciones necesarias para su cuidado y conservación. A la par, hicimos viajes en el tiempo, identificando los múltiples procesos de poblamiento de la Comuna, superpuestos en el mismo presente, y que van desde zonas de expansión urbana, hasta lugares tradicionales y de asentamientos del siglo XIX, como los alrededores de La Iguaná. También, vistamos las huellas del arte, la arquitectura y el urbanismo,

dejadas por maestros como Pedro Nel Gómez y los lugares de encuentro y diversión de épocas pasadas, algunos de los cuales sobreviven. Con las entrevistas y charlas informales, realizadas a fundadores, líderes, personajes reconocidos, y, también, a hombres y mujeres comunes y corrientes, pudimos adentrarnos en sus patrimonios íntimos: sus casas, álbumes familiares, colecciones de objetos, de papeles, libros y conocer de cerca sus vidas, procedencias y trayectorias.

Tela 1. Barrio Más allá de la división jurídico administrativa que designa corregimientos, zonas, comunas y barrios, entendemos el territorio como una producción socio cultural e histórica, que involucra las formas geográficas con las prácticas humanas. El territorio, es, entonces, un espacio significado de tiempo, dinámico, por el que transitamos y construimos identidad.

Telas

Entre la multiplicidad de territorios que pueden producirse, el barrio es el eje central de este trabajo, no sólo porque ha sido la forma de poblamiento privilegiada de la zona noroccidental, y desde la que se reconocen sentidos de identidad, de pertenencia y de adscripción, sino también porque el barrio está desapareciendo, o, si se quiere, se está transformando y mutando con la fuerte intervención del sector inmobiliario y constructivo a partir de las edificaciones en altura y los conjuntos residenciales cerrados.

Las telas son obras hechas de muchos hilos, que, entrecruzados, forman superficies. Por ello, construimos nuestras telas de trabajo, nuestras superficies que llamamos conceptos, unas superficies comunes desde las cuales preguntar ¿qué no olvidar? ¿a quién no olvidar? ¿qué es lo que más recuerdas cuando llegaste al barrio? ¿por qué y para qué recuperar la memoria patrimonial de la Comuna 7 - Robledo?

En los últimos años, la actividad inmobiliaria en toda la ciudad de Medellín y en el Valle de Aburrá, especialmente en la Comuna 7 – Robledo, está cambiando drásticamente las dinámicas de relacionamiento, los sitios de encuentro, la escala y la morfología que por muchos años caracterizó a la zona noroccidental de la ciudad, conformada, en su mayoría, por barrios obreros, urbanizaciones apoyadas por programas estatales como el Instituto de Crédito Territorial y por

A la par, realizamos un rastreo de documentos, materiales y soportes audiovisuales, en diversos centros de documentación y bibliotecas de la Comuna y la ciudad, que nos permitiera contrastar y ampliar las memorias recogidas.

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Mucha tela que cortar

asentamientos espontáneos, llamados invasiones. Cambios en el paisaje, en las formas del barrio y en la vida cotidiana que trataremos de mostrar en las líneas siguientes. Tela 2. Memorias colectivas En uno de los conversatorios, que reunía a habitantes de Ciudad Central, Córdoba y Alfonso López, pedimos que dibujaran, escribieran o representaran con diversos materiales qué era lo que más recordaban cuando llegaron al barrio. De inmediato, casas, montañas, árboles y ollas de sancocho empezaron a aparecer. Doña Luz Elena Londoño, una de las primeras habitantes de Ciudad Central, se percató de estas coincidencias y le pareció curioso que la mayoría de sus vecinos “dibujaran lo mismo”. Comentario que aprovechamos para reflexionar sobre la memoria colectiva. Y es que de esto se trata la recuperación de memorias, de un proceso colectivo que no sólo es referido al pasado, sino que involucra el presente, los lugares desde donde hablamos; el futuro, para dónde vamos y, claro está, el pasado, como esos sustratos comunes. En este caso, se hicieron presente las procedencias campesinas de muchos habitantes de este sector, así como su relación con la naturaleza, con las mangas, los árboles, los charcos, las prácticas alimentarias antes de la urbanización y las nuevas formas de vida y relacionamiento que implica.

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Por ello, el reto constante de esta investigación participativa fue ¿cómo construir memoria con los otros?, ¿cómo generar espacios de encuentro y de producción colectiva de memorias?, porque, consideramos que “la única manera de hacer memoria es con los otros”, es decir, no puede hacerse memoria sin los otros, ni por los otros, ni para los otros. Tela 3. Patrimonio contextual no monumental Por muchos años han sido las instituciones las que han decidido qué es o no Patrimonio, definición que por lo general se ha relacionado con historias patrias y nacionales. Sin embargo, en esta investigación, entendemos el patrimonio como un vínculo social de la vida cotidiana, que no es estático, sino que está en constante apropiación. Es un elemento activador de memorias. Por ello, hacemos énfasis en los patrimonios contextuales no monumentales, es decir, aquellos que no necesitan ser patentados por instituciones como UNESCO o el Ministerio de Cultura, para tener un lugar en los afectos de sus habitantes, sino que son patrimonios íntimos, patrimonios forjados en los barrios. Al igual que en las bibliotecas, museos y centros de documentación, en las casas de los habitantes de la Comuna 7 – Robledo y en sus barrios, se encuentan en reposo tesoros esperando a ser encontrados y contados. Estantes, cajas, baúles,

repisas, álbumes, encierran fotografías, cartas, recortes de prensa, libros... Así como también, en los barrios, sobresalen las arquitecturas populares, que han hecho de la autoconstrucción y la construcción progresiva un elemento muy importante a la hora de habitar el territorio. Tesoros familiares y barriales, con rastros de abuelos, padres, amantes, que pueden convertirse en tesoros patrimoniales de todos los barrios de la Comuna 7 – Robledo.

Formas e hilos A continuación presentamos las formas que le dimos a todos esos recuerdos y memorias vivas que nos encontramos durante la investigación. El primer apartado, sobre Barrio, habla de las formas de ocupación y apropiación del espacio. En el segundo, referido a la memoria colectiva, tratamos de dibujar esos espacios y prácticas colectivas, que perduran y, en el tercero, referido a los patrimonios que tejen memoria, rescatamos algunas huellas y marcas culturales.

Ilustración 1. Luz Nelly Correa, con uno de los legados de su familia, el “Tratado de Arquitectura de Vignola”, libro que mandó a traer el maestro de obra Manuel María Arenas, bisabuelo de Luz Nelly, de Italia para construir la Iglesia de Nuestra Señora de los Dolores de Robledo (1883). 2014. Fotografía tomada por el equipo de investigación de la Corporación Construyendo.

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Barrio El crecimiento poblacional trae como consecuencia la apropiación del territorio por parte de la comunidad. Ellos son los encargados de lotear, los terrenos poco constituidos del sector, a través de convites, que fortalecen los procesos sociales y evidencian la unión de todos, para poder urbanizar y así conocer el barrio que define hoy las calles de la comuna. Procesos que desatan historias y anécdotas que alimentan la historia de Robledo.

Unir Construir Llegar Habitar

Barrio

Un lote en Robledo

Por Eulalia Hernández Ciro

Asomado desde una ventana del cuarto piso del edificio La Ceiba, entre la carrera Sucre y la Avenida La Playa, Luis, a sus siete años, veía con curiosidad los huecos y vacíos que dejaban la demolición del Teatro Junín. Panorama que presenció cada mes, durante aproximadamente cinco años, cuando bajaba con su madre desde el barrio El Diamante hasta el centro, a aquel edificio donde quedaban las oficinas de la Sociedad Cock Alvear, para llevar alrededor de $100 pesos, correspondientes al pago de lote donde estaban construyendo su nuevo hogar. Pagos que se iban registrando, con sellos y firmas, en una “libretica”.

Ilustración 2. Libreta de control de pagos hipotecarios. 1967. Archivo personal de la familia Arias Monsalve, barrio El Diamante. A pesar de tener las escrituras de sus casas, muchas familias conservan como sus patrimonios íntimos estas libretas, porque ven en ellas la realización de sus sueños y el esfuerzo de muchos años.

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En 1967, mientras el centro se transformaba a partir de grandes operaciones inmobiliarias, como la demolición del edificio Gonzalo Mejía -construido en la década de 1920 y conformado por el Teatro Junín y el Hotel Europa- para dar paso al Edificio Coltejer-, familias como la de Luis, buscando mejores condiciones para levantar sus hogares, poblaban bajo la modalidad conocida como loteo pirata amplios sectores del noroccidente y nororiente de la ciudad. La explosión urbana y demográfica ocurrida desde medidados del siglo XX en Medellín, provocada por la migración forzada del campo y la llegada de familias buscando mejores condiciones y ambientes para la crianza de los hijos a la ciudad que se ofrecía como centro de la industria y el comercio, generó una gran demanda de vivienda en todos los sectores socioeconómicos. Las iniciativas estatales, canalizadas a través de sus agencias, como el Instituto de Crédito Territorial – ICT, El Banco Central Hipotecario – BCH y los Fondos de Vivienda de los municipios, no pudieron suplir esta demanda y, por ello, entidades privadas, urbanizadoras y constructoras entraron en escena con múltiples modalidades. Una de ellas, fue la llamada “urbanización pirata”, caracterizada como una lotificación de terreno sin autorizacion del Estado, sin servicios públicos ni infraestructura (agua, luz, alcantarillado,

transporte, educación, salud, recreación), generalmente apropiada por la autoconstrucción. A diferencia de los asentamientos por invasión, que tampoco cumplen con estos criterios, en la urbanización pirata los residentes compraron legalmente su lote. Muchos de los antiguos habitantes del noroccidente de Medellín coinciden en que las grandes mangas y extensiones de tierra que hoy ocupan, como la conocida “finca el Picacho”, pertenecían a la familia Cock, o, como los llaman, “los Coes”. En efecto, grandes terrenos pertenecían a esta familia, convirtiéndolos en unos de los “urbanizadores piratas” más importantes de la ciudad, pero también, como en el caso de Aures, actuaron como intermediarios de otros terratenientes. En varias de sus generaciones, la familia Cock, parceló el espacio, definiendo manzanas y “espacios públicos”. Luego vendió cada parcela a crédito y en forma individual, sin infraestructura ni servicios públicos. En otros casos, familias que se apropiaron de un pedazo, propiedad de los Cock, recibieron posteriormente el cobro por la tierra. No obstante las deficiencias y condiciones precarias generadas, el loteo pirata fue una oportunidad importante de acceso a la tierra urbana de sectores de bajos recursos -vinculados a sectores informales de la economía o

desempleados- y de producción del hábitat popular. Algunos llegaban a “un principio” y, otros, empezaban a construir de cero. Antes de acabar de pagar su lote, muchas familias iniciaron su proceso de ocupación y autoconstrucción: en unos casos, usaron materiales provisionales como fieltro y madera; en otros, construcción de ladrillo tradicional y obra negra y, conforme sus condiciones económicas, fueron realizando acabados y mejoras. A la par de ir adecuando el interior, quedaba el reto del acceso y la consecución de servicios públicos para todo el barrio. Las exigencias de la Oficina de Planeación a los urbanizadores piratas, las gestiones ante Empresas Públicas y las luchas de organizaciones comunitarias y sociales, apoyadas por Acción Comunal, fueron las principales formas de actuación. Por ello, uno de los patrimonios más importantes de las familias del noroccidente de la ciudad han sido sus viviendas y la construcción solidaria de sus barrios. Los moradores más antiguos, recuerdan con nostalgia las bregas y luchas por los servicios públicos y la posibilidad, a partir de las “planchas” y “terrazas”, de dejarles un principio a sus hijos para que empezaran a construir sus hogares. También, estas luchas han sido claves en la conformación y apropiación de los barrios, porque, a la aventura que inicia de forma individual y familiar, con la compra del solar, el

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Barrio

lote y la construcción de la vivienda, le sigue la dimensión colectiva, para obtener el agua y la energía, para construir redes de alcantarillado, conseguir el transporte, y para acoger a los nuevos vecinos que llegan y empiezan de cero. El Diamante no fue el único barrio de la zona noroccidental construido bajo la modalidad de loteo pirata. En décadas distintas, los barrios San German (1920s), Castilla (1940s) y Aures (décadas 1960s y 70s), al igual que otros en el noriente, como Campo Valdés (desde la década de 1920), también tuvieron esta forma de ocupación, aunque por las características de cada terreno y época, fueron procesos distintos.

