Movilidad, uso del territorio y estrategias organizativas de las sociedades cazadoras-pescadoras-recolectoras: una revisión desde la Etnoarqueología

June 29, 2017 | Autor: Albert García Piquer | Categoría: Ethnoarchaeology, Mobility (Archaeology), Hunter-Gatherers (Anthropology), Hunter-Gatherer Archaeology
Share Embed


Descripción

MÀSTER D’ARQUEOLOGIA PREHISTÒRICA CURS 2012/2013

La soledad del cazador en movimiento, ¿o mucho más? Revisando movilidad, uso del territorio y estrategias organizativas de las sociedades cazadoras-pescadorasrecolectoras desde la Etnoarqueología

TREBALL DE FI DE MÀSTER Alberto García Piquer NIU: 1325469 Tutor: Jordi Estévez Escalera 02/09/2013

ÍNDICE I. INTRODUCCIÓN ..................................................................................................................... 2 I.1. Movilidad: medio siglo después ......................................................................................... 3 I.2. Objetivos y organización del trabajo .................................................................................. 7 II. ANÁLISIS DE LOS DATOS ETNOGRÁFICOS ................................................................. 10 II.1. Grupos CPR de latitudes altas ......................................................................................... 10 II.1.1. Yámana (Tierra de Fuego) ....................................................................................... 10 II.1.2. Selknam (Tierra de Fuego) ....................................................................................... 15 II.1.3. Copper Inuit (Ártico central) .................................................................................... 18 II.1.4. Nunamiut (norte de Alaska) ...................................................................................... 22 II.1.5. Evenki (taiga siberiana) ........................................................................................... 27 II.2. Grupos CPR de regiones tropicales ................................................................................. 29 II.2.1. Western Aranda (Australia Central) ........................................................................ 29 II.2.2. !Kung (desierto del Kalahari) .................................................................................. 32 II.2.3. Mbuti (África Central) .............................................................................................. 36 II.2.4. Agta (Filipinas)......................................................................................................... 40 II.2.5. Aché (Paraguay) ....................................................................................................... 43 III. ANÁLISIS DE LOS DATOS ARQUEOLÓGICOS............................................................. 46 III.1. El suroeste de Francia .................................................................................................... 46 III.1.1. Paleolítico medio..................................................................................................... 46 III.1.2. Paleolítico superior ................................................................................................. 48 III.2. El Paleolítico superior reciente en la cuenca parisina .................................................... 51 III.3. La transición del Paleolítico medio al superior .............................................................. 54 en la región cantábrica............................................................................................................. 54 III.4. El litoral suroeste de la Península ibérica ....................................................................... 56 III.4.1. El Paleolítico medio y la transición al superior ..................................................... 56 III.4.2. El Paleolítico superior ............................................................................................ 59 IV. CONCLUSIONES ................................................................................................................ 63 IV. 1. Los modelos materialistas ecológicos y la ecología cultural ........................................ 63 IV. 2. La invisibilidad de “los nómadas acuáticos” ................................................................ 66 IV.3. Entender antes de explicar. O más teoría y menos tipología ......................................... 68 IV.4. Lo social, el gran ausente en el análisis de las estrategias socioeconómicas CPR ......... 70 BIBLIOGRAFÍA......................................................................................................................... 74 APÉNDICE ................................................................................................................................. 82

1

I. INTRODUCCIÓN El presente trabajo surge de un interés por la forma de organizar el movimiento y de habitar el paisaje por parte de aquellas formaciones sociales que podemos denominar

sociedades

cazadoras-pescadoras-recolectoras

(en

adelante

“CPR”).

Comprendemos, sin embargo, que el estudio de la movilidad no puede desligarse de un análisis más amplio sobre la vida social y las estrategias organizativas de estas sociedades; y que, en este sentido, las formulaciones de las diferentes líneas teóricas predominantes en Arqueología y Antropología desde el último tercio del siglo XX han contribuido a enfatizar ciertos aspectos de la movilidad y del uso del territorio, al tiempo que a infravalorar o directamente ignorar otros. Tal y como ha señalado Gassiot (2000), la arqueología histórico-cultural, además de mostrar un interés en definir culturalmente los registros etnográficos y arqueológicos a partir de elementos formales, se caracteriza por una tendencia hacia el determinismo medioambiental y un reducido interés por cómo las poblaciones se proporcionan alimentos y otros recursos. La ecología cultural, por su parte, tiene como interés prioritario las formas de garantizar la “subsistencia”, es decir, las pautas económicas que guían el aprovechamiento de los recursos del medio ambiente. Ambas aproximaciones, sin embargo, comparten una visión de la sociedad como un todo funcional y “adaptado”; además, «la majoria dels arguments econòmics que les conformen provenen de diferents elements de l’economia liberal de finals del s. XIX i principis del s. XX» (Gassiot 2000: 2). Por el contrario, la voluntad del presente trabajo es aproximarse a estos aspectos de los grupos CPR a partir de una visión de las sociedades como formaciones dinámicas y contradictorias, en los términos que ha planteado y que se continúan desarrollando desde posiciones ligadas al materialismo histórico. Entendemos, pues, la sociedad como resultado de los esfuerzos productivos que llevan a cabo los grupos humanos tanto en la obtención de alimentos y otros bienes, como en su reproducción física y en trabajos de mantenimiento de objetos y personas; siendo la movilidad expresión y componente de estos esfuerzos.

2

I.1. Movilidad: medio siglo después En la conferencia Man the Hunter, Lee y DeVore asumían que las sociedades cazadoras-pescadoras-recolectoras «move around a lot» (1968: 11), es decir, que la movilidad era uno de sus rasgos distintivos. En las décadas inmediatamente posteriores, sin embargo, se puso de manifiesto que los grupos CPR, tanto contemporáneos como del pasado, se han movido y se mueven de diferentes formas, y que no son los únicos que lo hacen1; además, mientras que algunos se mueven mucho, otros se mueven con menos frecuencia que muchas sociedades horticultoras consideradas “sedentarias”. Esta enorme variabilidad en cómo y cuánto se mueven los grupos CPR se ha traducido, en el campo de la arqueología, en grandes dificultades a la hora de identificar las diferentes formas y niveles de la movilidad. Así, los primeros esquemas (Beardsley et al. 1956) dividieron las sociedades CPR en cuatro categorías: free-wandering groups, sin límites territoriales; restrictedwandering groups, restringidos por limitaciones territoriales; center-based wandering groups, que volvían estacionalmente a un asentamiento central; y semi-permanent sedentary groups, que ocupaban un mismo asentamiento anualmente pero se movían cada ciertos años. Más tarde, Murdock (1967) modificó estos términos y clasificó 168 casos de sociedades CPR en base a su grado de movilidad residencial, categorizándolas como fully nomadic, semi-nomadic (que deambulan en bandas durante por lo menos la mitad del año, pero durante una o más estaciones ocupan asentamientos fijos), semisedentary (que pasan de uno a otro asentamiento fijo en diferentes estaciones del año, u ocupan un único asentamiento en forma más o menos permanente pero desde el cual parten estacionalmente porciones importantes de la población para ocupar campamentos itinerantes) y fully sedentary. Aunque gran parte de la arqueología sigue usando una variante de esta tipología, incluso distinguiendo simplemente entre nómadas y sedentarios, estos esquemas presentan diversos problemas al entender la movilidad en clave fundamentalmente dicotómica y evolucionista unilineal (móvil versus sedentario; recolector versus agricultor). Asimismo, al pensar en términos de una única escala, la del movimiento del 1

Los grupos CPR han pasado a distinguirse por otra serie de rasgos. Para Leacock y Lee (1982: 7-8) las dinámicas que comparten y que definen a estos grupos son las siguientes: «egalitarian patterns of sharing; strong anti-authoritarianism; an emphasis on the importance of cooperation in conjunction with great respect for individuality; marked flexibility in band membership and in living arrangements generally; extremely permissive child-rearing practices; and common techniques for handling problems of conflict and reinforcing group cohesion, such as often-merciless teasing and joking, endless talking, and the ritualization of potential antagonisms».

3

grupo, obviaban que la movilidad puede ser de diferentes maneras, tal y como señala Kelly (1992): individual o en grupos, frecuente o infrecuente, a lo largo de distancias breves o largas; algunos tipos de individuos pueden moverse más que otros, como hombres/mujeres, jóvenes/viejos, etc. Además, el movimiento se desarrolla en varias escalas temporales, ya sean diarias, estacionales o anuales. Finalmente, estas tipologías “simples” tampoco ayudaban a avanzar en el entendimiento de las relaciones entre el movimiento de las sociedades y el registro arqueológico. En este sentido, la década de 1970 y especialmente de 1980, con el auge de los estudios etnoarqueológicos y de los modelos energéticos del tipo optimal foraging, significó un replanteamiento en cuanto a los conceptos relativos a la movilidad y en cuanto a cómo trasladar los datos observados en los grupos CPR actuales o sub-actuales al estudio del registro arqueológico y de las sociedades del pasado. Por un lado, Vita-Finzi y Higgs (1970), y posteriormente Bailey y Davidson (1983) introdujeron en la práctica, a partir de un modelo radial, los conceptos de territorio de explotación, territorio anual y áreas de captación de un yacimiento (zonas económicas alrededor de asentamientos humanos) en un intento por cuantificar los patrones de organización territorial en términos energéticos, es decir, a partir de la relación entre distancia-beneficios y de la minimización de la energía empleada con la máxima obtenida en la explotación de los recursos de un área de captación (fig. 1). El análisis de los territorios de explotación se centra en el área que era accesible a la explotación habitual de los ocupantes de un yacimiento y que revelan la función de éste; la definición del límite arbitrario de esta área de explotación se estableció en base a los datos etnográficos de los grupos !Kung del Kalahari, en los cuales se había observado una distancia máxima de 10 km alrededor del campamento como límite de su explotación (Fernández Martínez y Ruiz Zapatero 1984: 58-9). Paralelamente, Binford (1980) propuso una diferenciación entre “movilidad residencial”, los movimientos de toda la banda o grupo local de un campamento a otro, y “movilidad logística”, los movimientos de ida y vuelta de individuos o pequeños grupos especializados económicamente al campamento residencial. Binford utilizó estas descripciones para categorizar dos patrones de asentamiento ideales, basados en la comparación entre el sistema de asentamiento-subsistencia de los grupos Nunamiut y San/!Kung (ibid: 5): los grupos foragers (“forrajeadores”) recorrerían los recursos de una región mediante desplazamientos residenciales y ajustes en el tamaño grupal (fig. 2); los grupos collectors (“recolectores”) acamparían en lugares clave (por ejemplo, una 4

fuente de agua) y se abastecerían de recursos específicos mediante grupos de trabajo organizados especialmente (ibid: 10; fig. 3).

10 KM

Asentamiento Límite territorio de explotación Curso de agua más de 600 m 200 – 600 m 0 – 200 m

FIGURA 1. Modelo de análisis de territorio de explotación, a partir de Davidson (1983).

En general, Binford sugirió que los primeros se caracterizarían por ser altamente móviles residencialmente, mientras que los segundos llevarían a cabo pocos movimientos residenciales, pero realizarían desplazamientos logísticos frecuentes y normalmente largos. No obstante, la tipología de Binford no está enfocada en la frecuencia o extensión del movimiento, sino en la relación entre la localización de los consumidores y las tareas de los productores individuales; o en palabras de Kelly (1995: 120), «on the organization of camp movement relative to food-getting activities»2. Al mismo tiempo, Binford (1980; 1991) revisó los patrones de asentamiento de Murdock con la intención de demostrar que la movilidad estaría directamente relacionada con el medioambiente. Utilizando como medida la ET o “temperatura efectiva”3, llegó a la conclusión de que los grupos CPR en los bosques tropicales y en las altas latitudes árticas tienden a ser altamente móviles, mientras que en los bosques temperados y en los desiertos la movilidad está restringida estacionalmente (en razón, por ejemplo, de la escasez de fuentes de agua). También en base a criterios de optimización, la conclusión de Binford es que existe un paralelismo entre el “continuum forager-collector” y la distribución de recursos: donde los recursos están 2

Cursiva en el texto original. La “temperatura efectiva” (Effective temperature) mide tanto la longitud de la estación de crecimiento como la intensidad de la energía solar disponible durante esa estación (Binford 1980: 13). 3

5

homogéneamente distribuidos y donde la comida está disponible más o menos a lo largo del año, se espera un patrón forrajeador; mientras que en la situación opuesta, cuando los recursos están muy segregados, la “máxima eficiencia” se obtiene mediante la agregación en un lugar central y enviando partidas en busca de los recursos. A partir de lo dicho y de sus experiencias con los grupos inuit Nunamiut (Binford 1978), Binford (1982) planteó un modelo de explotación del área, distribución o alcance (range) de un yacimiento teniendo en cuenta una movilidad más elevada que el modelo de Higgs y basándose en un ciclo anual de actividad económica inscrito en un “área de explotación anual” (annual range). Esta área contiene yacimientos diferenciados

funcionalmente,

por

ejemplo

“campamentos

base/residenciales”,

localidades (locations), “lugar de acampada” (field camp), “campamentos estacionales” (station) o escondrijos (cache)4. Así, el territorio de una banda regional contendría un número de áreas explotadas en intervalos de 6-10 años, con lo que los cambios de localización entre áreas de explotación no constituirían una reorganización del sistema. En este tipo de análisis del patrón de asentamiento fue fundamental el paso del estudio de un yacimiento al análisis del paisaje. En Francia (Lumley 1971; 1972) se intentó reconstruir los paleo-paisajes a partir de la evidencia paleontológica (fauna y polen) y formular modelos ad hoc, mientras que en Alemania (por ejemplo, Weniger 1982) o en Catalunya (Estévez 1979; Vila 1985) se trabajó desde diferentes perspectivas teóricas, aunque con una metodológica combinada entre el acercamiento empírico de estilo francés y la Nueva Arqueología (incluyendo su propuesta etnoarqueológica). En el mundo angloparlante se “establecerá” un nuevo paradigma de aproximación, la offsite archaeology (véase Burke 2006). Finalmente, y en un sentido parecido, Bettinger y Baumhoff (1982) ofrecen una alternativa al esquema de Binford, proponiendo el modelo traveler-processor, donde los primeros son grupos altamente móviles que recurren sólo a recursos comestibles de alto retorno energético, sobre todo caza mayor; y los segundos son grupos menos móviles que explotan de forma intensiva una diversidad de recursos, especialmente productos vegetales. Esta tipología, además, determina relaciones específicas entre población y recursos, y entre asentamiento y subsistencia, estableciendo por ejemplo que la alta movilidad de los grupos traveler limitaría su crecimiento demográfico.

4

Según Binford 1980: 10; la terminología en castellano ha sido tomada de Gamble (1990: 61).

6

Campamento residencial disperso Campamentos estacionales logístico Recursos

Localidades / Kill sites.

Escondrijos

Campamento de agregación

Movimiento residencial

Lugar de acampada

Área de forrajeo

Movimiento

FIGURA 2. Modelos de asentamiento forager, izq., y collector, der., en base a Binford (1980).

I.2. Objetivos y organización del trabajo La intención del presente trabajo es doble. Por un lado, nos proponemos plantear una revisión crítica, transcurrido casi medio siglo del «move around a lot» y más de treinta años después de la formulación del modelo dual “forager-collector”, de cuál es el estado actual de la investigación arqueológica en lo relativo a la movilidad de los grupos CPR del pasado y los modelos utilizados, así como en base a qué técnicas de análisis y evidencias arqueológicas se han construido y se construyen dichas interpretaciones. Por otro lado, consideramos que, pese a la insistente constatación en la literatura arqueológica y etnográfica de la enorme variabilidad en las formas de moverse, el trabajo arqueológico ha sido llevado a cabo con muy pocos modelos en mente5 y con una concepción de las sociedades CPR desprovista de todo aquello que no entra en la definición reduccionista de “material” (Vila 2006), principalmente valorando sólo algunos aspectos del sistema de subsistencia o de las estrategias de subsistencia. Es en este sentido que vemos necesaria una revisión crítica y que adoptamos para ello en el presente trabajo una aproximación etnoarqueológica. Sin embargo, hace falta matizar el sentido en el que utilizamos el término Etnoarqueología. Ya se ha 5

Como se ha señalado más arriba, y pese a la observación y acumulación cuantitativa de gran número de grupos CPR, los datos principales siguen proviniendo de los estudios de los grupos !Kung del Kalahari (Lee 1979) y Nunamiut del norte de Alaska (Binford 1978).

7

insistido suficiente, en los últimos años, en los diversos problemas que plantean los datos extraídos de las descripciones provenientes de sociedades CPR contemporáneas, estudiadas cuando ya muchas de ellas habían sufrido el impacto de las sociedades europeas. El problema más fundamental, que las sociedades CPR recientes y aquellas formaciones económico-sociales prehistóricas que las precedieron y que sólo podemos analizar arqueológicamente, pueden ser distintas. Así pues, tal y como señala Vila (2006: 64), recurrimos a los datos etnográficos no con el objetivo de obtener analogías o analogías como teoría de rango medio (véase Binford 1967; Gamble y Boismier 1991) que nos ayuden a describir y explicar el registro arqueológico, sino en el proceso de formulación de hipótesis. En definitiva, cuando usamos el término Etnoarqueología lo hacemos en un sentido amplio y plural, básicamente para referirnos, en palabras de Briz, Estévez y Vila (2009: 6), al «constante uso dialéctico de diferentes disciplinas para evaluar y desarrollar la metodología arqueológica y sus instrumentos teórico-metodológicos». El objetivo último es entender la compleja relación entre las relaciones sociales y los sistemas productivos y reproductivos; en el caso que nos ocupa, ello se pretende hacer a través del estudio de la movilidad, entendida como una las expresiones de esta compleja relación. Cabe decir, por último, que las siguientes páginas están divididas en dos partes. Una primera parte está dedicada al análisis de diez ejemplos de sociedades CPR actuales o sub-actuales, tanto de latitudes altas como de regiones tropicales, escogidas en función de su relevancia en los estudios que nos ocupan (fig. 4). Se ha buscado representatividad a nivel ecológico, económico (en el sentido más completo) y de las relaciones sociales. Además, se ha hecho un énfasis particular en la descripción de grupos con movilidad acuática, ya sea permanente u ocasional. La segunda parte del trabajo la hemos reservado para la revisión de los estudios de organización territorial y las interpretaciones del patrón de asentamiento de grupos del Paleolítico medio y del superior en cuatro regiones de la Europa del Oeste (el suroeste de Francia, la cuenca parisina, la región cantábrica y la costa suroeste de la península ibérica). Finalmente, en la tercera parte del trabajo recogeremos las principales conclusiones surgidas de la comparación de los datos etnográficos y los datos/modelos arqueológicos.

8

FIGURA 3. Mapa con la localización de las sociedades CPR contemporáneas estudiadas: 1. Yámana; 2. Selknam; 3. Copper Inuit; 4. Nunamiut; 5. Evenki; 6. Western Aranda; 7. !Kung; 8. Mbuti; 9. Agta; 10. Aché.

9

II. ANÁLISIS DE LOS DATOS ETNOGRÁFICOS II.1. Grupos CPR de latitudes altas II.1.1. Yámana (Tierra de Fuego) Yámana (“personas” o “seres humanos”) es el término con el que se autodefinían los grupos indígenas que ocupaban la costa meridional del archipiélago de Tierra del Fuego, desde aproximadamente el extremo oriental del Canal Beagle hasta la península de Brecknock, abarcando la costa sur del estrecho de Magallanes hasta el Cabo de Hornos. Aunque vistos por primera vez por los europeos a comienzos del siglo XVII, la mayor parte de la información al respecto se acumuló durante el XIX. Aunque hoy en día vivan unos pocos descendientes, desde el siglo XX están completamente transculturados, es decir, que hace tiempo que dejaron de existir como grupo étnicamente diferenciado y dotado de una cultura particular. La sociedad yámana estaba formada por unidades CPR cuya subsistencia estaba basada en la explotación y gestión de moluscos, la pesca de una gran variedad de especies y la caza de aves (pingüinos, cormoranes…) y pinnípedos, estos últimos siendo la principal fuente de carne. También se cazaban guanacos, nutrias y, de forma oportunista, se aprovechaba la carne y grasa de alguna ballena varada. Finalmente, existía una pobre explotación de los vegetales como fuente nutricional, limitándose básicamente a unas pocas hayas, hongos y raíces (Beierle 2003; Orquera y Piana 1999: 123); aunque no como recurso, pues era una materia prima vital para combustible y para la construcción y mantenimiento de la canoa (véase infra). Estas unidades CPR eran grupos altamente móviles y muy dependientes del uso de embarcaciones, unas canoas denominadas ánan (Gusinde 1986[1937]: 424), con una movilidad terrestre baja o moderada. El claro protagonismo de los desplazamientos acuáticos llevó a que se les definiera como «genuinos nómadas acuáticos» (ibid: 600) y otros apelativos no menos románticos, aunque ello no implicara, como insistieron algunos observadores europeos, que apenas se movieran de forma pedestre: según Gusinde (ibid: 601), y apoyándose también en las apreciaciones de Hyades, «los yámana caminan mucho de día y vuelven una y otra vez a los mismos lugares», para buscar madera en los bosques o para cazar, así como «para eludir una costa peligrosa o evitar un largo rodeo, utilizan de antiguo determinados pasos terrestres» (ibid: 603).

10

Pero dicho esto, y tal y como contrastan todas las fuentes etnográficas, la canoa, como único medio de transporte, era una parte imprescindible de la vida económica yámana, siendo usada casi diariamente y considerada la posesión más valiosa de la «familia» (en palabras de Gusinde, ibid: 595). En efecto, la canoa era el bien material en el que se invertía más trabajo, tanto de producción como de mantenimiento (Orquera y Piana 1999: 241), aunque no requería para su elaboración de muchas herramientas; en caso de emergencia no hacía falta más que fuego y un cuchillo (Lothrop 1928: 145). Según las descripciones, se trataba de canoas confeccionadas con tres grandes planchas de corteza, varillas de madera y ataduras de materiales diversos. La longitud media era de 5 metros, en un rango de 4 a 7 metros, con una profundidad en el centro de 0,60 metros (Cooper 1946: 88). Se utilizaba la corteza de guindo o Nothofagus betuloides, cuya ventaja es que no se resquebraja como otras que se pueden conseguir en la región; la corteza se extraía en primavera (octubre o noviembre), cuando “sube la sabia” y es fácil de arrancar (ibid). Para obtener corteza de buena calidad podían llegar a emprender largos viajes, adentrándose hasta seis u ocho kilómetros en el bosque, único motivo por el cual llegaban a internarse tanto (Gusinde 1986: 424). Un rasgo imprescindible de la canoa, y que cautivó a los cronistas europeos, era la presencia de una plataforma en el centro de la canoa con un fuego permanentemente prendido. La importancia de la canoa se explica, en primer lugar, por el hecho de que facilitaban los traslados y aumentaba considerablemente la capacidad de transportar equipamiento6, constituyendo un modo de desplazamiento mucho más rápido y cómodo que los movimientos por tierra en una región que se caracteriza por un relieve muy abrupto (Orquera y Piana 1999: 235). Pero, en segundo lugar, y aún más importante, la navegación permitía obtener una cantidad y diversidad de recursos alimenticios de otra manera inaccesibles, como veremos más adelante. Aunque los desplazamientos podían llegar a cubrir distancias de hasta 40-50 km, normalmente eran más restringidos, aunque muy frecuentes. Entre una y hasta tres unidades CPR, frecuentemente relacionadas entre ellas por lazos de parentesco, recorrían un área hasta que el suplemento de comida se agotaba y entonces se desplazaban (Gusinde 1986: 593 habla de 2-3 días de promedio, aunque podían llegar a 6

La canoa yámana podía llegar a cargar con el siguiente equipo: dos o más remos, jarros para achicar el agua, balde con agua potable, sogas de junco trenzado, cuatro arpones, elementos de pesca, canastos, piedras de honda, correas de cuero y otros implementos para la confección (Lothrop 1928: 145; Gusinde 1986: 467). Pero a pesar de las facilidades que las canoas prestaban para el transporte, la gran movilidad condicionaba fuertemente la cantidad y variedad del equipamiento material.

11

ser varias semanas e incluso meses en circunstancias excepcionales tales como hallazgo de cetáceos varados o ceremonias no periódicas). La mayoría de estas pequeñas bandas solían ocupar más o menos localidades separadas dentro de cada una de las cinco subdivisiones del grupo7. La existencia de variaciones en la oferta ambiental entre invierno y verano ha llevado a proponer la presencia de algún tipo de migración estacional, proponiendo por ejemplo que las bandas yámana se expandían en verano por las islas exteriores y en invierno se refugiaban en los canales interiores (Stuart 1972). Es cierto que el comportamiento de las especies de pinnípedos, aves y peces presentes en los canales varía según la estación. Así, en otoño e invierno se daba una mayor frecuencia de capturas de pinnípedos (Orquera y Piana, 1999: 181). Los varamientos de cetáceos –o sea las oportunidades concretas de aprovechamiento del recurso por los indígenas– parecen mostrar tendencia a concentrarse en otoño, por algún motivo desconocido, con algunos casos en otros meses. Casi todas las observaciones del siglo XIX coinciden en que la temporada de búsqueda y cacería de guanacos era el invierno (ibid: 182), puesto que es a finales de otoño que bajan de las montañas a la costa en algunos parajes de la porción oriental del canal Beagle. Sin embargo, estas variaciones del comportamiento ecológico de la fauna no tienen por qué llevarnos a asumir que las estrategias de gestión y explotación de las unidades CPR estuvieran determinadas por las variaciones estacionales, ni que la solución adoptaba (adaptada) fuera el establecimiento de patrones del tipo de desplazamiento cíclicos de gran magnitud regional. En primer lugar, porque las diferencias intrarregionales son pocas. La mayoría de los recursos importantes aparecían entremezclados o a distancias que no superaban el rango de movilidad diario de cada grupo. Los cormoranes, por ejemplo, son residentes permanentes de la región, y probablemente eran cazados a lo largo del año. En el canal Beagle hay peces costeros cuya explotación es más provechosa en verano y otoño, aunque residen todo el año. Y, especialmente, los mariscos y erizos del mar están disponibles permanentemente. Aunque había diferencias estacionales, pues, no había distribuciones irreductiblemente escindidas entre los recursos fundamentales, es decir, el año no incluía temporadas de escasez crítica. 7

Según las fuentes etnográficas, el territorio Yámana estaba dividido en cinco divisiones regionales, cada una compuesta por grupos contiguos que hablaban dialectos mutuamente inteligibles del mismo lenguaje. Cada uno de estos grupos locales dialectales tenía derechos exclusivos sobre los recursos naturales de sus respectivas áreas (Beierle 2003).

