Movimientos populares urbanos y acción cultural. Estudio comparativo de experiencias en el AMBA (junto a Daniela Bruno, Christian Dodaro, Verónica Mistrorigo, Constanza Luppi, Santiago Fernández Galeano, Milagros Oreja y Cecilia Valeriano)

September 27, 2017 | Autor: M. Palumbo | Categoría: Educación, Movimientos sociales, Movimientos Sociales Y Educación
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Descripción

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Esta publicación divulga los resultados de una investigación bienal que fue financiada con fondos de la Programación Científica 2012-2015 de la Convocatoria a Proyectos de Investigación Científica, de Innovación Tecnológica e Interdisciplinarios de la Secretaría de Ciencia y Técnica de la Universidad de Buenos Aires en la Categoría Grupos en Formación. Título

MOVIMIENTOS POPULARES URBANOS Y ACCIÓN CULTURAL

Estudio comparativo de experiencias en AMBA Directora Daniela Paola BRUNO Co-Director Christian DODARO Proyecto UBACYT 20020110200094

Movimientos populares urbanos y acción cultural, estudio comparativo de experiencias en AMBA / Christian Dodaro ... [et.al.] ; adaptado por Daniela P. Bruno. - 1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Departamento de Publicaciones de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires, 2014. E-Book. ISBN 978-987-3810-02-2 1. Movimientos Populares. 2. Cultura. 3. Comunicación. I. Dodaro, Christian II. Bruno, Daniela P. , adapt.CDD 302.23

Fecha de catalogación: 20/11/2014 -2-

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Introducción Esta publicación presenta los resultados de una investigación que se propuso analizar los procesos de construcción social de sentidos que legitiman e incitan a la acción colectiva en movimientos populares urbanos de diferente matriz político ideológica con inscripción territorial en el AMBA. Creemos que el estudio de estos “procesos enmarcadores” puede aportar a hacer inteligibles las complejas y dinámicas configuraciones políticas ideológicas de la acción colectiva en el actual campo popular. Para este análisis partimos de la noción de movimiento social (MS) de Gohn quien los define como acciones sociopolíticas construidas por actores sociales colectivos pertenecientes a diferentes clases y camadas sociales, articuladas en ciertos escenarios de coyuntura socioeconómica y política de un país, creando un campo político de fuerza social en la sociedad civil (Gohn; 2006). Según Gohn las acciones de un MS se estructuran a partir de repertorios creados sobre temas y problemas en conflictos, litigios y disputas experimentados por el grupo de la sociedad. Estas acciones desarrollan un proceso social y político cultural que crea una identidad colectiva para el movimiento, a partir de intereses en común. Esta identidad se amalgama por la fuerza del principio de solidaridad y se construye a partir de la base de referencia de los valores culturales y políticos compartidos por el grupo, en espacios colectivos no institucionalizados. Los movimientos generan una serie de innovaciones en la esfera pública (estatal y no estatal) y privada, participan directa o indirectamente de la lucha política de un país y contribuyen al desarrollo y la transformación de la sociedad civil y política. Estas contribuciones son las observadas cuando se realizan análisis de periodos de media o larga duración

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histórica, en los cuales se observan los ciclos de protesta delineados. Por lo tanto, los movimientos participan del cambio histórico social de un país y el carácter de las transformaciones generadas podrá ser tanto progresista como conservador o reaccionario, en función de las fuerzas sociopolíticas a las que esté articulado en sus densas redes, y de los proyectos políticos que construya con sus acciones. Para Gohn, los MS tienen como base de apoyo entidades y organizaciones de la sociedad civil y política, con agendas de actuación construidas alrededor de las demandas socioeconómicas o político-culturales que rodean las problemáticas conflictivas de la sociedad en la que actúan. Se desprende entonces de esta conceptualización que los MS siempre tienen un carácter político; que aglutinan bases demandatarias, asesores y líderes; que se relacionan con partidos políticos, iglesias, sindicatos, ONG y otras entidades sociopolíticas; y que el principio de solidaridad es el núcleo articulador central. Gohn reconoce que esta definición operacional de MS se sitúa más cerca del paradigma europeo, intentando articular premisas del marco de análisis estructural marxista-gramsciano, con categorías micro presentes en las teorías de los NMS, como identidad y solidaridad. Coincidimos con Gohn en la necesidad de abordajes complejos de los MS y es por ello que el tipo de análisis que propone esta investigación se inscribe en la tradición de los estudios constructivistas de los movimientos sociales preocupados por los procesos colectivos de interpretación, atribución y construcción social del sentido aunque asumiendo que existe una relación dinámica entre estos, la estructura de oportunidades políticas y la dinámica organizacional de los movimientos sociales. A la vez retomamos algunos aportes de la tradición gramsciana y freiriana,

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particularmente para el caso de los análisis sobre propuestas formativas, y del marxismo cultural de la mano de autores como E.P. Thompson, R. Williams y S. Hall para pensar estos procesos educativos en clave de producción y reproducción de cultura (en su sentido materialista) y de subjetividades, a partir de las categorías de praxis, autonomía relativa, tradición selectiva, entre otras. Por último, la incorporación de la perspectiva de los estudios de-coloniales nos ha permitido discutir la matriz epistémica de las propuestas formativas estudiadas. En el vasto y diverso campo de los movimientos sociales desde un inicio nos propusimos trabajar exclusivamente con movimientos populares urbanos porque consideramos que estos son las expresiones organizativas diversas que las clases subalternas han ido construyendo en sus confrontaciones durante la fase capitalista neoliberal. Junto con Baraldo (2009) y Michi (2011) entendemos que en el desarrollo de este modo de organización históricamente determinado la lucha de clases sigue siendo un eje fundamental para su comprensión. No obstante, tenemos claro que las transformaciones del capitalismo durante el neoliberalismo desestructuraron a la clase obrera y sus organizaciones históricas y configuraron un sujeto popular que ya no es estrictamente el obrero industrial sino otro diverso y plural que expresa y articula múltiples relaciones de explotación y opresión capitalistas. Cuando hablamos de matrices político ideológicas lo hacemos en los términos planteados por Maristella Svampa (2010:8 y ss.) quien las define como aquellas “líneas directrices que organizan el modo de pensar la política y el poder, así como la concepción del cambio social”. Si bien cada matriz político-ideológica posee una configuración determinada “los diferentes contextos nacionales así como las tensiones internas las van dotando, para cada caso, de un dinamismo y una historicidad particular”. Por supuesto, las matrices político-ideológicas no se encuentran en

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estado puro, pues las diferentes dinámicas políticas han dado paso a diversos entrecruzamientos y conjunciones (entre indianismo y marxismo, entre indianismo y matriz nacional-popular, entre indianismo y narrativa autonómica, entre marxismo y autonomismo, por dar algunos ejemplos), como también a un proceso de conflicto y colisión, que puede llevar a acentuar las diferencias en términos de concepciones, modos de pensar y hacer la política. Para esta investigación elegimos analizar las experiencias del Frente Popular Darío Santillán (FDPS) y el Movimiento Popular La Dignidad (MPLD) – si se quiere más cercanas a la matriz autonomista o de nueva izquierda - y el Movimiento Evita (ME) inscripto en la tradición nacional - popular. En estos casos decidimos focalizar nuestro análisis en un aspecto poco abordado en investigaciones precedentes: la dimensión político pedagógica de la acción colectiva popular. Más específicamente nos interesamos por los espacios de formación política de la militancia que con algún grado de formalización pedagógica registramos en todos estos movimientos. Atendiendo sistemáticamente al modo en que las modalidades organizativas y los contextos políticos-institucionales influyeron en las experiencias de estos movimientos, la investigación propone analizar los discursos que se construyen en torno a la formación, puntualizando en los objetivos de la formación; sus temas/contenidos; la metodología de trabajo y los dispositivos utilizados; el tipo y perfil del destinatario; la presencia de una perspectiva latinoamericana y la intencionalidad política de la formación; para finalmente intentar comprender cómo allí se expresa y desde allí también se contribuye a la reconfiguración político ideológica e identitaria del movimiento. También analizamos algunas experiencias asociativas de recuperadores urbanos: el Movimiento de Trabajadores Excluidos (MTE)-Amanecer de los Cartoneros, la Cooperativa Recuperadores Urbanos del Oeste y la

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Cooperativa Las Madreselvas, que juntas representan el porcentaje más alto de cartoneros organizados en la Ciudad de Buenos Aires. A partir de la relativamente reciente formalización de estas cooperativas, se abre un nuevo proceso en el que la labor de los recuperadores urbanos trasciende la supervivencia individual hacia una actividad con visión y objetivos colectivos más definidos. La constitución de esta nueva identidad colectiva se encuentra liderada e impulsada por los referentes políticos de las cooperativas e influenciada por organizaciones marco que las engloban y apoyan en su desarrollo. La presencia de estas distintas organizaciones “marco” – por ej. La Federación de cartoneros y recicladores dentro de la CTEP (Confederación de Trabajadores de la Economía Popular) y el Movimiento Nacional de Trabajadores Cartoneros y Recicladores (MOCAR) - permite la integración de algunas de las cooperativas en movimientos y confederaciones donde se abren posibilidades de participación en las que los cartoneros pueden tomar posición y disputar políticamente sus intereses como colectivo Justamente son estos procesos enmarcadores del “movimiento cartonero” los que ocuparon especialmente nuestro análisis. Consideramos que el aporte particular de esta investigación a los estudios precedentes sobre movimientos populares urbanos reside, por un lado, en el abordaje de una dimensión poco explorada en los análisis sobre procesos de organización popular: la político- pedagógica. Si bien encontramos investigaciones antecedentes sobre bachilleratos populares en movimientos populares urbanos, hasta donde sabemos, no existen investigaciones sistemáticas sobre los actuales espacios de formación de la militancia en este tipo de movimientos. Desde nuestra perspectiva la formación es una apuesta a la reproducción cultural del movimiento que condensa los posicionamientos políticos ideológicos de la acción colectiva y propone análisis de las coyunturas políticas que influyen en el diseño de sus estrategias de acumulación política. El otro aporte singular de esta investigación reside en su interés por el derrotero -7-

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específico de las organizaciones “cartoneras” que, si bien fueron objeto de numerosas investigaciones durante la pasada década, hoy han perdido aquel protagonismo, por lo que los avatares derivados de la organización cooperativa y de la constitución de organizaciones de segundo orden son fenómenos relativamente recientes que no han sido suficientemente problematizados. Las razones que nos llevaron a elegir estas experiencias tan diversas se vinculan con la intención de un estudio comparativo pero también con el interés por aportar a la reflexión crítica y recreación de estos movimientos, si se quiere, desde nuestra posición de investigadores comprometidos con las luchas populares. Más aún, en algunos casos, ciertos objetivos de la investigación u aspectos privilegiados en el análisis fueron el resultado de acuerdos y negociaciones con algunos movimientos. Algunas de nuestras hipótesis preliminares al momento de iniciar la investigación fueron: a) En la última década la acción de los movimientos populares urbanos se ha caracterizado por la creciente demanda de políticas sociales, el trabajo territorial y una prolífica producción simbólica que se ha expresado, en parte, en el diseño de distinto tipo de estrategias deliberadas en orden a forjar formas compartidas de considerar al mundo y a sí mismos, y que legitimen y muevan a la acción colectiva; b) Estas estrategias en tanto “procesos enmarcadores” de los movimientos populares urbanos pueden reconocerse como apuestas simbólicas diferenciadas según objetivos educativos/formativos; de construcción de la identidad colectiva del movimiento; de control simbólico del

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espacio/territorio en el que se inscriben; y de incidencia en la institucionalidad política y la opinión pública. Estas dimensiones de la acción cultural se apoyan en modalidades discursivas en tensión; y c) Estas estrategias de intervención comunicacional/cultural varían según la matriz político - ideológica del movimiento en cuestión. Específicamente, las propuestas de formación política se caracterizan por la selección y el privilegio de unos saberes y perspectivas que varían según la matriz político ideológica del movimiento. La estrategia metodológica que planteamos aborda el material teórico - empírico a través de tres instancias simultáneas de análisis asumiendo que estructura y acción social se determinan mutuamente: la dimensión estructural que refiere a las condiciones económicas y socio-políticas de los procesos en los que se constituyen los discursos y las prácticas de los casos estudiados; la dimensión procesual que refiere a las diversas construcciones histórico-sociales en las cuales se constituyen los discursos y prácticas; y por último, la dimensión subjetiva, referida a la experiencia de los sujetos involucrados en la acción colectiva. La estrategia que, con enfoque cualitativo de tipo interpretativo, se utilizó para producir la base empírica combina para el caso de los análisis sobre dimensión político pedagógica: el análisis de documentos - textos de apoyo a la formación; planificaciones, memorias y relatorías de talleres; documentos internos del área responsable de la formación, contenidos web, cartillas educativas – con entrevistas a los militantes responsables del diseño de la formación, la observación participante de espacios formativos, y entrevistas a militantes, variando según el caso.

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En lo que refiere específicamente al estudio y exploración de los materiales de apoyo a la formación, recurrimos a una adaptación libre de los ejes para el análisis y la construcción de mensajes educativos1 propuestos por Gabriel Kaplún (2002) el eje conceptual, el pedagógico y el comunicacional. El primer eje (conceptual) refiere a los contenidos, su selección y organización fundamentada en un diagnóstico de situación. Corresponde por lo tanto a este eje el análisis de las decisiones relativas a la selección de fuentes y conceptos, la jerarquización conceptual, la interrelación y la red conceptual lógica, como los aspectos más relevantes a considerar a la hora de iniciar el proceso creativo de armado del material. El segundo eje (pedagógico) implica un análisis de los objetivos educacionales – explícitos o no – y la caracterización de los destinatarios de la formación – incluyendo los supuestos en torno a sus “ideas constructoras”, es decir, “aquellas sobre las cuales, con las cuales y frecuentemente contra las cuales se intenta construir una nueva percepción, una nueva conceptualización, o una habilidad a partir del material”, entre otros recursos didácticos. También corresponde a este eje el análisis de la modalidad de trabajo propuesta, las estrategias y las tácticas didácticas. Es por todo esto que se considera a esta dimensión coma la articuladora principal de todo material educativo. Por último, el tercer eje (comunicacional) refiere a las figuras retóricas o poéticas, y en general a los modos concretos de relacionamiento con los destinatarios que propone el material: cómo son interpelados y cómo son recuperados los modos de hablar y expresarse, los consumos culturales y

1 Por mensaje o material educativo (los usa como sinónimos), Kaplún entiende a los objetos que facilitan una experiencia de aprendizaje, tengan estos o no intencionalidad educativa.

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los contextos de los destinatarios. La puesta en juego de estas tres dimensiones nos permite vislumbrar el proceso de creación, de diseño de un material educativo a través del eje pedagógico; el itinerario propuesto a los sujetos destinatarios de la formación, así como la forma de recorrerlo, al ponerlo en diálogo con el universo cultural –lingüístico y simbólico – de dichos sujetos. En lo que respecta al análisis de las Cooperativas de Recuperadores de Residuos Sólidos Urbanos (RSU) trabajamos básicamente con entrevistas a los /as integrantes de las Comisiones Directivas de las Cooperativas y a un grupo de referentes políticos con peso en la configuración político ideológica de estas organizaciones. En el Capítulo 1 comentamos brevemente las investigaciones antecedentes sobre movimientos sociales y populares, con particular énfasis en América latina, y establecemos algunas definiciones de lo que para esto equipo de investigación implica un movimiento popular y la cultura, como categoría y dimensión de análisis de la acción colectiva. En el Capítulo 2 presentamos un análisis comparativo de los procesos de organización y configuración identitaria de algunas cooperativas de recuperadores RSU en la CABA. En ese capítulo damos cuenta de los procesos de organización/identidad de cada organización, así como el rol de las que denominamos organizaciones de segundo orden en la creación de los procesos enmarcadores de la acción colectiva de los recuperadores urbanos. En el Capítulo 3, y a modo de introducción a los capítulos dedicados a problematizar la formación política en movimientos populares urbanos de matrices político ideológicas diversas, presentamos un estado de la

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investigación argentina reciente sobre dimensión político pedagógica de la acción colectiva popular. Allí los /as lectores/as encontrarán un panorama de los problemas/objeto privilegiados y los enfoques conceptuales más utilizados en la investigación reciente en nuestro país. Los Capítulos 4, 5 y 6 abordan los espacios - momentos de formación en el Movimiento Evita, el Movimiento Popular la Dignidad y el Frente Popular Darío Santillán, respectivamente. En el Capítulo 7 y a modo de epílogo planteamos algunas conclusiones resultantes del análisis comparativo entre estos casos y delineamos algunas líneas de la futura investigación.

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Bibliografía BARALDO, Natalia (2009) “Educación en y desde los Movimientos sociales: ¿nuevo objeto y nuevos abordajes en Educación? Algunas tendencias en estudios recientes”, VI Jornadas de Investigación en Educación, Facultad de Filosofía y Humanidades, Universidad Nacional de Córdoba. GOHN, María da Glória (2006) Teorías dos Movimentos Sociais. Paradigmas clássicos e contemporáneos. Ediciones Loyola, Sao Paulo. 5ta edición. capítulo VII. KAPLUN; Gabriel (2002) “Contenidos, itinerarios y juegos. Tres ejes para el análisis y la construcción de mensajes educativos”. Ponencia presentada en el VI Congreso de ALAIC, Santa Cruz de la Sierra, Bolivia.

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MICHI, Norma (2010) Movimientos campesinos y educación. Estudio sobre el Movimiento de Trabajadores Rurales Sin Tierra de Brasil y el Movimiento Campesino de Santiago del Estero MOCASE VC., El Colectivo, Buenos Aires. SVAMPA, Maristella (2010) Movimientos sociales, matrices sociopolíticas y nuevos escenarios en América latina, Working Papers Nro. 1, One World Perspectives, Universidad de Kassell disponible en http://www.socialglobalization.uni-kassel.de/owpDisplay.php?owp_id=9 recuperado el 3 de junio de 2011.

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Daniela Bruno y Christian Dodaro Desde el siglo XIX hasta la década de 1960, el concepto de movimiento social definía a una acción colectiva consciente, sostenida por un grupo que se identificaba en términos de nación o clase social, que transgredía los límites institucionales impuestos por un sistema social y político determinado, y que perseguía un cambio sustancial del propio sistema (Pastor, 1993 citado en Manzano; s/f; 2). Es durante la década de 1970 que los movimientos sociales dejan de ser interpretados como “patología o desvío y se intenta estudiar el modo de organización de los movimientos, o las relaciones sociales que dan lugar a conflictos constitutivos de las identidades colectivas” (Cohen, 1985 citado en Manzano s/f; 3). A partir de ese momento el estudio de los movimientos sociales ha experimentado un notable desarrollo y singular importancia en la investigación contemporánea siendo tres los principales enfoques para su investigación a partir de los años ochenta. Con ámbito de influencia en EEUU, el enfoque de las oportunidades políticas estudia a las constricciones políticas del contexto de surgimiento de los movimientos sociales y el vínculo de estos con el sistema político institucionalizado (Tilly, 1978 y 1995; Mc Adam, 1982; y Tarrow, 1983 y 1997).

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También con influencia en la sociología norteamericana, los estudios sobre las estructuras de movilización o la movilización de recursos (Mc Carthy y Zald 1973 y 1977; Morris 1981 y 1984; y Mc Adam 1982) analizan la dinámica organizacional de la acción colectiva como uno de los factores determinantes del surgimiento y desarrollo de los movimientos sociales2. Aunque inicialmente estos enfoques se consideraron excluyentes entre sí, luego, merced a la proliferación de estudios empíricos inspirados en ambos enfoques, convergieron en una serie de temas de interés común: 1) el análisis comparado de las infraestructuras organizativas que permiten comprender mejor los patrones históricos de la movilización y predecir en qué lugares existe una mayor posibilidad de que se generen movimientos sociales; 2) la determinación de la relación existente entre forma de organización y tipo de movimiento y 3) la comprobación de la influencia que sobre los movimientos pueden ejercer tanto las estructuras estatales como el tipo de cultura organizativa en un país dado. (Mc Adam, Mc Carthy y Zald 1999; 26) Quienes critican estos enfoques influenciados por el individualismo metodológico predominante en la sociología norteamericana, cuestionan su pregunta por el “por qué” y el “cómo” del surgimiento de los movimientos sociales. Así “todas estas corrientes teóricas intentan encontrar argumentos explicativos que puedan dar cuenta de la emergencia de los movimientos sociales y del porqué aparecen intentos

2 Según Jenkins los teóricos de la movilización de recursos “consideran a los movimientos sociales como una prolongación de actuaciones institucionalizadas y han restringido su campo de análisis a los movimientos que postulan un cambio institucional que pretenda alterar ‘elementos de la estructura social y/o la estructura de distribución de recompensas en la sociedad’ (...), que aspiran a organizar grupos que actúan en contra de las elites institucionales y que estaban previamente desorganizados (...), o que dicen representar intereses de los grupos excluidos del ámbito de la comunidad política” (Jenkins, 1994: 8-9 en Manzano; 2003;8).

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de cambio social (…) lo importante es cómo (…) y porqué surgen, y cómo y por qué se mantienen en el tiempo” subyaciendo en estas preguntas la idea de que el equilibrio social es la regla en vez de entender el proceso histórico como construido a partir de los antagonismos y conflictos entre los sujetos, clases o subclases (Galafassi; 2006; 10 citado en Esteve; 2010). La denominada perspectiva constructivista de los movimientos sociales (Laraña; 1999), especialmente los estudios desarrollados por David Snow y otros en EEUU (1986 y 1988) y Alberto Melucci en Italia (1976, 1980, 1985, 1988, 1989, 1994 y 2001) aunque también se destacan las investigaciones de Brand (1985), Inglehart (1979 y 1977) y Touraine (1981), tuvieron como preocupación central el análisis de los procesos simbólicos y cognitivos que tienen lugar en las organizaciones y redes de los movimientos sociales en las cuales se gestan los marcos de significados y las identidades colectivas que confieren sentido a la participación en los movimientos y explican, al menos en parte, su surgimiento, desarrollo y persistencia en el tiempo. Cinco han sido los tópicos frecuentes en los estudios sobre la dimensión cultural de los movimientos sociales: los referidos al “bagaje cultural” (Swidler;1986) a disposición de los contestatarios; las estrategias enmarcadoras por las que optan los grupos; las disputas de sentido entre los movimientos que intentan consolidarse y las de otros actores, en especial el estado y los contramovimientos que pudieran haber surgido; la estructura y el papel desempeñado por los medios de comunicación masiva; y el impacto o eficacia de la acción colectiva para modificar elementos culturales que constituyeron la razón de ser del movimiento (Mc Adam; Mc Carthy; Zald; 1999:44). A pesar del reconocimiento otorgado a esta dimensión de los movimientos Mc Adam, Mc Carthy y Zald coincidían en señalar hace poco más de una década que “no existen estudios sistemáticos sobre los procesos

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enmarcadores o la dimensión cultural de los movimientos sociales” (1999:25). Para esta investigación hemos optado por la definición de Movimiento Social (MS) de Gohn (2006) quien los concibe como acciones sociopolíticas construidas por actores sociales colectivos pertenecientes a diferentes clases y camadas sociales, articuladas en ciertos escenarios de coyuntura socioeconómica y política de un país, creando un campo político de fuerza social en la sociedad civil. Como adelantamos en la introducción las acciones de los MS se estructuran a partir de repertorios creados sobre temas y problemas en conflictos, litigios y disputas experimentados por el grupo de la sociedad, desarrollando un proceso social y político cultural que crea una identidad colectiva para el movimiento, a partir de intereses en común. Esta identidad se amalgama por la fuerza del principio de solidaridad y se construye a partir de la base de referencia de los valores culturales y políticos compartidos por el grupo, en espacios colectivos no institucionalizados. Si bien el enfoque de Gohn enfatiza en esta dimensión cultural del MS Gohn lo que la acerca al paradigma europeo, intenta articular premisas macro de análisis estructural marxista-gramsciano, con categorías micro presentes en las teorías de los NMS, como identidad y solidaridad. Esta articulación es desde nuestra perspectiva de vital importancia ya que el objeto de la crítica a los estudios de corte constructivista suele ser que, frente al reduccionismo político que denunciara Melucci, responden con un “reduccionismo subjetivo” ya que “pareciera que más allá de la construcción de una identidad no quedara mucho más por hacer, y por lo tanto tampoco para explicar”. Asimismo se señala que al hacer hincapié en el estudio del actor y no en el estudio del sistema social, se pierde de vista el hecho de que en la sociedad capitalista avanzada los procesos y la producción de la información controlan decisiones sobre las relaciones personales, solapándose de este modo la existencia de las

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relaciones de poder político que son estructurales (Galafassi; 2006; 8 citado en Esteve; 2010; 337) Sobre el mismo punto Wallace agrega que “si la nueva subjetividad política sólo es constituida por una única relación o por varias relaciones no clasistas, sin considerar lo clasista “es repetir el reduccionismo que llevó a que la clase tuviera una hegemonía conceptual ahistórica, trabando el intento por conocer la realidad y haciendo una sustitución de lo clasista o lo económico por una enfatización de la modernización estatal y/o los movimientos sociales” (Wallace;1999;352 citado en Esteve; 2010;338). Por lo antedicho entendemos que el énfasis en la dimensión cultural de la acción colectiva popular no debe conducir a análisis que soslayen las condiciones macro estructurales, las oportunidades políticas en coyunturas políticos sociales específicas y los procesos organizativos del campo popular.

Los estudios sobre movimientos sociales en América Latina. Según Manzano (2003) en la década de 1980 el análisis sobre la transición democrática en América Latina hegemonizó el estudio sobre los movimientos sociales. La oposición democracia/dictadura fue el eje en torno al cual giró la reflexión quedando en un segundo plano el análisis sobre las transformaciones socioeconómicas de las sociedades latinoamericanas (Lechner, 1996). En este marco, se destacan algunos trabajos sobre descentralización del Estado y participación ciudadana (Herzer y Pírez, 1988; Passalacqua, 1988; Nunes, 1991) los movimientos sociales como espacios de mediación entre la sociedad civil y el estado/sociedad política (Jelín, 1987) y estudios empíricos sobre movimientos vecinales (García Delgado y Silva, 1989;

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González Bombal y Palermo,1987 y Palermo 1988). Todos ellos parten de la asunción de la separación entre Estado/sociedad civil y conciben a esta última como el ámbito potencial de la participación autónoma, la que es constantemente interpelada por el poder localizado en el Estado y en el sistema de partidos políticos. En un debate con los enfoques centrados en la transición democrática y con las posturas posmarxistas, otros autores sostuvieron que los movimientos sociales podían concebirse como formas contrahegemónicas de representación política en torno a la reestructuración del poder. En estos planteos, la reestructuración del poder abarca tanto la consideración de la esfera política como la económica. El trabajo de Wallace (1998) propone estudiar a los movimientos sociales desde un enfoque histórico-estructural y holístico, a partir de conceptos como los de formación, experiencia, tradición y hegemonía. Vicente Di Cione (1994), por su parte, sostiene que los movimientos expresan la trama de fuerzas sociales, políticas, simbólicas y materiales de la formación social nacional, que a su vez se encuentra inserta en la formación del capitalismo mundial. De acuerdo con esta línea, el trabajo de Carlos Vilas (1998) se interroga por el sujeto social de los movimientos sociales en América Latina y sostiene que la reestructuración del capitalismo desestructuró a la clase obrera y sus organizaciones y a la vez fortaleció las asociaciones empresariales. El autor concluye que el sujeto protagónico de los movimientos sociales no son los ciudadanos en sentido abstracto sino el sujeto popular. Este sujeto expresa y articula para Vilas la diversidad de sujetos resultantes de las relaciones de explotación económica, opresión política y pobreza. En un artículo que enmarca críticamente el contexto de recepción de la teoría de los movimientos sociales en la Argentina durante la denominada

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transición democrática, Stratta y Barrera (2009) advierten que la literatura académica abocada al estudio de movimientos sociales fue perdiendo de vista los vasos comunicantes entre las “nuevas” reivindicaciones y las “viejas” expresiones de lucha en el marco de una creciente tendencia a los análisis microsociológicos. Según Stratta y Barrera se asiste por momentos a una sustitución conceptual en donde conceptos como clase y lucha de clases son reemplazados irreflexivamente por términos como actores o protesta social. Junto con Stratta y Barrera (2009) preferimos asumir la complementariedad de la teoría de los movimientos sociales y la teoría de clases para dar debida cuenta de la complejización de los procesos sociales en que se constituyen los sujetos sociales en la actualidad.

La dimensión cultural de la acción colectiva. La cultura como categoría y como dimensión de análisis en las investigaciones sobre acción colectiva y movimientos sociales adquirió una revalorización acentuada a partir de los años sesenta con la denominada Escuela de los NMS cuyos esquemas interpretativos, influenciados por las perspectivas posestructuralistas y posmodernistas que centraban su atención en los discursos, contradijeron la visión funcionalista que veía a la cultura como conjunto fijo y predeterminado de normas y valores heredados del pasado. Este “giro cultural” en el estudio de la acción colectiva al que hemos hecho referencia anteriormente como perspectiva constructivista de los movimientos sociales (Laraña, 1999), tiene como referentes indiscutibles a Melucci, Touraine y Castells, cuya preocupación central fue, dicho de manera general, el análisis de los procesos simbólicos y cognitivos que - 20 -

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tienen lugar en las organizaciones y redes de los movimientos sociales en las cuales se gestan los marcos de significados y las identidades colectivas que confieren sentido a la participación en los movimientos y explican, al menos en parte, su surgimiento, desarrollo y persistencia en el tiempo. No obstante este giro cultural, algunos investigadores plantean que continúa predominando en el análisis cultural de la acción colectiva una perspectiva parcial de la cultura, ligada a los símbolos y representaciones colectivas pero en la que aspectos como las emociones y la moral aún son soslayados (Longa, 2010). Desde nuestra perspectiva la dimensión cultural como clave analítica de la acción colectiva vuelve inteligible la construcción de la identidad colectiva en el propio proceso de la organización popular. Es en esta clave de lectura donde se hacen visibles las formas de producción y reproducción del sentido hacia dentro y fuera del movimiento. Entendida como reservorio o caja de herramientas a la cual recurrir para generar los repertorios de la acción colectiva pero también como ámbito o matriz desde la cual se percibe, desde la cultura se caracterizan las condiciones estructurales y coyunturales de una situación y se interviene sobre ellas. Por ello al referirnos a lo cultural contemplamos la identidad, la memoria y la producción de representaciones, tal como señala Ortner (2005). La acción colectiva se trama en variadas dimensiones, públicas y privadas, grupales e individuales, rutinarias y extraordinarias, por lo que el análisis de las competencias para disputar recursos (participar y acceder) fueron decisivas para el análisis. La teoría sobre la acción estratégica, surgida bajo la influencia de la escuela de Sociología de Chicago considera que los movimientos sociales, entre los que se cuentan los movimientos populares urbanos, se movilizan centralmente en ocasión de la formulación de valores comunitarios. De ahí que se haya producido un viraje teórico hacia la comprensión de

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las acciones de los movimientos en términos estratégicos y no sólo de identidad (Zald, 1999), dado que suponen que la identidad se constituye procesualmente en la movilización y organización hacia la obtención de recursos. Pero ¿qué sucede en contextos político-culturales en donde la sociedad civil es un actor debilitado? ¿Cuáles son los aportes de la teoría norteamericana y europea para aproximarnos a nuestra realidad? Creemos que el establecimiento del neoliberalismo en nuestras tierras avanzó de la mano de lógicas de desmovilización social. En ese marco los movimientos sociales y más aún los movimientos populares urbanos debieron generar desde posiciones muy dificultosas - que incluían la violencia, la represión y la desaparición física - los modos en los que recomponer redes de organización social. Estos movimientos han encontrado en la pedagogía una de las dimensiones para constituirse en lo que McAdam, denomina la formación de “grupos centrados en la movilización de recursos” (1999:478), es decir que a través de prácticas reflexivas y emotivas el grupo define quien es, afianza sus valores y desde allí o bien reacciona defensivamente ante afrentas o se organiza para avanzar en reivindicaciones irresueltas. Ello se hace patente en las tomas de tierra, en las movilizaciones por planes sociales o bolsones de comida en la década de los 90. Lo interesante es ver cómo esos grupos surgidos desde la movilización y la protesta social fueron adaptando sus repertorios y fueron tramando sus identidades. Por ello el modo que adquiere la dimensión pedagógica depende de los marcos cognitivos y coyunturas en las que se desenvuelva pero al mismo tiempo contribuye a crear esos marcos e intervenir en esas coyunturas.

