Movimiento de mujeres nicaragüenses desde una lectura de la acción política y los nuevos movimientos sociales

July 1, 2017 | Autor: D. Esguerra Suarez | Categoría: Movimientos sociales de mujeres, Movimientos Feministas Y De Mujeres
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Descripción




FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS POLÍTICAS.
ACCIÓN COLECTIVA Y MOVIMIENTOS SOCIALES.
ENSAYO FINAL.
DANIELA ESGUERRA SÚAREZ.
CÓDIGO 25381438 C.C. 1.018.465.844

Movimiento de Mujeres Nicaragüenses: revolución en doble vía.
Un análisis desde los Estudios de Procesos Políticos dela acción colectiva.

Para la década de los 60's y 70's en América Latina y el Caribe se vive un tiempo de insubordinación, agitación política y resistencias frente a los gobiernos dictatoriales que allí se instituyen, donde los movimientos sociales se apropian del agenciamiento de procesos revolucionarios, que en su mayoría se ven permeados por la Revolución cubana, ideales socialistas y el sueño de utopías comunistas. Este es el caso de Nicaragua con la Revolución Sandinista, llevada a cabo en 1961, liderada por el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) el cual se forma a partir de movimientos de base que deciden armarse en contra del régimen represivo y autoritario de la familia Somoza, que se inicia en cabeza de Anastasio Somoza García.
Dictadura que se remonta a los años 30 con la instauración de la Guardia Nacional por parte de Estados Unidos, donde el Somocismo se convierte en la mejor herramienta para lograr la intervención Norteamericana, que tiene grandes intereses en la posición geográfica nicaragüense al contemplarse como una posible sede de un nuevo canal interoceánico. Pero para alcanzar dicho objetivo hacía falta el asesinato de Augusto Sandino, quien había sido claro opositor de la intervención de EE.UU lo que lo convertía en un obstáculo principal para el posicionamiento de los gobiernos Somocistas. "La conciencia nacional del pueblo nicaragüense estuvo siempre nutrida de componentes antiimperialistas y antidictatoriales, surgidos de su propia historia y recuperados por sus intelectuales más representativos y por sus dirigentes más auténticos." (Vilas, 1984)
En este contexto la mujer entra a hacer parte de los procesos revolucionarios reivindicando las banderas de lucha de la revolución Sandinista, enlistando filas en el ejército revolucionario, tomando fusiles para encarar el sistema de terror que por medio de la violencia ha sido gran opresor del pueblo Nicaragüense, o contribuyendo en el proceso desde las labores del hogar, desde la enseñanza de los niños y el cuidado de los hombres que encarnan las batallas que luchan por la revolución. En este escenario del triunfo de la revolución y en el que se empieza una reconfiguración estatal bajo los valores de la revolución, las mujeres que juega un papel fundamental en el las luchas emancipadoras del país, evidencian que la presencia femenina en la vida política se encuentra altamente retraída, gracias en parte a que el ámbito público seguía estando muy ajeno a las cuestiones domésticas y por las dinámicas de división sexual del trabajo la mujer se veía limitada al ámbito del hogar, lo que no le daba participación en los espacios públicos ni la injerencia en el desarrollo de sectores laborales que ya se habían tornado, en la práctica, de apropiación masculina.
Esto sitúa un debate de larga data frente a la definición que se le da a un movimiento social y en consecuencia a la acción colectiva que asume el mismo. Los diferentes marcos teóricos que se han establecido frente al tema ponen de presente una discusión que aquí se hace visible y es el ámbito referencial que ubica el movimiento social como problemática: sujeto o estructura; y de allí los procesos de enmarcamiento que lo construye. En este sentido por un lado se hace presente el movimiento de mujeres, el cual este ensayo sostiene que se inscribe en un enfoque constructivista, donde "insiste menos en una explicación por factores externos determinantes (como la estructura, el contexto, la clase) y privilegia el análisis de lo que acontece en el interior del movimiento: en los procesos cognoscitivos en los que gestan identidades y marcos de significación; en los que se producen atribuciones de sentido normativo, simbólico y sentidos de solidaridad o antagonismos." (Lamus Canavate, 2010)
Por ende se asume la categoría Movimiento de Mujeres por su carácter amplio y diverso que permite recoger todas las identificaciones que se presenten en el contexto de la revolución Nicaragüense tanto a feministas sandinistas, como a sandinistas que no se autodenominan aún como feministas pero se identifican con unas reivindicaciones propuestas por las feministas en su condición de mujer y a las que se conciben como autonomistas que no se reconocen en una lucha sandinista junto con el FSLN. Finalmente, esta categoría permite aglutinar diferentes sectores bajo una identidad común que es el reconocimiento de un sistema de opresión, fundamentado en el rol que esta designado para la mujer en la sociedad, subordinándola a ámbito doméstico y privado. Es así como el discurso que permite cohesionar el movimiento se establece entorno a politización de la vida privada, la ruptura de fronteras entre el espacio público y el privado determinados en el actuar de la mujer.