12

Además, en segundo lugar, tanto las fuentes etnográficas como los datos arqueológicos parecen indicar que no existe una tendencia monolítica en relación a la explotación de recursos. Efectivamente, Gusinde señaló que era poca la variación de importancia de los recursos a lo largo del año8, aunque «está en viaje con mucho mayor frecuencia en verano que en invierno» (Gusinde 1986: 601) ya que durante el verano había mayor diversidad de recursos (pero en invierno eran más abundantes las especies con mayor rendimiento alimenticio); además en verano la larga duración del día y la temperatura ofrecía menos restricciones horarias para la búsqueda de alimentos. En lo que respecta a los datos arqueológicos, Briz, Estévez y Vila (2009) han mostrado a partir de la excavación del yacimiento de Túnel VII, un “conchero” situado en la Isla Grande de Tierra del Fuego, cómo los momentos de ocupaciones excavados, que tuvieron lugar de forma reiterada a lo largo de un siglo, no presentan unas pautas estacionales específicas. Además plantean que «en algunos episodios hay elementos destacados como el consumo de cotorras en un caso y, en otros, una orientación mayor hacia la captura de aves o hacia la extracción de pescado» (ibid: 12), reflejando estrategias de subsistencia especializadas pero flexibles que no se pueden explicar únicamente a través del modelo de sociedad forrajeadora (sensu Binford). Esta distribución de los recursos relativamente homogénea y predecible hacía posible que la manera más económica de explotarlos era que la población humana se desconcentrara en unidades muy pequeñas que mantuvieran estrecha cercanía entre residencia y recursos, y por lo tanto rangos pequeños de desplazamientos. A ello hay que sumar una estrategia de movilidad casi permanente por los canales e islas gracias al uso de canoas que permitía, por un lado, el aprovisionamiento de pinnípedos y peces de manera regular y a lo largo del año, así como la explotación de los recursos localizados en las islas; por el otro, y especialmente, evitaba la sobreexplotación de recursos generada por el consumo continuo y reiterado, como es el caso de los moluscos9. En consecuencia, la sociedad Yámana no tenía asentamientos permanentes. Las viviendas se usaban sólo temporalmente y requerían una inversión de trabajo muy baja 8

«No son más que pocas diferencias las que cobran importancia en las diversas estaciones del año. Por lo tanto es escasa la variación de sus actividades en el transcurso del mismo (...) asimismo, los mamíferos marinos y la mayor parte de las aves que habitan prácticamente en los mismos lugares en verano y en invierno»; y «Con muy escasas variantes, la uniforme alimentación basada exclusivamente en el consumo de carne se extiende a lo largo de todo el año» (Gusinde 1986: 541-3) 9 Los moluscos, relativamente abundantes pero sensibles a la rápida disminución en el rendimiento de sus bancos, constituyeron seguramente una variable crítica: Gusinde (1986: 594) señala que «por principio una familia sólo permanece en el mismo lugar mientras dura la carne de un animal grande que ha cazado; en caso de depender su consumo únicamente de mejillones tardará menos aún en levantar campamento».

13

(2 o 3 horas máximo) pudiéndose construir más o menos sólidas (ibid: 362). Había dos tipos de vivienda: las cabañas «abovedadas» o «en forma de domo», y las cabañas «cónicas»10. Los diversos observadores intentaron explicar esta dualidad en base a factores de etnicidad, estacionalidad, ambiente o cronología (el contacto con los europeos); la explicación más plausible y apoyada hace referencia a la distribución geográfica, siendo las cabañas cónicas propias de la zona este y las abovedadas del oeste (Orquera y Piana 1999: 278). Asimismo, durante sus desplazamientos, se confeccionaban aleros de protección para pasar la noche o resguardarse puntualmente. No se trataba de auténticas viviendas, sino de refugios para la confección de los cuales no hacía falta más que las pocas pieles que se transportaban en la canoa y cuya duración prevista era de unas pocas horas; una vez abandonados, poco rastro quedaba de ellos (Gusinde 1986: 356). En la región no abundaban las cuevas, y los grupos yámanas no parecen haber estado interesados por ocupar permanentemente los pocos reparos existentes en las laderas (ibid). Estas viviendas podían llegar a albergar 12 personas, entre una y tres «familias» (Gusinde 1986: 371). Cuando debían permanecer más de dos semanas en el mismo lugar, construían cerca otra cabaña por cuestiones de higiene, sin necesidad de destruir la anterior; se acostumbraba a volver a los mismos sitios, aunque nunca dos veces seguidas, para dejar que la fauna se recuperara, y reocupar viejas cabañas. Aunque, Gusinde (ibid: 353) insiste en que no hay diferencias entre viviendas de invierno y de verano, comenta que en el oeste a veces se construían viviendas multifamiliares (de tres a seis «familias», ibid: 371-3) cuando se acercaba «un invierno riguroso» o había una ballena varada. Finalmente, se podían producir agrupamientos o «campamentos colectivos» (Gusinde 1986: 354) si se encontraba alguna ballena varada, o en el caso de funerales u otras ceremonias y situaciones sociales. En esos casos la distribución de las viviendas sobre el terreno no era regular. Aparentemente estos agrupamientos eran ocasionales y no respondían a ningún patrón periódico del tipo ciclo de agregación / dispersión,

10

Las cabañas abovedadas estaban hechas con ramas u vástagos flexibles de Nothofagus, que se curvaban hacia dentro, se entrecruzaban y se las ataba en lo alto o en los extremos. Tenían planta circular u ovalada y medían entre 2,60-3,30 m de diámetro y 1,75 m de altura. Las cabañas en forma de cono estaban formadas por una determinada cantidad de tronos gruesos que se apoyaban en lo alto unos contra otros, tenían planta circular con un diámetro de 3,30 m y una altura de 1,80 m. Tanto en un tipo como en el otro, luego la estructura se rellenaba con césped, tierra o algas y se cubría con ramas, cueros y cortezas (Gusinde 1986: 357-65). En el interior de las cabañas apenas había equipamiento; el fuego en el centro era lo más importante. (ibid: 367)

14

aunque de momento desconocemos si realmente ello era así o se trata de una percepción fruto de la ausencia de información.

FIGURA 4. Modelo del patrón de asentamiento de un grupo Yámana.

II.1.2. Selknam (Tierra de Fuego) La sociedad Selknam estaba constituida por pequeñas bandas de CPR en continuo desplazamiento por un amplio territorio de la Isla Grande de Tierra del Fuego. La Isla Grande tiene una superficie total de 48000 km2, de los cuales 10000 km2 están ocupados por las áreas inhabitadas de la cordillera de los Andes en la sección meridional (que hacía de barrera natural entre los territorios selknam y yámana), quedando unos 38.000 km2 habitados por la sociedad Selknam (Chapman 1982: 14). El territorio selknam contaba con diferentes tipos de ambientes ya que disponía de amplias zonas de costa (en el este, oeste y norte), y en el interior de la isla con una región de estepa al norte del Río Grande (que llamaban párik) y una zona boscosa en el centro de la isla (hérsk). Además estaba recorrido por diversos cursos de agua y ríos que fluían desde la cordillera andina y que desembocan en la costa atlántica y en algunas zonas del interior de la isla, formando lagos, el más grande de los cuales es el Fagnano (K’ámi), con hasta 100 km de longitud. En lo que respecta a las estrategias de subsistencia, se ha insistido en el papel fundamental de la caza y particularmente del consumo de guanaco por parte de la sociedad Selknam (Beierle 1996). Sin embargo, son diversas tanto las informaciones etnográficas (Gusinde 1931; Chapman 1982) como los trabajos arqueológicos (Verdún 2011; Borrero y Barberena 2006) que hacen referencia a una explotación de toda la 15

diversidad de recursos disponibles en la isla en las diferentes zonas y épocas del año, debido a la gran variedad de ambientes y subambientes (supra), sin por ello negar el importante papel de los guanacos en la dieta, así como en otros procesos productivos. Así pues, las estrategias de subsistencia selknam abarcaban un amplio abanico de recursos que incluían también la caza de roedores, zorros y mamíferos marinos; la explotación de un amplio rango de aves silvestres11; y la captura de peces de río y de mar. La recolección también era una actividad importante a nivel nutricional, no tanto por los recursos vegetales12 –hongos comestibles, algunas plantas y bayas– como por la recolección de crustáceos y moluscos, un recurso explotado a lo largo del año, aunque aparentemente en menor medida que sus vecinos yámana, y de huevos de ave. Finalmente, también se aprovechaba la carne y grasa de alguna ballena varada ocasionalmente en la costa. Según Gusinde (1931: 428) la sociedad Selknam se dividía en «familias individuales» cuya estrategia de movilidad para explotar los recursos consistía en pasar pocos días (raramente más de una semana) en cada campamento, trasladándose varias veces por año13, «siguiendo las manadas de animales» (ibid: 429). Estas unidades CPR sin especialización, compuestas generalmente por hombre, mujer e hijos, y a veces parientes cercanos, estaban unidas entre ellos por lazos de parentesco que configuraban linajes. Los grupos se movían dentro de los territorios (haruwen) que pertenecían a su linaje, siendo gravemente sancionado el traspaso de territorios sin previo permiso o al margen de situaciones excepcionales (Beierle 1996). Así pues, no había asentamientos de larga duración. Cada unidad construía y desmontaba su propia vivienda independientemente, a veces en el lugar mismo dónde se había cazado una presa (Gusinde 1931: 284)14. Las viviendas podían ser de dos tipos: por un lado, cabañas cónicas que eran construidas en el interior de los bosques; por el otro, y más frecuente, poseían paravientos construidos de modo sencillo, que requerían apenas unos troncos, eran transportables (la cobertura) y de instalación rápida (Caruso

11

Chapman (1982: 24) recoge una larga enumeración de aves oceánicas y continentales, tales como cormoranes, patos, cisnes, gansos, búhos, pájaros carpinteros, gaviotas, pingüinos, cotorras, entre otras. 12 Como en el caso Yámana (supra), los recursos vegetales, más allá de su rol alimentario, eran relevantes en aspectos como la tecnología de construcción y el combustible (Caruso, Mansur y Piqué, 2008). 13 Algunos análisis sugieren que podían realizar hasta sesenta traslados residenciales por año; es decir, como promedio, cambiaban de campamento cada seis días (Borrero 2007: 80). 14 Una alta movilidad residencial, y sin otro medio de transporte que no fueran los pies, condicionaba la capacidad de transporte y restringía fuertemente el equipamiento material selknam. Además de objetos personales y alguna herramienta, básicamente el hombre llevaba las armas (arco y flechas) y la mujer cargaba con la cobertura de la vivienda (Gusinde 1931: 429).

16

et al. 2009: 459). Según Gusinde, el uso de paravientos era mayor en las estepas del norte, donde la madera era más escasa (1931: 281). Algunos relatos etnográficos establecen una relación directamente proporcional entre el número de habitantes y el tamaño de la choza; esporádicamente dos «familias» construían una misma cabaña y se dividían el espacio proporcionalmente (ibid: 277). Según Gusinde, la celebración del Hain, una ceremonia de iniciación, solía ser la única ocasión en la que estos grupos acampaban colectivamente, en mayor o menor número, durante un largo tiempo y en el mismo lugar (ibid: 289). La ceremonia incluía la construcción colectiva de la cabaña Hain (una cabaña cónica de un tamaño muy superior), a unos 200 m del campamento, en zonas cuidadosamente escogidas y que podían ser usadas reiteradamente. Chapman (1982: 80) apunta que, idealmente, el hain comenzaba en otoño o a principios de invierno, cuando los guanacos tenían el peso óptimo y había abundancia de mamíferos marinos, pero que podía comenzar en cualquier época del año, o cuando se encontraba una ballena varada15. Este campamento colectivo podía durar meses, e incluso había llegado a durar un año entero, aunque no permanecía en el mismo lugar16. Durante mucho tiempo se ha sostenido que los grupos selknam explotaban estacionalmente el espacio. Así, Chapman (ibid: 19-22) explica que durante el invierno las bandas selknam se movían en pequeños grupos a lo largo de la costa y en la estepa, mientras que desde finales de la primavera hasta otoño diversos grupos se reunían y cazaban conjuntamente cerca de la cordillera y en los bosques. Esta argumentación se sustenta, por un lado, en el hecho de que la proximidad del mar atempera las oscilaciones climáticas, lo cual es cierto; y, por el otro, en la migración de las manadas de guanacos. Sin embargo, según Borrero (2007: 59), el guanaco está repartido de forma homogénea en la Isla Grande, aunque con diferencias de densidad, a lo largo del año; además, los estudios de estacionalidad en yacimientos de la costa a través de las vertebras de los peces indican que éstos fueron ocupados tanto en verano como invierno (ibid: 50). Finalmente, la etnografía también aporta información sobre campamentos en el interior de la isla en invierno y sobre la caza del guanaco durante esta parte del año (por ejemplo en Gusinde 1931: 279). 15

La excavación de los yacimientos Ewan I y Ewan II, asociados con la práctica del hain y datados en 1905, ha aportado información sobre la época en que éste se llevó a cabo: tanto la estacionalidad de los moluscos como otros datos arqueológicos señalan que el hain se celebró entre primavera-verano (Verdún 2011: 318). 16 Chapman (1982: 78) recoge que, durante el último hain en 1933, que duró unos pocos meses, el campamento cambió de lugar cinco veces.

17

En consecuencia, para interpretar el patrón de movilidad y las estrategias de subsistencia de la sociedad Selknam no es suficientemente con un modelo simple de migración estacional. En este sentido, Borrero (2007) plantea la necesidad de elaborar explicaciones que den cuenta de la intervención constante entre la costa y el interior, enmarcada en un patrón de movilidad residencial casi permanente y de desplazamientos de rango corto. Campamento simple C. colectivo ceremonia Hain C. colectivo ballena varada C. contacto grupos A-B Límite territorio Haruwen Movimiento grupo A Movimiento grupo B Costa Bosque

FIGURA 5. Modelo del patrón de asentamiento de un grupo Selknam.

II.1.3. Copper Inuit (Ártico central) Los denominados Copper Inuit17, a diferencia de otros grupos inuits, que han estado en contacto con los europeos por más de dos o tres siglos, permanecieron casi sin influencia hasta el siglo XX (Jenness 1989: 421). Ello ha permitido obtener una valiosa información sobre su forma de organizarse económica y socialmente antes de la introducción de las armas de fuego y, en general, del período post-contacto. Estos grupos de CPR (aunque la recolección, sobre todo de vegetales, apenas jugaba ningún papel a nivel nutricional) habitaban la costa y gran parte del interior de la Isla Victoria, así como la costa opuesta en el continente ártico canadiense. Es principalmente un territorio de tundra, con algunas zonas boscosas en los márgenes 17

Estos grupos no tenían un nombre para referirse a ellos mismos de forma conjunta. La designación de Copper Eskimo (“esquimales del cobre”) proviene de las primeras descripciones etnográficas, en referencia al uso frecuente de herramientas de cobre por parte de estos grupos. Otras denominaciones por parte de grupos vecinos son Killinirmiut (“gente de la frontera”), Nagyuktogmiut (“el pueblo de las cornamentas de caribú”) o Kidlineks (Damas 1996).

18

suroestes y a lo largo del río Coppermine, aunque es posible encontrar madera de sauce en cantidades considerables en numerosos lugares. El clima es ártico con temperaturas que pueden oscilar entre los -25ºF y -28ºF en febrero, el mes más frío, y los 50ºF en julio en gran parte del territorio. Los golfos y estrechos de la región están cubiertos por una capa de hielo excepto durante tres meses al año, la nieve cubre el suelo normalmente desde septiembre hasta julio, y muchos de los lagos están cubiertos de hielo durante casi todo el año. La evolución estacional del clima es paralela al ciclo solar, que desaparece en la mayoría de la región durante dos o más meses y luego reaparece y permanece sobre el horizonte por un período similar en verano (Damas 1978: 397). En consecuencia, el ciclo económico anual de estos grupos inuits estaba fuertemente influenciado por las fluctuaciones estacionales en la disponibilidad de recursos y en las condiciones de caza. Así, de diciembre a mayo, durante el invierno, su actividad principal (llevada a cabo por hombres) era la caza de foca ocelada a través de los agujeros de respiración que este pinnípedo mantiene abiertos en el hielo. Entre los grupos Copper Inuit que habitaban las zonas de interior, también se practicaba la caza oportunista de osos polares y de bueyes almizclados (Ovibos moschatus). Durante la segunda mitad de mayo estos grupos abandonaban el mar helado y se desplazaban hacia el interior. Las fuentes principales de alimento desde entonces hasta noviembre eran la caza (más bien oportunista) de caribú, pescado, aves silvestres y caza menor (Damas 1978: 398). Según el momento o las características locales, variaba el énfasis en la caza de caribú o en la pesca: generalmente, la pesca a través del hielo en los lagos era más importante en primavera y principios de verano, mientras que la caza de caribú tendía a dominar a partir de agosto, cuando los animales eran más grandes y la piel en condición óptima para la manufacturación de vestimentas18. Esta fase se interrumpía brevemente (en julio y septiembre) durante unas dos semanas para un período de pesca en los cursos de agua debido a la migración de la trucha ártica, de los lagos al mar y viceversa19. 18

Había diversas estrategias para cazar el caribú, ya fuera mediante la caza individual, acercándose sigilosamente el máximo al animal (aunque esta técnica, hasta la sustitución del arco por el rifle, era más bien oportunista y poco frecuente; Ingold 1988: 67-69) o, de forma colectiva, conduciendo las manadas de caribús entre filas de piedras dispuestas en líneas convergentes que semejaban cazadores, mientras que las mujeres y los niños acosaban y “empujaban” los animales hacia los hombres que acechaban con arcos y lanzas; otro método era cazar con lanzas desde kayaks cuando los animales estaban en el agua, en los lugares de paso de ríos o lagos (Jenness 1922: 149). 19 Hombres, mujeres, niños y niñas participan en la pesca, ya fuera la pesca a través del hielo en primavera o arponeando las truchas árticas en diques a finales de verano. (Damas 1978: 398)

19

Finalmente, durante un período de dos semanas o hasta un mes, que podía comenzar a principios de noviembre, estos grupos se dedicaban a la manufactura de la ropa de invierno, un trabajo realizado exclusivamente por las mujeres, y en cierta medida a la pesca en los lagos, subsistiendo básicamente gracias a las reservas de alimentos, carne de caribú secada al sol y carne de pescado congelada. Como se puede ver, los grupos Copper Inuit presentaban una alta movilidad terrestre, y en cierto nivel –mucho más reducido– acuática20, conformada en gran parte en base a las condiciones del ciclo económico anual. No tenían viviendas permanentes. Usaban “iglús” (igluit) o “casas de nieve” en invierno, es decir, estructuras de planta circular hechas con bloques de hielo formando una falsa cúpula; en verano, tiendas ligeras con pieles de caribú o de foca, pudiendo ser cónicas o a dos aguas. En primavera, en torno a mayo, cuando la cobertura del iglú se derretía, levantaban pesadas tiendas de piel de caribú rodeadas con un muro de bloques de hielo (Damas 1978: 405; Damas 1996). Sin embargo, las estrategias de movilidad de estos grupos no sólo se articulaban en base a la localización y conformación de las viviendas, sino que también se materializa en un patrón de agregaciones y dispersiones locales. De mayo a noviembre, por ejemplo, los grupos de Copper Inuits eran muy variables en tamaño y composición. En primavera los grupos locales estaban compuestos únicamente por las unidades “familiares”, en campamentos que cambiaban de localización en base casi diaria. En verano, con las migraciones de la trucha ártica, se llegaban a formar durante períodos largos campamentos colectivos de diferentes tamaños, aglutinando desde una docena hasta 50 personas, instalados en torno a los diques de piedra de los ríos, construcciones permanentes con los que se atrapaba y luego arponeaba un gran número de estos peces; estos campamentos colectivos podrían haber tenido una función cooperativa y coordinadora de los diferentes grupos llegados a los diques de los ríos para pescar (Riches 1982: 40). Una de las agregaciones de grupos más regular se producía a finales de verano o en otoño, en el período de “manufactura”, cuando grupos de 50 o más personas se 20

Los perros, principalmente animales de caza, servían también para el transporte: durante el verano llevaban la carga atada a la espalda, y en invierno tiraban con la ayuda de hombres y mujeres de unos trineos de madera, de entre 4 y 5 metros, pesadamente cargados. Sin embargo, pocas unidades “familiares” solían poseer más de dos perros, con lo cual no disponían de una movilidad tan elevada como posteriormente, después del contacto con los europeos, cuando era frecuente poseer hasta cinco perros o más. Por otro lado, los kayaks, aunque se utilizaban más como herramientas de caza, también se usaban para cruzar los cursos de agua y transportar material (Damas 1978: 405).

20

reunían en determinados puntos del territorio (había 16 o 18 de estos «finishing places», según Damas 1978: 400) durante dos o cuatro semanas. El tercer tipo de agregación se refiere a la época de caza de focas en invierno, durante la que se juntaban en grandes asentamientos de “iglús” un número importante y con frecuencia estable de grupos Copper Inuit, a veces llegando o superando las 100 personas; los miembros de estos campamentos explotaban una superficie de mar helado de unos 8 km de diámetro, y compartían equitativamente los resultados de la caza (Riches 1982: 29). Solían mover el campamento con una frecuencia mensual, puesto que un mes era aproximadamente el tiempo en que solían durar las existencias de foca ocelada, un animal no-migratorio, en el área explotada (Jenness 1922: 120). Esta gran agregación de grupos para la caza de pinnípedos se ha interpretado en términos de máximo rendimiento, puesto que cuantos más cazadores cubriendo simultáneamente los agujeros de un área, más probabilidades de éxito en la caza. Riches (1982: 30-1) ofrece una explicación alternativa, argumentando que, al tener que compartir los resultados de la caza, aquello que se ve afectado por el número de cazadores no es la cantidad sino la frecuencia con la que se obtiene caza; en otras palabras, según Riches, los grupos se juntaban en los campamentos de invierno para aumentar la predictibilidad y disponer de una mayor frecuencia de captura. A partir de todo lo dicho, podemos extraer diversas conclusiones. En primer lugar, que los grupos Copper Inuit son un ejemplo de sociedad influenciada hasta cierto punto por la estacionalidad, fundamentalmente en lo que se refiere a las estrategias de subsistencia y los patrones de movilidad. Sin embargo, a diferencia de las primeras descripciones (véase Jenness 1922: 143-4) el cuadro dibujado actualmente no es el de un modelo simple de dispersión en pequeñas bandas en una estación y agregación en comunidades extensas en la otra. Más bien se nos dibuja un modelo complejo, en el que los grandes desplazamientos estacionales (residenciales) incluyen una alta movilidad local (logística y residencial); y en el que los cambios en la composición del grupo, desde la unidad «familiar» hasta la «banda» sin lazos de parentesco (Damas 1978: 400), no se alternan en una dicotomía cíclica sino en un mosaico de rangos en base a una variedad de motivaciones. En efecto, y para acabar, vemos que la causa de estas constantes reformulaciones en la composición del grupo no responde únicamente a una causa de naturaleza económica (léase “estacional”, para optimizar los resultados) o social (para reforzar lazos y asegurar la cohesión social). Mientras que los períodos de dispersión en pequeños grupos se pueden explicar por el primer factor, cabe destacar 21

que la diversidad de agregaciones responde evidentemente a una diversidad de funciones, de carácter directamente subsistencial o no (como las campamentos de producción y preparación de las pieles para el invierno), para coordinar la caza o para disponer de mayor seguridad y predictibilidad; funciones todas ellas, no haría falta decirlo, tan económicas y/o sociales como las anteriores.

FIGURA 6. Modelo del patrón de asentamiento de un grupo Copper inuit.

II.1.4. Nunamiut (norte de Alaska) Nunamiut (“gente del interior”)21 es el nombre con el que se conoce a los grupos inuits que habitaban durante la mayor parte del año el interior del norte de Alaska. Estos grupos eran básicamente cazadores cuya subsistencia dependía en un 80% de una única especie, el Rangifer tarandus o caribú (Binford 1978: 12). La caza de otras especies y la pesca completaban la dieta, básicamente muflones de las montañas (Ovis canadensis), osos, tímalos, truchas y bacalao (Burch 1972: 350); la recolección de vegetales era prácticamente ignorada (Spencer 1978: 279). Los grupos más importantes son los conocidos como Mountain Eskimos, que habitaban la cordillera de Brooks y su llanura adyacente; esta área estimada, situada a lo largo del límite entre los hábitats de invierno y verano del caribú, podía variar de 4.000 o 6000 km2 hasta en torno los 25 o 35.000 km2 en base a las fluctuaciones en el tamaño

21

En oposición a Tareumiut (“gente de la costa”), según distinguían los propios habitantes nativos del norte de Alaska. Los segundos vivían de forma sedentaria en la costa y estaban especializados en la caza de ballenas y otros mamíferos marinos (Spencer 1978: 279).