Ilustración 3. Información calles, barrio El Diamante. 1983, Galería de Imágenes del Centro de Estudios del Hábitat Popular-CEHAP, de la Facultad de Arquitectura, Universidad Nacional de Colombia, sede Medellín. Plano de la urbanización pirata (El Diamante) como fue aprobado por el Departamento de Planeación.

Por ejemplo, el 92% de las familias que llegaron a El Diamante procedían de otros barrios de Medellín. En su mayoría, eran trabajadores del sector industrial que buscaban mejores lugares para “criar” a sus hijos y hacer sus vidas. En este sector, los nuevos pobladores encontraron en la década de 1960 algunas casas,

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muy espaciadas unas de otras y con los terrenos loteados. Allí, la Oficina de Planeación de la ciudad condicionó a los urbanizadores para que como mínimo ejecutaran un sistema de alcantarillado y colocaran pilas de agua. Por otra parte, al ser poseedores de grandes terrenos en los alrededores de El Volador y Castilla, y al ver que desde finales de la década de 1920 aquellos terrenos estaban siendo invadidos, los urbanizadores optaron por vender los lotes, así fuera a bajo precio. Por las condiciones del terreno, en el sector de San German los lotes eran de gran tamaño y no obedecían a una retícula tradicional.

Aures fue quizá el último intento de desarrollo de procesos de urbanización pirata a gran escala en el Valle de Aburrá (Coupé, 1999: 65). En la década de 1970, cuando iniciaron el loteo, esta zona estaba por fuera del perímetro urbano, lo que permitía a los urbanizadores evadir algunas normas de construcción pero, a su vez, hacía

más difícil la conexión a los servicios públicos y obligaba a vender parcelas más extensas, que no alcanzaban a comprar los sectores de población que aspiraban a una vivienda en Aures. En 1976 se inicia el loteo, sobre un plano que no se compadece con la realidad, porque los compradores deben lidiar con las difíciles

condiciones topográficas y geológicas de la zona, sin mejora de vías de acceso y con un fuerte problema, como la ausencia de fuentes de agua. Condiciones precarias que frenaron la consolidación del asentamiento, pero que también motivaron acciones comunitarias. 

Ilustración 4. Panorámica del barrio Aures. (1988), PEVAL, Galería de Imágenes del Centro de Estudios del Hábitat Popular - CEHAP, de la Facultad de Arquitectura, Universidad Nacional de Colombia, sede Medellín. En la parte superior de la fotografía se ubica Ciudad Don Bosco, referente del sector.

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Barrio

Los convites

Por Nataly Moreno Restrepo

“A Dios rogando y con el mazo dando”

Entrevista realizada a José de Jesús Jaramillo Osorio

¿La memoria? A Santiago nunca le habían preguntado sobre el significado de esta palabra. Él en su cotidianidad utilizaba a menudo este término para referirse a un dispositivo electrónico en el cual almacena información ¬–sus deberes del colegio, su música preferida y capítulos de la serie que por horarios escolares le era imposible ver–. Sin embargo, esa tarde se encontraba reunido en el auditorio del colegio con “los viejos del barrio”; allí, con unos cuantos compañeros de clase, escuchaba las memorias de aquellas personas que muy a menudo oía en la cafetería de la esquina hablando de política, religión, y en muchas ocasiones, de los achaques inherentes a la edad. Esta vez hablaban de “mangas”, de tanques, pantano, fincas, de un comienzo que desconocía. Como Santiago, muchas personas de su edad ignoran los caminos que tuvieron que recorrer sus abuelos y padres para que su generación tenga hoy un hogar donde refugiarse, unas calles por donde transitar, un colegio al cual asistir y una iglesia donde orar. La configuración, conformación y consolidación de muchos barrios de la Comuna 7 –Robledo, está 22

inscrita en procesos que requirieron de un esfuerzo común, no sólo para la edificación de sus casas, sino también para la construcción de un sector donde se garantizara al conjunto de habitantes contar con la infraestructura indispensable para vivir dignamente en su vida privada, y satisfacer sus necesidades sociales, culturales y religiosas, dentro del sector que habitaba.

Ilustración 5. Convites. (s.f.), Anónimo, Archivo Personal Franci Zapata habitante de Vallejuelos. En la primera mitad del siglo XX, se dio un crecimiento demográfico importante en la ciudad de Medellín y, acompañado de este proceso, se inició el poblamiento del territorio que conocemos como la Comuna 7, que anteriormente estaba constituido por fincas y amplias zonas verdes. Debido a las diferentes condiciones que incidieron al desplazamiento de grandes grupos poblacionales a la ciudad, en este caso concreto a la zona noroccidental, una de las características más sobresalientes en la fundación de los barrios de esta zona, es que fueron configurados a través del loteo y la invasión en terrenos agrícolas, rasgos que incidieron en que no contaran con la infraestructura necesaria para garantizar su bienestar.

Por tal motivo, las primeras puntadas del tejido social que iniciaba en barrios como Aures y Palenque1, cada uno dentro de sus particularidades temporales y sociales, estuvieron direccionadas a satisfacer las necesidades básicas –vivienda, servicio del agua y vías de acceso-. Estos aspectos, que debían ser suplidos por la capacidad del Estado fueron en principio, debido a las dinámicas de poblamiento, producto de la organización comunitaria. Es decir, fueron los pobladores recién llegados quienes, a través de convites, se apropiaron de los territorios y los intervinieron en función de mejorar sus condiciones de vida. Los convites eran encuentros de la comunidad que se llevaban a cabo en los tiempos libres, generalmente los fines de semana, y que tenían como objetivo mejorar la infraestructura de los barrios en formación. Éstos fueron inicialmente iniciativas de la misma comunidad, sin embargo, más adelante, el Estado empieza a interesarse en la regulación del crecimiento urbano y, por lo tanto, a querer intervenir en la transformación de dichos barrios. Esta intervención estatal se 1. “Cuando la quebrada Iguaná se creció en el año 1880 e inundó todo el valle de Aná, las personas se desplazaron hacía territorios más seguros y comenzaron a fundar el barrio Robledo pero pese a las discriminaciones que sufrían las personas de color en esa época, se comenzó a crear el barrio Robledo Palenque, se escogió el nombre de Palenque haciendo honor a la región costeña habitada por raza negra y así identificarse de los blancos de los negros” (Correa, p.1)

hace fundamentalmente a través de las Juntas de Acción Comunal –que fueron producto del Frente Nacional, quien encontró en estas formas de organización la posibilidad de la participación de la comunidad, de forma regulada. Estas Juntas se convirtieron en un mecanismo de gestión de insumos y materiales, que eran después convertidos en calles, acueductos, iglesias, sedes comunitarias, escuelas, gracias a la mano de obra de la misma comunidad.

Ilustración 6. Carnet Junta Directiva Acción Comunal (s.f.), Equipo de Investigación Corporación Construyendo, Archivo personal de Nelly Correa.

En torno a los convites, se configura toda una red de sociabilidades, “hacíamos convites para todo”. Si en primera instancia, reunirse podría

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Barrio

significar supervivencia, con el paso del tiempo, esta asociación comunitaria devino, en encuentro, fiesta, excusa. Los lazos sociales se afianzan, entre vecinos se procura el bienestar común, se hace convites para reunir el mercado del más necesitado, para reunir el dinero y enterrar el ser querido del vecino de la cuadra. Estas formas de asociación, posibilitaron que los miembros de la comunidad, establecieran fuertes vínculos de solidaridad y vecindad. Y, a su vez, generaron un sentido de pertenencia e identidad respecto al territorio ocupado. Por esta razón, frente a las preguntas por la memoria e historia de los barrios, todas las respuestas dan cuenta del arraigo que tienen sus fundadores por el territorio. Un arraigo posible porque fueron sus manos y sus acciones quienes dieron vida a estos barrios, no como conjunto de casas o de infraestructura, sino como tejido de personas que se unieron y trabajaron en función de una causa conjunta. “[…] salíamos cada 8 días, había mucho entusiasmo de las pocas familias que habían, eso le daba a uno gusto, porque eran hombres y mujeres, temprano hacían sus quehaceres para salir a ayudarnos a levantar piedra, pala y pica, mujeres guapísimas y con ese espíritu de colaboración y de progreso” (Entrevista realizada a Miguel Ángel Garcés y José de Jesús Jaramillo Osorio)

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Comadres y vecinas

Por Eulalia Hernández Ciro

Maruja llegó a El Diamantico en una tarde lluviosa, como en noviembre de 1969, a las cuatro de la tarde. Venía de Kennedy porque a su esposo le habían ofrecido “un principio muy barato”, un “murito de adobes”, en aquel barrio de invasión –como ella misma lo denomina-. A diferencia de algunos de sus vecinos, que se apropiaron de un pedazo de tierra, su familia pagó por el lote. La llegada a aquellos morros, barrancos, tierras sueltas, pantanos y piedras, sería “la odisea más grande de su vida”. Con diez “muchachitos” y de dieta del último, al ver que su futuro estaba en aquel rancho, sin agua, con un “animalero”, con pantano hasta el cuello y, prácticamente sin luz, porque “la luz parecía una vieja fumando tabaco, la lucecita que venía en esos alambres dulces”, Maruja irrumpió en llanto. Pese a su tristeza, lo que Maruja más recuerda de ese día, es cómo, aún sin conocerla, las que serían sus vecinas, le llevaron una aguapanelita caliente que le mostraba la calidez que iban a tener sus días. Le ofrecieron comida y albergue mientras lograba acomodarse: “No llore, que por acá es bueno, espere que amanezca y verá”, le decían.

Igual le pasó a doña María Camila Muñoz, en La Cascada, que, por mucho tiempo “vivió sola en esa manga”, refiriéndose a lo que hoy conocemos como La Cascada, pero que, con la llegada de sus vecinos cambió su vida, porque, como ella misma reconoce: “uno hace los vecinos, los vecinos lo hacen a uno” (Conversatorio Biblioteca Fernando Gómez Martínez). En antejardines, escaleras, solares, salas, cocinas, piezas de costura, se tejieron colchas, manteles y ropas de todo tipo y, al tiempo, se hilaron vínculos de solidaridad femeninos vitales para la vida barrial, como recuerda doña Eva Correa: “los vecinos casi todos somos los mismos, conocidos de toda la vida, los jóvenes se casaban con las mismas vecinas, entre familia […] todas nos conocemos, sabemos quién vive arriba y quien vive abajo y hay buena solidaridad en el barrio, ya como casi todo está terminado, ya se acabó, pero seguimos siendo amigas, vecinas, nos servimos la una a la otra, el dolor de una es el dolor de la otra, la alegría de una

es la alegría de la otra, todos esos muchachos que se criaron allí entonces, todos se venían para la casa a jugar, hacíamos unas comitivas, traían papas, chorizos, carne, arroz: ¡bueno pues Doña Maruja vinimos a hacer la comitiva!”. Pero, no sólo en el espacio doméstico fue importante la presencia femenina. Mujeres, -niñas, jóvenes y adultas-, fueron fundamentales en los convites y en las comitivas para la construcción del barrio, el mejoramiento de las condiciones de vida y la creación de espacios y momentos para la diversión, la educación y la cultura. Más allá de estar al tanto del fogón comunitario y de los roles de la alimentación en los que siempre se han destacado, recuerda don José de Jesús Jaramillo Osorio, habitante de Aures, cómo las mujeres estuvieron presente en todas las luchas y bregas para mejorar sus condiciones de vida de su Ilustración 7. Las mujeres en los convites. (s.f. aprox. década de 1970), Archivo de la Junta de Acción Comunal El Progreso No 2, ubicado en el Barrio, Comuna 6 – Doce de Octubre, noroccidente de Medellín.

