Mora, G. y Díaz-Andreu, M. (eds.) (1997). La cristalización del pasado. Génesis y desarrollo del marco institucional de la arqueología en España. Actas del II Congreso Internacional de Historiografía de la Arqueología en España (siglos XVIII-XX). Málaga, Universidad de Málaga.

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Descripción

Gloria Mora y Margarita Díaz-Andreu (eds.)

La C r is ta liz a c ió n d e l P a s a d o : G

é n e s is y

D esarro llo A

del

M a r c o I n s t it u c io n a l

r q u e o l o g ía en

Málaga, 1997

E spaña

d e la

Edición: Servicio de Publicaciones de la Universidad de Málaga. Ministerio de Educación y Ciencia. Centro de Estudios Históricos, C S IC . Diseño cubierta y maquetación: Julia Sánchez. Centro de Estudios Históricos. C S IC . IS B N : 84-749 6-64 7-7 D .L .: M A - 5 16-97 Imprim e: Im agraf Impresores S.A. Tel. 232-85-97

Este libro se ha publicado gracias a las subvenciones aportadas por la D G IC Y T (ref. C 094-0052) y el C S IC

I n d ic e P

r ó lo g o

9 ...... Margarita Díaz-Andreu y Gloria Mora La Historiografía Española sobre Arqueología: panorama actual de la investigación I n t r o d u c c ió n 19..... Ricardo Olmos La reflexión historiográfica en España: ¿una moda o un requerimiento científico?

I. LOS PRIMEROS PASOS EN LA INSTITUCIONALIZACIÓN DE LA ARQUEOLOGIA: EL SIGLO XVIII 33..... Gloria Mora Las academias españolas y la arqueología en el siglo XVIII: el modelo francés 47 Joselita Raspi Serra /"Registres de l ’Académie des InscriptionsetBelles-Lettres". Studi. Discussioni. Eventi: bilancio degli anni 1706-1770. 63 Sonia Calle Marín Tanucci y su vinculación con el nacimiento de la arqueología. 71..... Luis A. Grau Lobo Arqueología de la arqueología: laformación, dispersión y recuperación de la colección Despuig. 77..... Carlos Ortiz de Urbina Montoya La Real Sociedad Bascongada y la arqueología en el País Vasco del siglo XVIII. 91..... Víctor M. Renero Arribas Historiografía e identidad cultural: la recuperación histórica de la Cantabria antigua y su influencia en la Sociedad Montañesa (s. XVIII-XÍX). 99 Jesús de la Ascensión Salas Alvarez Excavaciones arqueológicas de época ilustrada en la campiña sevillana. II. L a ARQUEOLOGIA EN ESPAÑA Y EN EUROPA EN EL SIGLO XIX 105... Carlos Fabiao Percursos da Arqueología Clássica em Portugal: da Sociedade Archeologica Lusitana (1849-1857) ao moderno projecto de Conimbriga (1964-1971). 125 John Carman Archaeology, Politics and Legislation: the British Experience. 133... Aurora Riviére Gómez Arqueólogos y arqueología en el proceso de construcción del Estado nacional español (1834-1868). 141... Francisca Hernández Hernández y Esther de Frutos González Arqueología y museología: la génesis de los museos arqueológicos. 149... Pilar Sada Castillo y Jaume Massó Carballido El Museo Arqueológico de Tarragona: un siglo y medio de historia. 163... Bartolomé Mora Serrano La Arqueología en el discurso numismático del siglo XIX en España: el Nuevo Método de D. Antonio Delgado.

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173... Terence R. Volk "La democracia de los coleccionistas son los de monedas". Coin-collecting and the institutionalisation o f Spanish numismatics (1855-1936). Real Academia de la Historia 187... Gloria Mora y Trinidad Tortosa La Real Academia de la Historia: In Patriam, Populumque fluit. 197... Joaquín Gómez-Pantoja Experto credite. El P. Fita y el anticuarismo soriano. 207... Luis Javier Balmaseda El modelo de Guarrazar: Real Academia de la Historia y presidiarios en una excavación decimonónica. 215... Rafael Gonzalo Viñas Filloy Administración pública y antigüedades: el tesoro de Guarrazar. Comisiones de Monumentos Histérico-Artísticos 223... Luis A. Grau Lobo La Comisión de Monumentos y el Museo de León: una centuria de empeñosy desasistencias (1837-1936). 231... Miguel Ángel López Trujillo Un inventario arqueológico y artístico inédito. La Comisión de Monumentos de Guadalajara (1844-1845). 239... Ana Carmen Lavín Berdonces La labor arqueológica de las Comisiones de Monumentos. El ejemplo de la Comisión de Monumentos de Navarra. 249... Enrique Pérez-Campoamor Miraved La Comisión Provincial de Monumentos Históricos y Artísticos de Oviedo. Su papel en la consolidación de la arqueología asturiana. 259... Gema E. Adán Álvarez La Comisión de Monumentos de Oviedo (1844-1978): génesis y desarrollo. 265... Helena Gimeno Pascual "Dejemos a tos siglos ver siempre ruinas": la imaginación histórica en el discurso a los Emeritenses pronunciado por el Presidente de la Subcomisión de Monumentos de Mérida el 15 de abril de 1868. Sociedades Arqueológicas 273...Jordi Cortadella La investigación arqueológica en las asociaciones excursionistas catalanas (18761915). 287.. García Rueda Muñoz de San Pedro La Sociedad Española de Excursiones. Susprimeros pasos para divulgar la arqueología (1893-1936). 295 Mariano Ayarzagüena Sanz La Sociedad Antropológica Española (SAE) y el nacimiento de la ciencia prehistórica en España. 303... Jorge Maier Las Sociedades Arqueológicas en España: la Sociedad Arqueológica de Carmona.

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311... Manuel E. Ramírez Sánchez Un acercamiento historiográfico a los orígenes de la investigación arqueológica en Canarias: las sociedades científicas del siglo XIX. L a búsqueda de la identidad cultural 321... José Beltrán Fortes Arqueología e instituciones en la Sevilla del siglo XIX: la Diputación Arqueológica (1853-1868). 331... M* Luisa Cano Navas; M* Luisa Loza Azuaga y M ' Ángeles Pazos Bernal Patrimonio y ciudad en el siglo XIX: el desarrollo urbano y las murallas de Sevilla. 341 José Manuel Rodríguez Domingo La Allwmbra arqueológica (1847-1907): el origen de un modelo anticuario. 351... Gabriel González Maurazos La visión arqueológica del Sarq al-Andalus (Levante peninsular en época islámica) en la revista El Archivo (1886-1893). 359... Carmen de las Heras Martín y José Antonio Lasheras Corruchaga La Cueva de Altamira: historia de un monumento. 369... Josep Merino Santisteban Arqueología y conservación del patrimonio histórico en la Mallorca de la Restauración. 381... Pilar Barraca de Ramos Fuentes del siglo XIX para el conocimiento del territorio abulense: la investigación oficial. 391... Alfredo Mederos Martín Trayectorias divergentes de las dos principales instituciones museísticas canarias. III. 403

E L PRIMER TERCIO DEL SIGLO X X Margarita Díaz-Andreu Nación e internacionalización. La arqueología en España en las tres primeras décadas del siglo XX. 417...... Anna Pujol Puigvehí Las relaciones de la arqueología franco-española antes de 1914. 423... Ana Yáñez Vega Estudio sobre la Ley de Excavaciones y Antigüedades de 1911 y el Reglamento para su aplicación de 1912. 431... Marco de la Rasilla Vives La Comisión de Investigaciones Paleontológicas y Prehistóricas y la Arqueología Prehistórica en España (1913-1935). 439... José Antonio Jiménez Diez El Museo Nacional de Ciencias Naturales en la institucionalización de la arqueología prehistórica y protohistórica. 447 Raúl Bartrolí Isanta; Artur Cebriá Escuer, J. Ignacio Muro Morales La red local de delegados del Instituí d’Estudis Catalans (IEC), un caso concreto: Amador Romaní y sus actividades arqueológicas (1905-1915) en Capellades (Anoia, Barcelona). 457 Otilia Prado Fernández El Seminario de Estudos Galegos: génesis, aportación y desaparición.

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463... Palmira Vélez Jiménez La Cátedra Cartagena o el surgimiento del americanismo arqueológico en España. 471... Alfredo Jimeno y José Ignacio de la Torre Numancia y Regeneración. 485... Gabriel Segura Herrero Un siglo de arqueología en el valle de Elda (Alicante): de la afición y vocación no profesional a la creación del Museo Arqueológico de Elda. 497... José Manuel Melchor Monserrat Aproximación a la historia de la arqueología en la provincia de Castellón. 507... Pilar de Navascués Benlloch y Carmen Jiménez Sanz El XVII Marqués de Cerralbo y su aportación a la arqueología española. 515... Magdalena Barril y M* Luisa Cerdeño El Marqués de Cerralbo: un aficionado que se institucionaliza. 529... Fernando García Rodríguez Arqueólogos, historiadores, escritores y periodistas. 537... M* Victoria Gómez Alfeo Visión de la arqueología en la prensa española en el primer tercio de siglo.

IV. L A ARQUEOLOGIA DEL FRANQUISMO 547... Margarita Díaz-Andreu Prehistoria y franquismo. 553... Jordi Cortadella El profesor Niño Lamboglia (1912-1977) y la arqueología clásica en España. 565... Antonio Dupla Semana Augustea de Zaragoza (30 de mayo - 4 de junio 1940). 573... Raquel Castelo Ruano, Luz Cardito Rollan. Isabel Panizo Arias e Isabel Rodríguez Casanova Julio Martínez Santa-Olalla. Vinculación y contribución a los organismos e institucio­ nes arqueológicas españolas de posguerra. 581... Enrique de Carrera Hontana y Alfonso Martín Flores Las instituciones arqueológicas del Ayuntamiento de Madrid: el Servicio de Investiga­ ciones Prehistóricas y el Instituto Arqueológico Municipal. 593... Pilar González Serrano y Mónica Ruíz Bremón Antonio García Bellido y la Escuela de Arqueología Clásica en Madrid. 599... José M “ Blázquez Rafael Contreras de la Paz, fundador del Museo Monográfico de Linares, de la revista Oretania, y promotor de las excavaciones de Cástulo. 613... Juan J.R. Villarías-Robles El positivismo de las mil caras: pruebas científicas y presupuestos teóricos en el estudio del reino de Tartessos. 621... Gonzalo Ruíz Zapatero y Jesús R. Alvarez-Sanchís El poder visual del pasado: prehistoria e imagen en los manuales escolares. V. 635

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P a n o ra m a d e la a r q u e o lo g ía a c tu a l M “ Angeles Querol El concepto de Arqueología para la sociedad española del siglo XX/XX1.

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Nuria Sanz Gallego Para un concepto integral de Patrimonio. 657 Joaquín Ruíz de Arbulo Arqueología universitaria y actividad profesional a fines del siglo XX. 667 Gonzalo Ruíz Zapatero, Alberto Lorrio y Jesús Álvarez-Sanchís De la Cátedra de Historia Primitiva déTHombre al Departamento de Prehistoria de la Universidad Complutense de Madrid. 679 Alfonso Moure Romanillo Prehistoria y Arqueología en Cantabria. El proceso de institucionalización de las investigaciones. 685 Juan Carlos García Santos La arqueología española de los 80. Una visión de las raíces teóricas. 695 Angel L. Rodríguez Alcalde, M* Isabel Martínez Navarrete, José M* Sánchez Nistal y M" Jesús San Millán Bujanda El análisis bibliométrico como aportación a la historiografía. Las citas en Prehistoria y Arqueología. 705 Víctor Fernández Martínez La arqueología española en África. 721... M “ José López Grande Los estudios de Egiptología en España y la Asociación Española de Egiptología. 729... Mercedes Laín García Historiografía de la gestión arqueológica en Castilla-La Mancha. A p é n d ic e . L a in s t it u c io n a l iz a c ió n d e l a a r q u e o l o g ía a m e r ic a n a 739 José Luis Lorenzo La arqueología mexicana como monopolio del Estado. 747... Irina Podgorny ¿A quién entregar las reliquias nacionales? La organización del Museo de la Plata, Argentina, entre 1880 y 1916. 755... Iraida Vargas Arenas La institucionalización de la arqueología en Venezuela.

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P

La H

is t o r io g r a f ía

E spañola

sobre

A

rólogo

r q u e o l o g ía :

PANORAMA ACTUAL DE LA INVESTIGACIÓN Margarita Dfaz-Andreu (*) Gloria Mora (**)

L a historia de la arqueología en España ha sido hasta hace poco tiempo un campo olvidado por la práctica científica. Las razones para ello estriban, a nuestro entender, fundamentalmente en la idea equivocada de que estos estudios nada tienen que ver con la arqueología, cuando ya en otros ámbitos de la ciencia se ha demostrado suficientemente la importancia de conocer el pasado de la propia disciplina y el contexto histórico y político en que surgieron y se desarrollaron las diversas teorías para comprender el estado actual de la investigación, ya que la ciencia no es algo objetivo y aséptico, ni su práctica inocente. En los últimos años, sin embargo, se está experimentando una reacción contra el árido panorama que presentaba el estudio de nuestra propia historia como profesión. Si hasta mediados de los años ochenta la cifra de publicaciones sobre el tema era exigu^, a partir de esta fecha se ha producido un aumento súbito del interés. Las razones para ello son varias y de diverso carácter: por una parte, la asimilación -con retraso- de las corrientes historiográficas francesa, alemana e italiana hizo perder terreno al tradicional desinterés hacia nuestra propia historia; por otra, habría que destacar una nueva comprensión de la arqueología como disciplina integrada en un marco histórico global, y por tanto inseparable de los estudios político-culturales de cada época; y, finalmente, la nueva y pujante influencia de la arqueología anglosajona, en la que estos asuntos ocupan desde hace ya casi medio siglo un lugar importante. Además es posible que el creciente desequilibrio entre número de arqueólogos y subvenciones disponibles para realizar el cada vez más costoso trabajo de campo haya

(*) Department of Archaeology. University of Durham (Gran Bretaña) (**) Departamento de Historia Antigua y Arqueología. Centro de Estudios Históricos. CSIC

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Margarita Díaz-Andreu y Gloría Mora

influido en que el interés investigador -sobre todo de los más jóvenes- se haya desplazado hacia materias de estudio más asequibles y de gabinete, entre ellas la historiografía. Hasta hace poco, las publicaciones sobre historia de la arqueología en España se habían centrado fundamentalmente en aspectos concretos, resaltando un tímido acercamiento a datos bio-bibliográfícos (por ejemplo en la redacción de necrológicas y de biografías para volúmenes de homenaje), y ocasionalmente también se habían detenido en describir el origen y devenir de determinadas instituciones. Loque faltaba, y esto es lo que varios de los nuevos estudios ofrecen, era un análisis histórico que contemplara el desarrollo de la disciplina. En estos últimos años se han editado trabajos -parte de los cuales han sido recogidos en la bibliografía adjunta- que consideran los hechos bajo determinados aspectos: historia de la teoría (Lull; Vázquez Varela y Risch; Vicent, 1994), búsqueda de la identidad nacional (Cortadella, 1988; Díaz-Andreu, 1994, 1995, 1996, además de otras publicaciones mencionadas más adelante); por primera vez estudios en torno a un período histórico significativo (Duplá y Emborujo; Mora, 1996), algunos de ellos en forma de tesis doctorales (Ayarzagüena; Cortadella, 1992; Jiménez Diez; Mora, 1994), o bien como textos más modestos (DíazAndreu y M ora (1 )). Otros trabajos se han centrado en aspectos sociológicos y culturales (Alvarez Barrientos y Mora, Díaz-Andreu y Sanz Gallego, Ruiz Zapatero y Alvarez Sanchís) o relacionados con el conocimiento de la Antigüedad a través de la historia de diversas disciplinas y actividades (coleccionismo, epigrafía, numismática), como los de Cacciotti y Mora, M .A . Elvira, H. Gimeno y J. Carbonell. También han visto la luz estudios de instituciones que, a diferencia de antes, contemplan su contextualización histórica (Gran-Aymerich y Gran-Aymerich, Marcos Pous, Vicent, Ferrer i Bosch et al.), y lo mismo ha ocurrido con las biografías (por ejemplo, Martínez Navarrete 1989; V V .A A . 1991; Bosch Romeu; Castelo etal.). Por último, hay estudios generales a nivel estatal (Cerrillo; Martínez Navarrete, 1990; Peiró y Pasamar, 1991; Dupré i Raventós; González Morales; Díaz-Andreu, 1993; Ruiz Zapatero, 1993a) y otros a nivel regional: sobre Cataluña (Barral i Altet; Marc-7; Riu-Barrera; V V .A A ., 1992); Valencia, donde destaca el temprano interés de M a Victoria Gobema; el País Vasco (Barandiarán; Ortiz de Urbina, e.p.); Galicia (Casal García; M áiz); Andalucía (W u lff Alonso; Beltrán y

(1)

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Quizá no esté de más aclarar el origen de este artículo. Fue concebido como un intento de clarificar nuestra posición intelectual antes de la celebración del Congreso y en relación a éste, dándonos la oportunidad de concretar qué resultados esperábamos obtener del mismo.

PRÓLOGO

Gaseó; Cortadella y Prieto; Gaseó y Beltrán); Canarias (Eddy); Cantabria (Moure y García-Soto); o Extremadura (Ortiz Romero). Todos éstos son sólo algunos ejemplos de una lista que podría ser aún más extensa. A pesar de este aumento cashdesorbitado de publicaciones, todavía hay campos de estudio complejos pero necesarios, y que han sido poco tratados por la investigación. El de la evolución de las teorías y las ideas es uno de ellos, del que el libro de Martínez Navarrete (1989) o el artículo de Ruiz Zapatero (1993b) son buenos ejemplos; otros serían el de la legislación sobre arqueología, recientemente tratado en Tortosa y Mora y objeto de un libro de próxima aparición escrito por A. Querol y B. Martínez, o el de la profesionalización de la disciplina (Peiró y Pasamar, 1989-90). En segundo lugar destacamos el de las técnicas arqueológicas, incluyendo las de trabajo de campo o la forma de presentación de las publicaciones; sobre este último una pequeña muestra podría ser el texto publicado por G. Mora (1995). Finalmente, queda mucho por hacer aún en el estudio de las instituciones, aunque sin duda estas actas contribuirán a paliar tal carencia. Y un aspecto fundamental que no podemos descuidar es la labor de documentación, pesada pero necesaria. Es preciso contrastar y unificar todos los datos bio-bibliográficos referentes a personas y a instituciones. Necesitamos, pues, trabajos bien documentados que constituirán la base fundamental de futuras obras de síntesis. N o es extraño a este nuevo interés por la historia de la arqueología el hecho de que en diciembre de 1988 se decidiera organizar, con gran éxito, un primer congreso sobre el tema (Arce y Olmos, coords.), que recogió un interesante número de comunicaciones sobre temas variados. La celebración del I I Congreso de Historiografía de la A rqueología en España (siglos X V III a X X ) entre el 27 y el 29 de noviembre de 1995 vino impulsada por la necesidad que desde el departamento de Historia Antigua y Arqueología del Centro de Estudios Históricos del CSIC veíamos de establecer una continuidad con respecto al primero, necesidad compartida por el interés de muchos estudiosos del tema. Sin embargo, para la segunda edición nos pareció fundamental acotar el tema a tratar, convencidos de que el debate podría resultar más fructífero si nos limitábamos a una línea de trabajo. Se barajaron varias posibilidades: biografías, desarrollo de la arqueología por regiones o por épocas, historia de los museos, coleccionismo arqueológico, etc. Pero un tema que, en nuestra opinión, podía relacionar todo esto situándolo en su contexto fue el proceso de institucionalización de la arqueología, es decir, cómo se va desarrollando la arqueología española desde la iniciativa privada (coleccionistas, eruditos) a la "oficial", representada por academias,

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Margarita Díaz-Andreu y Gloria Mora _________________________________________________ museos, sociedades arqueológicas, Comisiones de Monumentos, revistas especializa­ das, etc., así como por la propia legislación. La respuesta a la convocatoria del 11 Congreso formulada por el Comité organizador fue rápida, masiva y procedía de todos los puntos de España y de otros países: Portugal, Italia, Inglaterra, América latina. Una de las actuaciones más con­ trovertidas fue la decisión del Comité Organizador de limitar el marco del Congreso (al menos en su título) a la arqueología. En todo caso, aunque en la primera circular informativa al público se explicaba que Arqueología e Historia Antigua son disciplinas inseparables, como bien han demostrado los trabajos conjuntos de G. Cruz Andreotti y F. W u lff Alonso, ello no impidió que algunos interesados protestaran y que no hayamos conseguido un consenso pleno a nuestra propuesta. La intención de ésta fue integrar a dos colectivos, el de prehistoriadores y el de arqueólogos medievales, que en el primer congreso habían quedado -quizá voluntariamente- marginados por la mención exclusi­ va a la Historia Antigua y a la Arqueología. Como se puede observar en este volumen, si bien no se logró una participación importante de los últimos (medievalistas), sí que acudieron en número substancial los primeros (prehistoriadores). Otra crítica iba encaminada hacia el poco tiempo que en principio se había dedicado a los debates. Se planeó así por la enorme afluencia de participantes, aunque el problema quedó finalmente resuelto gracias a la ausencia de un cierto número de inscritos. La única solución posible hubiera sido rechazar a muchos conferenciantes, lo que en su momento no nos pareció adecuado. Quizá en el futuro sea preferible seleccionar a una serie de ponentes, reconocidos especialistas en el tema, para que diserten sobre argumentos decididos de antemano, propiciando la discusión general tras las distintas intervencio­ nes. Pero esto, sin duda, sólo dejará que se oigan voces ya conocidas y por tanto quizá ya sabidas, limitando la imprescindible, a nuestro entender, participación de voces más jóvenes. Los participantes que acudieron al congreso procedían en su mayoría de la Comunidad de Madrid. Les siguieron en importancia los de Cataluña y Andalucía, y en mucha menor proporción Cantabria, Valencia, Castilla-León, Asturias, Galicia, Baleares y Canarias. Creemos que esta situación -exceptuando el desproporcionado número de investigadores de Madrid, lógicamente explicado por el lugar de celebra­ ción del congreso- refleja el desequilibrio que todavía existe en el interés por la historiografía. Los motivos que explican esta desigualdad acaso radican, entre otras razones, en el peso de una mayor tradición en estas investigaciones, que impulsa a los arqueólogos a interesarse por una reflexión sobre su propia historia (aunque esto no

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PRÓLOGO

explica la escasa participación gallega (2)), y las diferentes tradiciones de cada centro investigador. Hemos de comentar que el congreso atrajo también a un número importante de especialistas extranjeros o residentes fuera de nuestras fronteras, cuyos trabajos enriquecieron enormemente el debate, permitiendo contextualizar la historiografía realizada en España y en Europa en un marco más amplio. Por otra parte, y como es lógico, hay ausencias que habríamos querido evitar y temas poco estudiados sobre los que hubiéramos deseado más textos, como las primeras instituciones que contribuyeron de una u otra forma al desarrollo de la arqueología, la legislación, la situación en otros países, las revistas especializadas y los manuales, la enseñanza de la arqueología en universidades y otros centros de mayor o menor carácter oficial (Escuela Superior de Diplomática (3), Ateneo, etc.). Para terminar nuestra crónica de la organización del congreso, cuyo resultado final tiene el lector en sus manos, habrá que hablar de la publicación de estas actas. Las decisiones sobre cómo estructurar el volumen no han sido fáciles y el resultado dista de ser perfecto, aunque creemos que es uno de los mejores posibles. Nuestro propósito ha sido ofrecer al lector un libro, no las habituales actas de congreso que en ocasiones se caracterizan por un desorden interno que dificulta la lectura. Por tanto, en ocasiones la resolución de integrar determinadas comunicaciones en un capítulo u otro ha sido casi necesariamente arbitraria, en el sentido de muy personal. Pero este tipo de decisiones no deja de ser, por otra parte, un privilegio editorial. En conclusión podemos decir que, a pesar de la autocrítica, estamos muy satisfechas de la acogida que tuvo el congreso y del alto nivel e interés de la mayoría de las comunicaciones presentadas, y creemos que este foro de debate debería continuar, sin que medien, esperamos, otros ocho años. Este congreso ha representado, desde nuestro punto de vista, un paso adelante en el conocimiento sobre nuestra propia historia, lo que nos debe ayudar a entender el carácter tanto de lo ya escrito y realizado como de nuestra producción actual, además de hacemos prudentes a la hora de comprender el significado y las implicaciones de lo que leemos, pues todo lo escrito responde aun momento histórico determinado, aunque sea lo mejor que en un momento dado la ciencia haya podido ofrecer.

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Por lo que se refiere al País Vasco, Ignacio Barandiarán nos comunicó en su día que en aquel momento no podía ofrecer nuevo material distinto al ya publicado por él. Lamentamos, por otra parte, la ausencia de M* Victoria Gobema, a quien la historiografía sobre la arqueología valenciana debe tanto

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A este respecto, y por motivos de fuerza mayor, no pudimos contar con la estimulante presencia de Gonzalo Pasamar e Ignacio Peiró.

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Margarita Díaz-Andreu y Gloria Mora

Queremos, por último, agradecer el apoyo y la ayuda de cuantas personas e instituciones han hecho posible la celebración del congreso y la publicación de sus resultados. En primer lugar Ricardo Olmos, que como jefe del Departamento de Historia Antigua y Arqueología del Centro de Estudios Históricos nos animó y avaló en todo momento: sin él el congreso no habría tenido lugar. Pedro Rodríguez Oliva, catedrático de la Universidad de Málaga, y Encamación Serrano, directora del Servicio de Publicaciones y profesora de dicha Universidad, han sido también piezas clave en la organización de la reunión, en la publicación de sus actas y esperemos que en la intención de llevar a buen fin la próxima conferencia. El congreso ha recibido subvenciones del C S IC y del Ministerio de Educación y Ciencia a través de la D G IC Y T . A estas instituciones, así como a la Universidad Complutense de Madrid y a la Universidad de Durham, queremos agradecerles su apoyo. Finalmente, queremos destacar la desinteresada y valiosa colaboración que en los días previos al congreso y durante el mismo nos prestó un grupo de recién licenciados de la Universidad Complutense de Madrid, sin los cuales la organización de las reuniones habría resultado simplemente un fracaso. A todos ellos -José Javier Aceituno Bocanegra, José Miguel Collado Palomo, Marta Díaz-Guardamino, Eduardo García Sánchez, Ana María Mansilla Castaño y Antonio Uriarte González-, así como a Julia Sánchez, del Centro de Estudios Históricos del CSIC, que ha llevado el peso de la maquetación y diseño de la cubierta de este libro, nuestro más sincero agradecimiento.

B ib l io g r a f ía ÁLVAREZ BARRIENTOS, J., y MORA, G., 1985 "El final de una tradición. Las falsificaciones granadinas del siglo XVIII". Revista de Dialectología y Tradiciones Populares, 40: 163-189. ARCE, J. Y OLMOS, R. (coords.). 1991 Historiografía de la Arqueología y de la Historia Antigua en España (siglos XVIIÍ-XX). Ministerio de Cultura. Madrid. AYARZAGÜENA SANZ, M „ 1992 La Arqueología Prehistórica y Protohistórica española. Tesis Doctoral en microfichas. UNED. Madrid. BARANDIARÁN, 1., 1985 "El progreso de la Arqueología prehistórica en el País Vasco". En Entre Euskadi y Euskalherria. Visicitudes de un concepto. Langaiak, 8-9: 85-102. 1987 "Los estudios sobre antropología prehistórica en el País Vasco”. Veleta, 4: 7-50. 1988 Enciclopedia General Ilustrada del País Vasco. I. Prehistoria: Paleolítico. Ed. Auñamendi. San Sebastián.

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PRÓLOGO

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Margarita D(az-Andreu y Gloria Mora

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I n t r o d u c c ió n

La r e f l e x ió n h is t o r io g r á f ic a en E s p añ a : ¿ u n a m oda o un REQUERIMIENTO CIENTÍFICO? Ricardo Olmos (*)

Y a en los años 30, un Don Pío Baroja historiador del romanticismo español señalaba con agudeza "esa extrañafalta de curiosidad de los españoles del siglo XIX por su historia viva" (1). Junto con D. Pío, muchos otros pensadores han certificado con expresiones similares el secular descuido o desinterés historiográfico de España, "uno de los pueblos donde mássucesos importantes se han desarrollado sin dejar rastro", como diría también por entonces, en 1934, Antonio de Obregón (2). N o sé si este tópico, repetido aún con cierta frecuencia entre nosotros, será o no justificado o si parecerá excesivo en un país en el que, es cierto, no han arraigado repertorios institucionales como el de la National Biography británica, si exceptuamos, con aquel carácter menos específico, las tempranas ediciones del Espasa, preñadas de datos biográficos, u otras enciclopedias similares. Tal vez no revalidaríamos de modo tan tajante la afirmación anterior quienes ahora nos asomamos a esa moda historiográfica que en este último decenio estamos viviendo en nuestra pequeña parcela de la arqueología, ebullición que nos convoca hoy, en esta sala, a muchos. Pero antes de adentramos más en algunos de los sentidos posibles de esta incipiente pasión y de detenemos en análisis pormenorizados, querría recordar algunos hitos, algunos nombres, algunos libros, algunas reuniones recientes que se acogen, de un modo u otro, a lo que prefieren llamar los franceses "histoire de l'histoire" y nosotros, "historiografía" (3) Es inevitable recordar el Congreso internacional que nos antecede, el de 1988, que coordinamos Javier Arce, Gloria Mora y yo mismo (4). Presiento que hay

(*) (1) (2) (3) (4)

Centro de Estudios Históricos, CSIC. Pío Baroja, Siluetas románticas o biografías extravagantes. Madrid, Espasa Calpe, 1934. Recensión al libro citado de Pío Baroja en Revista de Occidente, n° 132, junio de 1934: 335-344, especialmente p. 339. Sobre la “historia de la historia”, cf. Jacques Le Goff en La nueva Historia, Bilbao, Mensajero, 1988: 263- 294. Historiografía de la Arqueología y de la Historia Antigua en España (siglos XVIII-XX), Javier Arce y Ricardo Olmos (eds.), Madrid, 1991.

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Ricardo Olmos

una diferencia esencial entre aquel encuentro y éste. Tuvo aquél el encanto e incertidumbre de los inicios, pues en muchos casos se hollaba por vez primera una tierra "incógnita". Era además un Congreso genérico, casi sin límites, que pretendía desper­ tar el interés, reunir, conocer lo que se supiera entonces acerca de la historiografía de la arqueología y de la historia antigua en España entre los siglos X V III y X X . A sí de amplio y osado se propuso aquel encuentro. Fue una reunión de expectativas y tanteos. Necesitábamos orientamos en un terreno todavía virgen. No habíamos aún afilado los instrumentos ni fatigado la metodología. Y, sobre todo, estábamos inseguros. En mayor o menor medida nos sentíamos disconformes con el heredado orden social -y con el vigente- en el que se desarrollaba nuestra actividad profesional. Parecía preciso, ante todo, un primer cruce de miradas mutuas para saber cómo nos veíamos a nosotros mismos. Influía el modelo de Europa y la conciencia de un tiempo perdido, que urgía recuperar. Teníamos presente, sobre todo, la experiencia de Italia y aquellas críticas al pasado inmediato del grupo dialéctico de los primeros Dialoghi di Archeologia en cuya alteridad algunos aún nos mirábamos con esperanza (5). Compartíamos también nuestro interés con Francia, donde la historiografía se estaba ya articulando, al menos en nuestro campo, como una incipiente reflexión sistemática y global izadora. Quiero recordar dos hitos notorios, frutos recientes de este fervor francés hacia la historiade la arqueología: el sugestivo libro de Alain Schnapp La conquéte du passé. Aux origines de l ’archéologie, de 1993, que enriquece, con perspectiva actual, y dilata hacia otros campos las anteriores síntesis anglosajonas de Glyn Daniel o de Colin Renfrew (6). Y la tesis de estado, de tercer ciclo, de Evelyne Gran Aymerich, sobre la institucionalización de la arqueología en Francia y su proyección colonial en el extranjero, defendida en La Sorbona no hace todavía un año y actualmente en prensa en de Boccard, de París: un tema que tan estrechamente hoy nos afecta. En fin, en aquellos debates de 1988 reclamábamos el papel de las institucio­ nes de otros países, como las escuelas arqueológicas en España, cuya mirada pudiera, desde el contraste, ayudar a comprendemos mejor. Parecía entonces útil analizar nuestra situación asimétrica respecto al modelo de aquéllas. Había también mucho de experiencia personal, que iba a perderse definiti­ vamente en la memoria de nuestros predecesores. Eramos herederos de un estilo de

(5) (6)

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Mario Torelli, ‘Arqueología y fascismo'. En: J. Arce y R. Olmos (eds.): 243 ss. Alain Schnapp, La conquéte du passé. Aux origines de l'archéologie, París, eds. Carré; Glyn Daniel, 150 Years of Archaeology, Londres, Duckworth, 1978; G. Daniel y Colin Renfrew, The Idea of Prehistory, Edimburgo, 1986.

INTRODUCCIÓN

pensamiento vinculado, a la altura aún de 1970, a una retórica del saber individual, seguro de sí mismo, y a la representación carismáticadel maestro dotado de aura y envuelto todavía en una cierta consideración social, lo que definitivamente desaparecería ya con la muerte de estas figuras tan personales, inmediatas a-algunos de nosotros (7) Urgía, por tanto, una primera necesidad, puramente biográfica, que recuperara la memoria próxima. En 1988 se escuchó, tal vez por última vez, la palabra viva, a vuelta de historiografías, de Sir Ronald Syme, muerto pocos meses después (8). Asomó también la voz aislada de nuestra generación más vieja -hoy casi definitivamente desaparecidaen la figura de Don Julio Caro Baroja, que desgraciadamente no llegó a escribir ya su texto, referido a aquella generación de arqueólogos divididos y marcados por la guerra civil española. Escuchamos la contribución de un último, y ya enfermo, Alberto Balil, que rondaba por entonces la jubilación (9). Fueron, uno y otro, voces críticas y, en su momento, rebeldes. A nosotros, más jóvenes, nos tocaría la obligada tarea de revisar ciertos esquemas y discursos de la herencia pasada. Creo que apenas se logró cumplir ese oscuro deseo freudiano que conlleva lodo temprano intento de deconstrucción historiográfica, el de "matar al padre". Teníamos entonces conciencia de que en España y en nuestro campo se estaba iniciando la historiografía como tal disciplina, con su autonomía y plenitud como reflexión sistemática. Estaban en marcha varias tesis doctorales que, ya después del Congreso, vieron la luz y enriquecieron y afirmaron este campo. Recordaré sólo algunas, o, mejor, los nombres de las voces allí presentes: la de Jordi Cortadella, la de Gloria Mora, la de Gonzalo Cruz Andreotti, tres autores de tesis de enfoque y contenido historiográfico. En aquellos inicios parecía una necesidad inmediata, perentoria, el reunir materiales. A l no haberse afianzado aún la reflexión historiográfica se imponía una tendencia o exigencia previa: acumular datos puntuales, más o menos elaborados o, incluso, en bruto, al modo de documentos sobre los que trabar un día las diversas síntesis y proponer pautas y caminos para la interpretación. De este modo, nuestro anterior congreso trasladaba ciertas esperanzas al futuro. Parte de ese futuro, impreciso entonces

(7)

(8) (9)

Es un rasgo común al pensamiento de toda una época o, mejor, del largo final de una época. Cf., en el pensamiento filosófico, las reflexiones de Jürgen Habermas, "¿Para qué aún filosofía?”, en Sobre Nietzsche y otros ensayos, Madrid, Tecnos, 1982, p. 65. Ronald Syme, "Unrecognised authors from Spain". En J. Arce y R. Olmos (eds ): 15 ss. Alberto Balil, “Sebastián Basilio Castellanos. Un arqueólogo español en la encrucijada de dos mundos'. En J. Arce y R. Olmos (eds.): 57-58.

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Ricardo Olmos

y desordenado, es hoy el presente que aquí nos reúne. Sobre todo ello deberemos realizar estos días una reflexión conjunta. Se insinuó ya en 1988 el peligro de malinterpretar los sentidos fecundos de la historiografía. Recuerdo que Javier Arce, en la sesión de clausura del Congreso, nos puso en alerta ante algunas comunicaciones que realmente no tenían nada o casi nada de reflexión historiográfica. A l documento antiguo que algún comunicante nos expuso se habían aplicado, prácticamente, los mismos análisis -y defectos- de cualquier otra arqueología descriptiva al uso. Pero no se habían integrado estos discursos en aquel más amplio de la historia de las ideas propia del contexto que se analiza. Vale decir: del pensamiento crítico que trata de juzgar un tema histórico con cierto alejamiento y siempre desde las coordenadas sociales e ideológicas que lo justifican en su tiempo. Volveremos luego algo más a este tema. Pues la querencia historiográfica ha podido también convertirse en una cierta moda en nuestros estudios. En los inicios de esta convocatoria de hoy, y sin ánimos de aguar la fiesta, tal vez sea necesario alertar una vez más sobre las deturpaciones y abusos que están afectando a algunas de nuestras maneras de escribir la historia. Parece que la reflexión historiográfica se ha convertido en una necesidad ineludible y también en un lugar común, un tópos introductorio y previo a cualquiera de nuestras investiga­ ciones. El hábito ha podido trivializar la orientación de nuestra búsqueda. Se llegó a convertir en gesto mecánico lo que se pretendía actitud propia y espontánea de la vida. Es como si toda indagación requiriera un volver la vista al pasado como condición o excusa para introducir el presente. Existe aquí un consenso extendido sin, aparentemen­ te, autocrítica ni réplica sobre su pertinencia, su necesidad, sus límites. Puede ello implicarnos en una actitud científica consabida y ambigua. M uchos hemos prodigado este interés en foros diversos. Baste algún ejemplo reciente de estas inquietudes, expresadas con mayor o menor fortuna y bajo formas variadas: los ciento y pico años de historia del Museo Arqueológico Nacional se reunieron, en 1993, en una amplia exposición retrospectiva y en un no menor volumen de documentos y materiales que, sin duda, invitarán al lector a una necesaria interpretación futura o a un preguntarnos, críticamente, por la perspec­ tiva de estas viejas instituciones decimonónicas en la sociedad del siglo X X I (10). Otras exposiciones no están exentas de una dorada nostalgia -"¿de la pasada edad,

(10) A A .W . De Gabinete a Museo. Tres siglos de historia, Madrid, Ministerio de Cultura, 1993.

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INTRODUCCIÓN

qué me ha quedado"?- como la que ofrece la Residencia de Estudiantes sobre el crucero por el Mediterráneo del año 33 que capitaneó Manuel García Morente, expedición casi iniciática en la que participaron tantos arqueólogos e historiadores jóvenes, muchos de los cuales accederían a la enseñanza y al poder en décadas posteriores (11). Por cierto, el viaje com o formación y descubrimiento arqueoló­ g ico es otro de los temas que rondan en estos años como objeto de análisis y discusiones desde la historiografía (12). Se han cultivado también en esta década última las reuniones monográficas. Los colegas andaluces, en coloquios y cuidados volúmenes sevillanos de 1993 y 1995 -sus editores son José Beltrán y el llorado Fernando Gaseó- han propuesto una revisión de la historia antigua en Andalucía bajo el título unificador La Antigüedad com o argumento: patrimonio, erudición, coleccionismo, institucio­ nes museísticas, perspectivas diversas de la indagación arqueológica o de la interpre­ tación histórica del mundo antiguo se dan cita en estos volúmenes que arrancan desde el Renacimiento (13). Pero ha cundido, sobre todo, una inquietud por el pasado inmediato, el que nos implica ya a todos inevitablemente, si bien desde una cierta asepsia social, es decir, sin una autorreflexión del investigador en cuanto implicado científicamente en su tiempo de responsabilidad histórica. Así, los Veinte años de Arqueología en España, que en 1991 motivó un volumen de la Asociación Española de Amigos de la Arqueo­ logía (14). O esa reunión, más reciente, sobre los iberos en los albores del año 2000, coordinada por Manuel Bendala y por Juan Blánquez que nos proponen una reflexión sobre las tendencias de la investigación ibérica en esta pasada década (15). Demiurgos envueltos en el sagrado y absoluto quehacer científico, se nos está escapando, tal vez, la dialéctica de nuestra propia comprensión como hacedores de historia (16). Va faltándonos el estímulo sensible de las tensiones sociales e intelectuales externas que provocan y motivan en ciencia.

(11> Crucero Universitario por el Mediterráneo (Verano de 1933), Madrid, Residencia de Estudiantes, 1995. (12) Para el siglo XIX, cf. R. Olmos, Lecturas del arte antiguo en la literatura española del siglo XIX. En VII Jomadas de Arte. Historiografía dotarte españolen los siglos X IX y XX. Madrid, CSIC, 2 2 -2 5 de Noviembre de 1994, Madrid, 1995 (editorial Alpuerto): 171-185. Cf. en este mismo Congreso de hoy la ponencia de Pedro Rodríguez Oliva. (13) Cf. la recensión al primer volumen de estas actas de G. Mora y M. Diaz-Andreu en AEspA, 6 8 .1 9 9 5 :3 1 5 317. (14) Boletín AEAA n°s 30-31, enero-diciembre 1991. (15) REIb, 2 , 1995. e.p. (16) Cf. Jürgen Habermas, dt. (n. 7): 71-72, sobre esta reflexión desde el quehacer filosófico en la Alemania contemporánea.

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Otro fenómeno de singular relevancia: el retomo al libro antiguo, antes prácticamente olvidado por las generaciones más proclives al positivismo. Este renace y se multiplica, a veces con reediciones en facsímil, como las Antigüedades Prehistóricas de Manuel de Góngora, que ha sacado en 1991 la Universidad de Granada (17). O aquellas otras que fomenta una editorial privada de Valencia, donde encontramos desde las reediciones de José Ramón Mélida a la respuesta del deán José Ortiz a D. Enrique Palos y Navarro sobre las antigüedades de Sagunto, de 1812 (18). Yaempieza a hablarse de clásicos comentados en la aún breve colección que, con ese título -"Clásicos de la arqueología de Huelva"-, viene editando la Diputación de esa provincia. Creo que podríamos citar muchos más ejemplos. Pero en fin, creo que son, todos ellos, significativos de la multiplicidad de intereses y de búsquedas destina­ dos a un público amplio tan devoto en el reencuentro científico con el pasado como fervoroso de evocaciones y "reviváis". Y

todo ello ¿por qué? ¿Qué ha motivado esta eclosión, este interés p

recuperar críticamente o, simplemente, por revivir el pasado en esta multiplicación de las ediciones, de las tesis, de los encuentros, de la divulgación? Creo que, efectivamente, ha podido ya iniciarse tímidamente una varia­ ción en la forma y modos de escribir la historia. Posiblemente, se ha experimentado un cierto cambio en la valoración de los intereses. Va cediendo ese positivismo exacerbado de décadas anteriores que sólo valoraba el presente y el dato puntual, analítico y clasificatorio, que pudiera hacer avanzar una ciencia lineal, evolutiva, con la mirada sólo pendiente hacia adelante. Desde la perspectiva de quien no logra ser más que un mero técnico y no un pensador, cualquier teoría del pasado, por el hecho de ser antigua, ya es vieja. El pasado científico es considerado por éste un tiempo "sobrepasado", de manera que sus teorías le parecen monstruos incomprensibles (19). Según este criterio hacer historia de la ciencia sería, con palabras de Alexander Koyré, algo así como rebuscaren ese Graveyard o f forgotten theories, o indagar en la Geschichte der menschlischen Dummheit, "la historia de la estupidez humana". A l remontar el curso del tiempo, nos

(17) Manuel de Góngora y Martínez, Antigüedades Prehistóricas de Andalucía, Archivum, Universidad de Granada, 1991. (18) Respuesta del doctor Ortiz, deán de la Insigne Colegial de la Ciudad de Xátiva, a la carta que le dirigió D. Enrique Palos y Navarro, juez conservador de todas las antigüedades de Sagunto, 1812. Librerías ParísValencia. De Mélida se ha reeditado, por ejemplo, su traducción y reelaboración del Vocabulario de términos de Ane de J. Adeline, Madrid, 1887. (19) Alexander Koyré, Pensar la ciencia (= Études d'histoire de la pensée philosophique, París, Gallimard), Barcelona, 1994: 53.

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INTRODUCCIÓN

dirá aún Koyré, sólo se encontrarían las teorías en el curso de su muerte, envejecidas, ajadas, escleróticas. Pero hoy el arqueólogo empieza a asumir una función esencial de todo hi storiador q ue es la de reencontrar esas teorías "en su primera juventud, en todo el esplendor de su belleza; sólo el historiador, rehaciendo y repasando la evolución de la ciencia, capta las teorías del pasado en su nacimiento y vive con ellas el impulso creador del pensamiento" ( 2 0 ) .

Estas incisivas palabras de Koyré podrán hoy aún servir de introducción a una reflexión fecunda en los inicios de este congreso de historiografía. No tiene sentido volver la mirada al pasado para buscar cadáveres en el cementerio de la historia si lo que vamos a hacer es, simplemente, esclerotizar el pensamiento, aplicar nuestro discurso de siempre y nuestro lenguaje desgastado a las reflexiones de quienes nos precedieron. Introducirse en el pasado exige y conlleva encontrar nuevas formas de pensamiento. Ocuparse de historiografía sería, con palabras prestadas de Paul Veyne, rebuscar en la historia lo interesante, lo diferente (21). Y también, en cierto modo, reencontrar la originalidad de las palabras, que hoy ya usamos desgastadas, meros clichés vacíos por la usura del lenguaje en ciencia. En menor medida, se trata de justificar en su tiempo histórico los porqués de la diversidad -o la monotonía- del pensamiento. Acumular materiales -una obsesión, ¡pero tantas veces necesaria en nuestro oficio!- puede también hacernos perder la perspectiva. En esa tarea yo diría que somos hombres aún del X IX , el siglo positivista por excelencia que multiplicó los decorados y disfraces en las guardarropías de la historia. Recomendaría a todos quienes aquí nos reunimos una lectura detenida de la segunda de las Consideraciones intempes­ tivas de Friedrich Nietzsche (1873-1876). Su segunda consideración, De las ventajas e inconvenientes de la historia para la vida, se dirige contra el excesivo crecimiento del material para el saber histórico, bajo el cual la auténtica vida amenaza con quedar asfixiada (22). Gianni Vattimo nos lo glosa así (23):

"al hombre de ese siglo [-el X IX - ] le es dado

más material cognoscitivo sobre el pasado que el que puede asimilar, digerir: tal material pesa sobre el estómago y causa esa Talla de estilo' en que consiste propiamente la decadencia. (...) El exceso de conciencia y de conocimiento histórico es causa al mismo tiempo de la incapacidad de producir formas nuevas y del 'remedio', aún peor que el mal, para esa incapacidad. Vale decir el eclecticismo historicizante"-.

O las

(20) Koyré, cit. (n. 19): 53. (21) Paul Veyne, Le quotidien et l'intéresant. Entretiens avec Cathérine Darbo-Peschanski, París. Les Belles Lettres, 1995. (22) Friedrich Nietzsche, Unzeitgemásse Betrachtungen, zweites Stück: "Vom Nutzen und Nachteil der Historie fürdas Leben", 1874. (23) Gianni Vattimo, Introducción a Nietzsche (Introduzione a Nietzsche, Roma, 1985), Barcelona, Nexos, 1990: 39-41.

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penetrantes glosas de Michel Foucault a esta misma intempestiva, en su iluminador librito sobre Nietzsche y la genealogía de la historia (24): "(...) el siglo X IX -d ic e

Foucault-es

espontáneamente historiador: la anemia de sus fuerzas, (...) su imposibilidad de crear, su ausencia de obras, la obligación que tiene en apoyarse en lo que antes y en otras partes se hizo, le obligan a la baja curiosidad del plebeyo".

Hasta aquí Nietzsche, en los comentarios de Vattimo y Foucault. ¿No nos

ocurre algo parecido, un siglo y pico más tarde? ¿Seremos capaces de digerir toda esta información que estamos día a día acumulando, que nos desborda, nos ahoga y puede impedirnos la actitud creativa que reclamamos para la historia? ¿No podrá ser hoy nuestro fervor historiográfico una muestra solapada de esa carencia de frescura, de nuestra anemia y agotamiento ante la historia? Querría provocar al auditorio con estos textos para que la reflexión historiográfica, lejos de consolidarse como moda fácil o como actividad superficial de un dilettante, se convirtiera en necesaria tarea: delicada, creativa y difícil. No basta con ser, sencillamente, arqueólogos para hacer, en nuestro caso, historia de la arqueología, acumulando datos y datos que nunca llegaremos a digerir. Caeríamos atrapados en la trivialidad de la búsqueda. Será preciso conocer profundamente la época que es objeto de nuestro análisis, y saber por qué tal autor dijo lo que dijo y por qué lo dijo de tal modo y no de otro. Cuáles fueron sus condicionantes y limitaciones, cuáles las ideas heredadas, cuáles las dificultades de su pensamiento, de su actividad, de su escritura, en qué hubo innovación y en qué no; cuál fué su originalidad cuando formuló sus conjeturas; qué recepción tuvo en su época y con quién compartió inquietudes e ideas, etc. Todo ello requiere una elaboración crítica y creadora. Si el tema que nos ocupa es, además, el de la paulatina y compleja institucionalización del quehacer arqueológico con la dialéctica entre individuo y sociedad, los cauces legales que configuran la actividad de éste, los pactos humanos y los ideales colectivos que le mueven, la perspectiva entonces se complica. Habríamos de ser también expertos en la sociedad de los siglos X V III, X IX o X X , si analizamos temas de esas épocas respectivas. Los hábitos científicos y profesionales se plantean a través de los condicionantes sociales, de las demandas y ofertas de la sociedad. Indagar en la arqueología de los siglos pasados implica, repito, conocer con profundi­ dad el entramado e inquietudes de la época. Exige preguntarnos por los modos de transmisión del conocimiento y su recepción por el público, es decir, por la sociedad

(24) Michel Foucault, Nietzsche, la genealogía de ¡a historia, Valencia, Pre-textos, 1992: 60.

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INTRODUCCIÓN

que acoge y promueve el pensamiento. Deberíamos empezar por la misma cristaliza­ ción del lenguaje y analizar los usos de los términosque conforman el campo semántico de lo que en tal o cual momento se ha ido llamando, de un modo u otro, anticuarismo, coleccionismo o arqueología. Se requeriría ya una indagación, por ejemplo, sobre la mutación de sentidos y connotaciones que va adquiriendo la voz "arqueólogo" o "arqueología" a lo largo del siglo X IX , tanto en la literatura como en la prensa ilustrada, en la enseñanza, en los Museos, en los viajes, en los relatos, en las descripciones técnicas. Y, del mismo modo, habríamos de enfrentarnos con el vocabulario especia­ lizado o compartido en esta naciente disciplina. Una indagación de este tipo, digo, sería exigencia previa y alumbraría con luz enriquecedora nuestra visión del tema. La diversidad de formas de hacer la historia, a la que se tiende crecientemente en estos años -recordemos el libro colectivo, de 1991, que coordinó Peter Burke, una simple muestra de una inquietud y diversidad mucho más amplia (25) implica también de lleno nuestra mirada historiográfica. Siguiendo nuestro pensamiento, que estoy situando preferentemente en ejemplos de la seguda mitad del X IX , habríamos de conocer bien los modos que se utiliza entonces en la escritura de la arqueología; o cómo era su enseñanza, los pequeños manuales que se utilizaban, quiénes y para quién los escribían; la vulgarización en los textos docentes, etc.; o la permeabilidad de la arqueología a través de los relatos, los cuentos, las novelas, donde los límites de la ficción y la indagación científica se disuelven (26). Ello nos llevaría también a los cauces de los libros de viaje o aventuras que divulgan los descubrimien­ tos entre la burguesía del occidente industrial. Y a su transmisión mediante las metáforas del dibujo, la pintura, el grabado, los usos de la temprana fotografía, etc.: una visión de la arqueología que se difunde en libros, revistas ilustradas, exposiciones universales y salas de Museos, etc. No menos importante sería la mudable conside­ ración económica, social y psicológica del anticuario y del arqueólogo, con el creciente prestigio de este último que culminará hacia finales del siglo X IX e inicios del X X . N o es, pues, la historiografía tarea fácil ni de uno solo. Los diversos juegos entre el autor como protagonista de la arqueología, por un lado, y el receptor la sociedad-, por otro, pasarán estos días por el tamiz de la institucionalización

(25) Peter Burke (ed.), Formas de hacer la historia (= New Perspectives in Histórica! Writing, 1991), Madrid, Alianza, 1993. (26) Cf. R. Olmos, cit. (n. 12): 171-185.

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Ricardo Olmos

progresiva de esta actividad que quiso abrirse paso en la ciencia. Tal complejidad exigirá el esfuerzo conjunto de especialistas en las parcelas diversas del pensamiento y de la historia. Repito: no es labor exclusiva de arqueólogos. Habremos de descomponer las reducidas parcelas, tan compartimentadas, de nuestros usos académicos para abrirnos a una historiografía, sin mojones, del futuro. En el Congreso que hoy se inicia somos tres quienes figuramos como organizadores, junto con un equipo de asesores científicos que amablemente nos apoyan y orientan. El peso y la maduración de las ideas han recaído fundamentalmente en dos investigadoras, las Dras. Gloria Mora y Margarita Díaz-Andreu. Bien es sabido que el Congreso es de todos, no sólo de quienes lo organizan. Pero sería injusto no mencionar que, en los inicios de su gestación, cuando en sucesivos momentos ellas nos propusieron a Pedro Rodríguez Oliva, a Javier Arce y a m í el promover esta idea que aquí nos convoca, les indiqué con claridad que hace ya siete años dos de nosotros tuvimos el privilegio y el derecho de compartir, junto con otros, la voz coordinadora. Era, por tanto, justo y muy conveniente que la generación siguiente tomara ya plenamente el relevo en la organización de este nuevo Congreso, en la convocatoria clara de sus objetivos, en la formulación de los enfoques metodológicos y de los temas, aunque nos toque luego a todos la discusión y el contraste enriquecedor hacia las propuestas múltiples que surgirán de estas jornadas. Pero para lograr este objetivo era preciso superar una dificultad, de todos conocida: el retraso creciente año tras año, el bloqueo en el acceso al puesto fijo y, por tanto, a la estabilidad del nombre que nos abre a esa pequeña, pequeñísima parcela de poder, otorgada ritualmente por la sociedad, gracias a la cual nos movemos hoy en el ámbito académico de la arqueología y de las instituciones que la financian y apoyan. En mi opinión, ello podría impedir o dificultar que las generaciones más jóvenes promovieran lo que nosotros logramos hace unos años, tal vez con un cierto desahogo y un menor esfuerzo burocrático. Por ello figuro también yo como organizador, aunque mi esfuerzo y presencia son secundarios. Quiero expresar esta consideración como un deber previo pues es, en sí misma, parte integrante de nuestro congreso: una faceta que nos implica a todos, vital e institucionalmente, com o investigadores. M i tarea, pues, será aquí la de ceder el relevo a esta Voz nueva con la que deseamos todos compartir ideas. Gloria Mora y Margarita Díaz-Andreu han promovido fundamentalmente las líneas que guían hoy esta reunión. Ellas han perfilado, con detenimiento y riesgo, el programa que tenemos en nuestras manos. Restan ya los agradecimientos institucionales. A l Centro de Estudios Históricos, cuya directora hoy nos representa, y al Organismo, más amplio, del CSIC que

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INTRODUCCIÓN

también nos apoya. A la D GICYT, por su ayuda económica. A la Comunidad de Madrid, cuya aportación, no confirmada aún, sin embargo esperamos. Al Ministerio de Cultura y a la Universidad de Málaga que han prometido su inestimable apoyo en la coedición, que deseamos inmediata, de las Actas. A pesar de todos estos nombres nos encontramos ante un congreso pobre y con recursos materiales muy limitados. Lo notaréis enseguida, si no lo habéis hecho ya, en el transcurso de estas jornadas. Lo que no impedirá la fecundidad en la discusión y la vitalidad en el intercambio de ideas. Un grupo de jóvenes licenciados y universitarios, que identificaréis enseguida por sus evocadoras camisetas, amable y desinteresadamente nos están prestando estos días una colaboración generosa que hará posible disimular en parte nuestra escasez de medios. Espero que sepáis comprender estas y otras limitaciones y deficiencias, lo que intentaremos suplir todos con un buen hacer científico y un mejor congreso. Muchas gracias.

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Jesús de la Ascensión Salas Alvarez

B ib l io g r a f ía ARCE, J. y OLMOS, R„ (eds.), 1991 Historiografía de la Arqueología y de la Historia Antigua en España (siglos XVIII-XX). Ministerio de Cultura. Madrid. FILTER RODRÍGUEZ, J.A., 1986 Orígenes y Fundación de La lMisiona, El Campillo y Cañada Rosal. La Colonización de Carlos IIIen la Campiña Sevillana. Edit. Ayuntamiento de La Luisiana (Sevilla). Sevilla. LÓPEZ, T., 1989 Diccionario Geográfico de Andalucía: Sevilla. Reimpresión de laed. Madrid, 1786. Edit. D. Quijote. Granada. LÓPEZ ONTi VEROS, A., 1979 "Parcelarios geométricos en la Campiña de Córdoba". En VV.AA.: Estudios sobre Centuriaciones Romanas en España. Universidad Autónoma de Madrid. Madrid: 35-60 MADOZ, P „ 1850 Diccionario Geográfico-Estadístico-Histórico de España y sus Posesiones de Ultramar. Madrid. MORA, G „ 1991 "Arqueología y Poder en la España del Siglo XVIII". En Arce, J. y Olmos, R. (eds.): 31 -32. PONS1CH, M., 1979 Implantation Rurale Antique sur le Bas Guadalquivir, 1.11. Edit. Mélanges de la Casa de Velázquez. Paris. PONZ, A., 1972 Viaje de España, t. XVII, carta IV, n° 73. Reimpresión de la ed. de Madrid, Viuda de Joaquín Ibarra, 1792. Edit. Atlas. Madrid. SALAS ALVAREZ, J. de la A., 1992a ' Prospección Arqueológica Superficial del Término Municipal de La Luisiana (Provin­ cia de Sevilla)". Anuario Arqueológico de Andalucía 1989, t. II. Edit. Consejería de Cultura, Junta de Andalucía. Sevilla: 124-132. SALAS ALVAREZ, J. de la A.. 1992b "Excavación Arqueológica de Urgencia en los Baños Romanos de La Luisiana (Provincia de Sevilla)".Anuario Arqueológico de Andalucía 1989, t. III. Edit. Consejería de Cultura, Junta de Andalucía. Sevilla: 405-411. -, 1993 "Consideraciones en torno a la Centuriación Romana de La Luisiana (Sevilla)". IIo Congreso Peninsular de Historia Antigua (Coimbra, Octubre de 1990). Faculdade de Letras. Istituto de Estudos Clássicos e lstituto de Arqueología. Uni versidade da Coimbra. Coimbra: 701-714. 1994 "Obra Pública de Iniciativa Real en la Campiña Sevillana. La Colonia de La Luisiana". IaJornadas Ibéricas de Arqueología Industrial (Sevilla-Motril, Octubre de 1990). Edit. Consejería de Cultura. Junta de Andalucía. Sevilla: 599-606. MINISTERIO DE CULTURA (ed.), 1984 Arqueología, 83. Madrid: 54.

C a p itu lo II L a A r q u e o lo g ía en E s p a ñ a y en E u r o p a en e l s ig lo

XIX

P ercursos

da

A

r q u e o l o g ía

C

l á s s ic a e m

P o rtug al:

da

gOCIEDADE ARCHEOLOGICA LUSITANA (1849-1857) AO MODERNO pROJECTO DE CONIMBRIGA (1962-1979) Garios FabiSo (*)

1. E s c l a r e c im e n t o

p r é v io : a s r a z ó e s de u m a e s c o l h a

N o ámbito do tema de abordagem proposto pela organizado do II Congreso de Historiografía de la Arqueología en España (Siglos X V Ü I-X X ), afiguravase pertinente tratar questóes relacionadas com a institucionalizado das práticas arqueo­ lógicas, entendidas numa perspectiva ampia, englobándoos problemas de investigado, conservado, d ivu lgado e musealiza^ao de sitios e artefactos. N o quadro dos meus interesses mais específicos, parecía conveniente que abordasse aspectos mais directa­ mente relacionadas com a arqueología do período romano. Resulta, pois, da confluencia destes factores uma primeira d efin id o do tema a tratar: um aspecto do quadro institucional da arqueología do período clássico, em Portugal. De entre as múltiplas possibilidades de abordagem, optei pela escolha de uma, onde de forma particular se conjuga o surgimento, desenvolvímento e ac?ao de instituigoes específicamente relacionadas com as práticas arqueológicas, entendidas no sentido ampio que se referiu: os projectos de estudo, valorizado e musealiza^áo de cidades antigas que nao conheceram uma ocupado moderna/contemporánea de dimensáo e relevancia análoga á do período romano. Este peculiar tipo de sitios arqueológicos constituí, á partida, um pode­ roso factor de atracgáo para os investigadores e para as autoridades da mais diversa ordem (poderes centráis, regionais ou locáis) e, inclusivamente, para os investidores (públicos e privados), para os primeiros pelo seu enorme potencial científico; para os segundos pelo seu potencial "mediático", já que, pela sua dimensáo e monumentalidade, se prestam a uma "visibilidade" rara no contexto dos sitios de interesse arqueológico. Poroutro lado, a implantado marginal em rela d o ás recentes redes depovoamento que por norma tém, quase sempre razáo próxima da sua nao continuidade no tempo, faz

(*)

Departamento de Históría da Faculdade de Letras . Universidade de Lisboa

105

r

Carlos Fabiáo

_________________________________________________________________ ___

dcstes locáis território de eleigao para investigagóes de maior fólego, nao sujeitas aos constrangimentos c limitagóes que pesam sobre o estudo dos aglomerados subjacentes a grandes núcleos actuais; permitindo, também, que os diferentes poderes e investidores manifestem a seu respeito urna sensibilidade e preocupado que, nao poucas vezes, se esbate, quando estáo em causa outros interesses, mais concretos e actuais... Finalmente, a dimensao e complexidade das intervengóes arqueológi­ cas em antigos espatos urbanos, e os problemas de natureza patrimonial que as mesmas suscitam, tornam-nas tarefa impraticável para esfor^os individuáis, sendo, por isso mesmo, o território privilegiado para as aegóes institucionais, sendo, muitas vezes, os próprios sitios o elemento gerador dessas in s titu y e s , como tem sido o caso em Portugal. Pareceu-me, por isso, que um percurso em torno da problemática de urna arqueología de. sitio das cidades romanas, nao sobrepostas por aglomerados mais recentes, constituiría um bom fio condutor para a indagagáo de algumas tendencias, de «longaduragao»,daarqueologia institucional portuguesa, suas virtualidadese fl aquezas. As grandes balizas cronológicas, coincidentes com boa parte do ámbito cronológico proposto, sao fornecidas pela constituido e acgáo da Sociedade Archeologica Lusita­ na (1849-1857), a primeira agremiagao específicamente arqueológica que se constituí u em Portugal, vocacionada para a escavano das ruinas de Tróia (Grándola); e o moderno projecto de Conimbriga, simbólicamente delimitado pelas datas de 1962, ano da inauguragao do seu Museu Monográfico (o primeiro do género no país) e o período em que decorreram as campanhas de escavagóes luso-francesas naquela cidade romana, de 1964 a 1971, cuja publicagáo conferiu projeegao internacional ao sitio (Alarcao/Etienne 1974-9 e 1975). Fora deste ámbito cronológico ficam algumas aegóes, como as promo­ vidas pela Real Academia da Historia (1720-1760) (Fabiao, 1989: 16-8e 1995: 77-8 e Ribeiro, 1871: 169-170) e, depois, pela Academia Real das Sciencias (sobretudo desde 1795) (Ribeiro, 1872:37-51 e278), pela Biblioteca Maior da Real Biblioteca de Lisboa (desde 1802) (Fabiao, 1989: 25 e 1994: 151, 158-9), ou, ainda, as da Real Associagáo dos Architectos Civis e Archeólogos Portugueses (desde 1863) (Santos, 1904 e Fabiao, 1995: 80-2) que, em boa verdade sao muito mais aegóes pontuais c pessoais de membros das instituigóes, do que propriamente aegóes institucionais. Excluidos desta abordagem ficam, também, os percursos de diversas personalidades que, embora tenham desenvolvido as suas investigagóes por iniciativa própria, trabalharam a partir de enquadramentos institucionais de relevancia e receberam, por

106

PERCURSOS DA ARQUEOLOGIA CLÁSSICA EM PORTUGAL ..

vezes apoios específicos de alguma instancia do Poder. Refiro-me, concretamente, ás múltiplas investiga§oes de Fr. Manuel do Cenáculo Villas-Boas, bispo de Beja e arcebispo de Évora, em diferentes locáis do sul de Portugal, entre os quais o próprio aglomerado de Tróia, no último quartel dcrséculo X V III e primeiro decénio do X IX (Fabiao, 1989: 20); ás escavagoes de Francisco Xavier Fabri, arquitecto da Casa Real Portuguesa, no teatro romano de Felicitas Iulia01isipo,em 1797 ou 1798 (Fabiao, 1994: 150-1 e 157-8); ás de Cunha Rivára, bibliotecario da Biblioteca Pública Eborense, no conhecido templo do forum de Liberalitas lidia Ebora, em 1845 (B.P.E., Arm., 30, n. 2; Hauschild ,1994: 321-3), completadas pelo restauro do monumento, empreendido em 1870-71 por Augusto Filippe Simóes e José Cinatti, com o apoio da autarquía local (Simóes, 1888: 138-141); e a toda a ac^ao de Estácio da Veiga, ao servido do governo de Fontes Pereira de Meló, em Mértola e no Algarve, desde 1877 a 1891 (Veiga, 1880: 1-15; Gongalves, 1980 e Pereira, 1984). 2. T r ó i a e C

o n im b r ig a :

o s a n te c e d e n te s

Ambos os sitios sao, ao que julgo saber, suficientemente conhecidos pela comunidade científica, inais o segundo que o primeiro, dispensando, por isso mesmo, urna apresentagáo prévia. Mais extensamente tratada foi a antiga cidade das imediagoes de Condeixa, pelo que, no presente texto, maior atengao será concedida ao centro «industrial» do estuário do Sado. Em qualquer dos casos estao publicadas relagóes modernas das respectivas bibliografías, o que permite poupar bastante ñas referencias - v., respectivamente, Etienne/Makaroun/Mayet, 1994: 171-174, e Alarcao/Etienne, 1979: 209-237; e, ainda, para alguns textos menores, Oliveira, 1984, 1985 e 1993. Tanto Tróia como Conim briga aparecem mencionadas com o antigas povoagóes romanas desde o século X V I, a primeira incorrectamente identificada como a Caetobrix/Caetobriga dos geógrafos greco-latinos, a segunda desde logo bem designada, embora alguns debates posteriores tenham relanzado, efemeramente, dúvidas sobre o seu antigo nome. Ambas atraíram a atengao de quase todos os eruditos e antiquários dos períodos subsequentes, mais a primeira do que a segunda, já que a dinámica do estuário do Sado revelava periódicamente novos aspectos daquele grande centro de transformagao do pescado. Em ambos os casos, também, se verifica a recolhaprecoce de determinados objectos, principalmente moedas, por parte das pequeñas comunidades instaladas nos locáis -pescadores, em Tróia, agricultores, em Condeixa-a-Velha-, que eram vendidas aos viajantes e curiosos que ali se deslocavam.

107

Carlos Fabiao

O aglomerado sadino foi, no entanto, o que maiores atengóes concitou, certamente por ser aquele que maior "visibilidade arqueológica" apresentava. Como se referiu, ali terá escavado Fr. Manuel do Cenáculo Villas-Boas, nos fináis do século X V III, em intervengo limitada, sobretudo orientada para a recolha de elementos que permitissem documentar os locáis de povoamento da descendencia de Noé e, natural­ mente, uma precoce presenta da verdadeira religiáo no extremo ocidente peninsular (Delgado, 1949: 236). A o que parece, terá havido novas escavanes no local, por incumbencia da rainha D. Maria I (Costa, 1924:317), embora as in fo rm a le s sobre estes trabalhos sejam ainda mais escassas do que as relativas á análoga iniciativa do Arcebispo de Évora. Mais tarde, em 1849, a ideia de efectuar mais extensas e continuadas escavanes animou a constituido da Sociedade Arclieologica Lusitana.

3. A S

o c ie d a d e

A

r c h e o l o g ic a

L u s it a n a

e as

R

u In a s de

T

r ó ia

A Sociedade foi constituida por um grupo de cinco jovens em torno do Padre Gama Xaro, seu "guia e mestre", ñas palavras de um deles (Carvalho, 1896: 11). Da personalidade do sacerdote, á data prior da freguesia de S. Sebastiao, em Setúbal, mas que viria a terminar a sua carreira eclesiástica como cónego da Sé de Lisboa, nos fala o seu discípulo e socio fundador da agrem iado Almeida Carvalho, definindo-o como: "(. ..)poucocom unicativo,esem preque podía, conservava-se no retiro do seu gabinete, vi vendo quasi sempre entre livros e papéis, e applicado aos estudos archeologicos. O fervor com que os abra^ava, levava o a passar frequentemente á margem esquerda do Sado, que por largos annos visitou, e onde de continuo fazia pesquizas por entre as dunas, que encerravam as ruinas d ’aquellaantigacidade dcCetobriga. N ’umadas m3os levava um livro, na outra um sacho, e assim por lá divagava e se aprazia d'aqui e d’ alli escavar, d ’acolá e d’além a ir descobrindo mais ou menos antigualhas, que lhe serviam de estudo e regalo"

(Id: 10).

O mesmo fundador da Sociedade Archeologica deixou-nos sugestivos apontamentos sobre o ambiente em que se gerou a agrem iado, numa época conturbada (1849), "(...) quando ainda nao se tinham extincto os restos de inalquerenfas nem apagado os ressaibos de passadas dissens6es, e sobre Setubal pairavam ainda as sombras das trevas tempestuosas d ’essas convulsoes políticas e luctas (raticidas

(...)" -o autor refere- se a toda a agita^ao política que marcou a

primeira metade do século X IX em Portugal -"(...) alguns individuos, uns pordesenfadoediversáo do espirito, outros poraffeigoados ás cousas antigas, continuavam passando quasi diariamente algumas horas do dia e da noite em casa de Gama Xaro, e por vezes o acompanhavam ñas suas excursSes pelos areiais da Trota (...) Foi d ’essas reunióes, conversas ou palestras, quasi continuas, de um pequeño grupo de homens (...) que, em casa do distincto archeologo, onde, por assim dizer, só se fallava de archeologia, pondo-se de parte opinióes pol iticas, nasceu a idea de se encelar um ensaio de exploragSo ou reconhecimento no local d 'aquellas ruinas (...)"

108

(Id:

1 1).

PERCURSOS DA ARQUEOLOGIA CLÁSSICA EM PORTUGAL ..

Este testemunho possibilita a caracterizagao do ambiente cultural onde germinou o projecto: um sacerdote ensimesmado, que busca no passado um seguro refugio contra as agruras do seu tempo, no qual nao se reconhece -leve urna brevíssima e amargurada passagem pelo Parlamento,-em 1840, eleito pelo círculo de Beja, sua cidade natal- entusiasma um grupo de jovens que, nesse mesmo passado, encontra o espago ideal para o desenvolvimento de urna sociabilidade e acgáo cívica que permite contornar o que potencialmente os afasta. O passado é, deste modo, o ponto de convergencia de um microcosmos burgués e urbano, e o seu estudo constituí o motor de solidariedades e de um associativismo anódino, no quadro de urna sociedade cansada da dissengao política, ñas vésperas da "Regeneragao". A sensibilizagáo e o interesse de Pedro de Sousa Holstein, primeiro Duque de Palmela, prestigiadíssimo estadista, referencia emblemática do liberalismo aristocrático e moderado, já entao também retirado das lides políticas, terá sido fundamental. O projecto de Estatutos que o núcleo fundador lhe enviou, em 1849, justificou um encontro em Setúbal no primeiro dia de Novembro desse mesmo ano, que decorreu em clima de euforia e de verdadeira apoteose popular, culminando com a atribuigáo da Presidencia da Sociedade, a título perpétuo, ao Duque (Id.: 12-20). Igualmente por iniciativa e patrocinio de Sousa Holstein, os membros da Sociedade foram recebidos na Corte e o rei Fernando II, mecenas das artes e particularmente activo na promogáo de acgóes de conservagao do patrimonio histórico portugués (Franga, 1974: 486-7), acarinhou o projecto, assumindo-se como Protector da instituigáo. Por Alvará de 27 de Margo do 1850 foi autorizada a Sociedade Archeologica Lusitana e os seus Estatutos aprovados (Ribeiro, 1879: 304).

3.1. Objectivos da Sociedade Archeologica Lusitana Os objecti vos da nova agremiagao encontravam-se claramente explicitados nos seus Estatutos: "(...) promover por todos os meios

ao seu alcance, e effectuar urna e x c avad o ñas

ruinas da antiga Cetobriga, e adquirir luzes e conhecimentos sobre a historia, geografía e costumes antigos

(...)" (Art. 2o);

"Formar-se-ha na villa de Setubal um M useu Archeologicodosobjectosquesedescobrireni.

os quais ficam sujeitos á alta inspecgao do governo, para que, em conformidade dos alvarás de 20 de Agosto de 1721 e 4 de Fevereiro de 1802, possa prover a que estes nao se deteriorem ou alienem indevidamentc. Pertencerá, porém, exclusivamente á sociedade o dominio dos ditos objectos, a gerencia absoluta na colloca 9aoe classifica5ñod’elles,assim como o seu regime interno eeconomico"

previa, também, o conjunto de penalizagoes a aplicar a objecto descoberto na excava 9áo",

a saber, "(...)

(Art. 3o). O Artigo 28°

"Todo o sócio que extraviar qualquer

as penas comminadas nos alvarás retro citados, será

109

Carlos Fabiao

_______________________________________________________________

_

responsavel pelo triplo do seu valor estimado, excluido da sociedade, e seu procedimento publicado pela iinprensa"

(Annaes, 1851: 21-27 e Ribeiro, 1879: 308-312). Tratava-se, pois, de urna

situagáo peculiar, já que o sitio arqueológico em si constituía o elemento justificativo da existencia da instituigao. Nao deixa de ser interessante, também, a mengao explícita ao quadro legal de protecgao dos bens arqueológicos, visto que, na prática, o mesmo parece ter sido sempre muito pouco eficaz (Fabiao, 1989:16-18; 1994: 149-151; 1995: 77-8) - alias, a sua pouca eficácia ficou urna vez mais demonstrada ñas questóes suscitadas pelo destino a dar ao espólio recolhido, depois da dissologáo da Sociedade, como adiante se verá. Os necessários fundos para a concretizagáo dos objectivos enunciados resultariam dos donativos dos sócios, do Presidente e do Protector (Art. 4°) (Annaes, 1851:22 e Ribeiro, 1879:308), havendo, ainda, a esperanga de algumas outras concessóes específicas -designadamente, livros para urna biblioteca, alguns indos técnicos para as escavagóes, instalagóes para o museu. Como elementos interessantes para precisar o enquadramento social e cultural da instituigáo, refira-sea proibigao absoluta de "(...) tratar de questóes de política» ñas assembleias gerais

(n°3 do Art. 22°);

o facto de entre a cerca de centena e meia de sócios predoniinarem,

esmagadoramente, os proprietários e comerciantes"

(Livro dos Amadores...);

OU

a abertura

á

admissáo de mulheres (parágrafo único do Art. 12o) (Annaes, 1851:23-5) - houve nove niulheres inscritas, na sua maioria familiares de outros sócios (L ivro dos Amadores...)iniciativa pioneira, como seria sublinhado e reivindicado, anos mais tarde, pelo sócio fundador Almeida Carvalho, referindo-se a idéntica medida adoptada pela Sociedade dos Antiquários de Viena de Austria (Carvalho, 1896: 23-4).

3.2. A ctividade da Sociedade Archeologica Lusitana Das actividadesdaSociedade.podedizer-sequepraticamentese restringirán! á realizagáo de duas extensas campanhas de escavagóes ( 1850-1 e 1855-6) e á publicagáo de trés números de um boletim, Annaes da Sociedade Archeologica Lusitana (18501851). A projectada biblioteca, de finalidades eminentemente didácticas e pedagógicas, nao chegou a concretizar-se, nao se tendo igualmente constituido o museu, para o qual a Sociedade solicitou, sem éxito, a cedéncia do piso superior do claustro do extinto convento da Boa-Hora, em Setúbal (Ribeiro, 1879: 313-314). Noquedizrespeitoásescavagóesresultaevidentequeosmeiosfinanceiros disponíveis eram manifestamente insuficientes para por a descoberto o sitio ou parte significativa dele, apesar das generosas contribuigóes de D. Fernando II e do Duque de

110

PERCURSOS DA ARQUEOLOGIA CLÁSSICA EM PORTUGAL..

pálmela (Livro de Caixa...), como seria intengáo dos sócios fundadores. Desde logo, nao foi possível obter o conjunto de apoios requerido, como se pode ver pelo relatório anual da Direcgáo, datado de 15 de Julho de 1851 (Ribeiro, 1879:313-15). É certo que a Direcgáo da Repartigáo de Obras Públicas cedeu de ¡mediato as ferramentas solicitadas, nao houve, porém, resposta á solicitado de abate de alguns pinheiros de urna mata nacional para a construgáo de um carril para escoamento das areias removidas, nao havendo, por outro lado, fundos para custear a construgáo de maquinaria de apoio, já que as diversos potenciáis mecenas contactados "(...) salvas honrosas e x c e p te s

(...) inostraram sua pouca sympathia

pelasciencia archeologica" (Id: 313). Assim, toda a escavagáo se fez á base d e "(...) trabalho brazal, o mais moroso nestas obras, e,

sem duvida, o menos proveitoso"

(Annaes, 1851: 38).

A projectada intengáo da Sociedade consistía em por a descoberto o que presumiam ser os restos da antiga cidade, deixando in situ todos os elementos estruturais e recolhendo para o futuro museu todo o espolio móvel encontrado. Os aspectos práticos dos trabalhos estavam estatutariamente definidos, cabendo á Direcgáo nomear os sócios inspectores, em regime de voluntariado -os "(...) prestassem a ir ao sitio da Troia dirigir os trabalhos de e x c a v a d o "

que de bom gradóse

(Art. 10°)-, cujas fungóes

consistiam em: acompanhar permanentemente os trabalhos (Arl. 19°), apresentar a relagáo do número de trabalhadores, dias de trabalho e vencimentos pagos (Art. 20°) e elaborar a relagáo dos objectos descobertos (Art. 21 °) (Annaes, 1851: 23-5 e Ribeiro, 1879: 309-10). A primeira campanha de escavagóes inicia-se no primeiro dia de M aio de 1850 e foi suspensa no dia 1 de Junho, "(...) pelaardenciado sol quenas areias de Troia torna aquelle trabalho insuportavel nos mesesdeestio"

(Ribeiro, 1879:315 e Annaes, 1851:34). Osrelatórios

eram elaborados semanalmente e resultam notórias as diferengas no nivel de pormenorizagáo das observagóes, devidas certamente aos estilos pessoais dos diferen­ tes sócios inspectores (Castelo-Branco, 1963: 30-43). Regista-se, igualmente, aquilo a que poderemos chamar urna "infraegáo estatutária", já que houve um incidente entre o capitáo do porto de Setúbal e os operários que procediam aos trabalhos, estando ausentes os inspectores (Id.: 33). Esta situagáo demonstra que o estipulado acompanhamenlo permanente nem sempre se verificaria... A estratégia da escavagáo, globalmente considerada, procede por tenta­ tivas um tanto arbitrárias, visto que sao abertas diferentes áreas de escavagáo, nem sempre continuadas; ou, para usar as palavras de Almeida Carvalho, pretendia-se "... nao so desaffrontar alguns ed ificios... e por a descoberto muitos outros que sobresahiam á fiordo solo, como para romper por meio das médas d ’areia, abrir largas vallas e cortar a térra em differentes direcíóes" 1896:

1 1 ).

Pretendia-se retirar:

(Carval ho,

"... todas quantas antigualhas allí se encontrassem, deixando-se

111

Carlos Fabiao comtudo ficar fixas no terreno todas as que por suas grandes dimensSes ou outras condi^oes nño conviesse rem over ..."

( Ibid.). Esta conservagao ¡n situ estendia-se aos estuques pintados e mosaicos

que, de facto, nao foram retirados, excepgáo feita aos fragmentos dos primeiros que nao se encontravam já aderentes aos respectivos suportes, como se depreende pelos relatónos de escavagoes e pelas relagoes do espólio recolhido pelos sócios ( Id; Ribeiro, 1879: 313-318; Castelo-Branco, 1963: 30-43, e carta de A. Carvalho á Academia das Bellas-Artes, datada de 10/11/1867: A M N A A , 8). As observagoes de índole estratigráfica limitam-se a urna breve referencia na primeira semana de trabalho:

"... logo depois da primeira camada de areia muitos fragmentos de

telhas, e entulho debaixo do q u a l... cstavao como postas por müo 18 medalhas romanas de cobre do baixo império"

(Castelo-Branco, 1963: 30). Resulta também evidente urna certa inépcia dos

escavadores, quer no tratamento das estruturas -deixaram aluir urna das paredes -ia construgao que se achava em curso de estudo, por nao a terem aliviado da pressao das areias, logo na segunda semana (Ibid.)-, quer na recolha dos materiais -no interior da construgao encontravam-se várias ánforas que se partiram rem overá areia...",

"... no momento de desabar e

lamentando-seque "... nao pcrmitissem sal var pelo menos algumas de estas ..." (Id.:

31). É d e justiga salientar, porém, que, ñas semanas seguintes, estes primeiros deslizes teráo sido progressivamente rectificados, porque nao se registam ocorréncias similares no restante período de escavagao. Os jovens arqueólogos tiveram a sorte de encontrar dois tesouros monetários, um primeiro de 18 e outro de 1838 moedas do Baixo Império e, como seria de esperar, urna especial atengáo foi conferida a estes objectos, apresentando-se urna relagáo detalhada e um pequeño estudo em anexo ao relatório das escavagoes (Id: 357 e Annaes 1851: 37). Todavia, nao deixaram os sócios de recolher urna gama muito variada de objectos, que incluía cerámicas várias, artefactos metálicos, urna mó, elementos arquitectónicos, cerámicas de cobertura, fragmentos de estuques pintados e ossos (Castelo-Branco, 1963:30-34 e Annaes, 1851: 35-37), denotando um zelo pouco habitual na época. Nao deixaram se se extasiar com o admirável estado de conservagao das estruturas, com os paredes revestidas a estuque pintado que "...

no acto de serem

desentulhadas.aprcsentavamumbrilhotal.quenellaseespelhavamosobjectosquelheeramfronteiros.brilho que o ar depois, pouco a pouco, ia fazendo desapparccer, tomando a cor um tanto baga; nSo se deixando com tudo de notar o bein assente da tinta sobre o reboco, e seu perfeito estado de conservado ..."

(Annaes,

1851: 34); ou com os mosaicos de alguns pavimentos. As circunstáncias do achado dos tesouros, o bom estado de conservagao das estruturas e a presenga de ossos humanos no interior das construgoes foram dando corpo á tese de urna destruigáo súbita do antigo aglomerado, que o arrebatamento retórico dos

112

PERCURSOS DA ARQUEOLOGIA CLASSICA EM PORTUGAL ..

associados logo comparou a Pompeia. Uma nota elaborada para distribuir á imprensa jmediatamente aP^s 35 primeiras escava^oes

"... uma tentativa, um ensaio

assim Ihe

chamaram (Castelo-Branco, 1963: 37), dava bem conta do transbordante entusiasmo que ainda reinava entre os membros da "Sociedade Archeologica, animados pelos e x tr a o r d in á r io s

resultados obtidos.

Passadas as "ardéncias estivais", os trabalhos foram r e c o n ta d o s a quatro de Outubro, prolongando-se até 15 de Mar^o de 1851, data em que foram in te r r o m p id a s "... porque o grande invernó e fortes (emporaes difficultavam a passagem do Sado ... acrescendo além d’ isto a falta de socios que se quisessem prestar a inspeccionar as trabalhos de excavaíao..."

(Ribeiro, 1879:315). N o entanto, os relatónos semanais abrangem somentc

o período compreendido entre 4 de Outubro e 7 de Dezembro (Castelo-Branco, 1963: 38). As razóes do esbatimento do primitivo entusiasmo parecem ter sido, respectiva­ mente, a morte do Duque de Palmela e a subsequente resignado de Gama Xaro e Theotonio de Oliveira Banha, vice-presidente e suplente da D ir e c to . Outros factores terá havido, por certo. O relatório da nova Direcsáo datado de 15 de Julho de 1851, que reflecte já um ambiente de desánimo, refere-se a críticas feitas á sua actua?áo e ás muitas dificuldades sentidas (Id.: 313-318 e Annaes 1851: 37-9) e, embora termine com um retórico apelo ás instáncias oficiáis, resulta evidente que a morte do Duque e o afastamento de Gama Xaro romperam os mais eficazes elos de lig a d o aos poderes públicos, tendo vibrado, também, um rude golpe no entusiasmo dos associados, como Almeida Carvalho viria a reconhecer, mais tarde: comegou a decahir, até que a final acabou..."

"...com

tao lainentavel

perda a Sociedade

(A M N A A , 8).

O relatório parcial da segunda fase das escava9oes é muito mais lacónico que o anterior, embora documente uma evidente continuidade das principáis linhas de rumo trabadas na primeira fase dos trabalhos. Concluidas as escavagoes, a Sociedade Archeologica Lusitana entra numa fase de lorpor, de onde sai, efemeramente, em 1855, para encelar nova campanha de escava^óes ñas ruinas de Tróia. Embora nao se tivesse verificado nenhuma nova adesao e nao houvesse novas entradas de dinheiro, a Sociedade dispunha ainda de meios financeiros nao despiciendos (Livno de Caixa...). No entanto, "N a falta absoluta de socios q u e ... se quizessem prestar a ir inspeccionar os trabalhos de excavaíao, nomeou a direcfáo um individuo, que apenas servisse de apontador, tomando ella sobre si todo o cuidado e responsabilidade do methodo a seguir nos trabalhos que tiveram lugar em differentes pontos das ruinas de Cetobriga"

(Ribeiro ,1879: 320).

A nova campanha de escava^oes decorreu de 5 de Novembro de 1855 a 12 de Abril de 1856, nao existindo qualquer outro elemento de referencia para além do breve relatório apresentado pela Dircc^ao da Sociedade na sessáo de 12 de Dezembro de 1856

113

Carlos FabiSo

(Id.: 320-322). Nessa mesma sessao, o relatório de contas apresentado é esclarecedor, os fundos que restavam tinham sido praticamente consumidos pelos últimos trabalhos efectuados. A Sociedade Archeologica Lusitana reuniu ainda urna vez, em 4 de Outubro de 1857, para eleger urna nova (e última) Direcgáo que, na prática, nunca exerceu. Nessa altura, já nem viviam em Setúbal a maior parte dos sócios fundadores, levados para outras paragens pelas suas dispares actividades profissionais (Carvalho, 1869: 31). O processo de definitiva liquidagáo da instituigao foi consumado pelos dois últimos sócios fundadores, Domingos Garcia Peres e Almeida Carvalho, em 1868, com a entrega de todo o espólio arqueológico e documental á Academia de Bellas-Artes e Archeologia de Lisboa (Id: 33-43). No entanto, este processo só ficaria concluido, de facto, em 1882, porque um dos associados, Sebastiao Maria Pedroso Gamitto, on w eapons found in Europe, and how they predate writing. The book then gradually nioves "backwards" in time, Ihrough ages o f iron, bronze and stone to consider the great antiquity o f the human species. Then ^"reversin g" the sequence, citing the untrustworthiness o f writtcn and traditional sources for explaining prehistoric finds (Lubbock, 1872: 4 2 4 ) and the uscfulness o f elhnographic parallels (Lubbock, 1872: 248), the book moves "forward" in time, comparing "modern savages" with the finds o f archaeology. The link with Lubbock’ s Liberal and reformist politics is found in the final chapter, which represents thepurpose o f the work (Lubbock, 1872: Chapter X V I). Here, the conncction is made betwccn improvements in the physical welfare o f people and increases in population, and vice verso. Thcse are then linked to the mental condition OÍ the members Ol a society, sincc "the pleasures o f Ihe civilised inan [,v/c] are greater than those of the savage" (Lubbock, 1872: 5 9 7 ). This idea is given support by citing the correlation between illiteracy anderiminality, usingevidence from British prisons (Lubbock, 1872: 600). Drawing upon Darwin’ s theory o f evolution he argües that natural selection works

toadvancc both physical and moral conditions and that "science" (in the senseof ordered practical knowledge) makes people more virtuous (Lubbock, 1872: 6 0 1 ). Accordingly, he says, advances in Icarning lead to greater understanding o f nature, to technological advancc and thus to incrcased happiness. Then -brilliantly reversing the argument- he comes to the conclusión that scientific advances will inevitably lead to both physical and moral improvements in modern European populations. It follows from all this that "Utopia tums oui... lo be Ihe nccessary consequence o f natural laws" (Lubbock, 1872: 6 0 3 ).

This book can be seen not just as an archaeological text but as a justification for the Liberal political programme in scientific - and especially biological and social evolutionary - terms. By arguing in the way he does, Lubbock gives a firm scientific foundation to his own politics, and links the study o f prehistoric archaeology to important contemporary concerns. The book thus provides a necessary backdrop against which to sec Lubbock’ s efforts to secure the passage o f law to preserve ancient - and especially prehistoric - remains. L e g is l a t io n Between 1873 and 1880 Lubbock proposed eight times a Bill that would have preserved ccrtain ancient monuments by law. These attempts at legislation all failed, and the reasons include the cntrcnched opposition o f the landed interest

John Carman

(Chippindale, 1983: 13; Saunders, 1983: 11). In 1882, however, Lubbock was able to forcé a volé o f the House o f Commons that committed the new Liberal government to propose a Bill o f their own -and it was this Bill that became the Ancient Monuments Protection Act o f 1882. This Act was not identical to Lubbock’ s failed Bill. In many ways it was wcaker and would ultimately fall into disuse (Chippindale, 1983: 30; Saunders, 1983:13-14). Where it wasextremely successful, however, was in promoting the idea that legislation was an appropriate way to proceed. There are, however, features o f the failed Bill and the Act which was passed which are worthy o f note in relation to the connection hctween archaeology and British politics in the latter nineteenth century. One is a point o f identity; and one a point o f crucial difference. The point o f identity is that both the Bill and the Act were concerned only with prehistoric remains (Chippi ndale, 1983:9-10). As suggested, prehistory represents the link between Lubbock’ s scholarly concerns and his political interests. This was articulated via an ethnography which provided an evolutionary interpretation o f the material past which could be projected into the present and future. The point o f difference is that whereas the Bill covered the entire United Kingdom -including Ireland- the Act covered only Great Britain (that is, England and Wales, and Scotland). From the point o f view o f prehistory, the British Isles can be seen as a unity with very similar types o f monuments distributed all through it. In addition, Lubbock’ s understanding o f British racial demography led him to see Ireland as inevitably part o f a united British state. He argued that not only was the racial mix o f the British population identical throughout the British Isles, but also identically distributed through it (Lubbock et al., 1887: 11-12). In the I880s, the decade o f the passageof this legislation, the issueoflrish Home Rule (by which ameasureofself-determinationmighthavebeengiven to thelrish people) was the dominant political issue in Britain. Lubbock was opposed to Irish Home Rule and left the Liberal Party (along with others) over that issue in 1886. In this it is likely he was inspired by his long and cióse association with Irish peers such as Talbot who had run the London archaeological societies in earlierdccades. There are also other hints that the Irish issue played its part in preventing Lubbock’ s original Bill becoming law. On the cvening o f Friday 12th March 1882 and the early morning o f Saturday 13th March the House o f Commons debated a controversial Bill concerní n^ Ireland. The votes o f that nighl resulted in the B ill’ s amendment and final passage. Those leadíng the opposition lo the Irish Bill were Lords Grosvenor and Kensington (Irish lords who sat in the British House o f Commons). Immediately after ihe vote,

128

ARCHAEOLOGY. POLITICS AND LEGISLATION ..

Lubbock and his friends seized the opportunity to put befare the House a motion that the Aveminent should take steps to preserve ancient monuments. While Lubbock and a Mr Stanhope acted in favour o f the motion, Lords Grosvenor and Kensington led the opposition to it. The motion was passed, and later that year the Act to preserve ancient monuments became law. This connection between Irish politics and archaeological pieservation -one o f identical timing and o f those persons involved- is in no way conclusive proof that debates about ancient monument preservation were also "really" about Ireland, but the coincidence is too strong to be relegated entirely to the status o f happenstance. Lubbock’ s Bill and the Act would not only have been o f concern to those with an Irish connection. In limiting its effects to prehistoric remains, the effect o f legislation was to promote prehistory to an "official" status it did not previously enjoy, and which no other study o f ancient material shared. Opposition to Lubbock’ s successful bid to promote prehistory in the political sphere by linking prehistory to a reformist and "Progressive" programme via evolutionary theory did exist but today tends to be forgotten. In 1868, for example, the Duke o f Argyll published a reply to Prehistoric Times (Lubbock, 1872) entitled Primeva! Man (Argyll, 1870). This work sought to deny the link between human morality and material conditions and to show that -far from the evidence o f the past revealing progress- the past only showed evidence for the collapse o f civilisations. Whereas Lubbock was a progressive, reformist Liberal with a background in the rising commercial classes, Argyll was a Whig Liberal o f aristocratic stock. Accordingly, while Lubbock argued for progressive change, Argyll argued for the maintenance o f the status quo, in favour o f continuing aristocratic rule (Carman, 1995). Similarly, the works o f radical socialists o f the time (Morris, 1892, Kropotkin, 1972) did not promote prehistory as the model for human society, as Lubbock did. Instead, they promoted a model o f medieval society as ideal and "natural", particularly by a visión o f the medieval commune, and at its heart the trade Guild, as a libertarian association o f artisansand workers (Kropotkin ,1972:162). Theculmination o f this visión was to set up the visible remains o f the medieval period - and especially its architecture - as a wonder to behold: "The cathedrals... [displayed] a purity o f form... which we now vainly try (o attain... If the medieval cities had bequeathed to us... nothing... but the monuments o f building art... we might yet conclude that the times o f independen! city life were times o f the greatest developtnents o f human intellcct" (Kropotkin 1972: 183-184).

This explains why Lubbock’ s attempts lo legisl ate concemed only prehistoric remains. Prehistory alone could be interpreted to support the Liberal reformist programme,

John Carman

and medieval remains represented an enlirely different political programme -one o f radical libertarianism. S

u m m a r y : th e

B

r it is h

E x p e r ie n c e

This paper has argued that during the latter part o f the nineteenth century, prchistoric archaeology and a particular political programme were very closely linked. The passage o f legislation to protect prehistoric remains is part o f this link between archaeology and politics because by preserving only certain types o f remain, the link between the human past and present politics was given suppoit, and at the same time those particular remains were accordcd a status which was denied material representing rival political positions. The political scientist Murray Edelman has pointed out how laws are essentially powerful "symbols" (Edelman, 1967: 37). He emphasises how formulating "a law is essentially a job o f constituting... background assumptions... to which everyonc will agree"

(Edelman,

1967: 103) and "legislation... signalling that a group aspiring to a valued status has achieved it reassures the group that in the future its adversarles w ill be limited in their use of... resourccs"

(Edelman, 1971: 10). In

other words, the achievement o f the passage o f legislation to preserve ancient remains in 1882 was to promote prehistoric archaeology to a spccial status -a legally sanctioned one. Thereafter any group interested in any typc o f material would need to arrange to pass laws to preserve that material in order that it would have the same status. And lilis has been the practice in Britain ever since. Since 1910, British law has provided for the establishment o f a national preservation body and the extensión o f preservation and protection to monuments o f all periods rather than just the prehistoric, to church buildings, to ancient wrecks and their contents, to historie buildings and conservation areas and to military remains from the twentieth century. In addition, it has provided for the exchange o f "heritage" items for tax exemption, and to export Controls on heritage objeets. W c all now accept that preserving things from the past is a good idea. Looking at the histórica! dcvelopment o f this idea in Britain suggests two things that may have relevance to olhers. First, that when wc preserve things from the past we only preserve certain things, and other things which carry different or opposed associations are not preserved. This means we need to look very closely at any proposal to preserve any part o f the material past in order to know what precisely is being preserved, and what -by implication- is not being preserved. Second, if this analysis is corred and the firs legislation in Britain to preserve ancient remains was rcally about giving certain material importance and denying it to others, then it raises the question whether we do

130

1

ARCHAEOLOGY, POLITICS AND LEGISLATION .

it now preserve things because we as a society valué them, but whether we valué them bccausc we preserve them.

■PERENCES

IK

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131

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132

A r q u e ó l o g o s y A r q u e o l o g ía e n el p r o c e s o d e C O N S T R U C C IÓ N

DEL ESTADO-NACIONAL ESPAÑOL (1834-1868)

Aurora Rivióre Gómez (*)

-

Durante el segundo tercio del siglo X IX la historiografía de la Arqueo­ logía, a la vez que adquiría una posición preponderante en el terreno de los estudios históricos, experimentaba una mutación profunda de sus objetos de estudio. De forma paralela se producían en torno a la Arqueología una serie de cambios desde el punto de vista institucional: la implantación de la materia en los planes de estudio, la profesionalización del arqueólogo, la creación de los Museos Arqueológicos naciona­ les, la aparición del cuerpo facultativo de Museólogos del Estado... En esta intervención se pretende establecer la relación que guardan estas transformaciones en su conjunto con el proceso de construcción de los Estados nacionales europeos, concretamente con el proceso de formación del Estado liberal español. Como punto de partida para esta reflexión vamos a considerar la vincu­ lación -característica de las formulaciones ideológicas de aquellos procesos constituti­ vos- que se establece entre el Estado, la Nación y la Cultura (Anderson ,1983; Gellner, 1988; Hobsbawm, 1991). Por un lado, entre el Estado y la Nación. El Estado liberal se presentaba como la expresión política de la "voluntad" de la Nación. Se definía y afirmaba el concepto de Nación, a la que se iba a otorgar un status ontológico independiente al ser considerada como "ser" genérico y superior: con una "personali­ dad" definida, con una voluntad, un carácter y un sentimiento a desentrañar. La Nación, cada Nación, se convertía de hecho en el sujeto de la historiografía de la época. Su esencia iba a buscarse en el legado documental y monumental del pasado y, por lo tanto, también en los restos arqueológicos, que adquirirían desde la nueva perspectiva un nuevo valor, función y significado como expresiones de la "vida interior" o de la "personalidad" de cada Nación. Por otro lado se estrechaba el vínculo entre la Nación y la Cultura. La Nación se definía asimismo como comunidad cultural; comunidad unida por una lengua, unos usos y costumbres, unas creencias, una historia y una experiencia en

(’ )

Madrid.

133

Aurora Riviére Gómez

común. Como testimonios tangibles de esa cultura "pretérita y compartida", lo misin0 i que como expresiones de la "esencia nacional", las antigüedades arqueológicas adquj. § rirían un valor simbólico e instrumental de primera magnitud en el proceso de § consolidación de una cultura nacional. La relación entre los tres conceptos resultaría inquebrantable. Las fron- ;i leras políticas del Estado se definirán en función de la existencia -más o menos 1 imaginada (Anderson, 1983) o inventada (Gellner, 1983)- de una identidad cultural i

común compartida entre los miembros que lo integran. Un Estado será identificado con !*

una cultura. El Estado-nacional era explicado y justificado a través de la defensa de la 1 existencia de afinidades culturales comunes a todos los miembros que lo componían, a I

través de un discurso ideológico -el nacional ista- que sostiene la necesidad de un estricto | ajuste entre las fronteras políticas y las culturales. De esta forma, parafraseando a

Gellner, lacultura aparecía esencialmente vinculada al principio de legitimidad política, J estrechamente identificada con el Estado y convertida en la depositaría natural de su legitimidad.

De esta vinculación entre el Estado, la Nación y la Cultura va a derivarse I una acción política particularmente relevante para el tema que nos ocupa: la creación de una colección de cultura por parle de cada Estado, o, lo que es lo mismo, la confección del Patrimonio Cultural Nacional. Estaríamos refiriéndonos, conforme a lo dicho, a una actividad relacionada con el esfuerzo por hacerse con toda una serie de testimonios (documentales y monumentales) que serán convenientemente reinterpretados como expresiones de la "personalidad" nacional a la vez que como títulos legítimos de la existencia de un acervo y de una comunidad cultural y que, por ello, avalarán los derechos a la propia existencia del Estado. El Estado se convierte en coleccionista de cultura, de "su" cultura. Las antigüedades arqueológicas, que forman parle esencial de ese patrimonio, irán adquiriendo un nuevo valor testimonial y pedagógico como manifestaciones de la cultura nacional. La instilucionalización de la arqueología y la profesionalización del arqueólogo son frutos de esta labor de colección de restos materiales hislórico-culturales. La repercusión de este entramado polílico-ideológico en la historiografía de la arqueología española del siglo X IX se hace visible tanto en lo que respecta al sujeto como a los objetos de estudio. En las antigüedades arqueológicas se busca el reflejo del «espíritu» de la Nación, a la vez que sirven para mostrar la existencia de una pretérita y rica "civilización" o cultura de la comunidad nacional. La "personalidad" nacional se sitúa en el punto de mira del arqueólogo, partícipe activo en la elaboración de la

134

ARQUEÓLOGOS Y ARQUEOLOGIA EN EL PROCESO DE ...

g e n e a lo g ía

d e la

de la Nación. Este es el objeto, según declaran en su conjunto los arqueólogos

época, del estudio de la arqueología. A este objeto se alude también desde la

a d m in is tr a c ió n ;

así leemos en la Real Orden del 6 de noviembre de 1867:

"...tales

manifestaciones (arqueológicas y artísticas), que sonJas más genuinas y características de la vida interior de la nación, ayudan admirablemente a esclarecer y a fijar su historia"

(Colección Legislativa de

España). En la misma línea se afirmaba en la Circular de la Comisión Central de Monumentos al Secretario de Estado

y

de la Gobernación:

"los hábitos y costumbres de

aquellos pueblos que en medio de una lucha tenaz levantaban esos grandiosos edificios para dar testimonio

de su fe y de su cultura, ni pueden comprenderse ni deslindarse sin tener presentes esos monumentos en donde se rcvela la civilización de las naciones"

(Memoria, 1844).

Según se desprende de estas manifestaciones, estamos asistiendo en nuestro suelo a una modificación profunda del valor y función de las antigüedades arqueológicas, a propósito de las cuales van a ir quedando relegadas a un segundo plano las consideraciones basadas en su ajuste o no a cánones formales de belleza, para incidir en los aspectos referentes a su contenido. Con ello, quedaban dotadas de un indudable valor como instrumentos de transmisión ideológica en el esfuerzo de consolidación de una cultura nacional. Se olvidaban los anteriores ideales ilustrados, basados en la consideración de la perfección de las formas, para fijarse en la expresión de su contenido de carácter cultural. Ello implicaría un cambio en la actitud del arqueólogo frente a su objeto de estudio; dejará de ver en él motivo de veneración o de pura deleitación estética para apreciarlo como objeto de remarcado interés docente. Este cambio en el valor y en la función de los objetos arqueológicos y artísticos aparece acompañado de un claro desplazamiento de los centros de interés del arqueólogo. Irá éste abandonando la anterior predilección hacia la "arqueología paga­ na", más acorde a los ideales platónicos de perfección formal, y centrando su atención en la arqueología medieval. Se asiste a una revalorización modélica de la Edad Media que es presentada, en el conjunto de la historiografía de la época, como el momento generador, inaugural y definidor de la "personalidad" de la Nación.

"E l siglo X IX

-se decía

en la citada Memoria presentada por la Comisión Central de Monumentos al Secretario de Estado en 1844- ... ha prestado una latitud

inaudita a los estudios arqueológicos, que sin prescindir

de las civilizaciones griega y romana, se ha fijado más principalmente en la Edad M edia. Se ha reconocido que a esta grande época, oculta hasta nuestros días entre las tinieblas, y vista con amargo desdén por los hombres doctos de otros siglos, debían referirse ios trabajos más importantes de la historia; y la arqueología de los tiempos medios ha venido a suplantar hasta cierto punto a la arqueología pagana".

Las transformaciones referentes a la cultura de modo general (en sus expresiones múltiples y globales), y a las propias relaciones entre el Estado y la cultura

135

Aurora Riviére Gómez

_____________________________________________________

se manifiestan de forma explícita, según se ha indicado, en una actividad política a la que está ligada la historia institucional de la Arqueología en el siglo X IX : la creación del Patrimonio cultural del Estado. Cada Estado va a ocuparse en la tarea de exhumar, recopilar y divulgar los monumentos y documentos histórico-artísticos, en un esfuerzo encaminado a mostrar la riqueza cultural de los diferentes pueblos o naciones, y para aportar los materiales que iban a servir de base a la elaboración de las historias y de las tradiciones nacionales. Desde esta perspectiva, adquirían un valor pedagógico e instrumental de primera magnitud los restos culturales del pasado que, coleccionados y custodiados antes por familias nobles o instituciones religiosas (por su belleza formal, por su valor religioso o para la legitimación de sus privilegios, títulos o posesiones), pasaban a manos del Estado por medio de las políticas desamorlizadoras, y a constituir el patrimonio cultural de la Nación. También adquiría relevancia el arqueólogo, cuya colaboración será fundamental a la hora de abordar la colección, centralización, custodia y difusión de todos esos restos culturales que se coleccionarán, a partir de entonces, para ponerlos al servicio público. La formación del Patrimonio Cultural del Estado implicaría la construc­ ción de toda una red de instituciones y de organismos así como la formación de un personal profesionalizado; es decir, la creación de una administración cuya misión sería la de llevar a cabo la centralización, encargarse de la custodia y de la difusión de la colección estatal. Toda una serie de tareas que van a venir acompañadas de la creación de diversas instituciones y organismos en tomo a la Arqueología y al arqueólogo. Fecha clave de aquel proceso de centralización es el año de 1844, por ser el de la creación de las Comisiones Provinciales de Monumentos Históricos y Artísticos y de la Comisión Central, según lo estipulado en la Real Orden del 13 de junio. La actividad desplegada por la Comisión Central estuvo encaminada básicamen­ te a activar el enriquecimiento del Patrimonio cultural. Junto a ella colaboraban las Reales Academias de Nobles Artes de San Fernando y de la Historia, en la que funcionaba una Comisión de Antigüedades. Tanto la Comisión Central de Monumen­ tos Históricos y Artísticos como la de la Academia colaboraron decididamente en la política centralizadora. Por una parte se inició la catalogación de los bienes culturales, tal com o queda reflejado en esos catálogos de despoblados que solicitaba a las Diputaciones provinciales la Comisión de Antigüedades de la Real Academia cfeja Historia. También vemos a ésta favoreciendo la búsqueda de antigüedades y dirigiendo las excavaciones arqueológicas, que se vieron extraordinariamente impulsadas en aquel

136

_

^ m o m e n to .

ARQUEÓLOGOS Y ARQUEOLOGIA EN EL PROCESO DE ...

Entre 1853 y 1868 se abordaron las de Medina Azahara (1853), el Cerro de

los Santos (1860), Numancia (1853 y 1861-67) e Itálica (1868). En virtud -en buena medida- del trabajo desplegado por estos organis­ mos. los años 50 y 60 fueron de continuo enriquecimiento del patrimonio. Donaciones de coleccionistas particulares contribuían al aumento de la colección histórico-cultural del Estado. Muchas veces sus incorporaciones procedían de hallazgos casuales y relativamente frecuentes, fruto, en casi todos los casos, del incremento de las obras públicas abordadas en el período isabelino, sobre todo de las relacionadas con la construcción del ferrocarril y con los trabajos de modernización y de ampliación de las ciudades. Se incrementó considerablemente el patrimonio cultural estatal, aun cuando las circunstancias eran particularmente adversas. Por un lado, era notorio el desorden reinante en cuanto a las antigüedades arqueológicas tras la desamortización. A su vez era visible el grave estado de deterioro de muchos restos monumentales y documentales, frágiles víctimas del encadenamiento de guerras que asolaron el país durante el primer tercio del siglo. N o colaboraba tampoco la inexistencia inicial de una administración para encargarse de organizar y custodiar los bienes culturales incorpo­ rados, lo que en muchos casos propició el que fueran a caer a manos de particulares o se perdieran para siempre. Había asimismo una total carencia de infraestructuras, faltaban locales para almacenarlos y eran escasos los medios. Urgía la formación de profesionales para encauzar la búsqueda y organizar la colección. Por otra parte, no faltó cierta resistencia local a este proyecto centralizador. En este sentido apunta la solicitud del Vicepresidente de la Comisión de Monumentos de Granada a la Real Academia de la Historia de que intercediera para que no salieran del Museo Provincial, con destino al Museo Arqueológico de Madrid, las antigüedades descubiertas en Sierra Elvira. Alegaba en su defensa

"... la conveniencia y aún la justicia de que

no salgan de esta provincia unas antigüedadesque no pertenecen a la historia general del País, y que por lo misino, en ninguna otra parte podrán tenerel interés de la realidad que ostentan seguramente aquí, en el propio suelo con cuya historia aparecen identificados"

(1). Un testimonio revelador de la difícil persuasión que,

para muchos, hubo de conllevar la generalización del esfuerzo centralizador. En cualquier caso, fueron años de intensa actividad para los que podría­ mos denominar arqueólogos de la transición, hombres polifacéticos y dedicados a todo

(1)

Circulares de 31 de mayo y de 8 de junio de 1868 en el Expediente académico de José Amador de los Ríos. Real Academia de la Historia, legajo 101.

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Aurora Riviére G ó m e z _____________________________________________________ _____ ^

cuanto concerniera a las artes y a las letras, simultáneamente bibliógrafos, paleógraf0s ¡ numismáticos e historiadores de la literatura y del arte. Precedentes fugaces de aquell0s otros arqueólogos profesionales, los especialmente formados para este trabajo qUe saldrían, a partir de 1856, de la Escuela Superior de Diplomática.

La urgencia por formar profesionales para este proyecto de centralización *

de restos histórico-culturales es una actividad a la que está ligada la institucionalizacim secondary sources.

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Impressive as the number of entries might appear, it is open to question whether they are truly representative. More than two-thirds (69%) of the cabinets in Sample A are from just five cities: Madrid, Barcelona, Valencia, Sevilla, and Zaragoza (the figure rises to 89% when the comparison is extended to their respective comunida­

des autónomas). Given that four of these centres supported one or more professional dealers, it is hardly surprising that they should domínate the sample. But how much of that preponderance is simply a function of our sources? A slightly different picture is offered by the Gnecchi brothers; for example, more collections are attributed to Andalucía thán to either Catalunya or Madrid. But even the Guida with its wider perspective leaves parts of the country virtually uncharted. Thus it lists a single ñame under Asturias, and yet a more-or-less contemporary account of coin-collecting in the Principado shows that this collector was just one among many (Somoza y García-Sala, 1984:9-29). Even the accuracy of the individual entries is open to question. There is the familiar difficulty of Castilian usage in the matter of personal ñames (especially confusing to foreigners), not to speak of the problem of deciding whether different locations for the "same" ñame indícate distinct collections or merely a change of residence. In many cases, a collector’s likely identification has to be teased out with the help of external references of questionable relevance. Evaluating the data is similarly problematic. In the first place, an uncritical listing of collections is a crude indicator of activity. One measure of importance is frequeney of citation. This is available for just one of the subject-areas covered by Sample A, namely Islamic issues (Vives, 1893: 471-544). The published information is not adequate to construct similar tariffs for other series. Secondly, cómparing prívate collections with institutional ones is hardly comparing like with like. A museum-collection once constituted may be closed to further acquisitions or it may continué to expand; but in theory, at least, it is permanent. Prívate collections, on the other hand, are essentially transient. Coins may be acquired and discarded at any time, justas the collection as a whole may be either disposed of en bloc or broken up. Thirdly, there is a question whether certain accumulations should properly be regarded as collections, at least in the traditional sense. Take the case of Emilio Castelar y Ripoll (1832-1899), republican politician and noted art-collector. When an admirer sent him

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a parcel of Román rcpublican denarii from an Andalusian hoard, was this a political gesture puré and simple, or was it acknowledgeincnt of an interest in coins on Castclar’s parí, which though apparcntly olhcrwise unrecorded was nonetheless well-known to his supporters? Ñor is the question limited lo prívate persons. Should an institution such as the Museo de Carmona (Sevilla) he Usted as having a "coin-collection", when most of its specimens have come from the Román cemclery and were thus acquired as parí of assemblages of grave-goods, rathcr than as objects prized for iheir "numismatic" interest? For the avoidance of doubt, such "circumstantial" collections have been included here. What can be learnt about ihc pattern (if any) to prívate collecting? Our data serve to illustrate two related points. The first is that al theend of the 19th century Spanish wrilers on numismatics drew the bulk of iheir information from a fairly narrow circle of collectors. One indication is the frequeney with which the same collections are cited for different series. O f the 180 prívate cabinets in Sample A.jusl over a quarter are listed under lwo or more subject-arcas: thirteen are cited for three series, seven for four, and two (Cerdá y Moroder, Valencia, and Nogués y Milagro, Madrid) for all five. The argumenl is reinforced by Sample B. Disregarding ñames known only from Bahrfeldt’s account of his 1928 visit, this details some 304 pri vate cabinets, of which 194 do not appear in Sample A. Some of these addilional collections may have been listed in error and others may have been of little importance, bul the implicalion is that there was gap between popular collecting and the world of scholarship. The second point is that allhough such a división is probably normal, what accentuated it in Spain during the second-half of the 19lh century was the "patriotic" agendaof the Memorialschool. In particular, an intellectual predeliction for "Spanish" coinage discouraged sludents from writing about a series which, by virtue of the nuniber of local finds, bulked large in Spanish collections, vi/.. Roine. Apart from a brief treaiment by Campaner y Fuertes ( 1891:135-174), ihe only general text from this period is a popular handbook for collectors (Hierro, 1919). And yet of the 166 private cabinets of which the Gnecchi brothers provide summaries, some 71 are said to have included Román material; and of these, 44 appear as "new" ñames in Sample B. Academic interest in Rome was effcctively restricted lo issues of the Republic, and in particular to their bearing on the date and purpose of indigenous coinage. It is emblematic that Zóbel de Zangróniz should have furnished the Germán historian Theodor Mommsen (1817-1903" with data for the latter’s study of Spanish hoards (Mommsen, 1863), rather than produce an article of his own.

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COIN-COLLECTING AND THE INSTITUTIONALISATION..

One of Ihe few sociological conclusions of which we can be confidcnt is that Spanish coin-collecting at the end of the 19th century was overwhclmingly a male pursuit, an observation which holds good even to-day, as a visit to Madrid’s Plaza Mayor any Sunday morning would confirin. That there were women collectors a hundred years ago is itself remarkablc. Admittedly, some are listed as the widow of señor X or Y, but a number appear to have been students in their own right; they include the infanta María de la Paz de Borbón (1862-1946; Madrid/Munich), the condesa de Villafuertes (VitoriaGasteiz), and, perhaps the most important female collectorof the period, Josefina Alvarez Guijarro (Madrid). For the rest, occasional indications of profession poinl to a not unexpected mix of landowners, middle-class professionals, and tradesmen whose day-today business seems to have brought them into contact with oíd coins. There was, too, a certain "official" flavour to prívate collecting. This is seen in the institutional associations of individual collectors. In 1888, at least eleven of the Academia de la Historia’s 35 académicos de número were coin-collectors, as were some 44 of the correspondientes. Ñor, at least in the early part of our period, was it unusual for museum-curators to have personal collections. They include Bermúdez de Sotomayor, the first "Jefe" of the Madrid monetario. Rada y Delgado, formerly of the Escuela Superior and sometime Director of the MAN, and Buenaventura Hernández Sanahuja [1810-1891] curator of the Tarragona museum. By number, institutional cabinets constitutejust 10%ofthecollectionson the "active" list. But viewed in termsof volume, at any timeduring the 19th century the Madrid monetario probably accounted for upwards of a quarter of all collected coins. Between them, Engel and the Gnecchi brothers list 26 institutional collections. What Sample A shows is that before the 20th century thesc cabinets (traditional or "archaeological") were marginal to numismatic scholarship. The only exceptions were the monetario of the MAN and the much less important cabinet of the R. Academia de laHistoria, bothof which are cited inall five subject-areas. The other seven collections directly referred to in the manuals normally provide just one or two specimens. The neglect of the Barcelona museums is particularly interesting, given that in llic 19th century the city was a centre of numismatic scholarship and to-day is home lo the country’s second cabinet. As early as 1862, a French scholar had cited material as from the "Musée de Barcelone" (Poey d’Avant, 1862: 451). This is presumably a reference eitherto the Salatcolleclion acquired by the Junta de Comercio in 1819 (after 1879, on deposit at ihe Museo Provincial) or to the monetario of the R. Academia de Buenas Letras, cited some ten years later by Delgado Hernández (1871 -1876). Two singletons

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from the cabinet of Francisco Martorell y Peña (1822-1878), whose bequest to the Ayuntamiento was to form the basis of the future Museo de Arte Decorativo y Arqueológico, are also cited in Sample A. Thereafter, the collections are unremarked until the second decade of the 20th century. The reasons were probably as much practical as cultural. The división of the material among three main institutions will have been one factor. Another was timing: the Memorial had all but ceased publication by the time the Museo Provincial and the Ayuntamienlo’s museum carne into being at the end of the 1870s (Campo, 1994:45-46). Ñor, on the basis of the 1888 catalogue, can it be claimed that the former collection was especially remarkable. The chief reason, however, was that students such as Pujol y Camps were not only able to draw on their own material, but in the 'inagotable" cabinet of Manuel Vidal Quadras y Ramón (1818-1894) they had access lo a collection second in importance only to that of the MAN (Vidal Quadras y Ramón, 1892). By the end of the century, change was to hand. The presence of coins in

"local" inuseums, such as the Tertulia Literaria in Villafranca de los Barros (Badajoz) and the Carmona museum, appear to reflect a growing appreciation of coins as archaeological artefacts. Catalogues (albeit of uneven quality) had been published of the numismatic holdings of three provincial museums: Barcelona (Elfas y Molins, 1888: 301-432; Barral i Altet ,1993), Tarragona (Arco y Molinero, 1894: 291-327), and Badajoz (Romero de Castilla, 1897: 245-459). There was, too, a start to institutionbased collecting. That was not, however, simply a function of public policy. Crucial, too, was prívate philanthropy. A case in point is the acquisition by the Ayuntamiento de Sevilla of the collection formed by Francisco Mateos Gago y Fernández (1827-1890). Engel considered this to be second in Spain only to that of Vidal Quadras amongst those in prívate hands. The opportunity was provided by the late collector’s brothers, who agreed a selling price which was less than 25% of the official valuation. By the time the Mateos cabinet arrived, the Museo Arqueológico Municipal was already in possession of a collection presented by Manuel Sánchez Pizjuán in 1894 (Sanz Arizmendi, 1919; Pérez Sindreu, 1993). But despite these auspicious beginnings, the collection failed to develop. A somewhat different picture emerges from Barcelona. From the start, both the main archaeological museums in the Catalan capital were in receipt of a modest annual purchase grant. The municipal authorities, in particular, seem to have been very supportive of attempts to secure the systematic improvement of their cabine. In 1880, just two years after it had received the Martorell Bequest, the Ayuntamiento approved

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COIN-COLLECTING AND THE INSTITUTIONALISATION... the purchase of some 237 ancient coins from Pujol y Camps and in 1889 it went on to

buy 494 coins and medals from Pedrals y Moliné (information from M. Campo). Acquisitions over the next forty years are too numerous to list here. They include a number of collections previously described by Engel and the Gnecchi brothers. The two

museums, however, continued to have separate existences. Both were visited by Bahrfeldt in 1928, though his subsequent publication of interesting pieces was limited

to a selection of Román gold coins from the Museo de Arte Decorativo y Arqueológico (1931:246-7). It was not until 1932, following the creation of the Gabinet Numismátic de Catalunya by the Junta de Museus de Barcelona, that they were finally amalgamated (the Academia’s monetario continúes as a separate entity). Among other collections which passed into public ownership at about this time was the cabinet of the Jesuit

Colegio de San Ignacio de Loyola in Sarriá ( Servei, 1937: 15-17). This has the distinction of being the collection which had introduced Bahrfeldt to a class of imitations of Román republican aes coins which becamc the subject of his most important study of material in Spanish collections (1934: 108-112). The monetario of the M AN also continued to grow, the chief acquisition being the purchase of two groups of coins from Antonio Vi ves y Escudero (1859-1925). The second of these comprised the writer’s celebrated cabinet of Islamic coins, for which the State, after much equivocation, in 1895 paid the then enormous figure of 113.000 pesetas, a controversial decisión robustly defended by Francisco Codera y Zaidín (Codera, 1895; Alfaro Asins, 1994: 30). The only acquisition during the first three decades of the 20th century of material featured in our main samples was the Rafael de Mazarredo y Tamarit Bequest of 1925, previously cited by Herrera y Chiesanova (1914). In fact, Madrid’s most important prívate numismátic benefactions from this period were not directed to the M AN at all. They were Pablo Bosch y Barrau’s 1915 bequest to the Museo Nacional del Prado; and in the following year, the founding of the prívate Instituto de Valencia de Don Juan by Guillermo Joaquín de Osma y Scull [18531922]. The monetario, which predated the creation of the Instituto, incorporales material from many of Spain’s most distinguished prívale collections (Vives, 1926: clxxxiv-clxxxvi). But no account of the institutionalisation of Spanish coin-collecting is complete without reference to "the ones that got away". Without doubt, the chief loss was the Vidal Quadras cabinet. Negoliations between the Ayuntamiento de Barcelona and the Vidal Estate were unsuccesful and the heirs sold the collection to the París coin dealer, Émile Bourgey. Anolher major loss was the Cervera y Royo collection bought

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by Huntinglon for the Hispanic Society of America (García-Bellido & García Figuerola, 1986: 11; Bates, 1993: 78-81). At much the same time as Huntington was acquiring material, the Dutch dcaler Jacques Schulman auctioned a number of Spanish cabinets, including those of Ramón Sisear y de Montolíu (1830-1889) in 1910 andof Romualdo Nogues y Milagro himself in 1911.

B

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La R e a l A cadem ia de l a H is to r ia : I n P a t r ia m , POPULUMQUE FLUIT ( 1) Gloria Mora (*) Trinidad Tortosa (*)

L a idea inicial de este trabajo fue analizar la actuación de la Real Academia de la Historia con relación al Patrimonio histórico-arqueológico español (1738-1930) a través, principalmente, de la documentación depositada en los archivos de esta institución (2). Tanto el volumen de la información como la complejidad del tema hizo inviable la presentación en este congreso del texto original. Por esta razón preferimos desarrollar aquf, de manera sintética, la parte del trabajo dedicada a los aspectos de organización interna de la Academia. El resto, relativo a su implicación en la configuración del concepto de Patrimonio, los instrumentos que utiliza para ello (Comisiones Provinciales de Monumentos) y los objetos específicos del patrimonio arqueológico (ruinas y antigüedades), aparece publicado en Archivo Español de

Arqueología (Tortosa y Mora, 1996). La Academia de la Historia es una institución real fundada en 1738 por Felipe V. Su origen fue una tertulia que hacia 1735 se celebraba en la casa de D. Julián de Hermosilla, abogado de los Reales Consejos, para discutir sobre temas relacionados con las "ciencias, artes y buenas letras". Como todas las Academias europeas de fundación real, los objetivos primordiales de la institución son promover las ciencias y letras para ''realceyesplendor de mis Reynos". En el trasfondo de esta obra subyace la concepción de una nueva historia nacional expurgada de fábulas y ficciones (3) que muestre "las glorias de la Nación", y que justifique o legitime el rol de la monarquía como tal. El nexo de esta

O C.E.H., CSIC. (1) Este trabajo ha sido elaborado en el marco de los Proyectos financiados por la DGICYT, n° PS-93-0006 (Iconografía y territorio en época ibérica: las cuencas del Vinalopó y del Segura) y n° PB-93-0187 (Estudio de la colección Cervera de moneda antigua, hoy en The American Numismátic Socíety, New York). Agradecemos a Marisa Vilariño, Asunción Miralles y José Megía, de la RAH, la ayuda que nos han prestado en la búsqueda de la documentación. (2) La bibliografía en extensión y las referencias a la documentación original consultada se recoge en Tortosa y Mora (1996). (3) Se trata de los llamados "falsos cronicones". La intención de hacer una historia critica siguiendo las tesis del benedictino Jean Mabillon falló en gran parte en la práctica debido al rechazo de algunos ilustrados (incluso reformistas como Cadalso) a demoler ciertos mitos que constituían los pilares de la historia de España, como el de la llegada de Santiago a España. Es ilustrativa a este respecto la persecución sufrida por Mayans cuando critica una de estas historias (cf. bibliografía y problemática en Tortosa y Mora 1996)

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Gloria Mora y Trinidad Tortosa

institución con las Academias europeas se manifiesta claramente en la similitud con la J

Académie des Inscriptions et Belles-Lettres de París fundada en 1663, a la que toma 1 como modelo en aspectos de organización, objetivos y publicaciones (Mora, e.p.). El objetivo de la Real Academia de la Historia, en sus orígenes, fue la \ elaboración de una Historia Nacional, como ya apuntamos. Este deseo impulsaría la que, en teoría, debía ser la gran obra de esta institución, su Diccionario Histórico- \

Geográfico. Es fundamental para su realización la recopilación de objetos y vestigios -ruinas- de épocas pasadas y, en este momento, el dato arqueológico, como fuente = documental fidedigna, tendrá la importante misión de afirmar o negar los llamados , falsos cronicones. Partiendo de estas premisas, en la segunda mitad del s. XVIII ; comienza la difícil andadura del conocimiento relativo a la Arqueología. En esta primera fase, el interés estriba en la recopilación de documentación a través de la Academia y apoyada o a veces promovida por la monarquía. Desde el siglo X V III y sobre todo durante el XIX, la constante relación entre monarquía/ministerios (de Fomento y de Instrucción Pública) y Academia, va ¡ definiendo progresivamente a ésta como supervisora "oficial" del engranaje que se va j fraguando hasta desembocar en la Ley de Excavaciones Arqueológicas de 1911. La importancia de controlar y proteger los bienes procedentes de la í desamortización, por un lado, y la necesidad, por parte de la Academia, de contar con -j vigilantes directos en el terreno, llevan a la creación de Comisiones Provinciales de

:

Monumentos (1844), órganos regidos por las Reales Academias. Estas nuevas exigen­ cias cristalizan en la necesidad de un proyecto de ley de excavaciones y antigüedades, solicitado repetidamente por el Gobierno a la Academia, para legislar quiénes, cómo y de qué manera se deben hacer las excavaciones, perfilando cuál debe ser la actuación del Estado y de los particulares en este aspecto. La respuesta ambigua de la Academia significa la ocasión perdida, por parte de la institución, de tomar las riendas de una directa intervención sobre el Patrimonio. Las ruinas y los objetos desfilan ante la RAH a través de los informes. El papel de ésta se limita a una primaria "arqueología de gestión", sin "gestionar" directamente el Patrimonio. Así, no acaba de coordinar la preparación de la ley que se le pide; además, y a su función de recopiladora de documentación (escrita y arqueoló­ gica) hay que añadir la tarea de emisión de informes para el Gobierno. El proceso evolutivo de la actuación de la Academia de la Historia no fue lineal, sino que estuvo supeditado, a causa de sus mismos orígenes, a los movimientos desiguales del poder político. Pese a todos los condicionantes internos y externos que

188

.

LA REAL ACADEMIA DE LA H ISTO R IA ...



P ' han marcado su trayectoria, consideramos que, en determinados aspectos, esta institu­ ción influyó de manera primordial en el proceso de conformación del Patrimonio Histórico español.

I. E l

o r g a n ig r a m a

Año 1735 Hay un cambio en la denominación de la institución: de ser Junta pasa a denominarse, primero, Academia Universal y después Academia de la Historia. Primer establecimiento de los estatutos, (cf. cuadro 1 ). Año 1738 Seproducccl siguiente cambio: consolidación definitiva de la institución a la que Felipe V otorga el rango de "Real Academia" mediante R.O. de 18-4-1738 confirmada porel Consejo Real el 17 de Junio del mismo año (Anuario 1995: XX-XXI). Hay una reestructuración de los Estatutos en los que se reglamenta el n° de académicos, el objetivo de la institución y se reorganizan los cargos (4). Así, el Director cumple funciones de tipo económico y gubernativo, el Secretario se ocupa de cuestiones administrativas y el Censor cuida el cumplimiento de la normativa de los estatutos y, ayudado por tres Revisores, también supervisa el trabajo científico de los académicos (cf. cuadro 2 ). Hasta la gran renovación de 1792, en la que se intenta una revitalización general de la Academia, ésta se va consolidando y van creciendo sus fondos materiales y surgiendo nuevas necesidades que se dotan con nuevos cargos (Capmany 1796: CV ss.): Bibliotecario, Archivero y Anticuario (cf. cuadros 2,3 y 4). Este último, creado el 16-9-1763, se ocupa de las colecciones de antigüedades, fundamentalmente monedas, del llamado Gabinete de Antigüedades de la Real Academia de la Historia. Reseñamos también la importancia de un cargo instituido mediante Real Resolución del 23 de Abril de 1770, el de correspondiente. Según Capmany (1796, LIX) su origen se encuentra en el proyecto de la Academia de formar una Diplomática española similar a la obra del benedictino Mabillon (De Re Diplomática, 1681) con el fin de hacer una crítica histórica de los documentos de la historia de España. En esta obra trabajaban entonces diez monjes benedictinos que solicitaron ingresar en la Academia, motivo que ocasionó la creación de esta cuarta clase de académicos.

(4) Para el tema de las elecciones de estos cargos, cf. Capmany (1796: XIII).