22

de las poblaciones de caribú (Burch 1972: 350-1; Kelly 1995: 157). Éste era el territorio anual de explotación, aunque el territorio conocido y monitorizado se ampliaba hasta 250.000 km2 (ibid: 150). Los grupos estaban divididos en diversas bandas formadas por seis o doce «extended families», que conformaban las unidades básicas de producción y consumo (Hall 1978: 339). Consistían en unas 10 personas (Spencer 1959: 134) y, aunque acostumbraban a estar relacionadas por lazos de parentesco, no siempre era así, puesto que la banda era esencialmente un grupo económico, político y social. Estas unidades básicas estaban la mayor parte del año en campamentos pequeños y ampliamente dispersos. La localización de los campamentos se movía cuando las provisiones se agotaban, no tanto en función de una secuencia estacional (Burch 1972: 349-50); no obstante, es posible reconocer un ciclo anual bien definido que incluía tanto desplazamientos duraderos como fusión y disolución de los grupos22, en función de los dos principales movimientos estacionales del caribú; ello también afectaba, como se ha señalado más arriba, al tamaño del territorio anual explotado, es decir, a la distancia total recorrida por estos grupos en un año. Efectivamente, el caribú, a lo largo de su ciclo anual, experimenta una serie de dispersiones y concentraciones de población relativamente regulares. La máxima concentración de animales en cada manada se da a finales de junio y principios de julio, inmediatamente después de la temporada de parto. También hay concentraciones pequeñas, pero a veces considerables, durante el movimiento de primavera y, de forma más regular, durante la migración de otoño hacia el hábitat de invierno. La dispersión máxima ocurre a finales de julio y en agosto, cuando los animales están usualmente en la región de tundra de su hábitat y recorren rápidamente grandes extensiones de terreno. Una dispersión secundaria puede ocurrir durante los meses invierno, dependiendo de las condiciones de nieve (ibid: 345). De esta manera, durante el invierno, las unidades básicas nunamiut vivían dispersas al norte de la cordillera de Brooks. Aunque los asentamientos de invierno se ocupaban durante más tiempo que el resto de campamentos residenciales estacionales, estos pequeños grupos estaban constantemente en movimiento en busca de caribú disperso u otra caza (Hall 1978: 342), especialmente a finales de invierno cuando se

22

Las fases de este patrón de asentamiento están bien reflejadas en la diferenciación que hacían entre campamentos de invierno (ukiivik), de primavera (upinaksiliivik) y de verano (upineriivik), tal y como señala Spencer (1959: 48).

23

agotaba la carne conservada de la campaña de otoño. El principal criterio a la hora de escoger el lugar de instalación del campamento residencial era la cercanía de bosques de sauce, pues la madera como combustible era evidentemente un recurso vital en invierno (Binford 1978: 428). La típica vivienda, tanto en invierno como durante el resto del año, denominada iccellik, era una tienda de planta ovalada o circular, con la estructura en madera de sauce y cubierta de pieles de caribú (de forma menos habitual la cobertura podía ser de musgo o césped). Tenía unas dimensiones aproximadas de 4 m de largo y 2-3 m de ancho, y solía dar cabida a unas 10 o 12 personas. Según Spencer, la iccellik podía ser levantada «in a matter of a few minutes» (1959: 45) y, una vez desmontada, tanto la cobertura de pieles como la estructura de madera se transportaban en trineo, junto con el resto de bienes, básicamente recipientes, armas, herramientas y ropa extra (ibid). Binford (1978: 489) insiste en la preocupación central que significaba el transporte de la tienda para estos grupos, y cómo generalmente las rutas de las partidas logísticas eran previamente planeadas para pasar por campamentos de invierno abandonados, material de abrigo almacenado y sobre todo abrigos rocosos y cuevas y así no tener que transportar la tienda; a la vez, y respecto al uso de abrigos y cuevas, Binford señala cómo, en razón de su poca disponibilidad de combustible, agua y fauna, no eran vistos como lugares para instalar el campamento base (ibid). Cuando comenzaba la primavera, comenzaban a organizarse partidas de cazadores para monitorizar el territorio y llevar a cabo una estrategia cinegética oportunista (Binford 1978: 169; Ingold 1988: 56) con los caribús que comenzaban a preludiar la gran migración. En abril, los pequeños grupos de una banda se reunían en determinados puntos y formaban campamentos colectivos que podína llegar a reunir un centenar o más de personas. Se construía entonces un kashim o “casa de los hombres”, con el mismo patrón que una tienda de pieles pero de tamaño mucho mayor (Hall 1978: 342). Esta estructura servía como una localización central para la actividad comunal, incluyendo comida, trabajo, baile, así como el planeamiento y la preparación ceremonial de la próxima campaña de caza de caribú. Destinado al uso masculino, las mujeres y los niños sólo se unían a los hombres en la kashim para la comida principal del día (ibid). Lejos de seguir a las manadas de caribú23, los grupos cazadores tenían que esperar a que aparecieran y entonces intentar cazar el máximo de animales que, una vez 23

«Ninguna banda cazadora, con mujeres, niños y personas mayores, podrían seguirlas [las manadas] durante incluso un día o dos… incluso si cazadores adultos masculinos en condición física superior

24

procesada y conservada su carne, les aprovisionarían durante las siguientes semanas. La estrategia es, pues, interceptar las cohortes de las manadas en una serie de puntos de sus rutas migratorias (Ingold 1988: 55), con lo que el principal problema es estar en el lugar adecuado en el momento adecuado: durante períodos de baja población caribú, la elección del paso de montaña por el que cruzarán las manadas, cuyo movimiento suele ser “errático” (Spencer 1959: 27), es literalmente una cuestión de vida o muerte. La finalidad de estas grandes agregaciones en un único campamento ha sido objeto de debate. Se ha propuesto una explicación en términos de eficiencia, aunque según Binford (1991: 106) o Riches (1982: 36) a medida que aumenta el número de cazadores la eficiencia de la partida de caza se reduce, siendo la técnica de caza más eficiente el “acecho” por parte de sólo uno o dos cazadores24. Estos autores proponen que estas agregaciones se daban con la intención de cooperar en la búsqueda de las manadas o del mejor lugar para interceptarlas, y así reducir la incertidumbre a través de la maximización de la información colectiva (ibid: 37). Además, un único campamento servía para coordinar y reducir la confusión bien descrita por los observadores cuando un grupo importante de cazadores trataba de explotar el mismo grupo de animales, así como para asegurar una división equitativa de los resultados de la caza (ibid: 38). En este sentido se interpreta también el papel que jugaba el liderazgo del umialik25, un cazador anciano que lideraba las partidas de caza. Después de la campaña de caza de primavera, cuando la carne y las pieles habían sido procesadas, secadas y almacenadas, los grupos volvían a dispersarse26. El verano se consideraba «bad time» (Binford 1978: 257) ya que obligaba a acampar lejos de los lugares frecuentes, las zonas de sauce y fuentes de agua que atraían a los mosquitos, y era difícil caminar por la tundra pantanosa; además, a diferencia de en invierno, la carne almacenada se conservaba con dificultad y ello obligaba a buscar comida constantemente. A mediados de junio, cuando comenzaba el deshielo, se practicaba

pudieran haber seguido el ritmo de los animales migrantes durante un tiempo, no habrían tenido tiempo de descuartizar la carne, y las carcasas sin procesar apenas se hubieran dispersado en una amplia zona en un tiempo muy corto. La inversión de energía habría sido tan grande, y el resultado final tan bajo, que hubiera sido desastroso para la gente que lo intentaba.» (Burch 1972: 345; traducción mía). 24 Aunque cabe decir que los datos presentados por Binford a los que nos hemos referido están basados en la observación de grupos nunamiut posteriores a la substitución del arco por armas de fuego, lo cual implicó considerables cambios en la movilidad de estos grupos (Ingold 1988: 67-9). 25 «Rich man» o «hunt leader», respectivamente según Spencer (1959: 177) y Binford (1978: 426). 26 Según Hall (1978: 342) algunos grupos Mountain Eskimo viajaban al norte hasta el río Colville y después del deshielo navegaban en sus kayaks hasta Nigalik para intercambiar con otros grupos inuits, especialmente pieles por aceite y pieles de foca y otros productos marinos. Luego volvían al interior para la campaña de otoño.

25

intensamente la pesca de trucha en los lagos (Binford 1978: 255); luego, especialmente a partir del 10 de julio, la caza de muflones y caribús dispersos obligaba a un elevado patrón de movimiento logístico por parte de las partidas de cazadores, formadas generalmente por 2 individuos, que recorrían el territorio cercano al foco residencial en busca de presas y para monitorizar el terreno en vistas a la migración de caribús de otoño, lo cual servía también para reducir la incertidumbre (Binford 1991: 114)27.

FIGURA 7. Modelo del patrón de asentamiento de un grupo Nunamiut (Mountain Eskimo).

A finales de agosto o principios de septiembre, las bandas se volvían a formar para la migración otoñal del caribú, que solía durar unos 12-16 días. Las manadas se movían en ángulo recto al sistema de drenaje (Burch 1972: 346) y en esta época la intercepción de las manadas se solía llevar a cabo en los valles, acosando las manadas hacia los cursos de agua, desde donde eran lanceados por los grupos cazadores desde sus kayaks. El esfuerzo logístico de procesado y conservación era menor que en primavera, debido al descenso de la temperatura. Con la primera nevada, los grupos volvían a dispersarse hacia el norte de la cordillera de Brooks, donde pasaban el invierno.

27

Según los datos presentados por Binford (1991: 109) para el período de 1935-40 el número de noches pasadas fuera del campamento residencial por las partidas de cazadores era mucho mayor en verano, siendo un 46% respecto al resto de estaciones (téngase en cuenta, no obstante, la nota 24).

26

II.1.5. Evenki (taiga siberiana) Evenki es el término28 con el que se conoce a toda una serie de grupos ampliamente dispersos por el este de Eurasia, en una extensa área que incluye Rusia, aproximadamente desde el río Yenisei y la península de Taimyr hasta la costa del Pacífico, así como Mongolia y el norte de China (Anderson 1999: 142). Los grupos Evenkis ocupan múltiples ecozonas y tienen una gran variedad interna en lo que se refiere a formas de subsistencia (CPR, pastores de caballos y de ganado, o agricultores). Los grupos evenkis del norte habitan la tundra ártica/alpina y las zonas de bosque boreal o taiga. Tradicionalmente, practicaban la caza como principal fuente de adquisición de alimentos a lo largo del año, completada con pesca y algo de recolección vegetal en determinados momentos29. El alimento principal en invierno era la carne de reno salvaje, aunque también se cazaba venado y aves salvajes (perdices, urogallos); en verano, en cambio, la dieta consistía básicamente en bayas, pescado (salmón, tímalo, bacalao) y aves acuáticas (ibid: 143; Abe 2005: 6). Al menos hasta 1960, cuando las políticas de reasentamiento cambiaron totalmente sus patrones de movimiento, estos grupos se caracterizaban especialmente por una alta movilidad gracias al uso de renos domesticados como medio de transporte (como montura, para llevar carga o tirar del trineo). Los primeros observadores mencionan migraciones colectivas de evenkis de una misma región durante años y décadas, cubriendo vastas distancias en una sola generación. Anderson (1999: 144) describe cómo, en invierno, las pequeñas manadas de renos domesticados (en torno a unos 50 animales) transportaban personas y bienes en caravana (argish) a lo largo de distancias de hasta 1000 km, subsistiendo con la caza de reno salvaje migrante. Cabe señalar que el reno de bosque euroasiático (Rangifer tarandus fennicus), a diferencia del caribú, no se agrega en grandes manadas, sólo lleva a cabo breves migraciones altitudinales y ocupa la misma área durante todo su ciclo anual (Ingold 1988: 18). Además, es más grande, pudiendo ser usado como montura (ibid: 104),

28

Este término proviene de la palabra usada en la lengua Tungus-Manchu para referirse a su pueblo en conjunto (evenki singular, evenkil plural), aunque gran parte de la tradición etnográfica se refiere a estos grupos como “Tungus” (tungusy en plural), nombre utilizado bajo la administración zarista. La identidad Evenki como grupo nacional ha sigo en gran parte creación de la etnografía soviética, atribuyendo una autoridad incuestionable a los registros administrativos zaristas, a pesar de la gran variedad de territorios en que estos grupos habitan y de sus modos de vida (Anderson 2000: 226). 29 A partir de mediados del siglo XVII, con la influencia del comercio ruso y los tributos impuestos en pieles, la actividad trampera y la caza para obtener pieles, que hasta entonces había jugado un papel económico reducido, se convirtió en una actividad importante de mediados de invierno.

27

hecho que, sumado a los rasgos de comportamiento antedichos, facilitaron que los grupos evenki trazaran un tipo de relaciones con las manadas de reno salvaje que se ha denominado

«intensive

bond»

(“vínculo

intensivo”)

o

domesticación

por

socialización30. Sin embargo, «Reindeer domestication was not, in the taiga, a form of intensification, but rather a form of extensification, allowing access to resources over a larger area» (Abe 2005: 7). Puesto que, como ya se ha mencionado, los renos de taiga se encuentran durante todo el año en un territorio más limitado, pero en grupos más pequeños, la posesión de este veloz medio de transporte terrestre permitió a los grupos evenki explotar ciertos recursos en el territorio de una forma más eficiente. Sobre todo en lo que se refiere a la caza, pudiendo seguir y explotar las manadas de renos salvajes con la ayuda de renos domesticados, «as means of mobility in the procurement of meat» (Ingold 1988: 110) a lo largo de grandes distancias31. Este elevado nivel de movilidad física, sumado al comportamiento migratorio del reno salvaje y la riqueza faunística del bosque boreal (con la presencia de otras especies unguladas de un tamaño similar a aquél, como venados, alces y corzos) dispuso para la confección de unas estrategias cinegéticas muy diferentes a las que hemos visto en los grupos que explotan el caribú. Se trata de formas simples de caza, en pequeña escala (Abe 2005: 432), caracterizadas por un importante movimiento logístico que, no de forma infrecuente, situaba a los cazadores fuera del radio del campamento, en un territorio relativamente desconocido o sin explotar (ibid: 93). Sin embargo, y para acabar, estos movimientos logísticos se diferencian de los descritos para otros grupos, puesto que no se cazaba durante el viaje, sino una vez instalados los «logistical camps» y descargados los trineos (ibid); así como en el hecho de que las carcasas de los animales cazados, ya fueran grandes o pequeños, se trasladaban enteras, algo que se puede explicar –si no únicamente– por el aumento de la capacidad de carga y transporte que representaban los trineos tirados por renos domesticados (ibid: 96). 30

En este tipo de domesticación se suele poner nombre a cada reno, las mujeres y los niños son los principales cuidadores, el reno pasta sin restricciones (la protección y el cuidado forman el vínculo entre seres humanos y animales), y el uso primario es de transportación. Los renos domesticados, además, no difieren biológicamente de las poblaciones salvajes locales, y sólo se pueden distinguir por el pelaje y ciertos aspectos de su comportamiento (Ingold 1974: 2-3; Ingold 1988: 97). 31 Según Abe (2005: 91) el área cubierta durante la caza de grandes mamíferos por parte de los evenkis variaba según el método de transporte. Mientras que, el promedio de la velocidad a pie o montando en reno era de unos 4km/h, llegando a cubrir en 4 o 6 horas 15-25 km, los trineos tirados por renos domesticados viajaban al doble de velocidad, pudiendo recorrer 30 km en un día. 32 Aunque las unidades cazadoras estudiadas por Abe (2005) disponen de armas de fuego, introducidas en los grupos evenkis a finales del siglo XVIII (ibid: 7).

28

Por otro lado, Grøn y Kuznetsov (2004) han señalado una reocupación regular de los campamentos base, ya sea anual o menos frecuente, pudiendo ser utilizados como campamento de verano o de invierno. En cambio, no han observado ninguna relación estricta entre la localización del campamento y la disponibilidad de recursos, algo que explican por el hecho de que la estación principal de caza es invierno, cuando los ríos están helados y el transporte en trineo es fácil. Finalmente, una importante razón para moverse entre campamentos parece ser la suciedad y el olor del viejo (ibid).

FIGURA 8. Modelo del patrón de asentamiento de un grupo Evenki.

II.2. Grupos CPR de regiones tropicales II.2.1. Western Aranda (Australia Central) En las primeras décadas del siglo XX, los grupos Aranda australianos (también conocidos como Arrernte o Arunta) fueron vistos como el primer modelo antropológico de una sociedad CPR (Kelly 1995: 2). El término “Aranda”, aunque recurrente en la etnografía desde las primeras descripciones (Spencer y Gillen 1927), es una denominación post-contacto que hace referencia a toda una serie de lenguas y dialectos estrechamente relacionados y hablados por diferentes grupos aborígenes de Australia Central. En lo que se refiere a las características ecológicas y la organización socioeconómica, era posible distinguir una amplia variedad de grupos, algunos de los cuales han desaparecido o están próximos a hacerlo (Morton 1996). Los grupos llamados Western Aranda o Aranda occidentales (mencionados por Spencer y Gillen 1927: 62, como una de las «six main local divisions» en que se dividía 29

la tribu Aranda) recorrían las áreas occidentales de la cordillera MacDonnell, relativamente bien surtidas de fuentes de agua, así como los cauces de los sistemas fluviales que descienden hacia el lago Eyre en el sureste. El territorio presenta una amplia variedad, con llanuras desérticas de dunas, zonas de matorrales y colinas escarpadas (Morton 1999: 329). También varía estacionalmente, con sólo dos estaciones a lo largo del año: una estación larga y seca, y otra breve y con lluvias irregulares. Gran parte de la lluvia, en efecto, se precipita en forma de tormentas durante los meses de verano, aunque no es infrecuente que no llueva en absoluto durante dos o tres años, e incluso se han registrado sequías de hasta ocho años (Spencer y Gillen 1927: 2-4). En estos grupos CPR, los hombres practicaban la caza mayor, frecuentemente de canguro rojo, ualabí, walaró común (Macropus robustus) y emú (ave similar a la avestruz). Mujeres, niños y niñas se ocupaban de la caza menor de pequeños marsupiales33, reptiles y aves salvajes, así como de la recolección (ibid: 14). Esta última tenía un papel económico importante incluyendo insectos como hormigas melíferas o larvas; frutas, tubérculos y especialmente semillas de gramíneas («grass seeds that were ground into a flour to make bread», destaca Morton 1996). Estos grupos aranda eran móviles, aunque su desplazamiento estaba circunscrito a territorios bien definidos, ancestrales, dentro de los cuales los grupos se movían a través de determinados circuitos usados de forma recurrente (Morton 1999: 331). Durante la estación húmeda la abundancia relativa de agua permitía que estos grupos se dispersaran por el territorio en busca de presas grandes; otoño e invierno era la época más fértil del año, las plantas comenzaban a crecer y el agua continuaba suficientemente extendida. En primavera, sin embargo, muchas fuentes comenzaban a secarse y los grupos se desplazaban hacia los grandes «rock-holes» (Nicholson y Cane 1991: 272) en las áreas montañosas. En los siguientes meses las temperaturas aumentaban y el agua escaseaba, por lo que las poblaciones se concentraban en las pocas fuentes de agua que quedaban hasta la llegada de las lluvias de verano (ibid). Durante los desplazamientos, además, acampaban tanto al aire libre como en abrigos rocosos o construyendo simples paravientos con ramas de arbustos, básicamente para protegerse del sol, el viento y la lluvia.

33

En el período post-contacto, la introducción del conejo y su rápida dispersión implicó la substitución de los pequeños marsupiales y otros roedores por aquél en la dieta de estos grupos.

30

Los campamentos más “estables” se instalaban en lugares indicados con un topónimo (Morton 1996) en base a la disponibilidad de agua, el criterio principal a la hora de escoger dónde instalarse. Las viviendas consistían en estructuras en domo hechas con pequeñas ramas de arbusto dispuestas en un círculo de unos 2 m de diámetro, y unidas en la parte superior. El tamaño del campamento dependía del número de personas que lo ocupaban, factor que variaba considerablemente ya que la estructura de los grupos era bastante flexible. En ocasiones, un campamento se reducía a una «single extended family» (Morton 1996) mientras que en otras se podían llegar a reunir hasta 200 personas para largas ceremonias. Los grupos podían estar formados por dos o tres unidades básicas, la composición de las cuales también era bastante flexible; el grupo más grande que se encontró Spencer y Gillen (1927) estaba formado por 40 personas y explotaba un territorio de unos 160 km2. Una vez cazada y recolectada el área del campamento y agotados los recursos, el grupo volvía a moverse. Kelly (1995: 114) calcula en base a las observaciones de Spencer y Gillen (1927) que anualmente llevaban a cabo unos diez movimientos residenciales de este tipo, y que el promedio de área total explotada anualmente era de unos 260 km2. Además, poseían un conocimiento de áreas enormes, especialmente en lo que se refiere al estado de las fuentes de agua y de los recursos en general, aunque no lo explotaran en el mismo año; pese a que no se han aportado cifras para los grupos aranda, en el caso de los “cercanos” Pintupi australianos tenían información de un área de hasta 52.000 km2 (Kelly 1995: 150). El estudio etnoarqueológico llevado a cabo por Nicholson y Cane (1991) sobre los campamentos al aire libre y en abrigos rocosos por parte de diversas unidades CPR del Desierto del Oeste de Australia durante la década de 1980, en la última fase de ocupación tradicional del desierto (ibid: 268-70), les ha permitido extraer algunas interpretaciones sobre el uso de estos campamentos, la relación entre ellos y cómo observarlos arqueológicamente. Entre otros aspectos, concluyen que el tamaño del asentamiento (con un rango de 6-43 m2 y una media de 20 m2) no está directamente relacionado con la intensidad ni la duración de la ocupación, aunque el área para dormir («sleeping area») sí que incrementa con el número de personas. Asimismo, la distancia entre «individuals camps», es decir, de cada unidad, oscilaba entre 36-60 m con un promedio de 46 m (entre los !Kung es de 7,8 m). Finalmente, también llega a la conclusión de que los campamentos tenían un índice de descarte de artefactos muy

31

inferior al que a veces se ha asumido34; y que la ausencia de determinados tipos de artefactos, como útiles de molienda, no iba asociada a la composición social (sexo y edad) de las personas que lo ocupaban, sino a la función del asentamiento, aunque había diferencias entre campamentos al aire libre y en abrigos rocosos (ibid: 345-8).

FIGURA 9. Modelo del patrón de asentamiento de un grupo Western Aranda.

II.2.2. !Kung (desierto del Kalahari) Zhũ/twasi o Ju/’hoansi (“el pueblo genuino”) es el nombre con el que se autodenominan diversos grupos relacionados étnica y lingüísticamente en el sur de África, entre Botswana y Namibia. Estos grupos son bien conocidos en la etnografía bajo el etnónimo anglicanizado “!Kung”, término que ha substituido otros como “Bosquimanos”, con claras connotaciones racistas y sexistas (Lee 1979: 30). A mediados del siglo XX gran parte de los grupos !Kung habían abandonado su modo de vida CPR o no tardarían en hacerlo; una excepción es el área Dobe-/Du/da, donde caza y recolección persistieron como fundamento de la subsistencia en las siguientes décadas, siendo intensamente estudiados a partir de 1960 (ibid: 38). La región Dobe-/Du/da (dos pozas en el extremo norte y sur respectivamente) ocupa un área de 11.000 km2 en la franja noroccidental del desierto del Kalahari. Presenta una topografía de dunas longitudinales y lechos fluviales secos, cubierta por un paisaje de sabana semiárida y algunas zonas con vegetación más frondosa (Yellen y Lee

34

Por ejemplo, en el Camp 1, habitado por 3 individuos adultos y 3 infantiles durante dos semanas, se descartaron 10 artefactos (Nicholson and Cane 1991: 347).

32

1976: 29-30). El régimen climático se caracteriza por veranos cálidos e inviernos moderados o fríos, con toda la lluvia concentrada en los meses de verano de octubremarzo35. Las fuentes de agua son escasas durante gran parte del año, con sólo nueve fuentes permanentes y cuatro semi-permanentes en toda la zona (ibid: 43). La dieta de los grupos !Kung (Wilmsen y Beierle 2005; Yellen y Lee 1976: 3942) se basaba fundamentalmente en la recolección de recursos vegetales, relativamente abundantes, variados y fáciles de localizar y recolectar. Se explotaban unas 100 especies, desde raíces, bulbos, hayas y frutas hasta melones, nueces, follajes y resinas comestibles; las más importantes, a nivel proteínico y de grasas, eran las nueces de mongongo, las judías tsin y el fruto de baobab. Por el contrario, la caza mayor era escasa y en constante movimiento, siendo difíciles de localizar y cazar. El grueso de la carne provenía de grandes mamíferos como el antílope eland, el gran kudú, la gacela órice o la jirafa; también se cazaban antílopes pequeños, varias especies de aves y reptiles, incluyendo la gran tortuga leopardo. Pese a que la variación estacional y anual de la caza era considerable, pudiendo aumentar considerablemente durante los meses secos de invierno, no solía constituir más del 40 por ciento de la dieta, con un promedio del 11 por ciento. La recolección de plantas estaba sujeta a una fluctuación similar: de septiembre a octubre, los meses con menos comida y agua, las nueces de mongongo aportaban el 90 por ciento de las calorías del grupo (ibid). La escasez de agua y la variación espacial de los recursos eran dos factores medioambientales con mucha influencia entre los grupos del Kalahari noroccidental (Hitchcock et al. 1996: 159), siendo la movilidad uno de los mecanismos más importantes para afrontarlos. En efecto, el tamaño, la localización y el tiempo de ocupación de un campamento estaban determinados, en primer lugar, por las variables del entorno. Las estrategias de subsistencia !Kung se basaban principalmente en acampar en un área con una mezcla de recursos, incluyendo agua, plantas y animales, así como en la voluntad de mantener los movimientos de caza y recolección lo más reducidos posibles y de minimizar la distancia a recorrer diariamente. Así, de mayo a octubre la utilización del hinterland era extremadamente desigual, y su intensidad está inversamente relacionada con la distancia respecto a la fuente de agua permanente: un individuo raramente se alejaba 15 km en línea recta del 35

Los grupos !Kung dividen el año en cinco estaciones: !huma, las “lluvias de primavera” que comienzan en octubre; bara, las “grandes lluvias de verano”; ≠tobe, el fin de las lluvias; !gum, la estación seca de mayo-agosto; finalmente, !ga, un período extremadamente seco y cálido durante el cual la disponibilidad de agua y comida se reducen al nivel mínimo anual (Yellen y Lee 1976: 33).