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McAdam define a estos marcos de acción como los “esfuerzos estratégicos conscientes de los grupos que conforman un movimiento para dotarse de sentido a sí mismo y a los problemas que les preocupan” (1999:476). De ahí que sus interrogantes centrales sean sobre los procesos de difusión de la palabra de los movimientos sociales, así como de las tácticas internas y externas de los grupos de intereses (McCarthy, Smith y Zald, 1999). Pero debemos tener en cuenta que esos marcos no surgen ex nihilo sino de modos en los que la experiencia se expresa y procesa, tal como veremos en los capítulos de análisis de las distintas experiencias. Es decir que los marcos dependen de los contextos, económicos, sociales y culturales en el marco de los cuales se desarrollan los procesos, son diferentes. Y la distancia entre los movimientos populares urbanos y los actores que intervienen en los espacios decisorios y/o que pueden interpelar políticamente a aquellos que toman decisiones es un espacio atravesado por complejos juegos de desigualdades económicas y diferencias culturales y sociales. Auyero (2002) plantea que cada acción colectiva se constituye como parte integrante de un campo de protesta, de mecanismos, dispositivos y procesos que están en la base de los reclamos colectivos, que funciona como mediador entre las fuerzas estructurales y las acciones específicas y/o localizadas. Y que éstas son el resultado de prácticas aprendidas en la misma acción del enfrentamiento, las que se van sedimentando en un repertorio de acciones colectivas que emergen de la propia lucha y que se estabilizan en rutinas medianamente codificadas y compartidas. Auyero (2002), retomando a Thompson, afirma que las formas de la protesta tienen que ver con procesos políticos y con formas de reclamo aprendidas en repetidos enfrentamientos y experiencias de tiempos largos. Esos tiempos implican no sólo experiencias que se dan en una sola generación, sino que se transmiten entre ellas. Muchas provienen de

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experiencias de organización política anteriores. En el marco de estos procesos los modos desde los cuales se registra y transmiten las experiencias son cruciales no sólo en la creación de posibilidades para la acción colectiva sino también en la construcción de los significados luego de los hechos y, por lo tanto, de las identidades de aquellos que participaron en él, cualquiera haya sido el lugar que ocuparon (Auyero, 2002; Reguillo, 2005; Jelin, 2003). Se trata de acciones que Jelin (2002) denomina trabajos de la memoria. Formas activas de apropiación del sentido del pasado, desde la experiencia presente. Como sostiene Melucci (1987, 1996), estas acciones deben considerarse como inversiones que redefinen, en términos cognitivos, el campo de posibilidades y límites percibidos que activan el sentido del “estar juntos”. Esta nueva identidad colectiva, es en muchos casos el rescate y rearticulación de significantes ya existentes, reelaborados y vueltos a ser posibles de ser narrados. Las preocupaciones de Reguillo sobre “las condiciones que hacen posible pasar de las identificaciones colectivas a las identidades políticas” (2004: 263) son el punto de partida de estas preocupaciones. (Dodaro y Vázquez, 2007). Se trata, entonces, de un problema de política y también de cultura en la acción colectiva porque la posibilidad de interactuar con una determinada configuración de relaciones sociales y la elaboración de repertorios para poder hacerlo, depende de la identidad colectiva que el movimiento haya desarrollado y desde la cual se entrama la perspectiva desde la que entiende cada coyuntura. Es por eso que el lugar asignado a la cultura en relación con los marcos estratégicos es central. Desde la cultura se toman los elementos a través

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de los que se elaboran los repertorios de la acción colectiva. Zald (1999) señala que los marcos de un movimiento son los que guían al movimiento al recurrir al “stock cultural” de una sociedad para definir formas de organización y de protesta. En línea con los desarrollos de Tilly (2000), estos aportes nos parecen esenciales para comprender las formas que adoptan, históricamente, los repertorios de las acciones de protesta. Pero la cultura no sólo es un como un lugar de partida ya que el motor de los cambios es, en primer lugar, la acción cultural. La existencia de zonas blandas (de Certeau, 1999) en la cultura, es lo que habilita a los grupos sin voz a intentar su modificación y, en ese tren, a luchar por obtener autoridad, legitimidad y poder. El mismo acto de producción señala hacia el deseo y la necesidad de ciertos grupos de ocupar un lugar ocupado por otros, y por eso mismo disputable. Simultáneamente, decimos que también es un lugar de llegada, porque consideramos que aquello que las acciones colectivas, van modificando, aunque no siempre de modos ‘resplandecientes’ o duraderos, los consensos establecidos y fortaleciendo sus propias identidades. (Dodaro, Marino, Rodriguez, 2007). En este sentido proponemos, desde las experiencias de trabajo, profundizar las propuestas que entienden la acción colectiva desde una lógica política del conflicto, articulada desde sus componentes culturales y ver cómo esa dimensión se ordena y transmite a través de la acción pedagógica, en un caso, y de incidencia en el otro. Naishtat sostiene que las acciones de protesta, de disrupción, de intervención, son vistas como disputas realizadas en el campo agonal y polifónico de fuerzas ilocutarias que componen la opinión pública y tienen por objetivo la interpelación de los públicos (2005). Pero a ello debe sumarse que existen dispositivos de enunciación social, de los cuales los medios masivos y la industria cultural son uno de los

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más importantes, que regulan y deciden sobre el acceso al citado campo agonal y que por tanto las modificaciones a dicho campo surgen cuando los atores se dotan a sí mismos de repertorios capaces de deconstruir los discursos que el poder elabora sobre ellos y de generar estrategias para producir y hacer circular sus propios discursos. Nuestro trabajo pretende avanzar sobre el proceso capaz de generar los marcos para que surjan las acciones mediante las cuales, a pesar de condiciones objetivas adversas (económicas, legales, técnicas, etc.) las acciones colectivas producen discursos capaces de generar nuevas formas de identificación y también sobre los intentos -y pequeños logrospor producir modificaciones tanto en el espacio de lo que es legítimo decir, como en los dispositivos desde los que se hace posible decirlo y construir de narrativas identitarias. Por tanto las dimensión cultural de los movimientos populares urbanos da forma a sus identidades colectivas y resulta de las tensiones entre estética, pedagogía, comunicación y política que se dan en cada acción colectiva. Proponemos abordar lo cultural desde sus dimensiones estéticas, pedagógicas y políticas. Por estética entendemos las formar expresivas, maneras en que se cristaliza y a la vez se expresa la experiencia sensible. Es la dimensión expresiva la que cobra visibilidad en las acciones de protesta y la que apela a formas sensibles de cohesionar la identidad. Ella se expresa en las marchas, en los encuentros y se pone en juego a través de banderas, cantos y rituales. Farinetti (2000) señala, además, que la dimensión expresiva o estética no puede ser analizada de forma escindida o separada de los contenidos de una acción de protesta. Así mismo, retomando a Thompson señala que las dimensiones expresivas de una acción pueden ser maneras en

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las que a través de formas paródicas o desafiantes los grupos que llevan adelante una protesta repongan en balance lo que experimenten como afrenta. Muchas veces las formas expresivas toman recursos de otras dimensiones de la existencia tales como lo religioso, las tradiciones ancestrales, las costumbres cotidianas o elementos tomados de los medios de comunicación. También señala que esos elementos ligados a las costumbres y saberes cotidianos son en los que se abreva para generar cohesión en los grupos. Ello nos lleva a pensar la inscripción de los movimientos en tradiciones políticas y estéticas que median en sus los repertorios de protesta y las acciones colectivas. Por ello las dimensiones formales o estéticas (lo cual no puede dejarse de lado) nos interesan en tanto están tramadas con objetivos políticos, pedagógicos y comunicativos. En lo que respecta a la pedagogía las organizaciones y movimientos vienen desarrollando alternativas político-pedagógicas de distinto tipo a partir de la preocupación por la formación de sus dirigentes, de sus miembros, de sus hijos, de sus comunidades. Inquietudes políticas y culturales motivan estos desarrollos que intentan, o bien cubrir los vacíos que deja el Estado, o bien disputar los sentidos que este imprime a la acción educativa. En muchos de ellos lo educativo se inserta en la trama política en tanto que los movimientos se consideran sujeto y principio educativo: todos sus espacios y acciones tienen intencionalidad pedagógica. La dimensión político pedagógica de estos movimientos – específicamente las propuestas de Formación Política – varían según la matriz políticoideológica del movimiento popular en cuestión. No obstante, se plantea la presencia de saberes y perspectivas latinoamericanas que recuperan una matriz relacional de lo local-nacional- y lo regional-latinoamericano, asociada con la vigencia de la inquietud por la construcción de un proyecto emancipador en América Latina donde los movimientos sociales

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constituyen dispositivos de proposición pedagógica y política. Lo pedagógico excede la instancia de formación y se encuentra presente en todas las dimensiones de interacción colectiva de los movimientos. Muchas de las formas de la pedagogía no se basan en la mera transmisión de contenidos o reflexión sobre ellos. Lo pedagógico se lleva adelante también en las prácticas políticas y en lo ligado a lo afectivo y cercano a lo estético tal como en las marchas, en las canciones, en la elaboración de un mural, etc. Lo pedagógico se encuentra íntimamente relacionado con el modo en que un movimiento estructura su organización interna. Fuera del modo en el que un movimiento se caracterice a sí mismo el modo en el que un movimiento realiza o no debates, plenarios, asambleas y selecciona y debate temas es que puede desprenderse su modo de funcionamiento mas o menos horizontal o vertical. Ello se entrama con el punto siguiente: los modos de comunicar, las formas de comunicación de un movimiento. Y es desde la perspectiva de la comunicación popular que creemos puede enriquecerse el análisis. Cuando hablamos de comunicación popular nos referimos a una perspectiva teórico-práctica que problematiza las formas en que los sectores populares (trabajadores, campesinos, vecinos/as de los barrios, integrantes de movimientos sociales y de base territorial, pueblos originarios, sindicatos, cooperativas, entre muchos otros) despliegan estrategias de comunicación que intentan producir sentidos propios, en el marco de situaciones desiguales de poder. Esta perspectiva no se detiene en el análisis, sino que interviene para desnaturalizar la desigual distribución del derecho a bienes materiales y simbólicos, y el acceso a la palabra y el reconocimiento de todos y todas.

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Concebida con el objetivo de apropiarse de la palabra y el discurso por parte de los sectores históricamente silenciados en la escena pública. Lo comunicacional en un movimiento suele estar asociado al modo en el que se articula el poder, al modo en el que se establecen las jerarquías y a las maneras en las que se generan los referentes. Para aproximarnos a la dimensión cultural de un movimiento social urbano trabajamos sobre el concepto de marco cognitivo. Para dar cuenta del modo en el que esos marcos se conforman debemos atender a los procesos de aprendizajes que se desarrollan en sus ámbitos formales e informales a través de experiencias colectivas propias y de puestas en juego de relatos, repertorios, saberes y perspectivas de movimientos sociales y políticos que se desarrollaron en otros momentos históricos. Así, este proceso constante de disputa por dar sentido a la propia identidad y desde allí generar acciones y repertorios proponemos analizar: la elaboración y consolidación de creencias y valores hacia adentro de los grupos, la formación y la transferencia saberes; -la generación de solidaridades, la transmisión y replica de experiencias intergrupos; las formas en que lo cultural contribuye a los debates públicos respecto a la imagen de los movimientos, sus acciones para el logro de visibilidad, toma y sostenimiento de la palabra del grupo, generación de demandas y obtención de recursos. Por ello proponemos pensar la estética, la pedagogía y las formas de comunicación de cada movimiento como modos de interrogar por el modo en que se entienden a sí mismos, a los otros y a sus acciones políticas.

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Santiago Fernández Galeano Constanza Lupi Cecilia Valeriano

Introducción América Latina ha sufrido en los últimos treinta años una profunda transformación de las modalidades de desarrollo que habían caracterizado a sus sociedades desde la segunda guerra mundial. Los diferentes países de la región afrontaron intensas reestructuraciones en vistas a lograr la inserción en la nueva dinámica socio-económica global. A pesar de las diferencias existentes en el modo en que estas transformaciones se operaron en los diferentes países del continente, todos los procesos neoliberales siguieron una dirección y objetivos comunes. El mundo del trabajo fue uno de los ámbitos en donde más fuertemente se sintieron los cambios operados. A partir de las transformaciones mencionadas –consecuencia de las medidas de corte neoliberal aplicadas en los años ‘70 y con mayor agudeza en los 90– la clase trabajadora se complejiza, se fragmenta y se vuelve más heterogénea, al tiempo que la pobreza, la desocupación y la desigualdad alcanzan niveles inéditos. En Argentina, la profundidad que adquirió esta crisis económica, política

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y social condujo al crecimiento y consolidación de una actividad laboral que hasta entonces había sido claramente marginal: la recuperación informal de residuos sólidos urbanos (RSU) reciclables. En nuestro país actualmente, entre la Ciudad de Buenos Aires y el conurbano bonaerense, viven más de doce millones de personas que producen cada día unas 13.000 toneladas de residuos las cuales son depositadas como disposición final en los rellenos sanitarios que se encuentran en la Provincia de Buenos Aires. Los tres rellenos sanitarios que hoy reciben estos residuos se encuentran en su límite de capacidad y deberán cerrar sus puertas en los próximos años. Hasta el momento, no se han hallado soluciones alternativas. Al mismo tiempo, según estimaciones oficiales, el crecimiento económico previsto de 8% anual, llevaría a un incremento de 24% de la cantidad producida a nivel nacional. En la Ciudad Autónoma de Buenos Aires se generan más de seis mil toneladas de RSU3 por día que son llevados en los diferentes rellenos sanitarios antes mencionados. Si bien se establecen medidas preventivas para evitar filtraciones y la contaminación de la tierra y de las napas, éstas resultan poco eficientes por lo que muchos municipios de la Provincia de Buenos Aires se están negando a permitir que sus territorios sean el lugar físico donde se depositen los residuos provenientes de la Ciudad. De la totalidad de estos residuos, alrededor del 40% son potencialmente reciclables con la tecnología actual y las empresas que lo realizan. En el año 2005 la Legislatura Porteña sancionó la Ley 1.854 (conocida como Ley de Basura CERO) que estableció metas de reducción para aquellos residuos reciclables que llegan al relleno sanitario (30 % para el 2010, 50 % para el 2012, 75% para el 2017 y se prohíbe para el 2020 la disposición final de materiales tanto reciclables como aprovechables)

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http://www.buenosaires.gob.ar/ciudad-verde/qa-basura

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obligando al Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires a adoptar una política de tratamiento de los RSU. Debido a la confluencia de diversos factores, que describiremos más adelante, en la década pasada se aceleraron los procesos organizativos de los recuperadores urbanos (cartoneros) que empezaron a constituirse en cooperativas y a crear federaciones y movimientos de alcance nacional. A partir de la formalización de la tarea de los recuperadores urbanos en cooperativas, se abre un nuevo proceso en el que la tarea colectiva, además de estar vinculada con garantizar la supervivencia, se constituye como una actividad con visión y objetivos colectivos. La constitución de esta nueva identidad grupal se encuentra liderada e impulsada por los referentes políticos de las organizaciones e influenciada por organizaciones marco que las engloban y apoyan en su desarrollo. Además la presencia de estas distintas organizaciones “marco”, permite la integración de algunas de las cooperativas en movimientos y confederaciones, donde se abren posibilidades de participación en las que los cartoneros pueden tomar posición y disputar políticamente sus intereses como colectivo. Los dirigentes de las cooperativas, sus referentes y dirigentes dedican esfuerzos al diseño deliberado de estrategias de comunicación/cultura con el objetivo de forjar visiones compartidas para considerar al mundo, a su colectivo y a sí mismos, construyendo así nuevas formas y significantes que legitimen y muevan a la acción colectiva cartonera. Un ejemplo de esto se observa a partir de la creación de la Federación de cartoneros y recicladores dentro de la CTEP (Confederación de Trabajadores de la Economía Popular) y el MOCAR (Movimiento Nacional de Trabajadores Cartoneros y Recicladores) pueden ser entendidos como parte de esos esfuerzos por dar sentido, legitimar e incidir políticamente.

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Es en este tipo de organizaciones de segundo orden (federaciones, movimientos, confederaciones, etc.) donde aparecen de manera privilegiada las estrategias discursivas por gestar los marcos de significados y las identidades colectivas que confieran sentido y dirección a la participación en los movimientos. No obstante, como veremos es posible rastrear en los derroteros de las organizaciones cartoneras que esos marcos no surgen ex nihilo sino de los modos específicos en los que la experiencia se expresa y procesa. En este trabajo nos proponemos analizar dicho derrotero a partir de tres experiencias asociativas de recuperadores urbanos: el Movimiento de Trabajadores Excluidos (MTE)-Amanecer de los Cartoneros, la Cooperativa Recuperadores Urbanos del Oeste y la Cooperativa Las Madreselvas, que juntas representan el porcentaje más alto de cartoneros organizados en la Ciudad de Buenos Aires. Este análisis se realizó a partir de entrevistas a referentes políticos de las cooperativas de cartoneros que son a su vez miembros de las organizaciones marco, actas de encuentros, documentos y contenidos web.

Las cooperativas y sus referentes políticos. En la actualidad existen 15 cooperativas inscriptas en el Registro de Pequeñas y Mediana Empresas (RePyME). La mayoría son cooperativas pequeñas que no superan los 40 miembros, de las cuales algunas tienen gran capacidad de visibilidad y negociación, como por ejemplo El Ceibo y El Álamo. Como ya se ha dicho este análisis comprende las experiencias del

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Movimiento de Trabajadores Excluidos (MTE)-Amanecer de los Cartoneros, Recuperadores Urbanos del Oeste y Las Madreselvas (que está íntimamente ligada a Cartonera del Sur porque sus referentes políticos son los mismos) ya que ellas demostraron tener una gran capacidad de negociación que se evidencia en los logros para el sector cartonero, las demandas estratégicas que realizan y, sobre todo, porque juntas representan el porcentaje más alto de cartoneros organizados en la Ciudad de Buenos Aires. El Movimiento de Trabajadores Excluidos-Amanecer de los Cartoneros Tiene 1200 integrantes, de los cuales los fundacionales son oriundos de Villa Fiorito y Caraza. Trabajan en diferentes barrios de la Ciudad (Almagro, Once, Barrio Norte, etc.). A medida que el proyecto de formalización fue creciendo mediante acuerdos con el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires se fueron incorporaron cartoneros del Ex-Tren Blanco de Suárez, de la zona de las Micro y Macrocentro, de las calles Avellaneda y Nazca. Por ende se multiplican los distintos puntos del conurbano bonaerense desde donde provienen. Sin dudas estas características la convierte en la organización más compleja. La Cooperativa Las Madreselvas Tiene 620 integrantes oriundos de Maquinista Savio, Garin y Tigre, zona norte del Conurbano Bonaerense. Trabaja en los barrios de Núñez y Belgrano. Las reuniones de la comisión directiva con los delegados de los camiones se hacen todos los miércoles a las 13 Hs. en la Planta de Clasificación ubicada en Lugones y Av. General Paz En la comisión directiva son 11 miembros. Tienen un cuerpo de delegados de camiones de 42 personas.

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La Cooperativa Cartonera del Sur Tiene 40 integrantes oriundos de Guernica y Glew, zona sur del Conurbano Bonaerense. Trabaja en los barrios de Constitución, Montserrat, San Telmo y Once. Las reuniones de la comisión directiva y el resto de los miembros de la cooperativa son todos los martes a las 17 Hs. en su predio en Solis 1972. Para las decisiones importantes se juntan en su predio en Guernica. En la comisión directiva son 6 miembros. Los Recuperadores Urbanos del Oeste (RUO) Tiene 700 integrantes oriundos de Moreno, Paso del Rey, Merlo, Padua, Lomas de Zamora. Zona Oeste y Sur del Conurbano Bonaerense. Trabaja en Villa Luro, Floresta, Flores, Caballito y Once. Las reuniones de la comisión directiva con los delegados de los camiones se hacen todos los viernes a las 17 Hs. en la Asamblea de Flores-CTA, Av. Avellaneda 2177. En la comisión directiva son 11 miembros. Tienen un cuerpo de delegados de camiones de 11 personas. Cada organización de recuperadores tiene a su lado un grupo de militantes que no son cartoneros, y que tuvieron un peso decisivo para que se fundaran las cooperativas y aportaron en la construcción de las conquistas colectivas. Podemos afirmar que son sus referentes políticos y que tienen una función orientadora y de conducción. Todos ellos son externos a las cooperativas, pero tienen una gran influencia en ellas y son reconocidos por el estado como interlocutores válidos al mismo nivel (inclusive mayor) que los integrantes de las comisiones directivas: presidentes, tesoreros y secretarios. Yo jamás fui cartonero; los delegados y presidentes de las cooperativas sí lo son. Nuestro rol, como

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militante social, por lo menos en el caso de estas cooperativas (Madreselvas, Cartonera del Sur), fue la de de acompañar el proceso de canalización del descontento y reclamos para generar una instancia de negociación. Nosotros jamás tuvimos que ir a convencer a los compañeros que hay que salir a luchar por algún motivo en particular; las necesidades y construcciones de herramientas para conseguirlos, corre individualmente por la cooperativa.(Eduardo Nasif, Referente de las Cooperativas Cartoneras del Sur y Las Madreselvas) Y las cooperativas en realidad se organizaron porque estuvimos nosotros atrás, bancándolos de todo punto vista: económicamente, materialmente, políticamente, ideológicamente, digo…todo. Tanto el MTE como las nuestras, no había posibilidad de movimiento cartonero, o cooperativa, sin militantes atrás que vean la posibilidad de la totalidad. (Alejandro Gianni, Referente de Recuperadores Urbanos del Oeste) Se autodefinen cartoneros, hay que lograr que el nombre se asiente, luego yo me nombro como militante, hay cartoneros militantes, cartoneros cartoneros, militante no cartonero.(Rafael Nejamki, Referente de la Cooperativa Amanecer de los cartoneros-MTE) Para el caso del MTE su máximo referente es Juan Grabois (abogado, ex militantes de NBI-Derecho UBA). Quién lo acompaña, y está hoy con responsabilidades en la Ciudad de Buenos Aires, es Rafael Nejamki y

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juntos impulsaron la creación de la Federación de Cartoneros, que a su vez integra la CTEP. Para los Recuperadores Urbanos del Oeste su máximo referente es Alejandro Gianni (Sociologo, exmilitantes de El MATE. Integrante de la Junta Interna MAyEP y actualmente Pro-secretario gremial de ATE Capital). Si bien la cooperativa está en el marco de la CTA Capital, también está asociada a la Federación de Cartoneros. Finalmente las Madreselvas y Cartonera del Sur tienen como su máximo referente a Eduardo Nasif (Psicólogo. Delegado General de la Junta Interna MAyEP). Ambas cooperativas están en la CTA Capital, pero hasta que concluimos nuestra investigación no habían ingresado formalmente a la Federación de Cartoneros. El “movimiento cartonero” tiene diferentes actores que se articulan en la compleja relación entre el Estado -centralmente Gobierno de la Ciudad y Gobierno Nacional- y sus cooperativas. Si bien las mismas son cooperativas de trabajo limitada, han adquirido una dinámica que responde más a la lógica gremial y de los movimientos sociales que a los principios históricos del asociativismo. No hay una estructura cooperativa en esto. La comercialización colectiva no apunta al cooperativismo, apunta a que el cartonero gane más por su trabajo; que no es lo mismo. El cooperativista apunta a valores del colectivo, de compartir en común, de repartir en partes iguales…de un concepto del socialismo pre-marxista más pegado al anarquismo: a cada uno según su necesidad. El cooperativismo viene de otra experiencia social. Es el sello. Nosotros todavía tenemos un problema

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para resolver cómo podemos hacer para que esto sea economía popular, en qué figura de economía popular la podemos meter. (Alejandro Gianni, Referente de la Cooperativa Recuperadores Urbanos del Oeste)

Historización de la Recuperación de los Residuos Sólidos Urbanos en CABA. A continuación planteamos una historización por etapas de las condiciones que posibilitaron la emergencia y consolidación de este fenómeno hasta llegar a los procesos organizativos más complejos que dieron lugar al mosaico de experiencias a partir de las cuáles nos preguntamos si existe, o no, el movimiento cartonero. 1er etapa: El cartonero individual – crisis social (19982003) La crisis argentina que comenzó hacia finales de los ‘90 y cuyo clímax podemos ubicar en diciembre del 2001, impactó fuertemente en lo económico, social y político. Esta interpretación goza actualmente de pleno consenso en nuestra sociedad. Dicha crisis tuvo efectos evidentes en los sectores que habían sido postergados durante los diez años de neoliberalismo, perpetrados por el menemismo y la Alianza. Algunos de ellos fueron un marcado aumento de la marginalidad, la agudización de las estrategias de supervivencia y su diversificación. Se dio así origen a todo un nuevo mundo de subsistencia paralelo al cada vez menor mercado laboral formal. Una de las principales estrategias que cobra fuerza en este periodo, y - 53 -

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constituye una verdadera postal del legado de las políticas neoliberales, es el cartoneo. Si bien esta actividad era parte del universo del trabajo informal, se vio modificado de diversas maneras: 1.- Se complejiza y consolida como trabajo. 2.- Aumenta la cantidad de personas que comenzaron a trabajar de él. 3.- Producto de la devaluación, se consolida el mercado de materiales reciclables, que se vuelve altamente rentable para industrias que usan componentes reciclables (papel, vidrio, metales, insumos de pc, etc.) e intermediarios. 4.- Se arraiga el cartonero como el eslabón más débil de la cadena del reciclado, como trabajador en negro para los “galponeros”, la industria y el Estado. 5.- Esto se tradujo en un fortalecimiento del sistema de recolección de residuos paralelo, informal o en negro de la ciudad. 6- Se hace notorio el fracaso de las políticas públicas hacia los sectores sociales vulnerables y hacia éste en especial. 7- Así mismo queda en evidencia el fracaso de la política de la Ciudad con respecto a los residuos sólidos urbanos. Era un Estado que no le daba absolutamente nada al recuperador. Repartíamos unos guantes moteados, unas bandoleras cruzadas para identificarlos y credenciales, que como vamos por el director número 18 de la dirección, siempre estaban trabados entre firmas. Entonces siempre

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hubo un Estado bastante ausente, salvo por la figura del RG que iba a tomar unos mates y a solidarizarse. (Eduardo Nasif, referente de laS cooperativas Cartonera del Sur y Las Madreselvas) En esta primera etapa nos encontramos sin organizaciones sociales y/o políticas de cartoneros masivas, apenas algunas cooperativas muy débiles. Si bien hacia finales de la etapa comienzan a surgir las organizaciones cartoneras, muchas eran cooperativas que ampliaron sus rubros a otras áreas, como son El Ceibo que era una cooperativa de vivienda en sus orígenes. Otras se vieron fortalecidas por el ingreso de militantes que le dieron mayor movilidad, como es el caso de El Álamo y el Movimiento de Trabajadores Excluidos (MTE). Por la incipiente y todavía escasa organización, el cartonero era un trabajador a destajo. Se enfrentaba al mercado en forma individual, sin protección y siendo víctima de las empresas compradoras de materiales reciclables, así como del abuso de poder por parte de la policía (pedido de coimas, intimidaciones, violencia física) y del desprecio de muchos de los vecinos. ...la policía –teniéndola en cuenta como parte del Estado- comenzó a tratar de organizar de forma mafiosa el sector como han hecho con otros trabajadores de la economía popular tratando de cobrar coimas. (Rafael Nejamki, Referente de la Cooperativa Amanecer de los cartoneros-MTE) El cartonero se veía forzado a competir con las grandes empresas recolectoras de residuos, ya que la concepción dominante era que la basura era su “propiedad” lo que va a generar una de las tensiones distintivas de la etapa.

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El manejo de los residuos comienza a ser cuestionado posteriormente, debido a la saturación de los predios de disposición final y la dificultad de encontrar nuevos espacios para enterrar los residuos de la Área Metropolitana de Buenos Aires (AMBA), en especial los provenientes de la Ciudad de Buenos Aires (unas 5.000 toneladas diarias en ese momento). Dicho escenario ponía de manifiesto la necesidad de fomentar políticas de recuperación y revalorización de residuos que permitieran disminuir los crecientes volúmenes de desechos enviados al CEAMSE. A su vez la saturación de los rellenos generaba rechazo social hacia este tipo de procedimiento por parte de los vecinos de las zonas afectadas. Por otro lado, a costa del trabajo precario y casi esclavo de los cartoneros desarrollado bajo un contexto de absoluta informalidad realizado se alcanzó importantes estándares de recuperación y revalorización de residuos (similares a los países del primer mundo) generando amplios beneficios ambientales para la comunidad. Otra característica de esta etapa, está dada por la lógica perversa y trágica del sistema y su entramado social, que impidió que los cartoneros puedan reconocerse a sí mismo como trabajadores y tomar así conciencia de que se trataba de un colectivo unido por la tarea. Obviamente tampoco ocurría por parte de los vecinos que los miraban de reojo, considerando al cartoneo como un fenómeno circunstancial, consecuencia de la pobreza, como un problema estético de la ciudad, o en el mejor de los casos como parte del problema ambiental relacionado con el manejo de los residuos en las grandes ciudades. La transformación de los hábitos y las prácticas es un proceso complejo, por ende no podemos atribuirle a la sociedad civil la sanción de la Ley 992 (2002). Sin embargo la irrupción de los miles de cartoneros en la escena pública, la pelea en las calles por los residuos, la inclusión del tema en la agenda política a partir de la aparición de algunos actores

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(legisladores, diputados, miembros del ejecutivo) con una mirada ambiental y productiva, con un sesgo marcado sobre la primera; permitió la acción parlamentaria. Ahí sale la ley 992, que contempla la legalización del cartonero. Pero en términos objetivos, la función de la ley es de ser un paraguas superestructural y si la gente (...) no genera la correlación de fuerzas para que la ley se cumpla, es un simple paraguas (Alejandro Gianni, Referente de la cooperativa Recuperadores Urbanos del Oeste). 2da etapa: Reconocimiento del cartonero como actor social (2003-2007) Principalmente, la ley confiere un marco de legalidad a los cartoneros con respecto a las empresas recolectoras, puesto que les saca la propiedad exclusiva de la basura y los habilita, a que éstos puedan recoger los materiales legalmente. Con respecto a la política pública con los cartoneros, pasó como en cualquier campo que se avanza en la normativa; pasó de ser negado por el Estado, a ser sujeto de derecho, a ser un actor de derecho. Era una realidad negada, ni en capital los reconocían porque la mayoría vivían en provincia, y en la provincia negaban el problema porque los cartoneros no trabajaban allí, sino en capital. Eran 10.000 personas negadas que caminaban por la ciudad. (Eduardo Nasif, Referente de las Cooperativas Cartoneras del Sur y Las Madreselvas)

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En el pliego que entra en vigencia en el año 2003 comienza a implementarse el pago por “área limpia” y no ya por tonelada recogida y depositada en la CEAMSE, lo cual implica un avance importante en términos políticos, puesto que se deja de beneficiar en términos absolutos a las empresas. Pero como el pago se calcula en base al índice de los ´90 las empresas mantienen sus ganancias y todavía no resulta posible quitarles los residuos reciclables. De esta forma se deja de lado a los cartoneros como colectivo y a la posibilidad de hacer un verdadero sistema de recolección de residuos reciclables y pensar en discutir una Gestión Integral de Residuos Sólidos Urbanos (GIRSU). A pesar de sus limitaciones esta ley por primera vez involucra a los cartoneros y los protege procurando ciertas garantías generales. Es un punto de inflexión porque los que veían al cartonero como un enemigo de la empresa, con Ibarra, que desarma el negocio de la basura que consistía en pagarle a la empresa por tonelada, pasa a pagar al cartonero por ciudad limpia y así el cartonero deja de ser visto como un actor que estorbaba, porque a la empresa ya le pagaban por dejar limpio un lugar y no por tonelada, entonces lo que se lleva el cartonero deja de ser ilegal, la basura ya no era de la empresa. Conceptualmente es así. (Alejandro Gianni, Referente de la cooperativa Recuperadores Urbanos del Oeste) Ahora bien la legalidad planteada en el espíritu de la ley no suprimió las dificultades mencionadas en la primera etapa, ya que el cartoneo, continuaba sin ser socialmente legitimado como un trabajo, por lo que continuaban los conflictos con los vecinos y las distintas formas de abuso de poder por parte de la policía, sin modificarse en lo absoluto su extrema debilidad en el mercado, perpetuando la precariedad, la informalidad y la

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explotación, entre otros problemas de este sector. “Después el laburo con los cartoneros de contención social, el problema con la policía…al principio se trabajaba con una olla popular y con mucha contención social. Esa fue como la primera experiencia.”(Alejandro Gianni, Referente de la cooperativa Recuperadores Urbanos del Oeste) Otro de los aspectos importantes relacionados con la ley 992 es que se crea un Programa y luego una Dirección General (mayor rango dentro de la estructura estatal en relación al Programa) específica para abordar la temática cartonera y las políticas públicas hacia el cartonero. Este espacio institucional es fundamental en el proceso de formalización de los cartoneros permitiendo la aparición de diversas medidas para mejorar el trabajo del sector, como son: a) La creación del Registro Único de Recuperadores, un área que trabaja en la formación y acompañamiento de cooperativas y otra área de trabajo territorial con los cartoneros en las distintas comunas de la Ciudad de Buenos Aires. Luego la política los reconoció como un problema, y los quiso identificar para por lo menos saber donde viven cuando alguno mate, viole o robe a algún vecino; porque esa es la caracterización que tenía el gobierno sobre ellos. Después, empezaron a darle algunos insumos de trabajo, a darle alguna retribución por el ahorro y el trabajo que generan en la ciudad; cada tonelada de cartón que se llevan, es una tonelada menos

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que no se entierra. (Eduardo Nasif, Referente de las Cooperativas Cartoneras del Sur y Las Madreselvas) b) La creación de una mesa de dialogo donde grupos de cartoneros, “representativos” opinaban sobre las políticas hacia el sector, esto constituía un gran avance, pero existía un importante desfasaje entre los grupos organizados y los cartoneros independientes. En ese momento se había creado el PRU -programa de recicladores urbanos- que tenía una mesa de diálogo de la que no participábamos por su falta de presupuesto y contenido, se ofrecían guantes y pecheras y el gobierno en esa época de Ibarra utilizó a esa mesa para decir que trabajaba con los cartoneros aunque de 10000 se representaba a 30 o 40. No la creíamos una mesa legítima.(Rafael Nejamki, Referente de la Cooperativa Amanecer de los cartoneros-MTE) Si bien la ley era por demás progresista si la comparamos a la normativa anterior sancionada por la última dictadura militar y con las contemporáneas de otros distritos del país, desde la gestión política no se la acompañó para formalizar al sector, sino que el Gobierno avanzó en satisfacer algunas demandas en la medida en que los cartoneros podían imponerlas. Lo cual llevaba una lógica de demanda permanente que produjo inconstancia para la creación de estrategias a largo plazo. El Estado nunca se imaginó que nosotros íbamos a poder organizar esto de esta manera. Entonces el Estado tuvo que empezar a bajar más, porque cuando bajó los primeros 50 incentivos a Caballito, en Caballito había 500 personas. Nosotros le decíamos

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que no se pelearan entre ellos por los incentivos, que el resto había que ir a buscarlos… -¿Cómo que buscarlos? Te decían. - Si, vamos. Y ahí… ¡Pum! Metíamos gente en un colectivo de la CTA, íbamos a pelear y sacábamos otros 50, y eso iba alimentando la posibilidad de la organización. Y el Gobierno de la Ciudad funcionaba ahí como contención social: te doy la plata, te doy la plata, no me rompas las bolas, no vuelvas, no pidas más; los cortes de calle, no rompan las bolsas, trabajen mejor… esa era la mirada de la Ciudad sobre el cartonero, que no se vean. (Alejandro Gianni, Referente de la cooperativa Recuperadores Urbanos del Oeste) Otro de los datos significativos en relación a la desidia e ineficiente gestión del estado fue el hecho de que los trabajadores que debían llevar adelante las políticas relacionadas a la ley 992 fueron contratados en situación de precariedad laboral: con contratos en negro, temporales, mal pagos, etc. A pesar de todo esto los avances en esta etapa son importantes: las organizaciones de cartoneros comienzan a crecer bajo un paraguas legal más propicio, surgen distintas experiencias políticas que se desarrollan con mayor o menor éxito (Movimiento de Trabajadores Excluidos -MTE-, elecciones en el tren Sarmiento4, consolidación de cooperativas como El Ceibo, El Álamo, Reciclando Sueños, etc.). A partir de estas experiencias los cartoneros comienzan a tener representantes que pueden expresar públicamente distintas voces, se van definiendo y consolidando sus demandas como sector de trabajo y pueden comenzar a discutir

4 Elección de delegados cartoneros para negociar frente al Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires y TBA (Trenes de Buenos Aires), empresa que brindaba el servicio del tren blanco.