189

Gloria Mora y Trinidad Tortosa

La reforma de 1792 es producto de una etapa de crisis en la que se intenta vislumbrar nuevas vías que permitan revitalizar tanto los estudios como la misma institución. Esta renovación incide en tres ámbitos diferentes: científicamente, costosa realización del Diccionario Histérico-Crítico y la pésima organización de los trabajos condujo a una selección de los temas que se consideraron más útiles1 organizativamente, y por cuestiones de eficacia en el trabajo, perjudicado por el reiterado incumplimiento de las obligaciones académicas, se establece una personalización de las tareas (Capmany, 1796, CXVI):

"... la Academia informada por las Juntas

de las Salas..., determinará los asuntos que deban ocupar la primera atención; y encargará la ilustración deellos a los individuos, según la mayor instrucción y afición de cada uno";

ideológicamente, la renovación

refleja en cierto modo el nuevo espíritu reformista del momento, que, según ciertas voces, ve con malos ojos la dependencia de la institución con respecto a la monarquía. Como hemos apuntado, una de las novedades que conlleva esta renova­ ción es la creación de lo que al principio se denominaban Salas y después Comisiones. A partir de este momento la Academia va a desempeñar sus trabajos por medio de estas Comisiones, que pueden ser permanentes o eventuales y que se encargan de los temas concretos de sus respectivas competencias. Entre las primeras están la Comisión de Indias, la de la España Sagrada (continuación de la obra del Padre Flórez), la de Antigüedades, etc. (Anuario, 1995:49 ss.). Nos interesa destacar ésta última, formada por acuerdo del 21 de Septiembre de 1792. Desde el momento de su creación se encargará de proteger los monumentos y los materiales arqueológicos, especialmente a partir de la Real Cédula del 6 de Junio de 1803, por la que se encomienda a la Corporación esta misión. Funcionalidad que será exclusiva hasta que por R.O. del 13 de Junio de 1844 se creen las Comisiones Provinciales de Monumentos. A lo largo del s. X IX y como consecuencia de la dispersión de los bienes (tanto eclesiásticos como civiles) ocasionada por las desamortizaciones, surgen nuevos intereses y necesidades sociales acerca del uso de los bienes patrimoniales. En particular, a la Academia como institución se le pide desde el Gobierno y de manera insistente que redacte una Ley que permita regular la cuestión de las excavaciones arqueológicas (público-privado), de la exportación de objetos y la conservación y depósito de materiales hallados en excavaciones. La no realización de la ley reclamada, así como las tensiones provocadas por la exportación de algunos objetos (el tesoro de Guarrazar, la Dama de Elche) provocará un cambio de competencias. Durante los primeros años del s. X X , en 1911, se crea la Junta Superior de Excavaciones y Antigüedades que se encarga de la labor que hasta entonces había sido desempeñada por la Academia y, en concreto, por la

190

LA REAL ACADEMIA DE LA HISTORIA ... decisiones tomadas a través de la Comisión de Antigüedades. Esta Junta actúa de acuerdo con la Ley de este año y con su Reglamento del año siguiente.

||. A l g u n o s P r o y e c t o s

de

la R A H

g o n c o n t in u id a d

Como dijimos al principio, el objetivo primordial de la Academia fue la realización del Diccionario Histórico-Crítico. La recopilación de la información necesaria se realiza, a veces, a través de la Academia o promovida, en otras ocasiones por iniciativa real. Las vías de llegada de la información son fundamentalmente dos: los

llamados viajes literarios, como el del académico Luis José Velázquez de Velasco, marqués de Valdeflores entre 1752-1765 (Mora, 1996:901 ss.) y los informes emitidos por los correspondientes en provincias. Estos trataban del descubrimiento o de la conservación de los restos arqueológicos, como sucedió en los casos de Itálica y Segóbriga (Tortosa y Mora, 1996). Paralelo a este interés por el reconocimiento de

ruinas, existe un afán por la recopilación de fuentes escritas, siendo prioritaria la epigrafía. Reflejo de ello es el proyecto académico redactado en 1753 que plantea la recopilación completa de las inscripciones de España (Capmany, 1796: XLI ss.). Un segundo proyecto del año 1755 propone la formación de una colección "cronológica de exceiptas de los autores originales y primitivos, así griegos como romanos, de cosas tocantes a España

(Capmany, 1796: LII). Estos proyectos constituyen la génesis de lo que será, más de un siglo después, el volumen II (Hispania) del Corpus ¡nscriptionum Latinarum, compi­ lado por el epigrafista alemán Emil Hübner por encargo de la Academia de Ciencias de Berlín (1869), y las Fontes Hispaniae Antiquae de Adolf Schulten (1922-1959).

III.

P u b lic a c io n e s

Tras la renovación del organigrama y de los objetivos que se produce en laAcademiaapartirde 1792, se intensifica, por un lado, el afán de divulgar los trabajos realizados por la institución y, por otro, se reconoce la necesidad de definir unos temas prioritarios, aspectos recogidos por los nuevos Estatutos. La dinámica de trabajo se desarrolla ahora, como apuntamos, a través de las "salas" o comisiones, de las que ya hemos hablado. Una de las características de la Academia es la irregularidad en la publicación y la variedad en los temas. Prueba de ello es la serie de los Fastos, que recoge las disertaciones leidas por los académicos en las Juntas Públicas. Se celebran cuatro: 27-6-1739; 10-7-1740; 14-7-1741 y 4-7-1742, pero sólo se publican las tres primeras.

191

Gloria Mora y Trinidad Tortosa

Los lemas tratados son discursos variados como El carácter de los españoles

;

Francisco Fernández Navarrete, o El Origen de los duelos y desafíos escrito por Martín de Ulloa. El final de esta serie coincide con el cese de las convocatorias de las Juntas Públicas, que no se reanudan hasta 1796 y con carácter trienal. La primera publicación relativamente periódica de la Academia es la serie de las Memorias, cuyo objetivo es recoger los trabajos monográficos realizados

<

por los académicos (Disertaciones) para el Diccionario. Los dos primeros volúmenes aparecen en 1796 y, a pesar de las buenas intenciones de la institución, la irregularidad estará presente en sus ediciones posteriores (5). En esos momentos el interés prioritario de la Academia es indagar sobre los orígenes de España como nación, que sitúa en la época del dominio godo (6). La segunda publicación, el Boletín, nace en 1877, aunque ya desde 1850 se había tratado en Junta la necesidad de tener una publicación periódica (Anuario, 1995:57). Esta revista, que surge a imitación d e "... lasque con envidiable éxito dan á luz Corporaciones nacionales y extranjeras de la misma índole", tiene como fin contribuir a: "secundar las tareas de los hombres científicos y estudiosos", difundir "recientes descubrimientos e investigaciones e ilustrar puntos más o menos controvertidos en la historia de la antigüedad". Según esta

perspectiva la revista se divide en tres secciones: una de actualidad que recoge las resoluciones, nombramientos, informes, comunicaciones de las Comisiones Provincia­ les de Monumentos, etc.; otra donde se publican y estudian documentos relativos a la historia de España, y una tercera sección que recoge las adquisiciones realizadas por la institución. Como queda de manifiesto, el Boletín tiene unos objetivos más concretos y acordes con las nuevas necesidades que van unidas a la nueva definición del Patrimonio Histórico-Arqueológico de ese momento. Frente a las Memorias, que se nutren exclusivamente de los trabajos de los académicos, el Boletín está abierto a aportaciones de personas no necesariamente vinculadas con la institución.

IV.

S e d e y e m b lem as d e l a

RAH

La Academia ha tenido diversas sedes a lo largo de su historia. Tras una primera fase en que ocupó un aposento cedido por el rey en la Biblioteca Real (c/ del Tesoro), en 1785 la sede se traslada a la Real Casa de la Panadería en la Plaza Mayor

(5) (6)

El volumen lllaparece en 1799; el IV.en 1805; elV.en 1817; el VI,en 1821; el Vil, en 1632; el VIII, en 1852; el IX. en 1879; el X, en 1885; el XI, en 1888: el XII, en 1901; el XIII, en 1903; el XIV, en 1909. Una muestra de ello ofrece el volumen i de 1796 donde de nueve disertaciones, cinco tratan de los godos.

192

:

____________________

LA REAL ACADEMIA DE LA HISTORIA ...

(Anuario. 1995: XXV I, XXV II, XVIII). Ya en 1830 la institución se plantea la necesidad de tener un edificio mayor, ya que habían aumentado los fondos de biblioteca,

^ ^ ^ B f e c io n e s y monetario. Sin embargo, el problema no se solucionará hasta la desamor­ tización de Mendizábal de 1835, cuando se le ofrece a la Academia tres posibles alojamientos: el convento de los Trinitarios Descalzos en la CJ de Atocha (que se convertirá en el Museo Nacional de la Trinidad), el de San Felipe Neri en la C/ Bordadores y el edificio del Nuevo Rezado en la C/ Del León (antigua propiedad de los monjes del Escorial). Finalmente, por R.O. del 23 de Julio de 1837 se le entrega este último edificio a la Academia (López Otero, 1932).

Desde los Estatutos de 1738, la Academia se coloca bajo la protección de "La Limpia y Pura Concepción de Nuestra Señora".

Los académicos que entraban a formar parte

del cuerpo debían jurar la defensa de este misterio (Capmany, 1796: XIII), además de la observancia de los estatutos y el secreto de los asuntos de la Academia. Esta práctica

tiene su origen a principios del s. XVII, cuando era habitual que determinadas instituciones como Universidades, cabildos, órdenes militares, gremios y hermandades juraran la defensa de este misterio de la Purísima Concepción (7). Los emblemas han sido para la Academia la expresión de su identidad. En el título de este trabajo incluimos el primero de ellos (1738): In Patriam,

Populumque fluit, tomado de un verso de Horacio (Odas, III, 6) que acompañaba la > representación de un paisaje surcado por un río. Un siglo después, cuando por R. D. del 1 de Junio de 1847, se reorganizan las Reales Academias (Española, Historia, Bellas Artes y Ciencias), sc crea una medalla distintiva para los Académicos numerarios diferenciándose las de cada corporación por el emblema central y el lema. Para sustituir al emblema anterior la RAH elige (el 4 de agosto de 1848) una alegoría del genio de la historia con la leyenda: "Noxfugii historíete lumen dumfulge/ iberia" (Anuario, 1995: X X III). Esperemos que este lema continúe iluminando los caminos de la historia.

(7)

Incluso algunos de los ilustrados más "críticos" defendían esta creencia; cf. por ejemplo la oración apologética que G. Mayans escribe en 1729. En 1770 y por iniciativa de Carlos III, Clemente XIII declara a la Inmaculada patrona de España y de las Indias. Sobre este tema con la bibliografía correspondiente, cf. Alvarez Barrientos y Mora (1985: 184-6).

193

Gloria Mora y Trinidad Tortosa C uadro 1

A Ñ O 1735 Rey Cargos fijos Presidente (Duración: 4 meses). Secretario (Cargo Perpetuo). Celador (Cargo Perpetuo. Similar que luego tendrá el Censor). Académicos Numerarios: 20 (Con voto). Supernumerarios: 20 (Sin voto) Juntas Ordinarias semanales, los lunes, de 6 a 9 h. Bibliografía: Nava, 1989: 276.

C uadro 2 A Ñ O 1738 PoreIR.O.del I8de Abril de 1738. El Consejo Real da su aprobación el 17deJuniodel mismo año. i] Rey Cargos fijos Director (Cargo anual, sin posibilidad de reelección al año siguiente). Secretario (cargo perpetuo.; Con tres revisores a su cargo). Censor (cargo perpetuo). Académicos Numerarios: 24. Supernumerarios: 24. Honorarios: N°sin determinar.

Juntas Se decide realizar una Junta Pública anual (Nava. 1989:291). Estas Juntas anuales se realizarán desde 1738 a 1742. Hasta 1746, las Juntas ordinarias se celebran los lunes. Después se celebrarán los viernes (Anuario, 1995: XXIX). Acad. Supernumerarios Suplen a los numerarios cuando éstos están ausentes por razones de Estado. A partir de 1750 había que ser académico Supernumerario para poder ascender a Numerario según designación del director, cf. Siete i Iglesias (1978). Acad.Honorarios Cargo honorífico a personas reconocidas en el ámbito científico. En el año 1769 se dispone que no se nombren académicos honorarios más que a los extranjeros y a "sujetos beneméritos". Para conocerla: evolución que sufre este tipo de académicos cf. Siete Iglesias ( 1978). 14-7-1745: Se crea el cargo de Tesorero, entonces con la denominación de Tesorero-Recaudador.!] 16-9-1763: Se crea el cargo de Anticuario, con carácter perpetuo (cf. texto de este art.). Bibliografía: Anuario. 1995; Capmany, 1796: XI; Nava, 1989; Siete Iglesias, 1978.

¡

C ua d r o 3

A Ñ O 1770 Real Decreto del 23-4-1770 Rey Cargos fijos Director. Secretario. Censor. Académicos La misma composición que anteriormente. Innovación: la creación del cargo de Correspondiente

Juntas Continúa igual. 20-7-1787: Se crea, con carácter vitalicio el cargo de Bibliotecario.

194

LA REAL ACADEMIA DE LA HISTORIA Bibliografía Anuario. 1995: CCXX XV Ill; Capmany, 1796: LIX; Nava, 1989: 310-312 y 315-316.

C uadro 4

AÑO 1792 Cédula del 15 de Noviembre de 1792. Nuevos Estatuios. Se introduce un nuevo espíritu de reforma (cf. texto de este art.). Rey

Cargos fijos

Director (adquiere mayor protagonismo y poder de resolución). Secretario (continúa como anterior­ mente). Censor (es elegido cada tres aflos). Académicos

* -1 Sigue el mismo número que anteriormente. Juntas A partir de ahora las Juntas Generales Públicas se convocan cada tres aflos. Hay un cambio en la asistencia mínima, ahora es necesario la presencia de 16 individuos. En esas Juntas se leen las órdenes del rey, desús tribunales y de sus ministros. De manera que queda atestiguada la presencia del Estado en la Academia. Bibliografía: Capmany, 17%: X XII, XXIII; Nava, 1989: 326.

C uadro 5

AÑO 1847 R.O. del 26 de Marzo de 1847. Se reorganiza la constitución de la Academia. La mayor parte de las académicos honorarios nacionales pasan a la clase de numerarios. Después, a partir del año 1769 se dispone que no se nombren honorarios más que a los extranjeros eminentes, entre los que podemos citar el abate Barthelémy en 1754, Mommsen y Hübner en 1868 o Layard en 1870. Bibliografía: Siete Iglesias, 1978.

B ib l io g r a f ía ALVAREZ BARRIENTOS, J.; MORA, G„ 1985 "El final de una tradición. Las falsificaciones granadinas del siglo XVIII". Revista de Dialectología y Tradiciones Populares, XL: 163-189. ANUARIO DELA REAL ACADEMIA DELA HISTORIA, 1995. MADRID. BRAH, I, 1897: 5-7. CAPMANY. A. DE, 1796 "Noticias del origen, progresos y trabajos literarios de la Real Academia de la Historia". Memorias de la RAH, 1: I-CLXI. LÓPEZ OTERO, M„ 1932 "La casa de la Academia de la Historia. El Nuevo Rezado". BRAH, 100: 780-800. MEMORIAS DE LA RAH, I, 1796: 1-6. MORA, G., (e.p.) "Las Academias españolas y la arqueología en el siglo XVIII: el modelo francés". En G. Mora y M. Díaz-Andreu (eds.), La cristalización del pasado: génesis y desarrollo del marco institucional de la arqueología en España. Actas del II Congreso Internacional de Historiografía de la Arqueología en España (siglos XVIII-XX). Málaga.

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196

E x p e r to C r e d ite . E l P . F it a y e l a n tic u a ris m o s o r ia n o

J o a q u ín G ó m e z - P a n t o ja ( * )

L o s individuos de número de la Real Academia de la Historia protago­ nizaron a fines del pasado siglo y comienzos de éste una benemérita labor de salvaguar­ da del patrimonio histórico nacional, que representa quizá el mejor fruto del historicismo

en nuestro país y de la que aún somos deudores. Definiéndose los miembros de esa república literaria como peritos en

"monumentos de todas las clases, y muy particularmente en

medallas, ídolos, estatuas, libros raros y manuscritos antiguos" (Peiró y Pasamar, 1989-90: 10), las razones para oficiar en el Templo de Clío eran tan variadas como sus personalidades e ideas: para algunos, la imitación de las modas y procedimientos en uso allende los Pirineos era un modo de "modernizar" el país; otros estaban movidos por el romántico impulso de hallar las raíces de España e indagar en la etnogénesis patria; hubo quienes alzaron la bandera de la Historia frente a la general actitud de desprecio y dilapidación del Pasado que caracteriza nuestro siglo XIX; y finalmente, no faltaron los que teniendo resueltas las más urgentes necesidades vitales, encontraron en el cultivo de la Historia un eficaz remedio contra el errnui. Además, la necesidad del Estado decimonónico de contar con un órgano que tutelase los monumentos que habían pasado a propiedad pública cuando cayó el Antiguo Régimen y se produjeron las desamortizaciones o que, teniendo otra condición legal, eran considerados bienes nacionales, dotó de notable vida a la Academia de la Historia y la convirtió en el paradigma de la erudición y el anticuarismo nacional, mientras que los resultados del celoso cumplimiento del encargo legal de velar por la conservación del patrimonio recibían en las "doctas memorias académicas" adecuada publicidad. Guiados por un lógico y utilitario positivismo, solemos buscar en estas publicaciones antañonas la cita erudita o el dato que precisa nuestra investigación y rara vez nos damos cuenta de que lo que sus autores, casi siempre individuos de número de la Academia, daban a la imprenta —muchas veces verbatim— eran las noticias enviadas desde todos los rincones de la Península por una plétora de comunicantes e informadores.

(*)

Universidad de Alcalá de Henares.

Joaquín Gómez-Pantoja

En el breve espacio concedido a esta comunicación, quisiera niostraJH cómo la correspondencia sobre antigüedades locales — singularmente inscripciones.^^ sostenida entre algunos eruditos y dilettanti sorianos y Fidel Fita Colomer, S J. en |0s ■ años a caballo entre el pasado siglo y éste puede constituir un modelo del ntodu^M

operandi académico, a la vez que, desde un punto de vista positivista, apunta interesanH tes y poco empleadas fuentes. A pesar de haber salido raramente de Madrid, Fita abarcó todos los 9 rincones del país gracias a una red de corresponsales, cuyas noticias -en ocasioneglB sobre piezas inéditas y acompañadas de dibujos, fotografías y calcos-, el docto jesuita» interpretaba, comentaba y publicaba apoyándose en su conocimiento de las lenguas « clásicas y semíticas y en su familiaridad con los corpora y repertorios disponibles. Por a virtud de su preemiencia institucional -académico correspondiente de la Real Acade-' mia de la Historia en 1865, miembro de número desde 1877, elegido Anticuario] Perpetuo en 1909 y Director de la Corporación desde 1912 hasta su muerte en 1918-,: y de la innata reverencia de los historiadores por el testimonio impreso -más de 700 escritos de diversa consideración publicados en 36 años de colaboración con el Boletín 1

de la Real Academia de la Historia-, los dictámenes anticuarios de Fita gozan de gran autoridad, especialmente en aquellos no pocos casos en que han desaparecido las ¡ inscripciones y piezas arqueológicas que él dió a conocer. Refiero a continuación los 1 artículos de epigrafía soriana firmados por Fita, a los que he añadido las referencias de j las lápidas en los repertorios de uso común, así como el nombre o nombres de los ; informantes: Fita, 1875: una inscripción de Medinaceli (= C IL II 5789; ILER 5466 y 6837; j Jimeno, 1980:71), según dibujo enviado por Aureliano Fernández Guerra y procedente i de las excavaciones realizadas en el lugar por

"el respetable eclesiástico D. Román Andrés de ,

la Pastora y D. Isidoro de Velasco, canónigo de Granada, ambos correspondientes de la Academia de

la |

Historia".

Fita, 1888: pedestal de Tiermes (= CIL I I 5794; ILER 6383; Jimeno, 1980: 148 n° 127) según dibujo y noticia proporcionados por Celestino Pujol y Camps, individuo de número de la Academia. Fita, 1892a: un pedestal (=Hübner 1897:415 n° 144; ILS 8969; Jimeno, 1980: 152-3 n° 131) y dos miliarios (= Jimeno, 1980: 167-70 n° 137-8; Lostal, 1992:155 n° 159; cf. Fita, 1893a: 271-2) de San Esteban de Gormaz según noticias y calcos ("imperfectos" según Fita) recibidos de Narciso Hergueta; el artículo también vuelve sobre el ya mencionado pedestal de Tiermes, cf. Fita 1888: 101-2.

198

EXPERTO CREDITE. EL P. FITA Y EL ANTICUARISMO SORIANO

Fita, 1892b: descripción de las marcas de propiedad grabadas sobre dos vasos argénteos descubiertos en Tiermes (= Hübner, 1903: 184 n° 431) según autopsia del propio Fita en el dom icilio de D. Antonio Cánovas del Castillo, director de la Academia.

-

Fita 1892b: rectificaciones a sendas lecturas del pedestal de San Esteban (cf. Fita, 1892a) y de una de las páteras termestinas (cf. Fita 1892b). Fita, 1893a: pedestal honorífco de Sabina Tranquillina (= Hübner, 1897:414 n° 143; Jimeno, 1980: 149 n° 128) y una lápida funeraria (= Hübner, 1897: 417 n° 146; Jimeno, 1980: 122-3 n° 104); rectificaciones a C I L I I 2814 y 2822 y a los dos miliarios publicados en Fita, 1892a. Las inscripciones proceden de San Esteban de Gormaz y los informantes fueron los señores Nicolás Rabal, correspondiente de la Academia, y Pedro Abad, farmacéutico del lugar. F ita, 1893b: altar votivo (= A E 1894: n° 11; Hübner, 1897:419 n° 149; ILER 256; Jimeno, 1980: 23 n° 6) de Añavieja, según información recibida de Nicolás Rabal, correspondiente de la Academia. Fita, 1893c: re-edición del epígrafe de Medinaceli (cf. Fita ,1875). Fita, 1896a: dos piedras sepulcrales, una completa (= Hübner, 1897:416 n° 145a; Jimeno, 1980: 118 n° 99) y otra fragmentaria (= Hübner, 1897: 417 n° 146a; Jimeno, 1980: 120 n° 101), halladas en San Esteban de Gormaz, según calcos hechos por el farmacéutico Pedro Abad y enviados a Fita por Narciso Hergueta. Fita, 1896b: una lápida funeraria (= Jimeno, 1980: 97 n° 78) y un miliario (= Jimeno, 1980: 182-3 n° 150; Lostal, 1992:42 n° 35), comunicados por la Comisión de Monumentos de Soria. Fita, 1907: dos inscripciones procedentes de Matute de la Sierra (=Jimeno, 1980: 31-34 n° 16-18), cuyas descripciones y fotos fueron enviadas por Mariano Granados, correspondiente soriano de la Academia. Fita, 1911: lápida funeraria de Vinuesa(= Jimeno, 1980:125-6 n° 107) enviada a la Academia por el párroco del lugar mediante el numerario Marqués de Cerralbo. En realidad la lápida estaba entonces en Santervás de la Sierra, vid. infra. Fita, 1916: inscripción sepulcral de Alentisque (Jimeno, 1980: 63-64 n° 45; Gómez-Pantoja, 1996) según calco y noticia de Santiago Loranco recibidos por agencia de Manuel Serrano y del Marqués de Laurencín. Lo interesante es que ahora es posible confrontar los datos publicados por el académico con las noticias recibidas de sus informadores. La correspondencia y las notas de trabajo de Fita se encuentran repartidas entre el Archivo de la Academia de la

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Joaquín Gómez-Pantoja

Historia y el Archivo de la Provincia Jesuítica de Toledo, sito actualmente en el Coleg¡0 de San Ignacio de Alcalá de Henares. Mientras que el expediente conservado en la Corporación madrileña es bien conocido (Siete Iglesias, 1979: 287-90; Abascal, 1994. 367-90), los papeles del segundo depósito documental han permanecido cenados al público; ahora, gracias a la gentileza de los PP. Jesuítas y, sobre todo, del Prof. García Iglesias, he tenido oportunidad de examinar las cartas y documentos de Fita sobre epígrafes sorianos. Así, por ejemplo, un cuadernillo manuscrito de Nicolás Rabal, fechado el 8 de Agosto de 1893 y con el título de Calcos de las Inscripciones romanas no publicadas porLoperráez ni el alem án E m ilio Hübner, contiene dibujos y otras noticias

sobre el hallazgo o el paradero entonces de muchas de las lápidas conocidas de San Esteban de Gormaz. De este manuscrito -y de otro similar remitido por Pedro Abad el 23 de Febrero de 1892-, se obtuvo la sustancia de Fita , 1893a. Hay también una carta de Narciso Hergueta de 6 de Marzo de 1896 remitiendo los calcos de dos inscripciones de San Esteban, que se publicaron casi inmediatamente (Fita 1896a); he encontrado también el dibujo del pedestal de M. Magius Antiquus, que se dice recibido de Hergueta, pero no he dado ni con la carta de remisión

ni con los dibujos de los miliarios de la misma procedencia que fueron publicados al tiempo (1892a: 129); mientras el asunto carece de importancia en el caso de los miliarios porque se conservan en el Museo Numantino de Soria, el pedestal de Magio es un documento de cierto valor, cuyo paradero se ignora desde comienzos de siglo. Las indicaciones de Hergueta y otros daban esperanza de poder localizarlo de nuevo, pero las pesquisas de mi buen amigo F. García Palomar han resultado infructuosas. Otros dos expedientes merecen atención: el primero está firmado por Santiago Loranco, maestro de Bordejé, y trata de una ermita de su pueblo natal, Alentisque, y de la inscripción latina en ella empotrada, que también apareció publicada en el BRAH (Fita ,1916: 415-6). Y el otro lo forman un par de cartas de Blas Taracena, fechadas los d ía 3 y 7 de Diciembre de 1917 y dirigidas a José Ramón Mélida, pero dando cuenta de una exploración por parte de Fita en dos pequeñas aldeas vecinas de Numancia, Dombellas y Santervás de la Sierra, buscando la comprobación de ciertos datos previamente publicados (1911: 98-99); Clemente Sáenz, entonces jovencísimo, recordaba, 50 años después (1967: 242), su participación en esta descubierta. Los dibujos y la descripción de las nuevas piezas encontradas entonces llegaron a manos de Fita, pero permanecieron inéditas hasta que Bonfante (1941: 73-77) las publicó una veintena de años más tarde.

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_____ EXPERTO CREDITE. EL P. FITA Y EL ANTICUARISMO SORIANO

Finalmente, resulta también curioso el largo memorial de fecha de 7 de Agosto de 1912, con el que Andrés Serrano, jefe de Telégrafos de San Esteban de Gormaz, planteaba a Fita (entonces ya Director de la Academia) algunas cuestiones relativas al nombre, la situación y el rango legal de su pueblo en la Antigüedad; a lo largo del discurso, Serrano desgrana noticias de varios epígrafes de la localidad — alguno inédito entonces— , y de hallazgos de antigüedades de diversa consideración en los alrededores del pueblo; el memorial concluye con una petición de respuesta y, para facilitarla, el sensible funcionario, "a pesar de gozar de franquicia de Correos", le remitió a Fita los sellos necesarios. Por motivos que ignoro, el académico no prestó atención a tales noticias, que no dejan de tener interés por contener un testimonio temprano sobre la arqueología de esa notable local idad ribereña del Duero (García Meri no, 1977:165-229;

Gómez-Pantoja ,1989: 241-9). Por lo tanto, el examen de "los papeles Fita" me ha permitido encontrar el material original con que el jesuíta compuso aproximadamente la mitad de los artículos listados anteriormente; faltan las referencias a Fita, 1875,1888,1892b, 1893b, 1907 y 1911, que no están en el Archivo de su Orden ni parecen constar en el expediente custodiado en la Academia de la Historia. Aunque esta correspondencia, pues, cubre asuntos ya conocidos, algunas de las piezas descritas entonces han desaparecido y también se quedaron en el tintero detalles de interés para un editor de fuentes epigráficas. Refiero a continuación, y de modo resumido, algunas de esas novedades. De acuerdo con el espíritu de su tiempo, el docto jesuíta consideraba los epígrafes latinos como testimonios esencialmente filológicos y de ahí su escaso interés por reproducir los croquis y las fotografías de las piezas. Sin embargo, sus corresponsales le enviaron con frecuencia documentos gráficos, generalmente dibujos, realizados con mayor o menor pericia. Tal sucede, por ejemplo, con la lápida funeraria y el miliario de Muro de Agreda — hoy en paradero desconocido— , de los que el académico apenas si dió sus medidas y la transcripción del texto (Fita, 1896b: 524-5). Los dibujos originales permiten, en ocasiones, rectificar la editio princeps, como es el caso de la piedra de Alenlisque (Fita, 1916:412-3), cuya memoria se había perdido desde hacía tiempo (Jimeno, 1980: 64); con los datos proporcionados por Loranco ha sido posible su relocalización, comprobándose entonces que el polígrafo jesuíta había pecado de hipercorrección: donde él leía Sempronius

Lurus -un raro e infrecuente cognombre-, en la piedra está escrito algo tan vulgar como Sempronius Lupus (Gómez-Pantoja, 1996: 115-24). En otros casos Fita dejó inéditas algunas noticias, como ocurre con una lápida de San Esteban de Gormaz que hubo de esperar otros veinte años antes de ser

Joaquín Gómez-Pantoja

publicada con una transcripción tan ininteligible que ha sido causa constante de perplejidad para editores posteriores (Artigas, 1932:41); ignorándose hoy la situación de la piedra, no hay comprobación posible del texto(Jimeno, 1980:122n° 103;GómezPantoja, 1994: 214-6). Sin embargo, en 1912, Fita había recibido de Andrés Serrano, jefe de Telégrafos de San Esteban, una detallada noticia sobre la inscripción, así como un dibujo de la misma; colatando éste con la versión de Artigas, he propuesto recientemente una nueva lectura de la pieza con la que creo haber reconstruido el texto original (Gómez-Pantoja, e.p.a). Los "papeles Fita" también arrojan una interesante luz sobre el modus

operandi del jesuita y ayudan a resolver -o a explicar al menos- algunas noticias incongruentes o irregulares. Tómese, por ejemplo, la inscripción que dícese proceder "de Vinuesa" (Fita, 1911:98-99) pero que en realidad estaba en Santervás de la Sierra. Indudablemente, Fita aceptó sin comprobación el testimonio de su informante (un error similar se observa en la noticia del hallazgo de los vasos argénteos de Tiermes, que se afirma encontrados en Tielmes, provincia de Madrid, cf. Fita, 1892a). Indudablemente, el detalle es revelador de las prioridades científicas del docto jesuita, que apenas prestaba atención al aspecto físico y a las circunstancias del hallazgo de las piezas; en cambio, su interés por los textos le permitía corregir a voluntad sus fuentes, y cuando se colatan ambas lecturas, la más certera suele ser la del testigo directo. Volviendo a la inscripción dada por Fita como procedente de Vinuesa pero en realidad encontrada en Santervás, la clave de la confusión se encuentra en una carta de Taracena, que explica cómo uno de los infomantes del jesuita, era "persona que iva (sic) a cazar y tenía frecuente trato con Vinuesa, [y] sabedor de que áquella era la antigua Vinantium y que debió creer al ser romana la lapida

y no conocer él cercana (relativamente) otra poblacion romana que aquella, que necesariamente de Vinuesa tenia que proceder". Esta atribución de origen por idoneidad es un fenómeno bien conocido

de cualquiera que se haya enfrentado con la tradición manuscrita del textus receplus', en este caso, el azar permite la corrección del dato, pero cuando ello no es posible, el resultado es una perversa confusión historiográfíca. Y hablando de la fortuna y de sus repercusiones, el reparto de los "papeles Fita" entre el Archivo jesuítico y la Academia de la Historia produce resultados soprendentes. Así, al catalogar el expediente de la Academia, Abascal (1994: 383-4) encontró un grupo de notas tituladas "Lápidas romanas de Dombellas, Langosto y Vinuesa. Apuntes", que indudablemente tienen que ver con Fita 1911 y las indagaciones que Taracena narra en sus cartas de 1917. Esas notas contienen la lacónica descripción de un "pedestal con pedazo de fuste" que se dice encontrado en Langosto y que Fita no

,

__ EXPERTO CREDITE. EL P. FITA Y EL ANTICUARISMO SORIANO llegó a publicar, pero al que sí aludió Taracena años más tarde (1924:25; Jimeno, 1980: 88 n° 68). Lo raro del texto y *a circunstancia de que su primer editor no volviese a referirse a él (cf. Taracena, 1941), justificaban -hasta la publicación de Abascal- la sospecha de que se trataba de una interpolación; luego, la existencia de una segunda fuente para el texto pareció disipar las dudas. Pero cuando se vuelven a juntar los datos separados por la casualidad archivera, la cuestión de la autenticidad de la lápida de Langosto sólo admite un non licet puesto que se desconoce quién informó a Fita y tampoco se puede decidir si Taracena depende de las mismas fuentes o representa una tradición independiente.

Como corresponde a una comunicación, las cuestiones aquí suscita­ das son muy reducidas en su objeto y en sus aspiraciones. Pero también se ofrecen quizá como paradigma de un fenómeno más amplio, a saber, el modo en que la Academia de la Historia actuaba como clearing house, intérprete y difusor de las novedades históricas del país. Tres razones justifican a mi entender una investiga­ ción más detallada de este asunto. Primero, porque sólo una ínfima parte de las noticias enviadas a la Academia llegó a ver la luz en letra impresa y los archivos intitucionales y personales pueden aún guardar datos inéditos o de interés (Abascal, 1994b, Gómez-Pantoja, 1996 y en prensa b). En segundo lugar, porque un estudio así constituye posiblemente un buen medio para establecer el censo de historiadores españoles del pasado siglo y, en consecuencia, la difusión de los nuevos modos de pensamiento y trabajo historiográficos. Sobre esta cuestión se pontifica con facili­ dad y gusto aunque su evaluación exacta esté lejos de haberse llevado a cabo; el procedimiento seguramente exige menos referencia a lo institucional (decretos, leyes, declaraciones y acuerdos de Academias y doctas sociedades) para centrarse más en el estudio de las relaciones interpersonales, un método nada ajeno al historiador de la Antigüedad y cuya aptitud para aclarar cuestiones difusas ha sido demostrada por Sánchez-Prieto (1993). Además, en épocas en que la Historia era todavía más un liobby que una profesión y no se había generalizado aún la ética del

publish orperish , la nómina de historiadores es seguramente más amplia que la de autores de artículos de revistas, periódicos y libros. Y, finalmente, porque el marchamo de la institución confería a los artículos y publicaciones de sus miembros una autoridad que en ocasiones no estaba justificada. Sólo cuando se confronta la obra de un historiador con sus fuentes -y eso, más que el progreso del conocimiento histórico, parece ser el verdadero objeto de la Historiografía (Skotheim, 1966: 299 ss.)-, pueden abordarse cuestiones tan apasionantes como las de la objetividad.

203

Joaquín Gómez-Pantoja

prejuicios y la influencia de los climas de opinión sobre la reflexión histórica. Experto credite... y nos extraviaremos (1).

B

ib l io g r a f ía

ABASCAL, J.M., 1994 "Inscripciones romanas y celtibéricas en los manuscritos de Fidel Fita en la Real Academia de la Historia". APL, 21: 367-90. ARTIGAS, P , 1932 "Por tierras de gesta. San Esteban de Gormaz II: La epigrafía romana". BSEE, 40:39-49. BONFANTE, G„ 1941 Some New Inscriptions from Spain. AJA 45: 73-80. E N C A R N A D O , J. y RIBERO, J. CARDIM (eds.), (e.p.) Actas del II Coloquio Internacional de Epigrafía (Sintra 1994). FITA, F., 1875 "Lápida de Medinaceli". Museo Español de Antigüedades, IV: 629-32. 1888 "Noticias". BRAH, 12: 101-2. -, 1892a "San Esteban de Gormaz. Lápida inédita". BRAH, 21: 129-33. -, 1892b "Páteras de plata Termestinas". BRAH, 21: 148-9. 1892c "Inscripciones termestinas. Rectificaciones". BRAH, 21: 250. -, 1893a "Epigrafía romana". RRAH, 23: 267-72. -, 1893b "Inscripciones inéditas de Añavieja y Oyarzun". BRAH, 23: 484-91. -, 1893c "Reseña epigráfica desde Alcalá de Henares a Zaragoza". BRAH, 23: 491-525. 1896a "Epigrafía romana". BRAH, 28: 259-61. -, 1896B "Epigrafía romana y visigótica". BRAH, 28: 524-25. 1911 "Antigüedades romanas de Vinuesa". BRAH, 60: 98-99. 1916 "Nuevas inscripciones romanas de Alentisque y Riba de Saelices en la Diócesis de Sigüenza". BRAH, 65:414-17. GARCÍA MERINO, C., 1977 "Un olvidado núcleo de población hispanorromano: el yacimiento de S. Esteban de Gormaz (Soria)". HAnt, 7: 165-229.

(1)

Este trabajo ha sido posible gracias a la ayuda financiera de la Universidad de Alcalá de Henares, dentro del proyecto de investigación “Investigadores extranjeros y las antigüedades hispánicas, siglos XVIII yXIX”.

■ i

______________ EXPERTO CREDITE. EL P. FITA Y EL ANTICUARISMO SORIANO

---

GÓMEZ-PANTOJA, J., 1989 J H jT "Castillos en el Duero". Gerión, 7: 241 -9.

V, ,994

"Viejas piedras, nuevas lecturas. Inscripciones latinas de San Esteban de Gormaz, Soria". En C. Sáez, y J. Gómez-Pantoja, (eds.^ 213-224.

1996 "El P. Fita y sus fuentes". Signo, 3: 115-24 e.pa "Relectura de un epígrafe de San Esteban de Gormaz, Soria". Conimbriga. c.p.b Arco. En J. Encarnado y J. Cardim Ribeiro (eds.). HÜBNER.E., 1897 "Additamenta nova ad Corporis volumen II". EE, 8: 23-184. -, 1903 "Additamenta nova ad Corporis volumen II". EE, 9: 12-184. JIM ENO. A., 1980 Epigrafía romana de la provincia de Soria. Soria. LOSTALJ., 1992 Los miliarios de la Tarraconense. Convenlus cesaraugustano y cluniense. Zaragoza. PEIRÓ, I. y PASAMAR, G. 1989-90 "El nacimiento en España de la Arqueología y la Prehistoria (Academicismo y profesionalización, 1856-1936)". Kalallios, 9-10: 9-30. SÁEZ, C. y GÓMEZ-PANTOJA, J. (eds.), 1994 Las diferentes historias de letrados y analfabetos. Alcalá de Henares. SÁENZ, C., 1967 "Otras dos notas en torno a Numancia". Celtiberia, 17: 241-7. SÁNCHEZ-PRIETO, J.M., 1993 El imaginario vasco. Representaciones de una conciencia histórica, nacional y política en el escenario europeo (1833-1876). Barcelona. SIETE IGLESIAS, Marqués de, 1979 "Real Academia de la Historia. Catálogo de sus individuos. Noticias sacadas de su Archivo". BRAH, 176: 227-30. SKOTHEIM, R.A., 1966 American Intellectual Histories and Historians. Princeton. TARACENA, B. y GÓMEZ MORENO, M„ 1924 "Epigrafía soriana". BRAH, 85: 23-35 TARACENA, B„ 1941 Carta arqueológica de España. Soria. Madrid.

£

l m o delo

de G u a r r a z a r : R e a l A ca d em ia de l a H is t o r ia

p r e s id ia r io s d e u n a e x c a v a c ió n

luís

y

d e c im o n ó n ic a

Javier Balmaseda (*)

E n el desarrollo de la arqueología en España, la Real Academia de la Historia jugó un papel protagónico, desde su fundación y a lo largo del s. XIX. Por ley (Novísima Recopilación, ley 3, título 20, libro 7o) se le confiaba la inspección general

de las antigüedades que se descubriesen en todo el reino. Por eso, cuando el 2-II-1859 se publica la adquisición por Francia de un excepcional tesoro visigodo, compuesto por 8 coronas y 5 cruces, y se difunde la noticia en la prensa hispana, los académicos comienzan a interesarse. Pascual Gayangos en carta a Pedro Sabau le transmite sus investigaciones, adjuntándole un ejemplar de prensa con la noticia. En escrito posterior (27-H). alerta a la Academia para que se nombre una Comisión que se ocupe del asunto Guarrazar, y ese mismo día la institución dispone que José Amador de los Ríos pase a Toledo a investigar. Viajael 6 de Marzo y allí se encuentra con miembros de la Comisión Provincial de Monumentos, quienes lo acompañan privadamente a Guadamur. En la designación de Amador de los Ríos hubo de pesar, sin duda, su conocimiento de la ciudad, plasmado en Toledo pintoresco o descripción de sus más célebres monumentos, publicado en 1845, y su amistad con muchos eruditos toledanos, algunos de ellos responsables del patrimonio artístico local. La Academia había recibido días antes (8III) un completo informe de su correspondiente y miembro de la Comisión toledana, Antonio Martín Gamero.

1

R ecelos

in s t it u c io n a l e s

La Comisión Provincial de Monumentos, desde la sesión del 23-11 se había venido ocupando de un tema tan resonante surgido a escasos kilómetros de la ciudad. Su presidente, en calidad de gobernador civil accidental, había interrogado al supuesto descubridor y, con la Comisión en pleno, se trasladó a Guarrazar el 27-11 para examinar con sus propios ojos el terreno. Allí comprobaron que los dos hoyos en los que estuvo oculto el tesoro se situaban en el extremo de una necrópolis, en la que había

(*)

Museo Arqueológico Nacional

207

Luis Javier Balmaseda

diseminados algunos restos constructivos. La Comisión había decidido excavar en el lugar; el 4-III, el Gobernador se dispone a solicitar, en nombre de aquélla, autorización

al Gobierno para utilizar en los trabajos una brigada de confinados del presidio correccional. La respuesta que llega el 14-111 es negativa: el Gobierno no permite excavaciones de ninguna clase en Guarrazar. Días después, en la sesión del 19-IH sg enteran de los proyectos de la Real Academia de la Historia y se proponen coordinar esfuerzos con la institución mediante un plan de siete puntos, en el que, al final, insisten en la necesidad de la excavación de la zona (1). Pero las iniciativas de la Comisión no hallaban vía libre; su actuación no encajaba en los planes del Gobierno, que había decidido ya otros medios de investiga­ ción más directos y contundentes. En efecto, desde el Ministerio de Fomento, donde actuaba como oficial en la Dirección de Instrucción Pública el académico de la Historia Aureliano Fernández-Guerra, auténtico cerebro de la intervención interna del Gobierno en el caso Guarrazar, escribía en nota del 18-111 su recomendación para abrir una investigación judicial en el terreno. En Real Orden de 25-111 el Ministro de Fomento manda al Fiscal de la Audiencia de Madrid, de la que dependía el Juzgado de 1*Instancia de Toledo, iniciar la información judicial (2), y el 30 del mismo mes se constituye el Juzgado de Toledo en Guadamur. Acompañaba una instrucción reservada extensa, que se basaba en el informe de Martín Gamero a la Academia, transcribiendo entrecomillado lo esencial. Muestra del interés y celeridad impuestos desde el Ministerio son las notasresumen de sus actuaciones que el Juzgado debía enviar cada tres días al Fiscal de Madrid, y éste pasaba a Fomento. Por idéntico camino se envía el 8-IV la información ya concluida. Pero no se juzgó satisfactoria y fué devuelta para esclarecer algunos puntos. La ampliación no fué concluida hasta el 7-VII. El resultado global puede considerarse decepcionante, si bien la información obtenida en algunas cuestiones fue muy rica y considerable.

(1)

(2)

..y que por último se pida otra vez y con encarecimiento de lo que pueda interesar a la verdad del hallazgo y a la historia del país: que se explore y se inspeccione el terreno en que tanto abundan los indicios de construcciones romanas, ordenando excavaciones bajo el sistema y con la precisión y organización que se expusieron en la sesión del 4 del actual, uti izando para estos trabajos con preferencia a manos libres, los confinados del presidio de esta ciudad, por la mayor seguridad en la disciplina que debe guardarse en ellos..." (Acta de la sesión extraordinaria de 19-111-1859). La Real Orden pretendía que se comprobaran “todos los hechos relativos al hallazgo de varias antigüedades en término de la villa de Guadamur que hoy paran en el museo francés de cluny y se pongan en claro el día del primer descubrimiento; cómo y porqué fue; quien lo hizo; qué personas intervinieron en él; el dueño del terreno donde estaban depositados aquellos objetos; el dueño del terreno más inmediato a éste; cuando adquirieron uno y otro tales propiedades, fijando el día siempre que la fecha sea muy próxima[...]; y en fin cuanto conduzca a conocer fiel y exactamente el caso, sus circustancias y las manos porque pasaron las alhajas hasta salir del distrito de esa Audiencia Territorial.

EL MODELO DE GUARRAZAR En realidad, la primera actuación del Gobierno (12-III en adelante) había tratar de impedir la consumación de la venta de las coronas en Francia, utilizando

' para ello las presiones del embajador en París y, no habiéndolo conseguido, se planteó «na reclamación diplomática (Balmaseda,T995), para cuyos fundamentos jurídicos era vital el esclarecimiento de los hechos que debía obtener la información judicial. Un día después de la recepción de la primera información judicial, en Fomento deciden excavar en Guarrazar. También aquí resulta patente la intervención de Aurcliano Fcrnández-Gucrra: la R.O. dirigida al gobernador de Toledo plantea los trabajos como complemento de la investigación judicial y fija exactamente sus fines: "Para complemento de una información judicial sobre el hallazgo de antigüedades en el término de la villa de

Guadamui que por el Juzgado de I* Instancia de esa ciudad .se ha llevado a cabo en virtud de R.O. fecha

25 del mes anterior, la Reina (q.D.G.) ha tenido a bien mandar disponga V.l. se practiquen excavaciones en

el terreno y en los sitios inmediatos donde dichos objetos parecieron, con el fin de investigar si fue éste en lo antiguo sagrado y eclesiástico. Las excavaciones deberán hacerse a presencia de V.l. o la persona que delegue al efecto, de dos individuos de la Real Academia de la Historia, de uno de la Comisión de Monumentos de

esa provincia y de un oficial del Ministerio de mi cargo". Los designados como integrantes de la Comisión de Excavaciones fueron Emilio Lafuente Alcántara, oficial del Ministerio, José Amador de los Ríos, decano y catedrático en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Central, que representaba a la Academia junto con Aureliano Fernández Guerra y que fue designado presidente, y por la Comisión de Monumentos, el arquitecto Santiago Martín Ruiz. A la Academia de la Historia, por el número y altura científica de sus representantes le fué confiada, en realidad, la tarca. Para dar mayor énfasis a la decisión de Fomento, el propio ministro, Marqués de Corvera, acudió a Guarrazar el 10-IV, acompañado de las autoridades provinciales y de la Comisión, para constuituirla en el sitio mismo del hallazgo. Vuelto el ministro a Madrid, con Aureliano tan sólo quedaron en Guadamur Amador de los Ríos y Lafuente, hospedados en casa del alcalde. Ni el delegado del Gobernador ni el designado por la Comisión de Monumentos se presen­ taron durante el desarrollo de la campaña. Las razones pueden atisbarse en la marginación sufrida por los proyectos de la Comisión y en la desconfianza de ésta respecto a las actuaciones del Gobierno (3). En esta época existía una cierta confusión legal en la

(3)

Un despacho telegráfico del 29-111 del gobernador al ministro de Fomento se expresaba en estos términos:'Dos vocales de la Comisión de Monumentos empezaban a ocuparse por delegación mia en averiguar y consignar en forma el tiempo en que se hallaron las alhajas vendidas en Francia, nombre de los inventores y propiedad del terreno. El juez de 1* instancia en oficio reservado me pide auxilio para evacuar una comisión en Guadamur y poder entrar en la Fuente de Guarrazar. ¿Cree V.E. que darán mejor

209

Luis Javier Balmaseda

actuación de las Comisiones de Monumentos: se hallaba vigente su nueva °rganizac¡6n (R.D. 15-XI-1854), pero la Comisión Central, de la que dependían las provinciales ^ suprimió en 1857 (por la ley de Instrucción Pública). El vacío tendían a ocuparlo |as Academias de la Historia y de San Fernando, realidad que quedó plasmada después en 1865, con la aprobación del reglamento de las Comisiones Provinciales. En lo relativo a excavaciones, los artículos 31 y 32 del R.D. de 1854 citado daban a entender qUe podían efectuar excavaciones arqueológicas con cargo a sus presupuestos sólo cuando estuviesen cubiertas otras tareas fundamentales. Pero para hacerlas necesitaban autori­ zación previa del Gobierno. 2.- L a

e x c a v a c ió n

Conservamos los tres informes de la excavación fechados el 15,17 y de Abril, firmados todos por Amador de los Ríos y Lafuentc. Fueron publicados en la Gaceta de Madrid (14-V-1859) y como apéndice en el estudio del primero (Ríos, 1861: 163 ss.). Además, en el cap. IV de la obra citada queda descrita la situación del yacimiento y los resultados de los trabajos. Una visión distinta, por más crítica, presentan algunos escritos de prensa de la época. Ante todo delimita Amador de los Ríos con encarecimiento el objetivo de los trabajos: les han encargado no buscar nuevos tesoros ni adquirir joyas pertenecientes a lo descubierto, sino investigar los restos constructivos o de otra índole que hubiera en el lugar para poder emitir un dictamen sobre él. Los trabajos se desarrollaron desde el domingo 10 de Abril por la tarde hasta el 17; retirada la Comisión a Madrid, vuelve de nuevo a Guarrazar el lunes 25 y excava hasta el 28, fecha del último informe. En este retorno estuvieron los comisionados acompañados de Pedro de Madrazo, quien tenía entre manos un estudio sobre las coronas descubiertas, Teodoro Ponte de la Hoz y Jerónimo de la Gándara, profesor de la Escuela de Arquitectura. Como obreros fueron destinados a Guarrazar ocho confinados y tres cabos primeros del presidio provincial, entonces en el Convento de la Merced. Las razones de semejante adscripción sintonizarían con las apuntadas más arriba por la Comisión de Monumentos. Para reforzar la seguridad, los cabos quedaban responsabilizados de cualquier extravío u ocultación de objetos hallados que hiciesen los presos, y a éstos se les anunció una lista de recompensas pecuniarias por cada pieza arqueológica encontrada. Iban desde dos cuartos por una moneda de cobre a cuatro cuartos por la de plata, objeto de hierro, piedra labrada, olla de barro con huesos, etc.,

210

EL MODELO DE GUARRAZAR .

h isin un real, con que se premiaba el hallazgo de una moneda de oro. Conservamos la

p lista con nombres y apellidos de los trabajadores, cuyo buen comportamiento se recomienda en nombre de la Reina al ministro de Gobernación, "para que se les rebaje el tiempo decondena en loque permitan los fueros de Injusticia".

El destinoa trabajos forzosos venía

recogido en el código penal de 1850 y más tarde se conserva en el reformado de 1870 (4). Nos consta que unos diez años antes, brigadas del presidio toledano se ocupaban de la construcción de la carretera Toledo-Madrid. Los comisionados desempeñaron su tarea de forma totalmente gratuita y su único premio fueron el agradecimiento real, hecho público en la Gacela, y la gloria científica de participar directamente en la investigación. El Ayuntamiento de Guadamur proporcionó provisionalmente las herra­ mientas, hasta que el Gobierno de Toledo hizo llegar lo que la Comisión pedía.

Al constituirse la Comisión en Guarrazar, el panorama que ofrecía el yacimiento era muy distinto del que pudo ver Amador de los Ríos un mes antes: t

"el

desorden espantoso en que aparecían los objetos hacinados en aquel pedazo de terreno, destruyendo toda idea

í

que sobre el mismo hubiera podido formarse [...], nacía del interés de hallar nuevos tesoros, o del intento de

£

extraviar toda investigación, relativa al descubrimiento de las coronas" (RÍOS,

'

método seguido fué la limpieza, primero, del yacimiento, el trazado de líneas y apertura de zanjas para luego

r

1861: 64, nota 1).

El

"ir levantando el terreno por capas de cuatro a seis pulgadas de espesor, para no

destruir objeto alguno y conservar intacto todo pavimento"

(Id. ibidem: 164). La excavación se

• complementaba con una exploración en superficie de los alrededores; en ella se hallaron diversos fragmentos de mármol con decoración. Montó Amador de los R ios un lavadero para cribar la tierra y los aluviones de las primeras excavaciones realizadas por el francés Herouart y luego por la Comisión Provincial, va tomando medidas cuidadosamente de los muros que aparecen, las distancias, la colocación de las sepulturas y posición de los esqueletos, etc. El profesor Gándara, ayudado quizás por cuatro nuevos trabajadores incorporados a la excavación, realizó un levantamiento topográfico del emplazamiento del edificio y necrópolis adyacente, señalando las curvas de nivel, y dibujó los fragmentos escultóricos y la parte constructiva descubierta.

resultado las diligencias judiciales que las particulares y reservadas que hiciera la Comisión de Monumen­ tos? El deseo de que se lleve mejor el objeto del Gobierno hace que diga esto a V.E." Esta forma elegante de discrepar se torna más descarada en la prensa; un suscriptor toledano describe en el diario “La España" (7-IV y 1-V-1859) la desconfianza de los entendidos de la ciudad sobre los métodos avasalladores de Madrid. Admitía también la polémica Pedro de Madrazo en carta a "La Epoca" (3-V-1859). Amador de los Ríos reitera en cada uno de sus informes la inasistencia del representante provincial (J A de los Ríos, 1861: 165,168, también 62, nota 1). M) El artículo 107 decía: "Los sentenciados a cadena temporal o perpetua trabajarán en beneficio del Estado; llevarán siempre una cadena al pie pendiente de la cintura; se emplearán en trabajos duros y penosos y no recibirán auxilio alguno de fuera del establecimiento".

211

Luis Javier Balmaseda

Incidentes hubo, como en toda excavación que se precie: el día 13 presentó de mañana ante el alcalde y los comisionados el francés Adolphe Herouar^ anterior propietario del terreno impugnando amenazante la legalidad de las exploraciones a las cuales sólo él tenía derecho, y dispuesto a vengarse de los rumores propalados contra su persona mediante desafío a espada, pistola o veneno (5). La consecuencia fué una denuncia formal del hecho ante el gobernador y el ministro de Fomento y las acciones legales emprendidas contra el francés, al tiempo que se mandaba proseguir los trabajos El resultado de una campaña tan breve fue de importancia extraordinaria: salió a la luz parte de una iglesia, en uno de cuyos recintos, al sur, reposaba el presbítero Crispín en sepultura cubierta con losa de pizarra, enriquecida con inscripción en verso y fechada en el 693 de nuestra era. El edificio quedaba fechado ante quem, data que alcanzaba razonablemente a los fragmentos escultóricos recogidos tanto en la excava­ ción como en superficie. Vecina al edificio por el oeste, se extendía la necrópolis, muchas de cuyas tumbas habían abierto en el mes de octubre anterior algunos de los halladores del tesoro (cuarenta, según declaración de uno de ellos). Los fragmentos de piedra labradas hallados (18), que decoraban el edificio, mostraron la estrecha relación de sus temas decorativos con los contenidos en cruces y coronas a la atenta observación de Amador de los Ríos. Todo el conjunto descubierto revestía la suficiente entidad como para permitirle formular la hipótesis de que las coronas y cruces encontradas hubieran tenido como destino enriquecer el templo allí emplazado, y no alguna de las basílicas de la ciudad. Los informes son casi un diario de excavaciones, con registro de datos y formulación de hipótesis; reflejan un método minucioso, que juzgamos avanzado para su época. Pero el estudio del profesor Ríos planea a mayor altura; consigue integrar la exploración de Guarrazar dentro de un amplio contexto en el que esboza la personalidad del arte visigodo, tenido antes por inexistente, frente a las teorías difundidas por Ferdinand de Lasteyrie (1860). Refuerza así el trabajo de su colega Manuel de Assas (1848), que había sido el primero en atribuir a época hispanogoda más de una veintena de elementos arquitectónicos conservados en la ciudad imperial. El gran conocedor de la literatura hispana medieval pasó con facilidad de exhumar textos y manuscritos a excavar restos materiales, en el único trabajo de campo que, al parecer, asumió (6).

(5) (6)

Informe al Ministro de Fomento de 15-IV-1859, firmado por Emilio Lafuente. Su hermano Demetrio de los Ríos excavó en Itálica en 1860 y años siguientes por encargo de la Comisión de Monumentos de Sevilla, descubriendo las partes principales del anfiteatro, las termas y otros vestigios de importancia.

212

EL MODELO DE GUARRAZAR .

Fue la de Guarrazar la primera excavación oficial en el ámbito visigodo peninsular; la realizada en Segóbriga a fines del s. XVIII de modo intermitente por eruditos locales, guiados por el Prior de Uclés, careció de rigor científico. José Comide, enviado después por la Academia, se limitó en su memoria a consignar lo que tenía ya descubierto ante la vista y los datos que le suministraron algunos excavadores. Pero Guarrazar fué investigado con premura excesiva y en un ambiente receloso en la villa y en la ciudad. Y, finalmente, la excavación fue ordenada para complementar una investigación judicial y ésta a su vez para servir de base a la reclamación diplomática.

B ib l io g r a f ía ASSAS, M„ 1848 Album artístico de Toledo. Madrid. BALMASEDA, L.J., 1995 La reclamación diplomática del Tesoro de Guarrazar. Boletín de ANABAD 1: 165-175. LASTEYRIE, F„ 1860 Description du trésor de Guarrazar. Paris. RÍOS. J.A. de los, 1861 El arte latino bizantino en España y las coronas visigodas de Guarrazar. Ensayo histórico-crítico. Madrid.

213

A d m i n i s t r a c i ó n p ú b l ic a y a n t ig ü e d a d e s : e l t e s o r o d e

G uarrazar Rafael-Gonzalo Viñas Filloy (*)

A

comienzos de 1859 llegan a España noticias de la adquisición, por parte

del gobierno francés, de un conjunto de coronas y cruces cuyo origen era el terreno de Guarrazar, en el pueblo toledano de Guadamur. Estas primeras informaciones despertaron

no sólo el interés del Gobierno, que, a través del Ministro de Estado, acudió a las vías diplomáticas para reclamar formalmente las coronas, sino también de las distintas Acade­ mias y diversos círculos cultos, que comenzaban a poner de manifiesto con sus actuaciones

que las antigüedades nacionales estaban dejando de constituir un interés particular para ser compartido por grupos de individuos. No se trataba de una cuestión de partido, sino que,

parafraseando la prensa del momento, era unacuestión nacional en laque estaban interesados todos y más que nadie el gobierno, obligado a conservar la dignidad de la nación. Tras casi un siglo de historia hasta su vuelta a nuestro país en 1941 (García y Bellido, 1943), las circunstancias que rodearon el descubrimiento y posterior venta del tesoro siguen envueltas en cierta confusión, como prueban las contradicciones en las que incurren las distintas monografías sobre el asunto (Martín Gamero, 1862; Rada y Delgado, 1872; Hornillos Vallejo, 1954; Maroto Garrido, 1984; Ruiz Alonso, 1984; Alonso Revenga, 1988). En este sentido, pensamos que el hallazgo debió generar numerosos expedientes burocráticos, informes llenos de datos inéditos que quizás nunca alcanza­ ron a la comunidad científica y nos pueden ayudar a recomponer algunos aspectos, hoy todavía opacos, de la historia de este fortuito descubrimiento arqueológico. Este es el caso del legajo encontrado entre la documentación de la Embajada de España en París relativo a las reivindicaciones llevadas a cabo por nuestro gobierno para la devolución de las coronas y cruces que fueron vendidas al país vecino (1). Al llegar a este asunto,

(*) Universidad de Alcalá de Henares. (1) Este comunicación se ha realizado con la ayuda financiera de la Universidad de Alcalá de Henares, dentro del programa de investigación "Investigadores extranjeros de las antigüedades hispánicas. Siglos XVIII y XIX". Comenzamos nuestra indagación en el Archivo General de la Administración de Alcalá de Henares, con bastante éxito ya que localizamos varios legajos, pertenecientes a fondos distintos, relacionados con la temática que nos ocupa. Para esta comunicación hemos utilizado expedientes de la Embajada de España en París, caja AE 5587, legajo 737, n° 85: "Reivindicación hecha por el gobierno de S. M. de unas coronas visi-góticas vendidas al Museo de Cluny por D. José Navarro’ . En la transcripción de estos documentos se ha respetado su ortografía y los subrayados que aparecen.

Rafael-Gonzalo Viñas Filloy

los distintos autores constatan la existencia de estas negociaciones, limitándose # ] señalar su resultado negativo, sin entrar en más detalles (Alonso Revenga, 1988:34-35)

Sin embargo, la documentación relacionada con estas reclamaciones nos puede ser de ^

gran interés, no sólo para reconstruir paso a paso lo acaecido, sino, dada la naturaleza" de la información que en ella aparece, para analizar la situación en que se encontraba nuestro Patrimonio histórico en un momento en el que, tras unos siglos en que unos i pocos eruditos aislados, sin formar escuela, rivalizaban en la investigación arqueológi­ ca, asistimos a un progresivo interés colectivo por todo lo relacionado con el estudio defensa y conservación de nuestras antigüedades. La documentación, que comienza en marzo de 1859 y llega hasta el nies de abril de 1861, refleja claramente que la finalidad principal de estos trámites no es otra que la devolución íntegra de las piezas enajenadas. En este sentido, se insta a nuestro embajador en París, Alejandro Mon, para que José Navarro no lleve a cabo el contrato de venta de las coronas (2), ya que el precio convenido no se ha pagado todavía. El

embajador pone de manifiesto la necesidad de "razones legales y datos para reclamar" ( 3 ) ; mientras se entrevista con autoridades del país vecino que le prometen no hacer el pago hasta que el Emperador decida. Ante este requerimiento, el ministro de Estado, Saturnino Calderón Collantes, envía al embajador un escrito (4), en el que, junto a algunas consideraciones en torno al asunto, se limita a llamar la atención sobre un informe realizado por José Amador de los Ríos, comisionado por la Real Academia de la Historia, a principios del mes de marzo, para que estudiara el asunto in situ. El académico, uno de los investigadores que más empeño pusieron a la hora de intentar aclarar lo acontecido, es el autor de una de las primeras monografías sobre el tema (Ríos, 1861). En ésta, junto a un estudio descriptivo de las coronas y del arte visigodo en general, da a conocer el resultado de las excavaciones que, por Real Orden de 9 de abril de 1859, se llevaron a cabo en los terrenos donde se produjeron los primeros hallazgos. La prudencia del académico y su gran sentido del deber hicieron que no tratase las circunstancias que rodearon el hallazgo, porque en palabras del mismo Amador de los RÍOS: "ni estamos facultados para sacar á la luz las gestiones que en uno y otro concepto se han hecho por el Gobierno y la Real Academia, ni cumple la publicidad á negociaciones aun no terminadas" (RÍOS, 1861:

2). Sin embargo, en el informe que llega a laembajada española, a la vez que da cuenta

(2) (3) (4)

Telegrama de 12 de marzo de 1859. Telegrama 14 de marzo 1859. Primera Secretaria de Estado al Embajador de España en París, 12 de marzo 1859.

216

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ADMINISTRACIÓN PÚRI ICA Y ANTIfiflFDAnFS

.j j. n —------- -

de interesantes consideraciones relativas a los primeros momentos del descubrimiento, ¡iporta todos los datos legales que puedan demostrar el legítimo derecho que asiste al

S í gobierno español para oponerse a la venta de estas coronas y para tratar por todos los medios de reivindicar la propiedad y la posesión-de las mismas.

En primer lugar, antes de pasar a las distintas disposiciones que puedan ser alegadas, el ministro aconseja que se apele a las cordiales relaciones que existen entre

España y Francia, y a la buena fe del Emperador. Entrando en las razones legales, el principal fundamento, y en el que más insiste en su informe Amador de los Ríos, es el que se refiere a la forma, ocasión y naturaleza del descubrimiento, así como el carácter especial de los objetos que lo constituían que, por su carácter histórico, eran exclusivo patrimonio de la nación española. En este sentido, desde el punto de vista legal, no se puede hablar de un verdadero hallazgo, sino de un depósito, "por serel dueño conocido", como prueban las diversas inscripciones votivas que aparecen en las coronas. El ministro de Estado completa esta argumentación haciendo referencia al Fuero Juzgo, en que se declara que '

fma

lo adquirido por los Monarcas durante su reinado pertenezca de derecho á los II • * Reyes sus sucesores y no á sus hijos ó herederos . A l mismo tiempo es "clara y patente la intención del

1’’iü

depósito",

todo

que se produjo en un momento de conflicto,

"con ánimo deliberado de poner a cubierto

de la invasión sarracena...; y por tanto con la esperanza de recobrarlo con entero derecho, pasado el peligro".

!Ü . Para nuestro académico, esta situación se puede equiparar con la que encontramos en

6 1 1 * 'la legislación de las Partidas, en la Ley VII, título IX de la Partida V, dedicada a los naufragios, en virtud de la cual todo lo que se halle como consecuencia de éstos pertenece a SU dueño: "...que las cosas que son falladas en la ribera del mar, quién sean despojos de navios o de echamiento deven ser tomadas á sus dueños; ca no tenemos por derecho (prosigue el legislador) que las cosas que los omnes pierden por ocasión de tal nialandancia (el naufragio) que non las pueda ninguno tomar por costumbre nin por privilegio".

Pero aún en el caso de que hablemos de un hallazgo propiamente dicho, nuestro ministro hace referencia a la Ley de mostrencos de 9 de mayo de 1835, que dispone que pertenecen al Estado:

"Entre otros bienes semovientes, muebles e inmuebles se de la

mitad de los tesoros, ó sea de las alhajas, dinero ú otra cualquiera cosa de valor ignorada ú ocultada que se hallen en terrenos pertenecientes al Estado, observando en la distribución de los que se encuentren en propiedades de particulares las disposiciones de la ley 45, título 28, Partida IIl".

En este sentido, dicha ley dispone que:

"Thesoros fallan los ornes a las vegadas

en sus casas, é en sus heredades, por aventura ó buscándolos. E porque podría acaecer dubda cuyo deve ser, dezimos que si el thesoro es tal que ninguna orne non pueda saber quien lo y metió, nin cuyo es, gana elseñoi ío de ello, e que deve ser todo de aquel que lo falla en su casa, o en su heredad. Fueras ende, si lo fallase por encantamiento, ca entonces todo deve ser del Rey. Mas si aventura lo oviese y alguno escondido, e pudiese provar o averiguar que es suyo, entonces no ganaría el señorío dello el que lo fallase en sus hereda. E si

217

Rafael-Gonzalo Viñas Filloy acaesciese que alguno lo fallase en casa ó en heredamiento ageno, labrando y, ó en otra manera cualquier, si lo fallase por aventura, non lo buscando el a sabiendas; entonce deve ser la meatad suyo, e la otra meatad del

mas si lo fallase buscando el estudiosamente e non por acaescimiento de venlura, entonce deve ser todo del Señor de la heredad, e non lia en ello el que lo assifalla ninguna cosa. Esso mismo dezimos que sería si el thesoro fuese hallado en casa ó en heredamiento que perteneciese al Rey o al Común de algún Cocejo". señor de la casa o de la heredad do lo fallo;

Por si estas razones legales no fueran suficientes, Amador de lo Ríos aporta un interesante testimonio publicado en el diario La España que pone de manifiesto la actuación de nuestro país vecino ante un caso similar:

"Sr. director de La

España.- Mi apreciable amigo: acabo de leer las fundadas reflexiones contenidas en la ESPAÑA de hoy, respecto á la adquisición hecha por el gobierno francés, de las coronas descubiertas en las inmediaciones de Toledo, y esto trae á mi memoria un suceso que creo oportuno comunicar á V. para que vea de qué manera entiende la Francia el derecho internacional en estas materias. Mediante mi pérmanencia en Argel, una de las personas ocupadas en la construcción de la catedral de aquella ciudad y que me debia algunos favores, me ofreció un precioso mosaico, que podría tener cosa de vara y media cuadrada, y que habia encontrado en las escavaciones que se hicieron para construir aquel edificio. Examinada esta antigüedad me pareció de un gran valor arqueológico, y desde luego me propuse a adquirirla con objeto de tener el gusto de regalarla á nuestro museo. No recuerdo la suma que me debia la persona que me ofreció el mosaico, pero si que tuve que añadir unos mil o mil quinientos francos para hacerme con el, y como pensaba regresar a Francia, le dejé perfectamente encajonado é incrustado en yeso, en poder de mi digno amigo don Vicente de Zugasti, cónsul general de España en Argel, para que me lo remitiera por uno de los barcos que vienen á nuestras costas. Cuando llegó el momento de embarcar la caja se negó la autorización por la aduana, é interviniendo la autoridad superior, declaró que de ningún modo, ni bajo ningún pretesto, podia permitir la estracción de un objeto que no podia haberse comprado legalmente, por cuanto era la propiedad del Estado, y que por consiguiente se

consideraba robado, debiendo restituirse sin demora al conservador

del museo argelino. Informado por el señor Zugasti de loque pasaba, viendo los disgustos que habia tenido para defender lo que consideraba mi propiedad, y consultado sobre lo que deseaba hacer, no queriendo comprometer á la persona que hizo la venta, ni causar un conflicto, y viendo se negaba rotundamente la devolución de la suma que me habia costado el mosáico, me vi precisado á autorizar la entrega, quedándome sin este precioso objeto y sin mi dinero«por ignorar el paradero del vendedor. Esta es la ley y la práctica que aplica la Francia en estos casos, y bueno seria pudiera nuestro gobierno exigir la reciprocidad para conseguir la

estradicion de las coronas...”

(La España, 5 de marzo de

1859). Todas las razones legales anteriormente aportadas cobran mayor fuerza cuando

"se considera lo que el Código civil francés, basado como las Partidas en la legislación romana,

dispone sobre casos análogos, siendo indudable, según el indicado Código, que los descubridores de las Coronas góticas de que se trata, están virtual y formalmente constituidos en guardadores de un

necesario...”

218

depósito

ADMINISTRACIÓN PÚBLICA Y ANTIGÜEDADES ...

Estos datos son completados en un segundo informe (5) del académico, en el que, a la vez que se insiste en que el argumento principal para reivindicar las coronas debe de ser su consideración de depósito y no de hallazgo, se aporta una nueva consideración:

"...el depósito se hizo no sólo en lugar conocido, sino también santo y sagrado",

por lo

que se puede aplicar las leyes que prohíben que se toquen esos bienes, que deben ser protegidos por la Iglesia. Con todos estos datos, la actuación de nuestro embajador debe ir en dos direcciones: por un lado, convencer a Navarro para que no lleve a cabo la venta; por otro, si ésta se ha realizado ya, emplear los medios oportunos para que el gobierno francés devuelva las joyas. En este sentido, el embajador comienza sus contactos con Navarro que, al parecer, desea romper el contrato, aunque no depende sólo de él. Según se desprende de la documentación analizada, Mon insta a Navarro, a través de Herouart, que se encuentra en Francia supuestamente para convencer al joyero, para que firme un escrito dirigido al emperador con el fin de que se le devuelvan las coronas (6). Sin embargo, Navarro no está de acuerdo con el borrador y quiere que primero el gobierno español le declare propietario legítimo de la alhajas (7). Finalmente cede a las peticiones del embajador y reclama al emperador la nulidad del contrato de venta de las coronas. Es el momento para que Alejandro Mon presente, de forma oficial, las reclamaciones oportunas al ministro de Asuntos Extranjeros, con quien ya había tenido contactos (8). En estas alegaciones, nuestro embajador, con gran tacto y diplomacia, se limita a relatar lo sucedido desde el descubrimiento y salida de España del tesoro hasta su llegada a Francia, y recordar que el mismo personaje que las ofreció al ministro de Estado francés quiere romper el contrato. La respuesta no se hace esperar, comenzando los problemas para la devolución. Todo ello a pesar de los intentos del conde de Walensky, en quien confía plenamente nuestro embajador para que sean restituidas las coronas. Por un lado, están las presiones que los académicos franceses hacen para que el tesoro no salga del Museo de Cluny; por otro, en palabras de Mon:

"... cuando una cosa ha pasado a ser del dominio

del Estado (Domaine) en Francia no puede salir de él sin la sentencia de un tribunal"

(9). A quí está la

clave del problema, ya que se exige al gobierno español que aporte algún documento judicial en el que aparezca de un modo claro una sentencia que

(5) (6) (7) (8) (9)

Primera Secretaría de Estado al Embajador de España en París, 26 de marzo 1859. Correspondencia entre José Navarro y Alejandro Mon, 25 de marzo de 1859. Correspondencia entre José Navarro y Alejandro Mon, 1 de abril de 1859. Embajada de España en París al Ministro francés de Asuntos Extranjeros, 16 de abril de 1859. Del Embajador en París a la Corte, 3 de junio 1859.

219

Rafael-Gonzalo Viñas Filloy

demuestre que Herouart y Navarro han actuado ilegalmente. El hecho es que, aparte del informe judicial abierto el 25 de marzo, el 29 de abril ya se había interpuesto una demanda a nombre del Estado. Sin embargo, todavía se aguarda la sentencia del tribunal, lo que repercute de forma negativa en las reivindicaciones. Entre tanto, a principios de agosto, Navarro consuma la venta de las coronas al cobrar su importe, como demuestra su carta dirigida al embajador (10). Tras un año de silencio por parte del gobierno francés, nuestro embajador, tenaz en su empeño, sigue insistiendo a la Corte española para que le sea enviada una copia de la sentencia, ya que sigue siendo el dato más importante para resolver el asunto (11). Sin embargo, inexplicablemente, no hay respuesta alguna del gobierno español. Para colmo, Mon se entera, por parte de Walensky, ministro de Estado, que Herouart acaba de venderle otra corona entre doce y quince mil francos. De nuevo informa a la Corte (12) y la respuesta que obtienees, curiosamente, del subsecretario, que le notifica que sus comunicaciones, la de julio, diciembre y esta última de marzo, se han trasladado al ministro de Fomento, del que no se ha obtenido respuesta alguna. ¿Qué ha pasado con ese gran interés de la reina y el gobierno por recuperar las coronas? Al parecer, el problema está en el informe judicial que exige el gobierno francés cuyo resultado no fueel esperado yaque, no pudiendo demostrar las acusaciones contra Herouart y Navarro, se concluyó

"no haber lugar la demanda reivindicatoría"

(13).

Además, según se deduce de este expcdientejudicial, Herouart, antes de ofrecer la nueva corona al gobierno francés, se puso en contacto con el Ministro de Fomento, Rafael de Bustos Castilla, marqués de Corvera, que no quiso adquirirla. En mayo de 1861 se reanuda la historia, cuando Domingo de la Cruz, vecino de Guadamur, le ofrece a la reina una nueva corona, junto con otras joyas que pasan a la Armería Real de Madrid (Lázaro Galdeano, 1925). Sin embargo, nada más se supo de las gestiones diplomáticas. En definitiva, asistimos a un capítulo más de las vicisitudes por las que nuestro riquísimo y sufrido Patrimonio Artístico e Histórico pasó a lo largo del siglo X IX (Porres Martín, 1975). Las líneas precedentes son, por lo tanto, testimonios de cómo y en qué forma las circunstancias históricas, y en no pocos casos la casualidad,

(10) (11) (12) (13)

Carta de José Navarro fingida a Alejandro Mon, 1 de agosto, 1859. Embajada de España ei^París al Primer Secretario de Estado, 2 de julioy 17 de diciembre de 1860. Embajada de España en París a la Corte, 30 de marzo de 1861. AGA, caja AE 6721, legajo 6571-1. Esta documentación contiene los trámites judiciales quese realizaron sobre el hallazgo.

220

ADMINISTRACIÓN PÚBLICA Y ANTIGÜEDADES ..

influyeron para que salieran de España objetos artísticos que nunca debieron hacerlo (García y Bellido, 1943). Estamos en un período en que, como hemos visto, había que justificar la existencia de una legislación especial, a la que había que remontarse más de un milenio, para que se pusiera coto a la arbkraricdad y se asegurara la conservación y traspaso a las generaciones futuras del Patrimonio cultural español. B ib l io g r a f ía ALONSO REVENGA, P. A., 1988 Historia del descubrimiento del tesoro visigodo de Guarrazar. Toledo. GARCÍA Y BELLIDO, A., 1943 La dama de Elche y el conjunto de piezas arqueológicas reingresadas a España en 1941. CSIC. Madrid. HORNILLOS VALLEJO, V., 1954 El castillo de Guadamur y el tesoro de Guarrazar. Ed. Católica Toledana. Toledo. LÁZARO G ALDEANO, J„ 1925 El robo de la Real Armería y las Coronas de Guarrazar. Ed. La España Moderna. MAROTO GARRIDO, M„ 1984 Fuentes documentales para el estudio de la arqueología en la provincia de Toledo. MARTÍN GAMERO, A., 1862 Historia de la ciudad de Toledo, sus claros varones y sus monumentos. I mp. López Fando. Toledo. MORENO NIETO, L.. 1977 Diccionario enciclopédico de Toledo y su provincia. 2o Ed. Toledo. PORRES MARTÍN-CLETO, J„ 1975 La desamortización del siglo XIX en Toledo. Toledo. RADA Y DELGADO, J„ 1872 "Coronas y cruces del Tesoro de Guarrazar". Museo Español de Antigüedades, III. RÍOS.J. A. de los, 1861 El arte latino-bizantino en España y las coronas visigodas de Guarrazar. Imprenta Nacional. Memorias de la Academia de San Fernando. Madrid. RUIZ ALONSO, J. M„ 1984 Historia del Castillo y de sus gentes. IPIET-CSIC. Toledo.

221

L a C o m is ió n

de

M

o n u m e n t o s y el

M

useo de

León:

un

SIGLO DE EMPEÑOS Y DESASISTENCIAS (1837-1936) (1) Luis A. Grau Lobo (*)

A

despecho de las habituales visiones idílicas al calor de laerudición, del

evergetismo o de las revoluciones nacionales, que sirven para ambientar el origen de los museos, en el caso de los modestos y casi siempre esquinados museos provinciales, y de otros museos españoles, este nacimiento estuvo acompañado de los dolores del parto y de una larga convalecencia. Nunca excesivamente ocupado de la articulación de un esqueleto cultural homogéneamente distribuido en el territorio, el Estado emprendió, además, la mayor y más traumática reordenación de nuestro Patrimonio histórico sin darse cuenta de ello hasta que las consecuencias le arrollaron por su propia contunden­ cia. Las desamortizaciones de los bienes eclesiásticos derivaron, además de convertirse en un tiro por la culata en lo económico, en el naufragio del ingente e incontrolado patrimonio histórico de la iglesia. El instrumento establecido para entibar tan inminente desmoronamiento, las Comisiones de Monumentos, deberá moverse en un paraje desolador. Articuladas a partir de la Real Orden de 13-IV-1844 (reglamento de 24-VII), la provincial de León será reprendida ese mismo año, pues la central madrileña no se explica

"tan mezquino

resultado" en sus recuperaciones, más si cabe en provincia de "conocida importancia histórica",

lo cual es achacado a los "manejos escandalosos", confirmados a su vez en la réplica leonesa que se justificaba en el

"verdaderosaqueo y atroz vandalismo"

que sufrían los monasterios

exclaustrados (CM). De esta inicial pobreza de recursos, reflejada en los primeros resultados, da idea el desarrollo reglamentario de las Comisiones y, en particular, la Real Orden de 1867 donde se crea el Museo Arqueológico Nacional y se impulsan los museos provinciales en un intento por aquilatar y estabilizar las colecciones numerosos e importantes objetos arqueológicos",

"que conserven

mientras que se ordena entregar a Madrid las

piezas cuya conservación no esté garantizada por tales instituciones.

(*) (1)

Museo de León El presente texto resume y modifica una parte del citado en Grau 1995.

223

Luis A. Grau Lobo

Los mecanismos central izadores de esta Ley nos interesan al caso. Los comisionados Juan de Dios de la Rada y Delgado y Juan Malibrán reconocían, en una fructífera encomienda, ciertas provincias con desigual fortuna en sus incautaciones, pues frente a algunas especialmente dadivosas como León, en otras su tarea servía incluso de acicale a la rebelión política (asesinato del gobernador burgalés por los carlistas). La fértil y conocida "cosecha leonesa" se efectuó, sin embargo, en el ámbito eclesiástico (San Isidoro en especial), pues no por casualidad la Comisión Provincial de Monumentos había abierto las puertas, el 6 de junio de 1869, de un Museo de León instalado en San Marcos que se convertía así en el garante de la permanencia de los objetos recogidos por ésta y, por añadidura, en uno de los más antiguos del país, anterior incluso al voraz museo Central en su apertura pública estable (VV.AA., 1993: passim y Grau, 1993: 11-17). Así lo reflejan las actas: si los individuos de la leonesa "deciden anticipar de su bolsillo particular los fondos que fueran necesarios"

para tan precoz iniciativa es porque meses

después se personaban en su reunión Rada y Delgado y Malibrán para comprobar que "estando excluidos de la Orden los objetos que la Comisión tienen recogidos y perfectamente conservados en su Museo"

( 16-XI-1869), apenas tientan y logran la recogida, eso sí, de ciertas piezas

menores o réplicas en yeso. Vemos, pues, que nada hay de ejemplar a nivel institucional en el afinado comportamiento de unos particulares movidos por el celo hacia un terruño sorprendentemente adoptivo en muchos casos. Pero no fue sólo esta actuación, con ser de las más notables, la que centró los intereses de la Comisión y Museo leoneses en su época de floración. En ellos, de forma prácticamente indiscernible de la dedicación individual de sus miembros, se reunirían durante un siglo los personajes más destacados de la arqueología provincial, cuyas biografías intelectuales fueron recogidas, con no pocos lamentos y acusaciones a quienes entorpecieron su trabajo, por un heredero ilustre, en el doble sentido, de esta primera generación que fundó el Museo: Eloy Díaz-Jiménez y Molleda (1920; Grau, 1995). Entre estos protagonistas, el jesuíta Fidel Fita Colomé (1835-1918) es sobradamente conocido en la bibliografía hispana, y su breve estancia en León (186066) como catedrático de Exégesis Bíblicas y Lenguas Orientales del Seminario instalado a la sazón en San Marcos está, sin embargo, trufada de logros incesantes. Durante estos cruciales años, y desde su cargo de primer vicepresidente en la Comisión tras su reforma estatutaria, recogería e instalaría a buen recaudo gran parte de la extraordinaria colección epigráfica que hoy tiene el "Lapidario" del museo leonés y cuyo origen, en gran medida, se debió a los derribos sistemáticos de partes de la muralla

224

LA COMISIÓN DE MONUMENTOS Y EL MUSEO DE LEÓN ...

de una ciudad en expansión, donde se reaprovecharon en su día como sillares construc­ tivos. La atenta mano de Fita, además, se ocupó de difundir muchos de estos hallazgos mediante la agradecida pluma de Hübner, de publicarlos en el diario de su compañero

de la Comisión, Deogracias López Villabrilte, El Eco de León, y de recopilar más tarde sus artículos en la monumental Epigrafía déla ciudad de León de 1866, su tarjeta de despedida y el mascarón de proa de la arqueología finisecular leonesa.

Compañero, aun con fuertes discrepancias de carácter, fue el único leonés (de nacimiento y residencia íntegra) del grupo, Juan López Castrillón (1827-1896), representante de un tradicionalismo ortodoxo, e incluso intransigente, que, a pesar de

ello, empleó con idéntico fervor en el estudio histórico-documental, en el engrandeci­ miento del museo, o en la arqueología. De tal modo que llegará incluso a conseguir la creación de una asignatura de Arqueología Cristiana en el Seminario de San Froilán, agregada a su cátedra de Filosofía y Teología (1872) según un modelo que en Francia tenía décadas de aceptación: el de los clérigos anticuarios formados para el conocimien­ to del patrimonio a su cargo. Lograría también reunir un museo particular que, a su muerte, fue vendido en el extranjero a pesar de las gestiones de Juan Eloy Díaz-Jiménez, también vicepresidente de la Comisión y epigrafista distinguido. En otro orden de cosas, ya desde los inicios de las Actas que hemos consultado se observa una triple orientación sintomática y estructural: el 5-VIII-1866, por ejemplo, se solicitan fondos para la formación del Museo, la excavación de Lancia y la restauración del Panteón isidoriano (culminada tres años más tarde). Este último afán restaurador (aquí impulsado específicamente para honrar la memoria dinástica en sus panteones), se reproduce en otros monumentos durante las primeras décadas de actividad: Escalada, San Marcos, la Catedral o el Palacio de los Luna son éxitos a los que nublan numerosos agravios como los derribos de parte del Castillo ponferradino (1869) o el Palacio de Puerta Obispo (1910), en una crónica que aún no se ha reconstruido y valorado y cuyo rastreo provocaría la enumeración de asignaturas aún pendientes. Respecto al Museo, asuntos felices -compras excepcionales como el Cristo de Carrizo, en 1874, o el tríptico flamenco de la Crucifixión, en 1888- se entecruzan también con lamentables ventas a particulares -colección López Castrillón vendida por su sobrino en 1869-, reflejo de los "manejos y arterías de los especuladores extranjeros" (tal y como advierte la Academia fernandina en carta de 1878), además de la

constante amenaza de evacuación de San Marcos, esa espada de Damocles a lo largo de toda la historia del Museo, bien por un propuesto derribo del monumento, bien por su

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Luis A. Grau Lobo

utilización para otros fines, en apariencia incompatibles, que llegaría a tener (depósito de sementales del ejército desde 1894 a la edificación del Hostal en 1964, entre otros muchos usos). A ello hay que sumar el enmudecimiento, pasividad y hasta hostilidad de algunas instituciones locales hacia los requerimientos para recoger obras de arte o arqueológicas que, a la postre, desaparecerían a golpe de piqueta, extravío o mera mercadería injustificable. Por otro lado, la Comisión se vio desbordada por los hallazgos arqueológicos, especialmente por aquellos cuyo traslado al Museo resultaba difi­ cultoso o impracticable, en claro contraste con la expectación que levantaban: nos referimos a los mosaicos romanos. Pieza de pedrigrí incuestionable y equiparable interés en otras provincias, estos "cuadros en piedra" paulan las visitas arqueológi­ cas de los comisionados durante gran parte del pasado siglo y primeros del nuestro: La M illa de Río (1866), Lancia (1867), Navatejera (1885), Quintana del Marco (1898), Villaquejida (1901) o San Millán de los Caballeros (1911 y 1930), emblematizan la preocupación y la impotencia de una etapa cuya pieza representa­ tiva pudiera ser uno de estos pavimentos: el mosaico de Hilas y las Ninfas, fragmento que sí llegó al Museo de León (Regueras 1994 y 1995). Frente a éstos, tan sólo registran sus actas subrepticias apariciones del León campamental (acue­ ducto en el cementerio, 1880) o de una Astorga sepultada una y otra vez (Mansión en Plaza de Santocildes, 1931 y 1950). Pero no todo eran inspecciones y autopsias, tres excavaciones figuran en el haber pionero de estos años decisivos. No podría ocurrir de otro modo, y así, fué Lancia la primera excavación arqueológica de tierras leonesas, por más que su conocimiento haya permanecido, hasta fechas demasiado recientes, oculto incluso para los sucesores implicados en el estudio de tan emblemático sitio (Baldellou, 1990). Alentado por la Comisión de la que era secretario y con fondos estatales, el joven Ricardo Velázquez Bosco efectuaría en 1867 y 1868 una inspección que daría como resultado la exhumación de al menos 30 cadáveres de la necrópolis lanciense, una calle empedrada con dos "templos" a su vera (posiblemente insulae) y los posteriores desvelos, materializados en una caseta de almacenamiento y un guarda, todo ello hecho añicos en los turbulentos episodios de 1868. Velázquez Bosco zanjaría así, y con la recogida de obras locales para el Museo Arqueológico Nacional, su periplo arqueológico en tierras tan desmemoriadas, pues poco después (1870) se instala en Madrid donde estará llamado a ser uno de los principales arquitectos apasionados por la arqueología (Baldellou, 1990).

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LA COMISIÓN DE MONUMENTOS Y EL MUSEO DE LEÓN ..

Otro foráneo e insigne miembro de la Comisión leonesa, director también del Instituto capitalino, Juan Eloy Díaz-Jiménez y Villamor, excava en el riguroso invierno de 1885 las ruinas lavadas por un torrente pluvial en la cercana Navatejera. Poco sabemos de sus hallazgos salvo un artículo póstumo (1922) que quizá su hijo se encargó de entregar a imprenta, pero aquel descubrimiento y la pronta protección del lugar gracias aun proyecto supervisado por Demetrio de los Ríos(Jarreño 1888) resultó, aún hoy, el más sólido y perenne de los trabajos efectuados sobre un yacimiento leonés, significativamente una villa solada de mosaicos, de manera que ni los sucesivos desmanes cometidos contra los restos (el primero de ellos inmediato), ni casi un siglo de inactividad, han impedido que el actual proceso de recuperación (1993-96) tenga suficientes garantías. Por fin, la tercera de estas intervenciones atañe a la constante biográfica de nuestro primer monumento declarado: la Catedral de León. Si ya Juan de Madrazo fue "favorecedor incansable de nuestro musco" (Díaz-Jiménez y Molleda 1920), sería Demetrio de los Ríos el más inquieto arqueólogo, por arquitecto, del subsuelo catedralicio. La carencia de estabilidad de ciertos elementos esenciales (torales SE y crucero en general) y la necesidad de contrastar una previsible fragilidad de la cimentación llevaron al restaurador a la comprobación de que estos defectos se debían, entre otros, a la superposición del templo con sus antecesores románicos y con las termas romanas, o a un terreno

"flojo y falso"

infinitos cadáveres".

de base, debido al

"verdadero humus, procedente de la descomposición de

Aquella oportunidad desperdiciada o aprovechada, según se mire,

permitió durante los años 1883 a 1885 establecer una planimetría de tan trascendentales restos e, incluso, una publicación con toques arqueológicos en el informe de la restauración (Ríos, 1895, y ver también González-Varas, 1993: passini). Antes, en 1882, ya un primer sepulcro nobiliar cuyo ajuar medieval se custodia en el Museo de León había dado indicios de las posibil idades de conocimiento de un subsuelo que desde entonces apenas ha tenido difusión o continuidad. Algunas empresas editoriales jalonan este agitado y contradictorio perío­ do. Por una parte un libro de vindicación, casi un ajuste de cuentas antes de la partida y, además, una precisa obra decatalogación e historia del Museo y de la Comisión que lo creó. Este auténtico testimonio de la etapa que glosamos es obra del hijo de Juan-Eloy, Eloy Díaz-Jiménez y Molleda, que en 1920 cerró de un aldabonazo certero toda una generación. En el otro extremo, alguien no necesitado de presentaciones: Manuel Gómez-Moreno (1870-1971) se encarga desde 1900 del Catálogo Monumental de

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Luis A. Grau Lobo

España y redacta en los años 1906 a 1908 el provincial de León (1925), publicando antes Iglesias Mozárabes (1920), fruto, como reconoce el autor, de aquellos trabajos de catalogación artística emprendidos en tierras leonesas".

Sin embargo, el período iba a cerrase con los atisbos de una cierta arqueología local que, truncada por la guerra, no volvería a surgir hasta la pasada década. La obra fugaz del insigne prehistoriador Julián Sanz Martínez, iniciador de estos estudios en León, tanto en su vertiente excavadora ("la Cantera" de Alcedo, 1922) como en las manifestaciones rupestres (1921) -pese a errónea adscripción al neolítico de restos que hoy consideramos medievales- o las aportaciones un tanto desvariadas de Elias Gago Rabanal (1902) en pos de una identificación forzada y antropologizante de la arqueología lanciense, se unen al renovado excursionismo de esos "arqueólogos con sotana" que recogían (y aún recogen a pesar de los tiempos) piezas para un museo. Éste es el caso del Padre Merino, cuya colección de Tierra de Campos fuera prospectada entre 1922 y 1924 desde su Seminario de Valderas y hoy se guarda en el Museo diocesano leonés (Delibes 1975) o de los estíos omañeses de Morán (1925). Son todos ellos empeños meritorios que tenían contrapeso en excavaciones "oficiales", como la de Blázquez (1919) de nuevo en Lancia (Blázquez, 1920), o las de ese autodenominado "pigmeo de la arqueología" que fue Julio Carro en su villa de El Soldán (Santa Colomba de Somoza), en 1933 (Carro 1934), todavía la mejor excavada y más diligentemente publicada de nuestras villas romanas, tras la guerra tortuosa y místicamenteinterpretada sin embargo (Carro, 1955 y 1960). Entretanto, el Museo provincial ha desgajado su existencia de la tutela de la Comisión, pues desde 1898 el Estado se hace cargo directamente. Este divorcio provocaría a la postre no pocas reticencias, malentendidos y resquemores, hasta el punto de provocar una colección dúplice de la Comisión, la que estaba en el Museo y que constituyó su fondo primero y la que formó desde entonces y hasta hace tan sólo siete años siguió en su poder. Nieto, en una dirección por fin longeva, ponía entibos al Museo (Nieto, 1925), tanto en catálogo como en presentación, pero sobre todo, a partir de ahora y hasta casi nuestros días, el Museo atravesará horas bajísimas, paralelas a otros aunque aquí agravadas por el problema de la sede. El 19 de julio del 36, en un cierre espectacular del período, el Museo deberá clausurar sus puertas (quizá por primera vez desde aquel junio del 69) cuando las tropas rebeldes tomen San Marcos, último reducto republicano de la ciudad, y lo conviertan en cuartel falangista y prisión política.

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LA COMISIÓN DE MONUMENTOS Y EL MUSEO DE LEÓN .. B ib l io g r a f ía BALDELLOU, M.A., 1990 Ricardo Velázquez Bosco. Catálogo de exposición. Madrid. BLÁZQUEZ,A„ 1920 Excavaciones practicadas en Lancia. Memoria de la Junta Superior de Excavaciones Arqueológicas, n° 29. Madrid. CARRO, J., 1934 En la enigmática maragatería. Importantes descubrimientos arqueológicos. Madrid. 1955 Maragatería, El Bierzo, Galicia, Siria y Palestina en antigua y desconocida ligazón histórica. Madrid. 1960 Origen y propagación de la doctrina del Divino Maestro en relación con los descubri­ mientos arqueológicos. Madrid. CM= Actas de las sesiones de la Comisión de Monumentos Históricos y Artísticos de la provincia de León (CM) de 1866 a 1962 y archivo del Museo de León (Provincial Arqueológico y de Bellas Artes). DEL1BES, G., 1975 Colección arqueológica «don Eugenio Merino» de Tierra de Campos. León. DÍAZ-JIMÉNEZ Y VILLAMOR, J.E., 1922 "La Villa romana de León". BRAH, LXXX: 446-462. DÍAZ-JIMÉNEZ Y MOLLEDA, E., 1920 Historia del Museo arqueológico de San Marcos de León. Apuntespara un catálogo. Madrid. FITA, F„ 1866 Epigrafía romana de la ciudad de León. León. GAGO RABANAL, E„ 1902 Estudios de arqueología, protohistoria y etnografía de los astures lancienses (hoy leoneses). León. GÓMEZ-MORENO, M„ 1920 Iglesias mozárabes. Madrid (ed. facsímil: Granada, 1975). 1925 Catálogo monumental de la provincia de León. Madrid (ed. facsímil: León, 1979). GONZÁLEZ-VARAS, I., 1993 La Catedral de León. Historia y Restauración (1859-1901). León. GRAU, L.A., 1993 "El Museo de León. Una Historia sin final". En L.A. Grau (coord.): Museo de León. Guía/ Catálogo. Valladolid. 1995 "Eruditos pioneros e historiadores de la arqueología leonesa". ArqueoLeón (e.p.). JARREÑO, F., 1888 "Ruinas romanas de Navatejera (León)". Boletín de la R.A. de BB.AA. de San Fernando, VIII: 210-217. MORÁN.C., 1925 Por tierras de León. Salamanca (ed. facsímil: León, 1987). NIETO, A.. 1925 Museo Arqueológico Provincial de León. En F. Rodríguez Marín (dir.), Guía históricodescriptiva de los archivos, bibliotecas y museos arqueológicos de España. ¡1 sección. Museos, parte primera. Madrid: 447-544.

229

Luis A. Grau Lobo

REGUERAS, F.; Y AGÜE, P. y MARCOS, R., 1994 El mosaico de Hilas y las Ninfas. Museo de León. León. REGUERAS, F„ 1995 Las villas romanas de León, una ordenación. A rqueoLeón (e.p.). RÍOS, D. de los, 1895 La Catedral de León (2 vols.). Madrid (ed. facsímil: León, 1987). SANZ MARTÍNEZ, J„ 1921 El arte rupestre en la provincia de León. Madrid. VV.AA., 1993 De gabinete a Museo. Tres siglos de Historia. Catálogo de la exposición en el Museo Arqueológico Nacional. Ministerio de Cultura. Madrid.

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Un de

in v e n t a r io a r q u e o l ó g ic o y a r t ís t ic o in é d it o .

M

o n u m e n t o s de

G

uadalajara

La C o m is ió n

(1844-1845) (1)

Miguel Angel López Trujillo (*)

Tras la convulsa situación del patrimonio histórico y artístico español provocada por la Desamortización de Mendizábal, una R.O. de 2 de abril de 1844 obligaba a la realización de un inventario nacional de los bienes de interés artístico e histórico: de este modo el Estado tomaba por vez primera la iniciativa de la protección y gestión del patrimonio. Posiblemente para llevar a cabo la tarea -en todo caso fue el

primer trabajo que se le asignó-, otra R.O. de 13 de junio de 1844 creó en cada provincia del país una Comisión de Monumentos. Estas comisiones, compuestas por sólo cinco miembros que trabajaban desinteresadamente, fueron los primeros organismos oficia­ les con competencias para llevar a cabo investigaciones arqueológicas. Su reglamento establecía (Comisión Central de Monumentos, 1845: 134) que una sección de las mismas "cuidará de promover excavaciones en los sitios en donde hayan existido famosas poblaciones de la antigüedad, excitando el celo y patriotismo de los eruditos y anticuarios; recogerá cuantas monedas, medallas, noticias y otros objetos antiguos puedan encontrase... y atenderá... a la conservación de aquellos edificios cuyo mérito los haga acreedoresá semejantedistinción." A esta sección tercera se le encargó

confeccionar el inventario monumental provincial, siendo su principal objetivo locali­ zar grandes monumentos aunque, como se verá más adelante, tampoco se olvidaron de lo que hoy calificamos como vestigios arqueológicos. Mi trabajo muestra cómo la Comisión de Monumentos de Guadalajara llevó adelante este proyecto en su jurisdic­ ción (López Trujillo y García-Risco, 1995). Para poder recabar la información necesaria, el organismo alcarreño desarrolló un sistema sencillo, rápido y barato, consistente en un cuestionario de 72 preguntas que se envió por correo a la mayor parte de los pueblos de la provincia a fin de que los alcaldes y curas párrocos -presumiblemente los más cultos del lugarcontestaran las preguntas y lo remitieran de vuelta. Los resultados de la tarea, llevada a cabo entre diciembre de 1844 y julio de 1845, jamás vieron la luz pública, pero en el Archivo Provincial de Guadalajara se

(*) Universidad de Alcalá de Henares. (1) Este trabajo ha sido posible gracias a la ayuda financiera de la Universidad de Alcalá de Henares, dentro del proyecto de investigación "Investigadores extranjeros y las antigüedades hispánicas, siglos XVIII y XIX".

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Miguel Ángel López Trujillo

conservan las encuestas devueltas por los informantes locales. Además de tratarse de la primera vez que un organismo oficial llevó a cabo indagaciones para catalogar los monumentos y objetos de interés histórico y artístico existentes, los datos obtenidos entonces tuvieron nula trascendencia científica y el esfuerzo catalogador ni siquiera se menciona en la bibliografía al uso (Inventario ,1975, Inventario Guadalajara, 1983 y Muñoz Cosme, 1989). Consecuentemente, el estudio de estos papeles tiene un doble interés: documentar los inicios de la arqueología institucional en la provincia de Guadalajara y localizar posibles datos inéditos que hayan pasado desapercibidos en el registro histórico. El Archivo Provincial conserva un legajo con 352 cuestionarios de los que 14 se devolvieron en blanco; junto a ellos, se guarda también parte de la documentación generada por el proceso administrativo. Las encuestas están impresas en un folio doblado en cuatro; la primera página exhibe el membrete de la Comisión de Monumentos y seguidamente dos espacios para anotar los datos de identificación del pueblo; a continuación sigue el cuerpo de 72 preguntas, que ocupan la mitad izquierda de cada página, reservándose la mitad derecha para las respuestas. El espacio en blanco disponible permitía escribir entre 2 y 5 líneas de texto -alguna más si se comprimía la caligrafía-, lo que indica que los autores de la encuesta buscaban respuestas breves; la última página incluye un apartado para la fecha y las firmas del alcalde y el cura párroco. Aunque la R.O. de 2 de abril de 1844 obligaba a realizar el inventario en el plazo de un mes, la Comisión de Guadalajara no comenzó la encuesta hasta fines de año, cuando el Boletín Oficial de la Provincia de 3 de diciembre de 1844 advertía a los ayuntamientos del pronto envío del cuestionario. Entre ese momento y el mes de febrero siguiente hay fechadas 306 encuestas, pero como el primer envío resultó imperfecto hubo localidades olvidadas, otras no recibieron el impreso y lo reclamaron y, finalmen­ te, algunas ni siquiera respondieron-, hubo una segunda remesa entre junio y julio, de la cual se conservan 40 formularios. A estos dos grupos deben añadirse tres encuestas cuya fecha es ilegible y otras tres no datadas, alcanzándose el total de 352 antes expresado. Un repaso somero de ellas revela ausencias significativas -las de la capital y Sigüenza, por ejemplo-, pero el resto de la provincia está cubierto en su mayor parte; desgraciadamente es imposible determinar si los cuestionarios conservados son todos los recibidos originalmente. Las preguntas del cuestionario se agrupan en cuatro apartados: 1.- Los monumentos romanos son el objetivo de 16 preguntas, de las cuales 9 solicitaban información sobre posibles restos arquitectónicos de la más variada

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UN INVENTARIO ARQUEOLÓGICO Y ARTISTICO..

índoIe:edificios, murallas, templos, acueductos, etc. La décima pregunta indagaba sobre si en el pueblo había tenido lugar alguna batalla célebre; la undécima y duodécima preguntaban sobre descubrimientos de mosaicos; la decimotercera y decimocuarta sobre la existencia de enterramientos y, por último, la decimoquinta y decimosexta sobre el descubrimiento de otros restos materiales. 2.- Los monumentos de la Edad Media recibieron 36 preguntas y de ellas nada menos que las 32 primeras piden información sobre las construcciones religiosas del pueblo; las tres últimas piden la localización, cronología y somera descripción de castillos, casas interesantes, bienes muebles y documentales y objetos de guerra. 3.- A los monumentos árabes sólo se dedican 10 preguntas y a excepción de la pregunta novena -que indagaba la existencia de objetos árabes de pequeño tamaño hallados en ruinas del período o de forma aislada-, las restantes se centraban en la existencia y decoración de restos arquitectónicos de esa época. 4.- Finalmente, los monumentos del Renacimiento sólo ocupan 9 preguntas, únicamente referidas a edificios. Lógicamente la sección que más nos interesa aquí es la primera, por tratarse de la etapa cronológicamente más antigua -aún no existía el concepto de Prehistoria- y porque en ella se indaga especialmente sobre hallazgos arqueológicos. Como muestra del alcance y pretensiones de la encuesta, reproduzco algunas de las preguntas en su formulación original, respetando la errática ortografía y la acentuación del pasado siglo: I* Sección, pregunta 10*: "En esa jurisdicción hay fama de que se haya dado alguna batalla célebre? Esta tradición tiene á su favor algunas pruebas locales, como armas, huesos, sepulturas ú otros objetos semejantes, encontrados allí?". 13*: "Se han encontrado sepulcros ó panteones de familia? Están fuera de tierra o dentro de ella?". 14": "Cuantas urnas contenían?". 15*: "Se encuentran frecuentemente trozos de columnas, capiteles, monedas, fragmentos de estatuas, vasos de barro rojo ó negro, hierros de armas ú otros objetos?". 16*: "En que parte se han recogido?" 3* Sección, pregunta 9*: "Se encuentran lápidas, medallas y otros objetos árabes en las ruinas de algunas casas, ó en las inmediaciones de ese pueblo?"

Como se puede observar, no se emplea en ningún momento el término "arqueología", aunque la naturaleza de los vestigios indagados es evidente. Las seis preguntas anteriores son las únicas de la encuesta que podemos considerar que encajan en la idea actual de arqueología; aunque las restantes nueve cuestiones sobre monumen­ tos romanos, por el hecho de centrarse en los restos arquitectónicos, también tienen hoy

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Miguel Angel López Trujillo

una clara vocación arqueológica, en aquel entonces no la tuvieron puesto que su objetivo era muy concreto: localizar el mayor número posible de monumentos. ¿Qué consideraba la encuesta como "monumento"? Principalmente los edificios y, en su defecto, cualquier otro resto constructivo. Que el cuestionario se titule "monumental"y dedique 62 de sus 72 preguntas a localizar ese tipo de vestigios no obedece a la casualidad. Pero a pesar del abrumador interés por lo arquitectónico, éstos no eran los únicos restos que se deseaban encontrar, como demuestra el hecho de que también tuvieran cabida otros vestigios materiales del pasado, aún considerándolos de una categoría inferior. Nótese, además, que las preguntas sobre restos arquitectónicos indagan normalmente por un solo objeto, mientras que las referentes a otros vestigios solicitan una enumeración de los mismos: compárese la ya citada pregunta 15° con la pregunta sexta de la misma sección: "Se encuentran algunos vestigios de murallas que denoten haber existido pueblos antiguos?". Finalmente, el diseño de esta encuesta induce a prejuzgar el origen y fecha de los posibles vestigios encontrados, ya que al incluirse las únicas preguntas sobre ellos en el apartado más antiguo y ante la imposibilidad de atribuirlo a otras culturas o períodos, se producía una atribución automática de todos ellos a los "romanos". Indudablemente, desde un punto de vista actual, el valor de estos papeles reside en su potencial contenido de informaciones inéditas sobre yacimientos y hallazgos que ahora no conocemos o que han desaparecido. Sin embargo, sólo en 40 de los 352 cuestionarios conservados se respondió al menos a una de las preguntas de la primera sección (monumentos romanos), mientras que son nada más que 17 los que contienen alguna respuesta en la parte árabe. Aunque el tenor de las preguntas y la cualidad de los informantes no auguran demasiados datos útiles o inéditos, relaciono a continuación aquellas informaciones que considero que pueden ser más interesantes (entre paréntesis, a continuación del nombre del lugar, figura la identificación del expediente en el legajo del A.P.G.): - Rillo (5/54):

"Se alian cimientos y piedras labradas en el sitio llamado los Villar o labrados".

-Pastrana (6/13):

"Como dos leguas de esta villa, en la cumbre que principia a dividir Tajo y

Gaiela estubo la ciudad de Recopolis, fundada según unos, o reedificada según otros por Recaredo, aun se descubren algunos vestigios en la altura, y algunas señales de puentes sobre el Tajo".

-Trillo (3/33):

"a distancia de un cuarto de ora, caminando hacia oriente esta situado un cerro

con el nombre de villa vieja donde se hallan algunos montones de piedra tosca y señales de algunos edificios que por oidas se dice haber estado alli la ciudad de Bursada sin qu9 haya de ello escrito alguno".

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UN INVENTARIO ARQUEOLÓGICO Y ARTISTICO...

-Zorita de los Canes (6/18):

"hay en estas margenes del rio Tajo un territorio perteneciente

al señor Conde de San Rafael, una esplanada o llano que por los fragmentos de murallas, y cortes de calles deve de haber esistido alguna población grande, y por que en ella se hallado una pila como del Bautismo".

- Tortuero (5/67):

"Se hallan unas piedcas, toscas en el paraje que llaman el castiollo ... y en

tiempo del rey n° sc Carlos 3o pasando por este bieron unas descripciones que no supieron leerlos y ahora no se sabe donde pararon".

- Alcolea de las Peñas (1/1 bis):

"En el sitio que llaman la [nombre ilegible] en el centro de

este pueblo haciendo excabaciones se han hallado vastantes huesos humanos. Se ignora si en algún tiempo sería campo de alguna vatalla".

-Castilforte (7/3ter): "...en algunos parajes de este termino se an encontrado sepulcros y huesos". -Humanes de Mohemando (4/12):

"En el campo de Pefiafort a esta lado del rio sorve que es

mediodía de uno y otro se han hallado gucsos de cadavenes de vastante dimensión abriendo ojas para plantar viñas''.

-Labros (5/34):

"Frente a este pueblo en un sitio denominado las sepulturas se han encontrado

huesos".

-Taracena (9/10):

"Hay noticia que en tiempos remotos se dio una batalla en esta poblacion y

se comprueba que habriendo una mina se han hallado huesos humanos y cenizas de cuerpos quemados".

Salvo en dos casos no hay constancia de que estas informaciones condujeran a averiguaciones más detalladas de la Comisión. Las dos excepciones son las de Villanueva de Alcorón e Hijes. En el primer caso, los lugareños indicaron en su cuestionario (3/37) que topaban frecuentemente con

"flechas de cobre y dardos de hierro"

y

la Comisión solicitó al alcalde (13 de enero de 1845) que averiguara el paradero de esas piezas

"... asi comocualesquieraotroobjetoque.se recoja de la antigüedad..."

y que las pusiera "...a

disposición de la misma comisión poner medio del Gefe político quien abonará los gastos".

después, el alcalde respondía que:

Un mes

"...a pesar de las mas eficaces diligencias practicadas, no se ha

podido hallar alguna [flechas o dardos] porque hasta ahora se han mirado con indiferencia por los naturales estas antigüedades".

El cuestionario devuelto por los de Hijes (1/17) es atípico por la extensión de sus respuestas, por el detalle con que se describen los hallazgos y porque informa del resultado de una excavación realizada en 1840. Por su excepcionalidad merece la pena transcribir la parte siguiente:

"... en el termino de esta villa y sitio de los arroyos, distante por la parte

del medio diacomo medio cuartode legua y muy proximo a la dehesa voyal sc han descubiertoen varias épocas unas vasijas de barro rojo, y algunas como negro, de forma redonda al modo de fiambreras o sopero que se cubren con sus tapitas del mismo barro, tienen distintas dimensiones y todas tienen cenizas, tierra, huesos con algunos carbones, por lo que se infiere son cenizas o enterramientos que en aquellos tiempos hacían en otra forma, se encuentran detras como a la hondura de dos varas, una vasija o lo mas tres juntas, puestas al frente de una piedra larga de mas de cinco cuartas hincada, mirando al sol de medio dia y con alguna lineacion; en algunas se ha encontrado una especie de pica o alabarda antigua fuera de las vasijas y muy tomadas y

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Miguel Ángel López Trujlllo desgastadas sin duda del río; dentro de las vasijas con frecuencia y en las mas, unos alambraos retorcidos formando como ramilletes que los mas se desacen. Cuando con mas particularidad se observó estaescabación fue el año de 1840, que la presenció ademas de este Ayuntamiento y Juez de I* Instancia del Partido de Atienza que lo era el Señor de Don Antonio María Cisneros y Lamuza, asistido también de este Sr. Cura economo que firma; otras barias personas de la Villa de Atienza y Miedes y de todo se dio parte al Gobierno Político de la Provincia. Siguiéndose sobre este particular; correspondencia epistolar con el mismo, remitiéndole cuatro vasijas de las estraidas en la escabacion y cerandose en ella por su orden".

La descripción de lo encontrado parece corresponder a una necrópolis como las excavadas cincuenta años después por el Marqués de Cerralbo en la zona. En cualquier caso, el asunto interesó tanto a la Comisión que ésta fomentó excavaciones en el lugar hasta el año 1850, según consta en varias comunicaciones de D. Rafael Navascués, presidente de la Comisión alcarreña, a la Comisión Central de Monumentos, comunicaciones que se conservan en el archivo de la Real Academia de Bellas Artes y cuyas minutas obran en el legajo del A.P.G.; además, algunas de las piezas obtenidas entonces se donaron al Museo Arqueológico Nacional cuando su inauguración, para que hubiera una representación de la provincia de Guadalajara en sus colecciones. De lo analizado hasta este punto se desprende un hecho incuestionable: el número de noticias que se recogieron con un posible interés arqueológico fue escaso y la información que proporcionan pobre y vaga. A mi entender esto fue debido a tres causas. Primero, no fue prioridad del inventario la localización de restos arqueológicos sino monumentales (esto es, arquitectónicos) (Fuentes, 1989). Segundo, el inventario no pretendía estimular la investigación sino informarse sobre los vestigios ya conocidos en la zona; el objeto arqueológico, por su propia naturaleza (normalmente se encuentra enterra­ do), es imposible que llame la atención de mucha gente. Por último las encuestas no fueron realizadas por especialistas en historia y arte sino por unas personas (párrocos y alcaldes) sin cultura ni preparación. A estas tres causas hay que añadir la circunstancia de que la Comisión de Monumentos careció en todo momento de medios humanos y materiales para marcharse al campo a ampliar la información contenida en los cuestionarios. De esta suerte comprendemos por qué no se pudo hacer nada más que promover las ya mencionadas excavaciones de Mijes. El inventario quedó así sin uso y acabó siendo un olvidado legajo de archivo. F u e n t e s A r c h iv Ist ica s A.P.G. -Archivo provincial de Guadalajara. Legajo Comisión de Monumentos 1. M.A.N. -Museo Arqueológico Nacional. Legajo 1868-103. R.A.B.A.S.F. -Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. Lscgajo 48-3/2.

236

UN INVENTARIO ARQUEOLÓGICO Y ARTISTICO .. B ib l io g r a f ía

COMISIÓN CENTRAL DE MONUMENTOS, 1845 Memoria comprensiva de los trabajos verificados por las comisiones de monumentos históricos y artísticos del reino desde-i ° de julio de 1844 hasta igual fecha de 1845.

Imprenta Nacional. Madrid. FUENTES, 1989 Fuentes documentales para el estudio de la restauración de monumentos en España.

Ministerio de Cultura. Madrid. INVENTARIO, 1975 Inventario del patrimonio artístico y arqueológico (le España. Centro nacional de

información artística y etnológica. Ministerio de Educación y Ciencia. Madrid. INVENTARIO GUADALAJARA, 1983 Inventario artístico de la provincia de Guadalajara. Ministerio de Cultura. Madrid.

LÓPEZ TRUJILLO, M.Á. y GARCÍA-RISCO VIGARA, M.C., 1995 La Comisión de Monumentos de Guadalajara (1835-1939). Breve reseña histórica e inventario de fuentes. Actas de las II jomadas sobre investigación en archivos. Fuentes documentales en los archivos de Castilla-La Mancha (Guadalajara, 9-12 de mayo de 1995) (e.p.).

MUÑOZ COSME, A., 1989 La conservación del patrimonio arquitectónico español. Ministerio de Cultura. Madrid.

237

La M

l a b o r a r q u e o l ó g ic a d e la s

onum entos.

de

El

C o m is io n e s

e je m p l o d e la

C o m is ió n

de

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onum entos

N avarra.

Ana Carmen Lavín Berdonces(*)

Las C

o m is io n e s d e

M

o n u m e n t o s : o r ig e n v c o n s t it u c ió n l e g a l

L as Comisiones de Monumentos constituyen una de las experiencias más interesantes en materia cultural, y por extensión arqueológica, del siglo X IX . Estos organismos, que surgen como consecuencia directa de las Guerras y Desamortizacio­ nes, fueron los encargados de velar en cada provincia por el Patrimonio Histórico durante toda la pasada centuria y gran parte de nuestro siglo. Con unas amplias competencias legales realizaron y subvencionaron muchos de los trabajos de arqueolo­ gía que, en nuestra ignorancia, atribuimos a personajes concretos. Desde finales del siglo XVIÜ, y a lo largo de todo el X IX , existe una corriente desamortizadora que tratará de poner en circulación bienes eclesiásticos y civiles con distintos fines, desde sufragar los gastos de las costosas guerras hasta realizar una reforma socio-económica. Difícilmente podemos imaginar lo que supuso la Desamortización en nuestro Patrimonio (Mutiloa, 1972, Donezar, 1973). De la noche a la mañana se pusieron a la venta cientos de fincas, con sus bienes muebles incluidos, que durante siglos habían permanecido en el olvido más absoluto. A las sucesivas desamortizaciones debemos añadir los devastadores efectos de las numerosas guerras que azotaron España en la pasada centuria; durante la Guerra de la Independencia la rapiña de los ejércitos napoleónicos, y la de todos los marchantes, especuladores y traficantes que lo acompañaban debieron conferir a la España del momento el aspecto de un inmenso almacén de antigüedades dispuestas a salir del país para nutrir colecciones y museos europeos. De igual forma la Primera Guerra Carlista azotó con virulencia el Patrimonio Histórico de las zonas donde se desarrolló la contienda. La situación del Patrimonio Histórico, ya de por sí bastante precaria, se convirtió en intolerable entre 1800 y 1844. Las Reales Academias de Bellas

(')

Madrid

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Ana Carmen Lavín Bordonees

Artes de San Fernando y la de Historia, como órganos encargados de su inspección y custodia por la Real Cédula de 1803, muestran gran preocupación y en 1836 envían una circular a la reina "adviniendo sobre los estragos que se están cometiendo en los conventos y edificios arquitectónicos"

y pidiendo que se detengan las demoliciones y que se les consulte antes

de decretarlas para que puedan dar su dictamen (ASF, leg. 35-15/1). El 2 de abril de 1844 desde el Ministerio de la Gobernación se intenta atajar la caótica situación enviando una circular (Real Orden de 2 de abril de 1844: ASF, leg. 55-2/2) a todos los Jefes Políticos provinciales para que manden una relación de "los edificios, monumentos y objetos artísticos de cualquiera especie que sean, que se hallen en este caso y que, bien por la belleza de su construcción, bien por su antigüedad, por su origen, el destino que han tenido o los recuerdos históricos que ofrecen, merecen ser conservados...".

Ante la imposibilidad de los Jeles

Provinciales de enviar una información tan detallada y precisa (nada menos que un primer Catálogo Monumental), el 13 de junio de 1844 se crean por Real Decreto (CLE, 1844, t. 32-33) las Comisiones Provinciales de Monumentos, constituidas por las personas ilustradas de cada provincia, bajo la supervisión en principio de la Comisión Central de Madrid y más tarde de una Comisión Mixta formada por miembros de las Academias de Bellas Artes e Historia (Sánchez, 1987), y con un fin más amplio que el de realizar un inventario monumental, ya que se les encomendaba, además de la catalogación, otras labores de conservación de nuestro Patrimonio, desde rehabilitacio­ nes a la creación de archivos o el cuidado de Bibliotecas y Museos, dotándolas de un presupuesto estatal para la realización de dichas actividades (Huici, 1990). A

t r ib u c io n e s a r q u e o l ó g ic a s

Para resumir las principales atribuciones legales que las Comisiones ostentaban en materia de Arqueología analizaré dos textos, el Real Decreto de Creación de 1844 y el Reglamento de 1865, con el que las Comisiones funcionaron hasta 1918, fecha en la que se edita uno nuevo. De los 12 artículos que acompañan al R.D. de creación de 1844, al menos dos están directamente relacionados con el Patrimonio Arqueológico: el artículo 1° dicta la creación y composición de las Comisiones de Monumentos con el fin de conservar las antigüedades. Y entre las atribuciones que les otorga el articulo 3o están las siguientes: I -Adquirir noticia de todos los edificios, monumentos y antigüedades que existan en sus respectivas provincias y que merezcan conservarse. 2.- Reunir los libros, códices, documentos, cuadros, estatuas y demás objetos preciosos, literarios y artísticos pertenecientes al Estado que estén diseminados, reclamando los que hubieren sido sustraídos y puedan descubrirse.

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LA LABOR ARQUEOLÓGICA DE LAS COMISIONES .. 4.- Cuidar los museos y bibliotecas provinciales, aumentar estos establecimientos, ordenarlos y formar catálogos metódicos de los objetos que encierran. 6.- Formar catálogos, descripciones y dibujos de los monumentos y antigüedades que no sean susceptibles de traslación o que deban quedar donde existen; y también de las preciosidades artísticas que por hallarse en edificios que convenga enajenar o que no puedan conservarse, merezcan ser transmitidas de esta forma a la posteridad.

Un aspecto que me gustaría destacar de este decreto es que marca el inicio de la institucionalización de las actividades culturales, y en concreto de las relativas a la Arqueología. Si hasta principios del siglo X IX ésta había sido una afición de gentes más o menos adineradas o nobles, y cualquiera que lo pudiera costear podía realizar una excavación sin apenas interferencias estatales y sin más obligación que notificarlo a la Real Academia de Historia, con su publicación una gran parte de las actividades relativas al Patrimonio Arqueológico pasan a depender de instituciones gubernamenta­ les; este hecho será patente a medida que avance el siglo, y en el Reglamento de 1865 veremos como todas las actividades arqueológicas pasan a depender de los miembros de las Comisiones. Dicho Reglamento, aprobado el 24 de noviembre por el Ministerio de Fomento (CLE t. 94, 1865: 833-845), confería a las Comisiones de Monumentos amplios poderes en materia arqueológica, no sólo a nivel de excavación, sino también en otros muchos campos, como el de la protección o conservación, por citar algunos. Entre las atribuciones que el art. 17 otorga a las Comisiones Provinciales, tres afectan al Patrimonio Arqueológico. La dirección de las excavaciones arqueológi­ cas quedaba en manos de las Comisiones, que deberían realizar, previo consentimiento de la Academia de Historia, de la historia nacional".

"todas las excavaciones que considerasen oportunas para la ilustración

Así mismo, se les encarga

"realizar reconocimientos facultativos y

arqueológicos de los monumentos públicos para precaver su ruina y evitar malas restauraciones".

Un punto

muy interesante es el de las intervenciones en las obras públicas que se realicen sobre "despoblados antiguos, en las inmediaciones de grandes vías romanas o en cualquier lugar que ofrezca indicios de construcciones respetables, para evitar la destrucción de los restos arqueológicos"

(art. 17.10).

La segunda mitad del X IX coincide con el desarrollo industrial y la modernización de España; el proceso de la revolución industrial implicaba la mejora, ampliación y la nueva construcción de redes de comunicaciones. Carreteras y ferrocarriles serán temas prioritarios para los gobernantes decimonónicos, y ambos remueven una gran cantidad de tierra... Una parte importante de los trazados viarios de ferrocarril son de esta época, así que podemos suponer que el número de yacimientos arrasados fue elevadísimo. De ahí la preocupación que se evidencia en el Reglamento por controlar las obras públicas próximas a zonas arqueológicas. Así mismo, las Comisiones tenían que hacer las

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Ana Carmen Lavín Berdonces

propuestas sobre las excavaciones que convenía realizar, tanto al Gobernador como a la Real Academia de Historia (art. 19 y 23). Para guiar los trabajos de las CCM M y darles cierta uniformidad académica, en el Reglamento se dedica un capítulo entero a marcar las principales pautas a seguir y a priorizar aquellas áreas o asuntos puntuales que los ilustreí componentes de estas corporaciones debían estudiar. La formación de la "Estadística Monumental" seguirá siendo, como en las directrices del 44, el trabajo académico más apremiante. En un marco estrictamente arqueológico, uno de los principales trabajos encomendados era la "formación de un catálogo de los despoblados de cada provincia" (art. 28.2) La confección de catálogos vuelve a ser un tema recurrente. Desde el decreto de creación, y en toda la normativa posterior, siempre se insiste en la necesidad de U catalogación. En la documentación de las Reales Academias existen varias circulares enviadas a las Comisiones Provinciales animando a la realización de este trabajo, alge que difícilmente podía resolverse con los medios y el personal con el que contaban. Asi mismo se invita al estudio de los objetos "artísticos y arqueológicos" depositados en los Museos Provinciales procurando clasificarlos y describirlos científicamente, ilustrán­ dolos por medio de exactos diseños y fotografías (art. 28.2). Un último trabajo que se señala sobre cuestiones arqueológicas es la realización de una visita anual a todos los pueblos donde existieran monumentos artísticos u objetos arqueológicos (art. 31). El capítulo de la difusión está fundamentalmente dedicado al tema de los Museos. Es en este siglo cuando empiezan a crearse la mayor parte de los actuales muscos provinciales. Las directrices de la Academia son muy claras; a ellas se dedica todo el capítulo IV. Con la denominación de Museos de Bellas Artes y Antigüedades sí fundan una serie de instituciones heterogéneas que albergarán gran parte de los bienes desamortizados. Los fondos arqueológicos irán creciendo con los materiales de las "exploraciones y excavaciones", o con restos de derribos de edificios enajenados (art 32.2), así como por compras y donaciones. Estos primeros museos, o más bier almacenes de antigüedades, serán regidos por un Conservador, cuya obligación princi­ pal será la "ordenación metódica y científica de cuantos objetos constituyen los Museos de Antigüedades, así como también la formación de los catálogos razonados de los mismos»(art. 35). La función difusoradel Museo, según el presente Reglamento quedaría ampliamente cubierta cumpliendo dos requisitos: 1 Colocar una tarjeta al lado de cada objeto para determinar su nombre, el uso a que fue destinade y su procedencia (art. 35). 2.- Abrir al público todos los domingos del año (art. 38).

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LA LABOR ARQUEOLÓGICA DE LAS COMISIONES ..

Con estos presupuestos se puede suponer que la repercusión de los Museos en el gran público fue mínima; como mucho estudiosos del tema o alumnos de Bellas Artes. Tampoco debe extrañar, ya que en estos momentos se trataba más de almacenar más o menos ordenadamente una*serie de objetos valiosos que de hacerlos comprensibles a la sociedad. El Reglamento de 1865 finaliza con una serie de Disposiciones Genera­ les. Las más destacadas son las que hacen referencia a las obligaciones de los alcaldes de los pueblos con respecto a las Comisiones Provinciales (art. 43). Los alcaldes son los encargados de velar por la conservación del Patrimonio de sus pueblos, además de retener objetos de sospechosa procedencia y avisar a los miembros de las Comisiones de todos los descubrimientos (fundamentalmente arqueológicos) que se produzcan en su término municipal.

EL EJEMPLO DE LA COMISIÓN DE MONUMENTOS DE NAVARRA

Pasemos a ver ahora algún ejemplo de cómo se llevaron a cabo todas estas tareas. Para ello nos centraremos en las actuaciones arqueológicas de la Comisión de Navarra (Quintanilla, 1994), objeto de un detallado estudio que ha constituido mi tesis de licenciatura. La Comisión de Monumentos de Navarra, creada el 13 de julio de 1844, funcionará ininterrumpidamente hasta 1940, año en el que pasa a constituir la Institu­ ción Príncipe de Viana, el organismo sucesor en su labor. En los casi 100 años de existencia será la responsable del inicio de toda la actividad arqueológica de la provincia, realizando numerosas excavaciones y prospecciones. Gracias a ella se real izan los primeros estudios sobre temas tales como el megalitismo o la romanización, con las exploraciones sistemáticas de los dólmenes de la Sierra de Aralar o las excavaciones de diversas villas romanas o de solares del subsuelo de Pamplona del mismo período histórico. Pero me gustaría exponer algunas actuaciones más interesan­ tes y menos conocidas que las tradicionales intervenciones arqueológicas que los miembros de la Comisión llevaron a cabo (Barandiarán y Vallespí, 1984). Para tratar de realizar un control exhaustivo de todo lo que ocurría en su zona, en una época en la que las comunicaciones eran bastante lentas y dificultosas, se estableció una red de información mediante delegados (unos 20) en los pueblos más importantes de Navarra. Este sistema de comunicaciones posibilitaba que cualquier suceso que afectara mínimamente a vestigios arqueológicos fuera puesto en conocí-

Ana Carmen Lavín Berdonces

miento de la Comisión y la Diputación en pocos días, y así se pudieran tomar las medidas oportunas. La vigilancia constante de los delegados y las frecuentes inspecciones de los miembros redujeron el expolio sistemático, la destrucción o el tráfico de antigüedades (perseguido incansablemente por la Comisión y la Diputación), entre otras muchas calamidades. Con respecto al tema de la Catalogación (V V. AA., 1991), la Comisión de Monumentos de Navarra trató de confeccionar el Primer Catálogo de Despoblados de la Provincia, siguiendo las indicaciones de una circular enviada por la Real Academia de la Historia en 1868 (Archivo de la Cámara de Comptos de Navarra, Papeles de la Comisión, 1868, leg. 1/17). Para ello se dispuso que los miembros realizaran numerosas visitas por la provincia y se pidió a los delegados que enviaran un informe sobre todos los restos y antigüedades que hubiera en sus términos municipales. Desgraciadamente, la colaboración no fue muy rápida y en 1871 la Comisión vuelve a insistir con una circular y un cuestionario en el que se incluían preguntas como "¿se encuentra algún mosaico?, ¿existen vestigios de caminos o vías romanas?, ¿hay en esa localidad restos de alguna población antigua?..."

(ASF, leg. 50-4/2). La fatalidad quiso que pocos meses después estallara la Segunda Guerra Carlista, y como podemos suponer, alcaldes, delegados, curas y demás personas ilustradas estaban demasiado ocupadas para tomaren consideración la protección de sus antigüedades. Hasta 1887 no se retoma la cuestión. La Real Academia de la Historia envía una circular a la Comisión animando a continuar la tarea y a prospectar amplias zonas para descubrir monumentos megalíticos, tal como estaban haciendo sus colegas franceses; el escepticismo que manifiestan los miembros de la Comisión en una carta dirigida a dicha institución (Archivo de la Cámara de Comptos de Navarra, Papeles de la Comisión, 1887, leg. 1/12) ante la perspectiva de encontrar megalitos en Navarra nos hace sonreír en la actualidad. Este es el germen del primer catálogo megalítico de Navarra, que será uno de los principales focos de atención de Juan Iturralde y Suit, uno de los miembros de la Comisión que más se dedicó a la arqueología (Iturralde, 1911; Zubiaur, 1993), cuya labor será continuada, ya en el siglo XX, por Aranzadi, Barandiarán y otros muchos investiga­ dores que todavía en nuestros días mantienen al día esc catálogo. En líneas generales se puede afirmar que el resto de los elementos arqueológicos, con excepción de los romanos, recibieron poca atención en cuanto a ser catalogados, más bien fue una cuestión de "moda" e interés de investigación y no una prospección sistemática de la provincia. El auge de los estudios de megalitismo en los albores del siglo X X propició un mayor afán de los investigadores por encontrar y

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LA LABOR ARQUEOLÓGICA DE LAS COMISIONES ..

catalogar este tipo de restos, de la misma forma que por idénticas fechas se buscaban cuevas con arte rupestre en Francia y en la cornisa cantábrica (Ayarzagüena, 1992) o vestigios de época romana. Lógicamente se puede apreciar un gran sesgo en las investigaciones hacia ciertos temas o determinadas épocas históricas, fruto tanto del desarrollo de la disciplina como de la aparición de postulados nacionalistas. Por supuesto, el tema de la Estadística Monumental quedó inconcluso. Donde la Comisión sí marcó una gran diferencia fue en el campo de la difusión de los elementos arqueológicos. La labor desarrollada en este ámbito fue ingente. Una de las experiencias más interesantes llevadas a cabo por la Comisión fue el intento de usar los cauces educativos como medio para crear una conciencia social de respeto hacia el Patrimonio Histórico. En 1902 los miembros de la Comisión envían varias circulares a las autoridades municipales y eclesiásticas dentro de un plan global de actuación destinado a la prevención de destrucciones y la mejor conservación y divulgación del Patrimonio Histórico. En dicho plan se pretendía implicara los maestros y maestras para que "en los paseos escolares, en las horas de recreo... relataran a sus discípulos el origen histórico de cuanto su respectiva localidad posea... infiltrando en su ánimo la satisfacción de poseer tan valiosos recuerdos y, en consecuencia, el ineludible deber de conservarlos"

(Archivo de la Cámara de

Comptos, Papeles de la Comisión, 1902, leg. 2/13). Desgraciadamente los deseos de la Comisión se vieron truncados por la falta de medios y la escasa preparación del profesorado de la época, aunque no deja de sorprendernos la modernidad de esta línea de pensamiento. El campo de la divulgación de conocimientos arqueológicos se vio enriquecido por la inauguración del Museo Arqueológico en 1910 y por los fluidos intercambios de alto nivel científico (congresos tanto en Navarra como en el extranjero, visitas a otros países, exposiciones y un largo etcétera) que la Comisión mantenía. Pero por otro lado, la Comisión no se centró exclusivamente en un tipo de público erudito. Comprendiendo en lodo momento la importancia y las consecuencias derivadas de la captación de un amplio sector de la población y la creación de una conciencia social de aprecio hacia estos temas, siempre trató de compaginar actividades puramente cientí­ ficas con otras orientadas hacia el gran público. En 1921 se organizan una serie de conferencias di vulgati vas sobre la Prehistoria navarra impartidas porTelesforoAranzadi, atasque "concurrió el Profesorado del Instituto, Seminario, Normales de Magisterio y Colegios, la mayoría del Cuerpo médico y un concurso numeroso y selecto de hombres de ciencia, no pocas señoras y señoritas, bastantes militares y esta Comisión de Monumentos en pleno, intercalándose diputados, ingenieros, arquitectos, abogados, farmacéuticos, practicantes, propietarios, financieros, etc."

