Movilidades campesinas y dinámicas territoriales en los Andes ecuatorianos: una lectura geohistórica desde la periferia rural de Cuenca (2016)

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Descripción

Movilidades campesinas y dinámicas territoriales en los Andes ecuatorianos (Cuenca)

Movilidades campesinas y dinámicas territoriales en los Andes ecuatorianos: una lectura geohistórica desde la periferia rural de Cuenca Nasser Rebaï Introducción La noción de territorio «testimonia una apropiación a la vez económica, ideológica y política (entonces social) del espacio» (Di Méo, 1998: 107). De hecho, este concepto supone la permanencia de la población en la tierra que controla, que intenta valorizar de manera sustentable y con la que se identifica al producir un paisaje singular «cargado de afectividad y de significación» (Bonnemaison, 1981: 257). Según esta definición, ¿en qué medida entonces se puede seguir hablando de territorios rurales en la sierra ecuatoriana mientras que la migración internacional de los campesinos es actualmente masiva? A modo de respuesta, proponemos a través de este texto comparar las dinámicas territoriales en los Andes rurales del Ecuador antes y después de la migración, construyendo nuestro análisis a partir de una investigación realizada en la pequeña parroquia Octavio Cordero Palacios (22 km²), ubicada en la periferia de Cuenca (fig. 1), que elegimos como zona de estudio por ser una de las localidades cuya historia migratoria es una de las más antiguas de la sierra ecuatoriana.

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Nasser Rebaï

N COLOMBIA

Esmeraldas Carchi

Esmeraldas

Puerto Baquerizo Moreno

Galápagos

Imbabura Pichincha

Sucumbíos

QUITO

Santo Domingo Manabí

Napo

Cotopaxi

Manta OCÉANO PACÍFICO

Ambato

Los Ríos

Bolívar

Tungurahua

Riobamba

Guayas Santa Elena

Guayaquil, Cuenca : ciudades principales

Chimborazo

Azuay

Morona Santiago

Cuenca Azuay

Machala

Octavio Cordero Palacios

El Oro

Vía Panamericana Otra vía

Pastaza

Guayaquil Cañar

QUITO : capital nacional

Orellana

Loja

Loja

Zamora Chinchipe

Provincia

PERÚ 0 80 km

Figura 1 – Ubicación de la parroquia Octavio Cordero Palacios © Nasser Rebaï Fuente: Instituto Geográfico Militar del Ecuador (IGM)

1. Metodología Para realizar este trabajo nos apoyamos en varias fuentes de información. En primer lugar, consultamos los principales trabajos sobre la historia de los Andes australes del Ecuador (Espinoza, 1989; Espinoza & Achig, 1981; Mora, 1926; Poloni-Simard, 2006; Pozo, 2012) para ubicar nuestra zona de estudio en su contexto regional. Sin embargo, encontramos poca información específica a propósito de la parroquia Octavio Cordero Palacios, por lo cual fue necesario intensificar el trabajo de campo, que desarrollamos durante diez meses, entre 2008 y 2009, y en el que realizamos 16 entrevistas con líderes políticos y campesinos, cuyas edades iban entre 32 y 90 años, para reconstituir la historia agraria y social de nuestra localidad de estudio. Asimismo, entrevistamos colectivamente a los miembros de la junta parroquial para conocer los principales cambios en la tenencia de la tierra a nivel local.

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A pesar de las descripciones detalladas conseguidas en las entrevistas, no podíamos construir nuestro análisis basándonos únicamente en los testimonios que recogimos. Es decir, los recuerdos son lógicamente subjetivos, por lo

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cual es necesario reunir documentos oficiales para tener una información relativamente fiable sobre la evolución del espacio agrario en la parroquia Octavio Cordero Palacios para confirmar, matizar o invalidar las palabras de los individuos que entrevistamos. En este contexto, los archivos del Ministerio de Agricultura en Cuenca fueron muy útiles y nos permitieron acceder a diferentes informes sobre los conflictos por la tierra durante las últimas décadas. No obstante, estos archivos fueron insuficientes para comprender los cambios territoriales en la parroquia Octavio Cordero Palacios antes de 1950, lo que nuevamente nos obligó a utilizar en prioridad nuestras propias entrevistas, procurando que los diferentes testimonios coincidan entre sí, pidiendo por ejemplo a las personas consultadas que confirmen o precisen los elementos descritos por otros individuos entrevistados anteriormente. Luego de esta primera tarea, realizamos 38 entrevistas a jefes de explotación con la meta de entender la evolución de las prácticas agrícolas locales en el contexto migratorio de las últimas décadas. En cuanto a la muestra de estudio, si no pretende ser una base de datos estadísticos exactos, parece reflejar la tendencia migratoria local: durante los 10 meses de nuestro trabajo de campo, tuvimos grandes dificultades para encontrar a familias «sin migrante», lo que explica que a nivel de nuestro grupo de estudio el 66% de las familias tuvieron al menos un miembro en el extranjero entre 1960 y 2009. Así, este amplio trabajo de recopilación de información nos permite escribir la geohistoria del territorio de la parroquia Octavio Cordero Palacios desde mediados del siglo XIX. En este texto, organizado en tres partes, empezaremos con una descripción de los diferentes procesos de apropiación de la tierra que provocaron el avance progresivo de la frontera agrícola, al precisar por otro lado los diferentes tipos de explotación agrícola que se formaron localmente a lo largo de las décadas. A continuación haremos una lectura de la evolución de la movilidad y de la pluriactividad campesinas a nivel local hasta llegar a los inicios de la migración internacional. Finalmente, realizaremos un análisis de las mutaciones territoriales locales en el contexto migratorio.

2. De Santa Rosa a la parroquia Octavio Cordero Palacios: génesis y construcción de un territorio rural en la región cuencana (1850-1950) En su descripción de la provincia del Azuay en el primer cuarto del siglo XX, Mora (1926: 123) escribió solamente tres líneas a propósito de la parroquia

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Santa Rosa. En esa época, esta localidad no tenía mucha importancia para la cultura y la economía regional aunque experimentó cambios profundos que reflejan el vigor de las dinámicas territoriales en el campo cuencano desde hace más de un siglo y medio. 2. 1. A los orígenes del poblamiento La historia de la parroquia Octavio Cordero Palacios empezó mucho antes de 1933, fecha en la cual tomó el nombre del historiador que había visto nacer en 1870. En su trabajo sobre la sociedad indígena del corregimiento de Cuenca entre el siglo XVI y XVIII, Poloni-Simard señaló que en el caserío de Santa Rosa (donde se encuentra actualmente nuestra zona de estudio) la instalación de indios originarios de Alausí era «bastante antigua, al menos contemporánea de la fundación de la ciudad [de Cuenca en 1557]» (Poloni-Simard, 2006: 436). Así, Santa Rosa constituía un caserío de la parroquia San Blas, donde vivía en su mayoría una población indígena agrupada en diferentes parcialidades como Muyupamba, Azhapud, Adobepamba y Parcoloma1 dirigidas por caciques que organizaban la repartición de los derechos sobre las tierras colectivas y retenían el tributo para las autoridades españolas. Durante esa época eran muy pocas las localidades de los valles de los ríos Tomebamba, Machángara y Tarqui que se encontraban bajo el control de haciendas (fig. 2). Mientras los grandes dominios empezaron a desarrollarse en el corregimiento de Cuenca durante el siglo XVI, «está lejos de haberse probado que los terratenientes consiguieran controlar la totalidad del espacio agrícola, incluso en el que se consideraba como el más fértil, logrando excluir de él a comunidades, caciques y familias indígenas. Sobre todo, no se puede hablar, en cuanto a esta parte de la audiencia [de Quito], de la constitución de grandes propiedades integradas, que combinasen la agricultura y la actividad textil, mixtas (esto es que asociaran pastos, tierras de cultivos, y plantaciones comerciales), como sucedió en las hoyas centrales y septentrionales [de Riobamba y Quito]» (Poloni-Simard, 2006: 402-403). Al igual que los otros pueblos ubicados en la periferia de Cuenca, Santa Rosa experimentó un aumento poblacional significativo en la segunda mitad del siglo XVIII, «por el crecimiento natural y las migraciónes [de otras zonas

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Según Cordero Palacios (1926), correspondían a antiguos centros de poblamiento cañaris (confederación preincaica).