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desde un lugar distinto con el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. También intervienen en la agenda pública. Por eso uno de los hitos que varios de los actores claves marcan en lo que se dió a llamar Amparo Gallardo - Montenegro que fue una presentación que hicieron algunas organizaciones de cartoneros con el objetivo de que el Estado intervenga para evitar el trabajo infantil sabiendo que muchos de los cartoneros tenían la imposibilidad de dejar a sus hijos en su casa. Eso no sólo muestra el trabajo en conjunto de varios actores, sino que visibiliza al actor estatal que tiene responsabilidades sobre el fenómeno. Uno de los hitos que marcaron el proceso fueron los amparos que se presentaron de Montenegro y Gallardo, en el que se logró una incorporación masiva de cartoneros al Registro Único de Recuperadores (RUR). Se ganó por la vía legal. Luego un juez lo redujo a cartoneros de GCBA y no lo cobramos más. Pero fue la primera experiencia colectiva de lucha. Ese fue un momento en donde tomó mucho protagonismo la DGRec y se consolidó un laburo en donde el padrón de recuperadores llegó a 17 mil personas. Ese fue una de los hitos más fuertes luego de creada la dirección, ya sancionadas las leyes 992/03 y 1854/05. (Eduardo Nasif, Referente de las Cooperativas Cartoneras del Sur y Las Madreselvas) Como hito de movilizaciones grandes esta un fallo del juez Gallardo, habían trabajado por ello El Álamo y la proto-organización Utraca y lograron que el juez reconozca algo similar a la Asignación Universal por Hijo/a para los hijos de cartoneros. Desde allí hubo una gran marcha a la Jefatura de Gobierno, participó el Álamo y 500, 600 personas. Empezó un plan de

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lucha que terminamos agarrando y ocupamos la Jefatura y el banco logrando que esos subsidios se paguen. También se gano por la vía legal. Luego un juez lo redujo a cartoneros de la Ciudad de Buenos Aires y no lo cobramos más. Pero fue la primera experiencia colectiva de lucha. (Rafael Nejamki, Referente de la Cooperativa Amanecer de los cartoneros-MTE) A pesar de que las organizaciones de cartoneros adquieren la forma de “cooperativa”, su realidad como organizaciones dista mucho de los principios del cooperativismo. No obstante, en términos legales, era la estructura institucional más conveniente para organizarse y demandar subsidios a su actividad a través del Estado. Sin embargo, del universo total de cartoneros las cooperativas representaban tan solo el 5%. “Si vos pones una lupa, no hay una puta cooperativa en la ciudad de Buenos Aires que funcione como cooperativa. Era el sello más cercano para que la ciudad baje plata. Por ejemplo, el Oeste jamás lo organizamos cooperativamente; sí en términos de movimiento político. O sea, si, tenemos el presidente de la cooperativa, pero es la persona que más legitimidad tiene dentro de ese grupo de cartoneros; (…) De hecho, cuando hay conflicto entre la gente y los delegados, lo votamos, lo volamos y metemos otro en su lugar. No hay una estructura cooperativa en esto. La comercialización colectiva no apunta al cooperativismo, apunta a que el cartonero gane más por su trabajo; que no es lo mismo (...) El cooperativismo viene de otra experiencia social. Es el sello. Nosotros todavía tenemos un problema

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para resolver cómo podemos hacer para que esto sea economía popular, en qué figura de economía popular la podemos meter. (Alejandro Gianni, Referente de la cooperativa Recuperadores Urbanos del Oeste) Es fundamental destacar hasta qué punto llegan las paradojas e intereses contrapuestos dentro de la administración pública que, por un lado, se crea un marco propicio para el desarrollo de la actividad y, por el otro, se despliegan operativos represivos hacia el sector. Hacia el final de esta etapa, la gestión de Ibarra crea el RECEP, iniciativa que es continuada por Telerman y transformada por Macri en la UCEP. Ambas unidades creadas para el supuesto cuidado del espacio público, hacían operativos de desalojo de cartoneros de las calles, intimidaciones y, robo de pertenencias y materiales. Las órdenes provenían de un sector del Gobierno de la Ciudad, incluido el mismo Ministerio, lo que revela la dualidad de las políticas hacia el sector, al que por un lado se legalizaba y por otro se reprimía. Luego el Gobierno cambió, se rompió el vínculo con cartoneros, se generó en torno a su figura un discurso discriminatorio y el gobierno de Ibarra por el lado de Epsztein crea el RECEP que buscaba secuestrar a camiones (que sabemos que estaban en malas condiciones pero el Gobierno debía dar una respuesta no represiva) se terminó en conflictos violentos. La llegada de Telerman potencia las políticas represivas, estaba la idea de una ciudad estéticamente bella en la que no encajaban los cartoneros. El Gobierno no podía llevarse camiones pero

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Telerman alquila o compra 3 grúas gigantes para llevarnos los camiones. Llegamos así a un punto donde todos los días nos querían llevar camiones, todos los días hacíamos piquetes y terminamos dos días haciendo piquete en puente Alsina, hubo situaciones de violencia, compañeros detenidos. (Rafael Nejamki, Referente de la Cooperativa Amanecer de los cartoneros-MTE) 3ra etapa: Resistencia - Consolidación de las organizaciones – El cartoneo como un trabajo. (2007-2012) Esta etapa comienza en el 2007 con organizaciones de cartoneros ya instaladas y en crecimiento, entre ellas se destacan: El Ceibo, El Álamo, el MTE y Reciclando sueños, a los que se suman algunos grupos que comienzan a identificarse como los del tren Ex-Sarmiento, “Recuperadores Urbanos del Oeste” y “Madreselvas” del Ex-Mitre. Son organizaciones pequeñas pero ya arraigadas en la Ciudad con una legitimidad reconocida por los vecinos y relativa capacidad de negociación con el Estado. Al asumir el gobierno Mauricio Macri, comienza una primera fase de políticas represivas/expulsivas, ya que no solo continua operando la UCEP sino que profundiza su accionar, sobre todo con los cartoneros no organizados, cuya mayor expresión se observó en el intento de desalojo en Barrancas de Belgrano, luego de su complicidad con TBA y la CNRT de Nación, en la suspensión definitiva de los servicios de trenes que habían sido conseguidas por el sector cartonero para acceder a la Ciudad desde provincia. Dicho desalojo se produjo sobre un grupo de cartoneros que frente a la quita de los trenes, se ve obligado acampar en la Ciudad por no poder costear diariamente los fletes para llevar sus materiales a provincia.

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Luego asume Macri y empieza la etapa represiva nuevamente, con un detalle: se reconvierte y reutiliza la estructura que había inventado Ibarra, aparece la UCEP, no solo para atacarnos sino a las personas en situación de calle también. Vuelven los secuestros de Camiones, se retiran los trenes y dejan a 700 u 800 mil compañeros en la calle y sin laburar. Ese fue un hito triste porque fue una derrota, desde el MTE fuimos solidarios y participamos para que vuelva el tren, marchamos tres veces a transporte de Nación y no pudimos recuperar el tren. Se consiguió que Nación ponga camiones y que Ciudad se hiciera cargo económicamente.Fue tan caótica la quita del tren que hubo 20 acampes masivos en varios lugares y uno en pampa y la vía fue más mediatizado se negativizó la imagen del cartonero y hubo gran represión. Luego se dio una marcha grande de 3000 personas a la jefatura de Gobierno, ahí cambio toda la estrategia de represión, se entendió que eso no funcionaba dado que tanto nivel de represión nos había organizado y vuelto combativos. Esto en 2008. (Rafael Nejamki, Referente de la Cooperativa Amanecer de los cartoneros-MTE) Se sacan los trenes: “Eso generó que los cartoneros acamparan para juntar más material y contrataran entre todos un flete semanal que llevara el material. El acampe en la vía pública tocó la fibra más dura y conservadora del macrismo que mandó a la policía a que los cagara a palos en los asentamiento para que se vayan. Como el vecino porteño tiene un alto índice de hipocresía, no se aguantaron ver el

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orden que habían pedido que hagan, y rápidamente los vecinos que habían llamado al gobierno para que mandaran a la policía para que sacaran a los cartoneros, se pusieron del lado de los cartoneros porque se notaba que los estaban cagando a palos y se notaba que eran familias de trabajadores con chicos en asentamientos muy precarios. Y ese es el hito fundante, si vos preguntas a las cooperativas, ellos te van a contar de los acampes. La vida se divide previa a los acampes y posterior a ellos. Fue “la batalla”. (Eduardo Nasif, Referente de las Cooperativas Cartoneras del Sur y Las Madreselvas) Pero esta política no tiene éxito, puesto que ante la movilización de todo el sector fortalecido al calor de la protesta social con cortes de calles, vías del tren, puentes, etc., y el repudio de la gran mayoría de los vecinos frente a la represión desatada en Belgrano, se vieron obligados a comenzar las negociaciones. De dicha negociación un sector de los cartoneros obtuvo por parte del Gobierno de la Ciudad una solución provisoria, que consistió en la contratación de camiones privados para realizar los traslados, lo cual les permitió seguir trabajando, sin que esto se traduzca en una merma del número de cartoneros. La organización más favorecida fue el MTE, ya que si bien, en esta etapa, no eran muchos cartoneros organizados ni militantes, lograron capitalizar más de 1000 cartoneros que participaron del corte en Puente Alsina producto de la prohibición del Gobierno de la Ciudad de que ingresen los camiones que traían a los recuperadores urbanos con sus carros. Es importante destacar dos procesos que son catalizadores del nuevo escenario que se estaba configurando. Por un lado, la articulación de este pequeño grupo que era en ese momento el MTE con la Junta Interna de

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ATE Capital que representaba a los trabajadores de la Dirección a cargo de llevar adelante la política pública con el sector cartonero. Por el otro, que el avance del macrismo hacía los trabajadores se daba tanto en el sector cartonero como en el de los estatales. En el primer universo se instaló una lógica de desgastar la tarea del cartonero individual, quedando los no agrupados fuertemente desprotegidos y desfavorecidos. Esta etapa es, entonces, de represión hacia los cartoneros no organizados y de negociación con las distintas organizaciones de cartoneros. En el segundo universo ese avance se cristalizó en el vaciamiento de la DGREC5 que implicó el despido de 36 trabajadores/as6, la no entrega de credenciales, pecheras, guantes y finalmente la desarticulación del trabajo territorial de los trabajadores estatales que se venía haciendo desde las primeras etapas en los CGPC. El MTE logra en esta etapa imponer algunas consignas históricas del sector como son hacer ver que el acto de cartonear es parte de un sistema en el que el cartonero es el eslabón más débil y -a la vez que es el principal actor en la recuperación de materiales reciclables-, que para ordenar la tarea hay que verla de forma integral y que esto no se puede hacer sin invertir presupuesto tal como se hace con el sistema formal de recolección a cargo de las empresas privadas, a las que se les paga millonarias sumas para realizar el servicio público de forma concesionada. El Gobierno empieza a pagar los servicios de transporte del tren Suárez y Tigre y luego empieza a reconvertir los vehículos de zona sur. Ese es el gran hito del movimiento cartonero porque se le dan

5 La Dirección General de Reciclado (DGREC) es la continuación de la DGPRU. El organismo estatal responsable de la implementación de la Ley 992 y la Ley 1.854. 6 Fueron reincorporados mediante un conflicto gremial prolongado que implicó la toma de las oficinas de la DGREC, cita en Balcarce 362, 4to. piso.

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recursos y se reconoce la vía del reciclaje mediante los cartoneros. Se reconvirtieron los camiones viejos, la seguridad de los viajes de los trabajadores y sus condiciones laborales fueron en ascenso. (Rafael Nejamki, Referente de la Cooperativa Amanecer de los cartoneros-MTE) Con el impulso de estas reflexiones y consignas, este grupo arma la Asociación Civil Amanecer de los Cartoneros y constituye un primer sistema de recolección de residuos reciclables a cargo de las cooperativas de cartoneros. Las cuales logran negociar camiones para transportar los materiales que recuperan, colectivos para arribar a la ciudad, ropa de trabajo, credenciales que los identifica, un incentivo mensual por el trabajo que realizan, monotributo y obra social. Ese fue un momento fundante, porque a la par del reemplazo de los camiones había un grupo de cartoneros enrolados en una cooperativa, que en ese momento era un movimiento que se conoce como MTE (Movimiento de Trabajadores Excluidos), que después se dieron a llamar “El Amanecer de los Cartoneros”, lograron otro acuerdo, por el cual todos los camiones desvencijados en los que estaban viniendo a capital y que se les prohibía el ingreso, fueran reemplazados por una flota entregada por el Gobierno de la Ciudad en comodato, que los transportaban en mejores condiciones y colectivos que transportaban a los compañeros, a cambio de no permitir el trabajo infantil, un presentismo mínimo de 3 horas y algunas cuestiones básicas de trabajo que tenían que ver con el uso de uniformes y las formas de trabajo.(Eduardo Nasif, Referente

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de las Cooperativas Cartoneras del Sur y Las Madreselvas). Es necesario aclarar que todas esas reivindicaciones pueden leerse como: 1) del tipo de “asistencia social”, es decir mejoras en las condiciones en las cuales hacen la tarea, 2) vinculadas a la (muy incipiente) mejora en las condiciones de trabajo, pero que esa mejora no se traduce directamente en una mejora en la recuperación de residuos reciclables en la Ciudad de Buenos Aires en lo que tiene que ver con la GIRSU; incluso en el 2008 se enterró el 14% más de residuos que en el año anterior. Entonces, se arman dos sistemas llevados adelante por cartoneros, aunque todavía precarios para cubrir las necesidades públicas: uno nocturno, es con cartoneros que recuperan en la ciudad y venden el material en sus barrios, en el conurbano bonaerense; el segundo es el sistema diurno que realiza la recolección puerta a puerta a grandes generadores involucrando también a las cooperativas que tienen centros verdes, como El Ceibo y El Álamo, donde se deposita este material para ser vendido. De esta manera se les quita a las empresas el servicio de recolección diferenciada, servicio por el cual se les pagaba cifras millonarias y que no realizaban, negocio descubierto y denunciado por los propios cartoneros. Esto fue un avance muy importante para una parte del sector. Pero hay que tener en cuenta que de los 8000 cartoneros que se estima trabajan en el ámbito de la Ciudad, el Macrismo insistió en defender un universo de 5000 cartoneros. Hubo una división del pliego que fue un logro, en 2008 se denunció a grandes empresas y Cliba que cobraban por un trabajo de residuos que no hacían y tomamos esos espacios. El gran hito de institucionalización del sector fue lograr dividir

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pliego de secos y pliego de húmedos. (Rafael Nejamki, Referente de la Cooperativa Amanecer de los cartoneros-MTE) Durante los primeros meses del año 2008 la Junta Interna de ATE de Medio Ambiente, que había ganado el conflicto por los despidos, se vio diezmado producto de las renuncias de trabajadores/as debido al desgaste de la lucha y el vaciamiento de la DGREC. En ese contexto mantiene un eje gremial pero cambia la estrategia haciendo un salto hacia adelante y observando que el Gobierno estaba apostando a los grupos organizados, retoma contactos entre algunos de los cartoneros que fueron parte de la experiencia anterior e impulsa la organización de nuevas cooperativas nucleadas en la CTA Capital. A partir de esta articulación, para mediados de ese año, se conformó la cooperativa Recuperadores Urbanos del Oeste y luego Las Madreselvas. Finalmente en el año 2009 se conforma Cartoneras del Sur. El éxito del MTE, que hasta hoy en día subsiste y es la cooperativa de cartoneros más grande del país, fue el dinamizador de un proceso de cooperativización masivo. Hasta ese momento había 2 o 3 experiencias aisladas. Creo que existía “El Álamo”, “El Ceibo” seguro, estaba las triste y fallida historia del CERBaF en el Bajo Flores, esta la “Cooperativa del Oeste” vieja, y había algún que otro intento, pero todas experiencias muy chicas, de no más de 20 compañeros. La irrupción del MTE con esa fuerza y capacidad de negociación terminó de dinamizar el proceso de forma interesante, que consolidaron la experiencia del ramal oeste, que hoy son “Recuperadores Urbanos del Oeste” y la experiencia de “Las Madreselvas” de zona norte.

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Ese es el hito fundamental en la historia de los recuperadores. Eduardo Nasif, Referente de las Cooperativas Cartoneras del Sur y Las Madreselvas) Después el laburo se consolidó y teníamos la idea de armar muchas cooperativas, pero abrir muchas chiquitas era un problema porque son muchas comisiones directivas. Entonces se decidió armar una, después otra (Madreselvas), después Cartonera del Sur. trabajábamos mucho en la zona de Once conocíamos y teníamos relación con los referentes de la zona, dijimos que con esas herramientas íbamos a armar esa zona. Fuimos y armamos el Oeste. Pero el Oeste ya lo armamos desde ATE. Con el MTE todo bien, porque no ibamos a entrar en todas las cooperativas. Decidimos desde ATE tener una política para los cartoneros y armar algunas cooperativas más. Empezamos a laburar con el Tanito en el Oeste con los referentes. Cuando se consolida viene Eva, que laburaba conmigo en una ruta del MTE; al tiempito lo sacamos a Edu y lo trajimos a laburar en el Oeste y armamos un equipo para laburar en la zona. Cuando consolidamos ese laburito, que fue problemático también, porque el MTE tenía que empezar a compartir porque había otra cooperativa, le empezamos a hacer quilombo por afuera del MTE, empezamos a meter a la CTA, a ATE, hasta que logramos los incentivos para la cooperativa. Cuando logramos eso, primero 20, después 70, luego 100, empezamos a hablar con otros referentes de otras zonas, que luego resultó siendo Madreselvas. Me acuerdo que caímos,

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negociado previamente unos 50 incentivos para el Oeste pero que fueron utilizados para Madreselvas. Ahí pudimos abrir otra cooperativa”. (Alejandro Gianni, Referente de la cooperativa Recuperadores Urbanos del Oeste) Se empezó a incorporar compañeros y a llegar a una organización más gremial, la de una cooperativa de trabajo más que de comercialización. La existencia de cooperativas movimiento como madreselvas tren zona norte y tren oeste cooperativa del oeste eran nuevos actores con una lógica como la nuestra, abrieron otra forma de organización. Se abrió el mapa de la ciudad y se pluralizo la disputa, se consiguió el pliego no sin grandes sobresaltos, cabe aclarar que Greenpeace tuvo un rol fundamental en poner trabas a esta división del pliego y ahora forma parte del funcionariado de la Ciudad y director de APRA (Villalonga). (Rafael Nejamki, Referente de la Cooperativa Amanecer de los cartoneros-MTE) A esta situación, se suma que finalmente en el 2010 se aprueba el pliego de licitación del servicio público de recolección de residuos sólidos urbanos. Si bien en el 2008 se había reconocido el trabajo de las cooperativas, esta normativa finaliza un proceso de legalización y formalización dándole un marco institucional sin precedentes. En ella se diferencia el tratamiento de los residuos húmedos (orgánicos) por un lado, de los secos (materiales reciclables) por el otro. Los primeros quedaron en manos de las empresas privadas y los segundos a cargo de las cooperativas cartoneras. Durante el año 2012 se hace efectivo este nuevo pliego de Residuos Sólidos Urbanos

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en la Ciudad de Buenos Aires. Las cooperativas de recuperadores urbanos de la ciudad, licitaron diferentes zonas de trabajo que tenían que ver con los lugares históricos donde estaban trabajando. Licitaron, ganaron, algunas se presentaron solas, otras disputaron lugares de forma fraternal, otras se asignaron tanto por su preexistencia real como por su peso político, y quedó constituido un pliego de residuos sólidos urbanos que equipara en privilegios y obligaciones a las cooperativas con las empresas. (Eduardo Nasif, Referente de las Cooperativas Cartoneras del Sur y Las Madreselvas) Se licitaron las zonas se dividieron y se logró un paraguas institucional para guardar lo que ya había conseguido, a su vez se obligó al gobierno a incluir y formalizar al resto de los cartoneros, a implementar políticas y no se terminó de aplicar el pliego pero los avances tienen que ver siempre con la correlación de fuerzas. (Rafael Nejamki, Referente de la Cooperativa Amanecer de los cartoneros-MTE) 4ta etapa: Hacia la formalización de la actividad (2012-2014) Con las cooperativas enmarcadas institucionalmente en el nuevo pliego de residuos sólidos urbanos secos y con un claro proceso de crecimiento y desarrollo, es que fueron por otro paso en el largo camino hacia la formalización del sector cartonero.

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En estos años las tres organizaciones tienen la experiencia de hacerse cargo de diferentes plantas de clasificación y acopio, también conocidas como Centros Verdes. Allí empiezan a trabajar miembros de la cooperativa que dejan “el carro”, con todo lo que ello implica, y pasan a ser operarios en estos lugares. A su vez empiezan a ser destinatarios de otros beneficios que consiguen con la movilización y que financia el Gobierno de la Ciudad. Estamos hablando de subas regulares del incentivo, ampliación de miembros de las cooperativas, adquisición de camiones y colectivos, acuerdos para el pago del monotributo social y por obra social, ropa de trabajo, y sobre todo, una vinculación institucional muy fuerte con la Dirección General de Reciclado que se expresa en una incidencia importante en la orientación de ciertas políticas. Comenzamos un proceso de formalización del trabajo del recuperador con una dinámica alarmante que te genera desafíos a cada rato, en cual los cartoneros pasaron a tener un incentivo por cumplir un mínimo de presentismo, a ir incorporando camiones manejados por compañeros de las cooperativas, obtener cosas como la obra social, monotributo social, toda otra dinámica que no fue creciendo de manera pareja, como tuvo que haber sido, protagonizado por el MTE que dio el primer paso, y las demás tratando de ir en la misma dirección. (Eduardo Nasif, Referente de las Cooperativas Cartoneras del Sur y Las Madreselvas) El Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires retomó uno de los proyectos que había impulsado la gestión de Telerman. El mismo consistía en colocar containers en toda la Ciudad y fue impulsado por varias ONG, entre ellas,

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Greenpeace. Esa política generó dos efectos encadenados. Primero, una tensión muy fuerte con las cooperativas ya que ellos identificaban la iniciativa como antagónica con las iniciativas de impulso al reciclado y al mejoramiento de las condiciones de vida y trabajo de los cartoneros. Esa tensión llevó a un conflicto abierto con las cooperativas que ahora estaban en el marco de la Federación de Cartoneros y Recicladores. La protesta llevó al Gobierno a comprometerse a desestimar el proceso de containerización. Pero la presión de las ONG más el negocio millonario que implicaba la medida hizo que el Gobierno volviera a plantearlo. En ese marco y observando que no iban a poder detenerlo, las cooperativas negociaron la colocación de unas campanas para el reciclado en toda la Ciudad de Buenos Aires, incluyendo la incorporación de los cartoneros para su gestión. Este cambio en las formas de trabajar de los cartoneros organizados es muy significativo porque no sólo configura la posibilidad de finalizar el proceso de formalización mediante la estatización del servicio público de recolección diferenciada -hoy en mano de las cooperativas por el pliego de RSU secos- sino que transforma uno de los pilares identitarios de los cartoneros: no utilizarían más el carro. En esta etapa, además de las organizaciones/cooperativas, los recuperadores comenzaron a nuclearse en diferentes experiencias de organizaciones marco. Las Madreselvas y Recuperadores Urbanos del Oeste, fueron parte de la CTA Capital aunque en la actualidad se están alejando de esa central. “Las cooperativas están afrontando un proceso de duelo bastante doloroso que es el fracaso o el impasse de la experiencia organizativa que fue la CTA. Nuestras cooperativas nacieron al calor, no sé si decirlo así porque llegaron tarde, pero si al reparo

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de la central y esa sombra se fue diluyendo y que damos medio afuera. Estamos haciendo el proceso de duelo, que si bien nos seguimos identificando con ella, está dejando de ser una herramienta válida. Nada de lo que conseguimos fue por medio de la CTA”. (Eduardo Nasif, Referente de las Cooperativas Cartoneras del Sur y Las Madreselvas) En Recuperadores Urbanos del Oeste la separación de la CTA ya se había concretado al y la Cooperativa se había integrado a la Federación de Trabajadores Cartoneros cuando esta investigación se estaba desarrollando. En el caso del MTE, su organización marco es sin dudas la Federación, pues fueron y son sus impulsores principales. No obstante, también están dentro de la Confederación de Trabajadores de la Economía Popular, junto a otras organizaciones como el Movimiento Evita. “Hay un movimiento muy fuerte en la ciudad de Buenos Aires y se aspira a uno nacional; la Federación tiene presencia en 15 provincias (…) Se tiene que lograr un piso de derechos altos en Provincia y a nivel Nación” (Rafael Nejamki, Referente de la Cooperativa Amanecer de los cartoneros-MTE) Aunque con diferente intensidad, en todos los casos las organizaciones están apostando al funcionamiento de la Federación de Trabajadores Cartoneros. Se puede observar que en la página web del MTE se hace referencia clara y central a la federación, en los otros casos (aunque no tengan web) en sus facebook hay algunas referencias, pero menores. Y además, en el caso de Las Madreselvas, su logo aún conserva las siglas de la CTA (Recuperadores Urbanos del Oeste, modificó su logo y ya no

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tiene esas siglas). Sin embargo, la apuesta a futuro que evidencian todos los referentes está relacionada con el objetivo de fortalecer el incipiente movimiento cartonero que dan por hecho. Aunque no pudieron explicitar sus características por fuera de la realidad de cada una de las cooperativas y de lo que decíamos anteriormente, del trabajo. “Es un movimiento, es gente que se identifica con la tarea de ser cartonero, que pelea para conseguir beneficios, y que fue capaz de crear una voz publica que el Estado la tuvo que reconocer, por todo eso hay un movimiento cartonero” (Alejandro Gianni, Referente de la cooperativa Recuperadores Urbanos del Oeste) “Existen un movimiento cartonero, que quizás no lo puedas articular en el día a día para coordinar una acción. (...) Creo que existe en un movimiento cartonero cuando quisieron avanzar en la containerización, que no hubo dudas; era una marea azul de cartoneros que quemó todos los contenedores desde el Obelisco hasta el Ministerio. Hay un movimiento cartonero cuando le pasa algo a algún referente de una cooperativa y están todos llamando, donde hay reconocimiento de los actores, donde podemos dar la pelea de peso en conjunto” (Eduardo Nasif, Referente de las Cooperativas Cartoneras del Sur y Las Madreselvas) “Movimiento más al estilo peronista. Sin una cosa clara. O sea, sin identidad clara, pero con

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una identidad; sin una demanda clara, pero tiene un conjunto de demandas; y articulan una problemática social! Alejandro Gianni”  (Alejandro Gianni, Referente de la cooperativa Recuperadores Urbanos del Oeste)

Identidades y acciones colectivas. La pregunta sobre el movimiento. En sentido restringido la cultura cartonera aún hoy está ligada de manera ineludible a los elementos del trabajo, el “carro”, el camión. Si bien es cierto que con la progresiva formalización antes descripta, surgirían otros símbolos, como los guantes y la ropa de trabajo, que identifican a los recuperadores registrados, y los distinguen de los cartoneros independientes y cirujas, el carro persiste en la memoria de los recuperadores. “Hay anécdotas muy diversas, como por ejemplo el primer Encuentro Nacional de Mujeres que fueron las chicas de la cooperativa. Habían llegado a Bariloche, donde se desarrollaban las jornadas, y hubo un problema con el hotel y se cayeron las reservas. Había gente de clase media que no sabía qué hacer; las mujeres de la cooperativa no les importaba pasar un día más en la calle, y menos en Bariloche. Hasta decían “Si yo tuviera un carro acá, prendo un fueguito al lado y no me importa nada”. Digo, en esa situación el carro, para ellos, ocupa el lugar de casa. Si hay que cortar la calle, el carro ocupa el lugar de un tanque; si hay que llevar a los

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chicos, de un carrito; el carro ocuparía el lugar del camión. El carro es una figura mitológica”. (Eduardo Nasif, Referente de las Cooperativas Cartoneras del Sur y Las Madreselvas) “Es muy gracioso; tienen la capacidad de adaptar su discurso dependiendo con quién están hablando: cuando tienen que hablar con un funcionario, utilizan palabras como RU (Recuperadores Urbanos), presupuesto, toneladas, entre otras, es decir, adquirieron una formación en conceptos técnicos para discutir; cuando hablan entre ellos tienen varias categorías dentro del mundo cartonero, como los cartoneros que están en los camiones, los clasificadores, los carreros, hablan de ellos según la pirámide de estructura de trabajo. Hay miles de formas de llamarse. También está “ciruja”, que era el nombre original. Nombres hay miles, lo interesante es qué motiva todos esos nombres y que es el trabajo; todos los nombres tienen que ver con el trabajo que realizan. Los chabones son el trabajo, son la cosa que inventaron. No se tratan de negro, de cheto o de presidente; sos camionero, carrero o clasificador (Eduardo Nasif, Referente de las Cooperativas Cartoneras del Sur y Las Madreselvas) El otro aspecto de peso en la configuración de esta identidad colectiva sin duda se vincula con el lugar de residencia de los recuperadores que, en algunos casos, da nombre a las cooperativas. Por ejemplo en el caso de Las Madreselvas este nombre coincide con el de la calle donde vive el actual presidente y una antigua referente de esa organización en un barrio de Maquinista Savio. En el caso de Recuperadores Urbanos del

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Oeste, el nombre se vincula con la zona del conurbano donde la mayoría de los cooperativistas de esa organización viven. “Los une la territorialidad, los compañeros viven en general en Villas, barrios marginales, sufren a la policía, el narcotráfico, viven en barrios precarios y con contaminación y ambos conviven con enormes basurales, reciclan basura pero conviven con desechos de la ciudad… el eje que organiza es la cultura del laburo que han tomado”. (Rafael Nejamki, Referente de la Cooperativa Amanecer de los cartoneros-MTE) No obstante en la auto-identificación como trabajadores las cooperativas se presentan como esas organizaciones que les permitieron recuperar derechos humanos y laborales. “La cooperativa vino a ocupar el lugar que no lo ocupaba ni los partidos políticos, ni un gremio, ni la iglesia, ni nada. Volvieron a creer en algo, en que son escuchados y participan en las decisiones, que si bien tiende a burocratizarse un poco, ellos veían a su presidente trabajando codo a codo con ellos. Entonces creen en eso, creen en lo que tienen ahí.” (Eduardo Nasif, Referente de las Cooperativas Cartoneras del Sur y Las Madreselvas) “Porque la cooperativa es el camino hacia los derechos, la forma institucional de obtención de derechos. Es la cooperativa lo que permite acceso a salud, transporte, ingresos y ser parte del movimiento tiene que ver con tener a alguien al lado

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que banque, teniendo tareas más allá de lo laboral. Los casos de gatillo fácil, inundaciones, etc.”. (Rafael Nejamki, Referente de la Cooperativa Amanecer de los cartoneros-MTE) Como vemos es posible reconocer marcas identitarias claras que conforman a las cooperativas de cartoneros como un colectivo social y político que comparte experiencias, historias e inquietudes similares y qué desde esos encuentros han construido sentidos que justifican y alientan la acción colectiva. En ese derrotero la aprobación de la Ley 992 se presenta en el discurso de los cooperativistas y referentes como la plataforma para avanzar en la organización del sector, fundando nuevos sentidos sobre el sector mismo y sobre el tratamiento de RSU. El “acampe” a propósito de esa ley, rememorado por los entrevistados como la situación de máxima conflictividad y negociación con el estado, puede ser reconocido como el punto de partida de un incipiente colectivo cartonero, que se visibiliza públicamente y toma conciencia de la necesidad de la organización, cómo herramienta de disputa con el estado. Desde entonces el crecimiento se ha dado de formas diversificadas, por un lado, se ha avanzado en la formalización del proceso de trabajo, a partir de la construcción de las cooperativas cómo institución jurídica que permite la gestión del servicio, organizando las dinámicas de trabajo y formalizando al cartonero cómo trabajador. Por otro lado, el colectivo cartonero creció políticamente articulando las acciones entre cooperativas, y conformando espacios de asociación que les permitieron presentarse cómo un actor social unificado en la disputa con el estado, fortaleciendo su capacidad de incidencia en la conformación de políticas públicas y en la defensa de su sector. En este sentido la articulación con sindicatos y la intensa colaboración de los militantes sociales ha sido fundamental y ha permitido recuperar la visión de los cartoneros cómo trabajadores, fortaleciendo estos

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diferentes aspectos de organización. Particularmente la junta interna de Ambiente y Espacio Público de ATE Capital ha jugado un rol fundamental de mediador al comienzo de ese proceso. Luego con la conformación de las cooperativas y su fortalecimiento, los trabajadores estatales fueron los interlocutores con el Gobierno de la Ciudad de Buenos, que tuvo que modificar su estrategia ante este sector. Finalmente hoy, los recuperadores se convirtieron en los actores que negocian, discuten y participan de las políticas públicas de ambiente y espacio público, y los delegados se han consolidado en la contención y apoyo para los referentes de las cooperativas. Aun es un nudo problemático si los cartoneros son o no trabajadores estatales, a raíz de los cambios en las políticas y la fuerte presencia del gobierno de la ciudad.

Todo lo antedicho ha contribuido a la visibilidad de las cooperativas y las han consolidado cómo actores legítimos de la negociación con el estado participando de mesas intersectoriales donde no hay margen, en la actualidad, para excluir a las cooperativas.

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Bibliografía DIMARCO, Sabina (2007) ¿Podremos mirar más allá de la basura? Raneros, cirujas y cartoneros: historias detrás de la basura. Papeles del CEIC, vol. 2007/2. (ISSN: 1695–6494).   http://www.ehu.es/CEIC/pdf/33.pdf GORBÁN, Débora (2011) Cartoneros y formas organizativas. La experiencia del Tren Blanco   en la Ciudad de Buenos Aires (2001-2007).

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Recicloscopio III. Buenos Aires. Ediciones Ciccus,  Universidad Nacional General Sarmiento y UNLA. GRASSI, Luis Sebastián (2011) Inserción de los Recuperadores Urbanos en el ámbito de la ley  Nº1854 y su decreto reglamentario 639/07 en la Ciudad de Buenos Aires. Recicloscopio II.  Buenos Aires. Ediciones Ciccus, Universidad Nacional General Sarmiento y UNLA. MESA, Pablo Edgardo (2010) Los recuperadores Urbanos en la Gran Ciudad Metropolitana de Buenos  Aires, Prometeo, CABA. REYNALS, Cristina (2002) De cartoneros a recuperadores urbanos. Ponencia presentada en el  Seminario Internacional “Respuestas de la Sociedad Civil a la Emergencia Social: Brasil y  Argentina Comparten Experiencias” realizado por el Posgrado en Organizaciones sin Fines de  Lucro en colaboración Universidad de São Paulo De Brasil, en el marco del proyecto  “Construyendo Puentes” de la Fundación W.K. Kellogg. Legislación consultada: 

Ley de la Ciudad de Buenos Aires 992/01



Ley de la Ciudad de Buenos Aires 1854/05

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Daniela Bruno Verónica Mistrorigo Mercedes Palumbo

Introducción Antes de dedicarnos a comentar el análisis de la producción académica reciente sobre la dimensión político pedagógica de los movimientos sociales y populares nos interesa puntualizar muy brevemente algunos antecedentes en el estudio de los procesos educativos/formativos en vínculo con organizaciones populares, entendiendo que algunos de los debates medulares perviven, con nuevas especificidades, en los planteos y discusiones recientes, particularmente en lo referente a los bachilleratos populares, la referencia empírica más estudiada. Asumiendo como universo teórico de análisis los trabajos que se encuadran dentro de la teoría social y las pedagogías “críticas” de base marxista, Norma Michi (2010) reconoce dos momentos históricos en los debates sobre esta cuestión en las últimas cuatro décadas. El primero comprende los años 60, 70 y 80, y opuso las producciones teóricas del llamado re productivismo y la des-escolarización (con frecuencia asimilando la educación popular a estas propuestas) a las teorías de la resistencia y las

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de la defensa de la educación o escuela públicas7. El segundo momento coincide con la imposición de las ideas neoliberales que desregularon y privatizaron, entre otros, los servicios básicos de educación. En este segundo momento, sobre la base de los debates previos, en los planteos se confrontan las propuestas alternativas de educación que se apartan de alguna forma - del sistema escolar público, con los defensores de la escuela pública estatal. En el primer momento que coincide con el desarrollismo van a ocupar un lugar relevante las interpretaciones conceptuales asociadas a los nacionalismos de los países periféricos – particularmente los latinoamericanos – que apelaban a la noción de pueblo. Estas interpretaciones se enlazarán para Michi con una multiplicidad de experiencias de militancia social, política, religiosa y sindical que asumían la práctica política “junto” y “desde” el pueblo en pos de su protagonismo en la disputa por el poder, a la par de la gestación del “hombre nuevo”. Aunque para algunos pedagogos comprometidos con la educación escolar esas experiencias fueron construcciones “en los márgenes del sistema educativo formal” o “suburbio pedagógico” (Vázquez,1992 citado en Michi; 2010: 65-67), Michi, en coincidencia con Núñez Hurtado (1998), sostiene una interpretación complementaria que entiende que se trató de intentos por significar y reorientar la práctica pedagógica dentro de una perspectiva de organización política, y no necesariamente de confrontación u oposición con la educación escolar. En este momento los debates también pusieron el acento en la mejora del acceso y la permanencia de las clases subalternas en la escuela, y en el necesario replanteo de contenidos y metodologías con participación popular.

7 Es importante aclarar que este período coincidió con las dictaduras y la denominada “vuelta a la democracia” en varios países de América Latina.