Por otro lado, está el marco teórico que aquí se argumenta es el que tiene la posición del FSLN, un movimiento centrado en el ámbito estructural, que se plantean una ruptura de carácter político militar, que va de la mano con un salto cualitativo que se genera a partir de la expropiación de los medios de producción, en este caso monopolizados a mano del gobierno dictatorial que implica un directo quiebre con el imperialismo, pese a que el desarrollo capitalista nicaragüense, "en general, fue un capitalismo más avanzado en el ámbito de la comercialización y el financiamiento que en el área de producción. Por ausencia o gravitación exigua de un sector enclave, la mayor parte de la producción se mantuvo en manos de productores locales pero subordinados al capital comercial y financiero y al procesamiento controlados por el capital extranjero y la gran burguesía local." (Vilas, 1984) Esto reflejó simultáneamente, la complicidad entre los grupos dominantes locales con la dominación externa y con la dictadura, y las buenas relaciones que el somocismo mantuvo con Norteamérica hasta la década del 70, que dotaron de un componente clasista las luchas contra la dictadura.
Esto es un panorama a grandes rasgos de puntos reivindicativos de ambos movimientos que contemplan el campo de estudio desde que posiciona el movimiento social y la acción colectiva, que definen un marco conceptual que acompaña cada proceso. Sin embargo, pese a estas disidencias en el escenario teórico, el presente escrito parte de la premisa de que el Movimiento de Mujeres Nicaragüenses, MMN, va a incorporar en la lucha revolucionaria las preocupaciones e intereses propios de las mujeres, lo que va a permitir articular los discursos de clase con las reivindicaciones feministas, liberando las tensiones que se presentan entre la idea de que la identidad de clase es la única comprensión que se debe dar en un proceso revolucionario por parte de los sujetos que en este interactúan y que el feminismo, por tanto, debe estar totalmente desligado a las luchas de clases pues este trasciende de estas en la medida en que comprende sujetos de diferentes clases, negando así la existencia de unas condiciones materiales que ponen a unos sujetos como dominado y dominantes en los torno a posesión de los modos de producción. En este sentido lo que logra el movimiento de mujeres es articular la lucha contra el patriarcado y el capitalismo.
Premisa que se comprueba en que ya para 1985, Nicaragua se encontraba en un momento de reconstrucción del Estado donde se realizaban cabildos abiertos con el fin de poder definir los lineamientos que se establecieran en la nueva constitución y que marcarían el curso del régimen. Es allí donde el Movimiento de Mujeres Nicaragüenses aparece con una propuesta constitucional, ya concretada en un documento formal que es expuesta en plena Asamblea Nacional que luego de grandes jornadas de debates llevan al que el FSLN reconozca las problemáticas presentadas por las feministas y establezca una comisión especial de la Asamblea para analizar la situación de la mujer y el papel del movimiento en plena etapa de reconstrucción. Finalmente esto se visibiliza en un discurso presentado por el FSLN para el 8 de marzo de 1987, cuando por parte de la dirección nacional de la organización, se hace público un comunicado que afirma el reconocimiento del movimiento y la lucha justa de sus reivindicaciones que también son reivindicaciones propias de la revolución, en la cual se reconoce que la emancipación de la clase pasa por liberarse de la opresión sexo/ género que subordina a la mujer a el sector doméstico y privado de la sociedad.-" El Frente Sandinista de Liberación Nacional debe encabezar la lucha, la educación, y la concientización de hombres y mujeres y con ello de toda la sociedad, en contra de la discriminación de la mujer, que obstaculiza su plena incorporación al proceso revolucionario." (FRENTE SANDINISTA DE LIBERACIÓN NACIONAL, 1987)
Con lo anterior se puede ratificar la premisa propuesta en la que es el Movimiento de Mujeres el que logra articular las reivindicaciones feministas, con el marco de lucha del FSLN, siendo este un movimiento revolucionario. Sin embargo frente a las disparidades presentadas sobre los marcos de identificación de los proyectos, y el ámbito desde que ubican su problemática, se torna nublado el desarrollo de dicha articulación y queda en el aire un interrogante que se va a sumir como el punto que direcciona el análisis que aquí se pretende realizar, ¿Cómo se da el proceso de articulación de las reivindicaciones feministas del Movimiento de Mujeres Nicaragüenses con el proceso revolucionario sandinista en el momento de reconstitución del Estado de Nicaragua en el período de 1985 a 1989? Habría que aclarar que si bien toda la reflexión situada hasta ahora nos remite al periodo de los años 70's, es en estos cuatro años donde se presenta formalmente el proceso de articulación, gracias a que la revolución ya ha triunfado y consigue establecer un nuevo régimen político.