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amba

Deleg Santa Rosa

Azogues Paute

Estructura territorial Hacienda

Paute

Deleg

Tome b

Estructura mixta

Pa

ute

CUENCA

cay

n Yanu

Producciones

Baños Tarqui

ui Tarq 12 km

Pequeña propiedad

Gualaceo Paccha

Trigo Frutas Quingeo San Bartolomé

Papas Sigsig

Cumbe

Caña de Azúcar Ganado

Figura 2 – Estructura agraria y actividades agropecuarias en la región de Cuenca en el siglo XVIII El topónimo Santa Rosa lo agregó el autor Fuente: J. Poloni-Simard (2006: 405)

del corrigimiento]» (Poloni-Simard, 2006: 484). En este contexto, el control religioso de la población indígena fue cada vez más difícil y Santa Rosa pasó oficialmente al rango de parroquia civil y eclesiástica en 1854, por orden del gobernador del Azuay. El mismo año, la primera iglesia fue construida en el sector ahora llamado Pueblo Viejo, mientras que en el resto de la localidad el espacio agrario conocía tranformaciones importantes. 2. 2. La apertura de un frente pioniero en Suranpallti Entre 1850 y 1860, diferentes familias mestizas vinieron a colonizar áreas ubicadas sobre los 2900 metros de altitud, en el sector llamado Suranpallti2. Como lo subrayó Poloni-Simard, este fenómeno era bastante frecuente en la región de Cuenca, donde se observó a partir del siglo XVII «el aumento del número de mestizos en los pueblos, incluidos los caseríos más apartados» (Poloni-Simard, 2006: 441). Según Teófilo, un nonagenario que entrevistamos para conocer la historia agraria local, la familia Aguilar, cuya Para la transcripción de los nombres vernáculos, elegimos la ortografía utilizada en los documentos oficiales (informes, mapas, etc.) que encontramos durante nuestro trabajo de campo. Sin embargo, algunos lugares precisos tuvieron diferentes ortografías según las fuentes y las épocas, en esos casos transcribimos los nombres según Torres (1982).

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localidad de origen queda desconocida, fue una de las primeras en llegar a la zona «mi bisabuelo, Manuel Bautista, vinó a Suranpallti para desbrozar grandes áreas» e insistió en la idea de que «en esta época, el más valiente podía tener mucha tierra». Sin embargo, el coraje de los colonos no puede explicar en sí mismo este proceso singular de apropiación de tierras. A partir de 1850, en la parroquia de Déleg, ubicada al norte de Santa Rosa, la familia Cordero, que ya poseía varias haciendas en la región austral de la sierra ecuatoriana3, empezó a extender su propiedad, adueñándose de las tierras de familias indígenas para ese propósito. Durante este proceso, es posible que la familia Cordero haya cruzado la frontera entre las dos localidades, extendiendo los alcances del sector de Suranpallti de la parroquia de Déleg a la de Santa Rosa, apropiándose de tierras que hasta ese entonces no tenían propietario (fig. 3). Eso confirmaría un elemento que escuchamos varias veces de los campesinos que entrevistamos, según los cuales a mediados del siglo XIX unos «huasipungueros4 se escaparon de las haciendas de Déleg para instalarse al borde del río Sidcay». Después de varias búsquedas, no encontramos ningún estudio que pudiera confirmar este episodio pero es muy probable que durante la colonización del sector de Suranpallti, por la familia Cordero, los campesinos indígenas se hayan acercado de los sectores poblados como Azhapud e Adobepamba, provocando así un aumento de la población en el sur de la parroquia Santa Rosa. Poco tiempo después, las familias Montesdeoca y Robles, cuyo origen geográfico queda igualmente desconocido, también vinieron a colonizar la zona de Suranpallti. Como los Aguilar, contrataron a los agricultores de las comunidades de Adobepamba, Azhapud y Muyupamba, ofreciéndoles una comida por día de trabajo. El desmonte fue rápido y en poco tiempo creó grandes áreas dedicadas al cultivo de maíz, cebada, trigo y tubérculos como la oca y el melloco. En este tiempo, existía un contraste muy fuerte entre las familias mestizas del norte de la localidad, que según Teófilo tenían cada una «varios hectáreas», y las familias indígenas del sur de la zona que vivían sobre pequeñas parcelas de tierra, pero disfrutaban de zonas de pasto de mayor extensión para criar animales.

En Juncal, por ejemplo, donde realizamos una investigación anterior (Rebaï, 2008). Trabajador indígena ligado a la hacienda para la cual cumplía diferentes trabajos que le «permitían» cultivar un pedacito de tierra, llamado huasipungo, para su sobrevivencia y la de su familia.

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N

DELEG

Sid

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y

Familia Cordero (≈ 1850)

CHECA Suranpallti

Paluncay

Huarapungo ILLAPAMBA

0

Familias Aguilar, Robles, Montesdeoca (≈ 1860)

Chaquillcay

Azhapud

500 m

Muyupamba Parcoloma SIDCAY Páramos

Río

Bosques

Quebrada

Espacios colectivos

Pastos y producción de tubérculos

Chacras familiares

Agricultura y crianza de pequeños animales

Frente pionero

Adobepamba SOLANO Adobepamba : comunidad Huarapungo : otro sector ILLAPAMBA : tierras colectivas

Lugares de población Colonización

Figura 3 – La organización territorial de la parroquia Octavio Cordero Palacios alrededor de 1900 © Nasser Rebaï Fuente: Trabajo de campo realizado entre julio de 2008 y agosto de 2009

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2. 3. Complementariedad ecológica y diversificación agropecuaria Los campesinos del sur de la parroquia, agrupados en los ayllus5 de Muyupamba, Adobepamba, Azhapud y Parcoloma, «vivían en pequeñas casas de adobe cuyos techos estaban cubiertos de paja y a proximidad de las cuales se encontraban parcelas cultivadas», según Bolívar, un habitante de la zona, de 65 años, al recordar su juventud durante una larga caminata en Adobepamba. Durante este tiempo, el cultivo asociado de maíz, frejol, haba, cebada y trigo era la base de la producción local y de la alimentación de las familias campesinas. Cerca de las parcelas cultivadas se encontraba un cercado llamado picota que permitía guardar a los animales (bovinos e ovinos) durante la noche, mientras que durante el día pastaban en Illapamba, un sector de tierras colectivas ubicado entre 2900 y 3200 metros de altitud (fig. 3) donde se producían tubérculos. De hecho, las familias del sur de la localidad mantenían sistemas de producción ecológicamente diversificados basados en la dispersión de las especies vegetales y animales en función del gradiente altitudinal según el principio de «microverticalidad» descrito por Oberem: … los habitantes de un pueblo tenían campos situados en diferentes pisos ecológicos alcanzables en un mismo día con la posibilidad de regresar al lugar de residencia por la noche (Oberem, 1981: 51). Así, los campesinos de Santa Rosa lograban aprovechar las diferencias de temperatura para diversificar sus producciones y reducir así el riesgo de penuria alimentaria. Las tierras de Illapamba, cuyo uso tenía «más de doscientos años», como es posible leerlo en una carta escrita por los campesinos de la parroquia Octavio Cordero Palacios en 1987 y ahora archivada en el Ministerio de la Agricultura en Cuenca, permitían a los agricultores criar ganado y aprovechar una reserva de madera para el uso doméstico. El regreso cotidiano de los animales a las chacras aseguraba así una transferencia de fertilidad necesaria para los cultivos. Respecto a la distribución de las tareas, los hombres cuidaban el ganado mientras que las mujeres se dedicaban a la deshierba regular de las parcelas, a la repartición del guano de ganado en las tierras cultivadas y a la cría de cerdos y cuyes. Por fin, más arriba de Illapamba, entre 3200 y 3400 metros, se encontraban los páramos donde nacía el río Sidcay (fig. 3) cuya agua se utilizaba para la agricultura y las necesidades domésticas.

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Término quechua que hace referencia a un grupo de parentesco, a un linaje.