(Boletín de la Comi­

sión, 48, 1921: 317-319). El éxito de esta experiencia animó a la realización de unas

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charlas en cada pueblo a cargo de los delegados sobre diversos temas históricos, arqueológicos y artísticos, aparte de otros sobre higiene y moral, y por supuesto nada de las guerras del pasado siglo; este hecho fue concebido por la propia Comisión como "un ensayo en favor de la cultura popular".

Era el año 1922.

Otra de las grandes bazas que la Comisión jugó, a pesar de las dificultades para sacar a la calle la publicación, fue la edición del Boletín. Entre 1895 y 1936, con di versas interrupciones, se puso en circulación captando un buen número de suscriptores. Según la lista del año 1918 unos 200, entre los que se encontraban desde miembros de la nobleza y el clero hasta Círculos Católicos, Círculos Carlistas, casinos, ministerios, museos, sociedades científicas, otras Comisiones de Monumentos, bibliotecas, particu­ lares, colegios, etc. Como curiosidad señalaré que sólo figura una mujer suscrita, la Sra. Viuda de Baleztena, de Pamplona. La difusión que este medio obtuvo no sólo en Navarra, sino en puntos muy distantes de la geografía española y en el extranjero (Reino Unido y Francia principalmente), hicieron de él el vehículo idóneo de transmisión de los fines que la Comisión perseguía. De todas formas, sería absurdo atribuir a conferencias y publicaciones un carácter puramente altruista. Nada menos «inocente» que los estudios históricos del siglo X IX , marcados ineludiblemente por el sello del Nacionalismo político (DíazAndreu y Mora, 1995). No podemos olvidar que durante la pasada centuria se producen los más graves ataques a la autonomía jurídica que hasta entonces había mantenido Navarra. La contienda carlista que finalizó con la reforma de los Fueros en la Ley Paccionada de 1841, aunque mantuvo en parte el carácter foral déla Comunidad, no dejó de ser entendido entre muchos sectores navarros como una afrenta que atentaba contra lo más profundo del pueblo navarro, contra su identidad histórica (Burgo, 1953, Mina, 1981). Así, no tiene nada de extraño que los miembros de la Comisión cultivaran con profusión todo aquello que estuviera intrínsecamente relacionado con su peculiaridad y sus tradiciones propias, desde temas de historia clásica a leyendas, novelas o estudios | de etno-historia, unidos casi siempre a los de arqueología, que adquieren en esta época un gran auge, de la misma manera que se realizan notables esfuerzos por restaurar aquellos monumentos que son símbolos históricos del Viejo Reino, como el Castillo de OI ite o el Monasterio de Ley re. Este carácter "no inocente" y políticamente aleccionador que imprime la Comisión a sus acciones queda constatado no sólo por la conocida militancia de muchos de sus miembros, sino también por su empeño en la "vulgarización" de sus estudios.; Resulta significativo que el 90% de su producción escrita fuera publicada en forma de

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LA LABOR ARQUEOLÓGICA DE LAS COMISIONES ..

artículos, muchos deellos en periódicos y revistas de ámbito nocientífico (Imbuluzqueta, 1993), con una clara inclinación hacia la creación de opinión y la movilización de amplios sectores de la población. Pese a esta vocación políticamente doctrinal de muchas de las acciones difusoras de los miembros de la Comisión podemos afirmar que, considerando las condiciones culturales, de infraestructura o las puramente económicas en las que se desarrolló la vida de dicha institución, sus esfuerzos y resultados fueron bastante acertados, al lograr introducir la disciplina arqueológica, a la par que determi­ nadas ideas políticas, en toda la capa media-alta de la sociedad navarra de la época y llegar en muchas ocasiones a sectores más bajos. Las iniciativas de la Comisión de Monumentos de Navarra fueron incon­ tables. En este breve escrito sólo se ponen de manifiesto aquellas que se han considerado más llamativas o importantes para ilustrar el trabajo. Se podrá argumentar que la actividad desplegadadio pocos frutos, pero no se puede negar que se avanzó cualitativamente, sobre todo si reconsideramos la situación jurídica, administrativa y material en la que se encontraban "las antigüedades" a comienzos del siglo XIX. A largo plazo la Comisión planteó las líneas de actuación en las que la arqueología se ha movido hasta nuestros días con muy pocas variaciones, llegando en algunos aspectos a superarlas, adelantándose a su tiempo. Sorprende la modernidad de muchos de sus textos y lo avanzado de sus propuestas, y no podemos dejar de lamentar que muchas de ellas no pudieran llevarse a cabo ni fueran recogidas (quizá ahora tímidamente), por sus epígonos.

B ib l io g r a f ía ASF = Archivo de la Real Academia de Bellas Artes de San Femando. AYARZAGÜENA SANZ, M„ 1992 La Arqueología Prehistórica y Protohistórica española en el siglo XIX. Tesis Doctoral. UNED. Madrid. BARANDIARÁN, I. y VALLESPÍ, E., 1984 Prehistoria de Navarra. Trabajos de Arqueología Navarra, 2 Boletín de la Comisión de Monumentos de Navarra, 1895 - 1936. Pamplona. BURGO, J. del, 1953-55 Fuentes de la historia de España. Bibliografía de las guerras carlistas y de las luchas políticas del siglo XIX, 3 vols. Institución Príncipe de Viana. Pamplona. CLE = Colección Legislativa de España. DÍAZ-ANDREU, M. y MORA, G„ 1995 Arqueología y política: el desarrollo de la arqueología española en su contexto histórico. Trabajos de Prehistoria, 52 n° 1: 25-38. DONÉZAR, J.M., 1975 La desamortización de Mendizábal en Navarra 1836/1851. CSIC. Madrid.

Ana Carmen Lavín Berdonces HUICI GOÑ1. M.P., 1990 Las Comisiones de Monumentos históricos y artísticos con especial referencia a la Comisión de Navarra. Príncipe de Viana, 189: 119-210. IMBULUZQUETA, G., 1993 Periódicos navarros en el siglo XIX. Dpto. de Educación y Cultural del Gobierno de Navarra. Pamplona. ITURRALDE y SUIT, J., 1911 Obras completas de Iturralde y Suit. Vol. II. Prehistoria de Navarra. MINA APAT, M., 1981 Fueros y Revolución Liberal en Navarra. Alianza. Madrid. MUTILOA POZA, J.M., 1972 La desamortización eclesiástica en Navarra: aspectos de la desamortización previo el estudio del patrimonio de la Iglesia. Universidad de Navarra. Pamplona. QU1NTANILLA, E„ 1994 La Comisión de Monumentos de Navarra, Tesis Doctoral inédita. Universidad de Navarra. SÁNCHEZ PRIETO, J.M., 1987 Los correspondientes navarros de la Real Academia de la Historia ( 1833-1900). Príncipe de Viana, 180: 193-226. VV.AA., 1993 Actas. Inventarios y Cartas Arqueológicas (Soria 1991). Valladolid. ZUBIAUR CARREÑO, F.J., 1993 Iturralde y Suit y el museo provincial de arte y antigüedades. Orientaciones museográficas y crítica del arte moderno. // Congreso de Historia General de Navarra. Historia Moderna y Contemporánea. Anejo 15 de Príncipe de Viana

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L a C o m is ió n P r o v in c ia l A r t ís t ic o s

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p a p e l en la c o n s o l id a c ió n d e la

ARQUEOLOGIA ASTURIANA (1)

Enrique Pérez-Campoamor Miraved (*)

Desde el encargo a la Real Academia de la Historia en 1802 de la Inspección General de las Antigüedades del Reino, motivado por la desidia, abandono y escaso interés que se muestra por conservar los restos del pasado, las noticias de Correspondientes de la Real Academia, anticuarios y eruditos en su mayor parte, sobre descubrimientos de lápidas romanas, monedas y demás objetos del pasado, se multipli­ can (M em orias de la Real Academia de la H istoria, IV-V, 1805, 1817). Poco a poco se irá tomando conciencia de la necesidad de crear unos organismos a nivel regional que protejan y acojan todos estos materiales, de los cuales la Real Academia de la Historia no puede hacerse cargo. Será el insigne asturiano, discípulo de Jovellanos y eminente erudito José Caveda y Nava quien sentará los cimientos para la creación de las futuras Comisiones Provinciales de Monumentos (M emorias de la Real Academ ia de la Historia, X, 1885: 673).

El origen de la Comisión Provincial de Monumentos de Oviedo (CPMO), hay que buscarlo definitivamente en la Real Orden del 2 de abril de 1844, la cual "... mondaba a los Jefes políticos formar una estadística de edificios y objetos de mérito artístico..."

(Canella

Secades, 1872: 4). El motivo era claro: atender y proteger todos los bienes de la Iglesia que tras la Desamortización de Mendizabal (1836-1844) se habían liberado y que inmediatamente se aplicará también a las antigüedades de todas lasépocas. Para realizar esta tarea, se crean y establecen con las Reales Ordenes del 13 de junio y del 24 de julio de 1844 las Comisiones Provinciales de Monumentos a nivel nacional. La CPMO se establecerá definitivamente el 4 de julio de 1844 con un esquema organizativomuy sencillo y que, a pesar de los cinco Reglamentos que poseerá (1844, 1854, 1865, 1881 y 1918 ), experimentará pocos cambios a lo largo de su vida.

(*) (1)

Universidad Autónoma de Madrid La presente comunicación se encuentra más desarrollada en la Memoria de Licenciatura que estamos llevando a cabo en la Universidad Autónoma de Madrid. Quisiera de igual forma agradecer los consejos y ayuda prestada por Carmen Fernández Ochoa e Isabel Olbés Ruiz de Alda.

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Enrique Pérez-Campoamor Miraved

En primer lugar está el cargo de Presidente de la Comisión, que recae en el Gobernador Civil de Asturias y que es meramente honorífico. Puede considerarse por tanto como verdadero Director de la Comisión al Vicepresidente. Es ju n to con el cargo de Vocal Secretario, el personaje más activo de la CPMO. Después están los Vocales, que al igual que el resto de los miembros son elegidos entre los correspondientes de las RRAA de la Historia y Bellas Artes de San Fernando. De igual forma, representantes de la Academia de San Salvador de Oviedo tienen vocales en la CPMO. Pocas veces llegan a ser más de una docena de miembros, lo que dificultará las tareas de investigación, por lo que a partir de 1932, se nombrarán Colaboradores en los pueblos, desempeñando una función importantísima de información de todos los restos del pasado que van apare­ ciendo, labores que hasta entonces habían desempeñado los vocales, con continuos desplazamientos, lo que ocasionaba cuantiosos gastos a los ya exiguos presupuestos de la CPMO. Los Colaboradores son el grupo más numeroso, llegando a tener más de 50 miembros repartidos por toda la geografía asturiana (Manzanares Rodríguez, 1959: 249-250). Son elegidos entre maestros, eruditos locales, anticuarios, párrocos, alcaldes, es decir, entre la "intelectualidad" regional. Desde el cambio del Reglamento de 1865 (Vega de Armijo, 1889: 162-176) aparecerá la figura del Conservador del Museo de Antigüedades, elegido entre los miembros de la Comisión, aunque en Asturias, de hecho, no aparece hasta 1946 por carecer de un auténtico Museo de Antigüedades. Por último, están los cargos meramente honoríficos denominados Vocales Natos, que poco a poco y en lassucesi vas reformas del Reglamento se irán añadiendo, como el Presidente de la Diputación, Rector de la Universidad, Alcalde y arquitecto municipal de Oviedo, arquitecto provincial, algún representante eclesiástico y un largo etcétera. Con todos ellos se conforma una organización perfectamente estructurada, que previamente las R R A A de la Historia y de Bellas Artes de San Femando habían configurado para el mapa nacional, con un órgano central (RRAA Academias) y órganos informativos (Corres­ pondientes y CPM), reproducido a nivel regional con la CPMO como órgano central y Vocales y Colaboradores como órganos informativos. A su vez, todas las CPM tenían un organismo superior, la Comisión Central organizadora de las Provinciales con sede en Madrid y compuesta por Miembros de las RRAA. La CPMO se divide en tres secciones: bibliotecas y archivos, escultura y pintura, y arqueología y arquitectura. De todas ellas centraré mi comunicación en la sección de arqueología, y en concreto únicamente analizaré las actividades relacionadas con la cultura castreña y la romanización. Atendiendo a estos aspectos, puede dividirse la Historia de la CPMO en dos grandes períodos:

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LA COMISIÓN PROVINCIAL DE MONUMENTOS... i . - D E LOS ORIGENES A LA GUERRA C lVIL ESPAÑOLA (1 8 4 4 -1 9 3 6 )

Los objetivos prioritarios de esta etapa serán el coleccionismo de objetos arqueológicos para la creación de un Museo de Antigüedades, la protección del patrimonio, la difusión de la historia regional y el inicio de la excavación de algunos yacimientos arqueológicos. La Comisión nace con un carácter plenamente avanzado para su época, como nos dice Fermín Canella Secades (1872: 8): "las Comisiones de Monumentos no atesoran y esconden el arte para conservarlo, sino que plegadas a las exigencias de la vida moderna, conservan el arte para su estudio, auxilian la industria que practica el arte y atienden a la administración pública en lo concerniente a sus locales".

Toda una apología de las CPM, que en buena medida nunca llega a ponerse en práctica debido a dos problemas fundamentales: la concepción erudita y anticuaría de la Historia y la carencia de recursos. Falta de dinero que no permitirá en muchas ocasiones ni investigar, ni ayudar, quedando patente de igual forma en una de las misiones en que más empeño puso a lo largo de su historia: la adquisición, cesión o construcción de un local para el establecimiento del Museo de Antigüedades, perfectamente explicado por Matilde Escortell Ponsada (1994:9-26), cuya realización no será posible hasta 1951. La Diputación era la encargada de mantener la CPMO, pero a pesar de todo, congelará, restringirá o simplemente eliminará el dinero que por ley les era asignado. Los motivos son dos: la falta de interés que despertaban los temas culturales y arqueológicos entre las instituciones y las distintas situaciones históricas de desequilibrio del país, que impedía un envío de dinero: "El estado del país no es ciertamente el más a propósito para el estudio, cuando la guerra y la política febril todo loabsorben y todo lo sacrifica, cuandoel vandalismo y la ignorancia todo lo destruyen y nada respeta la división que nos consume y nos aniquila..." (Canella Secades, 1874: 3-4).

Se inician las actividades con el objetivo de conocer con qué monumentos y antigüedades cuenta la Provincia; así serán enviadas cartas a los alcaldes y sacerdotes pidiéndoles información sobre los bienes histórico-arqueológicos que poseían, y solicitán­ doles su apoyo en la tarea de protección e información de todos los restos del pasado que vayan apareciendo. Muy significativa entre ellas es la carta enviada al Obispo de Oviedo donde queda patente el carácter de la CPMO. Entre otras cosas nos dice que la tarea del erudito de Historia será la de conocer las costumbres, hábitos, tendencias, cultura, civilización, progreso y la religión de los pueblos pasados. Esto sólo es posible a través del "coleccionamiento" de esos preciosos objetos (García San Miguel, 1868: 19). Esta concepción coleccionadora y anticuaría será un rasgo esencial de la CPMO, tradición largamente cultivada en Europa desde antiguo. Entre los coleccionis­

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Enrique Pérez-Campoamor Miraved

tas privados y miembros de la CPMO cabe destacar a Sebastián Soto Cortes, Roberto Frassinelli, Octavio Belimunt, Aurelio de Llano y Remigio Salmerón, este último incluso adquiriendo piezas para su "Museo particular" al no poder comprarlas la CPMO por falta de dinero (García San Miguel, 1868:6). Se tendrá una especial predilección por los objetos de cal idad artística o valor intrínseco elevado, aunque la información que de ellos se pueda obtener, ante la ausencia en muchos casos de un lugar concreto de procedencia, contexto en que aparece, materiales asociados, etc., sea mínima y aunque la Real Academia de la Historia ya venía recomendando la perfecta documentación de todo objeto recuperado

(BRAH X I- X II1887: Noticias de febrero). Si por un rasgo puede definirse a la CPMO es porque supone en buena medida la traslación de un coleccionismo particular y privado a un coleccionismo institucionalizado y, en definitiva, la aceptación, fomentada desde la Real Academia de la Historia, de una metodología de estudio erudita y anticuaría, donde la pieza es elevada a la categoría de documento del pasado, aunque la información que se tenga y que se extraiga de la misma sea escasa, siendo la plasmación más visible lacreación de un Museo de Antigüedades en el que exponer las piezas. La obtención de estos objetos vendrá por dos caminos, mediante compra o donaciones, aunque debido a los graves problemas económicos será el camino de las donaciones el más usualmente empleado. Habrá un flujo constante de llegada al Museo de materiales hasta aproximadamente 1915, momento en que las donaciones descienden. hasta ser casi inexistentes, si exceptuamos algún hallazgo casual de especial transcendencia, motivado seguramente por las ordenanzas de 1911-12 por las que se decreta que todas las antigüedades descubiertas en el subsuelo pertenecen al Estado (Actas de la CPMO 1919), lo que llevaría a la clandestinidad al fructífero negocio del comercio de antigüedades que parece averiguarse tras la lectura de las Actas de la CPMO. Dos serán los objetos que más busque e investigue la CPMO: las inscripciones y las monedas romanas (Canella Secades, 1872: 12-13). El análisis de la época prerromana y romana se efectuaba a través del estudio de los textos de autores clásicos y por tanto se tiende a buscar estos materiales que proporcionaban alguna información escrita, aunque los posteriores resultados que se extraen de esos epígrafes nunca vayan más allá de una mera descripción de la pieza, una transcripción del epígrafe y un análisis prosopográfico. Los demás objetos encontrados difícilmente podían ser datados ya que o bien las catalogaciones y análisis de materiales todavía no se efectuaban, o, si existían, el aislamiento de Asturias y en general de toda España respecto de Europa impidió, en muchos casos, recibir ese conocimiento hasta bien entrado el siglo XX.

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LA COMISIÓN PROVINCIAL DE MONUMENTOS...

Respecto a la política de excavaciones arqueológicas, este período puede dividirse en dos. La primera época va de 1844 a 1900, caracterizada por una ausencia casi total de las mismas, en parte ocasionada por los restrictivos artículos del Reglamento de 1854 que impedía la realización de excavaciones y a pesar de lodo el interés por practicarlas, que es patente desde el principio (Canella Secades, 1872:11-12); la primera y única de este período no se realizará hasta 1878. El objetivo de las mismas a priori será, como en el caso de los objetos aislados, la mera colección y enriquecimiento de los fondos del Museo y centrando la atención, como en el caso anterior, en epígrafes y monedas. Reveladores el informe de Estanislao Renduelles Llanos (Canella Secades, 1871:30-34), que tras una larga enumeración de epígrafes, monedas y demás objetos romanos de la ciudad de Gijón y tras disculparse por no ofrecer "ningún recuerdo de verdadero interés, que pudiera servir para esclarecer la historia patria", recomienda emprender una excavación en el CaboTorres

para buscar "lápidas" romanas, despreciando todos los demás posibles hallazgos. De especial transcendencia será por tanto la excavación de 1878 del Castro de Coaña financiada por la CPMO y llevada acabo por José María Flórez y González. La publicación, aunque de carácter meramente descriptivo, no sólo supone la primera excavación publicada en Asturias para los momentos que nos ocupan, sino porque además incluirá dibujos, plantas de las habitaciones, descripción y medición de todos los objetos encontrados y sobre todo, y muy novedoso para la época, la colocación en las plantas de las habitaciones de la posición exacta de los objetos recuperados. Inicia por tanto el camino hacia la investigación histórica no sólo a través del análisis epigráfico, que era lo habitual hasta entonces, sino de carácter arqueológico a través de un

rudimentario análisis de los materiales. Supone el inicio e impulso de una

arqueología prerromana y romana auspiciada por un organismo oficial. Desde 1900 a 1936 se produce un cambio: las excavaciones, pagadas las menos y alentadas c informando a la CPMO las más, se multiplican, sobre todo, en los años veinte y treinta, hecho motivado por el nuevo aire que darán a la Comisión miembros como Juan Uría Ríu, José Cuesta, Aurelio del Llano y Víctor Hevia entre otros, que ven en la arqueología un nuevo camino para la investigación, siendo mayor el protagonismo de algunos de ellos a partir de 1936. Así la CPMO excavará bajo la dirección de José Cuesta en Lugo de Llanera (Lucus Asturum), Braulio Vigón en La Isla (Colunga) y se realizan pequeños sondeos en la villa romana de Veranes por Víctor Hevia y Constantino Cabal, todos ellos miembros de la CPMO. Se alentará y facilitará de igual forma, aunque sin aportar dinero, las excavaciones de la villa de Vega del Ciego efectuada por los eruditos Cayetano y Valentín del Rosal, y de la villa de Puelles

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Enrique Pé rez-Ca mpoamor Miraved

por el vocal José Fernández Menéndez. Las escasas noticias que tenemos de ellas se limitan en muchos casos a meras enumeraciones de objetos encontrados que no llegan a cuajar en publicaciones más completas (2), motivado por carencias económicas, pero al menos supone una opción clara por la práctica de la arqueología. Cabe destacar las excavaciones, alentadas y ayudadas que llegan a publicarse aunque sin financiación de la CPMO, del Castro de Caravia y las Termas Romanas de Gijón, efectuadas por el vocal Aurelio de Llano Roza de Ampudia (1918) y Calixto Alvargonzález (1965), respectivamente. Sus libros muestran algunos progresos en el campo de la investiga­ ción, con análisis comparativos de los materiales para su correcta tipificación cronológica, al igual que fotografías y dibujos más precisos. La arqueología está cambiando, en parte moti vado por la creación de la Junta Superior de Excavaciones que enviará sus publicaciones a las CPM sirviendo de guía a la hora de plantear la política arqueológica a seguir. En general se puede decir que es una arqueología muy intuitiva, parcial, sin un planificación ordenada previa y sin proyección a largo plazo. Se excava a impulsos de los descubrimientos y sin una metodología rigurosa. El análisis de las estratigrafías es totalmente ignorado y la excavación, al igual que para la época siguiente, se efectúa mediante zanjas que seguirán los contornos de los muros o restos descubiertos. Un ejemplo lo tenemos en el proyecto de excavación de Fernando M* de Ochoa de la Loma del Castiello, en busca del Castillo de Gozón donde se encontraban materiales romanos y donde se propone efectuar tres zanjas separadas 15 metros, de 3 metros de profundidad y de anchura y de 30 metros de longitud cada una (Actas y papeles de la CPM O 1844-1971). Por todo lo dicho, para este largo período desde 1844 a 1936, puede decirse que la CPMO estará formada por eruditos y anticuarios de características conservadoras, con escasa preparación técnica y en la gran mayoría de las veces con poco rigor científico y crítico. Su labor, en un principio, y en palabras de Glyn Daniel (1986: 36) será entender el pasado por el estudio de los restos visibles y los objetos hallados accidentalmente, definición a la que habrá que añadir más tarde los escasos materiales recuperados en las excavaciones. La práctica de la arqueología no será una forma de ganarse la vida sino una mera pasión, y así hay que ver la CPMO como un cuerpo de apasionados cuyo vínculo común es el profundo amor que sienten por Asturias y que les

(2)

Excepción a la regla es la excavación de la villa de Puelles, que si llegará a publicarse (Fernández Menéndez, 1928).

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LA COMISIÓN PROVINCIAL DE MONUMENTOS...

lleva a investigar y proteger su pasado, aún a costa de enormes sacrificios. No es raro por tanto que la gran mayoría de sus miembros, tal y como expresan Pasamar y Peiró (1991: 73) para el ámbito nacional, pertenezcan a la burguesía asturiana y ejerzan cargos tales como médicos, abogados, sacerdotes, jueces, políticos, funcionarios, militares o profesó­ les,

cargos que les permiten sadsfacer sus pasiones intelectuales, abordando multitud de

aspectos de la cultura asturiana y no conformándose con el ámbito de la Historia o la Arqueología. Entre todos ellos cabe destacar a Ciríaco Miguel Vigil, activo miembro de la CPMO, correspondiente de las dos Reales Academias, autor de Asturias Monumental,

epigráfica y diplomática, corpus riguroso, completo, hoy en día de inimaginable realiza­ ción, muy avanzado para la época, y de indispensable consulta para el estudio de la epigrafía romana, medieval y moderna de Asturias, siendo motivo de elogio en España y Europa, cuya realización no hubiera sido posible desarrollar fuera del ámbito de la CPMO. De igual forma cabe destacar la figura de Fermín Canella Secades, persona muy querida en Asturias, correspondiente de las dos Reales Academias, miembro de la Sociedad Arqueológica de Tarragona y de la de Bellas Artes de Sevilla, incansable trabajador que durante medio siglo supo cuidar y alentar a la CPMO, marcando en ella un claro carácter regionalista que obligaba a luchar por y para la cultura asturiana, siendo buena parte de los logros alcanzados por laCPMO labor suya. AutorjuntoconBellmuntde laobraAsíurías, primera gran síntesis de carácter enciclopédico que existe sobre todos los Concejos del Principado de Asturias.

2 . - S e g u n d o p e r io d o d e s d e l a G u e r r a C i v i l e s p a ñ o la h a s t a su DESAPARICIÓN (1 9 3 6 A 1971)

Supone este segundo período un profundo cambio. Ya desde los primeros años los problemas económicos se hacen insostenibles, las subvenciones no llegan y por tanto las realizaciones de la Comisión serán escasas. Sólo por el entusiasmo de sus miembros la Comisión permanecerá. A partir de ahora sus funciones serán administrativas y conservadoras, su vertiente investigadora prácticamente desaparece (Gendín, 1947:10). Unicamente será informada del desarrollo de algunas excavaciones pero sin mayores especificaciones. Será labor de organismos como el Instituto de Estudios Asturianos, Universidad de Oviedo, Diputación Provincial, ayuntamientos y esfuerzos privados los encargados ahora de difundir las investigaciones arqueológicas o históricas. Una excepción a esta ausencia de divulgación de las tareas de la Comisión será la creación del Boletín de la Comisión Provincial de Monumentos de Oviedo, cuyos dos únicos números saldrán a la luz en los años 1957 y 1960, gracias a la anormal

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Enrique Pérez-Campoamor Miraved

concesión para estos años de una subvención. Como medio de difusión de las ideas de los miembros de la CPMO, la revista no llegará a cuajar. Su máximo responsable, y al que hay que agradecer su publicación, es Joaquín Manzanares Rodríguez, miembro muy activo de la Comisión a partir de los años cincuenta que será el último representante de la vieja escuela de eruditos coleccionistas de antigüedades (3). Su revista, en la cual escribirán todos los investigadores de la arqueología asturiana de la época, aportará algunas novedades como la introducción de los estudios toponímicos, inicio de prospecciones de villas y edificios romanos, estudio de algún material de orfebrería prerromana y en general un rigor y actualización científica que no desmerecen los de otras regiones de España. Estudios, en muchos casos, desarrollados al margen de la CPM O y cuyo análisis excede las pretensiones de esta comunicación. El principal logro de la CPMO durante este período será la definitiva y largamente esperada instalación del Museo Arqueológico en su actual edificio en 1951, gracias al dinero aportado por la Diputación; un año después se abrirá al público, siendo gestionado a continuación por miembros de la CPMO. La principal tarea en estos momentos será la protección del Patrimonio Arqueológico y así, entre otros, se denunciará el mal estado del Castro de Coaña (Actas de la CPMO, 1957-1958) o se conseguirá la paralización de unas obras que amenazaban las Termas romanas de Gijón (Actas de la CPMO, 1967). En los miembros de la CPMO también se opera un gran cambio, que empezó ya en los años veinte y treinta del presente siglo, consistente sobre todo en el inicio de la profesionalización del ejercicio de la Historia y la Arqueología. Entre ellos cabe destacar a José Manuel González y Juan Uría Ríu, profesor y catedrático de Historia, respectivamente, de la Universidad de Oviedo. Autores cuyas aportaciones en el campo de la historia y la arqueología castreña y romana de Asturias son inapreciables, además de maestros de generaciones de especialistas. La erudición en esta segunda etapa tiende a desaparecer y se inicia más el rigor científico y cierta especialización. Desde la década de los sesenta, debido a las carencias de presupuesto, las reuniones de la CPM O son cada vez más escasas. El Decreto del 22 de octubre de 1970 (B.O.E., 91 1-1970) supone el definitivo punto y final a la larga agonía que desde 1936 la CPMO había soportado (exceptuando los años en que se publica el Boletín de la CPMO). No existe orden de disolución de las CPM, pero a medida que sc van organizando las nuevas

(3)

De hecho. Joaquín Manzanares Rodríguez mantiene hoy día una de las mejores colecciones privadas de arqueología de Asturias, que él denomina Tabularium Artis Asturiensis.

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LA COMISIÓN PROVINCIAL DE MONUMENTOS..

Comisiones del Patrimonio Histórico-Artístico, las anteriores dejarán de existir. La última reunión de la CPMO tendrá lugar en 1971, después vendrá el silencio tras 130 años de continuos esfuerzos. La CPM O supuso en definitiva-el primer órgano que puso de manifiesto cn Asturias la necesidad de proteger el patrimonio arqueológico e histórico creando el Museo Arqueológico ante la indiferencia y desinterés de los organismos oficiales y, por otra parte, fue la primera institución que apoyó los inicios de la arqueología como metodología de investigación, logros obtenidos por el constante y desinteresado trabajo de los miembros de la Comisión, de los cuales todos nosotros somos deudores.

B ib l io g r a f ía

ALVAR GONZÁLEZ, C., 1965 Termas romanas del Campo Valdés-Gijón. Ayuntamiento de Gijón. Gijón.

CANELLA SECADES, F„ 1871 Resumen de las actas y tareas de la Comisión de Monumentos históricos y artísticos de la Provincia de Oviedo desde I ode febrero hasta la fecha. Oviedo. -, 1872 Resumen de las actas y tareas de la Comisión de Monumentos históricos y artísticos de la provincia de Oviedo desde 1844 a 1866. Oviedo. 1874 Resumen de las actas y tareas de la Comisión de Monumentos históricos y artísticos de la Provincia de Oviedo desde agosto de 1872 hasta diciembre de 1874. Oviedo.

DANIEL, G.. 1986 Historia de la Arqueología. Ed. Alianza. Madrid. ESCORTELL PONSADA, M., 1994 Guía-catálogo del Museo Arqueológico de Asturias. Oviedo. Ed. Principado de Asturias.

Oviedo. FLÓREZ Y GONZÁLEZ, J.M., 1878 Memoria relativa a las excavaciones de El Castellón en el Concejo de Coaña (Asturias).

Ed. Diputación provincial de Oviedo. FERNÁNDEZ MENÉNDEZ, J„ 1928 "Excavaciones arqueológicas de Puelles (Valdediós)". La "villa" hispano-romana de Boides. Covadonga, 154: 530-534. GARCÍA SAN MIGUEL, J„ 1868 Resumen de las actas y tareas de la Comisión de Monumentos históricos y artísticos de la Provincia de Oviedo desde que se reorganizó hasta la fecha. Oviedo.

GARR1GA Y PALAU, F.J.. 1915 Resumen de actas y tareas de la Comisión de Monumentos históricos y artísticos de la Provincia de Oviedo desde 1874 a 1912. Oviedo.

GENDÍN, S.A., 1947 El movimiento cultural en Asturias, como antecedentes del Instituto de Estudios Astu­ rianos. Boletín del Instituto de Estudios Asturianos 2: 3-15.

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Enrique Pérez-Campoamor Miraved

LIBROS DE ACTAS Y PAPELES DE LA COMISIÓN PROVINCIAL DE MONUMENTOS DE OVIEDO DESDE 1844 A 1971. LLANO ROZA DE AMPUDIA, A. DE, 1919 El libro de Caravia. Oviedo. MANZANARES RODRÍGUEZ, J„ 1957 Y 1960 Boletín de la Comisión Provincial de Monumentos de Oviedo 1 y 2. PASAMAR ALZURIA, G. y PEIRÓ MARTÍN, I., 1991 "Los orígenes de la profesionalización historiográfica española sobre Prehistoria y Antigüedad". En J. Arce y R. Olmos (coords.), Historiografía de la Arqueología y de la Historia Antigua en España (siglos XVIII-XX). Ministerio de Cultura. Madrid: 73-77. VEGA DE ARMIJO, Marqués de la, 1889 Reglamento de las Comisiones Provinciales de Monumentos Históricos y Artísticos. BRAHXIV: 162-176.

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L a C o m is ió n G é n e s is y G em a

de

M onum entos

de

O

v ie d o

(1844-1978):

desarro llo

E. Adán Á lv a re z (*)

|. C o m is ió n

de

M

o num ento s de

O v ie d o :

c r e a c ió n , f u n c io n a m ie n t o ,

a c t u a c io n e s

L as Comisiones de Monumentos provinciales se disponen mediante la Real Orden del 13 de Junio de 1844, en un claro intento de proteger los bienes estatales (1). De esta manera en cada provincia la Comisión de Monumentos Históricos y Artísticos reconocía los bienes inmuebles, diagnosticaba su estado y procedía, si llegaba el caso, a su restauración. También se encargaba de recoger y adquirir libros, documen­ tos, objetos artísticos y arqueológicos. Las personas que constituían las Comisiones eran casi siempre ciudada­ nos preocupados por el arte y la arqueología y que podían permitirse investigar sobre dichos temas: profesores de Universidad, abogados, eruditos locales, anticuarios... Al frente de los mismos se encontraba un delegado del Estado (Diputación) que era el que concedía una subvención anual para que se llevaran a cabo las intervenciones proyec­ tadas. Los miembros de la Comisión de Asturias procedían primordialmente del ámbito universitario, siendo sus delegados comarcales individuos curiosos o eruditos aficiona­ dos (Canella, 1871, 1872, 1874; Garriga, 1915). El funcionamiento de las Comisiones fue perfilándose durante el s. XDC y XX (R.D. 15/XI/1854; Reglamento 24/X1/1865; Atribuciones Comisiones 30/XII/ 1881 y Reglamento 6/VIII/1918), hasta que en la República y con la promulgación de la Leyde Patrimonio Artístico (13 Mayo 1933) aparecen las "Juntas del Tesoro Artístico". Se intentan sustituir las decimonónicas Comisiones, excepto en las provin­ cias en las que no se hubieran podido formalizar las Juntas (art. 12 y 13). Después de la Guerra Civil las Comisiones de Monumentos seguirán actuando sobre el patrimonio, reorganizándose mediante el Decreto 3.194/1970 en “Comisiones del Patrimonio Histórico-Artístico”. Con la Constitución del 78, y estando

(*) (1)

Oviedo. Los temas tratados aquí se amplían en Adán Alvarez (e.p.).

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Gema E. Adán Álvarez

las atribuciones de materia cultural transferidas a las autonomías, se constitu yen las actuales "Comisiones de Patrimonio Histórico", que funcionan dentro del marco general de la Ley del Patrimonio Histórico 16/85 (2). En Asturias la tarea fundamental que la Comisión se asignó era la de conservar/restaurar los edificios "pertenecientes a la arquitectura que lleva el nombre de Asturiana" (Acta de 4 Julio de 1844). Por ello promueve e inspecciona las restauraciones de estos edificios, visita los monumentos de la provincia (bienes de la Iglesia y particulares) para comprobar su estado y designa los que se declaran "Monumentos Nacionales" (máxima protección legal hasta la promulgación de los B.I.C en la Ley 16/85) (3). Estas tareas fueron realizadas por los miembros de la Comisión con más voluntad que medios económicos, siendo los resultados de la conservación del Patrimonio Asturiano muy contradictorios. Así, por ejemplo, si bien La Comisión detiene la progresiva degenera­ ción de los edificios prerrománicos, el crecimiento urbano del s. X IX siguió inexorable, cercenando los monumentos que lo obstaculizaban. Como menciona Menéndez Pidal (1954: 11) sólo en Oviedo durante el s. X IX habían desaparecido: las murallas y puertas de la ciudad, la fortaleza, lacárcel (antiguo palacio Alfonso DI); iglesias de S. Isidoro, S. Francisco y S. Juan, convento de Sta. M* de la Vega, capillas de San Bernabé, San Lázaro, Remedios y Santa Susana; antiguo colegio de San Gregorio y de San Pedro, Colegio de Huérfanas Recoletas; la Casa de las Comedias del Fontán; el acueducto de Los Pilares; las Fuentes llamadas Caños del Fontán y Fontica, y los bancos monumentales del s. XVIII denominados "canapés" (Morales Saro, 1988) (4). Otro de sus proyectos convergía en la formación de un Museo de Antigüedades (Escortell 1974). Acrecientan unos escasos fondos pictóricos con piezas artístico-arqueológicas donadas (particulares o de hallazgos descontextualizados), compradas o recogidas de los monumentos desaparecidos (S. Francisco). Asimismo, en el Museo se da albergue a sepulcros aislados de Iglesias reconvertidas como los del Monasterio de La Vega (Oviedo), y a las piezas sobrantes de templos restaurados como los del Naranco y Lillo (Oviedo). El primer catálogo manuscrito, Catálogo razonado de

los Objetos Arqueológicos reunidos por la Comisión, fue redactado en 1871 porCiriaco Miguel Vigil y adicionado por Fermín Canella. A continuación las piezas recogidas por

(2) (3) (4)

En Asturias se crea esta Comisión por el Decreto 66/86 (15 Mayo). El primer “Monumento Nacional” declarado en Asturias fué la Torre de Llanes (1876) para evitar de esta manera su inminente venta y posible destrucción. También se abordan las demoliciones del Patrimonio en Oviedo en el artículo de M* C. Morales Saro ( 1988: 37-88).

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LA COMISIÓN DE MONUMENTOS DE OVIEDO ...

ja Comisión aparecen plasmadas en el folleto del III Centenario de la Universidad de Oviedo (1908:7-10). Las próximas guías se editan cuando el Museo ya estaba instalado en San Vicente (Jordá, 1959; Luis, 1961; Escortell Ponsoda, 1974). También fue una de las obligaciones de la Comisión la elaboración de un inventario de los edificios y antigüedades de la provincia. Indirectamente esta actuación está reflejada en las obras de Amador de los Ríos (1877) y Ciríaco Miguel Vigil (1887).

Su intervención fue más directa en el libro de Octavio Bellmunt y FermínCanella (1897), ya que el secretario Canella envió encuestas con el membrete de la Comisión. El "Inventario de despoblados" era fundamental para que se pudiesen proyectar las excavaciones arqueológicas. Gracias a estas intervenciones se exhumaban cerámicas, metales, lápidas y monedas antiguas con destino al Museo, sin que hiciera falta adquirirlas o entrar en competencia con los anticuarios.

II. A c t u a c ió n

d e la

C

o m is ió n e n la a r q u e o l o g ía a s t u r ia n a

Si examinamos la actuación arqueológica de la Comisión, muy unida en la legislación a las tareas de Restauración, aparecen claramente demarcados tres períodos: 1. Intervenciones directas de la Comisión (1844-1880). Los integrantes de la Comisión proyectan, intervienen y regulan las excavaciones de la provincia. Con posterioridad dan cuenta de sus resultados a la Academias centrales. En este período se excava el castro de Coaña (1877/1880). 2. Supervisión de las Instituciones centrales (1881-1936). La nueva reforma de las Comisiones de Monumentos (1881) pone todos los trabajos de restauración y excavación bajo la supervisión de la Academia centrales de Bellas Artes y de la Historia. La Comisión controla administrativamente las tareas, pero los particulares, dando la espalda a este organismo, pueden dirigirse personalmente a Madrid para solicitar permisos de excavación (p.e. las intervenciones de Aurelio de Llano). Se regulan estas actuaciones mediante la Ley de Excavaciones Arqueológicas (7 Julio 1911) y el Real Decreto que lo llena de contenido (27 Septiembre de 1912). Todo este período culmina con la redacción de la Ley de Patrimonio (13 Mayo 1933) que no va a entrar en vigor a causa del conflicto bélico del 36. A partir de este momento para excavar se necesitan los dictámenes de los miembros de las Academias centrales. La Comisión de Investigaciones Paleontológicas y Prehistóricas interviene directamente desde Madrid.

261

Gema E. Adán Álvarez

3.

Actuación de la Diputación (1936-78). Después de la Guerra Civil y hasta la

Constitución de 1978, la Diputación de Oviedo mantiene una política de excavaciones mediante un Servicio de Investigaciones Arqueológicas formado por Francisco Jordá Cerdá. Se encarga también de conceder los permisos de excavación a investigadores y particulares. A partir de los años 60, a través de la sección de Bellas Artes de la Diputación que ya logra aunar excavaciones y restauración (5), será Magín Berenguer el responsable del Patrimonio Asturiano, estando Emilio Olávarri como arqueólogo ocasional. Durante la década de los 70, la Universidad, con José Manuel González y un grupo de jóvenes investigadores licenciados en la reciente especialidad de Historia (Facultad de Filosofía y Letras), y prehistoriadores procedentes de las Universidades de Madrid, Valladol id, Salamanca y EEUU, son los que darán comienzo a una nueva etapa de la arqueología asturiana. En esta última fase, la Comisión ya no tiene ningún tipo de ejecución ni proyección directa en el patrimonio arqueológico. Como logro fundamental de la Comisión en estos años de postguerra, dejando a un lado la cesión de las piezas para la apertura del Museo Arqueológico Provincial (1952), se considera el reconocimiento de la Iglesia prerrománica de Bendones (Oviedo) gracias a la intervención de su secretario Joaquín Manzanares.

I II. E v a l u a c ió n

d e l a s in t e r v e n c io n e s a r q u e o l ó g ic a s d e la

C

o m is ió n

Las actividades arqueológicas que se mencionan en las Actas de la Comisión de Oviedo son las siguientes (resumidas): -CUEVAS PREHISTORICAS: exploración de cuevas por Barras; Cueva de S. Román de Candamo, Candamo; Gruta de San Juan de Duz, Colunga; Cueva de Pico Socampo y Cueva de Ltedíasen Llanes; Cuevas de Trubia y Vega, Oviedo; Cuevas de La Paloma y D* Urraca y Ferrería en Regueras; y la Cueva de ValdeDios, Villaviciosa (con jarros de época medieval). - TUMULOS Y DOLMENES: Dolmen de Vega, Aller; Dolmen de Santa Cruz, Cangas de Onís; Túmulos de Sierra Plana, Llanes; Túmulos de Monsacro, Ujo; y Túmulos de Sierra Mirto, Tineo. - ARTE RUPESTRE: Idolo de Perta Tú, Llanes, y las copias que de “ Pinturas Rupestres” posee la Comisión. - MINERIA PRERROMANA: Minas del Aramo, Riosa. - CASTROS: Castro de Pendia, Boal; Castro de Coarta, Coarta; y Castro de Caravia, Caravia.

(5)

Las tareas de restauración se dirigen desde el Gobierno central con la inspección de la Real Academia de Bellas Artes (plan de "Regiones Debastadas") y la actuación de la Diputación. En Asturias y durante casi 40 años, los monumentos vuelven a erigirse siguiendo los criterios del arquitecto Menéndez Pidal (García Cuetos 1991).

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LA COMISIÓN DE MONUMENTOS DE OVIEDO .. - MATERIAL CASTREÑO: Torque de Tineo. -VILLAS ROMANAS: La Isla, Colunga; Termas del Campo Valdés, Gijón; Lucus Asturum, Lugo de Llanera; Villa de la Vega del Ciego, Pola de Lena; y Boides-Puelles, Villaviciosa. -CALZADAS ROMANAS (noticia indirecta): Sepulcros localizados en la vía romana de Grandas de Salime. - INSCRIPCIONES ROMANAS: Serrapio, Aller; Lápida de Cabo Torres; Lápida de Llanes; Inscripciones de Ujo, Mieres; Inscripciones de Borines y Lápida de Villamayor en Piloña; y Lápida de Miravalles, Villaviciosa. - MONEDAS ROMANAS: Denarios de Caso; Tesoro Chapipi, Grado; Monedas de Allande; y Monedas de Fajo, en Yermes - Tameza. - EDIFICIOS MEDIEVALES: Veranes, Gijón; en Oviedo las excavaciones en la Capilla de Santa Leocadia y Cámara Santa, Lillo y el Jardín de Pachu; Sepulcros en Pola de Laviana y Pola de Siero; y Cimientos en Valdedios, Villaviciosa. - MATERIALES DE OBRAS PUBLICAS: Gijón y Oviedo.

Si en un primer momento la Comisión llevo a cabo excavaciones con dedicación y entusiasmo (p.e en el caso de Coaña o la Cripta de Sta Leocadia y Cámara Santa) y recogió piezas artísticas/arqueológicas, también es cierto que estas actividades nunca llegaron a ocupar en sus prioridades la primacía que se otorgaba a la arquitectura prerrománica (tanto en el estudio como en la recogida de piezas y su restauración). La preocupación arqueológica de los miembros de la Comisión estuvo marcada siempre por la idea decimonónica de esta disciplina. Por ello, se concedía una total supremacía a las piezas aisladas cuya finalidad última era la de formar parte de la colección del Museo. Dentro de la historiografía arqueológica asturiana, la Comisión aparece como una institución que no dispensa una gran importancia a la investigación y excavación de cavidades prehistóricas, una de las riquezas patrimoniales del Principa­ do. Las intervenciones arqueológicas en el resto de períodos históricos dependen de las preferencias personales de sus miembros. Esta personalización de las actividades arqueológicas será uno de los motivos por los que esta organización tiene, a pesar de más de un siglo de actuaciones, tan escasa influencia en las directrices investigadoras de la arqueología asturiana. B ib l io g r a f ía ADÁN ÁLVAREZ, G.E., (e.p.) “Intervenciones arqueológicas de la Comisión de Monumentos Históricos y Artísticos de Oviedo (1844- 1978)”. ADÁN ÁLVAREZ, G.E. y GARCÍA CUETOS, P., 1993 “Patrimonio Asturiano: Historia de la recuperación del Patrimonio.” Exposición Oríge­ nes: Arte y Cultura en Asturias s. Vil -XV. Oviedo, pp. 581 - 584.

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Gema E. Adán Álvarez

BELLMUNT, O., y CANELLA, F„ 1897 Asturias. Oviedo. CANELLA, F., 1871 Resumen de Actas y tareas de la Comisión de monumentos Histórico y Artísticos de la Provincia de Oviedo, desde 1 Febrero 1868 a 1870. Oviedo.

-, 1872 Resumen de Actas y tareas de la Comisión de monumentos Histórico y Artísticos de la Provincia de Oviedo, desde ¡844 a 1866. Oviedo.

1874 Resumen de Actas y tareas de la Comisión de monumentos Histórico y Artísticos de la Provincia de Oviedo, desde Agosto de 1872 a Diciembre de 1874. Oviedo.

COMISIÓN PROVINCIALDE MONUMENTOS HISTÓRICOS Y ARTÍSTICOS DE OVIEDO, 1847-1967 Libros de Actas de la Comisión Provincial de Monumentos de Oviedo (de 1844 a 1967).

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264

"D e j e m o s

a l o s s ig l o s v e r s ie m p r e r u in a s *

La im aginación

HISTÓRICA EN EL DISCURSO A LOS EMERITENSES PRONUNCIADO p o r el

MÉRIDA

P r e s id e n t e el

d e la

S

u b c o m is ió n d e

M

o n u m en to s de

15 DE ABRIL DE 1868 ~

Helena Gimeno Pascual (*) Dejemos a los siglos ver siempre ruinas. Ni los ferrocarriles, ni el vapor, ni la electricidad, ni lodos los adelantos futuros podrán ser suficientes a impedir que otros griegos destruyan otra Troya, ni que nuevos Galos remuevan los escombros de la antigua Lutecia. Los Godos, los Árabes, tal vez los Españoles en otras o en la sangrienta batalla de las Matanzas, hicieron pedazos el soberbio acueducto cuyos trozos vemos sobre la yerba! Tal vez entonces pisotearon las estatuas del Arco de Trajano, arrancaron sus bronces, mutilaron sus altos relieves y su delicada cornisa.

Este texto pertenece al discurso (1) leído por don Luis de Mendoza y González en el día que le cupo el honor de restablecer la Subcomisión de Monumentos de Mérida. No era Mendoza el primero en la Historia que reivindicaba la conservación de los restos arqueológicos de la capital de la antigua Lusitania, pues las antigüedades de Mérida, objeto de deseo desde tiempo inmemorial, siempre han estado sometidas a un expolio continuo por los sucesivos ocupantes de su territorio. Además de la reutilización de muchas de sus fábricas en las etapas inmediatamente posteriores a la romana, a partir de los siglos XV y XV I las ruinas de Emérita Augusta resultaban especialmente atractivas para la nobleza renacentista que se afanaba por emplear materiales antiguos en la decoración de sus palacios o en edificios que patrocinaba. Es muy ilustrativo, al respecto, el comentario de Gaspar de Castro a Antonio Agustín sobre la rapiña y saqueo de las ruinas de Mérida; en 1550 Gaspar de Castro le envía una carta tras haber visitado Extremadura en la que, entre otras cosas, le dice:

"en este

lugar pensé hallar muchas cosas desta calidad, y hallé pocas, porque me dicen las han llevado de alli para diversas partes, y que el conde de Osorno llevó mas de sesenta carretas de grandes pie9as de marmol para un monesterio que labró en Galisteo, y allí se hizieron pedamos muchos letreros antiguos".

El conde de

Osorno, en este caso, pero también otros como la condesa de Mirabel o los condes de las Navas, trasladaron selectas piezas emeritenses para los mejores aposentos de sus respectivos palacios.

(*) 0)

Dpto. de Historia Antigua. Facultad de Geografía e Historia. Universidad Complutense. Presentamos aquí un resumen de un estudio más largo que tenemos en prensa, en que ofrecemos el texto completo del discurso.

265

Helena Gimeno Pascual

Este interés por las antigüedades no cesa y son diversos los eruditos e ilustrados que se interesan por Mérida en los siglos XV II y X V III, pero la preocupa­ ción por la salvaguarda y conservación del patrimonio arqueológico/artístico desde las instituciones civiles sólo se producirá cuando dicho patrimonio empiece a ser considerado como un bien no exclusivo de la monarquía, la nobleza o el clero, fenómeno que se produce en España, sobre todo, a partir de mediados del siglo X IX . Esta es la época en la que se encuadra el documento que analizamos aquí, reflejo local de esa ideología y de la sensibilización hacia la conservación del patrimonio. Todo ello ha sido el resultado, sobre todo, de dos grandes acontecimientos de la primera mitad de siglo: por una parte el expolio de obras al que se ha visto sometido el país como consecuencia de la invasión napoleónica y por otra la desamortización que ha puesto a disposición pública coladas y coladas de bienes culturales que las institucio­ nes, a pesar de la Comisión Central y de las Provinciales de Monumentos, se ven incapaces de controlar. En este marco histórico se constituye la Subcomisión de Monumentos de Mérida y, como ya hemos indicado, el Discurso (2) de conmemoración lo pronuncia don Luis de Mendoza y González, su presidente, "para -literalmente- darle vida oficial y solemnidad al acto" y, sin quererlo, Mendoza se convierte en un orador-historiador (3) cuando

recuerda a los emeritenses que su patrimonio arqueológico, esas ruinas que asoman, constituyen uno de los pilares de la historia de su ciudad. La Historia es, pues, una de las razones esenciales para la defensa del patrimonio. Pero al mismo tiempo la inestabilidad política, social e ideológica del siglo, cuya repercusión negativa en el patrimonio arqueológico era general (4), en sitios especialmente ricos como Mérida exigía una protección especial para evitar la destrucción y el expolio. Mendoza (5), que llevaba varios años intentando la creación de un Museo en Mérida, erige en asunto central del discurso la justificación de la creación de la Subcomisión para la defensa del patrimonio arqueológico emeritense.

(2) (3)

Toda la documentación utilizada se conserva en el Archivo de la Academia de Bellas Artes de San Fernando, legajo 44-5/2. Hay una copia del discurso en la Academia de la Historia. A la manera de Cicerón en el siguiente párrafo, donde alude al orador como historiador:"Historia vero testis temporum, lux veritatis, vita memoriae, magistra vitae, nuntia vetustatis, qua voce alia nisi oratoris ¡nmortalitati commendatur?' {de Orat. 2,35; cf. Codoñer 1986:10).

(4)

(5)

Un magnifico panorama general de la repercusión política e ideológica tanto en las instituciones que se ocupaban de la arqueología como en la legislación y las iniciativas surgidas del propio Estado en el siglo XIX puede verse en la comunicación de J. Beltrán Fortes a este Congreso, "Arqueología e instituciones en la Sevilla del siglo XIX: la Diputación Arqueológica (1853-1868)”. Archivo Biográfico Hispanoamericano, voz: Mendoza y González, Luis.

266

■DEJEMOS A LOS SIGLOS VER SIEMPRE RUINAS"..

En mi exposición primero atenderé al mensaje ideológico-histórico con que se abre el discurso, un discurso ecléctico en el que conceptos racionalistas, románticos, pragmáticos y los que hagan falta se entremezclan con tal de que los emeritenses conserven su patrimonio. El discurso se convierte en un imaginario en el que realidad histórica y ficción hacen posible que Emérita Augusta ocupe el segundo puesto en el ranking de las ciudades del Imperio, pues con Mendoza Emérita Augusta pasa a ser la segunda Roma. Después me ocuparé del modo en que Mendoza se dirige a las instituciones para convencerlas de que Mérida requiere una atención especial por su patrimonio. Por último relataré el estado de esc patrimonio un año después, el año de la Gloriosa Constitución de 1869, año también de la muerte de don Luis de Mendoza. Casi ha transcurrido un siglo desde la época dominada por el Terror, a causa del cual y bajo la bandera del representa una degeneración inevitable"

"progreso" "el mundo está en ruinas y lodo el proceso histórico

(White, 1992: 63). Esta idea, difundida sobre todo a

partir de Rousseau -pensador bien acogido por los románticos (Fontana, 1981: 73)-, puede estar detrás de las palabras que abren el discurso de Mendoza, pues en él apela al hombre como aniquilador de sí mismo por odio o por ignorancia. Pero también podemos ver resonancias del racionalismo kantiano en cuanto al proceso histórico visto como un conflicto insoluble entre lo racional y lo irracional de la naturaleza humana, pues en el discurso Mendoza recurre a la dualidad perfección/imperfección del hombre: él es el causante de las ruinas por tener un espíritu imperfecto, mientras que, por contraste, en lo físico es perfecto pues cumple todas sus funciones. Sin embargo, es palpable que ha pasado un siglo desde la época de la Ilustración y que los efectos del progreso se han dejado sentir en beneficio de las Naciones; de ahí que Mendoza acabe absolviendo al progreso de la destrucción e inculpando a los antiprogresistas de esa decadencia de la historia. Recuerda el pensa­ miento hegeliano al tratar de los "adelantados" a su tiempo, pues ellos irrumpen en la vida ordinaria creando el desasosiego y el conflicto social, punto éste en el que el mensaje de Mendoza se distancia claramente de la denominada anticuaria"

"sensibilidad histórica

-así definida por Hayden White (1992: 75)- característica del siglo X V III y

defendida por Nietzsche, en la que se atribuye un valor absoluto a todo lo viejo, simplemente por serlo y porque satisface por una parte la necesidad que tiene el hombre de conocer sus raíces y por otra su capacidad de veneración de lo pasado. Para Mendoza la imperfección intelectual es inherente al hombre por las condiciones en las que vive, que son la causa de que en todas las edades y países se haya perseguido "a los genios superiores", y éste es el origen de las sangrientas guerras y su

267

Helena Gimeno Pascual

tremendo resultado: las ruinas de los pueblos. Mentes preclaras como Arístides, Sócrates, Galileo o Colón han sido perseguidos por su anticipación al tiempo. Mendoza, sin embargo, adopta una actitud paternalista y conservadora que ya había sido utilizada por el pensamiento ilustrado, pues su discurso parece dirigirse -a pesar de que los invitados al acto son más bien de estratos sociales medios altos- a un auditorio poco culto o ignorante al que hay que educar: es necesario enseñar a los ciudadanos, hay que dar "ejemplos y lecciones a un pueblo" (Díaz-Andreu -Mora, 1995: 28), y para que los testimonios del pasado y la construcción de la historia calen en ellos es fundamental la toma de conciencia del devenir histórico a través de la comprensión de los "adelantados". Al referirse a ellos pone de manifiesto de nuevo su conservadurismo tocado de tintes románticos al censurar la eterna tiranía de la Administración, pues Mendoza se queja de que cualquier adelantado a su tiempo es rechazado no sólo por la sociedad que le rodea sino especialmente por los burócratas y funcionarios que, por su ignorancia, no aceptan rodearse de pensadores o intelectuales progresistas, llegando incluso a condenarlos a muerte. Velar para que las generaciones venideras puedan contemplar qué fue su pasado es fundamental y hay que estar especialmente atento a ello porque el progreso, por sí mismo, no lleva parejo un progreso en la defensa del patrimonio arqueológico. Mendoza recurre, por una parte, a la parábola, pero por otra abusa de la fantasía, de la imaginación, llegando casi a convertir el discurso en una tragedia, procedimiento que frentea los racionalistas entroncaráen cierto modo con la mentalidad romántica y la exaltación individual. Un espectáculo en el que el héroe es Emérita

Augusta, que al final llegará a alcanzar el rango de segunda Roma. El destino es implacable con las ciudades de un importante pasado histórico, en ellas las ruinas afloran: no causa sorpresa que en Mérida, la segunda Roma, tantos monumentos hayan sucumbido pues la propia Roma, a pesar de su grandeza, también, como Mérida, sucumbió y sus habitantes la contemplan llena de ruinas, pero no hay que olvidar que las Ruinas son la gloria de las Naciones; por ello quienes aman las ruinas de Mérida son amantes de las glorias españolas. Una vez enviado el mensaje ideológico, comienza a enumerar los restos antiguos de la ciudad, desde el exterior al interior, dándonos un panorama de cómo se encontraban a finales del siglo pasado. Los describe haciendo un esfuerzo didáctico por resucitarlos y Mérida se nos convierte en esa segunda Roma. Nostalgia, fantasía e imaginación son recursos utilizados para que los ciudadanos aprecien y estimen sus

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■DEJEMOS A LOS SIGLOS VER SIEMPRE RUINAS". ruinas. Se recrea especialmente, para ello, en explicar la función a la que estaban

destinados, siguiendo a Vitruvio y otros autores, e informa sobre el trágico estado en que seencuentran. Comienza por el teatro, siguen la naumaquia (anfiteatro), el circo, el Arco de Trajano, los templos de Diana, Marte y-íúpiter, mosaicos, etc. Si la imaginación desempeña una función esencial en la primera parte del discurso en la que ideas, imágenes y símbolos nos dan una visión de un Mendoza pesimista y muy conservador, en la segunda abandona ese tono teatral y trágico que casi parece propio de un discípulo de Nietzsche. Comienza ahora una exposición de índole más bien política, institucional y pragmática sobre la dura realidad con la que se tiene que enfrentar el patrimonio arqueológico y las razones que justifican la Subcomisión de Monumentos de Mérida. Mendoza se lamenta del abandono de la inmensa riqueza artística emeritense, a pesar del esfuerzo realizado por la precedente Sociedad Arqueológica Emeritense: los proyectos de ésta no se habían hecho realidad, las excavaciones estaban a punto de empezarse cuando la Sociedad fue suprimida. La nueva subcomisión solicita -para que no se vuelva a caer en lo mismo- el respaldo de las instituciones culturales más prestigiosas de la nación, las Academias de Bellas Artes y de la Historia, y de las instituciones administrativas provinciales y locales, una exigencia y un derecho a los que en numerosas ocasiones se ha hecho oídos sordos especialmente por parte de las últimas. Mientras que en la primera parte el imaginario ha desbordado el discurso, en esta segunda Mendoza se convierte en un ser pragmático y trata de convencer -ahora se dirige a las instituciones, mientras que antes su público eran los ciudadanos- de los fines de la Subcomisión que en tal fecha se instala: que España vea la verdadera importancia que tuvo en la Antigüedad Emérita Augusta y que se conozca la utilidad que tiene la conservación de los monumentos antiguos. Sin ellos la Historia es una fábula, sin sus datos no se pueden comprobar los usos y costumbres de los pueblos que pasaron por ella; no se puede atestiguar que Mérida fue una gran capital sin sus monedas, sus inscripciones, sin los trozos de mármol que están embutidos en las paredes. Mérida carecerá de interés si no conserva sus ruinas (6), sólo el testimonio real dará credibilidad a la historia y convencerá a los extranjeros que siempre se han burlado de lo que escribían los historiadores españoles (7). Finaliza augurando que la Sub-Comisión que se instala

(6) (7)

"Ningún sabio visitará Mérida si no conserva los vestigios y cuántos más irían a Mérida si no se hubiera perdido lo que se ha perdido". "Los estudiosos, que saben que muchas veces los hombres y los libros mienten, buscarían para acreditarlo sus monumentos, y no hallándolos, tratarían sus dichos con el mayor desprecio. Y ya que los tenemos, procuremos conservar la grandeza de su nombre, alcanzando al menos con ello el que los estranjeros no desprecien a los que hoy tienen la dicha de admirarlos".

269

Helena Gimeno Pascual

procurará llenar ¡os deberes de su instituto, en bien de la patria y en honra de las Artes '■ y exhortando al pueblo para que ayude a la subcomisión en su tarea (8). La Subcomisión había sido creada especialmente con el objeto de estudiar, vigilar y conservar las antigüedades y objetos artísticos y arqueológicos que existían en su territorio y los que sucesivamente se descubriesen (9). Un año más tarde, en enero de 1869, todo el esfuerzo de Mendoza no ha producido efecto. El director del Museo Arqueológico Nacional, José Amador de los Ríos, se queja a la Dirección General de Instrucción Pública de la frecuencia con que se cometen abusos en Mérida (10). Entre otras cosas expone que en Mérida ha sido y es costumbre popular la destrucción de monumentos para cantera, y que los vecinos tienen derecho a extraer cuantos materiales necesitan y además adquieren la propiedad de los objetos que hallan entre sus ruinas. Todo ello en detrimento no sólo de la misma Mérida sino de los intereses de la Nación. Hay una renovación de la atmósfera política pues no parece casual que el director del Museo invoque la obligación que tiene el Estado, por las leyes del Reino, de conservar "los venerables monumentos de las pasadas edades". Es ya necesidad, no ruego, que se recomiende al gobernador de Badajoz la conservación de monumentos de Mérida y que el expolio no cesa a pesar de la Subcomisión. Ya no bastan las palabras, la solución tiene que ser coercitiva. Por primera vez se solicita del gobernador establezca un guarda que bajo la autoridad de la Subcomisión vigile de noche y día"

"que se

para evitar la

destrucción. Luis de Mendoza (11) como presidente de la Subcomisión responde a la queja anterior recordando que la constitución de la Subcomisión se había acordado en 1867, pero su proclamación se había retrasado, como ya hemos visto, hasta el año de 1868, en que él le había dado "vida oficial". La Subcomisión había tenido como precedentes en la custodia de los monumentos emeritenses un Museo de Antigüedades que bajo los auspicios de una Comisión Arqueológica se había empezado a formar en

(8)

'Ojala los emeritenses, conociendo la distinción que reciben de las Reales Academias de Nobles Artes de San Femando y de la Historia, ayuden en sus trabajos a esta subcomisión, que si bien no puede volverle a Mérida su antigua grandeza, desea que corra por el mundo su nombre, con la gloría que le den sus monumentos" (9) Así consta en el comunicado que la Academia de Bellas Artes envió al alcalde de Mérida, Miguel Nogales, el 4 de abril de 1868 y que éste leyó a los Académicos Corresponsales reunidos en el acto previamente a la constitución de la Subcomisión (BBAA Leg. 44-5/2). (10) BBAA leg. 44-5/2. José Moreno y Baylén, académico corresponsal de la Academia de Bellas Artes, secretario de la subcomisión de monumentos de Mérida, certifica que en la secretaría de dicha institución consta el original de la copia presente de la comunicación del Director General de Instrucción Pública dirigida a la Comisión Provincial de Monumentos con la queja del Director del Museo Arqueológico. (11) Sólo cuatro meses antes de su muerte (1-4-1869), con noventa y tres años, firma este comunicado cuya copia se conserva en el mismo expediente que la comunicación anterior del director del Museo Arqueoló­ gico: BBAA leg. 44-5/2..

270

;

_____________________ 'DEJEMOS A LOS SIGLOS VER SIEMPRE RUINAS’ ...

1839. Desde su creación la Subcomisión había tratado de poner un destrucción

"dique a la obra de

que se había venido produciendo sin interrupción desde época visigoda".

Nuevos aires

políticos se esconden detrás de la exculpación a los ciudadanos e inculpación al Estado por parte de la Subcomisión pues, sS|ún la respuesta de Mendoza, los mayores destrozos no los ha cometido ni el pueblo ignorante ni la codicia de los propietarios, sino el Estado mismo y sus delegados tanto en el pasado (12) como en el presente, pues las alcantarillas de las carreteras se han recompuesto con piedras extraídas del circo; se han destruido muchos sepulcros de mármol que habían salido en los desmontes del ferrocarril, perdiéndose numerosos objetos que algunos contenían; aras, cipos, bajorelieves y cabezas han caído mezcladas con el ripio al demolerse parte de la muralla para ensanchar la entrada del puente. Si el Estado ha obrado de ese modo, ¿cómo no justificar pues al jornalero que

"sin trabajo busque un recurso a su miseria sacando

sillares donde los haya pues estimulado por el propietario poco ilustrado ve una cantera de fácil extracción?"

No hay más remedio que la creación de la figura de un guarda que "recorriendo constantemente su dilatado término, extenso museo, salpicado de restos, denuncie y evite las continuas profanaciones de los hasta ahora tolerados y aun autorizados demoledores, haciéndoles comprender que desde hoy deben ser respetados esos mutilados monumentos que pertenecen al Estado, y considerados hasta ahora como estorbos u objetos sin valor y de propiedad del primer ocupante".

¿Hasta qué punto el Mendoza que escribía el precedente comunicado tenía los mismos convencimientos ideológicos del que un año antes había leído su discurso? ¿Sintonizaba o no con los anticuarios e historiadores de su época este conservador nostálgico? Es fácil creer que estando ya en plena efervescencia la revolución del 69, el mantenimiento de Mendoza cumpliera más que con objetivos prácticos con unos fines honoríficos, pues no es normal que ocupara el cargo de presidente de la Subcomisión un marino que había asistido a la batalla de Trafalgar y cuyo pensamiento pertenecía ya a una época totalmente pasada. De poco había servido el imaginario emeritense que Mendoza el 15 de abril de 1868 relató a los ciudadanos. Qué lejos quedaba su intento de conmoverlos queriendo resucitar el pasado, hacer de él algo vivo como vivo está el hombre que se mueve entre las ruinas, pasado grandioso y glorioso de la capital de Lusitania, restos reales de su memoria histórica. Mendoza exclamaba

"dejemos a los siglos ver siempre ruinas",

era por su presencia por lo que él podía

(12) ”... quienes han dado el pernicioso ejemplo en diversas épocas: en el año de 1610 se reparó el puente romano sobre el rio Guadiana con piedras de sillería que forraban y hermoseaban la parte anterior y alta del anfiteatro, hecho vandálico que se habla repetido en diversas ocasiones...'

271

"1

Helena Gimeno Pascual

--------------------------------------------------------------------------------------- .---

afirm ar q u e "Mérida fue grande muy grande, porque nuestros ojos la ven, porque la han visto muchas generaciones y tienen por testimonio estos monumentos que son su historia".

B

ib l io g r a f ía

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272

La INVESTIGACIÓN

a r q u e o l ó g ic a e n las a s o c ia c io n e s

EXCURSIONISTAS CATALANAS (1876-1915) jordi Cortadella Morral (*)

E l m ovim iento excursionista catalán, pionero del género en España, nació con el proyecto explícito de recorrer C ataluña para conocer, estudiar y conservar todo aquello que ofreciese de notable la naturaleza, la historia, el arte, la literatura, las costumbres y las tradiciones populares. En definitiva, se trataba de fom entar el "amor" por la patria catalana dentro del despertar nacionalista propio de la "Renaixengci". El primer centro en aparecer fue la A ssociació Catalanista d ’E xcursions C icntífiques (ACEC) (1876-1890), de la que pocos años después se separó un grupo para form ar la «Asociació d ’Excursions Catalana» (A EC ) (1878-1890). Finalm ente, las dos entidades se reunificaron en el Centre E xcursionista d e Catalunya (ECE) (1890-en activo). A través de las publicaciones periódicas de las tres entidades se puede apreciar el im portante papel ju g a d o p o r la a rq u e o lo g ía en aquel esfu erz o c o le ctiv o de "reconstrucción" nacional. En los respectivos boletines se reseñaron num erosas visitas a restos arqueológicos, museos y colecciones, adem ás de publicar noticias de hallazgos puntuales. En los locales de cada centro se pronunciaron conferencias para form ar a los socios en tem as arqueológicos y se constituyeron m useos variopintos. En definitiva, estas asociaciones potenciaron y coordinaron buena parte de la investigación arqueológica hasta que la M ancom unitat de Cataluña, bajo los auspicios de Prat de la Riba y Puig i Cadafalch, creó el Servei d ’Excavacions A rqueológiques dirigido por Pere Bosch i Gim pera (1915).

1. O r íg e n e s Por lo que parece, fueron los ingleses con su "A lpine C lub" (1854) los primeros en organizar una asociación que com binase las tradicionales visitas científicas a los Alpes con los viajes de form ación para jóvenes. A la moda inglesa habría que sum ar el interés de algunos intelectuales catalanes p o r la tradición popular, baste citar los ejem plos de V ictor Balaguer, M anuel Mi lá i Fontanals y M ariá Aguiló. M ás directam en­

(*)

Universitat Autónoma de Barcelona

273

Jordi Cortadella M o r r a l ---------------------------------------------------------------------------------------------------

te, fueron Pau Piferrer y Francesc X avier Parcerisa, con su obra R ecuerdos y bellezas de E spaña (iniciada en 1839), los que m ás contribuyeron a despertar el interés por los diferentes paisajes y m onum entos de la geografía catalana. Hay que tener en cuenta que los fundadores del prim er centro excursionista eran alum nos de Parcerisa en la Escuela Provincial de Bellas Artes (Escola de Llotja). El excursionism o fue claram ente un m edio para enraizar el m ovim iento cultural de la "Renaixensa" y darle una m ayor base popular. C on el conocim iento directo del país se quería dar cuerpo a la imagen de C ataluña m ás allá de la sim ple expresión poética m anifestada en los Jocs Floráis desde 1859 y en las páginas de la revista La Renaixensa fundada en 1871. Por lo que respecta a la arqueología, es muy significativo cóm o en esta revista, junto a traducciones de los clásicos grecolatinos y poem as patrióticos, hay artículos sobre tem as arqueológicos y noticias de hallazgos varios (A nexo 119-129). Por tanto, el interés de los intelectuales de La Renaixensa por la arqueología es anterior a la creación de las entidades excursionistas y, cuando éstas aparezcan en 1876 y 1878, su colaboración será estrecha. Por ejem plo, tanto Joaquim Botet i Sisó (A nexo 82,119,120, 123) com o Joaquim M ercader, más conocido por su título de Conde de Bell-lloch (Anexo 4, 13, 93, 125) y Fidel Fita (Anexo 9,126) tienen artículos en am bos sitios. Del m ism o m odo, el hallazgo de los restos rom anos de la G arriga son dados a conocer en La R enaixensa (A nexo 124) y recogidos en las notas de los excursionistas (A nexo 7, 58). La ACEC, la AEC y el CEC no son las únicas entidades dedicadas al excursionism o dentro de Cataluña. Antes de 1915 se fundaron tam bién los siguientes centros de ám bito com arcal: A ssociació Excursionista de ¡lerda (1885), Secció Exc. del Centre de Lectura de Reus (1901), Centre Exc. de la Comarca del B ages (1905), Centr. Exc. d e l ’U rgell i la Segaría ( 1905), Centr. Exc. de Lleida (1906), Centr. Exc. del VallésS abadell (1908), Centr. Exc. de Terrassa (1910), Centr. Exc. de Vic (1912), Secció Exc. de iA te n e o Tarraconense de la Clase Obrera (1915), A g ru p a d o Exc. de R eus (1915). 2. O

b je t iv o s

Com o ya hemos dicho, en sus orígenes las asociaciones excursionistas catalanas no eran grupos de alpinistas, sino entidades con pretensiones mucho más amplias y com plejas. Su objetivo era crear y fomentar una cultura catalana autónom a y en catalán. La segregación en dos entidades paralelas desde 1878 a 1890 ha de achacarse sim plem ente a diferencias personales en el seno del consejo directivo de la ACEC.

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LA INVESTIGACIÓN ARQUEOLÓGICA EN LAS ASOCIACIONES...

La A CEC, en el artículo prim ero de su reglam ento, m anifestaba clara­ mente que se proponía recorrer el territorio catalán con el fin de conocer, estudiar, conservar y propagar "tot lo que h¡ oferescan de notable la naiuralesa, la histdria, I ’art >' la literatura, a d em ás de las costum bres y las tradiciones populares, p a raq u e C ata lu ñ a se a debidam en­

te conocida y amada. Por su parte, el artículo prim ero del reglam ento de la AEC tam bién se manifestaba en térm inos parecidos: el objetivo era recorrer el territorio de C ataluña y comarcas vecinas para estudiar "las bellesas naturals y artísticas; las tradicions, monuments y antiguetats; las costums tipiques, cants populars y particularitats de llenguatge" .

Lo m ism o cabe decir del CEC, que se m arca com o objetivo en el artículo primero de su reglam ento recorrer las com arcas de Cataluña para conocer, estudiar, conservar, divulgar y fom entar el aprecio de todo lo que ofrezca de notable "la naiuralesa, la historia. I'arl i la literatura en lotes llurs manifestacions" así com o la lengua, las tradiciones y

las costum bres de sus habitantes. Queda claro por tanto que en la base de todo el programa está el trabajo de campo (la excursión), no como objetivo en sí mismo sino como medio para conocer, estudiar, conservar y propagar todo lo que de notable ofrezca el país. Los restos arqueoló­ gicos no aparecen mencionados implícitamente (cuestiones terminológicas de la época), aunque su inclusión en los programas no ha de levantar dudas en cuando se refieren a la historia, el arte, los monumentos y las antigüedades. A partir de 1915 se aprecia un cierto predominio de las actividades deportivas sobre las exclusivamente culturales.

3. O

r g a n iz a c ió n y m ie m b r o s

D esde 1877, la ACEC contaba con tres secciones (artística, científica y literaria) a las que se les unió poco más tarde la topográflco-pintoresca. La sección artística, que se ocupaba de los restos arqueológicos, contaba con tres subsecciones: artes gráficas, num ism ática y xilografía c indum entaria y música. Por su parte, la AEC no contó con secciones hasta 1885, en que se fundó la de folclore. Tal vez fue entonces cuando se creó, por elim inación, la sección de Ciencias, A rtes y Literatura, donde se incluían, por tanto, los estudios arqueológicos. La particularidad de la A EC fue contar con delegaciones com arcales desde 1883 en Vilanova, B adalona, Tarragona y Figueres. Finalm ente, con la unión de am bas entidades en el C E C se adoptó la estructura de la A CEC. En relación a nuestro tem a, no hubo cam bios organizativos hasta

Jordi Cortadella Morral

1911 en que se creó la sección de A rqueología e Historia (aunque ya funcionaba oficiosam ente desde 1905) bajo la dirección de P elegrí C asades i G ram atges. C om o se puede apreciar, la arqueología era sin duda un tema im portante pero no preferente en el organigram a de las entidades. M erece una m ención especial la sede social de la A C E C . D esde 1878 estaba situada en el segundo piso del edificio que albergaba las colum nas del tem plo rom ano de Barcelona (c/ Paradís, 10). Se trata de mucho más que un dato anecdótico. Los restos rom anos en el seno m ism o de la asociación representaban la unión entre un glorioso pasado y el renacim iento presente. El local pasó a ser sede del CEC. En cuanto a la extracción social de los m iem bros de estas entidades, sólo dispongo de datos referentes a la AEC. Sus residentes en B arcelona se com ponían de: com erciantes y artesanos (45 % ), profesiones liberales (19,7% ), propietarios, industria­ les y fabricantes (10,6 %), clérigos y m ilitares (3,1 %) y un 21,6 % sin determ inar. En cuanto a los socios delegados, procedían de: profesiones liberales (34 %) propietarios, hacendados y fabricantes (14,9% ), clérigos y m ilitares (13,1% ), con un 38% sin determ inar (Saurí 1987). D esconozco si estas proporciones son válidas para la ACEC y se m antuvieron a partir de 1890. En todo caso, m uestran una proporción elevada de clases m edia-altas.

4. A

c t iv id a d e s

Las actividades de las entidades giraban en tom o a las excursiones de fin de sem ana, auténticas exploraciones de prospección preparadas cuidadosam ente y en las que todo era digno de su interés. A rqueológicam ente, se visitan asiduam ente los lugares que actualm ente consideraríam os m ás turísticos com o son T arragona (A nexo 1, 6 ,1 8 ,2 6 ,3 1 ,3 3 ) , A m purias (A nexo 5 ,1 5 ,4 1 ,4 2 ,4 6 ) y los nuevos hallazgos de la época com o los de Badalona (A nexo 2,37), Caldetes (A nexo 19,23) y C abrera (A nexo 39,43). La única visita arqueológica que he constatado fuera del ám bito catalán se realiza a P om peya (A nexo 54). Tam bién se visitan a m enudo los m useos y las colecciones particulares. Destacan el M useo Provincial de Antigüedades de B arcelona (A nexo 16, 50), el M useo Municipal de Historia, instalado en La Ciutadella desde 1888 (A nexo 51), y el episcopal de Vic, form ado en tom o al tem plo rom ano hallado en 1882 (A nexo 29, 4 0 ,4 5 ,4 8 ) . La visita a restos arqueológicos puede ser el objetivo principal de la salida, pero generalm ente forma parte de un itinerario más variado que incluye todos los aspectos del interés excursionista.

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LA INVESTIGACIÓN ARQUEOLÓGICA EN LAS ASOCIACIONES...

En las ju n tas sociales se leían reseñas de las excursiones y se daban a conocer m em orias, m onografías y com unicaciones de sus m iem bros. A dem ás se realizaban conferencias públicas en otros locales de m ayor capacidad. E ntre los cursos y conferencias destacan los ciclos sobre arqueología general a cargo de Eduard Támaro i Fabrícias (A nexo 91, 94, 96) y P eregrí C asades i G ram atges (A nexo 103, 106, 108, 110, 112, 114-118). E stos últim os se iniciaron en 1906 y continuaron celebrándose todos los sábados de cada sem ana hasta 1935. C iclos y conferencias convirtieron a los centros excursionistas en verdaderas universidades populares antes de la creación de los E studis U niversitaris C atalans (1903), en que tanto colaboraron algunos insignes m iem bros del CEC. Las publicaciones periódicas de estas entidades eran una pieza clave para divulgar sus actividades. Se trata de L ’Excursionista. B olletí m ensual de la A C E C (1878-1891), las M em orias de la A C E C (1876-88), el B u tlletí de l ’A ssociació d'E xcursions Catalana (1878-1890), el A nuari de la A C E ( 1881-1882) y el B utlletí del Centre Excursionista de C atalunya (1891 -hasta la fecha). A través de estas publicacio­ nes podem os hacernos una idea clara del papel relevante jugado por la arqueología (véase Anexo). A parte de reseñas de excursiones, artículos y notas de conferencias, los diferentes fascículos recogen noticias sobre hallazgos arqueológicos. Creo ver en ello la prueba de que el excursionista era tam bién arqueólogo de cam po, descubridor y excavador de yacim ientos o, en todo caso, atento observador de los hallazgos fortuitos. Véase, p or ejem plo, el seguim iento que se hace de la necrópolis de C abrera (Anexo, 61, 67, 70, 72) y las prim eras exploraciones arqueológicas en CogulI (A nexo 87). No hay duda de que fruto de este trabajo de prospección y excavación continuo debió surgir una red de aficionados locales bien organizada y estructurada. A esta idea contribuye la confección por parte de la A CEC de un F ull d ’lnstrucció Arqueológica. La iniciativa surgió en 1881 para form ar a los arqueólogos y sensibilizar al público en general en tem as de arqueología y patrim onio. Fue elaborado por el Conde de Bell-lloch y Joaquim O liveró i Florentí. La hoja se repartía en los ayuntam ientos, rectorías, escuelas, estaciones de ferrocarril y bibliotecas. Entre las publicaciones no periódicas de la A CEC destaca la preparación de una G uia-itineraria de Catalunya. C om o paso previo se editó en 1884 el M em orándum del E xcursionista, donde se exponían las norm as para la confección de la guía. El artículo 29 está dedicado a los m onum entos antiguos y antigüedades. En él se decía que se tendrían en cuenta los m onum entos de época prehistórica, edad antigua, edad m edia y renacim iento, con la descripción, el uso de los edificios y las curiosidades que

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contengan. Adem ás de los edificios de cáracter monumental (desde catedrales a casas señoriales) se incluirían tam bién m enhires, dólm enes, m urallas, acueductos, arcos, puentes, colum nas, portales, torres, fuentes, cruces de térm ino y, en general, todo tipo de m onum entos de la vía pública, lápidas conm em orativas, etc. (M em orándum 1884). C om o vem os, si se hubiese llevado a térm ino con estos criterios tendríam os una 'Carta arqueológica" y un "Catálogo del patrim onio arqueológico y m onum enta" de caracte­ rísticas excepcionales para la época. 5 . P e n s a m ie n t o Llegados a este punto, creo haber m ostrado con bastante claridad tanto los objetivos arqueológicos del excursionism o com o los m edios que puso en práctica para llevarlos a cabo. No obstante, me parece interesante insistir aún en el aspecto teórico reseñando algunos discursos de diversos presidentes de la ACEC sobre la utilidad de la arqueología. En la sesión inaugural del año 1882 de la ACEC, el presidente Joaquim R iera i Bertrán resaltó que el interés de los excursionista por los objetos curiosos del pasado no respondía a un afán de m era curiosidad o de poseer lo que otros no tenían. Su estim ación por los objetos antiguos, dijo, era del m ism o tipo que la profesada por los nom bres gloriosos del pasado, en los cuales se vinculan las glorias de la tierra como vincula la religión las m uestras de fe en los nom bres que santifica (Riera, 1882). En la sesión inaugural del año 1885 de la A C EC , su presidente A ntoni A u léstia i Pijoan m anifestó que el e studio de la antigüedad era condición esencial de los o rg a n ism o s del m oderno re n ac im ien to p atrio, e n tre los c u ales figura el excursionism o. Para A ulestia, la noción del pasado catalán quedó casi borrada por siglos de decadencia y opresión, y sin un gran trabajo de reivindicación histórica lodo progreso sería im posible. Para él, en los elem entos que form an el m odo de ser de las g eneraciones del pasado se distinguían dos grandes grupos de resultados: los que rep o rta el trabajo en sí (los sucesos históricos, ejem plos de conducta pública y p rivada) y los que se pueden d educir de los estudios aplicados (el estudio de los a ntiguos m odelos va unido al d esarrollo de las artes y de todas las ram as de la actividad hum ana). Finalm ente, especificó que los m otivos e inspiraciones de la tierra patria que han de guiar el cam ino de C ataluña com prendían desde los restos m egalíticos hasta el arte gótico y desde los restos rom anos hasta las concepciones del renacim iento (A uléstia, 1885).

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Cuando J. Riera, eminente escritor y político, alcalde de G irona (1873), secretario de la Diputación de Barcelona (1876) y colaborador de La Renaixensa, veía en la arqueología un medio para focalizar las glorias de la tierra, y cuando el no m enos prestigioso historiador y político A. Auléstia; cofundador de la "Jove C atalunya" (1870), corredactor de las "Bases de Manresa" y autor de la Historia de Catalunya (1887-89), pedía a la arqueología la puesta al descubierto de los antiguos modelos que habían de guiar el desarrollo de las artes y todas las ramas de la actividadd humana, estam os cerca de la obra cultural de Enric Prat de la Riba, de la creación del "Instituí d ’Estudis Catalans" (1907) y de las primeras excavaciones sistemáticas de Ampurias (1908). En este sentido se m anifestaba César August Torras, presidente de la ACEC. En la sesión inaugural del año 1888 declaraba que era de m ucho interés para el excursionism o el descubrim iento de todo lo que se refiere a las edades m ás rem otas. Por ello, proponía que con los recursos propios o bajo el auxilio de ayudas m ás o m enos oficiales se deberían prom over o efectuar excavaciones en diferentes lugares de Cataluña (Torras, 1888).

6. Balance

y resultado s

Por su labor en diferentes aspectos de la cultura y sus esfuerzos por am pliar y vertebrar la base social del catalanism o se ha visto en el m ovim iento excursionista una prefiguración dela"M ancom unitat"y un puente entre el "M odernism e" y el "N oucentism e". En relación a la arqueología, no cabe duda de que sus trabajos prepararon la form ación de las en tidades oficiales: el Servei de C o n serv ació i C atalogació de M onum ents (1914) y el Servei d ’E xcavacions A rqueológiques (1915), am bos dependientes del "Institut d ’E studis Catalans" (IE C ). A hora bien, el am anecer institucional no supuso el ocaso del diletantism o. B aste re co rd a r que el CEC creó una subsección de a rqueología e historia justam en te en 1911 y que las con feren cias arqueológicas sem anales del benem érito Sr. C asades duraron hasta 1935. E n todo caso, sí que podem os hablar de progresivo languidecim iento ya que, a p a rtir de 1904, dejan de aparecer reseñas de excursiones con tem a arq u eo ló g ico y en 1908 se fecha la últim a noticia arqueológica (significativam ente, se trata de un trabajo de colaboración con el IE C ). D esde 1907, quien quería m antenerse al día de los nuevos e im portantes progresos de la aqueología catalana d ebía c o n su lta r el flam ante A n u a ri de I ’IEC.

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L os insignes conferenciantes de tema arqueológico (el escritor E duard T ám aro y el abogado-historiador Percgrí Casades) poco tenían que ver con los aires noucentistes que traerían al joven Pere Bosch i G im pera y la síntesis P rehistoria catalana (1919), aunque las ideas de fondo -la búsqueda de las bases culturales y nacionales de Cataluña en su historia- siguieron vigentes.

B ib l io g r a f ía AULÉST1A I P1JOAN, A., 1885 ACEC. Acia de la Sessió Pública Inaugural del any 1885. Barcelona: 30-40. BARRAL I ALTET, X., 1993 "Recuperar el passat, instruir els 'antiquarís' i codificar l’arqueologia: el catáleg del Museu Provincial d’Antiguitats de Barcelona (1888)". En J. Padró, M. Prevosti y J. Sanmartí (eds.), Homenalge a Tarradell. Estudis Universitaris Catalans. Ed. Curial. Barcelona: 63-95. ENGEL, C.E., 1950 Histoire de l ’Alpinisme. París. GUDIOL I CUNILL, J., 1902 "L’excursionisme y l’arqueologia". Butlletí del Centre Excursionista de Catalunya 87: 89-103. IGLÉSIES, J., 1964 Enciclopédiade l ’Excursionisme. Vol. I, História (1876-1939). Ed. Dalmau. Barcelona: 17-714. -, 1964 Els primers excursionistes. Barcelona. -, 1966 "El Centre Excursionista de Catalunya". Miscel.lanea Barcinonensia, 13: 89-110. 1975 L ’excursionisme a Catalunya (1876-1976). Cent anys del Centre Excursionista de Catalunya. Nadala de la Fundació Carulla-Font. Barcelona. MARTÍ-HENNEBERG, J.; MARTÍNEZ I MENA, R.M. y VALVERDE I SANVISÉN, M.C., 1995 "L’excursionisme a Lleida (1884-1936)". Quadems de divulgació ciutadana 21. Lleida. MEMORANDUM, 1884 Memorándum del Excursionista, Barcelona: 12. PRATS.LL., 1988 El mite de la tradició popular. Els orígens de 1’interés per la cultura tradicional a la Catalunya del segle XIX. Llibres a l’abart 237. Ed. 62. Barcelona (especialmente pp. 103-158). RAMON 1 VIDAL, J. de, 1983 L ’excursionisme, un fet social. Barcelona. RIERA I BERTRÁN, J„ 1882 ACEC. Acta de la Sessió Pública Inaugural del any 1882. Barcelona: 41. SAURÍI PUJOL, M.A., 1985 Associació d ’Excursions Catalana (1878-1891). (Tesis de Licenciatura inédita. Univer­ sidad de Barcelona, Dir. J. Roma i Riu).

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1987 L’arrencada de l’excursionisme catalá. Serra d ’O r 335: 20-21. TAULA, 1916 Taula general bibliogdfica de l ’excursionisme catalá. Barcelona. TORRAS, C. A., 1888 ACEC. Acta de la Sessió Pública Inaugural del any 1888. Barcelona: 49. A nexo Comprende las publicaciones periódicas de las tres entidades excursionistas estudiadas y de la revista La Renaixensa. E = V Excursionista. Bolle ti mensual de la Associació Catalanista d'Excursions Científicas. MC = Memorias de la Associació Catalanista d'Excursions Científicas. BAEC = Butlletí de la Associació d'Excursions Catalana. AC = Anuari de la Associació d'Excursions Catalana. BCEC = Butlletí del Centre Excursionista de Catalunya. R = La Renaixensa. Entre corchetes: abreviatura, vol., núm. fasc.-cuando lo hay-, pág.

Excursiones 1878 1- Taniarit y sepulcro romano de los Escipiones: con visita a la cantera romana del Médol [BAEC 1,2,17]. 1879 2 - Badalona: tumbas antiguas halladas en 1860 y estudiadas por Antoni de Bofarull, Joan Mañé i Flaquer, Josep de Letamendi (según éste eran fenicias), Bonaventura Hernández Sanahuja y Caries Alcober [ E 1,4,29]. 3 - Sant Miquel del Fay y Caldcs de Montbuy: lápidas romanas [E 1,6 ,44]. 4 - Castillo de Bell-lloch: dos monumentos megalíticos [ E 1,7,57]. 5 - Empordá: monumento inegalítico de Espolia; ruinas de Ampurias en compañía del Sr. Candal y del numismático Salvador Batalla (visita al mosaico de Ifigenia) [E 1 ,9,90]. 6-- Tarragona y Tamarit: muralla, acueducto y museo de la ciudad guiados por Bonaventura Hernández Sanahuja [E I, 14. 165]. 7 - La Garriga: sepultura romana prismática [ E 1 ,14, 169], 8- Caldes de Montbuy y Mollee termas romanas [BAEC 1,3,30], 9 - Mollet del Vallés: lápida romana (encontrada por Vicens M* Triado y comentada por Fidel Fita) [BAEC 1.4,44], 10- Badalona: lápida funeraria romana con signos cristianos [BAEC 1 ,10,153], 11- Sant Pere de Tcrrassa y Terrassa: visita de unas lápidas (Terrassa fundación púnica acrecentada en tiempos de Adriano) [BAEC I, 10, 163; 11,173; 13, 199], 12- Sant Cugat del Vallés: visita de una lápida antigua [BAEC I, 11, 175; 13,201]. 1880 13- Museo del Conde de Bell-lloch: el museo centenía "exemplars de casi be tot lo que ha inventa! y produliít 1'industria del lióme en los temps anteriors al actuar [E l, 17,406]. 14- Martorell: puente romano [E 1 ,27,557]. 15- Vilabertran, Castelló d ’Empúries, Ampurias y Cadaqués (exc. part. de Pelegrí Casades i Godó): con visita a la colección numismática de Salvador Batalla, comentario de Ampurias (muralla, mosaico de Ifigenia, muelle) y Rosas [E 1 .28,572; 29.589], 16- Museo de Santa Agata: a la sazón museo provincial de antigüedades de Barcelona [BAEC III, 29,32]. 1881 17- Mataró: restos romanos [E 1 ,29, 593]. 18- Valls, Santes Creus, Poblet y Tarragona (exc. part. de los Sres. Masriera, Casades y Terrats): visita a los restos romanos de la ciudad [E 1,30,604],

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Jordi Cortadella Morral 19-CaIdetes: motivada por el hallazgo de cerámica romana, "loSr, Barberis'ofrríácostejar las excavación*" [E I. 30,607], 20Girona: objetos arqueológicos [ E 1, 31,620], 21- Vilafranca, Sant Martí Sarroca y Olerdola: antigüedades [E 1 ,32,641). 22- Colección numismática de Artur Pedrals: [E I, 33,651], 23- Caldetes: seguimiento de las excavaciones [E I, 33,659]. 24- Lleida, Poblet, Santes Creus y Tarragona (exc. particular de Jaume Arólas y Lluis Ferrer): visita al Museo Arqueológico [E I, 34,669], 25- Arles del Vallespir: restos de baños romanos: [E I, 38,736], 26- Tarragona: visita al Museo Arqueológico y a los restos romanos de la ciudad [BAEC VIII, 90,42]. 27- Museo del Conde de Bell-lloch [BAEC III, 29,36], 1882 28- Museo artístico-arqueológico de Bartomeu Bosch i Pazzi [E 11,45,81]. 29- Vic: templo romano [BAEC V, 54,46). 30- Mataró: restos romanos y villa de Torre Llauder (se incluye un resumen de la historia antigua de la ciudad) [BAEC V, 63,238]. 1883 3 1- Roda de B ait: Arco de Baríl [E II, 54,203]. 32- Pallejá y Martorcll: Museo Santacana [E II, 61, 259], 33- Torre de los Escipiones y cantera del Médol (deleg. de Tarragona) [BAEC V, 60,170]. 34- Dólmenes de Vallgorguina (Pedra Gentil y Pedra Arca) [BAEC V, 60, 188], 35- Entre el Segre y el Cinca: antigüedades romanas (lápida, vía romana) [BAEC XI, 124-126, 2]. 1884 36- Llinas: restos romanos de Can Rosell [E II, 64,284], 37- Badalona: objetos arqueológicos recogidos por Gayetá Soler [E II, 72,346]. 38- Colección numismática de Frederic Bordas [E II. 74, 370]. 39- Caldetes, Sant Andreu de Llevaneres y visita a la colección de antigüedades de Joan Rubio de la Sema (Cabrera): materiales de la necrópolis ibérica de Cabrera excavada en 1881 [BAEC VI. 74-75,231]. 1885 40- Plana de Vic: visita a la reconstrucción del templo romano [EII, 80,417]. 41 - Golfo de Rosas: muralla de Ampurias y mosaico de Ifigenia [E II, 80,420], 42- Empurdá: muralla de Ampurias y mosaico de Ifigenia [E II, 82,433], 43- Cabrera: visita a las "antiguitats ante-romanas” (necrópolis ibérica) [BAEC VII, 79,80]. 1886 44- Caldes de Malavella: restos romanos [E III, 103. 36] 1889 45- Museo arqueológico diocesano de Vic (ex. part.) [EIII, 127,250]. 1890 46- Del Golfo de Rosas a Portbou: Ampurias (muralla romana y mosaico de Ifigenia) [E III, 139,345]. 47- Sant Ju liád e Vilatorta: dolmen [EIII, 143, 381], 1892 48- Museo Episcopal arqueológico y artístico de Vic [CECII, 5, I], 49- Sant Just Desvem: mosaico romano [BCEC II, 5, 81], 1893 50- Museo Arqueológico Provincial de Santa Agata (Barcelona) [BCEC III, 8 , 56], 1894 51- Museo de Historia (Parque de la Ciutadella, Barcelona): importante colección prehistórica de Francesc Martorell i Peña [BCEC IV, 12, I]. 1898 52- Cadaqués y Sant Pere de Roda: Museo del Sr. Aliaras instalado en Figueres (objetos ampuritanos) [BCEC VIII. 39, 101], 1900 53- Palafrugell, Palamós y Sant Feliu de Guixols: túmulo de Romanyá [BCEC X, 64, 121],

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LA INVESTIGACIÓN ARQUEOLÓGICA EN LAS ASOCIACIONES... 1902 54 - pompeya y el Vesuvio [BCEC XII, 89,173].

1903 55 - Riera de Argentona: dolmen de Vilasar [BCEC XIII, 105,241],

1904 56- Casa romana de Ocata(Masnou): dada a conocer por Josep Maña Pellicer i Pagés en 1901 [BCEC XIV, 108,25].

Noticiario (comu n icac iones/variedades) 1879 57- Alfonso Maria Salá: sepultura antigua en Caldes de Montbuy [E 1 ,8,69; 9,87]. 58- Josep de Roselló: objetos romanos hallados en La Garriga [E I, 14, 173]. 1880 59- Jaume Monrás: sepultura romana en Manresa [E 1 ,24, 525]. 60- Teodor Creus: restos romanos y "cartagineses" de Vilanova i La Geltrú [BAEC II, 21, 165]. 1881 61- Jaume Solemou: objetos de época romana en Cabrera de Mataré [E 1,28, 581]. 62- Josep Cortils i Vieta: noticias arqueológicas de Blanes [BAEC III, 35, 186], 1882 63- Noticia del descubrimiento del templo romano de Vic [BAEC IV, 44-45, 124], 1883 64- Esteve Trayter: sepulturas romanas de Figueres [E II, 53, 198]. 65- Maurici Gourdon: dos lápidas romanas de la Valí d ’Arán [BAEC V, 61-62,218]. 66- Noticia de una columna miliaria hallada cerca de Tarragona (polémica entre Buenaventura Hernández Sanahuja y el padre Llanas) [BAEC V, 61-62,225]. 1884 67- Joan Rubio de la Sema: restos arqueológicos en Cabrera de Mataró [E II, 71,340]. 1885 68- Carta de Josep Brunet i Bellet a Alvar Verdagucr sobre los supuestos silos de Caldetes (según Brunet son sepulturas) [BAEC VI, 76, 11]. 1886 69- Antoni Balmanya: cerámica antigua en Espolia [E II, 97,583]. 70- Joan Rubio de la Sema: necrópolis de Cabrera de Mataró [BAEC VIH, 94-95,133]. 1887 71 - Artur Bofill i Poch: inscripción romana en la cuenca del Noguera Ribagorzana [BAEC IX, 103,62], 72- Joan Rubio de la Sema: necrópolis de Cabrera de Mataró [BAEC IX, 104-106,96], 1888 73- Ramón Arabia i Solanas: miliario de Hostafrancs según noticia de VicensM’ Triado [BAEC X, 112-117,158]. 74- Ramón Arabia i Solanas: dibujo del miliario de Hostafrancs [BAEC X, 118-120,240]. 1989 75- Descubrimientos arqueológicos de Mataró [BAEC XI, 132,240], 1890 76- Ramón Arabia i Solanas: mosaico romano de Sant Just Desvem [BAEC XII, 145-147,337], 1892 77- Restos cerámicos en Arenys de Mar [BCEC II, 4,75]. 78- Venta del mosaico de Ifigenia a la Comisión de Museos del Ayuntamiento de Barcelona y cesión del mosaico hallado en Sant Just Desvem al Museo Provincial [BCEC II, 4,75], 79- Joan Segura: enterramientos protohistóricos de Les Piles (Santa Coloma de Queralt) [BCEC II, 7,59], 80- Sepulcro de plomo hallado en Ampurias [BCEC II, 7 , 68 ], 1893 81- Lluis Mariá Vidal: cueva prehistórica cerca de Alós (Noguera Pallaresa) [BCEC III, 8,62]. 82- Joaquim Botet i Sisó: dolium de Santa Llogaya del Terri [BCEC III, 9,76]. 83 Francesc Carreras i Candi: restos romanos de Traya (Argentona) [BCEC III, 9, 80],

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Jordi Cortadella Morral 1894 84- Joan Segura: cueva prehistórica del valle de Serbes [BCEC IV, 15, 261]. 1896 85- Pau Tcixidor i Tarrida: restos arqueológicas en la Cova Fonda (entre Vilabella y Salomó) [BCEC VI, 21,131]. 1904 86 - Pau Teixidor i Tarrida: necrópolis protohisiórica de Padrós (Vilabella) [BCEC XIV, 114, 219; 115, 244]. 1908 87- Exploraciones arqueológicas deCogul en cooperación con el Instituí d’Estudis Catalans (bajo ladirección de Lluis Mariá Vidal y la ayuda de Ceferí Kocafort) [BCEC XVIII, 162, 212).

Conferencias y Artículos 1877 88- Joaquim Manuel de Moner, "Memoria sobre la ranxeria deis Cehes primitius de la Vila de Conques en

la provincia de Llevda” [MC I, 170]. 1878 89- Joaquim Manuel de Moner, "Cataure ó cens d'lsona en lemps deis romans" [MC 11,79], 90- Ramón Soriano, "Descripció d 'un mosaich roma, descoberlfa poch á Tarragona y conservar per nosire compatrici Sr. Rius" [MC II, 92], 1879 91- Eduard T ám ara,"Nocions d'arqueología”; introducción [E I, 3, 17], escultura [E-I, 5, 34], pintura [EI, 6 , 41], música y literatura [E I, 8,65], glíptica [E l, 12, 129], numismática [E l, 14, 162], 92- Francisco M ’ Tubino, "Ciencia prehistórica" [E I, 7, 51]. 93- Conde de Bell-lloch, "Alguns monuments megalitics de Catalunya", [E I. 7, 52]. 1880 94- Eduard Tám ara, "Nocions d'arqueologia" (continuación): paleografía [E I, 20, 450], orfebrería [E I, 26, 548] 95- Salvador Sanpere i Miquel, "Cooperado de las Associacions d'excursions en la investigado deis orígens del poblé catalá” [BAEC II, 15,2], 1881 96- Eduard Támara, "Nocions d'arqueologia” (continuación): utensilios y mobiliario [E 1 ,27,562], armería [E I, 30, 602], 1882 97- Enrich Claudi Girbal, "Sepiliere roma en los encontorns de Girona” [AC II, 527]. 1887 98- Ignasi Farré i Carrió, "La tradició deis llatinsa Catalunya" [BAEC IX, 101-102, 39]. 1891 99- Cassimir Brugués i Escuder, "Estudi de arqueología arquitectónica sobre'I sepulcre roma de Fabara anomenat 'la casa deis moros'" [BCEC I, 3, 188]. 1894 100- Lluis Mariá Vidal, "Les coves prehistoriques de la Provincia de Lleyda” [BCEC IV, 13, 8 1]. 1902 101- Josep Gudiol, "L'excursionisme y ¡'arqueología” [BCEC XII, 87, 89], 1904 102- Bonaventura Cunill, "Una visita a Tarragona" [BCEC XIV, 114, 226], 1905 103- Pelegrí Casades i Gramatxes, "Converses d'arqueologia” (todos los sábados de cada semana hasta 1935): introducción [BCEC XV, 130, 351]; prehistoria, arqueología egipcia [BCEC XV, 139, 244]. 1906 104- Lluis Domenech i Montaner,"L'acrópolis de Barcelona y les columnes del carrer del Paradís” [BCEC XVI, 133,61], 105- Bonaventura Cunill, "Impressions d ’una excursió a Tarragona” [BCEC XVI, 139. 244]. 106- Pelegrí Casades i Gramatxes, "Converses d'arqueologia": Egipto, Asia Menor, Fenicia, Israel, Persia [BCEC XVI, 132,31; 133,63; 134,96; 135, 127; 136, 160; 137. 191; 138,222; 139,378],

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______________________ LA INVESTIGACIÓN ARQUEOLÓGICA EN LAS ASOCIACIONES... 1907 |07- Ceferí Rocafort, "Uno visita a Tarragona" [BCEC XVII, 146,93]. 1 08- Pelegrí Casades ¡ Gramalxes, "Converses d'arqueología": Grecia (época micénica y época clásica) [BCEC XVII, 145,63; 146,94; 147, 126; 148, 158; 149, 191; 150,222; 151, 253], Elruria [BCEC XVII, 155, 372], 1908 109- Ceferí Rocafort, "Les pintores rupestres de Coguir~[BCEC XVIII, 158,65]. 1 1 0- Pelegrí Casades i Gramalxes, "Converses d 'arqueología"'. Etruria, Cerdeña [BCEC XVIII. 156,32; 157, 63; 158, 95], Baleares, Hispania prerromana [BCEC XVIII, 159 128; 160, 159; 161, 191; 162, 223], 1909 111- Josep Bosons i Managal, "Troballes prehistoriques a la Garrotxa": sobre los importantes restos de Serinyá [BCEC XIX, 170,91], 1 12- Pelegrí Casades i Gramalxes, "Converses d ‘arqueología": Hispania prerromana, introducción a la Grecia clásica [BCEC XIX, 168,33; 169,60; 170,92; 171, 122], Grecia [BCEC XIX, 172, 155; 173, 187; 174,220], 1910 113- Josep Massot i Palmcrs, "Indagacions paleontoldgiques. Estació neo-paleolítica de Ciurana" [BCEC XX. 181.61], 114- Pelegrí Casades i Gramalxes, "Conversesd'arqueologia":Grcciac\úsica [BCEC XX, 182,96; 183,127; 184,159; 185, 187; 186. 202; 191, 326], 1911 115- Pelegrí Casades i Gramalxes, "Converses d ‘arqueología": escultura clásica [BCEC XXI, 192,37; 193, 82], cerámica griega [BCEC XXI, 194,109; 195,134],nunismática griega [BCECXXI, 196,166], orfebrería griega [BCEC XXI, 197, 195], arqueología romana [BCEC XXI, 203, 348], 1912 116- Pelegrí Casades i Gramalxes, ''Converses d'arqueología": arqueología romana [BCEC XXII, 204,30; 205,62; 206, 98; 207. 125; 208, 154; 209, 188; 210, 222; 215, 384], 1913 117-Pelegrí Casades i Gramalxes, "Converses d ’arqueologia”: arqueología romana [BCEC XXIII, 216,28; 217,62; 218, 91; 219, 118; 220-221-222, 198; 226-227, 349], 1914 118-Pelegrí Casades i Gramalxes, "Converses d'arqueología": arqueología cristiana [BCEC XXIV, 228.29; 229,55; 230. 78; 231, I07;232, 126; 233, 161], arqueología romana [BCEC XXIV, 238,306; 239,339],

La R enaixensa 1871 Joaquim Bolet i Sisó, “Poblacions de Catalunya que lian batut moneda" [R I, 147] 1873 120- Joaquim Botei i Sisó, "La amiga Rhoda" [R III, 97]. 121-Enrich Claudi Girbal, "Arqueologíaprehistórica. Laspedras de tlamp" [R III, 199]. 1874 122Macari Planella, "Del respecte ais monuments arqueoloichs" [R IV. 54], 123- Joaquim Bolet i Sisó, "Noticia d ’alguns pobláis arqueologichs de la provincia de Girona" [R IV, I ]. 1877 124- Pere Alsius, "Restos romans en la Garriga" (memoria leida en la ACEC) [R V ll-ll, 347]. 1879 125- Conde de Bell-lloch, "Descripció de dos monuments megalítics, croinlechs. cercols de pedra ó túmuls de la segona época de la edat de la pedra polida, segons los mes moderns autors" [R IX-I, 145]. 126-Fidel Fita, "Lápidas romanas novament descobertas en la muralla amiga de Barcelona" [R IX-II, 113]. 1882 127-Andreu Balaguer i M erino,"Lo templegreco-romádit d ’Hercules en lo carrer del Paradis de Barcelona” [R XII, 41], 1893 128-Lluís Suñe i Molins, "Una visita a Tarragona" [R XXIII, 609], 1894 129Agustí Casas, "Un monument megalíticli" [R XXIV, 528], 119-

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La S o c ie d a d E s p a ñ o la de E x c u r s io n e s . S u s P r im e r o s P aso s p a r a d iv u lg a r l a A r q u e o lo g ía (1893-1936) G arcía Rueda Muñoz de San Pedro (*)

E l excursionism o, com o fuente de conocim ientos y m edio educativo, al mismo tiem po que com o esparcim iento honesto y saludable fue muy practicado p or los españoles, tanto individualm ente com o en grupo, a finales del siglo XIX y durante las primeras décadas del XX. Fom entado por diversas instituciones, alcanzó su plenitud en la Sociedad E spañola de Excursiones. En esta com unicación se analizarán sus contri­ buciones para difundir la arqueología. En el año 1892, con m otivo del IV Centenario del D escubrim iento de América, se celebraron en la Biblioteca N acional de M adrid dos exposiciones: la H istórico-Europea y la Histórico-A m ericana. En am bas se presentaron un gran núm ero de objetos arqueológicos y artísticos notables procedentes de diferentes puntos de la Península Ibérica a sí com o de fuera de ella. E stas m uestras despertaron un gran interés por nuestra H istoria y nuestro Arte a un grupo de am igos liderados por Enrique S errano Fatigati, A dolfo H errera y Jerónim o López de A yala, entonces V izconde de Palazuelo y m ás tarde C onde de Cedillo por fallecim iento de su padre, y les llevó a crear la Sociedad E spañola de Excursiones (1), pues pensaban que en ellas sólo había expuesta una pequeña parte del patrim onio histórico-artístico que se conservaba repartido por España. Su prim er reglam ento está fechado en M adrid el 1 de febrero de 1893. En m arzo de 1897 hubo de m odificarlo, rectificándolo en pequeños detalles para evitar problem as con las inspecciones de Hacienda. De los socios fundadores los m ás activos fueron E nrique Serrano Fatigati y Jerónim o L ópez de Ayala. Enrique Serrano Fatigati era ingeniero y D octor en Ciencias. H abía sido desde joven Catedrático, por oposición, de Historia N atural. Com enzó por elegir la vacante del Instituto de V itoria siendo, sucesivam ente, C atedrá­ tico en Cuenca, La Coruña, Ciudad Real y finalm ente en el Instituto Cardenal C isneros de M adrid. En esta ciudad colaboró en num erosas revistas e instituciones culturales

(*) (1)

Madrid. No era la primera sociedad de estas características creada en España. En 1876 se había fundado el Centre Excursionista de Catalunya, en 1879 ya existía la Associació d'Excursions Catalana en 1882 la Associació Catalanista de Excursions Científicas y en 1887 se habia creado la Sociedad de Excursiones de Sevilla.

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García Rueda Muñoz de San Pedro

llegando a ser nom brado Secretario de la A cadem ia de Bellas Artes. Era un gran aficionado a los estudios de arqueología en los que estaba considerado casi un maestro. Por su parle, Jerónim o López de Ayala al finalizar sus estudios de Bachillerato ingresó en la E scuela D iplom ática graduándose en 1882 com o Archivero Bibliotecario obte­ niendo tres años después la licenciatura en Filosofía y Letras. Estuvo al frente de la B iblioteca Provincial de Toledo y más tarde de la Nacional de M adrid. Fue nom brado A cadém ico num erario de la Historia en la que form ó parte de la C om isión de A ntigüedades. Perteneció igualm ente a num erosas instituciones culturales. El objeto de esta institución, al fundarse, era el estudio de E spaña desde todos sus aspectos (2), principalm ente desde los siguientes: científico, histórico, artístico y literario, con la finalidad de conocerla de una m anera com pleta. El 16 de m arzo de 1902 el Conde de la O liva (1902: 139), con m otivo del X aniversario de la fundación de la Sociedad, pronunció el discurso titulado "El viajero en el siglo XX" en el que, entre otras cosas, explicó su fin y definió la personalidad del viajero ilustrado con estas palabras: "Estudiar al hombre en posesión de todos estos elementos, será estudiar el arte, las costumbres, las instituciones, la historia y la naturaleza de los países que recorremos.Tal fin representa y simboliza nuestra sociedad; la primera en su género en España: Personificación del viajero español en el siglo XX. (...) El viajero ilustrado, es el hombre en una de las concepciones sublimes de la vida, que después de perseverante trabajo en la soledad, por los libros y los instrumentos, busca su mayor inspiración en los secretos de la humanidad, y en las maravillas recónditas de lacreación. Es el hombre que abandona su hogar y su Patria, no por negocios o necesidades del momento; por ambiciones de la ciencia y del arte, por entusiasmos, por amor, por anhelos del espíritu".

Con el paso del tiem po los estudios se fueron lim itando y se fueron abandonando paulatinam ente los aspectos científicos y literarios, convirtiéndose enton­ ces en una Sociedad de viajeros artistas y arqueólogos lo que se ratificó de una m anera oficial a partir de 1908 cuando su Boletín em pezó a llevar el subtítulo "A rte-A rqueolo­ gía-H istoria". No hubo ninguna restricción para ser socio, para serlo sólo había que adherirse al pensam iento de la Sociedad que fue explicado por el C onde de Cedillo (1932: 4) con estas palabras dichas con m otivo del 40 aniversario de su fundación "La sencillez: esto es ir en derechura al asunto, sin pomposos exordios ni innecesarios arrequives ni tendenciosas deducciones. El amor: que es decir, la devoción por aquello que se ve y que se estudia y que forma como una partícula de la Patria española: algo que no es la simple y fría especulación del entendimiento, sino que caldea y hace presa en el corazón y en la voluntad" y suscribirse a su Boletín m ediante el pago de una

(2)

Serrano Fatigati dio una conferencia en el Ateneo de Madrid con el título 'Viajes por España" eMO de Febrero de 1894 en la que explicó los fines que perseguía la Sociedad.

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LA SOCIEDAD ESPAÑOLA DE EXCURSIONES ...

peseta m ensual. Los socios tenían derecho a tom ar parte en todas las excursiones de estudio que la C om isión Ejecutiva organizase así com o a proponer a esta C om isión la excursiones que según su opinión tuvieran especial interés. D esde su fundación, la Sociedad Española de Excursiones tuvo una gran acogida, reuniéndose en ella personas con todo tipo de cargos (3) pero fueron m ayoría los intelectuales y los m iem bros de la aristocracia. La Sociedad Española de Excursiones quiso tener desde el principio, como indica su m ism o nombre, un ám bito nacional, pero fijó su dom icilio social en el Instituto Cardenal C isneros de Madrid. En aquellas poblaciones en las que hubiera m ás de un socio la Com isión ejecutiva nom bró a uno de ellos Delegado con la función de desem peñar la representación de la Sociedad (4). Obligación suya era facilitar a la Comisión Ejecutiva los datos que ella le solicitara referentes a locom oción y alojam ien­ to en su localidad y en las cercanías así com o hacer todas las gestiones para que las excursiones, de las que se hablará posteriorm ente, que se realizasen a su localidad o sus alrededores tuvieran éxito. Para dirigir la Sociedad se creó una C om isión Ejecutiva, de la que formaron parte sus fundadores, actuando com o Presidente Enrique Serrano Fatigati, como Vocal A dolfo Herrera y com o su Secretario el V izconde de Palazuelos, cargo que abandonó en ju lio de 1906. Al fallecer Serrano Fatigati en m arzo de 1918, le sucedió en el cargo d e Presidente éste último, puesto que H errera en aquellas fechas ya no era socio. La C om isión E jecutiva se com pletaba en 1919 con Elias Torm o (Secretario), M arqués de Foronda (V ocal) que falleció el 10 de diciem bre de 1920 ocupando su puesto diecisiete días después Vicente Lam pérez que a su vez fue sucedido en 1923 por José Ramón M élida, Joaquín de Ciria (D irector de Excursiones) y C onde de Polentinos (D irector del B oletín). En 1928 el C onde de M orales de los Ríos fue nom brado D irector de Excursiones adjunto. En 193^fallecieron prim ero José Ram ón M élida y después el Conde de Cedillo siendo elegidos para sucederles Francisco Layna Serrano y Juan de C ontreras y L ópez de A yala, M arqués de L ozoya. Esta Com isión E jecutiva fue la que una vez finalizada la G uerra Civil reinició las actividades de la Sociedad con la única baja de Joaquín de Ciria.

(3)

(4)

Socio y diputado por Tarancón, el Sr. Muñoz y García Luz, dirigió en el Congreso durante la sesión del 18 de mayo de 1893 al ministro de Fomento, Segismundo Moret, una propuesta en la que, mencionando esta Sociedad y sus trabajos, le pidió que animara a las Compañías ferroviarias a establecer viajes circulares a precios reducidos. Tres años después de su creación, la Sociedad tenía 37 delegados en otras tantas problaciones españolas y 4 en el extranjero (Francia, Portugal, Italia y Estados Unidos).

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García Rueda Muñoz de San Pedro

La Sociedad, con el objeto de facilitar a los socios el estudio de aquellos 1 objetos que constituyeran sus aptitudes y aficiones, se dividió en cuatro secciones qUe llevaban los siguientes nombres: Ciencias Históricas, Ciencias Naturales, Literatura y | j Bellas Artes. Los estudios arqueológicos pertenecían a la sección de Ciencias Históricas, á en el Boletín 93 correspondiente a noviem bre de 1900 se denom ina a esta sección Ciencias f H istóricas y Arqueológicas. Cada sección estaba representada por una Junta de Honor, /j com puesta de un Presidente, un Vicepresidente, cinco Vocales y dos Secretarios (5). Los | m edios que se valió para conseguir su objeto fundacional fueron, principalm ente, tres: la í publicación de un Boletín, la organización m etódica de una serie de excursiones y la divulgación del resultado de sus investigaciones mediante conferencias. El prim er núm ero del B oletín de la Sociedad E spañola de Excursiones 3 salió a la calle el 1 de m arzo de 1893 y los siguientes fueron apareciendo regularm ente con una periodicidad mensual hasta 1899 en que se publicaron solam ente diez números para acom odar los doce núm eros a los m eses del año natural. D ebido a la falta de suscriptores, en los prim eros m eses de 1934 la Sociedad ofreció a la Facultad de Filosofía y Letras de M adrid una parte del Boletín en la que tendría espacio para las notas, reseñas y artículos de los universitarios a cam bio de un determ inado núm ero de suscripciones, la Junta general de la Facultad aceptó esta propuesta en su sesión del 30 de m ayo y así a partir del núm ero correspondiente al segundo trim estre de aquel año pasó a llam arse B oletín de la Sociedad Española de Excursiones y de la Sección Excursio­ nista d e la F acultad de F ilosofía y Letras. El inicio de la G uerra C ivil, lógicamente, suspendió la publicación de este Boletín cuando únicam ente habían salido dos números correspondientes al año 1936. D urante el periodo que se estudia en esta com unicación, fueron sus directores sucesivam ente el Conde de Cedillo, A dolfo H errera, Enrique Serrano (si bien éste fue ayudado por Elias Torm o com o Secretario de R edacción) y el C onde d e Polentinos, que ocupó este cargo hasta 1936. El elem ento gráfico (fototipias, dibujos...) estuvo presente en él desde los prim eros núm eros ya que sus editores fueron conscientes de su im portancia en las investigaciones artísticas y arqueológicas. Desde el p rim e r núm ero en él se publicaron dos tipos de artículos, por una parte las crónicas que bien la Sociedad o bien alguno de sus m iem bros en particular realizaron de las visitas a los lugares de su interés y por otra una serie de artículos científicos sobre los tem as que

(5)

La Comisión ejecutiva al crearse la Sociedad designó a los siguientes miembros para ejercer estos cargos de la Sección de Ciencias Históricas: José María de Cos (Presidente). Juan de Dios de la Rada y Delgado (Vicepresidente). Juan Catalina García, Marqués de Cerralbo, Cesáreo Fernández Duro, Duque de Sexto, Conde de Valencia de Don Juan (Vocales). Ramón Morenes y Antonio Vives (Secretarios).

290



LA SOCIEDAD ESPAÑOLA DE EXCURSIONES...

estudiaba la Sociedad. En un principio, las novedades que este Boleín publicaba sobre Arqueología se encuadraban en un apartado llam ado M iscelánea. A partir de 1910 se cmpezaron a publicar una serie de N oticias Arqueológicas y A rtísticas y desde 1915 se jnicid una sección en la que se incluyeron fSseñas de conferencias de arte dadas en distintas entidades m adrileñas com o el A teneo (6), la U niversidad, etc. Por últim o indicar que en sus secciones "Bibliografía" y "Revista de Revistas" se recogen una gran cantidad de títulos sobre A rqueología publicados en E spaña o bien sobre tem as españoles. En un prim er momento, la Com isión Ejecutiva fue laencargada de designar y fijar los días en que se verificarían las excursiones. En febrero de 1898 se nombró una comisión que se encargaría de organizar las excursiones que a partir de entonces iba a realizar la Sociedad que estaba compuesta por los Sres. Cabello, Foronda, Lázaro, Navarro y Conde de la Oliva. Esta Comisión autorizó, el 1 de junio de 1898, a los socios que quisiesen llevar a sus hijos a las excursiones organizadas por la Sociedad, sin otro requisito que abonar la cuota señalada para cada excursión. Com o ya se ha dicho anteriorm ente, en 1919 Joaquín d e C iria y Vinent fue nom bradoD irectordeexcursiones de la Sociedad. Para realizar sus visitas no contaron nunca con subvenciones m inisteriales ni siquiera con tarifas reducidas en los medios de locomoción públicos a pesar de las gestiones que realizaron desde su fundación y de las promesas que recibieron de lo contrario. Entre los socios asistentes se elegía a uno de ellos para que redactase una M em oria que fuera al mismo tiem po crónica y resumen de la excursión, que, generalm ente, era publicada en las páginas de su Boletín. Asim ism o se pedía a los excursionistas que realizasen una serie de actividades (7), entre ellas se pueden señalar las siguientes: prim era, popularizar en las regiones y localidades visitadas los estudios que cultiven, contribuyendo así a la cultura general. Segunda, fom entar el am or a los m onumentos y coadyuvar a su conservación, poniéndose, si el caso lo requiere, de acuerdo con las C om isiones provinciales de monumentos históricos y artísticos. Tercera, reproducir los objetos y m onumentos notables por m edio del dibujo y de la fotografía. La prim era excursión que realizaron fue a A lcalá de H enares y tuvo lugar el 12 de m arzo de 1893. De las siguientes que llevaron a cabo se pueden destacar aquí

(6)

(7)

Así se hizo eco de las que dieron José Ramón Mélida (el d ía 2 de marzo de 1915) sobre "El Teatro de Mérida" y Ricardo Velázquez Bosco (los días 24,26 de abril y 9 de mayo de 1915) con el título "viajes arqueológico al Egipto", entre otras. Estas actividades que deberían desarrollar los socios están recogidas en el capítulo VI de los Reglamentos de la Sociedad Española de Excursiones.

291

García Rueda Muñoz de San Pedro

las que hicieron a Segovia (en esta ciudad, que estuvieron varias veces, se detuvieron especialm ente en el Acueducto rom ano); O reja (en cuyas cercanías inspeccionaron los restos arqueológicos de la antigua Aurelia); M érida y Cuenca y Uclés (junto con las ruinas rom anas de Cabezo del Griego en Saélices, que fueron sido identificadas con Segóbriga) así com o las visitas que habitualmente realizaron en Madrid al Museo A rqueológico Nacional, la Real Academ ia de Bellas Artes de San Fem ando, la Real A cadem ia de la Historia y a distintas colecciones privadas como la del Marqués de Cerralbo o el M useo Protohistórico de Emilio Rotondo y Palau, situado en las Escuelas Aguirre. Asimismo, entre enero y m ayo de 1899 en el Ateneo de M adrid distintos m iem bros de la Sociedad iniciaron con un total de 16 conferencias una serie sobre las m aterias a las que esta institución consagraba sus tareas, con la intención de hacer público el resultado de sus investigaciones, que se continuó durante varios años, de todas ellas se puede destacar la que pronunció el 29 de enero de 1901 Serrano Fatigati sobre "La transform ación de la Arqueología durante el siglo XIX". En 1903, estas conferencias se dieron en el Centro de Ejército y la Armada. En 1900 la Sociedad diseñó unas "Papeletas para el inventario monumental de la Sociedad Española de Excursiones" que deberían rellenar aquellos consocios que quisieran darle cuenta de hallazgos o descubrim ientos de objetos artísticos o arqueológicos. Estas papeletas debían ser remitidas al Presidente, el cual las publicaría en el Boletín. En ellas debía escribirse con caracteres muy legibles una descripción del objeto lo m ás concisa posible, especificar todo aquello que el remitente considerase interesante respecto a su naturaleza, materia, estilo y estado de conservación e indicar su yacimiento, procedencia, historia, antecedentes documentales así com o el destino y el lugar en que en ese momento se encontraba. En 1918 surgió la idea de que sería conveniente celebrar una reunión periódica de aquellos socios que quisieran para charlar de los temas que preocupaban a la Sociedad al tiempo que se proyectaban diapositivas de los monumentos visitados en diferentes excursiones. Asíestas reuniones tuvieron lugar los primeros martes de cada mes, a las cinco d e la tarde en las salas del piso bajo del Decanato de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Madrid. Quiero finalizar esta comunicación con un primer balance que la Sociedad Española de Excursiones hizo de sus actividades. Así, en 1904 tuvo lugar una fiesta en el Real Conservatorio de Música y Declamación de Madrid para celebrar el XII aniversario de su fundación. Con este motivo se analizó su papel en los estudios de la arqueología en E spaña y llegó a esta conclusión: "Era antes la arqueología un pretexto para recrearse con la imagen

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LA SOCIEDAD ESPAÑOLA DE EXCURSIONES .. de los tiempos pasados y maldecir de los presentes; en manos de los más valiosos elementos de nuestra Corporación es hoy un campo de investigaciones perseguidas imparcial y tenazmente con el fin de trazar la historia del trabajo humano» (s/a., 1904; 80).

B ib lio g r a fía CONDE DE CEDILLO, 1932 "Hacia el cuadragésimo aniversario social. Un recuerdo y un ruego". Boletín de la Sociedad Española de Excursiones, XL: 4 CONDE DE LA OLIVA, 1902 "El viajero en el siglo XX". Boletín de la Sociedad Españolo de Excusiones, X: 139. S/A, 1904 "Sociedad de Excursiones en acción". Boletín de la Sociedad Española de Excursiones, XII: 80.

293

L a S o c ie d a d A n t r o p o ló g ic a E s p a ñ o la

(SAE) y

el

NACIMIENTO DE LA ClENCIA PREHISTÓRICA EN ESPAÑA Mariano Ayarzagüena Sanz (*)

~

In t r o d u c c ió n

C o m o el título indica, la principal finalidad de esta com unicación es m ostrar la im portancia que tuvo la SA E en el nacim iento de la ciencia p rehistórica en España. P o r ello, aunque harem os breves y obligadas referencias a la influencia q ue esta sociedad ejerció en el desarrollo científico español durante la segunda m itad del siglo X D Í -aspecto que ya ha sido analizado p o r L uciano M oreno (1945), A na M a Verde (1980), E lvira A rquiola (1981) y M iguel Á ngel Puig-Sam per y A ndrés G alera (1983)- a sí com o a la biografía, sin duda apasionante, de su principal artífice, P edro G onzález de V elasco [1815-1882] -véase Á ngel Pulido (1894) y A rturo P erera (1967)-, nos detendrem os en algo que no ha sido, a nuestro m odo de ver, ap ro p iad a­ m ente valorado hasta estos m om entos: la trascendencia que tuvo esta sociedad en el nacim iento de la ciencia prehistórica en E spaña, cuando, por m últiples causas, m uy pocas eran las instituciones que en nuestro país daban acogida a los estudios científicos que se relacionaban con el origen del ser hum ano, entonces novedosos y de gran actualidad.

N a c im ie n t o

d e la

S o c ie d a d A n t r o p o l ó g ic a E s p a ñ o la

La creación de la SAE fue debida a Pedro González de Velasco, gran am igo y discípulo, en lo relativo a las ciencias antropológicas, de Paul Broca [1824-1880]. E llo hizo que la m archa de la sociedad fuese paralela a la de su hom ónim a francesa en m uchos aspectos, tanto ideológicos como m etodológicos, si bien con unos pocos años de diferencia. A sí com o la Société d ’A nthropologie d e París, creada por B roca en 1859, m ostraba gran i nterés p o r el problem a del origen del hom bre y su puesto en la naturaleza (Arquiola, 1976:60), la SA E tenía entre sus objetos de investigación (Nieto y D elgado, 1865: 10) "la paciente zoología que investiga y construye un mundo antediluviano con el fragmento de un

(*)

Madrid

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Mariano Ayarzagüena Sanz ______________________________________________ hueso" ; todo ello inserto en el estudio "de la historia natural del hombre y de las ciencias que con ella se relacionan", según el artículo primero de sus Estatutos.