A partir de este interrogante se plantea una posible solución como la hipótesis que dará hilo conductor al desarrollo del trabajo, en esta se establece que la forma en que se logran articular las demandas del MMN, al proyecto revolucionario Sandinista, está guiada por la coyuntura política donde las Mujeres/ Feministas hacen una lectura de la realidad nacional a la que se enfrentan, que les arroja un momento de oportunidad para la generación de alianzas, la cual asumen como el espacio pertinente para potencializar sus acciones, por medio de la identificación de identidades comunes que les permita dar una lucha conjunta. Es decir, basándonos en la teoría de la acción colectiva el MMN identifica una estructura de oportunidad política por medio de una alianza con el FSLN, que tiene como estrategias establecer un alineamiento de marcos de acción colectiva, que demuestre finalmente la transformación o formación de un marco de identidad común.
En este sentido, el ensayo en primera medida se enfocará en el desarrollo de la alianza entre los dos sectores como una lectura de oportunidad política, paso seguido identificará la estrategia de alineamiento de marcos de acción colectiva partiendo del desarrollo de cada enmarcamiento que permite establecer un panorama de cercanías y disidencias entre estos, esclareciendo los puntos de articulación, que no solo pasa por la identificación de similitudes a nivel discursivo, sino por el reconocimiento de unos procesos políticos contextuales que permean de forma estructural la comprensión de dichas identidades, obteniendo concluyentemente la transformación o formación de un nuevo marco de acción que nos remite de manera ecléctica a la argumentación del porque se asume la premisa como válida, y es el paso del cómo se da el proceso, a la comprobación en lo concreto del mismo. Finalmente unas conclusiones del análisis.
La Estructura de Oportunidad Política surge del enfoque de procesos políticos de la acción colectiva. "Este concepto no se centra en la búsqueda de alguna supuesta causa universal de la acción colectiva, sino que examina las estructuras políticas para comprobar de qué manera incentivan la formación de movimientos sociales" (Tarrow, 1999), por ende se adscribe a la teoría de los nuevos movimientos sociales y nos es de utilidad para el propósito analítico del ensayo. Partiendo de dicha definición, se recoge los planteamientos de Sidney Tarrow frente a la tipología de las estructuras de oportunidad que nos ubica en un enfoque Estatalista con una especificación dinámica, esto quiere decir que se parte del supuesto de que "es el sistema político entero el que se ve sometido a cambios que modifican el medio en el que se mueven los actores sociales, al menos lo suficiente como para ejercer cierta influencia sobre el inicio, las formas y los resultados de la acción colectiva." (Tarrow, 1999)
Es así como la institución de un nuevo régimen político, en este caso la construcción de un Estado con base en los valores revolucionarios Sandinistas implican un nuevo espectro para los movimientos sociales y el resto de actores en general que allí interactúan, en tanto hay una ruptura de la cultura tradicional que va directamente relacionada con una definición de los status sociales que se ven resignificados bajo la política económica con sentido redistributivo, el nuevo agenciamiento de los espacios laborales en los que se busca eliminar la explotación por medio de la disminución de horas de trabajo, los pagos de salarios personalizados y la reconstrucción de sectores económicos abandonados como el agro y la identificación discursiva con base en lo popular y nacional. Es al interior de este contexto que el Movimiento de Mujeres Nicaragüenses se constituye primero por medio de la AMNLAE, una organización que para 1985 era vista como "un mecanismo que promueve el conjunto de actividades de identificación de los problemas particulares de la mujer para que estos sean asumidos como problemas de la revolución" (FRENTE SANDINISTA DE LIBERACIÓN NACIONAL, 1987),la cual se va caracterizar por ser la organización representante del MMN dentro de los procesos revolucionarios, pues esta se adscribe y nace a partir de las reivindicaciones de feministas Sandinistas que centran el debate tanto en la dominación imperial como la patriarcal. De allí que entre en tensión con el movimiento revolucionario, al evidenciar que dentro del desarrollo del programa político del FSLN no hay ningún atisbo o disposición que ponga en manifiesto las preocupaciones propias de la condición femenina.