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En 1880, la parroquia Santa Rosa tenía 2016 habitantes (Palomeque, 1990: 225), es decir casi la misma población que en 2010 cuando se registraron a 2271 personas viviendo en la parroquia Octavio Cordero Palacios (INEC, 2010). Cabe señalar que a finales del siglo XIX, la población vivía agrupada en un cuarto del territorio parroquial. En este contexto de alta densidad poblacional, las superficies cultivadas estaban reducidas y las tierras en barbecho probablemente eran de pequeña extensión6. Entonces, según las personas que entrevistamos, durante los picos de trabajo como los periodos de siembra y de cosecha, las familias campesinas practicaban el cambio mano, un sistema de trabajo correspondiendo al ayni heredado de la época preinca (Alberti & Mayer, 1974) y muy común en toda la región andina (Ferraro, 2004; Morlon, 1992). Se trataba de un intercambio entre varias familias, o más bien de una puesta en común de la mano de obra para trabajar la tierra, pero también para construir casas. Asimismo, las mingas, también heredadas de la época preinca (Alberti & Mayer, 1974; Ferraro, 2004), reunían a un gran número de personas bajo la autoridad de los jefes de comunidad, para las tareas agrícolas en Illapamba, para abrir caminos o para la construcción de pequeños canales de riego que permitían gozar del agua del río Sidcay. Entonces a finales del siglo XIX existían dos tipos de agricultura en Santa Rosa. Por el norte de la zona se encontraban a las familias de Suranpallti que tenían fincas de tamaño mediano, mientras que por el sur vivían los campesinos que poseían poca tierra. Si desde un punto de vista agrario el territorio se dividía en dos (fig. 3), a nivel social, las dos formas de agricultura mantenían relaciones estrechas. 2. 4. Un territorio socialmente dividido En Suranpallti, el proceso de colonización siguió durante años hasta que las zonas apropiadas por las familias mestizas limitaron con el sector de Illapamba, «sin que eso produzca ningún conflicto», nos precisó Teófilo, explicándonos además que en el primer cuarto del siglo XX, los hijos y nietos de Manuel Bautista «tenían cada uno varias hectáreas». Durante esta época, todos producían cereales y tubérculos mientras que una parte importante del espacio permitía criar ganado vacuno y ovino. Para trabajar sus tierras, las

Probablemente las picotas cambiaban de lugar de un año al otro, lo que correspondía finalmente a una rotación de las parcelas cultivadas en las explotaciones más pequeñas.

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familias de Suranpallti contrataban a los campesinos del sur de la parroquia. Según Teófilo, Los días de trabajo iban desde el amanecer hasta la puesta del sol. En esta época, el salario de los peones era de un real7 por día de trabajo, además del almuerzo. Los peones venían sobre todo para comer porque muchos de ellos sufrían del hambre. Cuando íbamos a buscar a veinte, volvíamos con cuarenta o cincuenta porque los hermanos querían venir también a trabajar. Regalamos un poco de chicha a los peones y eso les atraía mucho. A pesar de que el discurso de Teófilo sea moderado, en realidad las familias de Suranpallti explotaron a los campesinos del sur de la parroquia estableciendo de hecho una forma de control social a nivel local, tal como existía en otras localidades de la Sierra donde la presencia de haciendas obligaba a huasipungueros a cumplir numerosas tareas duras como las que nos describió Rosa, una campesina de 62 años que nos contó que de niña iba a trabajar en las explotaciones del norte de la parroquia: A los ocho años no tenía nada, caminaba descalza. Me iba a trabajar en las haciendas [sic] de Suranpallti para cosechar el maíz o trabajar en las cocinas. Respecto a los cultivos, solo una pequeña parte era para la venta. Así, según Manuel Cruz, ganadero de 69 años que nació en Suranpallti, En esta época [alrededor de 1950], mis padres producían de todo y practicaban el cambio mano. También, se necesitaba contratar a peones para la siembra, la deshierba y la cosecha. La mayor parte de la producción era consumida por las familias y el maíz permitía criar cerdos para nuestro propio consumo. La producción de avena permitía alimentar caballos y mulas. Con la leche, se hacía quesos y además teníamos un poco de papa. A veces, hacíamos trueque con las familias de Déleg. De hecho, hasta fines de los años 1950, la organización territorial de la recién nombrada parroquia Octavio Cordero Palacios era bastante simple. En el norte, específicamente en los sectores de Suranpallti y Hacienduco8, Un décimo de sucre. Desde 1884 hasta 2000, el sucre fue la moneda oficial del Ecuador. Este topónimo ilustra de manera muy pertinente la visión que tenía la población local de un sector de la parroquia donde existían «grandes» propiedades.

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las familias Cordero, Aguilar, Robles y Montes de Oca poseían propiedades medianas, mientras que en el sur, vivían las familias campesinas cuyas fincas tenían pequeñas extensiones (fig. 4). En paralelo, el aumento de la población llevó a la transformación gradual del espacio agrario: entre 1880 y 1974, la localidad experimentó un aumento de 62,4% de su población, pasando de 2016 a 3274 habitantes (Palomeque, 1990: 225; INEC, 1974), lo que provocó la colonización progresiva de las tierras de Illapamba por parte de las familias campesinas de Azhapud y Adobepamba. Es en este contexto que la comunidad de Chaquillcay nació probablemente alrededor de 1920, en una zona ubicada a 3000 metros de altitud (fig. 4). No obstante, el avance de la frontera agrícola como consecuencia de este crecimiento poblacional no fue el único rasgo de la reestructuración territorial a nivel local. Otras transformaciones, más radicales, iban a tener lugar algunos años más tarde.

3. Una dinámica agraria acelerada (1950-1980) Desde mediados del siglo XIX, y hasta los años 1950, los diferentes procesos de colonización en la parroquia Octavio Cordero Palacios provocaron recomposiciones territoriales profundas. Durante las décadas que siguieron, el espacio agrario local continuó evolucionando en un contexto de colonización mantenida de las áreas de bosque, pero también por la emergencia de un conflicto por la tierra particularmente violento. 3. 1. De la explotación creciente de los bosques... A partir de los años 1920, una parte de la población de la recién creada comunidad de Chaquillcay empezó a producir tejas y ladrillos explotando la tierra arcillosa de la zona que pronto se llamó «La Tejería». Según Bolívar: En esa época [1950-1970], podíamos ver una gran cantidad de hornos que permitían cocer las tejas [haciendo uso de las reservas de madera que representaban las tierras de Illapamba]. Cada familia tenía su propio horno y eran los hombres que se dedicaban más a esta actividad. De acuerdo con los testimonios de los ancianos que entrevistamos, algunos fabricantes de tejas lograron extender sus propiedades o aumentar sus rebaños gracias a sus altos ingresos durante los años de auge de La Tejería. Sin embargo, la venta de tejas y de ladrillos solo involucraba a un pequeño grupo de familias, «una veintena» según Manuel, un campesino de 52 años

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Suranpallti

CHECA

Hacienduco Paluncay

Huarapungo ILLAPAMBA

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Chaquillcay

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Parcoloma SIDCAY Páramos

Río

Bosques

Quebrada

Espacios colectivos Chacras familiares

Agricultura y crianza de pequeños animales

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Adobepamba SOLANO Adobepamba : comunidad Huarapungo : otro sector

Pastos y producción de tubérculos

Propiedades medianas

Azhapud Muyupamba

Vía a Cuenca

ILLAPAMBA : tierras colectivas

Lugares de población Colonización

Figura 4 – La organización territorial de la parroquia Octavio Cordero Palacios alrededor de 1950 © Nasser Rebaï Fuente: trabajo de campo realizado entre julio de 2008 y agosto de 2009

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quien se dedicaba con su padre a la fabricación de tejas cuando era joven, lo que explica que esta actividad no tuvo más impacto económico a nivel de la parroquia Octavio Cordero Palacios. Sin embargo, la producción de tejas tuvo efectos radicales sobre el paisaje al provocar el desmonte rápido de las zonas de altura donde los tejadores iban a cortar grandes cantidades de madera para alimentar sus hornos. En este contexto, la reducción de la cobertura vegetal de las tierras de Illapamba siguió mientras que el aumento poblacional provocó la multiplicación de las pequeñas chacras sobre los 3000 metros. Así, según Bolívar, «los habitantes de Chaquillcay formaron nuevas comunidades, como La Dolorosa y El Cisne», mientras que la fabricación artesanal de tejas seguía afectando las áreas de bosque. 3. 2. … a la creación de las comunas Entre 1930 y 1950, cuando fueron construidas las dos carreteras que conectaron Cuenca con el centro de la parroquia Octavio Cordero Palacios (fig. 5), los fabricantes de tejas de Chaquillcay tuvieron un acceso más fácil a las parroquias de Sidcay y Ricaurte, lo que les permitió ampliar su negocio. Para ello, explotaron cada vez más los bosques de Illapamba hasta provocar oposiciones fuertes, especialmente por parte de los habitantes de Parcoloma, la comunidad más poblada en esa época. Durante nuestro trabajo de campo, Félix, un campesino de 63 años, nos describió precisamente este episodio: Los tejadores iban a cortar muchos árboles en el cerro y eso molestaba mucho a la gente de Parcoloma porque pensaban que no iba a quedar madera para ellos. Por eso hubo muchos conflictos muy violentos entre los de Chaquillcay y los de Parcoloma. En este contexto, y también para limitar el desarrollo de las pequeñas propiedades individuales en las tierras altas, el Ministerio de Agricultura intervino a fines de los años 1950 con la meta de reglamentar el acceso a las tierras colectivas mediante la creación de dos comunas9. Así, los campesinos de Parcoloma empezaron a gozar de las tierras de San Luis mientras que los de las comunidades vecinas aprovecharon las de Illapamba (fig. 5). Entre los dos En el Ecuador, la comuna es una institución campesina, oficialmente reconocida por el Ministerio de Agricultura desde 1937 y la promulgación de la Ley de Organización y Régimen de Comunas, que debe constar de un mínimo de 50 adultos para constituirse. Puede disponer de un derecho de usufructo sobre tierras que pertenecen al Estado. En este caso, la comuna designa una organización social y el territorio que le corresponde.