La S AE se inauguró solem nem ente el 5 de ju n io de 1865 con la asistencia de im portantes personalidades políticas y científicas de la época. Previam ente se habían llevado a cabo una serie de reuniones. La prim era de ellas tuvo lugar el 6 de noviem bre de 1864 en el dom icilio de Francisco de Asís D elgado [ 1830-1875] (N ieto y Delgado, 1 865:6) y a ella asistió, entre otros, Juan Vilanova [ 1821 -1893]. La presencia en dicha reunión de este ilustre geólogo, a quien se considera el "padre de la Prehistoria española", se puede valorar com o de gran im portancia, pues m arca un antes y un después en la inclinación de este sabio valenciano hacia los estudios prehistóricos, con lo que ello supuso para la Prehistoria española del siglo XIX. Sólo un año antes, en 1863, Juan V ilanova había dado claras m uestras de desinterés por la prospección de cuevas, lugares que se entendía eran privilegiados para los hallazgos relativos a los tiem pos prehis­ tóricos (V ilanova, 1863). Sin em bargo, pocos m eses después participaba activam ente en la puesta en m archa de la SAE, que, com o hem os visto, am paraba a los incipientes estudios prehistóricos, único cam po en el que V ilanova podía colaborar en dicha sociedad, pues, aunque era m édico, e incluso académ ico de la Real de M edicina, su actividad en ese ám bito era m ínim a, por no decir prácticam ente nula. Pero, ¿qué hizo a V ilanova cam biar de opinión en tan breve espacio de tiem po, entre 1863 y 1864? No se puede estar seguro, pero sin duda hubo algunos hechos que debieron afectarle de alguna m anera. Por un lado, en ese m ism o año de 1864 se editaba la obra de C asiano de Prado titulada Descripción físic a y geológica de la provincia de M adrid, donde daba a c o n o ce r hallazgos de diversos útiles líticos de una gran antigüedad encontrados en el y acim iento m adrileño de San Isidro; por otro lado, la publicación que sobre ese m ismo y acim iento hicieron Edouard de V em euil y Louis Lartet (1862-63b) debió im pactar fuerte y favorablem ente a Vilanova, sobre todo si tenem os en cuenta que en la m isma revista, unas pocas líneas antes, estos autores le dedicaban una especie fósil, el C yclostom a Vilanovanum (1862-63a: 696), y le m ostraban su am istad. De entre los m ás graves problem as con que se topó la sociedad desde sus o ríg en es fue el dogm atism o religioso, el cual se encontraba instalado en todas las estructuras de poder. Por ello decía Francisco de A sís D elgado (1 8 69:4-5) refiriéndose a los años previos a la Revolución del 68: "difundíase en esa época siniestra luz, la del ocaso de la tradición, que infiltrándose artera en todas partes, no proyectaba sino la penumbra oscura c incierta del fanatismo intransigente de pasados siglos". El denom inado «m iedo al m ono» provocaba

suspicacias por parte de los sectores m ás reaccionarios, y la pública defensa del

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LA SOCIEDAD ANTROPOLÓGICA ESPAÑOLA...

positivismo que hacía la sociedad determ inaba que contra ella se realizaran fuertes arques (parte de ellos se pueden leer en D elgado, 1869:7-8). Y a pesar de todo, la S AE no llegó a ser disuelta en esos cuatro años. La razón para que las autoridades gubernativas m antuvieran esta condescendencia, pues sin duda así habría que llamarla ante los tiem pos q ue corrían, hay que buscarla en que, com o observa Francisco Pelayo (]988: 196-197), las estructuras en España eran predom inantem ente conservadoras; y los principales naturalistas o eran m ilitantes católicos, o por lo m enos se m ostraban extraordinariam ente respetuosos con esta religión. Éste era el caso de Vilanova, que incluso en períodos de m ayor libertad, com o era el de 1869, pedía para la SA E una dirección tem plada y com edida que probara que no era ni anti-religiosa ni anticatólica (Delgado, 1869: 20-21). Pero no existía sólo el problem a religioso; la coyuntura política previa a laseptem brina no resultaba el m edio m ás adecuado para el norm al desenvolvim iento de una sociedad científica, dándose así una circunstancia paradójica: por un lado había en España científicos m uy preparados y predispuestos hacia el avance científico que se encontraban a la vanguardia de m uchas disciplinas, m ientras que luego las estructuras oficiales y sem ioficiales casi asfixiaban a ese m ovim iento científico de prim era línea, haciéndole llevar una vida m arginal. Ésa fue la coyuntura que sufrió la SA E en sus orígenes, por lo que durante cuatro años tuvo que pasar casi desapercibida, sin hacer ruido, de tal m anera que la apertura de sesiones realizada el 21 de febrero de 1869 se consideró com o una nueva inauguración. Sin em bargo en esos cuatro años m uchas e im portantes cosas acaecieron en el desarrollo de la ciencia prehistórica española. A unque Casiano de Prado m oría en 1866, otros continuaron la labor que él había iniciado en solitario en nuestro país. Entre ellos podríam os destacar a Juan Vilanova, Francisco M* T ubino (1834-1888), Antonio Machado (1815-1896), M anuel de Góngora (1822-1884), Rogelio de Inchaurrandieta, y otros más. Los dos prim eros desarrollaron una actividad investigadora de prim er orden, m anteniendo, adem ás, una intensa actividad de divulgación directa e indirecta: creación de la cátedra del A teneo de M adrid, donde V ilanova enseñaba Prehistoria; la inclusión de esta época en la sección prim era del M useo A rqueológico Nacional, a la que ambos prehistoriadores hicieron im portantes donaciones; la im partición de conferen­ cias con este m otivo en diversas sedes, com o la Sociedad M atritense de Am igos del País con una gran audiencia; etc. Si a nivel nacional el desarrollo de la arqueología prehistórica fue im portante, no lo fue m enor a nivel internacional, debiendo destacarse la inauguración de los congresos internacionales de A ntropología y de A rqueología

Mariano Ayarzagüena Sanz

Prehistóricas, en los que arqueología y antropología quedaban íntim am ente relaciona­ das. Y en esos m om entos de gestación y expansión de la Prehistoria, ¿qué papel desem peñó la SA E? Aparentem ente escaso, si nos fijáram os exclusivam ente en publicaciones o actividades desarrolladas directam ente al am paro de la Sociedad. Sólo podem os citar el interés que se tomó en procurarse objetos procedentes de diversas cuevas d e T orrecilla de Cam eros (La Rioja), que acababan de ser excavadas por Louis L artet e Ildefonso Zubia. Los objetos representaban la búsqueda de solución a dos de las seis cuestiones que se propusieron en 1865 a la sociedad: la "C lasificación de las razas y variedades de la especie hum ana, y discusión sobre su origen" y "Razas aborígenes de la P enínsula española y de las islas Baleares y C anarias, y su cruzam iento con todas las dem ás que han llegado hasta nuestros días". A un la im portancia de lo investigado, poco era para lo que se supone debía hacer una sociedad en cuatro años; sin em bargo, entendem os que su trascendencia fue muy superior, pues ejerció una labor de autoridad y dirección en las actividades desarrolladas por sus m iem bros en el cam po de la Prehistoria, especialm ente Vilanova y Tubino, m iem bro este últim o que debió de incorporarse a la SA E hacia finales de los 60.

La SAE

d u r a n te l a re v o lu c ió n d e l

68

Tras la reinauguración ya com entada de 1869, la Sociedad A ntropológica E spañola em prendió un cam ino de reestructuración que cristalizó en la edición de la R evista d e A ntropología en febrero de 1874, tras ser nom brados T ubino y Vilanova m iem bros de la C om isión de Publicaciones. É sta revista quería em ular a la Revue d ’A nthropologie francesa, creadacom o órgano deexpresión de la S o c ié téd ’Anthropologie de P aris en 1872 (Dias, 1991:60). En el prim er volumen de la R evista de Antropología se incluían varios artículos deT ubino y de Vilanova. Podem os im aginarnos la im portan­ cia que tuvo esta revista para la Prehistoria, pues desde 1873, por razones que no ha lugar ex p licar a q u í (véase para una explicación m ás am plia A yarzagüena, 1992:250-256), la ciencia prehistórica se vio soslayada por un período de unos diez años de la m ayoría de las instituciones científicas. Tubino, entre otros tem as, abordó los relativos a aspectos epistem ológicos de la A ntropología y al evolucionism o, en especial las leonas de D arw in y Haeckel. V ilanova, por el contrario, abordaba tem as m ás específicos sobre P rehistoria, incluyendo en varios núm eros un artículo sobre "O rigen, N aturaleza y A ntigüedad del Hom bre". Am bos eran positivistas, pero m ientras que T ubino se esfo rzab a por divulgar las teorías evolucionistas, V ilanova m ostraba el m ism o interés

LA SOCIEDAD ANTROPOLÓGICA ESPAÑOLA...

en com patibilizar el G énesis con los datos obtenidos por m edio de las investigaciones prehistóricas. A unque la vida de la SA E no era todo lo vigorosa que fuera de desear tuvo seguidores. Ese fue el caso de la Sociedad A ntropológica Sevillana fundada en 1871, y nacida bajo el am paro de la personalidad científica de A ntonio M achado y N úñez; se proponía unos fines sim ilares a los de la SA E, entre los cuales la Prehistoria tenía una especial acogida.

La

SAE

y l a R e s ta u r a c ió n B o rb ó n ic a La Restauración B orbónica trajo consigo un nuevo intento de control de

la investigación científica por parte de los sectores m ás conservadores. C om o en todo tiempo de crisis, la m ayor parte de las instituciones que con dificultad se ajustaban a las rígidas estructuras oficiales llevaron una vida lánguida, y ese fue el caso de la SA E, si bien se dieron algunos acontecim ientos que hacían prever lo contrario: se inauguró el Museo A ntropológico por Alfonso XII, el 29 de abril de 1875; y en la E scuela Libre de M edicina, cuyas clases se impartían en dicho edificio, se incluía la asignatura de Prehistoria. Pero dicha Escuela Libre tuvo poco éxito y la ruina económ ica am enazaba al D octor V elasco. A un así se llegó a publicar un segundo tom o de la Revista de Antropología, del cual se conoce algún artículo, com o el elaborado por Tubino (1876) sobre "Los aborígenes ibéricos o los bereberes en la Península". En él Tubino defendía las m ism as posturas que'B roca relativas a la existencia de una unidad antropológica durante la prehistoria entre la Península y el N orte de Á frica, llegando hasta las Islas Canarias. Independientem ente de los fundam entos científicos en que se apoyaban dichas teorías, la influencia de la coyuntura política del m om ento en las form ulaciones resulta obvia. Hubo, adem ás, otros trabajos que se escribieron para la R evista y que no llegaron a ver la luz, debido a la efím era vida que tuvo la m ism a. U no de ellos fue escrito por Francisco Cánovas [ 1820-1904] y trataba sobre la prehistoria de Lorca, y que luego sirvió de base para un posterior artículo de L uis G abaldón (1897). En relación a la actividad de investigación prehistórica desarrollada por la Sociedad en los siguientes años podem os destacar su participación, en 1878, en la Exposición Internacional que tuvo lugar en París. Con dicho m otivo se form ó una Com isión E spañola, en la que T ubino participó com o delegado de la SAE, que fue form alm ente invitada. En 1880, Juan V ilanova dio una conferencia en la Sociedad tras su participación en el C ongreso Internacional d e A ntropología y A rqueología Prehistó­ rica de Lisboa, a la cual asistió algún prehistoriador extranjero, cuando aún pensaba que

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Mariano Ayarzagüena Sanz

podía llevar una representación a visitar la cueva de Altam ira. El tema de Altamira y otras cuevas cántabras (del Cuco, de San Pantaleón, de Cobalejo), continuó de actualidad en la SAE gracias a dos artículosque Marcelino Sanzde Sautuola (1831-1888) envió a la revista M useo A ntropológico (creada en 1881, y que sólo perduró durante ese año). D esgraciada­ m ente no se encuentra disponible ningún ejem plar de la m ism a, y el conocim iento sobre su contenido es sólo po r vía indirecta.

D e s a p a r ic ió n

d e la

S o c ie d a d A n t r o p o l ó g ic a E s p a ñ o la

En 1882 muere González de Velasco. Con su fallecimiento toca a su fin la SAE, y gran parte de la obra que él había auspiciado. El gobierno formó entonces una com isión para la adquisición del Museo, perm aneciendo a partir de entonces en una situación casi ruinosa hasta la creación del M useo Antropológico en 1910, e incluso más tarde. Sin em bargo no debem os olvidar el papel que jugó en su día en el desarrollo de la ciencia prehistórica cuando ésta aún se encontraba en m antillas en nuestro país: ayudó a crear un am biente m ás tolerante y proclive hacia los estudios prehistóricos, gracias a su defensa del positivism o y de la independencia de la Ciencia frente a la Religión; fue donde prim ero defendió públicam ente Juan Vilanova los estudios prehistóricos; asim ism o, fue en ella donde la Prehistoria alcanzó refugio tras 1873, cuando durante un período de unos diez años fue despreciada en m uchos am bientes científicos; se constituyó en elem ento de relación entre científicos franceses y españoles; se defendió en ella la autenticidad y antigüedad de las pinturas de Altamira, cuando en tantos foros se las atacaba; etc. En fin, creem os sinceram ente que, a pesar de la obligada brevedad con que se han expuesto las argum entaciones, ha quedado sobradam ente probada la necesidad de recordar con adm iración y aprecio a esa sociedad y a quienes la defendieron frente a las adversas condiciones políticas, culturales y económ icas en que tuvo que desenvolverse.

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LA SOCIEDAD ANTROPOLÓGICA ESPAÑOLA...

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301

La s S

o c ie d a d e s

A r q u e o l ó g ic a

A

de

r q u e o l ó g ic a s e n

E spaña:

la

S

o c ie d a d

C arm ona

jorge Maier (*)

Las S o c ie d a d e s A r q u e o l ó g ic a s

en

E spaña

L a A rqueología se enm arca institucionalm ente desde el siglo XIX y hasta la 1* G uerra M undial, es decir, hasta la crisis de los estados liberales y la em ergencia del estado social, en tres instituciones básicas. Por una parte en las instituciones m onárquicas herederas del antiguo régim en, las Reales A cadem ias de la Historia y de B ellas A rtes de San Fernando, en segundo lugar en las instituciones del Estado liberal, Las Com isiones Central y Provinciales de M onum entos y el M useo A rqueológico N acional y, en tercer lugar, en las instituciones burguesas privadas, las Sociedades A rqueológicas. La aparición de las sociedades arqueológicas en E spaña es un fenóm eno que se aprecia desde la prim era mitad del siglo XIX y se desarrolla a partir de la Restauración finalizando hacia la prim era década del presente siglo. Su aparición, en un principio, se relaciona con la nueva concepción que se desarrolla en toda E uropa sobre los m onum entos, que arranca de la idea ilustrada del patrim onio artístico en la que son apreciados fundam entalm ente por su valor com o testim onio histórico-artístico. Las sociedades arqueológicas son instituciones culturales privadas p ro­ pias del carácter de la burguesía. Tuvieron un carácter local y sus actividades, financiadas por sus m iem bros, se centraron en la exploración de su com arca o provincia. Así, se integraron y participaron espoleadas por sentim ientos patrióticos en la protec­ ción y estudio del rico patrim onio histórico-artístico que España atesoraba y que había sido seriam ente dañado por las guerras y la desestabilización política de aquellos m om entos, así com o am enazado por la intervención extranjera y consecuentem ente la salida del país de im portantes bienes del patrim onio. Fueron por lo tanto un com plem en­ to a las instituciones de la Adm inistración que siem pre vio con buenos ojos estas iniciativas y las alentó en la medida de sus posibilidades. A sí m uchos de sus com ponen­ tes fueron nom brados correspondientes de las R eales Academ ias de la H istoria y de

(’)

Madrid.

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Jorge Maier

Bel las A rtes de San Fernando y/o llegaron a form ar parte de las C om isiones Provinciales de M onum entos. Por otra parte la legislación de los Estados liberales en m ateria de bienes culturales, en donde se produce una clara distinción entre la propiedad pública y la p rivada, les perm itía un am plio cam po de operaciones, tanto para la adquisición de objetos com o en la realización de excavaciones. En todas ellas privó el espíritu científico, adem ás del proteccionista, y publicaron sus trabajos, con más o m enos regularidad, en boletines, revistas y memorias, creados al efecto. Su aparición no fue regular en todo el territorio español, destacando dos focos principalm ente, el catalanolevantino y el andaluz y, excepcionalm ente, G alicia y La M ancha. Los únicos estudios acerca de las m ism as son los realizados sobre la Sociedad Arqueológica Valenciana (Pía Ballester, 1973; Gobem a, 1981) y la Sociedad N um ism ática M atritense, fundada en 1837, que pasó a denom inarse Sociedad A rqueoló­ gica M atritense y central de España y sus Colonias (1841), que adquirió rango académ ico en 1844 bajo el nom bre de Academ ia Española de A rqueología y definitivamente A cadem ia Real de A rqueología y Geografía del Príncipe Alfonso (Luzón, 1992). N os lim itarem os aquí a m encionar las diversas instituciones que nos son conocidas, según su m om ento de aparición. Sociedad N um ism ática M atritense (1837); Sociedad A rqueológica Tarraconense (1844) fundada por Juan Francisco A lbiñana de B orrás; Sociedad A rqueológica Valenciana (1871-1881); A sociación C atalanista de E xcursiones C ientíficas, fundada en 1876, de la que se escindió un grupo, fundando en 1878 la A sociación C atalana de Excursiones que se unió en 1890 al Centro Excursio­ nista de C ataluña presidido por Antoni Rubió y Lluch; Asociación A rtístico A rqueoló­ gica B arcelonesa (1877); Sociedad Arqueológica L ulliana (1881) creada por iniciativa de B artom eu Fena i Perelló; A grupación A rqueológica de Vich (1882); Sociedad A rqueológica de Pontevedra (1894-1937) creada por Casto Sam pedro y Folgar; Sociedad A rqueológica de T oledo (1901) presidida por Atilano Rubio y D orado y Sociedad A rqueológica Ebusitana (1903) creada por José Rom án Calvet. La m ayor parte de estas sociedades centraron sus actividades, que fueron en m ayor m edida proteccionistas, en la arqueología rom ana y épocas subsiguientes, ded ican d o poca o casi ninguna atención a la arqueología prehistórica. La arqueología p rehistórica estuvo centrada en otro tipo de sociedades cuyos objetivos no fueron estrictam ente arqueológicos, pero que fueron de im portancia para ésta, com o la Sociedad A ntropológica Española (1865), Sociedad A ntropológica de Sevilla (1871), Sociedad E spañola de H istoria Natural (1871), A teneo y Sociedad de Excursiones de Sevilla (1887) y la Sociedad E spañola de Excursiones (1893).

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LAS SOCIEDADES ARQUEOLÓGICAS EN ESPAÑA

En Andalucía, y especialm ente en Sevilla, se encuentra uno de los focos más im portantes ju n to a Cataluña, com o ya hem os indicado. La Sociedad A rqueológica de Sevilla fue fundada en 1870 por los m iem bros de la delegación en Sevilla de la Academia Real de A rqueología y Geografía del Príncipe A lfonso y su objetivo principal es

la conservación de m onum entos históricos (Pablo Rom ero, 1982: 17). Poco sabem os

acerca de esta sociedad, en la que figuraba el conocido coleccionista sevillano Francisco Mateos Gago, director de la Revista A rqueológica Sevillana, órgano de difusión de la Sociedad, que com enzó a publicarse en 1870. Su existencia no fue muy prolongada. Sus corresponsales en O suna form aban una com isión perm anente en la ciudad com puesta por el Sr. Estrada, Juan Lasarte y Juan M iguel M artín. La Sociedad Arqueológica de O suna se originó por este grupo de personajes, aunque sabem os que sufrió una reorganización en 1888, según se desprende de la noticia transm itida por José Pérez Cassini (1). En la m ism a situación nos encontram os con la Sociedad Artístico A rqueológica de Excursiones de Cádiz, de la que sólo tenem os noticia de su existencia por ser nom brados correspondientes de la m ism a Jorge B onsor y Juan Fernández López en 1893 (2).

La S o c ie d a d A

r q u e o l ó g ic a de

C armona

La Sociedad Arqueológica de Carm ona es fruto de las inquietudes com unes de varios personajes atraídos por los valores histórico-artísticos de los num erosos m onum entos de su ciudad. En C arm ona, com o consecuencia de la desam or­ tización , aparece y se consolida una nueva burguesía agraria en ascenso, enriquecida por las actividades com erciales urbanas o com o cultivadora de tierras ajenas (Cruz V illalón, 1980: 214). Esta clase ascendente, que adem ás tendrá un peso m ayor en el gobierno de la ciudad, desarrollará, com o en otras ciudades españolas, unas aspiraciones e intereses culturales determ inados, que tendrán com o objetivo prioritario la historia de su propia ciudad. A sí podem os decir que hacia la década de los setenta, tras los desastres revolucionarios que tanto afectaron al patrim onio histórico-artístico sevillano, se produjo una fuerte sensibilización hacia la conservación de los m onum entos, y esta burguesía veía en este cam po una opción inm ejorable para adquirir prestigio y reconocim iento social, amén de un sincero interés por esta clase de estudios. C arm ona

(1) (2)

Actas de la Sociedad Arqueológica de Carmona, sesión del 16 de junio de 1888, folio 107. Actas de la Sociedad Arqueológica de Carmona, sesión del 6 de agosto de 1893, folio 8.

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Jorge Maier

poseía y posee, en este sentido, un patrim onio inm ejorable, no sólo en la ciudad sino en todo su entorno, donde se producían casi a diario abundantes descubrim ientos de antigüedades, principalm ente rom anas, en sus feraces cam pos. Este interés se apoderó especialm ente de los herm anos M anuel y Juan Fernández López, m édico y farm acéutico respectivam ente, sobre todo en Juan, quien organizó varias excavaciones en los alrededores de C arm ona en colaboración con Francisco M ateos G ago y A ntonio M aría de Ariza, destacados coleccionistas, y José S otom ayor, je fe de la G uardia C ivil. El éxito de sus actividades dio lugar a una tertulia en la que se discutía y se reflexionaba sobre el origen y adscripción histórica de los objetos hallados. A esta singular situación se añadió la llegada a C arm ona de varios personajes que enriquecieron o en cualquier caso se interesaron por estas actividades. Así, fue decisiva la llegada del pintor Jorge Bonsor, de Manuel Delgado Malvido, encargado de las obras de restauración de la Iglesia Prioral de Santa María, y de Alvaro C am paner y Fuertes, juez de profesión y numismático, a quién se debe la idea de que estas reuniones se formalizaran en la creación de una sociedad arqueológica (MSAC, 3-5). Pero sin duda el m ayor im pulso para que las reuniones espontáneas se cristalizaran en una sociedad arqueológica fue la excavación de la necrópolis romana. A sí pues el 22 de m ayo de 1885 se produjo la fundación de la Sociedad A rqueológica de C arm ona. En el acta fundacional de la Sociedad podem os leer cóm o se distribuyeron los cargos: Presidente, Sebastián G óm ez M uñiz, párroco de la Iglesia Prioral de Santa M aría; V icepresidente: M anuel Fernández López, m édico; secretario: Juan Fernández López, farm acéutico; archivero: M artín Iribarren, propietario; y vocales: José Pérez Cassini, ingeniero agrónom o, Ram ón M artínez Burgos, Jorge B onsor, pintor, Manuel D elgado M alvido, arquitecto, A niceto de la Cuesta, propietario, José Vega Peláez, propietario y A ntonio M aría de A riza, coleccionista y correspondiente de la Real A cadem ia de la Historia. El m odelo estatutario de la Sociedad no difiere de otras sociedades sim ilares. En este caso se com pone de diez títulos: Del objeto de la sociedad, de las sesiones, de los socios, derechos y deberes de los socios, de la ju n ta directiva, de las com isiones (que eran tres: de excursiones, de excavaciones y de publicaciones y recepciones), y, por últim o, de la biblioteca-m useo. El objeto de la Sociedad queda explicitado en el artículo prim ero de su reglam ento: "Esta Sociedad tiene por objeto el estudio de todo cuanto se relacione con la arqueología y la historia local, a cuyo efecto hará excavaciones, excursiones y toda clase de investigaciones históricas, dando cuenta del resultado obtenido en sesión ordinaria o extraordinaria" (M SA C, 8 ). En la prim era

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LAS SOCIEDADES ARQUEOLÓGICAS EN ESPAÑA.

memoria resum en se exponen con más precisión los fines u objetivos que se planteaba |a Sociedad: "Los fines principales que la Sociedad Arqueológica persigue son los siguientes: Primero, reconocer y estudiar las muchas antigüedades que esta población encierra; segundo, He vara cabo excursiones, no sólo a los despoblados de los alrededores, sino que también a otros puntos fuera del término rural de Carmona, aunque sin traspasar nunca los límites de Osuna, Ecija, Lora del Río, Pedroso, Alcalá del Río, Alcalá de Guadaira, Arahal y Marchena. En tan grande extensión de terreno, sembrado por doquier de restos antiguos de todas clases, no faltarán seguramente, ocasión y motivo para los trabajos a que la Sociedad se dedica. Tercero, hacer excavaciones y estudios prácticos en los sitios más convenientes; cuarto, procurar por todos los medios posibles la conservación de los monumentos antiguos; quinto, adquirir cuantas inscripciones se encuentran en Carmona y pueblos limítrofes, por la mucha importancia que tienen en los estudios históricos, o bien sacar facsímiles de ellas, si su adquisición no fuera posible" (M SA C, 21).

Hem os de decir que la Sociedad no cubrió ni m ucho menos estos fines. El arranque de la Sociedad no pudo ser mas afortunado. La inauguración de la Necrópolis, propiedad de Juan Fernández López y Jorge Bonsor, otorgó a ésta justa fama, pues no en vano su excavación es uno de los hitos más importantes en la arqueología española de la Restauración. Esto les supuso el apoyo de instituciones com o las Reales Academ ias de la Historia y de Bellas Artes de San Fernando, que nom braron correspondientes en Carm ona a Juan Fernández López y a Bonsor, además de a Sebastián Góm ez M uñiz, y de alguna manera fue el tram polín para Manuel Fernández López, que ingresó en la Real Academ ia Sevillana de Buenas Letras en 1898. El apoyo prestado se hizo efectivo, por otra parte, en la concesión para la biblioteca de 177 volúmenes por parte del M inisterio de Fomento, gracias a la gestión de Adolfo Herrera y a la concesión de una subvención por parte de la Diputación Provincial para la excavación del anfiteatro. Se nom bró presidente honorario de la institución a Juan de Dios de la Rada y Delgado y socios honorarios a Adolfo Herrera y Alvaro C am paner y Fuertes. La Sociedad se fue am pliando con el nom bram iento de nuevos socios como fueron M anuel Pelayo y del Pozo (5-9-1886), cirujano y gran aficionado a los estudios prehistóricos; Fernando Coca (3-12-1889), m édico de A lcolea; Arthui Engel (10-1-1891), conocido arqueólogo francés; Francisco R odríguez M arín (10-1-1891) conocido crítico literario; M anuel Burgos y A lcaide (10-4-1891) presbítero de Carm ona; Jules Richard (31-1-1892), m iem bro de la Sociedad de A nticuarios del O este de Francia; E nrique V élez Bracho (16-10-1893), alcalde de Carm ona; M anuel D íaz Caro (30-6-1902), y Felipe M éndez, propietario en M airena del Alcor. Sin em bargo en 1888 dimite de su cargo el Presidente Sebastián Góm ez M uñiz alegando problem as de salud, y es sustituido por M anuel Fernández López, quien asum e la presidencia de la Sociedad, hasta su fallecim iento (1905). Por otra parte, en este m ism o año se produjeron ciertas desavenencias que provocaron la expulsión de dos

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Jorge Maler

socios fundadores, M anuel D elgado M alvido y José V ega Peláez y de un socio ordinario, Francisco Cortés, este últim o propietario del periódico local La R evista. La ex p u lsió n fue decidida por ciertas declaraciones vertidas en el periódico citado (3). La S ociedad A rqueológica tuvo a pesar de todo una gran acogida y aceptación en el m undo cultural sevillano de la R estauración. E specialm ente fue fructífera su relación con la institución m ás representativa de este m om ento de esplendor cultural de Sevilla, el A teneo y Sociedad de E xcursiones de Sevilla, cuya fundación se concibió a raíz de una visita de Manuel Sales y Ferré con sus alum nos a la N ecrópolis de C arm o n a (Sales, 1887:20-21). A sim ism o y a iniciativa de B onsor se propuso celebrar un C o n g re so de A rqueología en C arm ona en 1898, en colaboración con el A teneo; aunque este no llegó a celebrarse, no deja de ser significativa la estrecha colaboración entre am b a s instituciones. Según se deduce de la lectura de las actas de la Sociedad su actividad finaliza en 1909, pero también se deduce que ésta fue languideciendo poco a poco, de tal m anera que a finales de siglo ha descendido en gran m edida. El que la Sociedad fuera dism inuyendo su actividad se debió en gran parte al fallecim iento de sus socios fundadores, M artín Iribarren (1891), A ntonio M aría de Ariza (1899), Aniceto de la C uesta (1900) y M anuel Fernández López (1905), adem ás de laexpulsión dedos deellos y el abandono de su prim er presidente, com o hemos visto. En cualquier caso en las actas no consta la disolución de la Sociedad, aunque se especifica en las disposiciones generales que el día en que el núm ero de socios fundadores quede reducido a cuatro, la Sociedad se considerará disuelta. Entre los trabajos que la Sociedad Ilevó a cabo destacam os las excavaciones en la antigua Arva (El C astillejo, A lcolea del Río), en el A lcázar de Arriba o de la Puerta de M archena de Carm ona, y varias excursiones o prospecciones realizadas en los A lcores, adem ás de las ya citadas de la necrópolis rom ana y el descubrim iento y excavación del anfiteatro de la ciudad, sobre los que se redactaron las correspondientes m em orias, reunidas en el único volumen que fue im preso (1887). Su dedicación a la arqueología prehistórica fue consecuentem ente m uy lim itada; aún así podem os señalar que ésta no fue del todo ignorada, sino que la Sociedad fue im pulsora de estos trabajos, si bien es cierto que tras unos inicios titubeantes, fueron llevados a cabo por Jorge B onsor principalm ente.

(3)

Actas de la Sociedad Arqueológica de Carmona, sesión del 10 de marzo de 1888, folio 89, 90 y 91.

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LAS SOCIEDADES ARQUEOLÓGICAS EN ESPAÑA..

La actividad de Jorge Bonsor ha eclipsado la acción de la Sociedad Arqueológica de C arm ona en el desarrollo de la arqueología sevillana en gran medida, cosa por otra parte hasta cierto punto razonable. Sin em bargo la actividad arqueológica de Bonsor com enzó dentro y gracias al interés de los com ponentes de la Sociedad. Las prospecciones de los A lcores y las excavaciones en A rva significan la acción que Bonsor desarrollará posteriorm ente, es decir, la exploración de los A lcores, que constituirá el cuerpo de su obra Les colonies agricoles prerrom aines de la Vallée du Beíis (1899) y la exploración de las m árgenes del G uadalquivir, que darían com o resultado The Archaeological expediíion along the G uadalquivir (1931). Sin em bargo, la Sociedad tam bién la integraron personajes que ju n to a Bonsor tuvieron un gran peso dentro de la m ism a y especial significación en la arqueología andaluza m oderna. E specialm ente M anuel Fernández López, quién desa­ rrolló un intensa actividad arqueológica: prueba de ello son sus diversas publicaciones, Historia de la ciudad de Carm ona (1886), El tesoro visigótico de la Capilla (1895), Necrópolis rom ana de Carmona. Tumba del Elefante (1898) y Excavaciones en Itálica (año 1903) (1904). Fue asim ism o correspondiente de la Real A cadem ia de la H istoria, miembro de la A cadem ia Sevillana de Buenas Letras y secretario de la C om isión Provincial de M onum entos, adem ás de presidente de la Sociedad A rqueológica de Carmona. La actividad de la Sociedad potenció y elevó a C arm ona a ser uno de los focos más im portantes y conocidos, incluso en Europa, de la arqueología andaluza en este tiempo. Los objetivos de la Sociedad fueron tam bién de una cierta m odernidad, en contraste con otras sociedades arqueológicas del m om ento. Entre estos rasgos creo que merece la pena destacar el diseño de un m odelo de arqueología del territorio, donde en un mapa se señalan los yacim ientos existentes dentro del m ism o, e igualm ente el hacer un seguim iento en la ciudad de los hallazgos que se produzcan por las reform as urbanísticas. A sim ism o la creación de un M useo donde alojar y clasificar no sólo los m ateriales de la necrópolis, sino todos aquellos que procedan de las excavaciones o de hallazgos casuales. Y por fin la conservación de los m onum entos más significativos de la ciudad, com o fue el caso de la Puerta de Sevilla y la cesión al Estado de la N ecrópolis romana, que sin duda alguna son los precursores y pioneros, para que hoy en día se considere a C arm ona un C onjunto Arqueológico. B ib lio g r a fía ANÓNIMO, 1974 "Sociedad Arqueológica de Pontevedra". En Gran Enciclopedia Gallega, 28: 210.

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Jorge Maier

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Un

a c e r c a m ie n t o

HISTORIOGRÁFICO A LOS ORÍGENES DE LA

INVESTIGACIÓN ARQUEOLÓGICA EN CANARIAS! LAS SOCIEDADES CIENTIFICAS DEL SIGLO XIX Manuel E. Ramírez Sánchez (*)

L o s estudios publicados hasta la fecha sobre historiografía de la investi­ gación arqueológica en Canarias son relativamente escasos. A decir verdad, el conoci­ miento de la labor científica de los pioneros de la arqueología en Canarias se ha reducido, tradicionalmente, a la redacción de panegíricos que, en la m ayoría de los casos, no han ido más allá de la vida y obra del hom enajeado (Bosch, 1971; Alzóla ,1980; Diego Cuscoy, 1994; Fariña, 1983). Hasta el m omento, el estudio de la historiografía arqueológica ha quedado reducido a una rápida, y por ende, som era descripción, generalm ente situada en el capítulo introductorio de los trabajos arqueológicos realizados sobre la Prehistoria de Canarias (Martín deG uzm án, 1984: 5-34; Tejera y González, 1987: 17-35; Arco et al., 1992: 19-39; Navarro, 1992: 27-33). Resulta sum amente significativo que las aportacio­ nes m ás sobresalientes sobre la investigación arqueológica en Canarias en el siglo XIX hayan venido de la m ano de antropólogos (Estévez ,1987; Galván, 1987), aunque otros especialistas han realizado acercam ientos historiográficos de gran interés, pero sobre temas puntuales (Rodríguez, 1990; Tejera, 1990). En la presente com unicación, y pese al reducido espacio de que disponem os para ello, pretendem os estudiar las bases intelectua­ les sobre las que se asientan los estudios antropológicos y arqueológicos en Canarias en la segunda mitad del XIX, analizando la influencia del positivism o en el auge de este tipo de estudios en las islas, así como la importancia que jugaron implicaciones de otro tipo, como el ideal rom ántico de la recuperación de las raíces, definido por algunos investiga­ dores actuales com o "la obsesión de los orígenes", que caracterizaría la producción historiográfica canaria de estos años. El interés por la búsqueda y coleccionism o de restos arqueológicos en la isla de Tenerife arranca ya desde com ienzos del siglo XIX . Sabem os que en los años veinte de aquel siglo el tinerfeño Juan de M egliorini y Spínola poseía en su casa una colección de historia natural y diversos objetos de la cultura guanche, entre los que

(*¡

Dpto. Ciencias Históricas. Universidad de Las Palmas de Gran Canaria.

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Manuel E. Ramírez Sánchez

destacaba una m om ia, que constituía toda una atracción para los viajeros y turistas extranjeros que visitaban la capital tinerfeña por aquellas fechas. No es de extrañar, por tanto, q u e en m edio de este am biente el propio A yuntam iento de Santa Cruz de T enerife a co rd a ra en sesión plenaria obtener algunas momias, procurando que sean de ambos sexos" (C iroranescu, 1979, IV: 223). Uno de los prim eros m useos fundados en Tenerife

fue el llam ado M useo C asilda, inaugurado hacia 1840. La creación de este Gabinete o M useo C asilda fue em prendida por Sebastián Pérez Yánez, conocido com o Sebastián C asilda, un hacendado de T acoronte que, pese a carecer de estudios, decidió formai una colección en la que llegó a reunir una nutrida selección de m ateriales de historia natural, a n tropología y arqueología prehistórica de C anarias. Los prim eros fondos del M useo C asilda se reducían a la colección de Juan de M egliorini que, tras la m uerte de éste, había sido subastada en 1837, siendo adquirida por Sebastián P érez (Fariña, 1994:524). Sin em bargo, los fondos del M useo C asilda se fueron increm entando con el paso de los años, bien por las propias "rebuscas" de su fundador, bien por las donaciones de algunos particulares. Con el paso de los años el M useo C asilda logró reunir cuatro m om ias y algún fragm ento suelto de otras, unos veinte cráneos, pintaderas y cerám icas prehispánicas, etc. Tras fallecer Sebastián C asilda en 1868, y pese a las g estiones de algunos eruditos tincrfeños y del p ropio M useo C anario de Las Palm as de G ran C anaria, los fondos del M useo C asilda fueron vendidos a un coleccionista argentino y en 1889 salían del puerto de Santa C ruz rum bo a Argentina. L a colección de historia natural fue posteriorm ente cedida al M useo de Historia Natural de la ciudad de La Plata, pero la colección antropológica sufrió peor suerte (A lzóla, 1980: 81-91). U nos años antes, en 1874, el erudito tinerfeño A nselm o J. B enítez fundaba el M useo V illa Benítez, creado con el fin de exhibir unas muestras de m inerales, grabados, objetos artísticos y arqueológicos. A iniciativa de su funda­ dor, los m ateriales de sus colecciones posteriorm ente pasarían a form ar parte de los fondos del M useo del C abildo Insular de T enerife (C iorancscu, 1979, IV: 223). R esulta e v id e n te que, pese a que en su tiem po estas colecciones arqueológicas fueran denom inadas com o "m useos", en la m edida en que éstas estaban ordenadas para sei visitadas, y pese a albergar entre sus fondos interesantes objetos m ateriales y restos antropológicos de las antiguas poblaciones prehispánicas, tanto el M useo Casilda com o el M useo V illa B enítez no deben considerarse com o auténticos m useos, sino más bien com o sim ples colecciones de antigüedades y objetos curiosos, reunidos por sus propietarios, por lo general carentes de la m ínim a form ación académ ica, por un m ero "afán patriótico" de distinción de lo autóctono frente a lo alóctono.

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UN ACERCAMIENTO HISTORIOGRÁFICO A LOS ORIGENES ..

Pero todas estas iniciativas em prendidas en T enerife a lo largo del siglo XIX no pasaban de considerar a las "antigüedades canarias" com o m eros objetos curiosos, dignos de ser expuestos junto con colecciones de rocas y m inerales, fauna, grabados, ctc. No será hasta fines de los años setenta del pasado siglo cuando encontrem os en T enerife un cam bio de actitud ante la cultura guanche. En efecto, por aquellas fechas el portuense José Agustín Á lvarez Rixo abogaba por la creación de un Museo destinado a conservar y estudiar científicam ente el patrimonio arqueológico de las islas (Tejera, 1990: 126). En este contexto, en septiem bre de 1877 se funda el Gabinete Científico, una institución que será pieza clave del desarrollo de la antropología en las Canarias occidentales. El alma mater de esta sociedad científica fue Juan Bethencourt Alfonso (1847-1913), licenciado en M edicina por la Universidad de Madrid (1872), cuya obra escrita, durante años injustamente olvidada, ha comenzado a ser divulgada en fechas recientes (Bethencourt Alfonso, 1991 y 1994), coincidiendo con un período de recupera­ ción histórica de la personalidad científica de este autor (Fariña ,1983; Diego Cuscoy, 1994). Su formación como médico le impulsó a acercarse a las teorías evolucionistas, pero desde una particular perspectiva que le ha hecho m erecedor del calificativo de romántico" (Gal ván,

"darwinista

1987:7)(1). El Gabinete Científico nació como anexoal Establecim ien­

to de Segunda Enseñanza de Santa Cruz de Tenerife, y en su Reglamento ya se especificaba que SU principal objetivo era bajo este punto de vista"

"el estudio de la ciencia natural, y especialmente el del archipiélago canario

(AA.VV., 1878: 3). Las actividades del G abinete C ientífico se

organizaron en varias secciones, destacando la de A ntropología y A rqueología Prehis­ tórica de Canarias, cuyos trabajos organizaba el propio Juan Bethencourt. El trabajo de esta sociedad se organizaba, en palabras de Cuscoy, "a m odo d eu n ap eq u eñ a academ ia", aunque circunscrito al estrecho ám bito insular. El m encionado Bethencourt A lfonso, como director del G abinete Científico, dirigía los trabajos de una amplia nóm ina de colaboradores que, com o si de corresponsales se tratara, proveían a la institución tinerfeña de cuantos m ateriales arqueológicos necesitaba. Así, por ejem plo, sabem os de la extraordinaria contribución de Ramón Góm ez, corresponsal del Puerto de L a Cruz, que llegó a enviar la nada desdeñable cifra de 120 cráneos al G abinete Científico.

(1)

Buena muestra del significado de la teoría darwinista para este autor son las siguientes palabras pronunciadas en el Discurso en el Claustro de apertura del curso 1879 a 1880 del Establecimiento de 2* enseñanza de Santa Cruz de Tenerife (inédito), del que era profesor de Historia natural desde 1876: “El conocimiento de la teoría darwinista se impone hoy no sólo como de absoluta necesidad para todos aquellos que se encuentran arrastrados por sus aficiones a los estudios antropológicos, sino a toda persona que desee cultivar su inteligencia en cualquier ramo de las ciencias naturales, o que aspire tener, dentro de un modesto círculo, cierto grado de cultura e ilustración" (citado por Fariña, 1983: 30).

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Pero los contactos de Bethencourt A lfonso no se reducían únicam ente a la isla de T enerife, ya que contaba con la colaboración de corresponsales en la isla de la G om era e incluso en la isla de Fuerteventura. En caso de que fuera necesaria la recogida de m ateriales en otra isla en la que no existieran corresponsales, el propio Juan B ethencourt se desplazaba allí con el fin de recopilar estos objetos. A sí, sabem os de sus excursiones en La Palm a y en el Hierro, e incluso en Gran Canaria y Lanzarote. C iertam ente, sus "excursiones arqueológicas" en Gran C anaria no debían contar con el beneplácito de los eruditos de la isla, que veían en las actividades de Juan B ethencourt A lfonso un evidente intrusism o. De hecho, el propio Chil y N aranjo criticaba veladam ente las actividades arqueológicas del m édico tinerfeño en el sur de G ran Canaria: "Hace poco tiempo se tuvo conocimiento de que en unas cuevas de la jurisdicción del pueblo de Mogán, en esta isla, existían numerosos objetos que pertenecieron a los antiguos Canarios. La noticia cundió por las otras islas, y como es natural, hoy que se ha despertado el gusto por las antigüedades isleñas, acudieron de ellas personas encargadas de hacerse a todo trance, y fuera cualquiera el precio, con el todo o la mejor parte de los objetos encontrados" (Chil y Naranjo, 1876: 609 (2). Sin em bargo, pese a los contactos

científicos establecidos con otros intelectuales del archipiélago com o el propio G regorio Chil y N aranjo, nom brado socio num erario del G abinete C ientífico en 1888, y a la actividad epistolar m antenida con algunos antropólogos franceses, Juan B ethencourt A lfonso "parece no querer ir más allá del espacio de la isla, y es la isla la que acaba por consumir su obra" (D iego C uscoy, 1982: 9). El fallecim iento, en 1913, del fundador y

principal im pulsor del G abinete C ientífico supuso una pérdida para esta institución de la q ue no pudo recobrarse en los años siguientes. La apatía y la propia incapacidad de sus socios y correspondientes propició la progresiva decadencia de esta institución, cuyos fondos tuvieron una suerte diversa: una parte pasaría a increm entar la colección de D. B ernabé R odríguez, y la otra parte pasaría al M useo A ntropológico y de Historia N atural de Santa C ruz de Tenerife, fundado el 31 de D iciem bre de 1902 (3).

(2)

(3)

El investigador Manuel Fariña, en una oportuna nota a la transcripción del discurso pronunciado por Luis Cuscoy en el Homenaje al Dr. D. Juan Bethencourt Alfonso, celebrado en Santa Cruz de Tenerife en 1981, menciona que Juan Bethencourt se dio por aludido en la crítica de Chil y Naranjo, tal y como evidencia una nota manuscrita por el propio médico tinerfeño junto al párrafo citado, que dice "Alude a mi, cuando estuve en Canaria buscando algo” (Bethencourt Alfonso, 1994, II: 515). El propio Juan Bethencourt aceptaba ya entonces que los fondos de las secciones de Rocas y Minerales, Paleontología, Antropología y Arqueología prehistórica de Canarias pasarían a engrosar en el futuro las colecciones de esta nueva institución. En el acta fundacional de ésta, surgida al amparo del Ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife, se señalaba como objetivo fundamental ”... que con los importantes elementos de la colección antropológica que Vd. posee [Bethencourt Alfonso), con la colección de minerales de Canarias que acaba de adquirirse y con otras colecciones que se obtengan, pudieran ponerse los cimientos de un museo que honraría a la Capital de Canarias..." (Fariña, 1994: 521).

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UN ACERCAMIENTO HISTORIOGRÁFICO A LOS ORIGENES ...

Si en la isla de T enerife a lo largo del siglo X IX se em prendió la creación de varios M useos y sociedades científicas que, desgraciadam ente, no llegaron a consolidarse, en G ran C anaria asistim os a una realidad bien diferente. En septiem bre de 1879 un grupo d e intelectuales, encabezados por el Dr. Chil y N aranjo, se reunían con el fin de fundar una sociedad científica. L a inauguración o ficial de esta sociedad científica, bautizada con el nom bre de El M useo C anario se produciría al año siguiente, y desde esa fecha la institución ha continuado su labor científica hasta nuestros días, pese a las dificultades que en algunas ocasiones han am enazado con llevarla a su cierre. D e entre los fundadores de esta institución sobresale el d o c to r G regorio C hil y N aranjo, quien había publicado varios años antes el prim er volum en de su obra E studios históricos, clim atológicos y patológicos de las Islas C anarias y que, a la sazón, sería el p rim er director de E l M useo C anario (4). C om o conservador de esta institución sería nom brado otro m édico, V íctor G rau B assas, de origen catalán pero afincado en G ran C anaria desde 1853, que realizó sus estudios universitarios en B arcelona y París. En el preám bulo del R eglam ento de esta sociedad ya se exponían claram ente cuáles serían los objetivos de El M useo Canario: "Hace tiempo se viene echando de menos entre nosotros un centro verdaderamente instructivo, donde pueda irse reuniendo para su estudio, no sólo todos aquellos objetos antiguos que pertenecieron a los indígenas de nuestro país y que nos revelan mucho de sus antiguos usos y costumbres y cuanto a ellos pueda referirse, sino también los productos naturales, propios y extraños a nuestro suelo, que sirvan de estudio y de instrucción, procurando, asimismo, la formación de una modesta biblioteca, en la cual ocupen un puesto principal los trabajos literarios de sus más esclarecidos hijos (...)" (A A .V V ., 1879: 3).

M uy pronto El M useo Canario pasa a convertirse en una institución em blem ática en la investigación arqueológica del archipiélago, acogiendo en sus salas de exposición una excelente colección antropológica y de prehistoria insular, tanto m erced a las donaciones de los coleccionistas particulares que entran a form ar parte de esta sociedad científica, com o por las propias excursiones arqueológicas efectuadas en aquellas zonas de la isla que albergaban un m ayor núm ero de yacim ientos prehispánicos. La intensa actividad investigadora de Chil y N aranjo encuentra un excelente vehículo de prom oción internacional a través de los num erosos congresos de las sociedades antropológicas francesas a los que asiste regularm ente, presentando com unicaciones sobre diversos aspectos d e la prehistoria insular: congresos de Lille en 1874, de N ancy

(4)

Sobre la polémica suscitada por la prohibición eclesiástica de esta obra, en la que Chil y Naranjo defendía las teorías evolucionistas, y su repercusión en la sociedad canaria del momento, sobre todo en los círculos intelectuales isleños, y su equívoca identificación con la supuesta difusión del darwinismo en España (cfr. Glick 1982:32), véase lo expuesto por Femando Estévez en su obra repetidamente citada (1987:135-166).

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en 1875 y de N antes en 1878, organizados por la A sociación Francesa p ara el Progreso de las Ciencias, y en las sesiones del Congreso Internacional de C iencias A ntropológicas A rqueológicas y Prehistóricas, celebradas en París en 1876, 1878, 1889 y 1900 (Diego C uscoy, 1982:14). E llo explica que, antes de la propia fundación de El M useo Canario, la prehistoria canaria ya fuera conocida en algunos círculos europeos. Fruto de las relaciones científicas establecidas por Chil y N aranjo con los principales especialistas franceses en antropología física (Broca, Hamy y De Q uatrefages, entre otros) (5), en 1877 es enviado a Canarias el m édico René V erneau (1852-1938), con el encargo de llevar a cabo una m isión científica para constatar la hipótesis planteada en su día por Ham y y D e Q uatrefages acerca de la presunta relación étnica de la población prehispánica de las islas con el hom bre de Cro M agnon, que había sido d escubierto nueve años antes en D ordoña (Francia). En los años siguientes, y prácticam ente hasta la fecha de su m uerte, R ené Verneau viajará en repetidas ocasiones a las islas C anarias, llevando a cabo a lo largo de este tiem po una intensa actividad científica, parte de la cual publicó en las principales revistas francesas del m om ento (R evue d ’A nthropologie, Revue d 'E thnographie, B ulletin de la Société d ’A nthropologie, etc.). Si bien el principal interés de V erneau era el estudio físico de las poblaciones antiguas de C anarias, tam bién insertó en algunas de sus publicaciones interesantes capítulos dedicados a la cultura m aterial y hábitos sociales, a los petroglifos y al origen de las poblaciones prehispánicas (V erneau, 1887). Su actividad investigadora no se ceñía únicam ente a las salas de antropología de El M useo Canario, sino que a lo largo de sus prim eras estancias en C anarias, entre 1876-78 y 1884-87, llevó a cabo varias excavaciones en diversas necrópolis de Gran C anaria y visitó las restantes islas del archipiélago, recogiendo todo el m aterial arqueológico que caía en sus manos. Im buido aún del ideal rom ántico que veía al aborigen canario com o "buen salvaje", vivam ente representado en las poblacio­ nes cam pesinas del m om ento, Verneau llega a decir en su obra C inco a ños de estancia en las Islas Canarias, publicada en París en 1891: "En el norte de Tenerife se encuentran poblaciones muy primitivas, que apenas sobrepasan en civilización a los antiguos guanches. Son buenos y

(5)

La estrecha vinculación de la antropología canaria del siglo XIX con la tradición francesa queda claramente evidenciada en este borrador de una carta de Chil y Naranjo, redactado en 1878, en el que destaca su relación con maestros franceses como Broca, Hamy, De Quatrefages, Mortillet, etc.: "Los estudios han sufrido una evolución completa desde hace poco tiempo, y yo tenía la pretensión de hacer mis trabajos con el cuidado que reclama el conocimiento de un pueblo sobre cuyo origen se han dividido los sabios desde Platón hasta nuestros días... En obsequio a las ciencias y llevado por mi afición a todo lo útil hice dos viajes a aquel país [Francia]; asistí a los principales Congresos científicos; a invitación de mis antiguos condiscípulos y sabios profesores tomé parte en ellos,... estrechándose entre nosotros un lazo de confraternidad científica" (citado por Estévez, 1989: 34).

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UN ACERCAMIENTO HISTORIOGRÁFICO A LOS ORIGENES .. h o sp ita la r io s,

mientras que los que han tenido más contactos con los centros civilizados son, desde este punto

de vista, singularmente inferiores. En todas partes, el hombre primitivo en contacto con los europeos toma sus defectos antes que sus virtudes" (Verneau, 1981: 234).

No querem os finalizar estas breves líneas, en las que hem os intentado aportar una sucinta visión de la investigación antropológica en Canarias, sin destacar algunos aspectos fundam entales de la progresiva institucionalización de la arqueología prehistórica en el siglo XIX, im pulsada a través de la fundación de las sociedades científicas m encionadas. En prim er lugar, llam a poderosam ente la atención que los impulsores de estas iniciativas fueran m édicos, lo que explica el gran peso de los estudios antropológicos en la investigación decim onónica de la prehistoria canaria, y la vigencia de este tipo de estudios en buena parte del siglo actual. En segundo lugar, debemos destacar que la creación de los prim eros museos y sociedades científicas en Canarias coincide con el desarrollo de la Antropología física en el siglo XIX, im pulsada desde Francia con el descubrim iento, en 1868, del hom bre de Cro M agnon por Eduard Lartet. El progresivo envío de m ateriales antropológicos y arqueológicos a los especia­ listas franceses, ju n to con el desarrollo de las ideas evolucionistas y positivistas en los intelectuales canarios, im pulsaron la creación de estos m useos "como una forma de concreción de la identidad de lo propio" (Galván, 1987: 14) (6). Adem ás, es de destacar que una

buena parte de estos m édicos canarios se form aen las universidades francesas (M ontpellier y París, fundam entalm ente), lo que explica la fuerte influencia del positivism o francés en los estudios antropológicos efectuados en Canarias en las últim as décadas del siglo XIX. En efecto, del m ism o m odo que se ha propuesto que la introducción de las ideas evolucionistas en C anarias no se realizó desde el territorio peninsular, sino a través de una vinculación m ás directa de los intelectuales canarios con los centros europeos (Estévez, 1987: 137), resulta evidente que el auge de los estudios antropológicos en Canarias no tiene su origen en la difusión del krausism o en España, sino en los estrechos vínculos de la burguesía canaria con los centros económ icos europeos. En opinión de algunos autores, el interés de los estudios arqueológicos y antropológicos en C anarias a fines del siglo XIX obedece a dos razones singulares con respecto a lo que sucede en

(6)

Este tipo de motivaciones se observa en la introducción del reglamento de El Museo Canario: “Abrigamos la convicción de que todos los buenos e ilustrados canarios secundarán la idea [de la creación del Museo], porque todos han de hallarse interesados en la adquisición de cuantos objetos y producciones en los diversos ramos de las ciencias, de las artes y de las letras nos den a conocer al mundo como un pueblo culto e ilustrado, y muy especialmente en la conservación de aquellos que constituyen la honrosa y veneranda historia del esforzado pueblo que habitó estas tierras, y de los cuales una gran parte se hallan hoy dispersos en manos extrañas y en Museos extranjeros, con vergüenza y escarnio de nosotros" (AA.W. 1879: 4).

317

Manuel E. Ramírez Sánchez

la Península: por un lado, al peculiar pasado histórico de un pueblo conquistado en la m odernidad, que tendrá com o tem a recurrente "la obsesión de los orígenes", y por otro lado, a la form ación de personalidades com o G regorio Chil y N aranjo o Juan Padilla, entre otros, en las universidades francesas (Sánchez de Paz, 1988: 31-33). A todo ello hay que unir la presencia de científicos franceses en las islas desde fecha m uy tem prana, com o el ya m encionado René V erneau o com o el m arsellés Sabin B erthelot (17941880), entre cuyos m éritos científicos cabe destacar su acertada clasificación de las poblaciones prehispánicas de Canarias dentro del ám bito bereber norteafricano (Berthelot , 1879:47-54). Pese a que por problem as de espacio no hayam os podido ocuparnos aquí de la obra de Berthelot, no querem os term inar estas líneas sin destacar que, com o acertadam ente ha expresado Fem ando Estévez (1987:94-95), en la obra del naturalista y etnógrafo francés, la supervivencia racial de los guanches tras la conquista pasa a convertirse en un tem a recurrente, coincidiendo sus planteam ientos con los de otros escritores canarios ya que, en palabras de Estévez, la supervivencia del guanche, entendida ésta en un sentido am plio, "ha sido un verdadero caballo de batalla no sólo en la antropología, sino también en la historiografía y la literatura canarias".

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318

UN ACERCAMIENTO HISTORIOGRÁFICO A LOS ORIGENES ...

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A r q u e o l o g ía

e

I n s t it u c io n e s

La D ip u t a c ió n A

r q u e o l ó g ic a

en la

S e v il l a

d e l s ig l o x i x .

(1853-1868)

José Beltrán Fortes (*)

D e sd e muy diversos puntos de vista el siglo XIX español se nos presenta como un período lleno de contradicciones, inm erso en un fenóm eno constante de crisis que afecta a los ám bitos sociales, políticos, económ icos, culturales, artísticos, etc., y que se traduce en una paradójica disyuntiva entre tradición y m odernidad. En ese ám bito general, el proceso de institucionalización de las actividades arqueológicas se caracte­ riza, entre otras cuestiones, por el desarrollo de sociedades y asociaciones particulares que com plem entan el diseño planificado desde instancias oficiales, en línea con las aspiraciones individualizadoras y rom ánticas que caracterizan la im plantación del Estado burgués. D esde una perspectiva prov in cial -en concreto, la de la S ev illa

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decim onónica-, destaca el desarrollo, entre 1853 y 1868, de la denom inada "D iputación Arqueológica" -la delegación provincial de la A cadem ia E spañola de A rqueología-, que supuso la prim era plasm ación de aquel proceso, aunque su análisis presenta graves lim itaciones que im ponen, por un lado, el desconocim iento actual de la docum entación propia -lo que obliga a un acercam iento a partir de referencias siem pre parciales y no explícitas-, y, por otro lado, la asim ism o escasa docum entación referida a la propia Academ ia Española de Arqueología, donde no se conserva ningún dato referido en concreto a su delegación sevillana (Luzón ,1993: 271-8). A pesar de ello, es im portante -a nivel provincial- destacar su papel, porque supuso, no sólo la prim era experiencia sevillana organizada y continuada durante un período im portante, sino tam bién porque refleja su m arco de desarrollo y sus relaciones con otras instituciones oficiales. Com o es sabido, la asunción por parte del Estado burgués de la tutela del recién descubierto patrim onio nacional trae com o consecuencia, am én de una am plia legislación sobre tales tem as -siem pre m arcada por la idea de preservar el concepto de propiedad privada-, la creación o el desarrollo de instituciones oficiales para su aplicación, entre las que sobresalen, a nivel provincial, las Com isiones Provinciales de

(*)

Universidad de Sevilla. Dpto. de Prehistoria y Arqueología. Facultad de Geografía e Historia. Trabajo realizado dentro del Grupo de Investigación de la Junta de Andalucía HUM 0402.

321

C

\



José Beltrán Fortes

M onum entos H istórico-A rtísticos, constituidas en 1844, que quedan en m anos de un selecto grupo de eruditos, en su m ayoría asim ism o académ icos, por la dependencia orgánica de aquéllas de las Reales A cadem ias de la H istoria y de Bellas A rtes de San Fem ando (B eltrán, 1995: 27-52). En m uchos casos no contaron suficientem ente -al m enos a nivel provincial- con un suficiente respaldo político, ni con unos efectivos m edios de control, defendiendo en m uchos casos unos planteam ientos que eran considerados desde otras posturas políticas y artísticas com o inm ovilistas y al margen de las nuevas líneas que el progreso y los avances científicos y artísticos im ponían. En paralelo a la creación deB ibliotecas y Archivos Provinciales, el Estado potencia la form ación de los M useos como instrum ento de tutela de los m onum entos de carácter m ueble, aunque de form a efectiva el proceso no se desarrollará hasta 1867, cuando se crea el cuerpo de anticuarios, form ados en la Escuela de Diplom ática (Pasam ar y Peiró, e.p., cit. en Pasam ar y Peiró, 1991:73 s.). Si, por un lado, este hecho plasm aba la predom inante visión anticuarista de la arqueología académ ica española, alejada del sesgo adoptado por los estudios arqueológicos en el resto de Europa, con el desarrollo universitario de la denom inada "arqueología filológica" (Bianchi-Bandinelli, 1982: 5982), por otro lado, dejaba en evidencia la falta de propuestas efectivas para resolver los graves problem as que ocasionaban la investigación y tutela del patrim onio monumental no m ueble, tanto el arquitectónico, en general en un contexto urbano en radical trasform ación (Suárez, 1986), cuanto el arqueológico, com o consecuencia de la extensión de los fenóm enos de expolio, vinculado al coleccionism o y al m ercado artísticos, como docum enta el ejem plo de Itálica (Lleó, 1994). En E spaña, las excavaciones arqueológicas oficiales se vinculan tam ­ bién a las C om isiones de M onum entos, aunque sin m edios económ icos adecuados y a veces con verdaderas lim itaciones, com o ocurre en el R eglam ento de 1854 (1). Las consecuencias m ás evidentes serán el auge de tales actividades por parte de socieda­ des y particulares y la no incorporación de la nueva m etodología de excavación que se iba d esarrollando en diferentes puntos de E uropa y del Próxim o O riente (B ianchiB andinelli, 1982: 103-30; Schnapp, 1994: 243-80). En resum en, constituyen sim ples d esescom bros, que -en prim er lugar, y siguiendo una tradición bien docum entada-

(1)

Real Orden de 15 de noviembre de 1854, art. 31: *No podrán las Comisiones Provinciales destinar los fondos consignados en sus presupuestos a las excavaciones y diligencias practicadas para el descubrimiento de antigüedades y nuevas empresas arqueológicas, debiendo emplearse exclusivamente en la conservación de los edificios monumentales, en sus restauraciones y en el sostenimiento de los Museos. Bibliotecas y Archivos...".

322

ARQUEOLOGIA E INSTITUCIONES EN LA SEVILLA DE ..

buscan el descubrim iento de piezas de interés histórico o artístico, y, en segundo lugar, y sólo en casos excepcionales, intentan conform ar un sitio arqueológico bajo el prism a de lo m onum ental, incidiendo en los edificios im portantes, para hacerlo visitable, com o ocurre en Itálica, según se dif5 m ás adelante. El desarrollo de las sociedades particulares se debió tanto al estrecho m arco establecido desde las instancias oficiales, cuanto al interés de determ inados elem entos burgueses, en tre los que destacaban profesionales liberales, com o abogados o m édicos, docentes, esp e ­ cialm ente universitarios, y otros intelectuales, periodistas, funcionarios, m ilitares, etc., ju n to a algunos elem entos de la aristocracia; así, en Sevilla, destacó la figura del cuñado de la R eina, el duque de M ontpensier, que desde 1848 había fijado su residencia en la ciudad, y form ó parte de la D iputación A rqueológica sevillana. Ese tipo de erudición, de la que la arqueología form aba una faceta adecuada y sa tisfac ­ toria, ”... se convirtió en la práctica cultural por excelencia de la burguesía española decimonónica" (Pasam ar y Peiró, 1991: 73). El ejem plo paradigm ático en Sevilla fue la constitución, en m ayo de 1853, de la citada D iputación A rqueológica, com o delegación de la A cadem ia E spañola de A rqueología que B asilio Sebastián C astellanos había creado en M adrid en el año 1844, y que será Real A cadem ia de A rqueología y G eografía del Príncipe A lfonso en 1863 (L uzón, 1993: 271-8). Al socaire de la bonanza económ ica que tuvo lugar en S evilla durante la década de los cincuenta y buena parte de los sesenta, tuvo una fuerte pujanza hasta 1868; así, a m ediados de los sesenta se hallaba d ividida en cuatro secciones (de N um ism ática, Paleografía e Inscripciones, de A rtes y M onum en­ tos, de E tica y L iteratura y de G eografía e H istoria), constaba de unos cu aren ta m iem bros -entre los que destacaban, com o se ha dicho, los duques de M ontpensier, siendo su presidente el académ ico y poeta Juan José B ueno y secretario el an ticuario A ntonio M aría A riza, y su finalidad respondía a unos objetivos vagos, con base erudita y patriótica: "... difundir por la provincia y fuera de ella el estudio y examen científico de las antigüedades en todos los ramos del saber; buscar y publicar las obras inéditas, siempre que versen sobre puntos arqueológicos é históricos; evitar en cuanto pueda la destrucción de monumentos antiguos españoles; pasarlos á la posteridad por medio de descripciones, dibujos y grabados; fomentar entre los sabios arqueólogos del mundo civilizado, una sociedad cuyos individuos se auxilien mutuamente en las obras científicas, literarias y artísticas que emprendan, y se presten en sus viajes los conocimientos, datos y auxilios necesarios; formar la estadística monumental de la provincia, y en fin, promover cuanto crea necesario el progreso de las ciencias arqueológicas" (art. 2o d e su R eglam ento, según A nónim o,

1866: 80 s.).

323

José Beltrán Fortes

A unque no tenem os acceso a las denom inadas p o r G óm ez Zarzuela (1869: 124) "...erudilasciruportantcsmemoriaspreseniadasporsussocias (2), todas las referencias conservadas, aunque tam poco excesivam ente abundantes, alaban su efectiva labor en el cam po d e prom ocionar las investigaciones arqueológicas, que m ereció un público reconocim iento por parte regia (3). Este hecho debió de verse favorecido, sin duda, por sus influencias sociales y políticas, especialm ente en la D iputación P rovincial, que aportará en m uchos casos los m edios económ icos requeridos por la sociedad. No debem os ol vidar que la delegación sevillana nace una vez que en 1850 se había resuelto -en contra de las aspiraciones de la A cadem ia d e A rqueología de C astellanos- el intento de ésta de suceder a la Real de la H istoria co m o organism o nacional de control de las actividades arqueológicas; com o es sabido, el m ism o año de 1850 se había creado la C om isión Central de M onum entos, que coordinaría las respectivas C om isiones Provincia­ les hasta su desaparición en 1857, con la L ey de Instrucción P ú b lica del m inistro M oyano, una vez que la A cadem ia de la H istoria había sido reorganizada a su vez en 1856 y se había creado la E scuela de D iplom ática, estrecham ente vinculada a aquélla. E ste será ya el m odelo vigente durante toda la segunda m itad del siglo, y de hecho im posibilitaba a la Academ ia -y a sus delegaciones- poder d esarro llar un a actividad con respaldo oficial y legal. A pesar de ello, desde su creación la D iputación A rq u eo ló g ica sevillana está presente en casi todas las actividades oficiales d e c arácter arqu eo ló g ico , ju n to a la C om isión d e M onum entos, com o cuando, en 1855, form an p arte d e la C o m isió n creada por el gobernador civil para investigar la d enunciada d estrucción parcial del anfiteatro de Itálica (G ali, 1892:71-75; G arcía y B ellido, 1979:55; R odríguez H idalgo, 1991:914). E ste es un hecho destacable, y a que la dedicación a Itálica está p re sen te en la m ayor parte de las actividades que hoy conocem os qu e realizaron. En los años de 1856 y 1857, la D iputación A rqueológica p rocede a la lim pieza del p ropio an fitea tro con fondos de la D iputación Provincial y a do tar de un g uarda a las ruinas ex h u m a d as, costeado tam bién p o r ese m ism o organism o (4). L a C om isión de M o n u m en to s in ten tab a sin éxito,

(2) (3)

(4)

Tampoco se conocen las correspondientes memorias que la delegación sevillana debió remitir a la Academia Española de Arqueología, según la documentación disponible hoy dia. A.C.M.S. de 20-XII-1868, "...Su Majestad daba las gracias a todos los individuos que desde 1860 a 1864 compusieron la diputación arqueológica de esta Provincia y la Comisión de Monumentos de la misma, por las cantidades que dió la primera para las excavaciones de Itálica y por los trabajos que hizo la segunda en la misma, así como al Director de las excavaciones mencionadas...’. La convocatoria del guarda de Itálica por parle de la Diputación Arqueológica se hace el 26 de febrero de 1856 (Gali. 1892: 76), y sólo tres días después la Comisión expone su queja al gobernador sobre la intromisión de aquélla,"... que si bien podrá ser muy recomendable por el personal de los individuos que

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ARQUEOLOGIA E INSTITUCIONES EN LA SEVILLA DE ..

al menos desde hacía un decenio (A.C.M .S. de 7 -X -1846), que la D iputación Provincial ¿portara fondos económ icos para continuar las excavaciones iniciadas por Ivo de la Cortina y otros eruditos sevillanos desde 1835 (León, 1993: 53 s.), y su fracaso es

síntoma evidente del escaso relieve de ésta en las-instancias oficiales locales. No obstante, ante las actividades particulares citadas, interviene dejando claras sus competencias, y, a comienzos de 1860, nom brará como director de las excavaciones oficiales de Itálica a

Demetrio de los Ríos, arquitecto vinculado al Ayuntamiento y -desde 1862- m iem bro de ]a Comisión de M onum entos (Beltrán, 1995: 34-45), aunque entre los años 1860 y 1864 sería de nuevo la Diputación Arqueológica, con base en sus influencias locales, la que

obtendría el dinero necesario para proseguir las excavaciones. E se in te rés responde al intento de la burguesía sev illan a -b a jo un característico p rism a eru d ito y patriótico- de p o ten ciar un y acim iento d e prestig io , unas ruinas m o n u m en tales que ante los ojos de los v isitantes fuera honra de la ciudad y de sus g en tes m ás esclarecidas. La cercan ía a la capital y la im portancia de los restos ex h u m ad o s en el yacim iento ya desde el siglo X V III -esp ecialm en te las grandes escu ltu ras d e c ará cte r idealizado- o frecían las con d icio n es idóneas para alcanzar aquellos o b jetiv o s asociados a la "arqueología monumental" (L eón, 1 9 9 3 : 4 2 ss.). En ese proceso in cid irán todos las in stituciones sevillanas, particu lares (D ip u ­ tación A rq u eo ló g ica) y oficiales (C om isión d e M onum entos, D iputación P ro v in ­ cial, A yu n tam ien to ), y se plasm a especialm ente en los trabajos citad o s de D em etrio de los R íos. A sí, a las activ id ad es de com ienzos de los sesenta en el an fiteatro (D e los Ríos, 1 8 6 2 ), deb erán unirse p o steriorm ente -una vez q ue la D iputación A rq u e o ­ lógica ya no tiene re la ció n con ellas- las de 1 8 6 8 , según un plan su p erv isad o por la C om isión de M o n u m en to s (A .C .M .S . de 2 8 - I V - 1 8 6 8 ) . A m ediados de 1 8 6 9 in fo r­ m ará D. de los R íos que, am én de la excavación de la arena y de algunas bóvedas del an fiteatro y de los trabajos de c ontención para las aguas de lluvia, se había construido un c am in o d esd e la carretera d e E xtrem adura, con una rotonda para facilitar la vuelta de los carruajes y que "habían de ponerse árboles y asientos en el referido camino y rotonda" (A .C .M .S . de 2 1 - V I - 1 8 6 9 ), d espejándose asim ism o la e n trad a

correspondiente del anfiteatro , en un evidente intento de m on u m en talizarlo en orden a su visita (5).

(5)

la compongan, no tiene noticia esta Comisión de que se halle completamente autorizada, y tenga por consecuencia la representación legal que en asunto de tanta trascendencia se requiere' (A.C.M.S. de 2911-1856). Sobre el interés turístico del yacimiento incide Gali Lasaletta (1892: XII ss.).

325

José Beltrán Fortes

El punto culm inante de las actividades de la D iputación A rqueológica, q u e e x p lica suficientem ente su carácter de práctica social, lo c o n stitu y e el año 1862, con do s actos efectuados en Itálica: en prim er lugar, el día 20 de m ayo, para "inaugurar las excavaciones practicadas" desde 1860 (G ali, 1892: 76-78), donde se realizan lecturas

p o éticas, se coloca una placa conm em orativa y D em etrio de los R íos presenta una m em o ria de resultados. En segundo lugar, y especialm ente, cuando con el consenti­ m ien to de A yuntam iento y D iputación Provincial sus m iem bros capitalizan la visita que, en la tarde del 23 de septiem bre, realizara al anfiteatro la Reina Isabel II para conocer la m archa d e los trabajos (Velázquez y Sánchez, 1862: 95-99; G ali, 1892: 78-80, que sigue al anterior). Los acuerdos tom ados por la Diputación A rqueológica en 1865, y publicados en el núm ero de 26 de julio de La Correspondencia de E spaña, vuelven a incidir en los temas italicenses (Gali, 1892:80 s.): presentar una m em oria a la Diputación Provincial para continuar las excavaciones, conservar las pinturas al fresco del vecino M onasterio de San Isidro del Cam po en Santiponce, restaurar en ese m ism o monasterio la celda del monje Fem ando de Zevallos, que tanta relación tuvo con el yacim iento durante el siglo XVIII (León, 1993:43-46), y editar precisam ente la obra inédita de éste sobre Itálica. Noobstante, tales propuestas no llegan a realizarse, y aque los acontecimien­ tos nacionales se van sucediendo en contra de los intereses de la D iputación Arqueológica y de la A cadem ia Española de Arqueología. Así, ese mismo año de 1865 la reform a del R eglam ento de las Comisiones de M onumentos reafirma sus com petencias en materia arqueológica, con el respaldo de la Academ ia de la Historia (6), y de hecho m arca un punto de inflexión en la actuación de la Com isión sevillana, con un declive de las actuaciones de la Diputación Arqueológica, al m enos con el protagonismo oficial que habían tenido hasta entonces. Pero la situación se resuelve en 1868: el 23 de junio deben los m iem bros de la D iputación Arqueológica abandonar su sede en el convento desam ortizado del Angel, que habían com partido con la A cadem ia de Bellas Artes, la Sociedad E conóm ica de Amigos del País y la Sociedad de Emulación y Fomento (A.S.E.A .P.S. de 7-VEH-1867); pocos días después, a comienzos de julio, se ordena el destierro de España de los duques de M ontpensier, los miembros m ás ilustres de aquella asociación, y, por últim o -como es sabido-, el nuevo gobierno revolucionario surgido a fines de 1868 decreta la desaparición

(6)

Real Orden de 24-XI-1865. Es significativo, por ejemplo, que, para el caso de Córdoba, a partir de entonces se llevan a cabo los principales trabajos de excavación arqueológica que tutela la correspondiente Comisión de Monumentos -destacan los de Almedinilla y Fuente Tójar-, aunque la dirección efectiva la realiza el inspector de antigüedades de la provincia, Luis Maraver (Patencia, 1995: 86 ss.).

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ARQUEOLOGIA E INSTITUCIONES EN LA SEVILLA DE ..

de la Real Academia de Arqueología, lo que, de iure, significó lo propio con la Diputación Arqueológica de Sevilla. Sin embargo, las circunstancias políticas y el decreto ministerial no acaba­ ron totalmente en Sevilla con la pujanza de aquellos intereses y aficiones, que tuvieron aún los últimos brotes, aunque los protagonistas cambian. Así, en 1870 antiguos m iembros de laDiputación Arqueológica, con Francisco Collantes y Francisco M ateos Gago a la cabeza, fundan una Sociedad Arqueológica, que llegará a editar varios números de una revista propia, pero que, en 1872, se integra como sección en la Sociedad Económ ica de Am igos del País de Sevilla (A.S.E.A .P.S. de 2 9-X U -1871, de 1-II-1872 y d e 22-11-1872), de la que Collantes era el secretario desde 1866. Com o valorara algunos años después el propio Francisco Collantes "...lo que antes era primordial vino á convertirse en secundario, hasta abandonarse y desaparecer por completo" (Zevallos, 1886: Prólogo, VI).

En efecto, la revolución del 68 trastocó tam bién el planteam iento de los estudios arqueológicos en Sevilla, sobre todo a partir del desarrollo del interés por los de tipo prehistórico y antropológico, vinculado al activo núcleo de intelectuales que dirigía la U niversidad sevillana de aquellos años, con personajes com o A ntonio M achado y N úñez o Federico de Castro, que ponen las bases, desde posiciones krausistas y planteam ientos evolucionistas, para el desarrollo de los estudios antropológi­ cos, sociológicos o prehistóricos (A guilar, 1990). A bortadas tales actitudes, ju n to a otras desarrolladas en el período republicano, tras la Restauración se vive un m om ento de esplendor de la burguesía -que correrá hasta el desastre del 98-, en el que reconocem os de nuevo un im portante desarrollo de las actividades arqueológicas, a partir de la figura de M anuel Sales y Ferré -derivado ya hacia posturas positivistas- y la creación, en 1878, del A teneo y Sociedad de E xcursiones de Sevilla (D e Pablo, 1982), aunque entonces el m étodo fundam ental consiste en el de la conferencia y la excursión arqueológica, en una línea de enorm e éxito que se continuará durante nuestro siglo en las sociedades de excursionistas. No obstante, tales fenómenos corresponden ya a otros condicionantes y plantean otros objetivos, diferentes de los que alumbraron las actuaciones de la extinta Diputación Arqueológica de Sevilla, que significó el germen m ás genuino del proceso de institucionalización particular de los intereses arqueológicos sevillanos durante los años que van desde 1853 a 1868, dentro de una práctica sustentada por su incidencia social, y caracterizada por sus planteamientos de base patriótica y sus desarrollos eruditos, pero de la que desconocemos su real significación en el orden cienüfico, y acuyo m arco y desarrollo hemos pretentido hacer este somero acercamiento.

327

José Beltrán Fortes

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ARQUEOLOGIA E INSTITUCIONES EN LA SEVILLA DE ..

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P a t r im o n io

y c iu d a d en el s ig l o x ix : el d e s a r r o l l o

URBANO Y LAS MURALLAS DE SEVILLA. Luisa Cano Navas (*) Ma Luisa Loza Azuaga (*) Ma Angeles Pazos Bemal (*)

E l análisis del debate que se suscita en la ciudad de Sevilla en la segunda mitad del siglo X I X sobre la conservación de las m urallas constituye un buen exponente del m arco y funcionam iento de las instituciones encargadas a nivel provincial de la tutela del Patrim onio, en concreto Academ ia de Bellas Artes y Com isión de M onum en­ tos (1). D urante el proceso se am paran en la propia legislación y en las instituciones académ icas de carácter nacional, pero frente a ellas se alza un gran clam or popular e intereses de todo tipo, y el desarrollo y resultados dem uestran que, a pesar de todo, existió una real precariedad de la tutela del Patrim onio durante el siglo XIX (Beltrán Fortes, 1995: 13-57). Los argumentos esgrim idos por las instituciones para la defensa de las m urallas resaltan sus valores propiam ente m onum entales, reafirm ados desde la óptica de la erudición historicistade aquellos m om entos, que revalorizóadem ás la apreciación de la arquitectura m ilitar, y desde la óptica de posiciones idealistas y rom ánticas, que potencian sus valores artísticos y conm em orativos (Am ador de los Ríos, 1844: 288ss.; A nónim o, 1860: 766ss.; Álvarez Benavides, 1868: 14; M adrazo, 1979: 465). P or el contrario, las causas que m otivan el interés por su desaparición son variadas, y se insertan dentro de una problem ática más o menos com ún a m uchas ciudades españolas y europeas (M iami U luhogian, 1989: 363-376), que supeditan la conservación del patrim onio arquitectónico urbano a la idea de progreso en todos los cam pos (T orres Balbás, 1922: 71-72; Benevolo, 1982: 98; Hernando, 1989: 458ss.; M artín ez, 1987:207-230). Esa idea filosófica del progreso, presente ya en la m entalidad

(*) (1)

Departamento de Prehistoria y Arqueología. Universidad de Sevilla Por razones de espacio esta comunicación es sólo un avance de un trabajo más extenso titulado "La protección del Patrimonio en el siglo XIX. Debates a propósito de la destrucción de las murallas de Sevilla" (e.p.). Para el tema que nos ocupa son fundamentales los trabajos de Suárez Garmendia (1986), estudioso del proceso global de la transformación urbana de Sevilla en el siglo XIX, y de Banda y Vargas (1972), por su aportación al establecimiento de la relación existente entre urbanismo e institución académica. De las Comisiones Provinciales de Monumentos está prácticamente todo por decir; sólo puede reseñarse la publicación de Palencia Cerezo (1995) referida a Córdoba. De la Comisión de Sevilla no hay ningún estudio.

331

M. Luisa Cano Navas, M. Luisa Loza Azuaga, M. Angeles Pazos Bemal

del s. X V III (Bem al, 1993: 193-196; M uro, 1995: 347-355) tom a una especial im portancia en estos m om entos, en concreto bajo la vertiente del desarrollo urbano, por la im portancia fundamental que la revolución industrial concede a la ciudad y la necesidad de nuevos planteam ientos urbanísticos de saneam iento y regularidad, a los que se supeditan d e fa c to los valores m onum entales e históricos. Interesante indicador del estado de la cuestión lo suponen los frecuentes artículos publicados en la prensa sevillana, de influencia no sólo local (M ateos Gago, 1869: 131-132, Tassara y González, 1919: 38-40, Martín López, 1986:53), en periódicos como E l P orvenir (30 de mayo de 1863) o La Conveniencia (n. 7 7 ,7 8 ,7 9 de 2 7 ,2 8 y 29 de abril de 1867), entre otros, donde se argumenta a favor del derribo de puertas y lienzos de la m uralla basándose en la necesidad del ensanche y de la apertura de grandes vías de com unicación, imprescindibles en una ciudad mercantil cual es Sevilla. En aras de la prom oción de las reform as urbanas intervienen evidentes intereses económ icos, adem ás de otros factores de orden político, social, ideológico y cultural. En unos m om entos se recurre al ejem plo de m odernidad de las grandes capitales, com o Barcelona; en otros, se destaca el hecho -desde posturas progresistas y populistas- de que su destrucción significaba el fin de la ciudad m edieval y la inauguración efectiva de un nuevo régim en, al rom per la secular separación entre la ciudad intram uros y los barrios periféricos, lo que ayudaría a abolir un real desequilibrio socio-económ ico entre am bas zonas (Fernández de los Ríos, 1979; A nónim o, 1869:23). M uchas veces, tras estos discursos se ocultaban intereses económ icos que favorecían a los propietarios de los terrenos extram uros (Suárez Garm endia, 1986; G onzález C ordón, 1985: 55-65, G onzález A rteaga, 1993: 23-44). A nivel popular, las puertas y m urallas se sobrecargan de valores sim bólicos negativos por su función fiscal, lo que llevará a la idea de que su supresión es sinónim o de liberación, m anifestada en que las dem oliciones fueron celebradas m uchas veces com o un gran acontecim iento, existien­ do referencias de fiestas populares con este m otivo en diferentes m om entos y lugares (T orres Balbás, 1922: 72; A A .V V ., 1983: 23). Por último, en ocasiones se presenta com o un enfrentam iento, a nivel intelectual, entre «antiguos y m odernos», en una polém ica que durante este siglo afecta tam bién a otros ám bitos culturales y artísticos (Palencia Cerezo, 1995: 26). C entrándonos en nuestro tem a de la m uralla sevillana, procede recordar que la base fundamental del cerco m urario conservado en Sevilla a m ediados del siglo XIX la constituía una m uralla de época alm ohade, hecha a base de tapial y ladrillo, concluida en los com ienzos del siglo XIII, jalonada a intervalos irregulares por torres

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PATRIMONIO Y CIUDAD EN EL SIGLO X IX ...

poligonales, y, en algunas zonas, con un foso y precedida por una barbacana. T enía trece puertas m onum entales y varios postigos, situados a lo largo de todo el cerco y de cronología diversa (Carriazo, 1951; Collantes de Terán, 1977; Jim énez, 1981; V alor piechotta, 1991). En general, a excepción ara roturarlo y encontré seis urnas cinerarias, y en una de

ellas un ... objeto cilindrico de 6,5 cm de largo por I cm de diámetro, objeto que no conozco y supongo un adorno ibero. En otro cam po encontré cinco urnas cinerarias y sólo dentro de una salió una planchita de cobre cuadrada de I cm y muy delgada, de la que no sé la aplicación, y la piedra de la parte baja de un molino, que se con oce es de época m ás moderna p o r ser deform a redonda ...y aparecieron dos piedras que componen un m olino de los prim eros de la venida de los iberos; p o r la form a de la piedra superior es más antiguo que el existente en el M useo de San Gemán -encontrado en 1869 en Penchasteau (cerca de Nantes)- p o r consiguiente m ejor ejemplar, y debe de ser de más de m il años antes de Cristo, porque Homero en la O disea ya habla de esta clase de molinos... En una finca mía encontré una urna cineraria que tenía dentro una planchita de cobre atacada p o r los m icrobios... urna que se diferencia d e todas las dem ás que he visto en el p a ís p o r s e r la única con dibujos.

Podem os observar que nos encontram os con un investigador que se dedicaba a los m ás variados campos de la historia. Su falta de especialización en la arqueología le llevaba a com eter errores aún para su época. Otra característica era su tendencia a no desvelar el lugar de los hallazgos, fuente de elem entos para su "colección" sobre la cual ejercía celosam ente su propiedad ( E scarceos arqueológicos señala: ...Com etiendo un abuso de confianza un señor mandó una fotografía de dicho cipo a la Academia de Historia com o descubrim iento suyo...)-, al

sufrir persecuciones políticas en laG uerraC ivil su colección

en gran parte ha desaparecido sin ser estudiada. H om bre con grandes recursos econó­ m icos, que pagaba a los investigadores que localizasen datos sobre Borriana, lo que le facilita u na inm ensa biblioteca de consulta, a la que sum am os una inm ensa cantidad de restos arqueológicos almacenados. Manuel Peris y Fuentes. Pariente del anterior, publica una serie de artículos históricos sin base arqueológica, muy en línea del rom anticism o del siglo XIX. La relación entre los dos parientes es curiosa, ya que en 1926, en el Boletín de la Sociedad Castellonenca de Cultura, Manuel Peris sigue los pasos de su pariente en la arqueología (que en su prim era etapa donaba a Joaquín Peris) de una estación eneolítica, cuyos restos entrega a Juan José Senent y al Laboratorio de Arqueología de Valencia y no a su pariente. Francisco Roca y Alcayde. Realiza en 1931 la prim era publicación histórica que pretende centrarse únicam ente en Borriana. D irector de las Escuelas G raduadas de la ciudad realiza un com pendio donde se lim ita a repetir los errores d e la época. Pero la im portancia de la obra está en la descripción de una serie de restos

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APROXIMACIÓN A LA HISTORIA DE LA ARQUEOLOGIA...

encontrados en la época aproxim ada en que se edita el libro y donados al M useo M unicipal que existía en la ciudad en 1932. A lgunos com o las lanzas rom anas, una inscripción ibérica de Cabanes, dos lápidas rom anas, dos capiteles y los dos m olinos de trigo "rom anos" de Joaquin Peris (4), una inscripción rom ana, una colección de m onedas antiguas etc. En la actualidad m uy pocos de estos hallazgos se encuentran en el actual M useo de Borriana. Suponem os que en el M useo en 1931 podrían existir más piezas no com entadas por el autor. Es con veniente decir que en esta época otros au lores publicaron esporádicam ente sus trabajos, com o V icente Forner Tigell ("U na colonia fenicia en el térm ino de Burriana", B.S.C.C., X IV , 1926). T o m as U trilla. La G uerra C ivil im plica un interregno en la a rq u e o ­ logía local; en los p rim e ro s años de los 60 surge la figura de T om ás U trilla, p árro co que realiza e stu d io s arqueológicos en B orriana. Por un lado en yacim ien to s ya conocidos: T o rre de O nda, V inarragell y P alau, pu b lica la posible n ecró p o lis ibérica de T ira o , el yacim iento E neo lítico de "L lom bay" y un nivel n e o lític o en "Palau". P ero da a co n o ce r sus resultados so m eram en te en la revista local B u ris Ana. S ólo re la cio n a rem o s com o m uestra a lg u n o s de los restos e ncontrados en el yacim iento d e "T irao" durante una ex tracció n de tierras para una in d u stria c e rá m i­ ca: un u strin u m , varias estructuras, c u atro o c inco e nterram ientos, un silo, una m oneda, "bolas" de plom o, puntas de flecha de hierro, arandela de e scu d o , probable frag m e n to de falcata, un reg ató n , al m enos seis vasijas e n te ras de cerám ica ib érica, m ás fragm entos de cerám ica ibérica y fragm entos de cerá m ic a "de c ocina" y Terra Sig illa ta con sigilos y deco ració n im presa. En la a ctu alid ad no se conoce el p a rad e ro de este m aterial. N o rb e rto M esado O liver. D ire cto r del M useo A rq u eo ló g ico de B urriana que ab re sus puertas en 1967. E m pieza sus tareas arqueológicas c o la b o ­ rando con T o m ás U trilla y pronto tom a la d irecció n en solitario, a m p lian d o sus in v estig acio n es en el térm ino m unicipal con nuevos yacim ientos en la c o sta. Retom a la trad ició n de los investigadores b o rrian en ses de p rincipios de sig lo y recupera m a te ria le s prácticam ente de toda la p ro v in cia de C astellón a lo larg o de sus v isitas a d istin to s yacim ientos. G racias a él se co n serv a el H erm es de X ilxes, después de h a b er e stad o en propiedad de su d e sc u b rid o r com o elem ento de co ra ti vo encim a de un a rm a rio , logró convencerle de que lo vendiese por 2.000 p e se ta s (de 1967). C om o datos están la existencia de un plom o escrito en las proxim idades de

(4)

Sarthou Carreras (1913:773) cita la colección de Joaquin Peris y Fuentes como “pequeño museo".

503

José Manuel Melchor Monserrat_________________________________________ _____

■^1 í

V in arrag ell, p erd id o po r un capataz q u e realizab a rem o cio n es de tierras en l0s

huertos vecinos (5), o la no en trega al M useo de una lápida rom ana, conservada en * un co rral com o recu erd o del abuelo del pro p ietario .

B r e v e C o m e n t a r io A m odo de conclusión señalarem os que el estudio de la arqueología en etapas m uy concretas estuvo marcada por un carácter científico: durante el siglo XVIII, en los prim eros años del presente siglo (1906-1936) y a partir de m ediados de los años 50 del m ism o siglo. Éstos se encontraron intercalados por períodos donde la falta de rigor era un instrumento, m uchas veces favorecido por una política de Estado, para glorificar el pasado. Por otro lado nos encontram os con un fenóm eno que surge con el presente siglo: la proliferación de dos campos de investigación: la "erudita" centralizada en los la investigación catalana y valenciana (A sociaciones, U niversidades o M useos) y la "popular" de los cronistas locales que m uchas veces realizan el verdadero trabajo de cam po, am bas viviendo casi siempre en sim biosis; otro fenóm eno es el de las genera­ ciones de investigadores más o menos "hereditarias" por lo que se refiere a la zona de trabajo y los m ateriales y yacim ientos encontrados que pasan de uno a otro, y en los casos en que esto no ocurre implica la pérdida de un material importantísim o, pues difícilm en­ te los herederos naturales de estos investigadores tenían algún interés por la arqueología y m uchas veces los intentos de rescatarlos no encuentran el éxito deseable. Durante la década de los 80 podemos destacar dos fenóm enos interesan­ tes: el surgim iento de gran cantidad de A sociaciones Culturales con importantes raíces arqueológicas en distintos pueblos de la Provincia, y el surgim iento de abundantes m useos arqueológicos locales. B ib lio g r a fía AA.VV., 1935 Anales del Centro de Cultura Valenciana, T. VIII. Valencia. AA.VV., 1911-1912 y 1915-1920 Anuari de l'asociació Catalana d'Antropología, Etnología y Prehistoria. Barcelona.

(5)

La lógica de este buen señor era muy interesante. Desechó el plomo cuando lo encontró, y al ver unos plomos expuestos en el Museo, preguntó a D. Morberto Mesado si eran antiguos, pues él, al desenrollar el plomo y ver algo escrito, recordó que su padre y su abuelo no sabían escribir ni leer, asi algo escrito no deberla ser tan antiguo, por lo que tiró el plomo. Aún hoy no se ha localizado.

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APROXIMACIÓN A LA HISTORIA DE LA ARQUEOLOGIA ..

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505

El

x v ii

M arqués

de

C

e r r a l b o y s u a p o r t a c ió n a la

A r q u e o l o g ía E s p a ñ o l a Pilar de Navascués Benlloch (*) Carmen Jiménez Sanz (*)

~

L a figura y obra de Enrique de A guilera y G am boa, XVII M arqués de Cerralbo (1845-1922) y fundador del M useo del m ism o nom bre, perm anecen todavía en la som bra. Político, literato y coleccionista, su dedicación a la A rqueología le hace ocupar un lugar señalado en el estudio de la H istoria de esta disciplina durante el prim er cuarto del siglo XX. R esulta difícil criticar o alabar lo que se desconoce, por ello y dado que sus actividades han sido escasam ente analizadas hasta el m om ento, pretendem os apuntar una serie de cuestiones con las que reflexionar en torno a las aportaciones del M arqués de Cerralbo. Para algunos no fue m ás que un erudito aficionado a la Arqueología, m ientras que sus coetáneos no dudaron en considerarle arqueólogo y m ecenas. Pero ¿se ha realizado un estudio serio y docum entado acerca de su labor en este cam po?. P or lo que sabem os, aparte de las necrológicas (Cabré, 1922a, 1922b, 1922c, 1922d, 1922e) en las que se basan reseñas posteriores (Sanz Pastor, 1981), tan sólo existen algunos estudios puntuales de sus colecciones del M useo A rqueológico Nacional (Argente, 1977b). Sin em bargo, las dos com unicaciones presentadas a este C ongreso ponen de m anifiesto el renovado interés por esta figura, precisam ente cuando se cum plen 150 años de su nacim iento1y en el m arco de los estudios historiográficos, que se están viendo revitalizados desde la década anterior (A rce y O lm os (coords.), 1991). Esto perm ite una aproxim ación a su estudio, con una m ejor perspectiva histórica y teniendo la posibilidad de abordar su faceta arqueológica ligada a los dem ás aspectos que conform an su personalidad, en un contexto histórico, social, económ ico y cultural determ inado.

(*) (1)

Museo Cerralbo Para celebrar este aniversario se han programado diversas actividades desde el Museo Cerralbo, entre las que destaca la exposición «Vida pública y privada del Marqués de Cerralbo» y el ciclo de conferencias organizado con la Asociación Española de Amigos de la Arqueología, durante el Otoño-Invierno de 1995, además de fomentarse investigaciones y realización de Tesis Doctorales. Por otra parte, en el Museo Arqueológico Nacional se está llevando a cabo la necesaria revisión de la colección Cerralbo.

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Pilar de Navascués Benlloch y Carmen Jiménez Sanz

La form ación de Enrique de A guilera pertenece a los ám bitos d e Filosofía y L etras y D erecho; aficionado a la N um ism ática desde su infancia, se inicia en temas políticos y literarios para orientarse poco después a los estudios históricos. Sus primeros trabajos se verán publicados en el cam bio de siglo (A guilera, 1892 y 1900), dedicándose de lleno a la investigación histórica desde 1908, año en que ingresa en la Real A cadem ia de la H istoria con el discurso "El A rzobispo D on R odrigo X im énez de R ada y el M onasterio de Santa M aría de H uerta" (Aguilera, 1908). Com o historiador y académ ico se interesa por los m useos, exposiciones, arquitectura de épocas pasadas y, sobre todo, por los m onum entos históricos en ruinas que, en num erosas ocasiones recupera, ya desm em brados, en su finca de Santa M aría de H uerta. C on esta inquietud se relaciona su interés por la A rqueología, en cuyo cam po se había introducido fugazm ente al financiar las excavaciones de Vi ves en C iem pozuelos durante 1895. Hacia 1903 conoce a Juan Cabré (Cabré y M orán, 1 9 8 4 :6 8 )y e n 1907se encuentra investigando la vía 24 y parte de la 25 del Itinerario de An ton ino: A b Em érita C aesaraugustam , en el tram o entre Segontia y Aquae Bilbilitanorum y la reducción de la m ansio A rcobriga, iniciando excavaciones en el Cerro V illar de M onreal de Ariza (Z aragoza) (A guilera, 1909a y s/f). Es precisam ente en la zona del A lto Jalón, provincias de Soria, G uadalajara y Zaragoza, en donde desarrolla su actividad m ás intensa, descubre y estudia yacim ientos arqueológicos en un área poco conocida para la A rqueología del m om ento, más ocupada en los vestigios que los pueblos colonizadores dejaron en las costas del Levante y Sur peninsular. Los resultados de sus prim eras exploraciones salen pronto a la luz (A guilera, 1909b y 1911), siendo acogidos muy favorablem ente por los estudiosos del m om ento. D esde entonces se suceden asistencias a foros internacionales, condecoracio­ nes, nom bram ientos y una actividad intensa en puestos decisivos de las Instituciones culturales del m om ento. A puntarem os a continuación algunos factores que quizá hayan contri­ buido a relegar a E nrique de A guilera del grupo de pioneros de la A rqueología en nuestro país, sin reconocerle com o antecesor de una generación de arqueólogos indiscutibles entre los que se encuentra Juan C abré Aguiló, colaborador, am igo, discípulo, futuro

"Director del M useo del Excmo. Sr. Marqués de Cerralbo, y delegado para la

publicación de las obras inéditas de A rqueología de dicho prócer"

(Cabré, 1922d: 287).

L a habitual m itificación española ante expertos extranjeros frente al descrédito de los españoles en cualquier cam po de las Ciencias, tanto entonces com o

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EL XVII MARQUÉS DE CERRALBO Y SU APORTACIÓN ..

ahora, ha podido em pañar la valoración de la trayectoria de A guilera, en las últim as décadas. Son precisam ente expertos extranjeros com o Harlé, Boule, Breuil, C artailhac, Schulten, Sandars, París, Albertini, etc. los que acuden a España para visitar, entre otras, las excavaciones deTorralba, Arcóbrigay los materiales que exhibe el Marqués de Cerralbo en Huerta (Aguilera, 1911: 51-53), además de considerar su gran labor científica tras el triunfo del Prem io Internacional Martorell y su comparecencia en el Congreso Internacio­ nal de Antropología y Arqueología Prehistórica de Ginebra, al que acude como represen­ tante de la Real Academ ia de la Historia (Aguilera, 1912a y 1912b). Por otra parte su militancia y ejercicio de cargos en el Partido Tradicionalista desde los 25 años, asum iendo la Jefatura del mismo entre 1890-98 y 1913-19, así com o la ostentación de numerosos títulos nobiliarios, han podido ser m otivo de prejuicio, dada la escasa consideración profesional hacia los aristócratas. Ello unido al estilo peculiar d e su literatura científica, m ás propia de una época anterior, densa en contenido y con abundantes licencias, producto de sus inclinaciones poéticas, que dificulta la comprensión de sus obras a los lectores acostum brados a textos de estructura m ás sencilla. En cuanto a la form ación académ ica, la inexistencia en aquella época de titulación específica en A rqueología posibilitaba que personas de distintas procedencias se convirtieran en especial istas en este cam po a través de su experiencia y reconocim ien­ to profesional y académ ico (ver planes de estudio de las especialidades de Ciencias, Filosofía y Letras y D iplom ática (M em oria, 1863)). R esulta extraño que sólo se reconozcan com o arqueólogos, en la acepción actual del térm ino, a algunos de ellos (Schulten, Siret, Bonsor, etc.). A dem ás, los sucesivos avatares que sufrieron las colecciones durante m ás de 35 años, tras el fallecim iento de A guilera debido a problem as de testam entaría, estallido de la G uerra Civil y dispersión de su donación en distintos M useos, así com o la práctica inexistencia hasta finales de los años 70 de revisiones y nuevas excavaciones en los yacim ientos descubiertos en la época anterior, han provocado que los investiga­ dores se encontraran con dem asiada frecuencia el m aterial arqueológico desordenado, m ezclado, sin indicaciones de excavación ni diarios, resultando difícil recom poner conjuntos y llevar a cabo anál isis m ás allá de los tipológicos (Cerdeño, 1976, D íaz, 1976, A rgente, 1977a y 1988, Requejo, 1978, García, 1980 y Paz, 1980). N o obstante, a pesar de la influencia negativa del conjunto de factores expuestos, hem os de buscar desde nuestra perspectiva la interpretación m ás correcta de los hechos basándonos en datos docum entados que sitúan al M arqués de C erralbo en el ám bito que le corresponde. Com o M ecenas de la L iteratura, C iencias y A rtes, instituyó

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Pilar de Navascués Benlloch y Carmen Jiménez Sanz

el M useo C erralbo para albergar las colecciones que reuniera en vida, apadrinó a pintores com o Soriano Fort y Juderías Caballero, que decoraron su palacio de Madrid prom ovió, financió y dirigió excavaciones arqueológicas en el área del Alto Jalón durante los 15 últim os años de su vida, con la intención de donar al Estado español los hallazgos fruto de aquéllas. Estableció, al tiem po, tres prem ios en las Reales Academ ias de la H istoria, E spañola y de Bellas Artes de San Fernando, para fom entar la investiga­ ción artística, literaria e histórica (Aguilera, 1922). Su intervención en cerca de un centenar de excavaciones arqueológicas en los yacim ientos paleolíticos de Torralba y Ambrona, el hábitat cam paniform e de Somaén, las viviendas rupestres de Utrilla, los yacimientos celtibéricos de Santa M aría de Huerta, las necrópolis del Hierro II de Montuenga, Luzaga, Clares, Higes, Alpanseque y Aguilar de A nguita, los dólm enes de Aguilar y Alcolea del Pinar, los enclaves con pintura rupestre del Barranco del Duratón (Aguilera, 1909b, 1911, 1912b, 1915a, 1915b, 1916 y 1918), entre otros, le hacen punto de referencia obligado en los trabajos realizados con posterio­ ridad en ese área (Fernández Galiano et al., 1989 y Balbín et al., 1995). A pesar de que la docum entación com pleta sobre sus intervenciones no nos haya llegado, de sus obras se extrae la aplicación de una metodología acorde con su época, en la que seleccionar los objetos "más representativos" era práctica com ún. Profesionales com o el historiador Fidel Fita, el geólogo Pedro de Palacios, el arqueólogo y d ibujante Juan Cabré, el ingeniero Eugenio M uro y los fotógrafos Aurelio Pérez Rioja y A. C iarán, entre otros, colaboran en los trabajos del M arqués. Lam ultidisciplinariedad, interés p o r la difusión científica de los descubrim ientos y la im portancia concedida a las representaciones gráficas, en especial fotografías, son algunos de las características com unes a sus intervenciones. La repercusión científica, nacional e internacional de sus excavaciones, conferencias y exposiciones en congresos y en sus palacios de M adrid y H uerta se hace patente a partir de 1911 en que recibe el Prem io M artorell. Por expreso deseo del M inistro de Instrucción Pública, asiste al debate en el Senado sobre el proyecto d e Ley de E xcavaciones de 1911. Sus aportaciones a la m ism a son tan valiosas que es calificado de co au to r del texto por el propio m inistro (Archivo M useo Cerralbo). T ras la intervención en el Congreso de G inebra de 1912, se logra que el español figure com o idiom a oficial en las reuniones internacionales y que la actualidad arqueológica española recupere prestigio, facilitando la vinculación a instituciones de carácter científico y cultural: le designan correspondiente del Instituto de Paleontología H um ana de París en 1911; socio honorario d é la Sociedad de A nticuarios de L ondres,

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EL XVII MARQUÉS DE CERRALBO Y SU APORTACIÓN ..

correspondiente del Instituto de Francia (A cadém ie des Inscriptions et Belles Lettres) y académ ico correspondiente de la Academ ia de A ntropología, E tnología y P rehistoria de N urem berg en 1913; m iem bro honorario de la Sociedad A rqueológica de Burdeos y académ ico de honor de la Real Academ ia de Bellas A rtes de San Luis en Z aragoza en 1914; correspondiente de la A ccadem ia Pontificia Rom ana dei Nuovi Lincei en 1916, etc. Su vinculación a Instituciones científicas del m omento es clara, com o académico de las R eales Academ ias de la H istoria, de la Lengua y de Bellas A rtes de San Fernando, desde 1908, 1913 y 1917, respectivam ente, adem ás de prever desde 1 9 1 1,

al m enos, la donación de sus colecciones arqueológicas al M useo A rqueológico

Nacional y M useo Nacional de Ciencias Naturales, lo cual se lleva a efecto por disposición testam entaria. En 1912 el Estado crea por Real D ecreto la Junta Superior de Excavaciones y A ntigüedades, nom brándole presidente de la Com isión de Investigacio­ nes Paleontológicas y Prehistóricas.

B ib l io g r a f ía

AGUILERA Y GAMBOA, E„ 1892 El Virreinato de Méjico. Ateneo de Madrid. Madrid. 1900 "Doña María Henríquez de Toledo, mujer del Gran Duque de Alba". Boletín de la Sociedad Española de Excursiones. -, 1908 El Arzobispo Don Rodrigo Ximénez de Rada y el Monasterio de Santa María de Huerta. Madrid. -, 1909a El Alto Jalón. Descubrimientos arqueológicos. Madrid. 1909b Las primitivas pinturas rupestres. (Estudio sobre la obra La Cáveme d ’Altamira de Mm. Cartailhac et Breuil). Madrid. -.1911 Páginas de la Historia Patria por mis excavaciones arqueológicas. 5 tomos. Madrid (inédita). 1912a "Nécropoles ibériques". Congrés International d ’Anthropologie el d ’Archéologie préhistoriques. Ginebra. 1912a "Torralba, la plus ancienne station humaine de la Europe?". Congrés International d'Anthropologie el d ’Archéologie préhistoriques. Ginebra. -, 1913 "Les fouilles d ’Aguilar d’Anguita". Revue des Etudes Anciennes XV-4: 437-439.

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Pilar de Navascués Benlloch y Carmen Jiménez Sanz

1915a "Torralba. La estación humana más antiguade Europa entre las hoy conocidas". Co/igreJo de la Asociación Española para el Progreso de las Ciencias, 1913: Madrid. 1915b "Singularidades del Arte Paleolítico español en pinturas y grabados rupestres en Cabré" 1916 "Las necrópolis ibéricas". Congreso de la Asociación Española para el Progreso de las Ciencias, 1915: Madrid. 1918 El Arte Rupestre en ¡a región del Duratón. Madrid. 1922 Testamento del Excmo. Sr. D. Enrique de Aguilera y Gamboa, Marqués de Cerralbo. Madrid, 30 de junio de 1922. Notario D. Luis Gallinal y Pedregal. s/f "Arcóbriga. Del hogar castellano. Estudios históricos y arqueológicos". Biblioteca Patria, CIII: 91-124. Madrid. ARCE, J. y OLMOS, R. (coords.), 1991 Historiografía de la Arqueología y de la Historia Antigua en España (siglos XVIll-XX). Ministerio de Cultura. Madrid. ARGENTE OLIVER, J.L., 1977a "La necrópolis celtibérica de El Altillo en Aguilar de Anguita (Guadalajara). (Resultados de la campaña de excavación de 1973)". Wad-Al-Hayara, 4: 99-141. AGUILERA Y GAMBOA, E. DE, 1977b "Los yacimientos de la Colección Cerralbo a través de los materiales conservados en los fondos del Museo Arqueológico Nacional". XIV Congreso Nacional de Arqueología. Vitoria, 1975: 587-598. Zaragoza. 1988 Las fíbulas en la Meseta. Su valoración tipológica, cultural y cronológica. Tesis Doctoral, Facultad de Geografía e Historia, Universidad Complutense de Madrid. Madrid. BALBÍN, R.; VALIENTE, J.; MUSSAT, M.T. (coords.), 1995 Arqueología en Guadalajara. Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha. Toledo. BARRIL VICENTE, M., 1993 "Colección Marqués de Cerralbo". En A. Marcos Pous (coord.): De gabinete a Museo. Tres siglos de Historia. Museo Arqueológico Nacional: 406-413. Ministerio de Cultura. Madrid. BELTRÁN LLORIS, M., (coord.), 1987 Arcóbriga (Monreal de Arizja, Zaragoza. Zaragoza. CABALLERO ZOREDA, L. (coord.), 1992 Arcóbriga II. Las cerámicas romanas. Zaragoza. CABRÉ AGU1LÓ, J., 1915 El Arte rupestre en España. Madrid. 1922a "El Marqués de Cerralbo (necrología)". Actas y Memorias de la Sociedad Española de Antropología, Etnografía y Prehistoria, 1(2-3): 171-183. 1922b. "El Marqués de Cerralbo". Boletín de la Sociedad Española de Excursiones, XXX: 1-7. 1922c "El Marqués de Cerralbo". Coleccionismo, 117: 3-7.

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£ U M arqués

de

C

e r r a l b o : u n a f ic io n a d o q u e s e

In s t it u c io n a l iz a Magdalena Barril (*) Luisa Cerdeño (**)

I n t r o d u c c ió n

A

partir del siglo XV III, las reuniones de eruditos cristalizan en la

creación de las Sociedades de A m igos del País y las A cadem ias de Bellas A rtes y de Historia que m ediante los estatutos reales se convierten en la protectoras de los Monum entos A rtísticos y las A ntigüedades. A continuación y durante todo el siglo XIX se van produciendo una serie de acontecim ientos económ icos y políticos -desam ortiza­ ciones, nuevos conceptos de la propiedad privada, nueva burguesía, nacim iento de los nacionalism os, obras públicas, etc.- que facilitan los descubrim ientos de restos arqueo­ lógicos, el interés por su conservación y su interpretación com o restos de un pasado glorioso. T odo ello culm ina durante el últim o tercio del siglo y principios de éste, en la definición de la A rqueología com o ciencia, la presencia de profesionales dedicados a esa actividad y la creación, desde los estam entos oficiales de instituciones destinadas a la supervisión de las excavaciones arqueológicas. El

XVn M arqués de Cerralbo, prototipo de aristócrata culto dedicado a

la investigación científica en la que em pleaba su fortuna, es uno de los protagonistas de este proceso histórico y en estas líneas vemos que en su persona queda reflejado cóm o el coleccionism o privado y público, la política, la erudición y las instituciones se entrem ezclaron para obtener unos fines comunes. La figura y obra de D. Enrique de Aguilera y Gam boa, C onde de Villalobos ( l) y XVII M arqués de Cerralbo con grandeza de España (2) (Sanz-Pastor, 1982:8),puede estudiarse desde sus diversas facetas com o político, poeta, historiador del arte, coleccio­ nista, arqueólogo e incluso com o propietario de caballos (Cabré 1922). A hora nos interesa resaltar sobre todo sus actividades relacionadas con la Arqueología y los Museos.

(*) (**) (1) (2)

Departamento de Protohistoria y colonizaciones. Museo Arqueológico Nacional. Madrid. Departamento de Prehistoria. Facultad de Geografía e Historia. Universidad Complutense. Madrid. Tras la muerte de su padre D. Francisco de Aguilera y Becerril en 1867. Titulo que hereda de su abuelo D. José de Aguilera y Contreras en 1875, quien a su vez lo habla heredado de su hermano D. Femando. El titulo llevaba consigo la designación de senador por derecho propio.

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Magdalena Barril y Ma Luisa Cerdeño

D. E nrique nació en M adrid el 8 de ju lio de 1845 y m urió el 27 de agosto de 1922 en la m ism a localidad. Se afilió joven al partido carlista y fue uno de los fundadores de las juventudes católicas en 1869, siendo elegido a C ortes por Ledesm a en 1872. Fue designado M ayordom o m ayor de C arlos V II y jefe delegado único de su partido. T am bién fue un reconocido m asón ya que el G ran O riente que se reorganizó en E spaña a partir d e 1867 y tuvo su m om ento de m áxim o apogeo desde final de siglo hasta 1927, acogió a gentes de todas las tendencias políticas y del ám bito cultural (L era, 1980: 94, 169). Paralelam ente a su actividad política que m arcaría su visión del pasado dentro del nacionalcatolicism o, desarrolló diversos estudios sobre tem as artísticos y a partir de 1898 centró su interés por la Arqueología, com paginando su afición por el tema com o espectador y coleccionista con el trabajo de cam po directo y su participación activa en las instituciones y sociedades que entonces se crearon.

L a s I n s t it u c io n e s El prim er dato que conocem os en relación con la Prehistoria es su colaboración con la Real Academ ia de la H istoria, al proponerle ésta que financie las excavaciones dirigidas por Vives en Ciem pozuelos (M adrid), según nos explican Juan C atalina García L ópez (Aguilera, 1908: 366), Juan Cabré (1922) y E ncam ación Cabré y Juan M orán (1988) y según consta en el expediente 1895/14 del M A N (3). Los restos hum anos hallados en la m ism a fueron entregados al Laboratorio de A ntropología del M useo de C iencias Naturales para su estudio, unos por el propio m arqués y otros directam ente por la A cadem ia (Antón, 1898: 469). E sta colaboración, unida a sus trabajos históricos, le valió ser nom brado m iem bro de la Real A cadem ia de la Historia (4), donde pronunció su discurso de ingreso en 1908 (M arqués de Laurencín, 1922) sobre "El A rzobispo don Rodrigo X im énez de R ada y el M onasterio de Santa M aría de Huerta" que fue constestado por el entonces director del M useo A rqueológico Nacional y secretario de la Real A cadem ia D. Juan

(3)

(4)

MAN. 1895/14: Cuenta de gastos desde el día 25 de febrero al 9 de marzo de 1895 por los jornales del capataz y los trabajadores en las excavaciones en el Cerro Castillejo (Ciempozuelos). viajes a Madrid de Eustaquio (quizás el capataz) y guarda nocturno de los esqueletos hallados. Todo ello por cuenta del Marqués de Cerralbo, y por un importe de 34 3 ,1 6 pts. Por Real Cédula de del 6 de junio de 1803 tenía encomendada la misión de conservar y recoger los monumentos antiguos que se descubriesen en el Reino, lo que suponía llevar a cabo y supervisar las excavaciones arqueológicas y las obras que afectasen a antigüedades y recogía noticias puntuales de lo que ocurría en las provincias a través de sus correspondientes.

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EL MARQUÉS DE CERRALBO: UN AFICIONADO ...

Catalina (A guilera, 1908: 366). Su disertación versaba sobre la historia del m onaste­ rio y las obras de los sucesivos abades y sobre la últim a apertura del sarcófago del arzobispo en 1907, excusa que aprovecha para describir m inuciosam ente sus vestidu­ ras. R efiere que él m ism o había presenciado-te anterior apertura del sarcófago en 1886 y que d e entonces conservaba unos fragm entos d e tela de sirgo y de galón que, según dice, estaban sueltos por la tum ba y le regaló el Señor M agistral de Sigüenza (A guilera, 1908: 142, 150). Sin poner en duda su palabra, si querem os c om entar que cuando hace unos años se han restaurado dichas vestiduras en el IC R B C , se ha observado que habían sido recortadas (M antilla e Y ravedra, 1972), lo que nos hace suponer que la actitud de C erralbo respondía a la de los coleccionistas eruditos recopiladores de todo lo que encontraban para engrosar sus colecciones privadas, que, posteriorm ente, m ostraban al público de la form a en que lo hizo el m arqués en sus palacios (C abré, 1922). En 1909 la Real A cadem ia de la H istoria le encargó un inform e sobre la valoración de los trabajos de B reuil y C artailhac sobre la cueva de A ltam ira, ya que en esos m om entos D. E nrique se interesaba seriam ente por la P rehistoria y el A rte Rupestre, desde el M useo de C iencias N aturales (A guilera, 1909a). Presentó inform es a la A cadem ia sobre los trabajos que C abré desarrollaba en la M ontaña E scrita de Peñalba (T eruel) y, m ás tarde, sobre las pinturas rupestres del D uratón (Segovia). A su incansable colaborador Juan C abré le había conocido en 1903 tras su descubrim ien­ to, aún siendo estudiante, de las pinturas de C alapatá (Teruel). Tam bién fue elegido m iem bro de la Real A cadem ia de la L engua, en 1913 e igualm ente fue nom brado para la de Bellas Artes de San Fernando (5) en 1917, aunque nunca llegó a ingresar (Cabré, 1922). Ya al final de su vida, fue m iem bro fundador de la Sociedad E spañola de Antropología, Etnología y Prehistoria, nacida en 1921 a l a som bra del M useo Antropológico. La institución a la que realm ente estuvo vinculado desde m uy pronto fue el M useo N acional de C iencias N aturales, quizás por antigua tradición fam iliar ya que su tío abuelo D on Fernando de A guilera y Contreras, XV M arqués de C erralbo, era desde 1821 Presidente de la Junta de Protección del M useo; cargo que en cierta m anera debía ser ejecutivo puesto que se conservan num erosos docum entos en los qu e se

(5)

Por Real Orden de 1777 ampliada por Real Orden de 11 de Enero de 1809 tenia encomendada la vigilancia de las obras que se realizasen de arquitectura, pintura o escultura en cualquier templo, plaza o paraje público.

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Magdalena Barril y M8 Luisa Cerdeño

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in fo rm ab a directam en te, y se pedía autorización a D on F ernando sobre distintos tem as (6). El M useo N acional de Ciencias N aturales fue, desde finales del siglo XIX y prim eras décadas del X X , un centro de investigación m uy dinám ico en torno al cual se agruparon una serie de investigadores que llegaron a form ar un buen equipo de trabajo interdisciplinar -el propio Cerralbo, el conde de la V ega de Sella, H ernández Pacheco, etc. (A guirre, 1985: 56)- en el que aunaban sus conocim ientos sobre geología, p aleontología y prehistoria, disciplinas que casi habían nacido unidas y que todavía m antenían una estrecha vinculación académ ica. Investigadores extranjeros, como B reuil y O berm aier, interesados en la Prehistoria y el A rte R upestre peninsular, estuvieron ligados a este centro. El dinam ism o de este M useo queda reflejado, una vez m ás, en el hecho d e que prom ociona y es sede social de la C om isión d e Investigaciones Paleontológicas y Prehistóricas, creada por Reales Ordenes de 1912 y 1913, y dependiendo de la Junta para A m pliación de E studios e Investigaciones C ientíficas, que desarrollaba su labor desde 1907 bajo la dirección de D. Santiago R am ón y Cajal. Esta Com isión, cuyo presid en te fue el m arqués hasta el año de su m uerte, com enzó'a publicar sus M em orias científicas en 1914, inaugurando la colección con un prim er tom o escrito por Cabré sobre E l A rte R upestre en España (Cabré, 1915), con un prólogo de Don E nrique donde re fle ja el pensam iento de la época, tan tradicional, que ha m erecido la crítica de los estu d io s fem inistas (D íaz-A ndreu y Sanz G allego, 1994). M ás adelante, las M em orias se desdoblarán en dos series, Serie Paleontológica y Serie Prehistórica, dada la p ro g resiv a especialización de estas disciplinas. E n el c am in o de la in stitu c io n a liz a c ió n y p ro fe sio n a liz a c ió n de la A rq u e o lo g ía , fue d e gran tran sce n d en c ia la p u b lic a c ió n d e la L ey d e E x c a v ac io n es d e 7 d e ju lio de 1911 y su R eg lam en to de 1 d e m a rz o d e 1912, en c u y a re d ac ció n p a rtic ip ó , ya qu e re gulaban quién p odía y en qué c o n d ic io n e s re aliz a r ex ca v ac io n es a rq u e o ló g ic a s y c re a b a la Ju n ta S u p erio r de E x c a v a c io n e s y A n tig ü ed a d es com o o rg a n is m o e n ca rg ad o de d ich a tarea. L os c a rg o s d ire c tiv o s deb ían se r o c u p ad o s p o r p e rs o n a s de re c o n o c id o p re stig io a ca d ém ico cia"

O " excavadores de reconocida em in en ­

(a rt. 28) y el m arq u és de C erralb o d e se m p e ñ ó el p u e sto d e v ic e p re sid e n te

h a s ta el a ñ o de su m u erte, qu ed an d o v acan te d u ra n te b a stan te tiem p o d e sp u é s; el

(6)

"Catálogo crítico de los documentos del Real Gabinete de Historia Natural 1816-1845”, Números 1-151-154156-157-158-160. Museo Nacional de Ciencias Naturales. Madrid.

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EL MARQUÉS DE CERRALBO: UN AFICIONADO ...

prim er p re sid e n te fu e A. G im eno, a n tig u o m in istro de In stru c ció n P ú b lic a y académ ico de la R A H .

Sus E x c a v a c io n e s A rq u e o ló g ic a s En el conjunto de la amplia dedicación de Cerralbo al m undo de la cultura, parece claro que su m ayor afición e interés se enfocaron al cam po de la Arqueología donde consiguió su m ayor reconocimiento científico. Después de la financiación de los trabajos en Ciempozuelos, la prim era actuación directa de D. Enrique fue en Torralba, yacim iento descubierto en 1888, de cuyas excavaciones se hizo cargo a partir de 1907. La publicación y difusión de los resultados fueron importantes puesto que contribuyeron al cam bio de mentalidad sobre los orígenes del hombre primitivo y su cultura en una sociedad en la que, como señala el profesor Aguirre, las ideas evolucionistas y las altas cronologías propuestas para los hom bres antiguos todavía eran miradas con recelo por las posibles contradicciones con el dogma. P or esas m ism as fechas, su atención se fija tam bién en otro período de la Prehistoria, la Edad del Hierro, a raíz de que C abré le m ostrase los dibujos de los m ateriales hallados en San Antonio de C alaceite (C abré y M orán, 1988:68). Inició sus trabajos de cam po en los alrededores de su finca d e Santa M aría de H uerta, am pliando sus intervenciones a toda la com arca del Alto Jalón sobre todo al sur del río, desde M edinaceli y Sigüenza hasta Hortezuela de O cén, descubriendo durante ellas m ás de una docena de necrópolis de incineración de época celtibérica (Junta, 1915-17) (7). Estas excavaciones, de acuerdo con la m etodología de la época, eran llevadas básicam ente por su capataz aunque el m arqués supervisaba los trabajos y pedía asesoram iento a C abré para las fotografías y la clasificación de los m ateriales (Cabré, 1917). N o podem os dejar de lam entar que los ricos e interesantes ajuares recuperados procedan de excavaciones poco sistem áticas y hayan sufrido diversos traslados y m anipulaciones, no siem pre cuidadosas, que obligan a considerar a la m ayoría d e las piezas fuera de contexto. Pero tam bién es cierto que si estos yacim ientos no hubieran sido descubiertos por una persona tan interesada en la A rqueología com o form a de conocer el pasado, quizás hubieran sido destruidos por las m odernas labores agrícolas y nunca los habríam os conocido.

(7)

En el Archivo Central del Ministerio de Educación y Ciencia en el General de la Administración de Alcalá de Henares, se conservan algunas de sus peticiones de excavación y los permisos para hacerlo en las cajas 1034 a 1036, pero no los informes que acompañaban a las primeras.

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Magdalena Barril y Ma Luisa Cerdeño

Cerralbo no dejó planos de las necrópolis, ni diarios m inuciosos de sus excavaciones, aunque sí se conservan, en los fondos del M useo A rqueológico Nacional m uchas etiquetas y notas m anuscritas explicando la num eración y contenido de las tum bas, en la m ayoría de los casos disociadas de los m ateriales correspondientes. A fortunadam ente, reflejó parte de los resultados de sus trabajos en diversas obras a través de las cuales podem os conocer algunos detalles sobre la disposición de las necrópolis, ritos allí practicados o interpretaciones sobre diferentes piezas y tam bién son de gran utilidad las inform aciones que sobre las actividades del m arqués proporcionan Juan C abré y otros autores com o B osch G im pera (Bosch G im pera, 1915). Entre sus libros debem os destacar E l Alto Jalón, inform e leído en 1909 (A guilera, 1909b), y su

"Páginas de la Historia Patria... "

(A guilera, 1911) que, adem ás de su

interés arqueológico, fue presentado al prem io M artorell de H istoria, q ue ganó en 1911 y que ha sido de gran utilidad para m uchos de nosotros, pues aunque no llegó a publicarse, existen copias, cedidas por el Patronato del M useo Cerralbo, que todos hem os podido m anejar. Entre sus trabajos más destacados, tam bién cabe citar las ponencias que presentó en el XIV C ongreso Internacional de A rqueología y A ntropo­ logía, celebrado en G inebra en 1912 por la repercusión que tuvieron en los foros europeos. En aquella ocasión, pronunció dos conferencias (A guilera, 1913a, 1913b) y exhibió m ateriales tanto de Torralba, al que consideraba el yacim iento m ás antiguo entonces conocido, com o de las necrópolis, que él denom inaba ibéricas, de A guilar de A nguita, L uzaga y A rcóbriga (Congrés..., 1913: 56). Con posterioridad, volvió a presentar am pliado el resultado e interpreta­ ción d e todos estos yacim ientos: sobre T orralba en el C ongreso de M adrid de la A sociación Española para el Progreso de las Ciencias, de la que era vicepresidente, en el de V alladolid sobre "Las necrópolis ibéricas" (A guilera, 1916) y en el de Sevilla, nunca publicado, sobre "La evolución cronológica dé la s espadas, lanzas, filetes y piezas de d o m a de los caballos". En el prólogo del últim o libro citado, el m arqués expone con verbo ardoroso los m otivos que le han llevado a estudiar una época de la historia de España, sin escritu ra para propagar los nom bres y las proezas de sus protagonistas, pensando que sería d e gran utilidad aunar los datos de los autores antiguos con los datos proporciona­ dos p o r las excavaciones arqueológicas: "para ios que vienen y van prosiguiendo hastael día la obra admirable de levantar el monumento grandioso de la portentosa historia de España, queda siempre en éste un largo, importante, interesantísimo período, cual si fuese el templo del arcano en cuyo frontón aparece escrito

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EL MARQUÉS DE CERRALBO: UN AFICIONADO ...

en los caracteres de las tinieblas: Proto-historia; nieblas que no lograrán se disipen sino con el azadón arqueológico, abriendo las anchas esclarecedoras vías de la Excavación"

(Aguilera, 1916: 9). Vem os

cómo em plea el térm ino "Protohistoria", que entonces em pezaba a utilizarse acuñado por la escuela francesa ya que siem pre_estuvo al tanto

de los trabajos de los

investigadores franceses, ingleses y alem anes, de la m ism a m anera que algunos de ellos, como Sandars o D échelette (Déchelette, 1912), utilizaron los m ateriales por él encon­ trados com o base de sus trabajos. Su adm iración por este últim o queda reflejada en el hecho de que bautiza con su nombre a una de las tum bas halladas en presencia del estudioso francés y en que hace m ención a su m uerte en com bate durante la Prim era Guerra M undial (A guilera, 1916: 21). M uchos de los m ateriales de la Edad del Hierro recogidos durante sus excavaciones fueron, de nuevo, objeto de atención pública al ser m ostradas en la Exposición de H ierros Españoles, organizada por la Sociedad de Am igos del Arte y dirigida por A rtiñano (1919: XV-XX, 3). El C atálogo correspondiente resum e su trabajo presentado al citado congreso de Sevilla, m ostrando gran preocupación por la clasifi­ cación y el orden cronológico en que debían ser expuestas las piezas. D esde finales del siglo XIX, las Exposiciones eran una forma usual de mostrar, por un lado los avances técnicos y por otro las obras artísticas y arqueológicas de las colecciones privadas ya que prestigiaban a sus poseedores y les otorgaban la categoría de eruditos (Barril, 1993a, 1993b). El m arqués ya antes había participado en otras exposiciones artísticas, preparadas por la Sociedad de Am igos del Arte y en ocasiones, las organizó en su palacio, com o una forma de comunicación social (Cabré y M oran, 1988).

La C o le c c ió n A r q u e o ló g ic a C e r r a l b o .

S u In s titu c io n a liz a c ió n

U no de los aspectos más positivos que podem os destacar en la figura de C erralbo es el concepto de utilidad pública que él concedía a los resultados de sus fructíferas investigaciones, m otivo que le im pulsó a ceder al Estado los m ateriales de su am plia colección arqueológica en la idea de que así podrían conservarse m ejor y ser contem plados por m ayor núm ero de personas. En la prim era carta oficial que escribe en 1914 al m inistro de Instrucción Pública proponiendo la donación, con destino a los M useos A rqueológico y de C iencias N aturales, de M adrid y duplicados a m useos provinciales, dice textualm ente:

"y com o a tal empresa no me impulsaron otros m óviles que mi

deseo por servir a mi Patria y a la ciencia; y com o para lograrlo no hay nada más evidente y práctico com o el más fructuoso m agisterio sino exponer en los M useos públicos las grandes novedades científicas, com o las valiosísim as riquezas arqueológicas... he resuelto hacer donación a mi Patria".

521

Magdalena Barril y Ma Luisa Cerdeño

Con anterioridad, ya había m antenido contactos con la Adm inistración pues en 1912 D. Rodrigo A m ador de los Ríos, director del M useo A rqueológico N acional (ver apéndice), solicitó al M inisterio locales para exponer los fondos que el m arqués tenía pensado ceder y quejándose de la falta de espacio. U n año después, envía el presupuesto y los planos de la posible ubicación de las salas, realizados por el arquitecto conservador del Palacio de Bibliotecas y M useos. En la m encionada carta oficial de 1914, aparte de la exposición de los desinteresados m otivos q ue le m ueven a la donación, exige tam bién una serie de condiciones, algunas de las cuales tienen especial interés. En la prim era desea que se le destinen las salas necesarias con su nom bre. La segunda impide que sus m ateriales sean vendidos, donados o intercam biados con piezas d e otros m useos, costum bre entonces corriente entre dichas instituciones. La tercera y la cuarta hacen referencia a que los objetos los instalará él m ism o según sus clasificaciones, aunque podría adm itir modificaciones de los directores de los centros. Las condiciones quinta a séptim a se refieren a la posibilidad de llevarse objetos a las exposiciones o congresos que considere oportunos, siem pre con el com p rom iso de reintegrarlos. Seguram ente hace estas propuesta ante la norm ativa de las R eales Órdenes de 19 de A gosto de 1901 y de 14 de m ayo de 1907 que prohibía la salida de m ateriales de los m useos salvo casos excepcionales. Las restantes condiciones señalan q u e todos los gastos de reparaciones, lim pieza, conservación o transporte serán a co sta del Estado y que no se le exigirán los gastos de transm isión puesto que cede su colección graciosam ente. Se conserva el inform e de Rodrigo A m ador de los R íos al m inistro señalando el gran interés que la colección tiene para el m useo, aunque cree que algunas de las condiciones pueden m atizarse. Estas objeciones son relevantes a nivel institucional, ya que reflejan el espíritu del R eglam ento de M useos de 29 de noviem bre de 1901, en p articular la que señala que debe figurar el nom bre de quien ordene las colecciones para e xim ir de responsabilidad al director del m useo (art. 6) ante el público y la que se refiere al control de los m ateriales ya que según el Reglam ento d e excavaciones de 1912 (art. 20), los coleccionistas deben tener sus m ateriales inventariados. En una Real Orden de 1915 el M inisterio acepta la donación y las c o ndiciones propuestas y, dado que Cerralbo urge al traslado de las piezas desde su casa de S anta M aría de Huerta, el director le propone utilizar provisionalm ente unas vitrinas ya existentes en el m useo a lo que el m arqués se opone porque permanente lo que se ha pensado comenzase como provisional".

"en España suele quedar en

A pesar de ello, sabem os que

A m ador d e los Ríos prepara tres salas al efecto, pero la prim era guía que describe la

522

EL MARQUÉS DE CERRALBO: UN AFICIONADO ..

colección es la de Pierre Paris, quien conocía la colección en casa del M arqués (Paris, 1936: 29-44). É ste hace grandes elogios de la m ism a, aún lam entando que esté en un pasillo de poca relevancia y sólo una pequeña parte. Ello es debido a que los prim eros m ateriales de la colección entraron en 1926, aunque en las guías anteriores se m enciona el espacio de la sala X IX preparado para recibirla (M useo A rqueológico N acional, 1917; Á lvarez O ssorio, 1929). En febrero de 1931 una R.O. reorganiza el M A N, entre otras razones, porque hay que dar cabida a las colecciones arqueológicas de Siret y C erralbo. El resto de la colección Cerralbo no ingresa en el M useo Arqueológico hasta 1940, pero los materiales llegan sin inventariar tal y como se indica en la propia Acta de entrega:

"no habiendo podido inventariar los que contienen los cajones, por la multitud y variedad de ellos y

por el estado especial en que se encuentra la casa del Museo Cerralbo, donde se guardaban tales objetos" ( 8 ) .

D urante la guerra civil el M useo A rqueológico había sido desm antelado y es en la guía de las nuevas instalaciones de 1954 con D. Joaquín M a de N avascués como director, donde se ofrece una larga lista de todos los yacim ientos de la colección C erralbo que, según se dice perm anece em balada a excepción de unas pocas piezas, com o unos broches de cinturón y Torralba, y a la espera de que pudiera exhibirse en una de las salas de la p rim era planta, en esos m om entos ocupada por el M useo de A m érica (M useo A rqueológico N acional, 1954: 31, 154, 177). A sí continuaron hasta la década de los años setenta cuando el nuevo director del M useo, D. M artín A lm agro, inició las obras de rem odelación del centro, m om ento en que se em pezó a desem balar la colección y se com enzó a ordenar e inventariar, haciendo estudios parciales sobre ella (Argente, 1977, Cerdeño, 1976 y 1978). Com o ya dijim os líneas atrás, la form a en que fueron excavadas la m ayoría de las necrópolis pero, sobre todo, los num erosos traslados y em paquetados que posteriorm ente sufrieron los m ateriales ha hecho que cuando llegaron a nuestras m anos se hallasen en un estado de bastante desorden. En la m ayoría de los casos, las cerám icas habían sido separadas del resto de las piezas del ajuar que se conservaban teóricam ente respetando el contexto original; sin em bargo, la m ayoría de los adornos de

(8)

En su último testamento de 30 de junio de 1922, ampliado el 17 de agosto tras comprar a la marquesa de Villahuerta su parte de palacio, en la claúsula 37, el marqués legó los objetos que había sacado de sus excavaciones al Museo Arqueológico Nacional, imponiendo unas condiciones ya indicadas en la carta de 1914. Su palacio de la calle Ventura Rodríguez lo lega al Estado para que se constituya un Patronato y conserve su colección artística y etnográfica y algunas piezas arqueológicas (las de lllora, procedentes de excavaciones de Cabré y algunos vasos griegos). También lega diez mil ducados para instituir premios en las Reales Academias. Por RR.OO. de 10 de abril y 24 de septiembre de 1924, el Estado español aceptó el legado. PorO.M. de 22 de marzo de 1934 se constituyó el Patronato Rector del Museo Cerralbo con Juan Cabré como director.

523

Magdalena Barril y M* Luisa Cerdeño

bronce se hallaban colocados sobre los cartones, posiblem ente desde época del m arqués, y a veces era difícil determ inar cuántos de ellos pertenecían al m ismo yacim iento m ientras que en otras ocasiones, la presencia de num erosísim as piezas de una m ism a tipología, por ejem plo fusayolas, dentro de una m ism a caja con el nom bre de una sola necrópolis nos hacía pensar en una selección previa de los objetos ya que era evidente que tales piezas no podían pertenecer a la m isma sepultura. A pesar de todos los inconvenientes, que creem os im piden considerar a estos m ateriales com o pertene­ cientes a conjuntos cerrados, sí es cierto que gracias a esta colección podem os conocer la variedad y riqueza de gran parte de la cultura m aterial de los pueblos celtibéricos. A nalizando la trayectoria vital y cultural del m arqués de C erralbo pensam os que la valoración debe ser positiva pues, teniendo en cuenta la época en que vivió, m ostró un gran interés y una cierta visión de futuro respecto al valor y al papel que el registro arqueológico debía ju g ar en el contexto social, com o dem uestra el hecho de donar todas sus colecciones al Estado para que fueran de dom inio público. E m pezan­ do por se r sólo un m ecenas y coleccionista de objetos antiguos, pronto supo com prender el valor científico de todos sus hallazgos y a su estudio dedicó gran parte de sus esfuerzos aceptando y valorando con prontitud las nuevas norm as que iban dictándose, som etién­ dose rápidam ente a la Ley de Excavaciones de 1911 que exigía la presencia de un profesional de la arqueología al frente de las excavaciones arqueológicas.