Esto permite enmarcar el proceso como una variación subnacional en la medida en que son dos movimientos que se presentan al interior del Estado nicaragüense, donde el MMN establece como su elemento de oportunidad fundamental la generación de alianzas con el Frente Sandinista, ya que son las estructuras de alianzas generadas por los conflictos las que contribuyen a la obtención de recursos y crean una red de oposición frente a constricciones o limitaciones externas al grupo. (Tarrow, 1999)
El movimiento de mujeres/feministas percibe la señal de que en un momento de reconstitución del Estado, luego del triunfo de la revolución, hay una posibilidad de capitalizar las demandas por mayor participación de la mujer en el sector público, que pasa por la ruptura de diferenciación entre lo público y lo privado, así como el reconocimiento de la opresión sexo/género, donde la mujer se siente limitada frente a su capacidad de decidir en discusiones que propias como lo es el aborto y aún más en debates sociales amplios, como lo es la elaboración de una nueva constitución o políticas económicas y laborales; animándose a utilizar el recurso más valioso con el que cuentan, su cantidad y su labor social, al ser casi el 60% de la población femenina, cuentan con un despliegue de mujeres que ocupan todos los sectores socioeconómicos, desde al agro, pasando por las operarias de fábrica, hasta una que otra trabajadora del sector público, las convierte en un sujeto político transversal para el mantenimiento de la revolución. De allí que durante sus dos primeros años AMNLAE dirigió todas las baterías a impulsar la presencia femenina en las tareas más urgentes de la reconstrucción, sin perder por ello de vista la atención a algunas preocupaciones específicas de las mujeres, precisamente aquellas cuya solución contribuiría a realizar las metas generales del programa sandinista. (MURGUIALDAY, 1990)
Pero es ya para el periodo del 85 al 89, que se vive un ambiente contrarrevolución que constituye una amenaza de intervención de nuevo por parte de Estados Unidos en Nicaragua, es en este espacio donde el Movimiento de Mujeres en cabeza de la AMNLAE se propone como aliado influyente para los revolucionarios Sandinistas que durante los 3 primeros años de revolución, si bien se habían encargado de generar condiciones dignas de vida para la población de base, no se habían ocupado de forma particular de las demandas de las feministas; las mujeres contaban con espacios de participación que no eran equitativos y las relación entre mujer y hombre seguía siendo desigual en todos los aspectos sociales.
En este espacio se visibiliza una creación de oportunidades, en la dinámica de ampliación de oportunidades para otros, en este caso para el movimiento revolucionario, que cuando percibe la magnitud de movilización del MMN por un lado y en el entendido del gran enemigo que enfrenta de nuevo por otro, no duda en darle desarrollo a dicha alianza, iniciando por el reconocimiento de la lucha hasta ahora llevado por estas mujeres/feministas. Sin embargo dicha alianza también pasa por un análisis de marcos de acción donde se esclarezcan las cercanías en los discursos identitarios propios de cada proceso político desarrollados cada movimiento.
"El término marco es tomado por Goffman para denotar los esquemas de interpretación que capacitan a los individuos para localizar, percibir, identificar y nombrar los hechos de su propio mundo y del mundo en general. Al hacer a los hechos significativos, los marcos cumplen la función de organizar la experiencia y guiar la acción individual y colectiva." (Rivas, 1998)Es decir, el marco cumple un papel identitario que representa el sentido de mundo, que tiene como objetivo orientar las acciones de los movimientos. Dicho proceso de enmarcamiento para los movimientos que aquí nos atañen se analizará a la luz de 4 aspectos, la identificación por parte del movimiento del problema, los valores o enfoques frente a los que se construye su identidad, el señalamiento de un responsable del problema o en la relación de oposición el que se define como antagonista y por último la propuesta que logra solucionar el debate planteado, lo que genera un marco de deber ser que guía el actuar del movimiento.