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El Rocío SAN LUIS

El Cisne

San Jacinto Cristo del Consuelo

Santa Marianita

Corazón de Jesus

Virgen de La Nube

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San Bartolomé San Vicente

500 m

Parcoloma SIDCAY Páramos

Río

Bosques

Quebrada

Espacios colectivos Chacras familiares

Agricultura y crianza de pequeños animales

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Pueblo Viejo Azhapud Santa Rosa Adobepamba SOLANO

Adobepamba : comunidad Huarapungo : otro sector

Pastos y producción de tubérculos

Propiedades medianas

Patrón Sontiago

Vía a Cuenca

ILLAPAMBA : comuna

Lugares de población Centro parroquial

Figura 5 – La organización territorial de la parroquia Octavio Cordero Palacios alrededor de 1980 © Nasser Rebaï Fuente: trabajo de campo realizado entre julio de 2008 y agosto de 2009

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territorios comunales se cavó una zanja, siguiendo la línea arbitraria decidida por los ingenieros del Ministerio de Agricultura, pero como lo precisó Félix cuando lo entrevistamos: Durante varios años, nadie respetaba la frontera lo que provocaba numerosos conflictos [hasta que se fijó oficialmente el límite entre los dos territorios en 1973, la comuna San Luis quedandose con 221 hectáreas y la de Ilapamba con 184 hectáreas]. Sin embargo, en ambas organizaciones, los campesinos siguieron trabajando colectivamente bajo la autoridad de presidentes elegidos democráticamente, como lo prevé el reglamento oficial de las comunas, al cultivar cereales y tubérculos, pero de manera más modesta. En efecto, el crecimiento de la población y el avance de la frontera agrícola por el número creciente de pequeñas fincas familiares habían provocado la disminución de las superficies cultivadas de manera colectiva. Además, cabe señalar que las transformaciones territoriales en la parroquia Octavio Cordero Palacios no se limitaron a este fenómeno. Mientras que desde hacía varias décadas el crecimiento de la población a nivel local había sido constante, llevando a la formación de la comunidad de Chaquillcay, a continuación aparecieron las comunidades de San Vicente, San Bartolomé, Virgen de la Nube, Patrón Santiago, San Jacinto y Santa Marianita, consideradas por Bolívar como las «pequeñas hermanas de Chaquillcay y Parcoloma», que simbolizaron la apropiación continua del espacio por la población campesina (fig. 5) y entonces la prolongación del proceso geohistórico de construcción del territorio local. En toda la zona, numerosas pequeñas capillas de madera y adobe fueron construidas, lo que significaba el establecimiento de nuevos grupos de familias en una determinada porción del territorio parroquial, provocando el avance de la frontera agrícola hacia el este y el oeste. Además, la marcada influencia de la Iglesia y la diversificación de los orígenes de los habitantes que ya no tenían un ancestro común, hizo que las comunidades ya no tuvieran relación con los ayllus ancestrales e incluso abandonaran la costumbre de los nombres en quichua o que hacían referencia a elementos físicos. Así, mientras que Parcoloma, Adobepamba y Azhapud conservaron sus nombres, otras como Suranpallti y Chaquillcay cambiaron de nombre para volverse El Rocío y Cristo del Consuelo (fig. 4). En un poco más de un siglo, la parroquia Octavio Cordero Palacios, antes llamada Santa Rosa, experimentó entonces cambios

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profundos. Sin embargo, no se limitaron solamente a la dimensión agraria: más allá de las chacras, las estrategias familiares evolucionaron apoyándose sobre una intensa movilidad de los individuos que participaron también de la evolución del territorio local y de sus relaciones con el mundo.

4. La movilidad, un elemento fundamental para compensar los límites de la agricultura Del norte al sur de la provincia del Azuay, los campesinos han desarrollado actividades extra-agrícolas desde hace mucho tiempo, practicando en particular una multitud de actividades artesanales (Martínez Borrero & Einzmann, 1993). Desde la época colonial, la población de Santa Rosa siguió este esquema, teniendo como meta encontrar sus medios de subsistencia afuera de las fincas por los límites de la actividad agropecuaria. 4. 1. El tiempo de las primeras redes comerciales Desde la fundación de Cuenca, el desarrollo de la artesanía fue muy importante como lo subrayó Poloni-Simard (2006) que sitúa en este momento el establecimiento de una población india especializada en diversos cuerpos de oficios (carpinteros, tejedores, herreros, etc.), geográficamente ubicados en el corazón de la ciudad colonial. Con el fin de satisfacer la creciente demanda urbana10, es probable que algunos habitantes de Santa Rosa se hayan ido a Cuenca para vender su producción de lana a los numerosos talleres de tejedores que se encontraban allí mientras que este producto constituía la principal red económica de exportación de la región cuencana durante todo el periodo colonial (Palomeque, 1990). En este contexto, se puede suponer que en Santa Rosa creció el número de muleros, como en el resto del corregimiento de Cuenca (Poloni-Simard, 2006), ejemplificando así las relaciones estrechas entre la ciudad colonial y su periferia rural. Así, más allá de servir para la confección de ropa, la lana aseguraba un ingreso a los campesinos permitiéndoles pagar el tributo a la autoridad española y realizar pequeñas compras (de sal por ejemplo) en los mercados urbanos.

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10 Entre 1778 y 1854 la población de Cuenca pasó de 16 001 a 38 056 habitantes (Palomeque, 1990: 228).

Movilidades campesinas y dinámicas territoriales en los Andes ecuatorianos (Cuenca)

A partir de la segunda mitad del siglo XIX, la situación cambió y los campesinos empezaron a aprovisionarse de manera más frecuente en la parroquia Santa Rosa. En efecto, Teófilo nos explicó que las familias de Suranpallti tenían en esa época una importante actividad comercial, llevando con mulas desde Riobamba «papas, sal y azúcar, principalmente para vender estos productos en el mercado San Francisco [ahora 10 de agosto] de Cuenca. [En paralelo] los Aguilares, los Robles y los Montes de Oca vendían también una parte de estos bienes a los campesinos de la zona». Así, el transporte de los productos primarios fue una de las primeras formas de diversificación de las actividades de los habitantes de la parroquia Santa Rosa antes de que una nueva red de exportación integre económicamente a un número considerable de hogares rurales de la región cuencana. 4. 2. El tiempo de los «panamás» Fue durante la segunda mitad del siglo XIX que se desarrolló la red de producción artesanal de sombreros de paja toquilla, más conocidos como Panama hats, cuando la redefinición de los circuitos comerciales después de la independencia del Ecuador en 1830 impulsó una nueva forma de especialización económica de la provincia de Azuay. Mientras que la lana había perdido su importancia, las exportaciones de los sombreros de paja toquilla hacia América del Norte y Europa se volvieron el motor económico del polo cuencano gracias a la aplicación de una política que favoreció la creación de pequeñas unidades de producción en la ciudad y que permitió también la incorporación de la población campesina en las redes comerciales internacionales (Palomeque, 1990). Hasta principios del siglo XX, los habitantes de Santa Rosa aprovechaban sus visitas a Cuenca para comprar la paja toquilla (procedente en su mayoría de la provincia costeña de Manabí) para el tejido de los sombreros. Pero más tarde, cuando se construyeron las dos vías que vincularon Santa Rosa a Cuenca, tres pequeñas ferias aparecieron, en Parcoloma, en Azhapud y en el centro parroquial. Gracias a esto, los tejedores de sombreros pudieron empezar a vender sus obras directamente en la localidad y, al mismo tiempo, «sacar ingresos de la venta de animales pequeños» (cuyes o cedros), según Segovia, una campesina octogenaria del Rocío. Si bien en 1875 la parroquia Santa Rosa tenía apenas 80 tejedores de sombreros (Palomeque, 1990: 245), parece que algunos años más tarde la

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gran mayoría de las familias de la zona se dedicaban a esta actividad artesanal, incluso en Suranpallti. En cada hogar, todos los miembros podían tejer sombreros después de haber cumplido con todas las tareas agrícolas. Cuando llegaba el fin de semana, la producción familiar de sombreros de paja toquilla se vendía a los negociantes cuencanos que envían esta producción regional a Guayaquil, para su exportación. Al igual que la lana, pero probablemente de manera más importante, la venta de sombreros de paja toquilla permitió a las familias campesinas de la parroquia Octavio Cordero Palacios cubrir sus gastos domésticos y, en algunos casos, comprar animales menores. No obstante, es poco probable que la venta de panamás haya permitido la compra de tierra mientras que justamente, a lo largo de las décadas del siglo XX, la movilidad espacial de los individuos y la diversificación económica de los hogares campesinos se desarrollaron cada vez más, poniendo de relieve la importancia de la pluriactividad para la reproducción de las unidades familiares de producción y la construcción continua del territorio local. 4. 3. ¡A la costa!