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En este contexto, el pensamiento de Paulo Freire influenció decisivamente las discusiones introduciendo dos postulados medulares: la relación pedagógica puede reproducir la opresión o puede favorecer el proceso de liberación; y la relación pedagógica no necesariamente se da sólo en los ámbitos que habitualmente se reconocen como educativos sino también en las organizaciones “políticas” con propósitos revolucionarios. Así, hacia finales de los años setenta, muchas de las conceptualizaciones y experiencias militantes antes aludidas adoptaron la denominación de educación popular refiriendo en simultáneo al carácter pedagógico y político de estos proyectos. El proceso antes reseñado no estuvo al margen de la producción académica de los países centrales. Nos referimos fundamentalmente a las teorías de la reproducción en educación (Althusser, Baudelot y Establet; Bowles y Gintis; Bourdieu y Passeron) y a la denominada “teoría de la resistencia” (Giroux; Apple; Willis) que se propuso como revisión crítica y superadora del peyorativamente denominado “reproductivismo”. El trabajo de Elsie Rockwell (1987) sobre los aportes de Gramsci a la comprensión de las instituciones en general y en particular de la escolar, va a ser fundamental para propiciar una mejor comprensión del carácter heterogéneo de la escuela, que requiere de un análisis histórico que reconozca la convivencia de elementos hegemónicos y alternativos o progresistas. La historicidad de la construcción cultural de la escuela evidencia para Rockwell, desde la perspectiva de Michi, continuidades como rupturas con las culturas dominantes y dominadas de su entorno social y lleva a mostrar más cercanía incluso con estas últimas que con la burocracia educativa (Michi, 2010: 71). Ya iniciados los noventa, Tamarit (1994) va a discutir con las posiciones que se diferencian y oponen al reproductivismo y la des-escolarización en defensa de la escuela pública como la agencia privilegiada o única

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para la educación de las clases dominadas, advirtiendo que en estos planteos subyace una noción positivista del conocimiento calificado como “elaborado”, “válido” y “acumulado” que oculta su carácter de saber dominante con los componentes ideológicos que lo acompañan. Detrás de estas posturas, dirá Tamarit, están las del progreso, la validez universal del conocimiento y el iluminismo. El segundo momento descrito Michi va a estar atravesado por dos cuestiones: el debate en torno de la escuela pública vs. las experiencias educativas alternativas; y la tensión entre la universalidad y la diversidad/ diferencia. La defensa de la educación pública adquiere en esta etapa una renovada preocupación por el acceso y la permanencia de las clases populares en ella lo que se expresa en los trabajos, entre otros, de autores como Vázquez y Di Pietro (2004) que desde esa postura critican a quienes desde el discurso o las practicas alternativas abandonan la defensa de la esfera pública y la discusión por el sentido político de la educación pública. Diversas experiencias de organizaciones políticas, sindicales, sociales y culturales socialistas, comunistas y anarquistas que encararon experiencias de educación fueron estudiadas por Romero (1986; 1995) Barrancos (1990) González (1990) y Suriano (2001). A ellas se suman investigaciones como la de Filmus (2001) referidas a la participación del movimiento obrero en la democratización de la educación y en especial a la experiencia del sindicalismo argentino con los centros educativos de nivel secundario y terciario (CENS y CENTS) en 1973. Dentro de esos antecedentes interesa destacar especialmente el trabajo de Sirvent (1984 y 2004) referido al sentido formativo de ciertos procesos participativos en organizaciones populares y los trabajos dedicados a la caracterización y análisis de la propuesta pedagógica del Movimiento de los Sin Tierra en Brasil (MST)

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de Caldart (1997 y 2000). Como veremos más adelante, estos últimos serán referencias pioneras fundamentales de un campo en ciernes, el del estudio de la dimensión político-pedagógica de los movimientos sociales y populares. Algunos de los nudos problemáticos que aparecen en estos trabajos y perviven en desarrollos más actuales según la retrospectiva de Michi (2010) son: a) la deliberación y toma de decisiones dentro de las organizaciones populares como proceso formativo, y en general el sentido formativo que se le adjudica a la participación en la organización o el movimiento; b) las continuidades y rupturas entre la dinámica cultural de la organización y las experiencias educativas promovidas desde su seno; c) la vinculación entre los proyectos de escolaridad alternativos con el sistema público de enseñanza; d) los aspectos del dispositivo escolar y de la escolaridad pública sobre los que operan las experiencias alternativas; e) la relación entre conocimiento legitimado y popular; f) la relación entre los especialistas en educación y el resto de la organización o movimiento; y g) la coparticipación de padres y comunidad en los procesos escolares encarados por las organizaciones. El carácter relativamente acotado de estos antecedentes es lo que lleva a Natalia Baraldo (2009) a plantear que la dimensión político-pedagógica de los movimientos sociales y populares, constituía hasta fines de la década pasada, uno de los aspectos menos analizados en las producciones teóricas relativas a los movimientos sociales. En su aproximación a los estudios recientes sobre el tema, en los años inmediatamente posteriores a la crisis de 2001, Baraldo constata que la mayor parte de las producciones consistían en sistematizaciones de los propios movimientos sobre su praxis pedagógica (Flores, 2002; MTD Solano y Colectivo Situaciones 2005). Aunque las prácticas educativas constituyen una dimensión estratégica

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en el accionar de los movimientos sociales, como puede deducirse por la existencia en la mayoría de ellos de “comisiones” o “áreas” de “educación” y “formación” con diverso grado de formalización pedagógica institucional en los términos planteados por Sirvent (2006) , los primeros estudios relevados por Baraldo (2009) datan de 2007. Hasta ese momento cuatro son a juicio de esta investigadora los acontecimientos que auguran los inicios de un “campo de estudio en construcción”: a) La Conferencia Internacional de Sociología de la Educación que en su edición 2004 incluyó el eje “Nuevos movimientos y organizaciones sociales como sujetos de resistencia. Alternativas educativas. La responsabilidad social de la universidad”. b) El Foro mundial de Educación que en el 2006 incluyó la reflexión conjunta de investigadores con docentes y miembros de movimientos de trabajadores y educadores populares de todo el país. c) La mesa de trabajo coordinada por Roberto Elisalde sobre Teoría e Historia de la Educación Popular y que se realiza desde el 2006 en diversas jornadas de investigación conformando un espacio de encuentro, intercambio y debate de referencia ineludible. d) La creación en 2007 del Área de Formación cogestionada con Movimientos Sociales dentro del OSAL en CLACSO y del Centro de Investigación y Formación de Movimientos Sociales Latinoamericanos (CIFMSL) ambos bajo la coordinación de Claudia Korol. Como plantea Baraldo (90: 2009) las propuestas de investigación descriptas “visibilizan esos procesos educativos a partir de una multiplicidad de

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interrogantes: como formas de producción y reproducción cultural; en su capacidad de autonomía política y simbólica respecto del aparato estatal y el capital, y en cuanto al potencial alternativo contra hegemónico y emancipatorio de los movimientos y sus prácticas educativas”. Una de las características sobresalientes de todas estas investigaciones es su concepción amplia de lo educativo no restringido a lo escolar donde el carácter educativo del propio movimiento social (Gohn; 2005) o el principio educativo del trabajo aluden a una consideración general del materialismo histórico: el de la praxis humana como principio y experiencia formativa fundamental (Baraldo; 2009; 90).

Pedagogía, política y acción colectiva. La producción académica reciente. A partir de un corpus de análisis conformado fundamentalmente por en Congresos y Jornadas científicas nos abocamos a la tarea de caracterizar la producción académica reciente. En total fueron analizadas sesenta y un (61) ponencias presentadas en: 

La Mesa 10 “Movimientos sociales y luchas culturales” del Primer Congreso Nacional sobre Protesta Social, Acción Colectiva y Movimientos Sociales realizado en Buenos Aires, los días 30 y 31 de Marzo 2009.



Los Simposios sobre dimensión político pedagógica de los movimientos sociales presentados en las II y III Jornadas Internacionales de Problemas

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Latinoamericanos realizadas en 2010 en la Ciudad de Córdoba y en 2012 en la ciudad de Mendoza, respectivamente. 

La Mesa 63 “Experiencias de educación popular de los movimientos sociales de América Latina: desafíos y potencialidades” de las X Jornadas de Sociología: 20 años de pensar y repensar la sociología. Nuevos desafíos académicos, científicos y políticos para el siglo XXI, realizadas en julio de 2013.

Definiciones, caracterizaciones y modos de construcción de lo político pedagógico como problema de investigación En el caso de los trabajos referidos a movimientos populares urbanos, la producción académica reciente se concentra fundamentalmente en el análisis de Bachilleratos Populares8 en el ámbito de la Ciudad de Buenos Aires, el Conurbano bonaerense y las Ciudades de Mendoza y Córdoba9. Se destacan luego los trabajos dedicados a experiencias educativas

8 Los Bachilleratos Populares son espacios educativos de jóvenes y adultos inscriptos en el marco de organizaciones sociales que expresan formas alternativas de practicar la educación en el marco de un proceso más amplio de movilización social y ciclos de protesta de resistencia al neoliberalismo y de la configuración de “campos de experimentación social”. Si bien responden en general a la forma del dispositivo escolar, presentan intencionalidades político-pedagógicas ligadas a proyectos políticos emancipatorios y aparecen guiados por las nociones teórico-prácticas de la educación popular (Brickman, Chirom y Wahren, 2012). 9 Prácticamente todas las ponencias analizadas se concentran en la Ciudad de Buenos Aires y el Conurbano Bonaerense. La presencia de trabajos referidos a la Ciudad de Mendoza y Córdoba sea posiblemente producto del análisis de ponencias presentadas en las II y III Jornadas Internacionales de Problemas Latinoamericanos organizadas en dichas ciudades.

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en movimientos campesinos con preeminencia marcada del MST y el MOCASE VIA Campesina. Un grupo relativamente menor lo constituyen los trabajos dedicados a reflexionar sobre la educación y el trabajo en empresas y fábricas recuperadas dentro del Movimiento Nacional de Empresas Recuperadas y sólo hayamos una experiencia dedicada a experiencias educativas dentro del movimiento sindical En cuanto al período histórico predomina un recorte temporal desde el año 2003 en adelante – en coincidencia con la emergencia de los Bachilleratos Populares – pero que postula a la década neoliberal – los años noventa - como aquella en la que se generaron las condiciones de surgimiento de estas experiencias alternativas. Sólo en ciertos casos, se intenta inscribir a las experiencias analizadas en una tradición más amplia, variando los hitos descriptos: las organizaciones educativas de anarquistas y socialistas a principios del siglo XX; las escuelas-fábrica durante el peronismo; la Dirección Nacional de Educación de Adultos (DINEA) y la posterior creación de los Centros Educativos de Nivel Secundario (CENS) durante la gestión de la “Revolución Argentina” (1966-1973), el Programa Intensivo de Alfabetización y Educación de Adultos; y las propuestas de educación popular de Paulo Freire de los años setenta. Una de las características comunes sobresalientes de los trabajos es su concepción amplia de lo educativo y la idea recurrente de que se aprende en la lucha, en el piquete, participando en la asamblea, en el trabajo cooperativo, en el trabajo comunitario con el barrio (Guelman; 2010). En las referencias a la génesis de los Bachilleratos Populares, aparecen como variables explicativas, la exclusión educativa resultante de las políticas neoliberales que relegaron al Estado en su faz pedagógica, presupuestaria y simbólica; y por el otro, la potencia prefigurativa del dispositivo como estrategia política del movimiento social y/o popular en un escenario de disputa territorial (Aguiló y Wahren, 2013) en el contexto

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socio político más amplio de recomposición institucional o “vuelta a la normalidad” (Pacheco y Hernández, 2009) durante la presidencia de Néstor Kirchner (2003-2007). Es recurrente que en los trabajos dedicados a los Bachilleratos Populares se aluda a su carácter prefigurativo, alternativo y contra-hegemónico en contraste con la educación escolar tradicional, estatal o hegemónica. Esto lo observamos en el texto de Langer (2009) referido al estudio del gobierno escolar en los BP; en el trabajo de Rubinsztain (2010) sobre Bachilleratos populares de jóvenes y adultos; en los trabajos de Blaustein (2012, 2013) y García (2013) sobre sus dinámicas de trabajo y modalidades de toma de decisiones; en el trabajo de Formento (2010) y Lozano y Rybak Di Segni (2010) sobre las características de la propuesta pedagógica de los bachilleratos populares; en el trabajo de Brezinski, Seidler y Seminara (2010) sobre las similitudes y diferencias en la actividad docente en los Bachilleratos y las escuelas tradicionales; en el trabajo de Ramírez (2012) que analiza las definiciones alternativas de lo público en este tipo de experiencias; en Aguiló y Castro (2012) que indagan sobre las representaciones sociales de docentes y alumnos de Bachilleratos Populares acerca de la educación; o en aquéllos que se interrogan sobre el aporte de los Bachilleratos Populares a la perspectiva y los debates de la educación popular como Klapproth y otros (2013) y Aguiló y Wharen (2013) como así también quienes indagan las trayectorias de los actores que participan en estos proyectos educativos (Vilariño, 2010). Una referencia especial merece el trabajo de González y Míguez (2012) que indaga sobre las particularidades de la génesis del Bachillerato Trans “Mocha Celis” donde las vulnerabilidades socio-económicas asociadas a la educación de adultos se intersectan con exclusiones de género. Aparece en varios trabajos el interés por el estudio de las vinculaciones, continuidades y tensiones entre el Bachillerato Popular y el movimiento social que le dio origen, como verificamos en los trabajos de Longa

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y Ostrower (2012) y Klapproth y otros (2013). Sin embargo, fueron relativamente escasos los trabajos que se interrogaron sobre el carácter alternativo de los Bachilleratos Populares en relación a sus contenidos, y a los vínculos de estos con las necesidades cotidianas y a las dinámicas de trabajo más amplias del movimiento a excepción del trabajo de Facioni y Said (2012). El estudio de la relación entre el Bachillerato Popular y el Estado es un aspecto frecuentemente abordado, asumiendo casi siempre ese vínculo como problemático y atravesado por la tensión autonomía - heteronomía como lo advertimos en el trabajo de Pacheco y Hernández (2009), Caisso y García (2010), Córdoba y Rubinstein (2010) y Dorado, Echegaray y Ruiz (2010). Acordamos con Caisso y García en que las investigaciones se caracterizan en general por su recurrente énfasis en el papel contestatario de las iniciativas - respecto de las políticas neoliberales y al Estado en general – soslayando frecuentemente que las relaciones que efectivamente se construyen entre la esfera estatal y los movimientos sociales se dan a partir de procesos de negociación y demanda instaurados por ambos actores (2010, 1). Según Caisso y García los estudios previos vinculan la conformación de estas nuevas experiencias con la profundización de los niveles de empobrecimiento y exclusión de los sujetos de los circuitos formales de la educación. No obstante, y más allá de la novedad que impliquen estas iniciativas, coinciden con V. Manzano en procurar analizar estas experiencias en términos de redefiniciones de la acción colectiva, en el marco de correlaciones de fuerzas históricamente variables entre las organizaciones sociales y el Estado, y no poner el acento en buscar “lo nuevo” o “lo viejo” de estas expresiones. Se trata de un “análisis de las relaciones y los procesos de construcción de hegemonía, en una trama que involucra al Estado y las organizaciones que disputan la posibilidad de conformar espacios de escolarización “alternativos”(2010, 3). Por otro

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lado señalan que “en esas relaciones entre el Estado y organizaciones sociales, se configuran y redefinen permanentemente campos de fuerza específicos, que no pueden describirse en términos de simple “cooptación” de los movimientos o de oposición irreconciliable de intereses” puesto que “ambas posiciones dejan un vacío explicativo sobre los modos en que el propio Estado se redefine a partir de la acción de los movimientos sociales” (2010; 11) Dorado, Echegaray y Ruiz (2010) analizan la relación entre la dimensión educativa de los movimientos sociales y el Estado por medio de la aplicación de la categoría de interpelación; delineando una clasificación de las diversas modalidades de interpelación de los espacios educativos de las organizaciones populares con la idea de reflexionar acerca de las diversas estrategias y concepciones que despliegan las mismas en su relación con el Estado. Por interpelación se refieren al “acto político consciente, organizado y colectivo de poner en entredicho la repetición de los significados del mundo social asignados por la concepción hegemónica e intervenir obturando la reproducción del consenso”. Esta interpelación puede asumir según los autores las siguientes formas: a) Interpelación desde una perspectiva integracionista. Dentro esta concepción, ubican una parte del conjunto de las organizaciones populares, para las que el Estado aparece como organizador y único responsable en última instancia de la educación pública. Si bien en un comienzo sus prácticas educativas se desplegaron a partir de procesos de auto organización en los barrios y otros espacios de intervención social y política de sus militantes, más adelante, sus proyectos van a confluir con la educación pública gestionada por el Estado nacional y los Estados provinciales. En última instancia, el viraje en su relación con el Estado es coherente con el principio de evitar la construcción de una educación paralela que compita con la educación común estatal.

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b) Interpelación al Estado desde el “autonomismo más ramplón” o como pura exterioridad. Para ciertas organizaciones populares el Estado es el espacio de una exterioridad que se encuentra siempre más allá de los grupos o comunidades que conforman el soporte de sus experiencias de militancia. Según Dorado, Echegaray y Ruiz, subyace a esta perspectiva una concepción del Estado como aparato monolítico o entramado institucional de dominación sin contradicciones que aparece separado de los procesos sociales. En su estrategia toda relación con el Estado implicaría sin más dejar atrapadas y subsumidas las prácticas emancipatorias bajo la lógica implacable de la reproducción estatal. Como correlato en sus prácticas suele verificarse una doble contradicción cuando al negar en lo teórico cualquier contacto con instancias estatales despolitizan sus demandas concretas al Estado y, por otro lado, al plantear la contradicción al “todo o nada”, sin mediaciones, o negando de plano cualquier relación, trafican en sus propios espacios con pequeñas aceptaciones o exigencias de meros reconocimientos a instancias de lo estatal10. c) Interpelación desde la autonomía política y pedagógica. Desde esta categoría en la que se posicionan los autores asumen la autonomía de las clases dominantes como una trabajosa elaboración consciente y continua, solidaria con la construcción de poder popular y de contra-hegemonía.

10 Según estos investigadores esa despolitización se traduce entonces en una inmediatez de los reclamos que termina siendo funcional a los tiempos y espacios definidos por la relación de dominación estatal. La interpelación en estos casos se reduce a una utilización táctica que dificulta la construcción sostenida de proyectos contra hegemónicos. Esta modalidad de interpelación podría afectar a las propias construcciones de base, al negarles la posibilidad de producir condiciones no constrictivas para sus intereses y permitirles, desde ese anclaje, saltar a otras condiciones aún más favorables, superando siempre lo dado, optimizando las condiciones para la realización colectiva, en un proceso de desinstitucionalización y re-institucionalización constante.

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Finalmente advierten sobre la tensión y el riesgo de cierta opción autonomista, al producir micro-espacios cerrados sobre sí mismos, escindiendo en la labor pedagógica y política, la escuela de la comunidad en la que se inserta, el proyecto pedagógico (y por tanto político) del proyecto político de la organización social con quien pretende articular, la lucha por el derecho social a la educación (incluido el reclamo de reconocimiento de las experiencias educativas de las organizaciones populares) de la disputa material y simbólica con el Estado y las tendencias mercantilistas en educación y, si acaso fuese posible, la autonomía de la construcción de poder popular y la lucha contra-hegemónica. Para Dorado, Echegaray y Ruiz la opción por una escuela aislada y autosuficiente suele olvidar que la construcción de un sujeto crítico de la opresión no pone en pie una nueva subjetividad insurgente si no se articula con la lucha política por la trasformación de las condiciones opresivas y ello implica una apuesta en el terreno de la hegemonía. Sobre el vínculo de los movimientos populares con el Estado merece una consideración aparte el trabajo de Paludo y otros (2012) relativo al Movimiento de Trabajadores Desocupados de Pelotas en Rio Grande Do Sul en Brasil. Paludo trabaja desde el concepto de clase de Marx y de cultura de Williams (cultura popular y de clase) e indaga sobre las representaciones que los militantes del MTD tenían del trabajo y la educación. La propuesta – ya que la investigación se presenta desde un inicio como un diagnóstico solicitado por el propio MTD con vistas a la reformulación de su política formativa - concluye que esta necesariamente debe tener como uno de sus objetivos prioritarios el fortalecimiento de la capacidad de incidencia del MTD en las políticas públicas dirigidas a ese grupo poblacional, para que estas abandonen su matriz asistencial (de alivio de la pobreza) y adopten un enfoque de derechos (de mejoramiento de las condiciones de vida). Otro grupo, menor, de trabajos sobre esta cuestión se agrupan en torno

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a la reflexión sobre la educación y el trabajo autogestivo en empresas y fábricas recuperadas dentro del Movimiento Nacional de Empresas Recuperadas así como en cooperativas de trabajo. Es interesante resaltar que esta temática, periférica en los encuentros científicos analizados celebrados durante los años 2009 y 2010, pierde presencia en las mesas sobre movimientos sociales realizadas en el 2012 y 2013. Algunos de estos trabajos se refieren a experiencias intencionalmente formativas como Bachilleratos Populares (Maderera Córdoba, Chilavert e IMPA) y/o Escuelas de Reinserción (Escuela Nº 2 D.E 4 en la Gráfica Patricios) inscriptas en la “territorialidad” de las empresas recuperadas (Cabrera, 2010; Guevara, 2010). No obstante, encontramos otros trabajos que parten de una definición más amplia de lo educativo, donde el proceso de producción, lucha y organización es tomado como educativo: la praxis de la asamblea, la toma de decisiones colectivas sobre el excedente, la responsabilidad sobre las nuevas tareas, la discusión acerca de la producción y de las formas de autogestión (Guelman 2009 y 2010). Distanciándose de la relación tradicional entre educación y trabajo donde la educación cumplió el papel de formadora de una fuerza de trabajo acorde al modelo económico, Guelman advierte que en las experiencias de las organizaciones y movimientos sociales el proceso formativo del trabajo se asocia a la disputa por construir un nuevo concepto de trabajo y nuevas relaciones de producción que desafíen tanto las relaciones salariales típicas, la división del trabajo al modo taylorista, la lógica del mercado y de la ganancia individual. No obstante, la relación educación y trabajo también se disputa para la autora en los talleres de formación para el trabajo que intentan romper con los cánones escolares, con las lógicas disciplinarias y con los contenidos estrictamente técnicos de la formación para el trabajo tradicional que invisibilizan el carácter político de la misma; y en el trabajo comunitario con el barrio a partir de un conjunto de experiencias culturales. Desde una perspectiva similar, la ponencia de Guevara y otros (2010)

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apunta a descentrar la relación educación y trabajo del ámbito de los Bachilleratos Populares a partir de una concepción amplia de la “formación cultural” que comprende la experiencia de recuperación de la fábrica, las actividades de capacitación de los trabajadores para el desarrollo de la gestión de la fábrica y el despliegue de otras actividades culturales en el espacio de la fábrica como centros culturales, actividades de prensa y difusión, escuelas de reinserción y también Bachilleratos Populares. Las perspectivas y nociones teóricas reconocidas como marcos referenciales del análisis; y c) la estrategia metodológica elegida Salvo casos excepcionales de ensayos sobre Gramsci como los de Ouviña; 2010 y Rodrigues Ramallo; 2010, sobre pedagogías críticas todas las ponencias analizadas cuentan con un anclaje empírico en alguna experiencia de educación protagonizada por un movimiento social y/o popular independientemente del abordaje teórico elegido. En este sentido, es dable señalar que en una gran cantidad de ponencias referidas a bachilleratos populares son los propios protagonistas quienes de forma individual o colectiva cuentan su experiencia en un intento de “teorización de la práctica”. De allí, el uso recurrente de la primera persona del singular o del plural como estrategia de escritura aludiendo a la implicancia directa en la experiencia. Una cantidad significativamente menor de ponencias fueron escritas “desde afuera” aunque en todos los casos reflejando un conocimiento profundo de la experiencia a partir del trabajo de campo realizado. En líneas generales, al abordaje de la dimensión político-pedagógica abreva en un conjunto diverso de aportes que abarcan una variedad de disciplinas de las ciencias sociales y humanas: miradas del campo de la teoría de los movimientos sociales, enfoques propios del campo de las ciencias de la educación y de la pedagogía y perspectivas pertenecientes

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a las políticas públicas educativas. Si se circunscribe el análisis a los aportes provenientes de la historia, la teoría educativa y la sociología de la educación advertimos que las líneas de trabajo predominantes en la producción reciente abrevan en común en la perspectiva freireana como se observa en los trabajos de Moyano Walker (2013) Llaver, Gamboa, Cucchi, Castiglia (2012) Facioni y Said (2012), Aguiló y Castro (2012) y Salomone y otros (2012). Sin embargo, el pensamiento del pedagogo brasilero aparece en diálogo con algunas tradiciones de la filosofía y la sociología políticas de acuerdo a la siguiente organización elaborada por Baraldo (2009) 1. La tradición gramsciana y freiriana que retoma los aportes del marxismo cultural (E.P. Thompson; R. Williams y S. Hall) y piensa los procesos educativos como parte de la “producción y reproducción de la cultura” y de subjetividades. En esta línea hallamos el trabajo de Norma Michi sobre el Movimiento de los Trabajadores Rurales Sin Tierra de Brasil (MST) y el Movimiento Campesino de Santiago del Estero MOCASE-VC (2010) y otros estudios de miembros de los equipos que ella dirige. 2. Otra que retoma los aportes de Gramsci y Freire pero desde la propuesta teórico metodológica de Laclau y que ve a los procesos educativos como alternativas pedagógicas expresadas en discursos, tal y como se plantea en el marco del Programa “Alternativas Pedagógicas y Prospectiva en América Latina” dirigido por Adriana Puiggrós en la FFyL de la UBA. 3. La que con base en el posestructuralismo piensa los procesos educativos como procesos de subjetivación, de resistencia y de construcción de dispositivos emergentes como se expresa en el trabajo de Eduardo Langer en el marco del Proyecto “Sociología

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de la educación y compromiso social. Dimensiones y debates en el campo de la formación de trabajadores” dirigido por Silvia Llomovate (FFyL-UBA). Al que agregamos una cuarta línea de trabajo o perspectiva que reconocemos en la producción más reciente: 4. La de los estudios poscoloniales o decoloniales como marco de intelección de los movimientos populares, en su expresión urbana, campesina e indígena. Este tipo de abordaje va a destacarse en los trabajos referidos a movimientos campesinos como los de Michi y otros miembros de su grupo de la Universidad Nacional de Luján (Vila, Di Matteo y De Mingo, 2012) y en la producción reciente de Guelman y equipo (2013) en el marco del Proyecto “Conocimientos emergentes en propuestas pedagógicas alternativas desde la perspectiva decolonial”. Por último, en un porcentaje minoritario de las ponencias analizadas incorporan aportes de la teoría de la acción colectiva proveniente de las academias europeas y norteamericanas, tales como las nociones de latencia, visibilidad, ciclos de protesta, repertorios de acciones y estructura de oportunidades políticas. Estas ponencias pertenecen en su totalidad al Grupo de Estudios sobre Movimientos Sociales y Educación Popular (GEMSEP) inscripto en el Instituto Gino Germani de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA (Brickman, Chirom y Wahren, 2012 y Aguiló, Wahren, 2013). En cuanto a la metodología, las ponencias se inscriben en investigaciones que responden a la lógica cualitativa y que combinan técnicas cualitativas como observación de clases, entrevistas en profundidad (a docentes, alumnos y/o egresados dependiendo del caso) y, en menor medida, análisis de documentos producidos por los actores participantes de las

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prácticas estudiadas. Dentro de estas fuentes se mencionan, documentos de discusión político-pedagógica de los bachilleratos populares, sistematizaciones de reuniones de profesores de los bachilleratos, publicaciones de los adolescentes que asisten a los bachilleratos, registros de reuniones de trabajo, debates, discusiones de diseños curriculares, programas de las materias, planificaciones, registros de encuentros de la Coordinadora de Bachilleratos Populares, registros de observación de clases. Sin embargo cuando el referente empírico es un movimiento campesino la concepción amplia de lo educativo no circunscripta a las iniciativas con fines formativos explícitos va a tener una consecuencia notable en la estrategia metodológica elegida. En estos casos, la idea de que la subjetividad y las identidades se construyen en la lucha, en la articulación con otros movimientos, en la autogestión o el auto-gobierno en el territorio, fundamentará en estos trabajos (Vila, Di Matteo y De Mingo, 2012) la opción por el abordaje etnográfico de la cotidianeidad alejada de “la concepción espectacular de la praxis emancipatoria” en sintonía con la noción de política prefigurativa de Gramsci retomada por Ouviña (2012). Por otro lado, en dos casos se planteó sin mayor detalle el enfoque de Investigación Acción Participativa (Rigal, Villagra y Zinger, 2012; Paludo y otros, 2012). Como ya hemos señalado, frecuentemente en los trabajos relativos a Bachilleratos Populares los autores de las ponencias se presentan como militantes del movimiento al cual refieren, lo que nos lleva a pensar en la necesidad – a veces explícita – de sistematizar la propia práctica así como a la multipertenencia de los autores (militantes, estudiantes o graduados universitarios, investigadores, etc.). En las ponencias analizadas, podemos visualizar en relación a la cuestión

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colonial dos modalidades de acercamiento: por un lado, quienes asumen la perspectiva decolonial (Guelman, 2013), y por el otro, quienes usan las categorías pero no se posicionan en la perspectiva (Gluz, 2013; Vila, Di Matteo y De Mingo, 2012; López, 2012; Domínguez, 2012). De acuerdo a esta última caracterización, encontramos dentro de los casos que trabajan la cuestión campesina, la ponencia de Guelman (2013) en la que se analiza la experiencia de la escuela de Agroecología del MOCASE-VC a partir de lo que da en llamar pedagogía decolonial como aquella que busca valorar los saberes invisibilizados por la modernidad, con el fin de deconstruir las relaciones de poder, las sospechas sobre las verdades ilustradas y desandar allí las tramas de la colonialidad (un recorrido que se acerca a los planteos de Fernández Mouján). El mismo caso (Agroecología MOCASE) es abordado por López (2012) quien repone la categoría de colonialidad del saber de Edgardo Lander, para analizar cómo operan aún las concepciones de la “modernidad” en los espacios educativos. En el caso de los movimientos populares urbanos, sólo Gluz (2013) la retoma aludiendo al concepto de colonialidad del poder de Quijano, con el fin de analizar la cuestión del conocimiento en cuanto a su acceso y contenidos (quienes acceden y qué se enseña) si bien no constituye su marco teórico principal.

A modo de cierre Aunque nos habíamos propuesto arribar a un estado de la cuestión para el medio urbano, cuando revisamos los trabajos referidos a las experiencias educativas en el ámbito rural advertimos que, aunque allí también aparecía esta preocupación por describir el carácter emergente, alternativo y contra-

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hegemónico de las experiencias – como en el trabajo de López (2012) o en el trabajo de Vila, Di Matteo y de Mingo (2012) sobre el MOCASE Vía Campesina11 – la potencia alternativa que los investigadores reconocían en las experiencias abrevaba en un aspecto escasamente abordado en los estudios urbanos: la recuperación de saberes e identidades subalternizados. En los estudios que habíamos analizado sobre la experiencia urbana de los BP no advertimos este interés por el modo en que las propuestas pedagógicas recuperaban la historia, la cotidianeidad, la subjetividad, la corporalidad y la sensibilidad del movimiento popular en cuestión. Aunque nos encontramos con investigaciones interesadas en comprender las vinculaciones, continuidades y tensiones entre el BP y el/los movimiento/s social/es de origen nos llamó la atención la relativamente escasa investigación sobre el carácter alternativo de los BP en relación a sus contenidos, y a los vínculos de estos con las

11 En el trabajo de López sobre el MOCASE Vía Campesina el carácter alternativo no se corresponde necesariamente con su carácter “no estatal” sino sobre todo con los supuestos en torno al sujeto de la educación y al sentido mismo de la educación. El sistema público estatal es de difícil acceso pero además y sobre todo, abreva para López en una matriz epistémica negadora de la experiencia campesina, una propuesta modernizante pensada para un joven urbano que ve en la escolarización su puerta al trabajo asalariado urbano. La crítica epistémica reaparece en el trabajo de Machado (2012) sobre la experiencia de una política pública de educación de jóvenes y adultos campesinos a propuesta del MST en Santa Catarina. Más allá del análisis de la experiencia, el trabajo concluye que las políticas de redistribución económica deben necesariamente ser acompañadas de políticas de reconocimiento social y cultural. Ambas cuestiones de la mano generan igualdad material. Pero ese reconocimiento no es sólo de la identidad campesina sino además de las luchas, las historias, las vivencias, los saberes y las contradicciones del campesinado. Por su parte, Vila, Di Matteo y De Mingo (2012) en otros dos trabajos sobre el MOCASE Vía Campesina indagan en la “infra política cotidiana” del movimiento para reconocer allí formas novedosas de producción de conocimiento, en las que lo sensible y lo inteligible, usualmente disociados en la práctica tradicional, aparecen enlazados y reubicados en un lugar central. Así, el carácter novedoso y, si se quiere alternativo, reside en la importancia que se le otorga a la subjetividad, la corporalidad y la sensibilidad campesinas a diferencia de lo que ocurre con la matriz epistémica del pensamiento dominante. En esa línea encontramos también el trabajo de Norma Michi (2010) dedicado a las experiencias que dentro del MOCASE VC se reúnen bajo la categoría “mística” para identificar en ellas: sus características, los sentidos construidos respecto de ellas, las articulaciones con otras formas educativas, la vinculación con experiencias similares en otros movimientos sociales latinoamericanos y la relación con formas culturales campesinas tradicionales.

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necesidades cotidianas y dinámicas de trabajo más amplias del movimiento. Por el contrario, pudimos advertir que el interés por caracterizar la potencia prefigurativa (en el sentido gramsciano), alternativa y contra-hegemónica de las experiencias en contraste con el dispositivo escolar hegemónico era predominante. Así, la caracterización del dispositivo pedagógico “emergente”, “alternativo” o “contra-hegemónico” que representaban los BP y el modo particular de relacionamiento de cada experiencia con el Estado - casi siempre planteado como problemático – conducía a que las reflexiones estuvieran frecuentemente atravesadas por la tensión autonomía – heteronomía. ¿Hasta qué punto el énfasis de los estudios urbanos en el eje autonomía-heteronomía estatal obturaba la problematización epistemológica más profunda sobre los arbitrarios culturales en los que se basan los contenidos, los fines educativos y su inscripción en el proyecto político más amplio del movimiento? La perspectiva de los estudios poscoloniales o decoloniales podría aportar significativamente en una reflexión en esta clave. Sin embargo, su desarrollo en el estudio de los movimientos sociales y populares es aún incipiente, sobre todo en nuestro país. En la mayoría de los casos en que las categorías analíticas de la perspectiva decolonial son puestas en juego, lo son sobre todo para cuestionar la epistemología moderna y sus implicancias en las relaciones de saber/poder (en diferentes dimensiones, principalmente la educativa) en contextos rurales pero no en los urbanos. _

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BRICKMAN, Denise; CHIROM, Magdalena y WAHREN, Juan (2012)

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“Acciones colectivas y articulación política-pedagógica de los movimientos sociales: el caso de la Coordinadora de Bachilleratos Populares (20032012)”. Ponencia presentada en las III Jornadas Internacionales de Problemas Latinoamericanos, Mendoza. DI MATTEO, Álvaro, DE MINGO, Ana Clara y VILA, Diana (2012) “La recuperación del saber y la cultura: algunos debates en educación popular a partir de la experiencia del MOCASE-VC”. Ponencia presentada en las III Jornadas Internacionales de Problemas Latinoamericanos, Mendoza. FACIONI, Clara y SAID, Shirly (2012) “Horizontes de transformación de los Bachilleratos Populares: la tensión entre la forma y el contenido en la práctica pedagógica”. Ponencia presentada en las III Jornadas Internacionales de Problemas Latinoamericanos, Mendoza. GARCÍA, Javier (2013) “Enfoque etnográfico y “bachilleratos populares”: negociaciones entre el tiempo escolar y la autogestión de los aprendizajes”. Ponencia presentada en las X Jornadas de Sociología de la Facultad de Sociales de la Universidad de Buenos Aires, Ciudad de Buenos Aires. GLUZ, Nora (2013) “Alternativas escolares en movimientos sociales y emancipación”. Ponencia presentada en las X Jornadas de Sociología de la Facultad de Sociales de la Universidad de Buenos Aires, Ciudad de Buenos Aires. GONZÁLEZ, Dora y Míguez, María Eugenia (2012) “Movimiento trans y educación popular”. Ponencia presentada en las III Jornadas Internacionales de Problemas Latinoamericanos, Mendoza. GUELMAN, Anahí (2013) “Pedagogía de la liberación en la escuela de agroecología del MOCASE-VC”. Ponencia presentada en las X Jornadas

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de Sociología de la Facultad de Sociales de la Universidad de Buenos Aires, Ciudad de Buenos Aires. KLAPPROTH, Daniela y otros (2013) “La praxis política en contextos de educación popular. Un estudio de caso: el Bachillerato Popular Casa Abierta”. Ponencia presentada en las X Jornadas de Sociología de la Facultad de Sociales de la Universidad de Buenos Aires, Ciudad de Buenos Aires. LANGER, Eduardo (2009) “Prácticas de resistencia de docentes y estudiantes de un Bachillerato Popular: maneras de hacer y de pensar que otorgan nuevos sentidos a la educación de jóvenes y adultos”. Ponencia presentada en el Primer Congreso Nacional sobre Protesta Social, Acción Colectiva y Movimientos Sociales, Ciudad de Buenos Aires. LLAVER, Nora (2012) “Representaciones del espacio de las integrantes de la Mesa: Charlas de las mujeres con mate. Mendoza 2010-2011”. Ponencia presentada en las III Jornadas Internacionales de Problemas Latinoamericanos, Mendoza. LONGA, Francisco y Ostrower, Lucía (2012) “Docentes y estudiantes en los contornos de la participación”. Ponencia presentada en las III Jornadas Internacionales de Problemas Latinoamericanos, Mendoza. LÓPEZ, Laura E. (2012) “Estudiar, producir, resistir: la experiencia de la escuela de agroecología del MOCASE-VC”. Ponencia presentada en las III Jornadas Internacionales de Problemas Latinoamericanos, Mendoza. MACHADO, Marcela (2012) “Direito a Educação diferenciado no campo: Estudo de caso de um curso de educação de jovens e adultos do Programa Nacional de Educação Na Reforma Agrária do Brasil”. Ponencia presentada en las III Jornadas Internacionales de Problemas

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Latinoamericanos, Mendoza. MOYANO WALKER, Mercedes (2013) “La experiencia freireana de la Fiesta de las Culturas en la educación de adultos de un barrio marginado en la ciudad de Buenos Aires”. Ponencia presentada en las X Jornadas de Sociología de la Facultad de Sociales de la Universidad de Buenos Aires, Ciudad de Buenos Aires. PACHECO, Mariano y Hernández, Diana (2009) “El porvenir de una utopía. El Bachillerato Popular Roca Negra/Frente Popular Darío Santillán: un estudio de caso”. Ponencia presentada en el Primer Congreso Nacional sobre Protesta Social, Acción Colectiva y Movimientos Sociales, Ciudad de Buenos Aires. PALUDO, Conceição y otros (2012) “Trabalho, educação e desemprego permanente: reflexoes sobre a educação necessária”. Ponencia presentada en las III Jornadas Internacionales de Problemas Latinoamericanos, Mendoza. RAMÍREZ, Adriana (2012) “La construcción de lo público en Bachilleratos Populares de movimientos sociales”. Ponencia presentada en las III Jornadas Internacionales de Problemas Latinoamericanos, Mendoza. RIGAL, Luis; VILLAGRA, Juana M. y ZINGER, Sabrina (2012) “Educación popular y nuevos movimientos sociales: el caso del Movimiento Tupaj Katari”. Ponencia presentada en las III Jornadas Internacionales de Problemas Latinoamericanos, Mendoza.