En el caso de los movimientos de mujeres, estos generalmente han encontrado en el marco teórico de los nuevos movimientos sociales, un escenario propicio para potencializar sus luchas, ya que se encuentran frente a un espacio en el que los conflictos ya no se centran exclusivamente en la clase social, sino que ponen en debate otros ámbitos sociales como la raza, la etnia, el género, y otras formas de solidaridad que ya no se enmarcan dentro de las propuestas de los enfoques tradicionales de la acción colectiva, "para este enfoque ha sido más importante indagar por los procesos de construcción de identidad colectiva que tienen lugar en la formación, organización y movilización de estos grupos" (Lamus Canavate, 2010)
De acuerdo con lo anterior, se asume que "un movimiento social es un conjunto cambiante de debates, tensiones y desgarramientos internos; está tironeando entre la expresión de la base y los proyectos políticos de los dirigentes." (Touraine, 1987), que más para el MMN se entiende entre las diferentes iniciativas y expresiones del movimiento que se encuentran en constante disputa por espacios, recursos y adhesiones. Claro ejemplo de ello es la definición del Movimiento como Movimiento de Mujeres Nicaragüenses, que logra lidiar con esa debilidad histórica de los movimientos feministas, y es la urgencia por generar un marco identitario amplio y abierto a la agrupación de todas las mujeres, lo que pasa por encontrar un punto nodal entre las diferentes identificaciones sociales que estas puedas presentar, tal y como sucedía en Nicaragua con las autonomistas, las feministas sandinistas, las feministas, las mujeres campesinas y trabajadoras, entre otros.
Es allí que entra en juego la identidad colectiva, como un medio de formación del marco de acción, donde el actor valora las motivaciones que lo llevan a actuar en conjunto por un ideal común. Melucci es mucho más explícito en este punto al establecer una definición de identidad: "Que un actor elabore expectativas y valué las posibilidades y límites de su acción implica una capacidad para definirse a sí mismo y a su ambiente. A este proceso de construcción de un sistema de acción lo llamo identidad colectiva. (Melucci, 1999)
En consecuencia el Movimiento de Mujeres Nicaraguenses establece su identidad colectiva entorno a la opresión de sexo/género, en tanto identifican como problema la división sexual del trabajo que las limita al campo doméstico y en este sentido un clasificación del ámbito privado como el espacio por excelencia de desempeño del rol de la mujer en la sociedad. El establecimiento del problema pasa por la identificación del responsable, El cual a nivel general se reconoce como el hombre, pero en su recorrido histórico fueron la dictadura somocista y la intervención de EE.UU, las etapas que implicaron un nivel de represión mayor y de allí que asumen a ellos como sus antagonistas principalmente.
Lo que conlleva a que la propuesta de acción se base en la construcción de relaciones más igualitarias, se habla de relaciones igualitarias no por equiparar al hombre con la mujer, se habla de igualdad porque para la época los discursos de equidad aún no se habían establecido de manera formal, y la mujer reconoce la igualdad como un valor que logra transgredir la cultura tradicional en tanto le permite acceder a nuevas esferas sociales, como el de mayor participación en los espacios públicos que no la limitan a la función de la mujer en el hogar, por el contrario la empodera de espacios de debate en donde pone sus reivindicaciones en cuestión y hace valida su voz y preocupaciones.
Por otro lado está el Frente Sandinista de Liberación Nacional, que enmarcado en las luchas estructurales, reconoce que su identidad colectiva surge de los valores antiimperialistas y anticapitalistas que tienen su núcleo en la categoría de clase, a partir de la posición intervencionista de Norteamérica, que es el punto más problemático para el movimiento, el cual ve en las intenciones Estados de Unidos un carácter imperialista que pretende eclipsar los intereses soberanos de Nicaragua, para cumplir con el establecimiento de un sistema capitalista generador de plusvalía a raíz de los factores productivos tomados y explotados del país. Que tiene como primero en la relación antagónica a Somoza, con su actitud colonialista sumisa que acepto la dominación militar y económica de manera directa sobre su estado y en el sentido político, gracias al voluntarismo político complaciente y dominado de Somoza, se realizó por medio de la dictadura. En este sentido la solución pasa por el establecimiento de la revolución por la vía de las armas que les permita establecer un gobierno acorde con sus ideales socialistas que mantenían cierta cercanía con el populismo.