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Después de los ciclos del cacao, del arroz y del café, que provocaron el desarrollo acelerado del puerto de Guayaquil y de un gran número de pequeños centros urbanos en la Costa durante la primera mitad del siglo XX (Deler, 2007), el Ecuador experimentó en los años 1940 un nuevo auge económico con el boom de las exportaciones de banano. Mientras que el desarrollo de enfermedades en las bananeras en América Central generó una caída de la producción regional, las empresas norteamericanas decidieron reinvertir su capital en el Ecuador, donde las poblaciones campesinas andinas fueron también afectadas por este nuevo impulso agroexportador (Acosta, 2006; Martínez, 1985). En efecto, en este entorno económico, los agricultores de la Sierra encontraron la oportunidad de aumentar sus ingresos moviéndose rápidamente a las grandes plantaciones de la Costa, donde pudieron encontrar empleos. Entonces, a partir de la década 1940, se establecieron redes migratorias entre las zonas rurales marginales de los Andes y las zonas más dinámicas de la economía nacional, en las provincias de El Oro y del Guayas en particular. Así, estas migraciones entre la Sierra y la Costa dieron una nueva dimensión a «la antigua tradición de desplazamiento de las poblaciones entre las tierras altas andinas y las zonas litorales» (Deler, 2007: 233).

Movilidades campesinas y dinámicas territoriales en los Andes ecuatorianos (Cuenca)

En la parroquia Octavio Cordero Palacios esta práctica se generalizó rápidamente en el seno de la población masculina. Para los jefes de hogar, el hecho de migrar regularmente a la Costa servía principalmente para cubrir los gastos domésticos. Para los hombres más jóvenes, solteros o recién casados, la movilidad debía permitirles constituirse un pequeño capital para comprar más tarde un poco de tierra. Las migraciones tenían lugar entre los diferentes picos de trabajo agrícola, que correspondían a los periodos de siembra y de cosecha, porque los empleos externos no debían poner en peligro la producción familiar. De esta manera los campesinos se iban a la Costa tres o cuatro meses y volvían con sus ahorros, lo que permitió progresivamente la evolución de ciertas prácticas locales, en particular a nivel alimentario. Durante esta época, las migraciones a la Costa se organizaban de acuerdo con la información difundida informalmente: algunos campesinos podían indicar a sus hermanos y amigos que en las zonas donde trabajaban se contrataban a jornaleros. Por eso, la gran mayoría de los hombres de la parroquia Octavio Cordero Palacios se fue a las mismas localidades durante numerosos años, manteniendo así una red migratoria interregional establecida sobre un conocimiento compartido del mercado laboral costeño. En Juncal, habíamos hecho la misma observación al entrevistar a campesinos que nos explicaron que durante su juventud podían contar con la información brindada por sus familiares o amigos para encontrar empleos en las plantaciones del Guayas o del piedemonte andino de la provincia del Cañar (Rebaï, 2008). Sin embargo, muchos hombres decidieron quedarse de manera permanente o por periodos prolongados en la Costa o, a veces, en el Oriente, teniendo empleos más estables. Así, algunos de ellos pudieron comprar un poco de tierra inmediatamente después de su regreso, como Salvador, un agricultor de 62 años que nos describió su trayectoria: Fui a la costa por primera vez cuando tenía diez años y trabajé en las provincias de El Oro y del Guayas. Ocupaba empleos temporales: pasaba nueve meses allí [en la costa] y volvía a pasar tres o cuatro meses en casa. Al inicio, [alrededor de 1955], me pagaban tres sucres [0,2 dólar] al día y luego seis sucres diarios. Sigue migrando hasta mi matrimonio en 1970 y luego me fui a trabajar durante dos años en las nuevas zonas petroleras del Oriente [que se abrieron a finales de los años 1960]. Cuando regresé en 1972, pude comprar una hectárea de tierra a 75 000 sucres [2800 dólares].

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En total, logramos reconstituir 18 trayectorias migratorias interregionales a partir de las cuales realizamos la cartografía de la movilidad de los campesinos de la parroquia Octavio Cordero Palacios entre 1950 y 2008 (fig. 6). Si para una minoría de ellos, como fue el caso de Salvador, las migraciones temporales eran un medio para acceder al capital y adquirir un pedazo de tierra, otros decidieron finalmente renunciar a la vida campesina al aceptar el primer empleo encontrado. Así, Octavio, un agricultor de 55 años, nos dijo que sus hermanos «viven desde “siempre” en los barrios periféricos de Guayaquil. Ellos trabajan como obreros agrícolas en Naranjito. Nos vemos cada cinco o seis años». De hecho, como lo subrayaron Delaunay (1991) y Deler (2007), las migraciones de las poblaciones andinas durante el periodo 1950-1990 participaron de la aceleración de las transferencias demográficas interregionales en beneficio de las ciudades de la Costa, y en particular de las del Guayas. Para los campesinos de la parroquia Octavio Cordero Palacios, las migraciones a la Costa fueron determinantes para la obtención de ingresos. Respecto a las familias de Suranpallti, para quienes el transporte de productos agrícolas constituía desde hacía mucho tiempo la principal fuente de ingresos, el desarrollo de otra actividad basada también en una movilidad importante de los individuos les permitió enriquecerse durante largos años. 4. 4. El tiempo de los contrabandistas En 1928, la llegada del ferrocarril a El Tambo11, en la provincia del Cañar, anunció el fin de las actividades comerciales de las familias de Suranpallti. La construcción de una carretera que ubicaba la pequeña estación a pocas horas en carro de Cuenca, provocó el cortocircuito de la red comercial que las familias Aguilar, Robles y Montes de Oca habían mantenido durante décadas. Según Teófilo, es en este contexto que el contrabando de aguardiente se volvió una alternativa económica importante: Yendo a Riobamba con frecuencia, mis tíos aprendieron a conocer todas las rutas comerciales de la Sierra. En San Antonio, en el Cañar, había hombres que vendían el aguardiente de caña que habían comprado en En 1873, el Presidente G. García Moreno (1869-1875) lanzó la construcción del ferrocarril en el Ecuador. Su realización duro varias décadas y fue un factor clave para la estructuración del territorio nacional (Deler, 2007). 11

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Movilidades campesinas y dinámicas territoriales en los Andes ecuatorianos (Cuenca)

N

QUITO COSTA

SIERRA

ORIENTE

1 : Guayaquil 2 : Playas 3 : Naranjito 4 : Churute 5 : La Troncal 6 : El Triunfo 7 : Puerto Inca 8 : Naranjal 9 : Machala

Guayaquil

Octavio Cordero Palacios Cuenca

ORIENTE

Guayas

0 150 km

1

3 54

2

8

7

Altitud (msnm) 3800 - 6310 2200 - 3800 800 - 2200 0 - 800

6

Cañar Azuay

9

El Oro

Zona de trabajo especificada (empleos temporales, trabajos agrícolas, etc.) Zona de trabajo no especificada (empleos obreros, empleos informales, etc.)