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Barrio

barrio “había mucho entusiasmo de las pocas familias que habían, eso le daba a uno gusto, porque eran hombres y mujeres, temprano hacían sus quehaceres para salir a ayudarnos a levantar piedra, pala y pica, mujeres guapísimas y con ese espíritu de colaboración y de progreso”. Las mujeres, hombro a hombro, con sus compañeros, vecinos e hijos, cargaron piedras, ladrillos, revolvieron mezclas y levantaron tarros con material por las faldas y lomas de los diferentes barrios de Robledo. También, en sectores como Palenque y Robledo Parque, la organización de actividades, como los reinados femeninos, fue una forma privilegiada para recoger fondos para obras comunitarias, como abrir vías y construir las iglesias y las escuelas. Cuenta doña Luz Nelly Correa cómo, aproximadamente hace 40 años, estaban “abriendo” la carrera 68, denominada Carretera al Mar; recibían recursos de la Alcaldía y el aporte de todo el trabajo comunitario, pero ello no era suficiente para comprar el material y los gastos. Entonces, organizaron un reinado, donde lo primordial no era la belleza, sino la recolección de fondos, es decir, la simpatía. Luz Nelly ganó varios reinados, como ella misma lo reconoce, gracias a su padre, Heriberto Correa, “por ser muy trabajador y reconocido líder”, y su madre, “que amanecía haciendo empanadas para que ella ganara”.

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Ilustración 8. Participación de representantes del barrio Palenque y otros de Robledo en un reinado de la ciudad. 1963. Archivo personal, Luz Nelly Correa.

Aún hoy, la mayor participación en espacios de planeación del desarrollo local, mesas de trabajo, organizaciones, espacios de formación artística, está en el género femenino. Y no sólo, como se dice comúnmente, porque “están en la casa”, sino porque les gusta participar en el diario vivir de sus barrios y de sus destinos, desempeñando importantes liderazgos.

Urbanizaciones

Universidad Nacional, por el norte limitaba esa finca, con la finca de Eduardo Londoño, muy Por Jose Daniel Segura Muñoz conocido: Eduardoño, y ahí en este momento, en esa finca está ubicado el Ferrini. Además quedó Finales de los 70’s, crecimiento acelerado en la la urbanización Nebraska. Ese terreno donde ciudad de Medellín. En Robledo ya muchos de está ubicado Nebraska y el Ferrini, eran de don sus barrios estaban constituidos; los convites Eduardo Londoño (Eduardoño)”. Los Cock, aprovechados para cimentar las calles y casas de y algunos propietarios de terrenos aún baldíos Aures, La Pola, Bello Horizonte, El Diamante, comienzan a negociar sus predios y es común entre otros, son testigos encontrar el nombre de cómo las fincas aún del Instituto de sin construir comienzan Crédito Territorial a cambiar, fincas como (ITC), entidad las describe doña Luz administrada por Nelly Correa: “por el el Banco de la sur quedaría la Iguaná. República, que es Este era un terreno quien comienza a demasiado grande que lotear los terrenos era de los descendientes para previamente de los Posadas, pero se construir. En la identificaba como los mayoría de casos terrenos o la finca de para cada nuevo “Yeyo” Posada, donde “centro urbano” Ilustración 9. Antigua casa del propietario de la finca Yeyo Posada. hoy se encuentra el Hoy en día bloque de El Cortijo donde están ubicados los negocios se realiza solo el Cortijo, Bravancia comerciales (s.f.) Archivo personal, Rocío Sánchez, expuesta en la diseño de una casa o galería de fotos homenaje a los 30 años de El Cortijo. y Pórticos; esas edificio, sin tener en tres urbanizaciones cuenta que, debido a salieron del terreno o la finca de Yeyo Posada. que Robledo tiene inestabilidad en su topografía Limitando con Yeyo Posada, se encontraba el (en una sola cuadra se pueden distinguir hasta doctor Vásquez, El doctor Vásquez coge desde tres tipos diferentes de conformación de suelos) la Carretera al Mar o sea la 68: por el sur se debió diseñar cada espacio según el lugar limitaba con Yeyo Posada; por el oriente con la

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Barrio

donde se iba a construir. “En 1976 no existía en nuestro país norma para el diseño estructural, los ingenieros nos guiábamos de acuerdo a lo consultado en libros y a las recomendaciones del SEOAC” cuenta el ingeniero Civil, León Restrepo Gallego, el encargado de suministrar los diseños para la construcción de Altamira. Sin embargo, esto no fue obstáculo, y de la misma manera se comenzaron a constituir unidades residenciales por todo Robledo, las cuales han sido pilar fundamental en la construcción de sociedad en la comuna. Todos esos recuerdos de fincas grandes donde se “cogían mangos y pomas” han quedado un poco en el olvido, y ahora las casas o edificios son los que adornan el paisaje. Muchas personas comenzaron a llegar a Robledo debido a las facilidades que les generaban la “viviendas de interés social”, o en los prestamos realizados en su lugar de trabajo, tal como lo cuenta doña Estela Cardona Aguilar “Yo llegue al barrio… al Cortijo, al barrio Palenque, porque mi trabajo es o era en la Comuna 7, estaba ubicada en el ITM de Robledo, entonces me quedaba cerca desplazarme al trabajo”, denotando así también una conveniencia por vivir en el sector, que se repite por toda la comuna debido a su gran cantidad de equipamentos, como las universidades, los colegios, los hospitales y las industrias. Habitantes de otros

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barrios, ciudades y sobre todo personas jóvenes comenzaron a comprar un pedazo de tierra al occidente de Medellín con el fin de consolidar una familia. Todas las que llegaron a Robledo comenzaron a construir su propia historia, que aunque influenciada ya por otros territorios, sirvieron como hilada inicial a la construcción de una memoria colectiva; memoria que construida como colcha de retazos es hoy en día pilar de la historia de Robledo. La vida dentro de la unidad comienza a tomar diferentes matices cuando es encerrada, esto en su mayoría debido a la violencia, pues muchas de las unidades que existen hoy con mallas y porterías, antes eran abiertas para todos, como cuenta doña María Cecilia Saldarriaga en Las Cometas “Aquí fundamos el Comité Pro-enmallado, entre todos los vecinos recogimos la plata y encerramos; todo debido a la violencia que se comenzó a ver en el sector”. Este fenómeno alejó a los habitantes de ellas del exterior, quienes en muchos casos solo salen para dirigirse a otros lugares de la ciudad. Las familias que viven en unidades normalmente se caracterizan por ser pequeñas, por lo general dos padres que trabajan todo el día y un hijo que estudia y en sus tiempos libres asiste a cursos o practica de algún deporte. Sin embargo, las prácticas comunes de un “barrio popular” no mueren, y siempre están persistentes en cada una de ellas, como cuando se celebran las navidades.

Con todas estas características las unidades residenciales comienzan a mutar, y lentamente se convierten en el nuevo “modelo de barrio”. Un interior lleno de características sociales muy particulares que nutren el tejido social de Robledo.

las urbanizaciones, un patrimonio lleno de naturaleza, como lo indica don Arnulfo Berrío Cortés en Altamira “Yo este ranchito lo quiero mucho, es muy conmovedor uno salir y sentirse como en la selva, ver tantos animales y arboles que llenan de alegría mi corazón y me recuerdan cuando viajaba por las diferentes selvas del país. Yo aquí tengo mi selva propia”. Y es que en casi todas las unidades sigue vivo el legado de la finca que solían ser, una huella del pasado que se niega a desaparecer y que se refugia tras la malla de la urbanización.

Ilustración 10. La primera niña nacida y criada dentro de El Cortijo (s.f.). Archivo personal, Rocío Sánchez, expuesta en la galería de fotos homenaje a los 30 años de El Cortijo.

Sus cerca de 100 unidades residenciales en la actualidad, hacen que Robledo sea pionero en la ciudad en este tipo de conformación de vivienda. Esto también promueve que se valore el patrimonio no reconocido que significan

Ilustración 11. Visión de cómo las mallas puestas en las urbanizaciones dividen los espacios de la comuna. 2014. Fotografía tomada por el Equipo de la Corporación Construyendo durante el quinto recorrido de Memoria en Robledo.

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Caminar Navegar Tocar Vivir

Memori Memo Memoria em emoria e m colectiv colectiva olectiva le l e i Robledo es un territorio particular y heterogéneo como sus habitantes. Cada persona y lugar desde su individualidad y singularidad construye y teje una memoria común. Las calles, el paisaje, los recursos, las transformaciones, las formas en que las personas se apropian del espacio, van creando un sentimiento de arraigo hacia el territorio, pero más allá, hacia las relaciones que se entrecruzan en el mismo: con otras personas, con los espacios. Estas relaciones, a su vez, van generando unas prácticas colectivas que inciden en la manera en la que las personas se identifican con su barrio y lo hacen suyo.

Memoria Colectiva

Rutas, calles y caminos

Por Nataly Moreno Restrepo

“Hoy hago cuenta de la nomenclatura de los barrios que nos tocaba caminar, aproximadamente 13 o 14 cuadras, de para arriba, con el buen bulto de mercado y todo lo que se ocurría era al hombro”

Entrevista realizada a José de Jesús Jaramillo Osorio

Comprar un lote, construir un “rancho”, llegar a una urbanización, convertir una plancha en segundo y hasta tercer piso. “Todo por acá era mangas”, “fue muy difícil empezar, pero estoy muy contento de lo que hemos logrado”. Las rutas, calles y caminos han sido un factor muy importante en la configuración de los territorios y sus barrios; las vías de comunicación han posibilitado la articulación de las dinámicas económicas, sociales y culturales de las comunidades. Es en este sentido que, si bien tener un techo donde resguardarse de las inclemencias del clima, dónde descansar por las noches, dónde comer en familia, proveedor de seguridad, fue la primera preocupación de los fundadores de los barrios, quienes para conseguirlo, requirieron implementar todo un sistema de acceso a terrenos que por sus características hacían del trayecto una odisea a través del pantano y las mangas resbaladizas. La Carrera 80, por un lado, se configura en este territorio como una de las más importantes vías 32

de acceso a los barrios que comprenden la zona norte de la Comuna 7− El Diamante, Diamantico, Bello Horizonte, López de Mesa, Villa Sofía, Aures –; y, por otro lado, la Vía al Mar, importante no sólo por su participación en la configuración de los barrios en la parte occidental de la Comuna 7, sino por su rol en la historia de Robledo y de Medellín en general, historia que se remonta a la conquista española del Valle de Aburrá. La Carrera 80 es una vía que en la actualidad conecta varias comunas de la “Otrabanda”. A mediados del siglo XX, cuando se inicia el poblamiento de la Comuna 7 - Robledo, fue el punto de acceso de los nuevos habitantes del sector, que tenían que emprender camino desde allí para llegar a sus hogares y a su trabajo. De igual manera, la Vía al Mar, cumple el mismo rol en el sector occidental, sector característico por resguardar la historia más antigua de Robledo –Centro Histórico y Palenque–, y por ser la mayor evidencia del cambio y la transformación –Zona de expansión, Pajarito, La Campiña– de la zona. La Carretera al Mar fue construida en las primeras décadas del siglo XX, por la necesidad de establecer una conexión departamental hacia puertos marítimos, ya que para la época se presentaban complicaciones con el tráfico de mercancías del río Magdalena, un hecho clave fue que entre 1926 y 1927 éste se paralizó por varias semanas debido a la falta de agua.

Alrededor de estas dos rutas de acceso se fundó toda una red vial, construida en muchas ocasiones por los habitantes de los barrios en formación a través de convites. De la misma manera, estas vías se convirtieron en un referente de la ciudad y en paso obligado de las rutas construidas por los habitantes de la Comuna 7 para ir a misa, ir a trabajar, ir a mercar, entre otras actividades cotidianas que requerían el desplazamiento.

“Hasta Robledo o hasta Medellín, pero de ir a Robledo se iba uno directo a Medellín más bien, porque había que caminar de Palenque a Monte Loro, a la iglesia de Robledo, entonces cogía uno el 250 y se iba derecho allá” (Entrevista realizada a Miguel Ángel Garcés y José de Jesús Jaramillo Osorio)

El acceso al transporte, que se dio en primera instancia en estas dos vías, posibilitó generar lugares de encuentro, puntos y referentes que, por la confluencia de personas, adquirieron un valor histórico. Dentro de los más representativos sobresalen los casos específicos de Monte Loro, ubicado en Palenque, lugar que además de ser fundamental para la historia de este barrio, fue tienda, lugar de encuentro, referente, de los barrios que tuvieron una formación posterior en las zonas altas de la Comuna; y el de Doña María, punto estratégico en el que se conectan tanto la carrera 80 y la Vía al Mar. Las vías de comunicación y de acceso de muchos de los barrios de Robledo fueron producto de comunidades que, después de organizadas, convirtieron en su prioridad la construcción de calles, fundamentales en la construcción del equipamiento de los barrios: sin calles no había posibilidad de transportar el material para edificar casas, escuelas, iglesias y centros comunales.