Esta caracterización de los marcos permite ver claramente las disidencias que se presentan entre cada movimiento, que aleja la posibilidad de una articulación, no hay un enemigo común, ni un problema unificado, ni un proyecto en común. Aun así, hay unos valores identitarios, que si bien no son los centrales, en el caso del MMN, son un punto de encuentro de los movimientos, y es el antiimperialismo y el rechazo a la represión y políticas dictatoriales de Somoza; esto es lo que conlleva a las mujeres a luchar en la revolución más que como movimiento, desde la identificación de sus labores productivas, es decir como campesinas, obreras, encargadas del hogar, funcionarias públicas y todos otros aquellos espacios que hayan sido permeados por la actividad productiva de la mujer.
Sin embargo va a ser el proceso político del triunfo de la revolución Sandinista, el que va a permitir establecer el alineamiento de marcos de acción. Por un lado el reconocimiento del importante papel que jugó la mujer en el desarrollo y logro de la revolución, enlistando filas en el ejército revolucionario, tomando fusiles para encarar el sistema de terror que por medio de la violencia ha sido gran opresor del pueblo Nicaragüense, o contribuyendo en el proceso desde las labores del hogar, desde la enseñanza de los niños y el cuidado de los hombres que encarnan las batallas que luchan por la revolución. Pero este no fue un solo reconocimiento de la mujer sino del pueblo en general que se logró articular frente a las consignas de "No a la intervención Yanki", hace que las demandas que se presentan en la constitución de ese nuevo régimen en los años del 85 al 89, sean de carácter popular y de allí la necesidad de replantear el marco teórico del FSLN.
Si bien el movimiento revolucionario tiene un claro enfoque estructuralista en el proceso de alcance del triunfo de la acción, es en el periodo de reconstrucción del Estado que la organización se empieza a pensar en una suerte de populismo, que genera una transformación en los procesos de identificación de enmarcamiento. (Vilas, 1984) Se pasa de un entendimiento de clase a una idea de pueblo más amplia que implica la presencia de la mujer en los sectores populares y el rescate del problema de la identidad gracias, a la dificultad de identificación de una demanda unitaria. Con respecto a esto, el planteamiento de Laclau frente a las demandas populares permite entender una postura del marco más desde el sujeto y de allí la articulación con las reivindicaciones feministas del movimiento MMN.
Laclau, propone la lógica equivalencial para la articulación de las demandas. En la medida en que se constituyen como demandas populares logran una articulación entre sí, lo que las asigna como inconmensurables porque tienen un antagonista en común, y es que esa clara división social se continúa bajo este marco teórico. En este sentido, las demandas pasan por una visión de hegemonía donde pierden su significado particular y cobran un carácter universal, que se asume en el significante vacío, que no implica un liderazgo de una demanda sobre otra, sino el papel simbólico de ellas en la posición hegemónica. Esto tiene como consecuencia que la cadena de equivalencias se haga extensiva logrando aglutinar una pluralidad de demandas, sin embargo hay que mencionar que la equivalencia está en constante tensión con la diferencias, puesto que la diferencia posee un sentido desarticulador y la equivalencia una igualdad de todos, pero es en esta constante tensión donde surgen las demandas populares, al plantearse incompatibles entre sí pero necesarias.
"Es sólo ese momento de cristalización el que constituye al "pueblo" del populismo. Lo que era simplemente una medición entre demandas adquiere ahora una consistencia propia. Aunque el lazo estaba originalmente subordinado a las demandas, ahora reacciona sobre ellas, y mediante una inversión de la relación, comienza a comportarse como su fundamento." (Laclau, El pueblo y la producción discursiva del vacío, 2006)
Con respecto a la transformación del marco de acción, vale la pena aclarar que es un proceso principalmente motivado por las mujeres, quienes están en constante demanda de mayor reconocimiento por parte del Frente Sandinista, de allí que la AMNLAE se proponga como un mecanismo de articulación de las dos luchas reivindicativas, ya que si bien esta surge de las reivindicaciones de las feministas sandinistas, al momento de generar un movimiento más amplio propio de todas las mujeres Nicaraguenses, esta fue la organización que lideró los procesos de formación gracias a su estructura y experiencia organizativa. Por ende en el momento de interpelar la alianza con movimiento revolucionario es la AMNLAE la que ya reconocida dentro del Frente Sandinista busca su posicionamiento como un comité propio del FSLN al que se le asigna la función pedagógica de comunicar y dar a conocer tanto a hombres como mujeres las demandas del movimiento y que se requiere para el cumplimiento de las mismas.