33

campamento en un día, y generalmente no más de los 10 km (Yellen y Lee 1976: 43). Plantas y animales se acostumbraban a obtener dentro de un radio de 6-10 km en torno al campamento (Hitchcock et al. 1996: 163). Sin embargo, en la época de las lluvias, la búsqueda de variedad en la dieta motivaba con frecuencia el movimiento, sin necesidad de que los recursos de un área se hubieran agotado (Yellen 1977: 64). Asimismo, los campamentos se situaban por regla general a una distancia mínima de 1,5 km de la fuente de agua, pese a que ello implicara un viaje de ida y vuelta para aprovisionarse, normalmente dos veces al día, y así evitar asustar a los animales que utilizaban las mismas fuentes (Yellen 1976: 52). La agrupación local básica era el grupo de personas que vivían en un único campamento y que se movían conjuntamente durante al menos parte del año (Lee 1976: 77). El patrón de residencia incluía la concentración de entre 2-6 grupos cerca de las fuentes permanentes durante la estación seca, en campamentos relativamente grandes, y un movimiento de dispersión de las unidades básicas hacia las fuentes estacionales durante e inmediatamente después de las lluvias (ibid: 79). Aunque la composición del grupo era variable, especialmente en los campamentos pequeños y breves, con una modificación anual de más del 50 por ciento en la unidad social, el tamaño del campamento solía ser constante, con un promedio de 4,5 adultos durante la época de lluvias y de 12,5 en la estación seca (Yellen 1976: 61; Yellen 1977: 73). En los campamentos pequeños, con un tamaño medio de 222.4 m2 (Hitchcock 1987: 408), las cabañas estaban situadas de forma irregular, aprovechando pequeños claros y la sombra de los árboles (Yellen 1976: 65). La ocupación de los campamentos de estación seca podía durar hasta seis meses, y éstos eran más grandes (447,5 m2) aunque con más gente y más cabañas, de modo que eran pequeños, compactos y estaban densamente poblados (sin relación directa entre el tamaño del asentamiento y el número de personas habitándolo; Hitchcock 1987: 397 y 413). Estos campamentos tendían a tener una forma circular (Yellen 1977: 86), con las cabañas dispuestas alrededor del perímetro del círculo y la entrada de éstas vueltas hacia el espacio central, común36. Cuanto más se alargaba la ocupación más trabajo se invertía en las cabañas, ocupadas cada una y por regla general por «nuclear families» (Yellen 1976: 61). Las cabañas, normalmente fáciles de montar y desmontar, variaban en tipo según la estación y el tiempo en que iban a estar ocupadas. Finalmente, no había diferencias entre 36

Según Parkington y Mills (1991: 357): «The spatial design of the camp is a sociogram of San society marked by an emphasis on interdependence, sharing and a lack of hierarchy».

34

campamentos base y campamentos de tipo específico, con las actividades extractivas y de mantenimiento llevándose a cabo en torno al asentamiento (ibid: 67 y 70)37.

FIGURA 10. Modelo del patrón de asentamiento de un grupo !Kung (Dobe).

Las unidades geográficas que formaban la base de la organización espacial de estos grupos consistían en áreas con una variedad y cantidad suficiente de recursos como para abastecerlos durante un año. Por ejemplo, el área de los grupos Dobe !Kung estudiados por Yellen (1976; 1977) cubría una región de aproximadamente 350 km 2 extendiéndose al norte y oeste de Dobe, la única fuente no estacional de agua. Durante las 26 semanas de estudio, Yellen (1976: 56) calculó 37 movimientos residenciales; excluyendo el gran campamento en Dove, se ocuparon 27 campamentos con una la longitud media de ocupación de 3,1 días38. Otros grupos, sin embargo, tenían una frecuencia menor, con 5-6 movimientos residenciales al año (Hitchcock et al. 1996: 162). El movimiento de las bandas fuera de Dobe durante y después de las lluvias tenía básicamente una naturaleza cíclica: un grupo se movía hacia el norte, ocupando una serie de campos a medida que avanzaba, y luego regresaba a Dobe; la frecuencia del retorno y el tiempo pasado en Dobe se basaba especialmente en factores sociales (ibid).

37

A partir de todo ello, Yellen (1977: 125) propuso a nivel arqueológico un «model ring», según el cual el anillo interior conformado por las cabañas del asentamiento proveía una medida del tamaño del grupo, mientras que el área del anillo exterior, conformado por el área donde se realizan actividades especiales, reflejaba la duración de la ocupación. 38 Tres de estos campamentos fueron reocupados en una ocasión; otro lo fue en dos ocasiones. Sin embargo, en ningún caso se produjo una superposición discernible entre viejas y nuevas cabañas: «Either a group will reoccupy directly its old huts, or i will start completely a fresh at a clean site. The archaeological implications of this fact are considerable» (Yellen 1976: 59).

35

La distancia recorrida entre movimientos residenciales era de unos 23,6 km, con una media anual de 142 km (Lee 1979).

II.2.3. Mbuti (África Central) Los grupos Mbuti (plural, Bambuti) habitan el bosque Ituri, en el noreste de la República Democrática del Congo, y son conocidos por estar vinculados, a través de relaciones de intercambio, con uno o más grupos de horticultores de las aldeas. Su larga historia de contacto con sociedades agrícolas no ha comportado, sin embargo, una pérdida del modo de vida CPR; al contrario, «these have been reinforced by the Mbuti’s role in the wider society as forest specialists» (Ichikawa 1999). La etnografía ha clasificado estos grupos de dos maneras, por la lengua y por sus actividades de subsistencia, particularmente el método de caza (Turnbull 1965). Así, el término “BaMbuti” en su sentido estricto se aplica a los grupos «net-hunting» o de “caza con red”, en el centro y sur de Ituri; los grupos Sua y Aka, también cazadores con red, ocupan el oeste y norte de Ituri; finalmente, los grupos arqueros Efe se encuentran al este y sudeste del bosque (Beierle 1995). El bosque Ituri cubre la cuenca de drenaje del río homónimo, extendiéndose a lo largo y ancho de un área de aproximadamente 100.000 km2 (Harako 1981: 501). Toda la región es un vasto bosque primario interrumpido por algunas zonas de campo o de bosque secundario, a veces de hasta 4-5 km. La vegetación del bosque Ituri se caracteriza por altos árboles de la familia Caesalpineaceae, de hasta 40 m de altura. Este tipo de bosque se diferencia del comúnmente llamado bosque tropical lluvioso por ser relativamente más seco, formando una zona de transición entre bosque y sabana, y por presentar una marcada estacionalidad (ibid: 503). Se pueden distinguir dos estaciones, una seca (diciembre-marzo, 1/3 días de lluvia) y una lluviosa (abril-noviembre, 2/3 días de lluvia); el período de las grandes lluvias se da en agosto-octubre, cuando los ríos se llenan y se vuelve imposible recorrer gran parte del bosque (ibid; Ichikawa 1999)39. Mientras que la caza es la principal actividad de subsistencia, los grupos Mbuti obtienen más del 60 por ciento de su comida en forma de productos agrícolas de las aldeas vecinas, intercambiados por carne o mano de obra (Ichikawa 1983; 1999). Aunque los vegetales silvestres ocupan sólo una porción minoritaria de su dieta, es 39

Mientras que Turnbull (1965) opina que el bosque Ituri es homogéneo y que los cambios estacionales son mínimos, aportando un entorno uniforme a todas las bandas Mbuti, Harako (1981) defiende que hay estaciones claramente definidas y que el bosque es bastante diverso, con gran variedad de vegetación y zonas de hábitat.

36

importante la recolección de frutos de Landolphia y Canarium, así como nueces de rvingia, insectos, larvas, lagartos y moluscos; el papel de la miel es considerable, representando el 80 por ciento del ingreso calórico en determinados períodos. La pesca también es una actividad económica significante entre algunos grupos (Beierle 1995). En cuanto a la explotación de la fauna, la mayoría de las presas en el bosque Ituri (jabalíes salvajes, duiker, monos arborícolas, búfalos, elefantes) son solitarias y no forman grandes agregaciones sociales, sobre todo en el caso de las especies terrestres. La caza tiende a ser una actividad localizada, pues, con distancias cubiertas que son relativamente breves en comparación con la caza en terrenos abiertos (Harako 1981: 538-9). Según los grupos, como se ha señalado al principio, se pueden distinguir dos métodos de caza principales. La caza con arco incluía un abanico más amplio de especies y tamaños, incluyendo monos arborícolas gracias al uso de flechas envenenadas. La caza con red40, por su lado, era una actividad colectiva, enfocada a la captura de mamíferos de tamaño pequeño o mediano; en concreto, el duiker o pequeño antílope del bosque representa casi el 98 por ciento del total de capturas (Ichikawa 1983). Otro método de caza, especializado y más minoritario, es la caza con lanza, usada para grandes mamíferos como búfalos y elefantes (Ichikawa 1999). La caza con red fue introducida por las tribus de agricultores Bantú, substituyendo el método tradicional con arco en algunos grupos, pero no en todos. Una explicación de ello, teniendo en cuenta que el aporte de carne por participante en la caza son equivalentes en ambos métodos, es que la caza con red aporta una captura bastante estable de pequeños y medianos antílopes, la carne mejor pagada por los agricultores (Wilkie y Curran 1991; Bailey y Aunger 1989). La simbiosis económica entre aldeas y grupos Mbuti no sería tan generalizada, siendo más importante entre los grupos cazadores con red (Harako 1981: 543). En definitiva, el modo de vida de los grupos Efe, cazadores con arco con una economía CPR más generalizada y adaptada a la flora y fauna del bosque de Ituri, sería más cercano al de los grupos anteriores al contacto con las poblaciones agrícolas. Tanto el tamaño y composición de las bandas como el patrón de asentamientos varía según la geografía, estación y métodos de caza, así como en función de las relaciones con los grupos agricultores. Respecto a lo primero, y según Turnbull (1965; 40

Cada familia posee una red, que mide 1 m de altura y 30-50 m de largo. Diariamente, e incluso varias veces por día, en torno a 10 redes se unen formando un largo semicírculo en el bosque, hacia el cual las presas son acorraladas; participan tanto hombres como mujeres, siendo la actividad principal del grupo (Ichikawa 1999; Harako 1981: 542).

37

1972), cada unidad básica o familia nuclear exhibe una considerable libertad de movimientos dentro de su área e incluso a través de los límites “territoriales”; las bandas están «in a constant state of flux» (Turnbull 1972: 297), variando la composición hasta en un 60 por ciento cada mes. Este movimiento, además, no dependería de la adaptación ecológica sino de procesos políticos, especialmente de la resolución de conflictos, siendo «unpredictable» y «spontaneous» (ibid: 299-300). Pedersen y Wæhle (1988: 75) proponen, en cambio, que este movimiento no es arbitrario sino que está determinado por la organización social, como en otras sociedades, aunque se caracteriza por una gran flexibilidad y variación según las circunstancias locales. En el caso de los grupos Efe, por ejemplo, la composición de la banda se mantiene en un 91 por ciento de un mes a otro (ibid: 83). Todas las bandas Mbuti presentan un ciclo estacional de fisión-fusión, aunque el patrón difiere y se invierte entre grupos cazadores con red y con arco41. En el caso de los grupos Efe, forman durante la estación seca pequeños campamentos de caza y pesca (diciembre-marzo) y para la recolección de miel y termitas (julio-octubre); durante la estación húmeda, se congregan en grandes campamentos cerca de las aldeas, a menos de una hora de distancia a pie (ibid; Pedersen y Wæhle 1988: 78). Estos “campamentos base” están situados en el límite del territorio en la periferia del bosque secundario, mientras que el bosque primario circundante constituye el área de explotación de la banda (Harako 1981: 504-5). La duración de ocupación de un campamento abarca desde unos pocos días hasta tres meses, aunque cuando están en el bosque el promedio es de dos semanas (Fisher y Strickland 1991: 218). Un nuevo campamento suele instalarse a un día de marcha del anterior (Turnbull 1972: 301) y a una distancia similar de la aldea de agricultores. Son diversas las razones para trasladar el campamento, pero sobre todo se deben a la disponibilidad de recursos y a su estado de insalubridad. Limitado por la vegetación del bosque, los campamentos Efe son compactos y consisten en un círculo de cabañas dispuestos en torno a un espacio abierto. El tamaño es muy variable, desde 44 m2 hasta 532 m2, así como su composición: desde una única unidad familiar hasta 33 o 50

41

Los grupos cazadores con red se agregan en campamentos de caza en la estación seca, en diciembre, con una media de 6-7 unidades familiares y un máximo de 30 (100 individuos) y se dispersan cuando vuelven a los campamentos de las aldeas durante el período de grandes lluvias de agosto-octubre. La naturaleza de este patrón está claramente determinado por el método de caza colectiva (Harako 1981: 546 y 553).

38

individuos (Fisher and Strickland 1991: 218)42. Además de este tipo de campamentos en claros del bosque, Mercader et al. (2003) señalan la intensa ocupación de los abrigos rocosos en el bosque de Ituri, desde finales Pleistoceno hasta el presente. Las bandas Efe actuales ocupan estos abrigos como campamentos satélites, durante unas pocas horas hasta varias semanas; la funcionalidad de estos campamentos es diversa, aunque principalmente para la recolección de miel o la caza de primates. Para las ocupaciones largas es posible la ocupación simultánea de diversos abrigos, así como la construcción de estructuras para acomodar el grupo, entre 1-5 cabañas (ibid: 57-9).

FIGURA 11. Modelo del patrón de asentamiento de un grupo Mbuti (Efe).

Finalmente, y como hemos visto, las bandas Mbuti son flexibles y móviles dentro de sus respectivas áreas de explotación, presentando diversos grados de movilidad según los grupos. Fisher y Strickland (1991) describen el patrón de asentamiento de los grupos Efe como “movilidad limitada”: establecen nuevos campos con frecuencia (11 movimientos residenciales al año) pero dentro de un área geográfica muy limitada (recorriendo 5,2 km diarios, 57 km anuales en un área de explotación de unos 150-780 km2)43.

42

Fisher y Strickland (1991: 220) señalan que existe una fuerte correlación entre el número de cabañas y el área del campamento; el incremento de una cabaña implica un incremento en el área del campamento de 35 m2. La distancia promedio entre cabañas vecinas es de 4,8 m. 43 Estas cifras han sido calculadas por Kelly (1995: 116).

39

II.2.4. Agta (Filipinas) Los grupos Agta44 ocupan un área relativamente extensa de selva o bosque lluvioso tropical, recorrida por un gran número de arroyos y ríos, en la parte oriental de la isla de Luzón (Filipinas). La historia reciente de estos grupos está marcada por la explotación, la pérdida de tierras y una creciente dependencia respecto a otros grupos filipinos, viéndose obligados a flexibilizar considerablemente sus estrategias de subsistencia, incluyendo una esporádica agricultura de tala y quema, así como el creciente peso de la venta de productos a cambio de arroz u otros bienes de consumo45. Aun así, estas estrategias económicas siguen formando parte de un repertorio de producción fundamentalmente CPR46. En este sentido, y en lo que se refiere a caza y recolección, las estrategias de subsistencia de estos grupos están básicamente orientadas hacia la selva. El bosque lluvioso tropical se caracteriza por una elevada diversidad de especies vegetales, aunque muy dispersas. De las 3.000 especies vegetales los grupos Agta explotaban económicamente unas 50. En lo que respecta la biomasa animal, la riqueza de este ecosistema es menor, tendencia agudizada en el caso concreto del Luzón debido a su naturaleza insular (Rai 1990: 28). Disponen, pues, de un reducido abanico de recursos animales, cazando principalmente jabalíes barbudos, venados y monos; de forma menos frecuente, también se cazaban dos especies de reptil (varánidos y serpientes pitón), murciélagos de la fruta y varias especies de aves tropicales (Rai 1990: 27-8; Griffin y Griffin 1999: 290). La importancia de la caza varía según el entorno explotado por los diversos grupos Agta. Para los que habitan los valles, como el grupo Disabungan Agta, la caza es la actividad más importante, dedicando el 48% del tiempo de trabajo a actividades relacionadas con ella (Rai 1990: 47), mientras que la pesca fluvial es una actividad terciaria (ibid: 54). En los grupos de la costa, sin embargo, la captura de peces marinos

44

También conocidos, tanto en antropología como en la cultura popular de Filipinas, por el exónimo peyorativo de “Negritos”. 45 El área de Sierra Madre ha sufrido una intensa deforestación desde la década de 1960, hasta el punto de que en algunas zonas ha desaparecido hasta el bosque secundario; asimismo, una inadecuada práctica agrícola ha provocado la sedimentación de ríos, arroyos y estuarios. En definitiva, tanto animales terrestres como acuáticos, especialmente peces de agua dulce, son mucho más escasos; y otros recursos como los tubérculos silvestres o la miel también han perdido importancia (Griffin y Griffin 1999: 28990). 46 Los campos cultivados no son suficientemente grandes como para alimentar a las familias a lo largo del año, y sólo se utiliza cuando no están disponibles otros alimentos (Griffin y Griffin 1999: 290).

40

y de agua dulce, practicada dos/tres veces al día, aporta la mayoría de proteínas necesarias (Griffin y Griffin 1999: 290). En cualquier caso, aunque con variaciones de intensidad y modo, tanto mujeres como hombres pescan y caza; aunque la recolección es fundamentalmente una actividad de las mujeres47. La distancia cubierta por una incursión de caza es, en general, menor a 25 km, y en lugar de un círculo equidistante, el radio de caza dibuja más bien un rectángulo que cubre principalmente las áreas río arriba del campamento. El índice de explotación de la fauna varía muy poco a lo largo del año (Rai 1990: 47). La movilidad de los grupos agta se caracteriza por un movimiento residencial frecuente (con variaciones a lo largo del año) y desplazamientos reducidos en distancia, dentro de un territorio determinado y limitado en base a relaciones de parentesco (Minter 2010: 83). En este sentido, Rai (1990: 35) diferencia cinco niveles de unidades socioresidenciales, de mayor a menor amplitud: los miembros de un «linguistic group» ocupan un área concreta del bosque en aislamiento económico, social y político de los grupos agta vecinos; se dividen en base a la línea divisoria de aguas en dos «watersheds groups», de costa o de valle, económicamente independientes y con variaciones en las estrategias de subsistencia al disponer de diferente acceso a los recursos marinos (supra). A su vez, se dividen en varios «river valley groups», asociados a un determinado valle fluvial o franja costera durante la mayor parte del año y a lo largo de un período amplio de tiempo. Estos grupos suelen interactuar social y económicamente con regularidad, alternan el uso de los mismos lugares de residencia y suelen agruparse durante los meses de la estación húmeda. Cada uno está compuesto por entre una y ocho «bands», que integran a su vez 3-5 «households»48, unas 21 personas que residen en un determinado campamento en un determinado momento. Las bandas son la unidad mínima económicamente viable y protagonizan el movimiento colectivo a nivel residencial. Cada una ocupa un número limitado de 47

La división sexual del trabajo en los grupos agta es flexible y no prohibitiva. Las mujeres participan de la caza, aunque con diferencias en la intensidad y en las tácticas. En el caso del grupo Cagayan Agta, el 30% de la caza mayor y el 22% del total de presas (Goodman et al. 1985: 6). El entorno de estos grupos, que permite breves incursiones de caza (distancias de 10 km), junto a la manera en que se organizan socialmente las actividades reproductivas, facilitaría esta participación (ibid: 10). 48 Estas unidades mínimas socioresidenciales funcionan como unidades de toma de decisión aunque dependen económicamente del resto de la banda. Pueden tomar la forma de familias nucleares, nonucleares, extendidas, o excepcionalmente «augmented», es decir, dos unidades juntas (Rai 1990: 37-8). En los campamentos, cada una ocupa una cabaña. El tipo, tamaño y los materiales de construcción dependen del lugar donde se acampa y la época del año. Generalmente, son cabañas pequeñas y rectangulares de menos de 2 m2, con cubiertas trenzadas con hojas de palmera. Podían desmontarse cada pocos días y ser transportadas por una persona a otro lugar cercano. Una persona podía construir una nueva en pocas horas, aunque era frecuente tener varias cabañas en los diversos asentamientos.

41

asentamientos durante un período más o menos largo, manteniendo una distancia física entre ellas de 5 km. En el caso de las bandas Disabungan Agta, Rai (ibid: 27) observó que habitaban un área de aproximadamente 600 km2, aunque el entorno regularmente explotado era un 40 por ciento de ésta49. Documentó 20 movimientos residenciales durante un ciclo anual. Como media la banda se movía cada 18 días, aunque la distancia cubierta en cada movimiento residencial era pequeña, con un promedio de 5 km entre campamentos y una distancia recorrida anualmente de 107 km (ibid: 58-9). En general, la frecuencia de movimientos residenciales variaba según la estación50. En octubre, con el monzón del noreste y las inundaciones, las bandas de un mismo river valley group se agrupaban en campamentos en zonas abiertas y elevadas durante máximo dos meses, dispersándose al acabar las inundaciones. Durante la mayor parte del año, sin embargo, el movimiento de las bandas era más elevado, desplazándose cada pocos días entre los diversos campamentos a orillas del río o en la costa, alternando con campamentos en el bosque sobre todo en las semanas más cálidas.

FIGURA 12. Modelo del patrón de asentamiento de un river valley group Agta (Disabungan).

Los razones precisas del movimiento dependían de múltiples factores: económicos, especialmente en cuanto a pesca, recolección y también comercio (los recursos cercanos al campamento escaseaban en un margen de dos semanas de explotación); pero también sociales o políticos, como la muerte de un miembro de la

49

Dichas bandas ocupaban y explotaban de forma regular dos de los tres valles fluviales, así como el área de bosque adyacente a las orillas de ambos ríos, evitando las zonas elevadas e inclinadas o alejadas de los cursos de agua (Rai 1990: 27). 50 En esta zona, el clima y los recursos naturales apenas experimentan variaciones estacionales (Rai 1990: 29). No obstante, estos grupos diferencian entre una estación húmeda, que coincide con el monzón noreste (octubre-enero), y una estación seca correspondiente al monzón del suroeste (mayo-agosto).

42

banda, la conflictividad o para visitar parientes (Minter 2010: 84). Ello se refleja en el hecho de que la decisión del movimiento residencial era raramente unánime. Llevaba horas e incluso días llevar a cabo el movimiento final (Rai 1990: 59). Para acabar, cabe decir que, en paralelo a este movimiento colectivo residencial, existía un importante movimiento individual o de las unidades domésticas, no motivado por consideraciones económicas. Según Rai (1990: 60), durante el curso de seis meses, una banda de Disabungan Agta varió de dos a diecisiete households. Pese a ello, este cambio en la composición de las bandas era frecuente pero temporal; las bandas solían mantener un equilibrio en el número de personas que las componían.

II.2.5. Aché (Paraguay) Los grupos Aché, también conocidos como Guayaki, son CPR de las regiones boscosas del este de Paraguay. Desde los detallados estudios ecológicos cuantitativos de que fueron objeto en la década de 1980, estos grupos son vistos como el modelo por excelencia de sociedad foranger (Kelly 1995: 2). Hasta bien avanzada la segunda mitad del siglo XX prácticamente toda el área habitada por los grupos aché estaba cubierta por selva o bosque lluvioso tropical, interrumpido por pequeñas zonas de pradera o sabana (Hill y Hurtado 1996: 60). El patrón estacional está marcado por las importantes variaciones en la temperatura y la lluvia, con las temperaturas más cálidas en enero (35ºC) y las más bajas en julio (10ºC), y el triple de precipitaciones en octubre-febrero que en mayo-septiembre. El nivel de lluvia anual se sitúa por encima de los 1800 mm. Toda la zona está recorrida por numerosos arroyos y pequeños ríos de no más de 20 m de ancho y 1-2 m de profundidad, pero que en la época de grandes lluvias pueden llegar a superar el kilómetro de ancho en ciertos puntos (ibid). Tradicionalmente, la economía de estos grupos estaba basada en la caza de mamíferos, con arco o más frecuentemente a mano, con el 78 por ciento del consumo calórico proveniente de la carne. El 90 por ciento de ésta provenía de sólo siete especies, en orden de importancia: armadillo de nueve bandas, mono capuchino, pecarí barbiblanco, paca, coatí, mazama, pecarí de collar (Hill y Hurtado 1999: 93). El resto de la dieta consistía en la recolección de miel (8 por ciento), almidón de palmera51, larvas de insecto; la recolección de fruta era abundante en la estación lluviosa y cálida. Los 51

Los productos de la palmera (almidón, palmitos, larvas) podían haber sido más importantes en la dieta del período pre-contacto (Hill y Hurtado 1999: 93).

43

hombres se ocupaban de la caza y la recolección de miel; las mujeres recolectaban el resto de productos; de forma poco frecuente, podían ayudar en la caza o cazar animales pequeños (ibid; Hurtado, Hawkes et al. 1985: 24). El consumo total de calorías al día supera las 2700 calorías por persona, uno de los más elevados entre los grupos CPR, aunque el gasto de energía también es correspondientemente elevado, con casi setenta horas de trabajo a la semana (Kelly 1995: 20). Los hombres dedican 7 horas al día a la caza; las mujeres se dedican a la recolección durante 2 horas al día (Hill y Hurtado 1999: 93)52. Hacia la década de 1970 los grupos septentrionales aché vivían distribuidos en unas diez o quince bandas, cada una formada por unas 15-60 personas y distribuidas en un territorio de unos 20.000 km2. Aunque se podían mover por todo este territorio, la mayoría explotaba más frecuentemente ciertas áreas nucleares, con un área total explotada anualmente de unos 780 km2 (Kelly 1995: 114). Las unidades básicas que formaban estas bandas frecuentemente se dispersaban durante un día o dos en pequeños campamentos, luego volvían a reunirse. Las bandas generalmente acampaban a una distancia entre ellas de unas pocas horas a pie, aunque podía suceder que durante períodos de hasta dos meses una banda permaneciera a 50 o 100 km de distancia del resto (Hill y Hurtado 1999: 94). Los campamentos residenciales en el bosque tenían una composición flexible y sin patrón determinado, abarcando desde tres a más de cien personas, con una media de 7 hombres adultos por campamento. El lugar escogido para acampar generalmente cumplía los requisitos de estar cerca de una fuente de agua y a menos de 50 metros de áreas con importantes poblaciones de palmera (Hill 1983: 84). El campamento típico consistía en cinco o diez hogares separados 2 m entre ellos y dispuestos en círculo; sólo cuando la lluvia era inminente se construían pequeñas cabañas, básicamente techos de hoja de palmera soportados por una simple estructura de postes de madera. En el período post-contacto los campamentos se movían por norma cada día del año, aunque la ocupación podía alagarse dos o tres días, excepcionalmente una semana, debido básicamente a la lluvia. Antiguamente, sin embargo, parece ser que los campamentos permanecían en un mismo lugar entre siete y quince días.