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Verónica Mistrorigo Christian Dodaro Milagros Oreja .

Introducción La reducción del aparato productivo nacional, la elevación en los índices de desempleo y el desplazamiento del capital financiero desde las inversiones industriales hacia la provisión de servicios (Basualdo, 2001; Becaria, 2001), en síntesis, la profundización del modelo neoliberal en lo económico, en lo político y su hegemonía en lo cultural, son los elementos con los cuales los integrantes del Movimiento Evita forjaron sus modos de intervenir en lo político y de expresarse; se concibieron en ese proceso a partir de la articulación con militantes sociales, así como desde las luchas y conflictos que comienzan a gestarse en ese tiempo histórico. Paralelamente, en ese período ubicado en la década de los ´90, se produjeron otras experiencias de reorganización dentro de los movimientos sociales, entre ellos el surgimiento y consolidación del movimiento piquetero con picos como el Santiagueñazo (en diciembre de 1993), el Cutralcazo (en junio de 1996) y otros estallidos sociales desde donde se rearmaron espacios de socialización y se produjeron las experiencias de toma y recuperación de fábricas (Rebón, 2004).

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Asimismo, germinaron formas alternativas de sindicalización, opuestas a la conducción de la Confederación General del Trabajo (CGT), se creó la Central de Trabajadores Argentinos (CTA) y dentro de ella surgió la experiencia de la toma de tierras y la construcción territorial de la Federación de Tierra y Vivienda (FTV), (Merklen, 2004). Como parte de ese mismo contexto socio-político, también es importante destacar la sanción de las leyes de Reforma del Estado Nº 23.696 (1989), y la ley de Emergencia Económica Nº 23.697 (1989). Ambas legislaciones se sancionan en una etapa en la que se (re)inicia una política de regulación a favor del mercado y la consecuente privatización de sectores importantes de la economía. El pasaje a este nuevo modelo de sociedad supuso una fuerte transformación de las pautas de integración y exclusión social, lo cual se tradujo en la desvinculación de amplios contingentes de trabajadores y la rápida puesta en marcha de un modelo caracterizado por la precarización, la inestabilidad laboral y una alta tasa de desocupación, con importantes efectos no sólo en el sector de los trabajadores sino en la juventud. El retroceso de las instituciones clásicas de socialización y los modos en los que los jóvenes, ante esta coyuntura, elaboran sus procesos de construcción de identidades generó un proceso de desafiliación. La precarización laboral junto con la aparición de nuevas formas de pobreza no se trató de un simple retorno a los problemas del pasado. Los fenómenos contemporáneos de exclusión nos remiten a las categorías antiguas de la explotación. Así, hizo su aparición una nueva cuestión social. Esta nueva cuestión social está vinculada a la existencia de la precarización laboral cuya persistencia alimenta la doble sensación de una pérdida de identidad y una incertidumbre creciente sobre el futuro. Pero al mismo tiempo se percibía claramente que el fenómeno era más profundo y más

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complejo. Lo que se quiebra secretamente es tanto la misma organización social como el imaginario colectivo. En términos de acción colectiva, este proceso de pauperización de las clases populares aparece ilustrado por la toma ilegal de tierras (asentamientos), que se desarrollaron desde fines de la dictadura militar y durante los primeros años del gobierno de Alfonsín; los asentamientos expresan la emergencia de una nueva configuración social que pone de manifiesto el proceso de inscripción  territorial de las clases populares. La desaparición de los marcos sociales que definían al mundo de los trabajadores urbanos y la emergencia de nuevos procesos, profundamente marcados por la desregulación social, la inestabilidad y la ausencia de expectativas de vida, así como la gran difusión de las nuevas subculturas juveniles, son también en parte producto de la globalización  de las industrias culturales y la influencia de los medios de comunicación masivos. Los modelos de subjetivación  que fueron cobrando importancia en los procesos de construcción de las identidades se distancian de los roles sociales y profesionales y remiten cada vez más a nuevos registros de sentido centrados en el primado del individuo, en la cultura del yo y en los consumos culturales. Este proceso de subjetivación se realiza, entonces, en un escenario atravesado por la incertidumbre y la inestabilidad, prontamente naturalizado, que impulsa a los jóvenes de los sectores populares a desenvolverse como verdaderos cazadores en una ciudad cada vez mas caracterizada por la multiplicación de fronteras sociales, en la cual el individuo debe procurarse recursos para sobrevivir, sin posibilidad alguna de planificación reflexiva de la vida. (Svampa, 2005) De esta manera, los jóvenes de los sectores populares aparecen como la ilustración más acabada de un conjunto de procesos: por una parte,

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devienen los destinatarios privilegiados del nuevo modelo de relaciones laborales (más flexibles, con pocos vestigios de un pasado de integración social y laboral) por otra parte, aparecen como la expresión por antonomasia de la “población sobrante” (la clase peligrosa). (Svampa, 2005). En síntesis, el origen del movimiento EVITA conjuga, pone en el centro de la escena, a dos actores sociales clave como los trabajadores desocupados y los jóvenes, en un contexto socio-histórico marcado por la economía neoliberal, el descreimiento político y la protesta como marco de acción colectiva.

El Movimiento Evita Con este escenario de fondo en la década de los ´90, el Movimiento Evita nace justamente a partir de variadas experiencias de organización y resistencia territorial, resultado de la convergencia de diversas prácticas de enfrentamiento al neoliberalismo. En muchas de ellas se generaron formas de protesta contenciosas y disruptivas en demanda de trabajo o –si ello no fuera posible - de planes de empleo, en el marco del modelo económico vigente, entramado con grandes tasas de desempleo y pobreza. También, y como tácticas de contención y “reafiliación” de los jóvenes expulsados de los sistemas educativos y laborales formales, se promovían acciones colectivas ligadas al establecimiento de comedores, roperos comunitarios y otros espacios de organización en los barrios. En muchos casos las militancias de los ´90 los encuentran próximos a agrupaciones tales como Barrios de Pie, el FOL (Frente de Organizaciones en Lucha) y el Frente Darío Santillán.

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Será el proceso que se abre en el año 2003 con el gobierno del ex presidente Néstor Kirchner el que los aproxime a establecer formas diferentes, de negociación y diálogo con el Estado, de las que venían sosteniendo en la década anterior; situación que los lleva a pensar en la existencia de otro tipo de marco de oportunidades. Creen que tanto el Estado -como los modos en los que, en tanto organizaciones, deben relacionarse con él- han cambiado. Es entonces que desde una matriz ideológica nacional y popular y desde sus experiencias territoriales van elaborando un marco cognitivo que los hace caracterizar ese momento histórico como diferente a la etapa anterior, y con un potencial transformador. En 2006 el entonces MTD (Movimiento de Trabajadores Desocupados) Evita, junto a otras organizaciones sociales, iniciaron lo que hoy conocemos bajo la denominación de Movimiento Evita. A partir de ese momento, al conjunto de las acciones de organización y militancia territorial se incorpora lo que en sus documentos señalan como el desafío de reconstruir la potencialidad del peronismo como eje central de una trasformación social y cultural. Ese desafío consiste para ellos en hacer crecer en número y en organización lo que luego definirían como Movimiento Evita (ME). Según las definiciones incluidas dentro de sus propias plataformas de difusión, quienes dieron origen al ME eligieron la estructura de “movimiento” por su profunda unión con el concepto de la acción: “El movimiento es acción. La forma histórica de organización que adoptó nuestro pueblo en sus luchas emancipatorias. Movimiento es unidad en la diversidad. Contiene a las diversas expresiones sociales y políticas y a la vez las articula en una política única, estratégica. No es una línea interna, ni una cooperativa para disputar cargos. No es un partido que digita desde afuera la política de las masas sino el fruto de la organización de éstas. El movimiento es

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una expresión de la fuerza nacional, popular y federal” 12. De esta manera, aseguran que es a través de los movimientos que los pueblos llevan adelante sus luchas emancipatorias, debido a las potencialidades que demuestra la unidad de un movimiento: “El movimiento que soñamos debe ser capaz de ser síntesis de las luchas de resistencia al modelo neoliberal y las construcciones políticas que no claudicaron en las  banderas históricas, debe ser capaz de rescatar los actores y las prácticas históricas y actuales del  movimiento obrero  organizado en su lucha por la distribución de la riqueza, con un modelo de sindicalismo con un oído pegado a las necesidades del Pueblo y enmarcado en un proyecto nacional de liberación”13 De ello se desprende su posicionamiento ideológico de matriz nacional y popular que abreva, entre otras, en las tradiciones peronistas, del pensamiento nacional y en algunas dimensiones del pensamiento marxista-latinoamericano, que evocan continuamente a través de sus propuestas de lectura de formación y en las que incluyen, por ejemplo, conceptos tales como plusvalía (relativa y extraordinaria) dialéctica del Estado (en una primera instancia el peronismo, en su versión superada el kirchnerismo -llamada por ellos “de transición”-, y luego, todo el poder para los trabajadores en un Estado 100% representativo de sus intereses), como claves de comprensión histórica. Por otra parte, hacen hincapié de forma permanente en conceptos asociados a la dialéctica como el de “cambio” y “contradicción”, siempre en la acepción positiva de los

12

Ver “Quiénes somos”, http://www.movimiento-evita.org.ar/?page_id=4

13

Ibid.

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mismos, en tanto posibilidad de transformación: “Sin participación popular no hay movimiento nacional y sin movimiento nacional y popular no puede haber un proyecto nacional.  Los proyectos  de cambio son viables en función de las fuerzas sociales y políticas que son capaces de convocar para la transformación. Se hace necesario entonces un movimiento que organice la esperanza, que rescate el valor de la unidad (superando la fragmentación del campo nacional y popular), que acompañe y amplifique las políticas del gobierno, que genere propuestas de cambio y se constituya como puente de ida y vuelta entre el Estado-Nacional y los más humildes.”14 En este sentido, identifican al capitalismo con un modelo de explotación, cuyo sujeto principal de opresión es el trabajador; y en esa misma línea reconocen y definen a las clases según las prácticas económicas e intereses de cada una de ellas, que dividen en oligarquía, burguesía y proletariado (o trabajadores). Asimismo, le designan gran parte de su formación teórica a la puesta en contexto del rol del trabajador en los diferentes tipos de modelos económicos (neoliberal; productivo de burguesía nacional y productivo de burguesía nacional con derrame inducido). También manifiestan un orden de transformación que hace referencia al modelo conceptual marxista: para hacer el verdadero cambio –o revolución- primero hay que cambiar el modelo económico (estructura) y luego “la superestructura cultural y jurídica cambiará en consecuencia”. Asimismo, reconocen que la llegada del kirchnerismo (espacio del que participan activamente) al gobierno nacional (sobre todo en la figura

14

Ibid.

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del ex presidente Néstor Kirchner) modificó la mirada sobre la política que habían dejado los años del menemismo y la Alianza, y promovió el reconocimiento y la valoración de la misma por parte del pueblo, como una  herramienta de liberación. En ese sentido, se resume su quehacer presente: “Ahora nos toca cumplir a nosotros; a muchos compañeros y compañeras nos toca dar el salto cualitativo de lo social a lo político, a muchos compañeros y compañeras nos toca religar nuestras prácticas con la organización popular, en síntesis tenemos ante nosotros el desafío de la reconstrucción del movimiento nacional.”15 En este sentido, muchas de las acciones y estrategias políticas encaradas en estos últimos años se relacionan con la caracterización que el propio movimiento se representa de su rol en la actual coyuntura social y política. En sus documentos plantean que es necesario profundizar las políticas de inclusión y que el rol del movimiento debe ser el de incidir para generar las condiciones necesarias para establecer agendas ligadas a la paritaria de la economía social y popular, el derecho a la tierra y a la vivienda, la función social de la propiedad, la denuncia, la visibilización y el combate de la violencia institucional, entre otras cuestiones y problemáticas de la agenda actual. Para ello asumen como desafío ampliar sus vínculos e intercambios con otras organizaciones sociales y políticas. Así es que en los últimos tiempos han abierto diálogos, en base a las “agendas de profundización”, con el movimiento campesino, con Seamos Libres, Marea Popular y Tupac Amarú, entre otros.

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Ibid.

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Estructura organizacional Su estructura organizacional está compuesta por una Mesa Ejecutiva Nacional, un Consejo Político, una Mesa Federal compuesta por los referentes provinciales, Frentes de Masas en los que se nuclean temas tales como el trabajo en la economía popular a través de la CTEP (Confederación de Trabajadores de la Economía Popular), temas campesinos a través de Vía Campesina, juventud, sindicalismo, mujeres, diversidad, profesionales y el frente estudiantil. Asimismo, la estructura se compone por las Secretarías de Organización, Educación, Salud, Prensa, Revista, Deportes, Internacional, Economía, Derechos Humanos y Logística. En este marco organizacional, las distintas acciones que se llevan adelante se articulan de manera vertical. En cada uno de los espacios de inserción del movimiento señalan que existen adherentes, militantes y cuadros. Los adherentes se suman en busca de alguna reivindicación sectorial (demanda de empleo, cuestiones de ampliación de derechos de identidad, etc.). El desafío es transformarlos, a través de la formación y por identidad de intereses, en militantes del ME, es decir, “sujetos comprometidos con los objetivos programáticos del movimiento y que están relacionados con la justicia social”. Y finalmente se busca que de los espacios de militancia surjan los cuadros, a quienes definen como aquellos capaces de hacer una lectura más amplia de la coyuntura, incidir en ella y mediar entre el territorio y el desarrollo institucional de la política, ocupando espacios de conducción en el Estado y en otros lugares clave.

La formación en el EVITA Caracterización de la formación

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En primer lugar, es importante destacar que el Movimiento Evita (ME) no cuenta con un área de formación concreta dentro de su estructura organizativa, sino que los procesos formativos están directamente vinculados a la práctica cotidiana y a la coyuntura socio-política, “cada frente aborda una estrategia política teórica en cada problemática” y de allí surgen los diferentes espacios-momentos de formación, definidos por la Mesa Ejecutiva Nacional y puestos en práctica a través de los diferentes cursos de formación y discusión con el objetivo de “cualificar al Movimiento Evita en sus niveles de organización y en los niveles de conciencia de sus cuadros”. La cualificación tiene por objetivo transformar a los adherentes en militantes y hacer surgir cuadros de cada espacio de militantes. A pesar de no tener un área de formación en su estructura orgánica, sí poseen una escuela de formación denominada Rodolfo Puiggrós, que se constituye bajo la égida de un camping (campamento), donde se realizan “retiros” para discutir temáticas de coyuntura. Asimismo, en las diferentes regiones donde el movimiento cuenta con espacios organizados, se realizan diversas actividades de formación, bajo distintas modalidades16 (charlas, cursos, etc.) Las distintas actividades que desarrollan los frentes y Secretarías tienen, en determinados momentos, acciones específicas de formación. Las mismas suelen ser preparadas y desarrolladas en relación a las coyunturas. Lo mismo sucede con los espacios territoriales de trabajo tales como las Municipalidades o los espacios de las Comunas donde se suelen organizar charlas, discusiones o cines debate. En este caso las actividades, además de realizarse con el objetivo de formar a los integrantes del movimiento, persiguen la finalidad de sumar a otras personas e integrarlas en el mismo. En el caso de los jóvenes, por ejemplo, se realizan campamentos de verano

16 http://www.movimiento-evita.org.ar/?page_id=2784 (http://www.vascojauretche. com.ar/ y http://educacionevitaregion1.blogspot.com.ar/)

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(los han hecho los últimos dos años, 2013 y 2014) en los que se apunta a problematizar cuestiones vinculadas no solo a la política sino sobre todo a la juventud como sujeto político, y las relaciones entre modelo económico y trabajadores. En el 2013 se llevó adelante el Campamento Nacional Sabino Navarro y en 2014 el Campamento Nacional “Chacho” Peñaloza, en los cuales se trabaja en una línea que apunta a generar un diagnóstico, un cuadro de situación (incluida información y estadísticas nacionales, oficiales) y proponer una salida, es decir, trabajar en las líneas reivindicativas concretas. En este año 2014, se destacan como espacios educativos la formación de los trabajadores de la economía popular como un eje fuerte y central de la capacitación, que incluye su participación en la Confederación de Trabajadores de la Economía Popular; así como el Curso Hugo Chávez. En este punto cabe mencionar que el nombre designado a los diferentes espacios de formación poco tiene que ver con el azar, sino que poseen una intencionada y directa identificación tanto con los objetivos del curso como con los ejes del debate a desarrollar en el transcurso del mismo.17 Etapas del movimiento y su relación con la formación En cuanto a la sistematicidad en la formación, identifican los diferentes momentos en relación directa con las etapas del propio movimiento. En este sentido, la primera etapa se origina con el agrupamiento de los movimientos sociales (MTD Evita y otros grupos) desde 2001 y aproximadamente hasta 2005 en la denominada Coordinadora de los movimientos sociales. Ese proceso se caracterizaba por la demanda de una capacidad mínima de gestión, vinculada con la cobertura de necesidades básicas, ya que lo primordial en ese contexto histórico era la salida a la 17 Sabino Navarro fue un dirigente peronista revolucionario, comprometido con la lucha sindical y la militancia; Chacho Peñaloza, caudillo riojano, fue un referente de la federalidad; y el ex presidente venezolano Hugo Chávez fue elegido porque representó el primer faro en Latinoamérica de un cambio posible para nuestros pueblos.

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crisis que había dejado el 2001. Por estas razones, las prioridades estaban centradas –como siempre- en la coyuntura, y en ese sentido, la formación pasaba a un plano menor, casi inexistente. Luego reconocen una segunda etapa, que identifican alrededor del año 2007 y que se caracteriza a partir de una vinculación al liberalismo, en la que se produce un salto de lo social a lo político. Ese proceso implicó un corrimiento que centró casi todo el accionar del movimiento en la política, y distanció en muchos casos a la base popular de los dirigentes. En ese momento se reconoce a la formación en la línea de lo que se podría llamar una escuela de gobierno. Y finalmente se reconoce una tercera etapa, en la que se destaca la revitalización de lo ideológico, de la actitud transgresora de la militancia, donde el movimiento pudo reafirmar su pertenencia a un proyecto en el marco de la lucha contra los enemigos históricos. Es en este contexto donde se reivindicó la práctica política.18 En esas diferentes etapas –brevemente caracterizadas- que identifican al movimiento, podemos reconocer que la sistematicidad de la formación – en términos no de formalidad estructural sino de continuidad y prioridad como espacio de alineación de cuadros – se produce en lo que el mismo movimiento reconoce como su última etapa y que podríamos identificar a partir del 2009, es decir, post crisis con el campo. Ya en esos primeros espacios de formación y debate, no solo se vislumbraba el carácter coyuntural de los mismos sino la dimensión política de la formación: “invitamos a todos los Compañeros y Compañeras del ámbito Educativo a sumarse, a dar la batalla en Defensa del Proyecto

18 La caracterización de las etapas del movimiento surge de la entrevista con el Secretario de Organización del ME

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Nacional, cabalgando sobre sus contradicciones e incorporando a todos y todas a participar activamente en un Nuevo Espacio Regional de debate y discusión con respecto al Modelo Educativo más apropiado para un Estado Nacional y Popular”.19 A continuación analizaremos las prácticas formativas del EVITA centrándonos casi exclusivamente en el análisis de los materiales que se utilizan en los espacios de formación 20 siguiendo los ejes de Kaplun descriptos en el Capítulo Introductorio en este libro. Dado que el análisis se circunscribe a estos materiales y algunas entrevistas preferimos concebir este trabajo como una primera aproximación al estudio de la concepción y análisis de las prácticas formativas del Movimiento Evita.

La dimensión conceptual de la propuesta formativa Los conceptos centrales con los que nos encontramos en los materiales educativos del Movimiento Evita se relacionan con lo reivindicativo, es decir, con las formas de organización en cada espacio en donde el movimiento incide y de qué manera lo hace; como así también con la visión integral o estratégica que nuclea cada planteo reivindicativo en el marco de acciones mayores.

19

http://educacionevitaregion1.blogspot.com.ar/

20 Los materiales trabajados se detallan al final del capítulo y abarcan el período 2011 - 2013. Cabe aclarar que el análisis de los materiales se complementó con la entrevista al Secretario de Organización del ME, Gildo Onorato, quien nos ofreció una mirada amplia sobre las decisiones del movimiento en relación a la formación; así como la información que se brinda en su página web (http://www.movimiento-evita.org.ar/).

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Los contenidos que se destacan en los materiales –algunos mencionados en la caracterización del ME- se relacionan con la tradición marxistalatinoamericana así como con el pensamiento nacional cercano al forjismo (Jauretche, Scalabrini Ortiz y Hernández Arregui, por mencionar algunos), y en esas líneas hacen hincapié en conceptos asociados a la dialéctica como el de “cambio” y “contradicción” en su acepción positiva de los mismos; identifican al capitalismo con un modelo de explotación, cuyo sujeto principal de opresión es el trabajador; reconocen y definen las clases según las prácticas económicas e intereses de cada una de ellas, y las dividen en oligarquía, burguesía y proletariado (o trabajadores). En este sentido, le designan gran parte de su formación teórica a la puesta en contexto del rol del trabajador en los diferentes tipos de modelos económicos (neoliberal; productivo de burguesía nacional y productivo de burguesía nacional con derrame inducido) se trabaja fuertemente la coyuntura política a nivel nacional e internacional –sobre todo regionalasí como las tácticas y estrategias a desarrollar; y se plantean problemas de orden político, económico y cultural así como los modos en los que la organización debe darse a sí misma las herramientas para enfrentarlos. Por último, cabe destacar que se historiza el desarrollo del movimiento y se lo caracteriza en el marco de la coyuntura actual con el objetivo de poder pensar el rol que debe cumplir en dicho contexto. En relación a los destinatarios de la formación, apuntan a sujetos universitarios (como los futuros cuadros profesionales), secundarios y trabajadores en general. Los definen como objetivo del movimiento junto a la clase media progresista, el agro y la industria (que no se identifiquen con intereses internacionales), y el proletariado al que dividen en dos vertientes: el histórico y el “nuevo”. Este último se caracteriza por haber surgido de las políticas neoliberales de los años ´90 que trajeron desempleo e informalidad laboral. Es esa línea, es que identifican a los nuevos actores, objeto de representación del Movimiento, a partir del 2001. De esta forma y a partir de las distintas caracterizaciones de

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los integrantes del grupo según sus responsabilidades, capacidades, experiencias y nivel de preparación, los definen bajo las denominaciones de periferia, militantes y cuadros. 21 En lo que respecta a la política del Movimiento, acuerdan con la institucionalización de la misma, es decir, con la idea de formar parte de las elecciones y tener representatividad en el Estado22; contemplan la posibilidad de formar parte del kirchnerismo como partido político instaurado, pero también realizan algunas críticas a determinados aspectos de base: sostienen, por ejemplo, que a pesar de que en sus inicios representó un cambio rotundo de eje de modelo, luego se quedó en el simbolismo y tiene como cuenta pendiente varias cuestiones vinculadas a la realidad (como por ejemplo, el resolución de la problemática vinculada con los “nuevos trabajadores” antes mencionados). No obstante, entienden que en la disputa de este tiempo histórico, el kirchnerismo – hoy representado en la figura de Cristina Kirchner – sigue constituyendo la opción que se compromete con los humildes y los trabajadores. Por último y como aspecto a resaltar, lo que se destaca como una conceptualización permanente en los espacios de formación es la puesta en juego de lo que denominan las tres categorías de despliegue de una fuerza política: el despliegue o lucha social, que implica lo reivindicativo, lo sectorial, es decir, el vínculo según lo etario o de género o de sector social, y en este aspecto es que promueven o participan de espacios como

21 Los cuadros son los compañeros que piensan la política de la organización y “el primer soldado a la hora de desarrollar esa política”. Los militantes son los compañeros que entienden que la realidad se transforma participando activamente en política. Y la periferia está representada por aquellos compañeros que participan de las actividades militantes que la organización desarrolla (Extraído del Cuadernillo del Curso de formación política Sabino Navarro) 22 En este sentido, ya ha sido presentada la candidatura presidencial de Jorge Taiana, para la disputa electoral de cara a las elecciones de 2015.

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la CTEP, Mujeres, Vía Campesina, frentes de estudiantes (secundarios y universitarios), etc., espacios además que no son necesariamente del Movimiento Evita. Un segundo aspecto es el despliegue o lucha política, es decir, la representación partidaria; y un último despliegue que refieren como la lucha ideológica.

La dimensión pedagógica de la propuesta formativa. En esta dimensión de análisis de los materiales de formación, nos encontramos con que el eje central está focalizado en la coyuntura actual y a partir de ella se problematizan las experiencias del pasado en las que el movimiento se referencia (por ejemplo, el peronismo, y más cercano en el tiempo los acontecimientos del 2001). Las actividades y lecturas propuestas tienen por objetivo que los destinatarios de los cursos puedan pensarse dentro del Movimiento Evita como sujetos políticos, razón por la cual destacan la necesidad de sintetizar las experiencias diversas de sus integrantes. La formación se desarrolla de acuerdo a la coyuntura, no de manera sistemática, a través de jornadas de varios días en campamentos (antes mencionados), el Congreso Nacional Néstor Kirchner de 2011, el curso Hugo Chávez en el 2014, etc. Los militantes no sólo debaten y reflexionan sobre contradicciones, aciertos y continuidades del movimiento sino que también comen en comunidad, se dividen las tareas, comparten espacios ociosos (guitarreadas y “búsqueda del tesoro revolucionario”), entre otros, entendiendo estos ámbitos y momentos también como parte de la formación.

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A pesar de no poseer un gran caudal de material teórico propio, consideran que lo fundamental pasa por los debates territoriales, el ejercicio de la palabra oral y la captación e incorporación continua de los valores correspondientes a la militancia y las responsabilidades que ello trae aparejadas. En general, la modalidad de trabajo se asienta sobre la base de un plenario inicial, luego pasar a comisiones de trabajo, para cerrar finalmente con un plenario general donde se plantean las conclusiones y el plan de trabajo a seguir. Los ejes del trabajo tienen que ver con la centralidad puesta en resolver tensiones de la coyuntura política nacional; la construcción de dicotomías desde las que se plantea la lucha política (por ejemplo, pueblo u oligarquía, democracia o corporaciones) y el uso del eje temporal como instrumento de análisis comparativo y de continuidades en torno de problemas políticos, culturales y económicos. El material entregado en el espacio de formación está dividido según niveles de complejidad y temáticas: se definen desde el militante hasta la organización del movimiento -pasando por los cuadros. En los textos, además, se encuentran constantes citas o referencias a pensadores nacionales, muchos cercanos al forjismo, y se especifican lecturas a futuro obligatorias para la formación de cuadros cualificados. En algunos casos, el material propuesto incluye referencias a materiales teóricos anteriores, como por ejemplo “Bases para la Alianza Constituyente de una nueva Argentina” del Movimiento Peronista Montonero (México, 1982) así como algunos de elaboración propia, como por ejemplo “Pacto social para establecer el cambio”, surgido en la reunión del consejo nacional del Movimiento Evita, en Santiago del Estero en el año 2007. El material, en síntesis, forma al militante a través de recorridos históricos, comparaciones entre modelos económico-sociales y también, marcando caminos de aciertos y desaciertos.

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En general los espacios y temáticas de la formación, tanto como los materiales educativos, son decididos y preparados por la Mesa Ejecutiva o algunas de las mesas o áreas del Movimiento. Así, por ejemplo, algunos manuales fueron elaborados por Emilio Pérsico (Secretario General del ME) y Juan Grabois (dirigente del Movimiento de trabajadores excluidos, vinculado a cartoneros) un primer manual aborda la temática sobre la clase trabajadora y la situación social en el posmodernismo, en la etapa de la hegemonía financiera; un segundo manual trabaja sobre el proceso de organización que se han dado los trabajadores frente a esas circunstancias; y un tercer manual versa sobre organización, institucionalización y reconocimiento gremial. Del mismo modo, las diferentes temáticas son trabajadas y preparadas por áreas o instituciones vinculadas al ME, quienes les ofrecen materiales e información coyuntural e histórica para el armado de los materiales de formación. Así, por ejemplo, la mesa de economía del ME aporta datos sobre inflación, dólar, Indec, entre otras temáticas; el Instituto de Producción Popular brinda apoyatura técnico-jurídica para los trabajadores de la economía popular; el Consejo Político aporta su mirada y análisis sobre cuestiones vinculadas a la coyuntura política; y de la misma manera sucede con las diversas problemáticas y temáticas abordadas. Por último, cabe destacar que los materiales educativos e información recibidos son posteriormente trabajados para lograr una trasposición didáctica a fin de facilitar el acceso y comprensión de todos y todas a las problemáticas presentadas (aspecto que también se vincula con la dimensión comunicacional, que a continuación se detalla) trasposición realizada en general por quienes componen la Mesa Ejecutiva.

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La Dimensión Comunicacional de la propuesta formativa. En lo referente a la dimensión comunicacional, lo que caracteriza el material de formación es su presentación con un lenguaje llano, simple y coloquial, en el que se utilizan metáforas informales y de rápida identificación, al estilo “quieren que nos extingamos como dinosaurios”. Todo expresado en el marco de un “nosotros” inclusivo, que pareciera proponer que el que habla es igual al que escucha, intentando una empatía y comprensión por parte del lector. En general se utiliza ese texto simple como recurso con ausencia de iconografía, a excepción del uso de algunos gráficos similares al de los manuales escolares, con fines didácticos y para abordar temáticas más complejas, tales como modelos económicos o de país. En los casos en que la iconografía se hace presente es en algunas de las tapas de los materiales, como por ejemplo, la del curso Sabino Navarro en la que se unen una frase de Gramsci con la imagen de Eva Perón y la estrella federal; o el cuadernillo del Congreso Néstor Kirchner en la que se muestra la imagen del ex presidente. Otras estrategias comunicacionales tienen que ver con las constantes apelaciones a ejemplos de la cotidianeidad, para buscar desde allí la complicidad y la identificación con los destinatarios, así como la relación con la realidad cotidiana; y en esa línea, se apela a la utilización de preguntas para enfatizar la línea argumental que se sigue. Asimismo, recurren a personajes de la historia como mitos, propuestos como objetivos ideales adonde llegar: el Che, Perón, Néstor Kirchner, Cristina Fernández de Kirchner; pero no lo hacen a través de dibujos o representaciones icónicas sino a través de algunas de sus frases célebres.

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Palabras finales De acuerdo a lo que se vislumbra en este primer acercamiento a la formación en el Movimiento Evita, la característica principal del mismo – a pesar de no poseer un área de formación estable ni constituida dentro de su estructura organizativa – se centra en proponer debates, reflexiones, diagnósticos y propuestas reivindicativas a partir del análisis de la coyuntura política, económica y social. En este sentido, pone en primer plano su rol reivindicativo y coyuntural, tomando como eje de sus conceptos fundamentales a las conquistas sociales, en el marco de una izquierda actual y latinoamericana. En la misma línea, entienden que “la mejor manera de darle solidez ideológica al movimiento no pasa tanto por las consignas o los escritos sino que se la va dando el compromiso real, concreto y cotidiano que tiene la militancia con el sector social de los trabajadores…tiene que haber una apropiación por parte de la militancia para fortalecer el sujeto histórico actual. Y allí la práctica social es la única que refrenda la militancia”23. Esta última idea parece ser la que enmarca los procesos de formación política del movimiento. Entienden que la formación teórica sin la acción práctica no forma a un militante. Por ello, gran parte de la formación apunta a que el militante reconozca cual es el sujeto que intentan representar, anclado en un análisis histórico. La hipótesis que los guía es que el nuevo sujeto, la nueva vanguardia, es el sector de los trabajadores que aun no tienen un trabajo digno y que definen como un “trabajador sin derechos”24, son

23

Entrevista a Gildo Onorato, Secretario de Organización del ME

24 El sujeto dinámico de los movimientos populares ya no es el mismo para el ME. Hoy encontramos tres tipos de trabajadores: la crema (paga impuesto a las ganancias, etc), la leche (los que están en los convenios colectivos, etc) y el “agua”: trabajadores que están por debajo de la canasta familiar, quizás con sueldo básico y en general sin derechos. Extraído de la entrevista a Gildo Onorato

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trabajadores de la economía popular (que diferencian de la economía social y el cooperativismo) y que identifican como alrededor de un 35 % de quienes forman parte del Movimiento Evita. En síntesis, este primer acercamiento a las dimensiones de análisis de los espacios formativos del ME nos permite sostener la hipótesis de que las propuestas de formación política de los movimientos se caracterizan por la selección y el privilegio de unos saberes y perspectivas – teóricas y metodológicas - que varían según la matriz político ideológica del mismo, la cual da forma al marco cognitivo desde el que entienden la realidad y se proponen incidir en ella. En ese marco, así como en la manera de entender y relacionarse con el Estado, se vislumbran no sólo la matriz político ideológica sino la forma de construcción y configuración identitaria del movimiento y las formas de su acción colectiva. _

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Materiales de consulta Capítulo “Los estudios sobre la dimensión político-pedagógica de los movimientos populares” de la Tesis de Maestría Las prácticas políticopedagógicas de los movimientos populares urbanos. El caso del Movimiento Popular La Dignidad en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (2012-2013) de María Mercedes Palumbo. Ponencia “La dimensión político pedagógica de los movimientos populares urbanos: un estado de la cuestión” de Bruno, Daniela; Mistrorigo, Verónica y Palumbo, Mercedes; presentada en el Congreso Internacional Nuevos Horizontes de Iberoamérica, Mendoza, 2013. Ponencia “Los espacios de formación política en movimientos populares urbanos, una aproximación comparativa” de Verónica Mistrorigo, Milagros Oreja y Christian Dodaro, presentada en el XVI Congreso RedCom, UNLaM, 2014. Ponencia “Una aproximación a las estrategias pedagógicas del

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Movimiento Evita” de Verónica Mistrorigo, Milagros Oreja y Christian Dodaro; presentada en las Jornadas IEALC, FSOC-UBA, 2014.