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Memoria Colectiva

“El traguito de agua”

Por Eulalia Hernández Ciro

Sacar materiales para la construcción de las quebradas; hacer largas filas en las pilas públicas para llevar el agua a los hogares; lavar las ropas en piedras; “armar” charcos para bañarse; tirar mangueras hasta las viviendas para conducir el líquido vital; construir y usar tanques comunitarios; abrir huecos para descubrir pozos; cargar agua desde los carrotanques de Empresas Públicas, son algunas de las escenas que recuerdan los habitantes de Robledo y que nos hablan de una relación que podríamos llamar afectiva, emotiva y cercana al agua. Al darle un vistazo a su geografía, podemos descubrir por qué: por su ubicación en la parte alta de la ladera occidental y en límites con el área rural, la Comuna 7 - Robledo está influenciada por el Alto de las Baldías, que tiene unas características climáticas, hídricas, de flora y fauna similares a las de un páramo y que se reflejan en la cantidad de afluentes y su morfología, con laderas, colinas, pendientes y terrazas. Por su parte, la quebrada La Iguaná, -además de ser testigo y artífice de su crecimiento-, marca su límite con otros barrios y comunas del Occidente de la ciudad; el río Medellín, es cercano a los barrios ubicados en la parte baja de la Comuna y fue definitivo en tiempos de la “Otrabanda”; la quebrada La 34

Quintana actúa como límite administrativo con la Comuna 6 – Doce de Octubre, con barrios como Miramar y Kennedy. Y ni qué decir de las otras quebradas que la atraviesan: La Cascada, El Hato, La Puerta, La Corcovada, La Gómez, El Chumbimbo, La Malpaso, La Batea, La Corcovada.

Ilustración 12. Plano de Robledo. 1988. Heriberto Correa, en: Relatos y tradición de la Historia de Robledo, Concurso escriba la historia de su barrio, Alcaldía de Medellín. p. 32. “En esta forma figuraba el barrio como corregimiento y que más tarde fue limitada su extensión a la quebrada La Iguaná declarándolo como comuna #2”.

Sin embargo, a pesar de que las montañas de Robledo están cargadas de quebradas, riachuelos e incluso, aguas perdidas, recuerdan los habitantes de barrios como Aures y El Diamante, los “muchos esfuerzos” que había que hacer “por un traguito de agua”. Las aguas de Robledo, entonces, viven en las memorias de cada barrio: en los recorridos para llevarla hasta las casas, en la diversión y el ocio que brindaban sus bordes y profundidades, pero también, en las tragedias y tragos amargos padecidos por las cercanías o lejanías a los afluentes. Como mencionábamos en Un lote en Robledo, una de las principales formas de acceso a la tierra de los habitantes del noroccidente de la ciudad fueron las urbanizaciones piratas, que no tenían infraestructura ni servicios públicos, obligando a sus habitantes a luchar, día a día, por el agua, la luz, el alcantarillado, el transporte... En barrios como El Diamante, en la década de 1970, no bastaba con abrir las llaves y griferías para que el agua llegara a las cocinas, baños y lavaderos. Por el contrario, conseguir el agua era la mayor y más cotidiana preocupación. Sus habitantes tenían que acudir a las quebradas -como La Batea y La Quintana-; a los pozos o a las pilas públicas -sitios de acopio de agua- para abastecerse.

Ilustración 13. Zonas para el abastecimiento de agua, Barrio Aures. 1988. PEVAL, Galería de Imágenes del Centro de Estudios del Hábitat Popular-CEHAP, de la Facultad de Arquitectura, Universidad Nacional de Colombia, sede Medellín.

En este barrio, habían dos pilas de agua: una, cerca de la Carnicería y Legumbrería El Diamante, hoy

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Memoria Colectiva

Tienda el Diamante, y la otra en el sector El Hoyo. Antes de salir al trabajo, hombres y mujeres tenían que madrugar a las cuatro de la mañana a hacer las filas en las pilas. Los tarros, canecas, baldes, vasijas y ollas fueron unos de los enseres más importantes del hogar, porque en ellos cargaban los dos galones de agua, necesarios para llenar la media caneca para los gastos del día. Y, en el transcurso del día, las madres y los niños recogían agua a medida que se fuera necesitando. En las noches era lo mismo: los que no alcanzaban a ir en las madrugadas, tenían que ir a hacer fila a la pila al llegar de sus trabajos. Durante las largas filas alrededor de las pilas se charlaba sobre la vida en el barrio, los últimos aconteceres y hasta se trataba de cambiar el mundo, convirtiéndose en lugares de sociabilidad y encuentro. Allí mismo, se planeó la compra de mangueras para llevar el agua a las partes altas de El Diamante, lo que lograron de convite en convite, enterrando “mangueras de esas negras de 3 pulgadas”. Pero esto no resolvía del todo el problema, porque por ellas bajaba un “chorrito así pequeñito” que podían utilizar en algunos quehaceres, pero, para otros, como lavar la ropa, debían acudir a las quebradas. Abrir huecos en solares o esquinas de las cuadras, para construir pozos de agua, era la otra forma de acopiar el agua. Uno de estos pozos se ubicaba 36

en la parte alta de donde hoy es la Biblioteca La Quintana, en el Parque de La Paz, agua que no era para el consumo y la preparación de los alimentos, sino para las huertas, para lavar las marraneras o para construir, -porque “se construía mucho en aquellas décadas”- (Entrevista a Luis Alonso Arias Monsalve). Por su parte, en el barrio Aures, aún en la década de 1990, no se habían resuelto los problemas del agua. A través de la Acción Comunal se extendió una red en parte del barrio y cada familia debía ir resolviendo individualmente su problema de agua: debían cargar y almacenar el líquido, a veces desde lejos, o a un precio muy alto, y siempre con filas y turnos (Coupé, 1999: 72). En la actualidad hay una alta cobertura, aunque en sectores como El Paraíso, barrio de invasión situado más arriba de los límites de Aures, hay dificultades para el abastecimiento de agua. Las orillas de las quebradas también fueron epicentro de la sociabilidad. Entre vecinas, se juntaban para lavar la ropa con el agua cristalina de los cauces y contra unas piedras grandes, “muy buenas para lavar”. Al compás de historias, cuentos y chismes, las unas esperaban mientras las otras lavaban y, en poncheras, iban poniendo la ropa que quedaba limpia.

Ilustración 14. Gente lavando en la quebrada barrio Aures: uso de quebradas para abastecimiento de agua. 1983. Galería de Imágenes del Centro de Estudios del Hábitat Popular - CEHAP, de la Facultad de Arquitectura, Universidad Nacional de Colombia, sede Medellín.

A la par de las bregas por su consecución y almacenamiento, el agua fue epicentro de momentos de ocio y diversión. Armar charcos en las quebradas era uno de los divertimentos de los jóvenes, que, ante el poco caudal de algunas, colocaban piedras gruesas que cerraran el paso del agua y formaran el charco. Piscinas naturales, como las de la casa finca Santa Clara, hoy urbanización que lleva el mismo nombre, eran lugares de alegría: “había una cancha de fútbol, no cancha como las de ahora, era un plan con

cuatro piedras, dos en cada arco, ahí jugábamos fútbol y los señores dueños de la piscina nos dejaban entrar a la piscina y simplemente cogieron la quebrada, le hicieron un muro abajo, otro muro arriba para que el agua se represara y ahí nos dejaban bañar, técnicamente eso no era higiénico como las de ahora pero era agua cristalina, limpia, eso no tenía desagües de ninguna clase, esa quebrada fue muy famosa por esa piscina también, por la piscina de la casa finca” (Entrevista a Luis Alonso Arias Monsalve).

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Memoria Colectiva

Las caminatas por las mangas y solares, espacios que hoy están construidos, bordeando las quebradas y riachuelos, son añoradas con nostalgia. Incluso, existían unos túneles, bajo los cuales “se podía pasar parado” y por donde los habitantes de El Diamante y otros barrios pasaban desde la Facultad de Minas de la Universidad Nacional y llegaban a las famosas canchas del Liceo Antioqueño, hoy Ciudadela de Robledo de la Universidad de Antioquia. Durante las últimas décadas del siglo XX, era muy tradicional ir a bailes y heladerías de otros barrios, por ejemplo, los de El Diamante iban a López de Mesa, barrios de la Comuna 7 Robledo que, en su mayoría, están atravesados por quebradas. A falta de puentes o de “pasos” seguros, transitar por las quebradas a altas horas de la noche, sin iluminación, era toda una aventura: los jóvenes recurrían a los silbidos para asegurarse de que sus amigos llegaran al otro lado: en La Malpaso, por ejemplo, un silbido significaba que estaba en camino, mientras que dos, que estaba a salvo. Pero, al lado de estos recuerdos alegres, hay otros no tan gratos. Los privilegios que antes tenía el paso de una quebrada por el solar de las casas, como en el caso de El Diamantico, se convierten en dificultades: las basuras, los malos olores, los bichos, los nuevos edificios que construyen arriba, que la taponan, son 38

algunas de esas problemáticas. Al mismo tiempo, algunas aguas son recordadas con tristeza, por sus desbordamientos y la destrucción de barrios: desde la fundación de Robledo, en el sector que hoy conocemos como Robledo Parque, provocada por el desplazamiento de los pobladores que tuvieron que buscar partes altas ante la inundación de San Ciro de Aná con el desbordamiento de La Iguaná, hasta las tragedias que han impactado barrios como Olaya, Fuente Clara, Vallejuelos, Santa Margarita y otros que, ya sea por taponamientos; por la búsqueda de cauces perdidos por las nuevas construcciones y vías; o por la amenaza latente de aguas subterráneas, perdidas, resumideros que pueden causar tragedias.

Morros, mangas y cerros

Por Nataly Moreno Restrepo

“[…] Ese día como a esta hora nos estábamos pasando, un invierno, una tronamenta, esto era el pantanero más horrible. […] Habían bichos, cucarachas, zancudos, esas babosas, gusanos”

Entrevista realizada a María Eva Correa

Ilustración 15. Verde que se convierte en hogar. (s.f), Fotografía del Archivo Personal de Mario Barrera, habitante de Fuente Clara, paraje El Pinal.

Si nos paramos hoy en casi cualquier parte de la ciudad de Medellín, resulta difícil encontrar un lugar en el paisaje que guarde espacios verdes. Tal vez en las montañas que forman el Valle de Aburrá, aún quedan pequeños pedacitos verdes que comparten ahora su existencia con retazos

de gris, que cada vez se van expandiendo más y van ocupando el espacio que antes olía a campo. La urbanización lleva décadas conquistando los terrenos de lo que antaño era ruralidad. La Comuna 7 - Robledo, no ha sido ajena a estos procesos de crecimiento demográfico y urbanístico. En otras épocas, este sector era fundamentalmente rural1, grandes fincas ocupaban el lugar en el que hoy se asientan más y más edificaciones. Y dentro de esa ruralidad, los morros, mangas y cerros, se constituían como epicentros de encuentro, socialización y recreación. Las mangas para el sancocho, para la reunión con la familia y los amigos, para pasar el domingo y compartir alrededor de una olla humeante a sabor de gallina. Morros y cerros que se erigían aún imponentes sobre la ciudad, y prestaban sus cimas para mirar la vida que transcurría debajo de ellos, chiquitica; para elevar cometas, siguiendo los caprichos del viento; para conservar tesoros arqueológicos que continúan siendo encontrados; grandes zonas verdes que contenía el árbol de navidad de barrios enteros. “Todos salíamos en a buscar el arbolito de navidad, era todo un paseo de olla” (Conversatorio en Ciudad Central).

1. En 1938, Robledo deja de ser un corregimiento para convertirse en integrante de la zona urbana de la ciudad de Medellín.

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Memoria Colectiva

Ilustración 16. Aérea de Otrabanda. 1954. Carlos Amortegui, Archivo Fotográfico, Biblioteca Publica Piloto.