52

Pese a su actual existencia horticultural en las reservas, los grupos Aché siguen viviendo temporadas importantes en el bosque. Estos «foraging trips» pueden durar desde unos días hasta un mes o más y se organizan en base a la búsqueda diaria de comida (Hurtado, Hawkes et al. 1985: 3).

44

Las mujeres invertían una gran cantidad de tiempo y trabajo en mover el campamento de un lugar a otro (Kelly 1995: 114 calcula 50 movimientos residenciales al año), transportando herramientas y material para cocinar, hacer fuego y dormir en cestas que pesan unos 6-27 kg; además de uno o dos niños, añadiendo 5-24 kg (Hurtado, Hawkes et al. 1985: 4). Las mujeres caminan durante el 16 por ciento del día (ibid: 10), unas 3-4 horas; el tiempo de traslado del campamento son 2 horas diarias. La distancia media caminada por las mujeres es de 5.7 km por día, siendo ésta la distancia entre un campamento y el siguiente, lo que significa 295 km recorridos anualmente53. Así pues, el movimiento diario de hombres y mujeres era diferente, estando el de éstas determinado, en primer lugar, por el patrón forrajeador de aquéllos (ibid: 4). En efecto, después de que los hombres abandonaran el campamento a primera hora del día en busca de caza, las mujeres lo desmontaban y seguían su rastro formando una única fila; el desplazamiento se veía interrumpido en numerosas ocasiones y por diversos motivos, ya fuera descansar, dispersarse para recolectar o procesar los animales cazados por los hombres y dejados atrás. La estrategia de movimiento de las mujeres, en resumen, estaba centrada en transportar los bienes y recursos del grupo, así como los individuos dependientes, de un lugar para dormir a otro, y no de un área económica a otra; ello permitía cubrir un territorio mayor a los hombres e incrementar el aporte proveniente de la caza (ibid: 23).

FIGURA 13. Modelo del patrón de asentamiento de un grupo Aché.

53

En las estancias en los bosques de las últimas décadas, es posible plantear que las mujeres aché disponen de una mayor movilidad, puesto que la mayor un parte de los niños y adolescentes se quedan las reservas; sin embargo, Hurtado, Hawkes et al. (1985: 25-6) argumentan que «the daily distance covered by the group is a function of the slowest traveling unit, i.e., mother and children, and since there is at least one such unit in every foraging trip we monitored, distances traveled may be the same as before contact».

45

III. ANÁLISIS DE LOS DATOS ARQUEOLÓGICOS III.1. El suroeste de Francia III.1.1. Paleolítico medio El suroeste de Francia es una unidad geográfica y climática coherente, delimitada claramente por el Macizo Central al este, los Pirineos al sur, el océano atlántico al oeste, y extendida en torno a la cuenca de Aquitania y los sistemas hidrográficos del Dordogne y el Garonne. La región ha sido un centro de atención para la investigación arqueológica del Paleolítico desde hace más de un siglo, sobre todo en la zona del Périgord y el valle del río Dordogne, con un gran número de cuevas y abrigos rocosos con evidencias de ocupación (Koetje 2000: 110), así como yacimientos al aire libre. No es de extrañar, pues, que esta región haya sido uno de los escenarios de los principales debates en torno al comportamiento y la organización social de los grupos del Paleolítico medio54, incluido por tanto la movilidad y los patrones de asentamiento de estos grupos. Así, frente a la visión defendida por los historiadores culturales (Bordes 1968) de que la variabilidad de la industria musteriense observada desde el punto de vista estilístico en el registro arqueológico correspondía a cinco grupos étnicos contemporáneos que permanecían distantes entre sí y que habían ocupado sucesivamente la región de Dordogne55; Binford y Binford (1966) plantearon que los diferentes conjuntos líticos descritos se podían interpretar en términos de variabilidad funcional, es decir, que estas variantes estaban ligadas a un circuito estacional con diferentes actividades de explotación (Gamble 1990: 193). Binford (1983) señaló, por ejemplo, que cinco familias de esquimales nunamiut podían cubrir un área igual a la del todo el departamento de la Dordoña, la cual incluiría naturalmente a todos los yacimientos clave (La Micoque, Combe-Grenal, La Ferrassie, Le Moustier, etc.). Asimismo, el análisis de la fauna de los yacimientos de la Couche VIII de Grotte Vaufrey y de Combe Grenal, permitió proponer a Binford (1988) que los grupos del 54

A lo largo de esta segunda parte nos vamos a ceñir a la nomenclatura presente en la bibliografía citada, con variaciones en la terminología según el uso que hace cada autor. En general, por Paleolítico medio nos referimos a los grupos datados entre el 15.0000 y el 35.000/30.000 ANE; por Paleolítico superior, los grupos posteriores a este segunda fecha y anteriores al 10.000 ANE. 55 Sobre la poca definición cronológica y geográfica del “Musteriense”, que ha sido considerado la industria del Paleolítico medio y del H. sapiens neanderthalensis, al tiempo que contemporánea del Paleolítico superior y del H. sapiens sapiens, e incluso no sincrónica del primero en algún yacimiento, ver Estévez, Vila y Yll (1982).

46

Paleolítico medio «were scavengers, choosing the meatiest portions left on carcasses that had already been partially exploited» (ibid: 558). Aunque el análisis posterior de los mismos restos faunísticos de la Couche VIII ha criticado y contradicho esta conclusión (Grayson y Delpech 1993). El fundamento de estas interpretaciones es la dicotomía entre «niche and cultural geographies of adaptation» (Binford 1987). Las geografías culturales serían sintomáticas de un estilo de adaptación humano moderno56, más avanzado cognitivamente, con planificación a largo plazo, mantenimiento de artefactos y una organización logística del movimiento a través de un territorio. Las geografías de nicho, por el contrario, representarían una forma de adaptación más restringida cognitivamente, determinadas por el territorio más que desplegadas a través de éste, así como limitadas funcionalmente a una producción de herramientas ad hoc, de uso y descarte. Esta sería, pues, según Binford (1989) la diferencia esencial entre los grupos neandertales y los anatómicamente modernos. Mientras que el período del Paleolítico superior se asociaría al desarrollo del “modo de vida cazador-recolector moderno”, junto con la expansión de las poblaciones humanas anatómicamente modernas en Europa, caracterizadas por una complejidad logística y una capacidad para la planificación a largo plazo, evidenciada en un sistema de asentamiento complejo y estacional; los grupos del Paleolítico medio estarían relativamente desorganizados, forrajeadores primitivos, cazadores ineficientes que practicarían el carroñeo tanto como la caza, carentes de planificación a largo plazo y con una gran movilidad residencial en base a la distribución variable de los diferentes recursos económicos. No obstante, en las últimas décadas están comenzando a emerger nuevos paradigmas en la investigación de las estrategias de explotación de la fauna, planteando una gran similitud entre el registro faunístico del Paleolítico medio y del superior (Burke 2000). El concepto de un “nicho neandertal” (Binford 1985; Stiner 1994, véase §III.4.1), o por lo menos el de un único nicho neandertal, está siendo cada vez más discutido al plantear que el comportamiento de subsistencia de estos grupos variaba en función del contexto medioambiental (Burke 2000: 282-3). En efecto, los conjuntos faunísticos del Paleolítico medio pueden reflejar desde una caza selectiva a la

56

Aunque recientemente se ha discutido sobre la pertinencia de esta denominación para la forma humana grácil hoy predominante, debido a las dataciones africanas tanto o más antiguas que los restos europeos de H. neanderthalensis, aquí mantenemos la terminología de la época.

47

explotación estacional de agregaciones de animales, pasando por una estrategia mixta y una caza oportunista. Patou-Mathis (2000), revisando 323 yacimientos del norte y este de Europa, observa pocas evidencias de caza oportunista frente a muchas de caza selectiva de una o dos especies. Así pues, parece que el registro faunístico da testimonio de un comportamiento más complejo, especialmente en lo que se refiere a las estrategias de explotación de los recursos y, por tanto, en la movilidad y patrones de asentamiento, de lo que se había venido pensando para los grupos del Paleolítico medio. En el caso del suroeste de Francia, el estudio de los restos de ungulados del yacimiento Grotte XVI57, lleva a concluir a Grayson y Delpech (2003) que no se puede detectar ningún cambio significativo en el uso de los ungulados, más allá de los relacionados con cambios climáticos, entre los conjuntos del Paleolítico medio y los del Paleolítico superior inicial, aunque sí hay una clara ruptura de éstos frente a los conjuntos magdalenienses; no obstante, como señalan los autores, ello no significa que las estrategias de los grupos sociales del Paleolítico medio y del inicio del Superior fueran idénticas, puesto que hay que tener en cuenta otros factores como la tecnología disponible (ibid: 1645). En este sentido, y a nivel general, la existencia de ocupaciones repetidas y breves por una variedad de carnívoros, incluidos los grupos humanos, es un denominador común en muchos yacimientos del Paleolítico medio y representa una clara diferencia respecto a los patrones de asentamiento del Paleolítico superior (Burke 2000: 282; Gamble 1990).

III.1.2. Paleolítico superior Desde finales del siglo XIX, el Paleolítico superior en el suroeste de Francia, y en general en el norte y este de Europa, ha sido definido como «l’Age du Renne», la “edad del reno”, enfatizando así la dependencia económica de estos grupos respecto al Rangifer (Burke y Pike-Tay 1997). Ello, junto con una concepción de las sociedades del Paleolítico superior, especialmente en sus fases más recientes, como sociedades “complejas” en relación a las del Paleolítico medio (supra), ha permitido la comparación e incluso la analogía entre el modo de vida y las formas de organización social de estos grupos y el de las sociedades actuales o sub-actuales del ártico y sub57

El primer yacimiento de la región que aporta conjuntos sustanciales de ungulados en contextos del Paleolítico medio y de inicios del superior excavados rigurosamente y con una estratigrafía bien establecida (Grayson y Delpech 2003).

48

ártico (en particular con los grupos Nunamiut del norte de Alaska) con los cuales presumiblemente compartirían cierto número de rasgos: un entorno de tundra similar, el reno por caza estacional, un mismo modo de procesamiento de las carcasas (Audouze 2007: 2). Todo ello, en suma, ha llevado a una caracterización de estos grupos como poseedores de un desarrollado sistema de residencia logística en base a un patrón estacional dependiente de las migraciones del reno. En efecto, gran número de arqueólogos han recurrido a los trabajos de Binford (1982, 1983) como modelo para el patrón de asentamiento del Paleolítico Superior, sugiriendo, por ejemplo, que los yacimientos al aire libre en el suroeste de Francia representan campamentos de caza de verano. En un sentido parecido, Rigaud et al. (2000), que han estudiado el yacimiento en cueva de La Grotte XVI (Dordogne), interpretan la Couche 0 como un «short-term hunting camp occupation» (ibid: 21). Según estos autores, el procesamiento de las carcasas de reno, el origen externo y la tipología de la industria lítica, una estructura espacial simple y una realización limitada de actividades (tratamiento de carne y pieles, reparación de armas) indican un uso de la cueva por parte de grupos especializados, pequeños y móviles, «probably hunters» (ibid: 12). Concluyen, pues, que la ocupación de la Grotte XVI, como mínimo durante el Magdaleniense58 (tal vez con un uso diferente a inicios del Paleolítico Superior), formaba parte de un patrón territorial y de una estrategia logística propios de grupos móviles de tipo recolector, ocupando determinados lugares para actividades claramente específicas (ibid: 21). Dentro de este sistema de asentamiento con yacimientos funcionalmente diferenciados, se han planteado diversos modelos de movilidad y patrón de asentamiento para el Paleolítico superior del suroeste de Francia, fundamentalmente a partir del análisis del material faunístico y el establecimiento de patrones estacionales y estrategias económicas, como la especialización económica. Han sido varias las propuestas (véase, por ejemplo, Jochim 1983) de un ciclo anual de movimientos residenciales a nivel estacional, asumiendo un patrón de fisión-fusión del grupo en función de la disponibilidad de los recursos59.

58

En cuanto al uso de la nomenclatura clásica, ver nota 54. Por Magdaleniense nos referimos a los grupos posteriores al Último Máximo Glacial (ca. 20.000 BP) y previos al Dryas Reciente (ca. 12.000 BP). 59 El modelo de Jochim planteaba que la presión ecológica durante el Último Máximo Glacial llevó a una restricción del área de explotación de los grupos humanos y a una presión demográfica, la cual a su vez produjo una especialización económica en el salmón y la intensificación de la caza mayor (Pike-Tay et al. 1999: 284).

49

Por otro lado, Gordon (1988) ha propuesto, a partir del análisis esqueletocronológicos para obtener determinaciones estacionales de la mortalidad de los renos, el llamado «herd following model»60, planteando un movimiento norte-sur de estos grupos siguiendo las migraciones de las manadas de reno a larga distancia, desde Dordogne (invierno) hasta los Pirineos (verano). Según Gordon (ibid), pues, estos grupos tendrían una importante dependencia económicamente del reno, cuyas migraciones marcarían el patrón de movilidad de estos grupos, caracterizado por cambios residenciales en base estacional y grandes desplazamientos en pequeños grupos que explicarían el surgimiento de tradiciones culturales a nivel regional. Todos estos modelos comparten, además de la asociación entre flexibilidad social y movilidad (confundiendo a veces yacimientos de agregación con campamentos base), la percepción del reno como un recurso dominante económicamente durante el Paleolítico Superior. Sin embargo, como señala Burke (1995), los resultados que soportan esta visión pueden ser resultado de un sesgo histórico al centrarse en los yacimientos en cueva y abrigos rocosos, donde la fauna se conserva mejor, pero que están situados en una porción limitada de la región de estudio. Asimismo, la asunción de una dependencia anual del reno del tipo «herd following model» no está demostrada en el Périgord, ni tampoco se ha demostrado que las manadas migraran largas distancias norte-sur en la cuenca de Aquitania (ibid: 69). De hecho, análisis estacionales más recientes (Burke 1995; Pike-Tay 1991: 12) más bien sugieren el consumo de caballo u otras especies por los grupos humanos residentes en la región de Dordogne y Gironde durante épocas del año en que el reno no era accesible o no estaba explotado, es decir, de mayo a octubre. En otras palabras, la disponibilidad de recursos alternativos en la región (ciervo y sobre todo caballo) no habría obligado a movimientos residenciales durante los períodos de dispersión del reno. Asimismo, las evidencias estacionales a partir de la esquelotocronología de restos de caballo además de reno61 no refrendan un modelo de ocupación estacional, al

60

Pese a lo mencionado sobre la imposibilidad de seguir las manadas de reno durante las migraciones (§II.1.4). Sin embargo, el hecho de “seguir las manadas” en este caso no se refiere a intentar seguir una manada concreta, sino a «move in a timely manner from the winter range of the breeding population in the taiga to its summer range on the tundra (and viceversa)» (Burch 1991: 440). 61 El hecho de que muchos análisis se hayan concentrado en los patrones de mortalidad estacional del reno y yacimientos conteniendo elevadas proporciones de restos de reno ha podido llevar a observar esta aparente distribución limitada estacional (Burke 1995: 70-1).

50

menos en el Périgord62; al contrario, hay evidencias de una ocupación continuada a lo largo de dos o más cambios estacionales, incluso de todo el año (Burke 1995: 77; Enloe 2000: 117). En efecto, según Burke (1995: 77) las evidencias sugieren el uso de diferentes estrategias de caza, desde caza oportunista hasta caza de intercepción, para adaptarse a los cambios estacionales en la base subsistencial (por ejemplo, después del período de migración del reno), más que adoptar un patrón de residencia más móvil. Sin embargo, para concluir, y tal y como reconoce la propia Burke (ibid: 71): «we are unable to establish whether the sites sampled are truly contemporary, i.e., part of the same system, beyond establishing that they are part of a similar cultural pattern (…) in the same climatochronological period». Además, pese a la aparente cantidad de evidencias, muchos de los análisis regionales propuestos dependen del uso de viejas colecciones que no se adaptan a sus objetivos, con lo que hace falta estudiar nuevos yacimientos que puedan ayudar a desarrollar modelos regionales más avanzados (Rigaud et al. 2000).

III.2. El Paleolítico superior reciente en la cuenca parisina Topográficamente, la cuenca parisina es muy diferente de la región del suroeste de Francia. La cuenca es más bien llana, bordeada por pequeñas colinas, y contiene numerosos y grandes meandros fluviales. El área es, además, más pequeña y presenta menos yacimientos; los yacimientos ocupados se distribuyen en los 40 km2 del valle del Sena, aunque seguramente el área recorrida por estos grupos era mayor. Los más conocidos (Pincevent, Verberie, Les Etiolles) son ocupaciones al aire libre cerca de los ríos principales, y generalmente se extienden sobre un área importante (Koetje 2000: 111). Igual que en el Périgord, se ha considerado que los grupos magdalenienses de la cuenca parisina son económicamente dependientes de las manadas del reno, aunque a la vez se les considera grupos más móviles, más pequeños y con una explotación del reno de forma más logística que los grupos del suroeste (Enloe 2000: 118). Tradicionalmente estos yacimientos al aire libre –pese a no ser contemporáneos– se habían interpretado, en base a la especialización/diversificación de la fauna y del tipo de industria lítica, como indicadores de un patrón de asentamiento estacional y especializado a escala regional. Como para el suroeste de Francia, Gordon (1988: 86) ha 62

Todos los yacimientos analizados por Burke (op. cit.) son abrigos rocosos, los cuales como ya se ha señalado más arriba posiblemente sólo representan una parte de un hipotético sistema de asentamiento más amplio.

51

propuesto un patrón de «herd following» entre la cuenca parisina y Bélgica. También se ha planteado un «cycle regional de nomadisme annuel» (Julien 1989: 177) en base a un patrón de adaptación a las variaciones de los recursos estacionales. El ciclo anual de estos grupos incluiría campamentos de caza en primavera y otoño (Pincevent y Verberie) destinados a interceptar las migraciones de las manadas de reno en puntos estratégicos de caza, en el fondo de los valles63; campamentos de invierno dedicados a la extracción y producción lítica, así como a la preparación de vestimenta y material de caza (Marsangy y Etiolles); finalmente, campamentos de caza complementarios en la meseta Ville-Saint-Jacques, presumiblemente ocupados en verano por la presencia mayoritaria de restos de caballo (ibid: 180-2). En los últimos años, sin embargo, la excavación de nuevos yacimientos (Marolles, Tureau-des-Gardes, Grand Canton) ha revelado una frecuente asociación del reno y del caballo en la estrategia de caza de estos grupos magdalenienses. Los estudios arqueozoológicos llevados a cabo en estos nuevos yacimientos indican un modo de ocupación basado en la sucesión de múltiples y breves episodios de caza, principalmente de caballo, escalonados a lo largo del año y probablemente reuniendo pocos cazadores cada vez (Valentin 2000: 96). En este sentido, Audouze (2005) propuso un modelo de movilidad anual donde se alternaban campamentos de caza residenciales (Pincevent y Verberie, especializados en la caza colectiva de reno en otoño) y breves campamentos de caza diversificada y oportunista ocupados por partidas de cazadores, que debían estar necesariamente ligados a uno o varios campamentos base donde se encontraría la mayor parte del grupo (aunque éstos no se habían encontrado: Audouze 2006: 2). Así, los grupos magdalenienses adoptarían según la estación una estrategia logística con campamentos de base y expediciones de caza, y una estrategia de forrajeo (sensu Binford) cuando estaba disponible un recurso estacional abundante y previsible como el reno. Más recientemente, a partir del análisis de las estructuras de hábitat y de los conjuntos faunísticos, junto con los estudios tecno-tipológicos del utillaje lítico, Audouze (2006; 2007) ha propuesto un modelo de tipo forrajeo caracterizado por unos grupos más móviles que en el suroeste de Francia y que se desplazarían de campamento residencial en campamento residencial, incluyendo la dispersión del grupo en varias unidades residenciales más pequeñas cuando la caza es más escasa. Así, todas las 63

Mientras que en el suroeste de Francia el reno se explotaba de invierno a primavera, en la cuenca parisina la principal migración era en otoño.

52

ocupaciones magdalenienses de la cuenca parisina –a excepción de Etiolles– tendrían una función de campamento de caza, compartiendo una remarcable similitud en la utilización de los recursos alimentarios con un importante consumo in situ destinado a todo el grupo residencial64. También es muy similar el utillaje lítico, diversificado, que corresponde a actividades relacionadas con el tratamiento de materias primas y que por consiguiente se practican en todos los asentamientos, aunque algunas herramientas reflejan actividades de larga duración (Audouze 2007: 10-1)65. Existen, sin embargo, diferencias tanto en la extensión, organización y número de unidades sociales en las ocupaciones (desde los 400 m2 en Verberie a los 4500 m2 de Pincevent IV.0; Enloe 2000: 116) como en la duración de los campamentos, que podían ir desde varias semanas hasta el caso del nivel IV.0 de Pincevent, que se distingue por una ocupación de finales de otoño e invierno, e incluso tal vez de hasta 7 meses (Bodu et al. 2006). Asimismo, Etiolles permanece un yacimiento a parte debido a sus inhabituales actividades de talla y la ausencia de fauna, aunque su estacionalidad de invierno o principios de primavera, así como sus estructuras de hábitat, pueden ponerse en relación con el antedicho nivel IV.0 de Pincevent (Audouze 2007: 13). Por todo ello, Audouze (op. cit.) concluye que estos grupos no pueden ser considerados como recolectores dotados de un sistema residencial logístico, a imagen de los grupos Nunamiut o siberianos. Sin embargo, tampoco son asimilables a las sociedades forrajeadoras tropicales o sub-tropicales. Un ejemplo etnográfico más cercano sería el de los grupos denominados «serial specialists» (ibid), tipo Copper Inuit (véase §II.1.3), con los que compartirían una caza anual que no se puede explotar durante mucho tiempo seguido (en el caso magdaleniense debido a la alta movilidad de las pequeñas manadas de caballos) y un movimiento residencial en pos de áreas con recursos abundantes; aunque las diferencias también serían importantes. De esta manera, las particularidades de los grupos magdalenienses de la cuenca parisina66

64

Las diferencias existentes entre los conjuntos de huesos de fauna son básicamente de naturaleza cuantitativa o debidas a causas tafonómicas, y no se pueden interpretar en clave del proceso de descuartizamiento y procesamiento de la caza, tal y como se ha descrito para sociedades con un sistema de movilidad logística basado en el transporte de recursos alimentarios hacia el campamento base residencial (véase los grupos Nunamiut, §II.1.4). 65 Lo único que distingue estos hábitats entre ellos es el grado de transformación de los productos líticos, indicador de cierta intensificación de la producción que hay que poner en relación con la duración de las ocupaciones, tal y como ha señalado Yellen (1977) a partir del ejemplo de los asentamientos !Kung: «The smaller a camp and the briefer its occupation, the more difficult it will be to predict what, if any, manufacturing activities took place» (ibid: 82). 66 Especialmente el hecho de disponer de un recurso cinegético abundante y anual, aunque disperso en pequeñas manadas móviles, junto a una presencia masiva y estacional del reno. También la abundancia

53

habrían llevado a un modelo de movimiento con características de los dos tipos de movilidad residencial definidos por Binford (1980): forrajeadores en cuanto a que los grupos instalan su residencia allá donde están los recursos alimentarios y en la existencia de un movimiento intraestacional variable; no obstante, la larga duración del campamento de invierno del Pincevent IV.0 o el yacimiento de Etiolles se inscriben dentro de una estrategia logística, aunque «les séjours d’hiver attestés au Grand Canton et au Tureau-des-Gardes à Marolles montrent qu’une logique plus proche du foraging peut aussi prévaloir en fonction des circonstances» (Audouze 2006: 692).

III.3. La transición del Paleolítico medio al superior en la región cantábrica Generalmente, se ha observado una clara diferencia entre las estrategias de subsistencia y el patrón de asentamiento entre el Paleolítico medio y el superior, especialmente el Magdaleniense, en la región cantábrica. A partir de los análisis de restos de fauna, por ejemplo, se ha señalado la existencia en el Paleolítico superior de una caza especializada muy selectiva basada en el ciervo o la cabra, según los biotopos en torno a los yacimientos, frente a una práctica de caza no especializada, poco selectiva, en los niveles musterienses, donde el espectro faunístico está constituido por la práctica totalidad de especies unguladas existentes en el entorno del yacimiento (Altuna 1989). Todo ello se enmarca en el debate sobre ruptura o continuidad en la transición del Paleolítico medio al superior en Europa occidental, una fuente de controversia durante cuatro décadas, ya sea caracterizándola como un acontecimiento abrupto de reemplazo de las tecnologías musterienses por las industrias “propias” del Paleolítico superior, o como un escenario en mosaico más complejo y gradual con innovaciones tecnológicas in situ. En este debate, los yacimientos del norte de la península ibérica con secuencias que abarcan desde el Paleolítico medio hasta el superior juegan un rol esencial en la actual investigación de la transición entre ambos en Europa occidental. En este sentido, y a partir de la revisión de las evidencias en yacimientos como la Cueva El Castillo o Cueva Morín, en la región de Cantabria, Bernaldo de Quirós y

local de recursos líticos, que no hacía necesario organizar un sistema logístico para explotarlos; y, finalmente, la ausencia de animales de tiro (aunque se desconoce si poseían algún medio de transporte terrestre, tipo trineo, o fluvial) debió implicar una capacidad de transporte terrestre limitada, teniendo que participar el grupo entero en el transporte de bienes materiales y reservas alimentarias durante el movimiento residencial (Audouze 2007).