0 80 km

Nombre de migrantes 5 3 1

Figura 6 – Las migraciones interregionales de 18 campesinos de la parroquia Octavio Cordero Palacios entre 1950 y 2008 © Nasser Rebaï Fuente: entrevistas realizadas entre julio de 2008 y agosto de 2009

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las plantaciones de la costa. Mis tíos, y más tarde yo mismo, íbamos a comprar el aguardiente al Cañar y luego lo traíamos acá. El testimonio de Teófilo fue tan preciso que nos contó con detalles el contrabando de aguardiente durante las décadas de 1940 y 1950: Al principio, había que tener cuidado con los controles, por eso nos íbamos al Cañar con algunas mulas solamente. Pero cuando me casé, empecé a ir con dos, tres y luego diez mulas y ¡así ganaba mucho dinero! Cada mula me reportaba entre 100 y 120 sucres [entre 5,5 a 6,5 dólares en 1950]. ¡Vendíamos todo a los campesinos! ¡Qué locura! Ellos compraban grandes cantidades [de aguardiente] para las mingas. Cuando los barriles estaban vacíos, me iba de nuevo: cuatro días para llegar allí y cuatro días más para volver. Al filo de los años, el regreso se volvió más largo porque después de llegar al Cañar, a veces debíamos esperar varios días porque venían otros compradores de Checa y Déleg para aprovisionarse de aguardiente. Algunos hombres del resto de la parroquia Octavio Cordero Palacios practicaron también el contrabando de aguardiente, como Juan Manuel, de 59 años, quien nos confirmó que más joven se iba también al Cañar, pero con una o dos mulas «mientras que en Suranpallti eran cada día cincuenta o sesenta animales que pertenecían a los Aguilar y que volvían a aprovisionar la zona». Es lógico que los campesinos del sur de la zona, los de Adopepamba o de Parcoloma por ejemplo, no participaran mucho en el contrabando de aguardiente por no tener mucha tierra y no poder criar muchas mulas. En cambio, el contrabando de aguardiente en Suranpallti permitió a las familias adquirir un alto prestigio social a nivel local, antes de que algunos de sus miembros decidieran irse a trabajar al extranjero, dando entonces un nuevo impulso a su movilidad.

5. Migración internacional y recomposiciones territoriales locales

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En los Estados Unidos, el United States Census Bureau indicaba la presencia de 244 ecuatorianos en el país para el periodo 1930-1939. Si bien parece exagerado hablar de pioneros, esta cifra muestra que la migración ecuatoriana tiene una cierta antigüedad como lo han demostrado varios estudios tratando de la migración internacional en el austro ecuatoriano (Borrero & Vega, 1995; Carpio, 1992). En la parroquia Octavio Cordero Palacios fueron diferentes factores originales los que impulsaron la dinámica migratoria local.

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5. 1. La crisis del sombrero de paja toquilla en el Austro Si se debe situar el inicio de la migración ecuatoriana, parece adecuado elegir la década de 1950, momento de la crisis del Panama hat, como lo hacen la mayoría de los autores que abordaron este tema (Gratton, 2006; Jokisch & Kyle, 2006). La caída de las exportaciones de esta producción artesanal después de la Segunda Guerra Mundial debilitó la economía rural en las provincias andinas del Cañar y del Azuay. Mientras que en 1946, las exportaciones representaron un 22,8% de los ingresos del Ecuador, en 1954 solo representaban un 6% (Espinoza & Achig, 1981: 148). En este contexto, los campesinos tejedores de la región austral perdieron una parte muy importante de sus ingresos regulares obligando a una mayoría de ellos dejar el campo para ir a trabajar en los centros urbanos nacionales, especialmente en Guayaquil, o en el extranjero. Sin embargo, cabe señalar que la crisis del sombrero de paja toquilla no fue el único factor determinante de las numerosas salidas de campesinos del Azuay y del Cañar. A finales de 1950, la región cuencana experimentó un proceso de industrialización que provocó la desaparición progresiva de las actividades artesanales (Pozo, 2012). Como consecuencia, numerosos pequeños oficios (carpinteros, tejedores, etc.) se encontraron en una situación de alta vulnerabilidad y los ingresos de muchas familias rurales se redujeron. En este contexto, si muchos individuos dejaron el campo para ir a vivir a una gran ciudad del Ecuador, otros decidieron migrar al extranjero, a los Estados Unidos o a Venezuela donde el sector petrolero generaba numerosos empleos. En la parroquia Octavio Cordero Palacios, el esquema fue similar al del nivel regional. 5. 2. Los primeros migrantes en la parroquia Octavio Cordero Palacios Es en esta misma época, o para ser más precisos unos años más tarde, que los hombres de Suranpallti decidieron migrar también, cuando se acabó el contrabando de aguardiente, y que perdieron por consecuencia su principal fuente de ingreso. Es así que Manuel Cruz nos describió la situación: Lo que nos permitía vivir era el contrabando. Yo mismo, desde que tenía doce años, iba con ocho mulas que pertenecían a mi padre y eso nos reportaba mucho dinero. Pero, poco a poco, el contrabando se volvió difícil y peligroso. Había cada vez más guardias para quitarnos las mulas que eran subastadas en Cuenca. Nuestros hermanos y primos

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que la policía no conocía se iban a comprar de nuevo las mulas para que podamos seguir con este negocio. Vendíamos el aguardiente en Déleg, Solano y Sidcay ¡y siempre faltaba! Pero con Velasco Ibarra [el Presidente de la República del Ecuador12] y la influencia que la Iglesia tenía sobre él, había cada vez más represión. Los guardias empezaron a abusar de su poder. Hacían redadas y se llevaban las mulas y el aguardiente. Así, como 30 años antes, cuando la red comercial de transporte de productos agrícolas desde Riobamba desapareció con la llegada del ferrocarril, los habitantes de Suranpallti buscaron una alternativa a la crisis de su negocio. Como las migraciones a la Costa no podían ser tan rentables como el contrabando de trago, algunos de ellos decidieron irse al extranjero. Si la red migratoria de la parroquia Octavio Cordero Palacios se construyó en Suranpallti, es porque los agricultores de este sector tenían la capacidad económica para salir primero, siendo probablemente influenciados por la dinámica migratoria en marcha a nivel de la región cuencana donde las transformaciones económicas habían afectado duramente a la población rural13. Fue solamente unos años después que los campesinos del resto de la parroquia empezaron a migrar. Las relaciones de solidaridad, entre familiares, se extendieron luego a una mayor parte de la población local. Así, los primeros migrantes de Suranpallti financiaron las salidas de sus hermanos y primos antes de empezar a prestar dinero a otras personas de confianza. De esta forma la red migratoria en la parroquia Octavio Cordero Palacios se construyó progresivamente, funcionando a partir de la complementariedad entre los migrantes más antiguos, que desempeñaban el papel de prestamistas o de chulqueros (para emplear la expresión ecuatoriana que designa a los usureros), y los neomigrantes quienes se comprometían a pagar su deuda al conseguir rápidamente un trabajo en el extranjero. Poco a poco, la generalización de la migración internacional de los campesinos iba a impulsar una nueva dinámica territorial a nivel local.

J. M. Velasco Ibarra fue Presidente de la República del Ecuador cinco veces entre 1934 y 1972. Es posible, por otra parte, que algunos hombres se hayan beneficiado de las redes migratorias Suranpallti en las comunidades vecinas, a pesar de que nunca hemos podido validar esta hipótesis durante nuestro trabajo de campo. 12 13

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Movilidades campesinas y dinámicas territoriales en los Andes ecuatorianos (Cuenca)