El cerro El Volador se vuelve protagonista dentro de esos referentes que conservan un halo de pasado dentro de la ciudad, no solamente porque su historia está ligada con la historia de nuestros antepasados indígenas, lo que lo ha configurado hoy como patrimonio invaluable de la ciudad; sino porque a lo largo del tiempo ha sido mirador –desde la época prehispánica-; se ha ganado su espacio como reserva natural dentro del área urbana de la ciudad de Medellín, constituyéndose en un pulmón necesario. Tantas historias guarda este cerro, de indígenas vigilantes, de entierros,

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de caminatas y paseos, fiambres. Historias también de violencia, de muertos anónimos, que encontraron en él su lugar de descanso final. Verde que se convierte en hogar de nuevos pobladores, que encuentran en las mangas de Robledo un aire de ese espacio que dejaron y, al tiempo, nuevas inclemencias que deben ser enfrentadas para adaptarse a los territorios y dinámicas de la urbe. Morros, mangas y cerros transformados y transformadores de quienes buscan en ellos refugio y morada.

Moteles

Por Jose Daniel Segura Muñoz

Cuenta don José (Palenque), con simpática atención su encuentro con la palabra motel. Entre risas no sabe explicar bien qué es… “Motor Hotel”, palabra Santa anta Elena inglesa que da origen al común “Motel”, el cual surge como alternativa de sueño y comida Río para aquellos Abu rr á conductores que trabajan en la carretera. En el Robledo contexto de la ciudad de Medellín, ciudad con tendencias Cristóbal costumbristas, arraigadas a las doctrinas de la iglesia católica, encuentra en la industria “motelera”, una ventana de escape para los límites impuestos por la moral de la época, la cual tenía a las prácticas sexuales “escondidas en el último rincón del baúl”. La ubicación de un Motel, en esta ciudad debía ser estratégica: “Los moteles podían ubicarse únicamente en predios con frente a las

siguientes carreteras: Carretera al Mar, a partir del cruce con la quebrada La Corcovada y hasta el límite del municipio…”, y aunque, dentro de ella ya se hablaba de “lugares de encuentro”, como tal no había un sitio constituido especialmente para encuentros de pareja, comenzando los 80’s. Entonces Robledo toma importancia debido a su distante ubicación de la ciudad, y así se constituye en él uno de los primeros moteles de ella, como lo cuenta don José en Palenque “…Al centro a ver cine, nosotros no tomábamos l í l n ) de (Me trago ni podíamos tener novia, porque a esa edad de los 18 uno era un niño. Otra de las cosas muy simpáticas y llamativas es Altavista que aquí en este barrio existió el primer motel que hubo en la ciudad: el Ducarelli, que estaba ubicado donde es el Colombo Suizo. Para nosotros un motel era una cosa rarísima, nadie sabía qué era eso” . Es así como se comienza a tejer una cultura alrededor de lo “prohibido” en la ciudad y sobre todo en el barrio, teniendo como eje estructurante a Robledo, ese pequeño “pueblo” que quedaba más allá del lado occidental del río,

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Memoria Colectiva

y que ahora servía como lugar de encuentro para muchos de los habitantes de la ciudad.

Ilustración 17. Loma del Parque de Robledo, camino cotidiano para quienes se desplazan hacia los moteles de este sector. 2014. Fotografía tomada por el Equipo de la Corporación Construyendo.

Esa finca donde se construyó el “primer motel de la ciudad” se llamaba Bucarelia, su dueña era Olivia Uribe, quien era muy reconocida por su estilo muy “cachesudo”; ella convirtió su finca en el primer motel, y como lo cuenta doña Luz Nelly Correa era un lugar donde “llegaban todos los políticos, toda la high de la ciudad”. De igual

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manera doña Nelly cuenta que se entera de este lugar por su “espíritu curioso”, pues entraba a la finca para buscar el agua proveniente de la quebrada La Gómez para lavar su ropa, y en una de esas se dio cuenta lo que realmente era esta finca. Entre la versión de don José y de doña Nelly, lo único que cambia es el nombre del lugar, el cual puede ser debido a su raíz inglesa, y que por motivos de pronunciación tenga cierta variación, a parte, se debe tener en cuenta que para aquella época todo debía ser muy “ilegal” y había que evitar todo tipo de publicidades llamativas. Entre las lomas de Palenque y la subida ya muy concurrida de la Vía al Mar, se van tejiendo las historias de las primeras aventuras de muchos citadinos. Subir a Robledo para muchos era causa de alegría, pues allí muchos lograron materializar su amor, o lograron cumplir alguna aventura pendiente. Para los habitantes de barrios como Palenque, ver “la nueva parejita que está por entrar” era todo un ritual: los vecinos de este motel esperaban con ansias tras las cortinas de sus casas, para intentar identificar las personas que ingresaban, el barrio parecía paralizarse al descubrir a una pareja de osados que se atrevía a cruzar la puerta del motel. Pronto el lugar se convirtió en referente y encuentro social para los habitantes de la ciudad, que tejían sus conversaciones al son de la incertidumbre de ¿quién será este?

Gracias a la existencia de este “primer motel”, muchas personas lejanas a Robledo, visualizan por vez primera el barrio ya constituido y se llevan su primer recuerdo de calles verdes y abundantes quebradas. Un pequeño edén al borde de la ciudad. Las tradiciones moralistas fueron perdiendo su batalla frente a la construcción de nuevos lugares como este. Con el tiempo la ciudad se fue llenando paulatinamente de moteles, y aunque “Ducarelli” desapareció, le dejó a Robledo un nuevo legado arquitectónico, que para muchos puede aún significar una vergüenza para las costumbres de la ciudad, para otros una fuente más de alimentación y para otros tantos un lugar de referencia y punto de encuentro. En la actualidad Robledo sigue siendo reconocido por

sus moteles, ellos, que a lo mejor influenciados por la “salida al mar” siguen siendo ubicados aquí, muestra de ello lo son el Punto Cero, en San Germán; La Siesta, en los límites con San Cristóbal; El PentHouse subiendo por la Vía al Mar hacia San Cristóbal; el motel Best y el Clasic ubicados en Palenque, y los demás que siguen siendo sinónimo de tabú y prefieren seguir en el anonimato; y que sirven como ruta turística, para los nuevos habitantes que pasan por el parque de Robledo, o subiendo por el cortijo y Monteloro, conociendo un acabado Jordán o la cotidianidad de un barrio como Palenque, identificando así lugares representativos de Robledo, que quizá nunca han visto. Los moteles dejan de este modo un mensaje de permanencia y legado cultural; una historia oculta, pero que confirma la especial ubicación que tiene Robledo dentro de la ciudad.

Ilustración 18. Casas de bareque en el barrio Palenque, construcciones comunes vecinas a los moteles. 2014. Fotografía tomada por el Equipo de la Corporación Construyendo.

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Memoria Colectiva

Robledo, síntesis de ciudad

Su importancia a nivel de ciudad, se refleja en sus contextos, tales como lugares donde viven Por Jose Daniel Segura Muñoz “los ricos” y lugares donde el barrio “está caliente”; y termina Robledo siendo un reflejo de Robledo: comuna número siete de la división la ciudad. Las construcciones de la comuna son administrativa de Medellín. Medellín, ciudad un buen ejemplo de ello, teniendo así un barrio donde la palabra comuna*, para muchos es como Pilarica que, durante principios del siglo XX sinónimo de “calentura y peligro”, según las comienza a ser habitado por personas “adineradas” anécdotas recogidas en los diferentes recorridos, de la ciudad. Tal como lo recuerda Luz Nelly donde los asistentes identificaban en primera Correa, donde Pilarica instancia los lugares era considerado como el con mayores brotes de “Poblado de la ciudad”, violencia. Robledo, paso donde sus imponentes y ganadero de la antigua notorias construcciones capital de Antioquia llamaban la atención de (Santa Fé)… De igual todos los habitantes de manera uno de los Robledo y alrededores; primeros sectores en ser u otros lugares como constituidos del “otro Aures, que durante el lado del río”, siendo mismo tiempo, comienza reconocido así durante el a ser construido mediante siglo XIX como la “Otra procesos barriales, banda” de la ciudad. Ilustración 19. Don José de Aures contempla la ciudad denominados “convites”; Robledo, barrio bañado llena de cambios, mientras dice: “Esto ha cambiado donde las construcciones mucho, aún recuerdo cuando nos uníamos todos en por gran cantidad de convites para hacer las calles, ya todo esto se está llenando se visualizan como aguas. Robledo, pulmón de edificios…”. 2014. Fotografía tomada por el Equipo de lugares no planeados y la Corporación Construyendo durante el recorrido “Ayer y verde de la ciudad, cuna hoy” de Robledo. como espacios adecuados del cerro el Volador. a la necesidades de Robledo, una de las las personas que iban a vivir en ese “lotecito”. comunas más influyentes en la construcción de Otra muestra que se logra vislumbrar dentro ciudad. de las dinámicas barrio-ciudad, es la condición

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socio-económica de sus habitantes, donde hay personas que de acuerdo a la información que proporciona su factura de servicios públicos, son de estrato 1 ó 6, los dos extremos posibles en la escala de valores de la ciudad; teniendo así un complejo componente que revela las altas cifras de inequidad de la ciudad y el barrio. A lo que se suma lo que dice Luis Alonso Arias sobre la cantidad de personas que viven en la Comuna “El Diamante es el barrio de Robledo que más densidad poblacional tiene, tiene cerca de 900 personas por cuadra, ¿cuál fue el fenómeno? Que se construyeron segundos y terceros pisos, cuartos, inclusive quintos, que está prohibido según tengo entendido, porque no cuentan con el terreno adecuado, entonces ese factor hizo que el barrio ya no sea el mismo, ha perdido mucha tranquilidad, ya no se puede elevar cometas desde las terrazas; ya no hay terrazas, ya todo es techo…” Situación que es común en toda la Comuna y afecta las condiciones de bienestar de todos sus habitantes. Caminar por la Comuna puede ser motivo de encuentro con historias como las de don José, quien cuenta de manera clara su recuerdo de cuando llegó al barrio, hace aproximadamente cerca de 60 años, y con sus propias manos, en conjunto a las demás del barrio, formaron un convite para construir las primeras calles de Aures. Doña Luz Nelly Correa, recuerda que para todos los lugares iba a pie, y que justo cuando llegaba

Ilustración 20. Fotografía tomada desde el Parque de Robledo hacia el sector de la Cuchilla. 2014. Fotografía tomada por el Equipo de la Corporación Construyendo durante el terecer recorrido realizado.

a Pilarica se encontraba con varios policías que cuidaban celosamente la entrada de una casa finca, ella en medio de su curiosidad preguntaba “¿quién vive ahí?” A lo que contestaban de manera tímida “El gobernador, el alcalde…”. Estas dos voces de la comuna denotan cómo era usado el territorio, durante los 50’s, mientras en las partes altas se rebuscaba de manera conjunta cómo echarle cemento a las calles; en la parte baja las construcciones aceleraban su paso gracias a las grandes inversiones. Probablemente esos contrastes de la comuna no hayan sido planeados, pero sí es evidente que existen y que estos contrastes esbozan un territorio con un gran legado cultural, social, político y de prácticas comunitarias; lo que hace de Robledo, un lugar

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Memoria Colectiva

que, dentro de su condición es un gran patrimonio social, porque Robledo realmente se comienza a construir es cuando sus habitantes se apropian de ella y le dan identidad.

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Ilustración 21. Fotografía tomada en los altos de El Diamante, donde se refleja en la parte baja techos empíricos y al fondo un gran edificio. 2014. Fotografía del Equipo de la Corporación Construyendo.

arraigadas a una cultura popular, que pueden ser consideradas patrimonios inmateriales, como lo son el Parqueadero de Zapatos en Monteloro (donde se guardaban los zapatos “buenos” para no ensuciarlos con el pantano del que se componían las calles), los reinados de belleza de Palenque (donde no ganaba la más bella, sino la que más aportara a la construcción del barrio), las celebraciones decembrinas típicas de los barrios populares (las marranadas, los alumbrados, las velitas, la natilla, los bailes hasta el amanecer…), los coloridos techos de las casas empíricamente construidas en las afueras del barrio, entre otras prácticas, dejando a Robledo como un pequeño resumen de ciudad.