Materiales analizados Cuadernillo de formación política del Movimiento Evita - Jornadas “Sabino Navarro” 2013. Cuadernillo del Congreso Nacional Néstor Kirchner, 2011. Materiales y textos no sistematizados, utilizados en los espacios de formación y preparados para tal fin, entre 2011 y 2013. Entrevista a Gildo Onorato, Secretario de Organización del ME (mayo de 2014) http://www.movimiento-evita.org.ar/ http://educacionevitaregion1.blogspot.com.ar/

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María Mercedes Palumbo

Introducción Este capítulo recoge algunos de los hallazgos del trabajo de campo de una investigación desarrollada durante los años 2012 y 2013 que se plasmó en la Tesis de Maestría denominada “Las prácticas político-pedagógicas de los movimientos populares urbanos. El caso del Movimiento Popular La Dignidad en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (2012-2013)”, defendida y aprobada en el marco de la Maestría en Educación: Pedagogías Críticas y Problemáticas Socioeducativas de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires. Puntualmente, esta Tesis abordó el dispositivo político-pedagógico de formación política de militantes de base del Movimiento Popular La Dignidad (MPLD) y sus vínculos con las prácticas políticas cotidianas del movimiento en su conjunto. De modo tal que la construcción de un dispositivo pedagógico de formación política retroalimenta el actuar y el pensar “la política” en el contexto de las prácticas políticas del movimiento; y, a su vez, dichas prácticas políticas condicionan las modalidades, los contenidos y las características admitidas en la formación política. Los reiterados y fecundos diálogos entablados en el grupo de investigación del UBACYT “Movimientos populares urbanos y acción

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cultural. Estudio comparativo de las experiencias en el AMBA” (20122014) en torno a nuevas conceptualizaciones teóricas, presupuestos teórico-metodológicos y comparaciones entre casos de estudio permitió repensar el trabajo de Maestría realizado y enriquecerlo. En este sentido, especialmente relevante fue la hipótesis de partida de nuestro proyecto UBACYT respecto a que las propuestas de formación política en movimientos populares se caracterizan por la selección y el privilegio de unos saberes y perspectivas que varían según la matriz políticoideológica del movimiento en cuestión. Desde este prisma, el MPLD puede ser ubicado en la compleja y diversa tradición de movimientos de matriz autonomista25 en relación a sus concepciones de cambio social, Estado y poder; aun advirtiendo el dinamismo de la categoría autonomía y las reconsideraciones sobre la misma que se están debatiendo al interior del movimiento en los términos de las estrategias de acumulación y a los espacios de confluencia con otros actores. El presente capítulo se estructura en tres partes. En la primera, se plantea una historización del MPLD desde sus orígenes como movimiento piquetero de trabajadores desocupados hasta su conformación como un movimiento multisectorial. En ese tránsito, se caracterizan sus consignas, principios y modos de organización así como las mutaciones en los contextos sociales, políticos y económicos nacionales. En la segunda parte, se presenta el complejo entramado que conforma la formación en el MPLD a partir de la relevancia de la temática para esta Organización y de las múltiples instancias formativas creadas con dicho propósito, aunque con grados de sistematización y vinculaciones con el Estado disímiles. Finalmente, la última parte se circunscribe al espacio de

25 El concepto de matriz autonomista es retomado de Svampa (2010) en sus análisis desde el ámbito académico donde se lo reconoce como un concepto con tensiones y dinamismo, relativizando lecturas simplistas y desconocedoras de los derroteros político-ideológicos y de la mutación en las estrategias de acumulación de los movimientos populares.

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formación política observado en el marco del trabajo de campo de la investigación de la Tesis de Maestría con el objetivo de caracterizar el dispositivo pedagógico de formación política, retomando ejes conceptual, pedagógico y comunicacional propuestos por Gabriel Kaplun; así como de esbozar algunas líneas de contribución del espacio de formación política a la reproducción cultural y política del Movimiento.

Historia, consignas y prácticas políticas: entre la impronta piquetera y la apuesta por una organización multisectorial El MPLD se define en sus Fundamentos Político-Ideológicos como una organización anticapitalista, antipatriarcal, antiimperialista y anticolonialista en el marco de una lucha por el socialismo. Su mayor peso cualitativo y cuantitativo se encuentra en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CABA), aunque actualmente atraviesa un proceso de expansión nacional a partir de la presencia en el Conurbano bonaerense y distintas provincias del país como Río Negro, Tucumán, Chaco y Salta; y de la conformación del Frente Nacional Pueblo Unido donde converge junto a otras organizaciones26. En la selección de este caso se cruzaron decisiones metodológicas con otras de corte pragmático que abrían un campo fértil para la realización de un trabajo de campo intensivo con reiteradas estancias en terreno: accesibilidad garantizada por vínculos previos con referentes de la Organización, relativa cercanía geográfica, escaso número de

26 Las organizaciones que componen el Frente Nacional Pueblo Unido son: el Movimiento Social y Cultural Tupaj Katari, el Movimiento Justicia y Libertad, el MTR-12 de Abril, el MTD Aníbal Verón de Esteban Echeverría y el MTD-17 de Julio.

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investigaciones previas y receptividad a la investigación, entre otras. En la misma línea, la elección de un movimiento que tuviera como principal anclaje geográfico la CABA le sumaba el atractivo de la relevancia de ese territorio en términos del impacto público y mediático de sus acciones políticas por la proximidad con las instancias políticorepresentativas nacionales y la escasa cantidad de movimientos que poseen como territorio principal la CABA en relación a la multiplicidad de organizaciones sociales presentes en las distintas zonas del Conurbano bonaerense. Históricamente, el MPLD se originó hacia finales de la década del noventa ante la falta de respuesta a los graves problemas sociales y económicos como consecuencia de la aplicación de las políticas neoliberales, el descrédito de los partidos políticos y de los sindicatos y la aguda distancia entre representantes y representados. La desarticulación del trabajo y de la matriz estadocéntrica como dos nudos neurálgicos de la vida social conllevó un pasaje del mundo del trabajo al mundo del barrio como nuevo anclaje de identidades, de vínculos cotidianos y de redes territoriales. En esta línea, es interesante el contrapunto realizado por Svampa (2008) en relación a dos maneras disímiles de concebir “lo local” como instancia de acción e interacción: por un lado, el barrio como destinatario de políticas focalizadas y compensatorias – propias de la lógica neoliberal – en un sistema de distribución que articulaba la gestión política “profesional” con la militancia social barrial de carácter asistencial y clientelar asociada a las necesidades básicas; por otro lado, la potencialidad del barrio como espacio de creación de un nuevo ethos militante atravesado por la politización de lo social y la acción colectiva autónoma y de cariz asambleario que daría lugar a los movimientos populares urbanos. En este escenario, se gestaron formas de organización y participación

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populares novedosas, dentro de las que se destacaron los movimientos piqueteros o movimientos de trabajadores desocupados, tensionando a la política desde una politización de lo social. El MPLD surgió, entonces, como una organización de impronta piquetera pero en el territorio particular de la CABA, debiendo adaptar los “cortes de ruta” realizados en el interior del país y el Conurbano bonaerense27 a la realidad urbana. En esa traducción de prácticas de otros contextos a la CABA se llevaron adelante escraches de casas de funcionarios, acampes frente a la Legislatura, cortes de calles y “piquetes” a supermercados. Es interesante destacar que, en este momento histórico, el MPLD se denominaba Casa del Pueblo. Justamente una de las especificidades de esta Organización es la mutación de sus denominaciones desde sus orígenes hasta nuestros días a partir de sus múltiples nombres, y la correspondencia de los cambios de nominación con las modificaciones organizativas internas y con las mutaciones en la coyuntura política, social y económica a nivel nacional y local. Si tomamos como referencia los nombres de la Organización, es posible demarcar cuatro momentos en su historia28: una primera etapa como Agrupación (y posteriormente Movimiento) Casa del Pueblo que va desde 1998 hasta 2001; un segundo momento como MTR-Regional Capital que comprende del año 2001 al 2003; una tercera etapa bajo la denominación de MTR-La Dignidad desde

27 Las primeras apariciones en escena de los movimientos de desocupados fueron las puebladas ocurridas en las localidades de Cutral Có y Plaza Huincul en la provincia de Neuquén (1996-1997) y en General Mosconi y Tartagal en la provincia de Salta (1997-1998) – cuyo antecedente se remonta al estallido social de Santiago del Estero en 1993 – como respuesta a los cierres posteriores a la privatización de la empresa Yacimientos Petrolíferos Fiscales (YPF). Más tarde, estas acciones se extendieron al Conurbano Bonaerense comenzando por el Partido de la Matanza y la zona sur del Gran Buenos Aires. 28 El relato de la historia del MPLD constituye una reconstrucción basada en entrevistas realizadas a referentes históricos de la Organización, a los cuadernillos del espacio de Formación política y a la nota “2001: Calle Tomada” del número 4 de la revista Nuestra Voz.

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el año 2003 hasta el 2010; y, finalmente, la etapa actual como Movimiento Popular La Dignidad. En todo caso, estos momentos marcan el derrotero de una agrupación de jóvenes militantes a su conformación como un movimiento de desocupados y de allí a la constitución de un movimiento popular multisectorial. La Agrupación Casa del Pueblo nace en el año 1998 en los barrios de Villa Crespo y Palermo a partir de un proceso de construcción barrial con las casas ocupadas de la zona, nucleado en torno a un merendero, un espacio de apoyo escolar, una biblioteca y reuniones con los jóvenes del barrio. A este proceso le siguió la recuperación de un patio barrial municipal en desuso y la puesta en marcha de una colonia para niños y niñas del barrio. A medida que la crisis se profundizaba, la asamblea con los padres y madres de la colonia comenzaba a mostrar la fuerza de otras demandas del barrio: la vuelta al trabajo, la comida y la vivienda. Así, se organizó a finales del año 1999 la primera movilización a la Jefatura de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires con la entrega de un petitorio y la instalación de la lucha y la acción directa como metodología de obtención de recursos. De allí en adelante, el ahora Movimiento Casa del Pueblo fue parte de la gestación del movimiento piquetero en la CABA. Los albores de la crisis del 2001 y los sucesivos planes de lucha previos y posteriores a la misma encuentran al Movimiento Casa del Pueblo dentro de la estructura de una de las organizaciones de mayor envergadura de aquél entonces con carácter nacional y en proceso de expansión a partir de la incorporación de pequeñas organizaciones: el MTR29. Dentro de esa 29 Los antecedentes del MTR se remontan a mediados de 1996 en el distrito de Florencio Varela cuando se comenzaba a gestar un movimiento que agrupaba desocupados y que realizaba una serie de movilizaciones bajo el nombre de MTD. Luego del asesinato de Teresa Rodríguez en los cortes de Cutral Có, el 12 de abril de 1997, el MTD adoptó el nombre MTD-Teresa Rodríguez, que luego pasó a llamarse MTR. Siendo su epicentro en Florencio Varela, el MTR articuló desde sus orígenes con distintas experiencias territoriales, básica-

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estructura nacional, el Movimiento Casa del Pueblo fue parte del MTRRegional Capital. El acercamiento entre ambas organizaciones se debió a la concepción marxista común, a la convergencia en las tradiciones de lucha, a una caracterización compartida sobre el momento histórico y a criterios similares de organización. El pasaje de Movimiento Casa del Pueblo a MTR acentúa su impronta piquetera: el proceso identitario que produce llevar el nombre de una compañera asesinada por la represión en el corte de ruta de Cutral Có; la profundización en la adopción de las demandas y los repertorios del movimiento piquetero bajo las consignas de “Trabajo, Dignidad y Cambio Social”; y la construcción política en los barrios tensionada por las necesidades más inmediatas, antes que por cuestiones ideológico-políticas. En este marco, la Organización participa activamente de la insurrección de masas que implicó diciembre de 2001 y los meses posteriores. A partir de junio de 2002 y tomando como hito el asesinato de Darío Santillán y Maximiliano Kosteki en el Puente Pueyrredón, los movimientos piqueteros más duros en su posición respecto al gobierno – en el sentido de no dialoguistas – se replegaron hacia la construcción territorial en los barrios en un marco de represión estatal y de falta de legitimación en aumento del piquete por parte de la sociedad. Este proceso de repliegue se agudizará con la asunción de Néstor Kirchner: la instalación en la sociedad del discurso de la “vuelta a la normalidad”, la recomposición del régimen político, el giro notable en el ciclo económico y la articulación estatal de un conjunto de demandas que habían sido lanzadas al espacio de lo público durante la crisis del 2001 en torno al nuevo proyecto nacional y popular. Este cambio de coyuntura nacional marcó también el inicio de una nueva

mente de Mar del Plata, Hurlingham y San Francisco Solano.

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etapa del MPLD sellada por su alejamiento de la estructura nacional del MTR debido a la agudización de una serie de diferencias en las formas de construcción política, en las tradiciones y en las posturas políticoestratégicas entre las distintas organizaciones que lo componían. No obstante, la etapa del MTR será referenciada como clave en la importancia adjudicada a las tareas formativas como instancias de retroalimentación de las prácticas políticas y garantes de la reproducción cultural del movimiento. El MTR-La Dignidad retornó al trabajo en su territorio de origen – los barrios de la CABA – y repensó su estrategia política en un nuevo marco contextual y organizativo. En este movimiento de repliegue en los barrios se comenzó a realizar un trabajo más profundo de construcción de poder popular a partir de la gestación y prefiguración30 de un conjunto de instituciones autónomas del Estado: jardines comunitarios, bachilleratos populares, espacios culturales, cooperativas de trabajo, centros de salud comunitaria y medios de comunicación alternativos. Esta política de prefiguración implicó una rearticulación de los vínculos entre lo social y lo político. De una política en los barrios que giraba básicamente en torno a las necesidades materiales, tal como se había dado en el período anterior e inmediatamente posterior a la crisis del 2001, al salto de lo social a lo político que implicaba que todos los espacios gestados en el MPLD debían estar al servicio de un proyecto de transformación social más amplio – de allí su carácter político – sin derivar de ello la necesidad de convertirse en un partido político. De esta manera, la cuestión de las necesidades materiales se colocaba en una perspectiva más global o

30 El concepto de prefiguración o espacios prefigurativos forma parte del vocabulario interno al MPLD compartido con otros movimientos populares de matriz autonomista. El origen del término responde al aparato conceptual de Antonio Gramsci y busca dar cuenta un conjunto de prácticas que, en el momento presente, anticiparían los gérmenes de la sociedad futura sin necesidad de esperar al momento posterior a la revolución socialista.

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integral. La profundización de este proceso de construcción integral en los territorios derivó en un último cambio en la estructura organizativa que fue plasmado en el pasaje de la denominación MTR-La Dignidad a MPLD en el año 2010. No es casual que en la nueva denominación aparezca la concepción de movimiento popular. Allí se juegan ciertos desplazamientos político-ideológicos pero también de composición social que lo alejan – en parte – de la identidad piquetera de origen en pos de pensarse como una organización multisectorial: una complejización de las demandas para abarcar distintos frentes de lucha que van desde la educación, la salud y el género a lo productivo, sindical y estudiantil; un reconocimiento de la heterogeneidad de la base social que excede a los trabajadores desocupados para incorporar también a trabajadores ocupados y estudiantes; un descentramiento de la figura del piquete como repertorio único de protesta y el establecimiento de estrategias que lo incluyen y desbordan; un uso menos cotidiano – y más estratégico – de la irrupción en el espacio público dado que el trabajo diario y cotidiano se localiza en los barrios, en los espacios construidos en los distintos territorios; y una relación de confrontación y negociación con el Estado que no se agota en sí misma sino que está en relación a la prefiguración de una institucionalidad paralela a la estatal. Por lo tanto, en el MPLD conviven la impronta piquetera de origen, la disputa política en el frente estudiantil, sindical y villero, y la apuesta por la construcción de poder popular en los barrios. Justamente, la construcción de poder popular “aquí y ahora” sintetiza el horizonte político de la Organización. No obstante, la traducción de esta consigna en prácticas políticas concretas no adquiere el formato de un retiro del plano macrosocial para circunscribirse a una creación prefigurativa sólo a pequeña escala, como podría sostener un autonomismo de

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corte posmoderno. La institucionalidad alternativa se combina con la transformación de lo instituido y la búsqueda del cambio social a partir de la incidencia en las políticas públicas estatales, la disputa en las elecciones de los frentes estudiantil, sindical y villero y la realización de acciones directas31 para “arrancar” recursos estatales (subsidios, leyes, políticas públicas) para el mejoramiento de las condiciones de vida de los barrios. A modo de ejemplo, a la construcción de una educación popular, participativa y contrahegemónica en el marco de los espacios prefigurativos del MPLD le es concomitante la pugna por la democratización de la educación pública estatal que involucra a un conjunto mayor de organizaciones, movimientos y colectivos. A modo de síntesis, las principales consignas que articulan el discurso común en el marco del MPLD pueden resumirse como la construcción de poder popular, la prefiguración, la integralidad y el cambio social. De este modo, el poder popular es construido a partir de espacios prefigurativos que responden a múltiples dimensiones de la vida social; pero no al modo de una colección de espacios dispersos y fragmentados sino con una fuerte noción de integralidad (o totalidad32) que habilite la articulación entre los mismos en base a los fundamentos político-ideológicos compartidos y la tracción conjunta – más allá de la especificidad de cada espacio – hacia

31 Durante el transcurso de este año 2014, la Corriente Villera Independiente en articulación con el MPLD realizó una acción directa con amplia repercusión mediática: la instalación de la Carpa Villera en el Obelisco en reclamo al gobierno de la Ciudad de Buenos Aires por la declaración de la emergencia habitacional, socioambiental, sociosanitaria y socioeducativa en las villas; la urbanización con radicación; laauditoría de las cooperativas y empresas que trabajan en los barrios; la regulación de alquileres y subsidios habitacionales, y la no criminalización de la pobreza. 32 Integralidad es otro concepto propio del vocabulario de la Organización, también compartido con otros movimientos de corte autonomista. La idea de integralidad apunta a la totalidad que debe conformar un movimiento más allá de la especificidad concreta de cada uno de sus espacios y de la ubicación geográfica. Es decir, la integralidad invita a trascender el contenido y el territorio particular del espacio prefigurativo de pertenencia.

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un mismo norte político de cambio social y de revolución socialista.

Movimiento formativo y formación en movimiento La preocupación teórica por la relación entre educación y política en el contexto de los movimientos populares urbanos no es nueva en el campo académico. No obstante – tal como sostiene Zibechi (2008) – la novedad reside en la fuerza que esta cuestión está cobrando no sólo como área de estudio académica sino también como preocupación genuina de los actores sociales en busca del fortalecimiento de sus prácticas políticas. En cuanto a este último aspecto, es posible identificar un amplio conjunto de repertorios de propuestas y prácticas educativas específicas desarrolladas por movimientos populares que evidencian una clara impronta política. En estos casos, en las imbricaciones entre educación y política se juegan demandas de derechos ciudadanos, alternativas pedagógicas a la escuela tradicional, construcción de sujetos políticos y de identidad así como nuevas formas de pensar la política. En el caso del MPLD, desde sus orígenes como Agrupación Casa del Pueblo, se planteó explícitamente en su ideario y en sus objetivos la cuestión de “lo formativo” en un sentido amplio: la educación popular fue asumida como método y como forma de construcción política que atravesaba transversalmente a las prácticas político-pedagógicas de la Organización. Es decir, el MPLD se pensó – y se sigue pensando – a sí mismo y a sus distintos espacios prefigurativos como espaciosmomentos formativos dado que en las prácticas políticas militantes (las asambleas, la lucha en las calles y el trabajo en las cooperativas, entre otros) se producen aprendizajes, se socializan saberes y se gestan nuevas relaciones sociales. - 148 -

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A este sentido amplio de formación le corresponde otro más estricto asociado a la creación de talleres específicos con un objetivo formativo más explícito, pero con grados disímiles de institucionalización. Estos talleres recorren toda la historia del MPLD y aquí también la educación popular es entendida como el espíritu y el método que los guía. En la actualidad, es posible identificar un complejo conjunto de espaciosmomentos formativos33. Por un lado, instancias más “escolares” en términos de las características del dispositivo pedagógico adoptado y de la disputa por la acreditación y el reconocimiento estatal como jardines comunitarios populares, bachilleratos populares y primarias populares. No obstante, estos tres espacios poseen relaciones divergentes con el Estado en cuanto a recepción de financiamiento y de títulos oficiales; y trabajan con diferentes sujetos de la educación (niños y niñas, jóvenes y adultos respectivamente). Por otro lado, se encuentra una cantidad notable de talleres que asumen intencionalmente la tarea formativa en la especificidad que les compete. En esta categoría, se destacan la formación de promotores en los centros comunitarios de salud, los talleres culturales en los barrios, los talleres de género, los talleres de derechos humanos, los encuentros de formación del espacio de la televisión y de la radio, etc. Dentro de estos espacios-momentos explícitamente formativos también se halla la propuesta de formación política, objeto privilegiado de nuestro proyecto UBACYT, que posee la particularidad de ser una instancia de formación que no responde directamente a un espacio prefigurativo ya constituido del MPLD – a diferencia de los casos de talleres arriba mencionados – sino que adquiere constitutivamente una visión integral de la Organización.

33 Para la descripción de espacios-momentos formativos en movimientos populares se sigue la triple caracterización de Michi, Di Matteo y Vila (2012) quienes los dividen en: escuelas gestadas y conducidas por movimientos, espacios-momentos intencionalmente formativos y espacios-momentos que también son formativos. Estos últimos implican que la totalidad de las instancias de un movimiento popular revisten carácter formativo, aunque sus objetivos no asuman esta tarea explícitamente.

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Cabe destacar que la génesis de cada uno de estos espacios-momentos formativos es particular en términos de su contexto de origen – en el que fueron pensados y llevados adelante – así como de la preeminencia circunstancial de unos sobre otros en relación al tipo de prácticas políticas imperantes en un momento histórico determinado y a las necesidades más o menos acuciantes de reproducción cultural y política de la Organización. En base a este supuesto de trabajo y a modo de historización posible de los espacios-momentos de formación, se puede sostener que en la etapa del MPLD imbricada con su impronta piquetera fundacional – y con determinadas prácticas políticas que requerían la presencia de la militancia en las calles – la apuesta era formarse “en la calle” debido a las dificultades de llevar adelante instancias de formación más sistemáticas e institucionalizadas que implicaran un retirarse a favor de un tiempo de reflexión exclusivo que tuviera como objeto las prácticas políticas. Del mismo modo, con la “normalización” del sistema político y económico a nivel nacional a partir del año 2003, la resolución – siempre parcial – del imperativo de la necesidad y el alejamiento de la lógica más piquetera en pos de la búsqueda de la prefiguración en los barrios, se inauguran los espacios-momentos de formación más sistemáticos, expresados en la multiplicación de talleres y en la creación de las instancias más “escolares” del MPLD34. Ahora bien, esta breve aproximación histórica no debe invisibilizar la continuidad de la formación en sentido amplio y estricto en todo el derrotero de existencia del MPLD. Aún en los momentos más álgidos de

34 En este sentido, es interesante retomar el caso de la creación del primer Jardín Comunitario – “el Jardín de Teresa” en Chacarita – en el año 2003 en tanto síntoma de la transición que estaba ocurriendo no sólo a nivel organizativo sino también en términos de formación. Si bien su gestación implicaba en ciernes la decisión de incorporar problemáticas que superaran las necesidades más inmediatas como la educación, al mismo tiempo se encontraba asociada a la demanda de las militantes mujeres que necesitaban una guardería donde dejar a sus hijos e hijas para estar en la “calle”.

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la disputa contra el neoliberalismo y de la agudización de la necesidad basada en la crisis económica y social, la formación estaba presente. A diferencia de las lecturas que pudieran sostener que en la etapa del imperativo de la necesidad no existía formación, aludiendo a un cierto carácter pre-político de la necesidad, aquí se postula que las condiciones concretas de producción y reproducción de la vida actuaron como catalizadoras de la organización política y este proceso requería de fuertes procesos de aprendizaje político, de una pedagogización de la política que considerara a la acción política como espacio privilegiado de aprendizaje. La participación activa en la resolución de una carencia potenciaba así la identidad de la Organización en construcción y permitía proyectarse más allá de la demanda puntual.

El espacio de formación política de militantes de base del MPLD Los espacios de formación política revisten especial importancia para los movimientos populares en general dado que estas propuestas contribuyen a la reproducción cultural de las organizaciones y retroalimentan sus prácticas políticas cotidianas. En el caso del MPLD, la primera experiencia de formación política de militantes de base – en la etapa que se abrió a partir del año 2010 – tuvo lugar durante los meses de noviembre y diciembre del 201235. A esa experiencia se accedió a partir de contactos previos con el Movimiento y, en ese marco, se realizó un trabajo de campo con

35 Cabe señalar que corresponde al primer espacio de Formación política desde la adopción del nombre Movimiento Popular La Dignidad en el año 2010. Es posible encontrar un antecedente de dicho espacio en etapas previas de la Organización, específicamente en sus orígenes como Agrupación Casa del Pueblo.

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reiteradas estancias en terreno que combinó la observación participante con un conjunto de entrevistas en profundidad a los participantes del espacio y el análisis de documentos producidos por la Organización. La caracterización de esta instancia como de formación política de “militantes de base” se refiere especialmente a los destinatarios de la misma dada su pertenencia a las cuadrillas de trabajo36 del MPLD en los distintos barrios de la CABA. Específicamente, participaron uno o dos integrantes elegidos por la asamblea de cada cuadrilla – en función de su tamaño – sumando un total de cerca de treinta asistentes. Los criterios de selección en las cuadrillas de trabajo no fueron homogéneos: apelando al azar de un sorteo como lo hizo una cuadrilla del Bajo Flores, consensuando respecto a quiénes tenían más ganas de aprender o quiénes tenían más tiempo libre como se planteó en otras cuadrillas, aplicando un criterio de rotación como en una cuadrilla de Retiro. Esta modalidad de conformación del espacio generó un grupo heterogéneo no sólo por la disímil inserción territorial de sus integrantes sino principalmente en relación a sus trayectorias de militancia – referentes históricos de base junto a otros integrantes recientes del MPLD – así como a sus trayectorias formativas previas en el sistema educativo formal, en talleres organizados por los distintos espacios prefigurativos y en dispositivos pedagógicos más “escolares” como bachilleratos populares y/o primarias populares. Por su parte, la coordinación de la formación política fue asumida por tres compañeras mujeres de la Organización de extracción universitaria quienes planificaron la propuesta en términos de contenidos, dinámicas y tiempos, confeccionaron los materiales de apoyo con el formato de cuadernillos y llevaron adelante las tres semanas de formación.

36 La cuadrilla de trabajo es el término utilizado por la Organización para referirse a las unidades mínimas de organización de sus cooperativas que contienen un número variable de personas. La cantidad de cuadrillas por barrio depende de la inserción del MPLD en el mismo y de la cantidad de militantes.

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Si en un amplio conjunto de experiencias de formación política de movimientos populares urbanos, la garantía de la continuidad de la propuesta se asienta en la figura del “retiro” o del “campamento” como ruptura con la cotidianeidad, aquí la modalidad adoptada consistió en hacer coincidir el horario de trabajo de las cuadrillas con el horario de la formación política, asumiendo el mismo grado de obligatoriedad. El compromiso de los participantes consistía en asistir a los encuentros para luego poder replicar lo aprendido al interior de sus cuadrillas de trabajo de manera de multiplicar la formación. A diferencia de los talleres como espacios-momentos formativos de mayor grado de especificidad asociados a determinados espacios prefigurativos, la formación política se abocó más bien a la comprensión de una mirada global e integradora del MPLD, de sus fundamentos político-ideológicos y de la multiplicidad de espacios que lo conforman. Esta apuesta fue el resultado de la identificación al interior de la Organización de la necesidad de profundizar ciertos debates relacionados con las formas de pensar la construcción política en instancias asamblearias y de plenarios. Esto último requería romper barreras de “exclusión formativa” – no resueltas con la formación en sentido amplio ni con los talleres de la formación en sentido estricto – para que todos los integrantes del MPLD pudieran participar activamente de dichos debates y entender la terminología empleada en los mismos. Caracterización del dispositivo pedagógico de formación política A continuación, se analizan los materiales de apoyo de la formación política observada con el formato de cuadernillos realizados por la coordinación, retomando la conceptualización teórica de Gabriel Kaplun (2002) que invita a discriminar tres dimensiones de cualquier material

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educativo: conceptual, pedagógica y comunicacional. Dimensiones que se escinden con un criterio lógico-argumental, pero que se encuentran mutuamente imbricadas al momento de la puesta en práctica de dichos materiales. Esta mirada sobre los cuadernillos se complementa con los registros del trabajo de campo de modo de acceder globalmente al dispositivo pedagógico implementado que no se agota en el análisis de los materiales de apoyo. En cuanto al eje conceptual, los contenidos fueron organizados temáticamente en función de las semanas de formación en un movimiento que fue de lo general a lo particular. La primera semana versó sobre una presentación general de un conjunto de saberes teóricos introductorios: una problematización de la historia – tensionando la historia oficial con otras historias posibles – un abordaje de las categorías centrales del marxismo y la violencia como su rasgo constitutivo y fundante, y un trabajo con el entrecruzamiento de opresiones y subalternidades donde se combinaron el colonialismo, el patriarcalismo y el capitalismo como fenómenos imbricados. La segunda semana apuntó a conceptos que el MPLD utiliza cotidianamente para definirse a sí mismo y a sus prácticas políticas y que los diferencian tanto de los partidos de izquierda tradicionales como de las lógicas punteriles de los barrios: poder, revolución, autonomía, Estado, hegemonía, poder popular, horizontalidad y multiplicidad. Se puede sostener que en estos conceptos residen las ideas fuerza de la formación política, especialmente en las nociones de poder popular, autonomía y cambio social. Estos contenidos se presentaron a partir de una perspectiva histórica que reponía un recorrido posible por las revoluciones del siglo XX: desde la Revolución Rusa de Lenin y Trotsky y el Bienio Rojo de la Italia de Gramsci hasta la América Latina revolucionada de las décadas del sesenta y setenta pasando por las experiencias latinoamericanas más recientes (el movimiento piquetero, el MST de Brasil, el zapatismo y los casos de Venezuela y Bolivia). En la última semana se caracterizaron los

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distintos espacios que conforman el MPLD y se abocaron a la socialización de un conjunto de saberes práctico-organizativos (la organización de una asamblea, los significados de ser militante, el cuidado contra la conformación de camarillas, etc.). Para la exposición de estos vastos contenidos se acudió a un conjunto de fuentes propias de una tradición marxista revisitada con anclaje latinoamericano, a los fundamentos político-ideológicos del MPLD y al uso de textos literarios. Dentro del primer tipo de fuentes, se destacaron el corpus teórico marxista de la mano de Vladimir Lenin, León Trotsky, Rosa Luxemburgo, Antonio Gramsci, Che Guevara, Louis Althusser y Terry Eagleton; autores que responden a una tradición marxista latinoamericana como Frantz Fanon, José Carlos Mariátegui, Roberto Santucho y Salvador Allende; y, finalmente, autores contemporáneos afines a la Organización como Hernán Ouviña, Ezequiel Adamovsky, Claudia Korol, Isabel Rauber, Mabel Thwaites Rey, etc. Como se desprende de los contenidos esbozados, el trabajo sobre la coyuntura como contenido no fue privilegiado en los cuadernillos de formación ni tampoco tuvo un rol protagónico en el transcurso de las tres semanas de formación. En todo caso, se pretendió brindar un conjunto de aportes teóricos que aportaran elementos a los militantes de base destinatarios de la formación para una interpretación autónoma de la realidad de allí en adelante. De lo anterior no se desprende una negación de la coyuntura sino más bien un uso relacionado con la ejemplificación o la bajada de contenidos teóricos que revisten un carácter más general y poseen una caducidad menos inmediata. Respecto al eje pedagógico, los objetivos que traccionaron la conformación del dispositivo pedagógico de formación política que se desprenden de las entrevistas y las conversaciones informales con la coordinación así

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como del cuadernillo N. 1 “Geografías colonizadas, miremos el mundo con nuestros ojos” fueron: la socialización de un conjunto de saberes teóricos y de saberes prácticos asociados a la práctica militante, el aumento de la participación de todos los integrantes en las asambleas y plenarios para favorecer la discusión y “nivelar” la militancia, la mejora de la militancia territorial en los barrios a partir de la capacidad de interpretar críticamente la realidad y la contribución a una mirada integral que trascendiera el “barrio” o el espacio específico de militancia. Es interesante señalar la imbricación entre poder y educación presente en estos objetivos dado que competen a metas formativas pero, en igual sentido, remiten inmediatamente a la intencionalidad política que los guía, a la experiencia práctica de la vida cotidiana y de la militancia. La consecución de estos objetivos fue pensada a partir de la puesta en práctica de una metodología de trabajo inscripta en la educación popular. La intención de las coordinadoras en este plano – pero enunciada en un nosotros inclusivo que comprende a la totalidad del MPLD – puede ser esbozada citando la presentación de los cuadernillos: “Buscamos crear una metodología participativa, critica, que estimule la investigación y el debate de las ideas, desafiando a los y las militantes a confrontarla y a argumentar sus propios puntos de vista, mediante la fundamentación teórica. Para lograr esto utilizaremos: la lectura en pequeños grupos, pensada como una forma de incorporar el hábito de la misma y de aproximarse de manera colectiva a los conocimientos; trabajos en pequeños subgrupos donde se favorece la discusión, reflexión y síntesis; e intervenciones teóricas orales que sirven como disparadores para nuevas construcciones de conocimiento” (Cuadernillo N.1, 2012: 4).

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Las dinámicas elegidas para abordar el amplio conjunto de contenidos fueron múltiples: se alternaron el trabajo en grupos pequeños con los momentos de apertura, puesta en común y cierre en plenario; los momentos de lectura con los momentos de producción escrita – individual y colectiva – a partir de disparadores (imágenes, palabras, textos) las proyecciones de películas y videos con las teatralizaciones y las clases magistrales de invitados especialistas. Una tensión que atravesó el espacio de formación política fue la compleja articulación entre una gran cantidad de contenidos “duros” para trabajar en un plazo limitado de tiempo – tres semanas de formación – y la adopción de una modalidad de dinámicas enmarcadas en la educación popular. En base a los objetivos y la metodología, es posible identificar a grandes rasgos tres derroteros pedagógicos centrales. Un primer derrotero asumió la puesta en tensión de los conceptos de teoría y práctica en distintos niveles: por un lado, el diálogo constante en los cuadernillos entre la introducción de textos de “expertos” y referentes en el área y la vida cotidiana de los militantes; por otro lado, los planteos respecto a cuáles son los espacios donde tiene lugar el aprendizaje político dado que, si bien se asume el carácter formativo de la militancia, al mismo tiempo se plantea la necesidad de una formación política en sentido estricto que sistematice y dé forma a lo aprendido en la práctica. A diferencia del anterior, el segundo derrotero no buscó tensionar sino más bien realizar una comparación histórica entre la actualidad del MPLD y un conjunto de otras experiencias de modo de construir y visibilizar la continuidad de la lucha. Esto implica tanto un cuestionamiento a la historia oficial – una historia que se cuenta primordialmente en el dispositivo pedagógico escolar formal - en pos de la construcción de otra historia con otro punto de partida; así como una selección de ciertos procesos de lucha por el cambio social de los cuales se conforman como

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herederos, pero al mismo tiempo se convierten en lecciones abiertas para el aprendizaje. Un último derrotero – que contiene a los otros dos – generó la construcción de una idea de totalidad que permitiera el alejamiento de visiones parceladas y compartimentadas de los fenómenos que inciden en la realidad social (por ejemplo, denunciando la imbricación entre colonialismo, capitalismo y patriarcalismo) y de las luchas anticoloniales, anticapitalistas y antipatriarcales. Esta idea de totalidad también se intentó llevar a la propia institucionalidad prefigurativa del MPLD de modo de cuestionar el aislamiento de ciertos espacios respecto al Movimiento en su conjunto al centrarse en sus problemas puntuales (por ejemplo, la comida en los comedores). Este derrotero pedagógico-político en sus dos sentidos – respecto a la vida social y a la vida de la Organización – es denominado por los materiales de apoyo a la formación como integralidad. En lo referido al eje comunicacional, las formas de interpelación a los destinatarios fueron múltiples. Probablemente, sea en este eje – más que en el conceptual – donde se observan mayores mediaciones entre la matriz ilustrada de los saberes teóricos de los cuadernillos y el repertorio cultural y el universo vocabular de los destinatarios. En este sentido, los cuadernillos apelaron a múltiples registros escritos que lograran combinar un denso corpus teórico-académico marxista, entrevistas a teóricos y a militantes, discursos y documentos de otras organizaciones políticas, poemas de autores latinoamericanos, dibujos e historietas; y, finalmente, un conjunto de textos propios como los fundamentos político-ideológicos y textos producidos por distintos espacios del MPLD. A esta diversidad de fuentes se sumaron ciertos recursos propios del manual escolar como el uso de negritas y recuadros para resaltar las ideas centrales, secciones con preguntas y con resúmenes, metáforas de la vida cotidiana y dibujos/ historietas para ilustrar o “bajar” los conceptos teóricos. No obstante,

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un elemento que distanciaba a estos cuadernillos de los manuales fue la apelación al uso de un “nosotros” inclusivo – y no del impersonal de una historia objetiva – como lugar de enunciación de los mismos. La voz del nosotros asumía la tarea en el discurso escrito de presentar los textos académicos, jerarquizar las ideas principales en las instancias de resúmenes y brindar ejemplos prácticos para facilitar la comprensión. A nivel iconográfico, los materiales estaban impregnados de una estética que incluía una simbología atravesada por lo latinoamericano (la América Invertida de Joaquín Torre García, la iconografía zapatista) y lo marxista (el puño izquierdo en alto, imágenes del Che), pero también un conjunto de símbolos, logos, banderas y colores propios de la Organización y de sus diferentes espacios prefigurativos. Asimismo, las últimas páginas de los cuadernillos fueron destinadas a la transcripción de un cancionero popular que recogió las principales canciones que forman parte de la mística del MPLD en sus prácticas políticas cotidianas. En complementación con la observación participante, es interesante señalar que estas canciones no fueron utilizadas en el marco de la formación política ni se registraron instancias de mística que apelaran a la sensibilidad de los participantes.