Es por eso que el MMN, en cabeza de la AMNLAE y la oficina legal de la mujer, se encarga de elaborar una propuesta constitucional que fue presentada el 10 de octubre de 1985 ante la comisión de la Asamblea Nacional. Su contenido causó gran sorpresa en los medio oficiales ya que recogía todos los derechos que querían ver garantizados por la constitución. Temas radicalmente nuevos hicieron su aparición: el derecho de las mujeres a decidir los hijos que quieren tener, la sanción de toda forma de chantaje, presión y acoso sexual en el trabajo, el castigo de los malos tratos y abusos que atentan contra la integridad física y emocional de mujeres y niños en el ámbito familiar, la prohibición de toda apología al machismo y de los discursos que reproducen prejuicios sobre la capacidad femenina, la eliminación del sexismo en la educación, el derecho de las campesinas a ser dueñas directas de la tierra, entre otros. La propuesta abogaba por una constitución libre de prejuicios, capaz de promover la práctica de los principios de igualdad, respeto y solidaridad entre hombres y mujeres. (MURGUIALDAY, 1990)
La urgencia de discutir estas cuestiones en las instancias institucionales, pasaba por la necesidad de que fueran los miembros del FSLN los primeros en reconocer los postulados reivindicativos y afirmar la posición de apoyo frente al respeto de la dignidad de la mujer, y de allí la necesidad de su emancipación. Las asambleas tardaron varios meses, más de 500 reuniones se realizaron para debatir la propuesta de la AMNLAE, con la participación de cerca de 5000 mujeres, finalmente se logra, primero un documento emitido por parte de la Dirección Nacional del Frente Sandinista reconociendo inicialmente la lucha de la mujer antes de la revolución, su aporte durante la revolución, sus demandas y la posición del FSLN frente a las mismas, haciendo mención de que lo allí expuesto quedará reconocido en la constitución que se establecida, cerrando con la consigna -¡Vivan las mujeres nicaragüenses!, ¡Aquí no se rinde nadie! Patria libre o Morir. (FRENTE SANDINISTA DE LIBERACIÓN NACIONAL, 1987)
El análisis que aquí se plantea, es un análisis ecléctico que retoma la premisa planteada al inicio y se encarga de darle desarrollo, volviendo de nuevo a ella como fin del proceso y es que el Movimiento de Mujeres Nicaragüenses logró articular las demandas feministas con las del proceso revolucionario Sandinista encarado por el FSLN. Se concluye que son reivindicaciones feministas ya que finalmente luego de reconocidos los derechos por parte de la constitución nicaragüense establecida en el periodo de gobierno del Frente Sandinista, el Movimiento de Mujeres Nicaragüense se declara abiertamente feminista y revolucionario en correspondencia con el nuevo enmarcamiento identitario de la revolución popular sandinista.
Otro punto fundamental que se deduce es que el alineamiento de marcos de acción no habría sido posible sino se reconoce las condiciones de carácter estructural que acompañaron a los movimientos, la dictadura somocista, el proceso revolucionario, la constitución de un nuevo régimen, la contrarrevolución con el fin intervencionista de Estados Unidos, la lucha armada, entre otros, constituyeron esos escenarios que permitieron la formación de identidades particulares, donde en principio se marcaba la disidencia entre los marcos con eje en el sujeto y los marcos con eje en la estructura, que si bien por un lado la lectura teórica de los procesos políticos logra intermediar, hizo falta la transformación del marco de acción sobre la base del populismo para que se presentara un completo alineamiento y articulación de las demandas de los movimientos.
Por último mencionar que el proceso de alineamiento, tiene como resultado la transformación del marco colectivo del FSLN y no la creación de uno nuevo, pues por un lado no existían transformaciones profundas que implicaran un la creación nueva de una comprensión identitaria y segundo porque si bien las identificaciones entre mujeres y el movimiento revolucionario no fueran muchas, claramente existía un contexto de lucha histórica que se había dado de manera conjunta y que cohesionaba los discursos entorno al antiimperialismo y un sistema no capitalista, pues las condiciones de explotación y represión las vivieron ambos agentes aunque de manera diferenciada, de allí que haya sido la mujer la principal promotora de dicho cambio.
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