De este gran patrimonio se desprenden lugares con profunda relevancia en procesos de ciudad como los murales de Pedro Nel Gómez en la Facultad de Minas de la Universidad Nacional (1950), La casa Roja en la Campiña (1900), La Escuela Mayor del Tango en Pilarica (2000), El Jordán y la Escuela Mariscal Robledo en el Parque (1920), entre otros, que son denominados como grandes centros patrimoniales de la Comuna. Pero por otro lado, y como consecuencia del contraste en la Comuna también es común encontrar prácticas

Ilustración 22. Escuela Mayor del Tango, donde se alcanza a leer: “…Aquí se baila el tango, mezclando el aliento, cerrando los ojos para oir mejor…”. 2014. Fotografía del Equipo de la Corporación Construyendo durante el Quinto conversatorio.

Recordar

Pat Patrim Patrimonios P atrimonios atrimo atrimonio trimonios i o i ios os que qu ue tejen tej t ejen eje ejen j memori memoria emoria emo e m mori a Recorrer el presente, preguntar por el pasado, es ir encontrando esas pequeñas huellas y marcas que van dejando los saberes, prácticas y afectos sobre el territorio y que hacen sentir que tenemos cosas en común, que han sido importantes para llegar a donde estamos. Acá, algunos de nuestros patrimonios.

Sentir Compartir Perdurar

Patrimonios que tejen memoria

La Iguaná

Por Nataly Moreno Restrepo

“Donde La Iguaná no los alcance”1

Ilustración 23. La Iguaná. 1967. Gabriel Carvajal Pérez, Archivo Fotográfico Biblioteca Pública Piloto.

Su cuenca no transporta sólo agua, por ella corre la memoria de un barrio que la reconoce como protagonista, cuando de hablar de inicios se trata. Quizá los primeros moradores de la Aldea de Aná2 1. Entrevista realizada por investigadores de la Corporación Construyendo a Alberto Burgos, el 11 de marzo de 2014. 2. “Robledo no se llamaba Robledo, esto no se llamaba así, el barrio se llamaba Aldea de Aná, Parroquia de San Ciro, porque allá desde ese tiempo la iglesia estaba ahí metida, entonces la parroquia de San Ciro quedaba a la orilla de la quebrada Iguaná, más o menos al nivel de almacenes Éxito de la calle Colombia, ahí al nivel quedaba la Aldea de Aná.” Ibíd.

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al ver y sentir que sus aguas furiosas en 1880 se llevaban todo lo que conocían como hogar, la asociaban al dolor y a la pérdida. Sin embargo, en aquella época, en donde sus aguas cristalinas corrían libres por las montañas del occidente del Valle de Aburrá, éstas representaban la vida cuando de suplir sus necesidades se trataba. Ella, la provocadora, propició que en una falda llamada El Cucaracho se construyera Robledo, territorio al que pertenecen estas memorias. ¡No tan lejos, no tan cerca! Lo suficientemente lejos para no ser arrasados por su furia y lo suficientemente cerca para disfrutar de la fuente de vida que la caudalosa trasportaba, sin lugar a dudas, su preciada agua. Con el paso del tiempo, no hace más de 50 años, las esperanzas de los habitantes de las periferias fueron depositadas en el centro, en Medellín. Los vientos citadinos de progreso y la esperanza de encontrar refugio contra el fuego cruzado de esta época de industrialización y violencia, deslumbraron a los habitantes del campo, quienes encontraron en la cercanía de la muy reconocida Iguaná, una nueva morada. Poco a poco, los habitantes de las afueras y de la misma ciudad reconocieron en ella el mejor lugar para ver crecer a sus hijos, edificar más que un hogar, una familia y construir, entre lazos de solidaridad, comunidades enteras. La Iguaná fue la espectadora del surgimiento de sectores como Fuente Clara, Santa Margarita, La Cascada, Vallejuelos, incluso de uno que lleva

su nombre, el barrio de La Iguaná. De la misma manera, con el paso del tiempo, esta evidenció las transformaciones, resultado de los usos y de las prácticas cotidianas, derivadas de los recursos que ella proveía a una comunidad que se consolidaba y posicionaba con fuerza y habida de futuro. En su memoria y en las memorias de sus vecinos, se teje y se reconoce su aporte en la consolidación de importantes industrias – curtimbres, trilladoras y la extracción de material de construcción: cascajo, piedra, arena de revoque y arena de pega−, no sólo del sector que vio nacer, sino de la ciudad en general, contribuyendo como materia prima y como receptora de aquello en que se transformaba e intervenía sus aguas. Es el caso de los habitantes del barrio La Iguaná, que desde sus inicios encontraron como mecanismo de supervivencia la extracción de arena de la quebrada. “[…] era arenera de oficio al igual que los demás habitantes. Todos los que llegaban se dedicaban a la misma labor para poder subsistir con sus familias y a las vez contribuir al desarrollo de la ciudad, pues estos materiales eran vendidos para contribuir a las construcción de grandes edificios, calles y obras conducentes al desarrollo de Medellín.” (Secretaría de Acción Comunal, Et, Al 1986: 2).

“La pérfida Iguaná”, como la llamaba Carrasquilla en una de sus más importantes obras, Frutos de mi tierra, no sólo es sinónimo de agua, es de tierra y piedra edificadora de hogares, anfitriona de tardes de domingo en familia, compañera de paseos de olla, epicentro de zambullidas y clases de natación. Sin embargo, es necesario dejar hablar y escribir en pasado de ella, aún sus aguas recorren este territorio que la pintó de café, ya no hay niños ni adultos bañándose en sus profundidades, ni sancochos de domingos, sus piedras ya no friccionan con la ropa y manos de madres y esposas. Por el contario, su olor espanta a visitantes desprevenidos, a una nueva generación que no tuvo el privilegio de conocerla en su estado natural: limpia, pura, trasparente.

Ilustración 24. La Iguaná hoy. 2014, Fotografía tomada por el equipo de investigación de la Corporación Construyendo durante los recorridos.

Es La Iguaná, entonces, un retazo de historia, patrimonio y memoria de la colcha que es este territorio; un retazo muy importante que cobija la vida, el surgimiento y la transformación de Robledo.

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Huellas del Pasado

Por Jose Daniel Segura Muñoz

Con alegría recuerda doña Luz Elena Londoño aquel 1986 cuando comienza a ser entregada la primera etapa de Ciudad Central. El terreno sobre el que fue construida esta urbanización, fue vendido por la Arquidiócesis de Medellín, “donde en 1930 se comenzó a planear la construcción del Cementerio Universal, campo santo municipal diseñado por Pedro Nel Gómez; lugar donde se comenzaron a enterrar ricos, pobres, negros, blancos, católicos, no católicos, es decir todo tipo de personas, de todas las clases socio económicas, políticas y religiosas de la ciudad”, según esto se vende con más de 50 años de uso. Y según cuentan las personas que viven en Ciudad Central, parte de Córdoba y los vecinos más cercanos a Robledo por ese sector de la Comuna, Castilla, “eran tres los cementerios que allí funcionaban: el de Los Militares, el de Los Judíos y el de los Suicidas”. Su nuevo propietario fue la firma de Carlos Echavarría y Cia. En conclusión, la nueva urbanización que estaba próxima a ser habitada, había sido construida sobre la parte norte de un fragmento de lo que es el Cementerio Universal. Doña María Eugenia relata, lo que bien podría parecer un cuento de ultra tumba “todo lo comienzan a construir de inmediato, y justo en el lugar donde estaba enterrado mi hermano, levantaron unas columnas, dejando su

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cuerpo enterrado en este lugar para siempre”. Curiosa reflexión, pero la cual es real, como el afán de la ciudad por construir, ya que a finales de los 80’s la urbanización de la ciudad crece, junto con su población, y como consecuencia de esto, Robledo también lo hace de manera acelerada.

Ilustración 25. Uno de los diseños construidos por Pedro Nel Gómez, que aún perdura dentro del Cementerio Universal. 2014. Fotografía tomada por el equipo de investigación de la Corporación Construyendo durante los recorridos.

Un poco más arriba, y con la quebrada La Quintana como hilo conductor, se encuentra el Parque Biblioteca la Quintana; ubicada sobre la carrera 80 con la calle 82, diseñada por el arquitecto Ricardo La Rotta Caballero y construida por la Administración Municipal para ser inaugurada en 2007. Doña Eva Correa evoca en su recuerdo la imagen de un territorio completamente verde, una finca que abarcaba todo Altamira y López de Mesa. Con el tiempo, este espacio verde desapareció, dando paso a

la construcción de Altamira y algunas casas de El Diamante. A pesar de esta población, había un “terruñito” aún, pero este sitio había pasado de ser verde, a ser el hogar de colchones, escombros, basuras e incluso como lo cuenta la misma doña Eva “ese era un lugar en donde hasta muertos tiraban…”.Hoy la imagen de este sitio ha sido plenamente renovada, debido a la intervención arquitectónica, pero más que eso ha sabido mantenerse y adaptarse a Robledo, por el contacto directo con la comunidad, lugar “donde los viejitos leen la prensa y los niños corren por todas partes” siendo así, un gran referente cultural y de intervención social.

Ilustración 26. Niño buscando su huella en el Parque Biblioteca la Quintana. 2014. Fotografía del Equipo de G.A.P. Estrategias y Comunicaciones.

De igual manera se le considera a Ciudad Central, como referente, punto de encuentro y símbolo de la comunidad, incluso su cercanía con muchos lugares, referencia denotada en su nombre, pues queda cerca de lugares como la Terminal del Norte, el Pablo Tobón Uribe, y sobre todo, al cementerio, la hacen algo llamativo y curioso para la Comuna. Muchos de los vecinos del cementerio, lo primero que ven al salir a la calle es el recuerdo de una cruz sepultada por el tiempo, como lo dice Reyna Zabala de Córdoba, evocando momentos cercanos a los 80’s “pasar entre todos esos palos de mango, y sentir el frío del lugar me generaba un vacío…” refiriéndose al paso que había entre las nuevas casas y lo que era parte del Cementerio. Por otro lado, en la actualidad cientos de personas visitan a diario el Parque Biblioteca La Quintana y muchos de ellos aún llenan sus pulmones con el recuerdo nostálgico, aunque algo confuso, pues recordar estas verdes mangas, los hace recordar el tiempo en que los muertos eran más comunes en las calles, aquella violencia que azotó a Medellín durante los 90’s, y que llegó a posarse fuertemente en Robledo, y sobre todo en este lugar, el cual debido a su encuentro de barrios diferentes (pues la quebrada La Quintana sirve como límite de Robledo con la Comuna 6 – Doce de Octubre en su parte más alta, y con Castilla en su parte baja) se declaraba como zona de conflicto.

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Patrimonios que tejen memoria

Vientos de cambio se siguen respirando en Robledo, pero ante todas estas novedades en el barrio ¿qué otros lugares ocultan sus historias tras la construcción de nuevos puntos de encuentro?, ¿Qué no olvidar?, ¿a quién no olvidar? Queda claro que la comunidad es quien debe asumir la apropiación de los espacios y propiciar la creación de nuevos centros patrimoniales en Robledo.

Ilustración 27. Cercanía de las casas del sector con algunas tumbas olvidadas del cementerio Universal. 2014. Fotografía tomada por el equipo de investigación de la Corporación Construyendo durante los recorridos.

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Ilustración 28. Nueva construcción que rodea al Pablo Tobón Uribe, que borra huellas marcadas y establece nuevas. 2014. Fotografía tomada por el equipo de investigación de la Corporación Construyendo durante los recorridos.