Reflexiones finales A lo largo de este capítulo, nos propusimos dar cuenta de la propuesta de formación política del MPLD a partir de una caracterización histórica que recuperara sus continuidades y sus desplazamientos en términos de consignas, de prácticas políticas y de composición social de su militancia, colocándolo en la tradición compleja de movimientos de matriz políticoideológica autonomista. Retomando la hipótesis de partida de nuestro

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proyecto respecto a que las propuestas de formación política se caracterizan por la selección y el privilegio de unos saberes y perspectivas que varían según la matriz político-ideológica del movimiento, se avanzó con una descripción del dispositivo pedagógico de formación política en términos de los ejes conceptual, pedagógico y comunicacional y de las contribuciones del mismo a la reproducción política y cultural del movimiento en su conjunto. Algunos elementos que se encontraron en la sistematización del trabajo de campo remiten a la inscripción autonomista de la propuesta de formación política del MPLD y permiten una directa puesta en vinculación con el caso del Frente Popular Darío Santillán, abordado en otro capítulo. Entre dichos elementos, cabe destacar la mención a los episodios del 2001 como punto de inflexión y mito de origen; la forma de pensar el problema del cambio social a partir de la construcción de una nueva conciencia, una nueva ética y una nueva cultura; la formación teórica – con escasas referencias en los materiales de apoyo a la coyuntura – para la utilización “autónoma” y creativa de las herramientas y categorías de análisis; el alejamiento del movimiento trabajador como único sujeto político del cambio social para postular un sujeto plural o múltiple en correlación con el carácter multisectorial del movimiento; y la concepción de Estado como una entidad compleja y relacional – Estado de clase al que también se le arrancan recursos – con la cual se mantienen vínculos de negociación y confrontación. Finalmente, es importante destacar la importancia del libro del cual este capítulo es parte. Por un lado, debido a la escasez de producción académica referida a los espacios de formación política, particularmente en el caso de movimientos populares urbanos; por otro lado, desplazándonos de la formación política como objeto de estudio a la formación política como propuesta político-pedagógica de actores sociales, dada la centralidad que los movimientos le adjudican a estas propuestas en tanto asumen

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explícitamente que allí se juega la reproducción cultural y la profundización de las prácticas políticas cotidianas. _

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aproximación a la teoría y práctica de la educación futura”. En Hillert, F., Ouviña, H., Rigal, L. y Suárez, D. Gramsci y la educación: pedagogía de la praxis y políticas culturales en América Latina, Buenos Aires: Noveduc. RETAMOZO, M. (2009) “Lo político y la política: los sujetos políticos, conformación y disputa por el orden social”. Revista Mexicana de Ciencias Políticas y Sociales. 206, 69-91. SVAMPA, M. (2008) Cambio de época: movimientos sociales y poder político. Buenos Aires: Siglo XXI – CLACSO. ZIBECHI, R. (2008) Dibujando fuera de los márgenes: los movimientos sociales en la transformación sociopolítica en América Latina. Buenos Aires: La Crujía.

Materiales consultados 

Cuadernillos de Formación política. 2012.



Dibujando el futuro. Bachilleratos Populares del MPLD. 2013.



Documental del Movimiento Popular La Dignidad. 2012.



Educación popular y disputa hegemónica por Hernán Ouviña. Cuadernos de educación Popular. Movimiento Popular La Dignidad. 2012.



Fundamentos político-ideológicos del Movimiento Popular La Dignidad. 2012.

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Jardines Comunitarios Populares. Prefigurando un proyecto político popular, comunitario y transformador de las relaciones sociales. Movimiento Popular La Dignidad. 2012.



Primaria Popular de adultos. Proyecto político-pedagógico. 2012.



Reinventar la educación pública, autogestionar la educación popular. Diálogo de experiencias desde Bolivia y Chile. Cuadernos de Educación Popular, Movimiento Popular La Dignidad. 2013.



Revista Nuestra Voz. Números 1 al 10. 2011, 2012, 2013 y 2014.

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Daniela Bruno

Introducción Los “piqueteros” (o los movimientos de trabajadores desocupados) surgen en nuestro país en un contexto de empobrecimiento, vulnerabilidad y exclusión social generados por la implementación de una serie de reformas orientadas a la eliminación del déficit fiscal, la desregulación de los mercados y la privatización de las empresas públicas durante el menemismo. Estas reformas estructurales van a generar un inédito proceso de descolectivización (Svampa y Pereyra, 2003: 14) seguido de un desacople entre beligerancia social y sistema político que descorporatizó la protesta social (GEPSAC, 2006: 62). El surgimiento en este contexto del denominado “movimiento piquetero” no reenvía a un único proceso sino a la convergencia de bases y trayectorias sociales heterogéneas y debe ser comprendido estableciendo su doble filiación: la de los piquetes y puebladas de las provincias argentinas en la segunda mitad de los años noventa, y la de los asentamientos, marchas y ollas populares iniciados en los años ochenta en la Provincia de Buenos Aires. Este doble origen es lo que explica su riqueza y a la vez “anticipa algo de su fragmentación inevitable” (Svampa y Pereyra, 2003). Los desocupados del oeste y el sur bonaerense que hasta mediados

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de los noventa se habían recluido y organizado en los barrios en su faz más reivindicativa, abandonados por los sindicatos y con la estructura punteril peronista en plena expansión y sin competencias, a mediados de los noventa empiezan a cobrar notoriedad con sus marchas, sus ollas populares y luego, sus cortes de ruta bajo el influjo de los piquetes y puebladas en las provincias argentinas. Particularmente en lo que respecta a los grupos autónomos, la pueblada como horizonte insurreccional, será frecuentemente evocada y reivindicada como símbolo de la auto -organización. Según Svampa y Pereyra la fascinación de estos grupos por los episodios de 1996 y 1997 no tuvo que ver tanto con el levantamiento en sí, cuanto con la capacidad que se les reconoció a esas comunidades de desarrollo de marcos de autonomía frente al Estado y los poderes locales, o en otras palabras a “la construcción de un doble poder para algunos, y de contrapoder o poder popular para otros” (2003; 188). A pesar de la indiscutible heterogeneidad de las comisiones barriales que sin vínculos entre sÍ se habían ido desarrollando con el objetivo de agrupar a los trabajadores desocupados existentes entre mediados y fines de los años noventa, coincidimos con varios analistas (Svampa y Pereyra, 2003; Maneiro,2010 y Freytes Frey y Cross, 2004) en que fueron los repertorios de acción comunes – en particular la asamblea como modalidad decisoria y la adopción del corte de ruta como metodología generalizada de lucha – junto con la rápida institucionalización de una respuesta por parte del Estado – los planes sociales y particularmente el Plan Jefas y Jefes de Hogar1 – los factores que a inicios del nuevo siglo más favorecieron la

1 Es cierto que, de acuerdo con algunas estimaciones, los movimientos "piqueteros" han controlado apenas un 8% de tales planes5 (el resto estuvieron en manos de los municipios). No obstante, esta cuota significó para ellos un aumento considerable en los recursos disponibles para las actividades en los barrios y la organización política, dando lugar, durante el gobierno de Duhalde, a un mayor desarrollo de las organizaciones existentes y a la

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constitución en la escena política nacional de un movimiento piquetero2. No obstante, las divergencias entre las organizaciones en materia de estrategia política y/o concepciones ideológicas justificaron alineamientos políticos que fueron cristalizándose con mayor claridad hacia 2000 y 2001. Si bien no existen tipos puros ni taxonomías únicas a partir de las cuales se puedan distinguir los agrupamientos, acordamos con Svampa y Pereyra (2003) en que los clivajes políticos que recorrían el arco piquetero de aquel entonces permitían establecer dos alineamientos principales: una línea política más “institucionalizada” reunida en torno a las corrientes y centrales sindicales no oficialistas, donde se ubicaban la FTV y la CCC; y un segundo alineamiento agrupado en torno a partidos políticos y grupos autónomos de izquierda3.

aparición de otras nuevas. 2 Precisamente Freytes Frey y Cross sostienen que las políticas sociales desplegadas por el Estado ofrecieron recursos inmediatos para responder a las necesidades más urgentes de los desocupados y a la vez tuvieron un potencial movilizador que permitió a las organizaciones posicionarse en el escenario político. En efecto, si el objetivo de conseguir "planes sociales" funcionó inicialmente como incentivo para la participación en la lucha social de muchos desocupados y desocupadas, su obtención reforzó a las organizaciones, en la medida en que la incorporación permanente de nuevos miembros les permitió asumir nuevas tareas, extenderse a otros barrios -o incluso a otras regiones-, tejer nuevas articulaciones, todo lo cual implicó un aumento en su capacidad para legitimarse frente a los vecinos, a los miembros de la organización y al propio Estado. A su vez, para los desocupados, su involucramiento en las actividades comunitarias de los movimientos contribuyó a gestar sentimientos de pertenencia y nuevas vinculaciones. La participación en asambleas e instancias de formación política, por otra parte, les ayudó a resignificar su propia situación, al otorgarle una perspectiva social e histórica, y a afirmar su capacidad de resistir y transformar la realidad que padecían. Todo lo anterior contribuyó a aumentar la capacidad de movilización y, por lo tanto, de presión política para conseguir nuevos planes. Es preciso señalar, por otra parte, que este “circulo virtuoso” o proceso de "retroalimentación" alcanzó su mayor expresión con la implementación, en 2002, del programa " Plan Jefes y Jefas de Hogar”. 3 Esta clasificación será cuestionada por algunos militantes del FPDS que distinguen entre piqueteros de estructura – colocando bajo esta categoría a la FTV, la CCC y los agrupamientos vinculados con los partidos de izquierda tradicional - y los piqueteros autónomos que, aunque heterogéneos, coincidían en la no subordinación a ningún tipo de estructu-

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En este segundo alineamiento, la coincidencia fundamental no era respecto del programa político más amplio sino un acuerdo político de confrontación abierta con él. La tercera posición, minoritaria si la comparamos con las antedichas, “aparece encarnada por quienes reivindican el “no alineamiento” y el no involucramiento en la contienda electoral, y reclaman una manera de hacer política más centrada en el trabajo local y micro social” (Svampa y Pereyra, 2003: 57) En esta línea encontramos a los MTD Aníbal Verón, la UTD Mosconi y el MTD La Juanita en la Matanza. En lo que respecta a los MTD autónomos Svampa y Pereyra reconocen líneas internas que “van desde el autonomismo radical (Solano y Lanús) pasando por corrientes guevaristas (Varela) o variantes que proclaman la necesidad de construir “poder popular” vinculadas a una matriz populista revolucionaria (Alte. Brown). La línea más difundida es la que sostienen Solano y Lanús, cuya propuesta de índole comunitaria apunta a la creación de formas de sociabilidad alternativas a partir de la recreación de los lazos sociales destruidos tanto por la dictadura militar como por la política de desindustrialización masiva que venía azotando al país desde comienzos de los años noventa” (Svampa y Pereyra, 2003: 70). Dentro de esta concepción lo fundamental del trabajo reivindicativo y político a la vez, no pasa por la disputa asimétrica por el poder sino por la construcción lenta y paulatina de un contrapoder que encuentra

ra (Pacheco; 2010; 47). Por su parte Freytes y Cross (2004) reconocen en este escenario cuatro tradiciones políticas definidas en base con las líneas de continuidad históricas o la vinculación formal entre dichas organizaciones y otras experiencias políticas en tanto "organizaciones madre" y "experiencias antecedentes", y por el otro lado, la forma en la que las organizaciones examinadas significan su acción política en relación a concepciones ideológicas que exceden su práctica y que derivan básicamente de cuatro vertientes: el imaginario asociado al modelo nacional–popular, los partidos trotskistas argentinos, el sindicalismo revolucionario y las nuevas vertientes teóricas de la izquierda académica.

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inspiración tanto en la experiencia del EZLN y el MST, y el pensamiento de intelectuales como Toni Negri (Hardt, 1994 y Negri, 2002) y John Holloway (2002). No obstante estos posicionamientos, estos MTD van a coordinar acciones con el segundo alineamiento agrupado en torno a partidos políticos y grupos autónomos de izquierda.

La Coordinadora Sur, la CTD Aníbal Verón y “La Verón”. La formación en las organizaciones antecesoras del FPDS. A mediados de 2001, encontramos una primera y breve experiencia de coordinación entre organizaciones autónomas: la Coordinadora Sur, antecedente inmediato de la posterior formación de la Coordinadora Aníbal Verón aunque circunscrita a la zona sur de AMBA y a la que por razones de extensión no aludiremos en este trabajo. La Coordinadora de Trabajadores Desocupados Aníbal Verón (CTD AV) conformada el 8 de agosto de 2001 por las CTD (La Plata, Quilmes, Mar del Plata) y los MTD Lanús, Alte. Brown, MTD Teresa Rodríguez Florencio Varela y Solano) no fue una organización única ni homogénea, sino que se trató de un espacio de coordinación basado en acuerdos políticos básicos: el respeto por la autonomía de cada movimiento, el rechazo a la participación en los procesos electorales, la reivindicación de la acción directa y la importancia de la democracia directa. Este intento de articulación estuvo signado desde sus inicios por las dificultades derivadas de un tipo de construcción política que cuestionaba la toma de decisiones a través de delegados y representantes, y reivindicaba la centralidad de la asamblea y la horizontalidad en la toma de decisiones (Burkart y Vázquez; 2008) A partir de la constitución de “la Verón” si bien persiste el rechazo a - 168 -

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cualquier estructura de funcionamiento que se pareciera a la de un partido político, central sindical, iglesia o Estado, el discurso de la autonomía además va a empezar a vincularse con el modo en que era pensada la coordinación en sí misma, como convergencia entre MTD con definiciones y trabajos territoriales diversos. Podría decirse que en este momento se enfatiza no solo en autonomía como independencia sino también como autodeterminación. Si bien “la Verón” y el BPN coordinaron acciones de protesta y coincidían en su rechazo oposición al “eje matancero”4 y su oposición al gobierno provisional de Duhalde, su noción de autonomía y el fuerte rechazo a cualquier tipo de estrategia electoral vinculada con la organización de los desocupados, le impidió avanzar en definiciones comunes con el BPN, circunscribiendo su alianza a fines pragmáticos y no de tipo político ideológico. Con la represión en el Puente Pueyrredón el 26 de junio de 2002, donde asesinan a Darío Santillán y Maximiliano Kosteki - militantes de “la Verón”se produjo el ingreso de la Verón a la escena política nacional. La Masacre del Puente suscita la creación de solidaridades en repudio a lo acontecido pero significó también la profundización de las ya deterioradas relaciones con D´Elía 5. La masacre además abre un proceso de profundización de diferencias y posteriores fracturas al interior de “la Verón”. La primera separación posterior al 26 de junio, se produce entre los sectores de la CTD (Lanús, Quilmes y La Plata) –que continúan denominándose CTD AV- y los MTD, que siguen coordinando con el nombre de MTD Aníbal Verón. Este último agrupamiento volverá a separarse con el alejamiento

4 La oposición de “la Verón” a la FTV-CCC se relacionaba entre otros aspectos con el diálogo que estos habían iniciado con el gobierno de Duhalde, cuya máxima expresión fue la participación de Alderete y D´Elía en los Consejos Consultivos entre abril y mayo de 2002, que tuvo como “contraprestación” el alejamiento de las calles. 5 Delia responsabilizó a los movimientos de haber sufrido semejante represión llegando a decir que la Verón “necesitaba dos muertos”. (D´Elía en entrevista del documental “La crisis causó 2 nuevas muertes”).

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del MTD de F. Varela y dar surgimiento al FPDS. Tras las rupturas que marcan el paso de la CTD AV a “las tres Verón” (Burkart y Vázquez 2008), cada uno de los movimientos avanzará en sus definiciones y concepciones a partir de una revisión de las ideas que habían hecho posible aquella coordinación. En esta etapa previa a la constitución formal del FPDS ya se sientan las base del ideario autonomista, aunque se reconocen líneas internas que “van desde el autonomismo radical (Solano y Lanús) pasando por corrientes guevaristas (Varela), o variantes que proclaman la necesidad de construir “poder popular” vinculadas a una matriz populista revolucionaria (Alte. Brown). Aun en un contexto insurrecional y de sucesivas rupturas es notable el énfasis que, desde la constitución de la Coordinadora Sur, va a tener la formación como practica sistemática del movimiento y su ubicación entre los principios fundamentales del autonomismo. En cuanto a la definición de la formación la concepción va a ser amplia y a la vez estratégica – en tanto que es un factor determinante del cambio social entendido como un cambio económico pero sobre todo cultural-. Asimismo, ya en esta etapa liminar se van a definir niveles, objetivos y destinarios diferenciados de la formación (bases, delegados y responsables) aunque todavía no haya un área, ni una orgánica de la formación. Los objetivos prioritarios de la formación entre 2002 y 2004 van a tener que ver con la búsqueda de identificación con los MTD y la consolidación de los emprendimientos productivos aunque aparece de manera recurrente la preocupación por la formación de los delegados y los responsables como la alternativa para la construcción de nuevos valores en la militancia.

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En cuanto a las definiciones político ideológicas que se expresa en los contenidos, y de manera sintética, se puede plantear que el sujeto político que se construye en el discurso de la formación es el del trabajador/ desocupado/piquetero; el lugar de la organización popular: el territorio, el barrio; la prioridad geopolítica: la periferia de los grandes centros urbanos; y la reivindicación central: la falta de trabajo. El énfasis en la formación parte de un diagnóstico de insuficiente formación militante, provocado por la derrota de la apuesta revolucionaria de los años 70, con la consecuente desaparición de una generación, lo que provoca un quiebre histórico que “padece la militancia de los 80 y 90 y hace que la formación sea uno de los principales ejes del trabajo político para remontar la derrota producida en ese terreno”. No obstante el cambio de escenario político y social este diagnóstico pervive en los fundamentos d ela formación posteriores, es decir, ya conformado el FPDS. La narrativa que se plantea desde la formación en este momento inscribe a los MTD en la trama histórica del sujeto político piquetero, es decir piquetes y puebladas como respuesta a la crisis del neoliberalismo, “somos piqueteros, somos trabajadores desocupados” es la identidad. No obstante, varios autores señalan la participación de estudiantes en esta etapa. De todos modos estos no aparecen en el discurso como un aspecto identitario relevante. En esta etapa se verifican en el discurso de la formación notables tensiones entre los conceptos de autonomía – en el sentido de autodeterminación - y coordinación – en tanto capacidad o disposición de cada MTD de subordinarse a objetivos colectivos, y por el otro lado, entre centralismo democrático, basismo y democracia de base, que se irán definiendo a favor de la democracia de base y la autonomía al momento de la constitución del FPDS.

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Por último y en lo que respecta a los materiales que dan soporte a la formación – básicamente cartillas – en esta etapa previa, son breves y sencillas, pensadas para ser utilizadas en el marco de talleres por MTD. En cambio, en la “formación de cuadros” predomina el uso de publicaciones periódicas que cumplen una doble función de presentación del espacio y a la vez de autoafirmación y debate interno.

La formación en el FPDS entre 2004 – 2010. La constitución del FPDS se produce en marzo de 2004 por iniciativa de los movimientos de trabajadores desocupados que antes habían integrado la Coordinadora Aníbal Verón - entre 2001 y 2002 - y el MTD Aníbal Verón - luego de la masacre del Puente Pueyrredón en junio de 2002. Durante la gestión de Néstor Kirchner se recortó y dirigió discrecionalmente la entrega de recursos que luego del 2001 había crecido considerablemente, se buscó la integración de buena parte de las organizaciones piqueteras, se fortalecieron las organizaciones de matriz filopopulista, se fomentó la creación de organizaciones ad hoc - concretamente el Movimiento Evita -, y se cuestionó la represión abierta como respuesta a la movilización social agudizada tras la masacre del Puente Pueyrredón. Las estrategias de confrontación de algunas organizaciones fueron erosionadas a partir del no reconocimiento de actores y sus demandas, y la represión se volvió reticular e invisible en el contexto más amplio de una política de criminalización y judicialización de la protesta social. Todo lo anterior, sumado a la paulatina recomposición de la economía, la creación de puestos de trabajo (precarizado) y el clima de normalidad institucional que reinaba en la opinión pública, fueron determinantes de la creciente deslegitimación de la protesta social (Svampa, 2005; Fornillo

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García y Vázquez 2008). Tomando a Svampa podríamos decir que la crisis del 2001 “le otorgó al peronismo una nueva oportunidad histórica, pues le permitió dar un enorme salto a partir de la masificación de los planes asistenciales y recomponer los históricos-y deteriorados-vínculos con los sectores populares. Así, en un contexto de penuria y explosión, los dispositivos del clientelismo afectivo se potenciaron y, a la vez, se transformaron, asegurando la posibilidad de la reproducción del peronismo “desde abajo” (Svampa, 2007). El análisis que el FPDS hace de esta coyuntura política es que “el kirchnerismo es la expresión del intento de la burguesía por recuperar la confianza en las instituciones del sistema político y la continuidad en el país de la aplicación de políticas neoliberales” y que se ha propuesto como objetivo estratégico “sacar la protesta social de las calles y desarticular a las organizaciones de desocupados (FPDS; Informes Breves Nro. 4; 2004) El FPDS además va a tener en esta etapa una relación de abierta confrontación con el gobierno, a raíz de la promesa incumplida por éste de crear una comisión investigadora de la masacre del Puente Pueyrredón que permitiera esclarecer y dar resolución judicial definitiva a la represión y los asesinatos allí cometidos. Podríamos decir que desde su constitución como frente multisectorial hasta el fin del mandato del primer gobierno kirchnerista los rasgos que caracterizaron al FPDS en lo que respecta a su apuesta formativa fueron – sintéticamente – los siguientes. 

En primer lugar, un discurso de la formación que recupera críticamente las experiencias autónomas previas, estableciendo continuidades y rupturas respecto de los MTD, el autonomismo

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radical y las experiencias de unidad antecedentes (CTD AV y MTD AV). 

En este replanteo se configura un sujeto político distinto al del piquetero/desocupado y otros modos de organización popular, hay un énfasis evidente en el concepto de poder popular, un privilegio del cambio social como principal proyecto político y un uso privilegiado de la noción de autonomía antes que coordinación, entre otros aspectos sobresalientes.



Por otro lado, se construye una narrativa que configura una trama histórica en la que el movimiento se inscribe, y que hilvana tradiciones y coyunturas políticas, y experiencias de organización bien diversas, ligadas con la construcción del sujeto popular y el poder popular, donde prevalecen los planteos que reivindican la militancia territorial y el trabajo de base, las crítica al vanguardismo y a las visiones partido-céntricas y la capacidad de los sectores populares de crear organizaciones autónomas más allá del estado y las clases dominantes. En esa trama se desdibuja el contexto insurreccional de los piquetes y pueblas de los noventa como principal referencia identitaria.



En los debates comienza a perfilarse más claramente, y de manera evidente hacia fines de la gestión de Néstor Kirchner, una problematización distinta del Estado que se hace evidente en el lugar que empiezan a ocupar los debates sobre la posibilidad y oportunidad de construcción de herramientas políticas así como una nueva institucionalidad y representación políticas. Esto se verifica especialmente en la producción de algunos intelectuales orgánicos del movimiento, en las publicaciones de la Editorial El Colectivo, creada en 2007, y que expresará un rasgo destacado del FPDS en la búsqueda de su propia producción de conocimientos

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y conformación de un cuerpo de intelectuales que actúan con diversas formas de vinculación orgánica al Movimiento. 

Además se verifica un cambio en la composición de la militancia, a partir de la confluencia de jóvenes universitarios, lo que conlleva a una necesaria reinterpretación del sujeto popular en una clave más diversa y plural/multisectorial, provoca un crecimiento del peso relativo de sectores no territoriales dentro del frente (estudiantil y trabajadores precarizados), reorientando de manera consecuente los objetivos, contenidos y destinatarios de la formación en esta etapa. Aunque el sector territorial continuará siendo en esta etapa el de mayor peso relativo, esencialmente a través de la organización alimentaria y la organización laboral, en esta etapa se crea el sector rural, con la incorporación de la Cooperativa de Trabajo Rural (CTR) de San Vicente a partir de 2005 y la Unión de Trabajadores de la Tierra (UTR) en el Parque Pereyra Iraola, en las afueras de la Ciudad de La Plata. Además comienza a tener un peso cada vez mayor el Espacio de Mujeres y la problemática de los géneros – de hecho, en el 2007 se realiza el 1er. Campamento Nacional de Formación en Géneros y en el mismo año el FPDS se declara anti - patriarcal –, y a la vez, aunque de manera incipiente, va ir constituyéndose el espacio de trabajadores precarizados que se formalizará en la siguiente etapa. Todas estas incorporaciones van a tener un correlato en la propuesta formativa.



Se consolida además una orgánica de formación con la constitución del área nacional y las regionales, y la celebración anual de campamentos de formación. El 11 de febrero de 2005 el área de formación del MTD AV en el FPDS realiza una reunión plenaria con el objetivo de discutir los objetivos del área de formación del FPDS, la regionalización, la escuelita y la planificación del 2005. En abril de 2006 se realiza el primer campamento nacional de

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formación del FPDS en Villa Domínico Avellaneda con dos ejes: poder popular y socialismo en América Latina de donde derivan dos cartillas “Nuestra Política. Latinoamérica y la construcción de Poder Popular” de abril de 2006 “y “Construcción de Poder Popular” de agosto 2006. En agosto 2007 se crea la cátedra abierta sobre Soberanía Popular y riquezas naturales. También en agosto de 2007 aparece la cartilla de formación “El trabajo y su forma en el capitalismo” como material de apoyo al 2do. Campamento Nacional de Formación que se realizará del 18 al 20 de agosto de 2007 en Roca Negra donde uno de los ejes centrales fue trabajo. En el material aparecen claramente dos aspectos novedosos el tema del patriarcado y el trabajador precario. Lo del patriarcado se vincula con la celebración ese año del 1er. Campamento Nacional de Formación en Géneros y con la declaración del frente como antipatriarcal ese mismo año. Todo ello impulsado desde el área de Mujeres del FPDS. 

El área cultural y los colectivos de cultura que integran el FPDS pasan a tener en la orgánica de la formación una tarea especializada. La intervención callejera que había sido intensa entre 2002 y 2004 va a empezar estancarse y a convivir con otros ejes de la acción cultural destinadas la reproducción cultural del movimiento - la elaboración de místicas en todos los espacios momentos de formación, debate y toma de decisiones - y, más hacia el final de este periodo, con la oferta de talleres de comunicación/Cultura en los barrios, aunque ya no destinados trabajadores desocupados sino a niños/as, jóvenes y mujeres de sectores populares y desde otros imperativos.

A partir del 2008 el movimiento extendió su plataforma discursiva incorporando activamente la problemática relativa a la defensa de los recursos naturales y potenció la dimensión cultural del movimiento, lo

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que tornó ostensible la coexistencia y entrelazamiento novedoso del modelo de militante social con el del activista cultural (Svampa; 2008:9). La recomposición de la estructura laboral y económica que experimentan los sectores populares durante la presidencia de Néstor Kirchner será hacía fines de 2007 uno de los factores desencadenantes del significativo estancamiento de la expansión territorial del FPDS con base a la organización de los trabajadores desocupados. Esta “clausura parcial del ciclo territorial” del FPDS (Longa, 2013: 6) se hace evidente en el declive de su capacidad de movilización e interpelación al Estado mediante el despliegue de acciones contenciosas. Esta situación obligará a una redefinición de la estrategia de trabajo territorial pero además fundamentará un replanteo de los “ejes de acumulación política” (Longa; 2013) de la organización en su conjunto. En lo que respecta al trabajo territorial comienzan a cobrar centralidad los bachilleratos populares que se constituyen en el espacio privilegiado para la incorporación de jóvenes militantes de clase media. El Bachillerato Popular Roca Negra creado en el año 2008 por el Movimiento de Trabajadores Desocupados (MTD) de Lanús fue el primero de un total de ocho Bachilleratos Populares en la Ciudad de Buenos Aires, Conurbano Bonaerense, Mar del Plata y Córdoba que se crearían dentro del FPDS en los años subsiguientes, habilitando la afluencia de militantes de clase media que se acercaron a dicha experiencia fundamentalmente en calidad de docentes. El otro aspecto a destacar sobre el trabajo territorial ya mencionado se vincula con la oferta de talleres de comunicación /cultura en los barrios. Al respecto cabe agregar que si bien se observa este énfasis “hacia adentro” evidente en la importancia que cobran las místicas y el trabajo territorial en clave cultural, en los posicionamientos de la política cultural del FPDS siempre se alternarán, aunque con énfasis variables , una concepción

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representacional del arte político que prioriza la generación de marcos interpretativos culturales para la reproducción del movimiento social en las místicas; otra más próxima a la idea de resistencia neogramsciana o interferencia en el espacio público callejero a través de las intervenciones y performances; y un línea de trabajo en lo massmediático donde lo que se impone como abordaje es la lucha contracultural. Otro aspecto significativo del replanteo estratégico del abordaje territorial se vinculará con la disputa por la inclusión en forma autónoma de los movimientos del Frente en el Programa Argentina Trabaja (PAT), lanzado en 2009 por el gobierno nacional. A partir del anuncio del lanzamiento de dicho programa el Frente y otras organizaciones territoriales de la izquierda tradicional e independiente comenzaron un plan de lucha de poco más de un año meses que incluyó movilizaciones, piquetes y acampes frente al Ministerio de Desarrollo Social de la Nación responsable de administrar dicho programa. Ese mismo año (2009) el sector estudiantil del FPDS va a tener una participación decisiva en la creación del 1er. Foro Nacional de Educación en Universidad Nacional de La Plata. A raíz de estos foros se conformó el Espacio Nacional de Estudiantes de Organizaciones de Base (ENEOB) donde el sector estudiantil del Frente participa desde su fundación. Tal y como señala Longa (2013) este replanteo coincide con un escenario propicio para la politización y confrontación que se inicia en el 2008 con la disputa del kirchnerismo con los sectores concentrados del sector agropecuario, el debate sobre la nueva Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual finalmente aprobada en 2009 y la Asignación Universal por Hijo. Esta situación va a generar un incremento del peso relativo del sector estudiantil lo que se tradujo en una mayor incidencia del sector relativa dentro de la orgánica del FPDS “frente a un sector territorial que veía como sus construcciones se mantenían en el período de latencia y no lograban multiplicarse en forma sustancial” (Longa, 2013)

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Asimismo la gran masa de desocupados que durante el primer ciclo fue organizada principalmente a partir de los dispositivos territoriales de las organizaciones populares, ahora integrada a la estructura laboral en forma precaria (Longo, 2012) trasladará paulatinamente los conflictos y reclamos al sector sindical (Longa 2013). Esto también se hizo evidente en el crecimiento de la gravitación específica que este sector va a tener dentro del FPDS a inicios de la actual década como resultado de la creciente visibilidad y referencia que militantes del FPDS van a tener como delegados en las Juntas Internas de empresas periodísticas, y estatales como el Ministerio de Trabajo de la Nación, la subsecretaría de Promoción Social de la Ciudad de Buenos Aires, etc. Este mayor peso relativo del sector estudiantil y sindical va a tener un correlato en la política de formación de la militancia con la publicación de cartillas específicas para cada sector. A los efectos de puntualizar algunos de estos cambios analizamos el contenido de ciertos materiales de formación publicados entre 2009 y 2010. De esta etapa se analizaron los siguientes materiales: a) Crisis de dominación y poder Popular I. Herramientas de análisis para el cambio social. La crisis orgánica de 1969 a 1975 (2010) b) Crisis de dominación y poder Popular II. Herramientas de análisis para el cambio social. La rebelión popular del 19 Y 20 (2010) c y d) Marxismo y Pensamiento Crítico I y II. Principales herramientas teóricas para el cambio social Abril 2009 y e) Formación de formadores y formadoras para el trabajo de base FPDS (2009). Más específicamente nos detuvimos en los modos de entender la formación, los objetivos de la formación; sus temas/contenidos; la metodología de trabajo y los dispositivos utilizados; el tipo y perfil del destinatario; y la intencionalidad política de la formación; para finalmente intentar comprender cómo allí se expresa y desde allí también se contribuye a la

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reconfiguración político ideológica e identitaria del movimiento. En estos materiales la concepción de la formación continua siendo amplia como en el inicio: “Nos formamos en la lucha, en el trabajo libre y compartido, en la participación en las asambleas y reuniones de áreas, y a través de los talleres de formación” y, según expresan, basada en algunas premisas de la Educación Popular, más precisamente: “Sólo el pueblo puede cambiar esta realidad”; “Nadie sabe todo y no hay nadie que no sepa nada”; y “El que lucha ya sabe, pero el que reflexiona sobre sus luchas, lucha mejor”. Más concretamente se define a la formación como: “un elemento esencial en la construcción del cambio social, decíamos en uno de los textos de nuestros movimientos de trabajadores desocupados allá por el año 2003, aún antes de que fuéramos el Frente Popular Darío Santillán”. En esta frase que abre un material de la formación del 2009 vemos como se enfatiza en el origen del frente multisectorial en los movimientos de trabajadores desocupados (MTD) y se vincula a la formación con el concepto de cambio social integral. La formación se plantea con el objetivo de “formar militantes que expresen los nuevos valores de la sociedad que anhelamos – y que empezamos a prefigurar desde ahora – formarnos como personas tras el horizonte del “hombre y la mujer nuevos” que planteaba el Che”. Aparece con claridad la influencia del pensamiento gramsciano – en particular la noción de política prefigurativa - y de la ética y el humanismo Guevarista. La formación estaría directamente asociada a la formación de hombres y mujeres nuevos/as, y la utilización “autónoma” y creativa de las herramientas y las categorías de análisis. Auto-conciencia y conciencia; y autonomía aparecen como conceptos clave. Esta concepción de cambio social integral – o de raíz como prefieren señalar en algunos pasajes se