5. 3. Transformaciones agrarias en el contexto migratorio Entre 1974 y 2010, la población de la parroquia Octavio Cordero Palacios cayó un 31%, pasando de 3274 a 2271 habitantes (INEC, 1974; 2010). Con la disminución de la mano de obra, lógicamente el salario jornalero a nivel local aumentó, sin que se reduzcan las desigualdades de género. En efecto, si el salario medio de los jornaleros aumentó entre 2000 y 2010, pasando de 6 a 10 dólares, el de las jornaleras pasó solamente de 3 a 6 dólares a pesar de que las mujeres aseguraron el mantenimiento de la agricultura durante las tres últimas décadas que se caracterizaron por una alta migración masculina (Rebaï, 2012). En estas circunstancias, el costo de producción de un solar (2500 m²) de cultivos asociados (maíz, frejol, haba) podía alcanzar 220 dólares en 2010, el equivalente, en este periodo, del salario mensual de un obrero no calificado. Este costo, muy alto, es más importante todavía cuando se sabe que los rendimientos locales son muy bajos, como lo constatamos al observar con más atención la producción de maíz que no superaba las 0,2 toneladas por hectárea, siendo uno de los niveles más bajos de la provincia del Azuay. Por eso, la mayoría de las familias de la zona cambiaron sus lógicas de trabajo, explicándonos regularmente que «ya no vale producir maíz», lo que provocó a escala parroquial la reducción de las superficies cultivadas, como se observó a nivel de la provincia del Azuay donde las superficies dedicadas a los cultivos de ciclos largos (maíz, trigo, cebada, haba, frejol, papa), cayeron en 52% entre 2003 y 2008, pasando de 81 000 a 39 000 hectáreas (INEC, 2003; 2008), mientras que la migración rural fue importante durante la década de 2000 (Herrera, 2008; Herrera et al., 2012). Por otra parte, la mayoría de las familias se orientó hacia la ganadería lechera, menos exigente en términos de trabajo y con un contexto nacional favorable. En efecto desde 2002, la limitación de las importaciones de leche y de sus derivados junto con una política de precios mínimos para los productores (dos paradojas en el contexto liberal de las últimas décadas)14 llevó a un crecimiento fuerte de la producción nacional (Hernández et al., 2013). Así, en los últimos años, la ganadería lechera en Ecuador ha permitido satisfacer el consumo nacional aún cuando la población urbana aumentó el 70% entre Al igual que los otros países de América Latina, el Ecuador experimentó una serie de ajustes estructurales y de políticas liberales que provocaron la degradación de las condiciones de vida de las poblaciones campesinas, en particular de las provincias andinas (Martínez, 2004; Lefeber, 2008). 14

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1990 y 2010, pasando de 5,3 a 9 millones de habitantes (INEC, 1990; 2010). En este contexto, numerosos pequeños agricultores y criadores de la parroquia Octavio Cordero Palacios decidieron deforestar sus parcelas, contratando para esto a madereros profesionales a quienes vendieron la madera, obteniendo así un pequeño ingreso, con la meta de tener más pastos. Esta misma dinámica tuvo bastante importancia a nivel de la provincia del Azuay15 donde las superficies pastoreadas aumentaron el 7,5% entre 2003 y 2008, pasando de 245 000 a 263 000 hectáreas (INEC, 2003; 2008). Como lo habíamos observado en la provincia de Cañar (Rebaï, 2009), la venta diaria de leche se hace a los diversos intermediarios que vienen hasta las fincas para recoger la producción local y llevarla a las grandes empresas lácteas regionales16. Este mecanismo asegura a las familias campesinas un ingreso regular a diferencia del maíz o de todos los cultivos de ciclos largos que solo permiten sacar ingresos una vez al año, además de ser riesgosos por los fenómenos de sequía que pueden ocurrir y provocar la pérdida de la producción. Pues, en el contexto migratorio, la ganadería desempeña un papel económicamente fundamental para muchas unidades de producción de la parroquia Octavio Cordero Palacios porque la venta de leche, como lo vamos a ver a continuación, puede representar la mayor parte de los ingresos familiares y garantizar una cierta estabilidad de la economía doméstica, hasta permitir, en algunos casos, verdaderos procesos de capitalización (Aubron, 2013; Chauveau, 2007). En este contexto cabe señalar un elemento particularmente interesante sobre la relación entre los cambios de lógicas campesinas y el uso del suelo en la provincia del Azuay. Las encuestas agrarias del INEC, a pesar de sus limitaciones metodológicas (Rebaï, 2012), indican que la disminución de las superficies forestales a nivel regional son correlativas a la caída poblacional, en oposición a la forest transition theory (Mather, 1992; Rudel, 1998), la cual supone que la migración de las poblaciones rurales tiene por efecto principal el regreso de la «naturaleza». En Ecuador, se constató en las provincias de Morona Santiago (Rudel et al., 2002) y Loja (Gray, 2008), donde los descensos de densidades demográficas llevaron a la reducción de las superficies cultivadas y a la formación de bosques secundarios. En el mes de agosto de 2014, nuestro trabajo de campo en la parroquia San José de Raranga, al sureste de Cuenca, nos permitió nuevamente observar este fenómeno. 16 En este contexto, los productores lecheros reciben un precio menor de lo oficial, por la intervención de los intermediarios. 15

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En definitiva, eso demuestra que es difícil teorizar sobre los efectos de las migraciones rurales al ver los contrastes que existen de una región a otra en términos de dinámicas agrarias. Dichas dinámicas no evolucionan solamente por los cambios demográficos sino también por las transformaciones del marco económico y por las condiciones de acceso de los agricultores a los mercados, local, nacional e internacional. En la sierra ecuatoriana, y en particular en la provincia del Azuay, las condiciones favorables para el desarrollo de la ganadería lechera tuvieron un impacto fuerte en los territorios rurales, y aún más en las zonas de alta migración donde la disminución de la mano de obra provocó la reorientación de las estrategias económicas de miles de familias desestructuradas. 5. 4. Redefinición de la relaciones campo-ciudad en el contexto migratorio Por último, cabe señalar que el desarrollo de la ganadería lechera en la parroquia Octavio Cordero Palacios está acompañado de un trabajo más intensivo en pequeños huertos (fig. 7) donde lechugas, coles, repollos y zanahorias son producidos para el consumo doméstico pero también para la venta. De hecho, en los últimos quince años, las familias de la zona aprovecharon la proximidad de Cuenca, que tenía 329 928 habitantes en 2010 (INEC, 2010), para ir a vender sus productos en diferentes mercados de la ciudad, apoyados por el Programa de Agricultura Urbana (PAU) del Municipio de Cuenca y el Centro de Reconversión Económica del Austro (CREA)17. Estas dos instituciones públicas pusieron en marcha, a inicios de los años 2000, dos asociaciones regionales de productores agroecológicos que reunían cerca de 300 socios en 2009, para luchar contra la pobreza rural y desincentivar la migración campesina. Ahora, en varias fincas de la parroquia Octavio Cordero Palacios, los ingresos agropecuarios son más importantes, más regulares y, a veces, superan las remesas. Como lo constatamos, algunas familias logran sacar 40 dólares semanales por la venta de hortalizas (fig. 8), mientras que los productos lácteos aseguran a veces hasta 70 dólares semanales gracias a la venta de leche (directamente en las fincas) y de quesillos (en los mercados urbanos). Por ello es posible afirmar que si el contexto migratorio parece

17 Por la desaparición del CREA a inicios de la década de 2010, los pequeños productores reciben ahora el apoyo técnico del Ministerio de Agricultura.

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Figura 7 – El paisaje agrario de la parroquia Octavio Cordero Palacios Un tríptico ahora «clásico»: el huerto, el ganado y la casa nueva, símbolo del éxito migratorio. En este paisaje, el maíz, símbolo principal de la agricultura andina, ha desaparecido © Nasser Rebaï

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Figura 8 – Una campesina de la parroquia Octavio Cordero Palacios en la feria de Miraflores Cada semana, Elisa se va a Cuenca para vender hortalizas y frutas. Su actividad comercial simboliza el desarrollo, aún limitado, de una nueva forma de agricultura en la perifieria de Cuenca, en el contexto migratorio © Nasser Rebaï

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desfavorable a la agricultura campesina, paradójicamente, provoca por una parte su renacimiento. Además se puede observar que el medio urbano, con sus instituciones de apoyo a la agricultura y sus numerosos consumidores, tiene una influencia fundamental para el mantenimiento de las unidades familiares de producción, y más aún para el desarrollo rural, cuando existen relaciones de complementariedad entre campo y ciudad, como es el caso en la provincia de Tungurahua (Martínez & North, 2009). En la provincia del Azuay, inclusive con la migración, se nota claramente que los agricultores familiares pueden «alimentar» a la población urbana de manera sustentable, proponiendo productos baratos de buena calidad (Rebaï, 2011). 5. 5. Agricultura, transporte, comercialización: nuevas estrategias campesinas y reapropiación territorial Las instituciones públicas encargadas de la creación de las asociaciones regionales de productores agroecológicos han desempeñado un papel importante, asegurando a los pequeños productores espacios de venta en los mercados cuencanos. Sin embargo, es igualmente importante subrayar la eficiencia de la organización del trabajo diario establecido por los campesinos quienes deben cumplir con varias tareas precisas. En la parroquia Octavio Cordero Palacios observamos que los agricultores decidieron reunirse en pequeños grupos para trabajar colectivamente sobre pequeños huertos. Así, llevan a cabo todas las tareas más duras, como la deshierba, lo que les permite ahorrar un tiempo considerable para criar el ganado, producir quesos o ir a la ciudad para vender sus productos. De esta manera, no contratan mano de obra adicional y entonces, no aumentan sus costos de producción. Además, esta organización del trabajo colectivo tiene un objetivo simple: permite a los agricultores mantener su producción durante todo el año, asegurándose mayores volúmenes para el consumo familiar y para la venta. Durante las entrevistas que realizamos, los agricultores de la parroquia Octavio Cordero Palacios nos presentaron regularmente los intereses de la producción de hortalizas, insistiendo sobre la abundancia y la variedad de productos que favorecen una mejor nutrición, probablemente porque lo oyeron también por parte de los promotores regionales de la agroecología. Finalmente, las iniciativas colectivas no son solamente para el trabajo de la tierra. Para ir a los mercados urbanos, los productores de la parroquia Octavio Cordero Palacios forman pequeños grupos de seis o siete socios