54

Maíllo-Fernández (2009) llegan a la conclusión de que el modelo de introducción del Paleolítico superior por parte de poblaciones anatómicamente modernas no es viable. En primer lugar, plantean la necesidad de separar la «cuestión cultural», la transición desde el Paleolítico Medio al Superior, de la «cuestión biológica», el reemplazo de la población neandertal por la humana moderna (ibid: 242). En segundo lugar, proponen la hipótesis de que, al menos desde el punto de vista tecnológico, la transición del Paleolítico Medio al Superior fue fruto de un proceso disperso con contribuciones y reminiscencias de las diferentes principales tecnologías culturales involucradas (ibid: 356), defendiendo una transición local desde el Paleolítico medio en Cantabria. Pike-Tay et al. (1999) han abordado previamente este período de transición en la región cantábrica desde el punto de vista de los patrones de adquisición de recursos y de la estacionalidad y duración de los asentamientos, con el objetivo de obtener información del comportamiento de estos grupos en cuanto a cambios en la movilidad, territorialidad y organización social. De este modo, llevan a cabo un estudio estacional a través de la fauna de los niveles arqueológicos que cubren la transición del Paleolítico medio al superior (aproximadamente 50-30 ka) en los yacimientos de El Castillo, El Pendo y Cueva Morín. Los resultados de los análisis sobre estacionalidad y localización del yacimiento, y de los conjuntos de fauna e industria, les llevan a concluir la ausencia de evidencias convincentes sobre un cambio notable o abrupto de población o patrones de movilidad durante la transición del Paleolítico medio al superior. En efecto, las evidencias disponibles les sugieren un patrón similar de ocupación a lo largo del Paleolítico medio y el Paleolítico superior inicial, con El Pendo y Cueva Morín ocupados repetidamente «as a late fall and winter base camp and/or hunting camp» (ibid: 311) por grupos pequeños que se movían a principios de primavera a El Castillo, considerado como un campamento base relativamente grande y/o un lugar de agregación estacional67. Los análisis faunísticos también les sugieren que los grupos musterienses podrían haber ejercido eficazmente ciertas preferencias, aunque la disponibilidad de especies en el entorno inmediato, como la de las materias primas de

67

La hipótesis de El Castillo como un asentamiento de agregación para el grupo regional durante el nivel 18 (inicios del Paleolítico superior) se basa principalmente en evidencias cualitativas: el hallazgo de grandes conjuntos faunísticos y artefactuales; una gran diversidad de herramientas líticas y una posible presencia de ornamentos personales; el hecho de que una única especie domina el conjunto de fauna; y la gran extensión de depósitos dentro de la gran cueva. Aunque como remarca Burke (1995: 67), y los propios autores del estudio, los criterios utilizados para identificar este tipo de asentamientos son bastante ambiguos.

55

origen lítico, era un factor importante (ibid: 306); a la vez, no observan evidencias de una selección de la caza más “efectiva” entre los grupos del Paleolítico superior inicial. Por otro lado, Pike-Tay et al. (1999) sí que observan diversas tendencias que aparecen posiblemente como resultado de un incremento gradual de las estrategias económicas logísticas: 1) aumento gradual de la dependencia de sílex en los tres yacimientos, incluido Castillo que no tiene fuentes cerca; 2) el uso de El Castillo como un gran campamento base con funcionalidad diversa y/o lugar de agregación estacional durante el Paleolítico superior inicial 3) expansión del nicho de explotación en tiempos del Paleolítico superior inicial con la aparición de «special task camps» (ibid: 312) especializados, por ejemplo los campamentos de caza de cabra de yacimientos de montaña como Lezetxiki o El Conde; 4) la aparición de una estrategia de alternancia estacional en base al uso de recursos y no al movimiento residencial; 5) finalmente, observan en los niveles del Paleolítico superior de Cueva Morín y El Pendo evidencias de una estacionalidad menos restringida que la de los yacimientos del Paleolítico medio e inicios del superior, tal vez como resultado de un incremento en el grado de movilidad y territorialidad, es decir, de estrategias tecnológicas y organizativas más eficientes que habrían llevado a un aumento del área de captación y habrían permitido ocupaciones más duraderas (ibid: 313). Todo ello les permite sugerir a Pike-Tay et al. (1999), por un lado, que las principales estrategias económicas y tecnológicas del Paleolítico superior tienen sus raíces en el Paleolítico medio cantábrico; y, por otro lado, que el aparente incremento de depósitos arqueológicos a lo largo del Paleolítico medio y superior68 pueden ser el resultado de cambios en el patrón de asentamiento, con un aumento gradual en las estrategias económicas logísticas, incluyendo el elevado nivel de organización social que se requiere para llevarlas a cabo, y no como resultado de un aumento demográfico.

III.4. El litoral suroeste de la Península ibérica III.4.1. El Paleolítico medio y la transición al superior Como se ha señalado más arriba, Stiner (1994), a partir del estudio de datos zooarqueológicos del Paleolítico medio en el centro-oeste de Italia, ha propuesto un modelo de “nicho neandertal”, al menos para el sur de Europa y el área mediterránea, 68

De 14 a 36 en el Magdaleniense superior, y 110 en el Mesolítico (Clark y Yi 1983: 202).

56

caracterizado por unas estrategias de subsistencia que estaban estructuradas diferentes de las de los grupos anatómicamente modernos69. Según Stiner (1994: 371) los grupos musterienses eren cazadores competentes de ungulados, aunque podían recurrir a prácticas económicas muy diferentes mientras ocupaban las cuevas de la costa, carroñeando el mismo tipo de ungulados que cazaban en otros lugares, además de recolectar moluscos y tortugas. El contraste principal entre el nicho de recursos musteriense y el de los grupos posteriores era a nivel del comportamiento, incluyendo los métodos de búsqueda de alimentos, los grupos de edad de los ungulados que explotaban y las partes del cuerpo transportadas, la explotación de animales pequeños, las respuestas estacionales a la disponibilidad de recursos, y la tecnología. En definitiva, las respuestas de los grupos musterienses a la oferta de recursos parecen gobernadas «more by local, or otherwise immediate, exigencies» (Stiner 1994: 372), lo cual se reflejaría también en unas prácticas económicas, una tecnología y un uso de los lugares bastante flexibles, incorporando muchas diferencias de un yacimiento a otro a lo largo de todo el Paleolítico medio. La explotación de animales pequeños en las cuevas del centro-oeste de Italia está prácticamente limitada a las especies acuáticas y tortugas terrestres. Aunque como indica Stiner (1994: 378) ello no significa que los grupos musterienses no consumieran especies terrestres pequeñas, sino que no los transportaban hasta los asentamientos; de la misma forma, en el caso de las especies acuáticas documentadas en Moscerini, que también presenta evidencias de una explotación sistemática de moluscos, se explicaría por ser la única adyacente directamente a la orilla del mar, apenas a unos metros de la entrada de la cueva (ibid: 379), mientras que el resto de cuevas costeras no presentan restos de especies acuática. Este hecho, sumado a la existencia de un transporte selectivo de partes de la cabeza de ungulados, presumiblemente procedente del carroñeo de carcasas de animales viejos, apuntaría a una práctica recolectora oportunista y dirigida hacia una variedad de recursos fáciles de transportar, por lo menos en Moscerini.

69

Aunque Stiner (1994: 373) observa un cambio en el registro arqueológico hacia una caza de ungulados más “efectiva” desde el punto de vista adaptativo: los conjuntos de fauna musterienses más antiguos no presentan evidencias de caza selectiva mientras que los más recientes tienen una fuerte tendencia hacia animales adultos jóvenes, siendo interpretado por Stiner como un «shift toward the “modern” pattern before the end of the Middle Paleolithic».

57

La comparación entre los resultados de los análisis de fauna y la información proveniente del transporte de la materia prima lítica, de origen mayoritariamente local en comparación a la de los grupos del Paleolítico superior, permite proponer a Stiner un sistema en el cual los grupos musterienses se movían distancias cortas y de forma muy frecuente a lo largo de todo el año, dentro de un área de explotación anual pequeño. Stiner concluye (1994: 381) que todo ello expresa una diferencia entre los grupos del Paleolítico medio y los del superior, los primeros caracterizados por la improvisación oportunista; los segundos por la incorporación de una planificación a más largo alcance. Aura Tortosa et al. (2002), en una síntesis de los análisis de los conjuntos faunísticos procedentes de los yacimientos en cueva valencianos de la costa suroeste, comparan los niveles del Paleolítico medio y superior y llegan a conclusiones similares. Por un lado, en lo que respecta a la caza de ungulados, tanto los grupos musterienses como los del Paleolítico superior presentan una explotación selectica del ciervo, con una caza predominante de hembras y animales jóvenes de 1-2 años, lo cual indica métodos de caza parecidos; no obstante, yacimientos del Paleolítico superior como Parpalló o Mallaetes también dan testimonio de una explotación de cabra montés dirigida a grupos de machos adultos, un patrón muy diferente al antedicho y que según Aura Tortosa et al. (2002: 254) habría requerido de una «logistic network of information about the behavior and movement of these groups». Por otro lado, una diferencia principal entre los conjuntos faunísticos del Paleolítico medio y los del superior es la importante presencia de caza de animales pequeños a partir de inicios del Paleolítico superior. En base a esta ausencia de caza menor; la diversidad de especies cazadas (Cervidae, Equidae y en menor grado Caprinae), tal vez combinado con actividades de carroñeo; la identificación de ocupaciones de cuevas significantes y prolongadas por grandes carnívoros y aves predadoras; así como la ocupación de sólo parte del espacio disponible en las cuevas, Aura Tortosa et al. (2002: 258) señalan que los grupos neandertales debían consistir en relativamente unos pocos individuos que ocupaban cuevas y abrigos durante breves períodos de tiempo. Por el contrario, los grupos el Paleolítico superior presentarían una movilidad reducida y un sistema de asentamiento y de caza altamente estructurado, que combinaría la explotación de una gran variedad de ecosistemas mediante movimientos estacionales entre la costa y el interior, con campamentos ocupados durante un período de tiempo mayor que en el Paleolítico medio.

58

Los resultados de Stringer et al. (2008) de los análisis de restos de fauna de las cuevas de Vanguard y Gorham’s (Gibraltar), sin embargo, no coinciden con el modelo de Stiner (1994). En este caso, ni los niveles del Paleolítico medio ni los del superior presentan diferencias en la composición de la fauna, aunque sí que presentan evidencias de una explotación sistemática de moluscos, pinnípedos y cetáceos por parte de ambas poblaciones; además, otros yacimientos del Paleolítico medio en Gibraltar también indican un consumo de aves silvestres de costa y marinas. Stringer et al. (2008) concluyen, pues, que tanto el rango de especies explotadas como los patrones de distribución de edad de los animales cazados indican que la explotación de los recursos costeros por los grupos musterienses no respondía a una práctica oportunista, esporádica y aislada, sino una que requería un conocimiento de la historia vital de esos animales y su estacionalidad.

III.4.2. El Paleolítico superior Los primeros análisis paleoeconómicos en el suroeste de la Península ibérica (Davidson 1983, 1989) se centraron en tres yacimientos claves: Parpalló, Mallaetes y El Volcán; además de otros yacimientos como Llop, Maravelles, Porcs o Barranc Blanc. Estos yacimientos están situados en la Marxuquera, una llanura perfectamente delimitada por relieves montañosos de cierta entidad y abierta sólo hacia el río Bernissa (Casabó 2004: 342). La interpretación de Davidson sobre la ocupación de esta zona durante el Paleolítico Superior resulta especialmente de la aplicación de técnicas de análisis del área de captación de un yacimiento, y del territorio de explotación de un yacimiento (véase Vita-Finzi y Higgs, 1970). La Cueva del Volcán está cerca de la costa actual, a una altura de unos 100 m., al norte de la desembocadura actual del río Júcar. Las cuevas de Parpalló y Mallaetes se encuentran a una distancia entre ellos de aproximadamente 20 km, en la montaña del Mondúver, al oeste de Gandía, macizo que sube abruptamente desde un nivel cercano al del mar actual hasta alcanzar 840 m. de altitud (Davidson 1989: 213). El estudio de los territorios ideales de los yacimientos con un radio de 10 km, y su comparación con los «territorios distorsionados» o de dos horas70, muestran que el territorio ideal del Volcán es casi llano, con un territorio de dos horas que representa el 91 por ciento del ideal. 70

Los «territorios distorsionados» o de dos horas (10 km a pie) permiten comprobar «la deformación del territorio ideal y descubrir las ventajas tácticas de la ubicación de cada yacimiento con respecto a sus recursos aprovechables» (Davidson 1989: 213).

59

Para Davidson (1989: 213), pues, el Volcán representa el lugar «clásico» de caza y recolección, «ubicado en el centro de un área con abundantes recursos y acceso al máximo espacio aprovechable desde un lugar determinado con un esfuerzo mínimo»; además, su territorio dispone de más agua que el de los otros yacimientos, con la presencia de un río mayor y, probablemente, un marjal permanente (ibid: 219). Por el contrario, la topografía escarpada de los yacimientos de Mallaetes y Parpalló reduce la superficie del terreno aprovechable; los territorios de dos horas representan el 10 y el 14 por ciento, respectivamente, de los ideales. Además, comparten el 77 por ciento de su territorio (ibid: 214). Teniendo en cuenta el uso contemporáneo de ambos yacimientos entre el 22.000 y el 15.000 BP (Davidson 1983: 83), así como el hecho de que Parpalló presenta una abundancia de arte, de industria ósea y lítica, y de restos de mamíferos sin equivalente en la región, para Davidson (1989) está claro que la ocupación de ambos yacimientos no se puede explicar únicamente en función de una ubicación que permite el acceso a una gran superficie, y por lo tanto a muchos recursos sin grandes gastos de energía. A partir de estos datos, así como de la estacionalidad71 y análisis de los restos de fauna, especialmente de Capra pirenaica y ciervo, Davidson (1989: 221) propone tres modelos o patrones de asentamiento: el “sencillo”, el “extenso” y el de “dispersiones”. El primero se basaría en un movimiento vertical, es decir, en la explotación de recursos a diferentes altitudes y, por tanto, un sistema de movimiento estacional entre yacimientos que abarcaría desde la playa en invierno (Volcán) hasta Mallaetes durante el verano. Por otro lado, el modelo “extendido” supondría el control absoluto del territorio de la Marxuquera, zona que reúne condiciones óptimas por tratarse de un valle bien delimitado por escarpados relieves. Para este modelo Parpalló sería el yacimiento clave y el resto puntos de control o campamentos de caza (Casabó 2004: 342). Finalmente, el tercer modelo, el de “dispersiones”72, sugiere desplazamientos estacionales a grandes distancias para explotar ecosistemas diferentes (ibid). Parpalló, 71

Los datos sobre estacionalidad en el uso de los yacimientos son muy escasos, y algunas evidencias (como el hallazgo de astas de muda de ciervo, o las conchas marinas en yacimientos lejos de la costa) no aportan información clara. Dicho esto, el análisis de los restos de fauna en Mallaetes señala una ocupación de verano. A partir del estudio de la orientación de la cueva y de su territorio, Parpalló sería más idóneo en invierno que Mallaetes, debido a que en este último los momentos de sol serían escasos en los meses de inverno y más exagerado el frío (Davidson 1989: 224-5). Respecto a la Cueva del Volcán, Davidson (ibid) opina que la caza podría bajar a esta zona en invierno, ya que el clima sería más suave que en las sierras, pero la vez la llanura de inundación del río Júcar podría ser una importante zona de recursos de verano. 72 Este modelo presenta algunas semejanzas con el modelo propuesto por Binford (1980) especialmente con el modelo recolector «en el sentido de que éstos suelen cambiar de residencia estacionalmente, y el

60

tal vez un lugar de reunión estacional de todos estos grupos dispersos, tendría un uso estacional de invierno, mientras que en verano pequeños grupos recorrerían las zonas de sierra o meseta situadas al sur con el fin de explotar los recursos proporcionados por los animales migratorios, o por otros recursos no aprovechables en la zona costera, dando lugar a yacimientos efímeros. Volcán sería un yacimiento de dispersión de cualquier estación, pero ocupado probablemente en verano por grupos pequeños, especialmente en el período de máximo glaciar, cuando la aridez haría primar sobre cualquier otro un lugar con acceso seguro al agua. Estos modelos no tienen por qué ser excluyentes u homogéneos a lo largo del tiempo. En efecto, Davidson (1983: 94) señala que en una primera etapa del Paleolítico Superior se habría dado un patrón «typical of that which would be expected of a foraging economy with encounter hunting of animals by small groups of hunters». Pero a partir del 25.000 BP aparecen evidencias de un uso táctico de los yacimientos en un ciclo estacional de ocupación, siendo Parpalló el yacimiento más importante de la región a partir de esta época. Es posible que en estos momentos se desarrollara una organización más logística de las actividades, y ciertos elementos del modelo “sencillo” en los movimientos entre Barranc Blanc, Parpalló y Mallaetes. Poco después, hacia el 20.000 BP, comenzaron a ocuparse otros yacimientos y es posible que se estableciera un sistema “extenso” en la Marxuquera, y que los habitantes de Parpalló tuvieran contactos con el mar durante la época; período también con elementos del modelo de “dispersión” en verano, produciendo yacimientos esporádicos como Cueva del Niño (ibid). Esta pauta se habría prolongado durante los milenios siguientes, aunque el tamaño y forma del territorio anual habría cambiado en función de la ubicación de la costa. Los datos sugieren que en el momento de máximo frío y máxima regresión del nivel del mar, el tamaño del área de captación era bastante amplio, al menos 30 km de un lado a otro73, pero que este se redujo rápidamente a medida que el clima mejoraba después del 17.000 BP. Davidson (ibid: 85) interpreta esta contracción en el sentido de que la mejora climática habría comportado un incremento en la densidad de los recursos

tamaño del grupo aumenta en verano para aprovechar los recursos dispersos de esta estación; (…) tienen más posibilidades de recoger los recursos en lugares diferentes y trasladarlos a un lugar determinado, manteniendo así agrupaciones humanas más fijas» (Davidson 1989: 223). 73 Aunque parezca paradoxal, en la época de máxima regresión del mar, cuando la costa estaba más lejos, se documenta una actividad similar de recolección de moluscos en los tres yacimientos. Con la subida del nivel mar, los moluscos comenzaron a ser menos abundantes en el registro, excepto en la cueva de Volcán, donde los moluscos comienzan a ser explotados intensivamente (Davidson 1983: 85).

61

dentro del área de captación y, por tanto, una reducción en la necesidad de obtener recursos desde áreas más lejanas como las orillas del mar. En definitiva, hacia el 15.000 BP el número de yacimientos utilizados disminuye, con aparentemente sólo dos yacimientos habitados (Parpalló y Volcán). A nivel general, según Aura Tortosa et al. (2002: 259) y Casabó (2004: 344-5) el registro arqueológico valenciano certifica una intensificación de la base económica cercana a la explotación de recursos tipo «broad spectrum» vista en otras áreas del Mediterráneo, incluyendo pesca, recolección de moluscos, de vegetales, y caza de aves. Ello contrastaría claramente con los patrones de movilidad a larga distancia en busca de recursos descritos en otras zonas europeas; en su lugar, las estrategias se centrarían en una movilidad residencial reducida y el incremento de la importancia de asentamientos con fácil acceso a ecosistemas variados, lo que dio lugar a pequeños núcleos estacionales ocupados por grupos reducidos muy móviles que requieren de un territorio anual menor que en épocas precedentes y del que obtienen una gran diversidad de recursos.

62

IV. CONCLUSIONES IV. 1. Los modelos materialistas ecológicos y la ecología cultural En las páginas precedentes hemos recogido la información etnográfica proveniente de diez sociedades móviles cazadoras-pescadoras-recolectoras (CPR); también hemos analizado los modelos de patrón de asentamiento y las principales explicaciones que se han elaborado del registro arqueológico relativo a los grupos del Paleolítico medio y superior en cuatro zonas del Oeste de Europa. Su análisis por separado, así como la comparación de los datos provenientes de ambas disciplinas (ver tablas 1-4, Apéndice), hacen emerger diversas conclusiones que consideramos de interés a la hora de estudiar arqueológicamente la movilidad y los sistemas de asentamiento. En primer lugar, cabe señalar cómo, treinta años después de su formulación, el modelo dual “forager-collector”74 mantiene un elevado grado de popularidad, al margen de la cronología o de las “tradiciones culturales”, convertido en un concepto explicativo que, por encima de todo, destaca por su maleabilidad; hemos vistos cómo ha sido aplicado tanto a poblaciones neandertales del Paleolítico medio como a grupos de finales del Paleolítico superior provistos, por ejemplo, de una tecnología especializada. En efecto, este modelo, así como otros modelos materialistas ecológicos basados en los datos etnográficos, han sido perfectamente adoptados por la ecología cultural para tratar de interpretar el registro arqueológico (básicamente las evidencias líticas y faunísticas, infra) a través de su entorno. Todos estos modelos, incluido el “forager-collector” (Bettinger 1987), tienen como fundamento básico los mismos principios de utilidad económica, las llamadas teorías de Optimal Foraging. Estas teorías, frecuentemente utilizadas en ecología y antropología sobre todo a partir de 1980, son, como explica Foley (1983: 66), la extensión formal y la aplicación de la teoría neo-darwinista de la selección natural a los problemas de supervivencia y adaptación. Así, proponen que la selección natural favorece aquellos organismos que optimizan su comportamiento forrajeador, alcanzándose el comportamiento óptimo cuando el retorno y los beneficios se 74

Kelly (1992: 45) insiste en que Binford no pretendía que los conceptos de foragers y collectors se convirtieran en tipos. Por el contrario, los usaba como herramientas conceptuales que ayudaran a reflexionar sobre la organización del movimiento del campamento relacionado con las actividades de forrajeo y, así, entender el papel que juega la movilidad en la formación de los yacimientos arqueológicos. Aunque, en cualquier caso, como el propio Kelly reconoce a continuación: «Many have misunderstood this aspect of Binford’s original paper. The archaeological literatura is replete with examples of “foragers” and “collectors”» (Kelly 1992: 45).

63

maximizan en relación a los costes y riesgos en el contexto de la disponibilidad de recursos y factores socio-ecológicos. De esta manera, los análisis paleoeconómicos de tipo SCA o STA75 cuantifican los patrones de organización espacial en términos energéticos, a partir de la relación entre distancia-beneficios y de la minimización de la energía empleada con la máxima obtenida en la explotación de los recursos de un área. También en base a criterios de optimización, Binford (1980) llega a la conclusión de que existe un paralelismo entre el modelo dual “forager-collector” y la distribución de recursos: donde los recursos están homogéneamente distribuidos y donde la comida está disponible más o menos a lo largo del año, se espera un patrón forager; mientras que en la situación opuesta, cuando los recursos están muy segregados, la “máxima eficiencia” se obtiene mediante la agregación en un lugar central y enviando partidas en busca de los recursos. Asimismo, todo ello también estaría relacionado con la ET o “temperatura efectiva”76: al revisar los patrones de asentamiento de Murdock utilizando como medida esta variable, Binford (ibid) intenta demostrar que los grupos CPR en los bosques tropicales y en las altas latitudes árticas tienden a ser altamente móviles, mientras que en los bosques templados y en los desiertos la movilidad está restringida estacionalmente. En definitiva, en palabras de Kelly (1995: 129): «Binford’s forager-collector continuum makes the case that mobility is related to the environment». A partir de la temperatura efectiva y de la biomasa de una zona ecológica, el propio Kelly ha propuesto un modelo basado únicamente «on considerations of foraging efficiency» (pese a reconocer que «Not all residential movements are directly controlled by subsistence», ibid: 147-8) con el objetivo de determinar el efecto de diferentes variables en las decisiones de los grupos CPR a la hora de permanecer en el campamento o de moverse a uno nuevo (ibid: 160). Kelly afirma que «The nature of foraging in a particular environment affects the movements of groups»: por ejemplo, los grupos “cazadores” realizarían más viajes logísticos que los “recolectores”, los cuales se caracterizarían por un mayor número de movimientos residenciales (ibid: 131-2).

75

Los análisis del área de captación (site-catchment analysis) introducidos por Vita-Finzi y Higgs (1970), o los análisis del territorio de explotación (site-territory analysis) tal y como han sido defendidos por Bailey y Davidson (1983). 76 La “temperatura efectiva” (Effective temperature) mide tanto la longitud de la estación de crecimiento como la intensidad de la energía solar disponible durante esa estación (Binford 1980: 13).

64

Asimismo, según este modelo energético, la extensión del effective foraging radius77 es el resultado de las tasas de beneficio de los recursos disponibles y del grado de dependencia respecto a éstos; a medida que el promedio de la relación recursosbeneficios declina y/o la cantidad de comida que se debe llevar al campamento incrementa, el effective foraging radius debería reducirse y la “familia” moverse con más frecuencia y a través de distancias más cortas (ibid: 135). Más recientemente, Binford (2001) también ha propuesto, a partir de la información extraída de los datos etnográficos78, un modelo de foraging radius, de 8,459 km, cubriendo un área total de 225,33 km2. A partir de este modelo y de los datos etnográficos, especialmente en lo que se refiere a la subsistencia y el tamaño del grupo, Binford ha planteado principalmente que: 1) el área geográfica ocupada por un grupo así como el número de personas que forman el grupo están relacionados con las propiedades del hábitat explotado; 2) la energía requerida para moverse de un área de explotación a otra se minimiza viviendo en pequeños grupos, al margen del nivel de abundancia de alimentos; 3) a medida que la abundancia de recursos comestibles en un hábitat decrece, necesariamente se incrementa la movilidad del grupo (ibid: 241-2). Como señala Foley (1983), un primer problema que presentan estos modelos enmarcados en la teoría del optimal foraging es que, dada la invisibilidad arqueológica de las relaciones de coste/beneficio, dependen casi exclusivamente del registro etnográfico. Y, aunque los grupos CPR contemporáneos tienen que responder a problemas medioambientales similares a través de mecanismos ecológicos similares (ibid), sus requerimientos reales así como su comportamiento y repertorio adaptativo pueden diferir sustancialmente respecto a los grupos que sólo podemos observar arqueológicamente. Sin embargo, un segundo problema mucho más fundamental que presentan estos modelos propios de la etnografía materialista ecológica es que se construyen en base a una visión reduccionista de las sociedades CPR, valorando sólo aquellos aspectos de la economía como las estrategias de subsistencia, básicamente las estrategias/tácticas de caza y recolección. Dicho rápido, estos modelos tienden a considerar al ser humano

77

Más largo que el normalmente establecido a partir de datos directamente etnográficos de 5 o 10 km. Binford (2001: 238) obtiene este valor a partir de la combinación del promedio de foraging radius de las expediciones formadas por mujeres (6,66 km) y por hombres (9,9 km) de los grupos Nunamiut, Alyawara, Pitjandjara, Anbarra y Pume; y de los grupos Nunamiut, !Kung y Pume, respectivamente. Por desgracia, tanto el número de ejemplos como la naturaleza de las expediciones y la metodología seguida por los etnógrafos que recogieron los datos presentan una gran heterogeneidad. 78

65

«como un “estómago bípedo” que ingiere cualquier cosa comestible en el radio de una hora de su asentamiento» (citado en Fernández Martínez y Ruiz Zapatero 1984).