Lugares de encuentro, referentes en la memoria

Por Nataly Moreno Restrepo

“Esa era la orientación para uno coger un taxi: ‘voy para El Mirador’ y como no lo conocían, decían ‘y ¿eso dónde queda?’ ‘Subiendo por el club Telecom’, era la guía de todo taxista. No era sino decirle del club Telecom de ahí para arriba.” Entrevista realizada a Carlos Arturo Moreno Suárez

Los recuerdos tienen el poder de aferrarse a nuestra memoria de distintas maneras. Se van conservando asociados a aromas, sabores, sensaciones, paisajes, imágenes. Se asocian inevitablemente a lugares, recorridos, caminos, actividades cotidianas. Estos recuerdos, que se van ligando con un territorio específico pueden crear la ilusión de ser individuales: la tienda en la que compro el diario, el lugar en el que tomo café, la calle que me lleva a casa. Sin embargo, estos espacios se convierten en lugares de encuentro y socialización y, por lo tanto, empiezan a configurarse en la memoria de una comunidad. Estos lugares que han marcado el recuerdo y perduran en nuestra memoria no son fijos e inmóviles, por el contrario, estos espacios se han ido transformando ante el implacable paso del tiempo: se deterioran, desparecen, cambian sus usos y ocupantes, pero, al mismo tiempo, continúan siendo referentes inevitables de

memoria de quienes los recorrieron y visitaron, incluso de aquellos que simplemente los conocieron a través de historias. Esas marcas de la memoria se constituyeron en otro momento –todavía- como signos de identificación con el territorio, construido no solamente a partir de la nomenclatura, sino apropiado por sus habitantes desde esos referentes ineludibles: El Jordán, el Club Telecom, Monte Loro, Doña María y los que en la actualidad quizá están adquiriendo ese valor que la apropiación de la comunidad les otorga, como es el caso del “Parque de los Pájaros Muertos”. El Jordán es pasado y presente, es memoria que se transfiere de generación en generación, es edificación, referente, y paso obligado de quien busca conocer la historia de Robledo. En los primeros años del siglo XX, Ricardo Olano, bajo el seudónimo de Jean Peyrant escribe la primera Guía de Medellín, donde en el capítulo correspondiente a “Paseo a caballo”, invita a los turistas que visitasen Robledo, exponiendo que: “[…] Es un pueblecito a 5 kilómetros de Medellín, al pie de la Cordillera hacia el occidente. Camino plano y bueno. Hay allí un establecimiento de baños llamado ‘El Jordán’ cantina, entre los baños hay uno bastante grande, para la natación. Paseo de dos horas” (Peyrant, 1916: 21).

El Jordán no es solamente referente de quienes habitan y habitaron Robledo, su historia trasciende

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los límites territoriales. En esta edificación está condensada una tradición arriera, musical y cultural de la ciudad en general. Hay que resaltar, que El Jordán no es el único referente que alude a la historia de la Comuna 7; lugares como El Club Telecom, la tienda Monte Loro, Doña María – todos importantes en momentos diferentes de la historia - también están inscritos en la memoria territorial y en la de sus habitantes, ya que además de ser lugares de encuentro, se convirtieron en paso obligado de la vida cotidiana de los pobladores de este y de otros sectores de la ciudad. Referentes de llegada y salida, la señalización, una dirección. El Club Telecom, ubicado en lo que la actualidad conocemos como el barrio Bello Horizonte, era un establecimiento diseñado para diversión y recreación de los empleados de la empresa que llevaba su mismo nombre, Telecom. Sin embargo, este lugar se convirtió en referente de la comunidad debido a que, a pesar de ser un sitio privado, este generaba espacios de sociabilidad para los habitantes de este sector. Nos dejaban entrar y tener un consumo mínimo. Podía ser una gaseosa, un paquete de chitos o de rosquitas, no teníamos que comprar trago, o sea que podíamos entrar y reunirnos a tertuliar ahí, y cuando algunos de la urbanización, alguna familia necesitaban que lo prestaran para un evento social, yo no recuerdo si era prestado o alquilado, pero sí llegué a asistir ahí, a quinces, más que todo nos lo prestaban para esa clase eventos sociales”. (Entrevista realizada a William Ovadía)

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De igual manera, un sitio referente en la historia de Robledo, es la Tienda Monte Loro, lugar en el cual muchos de los habitantes de las zonas altas de la Comuna debían hacer paso obligado para cambiar su calzado, después de haber caminado por largo rato y transitando “pantanos, mangas morros y maleza”. Esta tienda fue Parqueadero de Zapatos, y al tiempo, el portón de entrada y salida de fincas que se convertían paulatinamente en barrios.

Ilustración 29. Salsamentaria Monte Loro. 2014. Fotografía tomada por el equipo de investigación de la Corporación Construyendo.

Otro lugar que, por su posicionamiento estratégico, se convirtió en referente y lugar de encuentro de los habitantes de diferentes sectores de la Comuna, es el punto reconocido como Doña María. Esta es una zona de conexión de las dos vías más importantes de Robledo, la Carrera 80 y la Vía al Mar, además, es indispensable

resaltar que en este punto está situada la Iglesia Santo Tomás lugar de encuentro religioso de habitantes de los sectores como Villa Flora, Bello Horizonte, Altamira, El Diamante; dicho de otro modo, del sector Norte de la comuna. Por las anteriores características, en definitiva, este sitio fue en el pasado y aún en la actualidad un espacio de encuentro y de confluencia de los habitantes de la Comuna 7 y de la ciudad en general.

Ilustración 30. Parque Biblioteca La Quintana. 2014. Fotografía tomada por el equipo de investigación de la Corporación Construyendo.

En el presente, hay espacios que por sus aportes a la comunidad o simplemente por su particularidad, se han posicionado y se han convertido en lugares de encuentro de personas que tienen un gusto común. Por un lado, encontramos el caso del Parque Biblioteca La Quintana, que a diario es visitado por jóvenes que comparten el gusto por la cultura y la lectura, por estudiantes que precisan un espacio para la diversión y la educación. Y

Ilustración 31. Parque de los Pájaros Caídos. 2014. Fotografía tomada por el equipo de investigación de la Corporación Construyendo.

por otro lado, El Parque de los Pájaros Muertos en Robledo Palenque, donde se reúnen a diario más de 60 personas, en su mayoría hombres, a compartir y disfrutar los días entre amigos, juegos de mesa, futbol y política. Ellos, de forma jocosa le asignaron el nombre al lugar y afirman que para visitarlo: “El requisito indispensable es que sean viejos y que el “pájaro” esté en caída”. Es el encuentro entonces, una forma de construir y transmitir memoria, y al tiempo, son sus habitantes los que con la apropiación y el uso de los lugares los que le dan el valor y significado y construyen referentes de identificación en la historia de su territorio.

Ilustración 32. Universidad Santo Tomás. En la actualidad, este lugar es la Universidad Santo Tomás. En la imagen podemos observar que aún se conserva la edificación central de lo que era Club Telecom. 2014. Fotografía tomada por el equipo de investigación de la Corporación Construyendo.

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Patrimonios que tejen memoria

Pedro Nel Gómez y Robledo

Al preguntar por los patrimonios de Robledo, sus habitantes no dudan en responder: “los frescos del maestro que están en la Universidad Nacional y en el Colegio Mayor”. Pero, más allá del reconocimiento de la Facultad de Minas, cuyo conjunto arquitectónico planteó el maestro en 1940 y, décadas más tarde, concluyó con sus obras escultóricas y muralísticas, Robledo tiene otras huellas de Pedro Nel Gómez y -nos atrevemos a decirlo-, Pedro Nel Gómez tuvo otras huellas de Robledo.

Por Eulalia Hernández Ciro

Ilustración 33. Panorámica del hoy Colegio Mayor y de la Facultad de Minas. Al fondo, el Cerro El Picacho (s.f.) Archivo fotográfico, Centro de Documentación. Fundación Casa Museo Pedro Nel Gómez.

Una de los nostalgias que guardan los que han transitado por varios años la carrera 80, a la altura de La Pilarica, es cómo, antes de sus sucesivas ampliaciones, desde la vía se veían los edificios de Pedro Nel Gómez de la Facultad de Minas de la Universidad Nacional. Verlos descubiertos, sentirlos cercanos, caminar entre sus muros y mangas, provocaba que el arte y la arquitectura acompañaran los recorridos cotidianos y estuvieran al alcance de todos. 58

Ilustración 34. Pórtico de la Facultad Nacional de Minas. En la imagen se ve al maestro Pedro Nel subiendo al andamio para iniciar los frescos de esta sección (s.f.) Archivo fotográfico, Centro de Documentación. Fundación Casa Museo Pedro Nel Gómez.

Pedro Nel Gómez nació en Anorí, Antioquia, el de Arquitectura de la Universidad Nacional 4 de julio de 1899 y murió en Medellín el 6 de de Colombia. Destacado como Arquitecto y junio de 1984. Pasó años decisivos de su vida, Muralista, han sido poco conocidas sus facetas entre 1925 y 1930, en Europa, estudiando pintura de urbanista, acuarelista, paisajista y escultor. en Francia, Holanda y Florencia. A su regreso a Desde la intimidad de su casa, en sus ventanas y Medellín, diseñó y construyó su casa taller en una patio central, Pedro Nel Gómez veía las montañas colina del barrio Aranjuez, que le recordaba las de Robledo. Incluso montañas italianas hoy, a pesar de las y que, por sus construcciones, amplios espacios, algunas vistas del le permitía plasmar imponente Cerro El sus obras y Picacho y la zona convertirse con los noroccidental son años y siguiendo posibles. Tardes los deseos Giuliana y mañanas de Scalaberni -su contemplar, que esposa y principal retrató en sus bellas inspiradora-, en un acuarelas sobre Museo, hoy Casa papel, como el Museo Pedro Nel “Paisaje”, pintado Gómez. Además, en 1945; pero le permitía tener Ilustración 35. Paisaje. Medellín. 1945. Acuarela sobre papel, 56 x 76 cms. también, recorridos vistas privilegiadas Colección Casa Museo Pedro Nel Gómez. por la Carretera al del Medellín del Mar, hacia el Alto de siglo XX y sus Boquerón, que dejó registrado en su paisajismo. transformaciones. Producción y faceta artística como acuarelista, Estudiante de la Escuela Nacional de Minas, por lo demás, poco explorada. Como lo describe graduado como Ingeniero Civil y con estudios el arquitecto Luis Fernando González Escobar, paralelos de Dibujo y Pintura en la Academia “al igual que pintó el centro de Medellín de de Bellas Artes, años más tarde se convertiría manera nostálgica, pintó su entorno alrededor en Maestro, fundador y promotor de la Facultad de Aranjuez y cómo crecía la ciudad, también

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pintó cómo la veía desde ahí hacia el otro lado […] Al igual que Fredy Serna retrata la nororiental desde las laderas occidentales, con otra estética, en otro momento, Pedro Nel miró hacia Robledo”. Desde aquella casa, soñó, pintó y trazó varios proyectos para Medellín y, en específico para Robledo. Los planos para la construcción del Cementerio Universal (en 1933 y 1943) – integrado a su propuesta de las Avenidas del Río como un gran parque-; el diseño del conjunto de la Escuela Nacional de Minas -hoy Facultad de Minas- (1940); las propuestas urbanísticas de arquitectura escolar y del proyecto de Ciudad Universitaria (1945); el fresco “Historia de la Química a través de la Humanidad” y algunas características arquitectónicas del hoy Colegio Mayor; el edificio de la Facultad de Agronomía (1947) en el Núcleo Volador de la Universidad Nacional de Colombia, junto con el proyecto escultórico incompleto del “Tótem mítico de las selvas” (1971 - 1974) y la siembra de algunos árboles en este campus, son algunos de los puntos de encuentro entre el maestro y este territorio del occidente de Medellín (González, 2014). Aunque varios de estos proyectos no lograron materializarse, -o lo hicieron a medias-, es importante conocerlos, porque dan cuenta de su concepción de lo urbano y de las posibilidades de transformación social a través de la arquitectura y el urbanismo que proponía. Pedro Nel fue, 60

entonces, “no sólo reconocido por su labor artística, sino sobretodo, por su participación en los debates sobre la transformación de la ciudad y por sus propuestas arquitectónicas y urbanísticas” (Escobar, 2014: 86). Debates a los que también aportó con sus murales, esculturas y pinturas, recreando escenas de la vida y el trabajo humano, rescatando el sentido estético y social del arte monumental y popular. El Cementerio Universal Entre 1926 y 1927 surgió la idea de construir un nuevo cementerio en la ciudad. El crecimiento demográfico y la expansión urbana que empezaban a vislumbrarse en la época, hacían que los tradicionales cementerios de San Pedro y San Lorenzo fueran incorporándose en la trama urbana, convirtiéndose en un problema de salud pública. Por ello, se compraron unos terrenos al noroccidente de la ciudad, donde todavía no habían urbanizaciones construidas o en proceso de construcción y se abrió un concurso público para su diseño, que ganó el maestro Pedro Nel Gómez. Sin embargo, aunque los primeros planos estuvieron listos en 1933, razones de orden político y económico obligaron a la realización de nuevos planos en 1943, que replanteaban algunos aspectos constructivos. La ubicación del Cementerio Universal en aquella esquina de la Carretera al Mar, sobre la Avenida

del Río, no era ni episódica ni gratuita, porque, se trataba de una esquina muy importante, que permitía articulación con la ciudad, el paisaje y el Río próximamente intervenido. De esta manera, como mucho de su trabajo, el maestro concibió el Cementerio como una obra arquitectónica que fuera a la vez panteón-jardín-parque y que se articulara con otros proyectos que empezaban a desarrollarse al occidente, como la Facultad de Agronomía y las avenidas importantes a lado y lado del río Medellín (González, 2014: 114). Otro asunto vital en el diseño de Pedro Nel Gómez, tenía que ver con su perspectiva social y política. Se trataba de un cementerio que aliviara las cargas que los sectores populares tendrían que asumir por el pago de servicios funerarios y que combinara “monumentos conmemorativos y grandes bloques de bóvedas para el pueblo” (Ibíd.).