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y alquilan camionetas. Así, cada uno gasta un dólar por viaje, para llevar grandes cantidades de productos y llegar tranquilamente a la apertura de los mercados. Si se transportaran por cuenta propia tendrían que utilizar el transporte público lo que implicaría un cambio de autobús, la reducción de los volúmenes de los productos y la llegada al mercado después de la hora de apertura. Entonces, con este modo de organización que pone de relieve el hecho de que los principios de solidaridad no desaparecen completamente por la migración, los pequeños productores de la parroquia Octavio Cordero Palacios fortalecieron el vínculo que los une a Cuenca, siguiendo la tradición histórica de las relaciones campo-ciudad en la provincia del Azuay (Palomeque, 1990; Poloni-Simard, 2006), lograron realizar economías de escala y, finalmente, dar más importancia a su actividad comercial. No obstante, este proceso, queda por el momento limitado y contrasta con elementos que simbolizan de manera más evidente el debilitamiento del campesinado local. 5. 6. Los territorios comunales objetos de transformaciones A lo largo de las últimas décadas, las comunas Illapamba y San Luis cambiaron mucho por el contexto migratorio. La primera, por ejemplo, constaba de 12 miembros en 2008, mientras que en los años 1960 tenía 130 socios. Así, la comuna Illapamba conoció a lo largo de las últimas décadas la misma evolución que la de la parroquia Octavio Cordero Palacios, con una reducción fuerte de las superficies cultivadas, una desaparición progresiva de los bosques y un aumento importante de las áreas de pasto. En este contexto, asistimos a una pecuarización de la economía de la organización campesina tan importante que la empresa pública de protección ambiental ETAPACuenca tuvo que intervenir a favor de la conservación de las últimas porciones bosqueadas del territorio comunal. Esto con el fin de proteger los páramos y las fuentes de agua vitales para la población campesina de la parroquia y las de las localidades vecinas que gozan de los mismos recursos hídricos. Así, la evolución del uso del suelo a nivel del pequeño territorio de Illapamba pone de relieve los efectos concretos de la dinámica migratoria sobre el medioambiente y el hecho de que las estrategias campesinas de adaptación a la falta de mano de obra provocan daños importantes y demuestran así su carácter no sustentable. 

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Por su parte, la comuna San Luis conoció un nuevo conflicto violento. En efecto, en 2004, las tierras de la organización fueron privatizadas y divididas

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por la «iniciativa» de un grupo de migrantes de retorno, argumentando que «la tierra debe pertenecer a los que la trabajan». Pero después de haber investigado, logramos descubrir que en realidad estos mismos migrantes de retorno habían aprovechado su poder económico para corromper a un funcionario del Instituto Nacional de Desarrollo Agrario (INDA), la única institución pública habilitada a emitir títulos de propiedad en zonas rurales en esta época18. Así, fueron algunas familias económicamente poderosas las que se repartieron 45 hectáreas de tierra para desarrollar su actividad pecuaria. Al final, este cambio en el territorio comunal de San Luis puso de relieve la nueva brecha social que existe a nivel de la parroquia Octavio Cordero Palacios donde los «nuevos caciques», que son los migrantes de retorno, aparecen capaces de imponer su voluntad al resto de una población campesina mayoritariamente pobre. En Illapamba, este fenómeno podría reproducirse mientras que varios migrantes de retorno que encontramos quisieran entrar en la comuna para aprovechar más la tierra y aumentar así sus propias actividades agropecuarias, dedicándose en particular a cultivos comerciales, lo que sería un símbolo suplementario de la división social del territorio de la parroquia Octavio Cordero Palacios en el contexto migratorio actual.

Conclusión: repensar la construcción de los territorios rurales andinos desde lo local La investigación que realizamos en la parroquia Octavio Cordero Palacios indica que la movilidad campesina ha sido un factor clave de la construcción y de la transformación continua de este pequeño territorio rural, desde los procesos de colonización del siglo XIX que permitieron el avance rápido de la frontera agrícola, hasta la migración internacional de los individuos que provoca actualmente mutaciones agrarias importantes. Si a lo largo de las últimas décadas la ampliación progresiva del marco espacial de las estrategias campesinas ha permitido el mantenimiento de la agricultura familiar en esta zona, ahora, las lógicas de ocupación y de valorización del espacio en el contexto migratorio van en contra de la sustentabilidad de este territorio andino. En efecto, la caída de las superficies dedicadas a los cultivos «tradicionales», como el maíz, aparece desde nuestro punto de vista como 18 En 2010, el INDA desapareció y el Ministerio de Agricultura lo remplazó en sus diferentes funciones.

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un símbolo fuerte de la vulnerabilidad local de los campesinos. Sin hablar de «revolución agrícola», este fenómeno singular nos debe llamar la atención sobre la pérdida de una parte de la agrobiodiversidad en esta zona de alta migración donde los hogares campesinos aparecen cada vez más dependientes del mercado, y de las remesas, para alimentarse (Rebaï, 2012). También, el aumento de la ganadería lechera provoca daños ambientales que ponen en peligro el futuro de la agricultura familiar en esta zona. Como consecuencia, y a partir de nuestro estudio de caso, planteamos la idea de que es urgente pensar en una nueva organización de los territorios andinos que permita a una mayoría de campesinos acceder a los recursos económicos esenciales para su reproducción. La historia de la parroquia Octavio Cordero Palacios muestra que la ampliación progresiva del marco espacial de las estrategias campesinas constituyó una repuesta a la falta de alternativas económicas locales para las familias de la zona. Así, sería pertinente volver a un modelo de desarrollo de los territorios que ponga de relieve las especificidades de las localidades (Pecqueur, 2005). Nuestras investigaciones han puesto de relieve el hecho de que las pequeñas unidades familiares de producción pueden comercializar con facilidad diferentes productos frescos. Así, la obtención de ingresos, gracias a la venta regular de frutas, hortalizas y productos lácteos favorece la «resistencia territorial» (Cortés, 1999: 267) de los grupos campesinos en esta localidad de la periferia de Cuenca. Sin embargo, esta «resistencia» no hubiera sido posible sin el apoyo de las instituciones públicas que facilitaron la integración comercial de los agricultores familiares con la creación de asociaciones regionales de pequeños productores y que, de hecho, actuaron concretamente para el mantenimiento de la agricultura campesina regional, a pesar de que esta intervención política parece todavía limitada, en particular en términos de número de agricultores económicamente integrados, para que sea realmente la base de un proceso de desarrollo rural regional (Rebaï, 2010). Así, más allá de la única provincia del Azuay, se debería promover las movilidades locales y favorecer la emergencia de redes cortas de aprovisionamiento agrícola de las ciudades andinas, como lo prevé la constitución de 200819, para asegurar la integración comercial de los agricultores (Cochet et al., 2009) y permitirles tener acceso al capital para

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19 «Fortalecer el desarrollo de organizaciones y redes de productores» (Título IV, Capítulo 3, Artículo 281, Alinea 10).

Movilidades campesinas y dinámicas territoriales en los Andes ecuatorianos (Cuenca)

que puedan modernizar sus fincas, diversificar sus producciones, asegurar su propia alimentación y producir para los consumidores urbanos, en particular los más pobres. Además, el hecho de garantizar el acceso de los campesinos al capital al favorecer su integración comercial sería la estrategia más coherente para volver a una mayor agrobiodiversidad, limitar el avance de la frontera agropecuaria y actuar concretamente para la protección del medioambiente en el medio rural. Por supuesto, esta estrategia debería formar parte de un marco más amplio de promoción de políticas agrícolas que deberían permitir a los agricultores nacionales tener un acceso prioritario al mercado interno para dinamizar las producciones locales y llegar a un verdadero modelo de soberanía alimentaria y de construcción sustentable de los territorios rurales en el Ecuador.

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