IV. 2. La invisibilidad de “los nómadas acuáticos” A través de esta revisión crítica también hemos podido ver una considerable omisión del medio acuático en los estudios de movilidad y del patrón de asentamiento, y más ampliamente en el estudio de las sociedades CPR. De hecho, en las últimas décadas se ha generado un animado debate en torno a la naturaleza de los entornos acuáticos, su productividad económica y el papel que jugaron en el desarrollo de las sociedades humanas. Erlandson (2001: 290) ha resumido este debate, acentuando la polarización, en la confrontación de los modelos «Garden of Eden» y «Gates of Hell». Frente a la visión de los recursos acuáticos como altamente productivos, en una importancia similar o superior a la explotación de animales terrestres (Pálsson 1988), el modelo “Gates of Hell” caracteriza los hábitats acuáticos como relativamente improductivos para la explotación humana, en comparación con la caza de grandes mamíferos terrestres, por lo que se recurriría a las actividades de pesca como último recurso para compensar las deficiencias del entorno terrestre, debido fundamentalmente a una presión demográfica o cambios climáticos. Tal y como señala Eraldson (2001), han sido posiciones cercanas a esta segunda visión las que han estado presentes en los trabajos más influyentes (por ejemplo Bailey 1975; Binford 1968; Isaac 1971; Kelly 1996; Osborn 1977), lo cual explica en parte por qué, cuando se trata de teoría y construcción de modelos, el papel de la pesca prácticamente desaparece (Pálsson 1988). En efecto, en la segunda parte del presente trabajo hemos visto claramente cómo los modelos de movilidad de CPR están generalmente sesgados hacia grupos pedestres cuya principal forma de desplazamiento era ir a pie, por tierra, y la navegación es como máximo secundaria, sobrevalorando de esta forma la ecología terrestre y el papel de la caza, particularmente de la caza de grandes mamíferos terrestres (Blake 2010). Asimismo, se ha argumentado tradicionalmente que las pocas evidencias de la explotación de recursos acuáticos en el registro arqueológico, al menos hasta tardíamente, a inicios del Holoceno, serían testimonio del papel marginal jugado por el mar en la vida y economía de los grupos del Paleolítico superior. No obstante, ello parece deberse simplemente a que una gran cantidad de yacimientos costeros

66

paleolíticos se hallan hoy en día bajo el nivel del mar79; en los últimos años ha aumentado de forma nada insignificante el número de yacimientos en Europa80 hasta con restos y/o representaciones de animales marinos como focas, pingüinos y cetáceos, así como evidencias de recolección de moluscos; Serangeli contabiliza unas 45 representaciones de focas, superando en número las representaciones de cierto tipo de antílope, de asno salvaje y de jabalí (2003: 80). A la luz de estas evidencias, parece cada vez más difícil pensar que durante dos millones de años, y sobre todo durante el Paleolítico medio y superior, los grupos humanos permanecieron insensibles a los recursos acuáticos. A nivel etnográfico, y aunque no es necesariamente representativo, la mayoría de las sociedades CPR contemporáneas que hemos descrito en este trabajo muestran, en uno u otro grado, la existencia de explotación de recursos acuáticos. El análisis de estos datos etnográficos también nos muestra otro aspecto clave, la importancia de la relación entre la movilidad de estos grupos y la tecnología de transporte de que disponen. Disponer de monturas, trineos y animales de carga/tiro como perros o renos (véase tabla 1, Apéndice) afecta evidentemente a la capacidad de carga, es decir, a la cantidad de equipamiento, elementos de campamento, recursos o personas dependientes del grupo (niños) que se pueden transportar; afectando a la vez a la extensión del movimiento; y a la ecuación de transportar los recursos a un punto central de procesado o procesarlos en el lugar de extracción. Se ha insistido bastante en este aspecto de los medios de transporte (por ejemplo, Binford 1990; 2001: 242), al menos en lo que se refiere al movimiento terrestre. Sin embargo, el ejemplo de la sociedad Yámana, donde el viaje a pie era una forma secundaria de movilidad y el mar era el medio principal de transporte y recursos, así como la fuente principal de alimento, da testimonio de la importancia que puede alcanzar la tecnología de navegación. En efecto, y como explica Blake (2010) para el caso de las sociedades de la costa noroeste del Pacífico de Norteamérica, el viaje en canoa tiene dos ventajas importantes: 1) puede realizarse casi siempre sin problemas, tal vez excepto en las semanas más frías del invierno; y 2) permite transportar grandes 79

Durante la glaciación del Würm el nivel del mar estaba a unos 100 m por debajo del nivel actual del mar, llegando a descender hasta 140 m durante el último máximo glaciar, aunque había diferencias a nivel regional: mientras que la costa atlántica francesa se extendía hasta 150 m al oeste respecto a la situación actual, gran parte del litoral de la península ibérica era similar al de hoy en día (Serangeli 2003: 68). 80 Ello incluye desde yacimientos costeros, sobre todo mediterráneos, como la cueva de Gorham’s (en Gibraltar, ver §III.4.1), la gruta Cosquer (parcialmente sumergida, Francia) o las cuevas Grimaldi (Italia), hasta gran cantidad de yacimientos pericostales, especialmente en lo que se refiere a representaciones rupestres (véase Erlandson 2001; Serangeli 2003).

67

cantidades de carga, mucho más de lo que puede llevar una persona en tierra, reduciendo el “coste” total del transporte, especialmente cuando el número de viajeros y la cantidad de carga aumenta. Por otro lado, una canoa puede viajar con una velocidad de promedio entre 6,5 y 4,4 km por hora (con vientos y mareas favorables; en condiciones más duras el viaje puede ser mucho más lento: 2,7 km/hora). En condicione normales, pues, se necesitarían de 4 a 10 horas de ruta en un solo sentido para recorrer 20-30 km (Blake 2010: 118). En el caso Yámana, los desplazamientos podían llegar a cubrir distancias de hasta 40-50 km (véase §II.1.1). En suma, la importancia arqueológica de estas observaciones es que en sociedades CPR con navegación deberíamos esperar ver patrones de asentamiento y de uso del territorio muy diferentes de los que podríamos esperar en grupos que se mueven sólo por tierra (véase Bicho et al. 2011). Pese a que la falta de evidencias arqueológicas ha llevado durante mucho tiempo a defender el hecho de que hasta etapas muy recientes las sociedades CPR no disponían de una tecnología de navegación suficientemente “sofisticada”, los problemas de representación de los yacimientos costeros a los que nos hemos referido más arriba, así como los presumibles problemas de conservación de canoas u otras embarcaciones de madera siguen planteando dudas. Lo que está claro es que algunos yacimientos sumergidos de inicios del Holoceno, como Tybrind Vig en Dinamarca, han presentado restos de canoas y remos (Erlandson 2001: 327). En consecuencia, no es descabellado plantear el uso de embarcaciones en grupos del Paleolítico superior avanzado o con anterioridad, tal vez incluso durante el Paleolítico medio. De hecho, sigue siendo un misterio cómo consiguieron los sucesivos grupos homínidos, desde hace 1,7 millones de años, extenderse a través de superficies y cursos de agua sin disponer de ningún tipo de embarcación por simple que fuera. Un caso especialmente interesante lo plantea la especie de Homo floresiensis, que atravesó en el Pleistoceno la línea de Wallace; así como la colonización de Australia hace más de 50.000 años, pese a que no se conocen canoas entre los actuales grupos aborígenes, sino simples balsas (Davidson 2013).

IV.3. Entender antes de explicar. O más teoría y menos tipología La revisión de datos etnográficos y de modelos arqueológicos realizada en el presente trabajo también nos ha permitido ver dos grandes tendencias: 1) la variabilidad de las sociedades CPR en cuanto a las estrategias organizativas en general, y a la

68

movilidad y patrones de asentamiento en particular; 2) las carencias de los modelos arqueológicos a la hora de intentar explicar el registro arqueológico. Respecto a lo segundo, Burke (2006) señala adecuadamente que los patrones de asentamiento se desarrollan más allá de los confines de un yacimiento, a través del espacio y a lo largo del tiempo. Pese a ello, y pese a la introducción de la “off site archaeology” (Foley 1981) y su propuesta de adoptar una perspectiva de paisaje y el uso de nuevos tipos de datos para reconstruir los patrones regionales de uso del territorio81, hemos visto cómo los principales estudios continúan proveyéndose de la mayoría de la información en torno a los patrones de asentamiento del análisis de yacimientos por separado. Todavía más, los patrones de asentamiento han tendido a concentrarse únicamente en los indicadores líticos y faunísticos para averiguar la función de un determinado yacimiento (véase tabla 4, Apéndice). Ello se justifica sobre todo en base a la naturaleza del registro arqueológico, que impone límites a la información accesible arqueológicamente. Volveremos más adelante sobre esta cuestión. Pero a la vez, y sobre todo, va ligado con una definición reduccionista de lo “material” y de lo “económico” que considera las estrategias de subsistencia (léase caza/recolección/industria/hábitat) como esqueleto y reflejo directo de la organización social CPR. Esta visión la podemos ver claramente en los modelos de extracción geográfica aplicados por Davidson en el litoral valenciano (1983; 1989), al tiempo que es el fundamento, en alianza con el determinismo ecológico, de la recurrente tipología dual “forager-collector”. El peligro de aplicar de forma simplista este modelo, especialmente en palimpsestos arqueológicos pobremente diferenciados, ha sido puesto de manifiesto, por ejemplo, a través del estudio arqueológico de los grupos costeros de Tierra de Fuego (Briz, Estévez y Vila 2009; Estevez y Vila 2006). En efecto, se ha llegado a proponer que la sociedad Yámana, puesto que poseía una tecnología especializada y relativamente compleja, con una elevada inversión en revalorización82, debía tener un comportamiento estacional y logístico (véase Stuart 1972). Sin embargo, la excavación del yacimiento de Túnel VII, ocupado repetidamente a lo largo de más de una centuria, muestra que un análisis homogeneizante de toda la secuencia, considerándola como un 81

Como los análisis tecnológicos y el concepto de “chaîne opératoire”; el movimiento de materias primas; o los patrones de producción lítica y de procesado de fauna (no sólo como indicadores de función del yacimiento). 82 «Canoas, deslapadores, arpones, puntas multidentadas, pesos de línea, horquillas y cestos para pesca, etc. por un lado; y arco y flechas, trampas para aves, etc. por el otro» (Briz, Estévez y Vila 2009: 12).

69

mismo período de ocupación, ofrece un patrón dominante en términos de estrategias de subsistencia, pero enmascara una existente diversidad de dinámicas. En efecto, una aproximación estratigráfica cuidadosa que pone de manifiesto ocupaciones sucesivas y breves de Túnel VII revelaría un patrón mucho más complejo y flexible, sin evidencias de especialización en la estacionalidad ni función del yacimiento, ni tampoco en la explotación de recursos; al contrario, mostraría «a non-rigid subsistence behaviour» (Estévez y Vila 2006: 419-21) que combina estrategias diferentes y complejas (intercepción de pinnípedos con arpones, pesca desde las canoas, caza de guanacos con arco en invierno por pequeñas partidas de hombres, etc.) junto con otras de tipo oportunista, indicando una improvisación a corto plazo de estos grupos para ajustarse a la micro-variabilidad medioambiental. Los autores concluyen, pues, que estas estrategias de subsistencia no podrían clasificarse simplemente como collecting o foraging. El ejemplo de Túnel VII, junto a todo lo dicho anteriormente, debe obligarnos (tomando en préstamo las palabras de Kelly, 1992) a pensar menos tipológicamente y más teóricamente, tanto en lo que se refiere a la movilidad como a las estrategias organizativas CPR en general. Y, sobre todo, a tener más en cuenta la flexibilidad y variabilidad de las respuestas sociales documentadas tanto etnográficamente como en el propio registro arqueológico concreto, siempre y cuando este último sea analizado más en detalle y no como un único paquete dentro de un continente estratigráfico.

IV.4. Lo social, el gran ausente en el análisis de las estrategias socioeconómicas CPR En la tabla 3 (Apéndice) hemos intentado sintetizar los diferentes condicionantes al tipo de movimiento y del patrón de dispersión-agregación de las sociedades etnográficas estudiadas en este trabajo. También nos hemos fijado en los criterios que guían la elección del lugar de campamento. Destaca tanto la variabilidad entre grupos como la diversidad en motivos: los hay relacionados directamente con la explotación de alimentos y de otros recursos (agua, combustible); con el entorno (temperatura, horas de sol, inundaciones); o la tecnología de transporte disponible. Pero también hay otros motivos que no tienen cabida en los modelos materialistas ecológicos, ya sea la insalubridad del campamento o la presencia de insectos; la búsqueda de sombra, de un claro en el bosque o de resguardo del viento o del sol; para evitar conflictos y relajar la tensión social; en ocasión de funerales u otras ceremonias sociales; para realizar 70

intercambios y relacionarse con otros grupos (CPR, agricultores, etc.); y también para “buscar esposa” o visitar amigos y familiares. En resumen, el cuadro que estos datos dibujan sobre el movimiento nada tiene que ver con la afirmación hecha hace ya casi medio siglo de que los grupos CPR «have to move around in order to get food» (Lee y DeVore 1968: 12). Más bien al revés, muestran que el comportamiento CPR no se guía únicamente por motivos de subsistencia, sino que la movilidad y los patrones de asentamiento están determinados por lo “social”, dentro evidentemente de un abanico suficientemente amplio de posibilidades determinadas por las condiciones ecológicas locales. Cabe resaltar, sin embargo, que hablar de “social” no significa reducirse a las decisiones individuales y al componente simbólico, religioso, etc. en términos de «cultural micro-mosaics» (véase Grøn et al. 2002, con el que comparto las críticas a los modelos tradicionales pero disiento de las propuestas). El movimiento está condicionado por lo “social” en el sentido que lo está por las relaciones sociales de producción (y distribución y consumo) y de reproducción social. En este último sentido, uno de los principales problemas de los modelos que hemos tratado en este trabajo es que asumen que las sociedades CPR se mueven como unidades básicas o familiares, y no tienen en cuenta la necesidad de las sociedades de moverse para relacionarse con otras unidades o grupos con el objetivo de asegurar su reproducción. Esto es algo que, recientemente, Binford también ha señalado (2001: 466), indicando la importancia del mantenimiento de las redes sociales que están designadas para facilitar la movilidad familiar y la reproducción. Asimismo, también cabe destacar cómo en algunas de las sociedades estudiadas (por ejemplo, y de forma más evidente, Aché y Selknam; aunque se podría ampliar a otras) el transporte del campamento se articula en base a la división sexual del trabajo; un aspecto interesante si se tiene en cuenta, precisamente, la importante influencia de la tecnología de transporte en el movimiento y la explotación “extensiva” del territorio. Todo ello, por supuesto, no entra dentro de la “paleoeconomía” en el sentido reduccionista, por lo que, consecuentemente, como todo lo que no entra en esta definición, no forman presumiblemente parte del registro arqueológico: «Reconstructing social organisation on the basis of prehistoric settlement patterns is a difficult undertaking. Some of the more basic, structural features of social life (…) are apparently within our reach» (Burke 2006: 406). Sin embargo, como bien ha demostrado en las últimas décadas la arqueología feminista al señalar la invisibilidad de 71

la mujer, los límites del registro arqueológico suelen corresponder con los límites de las preguntas que realizamos y, por tanto, de nuestras bases teóricas. Así que, a la luz de estos datos, ¿qué implica pensar más teóricamente? En primer lugar, superar el optimismo simplista que piensa que a determinada subsistencia corresponde siempre determinada organización social, sin caer en el escepticismo empírico criticista que considera que «los relatos sociales desde la Arqueología es campo especulativo (en clara coincidencia en la práctica con el postmodernismo)» (Vila 2006: 65). En segundo lugar, y ligado con lo anterior, pensar más teóricamente implica repensar la metodología arqueológica, empezando por un replanteamiento de las preguntas, de las bases teóricas desde las que trabajamos. Dicho de otro modo, hace falta una aproximación dialéctica y materialistahistórica que sitúe el centro de gravedad de una sociedad, y por tanto las diferencias esenciales entre sociedades, en la organización de las relaciones sociales, es decir, en las relaciones según las cuales mujeres y hombres se organizan para producir y reproducirse (Leacock y Lee 1982; Vila 2006). En el marco del tema que nos ocupa, ello significa que debemos entender la movilidad, y su “cosificación” arqueológica en los patrones de asentamiento, como expresión de al menos parte de estas relaciones sociales de producción y reproducción. Como consecuencia, cualquier definición del movimiento no debe aspirar a clasificar tipológicamente las sociedades CPR. En este sentido, Ingold (1986: 194-5) define el “nomadismo” como la movilidad de personas en el espacio al margen de sus objetivos sociales y económicos específicos83, lo cual le permite distinguir en base al patrón de asentamiento entre nomadism (movimiento entre asentamientos dentro de una zona ecológica; puede ser full nomadism, tethered nomadism o fixed-point nomadism), migration (movimiento entre zonas ecológicas, ya sea transhumant o trans-resource, pastoral o CPR respectivamente) o displacement (cambios a largo plazo tanto de asentamiento sedentarios como de áreas de grupos CPR u órbitas migratorias); ninguno de estos patrones es excluyente, pudiéndose combinar (lo cual es, de hecho, lo más frecuente). «En el movimiento dialéctico, la negación de la antigua tesis, en la cual ya está contenida, es necesaria para llegar a la nueva y revolucionaria construcción teórica, o mejor dicho: para progresar en nuestro conocimiento de las sociedades del pasado, es 83

La definición de Ingold (1986: 166) abarca tanto sociedades con economía CPR como de pastoreo o incluso que practican agricultura.

72

necesario constatar que lo que creíamos saber ya no es cierto» (Estévez, Vila y Yll 1982: 27; la traducción es mía). Para acabar, esto significa que treinta años después del auge de los modelos materialistas ecológicos, ni éstos ni la ecología cultural han conseguido elaborar explicaciones consistentes sobre la movilidad y el uso del territorio de los grupos CPR que observamos en el registro arqueológico. Así que, en consecuencia, hacen falta replantearse viejas y nuevas preguntas; recurrir a una aproximación arqueológica del registro arqueológico; y sobre todo es urgente y necesario pensar más teóricamente, sobre el movimiento y los patrones de asentamiento, en particular, y sobre las estrategias organizativas de las sociedades CPR del pasado en general.

73

BIBLIOGRAFÍA ABE, Y. (2005), Hunting and butchery patterns of the Evenki in Northern Transbaikalia, Russia, Tesis Ph.D., Stony Brook University. ALTUNA, J. (1989), “Subsistance d’origine animale pendant le Moustérien dans la région cantabrique (Espagne)” en M. Patou y L. G. Freeman (coord.), L’Homme de Neandertal. Vol. 6. La subsistance, Liège, Université de Liège. ANDERSON, D. G. (1999), “The Evenki of the Lower Enisei Valley” en R. B. Lee y R. Daly (eds.), The Cambridge Encyclopedia of Hunters and Gatherers, Cambridge, Cambridge University Press, 142-146. _____(2000), “Tracking the ‘Wild Tungus’ in Taimyr. Identity, Ecology, and Mobile Economies in Arctic Siberia” en P. P. Schweitzer, M. Biesele y R. K. Hitchcock (eds), Hunter & Gatherers in the Modern World. Conflict, Resistance, Self-Determination, New York, Berghahn Books, 223-243. AUDOUZE, F. (2005), “Habitat et cycle saisonnier de déplacement appréhendés depuis le site magdalénien de Verberie (Oise)”, comunicación presentada en el encuentro intern. "Variabilité des habitats tardiglaciaires dans le Bassin parisien et ses alentours: quelles significations?", celebrado en el Institut Michelet, Université Paris 1, el 26 de noviembre de 2005 [Consultado en Hominidés.com 09/08/2013]. _____(2006), “Essai de modélisation du cycle annuel de nomadisation des Magdaléniens du Bassin parisien”, Bulletin de la Société préhistorique française, 103, 4 : 683-694. _____(2007), “Mobilité résidentielle et stratégie de subsistance dans le Magdalénien du Bassin Parisien” en P. Rouillard (dir.), Mobilités, immobilismes: l'emprunt et son refus, Paris, De Boccard. AURA TORTOSA, J. E., VILLAVERDE BONILLA, V., PÉREZ RIPOLL, M. et. al. (2002), “Big Game and Small Prey: Paleolithic and Epipaleolithic Economy From Valencia (Spain)”, Journal of Archaeological Method and Theory, 9, 3: 215-268. BAILEY, R. C., y AUNGER, R., Jr. (1989), “Net Hunters vs. Archers: Variation in Women's Subsistence Strategies in the Ituri Forest”, Human Ecology, 17, 3, 273-297. BEARDSLEY, R. K., HOLDER, P., KRIEGER, A., MEGGERS, M., RINALDO, J., KUTSCHE, P. (1956). “Functional and evolutionary implications of community patterning”, Memoirs of the Society for American Archaeology, 11: 129-57. BEIERLE, J. (1995), Culture summary: Mbuti, New Heaven, HRAF. [Consultado online en la eHRAF Collection of Ethnography 27/07/2013]. _____(1996), Culture summary: Ona, New Heaven, HRAF. [Consultado online en la eHRAF Collection of Ethnography 12/07/2013]. _____(2003), Culture summary: Yahgan, New Heaven, HRAF. [Consultado online en la eHRAF Collection of Ethnography 09/07/2013]. BERNALDO DE QUIRÓS, F. y MAÍLLO-FERNÁNDEZ, J. M. (2009), “The Transitional Aurignacian and the Middle-Upper Palaeolithic Transition Model in Cantabrian Iberia” en M. Camps y P. Chauhan (eds.), Sourcebook of Paleolithic Transitions, New York, Springer, 341-359. BETTINGER, R. L. (1987), “Archaeological Approaches to Hunter-Gatherers”, Annual Review of Anthropology, 16: 121-142.

74

BETTINGER, R. L., y BAUMHOFF, M. (1982), “The Numic spread Great Basin cultures in competition”, American Antiquity, 47, 3: 485-503 BICHO, N. F.; HAWS, J. A. y DAVIS, L. G. (2011), Trekking the Shore. Changing Coastlines and the Antiquity of Coastal Settlement, New York, Springer. BINFORD, L. R. (1967), “Smudge Pits and Hide Smoking: The Use of Analogy in Archaeological Reasoning”, American Antiquity, 32, 1: 1-12. _____(1978), Nunamiut Ethnoarchaeology, New York, Academic Press. _____(1980), “Willow Smoke and Dogs' Tails: Hunter-Gatherer Settlement Systems and Archaeological Site Formation”, American Antiquity, 45, 1: 4-20. _____(1982), “The Archaeology of Place”, Journal of Anthropological Archaeology, 1: 5-31. _____(1983), In pursuit of the past: decoding the archaeological record, London, Thames and Hudson. _____(1985), “Human ancestors: Changing views of their behavior”, Journal of Anthropological Archaeology, 4: 292:327. _____(1987), “Data, relativism and archaeological science”, Man, New Series, 22, 3: 391-404. _____(1988), “The hunting hypothesis, archaeological methods, and the past”, Yearbook of Physical Anthropology, 30: 1-9. _____(1989), Debating Archaeology, New York, Academic Press. _____(1990), “Mobility, Housing, and Environment: A Comparative Study”, Journal of Anthropological Research, 46, 2: 119-152. _____(1991), “When the going gets tough, the tough get going: Nunamiut local groups, camping patterns and economic organization” en C. S. Gamble y W. A. Boismier (eds.), Ethnoarchaeological Approaches to Mobile Campsites. Hunter-Gatherer and Pastoralist Case Studies, Ann Arbor, International Monographs in Prehistory, 25-137. _____(2001), Constructing frames of reference: an analytical method for archaeological theory building using hunter-gatherer and environmental data sets, Berkeley, University of California Press. BINFORD, L. R. y BINFORD, S. R. (1966), “A Preliminary Analysis of Functional Variability in the Mousterian of Levallois Facies”, American Anthropologist, New Series, 68, 2: 238295. BLAKE, M. (2010), “Navegación y definición de territories en la NWC. Un ejemplo Coast Salish” en A. Vila y J. Estévez (eds.), La excepción y la norma: las sociedades indígenas de la Costa Noroeste de Norteamérica desde la arqueología, Madrid, CSIC, 111-124. BODU, P., JULIEN, M., VALENTIN, B. y DEBOUT, G., eds. (2006), “Un dernier hiver à Pincevent: les Magdaléniens du niveau IV0”, Gallia Préhistoire, 48, 1-180. BORDES, F. (1968), El mundo del hombre cuaternario, Madrid, Ed. Guadarrama. BORRERO, L.A. (2007), Los selknam (onas): evolución cultural en Tierra del Fuego, Buenos Aires, Galerna. BORRERO, L. A. y BARBERENA, R. (2006), “Hunter-Gatherer Home Ranges and Marine Resources: An archaeological Case from Southern Patagonia”, Current Anthropology 45, 5: 855-868.