La arquitectura escolar, Robledo como campus universitario de la ciudad A pocos años de su llegada de Italia, en 1938, el maestro Pedro Nel Gómez diseñó y dirigó la construcción de los edificios de la actual sede de la Facultad de Minas, inaugurada en 1944. Este trabajo arquitectónico estaba acompasado con su obra artística, logrando su propuesta integral con la materialización de sus obras: la obra escultórica (1945 – 1947); la obra muralística al fresco de la cúpula (1949-1953) y la obra mural vertical (1954 – 1970) (González, 2014). Otro proyecto de arquitectura escolar ambiciosa que se planteó Pedro Nel Gómez, pero que no se materializó en su época, fue la propuesta de una Ciudad Universitaria para un amplio territorio del occidente, que empezaba en la zona central, como la Facultad de Medicina de la Universidad de Antioquia, pasando por el Núcleo El Volador de la Universidad Nacional de Colombia, hasta llegar a la Facultad de Minas y entre quebrada La Iguaná y la Carretera al Mar. Es decir, que la ciudad tuviera un gran campus universitario, con una propuesta de jardines y senderos peatonales. Ilustración 36. Bóvedas del Cementerio Central, diseñadas por Pedro Nel Gómez. 2014. Fotografía tomada por el equipo de investigación de la Corporación Construyendo durante uno de los recorridos.

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urbano muy importante. Pero de lo visionado por el maestro, esta propuesta sólo es una parte ínfima. En una primera etapa, pretente conectar, a través del espacio público, a las Instituciones Universitarias ITM, Colegio Mayor, y Pascual Bravo. Y a futuro, con el proyectado Tranvía de la carrera 80.

Ilustración 37. Plano de la Ciudad Universitaria de Antioquia, basado en un Plano de 1966 y en la entrevista de Luis Martel a Pedro Nel Gómez sobre la ciudad universitaria en 1945. Centro de Documentación Casa Museo Pedro Nel Gómez.

En la actualidad, y aprovechando la riqueza arquitectónica, paisajística y la concentración de instituciones educativas en este sector, está en marcha el proyecto Ciudadela Universitaria Pedro Nel Gómez, inspirado en lo que 70 años atrás el maestro había soñado como una gran ciudad universitaria en inmediaciones del cerro El Volador, que, en opinión de Luis González Escobar, fue poco comprendido en su momento, pero su materialización hubiera sido fundamental para la ciudad, convirtiéndose en un ordenador

La frustración de Pedro Nel Gómez de no poder ejecutar este proyecto de la gran Ciudad Universitaria, lo llevó a comprar unos terrenos en las faldas occidentales de El Volador, donde algunos de sus familiares construirían casas, algunas diseñadas por él, como la hermosa casa Aragón en La Colina, demolida para construir el Edificio Monte Real.

Ilustración 38. Desaparecida Casa de la familia Marín Arias, ubicada en las faldas occidentales del Cerro El Volador (s.f.) Archivo fotográfico, Centro de Documentación. Fundación Casa Museo Pedro Nel Gómez.

Tiendas

Por Jose Daniel Segura Muñoz

“Recuerdo cuando tenía cinco años, muchas veces no subía el carro de la leche y tocaba ir hasta el granero El Diamante para poder comprarla. La leche valía 120 pesos y era en botella de vidrio, siempre debíamos tener mucho cuidado porque donde quebraramos la botella, la pela era la hijuemadre”. Este se convierte en uno de los primeros acercamientos del habitante de un barrio a otro, doña Teresa Goez Carrillo, de Bello Horizonte, evoca los tiempos en que iba de su casa hasta el granero de don Miguel para poder comprar la leche. Doña Esperanza Martinez, esposa de don Miguel Ángel Gómez, recuerda con mucha nostalgia los momentos en que su tienda permanecía llena “aquí quedaba la pila de agua del sector, y también teníamos el primer teléfono de todo el barrio, así que todo el mundo venía acá; para comprar, sacar agua o llamar…” El granero El Diamante aún sobrevive a un costado de la calle 80, dos cuadras más arriba de la carrera 80; aún persiste al polvo de los carros que aceleran cada vez que pasan a su lado; e igual que al principio, esta típica tienda aún es la testiga principal de la construcción del barrio, igual que en los días en que sus calles solo eran lagunas, pantano y tierra. Surge entonces así, una nueva alternativa para el sustento diario de un hogar, el tendero y su tienda, fiel relación que perdura en el tiempo; tal como lo

evidencia don Arturo Martínez, propietario de la tienda El Divino “para brindarle a mi familia mejores futuros, y así fue, me vine, estuve unos dos o tres meses descansando y ya con la plata arranque aquí, como formando un pesebre, poniendo muñequitos en cada lugar, una cosa, la otra, la otra…”. Cuando la Tienda el Divino abrió sus puertas, Curazao aún eran fincas y Las Cometas tenían sus “puertas” abiertas. Con el paso de los años don Arturo Martínez evidenció el crecimiento del sector y con el la formación del barrio Curazao, acompañado también del momento en que Las Cometas puso sus mallas.

Ilustración 39. Granero El Diamante, ubicado en la calle 80 con carrera 82. 2014. Fotografía del Equipo de G.A.P. Estrategias y Comunicaciones.

Para un nuevo habitante de cada sector la tienda, y especialmente el tendero, se convierte en el lugar obligatorio en su primera incursión a la “nueva sociedad”, esto se debe a su condición natural, de foráneo y poco conocedor del territorio, representado en la necesidad de comprar los

Patrimonios que tejen memoria

productos necesarios para la canasta familiar, o simplemente con la intención de encontrar alguien que le sirva de guía en el nuevo territorio; teniendo así el perfecto confidente del barrio; es de esta manera como el tendero logra distinguir desde el estado económico de cada familia, hasta sus problemas más íntimos, que como dice don Arturo Martínez, es una forma de retribuir la compra de las personas, porque “si usted no me compra un confite yo no puedo comprar otro paquete”. La tienda se convierte así en la “nueva guarida” de estos nuevos habitantes, o simplemente la excusa perfecta para identificar su entorno. ¿Por qué la tienda? Ella siempre está abierta y su hora de cierre sirve como señal de fin de la jornada. “Cuando la tienda está por cerrar todos corren para poder las arepas del otro día comprar”. Estos elementos hacen que la tienda sea la más indicada para ver y escuchar todo el tiempo los latidos del barrio. Debido a la urbanización las denominadas pilas de agua comienzan a desaparecer, las calles llenas de barro se comienzan a llenar de pavimento y antiguas casas se van al suelo para darle vida a un gran edificio. Las tiendas siguen siendo las testigas principales de los cambios del barrio, y al mismo tiempo se niegan a desaparecer ante la disputa que comienzan a librar frente a los supermercados, que llegan hasta el barrio como novedad para el comprador y síntoma de una nueva forma de comercializar. Dentro de la tienda de barrio se comienza a 64

construir “Un punto de encuentro muy sabroso, tertuliamos como dicen en el ambiente popular o más cachezudo, aquí tertuliamos de una cosa y la otra…”, de la misma manera se comienza a esbozar el primer referente cultural donde siempre se está hablando de algo, como lo dice don Arnulfo Berrío de Altamira “allá en la tienda nos sentamos todos los pensionados que habemos acá, hablamos de todo un poco; siempre nos encontramos para aunque sea hablar del partido de la noche pasada, incluso a cada rato arreglamos el país; creamos cultura y destruimos mitos. Esa es la vida de la tienda: una pequeña selva donde encontramos de todo”. Eso termina siendo la tienda: un terruño de nostalgias que sobreviven gracias a las personas que la habitan y la sienten propia. Un patrimonio autodenominado de los barrios, el cual agoniza de la misma manera en que lo comenzaron a hacer las primeras pilas de agua ubicadas en diferentes lugares del barrio. La tienda referente cultural y patrimonial del territorio que ha cimentado el mismo desarrollo de los barrios de Robledo.

Ilustración 40. Dibujo realizado por una habitante de Villa Flora durante el Conversatorio en la Biblioteca Fernando Gómez Martínez. 2014.

Epílogo Hablar de cultura en Robledo es evocar aquellos lugares insignias que suscitan todo tipo de sentimientos al hablar de prácticas culturales: El Jordán y la Iglesia de Nuestra Señora de Los Dolores, dos símbolos bastante antiguos, y que como el Jordán devorados por el tiempo. A lo mejor Robledo se ve perjudicada por ese “montón de espacios con mallas”, los cuales impiden muchas veces el acceso a muchos lugares para todos los habitantes. A lo mejor, la cultura en Robledo se ha quedado dormida junto con el Jordán, esperando que alguien llegue a rescatar. Dentro de la Comuna han surgido hitos y personajes importantes, que se debaten entre la importancia de lugares significativos, pero encerrados como la Facultad de Minas, o su falta de articulación en actores culturales: ha sido muy difícil identificarlos, están ahí pero les da como cierto recelo vincularse, tenemos el caso de los Vasco, del parque de Robledo que pintan, la casa Salsipuedes del maestro Lucho Bermúdez, cuna de esta famosa canción. Los Burgos que escriben sobre Robledo, la parte de El Cucaracho que tiene tanto valor patrimonial y valor histórico, y así podemos encontrar muchos. Hay mucha proyección en danzas… Sin embargo aún no hay un proceso que movilice y simbolice un patrimonio cultural. A lo mejor la Comuna

requiere que se entable un proceso ambicioso, que articule todas las muestras que se tejen dentro de Robledo, promoviendo de esta manera la creación de nuevos espacios para la práctica cultural de todas las personas que habitan la Comuna 7.

Ilustración 41. La Escuela Mayor del Tango, un centro cultural, que al igual que un instrumento musical espera ser usado por la comunidad. 2014. Fotografía tomada por el equipo de investigación de la Corporación Construyendo durante los conversatorios.

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Entrevistados

Arnulfo Berrio Cortés y José Israel Bedoya, 21 de octubre de 2014 Arturo Martínez, 24 de octubre de 2014 Carlos Arturo Moreno, 21 de Septiembre de 2014

María Cecilia Saldarriaga, Rafael Ignacio Cuervo, Fanny Patiño, Ana María Pineda, 30 de septiembre de 2014 María Eva Correa, 3 de septiembre de 2014

Esperanza Martínez,9 de septiembre de 2014

Miguel Ángel Garcés y José de Jesús Jaramillo Osorio, 18 de septiembre de 2014

Estela Cardona,15 de octubre, a las 11:00 a.m.

Luz Nelly Correa, 17 de Septiembre de 2014

José Gabriel Álvarez Villegas, 10 de octubre de 2014

Reina Zabala, 15 de septiembre de 2014

Luis Alonso Arias Monsalve, 5 de septiembre de 2014

William Ovadía, 17 de Septiembre de 2014

Luis Fernando González, 5 de noviembre de 2014 Luis Fernando Muñoz G., 24 de noviembre de 2014 Luz Elena Londoño, 15 de septiembre de 2014 Magola de Jesus Miranda de Miranda, 14 de noviembre de 2014 María Alicia Pulgarín, de septiembre de 2014 Maria Camila Muñoz de Serna, 20 de noviembre de 2014

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