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EL MARQUÉS DE CERRALBO: UN AFICIONADO ..

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A

p é n d ic e :

E xtracto de los docum entos que se conservan en el M AN relativos a la colección del M arqués del M arqués de Cerralbo y su donación. 1912/64 Madrid 8 de julio de 1912. Al Excmo. Sr. Subsecretario de Instrucción Pública y Bellas Artes: Petición de local para instalar adecuadamente la colección de antigüedades del Marqués, procedentes de sus excavaciones en el Alto Jalón. 1913/13. A la Subsecretaría de Instrucción Pública y Bellas Artes: solicitando recursos y presentando presupuestos para instalar la colección de Antigüedades Ibéricas donada al Estado por Cerralbo. Fdo.: Rodrigo Amador de los Ríos, director del MAN. 1914/53 Madrid, 11 de julio de 1914. Al Excmo. Sr. Ministro de Instrucción Pública y Bellas Artes: Donación condicional del Marqués de Cerralbo de su colección arqueológica. Firmada: Marqués de Cerralbo. Decreto marginal: pasar el documento a informe del Director del Museo Arqueológico Nacional. Fdo.: Subsecretario J. Silvela. 29 d eju liod e 1914. Informe del Director del M useo Arqueológico Nacional: Conformidad, salvando que e sas condiciones no serán válidas para herederos ni representantes. Fdo.: El Director. 1915/15 Madrid, 29 de Febrero de 1915. Real Orden del Ministerio de Instrucción Pública aceptando la donación que de sus colecciones hace el Excmo. Sr. Marqués de Cerralbo. Madrid, 6 de Marzo de 1915. Carta del marqués de Cerralbo al Director del Museo Arqueológico para que agilice el cumplimiento de la Orden Madrid, 6 de Marzo. Al Excmo. Ministro de Instrucción Pública. Peticiónde medios para la translación, supervisión de embalaje e instalación de los materiales. Fdo.: El director del Museo Arqueológico.

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EL MARQUÉS DE CERRALBO: UN AFICIONADO ... Madrid, 6 de Marzo. Al Sr. Marqués de Cerralbo comunicándole las gestiones y proponiendo una instalación provisional. Ftío.: El director del Museo Arqueológico. Madrid, 11 de Marzo. Al Sr. Director del M useo rechazando la provisionalidad. Fdo.: El Marqués

(je Cerralbo. Madrid, 7 de Mayo. Al Excmo. Ministro de Instrucción Pública recordando y urgiendo conteste a la petición de 6 de marzo. Fdo.: El director del Museo Arqueológico. 1926/60 25 de enero de 1926. Entrega que hace al Museo la Testamentaría del Excm o. Sr. Marqués de Cerralbo, según la cláusula 37 del testamento, de los objetos encontrados en sus excavaciones para que sean expuestos según voluntad del donante en la Sala que se le dedicará y que se encuentran inventariados en el catálogo especial, que comprenden desde el número 2629 al 2942 del yacimiento del paleolítico inferior de Torralba y desde el 2943 al 2952 del yacimiento denominado "Prado de Gimeu" del término municipal de Ambrona (Soria). Recibí: José Ramón Mélida. 1932/81 30 de junio de 1932. Compra porel M useo al Sr. Marqués de Cerralbo de diferentes entalles (se trata del heredero del ilustre donante). 1940/27 Madrid, 3 de abril de 1940.- Carta al limo. Sr. Director del Museo Arqueológico Nacional informando de que en los sótanos del Museo Cerralbo existen cajones llenos de objetos producto de las excavaciones del Marqués de Cerralbo y en los pisos 2° y 3” objetos en las habitaciones en la m isma forma en que los dejó el Marqués y solicitando que se recogan y trasladen al MAN tal y com o el Marqués deseó. Fdo.: María de Cardona (directora del Museo Cerralbo). Madrid, 10 de abril de 1940.- Recibo de la recepción de los objetos que faltaban por entrega de acuerdo con la claúsula 37 del testamento del Marqués de Cerralbo. Fdo.: el Director del Museo Arqueológico Nacional. Madrid, 20 de abril de 1940.- Copia de la carta a Dfia. María Cardona, adjuntando el Acta de entrega de los objetos al MAN para que se firmen. (Fdo.: Blas Taracena). Acta de entrega anulada por la recepción de 103 cajas, de 13 de abril de 1940. Madrid, 20 de abril de 1940.- Carta a D. Blas Taracena, indicando una pequeña enm ienda en la redacción del Acá de recepción. Fdo.: María de Cardona. Madrid, 13 de abril de 1940.- Acta definitiva de entrega y recepción de las varias piezas que faltaban por entregar de la colección del Marqués de Cerralbo al Museo Arqueológico N acional. Se trata de ciento doce cajas y treinta y cuatro piedras de molino. Fdo.: por el Museo Arqueológico Nacional: el Excm o. Conde de Casal y el lim o. D. Blas de Taracena, Presidente y secretario del Patronato del Museo Arqueológico Nacional; por el M useo Cerralbo: Dña. María de Cardona y el actual Marqués de Cerralbo. Madrid, 17 de Mayo de 1940.- Copia de la carta al Excmo. Sr. D. Manuel Escri vá de Romaní, Conde de Casal indicando que debido a que el Museo Cerralbo había enviado un nuevo lote de cajas le enviaban el duplicado del acta nueva de recepción para su firma. (Fdo.: El director del MAN) Madrid, 28 de Mayo de 1940.- Copia de la carta a Mana Cardona enviando copias del Acta modificada para recoger las firmas que faltan. (Fdo.: el Director del MAN) - Notas manuscritas, sin firmar ni fechar, de D. Martín Almagro: "Entre los papeles pertenecientes a la colección Siret, ha aparecido una relación nominal de los yacim ientos excavados por el Marqués de Cerralbo y otra de los excavados por el Sr. Cabré" "Podemos dar com o referencia complementaria de cuanto hemos informado la situación de los fondos de la colección Cerralbo conforme se hallaban antes de la reorganización de los alm acenes. Las cerámicas estaban separadas de los objetos con los cuales se habían hallado y la unidad de las tumbas quedaba totalmente incierta pues los objetos de metal habían ido a parar según los yacimientos a los siguientes cajones o paños de unos grandes muebles de la siguiente manera: (aquí una relación que no creem os necesario transcribir)". "También se halla en el Museo una relación escueta de los yacimientos excavados por el Marqués sin concretar ni fechas ni carácter de los hallazgos" (relación que recoge Argente (Argente 1977). "al pricipio se siglaron los objetos de la colección Cerralbo con el 2 7 /1940 y posteriormente al revés 1940/27/..."

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A rqueólogos, H

is t o r ia d o r e s ,

E s c r it o r e s y P e r io d is t a s

Femando García Rodríguez (*)

L a filosofía idealista va a influir en el posicionam iento que el siglo XIX va a tener sobre el arte y su conocim iento. El antagonism o que va a surgir entre ideas y hechos va a propiciar que las m entes realistas se ocupen sólo de los hechos en sí, al principio para m ejor encontrar la relación entre éstos y las ideas, pero luego incluso para liberarse d e las ideas m ismas. A sí nació el m étodo filológico de la historia que obtuvo pronto un gran desarrollo e influencia (1). Filólogos, arqueólogos y conocedores, apartados del idealismo, continua­ ron dedicando sus esfuerzos al arte del pasado y menospreciando u olvidando el arte moderno, ya fuera porque estuviesen convencidos de la nulidad de éste, ya porque su oficio filológico y cognoscitivo veía únicamente problem as para resolver en el arte del pasado. El espíritu de la época desde la vertiente de la historia del arte, incide en las actuaciones que se toman para la catalogación y conservación de nuestro patrim onio al que se denom inó artístico y arqueológico. Siem pre nos ha sorprendido que Gaya Ñ uño, tan buen conocedor de la crítica de arte de estos iniciales m om entos, cargue el fracasado intento de realización del Catálogo M onum ental de España, entre otras causas, a la intervención en su realización de M élida que recibe el encargo de catalogar las provincias de Cáceres y Badajoz:

"¿Qué exactitud podía exigirse en la catalogación de una pintura

a don José Ramón Mélida. personalidad eminente, pero cuya especialización en arqueología no podía compartirse con otras muy diferentes?"

(Gaya Ñ uño, 1975: 218).

Un catálogo, o su realización, no es el m om ento m ás propicio para valoraciones, ya que se pide exactitud en las atribuciones, determ inar en lo posible la paternidad de las obras de arte, su cronología, todo ello siem pre que sea posible, y en este terreno el m étodo filológico iniciado por Jahn en 1850, y continuado por Brunn, F urtw ángler, los dos Urlichs, Sellers, Strong, M unzer y Kalkmann (1898) p or circuns­ cribim os a estas fechas, hacum plido con estos objetivos. Este trabajo, sin em bargo, para los historiadores del arte no podía ser sino secundario y m arginal: las principales fuentes

(*) (1)

Facultad de Ciencias de la Información. Universidad Complutense de Madrid. Una vez hechos los inevitables alardes de erudición de la época, la descripción de la estatua, nos muestra el conocimiento que tiene el autor del arte griego y de sus preceptos estéticos y del método de investigación vigente (artículo sobre "La estatua de Apolo descubierta en Cádiz’ de El Liberal, Barcelona, lunes, 2 de octubre de 1905).

529

Femando García Rodríguez

de que tenían que hacer la crítica filológica eran las obras de arte y para tales fuentes la contribución de los historiadores era lim itada o nula. Los críticos filológicos para analizar una fuente, la habían descom puesto en sus diversos elem entos. D e la misma m anera, los historiadores del arte de tendencia filológica descom pusieron las obras de arte sobre la base de unos determ inados esquem as. Entre los filólogos existía a m enudo un sincero entusiasm o con el arte incluso había quien poseía cierta capacidad artística que se plasm aba m ediante dibujos o pinturas (D iario Universal, M adrid, 6 de enero de 1904). Este conocim iento del dibujo lo observam os en José Ram ón M élida en la crítica a la Exposición de Jim énez Aranda ( 2 ) : « la antigua enseñanza académica amaneró el dibujo e hizo decaer esta cualidad en nuestros

artistas, y

que las tendencias coloristas han sido causa de que sea desatendida tan útil práctica. Su restauración se debe al realism o, y el mérito de D. José Jiménez Aranda es haber conseguido su condición de dibujante por medio del estudio directo del natural, a pesar de proceder él de la escuela sevillana, que nunca se distinguió por esa cualidad. El dibujo de nuestro artista era, según demuestran sus obras, firme, correcto, sincero, espiritual. Con el lápiz lo decía todo, recorriendo la escala de las ideas, lo épico, lo trágico, lo distinguido, lo vulgar, lo jo coso" .

E sta capacidad técnica, necesaria en la labor del arqueólogo, es resaltada por

F rancisco A lcántara en su artículo de E l Im parcial de M adrid, el jueves 10 de agosto de 1905 (ver tam bién sus artículos publicados en 1921 en E l Sol sobre "Exposición de Arte P rehistórico" y "Guía del principiante de pintor en la Exposición de A rte Prehistórico" del sábado 28, dom ingo 2 9 y m a rte s3 1 de m ayo de 1921):

"cuando asiste al arqueólogo en sus

descubrimientos e investigaciones el arte del dibujo, cuando ve las formas y colores com o pintor, escultor y artífice"

la arqueología se transform a en algo vi vo. "Aunque el salvador afán de goces tiene siempre

despierta la imaginación inventora, que no cesa de crear medios al emcumbramiento humano, son tantas las leccion es que a ese fin nos da la historia, que el arqueólogo dice a lo mejor, después de estudiar un momento, un m ueble o utensilio desconocidos: N os creemos más perfectos, nos envanecen los productos de la actual cultura, y hace miles o cientos de años se trabajaban mejor tales y cuales productos,estimábase más la belleza, sabíase más que hoy en determinados órdenes. Aprendamos. Esto aparte de las renovaciones estéticas, de los enfervorizamientos artísticos que provocan los íntimos contactos con el alma antigua. El arqueólogo artista sabe hallar la vida bajo espesas capas de herrumbre y olvido. D e estos es González Simancas (3). Artista, h ízole arqueólogo el estudio de los monumentos toledanos".

M ás adelante dirá que los hallazgos

arqueológicos, los m onum entos artísticos, una vez pasada la época rom ántica de la

(2)

(3)

José Ramón Mélida lleva la sección "La quincena artística" en El Correo, diario de Madrid, donde ejerce la critica de arte y arqueología. A título de ejemplo, y de la amplitud de los temas tratados véase Mélida (artículos en El Correo "El Velázquez del Museo de Boston. Retrato del Rey (Garnelo: Alfonso XIII). Exposición Sancha Lengo", el 18 de abril de 1905, y "La Basílica visigoda de San Juan de Baños" de El Correo, 6 de junio de 1907). En octubre de 1906 se ocupa de la colección del Museo de Numancia, artículo que es considerado de interés y reproducido por La Época ("El Museo Numantino" de miércoles, 24 de Octubre de 1906 en El Correo). A González Simancas, arqueólogo, por nombramiento del señor de la Cierva, se le confía el catálogo de la provincia de Murcia.

530

ARQUEÓLOGOS, HISTORIADORES, ESCRITORES Y PERIODISTAS

arqueología libresca m ás declam atoria que positiva y útil líricas, devoción austera, intérpretes infatigables y astutos". El

"piden hoy en vez de explosiones

arqueólogo artista sabe hallar la vida

bajo espesas capas de tiempo. La crítica filológica del arte fia dem ostrado sus m ejores cualidades en la investigación de lo individual y concreto (García Rodríguez, 1982). El catálogo comentado referido a un artista ha sido la obra m aestra de esta tendencia crítica. Sin em bargo resulta obvio que nadie puede ser conocedor del arte de todas las épocas y países quedando, por tanto, un segundo paso, el del conocedor para com pletar este inicial aspecto. N o es ocioso señalar que la prensa, bajo el subtítulo de "A rqueología", y siem pre en las páginas o secciones de "A rte y Artistas", coloca un epígrafe muy significativo de lo que venim os señalando: Archiveros y arqueólogos. P or ejem plo, el 16 de febrero de 1911 se lee:

"Arqueología. Archiveros y arqueólogos: el ministro de Instrucción

Pública ha dispuesto en vista de los excelentes resultados obtenidos hasta la fecha para la Arqueología patria, que continúen las excavaciones practicadas en las ruinas de Nuinancia, en Termes, en Mérida y en las ruinas de Itálica, que respectivamente se practican bajo la dirección de los señores Mélida, Sentenach y Amador de los Ríos"

(La Vanguardia. Sección: H oja Artística. Barcelona, 16 de febrero de 1911). En una conferencia que desarrolla en 1921 en la U niversidad lusitana, don

Pedro B osch G im pera, catedrático de la Universidad de Barcelona es presentado com o historiador y arqueólogo, cam pos en los que viene desarrollando una brillante labor. El profesor Bosch G im pera establece los supuestos básicos m etodológicos en la investi­ gación y dice arqueología".

"que para conocer el lejano pasado de la Península es preciso recurrir a la filología y a la

Estas dos m etodologías de análisis aplicadas a los hallazgos realizados le

perm iten ensayar una síntesis de los resultados obtenidos. La arqueología confirm a brillantem ente las líneas generales de esta distribución y facilita elem entos para el establecim iento de filiaciones y conexiones ("A rte Ibérico: U na conferencia", La Vanguardia, B arcelona, viernes, 21 de enero de 1921). Bosch G im pera com enta los descubrim ientos polém icos de Glozel en una conferencia que es recogida por E l Sol, M adrid, D om ingo, 1 de Enero de 1928: "Lo que dice B osch G im pera d e los hallazgos de G lozel".

"Bosch Gimpera ha dado una conferencia sobre los hallazgos arqueológicos que han tenido

lugar en G lozel (cerca de Vichy). Se encontraron en unas excavaciones unas tabletas de arcilla con un alfabeto independiente de los que hasta la fecha había registrado la Prehistoria. Ese descubrimiento ha conm ocionado al mundo científico y ha dado origen a controversias, ya que de ser cierto esto, se modificaría esencialm ente el fundamento de toda la arqueología y la Prehistoria. Se ha nombrado una comisión de investigación a la que pertenece el conferenciante. La comisión dictaminó que Glozel es una falsedad: esto ha producido que la prensa francesa arremeta contra ellos".

Juan Güell califica a la arqueología com o

"el alma viviente de lo pasado, la

verdad de la historia, el símbolo de las creencias, costumbres y modo de ser de los venerados antecesores, y

531

Femando García Rodríguez uno de los m edios indispensables para el estudio de las razas, de las naciones y de la humanidad". A s í

escribe en su artículo publicado en La Vanguardia, Barcelona, 8 de octubre de

1904

M élida es un arqueólogo, pero esta inicial afirm ación no excluye que pueda considerársele com o un conocedor de parcelas muy im portantes del arte español S us trabajos arqueológicos no excluyen los estudios y análisis artísticos, m uchos de ellos inicialm ente desveladores en cam pos no trabajados. Una crítica de principios de siglo sobre el recientem ente fallecido José Jim énez A randa, publicada en E l Correo de M adrid, el 17 de junio de 1903, nos m uestra una faceta poco conocida de M élida: la de crítico. Sus ju icio s críticos, de los que podem os discrepar, son precisos, razonados, y nos m uestran su conocim iento del dibujo, las predilecciones y tendencias de la época y las suyas propias que van hacia un tipo de belleza objetivista que llam am os clásica. La situación del problem a de la arqueología en España es abordado por José R am ón M élida de una m anera continuada y a través de su propia actividad de arqueólogo, de teórico en conferencias y de participación en las instituciones sociales y políticas. Félix de M ontem ar (pseudónim o), en la introducción que hace a la crónica del ciclo de conferencias que viene desarrollando M élida en el A teneo, hace una descripción del panoram a que presenta el conocim iento de nuestro pasado artístico y arqueológico y refiere el panoram a que presenta la actuación de los profesionales que se enfrentan a la ingente tarea de catalogar las obras artísticas y arqueológicas: "No cabe dudar que en lo referente a las riquezas artísticas de E spaña pocas fuentes de conoci­ m iento teníam os hasta hace poco... y esa obra, que era labor de patriotism o y cultura, es la qu e m odernam ente se viene acom etiendo por unos pocos". A sí en lo que se refiere a nuestros tesoros de arte pictórico, com o en cuanto atañe a las obras escultóricas y aún a las arquitectónicas, ni se había escrito respecto de ellas cuanto se debía, ni lo que se había publicado era digno en absoluto y en general de consideración, ni menos im posible d e ampliar. Cabía com pletarlo y rectificarlo en los puntos incom pletos o dudosos. D espués deesta introducción el cronista destaca a "Mélida-director denuestroM useo de Reproducciones Artísticas- que en la cátedra del Ateneo de Madrid viene explicando sobre estas materias".

Del texto del com entarista se desprenden los siguientes aspectos:

"es un curso sobre los

orígenes de la Escultura española, desde los orígenes más remotos; dedica las primeras lecciones del curso a exponer los orígenes de la escultura española indicando los primeros esbozos del arte en nuestra Península por los íberos y sus relaciones con otras culturas y señala las influencias de los diversos colonizadores; muestra los primeros esbozos del arte figurativo en nuestra Península en los ídolos de esquisto y de pizarra hallados con las hachas de piedra pulimentada en Andalucía, Extremadura y Portugal, obras a lo que parecen, de los íberos y que ofrecen cierta semejanza con otras descubiertas en Oriente, en la colina de Hissarlik, donde subsisten los restos de Troya. Ocupóse después de las reminiscencias egipcias, caldeo-asirías, cartaginesas,

532

ARQUEÓLOGOS, HISTORIADORES, ESCRITORES Y PERIODISTAS griegas, arcaicas y clásicas, que se advierten en muchas de nuestras esculturas de piedra y aún de mármol y en no pocas figuras de bronce, recogidas en el Mediodía de España y en nuestra costa de Levante; e igualmente se ha ocupado el joven profesor de las manifestaciones del arte nacional nacidas de las corrientes orientales y griegas: com o el magnífico busto de Elche, que hoy es del M useo del Louvre, a las esculturas del Cerro de los Ángeles y a otras de análogo estilo arcaico. Son muestráTde las primeras manifestaciones del arte hispano, distintas y ya regionales del periodo histórico ante-romano".

El artículo va ilustrado con dibujos a línea de cinco esculturas clásicas: "Flora", bronce de "Tannara" (Palencia); la V enus del M useo de Zaragoza; "Hércules" bronce palentino de Tannara; fragm ento de un grupo en m árm ol de Itálica y estatua de "Diana", de Itálica (en el em pleo del huecograbado se disputan la prim acía el A B C de M adrid y La Vanguardia de Barcelona aproxim adam ente dos años después); las m anifestaciones clásicas, o con influencias clásicas, centran lo fundam ental del análisis. El periodo rom ano ofrece m ás cam po a las investigaciones por la cantidad de m anifes­ taciones que se conservan y atribuye a este m om ento cultural la estético",

en España, frente a la diversidad cultural anterior:

"unidad nacional en el gusto

"detúvose el distinguido maestro

exponiendo los orígenes del arte romano formado por las enseñanzas del incomparable clasicism o griego y de la tendencia «al realismo rom ano».

Y añade el periodista:

"hizo un examen de los tipos mitológicos,

que detalló y clasificó técnicamente, por métodos hasta ahora por nadie usados ni aún intentados y con originalidad plausible y manifiesta. Estableció las escuelas principales de ese arte nuestro: Tarraconense, en la que predominaba la buena tradición helénica, con la afición a los modelos áticos, especialmente praxitelianos; Italicense, representada por los mármoles de Itálica. El carácter de esta escuela es grecoromano, habiendo estatuas, com o la de 'Diana', últimamente descubierta, que recuerda la de Scopas, y otras en laque se determina un estilo muy semejante al pompeyano; Emeritense, a laque pertenecen varias estatuas de la colección del marqués de Monsalud, la descubiertas hace p oco en Mérida y las que se conservan en los museos de Extremadura y en el Arqueológica Nacional. Distínguense estas estatuas por el carácter pintoresco que gusta dar mucho efecto de clarooscuro a los paños, cabel leras, etc., etc. Clasificó el joven maestro las obras de mármol en primer término; luego las de bronce, plata y barro, señalando el origen griego de unas y el puramente romano de otras. Examinó los relieves alegóricos ele los sarcófagos de mármol en los que predomina la tendencia pintoresca ya mencionada, y presento notables cabezas com o demostración del acierto que alcanzaron los romanos en la ejecución del retrato en que llegaron al naturalismo"

(M ontem ar, 1904,

"La escultura española", D iario U niversal, M adrid, 6 de enero de 1904). D e los varios escritos realizados por M élida sobre N um ancia destacam os el publicado en E l Correo y que incluye íntegro La Época. En él, M élida hace una revisión de la situación en que se encuentran las excavaciones en un m om ento tan tem prano de las m ism as com o es el año 1906; analiza los objetos hallados hasta la fecha que em piezan a constituir la base de lo que será en 1919 el m useo num antino (Palacio 1919 "La inauguración del M useo Num antino", A B C en Soria, 15 de septiem bre de 1919). D e la cultura prehistórica resalta el descubrim iento de un vaso

"en el que desde luego

se advierte, por lo tosco de su pasta, negra, pulida desigualmente y lo imperfecto de su forma, que fue hecho

533

Femando Garda Rodríguez sin rueda, a mano. N o se había encontrado hasta ahora en España pieza cerámica alguna semejante, y ninguna prehistórica de tanto interés, pudiéndose asegurar, por lo tanto, que es un vaso único". O tras

dos piezas notables

T am bién destaca

"Una es una copa que recuerda las griegas y etruscas de alto pie, con dos asas

ligeras molduras y adornos geométricos rectilíneos. El otro vaso es un jarro de la típica forma griega de ’aenochoe', con la boca trebolada, y decorado con unos peces pintados de blanco".

El lenguaje utilizado

en el artículo es claro y conciso pensado para un público erudito que quiere estar inform ado culturalm ente pero que no es especialista en la m ateria, todo ello sin m enospreciar la rigurosidad de un profesor de arqueología. Junto a N um ancia, T erm es:

"Varias veces los excavadores de Numancia, entre los

cuales tengo la honra de contarme, nos sentimos (entado:> de visitar esas ruinas, cercanas a las de Numancia, y con las que pensábamos hallar analogías elocuentes... las dificultades que ofrecía la expedición nos hizo aplazarla".

Su gran vocación de divulgador y de arqueólogo se unen en este artículo, así

com o el entusiasm o que siente por la gesta de aquellos antepasados, lugar al que califica de

"rico filón arqueológico, que pide larga y detenida explotación"

se va aclarando

y

"patrio solar de los arevacos",

donde

"una página histórica que se relaciona íntimamente con las de las guerras ibéricas y

numantina, que Apiano Alejandrino narró, señalando la condición heroica de nuestros antepasados"

(M élida "Term es", D iario Universal, M adrid, M artes, 8 de febrero de 1910). E sta preocupación de salvar los restos del pasado (ver artículo de M élida sobre «N uestra riqueza artística m uerta» de AfiC, M adrid, Viernes, 1 de m arzo de 1907), ju n to a su deseo de darlos a conocer a los especialistas y al público en general, ha sido una c o n stan te. Por ejem plo Sánchez E stevan com enta en 1909 en "E studios arqueólogicos" del D iario U niversal, M adrid, Lunes, 15 de M arzo de 1909) la publicación de dos nuevos folletos sobre arqueología, E xcavaciones de N um ancia y La escultura hispano cristiana de los p rim eros siglos de la Era. Junto al elogio de esta reseña, la crítica sin fisuras en A rtigas A rpón en su artículo de 1914 titulado "C osas de E spaña. A rqueólogos de pan llevar. ¡M élida!", publicado en E l R adical de M adrid, jueves, 23 de abril de 1914. Es muy difícil dar a conocer, en tan breve espacio, el entusiasm o que suscita la arqueología en estos años. A ello contribuye el constante goteo d e noticias sobre nuevos descubrim ientos, la proxim idad del trabajo y la personalidad de los arqueólogos. El final de este brillante periodo quedaría, representativam ente, rem atado por la llegada a España de Howard Cárter. El O riente próxim o (4) ha tenido un atractivo y una presencia constante en las páginas de los periódicos, añádase Egipto, el sensacio-

(4)

Estamos finalizando un articulo sobre la visión de nuestros viajeros al Próximo Oriente en la prensa de principios del siglo XX.

534

ARQUEÓLOGOS, HISTORIADORES, ESCRITORES Y PERIODISTAS

nal descubrim iento de la tum ba de T ut-anj-A m en y la presencia de su descubridor en M adrid y nos harem os una ¡dea de lo que esto fue en los m edios culturales (ver por ejem plo Villaseca, artículos A B C titulados "M ister H oward C árter habla d e su fam oso descubrim iento de la tum ba de Tut-anj-A m en" y "M ister How ard C árter habla de su fam oso descubrim iento de la tum ba de Tut-anj-A m en, con el elocuente subtítulo La buena casa de un m uerto" de M adrid, Sábado, 29 de noviem bre de 1924 y 5 de diciem bre de 1924 respectivam ente). La conferencia se da en la R esidencia de E studiantes ("C onferencia interesante. La tum ba de T utankam en", La Libertad, M adrid, m artes, 25 de noviem bre de 1924):

"Entre la concurrencia -constituida principalmente por señoras

figuraban académicos, catedráticos

y

y señoritas-

personalidades científicas: nuncio de Su Santidad, embajador de

Inglaterra. Pierre París, Sarrailh, condes de Gimeno, de Altea

y de Calleja, marqués de Torres de Mendoza,

Sres. G óm ez Moreno, García Morente, Ortega Gasset, Hernández Pacheco, Silvela (D . Jorge), Cossío, Mélida, Benlliure (don Mariano), D ’Ors, Besteiro, Recaséns, Vera, Vegué y muchas más"

("El descubri­

m iento de la T um ba de Tut-anj-A m en, y su descubridor". A BC , M adrid, m artes, 25 de noviem bre de 1924). Es tal el entusiasm o y tan grande la concurrencia que al final de la reseña el A B C inserta esta nota:

"En la imposibilidad de dar entrada en el local de la Residencia

a las innumerables personas que solicitan oir la segunda conferencia de Mr. Cárter sobre la tumba de Tut-anjAm en, el Comité hispano-inglés ha decidido que esta tenga lugar en el teatro Fontalba, mañana, m iércoles, 2 6, a las seis de la tarde. ..debe advertirseque cada invitación sólo da derecho a la entrada del portador de ella». La segunda conferencia es en el Fontalba y «en los palcos se encontraba toda la aristocracia madrileña generales del Directorio"

y los

(«Ayer, en Fontalba. La tum ba de Tutankam en», La Libertad,

M adrid, Jueves, 27 de Noviem bre de 1924).

B

ib l io g r a f ía

GARCÍA RODRÍGUEZ. F„ 1982 Introducción a la historia del arte: Alternativas críticas metodológicas. Madrid. GAYA ÑUÑO, J.A., 1975 Historia de la crítica de arte en España. Ibérico Europea de Ediciones. Madrid.

535

V

is ió n d e l a

p r im e r

A

r q u e o l o g ía e n la p r e n s a e s p a ñ o l a e n el

TERCIO DE SIGLO

Ma Victoria Gómez Alfeo (*)

L a historia de los descubrim ientos arqueológicos en E spaña tiene dos vertientes que conviene diferenciar: el conocim iento que el m icrom edio especializado tuvo y tiene de esos hallazgos y, en segundo lugar, la repercusión que esos descubri­ m ientos tuvieron en la opinión pública española. En este segundo aspecto de la cuestión, a su vez conviene tener presente p o r una parte cóm o contribuyó esta repercusión del m acrom edio de difusión cultural al desarrollo de la arqueología por la presión de los estados de opinión pública en los poderes políticos y eclesiásticos. P o r otra, cóm o producto de esa presión sobre los poderes públicos, la atención que éstos dedicaron a desarrollar explotaciones arqueológicas en nuestro solar con escasas, raquíticas y m iserables subvenciones que convirtieron el trabajo de los arqueólogos en estos prim eros años del siglo XX en algo heroico. Por últim o destacam os el desarrollo institucional plasm ado en leyes de protección al patrim onio artístico arqueológico, tanto de lo que se poseía com o de lo que se iba descubriendo. A sí nuestra arqueología, o expresado con m ayor precisión, nuestros arqueólogos, fueron entrando para los poderes públicos en m ayoría de edad, independizándose de una colonización sobradam ente conocida y peligrosa por ser cultural. No estam os abogando con estas líneas p o r una independencia cultural, sino por la consideración de m ayoría de edad de nuestros científicos p o r los poderes públicos, aunque a veces sea lo m ás cóm odo lo contrario al no tener qu e consignar partidas presupuestarias para algo tan inútil y en algunos casos tan m olesto com o determ inados restos arquitectónicos de un acueducto rom ano que obstaculizaba el trazado y la situación de una estación ferroviaria (com o el caso del acueducto de M érida. La noticia publicada en La É poca en 1905 señala el mal estado y abandono en que se encuentra el acueducto de M érida, en especial peligro ahora que el ferrocarril puede atravesarlo, destruyendo uno de sus pilares ("El A cueducto de M érida". L a É poca, M adrid, lunes 6 de m arzo de 1905)). El tratam iento inform ativo que la prensa da a los descubrim ientos y trabajos arqueológicos en este prim er cuarto del siglo X X tiene aspectos que conviene

(*) Facultad de Ciencias de la Información. Universidad Complutense de Madrid.

537

M®. Victoria Gómez Alfeo

diferenciar. E spaña tiene en su suelo un rico espacio cultural vivido por distintas culturas y cuyos restos, en su gran mayoría, no han sido aún descubiertos o los que han sido descubiertos no han recibido la atención científica necesaria por falta de interés de los poderes públicos y, tam bién por falta de profesionales. Es oportuno recordar que M élida, en estos años, explica en la llam ada cátedra del Ateneo sus lecciones sobre arte y arqueología, ya que en la U niversidad no existen cátedras dotadas de estos saberes. Sobre estas conferencias informan distintos periódicos, com o La É poca:

"De seis a siete

explicará en e l Ateneo el profesor D. José Ramón Mélida Historia comparada del arte antiguo"

("A cade­

m ias, A teneos y Sociedades", La É poca, M adrid, viernes 9 de febrero d e 1900). P or su parte, en E l Im parcial el lunes, 28 de Abril de 1902 se publicaba:

"Noticias académicas: En

el M useo de Reproducciones Artísticas, conocido vulgarmente por el Casón, dio ayer una conferencia D. José Ramón M élida, acerca del escultor griego del siglo IV «Scopas». La disertación del Sr. Mélida fue en extremo interesante y erudita. Hizo un estudio de las obras de Scopas, en su mayoría perdidas, relacionándolas con el arte escultórico griego en general y analizando los caracteres que las distinguen, así com o las obras de otros escultores de su escuela o influidos por ella".

de 1903:

Y en E l H eraldo de M adrid viernes, 20 de Febrero

"En la Escuela de Estudios Superiores del Ateneo de Madrid, mañana explicarán los señores

sig u ien tes:... De seis a siete, D. José Ramón Mélida, «Historia Comparada del Arte antiguo español"

(ver

tam bién "M useo de Reproducciones. C onferencias de Arte". E l H eraldo d e M adrid, ju e v e s, 21 de M ayo de 1903). El 1 de junio de 1900 el G obierno da una disposición publicada por la G aceta d e M adrid, hoy BOE, ordenando la form ación del Catálogo M onum ental de E spaña, que las sociedades excursionistas im pulsan grandem ente el deseo de conocer la propia cultura y sus m anifestaciones. La prensa traslada todo esto a un público que, al m enos, m anifiesta curiosidad ("Catálogo de M onum entos H istóricos y L iterarios". E l Im parcial, M adrid, viernes, 21 de M arzo d e 1902). Al respecto, se lee en E l D iario de B a rcelo n a el lunes, 16 de agosto de 1917:

"En el Centro Excursionista de Catalunya, D. Pelegrín

C asados y Cramatxes dará una conferencia sobre 'Arqueología Bizantina', continuación del estudio sobre la ornamentación polícroma en los edificios civiles y religiosos y la sustitución de este elem ento por las pinturas murales a partir del siglo VI".

En principio podemos establecer, en una prim era aproxim ación, una dife­ renciación en la atención y en el tratamiento informativo basado en un principio periodístico hoy reconocido: la proximidad. Interesan, pues, en prim er lugar, las noticias concernientes a E spaña; co n tin u ad área cultural m editerránea y, por último, los grandes descubrim ientos. C onviene aquí recordar la ausencia total de España en la gran aventura de la recuperación del pasado egipcio, todo un síntoma del estado de la ciencia arqueológica en España, a su vez dato de la situación científica y cultural de nuestra nación en la segunda mitad del siglo

538

VISIÓN DE LA ARQUEOLOGIA EN LA PRENSA ESPAÑOLA...

XIX y prim er cuarto del siglo XX. Le egiptología es una ausencia triste y lam entable de la que nunca hem os podido recuperamos. E sta prim era diferenciación, por la proxim idad del hallazgo, se hace más v isib le en la prensa de Barcelona, acentuándose por los continuos descubrim ien­ tos que en el espacio catalán se vienen dando. El m undo del clasicism o rom ano y la m ultiplicidad de restos prerrom ánicos van a ofrecer un goteo de n oticias que hacen de la arqueología algo próxim o y cotidiano. U na segunda diferenciación en los diarios de B arcelona q uedaría establecida p or la atención que se da al rom ánico, al que se le otorga d iferenciación en sus características que le hacen propio de esta región. La prensa, y esto nos m uestra una dem anda y atención del público lector, no se lim ita a dar la noticia de un descubrim iento, sino que crea un estado de opinión, encargando a prestigiosos especialistas el estudio y análisis de lo hallado com pitiendo, y aún aventajando en extensión, a las revistas especializadas. El ejem plo puede ser el d e las pinturas m urales de T arrasa en cuyo tratam iento inform ativo se dan varios aspectos: proxim idad, ex isten cia de buenos o em inentes especialistas, la abundancia de los hallazgos, la relevancia y la calidad de los m ism os y, tal vez lo m ás destacable, la im portancia que se otorga al rom ánico com o com ponente fundam ental en la form a­ ción de la cultura catalana. Se insertan dibujos, grabados, fotografías y cuanto contribuya a la m ayor difusión, com prensión y valoración de lo hallado. E jem plo de esto son los artículos firm ados por S oler y P alet en La V anguardia B arcelona, ju e v e s 1, m iércoles 14, de N oviem bre, ju ev e s 13 y viernes 28 de D iciem bre de 1917 titulados "Q uincena A rtística. U n descubrim iento reciente: Las pinturas m urales de Santa M aría d e T arrasa". E l H eraldo de M adrid, siem pre atento a todo lo que sirva de acercam iento a C ataluña da tam bién la noticia ("D escubrim iento de unas p inturas rom anicas en T arrasa", jueves, 8 de noviem bre de 1917). C abe destacar G udiol i Cunill ("P intures m uráis a Terrassa (L es d e Sant Tom ás de C anterbury)"), L a Veu de C atalunya : P ágina artística de L a V eu 402, B arcelona, 1 y 29 de O ctubre de 1917) y otro de L a Veu de C atalunya, D im ecres 22 de Setem bre de 1920 C iutats de C atalunya: T arragona), donde la inform ación se extiende a los diversos cam pos de la vida tarraconense, incluido el político. E s de interés subrayar tam bién la inform ación del hallazgo d e T arragona ("L as E xcavaciones de T arragona. T res estatuas de m árm ol". D iario de B a rcelo n a , 4 de septiem bre d e 1919). E n este caso el periódico, el D ia rio de B a rc elo n a , le califica de la Cruz",

de T arragona,

"erudito arqueólogo"

y reproduce el texto del

"por creerlo de interés para nuestros lectores".

"estimado co leg a

Es un análisis m uy

técnico, en el m ejor sentido del térm ino.

539

Ma. Victoria Gómez Alteo

La Veu de Catalunya encontrará en resaltar lo propio su m áxim a expre­ sión. La Veu es el periódico de la "Lliga" y a través de su fam osa Página A rtística de La Veu van dando cuenta de la riqueza artística y arqueológica: "Avuy, lector, dediquem lanostra página a Les Excavacións d'Empuries, una de les tasques mes importants que s'han realisat a Catalunya, d ’engá del sen desvetllament; y al dir aixd, volem treure a la llum la significado que té per un poblé, per una civil¡sació, com la nostra, el fe t d'ocuparse ab tant amor en aquesta feina de descubrir els restes del seu passat, els tragos deis seus origens civils, els camins per hont entraven a Catalunya les prime res corrents de lacivilisació... Elfet de les Excavacions d'Empuries, es ja unfruit madurcaigul del arbre del nostre moviment cultural'' ("L es Excavacions d’Empuries: L a conferencia del Sr. Puig y Cadafalch". L a

Veu de C atalunya, Barcelona, 16 de m aig de 1912). El texto va acom pañado de dos fotografías: "Vista de la plaga porticada descoberta a Empuñes, ab el basamentdel templo helenistich" y " Un angle de la plaga porticada descoberta a Empuñes", y lo que es m ás im portante, de dos g rabados, uno a cuatro colum nas d e l "P lánol de L es E xcavacions d ’E m puries”, y otro de la "R econstrucció del templo helenistich, descobert a E m puñes, segons l ’estudi deis tem ples sim ilars, y entre ells e l d ’Isis, a Pom peya (del que tam bién se incluye plano para poder estab lecer el tertium com parationis)''. Destacamos dos grandes líneas de atención preferente y continuada en los descubrim ientos arqueológicos de estos primeros años del siglo XX: la primera, los hallazgos procedentes del mundo clásico (con una m ayor abundancia en los procedentes de R om a); la segunda, hallazgos arqueológicos pertenecientes a la prehistoria en España. Las noticias son abundantes en ambos casos, aunque para situar el m odo en que se desenvuelven los hallazgos hemos seleccionado una noticia perteneciente a la prehistoria ibérica: las excavaciones en la cueva de M enga en Antequera. La Vanguardia que en fechas anteriores había dado la noticia del descubrim iento telegráficam ente, reproduce una extensa crónica de El D efensor de Granada que. describe cóm o

"los hermanos

José y A ntonio Viera haciendo unas excavaciones en un 'túmulo', situado detrás del 'dolmen'"

conocido

vulgarm ente por Cueva de Menga han encontrado un nuevo 'dolmen'. La noticia nos dice que uno de estos dos arqueólogos improvisados es el encargado de la conservación del 'dolm en' C ueva de Menga; que inician la excavación sin recursos científicos y técnicas apropiadas; que son jardineros de profesión; que su interés es, sin deteriorar el m onum ento (¡m enos m al!) buscar la puerta de entrada y ver si la suerte recom pensa sus trabajos con algún tesoro oculto (parecen los Belzoni españoles). Finaliza la noticia diciendo que el hallazgo ha sido visitado por miles de personas, algunas de las cuales "salieron asegurandoque se trata de un descubrimiento de excepcional interés para arqueólogos, geógrafos e historiadores, pues el m onumento encontrado, ya sea obra pelásgica, templo levantado al dios Teutates o construcción argoibérica, puede aclarar algunos de los muchos extremos dudosas de las ciencias prehistóricas".

540

VISIÓN DE LA ARQUEOLOGIA EN LA PRENSA ESPAÑOLA...

Un aspecto que por su im portancia arqueológica, social, cultural y política m erece ser destacado es la continua salida fuera de España de objetos artísticos y arqueológicos que debieran estar catalogados. Por ejemplo, en un artículo publicado en 1912

en E l R adical titulado "Las riquezas artísticas. Obstrucción de un proyecto, La ley

protectora del arte y la arqueología. Una colección de tapices vendida en un millón de pesetas. El procedim iento automático y la reforma del reglamento. Un ruego del Sr. Giner de los Rios" se decía:

"Giner de los Ríos se preocupa por la facilidad con que salen del país nuestras obras

de arte; pide una ley protectora de arte y arqueología y pone de ejemplo la venta de una colección de tapices por un millón de pesetas".

G iner de los Ríos es un enam orado del arte nacional.

N om bra al Sr. Aparicio que pugna para que no le lleven el patio de la casa de M iranda (B urgos) los "cham arileros" puestos de acuerdo con agentes extranjeros. Pone otro ejem plo: el m onasterio de Sahagún (antiguo panteón de los Reyes de León) destruido y utilizado sus restos para aceras y carreteras. El pórtico neoclasicista de Villanueva (construido por Carlos III para la platería de M artínez) se encuentra apuntalado y en apeo. El templo de San Jerónim o en G ranada (sepulcro de G onzalo de Córdoba). R enacim iento. Ahora es una pocilga. G iner de los Ríos pide la form ación de la Dirección General de T urism o que vele por nuestro arte. Habla tam bién de un agente ejecutivo de contribuciones que en vez de trigo em barga m uebles y cuadros antiguos y los vende a un anticuario que hace su agosto. No se han podido recuperar unos m anuscritos que salieron de nuestro país. Los tapices han salido del país sin que nadie del banco m inisterial haya ejercido el derecho de tanteo m archándose nuestras obras a Estados U nidos, rival de España en la guerra colonial, a la colección de un m illonario. Se dirige al m inistro de Instrucción Pública que traiga la ley que concede el derecho de tanteo al Estado

"antes de que se enajenen las obras de arte para no hundirnos del todo en la pobreza y

poder recordar nuestro antiguo poderío".

En el cam po de la arqueología el triste episodio de "La Dam a de E lche" es suficiente. En cuanto al arte, el episodio de la venta del cuadro de Van der G oes, El A ltar de M onforte (1), en 1913 es uno de los m ás tristes porque pudo evitarse. Un año después de su salida de España, en 1913 (Bode 1913), se publica el prim er artículo en general, y uno m onográfico en 1915 (G oldschm idt 1915) (2).

(1)

(2)

Ficha en la Gemaldegalerie, (Staatliche Museen Preussischer Kulturbesitz), Berlín. Salas: Niederlándische malerei. Autor: Hugo van derGoes (hacia 1440/45-1482), AnbetungderKónige(Monforte-Altar). Eichenholz, 147x242 cm. Kat. Nr. 1718. Un catedrático de arte de la Complutense, hace dos años, desconocía este triste episodio, realmente desconocía la existencia del cuadro. Estamos preparando un artículo sobre el papel desempeñado por la prensa en la defensa de nuestro patrimonio cultural y su influencia en las leyes que el Estado ha promulgado.

541

MB. Victoria Gómez M e o

¿Q ué papel juega el Estado y la Iglesia depositarios de la inmensa m ayoría de nuestra riqueza artístico-arqueológica? ¿Cóm o protege el Estado que las obras de arte de su propiedad, de la Iglesia y las de colecciones privadas no puedan ser enajenadas fuera de España?. Sobre la prim era cuestión podem os citar el artículo publicado en El R adical en M adrid, dom ingo, 5 de julio de 1914. Su título es "Un clérigo de la C orle", pseudónim o del padre José Ferrándiz. La Iglesia, es decir, la jerarquía eclesiástica, trata de frenar "la escandalosa venta de objetos arqueológicos sagrados, que faltando a las leyes y defraudando al Estado y a la Iglesia, más alguna vez a los particulares, venden los cabildos, los curas y los obispos, el último de ellos Alcolea, el fresco de Astorga". Reproduce

la parte dispositiva y añade

unos com entarios críticos y sabrosos dignos del mejor periodismo. Sobre la segunda cuestión, la protección, se publica un artículo en 1908 en el Diario de Barcelona sobre la prohibición de la venta de objetos antiguos y artísticos de la Iglesia. Es una circular firmada por Francisco, Obispo de Gerona y publicada en el Boletín Oficial del Obispado de Gerona, el 29 de diciem bre de 1907 ("Prohibición de la venta de objetos antiguos y artísticos de la Iglesia". D iario de Barcelona, 15 de enero de 1908). No se puede proteger lo que se desconoce poseer y aquí sí conviene traer la queja triste que expresa Gaya Ñuño (1 9 7 5 :2 1 7 -2 1 8 ). Las fechas son elocuentes: la orden de form ar un Catálogo M onumental de España es del 1deju n io d e 1900("EIEstadoseadjudica la guardia y custodia de las antigüedades históricas salvo excepciones",

La Epoca, M adrid, m iércoles

12 de diciem bre de 1900). En E l lm parcial se lee en m arzo de 1902:

"La Gaceta ha publicado

un real decreto del Ministerio de Instrucción Pública disponiendo que se continúe la formación del inventario

general de los monumentos históricos y artísticos del reino, acordada por real decreto de Io de Junio de 1900. Se hará para cada provincia un inventario separado, semejante al ya terminado del de Avila. Para la formación de estos inventarios parciales se dividirá el territorio en tres secciones: una, que comprenda las provincias de los

antiguos reinos de Castilla y León; otra las de Andalucía y Extremadura, y otra, las correspondientes a las coronas de Aragón y Navarra. El ministro de Instrucción Pública y Bellas Artes tendrá a su cargo la dirección de estos trabajos, asesorado por la comisión mixta organizadora de las provinciales de Monumentos, compuesta de individuos de número de las Reales Academias de la Historia y de Bellas Artes de San Femando. Cada una de las tres secciones estará a cargo de la persona o personas que nombre el ministro a propuesta de la com isión mixta organizadora de las provinciales de Monumentos. El ministro cuando lo considere conveniente, utilizará para los trabajos del inventario general los servicios y conocimientos especiales de los individuos del cuerpo de archiveros, bibliotecarios y arqueólogos. Los inventarios comprenderán, además de la descripción y estudio crítico, una breve noticia histórica de los monumentos, para lo cual los comisionados deberán examinar cuidadosamente los documentos impresos o manuscritos, en particular los que se conservan en los archivos nacionales, municipales, eclesiásticos y particulares. La descripción de los monumentos se presentará ilustrada con planos, dibujos y fotografías de los que por su novedad e importancia lo requieren".

El prim er catálogo publicado, el de Alava, es de 1915; G óm ez M oreno p u b lic a el catálogo de Salam anca en 1967, y faltan otros m uchos por concluir. En Lugo

542

VISIÓN DE LA ARQUEOLOGIA EN LA PRENSA ESPAÑOLA...

el expolio del Van der G oes ("La exportación de objetos de arte al extranjero", La É poca, jvladrid, sábado 22 de abril de 1905) está realm ente consum ado en 1912. Frente a estos hechos las voces aisladas de personas o instituciones tienen poca influencia. La batalla,

y aquí sí es unánim e la actuación, la libra l a prensa, toda la prensa, aunque haya periodistas y periódicos que destacan más. Un nuevo caso. L a Prensa extranjera com unica la com pra y exposición en el K nickerbocker Athlethic C lub de N ueva York de diversos retablos españoles, que datan aproxim adam ente del siglo XVI. El N ew York tferald, adem ás, pondera la belleza y calidad artística de dichos retablos. A raíz del hecho, La É poca vuelve a poner sobre la m esa la necesidad de establecer una legislación que evite los num erosos casos de exportaciones de nuestro patrim onio artístico. H ay un debate en torno a la ley de 1911 m uy intenso sobre los aspectos que inciden en los bienes de la Iglesia y la posible jurisdicción del Estado, las voces en el Parlam ento se dejan oir. Sobre este tem a inform a la prensa. En E l Globo, por ejem plo, se lee:

"Por el Ministerio de Instrucción Publica ha sido expedida una Real orden: el clero no debe disponer

de los objetos artísticos y arqueológicos que se descubran en las iglesias y sus dependencias sin previo

("Por

conocimiento de las Academias de Bellas Artes o de las Comisiones provinciales de Monumentos"

la riqueza artística nacional". El Globo, M adrid, viernes 14 Septiem bre 1906). Otro artículo sobre el m ism o tem a será el publicado igualm ente El Globo, M adrid, M iércoles, 26 D iciem bre 1906, titulado "A buso intolerable. El com ercio de objetos artísticos en España", que dice:

"El cónsul de España en Bayona llama la atención al ministro de Estado acerca de los

continuos despojos artísticos e históricos que se hacen en las iglesias, sacristías. Además de correr peligro nuestra riqueza artística, el despojo de las antigüedades y joyas se hace con un fin lucrativo".

A lgunas de las disposiciones relativas a la conservación de obras de arte y arqueología son: la L ey de 7 de ju lio de 1911 y el Reglam ento provisional del 1 de m arzo de 1912 que hacen referencia a excavaciones y antigüedades y el Real D ecreto de 1923 ("Página A rtística de La Veu, N° 564. L ’exportació d ’objectes artistics Real ordre prohibitiva", La Veu de Catalunya, Dim ecres, 13 de setem bre de 1922 (texto íntegro de la G aceta del día 3)) sobre enajenación de obras artísticas, históricas y arqueológicas. C uando se publica la ley de 1911, Rafael D om enech en su artículo «U na ley sobre excavaciones arqueológicas» publicado en El Liberal, M adrid, jueves, 22 de Junio de 1911, com enta la protección de las excavaciones arqueológicas en contra de la del arte español, que estaba muy desguarnecido sin una legislación de este tipo:

"nada

se hacía para guardar nuestros grandes tesoros de arte, y estos emigraban en proporción aterradora".

O tros artículos que centran su atención en la exportación son los de La Epoca, M adrid, V iernes, 24 de enero de 1908: Inform ación sobre la Ley que regula "La

543

Ma. Victoria Gómez Alfeo

e xportación de obras de arte". La Vanguardia, B arcelona, jueves, 19de m arzo de 1908* "S o b re la e x p o rta ció n de obras de arte". C a rta d irig id a al M in istro de Instrucción P ública y Bellas A rtes por la "Unión de A rtistas de Barcelona", form ada por deleg acio n es de la entidades artísticas "Círculo A rtístico", "Círcol A rtistich de Sant Lluch", "A sociación de A rquitectos de Cataluña", "Sección de Bellas A rtes del Ateneo B arcelonés", "A sociación Artística y Literaria", "Fom ento de las A rtes D ecorativas" "Instituto Catalán de las Artes del L ibro", "A sociación Escolar A rtística", sobre la e x ig en cia de garantía para la exportación de obras de arte exponiendo su criterio. Las disposiciones que regulan la protección del T esoro A rtístico Nacio­ nal están contenidas en el D ecreto-ley del 9 de agosto de 1926 del D irectorio M ilitar del G eneral Prim o de Rivera que la prensa va informar, a com entar y reproducir:

"En el

último

numero d e la Gaceta se ha publicado el Real decreto ley sobre el tesoro artístico arqueológico nacional, que queda bajo la tutela del Estado. Ocupa esta disposición mas de cinco páginas de la «Gaceta». Se prohíbe la exportación de obras de arte y se constituye una Junta Patronato para la conservación y acrecentamiento del tesoro artístico nacional, que tendrá plena personalidad jurídica para adquirir, poseer y administrar toda clase de bienes

("L a política. Inform aciones y ecos diversos. El tesoro artístico nacional”,

D ia rio d e B arcelona, m artes, 17 de agosto de 1926).

B ib l io g r a f ía BODE. W., 1913 Die Anbetung der Hirten von Hugo van der Goes in der Berliner Galerie. Jahrbuch der Koniglich Preussischen Kunstsammlungen, XXIV: 99-120. GAYA ÑUÑO, J.A., 1975 Historia de la crítica de arte en España. Ibérico Europea de Ediciones. Madrid. GOLDSCHMIDT, A., 1915 Der Monforte-Altar des Hugo van der Goes. Zeitschriftfiirbildende Kunst XXIV: 221-230

544

C a p ít u l o IV La A

r q u e o l o g ía d e l

F r a n q u is m o

P r e h is t o r ia

y

F r a n q u is m o (1)

Margarita Díaz-Andreu (*) E n noviem bre pasado, en el II C ongreso de H isto rio g rafía d e la A rq u eo lo g ía en E spaña (siglos X V III-X X ), Juan V icent com enzaba su p o n e n cia resaltan d o el d e b ate surgido re cien tem en te sobre el im pacto que tuvo la G u e rra C ivil en la a rq u eo lo g ía prehistórica. L os p rotagonistas del m ism o eran A nto n io G ilm an (19 9 5 ) por un lado y yo m ism a (D íaz-A ndreu, 1993) p o r otro. L as p o stu ra s que él y yo defen d em o s son claram ente antagónicas. Para G ilm an la G u e rra C ivil no a fec tó de m anera alguna a la a rqueología, sobre todo en lo que él c o n sid e ra lo im p o rtan te, la "agenda" de la investig ació n (teorías, trabajos en curso, o b jetiv o s de in v estig ació n , etc). Según este autor la ideología no se reflejó en los trab ajo s realizad o s por los arqueólogos ni antes ni después de la contienda, ni p o r p a rte de los de un bando u otro. E nm arca su p o sició n de m anera ex p lícita en o p o sic ió n a las teorías d e fen d id as por varios arqu eó lo g o s p ost-procesuales y p o r m í m ism a en el trabajo citad o . G ilm an resalta en su a rtíc u lo la dificultad de e stab lec e r un vín cu lo directo e n tre cie n cia y política, o com o él lo expresa, en tre de la historia intelectual y los grandes cam bios en lo social y político"

"aspectos un tam o esotéricos

(G ilm an, 1995: 1). P a ra este

autor

"el desarrollo de la arqueología prehistórica española en los últimos 75 años resulta un ejem plo

Claro"

d e e llo (1995: 1). La postura contraria la representa el artículo publicado p o r m í en

A n tiq u ity tn 1993, y directa o tangencialm ente otros aparecidos desde entonces. En ellos defiendo que la G uerra Civil tuvo un im pacto importante en determ inadas esferas: una se refiere a la infraestructura, la institucional (y relacionada con ella los cam bios en los protagonistas dirigentes y en la distribución de poder) y otra m ás a la que tradicional­ m ente se ha venido contem plando com o puram ente científica: los objetivos de la investigación. O tros cam pos quedaron ilesos, entre ellos, y en esto estoy en principio de acuerdo con G ilm an (D íaz-Andreu, 1993:74), el de la teoría. Sin em bargo, incluso esta aparente im perm eabilidad de la teoría podría ser matizada.

(*) (1)

Department of Archaeology. University of Durham. Este artículo fue redactado originalmente para la Mesa Redonda sobre “Nación, memoria y franquismo” organizada en el CSIC en enero de 1996, y en la que por diversas circunstancias no pude participar finalmente. He considerado que, por su temática, estas actas son el sitio más adecuado para su difusión. Responde a la ponencia de Juan Vicent sobre el mismo tema, que finalmente no se recoge en esta publicación.

547

Margarita Díaz-Andreu

El final de la Guerra Civil supuso el desm antelam iento o la transformación de todas las instituciones regionales y de todas las legislaciones de carácter m enor al estatal. L a zona m ás evidentem ente afectada fue Cataluña, en la que la organización de la arqueología había actuado en gran manera de form a autónom a en todo el primer tercio de siglo y fundam entalm ente bajo laGeneralitat (M a rc-7 ,1986). Este aspecto, el institucional ha sido tradicionalm ente excluido de los análisis historiográficos com o algo externo y poco influyente de lo que se considera com o pura ciencia, y ésta parece ser la postura adoptada por Antonio Gilman (1995). El caso de Cataluña es, según diferentes autores (M arc-7, 1986, Riu-Barrera, 1994, etc), buen ejem plo de todo lo contrario. La enorme diferencia entre el antes y el después la vem os en la congelación de una boyante e influyente escuela: la Catalana de A rqueología dirigida por Bosch Gimpera. Esta afirm ación sobre el enorm e retroceso que supuso la G uerra Civil para la arqueología catalana, no deja de m ostrar debilidades que creo necesario resaltar com o form a de plantear problem as que investigaciones futuras tendrán que resolver. La visión ofrecida por la serie de artículos publ icados por los autores catalanes antes citados considera la llegada de la dictadura com o funesta para la arqueología en Cataluña. Aluden a la pérdida de su largam ente buscada autonom ía y de las nefastas consecuencias que esto supuso para la arqueología catalana. Perm ítasem e decir que, sin em bargo, estas aseveraciones no se han visto todavía acom pañadas por un análisis detallado de la situación y por tanto las podríam os calificar de intuitivas. N o se ha realizado una com paración entre los resultados obtenidos por la arqueología catalana de prim er tercio de siglo con los del resto del E stado (2). M e refiero a un estudio sobre cantidad de subvenciones concedidas a la arqueología, distribución por arqueólogos y períodos com o m edio de averiguar posibles sesgos y sobre todo relación entre dinero concedido y resultados. En cuanto a esto últim o, una de las críticas que se le podría hacer a la arqueología catalana del prim er tercio de siglo es que nunca produjo revistas ni publicaciones especializadas, y por tanto la institucionalización de la fam osa E scuela

(2)

Sobre esto trato en mi ponencia publicada en estas mismas actas. En ésta hago un primer análisis del material procedente de la Junta Superior de Excavaciones y Antigüedades. Prácticamente nada de éste se refiere a Cataluña, por lo que no sólo desde el establecimiento de la Generalitat, como creen varios autores (M a rc -7 ,1986:144), sino ya desde la Mancomunitat, parece que oficial o más bien extraoficialmente hasta 1932, la organización de la arqueología en Cataluña es en gran forma paralela a la del resto del Estado. La excepción la constituye Serra Vilaró, quien sí que se integra en la estructura de la JSEA, probablemente por oposición al Instituí d'Estudis Catalans. Mi suposición sobre una financiación paralela en Cataluña se ha visto recientemente confirmada en Tarradell (1978:7), cuando, hablando de Bosch Gimpera, afirma que "si de cara a les excavacions a Catalunya topá sempre amb dificultáis económiques, pogué obtenir durant alguns anys un fons que la Mancomunitat havia destinat a investigacions cientifiques de territoris catalans, fora de les cuatro provincias".

548

PREHISTORIA Y FRANQUISMO

Catalana de A rqueología se podría calificar de francam ente deficiente con respecto a la del resto del Estado. En Cataluña nunca se editó nada com o las M em orias de la Junta Superior de E xcavaciones y Antigüedades, o el A rchivo Español de Arte y Arqueología. Pese a esta crítica creo que un'análisis de la situación de antes y después de la contienda nos señalaría claros cam bios en quién recibía subvenciones y perm isos. Y dado que la ciencia depende en gran parte de su financiación, en contra de G ilm an (1995), opino que ésto tuvo que influir claram ente en el desarrollo de la disciplina. Espero que investigaciones futuras confirm en esta hipótesis que por ahora expongo con toda su debilidad. En realidad creo que todo el éxito de la E scuela Catalana de A rqueología se centra en su dirigente, Pere Bosch G im pera. El renom bre internacional alcanzado por este catedrático de B arcelona perm itió la colaboración de España -no sólo de C ataluñaen foros y proyectos internacionales y es evidente el enriquecim iento que esto supuso para la arqueología de todo el Estado. Bosch G im pera fue, por otra parte, el único en abordar con éxito (3) un estudio integral de la prehistoria ibérica en su fam osa obra publicada en 1932, E tnología de la Península Ibérica. Su exilio, por tanto, necesaria­ mente influyó en el devenir de la arqueología franquista, que de form a clara se convirtió en lo que podríam os calificar de provinciana con respecto a la anterior, adem ás de poco dinám ica. N inguno de los volúm enes aparecidos a partir de 1939 (Pericot, 1950, Alm agro, 1958, etc, todos ellos escritos por personajes vinculados con B arcelona) tuvieron tanto im pacto (4). El desacuerdo m ayor entre la visión de Gilm an y la m ía reside en el impacto del franquism o en lo que él consideraría com o pura ciencia. Este autor opina que su "desacuerdo con el reciente ensayo de M argarita D íaz-Andreu (1993) sobre el carácter específicam ente fascista de la arqueología española en los prim eros años de la década de los cuarenta es la siguiente: ciertam ente, m uchas publicaciones contenían algún tipo de introducción de explícito carácter político (denuncias contra el terror rojo, dedicatorias a m ártires, etc) pero el conjunto de trabajos se dedicaba a la presentación y análisis de m ateriales que tenían muy poco de fascistas. Así, cuando M artín A lm agro publicó el prim ero núm ero de una nueva revista, Am purias, en 1940, entre los diferentes

(3) (4)

Sin tanto éxito podemos citar La Prehistoria de la Península Ibérica de Pericot (1923) y la Prehistoria Universal y Especial d e España de Carballo (1929) Ni siquiera los escritos por el propio Bosch Gimpera, quien a pesar de seguir manteniendo contactos con sus ex-alumnos y colegas ya no ejerció la influencia anterior. En parte en esto pundo afectar su falta de acceso directo a los datos y por tanto la inadecuación de sus interpretaciones, pero sobre todo la falta de resortes institucionales para continuar con su "imperialismo" científico.

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Margarita Díaz-Andreu

autores se incluían discípulos de Bosch G im pera que se habían quedado en E spaña y que estaban retom ando la arqueología desde el punto en el que se había quedado al estallar la G uerra C ivil. Los cam bios en la teoría, si existió alguno, fueron tan superficiales que no exigieron cam bios en la práctica (Gilm an, 1995: 5). Según observam os en la últim a frase citada, este autor hace una conexión directa entre teoría y práctica, lo que no creo que sea de form a absoluta cierto. A clarem os en prim er lugar cuál era el paradigm a dom inante en aquellos años. La influencia de la arqueología alem ana en la prehistoria española desde, fundam entalm ente, la beca de la Junta para la A m pliación de Estudios obtenida por Bosch G im pera en la prim era década del siglo (cursos 1911-12, 1913-14), facilitó la entrada del historicism o cultural. Este pretende en arqueología definir culturas arqueológicas definidas espacial, cronológica y culturalm ente, en el últim o caso refiriéndose a una serie d e características hom ogéneas en un c onjunto suficientem ente am plio de elem entos de la cultura m aterial (plantas de casas, tipología de los objetos, form as de enterram iento, etc). C oncibe el cam bio cultural (y p or tanto histórico) a través fundam entalm ente de la difusión, o alternativam ente de la sustitución de poblaciones. C om o he argüido en otro trabajo (D íaz-A ndreu, 1996b), el surgim iento de esta teoría estuvo directam ente vinculado con el auge del nacionalis­ mo. E sto nos ayuda a entender el porqué de su perm anencia ahtes y después de la G uerra Civil, y p o r qué nacionalistas de uno y otro signo consideraron adecuado su m anteni­ m iento. P o r tanto, la teoría no cam bió, pero com o verem os a continuación, sí la práctica, en c o n tra d e la opinión de Gilman (1995). Las transform aciones que hubo en cuanto a la práctica se refieren, por ejem plo, a cuáles fueron las culturas que entonces se consideraron com o revalidadas por el m étodo científico y cuáles quedaron desechadas. Acudiendo de nuevo al plano m eram ente finaciero, qué áreas apoyaron las subvenciones, qué yacim ientos, qué perío­ dos, qué arqueólogos con qué ideología. En resumen, qué cam bios hubo en cuanto a los objetivos de la investigación y en cuanto a la interpretación del registro arqueológico. Creo que a nadie se le escapan las repercusiones que habría tenido en la arqueología el hecho de que la República hubiera ganado la guerra. Supongo que por lo m enos durante algunos años se habría impuesto una más o m enos rígida interpretación m arxista del registro arqueológico (5). Si no hubo ningún Childe aquí no fue (exclusivam ente) por pura falta de personajes brillantes en nuestra arqueología, sino por imposibilidad absoluta.

(5)

No incompatible con el mantenimiento de la teoría histórico cultural, como algunos creen. Pero este es otro problema a desarrollar en otro trabajo.

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PREHISTORIA V FRANQUISMO

En mi artículo de 1993 expuse algunos ejem plos de estos cam bios en la práctica arqueológica: la consideración de A m purias más com o yacim iento rom ano que griego (con conexiones a la ¡dea del imperio), de tal manera que las excavaciones en este yacim iento se dirigieron m ás al estudio do-lo rom ano; la búsqueda del elem ento indoeuropeo en la arqueología vasca; el interés no creo que inocente de arqueólogos alem anes en la época visigoda; etc. Adem ás varios trabajos publicados recientem ente han resaltado el desplazam iento en el interés hacia determ inados periodos. La arqueo­ logía m edieval es buen ejem plo del m ismo: el ím petu de la arqueología visigoda (Olmo, 1991) frente a la islám ica (Díaz-Andreu, 1996a: 82). Pese a estos ejem plos que creo claros he de alertar, sin em bargo, de la relativa intuición que todavía exponen las conclusiones extraídas. D e nuevo falta un análisis detallado de la p olítica de perm isos y subvenciones de la Com isaría General de E xcavaciones, y de cóm o pudo influir el que ésta estuviera dirigida por un falangista, Julio M artínez Santa-O lalla en sus prim eros años, o por otras personas quizá no tan políticam ente vinculadas m ás tarde. La inm ovilidad en la teoría, y por tanto su pretendida im perm eabilidad a los cam bios políticos, debe ser, como he adelantado antes, m atizada. El m ismo hecho de que la teoría no se viera afectada puede ser un resultado de la G uerra Civil, de la prohibición del debate, de lo que conllevó que el relevo de puestos dirigentes facultara el acceso a arqueólogos com o Almagro Basch (o la continuidad de otros com o Pericot) cuya juventud perm itió que se m antuvieran en el poder durante cuarenta años. De hecho sólo fue en la últim a década cuando su debilidad -y la del régim en- y sobre todo la repentina apertura del sistem a a causa de la expansión de las universidades perm itió la entrada de nuevas ideas. La conexión entre cam bios sociales y políticos y el devenir intelectual quedó de nuevo claro en los años setenta. La influencia del franquismo en la arqueología prehistórica española fue por tanto m últiple y com pleja, aunque no podem os negar que hubo evidentes continui­ dades entre el antes y el después. Sin em bargo, creo que en este trabajo he dem ostrado cóm o no nos debem os conform ar sin m ás ante éstas sino adoptar una actitud crítica e intentar, p or ejem plo, reflexionar sobre qué hubiera ocurrido de no haberse im puesto la dictadura. P or otra parte, y en contra de G ilm an (1995), parece claro que tam bién se dieron rupturas, sobre todo en lo referente a los objetivos de la investigación. Conexión clara entre el panoram a político y el desarrollo de la arqueología prehistórica durante el periodo franquista, com o conclusión. A hora bien, para descubrir todas las sutilidades de la situación necesitam os cubrirel vacío de la investigación y acudir a los datos de base

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Margarita Díaz-Andreu

para su sten tar nuestras opiniones con algo m ás de lo que puede parecer a nuestros c ríticos com o sim ples intuiciones.

B ib l io g r a f ía ALMAGRO, M., 1958 Origen y formación del pueblo hispano. Barcelona. DÍAZ-ANDREU, M., 1993 "Theory and Ideology in Archaeology: Spanish Archaeology under the Franco Regime". Antiquity, 67: 74-82. -, 1996a "Islamic Archaeology and the Origin of the Spanish Nation". En M. Díaz-Andreu y T. Champion (coords.): Nationalism and Archaeology in Europe: 68-89. UCL Press. Londres. 1996b "Constructing identities through culture. The past in the forging of Europe". En S. Jones, Gamble, C. y Graves, P (coords.): European Communities: Archaeology and the Construction o f Cultural Identity: 48-61. Routledge. London. GILMAN, A., 1995 "Recent Trends in the Archaeology o f Spain". En K. Lillios (coord): The Origin o f ComplexSocieties in Late Prehistoric Iberia: 1-6. Archaeological Series, 8. International Monographs in Prehistory. Ann Arbor. MARC-7 (DUPRÉ, X; GRANADOS, O.; JUN YENT, E.; NIETO, X.; RAFEL, N. y TARR ATS, F.), 1986 "L’arqueologia catalana". L ’Aveng, 90: 139-145,91: 224-231 y 92: 291-297. OLMO ENCISO, L., 1991 "Ideología y arqueología. Los estudios sobre el periodo visigodo en la primera mitad del siglo XX". En J. Arce & R. Olmos (coords): Historiografía de la Arqueología y de la Historia Antigua en España (siglos XVllI-XX): 157-160. Ministerio de Cultura. Madrid. PERICOT GARCÍA, L„ 1950 La España primitiva. Barna. Barcelona. RIU-BARRERA, E„ 1994 "L’arqueologia a Lleida i a la Catalunya de ponent. Origen i evolució fins a la ft de la Dictadura franquista". Revista d ’Arqueología de Ponent, 4: 117-135. TARRADELL, M., 1978 "Próleg". En P. Bosch Gimpera [1937]: Espanya: 5-14. Edicions 62. Barcelona. VICENT.J., 1995 "Arqueología y posguerra". Ponencia presentada al II Congreso de Historiografía de la Arqueología en España (siglos XVIII-XX). No publicada.

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E l P r o f e s o r N iñ o L a m b o g lia (1912- 1977) y l a A r q u e o lo g ía C lá s ic a E s p a ñ o la (1) jordi Cortadella Morral (*)

D e n tr o del hom enaje a N iño Lam boglia que la Societat C atalana d ’A rqueología realizó en Barcelona en 1987 (del 16 al 18 de m ayo) estaban incluidas una pequeña nota biográfica sobre L am boglia y dos entrevistas a los profesores M iquel Tarradell y Francesca Pallarés. Por diversos m otivos estos m ateriales aún perm anecen inéditos. D ebido a la im portancia que N iño Lam boglia tuvo en la arqueología clásica española de p osguerra y com o pequeño hom enaje al recientem ente fallecido Profesor Tarradell, m e ha parecido que este II Congreso Internacional de H istoriografía d e la A rqueología en E spaña era el m arco adecuado para publicarlos.

N o t a B io g r á f ic a N iño L am boglia nació el 7 de A gosto de 1912 en la ciudad ligur de Im pera, capital de la provincia italiana hom ónim a. C ursó sus estudios universitarios en G énova y se licenció en 1933 con la tesis: "La topografía delIT ngauna neU’A ntichitá". El m aestro de sus prim eros años fue Ubaldo Form entini. D e él aprendió a relacionar la historia de la L iguria con la de las regiones lim ítrofes. Poco después, en R om a, durante los cursos de perfeccionam iento en el Instituto di Studi Rom ani, conoció a G iacom o Boni, uno de los precursores de la arqueología estratigráfica italiana que ha pasado a la historia por sus m inuciosas excavaciones del Comitio en el Foro Republicano, y con el que L am boglia colaboró en varias excavaciones. D e vuelta a su Liguria natal, L am boglia creó en 1937 el Istituto di Studi Liguri, producto d e la fusión entre la antigua Societá Storico-A rcheologica Ingauna e Interm elia y la B iblioteca-M useo Bicknell de Bordighera. D esde el nuevo Instituto y a través de sus órganos de difusión, la R ivista di Studi Liguri y la R ivista Ingauna e Interm elia, L am boglia aglutinó y potenció los estudios históricos sobre la L iguria antigua. Para L am boglia, los ligures form aron una gran cultura protohistórica anterior

(*) (1)

Universidad Autónoma de Barcelona Este articulo es resultado de la Investigación llevada a cabo en el programa de la DGICYT PB93-08-68.

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Jordi Cortadella Morral

a la form ación de la cultura etrusca e ibérica que com prendía la costa m editerránea entre el A m o y el E bro y cuyas influencias se dejaron sentir tanto en los Pirineos Orientales com o en el valle del Po. Es bajo esta idea panligúrica que, después de la Segunda G uerra M undial, el Instituto creó sus secciones francesa y española. La experiencia con Boni dio com o resultado los trabajos de L am boglia en A lb in tim iU u m (V entim iglia), que representaron la p rim era excavación estratigráfica a gran escala en Italia. Lam boglia enseñaba cóm o los m uros, los estratos y la cerám ica sólo adquirían p leno sentido si se estudiaban conjuntam ente. Con su práctica cotidiana quería d em ostrar que el trabajo del arqueólogo no sólo había de ser histórico-artístico, sino tam bién y sobre todo tipológico y estratigráfíco. D e esta necesidad surgieron sus conocidos estudios sobre la cerám ica cam paniense (P er una classificazioneprelim inare della cerám ico cam pana, 1952) y la sigilata clara (Terra sigillata chiara, 1941), herram ientas im prescindibles para una posterior interpretación histórica de los conjun­ tos arqueológicos. La im portancia de Lam boglia para la arqueología española em pezó en 1947 cuando M artín A lm agro Basch le invitó a participar en el prim er Curso Interna­ cional de P rehistoria y A rqueología de Am purias ju n to al portugués Eugenio Jalhay, el inglés C hristopher H aw kes y el francés Jean M allon. Entre los asistentes españoles figuraban las m ás altas personalidades de la arqueología del m omento: Lluís Pericot, Blas T aracena, A ntonio G arcía y Bellido, Lluís A m orós, Joaquín M aría de N avascués, A lb erto d el C astillo, FelipM ateu i Llopis, A ntonio B eltrán y Francisco Jordá entre otros. Al año siguiente, L am boglia creó los cursos internacionales de Bordighera a los cuales fueron asistiendo buena parte de las nuevas generaciones de jóvenes arqueólogos españoles em pezando por Joan M aluquer de M otes, M iquel Tarradell, Pere de Palol, A lberto B alil, M iquel O liva y m uchos otros. En aquellos años, la colaboración entre la arqueología catalana y L am boglia fue muy estrecha. Lam boglia publicó estudios sobre A m purias (L a fo n d a zio n e d i Em porion e ilperiplo diA vieno, 1949; La estratigrafía del d ecum ano A de A m purias, 1959 entre otros) y T arragona (IIproblem a delle mura e delle o rig in i di Tarragona, 1974), adem ás de potenciar m uchos otros trabajos com o los de M aría de los A. M ezquiriz sobre la sigilata hispánica (Terra sigillata hispánico, V alencia 1961). A partir de 1950, con la exploración del pecio de Albenga, L am boglia e m pezó a interesarse por la arqueología subacuática y fundó en la m ism a A lbenga el M useo N avale Rom ano, prim ero de su género en todo el M editerráneo. Fuera del ám bito ligur, excavó tam bién en la ciudad greco-rom ana d e Tyndaris (Sicilia) y en el Foro de

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C ésar (R om a). Su relación con el m undo universitario fue tardía, ya que sólo a partir de 1972 ocupó la cátedra de arqueología m edieval en la U niversidad de Génova. El 10 de Enero de 1977 Niño Lamboglia m oría trágicamente en el puerto de G énova con su colaborador Giacom o MSrtini. Por expreso deseo testamentario, su colaboradora Francesca Pallarás fue nombrada nueva directora del Istituto di Studi Liguri. P ara conocer m ejor la figura de Niño Lam boglia véase el artículo de M artín A lm agro Basch: "El recuerdo desde España del Profesor N iño L am boglia", Rivista di Studi Liguri, 43, vol. 1 ,1977, pp. 17-23, con una bibliografía com pleta de sus obras en la m ism a revista (pp. 25-105) a cargo de F ederica Brusasca, D aniela G andolfí y Francesca Pallarés, donde se incluyen tam bién las necrológicas a él dedicadas (pp. 98100). A dem ás, véanse los artículos de diferentes autores publicados en el núm ero 51 (1985) de la m ism a revista, entre los que destaca el de A ndrea Carandini (pp. 283-285). El testam ento intelectual de Lam boglia se encuentra en la R ivista Ingauna e Interm elia, 31-33, 1976-1978, pp. 214-216. Sobre U baldo Form entini puede consultarse la necrológica que le dedicó Lam boglia en la R ivista di Studi L iguri, 24 (1-2), 1958, pp. 195-199, y el hom enaje publicado en G io m a le Storico della Lunigiana, 10,1959 (3-4), pp. 113-120. En cuanto a Boni, sigue siendo útil el estudio de E. Tea, Vita di G iacom o Boni, M ilán, 1932. En cuanto a las relaciones de Lam boglia con los investigadores franceses, la figura clave es Fem and Benoít, del que puede verse la necrológica q u e le dedicó L am boglia en Studi Etruschi, 37 (2), 1969, pp. 571-573, y el hom enaje de la Rivista di Studi L ig u ri, 33, vol. I, 1967, pp. 28-34.

E n t r e v is t a

a

F r a n c e s c a P a lla r és

D irectora del Istituto Intem azionale di Studi Liguri y, durante m uchos años, colaboradora directa del Profesor Lam boglia. - P ara em pezar, ¿puede hablarnos de la form ación del P rofesor Lam boglia y de sus m aestros? - El interés de N iño Lam boglia por la arqueología no fue una vocación precoz. De hecho, él provenía de una fam ilia de m úsicos -locaba m uy bien el piano- y en un principio pensaba ser concertista, pero una enferm edad (laepilepsia) le obligó a cam biar de cam ino y escogió los estudios históricos. En la U niversidad de G énova tuvo la suerte de encontrar al profesor Ubaldo Form entini, el prim er historiador dedicado a la antigüedad de la Liguria, que le cautivó hasta el punto de decidirle a continuar estudios de toponom ástica y lingüística antigua. Posteriorm ente, junto a Form entini, se dió

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cu enta de q ue la historia que ellos desarrollaban necesitaba un refuerzo m ás fuerte que sólo podía venir de la arqueología de cam po. Es entonces cuando, recién licenciado y a sus diecinueve años, decidió irse a Rom a para aprender arqueología. En un prim er m om ento, entró en contacto con los arqueólogos-historiadores del arte vechia m aniera -aquellos arqueólogos de despacho a los que el obrero llevaba los objetos a estudiar-, pero en R om a tam bién conoció a G iacom o Boni, aquel técnico en excavaciones proveniente de la geología y la ingeniería que había sido superintendente arqueológico en V enecia y que, en Rom a, estaba realizando buena parte de las excavaciones del m om ento con un estricto criterio estratigráfico. Cuando Lam boglia volvió a la Liguria, anim ado po r lo aprendido con Boni, prom ovió las excavaciones de Albintim ilium (V entim iglia). Pensando encontrar el foro, escogió la zona central de la ciudad y lo que realm ente encontró fueron una serie de restos muy pobres pero con una estratigrafía excepcional que iba sin interrupción del 180aC. hasta el 410-500 dC. Esto le convenció de que la m etodología em pleada por Boni era correcta. Ahora bien, m ientras Boni era un técnico de la excavación que distinguía perfectam ente los niveles pero no entraba a fondo en el estudio de los m ateriales, para Lam boglia el estrato tenía la im portancia de un m om ento histórico bien preciso. - ¿D e dónde le vino a Lam boglia este interés especial p o r la Liguria? - Él se sentía muy ligur. Siem pre decía que lo que cuenta en el hom bre es la parte de la m adre, y su m adre era ligur. Su padre, por el contrario, era de origen m eridional y él sufría un poco por ello, porque consideraba que los m eridionales eran personas muy inteligentes pero les faltaba positivism o y adherencia a la realidad. - E n este sentido, ¿se le podía considerar un nacionalista ligur? - P o r una parte era profundam ente m editerráneo y se sentía unido a todos los países del M editerráneo. Pero por otra se sentía más ligur que rom ano aunque, al m ism o tiem po, su ideología política de derechas le llevó a la defensa de la idea Im perial de la R om a A ntigua. D efendía m ucho las autonom ías, pero tom ando siem pre com o punto de referencia al Estado com o encarnación del orden. Respecto a su ideología hay que decir, por ejem plo, que sólo se puso el uniform e fascista en el m om ento de la caída de M ussolini, cuando todo estaba perdido. Lam boglia era un hom bre que gustaba de ir a contracorriente. A mi m odo de ver, creo que lo q u e m ás le convenció de M ussolini y el fascism o fue su intento de reconstruirel im perio Rom ano. Esta idea, si sequiere utópica, a L am boglia le llegó m uy hondo. - Uno de los aspectos m ás conocidos de Lam boglia son sus estudios de tipologías cerám icas. ¿Cóm o y cuándo nació este interés?

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- E xcavando en Albentim ilium se dio cuenta que su futuro podía estar en la ceram ología, es decir, en la interpretación de la cerám ica com o docum ento de la vida. C iertam ente para desarrollar esta idea se inspiró en los estudios alem anes sobre la cerám ica sigilata de los cam pam entos dél lim es renano. La idea surgió durante su convalecencia en el hospital después de sufrir un atentado en N iza durante la ocupación italiana de la S egunda G uerra M undial. En varios m eses, el único libro que tuvo a disposición era el trabajo de [Ch.] Sim onett sobre las necrópolis del Ticino (Tessiner G raberjeider. B asilea, 1941). El descanso forzoso le dio tiem po a perfeccionar su alem án y analizar a fondo el libro. Ello le perm itió darse cuenta del gran valor de los trabajos ceram ológicos realizados en el valle del Rin, pero al m ism o tiem po que éstos habían de ser continuados necesariam ente en los países m editerráneos. De esta m anera com enzó sus estudios de la cerám ica cam paniense y los continuó con la sigilata clara. - D entro de los aspectos poco conocidos de Lam boglia se encuentra su interés p o r la arqueología medieval. - Su interés por este periodo se desarrolló muy pronto. Hay que tener en cuenta que, aparte de A lbentim ilium , tam bién em pezó a excavar en A lbingaunum (A lbenga) con la diferencia que, m ientras la prim era desapareció prácticam ente en los siglos V-V I para volver a poblarse m ucho más tarde, A lbenga ha tenido una ocupación continua hasta la actualidad. Por tanto, para llegar a los estratos rom anos de Albenga tuvo que excavar los niveles m edievales, y lo hizo con el m ism o criterio y rigor, lo que le convirtió en un vanguardista de la arqueología m edieval. El estado de conservación de los restos m edievales lo llevó tam bién a ocuparse de la restauración de m onum entos. Él siem pre decía que un m onum ento no podía ser restaurado si antes no era estudiado desde todos los puntos de vista. En los años 1948-1949, cuando com enzaron las primeras excavaciones en A lbenga, ya hablaba de arqueología vertical y ponía en correlación los m uros con los estratos horizontales. Su libro sobre los m onum entos m edievales de la Liguria, sus tipologías de cerám ica m edieval y sus cursos universitarios sobre el tem a han hecho escuela. N o en vano fue el prim er catedrático de arqueología m edieval en Italia. - ¿N os podría hablar ahora de la creación del ¡stituto di Studi Liguri? - Lam boglia com enzó com o arqueólogo en A lbenga, donde había una Sociedad de H istoria Patria de la cual era secretario. El azar hizo que, en un m om ento de dificultades con las personalidades locales, L am boglia entrase en contacto con los herederos de C larence Bicknell, un m ecenas inglés que a finales del siglo XIX había creado la B iblioteca Internacional-M useo Bicknell, fundación de estudios clásicos con sede en Bordighera. Ante las dificultades para dejar debidam ente organizado el legado

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de Bicknell, se propuso a L am boglia el traslado de la Sociedad de Historia Patria a B ordighera y su unión con la B iblioteca-M useo Bicknell para form ar el Istituto di Studi Liguri. D espués de la Segunda G uerra M undial, L am boglia aspiraba a am pliar los contactos del Instituto hacia la "Liguria O ccidental", pero las autoridades francesas le retiraron el pasaporte y le negaron la entrada en el país debido a su participación en la com isión de arte enviada a N iza por el gobierno fascista durante la ocupación italiana (la C om m issione italiana d'arm istizio a M cntone e a Nizza, de 1943). Esta situación duró m uchos años e im pidió a Lam boglia crear sus tan deseadas secciones extranjeras del Instituto. Solucionado finalm ente el problem a, se puso en contacto con el coronel Louis, d irector de los Cahiers Liguriens de Préhistoire et P rotohistoire de M ontpellier que, ju n to con el P rofesor Fernand Benoít, fueron las personas claves en sus relaciones con Francia. C on ellos creó respectivam ente las secciones languedociana y provenzal del Instituto, reflejo de la estructura que ya había organizado en Italia con secciones que respondían a la división del territorio de época rom ana. En cuanto a la sección española, fue creada en 1948 y estuvo dirigida por M artín A lm agro. - En su opinión ¿cuál es la herencia m ás im portante que ha dejado el P rofesor Lam boglia? - L am boglia tenía una m entalidad polifacética. Com o recordábam os antes, em pezó dedicándose a la toponom ástica y a la lingüística, continuó con la arqueología estratigráfica y la subacuática, para term inar de catedrático de arqueología m edieval sin olvidar su labor com o epigrafista. Su eje vertebral fue siem pre la Liguria, que supo com binar con las colaboraciones internacionales y una gran apertura hacia las nuevas generaciones. M uchos jóvenes de entonces, que hoy ocupan cargos im portantes en m useos, uni versidades y centros arqueológicos, han pasado por la escuela de Lam bogl ia. Era un gran m aestro, sabía com unicar y sabía contagiar su entusiasm o a los alum nos. No tenía ni fam ilia ni dinero y estaba totalm ente entregado a su trabajo. D esde 1963 su salud em pezó a fallar y al año siguiente tuvo un infarto. Entonces dictó una serie de norm as para asegurar la continuidad del Instituto, que eran válidas en aquellos m om entos pero que actualm ente están en gran parte superadas -él m ism o decía "cortad las ram as secas y intentad avanzar con las verdes"-. A su m uerte, el Instituto pasó por problem as financieros difíciles que obligaron a tom ar decisiones inesperadas y que han generado un estado de cosas muy diferente del que L am boglia encontró cuando com enzó a trabajar en la Liguria. Entonces aquella era una tierra com pletam ente virgen en la que, si todo iba bien, se podía encontrar la "linfa vital" -com o decía él- para poder

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plantar las raíces. Lam boglia tuvo éxito, un poco por su carácter, un poco por su inteligencia o su saber, un poco por la am istad que dem ostraba con todas las personas que iban al Instituto y que hacía que enseguida se encontrasen com o en casa.

E n t r e v is t a

a

M

iq u e l

T arradell ( 1 9 9 5 )

C atedrático de Arqueología E pigrafía y N um ism ática de la U niversidad de B arcelona (1970-1988) y buen conocedor de las actividades del Profesor L am boglia desde su prim era estancia en España. - ¿C óm o valora usted la fig u ra de Niño Lam boglia y cuál cree que ha sido su aportación m ás im portante? - C iertam ente era un hom bre de una gran form ación académ ica. Sabía m ucho latín -leía p erfectam ente a los clásicos- y se interesó m ucho por cuestiones lingüísticas y toponom ásticas. D onde más se puede calibrar la am plitud de su form ación es en aquellas notas que publicaba en la Rivista di Studi L iguri y que no eran exactam ente las clásicas recensiones sino un tipo de com entario m uy profundo de los libros. Y o lo calificaría com o un hom bre que creó cosas, que no fue el clásico sucesor del m aestro sino que em pezó actividades sin precedentes com o el estudio de las cerám icas rom anas del M editerráneo occidental. Hay que tener en cuenta que las únicas cerám icas rom anas estudiadas seriam ente hasta aquellos m om entos se debían a los trabajos hechos p or los alem anes en el lim es del Rin ([H.] Dragendorf, [S.] Loeschke, etc.). Él fue el que supo ver que estos trabajos de los alem anes para la zona centroeuropea y de los franceses para la G raufesenque no tenían el equivalente en el área costera m editerránea y decidió ocuparse del estudio de la cam paniense y las sigilatas. Esta fue su gran novedad y esto no creo que lo heredase de nadie. Es m ás, después de haberlo conocido, m e quedé m uy sorprendido de ir a Italia, concretam ente a Rom a, y ver el m enosprecio en que le tenían los arqueólogos italianos im portantes, que venían a decir: "... pobre, com o está en un área en la que no hay nada im portante; ni m onum entos, ni buena escultura, ni m osaicos, no tiene m ás rem edio que dedicarse a la cerám ica". Justam ente, los estudios cerám icos fueron, para m í, su gran aportación. - Pero, ¿cóm o tuvo la idea de estudiar la cerám ica rom ana del M editerráneo occidental? - Supongo que deriva del hecho de que pudo disponer de un yacim iento donde hay m uy b u en as estratig ra fías, A lb in tim iliu m , y do n d e co m en zó a e x c a v a r m uy científicam ente. A partir de entonces, tuvo a su disposición un lote m uy im portante de

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cerám icas rom anas, y no es que en otros lugares no hubiese, pero no se habían valorado. C reo qu e en Albintim ilium Lam boglia se autoform ó y, posteriorm ente, viajó por lacosta occidental m editerránea estudiando las colecciones de los museos. A sí hizo, por ejem plo, el estudio de la cerám ica de im portación del poblado ibérico de La Bastida de les A lcusses, V alencia {La cerámico "precam pana" della Bastida, 1955), uno de sus prim eros trabajos fuera del área ligur. Por otra parte, trabajó siem pre muy solo, muy desvinculado de los centros importantes italianos. Un poco por razones geográficas y un poco porque no le hacían m ucho caso. M ás que en Italia, donde encontró gente que lo siguió fue aquí y en Francia. - ¿C óm o entró en contacto con los investigadores españoles y franceses? - E n Francia entró a través de Fernand B enoít, que lo puso en contacto con m uchos aficionados. No hem os de olvidar que en aquellos tiem pos en las universidades francesas no se estudiaba la arqueología tal com o la entendem os actualm ente. Los que encontraban objetos eran los aficionados locales: los m édicos, los m ilitares — com o el coronel L ouis— , etc. En Francia lo que había era una fuerte tradición paleolítica y los tradicionales estudios de época rom ana dedicados a los grandes m onum entos, la estatuaria, los m osaicos, etc. La prehistoria no paleolítica, es decir, la protohistoria, estaba m uy verde. El prim er estudio im portante de neoeneolítico francés -com o se decía entonces- lo firm aron Bosch G im pera y Serra Ráfols. P or lo que respecta a E spaña, hay una fecha m uy im portante, 1947, q u e co rre sp o n d e al p rim er C urso Internacional de A rqueología en A m purias. A d e m ás de L am boglia y otros prestigiosos in v estig ad o res intern acio n ales invitados p o r M artín A lm agro, asistieron tam bién im p o rtan tes perso n alid ad es de la in v e sti­ g a ció n esp a ñ o la com o A d o lf Schulten, Joaquín M aría de N avascués (por e n to n c es D ire c to r G eneral de M useos), A ntonio G arcía y B e llid o y otros. En aquel m om ento, tan to las prim eras figuras de la arqueología esp a ñ o la com o los jó v en e s estu d ia n tes c o m o yo m ism o, aprendim os a distin g u ir por prim e ra vez, por ejem plo, una sig ila ta a re tin a de otra sudgálica. ¡N inguno d e nosotros lo sabía! R ecuerdo cla ram e n te la e sc en a : en torno a una m esa, L am boglia, B ellid o , A lm agro y P ericot, todos a p re n d ie n d o tip o lo g ía cerám ica. A p artir de e n to n c es, la relación de L am boglia con E sp a ñ a nunca se rom pió. Junto a la ceram o lo g ía y ante todo, L am boglia en señ ó en A m p u rias a hacer estratig rafías, es decir, a e x c a v a r c orrectam ente. B osch G im p era h a b ía fo rm ad o una gran escuela de arq u eo lo g ía p reh istó rica, pero la única p erso n a q u e , p o r indicación suya, se dedicó al m undo c lá sico fue Josep de C. S erra R á fo ls q u e , p o r una serie de circunstancias, excavó poco. B osch era con sc ie n te de que no

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había p o d id o llen ar este vacío, ante todo porque él nunca se había d e d ic ad o al m undo ro m an o -n o lo podía hacer todo-. - Así, ¿puede considerarse a Lam boglia com o el introductor de la arqueología romana en C ataluña? - Hubo una persona que jugó un papel muy importante en los estudios sobre el mundo rom ano en Cataluña, pero no en el cam po de la arqueología y la ceram ología. M e refiero a Josep Puig i Cadafalch y su gran obra: L ’arquitectura romana a Catalunya (1934). A hora bien, Puig no era un arqueólogo sino un arquitecto que trabajó en el arte románico y, a través del románico, se interesó por lo romano. Después de él hubo Joan Serra i Vilaró, un sacerdote de Solsona que se dedicó a la prehistoria hasta que el cardenal Francesc Vidal i Barraquer se lo llevó a Tarragona. A llí se vió obligado a dedicarse al mundo rom ano e hizo un esfuerzo considerable, pero siempre un poco a nivel de francotirador. En resum idas cuentas, el primero que estudió el mundo rom ano en C ataluña con una idea global de arqueólogo y no de arquitecto fue Serra Ráfols, pero se encontró que, cuando era un investigador formado, vino la G uerra Civil y se quedó absolutam ente arrinconado por razones políticas y casi no pudo excavar. El sucesor de Bosch, tanto en lacátedracom oenel M useo Arqueológico, Martín Almagro, también fue un prehistoriador. En Cataluña, a la llegada de Lamboglia, no había pues una fuerte tradición de estudios romanos y esta situación es necesario tenerla bien clara, porque para entender la importancia de L am boglia se ha de saber cuál era el problem a, qué carencia había. En el aspecto fundamental de Lamboglia, los estudios cerámicos, fue importante c innovador en todos los lugares, no sólo en Cataluña, pero tardó m ucho en serle reconocido este mérito. Lam boglia contribuyó a fundar la arqueología clásica moderna. - Pero, ¿ q u é p re te n d ía Lam boglia a través del estudio de la cerám ica? - B ásicam ente conocer cronologías. Su prim era obsesión era la cronología. Al lado de esto, naturalm ente, vinoel estudio de las áreas de difusión y, por tanto, el m undo del com ercio. En Cataluña, por ejem plo, Lam boglia puso fin a la costum bre de llam ar cerám ica h elenística a toda la cerám ica negra lisa y a datarla en el siglo IV. L am boglia fue un fundador, con la suerte de que tuvo discípulos e inspiró a m ucha gente, y en prim er lugar aquí y en Francia antes que en Italia. El m undo de la ceram ología es im portante, pero en la últim a conversación que tuve con L am boglia poco antes de su m uerte m e im presionó m ucho una cosa que m e dijo: "E stim ado Tarradell, yo que vine aquí en 1947 -me dijo exactam ente- predicando la buena nueva de las cerám icas, ahora m e quedo asustado al ver que esta j uventud de ahora ya no son arqueólogos, sólo son ceram ólogos, y esto es un disparate porque yo me he dedicado siem pre a predicar la im portancia de

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las cerám icas, pero tam bién que la gente pueda entender de epigrafía, de urbanism o y de los problem as generales de la arqueología. A quí ahora todo el m undo se dedica a la cerám ica y yo m e siento casi culpable. N unca me habría im aginado -m e dijo- que esto pudiera traer estos m alos resultados". Ciertam ente la cerám ica sigue siendo tnuy im portante, pero al lado de esto se ha de saber de epigrafía y de num ism ática, se han de poder leer los textos. - En cuanto a la arqueología subacuática ¿ q u é p a p el cree que tuvo Lam boglia en su desarrollo y difusión? - D espués del estudio de la cerám ica rom ana, creo que la arqueología subacuática fue su o bra m ás im portante. Lam boglia consideró que tenían el m ism o interés tanto las cerám icas halladas en tierra com o las halladas en el mar, sobre todo las ánforas. En aquellos m om entos esto era una novedad porque no olvidem os que la arqueología subacuática nace básicam ente a consecuencia del descubrim iento y desarrollo de la escafandra autom ática. En el m om ento en que hubo un aparato que perm itía bajar al fondo m arino con cierta libertad com enzó la pesca de ánforas. En la arqueología subacuática tam bién tuvo un papel muy im portante Benoít, que era director del M useo de M arsella, y los investigadores de la costa provenzal y languedociana. L am boglia entró en este m undo y vio que era im portante. En definitiva, hizo un gran papel, pero no llegó a hacer una revolución con las ánforas com o hizo con la cerám ica cam paniense. Tal vez, no llegó a pasar suficiente tiempo. - Para terminar, ¿cóm o valoraría globalm ente la fig u r a de N iño Lam boglia? - Y o rem arcaría el hecho de que, a pesar de trabajar solo, aislado, L am boglia consiguió hacer m uchos discípulos. Yo m ism o me considero uno de ellos. En Cataluña, prácticam ente todo aquel que no se ha dedicado a la prehistoria pura, se ha form ado con L am boglia. Creo que las tipologías cerám icas de Lam boglia, con ciertos retoques, siguen siendo funcionales. N o ha aparecido aún un nuevo Lam boglia.

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S emana A

u g u s t e a de

Z a r a g o z a (30

m ayo

- 4

j u n io

1940)

Antonio Duplá (*)

E n 1938 Italia celebró con todo fasto, pomposidad y grandilocuencia el bimilenario de Augusto. La ocasión sirvió para presentar a Mussolini com o el nuevo Augusto y para consolidar la imagen de una Italia decidida a retomar el papel y el destino imperial de la Rom a clásica. Com o han subrayado Luciano Canfora, M ariella Cagnetta o también M ario Torelli, en el I Congreso de Historiografía de la Arqueología y la Historia Antigua hace unos años (Canfora, 1989; Cagnetta, 1976; Torelli, 1991; vid. en general Visser, 1992), dicho bimilenario supuso el impulso oficial de toda serie de iniciativas arqueológicas, investigaciones y publicaciones en tom o a Augusto y su régim en. Particu­ lar im portancia recibió la colaboración de estudiosos de distintos países en publicaciones que resaltaban la obra augustea en distintos países occidentales. La perspectiva aparente­ mente científica y académ ica resaltaba la dim ensión universal de la obra de A ugusto y permitía al m ismo tiem po proyectar una visión universalista del fascismo italiano, com o continuador "natural"de aquél (1). AI calor de este bimilenario, aunquefuecronológicamente algo posterior, podemos situar la celebración de la Sem ana Augustea de Zaragoza, de los días 30 de mayo a 4 jun io de 1940. La Sem ana m ostrará la uti lización de la arqueología y la H istoria A ntigua al servicio de una ideología y una organización política concretas, el fascism o y la Falange, con ocasión del citado bim ilenario y de la conm em oración de la fundación de la ciudad por Augusto. El m otivo concreto del evento será el regalo a la ciudad por el Duce de una copia del Augusto de Prim a Porta, com o testim onio de la fundación de C aesaraugusta por el princeps . A parentem ente, la Sem ana se había pretendido celebrar antes, pero com o apunta el cronista (anónim o) en Emérito, no se había podido

(*) (1)

"por hallamos todos entonces

Dpto. de Estudios Clásicos (UPV/EHU) Podemos situar ahí, entre otras, el volumen Augustus. Studi in occasione del bimillenario Augusteo (Roma 1938), con colaboradores como Arangio Ruiz, Ferrabino, Momigliano, Riccobono; también los Quaderni Augustei: Gli studi stranieri sulla fígura e t opera di Augusto e sulla fondazione del Impero Romano, 19371939, cuya nómina de colaboradores es notable: IJ. Gagé (Francia); IIP . Faider (Bélgica); III Boethius-E. Skard (Noruega-Suecia); IV E. Kornemann (Alemania); V W. van Burén (Studi americani); VI F. Miltner (Austria); W N. Vulic (Yugoslavia); X H. Wagenvoort (Holanda); XIV G. Huszti (Hungría); X V IJ. Todorov (Bulgaria); X V IIG . Przychocki (Polonia); el XVIII, dedicado a España, es obra de Femando Valls Taberner (ver infra); o las actividades del Istituto di Studi Romani y su revista Roma, así como de los Istituti di Cvltvra Italiana all'Estero y su publicación Romana. Rivista degli Istitvti di Cvltvra Italiana all'Estero.

565

Antonio Duplá ocupados en la defensa de la Patria"

(S/A, 1939: 195). En esa m ism a crónica se alude a la

fundación en 1939 del Conlegium Augusteum , com o prom otor de la conm em oración y de la obtención de una estatua para la m isma. La presidencia de honor fue aceptada por el C audillo y el Duce, a quienes el presidente y auténtico prom otor, D. Pascual G alindo, rem itió sendas cartas en latín (2). De hecho, en 1938 la Revista A ragón recoge ya una serie de conferencias que D. Pascual G alindo im partió com o hom enaje al E m perador A ugusto en su Bimilenario, organizadas en Zaragoza por el Servicio de C ultura de la FET y de las JONS. Al final de esta crónica se dice:

"Al final de la conferencia...,

el doctor Galindo recordó al Señor Rector que presidía el acto, la sugerencia hecha por él de levantar en Zaragoza un monumento a César Augusto, y el doctor Calamita, en unas sencillas palabras henchidas de patriotismo, aceptó la idea para cuando llegue la ansiada paz. El acto terminó con los vivas de rigtír y el brazo en algo con el saludo a la romana"

(S/A, 1938: 12). Es decir, la idea venía de atrás y Pascual

G alindo, entonces C atedrático de Lengua y Literatura Latinas y V icerrector de la U niversidad de Zaragoza, fue el auténtico alm a m ater del proyecto. La idea parece que se retom a en abril de 1939 y, conseguidos los apoyos institucionales españoles e italianos, el proyecto se pone en marcha. Finalm ente, la sem ana tendrá lugar del 30 de m ayo al 4 de ju n io de 1940. El program a de la sem ana incluía seis conferencias de profesores españoles e italianos, visitas a yacim ientos arqueológicos, una serie de recepciones y actos sociales y político-m ilitares, así com o la inauguración oficial de la estatua en su em plazam iento público. Inició las conferencias el Dr. Perrota (Catedrático de F ilología G riega de la Universidad de R om a) sobre "Augusto", los días siguientes intervinieron el C atedrático del Instituto d e V alencia D. Pío B eltrán ("A cuñaciones de época augustea", con proyecciones), el Dr. Pascual G alindo ("A ugusto y la fundación de C aesaraugusta"); el profesor Salvatore Riccobono (de la U niversidad de R om a y m iem bro de la A cadem ia de Italia) sobre "A portaciones jurídicas de Rom a a H ispania"; el catedrático de Derecho de la U niversidad de Salam anca M anuel Torres L ópez ("R om anización de Hispania en tiem pos de A ugusto") y, finalm ente, el arqueólogo B. P ace (Rom a) sobre "Rom a de A ugusto antes y después de las excavaciones de M ussolini". Se organizaron dos excursiones a Azaila, Celsa y N um ancia y visitas g uiadas a los m onum entos y m useos de la ciudad, actividades en las que colaboraron José G aliay (D irector del M useo Provincial), Juan C abré y Blas Taracena. L a presencia institucional fue de alto nivel. Junto a las autoridades políticas, m ilitares, religiosas y académ icas locales y a representantes políticos y

(2)

Transcritas en la crónica de Emérita

566

SEMANA AUGUSTEA EN ZARAGOZA .

m ilitares de la E m bajada de Italia y del Instituto de Cultura Italiana en E spaña (3), intervinieron en los actos de inauguración y clausura de la sem ana los m inistros de G obernación (Serrano Suñer) y Educación N acional (Ibañez M artín) respectivam ente. La participación de Falange en toda la Sem ana, desde el m om ento de los preparativos, fue tam bién intensa. La Real A cadem ia de M edicina, al igual que la U niversidad y el equipo rectoral, ofreció una recepción a los conferenciantes y autoridades y se colocó una placa conm em orativa en la Facultad de M edicina y C iencias, en cuyo paraninfo se desarrollaron las sesiones académ icas. Hubo tam bién m isas en el Pilar, cenas en el C asino M ercantil (en el salón pom peyano), proyección de películas sobre la R om a de M ussolini y conciertos con una versión m usical del Carmen saeculare de Horacio. Incluso la esposa del em bajador italiano, Sra. de Gam bara, tuvo tiem po de enviar un m ensaje radiofónico a la m ujer zaragozana. El acto m ás brillante fue sin duda la entrega oficial de laestatua a laciudad el dom ingo 2 de jun io , en la Plaza de Paraíso (4). Tras una revista a tropas regulares y organizaciones falangistas, se pronunciaron discursos, se descubrió el m onum ento y después se desfiló, incluidas varias centurias (sic) de Falange, hasta la Plaza de España, donde tuvo lugar una recepción en la Jefatura del M ovim iento. Allí, según cuentan las crónicas periodísticas, un gentío inm enso se unía cordialm ente a los actos y m anifiestaba cariñosam ente su sim patía a visitantes y autoridades, entonando el "Cara al sol". La Sem ana tuvo un eco enorm e en los m edios de com unicación escritos (los consultados), a través de crónicas diarias, fotografías y artículos d e opinión en los tres diarios m ás im portantes de Zaragoza entonces (Heraldo de A ragón, E l N oticiero y A m anecer). Las revistas Universidad (de la Universidad de Z aragoza) y A ragón (editada por el Sindicato de Iniciativa y Propaganda) publican sendas crónicas d e la sem ana (S/A 1940a, 1940c), al igual que Rom ana, la revista de los Istitvti di C vltvra Italiana a ll’Estero (S/A 1940b). En el terreno académ ico, aparece una extensa C rónica

(3)

(4)

Relación sucinta de las autoridades que asistieron y presidieron las diferentes actividades: director general del Instituto Italiano de Cultura en España. Sr. Battaglia, encargado de negocios de la Embajada de Italia Sr. Conde de Zoppi, en representación del embajador general Sr. Gambara, la señora de Gambara, secretario de dicha embajada, señor marqués de Cavaletti, cónsul general de Italia en Barcelona, señor Gino Berri, compositor maestro Jachino, redactor de la agencia Stefani señor Giorgio Spotti, agregado de prensa de dicha Embajada, Dr. Rafael Patuelli, teniente coronel Scaglia, Jefe de Estado Mayor de la Misión Militar italiana, cónsul de Italia en Zaragoza Sr. Piccio, alcalde de Zaragoza Dr. Rivas, generales Monasterio, Sueiro y Yeregui, gobernador civil Sr. Barón de Benasque, Presidente de la Diputación Provincial Sr. Giménez Gran, Rector de la Univ. de Zaragoza Dr. Gonzalo Calamita, Vicepresidente de la Real Academia de Medicina de Zaragoza, Ricardo Horno Alcorta, Jefe provincial de Falange Pío Altolagyirre. En el pedestal de la estatua figuraba la siguiente inscripción CAES AUGVSTO/CIVITAS AB IPSO FVNDATA/F C/MCMXXXX y en el reverso DVX ITALIAE/IMAGINEM CAESARAVGVSTAE/D D.

567

Antonio Duplá

en el número 7 de

publicado en 1941 (S/A, 1939).Endichacrónica,como ya hemos

dicho, se reproducen las dos cartas dirigidas al Duce y al Caudillo ofreciéndoles la presidencia honoraria del evento, redactadas en latín por Pascual Galindo probablemente. C onocem os el contenido de algunas de las conferencias por las crónicas periodísticas e incluso, en ciertos casos, por su publicación posterior (vid. Pace s/f). La apología de A ugusto y la pa x augusta, la nueva arm onización del Im perio o la continuidad entre la obra de A ugusto y la de la nueva R om a liderada por M ussolini son aspectos recurrentes entre los ponentes italianos, m ientras que los españoles, adem ás de desarrollar los contenidos concretos correspondientes, apuntarán la fundam ental apor­ tación hispánica al Im perio. De lodos m odos, es la lectura de los periódicos del m om ento, de sus crónicas, editoriales y artículos de opinión, la que perm ite acercarnos m ejor a las ideas que se m anifestaron alrededor de la Sem ana. Esas noticias periodísticas nos informan de cóm o el regalo del A ugusto de Prim a Porta fue una oportunidad excepcional para exponer una serie de opiniones sobre el m undo antiguo e H ispania antigua, sobre el im perio y la civilización, sobre las m isiones universales de Italia y España. La arqueología aparece claram ente com o vehículo de un m ensaje ideológico muy concreto, teñido de un partidism o acorde lógicam ente con los tiem pos y tam bién, en particular, con el am biente de una Z aragoza especialm ente adicta al nuevo régim en desde el prim er m om ento. En concreto sabem os que la U niversidad de Zaragoza, que participa plena­ m ente en la organización y desarrollo de la Sem ana, se había adherido rápidam ente al gobierno de Burgos y, de la m ano de su rector, G onzalo C alam ita, catedrático de la Facultad de M edicina, ponía a disposición del ejército franquista todas sus instalaciones y personal el propio 19 de ju lio de 1936 (Carreras, 1983: 419). La Facultad de Letras m anifestó un particular entusiasm o y ya en octubre del 36, en escrito al gobierno de B urgos firm ado por su decano José Salarrullana, m ostraría su obediencia y su disposi­ ción a colaborar en la necesaria depuración y regeneración académ ica, en particular contra la Institución L ibre de Enseñanza. Posiblem ente fueran este am biente, ciudadano y académ ico, ju n to con la poderosa personalidad de Pascual G alindo y las estrechas relaciones con el M inisterio de G obernación, los factores que favorecieron la organización de un evento com o la Sem ana A ugustea. V olviendo a los contenidos de la Sem ana, los aspectos que periodistas y autoridades destacan una y otra vez en sus escritos e intervenciones son los tópicos político-ideológicos e historiográficos que conocem os por las obras de la época (vid.

568

SEMANA AUGUSTEA EN ZARAGOZA .

Duplá, 1992). Los podríam os agrupar así: la herm andad ¡taloespañola, cim entada en su común herencia histórica de la latinidad, y en la paralela m isión contem poránea en la defensa de la verdadera civilización; la grandeza imperial y civilizadora de Rom a que, gracias a Augusto, construye un im perio arm ónico e integrado y levanta una m uralla frente a la barbarie circundante; el papel privilegiado de R om a en la historia, en últim a instancia com o preparación de la predicación cristiana y com o vehículo de su extensión a todo el orbe a través del imperio; el particular genio español que, im pulsado y desbastado desde el rom anism o, se impone después a todo el m undo; la aportación hispana al Im perio, fecunda y determ inante gracias a figuras com o Séneca y Trajano, que suponen la revitalización intelectual y política de Rom a; la identificación de civilización con rom anism o y latinidad y, luego, con catolicism o, del que España se erige en vanguardia defensora dispuesta al sacrificio, patente en los tres años de sangrienta Cruzada; la defensa perm anente de la civilización, ayer Rom a, hoy Italia y España, el fascio y la catolicidad, frente a la barbarie, representada entonces en España por la República; y, por últim o, el singular papel en esa tarea de Cesaraugusta-Zaragoza (y el Ebro), fundada por A ugusto y firme baluarte histórico contra vascones, m usulm a­ nes o rojos. Este es el m ensaje reiterado una y otra vez en aquellos días de 1940 alrededor de Augusto en su doble versión, la del heredero de C ésar y después princeps, y la de los nuevos A ugustos, herederos de su m isión im perial, el D uce y el C audillo. Un ejem plo de esa retórica la encontram os en las páginas del diario Amanecer, de las que entresacam os algunos párrafos:

"Zaragoza, la antigua Cesaraugusta, sigue

celebrando con inusitado esplendor la conmemoración de su imperial fundador. A estas Tiestas se ha asociado el Gobierno italiano, corroborando así una vez más, la hermandad latina de las dos naciones que bajo el signo de la hispanidad y la romanidad, sellaron su unión en la batalla civilizadora, uno de cuyos principales escenarios, de resistencia primero, y de impulso, después, fue, precisamente, el Ebro aragonés y romano". "Ya está erigida en nuestras plazas la estatua del César Augusto. A lo largo de toda nuestra guerra y en los pocos días que de esta semana han transcurrido, ha vuelto a robustecerse el fervor por la latinidad. Ya decíamos, por otra parte, hace pocos días, que no concebíamos la latinidad sino com o una superación de las virtudes romanas lograda por el Cristianismo y la acumulación de ingredientes hispánicos. Por ello, al honrar a Augusto que, por la creación del Imperio y sumisión de los Cántabros, permitió la romanización de España, logró su unificación e hizo posible la hispanización posterior de Roma, honramos no sólo nuestra acta de nacimiento com o ciudad, sino también el punto de partida de toda una trayectoria histórica de universalización del genio de España, disperso hasta entonces en particularidades localistas que, sin embargo, fueron genuinamente raciales y que, por tanto, estarán siempre dentro de nuestro corazón"

(dom ingo 2 de junio).

D os días m ás tarde el m ismo periódico publicaba: "

Creo en la grandeza de

España' decía ayer el encargado de Negocios de Italia al entregar solemnemente la estatua del César. No podían decirse otras palabras en este acto ni en esta ciudad. Grandeza de España, que si puede comenzar

569

Antonio Duplá claramente con Roma y manifestarse hoy en actos com o los que comentamos, de empaque y grandiosidad pocas veces igualadas, tiene también manifestaciones separadas de las de Roma o en las que Roma aparece subordinada al genio creador de España. Grandeza que la hace ser, por naturaleza, rectora de pueblos y la imposibilita para ser criada, copista o sim ple imitadora de otros pueblos. Es, quizás, la altivez de quien se sabe señor de si m ism o y de sus obras, la cualidad más noble del español y la que mejor revela esta grandeza que tan acertadamente proclamaba con amor el diplomático italiano"

(m artes 4 de j u n i o ) .

El bimilenario de Augusto en España, adem ás de la Sem ana A ugustea de Z aragoza nos proporciona m ás elem entos de estudio que los aquí brevem ente reseñados y que apunto seguidamente. Me refiero, por ejemplo, a la contribución española a la obra colectiva auspiciada por el Istituto de Studi Romani a propósito de los estudios sobre Augusto en distintos países (los citados Quaderni Augustei, v. Valls T abem er, 1939a)5. En ella su autor, Fem ando Valls Tabem er, un admirador entusiasta de A ugusto y de su obra en H ispaniaen ésta y otras publicaciones suyas (Valls T abem er 1939b6), entre otras cosas justifica plenam ente todas las irregularidades y violencias protagonizadas por Octaviano en su acceso al poder. Es una interpretación que también destacará en la conferencia de Perrota en Zaragoza. En cualquier caso, nada extraño en el ámbito del fascism o (vid. M azza, 1994, sobre la evolución historiográfica de la valoración de Augusto). Otra contribución reseñable, que aparece en algunas crónicas com o una iniciativa ligada directam ente a las celebraciones de Zaragoza, es la publicación por p a rte d e Pascual G alindode unaedición bilingüe de las R es G estaedivi A ugusti. Se trata, salvo error, de una de las prim eras ediciones y traducciones españolas de este docum en­ to, que no ha recibido la suficiente atención, quizá por haberse publicado en una revista, Jerarqvia, editada en Pam plona, m arcadam ente partidista y de escasa difusión (Galindo, 1938). El prólogo que incluye Pascual G alindo (sobre el que estoy trabajando) es de especial interés. El autor dedica su trabajo a Franco, a quien llam a ¡m perator, princeps, p a te r p atriae y para quien reivindica una Inscripción Im perial. G alindo se perm ite incluso parafrasear las R es G estae cuando dice que

"primero por su privada determinación y a

sus expensas, luego, siguiéndole todo el Pueblo, se levantó contra la tiranía nuestro Caudillo, nuestro Imperator, Franco..."

(cf. R es G estae divi Augusti,

1 ).

Frente a toda esta retórica asfixiante, m e perm ito acabar con una cita que, curiosam ente, establece tam bién una com paración Franco-O ctavio, pero desde una perspectiva distinta que nos devuelve a la realidad (Hugh T hom as, s/f: 997, sobre la guerra civil

(5) (6)

y

el franquism o):

"Sobre el montón de despojos de todos estos ideales, entre el polvo del

Ver nota 1. Debo el conocimiento de este material a mi amigo y colega Jordi Cortadella.

570

SEMANA AUGUSTEA EN ZARAGOZA .. recuerdo de tanta retórica, se alzaba triunfante un hombre más frío, desapasionado, insulso y gris, igual que Octavio sobrevivió a las guerras civiles de Roma. César y Pompeyo, Bruto y Antonio, Catón y Cicerón, con todo su genio, carecieron todos del pequeño talento que se requiere para poder sobrevivir: Franco era el Octavio de España".

B ib lio g r a fía CAGNETTA, M., 1976 ”11 mito di Augusto e la 'rivoluzione fascista'". Quademi di Storia, II, 3: 139-181. CANFORA, L„ 1989 Le vie del classicismo. Laterza, Bari. CARRERAS ARÉS, J.J., 1983 "Epílogo. La Universidad de Zaragoza durante la guerra civil". En A. Beltrán el al. (eds): Historia de la Universidad de Zaragoza: 419-434. Editora Nacional. Madrid. DUPLÁ, A., 1992 "Notas sobre fascismo y mundo antiguo en España". Rivista di storia delta storiografia moderna, XIII, 3: 199-213. GALINDO ROMEO, P„ 1938 "La inscripción del Emperador". Jerarqvia, 2: 149-195. H. A., "El regalo de M ussolini a Zaragoza" .Aragón. Revista gráfica de Cultura Aragonesa (edit. Sindicato de iniciativa y propaganda), enero 1940: 19. MAZZA.M., 1994 "Storia antica tra due guerre. Linee di un bilancio provvisorio. En A. Duplá y A. Emborujo (eds.): Estudios sobre el mundo antiguo y la historiografía moderna: 57-80. Veleia, Anejos 6. Serie minor. Univ. del País Vasco. Vitoria-Gasteiz. PACE, B., s/f. "La Roma de Augusto nella Roma moderna". En B. Pace: Civiltá e cultura del Mediterráneo antico: 179-197. M. Sciascia. Palermo-Firenze. S/A, 1938 "El Bimilenario de Augusto. Conferencias pronunciadas por el docto Catedrático Dr. D. Pascual Galindo Romeo". A ragón. Revista gráfica de Cultura Aragonesa (edit. Sindicato de iniciativa y propaganda), XIV, 148: 10-12. S/A, 1940a "El regalo de Mussolini a Zaragoza". Aragón, 19 enero. S/A, 1940b "Crónica. Saragozza. Settimana Augustea". Romana, XVIII giugno: 390. S/A, 1940c "Celebración de la 'Semana Augustea' de Zaragoza". Universidad. Revista de Cultura y Vida Universitaria, XVII, 1: 313s. (mayo-junio), 56-57, crónica de la semana, por H.A. THOMAS, H. s/f La Guerra Civil española. III. Exito. Barcelona. TORELLI, M„ 1991 "Archeologia e fascismo". En J. Arce y R. Olmos (eds): Historiografía de la Arqueología y la Historia Antigua en España: 243-248. Ministerio de Cultura. Madrid.

571

Antonio Duplá

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J ulio M a r t ín e z S a n ta - O la ll a . V in c u la c ió n y c o n t r ib u c ió n LOS ORGANISMOS E INSTITUCIONES ARQUEOLÓGICAS ESPAÑOLAS DE POSGUERRA

a

Raquel Castelo Ruano (*) Luz Cardito Rollán (*) Isabel Panizo Arias (*) Isabel Rodríguez Casanova (**)

L a actividad de Julio Martínez Santa-Olalla cubre una parte impor­ tante de la arqueología de la posguerra española (1). Un período y unas circunstancias en las que la vida científica había quedado muy mermada, pero en la que sobrevivían algunos personajes que, con pocos medios pero mucha iniciativa, consiguieron sacarla adelante. Fue denostado por sus colegas y relegado a un olvido inmerecido pero no podemos dejar de reconocerle una gran capacidad emprendedora. Contribuyó a la difusión de la arqueología española en distintos ámbitos de la sociedad e intentó, e incluso consiguió que traspasara nuestras fronteras. El estudio pormenorizado de sus actividades y publicaciones nos da idea de una mentalidad muy innovadora en algunos aspectos, tanto en lo que se refiere a la extensión de los conocimientos arqueológicos a amplios estratos de la sociedad como en la aplicación de nuevas tecnologías en los estudios arqueológicos. A pesar de que a partir de los años cincuenta su figura empezó a decaer, más por motivos político-académicos que por demérito propio, no se le puede negar un protagonismo esencial en la arqueología española que le llevó a participar de un modo u otro en las más importantes iniciativas institucionales de los años treinta y cuarenta. Julio Martínez Santa-Olalla dedicó treinta y cinco años de su vida a la docencia en la Universidad española y es reconocido el interés con el que preparaba sus clases, apoyado en la magnífica biblioteca que poseía, una de las mejores de Europa. Martínez Santa-Olalla se incorporó a la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Madrid como profesor ayudante a la cátedra del profesor Obermaier. Cuando en el verano de 1936 se produjo el "levantamiento Nacional", el Profesor Obermaier se

(*) Departamento de Prehistoria y Arqueología. Universidad Autónoma de Madrid. (**) Depto. de H* Antigua y Arqueología. CEH, CSIC. (1) Referimos a Castelo et al. (1995) para una bibliografía detallada sobre Julio Martínez Santa-Olalla.

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Raquel Castelo Ruano et al.

encontraba de vacaciones en Suiza. Dos años después (1938) la mayor parte de España estaba bajo el control del general Franco. Fue entonces cuando el llamado "Gobierno Nacional" citó a los miembros del Instituto de España, de nueva creación. El Profesor Obermaier no se presentó. Tampoco lo hizo en 1939 cuando se tomó Madrid y tampoco cuando se dió por terminada la guerra y las universidades, academias y demás centros docentes y científicos renaudaron sus tareas y se reorganizaron. Hugo Obermaier se quedó en Suiza, donde fue profesor de la Universidad de Friburgo desde 1938 hasta su muerte (Beltrán, 1988:76;Díaz-Andreu, 1993:76-77; Hernández-Pacheco, 1959:728). Tras la Guerra Civil y la marcha de Obermaier a Suiza, la cátedra de Historia Primitiva del Hombre pasó en 1943 a ser ocupada, sin dotación económica, por Julio Martínez Santa-Olalla. En 1954 la cátedra salió a concurso y fue ganada por Martín Almagro Basch (Beltrán 1988: 88; Díaz Andreu, 1993: 76-77). En 1955 accedió a la cátedra de Historia del Arte de la Universidad de Zaragoza, en 1959 lo encontramos como profesor de la Universidad de Valencia y entre 1965 y 1972 en la de Madrid, en la cátedra de Historia del Arte (Castelo Ruano et al., 1995: 16). Entre las actividades que organizó en la Universidad Complutense destaca el Seminario de Historia Primitiva. Éste se hallaba integrado por un director, un vicedirector, un secretario, una bibliotecaria y varios colaboradores. Todos los miérco­ les, un grupo no muy numeroso de personas se reunía a comentar de manera informal los nuevos hallazgos y noticias producidas en España y Europa. En su seno se organizaron congresos, excavaciones y publicaciones. A pesar de la penuria económica en la que vivió el Seminario, se logró crear una importante biblioteca y valiosas colecciones de materiales arqueológicos y etnológicos así como un interesante archivo fotográfico. Todo ello contribuyó a lograr una buena formación de los estudiantes que integraban el Seminario. Entre las colecciones destacan los objetos procedentes del norte de África (Sahara español) tanto en su vertiente neoetnológica como en la Paleoetnológica, fruto del enorme interés que desarrollarían Martínez Santa-Olalla y sus discípulos por esta zona y que se plasmaría más tarde en sus teorías acerca del Neolítico hispano-mauritano. También son de destacar las colecciones de objetos procedentes de las Islas Canarias, cuya inclusión dentro del estudio de la etnología supuso una enorme novedad en la vida científica y universitaria española. En lo que a publicaciones se refiere, el Seminario editó los Cuadernos de Historia Primitiva, publicación de carácter anual estructurada en tres apartados -notas, noticiario y bibliografía-, aparte de los artículos extensos dedicados a diversos aspectos de la arqueología española v europea. Junto a los Cuadernos, se impulsaron otras dos series:

574

JULIO MARTINEZ SANTA-OLALLA ..

Notas del Seminario y Disertaciones Matritenses. La primera, de aparición irregular, recogía temas de diversa índole, mientras que la segunda estaba dedicada a la difusión de ias tesis doctorales surgidas en el seno del Seminario. La vocación europeísta del grupo se plasmó en las visitas de Instituciones y personalidades extranjeras, en una época en la que tan difícil resultaban las relaciones de la ciencia española con el exterior. Entre estas visitas destacaremos la realizada en 1947 por V. Gordon Childe, que aceptó pronunciar una conferencia acerca de la cronología prehistórica de la Europa atlántica. Además hizo al Seminario un cuantioso donativo de su peculio personal como ayuda a los trabajos que se llevaban a cabo dentro del Seminario. Al parecer esta generosa subvención fue incluso mayor que la dotación anual que recibían de la Universidad. Para corresponder con tan espléndida considera­ ción, el Seminario donó al Instituto de Arqueología de la Universidad de Londres, en la persona de su director, el Prof. Childe, una colección de cerámicas procedentes de distintos yacimientos españoles y norteafricanos en la que estaban representados materiales de todas las culturas, desde el Neolítico hasta el Hierro Ibérico. La mayoría de los materiales con los que contaba el Seminario procedían de las exhaustivas prospecciones llevadas a cabo en la Isla de la Palma a partir de 1953 y de las excavaciones arqueológicas peninsulares entre las que cabe destacar las efectuadas en la Bastida de Totana (Murcia) o en Castiltierra (Segovia). El Seminario en general y Martínez Santa-Olalla en particular dieron un gran impulso a la Prehistoria y Arqueología del Norte de África y en concreto a aquellas manifestaciones que se documentaron en el Sahara español. Entre las labores realizadas destaca la redacción del "Cuestionario de Arqueología Norteafricana". Con este documento se pretendía recoger toda la información posible acerca de los hallazgos arqueológicos preislámicos de la zona hispana de África. Se dieron instrucciones sobre el modo de descripción de los yacimientos: referencia completa, naturaleza del lugar, descripción concisa y precisa del lugar geográfico, descripción detallada del objeto y/ o monumento, elaboración de mapas, gráficos, dibujos y fotografías, todo ello con su escala gráfica correspondiente. Se trataba de una exposición metodológica y de un código deontológico, pues orientaba acerca de la conservación y el salvamento de los objetos documentados, que debían ser depositados en museos. El objetivo último era elaborar un fichero en el que quedara recogida la riqueza arqueológica de la zona. Para completar el estudio del territorio se llevaron a cabo varias expediciones arqueológicas al Sáhara y a la Guinea española. En 1941 se realizó la primera expedición al territorio de Ifni, Tarzaya y Río de Oro, dos años después la Primera Expedición Paleoetnológica

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Raquel Castelo Ruano et al.

al Sahara español y en 1946 la segunda. El proyecto constituyó la contribución más valiosa al conocimiento de la Historia primitiva del Sáhara. Se recogieron miles de piezas que abarcaban todos los momentos de las culturas del Sáhara preislámico y que fueron depositadas en el Seminario. En cuanto a la Etnología los resultados fueron igual de espectaculares y se plasmaron en la adquisición de colecciones completas de arreos de camellos, artes de pesca, vestidos, calzado, trabajo en madera o joyería, que llegaban así por primera vez a la Península (Castelo

et al.,

1995: 26-30).

Unos meses antes de la segunda expedición al Sáhara, Martínez SantaOlalla y su colaborador Bernardo Sáez llevaron a cabo la Primera Expedición Paleoetnológica y Etnológica a la Guinea Española. Tuvo como objeto una primera toma de contacto con el país para posteriormente establecer un plan sistemático de estudios paleoetnológicos y neoetnológicos similar al que estaba efectuándose en el Sáhara. Como resultado se descubrieron los primeros yacimientos paleoetnológicos de Guinea y Fernando Poo y se pudo añadir a la colección del Seminario un gran número de materiales y documentación fotográfica. Martínez Santa-Olalla, como miembro y director del Seminario, asistió a numerosos congresos nacionales e internacionales (Castelo

et al.,

1995: 29-31).

A partir de los años veinte y hasta 1940 colaboró junto a Antonio García y Bellido y Cayetano deMergelinaen las actividades realizadas por el Consejo Superior de Investigaciones Científicas y concretamente por el Centro de Estudios Históricos. Su paso por la institución, como Jefe de la Sección de Arqueología de la Edad del Hierro e Hispania Romana, fue, cómo no, muy controvertido. Al poco tiempo de tomar posesión de su cargo dirigió una carta al Marqués de Lozoya, Director General de Bellas Artes y Director del Instituto Diego Velázquez exigiendo dinero y la dirección del

"Tabula Imperii Romani", carta en la que realizó una severa crítica al trabajo realizado años atrás (Plácido et al., 1993:62-63). Poco tiempo después y al parecer tras Proyecto

una reunión de la Union Académique Internationale celebrada en Roma, se le propuso que se hiciera cargo del inventario de yacimientos españoles, proposición que aceptó y planeó realizar parcialmente en el Seminario de la Universidad y en la Sección de Arqueología de la Edad del Hierro. El distanciamiento de esta institución se produjo poco tiempodespués,apartirdel año 40, cuando se realizó la reestructuración del Centro de Estudios Históricos, llevada a cabo por el Padre José M* Albareda, miembro del "Opus Dei”, institución que cada vez iría cobrando más poder. Julio Martínez Santa-Olalla ingresó en la Sociedad Española de Antro­ pología, Etnología y Prehistoria en 1922, un año después de su fundación. Durante sus

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JULIO MARTINEZ SANTA-OLALLA ..

años de formación en Alemania (1927-1931), Martínez Santa-Olalla contribuyó a la difusión entre los investigadores germanos de la publicación

Actas y Memorias, editada

por la Sociedad, y se ofreció para elaborar las notas bibliográficas sobre publicaciones alemanas. Tras el paréntesis de la Guerra G v il fue nombrado secretario, cargo que ocupó hasta el cese de actividades de la Sociedad. En 1941 se reeditó el órgano de difusión de las actividades del Seminario, ahora con un nuevo nombre:

Atlantis. A partir

de esta época Martínez Santa-Olalla fue su director y colaboró en su edición el Museo Antropológico Nacional o Etnológico, creándose así un órgano colectivo dependiente del Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Pronto la Sociedad se vio envuelta en problemas de diversa índole que hicieron difícil su continuidad. Entre éstos debemos mencionar los de carácter económico debido a la subida del papel e imprenta que redujeron casi a nada los medios económicos sociales. A esta grave situación financiera se le añade el hecho de que la Sociedad no podrá utilizar para sus reuniones periódicas los locales sociales instalados en el antiguo Museo del Doctor Velasco y ahora Museo Etnológico Nacional, dependiente del Instituto Bemardino de Sahagún del Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Además se denuncia el "secuestro" de la biblioteca y la disgregación de sus colecciones que, sin previa consulta, habían sido entregadas al Museo Arqueológico Nacional o bien instaladas en el Museo Etnológico Nacional (Castelo

et al., 1995: 41-50).