75

BRIZ GODINO, I., ESTÉVEZ ESCALERA, J. y VILA MITJÀ, A. (2009), “Analizando la variabilidad del registro arqueológico en sociedades cazadoras-recolectoras desde la Etnoarqueológia”, Arqueología Iberoamericana 1: 5-16. BURCH, E. S., Jr. (1972), “The Caribou/Wild Reindeer as a Human Resource”, American Antiquity, 37, 3: 339-368. _____(1991), “Herd Following Reconsidered”, Current Anthropology, 32, 4: 439-445. BURKE, A. M. (1995), Prey movements and settlement patterns during the Upper Paleolithic in southwestern France, Oxford, Tempus Reparatum. _____(2000), “Hunting in the Middle Palaeolithic”, Int. J. Osteoarchaeol., 10: 281–285. _____(2006), “Introduction to the special issue: «Multidisciplinary approaches to the study of site function and settlement dynamics in prehistory»”, Journal of Anthropological Archaeology, 25: 403-407. BURKE, A. M. y PIKE-TAY, A. (1997) “Reconstructing ‘l’Age du Renne’” en L. Jackson y P. Thacker (eds.), Caribou/Reindeer Hunters of the Northern Hemisphere, Aldershot, Avebury. CARUSO, L., MANSUR, M. E. y PIQUÉ, R. (2008), “Voces en el bosque: el uso de recursos vegetales entre cazadores-recolectores de la zona central de Tierra del Fuego”, Darwiniana, 46, 2: 202-212. _____(2009), “Las chozas de madera de la zona central de Tierra del Fuego” en M. Salemme, F. Santiago, M. Álvarez, E. Piana, M. Vázquez y M. E. Mansur (eds.), Arqueología de Patagonia: una mirada desde el último confín, Ushuaia, Ed. Utopías, 445-456. CHAPMAN, A. (1982), Drama and power in a hunting society: the Selk’nam of Tierra del Fuego, Cambridge, Cambridge University Press. CLARK, G. y YI, S. (1983), “Niche-width variation in Cantabrian archaeofaunas: a diachronic study” en J. Clutton-Brock y C. Grigson (eds.), Animals and Archaeology. Vol. 1. Hunters and their Prey, Oxford, B.A.R., 183-208. CASABÓ BERNAD, J. A. (2004), Paleolítico superior final y epipaleolítico en la Comunidad Valenciana, Alicante, Museo Arqueológico Provincial. COOPER, J. M. (1946), "The Yahgan” en J. H. Steward (ed.), Handbook of South American Indians. Vol. 1. The Marginal Tribes, Washington, Government Printing Office, 107-125 [Consultado online en la eHRAF Collection of Ethnography 09/07/2013]. _____(1946), “The Ona” en J. H. Steward (ed.), Handbook of South American Indians. Vol. 1. The Marginal Tribes, Washington, Government Printing Office: 107-125 [Consultado online en la eHRAF Collection of Ethnography 12/07/2013]. DAMAS, D. (1978), “Copper Eskimo” en D. Damas (ed.), Handbook of North American Indians. Vol. 5. Arctic People, Washington, Smithsonian Institution, 397-414. _____(1996), Culture summary: Copper Inuit, New Heaven, HRAF [Consultado online en la eHRAF Collection of Ethnography 16/07/2013]. DAVIDSON, I. (1983), “Site variability and prehistoric economy in Levante” en G. Bailey (ed.), Hunter-gatherer economy in Prehistory. A European perspective, Cambridge, Cambridge University Press, 79-95. _____(1989), La economía del final del Paleolítico en la España oriental, Valencia, Diputación Provincial de Valencia, Servicio de Investigación Prehistórica.

76

_____(2013), “Peopling the last new worlds: The first colonization of Sahul and the Americas”, Quaternary International, 285: 1–29. ENLOE, J. G. (2000), “Readaptation; Changes in Magdalenian Subsistence and Social Organization” en G. Larsen Peterkin y H. A. Price, Regional Approaches to Adaptation in Late Pleistocene Western Europe, Oxford, J. and E. Hedges,115-120. ERLANDSON, J. M. (2001), “The Archaeology of Aquatic Adaptations: Paradigms for a New Millennium”, Journal of Archaeological Research, 9, 4: 287-350. ESTÉVEZ, J. (1979), La fauna del Pleistoceno catalán, Tesis Doctoral, Univ. de Barcelona. ESTÉVEZ, J. y VILA, A. (2006), “Variability in the lithic and faunal record through ten reoccupations of a XIX century Yamana Hut”, Journal of Anthropological Archaeology, 25: 408-423. ESTÉVEZ, J., VILA, A.y YLL, E. (1982), “La Prehistoire est morte, vive l'Archeologie!”, Dialektiké: 24-29. FERNÁNDEZ MARTÍNEZ, V. M., y RUIZ ZAPATERO, G. (1984), “El análisis de territorios arqueológicos: Una introducción crítica”, Arqueología espacial, 1: 55-71. FISHER, J. W., Jr., y STRICKLAND, H. C. (1991), “Dwellings and fireplaces: keys to Efe Pygmy campsite structure” en C. S. Gamble y W. A. Boismier (eds.), Ethnoarchaeological Approaches to Mobile Campsites. Hunter-Gatherer and Pastoralist Case Studies, Ann Arbor, International Monographs in Prehistory, 215-236. FOLEY, R. (1981), “Off-site archaeology: an alternative approach for the short-sited” en I. Hodder, G. Isaac, y N. Hammond (eds.), Pattern of the Past, Cambridge, Cambridge University Press, 157–183. _____(1983), “Modelling Hunting Strategies and Inferring Predator Behaviour From Prey Attributes” en J. Clutton-Brock y C. Grigson (eds.), Animals and Archaeology. Vol. 1. Hunters and their Prey, Oxford, B.A.R., 183-208. GAMBLE, C. (1990), El poblamiento paleolítico de Europa, Barcelona, Crítica. GAMBLE, C. S. y BOISMIER, W. A., eds. (1991), Ethnoarchaeological Approaches to Mobile Campsites. Hunter-Gatherer and Pastoralist Case Studies, Ann Arbor, International Monographs in Prehistory. GASSIOT BALLBÈ, E. (2000), Anàlisi arqueològica del canvi cap a l’explotació del litoral, Tesis Doctoral, Universitat Autònoma de Barcelona. GOODMAN, M. J., GRIFFIN, P. B., ESTIOKO-GRIFFIN, A. A. y GROVE, J. S. (1985), “The compatibility of Hunting and Mothering among the Agta Hunter-Gatherers of the Philippines”, Sex Roles, 12, 11/12: 1199-1209. GORDON, B. C. (1988), Of Men and Reindeer Herds in French Magdalenian Prehistory, Oxford, B.A.R. GRAYSON, D. K. y DELPECH, F. (1993), “The Evidence for Middle Palaeolithic Scavenging from Couche VIII, Grotte Vaufrey (Dordogne, France)”, Journal of Archaeological Science, 21: 359-375. _____(2003), “Ungulates and the Middle-to-Upper Paleolithic transition at Grotte XVI (Dordogne, France)”, Journal of Archaeological Science, 30: 1633-1648. GRIFFIN, P. B. y GRIFFIN, M. B. (1999), “The Agta of eastern Luzon, Philippines” en R. B. Lee y R. Daly (eds.), The Cambridge Encyclopedia of Hunters and Gatherers, Cambridge, Cambridge University Press, 289-293. 77

GRØN, O. y KUZNETSOV, O. (2004), “What is hunter-gatherer settlement? An ethnoarchaeological and interdisciplinary approach”, en Acts of the XIVth UISPP Congress, Oxford, B.A.R., 47-53. GRØN, O., KUZNETSOV, O. y KLOKKERNES, T. (2002), “The tent in the middle of the world” en A. Banard y T. Ingold (eds.), Hunter-gatherer studies and the reshaping of anthropology. Proceedings of the ninth International Conference on hunting and gathering societies, Edinburgh, publicado online y vía CD. GUSINDE, M. (1931), The Fireland Indians. Vol. 1. The Selk'nam, on the life and thought of a hunting people of the Great Island of Tierra del Fuego. Modling bei Wien, Verlag der Internationalen Zeitschrift "Anthropos", 32, 1 [Consultado online en la eHRAF Collection of Ethnography 09/07/2013]. _____(1986), Los indios de Tierra del Fuego. Vol. 2. Los yámana, Buenos Aires, Centro Argentino de Etnología Americana. HALL, E. S. (1978), “Interior North Alaska Eskimo” en D. Damas (ed.), Handbook of North American Indians. Vol. 5. Arctic People, Washington, Smithsonian Institution, 338-346. HARAKO, R. (1981), “The Cultural Ecology of Hunting Behavior among Mbuti Pygmies in the Ituri Forest, Zaïre” en R. S. O. Harding y G. Teleki (eds.), Omnivorous Primates. Gathering and Hunting in Human Evolution, New York, Columbia University Press, 499555. HILL, K. (1983), Adult Male Subsistence Strategies among Aché Hunter-Gatherers of Eastern Paraguay, Tesis Ph.D., University of Utah. HILL, K. y HURTADO, A. M. (1996), Ache Life History: The Ecology and Demography of a Foraging People, Aldine de Gruyter, Hawthorne, New York. _____(1999), “The Aché of Paraguay” en R. B. Lee y R. Daly (eds.), The Cambridge Encyclopedia of Hunters and Gatherers, Cambridge, Cambridge University Press, 92-96. HITCHCOCK, R. K. (1987), “Sedentism and site structure: Organizational changes in Kalahari Basarwa residential locations” en S. Kent (ed.), Method and Theory For Activity Area Research. An Ethnoarchaeological Approach, New York, Columbia University Press. HITCHCOCK, R. K., YELLEN, J. E., GELBURD, D. J., OSBORN, A. J. y CROWELL, A. L. (1996), “Subsistence hunting and resource management among the Ju/'hoansi of northwestern Botswana”, African study monographs, 17, 4: 153-219. HURTADO, A. M., HAWKES, K., HILL, K. Y KAPLAN, H. (1985), “Female Subsistence Strategies Among Ache Hunter-Gatherers of Eastern Paraguay”, Human Ecology, 13, 1: 1-28. ICHIKAWA, M. (1983), “An examination of the hunting-dependent life of the Mbuti Pygmies, Eastern Zaire”, African Study Monographs, 4: 55-76. _____(1999), “The Mbuti of northern Congo” en R. B. Lee y R. Daly (eds.), The Cambridge Encyclopedia of Hunters and Gatherers, Cambridge, Cambridge University Press, 210214. INGOLD, T. (1974), “On Reindeer and Men”, Man, New Series, 9, 4: 523-538. _____(1986), Essays on Human Ecology and Social Relations, Manchester, Manchester University Press _____(1988), Hunters, pastoralists and ranchers: Reindeer transformations, Cambridge, Cambridge University Press.

economies

and

their

78

JENNESS, D. (1922), The life of the Copper Eskimos, Ottawa, F.A. Acland. _____(1989 [1932]), The Indians of Canada, Toronto/Ottawa, University/National Museum of Man. JOCHIM, M. A. (1983), “Palaeolithic Cave art in Ecological Perspective” en G. Bailey (ed.), Hunter-gatherer economy in Prehistory. A European perspective, Cambridge, Cambridge University Press, 212-219. JULIEN, M. (1989), “Activités saisonnières et déplacements des magdaléniens dans le Bassin Parisien” en J.-Ph. Rigaud (org.), Le Magdalénien en Europe. La structuration du Magdalénien, Liège, Eraul. KELLY, R. L. (1992), “Mobility/Sedentism: Concepts, Archaeological Measures, and Effects”, Annual Review of Anthropology, 21: 43-66. _____(1995), The Foraging Spectrum. Diversity Washington/London, Smithsonian Institution Press.

In

Hunter-Gatherer

Lifeways,

KOETJE, T. A. (2000), “Settling Down or Moving Around? The Development of Regional Traditions during the European Magdalenian” en G. Larsen Peterkin y H. A. Price, Regional Approaches to Adaptation in Late Pleistocene Western Europe, Oxford, J. and E. Hedges, 109-114. PATOU-MATHIS, M. (2000), “Neanderthal Subsistence Behaviours in Europe”, Int. J. Osteoarchaeol. 10: 379–395. MERCADER, J., MARTÍ, R., GONZÁLEZ, I. J., SÁNCHEZ, A. y GARCÍA, P. (2003), “Archaeological Site Formation in Rain Forests: Insights From the Ituri Rock Shelters, Congo”, Journal of Archaeological Science, 30, 45-65. MINTER, T. (2010), The Agta of the Northern Sierra Madre. Livelihood strategies and resilience among Philippine hunter-gatherers, Tesis Ph.D., Leiden University. MORTON, J. (1996), Culture summary: Aranda, New Heaven, HRAF [Consultado online en la eHRAF Collection of Ethnography 20/07/2013]. _____(1999), “The Arrernte of Central Australia” en R. B. Lee y R. Daly (eds.), The Cambridge Encyclopedia of Hunters and Gatherers, Cambridge, Cambridge University Press, 329334. MURDOCK, G. P. (1967), “The ethnographic atlas: a summary”, Ethnology, 6, 2: 109-236. LEACOCK, E. y LEE, R. B., eds. (1982), Politics and history in band societies, Cambridge, Cambridge University Press. LEE, R. B. (1976), “!Kung Spatial Organization: An Ecological and Historical Perspective” en R. B. Lee y I. DeVore (eds.), Kalahari Hunter-Gatherers Studies of the !Kung San and Their Neighbours, Cambridge/London, Harvard University Press, 74-97. _____(1979), The !Kung San: men, women, and work in a foraging society, New York, Cambridge University Press [Consultado online en la eHRAF Collection of Ethnography 25/07/2013]. LEE, R. B. y DEVORE, I., eds. (1968), Man the Hunter, Chicago, Aldine Publishing Co. LOTHROP, S. K. (1928), The Indians of Tierra del Fuego, New York, Museum of the American Indian, Heye Foundation [Consultado online en la eHRAF Collection of Ethnography 12/07/2013].

79

LUMLEY, H. de (1971), Le Paléolithique inférieur et moyen du Midi Méditerranéen dans son cadre Géologique, Paris, CNRS. _____(1972), “La grotte de l'Hortus situation, description et historique des fouilles”, Etudes Quaternaires Mémoire, 1: 9-16. NICHOLSON, A., y CANE, S. (1991), “Desert camps: analysis of Australian Aboriginal Protohistoric campsites” en C. S. Gamble y W. A. Boismier (eds.), Ethnoarchaeological Approaches to Mobile Campsites. Hunter-Gatherer and Pastoralist Case Studies, Ann Arbor, International Monographs in Prehistory, 263-353. ORQUERA, L. A. y PIANA, E. L. (1999): La vida material y social de los Yámana, Buenos Aires, Eudeba. PÁLSSON, G. (1988), “Hunters and gatherers of the sea” en T. Ingold, D. Riches y J. Woodburn (eds.), History, Evolution and Social Change, vol. I, New York/Oxford, Berg, p. 189-204. PEDERSEN, J. y WÆHLE, E. (1988), “The complexities of residential organization among the Efe (Mbuti) and the Bamgombi (Baka): a critical view of the notion of flux in huntergatherer societies” en T. Ingold, D. Riches y J. Woodburn (eds.), History, Evolution and Social Change, vol. I, New York/Oxford, Berg, p. 75-90. PIKE-TAY, A. (1991), Red deer hunting in the Upper Paleolithic of South-West France: a study in seasonality, Oxford, Tempus Reparatum. PIKE-TAY, A., CABRERA VALDÉS, V. y BERNALDO DE QUIRÓS, F. (1999), “Seasonal variations of the Middle–Upper Paleolithic transition at El Castillo, Cueva Morín and El Pendo (Cantabria, Spain)”, Journal of Human Evolution, 36: 283-317. RAI, N. K. (1990), Living in a Lean-to. Philippine Negrito Foragers in Transition, Ann Arbor, Museum of Anthropology/University of Michigan. RICHES, D. (1982), Northern Nomadic Hunter-Gatherers. A Humanistic Approach, London, Academic Press. RIGAUD, J.-Ph., SIMEK, J. F. y MAUREEN, A. H. (2000), “The Magdalenian of Grotte XVI (Dordogne, France) and Regional Approaches to Magdalenian Settlement and Economy” en G. Larsen Peterkin y H. A. Price, Regional Approaches to Adaptation in Late Pleistocene Western Europe, Oxford, J. and E. Hedges, 9-24. SERANGELI, J. (2003), “La zone côtière et son rôle dans les comportements alimentaires des chasseurs-cueilleurs du Paléolithique Supérieur” en M. Patou-Mathis y H. Bocherens (eds.), Le rôle de l’environnement dans les comportements des chasseurs-cueilleurs préhistoriques, Oxford, Archaeopress. SPENCER, B., y GILLEN, F. J. (1927), The Arunta: a study of a stone age people, London, Macmillan and co. [Consultado online en la eHRAF Collection of Ethnography 20/07/2013] SPENCER, R. F. (1959), The north Alaskan Eskimo: a study in ecology and society, Washington, Government Printing Office. _____(1978), “North Alaska Eskimo: Introduction” en D. Damas (ed.), Handbook of North American Indians. Vol. 5. Arctic People, Washington, Smithsonian Institution, 278-283. STINER, M. C. (1994), Honor among Thieves: A Zooarchaeological Study of Neandertal Ecology, Princeton, Princeton University Press. STRINGER, C. B., FINLAYSON, J. C., et al. (2008), “Neanderthal exploitation of marine mammals in Gibraltar” en PNAS, 105, 38, 14319-14324. 80

STUART, D. E. (1972), Band structure and ecological variability: The Ona and Yahgan of Tierra del Fuego, Tesis doctoral, Univ. New Mexico. TURNBULL, C. M. (1965), The Mbuti Pygmies: an ethnographic survey, New York, American Museum of Natural History [Consultado online en la eHRAF Collection of Ethnography 27/07/2013]. _____(1972), “Demography of small-scale societies” en G. A. Harrison y A. J. Boyce (eds.), The Structure of Human Populations, Oxford, Clarendon Press. VALENTIN, B. (2000), “Les groupes humaines au Tardiglaciaire dans le Bassin parisien: diverses voies pour une approche régionale” en G. Larsen Peterkin y H. A. Price, Regional Approaches to Adaptation in Late Pleistocene Western Europe, Oxford, J. and E. Hedges, 93-108. VITA-FINZI, C. y HIGGS, E. S. (1970), “Prehistoric Economy in the Mount Carmel Area of Palestine: Site-Catchment Analysis”, Proceedings of the Prehistoric Society, 36, 1-37. VERDÚN CASTELLÓ, E. (2011), El consum de mol·luscs en societats caçadoresrecol·lectores de Tierra del Fuego (Argentina), Tesis doctoral, Universitat Autònoma de Barcelona. VILA, A. (2006), “Propuesta de evaluación de la metodología arqueológica” en Departament d’Arqueologia i Antropologia, Institució Milà i Fontanals, Consejo Superior de Investigaciones Científicas (eds.), Etnoarqueología de la Prehistoria: más allá de la analogía, Madrid, CSIC. VILA, A. (1985), El "Cingle Vermell": assentament de caçadors-recol·lectors del Xè mil·leni B.P., Barcelona, Generalitat de Catalunya, Departament de Cultura. YELLEN, J. E. (1976), “Settlement Patterns of the !Kung: An archaeological Perspective” en R. B. Lee y I. DeVore (eds.), Kalahari Hunter-Gatherers Studies of the !Kung San and Their Neighbours, Cambridge/London, Harvard University Press, 48-72. _____(1977), Archaeological Approaches to the Present. Models for Reconstructing the Past, New York, Academic Press. YELLEN, J. E. y LEE, R. B. (1976), “The Dobe-/Du/da Environment. Background to a Hunting and Gathering Way of Life” en R. B. Lee y I. DeVore (eds.), Kalahari Hunter-Gatherers Studies of the !Kung San and Their Neighbours, Cambridge/London, Harvard University Press, 28-46. WENIGER, G. (1982), Wildbeuter und ihre Umwelt. Ein Beitrag zum Magdalénien Südwest Deutschlands aus ökologischer und ethno-archäologischer Sicht, Tübingen, Univ. Tübingen. WILKIE, D. S., y CURRAN, B. (1991), “Why Do Mbuti Hunters Use Nets? Ungulate Hunting Efficiency of Archers and Net-Hunters in the Ituri Rain Forest”, American Anthropologist, New Series, 93, 3, 680-689. WILMSEN, E. N., y BEIERLE, J. (2005), Culture summary: San, New Heaven, HRAF [Consultado online en la eHRAF Collection of Ethnography 25/07/2013].

81

APÉNDICE

Tabla 1. Comparación etnográfica sobre la movilidad de los grupos estudiados. Los datos han sido extraídos de la bibliografía presentada en cada sección respectiva, así como de Binford (2001: Tabla 8.04) y Kelly (1995: Tabla 4I). Los movimientos residenciales se consideran cualquier cambio de localización del campamento residencial, aunque la consideración de esto último varía según los criterios adoptados por las fuentes etnográficas, así como por Binford y Kelly, los cuales además calculan de forma indirecta algunos casos; todo ello hace realmente extraer alguna conclusión general de la comparación de estas cifras. Abreviatura: Movimiento residencial (MR); Distancia total (DT); Distancia media entre campamentos (DM); Área total residencial/de explotación (AT).

MR

DT (km)

Yámana

7

145

Selknam

24 – 60 14

515 – 720 12

11

806

69,5

1000

30

Copper Inuit Nunamiut

Mbuti (Efe) Agta Aché

AT (km2)

Tipo de movilidad Alta acuática; Terrestre moderada Alta terrestre

715

Alta terrestre; Acuática moderada 5,20020,500

Alta terrestre; acuática puntual

14

459 – 600 43

260

Alta movilidad terrestre Alta terrestre

5,5 – 37 11 – 12 10 – 20 58

142 – 483 23,6

350

Terrestre

57 – 105

5,2

150 – 780

Terrestre

107

5

240

Terrestre

295 - 467

5,9

780

Alta terrestre

Evenki Western Aranda !Kung

DM (km)

Medios de transporte Canoa Mujeres Perros; trineo; kayak Perros; trineo; kayak Renos; trineo

Mujeres

82

Tabla 2: Comparación etnográfica sobre el patrón de asentamiento. Datos extraídos de la bibliografía presentada en cada sección respectiva, así como de Binford (2001: Tabla 8.01). Abreviaturas: Campamento simple (CS); Campamento colectivo (CC);

Yámana

Promedio ocupación CS 2 – 15 días

Selknam

6 días

Copper Inuit Nunamiut

Cambio en base diaria

Evenki Western Aranda !Kung Mbuti (Efe) Agta Aché

Duración máxima CC Semanas o meses Meses e incluso un año 2 semanas hasta un mes Semanas

Tamaño CS (ind) 13 – 24

Tamaño CC (ind) 250

20 – 45

290

18 – 50

50 / 105 / 264 75

8,9 – 31,1 11 – 40

3,1 días Dos semanas 18 días 1 día (postcontacto); 7 – 15 días (precontacto)

6 meses 3 meses

11 – 23 17,8 – 33

2 meses

12 – 21 15 – 60

150 – 200 45 100

Tamaño CS (m2)

Tamaño CC (m2)

Abrigos84



6 – 43 222,4 44

Sí 447,5 532



70

84

Los datos documentados en esta tabla corresponden a campamentos al aire libre. La ausencia de datos sobre ocupación de abrigos puede deberse a: 1) la falta de documentación en las fuentes etnográficas 2) la constatación en las fuentes etnográficas del uso exclusivo de campamentos al aire libre (por ejemplo, el caso Yámana).

83

Tabla 3. Comparación etnográfica de los condicionantes socioeconómicos a la hora de moverse y de acampar.

Yámana

Selknam

Condicionantes al tipo de movimiento Evitar sobreexplotación moluscos; uso de canoas; duración del día y temperatura; distribución recursos homogénea y predecible. Seguimiento de rebaños de guanacos dentro de un territorio.

Copper Inuit

Fluctuaciones estacionales en la disponibilidad de recursos y en las condiciones de caza.

Nunamiut

Dispersión recursos; intercambio de pieles por aceite (combustible); monitorización del terreno. Reno como medio de transporte y reno salvaje como recurso; variedad en la dieta; insalubridad del campamento; mayor movilidad y caza en invierno (ríos helados) Escasez de agua.

Evenki

Western Aranda !Kung

Escasez de agua; variación espacial de los recursos; variedad en la dieta; “factores sociales”.

Mbuti

Disponibilidad de recursos (caza y recolección); insalubridad del campamento; estación de lluvias y crecida de los ríos en el bosque Relaciones de parentesco y territorialidad; factores económicos (pesca, recolección, comercio) y sociales/políticos (funeral, conflictividad o visitar parientes). Lluvia.

Agta

Aché

Condicionantes al patrón de agregación Hallazgo cetáceos varados; funerales y otras ceremonias.

Criterios elección lugar del asentamiento Disponibilidad de recursos leñosos. Secundariamente: reparo de vientos, presencia bancos de mejillones no explotados

Ceremonia de iniciación Hain (generalmente otoño / invierno); hallazgo ballena varada. Coordinación de la caza en la migración de la trucha ártica (primavera) o de la foca ocelada (invierno); producción y preparación de pieles (otoño). Intercepción de rutas migratorias del caribú (primavera y otoño); almacenamiento.

Disponibilidad recursos leñosos.

Fuentes de agua permanentes en las montañas; ceremonias. Disponibilidad de agua en las fuentes permanentes durante la estación seca.

Disponibilidad de agua; Recurrencia en el uso de campamentos. Disponibilidad de agua, plantas y animales en un radio de 6-10 km; distancia mínima de 1,5 km de la fuente de agua. Espacio abierto en el bosque a un día de marcha del campamento anterior; menos de 1 h de distancia de las aldeas (campamentos colectivos) Distancia física entre campamentos de 5 km; temperatura y mosquitos en las semanas más cálidas (campamentos en los bosques).

Intercambio, relaciones con los agricultores; métodos de caza.

Inundaciones (monzón del noroeste en octubre).

Bosques de sauce, combustible (invierno); evitar mosquitos y tundra pantanosa (verano). Recurrencia en el uso de campamentos.

Cercanía a una fuente de agua y a menos de 50 m de áreas con importantes poblaciones de palmera.

84

Tabla 4. Comparación entre los modelos de movimiento y asentamiento planteados para los grupos estudiados y las evidencias en que se apoyan. Abreviaturas: Estacionalidad (E); Especialización económica (EE); Dispersiónagregación (D/A); Movilidad residencial (MR); Movilidad logística (ML); Análisis territorio de explotación (STA); Análisis de fauna (AF); Análisis de estacionalidad (AE); Análisis industria lítica (AL); Análisis materiales rituales (AR); Análisis espacial hábitat (AH); Análisis materia prima (AP).

Región

Suroeste de Francia Paleolítico superior Paleolítico medio Cuenca parisina Magdaleniense

Cantabria Transición PMS Costa suroeste Península ibérica Paleolítico superior Paleolítico medio

Modelo E EE

?

X

D / A

M R

M L

X

X

X

parcial

X

X

X

X ?

X

Evidencias arqueológicas ST A A A A A F E L R

X

X

X

X

X

X

X

X X

X

X

Nunamiut X

X

X

X

X

X

X

X

A P

X

X

X

A H

Etnografía Referente etnográfico subyacente

X

X

X

Nunamiut; Copper Inuit X

X X

!Kung X

85

Lihat lebih banyak...

Comentarios

Copyright © 2017 DATOSPDF Inc.