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expresa de manera reiterada en todos los documentos: “Con sus prácticas militantes y sus actividades de formación el FPDS encara el problema de la construcción de una nueva conciencia, una nueva ética y una nueva cultura. Sin ellas será imposible plantearse sinceramente la transformación de las estructuras opresivas y las relaciones de explotación” (FPDS, 2010) En el cierre de la presentación vuelve a aparecer esta idea pero asociada a la de construcción del poder popular para el logro de las transformaciones sociales necesarias (cambio social). Ese poder popular se plantea como directamente vinculado “con la capacidad de formar y formarnos como militantes, desde las bases, es decir, realizarnos como sujetos activos de cambio en el seno de nuestro pueblo” (FPDS, 2009) El material Formación De Formadores Y Formadoras Para El Trabajo De Base FPDS (2009) se presenta como un material útil para conocer cómo el FPDS define la formación política de la militancia, sus objetivos, su modalidad, sus responsables y destinatarios. Al igual que en otras cartillas el material está constituido en gran parte por la selección de otros textos. En este caso la selección comprende “Técnicas participativas para la educación popular” de CEDEPO (Centro Ecuménico de Educación Popular), un texto de la Cooperativa de Trabajadores Rurales del FPDS a partir de la lectura y síntesis del documento “A retomada do trabalho de base” y un documento titulado “Mística y símbolos para el cambio social” también elaborado por la Cooperativa de Trabajadores Rurales del FPDS. A diferencia del resto de las cartillas de formación, en este caso se trata de herramientas teóricas y prácticas para la formación de base por lo que abundan la definición de posicionamientos políticos, epistemológicos, pedagógicos, así como recomendaciones prácticas para la organización del trabajo de base. El último capítulo está dedicado al concepto de

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mística y a los aspectos simbólicos y culturales del cambio social. En lo que respecta a la modalidad de trabajo la presentación de esta cartilla del 2009 plantea que la formación “se basa en el método de la investigación acción participativa para motivar estas reflexiones, utilizando herramientas y dinámicas de educación popular que nos permiten participar a todos y todas por igual”. En lo que respecta más específicamente a la modalidad de los campamentos nacionales, en otro material pensado para el curso de formación 2010, se propone un cambio en la estructura de los cursos anuales de formación para “compañeros/as con responsabilidades orgánicas”. A partir de 2010 se opta por un trabajo con dos modalidades articuladas: tres encuentros anuales de tres días cada uno y en simultáneo grupos de trabajo que, repartidos en ejes previamente definidos por el área de formación, tienen la tarea de abordar un tema de investigación. Estos grupos formados de acuerdo a su cercanía geográfica encaran un trabajo sistemático de recopilación y análisis con el fin de realizar una exposición en el último encuentro anual. Cada grupo cuenta con un coordinador/a que oficia de facilitador aportando su conocimiento sobre el tema, elementos metodológicos y bibliografía, aunque será el grupo el responsable de “recortar el objeto”. A partir de las presentaciones de estas investigaciones en el último encuentro del año se espera elaborar cuadernillos de formación con el objetivo de aportar análisis “para que los espacios orgánicos del FPDS puedan profundizar en la caracterización de la etapa que atravesamos, así como hipotetizar sobre los escenarios políticos y los desafíos que se presentarán a futuro”. En lo que respecta al diagnóstico que fundamenta la formación en algunos documentos se expresa que algunas de las principales falencias identificadas por los militantes de las “escuelitas militantes” previas al 2010 son: la falta de acompañamiento al momento de la lectura, la

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discontinuidad generada por los encuentros de un día al mes, la dificultad para instalar la formación como una responsabilidad política de primer orden y la falta de devolución hacia el resto del FPDS. El cambio de modalidad adoptado a partir de 2010 vendrá a dar respuesta a estas falencias. Respecto de los formadores (o coordinación político pedagógica del taller), se establece que “deben conocer la realidad del barrio y de los/ as compas con los que está trabajando a partir de la experiencia en el trabajo de base y participando de la vida del movimiento, las reuniones los problemas y las satisfacciones”, se destacan su creatividad, osadía y espíritu de experimentación para conseguir que cotidianamente esta propuesta vaya siendo construida revisada y evaluada. En cuanto al perfil de los destinatarios según se indica en este material de 2009 se plantea que “contiene una serie de herramientas teóricas y metodológicas para la formación de base , orientadas centralmente a los movimientos territoriales (barriales, culturales, de género , campesinos, etc.) , aunque esas herramientas también pueden ser adaptadas para desarrollarse en todo ámbito donde se organicen desde abajo l@s trabajador@s asalariados, los estudiantes o cualquier otra forma de participación popular” contemplando en esta definición amplia a todos los sectores del frente. Luego en la sección dedicada a la propuesta metodológica en el mismo material se hace referencia a los destinatarios como la base social de los movimientos barriales, trabajadores desocupados, amas de casa de familia numerosa, personas mayores, jóvenes. Se los caracteriza, en general, con nivel de instrucción primaria, incluso algunos casos de analfabetismo, o en casos puntuales, estudios secundarios completos. La relación del movimiento con estos vecinos se da por dos factores: “convicción y conciencia de lucha en algunos casos, y necesidad y dependencia de la

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asistencia social en otros”. En algunos casos más focalizados, plantean, se entrecruzan la conciencia con la inserción en alguna posibilidad de trabajo social o productivo que supera la mera relación de dependencia. El desafío de la organización según este material “es recibir al compañero cargado de los vicios del capitalismo sabiendo que se suma para ver qué provecho sacar, y con paciencia y dedicación ir integrándolo y transmitiéndole los valores de la organización” En lo que se refiere líneas generales a la mediación pedagógica y el procesamiento didáctico de los materiales vemos que hasta el 2009 las compilaciones de fuentes secundarias (o la re contextualización de textos) suelen ser precedidas por textos especialmente elaborados por el área de formación en los que se fundamenta y expone el tipo de lectura propuesta, se propone un síntesis, y se establecen interrogantes que guían la lectura. Estos textos introductorios y orientadores de la lectura desaparecen en el curso 2010. En líneas generales los materiales en este período se organizan por bloques. En el caso Crisis de dominación y poder Popular I. Herramientas de análisis para el cambio social. La crisis orgánica de 1969 a 1975 (2010) la cartilla se organiza en tres bloques. En el primer bloque encontramos algunos conceptos clave para el análisis político a partir de la selección de dos textos de Antonio Gramsci “Análisis de situaciones. Relaciones de fuerza” y “Lucha política y guerra militar”. En la apertura de este bloque se considera a estos textos como “fundamentales” para discutir “cualquier análisis de la situación concreta”. El concepto de “crisis orgánica” que da título a esta cartilla, se aclara en esta presentación, da cuenta del peso del pensamiento de Gramsci para la formación en análisis político y se presenta inicialmente con el propósito de confrontar “nuestras (de los militantes del FPDS) concepciones con las herramientas analíticas de este clásico de la teoría revolucionaria”.

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El segundo bloque está constituido por un único texto escrito por Adolfo Gilly tomado del libro El estado en América Latina: teoría y práctica. México, DF., SXXI, 1990. en el que se presenta el devenir histórico “en el período de crisis de dominación que atraviesa la clase capitalista en la Argentina entre los años 1969 y 1975”. El tercer y último bloque está constituido por una serie de documentos representativos de “algunas de las expresiones de lucha más significativas de la época”: el programa del 1ero. De mayo de la CGT de los argentinos, una declaración de SITRAC y SITRAM6 y otras dos de la Coordinadora de Gremios, Comisiones Internas y Cuerpos de Delegados. En la breve presentación de este bloque el área de formación del FPDS aclara que se ha optado por excluir “las voces de las guerrillas” para trabajar este aspecto a partir de un panel de invitados protagonistas de aquellas organizaciones armadas. A diferencia del Volumen I, en Crisis de dominación y poder Popular II. Herramientas de análisis para el cambio social. La crisis orgánica de 1969 a 1975 abre con un bloque íntegramente constituido por un documento elaborado por el área de formación titulado “Las jornadas del 19 y 20. Rebelión popular, crisis de hegemonía y estrategias de normalización del bloque dominante” en el que el área de formación del FPDS presenta “las raíces, características y derroteros de la crisis orgánica abierta en la Argentina en las jornadas del 19 y 20 de diciembre de 2001”. El segundo y último bloque titulado “Expresiones de lucha” incluye una serie de documentos referidos a planes de lucha y convergencias territoriales de organizaciones populares, de desocupados y territoriales previos al 19 y 20 de diciembre. Si bien se trata de una selección de fuentes

6 Sindicato de Trabajadores de Concord y de Materfer, gremios que agrupaban a los trabajadores del complejo industrial de FIAT de Ferreyra.

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secundarias son documentos oportunamente elaborados por espacios de convergencia de organizaciones directamente vinculadas con el surgimiento del FPDS. O bien documentos elaborados al momento de la creación del frente multisectorial. Finalmente la selección incluye algunos documentos del MIC (Movimiento Intersindical Clasista) elaborados entre 2005 y 2007 cuando el espacio de disuelve. El contenido de este segundo bloque adquiere una importancia central dado que allí el FPDS da cuenta de sus inicios, construye su mito de origen ( derivado de la crisis de dominación) y presenta manifiestos liminares en los que se reconocen algunas conceptos clave que acompañaran al FPDS hasta hoy: poder popular, autonomía y cambio social sobre los que volveremos más adelante. En Marxismo y Pensamiento Crítico I y II. Principales herramientas teóricas para el cambio social Abril 2009 la estructura es similar entre si pero diferente a la cartilla del curso del 2010: luego de la presentación del curso aparece un texto introductorio al tema central de la cartilla elaborado por el área de formación del FPDS. En el caso del volumen I esta introducción se titula “Marx, marxismos y pensamiento crítico ¿Por qué el marxismo? Y es seguida por una guía para la interpretación del texto que consiste en una serie de preguntas que puntualizan en los aspectos del texto relevantes para el área de formación del FPDS. Luego de la guía encontramos una serie de textos clásicos de Marx con la expectativa de ser problematizados en el encuentro de formación. Es decir, presentación, introducción, guía y selección de textos/documentos será la secuencia que se repite en este y otros cursos de años previos. Vemos entonces que conviven en las cartillas tres tipos de textos que suelen aparecer en el siguiente orden: textos elaborados por áreas de formación del FPDS o sectores específicos dónde se fundamentan y exponen objetivos político pedagógicos y se orienta el estudio y debate;

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textos de teoría política y documentos elaborados por organizaciones de diferente tipo en contextos de lucha y movilización. En lo que respecta a las imágenes y cuadros que aparecen en los materiales analizados son tomados del poster “El arbolazo” incluido en el revi-poster colectivo “El cordobazo” elaborado por el Colectivo de Historia Vulgar e Iconoclasistas. Los cuadros sintetizan algunos hitos históricos que a escala internacional y nacional marcaron los años 60 y 70, y 80 y 90. Aparecen en estas cartillas tres conceptos clave de manera recurrente en los planteos: autonomía; poder popular y cambio social. En lo que respecta a la noción de cambio social nos interesa destacar el énfasis en la dimensión cultural de este cambio y la función estratégica que adquiere la formación como espacio momento para la reflexividad, la participación consciente y el desarrollo de nuevas formas de sociabilidad como se observa en los siguientes párrafos (los destacados son nuestros) “el cambio que buscamos no es un simple cambio en las estructuras económicas, buscamos un cambio de valores, de relaciones, un cambio cultural que construya el hombre y la mujer nueva. Esta integralidad nos exige comprender y accionar sobre todas las dimensiones de la vida, nos impone construir una alternativa que contemple el conjunto de necesidades del ser humano y sus elementos constitutivos en el plano social y personal. Y existen cantidad de factores que condicionan la conducta individual y colectiva que escapan al terreno de la racionalidad” “y por eso cada vez más incluimos el arte y la mística en nuestras actividades” (FPDS; 2009; 83) “buscamos transformar las estructuras políticas, económicas y sociales, y también impulsamos un cambio en los valores, en la conciencia, en la manera de sentir y actuar, tanto individual

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como colectivo. Pensamos que ese cambio debemos vivirlo hoy, en cada una de nuestras acciones, y creemos que la organización es la herramienta para ello” ( FPDS, 2009; 71 ) “creemos fervientemente que la construcción del cambio comienza necesariamente desde abajo, desde el pueblo, mejorando las condiciones materiales de la vida y construyendo otros valores y conciencia” (FPDS, 2009; 71 ) “debemos construir un proyecto alternativo de sociedad que contemple la integralidad de la vida. Desde los valores y sentimientos de solidaridad y amor, la construcción de trabajo digno, una educación popular, una espiritualidad y mística liberadora y de lucha, estructuras sociales y económicas que construyan poder popular” ( FPDS, 2009; 72 ) el cambio social que el FPDS persigue tiene una dimensión cultural decisiva entendiendo por cultura “cosmovisión, a la manera de entender el mundo, y al conjunto de prácticas y creencias” “que conforman ideología y son terreno de disputa con el enemigo” (FPDS, 2009, 80) la lucha por el cambio social debe basarse en la construcción de otros valores, no es una arista que acompaña la lucha , es lo que la impulsa” (FPDS 2009, 85). Sobre las místicas como oportunidad de producción y recreación de otra cultura decisiva del cambio social estas son consideradas una oportunidad para “elaborar nuestros propios símbolos y utilizarlos, es fundamental para la construcción de la identidad de lucha por el cambio social. Proponer símbolos propios y tomar símbolos del pueblo para llenarlos de significado revolucionario. La disputa en el campo de la simbología no es

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menor, y el enemigo planifica y juega fuerte alli” (…) “Tomar elementos de la religiosidad popular para que sean herramientas de lucha por la liberación es un camino importante” (FPDS, 2009; 97 y ss)

Palabras finales Una de las características distintivas del FPDS desde sus orígenes reside en la importancia adjudicada a la educación siguiendo el modelo de educación popular. En este sentido, se puede identificar un complejo conjunto de espacios-momentos educativos en el cual inscribir las experiencias de Formación Política en estudio: instancias formalizadas de educación como Jardines Comunitarios Populares, Bachilleratos Populares y Primarias Populares; talleres formativos asociados a la especificidad de algún sector, campamentos nacionales, entre otros. No obstante estas instancias relativamente formalizadas, el FPDS manifiesta, de manera explícita y reiterada en documentos y entrevistas analizados, una concepción amplia de la formación según la cual la totalidad de los espacios de la vida cotidiana – como son las asambleas, la lucha en las calles y el trabajo en las cooperativas – poseen una dimensión formativa independientemente de su escaso grado de institucionalización. Tal y como expresa el FPDS en uno de sus cuadernos de formación: “Nos formamos en la lucha, en el trabajo libre y compartido, en la participación en las asambleas y reuniones de áreas, y a través de los talleres de formación”. En todo momento se enfatiza el origen del frente multisectorial en los movimientos de trabajadores desocupados (MTD) y se vincula la formación con el concepto de cambio social integral, asociado al poder popular. Aparece la influencia del pensamiento gramsciano – en particular la noción de política prefigurativa - y de la ética y el humanismo - 189 -

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Guevarista. La formación estaría directamente asociada a la formación de hombres y mujeres nuevos/as, y la utilización “autónoma” y creativa de las herramientas y las categorías de análisis. Auto-conciencia y conciencia; y autonomía aparecen como conceptos clave. En lo que respecta a los contenidos de esta formación vemos que más allá de las perspectivas y categorías específicas en cuestión pareciera que la estrategia formativa enfatiza en aportes teóricos que brinden elementos para una interpretación autónoma de la realidad y no en proponer análisis de la coyuntura social y política contemporánea. Los materiales se presentan respondiendo a bloques históricos, que abordan el pensamiento de Gramsci para la formación en análisis político, el Estado en América Latina, documentos representativos de algunas expresiones de lucha significativas de la época 1969-1975, las jornadas del 19 y 20 de diciembre de 2001, así como documentos del MIC (Movimiento Intersindical Clasista). También incluye aspectos que dan cuenta del origen del movimiento y presenta manifiestos liminares en los que se reconocen algunos conceptos clave que acompañan al FPDS hasta hoy: poder popular, autonomía y cambio social. Vimos que el FPDS cuenta también con cartillas de formación de formadores, que poseen herramientas teóricas y prácticas para la formación de base por lo que abundan la definición de posicionamientos políticos, epistemológicos, pedagógicos, así como recomendaciones prácticas para la organización del trabajo de base. En este caso, se enfatiza en los vínculos entre el trabajo de base y el poder popular, por un lado, y las místicas como oportunidad de producción y recreación de otra cultura decisiva del cambio social por el otro. En estos materiales encontramos con fuerza la mención a los episodios del 2001 como punto de inflexión y mito de origen; el problema del cambio social a partir de la construcción de una nueva conciencia, una

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nueva ética y una nueva cultura; el privilegio de la formación teórica para la utilización “autónoma” y creativa de las herramientas y categorías de análisis; y el alejamiento del movimiento trabajador como único sujeto político del cambio social. _

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Daniela Bruno Christian Dodaro Verónica Mistrorigo Mercedes Palumbo

Introducción Los procesos educativos de transmisión de experiencias y replicación/ recreación de saberes y, en un sentido amplio, la dimensión político pedagógica de los movimientos populares urbanos, constituían hasta hace algunos años uno de los aspectos menos analizados en las producciones teóricas relativas a los movimientos sociales en Argentina. Nuestra aproximación al tema y a la producción académica en el último lustro nos llevó a concluir que la temática había adquirido recientemente relevancia en la investigación local, siendo los Bachilleratos Populares (BP), concebidos como experiencias contra hegemónicas o “alternativas” a la institucionalidad escolar hegemónica, el objeto privilegiado del análisis, al menos para el medio urbano. Aunque nos encontramos con investigaciones interesadas en comprender las vinculaciones, continuidades y tensiones entre los BP y el/ los movimiento/s social/es de origen nos llamó la atención la relativamente escasa investigación sobre el carácter alternativo de los BP en relación a sus contenidos, y a los vínculos de estos con las necesidades cotidianas y dinámicas de trabajo más amplias del movimiento. Por el contrario, pudimos

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advertir que el interés por caracterizar la potencia prefigurativa (en el sentido gramsciano), alternativa y contra-hegemónica de las experiencias en contraste con el dispositivo escolar hegemónico era la predominante. Aunque nos habíamos propuesto arribar a un estado de la cuestión para el medio urbano, cuando revisamos los trabajos referidos a las experiencias educativas en el ámbito rural advertimos que, aunque allí también aparecía esta preocupación por describir el carácter emergente, alternativo y contra-hegemónico de las experiencias la potencia alternativa que los investigadores reconocían en las experiencias abrevaba en un aspecto escasamente abordado en los estudios urbanos: la recuperación de saberes e identidades subalternizados. En los estudios que habíamos analizado sobre la experiencia urbana de los BP no advertimos este interés por el modo en que las propuestas pedagógicas recuperaban la historia, la cotidianeidad, la subjetividad, la corporalidad y la sensibilidad del movimiento popular en cuestión. ¿Hasta qué punto el énfasis de los estudios urbanos en el eje autonomía-heteronomía estatal obturaba la problematización epistemológica más profunda sobre los arbitrarios culturales en los que se basan los contenidos, los fines educativos y su inscripción en el proyecto político más amplio del movimiento? Este aspecto soslayado – la problematización epistemológica y de los contenidos en relación al proyecto política más amplio - nos acompañó en nuestra primera aproximación analítica a algunas experiencias urbanas. Con este encuadre empezamos a investigar los procesos educativos de transmisión de experiencias y replicación de saberes en algunos movimientos sociales. Más específicamente, nos interesaron las propuestas de formación política de algunos movimientos populares urbanos, entendiendo a estos últimos como expresiones organizativas diversas que las clases subalternas habían ido construyendo en sus confrontaciones durante la fase capitalista neoliberal. Queríamos analizar los discursos que se construían en torno a la formación de la militancia, puntualizando en los objetivos de la formación; sus temas/ contenidos; la metodología de trabajo; el tipo y perfil del destinatario; la matriz epistemológica y la intencionalidad política de la formación; para

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desde allí intentar comprender cómo en la propuesta pedagógica de estos movimientos se expresaba y a la vez se recreaba la configuración político ideológica e identitaria de la acción colectiva. Nuestro interés particular por el estudio comparativo de la formación política de movimientos populares de matriz autonomista y matriz nacional popular se fundamentó en que concebíamos estas experiencias como ensayos instituyentes de la política y de participación política popular, en un contexto de crisis del autonomismo y de fuerte recomposición de la legitimidad gubernamental y de la dinámica corporativa de los procesos de movilización social y organización política. El propósito de la comparación no fue realizar un inventario de similitudes o divergencias entre casos sino ganar en la comprensión de los casos singulares. En este sentido, el análisis de caso y el análisis comparativo funcionaron como búsquedas complementarias que se reforzaron entre sí en tanto los propios vínculos generales sirvieron para definir las aristas singulares de cada proceso específico. En este último capítulo quisiéramos poner en común los resultados de esta primera investigación, retomando algunas de las cuestiones señaladas en capítulos previos aunque enfatizando en el análisis comparativo y la identificación de líneas de investigación futuras.

La formación en el MPLD, el FPDS y el ME. Una de las características distintivas del MPLD desde sus orígenes a finales de la década del noventa y del FPDS desde 2004 reside en la importancia adjudicada por ambos movimientos a la educación siguiendo el modelo de educación popular. En este sentido, se puede identificar un complejo conjunto de espacios-momentos educativos en el cual inscribir las experiencias de Formación Política en estudio: instancias formalizadas de educación como

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Jardines Comunitarios Populares, Bachilleratos Populares y Primarias Populares; talleres formativos asociados a la especificidad del espacio convocante como talleres de promotores de salud, de derechos humanos, de género, de televisión y radio, entre otros. No obstante estas instancias relativamente formalizadas, ambos Movimientos manifiestan, de manera explícita y reiterada en documentos y entrevistas analizados, una concepción amplia de la formación según la cual la totalidad de los espacios de la vida cotidiana – como son las asambleas, la lucha en las calles y el trabajo en las cooperativas – poseen una dimensión formativa independientemente de su escaso grado de institucionalización. Tal y como expresa el FPDS en uno de sus cuadernos de formación: “Nos formamos en la lucha, en el trabajo libre y compartido, en la participación en las asambleas y reuniones de áreas, y a través de los talleres de formación”. A diferencia del MPLD y el FPDS, el ME surgido en el 2004 no posee un área dedicada a la formación o la educación ni responsables específicos para estas tareas. Aunque los entrevistados reconocen que el/la militante se forma en la práctica, ante la pregunta por “la formación” en el movimiento, los entrevistados no dudaron en ubicar los primeros esfuerzos sistemáticos de formación de la militancia en el año 2011 a partir de la realización del 1er. Curso de Formación Política “Néstor Kirchner” que consistió en una serie de encuentros que se desarrollaron a lo largo de ese año. A juzgar por las entrevistas y el análisis de los documentos de apoyo a la formación, la concepción de la formación es más acotada y circunscrita a iniciativas puntuales que adoptan la forma de “cursos” o “jornadas”. En los textos analizados se señala la necesidad de que el ME cuente con una visión homogénea y organizada de las prácticas desarrolladas por la organización y este parecería ser uno de los objetivos primordiales de la formación. Tal y como plantearon en las entrevistas algunos dirigentes del ME los procesos formativos se fundamentan en las coyunturas del movimiento y las exigencias del contexto socio político que “reclaman” intervenciones

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pedagógicas necesarias para la organización. Como nos comentó el Secretario de Gestión del ME en la mesa nacional: “cada frente aborda una estrategia política teórica en cada problemática y de allí surgen los diferentes espaciosmomentos de formación, definidos por la Mesa ejecutiva nacional y puestos en práctica a través de cursos de formación y discusión con el objetivo de “cualificar al Movimiento Evita en sus niveles de organización y en los niveles de conciencia de sus cuadros”.

Temas, tradiciones de pensamiento y conceptualizaciones en las propuestas formativas. La formación en el MPLD, por lo menos a juzgar por los materiales seleccionados para este análisis, abreva en un conjunto de saberes teóricos introductorios (problematización de la historia, abordaje de las categorías centrales del marxismo y la violencia como su rasgo constitutivo y fundante, y un trabajo con el entrecruzamiento de opresiones y subalternidades) una caracterización conceptual del movimiento y sus prácticas políticas que los diferencian tanto de los partidos de izquierda tradicionales como de las lógicas punteriles de los barrios (poder, revolución, autonomía, Estado, hegemonía, poder popular, horizontalidad y multiplicidad) así como la socialización de un conjunto de saberes práctico-organizativos (la organización de una asamblea, los significados de ser militante, el cuidado contra la conformación de camarillas, etc.). Para trabajar estos contenidos se recurre a un conjunto de fuentes propias de una tradición marxista revisitada con anclaje latinoamericano, a los fundamentos político-ideológicos del Movimiento y al uso de textos literarios. En el caso del FPDS, los materiales se presentan respondiendo a bloques históricos, que abordan el pensamiento de Gramsci para la formación en análisis político, el Estado en América Latina, documentos representativos de - 199 -

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algunas expresiones de lucha significativas de la época 1969-1975, las jornadas del 19 y 20 de diciembre de 2001, así como documentos del MIC (Movimiento Intersindical Clasista). También incluye aspectos que dan cuenta del origen del movimiento y presenta manifiestos liminares en los que se reconocen algunos conceptos clave que acompañan al FPDS hasta hoy: poder popular, autonomía y cambio social. El FPDS cuenta también con cartillas de formación de formadores, que poseen herramientas teóricas y prácticas para la formación de base por lo que abundan la definición de posicionamientos políticos, epistemológicos, pedagógicos, así como recomendaciones prácticas para la organización del trabajo de base. En este caso, se enfatiza en los vínculos entre el trabajo de base y el poder popular, por un lado, y las místicas como oportunidad de producción y recreación de otra cultura decisiva del cambio social por el otro. El trabajo sobre la coyuntura como contenido no aparece privilegiado en los cuadernillos de formación del MPLD y el FPDS. En todo caso, se pretende brindar un conjunto de aportes teóricos que brinden elementos para una interpretación autónoma de la realidad. En el caso del ME los conceptos centrales sobre los que se trabaja se relacionan con lo reivindicativo (las formas de organización en cada espacio en donde el movimiento incide y de qué manera lo hace) y la visión integral o estratégica que nuclea cada planteo reivindicativo en el marco de acciones mayores. Se enseñan contenidos que tienen que ver con la tradición marxistalatinoamericana; se hace hincapié en conceptos asociados a la dialéctica como el de “cambio”, “contradicción” y en la acepción positiva de los mismos; es evidente el esfuerzo por poner en contexto el rol del trabajador en los diferentes tipos de modelos económicos; se trabaja fuertemente la coyuntura política a nivel nacional e internacional –sobre todo regional- así como las tácticas y estrategias a desarrollar; y se plantean problemas de orden político, económico y cultural y los modos en los que la organización debe darse a sí

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misma las herramientas para enfrentarlos.

Objetivos, destinarios y responsables de la formación. La formación en el MPLD presenta una particularidad que enmarca de modo general el espacio de formación política al tiempo que condiciona la forma adoptada por el dispositivo pedagógico. Nos referimos al tipo y perfil del destinatario y del formador, a los objetivos y a la metodología. El espacio de Formación Política que analizamos fue pensado exclusivamente para militantes de base de las cuadrillas de trabajo7 del MPLD ubicadas en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Esta modalidad de conformación del espacio generó un grupo heterogéneo no sólo por la disímil inserción barrial de sus integrantes sino principalmente en relación a sus trayectorias de militancia así como a su trayectoria formativa previa. La consecución de los objetivos de formación es pensada a partir de la puesta en práctica de una metodología de trabajo inscripta en la educación popular. En este caso, la formación plantea un itinerario que propone la puesta en tensión de los conceptos de teoría y práctica en distintos niveles; una comparación histórica entre la actualidad del MPLD y un conjunto de otras experiencias de modo de construir y visibilizar la continuidad de la lucha; y la construcción de una idea de totalidad que permita el alejamiento de visiones parceladas de los fenómenos que inciden en la realidad social. En el caso del FPDS se enfatiza el origen del frente multisectorial en los

7 La cuadrilla de trabajo es el término utilizado por el MPLD para referirse a las unidades mínimas de organización de sus cooperativas que contienen un número variable de personas. La cantidad de cuadrillas por barrio depende de la inserción del MPLD en el mismo y de la cantidad de militantes.

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movimientos de trabajadores desocupados (MTD) y se vincula la formación con el concepto de cambio social integral, asociado al poder popular. Aparece la influencia del pensamiento gramsciano – en particular la noción de política prefigurativa - y de la ética y el humanismo Guevarista. La formación estaría directamente asociada a la formación de hombres y mujeres nuevos/as, y la utilización “autónoma” y creativa de las herramientas y las categorías de análisis. Auto-conciencia y conciencia; y autonomía aparecen como conceptos clave. En una segunda instancia aparece la idea de planificación de la formación como necesaria para lograr, por un lado, la sistematización y socialización de los saberes derivados de la lucha, y por el otro, la multiplicación de brazos militantes. En relación a los destinatarios se hace referencia a los mismos como la base social de los movimientos territoriales/ barriales, trabajadores desocupados, amas de casa de familia numerosa, personas mayores y jóvenes. Una cuestión a destacar es que conviven en las cartillas del FPDS y el MPLD tres tipos de textos: los elaborados por áreas de formación del FPDS o sectores específicos donde se fundamentan y exponen objetivos político pedagógicos y se orienta el estudio y debate; textos de teoría política y documentos elaborados por organizaciones de diferente tipo en contextos de lucha y movilización. En el caso del MPLD se suman textos literarios, poesías y cancioneros. En el caso del ME, el eje central es la coyuntura actual y desde ella se problematizan las experiencias del pasado en las que se referencia. Las actividades y lecturas tienen por objetivo pensarse dentro del ME como sujetos políticos y para ello destacan la necesidad de sintetizar las experiencias diversas de sus integrantes. La formación se desarrolla de acuerdo a la coyuntura, no de manera sistemática, a través de jornadas de varios días en campamentos. Los militantes no sólo debaten y reflexionan sobre contradicciones, aciertos y continuidades del movimiento sino que también comen en comunidad, se dividen las tareas, comparten espacios ociosos (guitarreadas y “búsqueda del

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tesoro revolucionario”), etc. Los ejes del trabajo tienen que ver con resolver tensiones de la coyuntura política nacional; la construcción de dicotomías desde las que se plantea la lucha política (por ejemplo, pueblo u oligarquía, democracia o corporaciones) y el uso del eje temporal como instrumento de análisis comparativo y de continuidades en torno de problemas políticos, culturales y económicos. En los materiales de apoyo a los cursos analizados el espacio de formación del ME está dividido según niveles de complejidad y temáticas: se definen desde el militante hasta la organización del movimiento, pasando por los cuadros. En los textos, además, se encuentran constantes citas o referencias a pensadores nacionales, muchos cercanos al forjismo, y se especifican lecturas a futuro obligatorias para la formación de cuadros cualificados. El material forma al militante a través de recorridos históricos, comparaciones entre modelos económico-sociales y también, marcando caminos de aciertos y desaciertos.

Narrativas, iconografías, retóricas y poéticas de interpelación a los destinatarios de la formación. En los materiales de formación del MPLD las formas de interpelación al destinatario son múltiples. Por un lado, los cuadernillos apelan a distintos registros escritos que permiten combinar un denso corpus teórico-académico marxista, entrevistas a teóricos y a militantes, discursos y documentos de organizaciones, poemas de autores latinoamericanos, dibujos e historietas; y, finalmente, un conjunto de textos propios como los fundamentos políticoideológicos y textos producidos por distintos espacios del MPLD. A esta diversidad de fuentes se suman ciertos recursos propios del manual escolar como el uso de negritas y recuadros para resaltar las ideas centrales, secciones con preguntas y con resúmenes, metáforas cotidianas y dibujos/ - 203 -

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historietas para ilustrar o “bajar” los conceptos, así como un cancionero popular con canciones que forman parte de la mística del MPLD. No obstante, un elemento que lo distancia de los manuales es el uso de un “nosotros” inclusivo. A nivel iconográfico, en los materiales se destaca una estética que incluye el uso de fuentes secundarias que remiten a lo latinoamericano y lo marxista, sí como un conjunto de símbolos, logos, banderas y colores propios de la organización y de sus diferentes espacios. En el caso del FPDS también es explícita la referencia al nosotros inclusivo. A nivel iconográfico, se presentan imágenes y cuadros tomados del poster “El arbolazo” incluido en el revi-poster colectivo “El cordobazo” elaborado por el Colectivo de Historia Vulgar e Iconoclasistas. Los cuadros sintetizan algunos hitos históricos que a escala internacional y nacional marcaron los años 60 y 70, y 80 y 90. En el caso del ME el material de formación se presenta con un lenguaje llano, simple y coloquial, y metáforas informales al estilo “quieren que nos extingamos como dinosaurios”. Todo, también en este caso, en el marco de un “nosotros” inclusivo, que pareciera proponer que el que habla es igual al que escucha. En general en los materiales del ME se utiliza el texto simple como recurso, con ausencia de iconografía (a excepción de alguna tapa en la que se unen una frase de Gramsci con la imagen de Eva Perón y la estrella federal) y al finalizar el documento se recurre a gráficos similares al de los manuales escolares con un lenguaje simplificado. Entendemos que esta estrategia se relaciona con la complejidad temática (modelos económicos y de país). Otras estrategias comunicacionales de interpelación en el ME tienen que ver con las constantes apelaciones a ejemplos de la cotidianeidad, para buscar desde allí la complicidad con los destinatarios así como la relación con la realidad cotidiana; y la utilización de preguntas para enfatizar la línea argumental que se sigue. Asimismo, recurren a personajes de la historia como mitos, objetivos ideales adonde llegar: el Che, Perón, Néstor K, Cristina K.,

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pero no lo hacen a través de dibujos o representaciones icónicas sino a través de frases célebres.

Nuevos interrogantes. Hasta aquí hemos avanzado en la caracterización de las tres propuestas elegidas – MPLD, FPDS y ME – en términos de sus contenidos, objetivos, destinatarios y formas de interpelación como elementos integrantes del dispositivo pedagógico de formación. Siguiendo esta línea de trabajo, nos interesa señalar algunos ejes que consideramos de relevancia para una profundización a futuro y que presentamos brevemente a continuación. Por un lado, revisar las formas de construcción de la continuidad de la lucha presentes en cada movimiento teniendo en cuenta la selección de experiencias pasadas hilvanadas de las cuales cada organización se conforma como heredera y toma como lecciones abiertas para el aprendizaje. Dentro de esas experiencias, reviste particular relevancia el análisis de las referencias a los episodios del 2001 como punto de inflexión y mito de origen en los tres casos en análisis en función de los elementos particulares que cada organización toma de esos acontecimientos. En asociación con la crisis del 2001, otra cuestión a profundizar es la elaboración de la noción de “cambio social” presente en cada movimiento. En una primera aproximación podemos afirmar que el FPDS y el MPLD encaran el problema del cambio social a partir de la construcción de una nueva conciencia, una nueva ética y una nueva cultura sin las que se vuelve inviable la transformación de las estructuras opresivas y las relaciones de explotación. Desde otra perspectiva, el ME plantea el cambio social circunscribiéndolo a la dimensión económica (particularmente a la redistribución de la riqueza) sin referencias a la cuestión colonial y patriarcal que sí aparecen en los otros dos

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casos asociados al concepto de integralidad de la lucha. Una de las explicaciones posibles de esta diferente concepción de cambio social nos lleva a un tercer elemento a indagar con mayor detenimiento que enunciamos como pedagogía de la contingencia y pedagogía de la autonomía. Mientras que el MPLD y el FPDS privilegian la formación teórica con el objetivo de aportar a la constitución de hombres y mujeres nuevos/ as, y a la utilización “autónoma” y creativa de las herramientas y categorías de análisis; el ME pone en primer plano la reivindicación y la coyuntura que resignifica el aprendizaje esperado, ya no como brindar herramientas para mejorar el análisis, sino como la posibilidad de contribuir a la organización contingente de la lucha. De allí que nos preguntemos por las formas en que estas apuestas de formación política diferenciadas aportan a la reproducción cultural del movimiento y sus grados de eficacia política relativa. Finalmente, un último aspecto que nos convoca a su indagación es la construcción del sujeto político del cambio social en cada uno de los movimientos. En el MPLD y el FPDS, dicho sujeto se aleja de la centralidad del movimiento trabajador no sólo debido al reconocimiento de un mundo del trabajo degradado y precarizado sino también por el carácter multisectorial de ambas organizaciones que articula a los trabajadores desocupados de su momento fundacional con trabajadores asalariados y estudiantes. A contramano, en los cuadernillos del ME reaparece la centralidad de la relación capital-trabajo y el trabajador como sujeto político. Estas diferenciaciones no impiden la confluencia de las tres organizaciones en la CTEP (Confederación de Trabajadores de la Economía popular), siendo un elemento complejizador y que requiere una mayor profundización.

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