La Comisaría General de Excavaciones Arqueológicas, fundada en 1939 como sucesora de la Sección de Excavaciones de la Junta Superior del Tesoro Artístico, fue quizás la obra más personal de Martínez Santa-Olalla, su director desde 1940. Supuso la difusión de la Arqueología a nivel nacional y entre los no-profesionales. Se creó una red de Comisarios Locales, Provinciales e Insulares que cubría todo el territorio español. Su idea original, hacer copartícipes de la conservación y estudio del Patrimonio arqueológico español a todos los interesados en la cultura, fueran o no profesionales, habría tenido un gran éxito si no hubiera prescindido desde un principio de sus compañeros de Universidad

y de todos aquellos que pudieran hacerle sombra al frente

de la institución. Los logros no fueron escasos: se contribuyó a la difusión de la Arqueo­ logía entre las instituciones políticas y entre los particulares, gracias a alguno de ellos se subvencionaron construcciones de museos, como el de Mahón, o excavaciones arqueológicas en distintos lugares (Mérida, Antequera, etc.). Sería prolijo enumerar todos los trabajos realizados bajo el patrocinio de la Comisaría, desde excavaciones a restauraciones, pasando por la ya citada creación de museos. Un logro que llama la

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atención por la modernidad de su planteamiento es la creación de una biblioteca itinerante que suplía la falta de publicaciones y el excesivo coste de las mismas y ponía al alcance de los comisarios locales la información necesaria para poder llevar a cabo sus cometidos. Desde su cargo de Comisario de Excavaciones abordó temas relacio­ nados con las Ciencias Auxiliares de la Arqueología. Potenció el desarrollo de la fotografía aérea, planteamiento que fue considerado como un despropósito, aunque ya en todo el mundo era conocido este método de prospección. En principio los vuelos no fueron muy numerosos debido a la escasez de carburante pero se pusieron en conocimiento de la comunidad científica yacimientos de diversas cronologías. Igual­ mente quiso impulsar los análisis antropológicos y palinológicos y llegó a proponer que los análisis de materias orgánicas fueran llevados a cabo por el Laboratorio de Intendencia del Ejército de Madrid, institución en la que se realizaban todos los estudios de esta rama. También promovió la realización de análisis metalográficos y los petrológicos que podrían ser realizados por el Instituto Geológico y Minero. Martínez Santa-Olalla intentó por todos los medios incorporar en los trabajos que él dirigía a los laboratorios de Ciencias Químicas y Naturales, pero no llegó a conseguir­ lo. Con frecuencia, al leer los numerosos artículos que publicó, se puede observar cómo el autor lamenta la falta de colaboración, salvo contadas excepciones, de los laboratorios españoles. Sin embargo alaba la cooperación prestada por los laborato­ rios alemanes y daneses. Martínez Santa-Olalla llegó a proponer la creación de un laboratorio en el que pudieran llevarse a cabo todo tipo de análisis que podrían ser financiados por el Ministerio. Los resultados de toda esta organización se plasmaron en tres series de publicaciones: "Noticiario Arqueológico Hispánico", "Informes y Memorias" y "Acta Arqueológica Hispánica". Pronto surgieron los primeros problemas por la no-profesionalización de los Comisarios. En el II Congreso Internacional del Sudeste Español, celebrado en Elche en 1948, saltó la polémica. Mientras un grupo de los congresistas, entre los que destacaba Taracena, era partidario de prohibir la dirección de excavaciones a los noprofesionales, otro sector, más moderado, consideraba difícil distinguir a los profesio­ nales de los aficionados, y un tercero, el formado por los Comisarios, que eran mayoría en el Congreso, se abstuvo de la discusión por afectarles directamente. La discusión se reprodujo en el Congreso de Almería y los Comisarios interpretaron que quienes les criticaban pretendían apoderarse de un puesto de trabajo que ellos desempeñaban gratuitamente (II CASE, 1948: 53-58; Lucas Pellicer, 1991: 237-242).

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JULIO MARTINEZ SANTA-OLALLA ...

Martínez Santa-Olalla jugó un importante papel como propulsor del Instituto y Museo Municipal de Madrid. A iniciativa suya, el Ayuntamiento de Madrid compró en 1948 la Quinta de la Fuente del Berro para albergar en ella dicha institución. Tras varios años de restauración del palacete* se procedió a su inauguración en 1953 o 1954, fecha en la que no se ponen de acuerdo los autores. Martínez Santa-Olalla fue nombrado director vitalicio de este novedoso museo. En él se presentaban piezas que ilustraban la evolución de la historia madrileña además de otras procedentes de las colecciones de Martínez Santa-Olalla en concreto sus series africanas y, sobre todo, la importante muestra de cerámicas persas islámicas primitivas. Lo que más nos interesa destacar del planteamiento museístico de la institución es que, de las tres salas que la componían, una de ellas estaba dedicada a la "Arqueología comparada", si se nos permite el término, donde se establecía una relación entre la evolución del mundo y el desarrollo de la ciudad de Madrid. En 1977 el Museo pasó a estar vinculado a los Museos Municipales y, como tal, a constituir la Sección de Arqueología. Fue cerrado en 1980. Parte de sus colecciones pasó entonces al Museo Municipal, instalado en el Hospicio, mientras que otro gran número de piezas fue vendido por los hermanos y herederos de Martínez Santa-Olalla al Museo Arqueológico Nacional (Guía del Museo Municipal, 1993; Martínez Santa-Olalla, 1962: 58-59; Presedo, 1993). Nos gustaría hacer constar la necesidad de extrapolar los logros de Julio Martínez Santa-Olalla de lo que fueron sus ideas políticas, que si bien en cierto momento le ayudaron a sobrevivir como investigador en la España de posguerra, también le hicieron caer injustamente en desgracia. B ib l io g r a f ía BELTRÁN, A., 1988 Ser arqueólogo. Monografías Profesionales 130. Fundación Universidad y Empresa. Madrid. CASTELO, R.; CARDITO, L.; PANIZO, I. y RODRÍGUEZ CASANOVA, I., 1995 Julio Martínez Santa-Olalla. Crónicas de la cultura arqueológica española. Madrid. DÍAZ-ANDREU, M.. 1993 "Theory and Ideology in Archaeology: Spanish Archaeology under the Franco Regime", en Antiquity, 67: 74-82. GUÍA DEL MUSEO MUNICIPAL, 1993 La Historia de Madrid en sus colecciones. Ayuntamiento de Madrid. Concejalía de Cultura y Medio Ambiente, Museos Municipales. Madrid. HERNÁNDEZ-PACHECO, E., 1959 Prehistoria delsolarhispánico. Orígenesdelartepictórico. Memorias de la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales de Madrid. Serie Ciencias Naturales XX. Madrid.

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LUCAS PELLICER, R., 1991 "La arqueología no-profesional. Antecedentes y panorama actual", en J. Arce y R. Olmos (coordS.): Historiografía de la Arqueología y de la Historia Antigua en España (sigl0s XVI11-XX): 237-242. Ministerio de Cultura. Madrid. MARTÍNEZ SANTA-OLALLA, J„ 1962 "Museo del Instituto Arqueológico Municipal". Los sesenta museos de Madrid: 58-9. Madrid. PLÁCIDO, D.; SÁNCHEZ PALENCIA, J. y CEPAS, A., 1993 "El mapa del mundo romano", en Inventarios y Cartas Arqueológicas. Homenaje a Blas Taracena, Soria, ¡991: 57-64. Junta de Castilla y León. Valladolid. PRESEDO, F., 1993 "Colección Julio Martínez Santa-Olalla", en De Gabinete a Museo. Tres siglos de Historia. Museo Arqueológico Nacional: 474-483. Ministerio de Cultura. Madrid.

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L a s In stitu c io n e s A rq u e o ló g ic a s d e l A yuntam iento de M ad rid (1924-1972) Enrique de Carrera Hontana (*) Alfonso Martín Flores (*)

I n t r o d u c c ió n L a Ley de Excavaciones Arqueológicas de 1911 supuso un paso impor­ tante hacia la responsabilidad de Ayuntamientos y Diputaciones en la protección y estudio del patrimonio arqueológico. En los años posteriores a su promulgación, surgirían en esos ámbitos distintas instituciones arqueológicas: el Servei d’Excavacions de la Diputación de Barcelona primero, en 1915 y, en la década siguiente, el Servicio de Investigación Prehistórica de la Diputación Valenciana (1927) y el Servicio de Investigaciones Prehistóricas del Ayuntamiento de Madrid (1929). Sin embargo, a diferencia de las instituciones catalana y valenciana, el Servicio de Investigaciones Prehistóricas desapareció pocos años después, incapaz de desarrollar convenientemen­ te sus funciones. De hecho, la falta de un acomodo estable de las actividades arqueoló­ gicas dentro de la política cultural del Ayuntamiento significó que, durante el periodo estudiado, las funciones de investigación, protección y difusión del patrimonio arqueo­ lógico madrileño fueran ejercidas sucesivamente por cuatro instituciones distintas con resultados desiguales: el Servicio de Investigaciones Prehistóricas, el Museo Prehistó­ rico Municipal, el Museo Municipal y el Instituto Arqueológico Municipal.

L a F a s e P r e in s t it u c io n a l ( 1 9 2 4 - 1 9 2 9 ) Con anterioridad a 1929, el Ayuntamiento de Madrid, aún sin tener en su organización un servicio adecuado, alentó y sufragó diversas actividades relacionadas

XI \! OofJG t

con la arqueología. En 1924, a sugerencia de Hugo Obermaier, catedrático de la LÓQ i O > Universidad de Madrid, el Ayuntamiento acordó cooperar a la organización del X IV Congreso Geológico Internacional, que habría de celebrarse finalmente en Madrid, en 1926 (Pérez de Barradas, 1930:171 y Boletín del Ayuntamiento de Madrid, 10.3.1924:

(*)

Instituto Arqueológico Municipal de Madrid.

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Enrique de Carrera Hontana y Alfonso Martín Flores

357). Probablemente fue, también, sugerencia de Obermaier que se nombrara a José Pérez de Barradas y Eulate encargado de los trabajos de preparación y delegado del Ayuntamiento en el Congreso (1). Las funciones que el Ayuntamiento encomendó a Pérez de Barradas fueron la ordenación de las colecciones arqueológicas que el municipio ya poseía y su acrecentamiento, mediante los correspondientes trabajos de campo. La organización científica del Congreso suponía, además, realizar un estudio geológico del valle del Manzanares, cuyos resultados serían publicados en forma de memoria (Pérez de Barradas, 1926) y la preparación de una pequeña exposición geológica y prehistórica (Pérez de Barradas, 1930: 172). Estos trabajos, limitados en principio a la celebración del Congreso Geológico, fueron prorrogados en 1926, cuando el Ayuntamiento aprobó, en sesión plenaria de 8 de enero, colaborar con el XV Congreso Internacional de Antropología y Arqueología Prehistórica, que estaba previsto que se celebrara en Madrid al año siguiente. Las labores de preparación de este nuevo congreso, planificadas por Pérez de Barradas, se distribuyeron entre los ejercicios económicos de 1926,1927 y 1928, lo que aseguraba la continuidad de sus investigaciones al menos por tres años más (Boletín del Ayuntamien­ to de Madrid, 11.1.1926:42). Durante este periodo Pére¿ de Barradas ocupó un despacho en la Casa de la Panadería de la madrileña Plaza Mayor, donde se custodiaban las colecciones del Ayuntamiento de Madrid y sede, hasta 1927, del Museo Municipal. Entre 1924 y 1929 la actividad de Pérez de Barradas para el Ayuntamien­ to de Madrid fue, paradójicamente, más intensa que en periodos posteriores, tanto en las tareas arqueológicas (trabajos de campo, publicaciones, confección de Mapa Prehistó­ rico), como en las museísticas (Pérez de Barradas, 1930: 179-181). Los trabajos de campo se centraron principalmente en el control de la extracción de áridos en los alrededores de Madrid. Éste consistía en visitas regulares tanto a yacimientos ya conocidos (2), como a nuevas explotaciones abiertas. A consecuencia de esta labor se documentaron nuevas estaciones paleolíticas (3) y se verificó que el histórico yacimiento de San Isidro no estaba agotado, como se venía afirmando desde principios de siglo. Las exploraciones no se limitaron al municipio de

(1) Una breve biografía del personaje, acompañada de su bibliografía se puede consultar en Priego 1982. (2) Principalmente, los yacimientos descubiertos por Pérez de Barradas y Wemert entre 1918 y 1924: Parador del Sol, Vaquerías del Torero, La Parra, Huerto de D. Andrés, Prado de los Laneros, Pza. del Bonifa, Tejar del Sastre, Casa del Moreno o el Arenero de Puente de Villaverde. (3)’ Entre los yacimientos más importantes descubiertos en este periodo destacan los de San Antonio, Arenero de Puerta, San Julián, Las Mercedes y Don Pedro, en 1926 o los areneros del Ventorro del Tío Blas, en 1928.

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Madrid, sino que fueron también visitados y estudiados yacimientos pertenecientes a otros términos, especialmente en los valles del Manzanares, Henares, Jarama y Tajuña. Paulatinamente fue ampliándose el ámbito cronológico a estudiar, dando cabida a otros periodos como el Calcolítico y la Edad del Bronce (1925-1927), la época romana (1928) e incluso la medieval (1928). Algunos de los yacimientos estudiados merecieron un interés más profundo. Entre 1928 y 1929 se solicitaron excavaciones en la cueva de Bellaescusa -Orusco del Tajuña-, Carabanchel Bajo y Villaverde Bajo, constatándose sólo la realización de esta última, iniciada a comienzos de 1928. Todos estos trabajos se saldaron con un notable incremento de las colecciones municipales que, de los 5.000 objetos con que contaban en 1924, pasaron a cerca de 30.000 en 1929. Unade las tareas más importantes de esteperiodoeinjustamenteolvidada fue la confección del "Mapa Prehistórico de la Provincia de Madrid". El Mapa pretendía ser el resultado de una amplia labor de localización y valoración de yacimientos arqueológicos en la provincia y bien puede considerarse como un precedente directo de posteriores inventarios y cartas arqueológicas territoriales. Para la obtención de datos con los que confeccionar el Mapa y solventar

Cartilla de Divulgación de Prehistoria (Pérez de Barradas, 1925: 8). La Cartilla consistía en un al mismo tiempo la falta de personal para llevar a cabo la tarea, se editó la

breve resumen de Prehistoria Europea e incluía unas instrucciones para efectuar recuperaciones y un cuestionario. Ejemplares de la misma fueron enviados a "todas las personas cultas" de los pueblos de la provincia, rogándoles que contestaran y remitieran el cuestionario al Ayuntamiento. El éxito de la Cartilla fue mayor de lo esperado. En 1930 se tenían datos procedentes de todos los Términos Municipales de la provincia y de los 195 cuestionarios contestados, 72 hacían referencia a yacimien­ tos arqueológicos (Pérez de Barradas, 1930: 172-178). El ejemplo madrileño fue seguido en Burgos por Martínez Santa-Olalla e, incluso, la Sociedad Española de Antropología, Etnología y Prehistoria intentó establecer un modelo similar a nivel nacional (Actas, 1931: 7). En el ámbito museístico, sus primeros trabajos consistieron en el examen de las colecciones del Ayuntamiento (principalmente el depósito, luego donación, de Nicolás Rotondo), de las que entregó, en 1925, un "Catálogo Provisional". En él se incluía una clasificación científica y una valoración expositiva de los materiales. Redactó, así mismo, un proyecto museográfico, con una reordenación de toda la colección, tanto de los materiales arqueológicos como de los históricos, para su exhibición pública (Archivo de Villa: ASA, 27-200-67).

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Con motivo del Congreso Geológico, preparó una pequeña exposición que se abrió al público en las salas de la Casa de la Panadería (Pérez de Barradas, 193o; 172). La exposición recogía un conjunto de muestras de los estratos Terciarios y Cuaternarios y una selección de instrumentos líticos madrileños, ilustrados con un mapa geológico del valle inferior del Manzanares, fotografías y gráficos (Archivo de Villa; ASA, 27-200-67). También participó, como miembro del comité organizador, en la exposición

El Antiguo Madrid (Antiguo Hospicio de San Fernando, 1926), en la que se

dedicó una sala a la Prehistoria, ilustrada con objetos pertenecientes, principalmente, a las colecciones municipales (Exposición, 1926: 325-336). El S

e r v ic io d e

t ó r ic o

I n v e s t ig a c io n e s P r e h is t ó r ic a s

y el

M u s e o P r e h is ­

(1929-1943) La amplia labor desarrollada por Pérez de Barradas durante los años

anteriores llevó a juzgar oportuno la creación de un servicio permanente de investiga­ ción prehistórica. Esta idea fue expresada, en forma de enmienda, por los concejales Conde de Cedillo, Conde de Elda, Lorenzo Coullaut-Valera y Jaime Chicharro, durante la tramitación de los Presupuestos Ordinarios de la Corporación para 1929. La enmienda sería mayoritariamente aceptada. Los fines encomendados al Servicio eran el estudio de los yacimientos prehistóricos de la provincia de Madrid, bien por recolecciones sistemáticas o por excavaciones, con especial atención a los de los alrededores de la ciudad; el estudio, clasificación y ordenación de los materiales obtenidos y la presentación y exposición pública de los mismos en un museo específico (Archivo de Villa: ASA, 27-200-87; y Pérez de Barradas, 1930: 181). La provisión de la plaza de Director del Servicio motivó una importante polémica sobre la capacitación y titulación exigida a los aspirantes. El deseo evidente de favorecer a Pérez de Barradas que se deducía de las bases del concurso (Boletín del Ayuntam iento de Madrid, 28.1.1929:72) chocó con el rechazo del Cuerpo de Archi veros y Bibliotecarios municipales y de parte de la Corporación que consideraban que los archiveros eran tan competentes como los titulados en Ciencias Naturales para asumir la tarea. La controversia llegó a la prensa madrileña e incluso la Sociedad Española de Antropología, Etnología y Prehistoria intervino en apoyo de Pérez de Barradas. Finalmente se aprobaron unas nuevas bases (Boletín del Ayuntamiento de Madrid, 22.4.1929: 260) y Pérez de Barradas obtuvo la plaza de Director del Servicio.

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Durante toda la existencia del Servicio ésta fue su única dotación de personal. Las peticiones de creación de plazas de dibujante, restaurador y prospector, así como la asignación al Servicio de personal administrativo y de asistencia, fueron desoídas (Archivo de Villa: ASA, 27-200-87). No-obstante, a título particular colaboraron estrechamente con la institución Julio Martínez Santa-Olalla, Fidel Fuidio y José Viloria. La actividad en los dos primeros años de vida del Servicio fue todavía importante y centrada, como en la etapa anterior, en el control de yacimientos y areneros y en la realización de excavaciones arqueológicas (4). Así mismo, el Servicio participó en distintos congresos científicos, como el IV Internacional de Arqueología (Barcelona, 1929) o el XV Internacional de Antropología y Prehistoria (Portugal, 1930), en los que se dió noticia de sus trabajos más recientes (Pérez de Barradas, 1932: 7-11). Estuvo presente, además, en los dos eventos expositivos de 1929, la Exposición Iberoamericana de Sevilla y la Exposición Universal de Barcelona, con sendas muestras de materiales pertenecientes a yacimientos paleolíticos madrileños (Pérez de Barradas, 1930: 183). La proyección científica del Servicio se incrementó con la publicación del

Anuario de Prehistoria Madrileña, cuyo primer número apareció en 1930. A pesar

del título, su vocación no era estrictamente localista. Por el contrario, pretendía ser un medio de introducción, en nuestro país, de los nuevos enfoques y planteamientos arqueológicos. En este sentido, fue especialmente notable la extensión dedicada a las recensiones bibliográficas y la labor de Martínez Santa-Olalla en la redacción de recensiones y en la captación de artículos entre sus colegas alemanes. La nueva sede del Servicio y del Museo Prehistórico fue fijada en la planta baja del Antiguo Hospicio de Madrid, que ya acogía al Museo Municipal. El proyecto museográfico fue ultimado y aprobado en 1931, transladándose ese mismo año las colecciones arqueológicas municipales almacenadas en la Casa de la Panadería (Archi­ vo de Villa: ASA, 27-200-87). Sin embargo, la apertura pública del nuevo Museo fue demorándose a causa de su instalación inadecuada (Pérez de Barradas, 1934: 6), no constando que fuera regularmente abierto alguna vez. A partir de la segunda mitad de 1931, la actividad científica del Servicio se paralizó (Pérez de Barradas, 1936:3), a lo que no fueron ajenas las transformaciones políticas que supuso la proclamación de la República. De esos años sólo queda constancia

(4)

Los principales yacimientos excavados fueron: Los Vascos -fondos de cabaña- (1930), Arenero de Martin -enterramientos de época romana- (1929-1930), Areneros del Ventorro del Tío Blas -yacimiento paleolítico y restos romanos- (1930), villa romana de Villaverde Bajo (1929 y 1930) y Ciudad Universitaria -poblado calcolítico de Cantarranas- (1930).

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de la publicación del segundo número del Anuario (1932), de unas excavaciones en la Casa de Campo (1933) (Pérez de Barradas, 1936: 213-215), y en la Cueva de Bellaescusa (s/f) (Maura y Pérez de Barradas, 1936: 114-117). Tras el vuelco electoral de 1934 y ia formación de un nuevo gobierno municipal, la situación no varió. Se obtuvo permiso para efectuar excavaciones en la Colonia del Conde de Vallellano, que no se verificaron y, posteriormente, en 1935, sesolicitaron fondos para la realización de trabajos de exploración que no fueron librados (Archivo IAM, oficio 1935). La organización arqueológica del Ayuntamiento sufrió, sin embargo, una importante modificación con la constitución, en mayo de 1935, del Patronato del Museo Prehistórico. El Patronato estaba formado por Manuel Maura y Salas, Hugo Obermaier, Francisco Hernández-Pacheco, Francisco de las Barras de Aragón y Julio Martínez Santa-Olalla, además del propio Pérez de Barradas y otros miembros del Consistorio. Sus funciones serían las de disponer las excavaciones y trabajos de campo a realizar, aprobar la adquisición de colecciones, fomentar los donativos, depósitos y legados, disponer la asistencia a Congresos y la realización de viajes científicos, organizar conferencias y cursillos y cualquier otra actividad que contribuyera a los fines culturales del centro, así como encargarse de la edición y distribución del Anuario de Prehistoria Madrileña, que se convertía en el órgano oficial del Museo (Patronato, 1925). En definitiva, desaparecía el Servicio de Investigaciones, cuyos fines y funciones pasaban a formar parte de los del Museo. En la primera sesión ordinaria del Patronato se elevaron a la Alcaldía varias propuestas de reactivación (ampliación del Museo, intensificación de los trabajos de campo y nueva edición del Anuario). Sin embargo, durante los siguientes doce meses no consta que se llevaran a cabo esas iniciativas ni ninguna otra, excepto la edición del tercero y último número del Anuario, publicado en 1936. La falta de actividad del centro decidió a Pérez de Barradas, aún director del Museo, aceptar un contrato del Ministerio de Educación Nacional de Colombia, hacia donde partió en mayo de 1936 (Pérez de Barradas, 1941: 149). Con el estallido de la Guerra Civil, el Patronato cesó en sus funciones y aunque, al finalizar el conflicto y de regreso a España, Pérez de Barradas fue repuesto como Director del Museo, no ocurrió lo mismo con el antiguo Patronato. Los inmediatos nombramientos de Barradas como Director del Museo Nacional de Etnología, en mayo de 1940, y del Pueblo Español le alejaron definitiva­ mente de su antiguas actividades arqueológicas y de su trabajo en el Ayuntamiento. El Museo Prehistórico, sin dirección efectiva, perduraría inactivo algunos años, para convertirse, finalmente, en una sección del Museo Municipal.

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E l M u s e o M unicipal (1943-1953) Durante la década de los cuarenta se produce la paralización casi absoluta de las actividades arqueológicas del Ayuntamiento de Madrid. No se nombró nuevo Patronato del Museo Prehistórico y sus colecciones permanecieron en la sede del Antiguo Hospicio, nombrándose al Marqués de Loriana como Delegado de Arqueología en el Patronato del Museo Municipal para ocuparse de ellas. Después de su muerte le sucedió en el cargo Manuel Maura Salas, bajo cuya dirección se llevaron a cabo trabajos de estudio y catalogación tanto de los fondos del antiguo Museo Prehistórico, como de los nuevos ingresos. Por su iniciativa se adquieren algunas colecciones de procedencia madrileña formadas antes de la Guerra, como la colección Viloria (Archivo Museo Municipal, exp. ADQ 109/1944) o parte de la colección de José Bento (Archivo Museo Municipal, exp. A D Q 105/1942; exp ADQ 142/1951), así como los mosaicos romanos de Carabanchel Bajo (Archivo Museo Municipal, exp ADQ 106/1942). Sin embargo no existió ningún tipo de actividad de vigilancia de obras y explotaciones del Término Municipal, ni se emprendió excavación alguna. Por ello, los ingresos procedentes tanto de obras urbanas (como los materiales cerámicos procedentes de la Pza. de Santo Domingo, exp. ADQ 107/1943), como los de explotaciones en areneros (ADQ 131/1950; ADQ 139/1951) se efectuaron siempre por donación o adquisición a los encargados de las obras que acudían espontánea­ mente a ofrecerlos al Museo.

E l I n s t i t u t o A r q u e o ló g ic o M u n ic ip a l

(1953-1972)

Ante la falta de supervisión de los yacimientos del valle del Manzanares, Julio Martínez Santa-Olalla, antiguo colaborador de Pérez de Barradas, que, durante la década anterior, había pasado a ocupar una posición central en la arqueología española, inicia gestiones ante el Conde de Mayalde, Alcalde de Madrid, que culminan con la creación, en 1953, del Instituto Arqueológico Municipal (Moción de la Alcaldía Presidencia. Bol. Ayto. 30-9-1953). El Instituto quedaba constituido como un organismo dependiente direc­ tamente de la Alcaldía Presidencia y regido por un Patronato, formado por varios concejales, el director del Instituto y seis miembros de libre designación en represen­ tación de las Reales Academias, la Universidad de Madrid, el Ministerio de Educación y las sociedades científicas, proponiendo poco más tarde Martínez Santa-Olalla a Francisco Javier Sánchez Cantón, Carmelo Viñas, Santiago Montero, Manuel Maura, José Luis de Arrese y Julián de la Viña.

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Martínez Santa-Olalla, nombrado poco después Director Vitalicio del Instituto, intentó continuar la obra de Pérez de Barradas dotándola de un marco legal capaz de asegurar su pervivencia. Para ello comenzó por asegurar la independencia funcional del Museo Municipal, mediante la vinculación directa a la Alcaldía, configu­ rando un organismo más vinculado a las tareas de intervención, gestión y planeamiento del territorio que a las puramente expositivas. Así Santa-Olalla considera como fines del Instituto: "vigilancia del terreno, salvamento de hallazgos arqueológicos, excavaciones arqueológicas, preparación, restauración y exposición de dichos hallazgos, así como la elaboración científica de aquellos, en orden a su inventariado, catalogación y publicación en el Anuario de Arqueología Madrileña” (Archivo

IA M , Memoria, 27.11.1958). Esta voluntad de abarcar las tareas del ciclo completo, desde la protección mediante el planeamiento, la intervención programada y de urgencia y la difusión mediante exposición y publicaciones hacían en aquel momento del Instituto un organismo precursor, hasta el punto de que, como veremos,se encontraron serios problemas con la legislación del momento. Finalmente éstos y la escasez de personal cualificado hicieron que sólo una pequeña parte de los fines propuestos pudiera alcanzarse. La plantilla del Instituto se fue fijando a través de normas posteriores, de modo que llegó a contar con 19 personas además de otros colaboradores en nómina entre los trabajadores de los areneros en explotación. Se trataba pues de una plantilla suficiente, pero que arrastró siempre la falta de personal técnico, pues sólo existían en ella dos plazas de titulados superiores: el director, puesto ocupado por Santa-Olalla, que lo simultaneaba, además, con otros cargos administrativos y académicos, y el subdirector, plaza que fue ocupada, durante breves periodos de tiempo por Vicente Ruiz Argilés y María Francisca Olmedo, permaneciendo finalmente vacante desde 1962. Así pues, hasta 1965, el Instituto mantuvo una amplia actividad en distintos campos: proyectos de creación de reservas arqueológicas y muscos al aire libre, supervisión de areneros, publicaciones en congresos y museo. La creación de reservas arqueológicas que preservasen los yacimientos del valle del Manzanares ante el rápido crecimiento urbano de Madrid fue un objetivo preferente del Instituto desde su creación. Ante la inexistencia de figuras más adecuadas de planeamiento se propone al Alcalde, ya en 1955, que solicite del Ministerio de Educación la Declaración como Monumento Histórico Artístico de varias zonas del valle del Manzanares (Archivo IAM, oficio al Alcalde, 26-5-1955). Ya en noviembre del mismo año se trabaja en la propuesta concreta de instalación de varios museos al aire libre, en las

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LAS INSTITUCIONES ARQUEOLÓGICAS DEL AYUNTAMIENTO ..

zonas previamente definidas, en colaboración con el profesor Helmut de Terra de la Universidad de Columbia (Archivo IAM, oficio, 24-11-1955). De nuevo se intentó la creación de un museo al aire libre, esta vez más al sur, con ocasión de la excavación efectuada en Orcasitas para la recuperación de iw elefante (1959), en colaboración con el Ministerio de la Vivienda. Ninguno de estos proyectos prosperó, pero aún se insiste en ellos en 1970, con ocasión de un informe presentado al Ayuntamiento de Madrid por el Instituto de España (Archivo IAM, informe, 14-6-1970). Las únicas tareas que el Instituto pudo realizar conforme a lo previsto y de una forma continua, a lo largo de los casi 20 años de dirección de Santa-Olalla fueron la supervisión de areneros, la recuperación de materiales y las intervenciones de urgencia. La Brigada Arqueológica realizaba una supervisión diaria de los areneros en explotación, recogiendo los hallazgos y tomando nota de su posición y estratigrafía, antes de entregarlos (una vez a la semana) en el Instituto Arqueológico. Debido a la imprecisa regulación de las atribuciones municipales en esta materia, que se hace en la Ley de 1911, todavía vigente, las bases legales para esta actuación dependieron ampliamente de la situación y contactos personales de Martínez Santa-Olalla. Así, el Instituto Arqueológico se convirtió en depósito oficial de materiales procedentes de excavaciones del Plan Nacional y otras efectuadas en el valle del Manzanares, tras la petición en este sentido efectuada por la Comisaría General de Excavaciones, y su aceptación por el Ayuntamiento (Decreto de 23-4-1955). En caso necesario, los operarios de la Brigada Arqueológica del Instituto contaban con el respaldo legal de las fuerzas del orden, a través de la Comisaría de Excavaciones, aunque el sistema de incluir en nómina a trabajadores de los areneros como colaboradores del Instituto (de los que llegó a haber en algún momento cerca de 40) hizo, por lo general innecesario este recurso (Archivo IAM, oficio, 20-7-1959). Este sistema de recogida funcionó eficientemente hasta el último momento, de forma que a la muerte de Santa-Olalla se encontraban registradas en el Instituto Arqueológico más de 80.000 entradas de objetos procedentes de esta supervisión. La consecuencia lógica de la labor de vigilancia del territorio, habría sido la intervención de urgencia o programada en los casos considerados necesarios, pero la comentada insuficiencia de personal técnico, hizo que esta tarca sólo fuera acometida al comienzo de los años 60. Así se excavó en una zona de la villa romana de Villaverde Bajo, no alcanzada por las intervenciones de Pérez de Barradas (1955); se excavó también, durante el verano de 1957, en la terraza media del Manzanares, cerca del Quemadero Municipal, para preparar unos cortes que se mostraron a los participantes

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Enrique de Carrera Hontana y Alfonso Martín Flores

en el Congreso Internacional del Cuaternario (INQUA); en 1959 seefectuaron excavaciones en laCerámica de Mirasierra (Tetuán de las Victorias), recuperándose restos de mastodon­ te y tortuga y en Orcasitas, donde se extrajeron restos de elefante. La última excavación de este periodo fue la efectuada en las campañas de 1960 y 1961 en el yacimiento de Tejar del Sastre. Lamentablemente, el anunciado

Anuario de Arqueología Madrileña no llegó

a publicarse nunca, quedando inéditas parte de estas excavaciones y siendo publicadas las restantes mucho más tarde (Mazo, 1976 y 1994; Quero, 1982 y 1994) El Instituto Arqueológico Municipal participó, también, representando al Ayuntamiento de Madrid, en los siguientes congresos: Congreso de Ciencias Prehistó­ ricas (Madrid, abril 1954); Congreso del Cuaternario -INQUA- (Madrid 1957); VII Congreso Internacional de Arqueología Clásica (Roma 1958); IX Congreso Internacio­ nal del Historia de las Religiones (Japón 1961); VI Congreso INQUA (Varsovia 1961), en él el Instituto expuso varias vitrinas con objetos procedentes de las excavaciones realizadas en la terraza media del Manzanares con motivo del Congreso del mismo organismo celebrado cuatro años antes en Madrid. En 1961 fue inaugurado en la sede del Instituto, en el Parque de la Fuente del Berro, un pequeño museo. En el Martínez Santa-Olalla quiso hacer "un museo paralelo en donde se expone, enfrentándolo, la evolución cultural del mundo y la de España, centrada en la de Madrid, siendo tal innovación de la mayor transcendencia pedagógica". Estos planteamientos son interesan­

tes tanto por su deseo, manifestado en otras publicaciones, de huir del localismo como por su ruptura polémica con el modelo musefstico de Pérez de Barradas en su Museo Prehistórico y por el aparente deseo de aplicar criterios de comparación cultural de fuerte base antropológica. Si se juzga por la obra de divulgación sobre la historia de Madrid

Cómo nació y vivió Madrid medio millón de años, publicada por estos años

(Martínez Santa-Olalla, 1963), podría pensarse que este "museo paralelo" estaba informado a la vez por criterios nacionalistas y difusionistas. Sin embargo, de las informaciones conservadas en el Instituto Arqueológico y en publicaciones de la época (Gaya Ñuño, 1968) parece deducirse que el deseo de acomodar las colecciones personales de Santa-Olalla junto a los fondos municipales procedentes de Madrid y la consiguiente falta de espacio, impidieron desarrollar un programa coherente. En cualquier caso el Museo del Instituto Arqueológico fue concebido desde su principio como una instalación temporal, de modo que ya en 1963 se trabajaba en el proyecto de un nuevo museo que debería alojarse en las tres primeras plantas de un nuevo edificio, con cerca de 1.500 metros cuadrados de exposición y depósito en el sótano (Archivo IAM, Memoria, 1963)

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LAS INSTITUCIONES ARQUEOLÓGICAS DEL AYUNTAMIENTO...

Desde mediados de los años 60, la plantilla y los presupuestos del Instituto Arqueológico se reducen progresivamente, llegando a contarse sólo con un tercio de los efectivos iniciales, lo que obliga a finales de la década al cierre del museo, que sólo será reabierto temporalmente en 1971, con motivo de la exposición conmemo­ rativa del Aniversario del Imperio Persa. Al morir Santa-Olalla, en 1972, el Instituto Arqueológico pasa a ser regido por un Director-Comisario, nombrado por el Ayuntamiento, entre los miembros del Cuerpo de Archivos y Bibliotecas, y las colecciones privadas de Santa-Olalla son retiradas por los herederos, obligando por tanto a una remodelación completa del museo. Con todo ello, se inicia una nueva fase de la institución que llega hasta la actualidad.

B ib lio g r a fía ACTAS, 1931 Acta de la sesión LXXXI, de 28 de enero de 1931. Actas y memorias de la Sociedad Española de Antropología, Etnología y Prehistoria,\0: 5-7. EXPOSICIÓN, 1926 Exposición delAntiguo Madrid. Catálogo-Guía. Sociedad Española de Amigos del Arte. Madrid. GAYA ÑUÑO, J.A., 1968 Historia y guía de los museos de España. Espasa Calpe. 2* ed. Madrid. MARTÍNEZ SANTA-OLALLA, J., 1963 Como nació y vivió Madrid medio millón de años. Ayuntamiento de Madrid. Madrid. MAURA y SALAS, M. y PÉREZ DE BARRADAS, J., 1936 "Cuevas Castellanas". Anuario de Prehistoria Madrileña, IV, V y VI: 109-122. MAZO, A., 1976 El Gomphoterium augustidensde laCerámica Mirasierra (Madrid). Estudios Geológicos, 32. MAZO, A., 1994 "El cráneo de Elephas Antiquus (Proboscídea, Mammalia), de Orcasitas, Madrid". Estudios de Prehistoria y Arqueología Madrileñas, 9: 17-23. PATRONATO, 1935 Patronato del Museo Prehistório Municipal. Reglamento. Ayuntamiento de Madrid. Madrid. PÉREZ DE BARRADAS, J., 1924 Yacimientos paleolíticos de los valles del Manzanares (Madrid). Memoria acerca de los trabajos realizados en 1923-1924. Memorias de la Junta Superior de Excavaciones y Antigüedades, 64. Junta Superior de Excavaciones y Antigüedades. Madrid. 1925 Prehistoria. Cartilla de divulgación. Ayuntamiento de Madrid. Madrid. -, 1926 Estudio sobre el terreno cuaternario del Valle del Manzanares (Madrid). Ayuntamiento de Madrid. Madrid.

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Enrique de Carrera Hontana y Alfonso Martin Flores

1930 "Crónica". Anuario de Prehistoria Madrileña, I: 169-183. 1932 "Comunicaciones presentadas al Congres de 1’Instituí International d’Antropologie et Congres d’Archeologie et d’Antropologie Prehistorique". Anuario de Prehistoria Madri­ leña, II y III: 7-11. -, 1934 "El Museo Prehistórico: lo que es y lo que debe ser". Tiempos nuevos, 10-9-1934: 6-8. -, 1936a "Nuevos estudios sobre arqueología madrileña: I. la colección Bento". Anuario de Prehistoria Madrileña, IV, V y VI: 30-90. 1936b "Excavaciones en la Casa de Campo, Madrid". Anuario de Prehistoria Madrileña, IV, V y VI: 213-215. -, 1941 "Resumen de mis actividades antropológicas en Colombia en 1936-193S”.Atlani¡s XVI, 1-2: 149-153. PRIEGO, C.t 1982 "José Pérz de Barradas: in memoriam”. Estudios de Prehistoria y Arqueología Madrile­ ñas, I: 11-18. QUERO CASTRO, S„ 1982 "El poblado del Bronce Medio de Tejar del Sastre (Madrid)". Estudios de Prehistoria y Arqueología Madrileñas, I: 185-247. -, 1994 "Excavación del elefante de Orcasitas (Madrid)". Estudios de Prehistoria y Arqueología Madrileñas, 9: 11-16. WERNERT, P. y PÉREZ DE BARRADAS, J„ 1921 "Yacimientos paleolíticos del Valle del Manzanares (Madrid)". Memorias de la Junta Superior de Excavaciones y Antigüedades, 33. Junta Superior de Excavaciones y Antigüedades. Madrid.

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A n to n io G a r c ía y B ellid o C l á s ic a en M a d r id

y la

E scu ela

de

A r q u e o l o g ía

Pilar González Serrano (*) Mónica Ruiz Bremón (*) L a presencia de Antonio García y Bellido (Villanucva de los Infantes, Ciudad Real, 1903 - Madrid, 1972) se deja sentir, por derecho propio, en cuantos Congresos de Arqueología, nacionales o internacionales, se celebran, ya que pocos son los temas, referidos a la Hispania Antigua y al mundo clásico, que él no abordase en su día. Tanto es así, que su criterio científco se ha convertido en un obligado punto de partida para cualquier investigación que, referente a dichos campos, se realice. Con razón se ha dicho que en la Arqueología española hay "un antes y un después de García y Bellido". En este caso, dada la temática del presente Congreso: "Génesis y desarrollo del marco institucional de la Arqueología en España", como fundador del Instituto Español de Arqueología Rodrigo Caro, en 1951, y director del mismo hasta la fecha de su muerte, en 1972, y catedrático de Arqueología Clásica de la Universidad de Madrid, desde 1931 hasta la citada fecha de su fallecimiento, su memoria está en la mente de todos, ya que tales ámbitos fueron los marcos institucionales en los que nos formamos la mayoría de los arqueólogos e historiadores del mundo antiguo de esta segunda mitad del siglo XX, ya muy próxima a su fin. Sobre todo, dicho Instituto no sólo fue el proyecto en el que mayor interés y esfuerzo personal puso García y Bellido, sino también un espacio idóneo para el estudio al que podían acudir cuantos investigadores deseaban consultar los fondos de su biblioteca (que ya desde 1955 era, sin duda, la mejor de España) e intercambiar opiniones científicas. En él, además, se ofrecía tribuna abierta a todos los arqueólogos consagrados y "en agraz" (término que él gustaba de emplear), a través de las páginas de la revista de Archivo Español de Arqueología, cuyo prestigio y servicios prestados a la Arqueología son de todos conocidos. A estas alturas, mucho es lo que sobre la vida y obra de García y Bellido se ha escrito y se ha dicho y, además, todos conocemos sus libros y artículos. Por otro lado, afortunadamente, como los arqueólogos alemanes en el caso de Winckelmann, los

(*)

Área de Arqueología. Dpto. CC.TT. Historiográficas. Universidad Complutense de Madrid.

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Pilar González Serrano y Mónica Ruiz Bramón

españoles en algo nos hemos puesto de acuerdo, y ha sido en celebrar el "día de García y Bellido", el 10 de Febrero, fecha de su nacimiento, lo que ha propiciado los análisis pormenorizados de su actividad científica. Tan acertada iniciativa, debida a la Dra. D* Pilar Alonso, catedrática de Arqueología de la Universidad de Córdoba y discípula directa de uno de sus alumnos predilectos, Antonio Blanco Freijeiro, fue seguida, a partir de su instauración en 1984, por otras muchas universidades e instituciones, lo que ha generado no sólo una serie de interesantes encuentros científicos de arqueólogos de todas las edades, tendencias y procedencias, sino también una bibliografía especializada a través de la cual se ha llegado a un mejor conocimiento, ideológico y humano, de tan ilustre maestro. Por todo ello, no es nuestro propósito insistir sobre su perfil biográfico y bibliográfico. Para un cumplido conocimiento de ambos aspectos, como hombre e investigador, basta con leer la semblanza que, escrita por su hija María Paz GarcíaBellido, sirve de introducción a la nueva edición de España y los españoles hace dos mil años, publ icada en Marzo de 1993. Dada la exactitud de los datos biográficos q ue en el la aparecen, así como de los referidos a su actividad científica, publicaciones, becas disfrutadas, viajes, excavaciones, nombramientos honoríficos y bibliografía más des­ tacada sobre la figura de Garcíay Bellido, aella nos remitimos yaque es, a nuestrojuicio, la más completa, fidedigna y objetiva de cuantas se han escrito en los últimos años. Por nuestra parte, sólo nos cabe desear que, en su día, se convierta en la biografía pormenorizada que su prestigio requiere. Nuestra intención, en esta ocasión, no es otra que la de destacar algunos aspectos referentes al papel que jugó, en los años de la postguerra, como promotor de los estudios de Arqueología Clásica en Madrid, aunque sería más acertado decir "desde Madrid", porque fue en esta ciudad donde García y Bellido desempeñó la mayor parte de su actividad investigadora y docente, y, además, hacer algunas consideraciones sobre la situación actual de dicha disciplina en la Universidad Complutense de Madrid, dentro de los nuevos planes de estudio, ya en marcha, puesto que él fue quien ocupó la cátedra de Arqueología Clásica durante cuarenta y dos años. Como es sabido, García y Bellido, viajero infatigable, desarrolló su labor docente e investigadora en Madrid, ciudad en la que permaneció, incluso, en los años de la Guerra Civil, mientras su familia se mantenía alejada de la capital. Por lo tanto y, en este sentido, bien puede considerársele el fundador de la escuela de Arqueología Clásica de Madrid, pero, haciendo constar, que dada su visión universalista del mundo de la cultura, en su mente nunca hubo la menor concesión al localismo. A Madrid

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ANTONIO GARCIA Y BELLIDO Y LA ESCUELA ..

acudían a estudiar la mayoría de los alumnos procedentes de "provincias" (como entonces se decía) y, así, desde ese núcleo madrileño, núcleo "a forciori", si se quiere, sus enseñanzas se difundieron por toda España y de él surgieron un buen número de los arqueólogos e historiadores que, poco a Tioco, fueron ocupando las cátedras de Arqueología e Historia Antigua de las diferentes universidades españolas, hasta las cuales llegó, de este modo, un nuevo impulso: el de conseguir integrarse en la Arqueología del mundo occidental, como él decía, y la aplicación de unos nuevos métodos analíticos. Aunque hay opiniones contradictorias acerca de la labor docente de García y Bellido y se ha repelido que su vocación investigadora fagocitó su faceta de enseñante, lo que tal vez fue cierto, sobre todo a partir de una cierta edad -hecho que, por otra parte, hay que reconocer es harto frecuente en la agotadora y prolongada actividad de los enseñantes que, al mismo tiempo, son destacados investigadores-, debemos recordar que García y Bellido, desde la Universidad Complutense, abrió las puertas del Rodrigo Caro a todos los estudiantes que, vocacionalmente y con seriedad, queríamos dedicarnos a la Arqueología, tendiendo así un sólido puente entre la Universidad y el Consejo de Investigaciones, instituciones que él pensaba tenían que estar estrechamente vinculadas. Además, como un adelantado asu tiempo -que es loque fue, en definitiva, entre otras muchas cosas-, sin hacer la menor distinción de sexos. A sus alumnos dedicó el libro La

Península Ibérica en la Antigüedad, publicado en 1953

y pensando en ellos puso en marcha la conocida serie de "Biblioteca Archeologica", publicada por el CSIC. En su recuerdo, siempre estuvieron presentes, con respeto y agradecimiento, quienes habían sido sus maestros: Elias Tormo, José Mélida, Hugo Obermaier, Gerhart Rodenwadt. Y, en cierta forma, trató de seguir su ejemplo, brindando un trato personal y directo a cuantos se acercaban a él con vocación decidida. Con el paso del tiempo, muchos de los que hemos seguido las directrices de su magisterio hemos ido valorando, cada vez con mayor admiración y respeto, la forma de transmitir sus enseñanzas, utilizando tan sólo su ejemplo personal -el de un trabajador incansable y perfeccionista-, su acogedora cordialidad, su liberalidad y tolerancia y, sobre todo, un total respeto a la libertad individual de cuantos eran sus colaboradores y discípulos, postura envidiable y que, por una falsa óptica, hay quienes la consideraron falta de interés en la creación de una escuela, tal vez porque no llegaron a conocerle bien. Siempre fue muy consciente de lo que él podía ofrecer desde el Rodrigo Caro, del gran esfuerzo personal y económico que exigía una plena dedicación a la Arqueología, la larga espera hasta poder ocupar un puesto de trabajo y, por ello, nunca

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Pitar González Serrano y Ménica Ruiz Bremón

quiso fomentar un nutrido peonaje que, inevitablemente, tendría que quedarse en la cuneta. Pero lo cierto es que la escuela se creó y se mantiene. Prueba desu infatigable actividad científica es la gran obra escri taque nos ha legado (veinte libros y trescientos ochenta artículos, según ha contabilizado M* Paz García-Bellido, sin contar escritos de divulgación aparecidos en la prensa). De su variedad y actualidad da idea una simple ojeada a cualquier fichero que sobre Arqueo­ logía se consulte en bibliotecas nacionales y del extranjero y, en especial, en la del actual Departamento de Historia Antigua y Arqueología del CSIC, para los profesionales de cierta edad, aún Instituto Español de Arqueología Rodrigo Caro. En el aspecto humano, su familia es su mejor testimonio. La trayectoria académica e investigadora de sus hijos y nietos es muestra evidente del buen surco que dejó abierto, sin condicionar, en ningún momento, sus vocaciones personales. Todo ello obliga a subrayar, con trazo firme, lo que resulta obvio, y es que el legado de Antonio García y Bellido es, en todos los aspectos, un legado de calidad. Y, cuando esto puede decirse, al contemplar con la perspectiva y objetividad necesarias la vida y la obra de un hombre, hay que pensar, por encima de todo, que su quehacer no fue fruto de la casualidad o de las circunstancias. Por suerte, el tiempo se encarga de poner las cosas en su sitio y, así, estamos viendo cómo su figura, con sus aciertos y fallos, trillada por las críticas elogiosas y severas, aumenta en prestigio con el paso de los años. Considerando todo lo dicho, nos parece procedente poner de relieve algunas de las ideas que impulsaron su visión personal de la Arqueología, y que deben tenerse muy en cuenta para mejorar el marco institucional, poco favorable, por desgracia, en que va a tener que desarrollarse esta disciplina en los próximos años. Ahora que la división de la Licenciatura de Geografía e Historia en las de Historia, Historia del Arte y Geografía, deja convertidas en meras asignaturas las especialidades de Prehistoria, Arqueología (juntas o por separado) e Historia Antigua, sin que los célebres paréntesis prometidos, especificando, en función de las materias optativas, la especialidad cursada, o, al menos, los llamados "itinerarios", parezcan tener futuro, hay que pensar en que la formación de los profesionales de dichas áreas tendrán que correr a cargo de instituciones especializadas, como es el caso de este Departamento de Historia Antigua y Arqueología. En este sentido, es grato comprobar que una de las ideas básicas de este Congreso, como leemos en el programa ("Temática y objetivos"), es la de la integración de las distintas ramas, en las que, en función de su contenido, se divide la Arqueología y siempre como complemento de la Historia: "Entendemos la Arqueología en un sentido amplio,

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ANTONIO GARCIA Y BELLIDO Y LA ESCUELA .. desde la Prehistoria hasta nuestros días, y siempre desde la globalidad de la Historia". Esta declaración

de principios concuerda con las líneas de actuación marcadas por Antonio García y Bellido, razón por la cual nos sumamos a ella. Su interés científico, libre de todo prejuicio, se extendió por todos los campóS que la Arqueología comprende: fuentes, epigrafía, numismática, toponimia, etnografía, historia militar, historia de las institu­ ciones, historia de las religiones, arquitectura, escultura, etc. Y, todo ello, abarcando el extenso período que media entre la Prehistoria y el mundo de los godos, con el único propósito de entender, objetivamente, la Historia, evitando añadidos destilados de una interpretación personal. Las transferencias que del período histórico en que vivió se filtraron en su obra "malgré lui" -se interesó menos por la política que por la ciencia- se deben, única y exclusivamente, a las expresiones, postulados y tintes con los que cada época marca, inevitablemente, a la generación que, a su vez, escribe su historia. Por otro lado, su vocación por la Arqueología Clásica nos obliga, a todos los que con él nos formamos, a seguir su trayectoria, fieles a su criterio, expresado en numerosas ocasiones de palabra y por escrito en 1951, el mismo año de la fundación del Instituto Rodrigo Caro. Su deseo era que: "la Arqueología Clásica se cultive en estrecho contacto y en íntima convivencia con aquellas disciplinas afines por sus relaciones de sujeto, tiempo y lugar; es decir con la Historia externa (en primer lugar), con la Numismática y con la Epigrafía antiguas, con la Filología y la Lingüistica clásicas, con las Instituciones... Para la Arqueología, todas ellas son disciplinas auxiliares, así como para cualquiera de ellas la Arqueología es una disciplina subsidiaria. Todas juntas, empero, lo son en última instancia para la Historia"

(Archivo Español de Arqueología:

163). Y, cuando esto

escribió, eran momentos en que su tenacidad se veía coronada por el éxito. Incluso, la elección del nombre que puso al Instituto, por entonces de Prehistoria y Arqueología, el de Rodrigo Caro, fue fruto de un meditado proceso de reflexión y una manifiesta intencionalidad. Tan erudito personaje (1573-1647), por el que García y Bellido sintió una especial admiración, dada su condición de poeta y arqueólogo, había sido el primero en ocuparse del mundo de las antigüedades romanas en España, basándose en datos históricos, arqueológicos y epigráficos. Llegó a tener una importante biblioteca sobre los temas objeto de su interés y hasta fundó un modesto museo con los objetos que él mismo recogió en sus viajes y prospecciones. Y, además, en su famosa elegía, "A la ruinas de Itálica", llamó la atención sobre el esplendoroso pasado de una de las más destacadas ciudades del Imperio romano. Destruida, y convertida, como él mismo dice, en "cenizas, hoy vastas soledades", sus restos eran, a pesar de todo, "reliquias bellas/para envidia del mundo y sus estrellas". Esta idea del "resurgir de Itálica de sus cenizas", recogida también por ese otro gran erudito que fue el Padre Flórez (17021773), en su

España Sagrada, fue una de las que animó, no sólo las horas de estudio que 597

Pilar González Serrano y Mónica Ruíz Bremón

García y Bellido dedicó a dicha ciudad, sino también el impulso romántico que, como telón de fondo, inspiró su trabajo ilusionado en tiempos difíciles como los que él tuvo que vivir, luchando a brazo partido con las exiguas dotaciones económicas con las que contaba el Instituto. La verdad es que pocas veces le vimos desalentado. Era de los que siempre miran hacia adelante. Y, así, en el prólogo de su libro Colonia Aelia Augusta Italica (Madrid, 1960), escribía: "...Aún quedaba algo que no era todavía ceniza. Si con la fuerza del amor fuese hacedera la reversibilidad de la vida partiendo del morir. Itálica -pensaba- podría acaso ser resucitada de su muerte de siglos”.

Pensando en todo ello, sus continuadores, en la Universidad Complutense, hemos defendido sus criterios a ultranza, por fidelidad y convencimiento íntimo. Y, así, a lo más que hemos llegado, peleando como hemos podido, es a incrustar la Arqueología como una asignatura troncal en el 4oCurso de la nueva Licenciatura de Historia y a crear una Subespecialidad de Arqueología Clásica, en la que tenemos puestas nuestras esperanzas, en la sección de Filología Clásica de la Licenciatura de Filología, a la que, desde aquí, manifestamos nuestra gratitud por el apoyo prestado a nuestra iniciativa. Ésta es la situación actual y venidera. El resto nos compete a todos.

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R a f a e l C o n t r e r a s de la P a z, fu n d a d o r d e l M useo M o n o g rá fic o de L in a re s, de l a r e v is t a O r e t a n ia , y PROMOTOR DE LAS EXCAVACIONES DE CÁSTULO. José María Blázquez(*) Rafael Contreras de la Paz es natural de Linares (Jaén). Es miembro de las Carreras Judicial y Fiscal por oposición. Desempeñó primeramente los Juzgados de Primera Instancia e Instrucción de Callosa de Ensarriá (Alicante) y Posadas (Córdoba), pasando a la Carrera Fiscal con destinos de Fiscal en las Audiencias Territoriales de Sevilla y Madrid, posteriormente a la Jefatura Fiscal de la Audiencia Provincial de Córdoba, estando actualmente en situación de jubilación en ambas Carreras. Se ha retirado a su pueblo, en el que posee fincas y casas, con el que ha estado ligado durante toda su vida y sobre el que ha publicado importantes estudios históricos, artísticos y arqueológicos. Llamó la atención del mundo científico y culto deduciendo de las fuentes antiguas la importancia excepcional de la ciudad oretana de Cástulo, capital del distrito minero, asentada en término de Linares, la ciudad más citada en las fuentes antiguas después de Córdoba. A sus gestiones se debe no sólo la fundación y dirección de la revista Oretania, que se convirtió pronto en una revista científica de gran calidad, en la que se estudiaban no sólo los monumentos de Linares en sus más variados aspectos culturales y el material del yacimiento, sino de toda la región. También gracias a su celo se compró y construyó el Museo Monográfico de Linares, para el que se adquirió un palacete muy apropiado para el fin que, con posterioridad, se completara con la compra de otro edificio. Gracias a sus gestiones el Estado compró el yacimiento de Cástulo y puso en marcha las excavaciones, en varias de cuyas memorias participó activamente, publicando importantes trabajos científicos. Rafael Contreras de la Paz estaba, por sus conocimientos profundos sobre Derecho Romano y de la Historia de Roma, capacitado para realizar la gran obra científica que ha llevado a cabo sobre la Antigüedad clásica. Es un humanista en el sentido clásico del término. Se interesó vivamente por el arte y la historia de la región. La prosopografía y la epigrafía romana de Cástulo han sido campos tratados por él con especial cuidado e intensidad. Su prolongada permanencia en la capital de la Bética,

O

Departamento de Historia Antigua. Universidad Complutense de Madrid

599

José María Blázquez

Córdoba, le llevó a interesarse por su pasado romano. Primero estudió una serie de cordobeses ilustres de comienzo del Imperio, luego redactó una excelente monografía sobre el fundador de la Córdoba romana, Marcelo, que es en realidad un estudio detallado del siglo II a.C. en Hispania, en el que quedan patentes los profundos conocimientos de historia romana del autor, su dominio de las fuentes clásicas y de la bibliografía moderna, y también es muestra de la sagacidad para comprender bien los intrincados problemas de la historia de Hispania romana en siglo II a.C. en uno de los periodos más movidos de la Historia de la Roma Republ icana. La prosopografía, ciencia tan de moda en la actualidad entre los estudiosos de la Antigüedad, requiere el aprendizaje de una técnica especial y difícil, además de profundos conocimientos históricos, y el Sr. Contreras demostró su eficacia en varios estudios a ella dedicados. Un tema muy querido también por el autor, en relación con la historia local de su pueblo natal, es el estudio de los viajeros que han visitado Linares a lo largo de los siglos.

F u n d a c ió n

d el

M

useo

A r q u e o l ó g ic o

de

L in a r es

El Museo Arqueológico de Linares (Jaén), integrado casi en exclusividad con materiales procedentes de la antigua Cástulo, se debe, como he indicado ya, a la iniciativa de D. Rafael Contreras de la Paz. Se conocía de antiguo la localización de la importantísima ciudad ibero-romana-visigótico-árabe de Cástulo,

mater nutrix

del

Museo. Su localización en la margen derecha del Guadalimar, en las proximidades de Linares y dentro de su término municipal desde la Edad Media, habíase logrado por los doctos del Renacimiento (Ambrosio de Morales, Acursio, Florián de Ocampo, etc.), reafirmada por los viajeros y escritores de los siglos X V III y X IX (Ponz, Pérez Bayer, Ccán Bermúdez, P. Flórez, Martínez de Mazas, Garza, Fita, Bcrlanga, Sandars, Hübner y, especialmente, Góngora), cuyos hallazgos ingresaron en el Museo Arqueológico Nacional llenando gran parte de la Sala IV. Pero a partir de Góngora, único investigador en arqueología serio de Cástulo, nada se había hecho por recuperar los numerosos hallazgos de piezas que constantemente se venían produciendo en los terrenos donde tuvo asiento la ciudad antigua. La utilización de sus ruinas, luego de su destrucción por los árabes, a lo largo de la Edad Media, para la construcción de las ciudades de Ubeda y Baeza, y ya en tiempos modernos o contemporáneos, las de Linares y Torreblascopedro, la carretera de acceso a esta última y a los cortijos de labor adyacentes (Casablanca, Torrubia, La Virgen, etc.), unido a la desidia general de los sucesivos regidores

600

RAFAEL CONTRERAS DE LA PAZ ..

municipales tolerando depredaciones constantes, completaron la ruina de la en otro momento importante ciudad de Cástulo, sin que nadie se preocupase por rescatar un patrimonio arqueológico de tan grande interés dada su importancia histórica en el pasado.

Tampoco entre los investigadores patrios a lo largo de los tiempos, con

las excepciones de Góngora y Sandars, surgieron iniciativas en el sentido mencionado. Los historiadores y arqueólogos veníanse copiando unos a otros, repitiendo citas esporádicas a Cástulo con la consabida ecuación Cástulo-Cazlona, hoy totalmente superada al haberse recobrado su prístino nombre de Cástulo abandonada su transfor­ mación en la Cazlona medieval. Pues bien, a esta idea, a este propósito doble de investigación histórico-arqueológica de Cástulo y a la creación del museo que la difundiera y representara, consagró desde muy atrás de 1956, pero singularmente desde esta fecha, su tiempo el Sr. Contreras de la Paz. La ocasión se halló propicia en 1956. Se habían descubierto casualmente en Cástulo tres basas epigráficas que desde el principio el Sr. Contreras juzgó importantísimas. Efectuada una excavación, se vió coronada por el éxito con otras tres nuevas basas más. Inmediatamente se puso en contacto con D. Alvaro D ’Ors, catedrá­ tico de Derecho Romano en la Universidad de Navarra, y antes en la de Santiago de Compostela, uno de nuestros mejores romanistas y filólogos; y juntos realizaron el estudio y lo publicaron en la revista

Archivo Español de Arqueología (1957). Estas

basas, una de las cuales modifica un texto de Plinio y otras dos son de gran importancia epigráfica (así reconocidas por epigrafistas de renombre mundial) fueron el núcleo inicial de piezas y la confirmación de firmes expectativas para la formación del Museo Monográfico, tarea que comenzó inmediatamente. Ésta tuvo dos facetas: la recuperación de piezas, y la búsqueda de un local apropiado para su exhibición. La primera tuvo a su vez dos aspectos: por un lado había que recuperar

in situ todas las piezas posibles; por otro, pedir a los linarenses poseedores

de piezas arqueológicas procedentes de la antigua Cástulo, que se desprendieran de ellas. Lo primero se puso en práctica inmediatamente. El Sr. Contreras facilitó todos los elementos necesarios para el traslado de piezas, incluidas las cuadrillas de obreros y la maquinaria pesada. La segunda fase era más delicada. El Sr. Contreras visitó a numerosas personas que guardaban restos arqueólogicos, en otros casos se dirigió a ellos por escrito, tratando de convencerles de la bondad de su proyecto. Salvo muy contadas excepciones, se respondió con generosidad a sus demandas. Por tanto, la acumulación

601

José María Blázquez

de fondos para dar comienzo a la vida legal del Museo era ya una realidad inmediata y tangible. Solamente quedaba ya buscar una sede apropiada. Tras varias gestiones, el Sr. Contreras consiguió que el Instituto de Enseñanza Media de la ciudad le cediera una de sus salas. Tras estos pasos iniciales e imprescindibles, el siguiente era conseguir la sanción oficial y legalización del Museo. A estos efectos el Sr. Contreras desechó desde el principio que la institución tuviera carácter de fundación personal. Al contrario, el museo debería tener en un principio un carácter municipal. A tal fin, el Sr. Contreras, con fecha 8 de diciembre de 1956 dirigió al Ayuntamiento de Linares una amplia "Exposición de Motivos" en la que se razonaba la conveniencia de fundar, y hacer suyo por parte del Municipio, un Museo Arqueológico. Recibido el escrito, el Ayuntamiento, en la sesión plenaria del 28 siguiente, acordó por unanimidad apoyar el proyecto, que invitaba así mismo a la constitución de un patronato. Inmediatamente se formó el mismo, integrado por el Sr. Alcalde como Presidente y veinte Miembros Patronos. La dirección del Museo, de por vida, recaería sobre el Sr. Contreras. Constituido el Museo, el Sr. Contreras se dirigió por escrito a la Dirección General de Bellas Artes, dando cuenta de las gestiones y decisiones tomadas a nivel municipal. Al frente de la sección correspondiente, que a la sazón se denominaba "Fomento de las Bellas Artes", estaba D. Cecil io Sagarra, que mostró gran interés en que elasuntosalieraadelanteconprontitud. Efectivamente,el 11 defebrerode 1957,y luego de vencer no pocas dificultades surgidas en orden a la inspección de Museos, tuvo una sanción y reconocimiento oficial el Museo Arqueológico de Linares, según Orden Ministerial de la expresada fecha, en la que se elogiaba al Sr. Contreras por todos sus desvelos en la organización y formación de un centro cultural de dicha naturaleza, que prometía un espléndido futuro. Sancionada ya oficialmente la vida del Museo éste dio comienzo a su labor de instalación. Para ello, los gastos de la misma fueron sufragados por el Sr. Contreras, muy especialmente los derivados del traslado de piezas y vitrinas. La inauguración del Museo tuvo lugar el 21 de junio de 1957, llevada a cabo por D. Antonio Gallego Burín,a la sazón DireetorGencral de Bellas Artes, con asistenciade autoridades locales y provinciales y público invitado al acto. El Sr. Burín elogió la labor realizada. En 1960, tras intensas gestiones llevadas a cabo por el Sr. Contreras, se logró la integración del museo en el Patronato "José M ' Quadrado" del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, dedicado a investigaciones locales, siendo digno de destacar que el de Linares fue el único museo que se incorporó a dicho Patronato,

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RAFAEL CONTRERAS DE LA PAZ

por cuanto estaba integrado, con la excepción mencionada, por Institutos de Estudios locales (Giennense, Leridano, Zaragozano, Scgoviano, etc).

F u n d a c ió n de l a r e v is ta O r e t a n ia Apenas comenzada la vida oficial del centro, su Director pensó que para darle más vitalidad y presencia en los medios intelectuales y culturales españoles, era preciso contar con un medio de difusión. Comenzó publicándose un boletín del Museo, pero pronto se advirtió que lo mejor era crear una revista propia. En enero de 1959 apareció

Oretania, una publicación pulcramente editada dedicada a temas de historia,

arte y arqueología. Desde el principio tuvo un magnífico plantel de colaboradores de ámbito local, provincial, nacional, o extranjero. Basten como muestra estos nombres: los profesores Almagro, García y Bellido, D ’Ors, Balil, Blanco Freijeiro, Palol, y el autor de estas páginas, J.M. Blázquez; los críticos de arte: S. Camargo, M. Garrido y J. Valverde; historiadores: S. Caballero, M. de la Paz Gómez; y entre los extranjeros: Domergue, Nicolini, G. Famain; a los que hay que añadir otros colaboradores de gran solvencia intelectual: C. Molina, M. Calzado, J. Casañas. C. Unghetti, A. Cabezón, Arribas Palau, M. Sánchez, etc. El propio Sr. Contreras, que dirige la publicación, ha dejado igualmente muestras de sus trabajos sobre historia, epigrafía, arqueología o arte en dicha publicación, según se ha indicado. La publicación duró diez años, publicándose treinta y tres números. Su final se debió a dos motivos. Por una parte, el elevado costo de la edición de la revista no cubierto por los suscriptores (y eso que los colaboradores enviaban trabajos gratuitamente) haciendo imposible su continuidad. Pero principalmente obedeció a que era la fecha en que el museo definitivo estaba iniciando los trámites administrativos, y la construcción subsiguiente, con lo que lodos los desvelos y trabajos por parte del Sr. Contreras era obligado dedicarlos a estos menesteres.

La s C a m p a ñ a s

de

E x c a v a c io n e s

La zona arqueológica de Cástulo, como la de toda ciudad antigua, consta de dos sectores; una, unitaria, la ciudad misma; otra, diversa, constituida por las

villae

y las necrópolis. En 1968, y obtenidos los permisos oportunos, el Museo financia una campaña de excavaciones arqueológicas, que se llevaron a efecto en el lugar llamado M olino de Caldona en la finca Torrubia, lindante al yacimiento de Cástulo.

603

José María Biázquez

El director de excavaciones por el prof. D. Antonio Arribas Palau, secundado por D. Federico Molina Fajardo, ambos de la Universidad de Granada. La necrópolis produjo cerámicas ibéricas y

kylikes áticos de barniz rojo y negro entre otros objetos

de los ajuares. Los resultados fueron publicados en los números 28 al 33 (refundi­ dos) de la revista

Oretania. El estudio de los materiales griegos lo hizo D* Gloria

Trías de Arribas, profesora de la mencionada universidad de Granada. En 1969, también por iniciativa del Museo y costeada por el mismo, se llevó a efecto la segunda campaña de excavaciones practicada por los citados anteriormente, ahora en el cortijo de Los Patos, lindante igualmente a Cástulo. Se excavó una necrópolis ibérica con hallazgo de cerámicas ibéricas y áticas de barniz rojo, y

kylikes de barniz

negro. Ante los resultados tan positivos de las excavaciones, el Museo inicia conversaciones con el que fuera Comisario General de Excavaciones Arqueológicas, prof. Almagro Basch, y con el prof. Biázquez, Catedrático de Historia de España Antigua en la Universidad Complutense de Madrid. Grandemente interesado el Sr. Almagro por el yacimiento de Cástulo, nombra excavador oficial del mismo al citado prof. Biázquez, que inició entonces las sucesivas campañas de excavaciones realizadas en algunas de sus necrópolis. La primera se realizó en 1970, practicada en la llamada Puerta Norte de Cástulo, bajo la dirección del prof. Biázquez ayudado por el Sr. Molina Fajardo. El resultado de estas excavaciones se publicó en Cástulo I por la Dirección General de Bellas Arles. El prof. J.M. Biázquez excavó ininterrumpidamente desde 1970 hasta 1983, y con posterioridad a las transferencias determinadas por la creación de las comunidades autónomas, durante las campañas 1985 y 1986 y publicó sobre el yacimiento distintas monografías (Biázquez, 1975, 1979, Biázquez y Valiente, 1981, Biázquez

et al.,

1984, 1985, Biázquez y García-Gelabert, 1988 y en prensa).

Se ha publicado también un volumen en el que se recogen cuarenta artículos seleccionados entre los muy numerosos publicados por el prof. Biázquez sobre el yacimiento de Cástulo en revistas y en congresos nacionales e internacionales (Biázquez y García-Gelaberi, 1994). El prof. Biázquez ha publicado, además, otro trabajo no recogido en este libro, trabajo aparecido en 1991 en Madrid, titulado "La ciudad ibero-romana de Cáslulo" en

Urbanismo y Sociedad en Hispania. También ha

dirigido tres tesis doctorales cuyo tema es el yacimiento de Cástulo (García-Gelabert, 1988, Cabrero, 1994 y Prado, en prensa).

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____________________________________________ RAFAEL CONTRERAS DE LA PAZ ...

LA EXPROPIACIÓN DEL YACIMIENTO DE C á STULO Ante los excelentes resultados de las sucesivas campañas de excavaciones, el Sr. Contreras, secundado por el prof. Blázquez, plantea al Sr. Almagro la iniciativa de la conveniencia de expropiar el yacimiento por parte del Estado. Almagro acoge la idea como excelente, visita el yacimiento en varias ocasiones, se nombra un guarda oficial del mismo y se comienzan a dar los pasos necesarios para la consecución del fin deseado. A estos efectos el Sr. Contreras visita a los propietarios de las dos fincas donde se asentaba el yacimiento, D*. Lourdes Yanguas Gómez y D. Rafael San Vives, quienes desde el principio se muestran conformes con la iniciativa de expropiación. Seguidos todos los trámites pertinentes, la expropiación tiene efecto en marzo de 1971, comenzando así la nueva etapa arqueológica de Cástulo. El

m u s e o d e f in it iv o .

Su

d e c l a r a c ió n de

M

onumento

N a c io n a l

Hasta su asiento definitivo, el Museo pasó por otras dos etapas en su instalación. En un primer momento la primitiva sala fue trasladada a otra más espaciosa con despacho y secretaría aneja. Posteriormente fue trasladado a otro edificio munici­ pal, y por último tuvo asiento definitivo en el lugar que hoy ocupa. Previamente a todo ello, desempeñando la Dirección General de Bellas Artes el prof. D. Gratiniano Nieto, el Museo, ante la importancia adquirida, es declarado Monumento Histórico Nacional. El Decreto lleva fecha 1 de mayo de 1962. Para conseguir la instalación definitiva del Museo, el Sr. Contreras efectúa gestiones en una doble dirección: de una parte, cerca del Ayuntamiento para que ceda una casa-palacio del siglo XVII, construcción muy bella pero necesitada de amplias reformas; de otra, con la Dirección General de Bellas Artes, desempeñada entonces por D. Florentino Pérez Embid, para que el Ministerio aceptara la donación municipal y se hiciera cargo de las obras de restauración, para las que se preveían grandes gastos. Fue una gestión muy laboriosa, pero el resultado final fue totalmente favorable para el Museo. En efecto, el Ministerio acepta la donación del inmueble; se otorgan las correspondientes escrituras; se encarga el proyecto al arquitecto D. Luis Berges Roldán, que ya había intervenido en obras de restauración de edificios notables; se adjudican las obras de albañilería, de herrajería y pintura; y se llega a la última fase: el mobiliario de instalación, vitrinas, muebles de despacho, alarmas, etc. De todo ello se encarga de supervisarlo, al igual que las obras de restauración del edificio, el director del Museo, el Sr. Contreras, que con gran competencia diseña vitrinas y mobiliario. El

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José María Blázquez

Museo queda así terminado y a punto de inauguración. La misma tiene lugar el 23 de septiembre de 1983 en un acto solemne con asistencia de autoridades locales y provincia­ les, y, puesto que la gestión de los museos andaluces ya había sido transferida a la Junta de Andalucía, también asiste el Director de Bellas Artes de la Consejería de Cultura de la misma, en representación del Consejero y del Ministro de Educación y Ciencia. El Museo consta de cuatro plantas, despachos de dirección y secretaría, biblioteca pública, sótano, almacén de piezas, salón de conferencias, y servicios. Su facies culturológica comprende: Neolítico, Argárico, Ibérico, Colonizaciones (fenicia y griega), Romanización (que es la sección más amplia), y periodos visigótico y musulmán. En la etapa que el Sr. Pérez Embid era Director General de Bellas Artes, el Sr. Contreras llevaba a efecto las gestiones para la adquisición por el Estado de la casapalacio mencionada y se hiciera el Estado cargo de las obras de adaptación de la misma para el Museo; y llevó al ánimo del Director General la idea que el Museo pasara a ser de rango estatal, perdiendo su carácter municipal. Además, esto era requisito previo para que el Estado se hiciera cargo del Museo y de las obras. Todo ello se hizo realidad el 21 de marzo de 1972, pasando el museo a ser estatal y a integrarse en el Patronato Nacional de Museos, según el Decreto antes citado. El 15 de abril del año siguiente, el Ministerio de Cultura confirma en su cargo de Director del Museo Arqueológico de Linares (Monográfico de Cástulo), al Sr. Contreras. En 1983 se efectúan las transferencias definitivas de los Museos andalu­ ces, estatales y municipales, a la Junta de Andalucía. El Estado se reserva la propiedad de los edificios estatales y el nombramiento de directores de dichos museos de gestión estatal. El Museo de Linares comienza a funcionar ya integrado en la Junta. Antes de la transferencia de los museos, el Sr. Contreras hizo gestiones con resultado positivo, para que dos funcionarías que venían prestando servicio en el mismo, D*. Marisa Garzón y D\ Francisca Pageo, con cargo al presupuesto del Museo dimanante de las subvenciones que recibía del Estado y del Ayuntamiento de Linares, quedaran integradas en el museo como funcionarías de plantilla, lo cual fue admitido y respetado por la Consejería de la Junta de Andalucía. Igualmente había conseguido en gestiones cerca del Ministerio el nombramiento de sucesivos guardas del yacimiento de Cástulo, dependientes del Ministerio a efectos laborales. Igualmente consiguió el Sr. Contreras la adquisición por parte del Ayuntamiento para su cesión al Estado de dos casas contiguas al museo para la ampliación del mismo, lo que tuvo efecto en 1984. En 1985 la Junta de Andalucía, en una interpretación no adecuada del Decreto de Transferencias a la misma de los museos andaluces, como años después se

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RAFAEL CONTRERAS DE LA PAZ .

demostró, cesa a todos los directores de los mismos, entre ellos al del Museo de Linares, Sr. Contreras, cuando su nombramiento inicial, confirmado por el Estado, había sido vitalicio. Todos los directores de los museos andaluces recurrieron la disposición de la Junta (habían quedado desempeñando su cargo con carácter de interinos), a excepción del Sr. Contreras que no quiso hacerlo por varias razones, entre otras éstas: porque su caso era particular al no ser funcionario perteneciente al Cuerpo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos, de donde surgían los directores de Museos estatales; por haber hecho todo cuanto a lo largo de muchos años había conseguido para el Museo, para el yacimiento de Cástulo y en definitiva para la cultura española; por haberlo hecho total y desinteresadamente, sin cobrar sueldo o emolumento alguno por todos sus desvelos y función; y por último, porque dada su función y cargo como Fiscal-Jefe de la Audiencia Provincial de Córdoba, no le pareció oportuno sostener pleitos con la Junta de Andalucía. El resultado del contencioso de los directores de Museos, fue totalmente favorable para ellos. Se les reponían en sus cargos y categoría, y se les reconocían los atrasos en sus haberes; sentencia por la que hubo de pasar la Junta. El Sr. Contreras se apartó totalmente de las actividades museísticas relacionadas con el Museo que fundó, si bien continuó publicando trabajos de carácter histórico, artístico y arqueológico. El Sr. Contreras había cumplido la misión que generosamente se impuso: dotar a su pueblo natal de una institución cultural de primera categoría. Nada solicitó, ni exigió en su inicio para sí mismo, ni el transcurso de sus avatares como director del Centro. Nada pidió ni exigió al dar por finalizada su misión. Eran ya otros tiempos. P u b l ic a c io n e s A)

de

R afael C o n t r e r a s

d e la

P az

Historia

1954. "Julio César y los piratas del Mediterráneo". Mediterránea. 19. 1954. “Sertorio en Cástulo”. Linares, 5. 1956. "Una boda histórica: Aníbal e Himilce". Linares, 59 = Jaén, 1959. 1956. "Huarte de San Juan y su Examen de Ingenios". Linares»60. 1956. "El testamento de Huarte de San Juan”. Linares, 62 = Oretania, 7, 1961. 1957. "Historia Eclesiástica de Cástulo2. Boletín del Instituto de Estudios Giennenses = Oretania 2, 1959. 1958. "Los precursores". Linares, 80. 1960. "Bandolerismo hispano y guerra civil en el Salto Castulonense en el año 43 anterior a la Era Cristiana (De una carta de Asinio Polión a Cicerón)". Oretania, 4. 1960. "El emperador Tito". Oretania, 6. 1962. "La conquista de Cástulo por Publio Cornelio Escipión'. Oretania, 10. 1962. "¿De dónde era Cristóbal de Olid, conquistador de Honduras?". Oretania, 12. 1965. "El procurador augustal de la Bética Quinto Torio Culeón, gran bienhechor de Cástulo". Oretania, 20. 1966. "Cástulo y el emperador Valeriano". Oretania, 23-24.

607

José María Biázquez 1967. "Cástulo (Qastuluna) durante la dominación musulmana". Oretania, 25-26. 1969. "Quinto Cecilio Metelo Pío, procónsul de la provincia Hispania Ulterior". Omeya. 13. 1969. "Fenómenos cruentos e incruentos de la Naturaleza en los textos de la Antigüedad”. INI (Instituto Nacional de Industria), 68. 1969. "La conquista de Auringis-Orongis por Lucio Comelio Escipión". Jaén. 1970. "El cordobés Emilio Eliano censura al emperador Augusto". Omeya, 14. 1970. "El cordobés Sexto Mario, el hombre más rico de las Hispanias, víctima de la codicia de Tiberio". Omeya, 16. 1970. "Aurgi: municipio flavio". Jaén, 1970. 1970. "Los bárquidas: Amílcar, Asdrúbal el Grande, Aníbal y Magón". Jaén. 1971. "El primer terremoto histórico conocido en España por los textos clásicos". Jaén = Córdoba, 1972. 1975. "Síntesis histórica de Cástulo", en J.M.Biázquez, CASTULO I. 1977. El cónsul Marco Claudio Marcelo, fundador de Córdoba. Monte de Piedad y Caja de Ahorros de Córdoba. Córdoba. 1 9 7 9 "personajes de Cástulo”, en J.M.Biázquez, J.M., CASTULO II. 1984. "Organización municipal, religiones, dedicaciones imperiales", en J.M. Biázquez; J.M., R. Contreras, y J.J. Urruela, CASTULO IV. 1990. "El becerro de oro". ABC, octubre. 1992. "La mujer del César". La Nación, mayo. 1992. "El nombre de América, una ocurrencia sombría de la historia". Boletín del Instituto de Estudios Giennenses, 145.

B) Geografía histórica 1954. "El Monte Argentario". Linares. 34. 1961. "La Oretania". Oretania. 9. 1966. "El verdadero sentido de los textos clásicos relativos al Monte de la Plata y al nacimiento del Betis". Oretania. 22.

C) Arqueología 1959. "La colección de entalles inéditos en el Museo de Linares". Oretania, I. 1960. "Comisa de Cástulo". Oretania, 6. 1960. "Sellos de plomo con S.C. procedentes de El Centenillo (Jaén)". Oretania, 6. 1960. "Hcrmes báquico de Lopera". Oretania, 6. 1960. "Sortija egiptizante de Los Villares". Oretania. 6. 1960. "Notas sobre la relación decorativa de un pasador broncíneo hallado en Cástulo y una ménsula ibérica de Martos". Oretania. 6. 1960. "Estatua de un togado con bulla procedente de Cástulo". Oretania, 6. 1969 "[1959-19691. Noticiario arqueológico caslulonense", en Oretania 1-30. 1969. "Descubrimiento arqueológico en Linares". Jaén. 1971. ' Prolegómenos al XII Congreso Nacional de Arqueología". Jaén. 1974. "Terracota de Cástulo". Actas del II Congreso de Arte y Costumbres Populares. 1984. "Descubiertas las murallas ciclópeas de la ciudad de Cástulo". Jaén.

D) Epigrafía (en colaboración con el prof. Alvaro D ’Ors) 1956. "Nuevas inscripciones romanas de Cástulo". Archivo Español de Arqueología. 29. 1957. "Dos lápidas inéditas en el Museo de Linares". Revista de Archiv. Bibliotecas y Museos. 53. 1958. "Orgonomescos en Sierra Morena". Archivo Español de Arqueología, 31. 1958. "Lápida de Laelia Graphie". Emérita. 26. 1961. "El título triplicado de Cástulo". Oretania. 7. 1977. "Nuevas inscripciones del municipio de Cástulo". Emérita. 45.

E) Filología 1968. "El nombre de Jaén y su evolución desde el primitivo al actual". Jaén.

608

RAFAEL CONTRERAS DE LA PAZ ..

F) Paideia 1976. "Séneca, preceptor de Nerón. (Estudio histórico-crítico de la paideia séneca-neroniana)". Boletín de la Real Academia de Córdoba, 95.

G) Viajes 1952. "Viaje de Felipe IV y la Corte real al Coto de Doñana". Linares, 30. 1957-1959. "Impresiones de un viaje a Grecia". Linares, 78-80. 1959. "Viaje de España de Antonio Ponz. Su paso por la provincia de Jaén". Orelania, 1. 1963. "Andrea Navaggero, un patricio veneciano por tierras del Santo Reino". Orelania, 11. 1963. "Viaje a España de Cosme de Médicis, gran Duque de Toscana, en el tiempo que era Príncipe". Orelania, 13. 1963. "Viaje a España de un embajador marroquí enviado por el sultán Muley Ismael a Carlos 11". Orelania. 14-15. 1968. "Viaje por la provincia de Jaén de un aristócrata francés de la Corte de Luis XIV en el año 1659". Orelania, 28-33.

H) Estudios biográficos 1965. "Antonio Blanco Freijeiro". Orelania. 21. 1966. "Alvaro D’Ors P.-Peix". Orelania. 23-24. 1967. "Juan Sánchez Caballero". Orelania. 25-27. 1968-1969. "José María Blázquez Martínez". Orelania. 28-33. 1972. "José Yanguas Messía, ministro, embajador y catedrático". Boletín del Patronato José M" Quadrado (CSIC) 1982. "Elogio y nostalgia de Marañón". El Alcázar. 1986. "Quinto Comelio Valeriano, juez de V decurias". Ideal.

I) Arte 1958. "Una obra maestra". Linares. 85. 1960. "Velázquez y lo velazqueño". Orelania. 4. 1960. "Orelania en el centenario de la muerte de Velázquez". Orelania. 6. 1972. Rafael Pineda, maestro de pintores. Catálogo. 1980. "En torno a la exposición de Los Caprichos de Goya y La tauromaquia de Carnicero". Córdoba. 1982. "Las acuarelas de Pier María Baldi en el Musco de Florencia". Córdoba. 1982. "El arte de Miguel Arjona". El egabrense.

J) Museografía 1961. "El Museo de Linares (Monográfico de Cástulo)". Orelania 7. 1971. "El Museo Arqueológico de Linares". Catálogo para el XII Congreso Nacional de Arqueología. 1971. "El Museo de Linares: fundación y fondos del mismo". Catálogo para el XII Congreso Nacional de Arqueología. 1980. "La función pedagógica de los museos y el Museo de Linares". B.M.L

K) Obras inéditas de próxima publicación Cástulo, capital de la Orelania. Tres volúmenes.

D is t in c io n e s , la

c o n d e c o r a c io n e s y p r e m io s de

R afa e l C

on t rera s de

P az Las distinciones son las de Comisario Local de Excavaciones, Delegado

Local de Excavaciones, Consejero del Patrimonio Artístico para la Zona de Linares y

609

José María Blázquez

Cástulo, Consejero del Instituto de Estudios Giennenses, Miembro colaborador del antiguo Patronato José Ma Quadrado (CSIC), Antiguo Miembro Colaborador del Instituto Español de Arqueología "Rodrigo Caro" (CSIC), académico Correspondiente de la Real Academia de Bellas Letras y Nobles Artes de Córdoba, y académico Correspondiente de la Real Academia de la Historia. Por su parte las condecoraciones son: Cruz Distinguida de Primera Clase de la Orden de San Raimundo de Peñafort (1962), Cruz de Alfonso X el Sabio. Encomienda con Placa (1970), Medalla de Plata del Mérito a las Bellas Artes (1982) y Cruz de Honor de la Orden de San Raimundo de Peñafort (1984). Los premios recibidos: Primer Premio sobre tema de Historia en los

Cástulo, urbs Hispaniae valida ac nobilis', Trofeo de Literatura sobre tema biográfico, concedido por el Monte de Piedad y Caja de Ahorros de Córdoba (1975) por el trabajo, posteriormente editado: El cónsul Marco Claudio Marcelo, fundador de Córdoba.

Juegos Florales de Linares (1955) por su trabajo:

Tal es a grandes rasgos la actividad científica del Sr. Contreras, linarense ilustre, cuya vida ha estado indisolublemente unida a una serie de creaciones de gran importancia arqueológica y cultural.

B ib l io g r a f ía BLÁZQUEZ, J.M., 1975 CASTULO I. "Acta Arqueológica Hispánica", 8. 1979 CASTULO II. "Excavaciones Arqueológicas en España", 105. Ministerio de Cultura. Madrid. BLÁZQUEZ, J.M. y VALIENTE, J., 1981 CASTULO III. "Excavaciones Arqueológicas en España", 117. Ministerio de Cultura. Madrid. BLÁZQUEZ, J.M.; CONTRERAS, R„ y URRUELA, J.J., 1984 CASTULO IV. "Excavaciones Arqueológicas en España", 131. Ministerio de Cultura. Madrid. BLÁZQUEZ, J.M.; GARCÍA-GELABERT, M.P., y LÓPEZ PARDO, F„ 1985 CASTULO V. "Excavaciones Arqueológicas en España", 140. Ministerio de Cultura. Madrid. BLÁZQUEZ, J.M. y GARCÍA-GELABERT, M.P., 1988 Cástulo, Jaén, España. I. Excavaciones en la necrópolis Ibérica del Estacarde Robarinas (s. IV a.C.). BAR International Series 425, Oxford. 1994 Cástulo, ciudad ibero-romana. Istmo. Madrid. (e.p.) CASTULO VI. Ministerio de Cultura. Madrid.

610

RAFAEL CONTRERAS DE LA PAZ ..

CABRERO, J., 1994 Análisis de textos documentales para el estudio de la Historia Antigua de Cástulo. Universidad Complutense. Madrid. GARCÍA-GELABERT, M.P., 1988 La necrópolis del EstacardeRobarinas, Jaén: ritosycreencias. Universidad Complutense. Madrid. PRADO, S., (e.p.) Cerámica romana del complejo urbano del Olivar de Cástulo, Linares. Universidad Complutense. Madrid.

611

E l positivism o de la s mil c a r a s : pruebas c ie n tífic a s y PRESUPUESTOS TEÓRICOS EN EL ESTUDIO DEL REINO DE T artesso s Juan J. R. Villarías Robles (*) Nuestro propósito es el de llamar la atención sobre un cambio que tuvo lugar en la historia de los estudios sobre Tartessos en los años 60, y valorar (en lo que pueden dar de sí los estrechos límites asignados a las comunicaciones a este congreso) lo que significó epistemológicamente. El cambio al que nos referimos fue el de pasar de concebir a Tartessos como un reino peninsular, formado en el II milenio a.C. en la baja Andalucía, principal proveedor de metales (especialmente oro, plata y estaño) de los Estados del Mediterrá­ neo Oriental y Próximo Oriente a lo largo de toda la primera mitad del I milenio a.C. primero a través de mercaderes fenicios y luego griegos-, y víctima finalmente en el siglo VI a.C. de los cambios geopolíticosque tuvieron lugar entonces en el Mediterráneo occidental, con el ascenso de Cartago y las ciudades-Estado etruscas frente a sus competidores griegos de la ciudad de Focea, con quienes Tartessos comerciaba y se había aliado; a concebir a éste como una cultura del sur peninsular, bien definida por las formas, las técnicas y el estilo orientalizantes (cuando no célticos) de la cerámica, estructuras de construcción, armas y otros objetos de bronce que se estaban encontrando en multitud de yacimientos de habitación y necrópolis de Andalucía y Extremadura para unas fechas máximas establecidas entre el año 1000 y el 500 a.C. Este cambio de percepción tuvo como causa primera el desarrollo de la arqueología en relación con Tartessos a partir del descubrimiento del llamado "Tesoro de El Carambolo" el 30 de septiembre de 1958. Situado cerca de Sevilla, este yacimiento se excavó entonces y en 1960-1961, las dos campañas dirigidas por Juan de la Mala Carriazo. En 1959 el mismo investigador había excavado en el Cortijo de Ebora, cerca de Sanlúcar de Barrameda, con ocasión del hallazgo en el lugar de otro tesoro. El mismo año Carriazo había trabajado también en Carmona, en colaboración con el alemán Klaus Raddatz. En 1960 otro investigador, Juan Pedro Garrido, hizo el primer estudio de la necrópolis de La Joya, en la ciudad de Huelva. En 1961, mientras Carriazo excavaba en

(*)

Departamento de Antropología. Instituto de Filología, C.S.I.C.

613

Juan J. R. Villarías Robles

el cerro de El Carambolo, Manuel Pellicer lo hacía en la necrópolis de Almuñécar, la

Sexi. En 1962, Wilhelm Schüle lo hacía en Galera (Granada), ubicación de la antigua Tutugi... Basten estos ejemplos, los más antiguos en el nuevo

antigua ciudad fenicia de

orden de cosas; las campañas serían muchas y en muchos sitios. Gran cantidad de investigadores (v.g., Pericot, 1969, Tarradell, 1969, Fernández Nieto, 1980) saludaron este desarrollo de la arqueología como una revolu­ ción en el conocimiento de Tartessos. Los restos hallados en las excavaciones -se decíano dejaban lugar a dudas sobre la importancia fundamental que habían tenido para este antiguo reino peninsular las relaciones con el mundo fenicio, y la llegada a la Península de pueblos celtas: realidades que no habían sido debidamente valoradas antes de 1958 porque las fuentes privilegiadas hasta esa fecha, que eran los textos histórico-literarios, hablaban sobre todo de las relaciones con el mundo griego. La arqueología obligaba a contemplar con escepticismo, si no con abierto rechazo, la importancia de estas relaciones y, por tanto, también de los textos que hablaban de ellas. También dejaba en entredicho el comercio de Tartessos con Fenicia en el siglo X a.C., al rechazar que el vocablo "Tarsis", o "Tarshish", que aparece en la Biblia en conexión con ese comercio, pudiera referirse a Tartessos. Finalmente, quedaban asimismo en discusión los inves­ tigadores que se habían destacado por dar valor a todas esas fuentes escritas, como Adolf Schulten y Antonio García y Bellido, las grandes Figuras del periodo anterior a 1958. El nuevo modelo en los estudios sobre Tartessos acabaría finalmente dominando la bibliografía en los años 70. Aparte del hallazgo y estudio de El Carambolo, los hitos intelectuales de esta transformación hasta 1980 (que es el límite cronológico que nos hemos impuesto para este trabajo) fueron la celebración del "V Symposium Internacional de Prehistoria Peninsular" (Jerez de la Frontera, 1968), dedicado monográficamente a Tartessos; la publicación en el mismo año del libro de José María Blázquez

Tartessos y los orígenes de la colonización fenicia en Occidente;

y la publicación en 1975 de la 2* edición de esta misma obra, corregida y muy ampliada. Nuestro argumento es que el nuevo modelo no representó ninguna revolución en el conocimiento de Tartessos; antes al contrario. No hubo tal revolución, fundamentalmente, porque no hubo una transformación en las bases teóricas desde las que se seleccionaban o analizaban los datos, fueran éstos mayoritariamente de carácter histórico-literario (antes de 1958) o mayoritariamente arqueológicos (después de 1958). Lo que sí cambió fue el método (en el sentido de seleccionar nuevas fuentes y cotejar entre sí de alguna manera los dalos que proporcionaban), así como los términos empleados. Pero el cambio en este sentido difícilmente podía significar una revolución

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epistemológica, pues la arqueología sobre Tartessos de esos años (1958-1980) dudosa­ mente pasaba la prueba de la arqueología científica sobre la que, por la misma época, escribían autores como Lewis y Sally Binford, Bruce Trigger, Colin Renfrew y David L. Clarke: una arqueología libre del difujionismo y superadora de las obsesiones cronológicas; y orientada a responder a preguntas de orden social, demográfico, político y económico claramente expuestas en un proyecto de investigación donde la historia y la antropología aparecieran como disciplinas aliadas, y no poco fiables o irrelevantes. Entre 1958 y 1980, la mayoría de las excavaciones sobre Tartessos, a pesar de su elevado número, tuvieron en sí pequeñas dimensiones. Sus resultados tangibles (que no sus pretensiones) tenían que ser por eso modestos. Muchas de las excavaciones, especialmente en yacimientos de hábitat, fueron poco más que sondeos estratigráficos (como en Carmona o en el Cortijo de Ebora), obedeciendo a hallazgos hechos por no profesionales o a situaciones de potencial pérdida del yacimiento. Esto significa que no se hacía en ellas un planteamiento estadístico sobre dónde exactamente había que excavar, con el fin de asegurar un mínimo de representatividad de los materiales que se encontraran. También significa que la decisión de excavar en ese yacimiento y no en otro tampoco nacía de estudios de distribución comarcal o regional de poblamiento y aprovechamiento de recursos. Lo que las excavaciones daban realmente de sí eran sólo dos cosas. La primera era la datación de los materiales, que se obtenía en la mayoría de los casos mediante seriación estratigráfica, un método de resultados relativos; sólo ocasionalmente se podía contar con fechas absolutas basadas en cerámica ática o artefactos egipcios hallados en las excavaciones, u obtenidas por C-14. La segunda era la identificación fuera de la Península -bien en Europa Occidental, bien en Fenicia, Chipre u otros lugares de Oriente- de la forma, técnica o estilo de tales materiales, tomados cada uno por separado: origen foráneo que se daba por supuesto. La presencia de estos materiales en la Península no necesitaba más explicación que el recurso a palabras supuestamente auto-explicativas como "aculturación", "penetración", "comercio" o "colonización". Estas eran sólo las carencias metodológicas generales más notables. No hacemos mención de las particulares de cada excavación, para las que no hay espacio aquí. Había además un problema más fundamental en la investigación, como ya hemos dicho, y era que el planteamiento teórico de base continuaba siendo el mismo. Éste era el de un Tartessos constituido e impulsado desde fuera. Era un planteamiento difusionista que derivaba de una investigación contemplada y hecha desde el positivis­ mo: desde el convencimiento de que el conocimiento histórico se encuentra exclusi va-

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mente en las fuentes -de que éstas hablan por sí mismas-, de manera que cuantas más fuentes haya, mejor se conocerá el objeto de la investigación. En la práctica uno sabe que el proceso investigador no es así; que por el contrario éste exige la obtención, selección, análisis y comprobación de datos, y que todas estas tareas están en función de un problema o problemas que se desean resolver. En un momento u otro de este proceso, el investigador tiene que emitir juicios sobre esos datos desde criterios que no se derivan de ellos, sino de otros, y sobre otros temas, incluso no históricos. Pero el positivismo, al no contemplar esta circunstancia real en la investigación, no obliga a hacer explícitos estos criterios orientadores, por lo que es difícil someterlos a un proceso de comprobación / invalidación, como si de hipótesis cualesquiera se tratara. Por eso, en el caso de los estudios sobre Tartessos, es muy raro encontrar alusiones, o sugerencias siquiera, a criterios así; no digamos ya confesiones abiertas de ellos. Y sin embargo, es en estos criterios donde reside la clave del cambio de los años 60. Mencionaremos algunos ejemplos de este problema. Así, ¿qué fue lo que le llevó a Schulten (1945: 51-52) a aseverar que las voces "Tartessos" y "Tarsis" derivaban de una raíz indígena,"

Tursa"? Para Schulten, esto probaría que la ciudad y

el reino de Tartessos habían sido fundados por los tirsenos, una de sus principales hipótesis. Otro ejemplo: ¿porqué interpretó García y Bellido (1952:285) el importante texto de Justino sobre el rey Habis, "...ministerio servillapopulo interdicta etplebs in septem urbes divisa...", como que este rey "dividió el pueblo en siete clases", cuandoel texto claramente no dice eso? Pero los casos de lecturas forzadas de textos como éstas, en razón de criterios no reconocidos por sus autores, abundan también en el Tartessos arqueológico de los años 60y 70. Así, Biázquez negaba laecuación Tarsis=Tartessosen la mismaobra (1980) en que reconocía que "en Jimena, Cádiz, han aparecido 'naves de Tarshish' pintadas", y que desde Tartessos "se exportaron [al Próximo Oriente] lingotes, como lo indica el barco hallado en la costa de Israel, aún sin publicar, con lingotes con letras tartésicas y objetos manufacturados" (1980:292,591).

Otro caso, proporcionado por Hawkes (1969) y Francisco Javier Lomas (1980), es el de atribuir los materiales del llamado "Bronce Atlántico", esparcidos por toda la vertiente occidental de Europa y la Península Ibérica para el periodo 1200-800 a.C., a una inmigración o conquista indoeuropea pre-céltica, despreciando con ello lo que dicen las fuentes histórico-literarias sobre las navegaciones tartésicas por el Atlántico a los centros productores de estaño en la misma época. No son necesarios más ejemplos; sólo queremos llamar la atención sobre la importancia de criterios interpretativos como los mostrados en la selección y análisis

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de las fuentes, en trabajos de investigación cuyo éxito se hacía depender de la existencia de fuentes suficientes. Nuestro interés aquí no es el de explicar el predominio de ciertos criterios en un periodo y el de otros en otro; sino el de valorar lo que aportó este cambio a la comprensión de Tartessos.

^

Desde este punto de vista hay que decir que tal cambio no fue positivo; Tartessos se hizo más enigmático y huidizo después de 1958 de lo que lo había sido antes de esa fecha. La investigación continuó lastrada por el positivismo, que incluso salió reforzado después de 1958, porque la arqueología representaba esa mina inagotable de nuevas fuentes sobre las que aquél hace depender todo progreso epistemológico. En los años 60 y 70, el desarrollo de la arqueología ofrecía por primera vezen milenios la posibilidad de veraTartessos por dentroy desde dentro: la posibilidad de sustituir la imagen de un Tartessos primero mediterráneo y luego peninsular, por la de un Tartessos primero peninsular y luego mediterráneo. Pero lejos de ello, con lo que nos encontramos es con un Tartessos todavía más exageradamente condicionado desde fuera; con un desprecio añadido, con los "fundamentos" que ya hemos visto, de los datos tomados de las fuentes histórico-literarias que parecían seguros. No debe sorprender por ello que en 1975 Juan Pedro Garrido y Elena María Orta (1975:253,261) no tuvieran ningún reparo en "afirmar que en el sentido de ciclo cultural cerrado o civilización original cuya génesis y desarrollo se debe a peculiares condiciones intrínsecas,

>Tartessos no existe" [subrayado de los autores].

"No hay ningún solo objeto [sic] -decían- que no tenga un paralelo u origen en otro lugar, por lo que no parece posible un desarrollo evolutivo independiente y autónomo, siendo decisivo el estímulo extemo".

Por fortuna, el recurso a la arqueología no conduce inevitablemente a resultados tan pobres como éste; lo que es irónico, habida cuenta de los muchos medios con los que contó en España en la época. Es cierto que la arqueología se presta muy bien a las necesidades del positivismo, dado el peso atribuido en ella a datos que se pueden coger con las manos y que por ello parecen ontológicamente separados del investigador que los estudia. Pero el positivismo puede también darse -y de hecho se ha dado- en otras disciplinas de investigación, como la historia antigua y la etnohistoria, en las que la mayoría de las fuentes son de otro tipo. Como caso ilustrativo podemos señalar el del estudio del imperio inca (Villanas Robles, 1995), en cuya bibliografía se advierte la antítesis de dos paradigmas interpretativos de larga duración desde los que se hacen lecturas forzadas de las fuentes, pero en donde aparece una y otra vez el argumento de que el descubrimiento o difusión de una nueva fuente o un nuevo tipo de fuentes ha revolucionado el conocimiento de este imperio.

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Lo que hace falta, en definitiva, es emplazar los datos arqueológicos junto con los demás datos (que naturalmente no son sagrados, como tampoco los arqueológicos lo son), en una estrategia unificada de contrastación, en la que se hagan constar los problemas a resolver y las hipótesis de partida -incluidos los prejuicios del investigador-, dispuestos en orden de importancia para la comprensión del caso, así como el modo en que esos datos van ser evaluados para confirmar o invalidar esas hipótesis y resolver esos problemas.

B ib l io g r a f ía BLÁZQUEZ, J.M*, 1968 Tartessos y los orígenes de la colonización fenicia en Occidente. Universidad de Salamanca. Salamanca. 1975 Tartessos y los orígenes de la colonizaciónfenicia en Occidente. 2aedición. Universidad de Salamanca. Salamanca. 1980 "Los fenicios en la Península Ibérica (1100-final del siglo IV a.C.)". En J.M. Blázquez et al. (eds.), 1980. Cátedra. Madrid: 277-297, 591. BLÁZQUEZ, J.M.; PRESEDO F.; LOMAS, F. J. y FERNÁNDEZ NIETO, J„ 1980 Historia de España Antigua, Tomo I: Protohistoria. Cátedra. Madrid. FERNÁNDEZ NIETO, J., 1980 La colonización griega. En J.M. Blázquez et al. (eds.), 1980: 541-552. GARCÍA Y BELLIDO, A., 1952 "Protohistoria: Tartessós", en R. Menéndez Pidal (ed): Historia de España, Tomo I, Vol 2: España Protohistórica: 279-308. Ed. Espasa-Calpe. Madrid. GARRIDO, J. P. y ORTA, E. M\, 1975 "El problema de Tartessos: una interpretación arqueológica". En VV.AA., (eds.): Huelva: prehistoria y antigüedad: 249-263. Ed. Nacional. Madrid. HAWKES, C.F.C., 1969 "Las relaciones atlánticas del mundo tartésico". En VV.AA., 1969: 185-197. LOMAS, F.J., 1980 "Las fuentes históricas más antiguas para el conocimiento de los celtas peninsulares". En J.M. Blázquez et al. (eds.), 1980: 53-81. PERICOT, L., 1969 "Schulten y Tartessos". En VV.AA., 1969: 63-75. SCHULTEN, A., 1945 Tartessos. Colección Austral. Ed. Espasa-Calpe. Madrid. TARRADELL, M., 1969 "El problema de Tartessos visto desde el lado meridional del Estrecho de Gibraltar". En VV.AA., 1969: 221-232. VILLARÍAS ROBLES, J.J.R., 1995 "El fetichismo de la fuente etnohistórica fiable: teorías y textos del debate sobre el Estado incaico y la comunidad andina". Revista de Indias, 203: 175-202, y 204: 301-331.

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VV.AA., 1969 Tartessosy susproblemas: VSymposium Internacional de Prehistoria Peninsular (Jerez de la Frontera, 1968). Universidad de Barcelona y The William L. Bryant Foundation. Barcelona.

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E l po der v is u a l d e l pasado: P r e h is t o r ia e imagen en lo s MANUALES ESCOLARES Gonzalo Ruiz Zapatero (*) Jesús R. Alvarez-Sanchís (*) Desde los comienzos de la investigación prehistórica a mediados del siglo X IX , la representación gráfica del más remoto pasado jugó un papel importante al lado del "pasado narrado". Al tratar la Arqueología con restos materiales se comprende la importancia de los diferentes tipos de ilustración como parte de sus procedimientos descriptivos e interpretativos. Dibujos, planos, reconstrucciones de tipos humanos, escenas cotidianas, ciudades, tumbas y muchos otros temas se han asomado siempre a las páginas de las publicaciones arqueológicas. Casi cualquier aspecto de la vida del pasado lleva, por sí mismo, a su recreación de forma visual. Otra cosa es que sólo en los últimos años los arqueólogos hayamos empezado a reflexionar sobre las representaciones gráficas y analizarlas de forma crítica (Rudwick, 1992, Stoczkowski, 1993, Valin y Houbron, 1991). Así se ha empezado a hablar de una "Arqueología visual" (Moser 1992). Y es que, de alguna manera, la Arqueología es una "ciencia visual no explícita", con un lenguaje visual propio. Las imágenes no son inocentes,

y responden no sólo al estado de nuestros conocimientos sobre un tema determinado sino también a la manera de defender teorías sobre épocas pretéritas, como bien ha indicado Gamble (1992a). La imagen tiene un gran poder en la presentación del pasado. Pero las imágenes visuales no se pueden analizar exactamente de la misma manera que los textos escritos porque existen diferencias en la forma en que son construidos, recibidos y percibidos los mensajes verbales y los mensajes visuales. Sencillamente, las palabras y las imágenes organizan la información de maneras diferentes. La imagen tiene, en cierto modo, autonomía respecto a la información escrita. Su poder evocador y su capacidad de ser retenida es superior a los textos. Es cierto que una imagen vale más que mil palabras pero precisamente por eso mismo hay que tener muy presente que una imagen puede engañar más que mil palabras (Llimargas, 1993). Ver es creer, de ahí el interés y la importancia de un análisis de las imágenes. Son auténticas cápsulas del pasado:

(*)

Departamento de Prehistoria. Universidad Complutense de Madrid

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comprimen mucha información y la transmiten de manera altamente eficaz. Con estos presupuestos se han estudiado las imágenes prehistóricas realizadas desde posiciones científicas, meramente artísticas y aún en los medios de comunicación (Vallin y Houbron, 1991). Se han analizado desde las representaciones de "hombres paleolíticos" incluyendo las versiones "fantásticas"- (Moser 1992, Gamble 1992b) hasta los Celtas (Guillaumet, 1994; Ruiz Zapatero, 1995). Están empezando a estudiarse aspectos como el «machismo», deducido de las proporciones en que se representan hombres y mujeres y de las actividades que realizan (Hurcombc, 1995). En relación con nuestro tema es de interés el estudio de carteles escolares holandeses (Bakker, 1990). Sin embargo la riqueza de imágenes de los manuales escolares no ha despertado apenas interés, salvo contadísimas excepciones aisladas (Moisset, 1976, Gaulupeau, 1986; Valls, 1995), a pesar de que la importancia de sus tiradas, la edad de sus destinatarios y la presunción de veracidad que se asocia a la producción pedagógica hacen pensar que esta iconografía ha ocupado un lugar importante en el imaginario colectivo (Gaulupeau, 1993; 104). En este trabajo hemos analizado una muestra amplia de manuales escolares de primaria y secundaria, de entre finales del siglo X IX y nuestros días, más de cuarenta, para descubrir algunas claves de su lógica iconográfica (Ruiz Zapatero y Alvarez Sanchís, 1995). Básicamente las ilustraciones se pueden clasificar en cuatro categorías: (1) reconstrucciones escénicas (2) artefactos (3) yacimientos y monumentos arqueológicos y (4) mapas, gráficos y diagramas. Es interesante considerar primero la evolución general de los tipos de ilustración, a través de una selección de textos (fig. 1). En una primera etapa hasta los años 1920 encontramos un predominio absoluto de las reconstrucciones, si n la presencia de los hombres prehistóricos debido al retraso en la recepción de la investigación prehistórica europea y el tardío desarrollo de la nuestra. Todo ello por el convencimiento de que tratándose de historia "lo que facilita más la comprensión en los niños es la pintura exacta de los acontecimientos que se explican". Los grabados están centrados en los colonizadores mediterráneos (fenicios, griegos y cartagineses), las gestas de Sagunto y Numancia y personajes sobresalientes, como Aníbal o Viriato. Las ilustra­ ciones abordan imaginativamente esos hechos y en algún caso se empieza a establecer un modelo, como la caída de Numancia copiando el cuadro de Alejo Vera (1880), que será repetido con pequeñas variantes durante décadas (fig. 3c). En esa primera etapa son escasas las imágenes de artefactos y monumentos: algunas monedas, armas -anacrónicas o inventadas- y los omnipresentes megalitos. Los pocos mapas reflejan el poblamiento

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B

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JL.

Fig. 1. Histograma de los tipos de imagen en una muestra seleccionada de manuales escolares. Arriba: temática de las reconstrucciones. (Paluzie, 1866, Resumen de Historia de España ¡lustrada con 142 láminas. Barcelona; Calleja, 1912, Historia de España. Madrid; Asensi, 1929, Compendio de Historia de España. Valencia; Xandri Pich, 1932, Concentraciones. Madrid; Edelvives, 1953, Historia de España. Primer Grado. Zaragoza; Bruño, 1954, Historia de España. Tercer Grado. Madrid; Edelvives, 1960, Historia de España. Grado Preparatorio. Zaragoza: Arenaza, 1970, Historia de España y Universal. Madrid; Balanza et al., 1987, Ibérica. Geografía e Historia de España y de los países hispánicos.Barcelona, y Prats, 1991, Geografía e Historia de España. Barcelona).

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primitivo de España con Iberos, Celtas y Celtíberos. En definitiva la ilustración gráfica revelaba el desconocimiento arqueológico de los autores y la obsesión por la historia

événementielle con grandes hechos y grandes hombres. Más tarde se irá incorporando la iconografía prehistórica. Aunque como detalle del desfase investigación-aprendizaje escolar destacaremos que las primeras referencias al arte paleolítico tardarán casi veinte años en aparecer desd? su aceptación científica en los primeros años de nuestro siglo. Con todo, la llegada de los nuevos conocimientos prehistóricos en los años 1920 y 1930 y la aparición de varias síntesis de Prehistoria española se traducirán en ia aparición de nuevas imágenes en los textos escolares: bifaces, pinturas rupestres paleolíticas, armas y objetos de la Edad de Bronce. En las reconstrucciones se observan intentos de incorporar nueva información arqueológica, como las casas redondas de poblados celtas, sin duda a partir de las excavaciones en castras galáico-portugueses; o el conocimiento de libros clásicos como el de L. Figuieur

L ’Homme primitif (1870) cuyas bellas láminas se

copian descaradamente en algún manual. La simplificación racial, muy de moda en aquellos años, lleva a representar a cada "raza" (iberos, celtas, fenicios, griegos, etc.) con tipos genéricos sin base arqueológica alguna. Por otra parte irán aumentando las representaciones de sitios y artefactos (fig. 2, etapa 2). Por último, los mapas van menudeando más en los textos, sobre todo el mapa ya invariable de los "primeros pobladores y colonizadores" y los de las divisiones de España en época romana. Incluso, se reconoce explícitamente el valor de los mapas históricos como parte integrante de la Historia y como medio de facilitar su estudio. En el franquismo, especialmente los años 40 y 50, la manipulación de los hechos históricos parajustificarlaexistenciay naturaleza del propio régimen se tradujo también en ciertos cambios en las imágenes escolares. Así los dibujos se simplificaron y esquematizaron (fig. 2a) y se dio primacía a aquellas imágenes que por su carga emotiva servían mejor para la exaltación patriótica y el heroísmo ejemplar (Valls, 1995: 113), como las gestas de Sagunto y Numancia, los "primeros mártires" de la independenciade España como Indíbil y Mandonio (fig. 3a,b y c) y el "caudillo" Viriato. Desde mediados de los años 60 se empieza a generalizar el uso del color en las ilustraciones. Las imágenes incorporan en esta etapa artefactos y monumentos en número creciente, y mapas en menor medida, pero las «reconstrucciones escénicas» todavía suponen cerca del 50 % del total (fig. 2, etapa 3).

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Fig. 2. Diagrama de las cuatro etapas de análisis; la evolución de los tipos de imágenes (artefactos, monumentos, mapas y reconstrucciones), y la evolución de estilos artísticos en las reconstrucciones.

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A partir de 1975 con una nueva versión en los contenidos y en el modo de explicarlos, la información gráfica ocupa un lugar prioritario en la didáctica escolar de la Prehistoria. Destaca la importancia cuantitativa que se concede a los mapas y artefactos en detrimento de la representación de escenas figuradas, hasta ese momento dominante. Ello significa un nuevo concepto de enseñar y abordar el pasado. Ambas categorías se convierten en una fuente de información básica que favorece la visión de conjunto (mapas), enriquecida por una documentación arqueológica cada vez mayor y más realista (artefactos) (fig. 2, etapa 4). La fotografía pasa a ser considerada la máxima objetividad en la presentación de los documentos materiales de la Prehistoria. Gráficas y estadísticas constituyen otra fuente de interés; cuadros cronológicos, históricos y descriptivos potencian el aparato gráfico y facilitan no tanto la memorización de los hechos como la comprensión general del contexto que se estudia. Otro aspecto en el que hemos fijado nuestra atención ha sido las ilustraciones de reconstrucciones y concretamente por tres cuestiones: (1) la representación de un "pasado plano" (2) la representación sesgada del género y (3) la manipulación visual del pasado. Sobre la primera cuestión, entendemos por un «pasado plano» la construc­ ción de un periodo prehistórico uniforme, sin cambios ni evolución, ni cronología concreta. El "Hombre de las cavernas" recoge genéricamente así todo lo anterior a la primera historia. Gráficamente ese pasado plano se elabora mediante la técnica de acumulación ¡cónica de los elementos considerados como representativos de lo prehistórico: la desnudez, la pilosidad abundante, las pieles, la cueva, la choza, el dolmen, la lanza y el hacha (fig. 3a,b). En realidad las asociaciones anacrónicas y la acumulación de tópicos visuales producen un pasado intemporal, un "pasado plano", del que se sustrae cualquier noción de evolución y cambio. En los libros más recientes este proceso de construcción gráfica se ve incluso reforzado y al final los grupos del Paleolítico quedan intemporalmente "fotografiados" cazando, preparan­ do pieles, tallando piedra y pintando en las paredes de las cuevas. En cuanto al sesgo del género, es evidente que las escenas prehistóricas son escenas del Hombre prehistórico, el Hombre Paleolítico y más recientemente el Hombre de Neanderthal o Cro-Magnon (Burtt, 1987; Hurcombre, 1995). En consecuen­ cia las ilustraciones recogen de manera abrumadora representaciones de hombres y muy rara vez de mujeres. Quienes cazan y pintan los paneles de las cuevas son hombres. Y si alguna rara vez se desliza una figura femenina lo hará de manera pasiva y en un papel secundario (fig. 3c,e). En otros casos la familia paleolítica de turno es simplemente un trasunto con "pieles y cueva" de la familia tradicional que los mismos manuales se esfuerzan en presentar como ejemplo a imitar (fig. 3e,f).

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Fig. 3. Representaciones de "hombres prehistóricos" (A: Alvarez, 1960. Enciclopedia. Valladolid; B: Fernández Rodríguez, 1944 Enciclopedia Práctica. Grado Elemental. Barcelona; C: Álvarez, 1960; D: Llano, 1934, Compendio de Historia Universal. Barcelona; E: Arias, 1958, Mis Segundos Pasos.Grado Preparatorio. Burgos).

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O

Fig. 4. La manipulación del pasado (A: WAA, 1960, Historia de España. Grado Preparatorio. Zaragoza; B: Alvarez, 1960, Enctopedia. Valladolid; C; Edelvives, 1961, Historia de España. Zaragoza; D: Compte, 1984, Historia de las Civilizaciones. Alcoy).

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Por último, la manipulación visual del pasado puede ser descarada, como en el caso de la utilización interesada de hechos como el final de Sagunto y Numancia (fig. 4b, c) para justificar la visión de la historia del régimen franquista (Sopeña, 1994, Valls, 1994); o inconsciente, por ejemplo 1a elaboración de mapas de "compresión cronológica" donde lo mismo da situar juntos el arte del Paleolítico Superior y los monumentos megalíticos aunque medien ocho o diez mil años entre ambos (fig. 4d). Si alguien hiciera algo parecido, en mucha menor escala, con un mapa medieval o de época contemporánea seguro que sería merecedor de la más dura crítica; en Prehistoria el tiempo y la imagen construida parecen tener otro tratamiento. A lo largo de más de cien años las imágenes de los textos escolares han variado su lenguaje y sus fuentes de inspiración desde la pintura histórica del siglo X IX (Quesada, 1995), la invención libre e imaginativa, o -en mucha menor medida- la inspiración en los datos arqueológicos. Los dibujos de los hombres prehistóricos, iberos y celtas, fenicios, griegos y romanos se repitieron en los manuales con pocas variacio­ nes. La obsesión por dibujar el pasado conforme a un modelo épico, bajo los presupues­ tos de la historia más rancia y positivista imaginable, creó la base para su tratamiento como cómic. Como ha señalado Sánchez Ferlosio (1994: 15) el recuerdo que tenemos de la enseñanza de la historia patria se puede superponer perfectamente a cualquier historieta ilustrada de tebeo. Los estudios sobre las imágenes escolares y su recepción-comprensión son urgentes por su creciente importancia en los propios manuales y por el peso progresivo de lo visual en nuestra sociedad a través de los medios de comunicación de masas (Valls, 1995:107). Como reflexión final, resulta importante señalar que la crítica de las ilustraciones arqueológicas en los manuales escolares debería hacer que los arqueólogos nos preocupáramos del tratamiento de nuestra más lejana historia en los textos escolares (Ruiz Zapatero y Álvarez, 1995). Las imágenes son demasiado poderosas para dejar que sean manipuladas consciente o inconscientemente. B ib l io g r a fía BAKKER, J. A., 1990 "Prehistory visualised: Hunebeden on Dutch school pictures asa reflection of contemporary research and society". Berichten van de Rijksdienst voor het Oudheidkundig Bodemonderzoek, 40: 29-71. BURTT, F., 1987 "Man the Hunter: bias in children’s archaeology books". Archaeological Review from Cambridge, 6 (2): 157-180.

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Gonzalo Rulz Zapatero y Jesús R. Alvarez Sanchls

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630

____________________________________________

EL PODER VISUAL DEL PASADO...

1995 "Las imágenes en los manuales escolares españoles de Historia ¿ilustraciones o documen­ tos?". 4: 105-119.

Iber. Didáctica de las Ciencias Sociales, Geografía e Historia

631

C a p ít u lo V P anoram a

d e la

A r q u e o l o g ía

actual

E l co n ce p to de A rq u e o lo g ía para l a sociedad e sp a ñ o la d e l s ig lo XX / XXI M. Ángeles Querol (*) P r e s e n t a c ió n L as palabras son casi lo único que tenemos para sacar al exterior nuestros pensamientos, para darlos a entender, compartirlos y defenderlos. Por fortuna, las palabras no son fijas ni son unívocas; por el contrario, son seres vivos que saltan, se modifican, se esconden y se disfrazan en función de factores diversos, movidos por resortes en apariencia desconocidos. Las palabras, nuestro lenguaje hablado, son un maravilloso campo de experimentación. La deconstrucción del lenguaje es una afición que comenzó a interesarme hace tres años, cuando en el contexto de planteamientos feministas, inicié el análisis del significado de los discursos de los siglos X V III, X IX y X X sobre el tema del Origen de la Humanidad en el occidente europeo. Al mismo tiempo que observaba cómo las formas de contar esa historia se iban modificando a lo largo del tiempo como respuesta a teorías subyacentes o a intenciones no manifiestas, comprendí también que algunas de las palabras-clave de nuestros discursos habían significado para la sociedad que las utilizaba, e incluso para la sociedad que las escuchaba, cosas muy distintas. Una de esas palabras-clave es precisamente la de

Arqueología.

Frente a ella y a su significado, mi planteamiento inicial es el siguiente: la palabra

Arqueología provoca imágenes mentales distintas según la persona o grupos

de personas que la utilicen o la escuchen. Esas imágenes están condicionadas sobre todo por el hecho de pertenecer o no al reducido círculo de las mujeres y hombres que trabajamos dentro de ese campo. A un lado quedan esas personas, las profesionales de

laArqueología, con

sus propias imágenes mentales sobre ella; a otro lado queda el resto de la sociedad, la mayoría de la gente, en definitiva, que une al vocablo

Arqueología imágenes relaciona­

das con la aventura, el romanticismo, el desierto, los tesoros, lo antiguo, Egipto, Grecia, los romanos, los dinosaurios y el látigo inquieto de Indiana Jones.

(*)

Departamento de Prehistoria. Universidad Complutense. Madrid.

635

M. Angeles Querol

En esta comunicación voy a analizar sólo el primer grupo, ya que e| segundo es demasiado diverso y ruidoso como para que podamos llegar a alguna conclusión más allá de la constatación de su existencia y la atribución de la responsa­ bilidad de la misma al primer grupo, que apenas se ha preocupado de pasar a la sociedad una imagen clara y digerible de nuestro mundo. Para ¡lustrar mi hipótesis, voy a analizar tres aspectos: en primer lugar las expresiones utilizadas por la normativa vigente española; después, los objetivos de las Asociaciones Culturales que utilizan el vocablo que nos interesa en sus denominacio­ nes; por último, el contenido de los programas de las asignaturas denominadas

Arqueología , que se están impartiendo ahora mismo en las Universidades españolas. En

la

N o rm a t iv a La única vez que en el BOE se ha definido la palabra

Arqueología ha sido

en el contexto de los nuevos planes de estudio de la Licenciatura de Historia, en la que se incluye aquella como materia troncal con la siguiente definición: "Estudio general de la Arqueología como método del conocimiento histórico en sus diversos aspectos, con especial referencia a la Arqueología en España" (RD 1448/1990, BOE 278: 34388 y 34389). Aparte de este detalle,

la Arqueología o metodología arqueológica se ha utilizado en la normativa sobre el Patrimonio Histórico (en adelante PH) precisamente para definir al Patrimonio Arqueo­ lógico (en adelante PA). Es en este contexto, por lo tanto, en el que nos centraremos. El PA es el único tipo de PH que está definido en la normativa legal por su metodología. Recordemos que el art. 40.1 de la Ley 16/85 del Patrimonio Histórico Español, dice: "El Patrimonio Arqueológico está formado por... los bienes muebles e inmuebles de carácter histórico, susceptibles de ser estudiados con metodología arqueológica, hayan sido o no extraídos y tanto si se encuentran en la superficie o en el subsuelo...". Las Leyes publicadas con posterioridad

por algunas CCAA -Castilla/La Mancha, País Vasco, Andalucía, Cataluña y Galicia- no han añadido nada nuevo a esta definición, limitándose a repetirla. De acuerdo con ella no hay más remedio que asumir que sólo podremos distinguir lo que es PA de lo que es cualquier otro tipo de PH si alcanzamos a comprender con claridad qué es o en qué consiste esa metodología arqueológica. Y

la metodología arqueológica es la Arqueología, es decir, el

la ciencia que llamamos Arqueología. Éste se centra en el análisis de los restos materiales de las sociedades del pasado, con el fin de reconstruirlas o representarlas. Pues bien, del pasado nos quedan datos de naturaleza muy diversa: la mayoría

636

EL CONCEPTO DE LA ARQUEOLOGÍA PARA ...

pertenecen a la esfera tecnológica y nos ilustran sobre ese subsistema determinado, obligándonos a difíciles inducciones y deducciones si queremos alcanzar el conoci­ miento de otros subsistemas como el ideológico o el sociológico; pero hay también datos que no son

restos en el sentido estricto deltérmino, como por ejemplo aquellos que se

definen por su ausencia -la no existencia de industrias de metal- o los que se desprenden de los análisis geológicos -una temperatura media, un tipo de clima- o los que dependen de elecciones de unas cosas en detrimento de otras -por ejemplo, la elección de una determinada cueva para vivir y no de otra situada cerca y con características muy similares. Es evidente que nada de esto último podría considerarse como un

material, ya que no puede ser observado directamente, ni medido ni pesado.

resto

Pero sigamos; son también restos del pasado las construcciones que levantaron generaciones anteriores a la nuestra: catedrales y monasterios, castillos y murallas; son restos del pasado los cuadros que pintaron los artistas que ya murieron, las esculturas que se levantaron tiempo atrás en las plazas de las ciudades y los molinos de viento que llenaron nuestras llanuras para moler el trigo. Son restos del pasado los vetustos pergaminos sobre los que se escribieron códices, las pieles de ternera que sirvieron como asiento para libros de horas y los microsurcos de 45 rpm de los años 60. Todo lo que ha salido de las manos del ser humano hasta ayer, y que por lo tanto sirve para construir su historia, son restos del pasado. Todo, por lo tanto, puede y debe ser estudiado con metodología arqueológica si quiere reconstruirse la sociedad o el momento que lo hizo y le dio un contexto funcional. Todo, por consiguiente, es PA. Como la conclusión anterior puede encontrar algunas dificultades a la hora de encajar en la realidad actual, hemos de buscar otras razones menos holísticas y más concretas, que nos sirvan para alcanzar a comprender la naturaleza especial del PA. En 1975 España se adhirió al Convenio para la protección del PA, texto legal que, además de ser el primero en nuestro país que utiliza tal expresión -la de PA-, lo define como el conjunto de bienes a los que se accede fundamentalmente a través de las excavaciones; con otras palabras, el conjunto de bienes históricos que se encuentra enterrado. Esta idea, que hay que rebuscar en los entresijos de las normativas, aparece de vez en cuando en ellas, de modo que, al menos para las personas que redactan y ejecutan las normas, el PA coincide con lo enterrado y la Arqueología por lo tanto es la ciencia de desenterrarlo. En 1992 en Malta se aprueba una revisión del texto del 75, con el mismo título. La definición de PA, algo más complicada, tiene la misma base: son los bienes a los que se llega sobre todo a través de las excavaciones y las prospecciones sinónimo por lo tanto de metodología arqueológica-.

637

M. Angeles Quenol __________________________________________________________

Ya que resulta difícil, a finales de este milenio, estar de acuerdo con unas definiciones tan reduccionistas, analizamos los textos de juristas que escriben comen­ tarios sobre las normativas del PH (p.e. Alegre, 1994; Pantaleón, 1987; Prieto de Pedro 1992 o Moreu, 1993). De ellos se desprenden, además del de enterrado, los adjetivos antiguo y ruinoso para definir a los bienes arqueológicos. El término antiguo merece un análisis a su vez. No en vano durante todo el siglo X IX , el PH no se denominaba así, sino simplemente antigüedades. Las legislaciones anteriores a 1985 en materia de PH establecían una frontera cronológica para la consideración de los bienes como integrantes del PH: la de 100 años; el proyecto de Ley de 1981 también hacía referencia a ese tiempo. Sin embargo, la 16/ 85 no lo hace y, por supuesto, las leyes publicadas hasta hoy por algunas CCA A tampoco. Sin la existencia de esa

frontera cronológica, el pasado cuya reconstruc­

ción interesa a la metodología arqueológica, es decir, a la investigación, puede llegar hasta ayer. La opinión pública, junto con el mundo académico en general, continúa pensando que ese

pasado ha de ser lejano o, por lo menos, que los materiales objeto

de estudio de la Arqueología tienen que haber perdido su utilidad contextual -cosas que ya no se fabrican, elementos que ya no se usan-. Sin embargo, respecto a esto último, hemos de recordar la existencia de otro tipo de PH recogido por las Leyes, el Patrimonio Etnográfico, que reúne objetos y tradiciones que han perdido en su mayoría su utilidad o explicación social. Molinos de viento, ruecas, dengues de pastora, cuernas grabadas, cucharas de hueso, cerámica tradicional, etc. son

pasado y no son PA.

restos del

La aparición en los últimos años de algunas especialidades de la Arqueo­ logía que analizan restos producidos por grupos humanos en tiempos muy recientes Arqueología industrial- o incluso en el presente -Arqueología de basuras,

antiguo es poco consistente para ser usado como diagnóstico del PA. En cuanto al adjetivo ruinoso, que Etnoarqueología-, nos obliga en definitiva a considerar que el adjetivo

se desprende sobre todo de las declaraciones como Bienes de Interés Cultural de carácter arqueológico de todo lo que se haya llamado o se llame

ruina, es tan evidentemente

inapropiado que no tenemos nada que analizar. En definitiva, en los textos legales y tratados jurídicos, el PA es sobre todo lo que está enterrado; y si no lo está, ha de ser muy antiguo -el límite, con una buena conservación, está en el final del mundo romano. Si no está enterrado y tampoco es muy antiguo, sólo es arqueológico si su estado de conservación es ruinoso.

638

EL CONCEPTO DE LA ARQUEOLOGIA PARA ..

La s F in a l id a d e s

d e las

A s o c ia c io n e s C

ulturales

A r q u e o l ó g ic a s

La existencia de las Asociaciones culturales de carácter arqueológico está muy ligada a los intereses o aficiones de la ciudadanía, por lo que puede llegar a ser un buen reflejo de sus ideas y deseos. Hay que señalar también que la ciudadanía española no es muy dada al asociacionismo, por lo que estas iniciativas representan por lo general trabajo y esfuerzo. Los datos que aquí se manejan se han obtenido del Registro Nacional de Asociaciones del Ministerio del Interior, donde encontramos sesenta y cuatro que incluían en su denominación la palabra Arqueología en su forma sustantiva o adjetiva. Su distribución geográfica es muy desigual, desde las once catalanas, hasta el País Vasco, la Rioja o la Comunidad de Madrid, en las que no figuraba ninguna. Las de ámbito nacional son diez, todas con sede en Madrid. Por lo que respecta a los ámbitos, además de las diez nacionales citadas, la mayoría son provinciales o municipales (Querol et al., 1995). Su número ha ido en aumento desde la década de los 50. La primera fue inscrita en 1957 y hasta el año 66 no se vuelve a inscribir ninguna. En el decenio 6473 lo hacen 8; en el siguiente el número se eleva a 22 y entre 1984 y 1993, se inscriben 33. Para este estudio he tenido en cuenta sólo la finalidad que aparece en primer lugar en el apartado de la ficha dedicado a los objetivos. Hay que tener en cuenta que en la mayoría de las fichas analizadas las finalidades son más de cuatro, llegando en algunos casos a una docena. La defensa, promoción y difusión de la Arqueología es la principal en 22 casos. Investigarla o estudiarla de forma directa es el primer objetivo en 20; uno de ellos incluso especifica que lo que se propone es

buscar yacimientos y excavarlos.

La

investigación, el apoyo y la colaboración para el enriquecimiento del PA es la propuesta de 5, grupo al que hay que añadirle 6 que se plantean velar por la conservación de los restos y 2 que establecen como objetivo colaborar con la Administración a este respecto. Hay 2 que pretenden fomentar los estudios de la arqueología y la espeleología, una que se plantea desarrollar la colaboración entre los arqueólogos y los detectoaficionados, otra que habla de estudiar la Historia del Arte y otra que declara haberse creado con la finalidad de administrar los medios que le puedan ser cedidos para el desarrollo de la Arqueología. Por último, existen tres que se dedican a finalidades tan específicas como los estudios de Tecnología arqueológica, Zooarqueología y Arqueología Industrial, y una que tiene como fin "contribuirá la propagación y el conocimiento de todas aquellas ciencias que ayudan al hombre a comprender el pasado y el futuro y el porqué de las cosas, tales como Arqueología,

639

M. Ángeles Querol Espeleología, Telepatía, Hipnosis, Radiestesia, Ovnis, micro y inacrofotografía, fenómenos paranorinales colaborar al rescate y conservación del Patrimonio Artístico de la ciudad y promover el interés por el Patrimonio Artístico entre la juventud" (Ateneo Cultural Amigos de la Arqueología, de Alcalá

de Guadaira, Sevilla; fecha de alta: 1980). Como conclusión de este pequeño estudio podemos apuntar que existen muy pocas asociaciones de carácter arqueológico y que en muchas de ellas se manejan conceptos diversos y mezclados. En su mayoría pretenden acceder a la investigación de forma direcia o contribuir de alguna manera a ella. Los casos más exóticos incluyen recuperación de restos, espeleología, detectoaficionados, historia del Arte o Hipnosis, en una amalgama que demuestra de nuevo la escasa consistencia del significado de la palabra Arqueología incluso entre los grupos que se declaran aficionados y que dedican tiempo y esfuerzo a ello.

La E n s e ñ a n za

d e la

A r q u e o l o g ía

en las

U n iv e r s id a d e s E s p a ñ o l a s

Por lo que respecta a la consideración y a la enseñanza de la Arqueología, la Universidad española presenta unas características especiales que la con vierten en un mundo diferente de otros países europeos, sobre todo de los nórdicos. La principal de esas características es antigua: por una cuestión de

escuelas, la Arqueología

se ha

considerado tradicionalmente como una asignatura cuyo contenido se refiere sobre todo a Historia del Arte clásico. A veces, a esta asignatura, incluida siempre en la Titulación de Historia (bien en su primera variante, Filosofía y Letras, en la segunda. Geografía e Historia, o en la actual, Historia) se le ha añadido el adjetivo

clásica. En otras ocasiones,

sobre todo en los últimos años, esto no es así, y el alumnado puede verse sorprendido por el contenido de una materia cuyo título no parece corresponderle. Las razones reales de esta curiosa característica no son fáciles deexponer porque responden a una larga historia; sin embargo, sí queremos dejar claro que, sean cuales sean estas razones, muchas generaciones de licenciadas y licenciadoscn Historia han carecido de una mínima información sobre la naturaleza real de la Arqueología como método para la reconstrucción del pasado en su totalidad, sea éste lo antiguo o reciente que sea, y lo artístico o no que parezca. En los últimos 10 años la situación no ha mejorado por sí misma; es decir, la voluntad del profesorado encargado de la materia

denominada Arqueología ha sido

la de perpetuarla, y para ello se consiguió que el Ministerio de Educación y Ciencia aceptara la creación de un

640

área de conocimiento denominada Arqueología, en la que

EL CONCEPTO DE LA ARQUEOLOGIA PARA ..

se integró casi todo el profesorado que se ocupaba de esa enseñanza de Historia del Arte clásico. Las excepciones fueron en dos direcciones: algunas de esas personas cambiaron a áreas de Arte, como corresponde, y otras modificaron al menos en parte sus programas para adecuarlos mejor al concepto general-de

Arqueología.

Por suerte para la superación de todo esto, los nuevos planes de estudio, iniciados hace dos años, incluyeron en la titulación de Historia, como materia obliga­

Arqueología, considerada por el BOE, como vimos como método del conocimiento histórico en sus diversos

toria, una asignatura denominada al principio de este texto,

aspectos. Legalmente, esa asignatura puede ser impartida tanto por el profesorado del

área de Arqueología como por el del área de Prehistoria; en nuestra opinión debería haberse abierto a otras áreas de la Historia, como la Historia Antigua o la Medieval, ya que, al no ser así, poca entrada tendrán en los estudios superiores especialidades como la Arqueología medieval, tan importante en nuestras latitudes. En el momento presente, que es el que nos interesa, las Universidades se encuentran con que un profesorado como el del área de Arqueología, acostumbrado históricamente a impartir H istoria del Arte clásico, ha de ocuparse de preparar y enseñar programas de Arqueología que, definida como lo hace el BOE, se sale por completo de esas costumbres. Las respuestas ante este reto son todavía poco conocidas. Por mi parte, he solicitado a todas las Universidades españolas que imparten la titulación de Historia, que me envíen los programas de esta asignatura obligatoria. En su mayoría no han contestado. En otras ocasiones, han comunicado que hasta próximos cursos no se enfrentarán a su organización; por último, en pocos casos han enviado sus programas. Hemos seleccionado los de la Universidad de Valencia y la Complutense de Madrid. Ambos se están impartiendo en este curso.

T

e m a r io d e la

r ia

1 l.l 1.2 1.3 11 II.1 II.l.l II.1.2 II.1.3 11.2

U n iv e r s id a d

" I n t r o d u c c ió n

a la

de

V a l e n c ia

pa ra la

M a t e r ia O

b l ig a t o ­

A r q u e o l o g ía "

La Arqueología científica. La Arqueología en el conjunto de las ciencias sociales. ¿Desde cuando hay Arqueología?. Los métodos de investigación arqueológica. El medio y la explotación del territorio. La reconstrucción del paisaje. La Geo-Arqueología. La Arqueobotánica: palinología, antracología, carpología. La Arqueozoología. El aprovechamiento del agua.

641

M. Anaeles Querol 11.3 11.4 111 111.1 111.2 III.3 III.4 III.5 IV IV.l IV.2 IV.3 V V.l V.2 V.3 VI VI.l VI.2 VI.3

La extracción de las materias primas: minas y canteras. La producción de alimentos: agricultura, ganadería y pesca. Territorio y poblamiento. La ocupación del territorio, condicionantes físicos y socioeconómicos. Tipología de los asentamientos. El fenómeno urbano y su evolución. El espacio doméstico urbano y rural. Las técnicas constructivas. De la artesanía al mercado. La actividad artesanal: metalurgia alfarería, vidrio y textiles. La actividad comercial. Los mercados. Rutas comerciales. Elementos de intercambio. El mundo funerario. Ritos funerarios. Riqueza y sociedad. Estructuras funerarias: de la fosa al mausoleo. Lugares de culto. Espacios religiosos. Edificios religiosos. Objetos de cullo.

Al lado de este tipo de programas, nos encontramos con otros que también se están impartiendo en estos momentos y que suelen llevar apellidos, como el de

Arqueología de Grecia de la Universidad Complutense, del que solo incluyo el título de los temas: P rograma C

de

A r q u e o l o g ía

de

G

r e c ia en la

U

n iv e r s id a d

om plutense

1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 II 12 13 14 15 16 17 18 19 20 21

642

Arqueología en Grecia. El 111 milenio en el Egeo. Calcolítico y cultura cicládica. La civilización ininoica. Formación de la Cultura micénica Creta en el periodo de los Nuevos Palacios. Heládico reciente. La edad oscura. El periodo geométrico. El periodo orientalizante. Arquitectura arcaica. Escultura arcaica. La cerámica griega arcaica. La transición al clasicismo: el estilo severo. La arquitectura griega clásica. Arquitectura del siglo IV. La escultura griega desde Pericles hasta Alejandro Magno. Pintura, cerámica y artes menores griegas en el periodo clásico. Arquitectura y urbanismo en el periodo helenístico. La escultura helenística. Pintura, cerámica y artes menores en el periodo helenístico. Los santuarios griegos.

EL CONCEPTO DE LA ARQUEOLOGIA PARA ..

Creo que basla con esta muestra para probar la disparidad de ideas que existen por detrás de la palabra Arqueología en el propio ámbito de la enseñanza universitaria. Nunca me ha extrañado que cuando inicio mis cursos sobre Arqueología del Pleistoceno y le planteo al alumnado la pregunta de "¿qué crees que es la Arqueología?", las respuestas más pensadas correspondan a una duda: no lo saben bien, no han conseguido comprenderlo aunque están en el cuarto curso de la carrera. La insistente identificación de la Arqueología con la Historia del Arte hunde sus raíces en la época renacentista, cuando ambas materias estaban gestándose. En los siglos X V I o XV II los gabinetes o colecciones de objetos artísticos eran considerados

arqueológicos

y sus orgullosos dueños eran

arqueólogos.

Pero ha

pasado ya demasiado tiempo y la separación que tenía que haberse completado hace varios decenios, aún no lo ha hecho; al menos es esto lo que demuestra el análisis de estos programas, aunque en ocasiones se haya publicado lo contrario (DíazAndreu, 1995). Es evidente que algunos de los bienes arqueológicos son artísticos, lo han sido o pueden llegar a serlo -esto cambia mucho con el tiempo-, pero lo que hoy no admite discusión es lo contrario: lo arqueológico y lo artístico no son sinónimos o, con otras palabras, la Arqueología no es Historia del Arte del mismo modo que tampoco es coleccionismo. Lo que le interesa a la Arqueología moderna, su objetivo de investiga­ ción, es la

cultura , y es éste un término de significado demasiado complejo como para

reducirlo a uno solo de los subsistemas que lo integran. Lo importante no es el objeto en sí, sea éste lo valioso o artístico que sea, sino el contexto sistémico del objeto en la medida en la que contribuye a la explicación del proceso histórico. El análisis de estos programas y de la enseñanza en general que en la Universidad española se está impartiendo sobre esta materia, nos demuestra también la existencia de una confusión curiosa y difícil de explicar: la de que la Arqueología es una parte de la Historia. Es la confusión menos consciente y más extendida en la profesión arqueológica del mundo mediterráneo ahora, a finales del segundo milenio. Así, muchas

Arqueólogos clásicas -y desde luego Prehistoriadoras- establecen una frontera

de las personas que se consideran a sí mismas también muchas de las que se consideran

temporal entre la Prehistoria y la Arqueología, asumiendo que son dos términos equivalentes y paralelos, el primero referido a la vida humana anterior a la escritura, y el segundo, a la vida humana en la época clásica, ya con escritura interpretable. Los Departamentos uni versitarios denominados

de Prehistoria y Arqueología suelen ser los

principales defensores y portavoces de esta curiosa c inoperante confusión.

643

M. Ángeles Querol _____________ ___________________________________________ _____

Veamos: la Prehistoria no es más que una parte de la Historia y debe colocarse en paralelo con cualquier otra de las divisiones que de ella se hacen según el eje diacrónico -según el paso del tiempo-. Tenemos así la Historia antigua, la Historia medieval, etc. Olvidemos por ahora el error que suele cometer nuestra sociedad al considerar como Prehistoria lo que no es más que Historia natural -trilobites, diplodocus y otros atractivos fósiles-. Estamos hablando, como es lógico, de Historia humana. Por su parte, y como ya hemos visto, la Arqueología reconstruye el pasado humano. Sirve por lo tanto a la historia entera, tanto a la de ayer como a la más remota. Por esa razón suele llevar también adjetivos de carácter temporal: Arqueología prehistórica, clásica, medieval o industrial -por citar sólo los más usados-. Tal vez la mayor diferencia estribe en que, para la Prehistoria, la Arqueología es inevitable -no existe otra posibilidad de acercarse a ella-, mientras que para las demás partes de la Historia, es complementaria -que no evitable-.

C

o n c l u s io n e s

No puede extrañarnos demasiado que la sociedad contemporánea tenga de la Arqueología unas ideas tan exóticas, aventureras y alejadas de la realidad, cuando las personas que nos dedicamos a ella no hemos llegado nunca a poseer una imagen mental unificada -ni siquiera ligeramente unificada- de su significado. Esto preocupa, entre otras muchas cosas porque la incidencia social de la Arqueología será dentro de muy poco tiempo el termómetro que permita medir su interés para el reparto de los presupuestos de investigación. Y

más que tratarse de un problema en el presente -que no d

desde luego-, lo es sobre todo de cara al futuro: las nuevas generaciones, las personas que se están formando ahora, que son las que superarán nuestros planteamientos y transmitirán nuestras ideas, continúan sufriendo el bombardeo de una serie de imágenes mentales distorsionadas y diferentes: la Arqueología estudia lo enterrado, lo antiguo, lo ruinoso, el arte, la historia clásica, la técnica de excavaciones, o tal vez todo eso mezclado y aderezado con algo de filosofía. La apuesta de futuro no pasa por congresos en los que discutamos lo que debe ser la Arqueología, porque ya es lo que es en el mundo occidental y no vamos a modificarla. La apuesta de futuro es asumir de una vez que el pasado está pasado y que no vale intentar vivir de nostalgias clásicas, románticas o artísticas. La Arqueología es una ciencia horizontal que sirve para hacer historia, cualquier clase de historia, de

644

EL CONCEPTO DE LA ARQUEOLOGIA PARA ..

cualquier época o en cualquier lugar. En ese fuluro que es mañana las personas que deseen ser especialistas en Arqueología deberán estudiar, por lo menos, filosofía, antropología, todos los aspectos de la historia, geografía, arqueología general y arqueología por épocas, desde la prehistórica a la industrial, gestión del PA, reconstruc­ ción medioambiental, tecnología, sistemas de registro y de tratamiento de datos, y analítica arqueológica. Las materias prácticas deberán también tener un peso importante en sus estudios. Y deberán sobre todo saber que entre ellas y la sociedad tiene que existir un lazo hecho de comunicación y de comprensión, un lazo basado en el uso de un lenguaje más claro y más unívoco.

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645

P ara

un c o n c e p t o in t e g r a l d e l

P a trim o n io

Nuria Sanz Gallego (*) "No es verdad que el pasado esté en el pasado...los pasados que arrastramos con nosotros son en gran medida construcciones del pensamiento sobre lo que es el presente ..., en el que se encaja un escaso material de la memoria... El pasado pertenece a una forma generalizada de la experiencia. Cada generación reescribe su historia. El pasado está orientado desde el presente, retrocede la condición del presente".

G.H. Mead (1929). E l concepto de Patrimonio ha sufrido cambios muy notables: comenzó designando objetos determinados, para pasar más tarde a ampliar su significado y sus implicaciones, su contexto, urbano, histórico, natural, y esto no tiene sólo que ver con los aspectos histórico-artísticos de la conservación, sino también con los económicos, sociales y culturales, dentro del marco de la conservación integrada. Este trabajo propone desarrollar las nuevas formas de lectura del concep­ to de Patrimonio, desde la perspectiva de su uso y disfrute social (Alonso Ibáñez, 1992), frente a legislaciones anteriores a la de 1985, preocupadas especialmente por la tutela y protección del patrimonio (Alegre Vila, 1994). En la actualidad nos interesa reconocer en el destino público de los bienes el tipo de consumo cultural, condicionado por el contexto sociopolítico actual. El concepto de patrimonio se ha visto sobrepasado por las implicaciones de los nuevos usos de las atracciones culturales. No sólo se amplía sino que cambia profundamente. Se pasa del tratamiento objetual de los restos, a la práctica de experimentar los recursos. Hoy el patrimonio implica a ciudadanos, al paisaje, a la comunidad y al territorio. De la legitimación de los restos del pasado y de las preocupaciones encorsetadas en la valoración-catalogación, al disfrute como actual reconocimiento social del pasado, como otra forma de presentismo. De servalor cultural y cosa de interés, con muchos calificativos históricos, paleontológicos, arqueológicos, etc. pasa a ser un servicio al servicio de la colectividad. En los últimos años el Patrimonio ha sido llamado a ampliar el campo de las políticas culturales. En general las políticas de gestión de los recursos patrimoniales tienden a colocarse a lo largo de un extenso continuum que tiene por extremos dos modelos opuestos: por un lado las políticas que privilegian la conservación, el estudio

(*)

Fundación José Ortega y Gasset.

647

Nuria Sanz Gallego -----------------------------------------------------------------------------------------------------------y la investigación y por otro lado las políticas que apuntan al disfrute colectivo, a la divulgación y a la promoción cultural. Las primeras conceptúan los equipamientos culturales (museos, áreas arqueológicas, patrimonio arquitectónico, etc.) como lugar para la protección, y las segundas como ámbitos de comunicación y de producción cultural: de la salvaguarda pulcra de la memoria a la ebullición de las industrias culturales. Nos inclinaremos por instituciones que gestionan recursos patrimoniales y entre ellas a aquéllas que gestionan monumentos, centros históricos, museos, centros de interpretación, parques temáticos, dejando aparte archivos y bibliotecas; queda fuera también de nuestros argumentos el mundo de la creación artística: galerías, teatro, danza, que forman parte de las llamadas

performance arts\ tampoco el cine ni la política

editorial; por lo que el lector puede comprobar, el campo al que hace referencia el artículo es ya amplio, dentro de un panorama, el cultural, que siendo ingente no deja de ampliarse: diseño, videoarte, arte por ordenador, música por ordenador, etc. Los temas elegidos son hoy por hoy uno de los aspectos más relevantes a los ojos de los economistas, tanto por el número de consumidores, como por las enorme cantidad de nuevas inversiones que se realizan en el sector, en forma de consultoras especializadas, agencias de productos turísticos especiales, clubs de ocio, consorcios turísticos, centros de recursos locales, programas europeos en patrimonio o bien en

desarrollo local, etc... Se está empezando a organizar una estructura más consolidada desde el punto de vista económico en el sector, en forma de empresas de servicios y profesionales independientes. Frente a esta realidad privada, no existe en España ningún organismo que se dedique a sistematizar de forma global la información precisa acerca del Patrimonio Cultural y Natural Español. No cambian sólo las tendencias de ocio, que podría entenderse como una moda, sino que el fenómeno hay que comprenderlo dentro del procesode la terciarización que sufren las sociedades europeas. Con esta pauta, el patrimonio tiene que reformar sus estructuras, sus profesionales y su forma de difundir su producto. El panorama cultural actual propicia un mayor acceso a todos los públicos para el deleite, impulsando la difusión a través de la educación participativa. El Estado de bienestar aumentó el carácter social de las tareas del Ministerio de Cultura, frente a la prioridad de competencias de tutela o protección de antaño. Ahora la política cultural esta unida a la política industrial y comercial, por ello la administración pública se ve en la necesidad de plantear la integración de las distintas políticas sectoriales, gabinetes intergubernamentales, políticas de promoción social, en un intento de favorecer la

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PARA UN CONCEPTO INTEGRAL DEL PATRIMONIO

colaboración entre la industria cultural, la educación, el turismo, etc. Inevitablemente el Patrimonio ha llegado a ser esencial para el funcionamiento, diseño y articulación territorial de las políticas culturales, sobre todo financiadas por programas de coopera­ ción internacional. Tanto es así que se han éStablecido observatorios culturales en toda Europa para organizar sistemas de evaluación del impacto económico, social y ocupacional de las políticas culturales. Es en estos laboratorios donde el Patrimonio ha empezado a definirse como el factor desencadenente de consenso, concatenador de redes de cooperación urbanas y culturales, internacionalizando (a través de la multipli­ cación de alianzas y proyectos) vínculos de consumo y difusión de actividades patrimoniales, sin olvidar que la prioridad económica va unida a la necesidad de entender una política patrimonial al hilo de nuevos programas de formación y de educación. Los bienes culturales son bienes de categoría inclusiva y su intencionalidad es promover el ser y el hacer de una comunidad, en una transmisión dinámica de la identidad, sin que ésta pueda ser tachada de conservacionista, sino de proyectiva. El patrimonio hoy por hoy debe canalizar las sinergias de todos los recursos: humanos, naturales, tecnológicos y financieros. La clásica definición de mercado como lugar económico y no necesaria­ mente físico, de encuentro entre la demanda y la oferta, es bastante restrictiva. Hay que superarla, ya que el mercado puede definirse como un conjunto de acciones humanas, actuales, potenciales, que caracterizan las relaciones de producción y de distribución de la riqueza en un espacio y un tiempo dados, y que no sólo se manifiestan a través del establecimiento de los precios. Para que exista el mercado basta con que vivamos en sociedad. Hoy hemos pasado de los fundamentos objetivos de la oferta a los fundamen­ tos subjetivos de la demanda. Sin embargo, hay un aspecto extra-mercantil en todo esto, ya que la economía es una ciencia legada a la introspección y a los valores, así como a las motivaciones y espectativas de los agentes sociales. En España hemos estado acostumbrados a una fuerte centralización junto a una administración débil, a una tutela muy limitada, a modestas inversiones públicas en cultura y a un desorden en las intervenciones. Ahora el establecimiento de la regulación autonómica, los planes de actuación comunitaria, la crisis económica, el cambio de rumbo/limitación a la produc­ ción y las nuevas tendencias del ocio, hacen que debamos replantear la gestión de los recursos patrimoniales. Los últimos años han dado lugar a nuevas aportaciones para desarrollar las posibilidades de la participación ciudadana a través de nuevos canales de difusión, a saber: centros de interpretación, publicaciones, programas educativos, nuevas andas

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culturales dentro de una nueva sociología del ocio, entendiendo por éste un ámbito más de la experiencia. El público experimenta, se implica, participa activamente, ya no es cosa de eruditos, conservadores o de los designios de la administración pública, por lo tanto la actividad de un gestor en recursos patrimoniales ya no es producir o dejar ver sino el desarrollar programas encaminados a revalorizar, comunicar valores y experien­ cias, preservando y sensibilizando. El merchandising de productos patrimoniales (Hewison, 1987), las campañas educativas, etc. están ayudando de forma rápida a cambiar el panorama. Sin embargo no existe en nuestro país una estimación estadística clara y fiable que nos permita analizar los aspectos socioeconómicos desencadenados por la gestión de los recursos patrimoniales. Conceptos como interpretación y presentación del patrimonio describen actividades relacionadas con la comunicación de ideas y conocimiento a través de una nueva experiencia y de una acción integral; en este sentido, no hay proyecto razonable que no conste de una profunda y especializada investigación de base, combinada con un buen plan de difusión que implique al cuidadano, y ésa es a su vez una de las causas de que se incrementen los intereses sociales por esos proyectos. El proceso de aproxima­ ción acelera así una integración progresiva del Patrimonio en los hábitos de consumo cultural (Foster, 1991, Fladmark, 1993). Se trata de un sector de rápido avance en las nuevas técnicas de información y comunicación social. Respuestas tan atrevidas como atractivas atraen a nuevos y viejos públicos: grupos escolares, también familiares, de amigos, que pasan a ser analizadas pormenorizadamente a través de evaluaciones de actitudes de los públicos (McManus, 1988), su grado de satisfacción (actualmente preocupados por establecer un marco socio-sicológico para la evaluación del parendizaje no formal (Asensio et al., 1993)), los criterios de evaluación en relación a los montajes, etc. de ello subyace la necesidad de que estos profesionales se pongan al día en todo el campo de la comunicación. Además de atender al ámbito de las comunicaciones, no podemos olvidar el de la educación. La escuela formó primero a patriotas, monjes-soldados, revolucio­ narios, militantes, ciudadanos y últimamente a trabajadores potenciales. Hay educación obligatoria pero no culturización. Las nuevas estrategias educativas son las que el Patrimonio quiere utilizar para eliminar distancias con el público, en un momento que ha sobrepasado la democratización de la cultura para aproximarse a la multicultura, a la formación permanente, fomentando la creatividad y la conciencia crítica. No se trata sólo de formar estudiantes sino ciudadanos con derechos y deberes culturales. Entre

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PARA UN CONCEPTO INTEGRAL DEL PATRIMONIO

cultura y educación hay espacios vírgenes a desarrollar: formación artística especia­ lizada, formación para una práctica cultural, formación de públicos y consumidores culturales, dignificación cultural y pedagógica de instituciones formativas y el fomen­ to de la relación patrimonio-universidad. ~ Estamos en un momento de desarrollo para las denominadas atracciones patrimoniales, muy criticadas por los sectores más intransigentes de la erudición, que ridiculizan algunas formas de actuación. Sin embargo, es un dilema falso plantear la explotación de los recursos patrimoniales en términos o sólo de autenticidad o sólo de entretenimiento. En los 70 en Inglaterra ya estaban de moda las reconstrucciones, como intento de comprender el comportamiento pasado, ejercicio éste imposible según algunos sectores críticos, porque no forma parte de nuestro bagaje cultural (en contra de posturas tradicionalistas: Fowler y Boniface, 1993, Lowental, 1989, Walsh-Haron y Stevens, 1990). Hoy por hoy la espactacularidad de los montajes audiovisuales o los nuevos medios informáticos no tienen porque trivializar los mensajes. La integridad no está reñida con la comercialización. De la misma forma, y por lo que aquí más nos atañe, las reconstrucciones en arqueología han sido muy criticadas por los académicos. Sin embargo podemos señalar un número de razones oportunas para crear reconstrucciones o simulaciones de sitios y estructuras arqueológicas, a saber: el valor de la interpretación y la educación (Curtis, 1993), el desarrollo del mercado turístico, la experiencia-investigación para los especialistas, el desarrolllo local y la defensa de la identidad cultural. En el panorama anglosajón conceptos como simulación, reconstrucción, reconstitución, recreación, implican distintas formas de dar a conocer el pasado, son formas de conocimiento de lo que existió a través de talleres, workshops, de aulas de patrimonio, en un contexto artificial pero arqueológico. Se han desarrollado fórmulas bastante sofisticadas de analizar cómo, a través de la manipulación directa de materiales, se trascienden los límites del lenguaje con un potencial de comunicación mucho más efectivo: es el darse cuenta del significado del sitio y de sus restos a través de la experimentación personal, más que a través de la observación pasiva. En los últimos diez años los museos han incrementado sus herramientas interactivas, sin embargo parece que en el mismo tiempo las reconstrucciones en arqueología han estimulado más la curiosidad: no sólo se instruye, se provoca la curiosidad (Tilden, 1957). También el participar es darse cuenta del formar parte, no como forma de legitimación cultural sino como forma de conocimiento. El modelo escandinavo de reconstrucción ha influido bastante en Inglaterra, bien para revitalizar un área en declive agrícola, para preservar el paisaje.

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para reconstruir la historia local, para preservar tradiciones, etc., pero en los últimos veinte años lo que pudo haber empezado como una investigación más científica o académica en los llamados ecomuseos ha ido abarcando educación e interpretación para todos los públicos. Todos tenemos en mente experiencias poco afortunadas como en el caso de reconstrucciones de interiores domésticos Henos de souvenirs etnográficos. En ocasiones los problemas surgen porque sólo se quiere presentar un momento congelado en el tiempo; a veces se usan sitios arqueológicos sólo para desentrañar valores "verdes" y ecológicos, en muchos casos en lugares absolutamente idílicos, fuera del contexto urbano que pudiera descafeinar la experiencia. Las nuevas experiencias tratan de que el visitante descubra, comprenda, tome decisiones, se recree descifrando, de manera que el patrimonio deja de ser una afición nostálgica; se trata de explorar la interfase entre la autenticidad y el entreteni­ miento, desde el interés mutuo de la investigación y de la empresa; sirva de ejemplo en este sentido el museo St. Fagans en el País de Gales, centro que goza de una gran popularidad, donde se reproducen e interpretan los modos de vida del pasado, realización de actividades artesanales, incluso incorporando actividades de patrimonio oral,

"Story te llin g se cuentan historias. Estas prácticas llevan implícitos muchos

intereses y también muy distintas formas de disfrute: es un momento de disfrute científico a través de la investigación, didáctico a través de la educación, económico por la explotación de los recursos y cultural en el sentido de pertenencia, o bien por el goce estético, etc. Es una manera de informar propiciando la curiosidad a través de datos dispuestos de forma útil. Divulgar inquietando, teniendo en cuenta que hacerse con un público también es la mejor forma de conservar el recurso, de forma controlada y sostenible. En la tradición de los museos europeos existe una clara diferencia entre los ecomuseos y los museos al aire libre, donde las reconstrucciones arqueológicas, junto con otros edificios se disponen como objetos pertenecientes a una colección. La idea del ecomuseo había nacido en Francia a finales de los 60 en un intento de interpretar el paisaje como un todo, así como de mostrar cómo una comunidad se presentaba a los visitantes: la comunidad hablaba de su historia

irt situ, quizá como un

rechazo al centralismo burocrático de los grandes museos franceses. Se rompían además las barreras entre el conservador y la comunidad, y se atendía a la comunidad como auténtica emprendedora cultural. Estas posibilidades han sido desarrolladas en arqueología, y el mayor éxito parece obtenerse cuando se involucra a la comunidad en el proceso de recostrucción, ya que no sólo se reconoce como visitante de un centro o producto acabado: la reconstrucción, simulacro o programa de interpretación han dejado de ser fines en sí mismos, para convertirse en el resultado de una serie de

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deliberaciones locales; el producto final es lo que ellos quieren compartir y lo que quieren mostrar de sí mismos (Shepherd, 1993). La mayoría de los que hoy trabajan como intérpretes son licenciados en arqueología y geografía-historia, que han entendido y aceptado que el público quiere acercarse al Patrimonio través de la comunicación de experiencias, y no sólo visitar un lugar físico. Es importante trabajar con la comunidad, y ahora están desarrollando herramientas antropológicas, explorando los valores emocionales de la población local. Hay por lo tanto razones sociales, culturales, políticas para acercarse a la comunidad en un proyecto de reconstrucción arqueológica. Los arqueólogos deben ser posibilitadores y catalizadores de un clima favorable. Hacen que el niño interprete, que colabore en el programa, no razonando en términos de verdad o mentira, sino buscando alternativas; los niños, poco a poco, comprenden las limitaciones de la evidencia y gracias a la lógica empiezan a interpretar subjetivamente. El papel educativo y formativo que los consumidores hoy por hoy atribuyen y buscan en los bienes y servicios culturales, hace que los públicos sean importantes críticos con los servicios. Hoy ha aumentado el capital de consumo cultural. El gasto público y privado destinado en los últimos años al sector cultural hace que sea un campo lo suficientemente interesante como para que los analistas y economistas se preocupen por el desarrollo de las cifras en un futuro inmediato y los sociólogos traten de explicar los cambios en los consumos culturales, un campo éste en el que no estamos acostumbrados a imponer unidades de medida. El dilema público-privado es el punto central de debate para los economistas de la cultura. Una de las grandes dificultades inherente a las intervenciones públicas es la dificultad de valorar de forma oportuna y correcta las preferencias de los públicos (Trimarchi, 1993). Hoy prima lo interactivo, lo sistémico, se buscan nuevas fómulas de actuar frente a los procedimientos administrativos. Es el momento incluso de la tele­ asociación de las iniciativas mancomunadas, del marketing integrador o de la competitividad corporativa, útil para ayudar a los empresarios a pensar en otros términos, en relación a la creación, distribución o el consumo del producto cultural. Se trata por tanto de una economía que tiende a ser asociativa, que busca obtener éxito en proyectos que impliquen a la población local y a todos los agentes socio-económicos, al socaire de la salvaguarda de la identidad cultural. A juzgar por la experiencia europea, existe una estrecha relación entre la autonomía de la gestión de los recursos y la capacidad de orientar la oferta de atracciones patrimoniales en función de las nuevas demandas culturales. Se necesitan iniciativas

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que favorezcan la afluencia de visitantes, todo ello en relación con las necesidades de mejora en la interpretación de los recursos y de la posibilidad de ofrecer servicios colaterales de caráctergeneralmcntecomercial. En España todos los intentos promocionales y comerciales empiezan a despuntar ahora por parte de la administración pública de un modo tenue y bastante lento, mientras que en otros países como Francia el Estado ha gestionado centralmente desde la Caisse Nationale des Monuments Historiques et des Sites toda la industria cultural de la que era capaz su patrimonio histórico. El Estado no es el único patrocinador de la cultura nacional, idea que procede de las monarquías ilustradas. A pesar de que lo público se vaya desmonopolizando, la Administración no puede dejar de hacer cultura, aunque ya no recaiga en ella toda la responsabilidad de ser la única que proporcione un disfrute público del Patrimonio (Ospina, 1992). En nuestro país no se prodiga la gestión mixta de los recursos, en la que cooperativas, consorcios, auditorías, consultorías o empresas privadas presten y/o diseñen intervenciones en lugares patrimoniales de propiedad pública. Tampoco hasta ahora han tenido un peso decisivo las organizaciones non profit O N G’S o las fundacio­ nes, como en el caso inglés, muy lejos aún del modelo de gestión cultural latino. Para desarrollar un proyecto de gestión en recursos patrimoniales es necesario analizar desde las formas de relieve, el uso de la tierra, las formas culturales de explotación agrícola, los sitios culturales, conjuntos, etc., a su uso como motor de desarrollo local, el convencimiento del paisanaje, las nuevas formas de creación de empleo, las formas de conseguir subvenciones, el estudio de viabilidad de productos de turismo sostenible (Urry, 1990), de los que obtener una interpretación apropiada a la historia y al significado cultural del sitio, para lo que es fundamental la colaboración entre la universidad, los especialistas de la conservación y los reponsables de la gestión pública (Middleton, 1994).

B ib l io g r a f ía a legre

Á v i l a , j .m ., 1994

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A r q u e o l o g ía DEL SIGLO XX.

u n iv er s it a r ia y a c t iv id a d p r o f e s io n a l a f in e s

Joaquín Ruiz de Arbulo (*) “En el pasado, se distinguían los diferentes periodos arqueológicos y las diferentes formas de estudiar los restos arqueológicos. Hoy en día, podemos decir por el contrarío que la mayor parte de arqueólogos en este país consideran la arqueología como el estudio de lodos los testimonios materiales conservados de todas las épocas del pasado. Ya no tiene sentido intentar establecer por ejemplo la lista de arqueólogos especialistas en prehistoria salvo en el mundo universitario ya que numerosos arqueólogos deben prospectar o excavar como urgencias yacimientos de todos los períodos. Sólo los arqueólogos universitarios son una excepción”. M. Corbishley (1983:16) (mi traducción).

E n toda Europa Occidental la evolución de la Arqueología en las décadas de 1970 a 1990 ha venido marcada por el desarrollo de la denominada Arqueología de urgencia o de intervención: la actuación prioritaria de prospección y excavación en yacimientos amenazados de destrucción por la intensa actividad constructora en las ciudades históricas y por las grandes infraestructuras de tipo viario o de servicios (pantanos, gaseoductos, etc.) en el mundo rural. En cada país esta actividad se ha realizado bajo marcos de referencia particulares que el Consejo de Europa (1989) ha tratado de armonizar sugiriendo criterios comunes de actuación. En el caso español, estas actuaciones se han enmarcado desde 1977 en la nueva organización del Estado de las Autonomías y han estado por tanto unidas a un desarrollo paralelo en los ámbitos legislativo y administrativo. Una característica común de estos trabajos es que prácticamente no han tenido relación con los planteamientos de la investigación. Ha sido más bien una labor de "bomberos" convocados de forma inmediata ante problemas ya planteados y siempre presionados para acabar cuanto antes. La problemática de los yacimientos afectados se ha limitado a su excavación más o menos selectiva, más o menos rápida, más o menos intensa. Cuestiones tan básicas como valorar la importancia de los restos aparecidos, decidir sobre su conservación o sobre el grado de actuación que la ley permite para los mismos siguen siendo objeto de frecuentes polémicas y en algunos casos (teatro romano de Sagunto, complejo palacial de Cercadilla en Córdoba, basílica de Eroski en Tarragona) incluso de escándalos.

(*)

Departament d'História. Universitat de Lleida.

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1

Joaquín Ruiz de Arbulo _____________________ ;__________________________________

Las intervenciones sobre el patrimonio arqueológico son cada vez menos un asunto de los investigadores para implicar a legisladores, políticos, promotores privados y a través de la prensa también al público en general. Sin embargo en todo este proceso, se ha discutido todavía poco sobre conceptos tan básicos como el fin último de estas intervenciones, el por qué y el cómo de su realización y el grado de su explotación científica. Fruto de esta nueva situación es que prospecciones y excavaciones, tradicionalmente protagonizadas por Universidades, Museos o Centros de Investiga­ ción Estatal han pasado en su mayor parte a depender de dos nuevos colectivos. En primer lugar, de arqueólogos contratados por las diferentes Administraciones de ámbito estatal, regional o local como técnicos responsables de la tutela del patrimonio y, en segundo lugar, por profesionales contratados para efectuar los trabajos de catálogo o excavación. Los primeros han tenido que olvidar pronto su faceta de historiadores para quedar absorbidos por el complejo mundo de la "gestión": planeamientos, presupuestos, proyectos, reuniones y un amplio e imprescindible papeleo burocrático de permisos y oficios diversos. Los segundos, por cuyas manos pasan la mayor parte de las intervenciones arqueológicas, han sido sobre todo jóvenes licenciados enfrentados a un mundo nuevo que poco o nada tenía que ver con las excitantes campañas de corta duración que frecuentaron como alumnos y frente al cual su formación de historiadores individuales les servía de bien poco. Su trabajo ha sido ante todo el de técnicos en excavaciones, necesariamente supeditados a las formas de actuación legal y profesional de las empresas constructoras: un colectivo muy diverso, con roles perfectamente definidos y que trabaja con plazos de tiempo bien precisos cuya dilación provoca el disparo de los costes financieros. Las fórmulas de contratación y organización para esta nueva actividad profesional han sido diversas. En Gran Bretaña se desarrollaron en los años 70 las

Rescue Units y los 7rim(Corbishley, 1982,1983, Jones, 1984,Young 1985), en Francia se aplicó desde finales de los 70 el sistema de los contratados temporales (vacataires) más tarde I¡gados a la AFAN (Associalion pourles Fouilles A rchéologiques Nationales) (VV.AA., 1982: 11-24; Lasfargues, 1987; Bellet, 1992: 146-147), en Italia se experi­ mentaron fórmulas cooperativas y en España la formación del personal auxiliar de las excavaciones pudo acogerse desde 1985 a la nueva iniciativa de las "Escuelas Taller para la rehabilitación del Patrimonio", ligadas al INEM. Entre la numerosa actividad de estas últimas merece destacarse por su dedicación específica en Arqueología y la

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ARQUEOLOGIA UNIVERSITARIA Y ACTIVIDAD ...

importancia de los objetivos cubiertos la labor del TED’A de Tarragona entre 1987 y 1990 (Dupré, 1989, 1992). Frente a estos dos nuevos grupos, el colectivo tradicional de funcionarios "investigadores"-universitarios, museólogoS"y miembros del CSIC- ha continuado su labor sin cambios notables, implicados en excavaciones programadas cada vez más escasas y asistentes mayoritarios a reuniones científicas de puesta al día en las que se discute sobre una parte mínima de la información arqueológica realmente disponible. Curiosamente, si examinamos las novedades producidas en la práctica arqueológica a lo largo de este periodo en temas tan esenciales como las metodologías de trabajo (ver por ejemplo Trócoli y Sospedra, 1992), llama la atención la ausencia global de iniciativas por parte del colectivo investigador. A lo largo de los años 80 el trabajo de los técnicos en los Servicios de Arqueología a nivel estatal, autonómico o municipal ha permitido abrir nuevas vías de actuación en relación con tres problemáticas principales: la primera, fijar las normativas específicas que regulasen la tutela del patrimonio y la investigación arqueológica. La segunda, asegurar las fuentes de financiación, con una acusada tendencia a implicar de forma cada vez más intensa a los promotores privados. La tercera, fijar las condiciones de contratación y trabajo de los profesionales implicados. Tras la publicación en 1985 de la nueva Ley del Patrimonio Histórico Español y la sucesiva elaboración por parte de las Autonomías de sus respectivas leyes de patrimonio cultural, el marco legal debería ser ya suficiente para permitir a los servicios de arqueología autonómicos y a los todavía escasos servicios municipales una actuación eficaz. Un primer obstáculo, cuando surgen problemas, radica en que la experiencia del mundo de la judicatura en los temas patrimoniales es todavía escasa

(Protecció legal,

1991). Por otra parte, eficacia es una palabra de difícil aplicación en

una Arqueología normalmente integrada en servicios de cultura con tendencia a convertirse en moneda de cambio para afiliados y simpatizantes del partido gobernante o en "cementerios de elefantes", donde dejar invernar a tal o cual alto cargo quemado en su gestión anterior. Con este techo político tan poco motivador, la labor de los técnicos depende exclusivamente de su entusiasmo personal, algo que no dura eternamente. La labor creadora que los fundadores de los Servicios de Arqueología autonómicos tuvieron que desarrollar a partir de 1980 en los ámbitos legal y administrativo nos permite hoy disponer de mecanismos de funcionamiento y contratación estables, regulados por nuevas normativas específicas. Sin embargo, los técnicos han sufrido en este lapso un lógico y doloroso

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proceso de abandonos y disputa de plazas, en el que los haremos y los escalafones no han podido permanecer al margen de vaivenes políticos y reestructuraciones internas. Existen sin embargo dos líneas de actuación administrativa todavía poco explotadas. Son todavía casi inexistentes los proyectos de arquitectura que al tratar temas relacionados con el patrimonio lo hagan a partir de estudios histórico-arqueológicos

previos (y resaltamos la importancia fundamental de que estos estudios precedan

necesariamente a los proyectos). Todavía hoy, es frecuente que un proyecto de restauración arquitectónica considere el estudio histórico del monumento como un mero anexo introductorio extraído de un par de Enciclopedias. Lograr este cambio de mentalidad en cumplimiento de las normativas vigentes debe lograrse por un mayor contacto entre los servicios de patrimonio y de urbanismo y de la labor de los arqueólogos poco a poco vinculados con estos últimos en ámbitos autonómicos y municipales. También, en segundo lugar, por un mayor protagonismo de arqueólogos e historiadores del Arte en las comisiones (de obras o de patrimonio) que deben autorizar los nuevos proyectos a nivel local, provincial o autonómico. Características comunes al nuevo colectivo de arqueólogos profesionales han sido su juventud, su inestabilidad laboral y sobre todo la gran dificultad por adquirir una disciplina de trabajo "investigadora" que Ies permita realmente estudiar y publicar los resultados obtenidos. Su experiencia laboral les ha obligado a madurar rápidamente, a trabajar en equipo y a hacerse respetar en sus decisiones por constructores siempre reticentes, que consideran su actividad como un fastidio inevitable cuando no como un auténtico peligro para sus intereses. Este agobio cotidiano y la obligación de trabajar pendientes de problemas muy diversos ha hecho que estos arqueólogos olvidaran poco a poco sus obligaciones intelectuales e incluso, en los casos más graves, a saber distinguir los límites entre trabajar bien o mal. Hasta ahora en nuestro país este colectivo no ha manifestado una especial conciencia sindical y reivindicativa o, mejor dicho, no ha sabido como expresarla. La diversidad de administraciones implicadas en las contrataciones ha dificultado proba­ blemente los movimientos asociativos, en contraste con la vitalidad del colectivo francés de los

Hors statuí, muy

activo a lo largo de los años 80 (1). Los únicos

movimientos asociativos de carácter significativo que han tenido lugar en la España

(1)

Su evolución y reivindicaciones ante una política gubernamental enfocada hacia la progresiva privatización de las intervenciones sobre el patrimonio pueden seguirse a través de la revista Nouvettes de l'Archéologie (por ejemplo números 7,1982:11-24,14,1984:41-50.31,1988:63-68,32,1988:19-23,47,1992:15. ver también Petit, 1990).

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ARQUEOLOGIA UNIVERSITARIA Y ACTIVIDAD ...

democrática han guardado relación con la demanda colegial, premisa básica para la contratación. Los intentos organizativos a nivel nacional protagonizados por la APAE (Asociación Profesional de Arqueólogos de España) se han dirigido principalmente a la elaboración de un Estatuto profesional de ta Arqueología como paso previo para la formación de un colegio propio (Querol, 1992 y comunicación de la autora en esta misma reunión). Los problemas financieros que sigue planteando la creación de este colegio ha motivado que los colectivos profesionales vinculados con el patrimonio se amparasen en los Colegios de Doctores y Licenciados en Filosofía y Letras y Ciencias, tradicionalmente ligados al mundo de la enseñanza. Comisiones de Patrimonio como la formada en el citado Colegio de Catalunya están teniendo una importante labor en el debate sobre la situación profesio­ nal (VV.AA., 1992, 1993) y por su presencia en ámbitos diversos: control de los concursos a plazas en la Administración; divulgación de las ofertas de empleo; apoyo legal a los colegiados (2) y también (mientras no se desarrolle una actividad sindical específica) en los intentos de regulación y mejora salariales. Parece claro que el futuro más inmediato y quizás único de esta actividad profesional pasa por la organización en empresas o cooperativas, ya que tanto la Administración como los promotores necesitan interlocutores que solucionen globalmente los problemas, y para el profesional resulta casi imposible poder mantener un nivel de contratación suficiente de forma individual (Aquilué, 1993). Deben por tanto formarse equipos que en la medida de lo posible cubran las diferentes necesidades: dirección y gestión, documentación histórica, técnicos de excavación, estudio de materiales, restauración y comunicación; además de contar con personal auxiliar propio: dibujantes, auxiliares de excavación, etc. Son necesidades casi utópicas si pensamos que una actividad empresarial de este tipo tiene un mercado de trabajo en gran parte controlado por Administraciones acostumbradas a pagar tras largos meses de espera. Los intereses financieros que esta espera precisa y sobre todo la capacidad de aguante y comunicación entre los integrantes de cada empresa son muy difíciles de lograr y de mantener. No es sin embargo una tarea imposible y casos como la empresa C O D E X SCCL de Tarragona pueden ser citados como ejemplos a seguir (Benet, 1993).

(2)

Por ejemplo en la querella y recurso de los responsables del TED'A contra el Ayuntamiento de Tarragona por el desmantelamiento de esta institución y el acceso a la documentación generada durante su actividad. Querella ganada ante el Tribunal provincial y actualmente en el Supremo.

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En lo tocante al colectivo investigador su participación global en todo este proceso ha sido más bien escasa. El marco de los nuevos trabajos de catálogo e interven­ ciones de urgencia afectan necesariamente a amplias y complejas secuencias diacrónicas y estos trabajos son difíciles de relacionar con la estricta compartimentación de los estudios universitarios en áreas de conocimiento temporales (Prehistoria, Historia Antigua Historia Medieval, etc.). Por otra parte resulta difícil definir el currículo universitario de un arqueólogo ya que éste puede proceder de hasta tres licenciaturas distintas (Historia, Historia del Arte, Humanidades). En realidad, cuando hablamos en la Universidad española de un profesor de Arqueología nos referimos a alguien que imparte asignaturas relacionadas con la Antigüedad grecolatina en sus aspectos arqueológicos, artísticos, epigráficos o numismáticos, en feroz disputa de varios de estos campos con otras áreas de conoci­ miento (Historia del Arte e Historia Antigua) que también los reivindican como propios (cf. Junyent et al., 1993). Dada la todavía escasa implantación de la Arqueología Medieval, con profesorado específico en pocos centros, y una ausencia prácticamente total del tema en los estudios de época moderna y contemporánea (a subrayar no obstante los intentos encomiables en este sentido de los colegas alicantinos, ver Gutiérrez, 1994), las necesidades investigadoras de los profesionales que trabajan por ejemplo en arqueología urbana deben canalizarse a través de un profesorado especia­ lizado de forma casi exclusiva en Prehistoria y Mundo Antiguo. La aplicación de la LRU y los nuevos planes de estudio desde 1991 en muy poco van a poder variar esta situación. La dificultad por lograr evaluar como clases prácticas obligatorias la participación en unas excavaciones con calendarios indepen­ dientes, y sobre todo unas necesidades de aprendizaje técnico específico poco o nada tenidas en cuenta, seguirán obligando al licenciado a formarse a sí mismo. Es cierto que los nuevos catálogos de asignaturas han permitido introducir nuevas docencias especí­ ficas, pero parece de momento casi imposible lograr que un estudiante se convierta en un profesional capaz de dirigir y publicar excavaciones arqueológicas a partir exclusi­ vamente de sus estudios. Baste un ejemplo: el dibujo. Estaremos de acuerdo en que toda excava­ ción arquelógica precisa para su registro de una importante e imprescindible documen­ tación gráfica ya sea topográfica, estratigráfica, arquitectónica (en la arqueología histórica) o de materiales. Pues bien, ningún plan de estudios que nosotros sepamos prevé asignaturas específicas de dibujo técnico; cuanto más únicamente seminarios especializados o breves temarios en asignaturas de metodología.

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ARQUEOLOGIA UNIVERSITARIA Y ACTIVIDAD ..

El modelo que aparentemente trata de seguir la LRU es el anglosajón, concibiendo la licenciatura de cuatro años como un título generalista y no especializa­ do seguido posteriormente de unos estudios independientes de tercer ciclo que capacitarían para la investigación. Sin embargo, este sistema sólo puede llevarse acabo de forma efectiva si se crean Institutos de Investigación con personal, medios y programas que permitan integrar a los licenciados como investigadores. Estos Institu­ tos de momento no existen y sin ellos el tercer ciclo se limitará (como ha ocurrido hasta ahora) a un muy caro peaje bajo la fórmula de cursos de doctorado que el licenciado se ve obligado a pagar para poder matricular su tesis doctoral. Para el profesor universitario de una Europa concebida como un mercado único resultan elocuentes las importantes diferencias que presentan los planes de estudio entre uno y otro país. Sugerimos al lector interesado que compare las asignaturas que a lo largo de su carrera ha cursado un arqueólogo en España y los diferentes países de nuestro entorno. Descubrirá resultados interesantes e incluso sorprendentes por las grandes oscilaciones de los programas entre las vertientes humanística/literaria que predomina en Italia, la antropológica y técnica de Gran Bretaña, la histórica de España o la histórico-artística de Francia y Alemania (Alonso el al., 1993). Es probable sin embargo que el lector tenga problemas si busca datos concretos sobre la docencia de la Arqueología en las Universidades españolas ya que no existen referencias bibliográficas tan básicas como saber qué profesorado existe y cuál es su docencia (los elencos se limitan a listas de catedráticos y titulares con indicación de sus áreas), en qué proyectos se participa, cuáles son los programas de doctorado, qué temas estudian los becarios de investigación o qué tipo de convenios se tienen firmados (3). Ni las Universidades ni los colectivos de profesorado mantienen en este sentido ningún tipo de contacto. En una Universidad que basa sus actividades en las iniciativas individua­ les del profesorado todo resulta posible, pero no termina de quedar claro cuál debe ser el papel de la Arqueología universitaria en esta nueva situación laboral. ¿Pueden por ejemplo las Universidades ofertar sus servicios a la Administración o a promotores privados para la realización de excavaciones arqueológicas? Varios centros vienen actuando desde hace tiempo en esta línea pero nunca se ha discutido si esta oferta entra o no en competencia desleal con el colectivo de profesionales.

(3)

En 1993 intentamos realizar un censo de este tipo que tuvimos finalmente que interrumpir aburridos por la imposibilidad de lograr una contestación de los grandes centros. Aprovechamos ahora estas líneas para agradecer la amable atención de un buen número de colegas y pedirles disculpas por no haber sabido culminar el trabajo.

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Joaquín Ruiz de Arbulo

Quizás una propuesta más razonable sería que las Universidades actuaran como entidades de apoyo y tutela de la actividad profesional. Mediante convenios con las Administraciones el mundo universitario puede responsabilizarse de la compa­ ginación entre el mundo profesional y la investigación. Organizar seminarios y reuniones para dar a conocer los nuevos datos obtenidos en las innumerables urgencias es tarea de la Universidad. Asesorar sobre la interpretación de los resultados obtenidos sin apropiarse necesariamente del protagonismo de los nuevos hallazgos también. Velar por que la metodología de trabajo sea la correcta parece imprescindible. Mientras tanto, las Administraciones archivan memorias que tan sólo ven la luz como brevísimas noticias incorporadas a Anuarios y los almacenes de los Museos se van abarrotando de materiales todavía pendientes de clasificación o incluso de lavado y siglado. Al mismo tiempo, nuevas promociones surgidas de nuestros centros se enfrentan a los mismos dilemas. Al escribir estas líneas recibimos una nueva convoca­ toria de reunión en Barcelona sobre la situación profesional de la Arqueología, ahora organizada por alumnos y licenciados de la Universidad de Barcelona. El desafío que los profesores universitarios debemos asumir en esta nueva situación profesional es poder lograr, como ya nos pedía Mosses I. Finley en 1975, que tanto dinero y esfuerzos gastados en Arqueología se conviertan en un poco de Historia.

B ib l io g r a f ía ALONSO. N; JUNYENT, E.; LAFUENTE, A.; LÓPEZ, J.; PÉREZ, A ; RAFEL, N. y RUIZ DE ARBULO, J., 1993 "Arqueología i Universitat: problemática actual i perspectives de futur". En VV.AA.,: s/p. AQUILUÉ, X., 1993 "El lliure exercici de la professio d’arqueoleg a Catalunya: balan? i perspectives". En VV.AA.,: s/p. BELLET, M-E., 1992 "LasituationprofessionellederArcheologieenFrance". En VV.AA.,: 143-149. Barcelona. BENET, C., 1993 "Empreses d’Arqueología: entorn extern i intem". En VV.AA.,: s/p. CONSEJO DE EUROPA, 1989 Recommendation aux Élats membres relative á la protection el mise en valeur du Palrimoine Archéologique dans le contexte des orienlations d ’aniénagement urbain el rural. Estrasburgo. CORB1SHLEY, M., 1982 Archéology Resources. Handbook for Teachers. 2* edición. CBA, Londres. 1983 "Organisation et financement de l’Archeologie en Grande-Bretagne". Nouvelles de l'Archéologie, 14: 16-30.

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ARQUEOLOGIA UNIVERSITARIA Y ACTIVIDAD ...

DUPRÉ, X., 1989 "TED’A, a new approach lo the rescue excavation of urban sites, Archaeology and society" (Estocolmo 1988). ICAHM Report, 1: 205-212. 1992 "El Taller Escola d’Arqueología (TED’A) de Tarragona". En VV.AA.,: 201-207. Barcelona. GUTIÉRREZ, S., 1994 "La Arqueología después de la Edad Medía: el Registro Arqueológico en la Historia Moderna y Contemporánea". Actes de les Jornades d'Arqueología (Alfas del Pi 1994): 237-253. Valencia. JONES, B., 1984 Past imperfect. Tlie slory of Rescue Archaeology. Londres. JUNYENT, E.; LULL, V.; RIPOLLES, P.P.; MARTÍN-BUENO, M. y ABAD, L., 1993 "Debat. L’Arqueología com a area de coneixement universitaria". Revistad’Arqueología de Ponent, 3: 335-352. LASFARGUES, J„ 1987 "Le financement de l’Archéologie de terrain en France". Nouvelles de l ’Archeologie, 29: 9ss. PETIT, D„ 1990 "Crise sociale ou crise epistemologique?". En Debat. La vaga de l’arqueologia a Franca. Revista d’Arqueologia de Ponent, 1: 307-310. PROTECCIÓ LEGAL, 1991 Jornades sobre protecció legal del Patrimoni Arqueologic. (Barcelona 1991). Dossierde Patrimoni Cultural, 6. Diputació de Barcelona. Barcelona. QUEROL, M.A., 1992 "El estatuto profesional de la arqueología". En VV.AA.,: 107-114. Barcelona TRÓCOLI, I.G. Y SOSPEDRA, R. (eds.), 1992 Harris Matrix. Sistemes de registre en Arqueología.Recording systems in Archaeology. Lleída. YOUNG.B., 1985 L’Archéologie des Trust en Anglaterre. Nouvelles de l ’Archéologie, 21: 19-22. VV.AA., 1982 Actes des Joumées Nationales de la Recherche Archéologique (París 1981). Nouvelles de l ’Archéologie, 7: 11-76. VV.AA., 1992 / Jornades sobre la situado professional en /’Arqueología (Barcelona 1987). Col.legí Oficial de Doctors i Llicenciats en Filosofía i Lletres i en Ciencies de Catalunya, Diputació de Barcelona. Barcelona. VV.AA., 1993 II Jornades sobre la situació professional en l ’Arqueología (Barcelona 1993). Col.legí Oficial de Doctors i Llicenciats en Filosofía i Lletres i en Ciencies de Catalunya, Diputació de Barcelona, Barcelona, Preactas.

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D e l a C á t e d r a de H is t o r ia P rim itiva d e l Hom bre a l D ep artam e n to de P r e h is t o r ia de la U n ive rsid a d C o m p lu te n se de M ad rid

Gonzalo Ruiz Zapatero (*) Jesús R. Álvarez-Sanchís (*) Alberto Lorrio (**) Dentro del creciente interés que la historiografía sobre la Arqueología española ha mostrado en la última década, pensamos que el estudio de la disciplina en la Universidad, es decir el lugar de formación de los arqueólogos, debería ocupar un lugar central. Presentamos aquí lo que consideramos el primer análisis de los estudios de Prehistoria en la Universidad española a través del caso del Departamento de Prehistoria de la Universidad Complutense (Barandiarán etal., 1990). El conocimiento del marco académico en el que se ha desarrollado la arqueología española, es impres­ cindible para comprender cuáles son las características actuales de los estudios y la práctica arqueológica en nuestro país. De hecho en buena medida, la evolución de la propia Prehistoria española a lo largo de este siglo es la historia de la evolución de la disciplina en la Universidad (Martínez Navarrete, 1990). Sólo a partir de los años ochenta, con la irrupción de la Arqueología Pública y de Gestión -entre otros factoreseste panorama se ha ido haciendo más complejo. Para este análisis de la evolución de los estudios de Prehistoria en la Complutense, nos hemos centrado en los siguientes aspectos: (1) el profesorado, como factor explicativo en última instancia de las líneas docentes y de investigación; (2) la caracterización de la enseñanza y los Planes de estudio; (3) la valoración de la tesinas y tesis doctorales como indicadores de las tendencias de investigación del propio Departamento. Por último, ofrecemos una breve consideración sobre las publicaciones oficiales del Departamento y los proyectos de investigación de campo dirigidos desde el mismo. Desde la incorporación del Profesor H. Obermaier a la cátedra de Historia Primitiva del Hombre en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Madrid

(*) Departamento de Prehistoria. Universidad Complutense de Madrid. (**) Universidad de Alicante.

Gonzalo Ruiz Zapatero et a l . __________________________________________________

en 1922 y la posterior creación del Seminario de Historia Primitiva del Hombre, son casi 75 los años de estudios de Prehistoria en la Complutense. Desgraciadamente, la documentación disponible sobre las primeras etapas es muy limitada, cuando no desconocida, en gran parte debido a los avalares de la Guerra Civil y la Postguerra. Ante estas dificultades hemos preferido centrarnos en el período más reciente, fundamental­ mente en las últimas décadas, coincidiendo con la creación de la especialidad de Prehistoria.

El p r o f e s o r a d o La incorporación del Prof. Obennaier a la Universidad de Madrid tuvo un gran impacto por cuanto supuso contar con uno de los mejores prehistoriadores del mundo en aquellos años (Bandi y Beltrán, 1987; Züchner, 1995). Con él se formaron como alumnos Martín Almagro Basch, Julio Caro Baroja, Alonso del Real y algunos otros (Beltrán, 1988: 99). Fue considerado "eximio maestro de toda una generación de arqueólogos españoles" (Almagro, 1947-48). Su estancia en España se prolongó hasta 1936con el estallido de la Guerra Civil. Tras el conflicto armado y con el nuevo régimen franquista fue Julio Martínez Santa-Olalla quien quedó a cargo del Seminario de Historia Primitiva, en unos años oscuros y llenos de penurias de todas clases. La cátedra de Prehistoria salió a concurso en 1956 y Martín Almagro, catedrático de Barcelona, la ganó limpiamente a Santa-Olalla, sin que hubiera presiones a favor de éste último, bien situado cerca de los más altos órganos de poder (Beltrán, 1988: 89). La dirección del Departamento por Martín Almagro Basch, entre 1956 y 1981, supuso la consolidación de la disciplina y el incremento del profesorado. En consecuencia, parece razonable analizar la composición de los docentes en torno a su figura. Para ello, hemos construido una genealogía académica del Profesor AlmagroBasch, basada en la dirección de tesis -presentadas en la Complutense- a doctores que posteriormente han conseguido plazas permanentes en la Universidad (fig 1). Con todo lo subjetivo que la dirección de una tesis conlleva pensamos que es una buena referencia para evaluar la influencia ejercida por un investigador en el contexto académico y profesional. De este árbol académico son reveladores los siguientes rasgos: (1) el gran número de tesis dirigidas -31-, que representan más del 90% del total de tesis presentadas en el Departamento hasta su jubilación en 1981; a pesar de que la especialidad de Prehistoria como tal apareció muy tardíamente, en 1976; (2) más de la mitad de los doctores formados con él -17- llegaron a obtener plaza permanente como

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DE LA CÁTEDRA DE HISTORIA PRIMITIVA DEL HOMBRE...

- 3

Fig. 1. Genealogía académica del Profesor Martin Almagro Basch en la Universidad Complutense. (En paréntesis número de tesis dirigidas y presentadas en la Complutense a fecha de diciembre de 1994).

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Gonzalo Ruiz Zapatero et al.

catedráticos -6- y adjuntos o titulares -11-, dato que por sí mismo refleja el éxito académico de sus alumnos. Además, los doctores formados con dos de sus discípulos (Almagro-Gorbea y Fernández-Miranda), nueve profesores titulares en total, pueden considerarse indirectamente vinculados al Profesor Almagro Basch; (3) el hecho de que más del 50% de sus alumnos hayan conseguido plazas fuera de la Universidad Complutense, tres catedráticos y seis titulares, expresa muy claramente la importancia de la proyección exterior. Y todo ello aún aceptando que la posición fuerte del Prof. Almagro Basch ayudara, en alguna medida, a sus alumnos en las oposiciones y concursos.

LOS PLANES DE ESTUDIO La especialidad de Prehistoria en el Departamento surge en el curso 197677, lo que significa que hasta esa fecha la disciplina sólo se impartía como asignatura general en la antigua Facultad de Filosofía y Letras. El nuevo Plan de estudios incluía en 4o y en 5o curso las siguientes asignaturas: Geologíay Arqueología del Cuaternario, Culturas del paleolíticoymesolítico, Neolítico y Bronce Antiguo-Medio de la P. Ibérica, Culturas prerromanas de la P. Ibérica, Culturas prehistóricas del Mediterráneo, Prehistoria de Africa y Asia, Etnología de la P. Ibérica y Arqueología Clásica. Además de cuatro asignaturas optativas, a elegir entre tres materias del departamento (Arte prehistórico, Metodología de la investigación prehistórica y etnológica y Muscología) y tres de otras especialidades. En este Plan, es evidente que: (1) la organización de las asignaturas mezcla criterios cronológicos y geográficos sin demasiado acierto, (2) la oferta de asignaturas optativas es mínima y (3) la rigidez del Plan es absoluta. De hecho, en estos casi veinte años no ha habido la más mínima variación. De alguna manera, este Plan de estudios se correspondería con uno de los tres modelos de enseñanza universitaria de la Arqueología que John Collis (1995) ha denominado recientemente "sistema cerrado". Es decir, una enseñanza en profun­ didad con un número limitado de asignaturas, estructuradas por períodos cronológicos, escasa o ninguna formación en técnicas científicas y poco interés en una perspectiva antropológica. Además, la enseñanza impartida adolece de otras dos graves limitacio­ nes. Por un lado, la casi inexistente formación práctica y por otro, la escasa conexión interdisciplinar y la nula transdisciplinariedad.

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DE LA CÁTEDRA DE HISTORIA PRIMITIVA DEL HOMBRE...

En los nuevos planes de estudio de 1993 de la Licenciatura de Historia de la Complutense, se mantiene una Prehistoria General como asignatura troncal en Io (8 créditos) y una Etnología como asignatura obligatoria de la Universidad (5 créditos) también en el mismo curso. Las variaciones más significativas son la nueva clasifica­ ción de asignaturas (troncales, obligatorias de la universidad, optativas y de libre configuración) y la posibilidad de ofertar siete asignaturas opativas (4,5 créditos), prácticamente nuevas, en primer ciclo: El Origen del Hombre, Arte Prehistórico, Arqueología Prehistórica, Etnoarqueología, Etnología de la Península Ibérica, Gestión de Patrimonio Arqueológico y Celtas e Iberos. En 4o y 5o curso hay dos asignaturas troncales: Métodos y técnicas de investigación histórica y Tendencias historiográficas actuales (8 y 5 créditos), que son multidcpartamentales; cada departamento se ocupará de su especialidad. Por último las optativas para el Itinerario de Prehistoria en 4o y 5o (4,5 créditos cada una) son las siguientes: Arqueología del Cuaternario, Culturas del Paleolítico y Mesolítico, El inicio de las sociedades agrarias, Primeras comunidades metalúrgicas, Protohistoria de Europa, Historia del pensamiento etnológico y Museología. Las diferencias con el plan de 1977 son mínimas en cuanto a asignaturas, sólo levemente maquilladas con denominaciones "más modernas". Más grave resulta la pérdida real de las antiguas especialidades y también la pérdida real de asignaturas y créditos estrictamente de Prehistoria, o el sordo conflicto -no resuelto- entre las áreas de Prehistoria y Arqueología (VV.AA. 1993); problemas en todo caso generalizables a la situación de todas las universidades (Martín de la Cruz 1994). Los cursos de Doctorado intentan cubrir algunas de las deficiencias de la enseñanza de primer y segundo ciclo y por otro lado pueden considerarse un buen indicador de los intereses y líneas de investigación del profesorado. Los diez años del nuevo programa de Doctorado permiten descubrir los rasgos más significativos: por su orientación predominan los cursos teórico-metodológicos, complementados por algunos histórico-culturales y sólo unos pocos técnico-analíticos. Temáticamente, la mayoría se orientan en tomo a la Edad del Bronce y del Hierro -línea de investigación mayoritaria en el Departamento- con una presencia mínima de seminarios sobre Paleolítico y Etnología.

T e s is

y t e sin a s

Las tesis y tesinas leídas son un claro exponente de las principales líneas de investigación desarrolladas en cualquier ámbito científico. En los últimos cincuenta

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Gonzalo Ruiz Zapatero et al. años, cerca de 90 tesis doctorales fueron leídas en el Departamento de Prehistoria aunque la gran mayoría -alrededor de 60- han sido presentadas en los últimos veinte años (VV. A A ., 1988). Pero su evolución numérica a lo largo de estas décadas no es ni mucho menos uniforme (fig. 2). La Universidad Complutense de Madrid fue, durante un largo período, la única capacitada para expedir el título de doctor. Este dato es suficientemente revelador para explicar el hecho de que, entre 1945 y 1954, el volumen de trabajos presentados fuese netamente superior respecto a los años siguientes, pues una parte de los investigadores desarrollaba su labor fuera de Madrid pero el Doctorado por esta Universidad era considerado más prestigioso. A partir de 1955 se observa la tendencia contraria -el número de tesis presentadas es inferior- situación que responde a que las diferentes Universidades españolas ya estaban desarrollando plenamente los estudios de Prehistoria. Pero es a partir de com ienzos de la década de los setenta, y sobre todo desde 1975 en adelante, cuando el Departamento de Prehistoria conoce un despegue muy significativo en este tipo de producción científica. En 1975 se crea la Facultad de Geografía e Historia a partir de la antigua Facultad de Filosofía y Letras, y en el curso académico siguiente (1976-77) surge, por vez primera en esta Universidad, laespecial idad de Prehistoria. Desde este momento y hasta la actualidad el ritmo de tesis doctorales leídas ha conocido un ritmo relativamente homogéneo, que puede resumirse en tom o a las 3 ó 4 tesis por año (fig.4). La fuerte personalidad del Prof. Almagro Basch explica que dirigiera casi el 90% de las tesis presentadas en el Departamento hasta su jubilación. A partir de los años 80 la situación tiende a abrirse, sólo relativamente, ya que los Profs. Almagro- Gorbea y Femández-Miranda pasan a dirigir el 50% y el 27% respectivamente de las tesis del último periodo. Si nos centramos en los contenidos que abarcan, resulta evidente que la gran mayoría apunta a temas de la Edad del Bronce y del Hierro -17 y 18 respectivamente, el 64% en total- seguidos a mayor distancia por los temas de paleolítico (18%), etnología (10%) y neolítico (8%). La orientación temática de las tesis, en conjunto, se ha mantenido de forma bastante estable desde los años sesenta. Es también reseñable que en el último lustro se hayan presentado las primeras tesis sobre teoría e historiografía arqueológica. En general, esta situación es también visible en las tesinas o memorias de licenciatura, aunque bien es cierto que los datos que hemos podido manejar en este caso se reducen a los últimos veinte años. La evolución numérica tampoco resulta hom ogé­ nea pero en este caso las causas difieren respecto a las aludidas en las tesis. Entre 1976

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Neolítico

8%

Tesis Doctorales

Bronce 28%

Paleolítico 18%

de Prehistoria 1945-1995

Etnología 10%

Universidad Complutense

Hierro 36%

H Paleolítico |

Neolítico

OJIl Bronce

M Hierro □ Etnología

Fig. 2. Análisis cuantitativo y temático de las tesis doctorales de Prehistoria.

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Gonzalo Ruiz Zapatero et al. y 1995 se leyeron en el Departamento de Prehistoria 148 tesinas. El promedio por lustro mantiene una cierta regularidad, entre 25 y 30 tesinas, a excepción de un pico, muy significativo por otro lado, entre los años 1980 y 1984, que coincide con la irrupción del creciente número de los nuevos licenciados en Prehistoria. Temáticamente, las tesinas sobre la Edad del Bronce y del Hierro tienen un comportamiento más estable y constituyen el núcleo central en el último quinquenio, representando el 29% y 35% respectivamente del total. El descenso de trabajos sobre Paleolítico (en conjunto un 18%) se debe a la ausencia temporal de la Prof. Querol que hasta mediados de los años ochenta, había alentado un buen número de memorias de Licenciatura. Las tesinas sobre etnología (15%) y neolítico (3%) ocupan los últimos lugares. Por último, es destacable el surgimiento de tesinas que abordan aspectos teóricos y m etodológicos en el último lustro (fig. 3). Un análisis de la autoría revela que las tesinas leídas por mujeres (65) representan un 44% y las presentadas por hombres (83) suponen un 56%. Si tenemos en cuenta que en alumnado de primer y segundo ciclo las mujeres superan el 50%, puede afirmarse que existe un pequeño sesgo en contra de las mujeres a la hora de continuar sus estudios de postgrado. Un intento de "radiografía" de la evolución m orfológica del Departamen­ to (fig. 4) muestra: (1) el crecimiento sostenido del profesorado, ligeramente superior al del conjunto del profesorado de la Facultad de Geografía e Historia; (2) el incremento del número de estudiantes de especialidad y de licenciados en consonancia con la evolución del alumnado de la Facultad; (3) la elevación del número de Tesis Doctorales leídas; (4) las tesinas, con la entrada en vigor del nuevo programa de doctorado reconociendo los llamados trabajos de investigación, han experimentado una caída brusca a finales de los ochenta, que en los últimos años tiende a recuperarse. P

u b l ic a c io n e s y p r o y e c t o s d e inv estig a ció n

La revista Trabajos de Prehistoria, creada por el Prof. Almagro Basch en 1960, fue oficialm ente el portavoz del Departamento de Prehistoria de la Universidad C om plutense y del Instituto Español de Prehistoria (C SIC ) hasta 1984. Los primeros números de la serie (1 a 25,1960-1968) fueron m onográficos y con el número 26 (1969) se in icióel formato de revistaque continúa hasta la actualidad. Los profesores del Departamento fueron los principales colaboradores de la revista (Rodríguez et al., 1993). En 1984, tras el fallecimiento del Prof. Almagro Basch, la revista pasa a ser del CSIC al no alcanzarse un acuerdo para la subvención conjunta con la Univ. Complutense.

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DE LA CÁTEDRA DE HISTORIA PRIMITIVA DEL HOMBRE...

Neolítico 3%

Tesinas de Prehistoria

paleolítico 18% *

1 9 7 6 -1 9 9 5

Universidad Complutense

Etnología 15%

Hierro 35%

19 7 5 /7 9

¡53 Paleolítico ■

19 80 /8 4

Neolítico

( 3 Bronce |

Hierro

) □ Etnología 19 85 /8 9

; ■ Otros

19 9 0 /9 5

0

2

4

6

8

10

12

14

16

Fig. 3. Análisis cuantitativo y temático de las tesinas de Prehistoria.

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Gonzalo Ruiz Zapatero et al.

Fig. 4. Evolución morfológica del Departamento de Prehistoria de la Universidad Complutense.

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__________________________ DE LA CÁTEDRA DE HISTORIA PRIMITIVA DEL HOMBRE...

Después de unos años de considerar el proyecto de una nueva revista, en 1991 se fundó C O M P LU TU M como órgano difusor del Departamento de Prehistoria. La nueva publicación, dirigida por el Prof. Martín Almagro-Gorbea, ha visto desde entonces la aparición de 6 números de revista y 4 volúmenes extra dedicados a temas monográficos. En conjunto, los diez volúmenes publicados en estos últimos años constituyen un buen exponente de la actividad investigadora y difusora del Departamento. Los proyectos de investigación de campo han alcanzado estos últimos años un número importante por muchos puntos de la geografía española. A ello hay que sumar los proyectos en el extranjero: Bibracte (Francia), Prof. Almagro-Gorbea; Nilo Azul (Sudán), Profs. Fernández Martínez y Jimeno; Norte de Marruecos, Prof. FemándezMiranda (hasta su fallecimiento en 1994); Africa Oriental, P ro f Querol y M. Domínguez; Selva de Ituri (Zaire), J. Mercader; Guatemala, P ro f Hernando. La proyección del Departamento en este terreno está creciendo de manera muy importante, permitiendo que estudiantes y licenciados jóvenes completen su formación en ámbitos y experien­ cias internacionales.

B ibliografía ALMAGRO, M., 1947-48 Hugo Obermaier. Ampurias, 1X-X: 379. BANDI, H.G. y BELTRÁN-MARTINEZ, A., 1987 "Zur Erinnerung an Hugo Obermaier". Quartar, 37-38: 7-12. BARANDIARÁN, 1., DELIBES, G. y FERNÁNDEZ-MIRANDA, M„ 1990 "Situación actual y perspectivas en docencia e investigación para el Area de Prehistoria". En Seminario de la UIMP sobre Situación Actual y Perspectivas en Docencia e Investigación en Ciencias Históricas, junio de 1988. BELTRÁN, A., 1988 Ser Arqueólogo. Fundación Universidad-Empresa. Madrid. COLL1S, J., 1995 "Celts, power and politics: whither Czech archaeology?: 82-92". En M. Kuna y N. Venclová (eds.): Whitlier Archaeology? Papers in Honour ofEvzen Neustupny. Instituí of Archaeology. Praga. MARTÍN DE LA CRUZ, J.C., 1994 "Prehistoriadores y Arqueólogos en los nuevos planes de estudios". Boletín del Colegio de Doctores y Licenciados en Filosofía y Letras y Ciencias (Madrid), 55: IV-V. MARTÍNEZ NAVARRETE, M* I., 1990 "La Prehistoria española en los últimos cincuenta años: teoría y práctica". Hispania 175: 439-457. MARTÍNEZ NAV ARRETE, M* I. y RUIZ ZAPATERO, G., 1993 "Análisis bibliométrico de Trabajos de Prehistoria: un chequeo a la Prehistoria española de la tres últimas décadas". Trabajos de Prehistoria, 50: 11-37.

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Gonzalo Ruiz Zapatero et a l .________________________________________ ____________ RODRÍGUEZ, A.; SAN MILLÁN, M* J.; SÁNCHEZ NISTAL, J.M*; CHAPA, T.; VV.AA., 1988 Catálogo de Tesis Doctorales sobre Geografía e Historia que se conservan en el Archivo de la Universidad Complutense de Madrid. 1900-1987. Asociación de Estudios Histórico-Geográficos (ADES). Madrid. VV.AA., 1993 "L'arqueologia com a área de coneixement universitaria". Revista d'Arqueología del Ponent, 3 :335-349. ZÜCHNER, CH., 1995 "Hugo Obermaier (1877-1946). Dokumente Seines Lebens und Wirkens im Archiv der Hugo Obermaier-Gesellschaft zu Erlangen". Madrider Mitteilungen, 36: 48-59.

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P r e h is t o r i a y A r q u e o lo g ía en C a n ta b r ia . E l p r o c e s o de INSTITUCIONALIZACIÓN DE LAS INVESTIGACIONES Alfonso Moure Romanillo (*)

E ste texto recoge una síntesis del capítulo correspondiente a la Prehistoria (Moure Romanillo, 1995) de una reciente obra que analiza toda la Historiografía y la Bibliografía sobre Cantabria editada a lo largo del último siglo (Suárez Cortina, 1995). La investigación en Prehistoria y Arqueología dentro del territorio que actualmente ocupa la comunidad autónoma de Cantabria se remonta al último tercio del siglo XIX. En aquellos años, confluyeron con la orientación histórica propia de la erudición montañesa, la afición coleccionista, la labor de recuperación de la Comisión Provincial de Monumentos (en especial en su segunda etapa, a partir de 1867) y el interés sobre el origen y las primeras edades del hombre desde el enfoque de las Ciencias Naturales. La Prehistoria regional no se institucionaliza hasta el presente siglo, en cuyo proceso pueden diferenciarse tres grandes etapas: 1*) entre 1902 y la I Guerra Mundial; 2*) entre 1914 y la fundación de la Sección de Historia de la Facultad de F ilosofía y Letras de la Universidad de Cantabria, durante la cual la Prehistoria y la Arqueología permanecen estrechamente vinculadas a la evolución del M useo de Prehistoria, primero com o sección del Museo Municipal (1911-1925), después con ubicación propia dentro del Instituto de Enseñanza Media (1925-1941) y, finalmente, en su actual y desbordada sede en los bajos del edificio de la Diputación Regional, y 3*) a partir de la implantación de estudios de Prehistoria en Cantabria con lo que se produce no sólo la incorporación de nuevos profesionales y la formación de nuevas promociones de titulados, sino también una diversificación de la investigación, hasta entonces excesivam ente enfocada a las etapas más antiguas de la Prehistoria.

1 .1902 a 1914: E l im p a c to d e A lt a m ir a y l a " d é c a d a d e l o s d e s c u ­ b r im ie n to s " La aceptación formal de la antigüedad y de la autenticidad de Altamira actuó com o desencadenante una intensa labor prospectora en cuevas. Al tratarse de un

(*)

Universidad de Cantabria. Santander.

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Alfonso Moure Romanillo

cam po absolutam ente virgen, esto tuvo por consecuencia un elevado número de hallazgos de yacimientos de ocupación y de arte rupestre (cuevas de El Castillo, Las Aguas, Santián etc.) dentro de la etapa que Benito Madariaga de la Campa (1972) denomina "década de los descubrimientos". Se trata de una investigación diletante inicialmen­ te a cargo de Hermilio Alcalde del Río y de Lorenzo Sierra, a los que pronto se incorporaría Jesús Carballo, personalidad que durante más de 50 años permaneció unida a la investigación de la Prehistoria y la Arqueología en lo que entonces era la provincia de Santander. Su primera incursión en este campo se llevó a cabo con la creación, en 1909, de una Sección de Espeleología dentro de la delegación en la capital de la provincia de la Real Sociedad Española de Historia Natural (1). Sólo a partir de 1906 se detecta un cierto respaldo institucional con el contrato suscrito entre Alberto I de Mónaco y Alcalde del Río y la creación en 1907 en Santander de la Sección de la Real Sociedad Española de Historia Natural, ya mencionada. Los primeros trabajos del Institut de Paléontologie Humainc (1PH) fundado en París en 1911 no son ajenos a las excavaciones emprendidas en la cueva de El Castillo (Puente Viesgo) y la creación en su seno de las cátedras de Etnología Prehistórica y Geología del Cuaternario para Henri Breuil y Hugo Obermaier respectivamente, que representan las dos orientaciones metodológicas imperantes en la época. La Comisión de Investigaciones Paleontológicas y Prehistóricas (CIPP) surgió en 1912 en el marco del ideario de la Junta Para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas, si bien en la mente de alguno de sus miembros fundadores no estaba ausente un cierto intento de respuesta desde el campo de la G eología y la Paleontología españolas (la sede se ubicaba en Madrid, en el M useo de Ciencias Naturales) a lo que se consideraba excesivo protagonismo de los investigadores extranjeros (véase la correspondencia entre el Conde de la Vega del Sella y Hernández Pacheco en Márquez Uría, 1988). 2 . E l M useo

de

P

r e h ist o r ia

Entre la interrupción de los trabajos del IPH en Monte Castillo (1914) y la fundación de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Cantabria (1978), la investigación arqueológica regional ha pasado por fuertes altibajos, pero siempre vinculada a su M useo de Prehistoria.

(1)

La participación de Carballo en los trabajos de 1906 en Castillo no debió pasar de una visita de cortesía a Alcalde del Río, sin duda estimulado por la presencia de Alberto de Mónaco.

680

PREHISTORIA Y ARQUEOLOGIA EN CANTABRIA...

2.1. La primera institución museística que acoge material arqueológico procedente de lo que entonces era la provincia de Santander fue el M useo Municipal, que contó con una sección de Prehistoria a partir de 191 lr-Sus fondos fundacionales integraban las colecciones particulares del Marqués de Comillas, de Marcelino Sanz de Sautuola y de Hermilio Alcalde del Río. El Museo de Prehistoria como tal no se fundó hasta 1925, con sede en el Instituto de Enseñanza Media y exclusivamente com o resultado de la labor de Jesús Carballo. La investigación provincial en los años que van desde la I Guerra Mundial hasta la posguerra española está marcada fundamentalmente por las actuaciones de campo de Carballo, destinadas a la obtención de fondos para el M useo (cuevas de Morín o El R ey y El Pendo, ciudad romana de Julióbriga) y por el aislamiento frente a cualquier institución, grupo o investigador ajeno a la entonces provincia. Este hecho, que contrasta con la presencia de la Comisión de Investigaciones Paleontológicas y Prehistóricas en regiones limítrofes, es consecuencia sobre todo de la actitud personal de Carballo, cuya posición había quedado afianzada tras la fundación del Museo y la obtención de su nombramiento como director del mismo, y cuya oposición a cualquier intervención foránea y hostilidad a la dirección de laCIPPquedade manifiesto en varios de sus escritos (especialmente en Carballo, 1956; Moure Romanillo, 1995:48-49). Las únicas excepciones en este sentido se refieren al Conde de la Vega del Sella (excavaciones en Cueva Morín en 1917-1919 y estudios de arte rupestre en Puente V iesgo en 19341935), personalidad de reconocido prestigio social y rigor científico hacia la que Jesús Carballo profesaba admiración y amistad.

2.2. Una segunda fase se encuentra delimitada por la fundación en 1941 de una nueva sede para Museo de Prehistoria y por el fallecimiento de su fundador en 1961, a lo que sigue renovación del equipo humano del mismo. Tras la superación de los traumas de la Guerra Civil y del expediente de depuración al que fue sometido Jesús Carballo, la posguerra aportó com o primer hecho positivo el traslado del M useo a los bajos del edificio de la Diputación Provincial, emplazamiento que si bien colmaba las aspiracio­ nes de su director y las necesidades de exposición y almacenamiento de materiales de aquellos años, en la actualidad resulta funcionalmente muerto y exteriormente indigno. Desde el final de la guerra hasta la incorporación, en 1962, del nuevo equipo del M useo de Prehistoria la investigación regional funcionó sin dirección,

681

Alfonso Moure Romanillo

objetivos, cualificación técnica ni planteamiento m etodológicos. Existía el respaldo institucional de la Diputación Provincial, que utiliza sus equipos de peones camineros en la búsqueda y en la realización de sondeos en cuevas. Estas más que discutibles actuaciones "arqueológicas", que partían, entre otros errores de principio, de confundir investigación con hallazgo, permitieron la localización de numerosos yacimientos y la recogida de gran cantidad de materiales. En datos del CAEAP (Colectivo para la Ampliación de Estudios de Arqueología Prehistórica) más de medio millar de cuevas fueron "calicateadas" (sic) por los camineros de la Diputación (Muñoz Fernández et al., 1988: 11-14). No es preciso señalar el carácter acientífico de esta línea de actuación, cuyos resultados se limitaron, en el mejor de los casos, al depósito de materiales en los almacenes del museo en unas condiciones de conservación de objetos y de registro que hoy resultan inaceptables. Por su edad, en aquellos años el Padre Carballo se encontraba ya alejado de los trabajos de campo; su discípulo Joaquín González Echegaray iniciaría en 1955 sus primeras excavaciones en el Paleolítico de la cueva de El Juyo, en colaboración entonces con Paul Janssens. La única investigación extema llevada a cabo en la región fue, de alguna manera, impuesta desde la Comisaría Nacional de Excavaciones Arqueológicas: los trabajos en la cueva de El Pendo (entre 1953 y 1957) presentados en alguna de sus campañas como un Curso Internacional de Arqueología de Campo. La revisión de los antecedentes, desarrollo y cierre de aquel proyecto exigirían por sí solos un espacio mucho mayor del que hoy disponemos (Moure Romanillo, 1995: 55-56).

2.3. Los sesenta aportan dos novedades al funcionamiento del M useo de Prehistoria: la incorporación ya señalada de un nuevo equipo directivo (Miguel Ángel García Guinea com o director y Joaquín González Echegaray com o subdirector) y la fundación, en 1962, del Seminario de Prehistoria y Arqueología "Sautuola". Ambos hechos, junto con los cambios que se fueron produciendo en la docencia y en la investigación universitaria española supusieron la ruptura del aislamiento de la Arqueología regional antes reseñado. Durante los sesenta y los setenta el Museo, con el respaldo del Seminario, comienza en buena medida a funcionar com o una auténtica institución museística: investigación propia, infraestructura al servicio de la investigación externa y labor di vulgati va. En estas décadas se produjo en Cantabria la incorporación de nuevas técnicas de cam po y de laboratorio aplicadas fundamentalmente al estudio de las industrias superopaleolíticas en cueva: excavaciones en El Juyo, La Chora, El Otero,

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PREHISTORIA Y ARQUEOLOGÍA EN CANTABRIA

El P iélago o Morín. Esta última supuso tanto la consolidación del primer equipo multidisciplinar orientado a la obtención de evidencias medioambientales com o la incorporación de nuevos planteamientos teóricos. 3 . L a U n iversidad F ilosofía

y

L e tr a s

de

C antabria . La

y s u sec c ió n de

fundació n de la

F acultad

de

H istoria

La fundación, en 1978, de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Cantabria y la formación de las primeras promociones de la especialidad de Prehistoria, coincidió con la configuración del nuevo modelo de organización del Estado y con el proceso de trasvase a las Comunidades Autónomas de las competencias en materia de Patrimonio Histórico, competencias de las que administrativamente dependen, al cien por cien, las posibilidades de investigación arqueológica de campo y, en gran medida, las de laboratorio. Las principales aportaciones de la Universidad de Cantabria en este campo consisten en la profesionalización y la renovación metodológica -que permitieron superar los planteamientos particularistas y el modelo positivista, explícito o no, que regulaban la investigación anterior-, y una mayor diversificación de la investigación. Por desgracia, la existencia hasta 1995 de una crisis institucional casi permanente en el gobierno de la Comunidad Autónoma, ha bloqueado tanto las relaciones Universidad-Diputación Regio­ nal com o las asignaciones presupuestarias destinadas a la investigación en los ámbitos de su competencia (Moure Romanillo 1994: 49-56). Tanto las líneas de investigación del personal deplantilladel Departamen­ to de Ciencias Históricas (en el que están adscritas las áreas de Prehistoria y de Arqueología) com o los trabajos de Tercer Ciclo y las tesis doctorales han ampliado y diversificado considerablemente el campo de actuación, hasta la década de los ochenta excesivam ente circunscrito al Paleolítico. Hoy, la Prehistoria Reciente está presente entre los proyectos generales y actuaciones específicas del Departamento y muchos de sus resultados aparecen ya en la bibliografía científica. La inhibición absoluta de la Administración autonómica tanto en la planificación científica de las investigaciones com o en su financiación ha sido suplida mediante programas y recursos propios de la Universidad o de organismos dependientes de la Administración del Estado, especial­ mente a través de Proyectos de la Dirección General de Investigación Científica y Técnica del Ministerio de Educación y Ciencia.

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Alfonso Moure Romanillo

B ibliografía CARBALLO, J„ 1956 Museo Prehistórico de Santander. Historia de este Museo escrita por sufundador y director en este año de ¡956, Manuscrito inédito, Museo Regional de Prehistoria y Arqueología, Santander. MADARIAGA DE LA CAMPA, B„ 1972 Hennilio Alcalde del Rio. Una escuela de Prehistoria en Santander. Publicaciones del Patronato de las Cuevas Prehistórica de la Provincia de Santander, IX. Santander. MÁRQUEZ URÍA, M.C., 1988 "El Conde de la Vega del Sella (1870-1941) y laComisión de Investigaciones Paleontológicas y Prehistóricas", en J.M, Sánchez Ron (coord.): La Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas 80años después, 1907-1987(Madrid, 1987): 485-500. Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Madrid. MOURE ROMANILLO, A., 1994 "Las raíces del futuro. Arqueología, Patrimonio Arqueológico y Sociedad actual", en R, Blasco Martínez (dir.): Cátedra Cantabria 92: Patrimonio Histórico: 39-56. Universidad de Cantabria. Santander. MOURE ROMANILLO, A., 1995 "Prehistoria de Cantabria: Más de un siglo de Historiografía y bibliografía", en M. Suárez Corti na (ed.): Historia de Cantabria: Un siglo de Historiografía y Bibliografía (¡900-1994): 37-68. Fundación Marcelino Botín, I. Santander.

No

C

it a d o s e n e l t e x t o :

GONZÁLEZ SÁINZ, C. y GONZÁLEZ MORALES, M.R., 1986 Prehistoria en Cantabria. Ediciones Tantín. Santander. MOURE ROMANILLO, A., 1993 "El Paleolítico Español: Construcción científica y problemática actual", en I. Martínez Navarrete (coord.): Teoría y Práctica de la Prehistoria. Perspectivas desde los extremos de Europa: 205-227. Universidad de Cantabria-CSIC, Santander. MOURE ROMANILLO, A. y GARCÍA-SOTO, E , 1989 Un siglo de Arqueología en Cantabria (1860-1960). Catálogo de Exposición, Caja Cantabria. Santander. PÉREZ CALZADO, A., 1987 Origen y desarrollo del Museo Municipal de Santander (1907-1948). Exmo. Ayuntamiento de Santander, Santander.

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La A

r q u e o l o g ía e s p a ñ o l a d e l o s so .

U na

v is ió n d e la s

RAÍCES TEÓRICAS Juan Carlos García Santos (*)

D urante los años 80 la arqueología española ha experimentado transfor­ maciones importantes que marcan diferencias con la trayectoria seguida hasta ese momento. Por un lado hubo cambios en el panorama socio-político com o consecuencia de la desaparición de la Dictadura en 1975 y la instauración del sistema democrático y el nuevo Estado de las Autonomías (Díaz-Andreu, 1993, 1994, Vicent García, 1994). Por otro lado los cambios más significativos en la propia disciplina fueron en el campo de la teoría y la metodología. Com o una primera aproximación a las transformaciones teóricas de la arqueología española de ese momento se presenta aquí un análisis bibliométrico (fig. 1) de la literatura teórica de arqueología citada en una muestra significativa de reuniones y congresos de la década de los 80. La elección de las citas de los m ismos está justificada porque es en ellos donde más claramente se expresa la intención de renovar esos aspectos. De hecho estos congresos se consideran un componente muy importante de la reciente arqueología española en los análisis historiográficos sobre esta época (Vázquez Varela y Risch, 1991, Lull, 1991, Ruiz Rodríguez, 1993, Vicent García, 1994). Los congresos y reuniones son los siguientes: 1 Jornadas de M etodología de la Investigación Prehistórica, Soria, 1981, Colegio Universitario, Mardrid, 1984; II Jornadas de M etodología y Didáctica de la Historia, Cáceres 1981, Universidad de Extremadura, Cáceres 1983; Arqueología Espacial, Coloquio sobre distribución y relaciones entre los asentamientos, Teruel 1984, C olegio Universitario, Teruel 1984; Arqueología Espacial, Coloquio sobre el microespacio, Teruel 1986, Colegio Univer­ sitario, Teruel 1986; CorrentsTeóricsen arqueología, Barcelona 1986, Barcelona 1988; El Canvi Cultural a la Prehistória, Barcelona 1988, Barcelona 1990. El análisis bibliométrico de la literatura española sobre teoría y m etodo­ logía citada en estos congresos y reuniones tiende a mostrar cuáles fueron las corrientes y los autores que ilustraron las nuevas trayectorias de los arqueólogos españoles en los años 80. Es una primera aproximación que únicamente intenta establecer las fuentes

(*)

Departamento de Prehistoria. Facultad de Geografía e Historia. Universidad Complutense de Madrid.

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Juan Carlos García Santos

teóricas invocadas por los investigadores. A sí el análisis bibliométrico simplemente registra los factores que interesan para definir el punto de partida de la renovación teórica. Otra cuestión sería la de analizar después hasta qué punto esos trabajos teóricos fueron comprendidos, analizados y utilizados en la investigación arqueológica españo­ la, cuestión a investigar en estudios posteriores. El análisis bibliométrico es una herramienta clave para conocer el estado de la cuestión de una disciplina científica (Alcaín y San Millán, 1993), partiendo de una base científica de la comunicación, define la información de esa ciencia. En las Ciencias Sociales ya ha empezado a aplicarse en España (Almuiña Fernández, 1991) y en lo que se refiere a la Arqueología esto se manifiesta en análisis com o el que se centra en la revista Trabajos d e Prehistoria (Rodríguez Alcalde et al., 1993) En este trabajo hemos analizado la procedencia, ámbito cultura] o tradición arqueológica de los trabajos citados, los autores más influyentes y el tipo de pu blicacion es con mayor repercusión, relacionando todo con el marco temporal de su edición.

In t e r p r e t a c ió n En las 209 ponencias que aparecen en las actas de los 6 congresos analizados hay un total de 3583 referencias bibliográficas de las que solamente 318 pueden considerarse como refencias sobre teoría arqueológica, loque supone un 8,87% del total. A pesar de que en estos congresos hay un interés por este tema los investigadores se siguen dirigiendo a la literatura propiamente interpretativa. Si por otra parte identificam os estas referencias en la figura 2 con su procedencia o tradición arqueológica se reparten de la siguiente forma: respecto del total 259 son del ámbito anglosajón, esto supone un 81,44%, el resto se reparte entre los 17 títulos del ámbito contexto (un 5,34% ), los 14 del ruso (un 4,40%) y por último de la propia literatura española hay 23 títulos con un 7,23%. El peso de la arqueología anglosajona queda claro, pero no resulta extraño si lo relacionamos con el resto de Europa. En países como Alemania, Francia o Grecia también se acude a autores anglosajones para buscar una alternativa en su m odo de actuar tradiconal y dirigirse en primer lugar a los modelos de la Nueva Arqueología y Procesuales, aunque se haya llegado a la conclusión, también para nuestro país, de que esto influirá más com o forma de aplicar nuevos métodos que com o la aceptación de esos enfoques interpretativos (Hodder, 1991b, Vázquez Varela y Risch, 1991).

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LA ARQUEOLOGIA ESPAÑOLA DE LOS 80 ...

En la figura 3 está representado el tipo de publicación en el que es recogida la información sobre teoría. Vem os cómo los libros son un 68,33% con 177 publicaciones. De ellos se pueden deducir tres aspectos comprobando además la información en la figura 4 donde están representados todos los títulos utilizados más de tres veces: en primer lugar la atención se dirige a los trabajos de varios investigadores reunidos bajo un mismo título, com o puede ser M odels in A rchaeology, representando un 44,63% del total de libros. Otro rasgo distintivo es el uso en buen número de casos de las publicaciones traducidas, un 25,98% de estos libros están en castellano. Por último observamos que las publicaciones más divulgadas de influencia anglosajona aparecen repetidamente; queda claro que la información en este momento viene por los canales de acceso más fácil y mejor conocidos, no habiendo información que pudiendo ser igualmente atrayente está menos difundida. Las revistas suponen un 23,16% con 60 casos (Figura 3). En la figura 5 comprobamos cómo destacan revistas consultadas que provienen de los EE. UU. (un 66,66% ). Dentro de este contexto lo hace una especialmente, A m erican A ntiquity que supone un 34,42% de las revistas, en ella aparece información propia de la Nueva Arqueología a partir de autores com o Lewis R. Binford o D. L. Clarke. Otro rasgo es el escaso uso de publicaciones británicas (un 25%): W orld Archaeology, la más represen­ tada, lo está en 7 ocasiones (un 11,47%), esto es más destacado con otras que ahora se utilizan habitualmente; A ntiquity sólo representa un 4,91%, con 3 referencias, otra publicación que podría resaltarse de este ámbito es la serie B ritish A rchaeological R eports con 4 citas. Hay tres artículos que aparecen traducidos en la revista Cuadernos d e A ntropología Social y E tnología de la U niversidad C om plutense, vía por la que también hay una aproximación al mundo de la Nueva Arqueología. Un último tipo de publicación son los congresos que aparecen en 8,49% del total, con 22 referencias (figura 3). En la figura 6 hay uno que destaca sobre los demás, es The Explanation o f Cultural Change. M odels in Prehistory, editado por Colin Renfrew en 1973, aparece en 13 ocasiones, siendo una publicación también con buena divulgación y representativa del desarrollo del enfoque procesual. De los datos obtenidos del análisis sobre los autores se desprende que hay tres casos que destacan claramente. Como se puede observar en la figura 7 donde aparecen los autores citados en más de tres ocasiones, el que más lo hace es Lewis R. Binford que aparece en 42 ocasiones, siendo el investigador en quien cristaliza la Nueva Arqueología y está en clara relación con parte de los textos más citados y con la ubicación de estas citas en el tiempo, recogiéndose sus obras sobre todo entre el año 1968

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Juan Carlos Garda Santos

y 1973 con este enfoque en pleno desarrollo. En relación a esta misma corriente y en ese mismo lapso temporal se encuentra otro de los autores más representativos, se trata de D. L. Clarke, con 32 publicaciones, él es además el representante de la cristalización de esta misma corriente en Gran Bretaña teniendo también interés por la teoría explícita y la lógica aplicada al método arqueológico. Un último autor a destacar es Ian Hodder, que aparece en 15 ocasiones, también proviene como el anterior de Cambridge, y como ellos tiene que ver con la Nueva Arqueología, sin embargo partiendo de la perspectiva británica de esta tendencia evolucionó a una Post-Procesual y se convirtió en figura central de esa corriente, por otra parte es el que la representa en las reuniones analizadas. Con el mismo número aunque enmarcado en la Nueva Arqueología aparece P. J. Watson, quien junto con S. A. Leblanc y Ch. Redman publica uno de los trabajos más utilizados, El m étodo Científico en Arqueología, obra que se recoge ya traducida y editada en 1981; los dos últimos autores están en 12 ocasiones. En este contexto de la Nueva Arqueología podemos agrupar otros investigadores, caso de K. C. Chang (con 5 citas), E. Higgs (con 4) o F. Plog (con 9) y de la tendencia Procesual como M. Schiffer (con 9 citas). También aquí se denota una mayoría de autores americanos frente a los británicos. Michael J. Rowlands o Colin Renfrew sólo aparecen en 3 ocasiones cada uno. Aunque esto es compensado por D. L. Clarke y lan Hodder. Bruce Trigger está en 7 ocasiones, siendo uno de los investigadores más dedicados a la historiografía y marca el interés por ella. Un último punto a resaltar es la participación de autores anglosajones en algunos de estos congresos como el caso de Ian Hodder en el de "Arqueología Espacial" de 1984, cuando ya había dejado de lado su importante aportación a esta rama de la arqueología. En E l Canvi Cultural a la Prehistoria de 1988 participan otros dos investiga­ dores, ChristoferTilley y Cli ve Gamble. Sin embargo para la fecha de la celebración de este congreso, el contacto con la arqueología europea es generalizado y la corriente postprocesual está entrando en nuestro país. Observando la figura 8 se comprueba que las referencias anglosajonas se centran de forma mayoritaria al final de los 60 (un 11,19%), sobre lodo la década de los 70 (51,35% ) e inicios de los 80 (un 31,66%). Las pautas que se deducen de ello nos llevan a las tendencias anteriomente indicadas y que se desarrollan en estos años. Se trata de la Nueva Arqueología, Procesual y en menor medida la Post-Procesual. Por el lo deduzco que la atención se dirige al momento más próximo a la celebración de estas reuniones y además se centra en las publicaciones que representan un cambio para el contexto anglosajón. Por ello sólo lan Hodder aparece como un primer representante de la última tendencia que se ve representada en número menor que las dos primeras.

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LA ARQUEOLOGIA ESPAÑOLA DE LOS 80 ..

Esto lo podemos concretar de la siguiente forma: desde 1968 a 1984 aparecen en una primera fase con el claro dominio de la Nueva Arqueología en pleno desrrollo entre 1968 y 1973, son títulos clásicos de D. L. Clarke o Lewis R. Binford unidos a otros autores que siguen esta corriente y la pFocesual como los que nacen del congreso editado por Colin Renfrew en 1973; en una segunda se mantiene la tendencia procesual hasta los 80 desde esa última fecha, también con traducciones de publicaciones propias de la Nueva Arqueología. Hay una última fase donde esta información procede de otras traducciones de textos de esta tendencia, com o puede ser Arqueología Analítica de D. L. Clarke o El M étodo Científico enA rqueologíaác P. J. Watson, S. A. Leblanc y Ch. Redman, ya dentro de los años 80. Es a inicios de los 80 sobre todo, donde empiezan a aparecer los textos post-procesualesde la manodelan HodáercomoSymbolicandStructuralArchaeology. Como conclusión se puede decir que la información proviene de los autores más conocidos de ese ámbito cultural así com o de sus obras más divulgadas. Por otro lado prima la información que viene de América frente a la británica y hay una clara influencia de la Nueva Arqueología y los Procesuales. Sólo al final com ienza a introducirse el enfoque post-procesual. En el contexto francés lo primero que sorprende es el número, sólo hay 17 publicaciones (5,34% ) (fig. 2). De la alemana no hay títulos. Esto resulta paradójico puesto que la arqueología francesa y alemana fueron básicas para el desarrollo de esta disciplina en nuestro país. Esto puede ser indicativo de un cambio que se dirige hacia nuevos parámetros teóricos y también hay que tener en cuenta que

"el pensamiento

arqueológico tradicional no se transmitió nunca de forma explícita... sino en la form a de una práctica"

(Vicent García, 1994: 216). La tradicional influencia que ejerce sobre todo en el Paleolítico está representada en la teoría sólo en una ocasión, por Frangois Bordes. Sí aparece en mayor medida la idea renovadora que se gesta desde los 60 (Clezziou e ta l., 1991). Al respecto se puede resaltar la obra editada por Alain Schnappen 1980A rchéologied’aujourd'liui u otros títulos com o Renoveau des Méthodes et Theorie de l 'Archéologie de 1973, también de este autor a cuyo nombre podemos unir el de M. Borillo. Entre estos dos años aparecen la mayoría de los títulos (fig.8);dentro deeste periodo están las dos ponencias de Juan M. Gran Aymerich en los Congresos Nacionales de Arqueología de 1975 y 1977 propugnando la renovación y la aplicación del método científico en la arqueología española. Puedo añadir dos cosas más, la aparición de sólo dos títulos referidos al Materialismo Histórico; El M arxism o ante las sociedades prim itivas de E. Terray e H istoria M arxista, H istoria en construcción de Pierre Vilar; a pesar de que este enfoque

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Juan Carlos García Santos

tiene bastante peso en ia arqueología europea y francesa. Y por último, y ya en la década de los 80, está el estudio de A. Gallay de 1988 en Cota Zero poniendo en contraste la arqueología francesa y anglosajona a partir de los comentarios sobre el congreso Sym bolic, Struclural a n d Sem iotic A pproaches in A rchaeology de 1987, que nos trae las únicas connotaciones post-procesuales. Los títulos que vienen de Rusia representan un 4,40% con 14 publicaciones (fig. 2), dentro de la tradición materialista propia de la arqueología rusa ya desde los años 60, se desarrollan los métodos estadísticos, el uso de computadoras y la aplicación de las ciencias naturales (Guliaev, 1993:344). Pero loque más interesa son las 13citas recogidas de Leo S. Klejn. Este investigador es uno de los que más se han dedicado a ia teoría en este país, publicó varios títulos en la Europa Occidental antes de producirse la apertura del régimen soviético, com o puede ser A Panorama ofTheorical Archaeology de 1979, y con igual título en francés en la publicación L ’Archéologie A ujourd’hui de A. Schnapp, que puede ser el más representativo, recogiéndose en 5 ocasiones. El autor, por tanto, se ha ganado una

"buena reputación por sus aportaciones a la teoría y metodología en arqueología"

(Ruiz

Zapatero y Vicent García, 1992). Por ello tanto en este contexto como en el francés, los títulos que ejercen atracción sobre los arqueólogos españoles siguen siendo los que rompen con la tradición que se había seguido en el entorno de su arqueología. Por últim o respecto de la arqueología española, hay 23 publicaciones (un 7,23% ) (fig. 2). Hay que destacar que en 12 ocasiones la información parte de estos m ism os congresos analizados. Los autores representados son participantes en los congresos así com o investigadores que han mantenido su interés por la teoría, com o es el caso de Juan M . Vicent que es el más citado. Las revistas superan a los libros recogiéndose inform ación de ellas en 9 casos. Hay que tener en cuenta que no había muchas publicaciones sobre teoría en España y aparecen en artículos de revista o en los congresos m encionados, de hecho si vem os la figura 8 la distribución temporal se da en lo s dos prim eros tercios de la década de los 80 coincidiendo con el Ínteres por la teoría arqueológica. C om o conclusión se puede afirmar que el volumen de información sobre teoría es m uy escaso a pesar de los temas a los que se dirigen estos congresos. La información sobre teoría viene en su mayoría del contexto anglosajón y de la N ueva A rqueología y tendencia Procesual. El M aterialismo Histórico que tiene implantación en la arqueología de nuestro país apenas se ve reflejado. La tendencia post-procesual aparece en sus com ienzos y a partir del autor más representativo de ese m om ento, Ian Hodder.

690

LA ARQUEOLOGÍA ESPAÑOLA DE LOS 80 ..

B iblio grafía ALCAÍN, M. D. y SAN MILLÁN, M. J„ 1993 "Uso y tendencias de las técnicas bibliométrícas en Ciencias Sociales y Humanidades a nivel internacional". Documentación Científica, 16 1: 30-41 ALMUIÑA FERNÁNDEZ, C. (dir.), 1990 "Hispania; revista de Historia (1940-1989). Análisis y evolución de contenidos". Hispania, L/2: 393-416. CLEZIOU, S.; COUDART, A.; DEMOULE, J. P. y SCHNAPP, A., 1991 "The use of theory in French archaeology". En 1. Hodder (coord): 91-128. DÍAZ-ANDREU, M„ 1993 "Theory and Ideology in archaeology: Spanish archaeology under thc Franco régime". Antiquity, 67: 74-82. -, 1994 "The Past in the Present: the Search for Roots in Cultural Nationalisms. The Spanish Case”. En J. G. Beramendi, R. Máiz y X. M. Núñez (coord.): Nationalism in Europe: Past and Present I: 199-218. Servicio de Publiaciones de la Universidade de Santiago. Santiago de Compostela. GULIAEV, V. L., (1993) "La arqueología teórica en la URSS". En M.I. Martínez Navarrete (coord.): 333-345. HODDER. I., 1991a Arcliaeological Theory in Europe. Routledge. Londres. HODDER, I., 1991b "Archaeological theory in contemporary European soeieties: the emergence of contemporary traditions". En I. Hodder (coord): 1-24. LULL, V.. 1991 "La prehistoria de la teoría arqueológica en el Estado español". En A. Vila (coord.): 231 -250. MARTÍNEZ NAVARRETE, M.I. (coord.), 1993 Teoría y Práctica de la Prehistoria: Perspectiva desde los extremos de Europa. Servicio de Publicaciones de la Universidad de Santander. Santander. RODRÍGUEZ ALCALDE, A.; SAN MILLÁN BUJADA, M*J.; SÁNCHEZ NISTAL, J.M*; CHAPA, T.; MARTÍNEZ NAVARRETE, M*I y RUIZ ZAPATERO. G., 1993 "Análisis bibliométrico de Trabajos de Prehistoria: un chequeo a la Prehistoria española de las tres últimas décadas". Trabajos de Prehistoria, 50: 11-37. RUIZ RODRÍGUEZ. A., 1993 "Panorama actual de la Arqueología Española". En M. 1. Martínez Navarrete (coord.): 301-326. RUIZ ZAPATERO, G. y VICENT GARCÍA, J. M„ 1992 "Todo arqueólogo tiene algo de teórico... Una entrevista con Leo S. Klejn". Trabajos de Prehistoria, 49: 11-25 VÁZQUEZ VARELA, J.M. y RISCH, R„ 1991 "Theory in Spanish Archaeology". En I. Hodder (coord.): 26-52. VICENT GARCÍA, J.M., 1994 "Perspectivas de la Teoría Arqueológica en España". 6o Coloquio Hispano-Ruso de Historia: 215-223. Fundación Cultural Banesto. Madrid. VILA, A. (coord.), 1991 Arqueología. Nuevas Tendencias. Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Madrid.

691

Juan Carlos García Santos

O

Di D2

1

m

1-Total de Rtítcaaores 2 ^ k a a o n e s Teóricas

N IN T O 3533 318

Figura-1 Proporción de publicaiones teóricas respecto del total

N ú m ero de pu b li c acio n e s: 258 1 - A n g lo s a jo n e s 23 2 - E s p a ñ o la s 17 3 -F ran ee sa s 14 4-R usa s 5 5 - 0 tras

Figura-2: Proporción de publicaciones sobre teoría por su procedencia



Anglosajona

Española

Francesa

Libro



Revista



Congreso

Rusa

Figura-3: Tipo de publicación con información sobre teoría de su procedencial

692

LA ARQUEOLOGIA ESPAÑOLA DE LOS 80 ...

1-Wodtl»inArchaeologyDLClark*1972

2-SymboHc and 8»i)Cfciral Archaeology I. Hoddar 1982____________ ______________ ( irntrfu o *n Arqueología P J W alion S A le b la n c y C Redman1981 4-An Archaeoloaical Perapectve l R Bmford 1972

7-N*w Perapecüvea in Archeeolojjy S R Binlord y L R Bmford 1968 8-Reaearch and- Theory m Curtan» Archaeology C R edman19r? ________ __________ opy C___________ 9-Advancee In Archeeologlcel lll*«x>d and T h e o ry M S c h é e r1 9 7 8 1Q-for Theory BuMdtno In Archaeology L. R. Blntord 1977 11 Nue v a P e n p a c lv a a e n Arqueología' K C Chanfl 1976 1i1Introducción a la Prehitlona I Rouaae 1973 13-Wortmg at Archaeology L R Binlord 1968 14-Arqueologla y Sociedad Reconafruyendo el Paaado Hisiónco G Clark 1980 1f> Brhavioural Archaoology M S Schilfer 1876 ___________________ 1 8-tlancla an A rgo ao to olaO » r o d W y C H|aaa 1— 0 17-El de «arrollo de la T eoria Anfropológica M Mam» 1978 1>-TIma and T redtton Caaaya In archaeolootcat totorpretaton B . 6 . trttm o r 1978 F igura 4. U broa a n g k *a |o n m lo b re teoría más ropraaentebvoa

F g u ra -5 ¡

mgto m o n ii con jnfomtecjón sobre teoría

l-M^f H^RR^Dayo-tiTO M¿SüíofSVn*¿(fc,SmÁn|.«IS T906 3-Th. M o d■ *. m ■ ■ P C R ^ W 4-TheoryandE: 5-Ihsotym

M F R m to ñ d iy S Á Sn * . » » 1984

ThenewCrtKMmP J. WStson 1976

F g u r» 6 Congresos angksaiones con información teórica

693

Juan Carlos García Santos

1-L R BINFORD 2-CLARKE D. L 3-HODDER I. 4-WATSON P. J. 5-LEBLANCS.A. 6-REDMAN CH 7-PLOGF. 8-SCHFFER M. 9-TRIGGER B. G. 10-CHANGK C. 11-ROUSSE L 12-BROTHWELL D. 1 ^ F R H Z J.M . 14-HARRIS M 15+HGGS E. 16-UEONE M. 17-WYUE M .A 18-CLARKG. 1& *ILLJ .N . 20-JARMAN M R 21-RENFREWC. 22-R0WLANDS M J

Figura-7: Autores más representados en las publicaciones anglosajonas

A n g lo s a jo n a s E s p a ñ o la s F ra n c e s a s R u sas

Figura-8: Publicaciones sobre teoría por año y procedencia

694

N° de casos 42 32 15 15 12 12 9 7 5 5

3 3 3 3 3

E l A n á l is is B ib l io m é t r ic o H

is t o r io g r a f ía .

Las

c o m o a p o r t a c ió n a la

c it a s e n

P r e h is t o r ia

y

A

r q u e o l o g ía .

Angel L. Rodríguez Alcalde (*) José María Sánchez Nistal (**) María Isabel Martínez Navarrete (***) María Jesús San Millán Bujanda (**) In t r o d u c c ió n

E n la actualidad prácticamente todas las áreas científicas utilizan con éxito los estudios cuantitativos com o método para progresar en el conocimiento. Además, en los últimos años, la "sociología de la ciencia" ha supuesto una seria revisión de los m ism os configurando a la bibliometría (a veces llamada cienciometría) como "aquélla disciplina que analiza estadísticamente una determinada literatura científica, su evolución histórica, sus campos y desarrollos temáticos, así com o sus autores y usos en el ámbito científico propio o próximo" (Ferreiro, 1993: 18). Conceptos com o cita, vida media, indicadores de calidad, factor de impacto, coautoría, redes de colaboración, difusión del conocimiento, etc., se han incorporado ya com o indicadores del desarrollo de una materia. Sin embargo, la bibliometría, sin un conocimiento teórico y práctico de la documentación manejada no garantiza la obtención automática de nuevos conoci­ mientos. Además en el terreno de la bibliometría aplicada pueden deslizarse errores conceptuales en los estudios o análisis de caracter finalista (Villagrá, 1992; Sánchez Nistal, 1995), errores ajenos al tratamiento científico de la documentación. Para vigilarlos es recomendable la conjunción de equipos de documentalistas y especialistas en la materia que se trate. En bibliometría los parámetros más generalmente admitidos por su objetividad se derivan del análisis de las citas bibliográficas. Muy extendidos en los campos de las ciencias duras y tecnológicas están utilizándose ahora para las Humani­ dades y Ciencias Sociales (Remesal et al., 1991). Sin poner en cuestión el em pleo de citas en general, la pretensión de extraer consecuencias de la comparación de los datos obtenidos en humanidades y en ciencias puras es un error manifiesto cuando no

(*) Departamento de Prehistoria. Facultad de Geografía e Historia. Universidad Complutense. (**) Unidad de Documentación en Ciencias Humanas. CINDOC. CSIC. (***) Departamento de Prehistoria. Centro de Estudios Históricos. CSIC.

695

Ángel L. Rodríguez Alcalde et al.

interesado. Por ejem plo, en Prehistoria y Arqueología es frustrante buscar datos españoles en las listas de citas extranjeras: el grado de cobertura en las bases y repertorios internacionales de las revistas españolas es mínimo, cuando no inexisten­ te. En este sentido son importantes y deben fomentarse los estudios de citas aplicados a áreas concretas del saber mediante la descripción de m odelos, perfiles o pautas de publicación de la literatura de Arqueología y Prehistoria, en un momento dado o a través del tiempo. En cuanto a la validez del artículo publicado como representativo de la investigación en un área, baste decir que la publicación periódica es actualmente el vehículo más utilizado en la difusión del conocimiento científico. Ya en 1975 se publicaban 2 m illones de artículos firmados al año (Sales e ta l., 1995: 1). Esta comunicación presenta algunos de los resultados obtenidos en una investigación sobre el grado de conocimiento y uso que de las publicaciones de Prehistoria y Arqueología españolas tienen los investigadores a través del estudio pormenorizado de las citadas en los artículos de revistas científicas, del número de autores y media de páginas por trabajo, de la vida media de las publicaciones citadas, de las tasas de autocitas y coautoría, y de la distribución territorial de las citas (1). M u estr a La muestra es determinante en la calidad de los trabajos estadísticos. Por ello seleccion am os 73 revistas a cuyos com ités de redacción se pidió que marcaran y/o, en su caso, añadieran las que consideraran más relevantes. Obtuvimos 47 respuestas con 102 títulos de revistas. El trabajo se centró en los cinco últimos números publicados de las 16 más reconocidas, poniendo como tope retrospectivo el año 1979 (2).

(1) (2)

Los autores de la comunicación publicarán un estudio completo en Trabajos de Prehistoria, 53 (1) 1996. Archivo Español de Arqueología. AEspA. (1988, B9,90. 90 y 93) -1 5 2 Art./ 2236 pp. P/A: 14,7; 2. Archivo de Prehistoria Levantina. APL. (1981, 87, 88, 89 y 90) -1 2 3 Art./ 2446 pp. P/A: 19.8; 3. Boletín. Museo de Zaragoza. (1988, 89, 91 y 92) - 27 Art./994 pp. P/A: 36,8; 4. Boletín del Seminario de Estudios de Arte y Arqueología. BSAA. (1989, 90, 9 1 .9 2 y 93) - 70 Art./ 2821 pp. P/A: 40,3:5. Caesaraugusta. (1987, 88 8990,91 y 92) - 49 Art./1267 pp. P /A 25,8; 6. Cuadernos de Prehistoria de la Universidad de Granada. Cuad. Preh. Gr. (1 9 8 3 ,8 4 .8 5 ,8 6 y 87-88) - 72 Art./ 2021 pp. P/A: 28,0; 7. Cuadernos de Prehistoria y Arqueología de la Universidad Autónoma de Madrid. CuPAUAM. (1988, 89, 90, 91 Y 92) - 72 A rt./1803 pp. P/A: 25,0; 8. Cuadernos de Prehistoria y Arqueología Castellonenses. QUAD. PREH. CAST. (1981.82-83,84,85 y 86) - 60 A rt./1240 pp. P/A: 20,6; 9. Cypsela. (1987,89.90,91 y 93) - 26 A rt./1069 pp. P/A: 12,2; 10. Empúries. (1 9 7 9 -8 0,81,82,83-84,85,86-89) -182 Art./2173 pp. P/A: 11,9; 11. Estudios de Arqueología Alavesa. EAA (1986,87, 88. 90 y 93) - 26 Art./ 2390 pp. P/A: 91.9; 12. Munibe. (1990, 9 1 .9 2 .9 3 y 94) - 93 A rt./1216 pp. P/A: 13,0; 13. Pyrenae. (1979-80,81-82,83-84 8 5 y 93)-101 A rt./1527 pp. P/A: 15.1; 14. Sagvntvm. (1990, 91, 92, 93 y 94) - 88 A rt./1387 pp. P/A: 15,8; 15. Trabajos de Prehistoria. TP{ 1989,90, 91, 92 y 93) -101 Art./ 1939 pp. P/A: 19,1; 16. Zephyrus. (1984-35, 86-87, 88,89, 90 y 91-92) -1 1 3 Art./ 2427 pp. P/A: 21,4 (P/A: Páginas por Artículo).

696

EL ANÁLISIS BIBLIOMÉTRICO COMO APORTACIÓN ..

Se recogieron citas a siete tipos de documentos: "Revistas y Series monográficas", "Monografías", "Congresos", "Tesis", "Memorias de Licenciatura", "Informes" inéditos y "Otros" como guías, memorias de actividades, adquisiciones, diccionarios, discursos, programas de fiestas,'publicaciones escolares, etc.. En general, los problemas en la recogida de datos fueron mucho mayores de los previstos y reflejaron un panorama desolador en el hábito y la forma de citar de los investigadores, lo que representa un obstáculo para la realización de trabajos bibliométricos en este ámbito científico. El incumplimiento sistemático de la periodi­ cidad de las revistas de Prehistoria y Arqueología dificulta su selección homogénea. Destaca la absoluta falta de normalización en la referencia bibliográfica, la frecuente om isión de datos imprescindibles para identificar los trabajos, y las reiteradas equivo­ caciones. Esto nos ha obligado, por ejemplo, a tratar como un tipo único de documento a revistas y series monográficas. En algunos casos, sólo un experto en Prehistoria, Arqueología y Documentación puede desentrañar la información, en otros ni siquiera. En este aspecto la desidia de los editores es manifiesta. Esa falta de normalización impide la participación de las publicaciones españolas en los circuitos internacionales de citas y condena al ostracismo la producción científica española. En las revistas de la muestra, la proporción de citas españolas sobre extranjeras es aproximadamente del 60%. N os centramos en las citas hechas a publica­ ciones españolas desde 1.745 artículos. La base de datos tiene 33.476 referencias. Hay citas a 837 revistas distintas, de las que 324 únicamente reciben una cita y 68 aparecen debido a autocitas de autor. Son 34 las revistas que han recibido más de 100 citas en la muestra (3). Sobre esta lista hay que advertir: 1° que es un ranking de "citas absolutas", es decir pueden estar

(3)

Extracto de las publicaciones con más de 100 citas recibidas: la primera cifra corresponde al número de citas y la segunda al número de autocitas de revista, sólo para las revistas de la muestra: Trabajos de Prehistoria. Madrid. 961. 339; Archivo Español de Arqueología. Madrid. 934, 143; Excavaciones Arqueológicas en España. Madrid. 882,82; Noticiario Arqueológico Hispánico. Madrid. 846, -; Empúries. Barcelona. 724,145; Zephyrus. Salamanca. 679,243; Boletín del Seminario de Estudios de Arte y Arqueología. Valladolid. 537, 110; Munibe. San Sebastián. 523, 305; Archivo de Prehistoria Levantina. Valencia. 485 ,147 ; Cuadernos de Prehistoria de la Universidad de Granada. Granada. 432,151; Saguntum. Papeles del Laboratorio de Arqueología de Valencia. Valencia. 432,87; MadriderMitteiíungen. Madrid. 431, -; Serie de Trabajos Varios. Servicio de Investigación Prehistórica. Valencia. 404, -; Estudios de Arqueología Alavesa. Vitoria. 394,154; Bibliotheca Praehistorica Hispana. Madrid. 386, -; Pyrenae. Barcelona. 360,43; Informes y Memorias de la Comisaría General de Excavaciones Arqueológicas. Madrid. 356, -; Revista de Arqueología. Madrid. 258, Cuadernos de Prehistoria y Arqueología Castellonenses. Castellón. 237,98; Cypsela. Girona. 200 ,90; Habis. Sevilla. 185, -; Boletín de la Real Academia de la Historia. Madrid. 172, -; Principe de Viana. Pamplona. 162, -; Trabajos de Arqueología,-; Navarra Pamplona. 161, -; Caesaraugusta. Zaragoza. 160, 15; Studia Archaeologica. Valladolid. 159, Cuadernos de Prehistoria y Arqueología de la Universidad Autónoma de Madrid. Madrid. 143, 31; Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos. Madrid. 129, -; Anuari

697

Ángel L. Rodríguez Alcalde et al.

"penalizadas" las revistas más jóvenes y 2° que incluye publicaciones seriadas por su relevancia en la investigación reciente.

C

o m en ta r io

H ist o r io g r á f ic o

Tipos de docum entos y difusión de la investigación La importancia relativa de las diversas publicaciones en la muestra queda reflejada en el cuadro 1.

TIPO DE DOCUMENTO

INICIO

TOTAL

AUTOCITAS

FINAL

DE CITAS

DE AUTOR

Revistas y Series M onográficas

1771-1995

19842 (59%) 2 1 0 7 (1 0 ,6 1 )

Monografías

1513-1993

9501 (28%)

671 (7%)

Congresos

1908-1993

3268 (10%)

551 (17%)

Tesis

1955-1994

380(1% )

121 (32%)

Memorias de Licenciatura

1959-1994

252 (075% )

106(42% )

Informes

1912-1992

42(0,1% )

11 (26%)

Otros

1639-1993

191 (0,6%)

22(12% )

Cuadro 1

Las "Revistas y Series monográficas" y las "Monografías", por su importancia en la muestra y por la antigüedad de sus citas, se estudian por décadas durante los siglos XIX y X X . Para saber si las citas anteriores a las primeras (5 del siglo XVIII) y a las segundas (14 del siglo XVI, 22 del XVII y 55 del XVIII) son indicativas del desarrollo de la investigación arqueológica, sería necesario pasar de la cita al tipo de docum ento a la identificación de los títulos, ya que en las revistas presentes en la

de l'lnstitut d'Estudis Catalans. Barcelona. 126, Lucentum. Alicante. 126, HuelvaArqueológica. Huelva. W 2,-; Boletín de la Asociación Española de Amigos de la Arqueología Madrid. 121,-;AnuarioArqueológico de Andalucía. Sevilla. 1 1 1 ,-; Memorias de los Museos Arqueológicos Provinciales Madrid. 103, -.

698

EL ANÁLISIS BIBLIOMÉTRICO COMO APORTACIÓN ..

muestra figuran artículos de Arte e Historia Medieval y Moderna. En cualquier caso, algunas de las citas más antiguas se relacionan con el anticuarismo del que una parte de la arqueología arranca. Otras se corresponden con el manejo de documentos históricos con información local y regional, como el catastro del Marqués de la Ensenada, habitual en los últimos años desde la Arqueología Espacial y del Paisaje. Hasta la década de los 40 del siglo pasado, a pesar de los altibajos en las citas, que relacionamos con la inestabilidad política, los valores son siempre superiores a los de inicios del siglo. Esto coincide con la aparición de citas a revistas en la década de los 30. Sin embargo, el volumen de citas por décadas a ambos tipos de documentos es diferente. Las "monografías", consiguientemente a la primera institucionalizaciónde la Arqueología, tienen un crecimiento sostenido hasta la segunda década del siglo XX. La evolución de las citas a "Revistas y Series monográficas" se corresponde con la de las primeras en este siglo. Hasta los años 50 las citas se duplican prácticamente de una fase a la siguiente. La única excepción se debe a la Guerra Civil. La década de los 70 marca un cambio importante en el volumen de citas, ya que más de la mitad del total se concentra desde entonces. La importancia de este periodo en el conjunto de la muestra expresa el enorme desarrollo de la investigación arqueológica durante el mismo. El diferente comportamiento de los dos tipos de documentos durante los siglos XIX y X X está en relación con las pautas de difusión científica y no con la estructura de la muestra. Así, en el siglo XIX, las monografías tienen el papel predominante que corresponde, en el XX, a las revistas. Ahora bien, en este siglo, los determinantes de la producción editorial son análogos para unas y otras. Los "Congresos", "Informes" y "Otros" están presentes a lo largo del siglo XX. La mayor proporción de citas de los primeros se debe a que, generalmente, son los únicos publicados. "Tesis" y "Memorias de licenciatura" aparecen a mediados de los 50 con creciente importancia desde entonces en relación con la consolidación de la enseñanza universitaria y las disposiciones legales correspondientes (Ruiz Zapatero, 1993:48). Tratándose de documentos inéditos, los altos valores de autocitas de autor (cuadro 1) sugieren una utilización restringida fundamentalmente a los equipos de investigación donde se generan.

D

ist r ib u c ió n t er r ito r ia l d e las c ita s

La distribución territorial de las revistas definida por su lugar de publi­ cación y el total de citas que reciben puede ser ilustrativa del desarrollo regional de la

699

Ángel L. Rodríguez Alcalde et ai

investigación arqueológica. Ese desarrollo se estudia a partir de la relación completa de revistas por comunidad autónoma y del papel de las capitales de provincia en la edición. Si además del lugar de publicación precisamos la revista fuente de las citas (la muestra), podemos plantear las relaciones entre los investigadores de las distintas comunidades autónomas. Para valorar la vigencia temporal de los resultados obtenidos se han comparado las treinta primeras publicaciones que figuran en la clasificación total de revistas (ver nota 3), las cuales representan el 63% de las citas, con las de los años 1986,1990,1992 y 1993. El resultado confirma la representati vidad de la primera: 18 publicaciones aparecen todos esos años, 4 en tres, 4 en dos y 4 sólo en uno. Las comunidades autónomas que tienen más publicaciones son Cataluña y Madrid, la primera por el desarrollo de la investigación arqueológica en las cuatro provincias catalanas desde principios de siglo y la segunda por la concentración en la capital de las instituciones estatales de investigación y de gestión de la arqueología junto a las universidades con mayor peso. Además, la importancia de sus publicaciones no se puede explicar por el desarrollo de la investigación arqueológica en la propia región. No existe una relación directa entre la extensión de la comunidad autónoma y el número de publicaciones. Sirva como ejemplo la semejanza en el volumen de revistas de CastillaLa Mancha y la Región de Murcia. Las publicaciones se concentran en las capitales de provincia, sedes de los centros de investigación y los organismos de gestión. La excepción la constituyen Cataluña, la Comunidad Valenciana y Baleares donde la comarcalización es muy importante: una media del 39% de las publicaciones se edita fuera de las capitales. A partir del número total de citas por comunidad autónoma se han establecido las tres comunidades más citadas en cada caso. Madrid es la única comunidad autónoma siempre citada. Además, recibe el mayor número de citas en todos los casos m enos en Cataluña, Comunidad Valenciana y País Vasco, donde ocupa el segundo lugar tras la respectiva comunidad autónoma. En las dos primeras, en el tercer lugar está la comunidad de su ámbito lingüístico y en el País Vasco, Navarra. En las restantes el segundo lugar se corresponde con la propia comunidad. Otras se citan por tres de ellas (Andalucía, Castilla-León y Cataluña) y la Comunidad Valenciana por dos. Hay comunidades que no se citan. Ahora bien, esto no significa necesariamente que las citas a una com u­ nidad autónoma desde una revista concreta de fuera de ella expresen un interés de sus autores por esa comunidad. Para precisar este aspecto, en cada publicación de la muestra (salvo el Boletín. M useo de Zaragoza) se han estudiado las revistas con 10 o

700

EL ANÁLISIS BIBLIOMÉTRICO COMO APORTACIÓN ..

más citas agrupándolas por comunidades autónomas. Se han establecido tres catego­ rías para evaluar la amplitud del ámbito territorial de cada revista. Las revistas del cuadro 2 figuran en orden creciente:

L M Á S DE 10 C C AA

II. ENTR E 10 Y 6

ni. M ENO S

CCAA

DE 6

CCAA

- T.P.

- Cuad. Preh. Gr.

- Cypsela

- Zephyrus

- Caesaraugusta

- Empuñes

- BSAA

- Pyrenae

- APL

- QUAD. PREH. CAST

- SAGVNTVM

- EAA

- AEspA - CuPAUAM -E A E - Munibe Cuadro 2. Comunidades Autónomas citadas por las revistas de la muestra.

En el grupo III se sitúan las revistas de las comunidades autónomas donde la comarcalización es más marcada: todas las catalanas y una de la Comunidad Valenciana. Por ejem plo, Cypsela sólo cita revistas catalanas y madrileñas (5%). En sus normas de publicación (volumen X, 1993:210)señalacom o ámbito territorial preferente "as comarcas gerundenses, Cataluña y regiones adyacentes".

Esta revista es un ejemplo extremo de

una tendencia general de las publicaciones arqueológicas en España: entre las revistas citadas la intensidad de citas decrece con la distancia a la región de publicación. En este contexto, la cita a revistas de fuera de la región se debería a que publican trabajos referidos a ella. Sirvan de ejemplo, EAE, N AH para el conjunto de las revistas y series monográficas y E m p u ñ e s para los Cuad. Preh. Gr. Esa tendencia queda reforzada cuantificando la importancia relativa de las citas a la propia comunidad autónoma. En el cuadro 3, las revistas figuran en orden creciente de citas. Sólo C aesaraugusta (27%) y Z ephyrus (38%) tienen un carácter general. Madrid, por su especificidad, será objeto de un comentario aparte. Si las revistas de Madrid no reflejan la investigación regional sino la del conjunto de España, las citas a las publicaciones de las demás comunidades autónomas

701

Ángel L. Rodríguez Alcalde et al.

serian indicativas del desarrollo de la investigación arqueológica en cada una de ellas. Todas las revistas madrileñas de la muestra citan, entre las tres primeras, revistas de Castilla-León y Cataluña, dos de laComunidad Valenciana y las otras dos de Andalucía. La línea editorial puede determinar el orden en que las comunidades están representadas. En el caso de las revistas de Prehistoria (TP y CuPAU AM ) el orden de citas es Castilla-León, Andalucía y Cataluña. La frecuencia de citas a revistas de la primera puede deberse a los estudios sobre el arte prehistórico de la mitad septentrional de la Península Ibérica emprendidos por investigadores vinculados a las universidades de Salamanca y Valladolid. En cambio, AEspA cita Cataluña, Comunidad Valenciana y Castilla-León quizá por la importancia del mundo protohistórico en la fachada mediterránea. Sería necesario un estudio específico de cada revista para contrastar estas propuestas (Salvatierra, 1990; Rodríguez et al., 1993: 20-22; Rovira,1994).

C o n c l u s io n e s Los trabajos bibliométricos aplicados a las Humanidades en España deben potenciarse no sólo para distintos procesos de evaluación sino para profundizar en el conocim iento científico de las materias a las que se refieren. En el caso de la Arqueología y Prehistoria españolas la falta de normalización que observan autores y editores dificulta los estudios de citas. Este hecho, junto al incumplimiento casi sistemático de la periodicidad de las revistas, influye también en su difusión nacional e internacional. Confiam os que esta comunicación sirva de llamada de atención sobre la urgente necesidad de superar este grave problema. En la investigación cuyos resultados hemos presentado existe una correlación m anifiesta entre la opinión de los expertos y el ranking de revistas obtenido por la cuantificación de las citas que reciben. Ello justifica la utilización de este últim o parámetro en estudios de calidad y pone de m anifiesto lo infundado de las reticencias que algunos investigadores del ámbito de las Humanidades y las Ciencias S ociales todavía mantienen respecto a la bibliometría com o forma de evaluación de la producción científica. Un primer resultado de esta investigación es la necesidad de matizar el supuesto de que las citas de publicaciones en Humanidades tienen mayor pervivencia que las de Ciencia y Tecnología. Las analizadas aquí reflejan la actualización de las mismas. En todos los tipos de documentos no sólo el mayor volumen de citas se corresponde con las dos últimas décadas, sino que éste supone más de la mitad del total.

702

EL ANÁLISIS BIBLIOMÉTRICO COMO APORTACIÓN ..

Los arqueólogos españoles manejan, fundamentalmente, publicaciones editadas en España, las citas extranjeras nunca superan el 40% del total de referencias. Los 837 títulos diferentes citados dan la falsa impresión de una dispersión significativa de las publicaciones en Prehistoria y Arqueología. En realidad 324 sólo se citaron una vez y las 34 que aparecen en la nota 3 acumulan el 63% de las citas. Ahora bien aunque este núcleo de publicaciones baste para caracterizar la producción científica en estas disciplinas, el sesgo localista revelado por las citas sirve para reforzar las conclusiones de la distribución territorial de las revistas y sugiere aspectos interesantes de la sociología de la ciencia. La diversidad de revistas puede entenderse en relación con factores de política cultural general com o facilitar un vehículo de difusión a la investigación propia de las instituciones editoras. Esto implica, simultáneamente, unas ciertas dificultades de publicación para los autores que no pertenecen a esas instituciones. Una alternativa ha sido la creación de revistas de ámbito restringido o la publicación en revistas de estudios locales. Otro factor de crecimiento es el papel que juegan en el acrecentamiento de bibliotecas por intercambios. Alguno de los aspectos negativos de este panorama editorial se refieren a la dificultad de contar tanto con un conocimiento exhaustivo de todas las publicaciones com o con la financiación e infraestructura necesarias para su adquisición y gestión. Estos aspectos ponen de relieve la extraordinaria importancia de las bases de datos para la investigación. Pero el rasgo más preocupante que hemos observado es de carácter metodológico. El localismo expresa una orientación descriptiva en la investigación arqueológica que reduce las posibilidades de generalización, de elaboración de síntesis y de reflexión teórica. Además, las interpretaciones del pasado tienen com o referencia unidades administrativas actuales com o municipios, provincias, comarcas, siendo este un rasgo común a todas las publicaciones con independencia de su lugar de edición. El problema no es que se delimite de esta manera la zona de estudio, sino que este sesgo actualista condicione la propia conceptualización del problema histórico en Prehistoria y Arqueología. Las unidades administrativas actuales se proyectan al pasado com o si hubieran existido desde siempre, y se estudian manejando una documentación preferentemente local. Esta falla metodológica conlleva el riesgo de caer en un provincianismo y autonomismo a ultranza por desconocimiento y aislamiento que puede facilitar interesadas tergiversaciones del pasado. El análisis bibliométrico facilita datos explícitos y comparables para evaluar estos problemas.

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Ángel L. Rodríguez Alcalde et al.

B ibliografía FERREIRO ALÁEZ, L„ 1993 Bibliomelría. (Análisis bivariante). EYPASA. Madrid. REMESAL,J.;GONZÁLEZ,E.;MARTÍNEZ,F.J.;MUÑOZ,M*J.¡OREJAS, A ;RIBAGORDA, M. y UTASÁ, C., 1991 "La presencia de la Historiografía sobre Historia Antigua Española en algunas revistas extranjeras". En J. Arce y R. Olmos (coords.): Historiografía de la Arqueología y de la Historia Antigua en España (siglos XVHI-XX): 219-225. Ministerio de Cultura. Madrid. RODRÍGUEZ ALCALDE, A.; SAN MILLÁN BUJANDA, M.J.; SÁNCHEZ N1STAL, J.M.; CHAPA BRUNET, T.; MARTÍNEZ NAVARRETE, M.l. y RUIZ ZAPATERO, G., 1993 "Análisis bibliométricode Trabajos de Prehistoria'. Un chequeo a la Prehistoria española de las tres últimas décadas". Trabajos de Prehistoria, 50: 11-37. ROV1RA LLORÉNS, S., 1994 "Estudio bibliométrico del Boletín de la Asociación Española de Amigos de la Arqueo­ logía". Boletín de la Asociación Española de Amigos de la Arqueología, 34: 57-64. RUIZ ZAPATERO, G„ 1993 "La organización de la Arqueología en España". En M.l. Martínez Navarrete (coord.): Teoría y práctica de la Prehistoria: perspectivas desde los extremos de Europa: 45-73. Universidad de Cantabria, CS1C. Santander. SALES HEREDIA, P„ GARCÍA MARÍN, A. y ROMÁN ROMÁN, A., 1995 "Las revistas científicas, transmisoras del conocimiento. Una metodología de evalua­ ción". Ponencia en ECONSID’95. II Encuentro de organización del conocimiento en sistemas documentales y de información. Madrid, noviembre de 1995. Ponencia no publicada. SALVATIERRA CUENCA, V., 1990 Cien años de Arqueología Medieval. Perspectivas desde la periferia: Jaén. Universidad de Granada. Granada. SÁNCHEZ N1STAL, J.M. (e.p.), 1995 "La geografía española a través de sus revistas. Una aproximación bibliométrica". Estudios Geográficos. V1LLAGRÁ RUBIO, A., 1992 "Scientific Production of spanish universities in the fields of Social Sciences and Language". Scientometrics, 24: 3-19.

704

La A

r q u e o l o g ía e s p a ñ o l a e n

Á

f r ic a

Víctor M. Fernández Martínez (*)

1 . In t r o d u c c ió n L a actividad arqueológica española en África se puede clasificar en tres apartados: la practicada durante la etapa colonial en los territorios ocupados por nuestro país, que se cierra con la independencia del último de ellos, Sáhara Occidental (Río de Oro) en 1975, y a la que dedicaremos la mayor parte de este trabajo, seguida por la participación en la campaña internacional de Salvamento de Nubia por la construcción de la Gran Presa de Assuán durante los años sesenta, y por último la formada por los equipos arqueológicos que en la actualidad llevan cabo sus trabajos en Marruecos, Egipto, Sudán, Zaire y Kenia/Tanzania. Las tres colonias españolas en África fueron Guinea Ecuatorial, el Sáhara Español y el Protectorado de Marruecos. Guinea Ecuatorial, compuesta por la isla de Bioko (ex Fernando Póo) y la parte continental Mbini (ex Río Muni), fue colonia desde 1778 hasta 1968, aunque la segunda región sólo fue controlada desde 1923 y la labor arqueológica se realizó principalmente desde los años cincuenta hasta la independencia. El Sáhara Español, hoy Sáhara Occidental con la mayor parte de su territorio ocupada por Marruecos, fue reclamado desde fines del siglo pasado y anexionado, siempre de forma relativa, desde 1937 hasta la independencia en 1975; los trabajos arqueológicos se llevaron a cabo desde inicios de siglo hasta esa última fecha. El Protectorado de Marruecos, que comprendía la parte más septentrional de esta nación entre Larache en el Atlántico y Melilla en el Mediterráneo, junto a dos pequeñas zonas costeras al suroeste en Ifni y Tarfaya, perteneció a España en su extensión máxima desde 1912 hasta la independencia en 1956; las excavaciones y prospecciones arqueológicas fueron relativamente intensas en esta región, en especial tras la pacificación del Rifen 1926 y después de la Guerra Civil española.

2 . La

l a b o r c ultu r al e s p a ñ o l a s o b r e la s c o l o n ia s a f r ic a n a s

A finales del siglo pasado com enzó el interés científico español hacia las colonias, por parte de la Real Sociedad Española de Historia Natural (RSEHN, fundada

(*)

Departamento de Prehistoria. Facultad de Geografía e Historia. Universidad Complutense.

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Víctor M. Fernández Martínez

en 1 8 7 1 ), la Real Sociedad Geográfica ( 1876), la Asociación Española para la Explo­ ración de África ( 1877) -filial de la fundada en Bruselas por Leopoldo II-, o la Sociedad Española de Africanistas y Colonistas (luego Sociedad de Geografía Comercial), fundada en 1883 por impulso de Joaquín Costa, quien defendía nuestra labor civiliza­ dora e industrial en el norte de África como justa devolución del esplendor islámico recibido durante la Edad Media. En todos los casos la idea fundamental era no quedar atrás de los pasos emprendidos por otras naciones europeas, pues ya en 1896 se quejaba Francisco de las Barras de que "casi lodo lo que conocemos de nuestras posesiones se debe a los exploradores y naiuralisias extranjeros" (Cordero, 1949; García, 1966; Martínez, 1992).

De acuerdo con el espíritu anterior, y también misión histórica, de nuestros destinos étnicos y geográficos", COIllO

"en cumplimiento de nuestra

dijo Montero

RÍOS

en 1904, se

llevaron a cabo unbuen número de expediciones científicas, como las organizadas por la com isión del Noroeste de África de la RSEHN entre 1905 y 1934, con la participación de Manuel Martínez de la Escalera, Lucas Fernández. Navarro, Juan Dantín Cereceda, Constancio Bernaldo de Quirós, Ángel Cabrera, etc. que, sin olvidar sus intereses com erciales (en general frustrados), recogían datos geológicos, botánicos, zoológicos o etnológicos. También de la exploración del Sáhara Español por Francisco Hernández Pacheco y Manuel Alia Medina en 1942 y 1945 surgió el primer estudio geológico moderno de la zona y a la vez la futura explotación industrial de los fosfatos de Bu-Cráa (Martínez, 1992). Pero fue en los primeros tiempos del franquismo, y últimos de las colonias, cuando se consiguieron los mayores logros de nuestra actividad cultural en África. Este hecho se ha explicado por la necesidad por parte del régimen franquista de compensar su aislam iento internacional, intentando afianzar un prestigio de "potencia colonial" para este sistema político cuyo origen militar, por otro lado, se había gestado al otro lado del estrecho (Morales, 1986). De esta etapa hay que resaltar la creación del Instituto de Estudios Africanos en el C.S.I.C., que desde 1947 y hasta 1966 publicó la revista semestral A rch ivo s del I.D.E.A. (con un 20 % de artículos dedicados a antropo­ logía y arqueología), además de cerca de 3 0 0 volúmenes monográficos sobre folklore, lingüística, geografía, política, agricultura, biología, sanidad, arte, etc. Interesantes para nosotros son los artículos sobre arqueología publicados por Pericot, Tarradell, Jordá, García y Bellido, A lcobé, etc., la monografía de Almagro (1 9 4 6 ), todavía hoy la única referencia global sobre el Sáhara Occidental, y el M anual de P rehistoria A fricana de Pericot y Tarradell (1 9 6 2 ), con un estado de la cuestión muy actualizado para la época y que mereció una mejor difusión. El mismo Pericot había publicado en 1953 un primer

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LA ARQUEOLOGIA ESPAÑOLA EN ÁFRICA

tomo de Historia de Marruecos dedicado al Paleolítico y Epipaleolítico; un segundo tomo anunciado de Almagro, referido al arte rupestre y Neolítico, no llegó a aparecer. Otras publicaciones periódicas fueron los Cuadernos Africanos y O rien­ tales, editados por el Instituto de Estudios Políticos desde 1946, la revista de di vulgación África de 1942 (antes R evista de Tropas Coloniales desde 1929) a 1978, y sobre todo la muy interesante Tam uda, que tuvo una corta vida en Tetuán desde 1953 hasta 1959 (luego se fundió con la más antigua, Hesperis, publicada desde 1921 en lengua francesa), donde vieron la luz obras literarias y diversos estudios marroquíes, entre ellos los de Tarradell y Carlos Posac sobre arqueología. A este tema se dedicaron también algunas monografías auspiciadas por el Protectorado y luego la Alta Comisaría de España en Marruecos, junto con el Instituto General Franco para la Investigación Hispano-Marroquí, sobre las excavaciones españolas, dirigidas por Pelayo Quintero, Miquel Tarradell, C ecilio Jiménez y César Morán, en los yacimientos púnico-romanos de Tamuda y Lixus; de Montalbán en los restos romanos de Ad Mercuri y Tabernae sobre la costa atlántica; de Morán sobre yacimientos paleolíticos, y otros volúmenes de temas históricos. En relación a nuestra actividad arqueológica africana resulta asimismo de interés la participación de prehistoriadores españoles en los Congresos Panafricanos de Prehistoria desde su inicio en 1947. El único asistente asiduo español fue Luis Pericot, a veces acompañado por Santiago Alcobé o Luis D iego Cuscoy, y de ellos daba entusiasta cuenta, habitualmente glosando la relación del Paleolítico español con el africano, en conferencias que luego se transcribían en los Archivos del l.D .E.A. o en resúmenes publicados en las revistas Zephyrus y A m purias (ver Pericot, 1966). Uno de estos congresos, el quinto, se celebró en Santa Cruz de Tenerife en 1963, con asistencia de la práctica total idad de los prehistoriadores pioneros del continente, y sus actas fueron editadas por L. D iego (1965, 1966). De las 46 comunicaciones publicadas, 15 estaban firmadas por investigadores españoles, pero todas, con la excepción de la de Tarradell sobre el N eolítico nortcafricano, trataban de temas canarios cuando no peninsulares de manera forzada. Esta visión de la arqueología africanaen función de la española era ya evidente desde algún tiempo antes, como por ejemplo en el título de un artículo de Martínez Santa-Olalla de 1943 ("Los andaluces en Marruecos durante el Neolítico") o, de forma más significativa, cuando en el I Congreso Arqueológico del Marruecos Español celebrado en Tetuán en 1953, organizado y publicado por M. Tarradell al año siguiente, una gran mayoría de los trabajos presentados abordaban temas en relación con la península, generalmente aprovechando que muchas culturas arqueológicas se habían

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Víctor M. Fernández Martínez

desarrollado o presentaban restos a ambos lados del Estrecho (campaniforme, púnico, las supuestas relaciones en el Paleolítico, etc.), siendo los estudios específicam ente nortcafricanos tratados casi exclusivamente por los participantes franceses. Pero lo que indicaba el Congreso Panafricano de Tenerife, a inicios de los años sesenta, era algo peor que eso: al igual que los administradores y los militares, la arqueología española comenzaba el proceso de retirada de las antiguas colonias tras la independencia. Las revistas y series se interrumpieron, y los yacimientos se abandona­ ron (a pesar de que en Marruecos los trabajos fueron continuados por franceses: Euzenat y Ponsich en las ciudades púnico-romanas, Jodin en las cuevas neolíticas; las circuns­ tancias de la descolonización y la conflictiva relación hispano-niarroquí también contribuyeron a la brusca interrupción de la presencia española, v. Cordero, 1967). Aunque esta innecesaria retirada pudo haber estado relacionada con la entonces reciente revisión de las viejas teorías que situaban el origen de muchas de nuestras culturas en Africa, a causa de ese "hispanocentrismo" que acabamos de ver, o ser provocada por la escasa implantación institucional y académica de la arqueología española de esa época, para buscar una explicación más general debemos recordar que el mismo fenómeno ocurrió con todas las demás ciencias que buscaban sus datos también al otro lado del estrecho, y que coincidió con el inicio de un desinterés general por todo lo africano en nuestro país, que dura hasta la actualidad. Ese desinterés afectó incluso al mismo proceso descolonizador (la forma en que se ced ió el Sáhara es significativa al respecto), y en ocasiones se ha señalado su causa inicial en el régimen franquista, que ocultaba los conflictos y mantenía una especie de "secreto militar" en todo lo concerniente a las colonias. Por otra parte, si comparamos nuestro colonialism o con el portugués, se aprecia que aunque ambos compartieron el mismo carácter ideológico y escasam ente económ ico que los diferenciaba d e otras naciones europeas (un colonialism o "de subsistencia"), a diferencia de Portugal, donde las colonias africanas fueron un elem ento aglutinador de la identidad nacional, nuestras “posesiones”, sobre todo Marruecos, fueron desde el com ienzo un m otivo de tensiones y guerras, algunas de ellas muy sangrientas (Torre, 1992). Este carácter militar, que desde el siglo XIX aparece en casi todas las representaciones artísticas sobre África (pintura, literatura), escasam ente unido al orientalism o romántico tan común en otros países europeos, y que muestra su más sucia cara en las n ovelas de Arturo Barea {La fo r ja de un rebelde) o J. Díaz Fernández (E l blocao), junto con la identificación tardía de las colonias con la sublevación y dictadura franquistas, tal vez pueda considerarse la causa principal de la posterior

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LA ARQUEOLOGIA ESPAÑOLA EN ÁFRICA

abdicación por parte de E spaña de la "responsabilidad post-colonial" hacia sus antiguos adm inistrados.

3 . I_A INVESTIGACIÓN ARQUEOLÓGICA DURANTE LA ÉPOCA COLONIAL

En G uinea Ecuatorial, y tras m encionar únicam ente los primeros trabajos en los años cuarenta de M artínez Santa-Olalla, publicados de forma sum aria (1947), y otros del antropólogo A ugusto Panyella, de Arm ando Ligero y luego los estudios de los chim pancés de la zona por el ctólogo Jordi Sabater, es preciso recalcar la obra de dos m isioneros claretianos, Ramón Perramón y sobre todo A m ador M artín del M olino. El prim ero realizó una prospección de superficie en Río Muni (M bini), recogiendo m ateria­ les arqueológicos pertenecientes sobre todo al Neolítico (pulidores y hachas pulim enta­ das), la Edad del Hierro Reciente (datación confirm ada por carb o n o -14, siglo XIV d.C., en las excavaciones posteriores en sitios relacionados por Bernard Clist, 1987), con algunos ejem plos de arte rupestre esquemático, y del contacto europeo (fragm entos de pipas de arcilla) (Perram ón, 1968). Martín del Molino, que trabajó fundam entalm ente com o antropólogo especializándose en la religión de los bubi, llevó a cabo una intensa prospección en Fem ando Póo (Bioko) localizando 87 yacim ientos, excavando en varios de ellos y estudiando la estratigrafía de otros abiertos por obras m ilitares y civiles, o aprovechando la erosión m arina de los situados en las playas de la isla (M artín del M olino, 1965, 1968). La secuencia cultural, no revisada desde entonces por la interrupción total de los trabajos arqueológicos tras la independencia, incluye algunos niveles sangoenses de la M iddle Stone Age (de datación dudosa, cf. Marel en Van Noten, 1982: 60) y la serie com pleta de la ocupación bantú con cinco fases cerámicas: Tim babé, que no cuenta con fechas radiocarbónicas y podría corresponder a los prim eros siglos de la era (aunque los estudios lingüísticos apuntan a un poblam iento bantú anterior), Carboneras (siglos VII-X d.C.), Bolaopí (XI-X III), Buelá (XIV-XVI) y Balom be que ya enlaza con la tradición bubi actual. Por la ausencia de hierro en la isla, Martín llamó neolíticas a estas culturas, aunque ya corresponden a la Edad del Hierro continental. De hecho, vasijas con rasgos idénticos a los del Carboneras Final han sido halladas en el continente asociadas con hierro y con una fecha próxim a a la de Bioko ( 1150 bp, yacim iento de Sabliéres en Lihreville, Gabón, verPeyrot y otros, 1990; Clist en Lanfranchi y Clist, 1991), aunque las abundantes hachas y azuelas pulim entadas registradas en la isla han sido com paradas a las del Neolítico leopoldiense, según la antigua denominación de Colette, en el Bajo Zaire, fechado hacia 200 a.C. (M aret, 1975).

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También fue un sacerdote, Norberto Font i Sagué, el primer investigador de la arqueología del Sáhara Español (Río de Oro), pues en una fecha tan temprana como 1902 llevó a cabo una prospección naturalista de la zona descubriendo varios concheros neolíticos, que publicó someramente en el B oletín de la R SE H N el mismo año (ver nota histórica sobre Font por E. Ripoll en el Congreso de Tetuán antes citado, donde se indica la conservación de algunos de sus materiales en el Museo de Barcelona). Posteriormente se detectan trabajos aislados de Waterlot y Baumgártel, además de un hijo del Conde de la Vega del Sella, Ricardo Duque, que aprovechó su deportación al Sáhara por el intento de sublevación de Sanjurjo contra la República en 1931 para recoger algunos materiales destinados luego al M useo de Ciencias Naturales de Madrid. A inicios de los años cuarenta se realizaron las "Expediciones Paletnológicas" de Martínez Santa-Olalla, quien publicó unas someras referencias en A tlantis y otras revistas, junto a un curioso libro con 235 fotografías de arte rupestre, túmulos pre-islámicos y materiales cerámicos y líticos (1944), cuyos pies de mera indicación geográfica debían ser ampliados en un supuesto primer volumen que nunca vio la luz. El mejor estudio sobre la prehistoria del Sáhara fue realizado por Martín Almagro Basch tras su trabajo de campo en 1944. En el libro (Almagro, 1946), dedicado al

"ejército español de África, mantenedor del espíritu heroico, civilizador y misionero de España",

se

expone un amplio resumen de la prehistoria magrebí y sahariana, muy actualizado para la época aunque con los inconvenientes de la misma (p.ej. las facies culturales hoy rechazadas, com o el entonces ubicuo Esbaikiense; por otro lado, Almagro evita pronunciarse sobre la revisión entonces muy avanzada de la cronología del Iberomauritano y Capsiense), seguido de los resultados de su prospección de superficie, con cerca de cien yacimientos arqueológicos desde el Paleolítico Inferior al N eolítico. Estos últimos son los más abundantes y casi siempre se clasifican en el N eolítico de Tradición Capsiense o en un im preciso "Neolítico Sahariano" no claramente diferenciado del anterior (en principio debería presentar más cerámica, pero no es el caso), siendo su adscripción actual difícil por tratarse de escasos materiales de superficie y haberse publ icado parcialmente, si bien es probable la existencia de una fase pre-pastoral al igual que en el resto del Sáhara (aunque la cerámica de decoración impresa pivotante,Rocker, típica de estafase, aparece significativamente en el sitio más interior registrado, Tararat, cerca de la frontera con Mauritania). Los trabajos más recientes de Charon y otros (1973) en la región sur-marroquí del Cabo Juby,y de B ayley Vialou (1979) en la costa marroquí y con materiales de la antigua colonia, han recalcado la influencia mediterránea en algunos yacimientos costeros (cerámica cardial) y la atribución tal vez pre-neolítica, de

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LA ARQUEOLOGIA ESPAÑOLA EN ÁFRICA

tipo epipaleolítico (con industria laminar y sin cerámica), de otros, además de la abundancia de concheros. A lo anterior, y antes del recuento fi nal de varios monumentos funerarios pre-islám icos, sigue en el libro de Almagro la descripción detallada de unas 21 estaciones de arte rupestre, en cuyo análisis sigue la clasificación reciente de Monod para Mauritania aunque negando la existencia de una fase antigua bubalina, con grandes figuras de animales salvajes, en la región, cuyas obras, en su práctica totalidad grabados, dividió en dos únicos períodos, "bovino" y "equinocamélido". Un estudio de mayor envergadura sobre el arte rupestre del Sáhara Occidental fue realizado por Rodrigo de Balbín en tres campañas de prospección al inicio de los años setenta, presentándose como tesis doctoral de la Universidad Complutense en 1975. Con el apoyo de fotografías de calidad y calcos directos, se analizaron unos 19 grandes conjuntos, clasificados según la secuencia clásica, ya entonces completa, de Monod y Lhote (Bubaliense-Bovidiense-Equidiense-Cameliense), añadiéndose a las fases de Almagro la bubaliense con el estilo tardío de Tazina definido por H. Lhote en 1970; algunos aspectos hoy superados en la interpretación se aprecian en la comparación de los petroglifos esquemáticos de las fases finales con los del Bronce Atlántico europeo. Por desgracia, y tal vez también por esa mala fortuna, o más bien desinterés oficial com o antes vimos, que parece afectar a las investigaciones españolas en Africa, del conjunto del trabajo apenas se publicó un pequeño resumen sin ilustraciones (Balbín, 1975). Otros trabajos sobre el arte sahariano fueron los de N ow ak y Ortner (1975), con buen aparato gráfico pero escaso análisis, y el resultado de una amplia prospección realizada por M. Pellicer y P. Acosta (1972, 1973-74). Aspectos más parciales sobre la región fueron tratados también por el mismo Martín Almagro, Bernardo Sáez, M.A. García Guinea, J. Mateu y J. González Fernández en diversos artículos. D e acuerdo con los recientes trabajos de síntesis de Alfred M uzzolini (p.ej. 1988, 1995), la inmensa mayoría de los grabados del antiguo Río de Oro, tal vez un 80 % en una apreciación subjetiva, corresponden, al igual que ocurre en las zonas adyacentes sur-marroquí y del Atlas sahariano, al estilo de Tazina, o Bubaliense esquem ático, fechado entre el III y I m ilenios a.C., con apenas unos pocos ejemplares dudosos del Bubaliense naturalista anterior (fase para este autor ya plenamente contemporánea de la neolitización pastoril del Sáhara, y por tanto del B ovidiense en otras zonas), y otros del posterior Equidiense-Cameliense que va desde poco antes del cambio de era hasta la islamización. Según M uzzolini, no tiene sentido hablar de B ovidiense fuera de los grandes macizos centrales, o incluso del estilo clásico del

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Tassili, aunque se representen bóvidos (lo que ocurre en todos los estilos y épocas), y esto parece claro en nuestra opinión: nada tienen que ver los toscos bueyes grabados del Río de Oro con las espléndidas pinturas tassilienses descubiertas y sobre todo divulga­ das por Henri Lhote. La arqueología española en Marruecos antes de la Guerra Civil se iniciacon algunos cortos artículos, que más bien resumían investigaciones francesas (A. Blázquez en 1913, L. Sireten 1924, A. Ghirelli en 1932), y una pequeña prospección paleolítica de Hugo Obennaier en las terrazas del río Martín en 1928. En 1921 se iniciaron las excavaciones en las ciudades romanas de Tamuda, cerca de Tetuán, y Lixus, junto a Larache, por obra de César Luis de Montalbán en 1921 y de Manuel Gómez Moreno en 1922. Estos trabajos apenas se publicaron (los informes manuscritos de Montalbán, sobre éste y otros yacimientos, son

"inutilizables por inexactose imprecisos",

según Souville, en Padró

y otros 1993), y fueron hechos cuando "los arqueólogos tuvieron a veces que abandonar la herramienta y empuñar el fusil" por los disturbios de la Guerra del Rif, según se cuenta en el Congreso de Tetuán de 1953. En 1932 Montalbán comenzó la excavación del gran túmulo pre-islámico de Mezora, que luego retomaría Tarradell. Tras la conclusión de la Guerra Civil, en 1940 se amplió y trasladó a un edificio nuevo el Musco de Tetuán, instalándose también un Servicio de Arqueología, ambos dirigidos por Pelayo Quintero Atauri, que también volvió a excavar en Tamuda, hasta su fallecimiento en 1947, y luego por Miquel Tarradell desde 1948 hasta la independencia en 1956. A pesar de tan corto espacio de tiempo, la labor norteafricana de Tarradell fue de extraordinaria importancia y constituye un caso único en la arqueología colonial española, pudiendo compararse por sus logros con la de otros investigadores europeos asentados en África por la misma época. Plasmada en unas 60 publicaciones de tema africano, dicha labor abarcó desde el Paleolítico hasta la época romana en cuanto a la investigación, a lo que se une la modernización del Museo y Servicio Arqueológico de Tetuán o la organización del ya citado Congreso del Marruecos Español. Su investigación, con todo, estuvo especialmente orientada a las relaciones del Norte de África con la Península Ibérica, un sesgo hasta cierto punto lógico si tenemos en cuenta la gran proximidad geográfica y cultural de estas dos zonas, pero que nos ayuda también a explicar, además de lamentar, su posterior y paulatino abandono de los temas africanos desde su puesto en las cátedras de Valencia y luego Barcelona. De la labor de Tarradell destacan las prospecciones de la costa atlántica entre Tánger y Larache (yacimientos aterienses, epipaleolíticos, neolíticos), de las terrazas del río Martín con el geólogo J. Garriga Pujol (industrias de cantos trabajados

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LA ARQUEOLOGIA ESPAÑOLA EN ÁFRICA

y achelense), las excavaciones de Tamuda y Lixus, publicando las guías de los yacim ientos y resaltando la importancia de sus niveles púnicos (también excavó una necrópolis de esta época en el Cerro de San Lorenzo en M elilla) (Tarradell, 1960), la excavación del gran túmulo de Mezora, de época preislámica y saqueado ya desde la antigüedad (tal vez la imaginada "tumba de Anteo", el gigante que luchó contra Hércules, citada en la expedición de Sertorio por Plutarco y Estrabón), y sobre todo, por su gran interés para la Península Ibérica, las excavaciones de las cuevas de Gar Cahal y Caf Taht el Gar. En estas cuevas, cercanas a Ceuta y Tetuán, se registró por primera vez una secuencia estratigráfica completa desde el Epipaleolítico a la Edad del Bronce, apareciendo la cerámica campaniforme superpuesta directamente y en ocasiones mezclada a la cardial, junto con una industria lítica de marcado carácter local epipaleolítico sobre la que se impusieron las cerámicas citadas importadas desde el norte (Tarradell, 1947-48, 1958). Estos hallazgos demostraban por primera vez la existencia de influencias peninsulares prehistóricas en el norte de Africa (hasta entonces sólo se conocía la débil presencia campaniforne en Dar-es-Soltan sobre la costa atlántica), pero al mismo tiempo, por su m ism o débil y tardío carácter, servían para invertir definitivamente el sentido de las relaciones culturales durante el N eolítico, que desde principios de siglo y hasta entonces los principales autores (Siret, Bosch Gimpera, Santa-Olalla, Pericot, San Valero, etc.) habían colocado con origen en el Próxim o Oriente y llegando a la Península a través del norte de Africa. A sim ism o, las estratigrafías desveladas por Tarradell, que luego fueron reestudiadas por A. Gilm an (1976), fueron las primeras de tipo moderno útiles para esta época de la prehistoria peninsular, pocos años antes de los trabajos de Pellicer en La Carigüela, o de los d ecisivos resultados -para la idea de una difusión septentrional del N eolítico M editerráneo de las cerámicas impresas- de Bernabó Brea en Arene Candide. Un resultado parecido se produjo en las excavaciones protohistóricas de Tarradell, quien encontró muy pocos restos que recordaran la cultura ibérica (ver Santos, 1983, sobre el probable origen peninsular de la supuesta necrópolis ibérica de Orán), lodo lo cual le llevó a volver a la Península con el convencim iento de que las teorías que colocaban en África las claves de la Prehistoria hispánica eranfalsas (Tarradell 1965), atrevién­ dose a contradecir en esto a la mayoría de los prehistoriadores españoles de mayor edad y prestigio en su tiempo, como contó personalmente en el volumen de homenaje que m erecidam ente se le dedicó poco antes de su muerte (entrevista con E. A. Llobregat, en Padró y otros, 1993).

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Víctor M. Fernández Martínez

4.

D esde

la c a m p a ñ a d e

N ubia

a los a ñ o s noventa

Durante la década de los años sesenta se llevó a cabo la campaña internacional de Salvamento de Nubia, promovida por la UNESCO y en la que participaron un gran número de países europeos junto con otros americanos y africanos, con el fin de registrar y recuperar una parte de la enorme riqueza de restos arqueológicos que iban a ser cubiertos por las aguas del río Nilo en el gran embalse (cerca de 500 kilómetros de longitud) de la presa de Assuán construida por el gobierno egipcio. Aunque la UNESCO aconsejó la participación conjunta de España e Italia, por la escasa tradición egiptológica de nuestro país, la misión española, dirigida por Martín Almagro Basch, pronto consiguió una concesión independiente que abarcaba áreas y yacimientos situados a lo largo de unos 250 kilómetros de cauce, la mayor parte en territorio egipcio y unos pocos en Sudán. El gobierno de este último país donó al nuestro la mitad de los hallazgos y el egipcio la totalidad, en su gran mayoría conservados hoy en el M useo Arqueológico Nacional de Madrid, además de un templo completo de época meroítica antigua, situado originalmente en Debod y actualmente en el Parque del Oeste de Madrid. El hecho de esta importante cesión a España se puede considerar excepcional, teniendo en cuenta la competencia de otras naciones con una tradición investigadora mucho más antigua e importante en la zona (sólo se donaron otros tres templos, más pequeños y peor conservados, a Estados Unidos, R.F. de Alemania e Italia), y únicamente se puede explicar por las buenas relaciones diplomáticas con Egipto (en un momento de gran tensión internacional por el conflicto árabe-israelí) y por la constancia e inteligencia de las gestiones de Almagro y la Embajada de España en El Cairo (ver Pérez Díe, 1983 y Sáve-Sóderbergh, 1987 para una historia de la participación española y de la Campaña de Nubia en su conjunto). Otro mérito de la misión española, en la que desde 1960 a 1966 participaron Almagro, Pellicer, Ripoll, Presedo, García Guinea, J. López, Teixidor, Zozaya y Almagro-Gorbea entre otros, fue la rápida publicación de sus resultados (once volúm enes aparecidos entre 1963 y 1970) que contrasta con la lentitud, o incluso inexistencia, de publicaciones por parte de otras misiones. En estas memorias, que incluyen todo lo excavado con la excepción de dos pequeñas necrópolis del Grupo C en Arkín y los restos cristianos de Ad Donga, se recogen poblados, fortalezas, templos y necrópolis que abarcan toda la secuencia proto-histórica e histórica nubia desde el III m ilenio a.C. (Grupo C) a la época islámica. Únicamente es posible hoy objetar el carácter en ocasiones sumario y condensado de los informes, que en el caso de las

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LA ARQUEOLOGIA ESPAÑOLA EN ÁFRICA

grandes necrópolis meroíticas y del Grupo X o Post-meroítico (como Nag el Arab, con 1150enterramientos) se reducen a una tipología de las tumbas y dibujo de los principales materiales, habiéndose perdido la ocasión de realizar un trabajo de sedación que hubiese sido de inmenso valor para conocer la evolución cultural durante ese tiempo (siglos IV d.C.). Aunque esta ausencia de detalle pudo ser debida a la rapidez de la publicación, en nuestra opinión se aprecia también un desfase m etodológico entre los trabajos realizados en el propio país, sometidos a un cierto control académico, y los efectuados en naciones del Tercer Mundo, tanto en el período colonial com o después del mismo. Com o continuación de la campaña de Nubia se crearon dos nuevas m isiones en el valle del N ilo, importante área arqueológica donde trabajan numerosos equipos europeos y americanos y hasta entonces no abordada por la investigación española: la primera en Egipto desde 1966 y la segunda enSudán desde 1978. La misión egipcia se ha concentrado en el importante yacimiento de Heracleópolis Magna, junto a la moderna población de Ehnasya el Medina al norte del país y donde ya había excavado Flinders Petrie a comienzos de siglo, siendo dirigida primero por Almagro y Presedo y actualmente por Carmen Pérez Díe. Los trabajos en esta ciudad, que fue capital durante el I Período Intermedio (dinastías IX y X), se han centrado en varias necrópolis de esa época y del período tardío (dinastía XXII hasta la romanización), además de la topografía y protección del sitio. La concesión de Ehnasya representa hoy la posibilidad de continuidad y expansión de la Egiptología española, que se ha visto reforzada por la inauguración en 1993 del Instituto Español de Arqueología en El Cairo (ver Pérez Díe y otros, 1992, 1995). En Sudán los nuevos trabajos se reanudaron en 1978 al norte del país, pocos kilómetros al sur del final del lago Nasser (o de Nubia), dirigidos por Almagro Basch y centrados en varias necrópolis (yacimiento típico y muy abundante a todo lo largo del río, pues los restos de poblados apenas se han conservado por la intensa ocupación humana de la estrecha franja aluvial) de épocas Kerma, faraónica, meroítica, post-meroítica y cristiana. Los restos Kerma (fechados hacia 1750 a.C.) y meroíticos (siglos IV-I a.C.) han sido publicados (Fernández y otros, 1982; Fernández, 1984,1985; Trancho; 1987), siendo especialmente importantes los segundos por tratarse de la primera gran necrópolis excavada de época meroítica antigua y servir para definir la variación cultural y social durante la época de formación de esta importante cultura y reino nilóticos, que luego perdurarían hasta la cristianización a com ienzos de nuestra Edad Media. Posteriormente, a partir de 1989, la misión recomenzó sus trabajos en la zona central del país, con una concesión de prospección y excavación de sitios

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prehistóricos en la orilla oriental del N ilo Azul al sureste de Jartum. Hasta la fecha, los trabajos se han centrado en la prospección de un área de 50 kilómetros de cauce con una anchura hacia el interior hasta el com ienzo de la estepa de Butana, estableciendo la evolución de los m odelos de asentamiento desde la reocupación mesolítica del área (IX m ilenio bp) hasta la época meroítica, y en la excavación de los yacimientos importantes más antiguos (Fernández y otros, 1989, 1993). Terminaremos este sucinto recuento de los equipos actuales en África recordando la nueva misión en Marruecos, dirigida hasta su fallecimiento por Manuel Femández-Miranda y actualmente por Jorge Onrubia, que en los últimos años se ha propuesto reanudar la tradición investigadora de la época colonial, tras una larga interrupción, con la excavación de la ciudad púnico-romana de Lixus, revisando para ello los antiguos materiales depositados en el Museo de Tetuán, y abrir nuevos trabajos en yacimientos de las regiones de Tarfaya (Capsiense) y Tetuán (Ibero-mauritano, púnico), además de realizar prospecciones y un intento de aproximación etnoarqueológica en la región del Dráa al sur del Atlas. También citaremos la misión egiptológica de la Fundación Clos de Barcelona, que tras varias campañas de trabajo en el yacimiento egipcio de Oxirrinco bajo ladirección de Josep Padró, ha comenzado sus trabajos en Sudán, con Lluis Gonzálvez y Francesca Berenguer, en las inmediaciones de Jebel Barkal junto a la cuarta catarata al norte del país, donde recientemente ha descubierto una tumba piramidal inédita, tal vez de época napatea y carácter real, hecho afortunado y sorprendente teniendo en cuenta lo intenso de la investigación en esta área desde las excavaciones de Reisner a com ienzos de siglo. Por último, y tras únicamente referir la existencia de algunas prospecciones muy recientes de la Universidad de Tarragona en el Sáhara Occidental (en la zona controlada por el Frente Polisario), diremos que en la actualidad miembros y colaboradores del Departamento de Prehistoria de la Universidad Complutense han emprendido interesantes trabajos en regiones hasta ahora no abordadas por la investiga­ ción española, África Central y Oriental: Julio Mercader en la reserva Okapi junto a la selva Ituri en el noroeste de Zaire, en cuya prospección se han descubierto y sondeado varios yacimientos bajo abrigo, que van desde una fase pre-microlítica hasta la Edad del Hierro Reciente, en la cual parece definirse una nueva tradición regional, llamadaMakubasi (Mercader, 1995); y Manuel Domínguez Rodrigo en el área de Peninj junto al lago Natrón en el norte de Tanzania, que ha comenzado con una revisión crono-estratigráfica de los datos sobre los depósitos del Pleistoceno Inferior, y que como resultados más novedosos podría llevar la conocida mandíbula de Paranthropus boisei de este sitio a una fecha más antigua de lo que se creía, anterior a 1.6 millones de años (Domínguez, 1996).

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LA ARQUEOLOGIA ESPAÑOLA EN ÁFRICA

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LOS ESTUDIOS DE EGIPTOLOGIA EN ESPAÑA Y LA ASOCIACIÓN E spañola

de

E g ip t o l o g ía

Ma José López Grande (*)

Los

PRIMEROS PASOS DE LA EGIPTOLOGÍA ESPAÑOLA

L a labor de formular la historia de la Egiptología en nuestro país es sin duda una tarea ardua que, sin embargo, ya ha comenzado a realizarse (Martín Valentín, 1992-94: 173-195). Quizá la mayor dificultad para narrar esa historia sea la escasa presencia y participación de España en el proceso de formación de la Egiptología como disciplina científica, proceso que tuvo lugar a lo largo del siglo XIX. Aunque escasa, la presencia española existió como ya se ha indicado en algunos trabajos específicos (Martín Valentín, 1992-94:173-180 y la bibliografía citada en dicho trabajo), si bien no generó, com o sí ocurriera en otros países, una tradición cultural que culminara en la creación de cátedras universitarias específicas para el estudio de la escritura, la lengua y la cultura del antiguo Egipto y el establecimiento de los estudios egiptológicos al lado de otras disciplinas, hace ya al menos un siglo (Janssen, 1992). En España no fue así. Hubo interés en los temas del antiguo Egipto com o puede comprobarse en la actividad y en la producción científica de algunos estudiosos de finales del siglo XIX que tenemos consultada. En 1868, el académico D. Antonio Balbín de Unquera leyó ante la Academia Real Española de Arqueología y Geografía del Príncipe Alfonso, el discurso inaugural del años académico titulado "Arqueología Egipcia". En aquel solem ne acto D. Antonio Balbín de Unquera insistió una y otra vez en el estudio de las antigüedades egipcias para acceder, a través de ellas, al conocimiento de la cultura que las había generado (Balbín de Unquera, 1868: 7, 10). En 1873-74, D. Rodrigo Amador de los Ríos y D. Aníbal Alvarez, ambos pensionados por arquitectura en la Academia de Bellas Artes de Roma (Bru, 1971:138139), fueron los primeros españoles que exploraron los monumentos del Alto Egipto en medio de grandes privaciones, dados los escasos recursos de la Academia. D. Rodrigo Amador de los Ríos realizó como trabajo de segundo año, dentro de sus obligaciones de pensionado de la Academia, un estudio del templo de Luxor.

(*)

Depto. de Historia y Teoría del Arte. Universidad Autónoma de Madrid.

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M* José López Grande

Ese temprano interés por el antiguo Egipto quedó plasmado en la producción científica de otros estudiosos cuyas obras también vieron la luz antes de alcanzar el siglo XX . Es el caso de D. Manuel Sales y Ferré, D. M iguel Morayta o D. José Ramón Mélida, que se acercaron a los temas egiptológicos con la seriedad y la prudencia que la nueva disciplina reclamaba (Martín Valentín, 1992-94: 175). Hubo incluso un español, D. Eduardo Toda, que participó de forma directa en trabajos de campo e investigaciones llevadas a cabo en el propio País del Nilo. Su actividad egiptológica y su interés por la Egiptología llevó a este diplomático español que vivió algunos años en Egipto, a crear los llamados "Estudios Egiptológicos", serie de publicaciones que recogió hasta tres monografías del citado autor. La intención de D. Eduardo Toda era crear en España una escuela egiptológica, pero aquella iniciativa no pasó de ser un interesante propósito que lamentablemente no llegó a cristalizar (Martín Valentín, 1992-94: 176-179). En los comienzos del siglo XX se realizaron y publicaron en España algunos trabajos de Egiptología (Martín Valentín, 1992-94: 180-182), e incluso el prestigioso egiptólogo inglés, Howard Cárter, vino invitado a nuestro país para pronunciar diversas conferencias (Trello Espada, 1992-94: 215-220; Tutankhanión, 1995:4). Ya a mediados del siglo XX contamos con un español que es un verdadero especialista en escritura egipcia jeroglífica. Se trata del Padre D. Benito Celada Abad, Doctor en Teología por la Facultad de San Esteban de Salamaca, y en Egiptología por el P ontificio Istituto B íblico de Roma. Entre los años 1941-1945, el Padre Celada fue profesor de Historia y Arqueología de Oriente en la Universidad Complutense y más tarde llevó a cabo su labor investigadora y docente en el Consejo Superior de Investigaciones Científicas. A llí impartió clases de escritura egipcia jeroglífica éntrelos años 1965-69 y fue uno de los fundadores del Instituto Arias Montano desde donde intentó por todos los medios crear una buena biblioteca de Egiptología (Sen, 1991:3-4). Es lamentable que de la época docente de este gran egiptólogo uno de los rasgos más destacados sea el escaso número de alumnos que siguió sus clases. Tan escaso era en su época de profesor en la Universidad Complutense que el Padre Celada hubo de abandonar allí su tarea. De sus conocim ientos se beneficiaron algunos, muy pocos, pero de su experiencia y de sus enseñanzas no surgió la escuela de filología egipcia que hubiera cabido esperar. Estos primeros pasos de la Egiptología española constituyen un período que abarca desde finales del siglo XIX hasta la década de los años sesenta del siglo XX. Es una fase inicial en la que destaca sobre todo el esfuerzo individualizado de algunas

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personas y en el que las instituciones apenas participan. Los logros de esta primera etapa fueron escasos y se debieron sin duda al afán, el interés y la vocación egiptológica de algunos, muy pocos, españoles. Sin embargo, aquellos primeros pasos y aquellos primeros logros fueron suficientes y significativos para mantener viva en nuestro país la inquietud por la Egiptología.

1_A PARTICIPACIÓN ESPAÑOLA EN EL SALVAMENTO DE LOS TESOROS DE N

u b ia

A partir de la década de los años sesenta de nuestro siglo la presencia de España en el quehacer egiptológico ha sido más significativa. España participó en el salvamento de las riquezas arqueológicas de Nubia, región que abarcaba parte de los estados de Sudán y de la República árabe de Egipto (Pérez Die, 1983: 15-23) y que iba a quedar sumergida en las aguas del gran lago que originaría la construcción de la gran presa de Asuán (Abu Wafa, 1964: 40-41). Atendiendo a la campaña de salvam ento de los m onum entos de Nubia, inaugurada por la UN ESC O el 8 de marzo de 1960, en España se creó el Com ité Español para el salvam ento de los tesoros arqueológicos de Nubia. En él estaban representados los M inisterios de A suntos Exteriores y Educación N acional, el Patrimonio Artístico, la Com isión de Cooperación con la U N ESC O y otros organis­ m os culturales. La dirección técnica del citado com ité fue encom endada al Profesor D. Martín Almagro Basch, catedrático de la Universidad C om plutense que se m antuvo al frente del com ité durante toda la campaña (Pérez D ie, 1983: 17). A sí, a nivel institucional, la colaboración española para la campaña de salvam ento de las riquezas arqueológicas de Nubia se m aterializó en la aportación de una importante contribución financiera (Pérez D ie, 1983: 17) destinada a trabajos de cam po y al fondo econ óm ico internacional para el salvam ento de los tem plos de Abu Sim bel y F ilae (Vrioni, 1964: 6; Pérez D ie, 1983: 24-26), y en la actuación de equipos de arqueólogos españoles que se ocuparon de documentar importantes zonas de Nubia en Egipto y Sudán (Pérez D ie, 1983: 17-23; Martín Valentín, 1992-94: 184). El resultado de sus trabajos dio lugar a una importante serie de publicaciones titulada "Memorias de la M isión A rqueológica Española en Nubia (Egipto y Sudán)" que recogió un total de once mongrafías publicadas bajo la dirección del Profesor Dr. D. Martín Almagro Basch y de los M inisterios de Asuntos Exteriores y Educación y Cienca (Pérez D ie, 1983: 31).

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Las consecuencias de la participación de España en la campaña para el salvamento de Nubia fueron diversas. España recibió importantes compensaciones: objetos arqueológicos, el Templo de Debod y la concesión del yacimiento arqueológico de Heracleópolis Magna, en el Egipto Medio, así como permisos para realizar en él excavaciones arqueológicas (Pérez Die, 1983:26-29). Se concedieron algunas becas para realizar estudios de Egiptología en Francia y en Egipto y se dotó una plaza de conservador de antigüedades egipcias en el Museo Arqueológico Nacional de Madrid (Pérez Die, 1983: 30), plaza que fue ocupada por María del Carmen Pérez Die, actual directora de la citada institución. El interés por la Egiptología creció con aquellos acontecimientos, pero a su estudio se le siguió prestando escasa atención. La Egiptología no encontró lugar en nuestras universidades com o área de conocimiento y tampoco surgió una escuela de estudios egiptológicos a pesar de que cerca de un centenar de profesores y estudiantes españoles había participado en los trabajos de campo de la Nubia sudanesa y egipcia (Pérez Die, 1983:30). La situación a principios de la década de los ochenta no dejaba de ser curiosa: España tenía la concesión de un importante yacim iento arqueológico en Egipto, Heracleópolis Magna, en donde se habían realizado diferentes campañas de excavación entre 1966 y 1977 (Pérez D ie, 1983: 36-37). Los trabajos se reanudaban en 1984 bajo la dirección de María del Carmen Pérez Die. España contaba también con la importante colección de antigüedades egipcias del M useo Arqueológico Nacional de Madrid, así com o algunos objetos egipcios depositados en otras instituciones (Martín Valentín, 1992-94: 189). Se intentaba que las excavaciones en Heracleópolis Magna quedasen establecidas com o una actividad científica anual, actividad que sin duda iba a generar una importante cantidad de materiales que necesitarían el estudio de personas especializadas, al m enos familiarizadas con la cultura material del antiguo Egipto. Pero los estudios en temas de Egiptología seguían siendo inexistentes en nuestro país.

El

n acim iento d e la

A s o c ia c ió n E s p a ñ o l a

de

E g ipt o l o g ía

Ésta era la situación cuando a finales de 1986 se creó en Madrid la Asociación Española de Egiptología (en lo sucesivo AEDE). La idea surgió entre un grupo reducido de dieciséis conocidos de condición dispar (Martín Valentín, 1992-94:194, n.72), que compar­ tían la afinidad común por la Egiptología. El acto fundacional tuvo lugar en la sede del Museo Arqueológico Nacional el 24 de diciembre de 1986 y la AEDE quedó autorizada por

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resolución de la Dirección General de Política Interior del Ministerio del Interior el 13 de febrero de 1987 con el número 70.507 de inscripción en el Registro de Asociaciones. Rápidamente el número de socios se fue incrementando en las diversas categorías previstas: "socio ordinario", "socio estudiante" (con reducción en el importe de lacuota anual), "socio institucional" (universidades, otras asociaciones, etc.) y "socio de honor" (eminentes egiptólogos, otras personalidades, etc.). En la actualidad la AEDE cuenta con un total de 338 socios que se reparten por la mayoría de las capitales y provincias españolas, si bien el mayor número reside en Madrid. En ese número de asociados se incluye la mayoría de los egiptólogos españoles y muchos profesores de universidad y estudiantes universitarios interesados en el Antiguo Egipto. La AEDE acoge en su seno no sólo a especialistas, sino a cualquier persona que tenga algún interés en la Egiptología. Intenta cubrir el vacío que en lo relativo a los estudios egiptológicos sigue existiendo en la universidad española a pesar de la importante demanda social. La AED E es una institución plenamente independiente y de carácter científico, dedicada de modo exclusivo al estudio y defensa de la civilización del Antiguo Egipto. Es la primera institución que surge en nuestro país dedicada exclusivam ente al estudio del Antiguo Egipto. Uno de sus Fines primordiales es "aglutinar los esfuerzos de personas dedicadas al fomento de la Egiptología en España para hacer una labor común que permita incluso, en su caso, llegar a promover en la medida de las posibilidades de la AEDE, la creación de cátedras de Egiptología en las Universidades Españolas, donde hoy no existen tales departamentos con com petencias propias en tal materia"

(Acta, 1987: 3). Otros de

SUS

fines son

la promoción de cursos de alta divulgación y formación egiptológica, así com o la realización de cuantas actividades redunden en el conocim iento y la difusión de la Egiptología en España. Las primeras iniciativas que la AEDE propuso com o objetivos factibles en su primera Asamblea General Extraordinaria, celebrada el 8 de junio de 1987, fueron en primer lugar la intención de crear un inventario o fichero de libros y otras publicaciones egiptológicas que permitiera a los asociados u otras personas interesadas conocer dónde se encuentra disponible una publicación concreta. En segundo lugar, la puesta en marcha de cursos de cultura faraónica (Arte, Historia, Arqueología, R eli­ gión...). Existía también la intención de impartir cursos de escritura egipcia, si bien no se trataba de un objetivo inmediato. Otra iniciativa fue la edición de un boletín o publicación periódica de la AEDE. Finalmente la organización de viajes de estudio a Egipto que complementaran los cursos de Egiptología que se impartieran.

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M* José López Grande

Quizá sea pronto para empezar a escribir la historia de la AEDE pues su actividad no llega a cubrir la última década. Sin embargo debemos reconocer que desde su fundación podemos marcar una nueva etapa en la creación de la Egiptología española. La AEDE ha cumplido sus objetivos iniciales ya que existe un amplio fichero bibligráfico que incluye la localización de los títulos que recoge, y poco a poco la AEDE va creando su propia biblioteca que ya cuenta con un buen número de ejemplares. Además se han sucedido anualmente desde 1987-88 distintos cursos con carácter académico de alta di vulgación de cultura y civilización egipcia que han contado con una amplia participación de alumnos. Dichos cursos han cubierto básicamente lodos los aspectos de la antigua civilización del Nilo. Por otra parte desde 1988-89 se imparten anualmente cursos de escritura egipcia jeroglífica. En 1993 se impartió un curso de escritura hierática. La AEDE publica desde 1987 la primera revista periódica científica en materia exclusiva de Egiptología en nuestro país, el Boletín de la A sociación Española de Egiptología. Se intenta que su periodicidad sea anual (actualmente está en preparación el número 6) y sirve com o vehículo de intercambio con un buen número de publicaciones de diversas instituciones españolas y extranjeras que van incrementando los fondos bibliográficos de la asociación. Se han realizado además otras publicaciones, com o el catálogo de la exposición organizada también por la AEDE que tuvo lugar en el Centro Cultural Urbis de Madrid (10-29 de mayo de 1988) y en la Universidad Autónoma de Madrid (1 -15 de febrero de 1989) (V V. AA., 1988), y com o la monografía que recoge el texto de las conferencias pronunciadas por los Drs. Jaromir M álek, John Taylor y Thomas Garnet Hcnry James, en el Ateneo de Madrid en abril de 1994, con ocasión de las jornadas del mismo título organizadas por la AEDE (V V .A A ., 1994). Recientemente la AEDE ha inaugurado una nueva serie periódica de monografías que retoma el título de la que fuera creada a finales del siglo pasado por D. Eduardo Toda, "Estudios Egiptológicos". La nueva publicación cuenta ya con los números de Sánchez Rodríguez (1994) y Casal Aretxabaleta (1994). Adem ás se han organizado varios viajes de estudio a Egipto y a algunos países europeos para visitar colecciones de antigüedades egipcias y exposiciones de temas egiptológicos. A lo largo de sus años de actuación la AEDE ha realizado diversas actividades (conferencias, seminarios, publicaciones, etc.) en colaboración con otras instituciones académicas tanto nacionales (Universidad Autónoma de Madrid, Univer­ sidad de Alcalá de Henares) como de otros países (Instituto Egipcio de Estudios Islámicos (Madrid), U niversity o f Cairo-G iza (El Cairo) y The H iger C ouncil f o r A ntiquities (El Cairo, antigua Egyptian Antiquities Organization, AEO). D ichos con­

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LOS ESTUDIOS d e EGIPTOLOGÍA e n ESPAÑA..

tactos han ido encaminados a favorecer la investigación y los estudios egiptológicos y han incrementado la presencia española -hasta ahora exiguamente representada- en el marco de la Egiptología internacional. En este sentido es especialmente interesante la participación de la AEDE en el proyecto de prospección y excavación arqueológica en Tell Ibrahim Awad (Delta Oriental del Nilo) que la Universidad de Alcalá de Henares sostiene con la N ederlandse Stichting voor A rchaeologish O nderzoek in E gypt (Amsterdam). La asociación ha contribuido en la financiación económ ica del proyecto y uno de sus asociaciados ha participado en el equipo de trabajo de la prospecciónexcavación realizada en Tell Ibrahim Awad en la primavera de 1995. La presencia en Madrid de eminentes egiptólogos extranjeros que impar­ tieron en sus visitas diversas conferencias, ha sido también posible en los últimos años gracias a las actividades de la AEDE. Así, en 1993, nos visitó el Dr. Nur El Din, Director de The H iger C o u n c ilfo r Antiquities. En 1994 nos visitaron los Doctores John Taylor y Thomas G.H. James, del Departamento de Antigüedades Egipcias del Museo Británico (Londres) y el Dr. Jaromir Málek del Griffitli Institute (Oxford). En 1995 el Dr. Jcan Philippe Lauer, el más célebre excavador de Saqqara; el Dr. Salah El Nagar, del Instituto Francés de Arqueología Oriental de El Cairo; el Dr. Joachim Karig, conservador en Los M useos Egipcios de Berlín y el Dr. Wilfred Seipel, Conservador de los M useos de Arte de Vicna. En los últimos años algunas universidades españolas (Martín Valentín, 1992-94: 195 n.74) y otros centros de estudio e investigación (Museo Arqueológico Nacional, Fundación San Justino, Instituto de Filología del CSIC, Fundació Arqueológica Clos) han favorecido el estudio de la cultura, laescritura y de la lengua egipcias, iniciativas que tratan de paliar la escasísima presencia de la Egiptología en la universidad española. Junto a ellos destaca la actividad desarrollada por la AEDE desde su fundación, actividad que ha sido variada e intensa. Sus proyectos para el futuro son también muchos. La AEDE es un cjem plode la favorable incidencia de la iniciativa privada en la creación de un centro de estudios que apoya y favorece tanto la investigación como la alta divulgación, y que se ocupa específicamente de una temática que hasta ahora no ha tenido cabida en el plano oficial de los estudios superiores en España, pero que sin embargo cuenta con una importante demanda social. B ib l io g r a f ía ABU WAFA.T., 1964 La gran presa. El correo de la UNESCO, XVII: 40-2.

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M* José López Grande

ACTA 1987 Acta de Asamblea General Extraordinaria n° 1, en Boletín de la Asociación Española de Egiptología, 0: 3. BALBÍN DE UNQUERA, A.. 1868 Arqueología Egipcia. Discursos leidos ante la Academia Real Española de Arqueología y Geografía del Príncipe Alfonso en el acto solemne de la inauguración del año académico 1868. Madrid. BRU ROMO, M., 1971 La Academia Es¡)añola de Bellas Arles en Roma (1873-1914). Ministerio de Asuntos Exteriores. Dirección General de Relaciones Culturales. Madrid. CASAL ARETXABALETA, B. DEL, 1994 La droga en el Antiguo Egipto. Estudios Egiptológicos 2. Asociación Española de Egiptología. Madrid. JANSSEN, R.M., 1992 The First Hundred Years. Egyptology at The University College London 1892-1992. London, 1992. MARTÍN VALENTÍN, F„ 1992-94 Notas para una historia de la Egiptología en España. Boletín de la Asociación Española de Egiptología, 4-5: 173-195. PÉREZ DIE.M.C., 1983 Excavaciones y restauraciones en Oriente Próximo y Africa del Norte. índice Cultural Español 11: 11-58. SÁNCHEZ RODRÍGUEZ, A. 1994 La estela de Checlii. Estudios Egiptológicos, 1. Asociación Española de Egiptología. Madrid. SEN MONTERO, F„ 1991 Semblanza de D. Benito Celada Boletín de la Asociación Española de Egiptología, 3:3-5. TRELLO ESPADA, J., 1992-94 La Egiptología en España. Howard Cárter setenta años después: vida, legado y obras. Boletín de la Asociación Española de Egiptología, 4-5: 215-220. Tutankamón. Imágenes de un tesoro bajo el desierto egipcio, 1995. BARCELONA. VRIONI, A., 1964 Victoria en Nubia. El Correo de La UNESCO, XVII: 5-6. VV.AA., 1988 La evolución de la tumba real egipcia desde el Predinóstico al Imperio Medio. Madrid. VV.AA., 1994 La Egiptología en España. Howard Cárter, setenta años después: Vida, legado y obra. Madrid.

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H

is t o r io g r a f ía d e la g e s t ió n a r q u e o l ó g ic a e n

La M

C a s t il l a -

ancha

Mercedes Laín García (*) In t r o d u c c ió n

E l presente estudio pretende ser una revisión histórica de las actuaciones que en materia de arqueología se han efectuado durante los 30 últimos años, en la Comunidad Autónoma de Castilla-La Mancha, hasta que se completan las transferen­ cias en materia de cultura, según RD 3296/1983 de 5 de octubre (BOE 8, de 10 de enero de 1984), y con el las se establecen las competencias sobre Patrimonio Arqueológico (en adelante PA). El motivo de haber establecido como marco geográfico las provincias castellano-manchegas, se debe a ser éste el modelo regional actualmente vigente, constituido a partir de 1982 según Ley Orgánica 9/82 de 10 de agosto (BOE 195, de 16 de agosto de 1982). La ley por la que se rigen estos territorios es la de Excavaciones y Antigüedades de 1911, ya que Castilla-La Mancha no tendrá legislación propia hasta que en su Ley de Patrimonio Histórico de 1990 (4/1990 de 30 de mayo) dedique el Titulo II (arts. 16 a 23) a regular el PA.

A c t u a c i o n e s e n P a t r im o n io A r q u e o l ó g i c o d e s d e 1 9 5 3 a 1 9 8 3 : E x c a v a c i o n e s e I n v e s t ig a c i ó n Será en los Planes Generales de Excavaciones Arqueológicas, donde la administración central recoja la programación anual de los trabajos de investigación durante prácticamente todo el período estudiado. Para la región castellano-manchega, hasta 1973 se observa una perfecta coordinación, entre las excavaciones programadas y las realizadas. Sin embargo, a partir de este momento, esta tónica se rompe, marcándose una diferencia entre ambas. Las razones obedecen al exceso burocrático que sufre la administración central que ralentiza el proceso, así com o a la pobreza de medios económ icos y humanos con los que cuenta.

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Ciudad Real

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Mercedes Lafn García

A pesar de esta ordenada situación administrativa, existe com o ya señalara Francisco Jordá Cerdá (1964: 143), una "anarquía excavatoria" que tenderá a regularse hacia los años 60 concentrando los medios en unas cuantas excavaciones consideradas de interés. De nuevo este planeamiento comienza a deteriorarse cuando a partir del año 1975 un gran número de yacimientos se pongan en activo alcanzando sus mayores índices en los dos años siguientes. Desde el Ministerio se comienza inmedia­ tamente a plantear una política de no autorizar primeras campañas, salvo urgencias o actuaciones especiales. El objeto es permitir que los recursos se concentren, evitándose que muchos yacim ientos estén abiertos con la consiguiente sangría para los m ismos, así com o para evitar que se tengan que destinar mayores medios a su conservación y protección, máxime cuando éstos son escasos (D os años..., 1984: 6). Estas medidas, que podríamos considerar de urgencia, nacen de una escasa planificación administrativa cuyo resultado va a ser lo desigualmente estudiados en que se encuentran los diferentes periodos culturales. En este sentido, varios ejem plos nos pueden ilustrar de forma gráfica. A sí hacia los años 60, y para el Paleolítico Superior, com o ya indicara Jordá Cerdá (1964: 138), las dos Mesetas han sido objeto de prospecciones superficiales y fragmentarias y, a veces, ni siquiera eso. El hecho de que en el año 75, con m otivo del bimilenario del acueducto de Segovia, Mérida y Caesaraugusta, se haga especial hincapié en el mundo romano, no deja de ser una actitud puntual y en cualquier caso una cuestión más de imagen que de organización planificada de las investigaciones. En el año 1976 se especifica que los yacimientos que merecen especial atención, en Castilla-La Mancha, son Pozo Moro (Chinchilla, Albacete), Oretum (Granátula de Calatrava, Ciudad Real), Ercávica (Salvacañete, Cuenca), Segóbriga (Saelices, Cuenca), Valeria (Valeria, Cuenca) y Rccópolis (Zorita de los C an es, G uadalajara), trasluciéndose lo importante que aún sigue siendo la monumentalidad de los yacimientos de cara a su mayor atención. Si hacemos un estudio somero de lo acaecido en los territorios castellanomanchegos durante estos 30 años, podremos observar como de los 170 yacimientos excavados, un 5,30% le corresponde al Paleolítico, un 6,49% al Neolítico, un 22,39% al Bronce, un 24,11% al Hierro, un 19,41 al mundo romano, un 19,41 al medievo, un 0,58% son modernos y un 2,35% permanecen sin determinar. De este análisis se desprende la irregular, cuando no arbitraria distribución de las actuaciones, teniendo en cuenta que la tónica dominante por parte de la administración, ha sido conceder los permisos de excavación de acuerdo con las peticiones formuladas por los arqueólogos directores de las mismas, pasando estas a constituir los Planes Generales de Excavaciones Arqueológicas.

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_____________________________ HISTORIOGRAFIA DE LA GESTIÓN ARQUEOLÓGICA...

Quedaría, por tanto, incompleto este apartado sin detenernos en un elem ento de comprensión muy importante com o son las Instituciones que han progra­ mado las excavaciones en esta región. En Castilla-La Mancha los centros establecidos en la región, que han programado excavaciones durante estos treinta años serán especialm ente los Museos provinciales y los C olegios Universitarios, más concreta­ mente el de Toledo. Los centros que han programado excavaciones en este territorio y que no estaban ubicados en el mismo han sido las universidades, básicamente la Universidad Complutense y Autónoma de Madrid, la Universidad Central de Barcelona y la Universidad de Granada, además de los distintos servicios de investigación de la administración central, el Museo Arqueológico Nacional e institutos dependientes del CSIC, com o el Instituto Español de Prehistoria, entre otros. Si hacemos un balance provincial, podremos observar com o la inciden­ cia de estas entidades han sido muy diferente según las provincias. A sí en Albacete trabajan mayoritariamente los técnicos de la administración central y del M useo de Albacete. En Ciudad Real, la Universidad Autónoma de Madrid, seguida del M useo de Ciudad Real. En Cuenca será el M useo de Cuenca quien lleve básicamente el peso de las excavaciones. En Guadalajara, serán los técnicos de la administración, seguido en participación de la Universidad Com plutense de Madrid, y por último T oledo, con el M useo de Santa Cruz a la cabeza, además de una muy diversa gama de organism os que han trabajado en esta provincia. Universidades y centros extranjeros de investigación com o el Instituto Arqueológico Alemán, en Toledo, las Universidades de Ontario (Canadá), en Cuenca, la Universidad de Florida (USA) en Toledo y la Universidad de Cambrigde en Albacete, no dejan de tener una presencia minoritaria y puntual. Otras entidades que colaboran en la arqueología de Castilla-La Mancha, serán las Comisiones Provinciales de Monumen­ tos y las Diputaciones, con aportaciones económ icas y técnicas.

D if u s ió n Tres van a ser las formas en que se va difundir el Patrimonio Arqueoló­ gico: Publicaciones y Congresos, los M useos y las Exposiciones. Entre las publicacio­ nes merece especial atención el "Noticiario Arqueológico H ispánico", ya que desde que éste sale a la luz sus intenciones no son las de incluir sofisticadas elaboraciones científicas y de gabinete, puesto que para ello ya había otras publicaciones, sino más bien dar una información concisa de los yacimientos arqueológicos además de ayudar

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Mercedes Laín García

a constituir el inventario arqueológico nacional. En definitiva dar una mayor proyección social a la Arqueología, a la vez que contribuir a su conservación y protección. A partir de 1979, destacar otra serie, "Arqueología. Memoria de las actuaciones programadas en el año" (en curso), donde se presenta el resumen de las actividades programadas por el Ministerio de Cultura en cada una de las provincias desde 1979 hasta 1984. Respecto a los Museos, es importante señalar la intencionalidad de la ley de Excavaciones de 1911, de descentralización y de que los objetos arqueológicos sean depositados en aquéllos que se encuentren más cercanos al lugar del descubrimiento. Por otra parte la ley también va a crear la posibilidad de acrecentar el número de M useos provinciales, municipales y monográficos, favoreciendo que, de esta manera, los pueblos puedan conocer y estar más cerca de los restos históricos que forman parte de su pasado. En cualquier caso, cuando el hallazgo es muy importante, éste es trasladado al M useo Arqueológico Nacional. En 1975 la Dir. Gral. de Bellas Artes establece como política el desarrollo de museos monográficos en los propios yacimientos, con una función educativa y didáctica de gran importancia (Archivo General de la Admistración Civil del Estado, Sig. 89112). En Castilla-La Mancha el Museo de Segóbriga vendrá a cubrir estos objetivos, más aún cuando tiene una gran masa escolar cercana, Madrid. De cualquier forma, en estos años la M useología aún no estará lo suficientemente desarro­ llada com o para repercutir adecuadamente en los distintos colectivos. Por último, un elemento más de difusión son las exposiciones. Éstas no tendrán mayor resonancia hasta que en el año 1979 se reserve la primera partida importante para las mismas. En marzo de 1983 a raíz de las Primeras Jornadas de Arqueología de Albacete, se efectuará en dicha ciudad, en colaboración con el M inisteriode Cultura, la Diputación de Albacete y el Instituto de Estudios Albacctenses, una exposición recopilatoria de todos los trabajos arqueológicos realizados en los últimos 5 años (A rqu eo lo g ía , 83. 1984: 377).

P

r o t e c c ió n y c o n s e r v a c ió n

Uno de los grandes males que sufrió la Arqueología en estos años y que se extiende hasta la actualidad, fue sin duda la realización de excavaciones clandestinas, y esto a pesar de que fue uno de los postulados más importantes de la ley de Excavaciones de 1911, y de la necesidad de autorización para efectuar una excavación arqueológica, como medida legal de protección del PA. A sí en el año 1962, en una circular del Ministerio de Educación y Ciencia a los Gobernadores Civiles de cada provincia se solicitaba la colaboración de

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h is t o r io g r a f ía d e

LA GESTIÓN ARQUEOLÓGICA

los m ism os para que por los medios que estimasen más eficaces impidieran realizaren la provincia correspondiente más exploraciones arqueológicas que las que estaban debida y expresamente autorizadas por la Dirección General (Archivo General de la Administración Civil del Estado, sig. 8 9 1 1 7 ).Otro problema será la escasa vigilancia de los yacimientos. En CastillaLa Mancha en el año 1973 al menos el yacimiento de Cueva de Casares (Riba de Saelices, Guadalajara), la necrópolis de Zorita de los Canes (Guadalajara) y Segóbriga (Saelices, Cuenca) tienen guarda. En 1976 de las 177 peticiones de guardas que se efectúan a nivel nacional, solo 14 serán aceptadas, de las cuales 3 corresponderán a esta región para los yacimientos de Valeria y Ercávica en Cuenca y Trillo en Guadalajara. Uno de los grandes afectados de nuestro Patrimonio van a ser las cuevas y abrigos rupestres. En el año 1955 se eleva una petición al Sr. Ministro de Educación y Ciencia, para que en el plazo más urgente se cierren éstas, como respuesta a lo que se acordara en el IV C ongreso de Arqueología N acional (Archivo General de la Adm inis­ tración Civil del Estado, sig. 86798). Parece obvio deducir que estas loadas intenciones no fueron llevadas a la práctica con tal prontitud. Tras la reestructuración de la Dirección General de Bellas Artes en el año 1976 se forman los Patronatos, uno de los cuales será el de Cuevas (Archivo General de la Administración Civil del Estado, sig. 89095). Los territorios castellano-manchegos no van a contar con una entidad de estas característi­ cas, a pesar de la riqueza que contienen provincias com o Ciudad Real o Albacete. Un nuevo intento se produce en 1979 con la creación de la Comisión Nacional para la conservación de Arte Rupestre. Partiendo de la idea de que no se puede conservar ni proteger lo que no se conoce, cobra especial interés la realización del inventario de yacimientos arqueoló­ gicos que será la gran asignatura pendiente desde que se decidiera su realización en 1911. Como ejemplos tenemos que en una memoria de la Inspección Técnica del Servicio Nacional de Excavaciones Arqueológicas fechada en el año 1975 (Archivo General de la Administración Civil del Estado, sig. 89095) se pretende realizar la Carta Arqueológica Nacional, para que tras su publicación pueda ser utilizada por investiga­ dores, estudiosos etc. Cinco años más tarde se iniciael inventario general del Patrimonio Arqueológico Español, en principio sobre unas provincias elegidas entre las que estará Albacete, para posteriormente extenderse en 1981 a Cuenca, Guadalajara y Toledo, comenzando las labores de campo al año siguiente. Por último resulta imprescindible hacer alusión a un tema com o son las declaraciones de yacimientos. Durante estos treinta años solamente cuatro yacim ientos

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(Valeria, Ercávica, Fuente Mota en Cuenca y Cueva Minateda en Albacete) van a estar declarados. Por el contrario se detecta una creciente intencionalidad de protección especialmente a partir de 1981. De esta forma 16 yacimientos se incoan, de los cuales, cinco corresponden a Ciudad Real, cuatro a Albacete, tres a Toledo, dos a Cuenca y dos a Guadalajara.

In v e r s io n e s Los presupuestos destinados a Arqueología desde el año 1953 hasta el 1968, no van a superar los 2 millones de ptas/año, cuya partida mayoritaria será sin duda la destinada a excavaciones. Ante esta exigua situación en la que se encontraba el PA, en enero de 1969 el entonces Inspector General de Excavaciones, D. Martín Almagro Basch, solicitaba al Director General de Bellas Artes un incrementoeconómico, además de una asignación que consideraba imprescindible para atender las excavaciones de urgencia que se presentaban eventualmente, y que hasta ese momento no habían contado con una partida específica. La suma total ascendía a 15 millones de ptas (Archivo General de la Administración Civil del Estado, sig. 89093), de las que "sólo" se consiguieron recabar 5 millones de ptas, además de la partida inicial asignada, deduciéndose de los presupuestos destinados a los Monumentos Nacionales, que en esos momentos contaba con una inversión de 109,5 m illones de ptas. Pese a que no se consiguió todo lo requerido fue sin duda éste el inicio de una progresión económ ica que tiene su momento culmen en el año 1972, con un presupuesto de casi 146 m illones de pesetas, de los cuales 20 m illones se destinan a Castilla-La Mancha, lo que supone un 13,69% con respecto al total nacional. La repercusión que de ello se derivó fue que a partir de 1973 todas las provincias castellano-m anchegas contarán anualmente con una asignación económ ica dedicada a excavaciones, y que lógicam ente se vería incrementada con el tiempo, con la consiguiente ventaja que ya se vislumbraba en años anteriores, por parte de la provincia de Cuenca. Otras partidas com o la destinada a expropiaciones o a obras de consolidación también se verán mejor atendidas. Después del espejismo que supone 1972, al año siguiente los presupues­ tos serán bruscamente recortados en un 65%, lo que llevó a la administración central a contraer deudas al no poderse hacer frente a los proyectos que se habían iniciado, sobre todo en tareas de expropiación y obras, al tener previstas otras inversiones. N o será hasta el año 1980 cuando se produzcan un nuevo aumento en las inversiones (351 m illones),

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HISTORIOGRAFIA DE LA GESTIÓN ARQUEOLÓGICA...

sin embargo el nivel adquisitivo aún se encontrará 76 puntos por debajo con respecto a 1972. Los fondos con lo que se contará para 1982 se van a ver incrementados de forma artificial debido a que el desfase administrativo va a provocar que parte del dinero correspondiente al ejercicio económ ico de 1981 seincorporea 1982, con el consiguiente retraso que sufrirán algunas campañas de excavación programadas. Será a partir de los años 80 cuando se inicie una política de convenios y colaboraciones. Éstas se producirán con el ICONA en 1981 y con el INEM en 1982, com o fórmula para paliar el desempleo llevando a cabo actuaciones en materia de PA. En 1983 Castilla-La Mancha recibía 31.517.628 pesetas según convenio con el INEM colocándose a la cabeza a nivel nacional, después de Andalucía. En líneas generales, la forma en que se han distribuido los presupuestos en los territorios castellano-manchegos durante estos treinta años, si bien ha sido bastante homogéneo, con una media de un 13,30% de inversión anual, los criterios de preferencia han llevado a provincias como Cuenca a cuadruplicar sus recursos, frente a otras com o Guadalajara que se encontraban a la zaga.

C o n c l u s io n e s La tónica de estos años ha sido la actividad excavadora como fórmula predominante de actuación sobre el PA, y una prácticamente inexistente arqueología preventiva, ya que las fórmulas de protección legal, tales como inventarios, cartas arqueológicas o declaraciones, han sido la verdadera asignatura pendiente en estos años. Por otra parte el constante afán centralizador de la administración, así com o la escasez de recursos humanos y económ icos, ha supuesto una ralentización en las programaciones. La política económica ha estado basada en el gasto, y raramente ha buscado otros medios de financiación añadidos, y menos aún de generar sus propios recursos económ icos. Los criterios de distribución de las asignaciones han estado basados en preferencias personales o provinciales. En definitiva una parcial concepción del PA le ha llevado a estar desigualmente estudiado, pobremente divulgado y escasamente protegido, y por tanto insuficientemente valorado. Como conclusión resulta del todo indiscutible afirmar que es esta parcial concepción de la gestión del PA, que nada tiene que ver con el carácter integral que hoy se le concede al mismo, lo que lleva a afirmar que la historiografía de la arqueología ha sufrido igualmente esta parcelación, no existiendo por tanto una historiografía de algo más global com o es la gestión del PA.

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Mercedes Laín García

B iblio gr afía ARCHIVO GENERAL D E LA ADMINISTRACIÓN CIVIL DEL ESTADO. Fondo de Cultura. Alcalá de Henares. Madrid ARQUEOLOGÍA 83. MEMORIA DE LAS ACTUACIONES PROGRAMADAS EN EL AÑO 1983, 1984 Dirección General de Bellas Artes y Archivos. Subdirección General de Arqueología y Etnología. Madrid DOS AÑOS DE POLÍTICA CULTURAL 1983-84, 1984 Ministerio de Cultura. Madrid. JORDÁ CERDÁ, F., 1964 "Medio siglo de investigación prehistórica en España". Zephyrus, XV: 134-14.

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C a p it u l o VI La

in s t it u c io n a l iz a c ió n d e la

A r q u e o l o g ía A

m e r ic a n a

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o n o p o l io d e

E s t a d o (1)

José L. Lorenzo (*)(■?)

L a institucionalización de la arqueología en cada país se fundamenta en su consideración como patrimonio nacional, cultural, lo cual depende del género de Constitución Política que se tenga por cuanto a su concepto de la propiedad, pues de él depende la posibilidad de su defensa, de su explotación o de su destrucción. También hay que tomar en cuenta cómo cada país considera su arqueología, pues en los de reciente o no tan reciente origen, mediante ella se busca la consolidación de un nacionalismo, en otros como el estudio científico de un pasado ajeno, sujeto a juegos seudo-teóricos y en algunos más com o el conocimiento lógico de lo que se fue, quizá razón de lo que se es, sin mayores disquisiciones teóricas. Durante el tiempo en el que M éxico fue la colonia llamada la Nueva España, la ideología reinante no prestaba mayor atención al pasado, quizá sí al propio, al de la Metrópoli, su natural raíz histórica, pero nada más y es en esa colonia en la que surge un concepto de preservación de valores de lo que fue el pasado, su pasado, el de los descendientes de los caciques, los que escriben sobre aquel mundo que añoran, nobleza tenochca y tlaltelolca reconocida com o tal por la Corona española y educada en el C olegio de Santa Fe, en Tlaltelolco, los que, en nahuatl y español expresan la terrible pérdida que para ellos fue la del poder, la verdad en la visión de los vencidos. Existe, pues, una idea del pasado, de eso que la arqueología indaga, pero en este caso escrita, retórica, justificante de la gloria de lo que se fue, y de lo que se veía y vivía por parte de los cronistas españoles, los laicos o religiosos, quienes escribieron para la Corona los productos de sus experiencias personales, material básico para una Protohistoria. En el tiempo del Imperio español, la Reforma y la Contrarreforma no dejaron mucho para el estudio, la consideración del pasado; conocido y aceptado en las diversas nacionalidades de Europa, era inimaginablepara América y sólo sediscutía por cuanto al origen de su gente. El que la Corona española sistematice, mediante Leyes, el

(*) (1)

Instituto Nacional de Antropología e Historia. México. Para este artículo se han empleado las publicaciones de Bernal, 1979; LitvakKing etal., 1980; Lombardo de Ruiz y Solís Vicente, 1988; Olivé Negrete y Urteaga, 1988; Rebasa y Caballero. 1982 y Valdez Rodríguez, 1980.

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saqueo de tumbas indígenas tomando para sí el quinto real y otras gabelas, busca un pasado, y en esta destrucción curiosamente también indicaba, por alguna Ley, que los restos humanos que se encontrasen deberían ser re-enterrados. Aunque en nuestros días haya excavaciones arqueológicas que son semejantes a las escarbaciones que se comentan, el paralelismo es que, en ambos casos no se trata de arqueología. Transcurre la Colonia sin otro interés por el pasado indígena visible que el de su potencial com o posible proveedor de tesoros, pero dos clases sociales, los mestizos nobles, los descendientes de aquellos matrimonios entre las llamadas prince­ sas y algunos conquistadores y los criollos, preclaros descendientes de españoles y españolas asentados por generaciones en aquella Nueva España, celosos de su ascendenciayendogám icos,aunquecon bastantes libertades extramatrimoniales, empezaban a sentirse m olestos por aquella España que los ignoraba en la designación de altos puestos. En verdad este sentido de aislamiento e incomprensión venía ya desde el siglo XVI, cuando uno de los hijos mestizos de Hernán Cortés encabezó, o le hicieron encabezar, una conspiración para independizarse de España. Es durante el período histórico que llamamos la Ilustración cuando algo se hace com o arqueología, curiosamente com o respeto, primero, búsqueda, después y estudio y conservación más tarde, de las que se llamaron antigüedades, el tema de lo anticuarios. Carlos de Sigüenza y Góngora, polígrafo, matemático, astrónomo y durante algún tiempo también jesuíta, de cuya compañía fuera expulsado, a fines del siglo XVII inicia loque podem os llamar arqueología en aquella Nueva España, tantoen la búsqueda de explicaciones sobre el pasado com o inquiriéndola en la práctica de excavaciones. Ya desde esas fechas se había planteado una curiosa disyuntiva y era la de cómo entender los restos aparentes de aquel indudable pasado esplendoroso, de una gente que sin duda alguna había vivido en aquel territorio, indios también, desde luego, con los que formaban la total masa campesina existente. Un debate entre "aquéllos" que no podían ser "ésos" a la vez que el dilema de quienes éramos "nosotros" entraba en si "ésos" eran también los "nuestros". El divorcio entre lo que se era y lo que se debía haber sido, carecía de solución. Este apartheid prístino matiza, en verdad marca, a toda esa América que llaman Latina. D e la sajona o francesa no hablaremos y la del Caribe es otra cosa. El concepto de lo arqueológico es bastante tardío, pero la atribución de valor como expresión cultural de un pasado memorable se inicia con el hallazgo de dos monolitos en la plaza mayor de la Ciudad de M éxico en 1790, desenterrados con motivo de unas obras de drenaje, lo que conduce a que don Antonio de León y Gama, polígrafo criollo que en obra publicada en 1792 al hacer la descripción y explicación del

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LA ARQUEOLOGIA MEXICANA COMO MONOPOLIO ..

significado de los m onolitos, marque la valoración de ese pasado del que, precisamente los criollos se sienten partícipes por su lugar de nacimiento y en el que viven y tratan de demostrar orígenes semejantes a los griegos y romanos y hasta la llegada de algún apóstol que se incorpora a la figura de Quetzalcoatl. Desde luego ya estamos en la etapa de la Ilustración cuando la Corona española también se preocupa de las ruinas mexicanas com o lógica resultante de una dinastía que ya se había ocupado de ese género de trabajos en Herculano y Pompeya. A este inicio de intereses en el pasado, la expulsión de los jesuítas en 1767 sustrajo del desarrollo cultural de la N ueva España a su más importante factor y, en su destierro de Bolonia y Ferrara, en Italia, jesuitas criollos produjeron obras que han mostrado ser fundamentales para la arqueología mexicana. Nombres com o Francisco Xavier Clavijero y Francisco Xavier Alegre demuestran la importancia de la Compañía de Jesús. Esta toma de conciencia de su ser mexicano por parte de los criollos en el que la obra de Antonio de Alzate D escripción de las antigüedades de Xochicalco es también respuesta a las despectivas opiniones de todo lo americano expresadas por Raynal, Robertson, Buffon, y De Paw, inclinándose al "buen salvaje" de Rosseau. El vacío por cuanto a ideas del valor de los restos de un pasado parece haber cambiado com o resultante del hallazgo de monumentos prehispánicos al llevar a cabo esas obras públicas que las autoridades virreinales consideran de importancia y ordenan que se lleven a la Real y Pontificia Universidad para

"hacerlas medir, pesar, dibujar y grabar, a fin de

publicarlas con las noticiasque aquel Ilustre Cuerpo tenga o pueda indagar acerca de su origen". Con

lo que

se cumple un principio de la arqueología: registrar, estudiar y publicar, y es que esos restos al ser considerados como testimonios y fuentes de información del pasado, deben conservarse pues ese conocimiento da honor y base para el progreso de las naciones. Estos inicios de interés se consolidaron al consumarse la Independencia de la Nueva España com o República de M éxico con una serie de acciones entre 1823 y 1859 para proteger los monumentos y las antigüedades, en el sector estatal de proyectos educativos, com o parte de ellos o singularizándolos y se expiden edictos y leyes que impiden la exportación de piezas arqueológicas, como un primer paso y, de acuerdo con los vaivenes políticos internos entre el perjudicial liberalismo de la libre empresa que permite la explotación personal de los yacimientos arqueológicos y la centralista que lo prohíbe ante la fuerza del Estado-Nación. Está también aquel curioso período histórico en el que un príncipe europeo, de indudable ideología liberal, fuera elegido por las fuerzas más reaccionarias

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del país para instaurar no ya una monarquía, sino

un Imperio, idea claramente

patrocinada por la Francia de Napoleón el Chico para así establecer una cabeza de playa desde la que integrar una unión centroamericana inclinada a Francia. Este joven Emperador expide L eyes protectivas y consolida el M useo en el que también lo arqueológico tiene su parte. En lo que respecta a lo arqueológico en ese tiempo, una Comisión Científica de M éxico, creada como su anterior sobre Egipto, había enunciado un conjunto de directivas que marcaron el patrón de las investigaciones arqueológicas posteriores. Tras la desaparición de aquella idea de Imperio sobrevino la etapa liberal prontamente sustituida por el positivismo cartesiano en la existencia de lo que en lo político y cultural se llamó "los científicos". En 1868, ya reinstaurada la República, se hace saber que las antigüedades no se pueden explotar por particulares, salvo aquéllos que hayan sido autorizados por el Ministerio de Justicia e Instrucción Pública. Muy importante es el Decreto de 1885 por el que se crea la plaza administrativa de Inspector y Conservador de monumentos arqueológicos. En 1891 se notifica a las aduanas marítimas y fronterizas que está prohibido exportar antigüedades mexicanas. Con fecha de 1896, un Decreto autoriza la concesión de permisos para que particulares, a su costo, hagan exploraciones arqueológicas, por no más de diez años, en los lugares en los que los propietarios de los terrenos se lo permitan, no pudiéndose quedar con las piezas únicas, de las que se guardarán copias permitiéndoseles conservar alguna de las otras. Es muy importante que en 1897 se estableciera en la Ley sobre M onumentos arqueológicos la absoluta propiedad de la Nación sobre ellos, reglamentándose su exploración. Ya en tiempos post-revolucionarios encontramos que en 1914, se aprueba la Ley de Conservación de Monumentos Históricos y Artísticos y Belleza Natural, creándose la Inspección Nacional de Monumentos Artísticos e Históricos, dependiente de la Secretaría de Instrucción Pública y Bellas Artes. Esta Ley fue modificada en 1916 apareciendo la Inspección General de Monumentos Arqueológicos. Pero el fundamento de la actual situación de la arqueología en M éxico se marca con el Artículo 27 de la Constitución de 1917, que en su versión original dice: La propiedad de las tierras y aguas comprendidas dentro de los límites del territorio nacional corresponde originariamente a la Nación, la cual tiene el derecho de transmitir el dom inio de ellas a los particulares constituyendo la propiedad privada. Al mismo tiempo se adjudica la posibilidad de expropiación por causas de utilidad pública m ediante indem nización y también indica que la N ación tendrá todo el tiem po el

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derecho de imponer a la propiedad privada las modalidades que dicte el interés público. En este Artículo, de gran extensión, entre lo que nos interesa, se dice que las Leyes de la Federación y de los Estados son las que determinaran los casos que consideren de utilidad pública para la ocupación de la propiedad privada. Simplificando y de acuerdo con el contenido del Artículo 27, el Estado puede imponer a la propiedad privada las modalidades que requiere el interés público, abandonándose el criterio por el cual el propietario tenía un derecho absoluto pues por encima se halla el interés del Estado, que es el de todas las personas. En aquellos tiempos, ocupados por establecer una Constitución fundamen­ tada en lajusticia social más queen otra cosa, siendo la inmediata el atender a las demandas de la población rural, mayormente india que había formado la tropa revolucionaria, sus reivindicaciones territoriales, por cuanto a la reclamaciones indígenas tipificadas en las del movimiento zapatista, la posesión de la tierra, únicamente posible mediante su entrega por parte del estado, su poseedor legal, el que podía darla o quitarla, pues toda ella es posesión de la Nación. Entender la relación de lo político con lo arqueológico es, quizá, separar la Academia ad capella o sub capellum de la realidad vigente en la práctica arqueológica, y es ahí donde se presenta una interesante diferenciación en la práctica de la arqueología, la de una profesión abstracta, indudablemente normada en lo científico, o la de una arqueología comprometida con la demostración histórica de ser una nación, de tener profundidad cultural a pesar de la homogeneización, de esa peligrosa "globalización" que los medios idiotizantes manejan. Acabadas las acciones militares revolucionarias, en la relativa paz posterior, en 1930 se hizo la Ley sobre Protección y Conservación de Monumentos y B ellezas Naturales, apareciendo como encargado de su defensa el Departamento de M onumentos Artísticos, Arqueológicos e Históricos, dependiente de la Secretaría de Educación Pública. A lgo más tarde, en 1934 aparece la Ley de Protección y Conserva­ ción de Monumentos Arqueológicos e Históricos, Poblaciones Típicas y lugares de B elleza Natural, creándose un Consejo de Monumentos en el seno de la misma Secretaría de Educación Pública, de carácter dictaminador. En 1938 Lázaro Cárdenas da existencia al Instituto Nacional de Antropo­ logía e Historia, en el que se conjuntan entidades de la misma orientación, hasta esa fecha, dispersas. D e esta forma se incorporan el Departamento de Monumentos A rqueológicos, Históricos y Artísticos, el Museo Nacional de Arqueología, Historia y Etnografía y otros museos de la Secretaría de Educación Pública, todo ello por Ley promulgada el 3 de febrero de 1939, cuando aparece el ahora muy cambiado INAH, con

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personalidad jurídica y patrimonio propios, debiendo desempeñar las siguientes funcio­ nes: I, exploración de las zonas arqueológicas del pafs; II, vigilancia, conservación y restauración de monumentos arqueológicos, históricos y artísticos de la República, así como de los objetos que en dichos monumentos se encuentran; III, investigaciones científicas y artísticas que interesen a la arqueología e historia de M éxico, antropológicas y etnográficas, principalmente de la población indígena del país; IV, publicación de obras relacionadas con las materias expuestas en las fracciones que anteceden; y V, las demás que las L eyes de la República le confieren. Es interesante hacer notar que se separan Antropología y Etnografía y que, com o parte de e se género de investigaciones se hace hincapié en lo relacionado a la población indígena. Conviene señalar que al INAH le compete todo lo relacionado con el pasado, que ahora sabemos se inició con la presencia humana desde hace algo más de 30.000 años, hasta las doce de la noche del 31 de diciembre de 1889. Siendo Abelardo L. Rodríguez Presidente de la República, en 1934, promulgó una Ley sobre protección y conservación de monumentos arqueológicos, históricos, poblaciones típicas y lugares de belleza natural, anticipándose en mucho a las Declaraciones de Ciudades Históricas y de Reservas Ecológicas. En esta Ley, digna de analizarse y de mantenerse, hay un precepto básico: el de la propiedad de la Nación, inalienable de todo cuanto es parte de su pasado y se encuentra en su territorio. Esta Ley, del 19 de enero de 1934, tuvo su reglamento el 7 de abril del mismo año, caso curioso, puesto que las diferentes Leyes de los organismos que conformaron el INAH, nunca alcanzaron a obtener su Reglamento. El 6 de mayo de 1972, Luis Echeverría, como Presidente de la República, decretó la Ley Federal sobre Monumentos, Zonas Arqueológicas, Artísticas e Históricas. Nuestra Ley constitutiva ha sido modificada en varias ocasiones y en la de 1986 con una absoluta ignorancia del tema, pues al INAH se le incorporó el estudio, investigación y protección del acervo paleontológico nacional. La sólida incultura de los miembros del Poder Legislativo ignoró que tal tema abarca desde hace 2.400 m illones de años en el territorio m exicano y que, entre otras cosas, incorpora obligatoriamente todas las calizas sedimentarias marinas ahora afloradas, por ejemplo, las que conforman nada m enos que toda la Sierra Madre Oriental. Esto ha obligado a inventar un Consejo y su Reglamento, aún en proceso de integración. Desde 1974 se creó en el INAH el Consejo de Arqueología como asesor en lo arqueológico de la Dirección General; su Presidente y cuatro miembros son designados por ella además de los cuales son consejeros: el Coordinador Nacional de

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Arqueología, el Director de Salvamento Arqueológico, el de Estudios Arqueológicos, el de Registro Público de Monumentos y Zonas Arqueológicas y un representante de cada una de las tres zonas de los Centros Regionales del INAH, Centro, Norte y Sur. El Consejo recibe los proyectos de trabajos arqueológicos que se quieran efectuar, para lo cual deben cumplir los requisitos que se marcan en las Disposiciones Reglamentarias para la Investigación Arqueológica y puede o no autorizarlos, siendo posible que se devuelvan para corregir aspectos no claros o de incumplimiento con el reglamento citado. Aunque se trate de un proyecto a largo plazo anualmente se debe entregar el informe de la temporada llevada a cabo, informe que debe ser aprobado por el Consejo para poder proseguir con el trabajo y si no se aprueba, se suspende hasta corregir lo solicitado y aprobarlo. Como también los arqueólogos institucionales están sometidos a este procedimiento, si no rinden informe o es considerado insuficiente y no lo mejoran, el sector administrativo del INAH no les provee de más fondos. El Consejo, a través de losmiembrosqueparaellocomisione,debevisitar,llegadoel caso, trabajos arqueológicos en proceso y dictaminar modificaciones, aceptación o suspensión de esos trabajos. Recordemos que la Ley Federal de Monumentos, Zonas Arqueológicas, Artísticas e Históricas otorga al INAH la responsabilidad y el derecho del manejo de toda la arqueología nacional y que sanciona su práctica no autorizada mediante multas y penas de cárcel. Cuando se han autorizado trabajos a no miembros del INAH, nacionales o extranjeros, si se plasmaron en publicaciones o tesis académicas, se exige la entrega de 10 ejemplares de las primeras y 3 de las segundas para las bibliotecas del INAH. Tampoco se permite llevarse fuera del país materiales para su estudio, salvo en los casos en que se vayan a someter a técnicas o procedimientos analíticos con los que no se cuente en M éxico y, aún así, se busca que no sean destructivos y si lo son se cuida m ucho la categoría de la muestra. Si el monopolio de lo arqueológico es con venienteo no para la arqueología, por mi experiencia puedo asegurar que sí lo es, en realidad que sí lo sería, debiera ser, si se otorgan los medios necesarios para su cumplimiento, lo que no sucede. En los últimos años, anulada la investigación para dar paso a algo así com o arqueología "a la carta" en el sentido de construcción de fachadas para un turismo fundamentalmente inculto, la amenaza de poner nuestra arqueología en manos de la iniciativa privada es cada día más clara, enmascarada con el propósito de la obtención de divisas. Hacer del turismo el que norme nuestro pasado es todo lo contrario de lo que se debe hacer: que el turismo aprenda de lo nuestro.

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¿A

QUIÉN ENTREGAR LAS RELIQUIAS NACIONALES? I_A

ORGANIZACIÓN DEL MUSEO DE LA PLATA, ARGENTINA, ENTRE 1880 Y 1916 Irina Podgomy (*)

In t r o d u c c ió n

E n Argentina el año 1862 marca la aparición de un nuevo principio rector de la lucha política del país:

"De un conflicto 'horizontal' entre pares (v.g. lucha entre caudillos o entre

bloques formados por efímeras alianzas) se pasó a una confrontación 'vertical', entre desiguales... A l carácter segmentario de la organización social se había superpuesto una dimensión jerárquica. D esde un estado que se im ponía com o forma dominante de integración social y política, com o instancia que abarcaba y coronaba esa organización segmentaria de la sociedad civil, una alianza de sectores sociales con aspiraciones hegem ónicas pretendía resolver definitivamente un pleito de medio siglo asumiendo por la fuerza el control político del país"

(Oszlak, 1990: 86) Uno de los conflictos que en la década de 1870 adquirió carácter de

problema vertical entre desiguales fue el que se planteó a raíz de la extensión de los terrenos ganaderos por sobre el territorio indígena (Halperín Donghi, 1975, Rouquié, 1978, Oszlak, 1990). Con esto no se afirma que la política anterior haya sido planteada en términos de igualdad entre entidades soberanas, pero es en 1879 cuando el conflicto es definido com o un problema nacional y desde esa perspectiva resuelto mediante una campaña militar a los territorios patagónicos. A su vez, la llamada expedición punitiva al Río Negro fue acompañada por una com isión de estudiosos y había sido precedida por viajes de exploración. Una vez som etidos los territorios indígenas a la soberanía de la N ación Argentina, eso s m ism os territorios pasaron a ser objeto de conocim iento y reflexión para la ciencia. Los sobrevivientes indígenas de la expedición militar se transforma­ ron en parte del territorio y en parte de los resultados científicos tal com o ha sido relatado entre otros por Ten Kate (1904). Los aborígenes se constituyeron en objeto de observación, al m ismo tiempo que su cultura material pasaba a formar parte de aquello sobre lo que ahora tenía soberanía la nación. El proceso de creación de las

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Investigadora CONICET, Museo de La Plata, Argentina.

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coleccion es se dio al m ism o tiempo que el de organización de las disciplinas que trataban sobre ellas, por lo que muchas veces las discusiones teóricas reflejaban la forma de los problem as planteados por la exhibición pública de los resultados científicos. Estas reflexiones y observaciones sobre los restos de las tribus indígenas tanto del pasado com o del presente adoptaron inicialm ente dos formas no del todo separadas entre sí: a) la construcción de un tema literario; y b) la construcción de un objeto y una práctica científicos. Los aborígenes en cuanto objeto de discurso científico fueron analizados desde diferentes puntos de vista. Por una parte, com o uno de los obstáculos raciales del presente y del pasado que impedirían la c o n so li­ dación de una N ación moderna; por otro, com o laboratorio y prueba de las teorías sobre la sociedad y la cultura vigentes en las nuevas instituciones científicas argentinas. D esde este punto de vista, la constitución de una mirada científica sobre los "aborígenes" era por otro lado un paso hacia la mayor m odernización del país. El objetivo de esta ponencia es presentar brevemente las funciones otorgadas a uno de los m useos fundados en la etapa de formación de la Argentina moderna. A través del análisis del papel dado al M useo de La Plata lo que se quiere intentar es comprender la constitución de un público y de una comunidad nacional mediante la institución de un imaginario científico.

La

o r g a n iz a c ió n d e la s

M u seo

d e la

In st it u c io n e s C

ientífic as

A r g e n t in a s

y el

P lata

Com o ya se ha destacado, el proyecto que se impuso en la construcción del estado nacional argentino incluía la organización de las instituciones científicas y universitarias. De esta manera se crearon: a) el Departamento de Ciencias Exactas de la Universidad de B uenos Aires en 1865 que comprendía la

"enseñanza de las matemáticas

puras, aplicadas y de la historia natural con el fin de formar en su seno ingenieros y profesores"

(Babini,

1986: 127) y la contratación de profesores para tal fin; b) la Academia de Ciencias de Córdoba en 1873 con el triple aspecto de investigación, docencia y publicaciones; c) en 1872, y a instancias de algunos de los alumnos de Ciencias Exactas de Buenos Aires, la Sociedad Científica Argentina, con el propósito de organizar conferencias, dictám e­ nes, discusiones sobre los temas científicos de actualidad y de contribuir a los viajes exploratorios a la Patagonia y a otros territorios. Esta institución asim ism o instituyó el Congreso C ientífico Latino-Americano en 1898 y la publicación de otra revista científica: los A n a les de la Sociedad Científica Argentina (Babini, 1986: 140-143); d)

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los Anales del M useo de Buenos Aires en 1864; y, e) en 1879 el Instituto Geográfico Argentino y el Instituto Geográfico Militar. Todas estas instituciones propendían a la exploración, al conocim iento y dominio científico del territorio y a la consolidación de una nación moderna. Es en este marco que en 1888 el M useo de La Plata abre al público com o museo provincial de exposición e investigación y museo general de la nueva capital de la provincia de Buenos Aires. Bajo la dirección de su promotor y fundador Francisco P. Moreno hasta 1906, el Museo, sus colecciones científicas y personal pasan en ese año a formar parte de la nueva Universidad Nacional de La Plata. La integración del M useo a la institución universitaria hizo que se sumaran a las funciones establecidas por Moreno, las propuestas por Joaquín V. González (1935) en tanto establecimiento de enseñanza superior. El Instituto del M useo y las nuevas facultades implicaron el establecim iento de cátedras, el contrato de nuevos profesores y una nueva red de difusión e intercambio de ideas. La figura de la "Universidad moderna" en contraposi­ ción a las entonces existentes de Buenos Aires y de Córdoba, se construyó a partir de otras dos: la "vida universitaria intramuros" y la "extensión" (González, 1935:45-48). El M useo de La Plata en tal sentido fue tomado com o prototipo de cóm o debería darse esta articulación: una institución monumental que auto-exhibía lo producido en sus subsuelos y laboratorios y que nacionalizaba objetos y sujetos. La institución generaba la exploración de los territorios anexados al dominio de la Nación, la exploración de sus subsuelos y la incorporación del contenido de lo depositado en ellos al patrimonio y a la jurisdicción públicos. El Museo com o centro explorador del territorio hizo argentinos a los fósiles, a los sitios arqueológicos y a varias colecciones privadas. El Museo de La Plata a través de sus expediciones y las de su primer director, Francisco P. Moreno, como perito de límites, colaboró en la afirmación de la penetración del estado nacional. Su nacionalización en 1906 junto con la entonces Universidad Provincial de La Plata consolidó el papel que ya ejercía com o institución de referencia nacional. El M useo de La Plata había sido creado com o monumento a las huellas de la "evolución argentina". Tanto la nueva ciudad como el mismo museo eran vistos en el horizonte de la época como monumentos del futuro promisorio del país (Moreno, 1890).

"Una ciudad trazada en la pampa lisa"

(Ward, 1890:4) y que en pocos años ofrecía para

admiración de la nación toda el encanto del triunfo sobre el desierto, se volvía una evid en cia material -del m ism o rango que las paleontológicas y las arqueológicastanto de lo que había sido el pasado com o de lo que iba a ser el futuro argentino. A fines

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de la década de 1890 el museo que se concebía para el futuro era una institución de exhibición de la grandeza argentina, una grandeza que, al igual que el museo, estaba en continua expansión y rivalizaba desde Sudamérica con la expansión norteamericana. Desde las trazas geom orfológicas a la ciudad de La Plata pasando por los indios todo fue concebido com o "evidencia" del proceso evolutivo que Moreno no dudaba en calificar de histórico. Para formar las colecciones representativas de la "historia del suelo patrio" el M useo de La Plata implementó varios mecanismos. Las expediciones científicas, las donaciones y la compra fueron quizás los más evidentes. A ellos hay que agregar que el m useo tuvo com o parte de su planta de empleados a varios -y a veces circunstanciales- "naturalistas viajeros", encargados de recolectar objetos en las provin­ cias, en los territorios nacionales y en los países limítrofes. Algunos de estos "natura­ listas" se especializaban en objetos determinados, pero la mayoría fue especialista en acceder a regiones hasta entonces poco tocadas por el estado nacional. Muchas veces las m isiones de los "naturalistas viajeros" consistían en lograr el traspaso de las colecciones privadas a la institución pública. Así, por ejemplo, se incorporó en 1887 parte de la colección de las M isiones Jesuíticas del Paraguay que estaba en poder del gobernador de M isiones (de Barrio, 1931). Otra modalidad de colección fueron las "instrucciones", que firmadas por el Museo de La Plata dirigían a distancia la tarea de aquéllos que no estaban ligados institucionalmente con el mismo. Objeto de estas "instrucciones" fueron por ejemplo los vocabularios de los indígenas contemporáneos (Lafone Quevedo, 1892). Frente al proyecto de Moreno (1890) de máxima inclusión de aquéllo que debía considerarse historia argentina el Museo Histórico Nacional de Buenos Aires, fundado en 1891, marcó de muy distinta manera los lím ites de lo que debía ser parte de sus colecciones: los finales del siglo XVII. Según una descripción de lo que era posible observar en el M useo Histórico en 1910:

"Ante todo, yendo nuestras observaciones por orden

cronológico, poco o nada encontramos proveniente de la barbarie indígena anterior al descubrimiento o la conquista. Los recuerdos de este género no se han excluido por azar o por capricho, sino porque, en realidad, poco o nada debe a aquella barbarie la cultura argentina... Nuestra civilización es legítima descendiente de las antiguas civilizaciones de Europa: Grecia, Roma, España. Más que sus ideales y conocim ientos, los indios aportaron o sacrificaron generosam ente a la cultura americana, su sangre, su preciosa sangre de pueblos libres y la sangre no se coagula en los m useos, sino hierve en las venas!"

(Bunge, 1910: 54)

Por otro lado el público de los m useos (visitantes, coleccionistas, o simplemente habitantes del territorio argentino) concibió y participó de los m ism os de muy distintas maneras. Las autoridades del M useo de la Plata ya lo percibían y lo

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consideraban parte del proceso que ellos m ismos estaban construyendo: "Si recogiésemos la opinión de los millares de visitantes que recomen anualmente las galerías del Museo de La Plata la inmensa mayoría reflejaría impresiones de detalle, superficiales y aisladas; muy pocos son los que alcanzan a comprender la relación de todos los objetos dentro de su aparente desemejanza, los que abarcan el conjunto constituyendo un sistema los que penetran el principio director de tan diversas colecciones, y los que vislumbran la idea que presidió a la organización de los materiales encerrados en ese monumental templo griego que fundó el Doctor Francisco P. Moreno" (Herrero Ducloux, 1907: 13).

Si bien estas opiniones no fueron recogidas, las huellas de las maneras en que el público concibió y utilizó el M useo quedaron registradas en las cartas que, com o individuos o com o representantes de instituciones, enviaron a las autoridades del m ism o y que se conservan en el archivo de la institución. La proliferación a partir de 1 906 de actividades de extensión universitaria dentro de la misma Universidad tuvo su correlato en el tipo de relación que se estableció desde el extramuros con el M useo de La Plata. En este sentido, es interesante que la "extensión universitaria" se planteara com o m isión no sólo de los profesores y estudiantes sino también com o tarea de las asociaciones culturales o populares. La extensión im plicó por su parte un aumento en la cantidad del tipo de publicaciones y el inicio de relaciones editoriales con las casas impresoras de Buenos A ires y La Plata. En 1907 se inició la publicación de la Biblioteca de Difusión Científica (proyecto clausurado en 1918) y en 1 910 se editó la B iblioteca C entenaria, sumándose a la Revista del M useo de La Plata y a los A nales que se publicaban desde 1890. El archivo de la Facultad de Ciencias Naturales da cuenta de las múltiples demandas que se le planteaban a principios de siglo. Básicamente los m otivos por los que se escribía al M useo desde las instituciones argentinas eran los siguientes: a) pedido de réplicas, elem entos repetidos o ilustraciones para la formación de los museos escolares por parte de los consejos escolares provinciales o de cada escuela por separado; b) pedido de publicaciones por parte de ateneos educacionales, círculos católicos y oficinas de los ministerios de la provincia y de la nación; c) pedidos de autorización o de información para realizar visitas. Las cartas remitidas desde las empresas proveedoras o por individuos se centraban en: a) ofrecimiento para la venta o donación de objetos de propiedad particular y hallados casualmente o en viajesexploraciones privados; b) presupuestos, cuentas pendientes y pedido de publicaciones de librerías -casas editoriales de Buenos Aires, de La Plata y del exterior; c) pedidos de em pleo a través de recomendaciones de funcionarios de la Iglesia, de las provincias o de la Nación; d) pedido de publicaciones sobre los indígenas por las M isiones Indígenas de Formosa, Chaco, Jujuy y los colegios salesianos de la Patagonia..

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Tom ando el caso de las escuelas y colegios públicos que escribieron entre 1912-13 el rasgo más notorio es la recurrencia del tipo de solicitud. Las colecciones de minerales argentinos para evitar el uso de. minerales extranjeros en la enseñanza de la mineralogía; y los objetos, ejemplares, elementos prácticos, esqueletos para propender a la enseñanza "objetiva" a través de los museos escolares son pedidos que se repiten desde M isiones hasta Mar del Plata. En esos años, mientras a las escuelas públicas se les informa sobre la falla de material disponible para préstamo o donación, sólo se contesta positivam ente al C olegio San José de Buenos Aires al que se le vende a precio de costo m oldes de mamíferos fósiles. Es notorio también que las solicitudes de información sobre los indígenas contemporáneos sólo provengan de instituciones religiosas y de particulares interesados. Ningún colegio público pide material etnográfico (tampoco arqueológico) ni publicaciones relacionadas con los asuntos aborígenes. Los pedidos se centran en "cosas" y esto significa rocas, fósiles y animales disecados. La Dirección de Ferrocarriles del Ministerio de Obras Públicas; la Sección Botánica y la Dirección de Minas, Geología e Hidrología del Ministerio de Agricultura de la Nación y la Dirección de Desagües de la Provincia de Buenos Aires son de las oficinas ministeriales los comitentes que en esos mismos años hacen uso de las publicaciones y de los mapas realizados por el museo sobre distintas zonas del país. La Dirección de Desagües del Canal 2 de Maipú por su parte ofrece a cambio "estimular a la gente del campo para cooperar con el M useo de La Plata" (carta del 24/10/1911) en la búsqueda de objetos. El Gobernador de Tucumán, el conservador Ernesto Padilla, intercambia con el Museo de La Plata publicaciones y deseos de éxito en su gestión por promesas sobre las minas de Andalgalá (carta manuscrita del 23/4/1912). Por otro lado, los ofrecimientos de particulares que se le hacen al museo para la venta y donación comprenden tanto elementos aislados com o colecciones. Los avisos de hallazgos de "esqueletos de grandes dimensiones", "restos fósiles", "cotas de animales extraños", "caparazones de tortuga", "gliptodontes", "huesos prehistóricos", "megaterios", "terneros de dos cabezas", "huevos petrificados", "helechos fósiles" proceden de las provincias del litoral y los territorios patagónicos y sólo piden com o retribución -a veces vehementemente- una respuesta. Algunos de los avisos generan el envío de em pleados del museo para verificar y extraer los restos. En cambio, las colecciones de insectos, los objetos y huesos indígenas y las armas, abanicos, estribos "de más de cien años" se ofrecen para la venta con precio fijo o a fijar por el comprador. En muchos de estos casos suelen ser las viudas o herederos más que el coleccionista en sí los que deciden transferir dichos objetos al espacio público del museo.

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En otro orden de cosas, las relaciones comerciales con las casas editoria­ les argentinas constituyen una evidencia indirecta de la red de intercambios que se estructuró entre em presas editoriales e instituciones educativas nacionales. C ontratistas de las universidades, las casas editoras tomaron de los institutos y museos no sólo autores sino también las ilustraciones para la floreciente industria de los manuales escolares sin identificar el origen de las mismas. El museo también fue proveedor de láminas y permisos para que la Oficina de ilustraciones y decorado escolar del Consejo Nacional de Educación reprodujera parte de sus colecciones. Los Consejos de Educa­ ción regionales y provinciales también acudieron al Museo con solicitudes similares. A fines de siglo pasado era una asunción generalizada entre las políticas del estado que para definir la nación, el estado debía asumir también el control sobre el pasado. La construcción del acuerdo sobre el pasado podía entenderse com o la existencia de la nación ya en tiempos prehistóricos. De esta manera en Argentina -y dado que el público lector estaba en formación entre otros medios mediante la extensión del sistema público de educación- los museos se constituían en iconos nacionales de referencia desde los cuales emanaba no sólo información sobre el pasado sino también un presente y una imagen de futuro.

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trina Podgomy

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La I n s t it u c io n a l iz a c ió n

d e la

A

r q u e o l o g ía e n

V

enezuela1

Iraida Vargas Arenas (*)

I n t r o d u c c ió n

P ara comprender el desarrollo de la nueva visión de la hisloria venezo­ lana que com ienza con los albores del siglo XX, es necesario dar una mirada retrospec­ tiva a las ideas que agitaban el mundo científico de la época y ver el impacto que ocasionan en aquel microcosmos que era la Venezuela de entonces, sacudida por los ramalazos de las guerras civiles, frenada por el atraso social, tecnológico y económ ico, viviendo a medias entre un pasado que no acababa de definirse entre la herencia cultural cuasi feudal de la colonia, matizada por fuertes influencias indígenas, y el que ejercía el capitalismo industrial extranjero sobre un país inerme, librando los azares que suponía la búsqueda de su identidad nacional, de su integración social dentro de una unidad política y geográfica. Para finales del siglo XIX y aún com ienzos del XX , V enezuela era un país fragmentado en diversas áreas culturales que conservaban, en virtud del caudillism o rampante, una tácita autonomía política, social, cultural y económ ica. Los A ndes, los Llanos, el Oriente, el N oroeste de V enezuela y Guayana eran parle formal de un sistem a político-adm inistrativo que no llegaba a hom ogeneizar en un todo arm ónico la variedad de élites políticas y económ icas que de hecho controla­ ban cada una de aquellas regiones. Los intelectuales que com enzaban a tener conciencia de los angustiosos problemas sociales venezolanos de aquel entonces, no podían tomar com o m odelo para una solución el pasado colonial inm ediato, el cual representaba una profunda contradicción con el ideal republicano. El presente, por otra parte, estaba demasiado cargado de frustraciones e incertidumbres. S ó lo quedaban entonces las virtudes prístinas de la población aborigen, no contam inadas o degeneradas por el contacto con el europeo, y el futuro no escrito que podría ser posib le m odelar partiendo de la base étnica y cultural más pura de la sociedad venezolana.

(*) (1)

Universidad Central de Venezuela Para este articulo he tomado como base la bibliografía que se cita al final.

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La ideología positivista y las nociones sobre el estudio de la sociedad y la cultura, que aportaba la naciente antropología europea, representaron para las élites intelectuales venezolanas un instrumento de análisis prometedor. Las ley es del evolucionism o histórico, las concepciones sobre la organización y el desarrollo de la sociedad basadas en el orden y el progreso, el evolucionism o cultural que planteaba el paso de las sociedades simples hacia las complejas, los postulados del determinismo geográfico e histórico, todos ellos contribuyeron a moldear un tipo de investigador social interesado en el estudio de las sociedades y las culturas tradicionales venezolanas, para proyectarlas hacia el futuro como un punto de referencia histórico que dejaba entrever el enorme potencial de energías y recursos humanos que serviría de plataforma para el engrandecimiento de la nación.

La s B a s e s Id eo ló g ic a s

de la

A ntropología V enezolana . 1880-1936

N aturalism o, G eografía y Positivism o El interés por la descripción y el análisis científico de las características físicas y humanas del territorio venezolano, se inician principalmente con los escritos del Barón de Humboldt, animado por el naturalismo erudito y enciclopedista que se hallaba en boga en Europa, particularmente en Alemania. El planteamiento que transmiten los escritos de Humboldt, es el de los grupos humanos explicados dentro de la variedad del fenóm eno geográfico, como una materia dúctil que condiciona su conducta a los influjos ambientales. Su posición es afín con el determinismo geográfico que se expresara com o escuela a través del pensamiento de Ratzel. La línea de estudios sobre la población y la geografía venezolanas, que constituirán los antecedentes del surgimiento de la antropología en el país en los al bores del siglo XX, continúa con los trabajos de Agustín Codazzi. Los grandiosos esquemas teóricos de este pensador, animados por las ideas de progreso, orden y justicia, son característicos del pensamiento positivista del siglo XIX; se expresan en el sentido de los experimentos sociales que proponía para poblar el desolado territorio venezolano, de manera de romper la estructura socioeconóm ica atrasada de la nación. Estos esquemas no parecen haber tenido influencia en la orientación y desarrollo de los estudios sobre la sociedad venezolana. Dentro del reducido mundo intelectual venezolano de finales del siglo XIX, las ideas novedosas expuestas y sostenidas por alguno de los pensadores que lo integraban, no podían dejar de tener resonancia en la orientación ideológica de lodos

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ellos. Es así com o de manera paralela a la tendencia naturalista que animaba como dijimos los estudios sociales venezolanos, surgen a través de Adolfo Ernst y Rafael Villaviccncio las ideas positivistas que introducirán un nuevo concepto de racionalidad en el análisis de la historia de la sociedad venezolana. Los planteamientos de Humboldt sobre una edad de oro de los aborígenes venezolanos, y el retroceso hacia una sociedad injusta y viciada, se ven ahora contrastados por la imagen que sostenía Villavicencio sobre el progreso ascendente y continuado. La influencia de nuevas corrientes de pensam ientoqueestim ulanalaélite intelectual, provocan el surgimiento de trabajos que reflejan las grandes líneas de desarrollo que toma la antropología en Europa. Encontramos antropólogos que repre­ sentan la cristalización del pensamiento positivista, quienes de manera sistemática aplicaron las reglas de la etnología científica al estudio de la realidad cultural aborigen, prefiriendo el manejo de los datos obtenidos de manera directa al análisis documental fundamentado en las narraciones de los antiguos cronistas. Del grupo inicial de antropólogos venezolanos destacan, en primer lugar, Lisandro Alvarado, Gaspar Marcano y Alfredo Jahn, quienes constituyen los mejores exponentes de esta tendencia, que tuvo com o corolario una de las síntesis analíticas más completas que se hayan hecho hasta el presente. Gaspar Marcano (1848-1892) absorberá directamente las enseñanzas de la escuela francesa orientada, a través de Broca, Tropinard, Quatrefages, Capitán y otros, hacia la antropometría, la prehistoria y la paleontología, disciplinas que estudia­ ban al ser humano englobado dentro del marco natural, más que com o el producto de la dialéctica de la sociedad y la cultura. Por la otra, Lisandro Alvarado (1858-1929), naturalista doblado en humanista o viceversa, tiende a reflejar la orientación descriptiva de los etnógrafos europeos del siglo XIX. En el caso de Gaspar Marcano, sus observaciones tienden a chocar con las generalizaciones hechas por Humboldt sobre diversos aspectos de los grupos étnicos venezolanos. Sus ajustadas observaciones sobre la racionalidad de la m etodología antropológica lo llevan a criticar ciertos errores de interpretación, particularmente las generalizaciones erróneas y las com paraciones entre elem entos aislados extraídos de su contexto cultural original. Uno de los puntos culm inantes de Gaspar M arcano es su estudio comparado de las características craneom étricas de los aborígenes, el cual incluyó no solam ente los cráneos hallados en diversos sitios arqueológicos, sino también los de individuos pertenecientes a parcialidades indígenas vivas.

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Lisandro A l varado, otro polo de la naciente antropología del siglo XIX, se orientó com o M arcano hacia el trabajo de campo, la búsqueda de los datos empíricos en base a los cuales desarrollar explicaciones sobre los orígenes de las culturas aborígenes. La labor de este investigador descuella por la amplitud y la sistem atización de sus investigaciones, las cuales combinan de manera equilibrada el rigor de las ciencias naturales con el carácter histórico-descriptivo de la etnografía, la lingüística y el folklore. D esde el punto de vista de su formación científica, Lisandro Alvarado no pudo beneficiarse, com o Gaspar Marcano, del contacto directo con los centros de investigación en América y Europa. Sin embargo, sus obras revelan el conocim iento que tenía de las publicaciones de la época, las cuales representaban tanto el pensam iento evolucionista cultural clásico, com o el difusionism o descriptivo de la etnología alemana y el naturalismo europeo de los siglos XVIII y XIX. Por otra parte, más quizá que ningún otro, se nota la influencia del pensamiento positivista venezolano, expresado a través de la obra de Rafael V illavicen cio y A dolfo Ernst, particularmente de este último, a quien dedica su obra D atos E tnográficos de V enezuela. La obra de Lisandro Alvarado tiene com o punto de partida la relación ponderada y comparada de los datos históricos suministrados por los cronistas, sistematizados y analizados a la luz de los conocimientos etnológicos de la época. La variedad del conocim iento antropológico de Lisandro Alvarado alcanzaba también la arqueología, notándose en sus escritos el conocim iento de primera mano que poseía sobre las diversas áreas arqueológicas de Venezuela y sus aspectos comparativos con otras manifestaciones culturales aborígenes americanas. El bagaje antropológico de Alfredo Jahn, por su parte, nutrido fundamentalmente de las concepciones de la escuela etnológica alemana, se revela com o muy amplio y sistemático. Alfredo Jahn combinó el trabajo de campo con el manejo de las fuentes históricas, orientando su investigación fundamentalmente hacia la etnología y la lingüística de las poblaciones aborígenes que subsistían en el Occidente del país. Alfredo Jahn, com o Lisandro Alvarado, se vio influido por A dolfo Ernst y su obra es prolija en detalles sobre las explicaciones e interpretaciones de la dinámica cultural prehispánica, contrastando la orientación monográfica y sistemática de sus trabajos con el sentido totalizante y a veces un poco disperso de la obra de Gaspar Marcano y Lisandro Al varado. Alfredo Jahn mantiene unaposiciónanalítico-descripti va, de carácter fenom enológico, dentro de la rigurosa tradición científica de la etnología alemana de fines de siglo.

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Otra corriente está constituida por los etnohistoriadores que preconizaban una visión pragmática de la cultura. En esta corriente destaca Julio Salas, cuya obra pone de relieve su erudición bibliográfica. Su posición era contraria al fenom enologism o, proponiendo que la antropología debe basar sus juicios sobre evidencias comprobables, perosin sacr¡ficarel método analítico. Recomendaba cautela en torno a las generalizaciones producto de las elucubraciones que resultaban de los etnógrafos de visu. En la obra de Julio Salas podemos determinar la existencia de dos objetivos fundamentales, aparentemente contradictorios. Por un lado consideraba que los datos que proporcionaban los estudios constituían una serie de conclusiones filosóficas, las cuales eran según él las únicas vías seguras para lograr ventajas los individuos y, por la otra, aspiraba a la existencia de una república, marcada por el progreso social, económ ico y político. Libertad, Orden, Trabajo y Liberalismo Econó­ mico parecen haber sido para Julio Salas las necesidades perentorias de la sociedad venezolana. Para este pensador el progreso no era obra puramente del Estado; su implementación se fundamenta, decía, en el conocimiento profundo que se tenga de la cultura y tradiciones del pueblo venezolano. Otro miembrode esta corriente, Tulio Febres, erudito pensador merideño, poseía una metodología eminentemente documental, alejada del trabajo de campo. Su intención era la de canalizar ese acopio de datos hacia el desarrollo de una ideología de los pueblos hispanoamericanos, el Pancriollismo, que permitiría la preservación de las virtudes aborígenes y de la herencia española, frente a la influencia avasallante de la cultura angloamericana. Para Tulio Febres la idea de progreso social y económ ico estaba fuertemente condicionada a la conservación de los valores culturales autóctonos, los cuales servirían de plataforma para un desarrollo nacional independiente. La investigación de Benito Tavera, otro etnohistoriador, se centró en el estudio de las lenguas y mitos aborígenes, tomando com o referencia las crónicas de Indias. Manuel Arcaya, por su parte, cuya obra publicada se inició en 1919, orientó su trabajo hacia el estudio monográfico de los aborígenes del Estado. El enfoqueque poseía hacia las culturas aborígenes es rigurosamente descriptivo, basando su análisis en las fuentes históricas coloniales. L a P r o fe s io n a liz a c ió n de l a A r q u e o lo g ía . 1950-1995 Los pensadores del siglo XIX y de com ienzos del siglo X X supieron absorber los métodos de estudio difundidos desde los centros de investigación de

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Europa, produciendo una síntesis original que les permitió desarrollar ciertos m ode­ los que aún tienen vigencia. Sin embargo, la madurez de la antropología venezolana de esos momentos no se correspondía con la situación de marginalidad y estancam ien­ to que se observaba en la sociedad venezolana de entonces. Esas investigaciones poseían un decidido acento nacionalista y nativista, orientadas hacia la creación de una ciencia social aplicable a la solución de diversos problemas nacionales, particu­ larmente el desarrollo de un esquem a que propiciase la integración de la sociedad nacional en un todo hom ogéneo. Sin embargo, el dislocaniiento repentino de las estructuras tradicionales del país por el surgimiento de la riqueza petrolera en los años treinta, originó un profundo desconcierto en la sociedad venezolana. El progreso social basado en la preservación de los valores culturales autóctonos ya no era posible en la nueva coyuntura económ ica, que tendía a acentuar las taras, perpetuando el atraso y la dependencia. Es por ello que a partir de ese momento hasta finales de los años cincuenta de este sig lo , prácticamente no existen investigaciones arqueológicas en V enezuela realizadas por venezolanos. En el marco de las nuevas condiciones de dependencia hacia Norteam érica, Venezuela, com o el resto del Caribe, se convirtió durante los años treinta en el punto de atracción de los arqueólogos norteamericanos, fundamentalmente de aquellos pertenecientes a universidades del Este de los Estados Unidos. De hecho, los proyectos de investigación realizados durante la década fueron llevados a cabo por W cndell Bennett, Alfred Kidder, Cornelius O sgood y George Howard, procedentes de Yale y Harvard. Más tarde, a finales de los cuarenta, Irving Rouse, investigador también de Yale, com enzó sus proyectos de investigación en V enezuela, en com pañía de José Cruxent. Con estos investigadores se rompe la tradición nacionalista establecida por los pensadores del siglo XIX y comienzos del XX; de hecho, a partir de entonces las investigaciones se orientaron hacia la búsqueda de sitios a ser ubicados dentro de un marco de referencia temporal, aplicando la estratigrafía métrica desarrollada por la arqueología norteamericana, pero sin fomentar la idea de continuidad de los procesos históricos, característica fundamental de las investigaciones precedentes. Todos estos trabajos revelan, de manera muy clara, una orientación ideológica basada en la difusión cultural com o principio rector de la dinámica social. Creían, siguiendo a Boas, que el aislamiento o el contacto entre grupos humanos eran factores importantes, ya que determinaban la formación de centros culturales de desarrollo y de áreas marginales. Por ello, el objetivo fundamental de dichos trabajos consistió en realizar profusas descrip-

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d on es de los materiales arqueológicos con el fin de establecer comparaciones tipológicas, fechando de manera relativa los yacimientos; en tal sentido, el tiempo -no la historiaera muy importante. Es a com ienzos de la década de los años cincuenta, con la creación de la Escuela de Antropología en la Universidad Central de Venezuela, cuando las investigaciones arqueológicas comenzaron a ser retomadas por venezolanos, jóvenes graduados en dicha Escuela. Desde entonces, podem os considerar que se generaron dos enfoques teóricos: uno sostenido por aquellos arqueólogos que aplicaban acríticamente el paradigma norteamericano, usualmente el marco teórico-metodológico establecido por Irving Rouse en 1939, basado en la descripción de estilos cerámicos con el fin de establecer los centros de difusión, como es el caso de Erika Wagner, entre otros, y otro grupo, más crítico, orientado hacia el análisis de los contextos sociohistóricos del pasado, com puesto por arqueólogos influidos por las ideas del famoso etnólogo venezolano Miguel Acosta Saignes y los etnólogos y arqueólogos europeos Vere Gordon Childe, Marccl Mauss y André Lcroi-Gourhan, entre otros, y los trabajos de James Ford, Clifford Evans y Betty Meggers, quienes representaban la posición teórica de Leslie White, fundamentada en el impacto del ambiente sobre la sociedad, com o es el caso de Mario Sanoja e Iraida Vargas. Sobre tales bases teóricas com ienza a desarrollarse una orientación científica antagónica al paradigma hegemónico roussiano en la arqueología venezolana. A partir de la década de los años sesenta, com o resultado del impacto de la Revolución Cubana en Iberoamérica, surge la arq ueología social, posición teórica que implica la realización de investigaciones arqueológicas orientadas hacia el estudio de la sociedad, su desarrollo y sus transformaciones. La práctica arqueológica de la arqueología social trasciende una acción centrada solamente en el pasado, ya que busca analizar las causas de las presentes condiciones de existencia de Venezuela, la manera com o tales condiciones se estructuraron y el desarrollo de los procesos de particularización a través de los cuales el país llegó a ser lo que es. La práctica de la arqueología social supone la acción del arqueólogo en la educación. La arqueología social explora nuevos tópicos y problemas, enfatizando el estudio de la vida cotidiana, concepto que permite ofrecer explicaciones acerca de las actividades diarias, relaciones interpersonales, creaciones y alteraciones en las diferen­ tes épocas. También centra su interés en conocer el impacto del capitalismo en el cam po de la vida doméstica desde el siglo XVI hasta nuestros días, enfatizando la investigación sobre el proceso sociohistórico que lleva desde las sociedades igualitarias prehispánicas

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hasta la sociedad desigual del presente, restableciendo así la noción de unidad histórica preconizada por los pensadores del siglo XIX. B

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